EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS.
CONSIDERACIONES METODOL~GICAS
P O R
MARCIAL MORERA
Como ha venido señalando la Gramática histórica desde
hace mucho tiempo, desde el punto de vista genético, las pa-labras
de una lengua natural pueden clasificarse en dos gran-des
grupos: palabras heredadas o patrimoniales y paZabras pres-tadas
o adaptadas.
l . 1. Palabras heredadas o patrimoniales
Son palabras heredadas o patrimoniales aquellas que una
lengua recibe de otra llamada madre siguiendo una evolución
formal . y. ,s emántica paulatina. Es el caso, por ejemplo, de la prepos:c:m esp&o!a scgú~ (*e significa 'sentido en ia línea
de un punto de referencia, en simultaneidad con él'), que nues-tra
lengua hereda de la preposición (y también adverbio) lati-na
secundum (que significa 'sentido en la línea de un punto
de referencia', a secas), mediante el s.i guiente desenvolvimien- , to histórica En el de !U exprec,:sil: primero, se pierde la
/-m/ final de la palabra originaria, dando lugar a la forma
secundu; en segundo lugar, se abre la segunda vocal /-u/, dan-do
lugar a la forma secundo; en tercer lugar, se sonoriza la
2 MARCIAL MORERA
consonante /-Idr,e sultando la forma segundo; en cuarto lugar,
se pierde la vocal final /-o/, con lo que resulta la forma segund;
y, por último, se simplifica el gmpo consonático 1-ndl, dando
lugar a la actual forma según. Se trata de alteraciones fonéti-cas
sistemáticas, que se han producido de la misma manera
en el resto de las palabras patrimoniales del español que po-seían,
total o parcialmente, las mismas características forma-les
que la palabra que nos ocupa, como secuí-itatem > seguri-dad,
gvande > gvand > gran, etc.
Por otra parte, en el plano del contenido, se produjeron las
siguientes transformaciones. En primer lugar, se restringe la
significación dimensional externa o relaciona1 del signo origi- NB
nario, que, de significar 'sentido en la línea de un punto de refe- E
rencia', pasa a significar 'sentido en la línea de un punto de no-referencia,
en simultaneidad con éi', como señaiamos ya. En se- - m
O
gundo lugar, desaparecen algunos de los sentidos de su campo E
de usos, sobre todo los espaciales [ite secundum me vos 'id vo- 2
E
sotros detrás de mí'; secundum flumen paucae stationes equitum
-
videbantuv' se veían pocas guarniciones de soldados de caballe- 3
ría a lo largo del río' (Blánquez: 1988: s. v. secundum)] y los de
- -
0
m
'posterioridad temporal' (secundum vendimiam 'después de la E
vendimia'). Digamos, de pasada, que, al contrario de lo que se U
suele creer habitualmente, es el plano del contenido de las pa- n
E labras heredadas el que más se resiste a ser modificado por la -
a
acción del tiempo (Morera: 1987). Este breve análisis de la gé- nl
nesis de la preposición española según nos pone de manifiesto n
n
que las palabras heredadas o patrimoniales: 3
a) No son unidades lingüísticamente distintas de sus O
étimos, sino su continuación histórica, la prolongación de su
significaate y sü significado. La cmstutariSn de este hech
evidente nos pone de manifiesto que las lenguas hijas no son
sistemas de comunicación distintos de las lenguas madres,
sino más bien grados distintos de la evolución de éstas. Así,
las distintas lenguas románicas, por ejemplo, no son lenguas
Uistiiltas de! !utin, sino Yesen~.dvirnfentm parcialmente dife-rentes
de las funciones semánticas y formales básicas de esta
lengua. Y, como son éstos los procedimientos semánticos y
formales básicos que les permiten dar forma al mundo que los
502 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 3
rodea, no constituye ningún disparate decir que la percepción
que los hablantes de las lenguas románicas tienen de la reali-dad
es latina y solamente latina. En este sentido, es legítimo
hablar de pueblos de espíritu o personalidad latina, frente a,
por ejemplo, pueblos de espíritu o personalidad germánica,
pueblos de espíritu o personalidad china, etc.
b) Son las palabras que proporcionan la identidad histó-rica
de las lenguas naturales, su continuidad como miembros
de una tradición idiomática y cultural determinada. Esta iden-tidad
y continuidad históricas están garantizadas, en buena
medida, por la mencionada resistencia al cambio que caracte-riza
al plano del contenido de las palabras. En realidad, las
lenguas de una misma familia se diferencian entre sí más en
el nivel significante, q i - ~es p r ame n t e si-perficiu!, cpe er, e!
nivel semántico propiamente dicho, que es esencial en su de-finición.
No se olvide que, como escribe W. von Humboldt, «el
sentido lingüístico interno es el principio que gobierna el len-guaje
desde dentro, y que le confiere en todo momento el
impulso que le guía. El sonido se asemejaría de suyo a una
materia pasiva, meramente receptora de la forma» (1990: 317).
c) No ponen a prueba el sistema de la lengua, puesto que
no se trata de una creación espontánea, sino que, por el con-trario,
son el soporte básico de su funcionamiento. Es decir,
no se trata de palabras ajenas que se adaptan a los patrones,
sino palabras tradicionales que crean los patrones.
Precisamente, el hecho de que la evolución de las palabras
heredadas dependa de mecanismos de transformación formal y
semántica más o menos sistemáticos (leyes de evolución, decía
la lingüística histórico-comparada del siglo XIX) determina que
su estudio genético no revista graves dificultades. Por lo gene-ral,
resulta hasta posible reconstruir los delineamientos básicos
de la estructura de las lenguas madres a partir de las lenguas
hijas, aunque aquéllas hayan desaparecido de la faz de la tierra
mucho tiempo atrás. Así, a través de los materiales lingüísticos
de las lenguas neoiatinas, ei griego, las lenguas germánicas, el
sánscrito, el ruso, etc., se ha podido llegar a la reconstrucción
hipotética de, nada más y nada menos, que el llamado indoeu-ropeo,
supuesto punto de partida de todos los idiomas citados.
~ ú m4.3 (1 997) 503
MARCIAL MORERA
1.2. Palabras prestadas o adaptadas
Frente a las palabras heredadas, las palabras prestadas o
adaptadas son aquellas que una lengua toma de otra distinta de
la lengua madre en un momento determinado de su devenir
histórico. Como se trata de palabras que pertenecen originaria-mente
a sistemas lingüísticos total o parcialmente diferentes de
aquel que caracteriza a la lengua de adopción, las mismas se
ven expuestas a transformaciones más o menos drásticas, tan-to
en su fisonomía significante como en su forma semántica,
para incorporarse a la mencionada lengua receptora. «Toda pa-labra
que haya sido transferida de una lengua a otra está tam-bién
sometida a la interferencia del sistema gramatical, además
del fónico, de la lengua recipiente, especialmente en manos de
sus hablantes unilingüesn (Wenreich: 1974: 102). Es lo que po-dríamos
denominar fase de adaptación del préstamo. En ella, el
plano del significante suele ser afectado en dos sentidos distin-tos.
En primer lugar, los fonemas (que no sonidos) propios del
signo originario son sustituidos por aquellos fonemas de la len-gua
de adopción que más próximos se encuentran a ellos. Se-gundo,
su realización sonora también se aclimata a 10s hábitos
fonéticos de la lengua receptora.
Por su parte, el plano del contenido suele ser afectado en
tres sentidos distintos. En primer lugar, desaparece la signifi-cación
primaria (Coseriu: 1978: 202) de la palabra prestada,
en tanto que suele conservarse su significación categorial
(Coseriu: 1978: 202). En segundo lugar, desaparecen todas las
denotaciones de su campo de usos, exceptuando aquella que
ha motivado ei préstamo. En tercer y último jugar, se pierde
también la variada red de connotaciones, de evocaciones
colaterales, que llevaba aparejada el signo en la lengua origi-naria.
Como se ve, el proceso del préstamo implica un verda-dero
y radical empobrecimiento del valor semántico de la pa-iabra
de partida, hasta el puiit.0 de poderse afirmar cpz toda
palabra prestada empieza funcionando como mero signo téc-nico
(como signo sin verdadero significado lingüístico) en la
lengua receptora. «Todo término extraño es, en principio, un
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EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 5
tecnicismo en el sentido amplio de la palabra, aunque pueda
perder tal carácter al terminar engranando en los sistemas
semánticos de una lengua natural» (Trujillo: 1975: 200). Es lo
que sucedió, por ejemplo, en el caso del verbo español hala-gar
'dar a uno muestras de afecto o rendimiento con palabras
o acciones que puedan serle gratas' que el español toma en
préstamo del verbo áraba haláq 'alisar', 'aplastar', 'pulir', 'tra-tar
bondadosamente', que pasa por las siguientes transfoma-ciones
para adaptarse a las condiciones estructurales de nues-tra
lengua. En el plano de la expresión, se produce una
labiodentación de la consonante velat /h-1, sonorización de la
consonante /M, neutralización de la cantidad de la vocal /á/ y
asunción de la morfología verbal española. Es lo que dio lu-gar
a la forma falagar que este arabismo tuvo en la Edad
Media. En el plano del contenido, aunque se mantiene la con-dición
categorial originaria de verbo, se pierde la significación
primaria de 'alisar', 'aplastar', 'pulir', y se conserva solamente
el sentido denotativo 'tratar bondadosamente'.
Una vez que la palabra prestada se ha adaptado a las con-diciones
fónicas, gramaticales y léxicas del nuevo sistema, ésta
empieza a desarrollar un significado linguístico propio y se
comporta y evoluciona como el resto de los elementos de la
lengua de adopción, sin la más mínima diferencia. Es lo que
podríamos llamar fase de evolución del préstamo, que hay que
separar claramente de la anteriormente analizada fase de
adaptación. Así ocurrió, por ejemplo, en el caso del semitis-mo
de nuestro ejemplo. En cuanto el árabe haláq se convirtió
en la palabra española falagar, empezó a evolucionar, tanto
formal como semánticamente, en el seno de nuestra lengua,
hasta dar como resultado ei verbo halagar contemporáneo.
Llegado a esta fase, el préstamo suele modificar de una u otra
forma la microestructura léxica de la lengua que lo acoge,
pues, como señala Wenreich, «todo enriquecimiento o empo-brecimiento
de un sistema implica necesariamente la reorga-riizaci6ri
de todas las viejas oposiciones distintivas del sistema.
Admitir que un elemento dado es simplemente añadido al sis-tema,
el cual lo recibe sin ninguna consecuencia, acabaría con
el concepto mismo de sistema. En los niveles menos estricta-
Núm. 43 (1997) 505
6 MARCIAL MORERA
mente estructurados de una lengua -parte de la sintaxis o el
vocabulario de naturaleza incidental-, se podría hablar más
concretamente de "préstamos" cuando la transferencia de un
elemento de este tipo ha de ser subrayado. Pero aun en estos
casos, la posibilidad de ajustes subsecuentes en los patrones,
o la interferencia, no puede ser excluida* (1974: 18). El caso
resulta particularmente llamativo en el habla canaria, con el
aluvión de voces que esta modalidad lingüística del español
toma de la lengua portuguesa durante los siglos XVI y XVII,
lusismos que reorganizan radicalmente las estructuras de su
vocabulario campesino y marinero, en particular (Morera:
1994). De forma general, se puede afirmar, por tanto, que, una
vez adaptadas a la lengua receptora, las palabras tomadas en
préstamo:
a) No tienen ya idiomáticamente nada que ver con sus
étimos, sino que se trata de palabras distintas, porque han
pasado a formar parte de un sistema lingüístico diferente del
originario. «Las palabras de préstamo ya no cuentan como
tales préstamos en cuanto se estudian en el seno del sistema,
ya no existen más que por su relación y su oposición con las
palabras que les están asociadas, con la misma legitimidad
que cualquier signo autóctono» (Saussure: 1973: 69). En rea-lidad,
desde el punto de vista del sistema, que es lo que defi-ne
a las lenguas naturales, la lengua receptora no toma abso-lutamente
nada de la lengua emisora, sino que, a partir de su
estímulo externo, crea una nueva unidad, siguiendo sus pro-pios
patrones. En este sentido, puede decirse que el español,
por ejemplo, no tiene absolutamente nada de la lengua árabe,
a pesar de que, según los cálculos de los que han estudiado el
a s~ntop, osee más de tres mi! arabismoc. Y no tiene absohta-mente
nada de la lengua árabe porque el aluvión de palabras
que el español toma de este idioma en la época medieval fue
acomodado (digerido, sería mejor decir, con metáfora fisioló-gica)
a las condiciones estructurales de su sistema genuina-mente
Izitin~. Esta circiinstancia hice qiie estén c~ndenrd~c
al fracaso todos los esfuerzos realizados por la arqueología lin-güística
para reconstruir lenguas desaparecidas a partir de los
préstamos que esas lenguas han dejado en otras que todavía
506 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
se mantienen vivas. «Debemos renunciar a la ilusión de creer
que podríamos reconstruir el sistema exacto de las categorías
gramaticales de un estado de lengua prehistórico» (Hjelmslev:
1976: 77)) pues «reconstruir significaciones, y, con mayor ra-zón,
reconstruir un sistema gramatical, son cosas imposibles»
(Hjelmslev: 1976: 8 1).
b) Por lo general, simplemente aportan nuevas piezas
léxicas a la lengua receptora, es decir, amplían su vocabulario,
pero no alteran en lo esencial su mecanismo gramatical y
fónico, o sea, su identidad histórica. Siguiendo con nuestro
ejemplo anterior, podríamos decir que la abrumadora masa de
arabismos hispánicos no parece haber alterado lo más mínimo
la identidad genuinamente latina de nuestra lengua. El hecho
de que las palabras prestadas se sientan, eri principio, cems
palabras advenedizas, como palabras que no se encuentran en
la tradición del idioma, justifica el que los lingüistas las suelan
clasificar aparte de las palabras heredadas, bajo denominacio-nes
alusivas a su origen. Por eso se habla en la Historia de la
lengua española de arabismos, o palabras tomadas en préstamo
del árabe, galicismos, o palabras tomadas en préstamo del fran-cés,
lusisrnos, o palabras tomadas en préstamo del portugués,
angZicismos, o palabras tomadas en préstamo del inglés.
c) Obligan a actuar a la lengua receptora, para que ésta
las acondicione a la nueva realidad estructural. En este senti-do,
se puede decir que las lenguas se muestran mucho más
creativas en el caso de las palabras prestadas que en el caso
de las palabras heredadas. En cuanto el sistema de adopción
impone sus patrones, ya las cosas no serán nunca más como
heron antes para la palabra prestada. Todo préstamo impli-ca,
pues, un enriquecimiento de la lengua receptora, enrique-cimiento
que afecta por igual a todo el idioma, aunque el prés-tamo
se encuentre recluido en uno de sus ámbitos territoria-les.
Así, el mejicanismo chamaco 'niño pequeño', por ejemplo
(préstamo procedente de la voz azteca chamauc 'grueso', al
decir de ios especidistasj, no es paiabra exclusivamente me-jicana,
sino que es palabra de todos los hispanohablantes
-aunque haya muchos que no la usen y otros que ni siquiera
la conocen-, porque la misma se encuentra integrada en el
8 MARCIAL MORERA
mecanismo gramatical y fónico de la lengua española, que es
de todos los que la hablan en la misma medida. Aceptada esta
evidencia, carecen de sentido esos planteamientos casticistas
que ven en todo préstamo una especie de amenaza para la
pureza del idioma. Los préstamos no son voces advenedizas,
sino que son voces genuinas de la lengua que los ha digerido,
voces de la misma naturaleza sincrónica y con las mismas
posibilidades semánticas que las palabras heredadas.
d) No son fragmentos de una lengua extraña que viven
parasitariamente en otra, sino que son criaturas idiomáticas
surgidas genuinamente en la lengua de adopción. En realidad, B
en el proceso del préstamo, la lengua de partida sólo actúa N
E como estímulo externo de los mecanismos semánticos y for- o
mder de la llamada lengua receptora. Esta lengua no se limi- --: m ta a recibir pasivamente el material ajeno, sino que lo convier- O E
te en una cosa distinta de lo que era en origen. Es por lo que SE
resulta tan inapropiado el término de puéstamo con que se -E
suele aludir a las palabras que nos ocupan. Porque la cues- 3
tión no es tanto que el préstamo no se devuelva nunca, como -
nos dice Hockett en el párrafo que sigue: 40 que se "toma en
-
0
m
E
préstamo" no se devuelve ni hay que devolverlo; la lengua o
prestadora no realiza sacrificio alguno y no es necesario tam- 5
poco obtener su permiso. En realidad, nada cambia de due- -
-E
ño: el prestador continúa hablando como antes y únicamente a
2 se modifica el habla del prestatario» (1971: 387). La cuestión : -
es más bien que estas palabras no son el resultado de un pro- -
ceso de préstamo, sino de un proceso de creación. 3
O
Como cada una de las palabras prestadas implica proble-mas
de adaptación propios, el estudio de la génesis lingüís-tica
de estas voces suele presentar más dificultades que ei estu-dio
de la génesis de las palabras heredadas. No hay aquí leyes
generales, sino casos particulares. Por todo lo dicho, para llevar
a cabo un estudio rigurosamente lingüístico de estas palabras,
el investigador debe reunir los siguientes requisitos básicos:
a) Disponer de una sólida formación teórica en iingüísii-ca
general, para que no se confunda la forma de las lenguas
con su sustancia, el significado con la designación, el fonema
con el sonido, etc., como suele ocurrir tan habitualmente.
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 9
b) Conocer a la perfección la lengua de procedencia del
préstamo -además de la lengua receptora, por supuesto-, en
todos sus niveles estructurales (fónico, gramatical y léxico) y
en todas sus dimensiones históricas, para poder determinar
con exactitud las condiciones del punto de partida de la cade-na
que implica el préstamo. Este conocimiento debe incidir
principalmente en la gramática, que es el mecanismo que da
vida a las palabras y que se encuentra implicado en la consti-tución
de todas ellas. «Es ocioso tratar de analizar un sistema
semántico sin conocer el sistema gramatical que le correspon-de
» (Hockett: 1971: 140).
c) Conocer, al menos aproximadamente, la época de en-trada
de la palabra prestada en la lengua receptora, por cuan-to
que las transformaciones que la misma haya experimenta-do
dependen de las condiciones o patrones que caracterizaban
al sistema de adopción en esa época. Por ejemplo, si se trata
del estudio de los arabismos de nuestra lengua, hay que tener
en cuenta que su penetración en ella arranca desde el siglo VIII
o IX, época en la que la misma empezaba a gestarse como sis-tema
lingüístico independiente. Con toda seguridad, el resul-tado
de su adaptación hubiera sido bastante distinto si se hu-biera
producido en la época contemporánea, por ejemplo.
Solamente con estos requisitos estará el estudioso en dis-posición
de llevar a cabo su trabajo de investigación, que debe
orientarse, básicamente, en la consecución de los objetivos si-guientes:
a) Rastrear las transformaciones formales y semánticas
experimentadas por la voz en su fase de adaptación, justifican-do
todos y cada uno de los pasos debidamentej con criterios
fónicos, gramaticales y léxicos propiamente lingüísticos.
b) Establecer la evolución formal y semántica seguida por
la palabra en la lengua de llegada después de su adaptación
inicial: significado lingüístico desarrollado, modificaciones pro-ducidas
en el sistema receptor, etc.
Precisamente, esto es lo que se ha hecho, con mayor o
menor acierto, en el caso de los arabismos, italianismos,
anglicismos, galicismos, gennanismos, lusismos, etc., de la len-gua
española, en obras como Glosa~oe timológico de las pala-
Núm. 43 (1997) 509
10 MARCIAL MORERA
bras españolas de origen oriental (Madrid, 1974), de P. Leopoldo
Eguílaz y Yanguas; Los italianismos en español. Desde la for-mación
del idioma hasta principios del siglo XVII (Amsterdam,
1943), de J. H. Terlingen; Diccionario de anglicismos (Madrid,
1970), de R. J. Alfaro, etc. Así, respecto del préstamo español
fútbol, por ejemplo, nos dicen los estudiosos que es palabra
que procede del sustantivo inglés football, que experimentó las
siguientes transformaciones lingüísticas para adaptarse a las
condiciones estructurales de nuestra lengua. En el plano de la
expresión, transformó su /o:/ larga en /o/ cuantitativamente
neutra, su /t/ de realización palatalizada en el archifonema
dental ID/ y su 111 velar en /J/ palatal, simplemente porque ta-les
fonemas o hábitos articulatorios no se encuentran en el
sistema fonológico ni en las prácticas fonéticas de la lengua
española. En el plano del contenido, en primer lugar, se pier-de
su condición de palabra compuesta, de sintagma nominal
que implica los sustantivos descriptivos foot 'pie' y ball 'pelota'
en una relación sintáctica apositiva, y se convierte en signo
simple. En segundo lugar, se pierden las significaciones prima-rias
básicas de 'pie' y 'pelota' y las denotaciones de los consti-tuyentes
foot y ball, respectivamente, que pasan a integrarse
como meros ingredientes fónicos del significante unitario de
la nueva unidad. El único componente semántico que conser-va
el sustantivo español fútbol de su étimo inglés football es
su significación categorial y su sentido denotativo 'determina-do
tipo de juego de balón entre dos equipos de once jugado-res
cada uno'.
Resulta, por tanto, absolutamente imposible llevar a cabo
un estudio genético riguroso de las palabras prestadas de una
kiigüzi, si no se conoce con ena~iiiüde! sistema foiiológico, la
estructura semántica gramatical -sobre todo la estructura
semántica gramatical- y los contenidos léxicos de la lengua
originaria de esas palabras, porque, sin estos datos, es impo-sible
determinar qué características fónicas gramaticales y
1 A v ; r ~ rr r r n r r n + c x r r\r\rn<~c ~ ái + ;mn
I L A I L L I J L V I I L I LLCIJ YVOCIILI JU C-CIIIIV.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 11
2. PROBLEMINATSER NOS EN EL ESTUDIO DE LAS PALABRAS
QUE EL ESPANOL DE CANARITAOSM A EN PRÉSTAMO
DE LA LENGUA GUANCHE
Precisamente, en esta situación se encuentran los términos
que, supuestamente, tomó el español de Canarias, durante los
siglos xv y xm, de las lenguas que hablaban los antiguos habi-tantes
del archipiélago. La descripción y valoración de los pro-cedimientos
metodológicos que mejor cuadran al estudio de
este material es el tema que nos va a ocupar a nosotros en
las páginas que siguen.
Según afirman los cronistas, los historiadores y los dia-lectólogo~
c anarios, existen deteminadar WCPS is1efias cpe tie-nen
su procedencia en la lengua (o lenguas) que hablaba el
pueblo que habitaba las islas antes de la llegada de los con-quistadores
europeos. Se trata de los denominados guanchis-mos,
que, a juicio de algunas personas, tan importantes resul-tan
en la identidad de la cultura tradicional canaria. Digamos,
de pasada, que, dentro de este conjunto de voces, hay que dis-tinguir
dos grupos perfectamente diferenciados:
a) Guanchismos de tradición libresca, aquellos que hacen
alusión a las instituciones, la organización social, el atuendo,
los usos y costumbres de los aborígenes, que se han transmi-tido
a través de la documentación escrita y que solamente
suelen usarse en el ámbito de la conversación erudita. Perte-necen
a esta categoría palabras como aranfaibo 'cerdo sagra-do
que hacía de intercesor entre Dios y el pueblo', guanarterne
'rey', guañac 'república', guapil 'gorro de piel', tarnarco 'vestido
de piei de cabra', tagoror 'lugar donde el mencey celebraba
juntas y consultas', etc. Se trata de voces que se adaptaron a
nuestra lengua de una determinada manera y que no han ex-perimentado,
posteriormente, transformación semántica algu-na.
En este sentido, se puede decir que nos encontramos ante
palabras muertas.
b) Guanchismos de tradición popular, aquellos que perte-necen
al habla viva del pueblo, en cuya boca se han ido mo-dificando
con el paso del tiempo. Desde el punto de vista de
Núm. 43 (1997) 51 1
12 MARCIAL MORERA
su condición semántica, pueden clasificarse en dos grandes
subgrupos: ba) Nombres comunes, que designan elementos
relacionados con el mundo de la ganadería (baifo 'cría de la
cabra', tajorase 'macho cabrío joven que todavía no puede cu-brir
a la cabra', jaira 'cabra doméstica', tafor 'leche que da la
cabra los primeros días después de parida', etc.), el mundo de
la flora (tajinaste, tabaiba, tedera ...) y la fauna (peuenquén 'es-pecie
de salamanquesa', guirve 'especie de alimoche'), el mun-do
de la alimentación: v. gr., anzolán 'manteca de leche de ca-bra',
gamame 'puñado de gofio en polvo', gofio 'harina de gra-nos
tostados', etc.; bb) Nombres propios de lugar o topónimos,
tales como Arico, Tiscamanita, Teide, Tenevife, Bentaiga, Tamar- NB gada, Telde, etc.
Se trata de palabras cuyo estudio genético se encuentra O n
erizado de probiemas, por ia simple razón de que se descorio- -- m o
ce enteramente la lengua guanche, que, al parecer, se perdió, EE
sin dejar la más mínima huella, aproximadamente hacia fina- sE
les del siglo xv~. Es lo que constata Abreu Galindo en el si- -
guiente párrafo de su Historia de la conquista de las siete islas 3
de Canaria (p. 89): «El lenguaje que tienen (10s aborígenes de - -
0
El Hierro) es castellano, porque el suyo natural ya lo han per- m
E
dido, como todas las demás islas)). La rápida asimilación de O
la cultura hispánica por parte de los aborígenes y la posterior n
desaparición física de éstos hicieron que su lengua se extin- :-E
guiera irremediablemente con una rapidez inusitada. Tiene,
nl
por tanto, razón Francisco Navarro Artiles cuando escribe que n
n
«de los guanchismos vivos en el español actual de Canarias sí 3
sabemos cómo funcionan; pero, ¿cómo funcionaban esas mis- O
mas voces en el seno de la lengua guanche originaria? No lo
sabem~sp, ies, en genera!, descmmemos las ertnuct~irasd e la
lengua guanche, y desconocemos, en particular, el funciona-miento
de las voces guanches en el plano léxico: no tenemos
noticia clara de las oposiciones semánticas de las voces
guanchesx (1990: 344). Esta concreta circunstancia lingüística
h-. condicionado todo lo que se ha hecho en el pasado y en el
presente -y condicionará todo lo que se pueda hacer en el
futuro- en el ámbito que nos ocupa de la dialectología cana-ria,
empezando por el mismo inventario de guanchismos, por
512 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
la misma condición de palabra guanche que los distintos au-tores
atribuyen a tales o cuales piezas del vocabulario regio-nal
de las islas. Porque, si no conocemos la lengua guanche,
si no conocemos las estructuras fónicas, gramaticales y léxicas
de esta supuesta lengua, ¿cómo se puede afirmar que tal o
cual palabra canaria procede de ella? Si se hace un análisis
riguroso de la bibliografía existente sobre el tema, no queda
otro remedio que admitir que todos esos trabajos no pasan del
terreno de las conjeturas, lo que ha determinado los hechos
que se describen a continuación:
En primer lugar, que gran parte de las explicaciones
etimológicas que se dan a los supuestos guanchismos se pre-senten
siempre -como no podía ser de otra manera- en for-ma
hipnt'tira, harta e1 punto de q ~ neo conocemos obras
filológicas más plagadas de oraciones condicionales y con ma-yor
apariencia de provisionalidad que los repertorios existentes
sobre este material dialectal. Es lo que vemos en el análisis
que D. J. Wolfel hace del supuesto guanchismo tafeña 'millo o
trigo tostado que se come en grano', en el siguiente párrafo
de su obra Monumenta linguae canariae (1996: 605-606): «Este
vocablo está bien documentado en el español insular actual.
Importante es la diferencia de grafía ch:t. ES PROBABLE (las
versalitas son nuestras) que también esta palabra sólo guarde
relación con el concepto de "tostar". En cuanto a paralelos,
únicamente hemos podido encontrar los segmentos: en "estar
maduro, cocido, hervido", egwu "tostar granos"; agawaw "sin
especificar"; nwu "estar cocido, maduro"; imu "cocer"; iwu
"cocer"; ubb "estar cocido, maduro"; bubbeget "pasar por el
fuego"; ebbugeget "asar a la brasa". La raíz bereber constituye
un ejemplo perfecto de lo que denominamos "inestabilidad de
las labiales" y PUDIERA muy bien guardar relación con la pala-bra
aborigen; sin embargo, precisamente esta inestabilidad
excluye una prueba concluyente, mientras no podamos ajus-tar
también el propio verbo al nomen actionis en la lengua
aborigen». Por su parte, respecto dei supuesto antiguo guan-chismo
guaire 'el noble', nos dice Antonio Cubillo lo siguiente:
«En guanche (guaire) PARECE TENER un sentido administrativo
ya que (los guaires) venían a ser una especie de gobernadores
Núm. 43 (1997) 513
14 MARCIAL MORERA
o respresentantes del guanarteme, en la isla de Tamarán
(= Gran Canaria). En tuareg existe la palabra waihveyen signi-ficando
'el que viene después'. PODRÍSAER que en guanche QUE-RÍA
DECIR 'el que viene después del guanarteme', es decir, su
segundo o representante» (1980: 49).
En segundo lugar, que todas las discrepancias que manifies-tan
los guanchólogos entre ellos mismos no pasan del terreno
de la mera suposición personal, de la palabra del uno contra
la palabra del otro, sin pruebas o argumentos filológicos
contundentes que las avalen. Así, refutando la opinión de
G. Rohlfs de que el canarismo goro 'corral de piedra' no es
guanchismo, nos dice Francisco Navarro Artiles lo siguiente:
((Según G. Rohlfs, no es seguro que sea voz prehispánica. Sin
embargo, yo creo que sí pudiera serlo: no se le ha encontrado
etimología que la explique suficientemente» (1 98 1 : 15 1). Asi-mismo,
para defender el origen guanche del antiguo sustanti-vo
canario majo 'el calzado', recurre nuestro autor de nuevo a
un argumento semejante al anterior: «Según G. Rohlfs, no es
seguro que sea voz prehispánica; yo creo que sí lo es, pues no
se le ha encontrado explicación suficiente desde el ángulo
etimológico~ (1 98 1 : 196).
En tercer lugar, que los glosarios y diccionarios de canaris-mos
nunca nos proporcionen el origen concreto de aquellas
voces que clasifican como guanchismos, al contrario de lo que
ocurre en el caso de las voces que clasifican como arabismos,
lusismos, anglicismos, americanismos, etc. Así, mientras que
cuando se trata de palabras como linsay 'espacio del interior
de1 barco de pesca que queda entre el banco de proa y el ban-co
de popa' y entullar 'rellenar, cubrir algo con escombros, are-na
ü d r o s materiaks', por ejemplo, se nos dice qüe ambas
voces proceden directamente del inglés inside 'dentro, en el
interior de' y del portugués entulhav 'encher de entulho', 'en-tupir',
respectivamente, cuando se trata de canarismos como
gofio 'harina de granos tostados', guiwe 'especie de alimoche',
tgjg_cg 'ATAir_h9C ihyie j9.e~ ym--i' ^ tCnVUJUa"AxU r í 9 AnA.,n repreduce',
simplemente se nos indica que se trata de voces de proceden-cia
guanche, sin más justificación.
Realmente, el desconocimiento de la lengua de origen ha
514 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 15
determinado que el estudio de los guanchismos no pasara
durante mucho tiempo del terreno de la mera especulación
más o menos ingeniosa, de la conjetura gratuita, rayana habi-tualmente
en la pura fantasía. Pero eso no es todo, sino que
el problema se ha visto también agudizado por la circunstan-cia
de que la inmensa mayoría de las personas que se han
ocupado del asunto hayan carecido de formación y competen-cia
filológicas.
En primer lugar, el tema cayó en manos de los primeros
cronistas e historiadores de las islas, que, obnubilados por la
compasión que suelen despertar los vencidos en los vencedo-res,
se mostraron más interesados en mitificar al indígena que
en describir con objetividad su realidad social y cultural. Ya,
desde principios de la llegada de los europeos a las islas, se
nos dice lo siguiente: «Id por todo el mundo y casi no halla-réis
en ninguna parte personas más hermosas y gente más
gallarda que la de estas islas, tanto hombres como mujeres,
además de su entendimiento, si hubiese quien los cultivase»
(Le Verrier y Bontier, Le Canarien). Así constata A. von Hum-boldt
esta tendencia idealizadora que comentamos, desde prin-cipios
del siglo XIX: «Poco después del descubrimiento de Arné-rica,
cuando España había llegado al mayor grado de esplen-dor,
se complacían en celebrar la dulzura del carácter de los
guanches, como se ha celebrado en nuestros días la inocencia
de los habitantes de Otahito~( 1991: 169). Como no podía ser
de otra forma, a estos autores se debe infinidad de explicacio-nes
etimológicas simplemente descabelladas, que nada tienen
que envidiar a las curiosísimas etimologías populares que sur-gen
con frecuencia de la fantasía de los hablantes más espon-táneos.
Es io que parece suceder en el caso, por ejemplo, de
la explicación etimológica que Gaspar Frutuoso proporciona
del topónimo gomero Ermigua (de etimología realmente des-conocida),
en su obra Saudades da teva (Tenerife, 1964). Es-tas
son sus palabras: «con toda esta pompa llegaron donde
ahora se iiama h i g u a , que era iugar de agua, que en su len-gua
se llama Angira, y los capitanes le pusieron Armigua, por-que
un gran arroyo de buena agua que viene de más arriba
por un gran espacio, en el lugar en que están ahora los moli-
16 MARCIAL MORERA
nos, se mete todo en una caverna de la tierra que allí creó la
Naturaleza, y no se ve más; por eso la llamaron Armigua,
como diciendo Manilha ('tubo para conducción de agua'), aun-que
para esto debían decir Armilha; acaso se corrompió el
vocablo y por otra razón no sabida». Más adelante, respecto
de los también topónimos gomeros Benchihigua (de etimolo-gía
oscura), Amre (probablemente, en relación con el bereber
aruri 'espalda, lomo, loma', al decir de algunos estudiosos) y
Chipude (según Wolfel, relacionado con las formas bereberes
tifuda 'brote de la palmera datilera' y tafddek 'trozo de corteza
de la palmera datilera'), nos dirá el mencionado viajero por-tugués
lo siguiente: «De Armigua a Benchehigua, nombre is-leño
que quiere decir tierra fresca, hay cerca de media legua;
(...); Arure en lengua isleña quiere decir casa del rey, y
Chepude tierra de palmeras, porque legua y media que puede
haber de Benchehigua a Chepude todo son palmas que dan
dátiles, que no son las que dan támarasn (1964: 144-145).
Después de los cronistas y viajeros antiguos, se ocuparán
del asunto historiadores, eruditos y etnógrafos más o menos
románticos de los siglos XVIII y XIX, como Viera y Clavijo, José
Agustín ÁIvarez Rixo, Agustín Millares Torres, Sabino Ber-thelot,
etc., que, obcecados por la moda de la búsqueda de la
Edad de Oro y los orígenes idílicos de los pueblos, también
aportaron su granito de arena a la creación de la leyenda del
indígena canario. En esta línea, incluso un hombre de forma-ción
europea tan sólida como Sabino Berthelot llega a escn-bir
ingenuidades como la siguiente: «el pastor guanche pasa-ba
su tiempo con su flauta campestre, cantando sus amores o
los combates de sus padres» (1978: 87). De esta idealización
se pasa, no menos fraudüleniaiiieníe, a :a afimiaei6ii de cpe
el pueblo hispano-canario actual es un mero descendiente di-recto
de la raza guanche, supuestamente tan adornada de per-fecciones
humanas: «Examinemos ahora las acciones de este
pueblo -nos dice el mismo Berthelot-, cuya fisonomía, tra-jes
y Uismrso, zos revekm s~ unt igx ~Rger,.L c, z á s frmr~
hospitalidad, la veneración hacia la vejez, el respeto filial, el
amor a sus semejantes, son las virtudes hereditarias que los
guanches han legado a sus nietos. Hemos visto en las más
516 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
miserables chozas, pobres cabreros partir con el extranjero su
gofio y su leche y no pedirles en cambio sino la bendición
para sus hijos. (...). He aquí las virtudes de aquellos bárbaros
que tantas virtudes naturales y sencillez poseían, como dice
ingenuamente uno de nuestros antiguos cronistas. Es un con-suelo
para la historia de la humanidad, encontrar aún estas
costumbres patriarcales en el seno de la sociedad moderna.
Tan bellas cualidades se han propagado con la sangre de una
raza pura» ( 1978: 179- 180). Generalizada esta visión idílica del
pueblo canario, nada de extraño tiene que muchos isleños
-ignorando u olvidando sus orígenes sevillanos, cacereños,
madeirenses o lisboetas, por ejemplo- se hayan empeñado en
buscar sus raíces en el pasado indígena. Frente a todo este
idealisme trasmchado (cpr tuntc? p r ~ d i c u ~ e n ttien e ain en
los tiempos que corren), hay que decir con A. von Humboldt
que «bien probado está que en toda la isla (en todas las islas,
añadimos nosotros) no existe hoy indígena alguno de raza
pura, y algunos viajeros, por lo demás muy verídicos, se han
engañado creyendo haber tenido de guías en el Pico gentes de
esos guanches de porte esbelto y veloces en la carrera. Es cier-to
que algunas familias de Canarias se jactan de su parentesco
con el último rey pastor de Güimar; pero estas pretensiones
no reposan en muy sólidos fundamentos, bien que se renue-van
de cuando en cuando)) (1995: 169). Nunca se insistirá lo
suficiente sobre la idea de que -dejando a un lado los com-ponentes
biológicos de sangre y genes, que nuestra absoluta
incompetencia en e1 tema nos impide abordar-, la sociedad
canaria actual es una sociedad total y radicalmente hispánica.
La aportación de estos autores al estudio de los guan-chismos
fue casi nula. Por una parte, alardeaban de haber
engrosado las listas de términos canarios prehispánicos con
voces inéditas, voces que, en la inmensa mayoría de los casos,
no pasaban de ser otra cosa que palabras románicas. Por otra,
intentaron explicar el material conocido a partir de unos co-nocimientos
filológicos muy ingenuos, lo que los hizo incurrir
en frecuentes confusiones, más o menos pintorescas.
En tercer lugar, se ocuparon del tema de los guanchismos
determinados sabios europeos, más interesados por la búsque-
18 MARCIAL MORERA
da de vestigios materiales o espirituales que les permitiera de-mostrar
la existencia de una supuesta civilización atlántica
hundida en el océano, que en el estudio riguroso de los mate-riales
lingüísticos que manejaban. Digamos que su obsesión era
algo así como dar respuesta afirmativa a la siguiente pregunta
que se había hecho Viera y Clavijo a finales del siglo XVIII«: ¿Se
llamarían atlánticas estas islas por ser como los fragmentos,
reliquias y porciones más elevadas de aquella infeliz tierra (la
Atlántida de Platón)?~(1 991: 51). J. B. G. M. Bory de Saint-
Vincent fue uno de los más firmes abanderados de esta teoría.
«Los archipiélagos occidentales del antiguo continente -nos
dice sin ambages el estudioso francés- nos ofrecen, pues, los
restos de esa célebre Atlántida, cuyas ciudades, monumentos y
riquezas fueron sepultadas por el avaro océano. Los guanches,
que pbIaban e! mayor de estos arehipi&gos, ei-aii, 110 lo ;u-demos,
descendientes de esos atlantes que esclarecieron el
mundo, unas veces como conquistadores, otras como fugitivos.
Así, ningún pueblo ha tenido un origen tan respetable y del que
los europeos no nos han dejado ninguna huella» (1988: 290).
Desde este punto de vista, lo que se vio en los guanchismos fue-ron
raíces y dicciones preindoeuropeas o protoindoeuropeas
que dieron lugar a todo tipo de especulaciones, generalmente
tan extraviadas como la teoría que les sirve de base.
Por último, el tema no pudo sustraerse a la atención de los
eruditos y sabios locales, que han creído ver voces guanches
en cualquier palabra canaria de aspecto exótico o cuyos orí-genes
ellos ignoran. Como no podía ser de otra forma, la fal-ta
de discernimiento filológico de estos autores hizo que los
abundantísimos portuguesismos isleños, poco estudiados has-ta
unas cuantas décadas atrás, reunieran todas las papeletas
para ser candidatos a guanchismos. Así fueron a parar al ca-jón
de las palabras canarias prehispánicas vocablos isleños
como rafe 'arena volcánica gruesa', callao 'canto rodado',
burgao 'pequeño caracol marino', tabefe 'suero que se despren-de
de la cuajada del queso', que, en realidad, tiene su origen
en los sustantivos portugueses rofo 'que tem asperezas ou
rugas', callau 'pedra solta', buvgau 'gastrópode, de concha
univalve' y tabefe 'soro de leite', respectivamente.
5 18 ANUARIO DE ESTUDIOS AT~NTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 19
Mas, con ser grave todo esto, puede decirse, sin temor a la
exageración, que es el desconocimiento de la lengua que ha-blaba
la población prehispánica de Canarias lo que resta vali-dez
científica a cualquier trabajo que se haya hecho en el pa-sado
y en el presente o que se pueda hacer en el futuro en
relación con los mencionados préstamos léxicos del español
isleño. ¿Quiere esto decir que hayamos de renunciar a la po-sibilidad
de arrojar alguna luz sobre su origen? ¿Qué hayamos
de resignarnos a las tinieblas a que nos condena la desapari-ción
de la lengua originaria? Nada de esto. Existen dos proce-dimientos
de investigación auxiliares y complementarios que
han sido siempre utilizados por los estudiosos y que, aplica-dos
con inteligencia y rigor, permiten paliar un tanto el pro-hl,,,
,.,, ,,, ,., E,*,, ---,..- :--^:--,.------ -1 .-.! L. 7 7
" A b I L i a YuC- u v a "Lupa. L;>ws p ~ ~ ~ ~ d ~>VIlL ClL uYIWcLU~UU~ C L~~ ~ >
la exclusión y el método de la comparación.
2.1. El método de la exclusión
El método de la exclusión nos dice que puede considerarse
de origen guanche toda palabra dialectal canaria que no en-cuentre
explicación razonable dentro de la filología románica,
germánica, árabe o amerindia. Es el método que sigue, por
ejemplo, Francisco Navarro Artiles para clasificar la palabra
majorera y conejera gena 'saco hecho con el pellejo de una
cabra' como voz procedente de la lengua aborigen canaria
(1981: 145). También D. J. Wolfel opera de esta forma al es-cribir
lo siguiente respecto de la palabra gomera tamasma 'es-pecie
de pájaro pequeño': «a juzgar por su configiiración y
teniendo en cuenta que no encontramos ninguna equivalencia
española o portuguesa, podemos considerar el presente voca-blo
como herencia de la lengua aborigen)) (1996: 658). ¿Qué
razones objetivas hay para atribuir las mencionadas voces ca-narias
gena y tamasma a la lengua guanche? Simplemente la
circunstancia externa de que a las mismas no se les haya en-contrado
explicación en el ámbito de las lenguas románicas,
germánicas, árabes o amerindias. Obviamente, para la aplica-ción
de este método no es necesario conocer la lengua guan-
Núm. 43 (1997) 5 19
20 MARCIAL MORERA
che -ni las lenguas emparentadas con ella-, sino conocer
bien las filologías mencionadas y, particularmente, la dialec-tología
canaria. Este procedimiento de la exclusión presenta
un riesgo y una limitación.
El riesgo es que, si la persona que lo aplica no es especia-lista
en las lingüísticas citadas y en dialectología canaria, pue-de
terminar clasificando como guanchismos voces isleñas cuya
procedencia real es románica o árabe. El problema de estos
falsos guanchismos no es solamente que se atribuye a deter-minadas
palabras del español insular un origen que no tienen,
sino que además inducen a error cuando los investigadores se
obstinan en encontrarles paralelos concretos en las lenguas NB
bereberes. Es lo que le sucede a D. J. Wolfel cuando clasifica E
como voces de procedencia guanche los canarismos claca 'be- O
n llota de mar', saifía 'pez de la clase de ios torácicos', enguise -
m
O
'persona o animal muy delgado', bubango (bugango) 'especie de E
E
calabacín' y mondiza 'multitud de animales o insectos'. Veamos 2
E
cuáles son sus argumentos. De la forma claca nos dice nues-
-
tro autor lo siguiente: «Esta palabra no la encontramos docu- 3
mentada ni en español ni en portugués. Pudiera muy bien
- -
0
m
proceder de la lengua aborigen. Nos remitimos a W. K., E
pág. 53, donde recogemos los vocablos que en las lenguas O
comparadas significan «redondo, bola, dar vueltas)); en el pla- n
E no fonético admiten la conexión con el que aquí nos ocupa; -
a
en el semántico, la forma del animal también se ajusta. Con- 2
n
tamos incluso con una palabra de este grupo que tal vez co- n
n
rresponda a la que aquí tratamos: aglal 'caracol, concha'» O3
(1996: 660). Respecto de la voz saifia, supone el autor austría-co
que «podría proceder de la lengua aborigen, aunque igual-iiieiiie
pudiera tratarse de ÜI? prCstamo tomado de !OS pes-cadores
bereberes. Como paralelo fonético aportamos asiaf
'vasta llanura absolutamente planaJ» (1996: 662). En relación
con enguise, se nos dice que consiste en una palabra relacio-nada
con el bereber angus 'aguja' y que en guanche debió de
ser erqguise 'delgude, pntiugude, Em' (1996: 479). De Iz~bmgn
(bugango) nos dice Wolfel que «la inestabilidad de las labiales
se manifiesta en las dos formas no pertenecientes a las dife-rentes
Islas, sino documentadas para Tenerife. Nos da la im-
520 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
presión de que se produce una reduplicación de sílaba, aun-que
también pudiera tratarse de un prefijo con características
labiales. Suponiendo que estuviésemos ante una metátesis, la
palabra que mayor parecido muestra con la que nos ocupa es
kaukaune 'sandía'» (1996: 592). Por último, éste es el análisis
que hace de mondiza: «También en este caso contamos con un
paralelo bereber: eddes 'disponer el uno al lado del otro',
nemeddes 'enhebrar', anmeddes 'acción de enhebrar'. La -n- es
el afijo bereber para formar el radical de proximidad del ver-bo;
la -m- tiene en esta lengua diversas funciones, que proba-blemente
fueron diferentes en los inicios y que tal vez se re-monten
a afijos fonéticamente distintos que hayan confluido
mediante el proceso de reducción; 1. -m- ma-, prefijo de los
~oizintza ge?~tZ's2; . -m, -e", Yn*r ~ f i j ~ -L- de !r recipmcidírd, cmm
-n- y con frecuencia combinado con ésta, pero, por regla ge-neral,
en el orden -m-n-, como los muestra la palabra abori-gen,
y con mucha menor frecuencia en el orden -n-m-; 3. m-mu-,
prefijo para formar el radical pasivo del verbo. Podemos
constatar que ambos prefijos existen en la lengua aborigen y
consideramos improbable que mu- actúe en este caso como
prefijo de los nomina agentis y sí más bien como la -m- de la
reciprocidad o también como la -m- del radical pasivo. Pro-ponemos
mu-n-disa 'manada, multitudJ» (1996: 486). Pues
bien, como han demostrado los dialectólogos canarios actua-les,
ni claca procede del bereber aglal 'caracol, concha', ni
saifia del bereber asiaf 'vasta llanura absolutamente plana', ni
enguise del bereber angus 'aguja', ni bubango (bugango) del
bereber kaukaune 'sandía', ni mondiza de nemeddes 'enhebrar',
sino que se trata de adaptaciones insulares de las palabras
portuguesas craca 'molusco que vive nos rochedos e nos cos-tados
dos navios' (procedente del latín cracca 'grao de ervilha-ca
silvestre'), seifia 'um sargo (peixe) de corpo castanho-azula-do
e prateado, com reflexos metálicos na cabeca' (de origen
desconocido), engtrico 'quebranto, mau-olhado, mau agouro',
'empecilho', 'crianca enfezada', 'estafermo', 'mostrengo' (proce-dente
el latín iniquitare 'enfeitipr'), bugango 'variedade ou
designativo de urna variedade apreciada de abóbara' (proce-dente
del tupí mo'rága 'belo, que tene forma agradable') y
Núm. 43 (1997) 52 1
22 MARCIAL MORERA
mondica 'inmundicia' (procedente del latín immunditia 'sucie-dad,
porquería').
En semejante error incurre el mismo autor cuando clasifi-ca
las palabras usuales del español canario awowó 'canción de
cuna', afrecho 'salvado' y badana 'piel de oveja' como indiscu-tibles
guanchismos. Así, respecto de awowó se nos dice que
«no cabe la menor duda sobre la procedencia aborigen de la
canción. La letra actual es, naturalmente, española, a excep-ción
de una única palabra: aworró, que se repite al inicio de
la canción y al final de la estrofa. El significado que hoy tiene
esta palabra en las Islas es el de 'canción de cuna'. Sin em-bargo,
originalmente debió de ser otro muy distinto, que, en
nuestra opinión, pudiera de ser 'niño, mi niño' o 'duérmete'.
Podríamos tomar en consideración el vocablo bereber rur
'niño, hijo', si no fuera por ia vibración de ia rv españoia en
arrowó» (1996: 469). En relación con el canarismo afrecho,
piensa Wolfel lo siguiente: «es un bereber excelente, tifersit/
tifersa 'brizna de paja', sin embargo, los restantes ejemplos
evidencian con su ligero cambio morfológico y semántico, que
no sólo tuvo que producirse una transición de k x , sino que,
originalmente, pudo haber existido también un sonido sibilan-te:
taferkit 'pedazo de cáscara', taferki/ taferkaden 'cáscara';
tiferkit 'hoja'; afvekki 'corteza, cáscara'; iferks, ifferkki 'pellejo de
la fruta', 'mondadura, vaina', aferszd ifersa, afrukkui 'pedazo,
trozo'; afferzzul iferzzan 'pedazo, trozo'. (...). Así pues, hemos
de proponer la palabra en dos alternativas: afreko o afrecu,
afresu 'paja de cebada'. Es probable que la palabra fuera un
plurale tantum con -n» (1996: 585). Por último, éste es el aná-lisis
que le merece al autor citado la palabra badana: «Abreu
nos ofrece testimonio seglm-o de que e1 VGC&!Q es de LI
Palma y el paralelo bereber, que concuerda plenamente, tanto
en el plano fonético como en el semántico, nos prueba su
autenticidad abedan 'piel de cordero con su lana'; tabedat 'piel';
abettan 'piel animal')) (1996: 624). Pues bien, cualquier perso-na
medianamente conocedora de la filología hispánica sabe
hoy que ni la palabra canaria arvorró tiene nada que ver con
la palabra bereber rur 'niño, hijo', ni afrecho con tifersit 'briz-na
de paja', ni badana con tabedant 'piel de animal', sino que
522 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUAANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 23
se trata de palabras genuinamente españolas. Awowó es redu-plicación
de la expresión ro 'voz que se usa repetida para anu-llar
a los niños' (probablemente, de origen onomatopéyico),
con a- protética y especialización en la designación de la can-ción
que se usa con el mencionado fin. Afrecho no es otra cosa
que el sustantivo español afrecho 'salvado', que tiene su origen
en el latín affractum 'quebrantado'. Badana es el sustantivo es-pañol
badana 'piel de carnero u oveja curtida', que procede del
árabe bitana 'forro'.
Tampoco se han salvado de la confusión que comentamos
las palabras que el español de Canarias tomó directamente del
árabe. Así, según Juan Álvarez Delgado (1948: 444), el cana-rismo
majalulo 'camello joven que todavía no se reproduce'
n,-nc-An-,n A-1 Ln%"-L-%.""""1, "1 '<,-.-7n- ,..,-.--A-, .-:--A- -A-- -0
ULLULL L a ULL ULL LULL r r runr ; i . JU VGLL, sal ~ u i,i a iclluu, LUULU ca,
que se trata del árabe majlul 'camello desde que nace hasta
que cumple un año', con núcleo vocálico /al después de la con-sonante
velar /h/, núcleo vocálico lo/ después de la consonante
íl/, morfología española y un ligero cambio semántico por me-tonimia:
de significar 'camello desde que nace hasta que cum-ple
un año' pasa a significar 'camello joven que todavía no se
puede reproducir' (Morera: 1993: 206). Para Wolfel, el canaris-mo
guayete 'niño' podría ser, más que un arabismo importado
por los pescadores canarios de la costa de Africa, como sostie-nen
los hermanos Millares (1924: s. v.), una palabra de proce-dencia
guanche: «No tenemos ninguna probabilidad de verifi-car
-nos dice el lingüista austríaco- si la información -de
los hermanos Millares- es correcta y si el vocablo procede
realmente de la costa africana, traído a las Islas por los pesca-dores,
o si lo que es más probable se trata de una vieja pala-bra
aborigen. La única correspondencia posible en bereber
sena: egeidí igeiden 'cabra desde su nacimiento hasta el mo-mento
en que empiezan a salirle los cuernos'. No hemos en-contrado
ninguna equivalencia en árabe» (1996: 469). Al con-trario
de lo que piensa Wolfel, la dialectología isleña sabe hoy
que el canarismo guayete no es otra cosa que una adaptación
de la voz árabe walad 'niño, joven', con toda seguridad intro-ducida
en Canarias después de la conquista del archipiélago,
y, muy probablemente, a través de los pescadores canarios que
Núm. 43 (1997) 523
24 MARCIAL MORERA
faenaban en el banco pesquero sahariano, como tan sensata-mente
postularon los hermanos Millares (Morera: 199 1 : 9 1-92).
De walad se pasa con relativa facilidad a la forma guayete,
suponiendo un cierre en la segunda la/, que se convertiría en
/e/, una palatalización de la sílaba /le/ resultante, la adición de
una /-e/ paragógica y un ensordecimiento de la /-d/.
El método de la exclusión debe aplicarse con especial cau-tela
y precaución en el caso de aquellos vocablos campesinos
que se resisten a una identificación etimológica inmediata por
parte del investigador, porque, aunque muchas personas tienen
la tendencia a clasificarlos como guanchismos, la inmensa
mayoría de ellos son flagrantes lusismos o voces propiamente
españolas, con una evolución semántica y formal -particular-mente,
formal- específica. Los estudiosos del material dialec-tal
canario deben huir de esa actitud pueril que quiere ver en
toda palabra de aspecto exótico un posible guanchismo, lo que
ha producido una inflación artificial de los catálogos de este
tipo de préstamos. La consecuencia de ellos es que, a medida
que avanza la investigación, nos vemos obligados a eliminar
de ellos palabras canarias que los estudiosos anteriores clasi-ficaron
erróneamente como guanchismos.
La limitación del método de la exclusión es que, si no se
va más allá de su mera aplicación, no permite descubrir las
verdaderas transformaciones semánticas y formales que expe-rimentaron
las palabras guanches al adaptarse a las condicio-nes
estructurales de la lengua española hablada en Canarias.
En realidad, este precario procedimiento científico solamente
permite elaborar una lista, siempre provisional, de supuestas
voces guanches, pero cuyo origen concreto sigue siendo total-mente
incierto;
2.2. El método comparativo
El método comparativo es un procedimiento de investiga-ción
que permite explicar el origen de los guanchismos, no
directamente a partir de la lengua originaria -cosa imposi-ble,
porque ésta no se conoce-, sino indirectamente, a partir
524 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL.~NTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 25
del material de algunas de las lenguas conocidas que hayan
tenido relación con la lengua de los antiguos habitantes de las
Islas Canarias. En este punto, resulta absolutamente impres-cindible
plantear el controvertido problema de la filiación lin-güística
de la mencionada lengua. En relación con este asun-to,
se han expuesto varias hipótesis, que van desde las más pe-regrinas
hasta las más científicamente verosímiles.
Para determinados autores, los antiguos habitantes del Ar-chipiélago
canario (y, por tanto, su lengua) procedían de Asia.
Es la hipótesis que plantea José Agustín Álvarez Rixo en el
siguiente párrafo de su knguaje de los antiguos isleños (p. 24):
«Todos los antecedentes que hemos ido reuniendo y cuantos
nos proponemos añadir conducen a evidenciar que los prime-ros
habitantes de las Canarias procedían de Asia, desde la cual
se pasaron a estas islas. Pero sin que atinemos en qué tiempo
lo ejecutaron ni de qué nación precisamente descendían o si
era una mezcla de varias de ellas, oriundas desde las inme-diaciones
del Golfo Pérsico, Mar Rojo y Palestina, según más
bien creemos y se irá evidenciando con otras comparaciones
y etimologías que todavía nos proponemos». A partir de esta
hipótesis, se pasa con mucha frecuencia a la suposición de que
la lengua guanche era una mera derivación de la lengua
semítica. Ya desde el siglo XVI escribe el ingeniero italiano
L. Torriani lo siguiente: «Se piensa que a esta isla de Lanzarote
vinieron hombres de Arabia, porque entre estos bárbaros ha-bía
muchas palabras árabes puras, como ésta: aho, que en
ambas partes quiere decir "leche"; y casi todo su idioma era
corrupción del arábigo» (1978: 40). Tres siglos después, inci-dirá
sobre la misma idea el autor majorero Antonio María
ivíanrique, quien nos declara, a1 piiiicipio de SU ensaye, XSO-bre
el lenguaje de los primeros canarios)) (1881: 305), que «el
objetivo de nuestro trabajo no es otro, pues, que indagar cuál
fue el lenguaje de los guanches, pareciéndonos no ser otro que
un dialecto del árabe antiguo, pero un dialecto especial que
iio ha podidz, ser núii c!asificado». Asi, según este pisan^
nuestro, los supuestos guanchismos gambuesa, guanche, masie-ga
y tosio, por ejemplo, procederían, respectivamente, de las
voces árabes shamá-uesha 'gran reunión, multitud' (can guezes
Núm. 43 (1997) 525
2 6 MARCIAL MORERA
o can cazes 'estoy trasquilado'; bezzaf 'mucho'), huald ohej 'hijo
del jefe'; masiieb 'no arrojar' (o ma-sajab 'agua Ilovediza',
masot'ej 'el agua del techo') y tabsil 'plato' (A. M. Manrique:
1881: 340, 361, 375-376 y 379).
Para otros autores, el guanche es un idioma emparentado
con las lenguas amerindias, como demostrarían los paralelos
fonéticos que existen entre voces americanas como maya,
nombre de un determinado pueblo de Mesoamérica, y Guaire)
nombre de un determinado arroyo de Venezuela, y voces ca-narias
como Moya, nombre de una determinada ciudad del
norte de la isla de Gran Canana, y guayue, nombre que daban
al noble en la sociedad guanche. Es lo que parece suponer
G. Glas respecto de la lengua hablada por los antiguos habi-tantes
de la isla de Tenerife: «La lengua de Tenerife, en la épo-ea
de la conquista -nos dice este aventurero ingiés- no te-nía
afinidad alguna con las habladas en el resto de las islas:
parece tener mucha semejanza con el peruano o cualquier otra
de las lenguas americanas» (1764: 172).
Para otros autores, una de las lenguas vivas más próximas
a la lengua de los antiguos isleños sería el vasco. Es la tesis
que sostiene Federico C. Krutwig-Sagredo en su obra Garaldea.
El origen de los vascos y su relación con los guanches (1978))
donde escribe que «las estructuras del verbo canario, como
veremos, coinciden con las del verbo vasco, y no se diferen-cian
más de un dialecto vasco, que dos dialectos vascos entre
sí; mientras que el verbo canario no ofrece ninguna similitud
estructural con las lenguas bereberes» (p. 23). También el
etnógrafo tinerfeño Juan Bethencourt Alfonso es partidario de
este parentesco, aunque subrayando la matización de que la
relación se da a travbc; del beI-)erisco, según ~ eme sen e! si-guiente
párrafo de su Historia del pueblo guanche: «Es, pues,
evidente que, séase por la estructura de la lengua berberisca
o por otra circunstancia ignorada como ya dijimos, si bien
predominó en las islas fue en estrecha fusión con la vasca, re-sultando
el pueblo guanche por su sangre y lengua un p e M ~
celtibéricox (1991: 197). Esta relación entre el guanche y el
vasco se deduce de supuestas semejanzas entre las voces de
una y otra lengua. «Existen (en el español canario) otras pa-
526 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
labras de origen vasco: «Es posible que aderno o adamo, una
especie arbórea, sea en vasco udarondo, 'un peral'; ara, 'cabra',
es en vasco ari, 'morueco'; chede, 'límite o frontera', es puro
vasco; gofio, 'harina de cereales tostados', indudablemente la
vasca sopa, zopa, con igual significación. Magado, 'un garrote
o maza', tiene relación con la vasca makatu, 'golpear con un
palo'; rapayo, 'espiga tostada', puede derivarse de la vasca erre-bihi;
y la palabra vasca dupha es tan parecida a la canaria
tabajoste, 'vasija de ordeño', como la gaélica tubog. 'Un cuchi-llo
de piedra', tafique, tiene conexión con la vasca epaki, 'cor-tar',
tamarco, 'vestido de pieles, especie de levita corta', recuer-da
la zamarra vasca, 'una especie de blusa'. Acichei, 'haba o
arveja', es en vasco ekosari, y morángana, 'una variedad o es-pecie
de frambuesa', corresponde a la vasca muriguri~. Entre
las palabras que denotan rango, sobrevive en la guanche
achimencey, el nombre real achiman de los iberos turdetanos;
y en la voz ajijide, 'grito colectivo', encontramos una exacta
correspondencia con el ijujú o im'nche del norte de España.
Bosigaiga, 'el pene', es la vasca potzuak; mocas, 'varas tostadas
aguzadas, la jabalina', el vasco moko, 'una punta' o séase el
venablo o jabalina; tezeres, 'el garrote o estaca', es la vasca
zigor, como tambien tezzeses, en guanche 'el garrote de acebu-che',
tiene su exacta representación en la vasca zotz, 'palos
pequeños'. Tofto, "vasija de barro de ordeño', es en vasco tupin,
'marmita de tierra'; baifo, 'el cabrito', en vasco tibika; áite,
'almirones', corresponde a la vasca ote, 'escoba' (genista
tintoria); haran, 'el helecho', en vasco ira, 'helecho', y la
guanche gora o galgoa la vasca zurchuri. Beya, una planta, en
vasco vihi, 'grano', cheremina, otra planta, en vasco chemen,
'p cra7 ., C-1YL-:L1L-U*-L C, 'una especie de gmrriinea', corresporrde a dzilisi~,
'lenteja', en vasco, y guásimo, 'una especie herbácea', a la vas-ca
hasuin 'ortiga'» (1991 : 196-1 97).
Nosotros no nos atrevemos a decir que las relaciones
lingüísticas entre los mencionados supuestos guanchismos
(qw, er, realidad, dgums de elles, ceme ademe y ?.;~ce~dzga?za,
no son sino portuguesismos) y las mencionadas palabras vas-cas
sean falsas, porque, al no saber guanche ni vasco, carece-mos
de autoridad para ello y porque, además, somos conscien-
Núm. 43 (1997) 527
28 MARCIAL MORERA
tes de que los signos léxicos suelen hacer recorridos a veces
inimaginables. Un ejemplo de ello es la palabra griega biblia,
que no solamente da nombre a las sagradas escrituras, sino
que también se encuentra presente en el español antiguo bui-ba
'vida holgazana del mendigo o del pícaro', el español ac-tual
bribón 'pícaro', el francés bvibe 'mendrugo de pordiosero',
el inglés bvibe 'regalo de un pobre', etc. (Corominas: 1976:
s. v. b~b ó n )O. tro ejemplo lo constituye el sustantivo germá-nico
wagen 'carro', que da lugar al inglés waggon 'carro', al
francés wagón 'vagón', al español general vagón 'carruaje de
viajeros o de mercancías y equipaje, en los ferrocarriles' y
-procedente del inglés americano- al español caribeño y ca-nario
guagua 'vehículo de gran capacidad para el transporte
colectivo de viajeros'. Lo que sí se puede afirmar sin ambages
es iiUe, si las re!aciuiies se esiab!eceli entre las pa;alOi-as
de distintas lenguas no se pueden contrastar, esas relaciones
no solamente carecen del más mínimo interés para la ciencia
etimológica, sino que además son perjudiciales para la inves-tigación,
porque nada sólido se puede construir sobre ellas.
Por último, están los autores que consideran, más sensata-mente
que los anteriores, que la lengua de los antiguos isle-ños
tenía que pertenecer a la familia camito-bereber, que tie-ne
su asiento en la parte norte del continente africano. Ya
desde el siglo XVI escribe Fray Alonso de Espinosa lo siguien-te:
«Destas afirmaciones puede seguir el lector la que le
pareciere y más le cuadre; que la mía es que ellos (los
guanches) son africanos y de allá traen su descendencia, así
por la vecindad de las tierras, como por lo común que frisan
en costumbres y lengua, tanto que el cantar es el mismo de
unos que de otros. Allégase a esto también que los manjares
son los mismos, como es el gofio, leche, manteca, etc.» (1980:
33). Más preciso se muestra Abreu Galindo en relación con el
parentesco lingüístico entre los aborígenes canarios y los pue-blos
del norte de África cuando escribe: «También me da a
entender hayan venido de África (los aborígenes canarios), ver
los muchos vocablos en que se encuentran los naturales de es-tas
islas con las tres naciones que había en aquellas partes
africanas, que son berberiscos y azanegues y alárabes. Porque
528 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 29
Telde, que es la más antigua población de esta isla de Gran
Canaria, y Gomera, y Orotava en Tenerife, son nombres que
se hallan en el reino de Fez y Benamann. Y en cabo de Aguer
están unas huertas que se llaman las huertas de Telde, no
muchas leguas distantes de la ciudad de Tegaste, donde estu-vo
enterrado el cuerpo de San Agustín. Esta ciudad de Tegaste
está tres leguas al mar y cercana a Fuerteventura y junto al
monte Atlas, en las faldas dél, por donde descienden muchos
ríos y arroyos. Hay unos pueblos que llaman de este nombre
Telde, de manera que en los nombres propios parece confor-mar,
y en muchos vocablos apelativos, los de estas islas con
los africanos)) (1 977: 3 1-32).
Con el paso de los años, va a ir perfilándose con más rigor
esta suposición del mencionado frai!~ frmciscslm. Yu 2 5n2-
les del XVIII, los investigadores europeos tienen la certeza ab-soluta
del estrecho parentesco existente entre el guanche y las
lenguas bereberes. «Por largo tiempo se ha pensado -escribe
A. von Humboldt- que la lengua de los guanches no tenía
analogía alguna con las lenguas vivas; pero desde que el viaje
de Hornemann y las ingeniosas investigaciones de los Sres.
Marsden y Venture llamaron la atención de los sabios hacia
los bereberes, que ocupan, como los pueblos esclavos, una
inmensa extensión de terreno en el África boreal, se ha reco-nocido
que varios vocablos guanches poseen raíces comunes
a la de vocablos de los dialectos chelha y yebalb (1995: 170).
Este parentescv tampoco le ofrece la más mínima duda al
francés Sabino Berthelot, según podemos ver en el siguiente
fragmento de su obra EtnografZa y anales de la conquista de las
Islas Canarias (p. 149): «Si se examinan los fragmentos que
hemos reunido del lenguaje de las antiguas poblaciones cana-rias,
y se les compara con lo que hasta el día se reconoce de
los diferentes dialectos bereberes, según los catálogos de los
autores, se reconoce fácilmente que el mismo genio ha presi-dido
a la formación de los dos idiomas. Es en efecto en am-bas
partes una pronunciación dura y extremadamente gutural,
una fraseología muy cortada por la falta de copulativas. A es-tos
caracteres generales se añaden otros, que dependen de la
naturaleza de las palabras». La idea es totalmente asumida de
Núm. 43 (1997) 529
30 MARCIAL MORERA
forma general por autores del siglo xx, como Abercromby
(1990), G. Marcy (1962), Wolfel (1996), A. Cubil10 (1980),
F. Navarro Artiles (1 98 1 ), etc., que orientan sus investigaciones
dialectales y lingüísticas en esa dirección. Este paralelismo
entre el guanche y el bereber se fundamenta, además de en
datos propiamente lingüísticos, en un hecho extralingüístico:
los paralelos seguros que han establecido los arqueólogos en-tre
la cultura material de 10s aborígenes canarios y la cultura
material de los bereberes. Como nos dicen Antonio Tejera y
Rafael González Antón, dos nuevos criterios de la investiga-ción
arqueológica nos obligan a desechar viejos conceptos
evolucionistas unilineales y permiten avanzar (mediante el NB
análisis etnohistórico y cross-cultural) en el establecimiento de E
parentescos culturales y sociales de nuestros aborígenes con nO
ios bereberes. En ia propia disparidad cuiturai bereber hemos -- m
O
de ver y explicar la existencia de las propias culturas aboríge- EE
nes canarias, donde cada isla no parece tener nada que ver 2
E
(culturalmente hablando) con las otras que conforman el ar- -
chipiélago. Es muy posible que la disparidad y asincronía de 3
los materiales - q u e no tienen reflejo en las culturas tomadas
- -
0
m
con fósiles remotos- representen en las islas un fiel reflejo de E
la cultura bereber claramente arcaizante y receptora tardía de O
manifestaciones residuales mediterráneas y atlánticas, que se n
E mezclan con el sustrato cultural autóctono tomando caracte- -
a
rísticas propias» (1987: 32-33). nl
Obviamente, esta ubicación general de la lengua guanche n
n
en el mundo camito-bereber no nos precisa qué relación exac- 3
ta existía entre ella y sus parientes africanas, en qué grado de O
evolución se encontraba respecto de ellas, con cuál de las dis-tiatas
h p a s bereberes ( s P ! ~ , zenzta, tiiareg, zenaga ) re
encontraba más estrechamente emparentada. Porque no debe-mos
olvidar que, como escribe Abercromby, «al estar distribui-dos
(los pueblos bereberes) en un área tan amplia del norte
de África, es evidente que los dialectos bereberes deben dife-rir
unos de otros de manera considerable en su vocabulario y
fonología, y deben ser con frecuencia mutuamente ininteligi-bles
» (1990: 38). Carece, por tanto, de justificación científica
esa opinión tan arraigada entre algunos aficionados al estudio
530 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
de los guanchismos que nos dice que la lengua aborigen ca-naria
era idéntica a las lenguas bereberes actuales, y que, en
definitiva, conocer éstas es conocer aquélla. Si se tienen en
cuenta los siglos que ambos pueblos vivieron separados, las
diferencias culturales que existían entre ellos, las diferencias
de flora, fauna, geografía, climatología, etc., que existían en-tre
sus medios naturales, etc., lo más acertado es pensar que
entre sus lenguas tenía que haber diferencias considerables.
En este sentido, podría no faltarle razón a Hans Biedermann
cuando escribe que «es más realista suponer que el antiguo
canario y el bereber tienen raíces emparentadas, que se re-montan
a la época en que el bereber aún no había evolucio-nado
hacia su configuración definitiva; para esta evolución
fueron I ~ P C P S I ~e~tSz is inEuencias más rezieiites. ES ~Ono ex-cluye
la posibilidad de que las Islas Canarias fueran alcanza-das
en época muy posterior por influencias "secundarias" pro-cedentes
del Norte de África: es decir, de que elementos "ver-daderamente
bereberes" penetraran en el antiguo canario. (...).
Las investigaciones lingüísticas y epigráficas hacen sospechar
que los antiguos canarios usaban de hecho una lengua que es
tipológicamente más antigua que el bereber hablado y escrito
en tiempos históricos, aunque haya habido contactos esporá-dicos
con el Continente que se manifiestan tanto en forma de
petroglifos como de elementos lingüísticos de procedencia be-reber))
(1 984: 119-120).
De todas formas, sean cuales sean las diferencias existen-tes
entre la lengua guanche y sus hermanas del continente
africano, es indiscutible que es la comparación del material
lingüístico canario de supuesto origen guanche con el mate-rial
de las distintas lenguas bereberes existentes actualmente
el método más eficaz en el campo de investigación que nos
ocupa y el único que puede ayudar a paliar el problema de la
imposibilidad de descubrir fehacientemente el origen de los
guanchismos, como planteábamos más arriba.
La primera condición que se debe reunir para llegar a cabo
un estudio comparativo riguroso de los préstamos canarios
prehispánicos es eliminar todos los errores (deturpaciones)
provocados por su transmisión escrita, para evitar así el ries-
Núm. 43 (1997) 53 1
32 MARCIAL MORERA
go de establecer relaciones interlingüísticas fantasiosas. Prác-ticamente
ningún elemento de este material idiomático puede
utilizarse sin una severa revisión crítica, porque mucho de él
ha llegado a nosotros a través de una documentación escrita
poco fiable. «El material (de origen guanche) -nos dice
Wolfel- ha llegado a nosotros directamente en documentos
de la época del descubrimiento y de la conquista, pero de for-ma
revuelta y, sobre todo, escasa. Ello se debe, en primer lu-gar,
a la naturaleza misma de los documentos, que ofrecen
sólo -y de forma casual- palabras, en muchos casos referi-das
únicamente a nombres propios y topónimos. Por otro
lado, lo que tenemos no son los originales, sino copias de los c. B
registros, confeccionadas a la ligera por escribanos mal paga- E
dos al mismo tiempo que redactaban el documento original. :O
Además, las palabras aborígenes canarias no están escritas de -- m
O
oído, sino que se han copiado de escritos que, a su vez, han E E
dado lugar a la redacción de documentos; con frecuencia han SE
sido copiados hasta tres veces antes de llegar a nosotros» -
(1996: 53). Si no toma estas precauciones críticas (lo que sí 3
hizo Wolfel, con mejor o peor fortuna, en su obra tantas ve-
- -
0
m
ces citada), el estudioso de los guanchistas se expone a sacar E
conclusiones etimológicas puramente ficticias. Es lo que le O
sucede a Abercromby cuando, partiendo de la falsa forma es- -
E cnta barot, supone que el viejo canarismo banot 'pica, lanza', a-procede
del bereber taburit (taborit) 'palo delgado' (1990: 51). : l
Es muy posible que también Antonio Cubillo haya caído en el --
mismo error cuando, al intentar explicar el origen de la vieja 5
voz canana esequén 'templo o adoratorio de los aborígenes', O
parte de la forma, al parecer, deturpada efequén. A su juicio,
:a enp!icaciSfi & este caf iar i s~s,e~fi u 13 sig~ienteyn: -r--n--r- ~ dde~l
cabil argelino efk 'hacer donación', que en tuareg es ekf con el
mismo significado. «Es natural que *efequén venga de lo que
hacía el pueblo en el templo, es decir, llevar donaciones para
ofrecer al dios. El nombre guanche correcto sería efeken, tan-to
gura e! s i ~ , g ~ !rxem e yn-m-- -ri el pli-1-ral, ya que termina en -en
signo de plural» (1980: 45). Según F. Navarro Artiles, «esto tie-ne
una objeción de base: y es que, a mi juicio, hay un error
de lectura en efequenes: debió leerse esequenesx (1984: s. v.
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 3 3
efequén). Muchos tratadistas hablan del supuesto topónimo
guanche majorero Marajo, que nadie ha sabido localizar en el
terreno. Debe de tratarse, sin embargo, de un error por el
topónimo real Marrajo, que designa una parte de la costa de
la Isla de Lobos que se encuentra orientada hacia el pueblo
de Corralejo, en el norte de Fuerteventura. El origen de este
topónimo se debe de hallar en el ictiónimo popular español y
portugués marvajo 'especie de tiburón'. En relación con el su-puesto
guanchismo tanaya 'red para pescar', nos dice Wolfel
lo siguiente: «Teniendo en cuenta que este vocablo presenta
una configuración propia de la lengua aborigen y que no he-mos
encontrado ninguna etimología española o portuguesa del
mismo, podemos atribuirlo a la lengua de los aborígenes. Con-tamos,
además. con un paralelo que es adeoado en el plam
fonético y que, en cierta medida, se ajusta en el semántico:
edni/ ddnnei 'entonelar, verter', adanai 'sin especificarJ» (1996:
663). Pues bien, esta supuesta palabra tanaya nunca existió en
la lengua aborigen isleña, ni en el español canario actual, sino
que se trata de una mala lectura, de una errata, de la palabra
española tarraya 'red de pesca', que tiene su verdadero origen
en la voz árabe tamha, que presenta el mismo significado que
aquélla. Para J. Álvarez Delgado, el supuesto guanchismo
lanzaroteño Lacatife (Acatifl procedería de las palabras guan-ches
acat- 'aldea' y -tif 'alto, elevado' (1942: 194). Sin embar-go,
desde el siglo XIX (J. A. Álvarez Rixo: 1982: 201-202), sabe-mos
que el tal Lacatife no es otra cosa que el nombre español
El Arrecife (del árabe ar-rasfjr) designativo de la zona que ocu-pa
la actual capital de la isla de Lanzarote, nombre que
Gadifer de la Salle había transcrito como LiZracif en su ver-sión
de Le Canan'en. El error surge en la adaptación que, mu-cho
tiempo después, hacen de esta crónica los deudos de
Bethencourt, que escriben Lacatif; en lugar de L'Aracif: Más
falsos guanchismos que tienen su origen en lectura equivoca-das
de los textos pueden verse en el artículo «Consideraciones
sobre ios guanchismos en uso en ei españoi hablado en
Lanzarote y Fuerteventura», de Francisco Navarro Artiles.
El método de trabajo que nos ocupa exige también que se
determine previamente el inventario de cruces, de combinacio-
34 MARCIAL MORERA
nes de formas aborígenes con formas propiamente castellanas,
que, sin ninguna duda, se tuvieron que producir durante los
aproximadamente dos siglos en que el guanche convivió con el
español, bien que en situaciones muy diferentes. Es lo que
parece haber sucedido en el caso, por ejemplo, del canarismo
tabobo 'abubilla', que, a juicio de Manuel Alvar (1981), resultó
de la combinación del prefijo guanche tu- y una de las deno-minaciones
populares abobo, bobo, abobito que recibe en Ca-narias
la abubilla. El desconocimiento de esta circunstancia
lingüística llevó a Wolfel a relacionar dicha voz con el bereber
bubbu/ ribebbu 'llevar sobre la espalda'; tasenbabut 'poro, gra-no'
y los vocablos con el significado de 'pechuga' que se pue-den
consultar en WK, pág. 46; Tawiwa 'animales dañinos' y
otros» (1996: 654). También parece haber ocurrido lo mismo
con el supuesto guanchismo Guayrinfanta, nombre propio de
una princesa de La Palma, según explica S. Berthelot en el si-guiente
párrafo: «Ciertos nombres citados por los historiado-res,
nos parecen de construcción española; así, por ejemplo, al
llamar guayrinfanta a una princesa de La Palma, los conquis-tadores
compusieron evidentemente este nombre de la palabra
guayue, que servía para designar en Canarias a un pnncipe o
a un personaje de elevado rango, y de la palabra infanta (en
castellano). Es sorprendente que Galindo y Viera hayan acep-tado
sin examen esta expresión de guayvinfanta (la hija del
guayve o la infanta) como perteneciendo exclusivamente al an-tiguo
lenguaje, sin apercibirse de su doble origen» (1978: 144).
En segundo lugar, el método comparativo solamente pue-de
ser aplicado con ciertas garantías de éxito por aquellos in-vestigadores
que posean una sólida formación en filología
española, en diaiectoiogía canaria y en fiioiogia bereber, simui-táneamente.
Ninguna persona que carezca de alguno de estos
tres tipos de conocimiento está capacitada para adentrarse en
una selva lingüística tan enmarañada como la de los guanchis-mos.
La formación en dialectología canaria es fundamental
para conocer las condiciones semánticas y formales reales
-pasadas y presentes- del préstamo. La formación en filolo-gía
española es fundamental para saber qué transformaciones
ha experimentado el préstamo para adaptarse a la lengua de
534 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL ESTUDIO DE LOS CUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL6GICAS 35
adopción. Por último, la formación en filología bereber es
imprescindible para determinar las condiciones de partida de
la palabra restada. Si el investigador de los guanchismos no
dispone de estos tres tipos de conocimientos filológicos simul-táneamente,
no queda otro remedio que desarrollar la investi-gación
etimológica de forma interdisciplinar. Por eso, pensa-mos,
con Max Steffen, que «sin ser africanista especializado
en las lenguas del grupo bereber-camita no se deben hacer
conexiones (entre el español canario y el guanche); el roma-nista
ha de presentar a los africanistas los materiales canarios
con la mayor determinación posible desde el punto de vista a
fonético y semántico; son ellos (los africanistas) quienes tie- N
E nen que hacer el análisis lingüístico)) (1956: 54). Si se cum- O
pliera con estos requisitos imprescindibles; los investigadores --= m de los guanchismos podrían evitar, en sus pesquisas filológicas, O E
las siguientes ingenuidades, de las que se encuentra plagada SE
la inmensa mayoría de sus estudios. =E
1 . Atribuir al guanche material del bereber actual, como 3
si entre ambas lenguas no existiera la más mínima diferencia --
fónica, gramatical y Iéxica. Es lo que vemos en el Diccionario 0m
E
español-guanche (La Laguna, 1980) de Hupalupa, cuyas defi- O
ciencias ha puesto certeramente en evidencia F. Navarro - Artiles, en su Tebevite (pp. 19-25). La filología canaria debe -E
rehuir la tentación de intentar reconstruir la lengua de los a
2
aborígenes isleños a partir de las lenguas bereberes, simple- - o mente porque no tenemos ninguna certeza sobre la relación
exacta que existía entre aquélla y éstas. Esta reconstrucción ni 3
O
siquiera se puede llevar a cabo mediante el control de los
guanchismos, puesto que éstos no pasan de ser otra cosa que
un conjunto de palabras independientes total y radicalmente
asimiladas o adaptadas a la estructura formal y semántica de
la lengua española. Tiene razón S. Berthelot cuando escribe:
«algunas frases incorrectas citadas por autores que las escri-bieron
sin comprenderlas, las versiones tradicionales con las
que acompañaron esta lista de palabras mai articuiadas, los
fragmentos de los dialectos que nos transmitieron, los nom-bres
propios que la historia ha conservado, los que algunas
familias llevan aún y las antiguas denominaciones topográficas
Núm. 43 (1997) 535
3 6 MARCIAL MORERA
afectas a ciertas localidades, todo esto no servirá para recons-truir
un idioma, después de más de tres siglos de olvido»
(1978: 141).
2 . O ) Identificar arbitrariamente el supuesto guanchismo
con cualquier palabra bereber que presente algún parecido for-mal
más o menos superficial con él. Es lo que sucede cuando
se nos dice que el canarismo palmero abicero 'sitio o paraje
sombrío', por ejemplo, es un compuesto de las palabras bere-beres
&fi 'abrigo, refugio' y zeloy 'sol' (Wolfel: 1996: 688-689). Si
se hubiera consultado a los romanistas o a los dialectólogos
canarios, se habría descubierto que, en realidad, esta palabra
palmera no es otra cosa que una mera adaptación isleña de la
voz portuguesa abissero 'diz-se do terreno húmido ou frio, em
que nao dá sol', derivado de avesso 'a parte aposta a superficie
ou a parte principal de un objecto', que tiene su origen en el
latín adversum. Del mero hecho de que una palabra de una
lengua presente cierto parecido formal con una palabra de
otra lengua no se puede extraer la conclusión de que haya
habido contacto entre ellas. En el estudio de las interferencias
lingiiísticas hay que tener en cuenta, más allá de los aspectos
formales, los aspectos gramaticales de las lenguas implicadas,
que son en realidad los que más radicalmente definen un idio-ma.
«Cuanto más estudiamos las lenguas desde un punto de
vista filosófico, más observamos que ninguna de ellas está del
todo aislada; menos aún lo parecería la lengua de los guan-ches
si se tuvieran algunos datos sobre su mecanismo y su es-tructura
gramatical, que son dos elementos más importantes
que la forma de las voces y la identidad de los sonidos)) (A.
von Humboldt: 1995: 171). Y las cosas son así, porque las pa-labras
no son etiquetas sonoras de cosas, como se sabe desde
Saussure, sino microestructuras semánticas que adquieren sen-tido
y se justifican en la gramática de la lengua a la que per-tenecen.
No hay ni un solo signo lingüístico que escape a esta
ley. Por ejemplo, una palabra como el sustantivo español ha-
,$la&rh se aria!idiizGmaátric amente diciende qJe se
trata de una etiqueta sonora para el contenido referencia1 'di-cho
o expresión inoportuna e impertinente, que desagrada o
injuria', como se suele hacer habitualmente, sino que hay que
536 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 3 7
analizar teniendo en cuenta la significación primaria conteni-da
en el lexema o raíz habl-, su condición categorial verbal, el
contenido aspectual del sufijo -ado y la cuantificación interna
que implican los también sufijos -ura e -la que lo constituyen.
Toda palabra implica, pues, una gramática, y nada serio se
puede decir sobre ella si ésta no se conoce adecuadamente.
Esto quiere decir que, en los estudios etimológicos, hay que
huir del ingenuo método del simple parecido fisico entre las
voces, porque una lengua no es un repertorio pasivo de pala-bras,
sino un sistema activo que crea palabras.
La ingenua práctica metodológica que comentamos es la
que determina que, en ocasiones, haya tantas diferencias en-tre
las distintas etimologías que ciertos autores atribuyen a
determin¿idns gtiunchismvs. Asi, mirfitrus n,ue par2 Abercmm-by
(1990: 61)' el canarismo gánigo 'vasija de barro cocido' pro-cedería
del término tamasig gánnek 'cubo', para Wolfel (1996:
633) hay que relacionarlo con las voces bereberes agunza 'cu-charón',
tagunzaut 'cuchara gruesa con que se remueve el con-tenido
de la olla). Según Marcy (1934: 1)' el antropónimo abo-rigen
Iballa procedería del bereber ibella 'esclavos en libertad
de trabajo', en tanto que, según Álvarez Delgado, se tratana
de una voz procedente de los términos zenagas ta'bellad,
to'bellad 'mujer huésped de otro campamento' o 'mujer noble
que vive en un campamento morabútico' (1956: 32).
3.0) Identificar el supuesto guanchismo con cualquier pa-labra
bereber que presente alguna relación semántico-deno-tativa
más o menos superficial con él. Como en el caso del
parecido formal comentado antes, la semejanza denotativa
entre palabras de dos o más lenguas por sí sola puede ser un
hecho fortuito del que ninguna relación interlingüística pueda
deducirse. Esta frívola práctica metodológica es la que hace
que resulte tan poco convincente Wolfel (1996: 606) cuando
intenta derivar el canarismo tafeña 'millo o trigo tostado que
se come en grano' de las formas bereberes en 'estar cocido,
hervido', egwu 'tostar los granos', agawaw, nwu 'estar cocina-do',
imu 'cocinar', iwu 'cocinar', ubb 'estar cocinado', ogg, ugg,
bubbeget 'asar al fuego', abbugeget 'asar sobre la brasa', como
vimos más arriba. Para tener ciertas posibilidades de éxito, los
Núm. 43 (1997) 537
3 8 MARCIAL MORERA
paralelismos que se establezcan entre las palabras de las len-guas
comparadas deben afectar conjuntamente a las dos ca-ras
del signo lingüístico (el significante y el significado), y no
solamente a una de ellas.
4.") Establecer segmentaciones arbitrarias en el supuesto
término originario, sin tener una mínima certeza de si la com-binación
se daba de hecho en la lengua de partida. Es lo que
le sucede a Wolfel cuando sostiene, gratuitamente, desde nues-tro
punto de vista, que el canarismo gambuesa 'corral grande
de piedra donde, durante la apañada, se recoge el ganado que
se cría suelto' podría proceder de una forma hausa compues-ta
por las palabras gane 'encontrar algo perdido' y busa 'sepa-rar'
(1996: 576). Tampoco se encuentra muy justificada la seg-mentación
sintáctica que este mismo autor proporciona del
canarismo sivz'noque 'canto y danza típicos de la isla de La
Palma, en que las parejas bailan sueltas y enfrentadas'. Según
él, «da la impresión de ser un compuesto, con el elemento
relativo genitivo -n- intercalado entre las dos partes: *sin'-n-oke,
o un radical causativo: si-vz'noke. Para la segunda hipóte-sis
contamos con un paralelo bereber cuyo sentido sería posi-ble,
aunque no haya seguridad con respecto a la derivación:
renket 'abrir todo', sewenket 'hacer abrir todo', assewenki 'ha-cer
abrir todo'» (1996: 560).
Con un método de trabajo tan poco seguro, no tiene nada
de sorprendente que se haya llegado incluso al esperpento de
establecer segmentaciones bereberes de palabras indiscutible-mente
románicas. Es lo que sucede en el caso del lusismo
fajana 'terreno llano al pie de las laderas o escarpes, formado
comúnmente por material desprendido' (del portugués fajá 'te-rreno
proveniente de desagregacao de rochas escarpadas e que
se forma geralmente sobre praias de calhau rolado'), que
E. Bethencourt, F. de Lugo y F. Perera hacen proceder de una
supuesta voz guanche que significaría 'encima de la vivienda'
y que estana constituida por el supuesto prefijo fi y la supues-ta
raíz ahanu' (i996: p. 235).
Uno de los efectos de la inconsistencia del método que se
suele aplicar habitualmente en la segmentación de las etimo-logías
de los guanchismos es la enorme discrepancia que se
538 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS 3 9
observa a veces entre las opiniones de los diversos autores que
han tratado el asunto. Así, mientras que Abercromby supone
que la antigua palabra canaria guatatiboa 'convite, festín, ban-quete'
procede de la frase shelja aiwa tatt tifiu 'vamos, come
carne', donde aiwa es una exclamación con el valor de 'vamos',
tatt es la segunda persona singular del imperativo del verbo
elcs 'comer' y tifii, tifiu es 'carne' (1990: 58), Wolfel la hace de-rivar
de la expresión bereber *wa-ta-dirau (tirau) o %a-adimu
(tirau) 'el banquete' (1996: 509). Frente a este mismo autor,
que segmenta el antropónimo indígena Guanariragua, corres-pondiente
a un faicán de Telde, como wa-n-Araygua 'el que es
de Aragua' (1 996: 814), Antonio Cubillo lo segmenta como war-iya-
wara 'aquel cerca del cual no hay nadie' (1980: 50). Las
arbitrariedades en este terreno solamente pueden evitarse me-diante
un conocimiento profundo de la gramática (morfología
y sintaxis) de la lengua de partida.
5.0) Establecer relaciones entre supuestos guanchismos y
determinadas voces bereberes sin justificar adecuadamente
tanto las diferencias fonéticas como las diferencias semánticas
que se aprecien entre ellos. Se trata de una práctica de la que
no han podido librarse ni siquiera los investigadores más
sagaces del material lingüístico que nos ocupa, lo que resta va-lor
a sus trabajos. Por ejemplo, Wolfel sostiene que el canaris-mo
gofio 'harina de granos tostados' está emparentado con el
vocablo hausa gahuhu 'harina mezclada con agua en lugar de
con leche' (1996: 604)) pero no dice ni una palabra acerca
de los cambios formales y semánticos que tuvo que experi-mentar
el primero para convertirse en el segundo. Todo análi-sis
de préstamos tiene que entrar necesariamente en la des-cripcion
minuciosa de las transformaciones experimentadas
por la voz supuestamente originaria para adaptarse a las con-diciones
de la lengua de llegada. Es ésta la única forma de
evitar el riesgo de que se den por sentadas evoluciones difícil-mente
justificables desde el punto de vista lingüístico. En es-pañol,
por ejemplo, es aitamente improbable que una conso-nante
como Id/ se ransforme en 11-1, que una consonante como
lb/ se transforme en /U o que una vocal /i/ evolucione hacia la
vocal /o/. Precisamente por eso, resultan tan poco fiables las
Núm. 43 (1997) 539
40 MARCIAL MORERA
hipótesis que nos derivan, por ejemplo, el topónimo tinerfeño
Icod del sustantivo de raíz cabilia ikuren 'enjambre de abejas'.
A decir verdad, los requisitos que comentamos han sido
muy pocas veces reunidos por los estudiosos que se han ocu-pado
de los problemas filológicos que consideramos. A algu-nos
les ha faltado formación en filología románica. A otros les
ha faltado formación en dialectología canaria. A la inmensa
mayoría les ha faltado formación en filología bereber. A unos
pocos les ha faltado formación en filología románica, forma-ción
en dialectología canaria y formación en filología bereber.
Por eso, puede afirmarse, sin la más mínima exageración, que
B no existe una parcela de la dialectología de nuestras islas más N
plagadas de inexactitudes y de fantasías que la del estudio de E
los guanchismos. Tal vez una de las personas que con más O
n--
acierto, dentro de sus limitaciones filológicas, haya aplicado m
O
E
el método comparativo que comentamos haya sido Antonio E
2
Cubillo, que, al menos, conoce la modalidad cabilia de la len- - E
gua bereber y que se esfuerza siempre por justificar todos los
pasos de sus no siempre asumibles hipótesis etimológicas, 3
-
como comprobamos en el análisis que hace de la vieja voz -
0
m
E guanche guañac 'república'. «La palabra correcta -nos dice O
nuestro autor- es ';wa-n-ak, que significa 'lo que es de todos E
o de la totalidad'. *AK es un pronombre indefinido distributi- n
-E
vo, significando 'lo que es de cada uno'. "AK es también un a
sustantivo de origen, significando 'totalidad'; después se trans- 2
n
formó en un pronombre indefinido. La forma correcta es n
<:wañac. La ñ del guanche corresponde a una nasalización de O3
la -n- o bien que la forma "ak sería como entre los tuareg del
norte, hak, lo que daría $:wa-n-hak, de donde sale wañac, por
paiataiización. Es decir, la -n- se pdataiiza delante de la -M-,
dando ñ, con lo que tenemos la palabra correcta» (1980: 51).
Según el mismo autor, el canarismo gánigo 'cazuela de barro
cocido' procede del kabil del norte de Argelia igua 'cocer', de
donde se puede sacar gua-n-igua, que da 'el que se cuece', es
decir, 'objjeio en que se cuece', que era precisamente para !e,
que servía el gánigo guanche» (1980: 50). Por último, respec-to
de la antigua palabra isleña guapil 'sombrero de los aborí-genes',
nos dice el autor citado lo siguiente: «el origen (de
540 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 4 1
guapil) es la palabra guanche "til, que significa 'sombra', de lo
que viene wa-ti1 'lo que da la sombra' o 'lo que sirve para dar
sombra'. Esta era la palabra guanche correcta pero después se
transformó en guapil» (1980: 51-52). Como señala el autor en
el mismo lugar, en bereber es muy corriente el cambio de la
consonante /p/ por la consonante /t/.
3. PROBLEMAEXST ERNOS EN EL ESTUDIO
DE LOS GUANCHISMOS
La confusión y el retraso que se observan en el estudio del
vocabulario canario de procedencia guanche no se deben
Ilinicmxnte 3 13s menrionadus dificultades inherentes u! mé-todo
científico, sino que obedecen también a causas externas
a los mismos procedimientos de investigación. Entre estas cau-sas
extracientíficas destacan, por encima de todas las demás,
las dos siguientes.
En primer lugar, la condición de voces dialectales, de vo-ces
de una variedad lingüística del español perteneciente a una
sociedad secularmente marginada y atrasada. Esta negativa
valoración dialectal determinó que los guanchismos no fueran
nunca tenidos en cuenta por la lingüística oficial española,
convirtiéndose así en pasto de aficionados y románticos de
toda laya, que han analizado este caudal léxico con más volun-tarismo
y entusiasmo que con verdadera formación científica.
Debido a sus orígenes histórico-comparativos, la lingüística
española más arraigada centró sus esfuerzos casi exclusi-vamente
en el estudio del vocabulario de nuestra lengua here-dado
del latín, con manifiesto desdén hacia el vocabu-lario
prestado. Como no podía ser de otra forma, este desdén
aumentaba en el caso de los préstamos de las modalidades
marginales del idioma, contempladas a veces como una seria
amenaza para su unidad. Así, convertidos los guanchismos en
patrimonio de los buscadores de quiméricos pasados, el resul-tado
de su estudio no podía ser otro que el que fue: un rime-ro
de trabajos plagados de arbitrariedades e ingenuidades que
no hace más que poner obstáculos en el avance de la investi-
Núm. 43 (1997) 54 1
42 'MARCIAL MORERA
gación, porque su necesaria crítica obliga a perder mucho
tiempo a las personas capacitadas para llevar a cabo la tarea.
En palabras de Wolfel, que suscribimos en su totalidad, «el
diletantismo propiamente dicho, el ocuparse de una especiali-dad
científica sin preparación metódica y sin los conocimien-tos
necesarios, puede acarrear graves daños al cultivo de la
ciencia, puede embrollar la materia y despistar al investigador;
también puede detener y enredar el progreso de la investiga-ción
e incluso hacerlo imposible, cuando lo alimenta con fan-tasías
y pasiones, entierra el tema de investigación bajo un
montón de errores e impide así el acceso a los fundamentos
reales. Tal diletantismo ha de ser combatido despiadadamente NB
por el hecho de que obliga a gastar mucho tiempo y trabajo
al investigador serio y metódico, que ha de desbrozar tal O n
basura para su propia investigación y la de sus colegas. Des- -- m
O
graciadamente muchísimos investigadores, de ordinario con- £E
cienzudos, se contentan con tomar su material de segunda o 2
E
tercera mano, y a menudo esta mano es la de un constructor
-
de castillos en el aire» (1958: 2). 3
Buena parte de la responsabilidad en la incuria que comen-
- -
0
m
tamos recae, como no podía ser de otra forma, en la que fue E
universidad regional de Canarias durante más de dos siglos, O
la Universidad de La laguna, que se empezó a preocupar por n
E el patrimonio cultural de las Islas muy tarde y de forma bas- -
a
tante parcial. La consecuencia de ello fue que no se habilita- 2
n
ron los medios necesarios para preparar científicamente a n
n
investigadores que se ocuparan de estudiar con rigor un ma- 3
terial lingüístico tan complicado y erizado de problemas como O
el que comentamos. Ya desde el siglo XIX, se lamentaba el po-ligrufc!
tinerfeñe J. -4. A!v~lrez Rim de ql~e sus comptrintar
gastaran su dinero en «tantísima bobería» y de que no «se
hubiese animado alguno a viajar por el África inmediata, o
costear a quien pudiese hacerlo, para observar el lenguaje y
uso de los pueblos de las montañas de Marruecos y de Suz,
que a pesar de hallarse ya muy mezclados con los árabes.
mucho pudiera ilustrar nuestra historia y curiosidad. Pero esta
clase de especulaciones no entran en la esfera indolente del
isleño, que vive satisfecho con oír o leer de carrera las que
542 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
hacen los sabios extranjeros, sin jamás pensar en la gloria que
se adquiere con ello» (1990: 26). Esta dejadez de responsabili-dad
por parte de la vieja universidad regional de Canarias
ha hecho que, hasta ahora, los jóvenes isleños que se hacían
preguntas acerca del pasado de su tierra, al no recibir una in-formación
objetiva y contrastada en sus establecimientos edu-cativos,
hayan tenido que procurársela por ellos mismos o
acudir a lo que podríamos llamar «prevaricadores o charlata-nes
de los guanchismos», frecuentemente tan mal informados
como ellos.
La otra causa externa que ha contribuido a retrasar el es-tudio
científico de los guanchismos ha sido su misma condi-ción
de palabras procedentes de la lengua de los antiguos po-b!
adm-es de! achipié!~ge, de veces que se süder; tomar como
emblemáticas de la canariedad. En estas circunstancias, la en-trada
de este material lingüístico en el apasionado mundo de
la lucha ideológica era prácticamente inevitable.
Para unos -algunos nacionalistas e independentistas regio-nales-,
los guanchismos se convirtieron en palabras sagradas,
en objetos de culto religioso, representantes de las esencias
más genuinas de la canariedad y de sus valores culturales, por-que
suponían que en ellos pervive el alma de sus ancestros.
Esta beatería guanchinesca ha servido de base a un estado de
opinión y una práctica que no dudamos en calificar de total-mente
carentes de fundamento.
El estado de opinión totalmente carente de fundamento es
que el idioma que se habla en las Canarias actuales es la len-gua
amazig más o menos modificada por la lengua española,
o la lengua guanche con sonidos españoles. De ahí que no
haya faltado quien haya reivindicado la necesidad de estudiar
esta supuesta «lengua patria» en las escuelas de las islas. Si
las personas que mantienen esta frívola opinión detuvieran su
atención en el análisis de la estructura fónica, gramatical y
léxica del lenguaje canario, se darían cuenta de que lo que se
habla en nuestro archipiélago no es otra cosa que la lengua
hispánica, y solamente la lengua hispánica, con determinadas
particularidades regionales. Esta evidencia debería bastar para
disuadirlas de su ridícula pretensión. Que el amazig es una
Núm. 43 (1997) 543
44 MARCIAL MORERA
lengua tan respetable como cualquier otra y que es merece-dora
de una enseñanza digna son cosas que no negaría nin-guna
persona con sentido común. Pero esto no tiene nada que
ver con la verdad histórica que nos dice que la lengua que
habla el pueblo hispano-canario es español, y no otra cosa.
La práctica carente de fundamento consiste en sustituir
palabras o expresiones españolas comunes por palabras o ex-presiones
de supuesta procedencia guanche o bereber que na-die
conoce, o que, si conoce, resultan extrañas o inapropiadas
en los textos en que aparecen ensartadas. Es lo que se apre-cia
en ese pastiche político (escrito en una muralla de una
famosa avenida de Santa Cruz de Tenerife) que, en lugar de
apelarnos a que «pongamos nuestro granito de arena en
la construcción de Canarias», como exige la propiedad de la
construcción, nos apela a que «pongamos nuestro tenique»,
con una impropia sustitución de la construcción española gra-nito
de arena por el no menos español (porque, aunque es voz
de procedencia guanche, está adaptada a las condiciones es-tructurales
de nuestra lengua) sustantivo tenique. Esta frase
solamente estaría justificada en el caso de que el hablante
pretendiera contradecir la expresión castiza, indicando que lo
que se pide no es solamente una pequeña contribución, que
es la idea que implica granito de arena, sino un gran esfuerzo,
que es lo que evocana el sustantivo fenique. Lo mismo sucede
en esas pintadas callejeras que, en lugar de exigir libertad o
independencia con las palabras españolas correspondientes,
nos las piden con la palabra bereber azamg, seguramente tan
desconocida o extraña para el público canario en general
como para sus propios autores; o en el caso de determinados
ai-~icu~opser ic>&sticoc (ubra de los apasionadGs del ixdige-nismo)
en que, en lugar de Gran Canaria o La Laguna, se nos
habla de Turnarán y Aguere, respectivamente, nombres que so-lamente
conocen los eruditos. Hasta tal punto son conscien-tes
los autores de estas sustituciones del desconocimiento que
!os !ect~resn ~ rma k st i enen de este igcibu!xi~,q ue nn es
infrecuente que caigan en la tentación de proporcionarnos las
denominaciones actuales entre paréntesis. Lo que se suele con-seguir
con estas prácticas pueriles de sustituir una palabra
544 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL ESTUDIO DE LOS GUANCHISMOS. CONSIDERACIONES METODOL~GICAS 45
española patrimonial por una palabra española prestada del
guanche no ha sido otra cosa que tergiversar y violar el espí-ritu
semántico de las piezas de nuestro patrimonio léxico, ha-ciéndoles
usurpar el puesto de otros signos de la lengua cas-tellana.
La visión mítica de los guanchismos ha sembrado de
ingenuidades su campo de investigación, al tiempo que ha
impedido que se avance en su análisis científico, pues todo
estudio riguroso de este material lingüístico que contradijera
las descabelladas teorías que comentamos era considerado por
algunos sectores como una macabra artimaña empleada por
los colonialistas españoles para profanar los valores más sa-grados
de la patria canaria.
Otros grupos ideológicos -algunos grupos políticos nacio-nales
o centralistas, que siempre han detentado el poder en
nuestra tierra- vieron en los guanchismos una especie de jer-ga
balbuceante propia de sediciosos que podía utilizarse como
grito de guerra para reivindicar la independencia de las islas.
Obcecados por esta idea tan perversa como equivocada, jcómo
iba el poder a invertir dinero en la formación de investigado-res
que se ocuparan de estudiar científicamente estas voces?
Antes al contrario: bien venía a sus intereses ideológicos que
el análisis de los que ellos consideraban «engendras idiomá-ticos
» siguiera en mano de los apasionados y diletantes, como
hemos visto, los mayores enemigos científicos de este patrimo-nio
idiomático. Nunca las extraviadas prácticas de una ideo-logía
nacionalista sirvieron tan bien a los mezquinos intereses
de una ideología centralista. La consecuencia más trascenden-te
de ello es que ha perdido la ciencia, y, con ella, hemos per-dido
todos. Porque, aunque pueda parecer paradójico, todos,
sin excepción, saidriamos ganando con ei estudio científico de
los guanchismos.
Las personas que profesan una ideología política nacional
saldrían ganando con el estudio riguroso de los guanchismos,
porque este estudio demostraría que tales voces no son engen-d
r o ~id iomáticos, antiguallas procedentes de ia lengua de un
pueblo primitivo lamentablemente desaparecido en los albores
de la Edad Moderna (Morera: 1991 : 41-66), como sí lo son sus
momias, sus piezas de cerámica, sus petroglifos o las ruinas
Núm. 43 (1997) 545
46 MARCIAL MORERA
de sus poblados, sino que son palabras genuinamente españo-las,
palabras que enriquecen nuestra lengua. Realmente, los
guanchismos Dommas, gánigo y baifo, por ejemplo, no signifi-can
'hombre habitualmente sonriente', 'objeto en que se cuece
algo' y 'ser sin cuernos', que es el significado que, según algu-nos
estudiosos, les correspondía, respectivamente, en la lengua
originaria, sino que significan 'determinado nombre propio
masculino', 'vasija de determinadas características' y 'cabrito',
sin más, como tampoco tienen nada que ver con sus signifi-cados
originarios 'mejilla' y 'calorJ los arabismos españoles al-mohada
y alhowe, que no significan otra cosa que 'colchonci-llo
que sirve para reclinar sobre él la cabeza en una cama' y
'erupción en la piel de los recién nacidos'. Vistas las cosas con
objetividad, los préstamos del guanche al español no corrom-pieron
OS sistemas iéxicos de éste, sino que 10s enriquecieron.
Las personas que defienden posturas políticas nacionalis-tas
o independentistas también tienen mucho que ganar con
el estudio científico de los guanchismos, porque, aunque no
se trate de palabras propiamente guanches, ni se pueda re-construir
con ellas la lengua de los aborígenes isleños, sí son
palabras propiamente canarias, palabras forjadas con el sudor
de los hispano-canarios del ayer, que hablan del presente de
los canarios de hoy y que forman parte del instkmento de la
esperanza de los canarios del mañana, que no es otro que la
lengua española. Gofio, guirre, tabaiba, Tacoronte, Gomera,
Iballa, etc., son nombres estrictamente españoles, sí, pero
nombres de esa variedad de español que hablan los canarios,
nombres que están impregnados de nuestra sensibilidad y que
contribuyen (conjuntamente con otros prestados o panhispá-
=ices) 2 nurstrz i&ntif;,r2rión reme secieci,ud p2fiicu!2r den-tro
del caudaloso y turbulento río de los pueblos hispánicos.
Solamente respetando escrupulosamente la verdad histórica es
posible construir un proyecto político nacionalista honrado.
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