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575 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA: PROBLEMAS Y CONSIDERACIONES PARA SU ESTUDIO COMPARADO* THE RELIGION OF THE LIBYANS OF CANARY ISLANDS AND AFRICA: PROBLEMS AND CONSIDERATIONS OF THE COMPARATIVE APPROACH Antonio Tejera Gaspar** y Josué Ramos Martín*** Recibido: 19 de junio de 2012 Aceptado: 19 de julio de 2012 * Este trabajo se incluye dentro del Proyecto de Investigación Religiones Africanas en la Antigüedad: las culturas libio-bereberes y sus relaciones con las poblaciones fenicias durante el primer milenio a.e. (HAR 2010-20345), finan-ciado por el Ministerio de Economía y Competitividad. ** Catedrático de Arqueología. Departamento de Prehistoria, Arqueolo-gía, Antropología e Historia Antigua. Facultad de Geografía e Historia, Uni-versidad de La Laguna. Campus de Guajara. 38205 La Laguna, Tenerife. Correo electrónico: atejera@ull.es. *** Investigador contratado en prácticas. Programa de Formación de Personal Investigador de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información. Departamento de Prehistoria, Arqueología, An-tropología e Historia Antigua. Facultad de Geografía e Historia, Universidad de La Laguna. Campus de Guajara. 38205 La Laguna, Tenerife. Correo elec-trónico: jdramos@ull.es. Resumen: El estudio comparado de las manifestaciones religiosas de las poblaciones libio-bereberes del continente con las de los antiguos canarios tiene una amplia tradición historiográfica, y se ha fundamen- Abstract: Comparative historical studies of the ancient religious ritu-als and manifestations of the Lybian-Berber populations and those of the first Canary Island populations have been carried out ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 576 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 2 tado en la pertenencia de ambos al sustrato libio-bereber. Sin embargo, apenas se han definido desde el punto de vista teórico y metodológico los parámetros fun-damentales de esa comparación, cuáles son los procedimientos que emplea, sus problemas y sus posi-bles beneficios de cara a una mejor comprensión de los elementos com-parados. Este trabajo tiene el obje-tivo de profundizar en estas cues-tiones, definiendo con mayor precisión el estudio comparado en-tre ambas poblaciones a partir de las herramientas metodológicas y conceptuales que proporciona la disciplina de la Historia de las Reli-giones y presentando, asimismo, el debate suscitado en los últimos años a propósito de la metodología comparada. Palabras clave: Líbico-bereberes, religión, método comparado, Islas Canarias, Norte de África, Protohis-toria. in depth. The studies work from the premise that both the Lybian and the Berber populations share the same roots. However, the basic framework within which to apply a comparative methodology have barely been outlined with mere hints to the procedures, problems and potential benefits of a better understanding of the elements to be compared. The aim of this paper is to delve into these issues in order to attempt to clarify the methodologi-cal premises for a comparative analysis of the religious manifesta-tions of both populations, highlight-ing the main topics of the scientific debate with respect to the compara-tive method itself as of the last few years. We offer new conceptual and methodological tools provided by the comparative studies of the His-tory of Religions. Keywords: Lybian-Berbers, Reli-gion, the Comparative Method, the Canary Islands, North Africa, Proto-history. 1. INTRODUCCIÓN El estudio de la religión de los libios, también conocidos como libio-bereberes, fue tratado desde bien pronto en la historiografía del norte de África, a la que le dedicó un buen número de trabajos, destacando sobre todo los de pioneros, Lucien Bertholon, René Basset, Oric Bates o Stéphane Gsell1, entre otros, que sirvieron más tarde de referencia para quienes han seguido su estela. En todos los casos, los estudiosos han utilizado como base de sus investigaciones las fuentes escritas grecolatinas, que aluden a estos temas, junto con los datos ar-queológicos (en especial sepulturas y estelas) que se fueron do-cumentando desde el siglo XIX a raíz de la labor científica rea-lizada en los distintos países que conforman el área geocultural que hoy denominamos Magreb. Además de esas fuentes, se hizo 1 BERTHOLON (1909-1911), BASSET (1909), GSELL (1913), BATES (1914). 577 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 3 uso de otros criterios metodológicos para su conocimiento, en-tre los que merece destacarse, por un lado, el recurso a las su-pervivencias entre los bereberes contemporáneos y, por otro, la comparación con las manifestaciones religiosas de los antiguos canarios. Siguiendo esta línea, Gabriel Camps, el mayor conocedor de la historia y la arqueología líbico-bereberes, expuso en algunos de sus trabajos que los guanches de Canarias, al no ser ni cris-tianizados ni islamizados, debieron de haber conservado las creencias fundamentales propias de los antiguos africanos a la vez que desarrollaron una religión original2. Con esta reflexión, el profesor Camps pretendía sugerir las posibilidades potencia-les del estudio comparado para adentrarnos en el conocimien-to de las creencias tanto de los libios del continente, como de los antiguos canarios, aspecto que ya hemos manifestado en anteriores trabajos, aunque sin exponer los parámetros funda-mentales de esa metodología. En este contexto, el propósito del presente artículo es pre-sentar una propuesta de trabajo, fundamentada en el método comparado, con el fin de desarrollar este objetivo, exponiendo, asimismo, los principales problemas e inconvenientes, así como los beneficios que se pueden derivar de su puesta en práctica. Creemos que es necesario plantear previamente estas cuestiones y definir con mayor precisión los parámetros de este método, ya que las investigaciones llevadas a cabo en las últimas fechas, tanto en las Islas como en el continente, así como los recientes desarrollos teóricos, obligan a redefinir los parámetros teóricos y metodológicos de partida. 2. ALGUNOS APUNTES HISTORIOGRÁFICOS La comparación entre los libio-bereberes continentales y los antiguos canarios fue ya habitual entre los primeros investiga-dores franceses interesados por las antigüedades canarias, como Sabin Berthelot, René Verneau o César Faidherbe, los cuales 2 CAMPS (1980), p. 196; (1987), p. 145. ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 578 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 4 adelantaron algunas consideraciones que fueron desarrolladas y sistematizadas por René Basset, en el artículo antes citado, en lo que respecta a la cuestión religiosa. El filólogo francés, en su estudio de la religión de los bereberes preislámicos, tomó como fuente de información la documentación etnohistórica y arqueo-lógica de Canarias, que fue considerada como el testimonio material de una comunidad perteneciente a la misma unidad lingüística, algo que también hizo Stéphane Gsell en su magna obra sobre la Historia antigua del norte de África. La búsqueda de los orígenes de los antiguos canarios en las sociedades de ese espacio, sustentada especialmente en criterios lingüísticos y raciales, tuvo un nuevo impulso en lo que se refie-re al estudio de las manifestaciones religiosas en torno a media-dos del siglo XX, con los trabajos de Juan Álvarez Delgado o Dominik J. Wölfel3. Ambos plantearon líneas de investigación centradas en determinar el parentesco de las creencias libio-bereberes con la de los antiguos canarios a partir de evidencias lingüísticas y materiales según los casos. Especialmente desta-cadas fueron las tesis del austriaco Wölfel, quien imaginó la existencia de una religión «megalítica» que se expandió por Europa, África y Canarias antes de la llegada de los indoeuropeos o indogermánicos. La arribada al Archipiélago de esa religión habría tenido lugar entre el tercer y segundo milenio, y se habría caracterizado por la existencia de varios tipos de monumentos megalíticos y por la veneración a los an-tepasados. No obstante, a diferencia de sus predecesores, para Wölfel el elemento libio-bereber sería posterior a esa implanta-ción, lo cual se apreciaba en las huellas lingüísticas existentes, y a la presencia, según este autor, de elementos egeo-minoicos y norte-europeos más antiguos en los materiales arqueológicos canarios4. No obstante, desde los años setenta, esta vinculación con lo africano, como mecanismo explicativo de la realidad arqueoló-gica e histórica insular, ha experimentado una interrupción con-siderable hasta fechas recientes, debido a la pérdida de peso de 3 ÁLVAREZ DELGADO (1945), WÖLFEL (1960). 4 WÖLFEL (1960), pp. 466 y ss. 579 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 5 algunas tesis africanistas, muy en boga durante el franquismo5, y especialmente al desarrollo de programas de investigación que establecieron como objetivo fundamental la investigación de las culturas aborígenes canarias en su propio marco de referencia, objetivo para el cual el conocimiento de lo africano no era fun-damental, aunque no fuera del todo olvidado. Un ejemplo de ello es la aportación de Celso Martín de Guzmán6, quien expu-so una comparativa entre la cultura funeraria de los canarios y los monumentos norteafricanos haciendo uso de la tipología de Camps7, y partiendo de la idea de que se podía incluir en la misma las evidencias insulares. Podemos destacar también los trabajos de Pérez Saavedra y Caballero Mújica quienes asimis-mo establecieron un intento por relacionar las religiones de ambos ámbitos8. En los últimos años, sin embargo, se ha vuelto a valorar la documentación del continente como un instrumento apto para complementar la investigación del pasado insular, si bien esa nueva aproximación se ha producido desde dos vías diferencia-das. Por un lado, la tradicional que relaciona el mundo canario con el líbico-bereber y, por otro, el que emparenta las manifes-taciones insulares, además de con esa herencia africana, con la civilización fenicio-púnica. En los mencionados estudios acerca de los antiguos libio-bereberes y canarios, en los cuales nosotros nos insertamos, se han producido aportaciones interesantes en las últimas dos dé-cadas que han pretendido arrojar más luz acerca de la herencia libio-bereber de los antiguos canarios y que, de modo directo o indirecto, inciden en el estudio de sus manifestaciones religio-sas. Si bien esas investigaciones no han hecho explícito en la mayor parte de los casos los planteamientos teóricos y metodológicos en los que se basa su comparación, resultan fun-damentales para los planteamientos que deseamos esbozar en este trabajo, ya que han proporcionado nueva documentación (del continente y de las Islas) y nuevas explicaciones acerca de 5 FARRUJIA DE LA ROSA (2004), pp. 439 y ss. 6 MARTÍN DE GUZMÁN (1984). 7 CAMPS (1961). 8 PÉREZ SAAVEDRA (1984), CABALLERO MÚJICA (1992). ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 580 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 6 la relación histórica entre ambos mundos, si bien no todos ellos se hacen eco del análisis del mundo religioso. Así, hemos de destacar las aportaciones de Antonio Tejera, José Juan Jiménez, Jorge Onrubia, Alicia García o Salvador Rodríguez en Arqueo-logía e Historia Antigua; de Renata Springer y Werner Pichler en Epigrafía y grabados rupestres; de Juan Antonio Belmonte y César Esteban en Arqueoastronomía; de Carmen Díaz Alayón, Ignacio Reyes y Ahmed Sabir en Filología comparada; de José Delgado, Alfredo Mederos y Marcos Martínez sobre la presencia de Canarias en las fuentes clásicas; de José Farrujia y Antonio Chausa en Historiografía y de Maca Meyer y Rosa Fregel en Genética histórica9. Entre todos esos trabajos, destacamos aquí los realizados por el primer firmante de este trabajo, en colaboración con otros autores como Esther Chávez y Marian Montesdeoca, ya que el presente artículo supone una continuación de aquéllos en plan-teamientos y objetivos10. En ellos se expresaron los primeros es-bozos de una comparativa que contribuyera a un mejor conoci-miento de las religiones norteafricanas y canarias en conjunto, así como los problemas asociados a esta metodología. Más en concreto se planteó que los antiguos canarios debieron traer consigo y conservar gran parte de sus creencias y tradiciones religiosas, las cuales se hallaban fuertemente enraizadas en la tradición libio-bereber. Pese a que el aislamiento los desvinculó de los fenómenos históricos acaecidos en el continente, conlle-vando con ello la configuración de una idiosincrasia cultural propia, creemos que sus manifestaciones más relevantes se con-servaron11. No obstante, pese a ese origen común (si bien es in-dicativo de una cierta identidad religiosa compartida) es eviden-te que existen numerosas diferencias entre las manifestaciones culturales tanto en el continente como en cada una de las Islas, variabilidad que no ha sido siempre lo suficientemente valorada. 9 La bibliografía al respecto es muy amplia como para ser referida con el detalle que merece, aunque haremos referencia a algunos de esos trabajos en las páginas que siguen. 10 Véase por ejemplo TEJERA y CHÁVEZ (2005) y TEJERA y MONTESDEOCA (2006). 11 TEJERA y MONTESDEOCA (2006), pp. 109-110. 581 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 7 En esta ocasión, sin embargo, pretendemos profundizar en una serie de cuestiones no planteadas en aquel momento, a ni-vel teórico y especialmente metodológico, incorporando además los resultados de la reciente bibliografía aparecida acerca de los libio-bereberes del continente, la cual ha recibido en los últimos años un crecimiento significativo, especialmente en Túnez y Marruecos, lo que ha conllevado no sólo la obtención de nueva información sino también la puesta en práctica de enfoques y planteamientos renovados acerca de esas poblaciones. Sin em-bargo, aún se carece de obras de conjunto actualizadas que or-denen y sistematicen toda esa información. Todos estos avances proporcionan una mayor y mejor infor-mación para un análisis comparado, el cual no debe ser enten-dido como mera analogía, ni como un procedimiento acumulativo de información, sino como un método guiado por una serie de parámetros previamente definidos que han de per-mitir una comprensión de las religiones y sociedades de ambos mundos. En las páginas que siguen esbozaremos los parámetros generales de esa metodología tal y como queremos aplicarla en este estudio. Eso sí, se trata de una presentación de los princi-pales aspectos y problemas, siendo nuestra intención desarro-llarlos en posteriores trabajos. 3. LIBIOS Y CANARIOS EN PERSPECTIVA COMPARADA 3.1. El método comparativo en historia de las religiones: tradición y renovación Nuestra posición se entronca, metodológicamente hablando, con la Historia de las Religiones, entendiendo ésta como una disciplina autónoma que se encarga del estudio de las religiones con sus propios objetivos y métodos, uno de los cuales, si no el más importante, es el método comparado. No obstante, el aná-lisis de los fenómenos religiosos a través de la comparación no ha sido de su exclusividad, al ser también empleado por antropólogos, sociólogos y filólogos quienes, en general, han perseguido el objetivo de construir a través de él teorías expli- ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 582 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 8 cativas generales, fundamentadas en la existencia de determina-das estructuras. Al concebir a las sociedades como entes estruc-turales (en especial cuando analizaban las denominadas socieda-des primitivas) la historia era dejada en un segundo plano en beneficio de dichas estructuras. Y aunque historiadores de las religiones como Mircea Eliade, entendieron su disciplina de un modo cercano a la Antropología (o más bien a la Fenomeno-logía, a partir de la defensa de una morfología de lo sagrado12), tanto su obra como las diferentes escuelas histórico-religiosas no pierden de vista su referente primordial, que es estudiar el marco histórico en el que se desarrolla una religión. No obstante, que los historiadores recurran a la compara-ción como una estrategia metodológica en sus investigaciones ha sido siempre críticamente observado (desde dentro y desde fuera de la disciplina histórica), puesto que el hecho de relacio-nar dos sociedades, épocas o naciones, por ejemplo, supone transgredir los contextos históricos en los que esos elementos son inteligibles, de modo que la comparación es considerada una actividad eminentemente anti-histórica. Esta discusión ha sido especialmente desarrollada en las úl-timas décadas por la crítica postmoderna13. Sus argumentos se sustentan en la noción de que no existen elementos universales y esenciales y que, por tanto, las sociedades humanas no pueden ser explicadas a partir de enunciados generales, ya que cada una de ellas debe ser entendida en su propia singularidad histórica y discursiva. Para estos autores, comparar significa ignorar las especificidades y las diferencias entre los elementos analizados, los extrae de su dimensión diacrónica y contextual de inteligibi-lidad e interpretación y genera, como efecto, objetos reducidos y esenciales. Además, cuestionan que el comparatismo haya hecho hincapié en las similitudes, pasando por alto las diferencias; que a partir de dichas similitudes haya creado identidades; que gene- 12 Véase por ejemplo el Tratado de ELIADE (1949), considerada su obra más importante. 13 Una buena síntesis acerca de este debate puede encontrarse en el vo-lumen editado por PATTON y RAY (2000), en especial su introducción (pp. 1- 19), elaborada por los mencionados editores. También PADEN (2004) y SEGAL (2006) recogen esta crítica. 583 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 9 ralice de manera amplia; que carezca de un aparato teórico-con-ceptual apropiado y, finalmente, que posea una enorme herencia etnocéntrica, universalista e imperialista-colonialista14. En general, esta crítica ha sido fructífera al desarrollar entre los historiadores de las religiones la necesidad de reformular y de refundar el método comparado, lo que ha ocasionado un intenso debate académico, especialmente en los ámbitos anglo-sajón y francés15, y generando con ello un nuevo comparatismo16 que pretende dotar al método de bases teóricas y conceptuales más sólidas, así como precisar cómo, qué y para qué se compa-ra. Partiendo de la idea central de que para comprender y expli-car la diversidad religiosa humana es necesaria la comparación entre sus diferentes manifestaciones, ha abandonado la premi-sa de que sirve para crear clasificaciones generales y, mucho menos aún, morfologías o estructuras religiosas ideales, en oca-siones fundamentadas en nociones como lo sagrado o en esen-cias étnicas o lingüísticas. Al contrario, esta corriente aboga por defender el contexto, y entiende que la religión es un fenómeno histórico y, por tanto, algo dinámico, sujeto al cambio. Desde esta perspectiva, el nuevo comparatismo presta mayor atención a la historia, a los contextos y a las diacronías, ya que permiten identificar rupturas, cambios, dinámicas e innovaciones, en de-trimento de los elementos estáticos. Y aunque las religiones objeto de comparación no tengan relación histórica entre sí, el método aspira a compararlas con el objetivo de obtener una mayor comprensión tanto de las religiones estudiadas como de las categorías empleadas en la comparación. Con ello, pues, se aspira a construir descripciones, explicaciones e interpretacio-nes que hagan más inteligibles esos fenómenos, destacando tan-to sus aspectos singulares y diferenciales como aquellos que son 14 Estas críticas son señaladas y explicadas por SEGAL (2001), pp. 348 y ss. y (2006), pp. 249-252 y 258 y ss. 15 La principal aportación que ha dinamizado este debate es la de SMITH (1982), en especial su capítulo «In Comparison a Magic Dwells», pp. 19-35 (reditado por PATTON y RAY (2000), pp. 23-44). Otras contribuciones relevan-tes al respecto son las de HOLDREGE (2000), pp. 77-91, PADEN (2000 y 2004), DETIENNE (2001), SEGAL (2001, 2006) y las editadas por BOESPFLUG y DUNAND (1997), BURGER y CALAME (2005) e IDINOPOULOS, WILSON y HANGES (2006). 16 SEGAL (2006), pp. 254-256. ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 584 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 10 similares y comunes. Esta estrategia permite construir valora-ciones interculturales, relativizar sus contenidos y plantear una visión transversal de las religiones que tenga siempre presente sus referentes contextuales. A partir de estas premisas, uno de los aspectos centrales de esta renovación es la importancia que se concede a las diferen-cias por encima de las similitudes. Mientras éstas permiten apreciar generalidades, patrones estáticos, formas y continuida-des de cualquier tradición religiosa, las diferencias dan una in-formación dinámica, vinculada a los cambios históricos y tienen más en cuenta los contextos locales y regionales. En un terreno empírico, esto permite identificar a partir de una similitud (por ejemplo, un mismo tipo de ritual), diferencias que consisten en el significado que cada manifestación religiosa otorga a esos ritos. Se explora así la relación entre formas (similitudes) y con-tenidos (diferencias), siendo éstos los que son verdaderamente históricos y dinámicos. Como señala Paden: «la comparación es de este modo bilateral. Funciona tanto en la dirección de la si-militud y diferencia. Requiere de los elementos comunes como una base para mostrar la diferencia relativa a esos elementos comunes»17. De este modo, este nuevo comparatismo no puede perder de vista los marcos históricos que estudia, y eso no sólo incluye la cuestión cronológica, sino también el conjunto de sig-nificados y códigos que dan sentido a los fenómenos religiosos estudiados18. En este proceso, las categorías ostentan una función funda-mental para identificar y relacionar tanto las semejanzas como las diferencias. Ejemplificadas en conceptos como rito, mito o sacrificio, por ejemplo, esas categorías, en tanto que aspectos analógicos, son la clave o unidad básica de comparación. Asi-mismo, son constructos que proporcionan el espacio en el que relacionar los hechos comparados y en el que identificar esas semejanzas y diferencias pero no son, por el contrario, elemen-tos «naturales». En este sentido, la categoría rito es tomada no como un componente ideal, sino como un espacio conceptual 17 PADEN (2004), p. 89. (Nuestra traducción). 18 PADEN (2000), pp. 184-186; (2004), pp. 88-90; SEGAL (2001), pp. 350 y ss. 585 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 11 en el que vincular manifestaciones rituales en fenómenos distin-tos. De este modo, los investigadores que trabajan con religio-nes sin conexión histórica directa no las comparan de un modo general, sino a través de esas categorías, con el objetivo de cap-tar los significados que éstas poseen en sus respectivos contex-tos y construir explicaciones que las hagan más inteligibles19. Desde esta perspectiva, el método se convierte en una empresa dinámica e interactiva que puede llegar a transformar las cate-gorías que analiza, obteniendo nueva información y producien-do nuevos objetos. Es por ello que estos autores defienden que esta metodología tiene una naturaleza heurística, puesto que través de comparar dos objetos se puede generar un tercero que «puede iluminar verdades sobre ambos de una manera que po-drían haber sido imposible a través de la contemplación exclu-siva de cualquiera de ellos en solitario»20. Los nuevos comparatistas han profundizado también en controlar qué es lo que puede o deber ser comparado, generan-do con ello un debate acerca de cuáles son los límites de la comparabilidad21, lo que depende de las categorías que son ana-lizadas, de los fenómenos religiosos investigados así como de los enfoques particulares de cada investigador o de cada escuela. Esto demuestra que no existe una única manera de comparar, sino que hay diferentes métodos, cuyos procedimientos depen-den de factores diversos. Entre ellos, podemos distinguir dos grandes tendencias, que han sido calificadas como macrocomparativismo y microcom-parativismo. El primero postula que los límites de la compara-ción los marca la humanidad, ya que ésta posee unos mecanis-mos cognitivos idénticos y del hecho que comparar, en sí misma, 19 Sobre la cuestión de las categorías en el análisis comparado véase HOLDREGE (2000), pp. 83-87; PADEN (2000), pp. 188-190; SEGAL (2001), pp. 352, 372-373y GEERTZ (2005), pp. 83-88. 20 PATTON y BENJAMIN (2000), p. 18. (Nuestra traducción). Cf. PADEN (2000), pp. 186-187; PADEN (2004), pp. 89-90. 21 En este caso, no se debe confundir la noción de comparabilidad (la capacidad que tienen dos o más fenómenos de ser comparados) con la de identidad, ya que los elementos comparados no sólo pueden ser diferentes sino no poseer entre sí ninguna relación directa. ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 586 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 12 es una actividad cerebral asociada a la inteligencia y cognición humana22. Eso sí, esto no significa que den rango de identidad a tradiciones religiosas sin conexión o que empleen conceptos psicoanalíticos (arquetipo) o esencialistas (homo religiosus), pues no resulta válido identificar las diferencias históricas y cultura-les a través de la comparación de cualquier fenómeno religioso. Algunos de sus defensores, no obstante, se imponen una serie de límites clasificatorios, según los cuales no todas las religiones son comparables sino sólo aquellas que presentan algún tipo de semejanza objetiva, por ejemplo, un mismo desarrollo socio-económico (las religiones de los cazadores-recolectores), un mismo grado de complejidad y estructura interna (religiones étnicas o nacionales) o tipos de creencias comunes (monoteís-mo, politeísmo). En una segunda categoría encontramos a los microcom-parativistas. Argumentan que solo pueden ser comparables las religiones que muestran algún tipo de conectividad histórica, la cual se puede basar en criterios geográficos, genealógicos, lingüísticos o culturales en un sentido amplio. Esta vía se enmarca en la tradición historicista desarrollada por la escuela romana y por los defensores del denominado comparatismo con-trolado23, término acuñado para referirse a aquellos que admi-tían la comparación histórico-religiosa pero sólo a una escala local o regional. La escala máxima de análisis para estos auto-res es el área cultural de creación, difusión e interacción, la cual está dotada de una individualidad histórica, que es la que avala una comparación fructífera. La historia, pues, es la que propor-ciona el espacio para esa comparación, y en este proceso se ha de tener en cuenta dos variables fundamentales: la diacronía y el contexto histórico-cultural. El objetivo de estos autores no es, por tanto, entender determinadas categorías religiosas en varios contextos, sino más bien comprender religiones de culturas próximas e interconectadas para, a partir de la comparación, establecer explicaciones y obtener nueva información acerca de ellas. Por tanto, la religión sirve como punto de partida para el 22 Véase en especial los argumentos de DETIENNE (2001), especialmente pp. 42-61. Cf. PADEN (2000), p. 183; (2004), p. 80 y GEERTZ (2005), pp. 78-82. 23 SEGAL (2006), pp. 252-254. 587 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 13 estudio de las civilizaciones, tal y como lo postulaba la escuela romana, para la cual la Historia de las Religiones no es más que una historia diferencial de la historia de las civilizaciones, y la religión un objeto estratégico para su conocimiento24. 3.2. Las religiones líbico-bereberes comparadas: aproximaciones iniciales Nuestra comparativa de las religiones de los libio-bereberes del norte de África y de los antiguos canarios parte de las premisas teórico-metodológicas del nuevo comparatismo y, más en concreto, del comparatismo controlado. Según nuestra des-cripción anterior, este modelo efectúa una limitación de su obje-to a partir de criterios histórico-geográficos, que son los que pro-porcionan los límites de la comparabilidad. En nuestro caso, esa región histórica es la norteafricana, el espacio tradicionalmente considerado bereber, y prestamos atención especialmente a las evidencias procedentes de un periodo amplio, que abarca el pri-mer milenio a.e. hasta la dominación romana del norte de Áfri-ca, es decir, la protohistoria e historia antigua de ese espacio. Sin embargo, al contrario de otros estudios que exponen una perspectiva sincrónica y general, este vasto marco crono-espa-cial ha de ser sometido a una estratificación temporal y a una regionalización ineludible, ya que se trata de un espacio de enormes dimensiones en el que se produjo una serie de proce-sos históricos de enorme complejidad, como la colonización, que implicaron a sociedades de diferente tradición y origen, tanto locales como foráneas. Entre ellas, nuestro objetivo se centra en las de origen libio-bereber, es decir, en las sociedades autóctonas25, las cuales han de ser incluidas en este análisis que incide en valorar la historia de esas comunidades en perspecti-va diacrónica incluyendo, en este aspecto, su propio desarrollo interno como los venidos desde fuera, los fenómenos de la co-lonización fenicia, griega y romana. 24 GASBARRO (2005), pp. 21-26. 25 Sobre la cuestión de la terminología con la que referirse a estas pobla-ciones véase GHAZI-BEN MAÏSSA (2004) y GHAKI (2005). ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 588 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 14 A esta diversidad continental, encontramos en Canarias unas sociedades que se adscriben de forma clara a ese conjunto poblacional de origen libio-bereber, pero que iniciaron con su arribada a las Islas un proceso de desarrollo independiente a partir de ese origen común en el continente, pero que en el ámbito insular generaron formas originales y diferentes en cada una de las Islas. Teniendo en cuenta este parentesco entre los antiguos canarios y africanos, así como el contexto histórico que enmarca su relación, las manifestaciones religiosas de Ca-narias y del continente se constituyen como los dos grandes fe-nómenos que aborda nuestra investigación. De este modo, con los materiales arqueológicos y textuales que han sobrevivido en ambas orillas, se pretende analizar ambos contextos a la luz de este método comparado con el objetivo de identificar similitu-des y diferencias, continuidades y cambios, tradiciones y trans-formaciones en sus formas religiosas y culturales, lo que ha de contribuir, sin duda, al conocimiento de ambos mundos y a la caracterización de sus antiguas identidades. No obstante, el propósito de este enfoque no reside en iden-tificar una religión ideal, puesto que no entendemos la compa-ración como un proceso de acumulación de datos, procedentes de diferentes regiones y épocas, con el que rellenar un constructo denominado religión libio-bereber. No se trata, en este sentido, de reconstruir una religiosidad única, esencial e inmutable, pues ésta jamás pudo existir. Al contrario, se persi-gue integrar todos estos datos en un análisis contextual y, a ser posible, diacrónico en el que se valore la mencionada compleji-dad de las sociedades continentales e insulares, así como proce-sos determinantes como pueden ser las colonizaciones antiguas del norte de África (con su consecuente impacto en las culturas locales) y el poblamiento del Archipiélago canario, con la con-secuente desvinculación de sus nuevos pobladores de los suce-sos históricos continentales. Esta advertencia no es contradictoria, sin embargo, con la existencia de elementos comunes en esas sociedades de origen libio-bereber, tanto entre las africanas entre sí como entre éstas y las canarias. Se trata de elementos religiosos y culturales co-munes, algunos de los cuales se remontan a tiempos 589 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 15 inmemoriales, pero cuya explicación no necesita de un bereber esencial ni ahistórico, sino a complejos procesos que fueron configurando diferentes culturas y religiosidades con similitudes y diferencias entre ellas. Eso sí, según los espacios y periodos que estudiemos, podemos valorar la existencia de identidades colectivas comunes a una escala regional importante, derivadas de un sustrato también común, y que encontramos en la docu-mentación grecolatina con el nombre de númidas o mauros. Se ha de valorar, pues, esas diferencias en el tiempo y en el espa-cio, y es por ello que creemos que en nuestra comparativa un buen ejercicio sería relacionar las manifestaciones canarias con las de regiones o etnias concretas del continente, con el objeti-vo de precisar la escala del análisis. Es posible que esto permi-ta una mejor comprensión de las manifestaciones de ambas orillas e incluso abordar la siempre difícil cuestión del origen de los canarios. Teniendo en cuenta estos aspectos fundamentales, a saber, que estudiamos sociedades históricamente complejas, y que la identidad libio-bereber no puede ser considerada un componen-te esencial y único, creemos que resulta operativo el empleo del concepto de tradición. Éste permite integrar hechos culturales semejantes, documentados en sociedades que están espacial y temporalmente alejadas, dentro de un referente más amplio, y que se constituye como un constructo conceptual que sirve como punto de partida del análisis comparado. Entendido así, el uso del concepto de tradición libio-bereber, en un sentido amplio, permite identificar diferentes aspectos que permanecen a través del tiempo, sin que esto implique la necesidad de refe-rirnos a identidades estáticas ni homogéneas. La permanencia de los mismos, en cualquier caso, no siempre es aleatoria, sino que es transmitida socialmente a partir de diversos mecanismos culturales, de forma que se constituye como un continuo proce-so de permanencia y cambio. De este modo, esa tradición tam-poco es ideal ni inmutable, sino histórica y cambiante, pero nos proporciona un espacio más amplio para correlacionar los da-tos históricos. Igualmente, esto no implica que los sujetos o identidades que estudiemos se identifiquen o se refieran a esa tradición a través de sus prácticas de forma consciente, sino que ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 590 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 16 existe un sustrato integrado por elementos comunes, transmiti-dos a través del tiempo, que proporcionan las bases para el desarrollo de determinadas identidades históricas, las cuales pueden apelar o no a dicha tradición en su proceso de autode-finición. No obstante, el recurso al concepto de tradición o he-rencia, como plantean Scheid y Sventro, no puede deformar el material sobre el que se apoya, ni buscar la unidad cultural in-mutable de las sociedades que estudia, sino la historia de los hechos culturales, «una historia diferenciada que rinda justicia a cada sociedad y que permita el estudio preciso de los sistemas de pensamiento respectivos»26. En consecuencia, la conectividad y el nexo fundamentales que permiten sustentar esta comparación entre ambas orillas, no residen en esencias étnicas o lingüísticas asociadas a esa tra-dición libio-bereber, puesto que ésta, asimismo, no es una tra-dición estática, sino que estuvo en continuo proceso de cambio y transformación. Es por ello, que esa conectividad principal la proporciona la historia entendiendo por ella el ámbito espacio-temporal en el que tiene lugar la interacción cultural entre es-tos grupos humanos. Es en ella, pues, donde se producen los fenómenos que estudiamos y comparamos; y la que proporcio-na las huellas arqueológicas y los documentos lingüísticos. No obstante, aunque nunca debemos perder de vista esa histo-ricidad, en ocasiones las limitaciones que imponen las fuentes sólo permiten establecer explicaciones estructurales o generales, además de altamente hipotéticas, del mismo modo que sólo podemos movernos en horquillas temporales muy amplias. Identificar patrones, modelos o estructuras en las que explicar determinadas prácticas y creencias es en ocasiones una solución necesaria ante estos inconvenientes documentales, pero del mis-mo modo la coordenada principal ha de ser la Historia, para evitar con ello conclusiones esencialistas. Teniendo esto en cuenta ¿existe, además de la historia y la tradición, otros aspectos que colaboran en la creación de esas manifestaciones religiosas y culturales? Sin duda, un compo-nente fundamental que parece estar presente en todas esas so- 26 SCHEID y SVENBRO (1997), p. 307. (Nuestra traducción). 591 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 17 ciedades de tradición libio-bereber es el lingüístico, en este caso en forma de lengua(s) bereber(es). Se trata de una de las fami-lias lingüísticas de la rama afroasiática, compuesta por numero-sos flujos dialectales cuyo origen y distribución es aún objeto de debate. Aunque la relación y conectividad históricas entre el líbico antiguo y el bereber moderno ha sido también muy deba-tida27, podemos estar seguros de que tanto las poblaciones del continente como las de las Islas poseían unas hablas que se entroncan con ese grupo lingüístico. Este parentesco puede constituir la base de un tipo de análisis fructífero para la com-prensión de sus religiones, si bien no ha sido puesto en marcha con la profundidad que merece por los investigadores de las antigüedades norteafricanas, indudablemente por las dificulta-des que existen para identificar esas hablas antiguas, pero sí ha recibido un mayor impulso en Canarias, donde en este sentido contamos con una tradición historiográfica importante, aunque sin que se haya llevado a cabo una comparativa desarrollada con las evidencias antiguas del continente28. La importancia de las lenguas en el análisis de las religiones ya fue planteada por Max Müller y, especialmente, por Georges Dumézil, quienes exploraron la importancia de una lengua como mecanismo para conocer las religiones, ya que es el dis-positivo que articula su visión del mundo, algo que permite in-dagar también en sus instituciones sociales, culturales y políti-cas. Asimismo, la posibilidad de asociar un grupo lingüístico con una civilización supuestamente originaria ya fue planteada por el mencionado Dumézil en sus estudios acerca de la religión indoeuropea. Este autor y su escuela sostuvieron que las dife-rentes religiones de tradición indoeuropea mostraban una serie de elementos comunes asociados a una estructura lingüística compartida que sólo podía ser explicada con la existencia de una cultura y lengua indoeuropea originales, de las que habrían surgido posteriormente todas esas variaciones. Esa estructura abstracta sería la encargada de conectar todas esas religiones 27 Véase GALAND (1996). 28 Al respecto pueden ser mencionados los trabajos pioneros de René Basset y Álvarez Rixo, junto con los de Álvarez Delgado, Dominik Wölfel, Carmen Díaz Alayón e Ignacio Reyes García. ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 592 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 18 históricas y la que habría proporcionado un modo específico de concebir y construir el mundo social y divino que se organiza-ba de modo tripartito. Este planteamiento ha sido muy criticado debido a que de-fiende la existencia indemostrable desde el punto de vista histó-rico de una estructura religiosa ideal y única de carácter prísti-no, pero asimismo permite llevar a cabo una comparativa fructífera entre religiones que están asociadas a una misma fa-milia de lenguas. El problema, a juicio de Scheid y Svenbro es que esas «estructuras» han sido tomadas como un punto de lle-gada o un objetivo final de la investigación, en lugar de un pun-to de partida o de referencia29. En cualquier caso, teniendo en cuenta esas apreciaciones respecto al método original, creemos que el caso «bereber» presenta un ejemplo potencialmente simi-lar de comparación respecto al caso indoeuropeo, ya que las lenguas bereberes se adscriben también a una misma rama o tradición lingüística. De hecho, muchos investigadores defien-den que existió también una primitiva lengua bereber, con su cultura única, a partir de la que se desarrollaron los dialectos posteriores. Este planteamiento genealógico resulta difícil de demostrar y es por ello que ha sido criticado pero, en cualquier caso, creemos que la exploración de esas lenguas y hablas como su aplicación al estudio de las religiones presenta importantes posibilidades aún por sondear. 3.3. Los libio-bereberes y el problema de su identidad Como vimos anteriormente, el método comparado emplea categorías con las que relacionar los fenómenos religiosos. Si bien son más empleadas por los macro-comparatistas, los histo-riadores que trabajan a una escala más reducida también nece-sitan de ellas, las cuales pueden ser formales (como rito, mito, sacrificio) pero también poseer un valor étnico que se convier-te en el nexo que entronca dos tradiciones emparentadas. En nuestro caso, la historiografía ha empleado la categoría bereber o libio-bereber para sustentar la comparación entre Canarias y el 29 SCHEID y SVENBRO (1997), p. 301. 593 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 19 norte de África, fundamentándose en el hecho objetivo de que el origen de los canarios es continental. Sin embargo, la equiparación en muchas ocasiones de ori-gen con identidad resulta problemática, por cuanto evidencia una noción esencialista, en este caso, de la bereber, la cual es considerada un elemento estático en el tiempo y en el espacio (en este caso, en su espacio). Para comprender su naturaleza es necesario echar una mirada a cómo se llegó a generar, especial-mente durante la colonización francesa del Magreb. En ese marco histórico e historiográfico se construyó una identidad bereber a partir de una serie de criterios empíricos, entre los que destacaron tres: su autoctonía, su lengua y su raza. Por se-parado o combinados, éstos demostraban la existencia de una esencia única, que apenas habría modificado sus características a lo largo de la historia y que portaba unos rasgos visibles en cualquiera de las poblaciones que han ocupado, desde el pasa-do remoto hasta hoy, el espacio norteafricano. Esta configuración del bereber fue el efecto claro de un pro-ceso de construcción elaborado desde fuera, y realizado en un contexto de colonización que sometió al indígena a un proceso de reducción de sus componentes fundamentales, negando así su complejidad a todos los niveles. Es por esta razón que siem-pre fue considerado un ser inferior y primitivo, y su raza, cul-tura o civilización una entidad única carente de valor históri-co30. Muchos arqueólogos e historiadores posteriores, si bien no manejan esos juicios de valor, han seguido empleando la catego-ría bereber desde esta perspectiva, sin tener en cuenta tanto la dinámica histórica como la enorme complejidad de las pobla-ciones norteafricanas. En este caso, algunos de los que han planteado estos aspectos se han comportado más como antropólogos que como historiadores, puesto que han intentado captar una estructura general de esa tradición cultural, sus for-mas prístinas y sus componentes esenciales, con el fin de esta-blecer una morfología de la historia y, por tanto, de la religiosi-dad bereber con un carácter un tanto ahistórico. 30 Sobre este proceso véase LORCIN (1999), ESTÉVEZ GONZÁLEZ (2008), GHAKI (2009) y RAMOS MARTÍN (2011). ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 594 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 20 Estas observaciones se insertan en el marco de la crítica postcolonial, la cual ha llevado a cabo significativas aporta-ciones al estudio de las sociedades colonizadas, con el obje-tivo de deconstruir los procesos por los que fueron articuladas y destacar así las particularidades históricas de las mismas, algo que, hasta donde sabemos, no se ha realizado con la profundidad que merece en el estudio de la antigüedad norte-africana, campo en el que se ha puesto más el enfoque en dignificar la identidad bereber (en su denominación como amazigh). Sin duda, en esa lectura influye el escaso conocimiento que seguimos teniendo de muchos aspectos de estas poblaciones, de las que no poseemos aún un relato integrado y completo. Las cronologías absolutas de muchos yacimientos, los lugares de hábitat, las fuentes literarias y otros referentes textuales (como la propia epigrafía libio-bereber) son realmente escasos o mal conocidos, lo que dificulta la redacción de un desarrollo histó-rico lineal y la ubicación de restos arqueológicos (en especial los monumentos funerarios) en horquillas temporales cerradas. Es-tos son algunos de los condicionantes por los que el estudio de los libio-bereberes se ha erigido desde esa perspectiva más es-tructural que histórica. El caso canario, por su parte, ilustra un fenómeno similar, puesto que se ha explicado la historia de sus antiguas sociedades desde perspectivas sincrónicas, con explica-ciones que abarcan toda la temporalidad de la presencia huma-na en las Islas y en las que se conoce muy mal tanto los proce-sos internos como los externos (vinculados a los procesos de poblamiento). Teniendo estos aspectos presentes, lo que queremos indicar con esta crítica es que esa identidad libio-bereber ha de repre-sentar un punto de partida del análisis comparado, pero que tras esa etiqueta existe una enorme diversidad de gentes e iden-tidades que, a lo largo de toda la Antigüedad, experimentaron procesos complejos de transformación y que, entre ellas, se ca-racterizaban por su variedad dentro de un espacio geográfico considerable. Dicha diversidad ya fue relatada por Heródoto, quien al referirse a los habitantes de la Libia —el territorio ubi-cado al oeste del Nilo—, decía que en ella había «muchos y muy 595 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 21 diversos pueblos»31, dejando constancia de su afirmación en el relato que hace sobre las distintas poblaciones que más tarde fueron conocidas por las fuentes literarias y epigráficas greco-latinas, como Mauros, Gétulos, Maxues-Maxies, Maxiles, Gara-mantes, Caprarienses, Cinithi, Abanni y Canarii y que podrían ser reducidas a los Libio-fenicios (que habitaban en la región cerca-na a Cartago), los Númidas (ubicados en el noroeste de Numi-dia y en la mayor parte del tell y de los altiplanos argelino-tunecinos), los Gétulos (que habitarían las zonas desérticas) y los Mauros (en Marruecos y Argelia Occidental). En esas fuen-tes vemos una realidad identitaria más compleja que la que nos da la categoría bereber, que si bien, insistimos, puede constituir un marco de referencia primario no debe ser la categoría final de análisis, puesto que obviaría esa complejidad interna. En este sentido, investigaciones recientes están permitiendo definir y caracterizar regiones históricas y diferentes etnias y culturas dentro de esa gran tradición indígena norteafricana. No obstan-te, no resulta fácil aún establecer las particularidades que, sin duda, debieron existir entre las distintas etnias, de las que no siempre podemos determinar sus áreas específicas, lo que cons-tituye un problema del que no es posible avanzar más que en algunas cuestiones. En lo que respecta a sus manifestaciones religiosas existen estudios importantes, como los mencionados al principio de este trabajo, a los que habría que añadir los de otros autores, clásicos también en la historiografía, como los de Picard, Le Glay, Bénabou y Camps, quien puso en valor la tradición indí-gena a partir del estudio de los monumentos y ritos funerarios32. En general, esos estudios ilustran el mismo problema que antes comentamos, puesto que representan la religión libio-bereber como un conjunto de creencias animistas o naturistas poco de-sarrollado, sustentado en la adoración de los elementos de la naturaleza, algo propio de las sociedades primitivas. Junto a este aspecto central, se ha destacado también la importancia de los monumentos funerarios, el culto a los individuos y a los monar- 31 Heródoto 167, 3. 32 Véase por ejemplo PICARD (1955), LE GLAY (1966), BÉNABOU (1976) y CAMPS (1961 y 1985). ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 596 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 22 cas africanos así como la importancia de los genios en su pen-samiento religioso. No obstante, pese al volumen importante de información en forma de sepulturas, estelas y ritos de enterramiento repartidos por todo el norte de África resulta complejo inferir sistemas de creencias y cosmologías a partir de esas evidencias, así como el significado que se daba a éstas y otras manifestaciones religio-sas. Aunque se ha negado a lo largo de la historiografía la capa-cidad de los libio-bereberes para estructurar un pensamiento religioso complejo, otra idea afín a los enfoques coloniales, el principal problema que poseemos es definir cómo fueron sus mitos, el significado de sus rituales, su cosmogonía, su concep-ción del ser humano, del alma o espíritu, sus divinidades y otros seres sobrenaturales, entre otros, y, en especial, ubicar todos esos componentes en su correspondiente perspectiva histórica. Así pues, carecemos de datos precisos para explicar su cosmo-gonía o, más correctamente, sus cosmogonías, a partir de las cuales poder entender de manera coherente e interrelacionada el conjunto de su imaginario, así como el de sus prácticas ritua-les, festivas y funerarias. Por ejemplo, sabemos que el culto a los astros fue un com-ponente central de su cosmovisión, pero no como se conformó su pensamiento en torno a ellos, ni cómo fueron los mitos o mitemas que explicaban el significado de esos elementos o de ese culto; un problema similar al de la veneración en otros ele-mentos presentes en la naturaleza como montañas, cuevas, aguas, piedras, animales, bosques, etc. En este caso, si bien te-nemos identificadas esas formas externas, echamos en falta los contenidos y los significados, es decir, poseemos poca informa-ción acerca de por qué fueron seleccionados y dotados de sacralidad ciertos lugares o elementos naturales, qué significa-do se les daba y qué relación tenía con las sociedades que po-seían esas creencias. De todo ello conocemos ciertamente sólo algunos aspectos, la mayor parte de los cuales deben ser inferi-dos a partir de las evidencias materiales, y asimismo puestos en relación con los escasos testimonios escritos que poseemos. Hemos de tener presente que estudiamos sociedades en las que lo religioso está en todas partes y vehicula, ante todo, una 597 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 23 visión propia del mundo en el que la separación entre lo sagra-do y lo profano no resulta fácil de identificar. Por tanto, adop-tamos un concepto de religión amplio, entendiendo por tal el discurso que organiza y ordena el universo y todo lo que en él existe, integrando con ello el conjunto de ritos, mitos, creencias e instituciones religiosas. Además, entendemos estas religiones dentro de las denominadas religiones étnicas, concibiendo por tal las que se definen ante todo por la pertenencia a un grupo étnico o de identidad reducida, que poseen creencias y prácticas asociadas a un territorio definido con el que se identifican y que encuentra en los elementos naturales presentes en el mismo un espacio de sacralización. 3.4. La complejidad histórica norteafricana: indígenas y foráneos en su contexto Como ya hemos adelantado, los parámetros en los que se sustenta esta comparativa debe tener en cuenta el contexto his-tórico propio de la protohistoria e historia antigua del continen-te, el cual está marcado por los procesos de colonización feni-cio, púnico y romano. Como es bien sabido, los fenicios fundaron diversas colonias desde principios del primer milenio en Útica, Cartago y Lixus, extendiéndose posteriormente por todo el litoral del Magreb, lo que dio pie a un proceso de interacción continuo entre esos navegantes orientales y las po-blaciones locales. Por su parte, especialmente a partir del siglo V a.e. la ciudad de Cartago inició un proceso de expansión y territorialización de su hinterland que tuvo un efecto significa-tivo entre las poblaciones locales, según han resaltado autores como Ferchiou, Peyras, Ferjaoui y Manfredi33. La historiografía siempre ha explicado este contacto desde un enfoque colonialista, al igual que para el caso romano, plan-teando que estos colonizadores habrían impuesto su civilización a los indígenas, entre otros aspectos, debido a la superioridad de 33 Entre las diversas publicaciones de estos autores puede consultarse FERCHIOU (1987 y 1991), PEYRAS (1991), FERJAOUI (2010) y MANFREDI (2010). ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 598 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 24 su bagaje cultural y tecnológico. Esto habría supuesto la aculturación y la asimilación y, en otros casos, la resistencia indígena a esa dominación; así como diferentes fenómenos de sincretismo entre las tradiciones locales y foráneas que son es-pecialmente palpables en las fuentes de contenido religioso. Sin embargo, para el caso de la colonización fenicia, se ha conside-rado que el impacto de su influencia se repartió de forma homo-génea para todo el continente, aplicando así una generalización vaga que no tiene en cuenta los desarrollos locales. En esta lí-nea, no se puede plantear que los indígenas fueron influenciados por los orientales (o, más bien, la interacción en-tre ambos bandos) de un modo homogéneo en el espacio y en el tiempo, ya que dicha influencia fue especialmente potente en la costa, pero muy frágil en los territorios del interior. Es por ello que debemos tener presente cómo fue el desarrollo históri-co en las distintas regiones y qué diferencias presenta en el con-junto del norte de África. En este sentido, sabemos que en las regiones interiores, como en Numidia, el impacto fenicio y cartaginés fue realmen-te escaso hasta las guerras púnicas. Los trabajos arqueológicos en Althiburos (provincia de Le Kef), por ejemplo, en pleno cora-zón de esa región, han proporcionado una información funda-mental, al documentar una secuencia estratigráfica de ocupa-ción habitacional desde el siglo IX a.e. hasta la época romana, y en la que se comprueba a partir de los datos cerámicos que la presencia de material fenicio-púnico no es importante hasta los siglos II-I a.e.34. Asimismo, toda esa región está caracterizada por una fuerte tradición funeraria indígena en la que predomi-nan las tipologías autóctonas, especialmente los dólmenes, túmulos y bazinas, alcanzado incluso el periodo romano. Las tumbas de origen fenicio en esa región, al contrario que las que se encuentran en territorios litorales de Argelia y Túnez, son más escasas y generalmente tardías, de época neopúnica; una cronología en la que alcanzaron una importante extensión en el interior del territorio númida (tanto de Túnez como de Argelia) los santuarios de tradición púnica, dedicados en su gran mayo- 34 Véase KALLALA y SANMARTÍ (2008 y 2011). 599 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 25 ría a la divinidad Baal Hammón, aunque muchos de ellos se erigieron sobre centros sagrados indígenas anteriores35. Este aspecto constituye una cuestión de extremo interés para el estu-dio del análisis religioso, puesto que permite comprobar cómo las poblaciones locales aceptaron algunos usos religiosos origi-nalmente foráneos pero mantuvieron otros, posiblemente por-que se encontraban más afianzados en su identidad religiosa y étnica. Si este es el retrato para la zona númida interior, encon-tramos en otras regiones un desarrollo distinto como, por ejem-plo, en la costa oriental de Túnez (Cabo Bon y Sahel), donde el impacto de la colonización fenicia fue importante desde un pri-mer momento, como demuestran los casos de Kerkouane y Hadrumetum, pero en el que también se produjo un proceso de integración entre indígenas y foráneos como se aprecia en los ritos funerarios documentados en diversas necrópolis, en las que convive el material arqueológico de origen oriental con for-mas de enterrarse y ritos de raigambre local36. En esta línea, las investigaciones más recientes en temática religiosa no sólo han aportado nueva información en forma de santuarios y necrópolis excavadas, sino que parten de nuevas perspectivas que inciden en valorar precisamente la complejidad del contacto cultural y cómo ésta se identifica en el registro arqueológico, del mismo modo que se destaca el carácter poliédrico de las comunidades locales y en cómo éstas se dife-renciaron entre sí a partir de diferentes mecanismos simbólicos y religiosos37. Del mismo modo, el estudio de las fuentes enraizadas en la tradición fenicio-púnica puede proporcionar también una infor-mación notable sobre el mundo indígena. Fruto del contacto y de la interacción bilateral entre indígenas y fenicios, creemos que algunos elementos religiosos y simbólicos adscritos a la tra-dición local pudieron ser representados o incorporados en los registros iconográficos de tradición fenicia. Un caso paradigmá- 35 KRANDEL-BEN YOUNES (2002). Cf. LE GLAY (1966). 36 Véase por ejemplo BEN YOUNES (1995). 37 Los trabajos más sugerentes al respecto son los de CAMPS (1979), BOKBOT (1991, 2003 y 2006), GHAKI (1993, 2005 y 2009-2010) y KRANDEL-BEN YOUNES (2002), especialmente pp. 460-464. ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 600 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 26 tico al respecto nos lo proporcionan las estelas procedentes de los santuarios, en las que vemos una serie de motivos que, a nuestro entender, se vinculan con ese sustrato local. Esto lo podemos apreciar en los motivos vegetales representados —pal-mera datilera—, en los animales sacrificiales, típicos de la caba-ña ganadera indígena —cabra, toro, oveja–, así como en elemen-tos astrales –sol, creciente, luna—, que no sólo eran importantes en la cosmovisión fenicia, sino que formaban parte de los com-ponentes esenciales de las creencias religiosas indígenas. Más arriesgado si cabe, aunque igualmente relevante, es la hipótesis de que el denominado símbolo de Tanit fuera la expresión grá-fica de una idea cosmogónica local, y en el que se representaron elementos fundamentales de su pensamiento religioso como la montaña, o la tierra, el cielo y los astros38. Durante el periodo romano, asimismo, no sólo se produjo esa propagación de los cultos neopúnicos, sino también la ex-tensión de los santuarios de tipo clásico, pero también se obser-va un proceso a partir del cual comienzan a ser documentadas divinidades de filiación indígena. Contamos con una lista impor-tante de nombres al respecto, en algunos casos acompañados de su representación iconográfica, documentos éstos de una impor-tancia extraordinaria para adentrarnos en el conocimiento de una posible estructura politeísta de la religión local. Aunque muchas veces se ha argumentado que los libio-bereberes po-seían una religión previa a la estructuración del politeísmo, ya hemos planteado que se ha de valorar estas sociedades en su marco histórico, por lo que es posible que durante el periodo romano o poco antes, se hubiera producido un complejo proce-so de transformación de sus religiones, el cual aún no alcanza-mos a conocer ni comprender en su totalidad, que pudo conlle-var una estructuración más compleja de su panteón divino, un proceso de transformación que no puede entenderse fuera de los importantes cambios sociales e históricos que se produjeron desde mediados del primer milenio a.e. y, en especial, durante las guerras púnicas y que conllevaron a la creación de las dife-rentes monarquías indígenas. 38 TEJERA y CHÁVEZ (2005). 601 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 Lo significativo de este proceso es que esa tradición indíge-na, ya de por sí diversa y compleja, al interactuar con nuevos sistemas religiosos generó también nuevas manifestaciones que integraron en un discurso religioso diferente las tradiciones pasadas. Es en este contexto metodológico en donde el estudio de las diferencias, como vimos en páginas anteriores, es más importante que el de las similitudes puesto que permite captar los cambios, las transformaciones históricas y las diferencias dentro de las tradiciones indígenas. De este modo, comprender los impactos coloniales antiguos desde enfoques que los conci-ben como situaciones en las que prima la relación, la negocia-ción y la interacción por encima de la dominación entre los sujetos históricos permite realizar una mirada diferente al pasa-do, en la que se destacan los mecanismos de comunicación cul-tural. 4. A MODO DE CONCLUSIÓN Debido al espacio de que disponemos, no hemos podido profundizar como deseábamos en algunas cuestiones, las cuales serán retomadas en trabajos futuros, especialmente en el terre-no empírico. No obstante, creemos que hemos articulado una aproximación más desarrollada y estructurada que en anterio-res trabajos, presentando las líneas directrices que han de guiar la metodología comparada de las religiones antiguas de Cana-rias y África. En síntesis, hemos visto que nuestra propuesta se fundamen-ta en que los antiguos habitantes de las Islas trajeron consigo una religiosidad, así como una serie de componentes culturales y materiales, que se enraízan de modo indudable en la tradición indígena libio-bereber. Pero hemos de entender ésta desde una perspectiva amplia, lejos de las categorizaciones esencialistas que han defendido la existencia de una realidad bereber única e inmutable a lo largo del tiempo. Para este propósito, es fun-damental atender a nuestro marco histórico de referencia (des-de el primer milenio a.e. hasta la Antigüedad tardía), puesto que fue en esa horquilla temporal cuando las poblaciones de origen ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 602 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 28 africano arribaron, en una o varias etapas, al Archipiélago. Pero, ante todo, porque esas sociedades, ya de por sí diversas, prota-gonizaron un complejo desarrollo histórico marcado tanto por la evolución histórica local como por la relación de ese sustrato indígena con los colonizadores foráneos. Se trata de un proce-so que estamos aún en trance de conocer pero en el que tuvo lugar una evidente transformación cultural e identitaria, que fue diferente según los momentos y los lugares que analicemos, y que puso en práctica unos mecanismos de negociación, inter-cambio e interacción cultural que algunos autores post-colonia-les conceptualizan como hibridación. Valorar esos procesos históricos del continente, teniendo en cuenta la complejidad de las poblaciones estudiadas y la variabi-lidad de las tradiciones religiosas implicadas, obliga a precisar nuestra metodología comparada y a tener en cuenta los desarro-llos históricos del continente. La conectividad, pues, entre Cana-rias y África, ha de ser esencialmente histórica, y el método com-parado debe ser en este caso eminentemente historicista. Las fuentes imponen para este propósito objeciones notables, tanto en Canarias como en el continente, pero esto no debe empujar hacia la búsqueda de estructuras inmutables y estáticas, aunque en algún caso la exploración antropológica o filológica pueda dar resultados interesantes en nuestro propósito. Esa compara-tiva histórica, asimismo, debe establecer un marco que incluya tanto las semejanzas como las diferencias, puesto que ambas proporcionan información determinante y fundamental, de modo que la mezcla de ambas es la que permite un estudio com-parado, histórico e integrado de esas evidencias, y hace posible una aproximación histórica a las identidades antiguas. En definitiva, defendemos que es posible establecer un mar-co comparado entre los libio-bereberes de Canarias y África, que esa metodología debe ser progresivamente definida y concreta-da a partir de las herramientas que nos proporciona la discipli-na de la Historia de las Religiones, pero también de otras afines encargadas del estudio de los fenómenos religiosos, que esa comparativa debe tomar como referente a la Historia de modo principal, y que debemos asumir la enorme diversidad poblacional, cultural e identitaria de nuestros objetos de estu- 603 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 29 dio. Creemos que este procedimiento puede arrojar luz acerca de estas cuestiones, en las que el caso canario puede proporcio-nar datos fundamentales, especialmente en lo que respecta a la cosmogonía y pensamiento religioso, puesto que en las Islas existe un tipo de documentación etnohistórica que no tiene pa-rangón con la del continente. Estamos, pues, ante la necesidad de considerar que estudia-mos no una religión libio-bereber, sino muchas religiones y cul-turas, cuyo grado de semejanza y diferencia, de identidad e in-dividualidad, de parentesco, si se quiere, ha de ser el objeto del análisis histórico y que, de un modo u otro, se enraízan en una tradición antigua que estamos aún en proceso de conocer. BIBLIOGRAFÍA ÁLVAREZ DELGADO, J. (1945): Teide. Ensayo de Filología tinerfeña. La Laguna. BASSET, R. (1909). «Berbers and North Africa», en HASTINGS, J. (ed.), Encyclopedia of Religion and Ethics, pp. 506-519. Traducido al francés como BASSET, R. 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Título y subtítulo | La religión de los libios de Canarias y Africa: problemas y consideraciones para su estudio comparado / The Religion of the Libyans of Canary Islands and Africa: problems and considerations of the Comparative Approach |
Autor principal | Tejera Gaspar, Antonio ; Ramos Martín, Josué |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 59 |
Sección | Arqueología |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas |
Editorial | Cabildo de Gran Canaria |
Fecha | 2013 |
Páginas | p. 575-606 |
Materias | Canarias ; Historia |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 124838 Bytes |
Texto | 575 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA: PROBLEMAS Y CONSIDERACIONES PARA SU ESTUDIO COMPARADO* THE RELIGION OF THE LIBYANS OF CANARY ISLANDS AND AFRICA: PROBLEMS AND CONSIDERATIONS OF THE COMPARATIVE APPROACH Antonio Tejera Gaspar** y Josué Ramos Martín*** Recibido: 19 de junio de 2012 Aceptado: 19 de julio de 2012 * Este trabajo se incluye dentro del Proyecto de Investigación Religiones Africanas en la Antigüedad: las culturas libio-bereberes y sus relaciones con las poblaciones fenicias durante el primer milenio a.e. (HAR 2010-20345), finan-ciado por el Ministerio de Economía y Competitividad. ** Catedrático de Arqueología. Departamento de Prehistoria, Arqueolo-gía, Antropología e Historia Antigua. Facultad de Geografía e Historia, Uni-versidad de La Laguna. Campus de Guajara. 38205 La Laguna, Tenerife. Correo electrónico: atejera@ull.es. *** Investigador contratado en prácticas. Programa de Formación de Personal Investigador de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información. Departamento de Prehistoria, Arqueología, An-tropología e Historia Antigua. Facultad de Geografía e Historia, Universidad de La Laguna. Campus de Guajara. 38205 La Laguna, Tenerife. Correo elec-trónico: jdramos@ull.es. Resumen: El estudio comparado de las manifestaciones religiosas de las poblaciones libio-bereberes del continente con las de los antiguos canarios tiene una amplia tradición historiográfica, y se ha fundamen- Abstract: Comparative historical studies of the ancient religious ritu-als and manifestations of the Lybian-Berber populations and those of the first Canary Island populations have been carried out ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 576 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 2 tado en la pertenencia de ambos al sustrato libio-bereber. Sin embargo, apenas se han definido desde el punto de vista teórico y metodológico los parámetros fun-damentales de esa comparación, cuáles son los procedimientos que emplea, sus problemas y sus posi-bles beneficios de cara a una mejor comprensión de los elementos com-parados. Este trabajo tiene el obje-tivo de profundizar en estas cues-tiones, definiendo con mayor precisión el estudio comparado en-tre ambas poblaciones a partir de las herramientas metodológicas y conceptuales que proporciona la disciplina de la Historia de las Reli-giones y presentando, asimismo, el debate suscitado en los últimos años a propósito de la metodología comparada. Palabras clave: Líbico-bereberes, religión, método comparado, Islas Canarias, Norte de África, Protohis-toria. in depth. The studies work from the premise that both the Lybian and the Berber populations share the same roots. However, the basic framework within which to apply a comparative methodology have barely been outlined with mere hints to the procedures, problems and potential benefits of a better understanding of the elements to be compared. The aim of this paper is to delve into these issues in order to attempt to clarify the methodologi-cal premises for a comparative analysis of the religious manifesta-tions of both populations, highlight-ing the main topics of the scientific debate with respect to the compara-tive method itself as of the last few years. We offer new conceptual and methodological tools provided by the comparative studies of the His-tory of Religions. Keywords: Lybian-Berbers, Reli-gion, the Comparative Method, the Canary Islands, North Africa, Proto-history. 1. INTRODUCCIÓN El estudio de la religión de los libios, también conocidos como libio-bereberes, fue tratado desde bien pronto en la historiografía del norte de África, a la que le dedicó un buen número de trabajos, destacando sobre todo los de pioneros, Lucien Bertholon, René Basset, Oric Bates o Stéphane Gsell1, entre otros, que sirvieron más tarde de referencia para quienes han seguido su estela. En todos los casos, los estudiosos han utilizado como base de sus investigaciones las fuentes escritas grecolatinas, que aluden a estos temas, junto con los datos ar-queológicos (en especial sepulturas y estelas) que se fueron do-cumentando desde el siglo XIX a raíz de la labor científica rea-lizada en los distintos países que conforman el área geocultural que hoy denominamos Magreb. Además de esas fuentes, se hizo 1 BERTHOLON (1909-1911), BASSET (1909), GSELL (1913), BATES (1914). 577 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 3 uso de otros criterios metodológicos para su conocimiento, en-tre los que merece destacarse, por un lado, el recurso a las su-pervivencias entre los bereberes contemporáneos y, por otro, la comparación con las manifestaciones religiosas de los antiguos canarios. Siguiendo esta línea, Gabriel Camps, el mayor conocedor de la historia y la arqueología líbico-bereberes, expuso en algunos de sus trabajos que los guanches de Canarias, al no ser ni cris-tianizados ni islamizados, debieron de haber conservado las creencias fundamentales propias de los antiguos africanos a la vez que desarrollaron una religión original2. Con esta reflexión, el profesor Camps pretendía sugerir las posibilidades potencia-les del estudio comparado para adentrarnos en el conocimien-to de las creencias tanto de los libios del continente, como de los antiguos canarios, aspecto que ya hemos manifestado en anteriores trabajos, aunque sin exponer los parámetros funda-mentales de esa metodología. En este contexto, el propósito del presente artículo es pre-sentar una propuesta de trabajo, fundamentada en el método comparado, con el fin de desarrollar este objetivo, exponiendo, asimismo, los principales problemas e inconvenientes, así como los beneficios que se pueden derivar de su puesta en práctica. Creemos que es necesario plantear previamente estas cuestiones y definir con mayor precisión los parámetros de este método, ya que las investigaciones llevadas a cabo en las últimas fechas, tanto en las Islas como en el continente, así como los recientes desarrollos teóricos, obligan a redefinir los parámetros teóricos y metodológicos de partida. 2. ALGUNOS APUNTES HISTORIOGRÁFICOS La comparación entre los libio-bereberes continentales y los antiguos canarios fue ya habitual entre los primeros investiga-dores franceses interesados por las antigüedades canarias, como Sabin Berthelot, René Verneau o César Faidherbe, los cuales 2 CAMPS (1980), p. 196; (1987), p. 145. ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 578 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 4 adelantaron algunas consideraciones que fueron desarrolladas y sistematizadas por René Basset, en el artículo antes citado, en lo que respecta a la cuestión religiosa. El filólogo francés, en su estudio de la religión de los bereberes preislámicos, tomó como fuente de información la documentación etnohistórica y arqueo-lógica de Canarias, que fue considerada como el testimonio material de una comunidad perteneciente a la misma unidad lingüística, algo que también hizo Stéphane Gsell en su magna obra sobre la Historia antigua del norte de África. La búsqueda de los orígenes de los antiguos canarios en las sociedades de ese espacio, sustentada especialmente en criterios lingüísticos y raciales, tuvo un nuevo impulso en lo que se refie-re al estudio de las manifestaciones religiosas en torno a media-dos del siglo XX, con los trabajos de Juan Álvarez Delgado o Dominik J. Wölfel3. Ambos plantearon líneas de investigación centradas en determinar el parentesco de las creencias libio-bereberes con la de los antiguos canarios a partir de evidencias lingüísticas y materiales según los casos. Especialmente desta-cadas fueron las tesis del austriaco Wölfel, quien imaginó la existencia de una religión «megalítica» que se expandió por Europa, África y Canarias antes de la llegada de los indoeuropeos o indogermánicos. La arribada al Archipiélago de esa religión habría tenido lugar entre el tercer y segundo milenio, y se habría caracterizado por la existencia de varios tipos de monumentos megalíticos y por la veneración a los an-tepasados. No obstante, a diferencia de sus predecesores, para Wölfel el elemento libio-bereber sería posterior a esa implanta-ción, lo cual se apreciaba en las huellas lingüísticas existentes, y a la presencia, según este autor, de elementos egeo-minoicos y norte-europeos más antiguos en los materiales arqueológicos canarios4. No obstante, desde los años setenta, esta vinculación con lo africano, como mecanismo explicativo de la realidad arqueoló-gica e histórica insular, ha experimentado una interrupción con-siderable hasta fechas recientes, debido a la pérdida de peso de 3 ÁLVAREZ DELGADO (1945), WÖLFEL (1960). 4 WÖLFEL (1960), pp. 466 y ss. 579 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 5 algunas tesis africanistas, muy en boga durante el franquismo5, y especialmente al desarrollo de programas de investigación que establecieron como objetivo fundamental la investigación de las culturas aborígenes canarias en su propio marco de referencia, objetivo para el cual el conocimiento de lo africano no era fun-damental, aunque no fuera del todo olvidado. Un ejemplo de ello es la aportación de Celso Martín de Guzmán6, quien expu-so una comparativa entre la cultura funeraria de los canarios y los monumentos norteafricanos haciendo uso de la tipología de Camps7, y partiendo de la idea de que se podía incluir en la misma las evidencias insulares. Podemos destacar también los trabajos de Pérez Saavedra y Caballero Mújica quienes asimis-mo establecieron un intento por relacionar las religiones de ambos ámbitos8. En los últimos años, sin embargo, se ha vuelto a valorar la documentación del continente como un instrumento apto para complementar la investigación del pasado insular, si bien esa nueva aproximación se ha producido desde dos vías diferencia-das. Por un lado, la tradicional que relaciona el mundo canario con el líbico-bereber y, por otro, el que emparenta las manifes-taciones insulares, además de con esa herencia africana, con la civilización fenicio-púnica. En los mencionados estudios acerca de los antiguos libio-bereberes y canarios, en los cuales nosotros nos insertamos, se han producido aportaciones interesantes en las últimas dos dé-cadas que han pretendido arrojar más luz acerca de la herencia libio-bereber de los antiguos canarios y que, de modo directo o indirecto, inciden en el estudio de sus manifestaciones religio-sas. Si bien esas investigaciones no han hecho explícito en la mayor parte de los casos los planteamientos teóricos y metodológicos en los que se basa su comparación, resultan fun-damentales para los planteamientos que deseamos esbozar en este trabajo, ya que han proporcionado nueva documentación (del continente y de las Islas) y nuevas explicaciones acerca de 5 FARRUJIA DE LA ROSA (2004), pp. 439 y ss. 6 MARTÍN DE GUZMÁN (1984). 7 CAMPS (1961). 8 PÉREZ SAAVEDRA (1984), CABALLERO MÚJICA (1992). ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 580 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 6 la relación histórica entre ambos mundos, si bien no todos ellos se hacen eco del análisis del mundo religioso. Así, hemos de destacar las aportaciones de Antonio Tejera, José Juan Jiménez, Jorge Onrubia, Alicia García o Salvador Rodríguez en Arqueo-logía e Historia Antigua; de Renata Springer y Werner Pichler en Epigrafía y grabados rupestres; de Juan Antonio Belmonte y César Esteban en Arqueoastronomía; de Carmen Díaz Alayón, Ignacio Reyes y Ahmed Sabir en Filología comparada; de José Delgado, Alfredo Mederos y Marcos Martínez sobre la presencia de Canarias en las fuentes clásicas; de José Farrujia y Antonio Chausa en Historiografía y de Maca Meyer y Rosa Fregel en Genética histórica9. Entre todos esos trabajos, destacamos aquí los realizados por el primer firmante de este trabajo, en colaboración con otros autores como Esther Chávez y Marian Montesdeoca, ya que el presente artículo supone una continuación de aquéllos en plan-teamientos y objetivos10. En ellos se expresaron los primeros es-bozos de una comparativa que contribuyera a un mejor conoci-miento de las religiones norteafricanas y canarias en conjunto, así como los problemas asociados a esta metodología. Más en concreto se planteó que los antiguos canarios debieron traer consigo y conservar gran parte de sus creencias y tradiciones religiosas, las cuales se hallaban fuertemente enraizadas en la tradición libio-bereber. Pese a que el aislamiento los desvinculó de los fenómenos históricos acaecidos en el continente, conlle-vando con ello la configuración de una idiosincrasia cultural propia, creemos que sus manifestaciones más relevantes se con-servaron11. No obstante, pese a ese origen común (si bien es in-dicativo de una cierta identidad religiosa compartida) es eviden-te que existen numerosas diferencias entre las manifestaciones culturales tanto en el continente como en cada una de las Islas, variabilidad que no ha sido siempre lo suficientemente valorada. 9 La bibliografía al respecto es muy amplia como para ser referida con el detalle que merece, aunque haremos referencia a algunos de esos trabajos en las páginas que siguen. 10 Véase por ejemplo TEJERA y CHÁVEZ (2005) y TEJERA y MONTESDEOCA (2006). 11 TEJERA y MONTESDEOCA (2006), pp. 109-110. 581 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 7 En esta ocasión, sin embargo, pretendemos profundizar en una serie de cuestiones no planteadas en aquel momento, a ni-vel teórico y especialmente metodológico, incorporando además los resultados de la reciente bibliografía aparecida acerca de los libio-bereberes del continente, la cual ha recibido en los últimos años un crecimiento significativo, especialmente en Túnez y Marruecos, lo que ha conllevado no sólo la obtención de nueva información sino también la puesta en práctica de enfoques y planteamientos renovados acerca de esas poblaciones. Sin em-bargo, aún se carece de obras de conjunto actualizadas que or-denen y sistematicen toda esa información. Todos estos avances proporcionan una mayor y mejor infor-mación para un análisis comparado, el cual no debe ser enten-dido como mera analogía, ni como un procedimiento acumulativo de información, sino como un método guiado por una serie de parámetros previamente definidos que han de per-mitir una comprensión de las religiones y sociedades de ambos mundos. En las páginas que siguen esbozaremos los parámetros generales de esa metodología tal y como queremos aplicarla en este estudio. Eso sí, se trata de una presentación de los princi-pales aspectos y problemas, siendo nuestra intención desarro-llarlos en posteriores trabajos. 3. LIBIOS Y CANARIOS EN PERSPECTIVA COMPARADA 3.1. El método comparativo en historia de las religiones: tradición y renovación Nuestra posición se entronca, metodológicamente hablando, con la Historia de las Religiones, entendiendo ésta como una disciplina autónoma que se encarga del estudio de las religiones con sus propios objetivos y métodos, uno de los cuales, si no el más importante, es el método comparado. No obstante, el aná-lisis de los fenómenos religiosos a través de la comparación no ha sido de su exclusividad, al ser también empleado por antropólogos, sociólogos y filólogos quienes, en general, han perseguido el objetivo de construir a través de él teorías expli- ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 582 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 8 cativas generales, fundamentadas en la existencia de determina-das estructuras. Al concebir a las sociedades como entes estruc-turales (en especial cuando analizaban las denominadas socieda-des primitivas) la historia era dejada en un segundo plano en beneficio de dichas estructuras. Y aunque historiadores de las religiones como Mircea Eliade, entendieron su disciplina de un modo cercano a la Antropología (o más bien a la Fenomeno-logía, a partir de la defensa de una morfología de lo sagrado12), tanto su obra como las diferentes escuelas histórico-religiosas no pierden de vista su referente primordial, que es estudiar el marco histórico en el que se desarrolla una religión. No obstante, que los historiadores recurran a la compara-ción como una estrategia metodológica en sus investigaciones ha sido siempre críticamente observado (desde dentro y desde fuera de la disciplina histórica), puesto que el hecho de relacio-nar dos sociedades, épocas o naciones, por ejemplo, supone transgredir los contextos históricos en los que esos elementos son inteligibles, de modo que la comparación es considerada una actividad eminentemente anti-histórica. Esta discusión ha sido especialmente desarrollada en las úl-timas décadas por la crítica postmoderna13. Sus argumentos se sustentan en la noción de que no existen elementos universales y esenciales y que, por tanto, las sociedades humanas no pueden ser explicadas a partir de enunciados generales, ya que cada una de ellas debe ser entendida en su propia singularidad histórica y discursiva. Para estos autores, comparar significa ignorar las especificidades y las diferencias entre los elementos analizados, los extrae de su dimensión diacrónica y contextual de inteligibi-lidad e interpretación y genera, como efecto, objetos reducidos y esenciales. Además, cuestionan que el comparatismo haya hecho hincapié en las similitudes, pasando por alto las diferencias; que a partir de dichas similitudes haya creado identidades; que gene- 12 Véase por ejemplo el Tratado de ELIADE (1949), considerada su obra más importante. 13 Una buena síntesis acerca de este debate puede encontrarse en el vo-lumen editado por PATTON y RAY (2000), en especial su introducción (pp. 1- 19), elaborada por los mencionados editores. También PADEN (2004) y SEGAL (2006) recogen esta crítica. 583 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 9 ralice de manera amplia; que carezca de un aparato teórico-con-ceptual apropiado y, finalmente, que posea una enorme herencia etnocéntrica, universalista e imperialista-colonialista14. En general, esta crítica ha sido fructífera al desarrollar entre los historiadores de las religiones la necesidad de reformular y de refundar el método comparado, lo que ha ocasionado un intenso debate académico, especialmente en los ámbitos anglo-sajón y francés15, y generando con ello un nuevo comparatismo16 que pretende dotar al método de bases teóricas y conceptuales más sólidas, así como precisar cómo, qué y para qué se compa-ra. Partiendo de la idea central de que para comprender y expli-car la diversidad religiosa humana es necesaria la comparación entre sus diferentes manifestaciones, ha abandonado la premi-sa de que sirve para crear clasificaciones generales y, mucho menos aún, morfologías o estructuras religiosas ideales, en oca-siones fundamentadas en nociones como lo sagrado o en esen-cias étnicas o lingüísticas. Al contrario, esta corriente aboga por defender el contexto, y entiende que la religión es un fenómeno histórico y, por tanto, algo dinámico, sujeto al cambio. Desde esta perspectiva, el nuevo comparatismo presta mayor atención a la historia, a los contextos y a las diacronías, ya que permiten identificar rupturas, cambios, dinámicas e innovaciones, en de-trimento de los elementos estáticos. Y aunque las religiones objeto de comparación no tengan relación histórica entre sí, el método aspira a compararlas con el objetivo de obtener una mayor comprensión tanto de las religiones estudiadas como de las categorías empleadas en la comparación. Con ello, pues, se aspira a construir descripciones, explicaciones e interpretacio-nes que hagan más inteligibles esos fenómenos, destacando tan-to sus aspectos singulares y diferenciales como aquellos que son 14 Estas críticas son señaladas y explicadas por SEGAL (2001), pp. 348 y ss. y (2006), pp. 249-252 y 258 y ss. 15 La principal aportación que ha dinamizado este debate es la de SMITH (1982), en especial su capítulo «In Comparison a Magic Dwells», pp. 19-35 (reditado por PATTON y RAY (2000), pp. 23-44). Otras contribuciones relevan-tes al respecto son las de HOLDREGE (2000), pp. 77-91, PADEN (2000 y 2004), DETIENNE (2001), SEGAL (2001, 2006) y las editadas por BOESPFLUG y DUNAND (1997), BURGER y CALAME (2005) e IDINOPOULOS, WILSON y HANGES (2006). 16 SEGAL (2006), pp. 254-256. ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 584 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 10 similares y comunes. Esta estrategia permite construir valora-ciones interculturales, relativizar sus contenidos y plantear una visión transversal de las religiones que tenga siempre presente sus referentes contextuales. A partir de estas premisas, uno de los aspectos centrales de esta renovación es la importancia que se concede a las diferen-cias por encima de las similitudes. Mientras éstas permiten apreciar generalidades, patrones estáticos, formas y continuida-des de cualquier tradición religiosa, las diferencias dan una in-formación dinámica, vinculada a los cambios históricos y tienen más en cuenta los contextos locales y regionales. En un terreno empírico, esto permite identificar a partir de una similitud (por ejemplo, un mismo tipo de ritual), diferencias que consisten en el significado que cada manifestación religiosa otorga a esos ritos. Se explora así la relación entre formas (similitudes) y con-tenidos (diferencias), siendo éstos los que son verdaderamente históricos y dinámicos. Como señala Paden: «la comparación es de este modo bilateral. Funciona tanto en la dirección de la si-militud y diferencia. Requiere de los elementos comunes como una base para mostrar la diferencia relativa a esos elementos comunes»17. De este modo, este nuevo comparatismo no puede perder de vista los marcos históricos que estudia, y eso no sólo incluye la cuestión cronológica, sino también el conjunto de sig-nificados y códigos que dan sentido a los fenómenos religiosos estudiados18. En este proceso, las categorías ostentan una función funda-mental para identificar y relacionar tanto las semejanzas como las diferencias. Ejemplificadas en conceptos como rito, mito o sacrificio, por ejemplo, esas categorías, en tanto que aspectos analógicos, son la clave o unidad básica de comparación. Asi-mismo, son constructos que proporcionan el espacio en el que relacionar los hechos comparados y en el que identificar esas semejanzas y diferencias pero no son, por el contrario, elemen-tos «naturales». En este sentido, la categoría rito es tomada no como un componente ideal, sino como un espacio conceptual 17 PADEN (2004), p. 89. (Nuestra traducción). 18 PADEN (2000), pp. 184-186; (2004), pp. 88-90; SEGAL (2001), pp. 350 y ss. 585 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 11 en el que vincular manifestaciones rituales en fenómenos distin-tos. De este modo, los investigadores que trabajan con religio-nes sin conexión histórica directa no las comparan de un modo general, sino a través de esas categorías, con el objetivo de cap-tar los significados que éstas poseen en sus respectivos contex-tos y construir explicaciones que las hagan más inteligibles19. Desde esta perspectiva, el método se convierte en una empresa dinámica e interactiva que puede llegar a transformar las cate-gorías que analiza, obteniendo nueva información y producien-do nuevos objetos. Es por ello que estos autores defienden que esta metodología tiene una naturaleza heurística, puesto que través de comparar dos objetos se puede generar un tercero que «puede iluminar verdades sobre ambos de una manera que po-drían haber sido imposible a través de la contemplación exclu-siva de cualquiera de ellos en solitario»20. Los nuevos comparatistas han profundizado también en controlar qué es lo que puede o deber ser comparado, generan-do con ello un debate acerca de cuáles son los límites de la comparabilidad21, lo que depende de las categorías que son ana-lizadas, de los fenómenos religiosos investigados así como de los enfoques particulares de cada investigador o de cada escuela. Esto demuestra que no existe una única manera de comparar, sino que hay diferentes métodos, cuyos procedimientos depen-den de factores diversos. Entre ellos, podemos distinguir dos grandes tendencias, que han sido calificadas como macrocomparativismo y microcom-parativismo. El primero postula que los límites de la compara-ción los marca la humanidad, ya que ésta posee unos mecanis-mos cognitivos idénticos y del hecho que comparar, en sí misma, 19 Sobre la cuestión de las categorías en el análisis comparado véase HOLDREGE (2000), pp. 83-87; PADEN (2000), pp. 188-190; SEGAL (2001), pp. 352, 372-373y GEERTZ (2005), pp. 83-88. 20 PATTON y BENJAMIN (2000), p. 18. (Nuestra traducción). Cf. PADEN (2000), pp. 186-187; PADEN (2004), pp. 89-90. 21 En este caso, no se debe confundir la noción de comparabilidad (la capacidad que tienen dos o más fenómenos de ser comparados) con la de identidad, ya que los elementos comparados no sólo pueden ser diferentes sino no poseer entre sí ninguna relación directa. ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 586 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 12 es una actividad cerebral asociada a la inteligencia y cognición humana22. Eso sí, esto no significa que den rango de identidad a tradiciones religiosas sin conexión o que empleen conceptos psicoanalíticos (arquetipo) o esencialistas (homo religiosus), pues no resulta válido identificar las diferencias históricas y cultura-les a través de la comparación de cualquier fenómeno religioso. Algunos de sus defensores, no obstante, se imponen una serie de límites clasificatorios, según los cuales no todas las religiones son comparables sino sólo aquellas que presentan algún tipo de semejanza objetiva, por ejemplo, un mismo desarrollo socio-económico (las religiones de los cazadores-recolectores), un mismo grado de complejidad y estructura interna (religiones étnicas o nacionales) o tipos de creencias comunes (monoteís-mo, politeísmo). En una segunda categoría encontramos a los microcom-parativistas. Argumentan que solo pueden ser comparables las religiones que muestran algún tipo de conectividad histórica, la cual se puede basar en criterios geográficos, genealógicos, lingüísticos o culturales en un sentido amplio. Esta vía se enmarca en la tradición historicista desarrollada por la escuela romana y por los defensores del denominado comparatismo con-trolado23, término acuñado para referirse a aquellos que admi-tían la comparación histórico-religiosa pero sólo a una escala local o regional. La escala máxima de análisis para estos auto-res es el área cultural de creación, difusión e interacción, la cual está dotada de una individualidad histórica, que es la que avala una comparación fructífera. La historia, pues, es la que propor-ciona el espacio para esa comparación, y en este proceso se ha de tener en cuenta dos variables fundamentales: la diacronía y el contexto histórico-cultural. El objetivo de estos autores no es, por tanto, entender determinadas categorías religiosas en varios contextos, sino más bien comprender religiones de culturas próximas e interconectadas para, a partir de la comparación, establecer explicaciones y obtener nueva información acerca de ellas. Por tanto, la religión sirve como punto de partida para el 22 Véase en especial los argumentos de DETIENNE (2001), especialmente pp. 42-61. Cf. PADEN (2000), p. 183; (2004), p. 80 y GEERTZ (2005), pp. 78-82. 23 SEGAL (2006), pp. 252-254. 587 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 13 estudio de las civilizaciones, tal y como lo postulaba la escuela romana, para la cual la Historia de las Religiones no es más que una historia diferencial de la historia de las civilizaciones, y la religión un objeto estratégico para su conocimiento24. 3.2. Las religiones líbico-bereberes comparadas: aproximaciones iniciales Nuestra comparativa de las religiones de los libio-bereberes del norte de África y de los antiguos canarios parte de las premisas teórico-metodológicas del nuevo comparatismo y, más en concreto, del comparatismo controlado. Según nuestra des-cripción anterior, este modelo efectúa una limitación de su obje-to a partir de criterios histórico-geográficos, que son los que pro-porcionan los límites de la comparabilidad. En nuestro caso, esa región histórica es la norteafricana, el espacio tradicionalmente considerado bereber, y prestamos atención especialmente a las evidencias procedentes de un periodo amplio, que abarca el pri-mer milenio a.e. hasta la dominación romana del norte de Áfri-ca, es decir, la protohistoria e historia antigua de ese espacio. Sin embargo, al contrario de otros estudios que exponen una perspectiva sincrónica y general, este vasto marco crono-espa-cial ha de ser sometido a una estratificación temporal y a una regionalización ineludible, ya que se trata de un espacio de enormes dimensiones en el que se produjo una serie de proce-sos históricos de enorme complejidad, como la colonización, que implicaron a sociedades de diferente tradición y origen, tanto locales como foráneas. Entre ellas, nuestro objetivo se centra en las de origen libio-bereber, es decir, en las sociedades autóctonas25, las cuales han de ser incluidas en este análisis que incide en valorar la historia de esas comunidades en perspecti-va diacrónica incluyendo, en este aspecto, su propio desarrollo interno como los venidos desde fuera, los fenómenos de la co-lonización fenicia, griega y romana. 24 GASBARRO (2005), pp. 21-26. 25 Sobre la cuestión de la terminología con la que referirse a estas pobla-ciones véase GHAZI-BEN MAÏSSA (2004) y GHAKI (2005). ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 588 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 14 A esta diversidad continental, encontramos en Canarias unas sociedades que se adscriben de forma clara a ese conjunto poblacional de origen libio-bereber, pero que iniciaron con su arribada a las Islas un proceso de desarrollo independiente a partir de ese origen común en el continente, pero que en el ámbito insular generaron formas originales y diferentes en cada una de las Islas. Teniendo en cuenta este parentesco entre los antiguos canarios y africanos, así como el contexto histórico que enmarca su relación, las manifestaciones religiosas de Ca-narias y del continente se constituyen como los dos grandes fe-nómenos que aborda nuestra investigación. De este modo, con los materiales arqueológicos y textuales que han sobrevivido en ambas orillas, se pretende analizar ambos contextos a la luz de este método comparado con el objetivo de identificar similitu-des y diferencias, continuidades y cambios, tradiciones y trans-formaciones en sus formas religiosas y culturales, lo que ha de contribuir, sin duda, al conocimiento de ambos mundos y a la caracterización de sus antiguas identidades. No obstante, el propósito de este enfoque no reside en iden-tificar una religión ideal, puesto que no entendemos la compa-ración como un proceso de acumulación de datos, procedentes de diferentes regiones y épocas, con el que rellenar un constructo denominado religión libio-bereber. No se trata, en este sentido, de reconstruir una religiosidad única, esencial e inmutable, pues ésta jamás pudo existir. Al contrario, se persi-gue integrar todos estos datos en un análisis contextual y, a ser posible, diacrónico en el que se valore la mencionada compleji-dad de las sociedades continentales e insulares, así como proce-sos determinantes como pueden ser las colonizaciones antiguas del norte de África (con su consecuente impacto en las culturas locales) y el poblamiento del Archipiélago canario, con la con-secuente desvinculación de sus nuevos pobladores de los suce-sos históricos continentales. Esta advertencia no es contradictoria, sin embargo, con la existencia de elementos comunes en esas sociedades de origen libio-bereber, tanto entre las africanas entre sí como entre éstas y las canarias. Se trata de elementos religiosos y culturales co-munes, algunos de los cuales se remontan a tiempos 589 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 15 inmemoriales, pero cuya explicación no necesita de un bereber esencial ni ahistórico, sino a complejos procesos que fueron configurando diferentes culturas y religiosidades con similitudes y diferencias entre ellas. Eso sí, según los espacios y periodos que estudiemos, podemos valorar la existencia de identidades colectivas comunes a una escala regional importante, derivadas de un sustrato también común, y que encontramos en la docu-mentación grecolatina con el nombre de númidas o mauros. Se ha de valorar, pues, esas diferencias en el tiempo y en el espa-cio, y es por ello que creemos que en nuestra comparativa un buen ejercicio sería relacionar las manifestaciones canarias con las de regiones o etnias concretas del continente, con el objeti-vo de precisar la escala del análisis. Es posible que esto permi-ta una mejor comprensión de las manifestaciones de ambas orillas e incluso abordar la siempre difícil cuestión del origen de los canarios. Teniendo en cuenta estos aspectos fundamentales, a saber, que estudiamos sociedades históricamente complejas, y que la identidad libio-bereber no puede ser considerada un componen-te esencial y único, creemos que resulta operativo el empleo del concepto de tradición. Éste permite integrar hechos culturales semejantes, documentados en sociedades que están espacial y temporalmente alejadas, dentro de un referente más amplio, y que se constituye como un constructo conceptual que sirve como punto de partida del análisis comparado. Entendido así, el uso del concepto de tradición libio-bereber, en un sentido amplio, permite identificar diferentes aspectos que permanecen a través del tiempo, sin que esto implique la necesidad de refe-rirnos a identidades estáticas ni homogéneas. La permanencia de los mismos, en cualquier caso, no siempre es aleatoria, sino que es transmitida socialmente a partir de diversos mecanismos culturales, de forma que se constituye como un continuo proce-so de permanencia y cambio. De este modo, esa tradición tam-poco es ideal ni inmutable, sino histórica y cambiante, pero nos proporciona un espacio más amplio para correlacionar los da-tos históricos. Igualmente, esto no implica que los sujetos o identidades que estudiemos se identifiquen o se refieran a esa tradición a través de sus prácticas de forma consciente, sino que ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 590 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 16 existe un sustrato integrado por elementos comunes, transmiti-dos a través del tiempo, que proporcionan las bases para el desarrollo de determinadas identidades históricas, las cuales pueden apelar o no a dicha tradición en su proceso de autode-finición. No obstante, el recurso al concepto de tradición o he-rencia, como plantean Scheid y Sventro, no puede deformar el material sobre el que se apoya, ni buscar la unidad cultural in-mutable de las sociedades que estudia, sino la historia de los hechos culturales, «una historia diferenciada que rinda justicia a cada sociedad y que permita el estudio preciso de los sistemas de pensamiento respectivos»26. En consecuencia, la conectividad y el nexo fundamentales que permiten sustentar esta comparación entre ambas orillas, no residen en esencias étnicas o lingüísticas asociadas a esa tra-dición libio-bereber, puesto que ésta, asimismo, no es una tra-dición estática, sino que estuvo en continuo proceso de cambio y transformación. Es por ello, que esa conectividad principal la proporciona la historia entendiendo por ella el ámbito espacio-temporal en el que tiene lugar la interacción cultural entre es-tos grupos humanos. Es en ella, pues, donde se producen los fenómenos que estudiamos y comparamos; y la que proporcio-na las huellas arqueológicas y los documentos lingüísticos. No obstante, aunque nunca debemos perder de vista esa histo-ricidad, en ocasiones las limitaciones que imponen las fuentes sólo permiten establecer explicaciones estructurales o generales, además de altamente hipotéticas, del mismo modo que sólo podemos movernos en horquillas temporales muy amplias. Identificar patrones, modelos o estructuras en las que explicar determinadas prácticas y creencias es en ocasiones una solución necesaria ante estos inconvenientes documentales, pero del mis-mo modo la coordenada principal ha de ser la Historia, para evitar con ello conclusiones esencialistas. Teniendo esto en cuenta ¿existe, además de la historia y la tradición, otros aspectos que colaboran en la creación de esas manifestaciones religiosas y culturales? Sin duda, un compo-nente fundamental que parece estar presente en todas esas so- 26 SCHEID y SVENBRO (1997), p. 307. (Nuestra traducción). 591 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 17 ciedades de tradición libio-bereber es el lingüístico, en este caso en forma de lengua(s) bereber(es). Se trata de una de las fami-lias lingüísticas de la rama afroasiática, compuesta por numero-sos flujos dialectales cuyo origen y distribución es aún objeto de debate. Aunque la relación y conectividad históricas entre el líbico antiguo y el bereber moderno ha sido también muy deba-tida27, podemos estar seguros de que tanto las poblaciones del continente como las de las Islas poseían unas hablas que se entroncan con ese grupo lingüístico. Este parentesco puede constituir la base de un tipo de análisis fructífero para la com-prensión de sus religiones, si bien no ha sido puesto en marcha con la profundidad que merece por los investigadores de las antigüedades norteafricanas, indudablemente por las dificulta-des que existen para identificar esas hablas antiguas, pero sí ha recibido un mayor impulso en Canarias, donde en este sentido contamos con una tradición historiográfica importante, aunque sin que se haya llevado a cabo una comparativa desarrollada con las evidencias antiguas del continente28. La importancia de las lenguas en el análisis de las religiones ya fue planteada por Max Müller y, especialmente, por Georges Dumézil, quienes exploraron la importancia de una lengua como mecanismo para conocer las religiones, ya que es el dis-positivo que articula su visión del mundo, algo que permite in-dagar también en sus instituciones sociales, culturales y políti-cas. Asimismo, la posibilidad de asociar un grupo lingüístico con una civilización supuestamente originaria ya fue planteada por el mencionado Dumézil en sus estudios acerca de la religión indoeuropea. Este autor y su escuela sostuvieron que las dife-rentes religiones de tradición indoeuropea mostraban una serie de elementos comunes asociados a una estructura lingüística compartida que sólo podía ser explicada con la existencia de una cultura y lengua indoeuropea originales, de las que habrían surgido posteriormente todas esas variaciones. Esa estructura abstracta sería la encargada de conectar todas esas religiones 27 Véase GALAND (1996). 28 Al respecto pueden ser mencionados los trabajos pioneros de René Basset y Álvarez Rixo, junto con los de Álvarez Delgado, Dominik Wölfel, Carmen Díaz Alayón e Ignacio Reyes García. ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 592 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 18 históricas y la que habría proporcionado un modo específico de concebir y construir el mundo social y divino que se organiza-ba de modo tripartito. Este planteamiento ha sido muy criticado debido a que de-fiende la existencia indemostrable desde el punto de vista histó-rico de una estructura religiosa ideal y única de carácter prísti-no, pero asimismo permite llevar a cabo una comparativa fructífera entre religiones que están asociadas a una misma fa-milia de lenguas. El problema, a juicio de Scheid y Svenbro es que esas «estructuras» han sido tomadas como un punto de lle-gada o un objetivo final de la investigación, en lugar de un pun-to de partida o de referencia29. En cualquier caso, teniendo en cuenta esas apreciaciones respecto al método original, creemos que el caso «bereber» presenta un ejemplo potencialmente simi-lar de comparación respecto al caso indoeuropeo, ya que las lenguas bereberes se adscriben también a una misma rama o tradición lingüística. De hecho, muchos investigadores defien-den que existió también una primitiva lengua bereber, con su cultura única, a partir de la que se desarrollaron los dialectos posteriores. Este planteamiento genealógico resulta difícil de demostrar y es por ello que ha sido criticado pero, en cualquier caso, creemos que la exploración de esas lenguas y hablas como su aplicación al estudio de las religiones presenta importantes posibilidades aún por sondear. 3.3. Los libio-bereberes y el problema de su identidad Como vimos anteriormente, el método comparado emplea categorías con las que relacionar los fenómenos religiosos. Si bien son más empleadas por los macro-comparatistas, los histo-riadores que trabajan a una escala más reducida también nece-sitan de ellas, las cuales pueden ser formales (como rito, mito, sacrificio) pero también poseer un valor étnico que se convier-te en el nexo que entronca dos tradiciones emparentadas. En nuestro caso, la historiografía ha empleado la categoría bereber o libio-bereber para sustentar la comparación entre Canarias y el 29 SCHEID y SVENBRO (1997), p. 301. 593 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 19 norte de África, fundamentándose en el hecho objetivo de que el origen de los canarios es continental. Sin embargo, la equiparación en muchas ocasiones de ori-gen con identidad resulta problemática, por cuanto evidencia una noción esencialista, en este caso, de la bereber, la cual es considerada un elemento estático en el tiempo y en el espacio (en este caso, en su espacio). Para comprender su naturaleza es necesario echar una mirada a cómo se llegó a generar, especial-mente durante la colonización francesa del Magreb. En ese marco histórico e historiográfico se construyó una identidad bereber a partir de una serie de criterios empíricos, entre los que destacaron tres: su autoctonía, su lengua y su raza. Por se-parado o combinados, éstos demostraban la existencia de una esencia única, que apenas habría modificado sus características a lo largo de la historia y que portaba unos rasgos visibles en cualquiera de las poblaciones que han ocupado, desde el pasa-do remoto hasta hoy, el espacio norteafricano. Esta configuración del bereber fue el efecto claro de un pro-ceso de construcción elaborado desde fuera, y realizado en un contexto de colonización que sometió al indígena a un proceso de reducción de sus componentes fundamentales, negando así su complejidad a todos los niveles. Es por esta razón que siem-pre fue considerado un ser inferior y primitivo, y su raza, cul-tura o civilización una entidad única carente de valor históri-co30. Muchos arqueólogos e historiadores posteriores, si bien no manejan esos juicios de valor, han seguido empleando la catego-ría bereber desde esta perspectiva, sin tener en cuenta tanto la dinámica histórica como la enorme complejidad de las pobla-ciones norteafricanas. En este caso, algunos de los que han planteado estos aspectos se han comportado más como antropólogos que como historiadores, puesto que han intentado captar una estructura general de esa tradición cultural, sus for-mas prístinas y sus componentes esenciales, con el fin de esta-blecer una morfología de la historia y, por tanto, de la religiosi-dad bereber con un carácter un tanto ahistórico. 30 Sobre este proceso véase LORCIN (1999), ESTÉVEZ GONZÁLEZ (2008), GHAKI (2009) y RAMOS MARTÍN (2011). ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 594 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 20 Estas observaciones se insertan en el marco de la crítica postcolonial, la cual ha llevado a cabo significativas aporta-ciones al estudio de las sociedades colonizadas, con el obje-tivo de deconstruir los procesos por los que fueron articuladas y destacar así las particularidades históricas de las mismas, algo que, hasta donde sabemos, no se ha realizado con la profundidad que merece en el estudio de la antigüedad norte-africana, campo en el que se ha puesto más el enfoque en dignificar la identidad bereber (en su denominación como amazigh). Sin duda, en esa lectura influye el escaso conocimiento que seguimos teniendo de muchos aspectos de estas poblaciones, de las que no poseemos aún un relato integrado y completo. Las cronologías absolutas de muchos yacimientos, los lugares de hábitat, las fuentes literarias y otros referentes textuales (como la propia epigrafía libio-bereber) son realmente escasos o mal conocidos, lo que dificulta la redacción de un desarrollo histó-rico lineal y la ubicación de restos arqueológicos (en especial los monumentos funerarios) en horquillas temporales cerradas. Es-tos son algunos de los condicionantes por los que el estudio de los libio-bereberes se ha erigido desde esa perspectiva más es-tructural que histórica. El caso canario, por su parte, ilustra un fenómeno similar, puesto que se ha explicado la historia de sus antiguas sociedades desde perspectivas sincrónicas, con explica-ciones que abarcan toda la temporalidad de la presencia huma-na en las Islas y en las que se conoce muy mal tanto los proce-sos internos como los externos (vinculados a los procesos de poblamiento). Teniendo estos aspectos presentes, lo que queremos indicar con esta crítica es que esa identidad libio-bereber ha de repre-sentar un punto de partida del análisis comparado, pero que tras esa etiqueta existe una enorme diversidad de gentes e iden-tidades que, a lo largo de toda la Antigüedad, experimentaron procesos complejos de transformación y que, entre ellas, se ca-racterizaban por su variedad dentro de un espacio geográfico considerable. Dicha diversidad ya fue relatada por Heródoto, quien al referirse a los habitantes de la Libia —el territorio ubi-cado al oeste del Nilo—, decía que en ella había «muchos y muy 595 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 21 diversos pueblos»31, dejando constancia de su afirmación en el relato que hace sobre las distintas poblaciones que más tarde fueron conocidas por las fuentes literarias y epigráficas greco-latinas, como Mauros, Gétulos, Maxues-Maxies, Maxiles, Gara-mantes, Caprarienses, Cinithi, Abanni y Canarii y que podrían ser reducidas a los Libio-fenicios (que habitaban en la región cerca-na a Cartago), los Númidas (ubicados en el noroeste de Numi-dia y en la mayor parte del tell y de los altiplanos argelino-tunecinos), los Gétulos (que habitarían las zonas desérticas) y los Mauros (en Marruecos y Argelia Occidental). En esas fuen-tes vemos una realidad identitaria más compleja que la que nos da la categoría bereber, que si bien, insistimos, puede constituir un marco de referencia primario no debe ser la categoría final de análisis, puesto que obviaría esa complejidad interna. En este sentido, investigaciones recientes están permitiendo definir y caracterizar regiones históricas y diferentes etnias y culturas dentro de esa gran tradición indígena norteafricana. No obstan-te, no resulta fácil aún establecer las particularidades que, sin duda, debieron existir entre las distintas etnias, de las que no siempre podemos determinar sus áreas específicas, lo que cons-tituye un problema del que no es posible avanzar más que en algunas cuestiones. En lo que respecta a sus manifestaciones religiosas existen estudios importantes, como los mencionados al principio de este trabajo, a los que habría que añadir los de otros autores, clásicos también en la historiografía, como los de Picard, Le Glay, Bénabou y Camps, quien puso en valor la tradición indí-gena a partir del estudio de los monumentos y ritos funerarios32. En general, esos estudios ilustran el mismo problema que antes comentamos, puesto que representan la religión libio-bereber como un conjunto de creencias animistas o naturistas poco de-sarrollado, sustentado en la adoración de los elementos de la naturaleza, algo propio de las sociedades primitivas. Junto a este aspecto central, se ha destacado también la importancia de los monumentos funerarios, el culto a los individuos y a los monar- 31 Heródoto 167, 3. 32 Véase por ejemplo PICARD (1955), LE GLAY (1966), BÉNABOU (1976) y CAMPS (1961 y 1985). ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 596 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 22 cas africanos así como la importancia de los genios en su pen-samiento religioso. No obstante, pese al volumen importante de información en forma de sepulturas, estelas y ritos de enterramiento repartidos por todo el norte de África resulta complejo inferir sistemas de creencias y cosmologías a partir de esas evidencias, así como el significado que se daba a éstas y otras manifestaciones religio-sas. Aunque se ha negado a lo largo de la historiografía la capa-cidad de los libio-bereberes para estructurar un pensamiento religioso complejo, otra idea afín a los enfoques coloniales, el principal problema que poseemos es definir cómo fueron sus mitos, el significado de sus rituales, su cosmogonía, su concep-ción del ser humano, del alma o espíritu, sus divinidades y otros seres sobrenaturales, entre otros, y, en especial, ubicar todos esos componentes en su correspondiente perspectiva histórica. Así pues, carecemos de datos precisos para explicar su cosmo-gonía o, más correctamente, sus cosmogonías, a partir de las cuales poder entender de manera coherente e interrelacionada el conjunto de su imaginario, así como el de sus prácticas ritua-les, festivas y funerarias. Por ejemplo, sabemos que el culto a los astros fue un com-ponente central de su cosmovisión, pero no como se conformó su pensamiento en torno a ellos, ni cómo fueron los mitos o mitemas que explicaban el significado de esos elementos o de ese culto; un problema similar al de la veneración en otros ele-mentos presentes en la naturaleza como montañas, cuevas, aguas, piedras, animales, bosques, etc. En este caso, si bien te-nemos identificadas esas formas externas, echamos en falta los contenidos y los significados, es decir, poseemos poca informa-ción acerca de por qué fueron seleccionados y dotados de sacralidad ciertos lugares o elementos naturales, qué significa-do se les daba y qué relación tenía con las sociedades que po-seían esas creencias. De todo ello conocemos ciertamente sólo algunos aspectos, la mayor parte de los cuales deben ser inferi-dos a partir de las evidencias materiales, y asimismo puestos en relación con los escasos testimonios escritos que poseemos. Hemos de tener presente que estudiamos sociedades en las que lo religioso está en todas partes y vehicula, ante todo, una 597 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 23 visión propia del mundo en el que la separación entre lo sagra-do y lo profano no resulta fácil de identificar. Por tanto, adop-tamos un concepto de religión amplio, entendiendo por tal el discurso que organiza y ordena el universo y todo lo que en él existe, integrando con ello el conjunto de ritos, mitos, creencias e instituciones religiosas. Además, entendemos estas religiones dentro de las denominadas religiones étnicas, concibiendo por tal las que se definen ante todo por la pertenencia a un grupo étnico o de identidad reducida, que poseen creencias y prácticas asociadas a un territorio definido con el que se identifican y que encuentra en los elementos naturales presentes en el mismo un espacio de sacralización. 3.4. La complejidad histórica norteafricana: indígenas y foráneos en su contexto Como ya hemos adelantado, los parámetros en los que se sustenta esta comparativa debe tener en cuenta el contexto his-tórico propio de la protohistoria e historia antigua del continen-te, el cual está marcado por los procesos de colonización feni-cio, púnico y romano. Como es bien sabido, los fenicios fundaron diversas colonias desde principios del primer milenio en Útica, Cartago y Lixus, extendiéndose posteriormente por todo el litoral del Magreb, lo que dio pie a un proceso de interacción continuo entre esos navegantes orientales y las po-blaciones locales. Por su parte, especialmente a partir del siglo V a.e. la ciudad de Cartago inició un proceso de expansión y territorialización de su hinterland que tuvo un efecto significa-tivo entre las poblaciones locales, según han resaltado autores como Ferchiou, Peyras, Ferjaoui y Manfredi33. La historiografía siempre ha explicado este contacto desde un enfoque colonialista, al igual que para el caso romano, plan-teando que estos colonizadores habrían impuesto su civilización a los indígenas, entre otros aspectos, debido a la superioridad de 33 Entre las diversas publicaciones de estos autores puede consultarse FERCHIOU (1987 y 1991), PEYRAS (1991), FERJAOUI (2010) y MANFREDI (2010). ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 598 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 24 su bagaje cultural y tecnológico. Esto habría supuesto la aculturación y la asimilación y, en otros casos, la resistencia indígena a esa dominación; así como diferentes fenómenos de sincretismo entre las tradiciones locales y foráneas que son es-pecialmente palpables en las fuentes de contenido religioso. Sin embargo, para el caso de la colonización fenicia, se ha conside-rado que el impacto de su influencia se repartió de forma homo-génea para todo el continente, aplicando así una generalización vaga que no tiene en cuenta los desarrollos locales. En esta lí-nea, no se puede plantear que los indígenas fueron influenciados por los orientales (o, más bien, la interacción en-tre ambos bandos) de un modo homogéneo en el espacio y en el tiempo, ya que dicha influencia fue especialmente potente en la costa, pero muy frágil en los territorios del interior. Es por ello que debemos tener presente cómo fue el desarrollo históri-co en las distintas regiones y qué diferencias presenta en el con-junto del norte de África. En este sentido, sabemos que en las regiones interiores, como en Numidia, el impacto fenicio y cartaginés fue realmen-te escaso hasta las guerras púnicas. Los trabajos arqueológicos en Althiburos (provincia de Le Kef), por ejemplo, en pleno cora-zón de esa región, han proporcionado una información funda-mental, al documentar una secuencia estratigráfica de ocupa-ción habitacional desde el siglo IX a.e. hasta la época romana, y en la que se comprueba a partir de los datos cerámicos que la presencia de material fenicio-púnico no es importante hasta los siglos II-I a.e.34. Asimismo, toda esa región está caracterizada por una fuerte tradición funeraria indígena en la que predomi-nan las tipologías autóctonas, especialmente los dólmenes, túmulos y bazinas, alcanzado incluso el periodo romano. Las tumbas de origen fenicio en esa región, al contrario que las que se encuentran en territorios litorales de Argelia y Túnez, son más escasas y generalmente tardías, de época neopúnica; una cronología en la que alcanzaron una importante extensión en el interior del territorio númida (tanto de Túnez como de Argelia) los santuarios de tradición púnica, dedicados en su gran mayo- 34 Véase KALLALA y SANMARTÍ (2008 y 2011). 599 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 25 ría a la divinidad Baal Hammón, aunque muchos de ellos se erigieron sobre centros sagrados indígenas anteriores35. Este aspecto constituye una cuestión de extremo interés para el estu-dio del análisis religioso, puesto que permite comprobar cómo las poblaciones locales aceptaron algunos usos religiosos origi-nalmente foráneos pero mantuvieron otros, posiblemente por-que se encontraban más afianzados en su identidad religiosa y étnica. Si este es el retrato para la zona númida interior, encon-tramos en otras regiones un desarrollo distinto como, por ejem-plo, en la costa oriental de Túnez (Cabo Bon y Sahel), donde el impacto de la colonización fenicia fue importante desde un pri-mer momento, como demuestran los casos de Kerkouane y Hadrumetum, pero en el que también se produjo un proceso de integración entre indígenas y foráneos como se aprecia en los ritos funerarios documentados en diversas necrópolis, en las que convive el material arqueológico de origen oriental con for-mas de enterrarse y ritos de raigambre local36. En esta línea, las investigaciones más recientes en temática religiosa no sólo han aportado nueva información en forma de santuarios y necrópolis excavadas, sino que parten de nuevas perspectivas que inciden en valorar precisamente la complejidad del contacto cultural y cómo ésta se identifica en el registro arqueológico, del mismo modo que se destaca el carácter poliédrico de las comunidades locales y en cómo éstas se dife-renciaron entre sí a partir de diferentes mecanismos simbólicos y religiosos37. Del mismo modo, el estudio de las fuentes enraizadas en la tradición fenicio-púnica puede proporcionar también una infor-mación notable sobre el mundo indígena. Fruto del contacto y de la interacción bilateral entre indígenas y fenicios, creemos que algunos elementos religiosos y simbólicos adscritos a la tra-dición local pudieron ser representados o incorporados en los registros iconográficos de tradición fenicia. Un caso paradigmá- 35 KRANDEL-BEN YOUNES (2002). Cf. LE GLAY (1966). 36 Véase por ejemplo BEN YOUNES (1995). 37 Los trabajos más sugerentes al respecto son los de CAMPS (1979), BOKBOT (1991, 2003 y 2006), GHAKI (1993, 2005 y 2009-2010) y KRANDEL-BEN YOUNES (2002), especialmente pp. 460-464. ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 600 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 26 tico al respecto nos lo proporcionan las estelas procedentes de los santuarios, en las que vemos una serie de motivos que, a nuestro entender, se vinculan con ese sustrato local. Esto lo podemos apreciar en los motivos vegetales representados —pal-mera datilera—, en los animales sacrificiales, típicos de la caba-ña ganadera indígena —cabra, toro, oveja–, así como en elemen-tos astrales –sol, creciente, luna—, que no sólo eran importantes en la cosmovisión fenicia, sino que formaban parte de los com-ponentes esenciales de las creencias religiosas indígenas. Más arriesgado si cabe, aunque igualmente relevante, es la hipótesis de que el denominado símbolo de Tanit fuera la expresión grá-fica de una idea cosmogónica local, y en el que se representaron elementos fundamentales de su pensamiento religioso como la montaña, o la tierra, el cielo y los astros38. Durante el periodo romano, asimismo, no sólo se produjo esa propagación de los cultos neopúnicos, sino también la ex-tensión de los santuarios de tipo clásico, pero también se obser-va un proceso a partir del cual comienzan a ser documentadas divinidades de filiación indígena. Contamos con una lista impor-tante de nombres al respecto, en algunos casos acompañados de su representación iconográfica, documentos éstos de una impor-tancia extraordinaria para adentrarnos en el conocimiento de una posible estructura politeísta de la religión local. Aunque muchas veces se ha argumentado que los libio-bereberes po-seían una religión previa a la estructuración del politeísmo, ya hemos planteado que se ha de valorar estas sociedades en su marco histórico, por lo que es posible que durante el periodo romano o poco antes, se hubiera producido un complejo proce-so de transformación de sus religiones, el cual aún no alcanza-mos a conocer ni comprender en su totalidad, que pudo conlle-var una estructuración más compleja de su panteón divino, un proceso de transformación que no puede entenderse fuera de los importantes cambios sociales e históricos que se produjeron desde mediados del primer milenio a.e. y, en especial, durante las guerras púnicas y que conllevaron a la creación de las dife-rentes monarquías indígenas. 38 TEJERA y CHÁVEZ (2005). 601 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 Lo significativo de este proceso es que esa tradición indíge-na, ya de por sí diversa y compleja, al interactuar con nuevos sistemas religiosos generó también nuevas manifestaciones que integraron en un discurso religioso diferente las tradiciones pasadas. Es en este contexto metodológico en donde el estudio de las diferencias, como vimos en páginas anteriores, es más importante que el de las similitudes puesto que permite captar los cambios, las transformaciones históricas y las diferencias dentro de las tradiciones indígenas. De este modo, comprender los impactos coloniales antiguos desde enfoques que los conci-ben como situaciones en las que prima la relación, la negocia-ción y la interacción por encima de la dominación entre los sujetos históricos permite realizar una mirada diferente al pasa-do, en la que se destacan los mecanismos de comunicación cul-tural. 4. A MODO DE CONCLUSIÓN Debido al espacio de que disponemos, no hemos podido profundizar como deseábamos en algunas cuestiones, las cuales serán retomadas en trabajos futuros, especialmente en el terre-no empírico. No obstante, creemos que hemos articulado una aproximación más desarrollada y estructurada que en anterio-res trabajos, presentando las líneas directrices que han de guiar la metodología comparada de las religiones antiguas de Cana-rias y África. En síntesis, hemos visto que nuestra propuesta se fundamen-ta en que los antiguos habitantes de las Islas trajeron consigo una religiosidad, así como una serie de componentes culturales y materiales, que se enraízan de modo indudable en la tradición indígena libio-bereber. Pero hemos de entender ésta desde una perspectiva amplia, lejos de las categorizaciones esencialistas que han defendido la existencia de una realidad bereber única e inmutable a lo largo del tiempo. Para este propósito, es fun-damental atender a nuestro marco histórico de referencia (des-de el primer milenio a.e. hasta la Antigüedad tardía), puesto que fue en esa horquilla temporal cuando las poblaciones de origen ANTONIO TEJERA GASPAR Y JOSUÉ RAMOS MARTÍN Anuario de Estudios Atlánticos 602 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 28 africano arribaron, en una o varias etapas, al Archipiélago. Pero, ante todo, porque esas sociedades, ya de por sí diversas, prota-gonizaron un complejo desarrollo histórico marcado tanto por la evolución histórica local como por la relación de ese sustrato indígena con los colonizadores foráneos. Se trata de un proce-so que estamos aún en trance de conocer pero en el que tuvo lugar una evidente transformación cultural e identitaria, que fue diferente según los momentos y los lugares que analicemos, y que puso en práctica unos mecanismos de negociación, inter-cambio e interacción cultural que algunos autores post-colonia-les conceptualizan como hibridación. Valorar esos procesos históricos del continente, teniendo en cuenta la complejidad de las poblaciones estudiadas y la variabi-lidad de las tradiciones religiosas implicadas, obliga a precisar nuestra metodología comparada y a tener en cuenta los desarro-llos históricos del continente. La conectividad, pues, entre Cana-rias y África, ha de ser esencialmente histórica, y el método com-parado debe ser en este caso eminentemente historicista. Las fuentes imponen para este propósito objeciones notables, tanto en Canarias como en el continente, pero esto no debe empujar hacia la búsqueda de estructuras inmutables y estáticas, aunque en algún caso la exploración antropológica o filológica pueda dar resultados interesantes en nuestro propósito. Esa compara-tiva histórica, asimismo, debe establecer un marco que incluya tanto las semejanzas como las diferencias, puesto que ambas proporcionan información determinante y fundamental, de modo que la mezcla de ambas es la que permite un estudio com-parado, histórico e integrado de esas evidencias, y hace posible una aproximación histórica a las identidades antiguas. En definitiva, defendemos que es posible establecer un mar-co comparado entre los libio-bereberes de Canarias y África, que esa metodología debe ser progresivamente definida y concreta-da a partir de las herramientas que nos proporciona la discipli-na de la Historia de las Religiones, pero también de otras afines encargadas del estudio de los fenómenos religiosos, que esa comparativa debe tomar como referente a la Historia de modo principal, y que debemos asumir la enorme diversidad poblacional, cultural e identitaria de nuestros objetos de estu- 603 LA RELIGIÓN DE LOS LIBIOS DE CANARIAS Y ÁFRICA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 573-604 29 dio. Creemos que este procedimiento puede arrojar luz acerca de estas cuestiones, en las que el caso canario puede proporcio-nar datos fundamentales, especialmente en lo que respecta a la cosmogonía y pensamiento religioso, puesto que en las Islas existe un tipo de documentación etnohistórica que no tiene pa-rangón con la del continente. Estamos, pues, ante la necesidad de considerar que estudia-mos no una religión libio-bereber, sino muchas religiones y cul-turas, cuyo grado de semejanza y diferencia, de identidad e in-dividualidad, de parentesco, si se quiere, ha de ser el objeto del análisis histórico y que, de un modo u otro, se enraízan en una tradición antigua que estamos aún en proceso de conocer. BIBLIOGRAFÍA ÁLVAREZ DELGADO, J. (1945): Teide. Ensayo de Filología tinerfeña. La Laguna. BASSET, R. (1909). «Berbers and North Africa», en HASTINGS, J. (ed.), Encyclopedia of Religion and Ethics, pp. 506-519. Traducido al francés como BASSET, R. 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