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Núm. 49 (2003) 125 68 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS P O R JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ Durante la segunda mitad del siglo XVIII, con el predominio filosófico de la Ilustración, el Estado estuvo encargado de fomen-tar e impulsar la agricultura movido por un interés bien enten-dido que le llevaba a preocuparse de la situación económica y espiritual del campesinado, así como a emplear nuevos métodos para intervenir con consejos y órdenes en las obsoletas estruc-turas productivas. En libros y opúsculos, así como en las actas de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, encontramos mu-chas ideas «luminosas» sobre el mejoramiento y renovación de la agricultura canaria. Si creyéramos al pie de la letra todo lo conservado en los archivos, sacaríamos una idea falsa de la rea-lidad porque muy pocos de estos proyectos fueron llevados a la práctica y muchos menos con resultados exitosos. Incluso, en aquellos casos en que se plasmaron de forma efectiva, se trató únicamente de experimentos a los que se dio gran difusión y formaron parte de una propaganda política grandilocuente que prontamente fue olvidada. En definitiva, lo que sucedió es que el ingenio sustituyó a la falta de tierra, simiente, ganado, herramientas. Esto no fue algo exclusivo de Canarias, sino que se enmarca dentro del progra-ma ilustrado, con sus mitos acerca de la ciencia y el progreso. 126 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 2 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ En este contexto de experimentalidad entendemos que Arthur Young presumiera de haber realizado en sólo cuatro años (1763- 1767) más de 2.000 experimentos en el campo agrícola. Una parte de esos nuevos experimentos se fueron aplicando, aunque el campesinado, mayoritariamente, todavía seguía con los mé-todos de sus antepasados. Hubo zonas donde la agricultura al-canzó un alto grado de evolución con estos métodos renovado-res, como Flandes y Brabante, que se convirtieron en la meca de los peritos agrícolas extranjeros1. La historiografía española ha resaltado en muchos casos los cambios que se producen en el utillaje agrario a fines del siglo XVIII, aunque ni siquiera esta cuestión se ha tratado realmente de forma monográfica. Concretamente en el caso canario, los estudios sobre agricultura se han centrado casi de forma exclu-siva en los regímenes de propiedad de la tierra, con lo que los medios de producción adolecen de investigaciones más exhaus-tivas2. La mayor parte de las fuentes utilizadas para este estudio se encuentran en el Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, ya que recoge el pensamiento ilus-trado en esta materia y las acciones que se llevaron a cabo, del 1 B. H. SLICHER VAN BATH, Historia agraria de Europa Occidental (500- 1850), Barcelona, Península, 1978, pp. 353 y ss. Se ha señalado la divulga-ción de obras de agronomía en la Corona española en ÁNGEL GARCÍA SANZ, «Agronomía y experiencias agronómicas en España en la segunda mitad del siglo XVIII», Moneda y Crédito, núm. 131, diciembre 1974, pp. 29-54. Sin embargo, con posterioridad se ha debatido acerca de la influencia efectiva en la agricultura de estos escritos, que según la ironía voltairiana eran leí-dos por todos excepto por los agricultores, pero en cualquier caso esta li-teratura debió responder a una cierta demanda social generada por propie-tarios, rentistas y ciertos sectores de agricultores interesados en las mejoras y el progreso agrario, aunque con efectividad limitada. MANUEL ARDIT LUCAS, Agricultura y crecimiento económico en la Europa occidental moderna, Madrid, Síntesis, 1992, p. 80. 2 Hemos publicado un estado de la cuestión sobre la historia de Cana-rias en la Edad Moderna, al que nos remitimos: JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ, «Historiografía canaria sobre el Antiguo Régimen», Almogaren, XXX, Karlsruhe, 1999, pp. 117-130. En este campo destacamos los trabajos de Vicente Suárez Grimón, Antonio M. Macías Hernández y Juan Ramón Núñez Pestano. Núm. 49 (2003) 127 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 3 mismo modo que hemos perseguido la plasmación de esas ini-ciativas en las medidas propuestas por el Cabildo de la Isla. En la actas de la Sociedad Económica de La Palma no hemos en-contrado referencias sobre el particular y en Gran Canaria la mayor parte de la documentación ha desaparecido, de modo que hemos seguido la cuestión a través de referencias de autores de la época, que hablan de la Sociedad Económica o que elabora-ron libros sobre la «nueva» agricultura. Igualmente, los papeles del antiguo cabildo de la Isla se quemaron accidentalmente a mediados del siglo XIX, aunque afortunadamente hemos podido completar nuestras noticias con referencias que hemos hallado en el Archivo del Museo Canario y algunos documentos deposi-tados hoy en día en un centro privado, el Archivo de Acialcázar. Durante el Antiguo Régimen los agricultores se habían cen-trado en la mejora de los rendimientos económicos por unidad de superficie cultivada, en el aumento del volumen de la pro-ducción que se obtenía de ese bien escaso que era la tierra3. Ahora aparecen nuevas plantas al lado de los cereales, unido a la extensión de la agricultura intensiva, que supone una mejora evidente frente a los sistemas extensivos. En Canarias la agri-cultura era mayoritariamente de secano, aprovechando el agua de las lluvias, lo que produjo siempre grandes desigualdades en las cosechas que se hallaban totalmente determinadas por un régimen pluviométrico irregular, por lo que, las innovaciones agrarias trataron de mejorar el sistema productivo para hacer el agro canario menos dependiente de las inclemencias atmos-féricas. La Ilustración partía de la premisa de que existe un estado social, político, económico ideal, su «proyecto moderno» defen-día la universalización de valores, es decir, racionalmente admi-tía un modelo deseable que debía guiar las acciones individua-les y colectivas. Así, los pasos a imitar serían idénticos para todo el planeta y para todas las sociedades. Los ilustrados iban por tanto a intentar el adelanto del país dentro de su concepción de la universalización de los valores, donde el crecimiento econó-mico era la base de la generalización del bienestar material. 3 JOSEP FONTANA, Introducción al estudio de la historia, Barcelona, Crí-tica, 1999, p. 103. 128 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 4 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ Las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, des-de su misma fundación, comenzaron a ocuparse de todo lo que pudiese contribuir al adelanto de la agricultura. Los progresos científico-técnicos trataron de mejorar los instrumentos de la-branza, aprovechar mejor las aguas, e introducir nuevos culti-vos. El aumento poblacional, especialmente en los núcleos ur-banos, generó un incremento de la demanda de productos agrícolas de consumo, lo que revalorizó sus precios con el con-siguiente aumento de la renta de la tierra. Es decir, los secto-res sociales más pudientes estarán firmemente interesados en las mejoras en el sector agrario, así como en la instrucción de los labradores para aumentar la producción. De hecho, la ma-yor parte de las veces los experimentos los asumían los gran-des terratenientes, los cuales tenían un peso considerable en las Reales Sociedades Económicas, ya que propugnaban un desarrollo agrícola sustentado en meras reformas técnicas que no afectasen a la intocable distribución de la propiedad de la tierra4. La mayor parte de las veces los experimentos fueron hechos por los terratenientes, mientras los campesinos mantenían una actitud incrédula cuando no reprobatoria; los organismos cana-rios manifestarán quejas incluso por la emigración hacia Amé-rica de trabajadores del campo, porque consideraba que atañía negativamente a la agricultura. En este contexto entenderemos mejor que los Amigos del País dieran clases de agricultura, don-de se debatían los problemas que afectaban al sector y donde se abordaban cuestiones relativas a la selección de semillas, las técnicas agrícolas, los aperos de labranza, etc., una opción que hay que poner en relación con que las técnicas de cultivos em-pleadas eran muy antiguas y los medios disponibles eran esca- 4 CARLOS MARTÍNEZ SHAW, El Siglo de las Luces. Las bases intelectuales del reformismo, Madrid, Historia 16, 1996, p. 21. CARLOS MARTÍNEZ SHAW, «La cultura de la Ilustración», en ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ, Historia de España. 7. El reformismo borbónico (1700-1789), Barcelona, Planeta, 1989, pp. 435-539. El punto de encuentro que permite la colaboración entre el gobierno y los ilustrados es la creencia compartida de que la moderniza-ción redundaría en el interés general de la nación y en el de cada uno de los particulares (p. 486). Núm. 49 (2003) 129 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 5 sos lo cual incidía en los bajos rendimientos5. Así las Sociedades Económicas trataron de cubrir el vacío de los organismos esta-tales, por lo cual emprendieron una campaña destinada a la investigación agrícola y trataron de evitar el estancamiento en el sector mediante ensayos continuados, cultivos alternativos y mejoras infraestructurales para adaptar la producción agrícola a las demandas del mercado. Como sabían que el desarrollo agrícola exigía cambios técni-cos, discutían sobre las nuevas semillas, sobre las técnicas a aplicar en la agricultura, sobre los diferentes artefactos que con-vendría adoptar en la labranza, etc6. Diversos autores intenta-rán, a través de la observación como método científico, ilustrar al campesinado canario sobre el arte de la agricultura. Así sus obras y los debates que generaron se convierten en una recopi-lación de las actividades dominantes a los que tratarán de in-corporar sus conocimientos científicos, adquiridos generalmen-te fuera del Archipiélago7. 5 Para el caso castellano, ALBERTO MARCOS MARTÍN, «El crecimiento agrario castellano del siglo XVIII en el movimiento de larga duración. ¿Mito o realidad?», Estructuras agrarias y Reformismo ilustrado en la España del siglo XVIII, Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1989, pp. 133-163; señala que la producción aumentó significativamente a pesar de la ausencia de novedades técnicas, por lo que el crecimiento debe ser explicado en función del incremento de tierras de cultivo y la aplicación a la actividad productiva de más trabajo y capital (pp. 143-144). Por su par-te, Pedro Ruiz Torres ha señalado que las innovaciones técnicas tropeza-ban con el peso que todavía conservaba la economía campesina con sus tradicionales formas de cultivo, base no sólo de la agricultura de subsisten-cia, sino también de la agricultura mercantil, al menos en el caso valencia-no (p. 179). PEDRO RUIZ TORRES, «El País Valenciano en el siglo XVIII: la transformación de una sociedad agraria en la época del absolutismo», en ROBERTO FERNÁNDEZ (ed.), España en el siglo XVIII, Barcelona, Crítica, 1985, pp. 134-248. 6 GONZALO ANES ÁLVAREZ, Economía e Ilustración en la España del si-glo XVIII, Barcelona, Ariel, 1972, p. 32. La divulgación de los conocimien-tos acerca del suelo y las técnicas más adecuadas para el cultivo constituyó uno de los estímulos a la agricultura (p. 136). MIGUEL ARTOLA, «Transfor-maciones económicas», en Carlos III y la Ilustración, Madrid, Ministerio de Cultura, 1988, t. I, pp. 133-144. 7 Esto lo vemos en uno de los más destacados representantes de la ilus-tración canaria, Viera y Clavijo, sobre cuya obra literaria contamos con un 130 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 6 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ A pesar de lo señalado al principio, debemos ser ecuánimes y no menospreciar los logros, aun cuando no fueran tan hala-güeños como se esperaba. De hecho, serán pocos los cambios introducidos en los siglos posteriores (prácticamente hasta nues-tros días), en lo que se denomina la «agricultura tradicional», de modo que las iniciativas ilustradas fueron el cimiento del desarrollo agrario del siglo XIX, que permitió un incremento en la superficie cultivada, principalmente en las bandas meridiona-les de las islas centrales, para lo que fueron importante las re-glamentaciones de las aguas, las técnicas extractivas y la mayor eficacia de los sistemas de regadíos, porque el conservadurismo de la gente del campo, en sus actitudes, en sus costumbres y en sus razonamientos, no impidió que se adoptaran novedades y que éstas se transformaran enseguida en tradiciones. Para inte-grar las novedades era preciso que estuvieran convencidos de su eficacia, por lo que la observación y la experiencia resultaban condiciones necesarias. Y los gobernantes ilustrados fueron conscientes de esta necesidad8. Las Sociedades Económicas tuvieron una importancia clave en el proceso de extensión de la agricultura, siguiendo las teo-rías del pensamiento económico fisiocrático9. A pesar de no ser estudio exhaustivo: VICTORIA GALVÁN GONZÁLEZ, La obra literaria de José de Viera y Clavijo, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Cana-ria, 1999; los temas científicos se proyectan en su poesía didáctica, como en Las bodas de las plantas o Los aires fijos, donde defiende la necesidad de introducir conocimientos prácticos y útiles que permitan el desarrollo y el progreso (pp. 550-551). 8 GONZALO ANES ÁLVAREZ (ed.), La economía española al final del Antiguo Régimen. I Agricultura, Madrid, Alianza-Banco España, 1982; en la intro-ducción de este autor, p. XXXV. 9 Estas ideas han sido desarrolladas de forma monográfica por ERNEST LLUCH y LLUÍS ARGEMÍ, Agronomía y fisiocracia en España (1750-1820), Valencia, Alfons el Magnànim, 1985. La principal obra sobre agricultura en Canarias elaborada en plena Ilustración, con un título tan significativo, apa-rece: «Porque de la Agricultura depende principalmente nuestra subsisten-cia, nuestro bien estar, y la felicidad de la vida... Porque la abundancia, la población, la salud, la riqueza, la prosperidad, las primeras materias, el comercio, las artes, y la verdadera grandeza de las naciones, todo se debe á la labranza». JOSEPH DE VIERA Y CLAVIJO, Librito de la doctrina rural, para que se aficionen los jóvenes al estudio de la agricultura propia del hombre, Las Palmas de Gran Canaria, Imprenta de la Real Sociedad, 1807. Núm. 49 (2003) 131 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 7 organismos estatales, ni dominados por una clase social concre-ta, se componían de ilustrados que trataron de planificar y de propiciar una serie de medidas que favoreciesen la implantación de innovaciones técnicas en la agricultura canaria. Fueron el vehículo más eficiente y dinámico en esta materia y por ello los veremos constantemente relacionados con cualquiera de los as-pectos que trataremos a continuación. Buscaron el adelanto de las ciencias que consideraban «útiles» y el fomento de la econo-mía, para lo cual, la elaboración teórica debía ponerse al servi-cio de la mejora técnica y de la educación popular y debía re-percutir en el progreso de las fuerzas productivas10. Las Sociedades Económicas hicieron suyas la preocupación por mejorar la producción del sector primario, que se convirtió en uno de los objetivos básicos de casi todas ellas, y también en uno de los campos donde lograron realizaciones más palpables. Los Amigos del País también criticaron la falta de una ense-ñanza agrícola en las escuelas, en consonancia con su convic-ción del papel de la instrucción pública como elemento de trans-formación económica. Así, se propusieron: ... el recogimiento de centenares de Jóvenes de ambos sexos que vaguean ociosos por las calles sin más ejercicio que la mendicidad: el dar ocupación a los encarcelados: Hacer almacigas de Morales: Dar fomento a la cría de gusanos de seda, ya inspirando con el ejemplo método más venta-joso a las que se dedican este precioso ramo de industria, y ya arbitrando medios para que se logren el premio mere-cido a sus tareas11. La socialización de la instrucción pública en Canarias data del reinado de Carlos III12, pero escuelas de este tipo todavía fueron abiertas a principios del siglo XIX, la Real Sociedad Eco-nómica de Las Palmas fundó una para impartir clases de agri-cultura, con el total apoyo del Obispado de Canarias, que desde 10 CARLOS MARTÍNEZ SHAW, op. cit. El Siglo..., p. 20. 11 A.R.S.E.A.P.TFE. (Archivo de la Real Sociedad Económica de Ami-gos del País de Tenerife), Libro 4, Agricultura, 1778, fol. 71r. 12 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ, Política educativa de Carlos III en Ca-narias, La Laguna, Universidad de La Laguna, 1990. 132 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 8 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ una sala del Seminario Conciliar mantenía estas enseñanzas desde 180613, previa aprobación del Monarca. Estaba bajo la dirección del doctor Don Juan Bautista Bandini Gatti que la regentó durante seis años seguidos y presidía los exámenes, que se celebraban en el periodo estival14. Con ello vemos que la Iglesia también participó en las inno-vaciones en el terreno agrícola. Así, en 1797, el doctor Don Miguel Mariano Toledo, arcediano de Gran Canaria y provisor del Obispo Manuel Verdugo, expidió una circular que incluía la Real Orden de 28 de noviembre del año anterior en la que el Rey exponía la necesidad de que los párrocos instruyesen a sus feligreses «en los medios de mejorar y adelantar la Agricultura», para lo cual debían adquirir, a sus expensas o de los caudales eclesiásticos, un opúsculo en el que se enseñaba las formas de trabajar la tierra con diversas innovaciones tecnológicas15. Inclu-so entre 1797 y 1808 se llegó a editar en Madrid un periódico dirigido a los párrocos, que constituían el nexo cultural que ser-viría de puente para vehicular los conocimientos científicos ha-cia el mundo rural, desde donde se trató de difundir nuevas técnicas agrícolas y el trabajo con semillas poco o nada usuales en España16. El 31 de enero de 1778, Don José de Llarena y Mesa presen-tó a la Sociedad un memorial sobre aperos de labranza, prados artificiales, nuevas semillas y los premios que debían implemen-tarse para incentivar estas innovaciones. Su informe empieza enumerando las ventajas de la aplicación a la agricultura de estos nuevos factores, ya que ello serviría para el recogimiento de muchos jóvenes de ambos sexos inmersos en el mundo de la marginalidad, que así serían convertidos en «útiles a la patria», 13 CRISTÓBAL GARCÍA DEL ROSARIO, Historia de la Real Sociedad Econó-mica de Amigos del País de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, Man-comunidad de Cabildos de Las Palmas, 1981, p. 141. 14 A.M.C. (Archivo del Museo Canario), sig. XIV-B-85-6, 1808, s/fol. 15 A.R.S.E.A.P.TFE., Fondo Rodríguez Moure, sig. RM-256 (22/51). MARTÍNEZ DE FUENTES, Vida Literaria, t. II, fol. 8v. Esta referencia está con-tenida en un diccionario que elaboró dicho párroco, en su voz Agricultura. 16 FERNANDO DÍEZ RODRÍGUEZ, Prensa en la España de la Ilustración. El Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797-1808), Madrid, Ministerio de Agricultura, 1980. Núm. 49 (2003) 133 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 9 una de las obsesiones de los ilustrados. A continuación expone que las causas del atraso económico radican en la falta de ins-trumentos aptos para la labor de los campos y de algunas semi-llas17. Como ilustración pone el ejemplo de Europa, donde se han obtenido cosechas prodigiosas con el uso de la sembradora del arado cultivador de cuatro cuchillas de la grada y del rodi-llo18, lo que le lleva a solicitar la introducción de estos aperos de labranza, primeramente de forma simbólica por parte de los Amigos del País, para que luego se generalicen en el agro cana-rio y sean vendidos los que hayan sido adquiridos y se amortice el gasto. Una serie de semillas desconocidas en el Archipiéla-go se presentan como una alternativa en la producción. Así la zahína, el onobriche, la alfalfa, el cáñamo y el esparto. De la zahína nos comentarán los autores de la época: es una semilla más gruesa que el Cáñamo del color de Castaña cuando está maduro. Críase en los campos de Tarifa siguiendo la costa hacia Cádiz. Se siembra por abril y se recoge por septiembre a octubre. La principal excelen-cia de esta semilla consiste en no quitar fruto a la tierra, antes bien la sirve de abono y presta substancias, por lo que la siembra en los barbechos preparados para el riego, produce desde ciento y ciento cincuenta hasta doscientos por fanega como la tierra tenga humedad para nacer, des-pués no le hace falta agua. Su hoja sirve de verde a los ganados y la prefieren a la del millo. El onobriche necesita poco agua, la planta dura de cinco a siete años sin necesidad de replantarla y regenera la tierra para luego poner otras plantas. La alfalfa, enfatiza nuestro autor, «es una hierba de la mayor recomendación desde tiempos del Im-perio Romano», pues se puede cultivar en cualquier tipo de suelo y da hasta siete cosechas al año y en terrenos especialmente fértiles puede llegar hasta diez. 17 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, 1778, fol. 50v. 18 En el caso catalán parece generalizada la utilización de arados bas-tante perfeccionados, con los que parece abrirse paso lentamente una cier-ta tendencia a la experimentación agraria (p. 72). CARLOS MARTÍNEZ SHAW, «La Cataluña del siglo XVIII bajo el signo de la expansión», en ROBERTO FERNÁNDEZ (ed.), España en el siglo XVIII, Barcelona, Crítica, 1985, pp. 55- 131 (p. 72). 134 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 10 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ Don José de Llarena y Mesa cita a especialistas en esta ma-teria, concretamente los trabajos de Dupuy, May, Balcárcel y Bomare. En un escrito que se envía al Cabildo de Tenerife, se añaden además otros agrónomos como Natal, Chomel y Liger. Sobre la alfalfa, los prados artificiales, el cáñamo y el esparto, los especialistas referenciados destacan directamente a Campo-manes quien expone de forma amplia en el tomo primero del Apéndice a la Educación Popular19. Estos dos últimos productos iban destinados a servir de materia prima para desarrollar la industria rural ya que su elaboración permitía un ingreso com-plementario a la actividad agraria en momentos de paro es-tacional; el desarrollo de dicha industria necesitaba un aporte de materias primas que potenciaría la expansión de nuevos cul-tivos. Se trataba de sanear la economía campesina y de fijar más fuerza de trabajo a la tierra, lo que redundaría en un in-cremento de la renta agraria20. La introducción de estas dos semillas prácticamente no de-bía tener costo económico para los socios, ya que podían ser traídas desde el norte de Europa a bajo precio y los propios miembros de este organismo empezarían a instruir con el ejem-plo, para lo cual la Económica tinerfeña acordó que con las aportaciones de sus miembros se debían comprar sembraderas, un arado cultivador, otro de cuatro cuchillos, una grada y un rodillo; junto con cuatro quintales de semilla de alfalfa, cuatro de onobriche, cuatro de zahína, un quintal de semilla de cáña-mo y medio de esparto21. El propio Obispo de Canarias había en- 19 A.M.L.L. (Archivo Municipal de La Laguna), sig. S-IX, leg. 4, 1778, fol. 1r. 20 ANTONIO M. MACÍAS HERNÁNDEZ, «Reformismo ilustrado y transforma-ciones agrarias», en Vicente Suárez Grimón, CARLOS MARTÍNEZ SHAW y AN-TONIO BÉTHENCOURT MASSIEU, Canarias y Carlos III, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1991, p. 67. Sobre la produc-ción de cáñamo en Gran Canaria sabemos que en 1790 se obtuvieron 16 arrobas en La Aldea, 1.050 en San Lorenzo y 400 en Telde, con precios que oscilaron entre 94 y 102 reales la arroba. A.A. (Archivo de Acialcázar), «Estadística», s/fol. 21 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, fol. 50v. Tres meses más tarde es-criben al Cabildo de la Isla comunicando que están a punto de recibir di-chos instrumentos y las semillas: A.M.L.L., sig. S-IX, leg. 5, 1778, fol. 1r. Núm. 49 (2003) 135 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 11 viado a los Amigos del País de Tenerife, un cajón con semillas de esparto para ver si podía adaptarse; los socios agradecieron el envío y experimentaron con ellas. La sembradera había sido inventada en la segunda mitad del siglo XVII, y con ella se lo-graba un ahorro significativo de semillas frente al sembrado que se derramaba a puño sobre la tierra, que era el método tradi-cional. La grada servía para desmenuzar los terrones y allanar e igualar la superficie, al tiempo que sacaba todas las raíces y malas yerbas. La creación de premios que fomentasen una determinada actividad fue algo ya defendido por Campomanes, por lo que _las Sociedades Económicas fueron requeridas en esta dirección. Así, en 1779 un socio propuso premiar el descubrimiento de margas para estimular su empleo. De este modo, se convocó un premio consistente en una medalla (más 200 reales si el gana-dor fuese pobre), para quien descubriese la marga en la Isla para utilizarla como abono. Para ello el concursante debía presentar-la en la Sociedad Económica y señalar el lugar de extracción; en el caso de que existiesen en distintos lugares (se especifica una distancia de cuatro leguas o más), se obtendría el mismo premio. Pero si llegaban dos personas que la hubiesen sacado del mismo lugar, el premio correspondería al que demostrase que la había extraído en primer lugar. Por supuesto lo socios debían hacer los ensayos y pruebas necesarias para asegurarse de la calidad de la marga22. En la convocatoria de premios de 1782, que aparece de forma impresa, en la sección de agricultura se dice que la plantación de árboles ya no es nada experimental, al año siguiente se hace la misma anotación y en los años pos-teriores ya no es necesario incorporar dicha precisión23. Vemos que en ese terreno ya daban los conocimientos previos como algo definitivo. Esta política de premios se llevó a cabo, aunque hubo excep-ciones como en 1780, que debido a la epidemia de viruelas fue Sin embargo, en un acta de 15 de octubre de 1779 reconocen que no han llegado todavía dichos productos y achacan las causas a las consecuencias de la guerra: A.R.S.E.A.P.TFE., libro 7, Actas, fol. 157r. 22 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, fol. 128v. 23 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 8, Actas, fols. 90r-v, 153r-154v y 215r. 136 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 12 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ suspendido el reparto de premios con motivo de la festividad de San Carlos (que se celebraba por ser la onomástica del monar-ca y del príncipe de Asturias). Sin embargo, sí que aparece con-vocado un premio que se daría: Al que hiciese mayor número de experimentos exactos acer-ca de la sementera de trigo, dando razón circunstanciada de sus efectos, observaciones y reflexiones se le dará una medalla...24. Al año siguiente aparece una convocatoria cuyo tercer pun-to, un médico de La Laguna, don Carlos Yánez, fue galardona-do por su trabajo «El aumento del Lino y Experimentos en la sementera del trigo», los otros en torno a la orchilla y las margas, quedaron desiertos25. Entre los premios de 1785 había uno de 200 reales y medalla para quien expusiera «el estado actual de los montes, las causas de su ruina y los medios prác-ticos de su establecimiento», y otro por la misma cantidad de dinero «a la persona que en esta Sala hubiera prendido mayor número de algodoneros excediendo de cuatrocientos a fin de septiembre de 1785»26. Ese mismo año también hubo premios para fomentar plantaciones de plantas tintóreas como la hierba portel (Sfatis Fructoria), que se extraía de los tunos rojos27. Jovellanos, en 1795, publica en su Informe de ley agraria que es necesario instruir a «la clase propietaria de los principios de 24 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, fol. 177v. De nuevo en 1781 apare-ció la misma convocatoria, pero ahora impresa, fol. 236r. 25 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, fol. 236r. En 1790 se produjeron 1.278 arrobas de lino en Gran Canaria. A.A., «Estadística», s/fol. 26 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 8, Actas, fol. 215r. 27 Viera y Clavijo envió semillas de este producto que fueron repartidas entre los socios de la Económica. Este mismo ilustrado también envió una memoria en 1786 sobre el tinte denominado rubia o raspilla y otra acerca de los recursos para establecer la calidad de las papas, su origen y cultivos en Europa, donde insiste en el pan de harina de papas, que provocó abun-dantes debates sobre la mejora de su calidad. Tal vez como consecuencia de estas iniciativas, se incrementó la producción de papas, que alcanzó en 1790, las 800 fanegas en Agüimes y 12.000 en Gáldar. Sólo hemos obteni-do datos para estos dos pueblos, respondiendo a un cuestionario que se envió desde el poder central. A.A., «Estadística», s/fol. Núm. 49 (2003) 137 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 13 las ciencias útiles» que serán más beneficiosos que el conoci-miento abstracto para su aprovechamiento en los cultivos y así desarrollar el país28. En Tenerife don José de Llarena y Mesa recomienda la elaboración de un discurso haciendo ver las ma-terias primas que hay sin utilizar en el Archipiélago y que po-drían ser aprovechadas en algún ramo de la nueva producción industrial que se trata de incentivar. El 21 de febrero de 1778 con motivo de la festividad de San Carlos se acordó entregar los premios a los mejores trabajos sobre muchas materias, pero con especial insistencia en los que mejoraban la agricultura, concretamente los que versaban so-bre la orchilla, la marga, las mejoras en el regadío y la extrac-ción de aguas29. Con motivo de dicha entrega, los socios o algu-na personalidad relevante en este terreno, pronunciaban discursos sobre esos temas. Sabemos del leído el 1 de marzo de 1778 titulado «Reflexiones económicas sobre Montes con los medios prácticos para su restauración», por parte del secretario de la Sociedad Económica. El 28 de ese mismo mes, don Ale-jandro Saviñón presentó uno titulado «Discurso sobre las dife-rencias, utilidades, uso y medios para descubrir dicha Marga», y don José de Llarena y Mesa otro sobre «Corrupción del trigo y medios de impedirlo», por el cual obtuvo un premio30. Estos discursos se hacían con carácter semanal o en días especiales por alguna celebración, aunque en la Real Sociedad Económi-ca de Las Palmas, en determinados periodos, llegarán a pronun-ciarse en alguna ocasión dos en un día31. La Sociedad Económica de Tenerife trató de obtener terre-nos en los que llevar a efecto esas experiencias, lo que generó toda una serie de gestiones para lograr unas tierras en el Ro-deo Alto para poner en práctica esas novedades y predicar con el ejemplo. Así, en una Junta de 1778 de la Real Sociedad Eco- 28 GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS, Informe de la sociedad Económica de esta Corte al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de ley agraria, Madrid, Imprenta de Sancha, 1795, p. 356. 29 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, 1778, fol. 54r. 30 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, 1778, fol. 59r. 31 A.M.C., sig. XIV-B-85-6, 1808, s/fol. Entre el 20 y el 23 de julio de 1808 se diserta sobre innovaciones agrarias. 138 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 14 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ nómica se había acordado pedir al Ayuntamiento algunas fanegadas de tierra para ensayar y experimentar: se sirva franquear la suerte primera del Rodeo Alto a otra proporcionada en la mejor forma que pueda y como a los Ayuntamientos les tiene encargado S.M. faciliten y promue-van estos experimentos económicos que redundan en utili-dad de la República32. Don Fernando de Molina y Quesada, sargento mayor, dirigió el 11 de febrero de 1778 al Cabildo tinerfeño un escrito seña-lando la necesidad de la agricultura insular de ser instruida como medio para superar su retraso con respecto al resto de Europa. En concreto proponía la introducción de la sembrado-ra para reemplazar la siembra a voleo, el arado cultivador, las cuchillas de grada y el rodillo entre otros utensilios, necesarios para el desarrollo de nuevas semillas. Para ello, dicho socio so-licitaba terrenos de los que «tiene en abundancia» el Cabildo cerca de La Laguna33. Sin embargo, esta petición chocó con los intereses de un vecino, Don Ángel Gonzalo Rodríguez, oficial de barbero y san-grador, que se dirigió a esa institución alegando que dicha suer-te le había sido concedida en un repartimiento del 24 de noviem-bre de 1777 y declarando además, que ya había efectuado algunas mejoras en dicho terreno, por ello pide que se le entre-gue otra suerte que perjudique menos, ya que algunas de esa 32 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 75r.-77v. También en el Libro 7 de Acta de la Sociedad Económica se recoge una del 31 de enero de 1778 donde acuerdan solicitar al Ayuntamiento «le franquee un par de fanegadas de tierra donde hacer sus ensayos y experiencias», proponiendo que se premien algunos descubrimientos (fol. 50v.) además, aparece el en-cargo hecho a Don Fernando Molina y Quesada para que pidiera al Ayun-tamiento la suerte primera del Rodeo Alto, u otra de parecidas caracterís-ticas (fol. 51v.), más tarde, el 16 de mayo de ese año, este mismo socio informó extensamente sobre la petición efectuada (fols. 63r.-65r.). Don Fer-nando de Molina y Quesada dice que espera que el Ayuntamiento remita a la Junta de Propios para que informe a la Real Audiencia sobre la preten-sión de la suerte señalada para los ensayos y experimentos que intentan hacer. A.M.L.L., sig. S-IX, leg. 5, 1778, fol. 1r. 33 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fol. 78r. Núm. 49 (2003) 139 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 15 zona aún permanecían vacías. Los Amigos del País no recibían respuesta alguna a sus demandas y, por tanto, deciden verificar esa concesión, a lo que el Cabildo responde: Certifico en virtud de lo mandado como del cuaderno quin-to de la Junta de Propios al folio ciento noventa y dos se halla el mapa del terreno de las diez suertes destinadas para trazos en donde dicen el Rodeo Alto ver la primera suerte se hicieran cinco divisiones y al doscientos veinte está el repartimiento hecho con repartos a los Labradores que las poseían y en dicha primera suerte señaló a Juan Álamo Fernández34. Tras enumerar el responsable del Cabildo tinerfeño los tro-zos y los nombres de las personas beneficiarias de almudes y fanegas, se comprobó que entre ellas no figuraba Don Ángel Gonzalo Rodríguez, por lo que se pidió rectificación al escriba-no del Ayuntamiento, ya que era apremiante encontrar una so-lución, dado que había habido una inversión en compra de se-millas, sin tener tierras en las que experimentar. Vemos la reiterada insistencia de Don Fernando de Molina y Quesada, que señala que Don Ángel Gonzalo Rodríguez no aparece incluido en el acta del repartimiento del Cabildo y que, además, no es labrador, sino barbero, con otra parcela concedida en la ladera de San Lorenzo. Vemos que poco después el Cabildo admite que, como consecuencia de una Provisión de la Real Audiencia, se señaló la suerte primera del Rodeo Alto a Ángel Gonzalo Rodríguez, tal como también consta en la Junta de Propios. Los Amigos del País en agosto de 1778, tras analizar la documenta-ción, encomendaron a Fernando Molina y Quesada que conti-nuara las diligencias35. Tras esta larga polémica, el 28 de noviembre de 1778, el te-rreno del Rodeo Alto fue finalmente concedido a la institución 34 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 79r.-83v. 35 A.M.L.L., sig. S-IX, leg. 10, 1778, fol. 1r. En acta del 22 de agosto de 1778 se leyó el escrito del escribano del Cabildo don Domingo Tomás de la Peña y Magdaleno, que incluye el texto de la Junta de Propios del 5 de agosto y de la Provisión de la Real Audiencia de 27 de julio de dicho año, sobre la suerte para los ensayos agrícolas. A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, 1778, fol. 83r. 140 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 16 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ para la experimentación con esos nuevos cultivos y técnicas innovadoras en Canarias, aunque bien conocidas en el continen-te europeo: ... requirió a José de Herrera ministro alguacil Real con el auto del Señor Corregidor y Capitán de Guerra de esta Isla y la de La Palma por Su Majestad proveído el día 10 del corriente le diese posesión de dicha Suerte a nombre de la Sociedad que por su nombre le tomó por la mano y entró en ella de posesión, en donde se paseó, arrancó yerbas, y hizo dichos actos de posesión llamándose Dueño y Señor de dicha Suerte en nombre de la expresada Sociedad...36. Posteriormente, la suerte fue cedida el 15 de octubre de 1779 a la Hermandad de Labradores a cambio del pago de un canon anual de dos fanegas de trigo, pero con reserva de la propiedad a la Sociedad Económica. El objetivo explícito desde un primer momento era ceder dicha suerte con sus experimentos a los la-bradores37. En 1782, se dan noticias sobre diversos ensayos en Icod Alto sobre la sementera de trigo, valorando los resultados obtenidos. También, se realizaron más experimentos en otras tierras38. Así, entre septiembre y diciembre se aró una parcela que se hallaba en un terreno algo pendiente, sembrándose primeramente, se-gún el método tradicional, medio celemín de trigo. En una tie-rra contigua se plantó otro celemín, pero ahora en la mitad se hizo del mismo modo y en otra parte se remojó la sementera durante 24 horas en agua mezclada con estiércol de vacas, com-probándose que en la experimental el trigo brotó un día antes y produjo tres celemines y medio. Continuaron con esos experi-mentos, y con otro medio celemín de grano remojado obtu-vieron 4 celemines. De este modo siguieron realizando pruebas que iban dando distintos resultados en función de las distancias de separación entre simientes y de las mezclas con estiércol. Además: 36 A.M.L.L., sig. S-IX, leg. 10, 1778, fol. 5r.-v. 37 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 86r.-100v., y Libro 7, Actas, fol. 157r. 38 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, 1782, fols. 157r.-v. y 170r.-v. Núm. 49 (2003) 141 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 17 Todos los plantíos remojados nacieron al mismo tiempo, pero se adelantaron a los que se hicieron sin ninguna composición, notándose su lozanía, así en las cañas, como en las espigas39. Al caer en desuso el barbecho y con la introducción de plan-tas comerciales que necesitaban un abono intenso, se planteó el problema de los fertilizantes. El desarrollo de los abonos ha sido presentado como el factor explicativo para la intensificación de los cultivos en el siglo XVIII40. Se desarrolló en toda Europa un importante comercio de abonos, especialmente estiércol de ovejas y de palomas. Al lado del estiércol de establo se empezó a comprar el de las ciudades (excrementos humanos) y las ba-suras y desperdicios de las mismas. Además, se utilizaban ceni-zas de madera y de turba. Los ilustrados van a diferenciar dos tipos de abonos: los mecánicos, que se reducen a mezclar las tierras gredosas con las calizas y las areniscas con las gredosas, y un segundo tipo que son los abonos que sirven de alimento a las plantas, como el estiércol, las basuras, los despojos de vege-tales, las cenizas, el hollín, las materias fecales, el cierro y los musgos. Viera y Clavijo, con una mentalidad abierta y científica propia de la Ilustración, presenta un marcado esfuerzo pedagó-gico en sus obras, tratando de escribir con un lenguaje sencillo que fuese apto para todos; expone una solución para la escasez de abonos y sugiere como la forma de conseguirlos: ... arrancar las yerbas inútiles que nacen en los sembrados y viñedos, formar camas de ellas y echar encima de cada 39 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, 1782, fol. 158r. 40 JAIME GARCÍA-LOMBARDERO, La agricultura y el estancamiento econó-mico de Galicia en la España del Antiguo Régimen, Madrid, Siglo Veintiu-no, 1973, p. 57. El abonado fue cada vez más intenso en Galicia debido a la estabulación progresiva del vacuno y al empleo del monte bajo (p. 461). PEGERTO SAAVEDRA y RAMÓN VILLARES, «Galicia en el Antiguo Régimen: La fortaleza de una sociedad tradicional», en ROBERTO FERNÁNDEZ (ed.), Espa-ña en el siglo XVIII, Barcelona, Crítica, 1985, pp. 434-504. Del mismo modo, en Asturias el incremento en las cantidades de estiércol hizo posible abo-nar más intensamente las tierras de labor (p. 516). GONZALO ANES, «La Asturias preindustrial», en ROBERTO FERNÁNDEZ (ed.), España en el siglo XVIII, Barcelona, Crítica, 1985, pp. 505-535. 142 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 18 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ una, alternadamente capas muy ligeras de cal viva en pol-vo; pues a las veinticuatro horas se verifica la descomposi-ción de la hierba, y las cenizas que resultan son un abono excelente. El estiércol se utiliza cuando está bastante po-drido y bien fermentado41. En La Orotava, José de Betancourt y Castro, al referirse a los experimentos que hemos señalado en Icod Alto, afirma que la extensión de estas prácticas no serían costosas: Las repetidas tentativas y observaciones en estos experimen-tos, me acreditan cada vez más la utilidad que produce el preparar la semilla del trigo, como se ha dicho. Su método es bien fácil, y el abono nada costoso aun al más pobre labrador, pues con tener un canastro en donde poner el estiércol de su misma Yunta, y un vaso de barro para re-coger el agua que se filtrare, no necesita más, porque el propio pesebre en donde comen los bueyes les sirve para el remojo. Los buenos efectos de esta práctica de sementera me han hecho imaginar, que, con alguna otra circunstan-cia, se puede perfeccionar, o llegar a ser más lucrosa: así espero ver en otra ocasión las resultas de este juicio42. Por otro lado, debemos tener en cuenta que resulta imposi-ble conocer las cantidades de estiércol por tierra porque la do-cumentación habla de cargas o carretadas y, a falta de nuevos datos que arrojen más luz, desconocemos su equivalencia. Por otro lado, tampoco sabemos cuántos años pasaban hasta que las tierras volvían a abonarse. Pero en general, el estiércol te-nía una producción cara y limitada, por lo cual sólo se aplica-ba a las huertas de regadío y primera calidad, y la mayor parte 41 JOSEPH DE VIERA Y CLAVIJO, Librito..., op. cit., p. 17. En relación a los abonos, Antonio del Barco, un socio de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla, publicó una Memoria sobre varios ramos de la agricultura, donde proponía la sustitución de lo que denominaba el estiér-col muerto por el estiércol vivo; entendiendo que aquél sólo era de utili-dad si inmediatamente se llevaba a la haza y se repartía por ella, mientras que estiércol vivo es el excremento del ganado de cualquier especie. JACIN-TO DE VEGA DOMÍNGUEZ, Huelva a fines del Antiguo Régimen: 1750-1833, Huelva, Diputación Provincial, 1995, p. 96. 42 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, 1782, fol. 158r. Núm. 49 (2003) 143 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 19 de las tierras volvían a ser productivas por recuperación na-tural43. Los Amigos del País en Tenerife, en 1780, experimentaron sembrando trigo abonado con estiércol para compararlo con otro y verificar las ventajas producidas44. La preocupación por los abonos fue constante hasta finales del Antiguo Régimen. Así, en 1808 el diácono y seminarista Don Nicolás Carrillo hace un análisis de los abonos sacados de los tres reinos, sus especies y aplicaciones en los distintos terrenos45. En esta misma línea, Juan Bautista Bandini, que era el secretario de la Real Socie-dad Económica de Amigos del País de Tenerife, en un libro pu-blicado en 1816, señaló que los canarios desconocían la marga y no hacían uso de la mayor parte de los demás abonos que el «labrador diligente» empleaba en Europa46. Los ilustrados cana-rios llegaron a afirmar que el hallazgo de la marga merecía más aprecio que una mina de oro, porque esta planta permite que lugares incultos se conviertan en cultivables sin necesidad de abonos, la cuestión era encontrarlas aquí y luego hacer que se generalizara su uso. En este terreno todos los autores piensan que en Gran Canaria están algo más adelantados que en Tenerife donde la ausencia de estas técnicas es un obstáculo en su agricultura. También argumentó Bandini que la costumbre de enterrar ciertas cosechas, como arbejas, chochos o judías para abonar la tierra, estaba muy extendida en Canarias y pro-ducía buenos resultados. Igualmente que las plantas marinas se habían utilizado mezclándolas con la tierra para que se pudrie-sen. Finalmente, en una nota de su obra, nos informa de que, en el momento en que estaba a punto de imprimirse el libro, se empezaba a defender una nueva experiencia inglesa, el uso de polvo o cenizas de la barrilla como forma de abonar la tierra, 43 PEDRO GARCÍA, El mundo rural en la Europa moderna, Madrid, Histo-ria 16, 1989, p. 67. 44 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, fol. 172v. 45 A.M.C., sig. XIV-B-85-6, 1808, s/fol. 46 JUAN BAUTISTA BANDINI, Lecciones elementales de agricultura teórica, práctica y económica, La Laguna, Imprenta de Bazzanti, 1816. De la marga dice que «es una tierra caliza efervescente con los ácidos, más o menos blanca, más o menos compacta, casi siempre pulverulenta, y depositada en el interior de la tierra», p. 230. 144 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 20 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ especialmente en terrenos algo compactos. Noticia que juzgaba importante puesto que ese producto existía en Canarias de for-ma abundante y, además, servía para destruir los insectos y malas hierbas, aunque todavía en 1816 nadie lo hubiese experi-mentado en el Archipiélago47. Cuando empieza a escasear el es-tiércol se buscan sucedáneos, en el siglo XVIII en Inglaterra se habla de abonos artificiales, en el siglo XIX, químicos franceses y alemanes obtienen buenos resultados con fertilizantes sinté-ticos, lo que necesita un mayor conocimiento de la fisiología vegetal. Las sociedades económicas en toda Europa trataron de so-lucionar los problemas de la agricultura mediante la introduc-ción de reformas basadas en métodos científicos, mayoritaria-mente encaminados a superar el barbecho48. Por el contrario, Canarias estaba en un estadio mucho más atrasado, según el diagnóstico de Viera y Clavijo en su opúsculo citado. Viera, en efecto, critica el método empleado por la mayor parte de los agricultores canarios, ya que se fundamenta casi exclusivamen-te en el barbecho, que posteriormente vuelven a sembrar con el mismo grano producido, en lugar de alternar los cultivos, es decir, plantar raíces de diversas especies, por ejemplo combinan-do cereales con leguminosas49. A principios del siglo XIX en Ca-narias pocos ilustrados defienden el barbecho: ha tenido sus partidarios, aunque ya en el día son pocos los que apadrinan este método. Su objeto es hacer adqui-rir al suelo los principios consumidos por las cosechas an-teriores ya por medio de la labor, y ya por la influencia de los meteoros, o destruir las malas yerbas con labores repe-tidas50. La idea que predominó y se impuso en la Europa norocci-dental fue que el suelo debía regenerarse por medio de una se- 47 JUAN BAUTISTA BANDINI, Lecciones elementales..., op. cit., pp. 243-244. 48 ULRICH IM HOF, La Europa de la Ilustración, Barcelona, Crítica, 1993, p. 113. 49 JOSEPH DE VIERA Y CLAVIJO, Librito..., op. cit. Esta defensa está recogi-da en el capítulo X, titulado «Del Método de Cultivar». 50 JUAN BAUTISTA BANDINI, Lecciones elementales..., op. cit., p. 197. Núm. 49 (2003) 145 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 21 cuencia de cultivos, cada uno con un consumo peculiar, a dis-tintas profundidades, de varias sustancias químicas del suelo; por la introducción de plantas que poseían un efecto regenerativo; y, sobre todo, por un mayor abonado de las tierras que fue faci-litado por la expansión del abono animal51. Así se reducen los barbechos y como consecuencia se obtiene un cultivo más in-tensivo que consume más trabajo y capital y una parte mayor de cuya producción es destinada al mercado. Pero en Canarias, como ha demostrado Núñez Pestano para Icod de los Vinos, las posibilidades de transformar los sistemas de barbecho y rotación de cultivos no dependía solamente de la introducción de combi-naciones de cultivos que permitieran regenerar parte de la ca-pacidad reproductora de los terrenos, sino también de la dispo-nibilidad de abonos orgánicos, limitada por la parquedad de la cabaña ganadera52. Otra cuestión que preocupó a los ilustrados canarios fue la de las innovaciones de nuevos aperos de labranza. Así, en junta del 12 de mayo de 1777 ya se trató del medio de introducir el trillo en Telde y Agüimes, donde sólo era empleado el pisoteo de las yeguas para desgranar el trigo en las eras, práctica que po-día implicar la pérdida de una décima parte del grano. De he-cho, los yegüeros teldenses no aceptaban un 10 % de la mies que trillaban si les obligaban a poner morrales a sus yeguas, de tal forma que se ordenó que se comprasen seis trillos a Te-nerife53. En 1778 se obtuvo otra máquina para la trilla, el 51 PAUL BAIROCH, «La agricultura y la Revolución industrial, 1700-1914», en CARLO MANUEL CIPOLLA (ed.), Historia económica de Europa. (3) La Revolución industrial, Barcelona, Ariel, 1983, p. 475. «El avance del pro-ceso de la reducción de los barbechos depende de diversos factores. El cultivo más intensivo consume más trabajo y capital, una parte más volu-minosa de la producción se destina al mercado, por lo que se necesitan buenos medios de transporte». B. H. SLICHER VAN BATH, op. cit., Historia agraria..., p. 361. 52 JUAN RAMÓN NÚÑEZ PESTANO, La dinámica de la propiedad de la tierra en Icod de los Vinos (1796-1830). Transformaciones sociales y comporta-miento económico en la crisis del Antiguo Régimen, La Laguna, Universi-dad de La Laguna, 1984, pp. 123-124. 53 JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO, Extracto de las actas de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas (1777-1790), Las Palmas de Gran Canaria, Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Pal- 146 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 22 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ volvedor. La Sociedad Económica solicitó a algún miembro de la Corte un diseño y su explicación, posteriormente este voledor fue entregado a quienes aprendieron su utilización para que éstos instruyesen a quienes quisiesen imitarlo. En Canarias se ignoraba a veces hasta la existencia de muchos útiles agrícolas. Por ejemplo, según Bandini, en ninguna de las islas se hacía uso de la grada ni del rodillo ni antes ni después de la siembra, por considerarlo superfluo o por mero desconocimiento54. Por este motivo, en 1783 se intentó utilizar a varios prisioneros ingleses que habían llegado a las Islas, con cierta instrucción en mate-ria agrícola, para que dirigiesen la fabricación de diferentes ins-trumentos de labranza que no se conocían en estas latitudes o que se usaban de forma tan imperfecta que no aportaban los resultados esperados55. La Real Sociedad Económica de Amigos del País presentó en sesión del 22 de mayo de 1778 un dictamen sobre la máquina o volvedor para trillar mieses inventada en 1775 por Don Juan Cristóbal Manzanares, que era un sacerdote de la parroquia de la Villa de Arcajo e hizo traerla desde Madrid. Este instrumento constaba de un cilindro armado de varias hoces de hierro que al tiempo que recortaba la mies la ahuecaba. Justo un año más tarde se vio el modelo de ese trillo y se presentó la disertación impresa que contenía su explicación, expuesta por Don José Van de Valle. Algo más tarde, Don Francisco del Castillo Santelices pidió a la Económica el modelo del trillo para fabricar uno y se mas, 1981, pp. 58-59. Los socios de la Económica tinerfeña decidieron traer a sus expensas los aperos y semillas necesarios. A.M.L.L., sig. S-IX, leg. 4, 1778, fol. 1v. 54 JUAN BAUTISTA BANDINI, Lecciones elementales..., op. cit., 1816. Del mismo modo, los estudios para el caso andaluz demuestran que el utillaje agrario siguió siendo el tradicional: arado romano, azadón, horca, etc. (p. 245). LEÓN C. ÁLVAREZ SANTALÓ y ANTONIO M. BERNAL, «El utillaje agrí-cola en la tierra de Sevilla: 1700-1833», Archivo Hispalense, núm. 193-194, t. LXIII, 1980, pp. 235-268. En la agricultura valenciana percibimos lo mis-mo, incluso en el cultivo de la tierra y en los abonos (pp. 101-104). PEDRO RUIZ TORRES, «La agricultura valenciana en el siglo XVIII», Estructuras agra-rias y Reformismo ilustrado en la España del siglo XVIII, Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1989, pp. 99-132. 55 A.R.S.E.A.P.TFE., Fondo Rodríguez Moure, sig. 149 (20/42), fol. 10r. Núm. 49 (2003) 147 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 23 acordó que el archivero efectuase la entrega por un periodo de tres meses56. Comprobada esta máquina, se vio que podía tener mucha utilidad para los labradores, por lo que fue presentada al Supremo Consejo de Castilla para que fuera condecorado con el título de socio en la clase distinguida de mérito de Agricultu-ra, lo que efectivamente fue concedido por el Rey en cédula de 6 de febrero de 1779. En conexión con esta promoción de innovaciones y mejoras agrícolas, se impulsó la formación en Tenerife de una Herman-dad de Labradores y un Monte Pío de Labradores, instituciones que quedaron bajo la protección de la Económica, que nombró a uno de sus socios, José de Llarena y Mesa, protector de las dos entidades. Esta iniciativa, además, enlazaba con el proyecto del Ayuntamiento de crear un Montepío de Vinateros57, que a su vez se enmarca en la política general de los ilustrados de toda España que perseguían crear montepíos por sectores para evi-tar la desprotección social que arrojaba anualmente a cuantio-sos grupos poblacionales a la indigencia58. También utilizaron la imprenta al servicio de estas innova-ciones, es decir, publicaron traducciones y elaboraciones nuevas sobre cultivos, técnicas y utensilios. En este sentido, sirva como ejemplo, la traducción al castellano que en 1786 llevó a cabo en La Laguna el impresor don Miguel Ángel Bazzante del Cul-tivo del Colzat, escrito en italiano por Joseph Domenichini, miembro de la célebre Academia de los Filarmónicos de Bo-lonia59. Se trata de dar a conocer la colza para suplantar la 56 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, 1 de mayo de 1779, fol. 127v. Acta del 14 de octubre de 1780, fol. 206r. 57 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 109r-125v. La cuestión de la Hermandad levantó alguna polémica. El 5 de julio de 1784, el Señor Protector de los Labradores, don Antonio Miguel de los Santos, leyó una dura carta, donde pedía que no se le encargasen más gestiones en este cam-po porque mientras los Estatutos no fuesen aprobados por el Rey «son papel mojado y los labradores no tienen espíritu para mudarse de agri-cultura. Finalmente, los Estatutos de la Hermandad de Labradores de La Laguna, aparecieron en 1788. A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 192r-198v. 58 B.M. (Bristish Museum), British Library, The Department of Ma-nuscripts, Fondo Egerton, leg. 516, fols. 329v.-332r. 59 En 1790, en la relación de premios que ofrecían los Amigos del País 148 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 24 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ ausencia de olivares en Canarias, exaltando las característica de esa semilla y del aceite que se puede obtener de ella; hace un recorrido por la historia para afirmar que los romanos la lla-maron semilla de col silvestre y su nombre científico Brassica Agustis Lamprana Germanica Vulgaris; en Flandes era muy tra-bajada en su centenar de molinos y prensas para extraer el acei-te60. En la práctica sabemos que no tuvo un efecto importante. Juan B. Bandini, en su ya mencionado tratado de agricultura, también se ocupa de la colza, afirmando que todo es útil en la colza y dedica varias páginas a destacar las bondades de este producto: «es una especie de col que no se cierra ni hace cogo-llo, pero tan parecida en el gusto y figura a las coles comunes, que es muy fácil equivocarlas con ellas»61. Con la política llevada a cabo para innovar el utillaje agra-rio, subyace la creencia en que el desarrollo económico condu-ciría al progreso social. Desde este punto de partida, podemos ver que la razón final ya ha sido sustituida por una razón ins-trumental, es decir, que los medios para conseguir la felicidad de los súbditos se convierte en el objetivo último. Hemos podido confirmar que en las Islas Canarias hubo una importante actividad intelectual que se movía en el marco del horizonte de ideas ilustradas nada despreciables y comparables con otras experiencias dentro de la Corona española. De hecho se avanzó en los conceptos agronómicos y se intentó llevar las innovaciones a la práctica, aunque con poco éxito entre otras razones por la falta de medios y, sobre todo, por la verticalidad con que pretendían aplicarlas. de Tenerife, en el noveno lugar se dice que tres años antes el premio de 60 reales lo ganó Joseph Domenichini por esta traducción de la memo-ria, pero este personaje cedió su recompensa a la Sociedad Económica para que repitiese el concurso y por eso, salió en los mismos términos. A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 5, Agricultura, fol. 112r. 60 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 56-65. 61 JUAN BAUTISTA BANDINI, Lecciones elementales..., op. cit., 1816, 279.
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Calificación | |
Título y subtítulo | Ilustración e innovaciones agrarias en Canarias |
Autor principal | Santana Pérez, Juan Manuel |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 49 |
Sección | Historia |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2003 |
Páginas | p. 125-148 |
Materias | Agricultura ; Ilustración ; Canarias ; Historia ; Siglo 18 |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
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Texto | Núm. 49 (2003) 125 68 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS P O R JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ Durante la segunda mitad del siglo XVIII, con el predominio filosófico de la Ilustración, el Estado estuvo encargado de fomen-tar e impulsar la agricultura movido por un interés bien enten-dido que le llevaba a preocuparse de la situación económica y espiritual del campesinado, así como a emplear nuevos métodos para intervenir con consejos y órdenes en las obsoletas estruc-turas productivas. En libros y opúsculos, así como en las actas de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, encontramos mu-chas ideas «luminosas» sobre el mejoramiento y renovación de la agricultura canaria. Si creyéramos al pie de la letra todo lo conservado en los archivos, sacaríamos una idea falsa de la rea-lidad porque muy pocos de estos proyectos fueron llevados a la práctica y muchos menos con resultados exitosos. Incluso, en aquellos casos en que se plasmaron de forma efectiva, se trató únicamente de experimentos a los que se dio gran difusión y formaron parte de una propaganda política grandilocuente que prontamente fue olvidada. En definitiva, lo que sucedió es que el ingenio sustituyó a la falta de tierra, simiente, ganado, herramientas. Esto no fue algo exclusivo de Canarias, sino que se enmarca dentro del progra-ma ilustrado, con sus mitos acerca de la ciencia y el progreso. 126 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 2 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ En este contexto de experimentalidad entendemos que Arthur Young presumiera de haber realizado en sólo cuatro años (1763- 1767) más de 2.000 experimentos en el campo agrícola. Una parte de esos nuevos experimentos se fueron aplicando, aunque el campesinado, mayoritariamente, todavía seguía con los mé-todos de sus antepasados. Hubo zonas donde la agricultura al-canzó un alto grado de evolución con estos métodos renovado-res, como Flandes y Brabante, que se convirtieron en la meca de los peritos agrícolas extranjeros1. La historiografía española ha resaltado en muchos casos los cambios que se producen en el utillaje agrario a fines del siglo XVIII, aunque ni siquiera esta cuestión se ha tratado realmente de forma monográfica. Concretamente en el caso canario, los estudios sobre agricultura se han centrado casi de forma exclu-siva en los regímenes de propiedad de la tierra, con lo que los medios de producción adolecen de investigaciones más exhaus-tivas2. La mayor parte de las fuentes utilizadas para este estudio se encuentran en el Archivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, ya que recoge el pensamiento ilus-trado en esta materia y las acciones que se llevaron a cabo, del 1 B. H. SLICHER VAN BATH, Historia agraria de Europa Occidental (500- 1850), Barcelona, Península, 1978, pp. 353 y ss. Se ha señalado la divulga-ción de obras de agronomía en la Corona española en ÁNGEL GARCÍA SANZ, «Agronomía y experiencias agronómicas en España en la segunda mitad del siglo XVIII», Moneda y Crédito, núm. 131, diciembre 1974, pp. 29-54. Sin embargo, con posterioridad se ha debatido acerca de la influencia efectiva en la agricultura de estos escritos, que según la ironía voltairiana eran leí-dos por todos excepto por los agricultores, pero en cualquier caso esta li-teratura debió responder a una cierta demanda social generada por propie-tarios, rentistas y ciertos sectores de agricultores interesados en las mejoras y el progreso agrario, aunque con efectividad limitada. MANUEL ARDIT LUCAS, Agricultura y crecimiento económico en la Europa occidental moderna, Madrid, Síntesis, 1992, p. 80. 2 Hemos publicado un estado de la cuestión sobre la historia de Cana-rias en la Edad Moderna, al que nos remitimos: JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ, «Historiografía canaria sobre el Antiguo Régimen», Almogaren, XXX, Karlsruhe, 1999, pp. 117-130. En este campo destacamos los trabajos de Vicente Suárez Grimón, Antonio M. Macías Hernández y Juan Ramón Núñez Pestano. Núm. 49 (2003) 127 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 3 mismo modo que hemos perseguido la plasmación de esas ini-ciativas en las medidas propuestas por el Cabildo de la Isla. En la actas de la Sociedad Económica de La Palma no hemos en-contrado referencias sobre el particular y en Gran Canaria la mayor parte de la documentación ha desaparecido, de modo que hemos seguido la cuestión a través de referencias de autores de la época, que hablan de la Sociedad Económica o que elabora-ron libros sobre la «nueva» agricultura. Igualmente, los papeles del antiguo cabildo de la Isla se quemaron accidentalmente a mediados del siglo XIX, aunque afortunadamente hemos podido completar nuestras noticias con referencias que hemos hallado en el Archivo del Museo Canario y algunos documentos deposi-tados hoy en día en un centro privado, el Archivo de Acialcázar. Durante el Antiguo Régimen los agricultores se habían cen-trado en la mejora de los rendimientos económicos por unidad de superficie cultivada, en el aumento del volumen de la pro-ducción que se obtenía de ese bien escaso que era la tierra3. Ahora aparecen nuevas plantas al lado de los cereales, unido a la extensión de la agricultura intensiva, que supone una mejora evidente frente a los sistemas extensivos. En Canarias la agri-cultura era mayoritariamente de secano, aprovechando el agua de las lluvias, lo que produjo siempre grandes desigualdades en las cosechas que se hallaban totalmente determinadas por un régimen pluviométrico irregular, por lo que, las innovaciones agrarias trataron de mejorar el sistema productivo para hacer el agro canario menos dependiente de las inclemencias atmos-féricas. La Ilustración partía de la premisa de que existe un estado social, político, económico ideal, su «proyecto moderno» defen-día la universalización de valores, es decir, racionalmente admi-tía un modelo deseable que debía guiar las acciones individua-les y colectivas. Así, los pasos a imitar serían idénticos para todo el planeta y para todas las sociedades. Los ilustrados iban por tanto a intentar el adelanto del país dentro de su concepción de la universalización de los valores, donde el crecimiento econó-mico era la base de la generalización del bienestar material. 3 JOSEP FONTANA, Introducción al estudio de la historia, Barcelona, Crí-tica, 1999, p. 103. 128 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 4 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ Las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, des-de su misma fundación, comenzaron a ocuparse de todo lo que pudiese contribuir al adelanto de la agricultura. Los progresos científico-técnicos trataron de mejorar los instrumentos de la-branza, aprovechar mejor las aguas, e introducir nuevos culti-vos. El aumento poblacional, especialmente en los núcleos ur-banos, generó un incremento de la demanda de productos agrícolas de consumo, lo que revalorizó sus precios con el con-siguiente aumento de la renta de la tierra. Es decir, los secto-res sociales más pudientes estarán firmemente interesados en las mejoras en el sector agrario, así como en la instrucción de los labradores para aumentar la producción. De hecho, la ma-yor parte de las veces los experimentos los asumían los gran-des terratenientes, los cuales tenían un peso considerable en las Reales Sociedades Económicas, ya que propugnaban un desarrollo agrícola sustentado en meras reformas técnicas que no afectasen a la intocable distribución de la propiedad de la tierra4. La mayor parte de las veces los experimentos fueron hechos por los terratenientes, mientras los campesinos mantenían una actitud incrédula cuando no reprobatoria; los organismos cana-rios manifestarán quejas incluso por la emigración hacia Amé-rica de trabajadores del campo, porque consideraba que atañía negativamente a la agricultura. En este contexto entenderemos mejor que los Amigos del País dieran clases de agricultura, don-de se debatían los problemas que afectaban al sector y donde se abordaban cuestiones relativas a la selección de semillas, las técnicas agrícolas, los aperos de labranza, etc., una opción que hay que poner en relación con que las técnicas de cultivos em-pleadas eran muy antiguas y los medios disponibles eran esca- 4 CARLOS MARTÍNEZ SHAW, El Siglo de las Luces. Las bases intelectuales del reformismo, Madrid, Historia 16, 1996, p. 21. CARLOS MARTÍNEZ SHAW, «La cultura de la Ilustración», en ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ, Historia de España. 7. El reformismo borbónico (1700-1789), Barcelona, Planeta, 1989, pp. 435-539. El punto de encuentro que permite la colaboración entre el gobierno y los ilustrados es la creencia compartida de que la moderniza-ción redundaría en el interés general de la nación y en el de cada uno de los particulares (p. 486). Núm. 49 (2003) 129 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 5 sos lo cual incidía en los bajos rendimientos5. Así las Sociedades Económicas trataron de cubrir el vacío de los organismos esta-tales, por lo cual emprendieron una campaña destinada a la investigación agrícola y trataron de evitar el estancamiento en el sector mediante ensayos continuados, cultivos alternativos y mejoras infraestructurales para adaptar la producción agrícola a las demandas del mercado. Como sabían que el desarrollo agrícola exigía cambios técni-cos, discutían sobre las nuevas semillas, sobre las técnicas a aplicar en la agricultura, sobre los diferentes artefactos que con-vendría adoptar en la labranza, etc6. Diversos autores intenta-rán, a través de la observación como método científico, ilustrar al campesinado canario sobre el arte de la agricultura. Así sus obras y los debates que generaron se convierten en una recopi-lación de las actividades dominantes a los que tratarán de in-corporar sus conocimientos científicos, adquiridos generalmen-te fuera del Archipiélago7. 5 Para el caso castellano, ALBERTO MARCOS MARTÍN, «El crecimiento agrario castellano del siglo XVIII en el movimiento de larga duración. ¿Mito o realidad?», Estructuras agrarias y Reformismo ilustrado en la España del siglo XVIII, Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1989, pp. 133-163; señala que la producción aumentó significativamente a pesar de la ausencia de novedades técnicas, por lo que el crecimiento debe ser explicado en función del incremento de tierras de cultivo y la aplicación a la actividad productiva de más trabajo y capital (pp. 143-144). Por su par-te, Pedro Ruiz Torres ha señalado que las innovaciones técnicas tropeza-ban con el peso que todavía conservaba la economía campesina con sus tradicionales formas de cultivo, base no sólo de la agricultura de subsisten-cia, sino también de la agricultura mercantil, al menos en el caso valencia-no (p. 179). PEDRO RUIZ TORRES, «El País Valenciano en el siglo XVIII: la transformación de una sociedad agraria en la época del absolutismo», en ROBERTO FERNÁNDEZ (ed.), España en el siglo XVIII, Barcelona, Crítica, 1985, pp. 134-248. 6 GONZALO ANES ÁLVAREZ, Economía e Ilustración en la España del si-glo XVIII, Barcelona, Ariel, 1972, p. 32. La divulgación de los conocimien-tos acerca del suelo y las técnicas más adecuadas para el cultivo constituyó uno de los estímulos a la agricultura (p. 136). MIGUEL ARTOLA, «Transfor-maciones económicas», en Carlos III y la Ilustración, Madrid, Ministerio de Cultura, 1988, t. I, pp. 133-144. 7 Esto lo vemos en uno de los más destacados representantes de la ilus-tración canaria, Viera y Clavijo, sobre cuya obra literaria contamos con un 130 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 6 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ A pesar de lo señalado al principio, debemos ser ecuánimes y no menospreciar los logros, aun cuando no fueran tan hala-güeños como se esperaba. De hecho, serán pocos los cambios introducidos en los siglos posteriores (prácticamente hasta nues-tros días), en lo que se denomina la «agricultura tradicional», de modo que las iniciativas ilustradas fueron el cimiento del desarrollo agrario del siglo XIX, que permitió un incremento en la superficie cultivada, principalmente en las bandas meridiona-les de las islas centrales, para lo que fueron importante las re-glamentaciones de las aguas, las técnicas extractivas y la mayor eficacia de los sistemas de regadíos, porque el conservadurismo de la gente del campo, en sus actitudes, en sus costumbres y en sus razonamientos, no impidió que se adoptaran novedades y que éstas se transformaran enseguida en tradiciones. Para inte-grar las novedades era preciso que estuvieran convencidos de su eficacia, por lo que la observación y la experiencia resultaban condiciones necesarias. Y los gobernantes ilustrados fueron conscientes de esta necesidad8. Las Sociedades Económicas tuvieron una importancia clave en el proceso de extensión de la agricultura, siguiendo las teo-rías del pensamiento económico fisiocrático9. A pesar de no ser estudio exhaustivo: VICTORIA GALVÁN GONZÁLEZ, La obra literaria de José de Viera y Clavijo, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Cana-ria, 1999; los temas científicos se proyectan en su poesía didáctica, como en Las bodas de las plantas o Los aires fijos, donde defiende la necesidad de introducir conocimientos prácticos y útiles que permitan el desarrollo y el progreso (pp. 550-551). 8 GONZALO ANES ÁLVAREZ (ed.), La economía española al final del Antiguo Régimen. I Agricultura, Madrid, Alianza-Banco España, 1982; en la intro-ducción de este autor, p. XXXV. 9 Estas ideas han sido desarrolladas de forma monográfica por ERNEST LLUCH y LLUÍS ARGEMÍ, Agronomía y fisiocracia en España (1750-1820), Valencia, Alfons el Magnànim, 1985. La principal obra sobre agricultura en Canarias elaborada en plena Ilustración, con un título tan significativo, apa-rece: «Porque de la Agricultura depende principalmente nuestra subsisten-cia, nuestro bien estar, y la felicidad de la vida... Porque la abundancia, la población, la salud, la riqueza, la prosperidad, las primeras materias, el comercio, las artes, y la verdadera grandeza de las naciones, todo se debe á la labranza». JOSEPH DE VIERA Y CLAVIJO, Librito de la doctrina rural, para que se aficionen los jóvenes al estudio de la agricultura propia del hombre, Las Palmas de Gran Canaria, Imprenta de la Real Sociedad, 1807. Núm. 49 (2003) 131 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 7 organismos estatales, ni dominados por una clase social concre-ta, se componían de ilustrados que trataron de planificar y de propiciar una serie de medidas que favoreciesen la implantación de innovaciones técnicas en la agricultura canaria. Fueron el vehículo más eficiente y dinámico en esta materia y por ello los veremos constantemente relacionados con cualquiera de los as-pectos que trataremos a continuación. Buscaron el adelanto de las ciencias que consideraban «útiles» y el fomento de la econo-mía, para lo cual, la elaboración teórica debía ponerse al servi-cio de la mejora técnica y de la educación popular y debía re-percutir en el progreso de las fuerzas productivas10. Las Sociedades Económicas hicieron suyas la preocupación por mejorar la producción del sector primario, que se convirtió en uno de los objetivos básicos de casi todas ellas, y también en uno de los campos donde lograron realizaciones más palpables. Los Amigos del País también criticaron la falta de una ense-ñanza agrícola en las escuelas, en consonancia con su convic-ción del papel de la instrucción pública como elemento de trans-formación económica. Así, se propusieron: ... el recogimiento de centenares de Jóvenes de ambos sexos que vaguean ociosos por las calles sin más ejercicio que la mendicidad: el dar ocupación a los encarcelados: Hacer almacigas de Morales: Dar fomento a la cría de gusanos de seda, ya inspirando con el ejemplo método más venta-joso a las que se dedican este precioso ramo de industria, y ya arbitrando medios para que se logren el premio mere-cido a sus tareas11. La socialización de la instrucción pública en Canarias data del reinado de Carlos III12, pero escuelas de este tipo todavía fueron abiertas a principios del siglo XIX, la Real Sociedad Eco-nómica de Las Palmas fundó una para impartir clases de agri-cultura, con el total apoyo del Obispado de Canarias, que desde 10 CARLOS MARTÍNEZ SHAW, op. cit. El Siglo..., p. 20. 11 A.R.S.E.A.P.TFE. (Archivo de la Real Sociedad Económica de Ami-gos del País de Tenerife), Libro 4, Agricultura, 1778, fol. 71r. 12 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ, Política educativa de Carlos III en Ca-narias, La Laguna, Universidad de La Laguna, 1990. 132 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 8 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ una sala del Seminario Conciliar mantenía estas enseñanzas desde 180613, previa aprobación del Monarca. Estaba bajo la dirección del doctor Don Juan Bautista Bandini Gatti que la regentó durante seis años seguidos y presidía los exámenes, que se celebraban en el periodo estival14. Con ello vemos que la Iglesia también participó en las inno-vaciones en el terreno agrícola. Así, en 1797, el doctor Don Miguel Mariano Toledo, arcediano de Gran Canaria y provisor del Obispo Manuel Verdugo, expidió una circular que incluía la Real Orden de 28 de noviembre del año anterior en la que el Rey exponía la necesidad de que los párrocos instruyesen a sus feligreses «en los medios de mejorar y adelantar la Agricultura», para lo cual debían adquirir, a sus expensas o de los caudales eclesiásticos, un opúsculo en el que se enseñaba las formas de trabajar la tierra con diversas innovaciones tecnológicas15. Inclu-so entre 1797 y 1808 se llegó a editar en Madrid un periódico dirigido a los párrocos, que constituían el nexo cultural que ser-viría de puente para vehicular los conocimientos científicos ha-cia el mundo rural, desde donde se trató de difundir nuevas técnicas agrícolas y el trabajo con semillas poco o nada usuales en España16. El 31 de enero de 1778, Don José de Llarena y Mesa presen-tó a la Sociedad un memorial sobre aperos de labranza, prados artificiales, nuevas semillas y los premios que debían implemen-tarse para incentivar estas innovaciones. Su informe empieza enumerando las ventajas de la aplicación a la agricultura de estos nuevos factores, ya que ello serviría para el recogimiento de muchos jóvenes de ambos sexos inmersos en el mundo de la marginalidad, que así serían convertidos en «útiles a la patria», 13 CRISTÓBAL GARCÍA DEL ROSARIO, Historia de la Real Sociedad Econó-mica de Amigos del País de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, Man-comunidad de Cabildos de Las Palmas, 1981, p. 141. 14 A.M.C. (Archivo del Museo Canario), sig. XIV-B-85-6, 1808, s/fol. 15 A.R.S.E.A.P.TFE., Fondo Rodríguez Moure, sig. RM-256 (22/51). MARTÍNEZ DE FUENTES, Vida Literaria, t. II, fol. 8v. Esta referencia está con-tenida en un diccionario que elaboró dicho párroco, en su voz Agricultura. 16 FERNANDO DÍEZ RODRÍGUEZ, Prensa en la España de la Ilustración. El Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797-1808), Madrid, Ministerio de Agricultura, 1980. Núm. 49 (2003) 133 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 9 una de las obsesiones de los ilustrados. A continuación expone que las causas del atraso económico radican en la falta de ins-trumentos aptos para la labor de los campos y de algunas semi-llas17. Como ilustración pone el ejemplo de Europa, donde se han obtenido cosechas prodigiosas con el uso de la sembradora del arado cultivador de cuatro cuchillas de la grada y del rodi-llo18, lo que le lleva a solicitar la introducción de estos aperos de labranza, primeramente de forma simbólica por parte de los Amigos del País, para que luego se generalicen en el agro cana-rio y sean vendidos los que hayan sido adquiridos y se amortice el gasto. Una serie de semillas desconocidas en el Archipiéla-go se presentan como una alternativa en la producción. Así la zahína, el onobriche, la alfalfa, el cáñamo y el esparto. De la zahína nos comentarán los autores de la época: es una semilla más gruesa que el Cáñamo del color de Castaña cuando está maduro. Críase en los campos de Tarifa siguiendo la costa hacia Cádiz. Se siembra por abril y se recoge por septiembre a octubre. La principal excelen-cia de esta semilla consiste en no quitar fruto a la tierra, antes bien la sirve de abono y presta substancias, por lo que la siembra en los barbechos preparados para el riego, produce desde ciento y ciento cincuenta hasta doscientos por fanega como la tierra tenga humedad para nacer, des-pués no le hace falta agua. Su hoja sirve de verde a los ganados y la prefieren a la del millo. El onobriche necesita poco agua, la planta dura de cinco a siete años sin necesidad de replantarla y regenera la tierra para luego poner otras plantas. La alfalfa, enfatiza nuestro autor, «es una hierba de la mayor recomendación desde tiempos del Im-perio Romano», pues se puede cultivar en cualquier tipo de suelo y da hasta siete cosechas al año y en terrenos especialmente fértiles puede llegar hasta diez. 17 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, 1778, fol. 50v. 18 En el caso catalán parece generalizada la utilización de arados bas-tante perfeccionados, con los que parece abrirse paso lentamente una cier-ta tendencia a la experimentación agraria (p. 72). CARLOS MARTÍNEZ SHAW, «La Cataluña del siglo XVIII bajo el signo de la expansión», en ROBERTO FERNÁNDEZ (ed.), España en el siglo XVIII, Barcelona, Crítica, 1985, pp. 55- 131 (p. 72). 134 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 10 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ Don José de Llarena y Mesa cita a especialistas en esta ma-teria, concretamente los trabajos de Dupuy, May, Balcárcel y Bomare. En un escrito que se envía al Cabildo de Tenerife, se añaden además otros agrónomos como Natal, Chomel y Liger. Sobre la alfalfa, los prados artificiales, el cáñamo y el esparto, los especialistas referenciados destacan directamente a Campo-manes quien expone de forma amplia en el tomo primero del Apéndice a la Educación Popular19. Estos dos últimos productos iban destinados a servir de materia prima para desarrollar la industria rural ya que su elaboración permitía un ingreso com-plementario a la actividad agraria en momentos de paro es-tacional; el desarrollo de dicha industria necesitaba un aporte de materias primas que potenciaría la expansión de nuevos cul-tivos. Se trataba de sanear la economía campesina y de fijar más fuerza de trabajo a la tierra, lo que redundaría en un in-cremento de la renta agraria20. La introducción de estas dos semillas prácticamente no de-bía tener costo económico para los socios, ya que podían ser traídas desde el norte de Europa a bajo precio y los propios miembros de este organismo empezarían a instruir con el ejem-plo, para lo cual la Económica tinerfeña acordó que con las aportaciones de sus miembros se debían comprar sembraderas, un arado cultivador, otro de cuatro cuchillos, una grada y un rodillo; junto con cuatro quintales de semilla de alfalfa, cuatro de onobriche, cuatro de zahína, un quintal de semilla de cáña-mo y medio de esparto21. El propio Obispo de Canarias había en- 19 A.M.L.L. (Archivo Municipal de La Laguna), sig. S-IX, leg. 4, 1778, fol. 1r. 20 ANTONIO M. MACÍAS HERNÁNDEZ, «Reformismo ilustrado y transforma-ciones agrarias», en Vicente Suárez Grimón, CARLOS MARTÍNEZ SHAW y AN-TONIO BÉTHENCOURT MASSIEU, Canarias y Carlos III, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1991, p. 67. Sobre la produc-ción de cáñamo en Gran Canaria sabemos que en 1790 se obtuvieron 16 arrobas en La Aldea, 1.050 en San Lorenzo y 400 en Telde, con precios que oscilaron entre 94 y 102 reales la arroba. A.A. (Archivo de Acialcázar), «Estadística», s/fol. 21 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, fol. 50v. Tres meses más tarde es-criben al Cabildo de la Isla comunicando que están a punto de recibir di-chos instrumentos y las semillas: A.M.L.L., sig. S-IX, leg. 5, 1778, fol. 1r. Núm. 49 (2003) 135 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 11 viado a los Amigos del País de Tenerife, un cajón con semillas de esparto para ver si podía adaptarse; los socios agradecieron el envío y experimentaron con ellas. La sembradera había sido inventada en la segunda mitad del siglo XVII, y con ella se lo-graba un ahorro significativo de semillas frente al sembrado que se derramaba a puño sobre la tierra, que era el método tradi-cional. La grada servía para desmenuzar los terrones y allanar e igualar la superficie, al tiempo que sacaba todas las raíces y malas yerbas. La creación de premios que fomentasen una determinada actividad fue algo ya defendido por Campomanes, por lo que _las Sociedades Económicas fueron requeridas en esta dirección. Así, en 1779 un socio propuso premiar el descubrimiento de margas para estimular su empleo. De este modo, se convocó un premio consistente en una medalla (más 200 reales si el gana-dor fuese pobre), para quien descubriese la marga en la Isla para utilizarla como abono. Para ello el concursante debía presentar-la en la Sociedad Económica y señalar el lugar de extracción; en el caso de que existiesen en distintos lugares (se especifica una distancia de cuatro leguas o más), se obtendría el mismo premio. Pero si llegaban dos personas que la hubiesen sacado del mismo lugar, el premio correspondería al que demostrase que la había extraído en primer lugar. Por supuesto lo socios debían hacer los ensayos y pruebas necesarias para asegurarse de la calidad de la marga22. En la convocatoria de premios de 1782, que aparece de forma impresa, en la sección de agricultura se dice que la plantación de árboles ya no es nada experimental, al año siguiente se hace la misma anotación y en los años pos-teriores ya no es necesario incorporar dicha precisión23. Vemos que en ese terreno ya daban los conocimientos previos como algo definitivo. Esta política de premios se llevó a cabo, aunque hubo excep-ciones como en 1780, que debido a la epidemia de viruelas fue Sin embargo, en un acta de 15 de octubre de 1779 reconocen que no han llegado todavía dichos productos y achacan las causas a las consecuencias de la guerra: A.R.S.E.A.P.TFE., libro 7, Actas, fol. 157r. 22 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, fol. 128v. 23 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 8, Actas, fols. 90r-v, 153r-154v y 215r. 136 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 12 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ suspendido el reparto de premios con motivo de la festividad de San Carlos (que se celebraba por ser la onomástica del monar-ca y del príncipe de Asturias). Sin embargo, sí que aparece con-vocado un premio que se daría: Al que hiciese mayor número de experimentos exactos acer-ca de la sementera de trigo, dando razón circunstanciada de sus efectos, observaciones y reflexiones se le dará una medalla...24. Al año siguiente aparece una convocatoria cuyo tercer pun-to, un médico de La Laguna, don Carlos Yánez, fue galardona-do por su trabajo «El aumento del Lino y Experimentos en la sementera del trigo», los otros en torno a la orchilla y las margas, quedaron desiertos25. Entre los premios de 1785 había uno de 200 reales y medalla para quien expusiera «el estado actual de los montes, las causas de su ruina y los medios prác-ticos de su establecimiento», y otro por la misma cantidad de dinero «a la persona que en esta Sala hubiera prendido mayor número de algodoneros excediendo de cuatrocientos a fin de septiembre de 1785»26. Ese mismo año también hubo premios para fomentar plantaciones de plantas tintóreas como la hierba portel (Sfatis Fructoria), que se extraía de los tunos rojos27. Jovellanos, en 1795, publica en su Informe de ley agraria que es necesario instruir a «la clase propietaria de los principios de 24 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, fol. 177v. De nuevo en 1781 apare-ció la misma convocatoria, pero ahora impresa, fol. 236r. 25 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, fol. 236r. En 1790 se produjeron 1.278 arrobas de lino en Gran Canaria. A.A., «Estadística», s/fol. 26 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 8, Actas, fol. 215r. 27 Viera y Clavijo envió semillas de este producto que fueron repartidas entre los socios de la Económica. Este mismo ilustrado también envió una memoria en 1786 sobre el tinte denominado rubia o raspilla y otra acerca de los recursos para establecer la calidad de las papas, su origen y cultivos en Europa, donde insiste en el pan de harina de papas, que provocó abun-dantes debates sobre la mejora de su calidad. Tal vez como consecuencia de estas iniciativas, se incrementó la producción de papas, que alcanzó en 1790, las 800 fanegas en Agüimes y 12.000 en Gáldar. Sólo hemos obteni-do datos para estos dos pueblos, respondiendo a un cuestionario que se envió desde el poder central. A.A., «Estadística», s/fol. Núm. 49 (2003) 137 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 13 las ciencias útiles» que serán más beneficiosos que el conoci-miento abstracto para su aprovechamiento en los cultivos y así desarrollar el país28. En Tenerife don José de Llarena y Mesa recomienda la elaboración de un discurso haciendo ver las ma-terias primas que hay sin utilizar en el Archipiélago y que po-drían ser aprovechadas en algún ramo de la nueva producción industrial que se trata de incentivar. El 21 de febrero de 1778 con motivo de la festividad de San Carlos se acordó entregar los premios a los mejores trabajos sobre muchas materias, pero con especial insistencia en los que mejoraban la agricultura, concretamente los que versaban so-bre la orchilla, la marga, las mejoras en el regadío y la extrac-ción de aguas29. Con motivo de dicha entrega, los socios o algu-na personalidad relevante en este terreno, pronunciaban discursos sobre esos temas. Sabemos del leído el 1 de marzo de 1778 titulado «Reflexiones económicas sobre Montes con los medios prácticos para su restauración», por parte del secretario de la Sociedad Económica. El 28 de ese mismo mes, don Ale-jandro Saviñón presentó uno titulado «Discurso sobre las dife-rencias, utilidades, uso y medios para descubrir dicha Marga», y don José de Llarena y Mesa otro sobre «Corrupción del trigo y medios de impedirlo», por el cual obtuvo un premio30. Estos discursos se hacían con carácter semanal o en días especiales por alguna celebración, aunque en la Real Sociedad Económi-ca de Las Palmas, en determinados periodos, llegarán a pronun-ciarse en alguna ocasión dos en un día31. La Sociedad Económica de Tenerife trató de obtener terre-nos en los que llevar a efecto esas experiencias, lo que generó toda una serie de gestiones para lograr unas tierras en el Ro-deo Alto para poner en práctica esas novedades y predicar con el ejemplo. Así, en una Junta de 1778 de la Real Sociedad Eco- 28 GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS, Informe de la sociedad Económica de esta Corte al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de ley agraria, Madrid, Imprenta de Sancha, 1795, p. 356. 29 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, 1778, fol. 54r. 30 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, 1778, fol. 59r. 31 A.M.C., sig. XIV-B-85-6, 1808, s/fol. Entre el 20 y el 23 de julio de 1808 se diserta sobre innovaciones agrarias. 138 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 14 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ nómica se había acordado pedir al Ayuntamiento algunas fanegadas de tierra para ensayar y experimentar: se sirva franquear la suerte primera del Rodeo Alto a otra proporcionada en la mejor forma que pueda y como a los Ayuntamientos les tiene encargado S.M. faciliten y promue-van estos experimentos económicos que redundan en utili-dad de la República32. Don Fernando de Molina y Quesada, sargento mayor, dirigió el 11 de febrero de 1778 al Cabildo tinerfeño un escrito seña-lando la necesidad de la agricultura insular de ser instruida como medio para superar su retraso con respecto al resto de Europa. En concreto proponía la introducción de la sembrado-ra para reemplazar la siembra a voleo, el arado cultivador, las cuchillas de grada y el rodillo entre otros utensilios, necesarios para el desarrollo de nuevas semillas. Para ello, dicho socio so-licitaba terrenos de los que «tiene en abundancia» el Cabildo cerca de La Laguna33. Sin embargo, esta petición chocó con los intereses de un vecino, Don Ángel Gonzalo Rodríguez, oficial de barbero y san-grador, que se dirigió a esa institución alegando que dicha suer-te le había sido concedida en un repartimiento del 24 de noviem-bre de 1777 y declarando además, que ya había efectuado algunas mejoras en dicho terreno, por ello pide que se le entre-gue otra suerte que perjudique menos, ya que algunas de esa 32 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 75r.-77v. También en el Libro 7 de Acta de la Sociedad Económica se recoge una del 31 de enero de 1778 donde acuerdan solicitar al Ayuntamiento «le franquee un par de fanegadas de tierra donde hacer sus ensayos y experiencias», proponiendo que se premien algunos descubrimientos (fol. 50v.) además, aparece el en-cargo hecho a Don Fernando Molina y Quesada para que pidiera al Ayun-tamiento la suerte primera del Rodeo Alto, u otra de parecidas caracterís-ticas (fol. 51v.), más tarde, el 16 de mayo de ese año, este mismo socio informó extensamente sobre la petición efectuada (fols. 63r.-65r.). Don Fer-nando de Molina y Quesada dice que espera que el Ayuntamiento remita a la Junta de Propios para que informe a la Real Audiencia sobre la preten-sión de la suerte señalada para los ensayos y experimentos que intentan hacer. A.M.L.L., sig. S-IX, leg. 5, 1778, fol. 1r. 33 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fol. 78r. Núm. 49 (2003) 139 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 15 zona aún permanecían vacías. Los Amigos del País no recibían respuesta alguna a sus demandas y, por tanto, deciden verificar esa concesión, a lo que el Cabildo responde: Certifico en virtud de lo mandado como del cuaderno quin-to de la Junta de Propios al folio ciento noventa y dos se halla el mapa del terreno de las diez suertes destinadas para trazos en donde dicen el Rodeo Alto ver la primera suerte se hicieran cinco divisiones y al doscientos veinte está el repartimiento hecho con repartos a los Labradores que las poseían y en dicha primera suerte señaló a Juan Álamo Fernández34. Tras enumerar el responsable del Cabildo tinerfeño los tro-zos y los nombres de las personas beneficiarias de almudes y fanegas, se comprobó que entre ellas no figuraba Don Ángel Gonzalo Rodríguez, por lo que se pidió rectificación al escriba-no del Ayuntamiento, ya que era apremiante encontrar una so-lución, dado que había habido una inversión en compra de se-millas, sin tener tierras en las que experimentar. Vemos la reiterada insistencia de Don Fernando de Molina y Quesada, que señala que Don Ángel Gonzalo Rodríguez no aparece incluido en el acta del repartimiento del Cabildo y que, además, no es labrador, sino barbero, con otra parcela concedida en la ladera de San Lorenzo. Vemos que poco después el Cabildo admite que, como consecuencia de una Provisión de la Real Audiencia, se señaló la suerte primera del Rodeo Alto a Ángel Gonzalo Rodríguez, tal como también consta en la Junta de Propios. Los Amigos del País en agosto de 1778, tras analizar la documenta-ción, encomendaron a Fernando Molina y Quesada que conti-nuara las diligencias35. Tras esta larga polémica, el 28 de noviembre de 1778, el te-rreno del Rodeo Alto fue finalmente concedido a la institución 34 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 79r.-83v. 35 A.M.L.L., sig. S-IX, leg. 10, 1778, fol. 1r. En acta del 22 de agosto de 1778 se leyó el escrito del escribano del Cabildo don Domingo Tomás de la Peña y Magdaleno, que incluye el texto de la Junta de Propios del 5 de agosto y de la Provisión de la Real Audiencia de 27 de julio de dicho año, sobre la suerte para los ensayos agrícolas. A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, 1778, fol. 83r. 140 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 16 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ para la experimentación con esos nuevos cultivos y técnicas innovadoras en Canarias, aunque bien conocidas en el continen-te europeo: ... requirió a José de Herrera ministro alguacil Real con el auto del Señor Corregidor y Capitán de Guerra de esta Isla y la de La Palma por Su Majestad proveído el día 10 del corriente le diese posesión de dicha Suerte a nombre de la Sociedad que por su nombre le tomó por la mano y entró en ella de posesión, en donde se paseó, arrancó yerbas, y hizo dichos actos de posesión llamándose Dueño y Señor de dicha Suerte en nombre de la expresada Sociedad...36. Posteriormente, la suerte fue cedida el 15 de octubre de 1779 a la Hermandad de Labradores a cambio del pago de un canon anual de dos fanegas de trigo, pero con reserva de la propiedad a la Sociedad Económica. El objetivo explícito desde un primer momento era ceder dicha suerte con sus experimentos a los la-bradores37. En 1782, se dan noticias sobre diversos ensayos en Icod Alto sobre la sementera de trigo, valorando los resultados obtenidos. También, se realizaron más experimentos en otras tierras38. Así, entre septiembre y diciembre se aró una parcela que se hallaba en un terreno algo pendiente, sembrándose primeramente, se-gún el método tradicional, medio celemín de trigo. En una tie-rra contigua se plantó otro celemín, pero ahora en la mitad se hizo del mismo modo y en otra parte se remojó la sementera durante 24 horas en agua mezclada con estiércol de vacas, com-probándose que en la experimental el trigo brotó un día antes y produjo tres celemines y medio. Continuaron con esos experi-mentos, y con otro medio celemín de grano remojado obtu-vieron 4 celemines. De este modo siguieron realizando pruebas que iban dando distintos resultados en función de las distancias de separación entre simientes y de las mezclas con estiércol. Además: 36 A.M.L.L., sig. S-IX, leg. 10, 1778, fol. 5r.-v. 37 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 86r.-100v., y Libro 7, Actas, fol. 157r. 38 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, 1782, fols. 157r.-v. y 170r.-v. Núm. 49 (2003) 141 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 17 Todos los plantíos remojados nacieron al mismo tiempo, pero se adelantaron a los que se hicieron sin ninguna composición, notándose su lozanía, así en las cañas, como en las espigas39. Al caer en desuso el barbecho y con la introducción de plan-tas comerciales que necesitaban un abono intenso, se planteó el problema de los fertilizantes. El desarrollo de los abonos ha sido presentado como el factor explicativo para la intensificación de los cultivos en el siglo XVIII40. Se desarrolló en toda Europa un importante comercio de abonos, especialmente estiércol de ovejas y de palomas. Al lado del estiércol de establo se empezó a comprar el de las ciudades (excrementos humanos) y las ba-suras y desperdicios de las mismas. Además, se utilizaban ceni-zas de madera y de turba. Los ilustrados van a diferenciar dos tipos de abonos: los mecánicos, que se reducen a mezclar las tierras gredosas con las calizas y las areniscas con las gredosas, y un segundo tipo que son los abonos que sirven de alimento a las plantas, como el estiércol, las basuras, los despojos de vege-tales, las cenizas, el hollín, las materias fecales, el cierro y los musgos. Viera y Clavijo, con una mentalidad abierta y científica propia de la Ilustración, presenta un marcado esfuerzo pedagó-gico en sus obras, tratando de escribir con un lenguaje sencillo que fuese apto para todos; expone una solución para la escasez de abonos y sugiere como la forma de conseguirlos: ... arrancar las yerbas inútiles que nacen en los sembrados y viñedos, formar camas de ellas y echar encima de cada 39 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, 1782, fol. 158r. 40 JAIME GARCÍA-LOMBARDERO, La agricultura y el estancamiento econó-mico de Galicia en la España del Antiguo Régimen, Madrid, Siglo Veintiu-no, 1973, p. 57. El abonado fue cada vez más intenso en Galicia debido a la estabulación progresiva del vacuno y al empleo del monte bajo (p. 461). PEGERTO SAAVEDRA y RAMÓN VILLARES, «Galicia en el Antiguo Régimen: La fortaleza de una sociedad tradicional», en ROBERTO FERNÁNDEZ (ed.), Espa-ña en el siglo XVIII, Barcelona, Crítica, 1985, pp. 434-504. Del mismo modo, en Asturias el incremento en las cantidades de estiércol hizo posible abo-nar más intensamente las tierras de labor (p. 516). GONZALO ANES, «La Asturias preindustrial», en ROBERTO FERNÁNDEZ (ed.), España en el siglo XVIII, Barcelona, Crítica, 1985, pp. 505-535. 142 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 18 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ una, alternadamente capas muy ligeras de cal viva en pol-vo; pues a las veinticuatro horas se verifica la descomposi-ción de la hierba, y las cenizas que resultan son un abono excelente. El estiércol se utiliza cuando está bastante po-drido y bien fermentado41. En La Orotava, José de Betancourt y Castro, al referirse a los experimentos que hemos señalado en Icod Alto, afirma que la extensión de estas prácticas no serían costosas: Las repetidas tentativas y observaciones en estos experimen-tos, me acreditan cada vez más la utilidad que produce el preparar la semilla del trigo, como se ha dicho. Su método es bien fácil, y el abono nada costoso aun al más pobre labrador, pues con tener un canastro en donde poner el estiércol de su misma Yunta, y un vaso de barro para re-coger el agua que se filtrare, no necesita más, porque el propio pesebre en donde comen los bueyes les sirve para el remojo. Los buenos efectos de esta práctica de sementera me han hecho imaginar, que, con alguna otra circunstan-cia, se puede perfeccionar, o llegar a ser más lucrosa: así espero ver en otra ocasión las resultas de este juicio42. Por otro lado, debemos tener en cuenta que resulta imposi-ble conocer las cantidades de estiércol por tierra porque la do-cumentación habla de cargas o carretadas y, a falta de nuevos datos que arrojen más luz, desconocemos su equivalencia. Por otro lado, tampoco sabemos cuántos años pasaban hasta que las tierras volvían a abonarse. Pero en general, el estiércol te-nía una producción cara y limitada, por lo cual sólo se aplica-ba a las huertas de regadío y primera calidad, y la mayor parte 41 JOSEPH DE VIERA Y CLAVIJO, Librito..., op. cit., p. 17. En relación a los abonos, Antonio del Barco, un socio de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla, publicó una Memoria sobre varios ramos de la agricultura, donde proponía la sustitución de lo que denominaba el estiér-col muerto por el estiércol vivo; entendiendo que aquél sólo era de utili-dad si inmediatamente se llevaba a la haza y se repartía por ella, mientras que estiércol vivo es el excremento del ganado de cualquier especie. JACIN-TO DE VEGA DOMÍNGUEZ, Huelva a fines del Antiguo Régimen: 1750-1833, Huelva, Diputación Provincial, 1995, p. 96. 42 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, 1782, fol. 158r. Núm. 49 (2003) 143 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 19 de las tierras volvían a ser productivas por recuperación na-tural43. Los Amigos del País en Tenerife, en 1780, experimentaron sembrando trigo abonado con estiércol para compararlo con otro y verificar las ventajas producidas44. La preocupación por los abonos fue constante hasta finales del Antiguo Régimen. Así, en 1808 el diácono y seminarista Don Nicolás Carrillo hace un análisis de los abonos sacados de los tres reinos, sus especies y aplicaciones en los distintos terrenos45. En esta misma línea, Juan Bautista Bandini, que era el secretario de la Real Socie-dad Económica de Amigos del País de Tenerife, en un libro pu-blicado en 1816, señaló que los canarios desconocían la marga y no hacían uso de la mayor parte de los demás abonos que el «labrador diligente» empleaba en Europa46. Los ilustrados cana-rios llegaron a afirmar que el hallazgo de la marga merecía más aprecio que una mina de oro, porque esta planta permite que lugares incultos se conviertan en cultivables sin necesidad de abonos, la cuestión era encontrarlas aquí y luego hacer que se generalizara su uso. En este terreno todos los autores piensan que en Gran Canaria están algo más adelantados que en Tenerife donde la ausencia de estas técnicas es un obstáculo en su agricultura. También argumentó Bandini que la costumbre de enterrar ciertas cosechas, como arbejas, chochos o judías para abonar la tierra, estaba muy extendida en Canarias y pro-ducía buenos resultados. Igualmente que las plantas marinas se habían utilizado mezclándolas con la tierra para que se pudrie-sen. Finalmente, en una nota de su obra, nos informa de que, en el momento en que estaba a punto de imprimirse el libro, se empezaba a defender una nueva experiencia inglesa, el uso de polvo o cenizas de la barrilla como forma de abonar la tierra, 43 PEDRO GARCÍA, El mundo rural en la Europa moderna, Madrid, Histo-ria 16, 1989, p. 67. 44 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, fol. 172v. 45 A.M.C., sig. XIV-B-85-6, 1808, s/fol. 46 JUAN BAUTISTA BANDINI, Lecciones elementales de agricultura teórica, práctica y económica, La Laguna, Imprenta de Bazzanti, 1816. De la marga dice que «es una tierra caliza efervescente con los ácidos, más o menos blanca, más o menos compacta, casi siempre pulverulenta, y depositada en el interior de la tierra», p. 230. 144 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 20 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ especialmente en terrenos algo compactos. Noticia que juzgaba importante puesto que ese producto existía en Canarias de for-ma abundante y, además, servía para destruir los insectos y malas hierbas, aunque todavía en 1816 nadie lo hubiese experi-mentado en el Archipiélago47. Cuando empieza a escasear el es-tiércol se buscan sucedáneos, en el siglo XVIII en Inglaterra se habla de abonos artificiales, en el siglo XIX, químicos franceses y alemanes obtienen buenos resultados con fertilizantes sinté-ticos, lo que necesita un mayor conocimiento de la fisiología vegetal. Las sociedades económicas en toda Europa trataron de so-lucionar los problemas de la agricultura mediante la introduc-ción de reformas basadas en métodos científicos, mayoritaria-mente encaminados a superar el barbecho48. Por el contrario, Canarias estaba en un estadio mucho más atrasado, según el diagnóstico de Viera y Clavijo en su opúsculo citado. Viera, en efecto, critica el método empleado por la mayor parte de los agricultores canarios, ya que se fundamenta casi exclusivamen-te en el barbecho, que posteriormente vuelven a sembrar con el mismo grano producido, en lugar de alternar los cultivos, es decir, plantar raíces de diversas especies, por ejemplo combinan-do cereales con leguminosas49. A principios del siglo XIX en Ca-narias pocos ilustrados defienden el barbecho: ha tenido sus partidarios, aunque ya en el día son pocos los que apadrinan este método. Su objeto es hacer adqui-rir al suelo los principios consumidos por las cosechas an-teriores ya por medio de la labor, y ya por la influencia de los meteoros, o destruir las malas yerbas con labores repe-tidas50. La idea que predominó y se impuso en la Europa norocci-dental fue que el suelo debía regenerarse por medio de una se- 47 JUAN BAUTISTA BANDINI, Lecciones elementales..., op. cit., pp. 243-244. 48 ULRICH IM HOF, La Europa de la Ilustración, Barcelona, Crítica, 1993, p. 113. 49 JOSEPH DE VIERA Y CLAVIJO, Librito..., op. cit. Esta defensa está recogi-da en el capítulo X, titulado «Del Método de Cultivar». 50 JUAN BAUTISTA BANDINI, Lecciones elementales..., op. cit., p. 197. Núm. 49 (2003) 145 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 21 cuencia de cultivos, cada uno con un consumo peculiar, a dis-tintas profundidades, de varias sustancias químicas del suelo; por la introducción de plantas que poseían un efecto regenerativo; y, sobre todo, por un mayor abonado de las tierras que fue faci-litado por la expansión del abono animal51. Así se reducen los barbechos y como consecuencia se obtiene un cultivo más in-tensivo que consume más trabajo y capital y una parte mayor de cuya producción es destinada al mercado. Pero en Canarias, como ha demostrado Núñez Pestano para Icod de los Vinos, las posibilidades de transformar los sistemas de barbecho y rotación de cultivos no dependía solamente de la introducción de combi-naciones de cultivos que permitieran regenerar parte de la ca-pacidad reproductora de los terrenos, sino también de la dispo-nibilidad de abonos orgánicos, limitada por la parquedad de la cabaña ganadera52. Otra cuestión que preocupó a los ilustrados canarios fue la de las innovaciones de nuevos aperos de labranza. Así, en junta del 12 de mayo de 1777 ya se trató del medio de introducir el trillo en Telde y Agüimes, donde sólo era empleado el pisoteo de las yeguas para desgranar el trigo en las eras, práctica que po-día implicar la pérdida de una décima parte del grano. De he-cho, los yegüeros teldenses no aceptaban un 10 % de la mies que trillaban si les obligaban a poner morrales a sus yeguas, de tal forma que se ordenó que se comprasen seis trillos a Te-nerife53. En 1778 se obtuvo otra máquina para la trilla, el 51 PAUL BAIROCH, «La agricultura y la Revolución industrial, 1700-1914», en CARLO MANUEL CIPOLLA (ed.), Historia económica de Europa. (3) La Revolución industrial, Barcelona, Ariel, 1983, p. 475. «El avance del pro-ceso de la reducción de los barbechos depende de diversos factores. El cultivo más intensivo consume más trabajo y capital, una parte más volu-minosa de la producción se destina al mercado, por lo que se necesitan buenos medios de transporte». B. H. SLICHER VAN BATH, op. cit., Historia agraria..., p. 361. 52 JUAN RAMÓN NÚÑEZ PESTANO, La dinámica de la propiedad de la tierra en Icod de los Vinos (1796-1830). Transformaciones sociales y comporta-miento económico en la crisis del Antiguo Régimen, La Laguna, Universi-dad de La Laguna, 1984, pp. 123-124. 53 JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO, Extracto de las actas de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas (1777-1790), Las Palmas de Gran Canaria, Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Pal- 146 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 22 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ volvedor. La Sociedad Económica solicitó a algún miembro de la Corte un diseño y su explicación, posteriormente este voledor fue entregado a quienes aprendieron su utilización para que éstos instruyesen a quienes quisiesen imitarlo. En Canarias se ignoraba a veces hasta la existencia de muchos útiles agrícolas. Por ejemplo, según Bandini, en ninguna de las islas se hacía uso de la grada ni del rodillo ni antes ni después de la siembra, por considerarlo superfluo o por mero desconocimiento54. Por este motivo, en 1783 se intentó utilizar a varios prisioneros ingleses que habían llegado a las Islas, con cierta instrucción en mate-ria agrícola, para que dirigiesen la fabricación de diferentes ins-trumentos de labranza que no se conocían en estas latitudes o que se usaban de forma tan imperfecta que no aportaban los resultados esperados55. La Real Sociedad Económica de Amigos del País presentó en sesión del 22 de mayo de 1778 un dictamen sobre la máquina o volvedor para trillar mieses inventada en 1775 por Don Juan Cristóbal Manzanares, que era un sacerdote de la parroquia de la Villa de Arcajo e hizo traerla desde Madrid. Este instrumento constaba de un cilindro armado de varias hoces de hierro que al tiempo que recortaba la mies la ahuecaba. Justo un año más tarde se vio el modelo de ese trillo y se presentó la disertación impresa que contenía su explicación, expuesta por Don José Van de Valle. Algo más tarde, Don Francisco del Castillo Santelices pidió a la Económica el modelo del trillo para fabricar uno y se mas, 1981, pp. 58-59. Los socios de la Económica tinerfeña decidieron traer a sus expensas los aperos y semillas necesarios. A.M.L.L., sig. S-IX, leg. 4, 1778, fol. 1v. 54 JUAN BAUTISTA BANDINI, Lecciones elementales..., op. cit., 1816. Del mismo modo, los estudios para el caso andaluz demuestran que el utillaje agrario siguió siendo el tradicional: arado romano, azadón, horca, etc. (p. 245). LEÓN C. ÁLVAREZ SANTALÓ y ANTONIO M. BERNAL, «El utillaje agrí-cola en la tierra de Sevilla: 1700-1833», Archivo Hispalense, núm. 193-194, t. LXIII, 1980, pp. 235-268. En la agricultura valenciana percibimos lo mis-mo, incluso en el cultivo de la tierra y en los abonos (pp. 101-104). PEDRO RUIZ TORRES, «La agricultura valenciana en el siglo XVIII», Estructuras agra-rias y Reformismo ilustrado en la España del siglo XVIII, Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1989, pp. 99-132. 55 A.R.S.E.A.P.TFE., Fondo Rodríguez Moure, sig. 149 (20/42), fol. 10r. Núm. 49 (2003) 147 ILUSTRACIÓN E INNOVACIONES AGRARIAS EN CANARIAS 23 acordó que el archivero efectuase la entrega por un periodo de tres meses56. Comprobada esta máquina, se vio que podía tener mucha utilidad para los labradores, por lo que fue presentada al Supremo Consejo de Castilla para que fuera condecorado con el título de socio en la clase distinguida de mérito de Agricultu-ra, lo que efectivamente fue concedido por el Rey en cédula de 6 de febrero de 1779. En conexión con esta promoción de innovaciones y mejoras agrícolas, se impulsó la formación en Tenerife de una Herman-dad de Labradores y un Monte Pío de Labradores, instituciones que quedaron bajo la protección de la Económica, que nombró a uno de sus socios, José de Llarena y Mesa, protector de las dos entidades. Esta iniciativa, además, enlazaba con el proyecto del Ayuntamiento de crear un Montepío de Vinateros57, que a su vez se enmarca en la política general de los ilustrados de toda España que perseguían crear montepíos por sectores para evi-tar la desprotección social que arrojaba anualmente a cuantio-sos grupos poblacionales a la indigencia58. También utilizaron la imprenta al servicio de estas innova-ciones, es decir, publicaron traducciones y elaboraciones nuevas sobre cultivos, técnicas y utensilios. En este sentido, sirva como ejemplo, la traducción al castellano que en 1786 llevó a cabo en La Laguna el impresor don Miguel Ángel Bazzante del Cul-tivo del Colzat, escrito en italiano por Joseph Domenichini, miembro de la célebre Academia de los Filarmónicos de Bo-lonia59. Se trata de dar a conocer la colza para suplantar la 56 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 7, Actas, 1 de mayo de 1779, fol. 127v. Acta del 14 de octubre de 1780, fol. 206r. 57 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 109r-125v. La cuestión de la Hermandad levantó alguna polémica. El 5 de julio de 1784, el Señor Protector de los Labradores, don Antonio Miguel de los Santos, leyó una dura carta, donde pedía que no se le encargasen más gestiones en este cam-po porque mientras los Estatutos no fuesen aprobados por el Rey «son papel mojado y los labradores no tienen espíritu para mudarse de agri-cultura. Finalmente, los Estatutos de la Hermandad de Labradores de La Laguna, aparecieron en 1788. A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 192r-198v. 58 B.M. (Bristish Museum), British Library, The Department of Ma-nuscripts, Fondo Egerton, leg. 516, fols. 329v.-332r. 59 En 1790, en la relación de premios que ofrecían los Amigos del País 148 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 24 JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ ausencia de olivares en Canarias, exaltando las característica de esa semilla y del aceite que se puede obtener de ella; hace un recorrido por la historia para afirmar que los romanos la lla-maron semilla de col silvestre y su nombre científico Brassica Agustis Lamprana Germanica Vulgaris; en Flandes era muy tra-bajada en su centenar de molinos y prensas para extraer el acei-te60. En la práctica sabemos que no tuvo un efecto importante. Juan B. Bandini, en su ya mencionado tratado de agricultura, también se ocupa de la colza, afirmando que todo es útil en la colza y dedica varias páginas a destacar las bondades de este producto: «es una especie de col que no se cierra ni hace cogo-llo, pero tan parecida en el gusto y figura a las coles comunes, que es muy fácil equivocarlas con ellas»61. Con la política llevada a cabo para innovar el utillaje agra-rio, subyace la creencia en que el desarrollo económico condu-ciría al progreso social. Desde este punto de partida, podemos ver que la razón final ya ha sido sustituida por una razón ins-trumental, es decir, que los medios para conseguir la felicidad de los súbditos se convierte en el objetivo último. Hemos podido confirmar que en las Islas Canarias hubo una importante actividad intelectual que se movía en el marco del horizonte de ideas ilustradas nada despreciables y comparables con otras experiencias dentro de la Corona española. De hecho se avanzó en los conceptos agronómicos y se intentó llevar las innovaciones a la práctica, aunque con poco éxito entre otras razones por la falta de medios y, sobre todo, por la verticalidad con que pretendían aplicarlas. de Tenerife, en el noveno lugar se dice que tres años antes el premio de 60 reales lo ganó Joseph Domenichini por esta traducción de la memo-ria, pero este personaje cedió su recompensa a la Sociedad Económica para que repitiese el concurso y por eso, salió en los mismos términos. A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 5, Agricultura, fol. 112r. 60 A.R.S.E.A.P.TFE., Libro 4, Agricultura, fols. 56-65. 61 JUAN BAUTISTA BANDINI, Lecciones elementales..., op. cit., 1816, 279. |
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