Prólogo al libro de Manuel González Ortega ( 1994): Vida y décimas de Juan Betancor. Gobierno de
Canarias: Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, págs. 19- 25.
LAS DÉCIMAS DE JUAN BETANCOR
Maximiano Trapero
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Leer un libro antes de que sea libro, o sea, cuando todavía es manuscrito, es un privilegio que tiene uno
cuando el autor es amigo y cuando quiere que ese uno sea el prologuista. Así que, en este caso, escribo
de un libro ─ éste que tú, lector amigo, tienes ahora entre tus manos ─ que no había llegado aún a la
imprenta, cuando todavía era tiempo de enmiendas, incluso de cambio del título, cuando es posible que
no todo lo leído por mí haya aparecido ahora impreso, o que, al contrario, esté ahora aquí lo que no
estaba entonces en el manuscrito. Un privilegio adelantado, en todo caso, pues ahora el privilegio lo
extiende el autor, sin limitación, a todo el que quiera leerlo.
Diré que este libro me es doblemente querido porque conozco bien al autor, Manuel González
Ortega, y conozco bastante al personaje biografiado, Juan Betancor García. Y a los dos valoro y estimo
en mucho por las cosas que diré de ambos. En efecto, llegar a Tuineje de encuesta sobre la tradición oral
─ eso que algunos llaman « en busca de versos y poesías populares » ─ y preguntar por ello, es abrir el
conocimiento a la existencia de un nombre: Juan Betancor. Todos señalarán en la misma dirección: « Allí
vive » . Incluso cuando la pregunta se hace en cualquier otro pueblo de la isla: « Para eso vaya usted a
Tuineje y pregunte por Juan Betancor » ( yo añadiría otro nombre fundamental: Eulalio Marrero). A mí
me había ocurrido en 1988. Y naturalmente hice caso al vecindario. Lo que yo buscaba entonces eran
romances, pero de casa de Juan Betancor no se podía salir sin décimas. Y de décimas salí cargado; tantas
que ni siquiera he podido contarlas. Di cuenta de unas pocas en mi Romancero de Fuerteventura, las que por
su estilo narrativo se acercan al género romance, pero quedaron las más en las cintas grabadas,
esperando la ocasión de salir a la luz. Y la hora llegó de la mano de Manuel González Ortega, cuando
todavía es tiempo de que su autor, para su regocijo y por primera vez, las vea todas juntitas y en letras de
molde, y cuando ya es hora de dar cuenta de un hombre y de una obra poética tan original y tan oculta a
la mirada general y tan ajena a los intereses de la crítica.
El mundo de la décima popular es realmente apasionante y se nos presenta como un territorio
apenas transitado. Si ya los géneros poéticos populares ─ el romancero, el cancionero, el adivinancero,
etc. ─ están muy al margen de las preocupaciones de la filología « académica » , el género decimal lo está, a
su vez, entre las de los estudiosos españoles de la tradición oral. Digo españoles, no tanto
hispanoamericanos. Y es que la décima es género poético popular prácticamente desconocido en
España. No así en Canarias que en este terreno ─ también en éste ─ está a mitad de camino entre el
desierto español y la selva hispanoamericana, que floresta casi impenetrable por su proliferación es la
décima en Hispanoamérica como expresión poética popular. Y Canarias se encuentra así con un
patrimonio cultural del mayor interés del que apenas se ha dicho nada que haya trascendido los límites
locales.
Yo mismo me he sentido muchas veces contrariado en mis tareas recopiladoras cuando lo que
buscaba era romances y lo que encontraba era sólo décimas, como si éstas estorbaran la presencia de
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
aquéllos, o peor, como si las décimas hubieran inundado el terreno que antes habían ocupado los
romances. Entonces no fijé mi atención en la espinela, obsesionado como estaba en llegar a tiempo de
poder recuperar los últimos vestigios del romancero canario y convencido de la mayor antigüedad y
rango literario de los romances tradicionales.
Un acontecimiento me hizo cambiar de perspectiva: la celebración de un Festival de decimistas,
complementado con un Simposio de estudiosos de la décima, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria
en las postrimerías de 1992. En el Festival y en el Simposio participaron personas y grupos venidos de
varios países de Hispanoamérica y de las varias Islas Canarias, y juntos nos dibujaron un panorama tan
espléndido que, por desconocido, resultó ser mucho más extraordinario. ¿ Cómo pudo una realidad
cultural ─ literaria, musical, histórica, sociológica, etc. ─ tan notoria estar al margen de los estudiosos de la
cultura?
Bien es verdad que la realidad mostrada por los decimistas del Festival se reducía sólo a una
manifestación de las varias que la décima tiene como expresión de la literatura popular, la de ser poesía
improvisada, más asombrosa aun en un mundo tan actual, tan prosaico y tan uniforme, tan alejado ya de
las viejas formas tradicionales. Y que la décima se manifiesta también como poesía elaborada en la
soledad del creador para ser después pregonada por mil bocas, andando de labio en labio, por los
caminos de la tradición oral. Aquel Festival y aquel Simposio fueron un importantísimo hito para
quienes participaron en ellos, pues tuvieron la capacidad de conmover el interés de muchos
investigadores y de enseñar y asombrar a todos los que los presenciaron. Pues en aquel Festival participó
también Juan Betancor, como representante más anciano ─ y mejor ─ de los decimistas canarios ─ en
calidad de « poeta » , no de « verseador » , es decir, de creador, no de repentista ─ , recitando ─ y
dramatizando ─ sus propias décimas. Y en aquel Simposio participó también Manuel González Ortega
con una Comunicación en la que daba cuenta de las décimas de Juan Betancor. Aquello fue el inicio de
lo que hoy es este espléndido libro. En aquella Comunicación, Manuel González Ortega logró encontrar
el tono con el que mejor dar cuenta del asombro de hombre y de poeta que es Juan Betancor García,
metiéndose dentro de él, haciendo que hablara el propio Juan Betancor, relatando en primera persona,
metiendo la poesía en la vida cotidiana del poeta. La Comunicación gustó tanto al auditorio que
confirmó al autor el camino que debía seguir.
Resulta así que el libro de Manuel González Ortega es mucho más que lo que el título dice. Las
Décimas de Juan Betancor ─ que es el título que tenía el original de Manuel cuando yo lo leí ─ no es sólo las
décimas de Juan Betancor; son las décimas, sí, pero también es la vida de un hombre que, por poeta,
resulta ser literaria; y es también un libro de antropología social, y de etnografía, y hasta de geografía
humana; tan bien están descritos los paisajes y los ambientes en los que la vida y la obra de Juan
Betancor se encuadran y se han hecho posibles. Y es, además, un libro erudito, en el que el curioso
lector, y aun el investigador, encontrará numerosos datos valiosos de tipo histórico, geográfico o
filológico. Y es, sobre todo, una reflexión pausada y muy bien fundamentada sobre el complejísimo
mundo de la cultura tradicional. Y es, en fin, un libro bien escrito, ágil, con vuelo en la prosa, tan cargado
de hallazgos literarios que revalida la impresión que hasta ahora nos había dado el autor en escritos
menores anteriores.
No es la primera vez que en las Islas aparece un libro con el título de « Las Décimas de
_______ » , poniendo en ese espacio vacío el nombre de un personaje singular; pero, sin desmerecer a los
que conozco, el de Manuel González Ortega ha ido mucho más allá, explicando convincentemente el
contexto en el que se producen las décimas de Juan Betancor. Pues conocer el contexto de un tipo de
poesía tan referencial como son las décimas populares resulta ser absolutamente necesario. Manuel
González Ortega conoce a Fuerteventura y a sus gentes como pocos y desde luego los ama como nadie,
apasionadamente. No resulta pues extraño que de un conocimiento y de un amor así haya surgido un
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libro como éste: testimonio insuperable de la obra de un hombre singular y homenaje a una tierra y a una
isla verdaderamente mágica.
Ver el Índice es empezar a reconocer la perfecta estructuración que Manuel González Ortega ha
dado a su libro. Dividido en dos partes, en la primera se da cuenta de las décimas, glosadas en el
recuerdo de la situación en que nacieron y ordenadas temáticamente a la par que transcurre la vida de su
autor: la infancia, la juventud, la guerra, los personajes, los oficios, las ideas... Escrita en primera persona,
el autor del libro deja hablar al autor de los versos, pausadamente, al ritmo que la memoria va marcando,
libremente, atendiendo sólo a lo que la memoria quiere allegar a la palabra. Y lo deja hablar en su lengua
natural, para ser más expresivo, para ser más Juan Betancor, incluso respetando lo que desde la filología
académica se llama « vulgarismos » , « dialectalismos » y usos « anómalos » de la sintaxis. Juan Betancor dice
« habían » y « habemos muchos » , y dice también « truje » y « palante » , y sus palabras suenan a verdad. En la
segunda parte se hace un estudio crítico de las décimas: los temas y personajes, los recursos literarios y
lingüísticos que las caracterizan, el léxico, la sintaxis...; y se hace también un estudio minucioso y
revelador del contexto en el que las décimas nacieron: la isla, el pueblo de Tuineje, la tradición poética
popular en que se enmarcan... Una visión completa y cabal del hecho poético, del poeta y de la sociedad
del poeta.
Manuel González Ortega ha hecho un gran servicio a la cultura canaria y, por extensión, a la
cultura hispánica. Gracias a su trabajo y dedicación ( un libro así requiere mucho de los dos) podemos
hoy reconocer en la obra de un poeta popular de Fuerteventura el arquetipo de vida que le es propio a la
poesía popular: nacida en el silencio de un autor casi anónimo, se extiende poco a poco por la geografía
más cercana y afín hasta convertirse en poesía de todos. Para reunir la colección de décimas que aquí nos
presenta, Manuel González Ortega, además de contar con la buena memoria del autor, ha tenido que ir a
buscarlas a muchas casas, que en papeles manuscritos andaban repartidas unas, y ha tenido que
preguntar a muchas gentes, que de uno en otro andaban ya los versos de Juan Betancor, hechos ya
patrimonio colectivo, perdida incluso en algunos casos la noticia de su autoría, poesía anónima, pues, de
todos, en la que cada transmisor empieza a dejar su huella en variantes de su impronta personal; poesía
que empieza a ser tradicional, que es la categoría mayor a la que debe aspirar la poesía de todo poeta
popular.
Es verdad que Juan Betancor es personaje conocido y reconocido en su isla, pero lo es tanto por
lo que ha hecho como por lo que dicen que ha hecho; es decir, que su vida también se ha hecho motivo
literario. Y si los rasgos más sobresalientes de su poesía son el ingenio y el humor ─ juntos producen la
sátira « benigna » de alguna de sus composiciones ─ el de la bonhomía y el de la tolerancia son las virtudes
que mejor definen su personalidad. Un hombre curioso y admirable este Juan Betancor; ejemplo
estupendo de esos tipos humanos de la ruralidad: hombre de cuerpo entero, a la vez inteligente y simple,
vitalista y práctico, agnóstico y practicante, liberal de pensamiento y tradicional de costumbres, ingenioso
y socarrón, que cree en todo y en nada, que respeta al prójimo sobre todas las cosas, que es tolerante con
los demás, que ha pasado tanto tanto en la vida que ha llenado la palabra hombre de contenido. Una
selección de sus propias palabras nos darán su mejor retrato interior: « Pusieron mi nombre en una placa,
pero a mí no me altera el orden eso. Yo no la arranco y la pisoteo porque eso no puede ser... No soy
hombre presumido, pero no creo en nada. Yo estoy en la sociedad porque sin ella no se puede, pero que
hay un alma, no; esos son cuentos. Tampoco creo en Dios, ni aunque me esté muriendo, aunque rezo
todas las noches. Me lo enseñó mi madre y lo cumplo... Yo no sé ni lo que soy. Para mi gusto soy un
mentecato, porque ni soy fascista, ni soy de los ricos, ni soy de los pobres. Siempre anduve en contra de
los caciques, pero era casi por darme tono... A mí los militares ni me gustan ni no me gustan: los que
son buenos me gustan, los que son malos, no... Sería por eso, o por ignorante, que no le tenía miedo a la
muerte, ni a las balas ni a nada, aunque de valiente yo no tengo ni la sombra... Bueno, valiente no se
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debe ser; valiente es todo el que sepa clavar un cuchillo y matar a otro, y eso es ser criminal... De aquella
guerra siempre le di la razón al moro, porque es una cobardía acosar al débil... A mí me gusta en esto de
las mujeres que se lo den a todo el que quiera, porque eso de estar guardando una cosa que tan poco
mérito tiene y tanta falta que hace... Mis hijos son buenos, y si son malos no lo he podido averiguar » ...
Juan Betancor no es ─ no puede serlo ─ un teórico de la poesía, arte que aprendió por mímesis,
de oír a los demás, como aprenden todos los poetas populares, bebiendo en la fuentes de la más pura
tradición oral; y sin embargo discierne bien los fundamentos de su « arte poética » : « Para mí ─ dice Juan
Betancor ─ , mis poesías tienen un valor. Yo lo que sé que el que las haga como yo, están bien hechas.
Ahora, si agradan o no es otra cosa... La primera décima ─ sigue diciendo nuestro poeta ─ se la oí al señor
Juan Medina, el sacristán que había en Tuineje. Como me gustó, enseguida le cogí la forma y alcancé a
saber construirla, porque entonces yo no sabía sino cuartetos de cuatro o cinco palabras. El romance
─ distingue aquí Juan Betancor ─ es más fácil, porque pega con todas las palabras, mientras que la décima
si no está afinada no sirve. Lo que vale de la décima es la finura, es decir, el timbre..., que esté afinada
como una guitarra. La guitarra si no está afinada es cacharro » . Y concluye su teoría el poeta de Tuineje:
« La décima es difícil, porque la quinta palabra tiene que venir con la cuarta y después tomar otro tono.
Para hacer una décima voy comprobando qué frase le interesa a aquella » ...
Demasiado he escrito ya para ser prólogo. Así que acabaré confesando algo personal. Por
distinguido me tengo porque su autor me haya dejado iniciar las páginas de un libro tan interesante. A
decir verdad es un libro que me hubiera gustado escribir a mí, aunque ahora sé que no lo hubiera hecho
tan bien como lo ha hecho Manuel González Ortega. Juan Betancor, la obra de Juan Betancor, ha
encontrado felizmente la mano mejor que pudo desear: una mano guiada por el conocimiento extenso
del personaje y por el amor profundo a la obra de que trata. Un libro así es de los que reconfortan en la
lectura y concilian a uno con la sociedad en la que vive; de los que ponen a uno delante de los ojos una
evidencia que creía ya perdida: el que aún existan por esos mundos de Dios, y nuestros, hombres capaces
de hablar en verso, seres sensibles al arte que nos hacen ver la vida de otra manera más humana, poetas
populares que enlazan los días de hoy mismo con los días de siglos y siglos pretéritos en una misma línea
que llamamos tradición.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008