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Mesa redonda moderada por Maximiano Trapero, con participación de Antonio J. Pérez Castellano, José M. Fraile, Fernando Gomarín y Javier Asensio, celebrada en la Universidad de Sevilla con motivo del « Encuentro Internacional sobre el Romancero » . Publicada en La eterna agonía del romancero. Homenaje a Paul Benichou ( ed. Pedro Piñero). Sevilla: Fundación Machado ( col. A viva voz), 2001, 235- 249. LOS TRABAJOS DE CAMPO EN LOS ESTUDIOS DEL ROMANCERO Maximiano Trapero Trataré de hacer una breve exposición sobre el tema que se nos ha encomendado, « Los trabajos de campo » , más como apunte de cuestiones que como desarrollo cerrado, para que todos podamos expresar nuestras opiniones al respecto, tanto los que estamos en la « Mesa » como los que estáis en las butacas. Se trata ésta de una cuestión sobre la que todos los que hemos practicado la encuesta de campo tenemos una cierta opinión. Y esa opinión puede ser tan valiosa como las circunstancias ( personales y no personales) las hayan deparado, de tal manera que sumadas todas esas experiencias podrían constituir una especie de « prontuario » o de manual de cómo deben ser las encuestas romancísticas, si es que fuera necesario establecer un manual para estas cuestiones. Porque cuando alguien se inicia en el estudio del romancero, y sobre todo se inicia en la fase de la recolección de textos, y quiere salir al campo de la mejor manera posible, con técnicas y métodos de encuesta, se las ve y se las desea para encontrar algo que pueda servirle de manual, algo así como una iniciación teórica a la realidad complejísima que le espera. Porque antes de constatar cada uno, por su propia experiencia, lo que es la tradición oral, ese mundo se nos presenta como un mundo muy ancho y muy ajeno. Creo que todos los que hemos editado alguna colección de romances recogidos de la tradición oral, en la introducción damos alguna noticia, por breve que sea, sobre algún aspecto de la recolección efectuada. Y esas noticias, aunque dispersas y sueltas, suelen constituir la recomendación más autorizada que podría tomarse para efectuar las encuestas de campo. Pero algunos informes más detenidos hay sobre este aspecto. El primero que me viene a la memoria es el manualito de encuesta que elaboró Doña María Goyri sobre los Romances que deben buscarse en la tradición oral en 1929. Después, el informe que Ana Valenciano y Flor Salazar publicaron en 1979 con el título El Romancero aún vive, sobre los primeros trabajos de campo de la Cátedra Seminario Menéndez Pidal « Encuesta Norte- 77 » , y que los que nos incorporamos en el año ochenta a las tareas de recolección del Seminario utilizamos mucho y con mucho provecho. Yo mismo dediqué un libro entero a la cuestión de las tareas de campo. Ese libro, que traigo aquí y pongo a vuestra disposición, quiso ser una crónica detallada de mis encuestas de campo en la isla canaria de La Gomera en 1983 y 1984. Lo maltitulé entonces Cultura popular y tradición oral ( 1989), cuando debió titularse simplemente lo que reza en el subtítulo: En busca de romances por La Gomera. Si escribí ese libro, fue por dos razones: tanto porque me parecía a mí que faltaba ese tipo de « manual » de que hablo, como porque la isla de La Gomera se reveló como un caso excepcional en el panorama del romancero oral; y me pareció que el caso de La Gomera no solamente merecía una colección de textos, © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 sino algo más que pudiera explicar las formas en que vivían esos romances. Y, finalmente, otra muestra de la reflexión teórica que conozco sobre las encuestas de campo es la de Luis Díaz Viana publicada muy recientemente, precisamente por la Fundación Machado y por Pedro Piñero, como primer capítulo del libro Romances y canciones en la tradición andaluza ( 1998); la reflexión de Luis Díaz es muy crítica, pero está bien fundamentada y merece ser tenida en cuenta. En fin, esta es una pequeña « bibliografía » sobre las tareas de recopilación de romances. Antes de salir al campo, habría que preguntarse por las cualificaciones del encuestador. Creemos que debe ser especialista, pero ¿ especialista en qué?, ¿ en filología?, ¿ en etnomusicología?, ¿ en antropología? Ejemplos magníficos de magníficos encuestadores los ha habido en todas las ramas. Quiero poner por ejemplo el caso de Manrique de Lara, un caso que se ha convertido en legendario para todos los estudiosos del romancero oral. Pero yo tengo que mencionar aquí el artículo, desde mi punto de vista excelente, que Jesús Antonio Cid ha dedicado a este famoso pero enigmático personaje, publicado también en el libro que acabo de mencionar de la Fundación Machado; porque para mí, al menos, era absolutamente desconocida la personalidad de Manrique de Lara, del que solo sabía que fue un colaborador de Menéndez Pidal y que por acá y por allá, por todos los lugares del mundo donde el romancero vivía, había sido un extraordinario encuestador, de los mejores que ha tenido la historia de la recolección del romancero moderno. Y me entero ahora que Manrique de Lara no tuvo otra especialización que la de ser marino de profesión, eso sí, además de hombre culto, entusiasta de la cultura y hasta crítico musical. Y lo mismo se puede decir de Eduardo Martínez Torner, extraordinario encuestador en Asturias y en otras regiones; y de Bonifacio Gil, en Extremadura y otras regiones; y de García Matos, en Madrid y otras muchas provincias españolas; los tres eran musicólogos, folcloristas, no filólogos. Y no cito a las personas que están en esta sala porque también tendríamos un espectro bastante amplio de este tipo de especialidades. Creo que el encuestador que sale al campo puede tener dos actitudes bastante extremas. Por una parte ─ y estoy simplificando ─ , el que solo pretende recoger textos, ser recolector de textos romancísticos, y por otra, el que quiere recoger esos textos a la manera del antropólogo, que quiere vivir en esa comunidad, conocerla a fondo, conocer sus ciclos de vida, para explicar después el fenómeno folclórico que se produce al cumplir el canto o el recitado de los romances una función determinada. Entre esas dos posiciones tan extremas hay toda una gama de posiciones intermedias. Lo que sí me parece fundamental es la necesidad de conocer previamente el género romancero y los otros subgéneros orales afines al romancero, teniendo en cuenta que quien sale al campo es, en cierta medida, un « personaje raro » . Porque las encuestas, aun con ser imprescindibles, resultan tareas muy duras: salir al campo requiere mucha fe, mucha convicción y mucho amor al objeto de la investigación, pero también mucha constancia, un vigor físico a prueba de horas y un entusiasmo tan renovable como las agujas de un reloj. Por tanto, si no es frecuente el encuestador « profesional » , vamos a llamarlo así, una vez que éste pone pie en el terreno, ¿ qué debería recoger?, ¿ solo romances o todo aquello que pueda significar tradición oral, literatura oral, vida oral, al menos, los géneros afines al romancero? ¿ Qué recoger? No somos pocos lo que, siendo profesores, hemos incitado a nuestros alumnos a la tarea de la recogida de textos orales, y fundamentalmente romances. Y para ello les hacemos una iniciación al género y a la técnica de recogida. Pero bien es verdad que enseñar en una clase, o en dos, o ni siquiera en un cursillo, qué es un romance, es muy difícil. Ahora mismo, nosotros, siendo ya especialistas, nos seguimos planteando los límites del género. El desconocimiento del género puede llevar a cosas tan sorprendentes como el recoger como romances orales las Coplas de Jorge Manrique, un Romance del Duque de Rivas, o algo por el estilo, simplemente porque eran « poesías » que un informante se sabía de © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 memoria. O que los alumnos vengan un día alborozados a mostrar su cosecha de romances al profesor, y lo que traigan no sea sino el Himno de la Legión, porque está en verso, habla de heroísmo y es una canción. Creo que también es necesario conocer bien la geografía sobre la que se va a encuestar. Ese conocimiento de la geografía me parece substancial. De la misma manera que me parece necesario tener un conocimiento bastante exacto de las encuestas previas, anteriores, que se hayan hecho en ese territorio. Y creo que es muy conveniente disponer de un cuaderno de encuesta. Y una vez llegados al campo, viene la delicada y dificilísima tarea de elegir a ése que llamamos « informante » . Un aspecto fundamental, la búsqueda del buen informante. Bien es verdad ─ y esto lo hemos experimentado todos ─ , que cuando salimos al campo, vamos con un ánimo exhaustivo, de recogerlo todo, de preguntar a todos los habitantes de ese lugar. Pero esa ilusión cae pronto en la realidad y en los límites exactos de lo una encuesta significa: hacer una cala. Ahora bien, debemos procurar que esa cala sea justamente con el informante o los informantes mejores. Y los hay. Todos los que tenemos experiencias de campo llegamos a la conclusión de que en cada localidad hay un informante o varios especialmente autorizados, buenos representantes de la tradición de esa colectividad, y debemos buscarlos. No es fácil, desde luego, pero debemos procurarlos. Una vez que estamos con el informante y que hemos logrado una cierta confianza, una cierta complicidad, porque nuestra presencia allí debe ser interesante también para él, las circunstancias pueden dar lugar a todo tipo de anécdotas, a veces de rechazos, pero generalmente de afecto y de simpatía mutua. Porque de la misma manera que a nosotros nos interesa conocer la tradición oral que vive en ese pueblo, a los informantes les resulta también atractivo que alguien que viene de fuera, desde una posición teórica y social superior a la de él ─ y eso lo perciben inmediatamente ─ , se interese por aquello que para él es ordinario. De manera que él se siente « importante » y llega a comprender que su testimonio tiene una trascendencia superior a la de su propio saber. Así que una vez lograda esa complicidad entre los dos protagonistas de la encuesta, viene la cuestión de qué romances recoger. Ayer hablamos de las clasificaciones y de los géneros. Bien es verdad que también en este punto hay disparidad de criterios. ¿ Recoger todo aquello que está en la tradición, tanto los romances de tradición antigua, como los de tradición moderna, como los que proceden de pliego ─ que el informante no distingue, desde luego ─ y que tienen ya vida oral? ¿ Solo los que son estrictamente romances o también las canciones narrativas, eso que Francisco Mendoza llamaba los “ pararromances”? ¿ Y solo los romances o también la lírica? Y más aún, ¿ recoger todas las versiones de un romance, por muy popular que sea? Ya vimos ayer que la edición de esas versiones tenía limitaciones muy justas, y todas ellas justificadas desde un punto de vista selectivo. Pero en el momento de la recogida de materiales, ¿ debemos tener los mismos criterios restrictivos que en el de la edición? Y una última cuestión: la música. Creo que todos hemos descuidado un aspecto que, desde mi punto de vista, es esencial. Hemos puesto nuestro máximo celo en recoger los textos pero, si no descuidado del todo, no hemos puesto el mismo interés en recoger la música. Y el romance es un género lírico cantado. La música es componente esencial del género folclórico que es el romance, y por lo tanto es un aspecto esencial de su naturaleza. El conocimiento de la música en el romancero resulta a veces tan ilustrativo como el conocimiento del texto, para hablar de variantes, para conocer su dispersión geográfica, para hablar también de la historia antigua, moderna o reciente de cada romance. Viene después otro problema, que es el de plasmar la música en las ediciones romanceriles. Hay quienes nos contentamos con la publicación de una partitura mínima, con los problemas evidentes que tiene, como © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 son los problemas teóricos que se plantean los musicólogos en el momento de elegir, de entre las muchas variantes melódicas que el informante hace al cantar un romance, cuál de ellas puede ser la prototípica, la « invariante » musical, que creo que es la palabra clave. Y hay otros que editan el documento sonoro completo, a la par que los textos. Y en este sentido quiero poner como ejemplo modélico lo que está haciendo José Manuel Fraile con su serie Madrid Tradicional, o lo que hizo con su magna Antología Sonora del Romancero Panhispánico; esa me parece la mejor solución, porque ofrece el documento folclórico en su totalidad, porque se ofrece como testimonio verdadero y completo, sin mediación del etnomusicólogo o del filólogo, aunque para ello se exija unas condiciones de encuesta que no siempre se dan espontáneamente. En fin, éstos son mis puntos de vista iniciales. Cedo ahora la palabra al resto de los miembros de esta Mesa, para que nos ofrezcan los suyos. Empieza tú, si quieres, Chema Fraile. José Manuel Fraile es el autor del Romancero de Madrid, pero ha sido también un excelente encuestador de romances en medio mundo, desde Asturias y Cantabria a Zamora, Salamanca y Cáceres, también en Andalucía y también en las comunidades de los sefardíes de Marruecos y de Jerusalén. Un segundo Manrique de Lara, por eso sus opiniones son tan interesantes. José M. Fraile Creo que todos los que nos hemos dedicado durante un tiempo a este estudio del romancero vivo, llegamos a un momento en que nos flaquean las fuerzas. La última vez que vi a Salva Rebés me lo comentó. Le pregunté: « ¿ Qué tal las encuestas por Cataluña y tal? » . Y me dijo: « Bueno, cada vez hay menos gente, y además, ya la gente a quien voy a encuestar es casi de mi edad » . Parece que esa fuerza que hace falta verdaderamente, como decía Max, para lanzarse a penetrar en la casa y en la memoria de la gente, tiene que ir un poco asociada a los pocos años, a la juventud. Yo me lo he planteado estos últimos años, sobre todo porque a mí la parte que más me gusta de este trabajo es la encuesta de campo, seguramente porque yo no soy filólogo y no gozo tanto la variante léxica como disfruto el estar con la gente tocando el pandero. El trabajo de campo es lo que más me sigue gustando, pero me doy cuenta de que Salva tenía un poco de razón. Primero, el trabajo de campo romancístico siento decir que, por lo menos en mi Comunidad, se está acabando. Son habas contadas, y esta vez, desgraciadamente, no ocurre lo que dice el Profesor Benichou de « la eterna agonía » . Esta vez es la verdadera agonía, porque yo mismo, que no he dejado de hacer trabajo de campo, si hubiera empezado hace un año en vez de hace veinte, desde luego no hubiera recogido ni el veinte por ciento del material que tengo, en una provincia como Madrid, que tiene doscientos pueblos, muchos de ellos auténticas aldeas, que no han tenido carretera hasta hace cuatro o cinco años. Y por ejemplo, en la ciudad de Madrid el romancero infantil, que ya comentó Menéndez Pidal, fue algo que transcurrió en las calles, en los juegos de las niñas, hasta la década de los cuarenta, el estado actual es de muerte inmediata. La hija de cincuenta años es capaz todavía de instar a la madre con algunos retazos, y la nieta observa sin intervenir para nada en ningún momento, porque no sabe nada y además le está sorprendiendo lo que está oyendo por primera vez. Eso para mí es definitivo. Entonces yo me planteé cómo poder seguir haciendo las encuestas. Procuré abrir otras gavetas del mueble que contenía la tradición oral y me di cuenta también de otra cosa que quería comentar, y que seguro todos habéis ido descubriendo, y es que no hay informante malo. Porque el informante de romances sabemos que, en cierta medida, es un especialista, igual que el narrador de cuentos, pero © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 podemos dar con otro tipo de informante que nos puede transmitir un gran caudal de, por ejemplo, tradición infantil, o cancionero, o refranes, o gentilicios patronímicos. Lo que pasa es que ya vamos cada vez abriendo más las ondas de la piedra que tiramos al estanque, y uno no tiene por qué saber de todo, claro. Pero me parece que es uno de los pocos caminos que podemos seguir si verdaderamente queremos seguir hurgando y cotilleando en la memoria de la gente, que para mí es lo verdaderamente apasionante. ¿ Por qué en un pueblo tan cercano a Madrid, como Algete, que es una ciudad dormitorio, absolutamente grande, pegada a la corte, he encontrado un Andarique, y por qué en pueblos sumamente remotos no van más allá de La doncella guerrera y El conde Niño? ¿ Qué ha pasado? ¿ Qué cosas rechaza la memoria colectiva y qué cosas prima? Eso es lo que cada vez más me interesa: saber cuáles son los mecanismos. Y eso solamente se descubre hablando con la gente y también pulsando la opinión que el informante tiene de lo que está cantando. Yo sé que puede parecer absurdo preguntar a una persona “ ¿ Y a usted esto de Gerineldo le parece muy antiguo?”, pero no es tan absurdo, porque hay una escala de valores para ellos que no es lógicamente la nuestra, pero tiene su funcionalidad en la memoria. ¿ Por qué hay historias que siguen siendo creíbles a estas alturas, y por eso se siguen cantando, y por qué otras son ya tan inverosímiles, tan fuera de contexto o de la ideología, que se van expulsando del repertorio, porque no tiene sentido cantar algo que no se entiende, que no llegue a uno? Es decir, que además de buscar muchos textos, yo creo que también es importante sentarse y hablar de cómo, de cuándo, de qué opina usted de esto, de qué le gusta más de lo que me ha cantado. Eso es también lo que estoy buscando para poder seguir haciendo trabajo de campo. Yo sé que no voy a aportar nada nuevo al romancero, porque aquí estáis todos vosotros, que tenéis otro tipo de preparación. Yo quiero seguir disfrutando de la encuesta, ensanchando el panorama de lo que esta gente me puede dar, no solo en materiales, sino también en puntos de vista. Esto me parece muy importante, porque fijaros, un canto de siega es imposible cantarlo ya si se está segando con una cosechadora. Entonces, ¿ la tradición oral va a desechar ese romance y esa melodía o va a seguir atesorándolo porque tiene para ellos otros valores, aparte de hacer más liviano el trabajo de la siega? Por ejemplo, cuando yo pregunto « ¿ Machacando lino cantaban? » , y el lino no se hace manualmente desde hace cincuenta o setenta años. Y me contestan: “ Sí, sí, sí, pues se cantaba, pero cuesta mucho, cuesta mucho”. Sin embargo, el romance de El prisionero, que se cantaba en la Fiesta del Mayo en muchos pueblos de Madrid, aflora aunque la fiesta ya no se celebre o aunque ya no se cante. ¿ Por qué? ¿ Porque se ha asociado en la memoria a la idea de fiesta, que es más placentera, que la de estar machacando lino con una maza de madera? ¿ Porque gusta más el texto o la melodía? Porque los dos están en desuso, pero al uno soy yo el que tengo que sacarlo, mientras que el otro me lo ofrecen. Estas son las cosas que yo me planteo ahora respecto a la encuesta de campo. Maximiano Trapero A continuación, Fernando Gomarín, que tiene su sede en Cantabria y que allí es donde ha hecho su principal labor recolectora, pero que también ha sido recolector en media España con el Seminario Menéndez Pidal. Fernando Gomarín © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Bueno, yo no tengo recomendaciones que dar, mucho menos de carácter técnico; sobre técnicas de encuesta, me las estoy dando todos los días a mí mismo, para aprender. Así que contaré algo de mi experiencia personal. Yo empecé en el sesenta y nueve a recolectar de forma individual, y nunca había trabajado colectivamente hasta el ochenta con el Seminario Menéndez Pidal. Las técnicas son muy diferentes y exigen formas de intervención muy diferentes. Creo que se ha generalizado mucho en estos días en lo de la encuesta rápida, pero yo he tenido la experiencia de encontrar a informantes, a veces excepcionales, y repetir la encuesta en seis, siete sesiones, no en un mismo mes, sino a veces en años consecutivos, y la recolección se iba enriqueciendo con nuevos temas. En los ochenta ha cambiado mucho el interés por la recolección, ha incidido mucho todo ese movimiento folk, ese gusto por la música tradicional, por la música popular. En los sesenta no se echaba nadie al campo buscando estas cosas, pero en los ochenta, en cualquier sitio o localidad importante surgía un grupo denominado folk, unos chicos que se juntaban con una guitarra, con una flauta de pico, etc. y recorrían las ciudades dando pequeños recitales. Con esto surge el empezar a entrevistar a sus parientes, abuelos, la gente más cercana y luego marcharse a otras zonas, buscando ese repertorio. Es lo que se ha dado en llamar ─ o han denominado ellos ─ « revitalizar el folclore » . Ahora nos encontramos con una problemática doble. Nos encontramos con que al ir a entrevistar o encuestar resulta que nos están cantando cosas que ellos cantaron en su día, que otros han recogido, que lo han devuelto mediante el disco y volvemos a encontrarlo de otra forma todavía transformado y bastante bastardeado en su forma original, si es que interesa tanto, por ejemplo, como en el caso de la ejecución rítmica, melódica, como apuntaba Max Trapero. Y nos encontramos con que estamos a veces ante un fantasma, hay gente que a pesar de tener televisión, a pesar de tener aparato de radio, tiene muy claro lo que es su tradición dentro del seno familiar, lo que aprendió de sus padres y sus abuelos. En el año 69, en la entrevista de Cantabria, también pudimos observar hasta un cierto grado de especialización, que no es nada nuevo. Cada uno de nosotros probablemente nos hemos encontrado entre el depositario responsable, podemos decir, que tiene memoria familiar, que sabía cuál era el repertorio del abuelo y cuál era el de su madre, y efectivamente había una gran diferencia entre los temas del abuelo y los de su madre, esto lo hemos podido ver todavía en los Valles de Igueña. Quiero decir con esto que la encuesta hoy es muy diferente, todavía sigue apareciendo algún informante excepcional, como ha sucedido en Liébana. Por muy batida que esté la zona, siempre te encuentras con alguien que en ocasiones anteriores permanecía fuera, y que vuelve con ese sentimiento de morir en el pueblo, de permanecer cerca porque se encuentra enfermo, etc. El caso es que para mí es muy diferente esa recolección de mis primeros años de encuesta a la de los años ochenta y noventa, por la incidencia que ha tenido en los informantes la tradición « reciclada » por los artistas y grupos folk que tan de moda se pusieron. En fin, ya digo que no puedo dar ningún dictado, pero participaré en la conversación si surge alguno de estos temas en el coloquio posterior. Maximiano Trapero Ahora tiene la palabra Antonio José Pérez Castellano, miembro de la Fundación Machado y encuestador de romances en Andalucía. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Antonio J. Pérez Castellano Quiero decir, en primer lugar, que encuestar en Andalucía es diferente a encuestar en otras zonas de la Península, en el sentido de que las localidades son muy grandes y eso conlleva muchas dificultades para encontrar al informante, se hace muy complicada la tarea de iniciar los contactos, algo diferente a otras zonas peninsulares. Después quisiera insistir otra vez en el interrogante ¿ debemos tener más medios técnicos?, ¿ debemos renunciar al uso del vídeo?, ¿ se debe encuestar solo con grabadora o es necesario plantearse utilizar otros medios técnicos? Después, el tema de la encuesta, ¿ buscar solo romances o buscar otros géneros tradicionales e intentar reflejar el entorno, su contexto social, , cómo vive el romance? Yo cuando estoy encuestando, muchas veces tengo la sensación de estar exprimiendo al informante para que lo diga todo y después de terminar la encuesta digo “ Bueno, perdí la oportunidad de preguntarle por otras muchas cosas”. Pero el problema es que por un lado cada vez es más difícil encontrar tiempo para encuestar, y uno debe renunciar a preguntarlo todo y a recogerlo todo, pero indudablemente hay mucho que dejamos atrás y que no estamos recogiendo. Quiero traer algo más a esta mesa redonda, la importancia que puede tener el uso del medio escolar como elemento de búsqueda y acercamiento al romance. Volviendo a la primera idea de que el medio andaluz dificulta mucho la localización de informantes, a nosotros últimamente nos está dando buen resultado un método que ha implantado mi compañero Manolo Fernández, que está allí sentado, y que consiste en elaborar una pequeña encuesta, muy simple de contestar, que se distribuye en un centro escolar a todos los alumnos, y ellos hacen un primer rastreo de búsqueda de informantes, y eso posibilita que cuando el equipo encuestador llega a la localidad haya una primera selección de los posibles informantes de romancero. Y ello conecta con otro aspecto que el Prof. Trapero trataba antes, que es la valoración del género romancístico en el medio social. Los alumnos descubren que sus padres, sus abuelos, sus familiares, conocen algo que interesa en el medio escolar y eso supone para los alumnos algo muy interesante y para los informantes también, porque descubren que son importantes para el centro escolar de su hijo o de su nieto, y todo ello provoca una cierta revitalización de los géneros tradicionales en esa localidad, muy pequeña, pero cierta. Estas son las dos cosas que quería exponer. Maximiano Trapero Y finalmente, Javier Asensio, que procede de La Rioja, que ha publicado muy recientemente un Romancero de la sierra riojana ( 1999), una zona que estaba bastante inédita en el panorama de la recolección del romancero peninsular, y un autor que, por lo que yo sé, es bastante recién llegado al mundo del romancero, así que bienvenido y cuéntanos tu experiencia. Javier Asensio La zona que yo he estudiado es una zona de sierra, al sur del Monasterio de Valbanera, en el alto Najerilla, entre las sierras de la Demanda y de Cameros. Llevaba trabajando en esa comarca bastante tiempo, aunque en tareas más del tipo folclórico, como bailes, canciones, instrumentos, tradiciones, leyendas, etc. Y esto ha sido como un comienzo, un punto de partida para seguir explorando el romancero en La Rioja, que es un sitio fabuloso para explorar. Esto tiene un aliciente importante, y es que pueden darse sorpresas conforme vas avanzando y preguntando, porque existe una geografía del romancero aún sin conocer. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Como aquí se trata de preguntarnos por el trabajo de campo, quiero hacer unas reflexiones con mi experiencia, que son coincidentes o similares a las que hasta ahora se han expuesto. Cuando llego a un pueblo a preguntar por romances, normalmente no tengo un hilo conductor sobre a que persona ir. Muchas veces, si preguntas a alguien de una asociación cultural del pueblo sobre personas que puedan saber romances, siempre tienden a llevarte a una persona que hayan sido proclives al tema de rondas, generalmente hombres, pero no a esa señora que está humildemente en su casa, en sus labores domésticas, y que es la que recuerda los romances de su madre o abuela. Lo más idóneo, por supuesto, es encontrar a esa persona que sabe romances, que sabe lo que tú preguntas y que está dispuesto a contártelos, está una hora y pico contando romances y al cabo de ese tiempo dice “ Ya he terminado, no me sé más”. Y la situación completamente contraria es la de aquella persona que crees que puede saber algún romance, y ni sabe ni recuerda nada, y aunque su disposición sea buena, no da más de sí. Sí es verdad que se pueden explorar otras partes del repertorio, infantil, de cuentos, etc. que también es importante, y creo que los que nos dedicamos a esto no nos centramos exclusivamente en la cuestión del romancero. Entre estos dos extremos, están un montón de posibilidades intermedias, que son las que hay que aprovechar. La Rioja es una provincia que ha sufrido muchos procesos de modernización, es una comunidad de las de renta per cápita más alta de España, y toda la cuestión de la cultura tradicional se está perdiendo, olvidando. Entonces, lo más normal es una situación intermedia en la que la gente recuerda los romances pero como algo lejano, como algo que escuchaban a su madre hace cuarenta años en las labores domésticas, en cualquier situación íntima o familiar, y el trabajo de encuestación es ─ lo habéis vivido la mayor parte de vosotros ─ peliagudo, en el sentido de que hay que preguntar por temas, hay que darles señales, hay que darles comienzos de romances, versos intermedios, etc., para ir recomponiendo. Eso requiere a veces más de una visita, ese proceso que ya se comentaba antes de varios procesos de encuestación. Ayer José Joaquín Dias Marques hablaba de un tema importante, que es el proceso de evolución o de transmisión del romancero, el proceso de memorización, cómo se aprende el romance, es fundamental a la hora posterior de transmitirlo. Una línea de investigación muy interesante sería conocer cómo se producen los procesos de variabilidad del romancero, de tal manera que un romance mal aprendido, en cuanto al texto se refiere, puede rememorarse por los episodios más llamativos. Y esos hechos son los que pueden favorecer la variabilidad de un romance en el transcurso del tiempo de un romance. Yo lo que me encuentro en La Rioja es que hay que preguntar “ ¿ Y que pasó en medio, o después, o antes?”, es decir, que hay que recomponer y recomponer facilitando al informante esos esquemas intermedios dentro del romance. Todo esto, evidentemente, sin llegar a que la pregunta influya en la posible respuesta del informante, porque queramos que no, los informantes tienen la idea de que su texto corresponde a un modelo y que ellos lo que saben es una variante del modelo, pero imperfecta. Por eso es importante no insistir, no llegar a manipular la información que nos da el informante. Maximiano Trapero Muy bien. Con ésta son tres las mesas redondas que llevamos efectuadas, y creo que cada una de ellas ha tocado una fase diferente del proceso en el conocimiento y estudio del romance. Ésta sería la primera fase, la de la encuesta, después vendría la del estudio, también la de la clasificación, y por último la de la edición. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Es verdad que cada una de estas tres fases reseñadas ( y otras quizás), pueden tener sus propios especialistas. Es muy difícil encontrar el hombre ideal para cada una y a la vez para todas las fases del romancero. Por el contrario, hay hombres que, como acaba de manifestar Chema Fraile, lo mejor que saben hacer y lo que más les gusta es la encuesta. Hay otros que no gozan con la encuesta, porque exige condiciones que creen no poseer y sin embargo gozan extraordinariamente con el estudio del romance, con la identificación de las versiones orales, con los antecedentes históricos, etc. Y en fin, hay otros especialmente capacitados para la edición de los textos, tarea nada fácil, por otra parte. Naturalmente, cada una de estas tres fases es necesaria, y buscar una especialización en cada una de ellas es muy conveniente. Pero creo que la especialización en la encuesta no tiene ninguna ciencia, más bien exige una disposición extraordinaria a compartir con ese anónimo personaje que llamamos « informante » una experiencia de vida. Y como todos o casi todos los que aquí estamos hemos tenido esa experiencia de vida, abrimos el turno para que oigamos las otras experiencias o para lo que ustedes crean conveniente en cuanto a ampliar o rectificar lo que hasta aquí se ha dicho. Ana Valenciano Solo os quería hacer una pregunta a los cinco. ¿ Hasta que punto toda esa información de dónde, cómo, de qué forma se aprendió, que cada uno habéis expresado, os parece que afecta a la versión esencial de un texto, de un romance? Fernando Gomarín ¿ La información adicional al romance? Ana Valenciano ¿ Cómo incide lo que llamamos contexto en el resultado final del texto romancístico? Fernando Gomarín A mí nada más se me ocurre ahora el punto que atañe al informante y los movimientos dentro de un territorio. Luego, la paridad, las concomitancias que puede tener con otras versiones alejadas de ese punto geográfico, como se da el caso muchas veces, informantes que se mueven o los descendientes de otros informantes que han estado trabajando por una ocupación muy especializada, etc. Por ejemplo, en Cantabria nos encontramos a familias que se han ido a Asturias o a Palencia y han transmitido no solo los romances, sino todo tipo de tradición cultural, por ejemplo, los “ ojaranquillos”, el “ ojanca”, un ser mitológico exportado del robledal, de la espesura del bosque del roble de Cantabria a un pinar de Castilla, que supone casi un oasis dentro de toda la Meseta. A mí se me ocurre ese punto, la importancia que tiene luego cuando te encuentras con paralelismos muy contundentes, asuntos que no conocemos mucho. No conocemos mucho ese aspecto de la geografía folclórica en el sentido del movimiento de los individuos, de los portadores. Ana Valenciano © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 ¿ Y eso no podría reflejarse en la tipología de los textos? Fernando Gomarín Sí. Pero si no tienes esos datos del informante... Imaginemos que tenemos dos romances, dos temas muy curiosos, muy raros, en los que coincide una serie de elementos que no tienen otras versiones en el resto de la Península, y qué casualidad más extraordinaria. Resulta que luego descubrimos que una señora que tenía un fragmento de la Merienda del moro, su padre era de Arenas de Cabrales, por ejemplo, pero marchó a Palencia, y te encuentras en Santa María de Redondo otra versión de ese romance que está emparentada con la tradición de Arenas, pues ya está, si bien culturalmente es el mismo área, administrativamente se entendería que eso aparece en el romancero de Palencia. José M. Fraile Yo creo que para eso está la geografía del romancero, que no engaña, es como la prueba del algodón. Si yo en Madrid mañana me encuentro el Sueño de Doña Alda, aquí pasa algo. Yo creo que al texto no le influencian en absoluto, en eso tienes razón. A la persona que lo que necesita es textos para trabajar con ellos sobre la mesa o en la memoria del ordenador, prácticamente la da igual. Ahora, yo he empezado diciendo que es una cuestión de supervivencia, de que yo pueda seguir haciendo ese trabajo, porque en Madrid ya no me voy a encontrar sorpresas. Sobre el tema de la ocasionalidad del romancero creo que se ha tratado muy poco y verdaderamente desde que Don Ramón hizo lo de Cómo vive un romance, poquito más. Pero aparte de eso creo que si yo quiero seguir echándome al campo, a los pueblos o a la ciudad de Madrid, y entrevistar gente, tengo que buscar otros enfoques a la encuesta, porque sorpresas ya nos vamos a llevar muy pocas. Entonces, seguir recogiendo diez Gerineldos más en Madrid, que lo único que va a pasar es que en vez de decir “ galán pulido” diga “ galán bonito”, porque en ese momento la señora no se acuerde de la palabra “ pulido”, porque ya no la usa... Bueno, sí, eso no te va a abultar más que una cinta más en el cajón, no está mal, pero no va más allá. Pero creo que ya hay que ir por otros lados, esa es mi opinión. Hay áreas poco conocidas; por ejemplo, yo creo que América es un área donde todavía hay mucho que hacer, incluso algunas provincias de España. Pero en general yo no sé si me dais la razón, que tenéis un poquito más de experiencia que yo en el tiempo, ya estamos como en las rebañaduras. Y ahora con lo que creo que hay que tener mucho cuidado es con los gazapos, porque aparte de lo que ha dicho Fernando de las vueltas a entrar en la tradición que no son engaños manifiestos, sino que la gente te lo canta con toda su buena intención, también te estás encontrando cosas que, bueno, parece como si el romancero no diera más de sí, pues vale, vamos a tocar cositas nuevas. No sé, pero de lo tradicional, verdaderamente yo he tocado fondo en mi provincia. Son doscientos pueblos y me quedan como unos veinte por ir, que no he puesto el pie, lo reconozco, pero creo que ya no me van a dar muchas más sorpresas en temas, en variantes... José Joaquín Dias Marques Yo no sé, pero creo que sobre lo que preguntaba Ana era sobre la influencia de la información contextual sobre el texto del romance. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Ana Valenciano No, me planteo si el texto literario se ve afectado, como tal discurso poético, porque una versión sea cantada, porque fuera para arriba o que fuera para abajo, o se cantara en ese momento, lo que se hace cuando se contextualiza... Estoy hablando de una versión cantada por un padre o un señor del pueblo que tiene ochenta años, que ha sido segador y ya está retirado, o de la tradición de una mujer que también es del pueblo, que tiene ochenta años, que oía a su abuela mientras estaba en el mismo pueblo, en la misma zona. Si todas esas informaciones, que me parecen interesantes en el momento de la encuesta... Mi única pregunta, sin ningún tipo de valorización, era si a los que habéis opinado en una dirección os parece que eso afecta a una versión o a otra. Maximiano Trapero Quiero decir algo respecto a la pregunta de Ana, y recurro a mi experiencia en Canarias. Sí, pero en determinados casos, y creo que en casos muy concretos. Y recurro a La Gomera. En La Gomera los romances se cantan, todos, y además colectivamente, con el sistema del estribillo, que es una de las características fundamentales de alguna de las Islas Canarias, no de todas. Pero además los romances se bailan todavía, todos los romances, desde los épicos hasta los novelescos, incluso los de temática festiva. Y quiero dar la noticia al Prof. Deyermond, que esta mañana nos habló del romance fronterizo Río Verde, Río Verde, que ese romance también se sigue cantando y bailando en la isla de La Gomera en una versión, desde mi punto de vista, con lenguaje más épico incluso que la del siglo XVI. Pues bien, no digo ya informantes diferentes, sino un mismo informante, cuando en la soledad y la quietud de su casa recita, por ejemplo, el romance de Lanzarote y el ciervo del pie blanco, lo dice de una manera, pero cuando está cantando en la colectividad lo dice de otra, con variantes muy notables, y los recursos paralelísticos que usa cuando canta son novedosos y múltiples. Claro, repito que es un fenómeno muy concreto y particular de La Gomera. Fernando Gomarín Es que ese romance está hecho para ser bailado y cantado colectivamente, entonces si grabas solo al señor, le estás sacando de su entorno. Pero lo que Ana dice es cuando ella graba Valdovinos, la señora se lo va a cantar igual cuando la coja a traición en la calle que sentada en la mesa. El texto es igual, otra cosa es cuando, por ejemplo, coges un romance de segada, no te lo va a cantar igual el señor solo porque no tiene quién le responda, no puede alentar igual, le has sacado de su contexto. Pero el romance, digamos, de canto de velada, que es el ochenta por ciento del romancero, no nos engañemos, la utilidad del romancero es fundamentalmente un canto de entretenimiento. Giuseppe di Stefano El problema que propongo es qué investigar hoy en el campo. Yo no tengo ninguna experiencia, pero es muy interesante lo que se dijo aquí esta mañana; hace años que leo y escucho con muchísimo interés lo que dicen los que escriben y realizan con extraordinario cuidado, gran preparación y gran éxito, las encuestas de campo. El problema de fondo es hoy, al final del milenio, con la situación que más o © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 menos todos lamentan, es seguir investigando el romancero en el campo y dentro de qué concepto hay que hacerlo. O sea, ¿ es posible seguir todavía estudiando únicamente el romancero o hay que ampliar hacia una investigación de lo que es la cultura tradicional, popular, poética, literaria, prosa o poesía? Es, en cierto sentido, el problema de fondo que desde algunos años va presentando Luis Díaz, pero lo hace de una manera excesivamente polémica, improductivamente polémica, y sobre todo asistemática. Pero el problema de fondo es ése, si es oportuno, si conviene desde el punto de vista de la historia de la investigación de las tradiciones culturales, seguir centrándose todavía exclusivamente en un género, en una forma particular de texto o no conviene ampliar los puntos de vista. Yo he apreciado mucho lo que decía Fraile, pero siento un poco que haya vuelto a repetir que él está ampliando para seguir sustentando su interés y gusto por la investigación. Se ve casi obligado a ampliar el campo para seguir cultivando su hedonismo, según sus palabras. Yo creo que ha sido un poco de modestia en este sentido, o un poco de atrevimiento. Es un interés cultural, es éste el punto. Es evidente que todo lo que se puede saber del informante tiene que ser utilizado productivamente. El problema de Ana no es el problema de Ana, es el de amigos compañeros y grandes investigadores del Seminario Menéndez Pidal, y que no es un problema, es una línea de investigación que ha obtenido resultados excepcionales, gracias a los cuales nosotros estamos aquí hablando, hemos trabajado y nos hemos interesado por el romancero. Pero hay que admitir que, y quizá entre dentro de la productividad de esta línea, cerrado a cualquier sugerencia, y no me refiero a las malditas sugerencias de los individualistas... No, me refiero a las sugerencias que vienen de la gente que se ocupa de las tradiciones populares en España, un país donde ha habido siempre un gran interés hacia la investigación de campo, en el ámbito de la lingüística, de la etnografía y de la cultura tradicional, material, desde los años veinte. Yo creo que habría que volver, en cierto sentido, a los orígenes, a aquel tipo de investigación más amplia que se refleja, por ejemplo, en algunos de los atlas lingüísticos etnográficos, en los cuales España ha sido siempre uno de los pioneros, y lo sigue siendo, exportando experiencias y especialistas en países de Hispanoamérica y otros países, y ofreciendo modelos. El Atlas Lingüístico del Mediterráneo, por ejemplo, que está dirigido por españoles, o los Atlas Lingüísticos y Etnográficos de Alvar. Y entonces por qué no contextualizar en este sentido la investigación sobre todo en esta época, volviendo a lo que dice Fraile, que se va descubriendo una cierta improductividad de la tradición romanceril. Siempre se van a ir escuchando razones sobre lo poco que se va a encontrar y lo repetitivo que es. Efectivamente sería muy interesante. Ana plantea el problema ¿ de qué me sirve esta información para el texto? Ana Valenciano No, no, perdona. No he dicho en ningún momento ¿ para qué me sirve?, sino una pregunta constructiva: ¿ en qué medida os parece que afecta toda esta información al texto? Respeto muchísimo el trabajo que están haciendo todos, lo que cada uno escribe o le da tiempo de hacer, a lo mejor no le ha dado tiempo para ir haciendo otras cosas. Pero esta es mi posición: cuando me encuentro con un texto literario que he recogido y trato de estudiarlo, tengo que saber hasta qué punto ese texto fue aprendido en una segada, por ejemplo, si la madre del segador lo había cantado, como decía Chema, en las segadas... En fin, esto está en la línea que yo creía aclarar. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Giuseppe di Stefano Creo que es importante. Por ejemplo, creo que fue en el Congreso de El Puerto de Santa María, en Cádiz, en que nos mostraron una versión de Amnón y Tamar cantada en la pesca de los atunes. Para nosotros, gente de aula, no de campo, aquello fue una revelación, por lo sorprendente... No me refiero tanto a las circunstancias materiales en las que se ejecuta un canto, en que se canta. El problema que planteaba Fraile me parece que era de otro tipo, no eran tanto las circunstancias materiales, el estar sentado o estar de pie, que puede tener su importancia, porque estar sentado da cierto tono, estar de pie da cierto énfasis. Y hablando con más énfasis se acentúan ciertas palabras, ciertas frases. La percepción que el mundo tiene de esas palabras y frases puede cambiar según esté de pie, detrás del micrófono, grabando o no grabando, sentado o no. Entonces también las circunstancias materiales tienen su influencia, por lo menos para valorar lo que es el placer del informante cuando canta un texto, y creo que es importante saberlo. Pero un texto para un informante tiene un valor ético, puede tener un valor incluso político, depende del tipo de texto, de la interpretación, del tipo de canto que se da a un texto que en ciertas circunstancias políticas puede aludir a algo de la contemporaneidad. Esto es importante. Si se estudia el texto para reconstruir lo que puede ser la trayectoria textual de un romance a través de los siglos, muy probablemente sirve para poco. Pero si el texto se estudia dentro de la cultura popular, tradicional, le da utilización. Si se da un protagonismo mayor como portador del folclore respecto al interés del estudioso, toda esta información es esencial. Y el problema es éste, que nosotros a veces hacemos prevalecer lo que son nuestros intereses, tanto si nos ocupamos de la tradición antigua como de la moderna. Y entonces, y con esto concluyo lo que planteaba al principio, el problema es cuál es el ámbito de cultura que nosotros estudiamos, cuál es el campo de estudio al que nos queremos dedicar. En este sentido creo que agregar a un equipo de investigación el problema de que si las encuestas deben registrar la música o no... Claro, en la música hay una gran tradición, pero también de las variantes dialectales, el problema de los acentos, de la grafía en el texto catalán... Las encuestas deberían organizarse como una tarea interdisciplinaria. Pero hay que saber primero cómo montar encuestas interdisciplinarias, programadas, financiadas por organismos gubernamentales regionales, de las regiones. Ocurre en España más que en otras partes de Europa, que financian estas investigaciones. Y entonces el equipo debe tener un investigador del romance o de la cultura tradicional popular, un dialectólogo, un etnomusicólogo. Se recogen estos materiales para que sea efectivamente representativo de lo que es el conjunto de la cultura popular. Fernando Gomarín Quería decir que no hay ningún indicio de que no se haga en el romancero. De toda la gente de hay aquí con experiencia de campo, será rara la persona que no haya recogido otro tipo de materiales, de hecho están apareciendo ahora, con gran profusión, los repertorios narrativos, todo la lingüística que está apareciendo sobre la tradición oral, más que en años anteriores. O sea, que en el campo se están recogiendo muchísimas cosas. Es una pena que no esté hoy aquí Pedrosa, pero en una encuesta todos sabemos que, aparte del romancero, se están recogiendo cuentos, muchísimos materiales. Luego, lo que Giusseppe acaba de decir es lo ideal: un equipo superespecializado con las técnicas más modernas, incluso de carácter material. Pero parece que no queda claro que el que sale a por el romancero recoge mucho tipo de información, que luego pasa a otros colegas, a otros colaboradores o a alguien que tiene © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 mucho más interés y preparación para estudiarlo. José M. Fraile Voy a hablar mucho, porque me voy esta noche y tengo que aprovechar, sobre lo que he dicho de abrir otras vías, porque efectivamente ya estamos tocando fondo, estamos en las rebañaduras y hay que atacar. Y sobre todo creo que nunca hay que descartar a un informante cuando se tiene tiempo, porque cada informante puede ser una puerta nueva a otros géneros. Pero claro, uno no tiene que saber de todo y todos sabemos que encuestar requiere saber casi más que el informante. Entonces saber muchos argumentos de romances, de poesía infantil, ya es saber mucho. Pero otra cosa que quería decir y que me parece que viene a raíz del problema o de la cuestión que ha apuntado Max, y al hilo de lo que ha dicho Ana, de que el texto varía, es que la gente que nos hemos dedicado al trabajo de campo y a la publicación de romances somos de un origen muy variopinto. Yo no soy filólogo, no soy dialectólogo, y al que le interesan mucho los textos se pregunta lógicamente si el texto va a variar si el informante está sentado o de pie. Imagino que a un sociólogo eso sí le importará, porque fijaros, me comentaba Susana Weich- Shahak que un judío excéntrico, de estos que tenían muchísimo dinero, estuvo pagando a un equipo de investigación para que hiciera fotos a las informantes mientras cantaban, y filmándolas en vídeo. Entonces ella decía, “ Bueno, oiga esto no...”, pero sí, porque a lo mejor cuando dice lo de “ Le hirió navajita aguda” la señora pone la cara así o de otra manera, hasta en eso. El problema es que como a mí me gusta muchísimo la música, pues siempre he puesto atención a eso. Recuerdo que en el Seminario, Jimena me decía “ Eres el único que cantas”, y es que yo estaba todo el día machacando “ Viva Algete”, cantando. Y sin embargo yo a lo mejor no me paraba a ver si se escuchaba clara la ─ e paragógica del final de una versión, que a un lingüista le interesaría muchísimo. Lo que acaba de decir ahora Di Stefano de hacer encuestas interculturales estaría muy bien, pero para eso, claro, tendría que haber un sociólogo, quizá un psicólogo, quizá un filólogo... Yo creo que el origen de que cada uno arrime el ascua a su sardina es porque somos un grupo muy heterodoxo, muy variopinto. Entonces, ¿ cómo yo voy a hacer un comentario de los romances que publico, un párrafo de veinte líneas sobre las variantes dialectales de la palabra “ hogaza” o “ fogaza” o “ fuguaza”, si no lo sé hacer? Puedo decir que hay una dominante mayor, que está en modo de “ fa”, que la siega se hacía con hoces de sierra o de corte, que también interesa. Pero no todos tenemos la misma preparación, porque aquí no ha habido una carrera que sea el estudio de la tradición oral. Maximiano Trapero Muy bien, quiero concluir esta Mesa agradeciéndoles a todos su participación. Y como estas reuniones sirven no solo para vernos las caras, sino también para intercambiar nuestras publicaciones, aquí pongo a su disposición tres libros y unas cintas. El libro que antes mencioné En busca de romances en La Gomera, un librito sobre el Romance de Virgilios, otro sobre los Romances religiosos en Canarias y las cintas que acompañaron al I volumen del Romancero de Gran Canaria. Muchas gracias a todos. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008
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Título | Los trabajos de campo en los estudios del romancero |
Autor principal | Trapero, Maximiano |
Tipo de documento | Artículo |
Publicación fuente | La eterna agonía del romancero : homenaje a Paul Benichou, pp. 235-249 |
Lugar de publicación | Sevilla |
Editorial | Fundación Machado |
Fecha | 2001 |
Páginas | 14 p. |
Tamaño de archivo | 485.608 KB |
Digitalizador | ULPGC. Biblioteca Universitaria |
Formato Digital | |
Texto | Mesa redonda moderada por Maximiano Trapero, con participación de Antonio J. Pérez Castellano, José M. Fraile, Fernando Gomarín y Javier Asensio, celebrada en la Universidad de Sevilla con motivo del « Encuentro Internacional sobre el Romancero » . Publicada en La eterna agonía del romancero. Homenaje a Paul Benichou ( ed. Pedro Piñero). Sevilla: Fundación Machado ( col. A viva voz), 2001, 235- 249. LOS TRABAJOS DE CAMPO EN LOS ESTUDIOS DEL ROMANCERO Maximiano Trapero Trataré de hacer una breve exposición sobre el tema que se nos ha encomendado, « Los trabajos de campo » , más como apunte de cuestiones que como desarrollo cerrado, para que todos podamos expresar nuestras opiniones al respecto, tanto los que estamos en la « Mesa » como los que estáis en las butacas. Se trata ésta de una cuestión sobre la que todos los que hemos practicado la encuesta de campo tenemos una cierta opinión. Y esa opinión puede ser tan valiosa como las circunstancias ( personales y no personales) las hayan deparado, de tal manera que sumadas todas esas experiencias podrían constituir una especie de « prontuario » o de manual de cómo deben ser las encuestas romancísticas, si es que fuera necesario establecer un manual para estas cuestiones. Porque cuando alguien se inicia en el estudio del romancero, y sobre todo se inicia en la fase de la recolección de textos, y quiere salir al campo de la mejor manera posible, con técnicas y métodos de encuesta, se las ve y se las desea para encontrar algo que pueda servirle de manual, algo así como una iniciación teórica a la realidad complejísima que le espera. Porque antes de constatar cada uno, por su propia experiencia, lo que es la tradición oral, ese mundo se nos presenta como un mundo muy ancho y muy ajeno. Creo que todos los que hemos editado alguna colección de romances recogidos de la tradición oral, en la introducción damos alguna noticia, por breve que sea, sobre algún aspecto de la recolección efectuada. Y esas noticias, aunque dispersas y sueltas, suelen constituir la recomendación más autorizada que podría tomarse para efectuar las encuestas de campo. Pero algunos informes más detenidos hay sobre este aspecto. El primero que me viene a la memoria es el manualito de encuesta que elaboró Doña María Goyri sobre los Romances que deben buscarse en la tradición oral en 1929. Después, el informe que Ana Valenciano y Flor Salazar publicaron en 1979 con el título El Romancero aún vive, sobre los primeros trabajos de campo de la Cátedra Seminario Menéndez Pidal « Encuesta Norte- 77 » , y que los que nos incorporamos en el año ochenta a las tareas de recolección del Seminario utilizamos mucho y con mucho provecho. Yo mismo dediqué un libro entero a la cuestión de las tareas de campo. Ese libro, que traigo aquí y pongo a vuestra disposición, quiso ser una crónica detallada de mis encuestas de campo en la isla canaria de La Gomera en 1983 y 1984. Lo maltitulé entonces Cultura popular y tradición oral ( 1989), cuando debió titularse simplemente lo que reza en el subtítulo: En busca de romances por La Gomera. Si escribí ese libro, fue por dos razones: tanto porque me parecía a mí que faltaba ese tipo de « manual » de que hablo, como porque la isla de La Gomera se reveló como un caso excepcional en el panorama del romancero oral; y me pareció que el caso de La Gomera no solamente merecía una colección de textos, © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 sino algo más que pudiera explicar las formas en que vivían esos romances. Y, finalmente, otra muestra de la reflexión teórica que conozco sobre las encuestas de campo es la de Luis Díaz Viana publicada muy recientemente, precisamente por la Fundación Machado y por Pedro Piñero, como primer capítulo del libro Romances y canciones en la tradición andaluza ( 1998); la reflexión de Luis Díaz es muy crítica, pero está bien fundamentada y merece ser tenida en cuenta. En fin, esta es una pequeña « bibliografía » sobre las tareas de recopilación de romances. Antes de salir al campo, habría que preguntarse por las cualificaciones del encuestador. Creemos que debe ser especialista, pero ¿ especialista en qué?, ¿ en filología?, ¿ en etnomusicología?, ¿ en antropología? Ejemplos magníficos de magníficos encuestadores los ha habido en todas las ramas. Quiero poner por ejemplo el caso de Manrique de Lara, un caso que se ha convertido en legendario para todos los estudiosos del romancero oral. Pero yo tengo que mencionar aquí el artículo, desde mi punto de vista excelente, que Jesús Antonio Cid ha dedicado a este famoso pero enigmático personaje, publicado también en el libro que acabo de mencionar de la Fundación Machado; porque para mí, al menos, era absolutamente desconocida la personalidad de Manrique de Lara, del que solo sabía que fue un colaborador de Menéndez Pidal y que por acá y por allá, por todos los lugares del mundo donde el romancero vivía, había sido un extraordinario encuestador, de los mejores que ha tenido la historia de la recolección del romancero moderno. Y me entero ahora que Manrique de Lara no tuvo otra especialización que la de ser marino de profesión, eso sí, además de hombre culto, entusiasta de la cultura y hasta crítico musical. Y lo mismo se puede decir de Eduardo Martínez Torner, extraordinario encuestador en Asturias y en otras regiones; y de Bonifacio Gil, en Extremadura y otras regiones; y de García Matos, en Madrid y otras muchas provincias españolas; los tres eran musicólogos, folcloristas, no filólogos. Y no cito a las personas que están en esta sala porque también tendríamos un espectro bastante amplio de este tipo de especialidades. Creo que el encuestador que sale al campo puede tener dos actitudes bastante extremas. Por una parte ─ y estoy simplificando ─ , el que solo pretende recoger textos, ser recolector de textos romancísticos, y por otra, el que quiere recoger esos textos a la manera del antropólogo, que quiere vivir en esa comunidad, conocerla a fondo, conocer sus ciclos de vida, para explicar después el fenómeno folclórico que se produce al cumplir el canto o el recitado de los romances una función determinada. Entre esas dos posiciones tan extremas hay toda una gama de posiciones intermedias. Lo que sí me parece fundamental es la necesidad de conocer previamente el género romancero y los otros subgéneros orales afines al romancero, teniendo en cuenta que quien sale al campo es, en cierta medida, un « personaje raro » . Porque las encuestas, aun con ser imprescindibles, resultan tareas muy duras: salir al campo requiere mucha fe, mucha convicción y mucho amor al objeto de la investigación, pero también mucha constancia, un vigor físico a prueba de horas y un entusiasmo tan renovable como las agujas de un reloj. Por tanto, si no es frecuente el encuestador « profesional » , vamos a llamarlo así, una vez que éste pone pie en el terreno, ¿ qué debería recoger?, ¿ solo romances o todo aquello que pueda significar tradición oral, literatura oral, vida oral, al menos, los géneros afines al romancero? ¿ Qué recoger? No somos pocos lo que, siendo profesores, hemos incitado a nuestros alumnos a la tarea de la recogida de textos orales, y fundamentalmente romances. Y para ello les hacemos una iniciación al género y a la técnica de recogida. Pero bien es verdad que enseñar en una clase, o en dos, o ni siquiera en un cursillo, qué es un romance, es muy difícil. Ahora mismo, nosotros, siendo ya especialistas, nos seguimos planteando los límites del género. El desconocimiento del género puede llevar a cosas tan sorprendentes como el recoger como romances orales las Coplas de Jorge Manrique, un Romance del Duque de Rivas, o algo por el estilo, simplemente porque eran « poesías » que un informante se sabía de © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 memoria. O que los alumnos vengan un día alborozados a mostrar su cosecha de romances al profesor, y lo que traigan no sea sino el Himno de la Legión, porque está en verso, habla de heroísmo y es una canción. Creo que también es necesario conocer bien la geografía sobre la que se va a encuestar. Ese conocimiento de la geografía me parece substancial. De la misma manera que me parece necesario tener un conocimiento bastante exacto de las encuestas previas, anteriores, que se hayan hecho en ese territorio. Y creo que es muy conveniente disponer de un cuaderno de encuesta. Y una vez llegados al campo, viene la delicada y dificilísima tarea de elegir a ése que llamamos « informante » . Un aspecto fundamental, la búsqueda del buen informante. Bien es verdad ─ y esto lo hemos experimentado todos ─ , que cuando salimos al campo, vamos con un ánimo exhaustivo, de recogerlo todo, de preguntar a todos los habitantes de ese lugar. Pero esa ilusión cae pronto en la realidad y en los límites exactos de lo una encuesta significa: hacer una cala. Ahora bien, debemos procurar que esa cala sea justamente con el informante o los informantes mejores. Y los hay. Todos los que tenemos experiencias de campo llegamos a la conclusión de que en cada localidad hay un informante o varios especialmente autorizados, buenos representantes de la tradición de esa colectividad, y debemos buscarlos. No es fácil, desde luego, pero debemos procurarlos. Una vez que estamos con el informante y que hemos logrado una cierta confianza, una cierta complicidad, porque nuestra presencia allí debe ser interesante también para él, las circunstancias pueden dar lugar a todo tipo de anécdotas, a veces de rechazos, pero generalmente de afecto y de simpatía mutua. Porque de la misma manera que a nosotros nos interesa conocer la tradición oral que vive en ese pueblo, a los informantes les resulta también atractivo que alguien que viene de fuera, desde una posición teórica y social superior a la de él ─ y eso lo perciben inmediatamente ─ , se interese por aquello que para él es ordinario. De manera que él se siente « importante » y llega a comprender que su testimonio tiene una trascendencia superior a la de su propio saber. Así que una vez lograda esa complicidad entre los dos protagonistas de la encuesta, viene la cuestión de qué romances recoger. Ayer hablamos de las clasificaciones y de los géneros. Bien es verdad que también en este punto hay disparidad de criterios. ¿ Recoger todo aquello que está en la tradición, tanto los romances de tradición antigua, como los de tradición moderna, como los que proceden de pliego ─ que el informante no distingue, desde luego ─ y que tienen ya vida oral? ¿ Solo los que son estrictamente romances o también las canciones narrativas, eso que Francisco Mendoza llamaba los “ pararromances”? ¿ Y solo los romances o también la lírica? Y más aún, ¿ recoger todas las versiones de un romance, por muy popular que sea? Ya vimos ayer que la edición de esas versiones tenía limitaciones muy justas, y todas ellas justificadas desde un punto de vista selectivo. Pero en el momento de la recogida de materiales, ¿ debemos tener los mismos criterios restrictivos que en el de la edición? Y una última cuestión: la música. Creo que todos hemos descuidado un aspecto que, desde mi punto de vista, es esencial. Hemos puesto nuestro máximo celo en recoger los textos pero, si no descuidado del todo, no hemos puesto el mismo interés en recoger la música. Y el romance es un género lírico cantado. La música es componente esencial del género folclórico que es el romance, y por lo tanto es un aspecto esencial de su naturaleza. El conocimiento de la música en el romancero resulta a veces tan ilustrativo como el conocimiento del texto, para hablar de variantes, para conocer su dispersión geográfica, para hablar también de la historia antigua, moderna o reciente de cada romance. Viene después otro problema, que es el de plasmar la música en las ediciones romanceriles. Hay quienes nos contentamos con la publicación de una partitura mínima, con los problemas evidentes que tiene, como © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 son los problemas teóricos que se plantean los musicólogos en el momento de elegir, de entre las muchas variantes melódicas que el informante hace al cantar un romance, cuál de ellas puede ser la prototípica, la « invariante » musical, que creo que es la palabra clave. Y hay otros que editan el documento sonoro completo, a la par que los textos. Y en este sentido quiero poner como ejemplo modélico lo que está haciendo José Manuel Fraile con su serie Madrid Tradicional, o lo que hizo con su magna Antología Sonora del Romancero Panhispánico; esa me parece la mejor solución, porque ofrece el documento folclórico en su totalidad, porque se ofrece como testimonio verdadero y completo, sin mediación del etnomusicólogo o del filólogo, aunque para ello se exija unas condiciones de encuesta que no siempre se dan espontáneamente. En fin, éstos son mis puntos de vista iniciales. Cedo ahora la palabra al resto de los miembros de esta Mesa, para que nos ofrezcan los suyos. Empieza tú, si quieres, Chema Fraile. José Manuel Fraile es el autor del Romancero de Madrid, pero ha sido también un excelente encuestador de romances en medio mundo, desde Asturias y Cantabria a Zamora, Salamanca y Cáceres, también en Andalucía y también en las comunidades de los sefardíes de Marruecos y de Jerusalén. Un segundo Manrique de Lara, por eso sus opiniones son tan interesantes. José M. Fraile Creo que todos los que nos hemos dedicado durante un tiempo a este estudio del romancero vivo, llegamos a un momento en que nos flaquean las fuerzas. La última vez que vi a Salva Rebés me lo comentó. Le pregunté: « ¿ Qué tal las encuestas por Cataluña y tal? » . Y me dijo: « Bueno, cada vez hay menos gente, y además, ya la gente a quien voy a encuestar es casi de mi edad » . Parece que esa fuerza que hace falta verdaderamente, como decía Max, para lanzarse a penetrar en la casa y en la memoria de la gente, tiene que ir un poco asociada a los pocos años, a la juventud. Yo me lo he planteado estos últimos años, sobre todo porque a mí la parte que más me gusta de este trabajo es la encuesta de campo, seguramente porque yo no soy filólogo y no gozo tanto la variante léxica como disfruto el estar con la gente tocando el pandero. El trabajo de campo es lo que más me sigue gustando, pero me doy cuenta de que Salva tenía un poco de razón. Primero, el trabajo de campo romancístico siento decir que, por lo menos en mi Comunidad, se está acabando. Son habas contadas, y esta vez, desgraciadamente, no ocurre lo que dice el Profesor Benichou de « la eterna agonía » . Esta vez es la verdadera agonía, porque yo mismo, que no he dejado de hacer trabajo de campo, si hubiera empezado hace un año en vez de hace veinte, desde luego no hubiera recogido ni el veinte por ciento del material que tengo, en una provincia como Madrid, que tiene doscientos pueblos, muchos de ellos auténticas aldeas, que no han tenido carretera hasta hace cuatro o cinco años. Y por ejemplo, en la ciudad de Madrid el romancero infantil, que ya comentó Menéndez Pidal, fue algo que transcurrió en las calles, en los juegos de las niñas, hasta la década de los cuarenta, el estado actual es de muerte inmediata. La hija de cincuenta años es capaz todavía de instar a la madre con algunos retazos, y la nieta observa sin intervenir para nada en ningún momento, porque no sabe nada y además le está sorprendiendo lo que está oyendo por primera vez. Eso para mí es definitivo. Entonces yo me planteé cómo poder seguir haciendo las encuestas. Procuré abrir otras gavetas del mueble que contenía la tradición oral y me di cuenta también de otra cosa que quería comentar, y que seguro todos habéis ido descubriendo, y es que no hay informante malo. Porque el informante de romances sabemos que, en cierta medida, es un especialista, igual que el narrador de cuentos, pero © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 podemos dar con otro tipo de informante que nos puede transmitir un gran caudal de, por ejemplo, tradición infantil, o cancionero, o refranes, o gentilicios patronímicos. Lo que pasa es que ya vamos cada vez abriendo más las ondas de la piedra que tiramos al estanque, y uno no tiene por qué saber de todo, claro. Pero me parece que es uno de los pocos caminos que podemos seguir si verdaderamente queremos seguir hurgando y cotilleando en la memoria de la gente, que para mí es lo verdaderamente apasionante. ¿ Por qué en un pueblo tan cercano a Madrid, como Algete, que es una ciudad dormitorio, absolutamente grande, pegada a la corte, he encontrado un Andarique, y por qué en pueblos sumamente remotos no van más allá de La doncella guerrera y El conde Niño? ¿ Qué ha pasado? ¿ Qué cosas rechaza la memoria colectiva y qué cosas prima? Eso es lo que cada vez más me interesa: saber cuáles son los mecanismos. Y eso solamente se descubre hablando con la gente y también pulsando la opinión que el informante tiene de lo que está cantando. Yo sé que puede parecer absurdo preguntar a una persona “ ¿ Y a usted esto de Gerineldo le parece muy antiguo?”, pero no es tan absurdo, porque hay una escala de valores para ellos que no es lógicamente la nuestra, pero tiene su funcionalidad en la memoria. ¿ Por qué hay historias que siguen siendo creíbles a estas alturas, y por eso se siguen cantando, y por qué otras son ya tan inverosímiles, tan fuera de contexto o de la ideología, que se van expulsando del repertorio, porque no tiene sentido cantar algo que no se entiende, que no llegue a uno? Es decir, que además de buscar muchos textos, yo creo que también es importante sentarse y hablar de cómo, de cuándo, de qué opina usted de esto, de qué le gusta más de lo que me ha cantado. Eso es también lo que estoy buscando para poder seguir haciendo trabajo de campo. Yo sé que no voy a aportar nada nuevo al romancero, porque aquí estáis todos vosotros, que tenéis otro tipo de preparación. Yo quiero seguir disfrutando de la encuesta, ensanchando el panorama de lo que esta gente me puede dar, no solo en materiales, sino también en puntos de vista. Esto me parece muy importante, porque fijaros, un canto de siega es imposible cantarlo ya si se está segando con una cosechadora. Entonces, ¿ la tradición oral va a desechar ese romance y esa melodía o va a seguir atesorándolo porque tiene para ellos otros valores, aparte de hacer más liviano el trabajo de la siega? Por ejemplo, cuando yo pregunto « ¿ Machacando lino cantaban? » , y el lino no se hace manualmente desde hace cincuenta o setenta años. Y me contestan: “ Sí, sí, sí, pues se cantaba, pero cuesta mucho, cuesta mucho”. Sin embargo, el romance de El prisionero, que se cantaba en la Fiesta del Mayo en muchos pueblos de Madrid, aflora aunque la fiesta ya no se celebre o aunque ya no se cante. ¿ Por qué? ¿ Porque se ha asociado en la memoria a la idea de fiesta, que es más placentera, que la de estar machacando lino con una maza de madera? ¿ Porque gusta más el texto o la melodía? Porque los dos están en desuso, pero al uno soy yo el que tengo que sacarlo, mientras que el otro me lo ofrecen. Estas son las cosas que yo me planteo ahora respecto a la encuesta de campo. Maximiano Trapero A continuación, Fernando Gomarín, que tiene su sede en Cantabria y que allí es donde ha hecho su principal labor recolectora, pero que también ha sido recolector en media España con el Seminario Menéndez Pidal. Fernando Gomarín © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Bueno, yo no tengo recomendaciones que dar, mucho menos de carácter técnico; sobre técnicas de encuesta, me las estoy dando todos los días a mí mismo, para aprender. Así que contaré algo de mi experiencia personal. Yo empecé en el sesenta y nueve a recolectar de forma individual, y nunca había trabajado colectivamente hasta el ochenta con el Seminario Menéndez Pidal. Las técnicas son muy diferentes y exigen formas de intervención muy diferentes. Creo que se ha generalizado mucho en estos días en lo de la encuesta rápida, pero yo he tenido la experiencia de encontrar a informantes, a veces excepcionales, y repetir la encuesta en seis, siete sesiones, no en un mismo mes, sino a veces en años consecutivos, y la recolección se iba enriqueciendo con nuevos temas. En los ochenta ha cambiado mucho el interés por la recolección, ha incidido mucho todo ese movimiento folk, ese gusto por la música tradicional, por la música popular. En los sesenta no se echaba nadie al campo buscando estas cosas, pero en los ochenta, en cualquier sitio o localidad importante surgía un grupo denominado folk, unos chicos que se juntaban con una guitarra, con una flauta de pico, etc. y recorrían las ciudades dando pequeños recitales. Con esto surge el empezar a entrevistar a sus parientes, abuelos, la gente más cercana y luego marcharse a otras zonas, buscando ese repertorio. Es lo que se ha dado en llamar ─ o han denominado ellos ─ « revitalizar el folclore » . Ahora nos encontramos con una problemática doble. Nos encontramos con que al ir a entrevistar o encuestar resulta que nos están cantando cosas que ellos cantaron en su día, que otros han recogido, que lo han devuelto mediante el disco y volvemos a encontrarlo de otra forma todavía transformado y bastante bastardeado en su forma original, si es que interesa tanto, por ejemplo, como en el caso de la ejecución rítmica, melódica, como apuntaba Max Trapero. Y nos encontramos con que estamos a veces ante un fantasma, hay gente que a pesar de tener televisión, a pesar de tener aparato de radio, tiene muy claro lo que es su tradición dentro del seno familiar, lo que aprendió de sus padres y sus abuelos. En el año 69, en la entrevista de Cantabria, también pudimos observar hasta un cierto grado de especialización, que no es nada nuevo. Cada uno de nosotros probablemente nos hemos encontrado entre el depositario responsable, podemos decir, que tiene memoria familiar, que sabía cuál era el repertorio del abuelo y cuál era el de su madre, y efectivamente había una gran diferencia entre los temas del abuelo y los de su madre, esto lo hemos podido ver todavía en los Valles de Igueña. Quiero decir con esto que la encuesta hoy es muy diferente, todavía sigue apareciendo algún informante excepcional, como ha sucedido en Liébana. Por muy batida que esté la zona, siempre te encuentras con alguien que en ocasiones anteriores permanecía fuera, y que vuelve con ese sentimiento de morir en el pueblo, de permanecer cerca porque se encuentra enfermo, etc. El caso es que para mí es muy diferente esa recolección de mis primeros años de encuesta a la de los años ochenta y noventa, por la incidencia que ha tenido en los informantes la tradición « reciclada » por los artistas y grupos folk que tan de moda se pusieron. En fin, ya digo que no puedo dar ningún dictado, pero participaré en la conversación si surge alguno de estos temas en el coloquio posterior. Maximiano Trapero Ahora tiene la palabra Antonio José Pérez Castellano, miembro de la Fundación Machado y encuestador de romances en Andalucía. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Antonio J. Pérez Castellano Quiero decir, en primer lugar, que encuestar en Andalucía es diferente a encuestar en otras zonas de la Península, en el sentido de que las localidades son muy grandes y eso conlleva muchas dificultades para encontrar al informante, se hace muy complicada la tarea de iniciar los contactos, algo diferente a otras zonas peninsulares. Después quisiera insistir otra vez en el interrogante ¿ debemos tener más medios técnicos?, ¿ debemos renunciar al uso del vídeo?, ¿ se debe encuestar solo con grabadora o es necesario plantearse utilizar otros medios técnicos? Después, el tema de la encuesta, ¿ buscar solo romances o buscar otros géneros tradicionales e intentar reflejar el entorno, su contexto social, , cómo vive el romance? Yo cuando estoy encuestando, muchas veces tengo la sensación de estar exprimiendo al informante para que lo diga todo y después de terminar la encuesta digo “ Bueno, perdí la oportunidad de preguntarle por otras muchas cosas”. Pero el problema es que por un lado cada vez es más difícil encontrar tiempo para encuestar, y uno debe renunciar a preguntarlo todo y a recogerlo todo, pero indudablemente hay mucho que dejamos atrás y que no estamos recogiendo. Quiero traer algo más a esta mesa redonda, la importancia que puede tener el uso del medio escolar como elemento de búsqueda y acercamiento al romance. Volviendo a la primera idea de que el medio andaluz dificulta mucho la localización de informantes, a nosotros últimamente nos está dando buen resultado un método que ha implantado mi compañero Manolo Fernández, que está allí sentado, y que consiste en elaborar una pequeña encuesta, muy simple de contestar, que se distribuye en un centro escolar a todos los alumnos, y ellos hacen un primer rastreo de búsqueda de informantes, y eso posibilita que cuando el equipo encuestador llega a la localidad haya una primera selección de los posibles informantes de romancero. Y ello conecta con otro aspecto que el Prof. Trapero trataba antes, que es la valoración del género romancístico en el medio social. Los alumnos descubren que sus padres, sus abuelos, sus familiares, conocen algo que interesa en el medio escolar y eso supone para los alumnos algo muy interesante y para los informantes también, porque descubren que son importantes para el centro escolar de su hijo o de su nieto, y todo ello provoca una cierta revitalización de los géneros tradicionales en esa localidad, muy pequeña, pero cierta. Estas son las dos cosas que quería exponer. Maximiano Trapero Y finalmente, Javier Asensio, que procede de La Rioja, que ha publicado muy recientemente un Romancero de la sierra riojana ( 1999), una zona que estaba bastante inédita en el panorama de la recolección del romancero peninsular, y un autor que, por lo que yo sé, es bastante recién llegado al mundo del romancero, así que bienvenido y cuéntanos tu experiencia. Javier Asensio La zona que yo he estudiado es una zona de sierra, al sur del Monasterio de Valbanera, en el alto Najerilla, entre las sierras de la Demanda y de Cameros. Llevaba trabajando en esa comarca bastante tiempo, aunque en tareas más del tipo folclórico, como bailes, canciones, instrumentos, tradiciones, leyendas, etc. Y esto ha sido como un comienzo, un punto de partida para seguir explorando el romancero en La Rioja, que es un sitio fabuloso para explorar. Esto tiene un aliciente importante, y es que pueden darse sorpresas conforme vas avanzando y preguntando, porque existe una geografía del romancero aún sin conocer. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Como aquí se trata de preguntarnos por el trabajo de campo, quiero hacer unas reflexiones con mi experiencia, que son coincidentes o similares a las que hasta ahora se han expuesto. Cuando llego a un pueblo a preguntar por romances, normalmente no tengo un hilo conductor sobre a que persona ir. Muchas veces, si preguntas a alguien de una asociación cultural del pueblo sobre personas que puedan saber romances, siempre tienden a llevarte a una persona que hayan sido proclives al tema de rondas, generalmente hombres, pero no a esa señora que está humildemente en su casa, en sus labores domésticas, y que es la que recuerda los romances de su madre o abuela. Lo más idóneo, por supuesto, es encontrar a esa persona que sabe romances, que sabe lo que tú preguntas y que está dispuesto a contártelos, está una hora y pico contando romances y al cabo de ese tiempo dice “ Ya he terminado, no me sé más”. Y la situación completamente contraria es la de aquella persona que crees que puede saber algún romance, y ni sabe ni recuerda nada, y aunque su disposición sea buena, no da más de sí. Sí es verdad que se pueden explorar otras partes del repertorio, infantil, de cuentos, etc. que también es importante, y creo que los que nos dedicamos a esto no nos centramos exclusivamente en la cuestión del romancero. Entre estos dos extremos, están un montón de posibilidades intermedias, que son las que hay que aprovechar. La Rioja es una provincia que ha sufrido muchos procesos de modernización, es una comunidad de las de renta per cápita más alta de España, y toda la cuestión de la cultura tradicional se está perdiendo, olvidando. Entonces, lo más normal es una situación intermedia en la que la gente recuerda los romances pero como algo lejano, como algo que escuchaban a su madre hace cuarenta años en las labores domésticas, en cualquier situación íntima o familiar, y el trabajo de encuestación es ─ lo habéis vivido la mayor parte de vosotros ─ peliagudo, en el sentido de que hay que preguntar por temas, hay que darles señales, hay que darles comienzos de romances, versos intermedios, etc., para ir recomponiendo. Eso requiere a veces más de una visita, ese proceso que ya se comentaba antes de varios procesos de encuestación. Ayer José Joaquín Dias Marques hablaba de un tema importante, que es el proceso de evolución o de transmisión del romancero, el proceso de memorización, cómo se aprende el romance, es fundamental a la hora posterior de transmitirlo. Una línea de investigación muy interesante sería conocer cómo se producen los procesos de variabilidad del romancero, de tal manera que un romance mal aprendido, en cuanto al texto se refiere, puede rememorarse por los episodios más llamativos. Y esos hechos son los que pueden favorecer la variabilidad de un romance en el transcurso del tiempo de un romance. Yo lo que me encuentro en La Rioja es que hay que preguntar “ ¿ Y que pasó en medio, o después, o antes?”, es decir, que hay que recomponer y recomponer facilitando al informante esos esquemas intermedios dentro del romance. Todo esto, evidentemente, sin llegar a que la pregunta influya en la posible respuesta del informante, porque queramos que no, los informantes tienen la idea de que su texto corresponde a un modelo y que ellos lo que saben es una variante del modelo, pero imperfecta. Por eso es importante no insistir, no llegar a manipular la información que nos da el informante. Maximiano Trapero Muy bien. Con ésta son tres las mesas redondas que llevamos efectuadas, y creo que cada una de ellas ha tocado una fase diferente del proceso en el conocimiento y estudio del romance. Ésta sería la primera fase, la de la encuesta, después vendría la del estudio, también la de la clasificación, y por último la de la edición. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Es verdad que cada una de estas tres fases reseñadas ( y otras quizás), pueden tener sus propios especialistas. Es muy difícil encontrar el hombre ideal para cada una y a la vez para todas las fases del romancero. Por el contrario, hay hombres que, como acaba de manifestar Chema Fraile, lo mejor que saben hacer y lo que más les gusta es la encuesta. Hay otros que no gozan con la encuesta, porque exige condiciones que creen no poseer y sin embargo gozan extraordinariamente con el estudio del romance, con la identificación de las versiones orales, con los antecedentes históricos, etc. Y en fin, hay otros especialmente capacitados para la edición de los textos, tarea nada fácil, por otra parte. Naturalmente, cada una de estas tres fases es necesaria, y buscar una especialización en cada una de ellas es muy conveniente. Pero creo que la especialización en la encuesta no tiene ninguna ciencia, más bien exige una disposición extraordinaria a compartir con ese anónimo personaje que llamamos « informante » una experiencia de vida. Y como todos o casi todos los que aquí estamos hemos tenido esa experiencia de vida, abrimos el turno para que oigamos las otras experiencias o para lo que ustedes crean conveniente en cuanto a ampliar o rectificar lo que hasta aquí se ha dicho. Ana Valenciano Solo os quería hacer una pregunta a los cinco. ¿ Hasta que punto toda esa información de dónde, cómo, de qué forma se aprendió, que cada uno habéis expresado, os parece que afecta a la versión esencial de un texto, de un romance? Fernando Gomarín ¿ La información adicional al romance? Ana Valenciano ¿ Cómo incide lo que llamamos contexto en el resultado final del texto romancístico? Fernando Gomarín A mí nada más se me ocurre ahora el punto que atañe al informante y los movimientos dentro de un territorio. Luego, la paridad, las concomitancias que puede tener con otras versiones alejadas de ese punto geográfico, como se da el caso muchas veces, informantes que se mueven o los descendientes de otros informantes que han estado trabajando por una ocupación muy especializada, etc. Por ejemplo, en Cantabria nos encontramos a familias que se han ido a Asturias o a Palencia y han transmitido no solo los romances, sino todo tipo de tradición cultural, por ejemplo, los “ ojaranquillos”, el “ ojanca”, un ser mitológico exportado del robledal, de la espesura del bosque del roble de Cantabria a un pinar de Castilla, que supone casi un oasis dentro de toda la Meseta. A mí se me ocurre ese punto, la importancia que tiene luego cuando te encuentras con paralelismos muy contundentes, asuntos que no conocemos mucho. No conocemos mucho ese aspecto de la geografía folclórica en el sentido del movimiento de los individuos, de los portadores. Ana Valenciano © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 ¿ Y eso no podría reflejarse en la tipología de los textos? Fernando Gomarín Sí. Pero si no tienes esos datos del informante... Imaginemos que tenemos dos romances, dos temas muy curiosos, muy raros, en los que coincide una serie de elementos que no tienen otras versiones en el resto de la Península, y qué casualidad más extraordinaria. Resulta que luego descubrimos que una señora que tenía un fragmento de la Merienda del moro, su padre era de Arenas de Cabrales, por ejemplo, pero marchó a Palencia, y te encuentras en Santa María de Redondo otra versión de ese romance que está emparentada con la tradición de Arenas, pues ya está, si bien culturalmente es el mismo área, administrativamente se entendería que eso aparece en el romancero de Palencia. José M. Fraile Yo creo que para eso está la geografía del romancero, que no engaña, es como la prueba del algodón. Si yo en Madrid mañana me encuentro el Sueño de Doña Alda, aquí pasa algo. Yo creo que al texto no le influencian en absoluto, en eso tienes razón. A la persona que lo que necesita es textos para trabajar con ellos sobre la mesa o en la memoria del ordenador, prácticamente la da igual. Ahora, yo he empezado diciendo que es una cuestión de supervivencia, de que yo pueda seguir haciendo ese trabajo, porque en Madrid ya no me voy a encontrar sorpresas. Sobre el tema de la ocasionalidad del romancero creo que se ha tratado muy poco y verdaderamente desde que Don Ramón hizo lo de Cómo vive un romance, poquito más. Pero aparte de eso creo que si yo quiero seguir echándome al campo, a los pueblos o a la ciudad de Madrid, y entrevistar gente, tengo que buscar otros enfoques a la encuesta, porque sorpresas ya nos vamos a llevar muy pocas. Entonces, seguir recogiendo diez Gerineldos más en Madrid, que lo único que va a pasar es que en vez de decir “ galán pulido” diga “ galán bonito”, porque en ese momento la señora no se acuerde de la palabra “ pulido”, porque ya no la usa... Bueno, sí, eso no te va a abultar más que una cinta más en el cajón, no está mal, pero no va más allá. Pero creo que ya hay que ir por otros lados, esa es mi opinión. Hay áreas poco conocidas; por ejemplo, yo creo que América es un área donde todavía hay mucho que hacer, incluso algunas provincias de España. Pero en general yo no sé si me dais la razón, que tenéis un poquito más de experiencia que yo en el tiempo, ya estamos como en las rebañaduras. Y ahora con lo que creo que hay que tener mucho cuidado es con los gazapos, porque aparte de lo que ha dicho Fernando de las vueltas a entrar en la tradición que no son engaños manifiestos, sino que la gente te lo canta con toda su buena intención, también te estás encontrando cosas que, bueno, parece como si el romancero no diera más de sí, pues vale, vamos a tocar cositas nuevas. No sé, pero de lo tradicional, verdaderamente yo he tocado fondo en mi provincia. Son doscientos pueblos y me quedan como unos veinte por ir, que no he puesto el pie, lo reconozco, pero creo que ya no me van a dar muchas más sorpresas en temas, en variantes... José Joaquín Dias Marques Yo no sé, pero creo que sobre lo que preguntaba Ana era sobre la influencia de la información contextual sobre el texto del romance. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Ana Valenciano No, me planteo si el texto literario se ve afectado, como tal discurso poético, porque una versión sea cantada, porque fuera para arriba o que fuera para abajo, o se cantara en ese momento, lo que se hace cuando se contextualiza... Estoy hablando de una versión cantada por un padre o un señor del pueblo que tiene ochenta años, que ha sido segador y ya está retirado, o de la tradición de una mujer que también es del pueblo, que tiene ochenta años, que oía a su abuela mientras estaba en el mismo pueblo, en la misma zona. Si todas esas informaciones, que me parecen interesantes en el momento de la encuesta... Mi única pregunta, sin ningún tipo de valorización, era si a los que habéis opinado en una dirección os parece que eso afecta a una versión o a otra. Maximiano Trapero Quiero decir algo respecto a la pregunta de Ana, y recurro a mi experiencia en Canarias. Sí, pero en determinados casos, y creo que en casos muy concretos. Y recurro a La Gomera. En La Gomera los romances se cantan, todos, y además colectivamente, con el sistema del estribillo, que es una de las características fundamentales de alguna de las Islas Canarias, no de todas. Pero además los romances se bailan todavía, todos los romances, desde los épicos hasta los novelescos, incluso los de temática festiva. Y quiero dar la noticia al Prof. Deyermond, que esta mañana nos habló del romance fronterizo Río Verde, Río Verde, que ese romance también se sigue cantando y bailando en la isla de La Gomera en una versión, desde mi punto de vista, con lenguaje más épico incluso que la del siglo XVI. Pues bien, no digo ya informantes diferentes, sino un mismo informante, cuando en la soledad y la quietud de su casa recita, por ejemplo, el romance de Lanzarote y el ciervo del pie blanco, lo dice de una manera, pero cuando está cantando en la colectividad lo dice de otra, con variantes muy notables, y los recursos paralelísticos que usa cuando canta son novedosos y múltiples. Claro, repito que es un fenómeno muy concreto y particular de La Gomera. Fernando Gomarín Es que ese romance está hecho para ser bailado y cantado colectivamente, entonces si grabas solo al señor, le estás sacando de su entorno. Pero lo que Ana dice es cuando ella graba Valdovinos, la señora se lo va a cantar igual cuando la coja a traición en la calle que sentada en la mesa. El texto es igual, otra cosa es cuando, por ejemplo, coges un romance de segada, no te lo va a cantar igual el señor solo porque no tiene quién le responda, no puede alentar igual, le has sacado de su contexto. Pero el romance, digamos, de canto de velada, que es el ochenta por ciento del romancero, no nos engañemos, la utilidad del romancero es fundamentalmente un canto de entretenimiento. Giuseppe di Stefano El problema que propongo es qué investigar hoy en el campo. Yo no tengo ninguna experiencia, pero es muy interesante lo que se dijo aquí esta mañana; hace años que leo y escucho con muchísimo interés lo que dicen los que escriben y realizan con extraordinario cuidado, gran preparación y gran éxito, las encuestas de campo. El problema de fondo es hoy, al final del milenio, con la situación que más o © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 menos todos lamentan, es seguir investigando el romancero en el campo y dentro de qué concepto hay que hacerlo. O sea, ¿ es posible seguir todavía estudiando únicamente el romancero o hay que ampliar hacia una investigación de lo que es la cultura tradicional, popular, poética, literaria, prosa o poesía? Es, en cierto sentido, el problema de fondo que desde algunos años va presentando Luis Díaz, pero lo hace de una manera excesivamente polémica, improductivamente polémica, y sobre todo asistemática. Pero el problema de fondo es ése, si es oportuno, si conviene desde el punto de vista de la historia de la investigación de las tradiciones culturales, seguir centrándose todavía exclusivamente en un género, en una forma particular de texto o no conviene ampliar los puntos de vista. Yo he apreciado mucho lo que decía Fraile, pero siento un poco que haya vuelto a repetir que él está ampliando para seguir sustentando su interés y gusto por la investigación. Se ve casi obligado a ampliar el campo para seguir cultivando su hedonismo, según sus palabras. Yo creo que ha sido un poco de modestia en este sentido, o un poco de atrevimiento. Es un interés cultural, es éste el punto. Es evidente que todo lo que se puede saber del informante tiene que ser utilizado productivamente. El problema de Ana no es el problema de Ana, es el de amigos compañeros y grandes investigadores del Seminario Menéndez Pidal, y que no es un problema, es una línea de investigación que ha obtenido resultados excepcionales, gracias a los cuales nosotros estamos aquí hablando, hemos trabajado y nos hemos interesado por el romancero. Pero hay que admitir que, y quizá entre dentro de la productividad de esta línea, cerrado a cualquier sugerencia, y no me refiero a las malditas sugerencias de los individualistas... No, me refiero a las sugerencias que vienen de la gente que se ocupa de las tradiciones populares en España, un país donde ha habido siempre un gran interés hacia la investigación de campo, en el ámbito de la lingüística, de la etnografía y de la cultura tradicional, material, desde los años veinte. Yo creo que habría que volver, en cierto sentido, a los orígenes, a aquel tipo de investigación más amplia que se refleja, por ejemplo, en algunos de los atlas lingüísticos etnográficos, en los cuales España ha sido siempre uno de los pioneros, y lo sigue siendo, exportando experiencias y especialistas en países de Hispanoamérica y otros países, y ofreciendo modelos. El Atlas Lingüístico del Mediterráneo, por ejemplo, que está dirigido por españoles, o los Atlas Lingüísticos y Etnográficos de Alvar. Y entonces por qué no contextualizar en este sentido la investigación sobre todo en esta época, volviendo a lo que dice Fraile, que se va descubriendo una cierta improductividad de la tradición romanceril. Siempre se van a ir escuchando razones sobre lo poco que se va a encontrar y lo repetitivo que es. Efectivamente sería muy interesante. Ana plantea el problema ¿ de qué me sirve esta información para el texto? Ana Valenciano No, no, perdona. No he dicho en ningún momento ¿ para qué me sirve?, sino una pregunta constructiva: ¿ en qué medida os parece que afecta toda esta información al texto? Respeto muchísimo el trabajo que están haciendo todos, lo que cada uno escribe o le da tiempo de hacer, a lo mejor no le ha dado tiempo para ir haciendo otras cosas. Pero esta es mi posición: cuando me encuentro con un texto literario que he recogido y trato de estudiarlo, tengo que saber hasta qué punto ese texto fue aprendido en una segada, por ejemplo, si la madre del segador lo había cantado, como decía Chema, en las segadas... En fin, esto está en la línea que yo creía aclarar. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 Giuseppe di Stefano Creo que es importante. Por ejemplo, creo que fue en el Congreso de El Puerto de Santa María, en Cádiz, en que nos mostraron una versión de Amnón y Tamar cantada en la pesca de los atunes. Para nosotros, gente de aula, no de campo, aquello fue una revelación, por lo sorprendente... No me refiero tanto a las circunstancias materiales en las que se ejecuta un canto, en que se canta. El problema que planteaba Fraile me parece que era de otro tipo, no eran tanto las circunstancias materiales, el estar sentado o estar de pie, que puede tener su importancia, porque estar sentado da cierto tono, estar de pie da cierto énfasis. Y hablando con más énfasis se acentúan ciertas palabras, ciertas frases. La percepción que el mundo tiene de esas palabras y frases puede cambiar según esté de pie, detrás del micrófono, grabando o no grabando, sentado o no. Entonces también las circunstancias materiales tienen su influencia, por lo menos para valorar lo que es el placer del informante cuando canta un texto, y creo que es importante saberlo. Pero un texto para un informante tiene un valor ético, puede tener un valor incluso político, depende del tipo de texto, de la interpretación, del tipo de canto que se da a un texto que en ciertas circunstancias políticas puede aludir a algo de la contemporaneidad. Esto es importante. Si se estudia el texto para reconstruir lo que puede ser la trayectoria textual de un romance a través de los siglos, muy probablemente sirve para poco. Pero si el texto se estudia dentro de la cultura popular, tradicional, le da utilización. Si se da un protagonismo mayor como portador del folclore respecto al interés del estudioso, toda esta información es esencial. Y el problema es éste, que nosotros a veces hacemos prevalecer lo que son nuestros intereses, tanto si nos ocupamos de la tradición antigua como de la moderna. Y entonces, y con esto concluyo lo que planteaba al principio, el problema es cuál es el ámbito de cultura que nosotros estudiamos, cuál es el campo de estudio al que nos queremos dedicar. En este sentido creo que agregar a un equipo de investigación el problema de que si las encuestas deben registrar la música o no... Claro, en la música hay una gran tradición, pero también de las variantes dialectales, el problema de los acentos, de la grafía en el texto catalán... Las encuestas deberían organizarse como una tarea interdisciplinaria. Pero hay que saber primero cómo montar encuestas interdisciplinarias, programadas, financiadas por organismos gubernamentales regionales, de las regiones. Ocurre en España más que en otras partes de Europa, que financian estas investigaciones. Y entonces el equipo debe tener un investigador del romance o de la cultura tradicional popular, un dialectólogo, un etnomusicólogo. Se recogen estos materiales para que sea efectivamente representativo de lo que es el conjunto de la cultura popular. Fernando Gomarín Quería decir que no hay ningún indicio de que no se haga en el romancero. De toda la gente de hay aquí con experiencia de campo, será rara la persona que no haya recogido otro tipo de materiales, de hecho están apareciendo ahora, con gran profusión, los repertorios narrativos, todo la lingüística que está apareciendo sobre la tradición oral, más que en años anteriores. O sea, que en el campo se están recogiendo muchísimas cosas. Es una pena que no esté hoy aquí Pedrosa, pero en una encuesta todos sabemos que, aparte del romancero, se están recogiendo cuentos, muchísimos materiales. Luego, lo que Giusseppe acaba de decir es lo ideal: un equipo superespecializado con las técnicas más modernas, incluso de carácter material. Pero parece que no queda claro que el que sale a por el romancero recoge mucho tipo de información, que luego pasa a otros colegas, a otros colaboradores o a alguien que tiene © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 mucho más interés y preparación para estudiarlo. José M. Fraile Voy a hablar mucho, porque me voy esta noche y tengo que aprovechar, sobre lo que he dicho de abrir otras vías, porque efectivamente ya estamos tocando fondo, estamos en las rebañaduras y hay que atacar. Y sobre todo creo que nunca hay que descartar a un informante cuando se tiene tiempo, porque cada informante puede ser una puerta nueva a otros géneros. Pero claro, uno no tiene que saber de todo y todos sabemos que encuestar requiere saber casi más que el informante. Entonces saber muchos argumentos de romances, de poesía infantil, ya es saber mucho. Pero otra cosa que quería decir y que me parece que viene a raíz del problema o de la cuestión que ha apuntado Max, y al hilo de lo que ha dicho Ana, de que el texto varía, es que la gente que nos hemos dedicado al trabajo de campo y a la publicación de romances somos de un origen muy variopinto. Yo no soy filólogo, no soy dialectólogo, y al que le interesan mucho los textos se pregunta lógicamente si el texto va a variar si el informante está sentado o de pie. Imagino que a un sociólogo eso sí le importará, porque fijaros, me comentaba Susana Weich- Shahak que un judío excéntrico, de estos que tenían muchísimo dinero, estuvo pagando a un equipo de investigación para que hiciera fotos a las informantes mientras cantaban, y filmándolas en vídeo. Entonces ella decía, “ Bueno, oiga esto no...”, pero sí, porque a lo mejor cuando dice lo de “ Le hirió navajita aguda” la señora pone la cara así o de otra manera, hasta en eso. El problema es que como a mí me gusta muchísimo la música, pues siempre he puesto atención a eso. Recuerdo que en el Seminario, Jimena me decía “ Eres el único que cantas”, y es que yo estaba todo el día machacando “ Viva Algete”, cantando. Y sin embargo yo a lo mejor no me paraba a ver si se escuchaba clara la ─ e paragógica del final de una versión, que a un lingüista le interesaría muchísimo. Lo que acaba de decir ahora Di Stefano de hacer encuestas interculturales estaría muy bien, pero para eso, claro, tendría que haber un sociólogo, quizá un psicólogo, quizá un filólogo... Yo creo que el origen de que cada uno arrime el ascua a su sardina es porque somos un grupo muy heterodoxo, muy variopinto. Entonces, ¿ cómo yo voy a hacer un comentario de los romances que publico, un párrafo de veinte líneas sobre las variantes dialectales de la palabra “ hogaza” o “ fogaza” o “ fuguaza”, si no lo sé hacer? Puedo decir que hay una dominante mayor, que está en modo de “ fa”, que la siega se hacía con hoces de sierra o de corte, que también interesa. Pero no todos tenemos la misma preparación, porque aquí no ha habido una carrera que sea el estudio de la tradición oral. Maximiano Trapero Muy bien, quiero concluir esta Mesa agradeciéndoles a todos su participación. Y como estas reuniones sirven no solo para vernos las caras, sino también para intercambiar nuestras publicaciones, aquí pongo a su disposición tres libros y unas cintas. El libro que antes mencioné En busca de romances en La Gomera, un librito sobre el Romance de Virgilios, otro sobre los Romances religiosos en Canarias y las cintas que acompañaron al I volumen del Romancero de Gran Canaria. Muchas gracias a todos. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2008 |
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