Publicado en Festejos Públicos que tuvieron lugar en la ciudad de La Palma, con motivo de la Bajada de N. S. de las
Nieves, verificada el 1 º de febrero de 1845 ( ed. Antonio Abdo y Pilar Rey). Ayuntamiento de Santa Cruz de La
Palma, 2005, 77- 90.
LAS REPRESENTACIONES DE LA PALMA CON MOTIVO DE LA BAJADA DE LA
VIRGEN DE LAS NIEVES EN EL CONTEXTO DEL TEATRO RELIGIOSO DE
CANARIAS Y DE ESPAÑA
Maximiano Trapero
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Nos referiremos aquí, con exclusividad, a aquellas representaciones teatrales que han pervivido hasta
la actualidad, o cuya memoria ha durado por vía oral hasta hoy. No trataremos, por tanto, de las
solemnes representaciones habidas en la catedral de Canarias durante los siglos XVI y XVII con
motivo de las fiestas del Corpus ni de aquellas otras que tuvieron lugar en otras ciudades o pueblos
del archipiélago y de las que hay cierta constancia histórica en documentos de archivo. Igualmente
nos referiremos solo a las representaciones de tipo religioso que se han configurado dentro de un
tradición local o insular. Y una tercera precisión: consideramos « representaciones teatrales » las que
tienen un texto que se escenifica y que se hace explícito por medio de la palabra dialogada, de la
música o de la danza.
Todo ello se ha conformado en Canarias, como es obvio, a imitación y de forma paralela a
como se fue haciendo en España a través de los siglos117, después de que las Islas quedaran
incorporadas a la corona de Castilla, aunque lógicamente pueda y deba hablarse de una
« acomodación » de ese teatro en Canarias, hasta convertirse en una tradición meramente insular o
incluso local con características propias.
Autos del ciclo de la Navidad
En Canarias, a nivel de todo el archipiélago, las representaciones de tipo religioso se han
centrado preferentemente en torno al ciclo de la Navidad: Autos de Pastores, Autos de Reyes y
Ranchos de Pascua.
117 Una panorámica del teatro religioso que sigue vivo en España, dentro de una
tradición, puede verse en mi estudio « Los autos religiosos en España » , que sirve de
introducción al libro El Auto Religioso en España ( Comunidad de Madrid: Consejería
de Cultura, 1991, 13- 30), que sirvió de catálogo a la exposición nacional que sobre
este tema organizó la Comunidad de Madrid en el teatro Albéniz de Madrid en 1991.
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Los Autos de Pastores ya han desaparecido de las iglesias en las Nochebuenas de los
pueblos de Canarias, pero su memoria sigue viva en bastantes lugares ( principalmente, en los Altos
de Guía y de Fataga, en Gran Canaria, y en Tuineje, Antigua y Tetir, en Fuerteventura) y, sin que
haya quedado constancia escrita de sus textos, es posible todavía recuperar oralmente algunos
fragmentos aislados de los informantes más viejos de esos lugares. Eran autos en los que se
escenificaba el anuncio del ángel y la adoración de los pastores, con cantos y bailes finales
celebrando la alegría del Nacimiento, sobre un esquema dramático tradicional pero en el que cabía la
capacidad improvisadora de cada personaje. Dos personajes singulares se incluían en la
representación, San Miguel y el diablo, que luchaban entre sí simbolizando el bien y el mal118. En el
pueblo de San Andrés, en La Palma, siguen representando un « Retablo de Navidad » , que viene a ser
un auto pastoril con abundantes textos dialogados y monologados, y también con abundante música,
a la vez que en su iglesia se conserva una interesante colección de figuras de mediano tamaño,
hechas artesanalmente y vestidas a la usanza típica de la tierra, que quieren representar los personajes
todos que intervienen en ese « Retablo » 119.
Los Autos de Reyes fueron y siguen siendo la representación más celebrada y extendida en
Canarias120. En la actualidad existen Reyes, por lo menos, en Gáldar y Agüimes ( Gran Canaria),
Tejina ( Tenerife) y Santa Cruz de La Palma, pero en tiempos anteriores se representaron en todas las
islas ( excepto en La Gomera y El Hierro, de donde no se tiene noticia que existieran), y en las
siguientes localidades:
Gran Canaria: Gáldar, San Lorenzo, Tamaraceite, Mogán y Agüimes.
Lanzarote: Teguise.
Fuerteventura: Betancuria, Antigua, Pájara y Tuineje.
Tenerife: Tejina, Tegueste, El Socorro y Punta Hidalgo.
La Palma: Santa Cruz, Garafía y Mazo.
No todos estos autos, sin embargo, son iguales ni tienen el mismo origen. El estudio de sus
variantes muestra un panorama muy complejo, por las intrincadas influencias y préstamos que tienen
entre sí. La fuente principal de todos parece ser La infancia de Jesu- Cristo del clérigo malagueño Gaspar
Fernández Ávila, de fines del siglo XVIII, pero en cada isla y en cada localidad se ha desarrollado de
forma particular a través del tiempo, añadiéndose nuevas escenas con nuevos textos, suprimiendo
otras de las antiguas y adaptando, en fin, la representación a los gustos y disponibilidades escénicas
de cada momento. Solo uno de ellos, el de Agüimes, no pertenece a ese tronco común, por ser
creación mucho más reciente de un autor local, hecho, eso sí, según el esquema dramático
118 Siemens, Lothar ( 1982): « La celebración navideña en los medios rurales de Gran
Canaria. Música y textos de la llamada Representación de los pastores » . La Laguna:
Instituto de Estudios Canarios, 585- 613. 119 María Victoria Hernández Pérez reproduce un buen número de estas figuras en su
libro La isla de La Palma: Las fiestas y tradiciones. Santa Cruz de Tenerife:
Centro de la Cultura Popular Canaria y Cabildo de La Palma, 2001, 52- 53. 120 Navarro Artiles, Francisco ( 1966): El teatro de Navidad en Canarias. Cabildo de
Tenerife: Aula de Cultura.
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tradicional. Todos se representan entre la tarde- noche del 5 de enero, víspera de Reyes, pero en
lugares muy diversos: en el frontis de la iglesia, en Gáldar, dentro de la iglesia se celebraba en
Betancuria, en la plaza del pueblo en Tejina, y por las calles, a modo de auto- cabalgata, en Santa
Cruz de la Palma y en Agüimes.
Sin ser propiamente « autos » , los Ranchos de Pascua que siguen cantándose en la isla de
Lanzarote merecen citarse aquí, pues son seguramente la celebración navideña más genuina de
Canarias. Los Ranchos de Pascua derivan de los más primitivos Ranchos de Ánimas, que fueron
comunes antiguamente en todas las islas y que hoy solo perviven en las localidades grancanarias de
Teror, Valsequillo y La Aldea de San Nicolás. Los textos y los ritos dirigidos antes al culto de las
ánimas derivaron y se centraron con exclusividad en Lanzarote en el tema de la Navidad, y de ahí su
denominación de Ranchos de Pascua.
En Lanzarote existen ( o existieron hasta hace poco) Ranchos en la mayoría de sus pueblos,
pero los más interesantes son los de Teguise y de San Bartolomé, por cuanto sus textos y sus
músicas representan el ciclo completo de la Navidad. El de San Bartolomé con relatos romanceados
diferenciados que abarcan en sus actuaciones a lo largo del tiempo navideño los episodios de la
Encarnación y la visita de María a su prima Santa Isabel, el decreto de empadronamiento, la
búsqueda de posada y el
Nacimiento en una cueva, la adoración de los pastores, la Circuncisión y la adoración de los Reyes; y
él de Teguise porque su repertorio representa los cuatro momentos principales de un auto de
pastores: el corrido ( los pastores van a Belén), las deshechas ( los pastores ante el Niño), el salto
( danza de los pastores al adorar al Niño), y las pascuas ( los pastores pregonan al mundo lo que han
visto en el Portal).
Otros autos
Fuera del ciclo de la Navidad, en tiempos de Semana Santa se representan determinadas
escenas de La Pasión ( de configuración moderna) en las localidades grancanarias de Sardina del Sur e
Ingenio. En Candelaria ( Tenerife), se representa la ceremonia ( también de configuración moderna)
de la Aparición de la Virgen de Candelaria a unos pastores guanches. En el pueblo palmero de El Paso
se representa un Carro alegórico con motivo de sus fiestas patronales del Sagrado Corazón de Jesús, y
en el también palmero de Barlovento tiene lugar una representación denominada La Batalla de
Lepanto ( que es una modalidad particular de los comunes Moros y Cristianos de la Península), en honor
a su patrona la Virgen del Rosario, en la que fuerzas turcas, amparadas en un castillo, luchan contra
las cristianas que vienen a su conquista en una nave: triunfan los cristianos y conducen luego a sus
enemigos hasta la iglesia donde son bautizados y proclaman todos la grandeza de María.
« La Bajada » de La Palma
Por lo demás, las representaciones de tipo religioso más interesantes y de mayor esplendor
que se celebran en Canarias tienen lugar en la isla de La Palma, y en su capital Santa Cruz, con
motivo de las fiestas lustrales en honor de su patrona la Virgen de las Nieves.
A quien no conozca « la Bajada » de La Palma, o no tenga referencias bien detalladas de sus
fiestas, le será difícil siquiera imaginar las representaciones que con su motivo allí se celebran.
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Durante una semana - la llamada « semana grande » -, Santa Cruz de la Palma y la isla entera no viven
sino para el teatro: Autos, Loas, Carros, Diálogos... Y eso sin contar con otras manifestaciones festivas
que, sin ser propiamente teatro, se han convertido en los números más esperados de toda la
celebración, como son el Minué, el número más reciente incorporado a los festejos de la Bajada, una
especie de danza o representación versallesca de regusto cortesano, y sobre todo la enigmática y
maravillosa Danza de los Enanos, consagrada ya como el símbolo cultural más famoso de La Palma.
No hay ciudad en Canarias que sea más teatral ni fiestas en España que sean más
representadas. Parecen más bien propias de otros tiempos muy anteriores a este siglo XXI tan
moderno. Porque todo aquí es alegórico y religioso. Igual que las ciudades y pueblos de la España
del XVII competían entre sí por tener en el Corpus de cada año las representaciones más solemnes,
las fiestas más sonadas, así la isla de La Palma compite consigo misma por ofrecer en cada Bajada las
mejores galas, los textos más poéticos, las músicas más inspiradas. Así vienen haciéndolo los
palmeros desde hace tres siglos.
Cuando en 1763, por una Orden real de Carlos III ( curiosamente a instancias de un ilustrado
canario, el lanzaroteño Clavijo y Fajardo), se suprimen las representaciones de los autos sacra-mentales,
se rompía con ello una de las tradiciones más singulares de la historia del teatro español,
tanto culto como popular, logrado en una síntesis de poesía, de fe y de fiesta como nunca otra ha
habido en la historia de España. Los autos sacramentales habían nacido en el siglo XVI y llegaron a
su mayor esplendor en el siglo XVII con algunos de los textos más poéticamente excelsos que había
producido nuestra literatura: Lope, Calderón, Tirso... Más aún: los autos sacramentales, por encima
de teatro y de literatura, fueron cultura y alma del pueblo español.
Asombra aún pensar como unos textos tan alegóricos, tan teológicos, una literatura tan
barroca pudo despertar un fervor popular tan extraordinario y logró una difusión tan sin límites, a
no ser que para ello recurramos al concepto de « fiesta » en que se enmarcaban y a la atracción sin
razones que producen las « divinas palabras » en que se expresaban. « Sermones puestos en verso » dijo
Calderón que eran los autos sacramentales. Pero le faltó decir que eran, además, fiesta participada y
protagonizada por el pueblo.
Algunos lugares hubo que desoyeron la Orden real y burlaron su cumplimiento, quizás con
la estratagema de cambiar su nombre de « autos sacramentales » por los de « alegorías » , « alegorías
dramáticas » , « loas » , « fantasías lírico- dramáticas » o « carros alegóricos » . Hoy se siguen representando
en algunas localidades de España - de entre las más alejadas y recónditas- verdaderos autos religiosos
que son descendientes y herederos directos de los autos sacramentales del Barroco. Uno de aquellos
lugares fue y es la isla canaria de La Palma. Y si en el común de los pueblos de España fue - y sigue
siendo- la festividad del Corpus el día más propicio para sus representaciones, en La Palma aquellas
se acomodaron en loor de su patrona la Virgen de las Nieves, en una celebración quinquenal - o
« lustral » , como se prefiere decir en la isla- que tiene su origen en un voto hecho por los palmeros en
1680.
Tenía que ser en La Palma. Su conservación, desoyendo el precepto, no pudo elegir mejor
lugar ni ambiente humano más propicio. La conjunción de una fe colectiva, de una sensibilidad tan
especial como tienen los palmeros por la poesía y de una dedicación tan inspirada de sus poetas
insulares, ha hecho que, lustro a lustro, « de Bajada a Bajada » - como se mide el tiempo en La Palma-,
los versos y las músicas hayan pasado de las musas al teatro ( antes incluso que a la imprenta) para
celebrar el rito del triunfo de la Virgen de las Nieves. Porque eso sí, la Bajada, las representaciones
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teatrales que en ella se celebran, son expresión de una fe popular y de una fidelidad a la verdad
cristiana, pero no menos son también expresión cierta de una realidad sociológica de los palmeros. Y
es una fiesta protagonizada por el pueblo todo de La Palma. Unos sobre el escenario, haciendo de
personajes; otros en los laterales, formando coro y cantando la música importantísima de los Carros;
otros en la plaza, haciendo de público que oye, ve y asiente. Mitad rito, mitad literatura; mitad deseo,
mitad fe: pero todo ansias de beber los aires de una tradición, más querida por entendida.
Ha de decirse que estas representaciones palmeras se configuran inequívocamente dentro de
una tradición, que ha marcado géneros, estilos, formas poéticas y musicales y celebraciones, pero no
es un teatro « tradicional » , al estilo del Misteri de Elche o de las Pastoradas leonesas, por cuanto en
cada Bajada se renuevan los textos y las músicas, provenientes de los más sobresalientes ingenios
poéticos insulares. No hay por tanto « un texto » de Loa o de Carro que se repita en cada Bajada, como
se hace en las representaciones rituales, sino cientos de textos y de músicas que se han sucedido en
estos tres siglos de « Bajadas » , dentro, eso sí, de unos modelos tradicionales. De ahí que todo ello ha
llegado a constituir un formidable patrimonio literario y musical, en definitiva cultural, del pueblo
palmero, que empieza ahora a catalogarse, a juntarse y a publicarse, y por tanto a conocerse, gracias a
la labor de investigación de la Escuela Municipal de Teatro de Santa Cruz de La Palma, y muy
especialmente de sus directores Antonio Abdo y Pilar Rey121.
Los orígenes
Fue en 1680 - un siglo antes de la prohibición de Carlos III de los autos sacramentales-cuando
se instituyó la « bajada » de la imagen de la Virgen de las Nieves desde su ermita en el monte
hasta la capital, y con ella la representación de los autos en su honor. El motivo, como es recurrente
en este tipo de « votos » y de « bajadas » de Vírgenes en el archipiélago, fue la sequía. Venía padeciendo
la isla de La Palma una de esas persistentes sequías que con cierta periodicidad aparecen en las islas
dejando sus suelos estériles y a sus habitantes exánimes y sin recursos. Estaba entonces en La Palma,
refugiándose de la persecución de unos piratas moros que intentaban hacerlo cautivo, el obispo de
Canarias, don Bartolomé García Giménez, y siendo él mismo testigo de la angustia de los palmeros,
dispuso se sacara a la Virgen de las Nieves en procesión rogativa desde su santuario del monte hasta
la capital de la isla, implorando su intercesión. La Patrona concedió a sus devotos las lluvias deseadas
y éstos, con autorización del Obispo, determinaron de repetir aquella romería cada cinco años,
constituyendo así lo que empezaría a llamarse « la Bajada de la Virgen de las Nieves » .
Para honrar a tan celestial embajadora, los palmeros de la capital idearon entonces una serie
de festejos a su alrededor hasta llegar a lo que hoy se conoce como « Fiestas lustrales de La Palma » ,
121 Este « memorial » de la Bajada de 1845 que ahora se publica, constituye ya, si
bien se cuenta, el quinto de los editados en los últimos años: el libro sobre
Poggio Monteverde publicado en 1985, con motivo del tercer centenario de las dos
primeras loas que aquel poeta palmero escribió para la Bajada de 1685 ( pero en el
libro se publican las 11 Loas que Poggio escribió para las sucesivas Bajadas); los
libros de las Bajadas de 1765 y de 1815, publicados respectivamente en 1989 y 1997;
y el libro de Luis Cobiella Las orillas de Dios ( 1992), que recoge 3 autos « en
forma de carro alegórico » , representados sucesivamente en 1975, 1990 y 1995.
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que siguen teniendo por motivo central el religioso de la bajada de la Virgen, pero que han se han
desbordado en unas celebraciones artísticas, literarias y musicales, festivas en fin, sin parangón en el
resto del archipiélago.
Esta valoración de las fiestas de la Bajada de La Palma no tiene en absoluto una
descalificación, ni siquiera una minusvaloración de las otras « Bajadas » que se celebran en Canarias,
como, por ejemplo, la de la Virgen de los Reyes de El Hierro, sino que la de La Palma tiene un
carácter eminentemente culto y urbano, mientras que la de El Hierro es esencialmente folclórica y
popular. Son dos formas de entender la celebración y la fiesta radicalmente opuestas.
A las representaciones teatrales que se hicieron para honrar la presencia de la Virgen de las
Nieves, se les llamó entonces - y desde entonces- Loas, Carros o Diálogos, pero son verdaderos autos
sacramentales y, por más, autos marianos. Cierto es que los autos sacramentales se configuraron en
el siglo XVII ( tras un proceso de alegorización del teatro religioso sucedido a lo largo del siglo XVI)
en un género con límites muy marcados, teniendo por tema central la divinidad de Cristo y por
motivo la celebración del Corpus Cristi. Pero el mismo proceso alegórico hizo que los temas de los
autos se expandieran a otros motivos religiosos ( la encarnación, la fe, la verdad revelada, etc.), entre
los cuales el tema de María como mediadora entre Dios y los hombres se ha convertido, a su vez, en
un subgénero de autos sacramentales que tiene en España múltiples manifestaciones regionales y
locales. Como en La Palma.
En los tres siglos de lustros pasados y de Carros y de Loas representados en La Palma con
motivo de la Bajada de la Virgen de las Nieves, la historia ha consagrado algunos nombres de autor.
El primero y el más famoso es el de Juan Bautista Poggio Monteverde ( 1632- 1707), el « Calderón
canario » , como lo calificó Viera y Clavijo, del que se tiene constancia fueron representados 11 Loas
entre 1685 y 1720, alguna incluso después de su muerte122. Y el último, vivo y en plenitud creadora,
Luis Cobiella ( 1925), que ha publicado tres autos marianos « en forma de carro alegórico » ,
previamente representados, bajo el título de Las orillas de Dios123. Pero en medio se han sucedido sin
interrupción muchos autores anónimos, o apenas de resonancia local, que han dado continuidad a
una fe celebrada sobre las tablas de los corazones de todo el pueblo palmero. Falta por hacer la
historia detallada de la Bajada de la Virgen de las Nieves de La Palma, y con ella el catálogo de autos
marianos representados, así como la nónima de sus autores, poetas y músicos, pero poco a poco la
vamos conociendo gracias a la labor de investigación emprendida por Antonio Abdo y Pilar Rey.
En los varios archivos124 en que se conservan los relatos de las Bajadas de La Palma, así
122 Juan Bautista Poggio Monteverde ( 1685- 1985): Tercer Centenario de dos Loas del
s. XVII. La Palma ( edición, notas y bibliografía de Rafael Fernández Hernández).
Gobierno de Canarias: Consejería de Cultura y Deportes, 1985. 123 Cobiella, Luis ( 1992): Las orillas de Dios ( Tres autos marianos en forma de
carro alegórico) ( edición y prólogo de Maximiano Trapero). Gobierno de Canarias:
Viceconsejería de Cultura y Deportes. Los títulos de estos tres autos son « María en
las orillas » , « La otra Virgen » y « Cubierta con su sombra » . 124 María Victoria Hernández Pérez, en su libro citado sobre las fiestas y
tradiciones de La Palma ( 2001), en el capítulo dedicado a la Bajada, da noticia de
varios archivos en que se conservan muchas noticias y textos abundantes de Bajadas
de los siglos XVIII, XIX y XX, entre ellos el de Pérez Vidal y el de la
Cosmogónica, de Santa Cruz de La Palma, el del Museo Canario de Las Palmas ( que
guarda el archivo privado del palmero Antonino Pestana Rodríguez), y algún otro
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como los textos que se representaron en cada una de ellas, figuran nombres como los de Antonio
Rodríguez López, prolífico autor de Loas y de Carros en las Bajadas del último tercio del siglo XIX;
los de José M. Lorenzo Ferrer, José Fernández Herrera y Francisco Torres, autores estos tres de los
textos de las representaciones de la Bajada de 1845; o los más modernos de Félix Duarte y Luis
Ortega.
Las representaciones
Tres tipos de representaciones configuran la tradición de « la Bajada » de La Palma: el Carro
alegórico y triunfal, la Loa a la Virgen y el Diálogo entre el Castillo y la Nave. Las tres se constituyen en el
conjunto festivo más sobresaliente de los, por todos los conceptos, brillantísimos festejos que allí
tienen lugar. Las tres representaciones tienen un signo mariano inequívoco, las tres conservan un
regusto barroco indisimulado y las tres han procedido siempre de autores locales, aunque tengan una
aceptación popular plena. Cada una de ellas tiene su propia historia y sobre ellas han operado
transformaciones y evoluciones particulares, pero como expresión de la fe y devoción de los
palmeros en su Virgen de las Nieves y como manifestación artística y cultural de su pueblo forman
un todo unitario. Puede incluso decirse que desde el punto de vista literario participan las tres del
mismo estilo poético y de los mismos metros versales, con el predominio absoluto de una métrica
culta y barroca.
El Carro alegórico y triunfal es un auto sacramental que antiguamente se representaba sobre un
carro móvil tirado por bueyes. Recorría las calles principales de la ciudad con sus alegorías y cánticos
y paraban en los lugares en que el trazado permitiera una mayor concentración de público para
representar las escenas principales. Así durante toda la tarde- noche del día acordado, hasta el
amanecer, repitiendo los textos y las músicas allí donde hubiera una mediana congregación de
público expectante. El nombre de Carro le viene, pues, al auto por una sinécdoque que toma el
elemento sobre el que se hacía la representación por la obra y el género enteros. Pero ya hoy se ha
perdido aquella forma originaria y la representación se hace sobre un escenario fijo especialmente
acondicionado en la plaza de Santo Domingo125. Lo de alegórico lo sigue siendo tanto o más a como
lo fueron los Carros de los siglos XVII o XVIII, y lo de triunfal es un añadido local que describe muy
bien la solemnidad con que se presenta ante un público ansioso y fiel el acto más solemne y triunfal
de los muchos actos festivos de la Bajada.
Las Loas fueron las representaciones primeras que se instituyeron con motivo de la fiesta de
la Bajada, en 1680, de las que, como hemos dicho, se conservan varias debidas al ingenio del
sobresaliente poeta palmero que fue Poggio Monteverde, a partir de 1685. Las Loas que hoy se
representan, sobre textos que conservan el mismo estilo barroco de siempre, son piezas lírico-musicales
en las que se da entrada a todos los componentes de una gran producción: elenco de
actores, gran escenografía, con solistas cantores, coro y gran orquesta. Esta presencia importantísima
de la música, y el mayor número de personas participantes, es lo que ha hecho que la Loa se
represente en el día principal de las Fiestas de la Bajada, en la mañana del domingo del Día Grande.
privado.
125 En la obra La otra Virgen de Luis Cobiella ( publicada en su obra Las orillas de
Dios, citada), el autor ha querido recordar aquella tradición antecediendo la obra
con un « Carro- Pregón » que recorre la ciudad anunciando la representación.
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Y los Diálogos entre el Castillo y la Nave son piezas literarias breves que se producen al paso de
la procesión de la Virgen por el barranco de su nombre, cerca ya de su desembocadura en el mar, en
el extremo norte de la ciudad. El castillo está situado en la parte más alta del barranco y en su orilla
norte, y la nave en la parte más baja de la margen derecha. Ambos « escenarios » , convertidos aquí en
verdaderos « personajes » del Diálogo, se hicieron expresamente para poder celebrar cada cinco años la
presencia de la Virgen de las Nieves en la capital palmera. El Castillo alerta a la Nave con un
formulario « ¡ Ah del Navío, ah! » , al que contesta la Nave « ¿ Qué dirá, qué dirá? » ; ordena entonces el
Castillo detenerse a la Nave, y ésta replica que lleva a bordo una « Doncella pura » y que no debe
detener su camino; insiste el Castillo en su demanda y la Nave muestra la imagen de la Virgen, ante
la cual el Castillo rompe en salvas de triunfo. A veces aparece en estos Diálogos un tercer « personaje »
( como ocurre justamente en el texto de la Bajada de 1845 que aquí se publica), que viene a ser una
barca « de moros » , o « de turcos » , a quien se le conmina a rendirse y rendir pleitesía a la Virgen. Es
muy posible que esta intromisión esté motivada por el hecho histórico ocurrido en la fundación
misma de la Bajada de La Palma, cuando el obispo Bartolomé García Giménez se vio bloqueado en
la isla por dos barcos de piratas berberiscos, o que el Diálogo quiera reproducir el esquema dramático
de las típicas representaciones de Moros y cristianos, de las que también en La Palma queda viva una
muestra: « La batalla de Lepanto » de Barlovento.
Los « festejos públicos » de 1845
De todas estas características participan los « festejos públicos que tuvieron lugar en la ciudad
de La Palma, con motivo de la Bajada de Ntra. Señora de las Nieves, verificada el 1 º de febrero de
1845 » , cuyo manuscrito, depositado en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria, se publica
ahora.
De todas las características señaladas hasta aquí y de algunas otras particulares. No se dice en
el manuscrito quién fuera quien redactó el memorial, quién hizo, por así decir, de narrador, pero sí
constan los nombres de los autores de los textos representados. Y llama la atención que aquéllos
fueran no uno, sino tres, según el tipo de representación: el más importante un tal José Fernández
Herrera, autor del Carro triunfal ( no se dice expresamente, pero se desprende del contexto), de la Loa
y de uno de los Diálogos entre la nave y el castillo ( el que hace en número 4); después, un tal José M.
Lorenzo Ferrer, autor del resto de los Diálogos ( los que dentro del « memorial » pueden señalarse
como 1, 2, 3 y 5). Y finalmente figuran siete Octavas, todas ellas de un tal Francisco Torres. Y es
digno de destacar que en el caso de José M. Lorenzo Ferrer se le da el calificativo de autor
« aficionado » , en el de Francisco Torres se dice que es presbítero, pero nada se dice del tercero, José
Fernández Herrera, el más importante, por ser el autor de los dos números principales de la Bajada:
la Loa y el Carro.
Llama la atención también que hubiera en aquel año hasta cinco Diálogos entre la nave y el
castillo, lo que da a entender que, aunque no se especifique así en el memorial, esta corta
representación no solo se hacía en el momento en que la Virgen hacía su entrada en la capital, al
inicio de su bajada - con minúscula-, sino cada vez que la imagen pasaba por allí, también en las
procesiones que se hacían por las calles de la capital durante las fiestas de la Bajada - con mayúscula-,
o en el momento también en que el Carro pasaba por aquel lugar en la noche de su representación.
Además, en uno de ellos ( el segundo) aparece un tercer personaje nominado como el « Místico » , que
viene a ser « un falucho » , un bajel del turco que intenta hacer el desembarco en la misma rada en que
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el Castillo y la Nave celebran la presencia de la Virgen. Por su parte, el Diálogo que numeramos con
el 4, el único que tiene como autor a José Fernández Herrera ( siendo los otros cuatro de José M.
Lorenzo Ferrer), dice que « se habló [ se representó] en la mañana en que se verificó su llegada a esta
Capital la referida Imagen, en el acto de la entrada en la población según costumbre » , lo mismo que
el 1 y el 2, con lo que se da el caso que para un mismo momento se escribieron tres textos diferentes
y por obra de dos autores, lo que no sabemos si en realidad se representaron los tres. Porque los
Diálogos 1 y 2, de un mismo autor y en cierta manera complementarios, aparecen al comienzo del
manuscrito, como primeras representaciones de todos los « festejos » , lo cual concuerda con la
cronología de la Bajada fijada en la actualidad, pero el 4 aparece detrás del Carro y antes de la Loa, un
lugar del todo inapropiado.
También es novedad para nosotros las siete Octavas que constan en el memorial y que, según
se dice, se colocaron ( suponemos que escritas y en paneles) en distintas partes de la parroquia de El
Salvador, unas puestas en las pilas colaterales de las columnas del templo « en el día que se enramó »
la iglesia, otras puestas en determinados « pasos » hechos dentro de la iglesia representando escenas
bíblicas varias, como el arca de Noé o la huida de la Virgen a Egipto, y otras en las puertas de
entrada del templo. Los autores de estas octavas fueron los tres poetas cuyos nombres figuran en el
memorial: Francisco Torres, autor de las octavas 1 y 2; José Fernández Herrera, de la 3, y José M.
Lorenzo Ferrer, de las restantes 4, 5, 6 y 7. Propiamente las octavas no son « representación » , pero
forman parte del esplendor literario en que estaban ( y siguen estando) envueltas las fiestas de « la
Bajada » de La Palma. Además, es digno de destacar que aquí aparece reseñada una tradición que no
sabemos si continúa viva en Santa Cruz de La Palma pero que fue muy común en otros tiempos
tanto en Canarias como en la Península, cual era las enramadas de los templos en los días de las
fiestas principales de la localidad. En este memorial de la Bajada de 1845 se nos dice, además, que en
las enramadas participaba, por una parte, el clero, pero por otra la juventud palmense, « que quiso
esmerarse en ello... con el mayor adorno y ostentación » .
Por lo demás, todos los textos representados en 1845 son perfectos ejemplos del tipo de
literatura que se ha fijado como tradicional de la Bajada de La Palma: culta, barroca y alegórica,
aunque haya cierta diversidad en cuanto a la métrica. Existe un predominio absoluto del
endecasílabo, con la sola excepción de dos décimas y de las letrillas de las partes cantadas del Carro.
No hay tampoco una estrofa predominante, pero hay octavas, como hemos visto, cuartetos,
pareados, series romanceadas y bastante liberalidad en cuanto a la agrupación de los versos y la
distribución de la rima. Pleno barroco, al fin.
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