Publicado en Philologica Canariensia ( Revista de la Facultad de Filología de la Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria), n º O, 1994: 497- 510.
DE PAREMIOLOGÍA CANARIA: UN LIBRO DE « DICHOS » CANARIOS
Maximiano Trapero
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Un libro de « dichos » canarios
Los Dichos canarios de Ángel Sánchez19 es un libro importante. Y lo es, entre otras cosas, porque
su interés no queda reducido, como en tantos libros, al momento de la edición. Es decir, no es uno de
esos libros de ocasión, que tanto abundan, que tanto tardan en ser escritos como en ser olvidados. Por el
contrario, es el resultado de una investigación, lenta, meditada, programada, en la que se ha puesto
trabajo, conocimiento, rigor y ciencia, condiciones todas que le hacen ser libro para siempre; para ahora
y para nosotros, porque nos muestra el ser actual de una parcela concreta de la cultura popular canaria,
para después y para los lectores futuros porque dejará constancia de un momento histórico ─ muy dilata-do,
por supuesto ─ que parece estar en un trance poco menos que agónico. Así, que el comentario que
me propongo hacer sobre él, no se corresponde con el momento de su publicación, sino con el de mi
lectura.
Un libro, cualquier libro, nace de unas circunstancias personales de un autor. Es fruto de un
tiempo concreto del autor, pero llega a ser fruto pleno sólo cuando cae en las manos de un lector que
saborea su pulpa y se enriquece con su contenido. Y el lector tiene también su tiempo, que por razones
obvias no coincide con el del autor; más aún, los tiempos del lector pueden alargarse sin fecha y seguir
teniendo el libro el aroma del fruto maduro, imperecedero.
Quiero decir que si me acerco ahora críticamente a un libro publicado en 1991 es porque lo he
leído ahora, dos años más tarde de haber sido impreso, y porque es un libro que merece ser comentado,
pues en él se encierra mucha doctrina y grande saber.
Otros libros de « dichos » canarios
No es la primera vez que un autor canario ha puesto en la cabecera de un libro suyo el título de
« Dichos canarios » o alguno parecido. Antes que Ángel Sánchez lo había hecho, desde Gran Canaria,
Orlando Hernández, con el título más peculiar de Decires canarios20; y antes también, desde Tenerife,
Cristóbal Barrios y Ruperto Barrios Domínguez, con Una crónica de La Guancha a través de su refranero21; y
mucho antes que todos ellos, en el siglo XIX, lo habían hecho Sebastián de Lugo, José Agustín Alvarez
19 Ángel Sánchez ( 1991): Dichos canarios comentados. Las Palmas de Gran
Canaria: Heca ediciones.
20 En dos entregas: la primera en 1981, Mancomunidad de Cabildos de Las
Palmas- Escuela de Folklore; y la segunda en 1989, Consejería de la Presidencia del
Gobierno de Canarias.
21 Santa Cruz de Tenerife: Cabildo Insular de Tenerife, 1988.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
Rixo y Elías Zerolo, entre otros, aunque los vocabularios de éstos no fueran estrictamente y sólo de « di-chos
» . Quiero decir que el recoger en un libro una colección de « voces, frases y proverbios » o, con título
más popular, « dichos » canarios no es una novedad ni editorial, ni menos lingüística en el panorama de la
filología canaria, y sin embargo no decrece por ello el interés que cada uno de esos títulos tiene por sí
mismo.
La paremiología española
Puede decirse que en el panorama de la literatura española la atención que se ha prestado a la
paremiología ─ ciencia o tratado de los refranes y sentencias ─ es de las más persistentes y ricas con que
pueda contar cualquier otra manifestación lingüística. Y eso desde antiguo. Es un hecho que tiene fecha
y autor constatables que el español, antes de tener una Gramática y un Diccionario, tuvo una colección bien
nutrida y seleccionada de dichos populares. El nombre del autor y el título de la obra han pasado, sin ser
propiamente literatura, a la historia de la literatura que saben todos los bachilleres: el autor, el Marqués de
Santillana; el título, Refranes que dicen las viejas tras el fuego ordenados por a, b, c. Y después de él, muchísimos
más autores con recolecciones cada vez más numerosas y completas: Pedro de Vallés ( 1549), Hernán
Núñez de Guzmán ( 1555), Juan de Mal Lara ( 1568), Luque Fajardo ( 1603)..., hasta llegar al mejor
refranero clásico, el Vocabulario de refranes proverbiales del Maestro Gonzalo de Correas ( 1627). Y después,
Juan de Iriarte ( 17 ), José María Sbarbi ( 1872), Francisco Rodríguez Marín ( 1922) y, ya en nuestra época,
Luis Martínez Kleiser, quien ha publicado el refranero español más extenso de la historia, ¡ con más de
65.000 refranes! 22
Pero no sólo deben contarse los catálogos y vocabularios específicos de refranes. ¿ Quién podrá
leer las obras más representativas de nuestra literatura, El libro del buen amor, La Celestina, El Quijote... sin
reparar en el inmenso caudal de refranes que registran? ¿ Es que la personalidad de uno de los « tipos »
humanos más españoles y más universales, la de Sancho, podría entenderse sin sus ristras de refranes? Su
pensamiento entero está hecho en refrán.
Así que, si tal atención ha tenido el refranero en el ámbito de la literatura e investigación
española, no es de extrañar que la haya tenido también en el ámbito canario, aunque no podamos contar
aquí con antecedentes ni tan antiguos ni tan ilustres. Pero algo se añade de particular al título genérico de
« refranes » o « dichos » , el ser « canarios » , es decir, propios ─ ¿ y específicos? ─ de una comunidad histórica y
geográficamente muy delimitada.
Una visión antropológica
En el libro de Ángel Sánchez se añade, además, en el título un segundo adjetivo: el ser dichos
canarios « comentados » , que manifiesta de entrada la propuesta del autor y el carácter del libro; es decir,
no va a encontrar el lector un simple registro de « dichos » , ordenados alfabéticamente o de cualquier otra
manera, ni sólo una colección de « dichos » con su correspondiente contexto cultural. Y no quiere decirse,
ni mucho menos, que esas formas de tratamiento y de presentación de los refranes sean malas o
censurables, no; ejemplo de ello es el interesantísimo libro citado anteriormente de La Guancha, en que
sus autores hacen recolección de unos 1.300 refranes y dichos locales ensartándolos en la crónica
minuciosa de la vida diaria de aquella localidad tinerfeña. Esas características ─ la de ser una colección de
110 « dichos » , el orden alfabético y el comentario contextual ─ las tiene también el libro de Ángel
Sánchez, pero lo que predomina en él es el comentario. El interés primordial del libro de Ángel Sánchez
proviene de su enfoque particular. Nuestro autor no se manifiesta en este libro estrictamente como un
22 Refranero General Ideológico Español. Madrid: Real Academia Española, 1953.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
lingüista, ni tampoco como un escueto dialectólogo que recoge palabras y las transcribe fonéticamente,
ni menos como un folclorista que anota las circunstancias en que los fenómenos populares se producen.
Esa triple condición de filólogo, dialectólogo y etnólogo demuestra Ángel Sánchez que la posee no sólo
en su formación, sino sobre todo en sus intereses profesionales y de investigador. Pero la visión que da
luz principal al comentario de estos 110 dichos canarios es la del antropólogo, que aglutina las
perspectivas de esos otros saberes particulares para elevarlas a un intento de explicación del « ser
canario » . Nada menos.
Estas son las cuestiones que, sistemáticamente, encontramos en los comentarios de cada uno de
sus dichos:
a) la paráfrasis del dicho, es decir, una explicación del sentido o de los sentidos que sus
componentes léxicos tienen;
b) el significado metafórico que como tal dicho tiene;
c) los usos contextuales a los que se aplica;
d) una descripción del medio social y humano en que vive;
e) una explicación teórica ( ética y pedagógica) del dicho;
f) la intención del dicho, es decir, su pragmática;
g) ocasionalmente se trata de la etimología del dicho, cuando se conoce o se supone;
h) los componentes lingüísticos que merecen ser comentados: léxicos, gramaticales y fonéticos;
i) las « ideas afines » que cada dicho conlleva, con otras alocuciones o proverbios de la lengua; y,
por último,
j) una « ampliación léxica » que consiste en el registro de otros muchos dichos variantes ─ canarios
o peninsulares ─ que manifiestan la misma idea, con lo que, en su libro, nuestro autor no recoge sólo 110
dichos, sino muchos más, y puestos en relación unos con otros, lo que significa haber entrado en su
verdadero mundo, que es el de su significación.
¿ Es posible algo más? Así, Ángel Sánchez vuelve otra vez a demostrarnos que su mirada se eleva
siempre sobre el conjunto, sin quedarse sólo en lo particular ─ que son dos maneras de mirar y de ver ─ , y
su visión resulta entonces de un gran interés y lo convierte en una de los más autorizadas voces de eso
que se llama « cultura canaria » , de la verdadera cultura canaria, como resultado de una reflexión seria y
persistente hecha sobre unos datos y sobre unos comportamientos humanos reales, constatados por una
investigación previa, y no sólo ─ como tanto abunda ─ en el deseo de lo que pudiera ser, cuando no en la
nostalgia de una visión mitificada por la fantasía.
Sobre el método
Ángel Sánchez parte de una premisa verdadera: la lengua de un pueblo manifiesta la forma de ser
de ese pueblo. Él no lo formula así, pero sí lo razona así, sí lo pretende así, sí lo cree así, y así lo
manifiesta en el lema de Séneca que elige para abrir su libro: « Cual es la vida de los hombres, así es su
lenguaje » , sentenció Séneca. Desde este punto de vista, el método utilizado por nuestro autor puede
resultar engañoso: como conozco la manera del « ser canario » , selecciono una buena colección de
« dichos » que reafirmen y confirmen esa manera cultural de ser. Pero podría volverse el método al revés:
haré una recolección exhaustiva de los « dichos » canarios y de su comentario se deducirá una « manera de
ser » cultural. El resultado puede que sea el mismo, pero puede que no. Una investigación no puede ni
tiene por qué desembocar en unos resultados previstos. ¿ Por qué elige Ángel Sánchez 110 « dichos » ? Y
sobre todo ¿ por qué ésos y no otros? Porque se supondrá que 110 « dichos » representan una mínima
parte del acervo proverbial del hombre canario. Que de la reflexión y del comentario a esos 110 « dichos »
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
se haya reforzado la identidad del autor, « por conocerse mejor » a través de la lengua que emplea ─ como
él mismo dice al final de su prólogo ─ , no cabe dudar en absoluto. Sólo me pregunto si esa « conciencia
de identidad » hubiera sido la misma de haber seleccionado y analizado otros 110 dichos diferentes, o,
mejor, todos los dichos canarios.
Porque en el catálogo comentado faltan muchísimos muy populares y que estimamos totalmente
canarios, y que todos hemos oído alguna vez, tales como « Coger a uno la camella » , « Írsele a uno el
baifo » , « Si falta el esteo cae la casa » , « Guárdame un huevo pa la echadura » , « Pícamelo menudo que es pa
la cachimba » , « Amargo como los chochos » , « Contigo, gofio y cebolla » , « Estar flaco como un guirre » , « El
que nació pa peseta no llega a tostón » , « Más mal amañao que un cochino bajo el brazo » , etc. etc. Bien sé
que el plan de la obra de Ángel Sánchez excluye la posibilidad de un catálogo de refranes comentados
mucho más amplio. Mi pregunta es otra: ¿ son los dichos que están en su libro los más representativos
─ o simplemente representativos ─ de la paremiología canaria? ¿ Cuál ha sido el criterio de selección?
Porque no encuentro contestación a estas preguntas en su libro. Y me parecen importantes.
Una mala definición
Los « dichos » tienen una difícil definición. ¿ Son « dichos » o « decires » ─ que de estas dos maneras
se les llama preferentemente en las Islas ─ todos los refranes, proverbios, frases hechas, locuciones,
modismos, adagios, aforismos, apotegmas, máximas, sentencias y todas esas otras denominaciones que,
según el lugar, constituyen la paremiología? Y si ─ como yo también creo que conviene el nombre ─ el
« dicho » es la denominación más común entre el pueblo canario para ese su acervo lingüístico, ¿ lleva
siempre en su formulación la estructura de sentencia y la propuesta de moraleja que caracteriza al « re-frán
» ?
En teoría parece fácil la distinción, pero en la práctica no. A mí no me cabría duda al calificar de
refrán el « dicho » : « A quien mucho quiere saber, poco se le da a entender » , pero tendría mis dudas en
decir que es « refrán » el dicho « Cada loco con su tema » , y nunca diría que lo fueran los dicho « Amigos
que fuimos » , « Tomar ( a uno) el bajo » , « Quedarse rascao » , « Arrastrar las cholas » , « Untar los besos » , « Si le
digo le engaño » , etc. Ni la propia Academia de la Lengua lo tiene claro, pues en su Diccionario llama
« proverbio » a « No todo el monte es orégano » , mientras califica de « refrán » a « No es oro todo lo que
reluce » , y ya se ve que son dos locuciones idénticas en su estructura gramatical y equivalentes en su
significado. Para el mejor lexicógrafo que ha tenido España en el siglo XX, Julio Casares, en su DILE, el
« refrán » es una « frase completa e independiente, que, en sentido directo o alegórico, y, por lo general, en
forma sentenciosa y elíptica, expresa un pensamiento ─ hecho de experiencia, enseñanza, admonición ─ a
manera de juicio, en el que se relacionan por lo menos dos ideas » . Demasiada definición para dichos tan
breves. Muchas marcas definitorias para algo tan espontáneo y simple como un « dicho » . ¿ Pero podría
definirse de otra forma mejor? ¿ No será que, como las otras grandes e inefables cosas ─ libertad, belleza,
verdad, amor ─ , son entes que, por inaprehensibles, carecen de definición?
Una teoría de la « canariedad »
Un buen libro debe empezar ─ si la tiene y la necesita ─ por una buena introducción. Y el libro de
Ángel Sánchez la necesitaba y la tiene. En ella se hace una valiosísima aportación teórica al complejo
mundo de la paremiología, tan complejo y tan extenso que se nos escurre por todas partes cada vez que
queremos ponerlo todo entero sobre la mesa: tan inabarcable es. Piénsese en los ¡ más de 65.000 refranes
catalogados! por L. Martínez Kleiser ( que, por cierto, falta en la bibliografía del libro de Ángel Sánchez),
¡ casi tantos como palabras tiene el Diccionario de la Real Academia! Y sin embargo, nuestro autor dice
cosas muy serias y meditadas sobre su caracterización.
Para Ángel Sánchez un dicho es un producto lingüístico, generalmente de formulación muy
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
breve; de procedencia antigua; perteneciente al dominio popular, por tanto más frecuente en los usos
rurales que en los urbanos; anónimo y de uso colectivo; que representa un saber de la experiencia y
tiende, por tanto, al consejo y a la moraleja; que contiene una síntesis de pensamiento y que posee un
significado metafórico, es decir, que puede adaptarse a situaciones diversas. Quizá no sean éstas todas las
notas caracterizadoras de los dichos, pero sí las principales. ¿ Y las de los dichos « canarios » ? ¿ Qué
características añaden a estas generales? Según el autor: un aire peculiar de socarronería, un marcado
estoicismo, un sentido práctico de la vida, una filosofía conservadora, una cierta predilección por las
cosas de la gastronomía, una tendencia al fatalismo, unas ideas simples y un léxico escueto.
No discuto en absoluto estas conclusiones del estudio de Ángel Sánchez, pues conclusiones me
parecen que son, y no premisas. Pero sí me pregunto: puesto que el lenguaje manifiesta la forma de ser
de la comunidad que lo utiliza, ¿ es el hombre canario ─ a la vez y todo él ─ socarrón, estoico, practicón,
conservador, « comelón » , fatalista, simplista en ideas y parco en lenguaje? ¿ Cómo casar el carácter
conservador del hombre canario con el espíritu del dicho canario « Todo lo bueno es bonito » ? ¿ Contiene
acaso una idea simple el dicho « Los ojos siempre son niños » , que a nosotros se nos antoja un tratado
filosófico completo? ¿ Es lenguaje escueto y vulgar el del dicho « Tanto daño me hagas como miedo te
tengo » ? Etc. Seguramente los desajustes no sean otra cosa que excepciones que confirman la regla; o
reflejo exacto de ese carácter inabarcable que los dichos tienen, que cuando aprietas por un lado se afloja
por el otro, y cuando los quieres cinchar a todos, todos se quieren soltar y continuar siendo libres,
dispuestos a dar remedio a cualquier situación.
Un significado metafórico
Me interesa destacar el valor semántico de los dichos. Dice Ángel Sánchez, y dice bien, que todo
dicho tiene un significado metafórico, que puede aplicarse a situaciones muy diversas por lo general que
es. Es decir, que como conjunto significa cosas bien diferentes de lo que sus elementos léxicos
constituyentes significan aisladamente. Y sin embargo ha de entenderse que todo dicho ha empezado
por tener un significado recto, es decir, exactamente el que sus componentes léxicos tienen en el lenguaje
común. Por ejemplo, el dicho « Toda albarda tiene su moledura » ha de interpretarse ─ se interpreta ─ en el
sentido de que ' toda situación cómoda tiene un fallo, un punto débil que escuece', totalmente ajeno ─ por
universal ─ al mundo rural del que procede y sin punto ya de contacto con los términos « albarda » ─ tan
desconocido seguramente para muchos usuarios del dicho ─ y « moledura » . Y sin embargo, ha de
entenderse que « Toda albarda tiene su moledura » fue en su origen la expresión afortunada de quien
observó que todas las albardas, por muy esmerado que hubiera sido su alabardero, tienen su zona de
rozamiento, tan incómodo para el animal que ha de sufrirlas.
Lo interesante del fenómeno es descubrir el proceso de metaforización de los dichos, porque lo
cierto es que en la mayoría de los casos ese proceso se nos presenta semánticamente opaco. ¿ Por qué se
dice « Estar en Babia » , siendo Babia una comarca de la provincia de León, o « Andar por los cerros de
Úbeda » , que es una ciudad de Andalucía, o « Pensar en las Batuecas » , que es una zona de Salamanca, para
significar en los tres casos que alguien está distraído, que está fuera de donde debería estar? ¿ Y por qué
« Cargar el sanbenito » a quien le toca la parte menos deseada del reparto?
En eso estoy de acuerdo con el autor: todo dicho resulta ─ y viene a ser ─ un hecho cultural, y
como tal propio de la comunidad que lo ha forjado. Descubrir el significado primario del dicho en
cuestión y el proceso seguido hasta llegar a su significado como tal dicho es un problema totalmente
cultural, no lingüístico. Porque todo dicho, antes de llegar a serlo, fue sólo una simple frase, una
expresión afortunada por lo sintética que es y por la carga semántica que encierra, pero que venía a
significar la suma de lo que sus elementos constituyentes significaban, sólo eso. « Estar en Babia » , por
ejemplo, fue sólo al principio la expresión que en la corte del reino de León se solía dar a algún emisario
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
que preguntaba por el rey, siendo que éste estaba fuera de la corte dedicado a la caza y a los placeres que
aquella deliciosa tierra del noroeste de León le proporcionaba. La expresión debió repetirse tanto que se
fijó en el habla de todos, y su significado se generalizó para aplicarse a cualquier situación en que la
atención y el pensamiento están donde no deberían estar. Así, de un significado recto se pasó a un
significado metafórico, que es el que tienen todos los dichos. Y ese significado metafórico es el que
conocemos los usuarios del dicho, no el otro, el primero, el recto, que, por lo común, ha quedado oculto
en una prehistoria desconocida para los hablantes.
Dichos canarios: De Canarias y en Canarias
Como es lógico suponer ─ y en esto el autor pisa tierra firme ─ los « dichos canarios » , es decir, los
« dichos » que se dicen en Canarias pertenecen en su gran mayoría al patrimonio general de la
paremiología hispánica: « Cada loco con su tema » , « Cada maestrillo tiene su librillo » , « El que no planta no
recoge » , « La verdad no ofende » , « Lo bueno dura poco » , « Primero Dios, después los santos » , etc. etc.,
son dichos que cualquier hablante del español reconocería como propio suyo, o mejor, como general de
todos. Pero también es verdad que hay otros muchos dichos que son en exclusiva canarios, que nacieron
en las Islas, de la observación de su realidad concreta, y que metaforizan un universo cultural netamente
insular. Estos son los más interesantes desde un punto de vista dialectal, por ejemplo: « Vista
Fuerteventura, agua segura » , que es además una cabañuela que nace de una observación continuada
desde Gran Canaria; « Qué dos cabezas para un caldo pescado » , que manifiesta un uso gastronómico
propio; « En el mes de abril arrima la vieja al veril » , por el uso de términos dialectales, « vieja » y « veril » ,
dentro de una realidad ecológica constatable en las Islas; etc. etc. Y en medio, entre los españoles
generales y los canarios particulares, hay también en la paremiología canaria un buen manojo de dichos
que son los castellanos adaptados a las circunstancias naturales y culturales insulares. Estos son también
interesantísimos, y quizá más elocuentes en la determinación de la manera de « ser canario » y en las
peculiaridades lingüísticas dialectales. Por ejemplo: « Barco grande, ande o no ande » es adaptación
canaria, muy explicable por la geografía, del castellano « Caballo ( o burro) grande... » ; « Muera el gato,
muera jarto » es acomodación insular, incluso fonética, del castellano « Muera gata, y muerta harta » que
recoge Correas; « El que no planta no recoge » , variante insular del castellano « Quien no siembra no
recoge » ; etc. etc.
Lengua y teorías lingüísticas
Con todo, el pensamiento del autor, ordenado y penetrante, se inclina siempre más a la
interpretación antropológica que a la meramente lingüística. Ya lo apuntamos. Sus fuentes teóricas
principales, confesadas por él mismo ( Gramsci, Boas, Austin, Labov, Lévi- Stauss, Eco, Halliday, Propp,
Greimas, Barthes, Frege, Weber, Piaget, Popper, Wittgenstein, incluso Chomsky), son más
lógicolingüistas, sociolingüistas, psicolingüistas, etc. que fuentes meramente lingüísticas. Y eso se nota. Si
en sus fuentes hubieran estado Saussure y Coseriu, por ejemplo, otro tratamiento hubieran tenido sus
« comentarios » . Y en Coseriu hubiera encontrado las bases teóricas mejores, estrictamente lingüísticas,
para explicar las formulaciones léxicas de los dichos. Los « dichos » constituyen una parcela de la
lexicología con comportamientos lingüísticos bien diferentes a los del léxico común. Son lo que Coseriu
llama « discurso repetido » i, bloques léxicos que pertenecen al patrimonio de una lengua, pero que el
hablante recibe totalmente hechos, configurados, fijados por la tradición, y nada puede hacer por
cambiarlos en su uso; a diferencia del léxico común, sometido a las « técnicas del discurso » que cada
hablante puede ejercer sobre él, transformándolo, derivándolo, recreándolo, en aplicación de los
instrumentos y procedimientos léxicos y gramaticales que cada lengua tiene.
Pero, además, se nos antoja que esas fuentes teóricas extranjeras confesadas no son sólo a las
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
que recurrió el autor para el caso concreto de este libro, sino que son las fuentes en las que se ha forjado
su pensamiento general. Y esas influencias se notan incluso en su propio « estilo » literario: no sólo su
pensamiento está « anglinizado » , sino que incluso su propio español está lleno de anglicismos y de
soluciones léxicas y gramaticales ajenas a la « norma » del español. Hasta 6 veces he encontrado en su libro
la palabra « performante » o alguno de sus derivados, ajenos al español, el abstracto « performancia » ( pág.
29) o el adverbio « performando » ( 17), tan propios de la gramática generativa y de la lengua en que ésta se
ha formulado, el inglés. De anglicismos crudos, como « items » ( 39 y 41), « idioms » 17 y 35), « gestalts » ( 28),
« transfers » ( 29), etc. está cubierto todo el libro. Pero más aún de derivados anómalos, de neologismos
innecesarios hechos a imitación del inglés, con exclusión de los términos patrimoniales del español.
Escribir, por ejemplo, « su derivativa léxica » ( 21) en vez de « su derivación » es moverse en la escritura por
una competencia que se rige más por las reglas del inglés que del español; lo mismo que escribir « función
ideativa » ( 19), « variantes predictuales » ( 19), « elementos experienciales o evenemenciales » ( 24), « genuina
direccionalidad » ( 24), « autoralmente » ( 26), « memoriosa oralidad » ( 29), « ingreso repertorial » ( 34),
« opciones conductuales » ( 35), etc. etc. ¿ Y qué decir de las expresiones « suelen vehicular » ( 20), « graficar »
' hacer gráfico' ( 134), el galicismo « es por ello que » ( 19 y 275), etc. del que tanto abunda el libro? La
lengua es creación, bien lo sabemos, pero también código repetido, común a todos los hablantes; y en
todo caso, para la creación derivativa hay unas « reglas » acordes al espíritu de cada lengua que conviene
seguir para mantener el espíritu de su identidad. ¿ No resulta al menos paradógico que en un libro en que
se estudian y se ponderan los « dichos » , que son precisamente los bloques léxicos más inmóviles de una
lengua, la parte más arcaizante y conservativa de la gramática y del léxico, se utilice para su comentario
un lenguaje tan innovador y a veces tan extraño a esa misma lengua?
Un defecto que pudo evitarse: demasiadas erratas en el libro. Las erratas son negativas siempre,
pero mucho más en un libro de temas filológico, porque en él la lengua se convierte en metalenguaje. Al
libro se le adjuntó una hoja con una fe de 34 erratas advertidas. Muchas son las advertidas, pero muchas
menos de las que en realidad hay; mejor no contarlas para no alarmar. ¿ Servirá de disculpa que la
editorial era nueva y el libro una de sus primeras realizaciones?
Una cultura popular y patrimonial
Y una reflexión final. El refrán, el dicho, se ha refugiado desde hace mucho ─ como toda la
cultura de tipo tradicional ─ en los ámbitos más apartados de la sociedad, en los medios rurales y en el
uso de las gentes menos letradas. Ahí, en esos ámbitos, ha podido seguir manteniendo su carácter
predominantemente oral, propio de una « cultura » que, por « popular » , ha sido menospreciada por la
cultura dominante, sin comillas de ningún tipo, urbana y escrita. Puede decirse entonces que el refrán es
la cita del que carece de cultura, la retórica del iletrado. Y así, a medida que la instrucción pública, urbana
y escrita, fue progresando el prestigio de los refranes fue decayendo hasta la estigmatización. Hoy los
jóvenes, tan ilustrados en tantas ciencias, tan « universalizados » en sus saberes, apenas si conocen una
mínima parte de los refranes de su propia lengua, que también son su patrimonio lingüístico y cultural. Y
sin embargo, ahí están, como fruto allegado por siglos de reflexión y de sabiduría natural, como « alma »
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008