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ARQUEOLOGÍA 521 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 CONSIDERACIONES EN RELACIÓN CON LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS CONSIDERATIONS IN RELATION WITH THE PROTOHISTORIC COLONIZATION OF THE CANARY ISLANDS Pablo Atoche Peña* Recibido: 31 de mayo de 2012 Aceptado: 22 de junio de 2012 Resumen: Tras el descubrimiento en El Bebedero (Lanzarote) de los primeros elementos materiales ads-critos al ámbito cultural romano, se han recuperado otros artefactos de procedencia fenicio-púnica en Buenavista (Lanzarote) y restos mediterráneos en la barra litoral de La Graciosa. Esos registros mate-riales y las amplias series de dataciones asociadas permiten re-trasar el comienzo de la coloniza- Abstract: After the discovery in the first material remains of the Roman culture in El Bebedero (Lanzarote), other Phoenician-Punic artifacts have been retrieved in Buenavista (Lanzarote) together with Mediter-ranean remains along the stretch of coastline on La Graciosa. These ma-terial remains and the broad range of associated dates of the same al-low for us to set back the beginning of colonisation in the Canary Is- * Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Facultad de Geografía e Historia. Departamento de Ciencias Históricas. Edificio de Humanidades. Despacho 133. C/ Pérez del Toro, 1. 35003. Las Palmas de Gran Canaria. Teléfono: +34 928 45 89 21; correo electrónico: patoche@dch.ulpgc.es; web personal: http://www.personales.ulpgc.es/patoche.dch/ Este trabajo se inscribe dentro de los estudios que estamos realizando en el marco del proyecto HAR2009-08519, «Canarias: colonización humana protohistórica, bioadaptación insular y transformación medioambiental», fi-nanciado por el Ministerio de Economía y Competitividad. IP: Pablo Atoche Peña. PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 522 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 2 ción de las Islas Canarias al inicio del I milenio a.n.e., situándola en el extremo oriental del archipiélago (Lanzarote/La Graciosa), fenómeno que corresponde con un momento en el que se está produciendo la culminación de la colonización de las islas mediterráneas. Palabras clave: Islas Canarias, Pro-tohistoria, cronologías, coloniza-ción mediterránea, fenicio-púnico, romano. lands to the start of the first millen-nium B.C., thereby situating the Eastern part of the Archipelago (Lanzarote/La Graciosa) on a time-line similar to that of the colonisa-tion of the Mediterranean islands. Keywords: Canary Islands, Proto-historic, Chronologies, Mediterra-nean Colonisation, Phoenician-Pu-nic, Roman. 1. INTRODUCCIÓN La invitación del profesor Antonio Béthencourt Massieu a participar en este homenaje al centenario del nacimiento del historiador Antonio Rumeu de Armas me ha parecido una bue-na ocasión para volver a reflexionar acerca de una de las cues-tiones más controvertidas del pasado protohistórico de Cana-rias: el primer poblamiento humano. Los novedosos registros materiales recuperados en recientes intervenciones arqueológi-cas practicadas en las islas de Lanzarote y La Graciosa, unido a las altas dataciones cronométricas que se les asocian, permi-ten reconsiderar el tema del poblamiento desde una perspecti-va asentada en datos objetivos consolidados. Espero que estas lí-neas sirvan como modesto reconocimiento a la inmensa labor científica de nuestro paisano el Dr. Rumeu de Armas. La arqueología canaria alcanzó la última década del siglo XX carente de estudios que abordaran la colonización humana de las islas en el marco de una hipótesis articulada y global, ale-jada de los tópicos etnohistóricos decimonónicos que venían lastrando inexorablemente cualquier intento por dar una solu-ción coherente a la cuestión asentada en sólidas evidencias ar-queológicas. Ese era un problema estructural que se manifesta-ba, entre otros aspectos, por el generalizado desinterés de los arqueólogos canarios por toda línea de trabajo que se apartara de lo puramente indígena, de lo puramente guanche. De esa ma-nera, la impropiamente denominada como Prehistoria canaria mantenía el inocente empirismo que la había venido caracteri- 523 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 3 zando; su arraigo al positivismo clásico supuso por lo general la inmersión de la prehistoria teórica en una sistemática de la cultura material, es decir en arqueometría. Se renunciaba así al objetivo teórico, el cual trataba de conseguirse interpretando las categorías taxonómicas en términos histórico-culturales, con un marcado reformismo pragmático o positivismo modificado, que pretendía una cientifización de la arqueología mediante la incor-poración de los procedimientos disponibles tras la revolución tecnológica propiciada por la Nueva Arqueología. En general, se daba una tendencia generalizada en la que se sustituía la pers-pectiva histórico-cultural por otra de tipo procesual. Frente a esa tendencia mayoritaria, en la segunda mitad de la década de los años 90’ del pasado siglo XX se observa la apa-rición de un punto de inflexión marcado por la publicación de varios trabajos arqueológicos que daban a conocer conjuntos de evidencias materiales demostrativas de que las Islas Canarias, en las primeras etapas de su poblamiento humano, habían sido receptivas a los procesos culturales, políticos y económicos que caracterizaron al Mediterráneo occidental durante el I milenio antes de la Era1. En términos generales se producía la constata-ción de que los primeros grupos humanos establecidos en las islas poseían un bagaje cultural en el que eran frecuentes los elementos asimilados de la civilización fenicio-púnica estableci-da en el norte de África desde finales del II milenio a.n.e., hecho que permitió que la investigación comenzara a encontrar expli-caciones a determinados fenómenos culturales propios de las comunidades canarias dentro del universo cultural de la coloni-zación fenicio-púnica del Mediterráneo y de los resultados de la aculturación de las poblaciones paleobereberes norteafricanas en contacto con el mundo semita y con posterioridad continua-do durante la etapa imperial romana. La consecuencia de todo lo anterior ha sido que una parte de la actividad arqueológica desarrollada en el archipiélago ca-nario a partir de mediados de la década de los años 90’ del pa-sado siglo XX se ha orientado a la búsqueda de artefactos e infraestructuras fenicio-púnicas y romanas. Como resultado se 1 MUÑOZ (1994); BALBÍN et al. (1995); GONZÁLEZ et al. (1995 y 1998); ATOCHE et al. (1995, 1997 y 1999). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 524 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 4 han producido diversos hallazgos que, a diferencia de lo que sucedía hasta entonces, ya no consisten en más o menos dudo-sas ánforas romanas extraídas en no menos imprecisas circuns-tancias de los fondos marinos insulares, como fue el caso de las registradas en aguas de La Graciosa, sino de hallazgos ma-teriales y estructurales bien contextualizados en tierra firme, una circunstancia que ha permitido ampliar la visión existente acerca de las fechas, los protagonistas y los factores que desen-cadenaron la colonización humana de las islas y sobre el desa-rrollo que siguieron los procesos culturales tras ese hecho. Frente al marco tradicional, frente a la visión normativa de la cultura que atribuye el cambio cultural a sucesivos estímulos/ oleadas externas, la nueva interpretación surgida de los registros materiales procedentes o asimilados a las culturas de la antigüe-dad tardía del mediterráneo occidental, acudirá a variables y procesos de cambio en los que el factor isla, el denominado sín-drome de la insularidad, será uno de los elementos decisivos a te-nerse en cuenta, especialmente cuando terminen por constituir-se las culturas insulares canarias. La consecuencia más inmediata de todo ello ha sido un saludable rejuvenecimiento de las perspectivas, la relectura de numerosos elementos culturales inadecuadamente interpretados y la reconstrucción de los pri-meros capítulos del devenir histórico de las islas sobre la base de su incorporación al contexto de la expansión comercial desa-rrollada a partir del I milenio a.n.e. en la fachada atlántica afri-cana por marinos fenicios primero, púnicos más tarde y roma-nos finalmente. La situación que surge de todo lo anterior ha dado lugar a un escenario desigual, de tal manera que no resulta extraño que en Canarias aún determinados arqueólogos vinculen teoría ar-queológica con elucubración especulativa. Una postura que de-riva, al fin y a la postre, del hecho de que el desarrollo de la Protohistoria canaria haya estado vinculado desde finales del siglo XIX, al igual que en el resto de Europa, al Historicismo, un enfoque empírico marcadamente ateórico cuyo monopolio en nuestro entorno canario comenzó a entrar en crisis a partir de los años 90 del pasado siglo, casi tres décadas más tarde de que lo hiciera en Europa. 525 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 5 Para algunos investigadores, entre los que nos incluimos, lo que realmente ha cambiado es el panorama actual y las perspec-tivas de futuro de la investigación arqueológica en Canarias, una situación que se ha ido consolidando con la paulatina recupera-ción de un extenso conjunto de registros materiales de proce-dencia mediterránea. En efecto, a los primeros elementos mate-riales adscritos al ámbito cultural romano recuperados en El Bebedero (Teguise) (Fig. 1), se le han venido a unir la estructu-ra y el amplio conjunto de artefactos de adscripción fenicio-púnica extraídos en Buenavista (Teguise) (Fig. 2), los restos mediterráneos recuperados en la barra litoral de La Graciosa y, más recientemente, la factoría romana de púrpura descubierta en el islote de Lobos2. Los registros materiales y las amplias series de dataciones asociadas a algunos de esos sitios no sólo propiciaron inicialmente el desarrollo de las primeras hipótesis acerca de la prolongada presencia de gentes romanas y/o romanizadas en las islas en un marco cronológico bien delimi-tado entre los siglos I a.n.e. y IV d.n.e.3, sino que han permitido el planteamiento de nuevas hipótesis interpretativas relaciona-das con la forma y el momento en que debió producirse el poblamiento de las islas. En concreto, a mediados de la década de los años 90’ R. González y colaboradores4 hacen una propuesta para explicar el poblamiento humano de Canarias en el contexto de la expan-sión colonial fenicio-púnica. Los citados investigadores niegan la posibilidad de un poblamiento de fortuna en Arcas de Noé5, planteando en cambio un poblamiento del archipiélago con población norteafricana y por decisión e interés de las colonias fenicio-púnicas de Occidente. La finalidad de ese fenómeno co-lonizador sería la explotación pesquera de los caladeros canario-saharianos. La importancia de la industria de transformación pesquera de las colonias del Círculo del Estrecho, con Gadir y Lixus a la cabeza, habría llevado a la explotación de los bancos atlánticos, tanto los cercanos a la costa africana como aquellos 2 Mª. C. del Arco, comunicación personal. 3 ATOCHE et al. (1995). 4 GONZÁLEZ et al. (1995). 5 Op. cit., p. 7. PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 526 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 6 FIG. 1. El Bebedero, Lanzarote. Vista general del yacimiento. (Fot. P. Atoche). FIG. 2. Buenavista, Lanzarote. Vista general del yacimiento. (Fot. P. Atoche). 527 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 7 más alejados, que suponen la prolongación de los caladeros luso-ibéricos en el Océano. Ello se habría saldado con el descu-brimiento de los archipiélagos atlánticos, entre los que destaca-ba sin duda el canario; la riqueza del mismo en túnidos y escómbridos, tanto permanentes como estacionales, habría pro-piciado el interés de los pescadores de las factorías de la costa hispano-portuguesa y marroquí, establecimientos desde los que partiría la intención, estatal o privada, de poblarlas. R. González y colaboradores optan por un poblamiento escalonado que, arrancando por Lanzarote, se habría extendido al resto de las islas. Se abría así el camino para una nueva interpretación de la cuestión del poblamiento y su definitiva ordenación cronológica. 2. POBLAR UN ARCHIPIÉLAGO ATLÁNTICO: ADAPTACIÓN DE UN MODELO CULTURAL MEDITERRÁNEO La arribada al archipiélago canario de los primeros poblado-res humanos no fue un hecho único o fortuito sino que, por el contrario, debió formar parte de un amplio fenómeno coloniza-dor que, desde el Círculo del Estrecho, terminó por afectar en mayor o menor grado a cada una de las islas, si bien con un cierto margen de diferencia cronológica a la luz de las recientes dataciones cronométricas disponibles6. Son precisamente esos datos cronológicos los que señalan que el inicio del proceso colonizador arrancaría por el extremo oriental del archipiélago (Lanzarote), en algún momento en torno al siglo X a.n.e., justo cuando se está procediendo a culminar la colonización de las islas mediterráneas, poblándose por entonces incluso algunas de 6 Vid, ATOCHE (2008 y 2009). Las rutas del noroeste africano fueron tran-sitadas por marinos fenicios desde finales del II milenio a.n.e., si nos atene-mos a la probable fecha de fundación de Lixus (WAGNER, 2008), de manera que el itinerario marítimo por la costa occidental de África hasta Mogador debió ser conocido y frecuentado desde fechas muy tempranas. Con toda probabilidad se trataba de un itinerario asentado sobre la base de rutas más antiguas establecidas desde el sur de la Península Ibérica, cuando menos desde el Bronce final (SCHUBART y ARTEAGA, 1986; MARTÍNEZ y CARRERAS, 1993). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 528 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 8 muy reducido tamaño, inferior a los 10 km2, que nunca habrían podido soportar una comunidad humana autosuficiente. Ese proceso colonizador mediterráneo estuvo marcado por el desa-rrollo de sociedades estatales en Grecia, Italia o el Próximo Oriente, vinculadas a una explosión del comercio internacional que condujo a la integración de las economías de extensas áreas dispersas dentro del Mediterráneo; se considera que esa inten-sificación comercial fue uno de los factores que más potencia-ron la colonización insular. En el caso del archipiélago canario la evidencia arqueológica, a semejanza de lo señalado por M. Patton7 para las islas mediterráneas, también sugiere una colo-nización asentada en un significativo desarrollo económico co-nectado precisamente a la explosión comercial mediterránea del I milenio a.n.e.8 Los elementos materiales recuperados en yacimientos como El Bebedero9 (Fig. 3) o más recientemente en el de Buenavista10 (Fig. 4) o El Descubrimiento11, han venido a dar un nuevo sen-tido a la investigación de la Protohistoria canaria al aportar explicaciones a determinados elementos y fenómenos culturales propios de las comunidades canarias en los contextos de las culturas fenicio-púnica y romana y muy especialmente en los 7 PATTON (1996, p. 62). 8 La hipótesis mediterránea (ATOCHE, 2002) se viene estructurando, como modelo para explicar la colonización humana de las Islas Canarias, a lo largo de las últimas dos décadas. Sostiene, sobre la base de distintos ar-gumentos arqueológicos, que los protagonistas de la colonización del archi-piélago canario fueron navegantes fenicio-púnicos procedentes del Círculo del Estrecho, quienes en realidad tomaron el relevo de navegaciones previas que habrían propiciado, cuando menos a partir del Bronce final, la frecuentación de las aguas insulares, todo ello con unos fines económicos muy concretos. En esa línea, M. Ruiz-Gálvez (2008, p. 39) considera que en el Atlántico du-rante la Edad del Bronce existirían rutas indígenas que servirían de incenti-vo para el comercio fenicio y sobre las que aquél superpuso sus propias ru-tas sin necesidad de efectuar viajes exploratorios previos. Piensa que las factorías fenicias establecidas en África se localizarían sobre antiguos asentamientos indígenas vinculados a redes comerciales locales, lo que les permitiría aprovecharlas para su propio beneficio. 9 ATOCHE et al. (1989 y 1995). 10 ATOCHE et al. (2009 y 2010). 11 GONZÁLEZ y ARCO (2009). 529 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 9 FIG. 3. El Bebedero, Lanzarote. Frag-mentos de ánforas romanas proce-dentes de la Bética. (Fot. P. Atoche). FIG. 4. Buenavista, Lanzarote. Frag-mento de ánfora púnica del Medite-rráneo occidental. (Fot. P. Atoche). procesos de aculturación que esos dos ámbitos culturales pusie-ron en marcha en las poblaciones indígenas del Bronce final del Mediterráneo occidental. En efecto, para la isla de Lanzarote los registros arqueológicos procedentes de Buenavista muestran que los primeros colonos trajeron consigo un bagaje cultural propio del Bronce final mediterráneo en el que se hallan inmersos elementos asimilados de la cultura fenicia presente en Occidente desde finales del II milenio a.n.e. La consecuencia de todo lo anterior es que hemos pasado de contemplar al archipiélago canario como un espacio cultural cerrado a cualquier posible influencia externa que no fuera la «bereber»12, a considerarlo parte integrante de una región afri- 12 Aún se sigue intentando, sin «evidencias científicas» (TEJERA et al., 2006, p. 82), determinar cuáles pudieron ser las tribus bereberes africanas de las que procederían las poblaciones de las siete Islas Canarias en el instante PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 530 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 10 cana en la que convergieron durante más de un milenio los in-tereses de las poblaciones de la Antigüedad establecidas en el Círculo del Estrecho13. Se evidencian así los continuados contac-tos que mantuvieron los primeros canarios con las culturas de la antigüedad mediterránea, de manera que el archipiélago no fue un mundo encerrado en sí mismo, caracterizado por la pervivencia de arcaísmos culturales, sino que una vez que arran-có su colonización y durante un amplio espacio de tiempo se mantuvo abierto a los procesos culturales, políticos y económi-cos que se desarrollaron en el contexto del Mediterráneo occi-dental. Esa intensa y prolongada conexión con el mundo antiguo mediterráneo se interrumpió a partir del siglo IV d.n.e., de tal manera que el aislamiento que desde esos momentos sufrió el archipiélago con respecto a las zonas que propiciaron el proce-so de poblamiento dio lugar al desarrollo de manifestaciones culturales distintas y originales, pero también a significativos conservadurismos como el mantenimiento de creencias y ritua-les por entonces en declive o ya desaparecidos en el Mediterrá-neo. No es extraño que esa incomunicación permita que las culturas canarias mantengan formas culturales superadas o in-cluso se observe la vuelta a tecnologías ya en franco desuso, como la talla de rocas, una tecnología que entre los arqueólogos canarios ha servido durante demasiado tiempo para concep-tualizar a las primeras poblaciones canarias como «prehistóri-en que se romanizó el norte de África. No sólo se presupone una cronología tardía para el poblamiento, ignorándose las altas dataciones proporcionadas por la Arqueología, sino que se pretende llevar a cabo la comparación basán-dose exclusivamente en una supuesta similitud de algunos etnónimos cana-rios con otros africanos protohistóricos. Desde una perspectiva metodológica se obvia explicar, previamente a ese rastreo filológico africano, cuándo y cómo fue posible la colonización de siete islas atlánticas por pueblos conti-nentales procedentes del Atlas, ignorantes de la navegación pero a los que no se les reconoce ningún problema a la hora de repartirse por siete islas oceánicas en grupos determinados por criterios territoriales continentales. En suma, se hace caso omiso a la prolongada presencia africana de las gran-des culturas colonizadoras mediterráneas del I milenio a.n.e. para hacer re-caer el poblamiento en pueblos carentes de esa tradición, nómadas continen-tales desconocedores de la navegación. 13 ATOCHE y RAMÍREZ (2011b). 531 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 11 cas» o incluso como fondo de saco del Neolítico africano, dan-do a entender que determinados elementos culturales de esa etapa sobrevivirían en las islas mucho tiempo después de haber desaparecido en el cercano continente africano. 3. EL ARCHIPIÉLAGO ES DESCUBIERTO Desde la Antigüedad tardía el archipiélago canario conoció sucesivos descubrimientos, los cuales propiciaron su mención en diversas fuentes escritas clásicas grecolatinas y medievales árabes en las que las islas aparecen como una realidad geográ-fica reconocible, alejada de la visión mítica de la insularidad nacida en el seno de la civilización egipcia, desde donde pasó a Grecia y Roma, y que dio lugar a que esas culturas se refirieran a ellas como Islas de los Bienaventurados. En distintos textos clásicos grecolatinos datados desde el siglo VIII a.n.e. (Homero y Hesíodo) hasta finales del siglo XIV d.n.e. las Islas Canarias aparecen citadas en numerosas ocasiones. No obstante, su ubi-cación en el Océano por excelencia las hizo aún más míticas, al recaer en ellas todo lo extraño y fabuloso (Islas de los Bienaven-turados, Jardín de las Hespérides, Campos Elíseos,…). Finalmen-te, su ubicación en el extremo occidental, la región por donde se pone el Sol, las acerca al mundo de las tinieblas, del Más Allá, a la región en donde se situaba el Hades,...14 En el instante en que debió arrancar la colonización de las Islas Canarias, probablemente en torno al inicio del I milenio 14 Vid MARTÍNEZ (2002). En algunas publicaciones recientes se ha recu-rrido a negar la validez de la información literaria en el marco de una pecu-liar corriente textual hipercrítica, en base a la cual es lícito excluir aquellos datos que no encajan en la propia explicación, como los registros arqueoló-gicos de origen romano recuperados en El Bebedero, bajar las cronologías excluyendo dataciones altas disponibles desde hace décadas o, en el extremo de la negación, poner en duda el rigor de algunos investigadores cuando los argumentos científicos faltan. En ese sentido, no deja de ser sorprendente que una línea de investigación en el seno de la Universidad de La Laguna, defendida entre otros por A. Tejera, siga apostando por un poblamiento tar-dío, basado en una deportación romana en el tránsito de la Era, obviando los datos arqueológicos disponibles. PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 532 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 12 a.n.e., las islas se hallaban deshabitadas y con unos ecosistemas vírgenes, ancladas en medio de un espacio rico en recursos sus-ceptibles de ser explotados, razones que dan consistencia a la posibilidad de que el descubrimiento y la frecuentación del ar-chipiélago se produjeran desde fechas muy tempranas próximas a los siglos XI y X a.n.e., atendiendo a las dataciones crono-métricas disponibles15. Tendríamos así un espacio de tiempo, previo al establecimiento humano en las islas y posterior a su descubrimiento, durante el cual el archipiélago habría sido ob-jeto de un fenómeno de frecuentación y valoración de sus posi-bilidades y recursos tal y como parecen apuntar, entre otros16, los registros de La Graciosa. Tras ese proceso inicial se habría dado paso al establecimiento de los primeros colonos humanos, en un momento en torno al siglo X a.n.e. tal y como atestigua el sitio de Buenavista en Lanzarote. En el margen cronológico delimitado por esa fecha inicial del siglo X a.n.e. y el siglo IV d.n.e., momento en que se produ-jo el abandono de las islas por parte de las culturas mediterrá-neas, es posible reunir diversas noticias referidas a viajes marí-timos por el entorno más cercano a las Islas Canarias, las cuales constituyen el reflejo del progresivo conocimiento que sobre el archipiélago se fue adquiriendo en la Antigüedad. Ese es el caso del viaje exploratorio de circunnavegación de África a cargo de los navíos fenicios fletados por el faraón Necao II a finales del siglo VII a.n.e., un periplo que, al remontar el Atlántico y sus corrientes desde el Golfo de Guinea, llevaría a sus protagonistas hasta las aguas canarias. Algo más tarde, en el siglo VI a.n.e., 15 ATOCHE (2009); GONZÁLEZ y ARCO (2009); ATOCHE y RAMÍREZ (2011a). 16 R. González y Mª.C. del Arco (2007, pp. 23-24), apuntan la posibilidad de que algunas dataciones muy antiguas, como la de finales del III milenio-inicios del II a.n.e. para restos óseos de cabra del Barranco de la Monja (Fuerteventura), o las dataciones de restos de ovicaprinos localizados en Guatiza (Lanzarote) con fechas aún más altas situadas entre el IX y el V milenios a.n.e., pudieran corresponder a «… un primohorizonte colonizador animal o, al menos, tentativo de preparar una instalación humana posterior que, por el momento, queda muy desdibujada y que, en todo caso, no parece haber contribuido a la sustentación de lo que llamamos «cultura canaria» que, desde nuestra perspectiva, debiéramos engarzarla en los tiempos protohistóricos del Mediterráneo occidental, atlántico oriental y N. de África». 533 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 13 Cartago inició su expansión por el Mediterráneo occidental y el Océano, proceso que debió traer consigo un reforzamiento del fenómeno colonizador en las islas, coincidente durante la segun-da mitad de ese siglo con el Periplo de Hannón y el estableci-miento de libiofenicios en la costa marroquí17. Diversos autores antiguos vieron como algo normal que, con anterioridad a su enfrentamiento con Roma, Cartago instalara ciudadanos suyos y poblaciones libiofenicias fuera de Túnez18. Durante el siglo V a.n.e. se recrudeció la lucha por el control de rutas y mercados en el Mediterráneo, lo que condujo a Cartago a lanzarse al do-minio de amplios territorios africanos. Ese es el momento en el que la ciudad norteafricana provocó el cierre del Estrecho de Gibraltar a otros navegantes, reservándose con ello el monopo-lio de los mercados atlánticos19, una actitud de la que ya había hecho gala la metrópoli norteafricana en la segunda mitad del siglo VI a.n.e., como han indicado F. López Pardo y J. Suárez Padilla20, para quienes el control hegemónico cartaginés se apre-cia cuando una vez descubierta por los fenicios occidentales una isla en aguas del Atlántico, la metrópoli cartaginesa impida co-lonizarla, según una información recogida de Timeo por Diodoro (5, 19-20). Implicaciones semejantes tendrían para los citados investigadores la gestión del comercio atlántico con los viajes de Hannón e Himilcón, considerando muy verosímil que se debiera a Cartago la reocupación de la isla de Mogador en el siglo IV a.n.e.21 Con el final de la primera guerra púnica, en el siglo III a.n.e., la política que implantan los bárquidas supone el empleo de población africana aculturada como colonos en la Península Ibérica y zonas de control económico exclusivo, inaugurándose así un nuevo periodo de intensificación de la actuación cartaginesa en el África bajo su dominio, el cual se interrumpe tras la caída de Cartago en el 146 a.n.e. En esos momentos se liberalizan las prácticas piráticas en todo el Mediterráneo occi- 17 LÓPEZ PARDO (1990, pp. 61-62). 18 LÓPEZ PARDO y SUÁREZ PADILLA (2002, p. 116). 19 GOZALBES CRAVIOTO (1988, p. 773). 20 LÓPEZ PARDO y SUÁREZ PADILLA (2002, p. 115). 21 LÓPEZ PARDO y SUÁREZ PADILLA (2002, p. 116). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 534 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 14 dental, impidiendo que la navegación por el Estrecho sea segu-ra al menos hasta el Principado de Augusto, circunstancia que afectó negativamente a las comunicaciones y relaciones comer-ciales entre Hispania y Mauretania22. Ya en el siglo I a.n.e. el surgimiento en la Mauritania occidental de un reino mauro bajo los auspicios de Roma supuso la llegada al trono del mismo de un monarca helenizado y criado en la metrópoli latina, Juba II, el cual envía al menos una expedición a Canarias y lleva a cabo una política de fundación y reactivación de las factorías de tra-tamiento de púrpura23 y de salazón de pescado en la costa occi-dental de Marruecos24, valiéndose para ello del potencial técni-co, económico y humano de las antiguas fundaciones fenicias y púnicas de la zona africana del Estrecho hasta Mogador, así como de las poblaciones a ellas vinculadas, por entonces en un periodo de bonanza económica tras los años de guerra con Roma. Las evidencias arqueológicas nos muestran que la pre-sencia romana en el norte de África no interrumpió los contac-tos del Círculo del Estrecho con Canarias, al fin y al cabo no habían desaparecido las razones económicas que llevaron a las islas a quienes decidieron iniciar su colonización. La presencia de navegantes romanos o romanizados en la totalidad del archi-piélago es un hecho constatado arqueológicamente por un am-plio conjunto de ánforas procedentes de pecios submarinos25 y varios asentamientos en superficie; esa presencia no finalizó hasta el siglo IV d.n.e. en coincidencia con la crisis del Imperio y el abandono por éste de buena parte de la provincia Tingitana, así como el fin de las actividades de un amplio número de fac-torías de la costa atlántica marroquí26. A partir de esos momen-tos, las referencias escritas o arqueológicas de presencia medi-terránea o africana en Canarias hasta la llegada de nuevos europeos a partir del siglo XIII, son escasas y poco estudiadas. 22 GOZALBES CRAVIOTO (1988, p. 769). 23 DESJACQUES y KOEBERLÉ (1955). 24 PONSICH y TARRADELL (1965). 25 MEDEROS y ESCRIBANO (2006). 26 PONSICH y TARRADELL (1965, pp. 116-117). 535 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 15 4. ARRANCA LA COLONIZACIÓN Y EL ESTABLECIMIENTO Tras el descubrimiento y la valoración inicial de las potencia-lidades del archipiélago se pondría en marcha su colonización, proceso que afectaría inicialmente a las islas más orientales, las Hespérides de Juba II27, en concreto a Lanzarote. Los primeros humanos que decidieron establecerse en esa isla se encontraron unos ecosistemas vírgenes conformados, tras varios millones de años de evolución, por diversas especies animales y vegetales que constituyeron la base ecológica de partida sobre la que se asentó la apropiación del territorio insular. La intervención hu-mana sobre el paisaje insular, el modo en que fueron transfor-mados los ecosistemas, permite llevar a cabo una aproximación a la manera, la forma y el momento en el que se inició la colo-nización, además de a las razones y el ámbito cultural de los protagonistas que la llevaron a cabo. El proceso poblador introdujo transformaciones tanto en la cultura importada por los colonos como en las características étnicas de las poblaciones que arribaron a las nuevas tierras debido a la influencia del factor isla, cambios que con el trans-curso del tiempo darán lugar a la aparición de notables diferen-cias en relación con los caracteres dominantes en las regiones continentales desde las que se trasladaron los colonizadores. Esa circunstancia permite explicar las características divergen-tes observables entre las distintas culturas insulares canarias, además de determinadas modificaciones genéticas en las pobla-ciones insulares una vez que han transcurrido varios milenios tras su establecimiento en el archipiélago. 4.1. Las fechas del comienzo El momento en el que se produjo el establecimiento de los primeros humanos en Canarias puede fijarse apoyándonos en los únicos datos fiables disponibles, una amplia serie de 27 SANTANA y ARCOS (2006). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 536 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 16 dataciones C14 que permiten situar la existencia de asentamientos estables en la isla de Lanzarote (Teguise) en ple-no siglo X a.n.e.28 y en la de Tenerife (Icod) en el siglo IX a.n.e.29. Esas altas cronologías han sido a su vez corroboradas por varias fechaciones obtenidas por termoluminiscencia sobre fragmentos cerámicos modelados a torno recuperados en el cordón litoral de La Graciosa30. Por tanto, las evidencias apun-tan a una más que probable proximidad al siglo X a.n.e. como límite superior para el comienzo del establecimiento humano en las Islas Canarias. En efecto, durante el último lustro la arqueología canaria ha registrado diferentes datos cronométricos entre los cuales aque-llos que más se relacionan con el inicial fenómeno colonizador han sido los obtenidos en Lanzarote. Se trata de una amplia serie de dataciones C1431 que permiten confirmar la preeminen-cia temporal de esa isla con respecto al resto del archipiélago en el fenómeno poblador. Las fechas proceden de diferentes sitios (El Bebedero, Caldereta de Tinache, Buenavista y Valle de Femés), destacando las 17 referencias registradas en El Bebede-ro, en su mayor parte relacionadas con la continuada presencia de gentes romanas y/o romanizadas en la isla. Le siguen en número las series obtenidas en Buenavista (9 referencias) y la Caldereta de Tinache (8 referencias), las segundas acordes con los contextos romanos de El Bebedero, hecho que también ocu-rre con algunas de las primeras si bien una buena parte de ellas, las más antiguas, se encuentran asociadas a un conjunto de ar-tefactos de procedencia fenicio-púnica. La datación obtenida para la base del muro exterior de la edificación exhumada en Buenavista señala que la estructura se levantó en algún momento a mediados del siglo X a.n.e. (960 BC cal.), instante que se corresponde con la inicial ocupación del asentamiento, tras la cual la presencia humana en el lugar se prolonga de manera continuada hasta el último tercio del siglo IV a.n.e. (530 BC cal., 380 BC cal. y 330 BC cal.), cuando la 28 ATOCHE y RAMÍREZ (2011a, pp. 153-156). 29 GONZÁLEZ y ARCO (2007, p. 54). 30 GARCÍA-TALAVERA (2003); GONZÁLEZ y ARCO (2009). 31 ATOCHE (2009). 537 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 17 construcción se amortiza32. Con posterioridad, a partir de la primera mitad del siglo II a.n.e. y hasta el siglo III d.n.e., Buenavista fue de nuevo visitado, en un periodo cronológico cuyo desarrollo final coincide con un momento que, a nivel de la protohistoria insular, se corresponde con el inicio de una eta-pa de expansión en la ocupación del territorio, como atestiguan los numerosos asentamientos pertenecientes a esos instantes distribuidos por la totalidad de la superficie de la isla. En esencia, Buenavista constituye la evidencia de la presen-cia en Lanzarote de un grupo humano plenamente establecido desde el siglo X a.n.e., acompañado de un contexto material caracterizado, entre otros elementos, por diferentes artefactos de procedencia fenicio-púnica33. Ese es un tipo de objetos que se suman a los que ya eran conocidos para esa isla, con una pro-cedencia cultural semejante34, entre los que cabe llamar la aten-ción, por el papel que el asentamiento donde se ubica debió jugar en el proceso de frecuentación y establecimiento de gen-tes en el archipiélago, sobre una de las infraestructuras hidráu-licas presentes en el sitio de Rubicón35, en concreto el denomi- 32 ATOCHE y RAMÍREZ (2011a). 33 En Buenavista están presentes desde el estrato más profundo las cerá-micas modeladas a torno, a las que los análisis de caracterización petrográfica de las pastas han puesto de manifiesto sus grandes semejanzas con varios de los grupos cerámicos definidos en la colonia fenicio-púnica de La Fonteta (Alicante), (GONZÁLEZ PRATS, 2008; ATOCHE y RAMÍREZ, e.p.), una circunstancia que no sólo confirma la procedencia fenicio-púnica de las ce-rámicas de Buenavista sino también su gran antigüedad, en correspondencia con las altas dataciones radiocarbónicas proporcionadas por el mismo yaci-miento. 34 ATOCHE et al. (1997 y 1999); ARCO et al. (2000); ATOCHE y RAMÍREZ (2008 y 2009). 35 Vid ATOCHE et al. (1999). La Playa de los Pozos serviría desde la Anti-güedad como fondeadero, construyéndose en el lugar infraestructuras que facilitaran la navegación, como son los dos pozos con cámaras, construccio-nes en las que se adoptaron soluciones arquitectónicas dispares; de tal ma-nera que si bien al interior de ambas se puede acceder a través de rampas con escalones, en el caso de la estructura de menores dimensiones la rampa conduce a una pequeña cámara adintelada, mientras que en el segundo caso da paso a dos amplias cámaras intestadas cubiertas con sendas bóvedas de cañón. Además, en el dintel del hueco de acceso a la cámara del primer pozo, se localiza una figuración grabada que reproduce el signo antropomorfo que PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 538 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 18 nado Pozo de la Cruz. Rubicón se sitúa en un punto estratégico de la costa sur de Lanzarote, con toda probabilidad integrado en uno de los itinerarios marítimos que debieron emplearse para acceder al archipiélago. La estratégica posición que ocupa ese emplazamiento de cara a la frecuentación marítima del mar de Canarias constituye una adecuada explicación a su existencia (Fig. 5), reforzada ahora por los hallazgos romanos producidos en el islote de Lobos. FIG. 5. Rubicón, Lanzarote. Playa de los Pozos. (Fot. P. Atoche). representa a la diosa fenicio-púnica Tanit. Esa representación se halla asocia-da a grabados podomorfos y textos epigráficos de tipo neopúnico, elementos que sumados a la tipología formal de la estructura determinan con claridad el origen geográfico y cultural de la construcción: los ambientes punicizados del norte de África. Por el contrario, la segunda construcción presenta unas técnicas arquitectónicas que se identifican con las que muestran los pozos romanos de la costa noroccidental africana que acompañan a las factorías de salazones, garum o púrpura reestablecidas o erigidas ex novo por Juba II a partir del último tercio del siglo I a.n.e. y observables en todas las áreas romanizadas del Mediterráneo. 539 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 19 En Buenavista encontramos pues los restos de una comuni-dad humana muy antigua, asociada a elementos materiales pro-pios de la cultura fenicio-púnica establecida por entonces en el Mediterráneo occidental. Esos registros, unidos a las altas dataciones que se les asocian, introducen nuevos y objetivos elementos de análisis en la investigación dirigida a dirimir el momento y los protagonistas del primer poblamiento humano del archipiélago canario. La profundidad que las nuevas dataciones otorgan al proceso de colonización viene a confirmar lo que ya se intuía a través de los datos cronológicos recogidos por Mª.C. del Arco y colaboradores en varios yacimientos encla-vados en Icod de los Vinos, en el norte de Tenerife36, y más re-cientemente en trabajos de prospección centrados en la isla de La Graciosa, donde el sitio de El Descubrimiento ha proporcio-nado unos conjuntos materiales resultado de la frecuentación de antiguas navegaciones por el Atlántico meridional. Navegantes mediterráneos habrían recalado en las costas de La Graciosa en algún momento de finales del II milenio a.n.e.37, hecho que abre nuevas e interesantes perspectivas a la cuestión relacionada con el conocimiento que existía en la Antigüedad sobre la presencia de islas a lo largo de la costa noroeste africana, un discerni-miento que las dataciones de Buenavista alejarían en el tiempo, situándolo en algún instante varios siglos anterior a las dataciones que hasta ahora se consideraban desde una perspec-tiva arqueológica para la presencia colonial fenicia en enclaves como Lixus o Mogador. Por consiguiente, aunque la mayoría de las dataciones abso-lutas registradas a lo largo de todo el archipiélago se ubican a partir del I milenio de la Era, existe una serie de fechaciones más antiguas situadas en el I milenio a.n.e. que ajustan unos límites cronológicos en los que el contexto cultural de Canarias estuvo dominado sucesivamente por la presencia fenicia, púnica 36 En Tenerife las series de fechas proporcionadas por algunos enclaves habitacionales (cuevas de La Arena, Las Palomas, Don Gaspar y Los Guanches), permiten situar el momento más antiguo de su colonización en el arranque del I milenio a.n.e. (820 BC cal. Cueva de Los Guanches) (Gak- 14.599), (ARCO et al., 1997). 37 GONZÁLEZ y ARCO (2009). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 540 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 20 y romana. Es pues en ese ámbito cultural en el que hay que rastrear las posibles relaciones de origen de las culturas cana-rias, sus raíces culturales; y es en ese contexto y en las expedi-ciones fenicias dirigidas a conocer el Océano, en el que sin duda hay que situar el proceso colonizador del archipiélago. El análisis histórico de los datos arqueológicos proporciona-dos por Buenavista señalan que a partir del siglo X a.n.e. Lanzarote fue visitada por marinos fenicios, quienes dieron lu-gar a una primera colonización de la isla utilizando con toda probabilidad un contingente de población afín (¿tartesios?, ¿libios?,…). Si en el siglo X a.n.e. ya se había producido una primera colonización de al menos una de las islas canarias (Lanzarote), hay que convenir que el descubrimiento y frecuen-tación del archipiélago debió producirse con anterioridad a esa centuria, a cargo de los únicos que en su entorno poseían la suficiente tecnología naval para hacerlo, los marinos fenicios. En un primer momento debió tratarse de una empresa estatal, un proceso de colonización con fines geoestratégicos y de explo-tación agraria38 en el que también tendrían interés colonial las materias primas regionales, utilizando contingentes de pobla-ción norteafricana pertenecientes a un mismo contexto geográ-fico y cultural, el de los paleobereberes en contacto con la cul-tura fenicia en el norte de África. Los más que seguros aportes posteriores de población no tuvieron por qué afectar a todas las islas en igual medida, por cuanto ello dependería de los intere-ses que en cada momento tuvieran los responsables de progra-mar y llevar a cabo la empresa. De hecho, a partir de los siglos VIII y VII a.n.e. y hasta el siglo I d.n.e., es posible situar varios instantes en los que se dieron las condiciones necesarias para reactivar el proceso de colonización, ya que no hay que olvidar que las Canarias se encontraban en el centro de una rica zona económica susceptible de ser explotada en un amplio abanico de posibilidades dependientes sólo de la ley de la oferta y la demanda. El proceso colonizador insular debió reforzarse a partir del siglo VI a.n.e. coincidiendo con la expansión de 38 C.G. WAGNER (2000, p. 41), hace ya más de una década que llamó la atención acerca de la importancia de los aspectos agrícolas en la expansión fenicia en Occidente. 541 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 21 Cartago39, ciudad que en esos momentos se lanza al dominio efectivo de amplios territorios de África y al cierre del Estrecho de Gibraltar a otros navegantes40. En torno al cambio de Era se inició la explotación extensiva del territorio de Lanzarote, fenómeno que se sustentó en un tipo de asentamiento que respondía a un modelo de factorías agra-rias (El Bebedero, Caldereta de Tinache,...) vinculadas a los inte-reses económicos del mundo romano41. La información sedimentológica y polínica disponible42 indica que hasta ese momento la isla sólo habría sido objeto de una colonización de baja intensidad, representada tanto por algún enclave en la cos-ta como del interior, dicotomía que también se refleja en la ma-nera diferencial de ocupar el territorio insular: hasta el siglo IV d.n.e. mediante un patrón disperso basado en asentamientos de pequeña entidad y funcionalidad orientada a la realización de actividades agropecuarias y a partir de ese instante mediante un patrón concentrado en núcleos urbanos de diferente entidad. En el siglo I a.n.e. la intensificación económica que se pro-duce en el Atlántico canario-norteafricano, de la que fue respon-sable Juba II, mantuvo la presencia efectiva en Canarias de gen-tes ajenas a las islas. Se trata con toda probabilidad de navegantes romanizados procedentes del Círculo del Estrecho, los cuales transitaron las aguas canarias hasta finales del siglo III o comienzos del IV d.n.e.43, finalizando su presencia en las islas como consecuencia de la crisis político-económica del Imperio Romano y el abandono por éste de buena parte de la provincia Tingitana, lo que puso fin a las actividades de un amplio número de factorías de la costa atlántica marroquí44. A partir de ese instante en las islas discurre la fase de abandono, con un desarrollo cronológico muy corto (c. siglos III-IV d.n.e.) y marcada por el final de la dependencia económica externa resultado de la crisis que afectó al Imperio Romano en el siglo 39 FANTAR (1988); FRUTOS (1991); AUBET (1994). 40 LÓPEZ CASTRO (1992). 41 ATOCHE et al. (1995). 42 ATOCHE (2009). 43 ATOCHE et al. (1995); ATOCHE y PAZ (1999); ATOCHE (2006). 44 PONSICH y TARRADELL (1965, pp. 116-11). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 542 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 22 III, un fenómeno ajeno a las islas que sin embargo sería el res-ponsable de su aislamiento y de la consecuente crisis de unas formaciones sociales hasta entonces volcadas al exterior. 4.2. ¿Cómo se poblaron? Los primeros pobladores de Canarias debieron ser traslada-dos hasta las islas por marinos que dominaban la navegación oceánica. Para el momento en el que las dataciones cronométricas sitúan el inicio de la colonización de Canarias, la única marina que en el occidente mediterráneo disponía de naves con las condiciones técnicas necesarias para viajes oceánicos era la fenicia45. P. Cintas46 aseguraba que la superio-ridad de la marina fenicia se debió al hecho de ser los primeros en poseer el secreto del calafateado correcto al disponer del betún de Judea, lo que les permitía etapas de navegación más prolongadas y recorrer mayores distancias, al ahorrar el tiempo invertido en hacer escalas para efectuar las tareas de manteni-miento de las naves. Diferentes investigadores de las condiciones de navegación por el Estrecho de Gibraltar, así como de las posibilidades de rebasarlo con los medios disponibles por los marinos de la an-tigüedad prerromana, coinciden en señalar que determinados aspectos, tales como la existencia de vientos dominantes del N.O. en el Mediterráneo occidental en todo el verano, hacen de esa época la mejor para navegar. Esto dificultaría la travesía en sentido Mediterráneo-Atlántico al encontrar los barcos un su-puesto viento desfavorable, como si los barcos a vela sólo pudie-ran navegar si encuentran viento favorable de popa. Esas opi-niones no tienen en cuenta las fórmulas alternativas de navegación existentes o la relevancia real de los fenómenos at- 45 Son escasas las evidencias de naves indígenas de la Edad del Bronce en el Atlántico debido a las extremas condiciones oceánicas; no obstante, M. Ruiz-Gálvez (2008, p. 43), considera que son suficientes para considerar la posibilidad de la existencia de comunicaciones tanto fluviales como maríti-mas durante el Bronce final (ca. 1300-900 a.n.e.). 46 CINTAS (1954, p. 11). 543 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 mosféricos. La Odisea (II, 289-295) permite entender que un viaje de larga duración no era extraño a los hombres de aquella época, ni tampoco navegar de noche. No debemos olvidar que los griegos denominaban «foeniké» a la estrella polar, indicio de que los marinos fenicios dominaban también la navegación nocturna guiándose por las estrellas. El adecuado uso de escotas permitiría cazar las velas o lar-gar, consiguiéndose un mejor aprovechamiento del viento. La nave ciñe y avanza aunque el viento no venga de popa, corri-giéndose con el timón el rumbo. Por tanto, un navío con remeros y gobernado por marineros que sepan manejar adecua-damente la vela puede hacerse a la mar y progresar, salvo que vientos contrarios muy intensos o una tormenta lo impida. Esto garantiza una cierta regularidad en los trayectos, un mejor apro-vechamiento de los días y, unido a los conocimientos astronómicos, navegar por alta mar al menos en trayectos de no demasiados días de duración. La temprana fundación de Gadir y Lixus a finales del II milenio a.n.e. debió servir para asegurar a los fenicios el control de la navegación en la zona atlántica del Estrecho. Esto hizo que los marinos fenicios fueran los primeros navegantes medi-terráneos en cruzar el Estrecho y explica la creación en esa zona de rutas navales similares a las establecidas para el Mediterrá-neo, con su punto de partida en Gadir y destinos en el Atlánti-co norte y sur, probablemente aprovechándose de la experiencia y los conocimientos de los navegantes indígenas tartésicos. La ruta hacia el archipiélago canario debió constituir sin duda un derrotero gaditano-lixita, el cual se mantendría en secreto du-rante siglos por medio del cierre del Estrecho. El asentamiento de Mogador demuestra que cuando menos desde el siglo VIII a.n.e. se poseía un notable conocimiento del Atlántico. Fenicios y cartagineses fueron los marinos que más frecuentaron las cos-tas atlánticas africanas, inicialmente con un neto carácter exploratorio y más tarde con fines colonizadores y comerciales, iniciando su colonización desde finales del II milenio a.n.e., siendo los que desarrollaron el peculiar «comercio no presencial» o «comercio silencioso»47. 47 LÓPEZ PARDO (2004, p. 96; 2008, pp. 51 y 54). 23 PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 544 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 24 El Periplo de Hannón, un relato en el que se mezcla explora-ción y colonización, y que dio lugar al establecimiento de colo-nias púnicas en la costa marroquí, constituye un buen ejemplo de empresa colonial realizada con un importante contingente de población a bordo de pentecónteros, bajo la protección del Baal Hammón de Cartago, cuyo santuario se convirtió en la institu-ción que tuteló toda empresa náutica cartaginesa48. Sin embar-go no es ese el único hecho conocido relacionado con el trasla-do por parte de los marinos fenicios de población con fines colonizadores, tal y como señala F. López Pardo49 cuando se re-fiere a la fundación de la ciudad de Lixus «… integrando pobla-ción autóctona e indígena traídos del sur de la Península, quizás de la costa oriental de Andalucía y seguramente en régimen de de-pendencia… ». El tipo de nave denominada pentecónteros se empleó para la exploración oceánica en las expediciones institucionales. Por el contrario, la navegación regular utilizaría naves mercantes (gaulós, hippos,…). El hippos sería la embarcación más idónea para navegar por la costa africana y alcanzar Kérné/Mogador, debido a su doble sistema de propulsión50. 4.3. ¿Qué motivó el poblamiento? Los motivos que permiten explicar la presencia humana en Canarias deberían poder rastrearse en el entorno geocultural más próximo a las islas, es decir el Mediterráneo y la costa at-lántica norteafricana. Esa es una región donde se suceden a partir del I milenio a.n.e. toda una serie de acontecimientos que reflejan a su vez hechos acaecidos a partir del 1200 a.n.e. en las ciudades fenicias próximo-orientales, esenciales para compren-der el fenómeno que analizamos. En concreto, ciudades-estado como Tiro, Biblos o Sidón, sometidas a un fuerte desequilibrio recursos/población, ponen en marcha una política de fundación de asentamientos comerciales a lo largo de toda la cuenca me- 48 Op. cit., p. 55. 49 LÓPEZ PARDO (2004, p. 87, nota 2). 50 LÓPEZ PARDO (2008, pp. 63-64). 545 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 25 diterránea destinados a la captación de metales y productos agrarios, además de servir de vía de control demográfico51. Ese proceso generó la creación de centros comerciales a lo largo de la costa andaluza, en pleno funcionamiento durante el siglo IX a.n.e. (Morro de Mezquitilla, Toscanos, Acinipo, Cerro de la Mora, Peña Negra,...). En el siglo VIII a.n.e. Gadir y Lixus ya po-seen una estructura urbana desarrollada que permite fijar su fundación, el reconocimiento de su entorno y sus potencialida-des económicas con bastante anterioridad (finales del s. XII a.n.e.), explicando por qué a partir del siglo VII a.n.e. se suce-den las fundaciones fenicias en la costa marroquí (Mogador, Ras Achakar-Yebila, Kuass, Banasa, Cabo Ghir,…). Éstas supondrán el control de rutas y recursos económicos atlánticos muy valo-rados en el Mediterráneo y la aparición de periodos orientalizantes en las culturas de los pueblos con los que toman contacto los navegantes y colonos semitas52. A partir del siglo VI a.n.e. el crecimiento alcanzado por Cartago le permite tomar el relevo a las ciudades fenicias orien-tales y acometer su propio fenómeno colonizador en el Medite-rráneo occidental, mediante la fundación de establecimientos o ejerciendo su influencia sobre los preexistentes. De ese modo, la metrópoli púnica comienza a tejer una red de rutas y mercados, en pugna con las colonias griegas del Mediterráneo central o la naciente Roma, y a colonizar nuevas tierras sobre todo a partir del siglo V a.n.e., instante en el que a juicio de S. Moscati53 la ciudad se repliega sobre sí misma, acaba con la monarquía, aparecen los sufetes, se introducen profundos cambios en el plano religioso, se amplían los horizontes comerciales y se da paso a un dominio efectivo de amplias zonas del territorio afri-cano. Es entonces cuando se organizan los viajes de Himilkón a las fuentes del estaño en el Atlántico norte (las Cassitérides) y de Hannón hacia el África atlántica, expedición que nos sirve de referencia para conocer la manera en que Cartago actúa: inter-vención estatal, fundamentada sobre argumentos políticos, es-tratégicos y económicos, que supone el desplazamiento de un 51 AUBET (1987, p. 55). 52 AUBET (1983, p. 7). 53 MOSCATI (1983, p. 55). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 546 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 26 numeroso contingente de población perfectamente pertrechado para colonizar: «Los cartagineses decretaron que Hannón navega-ra fuera de las columnas heracleas y fundara ciudades de los libiofenicios; y emprendió la navegación llevando consigo sesenta pentecónteros y una cantidad de hombres y mujeres que alcanza-ban el número de hasta treinta mil además de provisiones y el resto del equipamiento»54. Esa empresa, que a juicio de F. López Pardo55 habría tenido lugar en la segunda mitad del siglo VI a.n.e., es una muestra de colonización sirviéndose de población norteafricana en una época relativamente temprana de la expan-sión púnica. La colonización de territorios de la mano de Cartago no fue, sin embargo, un hecho excepcional, como ha señalado J.L. López Castro, para quien existen referencias clásicas que permi-ten hablar de la presencia de colonos libiofenicios en el sur de la Península Ibérica durante los siglos V y IV a.n.e., «… someti-dos a un régimen de servidumbre, y (cuyo) asentamiento se contextualiza en un programa colonizador dirigido por Cartago a todas las áreas hegemonizadas por ella…», protagonizando una auténtica colonización agraria56. Son libiofenicios, los mismos que cita el Periplo, los que Tito Livio (Historia de Roma, XXI, 22-3) describe como «raza de sangre púnica y africana». Son los africanos que han adoptado elementos de la cultura fenicia, que tienen lazos de parentesco (sobre todo a nivel de los elementos relevantes de su estructura social) con los semitas, que se orga-nizan a su modo y sirven igualmente como mercenarios en el ejército de la metrópoli, o como elementos transportables a zo-nas que deben quedar bajo el control político y económico de Cartago, como hacen los bárquidas en la Península Ibérica en el siglo III a.n.e.57 Esa costumbre de trasladar el excedente de po-blación, formado por contingentes de campesinos y pobres, de unas zonas bajo control púnico a otras, se observa también en Sicilia y Cerdeña, siendo reconocida por el propio Aristóteles, quien en el segundo libro de Política, al describir el gobierno de 54 GARCÍA y GÓMEZ (1996, pp. 113-114). 55 LÓPEZ PARDO (1994, p. 62). 56 LÓPEZ CASTRO (1992, p. 47). 57 FRUTOS (1991). 547 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 Cartago afirma que: «Aunque éste es un gobierno oligárquico, los cartagineses rehúyen muy bien sus inconvenientes gracias a sus riquezas, haciendo emigrar una y otra vez a una parte del pueblo a sus colonias, y con este procedimiento se remedian y aseguran la estabilidad del régimen». Controlar zonas estratégicamente importantes, ricas en re-cursos potencialmente utilizables, ponerlos en explotación, favo-recer la hegemonía cartaginesa, colocar el excedente de pobla-ción y eludir tensiones sociales; estas son las razones que explican el traslado de norteafricanos y la fundación de colo-nias, y son asimismo las causas que explican una expedición del tipo de la de Hannón hacia el África atlántica y sus riquezas. La presencia púnica más allá de las Columnas de Hércules, en zonas de interés económico para Gadir y Lixus, pudo hacer-se, como afirma F. López Pardo58, para defender los intereses de los enclaves del Círculo del Estrecho, o bien para usurpar te-rritorios y hacerse con un lugar en el control de las riquezas al margen de dichos enclaves. Desconocemos cual sería la razón concreta, pero en cualquiera de los casos, ello no es sino un aspecto más de toda una política que conduce al enfrentamien-to de Cartago con sus competidores, en un intento por alejarlos del extremo occidental del Mediterráneo y del Océano, tal y como lo recogen Diodoro y el Pseudo-Aristóteles59. Como ya han apuntado R. González Antón y colaborado-res60, tras las Columnas de Hércules existe una fuente de rique-za clara: la pesca que surte a las factorías de salazón y de fabri-cación de garum. Junto a ella hay otras, como el comercio con las poblaciones de la zona, que es citado por el mismo Herodoto en el siglo V a.n.e., el cual proveería a los enclaves fenicio-púnicos del actual Marruecos de metales, tintes y sal, entre otros productos. Pues bien, Canarias está en el centro de todo ese espacio económico y posee recursos propios (tintes, sal, pescado, madera,...), algunos escasos o inexistentes en el litoral africano, que hacen que su colonización tenga una importancia geoestratégica y económica de primer orden (Fig. 6). 58 LÓPEZ PARDO (1994, p. 67). 59 BLÁZQUEZ (1977, pp. 38-39). 60 GONZÁLEZ ANTÓN et al. (1995). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 548 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 28 Evidentemente, tenemos que considerar que las islas tenían un aspecto sensiblemente distinto al que presentan en la actua-lidad, de tal forma que hacia el siglo X a.n.e. mostrarían a los navegantes una cubierta vegetal mucho más extensa y frondosa de la que hoy conocemos, las selvas que aún pudieron observar dos milenios más tarde los cronistas de la conquista normando-castellana. Los recursos freáticos estarían en niveles óptimos, siendo frecuentes los cursos de agua estacionales e incluso los permanentes; tampoco estaban ausentes las amplias vegas de tierra fértil aptas para el cultivo, así como los puertos naturales y fondeaderos seguros donde sustentar actividades pesqueras y/ o viajes más al sur. Todas ellas características favorables incrementadas por un clima moderado y sin grandes oscilacio-nes térmicas. En consecuencia, numerosos y variados recursos potenciales, comparables con los hallados por los marinos feni-cios en otras islas que colonizaron a lo largo del Mediterráneo, como Ibiza o Formentera61, hasta el punto de que en Canarias FIG. 6. Saladeros de Rasca, Tenerife. (Fot. P. Atoche). 61 GÓMEZ BELLARD (1995). 549 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 29 esas gentes debieron limitarse a reproducir un patrón de com-portamiento ancestral con el que dieron continuidad en el At-lántico a un proceso que practicaban de manera habitual en el Mediterráneo desde mucho tiempo atrás. Si bien los recursos derivados de la pesca debieron concen-trar una gran atracción a partir del siglo VI a.n.e., a tenor de las óptimas condiciones existentes en las aguas canarias para la captura de túnidos y escómbridos62, materia prima con la que se fabricaba uno de los productos de consumo más preciados en la antigüedad, el garum, las islas también ofrecían la oportunidad de obtener otros elementos de sumo interés comercial durante la Antigüedad. Ese es el caso de la sal, materia imprescindible para la conservación de los productos perecederos que se pro-dujeran y base de un amplio comercio en el Mediterráneo, los elementos tintóreos (múrex u orchilla) (Fig. 7), la sangre de drago o la grasa y el ámbar gris de las diversas especies de cetáceos que frecuentan las aguas canarias aún en la actualidad. FIG. 7. Orchilla de Lanzarote (Roccella canariensis). (Fot. P. Atoche). 62 PONSICH y TARRADELL (1965); GONZÁLEZ ANTÓN et al. (1995). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 550 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 30 Tampoco hay que desdeñar el papel que el archipiélago pudo jugar como plataforma desde la que obtener productos del cer-cano continente, tales como el oro africano63, sobre todo si te-nemos en cuenta que debieron constituir la base ideal para ac-ceder a los yacimientos auríferos del África occidental y paso obligado en el viaje de retorno. Por tanto, las Islas Canarias y sus aguas no sólo contaban con recursos económicos de gran importancia para los merca-dos mediterráneos de la Antigüedad (en algunos casos, exclusi-vos de su entorno), sino que además se situaban en el eje de una zona de altísimo interés comercial, tanto para Cartago como para sus aliados del Estrecho. En consecuencia, aunque algo alejadas, no debieron constituir una posición marginal en los círculos mercantiles del Mediterráneo occidental, sino una baza a proteger y explotar en el mismísimo corazón de sus intereses oceánicos. Así pues, se impone el control efectivo de un entor-no de alto valor estratégico, rico en recursos explotables, me-diante la colocación de un contingente poblador que garantice la hegemonía fenicio-púnica en la zona y la explotación de sus riquezas, hasta el punto de que, como ha señalado E. Gozalbes Cravioto64, la actitud de Cartago ante los transgresores de su monopolio era la propia de los piratas «… una piratería organi-zada como función colectiva, el ataque a todo tipo de barcos…». Como consecuencia de lo señalado, las ventajas que se deri-varían del establecimiento de comunidades en las Islas Canarias serían elevadas: desde la colocación de excedentes demográfi-cos, con posibilidades de llevar a cabo una colonización agraria y controlar con gentes afines una zona de gran importancia económica, situación ésta que parece reflejarse en el asenta-miento de Buenavista, hasta la obtención de bastimentos y mano de obra con la que transformar los recursos existentes como paso previo a su transferencia a las colonias y factorías africanas del Atlántico y de ahí a los mercados donde fuesen demandados. Las circunstancias anteriores hacen que las ciuda-des fenicias del Círculo del Estrecho inicialmente y del Círculo de 63 JÁUREGUI (1954); MAHJOUBI (1983). 64 GOZALBES CRAVIOTO (1988, p. 773). 551 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 31 Cartago65 con posterioridad, sean las candidatas favoritas de cara a la adjudicación de la autoría del hecho colonizador desa-rrollado en Canarias. La virginidad del territorio insular, su extremada fertilidad, con cursos de agua y valles muy aptos para la agricultura, de-bió generar un fenómeno similar al que se produjo en la costa andaluza a partir del I milenio a.n.e., la instalación de colonos que garantizaran a los mercaderes y navegantes la estabilidad de los sitios y la consiguiente prestación de servicios a la nave-gación. 4.4. Los protagonistas de la colonización: libios y fenicios Si bien los comienzos decimonónicos de la investigación arqueológica en Canarias estuvieron muy vinculados con la Antropología y su interés por la búsqueda de los orígenes del hombre de Cro-Magnon, en la actualidad resultan extremada-mente escasos los estudios que hayan focalizado su atención en el origen étnico de la población protohistórica de Canarias. Esa insuficiencia ha generado notables lagunas en nuestros conoci-mientos, haciendo que todavía no se hayan resuelto satisfacto-riamente cuestiones tales como el aspecto físico de los primeros pobladores o su procedencia étnica. A esas preguntas se ha in-tentado dar respuesta recurriendo a las fuentes etnohistóricas, un tipo de información cuyo empleo en Canarias ha constitui-do un procedimiento metodológico habitual en el ámbito de la investigación desarrollada por la Arqueología protohistórica. Los datos que aportan han servido con demasiada frecuencia como apoyo a partir del cual generalizar a la totalidad del archi-piélago canario determinados caracteres bioantropológicos constatados sólo en alguna de las islas. El peso de la tradición de una investigación excesivamente inclinada a seguir sin mu-cha discusión los datos proporcionados por las fuentes etnohistóricas, claramente volcadas en la comparación de lo canario con los modernos pueblos bereberes del cercano conti- 65 BERNARDINI (1996, p. 35). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 552 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 32 nente africano, también ha marcado los estudios dirigidos a intentar explicar el origen y posterior desarrollo de las poblacio-nes paleocanarias. Curiosamente, esto último se ha trasladado a los recientes estudios genéticos efectuados a partir de restos humanos protohistóricos, en nuestra opinión marcadamente apriorísticos por su inclinación a concentrar la búsqueda de paralelos genéticos a las poblaciones paleocanarias en los gru-pos bereberes asentados en el extremo más cercano a las islas del continente africano. Los estudios genéticos centrados en las poblaciones protohistóricas canarias han experimentado una relativa proli-feración desde finales de la década de los años 90’ del pasado siglo, si bien su utilidad desde la perspectiva arqueológica ado-lece de notables carencias, determinadas por la casi total inexis-tencia de datos referidos al contexto cronológico de los especímenes analizados. En ese sentido, uno de los más exten-sos análisis llevados a cabo66 asegura que las muestras estudia-das poseían unos mil años de antigüedad, habiéndose obtenido datos de ADNmt sólo del 55% del total muestreado. Sin entrar a discutir las bases científicas que les permiten establecer esa supuesta antigüedad, la realidad es que de ser cierta, nos encon-traríamos que se ha estudiado una muestra (¿representativa?) de la población establecida en el archipiélago cuando ya han transcurrido dos milenios desde que arrancara el fenómeno poblador de las islas. En el citado trabajo se asegura que se halló una gran diver-sidad étnica en la muestra analizada, semejante a la que se en-cuentra actualmente en la población canaria o en la del conti-nente africano; ese hecho se interpreta como resultado de varias oleadas migratorias67, lo que desde nuestra perspectiva parece 66 MACA-MEYER (2002) y MACA-MEYER et al. (2004). En el estudio se ana-lizaron 131 muestras procedentes de cuatro islas (Tenerife, Gran Canaria, Gomera y El Hierro) y un total de 129 individuos. No se muestrearon los restos antropológicos de La Palma, Fuerteventura o Lanzarote, isla esta últi-ma que como hemos señalado en otra parte de este trabajo, ha proporciona-do las dataciones más antiguas referidas al poblamiento del archipiélago, un dato de sumo interés si lo que se pretende es determinar el origen genético de la primigenia población paleocanaria. 67 MACA-MEYER (2004, p. 160). 553 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 33 estar presuponiendo que cada una de esas oleadas traería a Canarias grupos étnicamente puros. Es ése un supuesto que se contradice con la situación étnica que se da en el área geográfi-ca desde la cual se supone que procede el poblamiento, espacio en donde el mestizaje étnico constituye una clara seña de iden-tidad al menos desde el Epipaleolítico. Aunque los citados inves-tigadores encuentran grandes dificultades para situar los oríge-nes geográficos exactos de los indígenas canarios, apuntan a los bereberes marroquíes, a los bereberes del noroeste africano, como las poblaciones étnicamente más cercanas68. No obstante, reconocen que los marcadores bereberes también están presen-tes en la Península Ibérica69 hasta el punto de que en un traba-jo anterior N. Maca-Meyer70 ya aseguraba que más del 80% de los linajes determinados en una amplia muestra indígena co-rrespondían a haplogrupos europeos ampliamente extendidos por el norte de África y el Próximo Oriente, siendo éste su más probable área inicial de origen71, ubicando la procedencia últi-ma de esos linajes en el norte de África. En cualquier caso, in-dica que cuatro linajes (14 % del total) se hallan exclusivamen-te en Próximo Oriente y dos (6,9 %) en Europa72. R. Fregel y colaboradores73, en un reciente estudio genético centrado en la población protohistórica de La Palma, afirman que el origen bereber norteafricano ha sido corroborado a nivel molecular con el hallazgo en Canarias de marcadores específi-cos norteafricanos74. No obstante lo anterior, aseguran que exis- 68 Op. cit., p. 161. Para C. Flores y colaboradores (2001, p. 752), la distri-bución geográfica actual por Canarias del marcador mitocondrial U6 aporta información adicional en relación con la manera en que las islas fueron co-lonizadas. Así, la diversidad y el número de secuencias son mayores en Lanzarote y Fuerteventura, las islas más cercanas al continente africano, mientras que decrecen gradualmente a medida que nos desplazamos hacia el oeste. Lo anterior sugiere un inicial proceso de asentamiento acorde con el modelo de stepping-stone. 69 Op. cit., p. 155. 70 MACA-MEYER (2002). 71 Op. cit., p. 81. 72 Op. cit., p. 84. 73 FREGEL (2009). 74 FREGEL (2009, p. 1.314). Los marcadores del sub-haplogrupo U6 son de sumo interés en Canarias ya que un subgrupo del mismo es específico de las PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 554 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 34 te una significativa porción de linajes aborígenes, que contabi-lizan en el 15%, que poseen marcadores específicos de la zona europea de la cuenca mediterránea o del Próximo Oriente75. En su opinión los datos que manejan se adaptan mejor a un mode-lo de poblamiento insular con frecuentes migraciones entre is-las76, una circunstancia bastante extraña en unas poblaciones de las que se supone desconocían la navegación. Nos encontramos pues ante datos en los que, por un lado, una porción de la po-blación insular tendría un origen europeo/próximo oriental, y por otro lado, donde la gran semejanza entre islas desmiente el supuesto aislamiento de las poblaciones insulares frente a unos contactos continuados en el tiempo. Estas dos hipótesis se adap-tan bien con nuestro modelo, en el que postulamos una pobla-ción colonizadora con un mismo origen geográfico-cultural, la cual alcanzaría las islas de la mano de navegantes semitas arrancando desde puertos localizados en el Círculo del Estrecho, en el Círculo de Cartago o de ambos simultáneamente. Así, si nos centramos en Lanzarote, en atención al hecho de que es la isla canaria que ha proporcionado las cronologías más antiguas relacionadas con el poblamiento, los escasos restos antropoló-gicos recuperados parecen corresponder a una etapa avanzada de la Protohistoria, posterior en cualquier caso al siglo V d.n.e., a tenor de los contextos arqueológicos que los acompañan. Esos elementos antropológicos fueron valorados por Mª.D. Garralda77, asegurando que se trataba de una población dolicocránea de tipo mediterráneo norteafricano, correspon-diente a nivel morfotipológico a las variedades mediterránea islas y se considera un posible nexo de unión entre éstas y el continente afri-cano. Los linajes canarios U6b1 y U6c1 no están presentes en los territorios atlánticos del noroeste africano; por el contrario, el linaje U6c1 sí se ha de-tectado en poblaciones bereberes de Túnez, lo que ha permitido plantear la hipótesis de que la región de origen de los pobladores paleocanarios estuviera en Túnez y Argelia. También queda por resolver si se produjeron una o va-rias migraciones, ya que la distribución actual de los haplotipos mitocondriales es coherente con una única migración, mientras que la del cromosoma Y apunta a dos. 75 Op. cit., p. 1.322. 76 Op. cit., p. 1.314. 77 GARRALDA (1985). 555 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 35 robusta y grácil norteafricanas, en algún caso con rasgos mechtoides atenuados, de acusada robustez, reflejada por la presencia de líneas de inserción muscular muy marcadas, y ele-vada estatura, superior a la media de las poblaciones paleocanarias. En opinión de la citada investigadora, los especímenes que estudia muestran notables similitudes con in-dividuos procedentes de las necrópolis protohistóricas y púnicas de Argelia, considerando que las pequeñas diferencias que ob-serva con respecto a la población norteafricana se originarían como consecuencia del aislamiento en un espacio reducido de las características del de Lanzarote, circunstancia que actuaría como mecanismo microevolutivo sobre el patrimonio genético de esas poblaciones78. Curiosamente, algo más de una década antes de que se iniciaran los estudios genéticos en las islas ya se apuntaba al área argelino-tunecina como probable lugar de pro-cedencia de algunas de las poblaciones paleocanarias79. Desde la perspectiva histórica, y tras un periodo de cuatro siglos de presencia continuada en el occidente africano de ma-rinos y mercaderes fenicios, en el siglo VI a.n.e. Cartago inicia una política real de colonización de territorios africanos a par-tir de los emplazamientos fenicios preexistentes, la cual propi-ció un cierto avance hacia el interior del continente a la búsque-da de tierras cultivables y la creación de unidades de división territorial (los ‘rst, que serán la base de los futuros pagi roma-nos), explotadas por población autóctona sometida por la me-trópoli púnica al pago de tributos y al aporte de contingentes militares. Esa colonización africana fue especialmente intensa en el área tunecina, donde favoreció un mayor acercamiento cultural entre púnicos y paleobereberes, hasta el punto de que estos últimos asumieron numerosos elementos culturales apor-tados por los colonizadores fenicios. En sentido contrario el proceso también fue intenso, de tal manera que para G. Camps80 78 Op. cit., p. 451. 79 En un sentido parecido, R.A. Springer (2001, pp. 56 y 167) sitúa «… los alfabetos con mayores similitudes a los de las Islas Canarias en el Norte de Túnez y Noreste de Argelia …», lo que no le impide reconocer que tanto en el norte de África como en el Sáhara no se conoce ningún alfabeto que sea idéntico a alguno de los canarios (Op. cit, p. 161). 80 CAMPS (1980, p. 148). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 556 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 36 la realidad púnica no puede entenderse sin su componente afri-cana: «Si la tradition punique fut si vivace chez les anciens africains c’est que, précisément, elle ne leur était pas étrangère mais constituée au milieu d’eux, au sein de cités où l’onomas-tique, essentiellement sémitique, n’arrive pas à cacher l’apport ethnique africain». Son muchos los indicadores de esa simbiosis, desde la funda-ción en todo el norte de África de ciudades fenicias y bereberes (Siga, Volubilis, Macomades, Cirta, Tipasa, Calama, Zucchabar,…), que presentan una intensa y duradera convivencia de elementos culturales y étnicos aportados por ambas partes, al tiempo que se convierten en focos de difusión de los mismos hacia las pobla-ciones del interior, hasta fenómenos tan profundos como la adopción de la lengua púnica por las poblaciones paleobereberes, entre las que llega a ser oficial en los reinos mauro y númida tras la caída de Cartago en el 146 a.n.e., perdu-rando aún entre los contemporáneos de Agustín de Hipona en el siglo V d.n.e. La escritura púnica también se acepta o se transfor-ma, dando lugar a dos grafías distintas: la que se ha dado en lla-mar escritura libio-fenicia81 y la escritura líbico-bereber. La admi-nistración municipal cartaginesa se calca y se produce un curioso proceso de sincretismo religioso que supone la acepta-ción por parte de las poblaciones africanas de deidades como Baal-Hammón o Tanit en convivencia con cultos a los genios lo-cales o tribales o a determinados elementos de la naturaleza. Cambia el ritual funerario, como lo indica el abandono de la in-humación en posición decúbito lateral flexionado, a favor de la posición decúbito supino sobre armazón de madera, así como el progresivo acercamiento formal y decorativo de los haouanet lo-cales a los hipogeos púnicos. Por último, se produce un paulati-no mestizaje, sobre todo entre los miembros más relevantes de las formaciones sociales paleobereber y fenicia, circunstancia que lleva a G. Camps82 a afirmar que Massinissa poseía tanta sangre púnica como Aníbal africana. Un aspecto que ya destacó Tito Livio (XXI, 22, 3), al describir a los libio-fenicios como el resultado del mestizaje étnico entre cartagineses y africanos. 81 LÓPEZ CASTRO (1992); MUÑOZ (1994). 82 CAMPS (1980, p. 148). 557 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 37 Todo lo anterior hizo que entre unos y otros se establecieran lazos de unión cultural y personal que favorecieron que los gru-pos paleobereberes asentados en las llanuras costeras del no-roeste africano, las más fértiles del entorno magrebí, y en me-nor medida los del interior, no se limiten exclusivamente a establecer vínculos comerciales con los emplazamientos fenicios de la zona, adoptando un papel pasivo en todo este proceso, sino que, por el contrario, la comunidad de relaciones e intere-ses que se genera hace que sea más sencilla la aceptación de los caracteres culturales de ambas partes. Por tanto, más que la sujeción por la fuerza de las poblaciones de la zona, se observa una provechosa interacción fenicio-africana o libio-fenicia que da lugar a procesos de mestizaje étnico y aculturación esencia-les para conocer la especificidad de las culturas protohistóricas canarias y la bereber actual. En consecuencia, las poblaciones que colonizaron las islas poseían en origen una cultura mestiza, resultado de la simbio-sis de antiguas tradiciones mediterráneo-africanas con elemen-tos fenicio-púnicos, lo que dio como resultado étnico-cultural la aparición de los libiofenicios, un etnónimo que ya Plinio el Vie-jo recoge en su Historia Natural (H.N., V, 24): «Se denominan libifenices los que habitan Bizacio». Bizacio o Bizacena es la re-gión localizada en torno a la ciudad de Cartago, una zona de gran fertilidad. Por otra parte, Tito Livio (XXI, 22, 3) asegura que los libiofenicios son una mezcla de africanos y cartagineses. 5. Conclusiones La parquedad de la información arqueológica disponible para algunas islas del archipiélago, especialmente por lo que a las cronologías se refiere, nos obliga a movernos en determina-dos aspectos relacionados con el fenómeno de poblamiento de las islas en el terreno de las hipótesis, máxime si consideramos que ese fue un proceso complejo que se produjo a lo largo de un amplio periodo de tiempo, caracterizando las fases iniciales de la Protohistoria insular. No obstante, lo anterior no debe limitar nuestra capacidad para articular hipótesis, máxime cuando con- PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 558 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 38 tamos con indicios, evidencias y registros materiales tan rotun-dos como los que se han recuperado a lo largo de las dos últi-mas décadas, los cuales contribuyen a acercarnos a una realidad histórica hasta ahora no suficientemente valorada y explicada. Si bien la mayoría de las cronologías absolutas disponibles se ubican a partir del I milenio de la Era, también se cuenta con una amplia serie de dataciones más antiguas localizadas en el entorno del I milenio a.n.e., las cuales proporcionan unos már-genes cronológicos en los que el marco cultural de las islas se vio contextualizado sucesivamente por la presencia colonial fe-nicia, púnica y romana. El conjunto de evidencias materiales disponible para varias islas del archipiélago demuestran fehacientemente que tras el inicial poblamiento y durante varios siglos Canarias fue una tie-rra receptiva a los procesos culturales, políticos y económicos que se desenvolvieron en el Mediterráneo occidental durante el I milenio antes de la Era. Sin lugar a dudas durante la Antigüe-dad tardía navegantes procedentes del Mediterráneo occidental recorrieron las aguas y recalaron en las costas del archipiélago con unos fines concretos, teniendo desde los primeros momen-tos una muy estrecha relación de origen con las poblaciones asentadas en los suelos insulares. Las recientes dataciones pro-porcionadas por la actividad arqueológica retrotraen esa inicial presencia al tránsito del II al I milenio a.n.e., cronología alta que introduce nuevas e insospechadas posibilidades y enrique-ce la explicación del fenómeno poblador. La idea y los recursos necesarios para llevar a efecto la colonización de las islas surgi-rían desde el Círculo del Estrecho; una vez en las islas éstas se verían afectadas en diferente grado en base a su riqueza en re-cursos o a su importancia geoestratégica, habiéndose produci-do una cierta distancia cronológica entre ellas a la hora de ser colonizadas, si nos atenemos a las dataciones disponibles. En cualquier caso, el proceso colonizador parece haber arrancado por el extremo oriental del archipiélago (Lanzarote/La Graciosa) en torno al siglo X a.n.e. en un momento que coincide con la culminación de la colonización de las islas mediterráneas. 559 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 39 BIBLIOGRAFÍA ARCO, Mª.C. DEL; ARCO, M. DEL; ATIÉNZAR, E.; ATOCHE, P.; MARTÍN, M.; RODRÍGUEZ, C. y ROSARIO, Mª.C. (1997). «Dataciones absolutas en la Prehistoria de Tenerife», en MILLARES, A., ATOCHE, P. y LOBO, M. (coords.). Homenaje a Celso Martín de Guzmán (1946-1994), pp. 65-77. Las Palmas de Gran Ca-naria. ARCO, Mª.C. DEL; GONZÁLEZ, C.; ARCO, Mª.M. DEL; ATIÉNZAR, E.; ARCO, M.J. DEL y ROSARIO, Mª.C. (2000). «El menceyato de Icod en el poblamiento de Tenerife: D. Gaspar, Las Palomas y Los Guanches. 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Título y subtítulo | Consideraciones en relación con la colonización protohistórica de las Islas Canarias / Considerations in relation with the Protohistoric colonization of the Canary Islands |
Autor principal | Atoche Peña, Pablo |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 59 |
Sección | Arqueología |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas |
Editorial | Cabildo de Gran Canaria |
Fecha | 2013 |
Páginas | p. 521-564 |
Materias | Canarias ; Historia |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 371131 Bytes |
Texto | ARQUEOLOGÍA 521 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 CONSIDERACIONES EN RELACIÓN CON LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS CONSIDERATIONS IN RELATION WITH THE PROTOHISTORIC COLONIZATION OF THE CANARY ISLANDS Pablo Atoche Peña* Recibido: 31 de mayo de 2012 Aceptado: 22 de junio de 2012 Resumen: Tras el descubrimiento en El Bebedero (Lanzarote) de los primeros elementos materiales ads-critos al ámbito cultural romano, se han recuperado otros artefactos de procedencia fenicio-púnica en Buenavista (Lanzarote) y restos mediterráneos en la barra litoral de La Graciosa. Esos registros mate-riales y las amplias series de dataciones asociadas permiten re-trasar el comienzo de la coloniza- Abstract: After the discovery in the first material remains of the Roman culture in El Bebedero (Lanzarote), other Phoenician-Punic artifacts have been retrieved in Buenavista (Lanzarote) together with Mediter-ranean remains along the stretch of coastline on La Graciosa. These ma-terial remains and the broad range of associated dates of the same al-low for us to set back the beginning of colonisation in the Canary Is- * Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Facultad de Geografía e Historia. Departamento de Ciencias Históricas. Edificio de Humanidades. Despacho 133. C/ Pérez del Toro, 1. 35003. Las Palmas de Gran Canaria. Teléfono: +34 928 45 89 21; correo electrónico: patoche@dch.ulpgc.es; web personal: http://www.personales.ulpgc.es/patoche.dch/ Este trabajo se inscribe dentro de los estudios que estamos realizando en el marco del proyecto HAR2009-08519, «Canarias: colonización humana protohistórica, bioadaptación insular y transformación medioambiental», fi-nanciado por el Ministerio de Economía y Competitividad. IP: Pablo Atoche Peña. PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 522 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 2 ción de las Islas Canarias al inicio del I milenio a.n.e., situándola en el extremo oriental del archipiélago (Lanzarote/La Graciosa), fenómeno que corresponde con un momento en el que se está produciendo la culminación de la colonización de las islas mediterráneas. Palabras clave: Islas Canarias, Pro-tohistoria, cronologías, coloniza-ción mediterránea, fenicio-púnico, romano. lands to the start of the first millen-nium B.C., thereby situating the Eastern part of the Archipelago (Lanzarote/La Graciosa) on a time-line similar to that of the colonisa-tion of the Mediterranean islands. Keywords: Canary Islands, Proto-historic, Chronologies, Mediterra-nean Colonisation, Phoenician-Pu-nic, Roman. 1. INTRODUCCIÓN La invitación del profesor Antonio Béthencourt Massieu a participar en este homenaje al centenario del nacimiento del historiador Antonio Rumeu de Armas me ha parecido una bue-na ocasión para volver a reflexionar acerca de una de las cues-tiones más controvertidas del pasado protohistórico de Cana-rias: el primer poblamiento humano. Los novedosos registros materiales recuperados en recientes intervenciones arqueológi-cas practicadas en las islas de Lanzarote y La Graciosa, unido a las altas dataciones cronométricas que se les asocian, permi-ten reconsiderar el tema del poblamiento desde una perspecti-va asentada en datos objetivos consolidados. Espero que estas lí-neas sirvan como modesto reconocimiento a la inmensa labor científica de nuestro paisano el Dr. Rumeu de Armas. La arqueología canaria alcanzó la última década del siglo XX carente de estudios que abordaran la colonización humana de las islas en el marco de una hipótesis articulada y global, ale-jada de los tópicos etnohistóricos decimonónicos que venían lastrando inexorablemente cualquier intento por dar una solu-ción coherente a la cuestión asentada en sólidas evidencias ar-queológicas. Ese era un problema estructural que se manifesta-ba, entre otros aspectos, por el generalizado desinterés de los arqueólogos canarios por toda línea de trabajo que se apartara de lo puramente indígena, de lo puramente guanche. De esa ma-nera, la impropiamente denominada como Prehistoria canaria mantenía el inocente empirismo que la había venido caracteri- 523 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 3 zando; su arraigo al positivismo clásico supuso por lo general la inmersión de la prehistoria teórica en una sistemática de la cultura material, es decir en arqueometría. Se renunciaba así al objetivo teórico, el cual trataba de conseguirse interpretando las categorías taxonómicas en términos histórico-culturales, con un marcado reformismo pragmático o positivismo modificado, que pretendía una cientifización de la arqueología mediante la incor-poración de los procedimientos disponibles tras la revolución tecnológica propiciada por la Nueva Arqueología. En general, se daba una tendencia generalizada en la que se sustituía la pers-pectiva histórico-cultural por otra de tipo procesual. Frente a esa tendencia mayoritaria, en la segunda mitad de la década de los años 90’ del pasado siglo XX se observa la apa-rición de un punto de inflexión marcado por la publicación de varios trabajos arqueológicos que daban a conocer conjuntos de evidencias materiales demostrativas de que las Islas Canarias, en las primeras etapas de su poblamiento humano, habían sido receptivas a los procesos culturales, políticos y económicos que caracterizaron al Mediterráneo occidental durante el I milenio antes de la Era1. En términos generales se producía la constata-ción de que los primeros grupos humanos establecidos en las islas poseían un bagaje cultural en el que eran frecuentes los elementos asimilados de la civilización fenicio-púnica estableci-da en el norte de África desde finales del II milenio a.n.e., hecho que permitió que la investigación comenzara a encontrar expli-caciones a determinados fenómenos culturales propios de las comunidades canarias dentro del universo cultural de la coloni-zación fenicio-púnica del Mediterráneo y de los resultados de la aculturación de las poblaciones paleobereberes norteafricanas en contacto con el mundo semita y con posterioridad continua-do durante la etapa imperial romana. La consecuencia de todo lo anterior ha sido que una parte de la actividad arqueológica desarrollada en el archipiélago ca-nario a partir de mediados de la década de los años 90’ del pa-sado siglo XX se ha orientado a la búsqueda de artefactos e infraestructuras fenicio-púnicas y romanas. Como resultado se 1 MUÑOZ (1994); BALBÍN et al. (1995); GONZÁLEZ et al. (1995 y 1998); ATOCHE et al. (1995, 1997 y 1999). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 524 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 4 han producido diversos hallazgos que, a diferencia de lo que sucedía hasta entonces, ya no consisten en más o menos dudo-sas ánforas romanas extraídas en no menos imprecisas circuns-tancias de los fondos marinos insulares, como fue el caso de las registradas en aguas de La Graciosa, sino de hallazgos ma-teriales y estructurales bien contextualizados en tierra firme, una circunstancia que ha permitido ampliar la visión existente acerca de las fechas, los protagonistas y los factores que desen-cadenaron la colonización humana de las islas y sobre el desa-rrollo que siguieron los procesos culturales tras ese hecho. Frente al marco tradicional, frente a la visión normativa de la cultura que atribuye el cambio cultural a sucesivos estímulos/ oleadas externas, la nueva interpretación surgida de los registros materiales procedentes o asimilados a las culturas de la antigüe-dad tardía del mediterráneo occidental, acudirá a variables y procesos de cambio en los que el factor isla, el denominado sín-drome de la insularidad, será uno de los elementos decisivos a te-nerse en cuenta, especialmente cuando terminen por constituir-se las culturas insulares canarias. La consecuencia más inmediata de todo ello ha sido un saludable rejuvenecimiento de las perspectivas, la relectura de numerosos elementos culturales inadecuadamente interpretados y la reconstrucción de los pri-meros capítulos del devenir histórico de las islas sobre la base de su incorporación al contexto de la expansión comercial desa-rrollada a partir del I milenio a.n.e. en la fachada atlántica afri-cana por marinos fenicios primero, púnicos más tarde y roma-nos finalmente. La situación que surge de todo lo anterior ha dado lugar a un escenario desigual, de tal manera que no resulta extraño que en Canarias aún determinados arqueólogos vinculen teoría ar-queológica con elucubración especulativa. Una postura que de-riva, al fin y a la postre, del hecho de que el desarrollo de la Protohistoria canaria haya estado vinculado desde finales del siglo XIX, al igual que en el resto de Europa, al Historicismo, un enfoque empírico marcadamente ateórico cuyo monopolio en nuestro entorno canario comenzó a entrar en crisis a partir de los años 90 del pasado siglo, casi tres décadas más tarde de que lo hiciera en Europa. 525 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 5 Para algunos investigadores, entre los que nos incluimos, lo que realmente ha cambiado es el panorama actual y las perspec-tivas de futuro de la investigación arqueológica en Canarias, una situación que se ha ido consolidando con la paulatina recupera-ción de un extenso conjunto de registros materiales de proce-dencia mediterránea. En efecto, a los primeros elementos mate-riales adscritos al ámbito cultural romano recuperados en El Bebedero (Teguise) (Fig. 1), se le han venido a unir la estructu-ra y el amplio conjunto de artefactos de adscripción fenicio-púnica extraídos en Buenavista (Teguise) (Fig. 2), los restos mediterráneos recuperados en la barra litoral de La Graciosa y, más recientemente, la factoría romana de púrpura descubierta en el islote de Lobos2. Los registros materiales y las amplias series de dataciones asociadas a algunos de esos sitios no sólo propiciaron inicialmente el desarrollo de las primeras hipótesis acerca de la prolongada presencia de gentes romanas y/o romanizadas en las islas en un marco cronológico bien delimi-tado entre los siglos I a.n.e. y IV d.n.e.3, sino que han permitido el planteamiento de nuevas hipótesis interpretativas relaciona-das con la forma y el momento en que debió producirse el poblamiento de las islas. En concreto, a mediados de la década de los años 90’ R. González y colaboradores4 hacen una propuesta para explicar el poblamiento humano de Canarias en el contexto de la expan-sión colonial fenicio-púnica. Los citados investigadores niegan la posibilidad de un poblamiento de fortuna en Arcas de Noé5, planteando en cambio un poblamiento del archipiélago con población norteafricana y por decisión e interés de las colonias fenicio-púnicas de Occidente. La finalidad de ese fenómeno co-lonizador sería la explotación pesquera de los caladeros canario-saharianos. La importancia de la industria de transformación pesquera de las colonias del Círculo del Estrecho, con Gadir y Lixus a la cabeza, habría llevado a la explotación de los bancos atlánticos, tanto los cercanos a la costa africana como aquellos 2 Mª. C. del Arco, comunicación personal. 3 ATOCHE et al. (1995). 4 GONZÁLEZ et al. (1995). 5 Op. cit., p. 7. PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 526 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 6 FIG. 1. El Bebedero, Lanzarote. Vista general del yacimiento. (Fot. P. Atoche). FIG. 2. Buenavista, Lanzarote. Vista general del yacimiento. (Fot. P. Atoche). 527 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 7 más alejados, que suponen la prolongación de los caladeros luso-ibéricos en el Océano. Ello se habría saldado con el descu-brimiento de los archipiélagos atlánticos, entre los que destaca-ba sin duda el canario; la riqueza del mismo en túnidos y escómbridos, tanto permanentes como estacionales, habría pro-piciado el interés de los pescadores de las factorías de la costa hispano-portuguesa y marroquí, establecimientos desde los que partiría la intención, estatal o privada, de poblarlas. R. González y colaboradores optan por un poblamiento escalonado que, arrancando por Lanzarote, se habría extendido al resto de las islas. Se abría así el camino para una nueva interpretación de la cuestión del poblamiento y su definitiva ordenación cronológica. 2. POBLAR UN ARCHIPIÉLAGO ATLÁNTICO: ADAPTACIÓN DE UN MODELO CULTURAL MEDITERRÁNEO La arribada al archipiélago canario de los primeros poblado-res humanos no fue un hecho único o fortuito sino que, por el contrario, debió formar parte de un amplio fenómeno coloniza-dor que, desde el Círculo del Estrecho, terminó por afectar en mayor o menor grado a cada una de las islas, si bien con un cierto margen de diferencia cronológica a la luz de las recientes dataciones cronométricas disponibles6. Son precisamente esos datos cronológicos los que señalan que el inicio del proceso colonizador arrancaría por el extremo oriental del archipiélago (Lanzarote), en algún momento en torno al siglo X a.n.e., justo cuando se está procediendo a culminar la colonización de las islas mediterráneas, poblándose por entonces incluso algunas de 6 Vid, ATOCHE (2008 y 2009). Las rutas del noroeste africano fueron tran-sitadas por marinos fenicios desde finales del II milenio a.n.e., si nos atene-mos a la probable fecha de fundación de Lixus (WAGNER, 2008), de manera que el itinerario marítimo por la costa occidental de África hasta Mogador debió ser conocido y frecuentado desde fechas muy tempranas. Con toda probabilidad se trataba de un itinerario asentado sobre la base de rutas más antiguas establecidas desde el sur de la Península Ibérica, cuando menos desde el Bronce final (SCHUBART y ARTEAGA, 1986; MARTÍNEZ y CARRERAS, 1993). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 528 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 8 muy reducido tamaño, inferior a los 10 km2, que nunca habrían podido soportar una comunidad humana autosuficiente. Ese proceso colonizador mediterráneo estuvo marcado por el desa-rrollo de sociedades estatales en Grecia, Italia o el Próximo Oriente, vinculadas a una explosión del comercio internacional que condujo a la integración de las economías de extensas áreas dispersas dentro del Mediterráneo; se considera que esa inten-sificación comercial fue uno de los factores que más potencia-ron la colonización insular. En el caso del archipiélago canario la evidencia arqueológica, a semejanza de lo señalado por M. Patton7 para las islas mediterráneas, también sugiere una colo-nización asentada en un significativo desarrollo económico co-nectado precisamente a la explosión comercial mediterránea del I milenio a.n.e.8 Los elementos materiales recuperados en yacimientos como El Bebedero9 (Fig. 3) o más recientemente en el de Buenavista10 (Fig. 4) o El Descubrimiento11, han venido a dar un nuevo sen-tido a la investigación de la Protohistoria canaria al aportar explicaciones a determinados elementos y fenómenos culturales propios de las comunidades canarias en los contextos de las culturas fenicio-púnica y romana y muy especialmente en los 7 PATTON (1996, p. 62). 8 La hipótesis mediterránea (ATOCHE, 2002) se viene estructurando, como modelo para explicar la colonización humana de las Islas Canarias, a lo largo de las últimas dos décadas. Sostiene, sobre la base de distintos ar-gumentos arqueológicos, que los protagonistas de la colonización del archi-piélago canario fueron navegantes fenicio-púnicos procedentes del Círculo del Estrecho, quienes en realidad tomaron el relevo de navegaciones previas que habrían propiciado, cuando menos a partir del Bronce final, la frecuentación de las aguas insulares, todo ello con unos fines económicos muy concretos. En esa línea, M. Ruiz-Gálvez (2008, p. 39) considera que en el Atlántico du-rante la Edad del Bronce existirían rutas indígenas que servirían de incenti-vo para el comercio fenicio y sobre las que aquél superpuso sus propias ru-tas sin necesidad de efectuar viajes exploratorios previos. Piensa que las factorías fenicias establecidas en África se localizarían sobre antiguos asentamientos indígenas vinculados a redes comerciales locales, lo que les permitiría aprovecharlas para su propio beneficio. 9 ATOCHE et al. (1989 y 1995). 10 ATOCHE et al. (2009 y 2010). 11 GONZÁLEZ y ARCO (2009). 529 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 9 FIG. 3. El Bebedero, Lanzarote. Frag-mentos de ánforas romanas proce-dentes de la Bética. (Fot. P. Atoche). FIG. 4. Buenavista, Lanzarote. Frag-mento de ánfora púnica del Medite-rráneo occidental. (Fot. P. Atoche). procesos de aculturación que esos dos ámbitos culturales pusie-ron en marcha en las poblaciones indígenas del Bronce final del Mediterráneo occidental. En efecto, para la isla de Lanzarote los registros arqueológicos procedentes de Buenavista muestran que los primeros colonos trajeron consigo un bagaje cultural propio del Bronce final mediterráneo en el que se hallan inmersos elementos asimilados de la cultura fenicia presente en Occidente desde finales del II milenio a.n.e. La consecuencia de todo lo anterior es que hemos pasado de contemplar al archipiélago canario como un espacio cultural cerrado a cualquier posible influencia externa que no fuera la «bereber»12, a considerarlo parte integrante de una región afri- 12 Aún se sigue intentando, sin «evidencias científicas» (TEJERA et al., 2006, p. 82), determinar cuáles pudieron ser las tribus bereberes africanas de las que procederían las poblaciones de las siete Islas Canarias en el instante PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 530 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 10 cana en la que convergieron durante más de un milenio los in-tereses de las poblaciones de la Antigüedad establecidas en el Círculo del Estrecho13. Se evidencian así los continuados contac-tos que mantuvieron los primeros canarios con las culturas de la antigüedad mediterránea, de manera que el archipiélago no fue un mundo encerrado en sí mismo, caracterizado por la pervivencia de arcaísmos culturales, sino que una vez que arran-có su colonización y durante un amplio espacio de tiempo se mantuvo abierto a los procesos culturales, políticos y económi-cos que se desarrollaron en el contexto del Mediterráneo occi-dental. Esa intensa y prolongada conexión con el mundo antiguo mediterráneo se interrumpió a partir del siglo IV d.n.e., de tal manera que el aislamiento que desde esos momentos sufrió el archipiélago con respecto a las zonas que propiciaron el proce-so de poblamiento dio lugar al desarrollo de manifestaciones culturales distintas y originales, pero también a significativos conservadurismos como el mantenimiento de creencias y ritua-les por entonces en declive o ya desaparecidos en el Mediterrá-neo. No es extraño que esa incomunicación permita que las culturas canarias mantengan formas culturales superadas o in-cluso se observe la vuelta a tecnologías ya en franco desuso, como la talla de rocas, una tecnología que entre los arqueólogos canarios ha servido durante demasiado tiempo para concep-tualizar a las primeras poblaciones canarias como «prehistóri-en que se romanizó el norte de África. No sólo se presupone una cronología tardía para el poblamiento, ignorándose las altas dataciones proporcionadas por la Arqueología, sino que se pretende llevar a cabo la comparación basán-dose exclusivamente en una supuesta similitud de algunos etnónimos cana-rios con otros africanos protohistóricos. Desde una perspectiva metodológica se obvia explicar, previamente a ese rastreo filológico africano, cuándo y cómo fue posible la colonización de siete islas atlánticas por pueblos conti-nentales procedentes del Atlas, ignorantes de la navegación pero a los que no se les reconoce ningún problema a la hora de repartirse por siete islas oceánicas en grupos determinados por criterios territoriales continentales. En suma, se hace caso omiso a la prolongada presencia africana de las gran-des culturas colonizadoras mediterráneas del I milenio a.n.e. para hacer re-caer el poblamiento en pueblos carentes de esa tradición, nómadas continen-tales desconocedores de la navegación. 13 ATOCHE y RAMÍREZ (2011b). 531 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 11 cas» o incluso como fondo de saco del Neolítico africano, dan-do a entender que determinados elementos culturales de esa etapa sobrevivirían en las islas mucho tiempo después de haber desaparecido en el cercano continente africano. 3. EL ARCHIPIÉLAGO ES DESCUBIERTO Desde la Antigüedad tardía el archipiélago canario conoció sucesivos descubrimientos, los cuales propiciaron su mención en diversas fuentes escritas clásicas grecolatinas y medievales árabes en las que las islas aparecen como una realidad geográ-fica reconocible, alejada de la visión mítica de la insularidad nacida en el seno de la civilización egipcia, desde donde pasó a Grecia y Roma, y que dio lugar a que esas culturas se refirieran a ellas como Islas de los Bienaventurados. En distintos textos clásicos grecolatinos datados desde el siglo VIII a.n.e. (Homero y Hesíodo) hasta finales del siglo XIV d.n.e. las Islas Canarias aparecen citadas en numerosas ocasiones. No obstante, su ubi-cación en el Océano por excelencia las hizo aún más míticas, al recaer en ellas todo lo extraño y fabuloso (Islas de los Bienaven-turados, Jardín de las Hespérides, Campos Elíseos,…). Finalmen-te, su ubicación en el extremo occidental, la región por donde se pone el Sol, las acerca al mundo de las tinieblas, del Más Allá, a la región en donde se situaba el Hades,...14 En el instante en que debió arrancar la colonización de las Islas Canarias, probablemente en torno al inicio del I milenio 14 Vid MARTÍNEZ (2002). En algunas publicaciones recientes se ha recu-rrido a negar la validez de la información literaria en el marco de una pecu-liar corriente textual hipercrítica, en base a la cual es lícito excluir aquellos datos que no encajan en la propia explicación, como los registros arqueoló-gicos de origen romano recuperados en El Bebedero, bajar las cronologías excluyendo dataciones altas disponibles desde hace décadas o, en el extremo de la negación, poner en duda el rigor de algunos investigadores cuando los argumentos científicos faltan. En ese sentido, no deja de ser sorprendente que una línea de investigación en el seno de la Universidad de La Laguna, defendida entre otros por A. Tejera, siga apostando por un poblamiento tar-dío, basado en una deportación romana en el tránsito de la Era, obviando los datos arqueológicos disponibles. PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 532 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 12 a.n.e., las islas se hallaban deshabitadas y con unos ecosistemas vírgenes, ancladas en medio de un espacio rico en recursos sus-ceptibles de ser explotados, razones que dan consistencia a la posibilidad de que el descubrimiento y la frecuentación del ar-chipiélago se produjeran desde fechas muy tempranas próximas a los siglos XI y X a.n.e., atendiendo a las dataciones crono-métricas disponibles15. Tendríamos así un espacio de tiempo, previo al establecimiento humano en las islas y posterior a su descubrimiento, durante el cual el archipiélago habría sido ob-jeto de un fenómeno de frecuentación y valoración de sus posi-bilidades y recursos tal y como parecen apuntar, entre otros16, los registros de La Graciosa. Tras ese proceso inicial se habría dado paso al establecimiento de los primeros colonos humanos, en un momento en torno al siglo X a.n.e. tal y como atestigua el sitio de Buenavista en Lanzarote. En el margen cronológico delimitado por esa fecha inicial del siglo X a.n.e. y el siglo IV d.n.e., momento en que se produ-jo el abandono de las islas por parte de las culturas mediterrá-neas, es posible reunir diversas noticias referidas a viajes marí-timos por el entorno más cercano a las Islas Canarias, las cuales constituyen el reflejo del progresivo conocimiento que sobre el archipiélago se fue adquiriendo en la Antigüedad. Ese es el caso del viaje exploratorio de circunnavegación de África a cargo de los navíos fenicios fletados por el faraón Necao II a finales del siglo VII a.n.e., un periplo que, al remontar el Atlántico y sus corrientes desde el Golfo de Guinea, llevaría a sus protagonistas hasta las aguas canarias. Algo más tarde, en el siglo VI a.n.e., 15 ATOCHE (2009); GONZÁLEZ y ARCO (2009); ATOCHE y RAMÍREZ (2011a). 16 R. González y Mª.C. del Arco (2007, pp. 23-24), apuntan la posibilidad de que algunas dataciones muy antiguas, como la de finales del III milenio-inicios del II a.n.e. para restos óseos de cabra del Barranco de la Monja (Fuerteventura), o las dataciones de restos de ovicaprinos localizados en Guatiza (Lanzarote) con fechas aún más altas situadas entre el IX y el V milenios a.n.e., pudieran corresponder a «… un primohorizonte colonizador animal o, al menos, tentativo de preparar una instalación humana posterior que, por el momento, queda muy desdibujada y que, en todo caso, no parece haber contribuido a la sustentación de lo que llamamos «cultura canaria» que, desde nuestra perspectiva, debiéramos engarzarla en los tiempos protohistóricos del Mediterráneo occidental, atlántico oriental y N. de África». 533 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 13 Cartago inició su expansión por el Mediterráneo occidental y el Océano, proceso que debió traer consigo un reforzamiento del fenómeno colonizador en las islas, coincidente durante la segun-da mitad de ese siglo con el Periplo de Hannón y el estableci-miento de libiofenicios en la costa marroquí17. Diversos autores antiguos vieron como algo normal que, con anterioridad a su enfrentamiento con Roma, Cartago instalara ciudadanos suyos y poblaciones libiofenicias fuera de Túnez18. Durante el siglo V a.n.e. se recrudeció la lucha por el control de rutas y mercados en el Mediterráneo, lo que condujo a Cartago a lanzarse al do-minio de amplios territorios africanos. Ese es el momento en el que la ciudad norteafricana provocó el cierre del Estrecho de Gibraltar a otros navegantes, reservándose con ello el monopo-lio de los mercados atlánticos19, una actitud de la que ya había hecho gala la metrópoli norteafricana en la segunda mitad del siglo VI a.n.e., como han indicado F. López Pardo y J. Suárez Padilla20, para quienes el control hegemónico cartaginés se apre-cia cuando una vez descubierta por los fenicios occidentales una isla en aguas del Atlántico, la metrópoli cartaginesa impida co-lonizarla, según una información recogida de Timeo por Diodoro (5, 19-20). Implicaciones semejantes tendrían para los citados investigadores la gestión del comercio atlántico con los viajes de Hannón e Himilcón, considerando muy verosímil que se debiera a Cartago la reocupación de la isla de Mogador en el siglo IV a.n.e.21 Con el final de la primera guerra púnica, en el siglo III a.n.e., la política que implantan los bárquidas supone el empleo de población africana aculturada como colonos en la Península Ibérica y zonas de control económico exclusivo, inaugurándose así un nuevo periodo de intensificación de la actuación cartaginesa en el África bajo su dominio, el cual se interrumpe tras la caída de Cartago en el 146 a.n.e. En esos momentos se liberalizan las prácticas piráticas en todo el Mediterráneo occi- 17 LÓPEZ PARDO (1990, pp. 61-62). 18 LÓPEZ PARDO y SUÁREZ PADILLA (2002, p. 116). 19 GOZALBES CRAVIOTO (1988, p. 773). 20 LÓPEZ PARDO y SUÁREZ PADILLA (2002, p. 115). 21 LÓPEZ PARDO y SUÁREZ PADILLA (2002, p. 116). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 534 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 14 dental, impidiendo que la navegación por el Estrecho sea segu-ra al menos hasta el Principado de Augusto, circunstancia que afectó negativamente a las comunicaciones y relaciones comer-ciales entre Hispania y Mauretania22. Ya en el siglo I a.n.e. el surgimiento en la Mauritania occidental de un reino mauro bajo los auspicios de Roma supuso la llegada al trono del mismo de un monarca helenizado y criado en la metrópoli latina, Juba II, el cual envía al menos una expedición a Canarias y lleva a cabo una política de fundación y reactivación de las factorías de tra-tamiento de púrpura23 y de salazón de pescado en la costa occi-dental de Marruecos24, valiéndose para ello del potencial técni-co, económico y humano de las antiguas fundaciones fenicias y púnicas de la zona africana del Estrecho hasta Mogador, así como de las poblaciones a ellas vinculadas, por entonces en un periodo de bonanza económica tras los años de guerra con Roma. Las evidencias arqueológicas nos muestran que la pre-sencia romana en el norte de África no interrumpió los contac-tos del Círculo del Estrecho con Canarias, al fin y al cabo no habían desaparecido las razones económicas que llevaron a las islas a quienes decidieron iniciar su colonización. La presencia de navegantes romanos o romanizados en la totalidad del archi-piélago es un hecho constatado arqueológicamente por un am-plio conjunto de ánforas procedentes de pecios submarinos25 y varios asentamientos en superficie; esa presencia no finalizó hasta el siglo IV d.n.e. en coincidencia con la crisis del Imperio y el abandono por éste de buena parte de la provincia Tingitana, así como el fin de las actividades de un amplio número de fac-torías de la costa atlántica marroquí26. A partir de esos momen-tos, las referencias escritas o arqueológicas de presencia medi-terránea o africana en Canarias hasta la llegada de nuevos europeos a partir del siglo XIII, son escasas y poco estudiadas. 22 GOZALBES CRAVIOTO (1988, p. 769). 23 DESJACQUES y KOEBERLÉ (1955). 24 PONSICH y TARRADELL (1965). 25 MEDEROS y ESCRIBANO (2006). 26 PONSICH y TARRADELL (1965, pp. 116-117). 535 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 15 4. ARRANCA LA COLONIZACIÓN Y EL ESTABLECIMIENTO Tras el descubrimiento y la valoración inicial de las potencia-lidades del archipiélago se pondría en marcha su colonización, proceso que afectaría inicialmente a las islas más orientales, las Hespérides de Juba II27, en concreto a Lanzarote. Los primeros humanos que decidieron establecerse en esa isla se encontraron unos ecosistemas vírgenes conformados, tras varios millones de años de evolución, por diversas especies animales y vegetales que constituyeron la base ecológica de partida sobre la que se asentó la apropiación del territorio insular. La intervención hu-mana sobre el paisaje insular, el modo en que fueron transfor-mados los ecosistemas, permite llevar a cabo una aproximación a la manera, la forma y el momento en el que se inició la colo-nización, además de a las razones y el ámbito cultural de los protagonistas que la llevaron a cabo. El proceso poblador introdujo transformaciones tanto en la cultura importada por los colonos como en las características étnicas de las poblaciones que arribaron a las nuevas tierras debido a la influencia del factor isla, cambios que con el trans-curso del tiempo darán lugar a la aparición de notables diferen-cias en relación con los caracteres dominantes en las regiones continentales desde las que se trasladaron los colonizadores. Esa circunstancia permite explicar las características divergen-tes observables entre las distintas culturas insulares canarias, además de determinadas modificaciones genéticas en las pobla-ciones insulares una vez que han transcurrido varios milenios tras su establecimiento en el archipiélago. 4.1. Las fechas del comienzo El momento en el que se produjo el establecimiento de los primeros humanos en Canarias puede fijarse apoyándonos en los únicos datos fiables disponibles, una amplia serie de 27 SANTANA y ARCOS (2006). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 536 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 16 dataciones C14 que permiten situar la existencia de asentamientos estables en la isla de Lanzarote (Teguise) en ple-no siglo X a.n.e.28 y en la de Tenerife (Icod) en el siglo IX a.n.e.29. Esas altas cronologías han sido a su vez corroboradas por varias fechaciones obtenidas por termoluminiscencia sobre fragmentos cerámicos modelados a torno recuperados en el cordón litoral de La Graciosa30. Por tanto, las evidencias apun-tan a una más que probable proximidad al siglo X a.n.e. como límite superior para el comienzo del establecimiento humano en las Islas Canarias. En efecto, durante el último lustro la arqueología canaria ha registrado diferentes datos cronométricos entre los cuales aque-llos que más se relacionan con el inicial fenómeno colonizador han sido los obtenidos en Lanzarote. Se trata de una amplia serie de dataciones C1431 que permiten confirmar la preeminen-cia temporal de esa isla con respecto al resto del archipiélago en el fenómeno poblador. Las fechas proceden de diferentes sitios (El Bebedero, Caldereta de Tinache, Buenavista y Valle de Femés), destacando las 17 referencias registradas en El Bebede-ro, en su mayor parte relacionadas con la continuada presencia de gentes romanas y/o romanizadas en la isla. Le siguen en número las series obtenidas en Buenavista (9 referencias) y la Caldereta de Tinache (8 referencias), las segundas acordes con los contextos romanos de El Bebedero, hecho que también ocu-rre con algunas de las primeras si bien una buena parte de ellas, las más antiguas, se encuentran asociadas a un conjunto de ar-tefactos de procedencia fenicio-púnica. La datación obtenida para la base del muro exterior de la edificación exhumada en Buenavista señala que la estructura se levantó en algún momento a mediados del siglo X a.n.e. (960 BC cal.), instante que se corresponde con la inicial ocupación del asentamiento, tras la cual la presencia humana en el lugar se prolonga de manera continuada hasta el último tercio del siglo IV a.n.e. (530 BC cal., 380 BC cal. y 330 BC cal.), cuando la 28 ATOCHE y RAMÍREZ (2011a, pp. 153-156). 29 GONZÁLEZ y ARCO (2007, p. 54). 30 GARCÍA-TALAVERA (2003); GONZÁLEZ y ARCO (2009). 31 ATOCHE (2009). 537 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 17 construcción se amortiza32. Con posterioridad, a partir de la primera mitad del siglo II a.n.e. y hasta el siglo III d.n.e., Buenavista fue de nuevo visitado, en un periodo cronológico cuyo desarrollo final coincide con un momento que, a nivel de la protohistoria insular, se corresponde con el inicio de una eta-pa de expansión en la ocupación del territorio, como atestiguan los numerosos asentamientos pertenecientes a esos instantes distribuidos por la totalidad de la superficie de la isla. En esencia, Buenavista constituye la evidencia de la presen-cia en Lanzarote de un grupo humano plenamente establecido desde el siglo X a.n.e., acompañado de un contexto material caracterizado, entre otros elementos, por diferentes artefactos de procedencia fenicio-púnica33. Ese es un tipo de objetos que se suman a los que ya eran conocidos para esa isla, con una pro-cedencia cultural semejante34, entre los que cabe llamar la aten-ción, por el papel que el asentamiento donde se ubica debió jugar en el proceso de frecuentación y establecimiento de gen-tes en el archipiélago, sobre una de las infraestructuras hidráu-licas presentes en el sitio de Rubicón35, en concreto el denomi- 32 ATOCHE y RAMÍREZ (2011a). 33 En Buenavista están presentes desde el estrato más profundo las cerá-micas modeladas a torno, a las que los análisis de caracterización petrográfica de las pastas han puesto de manifiesto sus grandes semejanzas con varios de los grupos cerámicos definidos en la colonia fenicio-púnica de La Fonteta (Alicante), (GONZÁLEZ PRATS, 2008; ATOCHE y RAMÍREZ, e.p.), una circunstancia que no sólo confirma la procedencia fenicio-púnica de las ce-rámicas de Buenavista sino también su gran antigüedad, en correspondencia con las altas dataciones radiocarbónicas proporcionadas por el mismo yaci-miento. 34 ATOCHE et al. (1997 y 1999); ARCO et al. (2000); ATOCHE y RAMÍREZ (2008 y 2009). 35 Vid ATOCHE et al. (1999). La Playa de los Pozos serviría desde la Anti-güedad como fondeadero, construyéndose en el lugar infraestructuras que facilitaran la navegación, como son los dos pozos con cámaras, construccio-nes en las que se adoptaron soluciones arquitectónicas dispares; de tal ma-nera que si bien al interior de ambas se puede acceder a través de rampas con escalones, en el caso de la estructura de menores dimensiones la rampa conduce a una pequeña cámara adintelada, mientras que en el segundo caso da paso a dos amplias cámaras intestadas cubiertas con sendas bóvedas de cañón. Además, en el dintel del hueco de acceso a la cámara del primer pozo, se localiza una figuración grabada que reproduce el signo antropomorfo que PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 538 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 18 nado Pozo de la Cruz. Rubicón se sitúa en un punto estratégico de la costa sur de Lanzarote, con toda probabilidad integrado en uno de los itinerarios marítimos que debieron emplearse para acceder al archipiélago. La estratégica posición que ocupa ese emplazamiento de cara a la frecuentación marítima del mar de Canarias constituye una adecuada explicación a su existencia (Fig. 5), reforzada ahora por los hallazgos romanos producidos en el islote de Lobos. FIG. 5. Rubicón, Lanzarote. Playa de los Pozos. (Fot. P. Atoche). representa a la diosa fenicio-púnica Tanit. Esa representación se halla asocia-da a grabados podomorfos y textos epigráficos de tipo neopúnico, elementos que sumados a la tipología formal de la estructura determinan con claridad el origen geográfico y cultural de la construcción: los ambientes punicizados del norte de África. Por el contrario, la segunda construcción presenta unas técnicas arquitectónicas que se identifican con las que muestran los pozos romanos de la costa noroccidental africana que acompañan a las factorías de salazones, garum o púrpura reestablecidas o erigidas ex novo por Juba II a partir del último tercio del siglo I a.n.e. y observables en todas las áreas romanizadas del Mediterráneo. 539 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 19 En Buenavista encontramos pues los restos de una comuni-dad humana muy antigua, asociada a elementos materiales pro-pios de la cultura fenicio-púnica establecida por entonces en el Mediterráneo occidental. Esos registros, unidos a las altas dataciones que se les asocian, introducen nuevos y objetivos elementos de análisis en la investigación dirigida a dirimir el momento y los protagonistas del primer poblamiento humano del archipiélago canario. La profundidad que las nuevas dataciones otorgan al proceso de colonización viene a confirmar lo que ya se intuía a través de los datos cronológicos recogidos por Mª.C. del Arco y colaboradores en varios yacimientos encla-vados en Icod de los Vinos, en el norte de Tenerife36, y más re-cientemente en trabajos de prospección centrados en la isla de La Graciosa, donde el sitio de El Descubrimiento ha proporcio-nado unos conjuntos materiales resultado de la frecuentación de antiguas navegaciones por el Atlántico meridional. Navegantes mediterráneos habrían recalado en las costas de La Graciosa en algún momento de finales del II milenio a.n.e.37, hecho que abre nuevas e interesantes perspectivas a la cuestión relacionada con el conocimiento que existía en la Antigüedad sobre la presencia de islas a lo largo de la costa noroeste africana, un discerni-miento que las dataciones de Buenavista alejarían en el tiempo, situándolo en algún instante varios siglos anterior a las dataciones que hasta ahora se consideraban desde una perspec-tiva arqueológica para la presencia colonial fenicia en enclaves como Lixus o Mogador. Por consiguiente, aunque la mayoría de las dataciones abso-lutas registradas a lo largo de todo el archipiélago se ubican a partir del I milenio de la Era, existe una serie de fechaciones más antiguas situadas en el I milenio a.n.e. que ajustan unos límites cronológicos en los que el contexto cultural de Canarias estuvo dominado sucesivamente por la presencia fenicia, púnica 36 En Tenerife las series de fechas proporcionadas por algunos enclaves habitacionales (cuevas de La Arena, Las Palomas, Don Gaspar y Los Guanches), permiten situar el momento más antiguo de su colonización en el arranque del I milenio a.n.e. (820 BC cal. Cueva de Los Guanches) (Gak- 14.599), (ARCO et al., 1997). 37 GONZÁLEZ y ARCO (2009). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 540 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 20 y romana. Es pues en ese ámbito cultural en el que hay que rastrear las posibles relaciones de origen de las culturas cana-rias, sus raíces culturales; y es en ese contexto y en las expedi-ciones fenicias dirigidas a conocer el Océano, en el que sin duda hay que situar el proceso colonizador del archipiélago. El análisis histórico de los datos arqueológicos proporciona-dos por Buenavista señalan que a partir del siglo X a.n.e. Lanzarote fue visitada por marinos fenicios, quienes dieron lu-gar a una primera colonización de la isla utilizando con toda probabilidad un contingente de población afín (¿tartesios?, ¿libios?,…). Si en el siglo X a.n.e. ya se había producido una primera colonización de al menos una de las islas canarias (Lanzarote), hay que convenir que el descubrimiento y frecuen-tación del archipiélago debió producirse con anterioridad a esa centuria, a cargo de los únicos que en su entorno poseían la suficiente tecnología naval para hacerlo, los marinos fenicios. En un primer momento debió tratarse de una empresa estatal, un proceso de colonización con fines geoestratégicos y de explo-tación agraria38 en el que también tendrían interés colonial las materias primas regionales, utilizando contingentes de pobla-ción norteafricana pertenecientes a un mismo contexto geográ-fico y cultural, el de los paleobereberes en contacto con la cul-tura fenicia en el norte de África. Los más que seguros aportes posteriores de población no tuvieron por qué afectar a todas las islas en igual medida, por cuanto ello dependería de los intere-ses que en cada momento tuvieran los responsables de progra-mar y llevar a cabo la empresa. De hecho, a partir de los siglos VIII y VII a.n.e. y hasta el siglo I d.n.e., es posible situar varios instantes en los que se dieron las condiciones necesarias para reactivar el proceso de colonización, ya que no hay que olvidar que las Canarias se encontraban en el centro de una rica zona económica susceptible de ser explotada en un amplio abanico de posibilidades dependientes sólo de la ley de la oferta y la demanda. El proceso colonizador insular debió reforzarse a partir del siglo VI a.n.e. coincidiendo con la expansión de 38 C.G. WAGNER (2000, p. 41), hace ya más de una década que llamó la atención acerca de la importancia de los aspectos agrícolas en la expansión fenicia en Occidente. 541 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 21 Cartago39, ciudad que en esos momentos se lanza al dominio efectivo de amplios territorios de África y al cierre del Estrecho de Gibraltar a otros navegantes40. En torno al cambio de Era se inició la explotación extensiva del territorio de Lanzarote, fenómeno que se sustentó en un tipo de asentamiento que respondía a un modelo de factorías agra-rias (El Bebedero, Caldereta de Tinache,...) vinculadas a los inte-reses económicos del mundo romano41. La información sedimentológica y polínica disponible42 indica que hasta ese momento la isla sólo habría sido objeto de una colonización de baja intensidad, representada tanto por algún enclave en la cos-ta como del interior, dicotomía que también se refleja en la ma-nera diferencial de ocupar el territorio insular: hasta el siglo IV d.n.e. mediante un patrón disperso basado en asentamientos de pequeña entidad y funcionalidad orientada a la realización de actividades agropecuarias y a partir de ese instante mediante un patrón concentrado en núcleos urbanos de diferente entidad. En el siglo I a.n.e. la intensificación económica que se pro-duce en el Atlántico canario-norteafricano, de la que fue respon-sable Juba II, mantuvo la presencia efectiva en Canarias de gen-tes ajenas a las islas. Se trata con toda probabilidad de navegantes romanizados procedentes del Círculo del Estrecho, los cuales transitaron las aguas canarias hasta finales del siglo III o comienzos del IV d.n.e.43, finalizando su presencia en las islas como consecuencia de la crisis político-económica del Imperio Romano y el abandono por éste de buena parte de la provincia Tingitana, lo que puso fin a las actividades de un amplio número de factorías de la costa atlántica marroquí44. A partir de ese instante en las islas discurre la fase de abandono, con un desarrollo cronológico muy corto (c. siglos III-IV d.n.e.) y marcada por el final de la dependencia económica externa resultado de la crisis que afectó al Imperio Romano en el siglo 39 FANTAR (1988); FRUTOS (1991); AUBET (1994). 40 LÓPEZ CASTRO (1992). 41 ATOCHE et al. (1995). 42 ATOCHE (2009). 43 ATOCHE et al. (1995); ATOCHE y PAZ (1999); ATOCHE (2006). 44 PONSICH y TARRADELL (1965, pp. 116-11). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 542 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 22 III, un fenómeno ajeno a las islas que sin embargo sería el res-ponsable de su aislamiento y de la consecuente crisis de unas formaciones sociales hasta entonces volcadas al exterior. 4.2. ¿Cómo se poblaron? Los primeros pobladores de Canarias debieron ser traslada-dos hasta las islas por marinos que dominaban la navegación oceánica. Para el momento en el que las dataciones cronométricas sitúan el inicio de la colonización de Canarias, la única marina que en el occidente mediterráneo disponía de naves con las condiciones técnicas necesarias para viajes oceánicos era la fenicia45. P. Cintas46 aseguraba que la superio-ridad de la marina fenicia se debió al hecho de ser los primeros en poseer el secreto del calafateado correcto al disponer del betún de Judea, lo que les permitía etapas de navegación más prolongadas y recorrer mayores distancias, al ahorrar el tiempo invertido en hacer escalas para efectuar las tareas de manteni-miento de las naves. Diferentes investigadores de las condiciones de navegación por el Estrecho de Gibraltar, así como de las posibilidades de rebasarlo con los medios disponibles por los marinos de la an-tigüedad prerromana, coinciden en señalar que determinados aspectos, tales como la existencia de vientos dominantes del N.O. en el Mediterráneo occidental en todo el verano, hacen de esa época la mejor para navegar. Esto dificultaría la travesía en sentido Mediterráneo-Atlántico al encontrar los barcos un su-puesto viento desfavorable, como si los barcos a vela sólo pudie-ran navegar si encuentran viento favorable de popa. Esas opi-niones no tienen en cuenta las fórmulas alternativas de navegación existentes o la relevancia real de los fenómenos at- 45 Son escasas las evidencias de naves indígenas de la Edad del Bronce en el Atlántico debido a las extremas condiciones oceánicas; no obstante, M. Ruiz-Gálvez (2008, p. 43), considera que son suficientes para considerar la posibilidad de la existencia de comunicaciones tanto fluviales como maríti-mas durante el Bronce final (ca. 1300-900 a.n.e.). 46 CINTAS (1954, p. 11). 543 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 mosféricos. La Odisea (II, 289-295) permite entender que un viaje de larga duración no era extraño a los hombres de aquella época, ni tampoco navegar de noche. No debemos olvidar que los griegos denominaban «foeniké» a la estrella polar, indicio de que los marinos fenicios dominaban también la navegación nocturna guiándose por las estrellas. El adecuado uso de escotas permitiría cazar las velas o lar-gar, consiguiéndose un mejor aprovechamiento del viento. La nave ciñe y avanza aunque el viento no venga de popa, corri-giéndose con el timón el rumbo. Por tanto, un navío con remeros y gobernado por marineros que sepan manejar adecua-damente la vela puede hacerse a la mar y progresar, salvo que vientos contrarios muy intensos o una tormenta lo impida. Esto garantiza una cierta regularidad en los trayectos, un mejor apro-vechamiento de los días y, unido a los conocimientos astronómicos, navegar por alta mar al menos en trayectos de no demasiados días de duración. La temprana fundación de Gadir y Lixus a finales del II milenio a.n.e. debió servir para asegurar a los fenicios el control de la navegación en la zona atlántica del Estrecho. Esto hizo que los marinos fenicios fueran los primeros navegantes medi-terráneos en cruzar el Estrecho y explica la creación en esa zona de rutas navales similares a las establecidas para el Mediterrá-neo, con su punto de partida en Gadir y destinos en el Atlánti-co norte y sur, probablemente aprovechándose de la experiencia y los conocimientos de los navegantes indígenas tartésicos. La ruta hacia el archipiélago canario debió constituir sin duda un derrotero gaditano-lixita, el cual se mantendría en secreto du-rante siglos por medio del cierre del Estrecho. El asentamiento de Mogador demuestra que cuando menos desde el siglo VIII a.n.e. se poseía un notable conocimiento del Atlántico. Fenicios y cartagineses fueron los marinos que más frecuentaron las cos-tas atlánticas africanas, inicialmente con un neto carácter exploratorio y más tarde con fines colonizadores y comerciales, iniciando su colonización desde finales del II milenio a.n.e., siendo los que desarrollaron el peculiar «comercio no presencial» o «comercio silencioso»47. 47 LÓPEZ PARDO (2004, p. 96; 2008, pp. 51 y 54). 23 PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 544 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 24 El Periplo de Hannón, un relato en el que se mezcla explora-ción y colonización, y que dio lugar al establecimiento de colo-nias púnicas en la costa marroquí, constituye un buen ejemplo de empresa colonial realizada con un importante contingente de población a bordo de pentecónteros, bajo la protección del Baal Hammón de Cartago, cuyo santuario se convirtió en la institu-ción que tuteló toda empresa náutica cartaginesa48. Sin embar-go no es ese el único hecho conocido relacionado con el trasla-do por parte de los marinos fenicios de población con fines colonizadores, tal y como señala F. López Pardo49 cuando se re-fiere a la fundación de la ciudad de Lixus «… integrando pobla-ción autóctona e indígena traídos del sur de la Península, quizás de la costa oriental de Andalucía y seguramente en régimen de de-pendencia… ». El tipo de nave denominada pentecónteros se empleó para la exploración oceánica en las expediciones institucionales. Por el contrario, la navegación regular utilizaría naves mercantes (gaulós, hippos,…). El hippos sería la embarcación más idónea para navegar por la costa africana y alcanzar Kérné/Mogador, debido a su doble sistema de propulsión50. 4.3. ¿Qué motivó el poblamiento? Los motivos que permiten explicar la presencia humana en Canarias deberían poder rastrearse en el entorno geocultural más próximo a las islas, es decir el Mediterráneo y la costa at-lántica norteafricana. Esa es una región donde se suceden a partir del I milenio a.n.e. toda una serie de acontecimientos que reflejan a su vez hechos acaecidos a partir del 1200 a.n.e. en las ciudades fenicias próximo-orientales, esenciales para compren-der el fenómeno que analizamos. En concreto, ciudades-estado como Tiro, Biblos o Sidón, sometidas a un fuerte desequilibrio recursos/población, ponen en marcha una política de fundación de asentamientos comerciales a lo largo de toda la cuenca me- 48 Op. cit., p. 55. 49 LÓPEZ PARDO (2004, p. 87, nota 2). 50 LÓPEZ PARDO (2008, pp. 63-64). 545 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 25 diterránea destinados a la captación de metales y productos agrarios, además de servir de vía de control demográfico51. Ese proceso generó la creación de centros comerciales a lo largo de la costa andaluza, en pleno funcionamiento durante el siglo IX a.n.e. (Morro de Mezquitilla, Toscanos, Acinipo, Cerro de la Mora, Peña Negra,...). En el siglo VIII a.n.e. Gadir y Lixus ya po-seen una estructura urbana desarrollada que permite fijar su fundación, el reconocimiento de su entorno y sus potencialida-des económicas con bastante anterioridad (finales del s. XII a.n.e.), explicando por qué a partir del siglo VII a.n.e. se suce-den las fundaciones fenicias en la costa marroquí (Mogador, Ras Achakar-Yebila, Kuass, Banasa, Cabo Ghir,…). Éstas supondrán el control de rutas y recursos económicos atlánticos muy valo-rados en el Mediterráneo y la aparición de periodos orientalizantes en las culturas de los pueblos con los que toman contacto los navegantes y colonos semitas52. A partir del siglo VI a.n.e. el crecimiento alcanzado por Cartago le permite tomar el relevo a las ciudades fenicias orien-tales y acometer su propio fenómeno colonizador en el Medite-rráneo occidental, mediante la fundación de establecimientos o ejerciendo su influencia sobre los preexistentes. De ese modo, la metrópoli púnica comienza a tejer una red de rutas y mercados, en pugna con las colonias griegas del Mediterráneo central o la naciente Roma, y a colonizar nuevas tierras sobre todo a partir del siglo V a.n.e., instante en el que a juicio de S. Moscati53 la ciudad se repliega sobre sí misma, acaba con la monarquía, aparecen los sufetes, se introducen profundos cambios en el plano religioso, se amplían los horizontes comerciales y se da paso a un dominio efectivo de amplias zonas del territorio afri-cano. Es entonces cuando se organizan los viajes de Himilkón a las fuentes del estaño en el Atlántico norte (las Cassitérides) y de Hannón hacia el África atlántica, expedición que nos sirve de referencia para conocer la manera en que Cartago actúa: inter-vención estatal, fundamentada sobre argumentos políticos, es-tratégicos y económicos, que supone el desplazamiento de un 51 AUBET (1987, p. 55). 52 AUBET (1983, p. 7). 53 MOSCATI (1983, p. 55). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 546 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 26 numeroso contingente de población perfectamente pertrechado para colonizar: «Los cartagineses decretaron que Hannón navega-ra fuera de las columnas heracleas y fundara ciudades de los libiofenicios; y emprendió la navegación llevando consigo sesenta pentecónteros y una cantidad de hombres y mujeres que alcanza-ban el número de hasta treinta mil además de provisiones y el resto del equipamiento»54. Esa empresa, que a juicio de F. López Pardo55 habría tenido lugar en la segunda mitad del siglo VI a.n.e., es una muestra de colonización sirviéndose de población norteafricana en una época relativamente temprana de la expan-sión púnica. La colonización de territorios de la mano de Cartago no fue, sin embargo, un hecho excepcional, como ha señalado J.L. López Castro, para quien existen referencias clásicas que permi-ten hablar de la presencia de colonos libiofenicios en el sur de la Península Ibérica durante los siglos V y IV a.n.e., «… someti-dos a un régimen de servidumbre, y (cuyo) asentamiento se contextualiza en un programa colonizador dirigido por Cartago a todas las áreas hegemonizadas por ella…», protagonizando una auténtica colonización agraria56. Son libiofenicios, los mismos que cita el Periplo, los que Tito Livio (Historia de Roma, XXI, 22-3) describe como «raza de sangre púnica y africana». Son los africanos que han adoptado elementos de la cultura fenicia, que tienen lazos de parentesco (sobre todo a nivel de los elementos relevantes de su estructura social) con los semitas, que se orga-nizan a su modo y sirven igualmente como mercenarios en el ejército de la metrópoli, o como elementos transportables a zo-nas que deben quedar bajo el control político y económico de Cartago, como hacen los bárquidas en la Península Ibérica en el siglo III a.n.e.57 Esa costumbre de trasladar el excedente de po-blación, formado por contingentes de campesinos y pobres, de unas zonas bajo control púnico a otras, se observa también en Sicilia y Cerdeña, siendo reconocida por el propio Aristóteles, quien en el segundo libro de Política, al describir el gobierno de 54 GARCÍA y GÓMEZ (1996, pp. 113-114). 55 LÓPEZ PARDO (1994, p. 62). 56 LÓPEZ CASTRO (1992, p. 47). 57 FRUTOS (1991). 547 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 Cartago afirma que: «Aunque éste es un gobierno oligárquico, los cartagineses rehúyen muy bien sus inconvenientes gracias a sus riquezas, haciendo emigrar una y otra vez a una parte del pueblo a sus colonias, y con este procedimiento se remedian y aseguran la estabilidad del régimen». Controlar zonas estratégicamente importantes, ricas en re-cursos potencialmente utilizables, ponerlos en explotación, favo-recer la hegemonía cartaginesa, colocar el excedente de pobla-ción y eludir tensiones sociales; estas son las razones que explican el traslado de norteafricanos y la fundación de colo-nias, y son asimismo las causas que explican una expedición del tipo de la de Hannón hacia el África atlántica y sus riquezas. La presencia púnica más allá de las Columnas de Hércules, en zonas de interés económico para Gadir y Lixus, pudo hacer-se, como afirma F. López Pardo58, para defender los intereses de los enclaves del Círculo del Estrecho, o bien para usurpar te-rritorios y hacerse con un lugar en el control de las riquezas al margen de dichos enclaves. Desconocemos cual sería la razón concreta, pero en cualquiera de los casos, ello no es sino un aspecto más de toda una política que conduce al enfrentamien-to de Cartago con sus competidores, en un intento por alejarlos del extremo occidental del Mediterráneo y del Océano, tal y como lo recogen Diodoro y el Pseudo-Aristóteles59. Como ya han apuntado R. González Antón y colaborado-res60, tras las Columnas de Hércules existe una fuente de rique-za clara: la pesca que surte a las factorías de salazón y de fabri-cación de garum. Junto a ella hay otras, como el comercio con las poblaciones de la zona, que es citado por el mismo Herodoto en el siglo V a.n.e., el cual proveería a los enclaves fenicio-púnicos del actual Marruecos de metales, tintes y sal, entre otros productos. Pues bien, Canarias está en el centro de todo ese espacio económico y posee recursos propios (tintes, sal, pescado, madera,...), algunos escasos o inexistentes en el litoral africano, que hacen que su colonización tenga una importancia geoestratégica y económica de primer orden (Fig. 6). 58 LÓPEZ PARDO (1994, p. 67). 59 BLÁZQUEZ (1977, pp. 38-39). 60 GONZÁLEZ ANTÓN et al. (1995). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 548 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 28 Evidentemente, tenemos que considerar que las islas tenían un aspecto sensiblemente distinto al que presentan en la actua-lidad, de tal forma que hacia el siglo X a.n.e. mostrarían a los navegantes una cubierta vegetal mucho más extensa y frondosa de la que hoy conocemos, las selvas que aún pudieron observar dos milenios más tarde los cronistas de la conquista normando-castellana. Los recursos freáticos estarían en niveles óptimos, siendo frecuentes los cursos de agua estacionales e incluso los permanentes; tampoco estaban ausentes las amplias vegas de tierra fértil aptas para el cultivo, así como los puertos naturales y fondeaderos seguros donde sustentar actividades pesqueras y/ o viajes más al sur. Todas ellas características favorables incrementadas por un clima moderado y sin grandes oscilacio-nes térmicas. En consecuencia, numerosos y variados recursos potenciales, comparables con los hallados por los marinos feni-cios en otras islas que colonizaron a lo largo del Mediterráneo, como Ibiza o Formentera61, hasta el punto de que en Canarias FIG. 6. Saladeros de Rasca, Tenerife. (Fot. P. Atoche). 61 GÓMEZ BELLARD (1995). 549 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 29 esas gentes debieron limitarse a reproducir un patrón de com-portamiento ancestral con el que dieron continuidad en el At-lántico a un proceso que practicaban de manera habitual en el Mediterráneo desde mucho tiempo atrás. Si bien los recursos derivados de la pesca debieron concen-trar una gran atracción a partir del siglo VI a.n.e., a tenor de las óptimas condiciones existentes en las aguas canarias para la captura de túnidos y escómbridos62, materia prima con la que se fabricaba uno de los productos de consumo más preciados en la antigüedad, el garum, las islas también ofrecían la oportunidad de obtener otros elementos de sumo interés comercial durante la Antigüedad. Ese es el caso de la sal, materia imprescindible para la conservación de los productos perecederos que se pro-dujeran y base de un amplio comercio en el Mediterráneo, los elementos tintóreos (múrex u orchilla) (Fig. 7), la sangre de drago o la grasa y el ámbar gris de las diversas especies de cetáceos que frecuentan las aguas canarias aún en la actualidad. FIG. 7. Orchilla de Lanzarote (Roccella canariensis). (Fot. P. Atoche). 62 PONSICH y TARRADELL (1965); GONZÁLEZ ANTÓN et al. (1995). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 550 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 30 Tampoco hay que desdeñar el papel que el archipiélago pudo jugar como plataforma desde la que obtener productos del cer-cano continente, tales como el oro africano63, sobre todo si te-nemos en cuenta que debieron constituir la base ideal para ac-ceder a los yacimientos auríferos del África occidental y paso obligado en el viaje de retorno. Por tanto, las Islas Canarias y sus aguas no sólo contaban con recursos económicos de gran importancia para los merca-dos mediterráneos de la Antigüedad (en algunos casos, exclusi-vos de su entorno), sino que además se situaban en el eje de una zona de altísimo interés comercial, tanto para Cartago como para sus aliados del Estrecho. En consecuencia, aunque algo alejadas, no debieron constituir una posición marginal en los círculos mercantiles del Mediterráneo occidental, sino una baza a proteger y explotar en el mismísimo corazón de sus intereses oceánicos. Así pues, se impone el control efectivo de un entor-no de alto valor estratégico, rico en recursos explotables, me-diante la colocación de un contingente poblador que garantice la hegemonía fenicio-púnica en la zona y la explotación de sus riquezas, hasta el punto de que, como ha señalado E. Gozalbes Cravioto64, la actitud de Cartago ante los transgresores de su monopolio era la propia de los piratas «… una piratería organi-zada como función colectiva, el ataque a todo tipo de barcos…». Como consecuencia de lo señalado, las ventajas que se deri-varían del establecimiento de comunidades en las Islas Canarias serían elevadas: desde la colocación de excedentes demográfi-cos, con posibilidades de llevar a cabo una colonización agraria y controlar con gentes afines una zona de gran importancia económica, situación ésta que parece reflejarse en el asenta-miento de Buenavista, hasta la obtención de bastimentos y mano de obra con la que transformar los recursos existentes como paso previo a su transferencia a las colonias y factorías africanas del Atlántico y de ahí a los mercados donde fuesen demandados. Las circunstancias anteriores hacen que las ciuda-des fenicias del Círculo del Estrecho inicialmente y del Círculo de 63 JÁUREGUI (1954); MAHJOUBI (1983). 64 GOZALBES CRAVIOTO (1988, p. 773). 551 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 31 Cartago65 con posterioridad, sean las candidatas favoritas de cara a la adjudicación de la autoría del hecho colonizador desa-rrollado en Canarias. La virginidad del territorio insular, su extremada fertilidad, con cursos de agua y valles muy aptos para la agricultura, de-bió generar un fenómeno similar al que se produjo en la costa andaluza a partir del I milenio a.n.e., la instalación de colonos que garantizaran a los mercaderes y navegantes la estabilidad de los sitios y la consiguiente prestación de servicios a la nave-gación. 4.4. Los protagonistas de la colonización: libios y fenicios Si bien los comienzos decimonónicos de la investigación arqueológica en Canarias estuvieron muy vinculados con la Antropología y su interés por la búsqueda de los orígenes del hombre de Cro-Magnon, en la actualidad resultan extremada-mente escasos los estudios que hayan focalizado su atención en el origen étnico de la población protohistórica de Canarias. Esa insuficiencia ha generado notables lagunas en nuestros conoci-mientos, haciendo que todavía no se hayan resuelto satisfacto-riamente cuestiones tales como el aspecto físico de los primeros pobladores o su procedencia étnica. A esas preguntas se ha in-tentado dar respuesta recurriendo a las fuentes etnohistóricas, un tipo de información cuyo empleo en Canarias ha constitui-do un procedimiento metodológico habitual en el ámbito de la investigación desarrollada por la Arqueología protohistórica. Los datos que aportan han servido con demasiada frecuencia como apoyo a partir del cual generalizar a la totalidad del archi-piélago canario determinados caracteres bioantropológicos constatados sólo en alguna de las islas. El peso de la tradición de una investigación excesivamente inclinada a seguir sin mu-cha discusión los datos proporcionados por las fuentes etnohistóricas, claramente volcadas en la comparación de lo canario con los modernos pueblos bereberes del cercano conti- 65 BERNARDINI (1996, p. 35). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 552 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 32 nente africano, también ha marcado los estudios dirigidos a intentar explicar el origen y posterior desarrollo de las poblacio-nes paleocanarias. Curiosamente, esto último se ha trasladado a los recientes estudios genéticos efectuados a partir de restos humanos protohistóricos, en nuestra opinión marcadamente apriorísticos por su inclinación a concentrar la búsqueda de paralelos genéticos a las poblaciones paleocanarias en los gru-pos bereberes asentados en el extremo más cercano a las islas del continente africano. Los estudios genéticos centrados en las poblaciones protohistóricas canarias han experimentado una relativa proli-feración desde finales de la década de los años 90’ del pasado siglo, si bien su utilidad desde la perspectiva arqueológica ado-lece de notables carencias, determinadas por la casi total inexis-tencia de datos referidos al contexto cronológico de los especímenes analizados. En ese sentido, uno de los más exten-sos análisis llevados a cabo66 asegura que las muestras estudia-das poseían unos mil años de antigüedad, habiéndose obtenido datos de ADNmt sólo del 55% del total muestreado. Sin entrar a discutir las bases científicas que les permiten establecer esa supuesta antigüedad, la realidad es que de ser cierta, nos encon-traríamos que se ha estudiado una muestra (¿representativa?) de la población establecida en el archipiélago cuando ya han transcurrido dos milenios desde que arrancara el fenómeno poblador de las islas. En el citado trabajo se asegura que se halló una gran diver-sidad étnica en la muestra analizada, semejante a la que se en-cuentra actualmente en la población canaria o en la del conti-nente africano; ese hecho se interpreta como resultado de varias oleadas migratorias67, lo que desde nuestra perspectiva parece 66 MACA-MEYER (2002) y MACA-MEYER et al. (2004). En el estudio se ana-lizaron 131 muestras procedentes de cuatro islas (Tenerife, Gran Canaria, Gomera y El Hierro) y un total de 129 individuos. No se muestrearon los restos antropológicos de La Palma, Fuerteventura o Lanzarote, isla esta últi-ma que como hemos señalado en otra parte de este trabajo, ha proporciona-do las dataciones más antiguas referidas al poblamiento del archipiélago, un dato de sumo interés si lo que se pretende es determinar el origen genético de la primigenia población paleocanaria. 67 MACA-MEYER (2004, p. 160). 553 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 33 estar presuponiendo que cada una de esas oleadas traería a Canarias grupos étnicamente puros. Es ése un supuesto que se contradice con la situación étnica que se da en el área geográfi-ca desde la cual se supone que procede el poblamiento, espacio en donde el mestizaje étnico constituye una clara seña de iden-tidad al menos desde el Epipaleolítico. Aunque los citados inves-tigadores encuentran grandes dificultades para situar los oríge-nes geográficos exactos de los indígenas canarios, apuntan a los bereberes marroquíes, a los bereberes del noroeste africano, como las poblaciones étnicamente más cercanas68. No obstante, reconocen que los marcadores bereberes también están presen-tes en la Península Ibérica69 hasta el punto de que en un traba-jo anterior N. Maca-Meyer70 ya aseguraba que más del 80% de los linajes determinados en una amplia muestra indígena co-rrespondían a haplogrupos europeos ampliamente extendidos por el norte de África y el Próximo Oriente, siendo éste su más probable área inicial de origen71, ubicando la procedencia últi-ma de esos linajes en el norte de África. En cualquier caso, in-dica que cuatro linajes (14 % del total) se hallan exclusivamen-te en Próximo Oriente y dos (6,9 %) en Europa72. R. Fregel y colaboradores73, en un reciente estudio genético centrado en la población protohistórica de La Palma, afirman que el origen bereber norteafricano ha sido corroborado a nivel molecular con el hallazgo en Canarias de marcadores específi-cos norteafricanos74. No obstante lo anterior, aseguran que exis- 68 Op. cit., p. 161. Para C. Flores y colaboradores (2001, p. 752), la distri-bución geográfica actual por Canarias del marcador mitocondrial U6 aporta información adicional en relación con la manera en que las islas fueron co-lonizadas. Así, la diversidad y el número de secuencias son mayores en Lanzarote y Fuerteventura, las islas más cercanas al continente africano, mientras que decrecen gradualmente a medida que nos desplazamos hacia el oeste. Lo anterior sugiere un inicial proceso de asentamiento acorde con el modelo de stepping-stone. 69 Op. cit., p. 155. 70 MACA-MEYER (2002). 71 Op. cit., p. 81. 72 Op. cit., p. 84. 73 FREGEL (2009). 74 FREGEL (2009, p. 1.314). Los marcadores del sub-haplogrupo U6 son de sumo interés en Canarias ya que un subgrupo del mismo es específico de las PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 554 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 34 te una significativa porción de linajes aborígenes, que contabi-lizan en el 15%, que poseen marcadores específicos de la zona europea de la cuenca mediterránea o del Próximo Oriente75. En su opinión los datos que manejan se adaptan mejor a un mode-lo de poblamiento insular con frecuentes migraciones entre is-las76, una circunstancia bastante extraña en unas poblaciones de las que se supone desconocían la navegación. Nos encontramos pues ante datos en los que, por un lado, una porción de la po-blación insular tendría un origen europeo/próximo oriental, y por otro lado, donde la gran semejanza entre islas desmiente el supuesto aislamiento de las poblaciones insulares frente a unos contactos continuados en el tiempo. Estas dos hipótesis se adap-tan bien con nuestro modelo, en el que postulamos una pobla-ción colonizadora con un mismo origen geográfico-cultural, la cual alcanzaría las islas de la mano de navegantes semitas arrancando desde puertos localizados en el Círculo del Estrecho, en el Círculo de Cartago o de ambos simultáneamente. Así, si nos centramos en Lanzarote, en atención al hecho de que es la isla canaria que ha proporcionado las cronologías más antiguas relacionadas con el poblamiento, los escasos restos antropoló-gicos recuperados parecen corresponder a una etapa avanzada de la Protohistoria, posterior en cualquier caso al siglo V d.n.e., a tenor de los contextos arqueológicos que los acompañan. Esos elementos antropológicos fueron valorados por Mª.D. Garralda77, asegurando que se trataba de una población dolicocránea de tipo mediterráneo norteafricano, correspon-diente a nivel morfotipológico a las variedades mediterránea islas y se considera un posible nexo de unión entre éstas y el continente afri-cano. Los linajes canarios U6b1 y U6c1 no están presentes en los territorios atlánticos del noroeste africano; por el contrario, el linaje U6c1 sí se ha de-tectado en poblaciones bereberes de Túnez, lo que ha permitido plantear la hipótesis de que la región de origen de los pobladores paleocanarios estuviera en Túnez y Argelia. También queda por resolver si se produjeron una o va-rias migraciones, ya que la distribución actual de los haplotipos mitocondriales es coherente con una única migración, mientras que la del cromosoma Y apunta a dos. 75 Op. cit., p. 1.322. 76 Op. cit., p. 1.314. 77 GARRALDA (1985). 555 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 35 robusta y grácil norteafricanas, en algún caso con rasgos mechtoides atenuados, de acusada robustez, reflejada por la presencia de líneas de inserción muscular muy marcadas, y ele-vada estatura, superior a la media de las poblaciones paleocanarias. En opinión de la citada investigadora, los especímenes que estudia muestran notables similitudes con in-dividuos procedentes de las necrópolis protohistóricas y púnicas de Argelia, considerando que las pequeñas diferencias que ob-serva con respecto a la población norteafricana se originarían como consecuencia del aislamiento en un espacio reducido de las características del de Lanzarote, circunstancia que actuaría como mecanismo microevolutivo sobre el patrimonio genético de esas poblaciones78. Curiosamente, algo más de una década antes de que se iniciaran los estudios genéticos en las islas ya se apuntaba al área argelino-tunecina como probable lugar de pro-cedencia de algunas de las poblaciones paleocanarias79. Desde la perspectiva histórica, y tras un periodo de cuatro siglos de presencia continuada en el occidente africano de ma-rinos y mercaderes fenicios, en el siglo VI a.n.e. Cartago inicia una política real de colonización de territorios africanos a par-tir de los emplazamientos fenicios preexistentes, la cual propi-ció un cierto avance hacia el interior del continente a la búsque-da de tierras cultivables y la creación de unidades de división territorial (los ‘rst, que serán la base de los futuros pagi roma-nos), explotadas por población autóctona sometida por la me-trópoli púnica al pago de tributos y al aporte de contingentes militares. Esa colonización africana fue especialmente intensa en el área tunecina, donde favoreció un mayor acercamiento cultural entre púnicos y paleobereberes, hasta el punto de que estos últimos asumieron numerosos elementos culturales apor-tados por los colonizadores fenicios. En sentido contrario el proceso también fue intenso, de tal manera que para G. Camps80 78 Op. cit., p. 451. 79 En un sentido parecido, R.A. Springer (2001, pp. 56 y 167) sitúa «… los alfabetos con mayores similitudes a los de las Islas Canarias en el Norte de Túnez y Noreste de Argelia …», lo que no le impide reconocer que tanto en el norte de África como en el Sáhara no se conoce ningún alfabeto que sea idéntico a alguno de los canarios (Op. cit, p. 161). 80 CAMPS (1980, p. 148). PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 556 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 36 la realidad púnica no puede entenderse sin su componente afri-cana: «Si la tradition punique fut si vivace chez les anciens africains c’est que, précisément, elle ne leur était pas étrangère mais constituée au milieu d’eux, au sein de cités où l’onomas-tique, essentiellement sémitique, n’arrive pas à cacher l’apport ethnique africain». Son muchos los indicadores de esa simbiosis, desde la funda-ción en todo el norte de África de ciudades fenicias y bereberes (Siga, Volubilis, Macomades, Cirta, Tipasa, Calama, Zucchabar,…), que presentan una intensa y duradera convivencia de elementos culturales y étnicos aportados por ambas partes, al tiempo que se convierten en focos de difusión de los mismos hacia las pobla-ciones del interior, hasta fenómenos tan profundos como la adopción de la lengua púnica por las poblaciones paleobereberes, entre las que llega a ser oficial en los reinos mauro y númida tras la caída de Cartago en el 146 a.n.e., perdu-rando aún entre los contemporáneos de Agustín de Hipona en el siglo V d.n.e. La escritura púnica también se acepta o se transfor-ma, dando lugar a dos grafías distintas: la que se ha dado en lla-mar escritura libio-fenicia81 y la escritura líbico-bereber. La admi-nistración municipal cartaginesa se calca y se produce un curioso proceso de sincretismo religioso que supone la acepta-ción por parte de las poblaciones africanas de deidades como Baal-Hammón o Tanit en convivencia con cultos a los genios lo-cales o tribales o a determinados elementos de la naturaleza. Cambia el ritual funerario, como lo indica el abandono de la in-humación en posición decúbito lateral flexionado, a favor de la posición decúbito supino sobre armazón de madera, así como el progresivo acercamiento formal y decorativo de los haouanet lo-cales a los hipogeos púnicos. Por último, se produce un paulati-no mestizaje, sobre todo entre los miembros más relevantes de las formaciones sociales paleobereber y fenicia, circunstancia que lleva a G. Camps82 a afirmar que Massinissa poseía tanta sangre púnica como Aníbal africana. Un aspecto que ya destacó Tito Livio (XXI, 22, 3), al describir a los libio-fenicios como el resultado del mestizaje étnico entre cartagineses y africanos. 81 LÓPEZ CASTRO (1992); MUÑOZ (1994). 82 CAMPS (1980, p. 148). 557 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 37 Todo lo anterior hizo que entre unos y otros se establecieran lazos de unión cultural y personal que favorecieron que los gru-pos paleobereberes asentados en las llanuras costeras del no-roeste africano, las más fértiles del entorno magrebí, y en me-nor medida los del interior, no se limiten exclusivamente a establecer vínculos comerciales con los emplazamientos fenicios de la zona, adoptando un papel pasivo en todo este proceso, sino que, por el contrario, la comunidad de relaciones e intere-ses que se genera hace que sea más sencilla la aceptación de los caracteres culturales de ambas partes. Por tanto, más que la sujeción por la fuerza de las poblaciones de la zona, se observa una provechosa interacción fenicio-africana o libio-fenicia que da lugar a procesos de mestizaje étnico y aculturación esencia-les para conocer la especificidad de las culturas protohistóricas canarias y la bereber actual. En consecuencia, las poblaciones que colonizaron las islas poseían en origen una cultura mestiza, resultado de la simbio-sis de antiguas tradiciones mediterráneo-africanas con elemen-tos fenicio-púnicos, lo que dio como resultado étnico-cultural la aparición de los libiofenicios, un etnónimo que ya Plinio el Vie-jo recoge en su Historia Natural (H.N., V, 24): «Se denominan libifenices los que habitan Bizacio». Bizacio o Bizacena es la re-gión localizada en torno a la ciudad de Cartago, una zona de gran fertilidad. Por otra parte, Tito Livio (XXI, 22, 3) asegura que los libiofenicios son una mezcla de africanos y cartagineses. 5. Conclusiones La parquedad de la información arqueológica disponible para algunas islas del archipiélago, especialmente por lo que a las cronologías se refiere, nos obliga a movernos en determina-dos aspectos relacionados con el fenómeno de poblamiento de las islas en el terreno de las hipótesis, máxime si consideramos que ese fue un proceso complejo que se produjo a lo largo de un amplio periodo de tiempo, caracterizando las fases iniciales de la Protohistoria insular. No obstante, lo anterior no debe limitar nuestra capacidad para articular hipótesis, máxime cuando con- PABLO ATOCHE PEÑA Anuario de Estudios Atlánticos 558 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 38 tamos con indicios, evidencias y registros materiales tan rotun-dos como los que se han recuperado a lo largo de las dos últi-mas décadas, los cuales contribuyen a acercarnos a una realidad histórica hasta ahora no suficientemente valorada y explicada. Si bien la mayoría de las cronologías absolutas disponibles se ubican a partir del I milenio de la Era, también se cuenta con una amplia serie de dataciones más antiguas localizadas en el entorno del I milenio a.n.e., las cuales proporcionan unos már-genes cronológicos en los que el marco cultural de las islas se vio contextualizado sucesivamente por la presencia colonial fe-nicia, púnica y romana. El conjunto de evidencias materiales disponible para varias islas del archipiélago demuestran fehacientemente que tras el inicial poblamiento y durante varios siglos Canarias fue una tie-rra receptiva a los procesos culturales, políticos y económicos que se desenvolvieron en el Mediterráneo occidental durante el I milenio antes de la Era. Sin lugar a dudas durante la Antigüe-dad tardía navegantes procedentes del Mediterráneo occidental recorrieron las aguas y recalaron en las costas del archipiélago con unos fines concretos, teniendo desde los primeros momen-tos una muy estrecha relación de origen con las poblaciones asentadas en los suelos insulares. Las recientes dataciones pro-porcionadas por la actividad arqueológica retrotraen esa inicial presencia al tránsito del II al I milenio a.n.e., cronología alta que introduce nuevas e insospechadas posibilidades y enrique-ce la explicación del fenómeno poblador. La idea y los recursos necesarios para llevar a efecto la colonización de las islas surgi-rían desde el Círculo del Estrecho; una vez en las islas éstas se verían afectadas en diferente grado en base a su riqueza en re-cursos o a su importancia geoestratégica, habiéndose produci-do una cierta distancia cronológica entre ellas a la hora de ser colonizadas, si nos atenemos a las dataciones disponibles. En cualquier caso, el proceso colonizador parece haber arrancado por el extremo oriental del archipiélago (Lanzarote/La Graciosa) en torno al siglo X a.n.e. en un momento que coincide con la culminación de la colonización de las islas mediterráneas. 559 LA COLONIZACIÓN PROTOHISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2013), núm. 59, pp. 519-562 39 BIBLIOGRAFÍA ARCO, Mª.C. DEL; ARCO, M. DEL; ATIÉNZAR, E.; ATOCHE, P.; MARTÍN, M.; RODRÍGUEZ, C. y ROSARIO, Mª.C. (1997). «Dataciones absolutas en la Prehistoria de Tenerife», en MILLARES, A., ATOCHE, P. y LOBO, M. (coords.). Homenaje a Celso Martín de Guzmán (1946-1994), pp. 65-77. Las Palmas de Gran Ca-naria. ARCO, Mª.C. DEL; GONZÁLEZ, C.; ARCO, Mª.M. DEL; ATIÉNZAR, E.; ARCO, M.J. DEL y ROSARIO, Mª.C. (2000). «El menceyato de Icod en el poblamiento de Tenerife: D. Gaspar, Las Palomas y Los Guanches. 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