L A S O R P R E S A D EL GAAM
Por Sebastián Acosta Día/
su dispersión en el espacio y su materialización
o fijación en el ámbito arquitectónico.
No cabe duda que ese «patio canario lumínico
» tiene un papel simbólico casi biológico/
cósmico de pulmón que absorbe el aire
exterior, pero sin confiandirse con el entorno
miméticamentc. Es también receptácu-este
siglo, que debido curiosamente al grado
de experimentación e imbricación en la
problemática general del mundo se hace
cada vez más extraño y ajeno. De ahí la importancia
que revisten edificios como el del
CAAM, que no olvidan ni el pasado (marcado
por su entorno) ni el presente (¿cómo
se podría materializar esa presencia de lo
«Tal vez por ello
no podamos
liberarnos de un
cierto
sentimiento de
claustrofobia o
presión
psicológica que
nos empuja a
ascender para
encontrarnos con
el origen
verdadero del
arte: la luz.»
Detalle de la estructura central.
Si bien es verdad que esa intervención
arquitectónico/museal, conservadora
de estructuras pertenecientes
a entornos históricos, no es una novedad
(véanse los nuevos muscos de Basi-lea
o del norte de Italia), es justo reconocer
que la solución empleada por Sáenz de
Oíza en el CAAM tiene una fiicrte impronta
personal, con soluciones que asombran
tanto por la originalidad como por lo
arriesgado. Y es casi inverosímil esperarse
una sorpresa lumínica de tal magnitud en
el interior de un edificio que, como otros
de Vegueta, se caracteriza precisamente
por el carácter sobrio y noble del exterior.
Este choque entre exterior e interior es la
mayor apuesta que ha materializado Sáenz
de Oíza en el CAAM. Sin ánimo de exa-garación,
podríamos aseverar que la misma
apuesta se extiende a su intento de sorprender
y asombrar. El efecto que produce
en el visitante obliga a éste a observar
con detalle esa luz, a (per)seguirla en busca
de sombras que sólo se configuran gracias
a los entrecruzamientos de líneas, de pasillos
y de elementos arquitectónicos que tienen
un objetivo de conducción de la luz.
lo cuasi «ecológico» que permite la entrada
del elemento natural más preciado en
un museo: la luz. Pero su estructura dispone
de todos los aditamentos que nos hacen
recordar a un Ungers y su Museo de Arquitectura
de Frankfiírt, o a un Meier en
sus líneas niveas y entrecruzadas de pasillos
del Museo de Artes Decorativas, también
en la ciudad del Main.
A no dudar que en Ungers esa intención
tiene una fuerte acentuación hacia lo «individual
» en la arquitectura, es «la casa
dentro de la casa», a guisa de la famosa muñeca
de madera rusa que inscribe la contenedora
de múltiples ejemplares. Con lo
que su variante se inscribe en el marco de
la búsqueda del «individuo arquitectónico»
en el marco plural de las formas actuales.
En el ejemplo de Sáenz de Oíza asistimos
a la aceptación de la inmaterialidad como
componente intrínseco del receptáculo
museístico.
En cierto sentido, la arquitectura pos-moderna
actual está faciUtando a los museos,
especialmente a los modernos y contemporáneos,
esa difícil tarca de presentar
eso tan «impresentable» que es el arte de
contemporáneo con más firmeza que con
la variabilidad lumínica de todo un edificio
expuesto a los caprichos del dios Sol?).
Así, por ejemplo, esa apertura del penlhouse
o terraza exterior, mundana y moderna,
nos vuelve a retrotraer al mundo actual
después de la visita artística, pero... en un
marco inigualable de la Vegueta más sorprendente
que imaginarse pueda.
Tal vez por ello no podamos librarnos
de un cierto sentimiento de «claustrofobia»
o presión psicológica que nos empuja a ascender
para encontrarnos con el origen
verdadero del arte: EA EUZ.
El museo es el edificio clave en la arquitectura
actual que permite proclamar de
manera fehaciente la función pública que
debe guiar a la arquitectura. La arquitectura
es una de esas pocas artes que crean
realidad y que la hacen manifiesta; eso se
debe a que sus posibilidades creativas van
más allá del campo puramente teórico para
materializarse en hechos estables y permanentes.
A lo que se añade que en las sociedades
democráticas modernas todo trabajo
que tiene repercusión pública está sometido
a una critica mayor que para aquellos
18 ATI-AN-IICA
cuya incidencia es relativa. Y, a no dudar,
que la Bauhaus y el «esdlo internacional»
estaban guiados fuertemente por esas intenciones
democratizadoras, sólo que,
como se ha demostrado en las megalópolis
actuales, nadie, tampoco los arquitectos,
están libres de pecado al confundir democracia
con igualitarismo por lo bajo o funcionalismo
con lo inexpresivo.
Pienso que los actuales museos, como el
de HoUein, Stirling, Ungers, Meier o Sáenz
de Oíza ofrecen una magnífica visión plural
y antiprescriptiva, ya que su intención
es la de lograr una arquitectura a la medida
del hombre y para el hombre de hoy,
sin olvidar que ese «nuevo humanismo»
—precisamente por ello mismo— no puede
ni debe negar sus orígenes, ni tampoco
dejar la impronta del acto individual del arquitecto.
En este caso estamos ante un gran
museo, público y abierto, que se ofrece a
la sociedad como acto de inmolación social
y artístico.A
Terraza de la sala polivalente.
COMO LLEGAMOS AL LOGOTIPO
LA I M P O R T A N C I A DEL SIGNO
Por Macuá-García Ramos
En todo programa de identidad, en
toda investigación, con el fin de
encontrar una personalidad, mejor
dicho, la plasmación de una personalidad,
existe una pieza tan importante que a
veces constituye el punto de partida y que,
en muchas ocasiones, se confunde con el
todo, llegando a ser genérica. Nos estamos
refiriendo al signo y al logotipo.
Al enfrentarnos con el encargo del
CAAM nos propusimos, desde un principio,
dadas las utilizaciones y especificaciones
del programa de identidad, que el signo
y el logotipo tuvieran características o
valores representativos muy fuertes. Qiiisi-mos
que respondieran, sin discusión, a una
dinámica procedente del propio programa
y se alejaran lo más posible de interpretaciones
personahstas, es decir: un «estilo
nuestro», lo que suele ocurrir con los signos
originados por «artistas» no profesionales
de la comunicación. Y, a su vez, no
quisiéramos embaucarnos en la aventura
de un «estar a la moda».
Por supuesto que se tuvieron en cuenta
los valores puramente gráficos y plásticos
que todo ejercicio profesional del diseño de
un signo y logotipo se plantea.
Trabajamos de entrada sobre el propio
nombre de la insdtución. El nombre es en
sí una imagen y porta un mensaje de identidad.
El nombre se materializa en su ora-lidad
y en su escritura, siendo ésta ya un
mensaje visual, objetivo de nuestro proyecto,
partimos, pues, de la expresión gráfica:
Centro Atlántico de Arte Moderno. Todo
signo dene, irremediablemente por su propia
naturaleza, una tendencia hacia la simplificación
y a la economía. El nombre, al
actuar como signo, dende a reducirse a su
mínima expresión, las iniciales: CAAM.
En aras de una mayor simplicidad, prescindimos
de su esencia y nos basamos solamente
en su característica, dejamos a
parte que es un centro y nos centramos en:
Atlántico de Arte Moderno (AAM). El problema
es que AAM por sí solo, puede referirse
a una gran canüdad de insdtucio-nes
de muy diversa índole. Profundizaremos
para encontrar una mayor represen-tatividad.
ATLÁNTICO. Punto de unión entre
tres continentes. Triángulo. Tres triángulos.
Tres derras. Sin embargo, estos triángulos,
unidos y enlazados por el océano At-lándco,
no están cerrados: están abiertos.
Lo mismo que el mar se prolonga hacia la
redondez y hacia el infinito, los triángulos,
las tierras, se abren en el dempo y en el espacio.
ARTE MODERNO. La razón y el gesto.
Una estructura, un soporte que refleja
la investigación, la solidez y el equilibrio.
Una tarea institucional con ánimo de ser
infraestructura. Junto a ello, la espontaneidad,
la intuición, la penetración del sentido:
El Arte: el gesto. La Eirma: la Origi-nahdad.
Y detrás de todo ello, quizá un poco inconscientemente,
Canarias.
AILANIICA