REUMATISMO ARTICULAR EN LAS POBLACIONES
PREHISPANICAS DE CANARIAS. A PROPóSITO
DE DOS PROBABLES NUEVOS CASOS
DE ESPONDILITIS ANQUILOSANTE
EN ABORfGENES DE TENERIFE
P O R
CONRADO RODRf GUEZ MARl'fN
Es bien sabido aue las enfermedades reumáticas constitu-yen
hoy uno de los capítulos más importantes en cuanto al
número de consultas se refiere en los diferentes centros mé-dicos
y hospitalarios, ya que su frecuencia parece aumentar
de día en día. Por otra parte, las graves connotaciones sociales
que conlleva la ((enfermedad reumática)) (invalideces tempo-rales
o definitivas, absentismo laboral, . . . ) hacen que actual-mente,
encontrándonos a las puertas del siglo XXI, el ((reuma-tismo))
cobre especial interés en los planes sanitarios de los
países desarrollados. Se demandan centros especializados y,
por cmc;ig?_uent~m, & especialistas en F,~iirn--sit~!ngii:es,n , Orto-pedia,
en Rehabilitación, fisioterapéutas, asistentes sociales,
etcétera ... De otra parte, se reclama, muchas veces con urgen-cia,
información sobre el tema por gentes ajenas a la Medici-na,
por ese gran público que, aún en una gran proporción,
confunde lo que es el reumatismo y la artritis (Dudley Hart, 1987).
Muchas son las explicaciones que se han buscado a este tre-mendo
incremento en los padecimientos articulares (que son de
los que nos ocuparemos en el presente trabajo) y que afectan a
Núm. 35 (1989) 545
una gran parte de la población: enfermedad propia de la civili-zación
y del progreso; tributo que hay que pagar a la cada vea
mayor expectativa vital; etc. .. Pero, si realizaramos estudios
detallados y con carácter epidemiológico de los miles de esque
letos prehistóricos que en los museos e instituciones de los cinco
continentes se encuentran custodiados nos daríamos cuenta qua
la enfermedad articular, por denominarla de una manera gene
ral (ya que como señala Campillo, 1983, no existe una defini
ción que complazca a todos), se encuentra presente desde las
épocas más remotas y en un alto porcentaje, sobre todo en cier-tas
y determinadas poblaciones, llegando a ser el diagnóstica
más común en oskoarqueología según Grmek, 1983. Efectiva
mente, ya Baudouin, en 1923, afirmaba que «la osteoartritis cr6
nica es la más vieja enfermedad del mundo)), pudiéndose ob-servar
en animales que han precedido en millones de años la
aparición del hombre sobre la tierra.
porqué se estudia la enfermedad reumática en Paleopatolo
gía con un cada vez mayor interés? Varias son las razones
J. B. Bourke (1967) indica que los estudios de estas enfermedz:
des se realizan para ((registrar la extensión de SU hijstoria y para
estudiar su historia natural)), ya que ello puede proveer infor.
mación acerca de los cambios en las manifestaciones de la en.
ferrnedad o, a menudo, sobre su etiología. Por otra parte, nos
puede proporcionar información médica forense como método
de determinación de la edad. Además, y siguiendo con Bourke,
la tasa de desarrollo de los cambios artríticos entre las diferen-tes
razas, en los diferentes tiempos históricos y entre las dife
rentes edades suministrará datos no sólo cronológicos sino
también acerca de la patología subyacente.
A estas hiiemc razones reseñadas por Bourke debemos a%-
dir otra: la influencia que en algunas de estas enfermedades tiene
el medio ambiente en el que se mueve el sujeto y la actividad
que éste desarrolla. De todos es sabido que las artropatías mecá-nicas
están en dependencia directa con el terreno (sobre todo la
artropatía de los miembros inferiores) y con el trabajo (las de
los miembros superiores y :as de la columna en los individuos
sometidos a trabajos de carga).
Todo lo anteriormente apuntado nos ha llevado a la realiza-
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS'
REUMATISMO EN LAS POBLACIONES PRMISP~CAS 3
ción de este trabajo en el que se pretende revisar el es t~dod e
la cuestión en las Islas Canarias y aportar nuevos datos sobre
el tema. Para ello lo dividiremos en los siguientes apartados:
1. Revisión bibliográfica de la paleoreumatología en las Ca-narias
prehispánicas.
2. Breve recuerdo de las principales características de la
Espondilitis Anquilosante.
3. La Espondilitis Anquilosante en Paleopatología.
4. Descripción de los casos.
5. Resumen y conclusiones.
6. Bibliografía consultada.
Este trabajo se pretende que sea el preludio de uno de mucha
mayor amplitud que abarque una revisión exhaustiva y minu-ciosa
de las diferentes enfermedades con repercusión articular
entre las poblaciones prehispánicas del archipiélago, en el que
se tratará de aportar nuevos datos acerca de las culturas aborí-genes
de las islas, de las que -por desgracia- se desconoce casi
absolutamente todo lo referente a sus enfermedades. Ya L. Diego
Cuscoy, en su obra «Los Guanches)) publicada en 1968, señalaba
que la patología del guanche se encontraba en una fase que se
podría llamar ((literaria)),p uesto que se seguía nutriendo de no-ticias
entresacadas de crónicas e historias generales. Todavía
hoy, veinte años después de la aparición de la excepcional obra
de Cuscoy, esta afirmación sigue vigente pues se sigue obviando,
en muchos sectores de la investigación de la Prehistoria canaria,
el análisis paleopatológico de los restos esqueléticos y momifi-cados.
Realmente, si salvamos algmas excepciones, muchos son
los estudiosos que han ignorado este capitulo fiindamental de
la Historia y de la Cultura, haciendo realidad lo que Marcel Sen-drail
(1983) afirma en el primer párrafo de su ((Historia cultural
de la enfermedad)):
((Nos gustaría creer que cuando nuestros padres, según
ias viejas Iábuias cie 10s puebios, moraban en los jardines
del edén, desconocían la enfermedad como desconocían el
pecado. Ilusorio es, sin duda al,wa, este sueño dorado
de una época premórbida, de un reino saturniano, tan
Núm. 35 (1989) 547
próximo a la inocencia original que ni la carne había
aprendido aún a sufrir, ni el espíritu estaba atormentado
por el temor de la decadencia y de la muerte.))
En este apartado hemos preferido hacer una revisión por
autores en lugar de la clásica de enfermedad y topografía cor-poral,
pues esto sería disgregar demasiado la cuestión. Al final
del parágrafo se hará un pequeño resumen donde se tratará de
agrupar los datos obtenidos. E
La revisih bibliográfica acerca de la Espmdilitis Anquilo- -
sante no se tratará aquí sino en el apartado de la Espondilitis
Anquilosante en Paleopatología. E
E
2 Comenzaremos con la obra de uno de los primeros investi- -
gadores de la Antropología Física y Paleopatología de las Islas E
Canarias: el norteamericano Earnest A. Hooton, de Harvard, -
quien en 1915 estuvo en Canarias estudiando su Prehistoria.
E En su gran libro c<The Ancient Inhabitants of the Canary 1s- ;
lands» (19251, trató de alguna manera con el tema de la enfer-medad.
Hooton indica que la mayoría de los hallazgos patoló-
- gicos en las varias series de cráneos por él estudiadas son de $
origen traumático con excepción de caries dental, absorción
alveolar y trastornos de tipo artrítico -que es lo que aquí nos H
interesa- en la fosa glenoidea y en el rofamen magnum, lo 2
cual, según él, se debe probablemente a las absorciones al-veolares.
U ehra de Hmton, aparte de otros muchos, tiene el valor
de ser la de un pionero en el campo de la Paleopatología cana-ria
(siempre salvando el precedente de Chil y Naranjo, que
fue Director del Museo Canario de Las Palmas en el pasado
siglo).
Siguiendo con un orden cronológico, después de Hooton
sería el médico grancanario Juan Bosch Billares, Director del
Museo Canario durante cuarenta años y auténtico pionero de la
investigación paleopatológica no sólo en Canarias sino en toda
548 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
España, el que volvería a ocuparse de la enfermedad articular
entre las poblaciones aborígenes canarias. Bosch (1961, 1967
y 1975) observa algunas (?) lesiones de la articulación tempo-romandibular
y de la columna vertebral, pero no describe nin-gún
caso específico de los muchos que se encuentran en los
fondos del Museo Canario, y sólo habla en términos generales
de 'enfermedad reumática', destacando que «a esta enfermedad
reumática se la consideró como1 enfermedad específica del hom-bre
de la piedra tallada, ya que las condilciones del clima a que
estaba sometildo y por ser este frío y húmedo e inadecuado
para construir habitaciones impermeables, se vio obligado a
vivir en cavernas)) (Bosch Billares, 1975, p. 109).
Basta echar un vistazo a estos libros -sobre todo a ((Palco-patologia
ósea de los primitivos pobladores de Canarias)) (1975)-
para darnos cuenta que, en realidad, se trata de unas obras de-dicadas
en su noventa por ciento a la paleopatología del crá-neo,
a pesar de que sus títulos pudieran indicar un carácter
más general, obviando muchos datos potencialmente obteni-bles
del material esquelético postcraneal. Por este motivo, no
es de extrañar que apenas se dediquen tres o cuatro páginas
en cada una de estas obras, y aún esto en términos muy gene-rales,
a las enfermedades articulares, y, además, repitiendo
casi literalmente lo mismo que se había dicho al respecto en
la anterior. Algo parecido se puede observar en la ((Medicina
en la Provincia de Las Palmas)) (Bosch Millares & Bosch Her-nández,
19811, donde en el capítulo dedicado a la medicina in-dígena
sólo se habla del reumatismo articular referido al crá-neo
(artropatía temporomandibular y occipital) y la columna
vertebral
En definitiva, podemos decir que a la ingente obra de Bosch
quizás le faltó una aproximación epidemiológica a la enferme-dad
y una mayor especificidad a la hora de hablar de las en-fermedades
del esqueleto postcraneal. Por supuesto, con esto
no se pretende, en moda iilgmn, hacer iina cr i t ic~d e! ihstre
grancanario sino tan sólo apuntar que sus, ya de por sí, gran-des
aportaciones a la Paleopatología Canaria, podrían haber
sido aún mayores.
Núm. 35 (1989) 549
Contemporáneos a los trabajos de Bosch fueron los del an-tropólogo
físico español Miguel Fusté, que aunque en su mayor
parte estuvieron dedicados a su especialidad tambén trataron
de la enfermedad. En 1961 F'usté encontró artropatía temporo-mandibular
en un 7,14 por 100 (3 casos sobre 42 individuos orb-servados)
de la población aborígen de los túmulos de la región
de Galdar (Gran Canaria). En 1961-62, en otro trabajo dedicado
a esa misma región de Gran Canaria, Fusté demostró la exis-tencia
de procesos de origen reumático con formación de nu-merosos
osteofitos, principamente en la epífisis de los huesos
largos, en una numerosa proporción de casos, llegando al 40,63 ,
por 100 (13 casos de 32 esqueletos examinados, sin atender a
la columna vertebral). En algunos sujetos, según la opinión de 1
-m rcfb e! rmlm~lfiicmn1 1eg-Lha r? a$ectzr a la práctica tatalidad "Y V', - ------
de las articulaciones, con deformaciones importantes de las
epífisis de algunos huesos. E
B
Como bien se puede observar, Fusté sí introduce en sus in-vestigaciones
el estudio estadístico lo que hace que sus publi- $
caciones sean muy útiles desde el punto de vista de la paleo- 4
epidemiología. m
Algo posteriores a los de Bosch Millares y FZlsté son los tra-bajos
de Pilar-Juiia Pérez y Manuel García Sánchez, de las Uni-versidades
de Madrid y Granada respectivamente. $
P. J. Pérez (1980-81) encontró 'Espondiloartrosis deforman-te'
en las piezas N. 2, A. 19 b (con dos vértebras: D12 y L1) con
proliferaciones osteofíticas y osteosclerosis. Indica que existe
calcificación intensa del ligamento vertebral anterior en esta
pieza que podría hacer pensar en una 'Espondilitis Anquilosan-te'.
pero este diagnóstico es dudoso. Esta pieza descrita por
Pérez, al igual que todas las que a continuación se comenta-rán,
pertenecen a las colecciones del Museo Canario de Las
Palmas de Gran Canaria.
En cuanto a la artropatía temporomandibular la observó
en los casos: N. 364, A. 18 b (hombre adulto de Guayadeque,
Gran Canaria); N. 865, A. 19 a (mujer adulta de Guadadeque).
Mandíbulas N. 25 y sp. 2; N. 290 y cráneos N. 12, A. 4, Est. 3
(hombre de Tejeda, Gran Canaria). Cráneos N. 729 y N. 859
550 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
(hombre senil de Guayadeque), N. 429, A. 18 b y N. 289, A. 18 b
(ambos hombres adultos de Guayadeque); N. 859, A. 19 a (mu-jer
entre la edad adulta y la senil) y N. 279, A. 19 a (hombre
adulto). En el cráneo N. 645, A. 19 a observó artropatía de los
cóndilos occipitales.
En las articulaciones de los huesos largos observó artropa-tía
degenerativa en:
Fémur N. 102, A. 23, Est. 7 (derecho, perteneciente a un
hombre de Guayadeque), donde se aprecia afectación de los
cóndilos femorales; fémur izquierdo L. 114, A. 6, con artro-patía
de los cóndilos; fémur N. 17, perteneciente a un hombre,
presenta afectación del cóndilo externo; fémur L. 116, A. 30
(Guayadeque, sin determinar sexo), tiene afectado el cóndilo
medid; fémw N. 31 !masc~-dino!, afección de ambos cóndilos.
Por lo que respecta a la afectación de las articulaciones ti-biales,
éstas fueron sus observaciones: tibia L. 110, A. 18 pre-senta
artrosis proximal; L. 101, A. 23, Est. 5 con artrosis distal;
N. 27, se encuentra afectado el platillo tibial; L. 113, A. 13 (mas-culina),
artrosis proximal; N. 29, artrosis de la meseta tibial
externa.
En los húmeros: N. 11, A. 19 b, artrosis distal; L. 101, A. 19,
artrosis supratroclear.
Cúbito N. 26, A. 19 b (posiblemente de sexo masculino), pre-senta
una artrosis en la articulación proximal; L. 105, A. 19 b,
L. 103, A. 19 b, y N. 108, A. 18, los tres perteneciente al Barran-co
de Guayadeque en Gran Canaria, presentan artrosis pro-ximal.
Radio L. 107, A. 18 (asimismo de Guayadeque), muestra ar-trosis
de su articulación proximal.
En un trabajo posterior (19811, P. J. Pérez realiza una nueva
revisión del material osteológico del Museo Canario señalan-do
la presencia de lesiones artríticas en los esqueletos pertene-cientes
a los 'guanches' (impropiamente llamados así, pues
como se sabe los guanches son sólo los habitantes prehispáni-cm
de Tenerife y no los de todo el archipiélago canario).
Al tratarse de revisiones del material osteológico del Museo
Cazario, P .J. Pérez ha prescindido de los estudios estadísticos
por lo que no se puede establecer la verdadera incidencia de
estas afectaciones reumáticas en Gran Canaria en particular y
en Canarias en general.
Uno de los grandes estudiosos de la paleopatología canaria
en los últimos años ha sido el granadino Manuel García Sán-chez,
del Instituto F. Olóriz. En un trabajo, publicado en 1979,
sobre la cueva sepulcral de Pino Leris (La Orotava, Tenerife),
García SSnchez observó lesiones temporomandibulares en una
proporción del 30 par 100, predominando entre el sexo mascu-lino,
y sobre todo en el lado izquierdo, afectando fundamen-talmente
la lesión al cóndilo maridibular. Igualmente, aprecia
una tercera vértebra cervical con signos artrósicos en la carilla
articular inferior derecha y superior izquierda, y en la cara ar-ticular
inferior del cuerpo; tres vértebras lurnbares (dos de
ellas, L3 y L5, pertenecientes al mismo sujeto) presentan os-teofitos
en todo el reborde superior del cuerpo vertebral sin
afectación de las pequeñas articulaciones.
García Sánchez observa, igualmente, signos de artrosis en
los miembros. Así, en un trapecio izquierdo se aprecia la su-perficie
articular con el escafoides -así como la destinada
al 1 metacarpiano- con lesiones artrósicas incipientes. En los
miembros inferiores los metatarsianos 111 y IV derechos y
V izquierdo tienen epífisis proximales con superficie rugosa,
señal inequívoca de artropatía degenerativa avanzada.
Este trabajo de García Sánchez, fundamentalmente en su
parte dedicada al estudio de las lesiones maxilo-dentales, es
valioso porque por vez primera, y salvando el ya comentado
precedente de Fusté, se pasa del estudio meramente descrip-tivo
y general, al análisis estadístico de las lesiones articulares
y I SU prnynrcih pnr sems y edades, cpe n n mmhh m& in-dicativos.
Igualmente, se relaciona la lesión articular a nivel
temporomandibular con la reabsorción alveolar más o menos
avanzada, que se vio en todos los casos a pesar de que sólo un
sujeto estaba dentro de la edad senil.
En trabajos posteriores (1977-79, 19801, sobre los restos
humanos encontrados en San Nicolás, en la isla de Gran Ca-naria,
García Sánchez constató la existencia de diversas lesio-nes
poliartríticas de tipo rematoideo en los sujetos número 1
552 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
y 3 de 'El Lomo de los Caserones', en la Aldea de San Nicolás.
E1 sujeto número 3 presenta aismiada una artrosis. En el sujeto
número 1 (hombre de unos 45 años), la Artritis Reumatoide
era bilateral y simétrica de predominio derecho, y afectaba a
las articulaciones escápula-humeral, acromio-clavicular, húme-ro-
cubital y radio-cubital superior. El miembro superior iz.
quierdo no se afectaba, excepto en la primera articulación
carpo-metacarpiana. En los miembros inferiores se observa
afectación bilateral en las rodillas y alteraciones en la articula-ción
tibio-astragalina y tarso-metatarsiana derechas y quinta
interfalángica proximal del pie izquierdo. Igualmente, se ve
afectada la carilla odontoidea del atlas. En general, se obser-vaba
descalcificación de los extremos óseos de las articula-ciones.
El sujeto número 3 (mujer madura) -prescindimos de cual-quier
tipo de comentario social-antropológico realizado al res-pecto
por García Sánchez et al-, presentaba vestigios de Artri-tis
reumataide asociada con artrosis, interesanido a la articula-ción
temporomandibular derecha y a las articulaciones acro-mio-
claviculares, esternoclaviculares, las articulaciones de la
muñeca, segunda carpo-metacarpiana y primera metacarpo-fa-lángica
derechas. En los miembros inferiores se afectan la
rodilla izquierda y las articulaciones tibio-personea superior,
calcáneo-astragalina, tarso-metatarsiana y primera metatarso-falángica
derechas y la cuarta metatarso-falángica izquierda.
La columna vertebral se afecta de la tercera cervical a la pri-mera
dorsal, en las grandes articulaciones, sin afectarse las
pequeñas. También se observa afectación de las costotransver-sas
y costovertebrales de las primeras 4 costillas derechas, mí
como efi !as a&izü!scimes de !a mu.ñ,eca derechz j7 pie i z q ~ i e -
do y en otros 24 huesos.
Trabajos mibs recientes son los de García García y De la
Barreda López. Veamoslos.
García García ( 1984) en su trabajo «Morfopaleopatología
ósea del aborigen canario. Estudio en huesos fémures)). rea-lizado
sobre grupos poblacionales prehispánicos de las islas de
Tenerife y El Hierro, observó signos de artrosis en todos los
grados. También la encontró, aunque no entrara dentro de su
Núm. 35 . (1989) 553
campo de estudio, en las articulaciones del codo y del tobillo.
Señala que la gonartrosis prepondera sobre la coxartrosis en
las series por e1 estudiadas.
La patología presente en los cóndilos femorales fue domi-nada
por la osteocondritis disecante con 28 sobre 47 casos, la
artrosis apareció en un 7,9 por 100. Por contra, en la patología
de la cabeza femoral era con mucho la más frecuente.
Glolbalmente, la patología artrósica alcanza un 30 por 100 en
los fémures estudiados.
Aparte del factor mecánico, según García García, en la ar-trosis
influye decisivamente el factor edad. Dado el número de
casos de esta patología existente en las series observadas por
él y los signos evidentes de envejecimiento que presentaban,
:-.a:--.
lllUlG¿%.
((. . . lo que nos obliga a diferenciar a nuestras primitivas
poblaciones con el resto de las sociedades antiguas en las
que la duración de la vida es mucho menor». García Gar-cía,
1984. P. 244.
Y continúa en la misma página:
«No debemos olvidar, que este tipo de patología, la más
abundante que hemos encontrado, no guarda correlación
alguna con la altitud ni zona geográfica, lado, sexo o án-gulo
cervicodiafisario o de anteversión, lo que nos induce
a pensar que la misma se da indistintamente en los indi-viduos
aborígenes sin diferenciación alguna de donde ha-biten
y por tanto no existe patología predominante en
algún tipo poblacional diferente.))
Según García García, a mayor longitud femoral existe me-nor
patología femoral, o lo que es lo mismo, a mayor estatura
menor patdogía (especialmente a nivel de la rodilla).
J. de la Barreda López (1985) señala que da artrosis se en-contró
en gran número de individuos, lo que indica dos cosas:
1) la longevidad del pueblo guanche; 2) la sobrecarga articular
diaria que infringían a su esqueleton (J. de la Barreda, 1985,
p. 16).
554 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
De la Barreda encontró 20 casos de artrosis en toda la
muestra (210 tibias de Tenerife y El Hierro) lo que representa
un 9,5 por 100. Geográficamente su distribución sería 4 casos
para El Hierro (1,9 O/o), 3 para la zona norte de Tenerife (1,42 O/o)
y 13 para la zona sur de la misma isla (6,19 O/o ). Concluye afir-mando
que:
((La artrosis aparece en los huesos de más talla; es debido
a que los de más talla y, por lo tanto, los de mayor índice
de robustez, son los más musculados, y, por lo tanto, había
una sobrecarga y un sobrepeso articular)) (De la Barreda,
1985, p. 219).
Esta afirmación choca oon la realizada por García García
(i9g4j sosGea2 qd- - -n-nn nlln r n c s n n w nc 10 rrotninm'a
't: a i u a y v l 'mila i r l = A r v r uu rw ywvv-va--
artrósica observada.
En un trabajo más reciente (1986) sobre la columna y la
pelvis de los habitantes prehispánicos de Tenerife y El Hierro,
De la Barreda ha observado como patología más frecuente la
artrosis. La ((artrosis vertebral)) apareció con una frecuencia
del 17,7 por 180 (él lo achaca a los grandes esfuerzos mecáni-cos),
siendo mayor su incidencia en el Norte de la isla de Tene-rife.
Las regiones más afectadas eran la cervical y la dorsal.
La artrosis sacra se observó con una frecuencia del 28,7 por 100,
y en su mayor parte en sujetos ancianos, lo que -según De la
Barreda- es indicativo de su gran longevidad. Igualmente su
distribución geográfica indicaría una mayor abundancia en
la zona norte de Tenerife, y, sobre todo, entre el sexo femenino.
Por el contrario, sólo pudo encontrar un 3,5 por 100 de artrosis
de cotilo y un 4 por 100 de artrosis pélvica (más abundante en
el norte de Tenerife).
«A modo de resumen -indica al final de su trabajo De la
Barreda- de nuestras conclusiones podemos concretar
finalmente que los habitantes de la zona norte de la isla
padecían más patología artrósica vertebral, de cadera y
lumbwacra, especialmente en el sexo masculino, con hue-sos
de mayor edad y por tanto de mayor envejecimiento,
lo que demuestra que tendrían mayor longevidad y apre-ciándose
mayor robustez ósea.
Núm. 35 (1989) 555
Por el contrario, los habitantes de la zona sur tendrían
menor índice de longevidad, pues se encuentran muchos
más huesos jóvenes y tendrían menor patología artrósica,
tanto en vértebras, sacros y pelvis)) (J. de la Barreda, 1986,
PP. 302-3031.
Tócanos ahora realizar un pequeño resumen de los datos
obtenidos en esta revisión bibliográfica de las enfermedades
reumáticas articulares en las Canarias anteriores a la conquis-ta.
Salvando los casos de Espondilitis Anquilosante, que serán
revisados en otro apartado de este trabajo, podemos observar
las siguientes conclusiones: a 1. Por lo que respecta a la Artrosis, ésta ha sido con gran
diferencia la enfermedad articular más observada en las pobla-ciones
prehispánicas de Canarias. Se ha -localizado en diferen- -:
tes zonas geográficas dentro de la práctica totalidad de las islas,
aunque faltan bastantes datos al respecto en Lanzarote, La Go-mera
y La Palma, siendo la isla de Tenerife la que se ha 1
estudiado con carácter más sistemático (García Sánchez, 1979; $
García García, 1984; y J. de la Barreda, 1985, 1986). - - En cuanto a su localización en el esqueleto, se han encon- f
trado signos de artrosis en la práctica totalidad de las articu-laciones
potencialmente susceptibles de padecerla. Los trabajos
de Hooton (19251, Bosch Millares (1961, 1967, y 1975) y Pérez
(1980-81, 19811, por no aportar frecuencias, son válidos a la
hora de señalar la existencia del padecimiento y describirlo,
n pero su valor se ve más limitado desde el punto de vista esta- f
dístico-epidemiológico. 3
O
La artropatía de origen artrósico a nivel temporomandibu-lar
se ha encontrado con frecuencias oscilantes entre el 7,14
-,=r Ififi (P~s té)e r, !a poh]&Ss sberigez Gu!dur (Grm Vi;
naria) y el 30 por 100 (García Sánchez) para la de Pino Leris
(La Orotava, Tenerife).
La artrosis de la columna vertebral fluctúa entre 17,7
por 100 de la población del Tenerife prealonsino (De la Barre-da,
1986) y un porcentaje mucho mayor para la población de
Galdar (Fusté, 1961-621.
En los miembros inferiores, García García (1984) encontró
un respetable porcentaje de casos de gonartrosis y coxartrosis
556 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
en Tenerife, dato que confirma De la Barreda (19851, con un
9,5'por 100 dé gonartrosis para la población de la isla.
Igualmente se ha encontrado artrosis, como ya ha quedado
dicho, en otras articulaciones de los miembros superiores
(fundamentalmente en la del codo, seguida de la articulación
de la muñeca). En los miembros inferiores también se ha en-contrado
en los metatarsianos, . . .
2. En lo que se refiere a la Artritis Reumatoide hay que
señalar que, curiosamente, de todos los autores revisados es
García Sánchez (1977-79, 1980) el único que describe algún
caso de esta enfermedad. Quizás, como muy bien señalan Pía
Bennike (1985) y Ortner y Putschar (1985), los problemas en la
diferenciación de la Artritis Reurnatoide de otros tipos de ar-trupatia,
ft?ndamentilrnente de la artrosis, hacen que se hayan
descrito muy pocos casos en la literatura paleopatológica. Por
este motivo, no es de extrañar que en los escasos estudios que
hasta la fecha se han llevado a cabo en Canarias sobre las en-fermedades
de sus antiguos habitantes no a p a r e m citadas m&
artropatías que la artrosis, ésta en un gran número de especí-menes,
y algunos casos de Artritis Reumatoide (como ya se ha
indicado el único autor que la describió fue García Sánchez, y
todos los ejemplares provenían de Gran Canaria).
2. BREVE RECUERDO DE LAS PRINCIPALES CARACTER~STICAS
DE LA ESPONDILITIS AQUILOSANTE
Espon&iariliiis aqsi :~poyé~ca;e cpo~di!;tis z~qii!osante
(que es el término más empleado en la actualidad); espondi-loartritis
anquilosante; espondilosis rizomélica; enfermedad de
Pierre Marie-Strümpell; espondilitis osificante ligamentaria;
espondilitis deformante; pelviespondilitis osificante; etc.. .
Ectz grin cantidad de definiciones, y otras que se han ob-viado
para no hacer la lista interminable, ha hecho -como
señala Wells (1964)- que muchas veces no se sepa a que se
refiere el que escribe sobre la enfermedad, creándose un gran
14 CONRADO RODRÍGUEMZA RTÍN
confusionismo. Verdaderamente, existe un problema semánti-co
a este respecto, ya que la auténtica espondilitis anquilo-sante
se ha confundido con la espmdilitis osteoartrítica o defor-mante,
la cuál pertenece al grupo de las osteoartritis o artrosis
(A. T. Sandison, 1968).
2.B. Concepto
La espondilitis anquilosante es una artritis inflamato% de
la columna vertebral, de tipo seronegativo, que afecta en todos
los casos a las articulaciones sacroilíacas, a menudo a las ar-ticulaciones
de las cinturas (pélvica y escapular) llegando a
alcanzar el 50 por 100 de los casos: y con menor frecuencia a
las articulaciones periféricas (siendo casi indistinguibles los
cambios que produce en ellas con los originados por la artritis
reurnatoide), presentando una marcada tendencia a la anqui-losis,
de donde le viene su nombre.
Forma parte de un grupo que, como señala F. Dudley Hart
(19871, responde al término de espondartritis y que incluye,
además de la espondilitis anquilosante, a la artritis psoriásica,
a la enfermedad de Reiter, a las artropatías enteropáticas, a
las artritis reactivas, a la uveitis anterior aguda, y a la artritis
crónica juvenil.
2.C. Historia
Señala Keith Manchester (1983) que la espondilitis anquilo-sante
es una enfermedad de considerable antigüedad y, por ello,
-n-o e- & &-r~ñar.; ire &s+&~ cuoss sL~i&res en sspe&s mii-males
extinguidas.
Aunque la enfermedad sería estudiada y reconocida como
entidad clínica diferenciada gracias a los magníficos trabajos
de tres grandes neurólogos del período positivista de la Medi-cina
: Pierre Marie (1859-1940); Vladirnir Mikhailnvich RecMe-rev
(1857-1927); y Adolf von Strihnpel (1853-19251, la primera
descripción de la misma, como recuerda Manchester (1983), se
realizó en el año 1691 y dice textualmente:
558 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
«Recientemente he visto en Francia parte de un esqueleto
humano consistente en el 'os iliurn', 'os sacrum', las cinco
vértebras de los lomos, diez de las dorsales, cinco costillas
completas en el lado derecho y tres en el izquierdo.. . todos
esos huesos que en estado natural se encuentran sepa-rados
y distinguibles uno del otro estaban aquí tan estro
chamente unidos, sus ligamentos perfectamente osifica-dos
y sus articulaciones tan borradas que realmente con-forman
un solo hueso, continuo y uniforme.. . la persona
debe haber permanecido inmóvil, no podría ni doblarse
ni extenderse por sí mismo, ni echarse, ni levantarse, ni
darse la vuelta)).
Esta descripción es lo suficientemente gráfica para hacer-nos
ver las condiciones vitales de los desafortunados que pade-cieron
la enfermedad.
Coincidiendo con Manchester, podemos decir que la exten-sion
temporo-espacial de la enfermedad es muy amplia, y, como
veremos en el apartado de la espondilitis anquilosante en Pa-leopatología,
prácticamente se han visto casos en todas partes
del mundo y en todos los períodos históricos.
La mayoría de los autores coinciden al afirmar que la inci-dencia
varía entre las diferentes razas y grupos de población,
pero en general se puede cifrar entre el 1 y el 3 por 100
(N. Smukler, 1986).
Una de las frecuencias más altas se observa entre los indios
Haida de la Columbia Británica, donde llega al 4 por 100 (Ro-binson
et al). situando R. T. Steinbock (1976) la frecuencia en
esta población en torno al 10 por 100 entre los hombres de más
de 25 años.
Se produce con mucha mayor frecuencia entre los varones
que entre las féminas (10/1-5/11, sobre todo en la segunda y ter-cera
década de la vida (15-30 años). En general, es muy raro
el comienzo antes de los 9 años o después de los 40 (Rotés
Querol, 1983). Smukler (1986) señala que la proporción de fre-cuencias
entre sexos antes señalada no es exacta, tal y como se
Núm. 35 (1989) 559
habia creído hasta hace muy pocos años. Efectivamente, inves-tigaciones
epidemiológicas muy recientes han demostrado que
esa relación de frecuencias no es correcta en la actualidad y
que hoy se ve la espondilitis arquilosante con una relación
intersexos de 1: 1, pero ocurre que en 1a.s mujeres, en numero-sas
ocasiones, los casos son asintomáticos o con muy poca sin-tomatología.
Es desconocida, pero -como señalan Rotés (1983) y Smu-kler
(1986)-, es probable que la enfermedad sea producida
por una combinación de factores genéticos y de factores exó-genos
(de éstos nada se sabe en cuanto a su identidad).
En 1973 se Üescubrió que entre ei 85 y ei YC por iGO de los
casos de espondilitis anquilosante existe el antígeno de histo-compatibilidad
genéticamente heredado, HLA-B 27. Asimismo,
este antígeno es positivo en el 50 por 100 de familiares de pri-mer
grado de los enfermos, mientras que es positivo sólo en
el 8 por 100 de la población general.
A la vista de lo dicho anteriormente, se puede decir (Lience
Durán, 1979) que esta entidad se debe a un factor hereditario,
y que, probablemente, ciertos factores ambientales tienen tam-bién
protagonismo en el desencadenamiento de la misma.
También se ha seña1ad.o (Smukler, 1986) la posible relación
de la espondilitis con agentes microbianos (de tipo klebsiella
pneumoniae y yersinia enterocolítica).
2.F. AnatomZa patoldgica
Prescindiremos de la afectación de las partes blandas ocu-pándonos
tan sólo de la osteoarticular.
En las articulaciones periféricas, durante la fase activa, las
alteraciones son muy parecidas a las -de la artritis reurnatoide
(Oriner y Futschar, í985i, presentando en estadios avanzaaos
fibrosis sinovial que puede experimentar una metaplasia con-droide
y ósea que acarrea la anquilosis de las articulaciones.
560 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
En la columna vertebral el núcleo pulposo, el anillo fibroso,
y porciones de las vértebras se sustituyen por tejido fihroso
vascularizado en el que faltan alteraciones inflamatorias. Estos
cambios se acompañan de osificación causante de los puentes
dseos (sindesmofitos) característicos de la enfermedad. En
fases más avanzadas hay también calcificación del ligamento
vertebral común posterior, ligamentos amarillos y !igamento
Interespinoso.
En general, podemos decir que la esspondilitis anquilosante
se localiza en el esqueleto axial, pelvis, columna vertebral y
tórax. Las articulaciones sacroilíacas son su localización más
constante y las primeras en las que se manifiesta. También
afecta a las articulaciones periféricas, especialmente a las de
las extremidades inferiores. No obstante, y como señala Man-chester,
1983, la extensión de la espondilitis anquilosante tiene
una variabilidad individual muy grande. Puede haber desde
unas pocas vértebras afectadas hasta alteraciones muy severas
de las articulaciones sacroilíacas, columna vertebral completa
y articulaciones de las costil,as, formando todo el conjunto una
masa inmóvil.
2.G. Complicaciones - - , ..
Es interesante, si quiera nombrarlas someramente, pues
pueden indicarnos en qué condiciones pudieron haber vivido
los individuos objeto del presente estudio.
- Iritis: consiste en una uveitis anterior aguda no granu-lomatosa.
Se da entre el 10 y el 25 por 100 y generalmen-te
es unilateral.
- Aortitis con insufiencia valvular: se da en el 20 por 100
de los casos. A los 7 años de presentarse menos de un
50 por 100 de los enfermos sobreviven.
- Complicaciones neurológicas: se originan por subluxa-ciones
vertebrales (sobre todo a nivel cervical) y por
Iracturas en columnas totalmente anquilosadas (recor-demos
que las columnas de eslos enfermos son extrema-
Núm. 35 (1989) 561
damente vulnerables a los traurnatismos y el más insig
nif icante puede originar f mturas muy graves).
- En espondilitis anquilosantes avanzadas puede darse
algún caso de síndrome de la cola de caballo (Rotés
Querol, 1983). No obstante, esto es bastante infrecuente.
- Fibrosis y cavitación de los campos pulmonares superio-res:
es rara.
- Amiloidosis: aparece en un 5-6 por 100, siendo causa de
muerte por urernia.
2.H. Radiologia a
c.
E Nos referiremos solamente a las manifestaciones radio16
gieac de !a, pelvis y c.Uv !u c e l ~ ~ pmor, s er estos los restos que
se estudian en este trabajo. m
O
E
Como señala Lience Durán (19781, para el diagnóstico de la
espondilitis anquilosante se precisa la existencia de una sacroi-liítis
radiológica. Hay osteoporosis moteada que puede alter- $
nar con osteosclerosis del ilíaco. Progresivamente la interlínea -
0 se estrecha hasta desaparecer cuando las articulaciones se han ;
anquilosado. En las articulaciones intervertebrales posteriores {
y en la sínfisis púbica se ven alteraciones parecidas. Eh las
últimas dorsales y primeras lumbares aparece frecuentemente %
la espondilitis anterior de Ramanus-Yden con erosiones de los
ángulos anteriores de los cuerpos vertebrales y cuadratura g
vertebral o squaring (cajón) (Mathies, 1977, y Ortner y Puts- E
char, 1985). 3
O
Los sindesrnofitos aparecen por calcificación de las zonas
externas del anillo fibroso, sobre todo en la zona de tránsito
dorsoiumbar íiviatnies, 19773. En fases müy a\-aizadas e! gor?
número de sindesmofitos originan la columna en «caña de
bambú)), donde se pierden las curvaturas fisiológicas.
2 .I. Pronóstico
Hoy en día la frecuencia de invalidez está entre el 5 y el
25 por 100 (Lience Durán, 1978; Rotés Querol, 1983; Smuk-
562 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ler, 1986). En cuanto a la vida, el pronóstico es bueno, aunque
hay circunstancias, como la insuficiencia cardíaca producida
por la aortitis y la uremia por la amiloídosis, que pueden llevar
a la muerte del enfermo.
No se pretende en este apartado hacer una revisión absolu-tamente
exhaustiva de los casos registrados en los diferentes
informes y publicaciones paleopatológicos, que por lo demás
estarían fuera de lugar, sólo se intenta reseñar los casos más
interesantes registrados. Los casos los dividiremos según la
zona geográfica donde se han observado y trataremos de ubi-carlos
en el período al que pertenecen, aunque esto solo es
posible en algunas ocasiones.
Señala D. Campillo (1983) que son muchos los casos de es-pondilitis
anquilosante que se conocen en la literatura paleo-patológica.
Frente a esta opinión, compartida por muchos pa-leopatólogos,
R. T. Steinbock (1976) explica que no es que sea
muy alta su prevalencia en los tiempos antiguos (Reverte
Coma, 1981, señala que se conocen casos pertenecientes a los
tiempos de la Piedra Pulimentada), sino que es muy fácil de
realizar su diagnóstico por su sorprendente apariencia. Por
este motivo no es de extrañar que sean muchos los informes
al respecto y muy pocos los diagnósticos equivocados y los
dudosos.
Veamos la distribución geográfica de los casos:
Egipto
Ya desde principios de la presente centuria Ruffer, Rietti,
Wood-Jones y Elliot-Smith demostraron la presencia de espon-dilitis
anquilosante en esqueletos del Egipto faraónico.
Roijrke (1967, 1971) &a casas & 18 eplfplmpi&~d en el
Egipto precristiano, en uno de ellos la columna estaba fusiona-da
completamente desde el axis hasta la quinta lumbar (este
caso probablemente fue antes (1908) d~scritop or Elliot-Smith).
Núm. 35 (1989) 563
No obstante, según Bourke, la espondilitis, tal y como actual-mente
la reconocemos, sería una enferrnedad bastante rara en
Egipto. Así, no es de extrañar que Zorab (1961) no encontrara
ningún caso en su estudio sobre restos humanos egipcios del
Reino Nuevo y del Período Romano (8 momias en total), que
se encuentran en el Museo Británico. Estas piezas habían sido
diagnosticadas de espondilitis anquilosante anteriormente pero
Zorab demostró que se trataba tan sólo de una severa osteo-fitosis
que llevó a confusión a los especialistas.
Alciati, Fedeli y Pesce Delfino (1987) hacen referencia a otro
caso de la enfermedad en una momia de la V Dinastía (2.400 años
A. J. C.) estudiada por May en 1897 y luego por Karsh y McCar-thy
en 1960. Esta momia presentaba tumefacción y deforma-ción
articular en las manos con desviación de los dedos en
sentido cubital (recordemos que la artritis rewnatoide también
puede originar esta desviación).
Sandison (1980) no describe ningún caso en profundidad y
se limita a afirmar, siguiendo a Zorab (19611, que no ha encon-trado
ningún specimen del Egipto faraónico afecto por la es-pondilitis.
Europa
Posibles especímenes afectados por la enfermedad han sido
reportados en el Período Neolítico en Francia y Dinamarca, y
en la Edad del Bronce y Período Sajón en Inglaterra (Stein-bock,
1976). Rojlin (1964-68) describe cuatro casos de espondi-litis
anquilosante en Eski-Kermen y Sarkel (U.R.S.S.).
D. Campillo (1978) señala la presencia de dos casos entre
!es esqwktov eicnntrudns en !a nerrSpdis medieval del ReM
Monestir de Santa María (Ripoll, Gerona), uno en el indivi-duo
XIII A (de edad y sexo indeterminados) y otro en el XXIII
(un varón adulto).
C. Kramar (1987) no encuentra vestigios de la enfermedad
entre esqueletos neolíticos de la Suiza Occidental. Por contra,
sí encontró algún caso (1982) en la Edad Media (3 sobre 18 in-dividuos
pertenecientes al período de la Alta Edad Media) y
dos casos más también medievales.
56$ ANUARIO DE ESTUDIOS ATLdNTICOS
América
Steinbock
espondilitis
: (1976) indica que el caso más significativo de
anquilosante en el continente americano corres-ponde
a unos restos esqueléticos de los Maya de Guatemala y que
datan del año 500 A. J. C., perteneciendo a un hombre anciano.
El mismo autor señala otros tres casos. Uno custodiado en el
Peabody Museum de la Universidad de Harvard (Cambridge,
Massachusetts) y que procede de Ohio. Otro custodiado en la
Smithsonian Instituion (Washington, D.C.) que pertenece a un
varón adulto de los indios Pueblo de Nuevo México y presenta
la totalidad de la columna fusionada, estando las tres primeras
v&iei-,ras cemicaIes anwilosa&s al & ~ e c . fh, z', tercer
caso, igualmente un varón adulto de los indios Pueblo, datado
entre el 1550 y el 1627 A. J. C., evidencia signos de espondilitis
anquilosante tanto a nivel de la columna vertebral como de las
articulaciones periféricas.
M. T. Jaén (1977) señala que en México solamente se cono-ce
un caso, en un individuo adulto de sexo masculino, perteno
ciente al Horizonte Cultural Postclásico, encontrado en el curso
de una excavación en la localidad de los Reyes (La Paz, Estada
de México).
Dan Morse (1969) señala la existencia de dos posibles casos
en Illinois (provenientes de las localidades de Hopewell y Mis-sissipi),
datados entre los años 1200 y 1300 D. J. C.
T. Dale Stewart (19661, a pesar de los ejemplos comentados
anteriormente, afirma que la espondilitis anquilosante sería
muy rarz entre !m slmeRndi~s.
En Canadá se han reportado dos posibles casos encontrados
en un osario Hurón de Ontario (Kidd, 1954).
Para concluir con este repaso cabe señalar que, según R. Ted
Steinbock (19761, al menos 30 casos se han registrado en el
Vieje kGmdu (particu!ame~lte e? Egiptc), frerite u. !os rmeve
que aquí se han reseñado como pertenecientes a los amerindios.
Núm. 35 (1989) -565
Canarias
P. J. Pérez (1980-81) señala la existencia de espondilitis an-quilosante
en un fragmento de columna vertebral (N. 1, A. 19 b)
del Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria, que com-prende
las regiones dorsal y parte de la lumbar (D2-L2) con
grandes osificaciones y restos del disco intervertebral. Practi-cado
el estudio radiológico se objetivó la osificación del liga-mento
común vertebral anterior en dorsales altas, últimas
dorsales y primeras lurnbares. Igualmente se observa el aspec-e
to en 'caña de bambú' y restos costales soldados a las costo-
E vertebrales.
O Por la descripción de P.-J. Pérez, este ejemplar (muy similar -:
al señalado por Dan Morse (1969) que pertenecía a la Cultura f
Hopewell de Illinois, parece ser el mismo! que describe Bosoh
Millares (1975) y del cuál aparecen fotografía y placa radiográ- 1
fica en las páginas 111 y 112 de su libro «Paleopatología ósea $
de los primitivos pobladores de Canarias)). Bosch, en esta pu- - blicación, no hace ningún tipo de descripción del caso, limitán-dose
a dar unas nociones generales sobre la enfermedad. i
Veamos:
n
-E «De todas ellas (las lesiones raquídeas visibles) las osifi- $
caciones intersomáticas son las más útiles para hacer el d
diagnóstico de la espondilitis anquilosante por ser siem- j
pre las que primero aparecen.)) 3
O
El problema estriba en que Bosch Millares afirma esto en
el contexto general de la 'osteoartritis' o artrosis, con lo que
y--uJ*u;or~ u,rh rouhu-b7r vn nv nr rf rr rurui rr ívn~ r rr rlnuuhriwdnv f i ~ ~nt- _E&W
y lenfermedad, y al producirse una imbri,cacióai de dos enfer-medades
diferentes y bien delimitadas entre sí por sus signos
patológicos. No obstante, como ya se ha dicho, en el texto se
encuentran perfectamente intercalados la fotografía y la placa
radiográfica de este caso, que es evidente que se trata de una
espondilitis anquilosante. El problema viene originado por ca-recer
absolutamente de explicaciones sobre estas ilustraciones,
y por no presentar tampoco signatura de la pieza.
566 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Manuel García Sánchez (1979) señala, en su estudio sobre
los restos humanos de la cueva sepulcral de Pino Leris (La Oro-tava,
Tenerife), la presencia de dos primeras vértebras lumba-res
anquilosadas en todo su contorno, sin deformidad de los
cuerpos vertebrales, pero con osteoporosis manifiesta. En el
estudio radiológiso se observa intensa decalcificación y aspecto
de «caña de bambú)), típico de la enfermedad. García Sánchez,
basándose en los datos precitados, indica como posible el diag-nóstico
de un ((raro caso de espondiloartritis anquilopoyética)).
J. de la Barreda (1986) afirma haber encontrado vértebras
de la región dorsal y lumbar con signos que concuerdan con
la espondilitis anquilosante, con la clásica imagen de «caña de
bambú)), con osificación del ligamento común vertebral ante-rior;
pero no describe ningún caso en particular ni da número
de casos ni frecuencia de aparición de la dolencia en las series
por él estudiadas. Tampoco señala la zona geográfica donde
encontró la enfermedad.
4. DESCRIPCIÓND E LOS CASOS
Caso E1
Se trata de un individuo, o mejor de la pelvis de un indivi-duo,
encontrada en el curso de las excavaciones que en 1944 se
llevaron a cabo por don Luis Diego Cuscoy en una cueva sepul-cral
del Barranco de Milán (Tejina, Municipio de San Cristó-bal
de La Laguna), uno de los puntos más densamente poblados
del norte del Tenerife prehispánico (L. Diego Cuscoy, 1968).
LQ. pieza objeto de zstüdi~ eoiistclua oi.ighzihieiitz, seg& el
informe de la excavación (L. Diego Cuscoy, 19471, de las cinco
vértebras lumbares, el sacro y los dos coxales. Desgraciada-mente,
hoy no se conservan sino las vértebras L4 y L5, habién-dose
perdido todas las demás (Ll, L2 y L3), al igual que tam-bién
se ha roto y perdido la pelvis izquierda.
En un somero informe, el Dr. Jerez Veguero señaló que la
pieza podía catalogarse como afectada por la Enfermedad de
Beohterew o su variante de Pierre Marie-Strümpell, y, por otro
Núm. 35 (1989) 567
lado, de espondilitis deformante, sin descartar que las anoma-lías
observadas pueden aparecer en infecciones agudas (Diego
Cuscoy, 1968).
La pieza en cuestión perteneció a un varón de unos cuaren-ta
años de edad, y en ella, como ya se ha señalado anterior-mente,
se oibserva que falta la pelvis izquierda y un fragmento
en el mismo lado del sacro en su polo superior. Una pequeña
porción de la pelvis en ese lado se encuentra totalmente unida
al sacro. En la parte derecha se objetiva una total fusión del
sacro con la pelvis, habiendo sido borrada la articulación.
El poco peso de este especimen unido a algunas zonas del
mismo con gran translucidez revela una marcada osteoporosis. a
N
Además, en ciertas zonas que presentan roturas y que dejan
ver el hueso esponjoso, se puede apreciar claramente su -
pérdida. m
O
Unida al sacro se observa la quinta vértebra lumbar (L5)
que, a su vez, se une a la cuarta (L4), con osificación de todos ;
los ligamentos. Esta fusión debió haber afectado a más vérte-
3 bras, como Diego Cuscoy señala en su informe (19681, pero ;
éstas se han roto y perdido con posterioridad al descubrimien- -
0
m
E to de la pieza, posiblemente en el curso de la excavación y tras-lado
de los materiales. No obstante, a nivel de la cara superior
de L4 existen signos evidentes de esa fusión. n
-E
Como patología concomitante sólo es posible detectar lige- a
2 ros vestigios de artrosis en la cavidad cotiloidea derecha. n
Existe una pérdida de la lordosis fisiológica lumbar en los 1
fragmentos actualmente presentes, dando la característica apa- O
riencia de ccpoker back)) de los autores anglosajones. También
se aprecia el aspecto de «caña de bambú)), osriginado por la osi-ficación
de !=u ! ig&me~t~csm, suerficiec ondidadas y sumes.
Aparte de la osificación ligamentosa, se observa una afectación
articular que ha originado una anquilosis de las vértebras
lumbares.
Se ha realizado un estudio radiográfico de la pieza en las
dos posiciones clásicas: antero-posterior y lateral. A nivel Ml-vico,
la articulación sacroilíca derecha se encuentra totalmente
desaparecida, siendo la osificación de la misma completa. El
pequeño fragmento que se conserva de la articulación sacroilí-
568 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
ca izquierda se encuentra igualmente completamente borrado.
No se han podido estudiar la sínfisis pubiana ni las ramas is-quiáticas
pues han desaparecido, por lo que no se puede seña-lar
nada en cuanto a sus posibles alteraciones. La cavidad
cotiloidea derecha, aparte de los incipientes signos artrósicos
ya comentados, no presenta otras alteraciones. A nivel lumbar,
que, como recuerdan Schinz et al (19541, es donde primero se
observan las lesiones en la columna vertebral, se puede apre-ciar
una marcada osteoporosis de los cuerpos vertebrales en
L4 y L5, y una anquilosis de los mismos, perdiéndose la movi-lidad
vertebral. Asimismo, existe osificación de los ligamentos
y trastornos de las carillas de las pequeñas articulaciones; un
moderado estrechamiento de los espacios intervertebrales; y
m-. pérrldz de 1s lordosis fisiológica lumbar.
¿Cuál fue la condición vital de este individuo? Atendiendo
a las indicaciones de la mayoría de los autores ya citados, en
las tapas iniciales de la enfermedad poco se habría afectado la
vida del paciente. Naturalmente, habrá padecido dolores locali-zados
en la nalga o cara posterior del muslo (síndrome sacroi-líaco)
y en la región lumbar, así como rigidez matutina que
mejoraría con el ejercicio (Rodnan et al., 1985). Pero, como se
ha dicho antes, su vida pudo perfectamente no variar en mucho
de la de cualquiera de sus vecinos sanos.
Esto iría cambiando con el paso del tiempo, y dado lo avan-zado
de la enfermedad el cuadro de este enfermo no debió dife-rir
demasiado del que describe Roig Escofet (1978): dolores
raquídeos y en las nalgas casi constantes; limitación de los
movimientos vertebrales y actitud característica en cifosis dor-sal
con la cabeza inclinada hacia adelante y desaparición de la
iordosis r&-Ii'~ai=T.ü dü eiia iirI-iiaria mtaleiiielits 1% aetivi&G
del individuo hasta el momento de su muerte, y posiblemente
en\ sus etapas finales requeriría ayuda de otros miembros de
su comunidad.
Al carecer de otros restos esqueléticos pertenecientes al
rriicm~s iijetc m p~rlemnss aber en q ~ eesta do se encontrahan
sus articulaciones periféricas, y por supuesto, tampoco nos es
posible saber si murió por complicaciones de la propia enfer-medad
o por causas ajenas totalmente a la misma, aunque es
Núm. '35 (1989). 569
posible, como indican Schinz et al. (19541, que la causa del fa-llecimiento
haya sido una insuficiencia cardíaca, en un plazo de
entre. 10 y 20 años a partir del inicio de la enfermedad.
Caso M. 612
Este especimen fue encontrado hacia finales del siglo pasa-do
en el Barranco del Infierno (municipio de Adeje), en la zona
oeste de la isla de Tenerife (aunque por sus características geo-climáticas
al oeste de la isla siempre se le ha considerado como
dentro de la zona sur). Se desconoce cualquier dato relativo a
la excavación y descubrimiento, así como a sus descubridores.
Sólo se sabe que procede de las co!ecciones del Museo Muni-cipal
de Santa Cruz de Tenerife que fueron transferidas al
actual Museo Arqueológico de la misma ciudad.
La pieza consta de la pelvis izquierda que se encuentra unida
al sacro, faltando la pelvis derecha. El isquion y el pubis están
rotos, y en él se han perdido en el lado izquierdo desde su raíz
aproximadamente.
La unión de la pelvis y del sacro no es completa sino se
produce a tramos, fundamentalmente en el tercio medio de la
articulación sacro-ilíaca. Se puede objetivar el muy escaso peso
de la pieza y una pérdida muy evidente de hueso esponjoso, lo
que apunta hacia la existencia de una osteoporosis considera-ble.
Las vértebras lumbares se han perdido. En el lado derecho
del sacro existe una rotura con pérdida de sustancia ósea, aun-que
se conserva, fusionado con él un pequeño fragmento de la
p$e.l.v*i s de ese lado, por lo que parece que la fusión sacro-ilíaca l-.~ln+~%.nl
IUG ulla~c~cu.
En la cavidad cotiloidea izquierda se observan vestigios ar-trósicos
con pequeños osteofitos que bordean el cotilo, y signos
degenerativos cie la articulación.
Al igual que en el caso anterior se han practicado Radiogra-fias
en posición antero-posterior y lateral. Lo más apreciable
es la osificación de la articulación sacro-ilíaca, fundamental-mente
en su tercio central, y la intensa osteoporosis que afecta
a la pelvis y al sacro.
570 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
Nada se puede decir de las vértebras lumbares, ni del is-quion
(del que s610 se conserva un fragmento) ni del pubis, ni
tampoco de la sacro-ilíaca derecha, ya que no se conservan.
En cuanto a la condición vital del sujeto, parece que tratán-dose
este caso de un cuadro de instauración relativamente re-ciente,
poco debió haber afectado a la vida del mismo. Al igual
que en el caso anterior, habrá padecido el síndrome sacro-ilía-co,
los dolores lumbares típicos, y la rigidez matutina que me
joraría con la actividad. La limitación de los movimientos no
debió haber sido muy intensa, y la atención que debió requerir
de sus compañeros no creemos que fuera muy grande, y, desde
luego, mucho menor que la del caso El.
El problema en este caso, como en el anterior -aparte de
la propia enfermedad-, está en el terreno, abrupto y escabro-so,
donde esta gente se movía, sobre todo el individuo M. 612.
En efecto, si ya la isla de Tenerife, en general, tiene una orogra-fía
difícil, el Barranco del Infierno se caracteriza por las tre-mendas
dificultades que presenta para recorrerlo. Si esto es
así para personas en plenas facultades físicas imaginemos lo
que podía ser para las que presentaban algún tipo de limita-ción.
De todos modos, la invalidez y la dependencia social
creemos que sólo se daría en el primer caso (E.11,y a que en el
segundo la enfermedad no está en un estado tan avanzado
como para postrar al sujeto que, por lo demás, estaría total-mente
adaptado al medio que lo rodeaba y ((entrenado)) para
moverse por esos difíciles terrenos.
En definitiva, pensamos que puede tratarse o bien de un caso
de espmdilitis anquilosamente de comienzo, o quizás de una
sacroiliitis infecciosa.
Breve estudio estadístico
Se han estudiado 340 pelvis, de las que 194 (57,06 O / o ) eran
masculinas y 146 (42,94 O/o femeninas. Su distribución por
-z-n--m-- s geogr&fica y ya~i-y-iafitge~s 11 ~ i g d ~ f i t ~ . :
* Zona Sur-Suroeste de Tenerife: 115 (63 varones y 52 hem-bras):
. .
Núm. 35 (1989)
- Cueva del Barranco de la Enera (zona sur del muni-cipio
dt Santa Cruz de Tenerife): 4.
- Cueva dela Playa de la Viuda (municipio de Arafo): 26.
- Cueva del Barranco de Erques (municipio de Güi-mar):
4.
- Cueva de Uchova (municipio de San Miguel de Abo-na):
76.
- Cueva en el Barranco del Infierno (municipio de A d e
je): l.
- Cueva de El Retamar (municipio de Guía de Isora): 4.
* Zona Norte de Tenerife: 225 (131 varones y 94 mujeres):
- Cueva de El Becerril del Barranco de Santos (zona 4 n
iiü& del m - ~ ~ i ddpe iS~ai ita Cmz de Tmerife): 6. -- m - Cueva de La Empalizada (Anaga, municipio de Santa
Cruz de Tenerife): 2. 2
E - Cueva del Guanche (municipio de Tegueste): 102.
- Cueva del Barranco del Milán (Tejina, municipio de
San Cristóbal de La Laguna): 1. O-
- Cueva de La Florida (municipio de La Orotava): 40. m
E
- Cueva de El Masapé (municipio de San Juan de la Rarn-bla):
64. n
- Cueva de la Playa de San Marcos (municipio de
Icod): 10. n
n
n
Como ya se ha dicho, los dos casos se observaron en esque- $
letos en los que la diagnosis sexual fue masculina, con lo cuál O
su frecuencia en este sexo al'canza el 1,03 por 100 para toda la
isla, siendo el O por 100 para el sexo femenino. La frecuencia
teniendo en cuenta a ambos sexos es dei U39 por IUÜ.
Eh cuanto a su frecuencia global de distribución por zonas
geográficas, ésta quedaría de la siguiente manera:
- Un caso para el Sur-Suroeste sobre 115 posibles = 0,87
por iuu.
- Un caso para el Norte sobre 225 posibles = 0,44 por 100.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
Su frecuencia sexual sería del 1,58 por 100 para el sexo mas-culino
en la zona sur de Ia isla y del 0,76 por 100 en el norte,
con un O por 100 en ambas zonas para el sexo femenino.
Es evidente que el {(reumatismo articular)), en general, tenía
una incidencia considerable entre los canarios de la época an-terior
a la Conquista. Dentro del amplio cuadro de las enfer-medades
reumáticas con repercusión articular la que más fre-cuentemente
se observa es la artrosís u osteartritis, sobre todo
la de localización en miembros inferiores (rodilla y cadera), en
la columna vertebral y en la articulación temporo-mandibular.
Quizás la aparición de esta patología se vea incrementada por
la muy difícil orografía insular (grandes desniveles del terreno
y frecuentes malpaíses), auinque también jueguen su papel los
factores genéticos, ya que estudios actuales han demostrado su
mayor incidencia intraf amiliar (Dudley Hart, 1987). Por el con-trario,
la artritis reumatoide ha sido muy poco diagnosticada
entre los aborígenes de las Islas Canarias, y en esto no cabe
duda de que influye la gran similitud entre las lesiones de esta
entidad clínica y las de la artrosis. Por este motivo es necesario
realizar estudios más detallados de los restos esqueléticos hu-manos
conservados en los diferentes museos y de los que apa-rezcan
en sucesivas excavaciones, no sólo en el archipiélago
sino también en el resto del mundo. Además se impone la uni-ficación
de criterios en cuanto a los datos obtenidos, ya que
hasta ahora ha existido mucho confusionismo al respecto.
P9r 1~ w e respect~a 11 espondilitis 5mcpilosante, en primer
lugar hay que señalar que su existencia queda demostrada en
nuestro archipiélago antes de que éste fuera conquistado por
las tropas normandas primero y por las castellanas después.
Su frecuencia en el Tenerife prehispánico queda enmarcada
dentro de los valores que la mayoría de los autores dan para
esta enfermedad, tanto- en la época actual como en el pasado,
y que se sitúan, recordemos, entre el 1 y el 3 por 100 de la po-blación
general. Dentro de la pob1ació.n 'guanche' su incidencia
Núm. 35 (1989) 573
es mayor en el sexo masculino que en el femenino, pero no hay
que olvidar que al ser s610 dos los posibles casos observados no se
pueden extraer conclusiones absolutamente seguras al respecto.
De la misma manera hay que apuntar que no parecen observar-se
diferencias muy significativas en lo que se refiere a la inci-dencia
de la enfermedad en las dos zonas geográficas, norte
y sur, en las que clásicamente se ha dividido a la isla de Tene-ribe
para el estudio de su Prehistoria.
Por todo lo anteriormente expresado, y dentro de los límites
aconsejados por la prudencia, nos atrevemos a afirmar que la
historia natural de la espondilitis anquilosante no parece haber
sufrido importantes cambios en la isla de Tenerife desde la
época prehispánica hasta la actualidad.
En el caso E.l se aprecia la tremenda repercusión que esta
enfermedad tuvo sobre el organismo del individuo, llegando a
inutilizarlo casi por completo para las, en principio, duras la-bores
que debería realizar cotidianamente. Ello significa que
necesitaría algún tipo de ayuda para poder seguir subsistiendo
(que parece ser mucho tiempo), y esa ayuda no es descabellado
pensar que se la prestaron sus propios familiares o allegados.
Con esto lo que se pretende decir es que al hombre de la Prehis-toria
de Tenerife no se le abandonaba a su suerte cuando éste
por diferentes motivos dejaba de ser útil a la sociedad de la que
formaba parte, sino que, por el contrario, se le cuidaba hasta
que fallecía, aunque esto representara una carga para su grupo.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Mapa prehist6rico de Tenerife, con la divisidn de la isla según sus me
rentes menceyatos (Diego Cuscoy, 1968; Martin, 1980; y Tejera y
González, 1987).
AGUIRREE, . (1972): ((Paleopatología y Medicina Prehistbrican. En, Laín
Entraigo, P. et al.: 'Historia Universal de la Medicina', vol. 1, 7-39,
Barcelona, Salvat.
ALCIATIG, .; M. F'EDELI; & V . PESCE DELFINO(1 987): La Malattia daUa
Preistoria all'etd antzca, Barl, Laterza.
BARREDUA PEZJ . ,D E LA (1985): Pdeopatología de la tibia en la población
prehispanica de la provincia de Santa Cruz de Tenerife, La Laguna,
tesis de licenciatura (no publicada).
- (1986): Morfopaleopatologia del raquis y de la pelvis del aborigen
canario üe la provincia de Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, tesis
doctoral (no publicada).
BAUDOUI(N19 23): citado por Alciati et al. (19871, p. 101.
BENNIKEP,. (1985): Palaepathology of Danish Skeletons: A comparative
study of Demography, Diseme and Injury, Copenhagen, Akadernisk
Forlag.
Boscn MILLAREJS., (1961): ((La Medicina Canaria en la Época Prehispáni-
Cal), ANUARIO DE ESTUDIOAST LANTICO7S,, 5 39-620.
- (1967): Historia de la Medicina en Gran Canaria, vol. 1, Las Palmas,
Ed. Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria.
- (1975): Paleopatología dsea de los primitivos pobladores de Canarias,
Las Palmas, Ed. Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria.
- B o s c ~M ILLAREyS BOSCHH ERNÁND(E1Z9 82): La Medicina en la provincia
de Las Palmas, Las Palmas, Gua-Gua.
BOURKEJ,. B. (1967): «A review of the paleopathology o f the arthntic
diseases)), en Brothwell, D.R. & A. T. Sandison: Diseases in Antiquity,
352-370. SpringfieM (Illinois), Charles C. Thomas.
- (1971): «The palaeopathology of the vertebral column in ancient
Egypt and Nubia)), Medical History, XV, 353-375.
BROTIWELL, D. R. Ed. (1968): The skeletal biology of earlier human po-puiations,
Oxiord, Fergamon Pres. - (1981): Digging up Bones. The excavation, treatment & study of hu-m
n skeletd remains, 3th. ed. London, British Museum (Natural
History).
576 ' ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
-, & A. T. SANDISO(N19 67): Diseases in Antiquity. A survey oj the disea;
ses, injuries and surgery of early populations, Springfield (Illinois),
Charles C. Thomas.
CAMPILLOD,. (1983): La enfermedad en la Prehistoria. Zntroduccidn a la
Palaeopatología, Barcelon, Salvat.
-, & E. VIVES (1978): ((Estudio paleopatológico de los restos exhurnados
en la necrópolis medieval del 'Reial Monestir de Santa Maria' (Ripoll,
Gironah, Madrid, Actas del Z Simposio de Antropología Bioldgica de
España, 67-78.
COCKBURTN. , A. & E. COCKBUR(1N9 80): Mummies, Disease and Ancient
Cultures, New York, Cambridge University Press.
DIECO CUSCOYL,. (1947): ((Excavaciones Arqueológicas en Tenerife (Ca-narias))),
Plan Nacional 1944-45, Comisaría General Excav. Arqueol.
Informes y Memorias, 14, 154-156.
- (1968): Los Guanches. Vida y cultura del primitivo habitante de Tene-rife,
Santa Cruz de Tenerife, Publicaciones del Museo Arqueoló-gico,
7.
DUDLFY HART, F. (19871: Reumatologh Clínica Ilustrada, Barcelona,
Ancora.
FARRERAPS., & C. ROZMAN(1 978): Medicina Interna, 2 vols., Barcelona,
Marin.
FUSTÉ, M. (1961): (<Lesiones maxilo-dentarias en cráneos prehistóricos de
Gran Canaria)), 2. Morph. Anthrop., 51, 3, 322332.
- (1961-62): ((Estudio antropológico de los esqueletos inhumados en
túmulos de la región de Galdar (Gran Canaria))), El Museo Canario,
77-84, 122 PP.
GARCÍAG ARCÍAC, . F. (1984): Morfopaleopatología asea del aborigen ca-nario.
Estudio en huesos fémures, La Laguna, tesis doctoral (no publi-cada).
GARCÍAS ANCHEZM, . (1977-79): ((Restos humanos procedentes del tUmulo
funerario de El Lomo de los Caserones (Aldea de San Nicolás, Gran
Canaria))), El Museo Canario, 38-40: 7-46.
- (1979): uPaleopatología de la población aborigen de la cueva sepul-cral
de Pino-Leris (La Orotava, Tenerife), ANUARIO DE ESTUDIOAST LAN-TICOS,
25: 567-584.
- (1980): «Paleopatología en enterramientos tumulares de San Nicol&
de Tolentino (Gran Canaria))), ANUARIO DE ESTUDIOSA TLÁNTICO2S6,:
111-132.
GOLDINGD, . H. (1984): Enfermedades reumáticas, 2: d.,B arcelona,
Salvat.
GRMEKM, . D. (1983): citado por Kramar, 1987.
E~GToXE., A. ::97G): TEe Aíicieni ííiiiubitiiiiis üf ihe C a n q isianüs
(1925)», New York, Kraus Reprint Co.
JAÉN, M. T. (1977): ({Notas sobre paleopatología. Osteopatología», Anales
de Antropologia, XIV: 345-371.
Núm. 35 (1989) 677
JARCHOE., Ed. (1966): Human Palaeopathology, New Haven, Yale Univer-sity
Press.
JEREZV EGUERJO.:, citado por Diego Cuscoy, 1968, p. 51.
KIDD, K. E. (1954): «A note on the palaeopathology of Ontario)), Am. J.
Phys. Anthrop., 12: 610-615.
KRAMARC., (1982): «A case of Ankylosing Spondylitis in Medieval Gene-van,
Ossa, 8: 115-129.
- (1987): «Paléopathologie des maladies rhumatismales)), Médecine et
Hygiéne, 45: 928-935.
LAIN ENTRALGPO. , (1972-75): Historia Universal de la Medicina, 7 vols.,
Barcelona, Salvat.
LIENCED URÁNE, . (1978): «Reumatología». En FARRERAPS. & C. ROZMAN:
Medicina Interna, vol. 1: 943-1076, 9." ed., Marcelona, Marín.
MANCHESTEKR. , (1983): The archaelogy of disease, Bradford, University
of Bradford.
MATHIESH, . (1977): Características de las principales enfermedades reu- $
máiicas, Basiiea, Edai-. -n-
MORSED, . (1969): Ancient Disease in the Midwest, Illinois # State Mu-seum
Reports of Investigation, 15. B E
ORTNERD, . J. & G. J. PUTSCHA(1R98 5): Zdentification of Pahtological Con- -p
ditions in Human Skeletal Remains, 2nd. ed. Washington, Smithsonian 8 Contributions to Anthropology, 28.
PÉREZ, P.-J. (1980-81): «Nueva aportación paleopatológica acerca de la
población prehispánica canxcia)), El Museo Canario, 41: 2945.
- (1981): Enfermedades y accidentes de la población aborigen, Las Pal- :P
mas, Gua-Gua. S n
REVERTEJ., M. (1981): Antropologia Médica, 1, Madrid, Rueda. 5
ROBBINSS, . L. (1975): Patologh estructural y funcional, 1: ed. esp., Ma- 2
drid, Interamericana. 4
n
ROBINSOeNt al: citados por Lience Durán, 1979, p. 965. n
S
RODNANG,. P. et al (1985): Compendio de enfermedades reumáticas, 5
2." ed., Atlanta, The Arthritis Foundation. O
ROIGE SCOFETD., (1978): Reumatologia Básica, Madrid, Eüilerner.
ROJLIND, . (196468): ~Antiquityo f pathological processes in fossil hurnan
L~,-.~ n eir,s th e C?SSF,!?, V I I C m g r é Infern Sr Anthrop. et Etnol.
(Moscú), vol. 2: 510-514.
RoTÉs QUEROLJ, . (1983): (tEspondiloartritis anquilosante)). En RoTÉs
QUEROLJ,. : Reumatologia Clínica, vol. 1: 138-156, Barcelona, Espaxs.
ROTHMANR., H. & F. A. SIMEON(E1 986): La columna vertebral, 2: ed.,
Madrid, Iberoamericana.
Sañm~six, A. T. ( 19681, «Patholoyical changes in the skeletons of earlier
populations due to acquired disease and difficulties in their interpre-tations)).
En BROTZWELDL. , R.: The skletal biology of earlier hzlman
populations, 205-243, Oxford, Pergamon Press.
578,; ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZC,QS ;
- (1980): aDiseases in Ancient Egypt». En COCKBURTN. , A. & E. COCII-BURNM:
ummies, Disease and Ancient Cultures, 29-44, New York, Cam-bridge
University Press.
SCHINZH, . R. et al (1953): Rontgen-Diagnóstico, 5:' ed., vol. 11: 14981500,
Barcelona, Salvat.
SENDRAIML,. (1983): Historia cultural de la enfermedad, Madrid, Espasa-
Calpe.
SMUKLERN,. (1986): ({Artritis de la columna vertebral. Trastornos artri-ticos
de la columna vertebral)). En ROTHMANRX. ,H . & F. A. SIMEONE:
La columna vertebral, 951-989, 2." ed., Madrid, Panamericana.
STEINBOCRK., T. (1976): Paleopathological Diagnosis and Znterpretation,
Springfield (Illinois), Charles C. Thomas.
STEWARTT, . D. (1966): ((Some problems in human palaeopathologyn. En
JARCHOS.,: Human Palaeopathology, 43-55, New Haven, Yale Universi-ty
Press.
TUREKS, . (1982): Ortopedia. Principios y Aplicaciones, 3." ed. esp., vol. 11:
~ e ~ n n~ - -c--d ~ i--- r r - ~ - . - ~
103 1-IWJ, Da1 tielulld, CXUVLbLi.
WELLS, C. (1964): Bones, Bodies and Disease. Evidence of Disease and
Abnormality in Early Man, London, Thames and Hudson.
ZORABP, . A. (1961): «The Historical and Prehistorical Background of
Ankylosing Apondylitisn, Proc. R. Soc. Med., 54: 415420.
DIEGO Cusco~, L. (1968): Los Guanches. Vida y cultura del primitivo ha-bitante
de Tenerife, Sta. C m de Tenerife, Publicaciones del Museo
Arqueológico, 7.
MARTÍND, . (1980): ((Historian, en Atlas Básico de Canarias, 64-73, Santa
C m de Tenerife, Interinsular Canaria.
TEJERA GASPARA,. & R. GONZÁLEAZN TÓN (1987): Las culturas aborígenes
canarias, Santa Cruz de Tenerife, Interinsular Canaria.
Núm. 35 (1989)