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297 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 68 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA P O R A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ RESUMEN En 1808 un joven llamado Antonio Pereira Pacheco y Ruiz, acompaña-do de su hermano Miguel, emprende una aventura por América del Sur en calidad de paje de Luis de la Encina, un grancanario que fue llamado a ostentar el sillón episcopal de Arequipa, Perú. El viaje y la estancia de los dos hermanos supone un jalón único en la historiografía canaria, pues no fueron muchos los canarios que emprendieron periplos culturales por tie-rras del Nuevo Continente, y muchos menos los que tuvieron el talento de contar cuanto allí conocieron. El valor del trabajo del joven Pereira se concentra en el hecho de que fue en América donde descubrió sus dotes para la historia, aplicándose, además, en tareas propias de las bellas artes y hasta en el ejercicio de la literatura, la filología o la música. Su figura, aún cuando pasó tan solo diez años de estancia en Perú, no pasó desapercibida por cuanto que dejó hue-lla en unos momentos de dificultad política tan acentuados como fueron la salida de España de sus colonias americanas. Palabras clave: Antonio Pereira Pacheco. Luis de la Encina. Obispado de Arequipa, Perú. Manuscrito. Viaje. Arquitectura de Montevideo y Are-quipa. Orfebrería. Estampas e ilustraciones. ABSTRACT In 1808 a young boy named Antonio Pereira Pacheco y Ruiz, ac-companied by his brother Miguel, embarked on an adventure to South America as a cabin boy to Luis de la Encina, a Gran Canarian who was called to take up an Episcopal seat in Arequipa, Peru. The voyage and the time spent there by the two brothers is assumed to be a unique milestone in Canarian historiography, as there were few Canarians who undertook these long voyages to the New Continent, and even fewer of those who were able to recount what they had seen there. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 298 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 2 The value of the work of the young Pereira centres on the fact that it was in America where he discovered his gift for history, and in addition, devoting himself to the fine arts including exercises in literature, philology and music. Despite only spending 10 years in Peru, Pereira did not go unnoticed as he left his mark during moments of political problems as significant as the departure of Spain from her colonies of the Americas. Key words: Antonio Pereira Pacheco. Luis de la Encina. Obispado de Arequipa, Peru. Manuscript. Voyage. Architecture of Montevideo and Arequipa. Silversmithing. Goldsmithing. Engraving and illustrations. PREÁMBULO Antonio Pereira Pacheco y Ruiz forma parte de la leyenda regional que da por supuestos los beneficios culturales ofrecidos por el movimiento ilustrado y posilustrado. Dicha leyenda, ini-ciada ya en vida del propio Pereira gracias a sus gestiones al frente de instituciones tan serias como la Universidad de San Fernando (La Laguna), o la Catedral de Tenerife, tuvo su res-puesta historiográfica en 1963 con la publicación del libro El Prebendado don Antonio Pereira Pacheco firmado al alimón por Manuela Marrero Rodríguez y Emma González Yanes1. Dicho tomo venía a confirmar una sospecha ancestral que entendía el valor intelectual del personaje, pero que no llegaba a dimen-sionarlo. Aún, después de tanto tiempo no hemos sido capaces de hacerle justicia pues, en realidad, nadie ha profundizado a fondo en el pensamiento de este erudito canario. El estudio de 1963 ofrecía una interesante biografía, la más extensa hasta el momento presente a pesar de haber sido entresacada de otras tantas gracias a los aliños de sus autoras que completaron una información virgen con notas de investigación producto del ras-treo «protocolario». Ofrecía además, un amplio catálogo de la obra escrita y dibujada de Antonio Pereira, de hecho las auto-ras citaban manuscritos que nunca se han encontrado, y cuya existencia viene supuesta por las pistas dejadas en algunos do-cumentos redactados por el mismo autor. 1 Recientemente ha salido una nueva versión de esta obra con la siguien-te ficha bibliográfica. EMMA GONZÁLEZ YANES, El prebendado don Antonio Pereira Pacheco. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 2002, 2ª edición. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 299 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 3 De esta manera, de entre los muchos manuscritos redacta-dos por Antonio Pereira, versando sobre las más diversas mate-rias que nos podían ser útiles para demostrar la capacidad del prebendado, hemos elegido el titulado «Noticias...de Arequipa» por varias razones. La primera, es la internacionalidad del tex-to. No es frecuente encontrar a uno de nuestros paisanos na-rrando acciones ocurridas en el extranjero, mucho menos en la América colonial de principios del siglo XIX. Igualmente, nos cautivó la calidad del pensamiento vertido por el autor sobre un manuscrito que aparentemente es «sólo» un libro de viajes. En efecto, contar las andanzas de cualquier viajero de la época romántica es ya de por sí un motivo de curiosidad, pero Pereira muy lejos de dedicarse a cultivar este género literario prefirió, con su particular estilo, verificar un modo de pensamiento: el de los españoles que testimoniaron la defunción del colonialis-mo americano. Por otro lado, tenemos que «Noticias...de Arequipa» es un conjunto de manuscritos de una gran riqueza historiográfica, ya que independientemente de los juicios subjetivos vertidos por el autor, ofrece al lector contemporáneo un cúmulo de informa-ción que se equipara a cualquier crónica de la época2. Desde los datos demográficos, la fundación y trazado de urbes, las rique-zas minerales, la alimentación, los temblores sísmicos, la vesti-menta, la agricultura, o la música fueron objetos de interesan-tes anotaciones acumuladas por Pereira durante los siete años de estancia peruana. Su privilegiada ubicación en el Palacio del Buen Retiro, donde tenía su sede oficial el Obispado de Arequi-pa, le supuso una atalaya inmejorable. La historia particular de su viaje es bien sencilla: en 1809 zarpa el joven Pereira, junto a su hermano Miguel, rumbo a Perú siguiendo los pasos de Luis Gonzaga de la Encina, recien-temente nombrado Obispo de Arequipa. Allí comienza su carre-ra eclesiástica, obteniendo cargos de responsabilidad a la som-bra del titular de la diócesis, pero a la muerte de éste, en 1816, decide regresar a su Tenerife natal. 2 STANTON L. CATLIN, «La naturaleza, la ciencia y lo pintoresco», Arte en Iberoamérica. Madrid, 1989, pp. 63-99. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 300 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 4 El periplo americano, en el que justo es incluir sus visitas a capitales tan significadas como Lima, Montevideo, Madrid, Cádiz o Sevilla, se convirtió en la piedra angular de su mentalidad; en su formación como intelectual, y no son pocas las referencias americanas que ofreció en su larga vida tomando lo acontecido en «su» Perú como punto de referencia trasladable, según su criterio, a la cotidianidad isleña. UN PERFIL BIOGRÁFICO DE ANTONIO PEREIRA PACHECO Y RUIZ A PARTIR DE LO ESCRITO EN 1848 POR JOSÉ AGUSTÍN ÁLVAREZ RIXO Es relativamente fácil justificar el comienzo de este ensayo histórico con unas anotaciones sobre la biografía del erudito Pereira Pacheco escrita hace más de un siglo por su amigo epis-tolar José Agustín Álvarez Rixo. Y no hacerlo reinterpretando sus palabras o hilvanando a duras penas los señuelos que dejó en vida el propio Pereira. La razón principal la hemos encon-trado en la frescura que aún mantiene el retrato primitivo; re-trato que, por otra parte, ha servido para componer otros mu-chos estudios biográficos sobre el cura Pereira. Además, se trata de un texto que fue compuesto desde una situación un tanto curiosa, pues Álvarez Rixo llegó, en muy poco tiempo, a venerar la figura del lagunero aún sin haberlo visto en su vida. Bueno, eso creía él hasta que se enteró, con los años, de haber prota-gonizado un encuentro fortuito con «su amigo». La anécdota se encuentra entre los papeles dejados por el portuense: ambos coincidieron físicamente la noche del 10 de Enero de 1819, dicho Señor (refiriéndose a Antonio Pereira) había sido convidado a ver una gran mascara en casa de don Fernando del Castillo Olivares en la ciudad de Las Palmas, donde después se bailó. Esta misma noche el que escribe era uno de los representantes de la mascara, de consiguiente estuvimos juntos bajo el mismo techo algunas horas. Pero entonces no teníamos idea uno del otro, ni hasta el día la hemos tenido de nuestros semblantes sino por los retratos. A partir del retiro de Antonio Pereira en Tegueste, regentan-do la parroquia de San Marcos, éste comenzó para la historia de Canarias una de las labores más productivas de cuantas ten- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 301 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 5 gamos noticias; se inició en la verdadera erudición, o mejor di-cho comenzó el epílogo de su propia erudición, ya que desde muy joven al verse atraído por la historiografía había hecho acopio de un material (cédulas, proclamas, anotaciones históri-cas...) que ahora, a la sombra, comenzaba a ordenar. Su senti-do de eternidad le llevó a poseer una prestigiosa biblioteca con-siderada por sus coetáneos un oasis intelectual, la cual era consultada por cuantos estudiosos, preferentemente extranjeros, pretendían iniciarse o profundizar en los asuntos del pasado ca-nario. Mucho se ha escrito sobre su vocación innata para la histo-ria, sin embargo al referirnos a tal afición no podemos dejar a un lado la enorme influencia indirecta que sobre él ejerció la figura de José de Viera y Clavijo. Persona a la que conoció tangencialmente, y hasta con la que se carteó durante sus años de estancia en Las Palmas de Gran Canaria. Entre 1806 y 1809, teniendo Antonio Pereira la edad de 16 años, entró de sirviente, en calidad de paje, en la casa de Luis Gonzaga de la Encina, quien por entonces había sido nombra-do Obispo de Arequipa, y cuya vivienda particular daba puerta con puerta a la que habitara Viera y Clavijo en un costado de la plaza de Santa Ana. Viera3, quien por entonces vivía allí en compañía de sus hermanos Nicolás y Josefa, representaba para las Canarias de comienzos del siglo XIX la pervivencia de la Ilustración. Un hombre que después de curtirse en la España ilustrada, de haber viajado por Europa4 y tener mil batallas cul-turales había encontrado su retiro dorado en el nombramiento de Arcediano de Fuerteventura; cargo que sin ahogos le permitía mantener en plena actividad su afición creadora junto a la lite-ratura y la historia. Antonio Pereira se aproximó a él por medio de unos dibujitos dedicados esperando del coloso un aplauso cualificado; la educación de Viera obró en consecuencia. 3 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, Josephus Viera y Clavijo, Presbyter Canariensis. Gobierno de Canarias-Ayuntamiento de Los Realejos, Islas Ca-narias, 2006. JULIO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, José de Viera y Clavijo, sacerdote y arcediano. Las Palmas de Gran Canaria, 2007. 4 RAFAEL PADRÓN FERNÁNDEZ, José Viera y Clavijo. Diario de viaje desde Madrid a Italia. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 2006. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 302 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 6 Así, desde su juventud Pereira inició un aprendizaje auto-didacta en toda clase de materias aprovechando tan solo su in-teligencia natural; y a pesar de lo que se ha venido diciendo de su preparación académica no hemos encontrado hasta la fecha datos fiables que la confirme. Pongamos dos ejemplos tan solo para corroborar nuestras palabras. Antes, incluso, pondremos en tela de juicio una frase hecha alusiva a su parentesco con Luis de la Encina, pues como sabemos el contacto entre Pereira y el Obispo se efectuó gracias a una estancia de su padre en Gran Canaria por motivos financieros como bien demuestra el estu-dio de Marrero Rodríguez y González Yanes5. Pereira. Tanto él como su hermano Miguel, residieron como personal de servicio en casa De la Encina, quien de ellos recibía el tratamiento tan-to en público como en privado de «mi Amo». Dicha servidum-bre no incluyó en ningún momento la asistencia a las aulas del Seminario Conciliar6, es más, no hemos podido constatar la pre-sencia de Antonio Pereira en dicha institución docente. Tal au-sencia nos hace dudar de la fiabilidad de dicha noticia pues la escrupulosidad documental del Seminario fue tal que este tipo de datos no era, en ningún momento, obviado. En su libro de «Entradas y salidas de los Colegiales en el Seminario Conciliar de la Purísima Concepción de María Santísima Nuestra Señora de esta Ciudad de Canarias, que tiene principio en 17 de Junio de 1777»7, no se registra, de forma alguna, la presencia de An-tonio Pereira. Y dos, entendemos, a tenor de los resultados posteriores, que decir que Pereira Pacheco a sus 17 años no necesitaba clases de dibujo, las que impartía en su academia José Ossavarry, por ser el alumno más diestro que el maestro, es una auténtica te- 5 MANUELA MARRERO RODRÍGUEZ y EMMA GONZÁLEZ YANES, El prebenda-do don Antonio Pereira Pacheco. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna de Tenerife, 1963. 6 ALEJANDRA HERNÁNDEZ CORRALES, El Seminario Conciliar del Archipié-lago Canario (1777-1897). Estudio histórico-pedagógico. Barcelona, 1997. PEDRO M. QUINTANA HERNÁNDEZ, Historia del Seminario Conciliar de Cana-rias. Anroart Ediciones, Las Palmas de Gran Canaria, 2006. 7 Archivo del Obispado de Canarias. Seminario Conciliar. Libro de Entradas y Salidas de Colegiales. Tomos I, II y III © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 303 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 7 meridad desproporcionada producto de un partidismo que favo-recía a las claras al señor Pereira. Por tanto, creemos que la figura del prebendado Pereira Pacheco se modeló con el tiempo, y la experiencia adquirida jun-to a eruditos que le servían de guía, y no en los pupitres de tal o cual centro de aprendizaje. Desde luego, su cuota así se reva-loriza y más al comprobar lo hecho por otros muchos discentes de su época que habiendo gozado de tales estudios no dieron fruto alguno. Los listados del mismo Seminario están repletos de nombres vacíos a pesar de los buenos informes preceptivos a su ingreso y los no malos dineros que costó su educación. Dicho autodidactismo no es del todo espontáneo, y para ex-plicar los derroteros que tomó el intelecto de Pereira antes de-bemos recordar un triángulo cultural establecido entre el pro-pio Pereira, Viera y Álvarez Rixo. Es éste, a nuestro juicio, el esquema de un soporte real que logró ya en su día que tanto Álvarez como Pereira siguiesen una línea de investigación his-tórica iniciada por Viera y Clavijo. Los dos escritores apenas toman datos, fechas o aconteci-mientos de Viera, ya que de ellos tenían referencias por otras vías; de Viera admiraron la organización y el modo vanguardis-ta de acometer la narración histórica. Incluso, la elección de los temas historiables, aunque bien es verdad que tanto Álvarez Rixo como Pereira sintieron una irresistible predilección por los asun-tos de la vida cotidiana. Fueron amantes de la anécdota hasta el punto de convertirla en «historia». Como ejemplo ilustrativo tenemos su interés por los apodos colocados entre paréntesis al lado del nombre oficial de aquel personaje que por su actitud ante la vida quedaba mejor definido por el mote que por el nominal recibido ante la pila bautismal. Sería mucho decir que José Agustín Álvarez Rixo llegó al conocimiento de Viera a través de Pereira, pues no debemos olvidar que Álvarez también vivió en Las Palmas de Gran Ca-naria al amparo del famoso Seminario8, y que allí se veneraba 8 Tampoco tenemos documentación que certifique la presencia de Álvarez Rixo en dicha institución docente, sin embargo se ha convertido en toda una tradición relacionar a los personajes del XIX con este Seminario con el ánimo de otorgar categoría tanto al centro como al personaje. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 304 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 8 al historiador realejero. Sin embargo, no es descabellado propo-ner la idea del descubrimiento profundo de éste a través de las copias manuscritas que elaboró Pereira Pacheco. Es más, si hoy conocemos en su amplia extensión la obra escrita de Viera y Clavijo9 es gracias a Pereira, quien consciente de la dimensión del personaje realizó copias de todos aquellos papeles que le habían pertenecido. Muchos de los originales se han extraviado, y sólo conservamos los documentos atesorados por Antonio Pereira, autor que además de reproducirlos «fielmente», los ilus-traba a su antojo con el interés de presentarlos más lustrosos a los nuevos lectores. En la vivienda particular de Álvarez estuvie-ron pernoctando durante muchas jornadas algunos de dichos trabajos; cuadernos que una vez recopilados por Álvarez Rixo tomaban el correo de Tegueste. Viera y Clavijo fue el eco canario de una emergente cultura francesa10 que durante el siglo XVIII se convirtió en una van-guardia que andando el tiempo daría al traste con el Antiguo Régimen. Viera se atrevió a reinterpretar a los clásicos marcan-do las pautas de un comportamiento que plagiarían, en la me-dida de sus posibilidades, tanto Pereira como Álvarez. En tal contexto, tiene sentido que Viera copiase y tradujese al castella-no «La Enriada» de Voltaire11, o «La Moral de la Infancia» un texto de 1800 originalmente escrito por Charles Gilbert, vizconde Morel de Vinde12. De otro lado, tenemos que algunas de las piezas literarias de Viera nos llegan con primor gracias a la intervención de Pe-reira, es el caso de «Los Meses»13, «Las Bodas de las Plantas»14, 9 ANTONIO ROMEU PALAZUELO, Biografía de Viera y Clavijo a través de sus obras. Aula de Cultura de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife,1981. 10 ALEJANDRO CIORANESCU, «Viera y Clavijo y la cultura francesa», Revis-ta de Historia de Canarias. La Laguna, 1957-1962. 11 Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife (en adelante BMT). Manuscritos Ms 35. VOLTAIRE, «La Enriada traducida para España en verso castellano por José Viera y Clavijo». 12 BMT. Manuscritos Ms 8. 13 BMT. Manuscritos Ms 95. JOSÉ VIERA Y CLAVIJO, «Los Meses, Poema en doce cantos, año de 1796 por... Adornado con láminas de Antonio Pereyra Pacheco y Ruiz. 1822». 14 BMT. Manuscritos Ms 80. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 305 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 9 «La fruta del Parnaso»15, o la más conocida de todas: «Can Mayor»16. A pesar de ello al historiador de hoy le debe resultar más interesante desde un punto de vista historiográfico el ánimo que tuvo Pereira para retomar algunas labores de Viera que por razones de su fallecimiento no actualizó. Nos referimos a dos manuscritos redactados por Antonio Pereira enmendando la Historia General de las Islas Canarias (1776) con su «Continua-ción de Escritores Canario, ó apéndice á la Biblioteca citada por Viera en el tomo 4º, folio 514, y siguientes»17 y «Continuación del catálogo cronológico de los Obispos de Canarias, formado por Viera en el tomo 4º... por Antonio Pereira Pacheco y Ruiz»18. Animados por el trabajo intelectual de Viera sendos persona-jes fueron durante algo más de una década fieles a una parti-cular amistad mantenida gracias a unas docenas de cartas re-mitidas de igual a igual desde Tegueste a Puerto de la Cruz. Cartas que después de los correspondientes saludos de cortesía venían cargadas de noticias recogidas sobre tal o cual asunto; o que por el contrario sólo formaban parte del preámbulo que precedía a un manuscrito solicitado. Este tránsito informativo tuvo una especial importancia en el sentido Tegueste-Puerto de la Cruz por el que Álvarez recibió un buen número de documen-tos originales de Antonio Pereira. De hecho, el que ahora nos sirve de análisis fue uno entre tantos; de la copia de éste nos valemos para conocer la identidad de aquél. La biografía que en su día —diciembre de 1848— escribiera Álvarez Rixo está por completar ya que los últimos diez años de estancia de Pereira al frente de la iglesia de San Marcos queda-ron fuera de la primitiva narración. Para entonces, Pereira ya se había retirado de la vida pública, según sus propias palabras, habiendo finalizado su etapa catedralicia en 1842, y hasta su muerte, en 1858, sólo se dedicó a las labores sacerdotales y a 15 BMT. Manuscritos Ms 81. 16 Biblioteca de la Universidad de La Laguna (en adelante BUL). Ma-nuscritos. «El Can Mayor por Viera, con láminas de Pereira Pacheco. Año de 1805». 17 BMT. Manuscritos Ms 4. 18 BMT. Manuscritos Ms 206. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 306 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 10 las de recopilador histórico. A la vez, hemos de aclarar que la mencionada biografía no es más que un extracto literario en-tresacado del conocido «Destino de Criaturas»19; un libro manus-crito que recoge su propia existencia de modo cronológico, al que Álvarez añade algunas de sus particulares aclaraciones. Álvarez Rixo interpretó en manuscrito, incluso «reinven-tando » algunas de sus partes e ilustraciones, hasta el punto de permitirse la licencia de dejar algunas lagunas. Él, en la adver-tencia preliminar nos ofrece una explicación «científica»: En este Extracto formado por mi dejo algunas fechas ó distancias en blanco hasta rectificarlas, porque habiéndolas escrito con lápiz en la minuta se borraron. Nunca llegó a concluir su copia. DEL MANUSCRITO Y SUS ILUSTRACIONES No es del todo correcto referirnos a la obra «Noticias de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Arequipa en el Reyno del Perú» del prebendado Pereira Pacheco como el «manuscrito» a pesar de ser así considerado por los investigadores, pues en rea-lidad se trata de una auténtica colección documental reunida por su autor a partir de su estancia en el Continente america-no. Como sabemos, entre 1809 y 1818 Antonio Pereira vivió una aventura trascendental en su existencia al ser elegido como per-sonal de servicio que habría de acompañar a Luis Gonzaga de la Encina y Perla en su toma de posesión de la silla episcopal de Arequipa, en Perú. Su juventud, ya que salió de Canarias con tan solo 18 años, fue aprovechada no sólo para tomar los hábi-tos y comenzar una brillante escalada en la jerarquía eclesiásti-ca, sino para iniciarse en el conocimiento de la cultura ameri-cana, «aprendiendo» incluso un idioma indígena, el quechua. Pereira abordó la redacción del manuscrito estando de vuel-ta del contimente americano, en la paz de su retiro de Tegueste. Para ello utilizó los viejos apuntes de su viaje, principalmente 19 BMT. Manuscrito Mss 186-188, «Destino de Criaturas ó Diario de mis viajes marítimos y terrestres por Antonio Pereyra Pacheco y Ruiz. 1810-1821». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 307 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 11 los tomados en 1814 cuando por motivos del cargo de Visitador de Oratorios recorrió la demarcación episcopal20. Este periplo fue definitorio en tal sentido, ya que su agudeza le llevó a tomar la precaución de elaborar una serie de borradores con datos y es-tadísticas que llegado el momento conformaron el cuerpo del escrito que nos interesa. Por tanto, el manuscrito tiene además la virtud del reposo de los años y a pesar de lo atropellado que están algunos juicios de valor vertidos por el autor mantiene inalterado el espíritu «explorador» de la literatura de su género. En la actualidad existen, al menos, cuatro copias de este manuscrito, suponiendo por razones de conveniencia que el re-dactado de puño y letra por el prebendado se encuentra custo-diado en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Una de las copias está depositada en la Biblioteca Nacional de Lima, desconociéndose si la misma fue copiada por el autor, por su hermano Miguel, o por otro amanuense anónimo, pues a pesar de haber sido ya publicado un amplio extracto del mismo por Enrique Carrión Ordoñez21 no se ha podido determinar este 20 Una nota manuscrita de Álvarez Rixo nos ofrece valiosa información sobre los objetos que Pereira adquirió durante su estancia peruana: Cuando el Sr. Dn. Antonio Pereira Pacheco salió de Arequipa para volverse á Europa en el mes de Julio de 1816 vendió varios objetos y libros de su uso los cuales podia readquirir en España baratos, y facilmente y no esponerse al riezgo y excesivo costo de su conducción. Esta lista es muy curiosa principalmente para los afincionados a calculos comerciales porque nos demuestra los exorbitantes precios que en aquella parte de America tenían tales articulos; y cuanto deberían ganar los que especulaban para dicha parte del Mundo entonces. Lista q. da idea de los valores de varios art. de uso en la Ciudad de Arequipa. 1 Relox de sobremesa chico (32.0 duros). 1 Compas de Mate-maticas (4). 1 Hevillas de acero (3). 1 Sombrero de teja (16). 1 Charol de 1 1/2 varas de largo (3). 1 Copita de cristal(1.2). 2 Botellas para licor (2.4). 1 Piedra fina de afilar nabajas (10). 1 Cajeta de pinturas (25). 2 Vasos de mesa con filete dorado (2). 2 Jicaras grandes con sus platos (3). 2 Cortinas de gasa bordada, con guarnición de cinta de raso (10). 1 Quitasol carmesí (20). Libros, El Concilio Tridentino con la Notas por Salemar (6). Las Oraciones de Ciceron. 2 tomos en pasta (3). La Historia de D. Quixote 5 tomos (24). El Catecismo Compendio de Pouget 1 tomo (2). El Hombre Feliz 3 tomos pasta (6). Un juego de Breviarios en 4ª mayor con sudiurno (65). Gramatica Castellana (2.4). 21 ENRIQUE CARRIÓN ORDÓÑEZ, La lengua en un texto de la Ilustración. Edición y estudio filológico de la Noticia de Arequipa de Antonio Pereyra y Ruiz. Pontifica Universidad Católica de Perú, Lima, 1983. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 308 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 12 punto. Otra, en idénticas condiciones documentales, es la cita-da por Marrero Rodríguez y González Yanes22 propiedad de don Vicente Hernández Jorge (Güímar, Tenerife) y a la que dichas autoras accedieron gracias a una fotocopia facilitada al efecto por Enrique Marco Dorta. Por último, está la que nos ha servi-do a nosotros, la copia realizada en 1848 por José Agustín Álvarez Rixo a partir del original enviado por correo, junto a una nota en la que reza: Me alegro hayan servido á V. de alguna distracción mis Noticias Arequipeñas, que si bien no las adornan el lenguaje estudiado de los ilustrados, llevan el sello de la verdad sin temor de que hay Europeo ni Americano que las desmientan. Tegueste a 30 de Octubre de 1848. También se han hecho del mismo algunas publicaciones par-ciales a las que debemos sumar la ya renombrada del profesor Carrión Ordoñez23 considerado como un magnífico estudio filo-lógico. Así, están los trabajos de Alejandro Lostaunau en la re-vista Fénix24, o las aportaciones de David W. Fernández25 en lo que a su paso por Montevideo se refiere. El manuscrito a pesar de su apariencia es algo más que un simple libro de viajes26, aunque la modestia de Pereira le obligó, ya desde la introducción, a advertir al lector de una hipotética precariedad literaria aplicable a la calidad del texto. Se trata a sí mismo de hombre de pocos recursos y de conocimientos escasísimos en toda materia, y mucho más en una que no es mi profesión. Sin embargo, la importancia del texto podría ser va- 22 MANUELA MARRERO RODRÍGUEZ y EMMA GONZÁLEZ YANES, op. cit., p. 125. 23 Este mismo autor dio a conocer su trabajo inicialmente en el artícu-lo titulado «Pereira y el Perú», en el Boletín del Instituto Riva-Agüero, Lima, 1969-1971. 24 ALEJANDRO LOSTAUNAU, «El desconocido manuscrito de Pereyra y Ruiz sobre Arequipa», Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional de Lima. Lima, 1946, pp. 813-838. 25 DAVID W. FERNÁNDEZ, «Montevideo en 1810», Revista Histórica. Pu-blicación del Museo Histórico Nacional. Montevideo, diciembre de 1966, pp. 502-512. 26 STANTON L. CATLIN, «El artista viajero-cronista y la tradición empíri-ca en el arte latinoamericano posterior a la independencia», Arte en Iberoamérica. Madrid, 1989, pp. 41-61. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 309 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 13 lorada en varios sentidos: el primero el que le otorgara ya en su día Álvarez Rixo al incluirlo dentro de una tradición literaria, la literatura viajera, de la cual los canarios a excepción de Viera y Clavijo contando sus andanzas europeas habían huido27 por tra-dición. En tal sentido, Álvarez aprendió desde joven el valor de una formación humanística en una experiencia extranjera, pues recordemos que su padre le envió a la isla de Madeira en su juventud28. De ahí, que en la biografía de Pereira redactada por Álvarez destaque muy especialmente una frase pronunciada por Viera y Clavijo dirigida a los hermanos Pereira en el día de su marcha (1809) para América: Somos unos mariscos asidos a estas peñas y para saber algo precisa salir de ellas. Tal vez, estas palabras fueron el timón que guió, en buena medida, la coti-dianidad de Antonio Pereira en Perú ya que durante su estan-cia mantuvo siempre una actitud receptora alimentando sus ansias de conocimiento. Otro interesante valor lo encontramos en su manera de tra-tar los acontecimientos vividos. Y no le falta razón en sus jui-cios sobre su capacidad académica; no supo nunca hacer histo-ria, y sus escritos están navegando entre la crónica fácil y la anécdota. Sin embargo, nadie puede discutirle la maestría de un estilo personal con el que interpreta a conveniencia los sucesos de su entorno. La falta de método histórico quedó suplida por la noticia epidérmica que nos permiten hoy conocer, a través de su legado, las «opiniones» populares, los pleitos de capillas, o los juicios de barbería. Su erudición se ampara en la observación y trascripción, quedando para un lugar muy remoto las aporta-ciones intelectuales. La escritura sarcástica es, sin lugar a dudas, su gran recur-so. Tal vez, su condición sacerdotal le impidió una entrega ple-na a las voces del populacho, pero a la vista de los aconteci-mientos más escabrosos rebusca en el diccionario las palabras precisas para ofrecer un giro literario que esté de acuerdo con 27 JUAN ANTONIO DE URTUSÁUSTEGUI, Diario de viaje a la isla de El Hierro en 1779. Centro de Estudios Africanos, La Laguna, 1993. 28 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GURIÉRREZ, «Las estampas madeirenses de Álvarez Rixo. 1812-1814», Actas del II Colóquio Internacional de História de Madeira. Funchal, 1989. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 310 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 14 su posición social, pero que no pierda la agudeza grotesca del evento. Expresiones como la zorra de dos patas, para referirse a las prostitutas, los feligreses de las ermitas de Baco, para nom-brar a toda clase de alcohólicos, o De los animales. Hablo de los irracionales, señalando que muchos humanos podrían portar un buen arado, pueden aquí servirnos como referencias de su par-ticular estilo de escritura. Amigo de lo populachero (reflejada en su gran colección de pasquines y libelos acopiados en vida ha-ciéndose eco de las desavenencias públicas contra tal o cual gobernante), tuvo que combatir con un lenguaje que le impedía hablar con exactitud aumentando así la brillantez de su prosa, y también de su poesía. Llegamos a comprender sus palabras cuando las utiliza como la herramienta de trabajo de un moralista preocupado por los desajustes sociales. La crítica es su mejor coartada para reali-zar «historia». Pereira escribe desde la atalaya imaginaria que le otorgaba la sotana, sin vacilar a la hora de hacer una divi-sión entre «buenos» y «malos», entre vagos y menesterosos, en-tre blancos y criollos, entre eclesiásticos y seculares… Pero, si atractiva es la escritura de Pereira no menos inte-resante se nos muestra la crónica dibujada, es decir las mu-chas ilustraciones que refuerzan el texto en el ánimo de pro-fundizar en las ideas vertidas. Sería mucho decir, como de hecho se ha dicho, que Pereira Pacheco pertenece al elenco de pintores canarios del siglo XIX, pues su obra no tiene en nin-gún momento entidad suficiente para ser así considerada. Su misión fue otra muy distinta, más próxima a la didáctica que a la defensa de los estilemas de la pintura académica del mo-mento. Dejando a un lado su evidente rudeza, manifestada amplia-mente en la ausencia de las reglas elementales del dibujo (com-posición, anatomía, perspectiva...), encontramos el hallazgo de su producción sumamente interesante cuando participamos de la intención de la misma: la segunda lectura. En el conjunto de su extensa obra pintada no existen dibujos aislados, cuadros u otros objetos artísticos, sino que su labor se encuentra inmersa en un trabajo de sesgo historicista que logra su mejor aliado en la ilustración, llamémosla, anexa. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 311 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 15 De la afición por el dibujo en Antonio Pereira Pacheco y Ruiz tenemos noticias desde su primera estancia en Las Palmas de Gran Canaria (1806). Y con tan solo 16 años de edad visitaba con frecuencia al maestro Ossavarry en su academia29 hasta que se le indicó su abandono. De esta época son algunos dibujos que regaló a José Viera y Clavijo; y también el retrato que hizo con formato de escarapela del rey Fernando VII en los momentos de la invasión francesa. En esta misma línea, guiado siempre por un sentimiento monárquico innato, compuso y dibujó la ya fa-mosa poesía contra Napoleón acometida en La Laguna el 25 de noviembre de 1808 cuyo texto, a falta de lírica, nos sorprende por su explosivo contenido: Esa ambición insaciable De ser del Orbe Señor. Te ha entregado a mi furor Napoleón detestable: Solo á España incomparable Debiste respetar. Era reservado dar El premio de tu perfidia; ¿Dó está tu ardor militar? España encarnada en un fiero león abate y devora las en-trañas de un Napoléon caído que clama a un demonio que le ofrece un globo terráqueo encadenado por golosina. La viñeta forma parte de una iconografía populista muy apreciada en la España napoleónica. Una fórmula idónea para el combate in-cruento que demostraba, a la vez que convencía, el malestar público por las interferencias galas en la política nacional. To-dos los rincones de España conocieron durante la ocupación este tipo de manifestaciones patrióticas30; en Canarias tal movi-miento fue representado de forma solitaria por Pereira Pacheco con este trabajo. 29 DOMINGO MARTÍNEZ DE LA PEÑA, MANUEL RODRÍGUEZ MESA y MANUEL ALLLOZA MORENO, Organización de las Enseñanzas Artísticas en Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1987. 30 VV.AA., El grabado en España. Summa Artis. Historia General del Arte. Espasa Calpe. Madrid, 1988. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 312 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 16 Poco pudo perfeccionar su arte el joven Pereira a pesar de que tuvo en Perú varias ocasiones para hacerlo al realizar un gran número de retratos, arquitecturas y objetos varios. Su tos-quedad no le abandonaría nunca manteniendo, además, unos esquemas rígidos que a penas sí modificó para establecer dife-rencias notables en los géneros pintados. Sus obras son siempre dibujos coloreados (lápiz iluminado con acuarela a los que añade algunos toques de tinta negra para reforzar las líneas maestras de la composición) sobre pa-pel, de pequeñas dimensiones, faltos de detallismo. Cuando re-presenta a una ciudad lo hace delineando manzanas rectangu-lares, en una planta sin escala, y destacando la ubicación de los centros religiosos en la trama. Arequipa, Sevilla, La Laguna, Cádiz, Montevideo, Lima o Candelaria (Tenerife) fueron locali-dades cartografiadas por este autor, «levantadas» con la mayor sencillez. Aclaramos que el entrecomillado del término levantar se refiere a que Antonio Pereira sólo se dedicó a copiar, a calcar en el mejor de los casos, los planos correspondientes. Sus dotes no alcanzaban para más, ni tampoco corría a su favor el tiem-po requerido para levantar un plano técnico, amén de las con-diciones en las que nuestro autor realizaba sus viajes. Sus des-ajustes en este campo son veniales, si los comparamos con los cometidos cuando representa arquitecturas. Sintió una enorme atracción por la arquitectura, y es un digno representante de aquella mentalidad que estima el grado de «civilización» de una población, en todos los sentidos, sólo por la calidad de los edificios que exhibe. La arquitectura es un sím-bolo de poder que establece una máxima social de mayor cate-goría cuanto más se aproximen las formas construidas a los mandatos academicistas de los estilos concretos. Para represen-tarlos siempre elige la fachada principal, a los edificios religio-sos (iglesias, ermitas, conventos, hospitales, conventos y ce-menterios), definiéndolos con ciertas precisión en los perfiles volumétricos y las líneas maestras de la composición arquitec-tónica. A un lado quedan los detalles ornamentales, a no ser que se trate de demostrar la propiedad del inmueble (heráldica) o el uso concreto del mismo (cruces, estrellas, etc). La perspec-tiva se la aplica como resultado de la percepción óptica, jamás © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 313 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 17 como un método de representación formulado por la ciencia matemática. Los retratos masculinos, los más, también poseen sus inva-riables: el marco oval, la posición sedente del sujeto, y algún que otro escudo familiar que informa al espectador del linaje del retratado. No cabe la menor duda que su aprendizaje fue autodidacta, y que llegó a realizar esta particular obra a través de la observación de pintura de caballete. La noticia en tal sen-tido la tenemos en el hecho, que no deja de ser del todo curio-sa, de que Pereira a pesar de haber conocido muchos cuadros de tema religioso, incluso admiró lienzos de Bartolomé Estaban Murillo (Sevilla 1617-Cádiz 1682) en la Catedral de Sevilla, no copió, ni realizó de motus propio ninguno de este género que supuestamente le era el adecuado. Su retratística está dentro de la órbita neoclásica, muy próxima al trabajo de un Luis de Cruz y Ríos, o de la pintura elegante de la burguesía madrileña que tuvo la oportunidad de conocer junto a Abascal. En un estudio publicado por la profesora Fraga González31 con motivio de celebrar el homenaje canario al rey Carlos III dejó demostrado el impacto que tuvo la pintura culta sobre Antonio Pereira. Éste al acometer las ilustraciones para el cua-derno de Viera y Clavijo titulado «Can Mayor, ó Constelación Canaria de trece estrellas isleñas que han brillado en el firma-mento español reinando Carlos IV»32 aprovechó unos grabados de Carmona para interpretar los retratos de Juan y Bernardo de Iriarte. Carmona a su vez había hecho lo propio con óleos sali-dos del taller de Mariano Salvador Maella en el caso de Juan de Iriarte, y de Francisco de Goya, para el de su hermano Ber-nardo. El costumbrismo, junto al paisaje, podría ser considerado como el género más interesante de los abordados por Pereira. Radica su interés en la aproximación documentalista que le guía, dejando al margen las inexistentes aportaciones artísticas. Los uniformes militares, de los cuales, los más antiguos los te- 31 CARMEN FRAGA GONZÁLEZ, «Los ilustrados canarios y sus retratos», en VV.AA., Homenaje a Carlos III. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1988, p. 82. 32 BUL. Manuscritos. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 314 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 18 nemos situados en los conflictos bélicos que conoció en Cádiz (1809) cuando el aburrimiento le permitió dibujar a unos «ejér-citos babilónicos» (españoles, ingleses y portugueses) faltos de la vestimenta regular que necesita todo ejército que se precie. Más adelante proseguiría con este tratamiento, pintando militares y oficiales de la administración pública que establecen sus diferen-cias sólo por la indumentaria ya que los tipos físicos permane-cen inalterables. Este autor a raíz de su viaje a Perú comenzó a realizar lo que podríamos denominar una galería de personajes en la que de forma explícita queda reflejada la sociedad de una época. Desde el colegial hasta el religioso con manto capitular, pasan-do por el regidor, el oficial de Infantería de Arequipa, o la bea-ta, el indio y su mujer, el viajero... son figuras de un entramado social que merecieron su atención. Personajes que tuvieron, como otros tantos la tendrían más adelante, la responsabilidad de representar a una sociedad y sus costumbres. Inicialmente establece los límites entre las acciones, los valores humanos y, por supuesto, los detalles étnicos (el blanco, el indio o el crio-llo); y con posterioridad, sus diferencias culturales específicas con especial referencia a los tocados y vestimenta. Antonio Pereira no incluye variaciones de otro tipo a los personajes, todos tie-nen la misma corpulencia, y el color de la tez, o los rasgos ana-tómicos sexuales son las únicas variables que conjuga para es-tablecer las naturales diferencias. En realidad, estamos ante un maniquí al que se le atribuyen a conveniencia los detalles so-ciales: la sotana para el cura, el caballo para el viajero, el velo para la beata, o la vara para el regidor33. El paisajismo en Pereira se reduce a la topografía, cosa que no nos debe extrañar al darnos cuenta de que la geografía es para el autor sólo el marco terrestre en el que se desarrollan las acciones humanas. Son escasas las referencias a los hitos orográficos si exceptuamos las mediciones que efectuó al volcán de Arequipa, aunque éstas deben ser entendidas como las ilus-traciones específicas de un estudio «científico» sobre los temblo- 33 SANTIAGO SEBASTIÁN LÓPEZ, Iconografía del indio americano. Tuero, Madrid, 1992. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 315 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 19 res de tierra en la zona. Es más, su topografía es el producto de la mirada movida de los pilotos náuticos ya que en sus viajes marítimos se entretuvo en varias ocasiones en definir los derro-teros de las costas que avistaban desde la nave. Así tenemos el inicio de su serie con un perfil azulado de la isla de Madeira y lo concluye con los dibujos correspondientes al Cabo de Hornos, los volúmenes de la isla de Trinida, de los Estados o de Diego Ramírez en Tierra del Fuego. URBANISMO Y ARQUITECTURA A nadie se le esconde a estas alturas la gran afición que tuvo Pereira por los asuntos de la construcción, él mismo diseñó su casa en La Laguna34 manteniendo con orden las reglas del or-nato público. Sin embargo, esta fue una diversión más de un profundo diletante que algunos, incluido Álvarez Rixo, le elogia-ron hasta el punto de nombrarlo como arquitecto, con minús-culas, habida cuenta que Pereira35 alardeó en varios documen-tos de su participación en el ornato de la Catedral de Arequipa. Esta ciudad está delineada en el manuscrito siguiendo las directrices castellanas del urbanismo colonial36, delineación que Pereira define en varios momentos como «urbanismo tirado a cordel», con calles anchas empedradas y hasta enlozadas gra-cias a la participación de sus vecinos37. Destaca como centro urbano la existencia de la plaza mayor, espaciosa y ornamenta-da con una fuente de bronce situada en el centro geométrico 34 BMT. Manuscritos. Ms 56 Doc 12, «Diseños de las fachadas exterio-res é interiores de la casa del Presbytero D. Antonio Pereira Pacheco y Ruiz en la calle de la Caza nº 8 en la Ciudad de La Laguna de Tenerife, levantada y dirigida por el mismo Pereira». 35 CARMEN FRAGA GONZÁLEZ, «Canarias-América a través del fenómeno arquitectónico», Jornadas de Estudios Canarias-América. Santa Cruz de Tenerife, 1984. 36 LEOPOLDO CASTEDO, Historia del Arte Iberoamericano. Alianza edito-rial, Madrid, 1988. 37 RAMÓN GUTIÉRREZ, CRISTINA ESTERAS y ALEJANDRO MÁLAGA, El Valle de Colca. Arequipa. Cinco siglos de arquitectura y urbanismo. Buenos Aires, 1986. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 316 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 20 del gran rectángulo38. El plano anexo a la descripción de Pereira Pacheco nos aclara lo que el autor entendía por urbanismo, lo que se debía representar en un plano para la mejor definición de una urbe. Tres elementos lo componen: núcleo agropecuario (huertos anexos a la urbe y río), núcleo religioso-administrativo (edificios públicos de la ciudad) y conglomerados de viviendas (manzanas). Los edificios anónimos quedan atrapados en un conjunto de calles paralelas y otras tantas perpendiculares. Nu-mera la plaza, el epicentro organizador de la vida urbana, a un lado la Catedral39, a otro una vivienda particular (la única que define como tal), el resto son marcas de solares ocupados por la iglesia de San Juan, la de los Jesuitas40, la parroquia de San-ta Marta, la casa de las Educandas, o el convento de la Merced. La arquitectura de esta ciudad ha sido levantada siguiendo las pautas de la tradición constructiva41, de la improvisación y la funcionalidad, ya que las viviendas son modestas, de una sola planta queriendo así evitar los fáciles derribos que producirían los muchos terremotos que afectan al sector. Casas levantadas con piedra labrada, encaladas, espaciosas, y decoradas con estucos pintados al óleo, aunque su escultura por lo exterior no ofrece ningún gusto. Este prejuicio estético, el de suponer que lo ame-ricano es de peor gusto que lo europeo, supone uno de las tan-tas opiniones atrevidas ofrecidas por Antonio Pereira a lo largo del manuscrito. El Nuevo Continente es en «su visión» el mali-cioso y huérfano que requiere del cuidado de un hermano ma-yor representado en su ideario por el Viejo Continente. Una 38 M. ROJAS-MIX, La Plaza Mayor. El urbanismo, instrumento de domi-nio colonial. Barcelona, 1978. VV.AA., De Teotibuacán a Brasilia. Estudio de la historia urbana Iberoamericana y Filipina. Instituto de Administración Local, Madrid, 1987. A. E. J. MORRIS, Historia de la forma urbana. Desde sus orígenes hasta la Revolución Industrial. Gustavo Gili, Barcelona, 1991. 39 GUILLERMO GÁLDOS RODRÍGUEZ, La Catedral de Arequipa. Arequi-pa, 1986. 40 Uno de los edificios más sinulares de Arequipa es la iglesia de la Compañía, un te,plo cuyo origen se remonta al año 1578 cuando se empe-zaron a levantar su primeros muros siguiendo las trazas del arquitecto Gaspar Báez. 41 RAMÓN GUTIÉRREZ, Evolución histórica urbana de Arequipa. Lima, 1992. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 317 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 21 postura que traslada, sin inconveniente, a las mentalidades di-ferenciando en cada apartado lo concebido en Perú, en Améri-ca, y lo importado desde Europa. El templo de San Camilo de Lelis, que a su llegada a Are-quipa comenzaba su última etapa constructiva (fue bendecido por Luis de la Encina en 1813 al finalizar las obras) había sido trazado por el arquitecto Martín Petris42, un arquitecto romano. A la muerte del técnico faltó también el que la obra se concluye-ra bajo las exactas reglas que se principió. Igual suerte corrió la Catedral de Arequipa comenzada en 1609 en un americanizado estilo barroco43, pero que en el momento de su estancia no ha-biendo tenido en este país el bello arte de la Arquitectura otros Maestros que los de los Jesuitas llevaban desde Europa, el gusto de estos en todas las 0bras concernientes al de aquellos tiempos. Así es que tanto la vista exterior de los templos, como sus reta-blos, y adornos interiores, aunque bien ejecutados en aquel orden, tallados con el mayor esmero y trabajo, son en el día feos y de ningún gusto. No debemos olvidar aquí que Antonio Pereira se vio conta-giado, en materia artística, por los rigores del Neoclasicismo re-cibidos durante su año de estancia en el Madrid cortesano deja-do por Carlos III. Allí conoció la arquitectura clasicista de Juan de Villanueva, o de Ventura Rodríguez, pues como el mismo tes-timoniaría visitó el Observatorio, el Museo (del Prado) guiado por el libro de Antonio Ponz. Dicho contagio es, además, per-ceptible en los giros literarios que utiliza al confundir la arqui-tectura barroca con el «orden jesuita»44, orden que en realidad no existe como tal al no tener características fijas, y sí mucho eclecticismo. Algunos autores, y en especial Cristina Esteras 42 Citado también como un arquitecto salido de la Academia de Cádiz que proyectó algunas obras más en Lima. 43 CARMEN FRAGA GONZÁLEZ, «Proyección arquitectónica de Cádiz sobre América entre 1760 y 1810», Homenaje al profesor Hernández Perera. Ma-drid, 1992. 44 ENRIQUE MARCO DORTA, Fuentes para la Historia del Arte Hispanoame-ricano. Estudio y documentación. CSIC-Sevilla, Sevilla, 1960, pp. 67-71. RAMÓN GUTIÉRREZ, Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica. Cátedra, Madrid, 1984. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 318 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 22 Martín45 no dudan en suponer a Pereira Pacheco como el intro-ductor del Neoclasicismo en la zona gracias a un diseño de 1811 para una pieza de orfebrería, un tabernáculo en madera y pla-ta con destino al monasterio de Santa Catalina que a la postre compondría el Maestro Mayor Luis Linares. Es más, lo nombra como discípulo indirecto del arquitecto vasco Matías Maestro (1776-1835) el que fuera auténtico adalid del clasicismo perua-no46. Maestro, a quien Pereira reconoce como gran arquitecto y pintor del momento en Lima, es oficialmente el protagonista de la ruptura del barroco andino y de las variantes que conocemos como arquitectura del mestizaje. Y es que este autor establece sus criterios clasicistas como respuesta moralista exigida por una nueva sociedad emancipada a raíz de la independencia política americana. Él mismo, sin ir más lejos, optó por la causa revo-lucionaria. Asegura, por otra parte, una intervención propia en la Cate-dral de Arequipa por mandato de Luis de la Encina, aunque reconoce que careciendo de las reglas de este arte, nunca quise atraerme la justa crítica del público en obras que desagradan a los verdaderos inteligentes. Al fin su intervención se redujo a una «mejor» decoración de los bienes muebles existentes en el refe-rido templo. ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Y EJÉRCITO El virreinato del Perú tenía en Arequipa el organigrama ad-ministrativo correspondiente al sistema colonial hispano desde el Intendente en su función de máxima autoridad política y militar, hasta el último de los oficiales nombrados por la corona española47. Pereira no especifica sus funciones para solo dar fe 45 CRISTINA ESTERAS MARTÍN, Arequipa y el arte de la platería (siglos XVI-XX). Tuero, Madrid, 1993, p. 196. 46 SANTIAGO SEBASTIÁN LÓPEZ, JOSÉ DE MESA FIGUEROA y TERESA GUIS-BERT DE MESA, Arte Iberoamericano desde la colonización a la independen-cia. Summa Artis. Espasa Calpe, Madrid, 1985. 47 JUAN DOMINGO ZAMACOLA Y JÁUREGUI, Apuntes para la historia de Arequipa. Arequipa, 1958. ALEJANDRO MALAGAMEDINA, Arequipa. Estudios his-tóricos. Publionsa, Arequipa, 1981-1986. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 319 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 23 de su existencia de los cargos con las interminables nóminas de personajes que mentenían en pie el sistema político virreinal. La información que ofrece al respecto posee, como casi todas las suyas, un interesante apartado crítico en el que lejos de ser una mera descripción se atreve a poner en duda la honestidad de algunos mandatarios regionales. Establece claramente una so-ciedad de dos polos; de un lado el rey, personaje impecable, de otro sus vasallos, y entre ambos, sirviendo de vehículo, un apa-rato no siempre digno de su oficio. Arremete contra los políti-cos locales, sus recaudadores, y da buena cuenta del nefasto papel jugado por éstos en asuntos tan espinosos como el cobro de impuestos, o la finalidad de los mismos. A salvo de las críticas quedan los oficiales del ejército acan-tonado en el Obispado de Arequipa. Cita su estado, el listado jerárquico de sus jefes, el número de compañías y el total de soldados queriendo dar testimonio potencial bélico del virreinato en unos momentos extremadamente delicados. Perú, al igual que el resto del Continente americano, estaba a las puertas de la independencia48 y los conflictos particulares vividos por Pereira eran la justa correspondencia a otros de mayor envergadura que apuntaban hacia la emancipación nacional. Ello justifica en buena medida el empeño desmesurado de Antonio Pereira por demostrar la grandeza y fidelidad del ejér-cito y las milicias realistas. Fidelidad monárquica inquebranta-ble según el autor, que en realidad no lo era tanto a tenor de cómo de desarrollaron los acontecimientos a partir de 1816, año de su partida para España. Sin embargo, su perspectiva del asunto no le permitió ver con claridad la realidad y no se cansó nunca de elogiar el papel jugado por militares del calado del marqués de la Concordia, del general Goyeneche, o de él mis-mo, quien tuvo la oportunidad de demostrar su ardor guerrero al enfrentarse al conocido Cura Muñecas cuando armado inci-taba a la sublevación de la población indígena. El trasfondo de muchos de los folios que componen el ma-nuscrito no es otro que el de la emancipación americana, y Pereira, contrario de todo punto a tal liberación, utilizó su plu- 48 BERMEJO, La causa de la Emancipación del Perú. Lima, 1960. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 320 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 24 ma pretendiendo demostrar el error histórico que se cometió al romper con España. En tal sentido, su agudeza no tuvo límites y en el empeño de elogiar a las milicias arequipeñas no dudó en retratar un pasaje anecdótico del tipo del que a continuación copiamos: No hace mucho vi llegar un Exercito (comandado por Juan Ramírez) que habiendo corrido en sus conquistas desde el Tucuman hasta esta Provincia, siendo recibidos por las damas... llegaron solteros á Arequipa sus Oficiales, de donde á los ocho meses salieron muchos casados. El argumento de la limpieza de sangre ha sido frecuentemente utilizado en nuestra historia lo-cal como sistema preventivo contra la endogamia; sin embargo, en el caso de América, supone toda una novedad que más bien parapeta segundas intenciones que las meramente biológicas49. REALISMO E INDEPENDENCIA Esta más que probada la fidelidad de Antonio Pereira Pa-checo y Ruiz a la monarquía española; al menos tanto como su predilección por el rey Fernando VII. Antes incluso de marchar para América ya había dado generosas muestras de su fe en la corona, pues en 1808, siendo aún un joven imberbe, se atrevió a escribir un pequeño opúsculo el favor del monarca: «Noticias de la proclamación de nuestro amado monarca el Señor Fernan-do Séptimo, que Dios Guarde hecha en la isla de Gran Canaria el día 25 de Julio de 1808»50. Este manuscrito al que acompañó la correspondiente lámina con la esfinge del monarca sería el comienzo de una larga serie de documentos realistas cargados más de profundo sentimiento que de sentido común. Su admi-ración por la familia Borbón le llevó a coleccionar aquellas pro-clamas que reafirmaban sobre sus cabezas la corona hispana. Desde Carlos IV51, antes incluso con su padre el rey ilustrado, 49 MANUEL GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Las doctrinas populistas en la Inde-pendencia de Hispanoamérica. Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Madrid. 50 BMT. Manuscritos. Ms 9 Doc 5. 51 BMT. Manuscritos. Ms 9 Doc 3, «Loa que se representó en la Com-parsa de los Labradores por la tarde del 25 de Agosto de 1789 en la pro- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 321 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 25 hasta Isabel II52, y desde luego Fernando VII53, fueron objeto de un respeto servil por parte de un Pereira que quiso un múlti-ples ocasiones dejar constancia escrita de su adhesión monár-quica. Con estos antecedentes es fácil presuponer la postura adop-tada por Pereira frente al imparable movimiento de independen-cia que sobrevolaba todo el Continente americano. No llegó nunca a entender dicho movimiento ya que a sus ojos aquella era una tierra condenada a ser guiada por la «diestra mano» de los gobernantes europeos. Su rey Fernando era elogiado por lo más granado de la so-ciedad arequipeña, en especial por las damas del lugar, a quie-nes ningún vasallo las aventaja en amor y lealtad al Soberano. Cuantas veces se ha visto el erario en necesidad... otras tantas han sabido las Arequipeñas desprenderse... de sus alhajas, cediéndolas en donativo. El estamento eclesiástico54 fomentaba como ningún otro esta adhesión a la metrópoli (expresión frecuentemente uti-lizada por los coetáneos para referirse a la España peninsular, la corona, o Madrid como principal sede cortesana) y el propio Luis de la Encina llegó a componer algunos textos de alinea-ción monárquica55. Este punto pese a tener poca luz como lo clamación del Rey N. Señor Don Carlos 4º que celebra la M.N. y Leal Ciudad de La Laguna». 52 BMT. Manuscritos. Ms 9 Doc 4, «Noticias de las demostraciones públicas con que celebró la M.N. y L. Ciudad de San Cristóbal de La La-guna la Proclamación de la Reyna NªSª Dª Isabel Segunda en los días 13,14 y 15 de Diciembre de 1833. Escrita por Antonio Pereira Pacheco y Ruiz». Ms 9 Doc 6, «Noticias de la Poclamación de nuestra Soberana Doña Isa-bel Segunda hecha en la Isla de La Palma en Canarias el 26 de Diciembre de 1833». 53 BMT. Manuscritos. Ms 151, «Papeles públicos de Gran Canaria, con motivo de las ocurrencias del año de 1808 durante el cautiverio de Fer-nando 7º, reunidas por Antonio Pereira Pacheco y Ruiz». 54 VARGA UGARTE, «La acción de la Iglesia en la obra de la Emancipa-ción ». VV.AA., De la Conquista a la República. Lima, 1942. 55 Edicto Pastoral del Ilmo. Señor Dr. D. Luis Gonzaga de la Encina del Consejo de S.M. dignísimo Obispo de Arequipa formado con el objeto de procurar la pacificación y bien espiritual y temporal de su Diócesis, de todo el Perú, y de toda la América, y de toda la Monarquía Española. Dedicado por su mismo autor a la Trinidad beatísima. Por D. Bernardino Ruiz, Lima, 1815. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 322 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 26 demuestra Rafael Bento Travieso en algunas de sus poesías56 ha sido revisado con gran acierto por Guillermo Lohmann Villena, quien en la conferencia de clausura del III Coloquio de Historia Canario-Americana57 ofreció variables de interés en el compor-tamiento de un de la Encina sacudido por los conflictos políti-cos del momento. Sea como fuere, Antonio Pereira defendía una lamentable postura resumida en una desafortunada frase: Solo bajo el Go-bierno Español vivirá el Indio tan vagabundo; y aun así se cree el Indio ostigado (sic) por el Español. Fue testigo de la división de opiniones existentes en su en-torno, y pese a su postura, claramente definida en contra de cualquier liberalismo, supo aceptar la divergencia mantenida por el grueso de una población que se encontraba a disgusto con la dominación española que ya duraba algunos siglos. Los últimos estertores se protagonizaron en Arica cuyas autoridades locales, realistas todas ellas como cabía esperar de la administración pública, nombraron en 1805 Alcalde Perpetuo al Príncipe de Asturias, el heredero de la corona española. Pereira unas veces se contenta con testimoniar la insurrec-ción y otras muchas pasa a la defensiva intolerando un estado libre peruano. Pensaba que aquellos era años tristes para un país rico que veía impedida la explotación de sus productivos yacimientos de minerales por culpa de la inestabilidad del Esta-do, o por la falta de brazos que preferían las armas a las herra-mientas de trabajo. Constata la importancia del Colegio Seminario de Arequipa58 en la lucha revolucionaria, pues las aulas de esta institución se habían convertido en lugares de aprendizaje de una cultura política anticolonial. Sus colegiales se habían corrompido en tales términos... con las ideas de liberalismo e independencia, que se vio el Iltrmo. Sr. Encina en la necesidad de cerrar el Colegio, 56 M.C., «Poesías de Rafael Bento Travieso copiadas por Juan Padilla». 57 GUILLERMO LOHMANN VILLENA, «El ideario legitimista del canario Luis Gonzaga de la Encina, Obispo de Arequipa (1810-1816)», Actas del III Co-loquio de Historia Canario-Americana, Las Palmas de Gran Canaria, 1978, tomo II, pp. 549-576. 58 CATERIANO, Memorias de los Obispos de Arequipa. Arequipa, 1908. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 323 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 27 echar fuera a todos los Colegiales, y después de haber hecho una nuevas Constituciones en las que entre otras cosas se manda, que para entrar á ser Colegial preceda una información secreta de los sentimientos de fidelidad del joven y de sus padres. Sistema que de la Encina conocía bien ya que este era el método, con más suavidad eso sí, para el ingreso del Seminario Conciliar de Las Palmas59. SOCIEDAD BLANCA VERSUS SOCIEDAD CRIOLLA Tal vez, este punto sea el más escabroso del manuscrito de Pereira ya que al tratar críticamente al grupo humano que poblaba el Perú a comienzos del siglo XIX deja aflorar una mentalidad «civilizadora» comprometida con su perspectiva europeísta. Es llamativa su postura moralista frente al resto de los grupos humanos, al resto de las étnias, y mientras lo blanco es sinónimo de don, lo autóctono, e incluso, lo mestizo, lo es de desgracia. Mantiene en este asunto un pleito poco real que pre-tende dar la visión del sincretismo cultural peruano, en este caso, o americano, en el caso del total del Continente60. Su punto de vista podría ser considerado como el chivo ex-piatorio de una mentalidad, de ahí la importancia de sus pala-bras, pues de otro modo estaríamos sólo frente a las opiniones particulares de un personaje, y por tanto andaríamos investi-gando la pura anécdota. Su visión del americano es una de las desviaciones que tomó una línea de pensamiento que la his-toriografía contemporánea a denominado la leyenda negra61, a pesar de que Antonio Pereira no aprobase en ningún momento el exterminio del indígena como forma de solucionar los proble-mas del colonialismo hispano y europeo. Sin embargo, no deja de expresar su desagrado al choque frontal que suponía la co- 59 JOSÉ ANTONIO INFANTES FLORIDO, Un Seminario de su siglo, entre la Inquisición y las Luces. Las Palmas de Gran Canaria, 1977. 60 URS BITTERLI, Los «salvajes» y los «civilizados». El encuentro de Euro-pa y Ultramar. México, 1982. 61 MIGUEL MOLINA MARTÍNEZ, La leyenda negra. Editorial Narea, Ma-drid, 1991. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 324 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 28 habitación en un mismo territorio de varias pautas de compor-tamiento tan contrapuestas como la autóctona americana y la exportada desde Europa. El combate entre sociedades estaba servido y en el caso peruano, al igual que en el mexicano, las actitudes se magnificaron gracias al potencial nada menguado de la civilización inca. Es curioso que Pereira Pacheco no hiciese una mención ex-tensa de la cultura inca62, cierto es que en los días de su perma-nencia en América, no era gran cosa lo que se conocía de ella, y los grandes hallazgos arqueológicos estaba aún por llegar63. No obstante nos parece un prejuicio dado que el autor no desdeñó por naturaleza ninguna información que pudiese ampliar su galería de curiosidades. En el grueso de su manuscrito, con in-dependencia del apartado correspondiente, sólo hace mención del inca en tres ocasiones: para rememorar el asentamiento humano en el solar de Arequipa64 protagonizado por Maita Capac, la no existencia de indios salvajes en el Obispado corres-pondiente, y para expresar su humor apático y melancólico pla-gado de quejas y penas. La sociedad blanca queda retratada por el autor en un cú-mulo de virtudes atribuidas a las damas arequipeñas cuyas po-ses debió conocer muy bien ya que las elogia en sobre medida. Debemos hacer observar aquí que Antonio Pereira cree enten-der que el mejor exponente social para tomar la temperatura a un colectivo humano es la mujer. De ahí que mida a todo un contingente por las posturas de su mujeres; es más, en algunos manuscritos como es el que se refiere a los «Nombres provin-ciales de Arequipa» no cita en ningún caso nombre de varones, sin embargo, si aparecen femeninos con sus diminutivos fami-liares correspondientes. Así, las mujeres del lugar se entregan 62 ROMÁN PIÑA CHAN, Historia, Arqueología y Arte Prehispánico. Fondo de Cultura Económica, México, 1972. HEINRICH UBBELOHDE-DIERING, El arte en el imperio de los Incas. Gustavo Gili, Barcelona, 1952. 63 WILLIAM H. PRESCOTT, History of the Conquest of Peru with a preliminary view of the civilization of the Incas. Edited by John Foster Kirk, London, 1888. LUIS LUMBRERAS, De los pueblos, las culturas y las artes del antiguo Perú. Moncloa-Campodonico, Lima, 1969. 64 VALDIVIA, Fragmentos para la historia de Arequipa. Arequipa,1847, y BARRIGA, Documentos para la historia de Arequipa. Arequipa, 1939. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 325 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 29 con agrado a la lectura, al dibujo, al piano y al manejo econó-mico de sus casas. A pesar de ello los hombres blancos también conservan algo de los dones innatos ya que las mujeres prefie-ren para sus enlaces a los europeos. Una simpleza, ésta, de sumo grado a la que Antonio Pereira se atreve a dar justifica-ción argumentando que el europeo tiene más que probada su valía menesterosa al abandonar su país por venir á este sin desti-no, claro es que no trae consigo otro tesoro que su industria, y el trabajo de su brazo. Por el contrario el criollo a pesar de haber nacido en medio de la mayor opulencia, no aprende otro libro que el juego de naipes, dados... gasta sin saber cuanta es la entrada... la ociosidad se sigue a tropel todos los vicios... haciendo de la noche día la pasa en la casa del juego perdiendo, no ya solo el caudal que heredó de sus padres, el dote de su esposa, sino las prendas mismas... El maximalismo pereirano no tuvo límites cuando trató de hacer crítica social estableciendo un conflicto ético entre vicios y virtudes, algo muy religioso por otro lado que era al fin y al cabo la base de la doctrina que profesó. El texto está realmente plagado de alusiones moralistas encubiertas que molestan a cualquier lector inteligente65. La postura intolerante de Antonio Pereira sólo puede quedar amparada ante el análisis de la pre-sión política al que se vio sujeto el autor. De otro modo, sería una involución ante posturas ya superadas por otros pensado-res más antiguos que él que había comprendido la naturaleza del problema cultural americano66. Tras sus palabras sólo se escondía su contraposición política a la emancipación, de ahí que su conducta violenta mantenida inalterable hasta la vejez, ya que escribió el grueso del manus-crito mucho tiempo después de haber hecho las anotaciones pertinentes y cuando ya él mismo había acumulado un número importante de documentos oficiales gestados por la república del 65 ALEJANDRO GARCÍA, Civilización y salvajismo en la colonización del Nuevo Mundo. Un ensayo sobre la penetración de la cultura europea. Mur-cia, 1986. 66 FRAY MIGUEL DE AGIA, Servidumbres personales de indios. Estudio preliminar de F. Javier de Ayala, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Madrid. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 326 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 30 Perú, contra lo autóctono tenía cuanto menos una razón de ser. Descartamos así que Pereira estuviese haciendo una valoración objetiva de la situación, esto muy a pesar de lo que diga una y otra vez en sus «advertencias preliminares», o la defensa a ultranza que demostró Álvarez Rixo, quien por contagio estuvo siempre en contra de la independencia americana. EL INCA Y SU LENGUA Consciente como fue de la importancia cultural de los pue-blos «primitivos» (término que emplea aludiendo a todo aquello que es ajeno a la civilización europea) emprendió en el manus-crito la descripción interesada del tercer grupo étnico que po-blaba el Perú: el inca. Se inicia su narración con un ...creólo igual al hombre por su figura corpórea, y por su razón intelectual..., un enunciado que parecería que Antonio Pereira cambia la tónica de su visión americanista. Pero del espejismo salimos nada más concluir el párrafo: ...pero no por la sentimental ó sensible. La letanía no había hecho sino empezar, y el autor la va desgranando a me-dida que nos introducimos de lleno en la lectura. Las perlas cultivadas vienes expresadas en los siguientes términos: Es el animal más indómito y el menos agradecido... vive más descon-fiado... la hipocrecía es su natural máscara... corren a tropel a las Ermitas de Baco... no se ninguno que confiese ni comulgue...la Esposa se complace del mal de su Consorte... aman la ociosidad y huyen de todo trabajo... la porquería y desnudez es en ellos una segunda naturaleza... sus Incas pagasen tributo a los piojos... abundantes de pelo, y para peinarlos se lavan la cabeza con orines... El culmen de tan desigual juicio lo exhibe Pereira con: Solo bajo el Gobierno Español viviría el Indio tan vagabundo: y aún así se cree al Indio hostigado por el Español; el cual queda completado con otro pensamiento más rotundo si cabe: ...y se convencerán que el Indio solo conoce la libertad desde que es dominado por el Español, una libertad bien entendida, pues no hay vasallo alguno que no reconozca dependencia de su So-berano. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 327 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 31 Las consideraciones serias sobre la cultura inca quedan re-ducidas a unas pocas notas sobre el uso doméstico de la llama, el reconocimiento del Sol como divinidad suprema que adoran a la par que el cristianismo, y al uso de las hojas de coca como alimento de uso extendido entre la población aborigen67. Pero además, de su crítica escapa abiertamente el lenguaje de los naturales, el «Quinchua ó Quécchua», ya que por necesidades del servicio eclesiático era aprendido por los sacerdotes del obis-pado de Arequipa. Antonio Pereira reconoce que fue el propio Luis de la Encina quien durante su mandato intentó inaugurar una Cátedra de Quéchua en el Colegio Seminario para dar la oportuna respuesta al Concilio celebrado en Lima en el año 1773, en el que se concluyó la oportunidad de publicar un bre-ve Catecismo de la Doctrina Cristiana para que se enseñase por él a los jóvenes Indios68. Ni que decir tiene que la posibles aportaciones lingüísticas ofrecidas por Pereira en su manuscrito están, a priori, calcula-das. A pesar de ello, Enrique Carrión Ordóñez se valió del texto para plantear su estudio filológico con lo que demuestra la in-novación del mismo. Es más, el profesor Rodolfo Cerrón-Palo-mino en la introducción que hace a su Diccionario Quechua Juninhuanca69 asegura que su obra es la primera y única que recoge el vocabulario común de estos indios. Contrasta su estu-dio con el realizado por José Francisco Báez (Vocabulario Políglota Incaico. Lima, 1905), pero no hace mención al manus-crito en cuestión del prebendado Pereira, ni a otro del mismo autor que se conserva en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife70. 67 FRAY MARTÍN DE MURÚA, Historia General del Perú. Origen y descen-dencia de los Incas... Madrid, MCMLXII. 68 Recordemos aquí un caso similar recogido por Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu en una «Carta Pastoral sobre la utilidad de la instrucción en la lengua mejicana para la enseñanza de los indios». 69 RODOLFO CERRÓN-PALOMINO, Diccionario Quechua Juninhuanca. Mi-nisterio de Educación-Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1976. 70 BMT. Manuscritos. Ms 351, «Gramática de la Lengua general del Perú llamada Quichhua, ó Qquechchua». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 328 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 32 Plano de Lima. Antonio Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Fachada principal de la Catedral de Lima. Antonio Pereira Pacheco. Bi-blioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Planta del cementerio de la ciudad de Lima. Antonio Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 329 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 33 Croquis urbano de la ciudad de San Felipe de Montevi-deo. Antonio Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Militar peruano. Antonio Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 330 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 34 Plano de la ciudad de Cádiz levantado por Antonio Pereira. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Plano de la ciudad de Sevilla levantado por Antonio Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 331 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 35 Dibujo antinapoleónico realizado por Antonio Pereira en el año 1808. Bi-blioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Autorretrato de Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Dibujo del barco que utilizaron los hermanos Pereira Pacheco para realizar en 1808 su viaje a América. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010
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Calificación | |
Título y subtítulo | Pereira Pacheco y su visión americana |
Autor principal | Hernández Gutiérrez, A. Sebastián |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 54. Tomo 2 |
Sección | Bellas artes |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2008 |
Páginas | p. 297-331 |
Materias | Pereira Pacheco y Ruiz, Antonio ; Biografía ; Arquitectura ; América |
Notas | Homenaje a Antonio Rumeu de Armas |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 2899105 Bytes |
Texto | 297 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 68 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA P O R A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ RESUMEN En 1808 un joven llamado Antonio Pereira Pacheco y Ruiz, acompaña-do de su hermano Miguel, emprende una aventura por América del Sur en calidad de paje de Luis de la Encina, un grancanario que fue llamado a ostentar el sillón episcopal de Arequipa, Perú. El viaje y la estancia de los dos hermanos supone un jalón único en la historiografía canaria, pues no fueron muchos los canarios que emprendieron periplos culturales por tie-rras del Nuevo Continente, y muchos menos los que tuvieron el talento de contar cuanto allí conocieron. El valor del trabajo del joven Pereira se concentra en el hecho de que fue en América donde descubrió sus dotes para la historia, aplicándose, además, en tareas propias de las bellas artes y hasta en el ejercicio de la literatura, la filología o la música. Su figura, aún cuando pasó tan solo diez años de estancia en Perú, no pasó desapercibida por cuanto que dejó hue-lla en unos momentos de dificultad política tan acentuados como fueron la salida de España de sus colonias americanas. Palabras clave: Antonio Pereira Pacheco. Luis de la Encina. Obispado de Arequipa, Perú. Manuscrito. Viaje. Arquitectura de Montevideo y Are-quipa. Orfebrería. Estampas e ilustraciones. ABSTRACT In 1808 a young boy named Antonio Pereira Pacheco y Ruiz, ac-companied by his brother Miguel, embarked on an adventure to South America as a cabin boy to Luis de la Encina, a Gran Canarian who was called to take up an Episcopal seat in Arequipa, Peru. The voyage and the time spent there by the two brothers is assumed to be a unique milestone in Canarian historiography, as there were few Canarians who undertook these long voyages to the New Continent, and even fewer of those who were able to recount what they had seen there. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 298 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 2 The value of the work of the young Pereira centres on the fact that it was in America where he discovered his gift for history, and in addition, devoting himself to the fine arts including exercises in literature, philology and music. Despite only spending 10 years in Peru, Pereira did not go unnoticed as he left his mark during moments of political problems as significant as the departure of Spain from her colonies of the Americas. Key words: Antonio Pereira Pacheco. Luis de la Encina. Obispado de Arequipa, Peru. Manuscript. Voyage. Architecture of Montevideo and Arequipa. Silversmithing. Goldsmithing. Engraving and illustrations. PREÁMBULO Antonio Pereira Pacheco y Ruiz forma parte de la leyenda regional que da por supuestos los beneficios culturales ofrecidos por el movimiento ilustrado y posilustrado. Dicha leyenda, ini-ciada ya en vida del propio Pereira gracias a sus gestiones al frente de instituciones tan serias como la Universidad de San Fernando (La Laguna), o la Catedral de Tenerife, tuvo su res-puesta historiográfica en 1963 con la publicación del libro El Prebendado don Antonio Pereira Pacheco firmado al alimón por Manuela Marrero Rodríguez y Emma González Yanes1. Dicho tomo venía a confirmar una sospecha ancestral que entendía el valor intelectual del personaje, pero que no llegaba a dimen-sionarlo. Aún, después de tanto tiempo no hemos sido capaces de hacerle justicia pues, en realidad, nadie ha profundizado a fondo en el pensamiento de este erudito canario. El estudio de 1963 ofrecía una interesante biografía, la más extensa hasta el momento presente a pesar de haber sido entresacada de otras tantas gracias a los aliños de sus autoras que completaron una información virgen con notas de investigación producto del ras-treo «protocolario». Ofrecía además, un amplio catálogo de la obra escrita y dibujada de Antonio Pereira, de hecho las auto-ras citaban manuscritos que nunca se han encontrado, y cuya existencia viene supuesta por las pistas dejadas en algunos do-cumentos redactados por el mismo autor. 1 Recientemente ha salido una nueva versión de esta obra con la siguien-te ficha bibliográfica. EMMA GONZÁLEZ YANES, El prebendado don Antonio Pereira Pacheco. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 2002, 2ª edición. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 299 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 3 De esta manera, de entre los muchos manuscritos redacta-dos por Antonio Pereira, versando sobre las más diversas mate-rias que nos podían ser útiles para demostrar la capacidad del prebendado, hemos elegido el titulado «Noticias...de Arequipa» por varias razones. La primera, es la internacionalidad del tex-to. No es frecuente encontrar a uno de nuestros paisanos na-rrando acciones ocurridas en el extranjero, mucho menos en la América colonial de principios del siglo XIX. Igualmente, nos cautivó la calidad del pensamiento vertido por el autor sobre un manuscrito que aparentemente es «sólo» un libro de viajes. En efecto, contar las andanzas de cualquier viajero de la época romántica es ya de por sí un motivo de curiosidad, pero Pereira muy lejos de dedicarse a cultivar este género literario prefirió, con su particular estilo, verificar un modo de pensamiento: el de los españoles que testimoniaron la defunción del colonialis-mo americano. Por otro lado, tenemos que «Noticias...de Arequipa» es un conjunto de manuscritos de una gran riqueza historiográfica, ya que independientemente de los juicios subjetivos vertidos por el autor, ofrece al lector contemporáneo un cúmulo de informa-ción que se equipara a cualquier crónica de la época2. Desde los datos demográficos, la fundación y trazado de urbes, las rique-zas minerales, la alimentación, los temblores sísmicos, la vesti-menta, la agricultura, o la música fueron objetos de interesan-tes anotaciones acumuladas por Pereira durante los siete años de estancia peruana. Su privilegiada ubicación en el Palacio del Buen Retiro, donde tenía su sede oficial el Obispado de Arequi-pa, le supuso una atalaya inmejorable. La historia particular de su viaje es bien sencilla: en 1809 zarpa el joven Pereira, junto a su hermano Miguel, rumbo a Perú siguiendo los pasos de Luis Gonzaga de la Encina, recien-temente nombrado Obispo de Arequipa. Allí comienza su carre-ra eclesiástica, obteniendo cargos de responsabilidad a la som-bra del titular de la diócesis, pero a la muerte de éste, en 1816, decide regresar a su Tenerife natal. 2 STANTON L. CATLIN, «La naturaleza, la ciencia y lo pintoresco», Arte en Iberoamérica. Madrid, 1989, pp. 63-99. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 300 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 4 El periplo americano, en el que justo es incluir sus visitas a capitales tan significadas como Lima, Montevideo, Madrid, Cádiz o Sevilla, se convirtió en la piedra angular de su mentalidad; en su formación como intelectual, y no son pocas las referencias americanas que ofreció en su larga vida tomando lo acontecido en «su» Perú como punto de referencia trasladable, según su criterio, a la cotidianidad isleña. UN PERFIL BIOGRÁFICO DE ANTONIO PEREIRA PACHECO Y RUIZ A PARTIR DE LO ESCRITO EN 1848 POR JOSÉ AGUSTÍN ÁLVAREZ RIXO Es relativamente fácil justificar el comienzo de este ensayo histórico con unas anotaciones sobre la biografía del erudito Pereira Pacheco escrita hace más de un siglo por su amigo epis-tolar José Agustín Álvarez Rixo. Y no hacerlo reinterpretando sus palabras o hilvanando a duras penas los señuelos que dejó en vida el propio Pereira. La razón principal la hemos encon-trado en la frescura que aún mantiene el retrato primitivo; re-trato que, por otra parte, ha servido para componer otros mu-chos estudios biográficos sobre el cura Pereira. Además, se trata de un texto que fue compuesto desde una situación un tanto curiosa, pues Álvarez Rixo llegó, en muy poco tiempo, a venerar la figura del lagunero aún sin haberlo visto en su vida. Bueno, eso creía él hasta que se enteró, con los años, de haber prota-gonizado un encuentro fortuito con «su amigo». La anécdota se encuentra entre los papeles dejados por el portuense: ambos coincidieron físicamente la noche del 10 de Enero de 1819, dicho Señor (refiriéndose a Antonio Pereira) había sido convidado a ver una gran mascara en casa de don Fernando del Castillo Olivares en la ciudad de Las Palmas, donde después se bailó. Esta misma noche el que escribe era uno de los representantes de la mascara, de consiguiente estuvimos juntos bajo el mismo techo algunas horas. Pero entonces no teníamos idea uno del otro, ni hasta el día la hemos tenido de nuestros semblantes sino por los retratos. A partir del retiro de Antonio Pereira en Tegueste, regentan-do la parroquia de San Marcos, éste comenzó para la historia de Canarias una de las labores más productivas de cuantas ten- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 301 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 5 gamos noticias; se inició en la verdadera erudición, o mejor di-cho comenzó el epílogo de su propia erudición, ya que desde muy joven al verse atraído por la historiografía había hecho acopio de un material (cédulas, proclamas, anotaciones históri-cas...) que ahora, a la sombra, comenzaba a ordenar. Su senti-do de eternidad le llevó a poseer una prestigiosa biblioteca con-siderada por sus coetáneos un oasis intelectual, la cual era consultada por cuantos estudiosos, preferentemente extranjeros, pretendían iniciarse o profundizar en los asuntos del pasado ca-nario. Mucho se ha escrito sobre su vocación innata para la histo-ria, sin embargo al referirnos a tal afición no podemos dejar a un lado la enorme influencia indirecta que sobre él ejerció la figura de José de Viera y Clavijo. Persona a la que conoció tangencialmente, y hasta con la que se carteó durante sus años de estancia en Las Palmas de Gran Canaria. Entre 1806 y 1809, teniendo Antonio Pereira la edad de 16 años, entró de sirviente, en calidad de paje, en la casa de Luis Gonzaga de la Encina, quien por entonces había sido nombra-do Obispo de Arequipa, y cuya vivienda particular daba puerta con puerta a la que habitara Viera y Clavijo en un costado de la plaza de Santa Ana. Viera3, quien por entonces vivía allí en compañía de sus hermanos Nicolás y Josefa, representaba para las Canarias de comienzos del siglo XIX la pervivencia de la Ilustración. Un hombre que después de curtirse en la España ilustrada, de haber viajado por Europa4 y tener mil batallas cul-turales había encontrado su retiro dorado en el nombramiento de Arcediano de Fuerteventura; cargo que sin ahogos le permitía mantener en plena actividad su afición creadora junto a la lite-ratura y la historia. Antonio Pereira se aproximó a él por medio de unos dibujitos dedicados esperando del coloso un aplauso cualificado; la educación de Viera obró en consecuencia. 3 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, Josephus Viera y Clavijo, Presbyter Canariensis. Gobierno de Canarias-Ayuntamiento de Los Realejos, Islas Ca-narias, 2006. JULIO SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, José de Viera y Clavijo, sacerdote y arcediano. Las Palmas de Gran Canaria, 2007. 4 RAFAEL PADRÓN FERNÁNDEZ, José Viera y Clavijo. Diario de viaje desde Madrid a Italia. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 2006. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 302 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 6 Así, desde su juventud Pereira inició un aprendizaje auto-didacta en toda clase de materias aprovechando tan solo su in-teligencia natural; y a pesar de lo que se ha venido diciendo de su preparación académica no hemos encontrado hasta la fecha datos fiables que la confirme. Pongamos dos ejemplos tan solo para corroborar nuestras palabras. Antes, incluso, pondremos en tela de juicio una frase hecha alusiva a su parentesco con Luis de la Encina, pues como sabemos el contacto entre Pereira y el Obispo se efectuó gracias a una estancia de su padre en Gran Canaria por motivos financieros como bien demuestra el estu-dio de Marrero Rodríguez y González Yanes5. Pereira. Tanto él como su hermano Miguel, residieron como personal de servicio en casa De la Encina, quien de ellos recibía el tratamiento tan-to en público como en privado de «mi Amo». Dicha servidum-bre no incluyó en ningún momento la asistencia a las aulas del Seminario Conciliar6, es más, no hemos podido constatar la pre-sencia de Antonio Pereira en dicha institución docente. Tal au-sencia nos hace dudar de la fiabilidad de dicha noticia pues la escrupulosidad documental del Seminario fue tal que este tipo de datos no era, en ningún momento, obviado. En su libro de «Entradas y salidas de los Colegiales en el Seminario Conciliar de la Purísima Concepción de María Santísima Nuestra Señora de esta Ciudad de Canarias, que tiene principio en 17 de Junio de 1777»7, no se registra, de forma alguna, la presencia de An-tonio Pereira. Y dos, entendemos, a tenor de los resultados posteriores, que decir que Pereira Pacheco a sus 17 años no necesitaba clases de dibujo, las que impartía en su academia José Ossavarry, por ser el alumno más diestro que el maestro, es una auténtica te- 5 MANUELA MARRERO RODRÍGUEZ y EMMA GONZÁLEZ YANES, El prebenda-do don Antonio Pereira Pacheco. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna de Tenerife, 1963. 6 ALEJANDRA HERNÁNDEZ CORRALES, El Seminario Conciliar del Archipié-lago Canario (1777-1897). Estudio histórico-pedagógico. Barcelona, 1997. PEDRO M. QUINTANA HERNÁNDEZ, Historia del Seminario Conciliar de Cana-rias. Anroart Ediciones, Las Palmas de Gran Canaria, 2006. 7 Archivo del Obispado de Canarias. Seminario Conciliar. Libro de Entradas y Salidas de Colegiales. Tomos I, II y III © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 303 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 7 meridad desproporcionada producto de un partidismo que favo-recía a las claras al señor Pereira. Por tanto, creemos que la figura del prebendado Pereira Pacheco se modeló con el tiempo, y la experiencia adquirida jun-to a eruditos que le servían de guía, y no en los pupitres de tal o cual centro de aprendizaje. Desde luego, su cuota así se reva-loriza y más al comprobar lo hecho por otros muchos discentes de su época que habiendo gozado de tales estudios no dieron fruto alguno. Los listados del mismo Seminario están repletos de nombres vacíos a pesar de los buenos informes preceptivos a su ingreso y los no malos dineros que costó su educación. Dicho autodidactismo no es del todo espontáneo, y para ex-plicar los derroteros que tomó el intelecto de Pereira antes de-bemos recordar un triángulo cultural establecido entre el pro-pio Pereira, Viera y Álvarez Rixo. Es éste, a nuestro juicio, el esquema de un soporte real que logró ya en su día que tanto Álvarez como Pereira siguiesen una línea de investigación his-tórica iniciada por Viera y Clavijo. Los dos escritores apenas toman datos, fechas o aconteci-mientos de Viera, ya que de ellos tenían referencias por otras vías; de Viera admiraron la organización y el modo vanguardis-ta de acometer la narración histórica. Incluso, la elección de los temas historiables, aunque bien es verdad que tanto Álvarez Rixo como Pereira sintieron una irresistible predilección por los asun-tos de la vida cotidiana. Fueron amantes de la anécdota hasta el punto de convertirla en «historia». Como ejemplo ilustrativo tenemos su interés por los apodos colocados entre paréntesis al lado del nombre oficial de aquel personaje que por su actitud ante la vida quedaba mejor definido por el mote que por el nominal recibido ante la pila bautismal. Sería mucho decir que José Agustín Álvarez Rixo llegó al conocimiento de Viera a través de Pereira, pues no debemos olvidar que Álvarez también vivió en Las Palmas de Gran Ca-naria al amparo del famoso Seminario8, y que allí se veneraba 8 Tampoco tenemos documentación que certifique la presencia de Álvarez Rixo en dicha institución docente, sin embargo se ha convertido en toda una tradición relacionar a los personajes del XIX con este Seminario con el ánimo de otorgar categoría tanto al centro como al personaje. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 304 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 8 al historiador realejero. Sin embargo, no es descabellado propo-ner la idea del descubrimiento profundo de éste a través de las copias manuscritas que elaboró Pereira Pacheco. Es más, si hoy conocemos en su amplia extensión la obra escrita de Viera y Clavijo9 es gracias a Pereira, quien consciente de la dimensión del personaje realizó copias de todos aquellos papeles que le habían pertenecido. Muchos de los originales se han extraviado, y sólo conservamos los documentos atesorados por Antonio Pereira, autor que además de reproducirlos «fielmente», los ilus-traba a su antojo con el interés de presentarlos más lustrosos a los nuevos lectores. En la vivienda particular de Álvarez estuvie-ron pernoctando durante muchas jornadas algunos de dichos trabajos; cuadernos que una vez recopilados por Álvarez Rixo tomaban el correo de Tegueste. Viera y Clavijo fue el eco canario de una emergente cultura francesa10 que durante el siglo XVIII se convirtió en una van-guardia que andando el tiempo daría al traste con el Antiguo Régimen. Viera se atrevió a reinterpretar a los clásicos marcan-do las pautas de un comportamiento que plagiarían, en la me-dida de sus posibilidades, tanto Pereira como Álvarez. En tal contexto, tiene sentido que Viera copiase y tradujese al castella-no «La Enriada» de Voltaire11, o «La Moral de la Infancia» un texto de 1800 originalmente escrito por Charles Gilbert, vizconde Morel de Vinde12. De otro lado, tenemos que algunas de las piezas literarias de Viera nos llegan con primor gracias a la intervención de Pe-reira, es el caso de «Los Meses»13, «Las Bodas de las Plantas»14, 9 ANTONIO ROMEU PALAZUELO, Biografía de Viera y Clavijo a través de sus obras. Aula de Cultura de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife,1981. 10 ALEJANDRO CIORANESCU, «Viera y Clavijo y la cultura francesa», Revis-ta de Historia de Canarias. La Laguna, 1957-1962. 11 Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife (en adelante BMT). Manuscritos Ms 35. VOLTAIRE, «La Enriada traducida para España en verso castellano por José Viera y Clavijo». 12 BMT. Manuscritos Ms 8. 13 BMT. Manuscritos Ms 95. JOSÉ VIERA Y CLAVIJO, «Los Meses, Poema en doce cantos, año de 1796 por... Adornado con láminas de Antonio Pereyra Pacheco y Ruiz. 1822». 14 BMT. Manuscritos Ms 80. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 305 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 9 «La fruta del Parnaso»15, o la más conocida de todas: «Can Mayor»16. A pesar de ello al historiador de hoy le debe resultar más interesante desde un punto de vista historiográfico el ánimo que tuvo Pereira para retomar algunas labores de Viera que por razones de su fallecimiento no actualizó. Nos referimos a dos manuscritos redactados por Antonio Pereira enmendando la Historia General de las Islas Canarias (1776) con su «Continua-ción de Escritores Canario, ó apéndice á la Biblioteca citada por Viera en el tomo 4º, folio 514, y siguientes»17 y «Continuación del catálogo cronológico de los Obispos de Canarias, formado por Viera en el tomo 4º... por Antonio Pereira Pacheco y Ruiz»18. Animados por el trabajo intelectual de Viera sendos persona-jes fueron durante algo más de una década fieles a una parti-cular amistad mantenida gracias a unas docenas de cartas re-mitidas de igual a igual desde Tegueste a Puerto de la Cruz. Cartas que después de los correspondientes saludos de cortesía venían cargadas de noticias recogidas sobre tal o cual asunto; o que por el contrario sólo formaban parte del preámbulo que precedía a un manuscrito solicitado. Este tránsito informativo tuvo una especial importancia en el sentido Tegueste-Puerto de la Cruz por el que Álvarez recibió un buen número de documen-tos originales de Antonio Pereira. De hecho, el que ahora nos sirve de análisis fue uno entre tantos; de la copia de éste nos valemos para conocer la identidad de aquél. La biografía que en su día —diciembre de 1848— escribiera Álvarez Rixo está por completar ya que los últimos diez años de estancia de Pereira al frente de la iglesia de San Marcos queda-ron fuera de la primitiva narración. Para entonces, Pereira ya se había retirado de la vida pública, según sus propias palabras, habiendo finalizado su etapa catedralicia en 1842, y hasta su muerte, en 1858, sólo se dedicó a las labores sacerdotales y a 15 BMT. Manuscritos Ms 81. 16 Biblioteca de la Universidad de La Laguna (en adelante BUL). Ma-nuscritos. «El Can Mayor por Viera, con láminas de Pereira Pacheco. Año de 1805». 17 BMT. Manuscritos Ms 4. 18 BMT. Manuscritos Ms 206. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 306 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 10 las de recopilador histórico. A la vez, hemos de aclarar que la mencionada biografía no es más que un extracto literario en-tresacado del conocido «Destino de Criaturas»19; un libro manus-crito que recoge su propia existencia de modo cronológico, al que Álvarez añade algunas de sus particulares aclaraciones. Álvarez Rixo interpretó en manuscrito, incluso «reinven-tando » algunas de sus partes e ilustraciones, hasta el punto de permitirse la licencia de dejar algunas lagunas. Él, en la adver-tencia preliminar nos ofrece una explicación «científica»: En este Extracto formado por mi dejo algunas fechas ó distancias en blanco hasta rectificarlas, porque habiéndolas escrito con lápiz en la minuta se borraron. Nunca llegó a concluir su copia. DEL MANUSCRITO Y SUS ILUSTRACIONES No es del todo correcto referirnos a la obra «Noticias de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Arequipa en el Reyno del Perú» del prebendado Pereira Pacheco como el «manuscrito» a pesar de ser así considerado por los investigadores, pues en rea-lidad se trata de una auténtica colección documental reunida por su autor a partir de su estancia en el Continente america-no. Como sabemos, entre 1809 y 1818 Antonio Pereira vivió una aventura trascendental en su existencia al ser elegido como per-sonal de servicio que habría de acompañar a Luis Gonzaga de la Encina y Perla en su toma de posesión de la silla episcopal de Arequipa, en Perú. Su juventud, ya que salió de Canarias con tan solo 18 años, fue aprovechada no sólo para tomar los hábi-tos y comenzar una brillante escalada en la jerarquía eclesiásti-ca, sino para iniciarse en el conocimiento de la cultura ameri-cana, «aprendiendo» incluso un idioma indígena, el quechua. Pereira abordó la redacción del manuscrito estando de vuel-ta del contimente americano, en la paz de su retiro de Tegueste. Para ello utilizó los viejos apuntes de su viaje, principalmente 19 BMT. Manuscrito Mss 186-188, «Destino de Criaturas ó Diario de mis viajes marítimos y terrestres por Antonio Pereyra Pacheco y Ruiz. 1810-1821». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 307 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 11 los tomados en 1814 cuando por motivos del cargo de Visitador de Oratorios recorrió la demarcación episcopal20. Este periplo fue definitorio en tal sentido, ya que su agudeza le llevó a tomar la precaución de elaborar una serie de borradores con datos y es-tadísticas que llegado el momento conformaron el cuerpo del escrito que nos interesa. Por tanto, el manuscrito tiene además la virtud del reposo de los años y a pesar de lo atropellado que están algunos juicios de valor vertidos por el autor mantiene inalterado el espíritu «explorador» de la literatura de su género. En la actualidad existen, al menos, cuatro copias de este manuscrito, suponiendo por razones de conveniencia que el re-dactado de puño y letra por el prebendado se encuentra custo-diado en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Una de las copias está depositada en la Biblioteca Nacional de Lima, desconociéndose si la misma fue copiada por el autor, por su hermano Miguel, o por otro amanuense anónimo, pues a pesar de haber sido ya publicado un amplio extracto del mismo por Enrique Carrión Ordoñez21 no se ha podido determinar este 20 Una nota manuscrita de Álvarez Rixo nos ofrece valiosa información sobre los objetos que Pereira adquirió durante su estancia peruana: Cuando el Sr. Dn. Antonio Pereira Pacheco salió de Arequipa para volverse á Europa en el mes de Julio de 1816 vendió varios objetos y libros de su uso los cuales podia readquirir en España baratos, y facilmente y no esponerse al riezgo y excesivo costo de su conducción. Esta lista es muy curiosa principalmente para los afincionados a calculos comerciales porque nos demuestra los exorbitantes precios que en aquella parte de America tenían tales articulos; y cuanto deberían ganar los que especulaban para dicha parte del Mundo entonces. Lista q. da idea de los valores de varios art. de uso en la Ciudad de Arequipa. 1 Relox de sobremesa chico (32.0 duros). 1 Compas de Mate-maticas (4). 1 Hevillas de acero (3). 1 Sombrero de teja (16). 1 Charol de 1 1/2 varas de largo (3). 1 Copita de cristal(1.2). 2 Botellas para licor (2.4). 1 Piedra fina de afilar nabajas (10). 1 Cajeta de pinturas (25). 2 Vasos de mesa con filete dorado (2). 2 Jicaras grandes con sus platos (3). 2 Cortinas de gasa bordada, con guarnición de cinta de raso (10). 1 Quitasol carmesí (20). Libros, El Concilio Tridentino con la Notas por Salemar (6). Las Oraciones de Ciceron. 2 tomos en pasta (3). La Historia de D. Quixote 5 tomos (24). El Catecismo Compendio de Pouget 1 tomo (2). El Hombre Feliz 3 tomos pasta (6). Un juego de Breviarios en 4ª mayor con sudiurno (65). Gramatica Castellana (2.4). 21 ENRIQUE CARRIÓN ORDÓÑEZ, La lengua en un texto de la Ilustración. Edición y estudio filológico de la Noticia de Arequipa de Antonio Pereyra y Ruiz. Pontifica Universidad Católica de Perú, Lima, 1983. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 308 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 12 punto. Otra, en idénticas condiciones documentales, es la cita-da por Marrero Rodríguez y González Yanes22 propiedad de don Vicente Hernández Jorge (Güímar, Tenerife) y a la que dichas autoras accedieron gracias a una fotocopia facilitada al efecto por Enrique Marco Dorta. Por último, está la que nos ha servi-do a nosotros, la copia realizada en 1848 por José Agustín Álvarez Rixo a partir del original enviado por correo, junto a una nota en la que reza: Me alegro hayan servido á V. de alguna distracción mis Noticias Arequipeñas, que si bien no las adornan el lenguaje estudiado de los ilustrados, llevan el sello de la verdad sin temor de que hay Europeo ni Americano que las desmientan. Tegueste a 30 de Octubre de 1848. También se han hecho del mismo algunas publicaciones par-ciales a las que debemos sumar la ya renombrada del profesor Carrión Ordoñez23 considerado como un magnífico estudio filo-lógico. Así, están los trabajos de Alejandro Lostaunau en la re-vista Fénix24, o las aportaciones de David W. Fernández25 en lo que a su paso por Montevideo se refiere. El manuscrito a pesar de su apariencia es algo más que un simple libro de viajes26, aunque la modestia de Pereira le obligó, ya desde la introducción, a advertir al lector de una hipotética precariedad literaria aplicable a la calidad del texto. Se trata a sí mismo de hombre de pocos recursos y de conocimientos escasísimos en toda materia, y mucho más en una que no es mi profesión. Sin embargo, la importancia del texto podría ser va- 22 MANUELA MARRERO RODRÍGUEZ y EMMA GONZÁLEZ YANES, op. cit., p. 125. 23 Este mismo autor dio a conocer su trabajo inicialmente en el artícu-lo titulado «Pereira y el Perú», en el Boletín del Instituto Riva-Agüero, Lima, 1969-1971. 24 ALEJANDRO LOSTAUNAU, «El desconocido manuscrito de Pereyra y Ruiz sobre Arequipa», Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional de Lima. Lima, 1946, pp. 813-838. 25 DAVID W. FERNÁNDEZ, «Montevideo en 1810», Revista Histórica. Pu-blicación del Museo Histórico Nacional. Montevideo, diciembre de 1966, pp. 502-512. 26 STANTON L. CATLIN, «El artista viajero-cronista y la tradición empíri-ca en el arte latinoamericano posterior a la independencia», Arte en Iberoamérica. Madrid, 1989, pp. 41-61. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 309 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 13 lorada en varios sentidos: el primero el que le otorgara ya en su día Álvarez Rixo al incluirlo dentro de una tradición literaria, la literatura viajera, de la cual los canarios a excepción de Viera y Clavijo contando sus andanzas europeas habían huido27 por tra-dición. En tal sentido, Álvarez aprendió desde joven el valor de una formación humanística en una experiencia extranjera, pues recordemos que su padre le envió a la isla de Madeira en su juventud28. De ahí, que en la biografía de Pereira redactada por Álvarez destaque muy especialmente una frase pronunciada por Viera y Clavijo dirigida a los hermanos Pereira en el día de su marcha (1809) para América: Somos unos mariscos asidos a estas peñas y para saber algo precisa salir de ellas. Tal vez, estas palabras fueron el timón que guió, en buena medida, la coti-dianidad de Antonio Pereira en Perú ya que durante su estan-cia mantuvo siempre una actitud receptora alimentando sus ansias de conocimiento. Otro interesante valor lo encontramos en su manera de tra-tar los acontecimientos vividos. Y no le falta razón en sus jui-cios sobre su capacidad académica; no supo nunca hacer histo-ria, y sus escritos están navegando entre la crónica fácil y la anécdota. Sin embargo, nadie puede discutirle la maestría de un estilo personal con el que interpreta a conveniencia los sucesos de su entorno. La falta de método histórico quedó suplida por la noticia epidérmica que nos permiten hoy conocer, a través de su legado, las «opiniones» populares, los pleitos de capillas, o los juicios de barbería. Su erudición se ampara en la observación y trascripción, quedando para un lugar muy remoto las aporta-ciones intelectuales. La escritura sarcástica es, sin lugar a dudas, su gran recur-so. Tal vez, su condición sacerdotal le impidió una entrega ple-na a las voces del populacho, pero a la vista de los aconteci-mientos más escabrosos rebusca en el diccionario las palabras precisas para ofrecer un giro literario que esté de acuerdo con 27 JUAN ANTONIO DE URTUSÁUSTEGUI, Diario de viaje a la isla de El Hierro en 1779. Centro de Estudios Africanos, La Laguna, 1993. 28 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GURIÉRREZ, «Las estampas madeirenses de Álvarez Rixo. 1812-1814», Actas del II Colóquio Internacional de História de Madeira. Funchal, 1989. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 310 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 14 su posición social, pero que no pierda la agudeza grotesca del evento. Expresiones como la zorra de dos patas, para referirse a las prostitutas, los feligreses de las ermitas de Baco, para nom-brar a toda clase de alcohólicos, o De los animales. Hablo de los irracionales, señalando que muchos humanos podrían portar un buen arado, pueden aquí servirnos como referencias de su par-ticular estilo de escritura. Amigo de lo populachero (reflejada en su gran colección de pasquines y libelos acopiados en vida ha-ciéndose eco de las desavenencias públicas contra tal o cual gobernante), tuvo que combatir con un lenguaje que le impedía hablar con exactitud aumentando así la brillantez de su prosa, y también de su poesía. Llegamos a comprender sus palabras cuando las utiliza como la herramienta de trabajo de un moralista preocupado por los desajustes sociales. La crítica es su mejor coartada para reali-zar «historia». Pereira escribe desde la atalaya imaginaria que le otorgaba la sotana, sin vacilar a la hora de hacer una divi-sión entre «buenos» y «malos», entre vagos y menesterosos, en-tre blancos y criollos, entre eclesiásticos y seculares… Pero, si atractiva es la escritura de Pereira no menos inte-resante se nos muestra la crónica dibujada, es decir las mu-chas ilustraciones que refuerzan el texto en el ánimo de pro-fundizar en las ideas vertidas. Sería mucho decir, como de hecho se ha dicho, que Pereira Pacheco pertenece al elenco de pintores canarios del siglo XIX, pues su obra no tiene en nin-gún momento entidad suficiente para ser así considerada. Su misión fue otra muy distinta, más próxima a la didáctica que a la defensa de los estilemas de la pintura académica del mo-mento. Dejando a un lado su evidente rudeza, manifestada amplia-mente en la ausencia de las reglas elementales del dibujo (com-posición, anatomía, perspectiva...), encontramos el hallazgo de su producción sumamente interesante cuando participamos de la intención de la misma: la segunda lectura. En el conjunto de su extensa obra pintada no existen dibujos aislados, cuadros u otros objetos artísticos, sino que su labor se encuentra inmersa en un trabajo de sesgo historicista que logra su mejor aliado en la ilustración, llamémosla, anexa. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 311 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 15 De la afición por el dibujo en Antonio Pereira Pacheco y Ruiz tenemos noticias desde su primera estancia en Las Palmas de Gran Canaria (1806). Y con tan solo 16 años de edad visitaba con frecuencia al maestro Ossavarry en su academia29 hasta que se le indicó su abandono. De esta época son algunos dibujos que regaló a José Viera y Clavijo; y también el retrato que hizo con formato de escarapela del rey Fernando VII en los momentos de la invasión francesa. En esta misma línea, guiado siempre por un sentimiento monárquico innato, compuso y dibujó la ya fa-mosa poesía contra Napoleón acometida en La Laguna el 25 de noviembre de 1808 cuyo texto, a falta de lírica, nos sorprende por su explosivo contenido: Esa ambición insaciable De ser del Orbe Señor. Te ha entregado a mi furor Napoleón detestable: Solo á España incomparable Debiste respetar. Era reservado dar El premio de tu perfidia; ¿Dó está tu ardor militar? España encarnada en un fiero león abate y devora las en-trañas de un Napoléon caído que clama a un demonio que le ofrece un globo terráqueo encadenado por golosina. La viñeta forma parte de una iconografía populista muy apreciada en la España napoleónica. Una fórmula idónea para el combate in-cruento que demostraba, a la vez que convencía, el malestar público por las interferencias galas en la política nacional. To-dos los rincones de España conocieron durante la ocupación este tipo de manifestaciones patrióticas30; en Canarias tal movi-miento fue representado de forma solitaria por Pereira Pacheco con este trabajo. 29 DOMINGO MARTÍNEZ DE LA PEÑA, MANUEL RODRÍGUEZ MESA y MANUEL ALLLOZA MORENO, Organización de las Enseñanzas Artísticas en Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1987. 30 VV.AA., El grabado en España. Summa Artis. Historia General del Arte. Espasa Calpe. Madrid, 1988. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 312 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 16 Poco pudo perfeccionar su arte el joven Pereira a pesar de que tuvo en Perú varias ocasiones para hacerlo al realizar un gran número de retratos, arquitecturas y objetos varios. Su tos-quedad no le abandonaría nunca manteniendo, además, unos esquemas rígidos que a penas sí modificó para establecer dife-rencias notables en los géneros pintados. Sus obras son siempre dibujos coloreados (lápiz iluminado con acuarela a los que añade algunos toques de tinta negra para reforzar las líneas maestras de la composición) sobre pa-pel, de pequeñas dimensiones, faltos de detallismo. Cuando re-presenta a una ciudad lo hace delineando manzanas rectangu-lares, en una planta sin escala, y destacando la ubicación de los centros religiosos en la trama. Arequipa, Sevilla, La Laguna, Cádiz, Montevideo, Lima o Candelaria (Tenerife) fueron locali-dades cartografiadas por este autor, «levantadas» con la mayor sencillez. Aclaramos que el entrecomillado del término levantar se refiere a que Antonio Pereira sólo se dedicó a copiar, a calcar en el mejor de los casos, los planos correspondientes. Sus dotes no alcanzaban para más, ni tampoco corría a su favor el tiem-po requerido para levantar un plano técnico, amén de las con-diciones en las que nuestro autor realizaba sus viajes. Sus des-ajustes en este campo son veniales, si los comparamos con los cometidos cuando representa arquitecturas. Sintió una enorme atracción por la arquitectura, y es un digno representante de aquella mentalidad que estima el grado de «civilización» de una población, en todos los sentidos, sólo por la calidad de los edificios que exhibe. La arquitectura es un sím-bolo de poder que establece una máxima social de mayor cate-goría cuanto más se aproximen las formas construidas a los mandatos academicistas de los estilos concretos. Para represen-tarlos siempre elige la fachada principal, a los edificios religio-sos (iglesias, ermitas, conventos, hospitales, conventos y ce-menterios), definiéndolos con ciertas precisión en los perfiles volumétricos y las líneas maestras de la composición arquitec-tónica. A un lado quedan los detalles ornamentales, a no ser que se trate de demostrar la propiedad del inmueble (heráldica) o el uso concreto del mismo (cruces, estrellas, etc). La perspec-tiva se la aplica como resultado de la percepción óptica, jamás © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 313 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 17 como un método de representación formulado por la ciencia matemática. Los retratos masculinos, los más, también poseen sus inva-riables: el marco oval, la posición sedente del sujeto, y algún que otro escudo familiar que informa al espectador del linaje del retratado. No cabe la menor duda que su aprendizaje fue autodidacta, y que llegó a realizar esta particular obra a través de la observación de pintura de caballete. La noticia en tal sen-tido la tenemos en el hecho, que no deja de ser del todo curio-sa, de que Pereira a pesar de haber conocido muchos cuadros de tema religioso, incluso admiró lienzos de Bartolomé Estaban Murillo (Sevilla 1617-Cádiz 1682) en la Catedral de Sevilla, no copió, ni realizó de motus propio ninguno de este género que supuestamente le era el adecuado. Su retratística está dentro de la órbita neoclásica, muy próxima al trabajo de un Luis de Cruz y Ríos, o de la pintura elegante de la burguesía madrileña que tuvo la oportunidad de conocer junto a Abascal. En un estudio publicado por la profesora Fraga González31 con motivio de celebrar el homenaje canario al rey Carlos III dejó demostrado el impacto que tuvo la pintura culta sobre Antonio Pereira. Éste al acometer las ilustraciones para el cua-derno de Viera y Clavijo titulado «Can Mayor, ó Constelación Canaria de trece estrellas isleñas que han brillado en el firma-mento español reinando Carlos IV»32 aprovechó unos grabados de Carmona para interpretar los retratos de Juan y Bernardo de Iriarte. Carmona a su vez había hecho lo propio con óleos sali-dos del taller de Mariano Salvador Maella en el caso de Juan de Iriarte, y de Francisco de Goya, para el de su hermano Ber-nardo. El costumbrismo, junto al paisaje, podría ser considerado como el género más interesante de los abordados por Pereira. Radica su interés en la aproximación documentalista que le guía, dejando al margen las inexistentes aportaciones artísticas. Los uniformes militares, de los cuales, los más antiguos los te- 31 CARMEN FRAGA GONZÁLEZ, «Los ilustrados canarios y sus retratos», en VV.AA., Homenaje a Carlos III. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1988, p. 82. 32 BUL. Manuscritos. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 314 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 18 nemos situados en los conflictos bélicos que conoció en Cádiz (1809) cuando el aburrimiento le permitió dibujar a unos «ejér-citos babilónicos» (españoles, ingleses y portugueses) faltos de la vestimenta regular que necesita todo ejército que se precie. Más adelante proseguiría con este tratamiento, pintando militares y oficiales de la administración pública que establecen sus diferen-cias sólo por la indumentaria ya que los tipos físicos permane-cen inalterables. Este autor a raíz de su viaje a Perú comenzó a realizar lo que podríamos denominar una galería de personajes en la que de forma explícita queda reflejada la sociedad de una época. Desde el colegial hasta el religioso con manto capitular, pasan-do por el regidor, el oficial de Infantería de Arequipa, o la bea-ta, el indio y su mujer, el viajero... son figuras de un entramado social que merecieron su atención. Personajes que tuvieron, como otros tantos la tendrían más adelante, la responsabilidad de representar a una sociedad y sus costumbres. Inicialmente establece los límites entre las acciones, los valores humanos y, por supuesto, los detalles étnicos (el blanco, el indio o el crio-llo); y con posterioridad, sus diferencias culturales específicas con especial referencia a los tocados y vestimenta. Antonio Pereira no incluye variaciones de otro tipo a los personajes, todos tie-nen la misma corpulencia, y el color de la tez, o los rasgos ana-tómicos sexuales son las únicas variables que conjuga para es-tablecer las naturales diferencias. En realidad, estamos ante un maniquí al que se le atribuyen a conveniencia los detalles so-ciales: la sotana para el cura, el caballo para el viajero, el velo para la beata, o la vara para el regidor33. El paisajismo en Pereira se reduce a la topografía, cosa que no nos debe extrañar al darnos cuenta de que la geografía es para el autor sólo el marco terrestre en el que se desarrollan las acciones humanas. Son escasas las referencias a los hitos orográficos si exceptuamos las mediciones que efectuó al volcán de Arequipa, aunque éstas deben ser entendidas como las ilus-traciones específicas de un estudio «científico» sobre los temblo- 33 SANTIAGO SEBASTIÁN LÓPEZ, Iconografía del indio americano. Tuero, Madrid, 1992. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 315 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 19 res de tierra en la zona. Es más, su topografía es el producto de la mirada movida de los pilotos náuticos ya que en sus viajes marítimos se entretuvo en varias ocasiones en definir los derro-teros de las costas que avistaban desde la nave. Así tenemos el inicio de su serie con un perfil azulado de la isla de Madeira y lo concluye con los dibujos correspondientes al Cabo de Hornos, los volúmenes de la isla de Trinida, de los Estados o de Diego Ramírez en Tierra del Fuego. URBANISMO Y ARQUITECTURA A nadie se le esconde a estas alturas la gran afición que tuvo Pereira por los asuntos de la construcción, él mismo diseñó su casa en La Laguna34 manteniendo con orden las reglas del or-nato público. Sin embargo, esta fue una diversión más de un profundo diletante que algunos, incluido Álvarez Rixo, le elogia-ron hasta el punto de nombrarlo como arquitecto, con minús-culas, habida cuenta que Pereira35 alardeó en varios documen-tos de su participación en el ornato de la Catedral de Arequipa. Esta ciudad está delineada en el manuscrito siguiendo las directrices castellanas del urbanismo colonial36, delineación que Pereira define en varios momentos como «urbanismo tirado a cordel», con calles anchas empedradas y hasta enlozadas gra-cias a la participación de sus vecinos37. Destaca como centro urbano la existencia de la plaza mayor, espaciosa y ornamenta-da con una fuente de bronce situada en el centro geométrico 34 BMT. Manuscritos. Ms 56 Doc 12, «Diseños de las fachadas exterio-res é interiores de la casa del Presbytero D. Antonio Pereira Pacheco y Ruiz en la calle de la Caza nº 8 en la Ciudad de La Laguna de Tenerife, levantada y dirigida por el mismo Pereira». 35 CARMEN FRAGA GONZÁLEZ, «Canarias-América a través del fenómeno arquitectónico», Jornadas de Estudios Canarias-América. Santa Cruz de Tenerife, 1984. 36 LEOPOLDO CASTEDO, Historia del Arte Iberoamericano. Alianza edito-rial, Madrid, 1988. 37 RAMÓN GUTIÉRREZ, CRISTINA ESTERAS y ALEJANDRO MÁLAGA, El Valle de Colca. Arequipa. Cinco siglos de arquitectura y urbanismo. Buenos Aires, 1986. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 316 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 20 del gran rectángulo38. El plano anexo a la descripción de Pereira Pacheco nos aclara lo que el autor entendía por urbanismo, lo que se debía representar en un plano para la mejor definición de una urbe. Tres elementos lo componen: núcleo agropecuario (huertos anexos a la urbe y río), núcleo religioso-administrativo (edificios públicos de la ciudad) y conglomerados de viviendas (manzanas). Los edificios anónimos quedan atrapados en un conjunto de calles paralelas y otras tantas perpendiculares. Nu-mera la plaza, el epicentro organizador de la vida urbana, a un lado la Catedral39, a otro una vivienda particular (la única que define como tal), el resto son marcas de solares ocupados por la iglesia de San Juan, la de los Jesuitas40, la parroquia de San-ta Marta, la casa de las Educandas, o el convento de la Merced. La arquitectura de esta ciudad ha sido levantada siguiendo las pautas de la tradición constructiva41, de la improvisación y la funcionalidad, ya que las viviendas son modestas, de una sola planta queriendo así evitar los fáciles derribos que producirían los muchos terremotos que afectan al sector. Casas levantadas con piedra labrada, encaladas, espaciosas, y decoradas con estucos pintados al óleo, aunque su escultura por lo exterior no ofrece ningún gusto. Este prejuicio estético, el de suponer que lo ame-ricano es de peor gusto que lo europeo, supone uno de las tan-tas opiniones atrevidas ofrecidas por Antonio Pereira a lo largo del manuscrito. El Nuevo Continente es en «su visión» el mali-cioso y huérfano que requiere del cuidado de un hermano ma-yor representado en su ideario por el Viejo Continente. Una 38 M. ROJAS-MIX, La Plaza Mayor. El urbanismo, instrumento de domi-nio colonial. Barcelona, 1978. VV.AA., De Teotibuacán a Brasilia. Estudio de la historia urbana Iberoamericana y Filipina. Instituto de Administración Local, Madrid, 1987. A. E. J. MORRIS, Historia de la forma urbana. Desde sus orígenes hasta la Revolución Industrial. Gustavo Gili, Barcelona, 1991. 39 GUILLERMO GÁLDOS RODRÍGUEZ, La Catedral de Arequipa. Arequi-pa, 1986. 40 Uno de los edificios más sinulares de Arequipa es la iglesia de la Compañía, un te,plo cuyo origen se remonta al año 1578 cuando se empe-zaron a levantar su primeros muros siguiendo las trazas del arquitecto Gaspar Báez. 41 RAMÓN GUTIÉRREZ, Evolución histórica urbana de Arequipa. Lima, 1992. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 317 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 21 postura que traslada, sin inconveniente, a las mentalidades di-ferenciando en cada apartado lo concebido en Perú, en Améri-ca, y lo importado desde Europa. El templo de San Camilo de Lelis, que a su llegada a Are-quipa comenzaba su última etapa constructiva (fue bendecido por Luis de la Encina en 1813 al finalizar las obras) había sido trazado por el arquitecto Martín Petris42, un arquitecto romano. A la muerte del técnico faltó también el que la obra se concluye-ra bajo las exactas reglas que se principió. Igual suerte corrió la Catedral de Arequipa comenzada en 1609 en un americanizado estilo barroco43, pero que en el momento de su estancia no ha-biendo tenido en este país el bello arte de la Arquitectura otros Maestros que los de los Jesuitas llevaban desde Europa, el gusto de estos en todas las 0bras concernientes al de aquellos tiempos. Así es que tanto la vista exterior de los templos, como sus reta-blos, y adornos interiores, aunque bien ejecutados en aquel orden, tallados con el mayor esmero y trabajo, son en el día feos y de ningún gusto. No debemos olvidar aquí que Antonio Pereira se vio conta-giado, en materia artística, por los rigores del Neoclasicismo re-cibidos durante su año de estancia en el Madrid cortesano deja-do por Carlos III. Allí conoció la arquitectura clasicista de Juan de Villanueva, o de Ventura Rodríguez, pues como el mismo tes-timoniaría visitó el Observatorio, el Museo (del Prado) guiado por el libro de Antonio Ponz. Dicho contagio es, además, per-ceptible en los giros literarios que utiliza al confundir la arqui-tectura barroca con el «orden jesuita»44, orden que en realidad no existe como tal al no tener características fijas, y sí mucho eclecticismo. Algunos autores, y en especial Cristina Esteras 42 Citado también como un arquitecto salido de la Academia de Cádiz que proyectó algunas obras más en Lima. 43 CARMEN FRAGA GONZÁLEZ, «Proyección arquitectónica de Cádiz sobre América entre 1760 y 1810», Homenaje al profesor Hernández Perera. Ma-drid, 1992. 44 ENRIQUE MARCO DORTA, Fuentes para la Historia del Arte Hispanoame-ricano. Estudio y documentación. CSIC-Sevilla, Sevilla, 1960, pp. 67-71. RAMÓN GUTIÉRREZ, Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica. Cátedra, Madrid, 1984. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 318 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 22 Martín45 no dudan en suponer a Pereira Pacheco como el intro-ductor del Neoclasicismo en la zona gracias a un diseño de 1811 para una pieza de orfebrería, un tabernáculo en madera y pla-ta con destino al monasterio de Santa Catalina que a la postre compondría el Maestro Mayor Luis Linares. Es más, lo nombra como discípulo indirecto del arquitecto vasco Matías Maestro (1776-1835) el que fuera auténtico adalid del clasicismo perua-no46. Maestro, a quien Pereira reconoce como gran arquitecto y pintor del momento en Lima, es oficialmente el protagonista de la ruptura del barroco andino y de las variantes que conocemos como arquitectura del mestizaje. Y es que este autor establece sus criterios clasicistas como respuesta moralista exigida por una nueva sociedad emancipada a raíz de la independencia política americana. Él mismo, sin ir más lejos, optó por la causa revo-lucionaria. Asegura, por otra parte, una intervención propia en la Cate-dral de Arequipa por mandato de Luis de la Encina, aunque reconoce que careciendo de las reglas de este arte, nunca quise atraerme la justa crítica del público en obras que desagradan a los verdaderos inteligentes. Al fin su intervención se redujo a una «mejor» decoración de los bienes muebles existentes en el refe-rido templo. ADMINISTRACIÓN PÚBLICA Y EJÉRCITO El virreinato del Perú tenía en Arequipa el organigrama ad-ministrativo correspondiente al sistema colonial hispano desde el Intendente en su función de máxima autoridad política y militar, hasta el último de los oficiales nombrados por la corona española47. Pereira no especifica sus funciones para solo dar fe 45 CRISTINA ESTERAS MARTÍN, Arequipa y el arte de la platería (siglos XVI-XX). Tuero, Madrid, 1993, p. 196. 46 SANTIAGO SEBASTIÁN LÓPEZ, JOSÉ DE MESA FIGUEROA y TERESA GUIS-BERT DE MESA, Arte Iberoamericano desde la colonización a la independen-cia. Summa Artis. Espasa Calpe, Madrid, 1985. 47 JUAN DOMINGO ZAMACOLA Y JÁUREGUI, Apuntes para la historia de Arequipa. Arequipa, 1958. ALEJANDRO MALAGAMEDINA, Arequipa. Estudios his-tóricos. Publionsa, Arequipa, 1981-1986. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 319 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 23 de su existencia de los cargos con las interminables nóminas de personajes que mentenían en pie el sistema político virreinal. La información que ofrece al respecto posee, como casi todas las suyas, un interesante apartado crítico en el que lejos de ser una mera descripción se atreve a poner en duda la honestidad de algunos mandatarios regionales. Establece claramente una so-ciedad de dos polos; de un lado el rey, personaje impecable, de otro sus vasallos, y entre ambos, sirviendo de vehículo, un apa-rato no siempre digno de su oficio. Arremete contra los políti-cos locales, sus recaudadores, y da buena cuenta del nefasto papel jugado por éstos en asuntos tan espinosos como el cobro de impuestos, o la finalidad de los mismos. A salvo de las críticas quedan los oficiales del ejército acan-tonado en el Obispado de Arequipa. Cita su estado, el listado jerárquico de sus jefes, el número de compañías y el total de soldados queriendo dar testimonio potencial bélico del virreinato en unos momentos extremadamente delicados. Perú, al igual que el resto del Continente americano, estaba a las puertas de la independencia48 y los conflictos particulares vividos por Pereira eran la justa correspondencia a otros de mayor envergadura que apuntaban hacia la emancipación nacional. Ello justifica en buena medida el empeño desmesurado de Antonio Pereira por demostrar la grandeza y fidelidad del ejér-cito y las milicias realistas. Fidelidad monárquica inquebranta-ble según el autor, que en realidad no lo era tanto a tenor de cómo de desarrollaron los acontecimientos a partir de 1816, año de su partida para España. Sin embargo, su perspectiva del asunto no le permitió ver con claridad la realidad y no se cansó nunca de elogiar el papel jugado por militares del calado del marqués de la Concordia, del general Goyeneche, o de él mis-mo, quien tuvo la oportunidad de demostrar su ardor guerrero al enfrentarse al conocido Cura Muñecas cuando armado inci-taba a la sublevación de la población indígena. El trasfondo de muchos de los folios que componen el ma-nuscrito no es otro que el de la emancipación americana, y Pereira, contrario de todo punto a tal liberación, utilizó su plu- 48 BERMEJO, La causa de la Emancipación del Perú. Lima, 1960. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 320 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 24 ma pretendiendo demostrar el error histórico que se cometió al romper con España. En tal sentido, su agudeza no tuvo límites y en el empeño de elogiar a las milicias arequipeñas no dudó en retratar un pasaje anecdótico del tipo del que a continuación copiamos: No hace mucho vi llegar un Exercito (comandado por Juan Ramírez) que habiendo corrido en sus conquistas desde el Tucuman hasta esta Provincia, siendo recibidos por las damas... llegaron solteros á Arequipa sus Oficiales, de donde á los ocho meses salieron muchos casados. El argumento de la limpieza de sangre ha sido frecuentemente utilizado en nuestra historia lo-cal como sistema preventivo contra la endogamia; sin embargo, en el caso de América, supone toda una novedad que más bien parapeta segundas intenciones que las meramente biológicas49. REALISMO E INDEPENDENCIA Esta más que probada la fidelidad de Antonio Pereira Pa-checo y Ruiz a la monarquía española; al menos tanto como su predilección por el rey Fernando VII. Antes incluso de marchar para América ya había dado generosas muestras de su fe en la corona, pues en 1808, siendo aún un joven imberbe, se atrevió a escribir un pequeño opúsculo el favor del monarca: «Noticias de la proclamación de nuestro amado monarca el Señor Fernan-do Séptimo, que Dios Guarde hecha en la isla de Gran Canaria el día 25 de Julio de 1808»50. Este manuscrito al que acompañó la correspondiente lámina con la esfinge del monarca sería el comienzo de una larga serie de documentos realistas cargados más de profundo sentimiento que de sentido común. Su admi-ración por la familia Borbón le llevó a coleccionar aquellas pro-clamas que reafirmaban sobre sus cabezas la corona hispana. Desde Carlos IV51, antes incluso con su padre el rey ilustrado, 49 MANUEL GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Las doctrinas populistas en la Inde-pendencia de Hispanoamérica. Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Madrid. 50 BMT. Manuscritos. Ms 9 Doc 5. 51 BMT. Manuscritos. Ms 9 Doc 3, «Loa que se representó en la Com-parsa de los Labradores por la tarde del 25 de Agosto de 1789 en la pro- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 321 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 25 hasta Isabel II52, y desde luego Fernando VII53, fueron objeto de un respeto servil por parte de un Pereira que quiso un múlti-ples ocasiones dejar constancia escrita de su adhesión monár-quica. Con estos antecedentes es fácil presuponer la postura adop-tada por Pereira frente al imparable movimiento de independen-cia que sobrevolaba todo el Continente americano. No llegó nunca a entender dicho movimiento ya que a sus ojos aquella era una tierra condenada a ser guiada por la «diestra mano» de los gobernantes europeos. Su rey Fernando era elogiado por lo más granado de la so-ciedad arequipeña, en especial por las damas del lugar, a quie-nes ningún vasallo las aventaja en amor y lealtad al Soberano. Cuantas veces se ha visto el erario en necesidad... otras tantas han sabido las Arequipeñas desprenderse... de sus alhajas, cediéndolas en donativo. El estamento eclesiástico54 fomentaba como ningún otro esta adhesión a la metrópoli (expresión frecuentemente uti-lizada por los coetáneos para referirse a la España peninsular, la corona, o Madrid como principal sede cortesana) y el propio Luis de la Encina llegó a componer algunos textos de alinea-ción monárquica55. Este punto pese a tener poca luz como lo clamación del Rey N. Señor Don Carlos 4º que celebra la M.N. y Leal Ciudad de La Laguna». 52 BMT. Manuscritos. Ms 9 Doc 4, «Noticias de las demostraciones públicas con que celebró la M.N. y L. Ciudad de San Cristóbal de La La-guna la Proclamación de la Reyna NªSª Dª Isabel Segunda en los días 13,14 y 15 de Diciembre de 1833. Escrita por Antonio Pereira Pacheco y Ruiz». Ms 9 Doc 6, «Noticias de la Poclamación de nuestra Soberana Doña Isa-bel Segunda hecha en la Isla de La Palma en Canarias el 26 de Diciembre de 1833». 53 BMT. Manuscritos. Ms 151, «Papeles públicos de Gran Canaria, con motivo de las ocurrencias del año de 1808 durante el cautiverio de Fer-nando 7º, reunidas por Antonio Pereira Pacheco y Ruiz». 54 VARGA UGARTE, «La acción de la Iglesia en la obra de la Emancipa-ción ». VV.AA., De la Conquista a la República. Lima, 1942. 55 Edicto Pastoral del Ilmo. Señor Dr. D. Luis Gonzaga de la Encina del Consejo de S.M. dignísimo Obispo de Arequipa formado con el objeto de procurar la pacificación y bien espiritual y temporal de su Diócesis, de todo el Perú, y de toda la América, y de toda la Monarquía Española. Dedicado por su mismo autor a la Trinidad beatísima. Por D. Bernardino Ruiz, Lima, 1815. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 322 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 26 demuestra Rafael Bento Travieso en algunas de sus poesías56 ha sido revisado con gran acierto por Guillermo Lohmann Villena, quien en la conferencia de clausura del III Coloquio de Historia Canario-Americana57 ofreció variables de interés en el compor-tamiento de un de la Encina sacudido por los conflictos políti-cos del momento. Sea como fuere, Antonio Pereira defendía una lamentable postura resumida en una desafortunada frase: Solo bajo el Go-bierno Español vivirá el Indio tan vagabundo; y aun así se cree el Indio ostigado (sic) por el Español. Fue testigo de la división de opiniones existentes en su en-torno, y pese a su postura, claramente definida en contra de cualquier liberalismo, supo aceptar la divergencia mantenida por el grueso de una población que se encontraba a disgusto con la dominación española que ya duraba algunos siglos. Los últimos estertores se protagonizaron en Arica cuyas autoridades locales, realistas todas ellas como cabía esperar de la administración pública, nombraron en 1805 Alcalde Perpetuo al Príncipe de Asturias, el heredero de la corona española. Pereira unas veces se contenta con testimoniar la insurrec-ción y otras muchas pasa a la defensiva intolerando un estado libre peruano. Pensaba que aquellos era años tristes para un país rico que veía impedida la explotación de sus productivos yacimientos de minerales por culpa de la inestabilidad del Esta-do, o por la falta de brazos que preferían las armas a las herra-mientas de trabajo. Constata la importancia del Colegio Seminario de Arequipa58 en la lucha revolucionaria, pues las aulas de esta institución se habían convertido en lugares de aprendizaje de una cultura política anticolonial. Sus colegiales se habían corrompido en tales términos... con las ideas de liberalismo e independencia, que se vio el Iltrmo. Sr. Encina en la necesidad de cerrar el Colegio, 56 M.C., «Poesías de Rafael Bento Travieso copiadas por Juan Padilla». 57 GUILLERMO LOHMANN VILLENA, «El ideario legitimista del canario Luis Gonzaga de la Encina, Obispo de Arequipa (1810-1816)», Actas del III Co-loquio de Historia Canario-Americana, Las Palmas de Gran Canaria, 1978, tomo II, pp. 549-576. 58 CATERIANO, Memorias de los Obispos de Arequipa. Arequipa, 1908. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 323 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 27 echar fuera a todos los Colegiales, y después de haber hecho una nuevas Constituciones en las que entre otras cosas se manda, que para entrar á ser Colegial preceda una información secreta de los sentimientos de fidelidad del joven y de sus padres. Sistema que de la Encina conocía bien ya que este era el método, con más suavidad eso sí, para el ingreso del Seminario Conciliar de Las Palmas59. SOCIEDAD BLANCA VERSUS SOCIEDAD CRIOLLA Tal vez, este punto sea el más escabroso del manuscrito de Pereira ya que al tratar críticamente al grupo humano que poblaba el Perú a comienzos del siglo XIX deja aflorar una mentalidad «civilizadora» comprometida con su perspectiva europeísta. Es llamativa su postura moralista frente al resto de los grupos humanos, al resto de las étnias, y mientras lo blanco es sinónimo de don, lo autóctono, e incluso, lo mestizo, lo es de desgracia. Mantiene en este asunto un pleito poco real que pre-tende dar la visión del sincretismo cultural peruano, en este caso, o americano, en el caso del total del Continente60. Su punto de vista podría ser considerado como el chivo ex-piatorio de una mentalidad, de ahí la importancia de sus pala-bras, pues de otro modo estaríamos sólo frente a las opiniones particulares de un personaje, y por tanto andaríamos investi-gando la pura anécdota. Su visión del americano es una de las desviaciones que tomó una línea de pensamiento que la his-toriografía contemporánea a denominado la leyenda negra61, a pesar de que Antonio Pereira no aprobase en ningún momento el exterminio del indígena como forma de solucionar los proble-mas del colonialismo hispano y europeo. Sin embargo, no deja de expresar su desagrado al choque frontal que suponía la co- 59 JOSÉ ANTONIO INFANTES FLORIDO, Un Seminario de su siglo, entre la Inquisición y las Luces. Las Palmas de Gran Canaria, 1977. 60 URS BITTERLI, Los «salvajes» y los «civilizados». El encuentro de Euro-pa y Ultramar. México, 1982. 61 MIGUEL MOLINA MARTÍNEZ, La leyenda negra. Editorial Narea, Ma-drid, 1991. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 324 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 28 habitación en un mismo territorio de varias pautas de compor-tamiento tan contrapuestas como la autóctona americana y la exportada desde Europa. El combate entre sociedades estaba servido y en el caso peruano, al igual que en el mexicano, las actitudes se magnificaron gracias al potencial nada menguado de la civilización inca. Es curioso que Pereira Pacheco no hiciese una mención ex-tensa de la cultura inca62, cierto es que en los días de su perma-nencia en América, no era gran cosa lo que se conocía de ella, y los grandes hallazgos arqueológicos estaba aún por llegar63. No obstante nos parece un prejuicio dado que el autor no desdeñó por naturaleza ninguna información que pudiese ampliar su galería de curiosidades. En el grueso de su manuscrito, con in-dependencia del apartado correspondiente, sólo hace mención del inca en tres ocasiones: para rememorar el asentamiento humano en el solar de Arequipa64 protagonizado por Maita Capac, la no existencia de indios salvajes en el Obispado corres-pondiente, y para expresar su humor apático y melancólico pla-gado de quejas y penas. La sociedad blanca queda retratada por el autor en un cú-mulo de virtudes atribuidas a las damas arequipeñas cuyas po-ses debió conocer muy bien ya que las elogia en sobre medida. Debemos hacer observar aquí que Antonio Pereira cree enten-der que el mejor exponente social para tomar la temperatura a un colectivo humano es la mujer. De ahí que mida a todo un contingente por las posturas de su mujeres; es más, en algunos manuscritos como es el que se refiere a los «Nombres provin-ciales de Arequipa» no cita en ningún caso nombre de varones, sin embargo, si aparecen femeninos con sus diminutivos fami-liares correspondientes. Así, las mujeres del lugar se entregan 62 ROMÁN PIÑA CHAN, Historia, Arqueología y Arte Prehispánico. Fondo de Cultura Económica, México, 1972. HEINRICH UBBELOHDE-DIERING, El arte en el imperio de los Incas. Gustavo Gili, Barcelona, 1952. 63 WILLIAM H. PRESCOTT, History of the Conquest of Peru with a preliminary view of the civilization of the Incas. Edited by John Foster Kirk, London, 1888. LUIS LUMBRERAS, De los pueblos, las culturas y las artes del antiguo Perú. Moncloa-Campodonico, Lima, 1969. 64 VALDIVIA, Fragmentos para la historia de Arequipa. Arequipa,1847, y BARRIGA, Documentos para la historia de Arequipa. Arequipa, 1939. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 325 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 29 con agrado a la lectura, al dibujo, al piano y al manejo econó-mico de sus casas. A pesar de ello los hombres blancos también conservan algo de los dones innatos ya que las mujeres prefie-ren para sus enlaces a los europeos. Una simpleza, ésta, de sumo grado a la que Antonio Pereira se atreve a dar justifica-ción argumentando que el europeo tiene más que probada su valía menesterosa al abandonar su país por venir á este sin desti-no, claro es que no trae consigo otro tesoro que su industria, y el trabajo de su brazo. Por el contrario el criollo a pesar de haber nacido en medio de la mayor opulencia, no aprende otro libro que el juego de naipes, dados... gasta sin saber cuanta es la entrada... la ociosidad se sigue a tropel todos los vicios... haciendo de la noche día la pasa en la casa del juego perdiendo, no ya solo el caudal que heredó de sus padres, el dote de su esposa, sino las prendas mismas... El maximalismo pereirano no tuvo límites cuando trató de hacer crítica social estableciendo un conflicto ético entre vicios y virtudes, algo muy religioso por otro lado que era al fin y al cabo la base de la doctrina que profesó. El texto está realmente plagado de alusiones moralistas encubiertas que molestan a cualquier lector inteligente65. La postura intolerante de Antonio Pereira sólo puede quedar amparada ante el análisis de la pre-sión política al que se vio sujeto el autor. De otro modo, sería una involución ante posturas ya superadas por otros pensado-res más antiguos que él que había comprendido la naturaleza del problema cultural americano66. Tras sus palabras sólo se escondía su contraposición política a la emancipación, de ahí que su conducta violenta mantenida inalterable hasta la vejez, ya que escribió el grueso del manus-crito mucho tiempo después de haber hecho las anotaciones pertinentes y cuando ya él mismo había acumulado un número importante de documentos oficiales gestados por la república del 65 ALEJANDRO GARCÍA, Civilización y salvajismo en la colonización del Nuevo Mundo. Un ensayo sobre la penetración de la cultura europea. Mur-cia, 1986. 66 FRAY MIGUEL DE AGIA, Servidumbres personales de indios. Estudio preliminar de F. Javier de Ayala, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Madrid. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 326 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 30 Perú, contra lo autóctono tenía cuanto menos una razón de ser. Descartamos así que Pereira estuviese haciendo una valoración objetiva de la situación, esto muy a pesar de lo que diga una y otra vez en sus «advertencias preliminares», o la defensa a ultranza que demostró Álvarez Rixo, quien por contagio estuvo siempre en contra de la independencia americana. EL INCA Y SU LENGUA Consciente como fue de la importancia cultural de los pue-blos «primitivos» (término que emplea aludiendo a todo aquello que es ajeno a la civilización europea) emprendió en el manus-crito la descripción interesada del tercer grupo étnico que po-blaba el Perú: el inca. Se inicia su narración con un ...creólo igual al hombre por su figura corpórea, y por su razón intelectual..., un enunciado que parecería que Antonio Pereira cambia la tónica de su visión americanista. Pero del espejismo salimos nada más concluir el párrafo: ...pero no por la sentimental ó sensible. La letanía no había hecho sino empezar, y el autor la va desgranando a me-dida que nos introducimos de lleno en la lectura. Las perlas cultivadas vienes expresadas en los siguientes términos: Es el animal más indómito y el menos agradecido... vive más descon-fiado... la hipocrecía es su natural máscara... corren a tropel a las Ermitas de Baco... no se ninguno que confiese ni comulgue...la Esposa se complace del mal de su Consorte... aman la ociosidad y huyen de todo trabajo... la porquería y desnudez es en ellos una segunda naturaleza... sus Incas pagasen tributo a los piojos... abundantes de pelo, y para peinarlos se lavan la cabeza con orines... El culmen de tan desigual juicio lo exhibe Pereira con: Solo bajo el Gobierno Español viviría el Indio tan vagabundo: y aún así se cree al Indio hostigado por el Español; el cual queda completado con otro pensamiento más rotundo si cabe: ...y se convencerán que el Indio solo conoce la libertad desde que es dominado por el Español, una libertad bien entendida, pues no hay vasallo alguno que no reconozca dependencia de su So-berano. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 327 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 31 Las consideraciones serias sobre la cultura inca quedan re-ducidas a unas pocas notas sobre el uso doméstico de la llama, el reconocimiento del Sol como divinidad suprema que adoran a la par que el cristianismo, y al uso de las hojas de coca como alimento de uso extendido entre la población aborigen67. Pero además, de su crítica escapa abiertamente el lenguaje de los naturales, el «Quinchua ó Quécchua», ya que por necesidades del servicio eclesiático era aprendido por los sacerdotes del obis-pado de Arequipa. Antonio Pereira reconoce que fue el propio Luis de la Encina quien durante su mandato intentó inaugurar una Cátedra de Quéchua en el Colegio Seminario para dar la oportuna respuesta al Concilio celebrado en Lima en el año 1773, en el que se concluyó la oportunidad de publicar un bre-ve Catecismo de la Doctrina Cristiana para que se enseñase por él a los jóvenes Indios68. Ni que decir tiene que la posibles aportaciones lingüísticas ofrecidas por Pereira en su manuscrito están, a priori, calcula-das. A pesar de ello, Enrique Carrión Ordóñez se valió del texto para plantear su estudio filológico con lo que demuestra la in-novación del mismo. Es más, el profesor Rodolfo Cerrón-Palo-mino en la introducción que hace a su Diccionario Quechua Juninhuanca69 asegura que su obra es la primera y única que recoge el vocabulario común de estos indios. Contrasta su estu-dio con el realizado por José Francisco Báez (Vocabulario Políglota Incaico. Lima, 1905), pero no hace mención al manus-crito en cuestión del prebendado Pereira, ni a otro del mismo autor que se conserva en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife70. 67 FRAY MARTÍN DE MURÚA, Historia General del Perú. Origen y descen-dencia de los Incas... Madrid, MCMLXII. 68 Recordemos aquí un caso similar recogido por Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu en una «Carta Pastoral sobre la utilidad de la instrucción en la lengua mejicana para la enseñanza de los indios». 69 RODOLFO CERRÓN-PALOMINO, Diccionario Quechua Juninhuanca. Mi-nisterio de Educación-Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1976. 70 BMT. Manuscritos. Ms 351, «Gramática de la Lengua general del Perú llamada Quichhua, ó Qquechchua». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 328 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 32 Plano de Lima. Antonio Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Fachada principal de la Catedral de Lima. Antonio Pereira Pacheco. Bi-blioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Planta del cementerio de la ciudad de Lima. Antonio Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 329 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 33 Croquis urbano de la ciudad de San Felipe de Montevi-deo. Antonio Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Militar peruano. Antonio Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 330 A. SEBASTIÁN HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 34 Plano de la ciudad de Cádiz levantado por Antonio Pereira. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Plano de la ciudad de Sevilla levantado por Antonio Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 331 PEREIRA PACHECO Y SU VISIÓN AMERICANA Anuario de Estudios Atlánticos ISSN 0570-4065, Madrid-Las Palmas (2008), núm. 54-II, pp. 297-331 35 Dibujo antinapoleónico realizado por Antonio Pereira en el año 1808. Bi-blioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Autorretrato de Pereira Pacheco. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Dibujo del barco que utilizaron los hermanos Pereira Pacheco para realizar en 1808 su viaje a América. Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2010 |
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