LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS
DEL SIGLO XV
P O R
FRANCISCO PÉREZ SAAVEDRA
En las postrimerías del siglo xx, y cuando se aproxima el
sexto centenario del inicio de la incorporación del Archipiéla-go
Canario, comenzando por Lanzarote, al ámbito europeo,
nos parece oportuno hacer una recapitulación actualizada de
la biografía del controvertido barón normando Juan de Be-thencourt,
iniciador de dicha tarea, con la protección y el apo-yo
del rey de Castilla Enrique 111 el Doliente (1390-1406).
En la presente centuria, la historia de Canarias y la biogra-fía
de Bethencourt han tenido modificaciones importantes.
Desde que Pierre Margry, en 1896, nos dio a conocer «el ver-dadero
manuscrito de L.e Canavien)) hasta que los historiado-res
regionales contemporáneos Elías Serra Ráfols, Buenaven-twa
Rnnnet, Alejandro Cinranescil y un largo efcéter~ de
genealogistas han ido corrigiendo y completando el legado
histórico que recibimos de nuestro eminente polígrafo don
José de Viera y Clavijo y de los primeros cronistas insulares.
Pero para nosotros, que nacimos en la histórica y antañona
villa de San Miguel de Teguise, primitiva Gran Aldea de los
aborígenes de Lanzarote (la «Tyterogaka» en el texto de
Gadifer y ~Tytheroygatran en el de Bethencourt), tiene espe-cialísimo
interés la genealogía de los Bethencourt canarios,
Núm. 45 (1999) 179
2 FRANCISCO PBREZ SAAVEDRA
cuyo apellido se extendió rápidamente no sólo por todo nues-tro
Archipiélago y los de Madeira y Azores, sino también por
la España Peninsular, Portugal y sus nuevos e inmensos terri-torios
coloniales.
Y ese interés nuestro nace de que dicha abundancia de
Bethencourt cosmopolitas proceden de un solo tronco común,
cuya humilde cuna fue la de una mujer indígena de la que
sólo conocemos su nombre aborigen, Teguise, que en la len-gua
de los tuareg tiene dos variantes, con similar significación,
conforme registra el P. Foucault en su diccionario (t. 1, p. 412),
«Tegueze» entre los del Air y «Tegehe» entre los del Hoggar:
«La que tiene derecho a suceder por línea materna)) en la cús- a N
pide de la jefatura tribal.
Esta «princesa» indígena, cuyo nombre cristiano, si fue o
n -
bautizada, desconocemos, pues Le Canarien, en sus dos versio- =m
O
nes, se limita a decir del rey indígena (B. cap. XLVI) «El cual E
fue bautizado él y toda su familia, el primer día de cuaresma*. 2
E
Y la voz «Teguise» sólo la recogen nuestros cronistas tardía- =
mente, y como un topónimo de la «Gran Aldea», que así em- 3
-
pezaron a denominarla los castellanos, y donde, según la tra- -
0m
dición, vivió unos amores tempraneros y efímeros con Maciot E
de Bethencourt, el deudo -primo o sobrino- de Juan, el ba- o
rón normando autorizado por el rey de Castilla para ocupar, n
E cristianizar e incorporar el Archipiélago a su corona. -
a
La tarea se inició con dificultades, porque la situación po- 2
n
Iítica del occidente europeo, con Francia e Inglaterra envuel- 0
tas en la Guerra de los 100 Años, y los reinos Ibéricos de O3
Castilla, Portugal, Aragón y Navarra, sumidos en luchas
cruentas, con cambios de dinastías -los Trastámaras castella-nos,
la Casa de Avís, en Portugal-. Las imvlicaciones de la
Guerra de los 100 Años en Navarra (Carlos 11 el Malo) y
Aragón (Alfonso IV el Ceremonioso), Du Guesclin apoyando a
Enrique 11 y el Príncipe Negro a Pedro 1 de Castilla. La crisis
religiosa del Cisma de Occidente, con los Papas de Aviñón.
Las grandes epidemias de peste que asolaron a Europa du-rante
el período, ocasionando víctimas entre las propias
dinastías reinantes Alfonso XI de Castilla-. La secular riva-lidad
religiosa de las luchas entre el mundo cristiano y el
180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 3
musulmán, que dificultaban la evangelización y fomentaron el
cautiverio y la esclavitud, complicaron y alargaron la labor
colonizadora y evangelizadora del Archipiélago a lo largo de
todo el siglo xv.
Vamos a empezar por exponer, en una apretada síntesis, la
genealogía y la biografía de Juan de Bethencourt, comenzan-do
por los tres antepasados que le precedieron, de su mismo
nombre y apellido, enumerados por los genealogistas con su
número de orden, como a los miembros de las dinastías rea-les.
Ello permitirá al lector conocer no sólo la estirpe del co-lonizador,
en sus eslabones más próximos, sino también los
lugares de su nacimiento y de su patrimonio, en la fértil re-gión
de Normandía, al NW de Francia, costas del Canal de la
Mancha, frente a Inglaterra (fig. 1).
El apellido Bethencourt es uno de los más antiguos de
Europa: «Feudo de Betto,,. Lo encontramos en el Vermandois
y en la Normandía. Probablemente, como opina Cioranescu,
no hubo parentesco entre los de una y otra región, sino sim-ple
coincidencia de apellidos.
El lugar de origen de los Bethencourt normandos, según
Bergeron, fue un feudo del país de Bray, Normandía, cuya
cabeza es Sigy, y se extiende desde el bosque Ascelin, sobre
Robrey la Ferté, hasta Saint-Sanson, a la bahía de Caux, en el
vizcondado de Neufchatel. Todavía los mapas militares fran-ceses
señalan la aldea de Bethencourt, cerca de Sigy. Y en las
geografías modernas se cita el municipio de Sigy en el centro
de Neufchatel, valle del Andella, afluente del Sena, en la
Normandía oriental.
Un camino desciende a la iglesia y la entrada del cemente-rio.
Aquí se encuentra el feudo, el solar y las raíces de los
Bethencourt normandos. Pero una somera biografía de los tres
últimos antepasados de Juan IV de Bethencourt, el que inició
la ocupación del Archipiélago, nos permite conocer los otros
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4 FRANCISCO PÉREZ SAAVEDRA
FIG. 1.-Mapa de Normandía.
lugares de Normandía, a donde, por alianzas matrimoniales,
se extendió la estirpe de los Bethencourt (figs. 1 y 2).
Aunque la genealogía de los Bethencourt es muy antigua,
pues algunos de su apellido participaron en la conquista nor-manda
de Inglaterra y otros en las Cruzadas, consideramos
suficiente en este trabajo citar a ios tres últimos ascendientes
homónimos que precedieron a nuestro biografiado: Juan 1,
Juan 11 y Juan 111 de Bethencourt.
Juan I de Bethencourt
Prestó servicios militares antes de comenzar la Guerra de
los 100 Años. Sus huellas históricas quedaron acreditadas en
182 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
6 FRANCISCO P ~ R E Z SAAVEDRA
el colonizador para residir en Normandia. Dicho castillo esta-ba
en las márgenes del río Durdent, que desemboca en el ca-nal
de la Mancha (fig. 3). Y como su nombre indica, debió ser
l
FIG. 3.-Vista general de Gi-ain\rillc-la-Tcintui-¡?reA. la izquierda, la tome
cilíndrica indica el lugar del antiguo castillo.
FIG. 4.-Grainville-la-Tcintur-ibrc. La capilla de Santa Clotilde.
184 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL~NTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 7
un centro donde se teñían tejidos, industria con gran auge en
la época y en la región. Todos hemos pensado que abundan-do
en nuestro Archipiélago la orchilla, planta tintórea para pa-ños
de púrpura, Bethencourt pudo sentirse atraído por ella al
emprender su aventura canaria.
Ya viuda, Nicole aparece en un documento renunciando al
patronato de la iglesia de Santa María de Grainville, reivindica-do
por unos monjes. También figura presente su hijo, Juan 11.
Juan ZI de Bethencourt
Se mantiene fiel a su homónimo el rey de Francia, a quien
los historiadores aplican el epíteto de El Bueno. Casó con Isa-bel
de Saint Martín le Gallard, del condado -hoy cantón- de
Eu, al norte de Dieppe (fig. 1). Dicho feudo perteneció a la
familia Saint Martin, descendiente de Gautier de Saint Martin,
secundo de Guillome de Braqueville, que descendía de la ilus-tre
familia de los Martel. Isabel era hija de Juan de Saint
Martin, pero no tuvo nunca el castillo de Saint Martin le
Gallard, el cual no perteneció a Juan 11, y sólo años más tar-de
fue de su hijo, Juan 111.
También dejó una hija, Juana, cuya curandería ejerció su
tío Regnaud. Mientras la viuda, a los pocos años, contrajo
matrimonio con Mateo Braquemont.
Juan ZZZ de Bethencourt ( j . 1364)
La ür;;o. ,n de !os Braqiemont con !os Bethenc~ürtp ureciu
dichosa. Pero los tres hermanos Braquemont: Renaud, Richard
y, en particular, Mateo, eran partidarios de Carlos 11 el Malo
de Navarra, uno de los más poderosos e influyentes señores
feudales de Normandía, en abierta rebeldía con el rey francés
Juan 11 el Bueno, a pesar de su parentesco y estar casado con
una de sus hijas. Mateo daba acogida a los navarros en el
castillo de Grainville, y si no lo hizo en el de Saint Martin le
Gallard fue porque todavía no se le había adjudicado a su es-
Núm. 45 (1999) 185
8 FRANCISCO PÉREZ SAAVEDRA
posa y los franceses lo confiaron a Pierre d'Auxy, a quien
Mateo acabó asesinando. Pero Bonnet recoge en una nota al
pie de las páginas 22 y 23 de su libro sobre Juan de Bethen-court
lo que dice Margry de que un día, «ausente Braquemont,
uno de los escuderos llamado Pedro d'Auxy vino de noche, en
unión de mucha gente armada, invadió el castillo y se apode-ró
de la viuda de Juan 11 llevándosela consigo». Añadiendo que
«en vano Mateo rogó al raptor que se retirara, poniendo de
esta manera término a los desórdenes "que le causaban gran
vituperio y deshonorn». Por lo que «afligido e irritado a la vez
al ver que eran inútiles sus ruegos, se arrojó sobre Pedro
d'Auxy con los servidores del castillo y lo mató, así como a
otro que se interpuso». En cambio, Cioranescu lo presenta
como un asesinato político de fecha imprecisa que no alcan-zó
perdón.
Pero en 1362 Mateo contaba con la confianza de su hijas-tro,
Juan 111 de Bethencourt, quien le entregó la administra-ción
de sus tierras y frutos por la anualidad de 100 florines
de oro. Las abuelas de Juan 111, señoras Aude de Bethencourt
y Juana de Saint Martin, reconocieron a su nieto como su
heredero natural, disponiendo tomase posesión de su heren-cia.
Mientras que la viuda de Juan tuvo diferencias con Mateo,
su segundo cónyuge, que dio como resultado la vuelta de éste
a su activa colaboración con los ingleses, con repercusión ne-gativa
en los bienes de su esposa.
Aunque el tratado de Bretigny había traído la paz entre las
monarquías británica y francesa, Carlos de Navarra no quiso
aceptarla. El delfín, después Carlos V, solicitó de los señores
de Normandía que se unieran a Dugesclin en Nantes. Juan 111
uA-c 73-4.L ------A -- :------A - 1 - :A- - :*- ---1 E- P--L---l ( 1 7 DCLIICIILUUI L >C I ILLUI ~UIUa CJCILILU L C ~ L L II ~ULI ICLCI\ I I -
V-1364)) Dugesclin vence a los navarros, perdiendo Carlos to-dos
sus señoríos en Normandía, aunque se le adjudicó el de
Montpellier. Pero costó la vida a bastantes caballeros france-ses,
entre ellos a Juan 111 de Bethencourt, sin haber cumplido
t_r~intaa ños, dejando una viida joven y dos hijos pequeños:
Juan IV de Bethencourt, el futuro colonizador de las Canarias
y Renault, conocido por «Morelet», que fue su heredero, par-tidario
del duque de Borgoña, y padre de Juan V de Bethen-
186 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 9
court, un hijo tardío de su segundo matrimonio, nacido varios
años después de la muerte de su tío, pero del que heredó el
manuscrito de Le Canavien, el cual alteró y manipuló en favor
de su familia, engañando durante siglos a los historiadores.
Juan IV de Bethencourt (1 362-1 425)
Debió nacer en Grainville en 1362. Sólo tenía dos años al
perecer su padre en la batalla de Cocherel, en mayo de 1364.
NO era, pues, «viejo» cuando vino a Lanzarote en 1402, como
se ha dicho; pero sí inválido o disminuido físico, a juzgar por
lo que escribieron los capellanes en el prólogo de la crónica:
<<Env ista & qi e Betheneüüfi, en eüafito a las amas , habia
perdido la fuerza y virtud de algunos de sus miembros.. . ».
En el arruinado castillo de Grainville mandaba su madre,
una Braquemont, y el segundo marido de su abuela, Mateo de
Braquemont, hasta que su madre casó en segundas nupcias
con Roger Suhart.
De su infancia tenemos poca información histórica y mu-chas
fantasías románticas, como detalla Cioranescu en su bio-grafía
sobre el personaje.
De sus conocimientos náuticos, cosa que acreditó tener en
sus actividades piráticas y en sus viajes a las Canarias, se ha
especulado mucho. Algunos admiten sus posibles servicios en
la armada del almirante Juan de Vienne, por probable confu-sión
con la biografía de su primo Robin o Roberto de Braque-mont,
quien sí colaboró con dicho almirante y obtuvo este
rango en un breve período de su vida.
En cuanto a estuciios, su nivei cuiturai debió ser ba~0a, cor-de
con la media de los caballeros de su época. Quizás supiera
leer y escribir, pero no lo acredita de manera plena. En sus
escritos nunca aparece su firma autógrafa, aunque sí estampa
su sello con el león rampante. Pero esta costumbre de no fir-
....,m- -..-A* '.*- A*c--nA- m.40+-,.d+:,.- A--.-. o..-:--- o:..-... L u a L ~ U G U GJ GL U G J ~ L G LLU al IJ LULI auLu, LUIIIU ~ U ~ I cC IL I U ~a -
nescu.
Sus servicios a la alta nobleza del reino comienza en edad
temprana, en 1377, cuando apenas tenía quince años. Y se
Núm. 45 (1999) 187
emplea con uno de los más altos y cultos señores del estado,
todavía semi-feudal, francés: el duque de Anjou, hermano del
rey, que pronto sería también duque de Orleans y se casaría
con Valentina de Milán, heredera de un próspero señorío ita-liano.
El cargo del joven Bethencourt fue modesto, apanetiew,
encargado de la despensa del palacio ducal; pero el trato y los
favores que recibió de su generoso señor fueron satisfactorios.
Al mismo tiempo pudo compatibilizar estos servicios palacie-gos
con sus obligaciones feudales. En 1381 obtuvo que el
bailío de Ruan abriera información testifical en su feudo de
Bethencourt-Sigy sobre la conveniencia de establecer un mer-cado
semanal los jueves y dos ferias al año en dicha locali-dad.
La información fue favorable y la feria se autorizó.
En 1385, cumplidos los veintitrés años, repartió a su único
hermano, Renault, conocido por Morelet, algunas casas y tie-rras,
aparte de las propiedades ya otorgadas para su manteni-miento.
Juan de Bethencourt acreditó escaso interés militar. No
sabemos si las incapacidades físicas a las que ya hemos aludi-do
le afectaban desde joven, pero con veinticinco años sólo era
escudero. Es casi seguro que no acompañó al duque de Anjou
en su desastrosa expedición a Nápoles, en la que sí tomó par-te
su primo Robin. Y en la única expedición militar que pare-ce
estar presente fue en la organizada a petición de Génova
contra los piratas tunecinos, casi reducida a un bloqueo naval
de seis meses.
También contrajo matrimonio en 1392 con Juana de Fayel,
a la que debía de llevar una decena de años, con la que no
tuvo hijos a la q-ue en;dj'erib dote sill de las &!i-gadas
garantías.
Lo que sí supo Juan de Bethencourt fue conciliar sus ser-vicios
cortesanos con sus intereses de señor feudal: en abril
de 1387 obtuvo licencia para reedificar el castillo de Grainville
y e! p2pa C!emente WI 1e alitori26 la instalación de ,m ora-torio.
La fortaleza de Grainville fue un recinto circular de 80
metros de diámetro, estratégicamente situado en las márgenes
188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 11
del río Durdent, controlando el paso hacia las costas del Ca-nal
de la Mancha. Frente al castillo estaba la iglesia y el ce-menterio
(fig. 3). Fue el lugar de residencia preferido por
JuanIV de Bethencourt y allí murió, aunque años antes la
había vendido a su primo Robin. Acaso la lealtad de éste a la
corona francesa y el sometimiento de Juan IV al soberano in-glés
sea la explicación.
Pero después de morir Juan IV de Bethencourt en 1425,
cambiar el signo de la guerra, con la aparición de Juana de
Arco entre 1429 y 1430 y el acercamiento del nuevo duque de
Borgoña, Felipe el Bueno, a Carlos VII, llegó para Francia el
triunfo final de la Guerra de los 100 Años, y permitió que el
feudo con el castillo de Grainville albergase como propietarios
a Aldonza de Bracamonte, hija de Robin, casada con el señor
de Rouville.
Robin o Roberto de Braquemont
La biografía y en especial las gestiones de Juan de Bethen-court
para obtener de la corona de Castilla la autorización y
las ayudas necesarias para colonizar el Archipiélago Canario
y de Benedicto XIII la pertinente aprobación y auxilios espiri-tuales
para su evangelización, quedaría incompleta si omitié-ramos
el papel y la influencia decisiva que tuvo, tanto en la
corte de Enrique 111 como en la del Papa Luna, su primo, el
caballero, almirante y embajador francés Robin o Roberto de
Braquemont.
Los Braquemont son una familia normanda oriunda de la
aldea marítima del mismo nombre en la Playa de la Mancha,
cinco kiiómeiros al N. de Dieppe y Fvv de Saiiii Xariiii le
Gallard (fig. 1).
El primer Braquemont históricamente conocido es Renaud,
quien vivió a mitad del siglo x ~ vy tuvo cinco hijos: tres varo-nes
(Renaud 11, Richard y Mateo) y dos hembras, de las cua-
!es M-.ri-. fi?e l-. esps-. de ium III de Rethencniirt, quien
murió muy joven, como ya hemos dicho, en la batalla de Co-cherel,
dejándole dos hijos pequeños: Juan IV, el colonizador
del Archipiélago, y Renault, recién nacido.
Núm. 45 (1999) 189
12 FRANCISCO PÉREZ SAAVEDRA
Ya hemos visto que Mateo casó con la viuda de Juan 11 de
Bethencourt, Isabel de Saint Martín, y fue ferviente partidario
de Carlos de Navarra. Su hermano Renaud 11 fue el padre de
Robin, y éste, primo hermano de Juan IV, hijo de una herma-na
de su padre (véase Cioranescu, Juan de Bethencourt, A.C.T.,
1982, pp. 74 y 75). Por consiguiente, eran primos hermanos y
no tío y sobrino como han recogido los historiadores canarios
y nacionales.
Roberto de Braquemont se casó en Castilla, en primeras
nupcias, con doña Inés de Mendoza, hermana del almirante
don Diego Hurtado de Mendoza, padre del famoso marqués
de Santillana. Y al enviudar, con doña Leonor de Toledo, pri-ma
de la anterior. Recibió de don Juan 1 importantes señoríos.
Tuvo tres hijos de su primer matrimonio y dos del segundo,
como recogemos en el adjunto cuadro genealógico:
y Aldonza de Ayala
(Se dice que Pedro pereció en Aljubarrota,
por ceder su caballo a Juan 1)
DIEGOH URTADDOE MENDOZA
Almirante de Castilla (1393-1405)
l." D." María de Castilla
2." D." ~ e o n o rL . de la Vega
D." Inés de Mendoza y Ayala
ROBERTODE BRAQUEMONT
2." D." Leonor de Toledo (y Ayala)
Braquemont tuvo con su primera esposa dos varones, Luis
y Juan, y una hembra, Aldonza, como su abuela, la cual se
casó en Francia con Pedro, señor de Rouville, quienes here-daron
el feudo de Grainville. que había pertenecido a Juan de
Bethencourt. Y con la segunda, hermana del duque de Alba, a
Juana, casada con Álvaro García Dávila, cuyo linaje llega has-ta
Eugenia de Montijo.
190 ANUARIO DE ESTUDIOS A T ~ N T I C O S
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO xv 13
Sucinta biografía de Roberto de Braquemont
Nació pocos años antes que su primo Juan IV de Be-thencourt.
Es recibido como escudero en el ejército del rey de
Francia.
Sirvió en la escuadra del almirante Juan de Vienne,
sobrino del defensor de Calais.
Al servicio de Luis d'Anjou participó en la desastrosa
expedición a Nápoles.
Viene a Castilla con un escuadrón francés en auxilio de
Juan 1: Aljubarrota.
Volvió a la renovación del tratado franco-castellano.
3uan I «:e heredó» Medifia de Rioseco y le casi5 con
doña Inés de Mendoza.
Compra a Juan de Bethencourt las rentas de sus feu-dos
de Bethencourt y Grainville.
Es enviado por Luis de Orleans a proteger a Benedic-to
XIII, confinado en Aviñón.
Por tercera vez en Castilla en solicitud de cuatro gale-ras
y 500 ballesteros.
Pierde el pleito frente a la mujer de su primo, Jeanne
de Fayel, por la garantía dotal.
Por cuarta vez en Castilla. Ahora como embajador.
Navega de Vizcaya a Sevilla.
Renovación del tratado de alianza castellano-francés.
Testigo en el pleito homenaje de su primo al nuevo rey
Juan 11, bajo la tutela de su madre, doña Catalina de
Lancáster, por el feudo de las Islas Canarias. (En Va-iiadoiid
j.
Asiste a la coronación de don Fernando el de Ante-quera
como rey de Aragón.
1417-18. Almirante de Francia. Destituido al año, por influen-cia
borgoñona. Crisis francesa.
10 c n r o n - - l , - - ~ , -,L,IA, -1 ,. : , , 1 ~ r,,c,,,,a,, 1 0 - 5 - 1-t 1 o. ucualauu 1 CUCIUC ai ~ c iyi i g i c 3 . b u l i u 3 L a u a a J,.U.,U
tierras de Normandía.
4-5-1419. Fallece en Mocejón, aldea de Toledo. Testó. Sepul-tado
en San Pedro Mártir de Toledo. El 2-9-1565, sus
Núm. 45 (1999) 191
14 FRANCISCO PÉREZ SAAVEDRA
restos trasladados a la capilla mayor de San Francisco
de Ávila.
Dejó también en España los señoríos de Fuentesol y Pe-ñaranda.
En Francia la sobrevivió su primo Juan de Bethen-court
hasta 1425. Tras la reacción francesa iniciada por Juana
de Arco, 1329-30, los Braquemont recuperan sus posesiones de
Normandía, y Grainville la Teinturikre la hereda su hija
Aldonza de Braquemont, casada con Pedro, señor de Rouville.
La figura de Juan de Bethencourt, al que se ha venido con-siderando
primer conquistador del Archipiélago Canario, es
una de las más controvertidas de nuestra historia regional. Y
se ha pasado de la exaltación elogiosa y el panegírico que hace
de su persona y de su obra nuestro clásico historiador don
José de Viera y Clavijo a la crítica acerba que sobre su con-ducta
y sus defectos hacen algunos investigadores modernos,
como don Buenaventura Bonnet Reverón. La razón estriba en
que la compleja figura del barón normando sólo la conocie-ron
nuestros antiguos cronistas a través de una fuente desca-radamente
parcial y tendenciosa, retocada por sus deudos para
glorificarle, que editó Bergeron en 1630. Pero cuando Pierre
Margry publicó la versión G, de Gadifer, que se conserva en
el Museo Británico, la personalidad del enaltecido conquista-dor
aparece bajo unas perspectivas mucho más sombrías y
hasta nos atrevemos a calificar de sórdidas.
Bethencourt el Grande, segtín Viera
Don José de Viera y Clavijo encabeza el capítulo 29 del li-bro
lV de sus Noticias ... con el encomiástico título de «Elogio
de Juan de Bethencourt, el Grande)). Y a continuación no es-catima
elogios para enaltecer su figura. Empieza por decirnos
que las Islas Canarias pueden bendecir al que les dio un con-
192 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 15
quistador adornado con tan ilustres cualidades. Luego nos
enumera esas virtudes: su prudencia, su valor, su afabilidad,
su destreza en manejar los espíritus y ganar los corazones más
salvajes ... Y quienes sólo hayan leído la versión B de Le
Canarien se sentirán inclinados a considerar como merecidos
estos hiperbólicos calificativos.
Pero el entusiasmo de Viera le lleva también a enaltecer el
país que fue la cuna de su héroe: Normandía, a la que califi-ca
de forma ditirámbica como ((taller de conquistadores)) por
haber dado a Guillermo el Grande de Inglaterra y a Tancredo
de Sicilia. Pondera la sangre y la alcurnia de los Bethencourt,
mencionando a uno que participó en la conquista del reino
anglo-sajón (1067); a Felipe de Bethencourt, contemporáneo
de Luis VIII, padre de San Luis, y a los dos Juanes, padre y
abuelo de ((su héroe».
Hace un retrato encomiástico del conquistador galo, desde
atribuirle «una fisonomía varonil)) hasta adornarle con una
constelación de virtudes morales y caballerescas: pensamien-tos
elevados, corazón impetuoso, firme y resuelto, genio dulce
y tolerante ... A la empresa de conquistar las islas menores la
considera «muy ardua)), pues el caudillo estaba ((sin tesoros,
sin tropa, sin marina, sin poder...)). Es decir, que casi le resul-ta
un milagro, conseguido gracias a (da magnanimidad, expe-riencia
y valor» de su protagonista, que conquistó cuatro is-las,
((parte con habilidad, parte con la fuerza)). Y termina su
encendido panegírico proclamando que lo que ponía a Juan
de Bethencourt por encima de todos los conquistadores de
estas tierras occidentales era el uso generoso que hizo de sus
virtudes: observar los tratados con los príncipes isleños (sic),
no hacer ~ r t e n t u c iSsd e =~Ua!es düros y altivos, respetar e:
derecho natural, recibir a los rendidos con benignidad, procu-rar
fueran instruidos en la verdadera religión, darles tierras.
Sólo después de este auténtico alud de elogios y de diti-rambo~
reconoce que también «hubieron sombras en el cua-dro
de su vida)): si-~ rnnderc~ndencia en !u escluvitud de !es
naturales, ((faltar a la palabra)) dada al rey de El Hierro, eufe-mismo
con el que parece, si no disculpar, al menos justificar
la inicua traición cometido con el hermano de Augeron y sus
Núm. 45 (1999) 193
confiados e ingenuos vasallos. También le imputa ciertos erro-res
por la confianza depositada en el traidor Bertín de Ber-neval
y en las desavenencias con Gadifer. Pero estas pequeñas
«lagunas» las considera compensadas por sus virtudes de va-lor
y de piedad, puestas de manifiesto con la erección de las
iglesias de San Marcial del Rubicón y Santa Mana de Bethen-curia,
que llegaron a tener obispo.
El Bethencourt depvedadol; cruel, egoísta y pirata,
según Bonnet
El reverso del panegírico hecho por Viera nos lo ofrece el
erudito investigador tinerfeño don Buenaventura Bonnet, en la
biografía más completa que se había hecho del conquistador
normando hasta el año de su publicación por el 1. E. C.
(1944), en opinión del doctor Serra Ráfols.
La figura que nos ofrece Bonnet de Juan de Bethencourt
es la antítesis de la que nos había presentado Viera y Clavijo:
depredador, cruel, egoísta y pirata. El cuadro que nos diseña
el autor en el último capítulo de su libro -el XIV- bajo la
rúbrica de «Epílogo de una vida)), no puede ser más sombrío,
sórdido y desolador: «Pobre, miserable, enfermo y sin patria
(imagen de la desdicha y el dolor). Sin mujer, sin hijos, sin
las Canarias, sin patrimonio, sin amor, sin afectos ni amistad.
Roído por la lepra, abandonado, casi un mendigo,).
Las razones de esta visión pesimista y de estos juicios pe-yorativos
no son gratuitas. Los investigadores modernos, des-pués
que Pierre Magry publicó en 1896 la versión G de Le
CBHBTGMla, primitiva y auténtica. escrita por Gadifer o inspi-rada
por él, se dieron cuenta de las adulteraciones y falseda-des
contenidas en la versión B, y de la conducta desleal y
maquiavélica de Bethencourt con su compañero y socio en la
empresa colonizadora, Gadifer de La Salle, a quien dejó en
Lanzarote semiabandonado, en las más precarias y difíciles
condiciones de mantenimiento y supervivencia, mientras ei se
dedicaba a intrigar en España para conseguir del rey Enri-que
111 que le adjudicara los derechos a la conquista del Ar-
194 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO xv 17
chipiélago Canario, con total olvido y postergación de su ami-go
y compañero en la aventura, el noble potevino Gadifer de
La Salle, quien había aportado no sólo su persona, sino hasta
el barco que les condujo a Lanzarote.
Pero no es sólo la conducta con su asociado Gadifer lo que
puede reprocharse a Bethencourt. Su proceder con sus vasallos
"n Normandía, como el castigo que infligió a los dos clérigos
cazadores furtivos, las depredaciones' piráticas a que se entre-gó
en el Canal de la Mancha por los años 1395 a 1401, en
tiempos de paz y justo en vísperas de emprender su aventura
a las Canarias; las raterías náuticas en La Coruña, narradas
en la misma crónica sobre la conquista del Archipiélago, aun-que
con palabras que tratan de justificarlas; las acusaciones y
la detención que sufrió en Cádiz por denuncia de les mercu-deres
estantes en Sevilla, perjudicados con sus acciones en el
mar... son todo un rosario de cargos que el doctor Bonnet re-coge
para cimentar su tesis acusatoria.
(Era Juan de Bethencourt leproso?
Bonnet llega a sostener que Juan de Bethencourt padecía
la terrible e incurable enfermedad de la lepra, que era el sida
de la época. Y su imputación no es caprichosa. Se basa en el
testimonio del cronista portugués Diego Gomes, quien en 1460
escribió textualmente: «Cierto navegante del reino de Francia,
Juan de Bethencourt, leproso, para no avergonzar a sus pa-rientes,
vendió todos sus bienes ... vino al reino de Castilla, a
la ciudad de Sevilla ..., y oyendo la fama de que estas islas, que
estaban sin poblar. .. y que en ninguna parte del mundo podía
vivir mejor, sin avergonzarse, que en aquellas islas deshabi-tadas
... B.
Por supuesto que el testimonio de Diego Gomes no es con-temporáneo,
aunque sí próximo; pero es único, erróneo y poco
fiable, empezunds psrqte !as Canarias, excepto los islotes, no
estaban deshabitadas. Pero nos induce a pensar que algún
motivo tendría para hablar así. Y dichas razones podemos
encontrarlas en el mismo prefacio de Le Canarien, versión G,
Núm. 45 (1999) 195
que dice textualmente: «Y visto que Bethencourt en hechos de
armas había perdido la fuerza y virtud de algunos de sus
miembros.. . » . Palabras que Bonnet interpreta como confirma-torias
del diagnóstico de la lepra, pero que la critica moder-na,
más ponderada, las valora en sus justos términos, de estar
lisiado o impedido para el manejo de las pesadas armas béli-cas
de la época. E1 apasionado biógrafo que fue Bonnet, en
apoyo de su tesis, llega a encontrar en el retrato de Bethen-court
que publicó Bergeron en 1630, obra de Baltasar de
Moncornet, los estigmas de la lepra en la punta de la nariz,
que parece levemente roída, y aduce el diagnóstico del doctor
Ángel Vinuesa sobre dicha enfermedad, sin tomar en conside-ración
el realismo o fantasía del retrato.
Bethencourt, una figura de su época
La crítica histórica moderna, representada por la señera
figura del doctor Serra Ráfols y la polifacética de Cioranescu,
han trazados unos perfiles más ponderados del controvertido
conquistador normando. Bethencourt no fue el héroe que des-lumbró
a Viera, ni el villano que creyó ver Bonnet. Ya el pro-fesor
Serra en las ecuánimes palabras con las que prologó el
libro de Bonnet, tras calificar de precursor y pionero de la
colonización europea al discutido conquistador normando, lo
sitúa en las coordenadas de su tiempo, cuando ya los ideales
caballerescos estaban trasnochados. Y termina diciéndonos
que es «el anti-Quijote: una figura de su tiempo que realizó
algo nuevo para su tiempo)).
Por su parte, Cioranescu nos aporta mevos datos ccmpk-mentarios
en su documentada biografía del personaje, niega
el diagnóstico de lepra, que hubiera significado un rechazo
social no sufrido por Bethencourt, aunque sí reconoce su com-portamiento
desleal con su socio Gadifer.
A nosctros nc?s extraña r6mo Bonnet y los más acerbos
detractores de Bethencourt, que creyeron en el padecimiento
de la lepra, no pensaron más bien en su posible impotencia
sexual. Pues el hecho de que su joven y atractiva esposa, Jua-
196 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO xv 19
na de Fayel, no le diera ningún hijo, el abandono en que la
dejó su marido al emprender la aventura canaria, las desave-nencias
conyugales suscitadas por la apropiación indebida de
la dote, los celos que produjeron las ingenuas palabras de la
dama, al comentar que su edad estaba más emparejada con
la de su cuñado que con la de su marido, a pesar de que la
diferencia entre ambos hermanos era pequeña, y la violenta
reacción del cónyuge, al quemar los mejores vestidos de la
esposa y encerrarla a perpetuidad en una mazmorra, harán
pensar a cualquier psicoanalista en complejos de inferioridad
sexual, donde la impotencia podría estar presente.
Que la isla de Lanzarote fue sometida por Gadifer de La
Salle lo dicen los hechos y la cronología, pues el manipulador
de la versión B de k Cnnarien twe qce ade!mtx 12 fech,~de !
regreso de Juan de Bethencourt a la isla para poder fingir que
el rey Guadarfía le prestó acatamiento, pidiéndole el bautis-mo.
Pero también es cierto que en Fuerteventura demostró
mayor habilidad diplomática, supo atraerse y deslumbrar a los
indígenas con boato cortesano, si hemos de dar crédito en esto
a la versión B. Trajo cabalgadura para disimular sus incapa-cidades
físicas y fue un político maquiavélico antes de que
Maquiavelo escribiera El Príncipe.
Maciot de Bethencourt, que sucedió a su deudo el conquis-tador
normando Juan de Bethencourt en el gobierno de las
isias Canarias recién incorporadas a la corona de Castilla, es
una figura histórica cuya biografía resulta incompleta y con-fusa.
Para empezar, no sabemos el grado de parentesco que te-nía
con Juan de Bethencourt. La tradición madeirense, repre-sentads
p r e! genealogista Noronha, que lo consideraba hijo
legítimo de Morelet, el hermano de Juan IV el colonizador, es
inaceptable, porque significaría que Juan V, el único hijo co-nocido
de Morelet, ignoraba la existencia de su propio herma-
Núm. 45 (1999) 197
no. El que fuese hijo de Juan de Argies de Bethencourt y de
María de Bracamonte, como figura en el Archivo de los
Avecillas, conservado en la parroquia de la Concepción de
Santa Cruz de Tenerife, hipótesis por la que inclinaba Ciora-nescu,
tampoco pudo aceptarla por no encajar la fecha de di-cho
matrimonio con la edad aproximada de Maciot, de acuer-do
con su biografía. Sólo podemos admitir, por los datos
biográficos que poseemos, que se trata de un sobrino en se-gundo
o tercer grado, que colaboró en las actividades piráticas
de su tío y con cuyo concurso el conquistador quiso organi-zar
una explotación colonial del Archipiélago, la cual se le
frustró por haber caído Normandía bajo la influencia de in-gleses
y borgoñones, enemigos de los Trastámaras castellanos.
Tampoco se conoce con claridad su vida matrimonial: ni
dónde ni cuándo se casó. Ni con quién. Lo mismo que apare-cen
envueltas en idílicas brumas de leyenda sus relaciones con
la princesa indígena Teguise. Y sin embargo, fruto prolífero de
tales relaciones son los linajes de los Bethencourt canarios,
extendidos por Madeira, Portugal y la América Latina.
Su protagonismo está reflejado en dos crónicas casi coetá-neas:
Le Canarien y la Crónica de don Juan 11 de Castilla. Y
testimoniado en la Infomzación de Cabitos de 1477, practicada
por mandato de los Reyes Católicos.
Pero los últimos capítulos de la versión B de Le Canarien,
desde el LXXVII al LXXXVIII, que son donde se menciona a
Maciot, fueron añadidos por Juan V de Bethencourt, el único
sobrino carnal del colonizador, que nació en 1432, siete años
después del fallecimiento de su tío, y adolecen de la falta de
solvencia y de la imparcialidad necesaria para que hoy poda-iiic>
s acepíar!cis zarno vei-idic~s.
En lo concerniente a Maciot, el manipulador de la crónica
cita a ((Maciot y algunos de sus hermanos)) como parientes
lejanos y desconocidos por él, aunque posteriormente escriba
que Juan le llama «mi primo)). Pero en el poder donde le au-teriza
2 emjenar e1 señcirio de Las Canarias. el propio poder-dante
le llama «mi sobrino)), por lo que es probable que fuese
hijo de un primola hermanola y lo pudieran considerar primo
o sobrino, pero no en primer grado.
198 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 2 1
Y si la biografía de Maciot resulta oscura y plantea múlti-ples
interrogantes a los genealogistas e historiadores moder-nos,
el capítulo de sus amores con la desconocida muchacha
indígena, hija del último rey de Lanzarote, ha llegado hasta
nosotros adulterado, idealizado, y necesita una clarificación
Empecemos por considerar que no tenemos testimonios
históricos fiables, coetáneos a los protagonistas, que nos ha-blen
y acrediten objetivamente dicha relación. Pero un testigo
de los que declaran ante Esteban Pérez de Cabitos -Martín
de Torres- manifiesta en Sevilla haber vivido en aquella isla
de Lanzarote hacía más de treinta años, y que en ella conoció
al dicho Maciot y a otros varios franceses, entre ellos a
«Farriete Prodomo, que era hierno de Misen Maciote, casado
con una su fija)).
A un siglo de distancia, el cronista franciscano fray Juan
de Abreu Galindo, que conoció en Lanzarote a la familia del
primer marqués y, en particular, a su yerno, el notable ge-nealogista
Gonzalo Argote de Molina, dice textualmente (L. 1,
c. XXI): «Que Mos. Masión de Betancur. .. acordóse ir a vivir a
la isla de la Madera. Y allí se heredó y avecindó, casando una
hija única que tenía, que no tuvo otro hijo legítimo, con Ruiz
González Cámara, capitán de la isla de S. Miguel)).
Esta tajante afirmación de Abreu, «que no tuvo otro hijo
legítimo)), parece contradecirse con las declaraciones del tes-tigo
Martín de Torres, antes citado, porque si «el Farriete
Prodomo)) que él conoció y trató «era hierno de Misen Ma-ciote,
casada con una su fija)), y.Maciot no tuvo más que una
hija legítima, que se llevó soltera a Madeira, y allí contrajo
matrimonio, el cual está perfectamente documentado y con-fi
rm~dsp m !ss geneaiogistas porkpeses , la! euliiradieeiSn
no puede resolverse sino presumiendo que la hija de Maciot
casada en Lanzarote con Arriete Perdomo no era legítima. Ello
nos explica el énfasis de Abreu al decir explícitamente que
«Maciot no tuvo otro hijo legítimo)).
Pero en el libro TIj cap. XXV de 11 precitada istciriu, a!
hablar de Gran Canaria, encontramos un confuso párrafo que
parece confirmarnos por el mismo Abreu la existencia de esa
hija natural de Maciot. Escribe el franciscano: «D. Fernando,
Núm. 45 (1999) 199
Guanarteme de Gáldar, que se decía el Bueno, tenía otra hija
que se llamó Teneguana (sic) que fue casada con Mación
Perdomo de Betancor, hijo de Arriete Perdomo y de una hija
de Betancor, que hubo en una hija del rey de Lanzarote, lla-mada
Luisa de Betancor~.
Sin embargo, el nombre de Teguise no figura en Abreu ni
como antropónimo ni como topónimo de la villa capital. Tam-poco
figura en boca de los testigos de la Información de
Cubitos. Y Juan Íñiguez de Atabe, escribano de Cámara, al
referirse en dicho Informe a la carta de requerimiento que
dirigió Juan 11 al susodicho Maciot, la denomina la Gran Al-dea,
como ya se le llamaba en Le Canarien.
El doctor Tomás Marín de Cubas, a finales del siglo xm,
en su abigarrada Historia de las siete islas de Canaria, nos pro-porciona
una serie de noticias heterogéneas sobre Maciot o
Manauto, como también lo llama por influencia de la crónica
de don Juan 11. Se hace eco de las discordias políticas refleja-das
en dicha crónica y «como por afirmarse en el dominio que
poseía, llamándose rey de Canarias ... se casó con Teguise)).
Marín es, pues, uno de los primeros en atribuir una motiva-ción
política a estas relaciones.
Fue ya entrado el siglo xmrr cuando otro teldense, don Pe-dro
Agustín del Castillo, en su Descripción histórica y geográfi-ca
de las Islas Canarias (1737)) nos asegura que ~Maciot se
había casado con Teguise de la que tuvo dos hijas: la una, se
llamó Margarita de Bethencourt que casó con Juan Arriete
Perdomo ... La 2.", D." María de Bethencourt, la que llevó a la
isla de la Madera*.
La legitimidad de doña María de Bethencourt y su trasla-do
a ?-,ladzira acu=i;afia~do a SUS padres, es rigwes~mente
cierto. Ya lo había dicho Abreu y consta en testimonios coetá-neos,
confirmados por los genealogistas portugueses. Pero lo
de Margarita de Bethencourt y su matrimonio con Juan
Arriete Perdomo es una verdad a medias. Es cierto que Arriete
Perdnmn se consideraba y era considerado yerno de Maciot de
Bethencourt. Se testimonia en la Información de Cabitos. Pero
lo que nadie había asegurado hasta llegar al siglo XWII con
Pedro Agustín del Castillo, es que esa esposa de Arriete Per-
200 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO xv 23
domo fuera hija legítima de Maciot. No hay un solo testimo-nio
que lo asevere de manera expresa. Bien al contrario, he-mos
visto cómo Abreu Galindo lo niega con rotundidad.
Dada la mentalidad matriarcal de los aborígenes y la seño-rial
de los normandos, no debe sorprendernos que la hija na-tural
de Maciot de Bethencourt gozara en Lanzarote de alta
consideración social, que casara con un hidalgo francés y que
sus hijos ocuparan puestos de relieve dentro y fuera de la isla.
Todavía más: que la hija legítima de Maciot llamara, recibiera
y protegiera algunos de estos sobrinos en Madeira y San Mi-guel,
nombrándoles sus herederos, pues ella no tuvo descen-dencia.
El Gaspar de Bethencourt que recibe su mayorazgo fue
uno de los hijos de Arriete Perdomo e Inés Margarita, la hija
de Teguise, lo que explica, como señala acertadamente Leo-poldo
de la Rosa, que uno de sus hijos se apellidase Gaspar
Perdomo. Y el Enrique de Bethencourt a quien los genealo-gistas
portugueses buscan una filiación distinta es probable
que sea la misma persona que Farriete Prodomo, pues el
Farriete y Arriete derivan de un remoquete o diminutivo fa-miliar
del Henry francés. Del mismo modo que Maciot deriva
de Matheo.
El romance de Maciot con Teguise, idealizado por Viera
Nuestro eminente polígrafo don José de Viera y Clavijo, que
representa en la historiografía canaria el triunfo de la sana
crítica y de la historia documental, se deja seducir en este
capítulo por la admiración a los Bethencourt y por la corrien-te
fiiosófica rusoniana de amor a ia naturaieza y a io primiti-vo,
para urdir un bello romance amoroso, en que la historia
se tiñe de lirismo y lo real se hermosea con la fantasía.
Empieza Viera por imputar a Maciot la misma fragilidad
erótica que acaba de castigar en la isla de El Hierro a Lázaro
1.T i v ~ ~ ; n nR ovn Q o n n t ; n - - m ' ' iLiCIULIIV. LIV ~ V L ~ L L ~ ~ L L C =~ OCS~ O!O ~ ~p reseiiia zumo üii galán
soltero, joven e independiente. Luego nos habla de las seduc-ciones
naturales de Teguise, a la que también atribuye los
dones de la juventud y la hermosura, como una Virginia cria-
24 FRANCISCO PÉREZ SAAVEDRA
da en libertad sobre el escenario volcánico y salvaje de una
isla atlántica. Aquí es posible que estuviera más acertado, por-que
las mujeres indígenas de Lanzarote, en general, eran aher-mosas
y honestas)), según testimonian los autores de Le Ca-narien.
Así lo considera el eminente historiador tinerfeño, quien la
reputa un arma política en poder del ex-rey de la isla. En cam-bio,
nosotros, desde un punto de vista diferente, consideramos
que era Maciot quien buscaba apoyo político con estas rela-ciones.
Pensamos que Maciot pudo buscar en estos amores un
apoyo para consolidar su autoridad de gobernante extranjero, a
en una isla bajo la soberanía de Castilla, con una población N
mestiza, en que los indígenas, al sobrevivir las mujeres y cre- o
cer los niños del período de la conquista, debió irse incremen- n--
tado, mientras su Normandía natal caía bajo dominio inglés, m
O
hostil a Castilla. Henri V desembarca en Harfleurt y sitia SE
Ruan, aliado con Juan sin Miedo, duque de Borgoña, ocupan- -E
do Normandía en 1419. 3
Según Viera, ~Teguiser indió con el incentivo de sus gra- --
cias naturales al heredero del conquistador)). Y el primer fruto 0
m
E
de esta unión fue la fundación o crecimiento de la villa-capi- o
tal de Lanzarote. Tales opiniones tampoco parecen objetivas.
n Dicha villa tuvo su origen en la Gran Aldea indígena construi- -E
da al borde de una laguna endorreica, mencionada en las pá- a
2
ginas de Le Canarien. Allí traicionó Bertín de Berneval a los n
n
naturales invitándoles a una comida para esclavizarlos. Y nada
nos induce a pensar que el sucesor de Juan de Bethencourt 3
O
fuera su romántico fundador, le diese el nombre de su amada
Teguise y «echase los cimientos de la policía de aquella capi-
A-1 Lain, como nos aszgUra \'kraii.
Conviene advertir que en Lanzarote se conserva el topó-nimo
«Mación», aplicado a un caserío próximo a Femés, ca-mino
del Rubicón, que formaba parte de la antigua dehesa de
Tagaciago, donada por los vecinos de Lanzarote a Maciot y
y e tumbién pide servirle de residencia.
La simple y probablemente inventada afirmación que hace
Juan V, el sobrino carnal del colonizador, en el capítulo
LXXXVI de la Crónica Nomanda, de que Maciot «se hizo ar-
202 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 2 5
mar caballero, después de la salida de Monseñor)), da pie a
Viera y Clavijo para describir en el capítulo 2 del libro V de
su voluminosa Historia, unas prolijas ceremonias de caballe-ría
que el arcediano reconoce ridículas para aquel tiempo.
En cambio, sus amores con Teguise fueron una realidad
indiscutible, confirmado por una descendencia prolija, dentro
y fuera del Archipiélago, y que ha tenido lejanos ecos hasta
en la tradición literaria insular.
El romance de los amores de Maciot y Teguise
en la tradición oral
El doctor Juan Bethencourt Alfonso recoge en las páginas
de su Historia del pueblo guanche, t. 1, p. 313, y 11, p. 368, dos
romances históricos de la isla de Lanzarote que emigraron al
sur de Tenerife, de donde era natural el médico historiador, y
que todavía se cantaban en dicha zona a comienzos de nues-tro
siglo. El que alude a los amores y convivencia de Maciot
con la princesa indígena dice así:
ESTRIBILLO:
Yo veí a Teguise un día 1 que criadillas comía:
voz:
Yo veí a Teguise un día 1 estando Maciot con ella
que criadillas comía; 1 y de gofio hacía pellas
que a Bethencourt le ofrecía.
Yo veí a Teguise un día 1 comiendo pescado asado,
que criadillas comía, 1 también gofio con burgados
de !e cua! ?F,acio: cumia.
El que coja papas crías, 1 lo mismo que del ganado,
da la mitad a Guadarfía; / pues está determinado
del que en sus campos pacía.
Este romance confirma 12 ceniivenciu ammosa y dom&ti-ca
del sucesor del colonizador normando con la heredera del
último rey indígena. Y nos menciona, además, una exquisita
vianda que los historiadores no citan: (ccriadillas o papas crías)),
Núm. 45 (1999) 203
26 FRANCISCO PBREZ SAAVEDRA
deliciosas trufas, especies de hongos que crecen bajo tierra
como las patatas o tubérculos, y en el verso se denominan «pa-pas
crías». Los botánicos modernos confirman que nacen es-pontáneamente
en los campos de Tahiche (Lanzarote) y Jandía
(Fuerteventura). El doctor Verneau en su libro Cinco años de
estancia en las Islas Canarias (1 884-88), edic. 198 1, cap. V,
p. 147, las menciona como flora autóctona de La Antigua y
Valle de Santa Inés (Fuerteventura) con las siguientes palabras:
«Allí se encuentran, en ciertas temporadas, trufas, en una can-tidad
tan grande que los habitantes se las comen como si fue-ran
papas. Son blancas, un poco blandas, y no tienen el aroma
de la fruta de Perigord, pero son muy agradables al gusto».
El botánico F. D. Calande, del Real Jardín Botánico de
Madrid, publicó un artículo en 1991, donde estudia unas
~Tarfezias,, que nacen siivestres en los campos de Tahiehe
(Teguise, Lanzarote) y en Jandía (Fuerteventura) «que medían
en fresco entre 5,9 y 3,7 cm., con forma de tubérculo y super-ficie
rojiza ... de sabor suave, agradable, parecido a la avella-n
a ~E. sta vianda, no mencionada por las crónicas regionales
hasta Verneau, imprime un sello de autenticidad al contenido
del romance.
El fruto de los amores de Maciot y Eguise
El hecho que confirma los amores de Maciot de Bethen-court
con la princesa indígena Teguise es su prolífera descen-dencia,
que en pocas generaciones se extendió por todo el Ar-chipiélago
Canario, Madeira, Azores, Portugal y América
T 9t;nl
L ' A C I I I U .
Que dichos amores fueron juveniles y fugaces puede dedu-cirse
de que sólo tuvieron el h t o de una hija, cuando las in-dígenas,
según Le Canarien, solían ser fecundas y prolíferas.
Quizás muriese muy joven, tras su primer parto, pues tampo-co
se le conoce otro nombre que el aborigen, como si no se
hubiese bautizado. En cambio, a esa hija única nuestros cro-nistas
la designa hasta con cuatro nombres del calendario cris-tiano:
Inés, Margarita, Leonor y Luisa.
204 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO xv 27
El que esa niña se casara con un hidalgo francés, Arriete
Perdomo, y procreara una familia numerosa, orgullosa de su
estirpe. El que no se suscitaran antagonismos, ni rivalidades
de bigamia por el posterior matrimonio de Maciot, probable-mente
en Sevilla, de cuya colación de Santa María fue caba-llero
veinticuatro. El que esa esposa le demostrara abnegada
fidelidad, consiguiendo que una nave portuguesa le liberara de
la isla de El Hierro, donde Guillén de las Casas le había con-finado.
El que su única hija legítima, María, al casarse en
Madeira con Rui Goncalves de Cámara, hijo del capitán do-natario
Juan Goncalves Zarco, y no tener descendencia, deja-ra
toda su herencia, conyugal y paterna, a dos de esos sobri-nos
lanzaroteños, Gaspar y Enrique, nietos de Teguise, a pesar
de que su esposo tuvo un hijo natural, Pedro Goncalve de
Cámara, que casó posteriormente con Margarita de Bethen-court
y Sá, hija de Gaspar de Bethencourt, según los ge-nealogistas
portugueses (canónigo Fernando de Meneses Vaz:
Familias de Madeira y Porto Santo, fasc. 7, 1963), prueba que
no existieron rivalidades ni disensiones entre la rama legí-tima
y la bastarda, cuyo árbol genealógico damos a conti-nuación:
ARBOL GENEAL~GICO DE MACIOT Y TEGUISE
Arriete Perdomo Inés-Margarita
Gaspar J, Maciot Inés J Elvira
Enrique Guil# é n luanM iguel Margarita
El orden de los nueve hijos de Inés Margarita es conven-cional,
por falta de documentos que nos precisen sus fechas
de nacimiento. Nos hemos guiado por los siguientes criterios:
Núm. 45 (1999) 205
28 FRANCISCO PBREZ SAAVEDRA
l." los varones, comenzando por los dos que emigraron a
Madeira y San Miguel: Gaspar y Enrique; 2." el que casó en
Lanzarote con la galdense Tenesoya: Maciot 11; 3." los tres que
se casaron en Lanzarote: Guillén, Juan y Miguel; 4." las tres
hembras: Inés, Margarita y Elvira.
Heredó de su tía María el mayorazgo de Aguas de Miel, en
la isla de San'Miguel (Azores). Casó con doña Guiomar de Sa,
dama de la reina de Portugal. Sus tres hijas, doña Beatriz,
doña Guiomar y doña Isabel, fueron damas de la bella empe-ratriz
Isabel, esposa de Carlos V y madre de Felipe 11. Enlaza-roz
c m !=. nobkza espafidr: r'efiz Beatrizi casó con don Pe-dro
Lasso de la Vega. Doña Isabel, la camarera mayor, primero
con don Luis de Venegas y al enviudar con don Pedro Lasso,
ya viudo de su hermana. La tercera, doña Guiomar, fue mujer
de don Antonio de Melo, conde de Elda, con la que tuvo a
doña Isabel, dama
hermana de Felipe
de doña María, emperatriz de Bohemia, -
11. 0
m
E
d
2. Enrique -E
a
También heredó de su tía Mana propiedades en Madeira,
en Ribeira Brava. Uno de sus descendientes, Joao Bethencourt
de Vasconcelos, fue degollado en La Tercera por ser partida-rio
de Felipe 11. Otro fue capitán de Mar en Malabar (la India).
3. Maciot 11
Casó con Luisa (Tenesoya de Gáldar), sobrina del Guanar-teme.
Su hijo Arriete fue esposo de María Jáimez de Soto-mayor,
hija del alférez mayor de la Conquista de Gran Cana-ria.
Fue capitán de Mar y de las miiicias cie Gaidar. Ei
segundo, Juan Perdomo, casó con Francisca Cerezo. Su hijo
Ángel fue capitán de uno de los navíos que acudieron en ayu-
206 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 2 9
da de Lanzarote cuando la invadió Calafat en 1569. El terce-ro,
Andrés, viajó a Normandía y murió soltero.
4. Guillén
Casó en Lanzarote con María de Cabrera, nieta de Alonso
de Cabrera Solier, veinticuatro de Córdoba, gobernador de las
cuatros islas de Señorío. Muchos de sus descendientes emigra-ron
y se avecindaron en las Islas de Realengo, especialmente
en Tenerife.
5. Juan Perdomo
Casó con María Perdomo. Su hija Isabel, con Ivón Her-nández,
hijo del primer alcalde de Santa Cruz de Tenerife: sin
descendencia. Juan Perdomo el Mozo participó en la conquista
de Tenerife, recibió datas en Tejina (1501). Casó con Catalina
de Cabrera. Tuvieron once hijos, sin sucesión. Su hermana Ma-ría
casó con Juan de Ortega, enlace prolífero. Uno de sus des-cendientes,
Marco Perdomo Pimentel (l580), escribió a sus pa-rientes
en Ruan. Bergeron lo recoge en su publicación. Su hija
Ana casó con Francisco de Albornoz, conquistador en Granada
y Tenerife. Isabel, Leandro, Juan y Luis también se casaron y
residieron en Tenerife, ocupando elevado rango social.
6. Miguel Martín Perdomo
Casó con Susana de Aday. Tuvieron siete hijos. Margarita,
casada con Juan del Hierro, fueron los padres de Luis de Aday,
gobernador en Fuerteventura, quien se opuso a las intromi-siones
de Argote de Molina en dicha isla.
T-A-I
. iiies
Casó con Esteban Zambranola. Su hija María, con un
Figueroa. Y María de Figueroa con el ligur Mateo Cairasco,
Núm. 45 (1999) 207
3 0 FRANCISCO PÉREZ SAAVEDRA
padre del eximio canónigo-poeta don Bartolomé Cairasco de
Figueroa.
8. Margarita
Casó con el vasco Juan Pérez de Munguía (Perucho el de
Bilbao). Su hija Elvira, con Luis de León el Viejo, padres de
Luis de León el Valiente, esposo de Ana de Cabrera, padres de
doña Bernardina, amante del conde de Lanzarote. Otra de sus
hijas, María, casó con un Verde de Aguilar, con descendencia
en Guía de Gran Canaria. En el Valle de La Orotava se
avecindaron los Bethencourt y Castro y los Bethencourt y
Molina, entre ellos el famoso ingeniero don Agustín, que pres-tó
valiosos servicios al zar de Rusia, a comienzos del siglo XIX.
Casó con Juan Melián, hijo de un francés que emparentó
con la estirpe real indígena. Su hijo Luis Melián de Bethen-court
fue padre de Francisco Melián de Bethencourt, deán y
arcediano de la catedral de Las Palmas de Gran Canaria, el
cual tuvo un hijo con Teresa del Prado, comendadora de la
Orden de San Juan de Malta, hija de un hidalgo gallego y de
una gomera. Teresa, mujer irascible, mató de una paliza a una
esclavita negra que se le fugaba, y fue condenada a muerte en
rebeldía. Fernando el Católico, en vísperas de su fallecimien-to,
firmó el indulto (1516). Su hijo Luis Melián de Bethencourt
estudió en Salamanca y Alcalá. Fue abogado y amigo del con-de
de Lanzarote y desempeñó cargos públicos en Gran Cana-ria,
Tenerife y Cuba. Escribió un interesante manuscrito co-nocido
con el título de «Origen de las Islas Canarias)), donde
se recogen valiosos documentos, algunos posteriormente des-aparecidos,
sobre la regulación del régimen señorial.
Inés Margarita es, pues, el único tronco de los Bethencourt
que arraigó y se ramificó por todo el Archipiélago Canario, se
208 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 3 1
extendió por los de Madeira, Azores y los vastos dominios co-loniales
de España y Portugal, donde continúan presentes.
Juan de Bethencourt, el colonizador, no tuvo descendencia.
El supuesto hijo natural que con el nombre de Floridas de
Bethencourt se le ha querido atribuir es apócrifo. Existen ra-zones
para pensar, por su conducta matrimonial, que el colo-nizador
era estéril o impotente. Y los parientes de su apellido
que vinieron a Lanzarote, salvo Maciot, ninguno tuvo descen-dencia.
Guillén fue muerto por los indígenas en 1403. Juanín,
sobrino de Maciot, fue ahorcado por Guillén de las Casas. Y
Enrique murió soltero en un desplazamiento a Portugal.
Maciot fue elegido por Juan de Bethencourt para sustituir-le,
no para heredarle en el Archipiélago Canario. La crónica
de don Juan 11 de Castilla tiene dos versiones: la de Galíndez
de Carvajal, publicada en Logroño en 15 17, la cual ha sido
calificada por la crítica histórica moderna de «amaño tardío y
engañoso de fuentes originales)). Y la de Álvar García de San-ta
María, cuyo capítulo sobre nuestro Archipiélago nos lo dio
a conocer Juan de Mata Carrizo en la Revista de Historia,
núm. 73 (enero-marzo 1946). Tiene menos errores que la an-terior,
pero ambos textos reflejan los mismos prejuicios y re-celos
con que desde la Corte de Castilla se miraba a un ex-tranjero
gobernando unas posesiones lejanas, codiciadas por
Portugal. Y ambos recogen el antagonismo entre el poder ci-vil
ejercido por un normando, como delegado de otro, y la
9 n ~ t n v i A 9 Av a l i m i n c ~ v n n ~ n c n n t o r 4n~n v 1-n n h i c n n L - q n r - i c r - ~ n ar 40 U U C V I l U U U I b116LU0U1 L b y L b 0 b I I L U U U YWI UII VULJyU LL UILLIJLUIIV UL
nacionalidad española.
Los dos textos coinciden en afirmar que ~ o v oc ontienda
entre el dho Mosen Maceot e el dho frei Mendo ... diciendo que
el dho Mosen Maceot que vendía los canarios después de cris-tianizados
y los traía a Sevilla3 (en Álvar García).
La crónica nos presenta al obispo franciscano como un
precursor de fray Bartolomé de las Casas, opuesto a la con-ducta
anticristiana de Maciot en su trato con los naturales. En
Núm. 45 (1999) 209
32 FRANCISCO PÉREZ SAAVEDRA
la versión de Galíndez se lee: «Con estas cartas llegó al rey
D. Juan de Castilla un hermano del dho obispo de Canarias, y
el Rey y la Reyna mandaron que se avisase al Consejo; donde
se acordó que Pedro Barba de Campos fuese con tres naves de
armada...». La versión de Santa María precisa el nombre de
ese hermano y el lugar donde estaba la Corte: «E con estas
carta llegó a Madrid Diego Femández, un hermano de dicho
fraile obispo de Canaria,).
Lo que no precisa ninguna de las dos versiones de la cró-nica
es que fray Mendo, preconizado obispo del Rubicón por
Benedicto XIII, seguía residiendo en la Península y nunca se
trasladó a su diócesis, por lo que Martín V, elegido en 1418
por el concilio de Constanza, que puso fin al Cisma de Occi-dente,
nombró al deán Juan le Verrier administrador y coad-jutor
de dicho obispado, cosa que no supo Viera y Clavijo
hasta que publicó la última parte de sus Noticias ... (Libro XVI,
cap. 11, p. 472, Goya, 1971). Así queda claro que la pugna en-tre
Maciot y fray Mendo se suscitó en Andalucía, donde el
francés vendía su mercancía humana.
La prueba más palpable de que las actividades piráticas de
Maciot no fueron el motivo que forzaron a los Bethencourt a
traspasar al conde de Niebla el Señorío de las Canarias está
en que dichas actividades continuaron y hasta se incremen-taron
después de dicho traspaso y durante largos años, ya que
el papa Eugenio IV tuvo que suspender al obispo del Rubicón
fray Francisco de Moya en 1441 porque colaboraba con
Maciot en los asaltos piráticos a la isla de La Palma (A. RUMEU,
El Obispado de Telde, 2." ed., 1985, p. 143; e Información de
Cubitos: declaración de Antón Femández Guewa, p. 128).
Es cierto que Pedro Barba de Campos, Virrey de Mar de la
C ~ i _ ed e Castilla, vino a nuestro Archipiélago: SU paso ha que-dado
grabado en el topónimo de una ensenada de la pequeña
isla de La Graciosa, contigua a Lanzarote. Y también es ver-dad
que, como consecuencia de este viaje, Maciot se trasladó
210 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 3 3
a la Península y transfirió el Señorío Feudal de las Canarias,
haciendo uso de un poder que le había conferido su tío, el
conquistador. La autenticidad de ese poder ha sido puesta en
duda por algunos historiadores. Pero Viera y Clavijo, que tam-bién
las tuvo, las disipó cuando pudo leer en Madrid y tradu-cir
al castellano el poder otorgado a Maciot el 17 de octubre
de 1418 por el barón normando, el cual le mostró don Pedro
Acedo Betancourt, presbítero de Canaria.
En cuanto a las razones de tan insólita donación, se han
formulado tres hipótesis:
Políticas: Cioranescu lo estima una cesión o renuncia
en confianza al conde de Niebla, para que Juan de
Bethencourt pudiera hacer homenaje al rey de Inglate-rra,
enemigo del de Castilla, y que había ocupado
Normandía, donde el barón tenía sus feudos patrimo-niales.
Dicho traspaso produjo una mutación jurídica:
el feudo francés se transformó en un señorío castella-no.
Morales: Las que ya hemos mencionado de la crónica
de don Juan 11. Para resolver desavenencias con la Igle-sia
y la Corona, opuestos a que los Bethencourt se lu-craran
con la esclavitud y venta de los aborígenes ca-narios.
Los misioneros lo pedían. Y el papa los apoya-ba.
Económicas: Arreglo por apremios de dinero, ya que el
conquistador había tenido que hipotecar sus posesiones
normandas a su primo Braquemont y solicitar présta-mos
al conde de Niebla, para afrontar los gastos de la
conquista (B. Bonnet).
Abreu Galindo sufre un error con Pedro Barba de Campos,
calificándolo de «gran justador)), porque lo confunde con su
hijo, Pedro Barba Quijada, quien con su primo Gutiérrez Qui-jada
desafiaron y vencieron en un torneo celebrado en la cor-te
de Borgoña y los hijos del conde de San Pol. El error lo
han repetido los historiadores canarios y ha hecho creer a
muchos que Cervantes cita en su Quijote (1-49) al marino que
Núm. 45 (1999) 211
estuvo en La Graciosa, cuando en realidad se trata de su hijo.
Tampoco es cierto que Barba de Campos sucediera a Maciot
en el Señorío de Lanzarote, como recogen algunas crónicas.
Hoy nos resulta claro que don Enrique de Guzmán adqui-rió
los derechos señoriales sobre el Archipiélago, aunque dejó
por su lugarteniente al mismo Maciot. Si bien con el traspaso
se produjo una mutación jurídica de carácter público: el feu-do
francés se transformó en señorío castellano. Y pronto que-dó
circunscrito a las cuatro islas posteriormente «Señoriales»,
pues dos años después del traspaso, Juan 11 concede a un
miembro de una familia sevillana, pero también oriunda de
Francia, Alfón de las Casas, el derecho a la conquista de las
tres islas no ocupadas: Gran Canaria, Tenerife y La Palma.
Esta mutación jurídica se plasma en Almonte, el 18-6-1422,
en que don Enrique de Guzman concede «franquieza» de tri-butos
a los vecinos de Lanzarote y Fuerteventura, sin otra
obligación que pagar los «quintos». Y en Sanlúcar el 18-3-
1426, Niebla, a petición de Maciot, su capitán y gobernador,
suscribe otra escritura para que el gravamen de «quintos» se
aplique sólo a las cosas que se sacaren de las islas, es decir, a
las exportaciones, como Señorío Castellano.
El apellido Bethencourt, y sus variantes castellanas cle
Betancor y portuguesa de Bettencourt, se multiplicaron por el
inmenso imperio que Felipe 11 logró reunir en las postrime-rías
de su reinado. Don Francisco Fernández Bethencourt,
nicidc m 11 Vegfieta (L~nzaritel,8 5O-l?lh), académicn de la
Historia, publicó su Nobiliario y blasón de Canarias (1878-86),
ampliado y puesto al día por una junta de especialistas, de la
que formaban parte Leopoldo de la Rosa y Sergio F. Bonnet,
editada por Juan Régulo en La Laguna, 3 t., 1952, 54 y 59.
En dicha obra se recoge las biografías de las diferentes ra-mas
de la familia, que han descollado en el campo religioso,
científico, político, militar y social. En este trabajo sólo que-remos
destacar dos figuras excepcionales, uno en el ámbito
212 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 35
religioso, el hermano Pedro de Bethencourt, y otro en el cien-tífico,
don Agustín de Bethencourt y Molina, ambos tinerfeños.
El hermano Pedro de Bethencourt
Pastor, tejedor, fundador y santo, como lo califica su bió-grafa,
Analola Borges, nació en Vilaflor (Chasna), sur de
Tenerife, en 1625. A los once años, cuando se dedicaba a cui-dar
un pequeño ganado de cabras, conoció a su pariente fray
Luis de San José (o de los pobres), misionero en Guatemala,
que visitaba su tierra natal, y este encuentro despertó su vo-cación.
A los veinticuatro años embarcó para La Habana. Allí
le acoge el deán de la catedral, don Nicolás Esteves, icodense,
quien le aconseja que aprenda el oficio de tejedor, lo que rea-
!iza c m e! mayer cele.
El 18-2-1651 viaja a Honduras, donde cae enfermo. Pero
aún así se traslada a Guatemala. Allí ingresa en un hospital.
El capitán don Antonio Lorenzo Bethencourt le acoge en su
casa, considerándole como un pariente necesitado. Luego su
vida se desenvuelve en tres estaciones: El Calvario, donde dor-mía.
La Concepción de los Jesuitas. Y el convento de San
Francisco, que tenía una capilla de la Virgen de Candelaria.
El comisario de la Orden Tercera de San Francisco, fray
Fernando Espino, natural de Tenerife, es su confesor. Vuelve
dos años a su oficio del tejido. Trata de cursar estudios ecle-siásticos,
pero carece de base y quizás de aptitudes para ello.
Un franciscano amigo le convence que la mejor cátedra es
Jesús crucificado. Se hace lego de la Orden Tercera.
El hermano Pedro de Bethencourt, ahora de San José, da
su gran salto espiritual al fundar la Orden Betlemita, la pri-mera
y única nacida en América durante la dominación espa-ñola.
En la presente centuria la isla de Tenerife ha recibido
religiosos de su Orden.
Don Agustín de Bethencourt y Molina
Nace en el Puerto de La Orotava (hoy Puerto de la Cruz),
Tenerife, en 1758. Y fallece en San Petersburgo en 1824 (a los
sesenta y seis años).
Núm. 45 (1999) 213
3 6 FRANCISCO PBREZ SAAVEDRA
Su abuelo, don Marcos de Bethencourt y Castro, fue briga-dier,
gobernador y capitán general de Venezuela en 1701-1707
y perteneció a la Orden de Alcántara. Su padre, don Agustín
de Bethencourt, era caballero de la Orden de Calatrava y ter-tuliano
del Palacio de Navas en La Laguna (Tenerife).
Se trasladó a Madrid en 1778, con veinte años, para ilus-trarse
en el Real Estudio de San Isidro y la Real Academia de
Bellas Artes. Luego fue pensionista en París, donde se conta-gió
con las ideas de la Revolución francesa en su primera fase.
Retorna a España en 1791 y se le nombra director de la
Real Academia de Máquinas. Durante este período la Revolu-ción
francesa alcanza su grado álgido de crueldad. El 10-8-
1772 se produce el destronamiento de Luix XVI y María Anto-nieta.
El 2-7-1793, el arresto y persecución de los girondinos.
En el otoño de 1793 obtiene una pensión de estudios en
Inglaterra, que conserva hasta octubre de 1796. Aprueba el
modo de conjugar la autoridad con la libertad de la vida in-glesa.
Y contrae el enigmático matrimonio con Ana Jourdain,
inglesa católica, de la que tuvo cuatro hijos y cuya legaliza-ción
formalizó más tarde.
Regresó a España para participar en una expedición a
Guantánamo (Cuba). Vuelve a París y a Madrid para legalizar
problemas familiares. En 1798 trabaja en España la instala-ción
de la primera línea telefónica. Y en 1802 funda y dirige
la Escuela de Ingenieros.
En 1807, víspera de la invasión napoleónica, se encuentra
en París. En 1808, cuando Napoleón invade nuestro territorio,
se traslada a Rusia al servicio del zar Alejandro 1. Y en San
Petersburgo permanece hasta su muerte, en 1824. Tenía sesen-ta
y seis años;
Con independencia de los datos aportados por don Fran-cisco
Fernández Bethencourt, el profesor Rumeu de Armas
publicó en el número 31 del AEA (1985) un magnífico estudio
sobre el ((Ilustrado Agustín de Bethencourt. Leve cala sobre su
mentalidad)), donde añade datos muy importantes.
Nosotros sólo queremos añadir, como colofón de este tra-bajo,
que en muchas de las estirpes de los Bethencourt con-
214 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAS ISLAS CANARIAS EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XV 37
temporáneos la regla onomástica moderna española de ante-poner
el primer apellido paterno, seguido del materno, han
ocasionado que muchos linajes hayan perdido el Bethencourt
de la rama femenina. Así ocurre, por ejemplo, con la familia
Espínola Vega.
Don Alfonso Espínola Vega, hijo de don Melquíades Es-pínola
Bethencourt, fue un prestigioso médico lanzaroteño que
emigró al Uruguay en 1878 y allí desplegó una abnegada acti-vidad
profesional, con ocasión de la mortífera epidemia de
viruela de los años 1881 y 1882, en la localidad de Las Pie-dras.
Labor que continuó en San José de Mayo, donde creó
un hospital y un laboratorio microbiológico, impartió enseñan-zas
en el instituto de la localidad y ejerció la medicina como
iin apnztdadq hasta !a vispera de su muerte, en que se kmn-tó
enfermo para atender a un moribundo.
Su sobrino, el escritor uruguayo Francisco Espínola Cabre-ra
(19 0 1- 73), recoge en su ((autobiografía))e se orgullo familiar
por su ascendencia histórica con los Bethencourt canarios,
aunque ya no tuviese ese apellido. Tenía motivos para sentir-se
satisfecho del «Spínola» porque su tío Alfonso era venera-do
en el Uruguay como «sabio, filósofo, médico y apóstol)). Y
él mismo era considerado como el mejor narrador uruguayo
de su generación. Pero veamos lo que escribe sobre Bethen-court.
Dice el escritor: «Mi padre me decía siempre ... "yo tendría
8 ó 9 a, ... usted tiene que tener un cuidado bárbaro ... porque
usted es noble". Y entonces me hacía el relato de Betancu E . .
que fue el que conquistó las Canarias. Y de allí venimos no-sotros,
no de él sino de su sobrino Mació. Y te digo que esto
se sabe por tradición oral cie la famiiia; en nuestra casa mi
tía, la mujer de Alfonso (D." Rosalía Espínola Aldana); ella y
los demás, todos gente honrada, incapaces de decir una cosa
por otra. Sabemos que nosotros estamos emparentados con una
princesa guanche, y si vas más atrás, venimos de los at1antes.x
r>-l. -,.A-,. --1..1---,. -1 ----:+-- , , ,-:+, ,,,-,,, ,A, ., 11, r VI C>M> ~ M U cIm, CI C>LLLLUI y a 1c ~ ~c~ l l la-cl ll liaa u~guiiu-so
de su estirpe aborigen, que remonta a la mítica Atlántida,
que por la prosapia medieval de los Bethencourt normandos.
Y aunque la fantasía del novelista le lleva a soñar con la uto-
38 FRANCISCO P ~ R E ZSA AVEDRA
pía platónica, quizás no pensara ningún desvarío, porque sa-bemos
que el nombre de Teguise tiene su origen en los gran-des
espacios saharianos del Air -Tegueze- y del Hoggar -
Tegehe-, que para sus escasos moradores actuales, los tuareg,
significa «la que tiene derecho a suceder por línea maternas.
La estirpe de Antinea para otro novelista, el francés Pierre
Benoit, que contempló el Sahara como el fondo de un mar
desecado, y las montañas de Tibesti, como el solar devastado
de la isla desaparecida.
Otro lanzaroteño que destacó en la literatura y en la polí-tica
fue don José Betancor Cabrera, quien utilizó el seudóni-mo
de Ángel Guerra y cuya biografía hemos recogido en nues-tro
libro Lanzarote, isla de lava y espuma. Y son muchos los
Bethencourt o Betancor que por amistad y vecindad he teni-do
la oportunidad de conocer y tratar durante mi infancia en
dicha isla.
No puedo dejar de recordar al médico y amigo don Fermín
Rodríguez Bethencourt, persona afable, generosa y de agudo
ingenio, del que guardo una gratitud y un recuerdo imperece-deros.
Su hijo, de iguales apellidos y profesión, reside y ejerce
en Madrid. Conserva el Bethencourt porque también es el pri-mer
apellido materno.
También de Tenerife podríamos citar Bethencourt contem-poráneos
o que han vivido en el presente siglo: de San Miguel,
Chasna, era el doctor Juan Bethencourt Alfonso, médico,
antropólogo e historiador que falleció en 1913, pero cuyas
principales obras, Costumbres canarias de nacimiento, matri-monio
y muerte e Historia del Pueblo Guanche, se han editado
recientemente. Y don Rómulo Bethencourt Bello, ex presidente
de la República de Venezuela, cuyo padre era de La Orotava.
Es interesante que en los umbrales de un nuevo siglo, en
que el mundo se reestructura, Europa se unifica y España
busca acomodarse a la modernidad, los canarios tengamos
claras nuestras señas de identidad y recordando nuestro pasa-do
sepamos alcanzar un prometedor futuro.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
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