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P R E H I S T O R I A Núm. 49 (2003) 163 68 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE. INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA CUENCA DE TEJEDA (GRAN CANARIA) P O R ERNESTO MARTÍN RODRÍGUEZ, JAVIER VELASCO VÁZQUEZ VERÓNICA ALBERTO BARROSO y AMELIA RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ RESUMEN Risco Chimirique (Tejeda, Gran Canaria) es uno de esos sitios arqueo-lógicos que han pasado desapercibidos como consecuencia de la mo-numentalidad del contexto arqueológico en que se insertan. Situado en la frontera del municipio de Tejeda con San Bartolomé de Tirajana, apenas destaca si lo comparamos con conjuntos arqueológicos como el del Roque Bentaiga, Cuevas del Rey o Montaña del Humo, todos ellos próximos y visibles desde los abrigos y solapones que lo integran. Sin embargo, los yacimientos que se sitúan en la parte media y alta de esta elevación re-velan una importante actividad humana que alcanza desde al menos el si-glo VII d.n.e. hasta prácticamente nuestros días con la reutilización de es-tos solapones por los pastores históricos. 164 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 2 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. 1. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN La investigación realizada en la Caldera de Tejeda apenas si la podemos calificar de relevante desde un punto de vista cien-tífico ni tampoco de abundante desde la perspectiva de los tra-bajos de campo o publicaciones, bastante escasos en uno y otro caso. Las primeras referencias para esta zona, si exceptuamos los datos proporcionados por las fuentes etnohistóricas, se de-ben a Victor Grau-Bassas que en su obra Viajes de exploración a diversos sitios y localidades de Gran Canaria reconoce alguno de los conjuntos más relevantes de la zona como pueden ser el Roque Bentaiga o Cuevas del Rey, sin que recoja, ni aun cuan-do describe el relieve de la zona, la presencia del Chimirique que, por otra parte, debería aparecer como una prolongación del Aserrador. Posteriormente R. Verneau y también G. Chil y Na-ranjo consignarán en su obra la presencia de estos sitios, aun-que de manera superficial. En la década de los años cuarenta y cincuenta S. Jiménez Sánchez visitará en diferentes ocasiones la zona, recogiendo en su obra Excavaciones Arqueológicas en Gran Canaria, del Plan de Excavaciones Arqueológicas de los años 1945, 1946, 1947 y 1948 las prospecciones que realiza en distintos yacimientos de Tejeda y Artenara. Para el término de Tejeda cita en 1948 los siguientes yacimientos: necropolis del Peladero y la Asomada, Lomada del Entierro de la Cochinilla (casas cruciformes), Pinar de Ojeda (casas cruciformes), poblado y necrópolis del Bco. del Peladero, poblado y necrópolis de Pilancones y Llanos de Maja-da Alta, cueva funeraria del Bco. del Caidero de Majada Alta, poblado y necrópolis del Baco. De la Cueva de las Niñas, Tum-ba del Gigante, poblado y necropolis de Ñameritas. En 1953 en su obra Nuevas estaciones arqueológicas en Gran Canaria y Fuerteventura, recoge el yacimiento de El Carpio, integrado por una casa de planta circular hoy destruida por la instalación de una torre del tendido eléctrico. A pesar de la cercanía de Risco Chimirique a este yacimiento que se divisa desde el abrigo 1, tampoco Jiménez Sánchez recoge ningún dato sobre la zona que estudiamos. Posteriormente dedicará el número 8 de la re- Núm. 49 (2003) 165 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 3 vista Faycan (1961) estudia las manifestaciones pictóricas (antropomorfos) de la cueva de Majada Alta. Entre 1975 y 1981 M. S. Hernández Pérez lleva a cabo dis-tintos trabajos en Gran Canaria: en 1975-76 excavará en la cue-va del Sastre y en otra sepulcral del Bco. de Guayadeque (Agüimes-Ingenio); en 1977 en varios yacimientos del término municipal de Tejeda y entre 1978 y 1981 en el poblado de El Pajar (Santa Águeda, San Bartolomé de Tirajana). Inicia así un proyecto de investigación que, en palabras del propio autor pre-tendía definir, en el caso que existieran, ambos complejos cultu-rales (se refiere al horizonte de las cuevas y los túmulos) y aproximarnos al problema, aún no resuelto, del poblamiento prehispánico de esta isla. Los trabajos en Tejeda se centraron en el Bentaiga, Cuevas del Rey y El Toscón, donde excava varias cuevas con diferente fortuna y realiza la planimetria de los principales elementos que definen cada uno de estos conjuntos. En el Toscón excavará dos estructuras tumulares que no contenían las esperadas evidencias óseas, lo que le lleva a plantearse si realmente son túmulos o son construcciones recientes o antiguas con otra finalidad. La corta historia de la investigación arqueológica del muni-cipio de Tejeda se completa con los trabajos de prospección y excavación realizados en esta década por el Museo Canario bajo la dirección de J. Cuenca Sanabria. Entre ellos destacaremos la excavación de una cueva funeraria en la Solana del Pinillo —que permanece sin publicar—, la localización y reproducción de varias estaciones rupestres en este municipio y en el de Artenara y, especialmente, la carta arqueológica de Tejeda. Este documento sí recoge el conjunto arqueológico del Chimirique aunque lo denomina con la voz incorrecta, pero también utili-zada en la comarca, de Risco Chirimique. En este documento se incluye la estructura circular ya señalada y algunos de los solapones, entre ellos los estudiados por nosotros, aunque por el tono de la descripción y el nivel de fragilidad que se propone apenas si se reconoce algún interés para la investigación a es-tos yacimientos. Esta es pues la corta y poco relevante, salvo algunos traba-jos muy puntuales, historia de la investigación realizada en el 166 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 4 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. municipio de Tejeda que atesora en su territorio un rico, di-versificado y emblemático patrimonio arqueológico. 2. LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA DE RISCO CHIMIRIQUE El Risco de Chimirique, como tradicionalmente se le conoce, conserva abundantes vestigios arqueológicos que demuestran la presencia de grupos humanos en este entorno desde época prehispánica. Dicha situación propició el diseño y puesta en marcha de un Proyecto de Investigación para esta zona, en el que se contemplaba, como primera fase de trabajo, la interven-ción y correspondiente estudio de dos de los yacimientos arqueo-lógicos existentes en este ámbito. Para ello se seleccionaron los depósitos de dos cavidades naturales que fueron designadas a partir del nombre genérico de la zona y un número para identificarlos: Chimirique-1 y Chimirique-2. 2.1. Chimirique 1 La unidad arqueológica número 1 (Chimirique-1) viene defi-nida por una cueva natural de dimensiones considerables, abier-ta en la cara este del Risco Chimirique. Este solapón, de una morfología elipsoidal, presenta unas dimensiones de diez metros en su eje mayor (norte-sur) y de tres a cinco metros en su eje menor (oeste-este). Muestra Chimirique-1 una boca de gran amplitud, observándose un alzado que, en buena parte de su desarrollo, supera los cuatro metros de altura. La superficie de la cavidad presenta una topografía que, en términos generales, puede calificarse de regular, si bien exhibe un ligero buzamiento de dirección oeste-este que, en determina-das zonas, se acusa en mayor medida definiendo la existencia de pequeñas cubetas de deposición. Es justamente en las zonas en las que el desnivel del suelo natural de la cueva alcanza mayores proporciones donde, precisamente, ha existido una mayor sedimentación, situándose en dichos espacios las zonas de máximo interés arqueológico. Núm. 49 (2003) 167 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 5 Las comentadas singularidades de la morfología natural de esta cavidad han condicionado de forma evidente, como ya se-ñalábamos, las características del relleno arqueosedimentario. Con relación a ello cabría señalar algunas cuestiones: En primer lugar, y como también referiremos luego, el gran tamaño de la apertura de la boca ha debido propiciar la acción directa de agentes naturales en la formación del depósito ar-queológico1. Del mismo modo, tales factores han debido ser par-tícipes activos, también, de las alteraciones postdeposicionales observables en determinadas zonas de esta unidad arqueoló-gica2. En segundo lugar el buzamiento del suelo natural de la cue-va ha propiciado que la acumulación de sedimentos arqueológi-cos, en algunas áreas de este espacio habitacional, sea sensible-mente mayor en el extremo este de la oquedad. En este mismo sentido, las zonas en las que la roca madre presenta un desni-vel más acentuado es donde precisamente el relleno sedimen-tario muestra una mayor potencia. En tercer lugar, esta misma circunstancia viene propiciada por los acondicionamientos de este espacio durante su uso como recinto habitacional en época prehispánica. Efectivamente, la construcción de una pared de piedra seca en el extremo este de Chimirique-1 favoreció, sin duda, la acumulación de un relleno arqueológico más importante en este entorno. Las especificida-des descritas no sólo han propiciado una dinámica de sedimen-tación particular, sino que además, y desde un punto de vista cultural, parece ser el área donde la actividad antrópica fue más intensa. Ello hizo posible, además, que aumentara la extensión del espacio susceptible de ser aprovechado por las poblaciones prehistóricas aquí asentadas, de tal suerte que la progresiva 1 Con ello no pretende negarse la existencia de cierres, a partir de es-tructuras permanentes o ligeras en la boca de Chimirique-1. No obstante la valoración de las características fundamentales de los sedimentos arqueo-lógicos apunta hacia una activa participación de los fenómenos medioam-bientales en la definitiva configuración de este relleno arqueológico. Sin embargo, ello no va en contradicción con el hecho de que la máxima res-ponsabilidad en la formación de este paquete sea antrópica. 2 Especialmente en aquellos sectores de la cueva más expuestos a los agentes medioambientales, fundamentalmente el extremo sur de la cavidad. 168 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 6 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. acumulación de sedimentos en un mismo sector de la cueva aumentó el espacio útil de la misma, tal como ha podido ser observado en otros recintos habitacionales en cueva natural del Archipiélago. Con ello no quiere señalarse que la ocupación de esta cavi-dad se circunscribiera únicamente a este entorno. Es probable que la mayor horizontalidad del resto del suelo natural de la cueva, así como su mayor exposición a los agentes naturales haya favorecido su progresivo lavado, limitándose, por tal even-tualidad, la posibilidad de la existencia aquí de un relleno ar-queológico de mayor potencia3. 2.1.1. La secuencia arqueosedimentaria A lo largo de los trabajos de excavación en el abrigo de Chimirique-1 se puso de manifiesto la existencia en este lugar de un relleno arqueológico de un espesor significativo, que al-canza, en sus zonas de máxima potencia, una profundidad que oscila entre los 25 y 30 centímetros en relación con el suelo cir-cundante. Desde un punto de vista general, el relleno arqueológico muestra una dinámica de deposición en la que la sedimentación de origen antrópico alcanza el máximo protagonismo, combina-da, a su vez, con los aportes naturales previamente descritos. Los niveles de interés arqueológico guardan, en términos generales, una disposición tendente a la horizontalidad, lo que viene a demostrar la ralentización de la génesis de estos estratos. Mues-tran asimismo, una potencia desigual en todo su desarrollo, al-canzando un espesor máximo en el extremo este del paquete arqueológico, mientras que en su flanco más occidental sólo están presentes, en algunos casos, de modo testimonial. Esta circunstancia responde a la acomodación de los diferentes nive-les arqueológicos al buzamiento natural del suelo de la cueva 3 La presencia de materiales arqueológicos en la totalidad de la super-ficie de la cueva, así como las propias características del recinto, lleva a pensar en una plena ocupación de este espacio, si bien con variaciones ho-rizontales con relación a las actividades desarrolladas en toda su extensión. Núm. 49 (2003) 169 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 7 que sirve de soporte a todo el paquete sedimentario. A tal efec-to, pudieron constatarse las consiguientes variaciones horizon-tales de los niveles arqueológicos, documentándose con ello las significativas disimetrías del proceso de sedimentación que ori-ginó cada uno de ellos4. El relleno arqueológico de Chimirique-1 está compuesto por una única estructura sedimentaria constatable a lo largo de la totalidad de la secuencia. Muestra, si bien con algunas variacio-nes horizontales y verticales, una misma dinámica formativa en la que adquiere un especial protagonismo, como ya indicába-mos, el uso prehistórico conferido a este espacio. En dicha es-tructura se pudieron individualizar dos niveles arqueológicos5 diferenciados6, cada uno de ellos caracterizado por una dinámi-ca sedimentaria particular que, en el mismo sentido, parecen ser el reflejo de usos diferenciados del espacio definido por Chimi-rique- 1. Estrato superficial Constituye un nivel sumamente alterado, caracterizado por un sedimento muy suelto, de matriz arenosa y coloración gri-sácea oscura. Presenta igualmente gran abundancia de piedras de dimensiones medias (entre 10 y 15 centímetros) en su super-ficie, procedentes, la mayor parte de ellas de la desagregación mecánica del soporte natural del yacimiento. Este nivel mues-tra señas evidentes de la reutilización de este espacio en época 4 Este hecho adquiere una especial relevancia a la hora de individuali-zar los diferentes niveles localizados en los trabajos de excavación arqueo-lógica, y de los materiales en ellos contenidos. Fue por ello necesario lle-var a cabo un decapado microestratigráfico de los sedimentos, a fin no sólo de constatar sus variaciones verticales, sino también las desigualdades en la dinámica de formación horizontal de cada no de ellos. 5 Además de un nivel denominado superficial, también incluido en la descripción de la secuencia estratigráfica. 6 Del mismo modo, en cada uno de estos niveles pudieron documentar-se sendos subniveles arqueológicos, netamente distinguibles de los paque-tes sedimentarios en los que se encuentran incluidos. 170 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 8 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. reciente de Chimirique-1 para el resguardo de ganado menor. Esta circunstancia ha favorecido igualmente la remoción de parte de este estrato superficial así como el desplazamiento de los repertorios materiales ubicados en las cotas más elevadas del relleno arqueológico. La presencia de restos arqueológicos es ciertamente abun-dante, localizándose preferentemente en la cuadrícula B-5 y en las zonas más inmediatas a ésta. Destacan entre los artefactos, los restos de cerámica manufacturada, no observándose eviden-cias materiales de época postconquista. La potencia de este primer nivel es bastante homogénea en su distribución horizontal, no alcanzando más de siete centíme-tros en sus zonas de máxima potencia. A juzgar por sus carac-terísticas macroscópicas su origen más probable parece ser la alteración de las zonas más elevadas del Nivel I, así como la sedimentación natural originada desde el abandono del uso pre-histórico de Chimirique-1 y la formada a consecuencia de las reutilizaciones sufridas por este entorno en relación directa al uso tradicional dado al conjunto de Chimirique. Estrato I Se encuentra localizado inmediatamente bajo el superficial, siendo el contacto entre ambos de carácter difuso a consecuen-cia de los aspectos señalados previamente. Se caracteriza por un sedimento de coloración grisáceo oscuro7 que muestra también, en parte de su extensión, tonalidades marrón oscuro, dando cuenta así de la diversidad de factores (naturales y antrópicos) que dieron lugar a su formación. Corresponde este Nivel I a un estrato que muestra una su-perficie tendente a la horizontalidad, presentando una mayor potencia en el extremo este de las cuadrículas objeto de excava-ción, reduciéndose significativamente su grosor a medida que se aproxima al flanco oeste de las mismas. Este nivel I viene igualmente caracterizado por la presencia en su cota más elevada de al menos tres puntos de sedimentos 7 Localizado preferentemente en el extremo oriental de la cuadrícula B-4. Núm. 49 (2003) 171 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 9 termoalterados de coloración blanca, de naturaleza limosa y de textura muy compacta. En su conjunto, y dada su proximidad es posible afirmar que corresponderían a una estructura de com-bustión con diferentes focos de encendido, si bien todos ellos localizados en un mismo sector (cuadrícula B-4). En torno a ella se localiza un sedimento grisáceo oscuro, ceniciento y de textu-ra muy suelta. Sin lugar a dudas, podemos hablar de la documentación de un hogar plano, sin acondicionamiento estructural, si bien limi-tada su localización a un espacio my concreto de la zona excavada. Presenta una morfología de tendencia elíptica, defini-da fundamentalmente por el sedimento más intensamente termoalterado compuesto por carbonataciones de pequeño tama-ño y una matriz limosa compacta. Sedimentológicamente pre-senta una estructura laminar (hojaldrada) debida a la plena combustión de los elementos orgánicos quemados en el hogar. Bajo ésta se localiza un pequeño nivel de coloración negra en el que abundan los puntos de carbón, y que cubre un nuevo subnivel de matriz cenicienta de coloración gris clara. Todos ellos son el testimonio inequívoco de la presencia en este lugar de una actividad de combustión, definiendo un espacio de ho-gar que, como trataremos de exponer luego, parece constituir un elemento aglutinador de la actividad antrópica desarrollada en Chimirique-1. En torno a esta estructura de combustión, y prolongándose en ambas cuadrículas, se localizan abundantes cenizas que, en definitiva, constituyen el componente sedimentario fundamental de este nivel I. No obstante presentan una especial concentra-ción en torno al hogar, cuyo origen más probable ha de ser la evacuación y limpieza periódica del mismo. Este hecho viene a manifestar el uso continuado del fuego en un mismo emplaza-miento, con ligeras variaciones en lo que se refiere a la locali-zación del principal foco de combustión. Como señalábamos previamente, este nivel I, a lo largo de su desarrollo vertical, presenta variaciones horizontales deriva-das, fundamentalmente, de las diferencias de actividades antró-picas desarrolladas en este espacio. De este modo, mientras que en las zonas próximas al fuego, el origen de los sedimentos hay 172 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 10 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. que vincularlo directamente a tal circunstancia, en las zonas aledañas adquieren un mayor protagonismo los agentes natu-rales que intervienen en la formación y desarrollo de un depósi-to de estas características. No obstante, es evidente que la ma-triz sedimentaria fundamental en la definición de este Nivel I corresponde a los materiales producidos y alterados por el fue-go sito en este lugar. Los materiales arqueológicos son relativamente abundantes, con un registro compuesto fundamentalmente por fragmentos de cerámica e industria lítica (tanto útiles, como restos de ta-lla). Su localización preferente es en torno a la estructura de combustión, lo que lleva a pensar que ésta constituye un centro referencial para la organización de las labores cotidianas desa-rrolladas en este lugar. Las evidencias faúnicas no son demasia-do abundantes, siendo prácticamente inexistentes, como era de esperar en un principio, los restos de fauna marina (ictiofauna y malacofauna). El índice de fracturación de los repertorios materiales no es demasiado importante, si exceptuamos la fauna, no exhibiendo tampoco muestras de rodamiento que hagan pensar en movi-mientos postdeposicionales que alteraran sustancialmente el contenido de este nivel arqueológico. A pesar de lo dicho, no puede dejar de señalarse que en parte de la extensión de este Nivel I8 eran aún perceptibles las pruebas de la reutilización de este espacio en época histórica para el estabulamiento del ga-nado menor. No obstante tal uso «reciente» no modificó de for-ma determinante ni la composición del paquete sedimentario denominado nivel I, ni de los materiales en él contenidos. Estrato Ib Dentro del Nivel I pudo distinguirse un subnivel arqueológi-co que si bien coincidente en muchos aspectos con relación al 8 Con toda probabilidad, a consecuencia de su limitada potencia y su textura suelta, presenta una elevada susceptibilidad de ver alterada su mor-fología inicial, especialmente en aquellas cotas más próximas a la super-ficie. Núm. 49 (2003) 173 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 11 anterior, muestra especificidades particulares que permiten su plena individualización. Su coloración continúa siendo funda-mentalmente grisácea, de una tonalidad muy oscura, aunque con un componente arenoso más elevado que en el Nivel I, es-tableciéndose un contacto neto entre este subnivel y el estrato precedente. La extensión del Ib abarca ambas cuadrículas, aun-que es especialmente evidente en la totalidad de la cuadrícula B-4. En el extremo oeste de las cuadrículas B-4 y B-5 este subnivel se encuentra notoriamente más difuso9, ya que es pre-cisamente en este sector donde alcanza menor potencia y se incrementa su proximidad a la roca madre. Se constata así la acomodación de los niveles arqueológicos a las variaciones de la topografía del suelo natural de la cueva. Un contacto difuso que, además, viene condicionado por la textura especialmente suelta del Nivel Ib, con lo que en determinadas zonas la mezcla de ambos sedimentos hace más factible la confusión. Es precisamente sobre esta unidad sedimentaria sobre la que se asienta directamente la estructura de combustión descrita en el Nivel I10, definiéndose un contacto neto entre ambos. Este nivel corresponde a un sedimento que, en términos ge-néricos, horizontaliza el espacio irregular que describe la super-ficie del nivel II. El material arqueológico incluido en el Ib es realmente escaso, normalmente de tipometría muy pequeña, algunos de los cuales muestran signos evidentes de rodamiento, especialmente las cerámicas. En cualquier caso resulta evidente que constituye un sub-nivel perfectamente individualizable con respecto al precedente y al posterior, mostrando contactos netamente perceptibles con éstos. Evidentemente en la zona próxima a la boca tales deseme-janzas son especialmente evidentes, haciéndose bastante más difusas cuanto más se aproxima al extremo occidental del área excavada. Tal disposición coincide plenamente con las disime-trías en la potencia de esta unidad sedimentaria. Son varias las 9 Si bien continúa predominando la matriz arenosa de este subnivel, la coloración y la textura se asimilan más, que en el resto de la zona excavada, al Nivel I. 10 En esta zona en particular la potencia del Ib tan sólo alcanza los 3 centímetros de potencia como media. 174 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 12 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. razones que pueden estar condicionando esta circunstancia. Por un lado podría constituir un sedimento de origen natural que, con una dinámica de deposición muy particular, hubiera ido progresivamente colmatando la superficie del estrato anterior (Nivel II), mostrando mayor grosor precisamente donde el des-nivel de la roca madre es más acusado11. Otra posibilidad es que este subestrato tenga a un origen fundamentalmente antrópico, esto es, que haya sido aportado allí por la población prehistórica a fin de acondicionar el suelo a ocupar, regularizando de esta manera el suelo de la cueva12. La disposición del hogar plano directamente sobre este sedimen-to podría ser una prueba a esgrimir a favor de esta posibilidad. Otra de las hipótesis barajadas es que este sedimento (el ni-vel Ib) fuera el mecanismo empleado para apagar los fuegos que caracterizan la superficie del nivel II, si bien no resulta del todo probable tal eventualidad teniendo en cuenta la extensión y potencia de esta unidad arqueológica. Estrato II Corresponde esta unidad sedimentológica a un nivel de ocu-pación plenamente definido y que, a diferencia del caso ante-rior, no muestra evidencias que prueben la existencia de intru-siones recientes. El elemento más característico de este nivel es la presencia de varios focos de combustión, algunos de los cua-les definen una estructura de combustión compleja. Con rela-ción a ello, se significará esta unidad arqueosedimentaria por la abundante presencia de cenizas localizadas a su alrededor y un sedimento con un elevado componente ceniciento de coloración muy oscura. En este último la participación de la actividad antrópica se combina con el aporte natural de tierras al sedi-mento, constatándose así, de nuevo, nuevas variaciones hori- 11 Constituyendo el muro de cerramiento de la cueva un elemento de contención del proceso de sedimentación. 12 Corresponde a un nivel de una granulometría muy fina y, a la vez, ciertamente homogéneo en su composición, lo que puede llevar a pensar que corresponda a una tierra «seleccionada» para este propósito. Núm. 49 (2003) 175 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 13 zontales de los paquetes estratigráficos motivadas por el desigual uso que se confiere a este emplazamiento. La potencia de este nivel es la más importante de las cons-tatadas a lo largo del trabajo de campo, mostrando las mismas diferencias que las observadas en los estratos precedentes, esto es, disminuyendo a medida que nos aproximamos al oeste. En cualquier caso resulta del todo lógico el mayor grosor de este nivel toda vez que se encuentra directamente relacionado con los hogares. Como se ha señalado para otros contextos, la pre-sencia de fuegos en cualquier espacio arqueológico conlleva un aumento muy significativo de los índices de creación de sedimen-tos, especialmente si, como es el caso, estos hogares han tenido un uso prolongado en el tiempo13. A lo largo de los trabajos arqueológicos se puso de manifies-to la existencia de nueve focos de combustión repartidos entre las cuadrículas B-4, C-414 y B-5, seis de los cuales (1-6) definen y conforman una estructura de combustión de considerables di-mensiones. En todos los casos se trata de hogares planos sin acondicionamiento alguno que limite su extensión, normalmen-te de forma circular o elíptica y con unas dimensiones y poten-cias variables, tal como puede observarse en el anexo gráfico. Estas áreas de combustión se caracterizan, en todos los casos documentados, por la ubicación central de un sedimento blan-co limoso y de textura muy compacta que muestra una abun-dante presencia de carbonatos15 y, en menor medida, algunos puntos de carbón16 (normalmente de un tamaño no superior a 13 Tanto el encendido de fuegos, como el progresivo acondicionamiento de los mismos (evacuación de cenizas, etc.) genera un importante volumen de materiales. Si a ello se une que en torno a tales espacios se suele con-centrar una intensa actividad humana, los aspectos antes señalados pueden ser aplicados directamente al caso que aquí nos ocupa. 14 A lo largo del curso de los trabajos arqueológicos se estimó necesa-rio la ampliación de las cuadrículas sobre las que se intervino, extendién-dose los trabajos a C-4. 15 Originados por la plena calcinación de los combustibles orgánicos empleados para mantener encendido el hogar. 16 La observación macroscópica de alguno de estos carbones puso de manifiesto el empleo para el hogar de ramas de pequeño porte y, de forma muy recurrente, el uso de las «piñas» del pino canario para este mismo propósito. 176 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 14 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. 1 centímetro). A su alrededor se localizaban, en todos los focos, acumulaciones de cenizas, procedentes, muy probablemente, de la evacuación de los fuegos a medida que éstos van colma-tándose con su uso. Estos paquetes exhiben una granulometría muy pequeña, con una textura sumamente suelta y una colora-ción gris de tonalidad clara. La disposición de estas cenizas de evacuación ha permitido la ordenación temporal de los focos de combustión, tal y como se recoge en la correspondiente matrix Harris. Además, tal cir-cunstancia ha puesto de manifiesto la reiteración en la conti-nuidad de este lugar para la ubicación de los hogares en Chimirique-1. En el resto de la zona excavada el Nivel II se caracteriza por la presencia de un sedimento muy ceniciento de coloración oscura (cercano al negro), con una granulometría muy fina y de textura muy suelta. Es precisamente en esta zona donde se concentran buena parte de los materiales arqueológicos, de nuevo localizados en torno a la zona en la que se ubican los fuegos. Los focos denominados con los números 2, 3, 4, 5, 6, se encuentran apoyados directamente sobre la roca madre, super-puestos siguiendo el desnivel del suelo natural de Chimirique-1. De este modo se constata que los hogares se van ubicando, a lo largo del proceso de ocupación de este emplazamiento, en las zonas más bajas de la roca, y a medida que se va colmatando este espacio (por el fuego y las cenizas evacuadas de éstos) son reubicados en una cota más elevada. El espacio de la cavidad se organiza siguiendo unos patro-nes constantes en cuanto a su localización espacial, si bien los elementos aglutinadores de esta dinámica —los fuegos— van adaptándose a la evolución progresiva del proceso de formación del relleno arqueológico. Como ya señalábamos, los fuegos pro-vocan una sedimentación acelerada que es aprovechada por los pobladores de este lugar para, progresivamente, ir obteniendo mayor espacio útil en horizontal. Esta circunstancia condiciona igualmente la disposición, ubicación y concentración de los re-pertorios materiales constatados en Chimirique-1. Parece poder observarse diferencias significativas en lo que Núm. 49 (2003) 177 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 15 se refiere a la duración temporal de los fuegos efectuados en Chimirique-1. De este modo, los focos más importantes parecen ser, por su extensión y potencia, los números dos, tres y cuatro, siendo el uno el de más corta existencia. Este factor puede ser igualmente un reflejo evidente de cambios en la intensidad de la actividad antrópica en este lugar. A pesar de que tal posibili-dad pueda ser más o menos cercana a la realidad, lo que sí resulta cierto es que la sucesión entre, al menos, los diferen-tes focos descritos es muy rápida, no debiendo transcurrir de-masiado tiempo entre la finalización de uno y el comienzo del siguiente. En este nivel II, el volumen y la diversidad de materiales aumenta de forma sobresaliente con respecto a las unidades sedimentarias descritas previamente. Aunque el número de evi-dencias de industria lítica permanezca aparentemente constan-te, se pudo documentar un sensible incremento en los fragmen-tos de cerámica17 y, especialmente, de fauna. Estos últimos ecofactos mantienen unos índices muy elevados de fragmenta-ción18 y muchos de ellos presentan la superficie termoaltera-da, tal y como se recoge en el apartado dedicado a estos mate-riales19. El rasgo más distintivo de este Nivel II en lo que a materia-les arqueológicos se refiere es la abundancia de carbones de pe-queño tamaño20, preferentemente localizados en las áreas de evacuación de cenizas de los diferentes hogares. A juzgar por la organización microespacial de este recinto, se podría afirmar que las zonas de combustión son el elemento 17 En la mayor parte de los casos se trata de una cerámica de pasta poco seleccionada que muestra una cocción irregular y un desgrasante irre-gular, un hecho éste especialmente evidente en los fragmentos correspon-dientes a piezas cerámicas de mayores dimensiones. Coexisten con éstas, aunque en menor proporción, fragmentos correspondientes a vasijas con un tratamiento más cuidado, tanto en lo que se refiere a la selección de la materia prima, como en su tratamiento tecnológico. Parece existir una di-versidad tipológica estrechamente ligada a la funcionalidad de estos reci-pientes. 18 Aunque algo menores a los descritos previamente. 19 Como indicábamos con anterioridad, los materiales arqueológicos se encuentran localizados de modo preferente en torno a las áreas de fuego. 20 Algunos pertenecientes a ramas de escaso porte. 178 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 16 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. fundamental en la articulación del espacio habitacional. En tor-no a él se ubica una de las zonas de máxima concentración de materiales. En definitiva, y a juzgar por las observaciones de campo, el fuego se erige como el centro de la actividad domés-tica que se lleva a cabo en el interior de este recinto. Casi todas las estructuras de combustión se asientan sobre la roca madre que sirve de soporte natural a los niveles de inte-rés arqueológico. Por esta razón no resulta arriesgado señalar que la posición conferida al fuego permanece constante desde el mismo momento en el que se decide emplear este espacio con un fin doméstico. Pero, además, parecen existir pruebas de que este papel preponderante se mantiene a lo largo del período útil de la cavidad. Como ya señalamos, la presencia de concentra-ciones de cenizas en diferentes áreas, así como el carbón dis-perso, podrían ser el producto del vaciado y limpieza de la zona en la que se realizan los fuegos, evidenciando un uso prolonga-do de éstos. Dentro de este nivel se distingue un subnivel denomina-do IIB, individualizado tanto por sus características sedimen-tológicas, como por el hallazgo de nuevos focos de combustión, en parte diferenciados de los anteriormente descritos. Esta unidad se asienta directamente sobre la roca madre, y se caracteriza por ser un sedimento ceniciento de color grisáceo oscuro y de textura muy suelta. Como ya señalábamos se localizaron tres nuevos fo-cos de combustión, de igual modo asentados sobre la roca madre y con unas características muy similares a las antes descritas. Al igual que las estructuras de combustión sitas en el Ni-vel II, la ubicación de estos hogares planos directamente sobre la roza madre ha provocado una evidente termoalteración de ésta. Entre otros efectos, estos fuegos han provocado cambios en la coloración de este soporte natural (amarillento-naranja), así como craqueladuras térmicas de dimensiones notorias21. A lo largo de todo el proceso de excavación se pudieron indi-vidualizar un total de nueve focos de combustión, si bien algu-nos de ellos (fundamentalmente el 8 y e 9) deben responder a 21 Esta circunstancia ha provocado que el Nivel IIB quede caracteriza-do por la presencia de clastos de pequeño tamaño (5-10 centímetros) origi-narios de esta desagregación térmica de la roca madre. Núm. 49 (2003) 179 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 17 hogares de un uso muy limitado en el tiempo o al resultado de actividades muy localizadas. El foco número siete es el mas destacable, ya que presenta una extensión mayor y cuenta, ade-más, con una zona de evacuación de cenizas perfectamente li-mitada en el espacio y un mayor volumen de carbones. Los hogares denominados 5, 6, 4, 3, 2 y 1 parecen formar parte de una única macroestructura de combustión que si bien muestra diferentes focos a lo largo del período de tiempo en el que se utiliza Chimirique-1, definen la continuidad de una di-námica de funcionamiento en la organización de este espacio habitacional. Como ya indicamos, serán estos fuegos los elemen-tos que sirvan como «aglutinador» de una parte muy significa-tiva de las actividades cotidianas llevadas a cabo en esta cueva. Corresponden en todos los casos a hogares planos simples, constituidos sin la elaboración de ningún tipo de estructura ar-tificial reconocible que delimite su extensión. Todas las pruebas parecen apuntar a la existencia en Chi-mirique- 1 de una ocupación de este enclave con un carácter aparentemente estacional. Sin embargo, sí resulta evidente que los momentos de abandono de este lugar debían ser especial-mente cortos en el tiempo, a juzgar por la dinámica de conti-nuidad en buena parte de la secuencia arqueológica. Es más que probable que, además, la ocupación humana de este entor-no esté ligada a las prácticas pastoriles, si bien serán necesarios nuevos trabajos a fin de tratar de confirmar esta hipótesis. La lectura de los diferentes niveles arqueológicos lleva a plan-tear que los dos niveles individualizados (I y II) marcan, al menos, sendos momentos diferenciados en la ocupación humana de Chimirique-1. El uso prehistórico de este espacio parece ser espe-cialmente intenso y continuado a lo largo del lapso temporal en el que se forma el Estrato II. A partir de este momento las evidencias de actividad antrópica se reducen de forma muy significativa, dis-minuyendo sensiblemente tanto las pruebas de la intensidad de esta ocupación en las unidades sedimentarias (fuegos) como en el repertorio ergológico documentado en este Nivel I22. 22 El estudio detallado de los materiales arqueológicos procedentes de cada uno de los dos niveles podrá aportar nuevos puntos de vista en los que poder fundamentar o matizar esta hipótesis. 180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 18 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. 3.2. Chimirique-2 El yacimiento corresponde a la tipología de abrigo en cueva natural, asimilándose a una forma de asentamiento frecuente en los parajes de cumbre de la Isla. En la actualidad está inte-grado por una cavidad de dimensiones medias, a la que se aña-de un espacio exterior, cubierto, originado por el desplome de una gran roca que quedó adosada a la boca de la cueva. No obstante, la configuración que hoy presenta Chimirique-2 se ha visto altamente modificada, precisamente como consecuencia del mencionado episodio de desplome, variando en gran medida su aspecto original. Dicha transformación va a llevar aparejada una significati-va reducción del espacio útil de este emplazamiento, derivándo-se como principal repercusión de este acontecimiento un mar-cado cambio en el uso y función del lugar. De tal forma que, en un primer momento, antes de produ-cirse el desprendimiento del bloque, la morfología de Chimiri-que- 2, habría de vincularse con un amplio espacio cubierto, configurado a partir de dos cavidades, emplazadas en sendos ex-tremos de un gran solapón, no excesivamente profundo. Estos elementos constituirían un solo conjunto, unidos físicamente sin solución de continuidad, constituyendo las dos cavidades latera-les el cierre del mismo. El mencionado complejo se encontraría orientado al E., ocupando Chimirique-2 el lateral izquierdo del mismo. Con posterioridad, en un momento que aún no es posible precisar, si bien ocurrido con toda seguridad durante la ocupa-ción prehistórica del sitio, la techumbre de este gran solapón se desprendió, dando lugar a la caída de grandes bloques de pie-dra que se instalan en el frente del mismo y que todavía hoy se pueden reconocer en la zona. Este fenómeno determinó la desestructuración del emplazamiento, eliminando el espacio a resguardo que significaba el solapón y aislando las cavidades laterales que a partir de este suceso se convierten en unida-des independientes, con una dinámica de funcionamiento par-ticular. Núm. 49 (2003) 181 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 19 Por lo que al uso del espacio se refiere, la naturaleza de este asentamiento tiene un carácter eminentemente habitacional, relacionado en gran medida con las actividades de pastoreo. No obstante, es preciso señalar que el cambio acaecido con el des-plome de la visera del solapón va a suponer una alteración en las condiciones de uso de este enclave. En este sentido, mientras el abrigo mantiene los rasgos ori-ginales de espacio y orientación se utiliza exclusivamente como lugar de habitación, documentándose en él aquellas actividades domésticas inherentes a esta clase de yacimientos, similares a las que se han reconocido en otros enclaves con semejante funcionalidad, fundamentalmente mediante la presencia de un abundante registro ergológico: producciones líticas y alfareras, así como a partir de las evidencias relacionadas con la prepa-ración de alimentos: estructuras de combustión y detritus ali-menticios. En un segundo momento, al reducirse las dimensiones del espacio habitable resguardado, una parte de Chimirique-2, con-cretamente la grieta que se forma en la boca del abrigo con el desplome de uno de los grandes bloque de la techumbre del solapón, se va dedicar a un uso funerario, acogiendo los cuer-pos de, al menos, tres individuos. Por su parte, las condiciones que hoy presenta el depósito arqueológico no permiten documentar la continuidad en el uso de este abrigo como lugar de habitación en época aborigen tras producirse las citadas inhumaciones. Las razones que determinan esta situación hay que relacio-nadas con la reutilización histórica del abrigo como redil hasta fechas muy recientes. Aspecto que ha representado la alteración y destrucción de una parte importante del relleno sedimentario de este yacimiento. De cualquier forma, una reducción tan significativa del es-pacio útil protegido, además de la orientación sepulcral, debió haber significado una modificación sustancial en las condicio-nes de hábitat de este emplazamiento, provocando un reajuste a las nuevas condiciones de estructuración espacial, pudiendo incluso influir en el traslado hacia otras zonas dentro de la pro-pia montaña. 182 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 20 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. Como ya se ha referido anteriormente, Chimirique-2 está integrado por una cueva natural de medianas dimensiones, y el recinto que se forma bajo un gran bloque desplomado que se adosa a la boca de la misma. Al constituir dos ámbitos cla-ramente diferenciados, tanto desde el punto de vista de los fac-tores que los han originado como desde el comportamiento cultural que los define, han sido tratados como unidades inde-pendientes, integrándose posteriormente en el estudio del yaci-miento. En esta línea, la denominación Chimirique-2a, hace referencia de manera exclusiva al proceso documentado en el abrigo propiamente dicho, mientras que el depósito funerario in-tervenido bajo la roca se designó como Chimirique-2b. 3.2.1. La excavación de Chimirique-2 Se trata de una cavidad natural, orientada al N. Presenta una planta de tendencia semicircular, definiendo un recinto de 4,50 m. de largo por 4 m. de ancho. La altura del techo va dis-minuyendo desde la boca, donde aproximadamente alcanza los 1,70 m, hasta la zona del fondo, donde no es posible mantener una posición erguida, situándose en torno a los 25-30 cms. En cuanto a las características del suelo éste se mostraba en super-ficie prácticamente horizontal, salvo en el área inmediata a la boca, es decir, en la franja de contacto con Chimirique-2b, don-de manifestaba una acusada pendiente hacia el exterior. En la actualidad el acceso al interior de la cavidad se encuen-tra en parte obstruido por la presencia del bloque de piedra desprendido que se apoya en la boca de la misma. Esta posición define un espacio abierto en ambos laterales de la boca, como únicos puntos libres que permiten el tránsito hacia la cueva. Tales zonas de comunicación se hallan parcialmente cerradas por la construcción de sendos muros de piedra seca, paredes que en la línea que define la visera del abrigo se conectan mediante la prolongación de un muro que recorre todo el frente de la cavidad, separando este ámbito del que delimita la roca en el exterior (Chimirique-2b). Actualmente sendos muros se encuentran desmantelados en Núm. 49 (2003) 183 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 21 parte, lo que permite el acceso al interior del recinto por ambos laterales. No obstante, la construcción ubicada en el lateral iz-quierdo manifiesta un alzado de mayor desarrollo vertical, lo que parece indicar que en algún momento éste pudiera haber estado cerrando completamente o casi por completo esta zona, con lo cual tan sólo se mantendría funcionando un único pun-to de acceso a la cavidad. Además, esta situación de cierre total a partir de la construc-ción de una pared de piedra seca implica que la cavidad quede completamente disimulada al exterior, siendo precisamente el mencionado lateral el elemento más visible del abrigo desde cualquier punto inferior de la ladera en la que éste se sitúa. Mientras que el acceso opuesto se mantiene prácticamente ocul-to al abrirse entre rocas. Por lo que se refiere a las técnicas constructivas, ya se ha mencionado que se trata de muros de piedra seca, realizados con los materiales del entorno. Para ello se han dispuesto los bloques de mayor tamaño en la base, levantando sucesivas hile-ras con otros de menores dimensiones, construyendo un lienzo de pared de una sola hilada. La mencionada construcción del lateral izquierdo, muestra dos momentos diferenciados en función de su origen, corres-pondiendo las hileras superiores a un momento más reciente, vinculado a la rehabilitación de este lienzo de pared en época histórica. Por otra parte, los grandes bloques de la base, que a su vez tienen continuidad a lo largo de toda la línea que define la visera de la cavidad, parecen responder a una construcción de filiación prehispánica relacionada con la intención de aislar e independizar el ámbito dedicado a las inhumaciones del que se establece en el interior del abrigo. Por su parte, el desplome de esa gran roca que se adosa a la boca del abrigo propició la formación de una nueva zona, dan-do lugar a un pequeño recinto, a modo de grieta, ocupando un espacio que anteriormente había formado parte de la superficie útil de la cavidad. Las dimensiones aproximadas del mismo son de 3 m. por 2,5 m., configurando un área de morfología relativamente circular, que permanecía acotada parcialmente por un muro de 184 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 22 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. piedra de factura anterior a la caída de la roca y que ha de re-lacionarse con la función habitacional del solapón antes de su desmantelamiento. Asimismo, la altura del recinto era muy re-ducida, quedando la base de la roca próxima a la superficie sobre la que se apoya, presentando en la zona superior en tor-no a 1 m de alto. En general, la superficie de este recinto también evidenciaba una disposición horizontal, mostrando un ligero buzamiento hacia el norte. Precisamente afectando a aquellas zonas más cercanas al exterior y donde la ausencia del muro eliminaba el elemento de contención (cuadrícula C-9). Por lo que se refiere al muro documentado en el interior de este espacio, ya se ha mencionado que presenta un origen an-terior al episodio de desplome de la techumbre del solapón y, por tanto, al margen de la actividad funeraria a la que se va a de-dicar este recinto. 3.2.2. La secuencia estratigráfica de Chimirique-2 La intervención en Chimirique-2a se organizó en función de los objetivos anteriormente señalados, intentando dar solución a las cuestiones en ellos planteadas. Para tal fin era necesario abordar tanto la excavación del interior del abrigo como el re-cinto sepulcral designado como Chimirique-2b. El trabajo de campo se inició con el establecimiento de un sistema de cuadriculado en el que quedaban interrela-cionados ambos espacios. La superficie se dividió en unidades de trabajo de 1 m2, definidas a partir del establecimiento de dos ejes perpendiculares. Dichas unidades se denominaron mediante la combinación de letras y números. La aplicación de este sistema permitiría en todo momento registrar la distribu-ción espacial exacta de cualquier evidencia arqueológica, a par-tir de las variables X e Y, propias del sistema cartesiano. A lo que se une el valor Z, que introduce la variable profundidad. Además de los valores de orientación y pendiente determinados a partir de un código preestablecido en relación con el fondo de la cueva. Núm. 49 (2003) 185 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 23 En el interior del abrigo la zona seleccionada para su exca-vación correspondió a las cuadrículas B-5/C-5 y la mitad infe-rior de B-4/C-4, definiendo un área de 2 m. por 1,50 m., próxi-ma a la boca de la cueva. Posteriormente, las condiciones de conservación del relleno arqueológico impusieron que la zona de trabajo fuera ampliada, afectando a las cuadrículas B-6/C-6. La elección de esta área estuvo motivada porque en ella el paquete sedimentario presentaba una potencia máxima que podía obser-varse en un agujero que recientemente se había practicado en el lateral izquierdo, junto a la base del muro que cierra este acceso y porque su localización favorecería la prolongación de los trabajos en Chimirique-2b, correlacionando ambas zonas. Con esta actuación quedaban ampliamente documentados los factores que intervienen en la formación y conservación del relleno arqueológico, permitiendo, a su vez, definir las relacio-nes estratigráficas en relación con el depósito funerario de Chimirique2-b. Por otra parte, la excavación de Chimirique-2b, organizada metodológicamente como Chimirique-2 y Chimirique-1, afectó a las cuadrículas B-7, C-7, B-8, C-8, C-9, y parte de D-8 y D-9, así como también se recogió el material en superficie de las cuadrículas C-10 y C-11. La excavación en Chimirique-2 y 2b se realizó respetando la topografía natural de los sedimentos, subdividiéndose en levan-tamientos en aquellos casos en que la potencia de la unidad sedimentaria que se estuviera trabajando, por su espesor, requi-riera de unos mecanismos de análisis de mayor precisión. En este sentido, los levantamientos estuvieron determinados por el volumen y disposición del registro ergológico, presentando en términos generales un espesor medio entre 3 y 5 cms. En Chimirique-2 los trabajos de campo permitieron docu-mentar cuatro unidades sedimentarias, correspondiendo a los niveles I, II, III y IV, habiéndose efectuado 4 levantamientos en el nivel I. Por su parte, en Chimirique-2b se registraron a su vez 4 niveles, de los que el nivel III también presenta 4 levanta-mientos. De estos 8 niveles identificados independientemente, 4 para Chimirique-2 y 4 para Chimirique-2b los niveles III y IV son co- 186 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 24 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. munes para ambos depósitos, mientras que los niveles I y II de Chimirique2a y 2b respectivamente funcionan de forma inde-pendiente. Los trabajos de excavación llevados a cabo en este yacimien-to han puesto de manifiesto un importante depósito arqueológi-co, tanto por el propio desarrollo del mismo como por los ele-mentos estructurales que lo originan, manifestando toda una serie de singularidades que lo destacan en el conjunto de yaci-mientos arqueológicos conocidos en el sector cumbrero de la isla. Pero en un sentido más amplio representa un destacado avance en la investigación prehistórica insular, aportando una serie de datos totalmente novedosos para la reconstrucción de las formas de vida de los canarios, permitiendo asimismo con-trastar y profundizar otros aspectos que, hasta ahora, habían quedado un tanto relegados en favor de otras manifestaciones consideradas más relevantes como consecuencia de su aspecto sensiblemente más espectacular. En este sentido, además de los magníficos repertorios de materiales recuperados, en el depósito arqueológico han queda-do registradas las evidencias de la actividad humana, tanto en el plano de las tareas domésticas de carácter cotidiano como en el de las prácticas funerarias. Ya se ha señalado que Chimirique-2 funciona en un primer momento como un asentamiento de carácter temporal, proba-blemente vinculado al pastoreo de cumbre en el aprovechamien-to estival de los pastos. En esta fase tiene lugar la formación de un depósito de considerable entidad, asociado a la ocupación del sitio como lugar de habitación. Tal caracterización se deriva de la presencia de un abundante y variado repertorio de manufac-turas: líticas y alfareras, así como de un destacado conjunto de restos fáunicos vinculados a los desechos culinarios generados por el grupo humano que ocupó este enclave. A lo que habría que añadir, en estrecha relación con los materiales, la existen-cia de una serie de estructuras sedimentarias, de marcado ori-gen antrópico, como son las estructuras de combustión y todos aquellos testimonios a éstas asociadas. En último término tales aspectos, conjuntamente, constituyen la expresión más evidente de la dinámica de funcionamiento acaecida en este lugar. Núm. 49 (2003) 187 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 25 De igual forma, las características intrínsecas del depósito y las condiciones de preservación que confluyen en su conserva-ción han permitido documentar algunos de los cambios que afectan a este asentamiento en el uso del espacio a lo largo del tiempo. Así, con la modificación que supone el desplome de la visera del solapón que se encontraba unido al abrigo en estudio, las condiciones de habitabilidad se transforman sustancialmente. Con posterioridad a este fenómeno se constata un uso fune-rario en el recinto que se origina con el desprendimiento de la roca, procediéndose a la inhumación de tres individuos, un adul-to y dos infantiles. Sin embargo, en el proceso de excavación no fue posible precisar si tras el reajuste que supone la caída del bloque, el interior de la cavidad (Chimirique-2) continua funcionando como lugar de hábitat, puesto que la reutilización de ésta en época histórica como lugar para guardar los animales, implica el desalojo de buena parte del relleno sedimentario y con él los materiales que éste contenía, con el fin de despejar el suelo hasta dejarlo en la roca madre. En el proceso de acondiciona-miento que se describe, solamente se mantiene in situ el paque-te de tierra, localizado en la boca de la cueva (Cuadrículas B-6 y C-6), puesto que en esta zona la topografía original del sustrato base presenta una pendiente muy pronunciada hacia el exterior, con lo que su eliminación crearía un desnivel de la superficie poco apropiado para el aprovechamiento al que se va dedicar la cavidad. No obstante, la superficie del relleno arqueológico conserva-do en este espacio se encontraba alterada, tanto por los men-cionados actos de acondicionamiento y presencia de animales, como por la acción de clandestinos que recientemente habían afectado de forma notable esta zona. Afortunadamente aún se conservaba una importante muestra del contenido arqueológico lo que ha permitido conocer con precisión la evolución sincró-nica y diacrónica en la secuencia de Chimirique-2. Las unidades sedimentarias de Chimirique-2a están muy diversificadas en cuanto a su caracterización debido a las las variables que participan en su formación. En concreto, la se- 188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 26 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. cuencia estratigráfica esta definida por el establecimiento de 5 niveles, de los que tan sólo los tres primeros poseen interés ar-queológico en sentido estricto, otro se relaciona con la esta-bulación de animales y, por último, el nivel restante constituye un paquete alterado, en posición secundaria, si bien contiene abundante material arqueológico. Todos los niveles se subdividen, a su vez, en diferentes uni-dades sedimentarias en función de las variaciones estructurales, tanto en el desarrollo horizontal como vertical, que les afecten. La secuencia, de más antiguo a más reciente, es la siguiente: Estrato IV Constituye la base de la secuencia, apoyándose directamente sobre la roca madre. Su presencia se ha documentado tanto en el interior del abrigo (Chimirique-2) como en la zona del solapón que quedó colapsada por la caída de un enorme bloque (Chi-mirique- 2b). El nivel manifiesta un origen exclusivamente antrópico y se vincula con la ocupación de este enclave como lugar de habitación. Corresponde a una estructura de prepara-ción y acondicionamiento de la superficie natural del suelo para regularizarlo cuando las características formales del complejo aún no se habían modificado, incluyendo diversos espacios cu-biertos de distinto tipo según se tratase del solapón o del abrigo. En este caso los elementos que integran el nivel no se refie-ren exclusivamente a formaciones sedimentarias sino que tam-bién incluye unidades constructivas. De tal forma que en el desarrollo horizontal del mismo se aprecian sustanciales diferen-cian según se trate de uno u otro tipo. En relación con este aspecto se definió una unidad estra-tigráfica de carácter constructivo que se denominó IVa que co-rrespondería al solapón (actualmente Chimirique-2b) sin que se haya reconocido en el interior del abrigo (Chimirique-2). El mencionado acondicionamiento se realizó mediante la coloca-ción de grandes piedras de proporciones y morfología bastante regulares, logrando con ello una plataforma relativamente ho-rizontal. Núm. 49 (2003) 189 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 27 Por otra parte, en el interior del abrigo, en la franja que se conservaba intacta, se documentó una preparación inicial del suelo original mediante la extensión de una especie de «torta» de tierra apelmazada, en la que se distribuían varias cubetas de reducidas dimensiones. Esta unidad estratigráfica, aunque no fue excavada en su totalidad, no contenía evidencias materia-les, salvo en el interior de los agujeros que la cortaban que se encontraban rellenos por sedimentos correspondientes al nivel III entre los que se disponían algunos materiales arqueológicos, en concreto fragmentos de cerámica y útiles líticos. En sentido estricto esta unidad arqueológica no puede con-siderarse un nivel de ocupación, puesto que se trata de una pre-paración previa, ligada a los primeros momentos de uso del yacimiento y, por lo tanto, vinculada a la formación del nivel III, y en concreto a la base del nivel III que en esencia representa el inicio del hábitat en este enclave. El contacto con el nivel superior es neto. Hay que señalar que por el momento, este tipo de acon-dicionamientos en cuevas naturales no se había documentado para la Prehistoria de Gran Canaria, constituyendo el yaci-miento de Chimirique-2 el primer caso conocido en la isla. Sin embargo, en Tenerife se ha registrado un fenómeno semejan-te en una cueva de habitación que mostraba el acondiciona-miento de su superficie mediante el establecimiento de un sue-lo preparado a base de tierra y cenizas compactadas (B. Gal-ván et al., 1996). Estrato III Como el nivel IV se localiza tanto en el interior del abrigo como en el espacio definido por el solapón y que en la actuali-dad corresponde a Chimirique-2b. Se trata de un nivel relativamente complejo, integrado por diversas unidades sedimentarias en función de las variaciones tanto verticales como horizontales que manifiesta. Éste ha de relacionarse con la función habitacional que se produce en este 190 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 28 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. emplazamiento antes de su transformación y la consiguiente reducción del espacio útil protegido. Evidentemente su formación tiene un carácter exclusivamen-te antrópico, destacando como elementos que más participan en este proceso las actividades de combustión, distinguiéndose los hogares como los principales generadores de sedimentos. Por que se refiere a Chimirique-2, ya se ha mencionado que sólo se conserva en una zona próxima a la boca del abrigo. Mos-trando intensamente alterada su superficie por el efecto que implica la presencia de hombres y animales en época reciente. Tal afección se evidenciaba a partir, fundamentalmente, de ma-terial revuelto y el desmantelamiento de parte de las estructu-ras de combustión. No obstante, por debajo de esta capa alterada se preservaba parcialmente un suelo de ocupación, definido por la presencia de dos focos de combustión, emplazados en la línea que define la visera del abrigo y separados por una cubeta de cierta enti-dad, colmatada por las cenizas desalojadas de los hogares y un importante volumen de materiales arqueológicos. Los fuegos responden a la tipología de hogares simples planos, habiéndose documentado con gran profusión tanto en Chimirique-1 como en Chimirique-2. El resto del paquete se identificó como un suelo formado por sedimentos compactos termoalterados, Por lo que se refiere a los trabajos de excavación sólo afec-taron en parte a este nivel. Su documentación se llevó a efecto en las cuadrículas B-6 y C-6, así como en un área muy reduci-da de B-5 en contacto con B-6 y en el lateral inferior derecho de C-5. De tal forma que en B-6 se localizó el foco I, en C-6 el foco II y en C-5 el suelo rubefactado, emplazándose la cubeta con las cenizas entre B-6 y C-6. Si bien una vez registrada su existencia y las características formales de cada una de estas unidades, tan sólo se procedió a la excavación de los sedimen-tos alterados y del paquete de cenizas. Tal estrategia posibilita-ba conocer la secuencia estratigráfica completamente y, a la vez, mantener unos elementos que merecían ser conservados, al igual que sucediera con el nivel IV. El material arqueológico resultó relativamente abundante, destacando el volumen de piezas líticas recuperadas. También se Núm. 49 (2003) 191 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 29 recogieron algunos fragmentos de cerámica y restos fáunicos fundamentalmente de ovicápridos, además de un importante volumen de restos antracológicos. Las particulares condiciones que afectan a Chimirique-2b propician un grado de conservación más favorable para este sector de la estratigrafía. Sin embargo, no debe entenderse que se trata de niveles diferenciados, al contrario forman un mismo paquete relacionado con la función habitacional del conjunto. Como en el sector anterior las estructuras de combustión y las diversas manifestaciones a ellas asociadas adquieren un notable protagonismo en la formación del nivel. En este sentido se localizaron dos estructuras de combustión, correspondientes a hogares simples planos, con sus correspon-dientes áreas circundantes de evacuación de cenizas, a partir de las que se extendía un suelo compacto termoalterado. A su vez, rodeando este suelo se disponía un sedimento muy fino y suelto en el que se encontraba un significativo volumen de materiales arqueológicos, que definía el perímetro cubierto por el solapón, todo ello enmarcado por un muro de piedra seca coincidiendo con la línea que marcaba la visera. En cuanto a la distribución espacial de los materiales, en tér-minos generales, hay que destacar el carácter selectivo de los de-pósitos, concentrando principalmente las evidencias cerámicas en el lateral derecho, adyacente a lo que constituiría la pared del fondo del solapón (Cuadrículas D-7 y D-8), los repertorios líticos próximos al exterior cerca de la boca y junto al acceso del abrigo (Cuadrícula B-7 y la zona colindante de C-7) y los restos de fauna entre ambos (cuadrícula C-9 y franja colindan-te de C-8). Mientras que las evidencias antracológicas se con-centran en torno a los focos de combustión. Esta unidad estratigráfica conjuntamente con la documen-tada en Chimirique-2 se designó Nivel IIIa, puesto que la exis-tencia de un cuarto foco de combustión en Chimirique-2b, cronológicamente más antiguo que los anteriores, determinó el establecimiento de un Nivel IIIb. Éste corresponde a una estructura de combustión de cierta entidad, que a diferencia de los restantes hogares documenta-dos presenta una mayor complejidad, respondiendo a la clasifi- 192 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 30 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. cación de hogares en cubetas con acondicionamiento. Está lo-calizado en la cuadrícula D-8, se adosa a la pared del fondo del solapón para apoyarse, delimitando la cubeta con una estructu-ra de piedra de doble hilada, de tendencia semicircular, aprove-chando asimismo la estructura de grandes piedras dedicada a regularizar la superficie, lo que hace que quede encajado en el nivel IVa. El contacto con el nivel II es neto. Estrato II Hace referencia exclusivamente a Chimirique-2b y está rela-cionado con las actividades funerarias que se desarrollan en este espacio. En la secuencia se ha distinguido la unidad sedimentaria IIa, correspondiente a la cubrición de piedras que se efectúa en re-lación con los cuerpos inhumados que, a su vez, se puede sub-dividir en diferentes estructuras, según afecten a un individuo u otro, y la unidad sedimentaria IIb que se asocia a la propia deposición de los cadáveres. El uso sepulcral está en estrecha relación con la transforma-ción morfológica y el reajuste espacial que se produce con el desprendimiento de la visera del solapón al que se encontraba unido Chimirique-2. Esta situación puede observarse en la relación estratigráfica que se establece entre el depósito funerario y los niveles de ha-bitación precedentes, localizándose aquel directamente sobre el nivel III. Asimismo, el muro que separa el abrigo del espacio funera-rio se asienta sobre el nivel III, aunque en determinadas zonas lo rompe junto al nivel IVa para apoyarse en la roca madre. Estrato I Se trata de un paquete localizado exclusivamente en Chi-mirique- 2, pero que incluso dentro del abrigo tan sólo afecta a Núm. 49 (2003) 193 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 31 una parte de su superficie, quedando ausente de la franja in-mediata a la boca de la cueva En términos generales se dispone en el interior, en aquella zona en que el suelo es prácticamente horizontal. Apoyado di-rectamente sobre la roca madre, se caracteriza por una tonali-dad amarillenta y una relativa compacidad. Este nivel se docu-mentó en la mitad inferior de las cuadrículas B-4, C-4 y, aproximadamente, en la mitad superior de B-5 y C-5. Presenta una potencia regular de unos 8 cms de espesor. El paquete no posee interés arqueológico y está relacionado con la descomposición de la materia orgánica, fundamentalmen-te excrementos, generados por los animales estabulados en este recinto, no habiéndose documentado ningún material arqueo-lógico en el proceso de excavación. No obstante, aunque su for-mación manifiesta un origen muy reciente en el tiempo, resulta interesante para determinar algunos de los fenómenos post-deposicionales que han afectado al depósito prehispánico. Como se ha referido anteriormente, el uso como redil impli-ca la alteración y evacuación de parte de los estratos pre-hispá-nicos, y sólo se conservan parcialmente aquellos (Niveles III y VI) que sirven para regularizar la superficie del abrigo, al es-tar rellenando la depresión que se forma en las proximidades de la boca de la cueva. Estrato superficial Corresponde a la superficie del suelo tal y como se encon-traba antes de iniciar la excavación. Se considera el techo de la secuencia, localizándose exclusivamente en el interior del abri-go (Chimirique-2). La documentación de este nivel se llevó a cabo en las cuadrículas B-6, B-5, C-6, C-5 y mitad inferior de B-4 y C-4 En términos generales, se caracteriza por un sedimen-to pulverulento de tonalidad gris, matriz limo-arenosa, de gra-no muy fino y extremadamente suelto. En la parte superior mostraba una ligera capa de pequeños clastos producto de la desagregación de la roca del techo y paredes de la cavidad. Asi-mismo, entre el sedimento se distribuían numerosas piedras de 194 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 32 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. medianas dimensiones, que han de relacionarse con el desplo-me de parte de los muros que delimitan el acceso. Concentra-das mayormente en torno al muro lateral derecho, se disponían, al igual que el resto de las evidencias arqueológicas, siguiendo la pendiente natural del suelo. El paquete presenta un desarro-llo vertical variable, oscilando entre los 8-10 cms de potencia mínima hasta unos 20 cms aproximadamente de espesor máxi-mo. La zona de mayor desarrollo coincide con la de pendiente más acusada, quedando el desnivel relleno por estos sedimen-tos23. Esta situación afecta a las cuadrículas B-6 y C-6 así como a la mitad inferior de B-5 y C-5. Por lo que se refiere al material arqueológico éste es bastante escaso, a excepción de las industrias líticas que manifestaron una frecuencia considerable, destacándose con diferencia las indus-trias sobre rocas fenocristalinas de grano grueso, si bien también se recuperaron algunas evidencias en obsidiana y sílex, siempre de reducidas dimensiones mientras que las piezas en rocas fenocristalinas mostraban un formato mucho mayor. Además del conjunto lítico se documentó un limitado repertorio de pequeños fragmentos cerámicos de escasa entidad. En relación con los registros fáunicos el volumen de evidencias resulta francamente bajo, alejándose de lo que suele ser la tónica habitual en los ya-cimientos de habitación prehispánicos. Ésta se restringe a unos pocos fragmentos óseos, fundamentalmente de ovicaprinos, in-tensamente fracturados. Dentro de los restos fáunicos es necesa-rio distinguir entre las evidencias aportadas intencionalmente por el hombre en relación con su alimentación y aquellas que tienen un origen natural, vinculadas a los episodios de abandono an-trópico que registra la cavidad. Este grupo esta integrado por las evidencias esqueléticas de pequeños roedores y lagartos, siendo su representación en este nivel extraordinariamente alta, mani-festando una dinámica diametralmente opuesta con respecto a la frecuencia de las restantes especies animales. 23 En función del mayor desarrollo que presentaba el nivel superficial en esta zona se decidió excavarlo a partir de sucesivos levantamientos (le-vantamientos 2 y 3), determinados por el volumen y disposición del mate-rial, manteniendo siempre la topografía natural que describía la deposición de los mismos. Núm. 49 (2003) 195 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 33 Este particular comportamiento de los materiales arqueoló-gicos, en los que prácticamente sólo se documentan evidencias líticas y antracológicas se explica en parte por las condiciones que dan lugar a la formación del nivel. Éste corresponde a la alteración que experimentan los estratos arqueológicos al pro-ducirse el acondicionamiento del sitio para acoger a los anima-les. Ya se ha comentado que en este proceso se produce el des-alojo de una parte importante de los sedimentos y de los materiales arqueológicos en ellos contenidos, mientras que el paquete que se conserva en el interior se ve afectado por el pi-soteo de hombres y animales, dando lugar al desplazamiento de tierras y objetos de su posición original. Por tanto, y aunque este nivel no se encuentra in situ, forma parte del relleno arqueoló-gico de la cueva. Por otra parte, al tratarse de un nivel que se forma en unas condiciones particulares de presencia y actividad humana, en un período cronológico posterior a la ocupación prehispánica, incluye otros elementos no relacionados con la presencia aborigen. Dicha aseveración no se refiere tanto a evi-dencias materiales de asignación histórica, sino a la intensidad con la que participan los agentes naturales en la formación de este paquete. En este sentido, el nivel de incidencia parece ser bastante elevado, reduciéndose la aportación antrópica. De ahí que el origen de este nivel se deba tanto a la contribución de sedimentos arqueológicos como naturales, asociados al uso del abrigo como redil. En cualquier caso, tal argumentación no resuelve satisfac-toriamente el por qué de un registro ergológico con unas carac-terísticas tan particulares, en el que resultan extraordinaria-mente abundantes los repertorios líticos y prácticamente están ausentes otros registros habituales en los yacimientos de habi-tación. El contacto con el nivel inferior es neto. 3.3. El depósito funerario de Chimirique-2b La documentación bioarqueológica de los depósitos sepul-crales constatados en el Risco Chimirique, constituía uno de los 196 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 34 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. objetivos básicos del proyecto. En dicha pretensión se aunaban, como en el resto de la intervención programada, los intereses patrimoniales con aquellos estrictamente científicos. A tal efec-to trataba de recuperarse toda la información que aún pudiera quedar en este entorno con relación a los diferentes usos que pudo dársele durante su ocupación prehispánica. Un hecho éste que cobra una especial relevancia si tenemos en cuenta que, al menos el depósito sepulcral al que aquí hacemos referencia, había sido parcialmente alterado en época reciente. A ello ha de sumarse que los espacios mortuorios sitos en esta zona de la isla eran prácticamente inéditos para la investigación arqueológica reciente, con lo que resultaba fundamental documentar sus posibles particularidades. 3.3.1. Estudio bioantropológico La valoración y desarrollo de estimaciones bioantropológicas básicas resulta un hecho cada vez más extendido en las inter-venciones arqueológicas de la naturaleza de la aquí recogida. Se trata de asegurar con ello una inicial aportación de esta línea de estudio que colabore en la propia interpretación del depósito sepulcral sometido a examen. Por otro lado, garantiza la obten-ción, in situ, de medidas y valoraciones morfológicas que, por circunstancias diversas, pueda ser imposible volver a realizar en los estudios de laboratorio (ya sea por él mal estado de conser-vación de las evidencias esqueléticas, etc.). El primer aspecto a considerar con relación al depósito sepulcral de Chimirique-2 es la determinación del número mí-nimo de individuos incluidos en este recinto. Tal parámetro con-tribuirá de forma determinante al conocimiento de su significa-ción cultural, en tanto que esta variable constituiría un reflejo evidente del uso sepulcral conferido a este lugar. El N.M.I. localizado en el depósito de Chimirique 2B as-ciende a un total de tres, correspondientes, como expondremos luego, a un individuo adulto y dos sujetos infantiles. Este resul-tado, unido al hecho de que fue posible observar una secuen-ciación temporal relativa de los depósitos sepulcrales, lleva a Núm. 49 (2003) 197 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 35 estimar que este espacio mortuorio, habilitado tras la finaliza-ción del uso doméstico de este enclave, fue usado a lo largo de un período prolongado en el tiempo. Las pruebas arqueológicas confirman este extremo, descartando, por otro lado, que el de-pósito sepulcral de Chimirique 2 fuera el producto de la inhu-mación de los individuos descritos en un único momento, o, lo que es lo mismo, que pudiera clasificarse dentro de la categoría de sepultura múltiple. Al contrario, estos resultados ponen de manifiesto el carác-ter colectivo de este depósito sepulcral, siguiendo así la tónica descrita para la mayor parte de los enclaves sepulcrales en cue-va en Gran Canaria. Como ya se ha señalado por parte de varios autores, en bue-na parte de las ocasiones los espacios sepulcrales en Gran Ca-naria, van a estar destinados y habilitados para la recepción su-cesiva de restos humanos a lo largo del tiempo, un extremo éste que también pudo ser documentado en el caso concreto de Chimirique-2. Este va a ser uno de los aspectos fundamentales que van a definir la configuración y funcionamiento de las pro-pias necrópolis, razón por la que resulta lógico que el emplaza-miento de las mismas se lleve a cabo con perspectivas de conti-nuidad y con una vinculación estrecha a las propias zonas de poblado. De este modo, los espacios sepulcrales normalmente se van a encontrar estrechamente asociados a los espacios dedicados al hábitat, bien localizándose en zonas anexas o bien en sus cer-canías, pero siempre dentro de lo que podría denominarse «el espacio socializado» por el grupo que rinde homenaje a sus di-funtos. Desde el punto de vista espacial es constatable la inten-ción de garantizar la continuidad y la estabilidad tanto de las áreas de habitación como de aquellas destinadas a dar sepultu-ra a los muertos del grupo. En el caso de Chimirique, todos estos aspectos quedan perfec-tamente constatados. La imposibilidad de continuar usando el enclave de Chimirique-2 como lugar de habitación llevó a que los grupos que frecuentaban este entorno habilitaran este lugar para la recepción sucesiva de inhumaciones, sin perder los estre-chos vínculos que unirían a vivos y muertos en un mismo lugar. 198 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 36 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. Las particularidades de los sujetos objeto de la práctica fú-nebre permiten abundar en algunas de las cuestiones plantea-das hasta el momento. Individuo número 1 Los restos identificados como individuo 1 corresponden a un sujeto adulto. La ausencia de aquellas regiones anatómicas que nos permitirían determinar con total precisión las variables de edad y sexo (fundamentalmente cráneo y pelvis) hace que deba recurrirse a otros medios que, si bien no ofrecen un porcentaje de acierto tan elevado, sí que garantizan unos índices de error permisivos (Ubelaker, 1979). La observación de los caracteres morfológicos del esqueleto postcraneal del individuo número 1 permiten estimar que correspondería, a todas luces, a un sujeto de sexo femenino. Estas apreciaciones, consideradas a partir del elevado grado de dimorfismo sexual de la población prehispánica de Gran Canaria, se basan fundamentalmente en la longitud y, especialmente, en la robustez y desarrollo de las inserciones musculares observadas en la extremidad superior, la extremidad inferior y en el raquis vertebral de este individuo en cuestión, siguiendo los parámetros descritos por varios autores (W. Bass, 1987; W. Krogman y M. Y. Iscan, 1986). La determinación de la edad presentaba unos problemas si-milares a los descritos para el sexo, toda vez que aquellos entes anatómicos más significativos en este sentido no pudieron constatarse en el depósito sepulcral de Chimirique-2 o presenta-ban un grado de fragmentación tal que quedaban inhabilitados para este propósito. Para la determinación de la edad de la muerte del individuo número 1 hubo de recurrirse a la valora-ción del grado de fusión de las epífisis de algunos de los huesos largos en los que fuera observable esta región anatómica. De este modo, a partir de la estimación del grado de fusión que presentaban el extremo esternal de la clavícula derecha de este sujeto y la epífisis proximal del fémur derecho, pudo valo-rarse que el individuo número 1 debió fallecer con una edad que oscilaría entre 20 y 25 años. No obstante y a fin de minimizar Núm. 49 (2003) 199 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 37 los errores provocados por el método de determinación de este parámetro es preferible hacer referencia a que correspondería a un individuo adulto-joven. Los individuos denominados 2 y 3 corresponden a sujetos fallecidos en edad infantil, razón por la cual es necesario pasar a considerar algunos aspectos metodológicos. Como indican A. M. Tillier y H. Duday (1992), los hallazgos de enterramientos infantiles han constituido hasta hace pocos años un fenómeno muy poco frecuente, y en un número tal que difícilmente po-dían llegar a dar idea de los índices de mortandad infantil en la sociedad objeto de estudio. En la mayor parte de las ocasiones los vestigios de individuos infantiles, como es el caso, se asocia-ban a individuos adultos, siendo mucho más anecdóticos los descubrimientos de sujetos de corta edad en contextos especial-mente habilitados para ellos. Individuo número 2 Atendiendo al grado de erupción de las piezas dentarias deciduas y permanentes, así como al momento de desarrollo de los incisivos central (I1) y lateral del lado derecho (I2) (Ubelaker, 1978; W. Krogman y M. Y. Iscan, 1986; M. Y. Iscan, 1989) pudo valorarse que este sujeto debió fallecer entre los 6 y los 7 años. Estos resultados fueron contrastados con la valoración de otras regiones anatómicas (caso del fémur derecho de este sujeto que, mostraba aún sin epifisar su extremidad superior (cabeza del fémur). Individuo número 3 Aunque tan sólo se conservaba el lateral derecho de su man-díbula, pudo evaluarse, siguiendo un método análogo al antes descrito, que este sujeto debió fallecer entre los cuatro y los cin-co años de vida (Ubelaker, 1978; W. Krogman y M. Y. Iscan, 1986; M.Y. Iscan, 1989). El diagnóstico del sexo a partir de las evidencias esqueléticas constituye un obstáculo no resuelto para los sujetos inmaduros, 200 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 38 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. siendo éste un problema mayor cuanto más cercana está la edad de muerte al nacimiento. Algunos autores han propuesto utilizar, como para los adultos, los caracteres métricos y mor-fológicos del coxal y, particularmente, del ilión. Sin embargo, es realmente difícil poder situar con precisión los puntos osteo-métricos de referencia, adversidad ésta a la que debemos añadir la constatada variabilidad interpoblacional en este sentido. No obstante, dadas las especificidades del material aquí conside-rado hemos considerado oportuno la estimación de algunas cuestiones en relación al individuo número dos. Dada la edad estimada para este individuo, los elementos del esqueleto postcraneal conservados presentaban un grado de robustez im-portante, lo cual podría llevarnos a aventurar que corresponde-ría a un individuo de sexo masculino. No obstante, y como ya señalábamos, este tipo de apreciaciones no permite obtener un índice de fiabilidad tal que permita indicar esta posibilidad como la más certera. Independientemente del sexo de los individuos constatados en Chimirique 2, lo que sí resulta del todo sintomático es la pre-sencia de dos individuos infantiles en este contexto. Un hecho llamativo si tenemos en cuenta la escasa significación de suje-tos en este intervalo de edad, o más jóvenes, en buena parte de los yacimientos sepulcrales conocidos en Gran Canaria. Es más que probable que la aplicación de una metodología específica al estudio de los depósitos funerarios y el estudio de los materia-les, más allá de pretensiones morfométricas, lleve a la progresi-va documentación de individuos infantiles en las necrópolis de los canarios, incrementándose así nuestro conocimiento sobre aspectos paleobiológicos que aún permanecen como incógnitas: estructura paleodemográfica de estas poblaciones, esperanza de vida, índices de mortandad infantil, etc. 3.3.2. Acondicionamiento del espacio funerario Buena parte de las cuevas destinadas a fines funerarios se-rán objeto de un acondicionamiento previo a la recepción de los cadáveres. En algunos casos se procederá a la regularización del Núm. 49 (2003) 201 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 39 suelo original de la cavidad, especialmente en aquellos casos en los que se prevé la colocación de más de un individuo. Sin em-bargo, el elemento más característico es la denominada yacija, esto es, la ubicación bajo los restos humanos de un elemento cobertor que aísle al difunto del soporte natural de la cueva. Esta práctica se constata de forma generalizada en numerosos depósitos funerarios de Gran Canaria como en otras islas del Archipiélago, apareciendo incluso documentado por las fuentes escritas. El enclave sepulcral de Chimirique 2 no constituye una excepción en este sentido. Los trabajos arqueológicos desarrolla-dos en este lugar pusieron de manifiesto la existencia de un acondicionamiento previo a la deposición de los cadáveres. La disposición de los restos humanos sobre el denominado Nivel III, correspondiente éste a un suelo de ocupación previo hace pen-sar en una inicial limpieza de esta superficie. No obstante tal operación no supuso una sustancial alteración de su morfolo-gía ni de su composición (del nivel III), sino quizá tan sólo el desplazamiento superficial de los repertorios materiales ubicados en este lugar. Dentro del acondicionamiento específico para la recepción de los cadáveres, pudo documentarse en relación directa con el in-dividuo número tres, la disposición de una yacija elaborada a partir, fundamentalmente, de pinocha (folículos de Pinus cana-riensis), a la que se añadían otros elementos como ramas de pequeño porte, fragmentos de corteza de pino, etc. Esta prepa-ración debió de afectar, a la luz de las evidencias constatadas, a toda la superficie de deposición de este sujeto, si bien fue loca-lizada principalmente en la zona correspondiente al tracto su-perior del esqueleto. Con relación a este aspecto ha de señalarse igualmente que, tanto el individuo número uno como el tres, fueron envueltos en tejidos vegetales elaborados a partir de juncáceas, algunos de cuyos fragmentos pudieron recuperarse en el transcurso de la investigación arqueológica. Todas las pruebas parecen apuntar a que estos tejidos cubrirían plenamente al cadáver, constituyen-do auténticos «fardos funerarios». Las evidencias textiles se documentan preferentemente en las zonas periféricas y sobre los cuerpos, posiblemente a consecuen- 202 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 40 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. cia de la interacción de varias cuestiones. En primer lugar en las zonas con mayor contacto con el cuerpo (superficie dorsal del sujeto 1 y lateral izquierdo del 2) los procesos de esquele-tización debieron motivar que los tejidos vegetales sufrieran un proceso de descomposición más acelerado, razón por la cual tan sólo pudieron evidenciarse parcialmente y en espacios muy lo-calizados y siempre, en un estado de deterioro muy significati-vo. En segundo lugar es probable que los agentes postde-posicionales, tales como la humedad, la acción de roedores, etc. hayan propiciado que las circunstancias antes descritas se incrementen, precisamente en aquellos emplazamientos en los que aumentaba la superficie de contacto con el sedimento. No puede descartarse, en el mismo sentido, que las acciones de re-buscas o remociones de materiales por las gentes que han fre-cuentado este entorno en períodos recientes, hayan conllevado también consecuencias negativas a la conservación y represen-tación de las envolturas que originariamente sirvieron de «su-dario » a los cadáveres. Dentro de las prácticas de preparación asociadas a la depo-sición de cadáveres ha de llamarse la atención sobre un com-portamiento no documentado hasta el momento en las cuevas funerarias de Gran Canaria. Efectivamente, una vez colocados los cadáveres, éstos fueron cubiertos completamente por piedras, abarcando todo el espacio funerario. Esta circunstancia es es-pecialmente evidente con relación al individuo número 2, caso en el que los clastos dispuestos sobre el cadáver han supuesto un condicionante directo de los movimientos de los componen-tes esqueléticos derivados del proceso de descomposición. Como puede observarse en el repertorio gráfico que acompaña esta memoria, las piedras han supuesto en este sentido fenómenos de comprensión parcial de los elementos costales, así como han promovido un «efecto barrera» (H. Duday, 1992) en los despla-zamientos de equilibrio gravitacional de vértebras, costillas y brazo derecho. El individuo número 1 fue también cubierto por piedras de tamaño medio, las cuales constituían buena parte de lo que se denominó Nivel Superficial de Chimirique 2B. Mientras que en el caso del sujeto dos estas piedras definían una estructura que Núm. 49 (2003) 203 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 41 cubriría tan sólo su volumen corporal, en este caso concreto esta capa superaba netamente esta zona, extendiéndose sensiblemen-te hacia ambos laterales del cadáver. No obstante en este caso, la selección de materiales y su disposición sobre el cuerpo es notoriamente menos cuidada que en el caso del individuo dos. Los individuos números 1 y 2 se encontraban siguiendo una orientación NW-SE con la cabeza dirigida hacia el NW. El suje-to adulto presentaba una posición de decúbito supino extendi-do, guardando una aparente simetría entre ambos flancos del cuerpo. A juzgar por la situación de los huesos de la extremi-dad superior, así como si atendemos a la localización de carpos y metacarpos debió tener ambos brazos cruzados sobre el pecho o sobre la región abdominal. A diferencia de lo expresado pre-viamente, el individuo número 2 se encontraba, con similar orientación, en posición de decúbito lateral izquierdo. La orien-tación del ilion, a pesar de no conservarse en su posición origi-naria la extremidad inferior, lleva a suponer que las piernas pre-sentarían esta misma posición de decúbito lateral izquierdo, si bien con una ligera flexión a la altura de las rodillas y de la articulación fémur-ilíaca. Del mismo modo, el brazo derecho, el único documentado, se encontraba en una posición de hiperflexión a la altura de la articulación húmero-cubital, con la disposición paralela al eje axial del cuerpo del húmero, cúbito y radio. En muchos casos parece que quizá sea más preciso signifi-car una adaptación de la disposición de los restos humanos al espacio habilitado para tal fin. Por esta razón resulta permisi-ble concebir que la posición y la orientación del cadáver (en las sepulturas primarias) no debe constituir un elemento tan fun-damental en el rito funerario como para supeditarlo al soporte físico que lo acoge y a la propia ordenación del enclave mor-tuorio. En cualquier caso es extremadamente difícil plantear generalizaciones con relación a cualquier aspecto relacionado con el ritual, sus manifestaciones, y más aún su significado, especialmente en un caso como el de Chimirique-2B, dado el desconocimiento de otros enclaves funerarios en este entorno. Lo que no deja de resultar sugerente es la existencia de evi-dentes diferencias entre el individuo adulto y el infantil en cuan- 204 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 42 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. to a la disposición del cadáver y, como señalaremos luego, en el tratamiento recibido a lo largo de todo el proceso que lleva im-plícito el ritual funerario. Los trabajos de excavación arqueológica llevados a cabo en este depósito funerario permitieron además la ordenación tem-poral relativa de la introducción de los cadáveres en este recin-to. Ello se ve facilitado por el hecho de que, en ambos casos, puede hablarse de depósitos de carácter primario, esto es, inhumaciones en las que la totalidad del proceso de descompo-sición y esqueletización ha tenido lugar in situ. De este modo puede estimarse que el individuo número 2 fue incluido en este recinto en primer lugar, habilitándose para ello, y como ya señalamos una superficie de deposición, para luego ser cubierto por una estructura de piedras con una morfología de tendencia circular o elíptica. Con posterioridad este depósito funerario va a ser parcialmente modificado para la ubicación allí del individuo número uno, de tal suerte que se altera un sector de la estructura de piedras (su extremo E), así como par-te de la extremidad inferior del individuo dos. La deposición del número uno se finaliza con la cubrición casi completa de la totalidad del espacio sepulcral por un nuevo amontonamiento de piedras que, en este caso, no parece conformar una estruc-tura definida. 4. LOS PROCESOS ECONÓMICOS EN RISCO CHIMIRIQUE Las excavaciones arqueológicas llevados a cabo en los yaci-mientos de Chimirique han permitido recuperar, entre otros ma-teriales, un destacado conjunto de restos fáunicos, cuyo estudio se revela muy significativo para el conocimiento de los modos de vida de los antiguos canarios. En este sentido, y aunque el volumen de restos no resulte excesivamente alto, la propia composición del registro consti-tuye una testimonio suficientemente representativo y diversi-ficado que favorece el acercamiento a las estrategias de subsis-tencia en relación con el aprovechamiento de los animales, su significación económica, así como los comportamientos cultura- Núm. 49 (2003) 205 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 43 les que se establecen en torno al procesado y consumo de los mismos. De tal manera, que no sólo es importante la cantidad total de restos recuperados, sino que las propias características del re-gistro permiten ahondar en el conocimiento de las actividades económicas arbitradas por el grupo humano que ocupaba Chimirique. Su estudio posibilita una aproximación a la organi-zación y papel desempeñado por las actividades de producción y concretamente dentro de éstas a las prácticas ganaderas y aquellas otras relacionadas con la depredación animal, vincula-das principalmente a la pesca y el marisqueo, pero en la que también están presentes ciertas prácticas cinegéticas referidas a la captura ocasional de determinadas especies silvestres de pe-queña talla como aves o reptiles, estas últimas con una repre-sentación infinitamente menos destacada en el aprovechamien-to alimenticio de los animales que las vinculadas a la explotación de cabras, ovejas y cerdos. En general, hasta fechas muy recientes, los estudios sobre economía prehistórica de Gran Canaria han constituido una lí-nea de investigación olvidada, limitándose los pocos intentos que se han producido en este campo a una mera transcripción de los datos que aportan las fuentes etnohistóricas. Esta situación ha contribuido a perfilar un panorama excesivamente simple y homogéneo de la realidad cotidiana de estas poblaciones indí-genas de las que no se perciben los mecanismos de relaciones internas entre actividades económicas de cualquier índole y sus correspondientes puntos de inserción en la organización socio-política, ideológica, etc. A tal efecto, no basta con documentar a nivel arqueológico en los yacimientos de habitación una ingente cantidad de res-tos de fauna de los que sólo se efectúe un recuento más o me-nos aproximado y en el mejor de los casos una identificación específica de los animales, sin que de ello se derive interpreta-ción alguna de la significación de dichas evidencias. Es preciso realizar estudios especializados en este caso en materia de zooarqueología cuyos resultados permitan un acercamiento di-recto a los mecanismos de explotación animal en el sistema eco-nómico prehistórico de Gran Canaria. 206 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 44 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. Desde los trabajos de Zeuner, a finales de los años 50, los estudios de zooarqueología como disciplina científica realizados para Gran Canaria se limitan a un trabajo de investigación que se presenta como Tesis Doctoral en el que se analizan los regis-tros ictiofáunicos de diversos yacimientos de habitación proce-dentes de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, profundizando en el papel desempeñado por la pesca y los recursos obtenidos a partir de esta actividad en la economía aborigen de estas tres culturas insulares (C.G. Rodríguez, 1994, 1997). Por lo que se refiere a la zooarqueología de vertebrados terrestres no existe ningún trabajo que se ocupe de los registros de fauna mas-tológica recuperados en los yacimientos prehistóricos de la isla, a pesar de la enorme importancia que la actividad pastoralista y, por tanto, la explotación económica de los rebaños, posee entre estas comunidades, lo mismo acontece en relación con la zooarqueología de los moluscos marinos. Por esta razón es preciso destacar la necesidad de que estos trabajos se lleven a efecto como una vía más de estudio en la reconstrucción de los modos de vida de las sociedades prehistóri-cas de Canarias, sobre todo por que de manera habitual en las excavaciones que no forman parte de un Proyecto de Investiga-ción amplio no se suele contemplar el estudio de los materiales ar-queológicos por los correspondientes especialistas en cada campo, quedando sesgada una parte muy importante de la información. Sin embargo, es evidente que las conclusiones derivadas de los estudios zooarqueológicos carecen de todo sentido si no se relacionan con los demás elementos estructurales que confor-man el yacimiento. Como manifestaciones producidas por el mismo grupo humano han de ser integradas en el proceso de estudio para alcanzar la visión globalizadora que ha de guiar cualquier aproximación a los modos de vida de las poblaciones aborígenes de las islas. 4.1. Composición del registro fáunico Dentro de la fauna vertebrada terrestre se han considerado para su estudio los restos correspondientes a especies domésti- Núm. 49 (2003) 207 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 45 cas: cabras, ovejas y cerdos, las aves y los evidencias óseas de Gallotia symonii sthelini, de grandes dimensiones, aunque tam-bién se han tenido en cuenta los registros de micrótidos y lacértidas de pequeña talla, que junto a las evidencias corres-pondientes a intrusiones posteriores a la formación del depósito arqueológico, tales como los restos de conejo, han sido tratados de forma independiente en la interpretación del registro. No obstante, un alto porcentaje de estas manifestaciones, peque-ños roedores y lagartos, con total seguridad corresponde a un estadio prehistórico en la secuencia estratigráfica de estos asentamientos, existiendo numerosos indicios que apuntan ha-cia la captura y consumo de algunos de estos animales por par-te de los canarios que frecuentaron la zona, al igual que suce-de en el caso de los lagartos de gran talla, incluidos entre los alimentos que integraban el «menú» del grupo humano en es-tudio. En los yacimientos de Chimirique se han recuperado un to-tal de 1409 restos fáunicos, repartidos de la siguiente manera: — 268 evidencias animales en Chimirique-1. — 1141 evidencias animales en Chimirique-2. De los 1141 restos recuperados en Chimirique-2 382 frag-mentos corresponden al abrigo propiamente dicho y 759 al es-pacio que en la actualidad define la roca desplomada (Chimi-rique- 2b). En cualquier caso, en su mayoría constituyen un conjunto indisociable. El registro animal de ambos yacimientos está integrado por fauna tanto de origen terrestre como marino, si bien esta últi-ma con una proporción muy reducida. En Chimirique-1 los restos de fauna vertebrada terrestre as-cienden a 264, mientras que la fauna marina sólo se documen-ta a partir de 4 unidades óseas. Por su parte, en Chimirique-2 la fauna terrestre registra 1127 evidencias y las de origen marino 13. Correspondiendo al abri-go 374 restos de fauna vertebrada terrestre y 7 a fauna marina (Chimirique-2) y a la zona de la roca desplomada 753 restos de fauna vertebrada terrestre y 6 a fauna marina (Chimirique-2b). 208 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 46 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. TABLAS DE DISTRIBUCIÓN DEL REGISTRO FÁUNICO FAUNA DE RISCO CHIMIRIQUE Chimirique-1 Chimirique-2 Sector A Sector B 268 382 759 TOTAL N.R.: 1.409 OVICAPRINOS 60 64 435 559 CABRAS 1 — 13 14 OVEJAS — — 9 9 CERDOS 16 14 23 53 MAMÍFERO MEDIO 106 66 175 347 AVES 1 3 — 4 G STHELINI 5 4 21 30 MICROFAUNA 16 159 36 211 CONEJOS — 21 3 24 MALACOF. TERR. — 1 — 1 ICTIOFAUNA 3 5 6 14 MALACOF. MARIN. 1 2 — 3 INDETERMINADOS 59 43 38 140 TOTAL 268 382 759 1.409 FVT... 264 374 753 1.391 FM... 4 7 6 17 MT... — 1 — 1 TOTAL 268 382 759 1.409 F.V.T.: Fauna vertebrada terrestre; F.M.: Fauna marina; M.T.: Malacofauna terrestre. FAUNA TERRESTRE Y MARINA DE RISCO CHIMIRIQUE Chimirique-1 Chimirique-2 Total Sector A Sector B FAUNA POR ESPECIES EN RISCO CHIMIRIQUE Chimirique-1 Chimirique-2 Total Sector A Sector B Especies Núm. 49 (2003) 209 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 47 ICTIFAUNA 3 MALACOFAUNA 1 TOTAL 4 OVICAPRINOS 60 CABRAS 1 CERDOS 16 MAMÍFERO MEDIO 106 AVES 1 GALLOTIA STHELINI 5 MICROFAUNA 16 INDETERMINADOS 59 TOTAL 264 FAUNA VERTEBRADA TERRESTRE DE CHIMIRIQUE-1 Especie Total N.R. FAUNA MARINA DE CHIMIRIQUE-1 Especie Total N.R. OVICAPRINOS 6 18 36 60 CABRAS — — 1 1 CERDOS — 2 14 16 MAMÍFERO MEDIO 19 46 41 106 AVES — 1 — 1 G STHELINI 1 1 3 5 MICROFAUNA — — 16 16 ICTIOFAUNA 1 1 1 3 MALACOFAUNA — — 1 1 INDETERMINADOS — 10 49 59 TOTAL 27 79 162 268 FAUNA POR ESTRATOS EN CHIMIRIQUE-1 Especies Superficie I II Total 210 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 48 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. FAUNA POR ESTRATOS EN CHIMIRIQUE-2 Especies I II III Total FAUNA VERTEBRADA TERRESTRE DE CHIMIRIQUE-2 Especie Total N.R. OVICAPRINOS 499 CABRAS 13 OVEJAS 9 CERDOS 37 MAMÍFERO MEDIO 241 AVES 3 GALLOTIA STHELINI 25 MICROFAUNA 195 CONEJOS 24 INDETERMINADOS 81 TOTAL 1.127 FAUNA MARINA DE CHIMIRIQUE-2 Especie Total N.R. ICTIFAUNA 11 MALACOFAUNA 2 TOTAL 13 OVICAPRINOS 47 — 17 64 CERDOS 9 — 5 14 MAMÍFERO MEDIO 43 — 23 66 AVES 3 — — 3 G STHELINI 1 — 3 4 MICROFAUNA 141 9 9 159 ICTIOFAUNA 4 — 1 5 MALACOF. MARINA — — 2 2 MALACOF. TERREST. 1 — — 1 CONEJO 21 — — 21 INDETERMINADOS 43 — — 43 TOTAL 313 9 60 382 Núm. 49 (2003) 211 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 49 4.2. La fauna vertebrada terrestre En total se ha recuperado un conjunto óseo de fauna vertebrada terrestre integrado por 1391 fragmentos (98,72%). En los yacimientos de Chimirique el grueso de las evidencias fáunicas está constituido por restos óseos correspondientes a animales domésticos que han de relacionarse con la explotación de la cabaña ganadera y las actividades de pastoreo. En este sentido, el registro se halla integrado exclusivamen-te por huesos de cabras, ovejas y cerdos, destacando cuantita-tivamente las dos primeras especies (582 fragmentos, 41,8%), frente a los cerdos (53 fragmentos, 3,81%) que como en el resto del archipiélago aparecen siempre en una proporción más redu-cida. A este grupo habría que añadir los restos adscritos a la categoría de mamífero medio, compuesto en gran medida por restos de ovicaprinos (347 fragmentos, 24,94%). Además de las especies domésticas en el registro fáunico se documentó una importante proporción de evidencias relaciona-das con especies silvestres: aves, lagartos y micrótidos, de los que una gran mayoría fueron aprovechados como recurso alimenti-cio por el grupo humano asentado en Chimirique (345 restos, 17,6%). Destacando en este panorama los restos de aves y FAUNA POR ESTRATOS EN CHIMIRIQUE-2B Especies Superficie I III Total OVICAPRINO 21 386 28 435 CABRAS — 13 — 13 OVEJAS 3 6 — 9 CERDOS — 14 9 23 MAMÍFERO MEDIO 5 152 18 175 G STEHELINI 3 17 1 21 MICROFAUNA — 31 5 36 CONEJO 3 — — 3 ICTIOFAUNA — 2 4 6 INDETERMINADO 9 29 — 38 TOTAL 44 650 65 759 212 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 50 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. Gallotia sthelini, lagarto de grandes dimensiones, propio de la isla de Gran Canaria. 4.2.1. Cabras y ovejas Cabras y ovejas constituyen las principales especies que sus-tentan el modelo ganadero aborigen. En general, ambos anima-les siempre están presentes en los yacimientos de habitación aborigen, si bien la enorme dificultad que representa la identifi-cación específica de estos animales dada la similar morfología de sus esqueletos ha provocado que su estudio se realice de for-ma conjunta, englobándolos en una categoría común que se co-noce como ovicaprinos. Así, el cómputo global de restos de cabras y ovejas incluidos en este grupo ascienden a 559 frag-mentos (40,18%) Esta dificultad a la que aludimos ha influido notoriamente en que no se conozca con exactitud el verdadero papel que cada uno de dichos animales desempeñaba en el sistema económico de las formaciones sociales prehispánicas de Canarias, que con toda seguridad debió estar diferenciado en función del aprove-chamiento económico al que estaban destinados según la com-posición de las manadas, así como de la distribución territorial de los rebaños. No obstante, en determinadas ocasiones es posible la diferen-ciación a partir de la conservación de ciertas regiones anatómi-cas, fundamentalmente las zonas articulares. En el caso que nos ocupa, si bien no contamos con los resultados definitivos del estudio zooarqueológico, y a pesar de que el material se encuen-tra altamente fracturado y descalcificado, parece existir un lige-ro predominio de las cabras frente a las ovejas que habrá de ser confirmado en función del número mínimo de individuos (N.M.I.) que se constate. Por el momento, los restos de cabra (Capra hircus) registran un total de 14 fragmentos (60,86%) frente a los de oveja (Ovis aries) que están representados por 9 (39,13%). La identificación certera de cabras tan sólo fue posible en un resto óseo en Chimirique-1, mientras que las restantes 13 evi- Núm. 49 (2003) 213 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 51 dencias corresponden a Chimirique-2b, no habiéndose identifi-cado especificamente en el abrigo denominado Chimirique-2. Por su parte, las ovejas sólo se reconocieron en Chimirique 2-b. En cuanto a las pautas de sacrificio de estos animales se observa una marcada estructuración en cuanto a la edad y sexo de los individuos seleccionados. Así el grupo mayoritario de ejemplares sacrificados para su consumo está representado por hembras plenamente desarrolladas, mientras que los machos, aparecen en un porcentaje mucho más reducido, y sólo a partir de animales que no han alcanzado aún la madurez (jóvenes), en segundo lugar se situaría el grupo de los infantiles, consti-tuido por ejemplares a punto de alcanzar el estadio de jóvenes-adultos. Un tercer grupo, aunque de menor relevancia, estaría integrado por animales neonatos con muy pocos días de vida. Este tipo de comportamiento en relación con el sacrificio de los animales denota una explotación de la cabaña ganadera per-fectamente organizada, encaminada al aprovechamiento se-cundario de los rebaños, es decir, a la obtención de productos lácteos. En este caso la explotación cárnica se produce en primer lugar a partir del sacrificio de aquellos ejemplares de la mana-da que han perdido el interés lechero o reproductor, seguidos por el aporte de los individuos juveniles, con una importante intervención de machos, que se dejan crecer hasta alcanzar un volumen cárnico considerable. En este modelo llama la atención la escasa frecuencia de neonatos, en comparación con las cifras documentadas en asentamientos de carácter estable, donde al-canzan unas proporciones más destacadas a tenor de su parti-cipación en la dieta. Es muy probable que esta baja incidencia esté relacionada con el carácter temporal de los asentamien-tos de Chimirique y el momento concreto del año en que éste se ocupa, vinculado a la explotación estival de los pastos de cumbre. Por lo que se refiere al régimen de pastoreo, en el estado actual de los conocimientos, apenas si es posible aportar algún tipo de información. En íntima relación con la distribución y cualidad de los pastos se produciría el desplazamiento de ani-males y pastores desde los centros de habitación en busca de los 214 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 52 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. recursos pastables requeridos por los rebaños a lo largo de las distintas estaciones del año, al igual que sucede en época his-tórica. No obstante, dicha actividad ha de hallarse netamente dirigida por la organización territorial y las características so-cioeconómicas de la formación desde la que se realiza, convir-tiéndose así en un campo de conocimiento de difícil acceso. Cabras y ovejas constituyen el grupo mejor representado, evidenciando un registro esquelético casi absoluto. En este sen-tido, se ha documentado perfectamente el esqueleto craneal y postcraneal, incluyendo tanto los elementos del raquis como los de las extremidades, quedando ausente del registro tan sólo las unidades esternales. En general, y como es habitual en cual-quier yacimiento de habitación, independientemente del carác-ter de su ocupación, las evidencias óseas más frecuentes son las piezas de dentición y fragmentos de diáfisis de huesos largos, mostrando un volumen inferior aquellos pertenecientes a las cinturas escapular y pelviana. En la muestra recuperada llama la atención la importante frecuencia de carpiales/tarsianos y falanges, fenómeno documentado por el momento, en el yaci-miento habitacional de San Antón, Agüimes (V. Alberto, 1998) y totalmente dispar a otros conocidos para la prehistoria de Tenerife o La Palma. 4.2.2. Los cerdos También la cabaña porcina se encuentra representada en los yacimientos de Chimirique, si bien con una participación relati-vamente baja en comparación con el protagonismo de cabras y ovejas. El cómputo global de restos recuperados en las labores de excavación asciende a 53 fragmentos (3,81%). Correspondien-do 16 (30,18%) a Chimirique-1 y 37 (69,81%) a Chimirique-2. El aprovechamiento de los cerdos está destinado principal-mente a la obtención de productos cárnicos. Estos animales en su fase de madurez pueden alcanzar los 150 Kg e incluso supe-rarlos, convirtiéndose en excelente suministrador de carne, si bien como ya ha sido indicado la cabaña ganadera de los cana-rios se sustenta en la explotación de cabras y ovejas. Núm. 49 (2003) 215 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 53 El régimen de crianza de estos animales nos es del todo des-conocido, aunque existen diversas posibilidades que han sido apuntadas para la isla de La Palma, a partir de la información etnográfica que de época histórica se tiene sobre la cría este animal (J. Pais, 1991 y 1996) y que resultan perfectamente apli-cables en este caso: — En régimen de cautividad encerrados en goros o peque-ñas cuevas. Ideal para grupos familiares reducidos. — Régimen de semilibertad, muy parecido al de los rebaños de ovicaprinos, con una o varias salidas diarias para que los animales se alimentasen por sí mismos. — Régimen de libertad permanente, dejando que los anima-les vaguen libremente sin trabas de ningún tipo, pues no acostumbran a alejarse demasiado de los enclaves de ha-bitación humanos. Por el momento, una explotación de carácter doméstico pa-rece representar el sistema más adecuado para gestionar un recurso alimenticio muy importante, además de evitar de una manera efectiva que los animales sueltos sin control pudieran causar cualquier perjuicio en aquellos parajes dedicados a la explotación agrícola, actividad productiva que en el caso de la prehistoria de Gran Canaria adquiere una notable relevancia, e incluso pudiendo redundar en un beneficio para dichas tareas al aprovechar sus excrementos como abono, su actividad de re-moción de tierra con el hocico para oxigenar los campos de la-bor, etc. Algunos investigadores han querido identificar cerdos salva-jes o jabalíes en la isla a partir del gran tamaño de las defensas de algunos ejemplares encontrados (D. Martín 1980); sin embar-go, es ésta una hipótesis que carece de base real pues se parte de un absoluto desconocimiento de las características biológicas y morfológicas de la raza de cerdos que ocupaba la isla en épo-ca aborigen. Además, dicha afirmación implica importantes re-percusiones a nivel socioeconómico pues se relaciona con una estrategia económica de carácter depredador como son las acti-vidades cinegéticas frente a las productivas como la cría de cer- 216 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 54 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. dos domésticos, absolutamente contrarias entre sí, sin que por el momento exista evidencia alguna que nos permita intuir la puesta en práctica de cacerías sobre suidos salvajes24. Los restos de cerdo (Sus domestico) recuperados en Chi-mirique corresponden principalmente a individuos jóvenes-adul-tos, cuyo sacrificio representaría un aporte considerable de masa cárnica. Además, es preciso destacar la presencia de un individuo infantil en Chimirique-1. La representación anatómica de los cerdos está mucho más limitada que la de cabras y ovejas, destacando las piezas de den-tición y los elementos de las extremidades como metápodos y fa-langes, registrándose en menor medida fragmentos longitu-dinales de diáfisis de algunos huesos largos. 4.2.3. Otros animales Entre los animales que fueron objeto de consumo por parte de los antiguos habitantes de Chimirique, además de las espe-cies domésticas que integraban la cabaña ganadera de los ca-narios, se encuentran algunas especies silvestres de pequeña talla, que ocasionalmente eran capturadas, interviniendo de for-ma esporádica en la dieta de este grupo humano. Este grupo está constituido por algunas aves, lagartos y es probable que también algunos micrótidos. Por lo que se refiere a las aves, su presencia en el registro fáunico de Chimirique es notablemente baja, habiéndose recu-perado un solo resto en Chimirique-1 (0,37%) y tres en Chimi-rique- 2 (0,26%). En cualquier caso, las evidencias óseas de aves en yacimientos habitacionales relacionadas con el consumo humano son siempre muy bajas. En cuanto al grupo de los lagartos su estudio se revela cier-tamente significativo, pues junto a otros registros insulares re-cientemente analizados (V. Alberto, 1998) parecen indicar un aprovechamiento de cierta entidad de estos animales. Esta situa- 24 Sin embargo, no se descarta la posibilidad de un régimen de crianza en semilibertad que favoreciera el asilvestramiento de alguno de estos ejem-plares, lo que en ningún caso implica la presencia de jabalíes. Núm. 49 (2003) 217 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 55 ción afecta directamente a las poblaciones de Gallotia sthelini, de gran talla. Aunque, como ya se mencionaba anteriormente, otras evidencias de lacértidas de menores dimensiones también pudieron ser aprovechados como recurso comestible. La muestra de Gallotia sthelini esta constituida por 30 uni-dades anatómicas. De las que 5 corresponden a Chimirique-1 y 25 a Chimirique-2. Sin embargo, cabe la posibilidad de que al-gunos de los individuos incluidos en el depósito no mantengan relación alguna con la actividad antrópica, sobre todo teniendo en cuenta que en las conductas de estos animales parece pre-dominar cierta predilección por los espacios que se forman en-tre rocas en el interior de las cavidades naturales. Por otra parte, y referido a su consumo, en algunos huesos han quedado marcadas señales inequívocas de tal aprovecha-miento por parte de la población aborigen. De tal forma que, además de encontrarse entremezclados con otros desechos culi-narios de origen animal en coherente relación estratigráfi-ca, presentan claros indicios de manipulación antrópica como son ligeras huellas de cortes en sus superficies, determinadas fracturas óseas o la alteración térmica del hueso por efecto del fuego. El consumo de estos reptiles representa un complemento pro-teínico en la dieta del grupo humano, así como un elemento de diversificación de los productos comestibles a su alcance que en principio no parece responder a la puesta en marcha de una estrategia dirigida, sino más bien al aprovechamiento ocasional y oportunista de un recurso disponible en el entorno. En esta línea, la captura y consumo de lagartos ha de entenderse como una actividad organizada en el seno del grupo familiar o local. Por el momento, Gallotia sthelini sólo se había documenta-do en el yacimiento habitacional de San Antón en Agüimes, constatándose por segunda vez en el registro óseo de Chimi-rique. Es probable que este hecho constituya un comportamien-to generalizable para el contexto insular, de ahí la importancia de llevar a cabo los correspondientes estudios zooarqueológicos aplicados a los conjuntos fáunicos de los numerosos yacimien-tos prehispánicos que se conocen en Gran Canaria. 218 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 56 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. 4.3. Tratamiento carnicero y preparación culinaria La manipulación de la que son objeto los animales tras su sacrificio hasta que son consumidos conlleva toda una serie de acciones de importantes repercusiones biológicas (dietético/ nutricionales), pero a su vez también ponen de manifiesto de forma clara diversos rasgos culturales inherentes al grupo hu-mano en el que se desarrollan. En la investigación prehistórica del Archipiélago estos aspec-tos habían pasado desapercibidos, si bien recientes estudios en este campo han puesto de manifiesto la existencia de modelos carniceros perfectamente definidos aunque por el momento sólo se trata de aproximaciones que requieren un mayor desarrollo (V. Alberto 1996, 1998). A tal efecto, los restos óseos de Chimirique muestran una diversidad esquelética bastante completa en la que están repre-sentadas de manera amplia todas las unidades anatómicas del animal, por lo menos en el caso de las cabras y las ovejas. El tratamiento carnicero deja en el hueso ciertas huellas que permiten la reconstrucción de dicho proceso. En este sentido, el repertorio en estudio manifiesta algunas de estas marcas, sien-do muy evidentes en determinados huesos, como por ejemplo en el caso vértebras y costillas en los que han quedado grabadas las señales de cortes producidas en el despiece y descarnado del animal, asimismo resultan significativos los puntos de impacto producidos al golpear con un utensilio contundente los huesos largos de las extremidades para fracturarlos. En el caso de los cerdos la reconstrucción de las actividades carniceras se encuentra menos avanzada pues existe una clara subrepresentación de restos óseos correspondientes al esqueleto apendicular, aunque quizá esta característica pudiera ser conse-cuencia del propio patrón carnicero empleado, que se diferen-cia del de cabras y ovejas. En el proceso de preparación de los animales para su con-sumo también habría de considerarse la incidencia del fuego, re-lacionado con el modo de cocinar la carne. En este sentido un porcentaje relativamente importante de los restos presenta una Núm. 49 (2003) 219 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 57 tonalidad anaranjada vinculada a la acción que ejerce el calor sobre los huesos al asar la carne. De esta consideración eviden-temente se excluye las abundantes evidencias óseas que han experimentado un contacto directo con las llamas. Esta clase de alteración térmica no está relacionada con las formas de prepa-rar la carne, sino con las condiciones que afectan a los huesos una vez que han pasado a constituir detritus culinarios en el caso de la fauna consumida o se encuentran incluidos entre los sedimentos en el caso de las deposiciones naturales no vincula-das con el hombre (micrótidos). Esta situación se refleja en las superficies de los huesos mediante una serie de tonalidades que van desde el negro hasta el blanco pasando por una amplia gama de grises y azules, que denotan estados de completa carbonización o calcinación en los casos más extremos. Sin duda, tales estados de termoalteración están directamente rela-cionados con las numerosas manifestaciones de combustión documentadas en los yacimientos, en los que la presencia de hogares manifiesta una importancia considerable. 4.4. Alteraciones en el registro faúnico En este apartado se hace referencia a las modificaciones que otros animales provocan en el registro óseo una vez que estos han sido desechados por el hombre. En los yacimientos de Chimirique se ha constatado un elevado conjunto de huesos que presentan en sus superficies claras huellas provocadas por la intervención de roedores. Tales huellas se materializan en superficies roídas en las que quedan las marcas de los dientes de estos animales, llegando in-cluso, en algunos casos, a producir la destrucción de parte del hueso como consecuencia de las mordidas que practican sobre el hueso. Este tipo de alteraciones presenta un claro patrón de afec-ción que recientemente ha sido documentado con las mismas características en el yacimiento habitacional de San Antón Agüimes (1998). Éste se manifiesta con mayor frecuencia en las falanges que prácticamente en su totalidad aparecen roídas o mordidas, afec- 220 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 58 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. tando de manera principal a las regiones articulares. A su vez, también se encuentran en las zonas articulares de algunos hue-sos largos y pelvis, ocasionando siempre su destrucción. En úl-timo lugar, y de forma ocasional aparecen en otras regiones del esqueleto, normalmente asociadas al roído de las superficies óseas y en muy pocos casos incluyendo mordidas. Este tipo de evidencias, que empiezan a reconocerse abun-dantemente en todos los registros óseos prehistóricos de Cana-rias, y dado que no existen trabajos específicos acerca de la exis-tencia de pequeños roedores en las islas antes de la colonización europea en el s. XV, aporta una información sumamente intere-sante en relación con el problema cronológico que sobre la pre-sencia de micromamíferos se establece en el archipiélago, ayu-dando a su resolución. En general, el estado de conservación de los restos óseos es bastante malo. En la baja preservación de los huesos sin duda el elemento de mayor repercusión es el elevado grado de hume-dad que registran los yacimientos, influyendo directamente en el deterioro de la estructura ósea. Esta situación determina un importante nivel de descalcificación que se materializa en una intensa fragilidad, lo que provoca la fracturación e incluso la destrucción de parte del hueso. Directamente relacionado con la humedad se encuentran los procesos de cristalización de sales minerales en las fisuras de las superficies óseas y la proliferación de hongos; fenómenos que afectan notablemente al material de Chimirique. Así mismo, en el estado de conservación actúa la presión que ejercen los sedi-mentos sobre los huesos, provocando fisuras y deformándolos, sobre todo cuando se trata de un material tan sumamente de-teriorado por los procesos anteriormente descritos. Por último, debe contemplarse la incidencia del fuego que parece haber afectado una parte muy importante de la muestra, confiriéndo-le aún mayor fragilidad. De tal forma que al ya de por sí elevado índice de fractu-ración que muestran los huesos provocado por el tratamiento al que son sometidos los animales para su transformación en alimentos se unen los distintos procesos citados, dando lugar a un conjunto óseo integrando fundamentalmente por un impor-tante cúmulo de astillas óseas. Núm. 49 (2003) 221 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 59 Como ya se expresaba en otro apartado, en los yacimientos de Chimirique resulta evidente la reutilización en etapas poste-riores a la ocupación aborigen de los mismos. En el estado actual de la investigación no es posible determinar en qué mo-mento estos enclaves dejan de funcionar con una dinámica se-mejante a la que se ha documentado en los trabajos de excava-ción. Tanto Chimirique-1 como Chimirique-2, son reutilizados en época histórica hasta prácticamente la actualidad, claramente relacionados con las actividades de pastoreo desarrolladas en las zonas de cumbre de Gran Canaria. Precisamente con este pe-ríodo cronológico han de relacionarse las evidencias de conejo recuperadas en los yacimientos, puesto que constituyen una es-pecie introducida por los europeos a partir del siglo XV. Lo mis-mo sucede con una parte importante de la microfauna. En este sentido, resulta muy relevante el estudio de la microfauna de Chimirique-2, concretamente la recuperada en el interior del abrigo. En este caso el elevado cómputo de micro-mamíferos y pequeños lagartos que ascienden a 159 (92,4% de la fauna vertebrada terrestre) y el escaso volumen de restos de especies domésticas recuperados en el paquete sedimentario con 144 evidencias (38,5% de la fauna vertebrada terrestre), debe interpretarse como consecuencia del vaciado de una parte muy importante del relleno arqueológico, en el proceso de acondicio-namiento que experimenta el abrigo destinado a servir como redil. 5. LAS INDUSTRIAS 5.1. La industria ósea En el aprovechamiento económico de los animales, además del alimenticio, se incluye toda una serie de actividades encami-nadas a la obtención y transformación de materias primas para la fabricación de diversos elementos imprescindibles en el desa-rrollo de sus actividades domésticas. En el caso de Chimirique dicho aprovechamiento se manifiesta tan sólo mediante la pre-sencia de un hueso con uno de sus extremos altamente trans-formado. 222 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 60 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. Se trata de una pieza recuperada en Chimirique-2b que co-rresponde a un fragmento de diáfisis de metatarso de ovica-prino, adscribible a una hembra adulta25. Dicho fragmento manifiesta una fractura paralela al eje longitudinal del hueso. En cuanto a las técnicas de extracción de la materia prima y preparación del soporte están práctica-mente ausentes, aprovechando la existencia de un fragmento que reúne las características morfológicas adecuadas para la función a la que será destinado. En este sentido, tampoco han tenido lugar importantes transformaciones en lo que al proceso de elaboración se refiere. En cuanto a la morfologia se trata de un útil de desarrollo longitudinal con uno de sus extremos acabados en bisel interior, mostrando las superficies que corresponden a esta zona inten-samente pulidas o desgastadas26. En términos generales no constituye un útil en la acepción estricta del término, pues en el hueso no se reconocen signos claros de tratamiento para su transformación en un artefacto funcional, ni tan siquiera puede considerarse una pieza técnica en proceso de elaboración, no concluida. Cabe la posibilidad, de que se haya seleccionado una astilla ósea, sin más transforma-ción o ligeramente acondicionada, para realizar alguna activi-dad que no requiriera de tales procesos. No obstante, el
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Calificación | |
Título y subtítulo | Vivir y morir en Risco Chimirique : investigaciones arqueológicas en la cuenca de Tejeda (Gran Canaria) |
Autor principal | Martín Rodríguez, Ernesto |
Autores secundarios | Velasco Vázquez, Javier ; Alberto Barroso, Verónica ; Rodríguez Rodríguez, Amelia |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 49 |
Sección | Prehistoria |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2003 |
Páginas | p. 163-248 |
Materias | Arqueología prehistórica ; Tejeda ; Gran Canaria |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1876789 Bytes |
Texto | P R E H I S T O R I A Núm. 49 (2003) 163 68 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE. INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA CUENCA DE TEJEDA (GRAN CANARIA) P O R ERNESTO MARTÍN RODRÍGUEZ, JAVIER VELASCO VÁZQUEZ VERÓNICA ALBERTO BARROSO y AMELIA RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ RESUMEN Risco Chimirique (Tejeda, Gran Canaria) es uno de esos sitios arqueo-lógicos que han pasado desapercibidos como consecuencia de la mo-numentalidad del contexto arqueológico en que se insertan. Situado en la frontera del municipio de Tejeda con San Bartolomé de Tirajana, apenas destaca si lo comparamos con conjuntos arqueológicos como el del Roque Bentaiga, Cuevas del Rey o Montaña del Humo, todos ellos próximos y visibles desde los abrigos y solapones que lo integran. Sin embargo, los yacimientos que se sitúan en la parte media y alta de esta elevación re-velan una importante actividad humana que alcanza desde al menos el si-glo VII d.n.e. hasta prácticamente nuestros días con la reutilización de es-tos solapones por los pastores históricos. 164 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 2 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. 1. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN La investigación realizada en la Caldera de Tejeda apenas si la podemos calificar de relevante desde un punto de vista cien-tífico ni tampoco de abundante desde la perspectiva de los tra-bajos de campo o publicaciones, bastante escasos en uno y otro caso. Las primeras referencias para esta zona, si exceptuamos los datos proporcionados por las fuentes etnohistóricas, se de-ben a Victor Grau-Bassas que en su obra Viajes de exploración a diversos sitios y localidades de Gran Canaria reconoce alguno de los conjuntos más relevantes de la zona como pueden ser el Roque Bentaiga o Cuevas del Rey, sin que recoja, ni aun cuan-do describe el relieve de la zona, la presencia del Chimirique que, por otra parte, debería aparecer como una prolongación del Aserrador. Posteriormente R. Verneau y también G. Chil y Na-ranjo consignarán en su obra la presencia de estos sitios, aun-que de manera superficial. En la década de los años cuarenta y cincuenta S. Jiménez Sánchez visitará en diferentes ocasiones la zona, recogiendo en su obra Excavaciones Arqueológicas en Gran Canaria, del Plan de Excavaciones Arqueológicas de los años 1945, 1946, 1947 y 1948 las prospecciones que realiza en distintos yacimientos de Tejeda y Artenara. Para el término de Tejeda cita en 1948 los siguientes yacimientos: necropolis del Peladero y la Asomada, Lomada del Entierro de la Cochinilla (casas cruciformes), Pinar de Ojeda (casas cruciformes), poblado y necrópolis del Bco. del Peladero, poblado y necrópolis de Pilancones y Llanos de Maja-da Alta, cueva funeraria del Bco. del Caidero de Majada Alta, poblado y necrópolis del Baco. De la Cueva de las Niñas, Tum-ba del Gigante, poblado y necropolis de Ñameritas. En 1953 en su obra Nuevas estaciones arqueológicas en Gran Canaria y Fuerteventura, recoge el yacimiento de El Carpio, integrado por una casa de planta circular hoy destruida por la instalación de una torre del tendido eléctrico. A pesar de la cercanía de Risco Chimirique a este yacimiento que se divisa desde el abrigo 1, tampoco Jiménez Sánchez recoge ningún dato sobre la zona que estudiamos. Posteriormente dedicará el número 8 de la re- Núm. 49 (2003) 165 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 3 vista Faycan (1961) estudia las manifestaciones pictóricas (antropomorfos) de la cueva de Majada Alta. Entre 1975 y 1981 M. S. Hernández Pérez lleva a cabo dis-tintos trabajos en Gran Canaria: en 1975-76 excavará en la cue-va del Sastre y en otra sepulcral del Bco. de Guayadeque (Agüimes-Ingenio); en 1977 en varios yacimientos del término municipal de Tejeda y entre 1978 y 1981 en el poblado de El Pajar (Santa Águeda, San Bartolomé de Tirajana). Inicia así un proyecto de investigación que, en palabras del propio autor pre-tendía definir, en el caso que existieran, ambos complejos cultu-rales (se refiere al horizonte de las cuevas y los túmulos) y aproximarnos al problema, aún no resuelto, del poblamiento prehispánico de esta isla. Los trabajos en Tejeda se centraron en el Bentaiga, Cuevas del Rey y El Toscón, donde excava varias cuevas con diferente fortuna y realiza la planimetria de los principales elementos que definen cada uno de estos conjuntos. En el Toscón excavará dos estructuras tumulares que no contenían las esperadas evidencias óseas, lo que le lleva a plantearse si realmente son túmulos o son construcciones recientes o antiguas con otra finalidad. La corta historia de la investigación arqueológica del muni-cipio de Tejeda se completa con los trabajos de prospección y excavación realizados en esta década por el Museo Canario bajo la dirección de J. Cuenca Sanabria. Entre ellos destacaremos la excavación de una cueva funeraria en la Solana del Pinillo —que permanece sin publicar—, la localización y reproducción de varias estaciones rupestres en este municipio y en el de Artenara y, especialmente, la carta arqueológica de Tejeda. Este documento sí recoge el conjunto arqueológico del Chimirique aunque lo denomina con la voz incorrecta, pero también utili-zada en la comarca, de Risco Chirimique. En este documento se incluye la estructura circular ya señalada y algunos de los solapones, entre ellos los estudiados por nosotros, aunque por el tono de la descripción y el nivel de fragilidad que se propone apenas si se reconoce algún interés para la investigación a es-tos yacimientos. Esta es pues la corta y poco relevante, salvo algunos traba-jos muy puntuales, historia de la investigación realizada en el 166 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 4 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. municipio de Tejeda que atesora en su territorio un rico, di-versificado y emblemático patrimonio arqueológico. 2. LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA DE RISCO CHIMIRIQUE El Risco de Chimirique, como tradicionalmente se le conoce, conserva abundantes vestigios arqueológicos que demuestran la presencia de grupos humanos en este entorno desde época prehispánica. Dicha situación propició el diseño y puesta en marcha de un Proyecto de Investigación para esta zona, en el que se contemplaba, como primera fase de trabajo, la interven-ción y correspondiente estudio de dos de los yacimientos arqueo-lógicos existentes en este ámbito. Para ello se seleccionaron los depósitos de dos cavidades naturales que fueron designadas a partir del nombre genérico de la zona y un número para identificarlos: Chimirique-1 y Chimirique-2. 2.1. Chimirique 1 La unidad arqueológica número 1 (Chimirique-1) viene defi-nida por una cueva natural de dimensiones considerables, abier-ta en la cara este del Risco Chimirique. Este solapón, de una morfología elipsoidal, presenta unas dimensiones de diez metros en su eje mayor (norte-sur) y de tres a cinco metros en su eje menor (oeste-este). Muestra Chimirique-1 una boca de gran amplitud, observándose un alzado que, en buena parte de su desarrollo, supera los cuatro metros de altura. La superficie de la cavidad presenta una topografía que, en términos generales, puede calificarse de regular, si bien exhibe un ligero buzamiento de dirección oeste-este que, en determina-das zonas, se acusa en mayor medida definiendo la existencia de pequeñas cubetas de deposición. Es justamente en las zonas en las que el desnivel del suelo natural de la cueva alcanza mayores proporciones donde, precisamente, ha existido una mayor sedimentación, situándose en dichos espacios las zonas de máximo interés arqueológico. Núm. 49 (2003) 167 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 5 Las comentadas singularidades de la morfología natural de esta cavidad han condicionado de forma evidente, como ya se-ñalábamos, las características del relleno arqueosedimentario. Con relación a ello cabría señalar algunas cuestiones: En primer lugar, y como también referiremos luego, el gran tamaño de la apertura de la boca ha debido propiciar la acción directa de agentes naturales en la formación del depósito ar-queológico1. Del mismo modo, tales factores han debido ser par-tícipes activos, también, de las alteraciones postdeposicionales observables en determinadas zonas de esta unidad arqueoló-gica2. En segundo lugar el buzamiento del suelo natural de la cue-va ha propiciado que la acumulación de sedimentos arqueológi-cos, en algunas áreas de este espacio habitacional, sea sensible-mente mayor en el extremo este de la oquedad. En este mismo sentido, las zonas en las que la roca madre presenta un desni-vel más acentuado es donde precisamente el relleno sedimen-tario muestra una mayor potencia. En tercer lugar, esta misma circunstancia viene propiciada por los acondicionamientos de este espacio durante su uso como recinto habitacional en época prehispánica. Efectivamente, la construcción de una pared de piedra seca en el extremo este de Chimirique-1 favoreció, sin duda, la acumulación de un relleno arqueológico más importante en este entorno. Las especificida-des descritas no sólo han propiciado una dinámica de sedimen-tación particular, sino que además, y desde un punto de vista cultural, parece ser el área donde la actividad antrópica fue más intensa. Ello hizo posible, además, que aumentara la extensión del espacio susceptible de ser aprovechado por las poblaciones prehistóricas aquí asentadas, de tal suerte que la progresiva 1 Con ello no pretende negarse la existencia de cierres, a partir de es-tructuras permanentes o ligeras en la boca de Chimirique-1. No obstante la valoración de las características fundamentales de los sedimentos arqueo-lógicos apunta hacia una activa participación de los fenómenos medioam-bientales en la definitiva configuración de este relleno arqueológico. Sin embargo, ello no va en contradicción con el hecho de que la máxima res-ponsabilidad en la formación de este paquete sea antrópica. 2 Especialmente en aquellos sectores de la cueva más expuestos a los agentes medioambientales, fundamentalmente el extremo sur de la cavidad. 168 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 6 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. acumulación de sedimentos en un mismo sector de la cueva aumentó el espacio útil de la misma, tal como ha podido ser observado en otros recintos habitacionales en cueva natural del Archipiélago. Con ello no quiere señalarse que la ocupación de esta cavi-dad se circunscribiera únicamente a este entorno. Es probable que la mayor horizontalidad del resto del suelo natural de la cueva, así como su mayor exposición a los agentes naturales haya favorecido su progresivo lavado, limitándose, por tal even-tualidad, la posibilidad de la existencia aquí de un relleno ar-queológico de mayor potencia3. 2.1.1. La secuencia arqueosedimentaria A lo largo de los trabajos de excavación en el abrigo de Chimirique-1 se puso de manifiesto la existencia en este lugar de un relleno arqueológico de un espesor significativo, que al-canza, en sus zonas de máxima potencia, una profundidad que oscila entre los 25 y 30 centímetros en relación con el suelo cir-cundante. Desde un punto de vista general, el relleno arqueológico muestra una dinámica de deposición en la que la sedimentación de origen antrópico alcanza el máximo protagonismo, combina-da, a su vez, con los aportes naturales previamente descritos. Los niveles de interés arqueológico guardan, en términos generales, una disposición tendente a la horizontalidad, lo que viene a demostrar la ralentización de la génesis de estos estratos. Mues-tran asimismo, una potencia desigual en todo su desarrollo, al-canzando un espesor máximo en el extremo este del paquete arqueológico, mientras que en su flanco más occidental sólo están presentes, en algunos casos, de modo testimonial. Esta circunstancia responde a la acomodación de los diferentes nive-les arqueológicos al buzamiento natural del suelo de la cueva 3 La presencia de materiales arqueológicos en la totalidad de la super-ficie de la cueva, así como las propias características del recinto, lleva a pensar en una plena ocupación de este espacio, si bien con variaciones ho-rizontales con relación a las actividades desarrolladas en toda su extensión. Núm. 49 (2003) 169 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 7 que sirve de soporte a todo el paquete sedimentario. A tal efec-to, pudieron constatarse las consiguientes variaciones horizon-tales de los niveles arqueológicos, documentándose con ello las significativas disimetrías del proceso de sedimentación que ori-ginó cada uno de ellos4. El relleno arqueológico de Chimirique-1 está compuesto por una única estructura sedimentaria constatable a lo largo de la totalidad de la secuencia. Muestra, si bien con algunas variacio-nes horizontales y verticales, una misma dinámica formativa en la que adquiere un especial protagonismo, como ya indicába-mos, el uso prehistórico conferido a este espacio. En dicha es-tructura se pudieron individualizar dos niveles arqueológicos5 diferenciados6, cada uno de ellos caracterizado por una dinámi-ca sedimentaria particular que, en el mismo sentido, parecen ser el reflejo de usos diferenciados del espacio definido por Chimi-rique- 1. Estrato superficial Constituye un nivel sumamente alterado, caracterizado por un sedimento muy suelto, de matriz arenosa y coloración gri-sácea oscura. Presenta igualmente gran abundancia de piedras de dimensiones medias (entre 10 y 15 centímetros) en su super-ficie, procedentes, la mayor parte de ellas de la desagregación mecánica del soporte natural del yacimiento. Este nivel mues-tra señas evidentes de la reutilización de este espacio en época 4 Este hecho adquiere una especial relevancia a la hora de individuali-zar los diferentes niveles localizados en los trabajos de excavación arqueo-lógica, y de los materiales en ellos contenidos. Fue por ello necesario lle-var a cabo un decapado microestratigráfico de los sedimentos, a fin no sólo de constatar sus variaciones verticales, sino también las desigualdades en la dinámica de formación horizontal de cada no de ellos. 5 Además de un nivel denominado superficial, también incluido en la descripción de la secuencia estratigráfica. 6 Del mismo modo, en cada uno de estos niveles pudieron documentar-se sendos subniveles arqueológicos, netamente distinguibles de los paque-tes sedimentarios en los que se encuentran incluidos. 170 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 8 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. reciente de Chimirique-1 para el resguardo de ganado menor. Esta circunstancia ha favorecido igualmente la remoción de parte de este estrato superficial así como el desplazamiento de los repertorios materiales ubicados en las cotas más elevadas del relleno arqueológico. La presencia de restos arqueológicos es ciertamente abun-dante, localizándose preferentemente en la cuadrícula B-5 y en las zonas más inmediatas a ésta. Destacan entre los artefactos, los restos de cerámica manufacturada, no observándose eviden-cias materiales de época postconquista. La potencia de este primer nivel es bastante homogénea en su distribución horizontal, no alcanzando más de siete centíme-tros en sus zonas de máxima potencia. A juzgar por sus carac-terísticas macroscópicas su origen más probable parece ser la alteración de las zonas más elevadas del Nivel I, así como la sedimentación natural originada desde el abandono del uso pre-histórico de Chimirique-1 y la formada a consecuencia de las reutilizaciones sufridas por este entorno en relación directa al uso tradicional dado al conjunto de Chimirique. Estrato I Se encuentra localizado inmediatamente bajo el superficial, siendo el contacto entre ambos de carácter difuso a consecuen-cia de los aspectos señalados previamente. Se caracteriza por un sedimento de coloración grisáceo oscuro7 que muestra también, en parte de su extensión, tonalidades marrón oscuro, dando cuenta así de la diversidad de factores (naturales y antrópicos) que dieron lugar a su formación. Corresponde este Nivel I a un estrato que muestra una su-perficie tendente a la horizontalidad, presentando una mayor potencia en el extremo este de las cuadrículas objeto de excava-ción, reduciéndose significativamente su grosor a medida que se aproxima al flanco oeste de las mismas. Este nivel I viene igualmente caracterizado por la presencia en su cota más elevada de al menos tres puntos de sedimentos 7 Localizado preferentemente en el extremo oriental de la cuadrícula B-4. Núm. 49 (2003) 171 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 9 termoalterados de coloración blanca, de naturaleza limosa y de textura muy compacta. En su conjunto, y dada su proximidad es posible afirmar que corresponderían a una estructura de com-bustión con diferentes focos de encendido, si bien todos ellos localizados en un mismo sector (cuadrícula B-4). En torno a ella se localiza un sedimento grisáceo oscuro, ceniciento y de textu-ra muy suelta. Sin lugar a dudas, podemos hablar de la documentación de un hogar plano, sin acondicionamiento estructural, si bien limi-tada su localización a un espacio my concreto de la zona excavada. Presenta una morfología de tendencia elíptica, defini-da fundamentalmente por el sedimento más intensamente termoalterado compuesto por carbonataciones de pequeño tama-ño y una matriz limosa compacta. Sedimentológicamente pre-senta una estructura laminar (hojaldrada) debida a la plena combustión de los elementos orgánicos quemados en el hogar. Bajo ésta se localiza un pequeño nivel de coloración negra en el que abundan los puntos de carbón, y que cubre un nuevo subnivel de matriz cenicienta de coloración gris clara. Todos ellos son el testimonio inequívoco de la presencia en este lugar de una actividad de combustión, definiendo un espacio de ho-gar que, como trataremos de exponer luego, parece constituir un elemento aglutinador de la actividad antrópica desarrollada en Chimirique-1. En torno a esta estructura de combustión, y prolongándose en ambas cuadrículas, se localizan abundantes cenizas que, en definitiva, constituyen el componente sedimentario fundamental de este nivel I. No obstante presentan una especial concentra-ción en torno al hogar, cuyo origen más probable ha de ser la evacuación y limpieza periódica del mismo. Este hecho viene a manifestar el uso continuado del fuego en un mismo emplaza-miento, con ligeras variaciones en lo que se refiere a la locali-zación del principal foco de combustión. Como señalábamos previamente, este nivel I, a lo largo de su desarrollo vertical, presenta variaciones horizontales deriva-das, fundamentalmente, de las diferencias de actividades antró-picas desarrolladas en este espacio. De este modo, mientras que en las zonas próximas al fuego, el origen de los sedimentos hay 172 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 10 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. que vincularlo directamente a tal circunstancia, en las zonas aledañas adquieren un mayor protagonismo los agentes natu-rales que intervienen en la formación y desarrollo de un depósi-to de estas características. No obstante, es evidente que la ma-triz sedimentaria fundamental en la definición de este Nivel I corresponde a los materiales producidos y alterados por el fue-go sito en este lugar. Los materiales arqueológicos son relativamente abundantes, con un registro compuesto fundamentalmente por fragmentos de cerámica e industria lítica (tanto útiles, como restos de ta-lla). Su localización preferente es en torno a la estructura de combustión, lo que lleva a pensar que ésta constituye un centro referencial para la organización de las labores cotidianas desa-rrolladas en este lugar. Las evidencias faúnicas no son demasia-do abundantes, siendo prácticamente inexistentes, como era de esperar en un principio, los restos de fauna marina (ictiofauna y malacofauna). El índice de fracturación de los repertorios materiales no es demasiado importante, si exceptuamos la fauna, no exhibiendo tampoco muestras de rodamiento que hagan pensar en movi-mientos postdeposicionales que alteraran sustancialmente el contenido de este nivel arqueológico. A pesar de lo dicho, no puede dejar de señalarse que en parte de la extensión de este Nivel I8 eran aún perceptibles las pruebas de la reutilización de este espacio en época histórica para el estabulamiento del ga-nado menor. No obstante tal uso «reciente» no modificó de for-ma determinante ni la composición del paquete sedimentario denominado nivel I, ni de los materiales en él contenidos. Estrato Ib Dentro del Nivel I pudo distinguirse un subnivel arqueológi-co que si bien coincidente en muchos aspectos con relación al 8 Con toda probabilidad, a consecuencia de su limitada potencia y su textura suelta, presenta una elevada susceptibilidad de ver alterada su mor-fología inicial, especialmente en aquellas cotas más próximas a la super-ficie. Núm. 49 (2003) 173 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 11 anterior, muestra especificidades particulares que permiten su plena individualización. Su coloración continúa siendo funda-mentalmente grisácea, de una tonalidad muy oscura, aunque con un componente arenoso más elevado que en el Nivel I, es-tableciéndose un contacto neto entre este subnivel y el estrato precedente. La extensión del Ib abarca ambas cuadrículas, aun-que es especialmente evidente en la totalidad de la cuadrícula B-4. En el extremo oeste de las cuadrículas B-4 y B-5 este subnivel se encuentra notoriamente más difuso9, ya que es pre-cisamente en este sector donde alcanza menor potencia y se incrementa su proximidad a la roca madre. Se constata así la acomodación de los niveles arqueológicos a las variaciones de la topografía del suelo natural de la cueva. Un contacto difuso que, además, viene condicionado por la textura especialmente suelta del Nivel Ib, con lo que en determinadas zonas la mezcla de ambos sedimentos hace más factible la confusión. Es precisamente sobre esta unidad sedimentaria sobre la que se asienta directamente la estructura de combustión descrita en el Nivel I10, definiéndose un contacto neto entre ambos. Este nivel corresponde a un sedimento que, en términos ge-néricos, horizontaliza el espacio irregular que describe la super-ficie del nivel II. El material arqueológico incluido en el Ib es realmente escaso, normalmente de tipometría muy pequeña, algunos de los cuales muestran signos evidentes de rodamiento, especialmente las cerámicas. En cualquier caso resulta evidente que constituye un sub-nivel perfectamente individualizable con respecto al precedente y al posterior, mostrando contactos netamente perceptibles con éstos. Evidentemente en la zona próxima a la boca tales deseme-janzas son especialmente evidentes, haciéndose bastante más difusas cuanto más se aproxima al extremo occidental del área excavada. Tal disposición coincide plenamente con las disime-trías en la potencia de esta unidad sedimentaria. Son varias las 9 Si bien continúa predominando la matriz arenosa de este subnivel, la coloración y la textura se asimilan más, que en el resto de la zona excavada, al Nivel I. 10 En esta zona en particular la potencia del Ib tan sólo alcanza los 3 centímetros de potencia como media. 174 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 12 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. razones que pueden estar condicionando esta circunstancia. Por un lado podría constituir un sedimento de origen natural que, con una dinámica de deposición muy particular, hubiera ido progresivamente colmatando la superficie del estrato anterior (Nivel II), mostrando mayor grosor precisamente donde el des-nivel de la roca madre es más acusado11. Otra posibilidad es que este subestrato tenga a un origen fundamentalmente antrópico, esto es, que haya sido aportado allí por la población prehistórica a fin de acondicionar el suelo a ocupar, regularizando de esta manera el suelo de la cueva12. La disposición del hogar plano directamente sobre este sedimen-to podría ser una prueba a esgrimir a favor de esta posibilidad. Otra de las hipótesis barajadas es que este sedimento (el ni-vel Ib) fuera el mecanismo empleado para apagar los fuegos que caracterizan la superficie del nivel II, si bien no resulta del todo probable tal eventualidad teniendo en cuenta la extensión y potencia de esta unidad arqueológica. Estrato II Corresponde esta unidad sedimentológica a un nivel de ocu-pación plenamente definido y que, a diferencia del caso ante-rior, no muestra evidencias que prueben la existencia de intru-siones recientes. El elemento más característico de este nivel es la presencia de varios focos de combustión, algunos de los cua-les definen una estructura de combustión compleja. Con rela-ción a ello, se significará esta unidad arqueosedimentaria por la abundante presencia de cenizas localizadas a su alrededor y un sedimento con un elevado componente ceniciento de coloración muy oscura. En este último la participación de la actividad antrópica se combina con el aporte natural de tierras al sedi-mento, constatándose así, de nuevo, nuevas variaciones hori- 11 Constituyendo el muro de cerramiento de la cueva un elemento de contención del proceso de sedimentación. 12 Corresponde a un nivel de una granulometría muy fina y, a la vez, ciertamente homogéneo en su composición, lo que puede llevar a pensar que corresponda a una tierra «seleccionada» para este propósito. Núm. 49 (2003) 175 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 13 zontales de los paquetes estratigráficos motivadas por el desigual uso que se confiere a este emplazamiento. La potencia de este nivel es la más importante de las cons-tatadas a lo largo del trabajo de campo, mostrando las mismas diferencias que las observadas en los estratos precedentes, esto es, disminuyendo a medida que nos aproximamos al oeste. En cualquier caso resulta del todo lógico el mayor grosor de este nivel toda vez que se encuentra directamente relacionado con los hogares. Como se ha señalado para otros contextos, la pre-sencia de fuegos en cualquier espacio arqueológico conlleva un aumento muy significativo de los índices de creación de sedimen-tos, especialmente si, como es el caso, estos hogares han tenido un uso prolongado en el tiempo13. A lo largo de los trabajos arqueológicos se puso de manifies-to la existencia de nueve focos de combustión repartidos entre las cuadrículas B-4, C-414 y B-5, seis de los cuales (1-6) definen y conforman una estructura de combustión de considerables di-mensiones. En todos los casos se trata de hogares planos sin acondicionamiento alguno que limite su extensión, normalmen-te de forma circular o elíptica y con unas dimensiones y poten-cias variables, tal como puede observarse en el anexo gráfico. Estas áreas de combustión se caracterizan, en todos los casos documentados, por la ubicación central de un sedimento blan-co limoso y de textura muy compacta que muestra una abun-dante presencia de carbonatos15 y, en menor medida, algunos puntos de carbón16 (normalmente de un tamaño no superior a 13 Tanto el encendido de fuegos, como el progresivo acondicionamiento de los mismos (evacuación de cenizas, etc.) genera un importante volumen de materiales. Si a ello se une que en torno a tales espacios se suele con-centrar una intensa actividad humana, los aspectos antes señalados pueden ser aplicados directamente al caso que aquí nos ocupa. 14 A lo largo del curso de los trabajos arqueológicos se estimó necesa-rio la ampliación de las cuadrículas sobre las que se intervino, extendién-dose los trabajos a C-4. 15 Originados por la plena calcinación de los combustibles orgánicos empleados para mantener encendido el hogar. 16 La observación macroscópica de alguno de estos carbones puso de manifiesto el empleo para el hogar de ramas de pequeño porte y, de forma muy recurrente, el uso de las «piñas» del pino canario para este mismo propósito. 176 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 14 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. 1 centímetro). A su alrededor se localizaban, en todos los focos, acumulaciones de cenizas, procedentes, muy probablemente, de la evacuación de los fuegos a medida que éstos van colma-tándose con su uso. Estos paquetes exhiben una granulometría muy pequeña, con una textura sumamente suelta y una colora-ción gris de tonalidad clara. La disposición de estas cenizas de evacuación ha permitido la ordenación temporal de los focos de combustión, tal y como se recoge en la correspondiente matrix Harris. Además, tal cir-cunstancia ha puesto de manifiesto la reiteración en la conti-nuidad de este lugar para la ubicación de los hogares en Chimirique-1. En el resto de la zona excavada el Nivel II se caracteriza por la presencia de un sedimento muy ceniciento de coloración oscura (cercano al negro), con una granulometría muy fina y de textura muy suelta. Es precisamente en esta zona donde se concentran buena parte de los materiales arqueológicos, de nuevo localizados en torno a la zona en la que se ubican los fuegos. Los focos denominados con los números 2, 3, 4, 5, 6, se encuentran apoyados directamente sobre la roca madre, super-puestos siguiendo el desnivel del suelo natural de Chimirique-1. De este modo se constata que los hogares se van ubicando, a lo largo del proceso de ocupación de este emplazamiento, en las zonas más bajas de la roca, y a medida que se va colmatando este espacio (por el fuego y las cenizas evacuadas de éstos) son reubicados en una cota más elevada. El espacio de la cavidad se organiza siguiendo unos patro-nes constantes en cuanto a su localización espacial, si bien los elementos aglutinadores de esta dinámica —los fuegos— van adaptándose a la evolución progresiva del proceso de formación del relleno arqueológico. Como ya señalábamos, los fuegos pro-vocan una sedimentación acelerada que es aprovechada por los pobladores de este lugar para, progresivamente, ir obteniendo mayor espacio útil en horizontal. Esta circunstancia condiciona igualmente la disposición, ubicación y concentración de los re-pertorios materiales constatados en Chimirique-1. Parece poder observarse diferencias significativas en lo que Núm. 49 (2003) 177 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 15 se refiere a la duración temporal de los fuegos efectuados en Chimirique-1. De este modo, los focos más importantes parecen ser, por su extensión y potencia, los números dos, tres y cuatro, siendo el uno el de más corta existencia. Este factor puede ser igualmente un reflejo evidente de cambios en la intensidad de la actividad antrópica en este lugar. A pesar de que tal posibili-dad pueda ser más o menos cercana a la realidad, lo que sí resulta cierto es que la sucesión entre, al menos, los diferen-tes focos descritos es muy rápida, no debiendo transcurrir de-masiado tiempo entre la finalización de uno y el comienzo del siguiente. En este nivel II, el volumen y la diversidad de materiales aumenta de forma sobresaliente con respecto a las unidades sedimentarias descritas previamente. Aunque el número de evi-dencias de industria lítica permanezca aparentemente constan-te, se pudo documentar un sensible incremento en los fragmen-tos de cerámica17 y, especialmente, de fauna. Estos últimos ecofactos mantienen unos índices muy elevados de fragmenta-ción18 y muchos de ellos presentan la superficie termoaltera-da, tal y como se recoge en el apartado dedicado a estos mate-riales19. El rasgo más distintivo de este Nivel II en lo que a materia-les arqueológicos se refiere es la abundancia de carbones de pe-queño tamaño20, preferentemente localizados en las áreas de evacuación de cenizas de los diferentes hogares. A juzgar por la organización microespacial de este recinto, se podría afirmar que las zonas de combustión son el elemento 17 En la mayor parte de los casos se trata de una cerámica de pasta poco seleccionada que muestra una cocción irregular y un desgrasante irre-gular, un hecho éste especialmente evidente en los fragmentos correspon-dientes a piezas cerámicas de mayores dimensiones. Coexisten con éstas, aunque en menor proporción, fragmentos correspondientes a vasijas con un tratamiento más cuidado, tanto en lo que se refiere a la selección de la materia prima, como en su tratamiento tecnológico. Parece existir una di-versidad tipológica estrechamente ligada a la funcionalidad de estos reci-pientes. 18 Aunque algo menores a los descritos previamente. 19 Como indicábamos con anterioridad, los materiales arqueológicos se encuentran localizados de modo preferente en torno a las áreas de fuego. 20 Algunos pertenecientes a ramas de escaso porte. 178 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 16 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. fundamental en la articulación del espacio habitacional. En tor-no a él se ubica una de las zonas de máxima concentración de materiales. En definitiva, y a juzgar por las observaciones de campo, el fuego se erige como el centro de la actividad domés-tica que se lleva a cabo en el interior de este recinto. Casi todas las estructuras de combustión se asientan sobre la roca madre que sirve de soporte natural a los niveles de inte-rés arqueológico. Por esta razón no resulta arriesgado señalar que la posición conferida al fuego permanece constante desde el mismo momento en el que se decide emplear este espacio con un fin doméstico. Pero, además, parecen existir pruebas de que este papel preponderante se mantiene a lo largo del período útil de la cavidad. Como ya señalamos, la presencia de concentra-ciones de cenizas en diferentes áreas, así como el carbón dis-perso, podrían ser el producto del vaciado y limpieza de la zona en la que se realizan los fuegos, evidenciando un uso prolonga-do de éstos. Dentro de este nivel se distingue un subnivel denomina-do IIB, individualizado tanto por sus características sedimen-tológicas, como por el hallazgo de nuevos focos de combustión, en parte diferenciados de los anteriormente descritos. Esta unidad se asienta directamente sobre la roca madre, y se caracteriza por ser un sedimento ceniciento de color grisáceo oscuro y de textura muy suelta. Como ya señalábamos se localizaron tres nuevos fo-cos de combustión, de igual modo asentados sobre la roca madre y con unas características muy similares a las antes descritas. Al igual que las estructuras de combustión sitas en el Ni-vel II, la ubicación de estos hogares planos directamente sobre la roza madre ha provocado una evidente termoalteración de ésta. Entre otros efectos, estos fuegos han provocado cambios en la coloración de este soporte natural (amarillento-naranja), así como craqueladuras térmicas de dimensiones notorias21. A lo largo de todo el proceso de excavación se pudieron indi-vidualizar un total de nueve focos de combustión, si bien algu-nos de ellos (fundamentalmente el 8 y e 9) deben responder a 21 Esta circunstancia ha provocado que el Nivel IIB quede caracteriza-do por la presencia de clastos de pequeño tamaño (5-10 centímetros) origi-narios de esta desagregación térmica de la roca madre. Núm. 49 (2003) 179 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 17 hogares de un uso muy limitado en el tiempo o al resultado de actividades muy localizadas. El foco número siete es el mas destacable, ya que presenta una extensión mayor y cuenta, ade-más, con una zona de evacuación de cenizas perfectamente li-mitada en el espacio y un mayor volumen de carbones. Los hogares denominados 5, 6, 4, 3, 2 y 1 parecen formar parte de una única macroestructura de combustión que si bien muestra diferentes focos a lo largo del período de tiempo en el que se utiliza Chimirique-1, definen la continuidad de una di-námica de funcionamiento en la organización de este espacio habitacional. Como ya indicamos, serán estos fuegos los elemen-tos que sirvan como «aglutinador» de una parte muy significa-tiva de las actividades cotidianas llevadas a cabo en esta cueva. Corresponden en todos los casos a hogares planos simples, constituidos sin la elaboración de ningún tipo de estructura ar-tificial reconocible que delimite su extensión. Todas las pruebas parecen apuntar a la existencia en Chi-mirique- 1 de una ocupación de este enclave con un carácter aparentemente estacional. Sin embargo, sí resulta evidente que los momentos de abandono de este lugar debían ser especial-mente cortos en el tiempo, a juzgar por la dinámica de conti-nuidad en buena parte de la secuencia arqueológica. Es más que probable que, además, la ocupación humana de este entor-no esté ligada a las prácticas pastoriles, si bien serán necesarios nuevos trabajos a fin de tratar de confirmar esta hipótesis. La lectura de los diferentes niveles arqueológicos lleva a plan-tear que los dos niveles individualizados (I y II) marcan, al menos, sendos momentos diferenciados en la ocupación humana de Chimirique-1. El uso prehistórico de este espacio parece ser espe-cialmente intenso y continuado a lo largo del lapso temporal en el que se forma el Estrato II. A partir de este momento las evidencias de actividad antrópica se reducen de forma muy significativa, dis-minuyendo sensiblemente tanto las pruebas de la intensidad de esta ocupación en las unidades sedimentarias (fuegos) como en el repertorio ergológico documentado en este Nivel I22. 22 El estudio detallado de los materiales arqueológicos procedentes de cada uno de los dos niveles podrá aportar nuevos puntos de vista en los que poder fundamentar o matizar esta hipótesis. 180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 18 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. 3.2. Chimirique-2 El yacimiento corresponde a la tipología de abrigo en cueva natural, asimilándose a una forma de asentamiento frecuente en los parajes de cumbre de la Isla. En la actualidad está inte-grado por una cavidad de dimensiones medias, a la que se aña-de un espacio exterior, cubierto, originado por el desplome de una gran roca que quedó adosada a la boca de la cueva. No obstante, la configuración que hoy presenta Chimirique-2 se ha visto altamente modificada, precisamente como consecuencia del mencionado episodio de desplome, variando en gran medida su aspecto original. Dicha transformación va a llevar aparejada una significati-va reducción del espacio útil de este emplazamiento, derivándo-se como principal repercusión de este acontecimiento un mar-cado cambio en el uso y función del lugar. De tal forma que, en un primer momento, antes de produ-cirse el desprendimiento del bloque, la morfología de Chimiri-que- 2, habría de vincularse con un amplio espacio cubierto, configurado a partir de dos cavidades, emplazadas en sendos ex-tremos de un gran solapón, no excesivamente profundo. Estos elementos constituirían un solo conjunto, unidos físicamente sin solución de continuidad, constituyendo las dos cavidades latera-les el cierre del mismo. El mencionado complejo se encontraría orientado al E., ocupando Chimirique-2 el lateral izquierdo del mismo. Con posterioridad, en un momento que aún no es posible precisar, si bien ocurrido con toda seguridad durante la ocupa-ción prehistórica del sitio, la techumbre de este gran solapón se desprendió, dando lugar a la caída de grandes bloques de pie-dra que se instalan en el frente del mismo y que todavía hoy se pueden reconocer en la zona. Este fenómeno determinó la desestructuración del emplazamiento, eliminando el espacio a resguardo que significaba el solapón y aislando las cavidades laterales que a partir de este suceso se convierten en unida-des independientes, con una dinámica de funcionamiento par-ticular. Núm. 49 (2003) 181 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 19 Por lo que al uso del espacio se refiere, la naturaleza de este asentamiento tiene un carácter eminentemente habitacional, relacionado en gran medida con las actividades de pastoreo. No obstante, es preciso señalar que el cambio acaecido con el des-plome de la visera del solapón va a suponer una alteración en las condiciones de uso de este enclave. En este sentido, mientras el abrigo mantiene los rasgos ori-ginales de espacio y orientación se utiliza exclusivamente como lugar de habitación, documentándose en él aquellas actividades domésticas inherentes a esta clase de yacimientos, similares a las que se han reconocido en otros enclaves con semejante funcionalidad, fundamentalmente mediante la presencia de un abundante registro ergológico: producciones líticas y alfareras, así como a partir de las evidencias relacionadas con la prepa-ración de alimentos: estructuras de combustión y detritus ali-menticios. En un segundo momento, al reducirse las dimensiones del espacio habitable resguardado, una parte de Chimirique-2, con-cretamente la grieta que se forma en la boca del abrigo con el desplome de uno de los grandes bloque de la techumbre del solapón, se va dedicar a un uso funerario, acogiendo los cuer-pos de, al menos, tres individuos. Por su parte, las condiciones que hoy presenta el depósito arqueológico no permiten documentar la continuidad en el uso de este abrigo como lugar de habitación en época aborigen tras producirse las citadas inhumaciones. Las razones que determinan esta situación hay que relacio-nadas con la reutilización histórica del abrigo como redil hasta fechas muy recientes. Aspecto que ha representado la alteración y destrucción de una parte importante del relleno sedimentario de este yacimiento. De cualquier forma, una reducción tan significativa del es-pacio útil protegido, además de la orientación sepulcral, debió haber significado una modificación sustancial en las condicio-nes de hábitat de este emplazamiento, provocando un reajuste a las nuevas condiciones de estructuración espacial, pudiendo incluso influir en el traslado hacia otras zonas dentro de la pro-pia montaña. 182 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 20 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. Como ya se ha referido anteriormente, Chimirique-2 está integrado por una cueva natural de medianas dimensiones, y el recinto que se forma bajo un gran bloque desplomado que se adosa a la boca de la misma. Al constituir dos ámbitos cla-ramente diferenciados, tanto desde el punto de vista de los fac-tores que los han originado como desde el comportamiento cultural que los define, han sido tratados como unidades inde-pendientes, integrándose posteriormente en el estudio del yaci-miento. En esta línea, la denominación Chimirique-2a, hace referencia de manera exclusiva al proceso documentado en el abrigo propiamente dicho, mientras que el depósito funerario in-tervenido bajo la roca se designó como Chimirique-2b. 3.2.1. La excavación de Chimirique-2 Se trata de una cavidad natural, orientada al N. Presenta una planta de tendencia semicircular, definiendo un recinto de 4,50 m. de largo por 4 m. de ancho. La altura del techo va dis-minuyendo desde la boca, donde aproximadamente alcanza los 1,70 m, hasta la zona del fondo, donde no es posible mantener una posición erguida, situándose en torno a los 25-30 cms. En cuanto a las características del suelo éste se mostraba en super-ficie prácticamente horizontal, salvo en el área inmediata a la boca, es decir, en la franja de contacto con Chimirique-2b, don-de manifestaba una acusada pendiente hacia el exterior. En la actualidad el acceso al interior de la cavidad se encuen-tra en parte obstruido por la presencia del bloque de piedra desprendido que se apoya en la boca de la misma. Esta posición define un espacio abierto en ambos laterales de la boca, como únicos puntos libres que permiten el tránsito hacia la cueva. Tales zonas de comunicación se hallan parcialmente cerradas por la construcción de sendos muros de piedra seca, paredes que en la línea que define la visera del abrigo se conectan mediante la prolongación de un muro que recorre todo el frente de la cavidad, separando este ámbito del que delimita la roca en el exterior (Chimirique-2b). Actualmente sendos muros se encuentran desmantelados en Núm. 49 (2003) 183 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 21 parte, lo que permite el acceso al interior del recinto por ambos laterales. No obstante, la construcción ubicada en el lateral iz-quierdo manifiesta un alzado de mayor desarrollo vertical, lo que parece indicar que en algún momento éste pudiera haber estado cerrando completamente o casi por completo esta zona, con lo cual tan sólo se mantendría funcionando un único pun-to de acceso a la cavidad. Además, esta situación de cierre total a partir de la construc-ción de una pared de piedra seca implica que la cavidad quede completamente disimulada al exterior, siendo precisamente el mencionado lateral el elemento más visible del abrigo desde cualquier punto inferior de la ladera en la que éste se sitúa. Mientras que el acceso opuesto se mantiene prácticamente ocul-to al abrirse entre rocas. Por lo que se refiere a las técnicas constructivas, ya se ha mencionado que se trata de muros de piedra seca, realizados con los materiales del entorno. Para ello se han dispuesto los bloques de mayor tamaño en la base, levantando sucesivas hile-ras con otros de menores dimensiones, construyendo un lienzo de pared de una sola hilada. La mencionada construcción del lateral izquierdo, muestra dos momentos diferenciados en función de su origen, corres-pondiendo las hileras superiores a un momento más reciente, vinculado a la rehabilitación de este lienzo de pared en época histórica. Por otra parte, los grandes bloques de la base, que a su vez tienen continuidad a lo largo de toda la línea que define la visera de la cavidad, parecen responder a una construcción de filiación prehispánica relacionada con la intención de aislar e independizar el ámbito dedicado a las inhumaciones del que se establece en el interior del abrigo. Por su parte, el desplome de esa gran roca que se adosa a la boca del abrigo propició la formación de una nueva zona, dan-do lugar a un pequeño recinto, a modo de grieta, ocupando un espacio que anteriormente había formado parte de la superficie útil de la cavidad. Las dimensiones aproximadas del mismo son de 3 m. por 2,5 m., configurando un área de morfología relativamente circular, que permanecía acotada parcialmente por un muro de 184 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 22 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. piedra de factura anterior a la caída de la roca y que ha de re-lacionarse con la función habitacional del solapón antes de su desmantelamiento. Asimismo, la altura del recinto era muy re-ducida, quedando la base de la roca próxima a la superficie sobre la que se apoya, presentando en la zona superior en tor-no a 1 m de alto. En general, la superficie de este recinto también evidenciaba una disposición horizontal, mostrando un ligero buzamiento hacia el norte. Precisamente afectando a aquellas zonas más cercanas al exterior y donde la ausencia del muro eliminaba el elemento de contención (cuadrícula C-9). Por lo que se refiere al muro documentado en el interior de este espacio, ya se ha mencionado que presenta un origen an-terior al episodio de desplome de la techumbre del solapón y, por tanto, al margen de la actividad funeraria a la que se va a de-dicar este recinto. 3.2.2. La secuencia estratigráfica de Chimirique-2 La intervención en Chimirique-2a se organizó en función de los objetivos anteriormente señalados, intentando dar solución a las cuestiones en ellos planteadas. Para tal fin era necesario abordar tanto la excavación del interior del abrigo como el re-cinto sepulcral designado como Chimirique-2b. El trabajo de campo se inició con el establecimiento de un sistema de cuadriculado en el que quedaban interrela-cionados ambos espacios. La superficie se dividió en unidades de trabajo de 1 m2, definidas a partir del establecimiento de dos ejes perpendiculares. Dichas unidades se denominaron mediante la combinación de letras y números. La aplicación de este sistema permitiría en todo momento registrar la distribu-ción espacial exacta de cualquier evidencia arqueológica, a par-tir de las variables X e Y, propias del sistema cartesiano. A lo que se une el valor Z, que introduce la variable profundidad. Además de los valores de orientación y pendiente determinados a partir de un código preestablecido en relación con el fondo de la cueva. Núm. 49 (2003) 185 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 23 En el interior del abrigo la zona seleccionada para su exca-vación correspondió a las cuadrículas B-5/C-5 y la mitad infe-rior de B-4/C-4, definiendo un área de 2 m. por 1,50 m., próxi-ma a la boca de la cueva. Posteriormente, las condiciones de conservación del relleno arqueológico impusieron que la zona de trabajo fuera ampliada, afectando a las cuadrículas B-6/C-6. La elección de esta área estuvo motivada porque en ella el paquete sedimentario presentaba una potencia máxima que podía obser-varse en un agujero que recientemente se había practicado en el lateral izquierdo, junto a la base del muro que cierra este acceso y porque su localización favorecería la prolongación de los trabajos en Chimirique-2b, correlacionando ambas zonas. Con esta actuación quedaban ampliamente documentados los factores que intervienen en la formación y conservación del relleno arqueológico, permitiendo, a su vez, definir las relacio-nes estratigráficas en relación con el depósito funerario de Chimirique2-b. Por otra parte, la excavación de Chimirique-2b, organizada metodológicamente como Chimirique-2 y Chimirique-1, afectó a las cuadrículas B-7, C-7, B-8, C-8, C-9, y parte de D-8 y D-9, así como también se recogió el material en superficie de las cuadrículas C-10 y C-11. La excavación en Chimirique-2 y 2b se realizó respetando la topografía natural de los sedimentos, subdividiéndose en levan-tamientos en aquellos casos en que la potencia de la unidad sedimentaria que se estuviera trabajando, por su espesor, requi-riera de unos mecanismos de análisis de mayor precisión. En este sentido, los levantamientos estuvieron determinados por el volumen y disposición del registro ergológico, presentando en términos generales un espesor medio entre 3 y 5 cms. En Chimirique-2 los trabajos de campo permitieron docu-mentar cuatro unidades sedimentarias, correspondiendo a los niveles I, II, III y IV, habiéndose efectuado 4 levantamientos en el nivel I. Por su parte, en Chimirique-2b se registraron a su vez 4 niveles, de los que el nivel III también presenta 4 levanta-mientos. De estos 8 niveles identificados independientemente, 4 para Chimirique-2 y 4 para Chimirique-2b los niveles III y IV son co- 186 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 24 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. munes para ambos depósitos, mientras que los niveles I y II de Chimirique2a y 2b respectivamente funcionan de forma inde-pendiente. Los trabajos de excavación llevados a cabo en este yacimien-to han puesto de manifiesto un importante depósito arqueológi-co, tanto por el propio desarrollo del mismo como por los ele-mentos estructurales que lo originan, manifestando toda una serie de singularidades que lo destacan en el conjunto de yaci-mientos arqueológicos conocidos en el sector cumbrero de la isla. Pero en un sentido más amplio representa un destacado avance en la investigación prehistórica insular, aportando una serie de datos totalmente novedosos para la reconstrucción de las formas de vida de los canarios, permitiendo asimismo con-trastar y profundizar otros aspectos que, hasta ahora, habían quedado un tanto relegados en favor de otras manifestaciones consideradas más relevantes como consecuencia de su aspecto sensiblemente más espectacular. En este sentido, además de los magníficos repertorios de materiales recuperados, en el depósito arqueológico han queda-do registradas las evidencias de la actividad humana, tanto en el plano de las tareas domésticas de carácter cotidiano como en el de las prácticas funerarias. Ya se ha señalado que Chimirique-2 funciona en un primer momento como un asentamiento de carácter temporal, proba-blemente vinculado al pastoreo de cumbre en el aprovechamien-to estival de los pastos. En esta fase tiene lugar la formación de un depósito de considerable entidad, asociado a la ocupación del sitio como lugar de habitación. Tal caracterización se deriva de la presencia de un abundante y variado repertorio de manufac-turas: líticas y alfareras, así como de un destacado conjunto de restos fáunicos vinculados a los desechos culinarios generados por el grupo humano que ocupó este enclave. A lo que habría que añadir, en estrecha relación con los materiales, la existen-cia de una serie de estructuras sedimentarias, de marcado ori-gen antrópico, como son las estructuras de combustión y todos aquellos testimonios a éstas asociadas. En último término tales aspectos, conjuntamente, constituyen la expresión más evidente de la dinámica de funcionamiento acaecida en este lugar. Núm. 49 (2003) 187 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 25 De igual forma, las características intrínsecas del depósito y las condiciones de preservación que confluyen en su conserva-ción han permitido documentar algunos de los cambios que afectan a este asentamiento en el uso del espacio a lo largo del tiempo. Así, con la modificación que supone el desplome de la visera del solapón que se encontraba unido al abrigo en estudio, las condiciones de habitabilidad se transforman sustancialmente. Con posterioridad a este fenómeno se constata un uso fune-rario en el recinto que se origina con el desprendimiento de la roca, procediéndose a la inhumación de tres individuos, un adul-to y dos infantiles. Sin embargo, en el proceso de excavación no fue posible precisar si tras el reajuste que supone la caída del bloque, el interior de la cavidad (Chimirique-2) continua funcionando como lugar de hábitat, puesto que la reutilización de ésta en época histórica como lugar para guardar los animales, implica el desalojo de buena parte del relleno sedimentario y con él los materiales que éste contenía, con el fin de despejar el suelo hasta dejarlo en la roca madre. En el proceso de acondiciona-miento que se describe, solamente se mantiene in situ el paque-te de tierra, localizado en la boca de la cueva (Cuadrículas B-6 y C-6), puesto que en esta zona la topografía original del sustrato base presenta una pendiente muy pronunciada hacia el exterior, con lo que su eliminación crearía un desnivel de la superficie poco apropiado para el aprovechamiento al que se va dedicar la cavidad. No obstante, la superficie del relleno arqueológico conserva-do en este espacio se encontraba alterada, tanto por los men-cionados actos de acondicionamiento y presencia de animales, como por la acción de clandestinos que recientemente habían afectado de forma notable esta zona. Afortunadamente aún se conservaba una importante muestra del contenido arqueológico lo que ha permitido conocer con precisión la evolución sincró-nica y diacrónica en la secuencia de Chimirique-2. Las unidades sedimentarias de Chimirique-2a están muy diversificadas en cuanto a su caracterización debido a las las variables que participan en su formación. En concreto, la se- 188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 26 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. cuencia estratigráfica esta definida por el establecimiento de 5 niveles, de los que tan sólo los tres primeros poseen interés ar-queológico en sentido estricto, otro se relaciona con la esta-bulación de animales y, por último, el nivel restante constituye un paquete alterado, en posición secundaria, si bien contiene abundante material arqueológico. Todos los niveles se subdividen, a su vez, en diferentes uni-dades sedimentarias en función de las variaciones estructurales, tanto en el desarrollo horizontal como vertical, que les afecten. La secuencia, de más antiguo a más reciente, es la siguiente: Estrato IV Constituye la base de la secuencia, apoyándose directamente sobre la roca madre. Su presencia se ha documentado tanto en el interior del abrigo (Chimirique-2) como en la zona del solapón que quedó colapsada por la caída de un enorme bloque (Chi-mirique- 2b). El nivel manifiesta un origen exclusivamente antrópico y se vincula con la ocupación de este enclave como lugar de habitación. Corresponde a una estructura de prepara-ción y acondicionamiento de la superficie natural del suelo para regularizarlo cuando las características formales del complejo aún no se habían modificado, incluyendo diversos espacios cu-biertos de distinto tipo según se tratase del solapón o del abrigo. En este caso los elementos que integran el nivel no se refie-ren exclusivamente a formaciones sedimentarias sino que tam-bién incluye unidades constructivas. De tal forma que en el desarrollo horizontal del mismo se aprecian sustanciales diferen-cian según se trate de uno u otro tipo. En relación con este aspecto se definió una unidad estra-tigráfica de carácter constructivo que se denominó IVa que co-rrespondería al solapón (actualmente Chimirique-2b) sin que se haya reconocido en el interior del abrigo (Chimirique-2). El mencionado acondicionamiento se realizó mediante la coloca-ción de grandes piedras de proporciones y morfología bastante regulares, logrando con ello una plataforma relativamente ho-rizontal. Núm. 49 (2003) 189 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 27 Por otra parte, en el interior del abrigo, en la franja que se conservaba intacta, se documentó una preparación inicial del suelo original mediante la extensión de una especie de «torta» de tierra apelmazada, en la que se distribuían varias cubetas de reducidas dimensiones. Esta unidad estratigráfica, aunque no fue excavada en su totalidad, no contenía evidencias materia-les, salvo en el interior de los agujeros que la cortaban que se encontraban rellenos por sedimentos correspondientes al nivel III entre los que se disponían algunos materiales arqueológicos, en concreto fragmentos de cerámica y útiles líticos. En sentido estricto esta unidad arqueológica no puede con-siderarse un nivel de ocupación, puesto que se trata de una pre-paración previa, ligada a los primeros momentos de uso del yacimiento y, por lo tanto, vinculada a la formación del nivel III, y en concreto a la base del nivel III que en esencia representa el inicio del hábitat en este enclave. El contacto con el nivel superior es neto. Hay que señalar que por el momento, este tipo de acon-dicionamientos en cuevas naturales no se había documentado para la Prehistoria de Gran Canaria, constituyendo el yaci-miento de Chimirique-2 el primer caso conocido en la isla. Sin embargo, en Tenerife se ha registrado un fenómeno semejan-te en una cueva de habitación que mostraba el acondiciona-miento de su superficie mediante el establecimiento de un sue-lo preparado a base de tierra y cenizas compactadas (B. Gal-ván et al., 1996). Estrato III Como el nivel IV se localiza tanto en el interior del abrigo como en el espacio definido por el solapón y que en la actuali-dad corresponde a Chimirique-2b. Se trata de un nivel relativamente complejo, integrado por diversas unidades sedimentarias en función de las variaciones tanto verticales como horizontales que manifiesta. Éste ha de relacionarse con la función habitacional que se produce en este 190 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 28 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. emplazamiento antes de su transformación y la consiguiente reducción del espacio útil protegido. Evidentemente su formación tiene un carácter exclusivamen-te antrópico, destacando como elementos que más participan en este proceso las actividades de combustión, distinguiéndose los hogares como los principales generadores de sedimentos. Por que se refiere a Chimirique-2, ya se ha mencionado que sólo se conserva en una zona próxima a la boca del abrigo. Mos-trando intensamente alterada su superficie por el efecto que implica la presencia de hombres y animales en época reciente. Tal afección se evidenciaba a partir, fundamentalmente, de ma-terial revuelto y el desmantelamiento de parte de las estructu-ras de combustión. No obstante, por debajo de esta capa alterada se preservaba parcialmente un suelo de ocupación, definido por la presencia de dos focos de combustión, emplazados en la línea que define la visera del abrigo y separados por una cubeta de cierta enti-dad, colmatada por las cenizas desalojadas de los hogares y un importante volumen de materiales arqueológicos. Los fuegos responden a la tipología de hogares simples planos, habiéndose documentado con gran profusión tanto en Chimirique-1 como en Chimirique-2. El resto del paquete se identificó como un suelo formado por sedimentos compactos termoalterados, Por lo que se refiere a los trabajos de excavación sólo afec-taron en parte a este nivel. Su documentación se llevó a efecto en las cuadrículas B-6 y C-6, así como en un área muy reduci-da de B-5 en contacto con B-6 y en el lateral inferior derecho de C-5. De tal forma que en B-6 se localizó el foco I, en C-6 el foco II y en C-5 el suelo rubefactado, emplazándose la cubeta con las cenizas entre B-6 y C-6. Si bien una vez registrada su existencia y las características formales de cada una de estas unidades, tan sólo se procedió a la excavación de los sedimen-tos alterados y del paquete de cenizas. Tal estrategia posibilita-ba conocer la secuencia estratigráfica completamente y, a la vez, mantener unos elementos que merecían ser conservados, al igual que sucediera con el nivel IV. El material arqueológico resultó relativamente abundante, destacando el volumen de piezas líticas recuperadas. También se Núm. 49 (2003) 191 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 29 recogieron algunos fragmentos de cerámica y restos fáunicos fundamentalmente de ovicápridos, además de un importante volumen de restos antracológicos. Las particulares condiciones que afectan a Chimirique-2b propician un grado de conservación más favorable para este sector de la estratigrafía. Sin embargo, no debe entenderse que se trata de niveles diferenciados, al contrario forman un mismo paquete relacionado con la función habitacional del conjunto. Como en el sector anterior las estructuras de combustión y las diversas manifestaciones a ellas asociadas adquieren un notable protagonismo en la formación del nivel. En este sentido se localizaron dos estructuras de combustión, correspondientes a hogares simples planos, con sus correspon-dientes áreas circundantes de evacuación de cenizas, a partir de las que se extendía un suelo compacto termoalterado. A su vez, rodeando este suelo se disponía un sedimento muy fino y suelto en el que se encontraba un significativo volumen de materiales arqueológicos, que definía el perímetro cubierto por el solapón, todo ello enmarcado por un muro de piedra seca coincidiendo con la línea que marcaba la visera. En cuanto a la distribución espacial de los materiales, en tér-minos generales, hay que destacar el carácter selectivo de los de-pósitos, concentrando principalmente las evidencias cerámicas en el lateral derecho, adyacente a lo que constituiría la pared del fondo del solapón (Cuadrículas D-7 y D-8), los repertorios líticos próximos al exterior cerca de la boca y junto al acceso del abrigo (Cuadrícula B-7 y la zona colindante de C-7) y los restos de fauna entre ambos (cuadrícula C-9 y franja colindan-te de C-8). Mientras que las evidencias antracológicas se con-centran en torno a los focos de combustión. Esta unidad estratigráfica conjuntamente con la documen-tada en Chimirique-2 se designó Nivel IIIa, puesto que la exis-tencia de un cuarto foco de combustión en Chimirique-2b, cronológicamente más antiguo que los anteriores, determinó el establecimiento de un Nivel IIIb. Éste corresponde a una estructura de combustión de cierta entidad, que a diferencia de los restantes hogares documenta-dos presenta una mayor complejidad, respondiendo a la clasifi- 192 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 30 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. cación de hogares en cubetas con acondicionamiento. Está lo-calizado en la cuadrícula D-8, se adosa a la pared del fondo del solapón para apoyarse, delimitando la cubeta con una estructu-ra de piedra de doble hilada, de tendencia semicircular, aprove-chando asimismo la estructura de grandes piedras dedicada a regularizar la superficie, lo que hace que quede encajado en el nivel IVa. El contacto con el nivel II es neto. Estrato II Hace referencia exclusivamente a Chimirique-2b y está rela-cionado con las actividades funerarias que se desarrollan en este espacio. En la secuencia se ha distinguido la unidad sedimentaria IIa, correspondiente a la cubrición de piedras que se efectúa en re-lación con los cuerpos inhumados que, a su vez, se puede sub-dividir en diferentes estructuras, según afecten a un individuo u otro, y la unidad sedimentaria IIb que se asocia a la propia deposición de los cadáveres. El uso sepulcral está en estrecha relación con la transforma-ción morfológica y el reajuste espacial que se produce con el desprendimiento de la visera del solapón al que se encontraba unido Chimirique-2. Esta situación puede observarse en la relación estratigráfica que se establece entre el depósito funerario y los niveles de ha-bitación precedentes, localizándose aquel directamente sobre el nivel III. Asimismo, el muro que separa el abrigo del espacio funera-rio se asienta sobre el nivel III, aunque en determinadas zonas lo rompe junto al nivel IVa para apoyarse en la roca madre. Estrato I Se trata de un paquete localizado exclusivamente en Chi-mirique- 2, pero que incluso dentro del abrigo tan sólo afecta a Núm. 49 (2003) 193 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 31 una parte de su superficie, quedando ausente de la franja in-mediata a la boca de la cueva En términos generales se dispone en el interior, en aquella zona en que el suelo es prácticamente horizontal. Apoyado di-rectamente sobre la roca madre, se caracteriza por una tonali-dad amarillenta y una relativa compacidad. Este nivel se docu-mentó en la mitad inferior de las cuadrículas B-4, C-4 y, aproximadamente, en la mitad superior de B-5 y C-5. Presenta una potencia regular de unos 8 cms de espesor. El paquete no posee interés arqueológico y está relacionado con la descomposición de la materia orgánica, fundamentalmen-te excrementos, generados por los animales estabulados en este recinto, no habiéndose documentado ningún material arqueo-lógico en el proceso de excavación. No obstante, aunque su for-mación manifiesta un origen muy reciente en el tiempo, resulta interesante para determinar algunos de los fenómenos post-deposicionales que han afectado al depósito prehispánico. Como se ha referido anteriormente, el uso como redil impli-ca la alteración y evacuación de parte de los estratos pre-hispá-nicos, y sólo se conservan parcialmente aquellos (Niveles III y VI) que sirven para regularizar la superficie del abrigo, al es-tar rellenando la depresión que se forma en las proximidades de la boca de la cueva. Estrato superficial Corresponde a la superficie del suelo tal y como se encon-traba antes de iniciar la excavación. Se considera el techo de la secuencia, localizándose exclusivamente en el interior del abri-go (Chimirique-2). La documentación de este nivel se llevó a cabo en las cuadrículas B-6, B-5, C-6, C-5 y mitad inferior de B-4 y C-4 En términos generales, se caracteriza por un sedimen-to pulverulento de tonalidad gris, matriz limo-arenosa, de gra-no muy fino y extremadamente suelto. En la parte superior mostraba una ligera capa de pequeños clastos producto de la desagregación de la roca del techo y paredes de la cavidad. Asi-mismo, entre el sedimento se distribuían numerosas piedras de 194 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 32 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. medianas dimensiones, que han de relacionarse con el desplo-me de parte de los muros que delimitan el acceso. Concentra-das mayormente en torno al muro lateral derecho, se disponían, al igual que el resto de las evidencias arqueológicas, siguiendo la pendiente natural del suelo. El paquete presenta un desarro-llo vertical variable, oscilando entre los 8-10 cms de potencia mínima hasta unos 20 cms aproximadamente de espesor máxi-mo. La zona de mayor desarrollo coincide con la de pendiente más acusada, quedando el desnivel relleno por estos sedimen-tos23. Esta situación afecta a las cuadrículas B-6 y C-6 así como a la mitad inferior de B-5 y C-5. Por lo que se refiere al material arqueológico éste es bastante escaso, a excepción de las industrias líticas que manifestaron una frecuencia considerable, destacándose con diferencia las indus-trias sobre rocas fenocristalinas de grano grueso, si bien también se recuperaron algunas evidencias en obsidiana y sílex, siempre de reducidas dimensiones mientras que las piezas en rocas fenocristalinas mostraban un formato mucho mayor. Además del conjunto lítico se documentó un limitado repertorio de pequeños fragmentos cerámicos de escasa entidad. En relación con los registros fáunicos el volumen de evidencias resulta francamente bajo, alejándose de lo que suele ser la tónica habitual en los ya-cimientos de habitación prehispánicos. Ésta se restringe a unos pocos fragmentos óseos, fundamentalmente de ovicaprinos, in-tensamente fracturados. Dentro de los restos fáunicos es necesa-rio distinguir entre las evidencias aportadas intencionalmente por el hombre en relación con su alimentación y aquellas que tienen un origen natural, vinculadas a los episodios de abandono an-trópico que registra la cavidad. Este grupo esta integrado por las evidencias esqueléticas de pequeños roedores y lagartos, siendo su representación en este nivel extraordinariamente alta, mani-festando una dinámica diametralmente opuesta con respecto a la frecuencia de las restantes especies animales. 23 En función del mayor desarrollo que presentaba el nivel superficial en esta zona se decidió excavarlo a partir de sucesivos levantamientos (le-vantamientos 2 y 3), determinados por el volumen y disposición del mate-rial, manteniendo siempre la topografía natural que describía la deposición de los mismos. Núm. 49 (2003) 195 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 33 Este particular comportamiento de los materiales arqueoló-gicos, en los que prácticamente sólo se documentan evidencias líticas y antracológicas se explica en parte por las condiciones que dan lugar a la formación del nivel. Éste corresponde a la alteración que experimentan los estratos arqueológicos al pro-ducirse el acondicionamiento del sitio para acoger a los anima-les. Ya se ha comentado que en este proceso se produce el des-alojo de una parte importante de los sedimentos y de los materiales arqueológicos en ellos contenidos, mientras que el paquete que se conserva en el interior se ve afectado por el pi-soteo de hombres y animales, dando lugar al desplazamiento de tierras y objetos de su posición original. Por tanto, y aunque este nivel no se encuentra in situ, forma parte del relleno arqueoló-gico de la cueva. Por otra parte, al tratarse de un nivel que se forma en unas condiciones particulares de presencia y actividad humana, en un período cronológico posterior a la ocupación prehispánica, incluye otros elementos no relacionados con la presencia aborigen. Dicha aseveración no se refiere tanto a evi-dencias materiales de asignación histórica, sino a la intensidad con la que participan los agentes naturales en la formación de este paquete. En este sentido, el nivel de incidencia parece ser bastante elevado, reduciéndose la aportación antrópica. De ahí que el origen de este nivel se deba tanto a la contribución de sedimentos arqueológicos como naturales, asociados al uso del abrigo como redil. En cualquier caso, tal argumentación no resuelve satisfac-toriamente el por qué de un registro ergológico con unas carac-terísticas tan particulares, en el que resultan extraordinaria-mente abundantes los repertorios líticos y prácticamente están ausentes otros registros habituales en los yacimientos de habi-tación. El contacto con el nivel inferior es neto. 3.3. El depósito funerario de Chimirique-2b La documentación bioarqueológica de los depósitos sepul-crales constatados en el Risco Chimirique, constituía uno de los 196 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 34 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. objetivos básicos del proyecto. En dicha pretensión se aunaban, como en el resto de la intervención programada, los intereses patrimoniales con aquellos estrictamente científicos. A tal efec-to trataba de recuperarse toda la información que aún pudiera quedar en este entorno con relación a los diferentes usos que pudo dársele durante su ocupación prehispánica. Un hecho éste que cobra una especial relevancia si tenemos en cuenta que, al menos el depósito sepulcral al que aquí hacemos referencia, había sido parcialmente alterado en época reciente. A ello ha de sumarse que los espacios mortuorios sitos en esta zona de la isla eran prácticamente inéditos para la investigación arqueológica reciente, con lo que resultaba fundamental documentar sus posibles particularidades. 3.3.1. Estudio bioantropológico La valoración y desarrollo de estimaciones bioantropológicas básicas resulta un hecho cada vez más extendido en las inter-venciones arqueológicas de la naturaleza de la aquí recogida. Se trata de asegurar con ello una inicial aportación de esta línea de estudio que colabore en la propia interpretación del depósito sepulcral sometido a examen. Por otro lado, garantiza la obten-ción, in situ, de medidas y valoraciones morfológicas que, por circunstancias diversas, pueda ser imposible volver a realizar en los estudios de laboratorio (ya sea por él mal estado de conser-vación de las evidencias esqueléticas, etc.). El primer aspecto a considerar con relación al depósito sepulcral de Chimirique-2 es la determinación del número mí-nimo de individuos incluidos en este recinto. Tal parámetro con-tribuirá de forma determinante al conocimiento de su significa-ción cultural, en tanto que esta variable constituiría un reflejo evidente del uso sepulcral conferido a este lugar. El N.M.I. localizado en el depósito de Chimirique 2B as-ciende a un total de tres, correspondientes, como expondremos luego, a un individuo adulto y dos sujetos infantiles. Este resul-tado, unido al hecho de que fue posible observar una secuen-ciación temporal relativa de los depósitos sepulcrales, lleva a Núm. 49 (2003) 197 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 35 estimar que este espacio mortuorio, habilitado tras la finaliza-ción del uso doméstico de este enclave, fue usado a lo largo de un período prolongado en el tiempo. Las pruebas arqueológicas confirman este extremo, descartando, por otro lado, que el de-pósito sepulcral de Chimirique 2 fuera el producto de la inhu-mación de los individuos descritos en un único momento, o, lo que es lo mismo, que pudiera clasificarse dentro de la categoría de sepultura múltiple. Al contrario, estos resultados ponen de manifiesto el carác-ter colectivo de este depósito sepulcral, siguiendo así la tónica descrita para la mayor parte de los enclaves sepulcrales en cue-va en Gran Canaria. Como ya se ha señalado por parte de varios autores, en bue-na parte de las ocasiones los espacios sepulcrales en Gran Ca-naria, van a estar destinados y habilitados para la recepción su-cesiva de restos humanos a lo largo del tiempo, un extremo éste que también pudo ser documentado en el caso concreto de Chimirique-2. Este va a ser uno de los aspectos fundamentales que van a definir la configuración y funcionamiento de las pro-pias necrópolis, razón por la que resulta lógico que el emplaza-miento de las mismas se lleve a cabo con perspectivas de conti-nuidad y con una vinculación estrecha a las propias zonas de poblado. De este modo, los espacios sepulcrales normalmente se van a encontrar estrechamente asociados a los espacios dedicados al hábitat, bien localizándose en zonas anexas o bien en sus cer-canías, pero siempre dentro de lo que podría denominarse «el espacio socializado» por el grupo que rinde homenaje a sus di-funtos. Desde el punto de vista espacial es constatable la inten-ción de garantizar la continuidad y la estabilidad tanto de las áreas de habitación como de aquellas destinadas a dar sepultu-ra a los muertos del grupo. En el caso de Chimirique, todos estos aspectos quedan perfec-tamente constatados. La imposibilidad de continuar usando el enclave de Chimirique-2 como lugar de habitación llevó a que los grupos que frecuentaban este entorno habilitaran este lugar para la recepción sucesiva de inhumaciones, sin perder los estre-chos vínculos que unirían a vivos y muertos en un mismo lugar. 198 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 36 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. Las particularidades de los sujetos objeto de la práctica fú-nebre permiten abundar en algunas de las cuestiones plantea-das hasta el momento. Individuo número 1 Los restos identificados como individuo 1 corresponden a un sujeto adulto. La ausencia de aquellas regiones anatómicas que nos permitirían determinar con total precisión las variables de edad y sexo (fundamentalmente cráneo y pelvis) hace que deba recurrirse a otros medios que, si bien no ofrecen un porcentaje de acierto tan elevado, sí que garantizan unos índices de error permisivos (Ubelaker, 1979). La observación de los caracteres morfológicos del esqueleto postcraneal del individuo número 1 permiten estimar que correspondería, a todas luces, a un sujeto de sexo femenino. Estas apreciaciones, consideradas a partir del elevado grado de dimorfismo sexual de la población prehispánica de Gran Canaria, se basan fundamentalmente en la longitud y, especialmente, en la robustez y desarrollo de las inserciones musculares observadas en la extremidad superior, la extremidad inferior y en el raquis vertebral de este individuo en cuestión, siguiendo los parámetros descritos por varios autores (W. Bass, 1987; W. Krogman y M. Y. Iscan, 1986). La determinación de la edad presentaba unos problemas si-milares a los descritos para el sexo, toda vez que aquellos entes anatómicos más significativos en este sentido no pudieron constatarse en el depósito sepulcral de Chimirique-2 o presenta-ban un grado de fragmentación tal que quedaban inhabilitados para este propósito. Para la determinación de la edad de la muerte del individuo número 1 hubo de recurrirse a la valora-ción del grado de fusión de las epífisis de algunos de los huesos largos en los que fuera observable esta región anatómica. De este modo, a partir de la estimación del grado de fusión que presentaban el extremo esternal de la clavícula derecha de este sujeto y la epífisis proximal del fémur derecho, pudo valo-rarse que el individuo número 1 debió fallecer con una edad que oscilaría entre 20 y 25 años. No obstante y a fin de minimizar Núm. 49 (2003) 199 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 37 los errores provocados por el método de determinación de este parámetro es preferible hacer referencia a que correspondería a un individuo adulto-joven. Los individuos denominados 2 y 3 corresponden a sujetos fallecidos en edad infantil, razón por la cual es necesario pasar a considerar algunos aspectos metodológicos. Como indican A. M. Tillier y H. Duday (1992), los hallazgos de enterramientos infantiles han constituido hasta hace pocos años un fenómeno muy poco frecuente, y en un número tal que difícilmente po-dían llegar a dar idea de los índices de mortandad infantil en la sociedad objeto de estudio. En la mayor parte de las ocasiones los vestigios de individuos infantiles, como es el caso, se asocia-ban a individuos adultos, siendo mucho más anecdóticos los descubrimientos de sujetos de corta edad en contextos especial-mente habilitados para ellos. Individuo número 2 Atendiendo al grado de erupción de las piezas dentarias deciduas y permanentes, así como al momento de desarrollo de los incisivos central (I1) y lateral del lado derecho (I2) (Ubelaker, 1978; W. Krogman y M. Y. Iscan, 1986; M. Y. Iscan, 1989) pudo valorarse que este sujeto debió fallecer entre los 6 y los 7 años. Estos resultados fueron contrastados con la valoración de otras regiones anatómicas (caso del fémur derecho de este sujeto que, mostraba aún sin epifisar su extremidad superior (cabeza del fémur). Individuo número 3 Aunque tan sólo se conservaba el lateral derecho de su man-díbula, pudo evaluarse, siguiendo un método análogo al antes descrito, que este sujeto debió fallecer entre los cuatro y los cin-co años de vida (Ubelaker, 1978; W. Krogman y M. Y. Iscan, 1986; M.Y. Iscan, 1989). El diagnóstico del sexo a partir de las evidencias esqueléticas constituye un obstáculo no resuelto para los sujetos inmaduros, 200 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 38 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. siendo éste un problema mayor cuanto más cercana está la edad de muerte al nacimiento. Algunos autores han propuesto utilizar, como para los adultos, los caracteres métricos y mor-fológicos del coxal y, particularmente, del ilión. Sin embargo, es realmente difícil poder situar con precisión los puntos osteo-métricos de referencia, adversidad ésta a la que debemos añadir la constatada variabilidad interpoblacional en este sentido. No obstante, dadas las especificidades del material aquí conside-rado hemos considerado oportuno la estimación de algunas cuestiones en relación al individuo número dos. Dada la edad estimada para este individuo, los elementos del esqueleto postcraneal conservados presentaban un grado de robustez im-portante, lo cual podría llevarnos a aventurar que corresponde-ría a un individuo de sexo masculino. No obstante, y como ya señalábamos, este tipo de apreciaciones no permite obtener un índice de fiabilidad tal que permita indicar esta posibilidad como la más certera. Independientemente del sexo de los individuos constatados en Chimirique 2, lo que sí resulta del todo sintomático es la pre-sencia de dos individuos infantiles en este contexto. Un hecho llamativo si tenemos en cuenta la escasa significación de suje-tos en este intervalo de edad, o más jóvenes, en buena parte de los yacimientos sepulcrales conocidos en Gran Canaria. Es más que probable que la aplicación de una metodología específica al estudio de los depósitos funerarios y el estudio de los materia-les, más allá de pretensiones morfométricas, lleve a la progresi-va documentación de individuos infantiles en las necrópolis de los canarios, incrementándose así nuestro conocimiento sobre aspectos paleobiológicos que aún permanecen como incógnitas: estructura paleodemográfica de estas poblaciones, esperanza de vida, índices de mortandad infantil, etc. 3.3.2. Acondicionamiento del espacio funerario Buena parte de las cuevas destinadas a fines funerarios se-rán objeto de un acondicionamiento previo a la recepción de los cadáveres. En algunos casos se procederá a la regularización del Núm. 49 (2003) 201 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 39 suelo original de la cavidad, especialmente en aquellos casos en los que se prevé la colocación de más de un individuo. Sin em-bargo, el elemento más característico es la denominada yacija, esto es, la ubicación bajo los restos humanos de un elemento cobertor que aísle al difunto del soporte natural de la cueva. Esta práctica se constata de forma generalizada en numerosos depósitos funerarios de Gran Canaria como en otras islas del Archipiélago, apareciendo incluso documentado por las fuentes escritas. El enclave sepulcral de Chimirique 2 no constituye una excepción en este sentido. Los trabajos arqueológicos desarrolla-dos en este lugar pusieron de manifiesto la existencia de un acondicionamiento previo a la deposición de los cadáveres. La disposición de los restos humanos sobre el denominado Nivel III, correspondiente éste a un suelo de ocupación previo hace pen-sar en una inicial limpieza de esta superficie. No obstante tal operación no supuso una sustancial alteración de su morfolo-gía ni de su composición (del nivel III), sino quizá tan sólo el desplazamiento superficial de los repertorios materiales ubicados en este lugar. Dentro del acondicionamiento específico para la recepción de los cadáveres, pudo documentarse en relación directa con el in-dividuo número tres, la disposición de una yacija elaborada a partir, fundamentalmente, de pinocha (folículos de Pinus cana-riensis), a la que se añadían otros elementos como ramas de pequeño porte, fragmentos de corteza de pino, etc. Esta prepa-ración debió de afectar, a la luz de las evidencias constatadas, a toda la superficie de deposición de este sujeto, si bien fue loca-lizada principalmente en la zona correspondiente al tracto su-perior del esqueleto. Con relación a este aspecto ha de señalarse igualmente que, tanto el individuo número uno como el tres, fueron envueltos en tejidos vegetales elaborados a partir de juncáceas, algunos de cuyos fragmentos pudieron recuperarse en el transcurso de la investigación arqueológica. Todas las pruebas parecen apuntar a que estos tejidos cubrirían plenamente al cadáver, constituyen-do auténticos «fardos funerarios». Las evidencias textiles se documentan preferentemente en las zonas periféricas y sobre los cuerpos, posiblemente a consecuen- 202 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 40 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. cia de la interacción de varias cuestiones. En primer lugar en las zonas con mayor contacto con el cuerpo (superficie dorsal del sujeto 1 y lateral izquierdo del 2) los procesos de esquele-tización debieron motivar que los tejidos vegetales sufrieran un proceso de descomposición más acelerado, razón por la cual tan sólo pudieron evidenciarse parcialmente y en espacios muy lo-calizados y siempre, en un estado de deterioro muy significati-vo. En segundo lugar es probable que los agentes postde-posicionales, tales como la humedad, la acción de roedores, etc. hayan propiciado que las circunstancias antes descritas se incrementen, precisamente en aquellos emplazamientos en los que aumentaba la superficie de contacto con el sedimento. No puede descartarse, en el mismo sentido, que las acciones de re-buscas o remociones de materiales por las gentes que han fre-cuentado este entorno en períodos recientes, hayan conllevado también consecuencias negativas a la conservación y represen-tación de las envolturas que originariamente sirvieron de «su-dario » a los cadáveres. Dentro de las prácticas de preparación asociadas a la depo-sición de cadáveres ha de llamarse la atención sobre un com-portamiento no documentado hasta el momento en las cuevas funerarias de Gran Canaria. Efectivamente, una vez colocados los cadáveres, éstos fueron cubiertos completamente por piedras, abarcando todo el espacio funerario. Esta circunstancia es es-pecialmente evidente con relación al individuo número 2, caso en el que los clastos dispuestos sobre el cadáver han supuesto un condicionante directo de los movimientos de los componen-tes esqueléticos derivados del proceso de descomposición. Como puede observarse en el repertorio gráfico que acompaña esta memoria, las piedras han supuesto en este sentido fenómenos de comprensión parcial de los elementos costales, así como han promovido un «efecto barrera» (H. Duday, 1992) en los despla-zamientos de equilibrio gravitacional de vértebras, costillas y brazo derecho. El individuo número 1 fue también cubierto por piedras de tamaño medio, las cuales constituían buena parte de lo que se denominó Nivel Superficial de Chimirique 2B. Mientras que en el caso del sujeto dos estas piedras definían una estructura que Núm. 49 (2003) 203 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 41 cubriría tan sólo su volumen corporal, en este caso concreto esta capa superaba netamente esta zona, extendiéndose sensiblemen-te hacia ambos laterales del cadáver. No obstante en este caso, la selección de materiales y su disposición sobre el cuerpo es notoriamente menos cuidada que en el caso del individuo dos. Los individuos números 1 y 2 se encontraban siguiendo una orientación NW-SE con la cabeza dirigida hacia el NW. El suje-to adulto presentaba una posición de decúbito supino extendi-do, guardando una aparente simetría entre ambos flancos del cuerpo. A juzgar por la situación de los huesos de la extremi-dad superior, así como si atendemos a la localización de carpos y metacarpos debió tener ambos brazos cruzados sobre el pecho o sobre la región abdominal. A diferencia de lo expresado pre-viamente, el individuo número 2 se encontraba, con similar orientación, en posición de decúbito lateral izquierdo. La orien-tación del ilion, a pesar de no conservarse en su posición origi-naria la extremidad inferior, lleva a suponer que las piernas pre-sentarían esta misma posición de decúbito lateral izquierdo, si bien con una ligera flexión a la altura de las rodillas y de la articulación fémur-ilíaca. Del mismo modo, el brazo derecho, el único documentado, se encontraba en una posición de hiperflexión a la altura de la articulación húmero-cubital, con la disposición paralela al eje axial del cuerpo del húmero, cúbito y radio. En muchos casos parece que quizá sea más preciso signifi-car una adaptación de la disposición de los restos humanos al espacio habilitado para tal fin. Por esta razón resulta permisi-ble concebir que la posición y la orientación del cadáver (en las sepulturas primarias) no debe constituir un elemento tan fun-damental en el rito funerario como para supeditarlo al soporte físico que lo acoge y a la propia ordenación del enclave mor-tuorio. En cualquier caso es extremadamente difícil plantear generalizaciones con relación a cualquier aspecto relacionado con el ritual, sus manifestaciones, y más aún su significado, especialmente en un caso como el de Chimirique-2B, dado el desconocimiento de otros enclaves funerarios en este entorno. Lo que no deja de resultar sugerente es la existencia de evi-dentes diferencias entre el individuo adulto y el infantil en cuan- 204 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 42 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. to a la disposición del cadáver y, como señalaremos luego, en el tratamiento recibido a lo largo de todo el proceso que lleva im-plícito el ritual funerario. Los trabajos de excavación arqueológica llevados a cabo en este depósito funerario permitieron además la ordenación tem-poral relativa de la introducción de los cadáveres en este recin-to. Ello se ve facilitado por el hecho de que, en ambos casos, puede hablarse de depósitos de carácter primario, esto es, inhumaciones en las que la totalidad del proceso de descompo-sición y esqueletización ha tenido lugar in situ. De este modo puede estimarse que el individuo número 2 fue incluido en este recinto en primer lugar, habilitándose para ello, y como ya señalamos una superficie de deposición, para luego ser cubierto por una estructura de piedras con una morfología de tendencia circular o elíptica. Con posterioridad este depósito funerario va a ser parcialmente modificado para la ubicación allí del individuo número uno, de tal suerte que se altera un sector de la estructura de piedras (su extremo E), así como par-te de la extremidad inferior del individuo dos. La deposición del número uno se finaliza con la cubrición casi completa de la totalidad del espacio sepulcral por un nuevo amontonamiento de piedras que, en este caso, no parece conformar una estruc-tura definida. 4. LOS PROCESOS ECONÓMICOS EN RISCO CHIMIRIQUE Las excavaciones arqueológicas llevados a cabo en los yaci-mientos de Chimirique han permitido recuperar, entre otros ma-teriales, un destacado conjunto de restos fáunicos, cuyo estudio se revela muy significativo para el conocimiento de los modos de vida de los antiguos canarios. En este sentido, y aunque el volumen de restos no resulte excesivamente alto, la propia composición del registro consti-tuye una testimonio suficientemente representativo y diversi-ficado que favorece el acercamiento a las estrategias de subsis-tencia en relación con el aprovechamiento de los animales, su significación económica, así como los comportamientos cultura- Núm. 49 (2003) 205 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 43 les que se establecen en torno al procesado y consumo de los mismos. De tal manera, que no sólo es importante la cantidad total de restos recuperados, sino que las propias características del re-gistro permiten ahondar en el conocimiento de las actividades económicas arbitradas por el grupo humano que ocupaba Chimirique. Su estudio posibilita una aproximación a la organi-zación y papel desempeñado por las actividades de producción y concretamente dentro de éstas a las prácticas ganaderas y aquellas otras relacionadas con la depredación animal, vincula-das principalmente a la pesca y el marisqueo, pero en la que también están presentes ciertas prácticas cinegéticas referidas a la captura ocasional de determinadas especies silvestres de pe-queña talla como aves o reptiles, estas últimas con una repre-sentación infinitamente menos destacada en el aprovechamien-to alimenticio de los animales que las vinculadas a la explotación de cabras, ovejas y cerdos. En general, hasta fechas muy recientes, los estudios sobre economía prehistórica de Gran Canaria han constituido una lí-nea de investigación olvidada, limitándose los pocos intentos que se han producido en este campo a una mera transcripción de los datos que aportan las fuentes etnohistóricas. Esta situación ha contribuido a perfilar un panorama excesivamente simple y homogéneo de la realidad cotidiana de estas poblaciones indí-genas de las que no se perciben los mecanismos de relaciones internas entre actividades económicas de cualquier índole y sus correspondientes puntos de inserción en la organización socio-política, ideológica, etc. A tal efecto, no basta con documentar a nivel arqueológico en los yacimientos de habitación una ingente cantidad de res-tos de fauna de los que sólo se efectúe un recuento más o me-nos aproximado y en el mejor de los casos una identificación específica de los animales, sin que de ello se derive interpreta-ción alguna de la significación de dichas evidencias. Es preciso realizar estudios especializados en este caso en materia de zooarqueología cuyos resultados permitan un acercamiento di-recto a los mecanismos de explotación animal en el sistema eco-nómico prehistórico de Gran Canaria. 206 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 44 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. Desde los trabajos de Zeuner, a finales de los años 50, los estudios de zooarqueología como disciplina científica realizados para Gran Canaria se limitan a un trabajo de investigación que se presenta como Tesis Doctoral en el que se analizan los regis-tros ictiofáunicos de diversos yacimientos de habitación proce-dentes de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, profundizando en el papel desempeñado por la pesca y los recursos obtenidos a partir de esta actividad en la economía aborigen de estas tres culturas insulares (C.G. Rodríguez, 1994, 1997). Por lo que se refiere a la zooarqueología de vertebrados terrestres no existe ningún trabajo que se ocupe de los registros de fauna mas-tológica recuperados en los yacimientos prehistóricos de la isla, a pesar de la enorme importancia que la actividad pastoralista y, por tanto, la explotación económica de los rebaños, posee entre estas comunidades, lo mismo acontece en relación con la zooarqueología de los moluscos marinos. Por esta razón es preciso destacar la necesidad de que estos trabajos se lleven a efecto como una vía más de estudio en la reconstrucción de los modos de vida de las sociedades prehistóri-cas de Canarias, sobre todo por que de manera habitual en las excavaciones que no forman parte de un Proyecto de Investiga-ción amplio no se suele contemplar el estudio de los materiales ar-queológicos por los correspondientes especialistas en cada campo, quedando sesgada una parte muy importante de la información. Sin embargo, es evidente que las conclusiones derivadas de los estudios zooarqueológicos carecen de todo sentido si no se relacionan con los demás elementos estructurales que confor-man el yacimiento. Como manifestaciones producidas por el mismo grupo humano han de ser integradas en el proceso de estudio para alcanzar la visión globalizadora que ha de guiar cualquier aproximación a los modos de vida de las poblaciones aborígenes de las islas. 4.1. Composición del registro fáunico Dentro de la fauna vertebrada terrestre se han considerado para su estudio los restos correspondientes a especies domésti- Núm. 49 (2003) 207 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 45 cas: cabras, ovejas y cerdos, las aves y los evidencias óseas de Gallotia symonii sthelini, de grandes dimensiones, aunque tam-bién se han tenido en cuenta los registros de micrótidos y lacértidas de pequeña talla, que junto a las evidencias corres-pondientes a intrusiones posteriores a la formación del depósito arqueológico, tales como los restos de conejo, han sido tratados de forma independiente en la interpretación del registro. No obstante, un alto porcentaje de estas manifestaciones, peque-ños roedores y lagartos, con total seguridad corresponde a un estadio prehistórico en la secuencia estratigráfica de estos asentamientos, existiendo numerosos indicios que apuntan ha-cia la captura y consumo de algunos de estos animales por par-te de los canarios que frecuentaron la zona, al igual que suce-de en el caso de los lagartos de gran talla, incluidos entre los alimentos que integraban el «menú» del grupo humano en es-tudio. En los yacimientos de Chimirique se han recuperado un to-tal de 1409 restos fáunicos, repartidos de la siguiente manera: — 268 evidencias animales en Chimirique-1. — 1141 evidencias animales en Chimirique-2. De los 1141 restos recuperados en Chimirique-2 382 frag-mentos corresponden al abrigo propiamente dicho y 759 al es-pacio que en la actualidad define la roca desplomada (Chimi-rique- 2b). En cualquier caso, en su mayoría constituyen un conjunto indisociable. El registro animal de ambos yacimientos está integrado por fauna tanto de origen terrestre como marino, si bien esta últi-ma con una proporción muy reducida. En Chimirique-1 los restos de fauna vertebrada terrestre as-cienden a 264, mientras que la fauna marina sólo se documen-ta a partir de 4 unidades óseas. Por su parte, en Chimirique-2 la fauna terrestre registra 1127 evidencias y las de origen marino 13. Correspondiendo al abri-go 374 restos de fauna vertebrada terrestre y 7 a fauna marina (Chimirique-2) y a la zona de la roca desplomada 753 restos de fauna vertebrada terrestre y 6 a fauna marina (Chimirique-2b). 208 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 46 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. TABLAS DE DISTRIBUCIÓN DEL REGISTRO FÁUNICO FAUNA DE RISCO CHIMIRIQUE Chimirique-1 Chimirique-2 Sector A Sector B 268 382 759 TOTAL N.R.: 1.409 OVICAPRINOS 60 64 435 559 CABRAS 1 — 13 14 OVEJAS — — 9 9 CERDOS 16 14 23 53 MAMÍFERO MEDIO 106 66 175 347 AVES 1 3 — 4 G STHELINI 5 4 21 30 MICROFAUNA 16 159 36 211 CONEJOS — 21 3 24 MALACOF. TERR. — 1 — 1 ICTIOFAUNA 3 5 6 14 MALACOF. MARIN. 1 2 — 3 INDETERMINADOS 59 43 38 140 TOTAL 268 382 759 1.409 FVT... 264 374 753 1.391 FM... 4 7 6 17 MT... — 1 — 1 TOTAL 268 382 759 1.409 F.V.T.: Fauna vertebrada terrestre; F.M.: Fauna marina; M.T.: Malacofauna terrestre. FAUNA TERRESTRE Y MARINA DE RISCO CHIMIRIQUE Chimirique-1 Chimirique-2 Total Sector A Sector B FAUNA POR ESPECIES EN RISCO CHIMIRIQUE Chimirique-1 Chimirique-2 Total Sector A Sector B Especies Núm. 49 (2003) 209 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 47 ICTIFAUNA 3 MALACOFAUNA 1 TOTAL 4 OVICAPRINOS 60 CABRAS 1 CERDOS 16 MAMÍFERO MEDIO 106 AVES 1 GALLOTIA STHELINI 5 MICROFAUNA 16 INDETERMINADOS 59 TOTAL 264 FAUNA VERTEBRADA TERRESTRE DE CHIMIRIQUE-1 Especie Total N.R. FAUNA MARINA DE CHIMIRIQUE-1 Especie Total N.R. OVICAPRINOS 6 18 36 60 CABRAS — — 1 1 CERDOS — 2 14 16 MAMÍFERO MEDIO 19 46 41 106 AVES — 1 — 1 G STHELINI 1 1 3 5 MICROFAUNA — — 16 16 ICTIOFAUNA 1 1 1 3 MALACOFAUNA — — 1 1 INDETERMINADOS — 10 49 59 TOTAL 27 79 162 268 FAUNA POR ESTRATOS EN CHIMIRIQUE-1 Especies Superficie I II Total 210 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 48 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. FAUNA POR ESTRATOS EN CHIMIRIQUE-2 Especies I II III Total FAUNA VERTEBRADA TERRESTRE DE CHIMIRIQUE-2 Especie Total N.R. OVICAPRINOS 499 CABRAS 13 OVEJAS 9 CERDOS 37 MAMÍFERO MEDIO 241 AVES 3 GALLOTIA STHELINI 25 MICROFAUNA 195 CONEJOS 24 INDETERMINADOS 81 TOTAL 1.127 FAUNA MARINA DE CHIMIRIQUE-2 Especie Total N.R. ICTIFAUNA 11 MALACOFAUNA 2 TOTAL 13 OVICAPRINOS 47 — 17 64 CERDOS 9 — 5 14 MAMÍFERO MEDIO 43 — 23 66 AVES 3 — — 3 G STHELINI 1 — 3 4 MICROFAUNA 141 9 9 159 ICTIOFAUNA 4 — 1 5 MALACOF. MARINA — — 2 2 MALACOF. TERREST. 1 — — 1 CONEJO 21 — — 21 INDETERMINADOS 43 — — 43 TOTAL 313 9 60 382 Núm. 49 (2003) 211 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 49 4.2. La fauna vertebrada terrestre En total se ha recuperado un conjunto óseo de fauna vertebrada terrestre integrado por 1391 fragmentos (98,72%). En los yacimientos de Chimirique el grueso de las evidencias fáunicas está constituido por restos óseos correspondientes a animales domésticos que han de relacionarse con la explotación de la cabaña ganadera y las actividades de pastoreo. En este sentido, el registro se halla integrado exclusivamen-te por huesos de cabras, ovejas y cerdos, destacando cuantita-tivamente las dos primeras especies (582 fragmentos, 41,8%), frente a los cerdos (53 fragmentos, 3,81%) que como en el resto del archipiélago aparecen siempre en una proporción más redu-cida. A este grupo habría que añadir los restos adscritos a la categoría de mamífero medio, compuesto en gran medida por restos de ovicaprinos (347 fragmentos, 24,94%). Además de las especies domésticas en el registro fáunico se documentó una importante proporción de evidencias relaciona-das con especies silvestres: aves, lagartos y micrótidos, de los que una gran mayoría fueron aprovechados como recurso alimenti-cio por el grupo humano asentado en Chimirique (345 restos, 17,6%). Destacando en este panorama los restos de aves y FAUNA POR ESTRATOS EN CHIMIRIQUE-2B Especies Superficie I III Total OVICAPRINO 21 386 28 435 CABRAS — 13 — 13 OVEJAS 3 6 — 9 CERDOS — 14 9 23 MAMÍFERO MEDIO 5 152 18 175 G STEHELINI 3 17 1 21 MICROFAUNA — 31 5 36 CONEJO 3 — — 3 ICTIOFAUNA — 2 4 6 INDETERMINADO 9 29 — 38 TOTAL 44 650 65 759 212 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 50 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. Gallotia sthelini, lagarto de grandes dimensiones, propio de la isla de Gran Canaria. 4.2.1. Cabras y ovejas Cabras y ovejas constituyen las principales especies que sus-tentan el modelo ganadero aborigen. En general, ambos anima-les siempre están presentes en los yacimientos de habitación aborigen, si bien la enorme dificultad que representa la identifi-cación específica de estos animales dada la similar morfología de sus esqueletos ha provocado que su estudio se realice de for-ma conjunta, englobándolos en una categoría común que se co-noce como ovicaprinos. Así, el cómputo global de restos de cabras y ovejas incluidos en este grupo ascienden a 559 frag-mentos (40,18%) Esta dificultad a la que aludimos ha influido notoriamente en que no se conozca con exactitud el verdadero papel que cada uno de dichos animales desempeñaba en el sistema económico de las formaciones sociales prehispánicas de Canarias, que con toda seguridad debió estar diferenciado en función del aprove-chamiento económico al que estaban destinados según la com-posición de las manadas, así como de la distribución territorial de los rebaños. No obstante, en determinadas ocasiones es posible la diferen-ciación a partir de la conservación de ciertas regiones anatómi-cas, fundamentalmente las zonas articulares. En el caso que nos ocupa, si bien no contamos con los resultados definitivos del estudio zooarqueológico, y a pesar de que el material se encuen-tra altamente fracturado y descalcificado, parece existir un lige-ro predominio de las cabras frente a las ovejas que habrá de ser confirmado en función del número mínimo de individuos (N.M.I.) que se constate. Por el momento, los restos de cabra (Capra hircus) registran un total de 14 fragmentos (60,86%) frente a los de oveja (Ovis aries) que están representados por 9 (39,13%). La identificación certera de cabras tan sólo fue posible en un resto óseo en Chimirique-1, mientras que las restantes 13 evi- Núm. 49 (2003) 213 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 51 dencias corresponden a Chimirique-2b, no habiéndose identifi-cado especificamente en el abrigo denominado Chimirique-2. Por su parte, las ovejas sólo se reconocieron en Chimirique 2-b. En cuanto a las pautas de sacrificio de estos animales se observa una marcada estructuración en cuanto a la edad y sexo de los individuos seleccionados. Así el grupo mayoritario de ejemplares sacrificados para su consumo está representado por hembras plenamente desarrolladas, mientras que los machos, aparecen en un porcentaje mucho más reducido, y sólo a partir de animales que no han alcanzado aún la madurez (jóvenes), en segundo lugar se situaría el grupo de los infantiles, consti-tuido por ejemplares a punto de alcanzar el estadio de jóvenes-adultos. Un tercer grupo, aunque de menor relevancia, estaría integrado por animales neonatos con muy pocos días de vida. Este tipo de comportamiento en relación con el sacrificio de los animales denota una explotación de la cabaña ganadera per-fectamente organizada, encaminada al aprovechamiento se-cundario de los rebaños, es decir, a la obtención de productos lácteos. En este caso la explotación cárnica se produce en primer lugar a partir del sacrificio de aquellos ejemplares de la mana-da que han perdido el interés lechero o reproductor, seguidos por el aporte de los individuos juveniles, con una importante intervención de machos, que se dejan crecer hasta alcanzar un volumen cárnico considerable. En este modelo llama la atención la escasa frecuencia de neonatos, en comparación con las cifras documentadas en asentamientos de carácter estable, donde al-canzan unas proporciones más destacadas a tenor de su parti-cipación en la dieta. Es muy probable que esta baja incidencia esté relacionada con el carácter temporal de los asentamien-tos de Chimirique y el momento concreto del año en que éste se ocupa, vinculado a la explotación estival de los pastos de cumbre. Por lo que se refiere al régimen de pastoreo, en el estado actual de los conocimientos, apenas si es posible aportar algún tipo de información. En íntima relación con la distribución y cualidad de los pastos se produciría el desplazamiento de ani-males y pastores desde los centros de habitación en busca de los 214 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 52 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. recursos pastables requeridos por los rebaños a lo largo de las distintas estaciones del año, al igual que sucede en época his-tórica. No obstante, dicha actividad ha de hallarse netamente dirigida por la organización territorial y las características so-cioeconómicas de la formación desde la que se realiza, convir-tiéndose así en un campo de conocimiento de difícil acceso. Cabras y ovejas constituyen el grupo mejor representado, evidenciando un registro esquelético casi absoluto. En este sen-tido, se ha documentado perfectamente el esqueleto craneal y postcraneal, incluyendo tanto los elementos del raquis como los de las extremidades, quedando ausente del registro tan sólo las unidades esternales. En general, y como es habitual en cual-quier yacimiento de habitación, independientemente del carác-ter de su ocupación, las evidencias óseas más frecuentes son las piezas de dentición y fragmentos de diáfisis de huesos largos, mostrando un volumen inferior aquellos pertenecientes a las cinturas escapular y pelviana. En la muestra recuperada llama la atención la importante frecuencia de carpiales/tarsianos y falanges, fenómeno documentado por el momento, en el yaci-miento habitacional de San Antón, Agüimes (V. Alberto, 1998) y totalmente dispar a otros conocidos para la prehistoria de Tenerife o La Palma. 4.2.2. Los cerdos También la cabaña porcina se encuentra representada en los yacimientos de Chimirique, si bien con una participación relati-vamente baja en comparación con el protagonismo de cabras y ovejas. El cómputo global de restos recuperados en las labores de excavación asciende a 53 fragmentos (3,81%). Correspondien-do 16 (30,18%) a Chimirique-1 y 37 (69,81%) a Chimirique-2. El aprovechamiento de los cerdos está destinado principal-mente a la obtención de productos cárnicos. Estos animales en su fase de madurez pueden alcanzar los 150 Kg e incluso supe-rarlos, convirtiéndose en excelente suministrador de carne, si bien como ya ha sido indicado la cabaña ganadera de los cana-rios se sustenta en la explotación de cabras y ovejas. Núm. 49 (2003) 215 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 53 El régimen de crianza de estos animales nos es del todo des-conocido, aunque existen diversas posibilidades que han sido apuntadas para la isla de La Palma, a partir de la información etnográfica que de época histórica se tiene sobre la cría este animal (J. Pais, 1991 y 1996) y que resultan perfectamente apli-cables en este caso: — En régimen de cautividad encerrados en goros o peque-ñas cuevas. Ideal para grupos familiares reducidos. — Régimen de semilibertad, muy parecido al de los rebaños de ovicaprinos, con una o varias salidas diarias para que los animales se alimentasen por sí mismos. — Régimen de libertad permanente, dejando que los anima-les vaguen libremente sin trabas de ningún tipo, pues no acostumbran a alejarse demasiado de los enclaves de ha-bitación humanos. Por el momento, una explotación de carácter doméstico pa-rece representar el sistema más adecuado para gestionar un recurso alimenticio muy importante, además de evitar de una manera efectiva que los animales sueltos sin control pudieran causar cualquier perjuicio en aquellos parajes dedicados a la explotación agrícola, actividad productiva que en el caso de la prehistoria de Gran Canaria adquiere una notable relevancia, e incluso pudiendo redundar en un beneficio para dichas tareas al aprovechar sus excrementos como abono, su actividad de re-moción de tierra con el hocico para oxigenar los campos de la-bor, etc. Algunos investigadores han querido identificar cerdos salva-jes o jabalíes en la isla a partir del gran tamaño de las defensas de algunos ejemplares encontrados (D. Martín 1980); sin embar-go, es ésta una hipótesis que carece de base real pues se parte de un absoluto desconocimiento de las características biológicas y morfológicas de la raza de cerdos que ocupaba la isla en épo-ca aborigen. Además, dicha afirmación implica importantes re-percusiones a nivel socioeconómico pues se relaciona con una estrategia económica de carácter depredador como son las acti-vidades cinegéticas frente a las productivas como la cría de cer- 216 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 54 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. dos domésticos, absolutamente contrarias entre sí, sin que por el momento exista evidencia alguna que nos permita intuir la puesta en práctica de cacerías sobre suidos salvajes24. Los restos de cerdo (Sus domestico) recuperados en Chi-mirique corresponden principalmente a individuos jóvenes-adul-tos, cuyo sacrificio representaría un aporte considerable de masa cárnica. Además, es preciso destacar la presencia de un individuo infantil en Chimirique-1. La representación anatómica de los cerdos está mucho más limitada que la de cabras y ovejas, destacando las piezas de den-tición y los elementos de las extremidades como metápodos y fa-langes, registrándose en menor medida fragmentos longitu-dinales de diáfisis de algunos huesos largos. 4.2.3. Otros animales Entre los animales que fueron objeto de consumo por parte de los antiguos habitantes de Chimirique, además de las espe-cies domésticas que integraban la cabaña ganadera de los ca-narios, se encuentran algunas especies silvestres de pequeña talla, que ocasionalmente eran capturadas, interviniendo de for-ma esporádica en la dieta de este grupo humano. Este grupo está constituido por algunas aves, lagartos y es probable que también algunos micrótidos. Por lo que se refiere a las aves, su presencia en el registro fáunico de Chimirique es notablemente baja, habiéndose recu-perado un solo resto en Chimirique-1 (0,37%) y tres en Chimi-rique- 2 (0,26%). En cualquier caso, las evidencias óseas de aves en yacimientos habitacionales relacionadas con el consumo humano son siempre muy bajas. En cuanto al grupo de los lagartos su estudio se revela cier-tamente significativo, pues junto a otros registros insulares re-cientemente analizados (V. Alberto, 1998) parecen indicar un aprovechamiento de cierta entidad de estos animales. Esta situa- 24 Sin embargo, no se descarta la posibilidad de un régimen de crianza en semilibertad que favoreciera el asilvestramiento de alguno de estos ejem-plares, lo que en ningún caso implica la presencia de jabalíes. Núm. 49 (2003) 217 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 55 ción afecta directamente a las poblaciones de Gallotia sthelini, de gran talla. Aunque, como ya se mencionaba anteriormente, otras evidencias de lacértidas de menores dimensiones también pudieron ser aprovechados como recurso comestible. La muestra de Gallotia sthelini esta constituida por 30 uni-dades anatómicas. De las que 5 corresponden a Chimirique-1 y 25 a Chimirique-2. Sin embargo, cabe la posibilidad de que al-gunos de los individuos incluidos en el depósito no mantengan relación alguna con la actividad antrópica, sobre todo teniendo en cuenta que en las conductas de estos animales parece pre-dominar cierta predilección por los espacios que se forman en-tre rocas en el interior de las cavidades naturales. Por otra parte, y referido a su consumo, en algunos huesos han quedado marcadas señales inequívocas de tal aprovecha-miento por parte de la población aborigen. De tal forma que, además de encontrarse entremezclados con otros desechos culi-narios de origen animal en coherente relación estratigráfi-ca, presentan claros indicios de manipulación antrópica como son ligeras huellas de cortes en sus superficies, determinadas fracturas óseas o la alteración térmica del hueso por efecto del fuego. El consumo de estos reptiles representa un complemento pro-teínico en la dieta del grupo humano, así como un elemento de diversificación de los productos comestibles a su alcance que en principio no parece responder a la puesta en marcha de una estrategia dirigida, sino más bien al aprovechamiento ocasional y oportunista de un recurso disponible en el entorno. En esta línea, la captura y consumo de lagartos ha de entenderse como una actividad organizada en el seno del grupo familiar o local. Por el momento, Gallotia sthelini sólo se había documenta-do en el yacimiento habitacional de San Antón en Agüimes, constatándose por segunda vez en el registro óseo de Chimi-rique. Es probable que este hecho constituya un comportamien-to generalizable para el contexto insular, de ahí la importancia de llevar a cabo los correspondientes estudios zooarqueológicos aplicados a los conjuntos fáunicos de los numerosos yacimien-tos prehispánicos que se conocen en Gran Canaria. 218 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 56 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. 4.3. Tratamiento carnicero y preparación culinaria La manipulación de la que son objeto los animales tras su sacrificio hasta que son consumidos conlleva toda una serie de acciones de importantes repercusiones biológicas (dietético/ nutricionales), pero a su vez también ponen de manifiesto de forma clara diversos rasgos culturales inherentes al grupo hu-mano en el que se desarrollan. En la investigación prehistórica del Archipiélago estos aspec-tos habían pasado desapercibidos, si bien recientes estudios en este campo han puesto de manifiesto la existencia de modelos carniceros perfectamente definidos aunque por el momento sólo se trata de aproximaciones que requieren un mayor desarrollo (V. Alberto 1996, 1998). A tal efecto, los restos óseos de Chimirique muestran una diversidad esquelética bastante completa en la que están repre-sentadas de manera amplia todas las unidades anatómicas del animal, por lo menos en el caso de las cabras y las ovejas. El tratamiento carnicero deja en el hueso ciertas huellas que permiten la reconstrucción de dicho proceso. En este sentido, el repertorio en estudio manifiesta algunas de estas marcas, sien-do muy evidentes en determinados huesos, como por ejemplo en el caso vértebras y costillas en los que han quedado grabadas las señales de cortes producidas en el despiece y descarnado del animal, asimismo resultan significativos los puntos de impacto producidos al golpear con un utensilio contundente los huesos largos de las extremidades para fracturarlos. En el caso de los cerdos la reconstrucción de las actividades carniceras se encuentra menos avanzada pues existe una clara subrepresentación de restos óseos correspondientes al esqueleto apendicular, aunque quizá esta característica pudiera ser conse-cuencia del propio patrón carnicero empleado, que se diferen-cia del de cabras y ovejas. En el proceso de preparación de los animales para su con-sumo también habría de considerarse la incidencia del fuego, re-lacionado con el modo de cocinar la carne. En este sentido un porcentaje relativamente importante de los restos presenta una Núm. 49 (2003) 219 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 57 tonalidad anaranjada vinculada a la acción que ejerce el calor sobre los huesos al asar la carne. De esta consideración eviden-temente se excluye las abundantes evidencias óseas que han experimentado un contacto directo con las llamas. Esta clase de alteración térmica no está relacionada con las formas de prepa-rar la carne, sino con las condiciones que afectan a los huesos una vez que han pasado a constituir detritus culinarios en el caso de la fauna consumida o se encuentran incluidos entre los sedimentos en el caso de las deposiciones naturales no vincula-das con el hombre (micrótidos). Esta situación se refleja en las superficies de los huesos mediante una serie de tonalidades que van desde el negro hasta el blanco pasando por una amplia gama de grises y azules, que denotan estados de completa carbonización o calcinación en los casos más extremos. Sin duda, tales estados de termoalteración están directamente rela-cionados con las numerosas manifestaciones de combustión documentadas en los yacimientos, en los que la presencia de hogares manifiesta una importancia considerable. 4.4. Alteraciones en el registro faúnico En este apartado se hace referencia a las modificaciones que otros animales provocan en el registro óseo una vez que estos han sido desechados por el hombre. En los yacimientos de Chimirique se ha constatado un elevado conjunto de huesos que presentan en sus superficies claras huellas provocadas por la intervención de roedores. Tales huellas se materializan en superficies roídas en las que quedan las marcas de los dientes de estos animales, llegando in-cluso, en algunos casos, a producir la destrucción de parte del hueso como consecuencia de las mordidas que practican sobre el hueso. Este tipo de alteraciones presenta un claro patrón de afec-ción que recientemente ha sido documentado con las mismas características en el yacimiento habitacional de San Antón Agüimes (1998). Éste se manifiesta con mayor frecuencia en las falanges que prácticamente en su totalidad aparecen roídas o mordidas, afec- 220 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 58 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. tando de manera principal a las regiones articulares. A su vez, también se encuentran en las zonas articulares de algunos hue-sos largos y pelvis, ocasionando siempre su destrucción. En úl-timo lugar, y de forma ocasional aparecen en otras regiones del esqueleto, normalmente asociadas al roído de las superficies óseas y en muy pocos casos incluyendo mordidas. Este tipo de evidencias, que empiezan a reconocerse abun-dantemente en todos los registros óseos prehistóricos de Cana-rias, y dado que no existen trabajos específicos acerca de la exis-tencia de pequeños roedores en las islas antes de la colonización europea en el s. XV, aporta una información sumamente intere-sante en relación con el problema cronológico que sobre la pre-sencia de micromamíferos se establece en el archipiélago, ayu-dando a su resolución. En general, el estado de conservación de los restos óseos es bastante malo. En la baja preservación de los huesos sin duda el elemento de mayor repercusión es el elevado grado de hume-dad que registran los yacimientos, influyendo directamente en el deterioro de la estructura ósea. Esta situación determina un importante nivel de descalcificación que se materializa en una intensa fragilidad, lo que provoca la fracturación e incluso la destrucción de parte del hueso. Directamente relacionado con la humedad se encuentran los procesos de cristalización de sales minerales en las fisuras de las superficies óseas y la proliferación de hongos; fenómenos que afectan notablemente al material de Chimirique. Así mismo, en el estado de conservación actúa la presión que ejercen los sedi-mentos sobre los huesos, provocando fisuras y deformándolos, sobre todo cuando se trata de un material tan sumamente de-teriorado por los procesos anteriormente descritos. Por último, debe contemplarse la incidencia del fuego que parece haber afectado una parte muy importante de la muestra, confiriéndo-le aún mayor fragilidad. De tal forma que al ya de por sí elevado índice de fractu-ración que muestran los huesos provocado por el tratamiento al que son sometidos los animales para su transformación en alimentos se unen los distintos procesos citados, dando lugar a un conjunto óseo integrando fundamentalmente por un impor-tante cúmulo de astillas óseas. Núm. 49 (2003) 221 VIVIR Y MORIR EN RISCO CHIMIRIQUE 59 Como ya se expresaba en otro apartado, en los yacimientos de Chimirique resulta evidente la reutilización en etapas poste-riores a la ocupación aborigen de los mismos. En el estado actual de la investigación no es posible determinar en qué mo-mento estos enclaves dejan de funcionar con una dinámica se-mejante a la que se ha documentado en los trabajos de excava-ción. Tanto Chimirique-1 como Chimirique-2, son reutilizados en época histórica hasta prácticamente la actualidad, claramente relacionados con las actividades de pastoreo desarrolladas en las zonas de cumbre de Gran Canaria. Precisamente con este pe-ríodo cronológico han de relacionarse las evidencias de conejo recuperadas en los yacimientos, puesto que constituyen una es-pecie introducida por los europeos a partir del siglo XV. Lo mis-mo sucede con una parte importante de la microfauna. En este sentido, resulta muy relevante el estudio de la microfauna de Chimirique-2, concretamente la recuperada en el interior del abrigo. En este caso el elevado cómputo de micro-mamíferos y pequeños lagartos que ascienden a 159 (92,4% de la fauna vertebrada terrestre) y el escaso volumen de restos de especies domésticas recuperados en el paquete sedimentario con 144 evidencias (38,5% de la fauna vertebrada terrestre), debe interpretarse como consecuencia del vaciado de una parte muy importante del relleno arqueológico, en el proceso de acondicio-namiento que experimenta el abrigo destinado a servir como redil. 5. LAS INDUSTRIAS 5.1. La industria ósea En el aprovechamiento económico de los animales, además del alimenticio, se incluye toda una serie de actividades encami-nadas a la obtención y transformación de materias primas para la fabricación de diversos elementos imprescindibles en el desa-rrollo de sus actividades domésticas. En el caso de Chimirique dicho aprovechamiento se manifiesta tan sólo mediante la pre-sencia de un hueso con uno de sus extremos altamente trans-formado. 222 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 60 E. MARTÍN RGUEZ., J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO Y A. RODRÍGUEZ RGUEZ. Se trata de una pieza recuperada en Chimirique-2b que co-rresponde a un fragmento de diáfisis de metatarso de ovica-prino, adscribible a una hembra adulta25. Dicho fragmento manifiesta una fractura paralela al eje longitudinal del hueso. En cuanto a las técnicas de extracción de la materia prima y preparación del soporte están práctica-mente ausentes, aprovechando la existencia de un fragmento que reúne las características morfológicas adecuadas para la función a la que será destinado. En este sentido, tampoco han tenido lugar importantes transformaciones en lo que al proceso de elaboración se refiere. En cuanto a la morfologia se trata de un útil de desarrollo longitudinal con uno de sus extremos acabados en bisel interior, mostrando las superficies que corresponden a esta zona inten-samente pulidas o desgastadas26. En términos generales no constituye un útil en la acepción estricta del término, pues en el hueso no se reconocen signos claros de tratamiento para su transformación en un artefacto funcional, ni tan siquiera puede considerarse una pieza técnica en proceso de elaboración, no concluida. Cabe la posibilidad, de que se haya seleccionado una astilla ósea, sin más transforma-ción o ligeramente acondicionada, para realizar alguna activi-dad que no requiriera de tales procesos. No obstante, el |
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