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431 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 68 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA: LAS VERSIONES DE «ESPAÑA» (I) P O R ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA RESUMEN Alonso Quesada (1886-1925) publicó primeras versiones de los poemas que integran su libro Los caminos dispersos en algunos periódicos y revis-tas españoles del período 1915-1923. Hay siempre variantes muy notables entre esas primeras versiones y los textos definitivos. El presente artículo examina las variantes de los poemas de ese libro previamente publicados en la importante revista madrileña España, y estudia la significación de la «metamorfosis» textual experimentada por esos poemas, así como los valo-res poéticos y estilísticos de los cambios desde el punto de vista del con-junto de la obra. Palabras clave: Alonso Quesada. Los caminos dispersos. Poesía española modernista y postmodernista. Textos. ABSTRACT Alonso Quesada (1886-1925) published first versions of the poems included in his book Los caminos dispersos in some Spanish papers and reviews of the period 1915-1923. There are remarkable differences between the early versions and the definitive ones. This paper takes into con-sideration the changes ands variants of the poems previously published in the important review España (Madrid) and studies the meaning of the tex-tual «metamorphosis» which has taked place in these poems, as well as the poetic and stylistic values of the changes from the point of view of the whole work. Key words: Alonso Quesada. Los caminos dispersos. Spanish poetry of the period 1900-1925. Texts. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 432 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 2 Entre las tareas pendientes en relación con el estudio del segundo libro de poemas de Alonso Quesada, Los caminos dis-persos —publicado, como es sabido, casi veinte años después de la muerte de su autor1—, no es la menos urgente la que atañe a su enmarañada historia textual. Se trata de un aspecto poco atendido hasta hoy y que merece, sin duda, cierto detenimiento. El análisis de la evolución de la poesía quesadiana no puede dejar de tener en cuenta los muy diversos estados de los textos que componen Los caminos dispersos, cuyas «fases» de escritu-ra resultan especialmente significativas respecto a la evolución aludida. Se cuenta, para ese análisis, con dos manuscritos del conjunto del libro (actualmente custodiados en la Biblioteca Insular de Las Palmas de Gran Canaria), así como con copias autógrafas de poemas sueltos y, naturalmente, ediciones de no pocos de esos poemas en periódicos y revistas insulares y penin-sulares del período 1915-1923. Historia enmarañada, en efecto, la génesis de Los caminos dispersos, porque son muchas las modificaciones, las correccio-nes y las variantes que presentan tanto el libro como tal cuanto la mayor parte de los poemas que lo integran. Hasta seis títulos distintos conoció el proyecto del libro que finalmente se llamó Los caminos dispersos, y casi todos esos títulos corresponden a una concepción diferente de su contenido. La extrema comple-jidad, así pues, de la escritura de ese libro reclama nuestra aten-ción no sólo desde el punto de vista ecdótico (imprescindible para una edición anotada), sino también en relación con el exa-men de las ideas literarias y el pensamiento poético del autor. Para esto último, las fuentes no deben ser solamente las reflexio-nes críticas de los autores (reflexiones que muchas veces no lle-gan a escribirse), sino también el estudio comparativo de los textos en sus diferentes fases. Si éstos se han conservado, como es ahora nuestro caso, o tuvieron previamente numerosas ver-siones impresas, que es también nuestro caso, se dan las condi-ciones ideales para conocer la gestación de una obra que, como 1 ALONSO QUESADA, Los caminos dispersos, Las Palmas de Gran Canaria, Ediciones «Gabinete Literario», 1944; prólogo de Gabriel Miró. En una nota de «Los editores» se afirma que el volumen «se ha impreso con estricta sujeción a los originales que el propio poeta preparara en 1924». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 433 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 3 Los caminos dispersos, está lejos de ser conceptual y literaria-mente fácil. Las páginas que siguen quieren ser una contribución al es-tudio de este aspecto del segundo libro de poemas de Alonso Quesada, y tienen en cuenta esta vez solamente las versiones impresas. El presente trabajo, dividido en tres partes —de las cuales hoy ofrezco la primera2—, es complemento de otro del mismo carácter publicado en 2001 y que examina las versiones de algunos poemas de Los caminos dispersos editados en la re-vista coruñesa Alfar3. Necesariamente debo remitir a este otro trabajo en relación tanto con determinados datos de organiza-ción y redacción de Los caminos dispersos como con opiniones y reflexiones del autor sobre su libro que no es cosa de reiterar aquí (véase especialmente el apartado «Un libro complejo»). La presentación y la estructura de ambos trabajos es muy similar: el objetivo compartido es —como ya se dijo— acercarnos al «obrador» del poeta y adentrarnos en la compleja génesis de Los caminos dispersos. LA REVISTA «ESPAÑA» Si hay una revista, en la llamada Edad de Plata de la cultu-ra española, que podamos considerar característica de este pe-ríodo —hasta el punto de representarlo o simbolizarlo de mane-ra precisa, junto a la Revista de Occidente—, esa revista es España. Editada entre 1915 y 1924, pasó por diferentes fases, todas ellas de considerable interés, siempre centradas en la re-flexión y la crítica política4, pero con colaboraciones literarias y 2 La segunda parte, en preparación, examina otros poemas de Quesada en España desde 1918 hasta 1923, y la tercera, monográficamente, el «Poe-ma truncado de Madrid». 3 Véase ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA, «Sobre la génesis de “Los caminos dispersos”, de Alonso Quesada: las versiones de “Alfar”», Estudios Canarios. Anuario del Instituto de Estudios Canarios, XLV (2001), pp. 73-94. 4 Conviene subrayar el carácter fundamentalmente político de España, en el que coinciden los estudiosos de la revista. España fue «el periódico político más importante de nuestra Edad de Plata», afirma JOSÉ-CARLOS MAINER en La Edad de Plata (1902-1039). Ensayo de interpretación de un © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 434 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 4 artísticas de primer orden, que desde el comienzo la dotaron de una extraordinaria significación cultural. Su primer número vio la luz en enero de 1915 como órgano de la Liga de Educación Política, bajo la dirección de José Ortega y Gasset, que estuvo al frente de la publicación durante su primer año de existencia y señaló lo que habría de ser la doble orientación —política y cultural— de sus páginas. En el editorial de su primer número, sin firma pero debido a Ortega, se lee: Nacido del enojo y la esperanza, pareja española, sale al mun-do este semanario España. Los que hemos de escribir en sus columnas —gente ni del todo moza, ni del todo vieja— asisti-mos desde 1898 al desenvolvimiento de la vida española. Du-rante esos diez y siete años de experiencia nacional, raro fue el día en que la realidad pública nos trajo otra cosa que im-presiones ingratas. Cuanto más patriotas éramos, mayor eno-jo sentíamos. La «gente ni del todo moza, ni del todo vieja» que allí se aglutinaba constituía, en realidad, un grupo intergeneracional, pues se daban cita en él, en efecto, los miembros del «fin de siglo» que hoy asociamos a lo que, por entonces, Azorín y otros empezaron a llamar «generación del 98», y los jóvenes de la promoción de Ortega —la llamada «generación del 14», cuyo reformismo político tendría amplio eco en la publicación—, a los cuales habría de sumarse, en la última fase del semanario, la «nueva literatura» de la década de 19205. Precisamente uno de los representantes de esa «nueva literatura», Max Aub, habría de afirmar, muchos años más tarde (en La poesía española con-temporánea, 1954), que «nos hicimos leyendo España». Aunque, proceso cultural, Madrid, Cátedra, 1981, p. 147. «España fue primordial-mente una revista política», escribe por su parte DOMINGO RÓDENAS DE MOYA en un reciente repaso a las revistas de este período, «La prensa cultural en la Edad de Plata», Quimera, núm. 250 (noviembre de 2004), págs. 18-22; la cita, en p. 19. 5 En los últimos tiempos no han faltado, sin embargo, quienes van más lejos y proponen ver España como una publicación que identifica plena-mente a la «generación del 14», de la que la revista sería su «identidad escrita», en opinión de MANUEL MENÉNDEZ ALZAMORA en su libro La genera-ción del 14. Una aventura intelectual, Madrid, Siglo XXI, 2006. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 435 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 5 como queda dicho, la revista estuvo dirigida hasta 1916 por Ortega, éste, en el primer número, sólo aparece encabezando el grupo de los «Redactores» responsables, entre los cuales figura-ban asimismo Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Ramón Pérez de Ayala, Luis de Zulueta, Eugenio d’Ors, Gregorio Martínez Sie-rra y Juan Guixé. La revista se preocupó desde el primer momento por repre-sentar en ella la diversidad cultural del país, para lo cual desig-nó un amplio plantel de colaboradores repartidos por toda la geografía nacional, desde Fernando García Vela, en Asturias, hasta Ignacio Ruiz y Paulino Calvo, en Zamora. (Los colabora-dores mencionados en ese primer número en el apartado ‘Ca-narias’ fueron —digamos de paso— Hipólito González Rebollar, Baltasar Champsaur, Patricio Estévanez y Domingo Cabrera Cruz.) Entre los colaboradores más significativos que constan en ese primer número hay que mencionar a Gabriel Alomar, Pedro Mourlane Michelena, Fernando de los Ríos, Antonio Machado, Melchor Almagro (sic), Luis Araquistáin, Manuel Azaña, Jacinto Benavente, Enrique Díez de (sic) Canedo, Manuel García Morente, José Moreno Villa, Federico de Onís, Ramón del Valle Inclán, Miguel de Unamuno... No menos significativos son los colaboradores artísticos: Romero de Torres, Bagaría, Penagos, Ricardo Baroja, así como el pintor canario Néstor (Néstor Mar-tín Fernández de la Torre). En el primer número del semanario, que alcanzó una difu-sión excepcional, figuraban un artículo de Ortega («Política de la neutralidad. La camisa roja»), otro de Pío Baroja («El tabla-do de Arlequín. El milagro de la campana»), un informe sobre la marcha de la guerra europea, unas notas de Xenius, un poe-ma de Antonio Machado («A una España joven»), una «Carta imaginaria» de Ramón Pérez de Ayala, unas «Conversaciones edificantes» de Gregorio Martínez Sierra, unas notas sobre el cinematógrafo, un dibujo a página completa de Bagaría, un estudio de Manuel B. Cossío sobre «Un Greco inédito» y un conjunto de notas diversas. El segundo director de la revista fue el ya citado Luis Araquistáin, que la gobernó la mayor parte de su andadura (desde principios de 1916 hasta 1922); en los últimos meses © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 436 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 6 —hasta su desaparición en 1924—, la dirección fue responsabi-lidad de otro asiduo colaborador, Manuel Azaña. Uno de los hi-tos de la revista (y uno de los textos por los que es más recor-dada hoy) fue la publicación de la primera versión de Luces de bohemia, de Valle Inclán. Es imposible realizar cualquier aproxi-mación a esta época sin consultar las páginas de España, una revista que —dentro de sus directrices esencialmente políticas, como se ha dicho— supo atender tanto la literatura como la creación musical y la plástica, y que no ignoraba la muy diver-sa realidad nacional, es decir, las regiones tradicionalmente ol-vidadas en un país con una fuerte tendencia al centralismo cultural y político. Las inconfundibles cubiertas de Bagaría aca-baron por identificar al semanario en todo en el país, cuyas elites en cada una de las regiones españoles recibían la publica-ción como un termómetro de la situación social, política y cul-tural del momento, una revista en la que los espíritus despier-tos de la época podían encontrar desde un comentario sobre el más reciente estreno teatral (comentario casi siempre realizado por Ramón Pérez de Ayala) hasta interesantes juicios sobre las últimas elecciones políticas. Precisamente por tratarse de una faceta en parte relaciona-da con el autor que aquí nos interesa, es preciso no olvidar, sin embargo, la apertura de España a los nuevos lenguajes creado-res, singularmente a los de la literatura: en sus páginas, como ya quedó apuntado, colaboraron con cierta regularidad los más significados representantes de lo que habría de llamarse «la nueva literatura», un aspecto en el que se ha insistido alguna vez con razón6. Alonso Quesada fue un colaborador regular de esas páginas, y no cabe duda alguna de su plena identificación con las posiciones mantenidas por el semanario. Véamoslo bre-vemente. 6 Véase el Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936), de JUAN MANUEL BONET, s.v. España, Madrid, Alianza Editorial, 1995, p. 222. Véanse igualmente otras consideraciones sobre la revista en LUIS S. GRANJEL, «Cincuentenario de una revista (España, semanario de la vida nacional)», Insula, núm. 219 (1965), pp. 3 y 13. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 437 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 7 EL PAPEL DE LUIS GARCÍA BILBAO Existía un vínculo, como es sabido, entre Alonso Quesada y España que estaba más allá (o más acá) de la identificación del poeta canario con la revista madrileña. La historia es conocida pero no puede dejar de ser citada aquí. Un joven intelectual y escritor madrileño, Luis García Bilbao (1881-1939), estuvo en el origen de la publicación tanto de España como de El lino de los sueños, el primer libro de Alonso Quesada, aparecidos, una y otro, en 1915. Un excelente artículo de Manuel González Sosa ha contado la relación entre el escritor canario y el madrileño7. García Bilbao, en efecto —«un muchacho rico, muy culto y amigo cordialísimo de Unamuno», hace saber Luis Doreste Sil-va a Rafael Romero desde Madrid en carta del 19 de abril de 1914—, iba a costear la edición de El lino de los sueños. La misma actitud generosa ya había alcanzado, apenas un mes antes, a otro proyecto. Escribe González Sosa: En marzo de 1914, cuando Ortega y Gasset, a quien no cono-cía personalmente, acababa de pronunciar su famosa confe-rencia sobre «Vieja y nueva política», Luis García Bilbao se presentó al filósofo, en el propio lugar del acto, para ofrecer-le un dinero recién heredado con objeto de que lo utilizara en la siembra de sus ideas regeneradoras. Y en buena parte gracias a la liberalidad impresionante de nuestro hombre, al cabo de unos pocos meses pudo salir a la calle España, im-pulsada por «el coraje y la esperanza» del joven Ortega8. Quesada empezó a colaborar muy pronto en España. Cono-cemos, por las cartas del poeta dirigidas a Luis Doreste Silva, 7 MANUEL GONZÁLEZ SOSA, «El primer editor de El lino de los sueños», Canarias 7 (Las Palmas de Gran Canaria), 3 de mayo de 1987; el artículo fue recogido en el libro del autor Segunda luz, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios, 2007, pp. 101-103. Más detalles sobre la edición de El lino de los sueños y el papel de Luis García Bilbao, entre otros datos de interés, se encontrarán en LUIS DORESTE SILVA, «Recuerdos de Alonso Quesada. El poeta y la amistad», Hoy (Las Palmas de Gran Canaria), 5 de noviembre de 1935. 8 Op. cit., pp. 102-103. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 438 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 8 su entusiasmo ante la revista madrileña y su proximidad inte-lectual a ella. Veamos unas pocas referencias al semanario con-tenidas en las cartas mencionadas. Apenas unas pocas semanas de publicarse la revista, Quesada ya hace partícipe a Luis Doreste de su vivo interés por ella: España —tres números— mejor cada día. Es un periódico amplio, colosal, chico. Estoy haciendo una propaganda casi hiperbólica. Merece todo. De una originalidad extraordinaria. Y sobre todo serena y hermosamente escrito. ¡Qué falta ha-cía, entre ese frangollo (como dicen aquí) de prensa ama-zacotada y de artículos a lo caballero audaz! ¡Oh, audaz! De una audacia y un atrevimiento colosales. Adiós, Luis. A Néstor, a Miguel, a Abril, a todos, a todos mis manos fervorosas y mi corazón agradecido. A Bilbao, a Bilbao... no sé, no sé. Ya se me acabaron las palabras, el sen-timiento es transparente, un silencio largo, lleno de emoción. ¡Qué hombre más formidable! Sí, sí. Esa España será la reno-vación. Hay que trabajar como negros para que viva. La adhesión del poeta canario a los ideales de la revista —expresados en el editorial de Ortega mencionado más arriba— es completa. «España será la renovación», afirma Quesada con pleno convencimiento del papel que el semanario está llamado a desempeñar. Sólo unos días más tarde pide a Doreste que se conceda a un librero amigo, Rafael Henríquez, ser el «corres-ponsal administrativo» de la revista en Las Palmas: «es librero acreditado de viejo, y casi toda Las Palmas se surte de allí». Tal vez habría que ver en esta recomendación no únicamente un modo de favorecer a un amigo sino también una voluntad de asegurar la difusión del semanario en el medio insular9. «España está estupenda», confía nuevamente a Doreste en el mes de marzo. Y añade: «Sólo el papel es horrible. ¿Por qué 9 El interés de Quesada por la difusión de España en el medio canario no supuso, sin embargo, que viera con simpatía la edición de un número de la revista dedicado a las letras insulares, organizado por Fernando González y Claudio de la Torre en 1922, aunque ideado tres o cuatro años antes. Quesada se negó a colaborar en ese proyecto, que no llegó a materia-lizarse. Véanse las cartas de González y De la Torre a Saulo Torón en Saulo Torón. Epistolario 1912-1972, cd-rom, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria-Biblioteca Universitaria-Cabildo Insular de Gran Canaria, 2000. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 439 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 9 no lo cambian? El artículo primero está excelente. ¿Es de Luis Bello? ¡Y aquello sobre el pobre Ricardo León! No merece la pena. Ser académico es una aspiración de escritor de la locali-dad ». A lo que se ve, Quesada no era del todo consciente de las dificultades materiales por las que estaba atravesando la revis-ta, que empezó editando 50.000 ejemplares y terminó el año reduciendo esa cantidad a 18.000. El cambio de papel fue una de las medidas de ahorro adoptadas por los responsables de la publicación10. En julio de 1916, Quesada tiene, sin embargo, palabras crí-ticas respecto al semanario. Escribe a Doreste: España anuncia una biblioteca. ¿Es de Bilbao? ¿Está Bil-bao ahí? Dime algo de él. Los versos me los publica España. Está el periódico un poco más de la cuenta político. Ara-quistáin es un gran cerebro, pero abusa un poquillo del pro-blema nacional. Pero es que pueden los versos y los cuentos y todo hacer la misma huella en los espíritus que las crónicas políticas. ¡Aquel Ortega era la divina transparencia sobre el periódico! Quesada advierte con claridad el escoramiento de España hacia la política, en detrimento de las letras, y —sin dejar de reconocer los méritos de Araquistáin— echa de menos la direc-ción de Ortega. A pesar de todo, la revista seguirá siendo para él imprescindible. En el verano de 1918, Quesada anima a Doreste a que publique sus propios versos en España («para verlos, y para que no se olvide la gente») y le hace saber que él mismo adelantará en la revista madrileña «una de las mejores escenas» de su obra teatral La Umbría, en la que trabajaba en ese momento; será la segunda escena, le confirma en carta del 19 de septiembre del mismo año11. 10 Los datos que acaban de apuntarse aparecen en el estudio de ENRI-QUE MONTERO «La financiación de España y la propaganda aliada durante la Primera Guerra Mundial», al frente de la edición facsimilar de España, Vaduz, Topos Verlag, 1982, p. XIX. 11 El fragmento de La Umbría al que se refiere Quesada apareció en el número 181 (26 de septiembre de 1918), p. 12; otro fragmento se publicó en el número 350 (30 de diciembre de 1922), pp. 14-15, al que Quesada se refiere a también en carta a Doreste del 25 de enero de 1923. Por su parte, © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 440 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 10 El poeta canario fue un colaborador asiduo de la revista, y siguió publicando en ella hasta 1923. La revista también se ocu-pó de su obra: en el número 47, Díez-Canedo comentó la apa-rición de El lino de los sueños dentro de su artículo «Poetas nuevos», que incluía un retrato fotográfico de Quesada. Canedo afirmaba, entre otras cosas: De tierra canaria, como el fuerte Tomás Morales, [Que-sada] no ha oído del Atlántico más que el arrullo. Para encon-trarle parentesco, habría que acercarse, no a los poetas espa-ñoles, sino, por ventura, a los portugueses de hoy. Por sus cantos, y aun por sus burlas, pasa una vaga sombra de sauda-de. Entre todos los poetas nuevos, su voz es la más íntima, la más baja; es, de todos ellos, el elegíaco. [...] [...] El poeta derrama su amor en lo cotidiano —la fami-lia, los amigos, los compañeros de tarea, la casa, la ciudad, el mar nativo— y sabe, luego de trazar una figura vista al pa-sar, en amorosa y rápida silueta, hundirse en la hondura de su corazón lleno de temores y de presentimientos. Es, entre los nuevos, el más jugoso, con ser, quizá, el menos formado de todos. Para él habrá siempre en el hogar del alma un buen sitio al rescoldo. Su verso es suave, onduloso, sin la tirantez de lo antiguo, moderno sin alardes12. La opinión de Díez-Canedo debe importarnos de manera es-pecial, pues los poemas que Alonso Quesada irá ofreciendo a lo largo de ocho años en España parecen querer apartarse cada vez más de ese verso «suave, onduloso» que el crítico subraya con razón como característico de El lino de los sueños. Gran parte del nuevo empeño poético de Quesada —los poemas que darían lugar, en 1924, a Los caminos dispersos— estará precisa-mente orientada a romper la «suavidad» aludida para lograr un lirismo muy diferente, «lleno de ángulos, las medidas rotas al Doreste publicó en la revista (entre otros textos) su poema «Canto a la sa-lud », hecho al que Quesada se refiere también en la citada carta del 19 de septiembre de 1918 («Tus versos. Leí los de España. Admirables de bien. Cada día tienes más sobriedad. [...] Publica más o manda»). 12 ENRIQUE DÍEZ-CANEDO, «Poetas nuevos», España, núm. 47 (16-XII- 1915), p. 6. Los otros «poetas nuevos» eran Joaquín Montaner, Luis Fernández Ardavín y José Moreno Villa. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 441 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 11 azar, la imagen áspera», según confiesa el poeta en carta a Luis Doreste Silva a principios de 1925. NUEVE POEMAS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS» Examinaremos aquí los nueve primeros poemas que Alonso Quesada publicó en España y que acabaron formando parte de Los caminos dispersos. Según hicimos ya en el caso de la revis-ta Alfar, reproducimos los textos definitivos, tal y como apare-cen en la mencionada edición de 1944, y, a continuación de cada uno de ellos, consignaremos las variantes que ofrecen las versiones de España. No es necesario subrayar que en ninguna de esas versiones constan las anotaciones previas con que hoy conocemos los poemas, anotaciones que el poeta añadió en 1924 con el fin de estructurar narrativamente el material poético del libro; tampoco aparecen, como es natural, los títulos de sección y la numeración romana (que aquí figuran entre corchetes) con que los poemas se ordenan en Los caminos dispersos. Importa resaltar, en cambio, que no todos los poemas que-sadianos de España acabaron integrándose —algunos de ellos, tras una notable transformación textual— en Los caminos dispersos. Quedaron fuera los siguientes: «Amigos mercade-res... » (que vio la luz en el núm. 136, 15 de noviembre de 191713), «“We won”» (núm. 193, 19 de diciembre de 1918), «Ana María» (núm. 203, 27 de febrero de 1919), «Tristeza. (Burla dia-bólica) » (núm. 291, 27 de noviembre de 1920) y «Buen clima. (Reclamo)» (núm. 294, 18 de diciembre de 1920), además del ya citado «Poema truncado de Madrid». Después de la anotación de las variantes comentamos de manera sucinta su significación dentro de los planteamientos poéticos y estilísticos generales de Los caminos dispersos. 13 El poema se había publicado previamente en Ecos (Las Palmas de Gran Canaria) el 17 de julio de 1915 con el título de «Versos a los merca-deres ». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 442 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 12 [CAMINOS DEL MAR, II] (Playa de la isla. Serenidad inesperada del mar. Luz de oro sobre el mar.) En las orillas de esta playa negra deténgome a aguardar silencioso el Retorno: mi Retorno sutil. El mar me enseña lo infinito 5 que hace al amor la pura consecuencia. El mar es el maestro de lo serio, de la salud y de la fortaleza. Mi alma, sin el mar, sería un alma sin porvenir en el Celeste Prado. 10 Aprende con el mar a forjar oro de sol en las entrañas de tu vida y a guardar por el día las estrellas, que es cuidar, económico, el futuro. ¿Mañana he de volver y en otra hora 15 he de quedar en el Misterio vivo? Clarosonante, luminoso, eterno, el mar vendrá a mi mano y de mi mano brotará el mar que me enseñó el Secreto. Amigo mar, el de las claras luces, 20 que acercan la esperanza y hacen puro el pensamiento como un puro horizonte; yo he visto un día allí, ¡oh mar sereno!, en la maravillosa lejanía 25 arder mi pensamiento, dilatado por la mano de un mar invisible. Amigo el mar, que das las hondas nuevas al corazón y limpias la pasión de la tierra; amigo el más querido de la noche © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 443 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 13 30 pues siete estrellas de tu seno nacieron. ¡Oh, mar de prodigios! ¡Oh, firme certeza de todas las cosas remotas y aladas; diamante de violentas claridades, inundación de pensamiento mío!... 35 Mar de la tarde, frente a la montaña árida de la tierra abandonada, ¡cuántas veces el alma temerosa del propio ardor se sumergió en tu seno! Mar de la noche, el del sagrado sueño 40 sobre el herido lomo de la Atlántida. ¿No fue la victoria de ese gesto el triunfo del Infinito sobre el Sol, vencido? Mar matinal, el de las sanas brisas para el hogar y la mujer y el hijo, 45 para el sendero de Jesús dispuesto y la alegría de la casa nueva. Próvido mar que refrenó la angustia del corazón el día que mis años mozos se hallaron solos, sin camino 50 frente a la inmensidad de tu silencio. ¡Mar portentoso, armonioso y noble, para esperar eternamente, libre de odio y rencor, confirmación eterna!... Ahora siento que llego de lejanas 55 playas doradas a esta negra playa... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Noche de pronto sobre el mar. ¡La noche! Los dedos de mi mano entre las sombras roces de sombras más sutiles sienten... ¡Mar sobre mí, dentro de mí, infinito! 60 ¿Qué voz es esa voz que llega?... El mar ilumina un instante con sus llamas de plata las orillas de ébano. Y la voz resuena © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 444 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 14 65 más temblorosa y ávida —mi propia voz que hace temblar mi vida y apagar las estrellas y mis ojos. DICE LA VOZ ¡Tu alma será un torrente de armonía sideral en la vasta planicie celeste; 70 una herida de luz en las noches latinas sobre el sueño burgués de los lagos de cromo; un profundo secreto de espacio, una inmensa pasión si amor ni dolor contenida en lo eterno! [Versión de España, núm. 52 (20 de enero de 1916), con el título de «Salmo del mar», dedicatoria «Para Agustín Millares» y la nota, al pie, de «Playas de las Nieves (Gran Canaria), 1915»:] (Titulillo:) INTRODUCCIÓN 2 deténgome a aguardar silencioso el Retorno:] aguardo mi Retorno, silencioso... 3 om. 4 enseña] está enseñando 5 amor la pura consecuencia.] Amor la conse-cuencia pura. 6 (Sin sangrado.) 7 salud] Salud || fortaleza] For-taleza 9 Prado.] Prado... (Y blanco interestrófico.) 11 vida] En-sueño; 12 guardar] guardar, || día] día, 13 futuro.] Futuro! 14-15 ¿Mañana he de volver, y en otra hora / he de quedar en el Misterio vivo?] Mañana has de volver, y otra lejana / hora has de quedar en el Misterio, vivo... 16 Clarosonante,] ¡Claro, sonante, 17 mar] mar, || mi] tu || y de mi] y de tu 18 me] te || Secre-to] Secreto...! (Blanco y titulillo:) LA EXALTACIÓN DEL SUEÑO 20 Amigo mar,] Amigo el mar: || luces,] luces 21-22 el pensa-miento / como un puro horizonte;] el pensamiento, como el hori-zonte... 23 yo he visto un día allí, ¡oh mar sereno!,] Yo he visto allí, como se incendia el mío / en el ocaso terminar la Ruta... 27 mar,] mar: || hondas] dulces 28 al corazón y limpias la pasión de la tierra;] del bienestar y ahuyentas mi tristeza... 29 amigo el más querido de la noche] que vienes por las noches más querido 30 pues siete estrellas de tu seno nacieron] ¡pues siete estrellas han nacido en ti...! (Añadido:) Si allá se aleja algún navío extraño, / y aquí en mi corazón la infancia muere, / tú entrarás en el alma, a borbo-tones, / para afirmar mi Eternidad mañana... / (Sangrado:) Hombres de poca fe, vieron mis ojos / cruzar tu playa solitaria, en vano, / y aunque tú los llamaste, ellos huyeron, / por temor de morirse sin exequias... / Y clamaron al cielo, maldiciendo, / mas demandando © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 445 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 15 una ilusoria ayuda / y no oyeron tu voz que les hablaba / de la ignorancia secular del cielo... / Con el mar nuestro amor se hace divino, / porque él nos dice que la fuerza es nuestra, / y todo es nuestro, y el Infierno, el Cielo, / el Satanás y Dios... ¡somos noso-tros! 31-32 ¡Oh, mar de prodigios! ¡Oh, firme certeza / de todas las cosas remotas y aladas!] (Blanco y titulillo:) LA MUERTE (San-grado:) ¡Oh, mar maravilloso! La Certeza / de lo Invisible y el Amor perfecto. 33 diamante de violentas claridades,] Diamante de atre-vidas claridades... 34 inundación] Inundación || pensamiento mío!...] Pensamiento mío... 35 Mar] ¡Mar 36 abandonada,] abandonada... 37-38 ¡cuántas veces el alma temerosa / del pro-pio ardor se sumergió en tu seno!] Cuántas veces cruzaron temero-sas / sobre nosotros mismos, Nuestras Almas! 39 Mar] ¡Mar 40 Atlántida.] Atlántida: 41 ¿No fue] Fue || ese] tu 42 venci-do?] vencido!... 43 hogar] hogar, || mujer] mujer, || hijo,] hijo!... 45 para] Para || dispuesto] dispuesto, 46 nueva.] nueva! 48 co-razón, el día que] corazón, el día en que 49 camino] camino, 50 tu silencio.] su silencio... 51 ¡Mar portentoso, armonioso y no-ble,] (sangrado:) Mar paternal, armonioso y bueno, 53 eterna!...] etérea... 54 (Sin sangrado:) llego de lejanas] vengo de remotas 55 doradas a esta negra playa...] doradas, y que parto ahora (aña-dido:) sin pensamiento, que se hundió en tu abismo... / donde lo alcanzaré cuando retorne... 59 de mí, infinito!] de mí... (Añadido, escalonado:) ¿Y entonces / al volar en la noche tenebrosa / como una sombra milenaria, el alma / sin Mí, qué va a ser de ella? ¿Sin la mano / que sólo puede gobernar su Anhelo / dónde me aguarda-rá...? 61 El mar ilumina un instante] (Escalonado:) Y el mar alum-bra 62-63 con sus llamas de plata / las orillas de ébano] llamas de plata en las orillas de ébano; 64 Y la voz resuena] y una voz, allá lejos, ha clamado: 66 —mi propia voz] —¡mi propia voz!— || vida] Vida 67 ojos.] ojos... 69 sideral en] sideral, en || celeste;] celeste...! 70 una herida de luz] Un sendero de luz 71 sueño burgués de los lagos de cromo;] sueño sutil de los lagos serenos... 72-74 un profundo secreto de espacio, / una inmensa pasión / sin amor ni dolor contenida en lo eterno!] Un profundo secreto de es-pacio... ¡Una inmensa / pasión, sin amor ni dolor, contenida en lo Eterno...! «Salmo del mar» —título, como se ha visto, que la composi-ción lleva en España— es, tanto por su extensión como por su tema y sus características, uno de los poemas más importantes de Los caminos dispersos y, sin duda, uno de los más significa-tivos de Alonso Quesada. Es, por otra parte, el poema más an-tiguo del libro. Su título responde al carácter religioso o espiri-tualista (sin duda bajo la clara influencia de Unamuno) de una de las fases de composición del libro, que por esas fechas iba a © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 446 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 16 llamarse Los salmos del hombre ardiente y, más tarde, Salmos oscuros. Como es sabido, «Salmo del mar» fue la composición con la que Alonso Quesada participó, en septiembre de 1915, en la «Fiesta de las Hespérides» organizada por el Ateneo de la ciu-dad de La Laguna (Tenerife). Una primera versión del texto —cuyas variantes no examinamos aquí— se publicó con el mis-mo título en Ecos el 11 de septiembre de 191514. El poeta envió a España un texto sensiblemente distinto. Lo primero que llama la atención es la considerable reduc-ción del poema: la versión de España tiene 85 versos (dos de ellos escalonados), es decir, once versos más. La nueva disposi-ción versal, sin embargo, hace que parezcan menos los versos desaparecidos; en realidad, los desaparecidos suman veintidós (y parte de dos versos escalonados): un segmento largo después del v. 30, otro después del v. 55 y otro más después del v. 59. Los cambios no afectan sólo a la extensión. Nótese que han desaparecido igualmente los epígrafes que, en la versión de Es-paña, dividen el poema en «secciones» precisas: «Introducción», «La exaltación del sueño» y «La muerte». En cambio, la nueva versión introduce otro titulillo, «Dice la voz», que representa una suerte de «dramatización» poética en el remate de la composi-ción. Esa «voz», que es —como dice el v. 66— la propia voz del sujeto lírico, se dirige a éste como un «tú» desdoblado, en un uso muy común en la poesía moderna. Ese desdoblamiento ya apa-recía en el comienzo del poema. En los versos 14 a 18 se produ-ce, en efecto, un cambio de la segunda persona del verbo a la primera, con el fin de hacer más coherente el discurso, que se había iniciado en primera persona. La «voz» que se hace explí-cita al final en «Dice una voz» necesitaba, pues, ser objetivada 14 El poema iba precedido en Ecos de la siguiente nota: «En la ciudad de La Laguna tendrá lugar esta noche la Fiesta de las Hespérides organi-zada por el Ateneo de aquella ciudad. | Para esta hermosa fiesta ha sido confiada la representación de Gran Canaria a nuestro querido amigo y co-laborador Rafael Romero (Alonso Quesada) que como se ha dicho reciente-mente se ha destacado con su libro de poesías El lino de los sueños, quien en dicho acto dará lectura a la siguiente composición cuyas primicias ofre-cemos a nuestros lectores». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 447 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 17 mediante el correspondiente epígrafe, y es un contrapunto del otro diálogo entre el poeta y el mar mismo («Amigo el mar, que das las hondas nuevas...», v. 27), un mar en todas sus fases, como las que aparecen —digámoslo siquiera sea de paso— en el Poema del mar, que el pintor Néstor había iniciado en 1913. Tampoco dejará de notar el lector atento la conversión de frases afirmativas o exclamativas en frases interrogativas (vv. 14- 15 y 41-42), así como la ruptura de algunos endecasílabos (vv. 3-4, 21-22, 61-64) en versos más cortos y no siempre regu-lares. Es este un procedimiento muy común en el proceso de co-rrección de los poemas de Los caminos dispersos que tienen ver-siones previas, un procedimiento en el que no insistiremos aquí, y cuya finalidad era romper la excesiva armonía de las formas regulares. De las numerosas variantes de léxico destacaremos sólo, en el v. 51, la sustitución de «Mar paternal, armonioso y bueno» por «¡Mar portentoso, armonioso y noble [...]», así como el inte-resante v. 71, que sustituyó el alejandrino «sobre el sueño sutil de los lagos serenos» por el más crítico «sobre el sueño burgués de los lagos de cromo». [CAMINOS DE PAZ DEL RECUERDO, II] (Claro día. Hogar. Vienen las emociones de ayer.) El viejo mayordomo, Juan, el de Guayedra, ha venido a traernos las doradas uvas de su viña... 5 Las muchachas pequeñas lo han sentado a la mesa familiar y el viejo ha recontado nuestra infancia de la que apenas hay recuerdo cierto. Lleva el viejo en la frente, © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 448 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 18 10 que es como un campo antiguo y sosegado, ochenta años de piedad agraria; y aún sabe, como ayer, nuestros caminos que su mano leal guió mil horas. Y dice, pacíficamente, 15 como una sorda campana de mediodía caluroso y turbio, que una tarde lejana, camino de la ermita de la Montaña 20 rugió la tierra como un dios herido y el hombrecito —yo— todas las mozas temblamos de pavor, menos la hermana de los ojos de mar, la más pequeña, ésta que tiene sobre el hombro mío 25 las dulces manos de la madre muerta. Todo lo aviva el viejo pero lo más perdido mejor le nace en su memoria y dice: «Esta es Paulina, la recuerdo ahora 30 porque está junto a ti. Yo le cuidaba sus cuatro años de oro... El nieto mío era moreno como el pan de trigo que nutrió en casa una salud de árbol... Perdióse el nieto por el valle dilatado 35 del Silencio... Decías cada hora: Este mozo galán será mañana el bello novio mío. ¿Te acuerdas? ¡Ocho años! ¡Ocho años de amores sin saber que no es paz la muerte niña...!» 40 El viejo cuenta. Y como el día es corto y la noche se acerca y él es viejo se duerme en el sillón de antigua leña lugar de todos los abuelos muertos. El oro del sol 45 en las campiñas remotas se extiende. Luego, busca refugio en los cabellos © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 449 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 19 de Paulina. El campesino amigo espía en el sueño nuestra infancia entera. Y la moza, en los surcos de la frente, 50 le siembra la semilla de sus besos... [Versión de España, núm. 120 (10 de mayo de 1917), con el título de «El tranquilo recuerdo», el antetítulo «Los retornos» y la dedi-catoria «A Rafael Cansinos-Assens»15:] 1-2 El viejo mayordomo, / Juan, el de Guayedra] El puro viejo Juan, el de los Nublos, / que sirvió en la mansión de mis mayores 4 las doradas uvas de su viña...] las uvas de su viña... —Las hermanas 5-7 Las muchachas pequeñas / lo han sentado a la mesa familiar / y el viejo ha recontado nuestra infancia] y yo, le hemos sentado a nuestra mesa / y él ha contado nuestra infancia entera, 8 cier-to...] alguno 9 Lleva el viejo en la frente,] Él lleva ochenta años en la frente, 10 sosegado,] sosegado; 12 y aun sabe] él sabe || nuestros caminos] nuestro camino, 13 mil horas] en las Horas. 14 Y dice, pacíficamente] Y dice que una tarde en la montaña 20 tierra] tierra, || herido] herido; 22 pavor,] pavor... 23 peque-ña,] pequeña; 25 las dulces manos de la madre muerta.] la or-fandad de sus manos preferidas... 26-29 Todo lo aviva el viejo / pero lo más perdido / mejor le nace en su memoria y dice: / «Esta es Paulina, la recuerdo ahora] El viejo todo lo recuerda, pero / lo más lejano en su memoria vive / mejor, y exclama: «—¡Oh, Paulina es ésta, 30 porque está junto a ti. Yo le cuidaba] la que está jun-to a ti...! Yo le guardaba 31 años de oro... El nieto mío] años, como el oro... — El nieto 32 era] será || trigo] trigo, 33 en casa] en mí 34-37 Perdióse el nieto por el valle dilatado / del Silen-cio... Decías cada hora: / Este mozo galán / será mañana el bello novio mío.] ¡Mi nieto...! Se perdió por el sendero / que lleva al fin, al arenal sombrío... / Paulina decía: —Este muchacho / será mi novio siempre... ¿No te acuerdas? 38 ¿Te acuerdas? ¡Ocho años! ¡Ocho años de amores] ¡Eras muy niña aún...! ¡Son veinte años!...» 40 cuenta. Y] cuenta... y 42 se duerme en el sillón de antigua leña] se va durmiendo en el sillón de tea 43 lugar de todos los abuelos muertos] que fue del padre y del abuelo antes... 44-45 El oro del sol / en las campiñas remotas se extiende] El oro en las campiñas se dilata 46 Luego, busca refugio] y se refugia al fin 47 amigo] eterno 48 espía en el sueño nuestra infancia entera] vive en el sueño nuestra infancia toda...! 49 Y la moza,] Y mi hermana, 50 la semilla] las semillas 15 Para relación de Quesada con Cansinos-Assens, véase ALONSO QUE-SADA- RAFAEL CANSINOS-ASSENS, «Epistolario inédito», presentación, trans-cripción y notas de Andrés Sánchez Robayna, Syntaxis, 12-13 (otoño 1986- invierno 1987), pp. 110-124. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 450 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 20 Si el poema anterior se reduce, éste se alarga: la versión de Los caminos dispersos tiene diez versos más, pero no por adi-ción de líneas, sino a causa de una nueva configuración versal. Una vez más, Quesada rompe en algunos casos la regularidad endecasilábica en la versión definitiva. En otros casos, en cam-bio, conserva el endecasílabo y lo mejora, como en el v. 25, «las dulces manos de la madre muerta» (que antes era «la orfandad de sus manos preferidas»). El poema no se modifica en su sustancia, pero sí hay varian-tes de léxico y de puntuación de variable interés. Quesada susti-tuye —es sólo un ejemplo— «campesino eterno» por «campesi-no amigo» (v. 47), que prescinde de la referencia temporal ya aludida en distintas ocasiones y reforzada en el v. 11 («ochenta años de piedad agraria»). El poema es el segundo del libro, dentro de la sección «Ca-minos de paz del recuerdo», y se inscribe en el marco de las evocaciones infantiles, que en el libro casi siempre se producen por vía indirecta, esta vez a partir de la figura y el relato del viejo mayordomo. El poema forma pareja con el siguiente, en el que la evocación de la infancia se hace a través de un figura femenina, María. [CAMINOS DE PAZ DEL RECUERDO, III] (Día blanco y puro. Segunda emoción de ayer.) María acaba de llegar. ¡María es hoy una mujer que ya ha perdido la luz, el sueño y el perfume! Nada queda en María. 5 Sólo los negros cabellos que ahora, como ayer, son de la noche. María fue la moza que lavaba la loza doméstica y regaba el rosal de la huerta. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 451 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 21 10 María es la primera de las mozas que me llama y me lleva de la mano. En la casa nuestra María era el cobijo y el calor de los cuentos. Vino del Valle Azul y era muy blanca 15 y rosa y fuerte, como los zagalas. María, temerosa, no tuvo valor para mirar a los señores. Sus manos sobre el halda recogían toda la timidez de su mirada. 20 Pero más tarde fue mirando el cielo de la ciudad y sus ojos se avinieron. Nosotros no adoramos a ninguna mujer que nos sirvió, como a María. Ella arropaba el sueño de la infancia; 25 ella, mientras rezaban los mayores junto a mi lecho, los inviernos crudos protegía mi sueño mentiroso. Yo cerraba los ojos, no dormía. 30 Mas, si ella se marchaba, los abría súbitamente. Ella tornaba clara, como una luz, pacífica, divina... Hoy vuelve y ya mis años se han nutrido 35 de mucho sol y mucho mar. Mi frente lleva la huella de la noche eterna que cruza tercamente sigilosa. María llega con sus cuatro hijos, nos llama niños, besa a las mujeres 40 y al volver hacia mí, tiende su mano que es aldeana, áspera y materna. Viene un recuerdo nebuloso... Todo se agolpa en mí con un temblor de sombras y busco triste, pensativo y puro 45 la lejana actitud inmaculada del vientre primoroso que han herido. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 452 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 22 María pone las palabras nuevas, de su voz nueva, sobre mi silencio. La voz descubre la energía ruda 50 de su maternidad de aldea noble. La tarde está en los ojos de María y en los hijos de cobre de María. La brisa de los valles recónditos la trae en los labios 55 como gotas de agua de la noche sobre las hojas amanecidas. ¡Oh, el dolor del ánima pequeña! ¡Oh, aquella timidez antigua! Cuando las noches eran tan profundas 60 como hoy es la memoria del pasado y en los cristales del balcón, el miedo del duende espiaba escondido mi sueño el de los ojos abiertos, 65 María iba a mi lecho y me cuidaba. ¡Yo era más niño que mis propios años! —¡No te vayas, María! ¡Cuando recen te marcharás...! María me besaba y se llevaba el miedo entre sus labios 70 cual si chupara sangre de una herida... [Versión de España, núm. 129 (12 de junio de 1917), con el título de «La visita de María», el antetítulo «Los retornos» y la dedicato-ria «A Juan Ramón Jiménez»16:] 1 ¡María] María 3 perfume!] perfume... Nada 4-6 Nada queda en María. / Sólo los cabellos negros / que ahora, como ayer, son de la noche.] queda en María. ¡Los cabellos negros / sí son iguales como entonces eran! 7-9 María fue la moza / que lavaba la loza doméstica / y regaba el rosal de la huerta.] María es la mucha-cha que lavaba / la loza y que regaba los rosales. 11 la] su 16 Para la relación Quesada-Jiménez, véase L. SANTANA, La plata verde (Alonso Quesada y Juan Ramón Jiménez), Las Palmas de Gran Canaria, Ale-granza, 1987, así como mi artículo «Juan Ramón Jiménez y Alonso Que-sada » (en prensa). © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 453 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 23 12-13 En la casa nuestra / María era el cobijo y el calor de los cuen-tos.] En la casa, María era el refugio / de las hermanas y el refu-gio mío. 14 Vino del Valle Azul y era muy blanca] Ella vino del Valle, y era blanca 15 zagalas.] zagalas... 16 tuvo] tenía 17 se-ñores.] señores... 18 Sus manos sobre el halda recogían] sus ma-nos, sobre el halda, defendían 19 la timidez de su mirada.] su timidez, que se escapaba... 20 más tarde] María 21 ciudad] ciudad, 22 adoramos] quisimos 23 mujer] mujer, 24 Ella arro-paba el sueño de la infancia;] Ella acostaba siempre a las mucha-chas 25 rezaban] yantaban 26 lecho, los inviernos crudos] le-cho en los nocturnos fríos 27 mentiroso.] mentiroso... 28-29 Yo cerraba los ojos, / no dormía.] (Yo cerraba los ojos... No dormía, 31-33 súbitamente. / Ella tornaba clara, / como una luz, pacífica, divina...] súbitamente... Ella tornaba, clara, / como una luz pacífi-ca y divina.) 36 eterna] Eterna 37 cruza tercamente sigilosa.] pasa tercamente sigilosa... 38 llega] viene 40 mujeres] herma-nas, 42 nebuloso...] nebuloso. 43 sombras] sombras, 44-45 y busco triste, pensativo y puro / la lejana actitud inmaculada] mas busco la actitud inmaculada 47 María pone las palabras nuevas,] María empieza a hablar. La tarde es suave. / (Añadido:) La peque-ña no sabe que María / la tuvo entre sus brazos. Hay memorias / que vuelven, de los muertos más lejanos... / (Sangrado:) Y mi alma torna al primitivo día / y dice al corazón ingenuamente: 59 Cuan-do] —Cuando 60 es la memoria] son las visiones 61 balcón,] balcón 62-64 del duende / espiaba escondido mi sueño / el de los ojos abiertos] acechaba escondido nuestros ojos 65 cuidaba.] cuidaba... 66 ¡Yo] Yo || años!] años. 67 recen] cenen 70 cual si chupara] como si fuera Lo observado en el poema anterior en cuanto a extensión y variantes es válido también para «La visita de María». Nótese que tanto este poema como el anterior llevan el mismo ante-título, «Los retornos», que hace pensar en el posible rótulo —abandonado más tarde— de un libro en preparación. La versión de España es más breve (trece versos menos). La supresión más importante es la que sigue al verso 47 («La pe-queña no sabe...»), cinco versos que aluden a la hermana pe-queña y que en la nueva versión son sustituidos por una refe-rencia más a María y a sus hijos, tal vez con la intención de subrayar tanto la distancia como la relación entre los dos tiem-pos, pasado y presente, que conforman el sentido nuclear del poema. Lo demás es, casi siempre, amplificación; véanse en este sen-tido, por ejemplo, los vv. 62-64 («del duende / espiaba escondido © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 454 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 24 mi sueño / el de los ojos abiertos»), que en la versión de España es uno solo («acechaba escondido nuestros ojos»). Por su significación y su belleza, debe destacarse el v. 24, «Ella arropaba el sueño de la infancia», que en la versión de España era casi exclusivamente denotativo («Ella acostaba siem-pre a las muchachas»). Dentro del libro, la siguiente evocación de la infancia se hará a través de la figura de un maestro, Diego Mesa de León, ho-menajeado en el poema VII de esta misma sección17. Repárese en que las tres evocaciones se hacen mediante una figura per-sonal concreta. [CAMINOS DE PAZ DEL RECUERDO, IV] (Camino turbio. Amanecer impuro.) Tu voz soltera ha sonado en mi lecho esta mañana. Pero cuando abrí los ojos de mi alma condenada 5 no tuvo fuerzas mi mano porque en tu voz te amparabas. ¿Cómo, en el camino duro donde las voces se apagan, pudiste guardar la tuya 10 tantos momentos intacta? Quise un instante que fueras Amor extraordinario de llamas donde yo pudiera arderme 15 sin salvación. Mas callabas. 17 Publicado también en España, núm. 183 (10 de octubre de 1918), y antes en Ecos, el 27 de noviembre de 1915. Examinaremos la versión de España en la segunda parte del presente trabajo. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 455 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 25 Quise conjurar el sueño de tu voz —maleficio del alma— y temblé, por si salías de la prueba, aljofarada 20 de pudores iniciales... Pero callabas. Si tu corazón se eleva, tu pensamiento lo ataja... Al fin resonó tu voz 25 lejos de ti, como un humo de voz sagrada: «Estoy contenta de estar sin una herida en el alma: Como el mar y como el prado 30 de los cielos, libre y amplia.» [Versión de España, núm. 143 (3 de enero de 1918), con el título de «Medicina de amor»:] 3 Pero cuando abrí] Y cuando yo 4-6 de mi alma condenada / no tuvo fuerzas mi mano / porque en tu voz te amparabas.] vi que en tu voz te amparabas. / Entonces no tuvo fuerzas / para condenar mi alma, / (añadido:) y aunque eras sólo dinero / —bolsa de cobre o de plata— 11-15 Quise un instante que fueras / Amor / extraor-dinario de llamas / donde yo pudiera arderme / sin salvación. Mas callabas.] quise que fueras Amor, / extraordinario te [sic] llamas, / donde yo pudiera arderme / sin que nadie me salvara... / (Añadido:) ¡Ni tu mano! Que es la mano / de una muerta embalsamada. / (San-grado:) En el hielo de tus senos / dos luces rojas llameaban; / y tu voz... tu voz... tu voz / ¡era la infinita llama! / (Sangrado:) Y llegas-te a ser tan rosa, / tan sutil, tan olvidada, 16-17 Quise conjurar el sueño / de tu voz —maleficio del alma—] que tuve miedo al con-juro / maléfico de las almas 19 la] esta 20 iniciales...] inicia-les, 21-26 Pero callabas. / Si tu corazón se eleva, / tu pensamiento lo ataja... / Al fin resonó tu voz / lejos de ti, como un humo / de voz sagrada:] como una virgen pensada... (Sangrado:) ¡Y mi mano asió en el aire / (añadido:) tu ignominia que volaba...! / Y la retornó a tus labios / donde brilló como un ascua. / (Raya de separación.) (San-grado:) Se partió al llegar la noche, / el amor de la mañana. / Se evaporó como un sueño, / pues pensé, mientras soñaba. / Y no hay sueños, que se sueña / que los hay, y luego es nada / el corazón, ante el beso. / El beso es humo, y la amada / no sabrá nunca be-sar, / aunque esté perfeccionada, / como el humo... Piensa siempre / —cuando pensar no haga falta—. / El corazón es menor / que el © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 456 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 26 pensamiento en la escala. / Si tu corazón se eleva, tu pensamiento lo mata... 27 «Estoy contenta] Yo estoy contento 29 Como] como || amplia...] amplia.» (Añadido:) (Sangrado:) Sabe que es el pensamiento / la más divina alquitara. / Él es, por eso [,] mi amigo / mejor, desde esta mañana. Este poema está entre los más complejos de Los caminos dispersos, y una rápida confrontación de versiones lo pone ya de manifiesto. Se trata del único poema en octosílabos de todo el libro, un romance con rima á-a que, a pesar de las distintas rupturas del metro que presenta la nueva versión (vv. 12, 17, 21 y 26), no consigue anular el efecto de romance, que en la ver-sión de España es completamente regular. Tiene ésta veinticuatro versos más que la del libro. Dejando aparte los versos cortados o «rotos», las supresiones resultan especialmente significativas, pues los versos suprimidos permiten ver con relativa claridad la anécdota o el «correlato» poético, o más bien algunos de sus detalles. El poema glosa con toda probabibilidad un episodio de amor mercenario, si se juzga por algunos de los versos descartados («aunque eras sólo dinero / —bolsa de cobre o de plata— / quise que fueras Amor»), incluso en algunos de sus detalles escenográficos («En el hielo de tus senos / dos luces rojas llameaban»). Lo más sorprendente es que las palabras que se atribuyen a la mujer, al final del poema («Estoy contenta de estar...»), perte-necen al propio hablante lírico en la versión de la revista ma-drileña. No es la única mutación del texto, pues el mismo ha-blante que no tiene fuerzas para condenar su alma, en la primera versión, cree ya condenada su alma en la segunda (v. 4). La supresión de versos, por otra parte, vuelve más difícil y complejo el texto, pues la desaparición del conflicto entre senti-miento y pensamiento, presente en la versión de España —y que lleva al hablante a ver en el pensamiento una «divina alquita-ra »— significa la omisión de un dato esencial en el plano semántico y, por tanto, en la interpretación que el lector hace (o puede hacer) de la actitud moral del yo lírico. La «turbiedad» y la «impureza» aludidas en la anotación que precede al poema están relacionadas, a nuestro juicio, con una experiencia concreta del amor (entre otras experiencias de ese © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 457 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 27 carácter, como las que glosan los poemas VIII, IX, X y XI de esta misma sección, «Caminos de paz del recuerdo») antes de la experiencia amorosa pura o verdadera («Yo no sabía / que era el amor...») con la que concluye el libro. [CAMINOS DE PAZ DEL RECUERDO, V] (Camino del mar. Elegía. Día sereno.) ¡El Capitán inglés...! (¡Oh!, no penséis en otro Capitán.) Perdió su vida. Él jamás hizo sino cuentas claras, escribió cartas coloniales, firmas 5 de cheques, pero a veces ayudaba al cajero escocés a contar los dorados discos de las libras. Mis manos, entonces, trabajaban entre ingleses rollizos, torpes y moralistas... 10 Rowe era rojo como una llama en un fanal sumisa; silencioso y sutil, como un reloj británico, temeroso del grito español, como una niña. Una tarde el inglés me dijo: Ahora 15 yo me marcho a Inglaterra. Sonreía porque era la primera vez que hablaba de cosa ajena a libros de oficina. ¡Era un maestro egregio y valeroso del Diario y del Mayor! 20 ¡Cómo ejercía el oficio! Amplio libro de rayas lampiño y blanco, Rowe nos parecía. ¿Y después? Una carta misteriosa llegó de la campaña, sorprendida 25 de traer amistad... ¿Cómo ha podido © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 458 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 28 esa mano volverse tan amiga...? «Yo, mister, tengo buen recuerdo suyo, aunque mi frente tiene un tachón de herida; 30 casco germano que ha labrado un surco por fuera, como dentro el pensamiento lo labró otro día. ¡Yo no puedo olvidar su playa alegre! Me acuerdo de su mar... retornaría...». 35 Y el secreto de su alma pacífica, sin error, como un balance de sumas limpias frente al negro temblor de la muerte descubría... 40 Mas no podrá volver, aunque se acuerde, que su memoria ya no es de él que es mía... ¡Oh, dear Rowe, mis horas de hombre inútil chocaron con el gris de tu sonrisa: yo pensé, entonces, que la niebla inglesa 45 de tu extrañado corazón fluía...! [Versión de España, núm. 160 (2 de mayo de 1918), con el título de «El Capitán ha muerto (Elegía)», el antetítulo «Versos de la gue-rra » y el texto siguiente después del título: «En memoria de Mr. Edward Rowe, capitán del “Dirham Light Infantery”, muerto en campos franceses el 26 de marzo de 1918. Compañero del poeta en un Banco británico»; al pie, «Gran Canaria, 27 de marzo de 1918»:] 1-7 ¡El Capitán inglés...! (¡Oh!, no penséis / en otro Capitán.) Per-dió su vida. / Él jamás hizo sino cuentas claras, / escribió cartas coloniales, firmas / de cheques, pero a veces / ayudaba al cajero escocés / a contar los dorados discos de las libras.] El capitán in-glés... —¡Oh, no penséis / que es otro capitán...!— murió hace un día. / Él en su vida no hizo sino cuentas, / escribir cartas colonia-les, firmas / de cheques y de créditos, y a veces / ayudaba al caje-ro a contar libras... 8-9 om. 10 Rowe era rojo] (Sangrado:) Era un inglés de la colonia, rojo 11 llama] llama, 12 sutil,] sutil 13 niña.] niña... 14 Ahora] —«Ahora 15 Inglaterra. Sonreía] In-glaterra... » Sonreía. 16 porque] Porque 18 ¡Era] (Sangrado:) Era] ¡Era 19-22 Del Diario y del Mayor! / ¡Cómo ejercía el oficio! / Amplio libro de rayas / lampiño y blanco, Rowe nos parecía.] del © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 459 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 29 Diario y el Mayor. ¡Cómo ejercía / santamente el oficio! Al mismo libro / de tanto igual amor nos parecía. 23 misteriosa] misterio-sa, 24 llegó de la campaña, sorprendida] una carta nos viene sor-prendida 25 amistad... ¿Cómo] amistad. —¿Cómo 26 amiga...?] amiga...?— 27 suyo] suyo, 28-29 aunque mi frente / tiene un tachón de herida;] aunque mi frente la tajó una herida. 30-32 om. 33 ¡Yo no puedo olvidar su playa alegre!] Yo no puedo olvidar a los amigos, 34 Me acuerdo de su mar... retornaría...»] yo me acuer-do del mar... Volveré un día.» 35-39 Y el secreto de su alma / pacífica, sin error, / como un balance de sumas limpias / frente al negro temblor de la muerte / descubría...] Y el secreto de su alma, frente al negro / temblor de la campaña descubría... 40 Mas no podrá volver,] ¡Mas no podrá volver 41 él que es mía...] él, que es mía...! 42 ¡Oh, dear Rowe, mis horas de hombre inútil] ¡Oh, mister Rowe, mis horas de poeta 43 sonrisa:] sonrisa...! 44 yo pensé, entonces,] Yo pensé entonces 45 de tu extrañado corazón fluía...!] de vuestro propio corazón salía... La elegía por antonomasia en Los caminos dispersos es la dedicada a Tomás Morales («Siempre»). No es la única, sin embargo: el ya citado poema VII de esta misma sección, «Cami-nos de paz del recuerdo» (titulado en España «El huerto del maestro»), es también una elegía, como lo dice una nota de su edición en la revista madrileña. Esta otra elegía, dedicada a un «compañero del poeta en un Banco británico», según dice la nota de España, subraya el sentimiento de la muerte muy pre-sente en el libro, y no sólo a través de las elegías (véase, por ejemplo, el poema III de la sección «Caminos de ayer», acerca del entierro de una mujer en la madrugada). En España, el poema tiene 34 versos; en la nueva versión, 45. La amplificación se debe sobre todo a la conversión de los endecasílabos en versos más cortos, sin adiciones sustanciales, salvo la que se deriva de una actualización, en los vv. 8-9: «Mis manos, entonces, trabajaban / entre ingleses rollizos, torpes y moralistas...». En 1918, en efecto, Quesada trabajaba aún en el Bank of British West Africa (que abandonó en abril de 1922), y de ahí los nuevos versos, que hablan ya en pasado, puesto que la fecha en la que el autor revisa y pone a punto de Los cami-nos dispersos es 1924. Otra adición de interés, relacionada con la herida de guerra del amigo británico, es la de los vv. 30-32. La variante del v. 33 («¡Yo no puedo olvidar su playa alegre!» en lugar de «Yo no puedo olvidar a los amigos») insiste en la © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 460 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 30 idea del mar insular, que aparece en el verso siguiente, y de la alegría. Importa señalar también la variante del v. 47, «mis ho-ras de hombre inútil», que sustituye a «mis horas de poeta», palabras que hacen recordar en seguida otras de El lino de los sueños: «[...] —Señor poeta, muchas nubes / para ganar con claridad la vida!...», del poema «Un tenedor de libros». En reali-dad, este poema dedicado a la muerte del compañero de oficina puede verse como una prolongación de la temática y la atmós-fera lírica de las secciones de aquel libro «Los ingleses de la colonia» y «New-Year Happy Christmas», pero ahora con un elemento elegíaco que estaba ausente en esas secciones, aunque no en el libro, según muestran poemas como «Ericka (1882- 1902»), «A Luis Millares», «El último dolor» o «Una inglesa ha muerto». [DOLOROSOS CAMINOS, II] (Tarde invernal. Frente a la playa.) ¡Hasta la orilla nada más! La noche es como si a la orilla se acercara. Hoy llego hasta la orilla y se oscurece, súbito, el sol 5 sobre las aguas. ¡No es posible el camino! He de esperar la silenciosa barca. Y el pensamiento incómodo labora en mí y no puedo perdonarte nada; 10 ¡no puedo perdonarte esta condena de isla y de mar, Señor...! Una montaña negra y una montaña azul, y tiempo... ¡Tiempo para contar estrellas en la noche 15 y quedar noche aún para esperar el alba...! © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 461 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 31 [Versión de España, núm. 163 (23 de mayo de 1918), con el título de «Versos», dedicatoria «A Gabriel Miró»18 y, al pie, la nota «Mayo 1918»; texto dividido en tres secciones numeradas en romanos más un «Final»; este poema corresponde a la sección I:] I 3-5 Hoy llego hasta la orilla / y se oscurece, súbito, el sol / sobre las aguas] Yo llego hasta la orilla, y se oscurece / súbitamente el sol sobre las aguas... 7 He de esperar la silenciosa barca.] ¡Hay que esperar la ineludible barca! 9 nada,] nada 10 ¡no] no 11-13 Señor...! / Una montaña / negra y una montaña azul, y tiem-po...] Señor... —Una montaña / negra y una montaña azul, y tiem-po... ¡tiempo 14 ¡Tiempo para contar] para contar || noche] no-che... 15 alba...!] alba!... No hay variantes significativas, salvo la sustitución, en el v. 7, del impersonal «¡Hay que esperar la ineludible barca!» por «He de esperar la silenciosa barca». La versión de España tiene doce endecasílabos y un heptasílabo. Como siempre, el autor «rompe» algunos endecasílabos en versos más cortos de ritmo no siempre regular. [DOLOROSOS CAMINOS, III] (Noche invernal. Las lámparas han muerto. Galerías estrechas.) ¿Es la hora profunda y verdadera? ¡No puede ser esa terrible hora todavía! ¿Pero esas siluetas de sombra que pasan? ¡Ese roce de hielo es la hora...! ¿Qué sientes...? 5 Dentro de una campana de oscuro silencio, siento encima de mí derramar tierra; pero oigo a través de la tierra 18 Para la relación entre Alonso Quesada y Gabriel Miró, véase Gabriel Miró, cartas a Alonso Quesada, ed. y notas de Lázaro Santana, Las Palmas de Gran Canaria, Edirca, 1985. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 462 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 32 resonar las agudas palabras. ¡Y mis pupilas han quedado abiertas 10 y el ejercicio de su luz no acaba...! [Versión de España, núm. 163 (23 de mayo de 1918), con el título de «Versos», dedicatoria «A Gabriel Miró» y, al pie, la nota «Mayo 1918»; el texto aparece dividido en tres secciones numeradas en romanos más un «Final»; este poema corresponde a la sección II:] 1-4 ¿Es la hora profunda [...] ¿Qué sientes?] ¡Oh, corazón herma-no, no es la hora / aunque las sombras pasan! 5 Om. 6 siento] Siento || mí] mí, || tierra;] tierra, 7-8 pero oigo a través de la tie-rra / resonar las agudas palabras.] y al través de la tierra, las pa-labras; 9 ¡Y mis pupilas han quedado abiertas] pero mis ojos han quedado abiertos 10 acaba...!] acaba... / (Añadido:) Mis ojos son como una pena eterna: / de tanto ver, dolor de ciego entrañan... Las variantes más notables consisten en la amplificación de los dos versos «¡Oh corazón hermano, no es la hora / aunque las horas pasan!», que se convierten en cuatro versos en Los caminos dispersos. En contrapartida, desaparecen en la versión definitiva los dos versos que cierran la versión de España. [DOLOROSOS CAMINOS, IV] (Alba. Las campanas del alba perdidas en el silencio. En el ventanal de la casa.) ¿Cuál ha de ser? Has de ser tú, Amada Muerte, aquella... la que ha de darme toda la mar para la sed del ánima. 5 Y no ha de ser la otra que yo jamás quise, mi salud lejana... ¿Cuándo será el arribo? Acaso mañana. Mas no me importa si tu mano traes © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 463 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 33 10 para una compañía bienhallada. Siento ya el íntimo calor de tierra honda que en la mano guardas. La fría transparencia de marfil de tus dedos engaña, 15 pues el latido está en tu mano seca como la sombra en la silueta humana... [Versión de España, núm. 163 (23 de mayo de 1918), con el título de «Versos», dedicatoria «A Gabriel Miró» y, al pie, la nota «Mayo 1918»; el texto aparece dividido en tres secciones numeradas en romanos más un «Final»; este poema corresponde a la sec-ción III:] 1 Om. 2-4 Has de ser tú, Amada Muerte, aquella... / la que ha de darme toda / la mar para la sed del ánima.] (Sangrado:) Has de ser tú, la que ha de darme toda / la extremidad del mar dentro del alma; 5-6 Y no ha de ser la otra / que yo más quise, mi salud lejana...] has de ser tú, y no ha de ser la otra / que yo más quise... 7-8 ¿Cuándo será el arribo? / Acaso mañana.] 9 Mas] pero 10 bienhallada.] bienhallada... 11 Siento ya el íntimo calor] (San-grado.) Un íntimo calor de tierra honda 12-16 de tierra honda que en la mano guardas. / La fría transparencia / de marfil de tus de-dos engaña, / pues el latido está en tu mano seca / como la sombra en la silueta humana] tendrá tu mano... Encenderá la llama / el mar-fil roto de tus dedos... [La cadena / rodará bajo el sol deslabo-nada...] (Esta última frase forma ya parte, en Los caminos dispersos, del poema siguiente, como se verá a continuación.) Los diez versos endecasílabos con los pares rimados en á-a de España se convierten en dieciséis versos mediante los cono-cidos procedimientos de la amplificación y de la nueva disposi-ción versal. Quesada no prescinde en ningún momento del ele-mento unificador y musical de la rima; en este poema, añade dos versos (15-16), el último de los cuales incluye la rima cita-da. Introduce asimismo dos frases interrogativas, de las cuales los versos que siguen, en cada estrofa, parecen una suerte de respuesta. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 464 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 34 [DOLOROSOS CAMINOS, V] (Calle en el alba. Caminar desolado.) ¿Para qué el alma...? Pero sí, mi alma... El alma pura cual una remota y divina llama. No esta cadena corporal, Amigo: 5 tu cadena feroz, tu maldita cadena. Rodará bajo el sol deslabonada, tu propia mano ha de librarla un día de la amarga y terrible certeza... ¡Oh, el día libre y luminoso, 10 el rojo día de la verdad completa! Mi corazón, liberto, llegará al fin a la lejana senda, a los celestes caminos privados, a los linderos prohibidos de tu Huerta, 15 aunque no quieras tú, Señor, aunque no quieras... [Versión de España, núm. 163 (23 de mayo de 1918), con el título de «Versos», dedicatoria «A Gabriel Miró» y, al pie, la nota «Mayo 1918»; el texto aparece dividido en tres secciones numeradas en romanos más un «Final»; este poema corresponde a la sección III y el «Final»:] 1-5 Om. 6 (En el frag. III:) Rodará bajo el sol deslabonada,] sol, deslabonada... 7-10 Om. 11-16 Mi corazón, liberto, / llegará al fin a la lejana senda, / a los celestes caminos privados, / a los lin-deros prohibidos de tu Huerta, / aunque no quieras tú, Señor, / aunque no quieras...] (En el fragmento «Final»:) (Sangrado:) Yo an-daré, entonces, por tus propias sendas, / viudo de libertad, pero liberto, / aunque no quieras tú, Señor, aunque no quieras... En España, los cuatro últimos poemas que acaban de transcribirse formaban una indudable unidad, rematada por los © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 465 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 35 tres versos de «Final», una suerte de corolario. A pesar —o más allá— del sentimiento de la muerte y la experiencia del aisla-miento físico y de la desolación interior (el «caminar desolado» de la anotación que figura al frente del poema), el hablante lí-rico confía en la liberación final del alma, que aun así no pue-de evitar las dolorosas experiencias del límite, la opresión men-tal y la angustia. De ahí la queja metafísica ante un Dios desfavorable y mudo («aunque no quieras tú, Señor, / aunque no quieras», y antes, en II, «¡no puedo perdonarte esta condena / de isla y de mar, Señor!»). El autor integró el «Final» en este último poema, el V de «Dolorosos caminos», pero no ha de perderse de vista, a nues-tro juicio, que éste constituyó en su origen, con los poemas II, III y IV de la misma sección de Los caminos dispersos, un solo poema unitario, a pesar de sus divisiones internas. Este dato facilita sin duda la lectura y la interpretación de esos poemas. Este último, el V de «Dolorosos caminos», desarrolla y amplía los contenidos de los fragmentos III y «Final» de los «Versos» editados en España. Una notable metamorfosis ha mediado, como puede verse, entre esa versión y la definitiva. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010
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Título y subtítulo | Sobre la génesis de Los caminos dispersos, de Alonso Quesada : las versiones de España (I) |
Autor principal | Sánchez Robayna, Andrés |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 54. Tomo 2 |
Sección | Filología |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2008 |
Páginas | p. 431-465 |
Materias | Quesada, Alonso (1886-1925) ; Crítica e interpretación |
Notas | Homenaje a Antonio Rumeu de Armas |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 373482 Bytes |
Texto | 431 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 68 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA: LAS VERSIONES DE «ESPAÑA» (I) P O R ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA RESUMEN Alonso Quesada (1886-1925) publicó primeras versiones de los poemas que integran su libro Los caminos dispersos en algunos periódicos y revis-tas españoles del período 1915-1923. Hay siempre variantes muy notables entre esas primeras versiones y los textos definitivos. El presente artículo examina las variantes de los poemas de ese libro previamente publicados en la importante revista madrileña España, y estudia la significación de la «metamorfosis» textual experimentada por esos poemas, así como los valo-res poéticos y estilísticos de los cambios desde el punto de vista del con-junto de la obra. Palabras clave: Alonso Quesada. Los caminos dispersos. Poesía española modernista y postmodernista. Textos. ABSTRACT Alonso Quesada (1886-1925) published first versions of the poems included in his book Los caminos dispersos in some Spanish papers and reviews of the period 1915-1923. There are remarkable differences between the early versions and the definitive ones. This paper takes into con-sideration the changes ands variants of the poems previously published in the important review España (Madrid) and studies the meaning of the tex-tual «metamorphosis» which has taked place in these poems, as well as the poetic and stylistic values of the changes from the point of view of the whole work. Key words: Alonso Quesada. Los caminos dispersos. Spanish poetry of the period 1900-1925. Texts. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 432 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 2 Entre las tareas pendientes en relación con el estudio del segundo libro de poemas de Alonso Quesada, Los caminos dis-persos —publicado, como es sabido, casi veinte años después de la muerte de su autor1—, no es la menos urgente la que atañe a su enmarañada historia textual. Se trata de un aspecto poco atendido hasta hoy y que merece, sin duda, cierto detenimiento. El análisis de la evolución de la poesía quesadiana no puede dejar de tener en cuenta los muy diversos estados de los textos que componen Los caminos dispersos, cuyas «fases» de escritu-ra resultan especialmente significativas respecto a la evolución aludida. Se cuenta, para ese análisis, con dos manuscritos del conjunto del libro (actualmente custodiados en la Biblioteca Insular de Las Palmas de Gran Canaria), así como con copias autógrafas de poemas sueltos y, naturalmente, ediciones de no pocos de esos poemas en periódicos y revistas insulares y penin-sulares del período 1915-1923. Historia enmarañada, en efecto, la génesis de Los caminos dispersos, porque son muchas las modificaciones, las correccio-nes y las variantes que presentan tanto el libro como tal cuanto la mayor parte de los poemas que lo integran. Hasta seis títulos distintos conoció el proyecto del libro que finalmente se llamó Los caminos dispersos, y casi todos esos títulos corresponden a una concepción diferente de su contenido. La extrema comple-jidad, así pues, de la escritura de ese libro reclama nuestra aten-ción no sólo desde el punto de vista ecdótico (imprescindible para una edición anotada), sino también en relación con el exa-men de las ideas literarias y el pensamiento poético del autor. Para esto último, las fuentes no deben ser solamente las reflexio-nes críticas de los autores (reflexiones que muchas veces no lle-gan a escribirse), sino también el estudio comparativo de los textos en sus diferentes fases. Si éstos se han conservado, como es ahora nuestro caso, o tuvieron previamente numerosas ver-siones impresas, que es también nuestro caso, se dan las condi-ciones ideales para conocer la gestación de una obra que, como 1 ALONSO QUESADA, Los caminos dispersos, Las Palmas de Gran Canaria, Ediciones «Gabinete Literario», 1944; prólogo de Gabriel Miró. En una nota de «Los editores» se afirma que el volumen «se ha impreso con estricta sujeción a los originales que el propio poeta preparara en 1924». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 433 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 3 Los caminos dispersos, está lejos de ser conceptual y literaria-mente fácil. Las páginas que siguen quieren ser una contribución al es-tudio de este aspecto del segundo libro de poemas de Alonso Quesada, y tienen en cuenta esta vez solamente las versiones impresas. El presente trabajo, dividido en tres partes —de las cuales hoy ofrezco la primera2—, es complemento de otro del mismo carácter publicado en 2001 y que examina las versiones de algunos poemas de Los caminos dispersos editados en la re-vista coruñesa Alfar3. Necesariamente debo remitir a este otro trabajo en relación tanto con determinados datos de organiza-ción y redacción de Los caminos dispersos como con opiniones y reflexiones del autor sobre su libro que no es cosa de reiterar aquí (véase especialmente el apartado «Un libro complejo»). La presentación y la estructura de ambos trabajos es muy similar: el objetivo compartido es —como ya se dijo— acercarnos al «obrador» del poeta y adentrarnos en la compleja génesis de Los caminos dispersos. LA REVISTA «ESPAÑA» Si hay una revista, en la llamada Edad de Plata de la cultu-ra española, que podamos considerar característica de este pe-ríodo —hasta el punto de representarlo o simbolizarlo de mane-ra precisa, junto a la Revista de Occidente—, esa revista es España. Editada entre 1915 y 1924, pasó por diferentes fases, todas ellas de considerable interés, siempre centradas en la re-flexión y la crítica política4, pero con colaboraciones literarias y 2 La segunda parte, en preparación, examina otros poemas de Quesada en España desde 1918 hasta 1923, y la tercera, monográficamente, el «Poe-ma truncado de Madrid». 3 Véase ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA, «Sobre la génesis de “Los caminos dispersos”, de Alonso Quesada: las versiones de “Alfar”», Estudios Canarios. Anuario del Instituto de Estudios Canarios, XLV (2001), pp. 73-94. 4 Conviene subrayar el carácter fundamentalmente político de España, en el que coinciden los estudiosos de la revista. España fue «el periódico político más importante de nuestra Edad de Plata», afirma JOSÉ-CARLOS MAINER en La Edad de Plata (1902-1039). Ensayo de interpretación de un © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 434 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 4 artísticas de primer orden, que desde el comienzo la dotaron de una extraordinaria significación cultural. Su primer número vio la luz en enero de 1915 como órgano de la Liga de Educación Política, bajo la dirección de José Ortega y Gasset, que estuvo al frente de la publicación durante su primer año de existencia y señaló lo que habría de ser la doble orientación —política y cultural— de sus páginas. En el editorial de su primer número, sin firma pero debido a Ortega, se lee: Nacido del enojo y la esperanza, pareja española, sale al mun-do este semanario España. Los que hemos de escribir en sus columnas —gente ni del todo moza, ni del todo vieja— asisti-mos desde 1898 al desenvolvimiento de la vida española. Du-rante esos diez y siete años de experiencia nacional, raro fue el día en que la realidad pública nos trajo otra cosa que im-presiones ingratas. Cuanto más patriotas éramos, mayor eno-jo sentíamos. La «gente ni del todo moza, ni del todo vieja» que allí se aglutinaba constituía, en realidad, un grupo intergeneracional, pues se daban cita en él, en efecto, los miembros del «fin de siglo» que hoy asociamos a lo que, por entonces, Azorín y otros empezaron a llamar «generación del 98», y los jóvenes de la promoción de Ortega —la llamada «generación del 14», cuyo reformismo político tendría amplio eco en la publicación—, a los cuales habría de sumarse, en la última fase del semanario, la «nueva literatura» de la década de 19205. Precisamente uno de los representantes de esa «nueva literatura», Max Aub, habría de afirmar, muchos años más tarde (en La poesía española con-temporánea, 1954), que «nos hicimos leyendo España». Aunque, proceso cultural, Madrid, Cátedra, 1981, p. 147. «España fue primordial-mente una revista política», escribe por su parte DOMINGO RÓDENAS DE MOYA en un reciente repaso a las revistas de este período, «La prensa cultural en la Edad de Plata», Quimera, núm. 250 (noviembre de 2004), págs. 18-22; la cita, en p. 19. 5 En los últimos tiempos no han faltado, sin embargo, quienes van más lejos y proponen ver España como una publicación que identifica plena-mente a la «generación del 14», de la que la revista sería su «identidad escrita», en opinión de MANUEL MENÉNDEZ ALZAMORA en su libro La genera-ción del 14. Una aventura intelectual, Madrid, Siglo XXI, 2006. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 435 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 5 como queda dicho, la revista estuvo dirigida hasta 1916 por Ortega, éste, en el primer número, sólo aparece encabezando el grupo de los «Redactores» responsables, entre los cuales figura-ban asimismo Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Ramón Pérez de Ayala, Luis de Zulueta, Eugenio d’Ors, Gregorio Martínez Sie-rra y Juan Guixé. La revista se preocupó desde el primer momento por repre-sentar en ella la diversidad cultural del país, para lo cual desig-nó un amplio plantel de colaboradores repartidos por toda la geografía nacional, desde Fernando García Vela, en Asturias, hasta Ignacio Ruiz y Paulino Calvo, en Zamora. (Los colabora-dores mencionados en ese primer número en el apartado ‘Ca-narias’ fueron —digamos de paso— Hipólito González Rebollar, Baltasar Champsaur, Patricio Estévanez y Domingo Cabrera Cruz.) Entre los colaboradores más significativos que constan en ese primer número hay que mencionar a Gabriel Alomar, Pedro Mourlane Michelena, Fernando de los Ríos, Antonio Machado, Melchor Almagro (sic), Luis Araquistáin, Manuel Azaña, Jacinto Benavente, Enrique Díez de (sic) Canedo, Manuel García Morente, José Moreno Villa, Federico de Onís, Ramón del Valle Inclán, Miguel de Unamuno... No menos significativos son los colaboradores artísticos: Romero de Torres, Bagaría, Penagos, Ricardo Baroja, así como el pintor canario Néstor (Néstor Mar-tín Fernández de la Torre). En el primer número del semanario, que alcanzó una difu-sión excepcional, figuraban un artículo de Ortega («Política de la neutralidad. La camisa roja»), otro de Pío Baroja («El tabla-do de Arlequín. El milagro de la campana»), un informe sobre la marcha de la guerra europea, unas notas de Xenius, un poe-ma de Antonio Machado («A una España joven»), una «Carta imaginaria» de Ramón Pérez de Ayala, unas «Conversaciones edificantes» de Gregorio Martínez Sierra, unas notas sobre el cinematógrafo, un dibujo a página completa de Bagaría, un estudio de Manuel B. Cossío sobre «Un Greco inédito» y un conjunto de notas diversas. El segundo director de la revista fue el ya citado Luis Araquistáin, que la gobernó la mayor parte de su andadura (desde principios de 1916 hasta 1922); en los últimos meses © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 436 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 6 —hasta su desaparición en 1924—, la dirección fue responsabi-lidad de otro asiduo colaborador, Manuel Azaña. Uno de los hi-tos de la revista (y uno de los textos por los que es más recor-dada hoy) fue la publicación de la primera versión de Luces de bohemia, de Valle Inclán. Es imposible realizar cualquier aproxi-mación a esta época sin consultar las páginas de España, una revista que —dentro de sus directrices esencialmente políticas, como se ha dicho— supo atender tanto la literatura como la creación musical y la plástica, y que no ignoraba la muy diver-sa realidad nacional, es decir, las regiones tradicionalmente ol-vidadas en un país con una fuerte tendencia al centralismo cultural y político. Las inconfundibles cubiertas de Bagaría aca-baron por identificar al semanario en todo en el país, cuyas elites en cada una de las regiones españoles recibían la publica-ción como un termómetro de la situación social, política y cul-tural del momento, una revista en la que los espíritus despier-tos de la época podían encontrar desde un comentario sobre el más reciente estreno teatral (comentario casi siempre realizado por Ramón Pérez de Ayala) hasta interesantes juicios sobre las últimas elecciones políticas. Precisamente por tratarse de una faceta en parte relaciona-da con el autor que aquí nos interesa, es preciso no olvidar, sin embargo, la apertura de España a los nuevos lenguajes creado-res, singularmente a los de la literatura: en sus páginas, como ya quedó apuntado, colaboraron con cierta regularidad los más significados representantes de lo que habría de llamarse «la nueva literatura», un aspecto en el que se ha insistido alguna vez con razón6. Alonso Quesada fue un colaborador regular de esas páginas, y no cabe duda alguna de su plena identificación con las posiciones mantenidas por el semanario. Véamoslo bre-vemente. 6 Véase el Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936), de JUAN MANUEL BONET, s.v. España, Madrid, Alianza Editorial, 1995, p. 222. Véanse igualmente otras consideraciones sobre la revista en LUIS S. GRANJEL, «Cincuentenario de una revista (España, semanario de la vida nacional)», Insula, núm. 219 (1965), pp. 3 y 13. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 437 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 7 EL PAPEL DE LUIS GARCÍA BILBAO Existía un vínculo, como es sabido, entre Alonso Quesada y España que estaba más allá (o más acá) de la identificación del poeta canario con la revista madrileña. La historia es conocida pero no puede dejar de ser citada aquí. Un joven intelectual y escritor madrileño, Luis García Bilbao (1881-1939), estuvo en el origen de la publicación tanto de España como de El lino de los sueños, el primer libro de Alonso Quesada, aparecidos, una y otro, en 1915. Un excelente artículo de Manuel González Sosa ha contado la relación entre el escritor canario y el madrileño7. García Bilbao, en efecto —«un muchacho rico, muy culto y amigo cordialísimo de Unamuno», hace saber Luis Doreste Sil-va a Rafael Romero desde Madrid en carta del 19 de abril de 1914—, iba a costear la edición de El lino de los sueños. La misma actitud generosa ya había alcanzado, apenas un mes antes, a otro proyecto. Escribe González Sosa: En marzo de 1914, cuando Ortega y Gasset, a quien no cono-cía personalmente, acababa de pronunciar su famosa confe-rencia sobre «Vieja y nueva política», Luis García Bilbao se presentó al filósofo, en el propio lugar del acto, para ofrecer-le un dinero recién heredado con objeto de que lo utilizara en la siembra de sus ideas regeneradoras. Y en buena parte gracias a la liberalidad impresionante de nuestro hombre, al cabo de unos pocos meses pudo salir a la calle España, im-pulsada por «el coraje y la esperanza» del joven Ortega8. Quesada empezó a colaborar muy pronto en España. Cono-cemos, por las cartas del poeta dirigidas a Luis Doreste Silva, 7 MANUEL GONZÁLEZ SOSA, «El primer editor de El lino de los sueños», Canarias 7 (Las Palmas de Gran Canaria), 3 de mayo de 1987; el artículo fue recogido en el libro del autor Segunda luz, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios, 2007, pp. 101-103. Más detalles sobre la edición de El lino de los sueños y el papel de Luis García Bilbao, entre otros datos de interés, se encontrarán en LUIS DORESTE SILVA, «Recuerdos de Alonso Quesada. El poeta y la amistad», Hoy (Las Palmas de Gran Canaria), 5 de noviembre de 1935. 8 Op. cit., pp. 102-103. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 438 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 8 su entusiasmo ante la revista madrileña y su proximidad inte-lectual a ella. Veamos unas pocas referencias al semanario con-tenidas en las cartas mencionadas. Apenas unas pocas semanas de publicarse la revista, Quesada ya hace partícipe a Luis Doreste de su vivo interés por ella: España —tres números— mejor cada día. Es un periódico amplio, colosal, chico. Estoy haciendo una propaganda casi hiperbólica. Merece todo. De una originalidad extraordinaria. Y sobre todo serena y hermosamente escrito. ¡Qué falta ha-cía, entre ese frangollo (como dicen aquí) de prensa ama-zacotada y de artículos a lo caballero audaz! ¡Oh, audaz! De una audacia y un atrevimiento colosales. Adiós, Luis. A Néstor, a Miguel, a Abril, a todos, a todos mis manos fervorosas y mi corazón agradecido. A Bilbao, a Bilbao... no sé, no sé. Ya se me acabaron las palabras, el sen-timiento es transparente, un silencio largo, lleno de emoción. ¡Qué hombre más formidable! Sí, sí. Esa España será la reno-vación. Hay que trabajar como negros para que viva. La adhesión del poeta canario a los ideales de la revista —expresados en el editorial de Ortega mencionado más arriba— es completa. «España será la renovación», afirma Quesada con pleno convencimiento del papel que el semanario está llamado a desempeñar. Sólo unos días más tarde pide a Doreste que se conceda a un librero amigo, Rafael Henríquez, ser el «corres-ponsal administrativo» de la revista en Las Palmas: «es librero acreditado de viejo, y casi toda Las Palmas se surte de allí». Tal vez habría que ver en esta recomendación no únicamente un modo de favorecer a un amigo sino también una voluntad de asegurar la difusión del semanario en el medio insular9. «España está estupenda», confía nuevamente a Doreste en el mes de marzo. Y añade: «Sólo el papel es horrible. ¿Por qué 9 El interés de Quesada por la difusión de España en el medio canario no supuso, sin embargo, que viera con simpatía la edición de un número de la revista dedicado a las letras insulares, organizado por Fernando González y Claudio de la Torre en 1922, aunque ideado tres o cuatro años antes. Quesada se negó a colaborar en ese proyecto, que no llegó a materia-lizarse. Véanse las cartas de González y De la Torre a Saulo Torón en Saulo Torón. Epistolario 1912-1972, cd-rom, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria-Biblioteca Universitaria-Cabildo Insular de Gran Canaria, 2000. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 439 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 9 no lo cambian? El artículo primero está excelente. ¿Es de Luis Bello? ¡Y aquello sobre el pobre Ricardo León! No merece la pena. Ser académico es una aspiración de escritor de la locali-dad ». A lo que se ve, Quesada no era del todo consciente de las dificultades materiales por las que estaba atravesando la revis-ta, que empezó editando 50.000 ejemplares y terminó el año reduciendo esa cantidad a 18.000. El cambio de papel fue una de las medidas de ahorro adoptadas por los responsables de la publicación10. En julio de 1916, Quesada tiene, sin embargo, palabras crí-ticas respecto al semanario. Escribe a Doreste: España anuncia una biblioteca. ¿Es de Bilbao? ¿Está Bil-bao ahí? Dime algo de él. Los versos me los publica España. Está el periódico un poco más de la cuenta político. Ara-quistáin es un gran cerebro, pero abusa un poquillo del pro-blema nacional. Pero es que pueden los versos y los cuentos y todo hacer la misma huella en los espíritus que las crónicas políticas. ¡Aquel Ortega era la divina transparencia sobre el periódico! Quesada advierte con claridad el escoramiento de España hacia la política, en detrimento de las letras, y —sin dejar de reconocer los méritos de Araquistáin— echa de menos la direc-ción de Ortega. A pesar de todo, la revista seguirá siendo para él imprescindible. En el verano de 1918, Quesada anima a Doreste a que publique sus propios versos en España («para verlos, y para que no se olvide la gente») y le hace saber que él mismo adelantará en la revista madrileña «una de las mejores escenas» de su obra teatral La Umbría, en la que trabajaba en ese momento; será la segunda escena, le confirma en carta del 19 de septiembre del mismo año11. 10 Los datos que acaban de apuntarse aparecen en el estudio de ENRI-QUE MONTERO «La financiación de España y la propaganda aliada durante la Primera Guerra Mundial», al frente de la edición facsimilar de España, Vaduz, Topos Verlag, 1982, p. XIX. 11 El fragmento de La Umbría al que se refiere Quesada apareció en el número 181 (26 de septiembre de 1918), p. 12; otro fragmento se publicó en el número 350 (30 de diciembre de 1922), pp. 14-15, al que Quesada se refiere a también en carta a Doreste del 25 de enero de 1923. Por su parte, © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 440 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 10 El poeta canario fue un colaborador asiduo de la revista, y siguió publicando en ella hasta 1923. La revista también se ocu-pó de su obra: en el número 47, Díez-Canedo comentó la apa-rición de El lino de los sueños dentro de su artículo «Poetas nuevos», que incluía un retrato fotográfico de Quesada. Canedo afirmaba, entre otras cosas: De tierra canaria, como el fuerte Tomás Morales, [Que-sada] no ha oído del Atlántico más que el arrullo. Para encon-trarle parentesco, habría que acercarse, no a los poetas espa-ñoles, sino, por ventura, a los portugueses de hoy. Por sus cantos, y aun por sus burlas, pasa una vaga sombra de sauda-de. Entre todos los poetas nuevos, su voz es la más íntima, la más baja; es, de todos ellos, el elegíaco. [...] [...] El poeta derrama su amor en lo cotidiano —la fami-lia, los amigos, los compañeros de tarea, la casa, la ciudad, el mar nativo— y sabe, luego de trazar una figura vista al pa-sar, en amorosa y rápida silueta, hundirse en la hondura de su corazón lleno de temores y de presentimientos. Es, entre los nuevos, el más jugoso, con ser, quizá, el menos formado de todos. Para él habrá siempre en el hogar del alma un buen sitio al rescoldo. Su verso es suave, onduloso, sin la tirantez de lo antiguo, moderno sin alardes12. La opinión de Díez-Canedo debe importarnos de manera es-pecial, pues los poemas que Alonso Quesada irá ofreciendo a lo largo de ocho años en España parecen querer apartarse cada vez más de ese verso «suave, onduloso» que el crítico subraya con razón como característico de El lino de los sueños. Gran parte del nuevo empeño poético de Quesada —los poemas que darían lugar, en 1924, a Los caminos dispersos— estará precisa-mente orientada a romper la «suavidad» aludida para lograr un lirismo muy diferente, «lleno de ángulos, las medidas rotas al Doreste publicó en la revista (entre otros textos) su poema «Canto a la sa-lud », hecho al que Quesada se refiere también en la citada carta del 19 de septiembre de 1918 («Tus versos. Leí los de España. Admirables de bien. Cada día tienes más sobriedad. [...] Publica más o manda»). 12 ENRIQUE DÍEZ-CANEDO, «Poetas nuevos», España, núm. 47 (16-XII- 1915), p. 6. Los otros «poetas nuevos» eran Joaquín Montaner, Luis Fernández Ardavín y José Moreno Villa. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 441 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 11 azar, la imagen áspera», según confiesa el poeta en carta a Luis Doreste Silva a principios de 1925. NUEVE POEMAS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS» Examinaremos aquí los nueve primeros poemas que Alonso Quesada publicó en España y que acabaron formando parte de Los caminos dispersos. Según hicimos ya en el caso de la revis-ta Alfar, reproducimos los textos definitivos, tal y como apare-cen en la mencionada edición de 1944, y, a continuación de cada uno de ellos, consignaremos las variantes que ofrecen las versiones de España. No es necesario subrayar que en ninguna de esas versiones constan las anotaciones previas con que hoy conocemos los poemas, anotaciones que el poeta añadió en 1924 con el fin de estructurar narrativamente el material poético del libro; tampoco aparecen, como es natural, los títulos de sección y la numeración romana (que aquí figuran entre corchetes) con que los poemas se ordenan en Los caminos dispersos. Importa resaltar, en cambio, que no todos los poemas que-sadianos de España acabaron integrándose —algunos de ellos, tras una notable transformación textual— en Los caminos dispersos. Quedaron fuera los siguientes: «Amigos mercade-res... » (que vio la luz en el núm. 136, 15 de noviembre de 191713), «“We won”» (núm. 193, 19 de diciembre de 1918), «Ana María» (núm. 203, 27 de febrero de 1919), «Tristeza. (Burla dia-bólica) » (núm. 291, 27 de noviembre de 1920) y «Buen clima. (Reclamo)» (núm. 294, 18 de diciembre de 1920), además del ya citado «Poema truncado de Madrid». Después de la anotación de las variantes comentamos de manera sucinta su significación dentro de los planteamientos poéticos y estilísticos generales de Los caminos dispersos. 13 El poema se había publicado previamente en Ecos (Las Palmas de Gran Canaria) el 17 de julio de 1915 con el título de «Versos a los merca-deres ». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 442 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 12 [CAMINOS DEL MAR, II] (Playa de la isla. Serenidad inesperada del mar. Luz de oro sobre el mar.) En las orillas de esta playa negra deténgome a aguardar silencioso el Retorno: mi Retorno sutil. El mar me enseña lo infinito 5 que hace al amor la pura consecuencia. El mar es el maestro de lo serio, de la salud y de la fortaleza. Mi alma, sin el mar, sería un alma sin porvenir en el Celeste Prado. 10 Aprende con el mar a forjar oro de sol en las entrañas de tu vida y a guardar por el día las estrellas, que es cuidar, económico, el futuro. ¿Mañana he de volver y en otra hora 15 he de quedar en el Misterio vivo? Clarosonante, luminoso, eterno, el mar vendrá a mi mano y de mi mano brotará el mar que me enseñó el Secreto. Amigo mar, el de las claras luces, 20 que acercan la esperanza y hacen puro el pensamiento como un puro horizonte; yo he visto un día allí, ¡oh mar sereno!, en la maravillosa lejanía 25 arder mi pensamiento, dilatado por la mano de un mar invisible. Amigo el mar, que das las hondas nuevas al corazón y limpias la pasión de la tierra; amigo el más querido de la noche © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 443 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 13 30 pues siete estrellas de tu seno nacieron. ¡Oh, mar de prodigios! ¡Oh, firme certeza de todas las cosas remotas y aladas; diamante de violentas claridades, inundación de pensamiento mío!... 35 Mar de la tarde, frente a la montaña árida de la tierra abandonada, ¡cuántas veces el alma temerosa del propio ardor se sumergió en tu seno! Mar de la noche, el del sagrado sueño 40 sobre el herido lomo de la Atlántida. ¿No fue la victoria de ese gesto el triunfo del Infinito sobre el Sol, vencido? Mar matinal, el de las sanas brisas para el hogar y la mujer y el hijo, 45 para el sendero de Jesús dispuesto y la alegría de la casa nueva. Próvido mar que refrenó la angustia del corazón el día que mis años mozos se hallaron solos, sin camino 50 frente a la inmensidad de tu silencio. ¡Mar portentoso, armonioso y noble, para esperar eternamente, libre de odio y rencor, confirmación eterna!... Ahora siento que llego de lejanas 55 playas doradas a esta negra playa... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Noche de pronto sobre el mar. ¡La noche! Los dedos de mi mano entre las sombras roces de sombras más sutiles sienten... ¡Mar sobre mí, dentro de mí, infinito! 60 ¿Qué voz es esa voz que llega?... El mar ilumina un instante con sus llamas de plata las orillas de ébano. Y la voz resuena © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 444 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 14 65 más temblorosa y ávida —mi propia voz que hace temblar mi vida y apagar las estrellas y mis ojos. DICE LA VOZ ¡Tu alma será un torrente de armonía sideral en la vasta planicie celeste; 70 una herida de luz en las noches latinas sobre el sueño burgués de los lagos de cromo; un profundo secreto de espacio, una inmensa pasión si amor ni dolor contenida en lo eterno! [Versión de España, núm. 52 (20 de enero de 1916), con el título de «Salmo del mar», dedicatoria «Para Agustín Millares» y la nota, al pie, de «Playas de las Nieves (Gran Canaria), 1915»:] (Titulillo:) INTRODUCCIÓN 2 deténgome a aguardar silencioso el Retorno:] aguardo mi Retorno, silencioso... 3 om. 4 enseña] está enseñando 5 amor la pura consecuencia.] Amor la conse-cuencia pura. 6 (Sin sangrado.) 7 salud] Salud || fortaleza] For-taleza 9 Prado.] Prado... (Y blanco interestrófico.) 11 vida] En-sueño; 12 guardar] guardar, || día] día, 13 futuro.] Futuro! 14-15 ¿Mañana he de volver, y en otra hora / he de quedar en el Misterio vivo?] Mañana has de volver, y otra lejana / hora has de quedar en el Misterio, vivo... 16 Clarosonante,] ¡Claro, sonante, 17 mar] mar, || mi] tu || y de mi] y de tu 18 me] te || Secre-to] Secreto...! (Blanco y titulillo:) LA EXALTACIÓN DEL SUEÑO 20 Amigo mar,] Amigo el mar: || luces,] luces 21-22 el pensa-miento / como un puro horizonte;] el pensamiento, como el hori-zonte... 23 yo he visto un día allí, ¡oh mar sereno!,] Yo he visto allí, como se incendia el mío / en el ocaso terminar la Ruta... 27 mar,] mar: || hondas] dulces 28 al corazón y limpias la pasión de la tierra;] del bienestar y ahuyentas mi tristeza... 29 amigo el más querido de la noche] que vienes por las noches más querido 30 pues siete estrellas de tu seno nacieron] ¡pues siete estrellas han nacido en ti...! (Añadido:) Si allá se aleja algún navío extraño, / y aquí en mi corazón la infancia muere, / tú entrarás en el alma, a borbo-tones, / para afirmar mi Eternidad mañana... / (Sangrado:) Hombres de poca fe, vieron mis ojos / cruzar tu playa solitaria, en vano, / y aunque tú los llamaste, ellos huyeron, / por temor de morirse sin exequias... / Y clamaron al cielo, maldiciendo, / mas demandando © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 445 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 15 una ilusoria ayuda / y no oyeron tu voz que les hablaba / de la ignorancia secular del cielo... / Con el mar nuestro amor se hace divino, / porque él nos dice que la fuerza es nuestra, / y todo es nuestro, y el Infierno, el Cielo, / el Satanás y Dios... ¡somos noso-tros! 31-32 ¡Oh, mar de prodigios! ¡Oh, firme certeza / de todas las cosas remotas y aladas!] (Blanco y titulillo:) LA MUERTE (San-grado:) ¡Oh, mar maravilloso! La Certeza / de lo Invisible y el Amor perfecto. 33 diamante de violentas claridades,] Diamante de atre-vidas claridades... 34 inundación] Inundación || pensamiento mío!...] Pensamiento mío... 35 Mar] ¡Mar 36 abandonada,] abandonada... 37-38 ¡cuántas veces el alma temerosa / del pro-pio ardor se sumergió en tu seno!] Cuántas veces cruzaron temero-sas / sobre nosotros mismos, Nuestras Almas! 39 Mar] ¡Mar 40 Atlántida.] Atlántida: 41 ¿No fue] Fue || ese] tu 42 venci-do?] vencido!... 43 hogar] hogar, || mujer] mujer, || hijo,] hijo!... 45 para] Para || dispuesto] dispuesto, 46 nueva.] nueva! 48 co-razón, el día que] corazón, el día en que 49 camino] camino, 50 tu silencio.] su silencio... 51 ¡Mar portentoso, armonioso y no-ble,] (sangrado:) Mar paternal, armonioso y bueno, 53 eterna!...] etérea... 54 (Sin sangrado:) llego de lejanas] vengo de remotas 55 doradas a esta negra playa...] doradas, y que parto ahora (aña-dido:) sin pensamiento, que se hundió en tu abismo... / donde lo alcanzaré cuando retorne... 59 de mí, infinito!] de mí... (Añadido, escalonado:) ¿Y entonces / al volar en la noche tenebrosa / como una sombra milenaria, el alma / sin Mí, qué va a ser de ella? ¿Sin la mano / que sólo puede gobernar su Anhelo / dónde me aguarda-rá...? 61 El mar ilumina un instante] (Escalonado:) Y el mar alum-bra 62-63 con sus llamas de plata / las orillas de ébano] llamas de plata en las orillas de ébano; 64 Y la voz resuena] y una voz, allá lejos, ha clamado: 66 —mi propia voz] —¡mi propia voz!— || vida] Vida 67 ojos.] ojos... 69 sideral en] sideral, en || celeste;] celeste...! 70 una herida de luz] Un sendero de luz 71 sueño burgués de los lagos de cromo;] sueño sutil de los lagos serenos... 72-74 un profundo secreto de espacio, / una inmensa pasión / sin amor ni dolor contenida en lo eterno!] Un profundo secreto de es-pacio... ¡Una inmensa / pasión, sin amor ni dolor, contenida en lo Eterno...! «Salmo del mar» —título, como se ha visto, que la composi-ción lleva en España— es, tanto por su extensión como por su tema y sus características, uno de los poemas más importantes de Los caminos dispersos y, sin duda, uno de los más significa-tivos de Alonso Quesada. Es, por otra parte, el poema más an-tiguo del libro. Su título responde al carácter religioso o espiri-tualista (sin duda bajo la clara influencia de Unamuno) de una de las fases de composición del libro, que por esas fechas iba a © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 446 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 16 llamarse Los salmos del hombre ardiente y, más tarde, Salmos oscuros. Como es sabido, «Salmo del mar» fue la composición con la que Alonso Quesada participó, en septiembre de 1915, en la «Fiesta de las Hespérides» organizada por el Ateneo de la ciu-dad de La Laguna (Tenerife). Una primera versión del texto —cuyas variantes no examinamos aquí— se publicó con el mis-mo título en Ecos el 11 de septiembre de 191514. El poeta envió a España un texto sensiblemente distinto. Lo primero que llama la atención es la considerable reduc-ción del poema: la versión de España tiene 85 versos (dos de ellos escalonados), es decir, once versos más. La nueva disposi-ción versal, sin embargo, hace que parezcan menos los versos desaparecidos; en realidad, los desaparecidos suman veintidós (y parte de dos versos escalonados): un segmento largo después del v. 30, otro después del v. 55 y otro más después del v. 59. Los cambios no afectan sólo a la extensión. Nótese que han desaparecido igualmente los epígrafes que, en la versión de Es-paña, dividen el poema en «secciones» precisas: «Introducción», «La exaltación del sueño» y «La muerte». En cambio, la nueva versión introduce otro titulillo, «Dice la voz», que representa una suerte de «dramatización» poética en el remate de la composi-ción. Esa «voz», que es —como dice el v. 66— la propia voz del sujeto lírico, se dirige a éste como un «tú» desdoblado, en un uso muy común en la poesía moderna. Ese desdoblamiento ya apa-recía en el comienzo del poema. En los versos 14 a 18 se produ-ce, en efecto, un cambio de la segunda persona del verbo a la primera, con el fin de hacer más coherente el discurso, que se había iniciado en primera persona. La «voz» que se hace explí-cita al final en «Dice una voz» necesitaba, pues, ser objetivada 14 El poema iba precedido en Ecos de la siguiente nota: «En la ciudad de La Laguna tendrá lugar esta noche la Fiesta de las Hespérides organi-zada por el Ateneo de aquella ciudad. | Para esta hermosa fiesta ha sido confiada la representación de Gran Canaria a nuestro querido amigo y co-laborador Rafael Romero (Alonso Quesada) que como se ha dicho reciente-mente se ha destacado con su libro de poesías El lino de los sueños, quien en dicho acto dará lectura a la siguiente composición cuyas primicias ofre-cemos a nuestros lectores». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 447 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 17 mediante el correspondiente epígrafe, y es un contrapunto del otro diálogo entre el poeta y el mar mismo («Amigo el mar, que das las hondas nuevas...», v. 27), un mar en todas sus fases, como las que aparecen —digámoslo siquiera sea de paso— en el Poema del mar, que el pintor Néstor había iniciado en 1913. Tampoco dejará de notar el lector atento la conversión de frases afirmativas o exclamativas en frases interrogativas (vv. 14- 15 y 41-42), así como la ruptura de algunos endecasílabos (vv. 3-4, 21-22, 61-64) en versos más cortos y no siempre regu-lares. Es este un procedimiento muy común en el proceso de co-rrección de los poemas de Los caminos dispersos que tienen ver-siones previas, un procedimiento en el que no insistiremos aquí, y cuya finalidad era romper la excesiva armonía de las formas regulares. De las numerosas variantes de léxico destacaremos sólo, en el v. 51, la sustitución de «Mar paternal, armonioso y bueno» por «¡Mar portentoso, armonioso y noble [...]», así como el inte-resante v. 71, que sustituyó el alejandrino «sobre el sueño sutil de los lagos serenos» por el más crítico «sobre el sueño burgués de los lagos de cromo». [CAMINOS DE PAZ DEL RECUERDO, II] (Claro día. Hogar. Vienen las emociones de ayer.) El viejo mayordomo, Juan, el de Guayedra, ha venido a traernos las doradas uvas de su viña... 5 Las muchachas pequeñas lo han sentado a la mesa familiar y el viejo ha recontado nuestra infancia de la que apenas hay recuerdo cierto. Lleva el viejo en la frente, © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 448 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 18 10 que es como un campo antiguo y sosegado, ochenta años de piedad agraria; y aún sabe, como ayer, nuestros caminos que su mano leal guió mil horas. Y dice, pacíficamente, 15 como una sorda campana de mediodía caluroso y turbio, que una tarde lejana, camino de la ermita de la Montaña 20 rugió la tierra como un dios herido y el hombrecito —yo— todas las mozas temblamos de pavor, menos la hermana de los ojos de mar, la más pequeña, ésta que tiene sobre el hombro mío 25 las dulces manos de la madre muerta. Todo lo aviva el viejo pero lo más perdido mejor le nace en su memoria y dice: «Esta es Paulina, la recuerdo ahora 30 porque está junto a ti. Yo le cuidaba sus cuatro años de oro... El nieto mío era moreno como el pan de trigo que nutrió en casa una salud de árbol... Perdióse el nieto por el valle dilatado 35 del Silencio... Decías cada hora: Este mozo galán será mañana el bello novio mío. ¿Te acuerdas? ¡Ocho años! ¡Ocho años de amores sin saber que no es paz la muerte niña...!» 40 El viejo cuenta. Y como el día es corto y la noche se acerca y él es viejo se duerme en el sillón de antigua leña lugar de todos los abuelos muertos. El oro del sol 45 en las campiñas remotas se extiende. Luego, busca refugio en los cabellos © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 449 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 19 de Paulina. El campesino amigo espía en el sueño nuestra infancia entera. Y la moza, en los surcos de la frente, 50 le siembra la semilla de sus besos... [Versión de España, núm. 120 (10 de mayo de 1917), con el título de «El tranquilo recuerdo», el antetítulo «Los retornos» y la dedi-catoria «A Rafael Cansinos-Assens»15:] 1-2 El viejo mayordomo, / Juan, el de Guayedra] El puro viejo Juan, el de los Nublos, / que sirvió en la mansión de mis mayores 4 las doradas uvas de su viña...] las uvas de su viña... —Las hermanas 5-7 Las muchachas pequeñas / lo han sentado a la mesa familiar / y el viejo ha recontado nuestra infancia] y yo, le hemos sentado a nuestra mesa / y él ha contado nuestra infancia entera, 8 cier-to...] alguno 9 Lleva el viejo en la frente,] Él lleva ochenta años en la frente, 10 sosegado,] sosegado; 12 y aun sabe] él sabe || nuestros caminos] nuestro camino, 13 mil horas] en las Horas. 14 Y dice, pacíficamente] Y dice que una tarde en la montaña 20 tierra] tierra, || herido] herido; 22 pavor,] pavor... 23 peque-ña,] pequeña; 25 las dulces manos de la madre muerta.] la or-fandad de sus manos preferidas... 26-29 Todo lo aviva el viejo / pero lo más perdido / mejor le nace en su memoria y dice: / «Esta es Paulina, la recuerdo ahora] El viejo todo lo recuerda, pero / lo más lejano en su memoria vive / mejor, y exclama: «—¡Oh, Paulina es ésta, 30 porque está junto a ti. Yo le cuidaba] la que está jun-to a ti...! Yo le guardaba 31 años de oro... El nieto mío] años, como el oro... — El nieto 32 era] será || trigo] trigo, 33 en casa] en mí 34-37 Perdióse el nieto por el valle dilatado / del Silen-cio... Decías cada hora: / Este mozo galán / será mañana el bello novio mío.] ¡Mi nieto...! Se perdió por el sendero / que lleva al fin, al arenal sombrío... / Paulina decía: —Este muchacho / será mi novio siempre... ¿No te acuerdas? 38 ¿Te acuerdas? ¡Ocho años! ¡Ocho años de amores] ¡Eras muy niña aún...! ¡Son veinte años!...» 40 cuenta. Y] cuenta... y 42 se duerme en el sillón de antigua leña] se va durmiendo en el sillón de tea 43 lugar de todos los abuelos muertos] que fue del padre y del abuelo antes... 44-45 El oro del sol / en las campiñas remotas se extiende] El oro en las campiñas se dilata 46 Luego, busca refugio] y se refugia al fin 47 amigo] eterno 48 espía en el sueño nuestra infancia entera] vive en el sueño nuestra infancia toda...! 49 Y la moza,] Y mi hermana, 50 la semilla] las semillas 15 Para relación de Quesada con Cansinos-Assens, véase ALONSO QUE-SADA- RAFAEL CANSINOS-ASSENS, «Epistolario inédito», presentación, trans-cripción y notas de Andrés Sánchez Robayna, Syntaxis, 12-13 (otoño 1986- invierno 1987), pp. 110-124. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 450 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 20 Si el poema anterior se reduce, éste se alarga: la versión de Los caminos dispersos tiene diez versos más, pero no por adi-ción de líneas, sino a causa de una nueva configuración versal. Una vez más, Quesada rompe en algunos casos la regularidad endecasilábica en la versión definitiva. En otros casos, en cam-bio, conserva el endecasílabo y lo mejora, como en el v. 25, «las dulces manos de la madre muerta» (que antes era «la orfandad de sus manos preferidas»). El poema no se modifica en su sustancia, pero sí hay varian-tes de léxico y de puntuación de variable interés. Quesada susti-tuye —es sólo un ejemplo— «campesino eterno» por «campesi-no amigo» (v. 47), que prescinde de la referencia temporal ya aludida en distintas ocasiones y reforzada en el v. 11 («ochenta años de piedad agraria»). El poema es el segundo del libro, dentro de la sección «Ca-minos de paz del recuerdo», y se inscribe en el marco de las evocaciones infantiles, que en el libro casi siempre se producen por vía indirecta, esta vez a partir de la figura y el relato del viejo mayordomo. El poema forma pareja con el siguiente, en el que la evocación de la infancia se hace a través de un figura femenina, María. [CAMINOS DE PAZ DEL RECUERDO, III] (Día blanco y puro. Segunda emoción de ayer.) María acaba de llegar. ¡María es hoy una mujer que ya ha perdido la luz, el sueño y el perfume! Nada queda en María. 5 Sólo los negros cabellos que ahora, como ayer, son de la noche. María fue la moza que lavaba la loza doméstica y regaba el rosal de la huerta. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 451 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 21 10 María es la primera de las mozas que me llama y me lleva de la mano. En la casa nuestra María era el cobijo y el calor de los cuentos. Vino del Valle Azul y era muy blanca 15 y rosa y fuerte, como los zagalas. María, temerosa, no tuvo valor para mirar a los señores. Sus manos sobre el halda recogían toda la timidez de su mirada. 20 Pero más tarde fue mirando el cielo de la ciudad y sus ojos se avinieron. Nosotros no adoramos a ninguna mujer que nos sirvió, como a María. Ella arropaba el sueño de la infancia; 25 ella, mientras rezaban los mayores junto a mi lecho, los inviernos crudos protegía mi sueño mentiroso. Yo cerraba los ojos, no dormía. 30 Mas, si ella se marchaba, los abría súbitamente. Ella tornaba clara, como una luz, pacífica, divina... Hoy vuelve y ya mis años se han nutrido 35 de mucho sol y mucho mar. Mi frente lleva la huella de la noche eterna que cruza tercamente sigilosa. María llega con sus cuatro hijos, nos llama niños, besa a las mujeres 40 y al volver hacia mí, tiende su mano que es aldeana, áspera y materna. Viene un recuerdo nebuloso... Todo se agolpa en mí con un temblor de sombras y busco triste, pensativo y puro 45 la lejana actitud inmaculada del vientre primoroso que han herido. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 452 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 22 María pone las palabras nuevas, de su voz nueva, sobre mi silencio. La voz descubre la energía ruda 50 de su maternidad de aldea noble. La tarde está en los ojos de María y en los hijos de cobre de María. La brisa de los valles recónditos la trae en los labios 55 como gotas de agua de la noche sobre las hojas amanecidas. ¡Oh, el dolor del ánima pequeña! ¡Oh, aquella timidez antigua! Cuando las noches eran tan profundas 60 como hoy es la memoria del pasado y en los cristales del balcón, el miedo del duende espiaba escondido mi sueño el de los ojos abiertos, 65 María iba a mi lecho y me cuidaba. ¡Yo era más niño que mis propios años! —¡No te vayas, María! ¡Cuando recen te marcharás...! María me besaba y se llevaba el miedo entre sus labios 70 cual si chupara sangre de una herida... [Versión de España, núm. 129 (12 de junio de 1917), con el título de «La visita de María», el antetítulo «Los retornos» y la dedicato-ria «A Juan Ramón Jiménez»16:] 1 ¡María] María 3 perfume!] perfume... Nada 4-6 Nada queda en María. / Sólo los cabellos negros / que ahora, como ayer, son de la noche.] queda en María. ¡Los cabellos negros / sí son iguales como entonces eran! 7-9 María fue la moza / que lavaba la loza doméstica / y regaba el rosal de la huerta.] María es la mucha-cha que lavaba / la loza y que regaba los rosales. 11 la] su 16 Para la relación Quesada-Jiménez, véase L. SANTANA, La plata verde (Alonso Quesada y Juan Ramón Jiménez), Las Palmas de Gran Canaria, Ale-granza, 1987, así como mi artículo «Juan Ramón Jiménez y Alonso Que-sada » (en prensa). © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 453 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 23 12-13 En la casa nuestra / María era el cobijo y el calor de los cuen-tos.] En la casa, María era el refugio / de las hermanas y el refu-gio mío. 14 Vino del Valle Azul y era muy blanca] Ella vino del Valle, y era blanca 15 zagalas.] zagalas... 16 tuvo] tenía 17 se-ñores.] señores... 18 Sus manos sobre el halda recogían] sus ma-nos, sobre el halda, defendían 19 la timidez de su mirada.] su timidez, que se escapaba... 20 más tarde] María 21 ciudad] ciudad, 22 adoramos] quisimos 23 mujer] mujer, 24 Ella arro-paba el sueño de la infancia;] Ella acostaba siempre a las mucha-chas 25 rezaban] yantaban 26 lecho, los inviernos crudos] le-cho en los nocturnos fríos 27 mentiroso.] mentiroso... 28-29 Yo cerraba los ojos, / no dormía.] (Yo cerraba los ojos... No dormía, 31-33 súbitamente. / Ella tornaba clara, / como una luz, pacífica, divina...] súbitamente... Ella tornaba, clara, / como una luz pacífi-ca y divina.) 36 eterna] Eterna 37 cruza tercamente sigilosa.] pasa tercamente sigilosa... 38 llega] viene 40 mujeres] herma-nas, 42 nebuloso...] nebuloso. 43 sombras] sombras, 44-45 y busco triste, pensativo y puro / la lejana actitud inmaculada] mas busco la actitud inmaculada 47 María pone las palabras nuevas,] María empieza a hablar. La tarde es suave. / (Añadido:) La peque-ña no sabe que María / la tuvo entre sus brazos. Hay memorias / que vuelven, de los muertos más lejanos... / (Sangrado:) Y mi alma torna al primitivo día / y dice al corazón ingenuamente: 59 Cuan-do] —Cuando 60 es la memoria] son las visiones 61 balcón,] balcón 62-64 del duende / espiaba escondido mi sueño / el de los ojos abiertos] acechaba escondido nuestros ojos 65 cuidaba.] cuidaba... 66 ¡Yo] Yo || años!] años. 67 recen] cenen 70 cual si chupara] como si fuera Lo observado en el poema anterior en cuanto a extensión y variantes es válido también para «La visita de María». Nótese que tanto este poema como el anterior llevan el mismo ante-título, «Los retornos», que hace pensar en el posible rótulo —abandonado más tarde— de un libro en preparación. La versión de España es más breve (trece versos menos). La supresión más importante es la que sigue al verso 47 («La pe-queña no sabe...»), cinco versos que aluden a la hermana pe-queña y que en la nueva versión son sustituidos por una refe-rencia más a María y a sus hijos, tal vez con la intención de subrayar tanto la distancia como la relación entre los dos tiem-pos, pasado y presente, que conforman el sentido nuclear del poema. Lo demás es, casi siempre, amplificación; véanse en este sen-tido, por ejemplo, los vv. 62-64 («del duende / espiaba escondido © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 454 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 24 mi sueño / el de los ojos abiertos»), que en la versión de España es uno solo («acechaba escondido nuestros ojos»). Por su significación y su belleza, debe destacarse el v. 24, «Ella arropaba el sueño de la infancia», que en la versión de España era casi exclusivamente denotativo («Ella acostaba siem-pre a las muchachas»). Dentro del libro, la siguiente evocación de la infancia se hará a través de la figura de un maestro, Diego Mesa de León, ho-menajeado en el poema VII de esta misma sección17. Repárese en que las tres evocaciones se hacen mediante una figura per-sonal concreta. [CAMINOS DE PAZ DEL RECUERDO, IV] (Camino turbio. Amanecer impuro.) Tu voz soltera ha sonado en mi lecho esta mañana. Pero cuando abrí los ojos de mi alma condenada 5 no tuvo fuerzas mi mano porque en tu voz te amparabas. ¿Cómo, en el camino duro donde las voces se apagan, pudiste guardar la tuya 10 tantos momentos intacta? Quise un instante que fueras Amor extraordinario de llamas donde yo pudiera arderme 15 sin salvación. Mas callabas. 17 Publicado también en España, núm. 183 (10 de octubre de 1918), y antes en Ecos, el 27 de noviembre de 1915. Examinaremos la versión de España en la segunda parte del presente trabajo. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 455 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 25 Quise conjurar el sueño de tu voz —maleficio del alma— y temblé, por si salías de la prueba, aljofarada 20 de pudores iniciales... Pero callabas. Si tu corazón se eleva, tu pensamiento lo ataja... Al fin resonó tu voz 25 lejos de ti, como un humo de voz sagrada: «Estoy contenta de estar sin una herida en el alma: Como el mar y como el prado 30 de los cielos, libre y amplia.» [Versión de España, núm. 143 (3 de enero de 1918), con el título de «Medicina de amor»:] 3 Pero cuando abrí] Y cuando yo 4-6 de mi alma condenada / no tuvo fuerzas mi mano / porque en tu voz te amparabas.] vi que en tu voz te amparabas. / Entonces no tuvo fuerzas / para condenar mi alma, / (añadido:) y aunque eras sólo dinero / —bolsa de cobre o de plata— 11-15 Quise un instante que fueras / Amor / extraor-dinario de llamas / donde yo pudiera arderme / sin salvación. Mas callabas.] quise que fueras Amor, / extraordinario te [sic] llamas, / donde yo pudiera arderme / sin que nadie me salvara... / (Añadido:) ¡Ni tu mano! Que es la mano / de una muerta embalsamada. / (San-grado:) En el hielo de tus senos / dos luces rojas llameaban; / y tu voz... tu voz... tu voz / ¡era la infinita llama! / (Sangrado:) Y llegas-te a ser tan rosa, / tan sutil, tan olvidada, 16-17 Quise conjurar el sueño / de tu voz —maleficio del alma—] que tuve miedo al con-juro / maléfico de las almas 19 la] esta 20 iniciales...] inicia-les, 21-26 Pero callabas. / Si tu corazón se eleva, / tu pensamiento lo ataja... / Al fin resonó tu voz / lejos de ti, como un humo / de voz sagrada:] como una virgen pensada... (Sangrado:) ¡Y mi mano asió en el aire / (añadido:) tu ignominia que volaba...! / Y la retornó a tus labios / donde brilló como un ascua. / (Raya de separación.) (San-grado:) Se partió al llegar la noche, / el amor de la mañana. / Se evaporó como un sueño, / pues pensé, mientras soñaba. / Y no hay sueños, que se sueña / que los hay, y luego es nada / el corazón, ante el beso. / El beso es humo, y la amada / no sabrá nunca be-sar, / aunque esté perfeccionada, / como el humo... Piensa siempre / —cuando pensar no haga falta—. / El corazón es menor / que el © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 456 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 26 pensamiento en la escala. / Si tu corazón se eleva, tu pensamiento lo mata... 27 «Estoy contenta] Yo estoy contento 29 Como] como || amplia...] amplia.» (Añadido:) (Sangrado:) Sabe que es el pensamiento / la más divina alquitara. / Él es, por eso [,] mi amigo / mejor, desde esta mañana. Este poema está entre los más complejos de Los caminos dispersos, y una rápida confrontación de versiones lo pone ya de manifiesto. Se trata del único poema en octosílabos de todo el libro, un romance con rima á-a que, a pesar de las distintas rupturas del metro que presenta la nueva versión (vv. 12, 17, 21 y 26), no consigue anular el efecto de romance, que en la ver-sión de España es completamente regular. Tiene ésta veinticuatro versos más que la del libro. Dejando aparte los versos cortados o «rotos», las supresiones resultan especialmente significativas, pues los versos suprimidos permiten ver con relativa claridad la anécdota o el «correlato» poético, o más bien algunos de sus detalles. El poema glosa con toda probabibilidad un episodio de amor mercenario, si se juzga por algunos de los versos descartados («aunque eras sólo dinero / —bolsa de cobre o de plata— / quise que fueras Amor»), incluso en algunos de sus detalles escenográficos («En el hielo de tus senos / dos luces rojas llameaban»). Lo más sorprendente es que las palabras que se atribuyen a la mujer, al final del poema («Estoy contenta de estar...»), perte-necen al propio hablante lírico en la versión de la revista ma-drileña. No es la única mutación del texto, pues el mismo ha-blante que no tiene fuerzas para condenar su alma, en la primera versión, cree ya condenada su alma en la segunda (v. 4). La supresión de versos, por otra parte, vuelve más difícil y complejo el texto, pues la desaparición del conflicto entre senti-miento y pensamiento, presente en la versión de España —y que lleva al hablante a ver en el pensamiento una «divina alquita-ra »— significa la omisión de un dato esencial en el plano semántico y, por tanto, en la interpretación que el lector hace (o puede hacer) de la actitud moral del yo lírico. La «turbiedad» y la «impureza» aludidas en la anotación que precede al poema están relacionadas, a nuestro juicio, con una experiencia concreta del amor (entre otras experiencias de ese © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 457 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 27 carácter, como las que glosan los poemas VIII, IX, X y XI de esta misma sección, «Caminos de paz del recuerdo») antes de la experiencia amorosa pura o verdadera («Yo no sabía / que era el amor...») con la que concluye el libro. [CAMINOS DE PAZ DEL RECUERDO, V] (Camino del mar. Elegía. Día sereno.) ¡El Capitán inglés...! (¡Oh!, no penséis en otro Capitán.) Perdió su vida. Él jamás hizo sino cuentas claras, escribió cartas coloniales, firmas 5 de cheques, pero a veces ayudaba al cajero escocés a contar los dorados discos de las libras. Mis manos, entonces, trabajaban entre ingleses rollizos, torpes y moralistas... 10 Rowe era rojo como una llama en un fanal sumisa; silencioso y sutil, como un reloj británico, temeroso del grito español, como una niña. Una tarde el inglés me dijo: Ahora 15 yo me marcho a Inglaterra. Sonreía porque era la primera vez que hablaba de cosa ajena a libros de oficina. ¡Era un maestro egregio y valeroso del Diario y del Mayor! 20 ¡Cómo ejercía el oficio! Amplio libro de rayas lampiño y blanco, Rowe nos parecía. ¿Y después? Una carta misteriosa llegó de la campaña, sorprendida 25 de traer amistad... ¿Cómo ha podido © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 458 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 28 esa mano volverse tan amiga...? «Yo, mister, tengo buen recuerdo suyo, aunque mi frente tiene un tachón de herida; 30 casco germano que ha labrado un surco por fuera, como dentro el pensamiento lo labró otro día. ¡Yo no puedo olvidar su playa alegre! Me acuerdo de su mar... retornaría...». 35 Y el secreto de su alma pacífica, sin error, como un balance de sumas limpias frente al negro temblor de la muerte descubría... 40 Mas no podrá volver, aunque se acuerde, que su memoria ya no es de él que es mía... ¡Oh, dear Rowe, mis horas de hombre inútil chocaron con el gris de tu sonrisa: yo pensé, entonces, que la niebla inglesa 45 de tu extrañado corazón fluía...! [Versión de España, núm. 160 (2 de mayo de 1918), con el título de «El Capitán ha muerto (Elegía)», el antetítulo «Versos de la gue-rra » y el texto siguiente después del título: «En memoria de Mr. Edward Rowe, capitán del “Dirham Light Infantery”, muerto en campos franceses el 26 de marzo de 1918. Compañero del poeta en un Banco británico»; al pie, «Gran Canaria, 27 de marzo de 1918»:] 1-7 ¡El Capitán inglés...! (¡Oh!, no penséis / en otro Capitán.) Per-dió su vida. / Él jamás hizo sino cuentas claras, / escribió cartas coloniales, firmas / de cheques, pero a veces / ayudaba al cajero escocés / a contar los dorados discos de las libras.] El capitán in-glés... —¡Oh, no penséis / que es otro capitán...!— murió hace un día. / Él en su vida no hizo sino cuentas, / escribir cartas colonia-les, firmas / de cheques y de créditos, y a veces / ayudaba al caje-ro a contar libras... 8-9 om. 10 Rowe era rojo] (Sangrado:) Era un inglés de la colonia, rojo 11 llama] llama, 12 sutil,] sutil 13 niña.] niña... 14 Ahora] —«Ahora 15 Inglaterra. Sonreía] In-glaterra... » Sonreía. 16 porque] Porque 18 ¡Era] (Sangrado:) Era] ¡Era 19-22 Del Diario y del Mayor! / ¡Cómo ejercía el oficio! / Amplio libro de rayas / lampiño y blanco, Rowe nos parecía.] del © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 459 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 29 Diario y el Mayor. ¡Cómo ejercía / santamente el oficio! Al mismo libro / de tanto igual amor nos parecía. 23 misteriosa] misterio-sa, 24 llegó de la campaña, sorprendida] una carta nos viene sor-prendida 25 amistad... ¿Cómo] amistad. —¿Cómo 26 amiga...?] amiga...?— 27 suyo] suyo, 28-29 aunque mi frente / tiene un tachón de herida;] aunque mi frente la tajó una herida. 30-32 om. 33 ¡Yo no puedo olvidar su playa alegre!] Yo no puedo olvidar a los amigos, 34 Me acuerdo de su mar... retornaría...»] yo me acuer-do del mar... Volveré un día.» 35-39 Y el secreto de su alma / pacífica, sin error, / como un balance de sumas limpias / frente al negro temblor de la muerte / descubría...] Y el secreto de su alma, frente al negro / temblor de la campaña descubría... 40 Mas no podrá volver,] ¡Mas no podrá volver 41 él que es mía...] él, que es mía...! 42 ¡Oh, dear Rowe, mis horas de hombre inútil] ¡Oh, mister Rowe, mis horas de poeta 43 sonrisa:] sonrisa...! 44 yo pensé, entonces,] Yo pensé entonces 45 de tu extrañado corazón fluía...!] de vuestro propio corazón salía... La elegía por antonomasia en Los caminos dispersos es la dedicada a Tomás Morales («Siempre»). No es la única, sin embargo: el ya citado poema VII de esta misma sección, «Cami-nos de paz del recuerdo» (titulado en España «El huerto del maestro»), es también una elegía, como lo dice una nota de su edición en la revista madrileña. Esta otra elegía, dedicada a un «compañero del poeta en un Banco británico», según dice la nota de España, subraya el sentimiento de la muerte muy pre-sente en el libro, y no sólo a través de las elegías (véase, por ejemplo, el poema III de la sección «Caminos de ayer», acerca del entierro de una mujer en la madrugada). En España, el poema tiene 34 versos; en la nueva versión, 45. La amplificación se debe sobre todo a la conversión de los endecasílabos en versos más cortos, sin adiciones sustanciales, salvo la que se deriva de una actualización, en los vv. 8-9: «Mis manos, entonces, trabajaban / entre ingleses rollizos, torpes y moralistas...». En 1918, en efecto, Quesada trabajaba aún en el Bank of British West Africa (que abandonó en abril de 1922), y de ahí los nuevos versos, que hablan ya en pasado, puesto que la fecha en la que el autor revisa y pone a punto de Los cami-nos dispersos es 1924. Otra adición de interés, relacionada con la herida de guerra del amigo británico, es la de los vv. 30-32. La variante del v. 33 («¡Yo no puedo olvidar su playa alegre!» en lugar de «Yo no puedo olvidar a los amigos») insiste en la © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 460 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 30 idea del mar insular, que aparece en el verso siguiente, y de la alegría. Importa señalar también la variante del v. 47, «mis ho-ras de hombre inútil», que sustituye a «mis horas de poeta», palabras que hacen recordar en seguida otras de El lino de los sueños: «[...] —Señor poeta, muchas nubes / para ganar con claridad la vida!...», del poema «Un tenedor de libros». En reali-dad, este poema dedicado a la muerte del compañero de oficina puede verse como una prolongación de la temática y la atmós-fera lírica de las secciones de aquel libro «Los ingleses de la colonia» y «New-Year Happy Christmas», pero ahora con un elemento elegíaco que estaba ausente en esas secciones, aunque no en el libro, según muestran poemas como «Ericka (1882- 1902»), «A Luis Millares», «El último dolor» o «Una inglesa ha muerto». [DOLOROSOS CAMINOS, II] (Tarde invernal. Frente a la playa.) ¡Hasta la orilla nada más! La noche es como si a la orilla se acercara. Hoy llego hasta la orilla y se oscurece, súbito, el sol 5 sobre las aguas. ¡No es posible el camino! He de esperar la silenciosa barca. Y el pensamiento incómodo labora en mí y no puedo perdonarte nada; 10 ¡no puedo perdonarte esta condena de isla y de mar, Señor...! Una montaña negra y una montaña azul, y tiempo... ¡Tiempo para contar estrellas en la noche 15 y quedar noche aún para esperar el alba...! © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 461 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 31 [Versión de España, núm. 163 (23 de mayo de 1918), con el título de «Versos», dedicatoria «A Gabriel Miró»18 y, al pie, la nota «Mayo 1918»; texto dividido en tres secciones numeradas en romanos más un «Final»; este poema corresponde a la sección I:] I 3-5 Hoy llego hasta la orilla / y se oscurece, súbito, el sol / sobre las aguas] Yo llego hasta la orilla, y se oscurece / súbitamente el sol sobre las aguas... 7 He de esperar la silenciosa barca.] ¡Hay que esperar la ineludible barca! 9 nada,] nada 10 ¡no] no 11-13 Señor...! / Una montaña / negra y una montaña azul, y tiem-po...] Señor... —Una montaña / negra y una montaña azul, y tiem-po... ¡tiempo 14 ¡Tiempo para contar] para contar || noche] no-che... 15 alba...!] alba!... No hay variantes significativas, salvo la sustitución, en el v. 7, del impersonal «¡Hay que esperar la ineludible barca!» por «He de esperar la silenciosa barca». La versión de España tiene doce endecasílabos y un heptasílabo. Como siempre, el autor «rompe» algunos endecasílabos en versos más cortos de ritmo no siempre regular. [DOLOROSOS CAMINOS, III] (Noche invernal. Las lámparas han muerto. Galerías estrechas.) ¿Es la hora profunda y verdadera? ¡No puede ser esa terrible hora todavía! ¿Pero esas siluetas de sombra que pasan? ¡Ese roce de hielo es la hora...! ¿Qué sientes...? 5 Dentro de una campana de oscuro silencio, siento encima de mí derramar tierra; pero oigo a través de la tierra 18 Para la relación entre Alonso Quesada y Gabriel Miró, véase Gabriel Miró, cartas a Alonso Quesada, ed. y notas de Lázaro Santana, Las Palmas de Gran Canaria, Edirca, 1985. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 462 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 32 resonar las agudas palabras. ¡Y mis pupilas han quedado abiertas 10 y el ejercicio de su luz no acaba...! [Versión de España, núm. 163 (23 de mayo de 1918), con el título de «Versos», dedicatoria «A Gabriel Miró» y, al pie, la nota «Mayo 1918»; el texto aparece dividido en tres secciones numeradas en romanos más un «Final»; este poema corresponde a la sección II:] 1-4 ¿Es la hora profunda [...] ¿Qué sientes?] ¡Oh, corazón herma-no, no es la hora / aunque las sombras pasan! 5 Om. 6 siento] Siento || mí] mí, || tierra;] tierra, 7-8 pero oigo a través de la tie-rra / resonar las agudas palabras.] y al través de la tierra, las pa-labras; 9 ¡Y mis pupilas han quedado abiertas] pero mis ojos han quedado abiertos 10 acaba...!] acaba... / (Añadido:) Mis ojos son como una pena eterna: / de tanto ver, dolor de ciego entrañan... Las variantes más notables consisten en la amplificación de los dos versos «¡Oh corazón hermano, no es la hora / aunque las horas pasan!», que se convierten en cuatro versos en Los caminos dispersos. En contrapartida, desaparecen en la versión definitiva los dos versos que cierran la versión de España. [DOLOROSOS CAMINOS, IV] (Alba. Las campanas del alba perdidas en el silencio. En el ventanal de la casa.) ¿Cuál ha de ser? Has de ser tú, Amada Muerte, aquella... la que ha de darme toda la mar para la sed del ánima. 5 Y no ha de ser la otra que yo jamás quise, mi salud lejana... ¿Cuándo será el arribo? Acaso mañana. Mas no me importa si tu mano traes © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 463 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 33 10 para una compañía bienhallada. Siento ya el íntimo calor de tierra honda que en la mano guardas. La fría transparencia de marfil de tus dedos engaña, 15 pues el latido está en tu mano seca como la sombra en la silueta humana... [Versión de España, núm. 163 (23 de mayo de 1918), con el título de «Versos», dedicatoria «A Gabriel Miró» y, al pie, la nota «Mayo 1918»; el texto aparece dividido en tres secciones numeradas en romanos más un «Final»; este poema corresponde a la sec-ción III:] 1 Om. 2-4 Has de ser tú, Amada Muerte, aquella... / la que ha de darme toda / la mar para la sed del ánima.] (Sangrado:) Has de ser tú, la que ha de darme toda / la extremidad del mar dentro del alma; 5-6 Y no ha de ser la otra / que yo más quise, mi salud lejana...] has de ser tú, y no ha de ser la otra / que yo más quise... 7-8 ¿Cuándo será el arribo? / Acaso mañana.] 9 Mas] pero 10 bienhallada.] bienhallada... 11 Siento ya el íntimo calor] (San-grado.) Un íntimo calor de tierra honda 12-16 de tierra honda que en la mano guardas. / La fría transparencia / de marfil de tus de-dos engaña, / pues el latido está en tu mano seca / como la sombra en la silueta humana] tendrá tu mano... Encenderá la llama / el mar-fil roto de tus dedos... [La cadena / rodará bajo el sol deslabo-nada...] (Esta última frase forma ya parte, en Los caminos dispersos, del poema siguiente, como se verá a continuación.) Los diez versos endecasílabos con los pares rimados en á-a de España se convierten en dieciséis versos mediante los cono-cidos procedimientos de la amplificación y de la nueva disposi-ción versal. Quesada no prescinde en ningún momento del ele-mento unificador y musical de la rima; en este poema, añade dos versos (15-16), el último de los cuales incluye la rima cita-da. Introduce asimismo dos frases interrogativas, de las cuales los versos que siguen, en cada estrofa, parecen una suerte de respuesta. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 464 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 34 [DOLOROSOS CAMINOS, V] (Calle en el alba. Caminar desolado.) ¿Para qué el alma...? Pero sí, mi alma... El alma pura cual una remota y divina llama. No esta cadena corporal, Amigo: 5 tu cadena feroz, tu maldita cadena. Rodará bajo el sol deslabonada, tu propia mano ha de librarla un día de la amarga y terrible certeza... ¡Oh, el día libre y luminoso, 10 el rojo día de la verdad completa! Mi corazón, liberto, llegará al fin a la lejana senda, a los celestes caminos privados, a los linderos prohibidos de tu Huerta, 15 aunque no quieras tú, Señor, aunque no quieras... [Versión de España, núm. 163 (23 de mayo de 1918), con el título de «Versos», dedicatoria «A Gabriel Miró» y, al pie, la nota «Mayo 1918»; el texto aparece dividido en tres secciones numeradas en romanos más un «Final»; este poema corresponde a la sección III y el «Final»:] 1-5 Om. 6 (En el frag. III:) Rodará bajo el sol deslabonada,] sol, deslabonada... 7-10 Om. 11-16 Mi corazón, liberto, / llegará al fin a la lejana senda, / a los celestes caminos privados, / a los lin-deros prohibidos de tu Huerta, / aunque no quieras tú, Señor, / aunque no quieras...] (En el fragmento «Final»:) (Sangrado:) Yo an-daré, entonces, por tus propias sendas, / viudo de libertad, pero liberto, / aunque no quieras tú, Señor, aunque no quieras... En España, los cuatro últimos poemas que acaban de transcribirse formaban una indudable unidad, rematada por los © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 465 SOBRE LA GÉNESIS DE «LOS CAMINOS DISPERSOS», DE ALONSO QUESADA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 431-465 35 tres versos de «Final», una suerte de corolario. A pesar —o más allá— del sentimiento de la muerte y la experiencia del aisla-miento físico y de la desolación interior (el «caminar desolado» de la anotación que figura al frente del poema), el hablante lí-rico confía en la liberación final del alma, que aun así no pue-de evitar las dolorosas experiencias del límite, la opresión men-tal y la angustia. De ahí la queja metafísica ante un Dios desfavorable y mudo («aunque no quieras tú, Señor, / aunque no quieras», y antes, en II, «¡no puedo perdonarte esta condena / de isla y de mar, Señor!»). El autor integró el «Final» en este último poema, el V de «Dolorosos caminos», pero no ha de perderse de vista, a nues-tro juicio, que éste constituyó en su origen, con los poemas II, III y IV de la misma sección de Los caminos dispersos, un solo poema unitario, a pesar de sus divisiones internas. Este dato facilita sin duda la lectura y la interpretación de esos poemas. Este último, el V de «Dolorosos caminos», desarrolla y amplía los contenidos de los fragmentos III y «Final» de los «Versos» editados en España. Una notable metamorfosis ha mediado, como puede verse, entre esa versión y la definitiva. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 |
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