Hasta 1936 los canarios, tanto en
nuestra capital, como en todos los
pueblos del interior de la isla, eran
muy aficionados a reunirse a determinadas
horas del día; pero, sobre todo,
del atardecer y noche, para pasar un
rato amigablemente charlando, comentando
los azares de la vida
política, local y nacional, según el alcance
de conocimientos de la materia
de los tertuliantes y, en definitiva, pasando
revista a los aconteceres de cada
día o más palpitantes del momento.
Los lugares donde tenían lugar eran
verdaderamente infinitos, pues desde
un simple banco de una plaza pública
hasta el recinto donde un zapatero remendón,
un latonero, un carpintero,
etc., tenían sus centros de trabajo hasta
la terraza o determinadas habitaciones
de sociedades de recreo, todos
eran adecuados y buenos para reunir
unos cuantos concurrentes que, puntualmente,
acudían a una determinada
hora del día, de la tarde o de la noche,
a pasar un rato charlando sobre el eje
central de las aficiones de sus componentes,
que eran infinitas. En unas se
charlaba sosegadamente; pero en
otras, la pasión era la nota imperante
y, por tanto, los tonos de voz de sus
participantes, para darle salida, igualmente,
diferentes, sobre todo, si se trataba
de discusiones sobre gallos, lucha
canaria, peleas de carneros, carreras de
caballos o de botes, en cuyas materias,
a veces, sus integrantes parecían que
iban a hacer que la sangre llegara al
río, en especial si se trataba de tertulias
que se formaban para echar partidas
de dominó, en las que cuatro contendientes
se sentaban en una mesa, dándose
frente en parejas de a dos y comenzaban
sus disputas apasionadísimas,
rodeados de mirones que situados
a sus espaldas observaban las
alternativas de la disputa y que al final
de la misma prorrumpían en apasionadas
exclamaciones en unas de las
cuales se proclamaba la calidad de una
de las parejas contendientes y las torpezas,
a veces, inexplicables, de la pareja
que había salido derrotada de la
apasionada partida concertada entre
sus integrantes, todos los cuales eran
considerados como maestros en el arte
de jugar al dominó y en cuyas disputas,
a veces, si se trataba de noche del
sábado, no era extraño que les
sorprendieran los dorados rayos de Febo
enfrascados, contendientes y mirones,
en las alternativas finales de 1
competición empeñada.
En la farmacia de Vernetta, situada
en el entrante que forma la calle
Muro, de Naciente a Poniente, para
formar un ángulo casi recto con la calle
de Fuentes, al atardecer, durante los
días de la prolongada primavera de
nuestra isla, se formaba una nutrida
tertulia que sacaba sillas del interior de
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8. CONCLUSIONES
-Toma de conciencia por parte de los
responsables de la enseftanza de la necesidad
de obtener más beneficios de los estudios
realizados sobre la dimensión espacial.
-Se aprecia la necesidad de formar a
los futuros maestros de E.O.B. (teórica y
prácticamente en las técnicas de la comunicación
verbal, máxime siendo ellos la fuente
de conocimiento y perfeccionamiento del
lenguaje y de su utilización como medio de
expresión oral y escrita.
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Por último seftalar la independencia de
la valoración de las dimensiones respecto al
sexo del alumnado y a su ubicación geográfica.
-La segunda, estudia la significación
de esa relación de acuerdo, con tal hipótesis
de trabajo.
Entre los resultados más importantes
obtenidos cabe citar la elección de la dimensión
verbal de la comunicación educativa
por encima de las dimensiones ambiental
y física, respectivamente. -Presentar al futuro maestro los me-
La influencia del nivel de estudios se dios y técnicas de la comunicación educatihace
patente en la elección y valoración de va en su dimensión física y ambiental, sus
las anteriores dimensiones como el factor límites y posibilidades en orden a mejorar
más importante a considerar. la eficacia de la enseftanza aprendizaje.
7. RESUMEN
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010
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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010
nar, charlando con toda tranquilidad y
nendo con mesura algunas fases de sus
conversaciones cuando las salpicaba alguno
de los concurrentes con un comentario
agudo, que los había y muy
buenos que luego se extendían por la
cIudad, no pocas veces adobados con
más granos de mostaza que los que su
legItimo autor habia utilízado al hacerlo
entre sus conten ullos.
P~ro de todas estas tertulias y
otras muchas que no es posible citar,
por imperallvos de espacIO, qUlero relatar
solamente tres que liamaron pod~
rosamente mi atenci6n, o sea: la que
celebraba don Tomás Mil/eren su casa
en la calle Triana, que hoy lleva el número
40 donde tenia su comerclO v ohcinas
de sus diversas actividades comerciales
y en la parte alta, su vivienda,
al terminar la jornada de la tarde,
e,; la que entonc~s se colocaba con LOdo~
sm principales empleados y ami!
lOS a la entrada de su vivienda y todos
de pie permanecían, \'lendo pasar la
gente y charjancio, con don Tomás
MilJer en el centro y sus contertulios a
diestra y siniestra, hasta que pasado un
rato, don Tomás MilIer, se despedía de
sus amigos y subía hacia su vivienda.
Para mí siempre fue un enigma el
porqué de esta singular tertulia en tor-
;no de una persona como don Tomás
Mil/er que poseía en Triana un amplio
inmueble con fachada incluso a la calle
de La Marina (hoy Francisco Gourié)"
en el que tanto en lo alto como en lo
bajo, le sobraban dependencias para
acogerse y pasar un rato con sus contertulios
y no todos de pie en la entrada
principal, charlando sosegadamente,
pero más que nada viendo pasar la
gente por las aceras de la calle, que a
aquellas horas del atardecer, comenzaba
a animarse de manera muy notable,
tanto con el elemento joven, como con
el de los adultos e incluso por eJ de señoras
que iban a Triana a esas horas a
ver escaparates, para luego comentar
sus novedades expuestas, sobre todo,
de tejidos y las de las joyerías.
La misma curiosidad despertó en
mí otra tertulia que a esas primeras horas
del atardecer se formaba en la
fachada de las oficinas y vivienda de
don Juan Bordes Claverie, con algunos
de sus principales empleados y varios
amigos, a lo largo de su citada vivienda,
que se encontraba y sigue encontrándose
en Triana, al final, a mano derecha,
de Sur a Norte, antes de llegar a la histórica
iglesia de San TeJmo, en la que
todos sus integrantes estaban de pie, a
un lado y otro de don Juan Bordes,
dando las espaldas al frontis de la vivienda
y mirando a las aceras y centro
de la calle. Igualmente don Juan Bordes,
tanto en las oficinas de la conginación
de la "Cia. Pinillos" de la que era
su representante en Las Palmas, como
en su vivienda en la parte alta, estaba
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sobrado de espacio para reunirse en
aquellos ratos que lo hacía a pie en la
acera derecha de Triana, con sus altos
empleados y amigos durante un rato.
Pero, sin embargo, la última de
esta clase de tertulias que llamó poderosamente
mi atencIón fue una que se
formaba, al anochecer, pero no por un
tiempo prudencial, sino durante horas,
en la calle Muro esquina a la hoy Plaza
de HUrTado Mendoza, donde en la actuaiídad
existe una actividad de asadero
de pollós, por una media docena de
enlutados músicos que permanecían de
pIe, no charlando animadamente, sino
muy quedo y de vez en cuando,
mientras consumian CIgarrillos, en torno
a temas de música o be! canto.
En invierno se acogían a los voladizos
del Kiosco de Quevedo, y en su parte
poniente, salvaguardados de la lluvia,
más o menos intensa, que pudiera
producirse, continuaban aquellos enJutados
contertulios hablando sobre sus
temas musicales hasta la hora de irse a
cenar y después de haber consumIdo varias
horas en tales aquelarres amicales,
severos y comedidos en sus externas
manifestaciones. Incluso la noche en
que en el "Zuleika", su capitáp se empeñó
en meterlo en las inmediaciones de
la Plaza de Mercado, para tomarse un
reconfortante café en cualquiera de sus
establecimientos inmediatos con unos
cuantos churros acabados de salir de la
sartén, confeccionados con materias
primas auténticas y a mano, y no en serie
como ocurre ahora, pude observar a
los integrantes de aquella singular tertulia,
indagar los motivos por los que tantos
curiosos corrían hacia las inmediaciones
del Mercado; pero no abandonaron
su singular tertulia de todos
los anocheceres en sus lugares de
reunión en la Plazuela de Los Patos, según
fuera las estaciones del año natural.
Entonces la ciudad de Las Palmas
de Gran Canaria y sus barrios próximos
tenían un hueco adecuado y, sobre todo,
respetado, para estas diversas formas
de convivencia de sus habitantes,
porque entonces la ciudad era una
muestra de encantadora forma de convivir,
sencilla, humana, inolvidable,
donde cuando una persona daba un codazo
o un empujón a otra, sin querer,
siempre se volvía y decía: "Usted perdone"
y cuando el conductor de un
auto iba por una carretera y advertía a
otro averiado al que su conductor trataba
de poner en marcha, paraba el suyo
a su costado, y le preguntaba al que se
encontraba problematizado: "¿Desea
algo?". y no pocas veces esta pregunta
le costaba unas horas de estar metiendo
el hombro aliado del compañero que se
había quedado a un lado de la carretera
por avería de su vehículo o darle un remolque
hasta la ciudad.
JULIO JURENITO
EL HOMBRE,""Muchas cosas hay misteriosas, pero
ninguna tan misteriosa como el hombre""(Sófocles)
Como ser complejo que es el
hombre, éste necesita de la presencia
de lo misterioso en sus diversas formas
e incluso cuando no las encuentra las
inventa.
Su afán de supervivencia en la
tierra hace que luche constantemente
hasta lo más desmesurado, como bien
nos lo representa el mito griego de
Sísifo condenado a subir eternamente
una enorme piedra a una cima, desde
la que siempre cae, debiendo de nuevo
iniciar la ascensión.
Pero el hombre con ese afán de
subsistir y luchar en medio de una gran
naturaleza al mismo tiempo también se
vale de ella, bien para alimentarse, como
para curarse de sus males e incluso
hasta para vestirse.
Con respecto a la curación, desde
hace miles de años el ser humano utiliza
las propiedades curativas de las
plantas, donde brujos, magos y curanderos
juegan un importante papel. Pero
ese deseo de mejorar la salud
quebrantada es tan antiguo como su
propia existencia y esto ha hecho que
las propiedades curativas de muchas
plantas hayan sido conocidas desde
tiempos muy remotos.
Ya desde la Grecia antigua, Roma,
Persia, etc., atribuyeron a las
plantas un culto tal que las elevaron a
la categoría de auténticas divinidades;
como dato curioso podemos apuntar
que en el año 1.500 a.C., el faraón
egipcio Tutmosis III envió una expedición
a Siria en busca de nuevas plantas
medicinales. En la actualidad, en los
muros del templo d'e Tutmosis, en Karnak,
aún aparecen esculpidas algunas
plantas traídas de aquellas lejanas
tierras. Entre las más apreciadas en
tiempos antaños podríamos citar un
sinfín de ellas, pero como particularmente
curiosas mencionaremos algunas:
a) La col, rka en azufre, ofrece
sus propiedades curativas contra las
afecciones de la piel. El gran estadista
romano Catón el Viejo (234-149
a.J .C.) la empleaba para las erupciones,
las heridas e incluso hasta para
la artritis. Se cuenta de este personaje
que c.ultivó por sí mismo su propiedad
de Tusculum, y en la obra Tratado
sobre la agricultura recogió alrededor
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010