LOS ANIMALES EN LAS PRÁCTICAS
FUNERARIAS GUANCHES
P O R
VER~NICA ALBERTO BARROSO *
RESUMEN
Se plantean los criterios metodológicos para el estudio de los registros
fáunicos de contextos funerarios aborígenes, valorando su significado como
fuente de información en la reconstrucción de los rituales mortuorios. Se
revisa, asimismo, el tratamiento de que han sido objeto estos materiales a
partir de la bibliografía existente. Finalmente, se aplica la propuesta de
análisis en el yacimiento sepulcral de Arenas-1 (Buenavista del Norte).
Palabras claves: Prehistoria de Tenerife, Prácticas Funerarias, Fauna,
Zooarqueología.
ABSTRACT
The focus in this paper is set in the methodological criteria for the
stiidy of the fauna! arrhaenlngir.! rernainr frnrn ahnriginal f~unerary
contexts, calibrating its role as a source of information for the recon-struction
of the funerary rituals. The treatment received by these remains
in the available bibliography is also reviewed. Finally, the proposal of
analysis is applied to the funerary site of Arenas-1 (Buenavista del Norte).
Key words: Prehistory of Tenerife, Funerary Practices, Fauna, Zoo-archae~!~
gy.
* I.S.E. Politécnico de Las Palmas.
Núm. 45 (1999)
2 VER~NICA ALBERTO BARROSO
Las necrópolis prehispánicas canarias, como sucede con
prácticamente todas las sociedades del pasado, han atraído
desde siempre el interés de las personas, generando por ello
un conjunto de relaciones diversas, cuya naturaleza depende-rá
del carácter de las motivaciones que hayan originado tal
atención.
Así en primer lugar, han centrado la preocupación de las
propias comunidades aborígenes a las que pertenecieron, vin-culación
emanada de su sistema ideológico y que se expresa
mediante las prácticas funerarias de homenaje y culto al an-tepasado.
Tal condición va a determinar una imbricación com-pleja
e indisociable entre vivos y muertos, en la que partici-pan
las relaciones sociales y de parentesco que regulan la co-munidad.
Tras la desarticulación de los modos de vida indígenas des-de
el siglo xv, como consecuencia del proceso de Conquista y
afianzamiento del nuevo orden impuesto por los colonizado-res
europeos, el interés que despiertan los muertos de las po-blaciones
vencidas evidentemente cambia. Las costumbres fu-nerarias
serán recogidas por los cronistas y primeros historia-dores
de los antiguos naturales, además de por algunos visi-tantes
foráneos que, deslumbrados por el exotismo de una
«cultura primitiva)), se adentran en el pasado aborigen. Éstos
recopilan un importante volumen de información desde su
particular punto de vista, destacando aquellos aspectos más
evidentes o bien otros que por muy extraños acaparan su aten-ción
'. A partir del siglo XVIII y con mayor incidencia desde fi-nales
del XIX se produce una intensificación en los estudios
con un carácter científico sobre el pasado insular, que pro-
-l-n-n- gándme hasta fechas muy recientes se han dirigido de for-ma
prioritaria a los restos humanos de múltiples yacimientos
sepulcrales 2.
' En este caso la elección de cuevas como recintos sepulcrales y fun-damentalmente
la práctica de momificación o mirlado, haciendo omisión o
reseñando muy someramente otros contenidos de las prácticas y rituai h-nerario.
Tradicionalmente los muertos de una cultura se han entendido como
el elemento que más claramente identifica a una población desaparecida,
2 0 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL~NTICOS
Pero tales lugares no sólo han captado el interés de erudi-tos
e investigadores. En general, prácticamente todos los sec-tores
de la población se han visto atraídos o involucrados de
alguna manera con las manifestaciones del mundo funerario
aborigen. Enclavados en un territorio frecuentado y explotado
por el campesino isleño han quedado inmersos en su queha-cer
cotidiano, llegando incluso a constituir bienes de consumo
interno o de carácter comercial para dicho grupo3. De igual
modo, han sido foco de atención para otras muchas personas
que por «estímulos» diversos han saqueado de forma sistemá-tica
el contenido de estos espacios, con consecuencias suma-mente
negativas para el Patrimonio Arqueológico canario.
A pesar de todo, en el campo de la investigación esta dila-ta&
experienriu & intenenr ienec e n y ~ c i m i -c~-ern~-i i -lt-r-r~-a--l~~ ~
no encuentra una traducción equiparable en los niveles de
información existentes sobre las prácticas funerarias, donde
los objetivos de conocimiento han incidido esencialmente en
el registro bioantropológico, destacando los análisis morfomé-tricos
y paleopatológicos.
pues son la evidencia directa de los individuos que la conformaron; sobre
todo cuando, como en el caso de Tenerife, manifestaciones de otra índole:
constructivas, artísticas, etc., no dejan huellas tan patentes y10 abundantes,
pasando desapercibidas o infravaloradas al carecer de un aspecto monu-mental.
Además, en este fenómeno de atención a los restos humanos des-empeñarían
un papel de primer orden las distintas corrientes de investiga-ción
que desde Europa llegan al Archipiélago y que influyen notablemente
en el aspecto que se describe. En dicho proceso cabría resaltar el descubri-miento
en 1868 del ((Hombre de Cro-Magnon)) que rápidamente atrae a
Canarias a destacados investigadores de origen francés en busca de colec-ciones
esq~c!&icas coa !os mismos rzisgos morfomCtricos descritos e:: e!
hallazgo de la Dordoña. Este fenómeno inicia una prolongada etapa de es-tudios
antropológicos, con profundas implicaciones raciológicas, adquirien-do
posteriormente su máxima expresión en los trabajos del Dr. M. Fusté y
sobre todo de la Dra. 1. Schwidetzky en los que el concepto «raza» y «de-sarrollo
cultural» van íntimamente unidos.
Las ri~evas de enterramiento han sido ampliamente reutilizadas por
pastores, agricultores, pescadores, etc., con diversos fines. Han constituido
una fuente de aprovisionamiento de abono para los campos de cultivo e in-cluso
de ingresos monetarios obtenidos de investigadores y coleccionistas
que demandan las piezas óseas humanas.
Núm. 45 (1999) 2 1
4 VER~NICAA LBERTO BARROSO
Es evidente que la actividad funeraria supera la mera de-posición
del cadáver en el lugar destinado para tal fin, inclu-yendo
toda una serie de acciones que, estandarizadas o no,
determinarán el carácter del enterramiento, pero que en un
sentido más amplio son el reflejo del sistema ideológico inhe-rente
a la formación social guanche. Entre éstas tradicional-mente
se han primado los comportamientos referidos al acon-dicionamiento
del espacio sepulcral, a la disposición (posición
y orientación) del cadáver en el mismo y tratamiento de que
ha sido objeto (momificación o no), completando el panora-ma
con una descripción más o menos detallada, según los
casos, de los elementos materiales que integran el enterra-miento,
unificados genéricamente bajo la denominación de
ajuar.
En la isla de Tenerife la mayoría de los yacimientos se-pulcrales
estudiados contienen ajuar, entendido como todos
aquellos elementos que acompañan al muerto; si bien existen
algunas excepciones en las que están ausentes, en parte expli-cadas
como resultado del expolio, mientras que en otras, de
difícil interpretación, parecen obedecer a razones estructura-les
inherentes a la ideología funeraria.
Se ha señalado la posibilidad de que el ajuar pueda pre-sentar
un carácter colectivo, en función del escaso volumen de
piezas que en ocasiones se documentan en relación con el
número de individuos inhumados, o bien por el lugar que ocu-pan
en el depósito sin asociarse directamente a muertos con-cretos
(L. Diego Cuscoy, 1951; C. del Arco, 1992-1993)4.
En una laxa definición de ajuar se han incluido principal-mente
las evidencias de recipientes cerámicos, las industrias
líticas, óseas, malacológicas y lígneas, además de los elemen-tos
de adorno personal confeccionados en diferentes materias
Casi la totalidad de los yacimientos consultados en la bibliografía
muestran un carácter colectivo, en los que se efectúan tanto enterramientos
primarios como secundarios de forma independiente o conjunta en el mis-mo
espacio. Asimismo, parece existir una estrecha relación entre enterra-mientos
colectivos y la presencia de ajuar.
22 ANUARIO DE ESTUDIOS ATdNTICOS
LOS ANIMALES EN LAS PRACTICAS FUNERARIAS GUANCHES 5
primas como barro, hueso, madera, concha, etc. Dichos mate-riales
se identifican con los de uso corriente hallados en los
lugares de habitación, aunque en proporción diferenciada
(L. Diego Cuscoy, 195 1); siendo quizá éste el motivo por el que
genéricamente se han interpretado como objetos de carácter
personal, destinados a servir al muerto en la «vida del más
allá)). En esta misma línea, se ha planteado que al no presen-tar
un carácter especial en cuanto a los soportes, técnicas de
fabricación, morfología, etc., no se precisaría la elaboración de
nuevos objetos para el enterramiento, recurriendo a los ya
preexistentes de utilización doméstica (Ruiz-Gómez de Fez et
al., 1995), si bien no es una razón excluyente y, en cualquier
caso, no tiene por qué afectar a todos los materiales5.
Con todo, y a pesar del tratamiento generalizado, para de-terminados
materiales se han esgrimido interesantes propues-tas
que permiten entrever una estructuración más compleja en
el conjunto de las prácticas mortuorias, aunque sin llegar a
producir un cambio sustancial en los contenidos que determi-nan
el conocimiento de esta parcela del ritual funerario, siem-pre
considerados como bienes que conforman el ajuar. Tal es
el caso de las producciones alfareras y líticas:
Las cerámicas han sido explicadas como recipientes conte-nedores
para diversos productos alimenticios, terapéuticos,
aromáticos, etc., considerados ofrendas, a lo que habría que
añadir, a tenor del grado de facturación y la imposibilidad de
reconstruir las piezas por ausencia de fragmentos, un conte-nido
simbólico para algunas de tales manifestaciones, con ca-rácter
votivo, asociado a un ritual de fracturación, «como ex-ponente
simbólico de la parte por el todo), (C. del Arco, 1992-
1993), también señalado paro ntrns contextos rituales de la isla
(A. Tejera Gaspar, 1988).
El caso de las industrias líticas es igualmente significativo,
pues aunque en gran medida se han calificado como objetos
L. Diego Cuscoy (1965) recoge para la cueva sepulcral de Llano Ne-gro
(Santiago del Teide) la actividad de talla sobre obsidiana, a partir de
10s útiles y desechos de fabricación (microlascas) que de este material en-cuentra,
a la que vincula percutores y machacadores también presentes
como instrumentos empleados en dicho proceso.
Núm. 45 (1999) 23
6 VER~NICA ALBERTO BARROSO
personales, en ocasiones han sido relacionadas con activida-des
de talla en el propio yacimiento e incluso, avanzando en
esta interpretación, con los trabajos carniceros derivados del
procesado de los animales que requieren las ofrendas alimen-tarias
(L. Diego Cuscoy, 1965).
En el conjunto de materiales que integran el ajuar también
se incluyen los restos fáunicos que de manera habitual se han
identificados con ofrendas alimenticias 6. Por lo general, éstos
aparecen escasamente tratados en la bibliografía, no siendo
objeto de análisis en la misma medida que otros elementos,
ni tan siquiera a nivel cuantitativo como sena un simple re-cuento.
En el mejor de los casos, se señala su existencia, a
veces acompañada de una somera identificación anatómica y
específica '. A partir de los trabajos bibliográficos pudiera con-siderarse
una situación de omisión en determinados yacimien-tos,
ya sea involuntaria al no haberlos reconocido o conscien-te
al no otorgárseles la suficiente consideración, aún admitien-do
que no siempre están presentes en los contextos sepulcrales
como así parece confirmarse en aquellos en que se destaca su
ausencia. Dicho fenómeno explicaría la falta de información
sobre restos de fauna en los espacios aludidos pues, al menos,
en determinados ámbitos de la isla, caso de los Silos (B. Gal-ván,
et al., 1995a) y Buenavista del Norte (B. Galván et al.,
1995b-c, 1 996b, 1998a-b), se ha comprobado una frecuencia
relativamente alta de tales manifestaciones.
Así, de 62 yacimientos revisados en Tenerife a partir de sus
correspondientes publicaciones o memorias de investigación
tan sólo en 22 se alude a restos de animales (35,4%). De és-tos
únicamente 4 casos registran fauna vertebrada terrestre,
malaco e ictiofauna de forma conjunta, mientras que con una
naturaleza exclusiva 7 mencionan fauna terrestre, 5 malaco-
Con la excepción más evidente de los restos de cánidos a los que se
les ha otorgado un valor simbólico, interpretados como «animales guías o
compañeros del muerto» (DIEGO CUSCOY, 195 1,1965,1968). ' Esta situación no es extrana ai comprobar que ei mismo fenomeno
se ha producido para los lugares de habitación, centrando la atención las
manufacturas alfareras y las industrias líticas, fundamentalmente las
obsidiánicas, así como el utillaje óseo.
LOS ANIMALES EN LAS PRACTICAS FUNERARIAS CUANCHES 7
fauna y 3 ictiofauna, combinándose mamíferos y moluscos en
2 yacimientos y mamíferos y peces en otro (cuadro núm. 3).
Para los vertebrados terrestres, cuando no se recogen bajo
la denominación de fauna, se citan las especies domésticas
que los guanches poseían: cabras y ovejas, tratadas en su
mayona de forma conjunta, cerdos y perros. En cuanto a la
malacofauna siempre se refiere a conchas de patellas, y si en
alguna ocasión se mencionan otros géneros como sucede en
Llano Negro (Santiago del Teide) con la presencia de un «gran
caracol marino» no se vincula a las ofrendas alimenticias
(L. Diego Cuscoy, 1965). Por último, la ictiofauna únicamente
se constata mediante las unidades vertebrales8.
Como ya se ha mencionado en relación con las cerámicas
e industrias líticas, para los registros fáunicos también se han
sugerido interesantes planteamientos que permiten vislumbrar,
dentro de los rituales funerarios, un panorama más dinámico
de lo que en principio se ha establecido para el comportamien-to
del aborigen ante la muerte.
Entre éstos destaca la consideración que determinadas re-giones
esqueléticas, fundamentalmente colmillos de cerdos,
cráneos y cuernos de cabras, merecen como piezas simbólicas;
por ejemplo en la Necrópolis del Llano de Maja, diferencia-das
de las alimenticias que se asimilan con los huesos largos
(Diego Cuscoy, 1965) 9.
Los peces están presentes en ocho de los yacimientos consultados, si
bien cuando se ofrece el cómputo de restos es francamente bajo (entre 1
y 4). Llama la atención este volumen tan reducido que de ser así no podría
funcionar como ofrenda alimenticia. La explicación a tal fenómeno quizá
habría que buscarla en el sistema de recogida empleado en la recuperación
del material que en el momento al que se alude no gozaría de la minucio-sidad
que en la actualidad debe regir cualquier intervención arqueológica.
También pudiera ser que hayan sido desconsiderados o simplemente no
identificados en todos los casos.
El mismo fenómeno se pudiera entrever en la publicación referida a
la Necrópolis de La Cueva del Salitre en Montaña Rajada, Las Cañadas de
El Teide (J. ÁLVAREZ DELGADO, 1947), en la que se registran abundantes
cuernos de cabra de pequeño tamaño y huesos de animales enteros, que
parecen diferenciarse de los que están fracturados longitudinalmente, estos
últimos comparados a los de los lugares de habitación y a los de otras cue-vas
sepulcrales. Por su parte, defensas de cerdo individualizadas se señalan
Núm. 45 (1999) 25
8 VER~NICAA LBERTO BARROSO
Asimismo, en el caso de la malacofauna se ha propuesto
una doble función, como recurso alimenticio y como elemen-to
simbólico, rasgo que, por otra parte, aparece documentado
en múltiples culturas del pasado. En este sentido, Diego Cus-coy
(1 95 1 : 146) afirma:
f...) Además de las conchas pevforadas, de finalidad or-namental,
hay que citar la gran cantidad de conchas de
patellas, conus, murex, y otras que se encuentran en las
cuevas sepulcrales junto al cadável; con predominio abru-mador
de la primera.
En el occidente africano, en las tumbas prehistóricas,
aparecen igualmente grandes cantidades de conchas de
moluscos cubriendo algunas veces la tumba. La concha
más usada para este fin es la patella, como en Canarias.
EFi las C O S ~ ~deS Oi'& se lcr o ~ tm( 3.-Tu nwnLirIil r t : pArbo~,vr IV, CUY., .,
Berberes du Sous. Hesperis, 111, 1923, pág. 237). f...).
No obstante, esta aparente abundancia de conchas no se
registra con la misma intensidad en la bibliografía consulta-daLop,
or lo que quizá se trate de un ejemplo de omisión, so-bre
todo teniendo en cuenta la naturaleza inconfundible de
en la bibliografía en algunos yacimientos funerarios como ocurre en la
Necrópolis del Masapé (DIEGO CUSCOY, 1953), o en la de La Gotera (DIEGO
CU~COY19, 53; C. DEL ARCO, 1995), e incluso, más recientemente, en el In-ventario
Arqueológico del Municipio de los Silos (B. GALVANef al., 1995a)
donde se ha comprobado la presencia de este elemento anatómico en va-rias
cuevas de enterramiento. Sin embargo, y sin pretender negar la posi-bilidad
de un carácter simbólico para tales piezas, es necesario comprobar
dicha naturaleza «especial» ante la existencia de otras unidades dentarias
de suidos referenciadas en diversos yacimientos, a la vez que el esqueleto
postcraneal no se identifica. También es preciso llamar la atención sobre el
importante problema que representa la falta de estudios zooarqueológicos,
en sus distintas especialidades, requeridos por estos particulares registros,
que sin duda están propiciando un sesgo notable en el verdadero conteni-do
y, en consecuencia, en su significación real. En este sentido, resulta muy
sencillo sobrevalorar determinados elementos fácilmente identificables:
conchas de moluscos marinos, dentición y cornamenta de animales terres-tres,
etc., en perjuicio de otros menos famiiiares, especialmente si éstos se
encuentran fracturados.
'O Mencionadas en once yacimientos, sin que se ofrezcan datos sobre
el número de evidencias.
estos materiales. En cualquier caso, aceptando la validez de
dicha hipótesis, es necesario una revisión de los registros des-de
una perspectiva integradora, referida no sólo a los conjun-tos
fáunicos sino en relación con todo el material arqueológi-co
que se encuentra en los yacimientos sepulcrales.
Por último, dentro de los conjuntos fáunicos sólo los pe-rros
han recibido un tratamiento netamente diferenciado, del
que prácticamente se ha excluido su uso como ofrenda ali-menticia,
asimilándose con la idea de «animales guías o com-pañeros
del muerto» (L. Diego Cuscoy, 1951, 1965 ", 1968).
Aspectos que introducen la noción de sacrificio ritual para
tales fines.
El perro se ha relacionado con la actividad pastoralista,
convertido en un instrumento de ayuda indispensable para el
pastor. Esta consideración se esgrime en el sitio ciei Llano de
Maja (L. Diego Cuscoy, 1965), donde se recuperaron los crá-neos
de tres perros, uno de ellos con signos de momificación.
Dichas evidencias se han vinculado con el conjunto pobla-cional
allí inhumado, adscrito a un grupo de pastores trashu-mante
que frecuentaba la zona para su explotación estival,
destacando el tratamiento que recibe el animal por su asocia-ción
con el. hombre.
Además, existen referencias concretas para cinco cuevas
funerarias en las que se incluyen unidades mandibulares o
piezas sueltas de dentición pertenecientes a cánidos, como
único elemento mediante el cual se manifiestan 12.
" En este trabajo Diego Cuscoy (1965: 156) incide sobre esta condi-ción
del perro entre numerosas poblaciones de diferentes ámbitos y con-textos
cronoculturales: «( ...) En Egipto, en sepulturas del Fayun y el Badari
aparece un perro enierrado ai iado de su amo í...) íos indios catios de Co-lombia
"que piensan que al muerto le es necesario un perro para conducirlo
al país de los espíritus" (...)D.
l 2 Evidentemente dada la parquedad de la información son muchos los
interrogantes que se abren sobre el tratamiento funerario de que son obje-to
los perros. Por ejemplo, la práctica de momificación aplicada a estos
anim&s ~510s e c c ~ ~ t z t z f i ~ i ~ine&i dU=, partir & !a consena-ción
parcial de tejidos blandos, por lo que habna que tener en cuenta otras
posibilidades tafonómicas como un origen natural y fortuito de tal fenóme-no,
determinado por las condiciones ambientales que se dan en esta zona
Núm. 45 (1999) 27
En definitiva, teniendo en cuenta las numerosas incógnitas
planteadas, solo un análisis profundo de las características de
dichos conjuntos osteológicos y su relación con los demás ele-mentos
integrantes del enterramiento permitirán una aproxi-mación
a la confusa significación de estos animales en los
contextos sepulcrales guanches.
Abordar la actitud de los grupos humanos del pasado ante
el hecho de la muerte es una labor que entraña una notable
por encima de los 2.000 m. snm. En esta misma línea destaca la selección
netamente restrictiva en cuanto a la elección de las regiones anatómicas: el
cráneo como elemento que representa al individuo y la dentición quizá en
el mismo sentido que la de los cerdos, considerada como «amuleto». Sin
embargo, también pudiera estar actuando el efecto de sobrevaloración de
ciertas unidades esqueléticas, anteriormente reseñado. Lo cierto es que en
las muestras fáunicas habitacionales, los cánidos en sentido anatómico, en
una gran mayoría sólo han sido identificados por la presencia de piezas
dentarias. Entonces, si poseen ese carácter particular podría suceder que el
contenido simbólico de estos materiales se reprodujera igualmente a escala
doméstica. Para otros contextos crono-culturales se citan depósitos rituales
y áreas de habitación con un volumen elevadísimo de restos dentarios de
distintas especies de cánidos (D. MAZZANTyI C. QUINTANA, 1997).
Por otra parte, cuando se interpreta el significado de los perros en los
espacios sepulcrales aborígenes no habían sido descritos en los yacimien-tos
de habitación, y menos aún con evidencias de consumo como se ha
comprobado posteriormente en varias cuevas de Tenerife, unas con niveles
muy importantes de participación en la dieta como en la Cueva de Los
Cabezazos en Tegueste (DIEGOC USCOY,1 975) o de forma testimonial como
sucede en la Cueva de La Fuente en Buenavista del Norte (V. ALBERTO,
i997j. H tai efecto, los datos sobre :a ciiiofagia eíitre !a pub!aciS;: ubzigefi
son aún escasos (C. DEL ARCO, 1987) y los estudios zooarqueológicos resul-tan
totalmente insuficientes. No obstante, desde el momento que se cons-tata
la ingesta de cánidos los elementos de reflexión se amplían, pues cabe
la posibilidad de una ofrenda alimentaria al igual que sucede con el resto
de los animales, o cualquier otra variable relacionada con la celebración del
R~uu!. FE cdcpier C ~ S I , e! ~prowchñmiento cárnico, así como su inclu-sión
en prácticas rituales son costumbres que se hallan ampliamente exten-didas
entre numerosos pueblos a lo largo de la Historia (G. MARCY, 1962;
J. MILLIET, 1995).
28 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS ANIMALES EN LAS PRACTICAS FUNERARIAS GUANCHES 11
dificultad. Se interviene en una esfera del conocimiento sin-gular
y compleja, en la que son partícipes directas las ideas,
creencias y modos de vida; todo ello a partir de las evidencias
materiales conservadas en los espacios que la comunidad eli-gió
para depositar a sus muertos.
El progresivo avance metodológico en la intervención, es-tudio
e interpretación de los sitios de enterramiento ha reve-lado
la complejidad cultural de da muerte)), y de las manifes-taciones
asociadas a la misma. Estos fenómenos no pueden
reducirse al simple depósito de los cuerpos, la orientación y
posición de los mismos, etc., y por idéntica razón, los con-juntos
materiales que forman parte de tales contextos, no
pueden ser analizados bajo parámetros meramente descripti-vos,
ni identificados, en todos los casos, como elementos de
ajuar.
Todo espacio sepulcral, primario o secundario, va a tener
como fin último el «reposo» de los individuos que formaban
parte de la comunidad que les rinde homenaje13, con lo que
cualquier elemento en él incluido está ligado, de forma direc-ta
o indirecta, al ritual funerario llevado a cabo.
Como ya se ha indicado, en la investigación arqueológica
de Tenerife dichos restos suelen agruparse bajo la denomina-ción
genérica de ajuar 14, considerándose como tal, todos aque-llos
artefactos o ecofactos que se asocian a los enterramientos,
integrado por los objetos personales y ofrendas que el grupo
hace a sus difuntos. A partir de ellos, se plantea la idea de una
creencia en el «más allá », con unos requerimientos materiales
similares a los de la vida «terrenal».
Podría considerarse que hay homenaje desde el mismo momento en
que se produce un tratamiento particuiar y sistematico de ias practicas de
enterramiento, independientemente del grado de sofisticación que presente
cada caso. No obstante, para la Prehistoria de Tenerife se aplica en el sen-tido
estricto de la expresión: acto o serie de actos que se celebran en ho-nor
de unals personals, pues parece aceptable un culto al antepasado que
se canaliza, por lo menos en parte, a través del ritual funerario.
14 E.. 1- ..*:l:---:A-. -..- -,l., L.,-L, A, ,:..-, ,,, L,,..,,,:, ,, l., :,
LLI la u u u L a u v u quc 3c l l a IICLIIU UG a j u a k LUII LICCUGIICI~ 3 c i i a iii-cluido
prácticamente cualquier elemento que forme parte del enterramien-to,
con excepción de los propios restos bioantropológicos, aunque luego en
su interpretación se haya destacado otro significado.
Núm. 45 (1999) 29
12 VER~NICA ALBERTO BARROSO
Para los conjuntos fáunicos, se ha señalado su reiterada
interpretación como ofrendas funerarias alimenticias, en cuyo
caso se produciría la entrega de porciones cárnicas para cubrir
las necesidades del difunto que se suponen análogas a las que
tenía en vida. Para ello, según los datos disponibles, se selec-cionan
las mismas especies animales que intervienen de forma
ordinaria en la alimentación, por una parte animales domésti-cos:
cabra, oveja y cerdo; por otra, marinos: moluscos y peces.
Este tipo de manifestaciones implica necesariamente una
creencia en la vida de ultratumba, donde la existencia del in-dividuo
se prolonga, constituyendo el propio hecho de la
muerte un nexo entre ambas esferas de la existencia, o bien
un elemento de transición. En este sentido, interesa analizar
cómo se entiende la muerte entre las poblaciones prehis-pánicas
de Tenerife e intentar comprender de qut: manera se
refleja en las actitudes que se generan a partir de ésta. Sin
duda, se trata de un campo de conocimiento sumamente difí-cil
de abordar puesto que compete directamente al ámbito de
lo ideológico.
En función de los datos que ofrecen las fuentes etnohis-tóricas
y la información arqueológica de que se dispone pare-ce
que:
Los individuos fallecidos siguen formando parte de la co-munidad,
de tal forma que los muertos no se desligan del
acontecer cotidiano.
Este hecho se observa en la voluntad de no desvincular el
mundo de los vivos del de los muertos, aspecto que se plasma
en la elección de los espacios donde se van a ubicar las ne-crópolis
15. Esta situación de proximidad tiene una traducción
Grosso modo, se puede establecer una estrecha relación entre hábiiai
y enterramiento a partir, fundamentalmente, de la localización de cuevas
de enterramiento insertas en ámbitos de habitación o en aquellos emplaza-mientos
de intensa frecuentación humana, en los que se realizan activida-des
de diversa índole, aunque no se hallen ligados a asentamientos de ca-rácter
estable. De cualquier forma, no se puede desestimar la posibilidad
de espucies srPu!rru!es de rurácter ais!2.iG, c c ~ a~ri cre ~ ~ C G UnaPr a r i~r tnc
D- Y-- - ---- ---
yacimientos en la bibliografía alusiva, si bien al tratarse de casos excepcio-nales
pueden estar determinados por múltiples condicionantes que en el
estado actual de la investigación no es posible precisar.
3 0 ANUARIO DE ESTUDIOS ATUNTICOS
LOS ANIMALES EN LAS PRACTICAS FUNERARIAS GUANCHES 13
de contacto físico directo pero también se exterioriza median-te
un complejo ritual funerario que implica relaciones entre
los hombres y el desarrollo de actividades económicas que, en
esencia, representan el trasvase al ámbito de la muerte de los
esquemas que rigen la vida cotidiana de estas poblaciones. En
esta misma idea redunda el carácter colectivo que poseen en
su mayor parte los recintos funerarios.
Quizá por esta razón, se le entregan a los muertos aque-llos
objetos que en vida le fueron corrientes en su que hacer
cotidiano, objetos personales que constituyen el ajuar mortuo-rio,
ya sean los propios que el individuo poseyó, ya otros nue-vos
que la comunidad produce específicamente para ellos. En
este grupo han de incluirse también las «ofrendas alimen-ticias
».
Además, entre los principios que envuelven a la muerte
parece destacarse un activo proceso de comunicación que se
plasma en la celebración de determinadas actividades por par-te
del grupo en relación con sus miembros fallecidos. El man-tenimiento
de los lazos que unen a vivos y muertos se mani-fiesta,
entre otros aspectos, en la realización de (<banquetes»o
((comidas rituales», que evidencian un marcado carácter de
homenaje a los antepasados l b . Este tipo de celebraciones pa-rece
conllevar una temporalización que trasciende el momen-to
de defunción, expresión que remarca los vínculos de co-nexión.
Tomás Marín de Cubas en su Historia de las siete Islas Ca-narias
señala para Tenerife:
(...) hacían largas romerías á visitar los huesos de sus
sepulcros en todo semejantes á los canarios y en particular
habza ios mas kecuentes en ei pico Eide y tambien jura-l6
La importancia de los antepasados y la consideración que se les
profesa entre el grupo étnico de Tenerife desempeña un papel primordial
en la ordenación social de la población, pues legitima y refuerza la percep-ción
de pertenencia a un linaje. Con ello se garantiza la reproducción de
ios vincuios sociaies, ratificando una situación de desiguaidad en ei piano
real, que descansa sobre una norma sagrada y que se perpetúa en el caso
más extremo con motivo de la muerte de un Mencey y su sustitución por
un nuevo jefe, tal y como se describe en las fuentes etnohistóricas.
Núm. 45 (1999) 3 1
14 VERÓNICA ALBERTO BARROSO
ban por los huesos de sus antepasados á modo de vengan-za
ó pleito homenaje (...) hacíanles ofrenda de comida del
modo que hemos dicho; (...).
Este mismo autor refiere para Gran Canaria:
f...) llevábanles de comer á las sepulturas, el marido á
la mujer y ella á él; (...).
Quizá en el marco de estas (a-omerias~o visitas a los se-pulcros
se llevara a cabo la celebración de estas comidas ri-tuaies
a ias que nos referimos, como un elemento más de todo
el complejo ceremonial inherente a las creencias de estas po-blaciones
17.
A partir de la reciente información arqueológica de que se
dispone para Tenerife parece apropiado considerar la dualidad
que presentan los restos fáunicos en contextos sepulcrales,
correspondiendo en determinados casos a «ofrendas alimenti-c
i a s~d edicadas al muerto, mientras que en otros han de ser
interpretadas como restos de comidas rituales)).
De cualquier forma, a la ya de por sí problemática ausen-cia
de estudios que existe para los yacimientos sepulcrales se
l 7 Tales comportamientos podrían asociarse con la existencia de cultos
funerarios exteriores (G. CAMPS, 1961), superando los límites físicos del re-cinto
sepulcral. M. C. Jiménez (1991) señala para la isla de El Hierro la
existencia de «ofrendas que se materializan en depósitos de alimentos (repre-sentados
por fauna marina y terrestre), y en un complejo ajuar utilitario que
se coloca junto al difunto, que por su funcionairdad parecen tener una fina-lidad
previsora para la otra vida)), frente a otro tipo de depósito arqueológi-co
asociado a los enterramientos que interpreta como «ceremonias fúnebres
habidas en las proximidades de los lugares de enterramiento. Se trata de la
presencia de importantes acumulaciones de carbones, cerámicas fragmenta-das,
útiles de piedra y restos de alimentos (especialmente de conchas mari-nas)
que se arricuian ciaramenie en Ú i c h ¿ür~juriiü~T»a. ra esta iiiiizstiga-dora
se trataría de prácticas colectivas que intervienen en el ritual, relacio-nadas
con el mismo momento de la defunción o en determinadas fechas
del año con el objeto de establecer una comunicación con elllos muertols.
3 2 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS ANIMALES EN LAS PRACTICAS FUNERARIAS GUANCHES 15
añade que la distinción entre ambas categorías mencionadas
no siempre resulta posible, dado que no en todos los casos los
hechos analizados presentan un carácter exclusivo. Así, los 1í-mites
entre una ofrenda alimenticia y un banquete ritual pue-den
llegar a diluirse por completo en función de cómo se ar-ticule
el ritual en el que tienen lugar; de tal suerte que la ce-lebración
de un «ágape funerario» con frecuencia implica una
ofrenda alimenticia si entre los comensales se hace participar
a los muertos.
Además, la inclusión intencional de animales en recintos
funerarios, según la información bibliográfica, abarca un es-pectro
mayor que las dos opciones hasta ahora mencionadas.
Existe la posibilidad de que en ciertos enterramientos de
Tenerife se haya procedido a prácticas de « ~acrifi'cincv itz.ra!ec.,
si bien se trata de un aspecto aún poco contrastado. El caso
más representativo lo constituiría el sitio de enterramiento
colectivo del Llano de Maja (L. Diego Cuscoy, 1965) con la
presencia de restos de cánidos, excluidos de las ofrendas ali-menticias
y que son interpretados como «animales guías o
compañevos del muerto». De verificarse esta situación se pro-duciría
la inmolación de determinados animales, en este caso
los perros, de forma coetánea al fallecimiento del individuo.
El sacrificio ratificaría la destacada consideración de que es
objeto el animal, resaltando el carácter especial que éste ad-quiere
frente a otros1*.
l 8 El sacrificio ritual en relación con el fallecimiento de una persona
se puede intuir asimismo entre las prácticas funerarias prehispánicas de La
Gomera. J. F. Navarro Mederos (1992), llama la atención sobre la presen-cia
de restos de ovicaprinos en yacimientos funerarios, que en ocasiones
parece corresponder a piezas desconectadas entre !es hwses h ~ma n c sp rm,
en otras muchas, se asimila claramente a la inhumación de un animal com-pleto.
El autor introduce al respecto distintos niveles de análisis que impli-can:
la elección concreta del animal: la cabra, el rol de ésta en el ritual:
como acompañante del muerto o como alimento para éste y la significa-ción
simbólica de esta práctica en una cultura de marcado carácter
pastoralista, donde la cabra es el elemento que permite extrapolar a la es-fera
del Más Allá los esquemas de la organización socio-económica que rige
a esta población. La presencia de ovicaprinos completos se ha contrastado
en abundantes yacimientos a partir tanto de su excavación como, reciente-mente,
en el desarrollo de los Inventaríos Arqueológicos de distintos Muni-
Núm. 45 (1999) 33
16 VER6NICA ALBERTO BARROSO
Habría de incluirse asimismo la existencia de ciertos ele-mentos
con un neto contenido simbólico representados en la
figura de los «avnuletos» de origen animal, que en el caso de
Tenerife, como ya se ha comentado, se han asimilado con
grandes defensas de suidos, cráneos y cornamentas de cá-pridos,
así como algunas conchas de moluscos marinos. Estos
elementos estarían dotados de ciertas capacidades mágicas,
orientados a fines propiciatorios, de protección, etc. 19.
En función de los datos expuestos hasta el momento, re-sulta
aceptable la destacada participación de los animales en
el ritual funerario, en una variada gama de manifestaciones
según el significado que comporten. Indefectiblemente, profun-dizar
en dicho significado pasa por un análisis exhaustivo del
registro fáunico en sí mismo y con los demás elementos es-tructurales
que dan lugar al enterramiento, tarea esta que aun
se encuentra por hacer.
CRITERIOMSET ODOL~GICOS PARA EL ESTUDIO
DE LOS RESTOS FAUNICOS
En principio, no difieren de los aplicados a los registros
óseos de los yacimientos de habitación. La distinción funda-mental
estriba en la interpretación que se haga de los rasgos
definidores de la muestra en relación con la naturaleza del
depósito donde se hallan. A continuación se expondrán algu-nas
de las variables a tener en cuenta según las categorías
cipios de la Isla (J. F. NAVARROM EDEROS,e t al., 1995). De tal manera, que
en función del tratamiento aplicado a los animales, es posible asimilarlo
con la práctica de sacrificios rituales.
l9 En este grupo podrían considerarse determinados 0b~et0S de ador-no
personal confeccionados con materia dura animal que aparecen de for-ma
preferencial en yacimientos funerarios, como ha señalado M. C. Jiménez
para la isla de El Hierro (1991). Si bien en estos casos el elemento
faunístico ocuparía un segundo plano, aunque no desposeído de simbo-lismo,
frente al objeto en sí. El animal actúa esencialmente como materia
prima y es ia pieza resuitante ia que posee el cai-Acter especia!. Sin embar-go,
en ocasiones se aprecia una preferencia por determinadas regiones ana-tómicas
que debe obedecer a la concepción que sobre los mismos posee el
hombre.
3 4 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
anteriormente esbozadas, con aplicación en los yacimientos
sepulcrales de la isla.
En primer lugar, ha de atenderse al origen tafonómico de
los restos, verificando la relación hombre-animal y, por tanto,
la voluntad expresa de su inclusión en el recinto. Este princi-pio,
que a priori pudiera resultar obvio, tiene una gran tras-cendencia
dadas las numerosas deposiciones de carácter na-tural
e inducidas por otros animales que se producen en las
cuevas de enterramiento20. Éstas pueden tener un origen an-terior,
simultáneo o posterior, a la utilización funeraria del
lugar, por lo que las relaciones contextuales no siempre se
observan con claridad, sobre todo en aquellas en que por al-teraciones
postdeposicionales se hayan entremezclado los ma-teriales.
Los taxones más com-~inerse gistrador en Ies yzcimien-tos
son: roedores, lagartos, aves, conejos, perros y gatos, cuyo
carácter intrusivo no siempre es fácil identificar, con lo que la
falta de consideración de este aspecto acarrearía errores muy
graves en la interpretación 21.
En las muestras arqueológicas interesan los datos de volu-men,
distribución de los restos, relación con otros materiales,
etc. Tales aspectos ofrecen una valiosa información acerca de
la organización del espacio sepulcral, de la naturaleza concre-ta
del ritual asociado a los animales, si éste posee un carácter
colectivo o individual, posibles manifestaciones de regulación
socioeconómica, etc.
Igualmente, constituyen aspectos esenciales en la investiga-ción
los caracteres zoológicos: frecuencia de especies, edad,
20 En ocasiones pueden presentar un origen antrópico, al margen de
la formación fi~nerariz, si hieri m es !e m& frecüente. '' Los roedores y lagartos no suelen presentar excesivas complicaciones
para su interpretación, aunque sí a la hora de determinar el momento de su
inclusión. Llama la atención la extraordinaria abundancia de estos animales
en las cuevas funerarias, en ocasiones formando auténticas ebolsadas)) de
cientos de huesos. Los restos de aves suelen estar presentes en zonas
costeras, en relación con los hábitos de nidificación de las especies marinas,
aunque no exclusivamente. Con el conejo no hay problema pues se conside-ra
una introducción postconquista, mientras que los casos más delicados los
constituyen perros y gatos, documentados entre la población aborigen e in-cluso
para los cánidos participando en las prácticas funerarias.
Núm. 45 (1999) 3 5
18 VER~NICAA LBERTO BARROSO
sexo, unidades anatómicas seleccionadas, etc. Así por ejemplo,
tanto las «ofrendas alimenticias. como los «banquetes fune-rarios
» en Tenerife muestran un espectro faunístico mas
diversificado que las restantes categorías rituales, fundamen-talmente
especies domésticas, moluscos y peces, que totalmen-te
asimilables a los lugares de hábitat, han de vincularse a la
explotación cárnica de los mismos. Por contra, los sacrificios
se hallan limitados a un único taxón: el perro, materializado
a partir de la región craneal, siendo además la representación
esquelética diametralmente opuesta a los registros anteriores,
en función del volumen/calidad de masa cárnica 22.
Por último, habría que profundizar en las características de 2
w
la manipulación a la que son sometidos antes de quedar in- P
cluidos en el depósito. Dicho aspecto resulta esencial en la n -
significación ritual del registro, aunque no puede desvincularse
a
de los criterios anteriormente reseñados. En este sentido, ade- E
B
más de las pautas de selección ya mencionadas, en las super- -
ficies óseas quedan reflejadas una serie de huellas, cuya lec- $
tura precisa permitirá reconstruir el tratamiento que el hom- -
bre aplicó a los animales según la función a la que estuvieran a
Q
B
destinados. A tal efecto, la ausencia de dichas manifestaciones P
revelaría igualmente la intención que subyace en el compor- S
tamiento humano con respecto a los animales y el desarrollo n g de la actividad funeraria. Estas huellas se identifican con el
tratamiento carnicero y procesado culinario de la carne, co- 4
n
rrespondiéndose con las marcas de desarticulado, descarnado n
S $
y fracturación, además de las provocadas por las formas de O
preparación, Así, dentro de la propuesta formulada en estas
páginas constituyen un indicador de primer orden en la
coii:ras:ación ::cfrend~s u!imenticiac!han~etes funerarios»:
pues aunque ambas se asocian a una función alimenticia se
entiende que han de ofrecer modelos diferenciados. A este res-
22 Un esquema similar podría aplicarse a los elementos denominados
«amuletos». Por ejemplo, en el caso de la cabra, animal también empleado
en ofrendas alimenticias y banquetes, tan sólo asimilados a cráneos y cor-namentas,
restringiéndose tanto la variedad esquelética como taxonómica,
donde se resalta el valor ((mágico-religioso-ritual» de la parte anatómica
frente al económico del animal.
36 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS ANIMALES EN LAS PRÁCTICAS FUNERARIAS GUANCHES 19
pecto se acepta que la inexistencia de huellas de descarnado,
la no afección de calor o fuego y una reducida prevalencia de
fracturación ósea, se ajusta mejor al carácter de ofrenda23,
mientras que la celebración de una comida funeraria indefec-tiblemente
reunirá el conjunto de variables que integran los
procesos de carnicería y consumo, incluida la condición de
detritus culinario 24.
En función de la representatividad de los mencionados
caracteres y de cómo se combinen, se extraerán los datos
fundamentales que expliquen el sentido del gesto funerario
que da origen a su presencia en el yacimiento (J. D. Vigne,
1982, 1986).
El avance experimentado en la investigación de la pre-historia
insular revela un panorama conceptual, en lo que a
prácticas funerarias se refiere, más complejo de lo que hasta
ahora se ha venido considerando. No obstante, el proceso de
conocimiento debe entenderse como un sistema de interrela-ciones
donde las partes se vinculan indisociablemente. Profun-dizar
en la actividad funeraria no tiene sentido en sí misma si
no se enmarca en el contexto social en que se desarrolla. La
muerte y el ritual que conlleva es la expresión de una norma,
distinguida por los usos o tradiciones, mediante la cual se
plasma el ser social guanche.
23 Sin embargo, no siempre se cumplen estos requisitos. Así, las ofren-
&S frecuentemente p~edenp reseiitar hüelias relacioriadas con ei ciesmem-bramiento
o troceado del cuerpo. En este sentido, y aunque no para la isla
de Tenerife, hemos tenido la oportunidad de observar los registros Municos
de diversos yacimientos sepulcrales procedentes de la isla de El Hierro,
materiales que en general constituyen una muestra excelente por sus con-diciones
de estudio, y entre los que parecen existir muy buenos -ejemplos
de ofrendas alimenticias.
24 Determinar el patrón que rige una actividad de estas características,
además de las implicaciones ideológicas, posibilita la comparación con la
práctica doméstica y el nivel con que ésta se reproduce en el ritual, ade-más
de interesantes valoraciones de carácter dietético/nutricional.
Núm. 45 (1999) 37
20 VER~NICA ALBERTO BARROSO
En este marco se inscribe el estudio del yacimiento se-pulcra1
de Arenas-1, del cual procede la muestra arqueo-faunística
que a continuación se valora. El trabajo forma par-te
de un Proyecto de Investigación sobre el poblamiento
prehispánico en la costa de Buenavista del Norte, dirigido por
la Dra. B. Galván de la U.L.L., y que, aún sin concluir, ha
proporcionado relevante información para el conocimiento
del pasado aborigen en este ámbito (B. Galván et al. 1991,
19951a-c, 1996a-b, 1998a-b, V. Alberto et al. 1997, V. Alberto,
1998, J. Velasco ef al. 1998).
La cueva aludida forma parte de un asentamiento próximo a
a la playa de Las Arenas, de la que recibe su nombre, inte- N
E grado por tres cuevas de habitación y dos de enterramiento,
~ b i e r t ~ens UII frente de colada que discurre por la platafor-
O
n--
ma de la Isla Baja25. Esta situación favorece un modelo de m
D
E
ocupación particular, añadiendo al espacio útil delimitado por SE
las propias cavidades una amplia franja de terreno exterior, - E
donde tiene lugar el desarrollo de las actividades domésticas 3
o cotidianas que caracterizaron la vida de sus ocupantes. En -
dicho modelo adquiere gran relevancia la inmediatez física de
-
0
m
E
los espacios dedicados a habitación y los destinados a ente- O
rramiento que se hallan prácticamente unidos, sin solución E
de continuidad2'j. De esta situación parece desprenderse un n
-E
importante nivel de relación entre vivos y muertos que for- a
2
man parte del mismo grupo, así como la consideración desta- n
cada de los antepasados en la comunidad. El estudio de Are- n
nas-1 constituye una oportunidad excepcional dada la posibi- 3
O
lidad de interpretar un recinto funerario directamente vincu-lado
a un área habita~ional*p~o,r lo que permite una recons-
25 En esta zona del litoral se concentran numerosos yacimientos, en-tre
los que destacan el conjunto de La Fuente (B. GALVAN et al., 1991) y el
de Las Estacas (B. GALVAN et al., 1998a-b), además de la célebre Cueva de
Asena donde la tradición sitúa la morada invernal del Mencey de Daute (L.
DE LA ROSA OLIVERA. 1978).
26 Circunstancia igualmente documentada en el cercano Conjunto de
Las Estacas.
27 En 1995 el Conjunto de Las Arenas fue objeto de intervención ar-queológica
por parte del equipo que coordina la Dra. B. Galván, actuando
38 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS ANIMALES EN LAS PRACTICAS FUNERARIAS GUANCHES 2 1
trucción integradora de los modos de vida y de los plantea-mientos
ante la muerte28.
La cueva tiene su origen en un tubo volcánico abierto en
la misma colada que sirve de soporte a todo el Conjunto.
Orientada al W, cuenta con varios ramales (E-W), de dimen-siones
más reducidas, que no se aprovechan para fines sepul-crales.
Por tanto, es el espacio inmediato a la zona de acceso,
más amplio (9 x 5 x 1,80 m), el que presenta mayor interés
arqueológico, acogiendo al depósito funerario. A priori, la apa-riencia
desordenada del material en superficie podría hacer
pensar en una importante alteración del mismo. Sin embar-go,
la organización interna del yacimiento obedece a una
fenomenología en la que se siguen unas pautas de comporta-miento
específicas, que devienen de la compleja respuesta de
estos grupos ante el hecho de la muerte.
Arenas-1 constituye un depósito colectivo, de carácter se-cundario.
El contenido arqueológico estaba sellado por un es-trato
de cascajo, de potencia considerable, producto de la
desagregación mecánica de las rocas del techo y paredes de
la cavidad (Niveles 1 y 11), lo que ha garantizado la integridad
del mismo, si bien en parte ha determinado la fragmentación
de los materiales. Bajo este paquete se dispone el suelo en el
que se efectuaron los enterramientos (Nivel 111), definido por
la presencia de una estructura de combustión en la zona cen-tral,
en torno a la cual se organiza el espacio sepulcral.
Entre los restos recuperados se identificó un número mí-nimo
de veinte individuos, de distinto sexo y edad, asimilables
al espectro de población propio de una comunidad estable29.
de forma prioritaria en el yacimiento de habitación: Arenas-3 y en el de
enterramiento: Arenas- l.
28 Por lo que a los planteamientos mortuorios se refiere en este con-junto
no sólo se detectaron dos cavidades con uso funerario exclusivo, sino
que además en la cueva de habitación de Arenas-3 se recuperaron los res-tos
de un individuo perinatal, depositado en una pequeña cubeta artificial,
entremezclados con otros materiales arqueológicos propios de la actividad
doméstica (.T. VELASCOef ai., i998j. Dicho fenómeno añade un nuevo ele-mento
al complejo proceder funerario que tiene lugar en la costa de
Buenavista del Norte.
29 Distribuidos de la siguiente manera: 16 adultos, 3 infantiles 11, 1 in-
Núm. 45 (1999) 3 9
2 2 VER~NICAA LBERTO BARROSO
En cuanto al carácter secundario se afirma por el compor-tamiento
particular en relación con las evidencias esqueléticas,
determinado por la subrepresentación de ciertos elementos
óseos, por la ausencia de conexiones anatómicas, a lo que se
une el agrupamiento selectivo de determinadas unidades
anatómicas, concentrando vértebras y costillas por un ladó,
huesos largos y fragmentos de cráneo por otro y huesos de
manos y pies por separado. Asimismo, se documentó una par-ticipación
antrópica activa en el proceso de reducción es-quelética
de alguno de los cuerpos, a partir de la presencia de
marcas de desarticulación, producidas por cortes en las zo-nas
de inserción ligamentosa en varios huesos (V. Alberto et
al. 1997)30.
El contexto funerario incluye, a su vez, toda una serie de
manifestaciones que remarcan la complejidad cuituai que se
desarrolla en este espacio. Se trata de los elementos materia-les
no humanos que se concentran en torno al hogar, entre-mezclándose
con las evidencias bioantropológicas: fragmentos
cerámicos, útiles líticos confeccionados tanto en obsidianas
fantil 1, aunque habría que considerar una situación de subrepresentación
de infantiles.
30 Para la Necrópolis de Ucazme (Adeje) se ha presentado un conjunto
de restos óseos con huellas de descarnado atribuidas a un doble origen:
animal y antrópico, consideras parte de la práctica ritual (R. GONZÁLEZ
ANTÓN et al., 1995). A partir de éstas se propone un proceso de reducción
esquelética de los cuerpos efectuado por perros, con intervención humana
para acelerarlo. Con independencia de las huellas antrópicas de descarna-do,
dicha interpretación plantea algunos problemas. En primer lugar, el
nivel de control tan sumamente preciso que ha de tener lugar para que los
cánidos descarnen un cadáver, sobre todo cuando se hace intervenir a pe-rros
asilvestrados y obtener con ello un patrón estandarizado como el que
se describe que tan sólo afecta las regiones articulares de las extremidades.
En segundo lugar, el tipo de marcas que se muestran parece asimilarse más
con la acción de roedores que con la de carnívoros, a pesar de que la mor-fología
dental en ambos casos provocaría modelos de alteración netamente
diferenciados. Sin embargo, la interpretación final que hace este equipo tan
sólo propone la participación de los perros. A priori, y en función de los
datos argumentados para su contrasración, resulta averitui-ado adiniiir !a
práctica de una actividad de descarnado inducido mediante la intervención
de perros salvajes, por lo que quizá pudieran considerarse otras posibles
explicaciones.
.40 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL~NTICOS
como en rocas cristalinas de grano grueso, elementos de ador-no
personal como cuentas de barro o hueso, además de un
volumen relativamente considerable de restos fáunicos.
En principio, y como se ha defendido a lo largo de este
trabajo, no parece acertado considerar genéricamente estos
materiales como parte del ajuar funerario. Así se produce en
el caso de la fauna, cuyo tratamiento implica la ingesta real
de estos animales, circunstancia que apunta hacia la realiza-ción
de una comida fúnebre de connotación ritual.
El registro fáunico 31
Con respecto a la fauna, la característica principal del ya-cimiento
es su doble naturaleza, por un iado como depósito
arqueológico, con la presencia de restos claramente relaciona-dos
con la práctica de enterramiento y, por otro, como depó-sito
paleontológico, a partir de las acumulaciones naturales de
Canariomys bravoi y Gallotia goliath 32.
El total de la muestra de fauna mastológica recuperada en
la cueva asciende a 1.125 restos, si bien todos no tienen una
procedencia relacionada con la actividad humana.
Se compone tanto de animales terrestre como marinos (moluscos y
peces), aunque en este trabajo sólo se aportan datos sobre la fauna
vertebrada terrestre. El estudio de los moluscos marinos ha sido realizado
por C. M. Eugenio en una serie de 118 ejemplares, en la que destaca la
prevalencia de las patellidaes frente a otras especies, predominando las
Patellas candei crenatas. Ver malacofauna marina en B. GALVÁN et al., 1996b.
Por su parte, aún no se cuenta con un estudio definitivo de los restos
ícticos.
j2 .M. - iírido y !rrglrte de grui. talla, endémicos de Tenei-ifc. En :a acíua-lidad
se consideran extintos, si bien se plantea la posibilidad de una pobla-ción
relicta de Gallotia goliath, aislada en el Macizo de Teno, que ha evolu-cionado
hacia una subespecie de menores dimensiones. Ambos están bien
representados en los Conjuntos de Las Fuentes y Las Arenas, mientras que
en Las Estacas, por el momento, sólo se ha documentado el lagarto.-~l
carácter de la muestra ósea permite afirmar que estos animales hernn c ~ p -
turados y consumidos por el hombre, a la vez que la existencia de un im-portante
depósito paleontológico, en la cueva que nos ocupa, indica la
intensa presencia de éstos en el nicho ecológico donde se ubican los yaci-mientos
(V. ALBERTO, 1998).
Núm. 45 (1999) 4 1
VER~NICA ALBERTO BARROSO
CUADRO N ~ JM1.
DISTRIBUCION DE RESTOS POR NIVELES
Nivel
N . 1 ...................................
N. 11 .................................. 6,22
N . 111 .................................
TOTAL.. ............ 1.125
CUADRO NÚM. 2
REPARTO DE RESTOS POR ESPECIES
Especies
O/C .............................
C . h ............................
S. d. ...........................
C. f .............................
F. c .............................
o. c ............................
C . b ............................
G. g .......................s....
Aves ............................
Indet. .........................
Nivel III Nivel 11 Nivel 1 1 Total
-1
OIC: Ovicaprino (ove'aslcabras); C.h.: Capra hircw (cabra); S.d: Sus domesticus (cerdo); C.f.:
Canis farniliaris (perro]; Ec.: Felis catus (gato); 0.c.: Oryctolagus cuniculus (conejo); Cb.:
Canariomys bravoi (rata); G.g.: Gallotia goliath (lagarto).
3
O
Nivel 1
Corresporide a un nivel de cascajo de mediano y peque-ño
tamaño ehtre los que se encontraba abundante material
antropológico junto a numerosas evidencias de fauna, que en
parte responden a fenómenos de intmsión y deposición natu-ral
a lo largo de un amplio período de tiempo. Este hecho
no descarta la posibiiidad de que algunos de i a k ~re stos fa--
maran parte del enterramiento aborigen que contenía la ca-vidad
como así parepe suceder. Sin embargo, discriminar el
origen exacto de las 'evidencias entraña gran dificultad, pre-
42 i ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS ANIMALES EN LAS PRACTICAS FUNERARIAS CUANCHES 25
cisamente por el estado de alteración que presenta este pa-quete.
Tanto Canariomys bravoi como Gallotia goliath se encuen-tran
bien documentados, alcanzando las proporciones más ele-vadas
de representatividad en el registro. Poco se conoce so-bre
los hábitos y conductas de estos animales, pero a juzgar
por otros hallazgos parecen mostrar cierta preferencia por
enclaves de este tipo, emplazando en ellos sus refugios. De ahí,
el alto porcentaje de restos óseos con una representación ana-tómica
extraordinaria, prácticamente enteros y concentrados
en las zonas más alejadas y recónditas de la cavidad, princi-palmente,
en las grietas que se forman entre las piedras. No
se conservan conexiones anatómicas sensu estricto, aunque se
aprecian ciertas relaciones coherentes, (vértebras, costillas,
restos de cráneo, etc.) que apuntan al estado de articulación
propio en esta clase de depósitos naturales. El índice de
fracturación es muy bajo al no haber sido manipulados por el
hombre, ubicados en una zona que no permite el tránsito,
afectados únicamente por las piedras que caen del techo y por
la influencia de la pendiente que muestra el suelo33.
Por lo que se refiere a los restos de gato y conejo, se trata
de intrusiones que se producen en época histórica subreciente,
manteniendo aún algunas conexiones anatómicas e incluso
restos de piel. Según el número mínimo de individuos calcu-lado,
se contabilizan tres ejemplares de conejos y uno de gato.
El perro también está presente a partir de un exiguo con-junto
óseo integrado por varios huesos cortos de ambas extre-midades
posteriores, asignables a un individuo infantil. En
ellos no se aprecia signo alguno de manipulación con objeto
culinario34. Asimismo, su localizaci6-n en el yacimiento no pei
33 Se ha intentado determinar si la presencia de estas especies en la
cueva pudiera obedecer a la acción de otros animales depredadores como
el perro, el gato, o algún tipo de ave rapaz, que diera lugar a un depósito
de características similares a éste. Por el momento, y a partir del estudio
efectuado en la muestra, no se ha observado ningún elemento que corro-bore
este hecho.
34 El perro está presente en la cueva de habitación Arenas-3 y en Es-tacas-
1, aunque a partir de los restos recuperados no es posible inferir el
consumo de dichos animales. Sin embargo, en el cercano yacimiento de La
Núm. 45 (1999) 4 3
mite afirmar una relación directa con el depósito, introducien-do
la posibilidad de una inclusión posterior. No obstante, en
el nivel 111 se recuperaron siete piezas dentarias pertenecien-tes
de igual manera a ,un ejemplar infantil, claramente asocia-das
al contenido arqueológico del sitio. Dicha circunstancia, a
lo que se añaden los caracteres anatómicos de la muestra,
hacen probable que pudiera tratarse del mismo animal.
En cuanto a la interpretación de la avifauna existen difi-cultades
para establecer el momento preciso de su deposición,
y cuál es la causa de la misma. Es probable que se trate de
intrusiones más o menos recientes, pero también podrían re-montarse
a períodos más alejados en el tiempo. Los restos a N
óseos correspondientes a animales domésticos destinados a la E
alimentación: cabra, oveja y cerdo, forman parte del registro O
d arqueológico de la cueva. -
m
O
E
E Nivel 11
Es el que menor volumen de evidencias ofrece. Con respec-to
a la fauna terrestre tan sólo se recuperaron 70 restos. Al
igual que en el nivel 1 parte de los huesos corresponde al
material arqueológico, y otra se relaciona con el depósito na-tural.
En este sentido parece aumentar el porcentaje de eviden-cias
fáunicas aportadas por el hombre en época prehispánica,
de ahí que los fragmentos óseos correspondientes a especies
domésticas (cabras, ovejas y cerdos), adquieran un peso ma-yor
en el registro. En cuanto a la determinación específica se
identifican los mismos taxones que en el nivel 1, a excepción
rl-1 n~na;n1 1 01 n~-n
U L L L U L L L J U J bI Y C L L V .
Nivel 111
Sin duda, es el más interesante en el recabado de datos
re!acimudos c m e! mude fiinerarii.
Fuente (V. ALBERTO, 1997) se registra con seguridad el aprovechamiento ali-menticio
de perros, si bien con una prevalencia ciertamente baja.
44 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Presenta el porcentaje mas alto de restos fáunicos, mante-niendo
las mismas especies que en los casos anteriores, exclu-yendo
la presencia de gatos y conejos35.
El grupo mejor representado es el de los ovi~aprinos~~,
aunque también están presentes el cerdo y el perro, además
de Canariomys bravoi, Gallotia goliath y algunas aves, que se
manifiestan en una frecuencia considerable.
Cabras y ovejas están sometidas a un tratamiento similar
al que reciben en cualquier lugar de habitación como produc-to
del procesado de los alimentos, lo que significa que el ma-terial
óseo aparece fracturado, con marcas de corte en sus
superficies propias de los restos animales que se han manipu-lado
para su consumo.
La representación anatómica se encuentra más limitada
que en los espacios domésticos, siendo las partes más abun-dantes
las diáfisis de huesos largos y las piezas de dentición.
No se observa una selección específica en cuanto a la edad de
los animales, abarcando desde individuos infantiles, con poco
tiempo de vida, hasta ejemplares adultos, plenamente desarro-llados.
En este nivel el índice de fracturación de los huesos resul-ta
bastante elevado, constituyendo la tónica general para to-das
las evidencias óseas del paquete. En el tratamiento apli-cado
a los animales es interesante señalar la incidencia que el
fuego presenta en la muestra.
Por lo que se refiere a los cánidos están representados por
siete piezas de dentición decidua que corresponden a un pe-rro
de pequeña talla. A pesar de lo exiguo del registro mues-tra
ciertas particularidades que permiten realizar algunas con-sideraciones.
En primer lugar, las unidades dentales están afectadas por
fuego, mientras que los restantes huesos no muestran signos
de tal alteración. En este sentido, no puede determinarse con
exactitud si la incidencia del fuego responde a un acto indu-
-1 -c La recuperación de un hueso de iagomorfo en ei nivei TI1 obedece a
un fenómeno de percolación postdeposicional.
36 Este dato guarda perfecta relación con la importancia que ovislcapra
evidencia en los lugares habitacionales del conjunto arqueológico.
Núm. 45 (1999) 4 5
2 8 VERONICA ALBERTO BARROSO
cid0 o si, por el contrario, se trata de un suceso fortuito rela-cionado
con la existencia de una estructura de combustión en
el depósito. En cualquier caso, resulta interesante el protago-nismo
que adquiere el fuego en el desarrollo de la actividad
ritual, destacando el hogar como el elemento en torno al cual
se organiza el espacio funerario.
Además, su posición estratigráfica parece obedecer a una
inclusión voluntaria en época aborigen, vinculada al uso fu-nerario
de la cavidad; siendo más difícil aceptar una intrusión
desde niveles superiores. Por otra parte, la identificación ex-clusiva
de sólo ciertas regiones anatómicas se asimila a lo que
se ha descrito en otros yacimientos sepulcrales de la isla.
Por lo que se refiere a los restos de cerdos pocas son las
valoraciones que se pueden hacer al respecto, dado el reduci-do
volumen de la muestra en estudio. En concreto se ha iden-tificado
un individuo adulto, representado fundamentalmente
por pequeños fragmentos de dentición. No obstante entre las
astillas óseas indeterminadas pudieran encontrarse elementos
adscribibles a este taxón, por lo que en su reconocimiento
podrían incidir los problemas derivados de la determinación
específica.
De cualquier forma, hay que señalar que en el nivel 11 se
recuperó una defensa de cerdo, de importantes dimensiones,
calcinada; situación ya descrita para otros contextos sepul-crales.
De igual manera la interpretación de las aves resulta com-plicada,
pues aunque aparecen asociadas al depósito funera-rio
los caracteres zooarqueológicos de la muestra no son lo
suficientemente claros como para considerar una relación in-equívoca
con la práctica sepulcra13'.
Por último, habría que considerar la significación que re-viste
la presencia de Canariomys bravoi y Gallotia goliath en
este nivel arqueológico. Sin duda, buena parte de los restos
tienen su origen en un depósito paleontológico, si bien algu-nas
de estas manifestaciones corresponden al contenido fune-rario,
como expresión de su aprovechamiento por parte de!
37 Al margen de esta consideración la presencia de aves ha sido regis-trada
entre los desechos alimenticios de la cueva de habitación de Arenas-3.
LOS ANIMALES EN LAS PRACTICAS FUNERARIAS GUANCHES 2 9
hombre, al igual que sucede en otras unidades del Conjunto
(V. Alberto, 1998).
Dichos animales fueron objeto de consumo por parte de las
personas que vivían en este espacio. Algunos de los fragmen-tos
recuperados en el proceso de excavación se hallan directa-mente
relacionados con el material bioantropológico, entre-mezclados
con los desechos de otras especies consumidas. En
este caso resulta interesante considerar el estado de alteración
térmica que muestra parte del registro, semejante al documen-tado
en Arenas-3, excluyendo el estado de carbonización que
evidentemente no se relaciona con la preparación culinaria.
Asimismo, en las superficies óseas se detectan ligeras incisio-nes,
originadas por un instrumento cortante, utilizado con es-casa
intensidad. Este tipo de marcas son muy reducidas den-tro
de la muestra, si bien es cierto que para el procesado y
consumo de tales animales no se requiere una manipulación
excesiva.
El estudio tafonómico de los restos fáunicos ha permitido
establecer diferencias entre aquellos que se encuentran apor-tados
por el hombre y los que se hallan de forma natural en
la cueva. Este último, como ya se ha mencionado, es el caso
de una buena parte de Canariomys bravoi y Gallotia goliath,
muertos en el interior de la cueva en un proceso natural38,
anterior al uso funerario, aunque probablemente también con
posterioridad al mismo.
A partir de las características identificadas en la fauna de
Arenas-1, con excepción de las evidencias paleontológicas, es
plausible interpretar que buena parte de los animales allí pre-sentes
fueron objeto de consumo, catalogándose la muestra
como el conjunto de desechos originados-n tal actividad: Upa
valoración menos precisa acontece con los restos de perro que
no parecen haber participado de tal condición, mientras que
para el cerdo no se cuenta con suficierjtes datos para confir-mar
o descartar ya un acto de consurho, ya una utilización
simbólica de determinadas regiones anatomiqas como las pie-
38 En el catálogo de yacimientos paleontológicos de la isla (F. GARC~A-TALAVEReAt
al, 1989) se recogen varios ejemplos de cuevas sepulcrales abo-rígenes
donde se encuentran depósitos naturales de estas especies.
Núm. 45 (1999) 47
3 0 VER~NICAA LBERTO BARROSO
zas dentarias. La asociación contextual de los materiales afir-ma
su destacada participación en el desarrollo del ritual, bien
a través de la celebración de una ((comida o banquete mortuo-rio
» o de cualquier otra posible manifestación de notable con-tenido
simbólico 39.
Como sucede en muchas sociedades del pasado el binomio
hombre-animal manifiesta unas relaciones más complejas que
las puramente económicas/subsistenciales, adquiriendo en oca-siones
un destacado papel en las expresiones ideológicas del
grupo humano (P. Meniel, 1988).
lai aseveración parece apropiada, como se ha intentado
poner de relieve a lo largo de estas páginas, para la prehisto-ria
de Tenerife, e incluso para otras islas del Archipiélago, en
función de su participación en el ritual funerario. En este sen-tido,
cobra aún mayor significación si se tiene en cuenta que
el ámbito de intervención puede considerarse más amplio que
el meramente funerario, en virtud de su relación con lo que
se ha convenido en denominar el campo de las prácticas cmá-gico-
religiosas». A tal efecto, se cuenta con las referencias pro-porcionadas
por las fuentes etnohistóricas en las que se alude
a celebraciones propiciatorias donde los animales desempeñan
un importante protagonismo, tal es el caso de las rogativas
efectuadas en los lugares conocidos como baladeros. Es asi-mismo
ilustrador, aunque no se refiera concretamente a la isla
de Tenerife, el ritual que acontece en tomo al Roque Idafe en
la Palma, con la entrega de vísceras animales para satisfacer
39 En la información bibliográfica disponible sobre otros yacimientos
sepulcrales de la isla se pueden encontrar datos de gran valía al respecto.
Así en la abundante producción de L. Diego Cuscoy el autor distingue en
diversos yacimientos entre huesos fracturados, semejantes a los de los lu-gares
de habitación, asociándolos a las ofrendas alimenticias, frente a los
"3.0 m- l r . oc+óm . r ~ - n c c .m~ o n A - , n n e ~ o nn +rn e;on; f i ror ln n i i i v i i r n ~ c t i ~ -
yuL iiw i" c.,Luii J , cii c w i i i > L c u c i i c r u , yv.7erii "LL" o i e i r i r i r u u u . uuiru u.. rrru
dio detallado de los mencionados restos permitiría identificar un compor-tamiento
asimilable al descrito para Arenas-1, por lo menos en lo que a la
fauna se refiere.
LOS ANIMALES EN LAS PRÁCTICAS FUNERARIAS CUANCHES 3 1
a la divinidad. Igualmente resulta de gran interés la informa-ción
que la investigación arqueológica proporciona sobre las
denominadas «aras de sacrificio» a las que se vincula un im-portante
registro fáunico de características peculiares, asocia-do
a actos de inmolación ritual, ampliamente documentados
en la isla de la Gomera (J. F. Navarro 1992, J. F. Navarro et
al. 1994, 1995) y El Hierro (M. Hernández 1982; M. C. Jimé-nez
1991).
Por lo que se refiere a las prácticas funerarias, sucede que
los restos de fauna son elementos relativamente frecuentes en
los depósitos sepulcrales, si bien no parecen haber sido obje-to
de una atención suficiente en la investigación, destacando
tan sólo aquellos que han merecido una consideración espe-cial
por constituir registros particulares. Esta fragmentación
de la globalidad implica necesariamente interpretaciones par-ciales
que pudieran desvirtuar la realidad, cuando no han sido
obviados directamente en beneficio de otros objetos que se
consideran más relevantes.
A tenor de los datos de que se dispone, ciertamente esca-sos,
resulta plausible plantear la no estandarización del rol
animal en las prácticas funerarias en función del significado
que adquieren en el ritual: ofrendas alimentarias, sacrificios
rituales, amuletos, banquetes mortuorios, etc. Sin embargo,
ante la inexistencia de estudios específicos es preciso mante-ner
una postura de cautela hasta no contar con nuevos datos
que aclaren la situación de los restos animales presentes en
yacimientos sepulcrales.
Evidentemente defendemos la necesidad de estudios siste-máticos
e integradores de todos aquellos elementos que con-fmmm
!U estrxtura hnerariu ceme Unica via de acceder a
una realidad unitaria, pero que, a su vez, carecen de sentido
si no se ponen en estrecha relación con las variables que de-terminan
la organización socio-económica de la comunidad
que rinde culto a sus muertos.
Ya se ha señalado la intención de hnmemje q ~ see PECGE-de
tras toda una serie de actuaciones funerarias encaminadas
a no desvincular el mundo de los vivos del de los muertos. En
efecto, estos últimos parecen seguir formando parte de la co-
Núm. 45 (1999) 49
munidad superando el hecho biológico de la muerte. Por otra
parte, el intenso respeto y culto que parece merecer la figura
del antepasado, reafirma la cohesión de los vínculos parentales
y de pertenencia al linaje, por lo que en definitiva constituye
un mecanismo de validación del organigrama social 40, colabo-rando
asimismo en la identificación que los hombres estable-cen
con respecto al territorio que habitan y10 explotan.
Asimismo, hay que tener presente, que la naturaleza del
ritual funerario promueve la producción y circulación de bie-nes,
pues en él se emplean objetos y recursos que en sentido
económico quedan inutilizados, al margen de la concepción
ideológica que entrañen.
Por lo que a los animales se refiere los registros son simi-lares
a los que se documentan en los lugares de habitación,
con presencia de especies tanto terrestres como marinas. En
virtud de la información disponible existe un predominio de
la fauna doméstica, destacando la presencia de cápridos y
ovinos, frente a los suidos, al igual que ocurre en las acumu-laciones
habitacionales. En esencia este fenómeno no resulta
extraño, evidenciando la importancia socio-económica de la
actividad pastoralista en el sistema de producción aborigen,
asociada a la explotación de la cabaña ganadera de cabras y
ovejas. Asimismo, están presentes otros recursos animales,
fundamentalmente de origen marino como son moluscos y
peces, que diversifican el espectro de las estrategias desarro-lladas
para la obtención de bienes alimenticios. En un análi-sis
tradicional podrían considerarse representados aquellos ele-mentos
de origen animal que, con una notable incidencia,
conforman los fundamentos alimenticios y dietéticos de la
40 C. H. Pradelles (1996), en un trabajo sobre los ritos funerarios en
Africa, indica que la muerte de un individuo conlleva dos fases:
1. La propia muerte, donde el individuo se separa de los vivos.
2. Los funerales, en el que el muerto es desprovisto de sus cualidades
humanas y accede al status de ancestro regularmente venerado o a la con-dición
de espíritu ocasionalmente invocado.
Entre estos pueblos los rituales estarían estrechamente iigados a ia ideo-logía
y al sistema de parentesco. Con la muerte el linaje se refuerza y las
alianzas se renuevan, por lo que tales ritos actúan directamente en el fun-cionamiento
del sistema social.
5 0 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
población aborigen, con el protagonismo de los derivados de
cabras y ovejas, un lugar intermedio, poco definido, para los
del cerdo, y el papel secundario para los vinculados a las acti-vidades
depredadoras, fruto de la pesca, el marisqueo y oca-sionalmente
la caza. No obstante, es posible introducir algu-nas
consideraciones, dado que la muestra animal de los con-textos
sepulcrales parece coincidir en su contenido básico con
la de los ámbitos domésticos, por lo que el estudio de ambos
registros permitiría aproximarse a la dinámica de funciona-miento
global en la simbiosis hombre-animal.
La ganadería es un elemento clave en la articulación so-cio-
económica del grupo étnico de Tenerife. El marco en que
se ha de revelar la preponderancia de esta actividad tiene un
carácter insular y, por tanto, un modelo de funcionamiento
homogéneo que es posible reconstruir en los yacimientos ar-queológicos.
Sin embargo, si se analizan otros mecanismos
productivos, dirigidos directamente al aprovisionamiento ali-menticio,
se introducen importantes diferencias y su expre-sión
en el modelo económico queda matizada, adquiriendo
una dimensión territorial más reducida y, en consecuencia,
unos comportamientos/resultados más diversificados; indican-do,
a su vez, que la naturaleza de las relaciones establecidas
en el conjunto de variables que interactúan en el sistema de
producción son más complejas de lo que anteriormente se ha
definido.
En el análisis de las prácticas funerarias resulta insosteni-ble
la simple definición de ajuar para todos aquellos materia-les
arqueológicos no humanos presentes en los yacimientos
sepulcrales, sobre todo cuando no se conoce el significado in-herefite
I tdes e!e~entos. Pretender riegm- 12 rxistericiu de
ajuares, entendidos como ofrendas de bienes que se realizan
alllos individuols fallecido/s, no tendría sentido, si bien es ne-cesario
considerar otras posibles acciones ritualizadas, ya sea
en el propio proceso de enterramiento, ya en actividades pos-teriores
de culto u homenaje. Baio este enfoque se han vre-tendido
valorar los restos de fauna en contextos funerarios de
Tenerife, aunque la ausencia de información al respecto im-pone
plantear exclusivamente algunas hipótesis de trabajo.
Núm. 45 (1999) 5 1
Los primeros resultados obtenidos en el yacimiento se-pulcra1
de Arenas-1, e incluso en el habitacional de Arenas-3,
en Buenavista del Norte, aportan datos sustanciales al conoci-miento
del complejo mundo de las creencias que los guanches
tenían sobre la muerte.
La fauna de Arenas-1, representa un registro relativamente
abundante y bien conservado. El estudio zooarqueológico apli-cado
a los restos de fauna vertebrada terrestre ha permitido
identificar, en una proporción muy importante de este mate-rial,
las huellas de una manipulación antrópica semejante a la
de los fragmentos óseos en los lugares de habitación y, en
concreto, idéntica a los desechos culinarios de Arenas-3, con
los que comparten no sólo el tratamiento carnicero sino las
condiciones particulares de frecuencia de especies, intervalos
de edad de 10s animales, etc. Tal circunstancia ha propiciado
la interpretación de los restos fáunicos de Arenas-1, como evi-dencias
de una comida ritual, en relación con el desarrollo de
una práctica de enterramiento secundario. Es muy probable
que la celebración de este «banquete mortuorio» tuviera un
carácter colectivo, con la intervención de una parte o de to-dos
los miembros del grupo que rinden culto y se comunican
con sus parientes más cercanos fallecidos.
Los animales asociados al espacio funerario participan, jun-to
con un amplio repertorio de materiales de variada natura-leza,
quizá en ciertos casos también con un carácter funcio-nal,
de un complejo ritual ceremonial, cuyo significado últi-mo
se presenta francamente difícil de precisar. Más complica-do
resulta aún pretender obtener conclusiones generalizables
al contexto insular. Otros ejemplos de yacimientos sepulcrales
conocidos en las inmediaciones del actual pueblo de Buena-vista4',
unos exclusivamente a través de programas de prospec-ción
y otros a partir de la intervención arqueológica, certifi-can
la existencia de prácticas funerarias diferenciadas, si bien
es cierto que, en el estado actual de la investigación, no es
posible valorar los motivos que determinan dicha diferencia-ción,
por io que distanciar o aproximar ei componente rituai
41 Ver referencias a B. GALVÁN et al., 1995-1998, en este mismo trabajo.
52 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS ANIMALES EN LAS PRÁCTICAS FUNERARIAS GUANCHES 3 5
sería precipitado. Por el contrario, también se intuyen impor-tantes
afinidades como sucede con la cueva de enterramiento
en el Conjunto de Las Estacas, igualmente en la costa de
Buenavista, sin que ello lleve aparejado una traslación estric-ta
de todos sus componentes.
Asimismo, las descripciones bibliográficas existentes para
algunos yacimientos sepulcrales de la isla, aportan abundan-tes
elementos de comparación que los acercan a Arenas-1, re-sultando
factible una interpretación en el mismo sentido.
Por el momento, sólo es posible valorar la riqueza tipo-lógica
de las prácticas que acontecen con el hecho de la muer-te
en la sociedad guanche4*. Los planteamientos expuestos
sobre los registros fáunicos intentan destacar la ineludible
necesidad de profundizar en la significación de todos y cada
uno de los elementos que componen un depósito funerario
como única vía para acceder a su auténtico contenido y signi-ficación
real. Tal objetivo pasa por ampliar los criterios de
investigación que hasta la actualidad han determinado la in-terpretación
de los yacimientos funerarios. En el ámbito de la
bioantropología, desde finales de los años 80, se ha producido
un extraordinario avance, tanto en la metodología de campo
con la depuración de las técnicas de excavación, como en la
forma de abordar los análisis osteológicos propiamente dichos,
determinados por la diversificación y alto nivel de especializa-ción
de los investigadores que trabajan en esta disciplina, y en
la que desempeñan un papel primordial los procesos analíti-cos
de variada n a t ~ r a l e z aF~r~en. te al favorable panorama de
los estudios bioantropológicos, la interpretación de los restan-tes
materiales que intervienen en el enterramiento no ha ex-perimentado
el mismo avance, manteniendo la consideración
de elementos de ajuar en sentido amplio.
42 En el proceso de investigación sobre las conductas funerarias abon-genes
estaría aún por definir el carácter de los registros que se originan
con las prácticas de enterramiento. Asimismo, se desconoce el alcance que
pudieran representar factores tales como la consideración social del indivi-duo,
ei momento cronoiógico, e inciuso ia distribución territoriai.
43 En este sentido, ha resultado decisiva la configuración de un amplio
equipo de investigación que coordinan los Dres. M. Arnay y E. González
con representación de las dos Universidades Canarias.
Núm. 45 (1999) 5 3
3 6 VER~NICA ALBERTO BARROSO
CUADRNOÚ M. 3
YACIMIENTOS FUNERARIOS CON RESTOS DE FAUNA
Cva. de Los La Matanza
Guanches de Acentejo
Fauna
Ref bibliog. Observaciones
Ajuar: cuentas, cerámica, pun-zón.
Asociada a un poblado.
J.A.D., 1947
Ajuar: tres tabonas, restos de
piel.
Asociada a un poblado.
Fauna: 4 vértebras de pescado.
Cva. Individual 11,
Bco. Cabrera Sauzal J.A.D., 1947
Ajuar: 22 cuentas.
Asociada a un poblado.
Fauna:19 dientes de cerdo y pe-rro.
Roque del Pris Tacoronte J.A.D., 1947
J.A.D., 1947
Ajuar: cerámica, restos de piel,
madera.
Fauna: abundantes cuernos de
cabra, huesos enteros y frac-turados.
Signos de momificación.
Ajuar: industria lítica, 26 cuen-tas,
pieles.
Fauna: 3 cráneos de perro, 3
cuernos y huesos de cabra,
un colmillo de cerdo y un
frag. de lapa.
J.A.D., 1947
L.D.C., 1965
Llano de Maja
Ajuar: industria Iítica, cuentas
una de pasta vítrea.
Fauna: dos vértebras de pesca-do.
Las Cañadas
Cva. del Barranco
de La Costa J.A.D., 1947 Buenavista
del Norte
Ajuar: cerámica, restos de piel,
164 cuentas, tabonas, punzo-nes,
cordón Fibra vegetal.
Asociada a un poblado.
Fauna: un conus.
Referencias a momihcación.
Ajuar: tabonas, punzones.
Cercana a cuevas de habita-
J.A.D., 1947
¿.D.C.,
1947;1951
L.D.C.,
1947-1951
L.D.C.,
1947-1951
El Masapé-11 ' San Juan de
La Rambla
ción.
Fauna: 1 colmillo de cerdo, 1
maxilar de oerro.
Ajuar: 12 cuentas.
Cercana a cuevas de habita-ción.
Fauna: dientes de perro.
Ajuar: 5 obsidianas y 2 basal-tos.
Fauna; varias lapas.
Referencias a momificación.
Cva de La Gotera
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
pzi::
Risco Caído La Victoria
de Acentejo
Denominación Localidad Ref bibliog. Observaciones
Ajuar: tabonas, cerámica, pun.
zones, cuentas, tronco.
Asociada a un poblado.
Fauna: Un maxilar de perro
dos molares de cerdo y hue.
sos de cabra.
Cva. IV del Bco.
Agua de Dios Tegueste L.D.C.. 1964
Ajuar: cerámica, tabonas, per.
cutor, machacador, restos ve.
getales, cuentas.
Fauna: dentición de olc y cer.
do, huesos largos, lapas, un
caracol marino y una verte.
bra de pescado.
Ajuar: cuentas y punzones.
Fauna: conchas, un conus.
Santiago del
Llano Negro Teide L.D.C., 1965
Playa del Bollullo La Orotava L.D.C., 1968
A h ~ n r . rnvímirnc t.ihnnae
",,.Y.. I I L Y .... I Y I , L Y V V l l Y I ,
cuentas.
Fauna: conchas.
La Talavera Los Silos L.D.C., 1968
Ajuar: cerámica, obsidiana,
cuentas, ob'etos de madera,
una muela de molino.
Asociado a cuevas de habita.
ción.
Fauna: lavas.
Pino Leris La Orotava M.L.P.. 1982
Los Auchones Santa Cmz F.A.T., 1992 Ajuar: cerámica.
Fauna: una lapa y huesos.
Ajuar: cerámicas, obsidianas,
semillas.
Estructura de combustión.
Enterramiento secundario.
Asociada a una cueva de habi-tación.
Fauna: huesos de olc.
Enterramiento secundario.
Icod de Los
Vinos
Cva. de Los
Guanches
Cva-1, Mña.
ralavera
Buenavista
del Norte B.G.S., 1995
Cva-2, Mña.
ralavera
Buenavista
del Norte B.G.S., 1995 Fauna: huesos de olc
Vva-4, Mña.
ralavera
Buenavista
del Norte B.G.S., 1995 Fauna: huesos de olc y cerdos.
Vva. de Arenas-1 Buenavista
del Norte B.G.S., 1995 *Desarrollada en el texto.
Cerámica, útiles en rocas cris-talinas,
obsidiana.
Asociada a cueva de habitación.
Fauna: olc, lapas, thais, burga-dos,
ictiofauna.
B.G.S.; 1998
Cn: Colectivo/individual. iT Fauna vertebrada terrestre. M: Malacofauna, 1: lctiofauna
Núm. 45 (1999) 5 5
38 VER~NICA ALBERTO BARROSO
El presente trabajo se debe al esfuerzo de muchas perso-nas
que lo han hecho posible. Nuestro reconocimiento a B.
Galván, J. Velasco, C. M. Hernández, A. Barro y E. Borges, por
la investigación y aportaciones a la prehistoria de Buenavista
del Norte. También a M. Arnay, A. Tejera, M. C. Jiménez, y
J. F. Navarro, por su colaboración y sugerencias inestimables.
A D. Prieto y M. P. de Miguel por su dedicación e interés.
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