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415 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS THE MARKET FOR CARBON MINERALS IN THE CANARIES Concepción M. A. Pérez Hernández* Recibido: 12 de enero de 2011 Aceptado: 22 de febrero de 2011 Resumen: El carbón fue la princi-pal partida del comercio de impor-tación hispano-británico entre 1885 y 1930. El alto coste y la baja cali-dad de los carbones nacionales hi-cieron necesaria la importación. Una de las primeras regiones im-portadoras de este recurso mineral fue Canarias. Su economía de servi-cios, ligada a los mercados interna-cionales, requería un carbón barato y de calidad que España no podía proporcionar. El objeto de este artí-culo es analizar cuándo y en qué condiciones se accedió a este recur-so energético en las Islas. Palabras clave: Carbón mineral, Canarias, siglos XIX-XX, demanda energética. Abstract: Coal was the main item imported to Spain from Britain from 1885 to 1930. The high cost and low quality of the domestic coal made it necessary for coal to be imported from abroad. One of the major regions in terms of de-mand of this mineral resource was the Canary Archipelago. Its service economy and its International mar-ket links made it a requisite for cheap and high quality coal to be on tap, such as could not be guar-anteed in Spain. The aim of this paper is to analyze when and under what circumstances this energy source was accessed in the Islands. Key words: Coal, the Canary Is-lands, XIX-XX centuries, energy de-mand. * Departamento de Historia e Instituciones Económicas. Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Universidad de La Laguna. Campus de Guajara. 38200 La Laguna. Tenerife. España. Teléfono: + 34 922 31 71 87; correo electrónico: caperez@ull.es CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 416 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 2 INTRODUCCIÓN El carbón mineral es un recurso energético cuyo desarrollo se asocia a la Revolución Industrial. Los problemas derivados de la deforestación en la Inglaterra del XVIII, frente al elevado po-tencial productivo de sus yacimientos carboníferos, favorecieron la sustitución de la madera por el mineral y la colocación en el mercado de un recurso energético relativamente abundante y barato1. A partir de entonces, el consumo de carbón adquirió mayor relieve en las economías industrializadas, acompañando el avance de la siderurgia, la difusión de la máquina de vapor y la instalación del gas de hulla para el alumbrado. En España, las primeras industrias del siglo XVIII y princi-pios del XIX dieron entrada al uso del carbón como fuente ener-gética, si bien fue sólo a finales de la última centuria cuando su demanda alcanzó cierta dimensión, incentivada en buena medi-da por el desarrollo del sector siderometalúrgico2. En el primer tercio del siglo XX el transporte ferroviario y el consumo do-méstico eran con diferencia los principales sectores consumido-res, al tiempo que se añadía al sector industrial la demanda de la industria termoeléctrica3. El carbón mineral se constituyó así en la principal fuente de energía no orgánica hasta mediados de la década de 1960, cuando el petróleo pasó definitivamente a dominar la balanza energética4. La producción propia de carbo-nes, aún cuando fue creciente, no siempre garantizó la cobertu-ra de la demanda nacional e hizo precisa la importación. La causa fue más una cuestión de calidad, costes de extracción y transporte que de cantidad5. 1 WRIGLEY (1993). 2 En 1890, un tercio del consumo aparente de carbón se dirigía al sector siderúrgico. COLL y SUDRIÁ (1987), pp. 354 y 364. 3 Ibídem. 4 El carbón mineral no destacó en el balance energético español hasta la década de 1890. Con anterioridad, las energías orgánicas preindustriales habían sido la base de su economía. Véase RUBIO (2005), p. 60. En la actua-lidad, la participación del carbón mineral se ha reducido al 9,7%, estando por delante el petróleo (47,6 %), el gas natural (24,3 %) y la energía nuclear (10,7 %). MINISTERIO DE INDUSTRIA, TURISMO Y COMERCIO (2009), p. 38. 5 COLL y SUDRIÁ (1987). 417 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 3 En el Archipiélago Canario la demanda de carbones se defi-nió con elementos diferenciados al de las economías industria-lizadas, e incluso a la española. Las Islas, de origen volcánico y formación geológica reciente, carecen de carbones minerales6. No obstante, esa circunstancia no las dejó al margen del proce-so modernizador contemporáneo que se vinculó al uso de esta energía. Y es que la disposición de carbones la determinó la capacidad importadora de su economía. Inserta en el comercio atlántico, Canarias se surtió de carbones acudiendo a los mer-cados internacionales y, básicamente, al mercado británico, si bien el modelo de desarrollo económico condicionó que su pre-sencia, siendo significativa, estuviera altamente concentrada en la etapa de 1895 a 1930. De ahí que el carbón mineral tuviera una vigencia relativamente corta en el modelo energético del Archipiélago; su demanda se desarrolla con cierto retraso y, pre-maturamente, desaparece. El objeto de este trabajo es explicar el mercado del carbón mineral en Canarias. Las estadísticas de tráfico y comercio ex-terior son la principal fuente de información de este artículo, aunque, puntualmente, se busca el apoyo de la fuente empresa-rial7. El carácter insular de la región y un régimen aduanero di-ferenciado facilitan este estudio regional de forma excepcional en España8. La concepción singular del territorio, incluso desde las fuentes estadísticas extranjeras, garantiza cierta diversidad y la posibilidad de contar con datos regionales más precisos9. La 6 La formación geológica de la isla más antigua se data en unos 19 mi-llones de años. 7 Las referencias utilizadas provienen de la documentación contable de la compañía carbonera Hamilton, localizada en el Archivo Histórico Provin-cial de Santa Cruz de Tenerife (en adelante, A.H.P.S.C.T.). 8 Desde su conquista por la Corona castellana, Canarias tuvo un régimen fiscal diferenciado con respecto al resto del Estado español. Tras una etapa excepcional, como fue la de 1820 a 1837, por Real Decreto de 11 de julio de 1852 se planteó un modelo de librecambio: el modelo puertofranquista. Y a partir de entonces y siempre que no contara con otras obstrucciones institu-cionales, «Canarias sería provincia de España en lo político, pero no en lo económico». MACÍAS HERNÁNDEZ (2001), pp. 476-506. 9 La Estadística del Comercio Exterior español, publicada por la Dirección General de Aduanas, es una de estas fuentes específicas desde el punto CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 418 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 serie principal, esto es, la que define en el largo plazo el com-portamiento y la importancia de la demanda de carbones mine-rales en Canarias, se ha elaborado a partir de la consideración de dos fuentes10. La primera, una fuente extranjera, las exporta-ciones de carbones de Gran Bretaña a Canarias publicadas por Joaquim Nadal Farreras11 y, la segunda, una fuente local, la de las Juntas de Obras de los Puertos de Santa Cruz de Tenerife y la Luz y Las Palmas de Gran Canaria12. La primera, aunque re-gistra únicamente las importaciones de carbón británico, se aproxima a los valores totales de este tráfico. Y es que, hasta al menos 1909, prácticamente el 100 % de los carbones importados tenía este origen. Después de esa fecha y en el periodo en que ambas fuentes coinciden (1910-1914) se observa alguna diferen-de vista regional, ya que el comercio exterior de la región con el extranjero y resto del territorio español aparecen cuantificados de modo independiente en el caso de Canarias. No obstante, las deficiencias de la serie no hacen re-comendable su uso, y de modo particular, al tratar de cuantificar el comer-cio de recursos energéticos. Sin embargo, puntualmente nos apoyaremos en ella, cuando haya que observar las tendencias y la estructura de este tráfico. Los problemas de esta fuente pueden verse en PÉREZ HERNÁNDEZ (2002). 10 Dado que no existe producción propia, cuando hablemos de demanda de carbones hacemos referencia a las compras que los agentes insulares rea-lizan en los mercados exteriores, esto es, importaciones del extranjero e im-portaciones del resto del territorio nacional. 11 La fuente utilizada por Nadal Farreras es el Annual Statement of the Trade and Navigation of the United Kingdom with foreign countries and British possessions, publicado en Londres de 1854 en adelante NADAL FARRERAS (1978), p. 406. 12 La serie se ha elaborado sumando los datos de importación de carbón de los dos principales puertos canarios, conforme las Estadísticas de tráfico y movimiento de buques y pasajeros publicadas anualmente por las Juntas de Obras de los puertos de Santa Cruz de Tenerife y La Luz y Las Palmas de Gran Canaria, si bien, y por no tener localizadas las publicaciones de algu-nos años, se ha recurrido también a las siguientes fuentes indirectas: Memo-ria de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Las Palmas de Gran Canaria, 1927-1928; Estadística de importación de mercancías. Exportación de frutos. Movimiento marítimo del puerto de Santa Cruz de Tenerife, de Agustín Guimerá Fragoso, 1915, 1919-1920; Exportación e importación. Estadística co-mercial del puerto de Santa Cruz de Tenerife, 1924-1930, 1932. Exportación e importación de mercancías y frutos. Estadística comercial del puerto de Santa Cruz de Tenerife, Resumen general de 1930, publicada por Miguel Corbella Funes. 4 419 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 cia entre ellas. La explicación estriba en la lenta y paulatina incorporación al mercado canario de carbones de origen no británico. En consecuencia, a partir de 1910 la fuente a utilizar es la publicada por las Juntas de Obras de los Puertos13. EL COMERCIO EXTERIOR Y EL CONSUMO DE CARBONES La dependencia energética exterior afectó a todo el territorio español. Los recursos carboníferos en España fueron insu-ficientes para satisfacer la creciente demanda interna en el siglo XIX y primer tercio del XX. Su baja calidad y el alto coste de ex-tracción y transporte condicionaron la importación de minera-les desde fechas tempranas. Al menos hasta la Primera Guerra Mundial, alrededor del 50 % del carbón consumido en España provenía del exterior, concretamente, de Gran Bretaña. Después de la Guerra, ese porcentaje fue reduciéndose hasta quedar en torno al 11 % en la década de 1930, y a menos del 8% en el periodo autárquico; las medidas proteccionistas, que obligaban a consumir carbón español a sus principales consumidores, condicionaron el cambio de tendencia (cf. cuadro 1)14. 13 Entre 1910 y 1913, la diferencia es inferior al 5% (la Estadística de Aduanas y los Informes Consulares Británicos describen entonces la llegada de carbones procedentes sobre todo de la cuenca del Rhur). QUINTANA NAVA-RRO (1992). En 1914, con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, la di-ferencia de cifras alcanza el 22 % (la caída de las importaciones de carbón extranjero intenta ser suplida con carbón nacional). 14 COLL y SUDRIÁ (1987), pp. 172 y ss. CUADRO 1 Consumo de carbones en España (miles tm) Años Carbón importado Carbón consumido I/C % 1850 189,0 s.d s.d 1860 466,7 s.d s.d 1870 636,0 1.102,9 58 % 1880 913,7 1.699,0 54 % 1890 1.934,0 3.147,1 61 % 1900 2.660,7 5.250,1 51 % 5 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 420 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 (Continuación) CUADRO 1 (Continuación) Consumo de carbones en España (miles tm) Años Carbón importado Carbón consumido I/C % 1910 3.183,7 6.947,9 46 % 1920 369,0 6.201,0 6 % 1930 1.681,0 9.356,0 17 % 1940 302,0 9.810,0 3 % 1950 1.077,0 13.674,0 8 % 1960 381,9 16.084,0 2 % CUADRO 2 Importaciones españolas de productos británicos (miles de libras esterlinas) Importaciones de carbón Total importación productos británico británicos Años Canarias España C/E Canarias España C/E 1850 1,2 87,5 1 % 61,75 926,75 7 % 1855 1,5 124,1 1 % 110,02 1.268,82 9 % 1860 4,0 226,5 2 % 131,21 2.602,66 5 % 1865 4,3 258,5 2 % 177,52 2.354,97 8 % 1870 7,7 341,0 2 % 235,12 2.784,30 8 % 1875 1,9 532,8 0 % 196,89 3.627,23 5 % 1880 6,6 471,0 1 % 208,78 3.430,78 6 % 1885 31,8 680,0 5 % 189,13 3.352,36 6 % 1890 224,2 1.386,5 16 % 466,34 5.446,05 9 % 1895 138,3 944,7 15 % 398,00 4.036,45 10 % 1900 636,5 2.430,9 26 % 919,43 6.544,95 14 % 1905 288,7 1.513,2 19 % 827,68 5.073,52 16 % 1910 706,5 2.057,8 34 % 1.338,92 6.231,80 21 % 1914 530,3 2.374,1 22 % 1.215,32 7.593,92 16 % FUENTE: Elaborado a partir de NADAL I FARRERAS (1978), pp. 306-307, 376 y 406. Nota: En la cifra que Nadal publicó como importaciones españolas, entendemos que se excluyó a Canarias porque en la fuente original las islas figuraban desagregadas. Para nuestro caso, como nos interesa ob-servar la participación de Canarias en el conjunto del Estado, hemos sumado los valores canarios a los del resto del territorio español y es esa suma la que aparece bajo el rótulo España. FUENTE: Para 1850-1910, se utilizó la fuente británica de COLL y SUDRIÁ (1987), pp. 351-355; para 1920-1960, la fuente española, también publicada por COLL y SUDRIÁ (1987), p. 563. Nota: I/C. Porcentaje de carbón importado sobre el total consumido. 6 421 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 En ese segmento del comercio exterior español destacó la demanda canaria, sobre todo entre 1890 y la Primera Guerra Mundial. Entonces, las importaciones de carbón británico por parte de esta región llegaron a sumar el 34 % del total de las importaciones de carbón españolas (cf. cuadro 2). El resto del carbón importado en España se dirigió fundamentalmente a las zonas del litoral peninsular porque los costes de transporte ha-cia el interior eran altos y, además, porque entre los pocos sec-tores no obligados a consumir carbones nacionales se encontra-ba la navegación de altura15. En términos de carbón importado por habitante, Canarias aparecía entonces como la región con mayor demanda de car-bones. En 1900, la media española de esta ratio era de 143 kg, para un consumo aparente de 283 kg16, mientras que, en esa misma fecha, los carbones importados por Canarias en términos per cápita alcanzaban los 1.949 kg17. Sin embargo, como hemos señalado, la demanda de carbo-nes de Canarias tiene sus particularidades. Su modelo de desa-rrollo explica el papel que desempeña el carbón como recurso energético. Un carbón que se incorpora tarde a su balanza ener-gética —en relación a lo ocurrido en el resto de España—, que cuando lo hace desborda los parámetros de la economía nacio-nal, y que, luego, se retira de forma anticipada. Una de las primeras referencias que tenemos sobre el carbón mineral importado por Canarias aparece en la Estadística de Esco-lar y Serrano; en 1800 tan sólo se introdujeron 424 quintales, de los 15 El establecimiento de un consumo obligatorio fue el resultado de las políticas nacionalistas de la década de 1920. Al margen del consumo domés-tico y del de la navegación de altura, pocos sectores fueron eximidos del cupo de consumo de carbones nacionales. COLL y SUDRIÁ (1987), pp. 368-369. 16 Esta media se ha estimado a partir de los datos de la fuente británica publicada por COLL y SUDRIÁ (1987), pp. 351-355, que coincide con la de NADAL I FARRERAS (1978), p. 406 (convertida a toneladas métricas y sumada la importación española de carbones con la de las Islas Canarias) y conside-rando que la población española era de 18.566.000 habitantes en 1900. 17 De nuevo se ha partido de los datos ofrecidos por Nadal Farreras y con la consideración de una población en aquel entonces en Canarias de 354.594 habitantes. 7 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 422 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 que un 90% se reexportaron18. En realidad, la fuerza muscular y la biomasa eran el sostén energético del sistema económico insu-lar, actuando como recursos complementarios el viento y el agua. El modelo económico, sustentado en una economía productiva de base agraria y en una economía de servicios, condicionó entonces la muy baja intensidad energética en relación con las economías industriales que se formaban en el entorno. Ahora bien, las trans-formaciones en materia energética que tuvieron lugar en esas eco-nomías afectaron también a la del Archipiélago, siendo mayor el efecto cuanto más abierta fue la relación con ellas. El tradicional vínculo comercial de la economía canaria con la británica podría explicar incluso la introducción de alguna máquina de vapor en fecha temprana. Se trataría, no obstante, de un hecho experimen-tal o de corta trascendencia, debido a la escasa actividad industrial del Archipiélago. Sin embargo, los servicios portuarios eran una pieza clave en el modelo económico isleño y de su modernización dependía el seguir desempeñando ese papel19. Los cambios técnicos en el transporte marítimo del siglo XIX exigieron incorporar a la ofer-ta portuaria el suministro de carbón mineral. Las islas, carentes de este recurso energético, tuvieron que importarlo, pero para garantizar su competitividad frente a otros puertos del Atlánti-co debieron también emprender determinados cambios institu-cionales. La flexibilización en la política comercial del carbón comen-zó en 1836 con la declaración de depósito de carbón para el puerto de Santa Cruz de Tenerife. El carbón quedaba sujeto exclusivamente a un pago del 2% de almacenaje, siempre y cuando el objetivo fuera suministrarlo a buques extranjeros20. 18 En los partes de Aduanas que recoge Escolar para el periodo 1800- 1804, sólo se vuelve a considerar el carbón piedra en las importaciones de 1801 —en este caso, 125 quintales—. En ambos casos, la partida procede de Inglaterra y el puerto de entrada es el de Santa Cruz de Santiago (Tenerife). HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ (1983), pp. 430, 433 y 436. 19 CARNERO y PÉREZ (2007). 20 Luego, la ley de 23 de septiembre de 1837 restablecía los decretos de enero y marzo de 1822, interrumpidos en 1830, por los que se habilitaba el puerto de Santa Cruz de Tenerife como depósito de primera clase, se habili-taban al comercio exterior otros puertos insulares y se autorizaba a la Dipu- 8 423 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 En 1835 la estadística de buques entrados en el puerto de San-ta Cruz de Tenerife, entonces el principal del Archipiélago, regis-tra el que pudiera ser el primer vapor en las Islas, un buque inglés con destino a Barbados que fondeó para tomar carbón, aunque desconocemos en qué cuantía21. El largo trayecto y la escasa autonomía técnica de los vapo-res obligaban a realizar numerosas paradas en los puertos atlán-ticos. Los buques consumían grandes cantidades de agua y car-bón que condicionaban las etapas del viaje y la capacidad de carga. Se estima que en las décadas de 1830 y 1840 el consumo de carbón osciló entre los 4 y 5 kg por caballo de fuerza y hora22. Considerando un buque de unas 500 toneladas de arqueo de 100 CV, el consumo diario en marcha se situaría entre 9,6 y 12 tm de carbón. Una cantidad lo suficientemente importante como para limitar los inicios de la marina mercante en esta aventura técnica. En 1850 se atienden ya 14 vapores en el puer-to tinerfeño y de un total de 228 buques atracados23. La situación experimentó un profundo cambio a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando el carbón se convirtió en una de las principales partidas del comercio exterior isleño24. Además de las facilidades concedidas por la recién estrenada le-gislación de franquicias en todos los puertos canarios, el marco institucional siguió adaptándose para facilitar la llegada y el ac-tación Provincial a establecer los derechos de navegación y puerto a las embarcaciones que entraran en tránsito. 21 Fondo documental antiguo, rollo 23 de la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. 22 VALDALISO (1992), p. 63. 23 Datos de la Estadística diaria de buques entrados en el puerto de Santa Cruz de Tenerife (manuscrito microfilmado del Fondo Documental Antiguo de la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, rollo 23). 24 No obstante, resulta difícil concretar su porcentaje. La balanza comer-cial canaria construida a partir de las estadísticas de comercio exterior de aduanas es muy deficiente. Además, los valores medios de importación de los carbones minerales son superiores a los valores medios de los suministros a la navegación. Aún así, y si tomamos los datos aduaneros de la etapa más fiable —los del periodo 1904-1908, más próximos a los valores aportados por Nadal Farreras—, los carbones representan un 15 % de las importaciones totales canarias y un 30 % de las exportaciones, considerando los suministros a la navegación entre estas exportaciones. 9 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 424 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 ceso de la economía insular a la energía fósil; se crearon depó-sitos flotantes de carbones, se aprobaron tarifas especiales en los arbitrios insulares y se rebajaron las tarifas de carga y des-carga en los puertos. La manipulación del carbón requirió la movilización de abundante fuerza de trabajo y capitales, tanto públicos como privados. Hubo empresas locales que se especia-lizaron en el comercio del carbón y, sobre todo, inversión direc-ta extranjera, entre la que destacó la de origen británico. El puerto de Santa Cruz de Tenerife y, a partir de 1885 con mayor fuerza, el de La Luz y Las Palmas de Gran Canaria, concentra-ron la mayor parte de este tráfico. Como observamos en el gráfico 1, las importaciones de car-bón aumentaron progresivamente hasta alcanzar el máximo en 1912. No obstante, en esta fase de expansión destacan dos eta-pas con dinámica diferenciada: la previa a la Primera Guerra Mundial (1910-1913), cuando la demanda de carbones se dispa-ró por encima del millón de toneladas anuales, y la de la propia Guerra y postguerra (1915-1920), cuando la demanda cayó a unas cifras mínimas. Después, en los primeros años veinte, se sucede la recuperación de la demanda, pero los niveles alcanza-dos no irán más allá de los obtenidos en los últimos años del GRÁFICO 1 Importaciones de carbón mineral en Canarias FUENTE: Véanse las notas 10 y 11. 10 425 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 XIX. A partir de aquí, la demanda experimenta un rápido retro-ceso, logrando sostenerse durante el primer franquismo con entradas por encima de las 100.000 toneladas anuales, cubiertas en su mayor proporción, ahora sí, con carbón nacional y dirigi-das preferentemente a la flota pesquera local. Finalmente, en los años sesenta, el carbón mineral casi había desaparecido de la balanza comercial. EL DESTINO DE LOS CARBONES IMPORTADOS El espectacular crecimiento de la demanda portuaria desde la década de 1890 fue la principal responsable de la importación de carbón, aunque también intervino la modernización del apa-rato productivo. Entre ambos mercados, el de avituallamiento a buques y el interno, existió una estrecha relación, porque la di-mensión que alcanzó la demanda del transporte marítimo fue el factor que puso a las puertas del mercado insular un carbón abundante y de calidad. Y, por supuesto, más asequible a la economía isleña. Inicialmente trataremos de estimar la dimensión real de uno y otro mercado y lo haremos para el periodo en que más con-fusión hay acerca del destino que se le da a los carbones. Como no contamos con referencias completas y fiables sobre los sumi-nistros de carbón a la navegación25, hemos realizado una prime-ra estimación de estos suministros a partir de la estructura de ventas de una de las principales compañías comercializadoras de carbón en Canarias: la Compañía Hamilton26 (cf. cuadro 3). 25 En ocasiones las estadísticas publican las mismas cifras bajo el epígra-fe de importaciones y/o suministros. Sin embargo, sabemos que la coinciden-cia no es posible, por cuanto, en estos años finales del XIX y principios del XX, se puede confirmar el consumo de carbones minerales por parte de la industria eléctrica, del gas, los ingenios azucareros, el tranvía, los pozos de agua, los molinos harineros y otros, incluido el uso doméstico. 26 La Compañía Hamilton la constituyó una familia de origen británico afincada en Canarias desde principios del XIX y su fortuna se forjó con la comercialización de vinos y otras mercancías. Con el desarrollo de la nave-gación a vapor, la empresa diversificó su actividad, incorporando los carbo-nes al objeto de su comercio. Para más información sobre la compañía, véa-se GUIMERÁ RAVINA (1989). 11 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 426 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 La Compañía Hamilton destinaba los carbones preferente-mente al avituallamiento de buques, pero desde sus almacenes satisfacía también la demanda urbana. Industrias, instituciones públicas, comercios y particulares constituyen el grueso de su clientela. Algo similar debió ser la estructura de ventas de las compañías establecidas en el puerto de Las Palmas que, desde finales del XIX, y con una cuota de mercado mayor, debían cu-brir también las necesidades energéticas de una industria y una población con menos alternativas energéticas que las de las is-las occidentales27. En función de ello, hemos podido estimar la estructura de la demanda hasta la Primera Guerra Mundial. Luego, la guerra impuso grandes restricciones al consumo de carbones, tanto en el mercado interno como en la navegación. En este periodo, la demanda interna de combustibles buscó una alternativa en la recuperación de las energías tradicionales, pero hasta la lona empleada en las aspas de los molinos era escasa. El esquilmo de los montes fue la salida más frecuente y, en nin- CUADRO 3 Estructura de ventas de la Compañía Hamilton, 1884-1908 % participación Años en mercado Ventas anuales (Tm.) Estructura de las ventas (%) canario Navegación Al menor Navegación Al menor 1884 89,3 28.462,7 914,8 96,9 3,1 1888 38,5 77.158,6 987,0 98,7 1,3 1892 33,2 100.024,7 1.515,6 98,5 1,5 1896 31,5 120.548,9 2.073,3 98,3 1,7 1900 25,7 175.026,7 2.901,4 98,4 1,6 1904 26,5 136.413,9 4.151,7 97,0 3,0 1908 21,0 110.831,4 5.128,8 95,6 4,4 FUENTE: A.H.P.S.C., Cuenta del depósito de carbón de Hamilton and Co. Para establecer la cuota de mercado de la Cia. Hamilton se ha partido del total de importaciones que publica NADAL I FARRERAS (1978). 27 La provisión de carbón vegetal y leña en las islas orientales para el con-sumo doméstico e industrial fue históricamente deficitaria, teniendo que re-currir a su compra en Tenerife o en La Palma. El precio alcanzado por los combustibles orgánicos en tec (tonelada equivalente de carbón) superaba ampliamente al del carbón mineral. Tratamos este tema en nuestra tesis docto-ral sobre «Energía y desarrollo económico en Canarias, 1850-1986» (en curso). 12 427 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 gún caso, pudo mantenerse el nivel de consumo energético del periodo inmediatamente anterior. La vuelta a la normalidad sólo llegó con el fin de la contienda. Pero, para entonces, la deman-da energética de la navegación a vapor trae novedades que van a repercutir en la demanda del mercado interno. Los vapores comienzan a sustituir el carbón mineral por mazut, un deriva-do del petróleo28. Como decíamos, son las economías de escala que genera la demanda naviera la que hace rentable el uso de carbones por parte del mercado interno. Cuando los buques sustituyen el car-bón que alimenta sus máquinas por derivados petrolíferos, el aparato productivo se readapta a la nueva energía fósil. Impor-tar carbón mineral en cantidades limitadas no es rentable. Si el crecimiento del consumo naviero se acompañó del aumento en la demanda del mercado interno, el descenso del mercado na-viero también tuvo el mismo efecto. Los buques iniciaron el cambio tecnológico después de la Primera Guerra Mundial, y salvo la flota pesquera y los vapores de servicio interinsular, la mayor parte del tráfico marítimo en los años 40 ya se alimen-taba con fueloil o diesel29. 28 El vocablo francés mazout se empleó en las islas para denominar al petróleo pesado que alimentaba las máquinas de vapor de los buques. 29 Superada la tecnología de la fuerza del vapor en el tráfico marítimo, el fuel y el diesel alimentaron los motores de combustión interna de los buques. CUADRO 4 Demanda de carbón mineral, media anual de los quinquenios 1880-1914 (tm) Periodo Navegación Interno 1880-1884 25.696 822 1885-1889 142.414 1.876 1890-1894 304.994 4.645 1895-1899 405.498 7.013 1900-1904 534.463 8.690 1905-1909 531.407 16.435 1910-1914 938.272 43.184 FUENTE: Se ha estimado a partir de los datos de importación publicados por NADAL I FARRERAS (1978) y de la estructura del mercado estimada en el cuadro 3. 13 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 428 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 LA DEMANDA PORTUARIA DE CARBONES MINERALES Fundamentalmente, el objetivo del comercio de carbones fue proporcionar suministro energético a la navegación (cf. cuadro 4). El hecho de que la iniciativa importadora la tomaran prime-ro las empresas consignatarias locales y, luego, las grandes navieras foráneas, redunda en la cuestión de la trascendencia del mercado naviero en la demanda carbonera. Los carbones se descargaban en los puertos para pronto volver a embarcarse en otros buques, la mayoría extranjeros que, faltos de energía, recalaban en las islas para su avituallamiento. De este modo, el tráfico del carbón se constituía como una actividad propia de la balanza de servicios isleña. La mayoría de los carbones impor-tados eran sufragados por los buques visitantes, dejando en las islas rentas del trabajo, del capital y otros réditos destinados a mantener las instituciones locales. El saldo de las operaciones resultaba así claramente positivo para la balanza por cuenta corriente. Los puertos canarios alcanzaron un gran auge a partir de 1880. En el marco del sureste Atlántico, asumieron el liderato entre los puertos insulares30. A nivel nacional, lograron situarse en los primeros puestos del ranking, captando en el primer ter-cio del siglo XX más buques que cualquier otro puerto español (cf. cuadro 5). Las claves de este éxito fueron cuatro: la política imperialista europea en África, la inversión en infraestructuras portuarias y comunicaciones, la consolidación institucional de las franquicias y el desarrollo del sector agroexportador. El interés de las potencias europeas por el continente africa-no había resurgido a partir de 1880. La pugna por el control de los recursos y la búsqueda de posiciones estratégicas condicio-naron la ocupación efectiva de los territorios africanos. En 1885, a raíz de la conferencia de Berlín, el proceso de expansión europea se aceleró. Franceses, belgas, portugueses y, sobre todo, británicos, se asentaron en el África occidental, adonde llevaron sus capitales y manufacturas y de donde extrajeron materias primas. Las islas prestaron entonces un servicio de plataforma 30 MARTIN HERNÁNDEZ (1991), SUÁREZ BOSA (2002) y CABRERA ARMAS y DÍAZ DE LA PAZ (2008). 14 429 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 y depósito de mercancías, del que se favorecieron principalmen-te los británicos. Los bienes importados de América o Europa eran reexportados hacia las colonias y los buques en tránsito recalaban en las islas para aprovisionarse. La colonización afri-cana acercaba hasta las costas canarias buques, gentes y merca-derías, y todo este trasiego favoreció el renacimiento del Archi-piélago en el mundo atlántico. La intensificación del comercio europeo con América y Oceanía completó la función interme-diadora de las islas en el tráfico internacional. Además, la atracción de los agentes europeos se vio reforza-do por el sistema de franquicias isleño, que terminó por consoli-darse con la ley de 190031, y por la política pública de inversio-nes, que a partir de 1883 comenzó a dar sus frutos. El claro dominio de la navegación a vapor y la mayor envergadura de los buques exigieron la modernización de las infraestructuras por-tuarias y de comunicaciones32. Una tarea en la que se implicó CUADRO 5 Principales puertos españoles por movimiento de buques (miles de buques y miles de TRB) Puertos 1900 1910 1920 1930 N.º TRB N.º TRB N.º TRB N.º TRB Las Palmas 2,26 s.d 6,17 s.d 3,46 — 5,9 8.433 Barcelona 3,79 2.649 3,72 3.110 4,04 3.828 5,2 6.887 Tenerife s.d 3,58 6.517 2,56 4.254 4,0 7.348 Valencia 2,73 1.581 3,12 2.484 3,17 2.601 3,8 s.d Bilbao 3,58 s.d 3,42 s.d 4,44 s.d 3,2 s.d Gijón 2,33 359 1,67 355 1,94 1.220 2,8 2.376 Cádiz s.d s.d 2,91 2.171 1,78 1.557 1,9 3.521 FUENTE: RUIZ ROMERO DE LA CRUZ (2004). Elaboración propia 31 La ley de 6 de marzo de 1900 confirma y ratifica la declaración de puertos francos de 1852, al tiempo que considera a Canarias como país ter-cero en el comercio nacional. CABRERA ARMAS (1997). 32 El proceso de construcción de las infraestructuras portuarias fue lar-go. Desde mediados del XIX se había planteado la necesidad de emprender obras tanto en el puerto de Santa Cruz como en el de Las Palmas, pero los proyectos fueron retrasándose y con ello, también, ampliándose las expecta-tivas sobre la envergadura que debían alcanzar. En el puerto de Santa Cruz 15 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 430 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 totalmente el sector público estatal, pero en la que tuvieron tam-bién protagonismo los agentes locales y foráneos. Las viejas casas comerciales realizaron nuevas inversiones para incremen-tar su capacidad de oferta en el puerto. En ocasiones, el esfuer-zo aunó empresas y exigió acuerdos puntuales con terceros por-que, ahora, estaban obligadas a hacer frente a una mayor competencia. Los negocios portuarios eran un atractivo para el capital internacional. Los puertos canarios vivieron así la arriba-da de nuevos proyectos y empresas. Cuando a principios del si-glo XX se crearon las Juntas de Obras, las empresas extranjeras controlaban una buena parte de los servicios de los puertos33. Por último, el desarrollo portuario de esta etapa se relacio-na con la recuperación del sector agrario. La crisis de la grana había dejado a los agricultores sin una alternativa de cultivo. La superviviencia del modelo económico dependía de la produc-ción de un bien que pudiera colocarse en el mercado exterior. La respuesta vino con los plátanos, tomates y papas tempranas. A partir de 1890 comenzó su exportación. La garantía de un retorno para los buques que volvían a la metrópoli favoreció aún más la escala en los puertos canarios34. La mayor actividad portuaria condicionó entonces la deman-da energética. La competitividad de los puertos dependía de la cobertura de una demanda a la que Canarias no podía respon-der con sus propios recursos. A los puertos llegaban, sobre todo, buques que consumían carbón35. El tráfico a vapor se había se iniciaron obras en 1885, pero las condiciones físicas de la ensenada difi-cultaban la construcción, sobrepasaban los gastos presupuestados e impedían la consecución de los objetivos. En el puerto de Las Palmas, una vez se con-siguió la financiación estatal al declarar La Luz como puerto de refugio, las obras se desarrollaron con mayor éxito. Aunque el proyecto tardó veinte años en concluirse, de 1882 a 1902, el puerto fue operativo casi desde sus comien-zos. La modernización de las comunicaciones fue otro elemento fundamen-tal en la mejora de la competitividad portuaria. Por fin, el servicio de telé-grafos por cable unió en 1883 las islas con el continente europeo, y al año siguiente se añadió África (Senegal). Véase CIORANESCU (1993), QUINTANA NA-VARRO (1983), MURCIA NAVARRO (1975) y BURRIEL DE ORUETA (1974). 33 CARNERO, NUEZ y PÉREZ (2005) y CABRERA ARMAS y DÍAZ DE LA PAZ (2008). 34 NUEZ YÁNEZ (2005). 35 En el puerto de la Luz, entre 1890 y 1914 alrededor de un 70 % de los buques entrados fueron vapores. BURRIEL DE ORUETA (1974), p. 23. 16 431 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 generalizado en la flota mundial36. Tras casi un siglo de dura competencia con los buques de vela, los vapores ganaban la batalla en, prácticamente, toda la navegación37. Su tamaño y capacidad de carga aumentaron y los buques fueron más rápi-dos y seguros. Además, se siguió mejorando su eficiencia ener-gética. A la altura de 1890 un buque consumía 0,77 kg de car-bón por CV/hora, lo que suponía un ahorro de más de un 15% con respecto a lo alcanzado 10 años antes38. No obstante, la reconversión de la flota requirió un mayor esfuerzo inversor de las empresas navieras y un cambio en sus estrategias, siendo el suministro energético una de sus prioridades39. En principio, la extensión de una red de agentes por los distintos puertos les permitió cumplir con los objetivos, luego, y para coordinar mejor el tráfico decidieron establecer sus propias sucursales. El abastecimiento energético podía convertirse también en un arma con la que desplazar de la ruta atlántica a otras navieras40. 36 VALDALISO (1992), pp. 89-90. 37 MOKYR (1993). 38 La rebaja en el consumo era cada vez menor, pero, aún así, se lograba seguir bajando la cifra de 1882, situada en 0,91 kg. HARLEY (1971), p. 220. 39 VILLE (1993). 40 CARNERO, NUEZ y PÉREZ (2005). CUADRO 6 Inversiones en capital fijo para el servicio de carboneo. Cía. Hamilton, 1883-1909, en pesetas corrientes Años Muelle y almacenes Gabarras Lanchas Total 1883-1885 17.500 3.500 21.000 1890-1894 53.250 53.250 1895-1899 2.500 17.875 20.375 1900-1904 323.175 57.576 380.750 1905-1909 57.695 81.125 138.820 Total 436.620 156.201 21.375 614.195 FUENTE: Inventario de balances de la Casa Mercantil Hamilton y Cía., años respectivos. Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Elaboración propia. 17 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 432 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 En los puertos canarios se establecieron entonces nuevas compañías especializadas en el servicio del carboneo41. El puer-to de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, fue el objetivo principal de su inversión. El más rápido proceso de adaptación de sus infraestructuras a la nueva demanda le dio ventajas sobre el viejo puerto carbonero de Santa Cruz. Relacionadas formal o informalmente con grandes empresas navieras y mineras, las nuevas carboneras fueron de propiedad británica y, minoritaria-mente, alemanas y peninsulares42. A su llegada, algunos de los viejos comerciantes optaron por abandonar el negocio; otros, prefirieron firmar acuerdos con terceros, iniciando la amplia-ción y la renovación de sus activos fijos (cf. cuadro 6). La de-manda energética debía ser respondida con eficacia, garantizan-do la calidad de las hullas, la suficiencia de los stocks y la rapidez de los suministros. Los buques se surtían de día y de noche, tanto en los muelles como fuera de ellos, y eso exigía la inversión de los capitales extranjeros en muelles, almacenes, barcazas, gabarras, etc. Además de los elementos físicos, la sim-plificación del proceso de suministro dependió también de fac-tores humanos e institucionales. La mano de obra empleada en el carboneo fue relevante en el contexto de la actividad portua-ria, no sólo por su número sino también por la especialización de su trabajo y su capacidad organizativa43. Las instituciones se adaptaron también a la cobertura de la demanda energética naval, por cuanto, en principio, el suministro de carbón quedó exento prácticamente de todo tributo. El establecimiento de nuevas empresas favoreció el aumen-to de la competencia, si bien de forma limitada44. Existió un compromiso entre las carboneras para repartirse el mercado, al tiempo que establecían la calidad del carbón que debía suminis-trarse; todas las carboneras importaban carbón de las minas de Cardiff, pues su elevado potencial calórico garantizaba un uso más eficiente del espacio de carga en los buques. Sin embargo, el pacto llegó a romperse en alguna ocasión, lo que permitió el 41 CARNERO y NUEZ (2010). 42 Ver anexo Tabla 1 y CARNERO, NUEZ y PÉREZ (2005). 43 MARTÍN HERNÁNDEZ (2003) y SUÁREZ BOSA (2003). 44 SUÁREZ BOSA (2002) y CABRERA ARMAS y DÍAZ DE LA PAZ (2008). 18 433 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 acceso al mercado naviero carbones de otras zonas, a las que algunos achacaban peor calidad y que, en todo caso, cotizaban a menor precio45. La evolución de la flota visitante determinó así la demanda de combustible. Las series de importación de carbón británico y vapores entrados en los puertos canarios guardan una corre-lación de un 97 % (cf. gráfico 2). Hay escasos desfases tem-porales entre el movimiento de una y otra variable. Y es que la mayor parte de los vapores que hacían escala para el avitualla-miento tenían garantizado el carbón mediante contratos que solían firmarse hasta con un año de antelación. A lo largo del periodo, el número de vapores visitantes siguió una tendencia creciente. Hubo, no obstante, algunos años de contracción, como los que impuso la epidemia de cólera a principios de los GRÁFICO 2 Vapores entrados en los puertos canarios e importaciones de carbón FUENTE: NADAL I FARRERAS (1978) y Memoria de Ampliación del Puerto de la Luz y Las Palmas de Gran Canaria, 1917. 45 En 1910 comenzó una guerra de precios entre las compañías estable-cidas en el puerto de la Luz, y en el debate se alude a la ruptura de compro-misos por parte de la empresa Miller. Esta guerra benefició el tráfico de este puerto en detrimento del resto de los puertos atlánticos, incluido el de San-ta Cruz de Tenerife. QUINTANA NAVARRO (1992), SUÁREZ BOSA (2002) y CABRE-RA ARMAS y DÍAZ DE LA PAZ (2008). 19 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 434 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 noventa, o la guerra hispano-americana de finales de siglo. Pero también hubo fuertes impulsos, como los que dio la guerra de Sudáfrica o el conflicto entre las carboneras de los años 1910 y 1912. El aumento del tamaño de los buques incidió también en la evolución del consumo energético. A pesar de que se habían logrado mayores niveles de eficiencia energética, lo cierto, es que las máquinas instaladas, y los propios buques, tenían una mayor dimensión. Los vapores que hacían escala a principios del siglo XX consumían, de media por unidad, más energía de los que lo hacían en la década de 1880. Los servicios que pres-tó la Compañía Hamilton nos muestran este extremo. La media de carbón despachado pasó de 130 tm en la década de 1880 a 270 tm en el quinquenio 1904-1908 (cf. gráfico 3). Dada la pér-dida de cuota de mercado que sufrió esta compañía al comen-zar el siglo, el consumo medio por buque, incluso, pudo verse incrementado en mayor cuantía46. GRÁFICO 3 Vapores suministrados por Hamilton, 1880-1908 FUENTE: Sig. 175. Libros de almacén. Depósito de carbón. Hamilton y Cía. Libros de Contabilidad. Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Elaboración propia. 46 Algunos de los buques servidos por la compañía Hamilton llegaron a cargar en estos años más de 700 tm, mientras en las décadas finales del si- 20 435 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 No obstante, no todos los vapores entrados a puerto recogie-ron combustible. Los cónsules británicos señalan para la prime-ra década del siglo XX un porcentaje en torno a un 80%47. La proporción evolucionó en función de la competitividad de los precios en el marco atlántico, pero a la larga también intervino el factor tecnológico. El mayor tamaño de los buques y el me-nor consumo de combustible por caballo de fuerza dieron ma-yor autonomía energética a los vapores. De ahí que algunos prefirieran tomar el carbón en sus puertos de origen y minimi- GRÁFICO 4 Vapores entrados a puerto y vapores suministrados FUENTE: Para vapores entrados: QUINTANA NAVARRO (1992), Memoria ampliación del Puerto de la Luz y Las Palmas de Gran Canaria, 1917. Para suministrados: véase texto. glo XIX era raro el buque que cargara 400. Libro Diario de la Compañía Hamilton, 1884-1914 (A.H.P.S.C.). Puede que otras empresas carboneras, como la Grand Canary Coaling o la Cory Brothers, se movieran con medias de servicio superior a la Hamilton. Su mayor competitividad y grado de internacionalización serían elementos que justificarían el acceso a los buques de mayor tamaño y potencia. La guerra de precios que se desató en 1909 también supuso un incremento importante en las toneladas medias cargadas por los buques, en especial en el puerto de la Luz, donde los precios bajaron hasta alcanzar el nivel de costo en Gales. Entonces, los buques partían de Gran Bretaña con lo mínimo, llegando a surtirse, señala Miller, hasta con 1.500 toneladas de carbón por unidad. MILLER (1994), p. 73. 47 En 1895-1896, de los buques británicos visitantes, un 69 % se suminis-traron de carbón. QUINTANA NAVARRO (1992), p. 506. 21 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 436 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 zar los consumos en los puertos lejanos a los centros producto-res de mineral48. Aceptando como consumo medio de los vapores, el de la Compañía Hamilton y como cantidad suministrada la estimada a partir de las importaciones de carbón británico, hemos calcu-lado el número de vapores suministrados cada año y la propor-ción que representó sobre el número de buques entrados (cf. gráfico 4). El resultado es ciertamente curioso. La representa-ción gráfica refleja que la proporción de vapores suministrados sobre el total de vapores entrados en puerto fue disminuyendo. En el párrafo anterior dábamos una primera explicación, la tec-nológica. Pero el porcentaje que representa en el siglo XX que-da muy lejos de las cifras señaladas por los cónsules, menos del 50 %. Ahora bien, debemos entender que, en todo caso, la pro-porción aumentaría ligeramente si consideraramos las importa-ciones de carbón no británico y, también, sobre todo, al contem-plar que la media del tonelaje suministrado por las compañías carboneras podía ser superior a la de la Compañía Hamilton. Por último, no debemos ocultar otro factor. Y es que, efectiva-mente y como ya ha sugerido algún autor, las cifras que cono-cemos de entrada de vapores en los puertos pudieran estar lige-ramente infladas49. EL PRECIO DEL CARBÓN IMPORTADO En cualquier caso, es evidente que el tamaño del mercado naval condicionó la llegada de abundante carbón y, viceversa. Ahora bien, ¿en qué condiciones? ¿Qué precio alcanzó el carbón llegado a las islas? Y, en relación al resto del territorio nacional, ¿fue barato el carbón importado? La respuesta a estas cuestiones exige, ante todo, elaborar la serie isleña de precios del carbón, pues la serie de precios del territorio español no es, en principio, aplicable a las Islas50. En 48 QUINTANA NAVARRO (1992) p. 430 y 477. 49 La fuerte competencia entre los dos puertos canarios pudo ser causa de la inflación voluntaria de las cifras sobre llegada de buques a los puertos. MARTÍN HERNÁNDEZ (2004), p. 24. 50 COLL y SUDRIÁ (1989), pp. 433-442. 22 437 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 primer lugar, porque el régimen fiscal era diferente. El régimen arancelario para la protección del carbón nacional no afectó al mercado canario y la ley de puertos francos de 1852 sólo consi-deró un insignificante gravamen a la importación de un 1 por mil, que afectaba a todas las mercancías, entre las que se encon-traban los carbones extranjeros. Pero esta afección duró hasta 1900; a partir de esa fecha, su entrada fue prácticamente libre51. En segundo lugar, los precios del carbón en origen utilizados para reconstruir la serie nacional son los precios medios britá-nicos y computa toda clase de carbones52, mientras que a las islas llegaron fundamentalmente carbones de Cardiff, de alto contenido calórico y de alta cotización en los mercados interna-cionales. Y en tercer lugar, los fletes estimados para los puertos peninsulares, a pesar de recoger un abanico variado, necesaria-mente debían diferir de los de las islas. En principio el puerto de partida que se consideró en la serie española fue el de Newcastle, origen de la mayor parte de las importaciones penin-sulares hasta, al menos, 191353. Los puertos de llegada tampo-co son representativos de la realidad isleña; los más de 1.300 kilómetros que separan Cádiz de Canarias son lo suficientemen-te importantes como para comprobar si este factor alteró el precio final. Así pues, hemos creído conveniente crear una serie propia. Para el precio fob en puerto de embarque contamos con la se-rie elaborada a partir de las estadísticas del comercio exterior británico-canario de Nadal Farreras54. La ratio entre el valor y las toneladas de los carbones refleja la media de precios fob de 51 Las Juntas de Obras de los puertos cobraron por la descarga y carga de mercaderías unos arbitrios que también se aplicaron en otros puertos del país. Junto a estas y con la creación de los Cabildos Insulares también se empezaron a cobrar arbitrios a los carbones importados —en unos, una can-tidad fija sobre el tonelaje; en otros, un porcentaje sobre su valor—. En todo caso tarifas muy inferiores a las del arancel aplicado en el resto del territo-rio nacional y de las que en cualquier caso, quedaban exentas los carbones dirigidos al suministro a la navegación. 52 Son los precios elaborados por Mitchell y Deane (1962) según señala COLL y SUDRIÁ (1987). 53 Precisamente es la fecha en la que se introducen nuevos carbones en las islas, sólo que en este caso, con origen contrario al peninsular. 54 NADAL FARRERAS (1978). 23 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 438 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 los importados de Gran Bretaña que, como señalamos, fueron los mayoritarios en el comercio isleño. Además, la estadística británica, al trabajar con valores medios declarados ofrece el precio de un carbón de calidad específica, el de Cardiff, que es el que se importa con casi total exclusividad hasta, al menos, 191055. Un carbón, que conforme señalan las fuentes de la épo-ca, fue de mayor precio y potencial calorífico que los carbones exportados por los puertos del noreste británico56. En segundo lugar, la serie de fletes del carbón la hemos obtenido a partir de los informes consulares británicos, y son los precios medios de transporte desde Cardiff a los puertos canarios57. El vacío infor-mativo anterior a 1891 lo hemos tenido que subsanar proyectan-do la variable flete a Canarias en función del movimiento que se observa en los puertos peninsulares, más concretamente con el GRÁFICO 5 Fletes del carbón (chelines / tonlong) FUENTE: COLL y SUDRIÁ (1987) y QUINTANA NAVARRO (1992). Elaboración propia. 55 La estadística de comercio exterior británica se elabora sobre precios declarados por los comerciantes. La discusión sobre su fiabilidad se puede ver en PRADOS DE LA ESCOSURA (1981), pp. 44-45. 56 QUINTANA NAVARRO (1992). 57 De los fletes desde los puertos del noreste británico sólo tenemos refe-rencia para 1912 y 1914, pero, tal como hemos señalado, desde allí fue poco frecuente el embarque de carbones a las islas. QUINTANA NAVARRO (1992). 24 439 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 de Cádiz, con el que guarda una mayor correlación en el perio-do objeto de estudio (cf. gráfico 5). El resto de los elementos que forman parte del precio final del carbón son menos relevantes para nuestro estudio. Se seña-la que los seguros en el transporte suponen aproximadamente un 2% del valor de los carbones en origen58. Los costes de des-carga, conforme las referencias obtenidas en algunos documen-tos de la época, parecen girar en torno al 10 % del valor del car-bón embarcado, pero son comunes a otros puertos españoles59. Los salarios percibidos por los trabajadores de carga negra de-pendían directamente del tonelaje manipulado. Sabemos que al-rededor de 1896 este salario variaba de 6 peniques a 1 chelín por tonelada, cuando el precio del carbón fob era de unos 11 chelines60. Luego, en 1910, los gastos de manipulación seguían manteniendo la proporción, en torno a 1 chelín 6 peniques so-bre precios de 16 a 17 chelines por tonelada fob de carbón61. En cuanto a los gravámenes que recaían en la importación de car-bón, ya hemos señalado que fueron insignificantes. La franqui-cia de los puertos reducía a mínimos las cargas que recaían en el comercio y, de modo especial, en el carbón. Hasta 1900 se pagó un 1 por mil sobre el valor de los cargamentos en concep-to de derechos de puertos francos. Además, los carbones paga-ron 0,25 céntimos por tonelada descargada, y ésta era la tarifa más baja entre los productos extranjeros que pagaban la entra-da en puerto62. Se colige entonces que los elementos fundamentales en la evolución del precio del carbón importado a las islas fueron su precio de origen y flete. Y como el valor en origen fue el prime-ro en la definición final del precio, sus fluctuaciones dependie- 58 COLL y SUDRIÁ (1987), p. 433. 59 Que sean comunes no significa que sean iguales. No obstante, las di-ferencias salariales entre uno y otro puerto no creemos que sea en estos momentos un factor determinante de la competitividad. 60 Las diferencias de salario obedecían al tipo de desplazamiento de la carga, hasta la barcaza o hasta la orilla. QUINTANA NAVARRO (1992), pp. 476- 477. 61 Entrevista a Bellamy, gerente de Elder Dempster, en plena guerra de precios. La Prensa, 17 de noviembre de 1910. 62 QUINTANA NAVARRO (1992), p. 476 y 997. 25 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 440 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 ron del comportamiento de los mercados británicos que, en definitiva, eran el reflejo de lo que pasaba en los mercados in-ternacionales. Dos etapas caracterizan la evolución de los precios del car-bón importado por las carboneras asentadas en los puertos is-leños, que compraban y cobraban sus respectivos suministros en libras esterlinas. Durante la primera, de 1880 a 1899, des-cienden suavemente como consecuencia de la rebaja de los fle-tes, aunque este descenso se interrumpe puntualmente al final de las décadas de 1880 y 1890 por la guerra hispano-norteame-ricana, las huelgas en las minas de Gales y la guerra anglo-boer. La segunda etapa, de 1900 a 1914 comienza con la vuelta a la normalidad; luego, los precios inician la remontada, apoyada por la mayor cotización del carbón en los puertos de origen, y en los años previos a la Guerra refuerzan su crecimiento con la subida de los fletes (cf. gráfico 6 y tabla 2 del anexo). GRÁFICO 6 Composición del precio del carbón importado en Canarias (chelines / tonlong) FUENTE: Cf. tabla 2 del anexo. 26 441 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 ENERGÍA BARATA A LAS PUERTAS DE CASA Las fluctuaciones de la valuta española llevaron a una per-cepción diferente de los precios del carbón en el mercado isle-ño. La depreciación de la peseta, acentuada a medida que nos acercamos a final del siglo, encareció para los isleños el acceso a las mercaderías extranjeras, mientras que la apreciación, que sucedió a la reforma de Fernández Villaverde, facilitó el acceso a la energía fósil y permitió continuar con la modernización de su aparato productivo. Desde las últimas décadas del XIX, el carbón importado permitió la renovación de las fuerzas de trac-ción y calor de las industrias tradicionales (molinos, caleras, etc.), el resurgimiento de la industria azucarera y el desarrollo de la eléctrica y el gas. Los transportes internos también se vie-ron alterados por la incorporación del nuevo recurso energéti-co; se establecieron servicios marítimos interinsulares con bu-ques de vapor y tranvías urbanos. Las cocinas domésticas pudieron sustituir la escasa y cara leña por el nuevo carbón. Y para cubrir la creciente demanda de agua de consumo urbano y agrario, los pozos se proveyeron de potentes máquinas alimen-tadas de carbón mineral. Al menos hasta 1900, el precio del carbón importado fue inferior en las islas que en la media de los puertos peninsulares. El ahorro con respecto a los puertos del área mediterránea era de un 26 % como promedio, y de un 20 % con los del área sura-tlántica63. Sin embargo, las diferencias disminuyeron con el cambio de siglo, llegando incluso a conseguirse en el área me-diterránea carbones algo más baratos que en los puertos insu-lares. Ahora bien, si tenemos en cuenta la distancia existente desde los puertos suministradores a las islas y la superior poten-cia calórica de los carbones medios importados, hemos de con-cluir que los precios del mineral fueron bajos en términos rela- 63 El puerto de Bilbao, representativo de la zona cantábrica, es el único, de los tres que componen la serie elaborada por Coll y Sudriá, que presenta precios más bajos. La menor distancia a los puertos británicos y, sobre todo, el comercio del hierro, que los vincula a los mercados ingleses, favorecieron el sostenimiento de unos fletes muy bajos. 27 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 442 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 tivos (cf. tabla 2 del anexo). La economía de servicios canaria había puesto carbón barato a las puertas de casa. Luego, durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial los precios del carbón aumentaron de forma espectacular en los mercados internacionales, pero éste no fue el principal proble-ma para la balanza energética de las islas. El tránsito de buques descendió y con él la importación de carbones y la accesibilidad a los mismos por parte del mercado interno (cf. gráfico 7). No se trataba de una cuestión sólo de precios sino de disponibili-dad. La coyuntura ofreció escasas alternativas al mercado insu-lar, y algunas industrias y servicios tuvieron que interrumpir su actividad. El fin de la guerra no supuso la vuelta a la normalidad del mercado internacional de carbones minerales. Los precios con-tinuaron siendo elevados durante prácticamente toda la década de 192064. Pero a partir de entonces ya no será el carbón mi-neral ni su precio uno de los determinantes del desarrollo eco-nómico en las islas. En términos relativos, los derivados petro- GRÁFICO 7 Precios del carbón importado en puertos canarios y peninsulares (pst./tm.) FUENTE: Cf. tabla 2 del anexo. 64 MITCHELL (1988), pp. 746-749. 28 443 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 líferos serán a partir de entonces la energía barata que la eco-nomía de servicios pondrá de nuevo a las puertas de casa65. CONCLUSIONES El carbón mineral formó parte de la balanza energética ca-naria durante las décadas finales del siglo XIX y primeras del XX. Su corta hegemonía como primer recurso energético no resta valor al papel que desempeñó en el proceso modernizador de esa etapa. El carbón fue importado cuando la economía de servicios marítimos lo requirió, y para ello se adaptó de inmediato al apa-rato institucional que potenciaba el desarrollo de aquella econo-mía. Las Islas lograron así mantener sus vínculos con los mer-cados internacionales en los que se hallaban insertas. En este trabajo se ha tratado de mostrar cuándo y cómo llegaron los carbones minerales a integrarse en el modelo económico isleño. Presentamos una primera estimación acerca del destino de los carbones importados mediante el estudio de la estructura de ventas de una de las empresas carboneras isleñas, la Hamilton. Esta primera aproximación, limitada en el tiempo y con re-sultados que deben completarse y contrastarse con otros indi-cadores de origen microeconómico, resulta relevante porque la dimensión que alcanzó el servicio de avituallamiento de carbón a los buques ha silenciado la importancia de esta energía para la economía productiva en un momento crucial de su historia. El segundo objetivo de este trabajo ha sido la elaboración de una serie de precios para los carbones importados por el Archi-piélago. Una serie que permitiera aventurar la accesibilidad de la economía productiva a la energía fósil, pues la gran deman-da de carbones realizada por el sector portuario fue una opor-tunidad para el mercado interno en la medida que ponía a las puertas de casa un recurso energético abundante y relativamen-te barato. Entonces, ¿por qué no fue mayor la demanda del mercado interno? La respuesta quizás sea sencilla. Los sectores en los 65 PÉREZ HERNÁNDEZ (2000 y 2003). 29 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 444 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 que la economía canaria de finales del XIX y principios del XX basó su desarrollo eran poco intensivos en el uso de energía. El sector agroexportador pudo desenvolverse perfectamente con la energía proporcionada por la fuerza de trabajo disponible. La única labor que precisó de un esfuerzo energético adicional fue la extracción de agua del subsuelo con el fin de atender la de-manda hídrica de los nuevos cultivos, y en este caso pronto se emplearon las máquinas de vapor y los motores, que, cuando tocó, se alimentaron de carbón mineral. La industria, aún sien-do muy limitada, parece que también pudo sufragar el coste de los carbones minerales importados, más rentables que una ener-gía hidráulica de fluido poco regular o los recursos procedentes de la biomasa, duramente castigada por el proceso desamor-tizador y la presión poblacional. No obstante, merece destacarse la demanda de carbones minerales en las Islas y su relación con el sector naviero inter-nacional. El carbón había llegado con los vapores y se iba tam-bién con ellos. El petróleo era la energía que le sustituiría. Des-pués de la Primera Guerra Mundial el fueloil, más barato y con menos costes de carga, empezó a alimentar las calderas de los buques de vapor. Luego, tras la Segunda Guerra, y ya con nue-vos motores en las naves, el proceso concluyó. Canarias, nueva-mente, viviría una transición energética prematura y fuera de los esquemas de las economías industrializadas66. 66 La precocidad de la transición energética no es exclusiva del territorio canario, aunque quizás las Islas como hemos visto cuenten con algunas par-ticularidades. Véase también la casuística de los países latinoamericanos en FOLCHI y RUBIO (2006). 30 445 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 TABLA 1 Empresas que operan en el negocio al mayor de carbón entre 1880 y 1914 Nombre Periodo actividad Puerto desde hasta Antiguas carboneras Hamilton y Cía. m. XIX d. 1914 Santa Cruz George Davidson m. XIX Santa Cruz Guirlhanda Hermanos m. XIX 1894 Santa Cruz Thomas Miller e hijos m. XIX d. 1914 La Luz Juan Cumella m. XIX 1888? Santa Cruz Juan la Roche y Sierra 1862 ? Santa Cruz Juan Bautista Ripoche m. XIX 1888? La Luz Nuevas carboneras Grand Canary Coaling 1884 d. 1914 La Luz Blandy Brothers and Co. 1885 d. 1914 La Luz Hull Blyth y Cía. Santa Cruz Juan Houghton Romero 1885 La Luz Swanston Cía. 1887 La Luz Cía Nal. Carbones miner. 1895 La Luz Cory Brothers 1895 1909 Santa Cruz Wilson Sons and Co. 1899 1913 La Luz Cory Brothers 1904 d. 1914 La Luz Woermann Linie 1906 d. 1914 La Luz Depósito carb. Tenerife 1913 d. 1914 Santa Cruz Teneriffe Coaling Co. 1896 d. 1914 Santa Cruz Cía. Carb. de Las Palmas 1909 La Luz Carbonera Hespérides 1895 La Luz A. Espinosa Hermanos c. 1910 Puerto de la Cruz Sebastián Herrera c. 1910 Puerto de la Cruz FUENTE: SUÁREZ BOSA (2002), MARTÍN HERNÁNDEZ (2004) y Anuario General de España, varios años. explotación conjunta con Hamilton (1/4) Empresa a la que se vincula en Canarias filial de Elder Dempster explotación conjunta con Hamilton (1/4) filial de Elder Dempster representada por Miller filial de Wilson Sons explotación conjunta con Hamilton (1/4) compra concesión de Carbonera Hespérides filial de Woermann Linie 31 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 446 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 TABLA 2 Precio medio del carbón importado en los puertos canarios y peninsulares (pst/tm) 1880 11,36 11,25 22,61 20,58 30,62 28,20 28,05 1881 12,70 10,50 23,20 19,82 29,68 25,74 26,57 1882 13,28 9,91 23,19 19,79 29,38 23,81 25,67 1883 14,46 9,14 23,60 19,58 28,00 23,14 24,99 1884 14,64 8,43 23,07 18,05 27,35 23,50 23,98 1885 13,46 8,17 21,63 17,19 26,70 22,51 23,34 1886 12,22 8,06 20,28 16,86 25,83 21,93 22,57 1887 11,22 7,66 18,88 17,31 24,83 21,18 21,76 1888 11,94 8,53 20,47 19,48 25,91 22,68 23,09 1889 16,49 9,07 25,56 21,04 29,22 26,18 26,26 1890 19,08 8,19 27,27 25,37 30,67 28,02 28,41 1891 19,56 7,94 27,50 23,88 30,36 26,90 27,90 1892 17,97 8,56 26,53 24,86 31,30 28,80 29,14 1893 16,09 8,84 24,93 23,83 28,92 26,80 27,07 1894 18,13 8,88 27,01 24,83 29,28 26,37 27,03 1895 15,31 8,52 23,83 22,68 27,76 23,78 24,97 1896 15,63 8,97 24,59 23,25 30,70 25,49 27,12 1897 16,38 9,62 26,00 26,07 32,81 28,83 29,67 1898 20,13 13,36 33,49 29,49 41,97 36,09 37,45 1899 18,89 11,04 29,93 26,50 35,76 31,47 32,35 1900 29,98 10,34 40,32 36,71 48,20 44,45 44,41 1901 31,04 10,26 41,30 35,70 39,93 37,43 37,55 1902 25,78 9,04 34,82 33,75 34,32 32,56 32,76 1903 24,40 10,09 34,49 30,94 33,93 31,38 32,02 1904 24,62 9,04 33,66 30,00 33,18 30,98 31,47 1905 22,30 9,71 32,01 29,66 31,59 29,66 29,79 1906 19,32 9,03 28,35 28,27 29,08 28,27 27,74 1907 22,72 8,45 31,17 31,36 32,34 31,36 31,01 1908 23,96 7,89 31,85 30,57 31,56 30,57 30,42 1909 19,07 7,70 26,77 26,88 28,31 26,88 27,10 1910 20,50 8,30 28,80 27,47 28,69 27,47 27,67 1911 19,32 10,46 29,78 30,05 30,67 30,05 29,72 1912 18,88 13,62 32,50 35,80 36,80 35,80 34,75 1913 20,28 10,45 30,73 34,88 35,70 34,88 34,02 1914 20,01 17,46 37,47 30,46 33,69 30,46 31,58 FUENTE: COLL y SUDRIÁ (1989), QUINTANA NAVARRO (1992), NADAL FARRERAS (1978). 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Título y subtítulo | El mercado de carbones minerales en Canarias / The market for carbon minerals in the Canaries |
Autor principal | Pérez Hernández, Concepción M. A. |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 58 |
Sección | Artículos |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2012 |
Páginas | pp. 415-450 |
Materias | Canarias ; Historia |
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Texto | 415 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS THE MARKET FOR CARBON MINERALS IN THE CANARIES Concepción M. A. Pérez Hernández* Recibido: 12 de enero de 2011 Aceptado: 22 de febrero de 2011 Resumen: El carbón fue la princi-pal partida del comercio de impor-tación hispano-británico entre 1885 y 1930. El alto coste y la baja cali-dad de los carbones nacionales hi-cieron necesaria la importación. Una de las primeras regiones im-portadoras de este recurso mineral fue Canarias. Su economía de servi-cios, ligada a los mercados interna-cionales, requería un carbón barato y de calidad que España no podía proporcionar. El objeto de este artí-culo es analizar cuándo y en qué condiciones se accedió a este recur-so energético en las Islas. Palabras clave: Carbón mineral, Canarias, siglos XIX-XX, demanda energética. Abstract: Coal was the main item imported to Spain from Britain from 1885 to 1930. The high cost and low quality of the domestic coal made it necessary for coal to be imported from abroad. One of the major regions in terms of de-mand of this mineral resource was the Canary Archipelago. Its service economy and its International mar-ket links made it a requisite for cheap and high quality coal to be on tap, such as could not be guar-anteed in Spain. The aim of this paper is to analyze when and under what circumstances this energy source was accessed in the Islands. Key words: Coal, the Canary Is-lands, XIX-XX centuries, energy de-mand. * Departamento de Historia e Instituciones Económicas. Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Universidad de La Laguna. Campus de Guajara. 38200 La Laguna. Tenerife. España. Teléfono: + 34 922 31 71 87; correo electrónico: caperez@ull.es CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 416 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 2 INTRODUCCIÓN El carbón mineral es un recurso energético cuyo desarrollo se asocia a la Revolución Industrial. Los problemas derivados de la deforestación en la Inglaterra del XVIII, frente al elevado po-tencial productivo de sus yacimientos carboníferos, favorecieron la sustitución de la madera por el mineral y la colocación en el mercado de un recurso energético relativamente abundante y barato1. A partir de entonces, el consumo de carbón adquirió mayor relieve en las economías industrializadas, acompañando el avance de la siderurgia, la difusión de la máquina de vapor y la instalación del gas de hulla para el alumbrado. En España, las primeras industrias del siglo XVIII y princi-pios del XIX dieron entrada al uso del carbón como fuente ener-gética, si bien fue sólo a finales de la última centuria cuando su demanda alcanzó cierta dimensión, incentivada en buena medi-da por el desarrollo del sector siderometalúrgico2. En el primer tercio del siglo XX el transporte ferroviario y el consumo do-méstico eran con diferencia los principales sectores consumido-res, al tiempo que se añadía al sector industrial la demanda de la industria termoeléctrica3. El carbón mineral se constituyó así en la principal fuente de energía no orgánica hasta mediados de la década de 1960, cuando el petróleo pasó definitivamente a dominar la balanza energética4. La producción propia de carbo-nes, aún cuando fue creciente, no siempre garantizó la cobertu-ra de la demanda nacional e hizo precisa la importación. La causa fue más una cuestión de calidad, costes de extracción y transporte que de cantidad5. 1 WRIGLEY (1993). 2 En 1890, un tercio del consumo aparente de carbón se dirigía al sector siderúrgico. COLL y SUDRIÁ (1987), pp. 354 y 364. 3 Ibídem. 4 El carbón mineral no destacó en el balance energético español hasta la década de 1890. Con anterioridad, las energías orgánicas preindustriales habían sido la base de su economía. Véase RUBIO (2005), p. 60. En la actua-lidad, la participación del carbón mineral se ha reducido al 9,7%, estando por delante el petróleo (47,6 %), el gas natural (24,3 %) y la energía nuclear (10,7 %). MINISTERIO DE INDUSTRIA, TURISMO Y COMERCIO (2009), p. 38. 5 COLL y SUDRIÁ (1987). 417 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 3 En el Archipiélago Canario la demanda de carbones se defi-nió con elementos diferenciados al de las economías industria-lizadas, e incluso a la española. Las Islas, de origen volcánico y formación geológica reciente, carecen de carbones minerales6. No obstante, esa circunstancia no las dejó al margen del proce-so modernizador contemporáneo que se vinculó al uso de esta energía. Y es que la disposición de carbones la determinó la capacidad importadora de su economía. Inserta en el comercio atlántico, Canarias se surtió de carbones acudiendo a los mer-cados internacionales y, básicamente, al mercado británico, si bien el modelo de desarrollo económico condicionó que su pre-sencia, siendo significativa, estuviera altamente concentrada en la etapa de 1895 a 1930. De ahí que el carbón mineral tuviera una vigencia relativamente corta en el modelo energético del Archipiélago; su demanda se desarrolla con cierto retraso y, pre-maturamente, desaparece. El objeto de este trabajo es explicar el mercado del carbón mineral en Canarias. Las estadísticas de tráfico y comercio ex-terior son la principal fuente de información de este artículo, aunque, puntualmente, se busca el apoyo de la fuente empresa-rial7. El carácter insular de la región y un régimen aduanero di-ferenciado facilitan este estudio regional de forma excepcional en España8. La concepción singular del territorio, incluso desde las fuentes estadísticas extranjeras, garantiza cierta diversidad y la posibilidad de contar con datos regionales más precisos9. La 6 La formación geológica de la isla más antigua se data en unos 19 mi-llones de años. 7 Las referencias utilizadas provienen de la documentación contable de la compañía carbonera Hamilton, localizada en el Archivo Histórico Provin-cial de Santa Cruz de Tenerife (en adelante, A.H.P.S.C.T.). 8 Desde su conquista por la Corona castellana, Canarias tuvo un régimen fiscal diferenciado con respecto al resto del Estado español. Tras una etapa excepcional, como fue la de 1820 a 1837, por Real Decreto de 11 de julio de 1852 se planteó un modelo de librecambio: el modelo puertofranquista. Y a partir de entonces y siempre que no contara con otras obstrucciones institu-cionales, «Canarias sería provincia de España en lo político, pero no en lo económico». MACÍAS HERNÁNDEZ (2001), pp. 476-506. 9 La Estadística del Comercio Exterior español, publicada por la Dirección General de Aduanas, es una de estas fuentes específicas desde el punto CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 418 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 serie principal, esto es, la que define en el largo plazo el com-portamiento y la importancia de la demanda de carbones mine-rales en Canarias, se ha elaborado a partir de la consideración de dos fuentes10. La primera, una fuente extranjera, las exporta-ciones de carbones de Gran Bretaña a Canarias publicadas por Joaquim Nadal Farreras11 y, la segunda, una fuente local, la de las Juntas de Obras de los Puertos de Santa Cruz de Tenerife y la Luz y Las Palmas de Gran Canaria12. La primera, aunque re-gistra únicamente las importaciones de carbón británico, se aproxima a los valores totales de este tráfico. Y es que, hasta al menos 1909, prácticamente el 100 % de los carbones importados tenía este origen. Después de esa fecha y en el periodo en que ambas fuentes coinciden (1910-1914) se observa alguna diferen-de vista regional, ya que el comercio exterior de la región con el extranjero y resto del territorio español aparecen cuantificados de modo independiente en el caso de Canarias. No obstante, las deficiencias de la serie no hacen re-comendable su uso, y de modo particular, al tratar de cuantificar el comer-cio de recursos energéticos. Sin embargo, puntualmente nos apoyaremos en ella, cuando haya que observar las tendencias y la estructura de este tráfico. Los problemas de esta fuente pueden verse en PÉREZ HERNÁNDEZ (2002). 10 Dado que no existe producción propia, cuando hablemos de demanda de carbones hacemos referencia a las compras que los agentes insulares rea-lizan en los mercados exteriores, esto es, importaciones del extranjero e im-portaciones del resto del territorio nacional. 11 La fuente utilizada por Nadal Farreras es el Annual Statement of the Trade and Navigation of the United Kingdom with foreign countries and British possessions, publicado en Londres de 1854 en adelante NADAL FARRERAS (1978), p. 406. 12 La serie se ha elaborado sumando los datos de importación de carbón de los dos principales puertos canarios, conforme las Estadísticas de tráfico y movimiento de buques y pasajeros publicadas anualmente por las Juntas de Obras de los puertos de Santa Cruz de Tenerife y La Luz y Las Palmas de Gran Canaria, si bien, y por no tener localizadas las publicaciones de algu-nos años, se ha recurrido también a las siguientes fuentes indirectas: Memo-ria de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Las Palmas de Gran Canaria, 1927-1928; Estadística de importación de mercancías. Exportación de frutos. Movimiento marítimo del puerto de Santa Cruz de Tenerife, de Agustín Guimerá Fragoso, 1915, 1919-1920; Exportación e importación. Estadística co-mercial del puerto de Santa Cruz de Tenerife, 1924-1930, 1932. Exportación e importación de mercancías y frutos. Estadística comercial del puerto de Santa Cruz de Tenerife, Resumen general de 1930, publicada por Miguel Corbella Funes. 4 419 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 cia entre ellas. La explicación estriba en la lenta y paulatina incorporación al mercado canario de carbones de origen no británico. En consecuencia, a partir de 1910 la fuente a utilizar es la publicada por las Juntas de Obras de los Puertos13. EL COMERCIO EXTERIOR Y EL CONSUMO DE CARBONES La dependencia energética exterior afectó a todo el territorio español. Los recursos carboníferos en España fueron insu-ficientes para satisfacer la creciente demanda interna en el siglo XIX y primer tercio del XX. Su baja calidad y el alto coste de ex-tracción y transporte condicionaron la importación de minera-les desde fechas tempranas. Al menos hasta la Primera Guerra Mundial, alrededor del 50 % del carbón consumido en España provenía del exterior, concretamente, de Gran Bretaña. Después de la Guerra, ese porcentaje fue reduciéndose hasta quedar en torno al 11 % en la década de 1930, y a menos del 8% en el periodo autárquico; las medidas proteccionistas, que obligaban a consumir carbón español a sus principales consumidores, condicionaron el cambio de tendencia (cf. cuadro 1)14. 13 Entre 1910 y 1913, la diferencia es inferior al 5% (la Estadística de Aduanas y los Informes Consulares Británicos describen entonces la llegada de carbones procedentes sobre todo de la cuenca del Rhur). QUINTANA NAVA-RRO (1992). En 1914, con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, la di-ferencia de cifras alcanza el 22 % (la caída de las importaciones de carbón extranjero intenta ser suplida con carbón nacional). 14 COLL y SUDRIÁ (1987), pp. 172 y ss. CUADRO 1 Consumo de carbones en España (miles tm) Años Carbón importado Carbón consumido I/C % 1850 189,0 s.d s.d 1860 466,7 s.d s.d 1870 636,0 1.102,9 58 % 1880 913,7 1.699,0 54 % 1890 1.934,0 3.147,1 61 % 1900 2.660,7 5.250,1 51 % 5 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 420 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 (Continuación) CUADRO 1 (Continuación) Consumo de carbones en España (miles tm) Años Carbón importado Carbón consumido I/C % 1910 3.183,7 6.947,9 46 % 1920 369,0 6.201,0 6 % 1930 1.681,0 9.356,0 17 % 1940 302,0 9.810,0 3 % 1950 1.077,0 13.674,0 8 % 1960 381,9 16.084,0 2 % CUADRO 2 Importaciones españolas de productos británicos (miles de libras esterlinas) Importaciones de carbón Total importación productos británico británicos Años Canarias España C/E Canarias España C/E 1850 1,2 87,5 1 % 61,75 926,75 7 % 1855 1,5 124,1 1 % 110,02 1.268,82 9 % 1860 4,0 226,5 2 % 131,21 2.602,66 5 % 1865 4,3 258,5 2 % 177,52 2.354,97 8 % 1870 7,7 341,0 2 % 235,12 2.784,30 8 % 1875 1,9 532,8 0 % 196,89 3.627,23 5 % 1880 6,6 471,0 1 % 208,78 3.430,78 6 % 1885 31,8 680,0 5 % 189,13 3.352,36 6 % 1890 224,2 1.386,5 16 % 466,34 5.446,05 9 % 1895 138,3 944,7 15 % 398,00 4.036,45 10 % 1900 636,5 2.430,9 26 % 919,43 6.544,95 14 % 1905 288,7 1.513,2 19 % 827,68 5.073,52 16 % 1910 706,5 2.057,8 34 % 1.338,92 6.231,80 21 % 1914 530,3 2.374,1 22 % 1.215,32 7.593,92 16 % FUENTE: Elaborado a partir de NADAL I FARRERAS (1978), pp. 306-307, 376 y 406. Nota: En la cifra que Nadal publicó como importaciones españolas, entendemos que se excluyó a Canarias porque en la fuente original las islas figuraban desagregadas. Para nuestro caso, como nos interesa ob-servar la participación de Canarias en el conjunto del Estado, hemos sumado los valores canarios a los del resto del territorio español y es esa suma la que aparece bajo el rótulo España. FUENTE: Para 1850-1910, se utilizó la fuente británica de COLL y SUDRIÁ (1987), pp. 351-355; para 1920-1960, la fuente española, también publicada por COLL y SUDRIÁ (1987), p. 563. Nota: I/C. Porcentaje de carbón importado sobre el total consumido. 6 421 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 En ese segmento del comercio exterior español destacó la demanda canaria, sobre todo entre 1890 y la Primera Guerra Mundial. Entonces, las importaciones de carbón británico por parte de esta región llegaron a sumar el 34 % del total de las importaciones de carbón españolas (cf. cuadro 2). El resto del carbón importado en España se dirigió fundamentalmente a las zonas del litoral peninsular porque los costes de transporte ha-cia el interior eran altos y, además, porque entre los pocos sec-tores no obligados a consumir carbones nacionales se encontra-ba la navegación de altura15. En términos de carbón importado por habitante, Canarias aparecía entonces como la región con mayor demanda de car-bones. En 1900, la media española de esta ratio era de 143 kg, para un consumo aparente de 283 kg16, mientras que, en esa misma fecha, los carbones importados por Canarias en términos per cápita alcanzaban los 1.949 kg17. Sin embargo, como hemos señalado, la demanda de carbo-nes de Canarias tiene sus particularidades. Su modelo de desa-rrollo explica el papel que desempeña el carbón como recurso energético. Un carbón que se incorpora tarde a su balanza ener-gética —en relación a lo ocurrido en el resto de España—, que cuando lo hace desborda los parámetros de la economía nacio-nal, y que, luego, se retira de forma anticipada. Una de las primeras referencias que tenemos sobre el carbón mineral importado por Canarias aparece en la Estadística de Esco-lar y Serrano; en 1800 tan sólo se introdujeron 424 quintales, de los 15 El establecimiento de un consumo obligatorio fue el resultado de las políticas nacionalistas de la década de 1920. Al margen del consumo domés-tico y del de la navegación de altura, pocos sectores fueron eximidos del cupo de consumo de carbones nacionales. COLL y SUDRIÁ (1987), pp. 368-369. 16 Esta media se ha estimado a partir de los datos de la fuente británica publicada por COLL y SUDRIÁ (1987), pp. 351-355, que coincide con la de NADAL I FARRERAS (1978), p. 406 (convertida a toneladas métricas y sumada la importación española de carbones con la de las Islas Canarias) y conside-rando que la población española era de 18.566.000 habitantes en 1900. 17 De nuevo se ha partido de los datos ofrecidos por Nadal Farreras y con la consideración de una población en aquel entonces en Canarias de 354.594 habitantes. 7 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 422 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 que un 90% se reexportaron18. En realidad, la fuerza muscular y la biomasa eran el sostén energético del sistema económico insu-lar, actuando como recursos complementarios el viento y el agua. El modelo económico, sustentado en una economía productiva de base agraria y en una economía de servicios, condicionó entonces la muy baja intensidad energética en relación con las economías industriales que se formaban en el entorno. Ahora bien, las trans-formaciones en materia energética que tuvieron lugar en esas eco-nomías afectaron también a la del Archipiélago, siendo mayor el efecto cuanto más abierta fue la relación con ellas. El tradicional vínculo comercial de la economía canaria con la británica podría explicar incluso la introducción de alguna máquina de vapor en fecha temprana. Se trataría, no obstante, de un hecho experimen-tal o de corta trascendencia, debido a la escasa actividad industrial del Archipiélago. Sin embargo, los servicios portuarios eran una pieza clave en el modelo económico isleño y de su modernización dependía el seguir desempeñando ese papel19. Los cambios técnicos en el transporte marítimo del siglo XIX exigieron incorporar a la ofer-ta portuaria el suministro de carbón mineral. Las islas, carentes de este recurso energético, tuvieron que importarlo, pero para garantizar su competitividad frente a otros puertos del Atlánti-co debieron también emprender determinados cambios institu-cionales. La flexibilización en la política comercial del carbón comen-zó en 1836 con la declaración de depósito de carbón para el puerto de Santa Cruz de Tenerife. El carbón quedaba sujeto exclusivamente a un pago del 2% de almacenaje, siempre y cuando el objetivo fuera suministrarlo a buques extranjeros20. 18 En los partes de Aduanas que recoge Escolar para el periodo 1800- 1804, sólo se vuelve a considerar el carbón piedra en las importaciones de 1801 —en este caso, 125 quintales—. En ambos casos, la partida procede de Inglaterra y el puerto de entrada es el de Santa Cruz de Santiago (Tenerife). HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ (1983), pp. 430, 433 y 436. 19 CARNERO y PÉREZ (2007). 20 Luego, la ley de 23 de septiembre de 1837 restablecía los decretos de enero y marzo de 1822, interrumpidos en 1830, por los que se habilitaba el puerto de Santa Cruz de Tenerife como depósito de primera clase, se habili-taban al comercio exterior otros puertos insulares y se autorizaba a la Dipu- 8 423 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 En 1835 la estadística de buques entrados en el puerto de San-ta Cruz de Tenerife, entonces el principal del Archipiélago, regis-tra el que pudiera ser el primer vapor en las Islas, un buque inglés con destino a Barbados que fondeó para tomar carbón, aunque desconocemos en qué cuantía21. El largo trayecto y la escasa autonomía técnica de los vapo-res obligaban a realizar numerosas paradas en los puertos atlán-ticos. Los buques consumían grandes cantidades de agua y car-bón que condicionaban las etapas del viaje y la capacidad de carga. Se estima que en las décadas de 1830 y 1840 el consumo de carbón osciló entre los 4 y 5 kg por caballo de fuerza y hora22. Considerando un buque de unas 500 toneladas de arqueo de 100 CV, el consumo diario en marcha se situaría entre 9,6 y 12 tm de carbón. Una cantidad lo suficientemente importante como para limitar los inicios de la marina mercante en esta aventura técnica. En 1850 se atienden ya 14 vapores en el puer-to tinerfeño y de un total de 228 buques atracados23. La situación experimentó un profundo cambio a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando el carbón se convirtió en una de las principales partidas del comercio exterior isleño24. Además de las facilidades concedidas por la recién estrenada le-gislación de franquicias en todos los puertos canarios, el marco institucional siguió adaptándose para facilitar la llegada y el ac-tación Provincial a establecer los derechos de navegación y puerto a las embarcaciones que entraran en tránsito. 21 Fondo documental antiguo, rollo 23 de la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. 22 VALDALISO (1992), p. 63. 23 Datos de la Estadística diaria de buques entrados en el puerto de Santa Cruz de Tenerife (manuscrito microfilmado del Fondo Documental Antiguo de la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, rollo 23). 24 No obstante, resulta difícil concretar su porcentaje. La balanza comer-cial canaria construida a partir de las estadísticas de comercio exterior de aduanas es muy deficiente. Además, los valores medios de importación de los carbones minerales son superiores a los valores medios de los suministros a la navegación. Aún así, y si tomamos los datos aduaneros de la etapa más fiable —los del periodo 1904-1908, más próximos a los valores aportados por Nadal Farreras—, los carbones representan un 15 % de las importaciones totales canarias y un 30 % de las exportaciones, considerando los suministros a la navegación entre estas exportaciones. 9 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 424 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 ceso de la economía insular a la energía fósil; se crearon depó-sitos flotantes de carbones, se aprobaron tarifas especiales en los arbitrios insulares y se rebajaron las tarifas de carga y des-carga en los puertos. La manipulación del carbón requirió la movilización de abundante fuerza de trabajo y capitales, tanto públicos como privados. Hubo empresas locales que se especia-lizaron en el comercio del carbón y, sobre todo, inversión direc-ta extranjera, entre la que destacó la de origen británico. El puerto de Santa Cruz de Tenerife y, a partir de 1885 con mayor fuerza, el de La Luz y Las Palmas de Gran Canaria, concentra-ron la mayor parte de este tráfico. Como observamos en el gráfico 1, las importaciones de car-bón aumentaron progresivamente hasta alcanzar el máximo en 1912. No obstante, en esta fase de expansión destacan dos eta-pas con dinámica diferenciada: la previa a la Primera Guerra Mundial (1910-1913), cuando la demanda de carbones se dispa-ró por encima del millón de toneladas anuales, y la de la propia Guerra y postguerra (1915-1920), cuando la demanda cayó a unas cifras mínimas. Después, en los primeros años veinte, se sucede la recuperación de la demanda, pero los niveles alcanza-dos no irán más allá de los obtenidos en los últimos años del GRÁFICO 1 Importaciones de carbón mineral en Canarias FUENTE: Véanse las notas 10 y 11. 10 425 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 XIX. A partir de aquí, la demanda experimenta un rápido retro-ceso, logrando sostenerse durante el primer franquismo con entradas por encima de las 100.000 toneladas anuales, cubiertas en su mayor proporción, ahora sí, con carbón nacional y dirigi-das preferentemente a la flota pesquera local. Finalmente, en los años sesenta, el carbón mineral casi había desaparecido de la balanza comercial. EL DESTINO DE LOS CARBONES IMPORTADOS El espectacular crecimiento de la demanda portuaria desde la década de 1890 fue la principal responsable de la importación de carbón, aunque también intervino la modernización del apa-rato productivo. Entre ambos mercados, el de avituallamiento a buques y el interno, existió una estrecha relación, porque la di-mensión que alcanzó la demanda del transporte marítimo fue el factor que puso a las puertas del mercado insular un carbón abundante y de calidad. Y, por supuesto, más asequible a la economía isleña. Inicialmente trataremos de estimar la dimensión real de uno y otro mercado y lo haremos para el periodo en que más con-fusión hay acerca del destino que se le da a los carbones. Como no contamos con referencias completas y fiables sobre los sumi-nistros de carbón a la navegación25, hemos realizado una prime-ra estimación de estos suministros a partir de la estructura de ventas de una de las principales compañías comercializadoras de carbón en Canarias: la Compañía Hamilton26 (cf. cuadro 3). 25 En ocasiones las estadísticas publican las mismas cifras bajo el epígra-fe de importaciones y/o suministros. Sin embargo, sabemos que la coinciden-cia no es posible, por cuanto, en estos años finales del XIX y principios del XX, se puede confirmar el consumo de carbones minerales por parte de la industria eléctrica, del gas, los ingenios azucareros, el tranvía, los pozos de agua, los molinos harineros y otros, incluido el uso doméstico. 26 La Compañía Hamilton la constituyó una familia de origen británico afincada en Canarias desde principios del XIX y su fortuna se forjó con la comercialización de vinos y otras mercancías. Con el desarrollo de la nave-gación a vapor, la empresa diversificó su actividad, incorporando los carbo-nes al objeto de su comercio. Para más información sobre la compañía, véa-se GUIMERÁ RAVINA (1989). 11 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 426 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 La Compañía Hamilton destinaba los carbones preferente-mente al avituallamiento de buques, pero desde sus almacenes satisfacía también la demanda urbana. Industrias, instituciones públicas, comercios y particulares constituyen el grueso de su clientela. Algo similar debió ser la estructura de ventas de las compañías establecidas en el puerto de Las Palmas que, desde finales del XIX, y con una cuota de mercado mayor, debían cu-brir también las necesidades energéticas de una industria y una población con menos alternativas energéticas que las de las is-las occidentales27. En función de ello, hemos podido estimar la estructura de la demanda hasta la Primera Guerra Mundial. Luego, la guerra impuso grandes restricciones al consumo de carbones, tanto en el mercado interno como en la navegación. En este periodo, la demanda interna de combustibles buscó una alternativa en la recuperación de las energías tradicionales, pero hasta la lona empleada en las aspas de los molinos era escasa. El esquilmo de los montes fue la salida más frecuente y, en nin- CUADRO 3 Estructura de ventas de la Compañía Hamilton, 1884-1908 % participación Años en mercado Ventas anuales (Tm.) Estructura de las ventas (%) canario Navegación Al menor Navegación Al menor 1884 89,3 28.462,7 914,8 96,9 3,1 1888 38,5 77.158,6 987,0 98,7 1,3 1892 33,2 100.024,7 1.515,6 98,5 1,5 1896 31,5 120.548,9 2.073,3 98,3 1,7 1900 25,7 175.026,7 2.901,4 98,4 1,6 1904 26,5 136.413,9 4.151,7 97,0 3,0 1908 21,0 110.831,4 5.128,8 95,6 4,4 FUENTE: A.H.P.S.C., Cuenta del depósito de carbón de Hamilton and Co. Para establecer la cuota de mercado de la Cia. Hamilton se ha partido del total de importaciones que publica NADAL I FARRERAS (1978). 27 La provisión de carbón vegetal y leña en las islas orientales para el con-sumo doméstico e industrial fue históricamente deficitaria, teniendo que re-currir a su compra en Tenerife o en La Palma. El precio alcanzado por los combustibles orgánicos en tec (tonelada equivalente de carbón) superaba ampliamente al del carbón mineral. Tratamos este tema en nuestra tesis docto-ral sobre «Energía y desarrollo económico en Canarias, 1850-1986» (en curso). 12 427 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 gún caso, pudo mantenerse el nivel de consumo energético del periodo inmediatamente anterior. La vuelta a la normalidad sólo llegó con el fin de la contienda. Pero, para entonces, la deman-da energética de la navegación a vapor trae novedades que van a repercutir en la demanda del mercado interno. Los vapores comienzan a sustituir el carbón mineral por mazut, un deriva-do del petróleo28. Como decíamos, son las economías de escala que genera la demanda naviera la que hace rentable el uso de carbones por parte del mercado interno. Cuando los buques sustituyen el car-bón que alimenta sus máquinas por derivados petrolíferos, el aparato productivo se readapta a la nueva energía fósil. Impor-tar carbón mineral en cantidades limitadas no es rentable. Si el crecimiento del consumo naviero se acompañó del aumento en la demanda del mercado interno, el descenso del mercado na-viero también tuvo el mismo efecto. Los buques iniciaron el cambio tecnológico después de la Primera Guerra Mundial, y salvo la flota pesquera y los vapores de servicio interinsular, la mayor parte del tráfico marítimo en los años 40 ya se alimen-taba con fueloil o diesel29. 28 El vocablo francés mazout se empleó en las islas para denominar al petróleo pesado que alimentaba las máquinas de vapor de los buques. 29 Superada la tecnología de la fuerza del vapor en el tráfico marítimo, el fuel y el diesel alimentaron los motores de combustión interna de los buques. CUADRO 4 Demanda de carbón mineral, media anual de los quinquenios 1880-1914 (tm) Periodo Navegación Interno 1880-1884 25.696 822 1885-1889 142.414 1.876 1890-1894 304.994 4.645 1895-1899 405.498 7.013 1900-1904 534.463 8.690 1905-1909 531.407 16.435 1910-1914 938.272 43.184 FUENTE: Se ha estimado a partir de los datos de importación publicados por NADAL I FARRERAS (1978) y de la estructura del mercado estimada en el cuadro 3. 13 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 428 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 LA DEMANDA PORTUARIA DE CARBONES MINERALES Fundamentalmente, el objetivo del comercio de carbones fue proporcionar suministro energético a la navegación (cf. cuadro 4). El hecho de que la iniciativa importadora la tomaran prime-ro las empresas consignatarias locales y, luego, las grandes navieras foráneas, redunda en la cuestión de la trascendencia del mercado naviero en la demanda carbonera. Los carbones se descargaban en los puertos para pronto volver a embarcarse en otros buques, la mayoría extranjeros que, faltos de energía, recalaban en las islas para su avituallamiento. De este modo, el tráfico del carbón se constituía como una actividad propia de la balanza de servicios isleña. La mayoría de los carbones impor-tados eran sufragados por los buques visitantes, dejando en las islas rentas del trabajo, del capital y otros réditos destinados a mantener las instituciones locales. El saldo de las operaciones resultaba así claramente positivo para la balanza por cuenta corriente. Los puertos canarios alcanzaron un gran auge a partir de 1880. En el marco del sureste Atlántico, asumieron el liderato entre los puertos insulares30. A nivel nacional, lograron situarse en los primeros puestos del ranking, captando en el primer ter-cio del siglo XX más buques que cualquier otro puerto español (cf. cuadro 5). Las claves de este éxito fueron cuatro: la política imperialista europea en África, la inversión en infraestructuras portuarias y comunicaciones, la consolidación institucional de las franquicias y el desarrollo del sector agroexportador. El interés de las potencias europeas por el continente africa-no había resurgido a partir de 1880. La pugna por el control de los recursos y la búsqueda de posiciones estratégicas condicio-naron la ocupación efectiva de los territorios africanos. En 1885, a raíz de la conferencia de Berlín, el proceso de expansión europea se aceleró. Franceses, belgas, portugueses y, sobre todo, británicos, se asentaron en el África occidental, adonde llevaron sus capitales y manufacturas y de donde extrajeron materias primas. Las islas prestaron entonces un servicio de plataforma 30 MARTIN HERNÁNDEZ (1991), SUÁREZ BOSA (2002) y CABRERA ARMAS y DÍAZ DE LA PAZ (2008). 14 429 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 y depósito de mercancías, del que se favorecieron principalmen-te los británicos. Los bienes importados de América o Europa eran reexportados hacia las colonias y los buques en tránsito recalaban en las islas para aprovisionarse. La colonización afri-cana acercaba hasta las costas canarias buques, gentes y merca-derías, y todo este trasiego favoreció el renacimiento del Archi-piélago en el mundo atlántico. La intensificación del comercio europeo con América y Oceanía completó la función interme-diadora de las islas en el tráfico internacional. Además, la atracción de los agentes europeos se vio reforza-do por el sistema de franquicias isleño, que terminó por consoli-darse con la ley de 190031, y por la política pública de inversio-nes, que a partir de 1883 comenzó a dar sus frutos. El claro dominio de la navegación a vapor y la mayor envergadura de los buques exigieron la modernización de las infraestructuras por-tuarias y de comunicaciones32. Una tarea en la que se implicó CUADRO 5 Principales puertos españoles por movimiento de buques (miles de buques y miles de TRB) Puertos 1900 1910 1920 1930 N.º TRB N.º TRB N.º TRB N.º TRB Las Palmas 2,26 s.d 6,17 s.d 3,46 — 5,9 8.433 Barcelona 3,79 2.649 3,72 3.110 4,04 3.828 5,2 6.887 Tenerife s.d 3,58 6.517 2,56 4.254 4,0 7.348 Valencia 2,73 1.581 3,12 2.484 3,17 2.601 3,8 s.d Bilbao 3,58 s.d 3,42 s.d 4,44 s.d 3,2 s.d Gijón 2,33 359 1,67 355 1,94 1.220 2,8 2.376 Cádiz s.d s.d 2,91 2.171 1,78 1.557 1,9 3.521 FUENTE: RUIZ ROMERO DE LA CRUZ (2004). Elaboración propia 31 La ley de 6 de marzo de 1900 confirma y ratifica la declaración de puertos francos de 1852, al tiempo que considera a Canarias como país ter-cero en el comercio nacional. CABRERA ARMAS (1997). 32 El proceso de construcción de las infraestructuras portuarias fue lar-go. Desde mediados del XIX se había planteado la necesidad de emprender obras tanto en el puerto de Santa Cruz como en el de Las Palmas, pero los proyectos fueron retrasándose y con ello, también, ampliándose las expecta-tivas sobre la envergadura que debían alcanzar. En el puerto de Santa Cruz 15 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 430 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 totalmente el sector público estatal, pero en la que tuvieron tam-bién protagonismo los agentes locales y foráneos. Las viejas casas comerciales realizaron nuevas inversiones para incremen-tar su capacidad de oferta en el puerto. En ocasiones, el esfuer-zo aunó empresas y exigió acuerdos puntuales con terceros por-que, ahora, estaban obligadas a hacer frente a una mayor competencia. Los negocios portuarios eran un atractivo para el capital internacional. Los puertos canarios vivieron así la arriba-da de nuevos proyectos y empresas. Cuando a principios del si-glo XX se crearon las Juntas de Obras, las empresas extranjeras controlaban una buena parte de los servicios de los puertos33. Por último, el desarrollo portuario de esta etapa se relacio-na con la recuperación del sector agrario. La crisis de la grana había dejado a los agricultores sin una alternativa de cultivo. La superviviencia del modelo económico dependía de la produc-ción de un bien que pudiera colocarse en el mercado exterior. La respuesta vino con los plátanos, tomates y papas tempranas. A partir de 1890 comenzó su exportación. La garantía de un retorno para los buques que volvían a la metrópoli favoreció aún más la escala en los puertos canarios34. La mayor actividad portuaria condicionó entonces la deman-da energética. La competitividad de los puertos dependía de la cobertura de una demanda a la que Canarias no podía respon-der con sus propios recursos. A los puertos llegaban, sobre todo, buques que consumían carbón35. El tráfico a vapor se había se iniciaron obras en 1885, pero las condiciones físicas de la ensenada difi-cultaban la construcción, sobrepasaban los gastos presupuestados e impedían la consecución de los objetivos. En el puerto de Las Palmas, una vez se con-siguió la financiación estatal al declarar La Luz como puerto de refugio, las obras se desarrollaron con mayor éxito. Aunque el proyecto tardó veinte años en concluirse, de 1882 a 1902, el puerto fue operativo casi desde sus comien-zos. La modernización de las comunicaciones fue otro elemento fundamen-tal en la mejora de la competitividad portuaria. Por fin, el servicio de telé-grafos por cable unió en 1883 las islas con el continente europeo, y al año siguiente se añadió África (Senegal). Véase CIORANESCU (1993), QUINTANA NA-VARRO (1983), MURCIA NAVARRO (1975) y BURRIEL DE ORUETA (1974). 33 CARNERO, NUEZ y PÉREZ (2005) y CABRERA ARMAS y DÍAZ DE LA PAZ (2008). 34 NUEZ YÁNEZ (2005). 35 En el puerto de la Luz, entre 1890 y 1914 alrededor de un 70 % de los buques entrados fueron vapores. BURRIEL DE ORUETA (1974), p. 23. 16 431 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 generalizado en la flota mundial36. Tras casi un siglo de dura competencia con los buques de vela, los vapores ganaban la batalla en, prácticamente, toda la navegación37. Su tamaño y capacidad de carga aumentaron y los buques fueron más rápi-dos y seguros. Además, se siguió mejorando su eficiencia ener-gética. A la altura de 1890 un buque consumía 0,77 kg de car-bón por CV/hora, lo que suponía un ahorro de más de un 15% con respecto a lo alcanzado 10 años antes38. No obstante, la reconversión de la flota requirió un mayor esfuerzo inversor de las empresas navieras y un cambio en sus estrategias, siendo el suministro energético una de sus prioridades39. En principio, la extensión de una red de agentes por los distintos puertos les permitió cumplir con los objetivos, luego, y para coordinar mejor el tráfico decidieron establecer sus propias sucursales. El abastecimiento energético podía convertirse también en un arma con la que desplazar de la ruta atlántica a otras navieras40. 36 VALDALISO (1992), pp. 89-90. 37 MOKYR (1993). 38 La rebaja en el consumo era cada vez menor, pero, aún así, se lograba seguir bajando la cifra de 1882, situada en 0,91 kg. HARLEY (1971), p. 220. 39 VILLE (1993). 40 CARNERO, NUEZ y PÉREZ (2005). CUADRO 6 Inversiones en capital fijo para el servicio de carboneo. Cía. Hamilton, 1883-1909, en pesetas corrientes Años Muelle y almacenes Gabarras Lanchas Total 1883-1885 17.500 3.500 21.000 1890-1894 53.250 53.250 1895-1899 2.500 17.875 20.375 1900-1904 323.175 57.576 380.750 1905-1909 57.695 81.125 138.820 Total 436.620 156.201 21.375 614.195 FUENTE: Inventario de balances de la Casa Mercantil Hamilton y Cía., años respectivos. Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Elaboración propia. 17 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 432 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 En los puertos canarios se establecieron entonces nuevas compañías especializadas en el servicio del carboneo41. El puer-to de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, fue el objetivo principal de su inversión. El más rápido proceso de adaptación de sus infraestructuras a la nueva demanda le dio ventajas sobre el viejo puerto carbonero de Santa Cruz. Relacionadas formal o informalmente con grandes empresas navieras y mineras, las nuevas carboneras fueron de propiedad británica y, minoritaria-mente, alemanas y peninsulares42. A su llegada, algunos de los viejos comerciantes optaron por abandonar el negocio; otros, prefirieron firmar acuerdos con terceros, iniciando la amplia-ción y la renovación de sus activos fijos (cf. cuadro 6). La de-manda energética debía ser respondida con eficacia, garantizan-do la calidad de las hullas, la suficiencia de los stocks y la rapidez de los suministros. Los buques se surtían de día y de noche, tanto en los muelles como fuera de ellos, y eso exigía la inversión de los capitales extranjeros en muelles, almacenes, barcazas, gabarras, etc. Además de los elementos físicos, la sim-plificación del proceso de suministro dependió también de fac-tores humanos e institucionales. La mano de obra empleada en el carboneo fue relevante en el contexto de la actividad portua-ria, no sólo por su número sino también por la especialización de su trabajo y su capacidad organizativa43. Las instituciones se adaptaron también a la cobertura de la demanda energética naval, por cuanto, en principio, el suministro de carbón quedó exento prácticamente de todo tributo. El establecimiento de nuevas empresas favoreció el aumen-to de la competencia, si bien de forma limitada44. Existió un compromiso entre las carboneras para repartirse el mercado, al tiempo que establecían la calidad del carbón que debía suminis-trarse; todas las carboneras importaban carbón de las minas de Cardiff, pues su elevado potencial calórico garantizaba un uso más eficiente del espacio de carga en los buques. Sin embargo, el pacto llegó a romperse en alguna ocasión, lo que permitió el 41 CARNERO y NUEZ (2010). 42 Ver anexo Tabla 1 y CARNERO, NUEZ y PÉREZ (2005). 43 MARTÍN HERNÁNDEZ (2003) y SUÁREZ BOSA (2003). 44 SUÁREZ BOSA (2002) y CABRERA ARMAS y DÍAZ DE LA PAZ (2008). 18 433 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 acceso al mercado naviero carbones de otras zonas, a las que algunos achacaban peor calidad y que, en todo caso, cotizaban a menor precio45. La evolución de la flota visitante determinó así la demanda de combustible. Las series de importación de carbón británico y vapores entrados en los puertos canarios guardan una corre-lación de un 97 % (cf. gráfico 2). Hay escasos desfases tem-porales entre el movimiento de una y otra variable. Y es que la mayor parte de los vapores que hacían escala para el avitualla-miento tenían garantizado el carbón mediante contratos que solían firmarse hasta con un año de antelación. A lo largo del periodo, el número de vapores visitantes siguió una tendencia creciente. Hubo, no obstante, algunos años de contracción, como los que impuso la epidemia de cólera a principios de los GRÁFICO 2 Vapores entrados en los puertos canarios e importaciones de carbón FUENTE: NADAL I FARRERAS (1978) y Memoria de Ampliación del Puerto de la Luz y Las Palmas de Gran Canaria, 1917. 45 En 1910 comenzó una guerra de precios entre las compañías estable-cidas en el puerto de la Luz, y en el debate se alude a la ruptura de compro-misos por parte de la empresa Miller. Esta guerra benefició el tráfico de este puerto en detrimento del resto de los puertos atlánticos, incluido el de San-ta Cruz de Tenerife. QUINTANA NAVARRO (1992), SUÁREZ BOSA (2002) y CABRE-RA ARMAS y DÍAZ DE LA PAZ (2008). 19 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 434 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 noventa, o la guerra hispano-americana de finales de siglo. Pero también hubo fuertes impulsos, como los que dio la guerra de Sudáfrica o el conflicto entre las carboneras de los años 1910 y 1912. El aumento del tamaño de los buques incidió también en la evolución del consumo energético. A pesar de que se habían logrado mayores niveles de eficiencia energética, lo cierto, es que las máquinas instaladas, y los propios buques, tenían una mayor dimensión. Los vapores que hacían escala a principios del siglo XX consumían, de media por unidad, más energía de los que lo hacían en la década de 1880. Los servicios que pres-tó la Compañía Hamilton nos muestran este extremo. La media de carbón despachado pasó de 130 tm en la década de 1880 a 270 tm en el quinquenio 1904-1908 (cf. gráfico 3). Dada la pér-dida de cuota de mercado que sufrió esta compañía al comen-zar el siglo, el consumo medio por buque, incluso, pudo verse incrementado en mayor cuantía46. GRÁFICO 3 Vapores suministrados por Hamilton, 1880-1908 FUENTE: Sig. 175. Libros de almacén. Depósito de carbón. Hamilton y Cía. Libros de Contabilidad. Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Elaboración propia. 46 Algunos de los buques servidos por la compañía Hamilton llegaron a cargar en estos años más de 700 tm, mientras en las décadas finales del si- 20 435 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 No obstante, no todos los vapores entrados a puerto recogie-ron combustible. Los cónsules británicos señalan para la prime-ra década del siglo XX un porcentaje en torno a un 80%47. La proporción evolucionó en función de la competitividad de los precios en el marco atlántico, pero a la larga también intervino el factor tecnológico. El mayor tamaño de los buques y el me-nor consumo de combustible por caballo de fuerza dieron ma-yor autonomía energética a los vapores. De ahí que algunos prefirieran tomar el carbón en sus puertos de origen y minimi- GRÁFICO 4 Vapores entrados a puerto y vapores suministrados FUENTE: Para vapores entrados: QUINTANA NAVARRO (1992), Memoria ampliación del Puerto de la Luz y Las Palmas de Gran Canaria, 1917. Para suministrados: véase texto. glo XIX era raro el buque que cargara 400. Libro Diario de la Compañía Hamilton, 1884-1914 (A.H.P.S.C.). Puede que otras empresas carboneras, como la Grand Canary Coaling o la Cory Brothers, se movieran con medias de servicio superior a la Hamilton. Su mayor competitividad y grado de internacionalización serían elementos que justificarían el acceso a los buques de mayor tamaño y potencia. La guerra de precios que se desató en 1909 también supuso un incremento importante en las toneladas medias cargadas por los buques, en especial en el puerto de la Luz, donde los precios bajaron hasta alcanzar el nivel de costo en Gales. Entonces, los buques partían de Gran Bretaña con lo mínimo, llegando a surtirse, señala Miller, hasta con 1.500 toneladas de carbón por unidad. MILLER (1994), p. 73. 47 En 1895-1896, de los buques británicos visitantes, un 69 % se suminis-traron de carbón. QUINTANA NAVARRO (1992), p. 506. 21 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 436 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 zar los consumos en los puertos lejanos a los centros producto-res de mineral48. Aceptando como consumo medio de los vapores, el de la Compañía Hamilton y como cantidad suministrada la estimada a partir de las importaciones de carbón británico, hemos calcu-lado el número de vapores suministrados cada año y la propor-ción que representó sobre el número de buques entrados (cf. gráfico 4). El resultado es ciertamente curioso. La representa-ción gráfica refleja que la proporción de vapores suministrados sobre el total de vapores entrados en puerto fue disminuyendo. En el párrafo anterior dábamos una primera explicación, la tec-nológica. Pero el porcentaje que representa en el siglo XX que-da muy lejos de las cifras señaladas por los cónsules, menos del 50 %. Ahora bien, debemos entender que, en todo caso, la pro-porción aumentaría ligeramente si consideraramos las importa-ciones de carbón no británico y, también, sobre todo, al contem-plar que la media del tonelaje suministrado por las compañías carboneras podía ser superior a la de la Compañía Hamilton. Por último, no debemos ocultar otro factor. Y es que, efectiva-mente y como ya ha sugerido algún autor, las cifras que cono-cemos de entrada de vapores en los puertos pudieran estar lige-ramente infladas49. EL PRECIO DEL CARBÓN IMPORTADO En cualquier caso, es evidente que el tamaño del mercado naval condicionó la llegada de abundante carbón y, viceversa. Ahora bien, ¿en qué condiciones? ¿Qué precio alcanzó el carbón llegado a las islas? Y, en relación al resto del territorio nacional, ¿fue barato el carbón importado? La respuesta a estas cuestiones exige, ante todo, elaborar la serie isleña de precios del carbón, pues la serie de precios del territorio español no es, en principio, aplicable a las Islas50. En 48 QUINTANA NAVARRO (1992) p. 430 y 477. 49 La fuerte competencia entre los dos puertos canarios pudo ser causa de la inflación voluntaria de las cifras sobre llegada de buques a los puertos. MARTÍN HERNÁNDEZ (2004), p. 24. 50 COLL y SUDRIÁ (1989), pp. 433-442. 22 437 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 primer lugar, porque el régimen fiscal era diferente. El régimen arancelario para la protección del carbón nacional no afectó al mercado canario y la ley de puertos francos de 1852 sólo consi-deró un insignificante gravamen a la importación de un 1 por mil, que afectaba a todas las mercancías, entre las que se encon-traban los carbones extranjeros. Pero esta afección duró hasta 1900; a partir de esa fecha, su entrada fue prácticamente libre51. En segundo lugar, los precios del carbón en origen utilizados para reconstruir la serie nacional son los precios medios britá-nicos y computa toda clase de carbones52, mientras que a las islas llegaron fundamentalmente carbones de Cardiff, de alto contenido calórico y de alta cotización en los mercados interna-cionales. Y en tercer lugar, los fletes estimados para los puertos peninsulares, a pesar de recoger un abanico variado, necesaria-mente debían diferir de los de las islas. En principio el puerto de partida que se consideró en la serie española fue el de Newcastle, origen de la mayor parte de las importaciones penin-sulares hasta, al menos, 191353. Los puertos de llegada tampo-co son representativos de la realidad isleña; los más de 1.300 kilómetros que separan Cádiz de Canarias son lo suficientemen-te importantes como para comprobar si este factor alteró el precio final. Así pues, hemos creído conveniente crear una serie propia. Para el precio fob en puerto de embarque contamos con la se-rie elaborada a partir de las estadísticas del comercio exterior británico-canario de Nadal Farreras54. La ratio entre el valor y las toneladas de los carbones refleja la media de precios fob de 51 Las Juntas de Obras de los puertos cobraron por la descarga y carga de mercaderías unos arbitrios que también se aplicaron en otros puertos del país. Junto a estas y con la creación de los Cabildos Insulares también se empezaron a cobrar arbitrios a los carbones importados —en unos, una can-tidad fija sobre el tonelaje; en otros, un porcentaje sobre su valor—. En todo caso tarifas muy inferiores a las del arancel aplicado en el resto del territo-rio nacional y de las que en cualquier caso, quedaban exentas los carbones dirigidos al suministro a la navegación. 52 Son los precios elaborados por Mitchell y Deane (1962) según señala COLL y SUDRIÁ (1987). 53 Precisamente es la fecha en la que se introducen nuevos carbones en las islas, sólo que en este caso, con origen contrario al peninsular. 54 NADAL FARRERAS (1978). 23 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 438 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 los importados de Gran Bretaña que, como señalamos, fueron los mayoritarios en el comercio isleño. Además, la estadística británica, al trabajar con valores medios declarados ofrece el precio de un carbón de calidad específica, el de Cardiff, que es el que se importa con casi total exclusividad hasta, al menos, 191055. Un carbón, que conforme señalan las fuentes de la épo-ca, fue de mayor precio y potencial calorífico que los carbones exportados por los puertos del noreste británico56. En segundo lugar, la serie de fletes del carbón la hemos obtenido a partir de los informes consulares británicos, y son los precios medios de transporte desde Cardiff a los puertos canarios57. El vacío infor-mativo anterior a 1891 lo hemos tenido que subsanar proyectan-do la variable flete a Canarias en función del movimiento que se observa en los puertos peninsulares, más concretamente con el GRÁFICO 5 Fletes del carbón (chelines / tonlong) FUENTE: COLL y SUDRIÁ (1987) y QUINTANA NAVARRO (1992). Elaboración propia. 55 La estadística de comercio exterior británica se elabora sobre precios declarados por los comerciantes. La discusión sobre su fiabilidad se puede ver en PRADOS DE LA ESCOSURA (1981), pp. 44-45. 56 QUINTANA NAVARRO (1992). 57 De los fletes desde los puertos del noreste británico sólo tenemos refe-rencia para 1912 y 1914, pero, tal como hemos señalado, desde allí fue poco frecuente el embarque de carbones a las islas. QUINTANA NAVARRO (1992). 24 439 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 de Cádiz, con el que guarda una mayor correlación en el perio-do objeto de estudio (cf. gráfico 5). El resto de los elementos que forman parte del precio final del carbón son menos relevantes para nuestro estudio. Se seña-la que los seguros en el transporte suponen aproximadamente un 2% del valor de los carbones en origen58. Los costes de des-carga, conforme las referencias obtenidas en algunos documen-tos de la época, parecen girar en torno al 10 % del valor del car-bón embarcado, pero son comunes a otros puertos españoles59. Los salarios percibidos por los trabajadores de carga negra de-pendían directamente del tonelaje manipulado. Sabemos que al-rededor de 1896 este salario variaba de 6 peniques a 1 chelín por tonelada, cuando el precio del carbón fob era de unos 11 chelines60. Luego, en 1910, los gastos de manipulación seguían manteniendo la proporción, en torno a 1 chelín 6 peniques so-bre precios de 16 a 17 chelines por tonelada fob de carbón61. En cuanto a los gravámenes que recaían en la importación de car-bón, ya hemos señalado que fueron insignificantes. La franqui-cia de los puertos reducía a mínimos las cargas que recaían en el comercio y, de modo especial, en el carbón. Hasta 1900 se pagó un 1 por mil sobre el valor de los cargamentos en concep-to de derechos de puertos francos. Además, los carbones paga-ron 0,25 céntimos por tonelada descargada, y ésta era la tarifa más baja entre los productos extranjeros que pagaban la entra-da en puerto62. Se colige entonces que los elementos fundamentales en la evolución del precio del carbón importado a las islas fueron su precio de origen y flete. Y como el valor en origen fue el prime-ro en la definición final del precio, sus fluctuaciones dependie- 58 COLL y SUDRIÁ (1987), p. 433. 59 Que sean comunes no significa que sean iguales. No obstante, las di-ferencias salariales entre uno y otro puerto no creemos que sea en estos momentos un factor determinante de la competitividad. 60 Las diferencias de salario obedecían al tipo de desplazamiento de la carga, hasta la barcaza o hasta la orilla. QUINTANA NAVARRO (1992), pp. 476- 477. 61 Entrevista a Bellamy, gerente de Elder Dempster, en plena guerra de precios. La Prensa, 17 de noviembre de 1910. 62 QUINTANA NAVARRO (1992), p. 476 y 997. 25 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 440 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 ron del comportamiento de los mercados británicos que, en definitiva, eran el reflejo de lo que pasaba en los mercados in-ternacionales. Dos etapas caracterizan la evolución de los precios del car-bón importado por las carboneras asentadas en los puertos is-leños, que compraban y cobraban sus respectivos suministros en libras esterlinas. Durante la primera, de 1880 a 1899, des-cienden suavemente como consecuencia de la rebaja de los fle-tes, aunque este descenso se interrumpe puntualmente al final de las décadas de 1880 y 1890 por la guerra hispano-norteame-ricana, las huelgas en las minas de Gales y la guerra anglo-boer. La segunda etapa, de 1900 a 1914 comienza con la vuelta a la normalidad; luego, los precios inician la remontada, apoyada por la mayor cotización del carbón en los puertos de origen, y en los años previos a la Guerra refuerzan su crecimiento con la subida de los fletes (cf. gráfico 6 y tabla 2 del anexo). GRÁFICO 6 Composición del precio del carbón importado en Canarias (chelines / tonlong) FUENTE: Cf. tabla 2 del anexo. 26 441 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 ENERGÍA BARATA A LAS PUERTAS DE CASA Las fluctuaciones de la valuta española llevaron a una per-cepción diferente de los precios del carbón en el mercado isle-ño. La depreciación de la peseta, acentuada a medida que nos acercamos a final del siglo, encareció para los isleños el acceso a las mercaderías extranjeras, mientras que la apreciación, que sucedió a la reforma de Fernández Villaverde, facilitó el acceso a la energía fósil y permitió continuar con la modernización de su aparato productivo. Desde las últimas décadas del XIX, el carbón importado permitió la renovación de las fuerzas de trac-ción y calor de las industrias tradicionales (molinos, caleras, etc.), el resurgimiento de la industria azucarera y el desarrollo de la eléctrica y el gas. Los transportes internos también se vie-ron alterados por la incorporación del nuevo recurso energéti-co; se establecieron servicios marítimos interinsulares con bu-ques de vapor y tranvías urbanos. Las cocinas domésticas pudieron sustituir la escasa y cara leña por el nuevo carbón. Y para cubrir la creciente demanda de agua de consumo urbano y agrario, los pozos se proveyeron de potentes máquinas alimen-tadas de carbón mineral. Al menos hasta 1900, el precio del carbón importado fue inferior en las islas que en la media de los puertos peninsulares. El ahorro con respecto a los puertos del área mediterránea era de un 26 % como promedio, y de un 20 % con los del área sura-tlántica63. Sin embargo, las diferencias disminuyeron con el cambio de siglo, llegando incluso a conseguirse en el área me-diterránea carbones algo más baratos que en los puertos insu-lares. Ahora bien, si tenemos en cuenta la distancia existente desde los puertos suministradores a las islas y la superior poten-cia calórica de los carbones medios importados, hemos de con-cluir que los precios del mineral fueron bajos en términos rela- 63 El puerto de Bilbao, representativo de la zona cantábrica, es el único, de los tres que componen la serie elaborada por Coll y Sudriá, que presenta precios más bajos. La menor distancia a los puertos británicos y, sobre todo, el comercio del hierro, que los vincula a los mercados ingleses, favorecieron el sostenimiento de unos fletes muy bajos. 27 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 442 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 tivos (cf. tabla 2 del anexo). La economía de servicios canaria había puesto carbón barato a las puertas de casa. Luego, durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial los precios del carbón aumentaron de forma espectacular en los mercados internacionales, pero éste no fue el principal proble-ma para la balanza energética de las islas. El tránsito de buques descendió y con él la importación de carbones y la accesibilidad a los mismos por parte del mercado interno (cf. gráfico 7). No se trataba de una cuestión sólo de precios sino de disponibili-dad. La coyuntura ofreció escasas alternativas al mercado insu-lar, y algunas industrias y servicios tuvieron que interrumpir su actividad. El fin de la guerra no supuso la vuelta a la normalidad del mercado internacional de carbones minerales. Los precios con-tinuaron siendo elevados durante prácticamente toda la década de 192064. Pero a partir de entonces ya no será el carbón mi-neral ni su precio uno de los determinantes del desarrollo eco-nómico en las islas. En términos relativos, los derivados petro- GRÁFICO 7 Precios del carbón importado en puertos canarios y peninsulares (pst./tm.) FUENTE: Cf. tabla 2 del anexo. 64 MITCHELL (1988), pp. 746-749. 28 443 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 líferos serán a partir de entonces la energía barata que la eco-nomía de servicios pondrá de nuevo a las puertas de casa65. CONCLUSIONES El carbón mineral formó parte de la balanza energética ca-naria durante las décadas finales del siglo XIX y primeras del XX. Su corta hegemonía como primer recurso energético no resta valor al papel que desempeñó en el proceso modernizador de esa etapa. El carbón fue importado cuando la economía de servicios marítimos lo requirió, y para ello se adaptó de inmediato al apa-rato institucional que potenciaba el desarrollo de aquella econo-mía. Las Islas lograron así mantener sus vínculos con los mer-cados internacionales en los que se hallaban insertas. En este trabajo se ha tratado de mostrar cuándo y cómo llegaron los carbones minerales a integrarse en el modelo económico isleño. Presentamos una primera estimación acerca del destino de los carbones importados mediante el estudio de la estructura de ventas de una de las empresas carboneras isleñas, la Hamilton. Esta primera aproximación, limitada en el tiempo y con re-sultados que deben completarse y contrastarse con otros indi-cadores de origen microeconómico, resulta relevante porque la dimensión que alcanzó el servicio de avituallamiento de carbón a los buques ha silenciado la importancia de esta energía para la economía productiva en un momento crucial de su historia. El segundo objetivo de este trabajo ha sido la elaboración de una serie de precios para los carbones importados por el Archi-piélago. Una serie que permitiera aventurar la accesibilidad de la economía productiva a la energía fósil, pues la gran deman-da de carbones realizada por el sector portuario fue una opor-tunidad para el mercado interno en la medida que ponía a las puertas de casa un recurso energético abundante y relativamen-te barato. Entonces, ¿por qué no fue mayor la demanda del mercado interno? La respuesta quizás sea sencilla. Los sectores en los 65 PÉREZ HERNÁNDEZ (2000 y 2003). 29 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 444 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 que la economía canaria de finales del XIX y principios del XX basó su desarrollo eran poco intensivos en el uso de energía. El sector agroexportador pudo desenvolverse perfectamente con la energía proporcionada por la fuerza de trabajo disponible. La única labor que precisó de un esfuerzo energético adicional fue la extracción de agua del subsuelo con el fin de atender la de-manda hídrica de los nuevos cultivos, y en este caso pronto se emplearon las máquinas de vapor y los motores, que, cuando tocó, se alimentaron de carbón mineral. La industria, aún sien-do muy limitada, parece que también pudo sufragar el coste de los carbones minerales importados, más rentables que una ener-gía hidráulica de fluido poco regular o los recursos procedentes de la biomasa, duramente castigada por el proceso desamor-tizador y la presión poblacional. No obstante, merece destacarse la demanda de carbones minerales en las Islas y su relación con el sector naviero inter-nacional. El carbón había llegado con los vapores y se iba tam-bién con ellos. El petróleo era la energía que le sustituiría. Des-pués de la Primera Guerra Mundial el fueloil, más barato y con menos costes de carga, empezó a alimentar las calderas de los buques de vapor. Luego, tras la Segunda Guerra, y ya con nue-vos motores en las naves, el proceso concluyó. Canarias, nueva-mente, viviría una transición energética prematura y fuera de los esquemas de las economías industrializadas66. 66 La precocidad de la transición energética no es exclusiva del territorio canario, aunque quizás las Islas como hemos visto cuenten con algunas par-ticularidades. Véase también la casuística de los países latinoamericanos en FOLCHI y RUBIO (2006). 30 445 EL MERCADO DE CARBONES MINERALES EN CANARIAS Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 TABLA 1 Empresas que operan en el negocio al mayor de carbón entre 1880 y 1914 Nombre Periodo actividad Puerto desde hasta Antiguas carboneras Hamilton y Cía. m. XIX d. 1914 Santa Cruz George Davidson m. XIX Santa Cruz Guirlhanda Hermanos m. XIX 1894 Santa Cruz Thomas Miller e hijos m. XIX d. 1914 La Luz Juan Cumella m. XIX 1888? Santa Cruz Juan la Roche y Sierra 1862 ? Santa Cruz Juan Bautista Ripoche m. XIX 1888? La Luz Nuevas carboneras Grand Canary Coaling 1884 d. 1914 La Luz Blandy Brothers and Co. 1885 d. 1914 La Luz Hull Blyth y Cía. Santa Cruz Juan Houghton Romero 1885 La Luz Swanston Cía. 1887 La Luz Cía Nal. Carbones miner. 1895 La Luz Cory Brothers 1895 1909 Santa Cruz Wilson Sons and Co. 1899 1913 La Luz Cory Brothers 1904 d. 1914 La Luz Woermann Linie 1906 d. 1914 La Luz Depósito carb. Tenerife 1913 d. 1914 Santa Cruz Teneriffe Coaling Co. 1896 d. 1914 Santa Cruz Cía. Carb. de Las Palmas 1909 La Luz Carbonera Hespérides 1895 La Luz A. Espinosa Hermanos c. 1910 Puerto de la Cruz Sebastián Herrera c. 1910 Puerto de la Cruz FUENTE: SUÁREZ BOSA (2002), MARTÍN HERNÁNDEZ (2004) y Anuario General de España, varios años. explotación conjunta con Hamilton (1/4) Empresa a la que se vincula en Canarias filial de Elder Dempster explotación conjunta con Hamilton (1/4) filial de Elder Dempster representada por Miller filial de Wilson Sons explotación conjunta con Hamilton (1/4) compra concesión de Carbonera Hespérides filial de Woermann Linie 31 CONCEPCIÓN M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ Anuario de Estudios Atlánticos 446 ISSN 0570-4065, Las Palmas de Gran Canaria. España (2012), núm. 58, pp. 415-450 TABLA 2 Precio medio del carbón importado en los puertos canarios y peninsulares (pst/tm) 1880 11,36 11,25 22,61 20,58 30,62 28,20 28,05 1881 12,70 10,50 23,20 19,82 29,68 25,74 26,57 1882 13,28 9,91 23,19 19,79 29,38 23,81 25,67 1883 14,46 9,14 23,60 19,58 28,00 23,14 24,99 1884 14,64 8,43 23,07 18,05 27,35 23,50 23,98 1885 13,46 8,17 21,63 17,19 26,70 22,51 23,34 1886 12,22 8,06 20,28 16,86 25,83 21,93 22,57 1887 11,22 7,66 18,88 17,31 24,83 21,18 21,76 1888 11,94 8,53 20,47 19,48 25,91 22,68 23,09 1889 16,49 9,07 25,56 21,04 29,22 26,18 26,26 1890 19,08 8,19 27,27 25,37 30,67 28,02 28,41 1891 19,56 7,94 27,50 23,88 30,36 26,90 27,90 1892 17,97 8,56 26,53 24,86 31,30 28,80 29,14 1893 16,09 8,84 24,93 23,83 28,92 26,80 27,07 1894 18,13 8,88 27,01 24,83 29,28 26,37 27,03 1895 15,31 8,52 23,83 22,68 27,76 23,78 24,97 1896 15,63 8,97 24,59 23,25 30,70 25,49 27,12 1897 16,38 9,62 26,00 26,07 32,81 28,83 29,67 1898 20,13 13,36 33,49 29,49 41,97 36,09 37,45 1899 18,89 11,04 29,93 26,50 35,76 31,47 32,35 1900 29,98 10,34 40,32 36,71 48,20 44,45 44,41 1901 31,04 10,26 41,30 35,70 39,93 37,43 37,55 1902 25,78 9,04 34,82 33,75 34,32 32,56 32,76 1903 24,40 10,09 34,49 30,94 33,93 31,38 32,02 1904 24,62 9,04 33,66 30,00 33,18 30,98 31,47 1905 22,30 9,71 32,01 29,66 31,59 29,66 29,79 1906 19,32 9,03 28,35 28,27 29,08 28,27 27,74 1907 22,72 8,45 31,17 31,36 32,34 31,36 31,01 1908 23,96 7,89 31,85 30,57 31,56 30,57 30,42 1909 19,07 7,70 26,77 26,88 28,31 26,88 27,10 1910 20,50 8,30 28,80 27,47 28,69 27,47 27,67 1911 19,32 10,46 29,78 30,05 30,67 30,05 29,72 1912 18,88 13,62 32,50 35,80 36,80 35,80 34,75 1913 20,28 10,45 30,73 34,88 35,70 34,88 34,02 1914 20,01 17,46 37,47 30,46 33,69 30,46 31,58 FUENTE: COLL y SUDRIÁ (1989), QUINTANA NAVARRO (1992), NADAL FARRERAS (1978). 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