Núm. 50 (2004) 607
68 LA COMPAÑÍA COMO PROYECTO (SIGLOS XVII-XVIII)
LA COMPAÑÍA COMO PROYECTO
(SIGLOS XVII-XVIII)
P O R
PERE MOLAS RIBALTA
Los gobernantes españoles del siglo XVII estaban sorprendi-dos
y maravillados por el auge económico de las emergentes
potencias marítimas, en especial de las Provincias Unidas. Ya en
torno a 1620 había plasmado un tópico destinado a tener larga
vida. Se partía de una falsa idea de pobreza natural de las tie-rras
nórdicas y de la abundancia española en materias primas.
En consecuencia se creía que España podría recuperarse fácil-mente
mediante la imitación de las fórmulas institucionales
holandesas, y en concreto de la compañía privilegiada de comer-cio,
que se presentaba como el medio ideal para desarrollar el
comercio y la navegación. Un texto de la segunda mitad del si-glo
afirmaba que «el modo con que los enemigos de esta coro-na
se han hecho poderosos es con las compañías de comercio
que han formado» y, en consecuencia, «que el único remedio y
total restauración de la monarquía era tratar de formar com-pañías
mercantiles que en flota comerciasen».
Durante más de un siglo se sucedieron propuestas y proyec-tos,
sin que ninguno llegara a un desarrollo fructífero. La his-toria
de estos proyectos ya fue expuesta en 1865 por el patriar-ca
de la Historia económica en España, Manuel Colmeiro1. En
1 MANUEL COLMEIRO, Historia de la Economía Política española, Madrid,
1863. Reedición 1988, II, Capítulo 80, «Compañías privilegiadas de comer-cio
», pp. 311-318.
608 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
2 PERE MOLAS RIBALTA
los años treinta del siglo XX, el historiador Hussey, en su mono-grafía
sobre la Compañía Guipuzcoana de Caracas, realizó un
balance de los antecedentes de las compañías privilegiadas es-pañolas2.
Investigadores españoles han ido siguiendo el camino
trazado. En 1982 María Jesús Matilla realizó un análisis deta-llado
de las compañías por acciones en la España del Antiguo
Régimen3. También Mariano García Ruipérez ha estudiado las
manifestaciones en favor, y también en contra, de las compa-ñías,
que se sucedieron a lo largo del siglo XVIII4. Recientemente
José Miguel Delgado Barrado ha realizado notables aportacio-nes
al conocimiento de estas instituciones en el siglo XVIII5. Mi
propósito es recorrer otra vez la senda, para comentar puntos
determinados y hacer consideraciones concretas, en especial de
las compañías orientadas hacia el comercio transatlántico, de-jando
relativamente al margen las vinculadas a la industria.
EL TIEMPO DE OLIVARES
Los primeros proyectos fueron expuestos a principios del si-glo
XVII por súbditos de la Monarquía que no pertenecían a la
Corona de Castilla. En 1616 el flamenco Jorge Henin presenta-ba
un Discurso sobre la economía de la Monarquía española en
el que proponía la formación de dos compañías, una para el
2 La monografía de Hussey sobre la Compañía de Caracas fue publica-da
por Harvard University Press en 1934, pero cinco años antes el autor
había publicado un artículo sobre «Antecedents of the Spanish Mono-polistic
Trding Companies. 1624-1728», en Hispanic American Historical
Review, IX, pp. 1-20.
3 MARÍA JESÚS MATILLA QUIZA, «Las compañías privilegiadas en la Es-paña
del Antiguo Régimen», en MIGUEL ARTOLA, La economía española a
fines del Antiguo Régimen. IV. Instituciones, Madrid, 1982, pp. 269-401.
4 MARIANO GARCÍA RUIPÉREZ, «El pensamiento económico ilustrado y
las compañías de comercio», Revista de Historia Económica, IV.3 (1986),
pp. 521-548.
5 JOSÉ MIGUEL DELGADO BARRADO, «Reformismo borbónico y compañías
privilegiadas para el comercio americano, 1700-1756», en AGUSTÍN GUIMERÁ
(ed.), Madrid, 1992, pp. 125-143. «Reformismo borbónico y proyectos
marítimos coloniales», en Pensamiento y política económica en la época mo-derna,
Actas, Madrid, 2000, pp. 101-123.
Núm. 50 (2004) 609
LA COMPAÑÍA COMO PROYECTO (SIGLOS XVII-XVIII) 3
comercio del Báltico y otra para el Atlántico, con sede en Sevi-lla
y Lisboa. Henin ya apuntaba uno de los criterios de muchos
proyectos de reforma económica del siglo XVII: la integración
económica de las distintas partes que componían la monar-quía.
El rey debía «reunir todos sus dominios en cuerpo de co-mercio
»6.
Pero fueron los comerciantes portugueses, muchos de ellos
cristianos nuevos, los que propusieron con mayor ahínco la for-mación
de compañías privilegiadas para el comercio colonial.
Ellos tuvieron un papel primordial en la aceptación y difusión
de este modelo de organización del comercio. En 1619 se pro-puso
en Madrid la creación de una compañía para el comercio
y navegación de Indias. en la que podían participar personas de
cualquier calidad o estado. Con estas palabras se quería signifi-car
la invitación a la nobleza para que invirtiera en las grandes
empresas comerciales, sin pérdida de su condición7.
El más conocido de los arbitristas portugueses fue Duarte
Gomes Solís, autor del Discurso sobre los comercios de las dos
Indias (Madrid 1622), el cual escribía que «el comercio y la con-tratación
son más poderosos que las armas», y que «si como
caballeros fueran mercaderes, pudieran España y Portugal triun-far
». El remedio consistía, por supuesto, en la formación de
compañías de comercio «como hacen los de Holanda». Poste-riormente
escribió Solís una Alegación en favor de la Compañía
de la India oriental (1628), una compañía que debía unir los
comercios de Asia y América. El discurso de Duarte Gomes fue
informado positivamente por don Mendo de Mota, miembro del
Consejo de Portugal en la corte. Mota se hacía portavoz de las
mismas ideas con el objetivo de «aplicar los españoles al comer-cio
y la mercancía» (1623)8.
6 PEDRO RODRÍGUEZ CAMPOMANES, Reflexiones sobre el comercio español
a Indias (1762). Edición, transcripción y estudio preliminar de VICENTE
LLOMBART, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1988, VII, «De la utili-dad
de la compañía española propuesta por Jorge Henin a Felipe III».
7 JOSÉ GENTILE DE SILVA, «Les sociétés commerciales, la fructification
du capital et la dynamique sociale, XVI-XVII siècles (Essai d’Histoire
comparée)», Anuario de Historia económica y social, II, Madrid, 1969,
pp. 162 y ss.
8 JOHN H. ELLIOTT, The Count-duke of Olivares. The Statesman in the Age
610 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
4 PERE MOLAS RIBALTA
Mota era miembro de la Junta de comercio creada en la
corte en 1622. En 1624 la Junta examinó la propuesta de otro
comerciante converso portugués, Mateo López Pereira. Las ideas
del personaje nos son conocidas, Afirmaba que «el poder que los
holandeses tienen en la India oriental es por las grandes com-pañías
que tienen entre sí» y sugería la conveniencia de esta-blecer
una compañía portuguesa en Lisboa para la navegación
y el comercio de India, Mina y Guinea9.
El 16 de marzo de 1624 la Junta de comercio examinó la
propuesta de López Pereira. El portugués proponía la formación
de compañías para el comercio de las Indias orientales y occi-dentales,
con participación de comerciantes de distintas ciuda-des.
Aunque se conservaba a Sevilla cierto papel preeminente,
el proyecto suponía una transformación de la Carrera de Indias.
La Junta opinó que «la contratación de las Indias occidentales
está bien dispuesta y tendría inconveniente hacer compañías
particulares». Sin embargo, la misma Junta estimaba «quan
conveniente es armar compañías en los países obedientes de
Flandes para las Indias, con el propósito de que por este medio
se descomponga el comercio que los rebeldes tienen en ella»10.
Las ideas de los portugueses fueron incluídas por el conde
duque de Olivares en su Gran Memorial presentado aquel mis-mo
año 1624 a Felipe IV. En él exponía la necesidad de «gober-nar
por compañías y consulados la mercancía de España», y por
supuesto el remedio consistía en «que se hagan compañías mer-cantiles
por todas partes»11.
El estímulo gubernamental coincidía con la existencia de
intereses y grupos mercantiles específicos. Los comerciantes fla-mencos
establecidos en Andalucía ayudaron a fundar en 1624
«un consulado y compañía con el título de Almirantazgo de los
of Decline, Yale University Press, 1986. Traducción castellana, Barcelona,
1990. PERE MOLAS RIBALTA, «Instituciones y comercio en la España de Oli-vares
», Studia Historica, Historia Moderna (Salamanca), V, 1987, pp. 92-93.
9 JONATHAN I. ISRAEL, The Dutch Republic and the Hispanic World. 1606-
1661, Clarendon Press, Oxford, 1982, pp. 134 y ss. Traducción castellana,
Siglo XXI, Madrid, 1996.
10 Archivo General de Simancas, Estado, Leg. 2487.
11 JOHN H. ELLIOTT y JOSÉ FRANCISCO DE LA PEÑA, Memoriales y Cartas
del Conde Duque de Olivares, Madrid, 1978, I, pp. 46-47.
Núm. 50 (2004) 611
LA COMPAÑÍA COMO PROYECTO (SIGLOS XVII-XVIII) 5
comercios de los Países obedientes de Flandes y provincias sep-tentrionales
con la Provincia de Andalucía y Reino de Grana-da
». Una vez más se trataba de «formar una compañía de co-mercio,
por la experiencia que se tiene de lo que han adelantado
con él la potencia de los rebeldes de Holanda». Debía ser una
compañía de «comerciantes militantes», con «navíos de trato y
guerra». Pero el Almirantazgo de Sevilla fue más una organiza-ción
administrativa para la guerra económica que una empresa
comercial12.
En 1628 el gobierno central volvía a ocuparse del tema. Se
pidió el parecer de los comerciantes de Sevilla sobre la creación
de compañías para las Indias occidentales y se formó una nue-va
junta de compañías mercantiles, de la cual formaron parte
el propio Olivares y don Mendo de Mota. Se repetía que el re-medio
único para conseguir el restablecimiento del comercio y
reparar su declinación se encontraba era la formación de una
«compañía armada por cuya mano corra privativamente el trá-fico
y contratación de la América». En aquella fecha se presen-taba
como modelo el establecimiento de una compañía portu-guesa
para el comercio con las Indias orientales13.
Efectivamente, en Portugal las propuestas de 1624 no habían
caído en el vacío. A fines de 1624 el municipio de Lisboa, presi-dido
por don Jorge de Mascarenhas, había recibido la documen-tación
correspondiente. La compañía portuguesa tomó forma en
1628, con la obtención de sus ordenanzas. Su impulsor fue el
propio Mascarenhas, que presidía el consejo de la Compañía.
Posteriormente fue cabeza de la junta de hacienda y en 1638
fue nombrado primer virrey del Brasil14.
La compañía portuguesa fue la única de las cuatro compa-ñías
proyectadas en el entorno de Olivares que llegó a funcio-nar.
Sin embargo, su trayectoria no superó el lustro15. Después
12 ISRAEL, pp. 205 y ss.
13 COLMEIRO, II, p. 311. MOLAS, pp. 95-96. JUAN FRANCISCO BALTAR RO-DRÍGUEZ,
Las Juntas de gobierno en la Monarquía Hispánica (siglos XVI-XVII),
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid 1998, p. 212. Jun-ta
de compañías mercantiles.
14 ANTONIO DE OLIVEIRA, Poder e oposição política em PortugaL no pe-riodo
filipino (1580-1640), Lisboa, 1991, pássim.
15 OLIVEIRA, pp. 88-95.
612 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
6 PERE MOLAS RIBALTA
de la restauración de la independencia portuguesa, en 1649, se
fundó una Compañía general de comercio del Brasil. En 1663
la compañía pasó a ser dirigida por un consejo real. Un obser-vador
español posterior ponía en el activo de la institución la
conservación de la independencia y del imperio lusos:
Portugal, en medio de las guerras, formó compañía para
el comercio del Brasil y fue bastante su formación para
acabar de desalojar a los holandeses y su producto le rin-dió
conveniencias bien crecidas, que con ellas pudo man-tener
la guerra.
LA ÉPOCA DE CARLOS II
Es posible que fuera también un ejemplo exterior el que
relanzara en los círculos gubernamentales españoles el interés
por la compañía privilegiada. En 1664-1665 se fundaron las
Compañías francesas de las Indias orientales y occidentales. En
1667 un grupo de comerciantes presentó un proyecto de esta-blecimiento
de una Compañía española de comercio armado. De
momento, la compañía recibió el nombramiento de un Protec-tor,
en la persona del marqués de Aitona, uno de los componen-tes
de la Junta de Gobierno de la Monarquía. Debía tratarse de
una compañía «poderosa de mayor», dedicada a la negociación
marítima y navegación, dotada de prerrogativas y honores, y con
participación de la nobleza. Debía tratarse de un comercio «ver-daderamente
español», una compañía general de España, por
medio de un «asociamiento general en que concurran todos los
reinos y provincias». Se hicieron gestiones en Cataluña, Vizca-ya,
Galicia (donde se hablaba de una Compañía del Mar) y Se-villa,
pero con resultado limitado16.
Uno de los promotores, Eugenio Carnero redactó un discur-so
para satisfacer a las observaciones de otro de los integrantes
de la Junta de gobierno, el vicecanciller de Aragón, Cristóbal
Crespí de Valldaura. Carnero especificaba que debía tratarse de
16 JAIME CARRERA PUJAL, Historia de la economía española, Barcelona,
1943, II, pp. 310-311. MATILLA QUIZA, pp. 296-299, y las abundantes fuen-tes
allí citadas.
Núm. 50 (2004) 613
LA COMPAÑÍA COMO PROYECTO (SIGLOS XVII-XVIII) 7
una compañía general española que entendiera de la navega-ción
y comercio total de las Indias occidentales ... «a semejanza
de otras compañías armadas que estaban en uso entre los ex-tranjeros
». La pluma de Carnero se exaltaba al glosar las virtu-des
de la compañía:
Por su mano, se fortalece el comercio, se engruesa el tra-to,
se aumenta la navegación, se aseguran los mares17.
El proyecto no prosperó, por la oposición de las institucio-nes
y de los grupos que ya se encontraban bien situados en la
organización del comercio hispano-americano. El Consejo de
Indias, que sorprendentemente declaró no poseer documenta-ción
del reinado de Felipe IV relativa al tema, señalaba en el
proyecto graves inconvenientes. También los comerciantes de
Sevilla se negaron a colaborar, diciendo que «no les parece que
en este comercio haya caudales para dar principio a semejante
formación de compañía».
La propuesta todavía dio lugar a una nueva formulación, la
del domínico valenciano fray Juan de Castro, el cual redactó
unas «Advertencias importantes en la formación de la Compa-ñía
española de comercio armado» (1668). El religioso desarro-llaba
la idea de que en la empresa debían participar los distin-tos
reinos y provincias que integraban la monarquía. En
concreto hacía referencia a los territorios continentales de la
Corona de Aragón, Valencia, Aragón y Cataluña, «pues son
vasallos y españoles»18. Algo posterior fue el proyecto de Juan
Cano, natural de Borgoña y residente en Cádiz (1675), el cual
alardeaba de 16 años de experiencia en todas las plazas comer-ciales
del universo. Proponía la creación de gran compañía ge-neral
de comercio. y una compañía particular en cada ciudad.
La mitad de accionistas debían residir en Cádiz, y la otra mitad
en Sevilla, Sanlúcar y Puerto de Santa María19.
17 MANUEL COLMEIRO PENIDO, Biblioteca de los economistas españoles de
los siglos XVI, XVII y XVIII. Reedición, Madrid, 1953-1954, núm. 138.
18 HENRY KAMEN, La España de Carlos II, Barcelona, 1981, pp. 177-178.
19 CARRERA PUJAL, Historia de la economía española, Barcelona, 1943,
II, pp. 34-38. MANUEL HERREROS SÁNCHEZ, «Cádiz y la organización del co-
614 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
8 PERE MOLAS RIBALTA
El tema de la compañía fue tratado también por la Junta
general de comercio, fundada en 1679. El 8 de septiembre de
1683, uno de sus componentes, Francisco de Soto Guzmán.
presentó un plan de compañía para ser discutido en la Junta20.
Se trataba de una Compañía universal de las Américas, con
sedes en Sevilla y Madrid y posibilidad de participación de la
Corona de Aragón. Se hablaba también de una compañía espa-ñola
armada para el tráfico y comercio de España con las In-dias.
Uno de los votos presentados a la Junta precisaba algunos
de los extremos del proyecto. Se preveía la participación de las
ciudades industriales de la Corona de Castilla (Sevilla, Grana-da,
Toledo, Segovia) y también de Valencia.
La Junta encargó la elaboración del proyecto a otro de sus
integrantes, el consejero de Indias, Luis de Cerdeño y Monzón.
El proyecto proponía la substitución de la Casa de Contratación
por dos consulados de comercio, con sede en Madrid y Sevilla.
Se trataba de una compañía privilegiada armada radicada en los
reinos de Castilla21. El tema fue discutido por una junta de con-sejeros
de Castilla y Hacienda. y dio lugar a una consulta del
Consejo de Castilla22. El aristócrata duque de Montalto, en car-ta
al embajador don Pedro Ronquillo, se unía al coro de favore-cedores
de la fórmula: «aplicarnos al comercio y erigir una com-pañía
para él» sería un «admirable y portentoso remedio», para
la situación de la monarquía; el «remedio universal» que consi-deraban
«los hombres de juicio». Pero una vez más no se pasó
a la práctica23.
mercio indiano en el proyecto mercantilista de Juan Cano (1675)», en An-dalucía
y América, Actas del II Congreso de Historia de Andalucía, Córdo-ba,
1994, pp. 171-178.
20 MATILLA, pp. 300-303, quien resume las anteriores aportaciones de
SÁNCHEZ APELLÁNIZ, desde la perspectiva del Derecho Mercantil. También
J. A. ALEJANDRE GARCÍA, «Un proyecto de compañía general del comercio
con las Indias en el siglo XVII», en III Congreso del Instituto Internacional
de Historia del Derecho Indiano, Madrid, 1973, p. 975.
21 COLMEIRO, Biblioreca, núm. 152.
22 PEDRO GAN GIMÉNEZ, «Corpus documental del Arzobispo Presidente
Virrey Antonio de la Riva», Chronica Nova, núm. 11 (1980).
23 Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, tomo 79
(1892), pp. 304 y 474.
Núm. 50 (2004) 615
LA COMPAÑÍA COMO PROYECTO (SIGLOS XVII-XVIII) 9
La compañía general era también el único remedio y la últi-ma
esperanza de recuperación de la monarquía para Manuel de
Lira, embajador en Holanda desde 1685 a 1691, secretario del
despacho universal y desde 1691 consejero de Indias, en su «re-presentación
» a Carlos II. Lira proponía una organización con
sede doble en Cádiz y Sevilla u otro puerto de Andalucía24. Un
siglo más tarde, Antúnez y Acevedo sintetizaba el contenido de
la propuesta de Lira:
Este ministro, en un bien extendido papel, propuso como
único remedio de nuestro comercio con las Indias ... la for-mación
o establecimiento de una compañía general, con
participación extranjera de países aliados y de los distintos
reinos de la monarquía25.
Lira recibió los prolijos memoriales escritos por Miguel An-tonio
Alvárez Osorio. Éste proponía reformar el comercio y su-gería
el establecimiento de una compañía española, aunque más
orientada hacia la industria (compañía universal de fábricas y
comercio) y repetía la idea de organizar la presencia de los dis-tintos
reinos y provincias de la Monarquía26. Por su parte, el
catalán Narciso Feliu de la Peña, en su obra Fénix de Catalu-ña
(1683) veía en una «nueva compañía perpetua» el «medio
útil y fácil» de fomentar el comercio, la navegación y la manu-factura.
Entre las posibilidades de la institución se encontraba
la de enviar anualmente dos bajeles a América. También el re-formismo
aragonés que se movía en torno a las Cortes del rei-no
confiaba en las virtudes de la compañía general de comer-
24 CARRERA PUJAL, II, pp. 96-103. JOSÉ MUÑOZ PÉREZ, «El comercio de
Indias bajo los Austrias y los tratadistas españoles del siglo XVII», Revista
de Indias, 1957, pp. 218-220. STEIN, STANLEY y BÁRBARA, Plata, comercio y
guerra. España y América en la formación de la Europa moderna, Barcelo-na,
2002, pp. 126-128.
25 RAFAEL ANTÚNEZ ACEVEDO, Memorias históricas sobre la legislación y
gobierno del comercio de los españoles con sus colonias de las Indias occi-dentales,
Madrid, 1797. Edición facsímil, Madrid, 1981. Presentación y es-tudio
preliminar de ANTONIO GARCÍA BAQUERO, p. 276.
26 MARJORIE GRICE-HUTCHINSON, El pensamiento económico en España.
1117-1740, Editorial Crítica, Barcelona, 1982, pp. 214-219. CARRERA PUJAL,
II, pp. 89-96. STEIN, pp. 123-126.
616 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
10 PERE MOLAS RIBALTA
cio27. Y los belgas reaparecieron con proyectos de una compa-ñía
para el comercio de las Indias orientales y Guinea28.
EL REFORMISMO BORBÓNICO
Los proyectos planteados durante el reinado de Carlos II tu-vieron
su continuidad en el del primer Borbón, a veces con in-tervención
de los mismos personajes. El arzobispo de Zaragoza
Ibáñez de la Riva, envió al cardenal d’Estreés la «planta del
comercio de Indias que formó siendo presidente de Castilla», es
decir, el proyecto de Cerdeño. Ya terminada la guerra de Suce-sión,
el mismo proyecto fue presentado en 1719 a la Junta de
comercio por Juan de Legarra, secretario del Consejo de hacien-da
en sala de millones, el cual proponía una compañía general
de españoles, con sede en Cádiz, o bien compañías particulares
en otros puertos29.
El gobierno borbónico estimuló el proyectismo económico.
Gaspar Naranjo Romero, natural de Sevilla, proponía en 1703
el establecimiento de una compañía universal, con sede en su
ciudad natal, complementada con una serie de compañías de
comercio interior y fábricas30. El reformismo inicial del reinado
de Felipe V culminó en los primeros meses de 1705 con la for-mación
de una Junta de restablecimiento del comercio, que se
ocupó de manera especial del tráfico transatlántico31. En ella, el
consejero de Indias Manuel García Bustamante presentó una
vez más el proyecto de formación de una compañía de comer-cio.
La misma institución, pero con participación extranjera, era
27 PERE MOLAS RIBALTA, «A tres·cents anys del Fènix de Catalunya»,
Pedralbes. Revista d’Història Moderna, núm. 3 (1983), pp. 157-159.
28 MANUEL BUSTOS RODRÍGUEZ, «Un proyecto frustrado de Compañía
general de comercio de los Países Bajos en tiempos de Carlos II», Studia
Historica. Historia Moderna, Salamanca, núm. 20 (1999), pp. 297-318.
29 MATILLA, p. 306. MARIANO GARCÍA RUIPÉREZ, pp. 524-525. STEIN,
pp. 264-269.
30 CARRERA PUJAL, III, pp. 84-91. COLMEIRO, Biblioteca, núm. 294.
31 GEOFFREY WALKER, Política española y comercio colonial, Barcelona,
1979, pp. 45-53. ANTONIO GARCÍA BAQUERO, Cádiz y el Atlántico. 1717-1778,
Sevilla, 1976, I, pp. 151-152.
Núm. 50 (2004) 617
LA COMPAÑÍA COMO PROYECTO (SIGLOS XVII-XVIII) 11
la propuesta del francés Nicolás Mesnager, otro de los integran-tes
de la Junta32.
Otro de los componentes de la institución, como diputado
por el comercio de Galicia y Asturias, don Diego de Murga,
marqués de Montesacro, consiguió la aprobación en 1714 de
una Compañía de comercio de Honduras, que, sin embargo no
tuvo continuidad33. La misma suerte sufrió la Compañía Náuti-ca
Mercantil y Universal del Principado de Cataluña, concedida
por Felipe V a las cortes catalanas de 1702.
Terminada la guerra de Sucesión, el intendente borbónico
Rodrigo Caballero instaba a los comerciantes catalanes a orga-nizar
una compañía de comercio bajo protección real, que se
hiciese cargo del tráfico con América (1720)34. Al año siguiente,
y como intendente de Galicia, el propio Caballero proponía es-tablecer
comercio directo de aquel reino con América. Galicia
fue también la base geográfica de una compañía formada en
1734 para el comercio del palo de Campeche. La iniciativa ha-bía
sido patrocinada por la ciudad de La Coruña, por sí y en
nombre del reino de Galicia. No prosperó, a pesar de la protec-ción
dispensada por el ministro Patiño. El mismo ministro tam-poco
había logrado que se desarrollara el proyecto de una com-pañía
para el comercio con Filipinas (1733)35.
En 1732 se habían publicado dos textos importantes para la
historia del mercantilismo español. La Rapsodia ... del marqués
de Santa Cruz de Marcenado recogía el proyecto del marqués
de Villadarias para establecer una compañía general de las In-dias36.
Por otra parte, la Representación de Miguel de Zavala
Auñón a Felipe V exponía de manera clara y precisa el medio
de establecer el comercio por compañías. Uno de los elementos
32 MARILUZ URQUIJO, pp. 23-27. ANTONIO GARCÍA BAQUERO, pp. 154-157.
33 MATILLA, p. 305-306, siguiendo a Hussey.
34 MATILLA, p. 305, resume bien la bibliografía.
35 CARRERA PUJAL, III, p. 142.
36 MARQUÉS DE SANTA CRUZ DE MARCENADO, Rapsodia económico políti-co
monárquica. Comercio suelto y en compañías... Edición facsímil, Oviedo,
1984. Papel sexto. «Extracto del Proyecto que para una Compañía general
de las Indias españolas formó con grande acierto el teniente general mar-qués
de Villadarias, que en el mes de marzo de 1731 me hizo la amistad
de prestarme su manuscrito».
618 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
12 PERE MOLAS RIBALTA
que definía la institucion era su carácter oficial, las «prerrogati-vas,
honor y franquicias». Además, Zavala consideraba que una
compañía por acciones favorecería la participación de la noble-za,
puesto que «allí no comercia la persona»37.
Cuando Zavala publicó su texto. ya habían cruzado el Atlán-tico
los navíos de la Ilustración38, es decir, ya había iniciado su
singladura la Compañía Guipuzoana o de Caracas, fundada en
1728, la primera de las compañías españolas que perduraron y
de las pocas que obtuvieron beneficios39. Zavala le reconocía la
gloria de haber sido la primera, y la presentaba como posible
«pie o cimiento en que se fundase una de las que propongo»,
para Tierra Firme o Nueva España. En realidad la segunda
compañía con trayectoria continuada fue la de la Habana, fun-dada
en 1740 para asegurar la exportación de tabaco y azúcar
a España40.
Otros puertos cantábricos intentaron seguir la estela de las
compañías de Caracas y de la Habana. En los años cuarenta,
el vizcaíno José Zavala Miranda presentó varios memoriales en
que proponía «introducir en Bilbao comercio y navegación por
reglas de compañía para la carrera de Buenos Aires u otros de
América»41. Hubo un par de proyectos de compañía en Galicia,
y en 1743 el marqués de Ferrera solicitó al ministro Campillo la
formación de una compañía asturiana de comercio42.
37 PERE MOLAS RIBALTA, La burguesía mercantil en la España del Anti-guo
Régimen, Madrid, 1985, pp. 141-142.
38 RAMÓN DE BASTERRA, Los navíos de la Ilustración, Caracas, 1925.
Edición facsímil, Madrid, 1987.
39 MONTSERRAT GÁRATE, La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, San
Sebastián, 1990, 624 p.
40 MONTSERRAT GÁRATE OJANGUEREN, Comercio ultramarino e Ilustración.
La Real Compañía de La Habana, Colección Ilustración Vasca, tomo VI, San
Sebastián, 1994.
41 José M ª MARILUZ URQUIJO, Bilbao y Buenos Aires. Proyectos diecio-chescos
de compañías de comercio, Buenos Aires, 1982.
42 ALFONSO MENÉNDEZ GONZÁLEZ, «Asturias y el comercio con Améri-ca
en el siglo XVIII», Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos,
núm. 135, pp. 541 y ss.
Núm. 50 (2004) 619
LA COMPAÑÍA COMO PROYECTO (SIGLOS XVII-XVIII) 13
CAMBIO DE TENDENCIA.
En aquellas alturas del siglo XVIII el pensamiento oficial ex-perimentaba
variaciones notables en cuanto a las ventajas de la
compañía. Todavía Argumosa Gándara, en su Erudición políti-ca
(1743) consideraba que su establecimiento era «útil, preciso
y conveniente» y proponía crearlas para el comercio de Tierra
Firme y de Nueva España43. En su exilio vienés, el conde Juan
Amor de Soria afirmaba una vez más que
el más seguro medio de establecer el comercio marítimo en
cualquier nación consiste en unir los capitales de muchos
en compañía.
En consecuencia proponía la creación de tres compañías,
una de las cuales, la de Poniente debía tener su sede en Cádiz y
ocuparse del comercio hispanoamericano44.
Pero ya autores anteriores habían expresado su desconfian-za
hacia la imitación indiscriminada de la fórmula institucional.
Jerónimo de Uztáriz había manifestado en su Theórica que su
implantación en España produciría «dificultades e inconvenien-tes
», y sería más dañosa que útil para el comercio de España
con América. Para el navarro «la principal utilidad de los comer-cios
» no procedía precisamente de que se hiciera por medio de
compañías45. Bernardo de Ulloa criticaba formalmente la crea-ción
de tales instituciones.con las sigüientes palabras:
Error es decir que el comercio de América se debe hacer por
medio de compañías ... Eso sería hacer particular el comercio
de Indias para los interesados en las mismas compañías, con
exclusión de los demás, debiendo ser general de toda España46.
43 GARCÍA RUIPÉREZ, p. 529.
44 Aragonesismo austracista (1734-1742) del conde Juan Amor de Soria.
Edición y estudio introductorio de ERNEST LLUCH, Institución Fernando el
Católico, Zaragoza, 2000, pp. 307 y ss.
45 REYES FERNÁNDEZ DURÁN, Gerónimo de Uztáriz (1670-1732). Una
política económica para Felipe V, Madrid, 1999, p. 181. Uztáriz trata el tema
en los capítulos 39 a 41 de su «Teórica y Práctica de Comercio y Marina».
46 BERNARDO DE ULLOA, Restablecimiento de las fábricas y comercio es-
620 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
14 PERE MOLAS RIBALTA
José de Carvajal, presidente de la Junta de Comercio de 1746
a 1754, reconocía que en la alta administración comenzaban a
difundirse ideas contrarias a la formación de compañías privile-giadas,
y se preguntaba «de donde viene este aborrecimiento».
Carvajal en cambio era un convencido partidario de estas insti-tuciones
y se declaraba abiertamente en su favor
En su Testamento Político de 1745, Carvajal que entonces era
gobernador interino del Consejo de Indias, proponía un plan de
compañías para todas las regiones españolas, incluídas las inte-riores,
a cada una de las cuales se le adjudicaba un territorio
americano47. Este proyecto podía estar inspirado en los «Diálo-gos
familiares» de Francisco Dantini, escritos a principios del
decenio de los cuarenta, cuyo plan parece más completo y más
elaborado que el del ministro48. Carvajal resumía sus ideas con
precisión:.
el comercio de Indias se debe hacer por compañías, estas
se deben situar en distintos puertos de ambos mares ...
deben nominarse de las provincias.
Desde la presidencia de la Junta de comercio, Carvajal alen-tó
una serie de Compañías de comercio y fábricas, situadas bá-sicamente
en ciudades no marítimas, entre cuyo campo de ac-tuación
se encontraba la posibilidad de comerciar con América.
Por esta razón las correspondientes reales cédulas se conservan
en el Archivo General de Indias49. De todas compañías la que dio
mejor resultado (o que tardó más en disolverse) fue la de San
pañol (1740), Instituto de Estudios Fiscales, Clásicos del Pensamiento Eco-nómico
Español, Madrid, 1992, p. 395.
47 JOSÉ MIGUEL DELGADO BARRADO, José de Carvajal y Lancáster. Testa-mento
político o idea de un gobierno político, Universidad de Córdoba,
1999, pp. 114 y ss.
48 JOSÉ MIGUEL DELGADO BARRADO, Fomento portuario y compañías
privilegidas. Los «Diálogos» familiares de Marcelo Dantini (1741-1748).
Madrid 1999.
49 MIGUEL ÁNGEL MOLINA, «La Real Compañía de Granada para el co-mercio
con América», en Andalucía y América en el siglo XVIII, Sevilla, 1985,
I, pp. 235-249. Renunciamos a indicar aquí la reciente y abudante biblio-grafía
de las compañías de comercio y fábricas, en cuanto no estaban orien-tadas
primordialmente hacia el comercio atlántico.
Núm. 50 (2004) 621
LA COMPAÑÍA COMO PROYECTO (SIGLOS XVII-XVIII) 15
Fernando de Sevilla50. En 1753 hubo una solicitud de formar
una compañía privilegiada de comercio en Canarias, con parti-cipación
de hacendados o cosecheros, comerciantes y navegan-tes,
llamados «las tres clases del comercio». El marqués de la
Ensenada, ministro de marina e Indias denegó la petición51.
Cuando en 1756 se promulgaron las ordenanzas de la Com-pañía
de comercio de Barcelona52, faltaban sólo nueve años para
que se diera el primer paso en favor del libre comercio a Indias.
En un nuevo contexto, inspirado en criterios de libertad econó-mica,
la compañía privilegiada comenzaba a parecer anacrónica.
Cuando en 1778 se promulgó el reglamento de libre comercio,
todavía se respetó por un cierto tiempo la situación de la
Guipuzcoana, pero en los años siguientes se tomó una decisión
sumamente indicativa de la cambiante valoración. Se consideró
que la compañía privilegiada ya no era apropiada para un te-rritorio
como Venezuela, pero que todavía podía ser útil para los
parajes más distantes del sistema imperial español. Así fue como
las Islas Filipinas tuvieron su compañía privilegiada (1785).
Dos pensadores de caracterizadas ideas liberales, expusieron
entonces su idea sobre las compañías. Uno de ellos fue el alavés
Valentín de Foronda, accionista de la Guipuzcoana y autor de
un «Discurso sobre la Compañía de las Indias orientales»53. En
su Discurso, Foronda opinaba que la historia de las compañías
había sido una larga serie de fracasos (incluía las de San Fer-nando
y de Barcelona) y que incluso la Guipuzcoana y la de la
Habana eran «edificios medio desmoronados». Sabía que la for-mación
de una compañía privilegiada se oponía a sus propias
ideas de libertad de comercio, pero justificaba la fórmula como
apropiada para situaciones económicas poco desarrolladas.
50 CARLOS ALBERTO GONZÁLEZ SÁNCHEZ, La Real Compaañía de Comercio
y Fábricas de San Fernando de Sevilla (1747-1787), Sevilla, 1994.
51 AGUSTÍN GUIMERÁ y JOSÉ MIGUEL DELGADO, «Proyectismo canario y
comercio americano: un plan de compañía privilegiada (1753)», El Comer-cio
en el Antiguo Régimen, Asociación Española de Historia Moderna, Las
Palmas, 1994, pp. 151-162.
52 JOSÉ M.ª OLIVA MELGAR, La Compañía de Comercio de Barcelona, Bar-celona,
1983.
53 VALENTÍN DE FORONDA, Miscelánea a colección de varios discursos, Ma-drid,
1787. «Disertación sobre la nueva compañía de las Indias orientales».
622 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
16 PERE MOLAS RIBALTA
Lo mismo pensaba otro vasco, en este caso francés, Francis-co
Cabarrús, quien consideraba las compañías como unos
«andadores», útiles en todo caso, en una etapa inicial del desa-rrollo
económico, pero que pasado un tiempo producían muchos
daños, pues constituían un estanco o monopolio54. La compa-ñía
también fue objeto de la atención de Campomanes55.
Otro archipiélago, en este caso mediterráneo, vio también
concedida en los años ochenta del sigo XVIII, en este caso en
1787, su compañía de comercio por acciones. La Sociedad Eco-nómica
Mallorquina de Amigos del País mantuvo la idea con
perseverancia desde 1778, con la idea de practicar un «comer-cio
científico». En 1797 realizó un balance de la compañía el
intendente del reino, José de Jaúdenes. Se trataba de una per-sona
que había cruzado el Atlántico, pues había sido cónsul de
España en los Estados Unidos56. En 1800 se renovó el Consula-do
de Mar y Tierra de Palma de Mallorca, y en sus ordenanzas
se estableció que para ejercer los cargos directivos de prior o
cónsul era preciso haber embarcado para Indias por valor de
1.500 pesos en cinco años57.
Pero el tiempo de las compañías había pasado. Cuando en
1803 un comerciante de Cádiz, Gregorio Dávalos, propuso la
formación de una compañía para fomento de la real fábrica de
bayetas de Antequera, el fiscal de la Junta de Comercio, descar-tó
la propuesta, con la consideración de que «semejantes com-pañías,
establecidas con el caudal de muchos con esperanza de
54 JUAN SEMPERE GUERINOS, Biblioteca de los mejores escritores del rei-nado
de Carlos III. Edición facsímil, Madrid, 1969, II, pp. 14-15. «Memo-ria
sobre la unión de comercio de América con el de la Asia leído ... en la
Junta general de la Compañía de Caracas».
55 TERESA VILA VILAR, «Campomanes y la Real Compañía de Filipinas.
Sus viscisitudes de organización y funcionamiento (1790-1797)», Anuario
de Historia del Derecho Español (1993-1994), pp. 847-898.
56 ISABEL MOLL BLANES, «La Compañía de Comercio Mallorquina, 1784-
1802», Boletín de la Societat Arqueològica Lul·liana, XXXVII (1979), pp. 329-
348. LLUIS ROURA AULINAS, L’Antic Règim a Mallorca, Palma de Mallorca,
1985. Apéndice 2.3: «Idea de la Compañía Mallorquina de Comercio» y
«Ordenanzas para el establecimiento y gobierno de la Compañía de Comer-cio
de Mallorca».
57 ROMÁN PIÑA HOMS, El Consolat de Mar de Mallorca. 1326-1800,
Institut d’Estudis Baleàrics, Palma de Mallorca, 1985, pp. 162-165.
Núm. 50 (2004) 623
LA COMPAÑÍA COMO PROYECTO (SIGLOS XVII-XVIII) 17
lucro, han producido comunmente disipación de muchos capi-tales
»58. Jovellanos, que también formaba parte de la Junta de
comercio juzgó muy negativamente las posibilidades de la Com-pañía,
de seguros terrestres y marítimos organizado por el du-que
de Osuna59. Los tiempos habían cambiado.
58 Archivo General de Simancas, Consejo Supremo de Hacienda, Leg.
303, núm. 15.
59 JOVELLANOS, Obras Completas, III, Biblioteca de Autores Españoles,
tomo 85, Madrid, 1956, pp. 75-76.