Publicado como « Introducción » al libro de Indio Naborí y Ángel Valiente, Décimas para la historia: La
controversia del siglo en verso improvisado ( ed. Maximiano Trapero). Las Palmas de Gran Canaria: Centro de la
Cultura Popular Canaria, 1997, págs. 9- 23.
DESDE EL ASOMBRO ( ANTE EL PRODIGIO)
Maximiano Trapero
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
A quien lea ahora estas décimas le será difícil creer que en su origen nacieron como poesía improvisada,
casi espontánea, al ritmo rápido e implacable del ritmo de un laúd; mas quien no haya asistido nunca a
una controversia poética — quien no lo haya visto con sus propios ojos— no podrá siquiera imaginar el
prodigio del nacimiento de la poesía.
Y puesto que las fuerzas ocultas que hacen el prodigio son las que gobiernan el acto de la
creación poética, y no las reglas de la preceptiva literaria, habrá que empezar por reafirmar que el título
que encabeza este libro — poesía improvisada— no es una metáfora ni un título literario; es, simplemente,
prosa descriptiva, el nombre de un hecho que tiene realidad tangible, que es verdadero, substancia y no
valoración. Afirmar esto, quizás sea obvio, por archisabido, en algunos lugares — en muchos lugares—
de Hispanoamérica, pero resulta absolutamente necesario decirlo en España, porque se desconoce aquí
la existencia del fenómeno.
Una poesía al margen de la escritura
Pensar hoy en la poesía es pensar en la escritura, en la littera ( de donde deriva literatura, ' lo que
está escrito'), pero la historia de la humanidad y de su cultura — y valga decir también que de su
literatura— empiezan mucho antes de que en los hábitos culturales del hombre occidental se hiciera
normal el uso de la escritura, y todavía en tiempos mucho más remotos en que esos hábitos se hicieran
colectivos, es decir, de que fueran comunes a toda la sociedad.
La poesía escrita es un fenómeno muy moderno, comparativamente, casi de nuestros días. Por el
contrario, cuando nos acercamos al origen de toda historia literaria, al origen de la poesía, nos
encontramos con una palabra que gobierna su esencialidad: lo oral. ¿ Qué marca distintiva puede
caracterizar mejor las dos primeras manifestaciones de la poesía en lengua castellana, las jarchas y los
cantares de gesta — la una, poesía lírica, la otra, poesía épica— que la oralidad? Y mientras más y más lejos
se eche la mirada, y más y más ancho se muestre el panorama, mayor fuerza cobra el carácter de lo oral.
El argumento podría formularse al revés, y decir entonces que cuanto más cerca está una poesía de la
oralidad, más cerca está de sus orígenes y de sus raíces naturales. Porque, aunque obvio, conviene
recordarlo: si bien la escritura se ha impuesto modernamente a todas las formas de poesía, algunas
antiguas formas poéticas orales siguen configurando hoy una parcela muy importante de la literatura,
refugiada, eso sí, en los ámbitos populares, y caracterizada por un prodigioso equilibrio entre la
repetición y la recreación.
Ese es uno de los rasgos característicos de la poesía que hoy presentamos: el predominio de la
palabra hablada, la esencia de la voz. Pero hay otro no menos importante y sí más especificador: la
improvisación, sobre todo en forma de controversia. Y en este asunto, los antecedentes hay que ir a
buscarlos al origen mismo de nuestra cultura. La poesía improvisada en forma de “ duelos poéticos” ( que
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tiene, incluso, su propia denominación: a eso se llama verso amebeo), es asunto que aparece ya en la Ilíada y
en la Odisea, no como una invención de su autor, sino como recurso al que Homero recurre para
constatar una tradición antigua que, por serlo, otorga credibilidad a las Musas que cantan. Y más tarde,
en las Bucólicas, será Virgilio quien ponga en boca de sus pastores la lid poética, y que sea éste
precisamente “ el tema” de la obra.
Es, pues, un fenómeno viejo, y también universal, que se manifiesta en todas las culturas. Pero es
también actual, porque no ha muerto. Lo que hicieron en la década de los 50 de este siglo XX el Indio
Naborí y Ángel Valiente, y que ahora reproducimos por escrito, no tiene ningún valor inaugural, por
mucho que para algunos esta noticia y estos textos sean inaugurales. El valor que tienen estos textos lo
tienen intrínsecamente, y en todo caso por ser testimonio — asombroso testimonio de altura poética—
de la pujanza de un fenómeno que está vivo, y que gracias a su perdurabilidad, a su secular vigencia, ha
podido lograr las excelencias que muestra. Muy difícilmente una obra inaugural alcanza las cotas de las
cumbres.
Una nueva juglaría
Así, desde el asombro, es como me adentro yo en esta poesía. ¿ Qué otra actitud se puede tomar
ante el prodigio? No pretenden estas líneas, pues, explicar nada, ni siquiera describir nada, sino sólo
situar, poner estos textos en el marco histórico y geográfico — y también literario— de la creación
poética; decir con clara voz que el arte de la juglaría sigue vivo; que, bien mirado, este testimonio de
ahora es también testimonio de un arte que ha vivido sin interrupción desde los siglos oscuros en que
una lengua — la española— empezó a formalizarse en verso y a constituir una literatura; que la literatura
en lengua española no ha sido — ni menos es— ajena al fenómeno de la poesía improvisada, que incluso
puede decirse que la tradición hispánica decimista de ahora tiene tan alto grado de excelencia poética y
muy mayor arraigo que la poesía épica de los guslari balcánicos, que con tanto asombro de la crítica
dieron a conocer Parry y Lord en la primera mitad de nuestro siglo, revolucionando con ello toda una
teoría de la oralidad; que, por analogía, estas formas poéticas improvisadas de ahora, en décimas, pueden
explicar tantos y tantos siglos de silencio de otras tantas formas de la literatura española e iberoamerica-na,
igualmente orales e improvisadas; que, en suma, el río de la tradición ha venido arrastrando siempre
el mismo rumor, la misma música, aunque el agua haya sido distinta.
Un cúmulo de excelencias
Todo aquí es un cúmulo de excelencias. Primera: Naborí y Valiente son cubanos, lo que equivale
a decir que son representantes del ámbito geográfico de la hispanidad en donde con mayores alturas se
practican ahora la décima y la controversia; por lo tanto, el “ ambiente decimista” de Cuba es quien los ha
hecho posibles. Segunda: Naborí y Valiente son los más grandes repentistas cubanos de este siglo, lo que
equivale a decir, posiblemente, que están entre los más grandes de la historia de la improvisación; eso no
lo digo yo, lo dice todo el mundo, los propios decimistas cubanos en primer lugar, y ellos con más
autoridad que nadie. Tercera: los dos “ encuentros” poéticos de Naborí y Valiente que aquí se
reproducen, se tienen allá en Cuba — y así han pasado a la historia íntima del repentismo— por los más
grandes que se recuerdan.
Los que los presenciaron — y tengo testimonios directos de ello— hablan y hablan de un
acontecimiento inolvidable, arrebatado, de fervor colectivo, casi místico... Los que sólo saben de ellos de
oídas, han aprendido alguna de sus décimas y, repitiéndolas, las han convertido en tradicionales, a la vez
que han metido el acontecimiento en la leyenda. Hoy ya, Naborí y Valiente, y sus controversias de San
Antonio de los Baños y de Campo Armada, son hechos legendarios, que pasan de boca en boca,
engrandeciéndose unas veces, aligerándose de anécdota otras, siempre ganando en prestigio y fama,
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puestos ya en el camino del mito, que es el ámbito en el que viven las leyendas.
¿ Cuándo y en qué lugar un acto poético ha podido congregar a más de diez mil personas?
¡ Cuándo se ha visto la poesía cosa de multitudes! ¡ Dos solos poetas movilizando a un pueblo entero! Y
eso que los versos de aquellas contiendas no fueron precisamente del tono jocoso o festivo, que podrían
ser más acordes con los gustos de una concurrencia multitudinaria, siempre más proclive a la anécdota
ocurrente que a la sutileza poética, sino que, por el contrario, la trova de Naborí y de Valiente lo fue en
octosílabos de enjundia social y de hondo pensamiento humano.
De los cinco temas que el jurado impuso a los contendientes en las dos controversias, sólo uno
fue concreto, el campesino; los otros cuatro, el amor, la muerte, la libertad y la esperanza, se enmarcan entre los
universales abstractos de la poesía universal. Los mismos que inspiraron a Quevedo, a Jorge Manrique, a
la Santa de Avila, a Lope..., a los grandes clásicos de la literatura hispánica. ¿ De qué otra forma podría
nutrirse el numen de un poeta repentista sino del pensamiento poético de los grandes? Mas la métrica no
podría haber sido sino la décima, la estrofa que ha ganado en Iberoamérica, casi absolutamente, los
privilegios de la poesía improvisada.
Así debió ser
El acontecimiento debió ser así. Iba ya corrida la segunda mitad de la década que doblaba por la
mitad al siglo XX. El Indio Naborí y Angelito Valiente eran dos poetas repentistas muy populares; se
habían ganado el respeto, la admiración y el cariño de todos los cubanos a partir de un programa
radiofónico que glosaba la actualidad, daba un punto de reflexión sobre los problemas del país, llamaba a
la conciencia colectiva, elevaba la atención cotidiana a niveles de visión poética e iba ganando cada día
adeptos sin número.
Pero a la audiencia le parecía poco. Les propusieron entonces a los repentistas que midieran sus
fuerzas en una controversia organizada, ante un público entendido ( el que asistente a una canturía es
siempre un público muy motivado) y con un jurado que impusiera los temas y dictara el veredicto.
Aceptaron encantados y se presentaron primero en un salón abarrotado por más de dos mil personas.
Cantaron entonces sobre los temas propuestos por el jurado: diez décimas cada uno, alternantes, sobre el
amor, diez sobre la muerte y diez sobre la libertad. El público, vibrante, aplaudía y aplaudía cada una de
las intervenciones. En medio, en el desgranar de cada décima, el silencio se hacía denso, se impregnaba el
ambiente de metáforas, de percepciones sutiles, de goces intensos, tal como hace la poesía. Naborí
cantaba:
Amor no es pedir: es dar
la casa, el lecho, la mesa...
Es — según Santa Teresa—
la alegría de alegrar.
Valiente replicaba:
Amar es lágrima ardiente
y carcajada sonora:
está en el pecho que llora
y en el niño sonriente.
Llegado el tema de la muerte, sonaron estos estremecedores versos:
Como un alfiler de frío
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la muerte, callada, viene
desde un palacio que tiene
forma de cráneo vacío.
Y llegado el de la libertad, explosionó el grito del orgullo patrio y revolucionario:
¡ Oh, Martí, la dignidad
tuvo tal grandeza en ti,
que basta decir Martí
para entender Libertad!
No has visto tu voluntad
realizada todavía;
pero confía, confía,
que, tras las sombras corsarias,
limpias manos proletarias
están haciendo tu día.
El final debió ser apoteósico. El público, enardecido, coreaba los dos nombres. El jurado decidió
sabiamente. Cualquiera de los dos bardos hubiera podido ser el ganador, pero resolvió en empate. La
mejor excusa para prolongar la fiesta, la fiesta de la palabra.
En el encuentro del desempate el público se multiplicó; ya no fue suficiente un salón, se hizo
necesario un estadio: más de diez mil personas. Pero con las mismas reglas: diez décimas cada uno,
alternantes, ahora sobre dos temas: el campesino y la esperanza.
Las cosas no estaban nada bien en Cuba en los años en que esto ocurría, 1955; eso explica que
los versos improvisados salgan en esta ocasión cargados de denuncia y de consigna:
Tu día no es este día
de luz y música y fiesta:
el día de tu protesta
no ha llegado todavía.
Tu grito de rebeldía
será la mejor tonada;
y Cuba estará empinada
en el marco de tu base,
porque el triunfo de tu clase
es la patria liberada.
Incluso en el segundo tema, los repentistas no pueden desligarse de la realidad social de la Cuba del
momento y construyen sus décimas pensando en el universal humano que es la esperanza, pero tomando
como contrapunto el presente de aquellos días:
Campesino y proletario
ansiosos de libro y pan,
junto a la esperanza, van
por el nuevo itinerario.
Ahora es la cruz, el calvario,
la búsqueda cotidiana,
pero mañana, mañana
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lirios parirá el espino,
tocado por el destino
nuevo de la especie humana.
El ganador fue Naborí. Justo. Pero esa decisión ni añadió nada al uno ni menos quitó nada al
otro. Los nombres de Naborí y de Valiente siguen hoy en las lenguas de los cubanos como dos
personajes de leyenda.
Una poesía rescatada del viento
Lo importante de aquel acontecimiento es que, en efecto, se celebró, que realmente existió, y que
— más importante aún— hoy podemos saber cómo fue. ¡ Cuántas controversias como estas de Naborí y
de Valiente se habrán celebrado en Cuba, en Argentina, en Chile, en Venezuela, en Puerto Rico... y
habrán quedado en el dominio del aire, hechas voz desvanecida! Lo realmente importante de las
controversias de San Antonio de los Baños y de Campo Armada es que lograron pasar a la escritura, es
decir, ganar el futuro. No hubo entonces en aquellos escenarios una grabadora que pudiera recoger la
voz misma de los poetas, la cadencia y el ritmo de sus versos, la rapidez de la réplica, la seguridad del
pensamiento de cada uno, el fervor del público, pero la mano segura de una taquígrafa, María de los
Refugios Segón, logró salvar los textos. La escritura cumplió entonces la función precisa para la que fue
creada: convertir la voz, que es presente, en testimonio para el futuro; la escritura ha sido, en este caso,
como dijo Platón, el “ fármaco de la memoria”, gracias a la cual lo que nació para ser del viento se
convierte en propiedad de la historia.
Hay que insistir en ello: es ésta, seguramente, la primera controversia poética salvada del
momento fugaz en que se produce la poesía improvisada36, por eso es auténticamente histórica. ¡ De
cuántas otras las crónicas, las leyendas y las historias de la literatura dan noticia, pero nada más que
noticia de que se celebraron! ¿ Qué pudieron decir las Musas de Homero o los pastores de Virgilio? ¿ En
qué palabras, es decir, en qué formas poéticas pudo plasmarse el pensamiento ocurrente o sublime,
grosero o sutil, de tantas y tantas referencias de acontecimientos como el que ahora comentamos de que
la historia de la literatura hispánica está salpicada?
Sin embargo, hoy, gracias a la escritura, podemos acercarnos a un acontecimiento pasado, que ya
es de todos, no sólo de los que lo presenciaron; podemos detenernos en su lectura, volver sobre aquel
verso sorprendente, advertir el hallazgo poético, valorar con despacio lo que de original hay en una
décima o de repetido en otra, analizar los recursos de que se sirven los repentistas en la construcción de
su argumento en verso, asomarnos, en suma, al prodigio que supone el acto de la creación poética.
La edición
Esta edición que ahora presentamos une por vez primera las dos controversias de Naborí y
Valiente. En su momento, en Cuba, fueron publicadas por separado, pero nunca lo estuvieron juntas, y
puede decirse incluso que hoy son casi desconocidas. La primera controversia del Teatro Casino
Español de San Antonio de los Baños ( La Habana), celebrada el 15 de junio de 1995, fue publicada en
36 Se tiene noticia de otras controversias poéticas famosas, alguna que pudo ser incluso más legendaria que histórica, como la del
mítico payador argentino Santos Vega con Juan Sin Ropa, otras que fueron recreadas a posteriori, como la del mulato chileno
Taguada con don Javier de la Rosa, y, en fin, otras que pudieran ser creaciones literarias para imitar una controversia verdadera,
como se dice que es la del cubano Limendoux con un tal Santana. Pero ninguna de ellas ha pasado íntegra a la escritura y no
tenemos, por tanto, la dimensión exacta de lo que fue. Y, desde luego, ninguna alcanzó los niveles literarios de la de Naborí y
Valiente.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
un folleto momentáneo y urgente que se agotó rápidamente y del que no ha quedado ningún ejemplar en
bibliotecas públicas ( el último que le quedaba al Indio Naborí me lo regaló a mí, dedicado, y lo guardo
como una reliquia). La segunda controversia “ del desempate”, celebrada en el estadio de Campo Armada
( reparto Lucero, La Habana), a los dos meses y medio de la primera, el 28 de agosto de 1955, se publicó
en tres páginas apretadas de la revista Panorama. Por eso creo yo que estos versos, siendo tan importantes
como son, un hito en la historia de la literatura en lengua española, bien que de un género poético poco
conocido y menos valorado, merecían tener una nueva voz, multiplicada a través de la imprenta, para
que sean oídos — leídos— en ámbitos bien distintos a los que los vieron nacer. Al fin, la literatura no
tiene patrias geográficas limitadoras, y estas décimas de Naborí y de Valiente, por lo que son y por lo que
representan de una tradición hispánica, son ya patrimonio de cuantos hablamos el español, y aun patri-monio
cultural de toda la humanidad.
Pero no será esta la última edición, lo auguramos, ni quedarán estos limpios versos sin su glosa
crítica. En algún lugar, no sé cuándo, en qué momento ni por quién, habrá una pluma que valorará en su
justa medida la grandeza de las décimas de Naborí y de Valiente y las pondrá en el justo lugar que les
corresponde dentro del ámbito de la poesía improvisada.
Una versión cantada
La controversia entre Naborí y Valiente — ya lo hemos dicho— no fue grabada. No era
entonces habitual ese procedimiento, ni había en aquellos años los medios que hay hoy para hacerlo.
¡ Lástima grande, porque los textos solos, leídos, nos dejan a la mitad del acontecimiento! La poesía que
nace cantada, ha de oírse cantada, a su tempo justo, con la cadencia o acentuación que su autor quiso darle
en el momento de crearla. Poesía representada es ésa, que nace sobre un escenario, en diálogo y no en
soliloquio, que necesita ser vista y oída, entrar por los sentidos. Además, las voces de sus autores
merecían haber quedado salvaguardadas. Dicen que Angelito Valiente era muy teatral cantando,
accionaba mucho con las manos, dramatizaba, ponía la misma energía en la voz que demostraba en sus
gestos, y convencía. El Indio Naborí, por el contrario, tenía — tiene todavía— una voz dulce, melodiosa,
y cantaba siempre con delicadeza, acariciando las suaves palabras de sus versos, y emocionaba. Juntos
representaban dos estilos muy distintos de cantar las décimas, los dos auténticos, los dos aprendidos en
la escuela de la tradición, que siempre es múltiple en esto; a unos les gustaba más Angelito, a otros, el
Indio; pero se complementaban, formaban la pareja perfecta para la controversia.
Al reeditar ahora los textos de aquella controversia, quisimos ponerles la vestimenta musical con
que nacieron, pero ya no era posible en las voces de sus autores. Angelito murió hace 10 años, y el Indio,
aunque podría, hace ya mucho que no canta. Buscamos una pareja de improvisadores cubanos que
pudieran acercarse al estilo de Valiente y de Naborí. No se trataba de imitarlos, ni de fingir unas maneras
ajenas, no. Pretendíamos, eso sí, que quienes cantaran las décimas de Naborí y de Valiente fueran ellos
mismos cantores de décimas, perfectos conocedores de la tradición, cubanos, por supuesto, y que
tuvieran un estilo parecido o paralelo al de Naborí y Valiente. Pensamos en varias personas, pero
especialmente en dos, que forman pareja artística desde hace muchos años. A quienes expusimos
nuestro proyecto y preguntamos por los intérpretes ideales, no tenían la menor duda: Jesusito y Omar,
los mismos en quienes nosotros habíamos pensado. Jesús Rodríguez y Omar Mirabal son ellos mismos
unos extraordinarios decimistas, dos de los mejores poetas improvisadores que hay hoy en Cuba,
representantes de una modalidad de décimas en que la metáfora ocupa el lugar preeminente. Y cantan
admirablemente, con buena voz, afinados y exquisitos, que vocalizan con perfección para hacer
transparentes las palabras y que el texto llegue nítido al oyente. Incluso poseen dos estilos que en algo
pueden ser paralelos a los de Naborí y Valiente. Los conocía muy, pues ellos participaron, representando
a Cuba, en el Encuentro— Festival que sobre la Décima organizamos en Las Palmas de Gran Canaria en
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
diciembre de 1992. Ellos debían cantar las décimas de Naborí y Valiente: Jesús Rodríguez, más
impulsivo y vehemente, interpretando las de Valiente, Omar Mirabal, más reposado y con más calma, las
de Naborí.
La grabación se realizó en La Habana, en el sistema DAT, siendo el director de la grabación
Ernesto Romero Yero y el director musical Tony Lamas Rodríguez, con todos los requisitos
técnicos que requiere la calidad del sonido y con todas las garantías que ofrecen hoy los modernos
sistemas de grabación.
Crónica de la Controversia
Entre los años 1954 Y 1958, la principal radioemisora de Cuba ( Circuito CMQ) trasmitía, de 10 a 11 de
la mañana, el famoso programa “ Competencia Nacional de Trovadores”, consistente en animadas
controversias de los más notables repentistas cubanos. Entre éstos se destacaban Argel Valiente
( Angelito) y Jesús Orta Ruiz ( Indio Naborí). Su cotidiano contrapunto interesó tanto al pueblo, que sus
admiradores insatisfechos con la brevedad de las polémicas que les ofrecía la radio, demandaron en miles
de cartas el encuentro de ambos ante un jurado, sobre temas escogidos al azar y en un lugar factible a
numeroso público. Los improvisadores aceptaron la petición, que expresaba un ferviente deseo popular
y, días después, se efectuaba el primer encuentro en el Casino Español de San Antonio de los Baños,
provincia de La Habana, donde fungieron como jurados los prestigiosos poetas Raúl Ferrer, José
Sanjurjo y Rafael Enrique Marrero. Las décimas improvisadas fueron tomadas por la taquígrafa y poetisa
María de los Refugios Segón. Más de dos mil personas, vibrantes de emoción, disfrutaron de aquel
espectáculo; pero comoquiera que el fallo del jurado ( empate) no dejó complacido al público, los deci-mistas
competidores se retaron aquel día 16 de junio de 1955 para otro mano a mano en Campo
Armada, el 28 de agosto del mismo año. En el primer encuentro los temas fueron el amor, la libertad y la
muerte; en el segundo fueron el campesino y la esperanza, sobre lo cual cantaron diez espinelas cada uno,
delante de no menos de diez mil personas, cuyos aplausos atronaron al final de cada décima el gran
estadio en que cantaban. El jurado decidió otorgar el triunfo al Indio Naborí, haciendo patente su
reconocimiento al valioso esfuerzo realizado por Ángel Valiente.
De los cinco temas cantados, cuatro son abstractos. Sólo hay uno objetivo, el del campesino, que
en aquella época ( 1955), en Cuba era víctima del analfabetismo, del desalojo, la insalubridad y hasta el
crimen, de ahí el contenido temporal y social de las décimas improvisadas al respecto. Una demanda
nacional de lo cantado aquel día, hizo dable su publicación en un folleto y en la revista Panorama, y no
sólo despertó admiración en obreros y campesinos, sino también en no pocos intelectuales. Baste citar la
docta opinión de Juan Marinello Vidaurreta, quien después de su lectura dijo:
“ Estas décimas improvisadas y cantadas al son de guitarras y laúdes y donde no falta el aliento lírico, son como el regreso
de la poesía a sus orígenes”.
Tomando aquella hazaña por modelo, los decimistas campesinos actuales participan en pruebas
semejantes y alcanzan momentos de sorpresiva calidad en concursos anuales, llamados precisamente
Recordando Campo Armada, en honor a la mítica controversia de Naborí y Valiente, como en las tensones
de la Casa Naborí ( Limonar, Matanzas), en la Jornada Cucalambeana ( Las Tunas) y en los Diálogos
Rimados del Cine Mayabeque ( Güines, La Habana).
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
Fichas biográficas
ÁNGEL VALIENTE ( ANGELITO) nació el 28 de febrero de 1916, en la zona tabacalera de San Antonio
de los Baños, provincia de La Habana. Cursó la enseñanza elemental en una escuela pública de su barrio
natal. Interrumpió sus estudios para dedicarse al trabajo en vegas tabacaleras y otros oficios, pero
siempre fue un lector incansable, logrando cierta cultura autodidacta. Desde sus ocho años improvisaba
décimas. Ya en su juventud había logrado una fama nacional a través de los programas radiales y la
televisión. Figura entre los improvisadores cubanos de más arraigo popular. Murió el 21 de enero de
1987, en su pueblo natal.
JESÚS ORTA RUIZ ( INDIO NABORÍ) nació el 30 de septiembre de 1922 en San Miguel del Padrón,
La Habana. Habiendo nacido en el seno de una familia campesina cubana, su punto de partida en la
poesía no podía ser otro que la décima. Desde niño empezó a despertar admiración entre sus
vecinos con sus improvisaciones. Joven, se desempeñó en varios oficios y se destacó como decimista
improvisador, a la vez que se cultivaba para saltar del canto a las letras, cosa que logró con grandes
esfuerzos, siendo reconocido hoy entre los más notables poetas de Cuba y habiendo recibido, entre
otros, el Premio Nacional de Literatura de 1995. Pero su etapa juvenil de repentista ha dejado tan
profundas huellas en el pueblo y en los nuevos cantores decimistas, que todavía se le invoca con
emoción en toda competencia de improvisadores.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008