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ETNOHISTORIA Núm. 50 (2004) 809 68 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV (UN MODELO DE CONTACTO INTERÉTNICO) P O R ANTONIO TEJERA GASPAR Con ocasión del cincuentenario de la publicación del Anua-rio de Estudios Atlánticos, su codirector, el profesor Antonio de Bethencourt Massieu, solicitó mi colaboración para la edición de este número extraordinario, que asimismo lo es por la re-levancia de la publicación que con tanto acierto y sabiduría ha llevado a cabo su creador, el profesor Antonio Rumeu de Ar-mas, quien siempre fue un valedor para los que comenzába-mos a hacer nuestras primeras aportaciones a la historia de Ca-narias. Por ello y atendiendo al espíritu mismo del título de la revista, me ha parecido oportuno hacer algunas reflexiones sobre los problemas derivados de los primeros contactos de los europeos con las sociedades insulares atlánticas de las Islas Ca-narias y del Caribe, con las que los europeos entraron en contacto a partir del primer tercio del siglo XIV y a todo lo largo del XV. La conmemoración en 1992 del V Centenario del Descubri-miento del denominado Nuevo Mundo, desconocido hasta 1492 por los europeos, permitió a muchos especialistas en distintas ramas del saber replantearse una serie de cuestiones sobre el contacto de culturas, ya que la efemérides propiciaría múltiples reflexiones de carácter histórico, político, económico, científico, 810 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 2 ANTONIO TEJERA GASPAR demográfico, ecológico..., hasta el punto de que este importante evento de la Historia Moderna ha aparecido como si tales fenó-menos fueran una consecuencia exclusiva de este acontecimien-to, del que sin negar sus especiales características y su relevan-cia, no es un unicum en la Historia de la Humanidad. Es sólo uno muy destacado, cuyos ecos están presentes aún, a pesar del tiempo transcurrido, seguramente por hallarse muy vivo en la memoria de sus pueblos y, sin duda también, por sus innega-bles repercusiones geoculturales. Su preeminencia en la Historia y la coincidencia en el tiem-po, han contribuido a que hechos similares acaecidos en Cana-rias desde la mitad del siglo XIV y hasta fines del XV, hayan pa-sado desapercibidos, o al menos no suficientemente valorados, aunque cabe reconocer que las dimensiones culturales y geográ-ficas de estas islas están muy alejadas del modelo citado, sin que llegue a ser un obstáculo para que problemas de esta índole puedan ser considerados en el mismo ámbito de análisis y estu-dio, como ya había sugerido el ilustrado tinerfeño y primer gran historiador de Canarias, José de Viera y Clavijo, cuando refirién-dose a la Historia de este Archipiélago señalaba que «las famo-sas conquistas de Méjico y del Perú harán siempre más eco en todo el mundo que las de Canaria y Tenerife. Es verdad tam-bién que Cort��s y Pizarro serán en la opinión de los hombres más héroes que Vera y Fernández de Lugo; pero ¡ah, si fue-se lícito hacer un paralelo riguroso entre los guanches y los in-dios, entre las fuerzas de las Canarias y de las Américas, en-tre el impulso que animaba el brazo a unos y otros conquista-dores! »1. En otro plano de los hechos, el contacto interétnico —aun-que referido en esta ocasión a un pasado más remoto—, es un fenómeno bien conocido en la Historia del Mediterráneo, ya se trate del que tuvo lugar entre los griegos y las gentes de su en-torno próximo, o el de Roma y los pueblos prehistóricos de Eu-ropa, Asia y África. Son, en todo caso, hechos de cultura bien refrendados por el conocimiento científico en todos aquellos 1 JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO, Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Octava Edición, [1982]. Introducción y notas del Dr. Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones, t. I, p. 13. Núm. 50 (2004) 811 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 3 periodos de la historia de la humanidad en los que se han pro-ducido situaciones semejantes, surgidas de la interrelación de comunidades con diferente nivel político, económico, cultural o religioso2. 1. LO QUE LAS CRÓNICAS CONTARON Las poblaciones preeuropeas canarias están unidas a las amerindias a través de las noticias recogidas en la Crónica ame-ricana. Las primeras aparecen en el Diario de Colón y en las crónicas posteriores, ya bien avanzado el siglo XVI, en las que se da cuenta de las culturas que habían existido aquí y cuyos acontecimientos resultaban recientes aún para quienes los rela-taron. De estos cronistas, cabe destacar a Andrés Bernáldez, Bartolomé de las Casas, Pedro Mártir de Anglería, Hernando Colón, Ginés de Sepúlveda, Alonso de Santa Cruz, Fernández de Enciso, Juan González de Mendoza, Girolamo Benzoni, Gonza-lo Fernández de Oviedo, Francisco López de Gómara, entre otros. En ocasiones, la información es copiada y transmitida de unos a otros sin ninguna crítica o contraste de la documenta-ción, como es usual en la época. En muchos casos su interés radica en que lo recogido en algunas de ellas no figura en las obras clásicas que forman lo que, por analogía con aquélla, podemos denominar, con las salvedades propias, Crónica cana-ria, ni es contemplada tampoco en otras posteriores, considera-das como primeras Historias de Canarias. La coincidencia en fechas de las dos Crónicas y la semejan-za también de su información, requeriría un estudio comparati-vo —aún no realizado con detenimiento—, acerca de su concep-ción sobre las etnias de los dos archipiélagos, de las que, sin embargo, se han hecho buenos estudios, debidos a Elías Serra, Leopoldo de la Rosa, Buenaventura Bonnet, Alejandro Cioranes-cu, Francisco Morales Padrón, entre otros, pero están faltas aún de una valoración crítica de su génesis, de la personalidad de 2 E. BENITO, De la alteridad en la Historia. Real Academia de la Histo-ria, 1988. T. TODOROV, La Conquista de América. El problema del otro. Ed. Siglo XXI, 2.ª edición, 1989. 812 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 4 ANTONIO TEJERA GASPAR sus autores, del ambiente intelectual en el que fueron escritas, así como de los intereses políticos, económicos o religiosos, con los que se elaboraron los cuestionarios y la selección de los in-formantes. Sobre estos temas contamos con un trabajo de ca-rácter introductorio de Rafael González Antón «Introducción al estudio de las primeras Historias Generales de las Islas Cana-rias. I.E.C., 50º Aniversario, II, 1982», quien ha puesto de mani-fiesto el paralelismo de estas primeras «Historias» de Canarias con sus homónimas de las fuentes americanas, comparándolas con los cuestionarios incluidos en las Cédulas o Memorias ofi-ciales que los representantes de la Corona hicieron en América, con la finalidad de conocer con detalle los modos de vida de las poblaciones sojuzgadas. En un trabajo, aún inédito de Sergio Baucells, se hace una gran aportación en este sentido, siguien-do en parte la línea iniciada por J.J. Jiménez en Gran Canaria Prehistórica (1999) y J. Onrubia en La isla de los Guanartemes. Territorio, sociedad y poder en Gran Canaria indígena (siglos XIV-XV) (2003), entre otros, que de seguro nos permitirá contar en un futuro próximo con una sistematización de tales fuentes. En lo que respecta al contenido y a las intenciones de am-bas, podemos hacer nuestras algunas de las ideas expuestas por F. Cámara Barbachano sobre las fuentes americanas, quien al referirse a ciertos cronistas, como Fray Bernardino de Sahagún, se decanta por una visión crítica hacia la documentación reco-pilada por él, al creer que el «uso de informantes fue de lo más selectivo, discriminatorio y limitado a ciertos antiguos nobles, ‘principales’ e individuos muy dependientes de los misioneros. Aunque han sido bautizados como los primeros etnógrafos, su modo prejuiciado de seleccionar los asuntos y temas de explora-ción prueba las motivaciones, intereses e intenciones que influ-yeron en sus trabajos; además, sus cuestionarios y entrevistas con singulares personajes adolecen de una terminología clara y precisa; están llenas de subjetivismo y de situaciones y condicio-nes ‘ideales’; no hicieron observación participante; se dejaron llevar por la falacia del ‘sentido común’; y estaban tan satisfe-chos de la probidad intelectual de sus informantes, que nunca comprobaron en la experiencia real la legitimidad de los datos. Sin embargo, en esas obras hay material abundantísimo para Núm. 50 (2004) 813 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 5 saber cómo eran ciertas costumbres y diferenciada participación social, algunos conocimientos, varias creencias, diversos pensa-mientos y unas que otras emociones y conductas. Además, sin esas tareas nuestra etnohistoria y nuestra etnología serían mu-cho menos consistentes»3. La importancia de las crónicas canarias como fuente etnoló-gica y su paralelismo con las americanas, fue puesta de mani-fiesto por Fermín del Pino en «Canarias y América en la Histo-ria de la Etnología Primigenia: usando una hipótesis», publicado en la Revista de Indias en el año 1976, al destacar su carácter liminar con relación a la Crónica americana, en cuanto a los orígenes de los estudios etnográficos que, según él, habrían de retrotraerse por esta causa hasta mediados de los siglos XIV y XV, para incluir a los cronistas que escribieron sobre Canarias. A partir de estos relatos, surgidos como consecuencia de los pri-meros contactos de los europeos con estas poblaciones durante el siglo XV, principiaron a conocerse en Europa unas sociedades y unas formas de vida no comparables con ninguna otra del continente; y en esas fechas, sin posible parangón tampoco con las asentadas en las riberas mediterráneas de África, con quie-nes los europeos ya habían entrado en relación desde hacía tiempo. Se trataba de las primeras referencias de cronistas ita-lianos y portugueses, como Nicoloso da Recco, Diogo Gomes, Gomes Eannes de Zurara; o los franceses Pierre Boutier y Jehan Le Verrier, quienes junto con el genovés Alvise Ca da Mosto, fueron los primeros «etnógrafos» que daban cuenta de unos pueblos primitivos, habitantes de unas islas que en el trescien-tos habían sido «nuevamente encontradas» en el Atlántico por navegantes procedentes de los principales puertos y mercados de Europa4. 3 FERNANDO CÁMARA, «Identidad y etnicidad indígena histórica», en Indianismo e indigenismo en América, compilación de José Alcina Franch. Alianza Editorial, 1990:72. 4 Véanse, sobre todo, los trabajos de ELÍAS SERRA RAFOLS, «El redes-cubrimiento de las Islas Canarias en el s. XIV», Revista de Historia, 1961, núms. 135-136, pp. 219-234. «Lancelotto Malocello en las Islas Cana-rias », Congreso Internacional de História dos Descobrimentos, pp. 3-14, Lis-boa, 1961. 814 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 6 ANTONIO TEJERA GASPAR 2. LOS TESTIGOS DEL DRAMA En estas sociedades, la cosmogonía del indígena se encuen-tra mediatizada por la visión etnocéntrica del Cronista, porque sus categorías mentales son las de un observador que descono-ce la realidad analizada y la traslada a un orden intelectual dis-tinto, el de Occidente de los siglos XV y XVI. En esta historia es-crita por el europeo, según G. Bonfil, son no sólo «falsos los hechos, también la perspectiva, el punto de vista, el «porqué» de la historia»5. Los habitantes del Caribe no nos legaron su visión sobre los acontecimientos del encuentro con los europeos, mientras que en Méjico y en Perú, en cambio, existen abundantes testimonios sobre la manera en la que su gente entendió la llegada de los españoles, cómo fue su relación con ellos, el trauma que signi-ficó la desaparición de sus Instituciones, de sus costumbres, de sus tradiciones, así como todo lo relativo a la pérdida de su cos-mogonía y de sus dioses. En definitiva, de su cultura. Las obras de Felipe Guamán Poma de Ayala Nueva crónica y buen gobier-no ([1987]), que relata el final del mundo Inca, o los textos com-pilados por Miguel León Portilla, Visión de los vencidos. Relacio-nes indígenas de la Conquista (1989), sobre el final de la cultura azteca, resultan paradigmáticas para entender en este horizon-te de contacto interétnico «el problema del otro». No hubo tampoco en Canarias ningún autor que relatara el drama de los vencidos, como consecuencia de los enfrentamien- 5 Sobre esta concepción de la historia fuertemente impregnada de eurocentrismo, dice G. Bonfil Batalla, en la obra citada de J. Alcina, ed, 1990:194-196: «Hay otra [historia]: la del indio. Es al revés, como el mo-mento de la rueda de la fortuna en que se invierten las posiciones. Los héroes de aquélla son los villanos en ésta, sus méritos son su oprobio, sus mayores logros el punto más alto de su ignominia. Su visión del mundo indio pasado y presente, del futuro indio, es siempre desde afuera, a partir de Occidente; es la historia de ‘los otros´, nunca ‘nuestra historia. Las cate-gorías para representarse y entender un mundo no occidental son las cate-gorías emanadas del proceso histórico de Europa; [...] La historia india, es esa versión, se europeiza, se distorsiona, se enajena; siempre es un apéndi-ce, un complemento o una aberración de la historia verdadera y única: la de occidente». Núm. 50 (2004) 815 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 7 tos sostenidos durante el siglo XV por los europeos y las distin-tas comunidades insulares, desde que en 1402 se iniciara el «Ru-bicón » de la conquista francesa en la isla de Lanzarote, hasta la derrota final en 1496, en la «Victoria» de los castellanos so-bre los guanches de Tenerife6. Las figuras literarias canarias de los siglos XVI y XVII, como Antonio de Viana o Bartolomé Cairasco de Figueroa, nos lega-ron, en cambio, un gran fresco en forma de Epopeya sobre las relaciones entre castellanos y canarios, en las que primó una visión integradora y superadora de las viejas culturas y de su asimilación a la Nueva Sociedad7. 3. CANARIAS Y LAS ANTILLAS. DOS MODELOS DE CONTACTO INTERÉTNICO Todas las circunstancias señaladas han contribuido a que los problemas planteados al historiador, que analiza estos hechos desde una perspectiva etic, desde fuera de la cultura objeto de estudio, resulten de difícil comprensión al no poder hacerlo des-de dentro de la Sociedad, es decir, desde una perspectiva emic8. Estas dificultades son, qué duda cabe, inherentes a cualquier 6 Con el término de «Rubicón» me refiero aquí al primer asentamiento de los europeos en Lanzarote, fundado con el objetivo de iniciar la con-quista del Archipiélago que, aunque frustrada en sus objetivos iniciales, marca un punto de inflexión en relación con la ocupación y Conquista pos-terior de las islas por la Corona de Castilla. El término de «Victoria» alude aquí a la denominación con que se conoce un pueblo del Norte de Tenerife, que conmemora el triunfo de los castellanos sobre los guanches en 1496, y que se considera el final de la contienda bélica. El pueblo de «La Matanza», contiguo a aquél, recuerda, por el contrario, la «Victoria» de los guanches sobre los castellanos. Para el mundo americano, ver además N. WATCHEL, Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570). Alianza Univer-sidad, 1976. 7 ANTONIO DE VIANA, Conquista de Tenerife. Edición de Alejandro Cioranescu. Ed. Interinsular Canaria, 1986 (1604). CAIRASCO DE FIGUEROA, Antología Poética. Edición de Alejandro Cioranescu, Ed. Interinsular Cana-ria, 1984. 8 M. HARRIS, El Materialismo cultural. Alianza Ed, 1982:47-48. 816 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 8 ANTONIO TEJERA GASPAR investigación del pasado, pero en este caso, por el carácter mis-mo de la información, así como por el análisis de los hechos, se hace necesario plantearlos en un terreno más hipotético y ha de entenderse también en un marco metodológico distinto al usado comúnmente en cualquier otro periodo histórico. Un estudio comparativo sobre los procesos de interacción entre las poblaciones de Canarias y los europeos a fines del si-glo XV, y en esas fechas las de las Antillas con los españoles, requiere tomar en consideración varios aspectos sobre esos pa-ralelismos, al tratarse de comunidades que sólo poseyeron como nexo la relación temporal en la que se produjeron aquéllos9. 9 Se ha discutido mucho acerca de la posible relación cultural entre el Viejo y el Nuevo Mundo en época prehistórica. La tradición difusionista en la investigación arqueológica europea tendió siempre a explicar muchos fenómenos de las culturas prehistóricas del Nuevo Mundo —en el concep-to europeo del término—, a partir de unos pretendidos contactos que po-drían haberse establecido entre las dos orillas desde épocas muy remotas y, en algunos de estos supuestos, las islas Canarias se han utilizado casi siem-pre como plataforma explicativa de esta aventura oceánica durante la Pre-historia. Sin embargo, todos los intentos para fundamentar tales conexio-nes han sido infructuosos. Desde que el homo sapiens-sapiens cruzara el estrecho de Behring en torno al año 40.000 a.C., los habitantes de la Euro-pa prehistórica no parece que hubieran vuelto a tener ninguna relación con aquéllas tierras, ni a nuestro juicio tampoco —a excepción de la llegada de los vikingos a las costas del norte del continente—, con ninguna de las ci-vilizaciones que desarrollaron su cultura en el ámbito del mediterráneo, ya fueran egipcios, fenicios o romanos, como se ha pretendido argumentar de manera reiterada, siempre que aparecen similitudes formales que no sopor-tan la menor crítica hecha con un cierto rigor analítico. Tales semejanzas se han buscado, principalmente, en algunas de las manifestaciones conside-radas más relevantes del Viejo Mundo, como las pirámides funerarias egip-cias, intentando encontrar en vano una línea de parentesco con los templos de parecida forma de la Península del Yucatán (Méjico). Pero también se ha hecho con otras manifestaciones de menor envergadura en Canarias, y de manera especial con la isla de Gran Canaria. En ella se quiso ver una línea de enlace entre los dos mundos a través de los idolillos pierniabiertos y las pintaderas, entre otros materiales, según sostuvo en otro tiempo J. ALCINA FRANCH (1956), «Las pintaderas de Canarias y sus posibles re-laciones », Anuario de Estudios Atlánticos, n.º 2, 1956, «El vaso de mango-vertedero en el Viejo Mundo y en América», Anuario de Estudios Atlánti-cos, n.º 4, (1958) pp. 169-191. De esta opinión participarían también otros investigadores, como L. PERICOT, «El problema de los contactos prehistóri- Núm. 50 (2004) 817 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 9 Sucede lo mismo con la heterogeneidad cultural de las propias comunidades canarias, ya que cada isla formó un mundo pecu-liar, que desarrolló sus manifestaciones culturales al margen de lo acontecido en los territorios vecinos. Esta falta de homoge-neidad en un ámbito geográfico reducido —siete islas que no superan los ocho mil kilómetros cuadrados—, posee en el caso americano unas connotaciones singulares, debido a su dimen-sión espacial si las comparamos con los territorios a estudiar, ya se trate de las islas del Caribe y más aun las culturas del conti-nente. Y aunque existen hechos comunes en los archipiélagos antillanos, las diferencias fueron igualmente notables, como en el caso de La Española, que he tomado como referencia para establecer las analogías pertinentes. Es necesario hacer además una precisión en cuanto al espa-cio temporal acotado para explicar ambos modelos. En Cana-rias, los límites son bastante precisos, porque los procesos de transculturación en las distintas comunidades fueron rápidos —si se compara con los del mundo americano—, desde que se inicia el contacto y la ocupación pacífica a través de los pactos; y con posterioridad, el sojuzgamiento por vía de Conquista. Conviene matizar, sin embargo, que el proceso aparece dilatado en el tiempo porque la relación de los europeos con las diferen-tes islas se escalona en un periodo más largo que en aquél, mientras en el ámbito americano estos perfiles resultan más difíciles de precisar, al ser de mayor duración y porque forman parte de hechos históricos muy vivos aún en buena parte del continente. El primer contacto de los europeos con la población de las Islas Canarias se fija en una fecha ante quem, si tomamos como referencia el año 1339, cuando por primera vez aparece en el portulano del mallorquín Angelino Dulcert el nombre de la isla de Lanzarote, vinculada al genovés Lancelotto Malo-cello, quien había sido su redescubridor y a la que llegaría pro-bablemente en un momento que se suele fijar entre 1312 y cos afroamericanos», Revista de Indias, 1971, n.º 123-124, pp. 173-181. El conocimiento que hoy se posee de las culturas preeuropeas de las islas Canarias, así como los avances producidos en el de la prehistoria america-na no permiten sostener tal hipótesis. 818 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 10 ANTONIO TEJERA GASPAR 133210; y una fecha post quem, correspondiente a los últimos años del siglo XV, 1496, cuando terminó la toma de Tenerife y, con ella, el final de la conquista de las islas por los europeos y castellanos. En el caso americano, y por tratarse de un proceso más complejo, he seleccionado de manera convencional un pe-riodo que iría desde el 12 de Octubre de 1492 hasta 1530, fe-chas durante las que tienen lugar una serie de acontecimientos que permiten establecer tales comparaciones, ya que en el pri-mer tercio del siglo XVI se iniciaron las conquista de México y del Perú, aunque la propuesta que aquí se hace sólo se halla circunscrita —como he dicho—, a los fenómenos que tuvieron lugar en la isla caribeña de La Española. Se trata, en todo caso, de hitos convencionales, ya que sólo he puesto el énfasis en lo que atañe al primer contacto, sin entrar en otras discusiones derivadas de los procesos de transculturación que excederían la propuesta que aquí se hace. He procurado analizar también una serie de cuestiones que se encuadran dentro de los criterios propuestos por Ribeiro (1950)11 para determinar los distintos modelos de contacto interétnico, que él define como «aislados o intermitentes», agru-pados bajo el término genérico de «primeros contactos», ya que los «permanentes» e «integrados» los analiza como procesos de 10 El portulano de Angelino Dulcert fue redactado en Mallorca el año 1339, siendo por tanto la primera imagen cartográfica que Europa alcanza-ría a ver de las Islas Canarias. Con anterioridad, probablemente entre 1312 y 1330 se asentó en la isla de Lanzarote, el genovés Lancelotto Malocello, quien construiría una torre que los franceses alcanzaron a ver en 1402, aun-que ya derruida. En el mapa citado se mezclan las islas reales bien cono-cidas, con las que habían sido transmitidas por el Naturalista latino Plinio el Viejo (23-79 d.C.) en su obra «Naturalis Historia», por lo que junto a algunas de las denominaciones latinas, así como a las referencias de islas míticas, como la de San Barandán o San Brandán, figuran ya la «Insula de lanzarotus marocelus», aludiendo naturalmente al genovés, su descubridor; «Vegimarin» que se cree corresponde con el islote de Lobos, muy cercano a Fuerteventura, y esta última que figura también con la denominación de «la forte ventura» (F. FERNÁNDEZ ARMESTO, Antes de Colón. Ed. Cátedra, 1993:177-178). 11 N. FIGUEIREDO, «La última frontera de los grupos indígenas de la Amazonia Brasileña», en Indianismo e indigenismo en América. Compila-ción de José Alcina Franch, Alianza Editorial, 1990:210. Núm. 50 (2004) 819 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 11 aculturación, que desembocarán finalmente en el cambio cul-tural de estas sociedades12. A título indicativo me detendré en una serie de aspectos que habrían de formar parte del desideratum de estudios a los que me he referido y cuyo objetivo es el de comprender mejor el trán-sito de ambas culturas a la Nueva Sociedad. De ellos, cabría destacar el «Requerimiento», la esclavitud, la afección biótica, los problemas jurídicos de las dos Conquistas o la consideración de infieles a sus habitantes, entre otros muchos aspectos relacio-nados con los cambios de mentalidad que generó este proceso. 4. EL REQUERIMIENTO El denominado «Requerimiento», fórmula ideada por el juris-consulto Juan López de Palacios Rubios, fue una práctica co-mún en América, cuando se produjeron los encuentros entre europeos e indígenas. Se trataba de una estratagema sutil me-diante la que los conquistadores planteaban a los gentiles la disyuntiva de ser sometidos al gobierno de sus majestades, por medios pacíficos, o de lo contrario, ser sojuzgados por procedi-mientos más coercitivos13. Sin entrar en un análisis comparati-vo sobre estos aspectos en las dos áreas geoculturales ni tampo-co sobre el sarcasmo y la invalidez moral que este procedimiento posee desde nuestra perspectiva, así como la perplejidad con la que los indígenas debieron de contemplar tal simulacro entre quienes se arrogaban indebidamente la posesión de sus territo-rios y el control de sus personas, merece la pena aludir a él, aunque sólo sea a título de ejemplo. 12 No pretendo pasar revista a todos los problemas que plantea la interacción cultural, ni mucho menos los que surgieron como consecuen-cia del encuentro de los europeos con los «canarios» y «antillanos», desde mediados del XIV hasta bien entrado el siglo XVI. En todo caso, un breve repaso a algunos de ellos pone de manifiesto la necesidad de su estudio individualizado en el ámbito canario, para establecer comparaciones con ambas riberas del Atlántico. 13 La fórmula del Requerimiento fue ideada para conseguir la evangeli-zación, recurriendo a la fuerza como medio de propagación de la fe. Ver E. AZNAR, Viajes y descubrimientos en la Edad Media. Ed. Síntesis, 1994:114. 820 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 12 ANTONIO TEJERA GASPAR Me refiero a un episodio que tuvo lugar en la isla de Gran Canaria, en el momento de ser conquistada por la Corona de Castilla. Su primer conquistador, Juan Rejón, hizo requerimien-to a los canarios para que entrasen en obediencia a los Reyes, acto en el que es posible encontrar las oportunas semejanzas con fenómenos de parecida índole que tuvieron lugar durante las conquistas de los distintos territorios en las Indias Occiden-tales: «El capitán Juan Rejón, por justificar su causa, envió un faraute, para que les dijese cómo ellos eran venidos de parte de los Reyes Católicos sus señores, don Fernando y doña Isabel, reyes de Castilla, para que, tornándose cristianos, los recibiese debajo de su guarda y amparo, y ninguno los inquietase y estu-viesen pacíficos y quietos en su tierra; (...) pero que, no hacien-do lo que se les mandaba a decir, los habían de perseguir hasta hacerlos morir, o embarcarlos y sacarlos de la isla»14. 5. EL ENEMIGO INVISIBLE: LA DESTRUCCIÓN DE CANARIOS Y TAÍNOS Uno de los capítulos más polémicos de la Conquista caste-llana de las Indias, y uno también sobre el que se ha generado una gran controversia es el referido al número de habitantes que desapareció a causa de las afecciones bióticas, por la transmi-sión de enfermedades de origen vírico que los europeos les con-tagiaron. Estos primeros contactos con las poblaciones antilla-nas violentaron su medio, como antes había sucedido con las canarias, con lo que se iniciaba a ambos lados del Atlántico un proceso de desvertebración de todas estas comunidades, como recoge el mapa del etnógrafo Hewes, donde aparecen una serie de etnias que se enfrentaron a los europeos en torno a 1500 y en el que se incluye a los guanches (patronímico exclusivo de la población de Tenerife, aunque generalizado en la literatura ar- 14 ABREU GALINDO, Historia de la Conquista de las siete Islas de Canaria. II, 10. «Que cuenta el reencuentro que tuvo Juan Rejón en Guiniguada con los canarios». Introducción, notas e índice por Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones. [1977]:182. Ver S. ZAVALA, La Conquista de Canarias y América. Estudio comparativo. Las Palmas de Gran Canaria. [1991]:29-30. Núm. 50 (2004) 821 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 13 queológica a los primitivos habitantes de las siete islas de este Archipiélago), quienes junto con los antillanos, ejemplifican las culturas indígenas que desaparecieron durante el siglo XVI: «Quince de ellas fueron profundamente afectadas y aculturadas por la expansión del sur y oeste europeos durante el siglo XVI, algunas como los grupos guanches y antillanos, hasta su com-pleta destrucción física»15. Estas comunidades no poseían las defensas necesarias para hacer frente a la agresión que supuso la irrupción de agentes patógenos desconocidos para quienes por su aislamiento no podían combatirlos. Se trataba de grupos no inmunizados a las virulentas enfermedades que en ese siglo hacían estragos en la población europea, por lo que el derrumbe humano ocasionado en los dos archipiélagos por estos primeros contactos, permite emparentar a las poblaciones canarias con situaciones parecidas del mundo americano, en cuanto a la manera en la que para ambas sociedades significó el final de su cultura y de su historia. En la extinción de estas gentes hay que considerar, además de la afección biótica, otras causas que explican su desestruc-turación, como la esclavización, a la que se le aparejó un exce-so de trabajo y una mala alimentación. Asimismo, la estructura familiar había sido violentada y con ella todo su sistema social, basado principalmente en la interrelación y la ayuda mutua de sus miembros. Estos factores, señalados por Fernando Luna Calderón para explicar el derrumbe demográfico de los taínos de La Española, sirven para entender, aunque con algunas va-riantes, un fenómeno similar acontecido por esas mismas fechas en las Islas Canarias16, porque los mecanismos que explican es-tas afecciones y los causantes de las enfermedades, pueden ser comparados de modo semejante en las dos poblaciones, aunque en ningún caso en lo que se refiere al volumen y a las conse-cuencias producidas en los dos ámbitos humanos. 15 P. CHAUNU, Conquista y Explotación de los Nuevos Mundos (s. XVI). Ed. Labor, 1984:228. 16 A todas las causas señaladas, añade además este autor el trato cruel e inhumano que se le dio a los indios. Todas estas circunstancias contribu-yeron a su desaparición en un período de unos veinticinco años desde que tiene lugar el primer contacto. 822 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 14 ANTONIO TEJERA GASPAR Las investigaciones sobre la destrucción de la población in-dígena de las Antillas permiten confirmar las apreciaciones con-tenidas en el texto de Contarini, que aquí recogemos, aunque haciendo la salvedad de que entre las varias causas aducidas para explicar su desaparición, el choque bacteriano fue proba-blemente el factor más relevante de la reducción demográfica, siendo superior sin duda a las que él mismo esgrime: «Esta isla [Española] solía estar habitadísima, tanto que Pedro Mártir, que es milanés, y del Consejo de las Indias, y tiene asimismo el en-cargo de escribir la historia de aquellos países y de aquellas navegaciones, me asegura que entre la isla Española y la de Jamaica, que no es muy grande, solía haber, cuando fueron descubiertas por Colón, un millón de almas o más; ahora por el trato cruel de los españoles, sea por las grandes fatigas que han ocasionado a esos pobres hombres insólitos haciéndoles cavar por oro, sea por los muertos de desesperación, que ha sido tan grande que se han dado casos de madres que han matado a sus propios hijos, han fallecido todos; tanto, que ahora en la isla Española no llegan a siete mil almas��17. Los grupos antillanos estaban acostumbrados a padecer y a remontar situaciones coyunturales dramáticas, cuando el stress 17 Gaspar de Contarini, Apéndice II [1986]:174-175, recogido por el Conquistador Anónimo, en su Relación de la Nueva España. Edición de Jesús de Bustamante, El Espejo Navegante, [1986]. Sobre el número de taínos que habitaban la Española y los que fueron desapareciendo entre fines del siglo XV y mediados del XVI las cifras son bien contradictorias. Para 1492 Bartolomé de las Casas cifra su número en tres millones. Bartolomé Colón entre 1495 y 1497 la estipula en un millón cien mil per-sonas. En seiscientas mil lo hace en las mismas fechas un fraile dominico. En 1492 el licenciado Alonso de Zuazo los cifra en un millón ciento trein-ta mil. En igual fecha Pedro Mártir de Anglería habla de un millón dos-cientas mil. En 1508, en el Censo que hace Pasamonte recoge un número ya diezmado de sesenta mil. Por su parte, en el Censo del Repartimiento de Diego Colón establece una cantidad de treinta y tres mil quinientos vein-tiocho. En 1512, un fraile dominico cuenta cuarenta mil habitantes. En la Relación del Repartimiento de R. de Alburquerque figuran veinticinco mil cuatrocientos treinta y cinco. En 1518, el licenciado Zuazo y frailes jerónimos calculan once mil. En 1529, la información de Sebastián Ramírez de Fuenleal establece la cantidad de dos mil trescientos cuarenta. Y finalmente en 1547 se recoge una cifra de ciento cincuenta que hace el Dr. Montaño, protector de los indios. Núm. 50 (2004) 823 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 15 del hambre y sus propias enfermedades los golpeaban con cierta frecuencia. Las crisis cíclicas debieron ser igualmente superadas a lo largo de su historia en las ocasiones en que se manifesta-ron, sin que por ello se produjera un desequilibrio catastrófico de su población. No pudieron, sin embargo, hacer frente a la violenta e instantánea afección vírica sufrida por la llegada de los agentes patógenos que acompañaron a los españoles, como se ha demostrado en las excavaciones realizadas en el Este de la República Dominicana, donde F. Luna Calderón localizó un cementerio con enterramientos de españoles e indígenas, en el que éstos aparecían inhumados de forma colectiva. Por las ca-racterísticas de los esqueletos y por su cantidad, este investiga-dor cree que se trataba de individuos muertos a consecuencia de una gran epidemia18. Se ha sugerido que el estado relativamente libre de enferme-dades de las poblaciones de las Antillas se debió a la falta de animales domésticos que actuarían de depósito para la transmi-sión de enfermedades, por lo que sus gentes se encontraron desarmadas ante la llegada de los castellanos, lo que facilitaría que las afecciones víricas les atacaran con gran dureza. Los grupos canarios, por el contrario, convivían y se alimentaban de cuadrúpedos, como la cabra, oveja y cerdo, que sirvieron de pantalla ecológica frente a la introducción de enfermedades transmitidas por los castellanos, por lo que les afectaría en menor medida que a los amerindios. Aunque estos extremos están sujetos a revisión, esta hipótesis podría servir de argumen-to para entender por qué los enemigos invisibles que arribaron a Canarias en la fase de contacto con el mundo europeo, pu-dieron tener una incidencia menor que entre los habitantes de los archipiélagos caribeños19. 18 F. LUNA CALDERÓN, «Paleopatología de los grupos taínos de la Hispaniola», en Las culturas de América en la época del Descubrimiento. La Cultura Taína. Ed. Turner Libros, 1989:165-175. 19 M. H. CRAWFORD, Antropología biológica de los indios americanos. Colecciones Mapfre, 1492, 1992:79. A. TEJERA GASPAR, L. LÓPEZ MEDINA y J. HERNÁNDEZ, «Las enfermedades de los antiguos canarios en la etapa de contacto con los europeos», Anuario de Estudios Atlánticos, n.º 46, 2000, pp. 383-406. 824 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 16 ANTONIO TEJERA GASPAR El conocimiento sobre el número de gente que habitaba en las islas mayores de los archipiélagos antillanos, y de modo es-pecífico en La Española en época prehispánica, ha de hacerse sobre supuestos demográficos. Tampoco resulta muy válida la comparación con las etapas sincrónicas a la época de la Con-quista, así como en los años inmediatos, porque el problema es igualmente complejo, ya que con relación a otras zonas del con-tinente, existen aquí muy pocos censos de población indígena, ya sea por la pronta extinción de los indios, o porque el resto de la población estaba exenta de tributos. Todo ello no favore-ció que se contara con un número, siquiera aproximado, de las personas que en ellas vivían en época preeuropea20. La cuantificación de la población del Caribe resulta bastan-te dispar, según los distintos criterios aplicados por los investi-gadores, al aportarse unas cifras que oscilan mucho en su nú-mero, resultando difícil optar por unas u otras, ya que en ambos extremos de la curva, sea por exceso o por defecto, la tendencia siempre resulta exagerada y se halla lejos de obtener una valo-ración ponderada de estos hechos. Como tantos otros aspectos, relativos a la explicación de los acontecimientos históricos en los que intervienen conquistadores y conquistados, éstos no se ha-llan exentos de una fuerte carga de subjetividad. Y más aún si se trata de esta isla, por haber sido el lugar en donde primera-mente se produjo una destrucción masiva de la población abo-rigen, y porque en ella se originó la diatriba sobre las denun-cias del fraile dominico Bartolomé de Las Casas sobre el número de habitantes que allí vivían antes de Octubre de 1492. Su car-ga ideológica y la dificultad para aportar datos cercanos a la realidad, hacen que los aquí manejados, extractados de distin-tos autores, sólo posean un carácter estimativo. Así, en el pico más alto de la curva se hallan las cifras de Cook y Borah, quie-nes consideraban que en La Española durante la etapa del con-tacto con los castellanos vivían unos 8.000.000 de taínos21, aun- 20 N. SÁNCHEZ ALBORNOZ, La población de América latina. Desde los tiem-pos precolombinos al año 2025, Alianza Universidad, 1994. 21 F. COOK y W. BORAH, Ensayos sobre historia de la población: Méxi-co y el Caribe, traducción de Clementina Zamora. Ed. Siglo Veintiuno, 1977-1978 Núm. 50 (2004) 825 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 17 que este número se reduce en volumen de manera drástica por otros autores, como Rosenblat (1954), para quien esta cantidad podría situarse en torno a los 100.000 habitantes, mientras la cuantificación de F. Moya Pons (1977) se fija en unos 400.000, sobre un supuesto de unas 5 personas por km2, que fue el índi-ce medio de habitantes calculado para la Isla a principios del siglo XVI22. Para F. Luna Calderón23, esta última cifra podría acer-carse más a la realidad, mientras que J. Alcina Franch piensa que, aunque el montante de ocho millones de habitantes de Cook y Borah, parece excesivo en valores absolutos, es proba-ble, sin embargo, que la densidad demográfica fuera en efecto alta, explicándola por su estructura político-económica basada en un sistema de jefaturas o cacicazgos24. No resulta fácil valorar la incidencia de los «virus europeos» en las poblaciones canarias, porque aún no poseemos una valo-ración del número de gente que habitaba el Archipiélago duran-te el periodo de contacto de europeos y canarios. Y aunque los fenómenos traumáticos del contacto de aquéllos y las comuni-dades aborígenes de las Islas Canarias, son comparables con los de las Antillas, al menos en lo que se refiere a los mecanismos que produjeron el derrumbe poblacional, y su coincidencia ade-más en las fechas en las que tuvieron lugar estos acontecimien-tos, no han sido objeto de un estudio detallado en cada una de ellas, ni tampoco en su conjunto, por lo que no conocemos bien su número durante el siglo XIV, y sobre todo en el XV, cuando los europeos establecieron contacto con ellas25. 22 F. MOYA PONS, La Española en el siglo XVI, 1493-1520, Ed. Universi-dad Católica Madre y Maestra, Santiago, República Dominicana, 1978. N. SÁNCHEZ ALBORNOZ, ob. cit., p. 51. 23 F. LUNA CALDERÓN, ob. cit., 1989:173 24 ALCINA FRANCH, J., «La cultura taína como sociedad de transición entre los niveles tribal y de jefatura», en Las culturas de América en la épo-ca del Descubrimiento, Ed. Turner, 1987:71. 25 Resulta muy sugerente la propuesta de A. MACÍAS, «Fuentes y prin-cipales problemas metodológicos de la demografía histórica de Cana-rias », Anuario de Estudios Atlánticos, n.º 34, (1988) pp. 51-163 y «Expan-sión europea y demografía aborigen. El ejemplo de Canarias, 1400-1505», Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, X,2, 1992, partiendo del nivel de consumo de la cebada, aunque nos parece que estos criterios 826 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 18 ANTONIO TEJERA GASPAR La comparación del derrumbe demográfico de canarios y antillanos, ha sido muy bien definida por A. Crosby en los tér-minos siguientes: «Los guanches merecen más atención que la que se les ha prestado. A excepción de los arawak de las Indias Orientales, fueron posiblemente el primer pueblo en ser conduci-do al borde de la extinción por el imperialismo moderno»26. Esta apreciación ha de hacerse, sin embargo, con las debidas ma-tizaciones, ya que sabemos por la documentación contenida en las Actas de los Cabildos, las Datas de Repartimiento de las is-las, los Protocolos notariales y otra documentación de carácter etnohistórico, que a pesar de la catástrofe demográfica, a la que se ha aludido, no hubo en Canarias una destrucción total de la población —aunque esta fue desigualmente repartida también en las distintas islas—, tal como sucedió con los insulares de las Antillas. El trauma del contacto interétnico, en todo caso, se saldó negativamente para los más débiles: los taínos, los majos, los canarios, los gomeros, los guanches, los auaritas, los bimbaches, los majoreros. A las enfermedades se les unió la falta de protec-ción jurídica, los cambios en la alimentación y, entre otras cau-sas, la difícil adaptación a una realidad social nueva. Todo ello significó el comienzo de una desestructuración de la población, son más propios para otros periodos históricos, que para poblaciones con niveles culturales diferentes. Por nuestra parte, pensamos en la necesidad de ponerlo en relación con algunos de los criterios a los que nos hemos referido, que quizá resulten más clarificadores. Las referencias sobre la po-blación de las Islas Canarias, recogidas por Fray Bartolomé de las Casas figuran en el Capítulo 17 de su Historia de las Indias Obras Completas. Vol. 3. Historia de las Indias, Ed. Alianza Editorial, 1994:429, con el título si-guiente: «Sobre el descubrimiento y las intervenciones de los cristianos en Canarias y África, preludio de lo que ocurrió en las indias occidentales». 1. Descubrimiento de las islas de Canaria e intervenciones de los cristia-nos en ella. Según los estudios de la Escuela de Berkeley, en un siglo se pasa de 25.000.000 de habitantes para Méjico (otros autores hablan de 11.400.000 y de 18.200.000 en 1519), hasta llegar a los 800.000 en 1620. La caída se fija para este país en torno al 96 % de la población, y el 93 % en Perú Guy y Jean Testas, Los conquistadores, 1492-1556. Ed. Edaf, Ma-drid, 1990:120. 26 A CROSBY, W., Imperialismo Ecológico. La expansión biológica de Europa, 900-1900. Ed. Crítica, 1988:97. Núm. 50 (2004) 827 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 19 agravada además porque los «nuevos dioses» los habían enga-ñado, y los suyos, aunque milenarios, ya no respondían a sus súplicas. Fue el principio y el final de su cosmogonía y de su historia como etnias diferenciadas. 6. EL COMERCIO DE LA INFAMIA HUMANA El tráfico de la infamia humana, el de la esclavitud, se con-virtió desde el redescubrimiento de las Islas Canarias en uno de los objetivos de mayor envergadura para las expediciones comer-ciales que tenían como destino el Atlántico Sur. No hay cons-tancia del número de personas que fueron capturadas, ni de las armadas que se realizaron con esa finalidad, o de las que de manera ocasional recalaban en sus costas y no volvían de vacío a los puertos de origen. Esta práctica, común en algunas de las islas durante el siglo XIV y el primer tercio del XV, se documenta bien en la información testifical de Juan Íñiguez de Atabe, in-cluida en la Pesquisa de Pérez de Cabitos en la que sobre estos hechos el testigo declara lo siguiente: «andando de armada con mucha gente, que aportó a las dichas yslas e que las corrió to-das e traxo dellas cativos a esta çibdad. E como es costumbre de los que andan de armada llevar gentes de muchas naçiones como se les deparan»27. Un testimonio semejante lo contiene la versión «G» de la crónica francesa Le Canarien, para quienes los hom-bres eran s��lo un valor de cambio y una mercancía para co-merciar28. 27 Pesquisa de Cabitos. Estudio, transcripción y notas de Eduardo Aznar Vallejo. Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1990:225. Con el título de este epígrafe he querido hacer un homenaje al libro del escritor argentino Jorge Luis Borges, autor de la Historia Universal de la Infamia (1935) que con tanta brillantez trata este tema. 28 Le Canarien, Texto G, 27. A. Cioranescu, 1980:35. Sobre el problema de la esclavitud de los canarios, y en especial, sobre su situación jurídica ante la corona, véase la monografía de A. RUMEU DE ARMAS, La política indigenista de Isabel la Católica. Valladolid, 1969. En esta obra espléndida se recoge una exhaustiva documentación, complementada con importantes referencias bibliográficas. 828 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 20 ANTONIO TEJERA GASPAR Las diferentes expediciones llevadas a cabo en la isla de Lanzarote diezmaron su monto poblacional, según el testimo-nio recogido en la cr��nica normanda, en donde se relata un buen ejemplo de tales correrías: «[esta isla] estaba muy poblada de gentes; pero los españoles y los aragoneses y otros corsarios del mar los han cogido varias veces y llevado en cautiverio, hasta que quedaron pocas gentes. Porque, cuando llegamos nosotros, sólo había unas 300 personas, que hemos cogido con mucho trabajo»29. De estas cuestiones relacionadas con lo sucedido en Lan-zarote, isla que he seleccionado por ser la que sufrió primero las consecuencias nefastas del contacto con los europeos, conviene traer a colación un texto de Cristóbal Colón, contenido en una carta escrita desde La Española entre Setiembre de 1498 y Octu-bre de 1500, donde expresa su estado de opinión sobre este pro-blema y el del comercio esclavista en las costas africanas, que por su práctica habitual conocía muy bien30, ya que se trataba de hechos frecuentes acaecidos en estas islas durante todo el siglo XV, como queda recogido en los estudios hechos por Vicenta Cor-tés en su obra La esclavitud de Valencia (1964), cuando refirién- 29 «Y nos esforzamos en cuanto podemos para coger gentes,... para que, si viene alguna nave de España o de otra parte, podamos cambiar esclavos por víveres». Le Canarien, Texto G, 70. A. Cioranescu, 1980:66. 30 Al aludir Colón a las condiciones del traslado de los indios esclavos desde la isla Española, así como sobre el cuidado de lo que denomina, con una expresión no exenta de sarcasmo, «preciada mercancía», hace las si-guientes consideraciones, rememorando situaciones acaecidas con anterio-ridad, con el transporte de los esclavos provenientes de África y del archi-piélago canario: «Y bien que mueran agora, así no será siempre d’esta manera, que así hazían los negros y los canarios a la primera». En C. CO-LÓN, Textos y documentos completos. Prólogo y notas de Consuelo Varela. Ed. Alianza Universidad. Doc. XXVII. C. Varela, 1984:243. Y en otro texto hace las siguientes consideraciones sobre los esclavos canarios: «De acá se pueden, con el nombre de la Sancta Trinidad, enbiar todos los esclavos que se pudieren vender; de los cuales, si la informaçión que yo tengo es cierta, me dizen que se podrán vender cuatro mill que, a poco valer, valdrán vein-te cuentos; [...]. Y cierto, la razón que dan a ello pareçe auténtica, porque en Castilla y Portogal y Aragón y Italia y Cecilia y las islas de Portugal y de Aragón y las Canarias gastan muchos esclavos». Colón, Doc. XXVII. C. Va-rela, 1984:244. Núm. 50 (2004) 829 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 21 dose a lo acontecido en Canarias, dice que «los canarios eran, al mismo tiempo, una escala para los mercaderes que conseguían sus esclavos en las costas occidentales africanas, pues entre los lotes de gentes canarias se hallan moros procedentes de los luga-res fronteros de Berbería como el de Guast»31. 7. LA PERSONALIDAD DEL INDÍGENA La discusión sobre la naturaleza del indígena, de su libertad, de su personalidad o de su humanidad, que daría pie a una de las reflexiones más sustanciosas del pensamiento jurídico, filo-sófico y sociológico de los religiosos e intelectuales españoles y europeos del siglo XVI, tuvo también su precedente en la defen-sa de los «aborígenes canarios» ante la Curia romana, como ha documentado Dominik J. Wölfel (1930) en la información estu-diada por él, así como también en la obra pionera de Antonio Pérez Voituriez Problemas jurídicos internacionales de la conquis-ta de Canarias (1958). En los dos trabajos, ambos autores po-nen de manifiesto estos aspectos, cuya diferencia con el «caso americano» se halla sólo en la dimensión del problema. El carácter de infieles atribuido a los antiguos habitantes de Lanzarote, así como la corroboración de sus costumbres bárba-ras resaltadas por Le Canarien, era un buen argumento para jus-tificar moral y socialmente las tropelías que se llevaban a cabo contra estas gentes, bajo la argucia de que iban a ser convertidos a la fe cristiana: «los canarios que viven en los países del Sur, [...] son infieles y no reconocen a su creador y viven en parte como bestias»32. Pedro Mártir en su Epístola 806 recoge asimismo la opinión sobre los indígenas americanos, en la que aporta argu-mentos semejantes a los manejados por los franceses a comien-zos del siglo XV33, para justificar la esclavización de los caribeños 31 V. CORTÉS, «La conquista de las Islas Canarias a través de la venta de esclavos en Valencia», Anuario de Estudios Atlánticos, 1955, n.º 1, pp. 479-547. La esclavitud en Valencia durante el reinado de los Reyes Católi-cos (1479-1516). Publicaciones del Archivo Municipal, Valencia, 1964. 32 Le Canarien, Texto G. 42. A. Cioranescu, 1980:45. 33 «El derecho natural y el canónico mandan que todo el linaje huma-no sea libre; mas el derecho romano admite una distinción, y el uso con- 830 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 22 ANTONIO TEJERA GASPAR que se encuentran asimismo en las denuncias contenidas en el capítulo 17 de la Historia de las Indias del monje dominico Fray Bartolomé de las Casas, cuando establece un paralelismo entre estos dos mundos, expresando de forma elocuente su pensamien-to crítico, con relación al estado de opinión que se creó a raíz de la diatriba del «caso americano de conquista», resultando signifi-cativo, sin duda, el parecido propuesto por el religioso en su fa-moso alegato Brevísima Relación de la destrucción de las Indias y el apartado que en su obra dedica a las Islas Canarias bajo el epígrafe «Sobre el descubrimiento y las intervenciones de los cris-tianos en Canarias y África, preludio de lo que ocurrirá en las In-dias Occidentales. Descubrimiento de las islas de Canaria e inter-venciones de los cristianos en ellas», en la que en una primera parte introductoria hace una reflexión sobre el ser cristiano y lo que ello conlleva, para contrastarlo con las tropelías y abusos producidos en estas islas durante los hechos de Conquista. «Ido [Juan de Béthencourt] a las dichas islas con su armada, sojuzgó por fuerza de armas las tres dellas, que fueron Lanzarote, Fuerte Ventura y la isla que llaman del Hierro, haciendo guerra cruel a los vecinos naturales dellas, sin otra razón ni causa más de por su voluntad o, por mejor decir, ambición y querer ser señor de quien no le debía nada, sojuzgándolos. [...] También es de creer que aquellas islas tomó con muerte de hartos de los que consigo lleva-ba; y no menos sería, sino munchos (sic) más, de los canarios naturales, como gente de pocas armas y que estaban en sus casas seguros sin hacer mal a nadie»34. trario ha quedado establecido. En efecto, una larga experiencia ha demos-trado la necesidad de que sean esclavos, y no libres, aquellos que por su naturaleza son propensos a vicios abominables y faltos de guías y tutores vuelven enseguida a sus errores impúdicos. Hemos llamado a nuestro Con-sejo de Indias a los bicolores frailes Dominicos y a los descalzos Francis-canos, que han residido largo tiempo en aquellas partes, y les hemos pre-guntado su parecer sobre este extremo. Todos, de acuerdo, convinieron en que no había mayor yerro que dejarlos en libertad». PEDRO MÁRTIR DE ANGLERÍA, Cartas sobre el Nuevo Mundo. El Espejo Navegante. Ed. Poli-femo, Epístola 806 [1990]:144. En sus «Consultas acerca de la libertad de los indios», fechada en Madrid, a 22 de febrero de 1525, dirigida al Arzo-bispo de Cosenza. 34 Bartolomé de las Casas I, 17,43v [1994]:431. Las referencias a las islas Canarias se hallan incluidas en los capítulos 17, 18, 19, 20 y 21. Este Núm. 50 (2004) 831 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 23 Creo que las similitudes de ambos fenómenos, puestas de relieve en la obra lascasiana, resultan muy elocuentes para es-tablecer las comparaciones oportunas entre los dos aconteci-mientos. 8. EL PROBLEMA RELIGIOSO Otro aspecto a tener en cuenta, en lo que a los mecanismos de contacto se refiere, son los cambios introducidos en la cosmogonía de estas poblaciones, por la presencia en ella de los religiosos. Conviene hacer una precisión en cuanto a los medios puestos en práctica entre los antillanos y los restantes grupos indoamericanos, ya que el contacto con los europeos fue más lento y distinta su actuación también en los dos conjuntos hu-manos. La penetración religiosa en Gran Canaria comienza con la llegada de los llamados «trece hermanos» mallorquines, quienes a partir de 1368 se introducen en la sociedad canaria35. En 1351, según la Bula papal de Urbano V, Ad hoc semper, se funda el Obispado de Telde, en donde construirían una Casa de Oración, sin que sepamos cómo influyó en ellos la presencia continuada de estos «trece religiosos», en cuanto a la transformación de sus manifestaciones espirituales, aunque sí en lo concerniente a su cultura material. En Tenerife, por su parte, merece ser señalada la presencia de una imagen gótica de la «Virgen de Candelaria» que los guanches encontraron en las playas de Chimisay —pertenecien-te entonces al menceyato de Güímar, en el Sur de Tenerife—, en una fecha discutida, al no haber quedado bien fijada si la ima-gen se trajo a la isla a fines del siglo XIV, 1390-1392, según la capítulo 17 viene precedido de la siguiente entradilla («En el cual se tracta del reciente redescubrimiento de las islas de Canaria, del primer intento de posesión por el «Príncipe de la Fortuna» y la guerra cruel e injusta que mosior Juan de Betancor, para sojuzgarlas, hizo a los vecinos dellas, que no le habían hecho ningún daño»). 35 Los «trece hermanos», según Eduardo Aznar, forman parte de una cofradía relacionada con la evangelización de Gran Canaria por los mallor-quines. 832 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 24 ANTONIO TEJERA GASPAR tradición recogida en las postrimerías del XVI por A. Espinosa, o si, por el contrario, fue depositada aquí a mediados del XV36. Se le ha atribuido a esta primera cristianización un factor decisivo para explicar por qué el Mencey de Güímar, a cuya de-marcación pertenecía el hallazgo, actuó como «hombre de paz» al lado de las huestes del conquistador de Tenerife Alonso Fernández de Lugo, poniéndose de manifiesto asimismo la ac-ción mediadora de los religiosos, a quienes se les ha atribuido una función relevante en los sucesos posteriores que tuvieron lugar desde la arribada de las tropas castellanas a la Isla en 1494, año en el que se produjo la primera gran batalla de la Conquista37. Este, como otros aspectos referidos a la posible in-tercesión de la Virgen, resultan muy discutibles, ya que el pro-blema debe ser entendido, a mi juicio, a partir del conocimiento de la realidad sociopolítica de estas comunidades, antes que por un redentorismo mesianista, buscando como mediadora de es-tos hechos a la imagen de la Candelaria. Sea como fuere, los castellanos se aprovecharon de las tradiciones religiosas de los guanches para transformar sus creencias, beneficiando de este modo un acercamiento de las dos sociedades que, a la postre terminaría por cambiar sus principios cosmogónicos ancestrales, ya que la introducción de la referida imagen significó la susti-tución de una creencia por otra, en la que, por cierto, existían rasgos fáciles de reconocer en ambas, sin que se alteraran pro-fundamente sus concepciones religiosas. El Ser Supremo de la 36 El relato de cómo fue hallada la Virgen de Candelaria se recoge en el capítulo Segundo del libro de Fray ALONSO ESPINOSA, Historia de Nues-tra Señora de Candelaria. Goya Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, [1980]. Ed. de Alejandro Cioranescu. 37 Para muchos autores, la fecha en la que la imagen primitiva debió de ser depositada en las playas de Chimisay (Güímar), habría que situarla entre 1440-1450, a juzgar por el análisis de la escultura, de la que se con-serva una copia en la Iglesia de Santa Úrsula de Adeje, junto a la descrip-ción que del icono hace A. Espinosa; la actual imagen es obra del escultor tinerfeño Fernando Estévez, que comenzó a tallarla en 1827, ya que la obra original desapareció como consecuencia del aluvión de 1826. En la obra de M.ª JESÚS RIQUELME PÉREZ, La Virgen de Candelaria y las Islas Canarias, ACT, 1990, se recoge de forma exhaustiva, toda la documentación sobre la imagen en Tenerife, así como su devoción en el resto de las islas. Núm. 50 (2004) 833 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 25 cosmogonía guanche era el Sol, que lo asociarían probablemen-te a una simbología femenina, si como pienso, a sus divinidades le atribuían un aspecto antropomorfizado, masculino a la luna, y al sol apariencia de mujer, como parece deducirse de algunos rasgos lingüísticos, según puso de manifiesto el estudio de J. Álvarez Delgado, para quien la frase del P. Espinosa «achmayex, guayaxerax, achoron, achaman», se entendería como «la madre del sustentador grande de tierras y cielos»38, en una clara aso-ciación con el sexo femenino, de la misma manera a como fi-gura en el texto de Abreu Galindo quien, con algunas varian-tes, viene a coincidir en conceptos semejantes a lo recogido por A. Espinosa: «Adoraban (...) a Santa María, después que les apareció, la llamaban Chaxiraxi. Y es de notar que Guayaxiraxi quiere decir: «El que tiene el mundo» y Chaxiraxi quiere decir «La que carga al que tiene al mundo». Y por otro nombre, lla-maron a Santa María Atmaycegua-axi, que quiere decir «la madre del que carga al mundo»39. Uno de los mecanismos puestos en práctica en Tenerife por los religiosos para iniciar el proceso de cristianización, fue la de utilizar al nativo Antón guanche, que previamente había sido cristianizado, para que sedujera a sus compatriotas sobre qué significaba la imagen que había aparecido en sus tierras, dán-doles «noticia a los naturales guanches [de] quién era la ima-gen que tenían consigo en Tenerife, de Nuestra Señora; que la sirviesen y honrasen, que era madre del que sustentaba la tie-rra y el cielo, y que por ella les har��a el Dios que ellos tenían muchas mercedes», según la información de Abreu Galindo40. Hay además otras cuestiones que ayudan a entender este problema y que están íntimamente relacionadas con el aspecto físico de la imagen de la Virgen de Candelaria, que era «algo moreno», como el de los guanches del sur de Tenerife quienes la habían encontrado, y a los que se les describe como «gente (...) de muy buenas y perfectas facciones de rostro y disposición de 38 J. ÁLVAREZ DELGADO, Teide. Ensayo de Filología tinerfeña. La Laguna, 1945:19.A. Espinosa, Cap. VII [1980]:62. 39 J. ABREU GALINDO, Historia de las siete islas Canarias, Goya Ed. Santa Cruz de Tenerife [1977]: 301. 40 Ibídem, I, XXIV, 117. 834 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 26 ANTONIO TEJERA GASPAR cuerpo. (Los de la banda del Sur) [son] de color algo tostada y morena»41. En la mitología de las sociedades aborígenes de las Islas Canarias se conocen los denominados «mitos del retorno», a tra-vés de los que creían en la venida por el mar de sus Seres Su-periores. El fraile dominico Alonso Espinosa recogió en su obra algunas de estas «premoniciones» de los guanches, que he aso-ciado con estas cuestiones: «un profeta o adivino, Guañameñe, que profetizaba las cosas venideras, y les había dicho que ha-bían de venir dentro de unos pájaros grandes (que eran los navíos) unas gentes blancas por la mar, y habían de enseñorear la isla»42, por lo que la «aparición» de esta imagen en una playa del sur de Tenerife, podría ayudar a entender también por qué fue aceptada con facilidad la presencia de una figura de mujer que había llegado por el mar, y que podría relacionarse precisa-mente con la «aparición de la imagen de Candelaria». Todas estas circunstancias favorecieron, sin duda, una rápi-da aceptación de la imagen, ya que en ella los aborígenes reco-nocerían manifestaciones de su cosmogonía, y también de su realidad cotidiana, lo que sin duda debió de favorecer el proce-so de transculturación de sus principios cosmogónicos y, de modo especial, en cuanto a su concepción sobre los Seres Su-premos. 9. EL CAMBIO CULTURAL Entre las muchas cuestiones que están faltas aun de un es-tudio en profundidad, se encuentran las relativas a los mecanis-mos que los castellanos pusieron en práctica para forzar el cam-bio social en las comunidades aborígenes canarias, mediante la introducción de la cultura de los conquistadores. Existen algu-nos estudios parciales, pero muy escasos aún, sobre los proble-mas de integración del mundo aborigen a la Nueva Sociedad, de los que cabe destacar el de R. González Antón «Conquista y aculturación de los aborígenes de Tenerife» (Gaceta de Canarias, 41 A. ESPINOSA, ob. cit., Cap. VI [1980]:36-37. 42 A. ESPINOSA, ob. cit., Cap. Espinosa, A. 1980 (1594), I, VI, 58-59. Núm. 50 (2004) 835 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 27 3, 1982), proponiendo diversos ítem sobre los procesos de transculturación como los de carácter ecológico, social, econó-mico y espiritual, relativos a los guanches de Tenerife. De los trabajos monográficos dedicados a estos temas, merece ser des-tacado el libro de M. Marrero La esclavitud en Tenerife a raíz de la Conquista (1966)43, obra que marca un punto de inflexión sobre el análisis y valoración de este problema. Una obra paradigmática es, sin duda, la de A. Rumeu de Armas La políti-ca indigenista de Isabel La Católica (1969), en donde se estudia la acción de la Corona castellana con relación a los aborígenes de las Islas Canarias que serviría de pauta en la relación con los indígenas de las Antillas y, posteriormente con los del Conti-nente. Son de gran interés, igualmente, las obras de E. Aznar La integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1526) (1983), y la de F. Fernández-Armesto Las Islas Ca-narias después de la Conquista (1997) y más recientemente Gabriel Betancor Quintana, Los canarios en la formación de la moderna sociedad tinerfeña (2002), así como otros trabajos de este autor, aún inéditos, que son una aportación relevante so-bre todos estos problemas Se echa en falta, sin embargo, un trabajo de conjunto en donde figuren analizados, de manera particularizada, ya sea por islas, o de todo el Archipiélago, los problemas derivados de la gé-nesis de la nueva sociedad, así como de los procesos de mesti-zaje para explicar el cambio cultural de las sociedades preeuro-peas canarias, en lo referente a la inadaptación al trabajo, hábitos alimenticios, vestidos, comportamientos sociales, enfer-medades, así como de los cambios de mentalidad introducidos por los colonos castellanos sobre los que se gestará la Nueva Sociedad, para así poder entender mejor este complejo proceso social y cultural, no suficientemente analizado en sus aspectos esenciales44. 43 Ver los trabajos de V. CORTÉS, «La conquista de las Islas Canarias a través de la venta de esclavos en Valencia», Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 1, pp. 479-547, 1955, así como La esclavitud en Valencia durante el reinado de los Reyes Católicos (1479-1516), Publicaciones del Archivo Mu-nicipal, Valencia, 1964. 44 Ver F. FERNÁNDEZ ARMESTO, Antes de Colón, Ed. Cátedra, 1993; Las islas Canarias después de la Conquista. La creación de una Sociedad Colo- 836 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 28 ANTONIO TEJERA GASPAR He de decir, en síntesis, que la investigación en ambas co-munidades, en lo que se refiere a los fenómenos de contacto y a la aculturación, puede servir para entender las diferencias y semejanzas de los dos procesos, así como los comportamientos de estas culturas y de sus respuestas ante hechos similares. Este ha sido el enfoque del presente trabajo, en el que he procurado poner de relieve algunas pocas cuestiones relativas al contacto interétnico; unas veces, desde una perspectiva antropológica, y otras, desde un punto de vista arqueológico, por lo que proba-blemente se echen en falta otros planteamientos en el análisis de los problemas, en los que, de manera consciente, he dejado de lado cuestiones de crítica textual o de aspectos históricos que con otros criterios metodológicos han sido estudiados, de mane-ra amplia y detallada, como el lector interesado puede compro-bar en la abundante bibliografía existente sobre estos temas. nial a principios del siglo XVI, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Cana-ria, Las Palmas de Gran Canaria, 1997. Consultar asimismo R. GONZÁLEZ ANTÓN, «Introducción al estudio de las primeras Historias Generales de las Islas Canarias». I.E.C., 50º Aniversario, II, pp. 171-183, 1982. «Conquista y aculturación de los aborígenes de Tenerife», Gaceta de Canarias, n.º 3, pp. 35-38, 1982.
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Calificación | |
Título y subtítulo | Canarios, taínos y europeos en los siglos XIV y XV : (Un modelo de contacto interétnico) |
Autor principal | Tejera Gaspar, Antonio |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 50. Tomo 2 |
Sección | Etnohistoria |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2004 |
Páginas | p. 0809-0836 |
Materias | Etnografía ; Historia ; Canarias |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 128705 Bytes |
Texto | ETNOHISTORIA Núm. 50 (2004) 809 68 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV (UN MODELO DE CONTACTO INTERÉTNICO) P O R ANTONIO TEJERA GASPAR Con ocasión del cincuentenario de la publicación del Anua-rio de Estudios Atlánticos, su codirector, el profesor Antonio de Bethencourt Massieu, solicitó mi colaboración para la edición de este número extraordinario, que asimismo lo es por la re-levancia de la publicación que con tanto acierto y sabiduría ha llevado a cabo su creador, el profesor Antonio Rumeu de Ar-mas, quien siempre fue un valedor para los que comenzába-mos a hacer nuestras primeras aportaciones a la historia de Ca-narias. Por ello y atendiendo al espíritu mismo del título de la revista, me ha parecido oportuno hacer algunas reflexiones sobre los problemas derivados de los primeros contactos de los europeos con las sociedades insulares atlánticas de las Islas Ca-narias y del Caribe, con las que los europeos entraron en contacto a partir del primer tercio del siglo XIV y a todo lo largo del XV. La conmemoración en 1992 del V Centenario del Descubri-miento del denominado Nuevo Mundo, desconocido hasta 1492 por los europeos, permitió a muchos especialistas en distintas ramas del saber replantearse una serie de cuestiones sobre el contacto de culturas, ya que la efemérides propiciaría múltiples reflexiones de carácter histórico, político, económico, científico, 810 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 2 ANTONIO TEJERA GASPAR demográfico, ecológico..., hasta el punto de que este importante evento de la Historia Moderna ha aparecido como si tales fenó-menos fueran una consecuencia exclusiva de este acontecimien-to, del que sin negar sus especiales características y su relevan-cia, no es un unicum en la Historia de la Humanidad. Es sólo uno muy destacado, cuyos ecos están presentes aún, a pesar del tiempo transcurrido, seguramente por hallarse muy vivo en la memoria de sus pueblos y, sin duda también, por sus innega-bles repercusiones geoculturales. Su preeminencia en la Historia y la coincidencia en el tiem-po, han contribuido a que hechos similares acaecidos en Cana-rias desde la mitad del siglo XIV y hasta fines del XV, hayan pa-sado desapercibidos, o al menos no suficientemente valorados, aunque cabe reconocer que las dimensiones culturales y geográ-ficas de estas islas están muy alejadas del modelo citado, sin que llegue a ser un obstáculo para que problemas de esta índole puedan ser considerados en el mismo ámbito de análisis y estu-dio, como ya había sugerido el ilustrado tinerfeño y primer gran historiador de Canarias, José de Viera y Clavijo, cuando refirién-dose a la Historia de este Archipiélago señalaba que «las famo-sas conquistas de Méjico y del Perú harán siempre más eco en todo el mundo que las de Canaria y Tenerife. Es verdad tam-bién que Cort��s y Pizarro serán en la opinión de los hombres más héroes que Vera y Fernández de Lugo; pero ¡ah, si fue-se lícito hacer un paralelo riguroso entre los guanches y los in-dios, entre las fuerzas de las Canarias y de las Américas, en-tre el impulso que animaba el brazo a unos y otros conquista-dores! »1. En otro plano de los hechos, el contacto interétnico —aun-que referido en esta ocasión a un pasado más remoto—, es un fenómeno bien conocido en la Historia del Mediterráneo, ya se trate del que tuvo lugar entre los griegos y las gentes de su en-torno próximo, o el de Roma y los pueblos prehistóricos de Eu-ropa, Asia y África. Son, en todo caso, hechos de cultura bien refrendados por el conocimiento científico en todos aquellos 1 JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO, Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Octava Edición, [1982]. Introducción y notas del Dr. Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones, t. I, p. 13. Núm. 50 (2004) 811 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 3 periodos de la historia de la humanidad en los que se han pro-ducido situaciones semejantes, surgidas de la interrelación de comunidades con diferente nivel político, económico, cultural o religioso2. 1. LO QUE LAS CRÓNICAS CONTARON Las poblaciones preeuropeas canarias están unidas a las amerindias a través de las noticias recogidas en la Crónica ame-ricana. Las primeras aparecen en el Diario de Colón y en las crónicas posteriores, ya bien avanzado el siglo XVI, en las que se da cuenta de las culturas que habían existido aquí y cuyos acontecimientos resultaban recientes aún para quienes los rela-taron. De estos cronistas, cabe destacar a Andrés Bernáldez, Bartolomé de las Casas, Pedro Mártir de Anglería, Hernando Colón, Ginés de Sepúlveda, Alonso de Santa Cruz, Fernández de Enciso, Juan González de Mendoza, Girolamo Benzoni, Gonza-lo Fernández de Oviedo, Francisco López de Gómara, entre otros. En ocasiones, la información es copiada y transmitida de unos a otros sin ninguna crítica o contraste de la documenta-ción, como es usual en la época. En muchos casos su interés radica en que lo recogido en algunas de ellas no figura en las obras clásicas que forman lo que, por analogía con aquélla, podemos denominar, con las salvedades propias, Crónica cana-ria, ni es contemplada tampoco en otras posteriores, considera-das como primeras Historias de Canarias. La coincidencia en fechas de las dos Crónicas y la semejan-za también de su información, requeriría un estudio comparati-vo —aún no realizado con detenimiento—, acerca de su concep-ción sobre las etnias de los dos archipiélagos, de las que, sin embargo, se han hecho buenos estudios, debidos a Elías Serra, Leopoldo de la Rosa, Buenaventura Bonnet, Alejandro Cioranes-cu, Francisco Morales Padrón, entre otros, pero están faltas aún de una valoración crítica de su génesis, de la personalidad de 2 E. BENITO, De la alteridad en la Historia. Real Academia de la Histo-ria, 1988. T. TODOROV, La Conquista de América. El problema del otro. Ed. Siglo XXI, 2.ª edición, 1989. 812 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 4 ANTONIO TEJERA GASPAR sus autores, del ambiente intelectual en el que fueron escritas, así como de los intereses políticos, económicos o religiosos, con los que se elaboraron los cuestionarios y la selección de los in-formantes. Sobre estos temas contamos con un trabajo de ca-rácter introductorio de Rafael González Antón «Introducción al estudio de las primeras Historias Generales de las Islas Cana-rias. I.E.C., 50º Aniversario, II, 1982», quien ha puesto de mani-fiesto el paralelismo de estas primeras «Historias» de Canarias con sus homónimas de las fuentes americanas, comparándolas con los cuestionarios incluidos en las Cédulas o Memorias ofi-ciales que los representantes de la Corona hicieron en América, con la finalidad de conocer con detalle los modos de vida de las poblaciones sojuzgadas. En un trabajo, aún inédito de Sergio Baucells, se hace una gran aportación en este sentido, siguien-do en parte la línea iniciada por J.J. Jiménez en Gran Canaria Prehistórica (1999) y J. Onrubia en La isla de los Guanartemes. Territorio, sociedad y poder en Gran Canaria indígena (siglos XIV-XV) (2003), entre otros, que de seguro nos permitirá contar en un futuro próximo con una sistematización de tales fuentes. En lo que respecta al contenido y a las intenciones de am-bas, podemos hacer nuestras algunas de las ideas expuestas por F. Cámara Barbachano sobre las fuentes americanas, quien al referirse a ciertos cronistas, como Fray Bernardino de Sahagún, se decanta por una visión crítica hacia la documentación reco-pilada por él, al creer que el «uso de informantes fue de lo más selectivo, discriminatorio y limitado a ciertos antiguos nobles, ‘principales’ e individuos muy dependientes de los misioneros. Aunque han sido bautizados como los primeros etnógrafos, su modo prejuiciado de seleccionar los asuntos y temas de explora-ción prueba las motivaciones, intereses e intenciones que influ-yeron en sus trabajos; además, sus cuestionarios y entrevistas con singulares personajes adolecen de una terminología clara y precisa; están llenas de subjetivismo y de situaciones y condicio-nes ‘ideales’; no hicieron observación participante; se dejaron llevar por la falacia del ‘sentido común’; y estaban tan satisfe-chos de la probidad intelectual de sus informantes, que nunca comprobaron en la experiencia real la legitimidad de los datos. Sin embargo, en esas obras hay material abundantísimo para Núm. 50 (2004) 813 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 5 saber cómo eran ciertas costumbres y diferenciada participación social, algunos conocimientos, varias creencias, diversos pensa-mientos y unas que otras emociones y conductas. Además, sin esas tareas nuestra etnohistoria y nuestra etnología serían mu-cho menos consistentes»3. La importancia de las crónicas canarias como fuente etnoló-gica y su paralelismo con las americanas, fue puesta de mani-fiesto por Fermín del Pino en «Canarias y América en la Histo-ria de la Etnología Primigenia: usando una hipótesis», publicado en la Revista de Indias en el año 1976, al destacar su carácter liminar con relación a la Crónica americana, en cuanto a los orígenes de los estudios etnográficos que, según él, habrían de retrotraerse por esta causa hasta mediados de los siglos XIV y XV, para incluir a los cronistas que escribieron sobre Canarias. A partir de estos relatos, surgidos como consecuencia de los pri-meros contactos de los europeos con estas poblaciones durante el siglo XV, principiaron a conocerse en Europa unas sociedades y unas formas de vida no comparables con ninguna otra del continente; y en esas fechas, sin posible parangón tampoco con las asentadas en las riberas mediterráneas de África, con quie-nes los europeos ya habían entrado en relación desde hacía tiempo. Se trataba de las primeras referencias de cronistas ita-lianos y portugueses, como Nicoloso da Recco, Diogo Gomes, Gomes Eannes de Zurara; o los franceses Pierre Boutier y Jehan Le Verrier, quienes junto con el genovés Alvise Ca da Mosto, fueron los primeros «etnógrafos» que daban cuenta de unos pueblos primitivos, habitantes de unas islas que en el trescien-tos habían sido «nuevamente encontradas» en el Atlántico por navegantes procedentes de los principales puertos y mercados de Europa4. 3 FERNANDO CÁMARA, «Identidad y etnicidad indígena histórica», en Indianismo e indigenismo en América, compilación de José Alcina Franch. Alianza Editorial, 1990:72. 4 Véanse, sobre todo, los trabajos de ELÍAS SERRA RAFOLS, «El redes-cubrimiento de las Islas Canarias en el s. XIV», Revista de Historia, 1961, núms. 135-136, pp. 219-234. «Lancelotto Malocello en las Islas Cana-rias », Congreso Internacional de História dos Descobrimentos, pp. 3-14, Lis-boa, 1961. 814 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 6 ANTONIO TEJERA GASPAR 2. LOS TESTIGOS DEL DRAMA En estas sociedades, la cosmogonía del indígena se encuen-tra mediatizada por la visión etnocéntrica del Cronista, porque sus categorías mentales son las de un observador que descono-ce la realidad analizada y la traslada a un orden intelectual dis-tinto, el de Occidente de los siglos XV y XVI. En esta historia es-crita por el europeo, según G. Bonfil, son no sólo «falsos los hechos, también la perspectiva, el punto de vista, el «porqué» de la historia»5. Los habitantes del Caribe no nos legaron su visión sobre los acontecimientos del encuentro con los europeos, mientras que en Méjico y en Perú, en cambio, existen abundantes testimonios sobre la manera en la que su gente entendió la llegada de los españoles, cómo fue su relación con ellos, el trauma que signi-ficó la desaparición de sus Instituciones, de sus costumbres, de sus tradiciones, así como todo lo relativo a la pérdida de su cos-mogonía y de sus dioses. En definitiva, de su cultura. Las obras de Felipe Guamán Poma de Ayala Nueva crónica y buen gobier-no ([1987]), que relata el final del mundo Inca, o los textos com-pilados por Miguel León Portilla, Visión de los vencidos. Relacio-nes indígenas de la Conquista (1989), sobre el final de la cultura azteca, resultan paradigmáticas para entender en este horizon-te de contacto interétnico «el problema del otro». No hubo tampoco en Canarias ningún autor que relatara el drama de los vencidos, como consecuencia de los enfrentamien- 5 Sobre esta concepción de la historia fuertemente impregnada de eurocentrismo, dice G. Bonfil Batalla, en la obra citada de J. Alcina, ed, 1990:194-196: «Hay otra [historia]: la del indio. Es al revés, como el mo-mento de la rueda de la fortuna en que se invierten las posiciones. Los héroes de aquélla son los villanos en ésta, sus méritos son su oprobio, sus mayores logros el punto más alto de su ignominia. Su visión del mundo indio pasado y presente, del futuro indio, es siempre desde afuera, a partir de Occidente; es la historia de ‘los otros´, nunca ‘nuestra historia. Las cate-gorías para representarse y entender un mundo no occidental son las cate-gorías emanadas del proceso histórico de Europa; [...] La historia india, es esa versión, se europeiza, se distorsiona, se enajena; siempre es un apéndi-ce, un complemento o una aberración de la historia verdadera y única: la de occidente». Núm. 50 (2004) 815 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 7 tos sostenidos durante el siglo XV por los europeos y las distin-tas comunidades insulares, desde que en 1402 se iniciara el «Ru-bicón » de la conquista francesa en la isla de Lanzarote, hasta la derrota final en 1496, en la «Victoria» de los castellanos so-bre los guanches de Tenerife6. Las figuras literarias canarias de los siglos XVI y XVII, como Antonio de Viana o Bartolomé Cairasco de Figueroa, nos lega-ron, en cambio, un gran fresco en forma de Epopeya sobre las relaciones entre castellanos y canarios, en las que primó una visión integradora y superadora de las viejas culturas y de su asimilación a la Nueva Sociedad7. 3. CANARIAS Y LAS ANTILLAS. DOS MODELOS DE CONTACTO INTERÉTNICO Todas las circunstancias señaladas han contribuido a que los problemas planteados al historiador, que analiza estos hechos desde una perspectiva etic, desde fuera de la cultura objeto de estudio, resulten de difícil comprensión al no poder hacerlo des-de dentro de la Sociedad, es decir, desde una perspectiva emic8. Estas dificultades son, qué duda cabe, inherentes a cualquier 6 Con el término de «Rubicón» me refiero aquí al primer asentamiento de los europeos en Lanzarote, fundado con el objetivo de iniciar la con-quista del Archipiélago que, aunque frustrada en sus objetivos iniciales, marca un punto de inflexión en relación con la ocupación y Conquista pos-terior de las islas por la Corona de Castilla. El término de «Victoria» alude aquí a la denominación con que se conoce un pueblo del Norte de Tenerife, que conmemora el triunfo de los castellanos sobre los guanches en 1496, y que se considera el final de la contienda bélica. El pueblo de «La Matanza», contiguo a aquél, recuerda, por el contrario, la «Victoria» de los guanches sobre los castellanos. Para el mundo americano, ver además N. WATCHEL, Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570). Alianza Univer-sidad, 1976. 7 ANTONIO DE VIANA, Conquista de Tenerife. Edición de Alejandro Cioranescu. Ed. Interinsular Canaria, 1986 (1604). CAIRASCO DE FIGUEROA, Antología Poética. Edición de Alejandro Cioranescu, Ed. Interinsular Cana-ria, 1984. 8 M. HARRIS, El Materialismo cultural. Alianza Ed, 1982:47-48. 816 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 8 ANTONIO TEJERA GASPAR investigación del pasado, pero en este caso, por el carácter mis-mo de la información, así como por el análisis de los hechos, se hace necesario plantearlos en un terreno más hipotético y ha de entenderse también en un marco metodológico distinto al usado comúnmente en cualquier otro periodo histórico. Un estudio comparativo sobre los procesos de interacción entre las poblaciones de Canarias y los europeos a fines del si-glo XV, y en esas fechas las de las Antillas con los españoles, requiere tomar en consideración varios aspectos sobre esos pa-ralelismos, al tratarse de comunidades que sólo poseyeron como nexo la relación temporal en la que se produjeron aquéllos9. 9 Se ha discutido mucho acerca de la posible relación cultural entre el Viejo y el Nuevo Mundo en época prehistórica. La tradición difusionista en la investigación arqueológica europea tendió siempre a explicar muchos fenómenos de las culturas prehistóricas del Nuevo Mundo —en el concep-to europeo del término—, a partir de unos pretendidos contactos que po-drían haberse establecido entre las dos orillas desde épocas muy remotas y, en algunos de estos supuestos, las islas Canarias se han utilizado casi siem-pre como plataforma explicativa de esta aventura oceánica durante la Pre-historia. Sin embargo, todos los intentos para fundamentar tales conexio-nes han sido infructuosos. Desde que el homo sapiens-sapiens cruzara el estrecho de Behring en torno al año 40.000 a.C., los habitantes de la Euro-pa prehistórica no parece que hubieran vuelto a tener ninguna relación con aquéllas tierras, ni a nuestro juicio tampoco —a excepción de la llegada de los vikingos a las costas del norte del continente—, con ninguna de las ci-vilizaciones que desarrollaron su cultura en el ámbito del mediterráneo, ya fueran egipcios, fenicios o romanos, como se ha pretendido argumentar de manera reiterada, siempre que aparecen similitudes formales que no sopor-tan la menor crítica hecha con un cierto rigor analítico. Tales semejanzas se han buscado, principalmente, en algunas de las manifestaciones conside-radas más relevantes del Viejo Mundo, como las pirámides funerarias egip-cias, intentando encontrar en vano una línea de parentesco con los templos de parecida forma de la Península del Yucatán (Méjico). Pero también se ha hecho con otras manifestaciones de menor envergadura en Canarias, y de manera especial con la isla de Gran Canaria. En ella se quiso ver una línea de enlace entre los dos mundos a través de los idolillos pierniabiertos y las pintaderas, entre otros materiales, según sostuvo en otro tiempo J. ALCINA FRANCH (1956), «Las pintaderas de Canarias y sus posibles re-laciones », Anuario de Estudios Atlánticos, n.º 2, 1956, «El vaso de mango-vertedero en el Viejo Mundo y en América», Anuario de Estudios Atlánti-cos, n.º 4, (1958) pp. 169-191. De esta opinión participarían también otros investigadores, como L. PERICOT, «El problema de los contactos prehistóri- Núm. 50 (2004) 817 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 9 Sucede lo mismo con la heterogeneidad cultural de las propias comunidades canarias, ya que cada isla formó un mundo pecu-liar, que desarrolló sus manifestaciones culturales al margen de lo acontecido en los territorios vecinos. Esta falta de homoge-neidad en un ámbito geográfico reducido —siete islas que no superan los ocho mil kilómetros cuadrados—, posee en el caso americano unas connotaciones singulares, debido a su dimen-sión espacial si las comparamos con los territorios a estudiar, ya se trate de las islas del Caribe y más aun las culturas del conti-nente. Y aunque existen hechos comunes en los archipiélagos antillanos, las diferencias fueron igualmente notables, como en el caso de La Española, que he tomado como referencia para establecer las analogías pertinentes. Es necesario hacer además una precisión en cuanto al espa-cio temporal acotado para explicar ambos modelos. En Cana-rias, los límites son bastante precisos, porque los procesos de transculturación en las distintas comunidades fueron rápidos —si se compara con los del mundo americano—, desde que se inicia el contacto y la ocupación pacífica a través de los pactos; y con posterioridad, el sojuzgamiento por vía de Conquista. Conviene matizar, sin embargo, que el proceso aparece dilatado en el tiempo porque la relación de los europeos con las diferen-tes islas se escalona en un periodo más largo que en aquél, mientras en el ámbito americano estos perfiles resultan más difíciles de precisar, al ser de mayor duración y porque forman parte de hechos históricos muy vivos aún en buena parte del continente. El primer contacto de los europeos con la población de las Islas Canarias se fija en una fecha ante quem, si tomamos como referencia el año 1339, cuando por primera vez aparece en el portulano del mallorquín Angelino Dulcert el nombre de la isla de Lanzarote, vinculada al genovés Lancelotto Malo-cello, quien había sido su redescubridor y a la que llegaría pro-bablemente en un momento que se suele fijar entre 1312 y cos afroamericanos», Revista de Indias, 1971, n.º 123-124, pp. 173-181. El conocimiento que hoy se posee de las culturas preeuropeas de las islas Canarias, así como los avances producidos en el de la prehistoria america-na no permiten sostener tal hipótesis. 818 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 10 ANTONIO TEJERA GASPAR 133210; y una fecha post quem, correspondiente a los últimos años del siglo XV, 1496, cuando terminó la toma de Tenerife y, con ella, el final de la conquista de las islas por los europeos y castellanos. En el caso americano, y por tratarse de un proceso más complejo, he seleccionado de manera convencional un pe-riodo que iría desde el 12 de Octubre de 1492 hasta 1530, fe-chas durante las que tienen lugar una serie de acontecimientos que permiten establecer tales comparaciones, ya que en el pri-mer tercio del siglo XVI se iniciaron las conquista de México y del Perú, aunque la propuesta que aquí se hace sólo se halla circunscrita —como he dicho—, a los fenómenos que tuvieron lugar en la isla caribeña de La Española. Se trata, en todo caso, de hitos convencionales, ya que sólo he puesto el énfasis en lo que atañe al primer contacto, sin entrar en otras discusiones derivadas de los procesos de transculturación que excederían la propuesta que aquí se hace. He procurado analizar también una serie de cuestiones que se encuadran dentro de los criterios propuestos por Ribeiro (1950)11 para determinar los distintos modelos de contacto interétnico, que él define como «aislados o intermitentes», agru-pados bajo el término genérico de «primeros contactos», ya que los «permanentes» e «integrados» los analiza como procesos de 10 El portulano de Angelino Dulcert fue redactado en Mallorca el año 1339, siendo por tanto la primera imagen cartográfica que Europa alcanza-ría a ver de las Islas Canarias. Con anterioridad, probablemente entre 1312 y 1330 se asentó en la isla de Lanzarote, el genovés Lancelotto Malocello, quien construiría una torre que los franceses alcanzaron a ver en 1402, aun-que ya derruida. En el mapa citado se mezclan las islas reales bien cono-cidas, con las que habían sido transmitidas por el Naturalista latino Plinio el Viejo (23-79 d.C.) en su obra «Naturalis Historia», por lo que junto a algunas de las denominaciones latinas, así como a las referencias de islas míticas, como la de San Barandán o San Brandán, figuran ya la «Insula de lanzarotus marocelus», aludiendo naturalmente al genovés, su descubridor; «Vegimarin» que se cree corresponde con el islote de Lobos, muy cercano a Fuerteventura, y esta última que figura también con la denominación de «la forte ventura» (F. FERNÁNDEZ ARMESTO, Antes de Colón. Ed. Cátedra, 1993:177-178). 11 N. FIGUEIREDO, «La última frontera de los grupos indígenas de la Amazonia Brasileña», en Indianismo e indigenismo en América. Compila-ción de José Alcina Franch, Alianza Editorial, 1990:210. Núm. 50 (2004) 819 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 11 aculturación, que desembocarán finalmente en el cambio cul-tural de estas sociedades12. A título indicativo me detendré en una serie de aspectos que habrían de formar parte del desideratum de estudios a los que me he referido y cuyo objetivo es el de comprender mejor el trán-sito de ambas culturas a la Nueva Sociedad. De ellos, cabría destacar el «Requerimiento», la esclavitud, la afección biótica, los problemas jurídicos de las dos Conquistas o la consideración de infieles a sus habitantes, entre otros muchos aspectos relacio-nados con los cambios de mentalidad que generó este proceso. 4. EL REQUERIMIENTO El denominado «Requerimiento», fórmula ideada por el juris-consulto Juan López de Palacios Rubios, fue una práctica co-mún en América, cuando se produjeron los encuentros entre europeos e indígenas. Se trataba de una estratagema sutil me-diante la que los conquistadores planteaban a los gentiles la disyuntiva de ser sometidos al gobierno de sus majestades, por medios pacíficos, o de lo contrario, ser sojuzgados por procedi-mientos más coercitivos13. Sin entrar en un análisis comparati-vo sobre estos aspectos en las dos áreas geoculturales ni tampo-co sobre el sarcasmo y la invalidez moral que este procedimiento posee desde nuestra perspectiva, así como la perplejidad con la que los indígenas debieron de contemplar tal simulacro entre quienes se arrogaban indebidamente la posesión de sus territo-rios y el control de sus personas, merece la pena aludir a él, aunque sólo sea a título de ejemplo. 12 No pretendo pasar revista a todos los problemas que plantea la interacción cultural, ni mucho menos los que surgieron como consecuen-cia del encuentro de los europeos con los «canarios» y «antillanos», desde mediados del XIV hasta bien entrado el siglo XVI. En todo caso, un breve repaso a algunos de ellos pone de manifiesto la necesidad de su estudio individualizado en el ámbito canario, para establecer comparaciones con ambas riberas del Atlántico. 13 La fórmula del Requerimiento fue ideada para conseguir la evangeli-zación, recurriendo a la fuerza como medio de propagación de la fe. Ver E. AZNAR, Viajes y descubrimientos en la Edad Media. Ed. Síntesis, 1994:114. 820 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 12 ANTONIO TEJERA GASPAR Me refiero a un episodio que tuvo lugar en la isla de Gran Canaria, en el momento de ser conquistada por la Corona de Castilla. Su primer conquistador, Juan Rejón, hizo requerimien-to a los canarios para que entrasen en obediencia a los Reyes, acto en el que es posible encontrar las oportunas semejanzas con fenómenos de parecida índole que tuvieron lugar durante las conquistas de los distintos territorios en las Indias Occiden-tales: «El capitán Juan Rejón, por justificar su causa, envió un faraute, para que les dijese cómo ellos eran venidos de parte de los Reyes Católicos sus señores, don Fernando y doña Isabel, reyes de Castilla, para que, tornándose cristianos, los recibiese debajo de su guarda y amparo, y ninguno los inquietase y estu-viesen pacíficos y quietos en su tierra; (...) pero que, no hacien-do lo que se les mandaba a decir, los habían de perseguir hasta hacerlos morir, o embarcarlos y sacarlos de la isla»14. 5. EL ENEMIGO INVISIBLE: LA DESTRUCCIÓN DE CANARIOS Y TAÍNOS Uno de los capítulos más polémicos de la Conquista caste-llana de las Indias, y uno también sobre el que se ha generado una gran controversia es el referido al número de habitantes que desapareció a causa de las afecciones bióticas, por la transmi-sión de enfermedades de origen vírico que los europeos les con-tagiaron. Estos primeros contactos con las poblaciones antilla-nas violentaron su medio, como antes había sucedido con las canarias, con lo que se iniciaba a ambos lados del Atlántico un proceso de desvertebración de todas estas comunidades, como recoge el mapa del etnógrafo Hewes, donde aparecen una serie de etnias que se enfrentaron a los europeos en torno a 1500 y en el que se incluye a los guanches (patronímico exclusivo de la población de Tenerife, aunque generalizado en la literatura ar- 14 ABREU GALINDO, Historia de la Conquista de las siete Islas de Canaria. II, 10. «Que cuenta el reencuentro que tuvo Juan Rejón en Guiniguada con los canarios». Introducción, notas e índice por Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones. [1977]:182. Ver S. ZAVALA, La Conquista de Canarias y América. Estudio comparativo. Las Palmas de Gran Canaria. [1991]:29-30. Núm. 50 (2004) 821 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 13 queológica a los primitivos habitantes de las siete islas de este Archipiélago), quienes junto con los antillanos, ejemplifican las culturas indígenas que desaparecieron durante el siglo XVI: «Quince de ellas fueron profundamente afectadas y aculturadas por la expansión del sur y oeste europeos durante el siglo XVI, algunas como los grupos guanches y antillanos, hasta su com-pleta destrucción física»15. Estas comunidades no poseían las defensas necesarias para hacer frente a la agresión que supuso la irrupción de agentes patógenos desconocidos para quienes por su aislamiento no podían combatirlos. Se trataba de grupos no inmunizados a las virulentas enfermedades que en ese siglo hacían estragos en la población europea, por lo que el derrumbe humano ocasionado en los dos archipiélagos por estos primeros contactos, permite emparentar a las poblaciones canarias con situaciones parecidas del mundo americano, en cuanto a la manera en la que para ambas sociedades significó el final de su cultura y de su historia. En la extinción de estas gentes hay que considerar, además de la afección biótica, otras causas que explican su desestruc-turación, como la esclavización, a la que se le aparejó un exce-so de trabajo y una mala alimentación. Asimismo, la estructura familiar había sido violentada y con ella todo su sistema social, basado principalmente en la interrelación y la ayuda mutua de sus miembros. Estos factores, señalados por Fernando Luna Calderón para explicar el derrumbe demográfico de los taínos de La Española, sirven para entender, aunque con algunas va-riantes, un fenómeno similar acontecido por esas mismas fechas en las Islas Canarias16, porque los mecanismos que explican es-tas afecciones y los causantes de las enfermedades, pueden ser comparados de modo semejante en las dos poblaciones, aunque en ningún caso en lo que se refiere al volumen y a las conse-cuencias producidas en los dos ámbitos humanos. 15 P. CHAUNU, Conquista y Explotación de los Nuevos Mundos (s. XVI). Ed. Labor, 1984:228. 16 A todas las causas señaladas, añade además este autor el trato cruel e inhumano que se le dio a los indios. Todas estas circunstancias contribu-yeron a su desaparición en un período de unos veinticinco años desde que tiene lugar el primer contacto. 822 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 14 ANTONIO TEJERA GASPAR Las investigaciones sobre la destrucción de la población in-dígena de las Antillas permiten confirmar las apreciaciones con-tenidas en el texto de Contarini, que aquí recogemos, aunque haciendo la salvedad de que entre las varias causas aducidas para explicar su desaparición, el choque bacteriano fue proba-blemente el factor más relevante de la reducción demográfica, siendo superior sin duda a las que él mismo esgrime: «Esta isla [Española] solía estar habitadísima, tanto que Pedro Mártir, que es milanés, y del Consejo de las Indias, y tiene asimismo el en-cargo de escribir la historia de aquellos países y de aquellas navegaciones, me asegura que entre la isla Española y la de Jamaica, que no es muy grande, solía haber, cuando fueron descubiertas por Colón, un millón de almas o más; ahora por el trato cruel de los españoles, sea por las grandes fatigas que han ocasionado a esos pobres hombres insólitos haciéndoles cavar por oro, sea por los muertos de desesperación, que ha sido tan grande que se han dado casos de madres que han matado a sus propios hijos, han fallecido todos; tanto, que ahora en la isla Española no llegan a siete mil almas��17. Los grupos antillanos estaban acostumbrados a padecer y a remontar situaciones coyunturales dramáticas, cuando el stress 17 Gaspar de Contarini, Apéndice II [1986]:174-175, recogido por el Conquistador Anónimo, en su Relación de la Nueva España. Edición de Jesús de Bustamante, El Espejo Navegante, [1986]. Sobre el número de taínos que habitaban la Española y los que fueron desapareciendo entre fines del siglo XV y mediados del XVI las cifras son bien contradictorias. Para 1492 Bartolomé de las Casas cifra su número en tres millones. Bartolomé Colón entre 1495 y 1497 la estipula en un millón cien mil per-sonas. En seiscientas mil lo hace en las mismas fechas un fraile dominico. En 1492 el licenciado Alonso de Zuazo los cifra en un millón ciento trein-ta mil. En igual fecha Pedro Mártir de Anglería habla de un millón dos-cientas mil. En 1508, en el Censo que hace Pasamonte recoge un número ya diezmado de sesenta mil. Por su parte, en el Censo del Repartimiento de Diego Colón establece una cantidad de treinta y tres mil quinientos vein-tiocho. En 1512, un fraile dominico cuenta cuarenta mil habitantes. En la Relación del Repartimiento de R. de Alburquerque figuran veinticinco mil cuatrocientos treinta y cinco. En 1518, el licenciado Zuazo y frailes jerónimos calculan once mil. En 1529, la información de Sebastián Ramírez de Fuenleal establece la cantidad de dos mil trescientos cuarenta. Y finalmente en 1547 se recoge una cifra de ciento cincuenta que hace el Dr. Montaño, protector de los indios. Núm. 50 (2004) 823 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 15 del hambre y sus propias enfermedades los golpeaban con cierta frecuencia. Las crisis cíclicas debieron ser igualmente superadas a lo largo de su historia en las ocasiones en que se manifesta-ron, sin que por ello se produjera un desequilibrio catastrófico de su población. No pudieron, sin embargo, hacer frente a la violenta e instantánea afección vírica sufrida por la llegada de los agentes patógenos que acompañaron a los españoles, como se ha demostrado en las excavaciones realizadas en el Este de la República Dominicana, donde F. Luna Calderón localizó un cementerio con enterramientos de españoles e indígenas, en el que éstos aparecían inhumados de forma colectiva. Por las ca-racterísticas de los esqueletos y por su cantidad, este investiga-dor cree que se trataba de individuos muertos a consecuencia de una gran epidemia18. Se ha sugerido que el estado relativamente libre de enferme-dades de las poblaciones de las Antillas se debió a la falta de animales domésticos que actuarían de depósito para la transmi-sión de enfermedades, por lo que sus gentes se encontraron desarmadas ante la llegada de los castellanos, lo que facilitaría que las afecciones víricas les atacaran con gran dureza. Los grupos canarios, por el contrario, convivían y se alimentaban de cuadrúpedos, como la cabra, oveja y cerdo, que sirvieron de pantalla ecológica frente a la introducción de enfermedades transmitidas por los castellanos, por lo que les afectaría en menor medida que a los amerindios. Aunque estos extremos están sujetos a revisión, esta hipótesis podría servir de argumen-to para entender por qué los enemigos invisibles que arribaron a Canarias en la fase de contacto con el mundo europeo, pu-dieron tener una incidencia menor que entre los habitantes de los archipiélagos caribeños19. 18 F. LUNA CALDERÓN, «Paleopatología de los grupos taínos de la Hispaniola», en Las culturas de América en la época del Descubrimiento. La Cultura Taína. Ed. Turner Libros, 1989:165-175. 19 M. H. CRAWFORD, Antropología biológica de los indios americanos. Colecciones Mapfre, 1492, 1992:79. A. TEJERA GASPAR, L. LÓPEZ MEDINA y J. HERNÁNDEZ, «Las enfermedades de los antiguos canarios en la etapa de contacto con los europeos», Anuario de Estudios Atlánticos, n.º 46, 2000, pp. 383-406. 824 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 16 ANTONIO TEJERA GASPAR El conocimiento sobre el número de gente que habitaba en las islas mayores de los archipiélagos antillanos, y de modo es-pecífico en La Española en época prehispánica, ha de hacerse sobre supuestos demográficos. Tampoco resulta muy válida la comparación con las etapas sincrónicas a la época de la Con-quista, así como en los años inmediatos, porque el problema es igualmente complejo, ya que con relación a otras zonas del con-tinente, existen aquí muy pocos censos de población indígena, ya sea por la pronta extinción de los indios, o porque el resto de la población estaba exenta de tributos. Todo ello no favore-ció que se contara con un número, siquiera aproximado, de las personas que en ellas vivían en época preeuropea20. La cuantificación de la población del Caribe resulta bastan-te dispar, según los distintos criterios aplicados por los investi-gadores, al aportarse unas cifras que oscilan mucho en su nú-mero, resultando difícil optar por unas u otras, ya que en ambos extremos de la curva, sea por exceso o por defecto, la tendencia siempre resulta exagerada y se halla lejos de obtener una valo-ración ponderada de estos hechos. Como tantos otros aspectos, relativos a la explicación de los acontecimientos históricos en los que intervienen conquistadores y conquistados, éstos no se ha-llan exentos de una fuerte carga de subjetividad. Y más aún si se trata de esta isla, por haber sido el lugar en donde primera-mente se produjo una destrucción masiva de la población abo-rigen, y porque en ella se originó la diatriba sobre las denun-cias del fraile dominico Bartolomé de Las Casas sobre el número de habitantes que allí vivían antes de Octubre de 1492. Su car-ga ideológica y la dificultad para aportar datos cercanos a la realidad, hacen que los aquí manejados, extractados de distin-tos autores, sólo posean un carácter estimativo. Así, en el pico más alto de la curva se hallan las cifras de Cook y Borah, quie-nes consideraban que en La Española durante la etapa del con-tacto con los castellanos vivían unos 8.000.000 de taínos21, aun- 20 N. SÁNCHEZ ALBORNOZ, La población de América latina. Desde los tiem-pos precolombinos al año 2025, Alianza Universidad, 1994. 21 F. COOK y W. BORAH, Ensayos sobre historia de la población: Méxi-co y el Caribe, traducción de Clementina Zamora. Ed. Siglo Veintiuno, 1977-1978 Núm. 50 (2004) 825 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 17 que este número se reduce en volumen de manera drástica por otros autores, como Rosenblat (1954), para quien esta cantidad podría situarse en torno a los 100.000 habitantes, mientras la cuantificación de F. Moya Pons (1977) se fija en unos 400.000, sobre un supuesto de unas 5 personas por km2, que fue el índi-ce medio de habitantes calculado para la Isla a principios del siglo XVI22. Para F. Luna Calderón23, esta última cifra podría acer-carse más a la realidad, mientras que J. Alcina Franch piensa que, aunque el montante de ocho millones de habitantes de Cook y Borah, parece excesivo en valores absolutos, es proba-ble, sin embargo, que la densidad demográfica fuera en efecto alta, explicándola por su estructura político-económica basada en un sistema de jefaturas o cacicazgos24. No resulta fácil valorar la incidencia de los «virus europeos» en las poblaciones canarias, porque aún no poseemos una valo-ración del número de gente que habitaba el Archipiélago duran-te el periodo de contacto de europeos y canarios. Y aunque los fenómenos traumáticos del contacto de aquéllos y las comuni-dades aborígenes de las Islas Canarias, son comparables con los de las Antillas, al menos en lo que se refiere a los mecanismos que produjeron el derrumbe poblacional, y su coincidencia ade-más en las fechas en las que tuvieron lugar estos acontecimien-tos, no han sido objeto de un estudio detallado en cada una de ellas, ni tampoco en su conjunto, por lo que no conocemos bien su número durante el siglo XIV, y sobre todo en el XV, cuando los europeos establecieron contacto con ellas25. 22 F. MOYA PONS, La Española en el siglo XVI, 1493-1520, Ed. Universi-dad Católica Madre y Maestra, Santiago, República Dominicana, 1978. N. SÁNCHEZ ALBORNOZ, ob. cit., p. 51. 23 F. LUNA CALDERÓN, ob. cit., 1989:173 24 ALCINA FRANCH, J., «La cultura taína como sociedad de transición entre los niveles tribal y de jefatura», en Las culturas de América en la épo-ca del Descubrimiento, Ed. Turner, 1987:71. 25 Resulta muy sugerente la propuesta de A. MACÍAS, «Fuentes y prin-cipales problemas metodológicos de la demografía histórica de Cana-rias », Anuario de Estudios Atlánticos, n.º 34, (1988) pp. 51-163 y «Expan-sión europea y demografía aborigen. El ejemplo de Canarias, 1400-1505», Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, X,2, 1992, partiendo del nivel de consumo de la cebada, aunque nos parece que estos criterios 826 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 18 ANTONIO TEJERA GASPAR La comparación del derrumbe demográfico de canarios y antillanos, ha sido muy bien definida por A. Crosby en los tér-minos siguientes: «Los guanches merecen más atención que la que se les ha prestado. A excepción de los arawak de las Indias Orientales, fueron posiblemente el primer pueblo en ser conduci-do al borde de la extinción por el imperialismo moderno»26. Esta apreciación ha de hacerse, sin embargo, con las debidas ma-tizaciones, ya que sabemos por la documentación contenida en las Actas de los Cabildos, las Datas de Repartimiento de las is-las, los Protocolos notariales y otra documentación de carácter etnohistórico, que a pesar de la catástrofe demográfica, a la que se ha aludido, no hubo en Canarias una destrucción total de la población —aunque esta fue desigualmente repartida también en las distintas islas—, tal como sucedió con los insulares de las Antillas. El trauma del contacto interétnico, en todo caso, se saldó negativamente para los más débiles: los taínos, los majos, los canarios, los gomeros, los guanches, los auaritas, los bimbaches, los majoreros. A las enfermedades se les unió la falta de protec-ción jurídica, los cambios en la alimentación y, entre otras cau-sas, la difícil adaptación a una realidad social nueva. Todo ello significó el comienzo de una desestructuración de la población, son más propios para otros periodos históricos, que para poblaciones con niveles culturales diferentes. Por nuestra parte, pensamos en la necesidad de ponerlo en relación con algunos de los criterios a los que nos hemos referido, que quizá resulten más clarificadores. Las referencias sobre la po-blación de las Islas Canarias, recogidas por Fray Bartolomé de las Casas figuran en el Capítulo 17 de su Historia de las Indias Obras Completas. Vol. 3. Historia de las Indias, Ed. Alianza Editorial, 1994:429, con el título si-guiente: «Sobre el descubrimiento y las intervenciones de los cristianos en Canarias y África, preludio de lo que ocurrió en las indias occidentales». 1. Descubrimiento de las islas de Canaria e intervenciones de los cristia-nos en ella. Según los estudios de la Escuela de Berkeley, en un siglo se pasa de 25.000.000 de habitantes para Méjico (otros autores hablan de 11.400.000 y de 18.200.000 en 1519), hasta llegar a los 800.000 en 1620. La caída se fija para este país en torno al 96 % de la población, y el 93 % en Perú Guy y Jean Testas, Los conquistadores, 1492-1556. Ed. Edaf, Ma-drid, 1990:120. 26 A CROSBY, W., Imperialismo Ecológico. La expansión biológica de Europa, 900-1900. Ed. Crítica, 1988:97. Núm. 50 (2004) 827 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 19 agravada además porque los «nuevos dioses» los habían enga-ñado, y los suyos, aunque milenarios, ya no respondían a sus súplicas. Fue el principio y el final de su cosmogonía y de su historia como etnias diferenciadas. 6. EL COMERCIO DE LA INFAMIA HUMANA El tráfico de la infamia humana, el de la esclavitud, se con-virtió desde el redescubrimiento de las Islas Canarias en uno de los objetivos de mayor envergadura para las expediciones comer-ciales que tenían como destino el Atlántico Sur. No hay cons-tancia del número de personas que fueron capturadas, ni de las armadas que se realizaron con esa finalidad, o de las que de manera ocasional recalaban en sus costas y no volvían de vacío a los puertos de origen. Esta práctica, común en algunas de las islas durante el siglo XIV y el primer tercio del XV, se documenta bien en la información testifical de Juan Íñiguez de Atabe, in-cluida en la Pesquisa de Pérez de Cabitos en la que sobre estos hechos el testigo declara lo siguiente: «andando de armada con mucha gente, que aportó a las dichas yslas e que las corrió to-das e traxo dellas cativos a esta çibdad. E como es costumbre de los que andan de armada llevar gentes de muchas naçiones como se les deparan»27. Un testimonio semejante lo contiene la versión «G» de la crónica francesa Le Canarien, para quienes los hom-bres eran s��lo un valor de cambio y una mercancía para co-merciar28. 27 Pesquisa de Cabitos. Estudio, transcripción y notas de Eduardo Aznar Vallejo. Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1990:225. Con el título de este epígrafe he querido hacer un homenaje al libro del escritor argentino Jorge Luis Borges, autor de la Historia Universal de la Infamia (1935) que con tanta brillantez trata este tema. 28 Le Canarien, Texto G, 27. A. Cioranescu, 1980:35. Sobre el problema de la esclavitud de los canarios, y en especial, sobre su situación jurídica ante la corona, véase la monografía de A. RUMEU DE ARMAS, La política indigenista de Isabel la Católica. Valladolid, 1969. En esta obra espléndida se recoge una exhaustiva documentación, complementada con importantes referencias bibliográficas. 828 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 20 ANTONIO TEJERA GASPAR Las diferentes expediciones llevadas a cabo en la isla de Lanzarote diezmaron su monto poblacional, según el testimo-nio recogido en la cr��nica normanda, en donde se relata un buen ejemplo de tales correrías: «[esta isla] estaba muy poblada de gentes; pero los españoles y los aragoneses y otros corsarios del mar los han cogido varias veces y llevado en cautiverio, hasta que quedaron pocas gentes. Porque, cuando llegamos nosotros, sólo había unas 300 personas, que hemos cogido con mucho trabajo»29. De estas cuestiones relacionadas con lo sucedido en Lan-zarote, isla que he seleccionado por ser la que sufrió primero las consecuencias nefastas del contacto con los europeos, conviene traer a colación un texto de Cristóbal Colón, contenido en una carta escrita desde La Española entre Setiembre de 1498 y Octu-bre de 1500, donde expresa su estado de opinión sobre este pro-blema y el del comercio esclavista en las costas africanas, que por su práctica habitual conocía muy bien30, ya que se trataba de hechos frecuentes acaecidos en estas islas durante todo el siglo XV, como queda recogido en los estudios hechos por Vicenta Cor-tés en su obra La esclavitud de Valencia (1964), cuando refirién- 29 «Y nos esforzamos en cuanto podemos para coger gentes,... para que, si viene alguna nave de España o de otra parte, podamos cambiar esclavos por víveres». Le Canarien, Texto G, 70. A. Cioranescu, 1980:66. 30 Al aludir Colón a las condiciones del traslado de los indios esclavos desde la isla Española, así como sobre el cuidado de lo que denomina, con una expresión no exenta de sarcasmo, «preciada mercancía», hace las si-guientes consideraciones, rememorando situaciones acaecidas con anterio-ridad, con el transporte de los esclavos provenientes de África y del archi-piélago canario: «Y bien que mueran agora, así no será siempre d’esta manera, que así hazían los negros y los canarios a la primera». En C. CO-LÓN, Textos y documentos completos. Prólogo y notas de Consuelo Varela. Ed. Alianza Universidad. Doc. XXVII. C. Varela, 1984:243. Y en otro texto hace las siguientes consideraciones sobre los esclavos canarios: «De acá se pueden, con el nombre de la Sancta Trinidad, enbiar todos los esclavos que se pudieren vender; de los cuales, si la informaçión que yo tengo es cierta, me dizen que se podrán vender cuatro mill que, a poco valer, valdrán vein-te cuentos; [...]. Y cierto, la razón que dan a ello pareçe auténtica, porque en Castilla y Portogal y Aragón y Italia y Cecilia y las islas de Portugal y de Aragón y las Canarias gastan muchos esclavos». Colón, Doc. XXVII. C. Va-rela, 1984:244. Núm. 50 (2004) 829 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 21 dose a lo acontecido en Canarias, dice que «los canarios eran, al mismo tiempo, una escala para los mercaderes que conseguían sus esclavos en las costas occidentales africanas, pues entre los lotes de gentes canarias se hallan moros procedentes de los luga-res fronteros de Berbería como el de Guast»31. 7. LA PERSONALIDAD DEL INDÍGENA La discusión sobre la naturaleza del indígena, de su libertad, de su personalidad o de su humanidad, que daría pie a una de las reflexiones más sustanciosas del pensamiento jurídico, filo-sófico y sociológico de los religiosos e intelectuales españoles y europeos del siglo XVI, tuvo también su precedente en la defen-sa de los «aborígenes canarios» ante la Curia romana, como ha documentado Dominik J. Wölfel (1930) en la información estu-diada por él, así como también en la obra pionera de Antonio Pérez Voituriez Problemas jurídicos internacionales de la conquis-ta de Canarias (1958). En los dos trabajos, ambos autores po-nen de manifiesto estos aspectos, cuya diferencia con el «caso americano» se halla sólo en la dimensión del problema. El carácter de infieles atribuido a los antiguos habitantes de Lanzarote, así como la corroboración de sus costumbres bárba-ras resaltadas por Le Canarien, era un buen argumento para jus-tificar moral y socialmente las tropelías que se llevaban a cabo contra estas gentes, bajo la argucia de que iban a ser convertidos a la fe cristiana: «los canarios que viven en los países del Sur, [...] son infieles y no reconocen a su creador y viven en parte como bestias»32. Pedro Mártir en su Epístola 806 recoge asimismo la opinión sobre los indígenas americanos, en la que aporta argu-mentos semejantes a los manejados por los franceses a comien-zos del siglo XV33, para justificar la esclavización de los caribeños 31 V. CORTÉS, «La conquista de las Islas Canarias a través de la venta de esclavos en Valencia», Anuario de Estudios Atlánticos, 1955, n.º 1, pp. 479-547. La esclavitud en Valencia durante el reinado de los Reyes Católi-cos (1479-1516). Publicaciones del Archivo Municipal, Valencia, 1964. 32 Le Canarien, Texto G. 42. A. Cioranescu, 1980:45. 33 «El derecho natural y el canónico mandan que todo el linaje huma-no sea libre; mas el derecho romano admite una distinción, y el uso con- 830 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 22 ANTONIO TEJERA GASPAR que se encuentran asimismo en las denuncias contenidas en el capítulo 17 de la Historia de las Indias del monje dominico Fray Bartolomé de las Casas, cuando establece un paralelismo entre estos dos mundos, expresando de forma elocuente su pensamien-to crítico, con relación al estado de opinión que se creó a raíz de la diatriba del «caso americano de conquista», resultando signifi-cativo, sin duda, el parecido propuesto por el religioso en su fa-moso alegato Brevísima Relación de la destrucción de las Indias y el apartado que en su obra dedica a las Islas Canarias bajo el epígrafe «Sobre el descubrimiento y las intervenciones de los cris-tianos en Canarias y África, preludio de lo que ocurrirá en las In-dias Occidentales. Descubrimiento de las islas de Canaria e inter-venciones de los cristianos en ellas», en la que en una primera parte introductoria hace una reflexión sobre el ser cristiano y lo que ello conlleva, para contrastarlo con las tropelías y abusos producidos en estas islas durante los hechos de Conquista. «Ido [Juan de Béthencourt] a las dichas islas con su armada, sojuzgó por fuerza de armas las tres dellas, que fueron Lanzarote, Fuerte Ventura y la isla que llaman del Hierro, haciendo guerra cruel a los vecinos naturales dellas, sin otra razón ni causa más de por su voluntad o, por mejor decir, ambición y querer ser señor de quien no le debía nada, sojuzgándolos. [...] También es de creer que aquellas islas tomó con muerte de hartos de los que consigo lleva-ba; y no menos sería, sino munchos (sic) más, de los canarios naturales, como gente de pocas armas y que estaban en sus casas seguros sin hacer mal a nadie»34. trario ha quedado establecido. En efecto, una larga experiencia ha demos-trado la necesidad de que sean esclavos, y no libres, aquellos que por su naturaleza son propensos a vicios abominables y faltos de guías y tutores vuelven enseguida a sus errores impúdicos. Hemos llamado a nuestro Con-sejo de Indias a los bicolores frailes Dominicos y a los descalzos Francis-canos, que han residido largo tiempo en aquellas partes, y les hemos pre-guntado su parecer sobre este extremo. Todos, de acuerdo, convinieron en que no había mayor yerro que dejarlos en libertad». PEDRO MÁRTIR DE ANGLERÍA, Cartas sobre el Nuevo Mundo. El Espejo Navegante. Ed. Poli-femo, Epístola 806 [1990]:144. En sus «Consultas acerca de la libertad de los indios», fechada en Madrid, a 22 de febrero de 1525, dirigida al Arzo-bispo de Cosenza. 34 Bartolomé de las Casas I, 17,43v [1994]:431. Las referencias a las islas Canarias se hallan incluidas en los capítulos 17, 18, 19, 20 y 21. Este Núm. 50 (2004) 831 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 23 Creo que las similitudes de ambos fenómenos, puestas de relieve en la obra lascasiana, resultan muy elocuentes para es-tablecer las comparaciones oportunas entre los dos aconteci-mientos. 8. EL PROBLEMA RELIGIOSO Otro aspecto a tener en cuenta, en lo que a los mecanismos de contacto se refiere, son los cambios introducidos en la cosmogonía de estas poblaciones, por la presencia en ella de los religiosos. Conviene hacer una precisión en cuanto a los medios puestos en práctica entre los antillanos y los restantes grupos indoamericanos, ya que el contacto con los europeos fue más lento y distinta su actuación también en los dos conjuntos hu-manos. La penetración religiosa en Gran Canaria comienza con la llegada de los llamados «trece hermanos» mallorquines, quienes a partir de 1368 se introducen en la sociedad canaria35. En 1351, según la Bula papal de Urbano V, Ad hoc semper, se funda el Obispado de Telde, en donde construirían una Casa de Oración, sin que sepamos cómo influyó en ellos la presencia continuada de estos «trece religiosos», en cuanto a la transformación de sus manifestaciones espirituales, aunque sí en lo concerniente a su cultura material. En Tenerife, por su parte, merece ser señalada la presencia de una imagen gótica de la «Virgen de Candelaria» que los guanches encontraron en las playas de Chimisay —pertenecien-te entonces al menceyato de Güímar, en el Sur de Tenerife—, en una fecha discutida, al no haber quedado bien fijada si la ima-gen se trajo a la isla a fines del siglo XIV, 1390-1392, según la capítulo 17 viene precedido de la siguiente entradilla («En el cual se tracta del reciente redescubrimiento de las islas de Canaria, del primer intento de posesión por el «Príncipe de la Fortuna» y la guerra cruel e injusta que mosior Juan de Betancor, para sojuzgarlas, hizo a los vecinos dellas, que no le habían hecho ningún daño»). 35 Los «trece hermanos», según Eduardo Aznar, forman parte de una cofradía relacionada con la evangelización de Gran Canaria por los mallor-quines. 832 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 24 ANTONIO TEJERA GASPAR tradición recogida en las postrimerías del XVI por A. Espinosa, o si, por el contrario, fue depositada aquí a mediados del XV36. Se le ha atribuido a esta primera cristianización un factor decisivo para explicar por qué el Mencey de Güímar, a cuya de-marcación pertenecía el hallazgo, actuó como «hombre de paz» al lado de las huestes del conquistador de Tenerife Alonso Fernández de Lugo, poniéndose de manifiesto asimismo la ac-ción mediadora de los religiosos, a quienes se les ha atribuido una función relevante en los sucesos posteriores que tuvieron lugar desde la arribada de las tropas castellanas a la Isla en 1494, año en el que se produjo la primera gran batalla de la Conquista37. Este, como otros aspectos referidos a la posible in-tercesión de la Virgen, resultan muy discutibles, ya que el pro-blema debe ser entendido, a mi juicio, a partir del conocimiento de la realidad sociopolítica de estas comunidades, antes que por un redentorismo mesianista, buscando como mediadora de es-tos hechos a la imagen de la Candelaria. Sea como fuere, los castellanos se aprovecharon de las tradiciones religiosas de los guanches para transformar sus creencias, beneficiando de este modo un acercamiento de las dos sociedades que, a la postre terminaría por cambiar sus principios cosmogónicos ancestrales, ya que la introducción de la referida imagen significó la susti-tución de una creencia por otra, en la que, por cierto, existían rasgos fáciles de reconocer en ambas, sin que se alteraran pro-fundamente sus concepciones religiosas. El Ser Supremo de la 36 El relato de cómo fue hallada la Virgen de Candelaria se recoge en el capítulo Segundo del libro de Fray ALONSO ESPINOSA, Historia de Nues-tra Señora de Candelaria. Goya Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, [1980]. Ed. de Alejandro Cioranescu. 37 Para muchos autores, la fecha en la que la imagen primitiva debió de ser depositada en las playas de Chimisay (Güímar), habría que situarla entre 1440-1450, a juzgar por el análisis de la escultura, de la que se con-serva una copia en la Iglesia de Santa Úrsula de Adeje, junto a la descrip-ción que del icono hace A. Espinosa; la actual imagen es obra del escultor tinerfeño Fernando Estévez, que comenzó a tallarla en 1827, ya que la obra original desapareció como consecuencia del aluvión de 1826. En la obra de M.ª JESÚS RIQUELME PÉREZ, La Virgen de Candelaria y las Islas Canarias, ACT, 1990, se recoge de forma exhaustiva, toda la documentación sobre la imagen en Tenerife, así como su devoción en el resto de las islas. Núm. 50 (2004) 833 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 25 cosmogonía guanche era el Sol, que lo asociarían probablemen-te a una simbología femenina, si como pienso, a sus divinidades le atribuían un aspecto antropomorfizado, masculino a la luna, y al sol apariencia de mujer, como parece deducirse de algunos rasgos lingüísticos, según puso de manifiesto el estudio de J. Álvarez Delgado, para quien la frase del P. Espinosa «achmayex, guayaxerax, achoron, achaman», se entendería como «la madre del sustentador grande de tierras y cielos»38, en una clara aso-ciación con el sexo femenino, de la misma manera a como fi-gura en el texto de Abreu Galindo quien, con algunas varian-tes, viene a coincidir en conceptos semejantes a lo recogido por A. Espinosa: «Adoraban (...) a Santa María, después que les apareció, la llamaban Chaxiraxi. Y es de notar que Guayaxiraxi quiere decir: «El que tiene el mundo» y Chaxiraxi quiere decir «La que carga al que tiene al mundo». Y por otro nombre, lla-maron a Santa María Atmaycegua-axi, que quiere decir «la madre del que carga al mundo»39. Uno de los mecanismos puestos en práctica en Tenerife por los religiosos para iniciar el proceso de cristianización, fue la de utilizar al nativo Antón guanche, que previamente había sido cristianizado, para que sedujera a sus compatriotas sobre qué significaba la imagen que había aparecido en sus tierras, dán-doles «noticia a los naturales guanches [de] quién era la ima-gen que tenían consigo en Tenerife, de Nuestra Señora; que la sirviesen y honrasen, que era madre del que sustentaba la tie-rra y el cielo, y que por ella les har��a el Dios que ellos tenían muchas mercedes», según la información de Abreu Galindo40. Hay además otras cuestiones que ayudan a entender este problema y que están íntimamente relacionadas con el aspecto físico de la imagen de la Virgen de Candelaria, que era «algo moreno», como el de los guanches del sur de Tenerife quienes la habían encontrado, y a los que se les describe como «gente (...) de muy buenas y perfectas facciones de rostro y disposición de 38 J. ÁLVAREZ DELGADO, Teide. Ensayo de Filología tinerfeña. La Laguna, 1945:19.A. Espinosa, Cap. VII [1980]:62. 39 J. ABREU GALINDO, Historia de las siete islas Canarias, Goya Ed. Santa Cruz de Tenerife [1977]: 301. 40 Ibídem, I, XXIV, 117. 834 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 26 ANTONIO TEJERA GASPAR cuerpo. (Los de la banda del Sur) [son] de color algo tostada y morena»41. En la mitología de las sociedades aborígenes de las Islas Canarias se conocen los denominados «mitos del retorno», a tra-vés de los que creían en la venida por el mar de sus Seres Su-periores. El fraile dominico Alonso Espinosa recogió en su obra algunas de estas «premoniciones» de los guanches, que he aso-ciado con estas cuestiones: «un profeta o adivino, Guañameñe, que profetizaba las cosas venideras, y les había dicho que ha-bían de venir dentro de unos pájaros grandes (que eran los navíos) unas gentes blancas por la mar, y habían de enseñorear la isla»42, por lo que la «aparición» de esta imagen en una playa del sur de Tenerife, podría ayudar a entender también por qué fue aceptada con facilidad la presencia de una figura de mujer que había llegado por el mar, y que podría relacionarse precisa-mente con la «aparición de la imagen de Candelaria». Todas estas circunstancias favorecieron, sin duda, una rápi-da aceptación de la imagen, ya que en ella los aborígenes reco-nocerían manifestaciones de su cosmogonía, y también de su realidad cotidiana, lo que sin duda debió de favorecer el proce-so de transculturación de sus principios cosmogónicos y, de modo especial, en cuanto a su concepción sobre los Seres Su-premos. 9. EL CAMBIO CULTURAL Entre las muchas cuestiones que están faltas aun de un es-tudio en profundidad, se encuentran las relativas a los mecanis-mos que los castellanos pusieron en práctica para forzar el cam-bio social en las comunidades aborígenes canarias, mediante la introducción de la cultura de los conquistadores. Existen algu-nos estudios parciales, pero muy escasos aún, sobre los proble-mas de integración del mundo aborigen a la Nueva Sociedad, de los que cabe destacar el de R. González Antón «Conquista y aculturación de los aborígenes de Tenerife» (Gaceta de Canarias, 41 A. ESPINOSA, ob. cit., Cap. VI [1980]:36-37. 42 A. ESPINOSA, ob. cit., Cap. Espinosa, A. 1980 (1594), I, VI, 58-59. Núm. 50 (2004) 835 CANARIOS, TAÍNOS Y EUROPEOS EN LOS SIGLOS XIV Y XV 27 3, 1982), proponiendo diversos ítem sobre los procesos de transculturación como los de carácter ecológico, social, econó-mico y espiritual, relativos a los guanches de Tenerife. De los trabajos monográficos dedicados a estos temas, merece ser des-tacado el libro de M. Marrero La esclavitud en Tenerife a raíz de la Conquista (1966)43, obra que marca un punto de inflexión sobre el análisis y valoración de este problema. Una obra paradigmática es, sin duda, la de A. Rumeu de Armas La políti-ca indigenista de Isabel La Católica (1969), en donde se estudia la acción de la Corona castellana con relación a los aborígenes de las Islas Canarias que serviría de pauta en la relación con los indígenas de las Antillas y, posteriormente con los del Conti-nente. Son de gran interés, igualmente, las obras de E. Aznar La integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1526) (1983), y la de F. Fernández-Armesto Las Islas Ca-narias después de la Conquista (1997) y más recientemente Gabriel Betancor Quintana, Los canarios en la formación de la moderna sociedad tinerfeña (2002), así como otros trabajos de este autor, aún inéditos, que son una aportación relevante so-bre todos estos problemas Se echa en falta, sin embargo, un trabajo de conjunto en donde figuren analizados, de manera particularizada, ya sea por islas, o de todo el Archipiélago, los problemas derivados de la gé-nesis de la nueva sociedad, así como de los procesos de mesti-zaje para explicar el cambio cultural de las sociedades preeuro-peas canarias, en lo referente a la inadaptación al trabajo, hábitos alimenticios, vestidos, comportamientos sociales, enfer-medades, así como de los cambios de mentalidad introducidos por los colonos castellanos sobre los que se gestará la Nueva Sociedad, para así poder entender mejor este complejo proceso social y cultural, no suficientemente analizado en sus aspectos esenciales44. 43 Ver los trabajos de V. CORTÉS, «La conquista de las Islas Canarias a través de la venta de esclavos en Valencia», Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 1, pp. 479-547, 1955, así como La esclavitud en Valencia durante el reinado de los Reyes Católicos (1479-1516), Publicaciones del Archivo Mu-nicipal, Valencia, 1964. 44 Ver F. FERNÁNDEZ ARMESTO, Antes de Colón, Ed. Cátedra, 1993; Las islas Canarias después de la Conquista. La creación de una Sociedad Colo- 836 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 28 ANTONIO TEJERA GASPAR He de decir, en síntesis, que la investigación en ambas co-munidades, en lo que se refiere a los fenómenos de contacto y a la aculturación, puede servir para entender las diferencias y semejanzas de los dos procesos, así como los comportamientos de estas culturas y de sus respuestas ante hechos similares. Este ha sido el enfoque del presente trabajo, en el que he procurado poner de relieve algunas pocas cuestiones relativas al contacto interétnico; unas veces, desde una perspectiva antropológica, y otras, desde un punto de vista arqueológico, por lo que proba-blemente se echen en falta otros planteamientos en el análisis de los problemas, en los que, de manera consciente, he dejado de lado cuestiones de crítica textual o de aspectos históricos que con otros criterios metodológicos han sido estudiados, de mane-ra amplia y detallada, como el lector interesado puede compro-bar en la abundante bibliografía existente sobre estos temas. nial a principios del siglo XVI, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Cana-ria, Las Palmas de Gran Canaria, 1997. Consultar asimismo R. GONZÁLEZ ANTÓN, «Introducción al estudio de las primeras Historias Generales de las Islas Canarias». I.E.C., 50º Aniversario, II, pp. 171-183, 1982. «Conquista y aculturación de los aborígenes de Tenerife», Gaceta de Canarias, n.º 3, pp. 35-38, 1982. |
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