Almogaren XXX / 1999 Vocklabruck 1999 321 - 328
Malika Kathir
La cuestión del parentesco de la lengua guanche:
breve estudio de dos contribuciones del siglo XIX
On ne rescusite pas les horizons perdus.
Ce qu'il faut c'est définir les horizons nouveaux.
M. Mammere, "Le banquet".
Actualmente, se reconoce de modo creciente que el estudio del sistema de
comunicación de los aborígenes canarios, aunque difícil, es un camino seguro
que nos puede ayudar a profundizar en los secretos de la población insular
primitiva. Se trata de una vía metodológica utilizada ya desde el siglo pasado,
pero las investigaciones realizadas entonces se caracterizan especialmente por
ser obras de aficionados, no especialistas o especialistas en otras ramas y en
ningún caso lingüistas. Todos ellos han tratado la cuestión enfocándola bajo
diferentes ángulos con el fin de aportar, cada vez, una tesis diferente que
pudiera desentrañar los enigmas de la lengua isleña y esclarecer sus muchos
puntos oscuros. Esta boga del diletantismo lingüístico hizo que la historia de
la lengua se haya repetido varias veces, y que el pasado isleño se haya planteado
también de maneras diversas y abstractas. Hoy día, las múltiples
hipótesis que surgieron en esta época siguen abiertas pero todo indica que
hubo un cúmulo de errores que ha impedido que se hayan alcanzado resultados
satisfactorios.
A nadie se le oculta que la lingüística prehispánica canaria, con la historia
particular del Archipiélago como fondo, ha surgido en una situación y con
problemas de distintas dificultades en comparación con otros estudios de
lenguas. Con respecto a este punto, tres grandes obstáculos han impedido la
realización de estudios rigurosos en este campo. En primer lugar, tenemos la
escasez del material lingüístico que nos llegó en una forma corrompida y muy
aislada; en segundo lugar, la penuria de documentos precisos sobre rasgos
específicos del idioma. Todo lo que sabemos proviene fundamentalmente de
las primeras crónicas de la conquista o de los clásicos de la Historia de
Canarias. Esas fuentes aunque han dejado algunas noticias sobre esta
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población, sin embargo son un legado bastante pobre e incompleto y donde se
hallan algunas contradicciones que adoptaron muchos estudiosos del pasado
isleño sin un examen detenido. Y en tercer lugar, tenemos la recopilación de
las voces supervivientes; actividad que aún sigue; y que ha sido, en muchos
aspectos, negativa para esos estudios por la mera razón de que " ... en el siglo
XIX, todos los compiladores ambicionaban poder demostrar que habían
reunido algunos cientos palabras más que sus antecesores, aunque fue a base
de recopilar errores de copias" (D. J. Wolfel 1996: 56). El conjunto que formaron
esas bases, sobre las cuales se forjaron los inicios de los estudios de la
lengua isleña, ha generado una cantidad de errores que se advierten en diversos
estudios independientemente de la fecha de su elaboración, o sea en estudios
tanto actuales como anteriores.
No obstante, ya desde los finales de la última centuria empezó esta labor a
tomar una dirección más provechosa que ayudó a abrir nuevas perspectivas
para los estudios contemporáneos. Contamos actualmente con tres obras
maestras que constituyen una buena referencia para los interesados en el tema:
A Study oí the Ancient Speech oí the Canary Islands de John Abercromby,
Historia del pueblo guanche de Juan Bethencourt Alfonso y por último los
Monumenta Linguae Canaria de Dominik Josef Wolfel, que aportaron
material, metodología y nuevas perspectivas que influyeron en la totalidad de
los trabajos contemporáneos. Asimismo, las actuales investigaciones reflejan
una seria preocupación por elaborar nuevos enfoques que permitan el análisis
de lo que quedó del habla isleña y fijar algunas leyes que comprueben las tesis
posibles. Los resultados que se puedan lograr harán que lleguemos a
comprender la lengua aborigen mejor que antes y no rellenar sus incalculables
casillas en blanco.
En lo referente al siglo XIX, la mayoría de los estudios del habla de los
aborígenes elaborados hasta su última década se desarrollaron bajo las ópticas
ideológicas del historicismo y el comparativismo. Así, los intentos de la
identificación genética de esta lengua tuvieron como fundamento el principio
teórico de dichas corrientes, que consistía en la búsqueda de las bases
primitivas comunes entre diferentes lenguas tomando en consideración
incluso los factores extralingüísticos. Se puede decir que en esta línea
investigadora hubo una inclinación más hacia un "romanticismo" lingüístico
que un análisis científico de la lengua. De aquí proviene, en parte, la escasez
de estudios convincentes. Pero, a pesar de los errores tanto metodológicos
como analíticos, esos estudios deben valorarse como lo hizo F.J. Castillo (1989)
en un estudio de dos trabajos de la segunda mitad del siglo pasado, es decir,
considerarlos como consecuencia de una situación particular que no fue
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propicia para una elaboración correcta de las investigaciones y su desarrollo.
Dentro de este marco disponemos de una variedad de trabajos que, efectivamente,
reflejan de manera general esta tendencia. Citamos los siguientes ensayos:
• 1880: Los aborígenes de Canarias de Pizarroso y Belmonte, obra en la
cual se defiende la idea de la pluralidad étnica y lingüística de las Canarias
prehispánicas.
• 1881: "Estudios sobre la lengua de los primitivos canarios" de Manrique
y Saavedra, artículo cuya teoría de base es el parentesco lingüístico guancheárabe.
• 1886: Los germanos en las Islas Canarias de Franz von Loeher, contribución
muy curiosa que emparenta la población prehispánica insular con los
germanos.
• 1889: La inscripción de Anaga de Manuel de Ossuna, que opta por una
hipótesis púnica.
• 1927: Los antiguos dialectos de las Islas Canarias: su procedencia del
vasco de Isidro Brito.
En el presente trabajo nos dedicaremos a un breve análisis de las tesis de
Carlos Pizarroso y Belmonte y A.MI!- Manrique y Saavedra que, aunque figuran
como trabajos menores, sirven como muestra de la labor investigadora y
metodológica de la última década del XIX. Los dos estudios son interesantes
también por sus respectivas teorías acerca del parentesco del guanche porque
tanto en el uno como en el otro se teoriza sobre la diversidad o la uniformidad
de la lengua prehispánica insular.
En 1880 aparece el ensayo de Pizarroso Los aborígenes de Canarias, en el
cual, al igual que sus antecesores, el autor demuestra una preocupación que
no se limita únicamente a la cuestión lingüística del Archipiélago. Es una obra
compleja y estructurada en diversos artículos dedicados a diferentes temas
relacionados con la etapa anterior a la conquista como la prehistoria y la
etnografía, etc. La teoría de base de este trabajo es la duplicidad racial de los
aborígenes, de su cultura, de sus costumbres y creencias. Así, designa a los
aborígenes por dos denominaciones que se refieren respectivamente a su
origen étnico "Guanche-Aria" y "Guanche-Cananeo". El primer grupo pobló
las islas de Tenerife y La Gomera, mientras que el segundo se estableció en
Fuerteventura, Lanzarote, La Palma y El Hierro. La isla de Gran Canaria fue
compartida entre los dos pueblos, esta fusión étnica, según la opinión del autor,
fue la que dio el nombre de la isla "Cana-Aria" (1880: 48). De este modo, el
autor niega una de las teorías comunes entre algunos historiadores sobre la
procedencia africana de los isleños. Por lo tanto, la presencia de ciertas
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similitudes entre los lenguajes y las costumbres canarias y norteafricanas está
justificada por la corrupción que sufrió el pueblo Cananeo durante su éxodo
pasando por esas tierras.
Tras este breve repaso del contenido de la obra, volvamos nuestra atención
hacia la parte lingüística. En este apartado también, y siguiendo la misma
base teórica, Pizarroso se apoya en la diversidad lingüística de las Islas. La
idea de un origen común de estas hablas no se admite porque las raíces de las
voces canarias muestran una ausencia categórica de cualquier tipo de analogía
entre ellas. Del mismo modo, se rechazan otras teorías sobre el parentesco del
guanche con grupos idiomáticos como el hebreo, el griego, el celta o el árabe.
Además el autor se muestra especialmente hostil a toda teoría que suponga
una filiación africana de las lenguas canarias y en este sentido el parentesco
guanche-bereber, entre otros, está mirado con desinterés y rechazo. Como
pretexto de esta actitud Pizarroso dice: " ... nosotros que vemos que la lengua
beréber, en sus diferentes formas, tiene una pronunciación sumamente dura,
reconocida por todos los lingüistas, dominando en ella la articulación gutural,
mientras que la de la lengua de los antiguos canarios de suyo dulce y parecido
a la pronunciación ligera y melódica del italiano" (1880: 113).
Sobre este último punto, o sea el sistema de sonidos del guanche, ya se sabe
de antemano que es el método menos fiable para el estudio de esta lengua,
como las primeras transcripciones no han sido elaboradas por " .. .lingüistas
doctos en la materia, sino por personas ingenuas que reproducían lo que oían
conforme a sus propios usos lingüísticos" (D. J. Wolfel, 1996: 95), y en consecuencia,
toda teoría que se apoye en este punto está condenada a un fracaso
cierto. Además, las voces prehispánicas no han perdido solamente sus
características fonéticas sino que han sufrido un considerable proceso de
castellanización. Ciertamente , la tarea de una corrección de esas voces es
posible pero, antes de todo, es necesario fijar un modelo que debe seguir esta
operación para no corromper demasiado el único corpus representativo que
tenemos.
En cuanto a la parte dedicada a la lengua isleña, el "Vocabulario guanchinesco"
es una exposición contrastiva entre voces prehispánicas y sus equivalencias
en lengua árabe, cuyo fin es la negación del parentesco entre ambos
idiomas. La lengua de referencia utilizada por Pizarroso es el dialecto
geográficamente más cerca de las Islas, o sea el dialecto marroquí. Como
observación preliminar, avanzamos que numerosas palabras en árabe vienen
transcritas incorrectamente y aunque esos errores no afectan en nada al análisis
llevado a cabo nos revelan la falta de rigor en la elaboración de este estudio.
Teóricamente, es indudable la inexistencia de cualquier tipo de parecido entre
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las dos lenguas, pero el estudio propuesto por parte del autor no incluye ningún
argumento para su rechazo, no sólo de esta teoría sino de las otras. Sus
especulaciones lingüísticas, hasta cierto punto, dejan al lector en una confusión
sobre todo cuando afirma que sólo la búsqueda "de la procedencia de algunas
de estas lenguas canarias en el caldeo antiguo puro ... (y la reconstitución) ... de
la sintaxis y las formas de flexión que les son propias ... " (1880: 115, 154) son
las únicas vías que nos ayudarían en la identificación lingüística de los
sustratos prehispánicos.
De manera general, las reflexiones de Pizarroso no han aportado mucho a
la cuestión de los parentescos de la lengua isleña. Sin embargo, el corpus
presentado, un total de 228 voces, es interesante en la medida que incluye
voces aborígenes nunca señaladas antes, pero también asigna un origen
guanche a voces que no lo son. Nos referimos al estudio de F. J. Castillo y
hacemos nuestras sus palabras: "Von besonderem Interesse ist die Gesamtheit
von Vokabeln, die Pizarroso hier als im Kanaren-Spanisch überlebende 'Guanchismen'
verzeichnet, aber es handelt sich hierbei um ein Inventar, das mit
besonderer Vorsicht zu handhaben ist, zweifellos sind darin vorspanische
Wórter enthalten wie perenquén, tafor, tagasate, tabaiba, orijama, guanil,
asaigo, gánigo, goro, baifo, algaritopa und tajinaste, aber Ausdrücke wie ñame,
toboba, sanguino, tolmo, guelde, ahulaga, garajao und médano ki:innen schwerlich
als einheimisch-kanarisch betrachtet werden" (1989: 157).
La contribución de A. M Manrique y Saavedra "Estudios sobre la lengua
de los primitivos canarios" se publicó un año después de la aparición del trabajo
de Pizarroso y Belmonte en la Revista de Canarias. Aquí, basándose en la
teoría de un posible parentesco guanche-árabe, el autor se ha ftjado como
objetivo comparar un total de 111 artículos (voces, topónimos, expresiones y
sistema de numeración) guanches con voces árabes.
Manrique en la parte introductoria hace una breve alusión al pasado del
Archipiélago cuyos moradores, según su teoría "se encontraban en el país
desde los más remotos tiempos" (1880: 305) ¿Cómo y cuándo llegaron?
Enigma que dejó sin ninguna aclaración. Sin embargo, la tesis que forma la
base sobre la cual se apoyó para tejer su análisis lingüístico es la hipótesis de
la presencia de ciertas afinidades entre el habla isleña y las lenguas
norteafricanas. De este modo, y defendiendo la idea de una uniformidad
lingüística de las Islas; Manrique identifica este idioma como una forma
dialectal del " ... árabe antiguo, pero un dialecto especial que no ha podido ser
aún clasificado" (1881 : 3'ü5). Lo cierto es que el autor no hubiera podido
cometer un error de esta gravedad de saber que en los estudios del idioma
árabe nunca se mencionó la existencia de dialectos con dichas características.
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Aquí no vamos a ir al fondo de esta cuestión, pues no entra en el tema que
tratamos.
En este trabajo el autor optó también por el dialecto marroquí a fin de demostrar
dicho parentesco. El proceso comparativo se basa en la idea de afirmar
el paralelismo entre ambas lenguas partiendo de la transcripción gráfica de
las voces prehispánicas y fonética de las voces arábigas. Por lo tanto el autor
no dejó de mencionar que lo que disponemos del idioma isleño es preciso
aceptarlo con alguna desconfianza por las diversas transcripciones halladas
en los diferentes documentos y manuscritos históricos. Esas variantes o errores
los debemos a las múltiples copias que se hicieron del material lingüístico
prehispánico, añadiendo a eso las modificaciones, correcciones y tal vez
invenciones que se produjeron a lo largo de los siglos posteriores a la conquista.
Por esta razón, cada estudioso encuentra a su disposición un material que
sólo existe en un estado gráfico dudoso y corrupto. Lamentablemente, muchos
son los investigadores que se respaldaron en este punto para llevar a cabo
teorías extravagantes sobre el origen y los parentescos lingüísticos de la lengua
isleña. No dudamos que el material que quedó necesita una crítica rigurosa
para eliminar todas las voces añadidas y las correcciones arbitrarias porque: "
les graphies multiples des mots canariens chez diferents auteurs constituent
un obstacle majeur a une interpretation correcte des vocables recueillis" ( W.
Vycichl 1987: 51). El proceso de la eliminación de las voces intrusas es una
operación que hay que llevar con mucho cuidado porque implica una revisión
de todo el material recopilado y, para ello, es conveniente estructurar un
método que requiere, además de una minuciosa investigación acerca de los
compiladores, otra general del sistema de transcripción español de las lenguas
extranjeras en los mediados del siglo XV.
Apoyándose entonces en la idea de la corrupción gráfica, Manrique
proporciona también en su estudio comparativo unas correcciones de ciertas
voces aborígenes con el fin de afirmar su paralelismo con sus correspondientes
en árabe. En este sentido, como ejemplos ilustrativos nos referimos a las voces
Il'? 43 Chamato y n<.> 90 Punapel que, aunque no son las de más importancia,
nos aclaran de manera general los procedimientos del autor para probar su
teoría.
La primera palabra cuyo significado en las fuentes tradicionales es "el
nombre de la mujer en Tenerife", según Manrique debería estar escrita de la
manera siguiente Chaouiato para justificar su correspondencia con la denominación
de la esposa en árabe. Al igual que en otras ocasiones, Manrique da
para la voz árabe correspondiente la transcripción Za úytu que no corresponde
a su transcripción correcta y que niega cualquier tipo de paralelismo fonético
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con la voz indígena. En cuanto a Punapel, el autor propone una modificación
etimológica, o dicho de otra manera una nueva traducción. El sentido de la
palabra, "el hijo del primer matrimonio de un noble", debería ser "hijo de
nuestro padre" para corresponder con Abuna, "nuestro padre" en árabe. Este
cambio de sentido está justificado por la inexistencia de la consonante p en la
lengua árabe, el autor optó por la posibilidad que los escribanos registraron,
por equivocación, esta voz con un p en vez de la b.
A partir de estos ejemplos se nota que Manrique y Saavedra procede de dos
maneras para establecer paralelismo genético entre las palabras comparadas.
Por un lado acude a una corrección gráfica al notar una casi similitud de
sentido, y por otro lado propone una nueva traducción en el caso de la presencia
de una mínima semejanza fonética. De la misma manera procedió con otras
voces, aunque generalmente no da ninguna justificación sólida que pueda dar
validez a sus teorías semánticas y fonéticas. Así también procedió con otras
voces como: Azuquahe, Quevehi y Menceyy a las cuales asignó los siguientes
paralelos: Assouad, Quebir y Beensaid. Además, este artículo contiene
numerosas palabras en árabe que no tienen ni siquiera ningún tipo de
paralelismo con las voces prehispánicas, y en este sentido el autor dice que " ...
jamas nos atreveríamos a asegurar en absoluto que ciertas palabras o frases
canarias se corresponden exactamente con las del árabe: al apuntar una serie
de ella no nos guía otro objeto que el de hacer ver la notable afinidad que se
advierte entre ambos lenguajes" (1880: 306). Queda por subrayar que el autor
revela que le hubiese gustado elaborar este estudio con otra lengua, o sea el
beréber, pero optó por el árabe por falta de conocimiento de dicho idioma. A
nuestro juicio, esta opción hizo perder al estudio de Manrique toda validez
porque ya se sabía que las dos lenguas , aunque comparten el mismo espacio
geográfico, son totalmente distintas.
En resumen, el deseo de descifrar el enigmático pasado isleño movió a
muchos curiosos a abordar este espinoso tema y la investigación del idioma
isleño, como hemos mencionado anteriormente, se desarrolló en un ambiente
"amateur", por lo que, y hasta la última década del siglo pasado no se
presentaron conclusiones concretas. Por eso, aunque muchos trabajos carecen
en la actualidad de importancia científica, deben considerarse, a lo menos,
como loables intentos dentro del panorama investigador sobre la población
prehispánica canaria.
Lo cierto es que la particularidad del material aborigen exige más rigor no
solamente para su estudio sino también para la elección del material que
analizar. De aquí viene el interés de la Toponimia como el sustrato lingüístico
más privilegiado para identificar la lengua primitiva del Archipiélago. Además,
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es necesario no limitarse únicamente a la cuestión de la transcripción de este
material, sino ver el conjunto del sistema de transcripción de otras lenguas
durante la época de la conquista. En este sentido citamos, como ejemplo, un
documento de 1499 de Gonzalo de Burgos (De Cenival et De La Chapelle,
1935 : 76) en el cual hizo referencia a unos cuantos topónimos del sur marroquí,
cuyas transcripciones han sufrido enormes transformaciones como se puede
comprobar por vía de los registros documentales Ufran, Temenerte, Tagadirt,
Ystique, Yste, Taganut, que en la actualidad son Jfran, Tamanart, Tagadirt, Tizgi,
Icht, Tagmout, etc. De este modo, se confirma que una rigurosa corrección y la
clasificación del material lingüístico aborigen, recopilado o superviviente en
el habla actual, abrirá una interesante línea de investigación en este campo.
Bibliografía:
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Almogaren X, 1, 1989, pp. 152-160.
CENI VAL, P. de, et LA CHAPELLE, F. de, : "Possessions espagnoles sur la
cote occidental d' Afrique, Santa Cruz de mar pequeña et Ifni", Hésperis,
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MANRIQUE y SAAV EDRA, A. M: "Estudios sobre la lengua de los
primitivos canarios", Revista de Canarias, 111, Santa Cruz de Tenerife, 1881,
núm. 70,pp.305-307,núm. 71,pp.329-332,núm. 72,pp.337-340,núm. 73,
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PIZARROSSO y BELMONTE, C.: Los aborígenes de Canarias, Santa Cruz de
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VYCICHL, W.: "Les berberes des iles Canaries", Etudes et Documents
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WÓLFEL, D. J.: Monumenta Linguae Canariae, traducción de M. Sarmiento
Pérez, Dirección General de Patrimonio Histórico, Tenerife, 1996, 2 vols.
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