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LA PRODUCTIVIDAD EN EL CULTIVO DEL PLÁTANO EN CANARIAS EN EL SIGLO XX
Anuario de Estudios Atlánticos
ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2007), núm. 53, pp. 365-390
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SEGÚN MERCADOS. LA PRODUCTIVIDAD
DE LOS FACTORES EN EL CULTIVO
DEL PLÁTANO EN CANARIAS
EN EL SIGLO XX
P O R
JUAN SEBASTIÁN NUEZ YÁNEZ
RESUMEN
Las modificaciones en la demanda, en cuanto a volumen o a exigencias
de calidad, así como la aparición de competidores, obligan a los agriculto-res
con cultivos orientados a la comercialización a introducir cambios en
la utilización de los factores productivos si quieren sobrevivir en los mer-cados.
El objeto del trabajo que se presenta es el estudio de esos cambios
en el empleo de los factores productivos en el sector platanero en Canarias
a lo largo del siglo XX.
Palabras clave: Productividad agraria, plátanos, Canarias, siglo XX.
ABSTRACT
The changes in the demand, as far as quantity or quality requirements
are concerned, as well as the appearance of competitors, force the peasants
with trading-oriented products to introduce changes in the use of the
productive factors if they want to be competitive in the markets. The object
of this paper is to study those changes in the use of these productive factors
on the banana sector in the Canary Islands during the 20th century.
Key words: Agrarian productivity, Bananas, the Canary Islands, 20th
century.
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1. INTRODUCCIÓN
Las modificaciones en la demanda, tanto en volumen como
en exigencia de calidad, así como la aparición de competidores
con una mejor relación calidad-precio, obligan a los agriculto-res
con cultivos orientados a la comercialización a introducir
cambios en la utilización de los factores productivos. Mejorar la
calidad suele conseguirse mediante la intensificación en el em-pleo
de trabajo y capital, mientras que las reducciones en el
precio vienen más de la mano de aumentos en la productividad.
Pero el mercado de productos no es el único que incide en el
empleo de la tierra, el trabajo y el capital; el mercado de facto-res
es también protagonista. La existencia de usos alternativos,
bien agrícolas, bien en otros sectores económicos, provoca alzas
en el precio de cada factor cuando su oferta es incapaz de cu-brir
la demanda. Si los aumentos en los costes de producción
no pueden trasladarse al consumidor, entonces se introducen
cambios en las técnicas de cultivo con el fin de incrementar los
rendimientos, reducir gastos y mantener los niveles de bene-ficio.
La producción de plátanos en Canarias se ha destinado a la
exportación desde los inicios del cultivo a finales del siglo XIX.
Hoy es el noveno comercializador mundial, con cerca de
420.000 toneladas y una cuota de mercado en Europa que ron-da
el doce por ciento, ocupando más de 9.000 hectáreas y pro-porcionando
unos 15.000 empleos directos y 10.000 indirectos.
En su más de un siglo de historia, el sector ha tenido que ha-cer
frente a competidores que le obligaron a intensificar la uti-lización
de los factores para mejorar la calidad, y a incremen-tar
la productividad para reducir precios. De ahí que el sector
platanero isleño se mantuviera prácticamente desde sus comien-zos
como líder mundial en producción por unidad de superficie.
Además, a la competencia exterior debemos agregar la interna.
Los cambios en la estructura económica del Archipiélago han
provocado que otras actividades compitan por la tierra, el capi-tal,
el trabajo y el agua, haciendo ineludible incrementar la pro-ductividad
de los mismos para poder seguir siendo rentables.
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El objeto de este trabajo es el análisis de esas variaciones en
el empleo de los factores productivos en el sector platanero en
Canarias. Tras una descripción de las fuentes y la metodología
empleada, se exponen cuáles han sido los determinantes de los
cambios en la utilización de los factores en las tres etapas en
las que se ha dividido el periodo de estudio y las implicaciones
para su productividad.
2. FUENTES Y METODOLOGÍA
Si las estadísticas oficiales presentan importantes lagunas
para el análisis de forma general de la productividad en la agri-cultura
española1, el problema se agrava cuando se intenta es-tudiar
en concreto lo ocurrido con la producción de plátanos.
Salvo dos referencias, una de 1909 y otra de 19222, no existen
datos para el periodo anterior a 1929, fecha en la que los Anua-rios
de Producción Agraria comienzan a recoger superficie, pro-ducción
y precio percibido por los agricultores. Ahora bien, la
fiabilidad de las mismas se pone en entredicho cuando las ci-fras
de producción son inferiores a las de exportación recogidas
en los Anuarios de Comercio Exterior; cuando, tras varias repeti-ciones
de los datos de superficie, ésta se incrementa en un 20
por ciento en un año; o, por último, cuando los precios publi-cados
son más de un treinta por ciento inferiores a los recogi-dos
en las contabilidades de las empresas.
1 Basta como ejemplo el via crucis descrito por J. COLINO SUEIRAS
(1990) en su intento de formar índices de precios percibidos y pagados
por los agricultores. Sobre la cuantificación del factor trabajo, consultar
J. CALATRAVA REQUENA y L. NAVARRO GARCÍA (1984), J. COLINO SUEIRAS (1990),
G. ESCUDERO (1986), J. PÉREZ GARCÍA (1975a), C. PÉREZ HUGALDE (1988), o
P. SÁNCHEZ (1986). En cuanto al capital empleado en la agricultura, las
estimaciones de L. TARRAFETA PUYAL (1979), L. GARRIDO EGIDO (1983),
C. SAN JUAN (1986), o los datos empleados por J. PÉREZ GARCÍA (1975b).
Ver las críticas a las estimaciones de capital agrario de GARRIDO y SAN JUAN
en J.A. MILLÁN GÓMEZ (1987).
2 Reseña Estadística de España de 1914 y Anuario Estadístico de España
1922-1923.
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Estas deficiencias pueden subsanarse mediante el empleo de
la información de las propias unidades productoras. Esta comu-nicación
opta por esta última opción metodológica. No obstan-te,
las explotaciones que conservan libros de cuentas no son
muchas, y aún menos las que permiten el acceso a los investi-gadores,
de modo que esta opción puede tener problemas de
representatividad. Es por esto que se puede cuestionar la de las
fincas empleadas en este trabajo, ya que sólo se manejan siete
libros de cuentas cuando en 2005 hay más de diez mil explota-ciones.
Sin embargo, el ochenta por ciento de éstas últimas tie-ne
menos de una hectárea, un tamaño medio en torno a 0,25
hectáreas, y en conjunto sólo obtienen la quinta parte de la pro-ducción,
con lo que, pese a su importancia numérica, no repre-sentan
al sector. Por su parte, las fincas estudiadas tienen su-perficies
comprendidas entre tres y catorce hectáreas, y las de
ese tamaño suponen en Canarias el seis por ciento en cuanto a
número, pero más del cincuenta por ciento de la producción3.
Las contabilidades empleadas se refieran a fincas ubicadas
en municipios tradicionalmente dedicados al cultivo de la
platanera, hasta el punto de que en la década de 1940 se situa-ba
en ellos más del veinte por ciento de la superficie en explota-ción.
La expansión del cultivo en otras zonas redujo su peso
relativo, pero en la década de 1980 aún representaban en torno
al trece por ciento. Al tener las explotaciones distintas caracte-rísticas
y ubicaciones (cfr. cuadro 1), permiten mostrar si las va-riaciones
en los mercados, tanto de factores como de produc-tos,
han incidido de forma particular en cada una de ellas, o si,
por el contrario, presentan evoluciones comunes.
En cuanto a la información, en el caso de la finca ubicada
en Arucas, el personal ocupado se ha obtenido a partir de las
fichas de pago de jornales desde 1939, con lo que en este caso
se dispone de los días efectivamente trabajados, y en cuanto a
producción los datos están en racimos desde 1927 y en kilos
3 Podría pensarse que esa tipología es reciente, pero todo apunta a que
esa distribución puede considerarse como estructural al venirse repitiendo,
al menos, desde los años cuarenta. La evolución de la tipología de las ex-plotaciones
plataneras por tamaño, producción y rentabilidad, en J. S. NUEZ
YÁNEZ (2001b).
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desde 1935. Sin embargo, en el resto de las explotaciones anali-zadas,
todas de Tenerife, ha habido que recurrir a los libros de
matrícula para conocer la mano de obra ocupada, calculándose
a partir de la diferencia entre las fechas de alta y baja, por lo
que los datos son de días contratados, y no de los efectivamente
trabajados, entre 1929 y 1973. Por lo que respecta al resto de la
información, está disponible desde 1929 hasta 1986. La excep-ción
a lo anterior la constituye la finca de Garachico, que cuen-ta
con datos de la mano de obra empleada desde 1903 hasta
1922 y de la producción, en racimos, entre 1911 y 1922.
Así pues, se cuenta con cifras de superficie, producción, tra-bajo
y precios percibidos que permiten medir la evolución de la
productividad de los factores en el cultivo del plátano a lo largo
del siglo XX. Ahora bien, no de todos los factores, pues en este
estudio no se analiza la productividad del capital, dadas las di-ficultades
para su correcta cuantificación4. El hecho de anali-zar
un solo producto y no pretender realizar comparaciones con
CUADRO 1
CARACTERÍSTICAS FÍSICAS DE LAS EXPLOTACIONES ANALIZADAS
4 Cfr. nota 1. Se podría haber empleado como sustituto los consumos
intermedios, como hacen N. ALDAZ y J. A. MILLÁN (1996) o L JUDEZ ASENSIO
Y A. GARCÍA VELÁZQUEZ (1979), pero sería forzar el concepto.
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otros, sino únicamente estudiar cómo ha evolucionado a lo lar-go
del tiempo, ha determinado los cálculos de productividad
realizados. En este trabajo se ha optado por realizar el cálculo
en unidades físicas, pues valorar la producción de las explota-ciones
con el precio de un año significa multiplicar los kilos
obtenidos siempre por el mismo número, lo que no añade infor-mación
para los objetivos perseguidos.
Por otra parte, considerar la productividad media de la tie-rra
como el resultado de dividir la producción por la superficie,
o la del trabajo como el cociente de producción y trabajo, im-plica
entender que el resto de los factores permanecen constan-tes.
Este supuesto es excesivamente restrictivo —y falso en este
caso— cuando se realiza un análisis de largo plazo, pero al no
contar con el capital empleado no ha sido posible definir una
función de producción con la que calcular la productividad glo-bal,
o ver como interactúan los factores.
La aproximación a la evolución de la productividad se reali-za
en este estudio a partir de la descomposición de la producti-vidad
del trabajo5. Los aumentos en la productividad media del
trabajo pueden ser el resultado de incrementos de la producción
por unidad de superficie y/o de disminuciones de la cantidad de
trabajo por hectárea, de acuerdo con la siguiente igualdad:
Y es precisamente en el numerador donde radica la clave del
análisis. Como se indicó, ese primer cociente no mide la produc-tividad
de la tierra al no permanecer constantes el resto de fac-tores,
y es un cociente que variará, no sólo por cambios en las
cantidades de capital y trabajo aplicadas, sino también por los
cambios en la tecnología6. Analizando por separado la evolución
del dividendo y el divisor, se pueden distinguir un conjunto de
posibles casos7:
(Producción/Superficie)
(Trabajo/Superficie)
Productividad media del trabajo = ————————————
5 JUDEZ ASENSIO, L. y A. GARCÍA VELÁZQUEZ (1979)
6 Suponiendo que la calidad de la tierra no varía.
7 Salvo productividad marginal negativa de alguno de los factores.
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7
a) Ambos se mueven de forma paralela: Si los aumentos (re-ducciones)
en la cantidad de trabajo significan mayor
(menor) producción, implica que no ha variado la rela-ción
entre los factores productivos ni hay cambio técnico.
b) Aumenta (disminuye) la producción por hectárea mante-niéndose
constante el trabajo o aumentando (disminuyen-do)
a menor velocidad: Se está empleando más (menos)
cantidad de fertilizantes, o de mejor (peor) calidad.
c) Disminuye (aumenta) el trabajo por hectárea mantenién-dose
constante la producción o disminuyendo (aumentan-do)
a menor velocidad: Se está empleando más (menos)
maquinaria, o más (menos) eficiente.
d) Aumenta (disminuye) la producción y disminuye (aumen-ta)
el trabajo por hectárea: Se está produciendo simultá-neamente
un aumento (disminución) en el consumo de
abonos y la utilización de maquinarias, y/o su sustitución
por otros más (menos) eficientes.
3. COMPITIENDO EN EL MERCADO DE PRODUCTOS,
1900-1930
Las primeras exportaciones de plátanos de Canarias a los
mercados europeos pueden situarse a principios de la década de
18808. Los principales países industrializados habían comenza-do
en esas fechas la expansión imperialista por territorios afri-canos
y asiáticos, y sus flotas mercantes y de guerra comenza-ban
un incesante ir y venir desde y hacia las metrópolis. Este
intenso tráfico exigía contar con estaciones intermedias de
aguada y carboneo, así como con productos con los que cubrir
los huecos vacíos en las bodegas en los retornos. Para esto últi-mo,
los representantes de las navieras incentivaron la produc-ción
hortofrutícola extratemprana con destino a unos mercados
europeos que en invierno y primavera se encontraban desabas-tecidos.
8 La evolución de las exportaciones de plátanos canarios a Europa, en
J. S. NUEZ YÁNEZ (2005).
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8
En 1900, algo más del 97 por ciento de las importaciones
británicas de plátanos —prácticamente el único demandante en
Europa— procedía de las Islas. El rápido crecimiento de las ex-portaciones,
de diez mil racimos en 1884 a más de un millón
en 1900, fue posible gracias a los adelantos y préstamos para la
puesta en marcha de las explotaciones y, sobre todo, a los con-tratos
de compra de fruta en los que las empresas comercia-lizadoras
se comprometían a adquirir a un precio fijo toda la
producida, independientemente de su tamaño y desarrollo. Esta
praxis mercantil incentivó un cultivo que podría denominarse
como de recolección, es decir, las labores llevadas a cabo se li-mitaban
a poco más que el sostenimiento de la planta9.
La estrategia productiva comenzó a cambiar a partir de
1900. El monopolio ejercido hasta entonces por Canarias, gra-cias
a la imposibilidad de que la fruta producida en América
pudiera llegar en buenas condiciones a los mercados europeos,
acabó con la aparición de buques más veloces y con bodegas
isotérmicas o refrigeradas, las medidas tomadas por el gobierno
británico para la protección de la producción jamaicana, y el
surgimiento de las multinacionales bananeras. La arribada de
fruta más barata y más grande provocó importantes transfor-maciones
en la forma de compra de la fruta en Canarias y,
además, en las prácticas de cultivo. Ya no valía limitarse a re-gar
y recoger; ahora era necesario aumentar las labores para
tratar de conseguir plátanos con mejor presentación, y justifi-car
así la importante diferencia de precios con los americanos
en el mercado inglés10.
Para incentivar el cambio, las principales casas comerciali-zadoras
comenzaron a pagar teniendo en cuenta el tamaño de
los racimos, recibiendo mayor precio los que tuvieran más «ma-nos
»11. Pero como dos racimos con el mismo número de «ma-
9 Según el informe de 1905 del cónsul británico, «se limitaron a regar
sus tierras y cortar el fruto». QUINTANA NAVARRO, F. (ed.) (1992: 673).
10 Según la CÁMARA AGRÍCOLA DE LA OROTAVA (1905: 8), mientras los
plátanos de Canarias se vendían en la franja de precios de 6 chelines 6
peniques a 11 chelines 6 peniques, los de Jamaica y Costa Rica iban de 2
chelines 6 peniques a 6 chelines 6 peniques.
11 Se denomina mano a cada conjunto de frutos, y cada mano puede
tener entre 15 y 20 plátanos.
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9
nos» pueden tener grandes diferencias entre sí, desde 1905 una
compañía intentó empezar a pagar la fruta a los agricultores
según su calidad, aunque el sistema no se generalizaría hasta
pasada la Primera Guerra Mundial. Tras ésta, mientras unas
empresas mantuvieron este método —por ejemplo, el Sindicato
Unión de Agricultores de Arucas marcaba precio diferente para
las categorías Gigante, Primera, Segunda, Tercera y Cuarta
hasta diciembre de 1933—, otras comenzaron a pagar a sus
proveedores utilizando como unidad de cuenta los kilos, siste-ma
que se implantaría de forma definitiva y general poco antes
de la Guerra Civil española.
Tanto si se cobraba por kilos o por calidades, el resultado en
el ámbito de la producción fue el mismo. Había que incremen-tar
la cantidad de fertilizantes aplicados para obtener racimos
mayores y de mayor peso, pero también había que procurar
realizar las labores de cultivo de forma más concienzuda para
garantizar que los racimos tuvieran mejor presencia12. Veamos
un ejemplo. Como ya se indicó, la finca de Garachico cuenta
con datos de trabajo y producción para este periodo, y los re-sultados
pueden verse en el cuadro 2. Todavía en 1913 esta ex-plotación
vendía a una empresa comercializadora todos los ra-cimos
a cuatro pesetas, independientemente del número de
«manos». Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, la fir-ma
compradora rompió el acuerdo de forma unilateral, por lo
que el propietario tuvo que buscar nuevos clientes. Tras la de-bacle
de los años del conflicto, se observa que, al no tener ga-rantizado
el precio por racimo, tuvo que aumentar el número
de días empleados para que la fruta ganara en tamaño y cali-dad.
Como en este caso no se cuenta con información sobre los
kilos producidos, se complica el cálculo de la producción por
hectárea, pero puede hacerse una aproximación a partir del
número de «manos», y éstas se incrementaron un 8 por ciento,
un crecimiento que se realizó a partir del aumento de días de
trabajo en un 45 por ciento y, se supone, de un mayor consu-mo
de abonos.
12 Las labores de cultivo y las necesidades de mano de obra, en J. S.
NUEZ YÁNEZ (2001a).
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10
Así pues, en el primer tercio del siglo XX la fruta centroame-ricana
fue copando cada vez mayores porcentajes del consumo
en Europa. Se imponía un cambio en la estrategia productiva
con el fin de mantener la presencia en el mercado. Como en
precios era imposible competir, hubo que hacerlo en calidad, y
la producción de plátanos en Canarias se hizo más intensiva en
capital y trabajo, intentando que el incremento en los ingresos
compensase las mermas en la productividad y el aumento de los
costes que esto significaba. La trayectoria de las exportaciones
muestran que el objetivo fue conseguido, lo que no extraña si
se observa que mientras los salarios se multiplicaban por 1,7
entre 1922 y 1929, los precios percibidos lo hacían por 213. Aun-que
en 1930 la cuota de mercado del plátano canario en Euro-
CUADRO 2
TRABAJO Y PRODUCCIÓN EN GARACHICO
Nota: No se incluyen los datos de 1917 y 1918 porque sólo figuran los racimos vendidos,
y no los producidos.
Fuente: J. S. NUEZ YÁNEZ (2005).
13 La trayectoria de los precios de los insumos y la producción, en J. S.
NUEZ YÁNEZ (1995)
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11
pa se había reducido al 20 por ciento, los envíos eran siete ve-ces
superiores a los de principios de siglo, pese a que a su llega-da
a los puertos europeos fueran el doble de caros14. La calidad
tenía su precio y una parte de los consumidores estaba dispues-ta
a pagarlo.
4. EN AUSENCIA DE MERCADOS, 1930-1960
La magnífica trayectoria del primer tercio del siglo se iba a
truncar de forma brusca. La crisis de los años treinta golpeó
severamente al sector, pues los principales países consumidores
cerraron sus fronteras mediante aranceles y contingentes, cu-briendo
la demanda con fruta producida en sus colonias, por lo
que sólo quedó recurrir al mercado peninsular. El exceso de ofer-ta
provocó una rápida caída de las cotizaciones, que pasaron de
0,61 pesetas por kilo en 1930 a 0,16 en 1937 en el caso del Sin-dicato
Agrícola del Norte de Tenerife, o de 15,95 pesetas por raci-mo
a 4,47 en el Sindicato Unión de Agricultores de Arucas. La
respuesta de los productores fue intentar reducir al mínimo los
costes, pero aquí toparon con la legislación promulgada por el
gobierno republicano para paliar el problema del desempleo.
Desde 1933, la Policía Rural y la Comisión de Laboreo Forzoso
intervinieron el mercado de trabajo, obligando a las explotacio-nes
a mantener la superficie en producción, a no descuidar las
tareas y a ocupar dos peones fijos por hectárea.
Durante la Guerra Civil española y las dos décadas siguien-tes,
las autoridades franquistas no sólo no redujeron el interven-cionismo
en el ámbito laboral, sino que además lo extendieron
al resto de los factores productivos y al mercado de productos.
El incremento del desempleo obligó a aumentar el número de
trabajadores por unidad de superficie; ahora bien, como las
empresas no habrían podido sostener el incremento de los cos-
14 Según el Annual Statement of the Trade of the United Kingdom de
1925, el precio c.i.f. de los plátanos canarios a su llegada a muelle británi-co
era de 14,83 chelines por racimo, cuando el de Honduras era 8,48 o el
Jamaica era 7,65. Debo esta información al compañero del Departamento
Francisco Javier de León.
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12
15 Ubicada en Puerto de la Cruz (Tenerife), estaba bajo administración
judicial en estos años.
Fuente: J. S. NUEZ YÁNEZ (2005).
GRÁFICO 2
RESULTADOS DE LA APLICACIÓN DE LA POLÍTICA LABORAL
EN LA FINCA ARUCAS, 1934-1944
GRÁFICO 1
RESULTADOS DE LA APLICACIÓN DE LA POLÍTICA LABORAL
EN LA FINCA SAN ANTONIO15, 1934-1944
Fuente: J. S. NUEZ YÁNEZ (2005).
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13
tes laborales, se optó por continuar con lo establecido durante
la República, reduciendo el número de días que los peones tra-bajaban
a la semana para poder combinar empleo y beneficios
empresariales (cfr. gráficos 1 y 2). Esta situación en cuanto al
número de empleados se fue regularizando a medida que mejo-ró
la coyuntura, y de forma definitiva por la Reglamentación de
Trabajo para el cultivo del plátano de 1944, que fijó la obliga-ción
de pagar un mínimo de 450 jornales de peón varón fijo por
hectárea, una medida que se mantuvo vigente hasta el conve-nio
colectivo de 196116.
El resultado de esta política laboral fue el crecimiento del
subempleo. Un subempleo que queda patente en el número de
días trabajados por hectárea, sobre todo en el caso de las explo-taciones
ubicadas en Tenerife (cfr. anexos). Como se comentó,
en éstas la información se extrajo de los libros de matrícula, por
lo que están apuntadas todas las personas contratadas en las
fincas, independientemente de los días efectivamente trabajados.
Así, mientras que en Arucas los días por hectárea se movieron
en torno a los 600, en el resto oscilaron entre 1.000 y 1.200.
Además, la distinta forma de capear el temporal de contratacio-nes
forzadas por la Administración que tuvieron las explotacio-nes
de Tenerife, dibuja una trayectoria diferente en cada una de
ellas, pues los descensos en esa variable pueden deberse a una
reducción del número de personas contratadas y no de días tra-bajados,
al menos en este periodo.
Pero la intervención fue más allá de la cantidad de trabajo,
alcanzando también a su precio, así como al de la fruta, al del
agua y al de los abonos17. También hubo problemas en cuanto
a la oferta de fertilizantes, pues su disponibilidad se vio altera-da
con la supresión de las franquicias portuarias canarias y la
política autárquica. La industria nacional era incapaz de cubrir
la ausencia de abonos foráneos18, tanto en cantidad como en
16 NUEZ YÁNEZ, J. S. (1998).
17 NUEZ YÁNEZ, J. S. (1996).
18 BUESA, M. (1983: 231-243) para la producción nacional, y H. PARIS
EGUILAZ (1949: 47) para las importaciones. No es de extrañar la disminu-ción
de la llegada de fertilizantes, pues las divisas asignadas para comprar-los
se redujeron de forma considerable. Así, mientras que en 1941 y 1942
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14
calidad y precio, y hubo que utilizar sustitutivos de dudosa efi-cacia.
Y aunque los productores de plátanos fueran mimados
por la Administración a la hora de distribuir las partidas de
abonos químicos19, la cuantía era muy pequeña. Esta situación
provocó una merma en los rendimientos, ya que no sólo dismi-nuyó
el peso de los racimos, sino que la platanera se atrasó, con
lo que, en lugar de obtener una piña por planta cada año, hubo
que esperar hasta dos y tres meses más para recoger la cose-cha.
Sólo a medida que se fueron reduciendo las restricciones,
ya en los años cincuenta, la producción por hectárea comenzó
a recuperarse (cfr. anexos).
5. LUCHANDO EN EL MERCADO DE FACTORES, 1960-2000
Los años sesenta significaron otra ruptura, no sólo en el
sector platanero canario, sino en toda la agricultura española.
La diferencia entre el modelo nacional y el de las Islas radica
en el destino de la mano de obra y el capital agrario. Mientras
que la acumulación de capital generada en la etapa anterior en
el agro peninsular sirvió para financiar la industrialización del
país20, en el ámbito isleño se orientó al sector servicios. El creci-miento
de la renta disponible en los países europeos favoreció
el inicio del turismo de masas, y de nuevo se reforzó el valor
geo-estratégico de Canarias, al combinar paisaje, proximidad y
precio.
Este cambio en la orientación económica insular distorsionó
el mercado de factores. Las instalaciones hoteleras requerían
tierra en la zona de costa, precisamente donde se ubicaban la
alcanzaban los 2,5 millones de libras y en 1943 se alzaban hasta los 4 mi-llones,
en 1944 eran sólo 0,7 y en 1945 0,8, según A. VIÑAS et al. (1979: 444).
19 El periódico El Alcázar se hacía eco el 18 de octubre de 1941. En el
artículo «Las importaciones de cereales y los frutos de nuestra tierra» seña-la
que «hay que mantener vivo el contacto directo entre el Gobierno y los
agricultores isleños y facilitar a los plataneros, en cuanto sea posible, las
asistencias y los abonos que a ese cultivo son absolutamente indispensables»,
según Alimentación Nacional, 1, p. 22.
20 Desde los ya clásicos trabajos de J. M. NAREDO (1971) y J. L. LEAL
et al. (1975), son innumerables las referencias bibliográficas al tema.
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mayoría de las explotaciones plataneras. Esto elevó, no sólo el
precio de los eriales, sino también el coste de oportunidad de la
tierra ocupada por las fincas, de forma que muchas se vendie-ron
como solares pese a presentar resultados económicos positi-vos21.
Igual ocurrió con el capital, pues a las dos opciones de
inversión tradicionales —agricultura de exportación y comer-cio—,
se vinieron a sumar las vinculadas al negocio turístico
—construcción y hostelería—. El agua, propiedad privada en Ca-narias,
volvió a fijar sus cotizaciones atendiendo a las leyes de
oferta y demanda. La ingente llegada de turistas generó un
aumento del consumo no agrícola de agua, y la competencia
por el recurso entre ambos demandantes se reflejó en el alza de
su precio.
El cambio se notó con más fuerza en el mercado de trabajo.
Si el primer convenio colectivo del sector platanero eximía a los
agricultores de la obligación de tener contratados dos peones
fijos por hectárea, también llevaba aparejado una elevación sa-larial
que permitía a los jornaleros igualar el poder adquisitivo
que tenían veinticinco años antes. Y en poco tiempo se pasó del
subempleo agrario a la falta de mano de obra disponible, pues
los trabajadores se marcharon a la construcción y la hostelería,
unos empleos socialmente mejor considerados y, por supuesto,
mejor remunerados. El alza de los costes laborales en la agri-cultura
fue mucho más rápida que el de las cotizaciones
percibidas por los agricultores, con lo que el precio relativo de
los jornales se fue elevando de manera paulatina, y si en los
primeros sesenta eran dos veces más caros, al acabar la década
habían vuelto a duplicarse22. Durante los diez años siguientes se
mantuvieron estancados pues, pese a las oscilaciones, el precio
21 En A. M. ALDANONDO y T. ANTUNES (1993) puede encontrarse un aná-lisis
del mercado de la tierra en Canarias a partir de 1979, cuando comien-za
la recogida de esa información por el Ministerio de Agricultura, aunque
sea de forma experimental, y con mayor rigor desde 1983.
22 En el cálculo del precio relativo no se han tomado en consideración
todos los costes laborales, sino exclusivamente el importe del jornal diario
de un peón. En el caso de incluir los gastos correspondientes a los seguros
sociales y los pluses, el alza que refleja el precio relativo hubiese sido más
acusada.
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de la fruta corrió paralelo a los salarios, necesitándose en torno
a 20 kilos de plátanos para pagar un día de trabajo. Esta situa-ción
de estabilidad volvió a romperse en los años ochenta, de
forma que en 1984 ya se necesitaban cerca de 30 kilos de fruta
para hacer frente a un jornal (cfr. gráfico 3).
Esta variación de los precios relativos obligó a transformar
el cultivo, y fueron los cambios en los sistemas de riego los
máximos responsables en el reajuste de la utilización de facto-res
y el incremento la producción por unidad de superficie. El
riego por inundación se sustituyó primero por el de aspersión y
en los años setenta por el de goteo23, lo que permitió no sólo
consumir menos agua sino todo un conjunto de efectos simul-táneos.
Al reducir la superficie regada, disminuyó la zona don-de
podían crecer malas hierbas, con el consiguiente ahorro de
herbicidas y mano de obra. El abonado se tornó más eficiente
por aplicarse de forma localizada y diluido en el agua, lo que
reúne en una sola operación las tareas de riego y fertilización24.
Fuente: J. S. NUEZ YÁNEZ (2005).
GRÁFICO 3
EVOLUCIÓN DE LOS PRECIOS RELATIVOS DEL AGUA,
ABONO Y JORNALES, 1960-1985
23 Este proceso de sustitución puede seguirse en M. SÁNCHEZ PADRÓN
(1993).
24 M. GIL MARTÍNEZ (1980) indica que la introducción del riego por
goteo genera una reducción del 16 por ciento en las necesidades de mano
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Esta combinación, de mejoras técnicas que reducían la necesi-dad
de trabajo y de mejoras en la eficiencia de los nutrientes,
sería la responsable del incremento de la productividad aparen-te
del trabajo.
Veamos esos efectos en las empresas analizadas. La produc-tividad
aparente se duplicó en todas las fincas entre 1960 y 1970,
excepto en Icod 3, que por sus características particulares no
pudo reducir la mano de obra en la misma cuantía que el res-to,
ni incrementar la producción en igual medida. Ahora bien,
parece haber ciertas diferencias entre lo ocurrido en Arucas y
en las fincas de Tenerife. La primera redujo en un 48 por cien-to
la mano de obra contratada, mientras que su producción por
unidad de superficie se mantuvo prácticamente constante, ya
que la finca parece haber tocado techo en cuanto a su capaci-dad
productiva. Con 36.000 kilos por hectárea en 1950, conse-guía
un máximo cercano a 40.000 kilos en 1967, mientras que
las fincas de Tenerife que tenían igual producción el primer año,
alcanzaban el segundo unos máximos de 48.000 y hasta 54.000
kilos. Con estas características, en Arucas el alza de la produc-tividad
aparente del trabajo se debió más a la introducción de
tecnología ahorradora de mano de obra que a mejoras en la
fertilización. Sin embargo, en el resto de explotaciones se com-binaron
ambas medidas entre 1960 y 1970, lo que llevó a una
reducción de trabajadores contratados en torno al 25 por cien-to
simultáneamente a un incremento de la producción del 15
por ciento, un nivel de producción que no pudo mantenerse por
las inclemencias meteorológicas de la primera mitad de los años
setenta pero que posteriormente se recuperaría.
La producción por hectárea ha continuado su trayectoria
ascendente, en un intento por parte del sector de continuar re-duciendo
los costes ante el empeoramiento de todos los precios
relativos a partir de 1980. Por una parte, se ha conseguido
mediante invernaderos. El cultivo bajo plástico, que en la actua-lidad
supone la tercera parte de la superficie dedicada a plata-de
obra y de un 30 en las de agua, mientras que el estudio realizado por
J. M. HERNÁNDEZ ABREU et al. —citado por M. SÁNCHEZ PADRÓN (1993)—
eleva las cifras a un 37 y un 44 por ciento, respectivamente.
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nera, consigue duplicar los kilos obtenidos aire libre y permite
una mayor mecanización, pero no es una solución generalizable.
Los costes de su instalación son muy elevados y su presencia
afea el paisaje en un territorio que vive del turismo. La otra
opción ha sido el cambio varietal. La siembra de cultivares más
productivos y con frutos que soportan mejor las manipulacio-nes
previas a su llegada al mercado ha supuesto menores cos-tes
y mejores precios.
6. CONCLUSIONES
Canarias lleva más de un siglo exportando plátanos y hoy es
el noveno comercializador mundial. Una pervivencia tan prolon-gada
sólo ha sido posible gracias a la capacidad de adaptación
de los productores isleños, ya que mediante variaciones en la
utilización de los factores se ha podido hacer frente a los com-petidores.
El análisis de la evolución de las variables producción
y trabajo por hectárea, obtenidas de las contabilidades de un
conjunto de explotaciones, permite diferenciar tres etapas a lo
largo del siglo XX en ese empleo de factores.
A lo largo del primer tercio, los agricultores canarios tuvie-ron
que hacer frente a la creciente competencia americana. Se
trataba de fruta mucho más barata, y al no poder luchar por
precio, hubo que hacerlo por calidad. Ese incremento de cali-dad
se obtuvo mediante el empleo de más abonos y más mano
de obra, lo que redujo su productividad. La existencia de un
nicho de mercado que estaba dispuesto a pagar más por la fru-ta
mejor, permitió cubrir con mayores ingresos la elevación de
los costes.
Entre 1930 y 1960 la Administración intervino los mercados,
tanto de productos como de factores. Controló el precio de la
fruta, el del agua y el de los abonos, además de las cantidades
de éstos últimos, con lo que limitó las posibilidades de incremen-tar
la producción por hectárea. Pero donde más se notó la in-tervención
fue en el ámbito laboral. Para reducir el desempleo
forzó a colocar tantos jornaleros en las fincas, que para no pe-nalizar
su rentabilidad económica, no sólo fijaron los salarios,
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sino que redujeron el número de días a la semana que podía
trabajar cada peón. En este contexto, eran implanteables estra-tegias
para mejorar la productividad.
A partir de 1960 se combinaron dos situaciones: la relajación
de las medidas intervencionistas y el cambio en la orientación
económica del Archipiélago. Esto permitió, en primer instancia,
reducir el subempleo generado en la etapa anterior, pero a me-dida
que el precio relativo de los jornales se incrementó, los
empresarios se vieron obligados a introducir cambios técnicos
que permitieran mantener la rentabilidad de las explotaciones.
La sustitución del riego por inundación por el de aspersión en
los sesenta y por el de goteo en los setenta permitió una fertili-zación
más eficiente a la par que una reducción en la cantidad
de mano de obra empleada. Esa mejora en la productividad
continuó en los años ochenta y noventa con la introducción de
invernaderos y el cambio varietal.
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ANEXO 2
EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y TRABAJO POR HECTÁREA
Y DE LA PRODUCTIVIDAD APARENTE DEL TRABAJO.
GARACHICO. MEDIA 2.1.2
Fuente: Contabilidad finca Garachico.
ANEXO 1
EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y TRABAJO POR HECTÁREA
Y DE LA PRODUCTIVIDAD APARENTE DEL TRABAJO.
ARUCAS. MEDIA 2.1.2
Fuente: Contabilidad finca Arucas.
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ANEXO 3
EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y TRABAJO POR HECTÁREA
Y DE LA PRODUCTIVIDAD APARENTE DEL TRABAJO.
LOS SILOS 1. MEDIA 2.1.2
Fuente: Contabilidad finca Los Silos 1.
ANEXO 4
EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y TRABAJO POR HECTÁREA
Y DE LA PRODUCTIVIDAD APARENTE DEL TRABAJO.
LOS SILOS 2. MEDIA 2.1.2
Fuente: Contabilidad finca Los Silos 2.
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ANEXO 5
EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y TRABAJO POR HECTÁREA
Y DE LA PRODUCTIVIDAD APARENTE DEL TRABAJO.
ICOD 1. MEDIA 2.1.2
Fuente: Contabilidad finca Icod 1.
ANEXO 6
EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y TRABAJO POR HECTÁREA
Y DE LA PRODUCTIVIDAD APARENTE DEL TRABAJO.
ICOD 2. MEDIA 2.1.2
Fuente: Contabilidad finca Icod 2.
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Fuente: Contabilidad finca Icod 3.
ANEXO 7
EVOLUCIÓN DE LA PRODUCCIÓN Y TRABAJO POR HECTÁREA
Y DE LA PRODUCTIVIDAD APARENTE DEL TRABAJO.
ICOD 3. MEDIA 2.1.2