«LA QUEMA DE GARACHICO)),
DE FRAY MARCOS ALAYÓN
P O R
ANDRES SÁNCHEZ ROBAYNA
En la tradición literaria de las Islas, no son pocos los autores
total o parcialmente desconocidos aún. Si a ello se añade un am-plio
número de escritores y de obras que, siendo conocidos en
épocas pasadas, han venido a ser olvidados hoy (y cuyo rescate
resulta menos problemático que el de los autores y los textos
que han permanecido inéditos en parte o en su totalidad), se ha-brá
de admitir la dificultad de establecer, en el estado actual de
nuestros conocimientos, los caracteres mismos que definen esa
tradición y, por idéntico motivo, la provisionalidad de los esfuer-zos
dedicados a una posible interpretación histórica y crítica de
las letras insulares hasta hoy ensayados. En el marco de esa tra-dición
o ((microtradicióm ' todavía no plenamente establecida en
el plano historiográfico, parece evidente que la tarea investigado-ra
ha de centrarse ante todo en los escritores cuya significación
' Para estos conceptos, véase la «Introducción» a mi Museo Atlántico. An-tología
de la poesía canaria, Santa Cruz de Tenenfe, 1983, así como A.
CIORANESCU«¿: Existe una poesía canana?)), en Estudios Canarios (Anuario del
Instituto de Estudios Canarios), XIV-XV (1970). pp. 70-71, y A. SÁNCHEZ
K~ynuxn:« Literatura e histeria: e! case de Crnrrias??,e 2 .?.-C.? ~+L!EZ (d.):
Literaturas regionales en España historia y crítica (en prensa).
Núm 39 (1 993) 41
2 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
desborda los límites insulares para cobrar algún relieve en los pa-noramas
de las literaturas española e hispánica. No deben
olvidarse, sin embargo -porque tampoco deben serlo en las más
amplias dimensiones que acabo de citar-, los autores menores,
esos escritores acerca de los cuales descubrimos a veces que, pa-reciendo
en principio casi prescindibles, acaban por dar tanto o
más sentido al continuum de la tradición literaria que los escri-tores
mayores, pues nos permiten con frecuencia ver de muy
clara manera los contextos culturales en que unos y otros se
apoyan.
Precisamente con la idea de arrojar alguna luz sobre un
a.u t.o r y un texto concretos, pero también con el propósito de di- --- -----A-- -:--A- L-A- --- +- A- 1- L:-+-A- 1:+,...-.2A- -
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las Islas -los estertores del Barroco, esto es, la prolongada vida
de las ideas y las formas literarias que llenan el siglo XVII es-pañol-
necesitado de más atención de la que hasta ahora se le
ha concedido, ofrezco en esta ocasión el texto íntegro de un in-teresante
poema hasta la fecha sólo conocido de manera frag-mentaria,
y que debemos a un escritor, fray Marcos Alayón,
cuyo carácter menor no nos impide extraer enseñanzas diversas
tanto en lo literario como en lo histórico.
Siguen siendo, por desgracia, muy escasos los datos que hasta
hoy poseemos sobre el «raro» poeta Marcos Alayón. Poquísimo se
ha avanzado, en efecto, en nuestros conocimientos acerca de su
persona y de su obra desde que José de Viera y Clavijo ofrecie-ra
de una y otra, en la {(Biblioteca de los autores canarios)) de
su Historia, las informaciones siguientes:
Alayón (Fray Marcos). Difinidor y sujeto condecorado de
su provincia, del orden de San Agustín, era natural de Te-nerife,
dotado de ingenio, buen predicador y mejor poeta,
cuya memoria durará en sus varias composiciones. Su
auto sacramental intitulado El rey de ios cielos adorado
en la tierra se imprimió en Sevilla. Son bien conocidas
igualmente sus Elegías en octava rima a la gran quema
de Garachico la noche de San José de 1697; su Paráfrasis
del Salmo 50 en verso castellano, dirigida a una religiosa;
sus Poesías sueltas; especialmente aquellas que escribía al
no menos célebre poeta el vizconde de Buen Paso, amigo
42 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
<LAQ UEMA DE GARACHICO~D. E FRAY MARCOS A L A Y ~ N 3
suyo. Murió de edad avanzada, en el convento del Realejo,
por los años de 176 1 l .
De los datos recogidos en esta sucinta papeleta, jcuáles deben
corregirse y aumentarse hoy? Muy pocos, en realidad. Viera tuvo
presentes, a lo 'que parece, estas otras palabras debidas a Fernan-do
de la Guerra:
El R. P. Fray Marcos de Ala ón tuvo concepto de buen pre-dicador
y buen poeta. No i"u e catedrático. En la memoria
corren muchos versos que hizo respondiendo a otros del
Marqués de San Andrés. Permanecen manuscritos dos
autos sacramentales, que uno se ha representado muchas
veces --a:a--1 J-. 271 De - . ~IILILUI~UU. ~1 ntíY de Im Cielvs üdvrüd~ en !u. tierru.
Su Miserere se conserva en algunas sacristías '.
La vida de Marcos Alayón sigue siendo un misterio, por más
que recientemente se haya localizado su firma en algún docu-mento
4. El auto sacramental que Viera da como impreso en Se-villa
no fue encontrado por Millares carlo 5; tampoco la Paráfra-sis
del Salmo 50 ni las Poesúzs sueltas. Poco quedana, en verdad,
de la memoria de nuestro autor de no ser por los textos copia-dos
por Antonio Pereira Pacheco en su conocida Colección ... 6,
dos de los cuales fueron dados a conocer por María Rosa Alon-
J. DE VIERAY CLAWO:N oticias de la Historia General de h Z s h Cana-rias,
ed. de A. Cioranescu, Santa Cruz de Tenerife, vol. II, 1971 (6.. ed.),
p. 863. ' FERNANDDEO U\ GUERRA«D: on Cristóbal del Hoyo-Solónano y Sotoma-yor,
Marqués de San Andrés y Vizconde de Buen Paso)), introducción por E.
Romeu Palazuelos, Revista de Historia Canaria, XXX (1965), p. 60.
Véase J. C. GARC~LAU IS: «Fray Marcos Alayón, entre la incógnita del
lugar de su nacimiento y el juguete dramático)), Ycoden, 1 (1986), pp. 39-43.
A. MILLARECSA RLOy M. HERNÁNDSEUZ AREZB: iobibliografía de escrito-res
canariosj Las Palmas de Gran Canaria; vol. 1: 1975, pp. 84-85.
Colección de varias Poesías sagradas y profanas, por distintos autores
de las Yslas Canarias. Reunidas por D. Antonio Pereyra Pacheco y Ruit, hoy
en la Biblioteca Universitaria de La Laguna. Sobre la personalidad y la obra
de Pereira Pacheco, a quien se debe entre otras cosas, como es sabido, la
preservación de un importante número de documentos relacionados con la
histmia cdtüra! de !as Is!as, i&se M. MARRER~R ~EPJGVEy ZE . k W h . ~ ? z
YANES: El prebendado don Antonio Pereira Pacheco, La Laguna, 1963.
Núm 39 (1 993) 43
4 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
so en 1946: una Loa para la noche de Navidad y un Juguete de
la Adoración de los Pastores '. Un fragmento de este último, y
una selección de trece octavas del inédito poema La quema de
Garachico, representaban a su autor en mi Museo Atlántico El
resto es silencio.
Conviene, sin embargo, volver sobre este raro poeta y, de ma-nera
muy especial, sobre el poema que dedicó al gran incendio
de Garachico en 1697. Esta interesante pieza poética habla por
sí sola, a mi ver, no sólo del indudable talento literario del autor,
sino también de la profunda impregnación del espíritu barroco
que es posible advertir en ella; aunque esto último no debería ex-trañarnos
(sabido es que el gusto barroco pervive a lo largo de
todo el siglo xva y aun se adentra largamente en la centuria si-guiente),
sí es un rasgo de interés a la hora de determinar la sig-nificación
del Barroco literario en las Islas. Todo eilo nos ha mo-vido
en esta ocasión a dar a conocer el poema en su integridad
y a examinar brevemente sus características.
Comencemos por decir que el acontecimiento mismo que en
el poema se nos narra parece estar ligado, en nuestros historia-dores
y cronistas, al texto que nos ocupa, como si texto e histo-ria
fuesen, en este caso, indisociables. En efecto: al hablar de la
((entrada en la patria» en 1697 del capitán general y presidente
de la Real Audiencia de Canarias, don Pedro de Ponte Llerena
Hoyo y Calderón, conde del Palmar (natural de Garachico), Viera
' Floresta de poesía canaria Fray Marcos de Alayón, edición y notas de
M. R. A., suplemento al núm. 76 de la Revista de Historia (1946).
Op. cit., PP. 76-81; véase también la «Introducción», p. 22. La memoria
de licenciatura de A. M. TEJEDORH IGUEREAs tudio del Auto Famoso 'Los me-jores
peregrinos" de Fray Marcos Alayón, presentada en la Universidad de La
Laguna en 1960, permanece inédita. Excluido quedó nuestro autor -no sin
algunas dudas, como alií aclaro- del panorama critico que esbocé en Poetas
canarios de 20s Siglos de Oro (La Laguna, 1990), pues «parece inscribirse en
un tiempo histórico-literario diferente)) al que allí se pretendía acotar. Se
verá en las presentes notas, sin embargo, cuántos aspectos retóricos y esti-lísticos
de La quema de Garachico son aún plenamente deudores de la poé-tica
barroca. Una breve referencia a Alayón como autor dramático se con-tiene
en «La literatura en Canarias (del siglo XVI al XIX))), de M. R. ALONSO,
en A MILLARES TORRESH. istorm General de las Islas Canarias. vol. IV. Las
Palmas de Gran Canaria, 1979, p. 288.
44 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
y Clavijo alude en seguida al gran incendio ocurrido en esa lo-calidad
el día 19 de marzo del citado año y, en nota, al
((apreciable poema elegíaco que a esta Quema de San José com-puso
el reverendo padre fray Marcos Alayón, del Orden de San
Agustín, ingenio sobresaliente de nuestras islas)) '. Después de Vie-ra,
todos los que se han ocupado de la historia de Garachico y
aludido al incendio ocurrido en 1697 se han visto también en la
necesidad de mencionar el poema de Alayón lo. En realidad, no
sería nada entraño que algunos de los datos que hoy se poseen
acerca de la naturaleza y el alcance de aquel incendio procedie-ran,
precisamente, de nuestro poema, habiéndose convertido éste,
así, de manera involuntaria, en fuente histórica.
Véase la descripci6n de los acontecimientos realizada, ya en
nuestro siglo, por Melchor de la Torre Cáceres:
En el formidable incendio de 18 de mayo [sic, por marzo]
de 1697, víspera del Señor San José, de quien se derivó su
nombre este incendio, consta que con motivo del encargo
que el obispo García Jiménez había hecho en el año de
1679 de orden del Rey, para que fuese celebrada la fiesta
de dicho Santo, con todas las demostraciones de regocijo
público, fuegos, luminarias, etc., el pueblo de Garachico,
como el que más, celebraba desde entonces, con gran gene-rosidad
estos actos, y al cabo de 18 años que se había de-dicado
en la víspera del Patriarca San José a una ilumina-ción
general en todas las calles, quiso la desgracia que una
mujer, recogiendo de las hogueras unos carbones para el
uso de su brasero, que procuró apagar, aunque no tan bien
que dejasen de conservar alguna chispa, y dejándolos con
la mayor imprudencia sobre el tablado de tea de la sala
baja donde vivía, que era la primera casa de la calle de
«Abajo», situada frente a la lazuela llamada de las «Lon as» P b (...), prendieron fuego al tab ado, y de él a los combusti les
VIERAY CLAVUOo,p . cit., p. 287.
lU D. V. DARIAYS PADR~N«L:a villa y puerto de (liarachico)), Kevista de
Historia, IV, 29-30 (1931), p. 37; M. DE LA TORREC ÁCERES«: Tradiciones de Ga-rachico.
El Convento de San Agustin y Colegio de San Julián)), Revista de
Historia, V, 39-40 (julio-diciembre 1933), pp. 235-236; P. TARQUIRSO DRÍGUEZ:
Antigüedades de Garachico, Santa Cruz de Tenenfe, 1974 [1976], p. 228; P.
GONZÁLERZE GALADCOa:s tillo-fortaleza de San Miguek reseña histórica, Gara-chico,
1985 (2: ed.), p. 37.
Núm 39 (1993) 45
que tenia aquel recinto, que causó un incendio tan voraz
de una acera a otra, que abrazó en pocas horas toda la
calle de «Abajo» o de San Agustin (...), hasta el mismo con-vento,
que también incendió, entró en la calle del Castillo,
pasó a la calle del «Medio», llamada de «San Diego)), y
como en todas partes encontró pábulo, de alquitranes, vi-nos,
aguardientes, y lencería, todo fue en un instante pasto
de las llamas. La mitad casi de Garachico quedó reducido
a cenizas, habiéndose quemado 109 casas (...) ".
Dacio V. Darias Padrón, por su parte, completa su breve re-lato
con las palabras de una ((memoria de la época)) cuya proce-dencia,
por desgracia, no se nos indica:
Inicióse el incendio en una casa de la plaza de la iglesia pa-rroquial,
corriéndose luego a ambos lados de la calle prin-cipal
o mayor del pueblo, llamada de «Abajo», en la cual
((estaban las casas más interesadas de los mercaderes, de
mejores y más asentadas correspondencias y tratos, y don-de
el comercio era -expresa una memoria de la época-una
confusión, por la multitud de gentes que a aquel puer-to
concurría a sus negociaciones, y siendo una calle bien
larga en la distancia, llegó el fuego hasta el Monasterio Co-legio
de dichos Padres Agustinos)) ".
No sabemos la fecha en que Alayón redactó su poema, pero
tal vez debamos entender literalmente los VV. 121-122 («En este
pasado año de seiscientos / siete sobre noventa numeraban...))),
esto es, deducir que «este pasado año» (por 1697) remite a 1698,
en que los acontecimientos estaban aún frescos en la memoria
del autor (acaso, en efecto, no había transcurrido todavía un año
desde que ocurrieran los hechos). La redacción es, evidentemen-te,
ya de 1698, ya de un año muy próximo a los hechos narra-dos.
Poco importa, en realidad, precisar esa fecha con exactitud,
si de lo que se trata es de poner de relieve el carácter barroco
de nuestro texto y de asociado, así, a la poética todavía imperan-te
a fines del xvn y comienzos del xviii. La quema de Garachico
" M. DE LA TORREC ÁCERESa, rt. cit., pp. 235-236.
" D. V. DARIASY PADR~Nar,t . cit., p. 37.
46 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
<LA QUEMA DE GARACHICOx. DE FRAY MARCOS ALAY~N 7
es, en efecto, un texto muy representativo del espíritu del Barro-co
tardío.
El título completo con el que el poema aparece en la copia
realizada por Pereira Pacheco dice así: Elegías en octavas r i m ,
que compuso el R. P. E Marcos Alayón, célebre Poeta, de la Or-den
de San Agustín de la Provincia de Canarias a la gran quema
de Garachico la noche de San José de1 año de 1697. Consta de
cuarenta y cuatro octavas (352 versos) ". Su estructura es clara
y ordenada: después de la invocación inicial a la pluma (el ins-trumento
de la inspiración) para que ésta divulgue la tragedia y
logre así suscitar el dolor de las gentes (octavas 1 a ILI), se pasa
a una descripción de la isla de Tenerife (estrofas IV a XTI) y, de
ésta, a la del lugar de Garachico (octavas XIII a XV): se narra,
en seguida, el inicio del gran incendio del lugar y sus terribles
efectos (estrofas XVI a XXVII) y, por último, cómo el fuego al-canza
al convento y colegio de los agustinos (octavas XXVIII a
XLIV), fuego que el «Fénix africano)), invocado, logra detener an-tes
de que el convento quede enteramente reducido a cenizas.
La estructura es, como se ve, muy equilibrada, con tres aspectos
centrales (a. situación de Tenerife y Garachico; b. incendio de Ga-rachico;
y c. incendio del convento agustino) que cuentan con pa-recido
número de versos, pero con el énfasis puesto en la des-trucción
del convento, que ocupa el mayor número de líneas
(128, frente a las 88 dedicadas a la descripción del incendio de
las casas y calles del lugar) y que cierra, no por casualidad, la
«narración» poética.
De una narración, en efecto, se trata; de una marración su-cinta)),
como dice el propio poema (v. 17). En lugar del terceto
(metro en el que, en la tradición de la lírica italianizante inaugu-rada
por Garcilaso, se escribían las elegías, y de elegía nos habla
-recuérdese- el titulo del poema en la copia de Pereira Pache-
" Como se vera, ia octava XXllI consta, por error, de nueve versos; ei
verso sobrante, no contabilizado, y que hemos puesto entre paréntesis cua-drados,
figura en las dos copias que manejamos del poema de Alayón (vid
infra). Es imposible saber a quién se debe el error del verso añadido: si a
Pereira Pacheco o al texto -que desconocemos- del que a su vez copiaba
Pereira Pacheco. Desde luego, descartamos que se deba al autor, cuyo arte
del verso, por este y otros textos suyos, está fuera de toda duda.
Núm 39 (1 993) 47
co), Alayón escogió el molde de la octava real para un poema en
el que deseaba, ante todo, describir un espacio, narrar un acon-tecimiento
en él ocurrido y mostrar el dinamismo y la rapidez
con que ocurrió el incendio que acabó en 1697 con buena parte
del pueblo de Garachico. La elección de la ((octava rima)) con
ese fin no es, en efecto, arbitraria, pues ya había comentado el
tratadista Díaz Rengifo, en 1592, que la octava real es un metro
«muy a propósito ... para descripciones y encomios, y para his-torias
seguidas)) 14. Verdad es que la octava acabaría sirviendo
para casi todo (como lo señalo Juan de la Cueva en su Exem-plar
poético), pero son abundantes, en efecto, los casos en que
los poetas españoles de los siglos XVI y xvn hicieron uso de esta
elegante estrofa con fines eminentemente descriptivos y narra- a
N
tivos.
El carácter barroco de La quema de Garachico se pone de o
n
manifiesto en muy diferentes aspectos conceptuales y expresivos
- m
O
E del texto. En lo técnico-estilístico y constructivo, se notará que SE
una buena cantidad de octavas de nuestro poema aparece mar- E
cada por una pausa al final del cuarto verso. Como es sabido ' 3 desde los estudios de Dámaso Alonso sobre el Polifemo gongori-no,
la octava real, que tiende a crear estructuralmente un ritmo -
0
m
E
binario, suele presentar la pausa citada de una manera casi na- o
tural, pero ese rasgo fue especialmente explorado y subrayado
por Góngora, de manera que a partir de su Polifemo (1613) se n
E
acentúa en la poesía española el sentido constructivo de la oc- a
tava, apareciendo ésta entonces como dividida en dos partes si- n
métricas y ofreciendo así un sentido casi arquitectónico, aún n
más acentuado mediante el uso de bimembraciones tanto en el 3
O
cuarto verso como en el octavo. Las bimembraciones, de hecho,
saltan a la vista de inmediato en el poema de Alayón: ((líquida
nieve, derretida plata)) (v. 38), «Etna de ilamas, Mongivelo de
'' J. DíAZ RENGIFOAr:t e poética españo& Sdamanca, i592, Cap. LFJ, 59.
Para la estructura de la octava real y su historia desde su invención por
Boccaccio, así como para su introducción en España por Boscán, puede ver-se,
entre otros, R. BAEHRM: anual de versificación española, Madrid, 1970, pp.
287-290; C. DIONKOTTI: «La questione dell'ottava rima», en La metrica, Bolog-na,
1972, pp. 329-338, y A. LIMENTAaNsIt:r uttura e storia dell'ottava rima»,
Lettere italiane, Xm, 1 (1961), pp. 20-77.
48 ANUARIO DE ESTUDIOS A TLÁNTICOS
«LA QUEMA DE GARACHICO~, DE FRAY MARCOS ALAY~N 9
humo)) (v. 40), «secas tus mieses, muertos tus ganados)) (v. 92),
aasústase el lugar, tiemblan las casas- (v. 148), etc.; toda una
estrofa, la VH, aparece casi íntegramente compuesta de versos bi-membres
... Tienen también interés, en lo estiiístico, tanto las co-rrelaciones
(VV. 38, 56, 70, 130, etc.) y los quiasmos (VV. 127, 176,
etc.) cuanto algún procedimiento retórico de honda raigambre
seiscentista, como la llamada fórmula de 'diseminación-recolec-ción'
que encontramos en la octava XXVI. No dejan de ser cu-riosos
los casos de 'rima andaluza' (((prisa-ceniza))V, V. 287-288;
((plazas-casas-escasas))V,V . 146-1 48-1 50; ((furioso-piadoso-destrozo)),
VV. 314-316-318), una clase de rima que, en la tradición poética
insular, ya aparece, por ejemplo, en Antonio de Viana.
Nn rnpnnc niie ~ef i~enri i íyn l a práctica &. Iíl gctayr A ." *.*"--v.. Y-- r-----
son significativos, en cuanto al espíritu barroco del poema, tanto
una parte del léxico utilizado, que incluye violentos cultismos,
cuanto las diferentes referencias mitológicas. Si hablamos del 1é-xico,
no podrá menos que notarse, en efecto, el uso de cultismos
como «excelso» (v. 47), «lavacro» (v. 60) o «procelosos» (v. 264)
-por no citar sino algunos de los más llamativos-, típicos de la
mejor poesía llamada culterana (Góngora; Villamediana). Lo mis-mo
puede decirse de las frecuentes alusiones mitológicas (Fae-tón,
Atlante, Mongivelo, Febo) o las consabidas representaciones
personificadas por figuras de la mitología (((Minerva docta y el
guerrero Marte)), v. 72). Sin embargo, donde el espíritu barroco
deja sus mejores marcas en La quem de Garachico es tal vez
en los versos que refieren el incendio mismo, versos definidos
por un dinamismo y una plasticidad que están, sin duda, entre
los rasgos más logrados del poema. Alayón hizo aquí (estrofas
XIX y siguientes) un eficaz uso de los verbos que expresan mo-vimiento
y que nos permiten visualizar de inmediato, mediante
un efecto de fanopeia, los estragos del fuego y el drama de Las
escenas descritas.
Dicho esto, y a pesar de los rasgos decididamente barrocos
que acaban de repasarse, conviene añadir que estamos no ante
una muestra del ((Barroco furioso)), sino del atemperado barro-quismo
de fines del xvn y comienzos del xvm. No han asomado
aún las nuevas ideas estéticas, que se opondrán a las de la cen-turia
anterior, pero comienza ya a advertirse una lenta y progre-
Núm 39 (1 993) 49
10 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
siva relajación de los principios estéticos vigentes a lo largo de
todo el siglo xvn. En La quema de Garachico, esa relajación se
traduce, por ejemplo, en la sencillez del planteamiento narrativo
y en la fluidez del discurso poético, ambas cosas debidas acaso
a un uso ya muy moderado del cultismo sintáctico o hipérbaton.
Unas pocas palabras, pero muy necesarias, sobre el estado del
texto y la presentación que aquí se ofrece. Por desgracia, el poe-ma
de Marcos Alayón ha llegado hasta nosotros muy viciado por
errores de copia y otros defectos de transcripción. Es impensable
que nuestro autor -poeta que, visiblemente, a juzgar por los
usos retóricos y por largas tiradas de versos de impecable fac-tura
que encontramos en el poema, conoce bien el arte del ver-so-
incurriera en errores tan simples como medir el endecasí-labo
de manera defectuosa e incluso añadir un noveno verso a
la octava 15. Más de una docena de líneas de La quema de Gara-chico
aparecen, en efecto, claramente deturpadas. Y aunque en
buena parte de los casos no resulta difícil imaginar cómo pudo
ser el verso original, no tenemos más remedio que aceptar la co-pia
de Pereira Pacheco con todos sus defectos. Defectos, por
otra parte, probablemente no debidos a él mismo, sino al texto
-sin duda, copia a su vez- del cual se transcribía. Este fenóme-no,
frecuente en la transmisión manuscrita de la lírica española
del período áureo 16, nos impide, a falta de otra copia más pró-xima
al original, disfrutar en parte de La quema de Garachico a
causa de los versos corruptos que no es posible, en estos mo-mentos,
devolver a su estado originario.
En 1878, el polígrafo Agustín Millares Torres realizó una copia
((del manuscrito que existe en la Biblioteca provincial de La La-guna)),
esto es, de las Obras poéticas de Alayón recopiladas por
Pereira Pacheco. Tenía también Millares a su alcance -puesto
que estaba junto al volumen anterior- la citada Colección de va-rias
poesías ... elaborada por Pereira, en que se recogía su copia
l5 Véase la octava 23. He respetado, en mi transcripción, el verso añadi-do,
pero lo pongo entre paréntesis cuadrados.
l6 En los Siglos de Oro, la variedad de circunstancias y medios y el ca-rácter
no profesional de los copistas hacen que mara vez -escribe Alberto
Blecua- la integridad de un texto pueda conservarse en su estado original))
(A. BLECUAM:a nual de crítica textual, Madrid, 1983, p. 207).
de La quema de Garachico. Sin embargo, cuando Millares reco-pila,
dos años más tarde, su propia Colección de poesúls canarias
de diversos autores, no indica, como en el caso anterior, la pro-cedencia
de los textos que transcribe. En las páginas 57 a 75 de
esta Colección ... encontramos otra copia del poema alayoniano so-bre
Garachico, copia que no tiene nada que ver con la realizada
por Pereira. Ignoramos no sólo la fuente de Millares -el poema
de Alayón «se hallaba manuscrito en los archivos de algunos cu-riosos~,
e scribe M. de la Torre Cáceres "-, sino también las ra-zones
por las que, teniéndolo tan a mano, no lo copió de Perei-ra.
Este poema ha llegado, pues, a nosotros en dos copias. Las
dos son defectuosas, pero la de Millares contiene lecciones (véan-se
sólo los versos 285-286 y 316) que nos aproximan, sin duda,
al texto original. Para la presente edición he decidio ofrecer en
nota las variantes más significativas que presenta la copia de Mi-llares
Torres.
En cuanto a la presentación del poema, me limito a corregir
la puntuación y a actualizar la ortografía que ofrece Pereira Pa-checo.
Algunas notas -la mayor parte- registran variantes; las
otras, muy pocas, sólo pretenden aclarar términos oscuros del
texto o explicar ciertas alusiones.
l7 M. DE LA TORREC ÁCERESa,r t. cit., p. 236. No hemos podido localizar
hasta hoy ninguno de esos otros manuscritos.
Núm 39 (1 993) 5 1
LA QUEMA DE GARACHICO
Cobarde pluma, no tu vuelo rudo
perezoso presuma a mi lamento
estorbos añadir, cuando el cruel nudo
del dolor ue me oprime y da tormento
embaraza 9 a voz, y al labio mudo
sellos añade tanto sentimiento.
Publiquen, pues, tus lágrimas ahora
estas que ei aima desventuras iiora.
Tus mudas voces suplan de las mías
10 suspiros tristes ', que con quejas tales
enternezcan por noches y por días
aires, planetas y orbes celestiales.
Lástimas causen tus fúnebres porfias
a montes, riscos, hombres animales.
15 Sepan todos mi colm !oL de olores
resonando en el mundo tus clamores.
Divulga, pues, en narración sucinta
de un incendio tirano las crueldades;
con rudos rasgos a los hombres inta
20 castigos que originan sus malda A' es.
Nunca presuma[s] carecer de tinta:
ue éste dibuje de calamidades
fogoso mapa, cuando por despojos
sangre por tinta te darán mis ojos.
' Recuerda el ((Suspiros tristes, lágrimas cansadas)) con el que comienza
un conocido soneto de Góngora (Sonetos completos, Madrid, 1969, ed. de B.
Ciplijauskaité, p. 1 17).
52 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
<LA QUEMA DE GARACHICOw, DE FRAY MARCOS ALAYON
En estas Islas de la gran Canaria
que el cristalino océano circunda,
eminente se eleva la Nivaria l,
en frutos y comercio muy fecunda.
Aquí la soberana Candelaria
con maravillas el distrito inunda,
hallando en ella todos los isleños
remedio, luz y guía en sus empeños.
La empinada cerviz del Teide, monte
que en etéreas regiones se dilata
3 ueriendo registrar el horizonte,
el sol las luces bellas arrebata.
Viste aqueste abrasado Faetonte
líquida nieve, derretida plata,
aunque es su altivez, según presumo,
Etna de llamas, Mongivelo de humo.
Este de piedra rústico gigante,
terror de nuestras Islas, que aquí nombro,
es aquel fuerte y generoso Atlante
que sustentaba al cielo con el hombro.
Coronan, pues, su punta rutilante
rayos que el Sol le rinde con asombro
cuando su imperio tan excelso sube
que empieza risco y se remata nube.
Con el nombre de Nivaria (alusivo a las nieves del Teide) era conocida
la isla de Tenerife desde los tiempos de Plinio; véase J. DE VIERA Y CLAVUO:
Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, ed. de A. Ciorjanescu,
Santa Cruz de Tenenfe, 1967 (6: ed.), vol. 1, p. 76; véase también J. ALVAREZ
DELGAD«OL:a s Islas Afortunadas en Plinio)),R evista de Historia, XII (1945),
PP. 20-61.
Mongive1o:el Etna, en la «geografía poética» de los autores de los Siglos de
Oro; el nombre aparece ya en Dante (Inf., XIV, 56) y Petrarca (Soneto 27). Véase
también el v. 154 (el fuego «deja la casa hecha un mongivelon).
Tanto Pereira Pacheco como Millares Torres copian rinden, evidente-mente
erróneo.
Núm 39 (1 993) 53
ANDRÉS SANCHU ROBAYNA
Puebla, pues, Tenerife su distrito
50 de muchas y lucidas poblaciones,
fortaleciendo el áspero circuito
de soberbios castillos y torreones.
Estos, mirando al sol de hito en hito,
tremolan en las nubes sus pendones,
55 donde suben, gloriosos, a ilustrarlos,
heroicos timbres del segundo Carlos.
Hállanse por sus países repartidos -
cuasi noventa tempios exceientes,
donde infantes y adultos convertidos
60 tienen lavacro en treinta sacras fuentes.
Diversos monasterios hay lucidos,
con mil varones sabios y elocuentes
que, eminentes en ciencias y artes sumas,
laureles ciñen de sus propias plumas 6.
65 Hay preciaras familias generosas 7,
plebe bizarra, mozos belicosos,
viejos prudentes, clausuras religiosas,
gobierno insigne, párrocos virtuosos,
milicias fuertes, cátedras famosas,
70 naciones varias, comercios caudalosos,
brillando siempre en una y otra parte
Minerva docta y el guerrero Marte.
lavacro: del lat. iavacrum, charco, baño, agua. Es cultismo frecuente,
por ejemplo, en el Conde de Villamediana.
Cf. la descripción de la Iglesia y de los eclesiásticos en Tenerife a fines del
siglo xvn en los «libros» finales de las Noticias citadas de J . de Viera y Clavijo.
Para la situación de la isla, de la que se habla en los versos siguientes; véase J.
M. RODRÍGUYEAZN ES: Tenerife en el siglo XVII, La Laguna, 1992.
Tal vez deba verse en este verso una alusión al capitán Julián Moreno
y su esposa, Ana María López Prieto de Saa, pues con la ayuda de esta «fa-milia
generosa» pudo construirse en Garachico el convento de San Julián de
los agustinos. Véase J. DE VIERA Y CLAWON: oticias. .., ed. cit., vol. II, 1971, pp.
??&???, y P. T ~ ~ Q?U. ~I ~~ p ~ ron,&~ y~&:& &s &rnr&Q, S z ~ t aC niz
Tenerife, 1974 (1976), pp. 169-175.
54 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL~~NTICOS
Los árboles son fértiles y varios,
sus frutos suaves, aires muy serenos;
cam os que son en mayo tributarios
pra&s le rinden de fragancias llenos.
Corren mil fuentes, pájaros canarios
facistol hacen de árboles amenos,
tal, que dijeron plumas engañadas
ser centro de almas bienaventuradas
Mas, ¡ay!, Tenerife, que hermoseada
*L-G - ~ :'-~+AJ L.uiGnii t;iobmiiinynv AU. a r-nV m0! un c hdui-p- Dv-,u,p cu
cómo te miras seca y desolada,
pues de miserias sólo te mantienes.
Ya no eres la Nivaria celebrada,
ya faltan los laureles de tus sienes.
Vuelve ya en ti, conoce tanto error,
Jerusalén, conviértete al Señor.
Ya pereció tu fasto y bizarrías,
ues se miran tus pueblos asolados;
Falta ya el oro de tus malvasías,
secas tus mieses, muertos tus ganados.
Perece el fruto, crecen logrerías,
tus puertos de extranjeros disipados.
Todo, en fin, es... Mas, pluma, para, tente;
no de mi llanto sigas la corriente.
Es esta, pues, isla que opulenta
fue en otro tiempo maravilla extraña,
Las leyendas y los mitos relacionados con el archipiélago canario
como «islas de los bienaventurados)) son muy antiguos. Viera y Clavijo se
ocupó de algunos de esos mitos al frente de su Historia; es la interpretación
históricamente más cercana a Alayón. El más completo examen sobre el par-ticular
publicado hasta la fecha se debe a M. MART~NEHZE RNANDEZC:a narias
PT! !Q mitn!ogín, Santa Cruz de Tenerife* 1992 (sobre las «islas de los biena-venturados
», véase especialmente pp. 57-82).
ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
existe Garachico, el cual se asienta
donde el océano sus orillas baña.
Es aqueste lugar de mucha cuenta
por el comercio de Indias, y de España,
pues a su playa cada día aportan
veleros buques que la espuma cortan 'O.
Su situación es llana y deleitable,
los templos, de curiosa arquitectura,
la gente, cariñosa y agradable,
sus edificios, de sublime altura,
el puerto, lar o, fuerte, inexpugnable,
hermosas cal f es, y de buena anchura,
siendo en todo y por todo Garachico
nobie, bizarro, poderoso y rico.
En él vivían muchos caballeros,
ricos hombres, señores titulares,
que, largos en haciendas y dineros,
su pecho adornan cruces militares;
mercaderes, patricios y extranjeros,
eclesiásticos, monjas y seglares,
quienes -y las comarcas convecinas-con
sangre lloran tan fatales ruinas.
XVI
En este pasado año de seiscientos
siete sobre noventa numeraban,
del Sol guarismo, ue con lucimientos
por marzo al orbe 1el los ilustraban;
iros diez y ocho, día que, contentos,
fo s fieles todos, finos, tributaban
sagrados cultos con devoción pía
al soberano Esposo de Mana.
Era en la copia de Millares Torres.
'O Para la historia de Garachico, véase el citado libro de P. TARQUIS
RODR~GUAEnZtig: üedades de Garachico, y A. CIORANESCUG: arachico, Santa
Cruz de Tenerile, 1966.
Después de haber su pompa desprendido
el rubio Febo del flamante coche
(dando lugar al lobo uarnecido
ue sus astros a f mun f o desabroche),
?estejando a José se han encendido
luminarias y cuartos esta noche,
cuyas ascuas, según es opinable,
fue origen del suceso lamentable.
A impulso de pueriles inquietudes,
m tizSn encendidi fue vi!ind~,
dio en una casa, cuando las quietudes
del sueño al cuerpo treguas está[n] dando.
De este tirano las solicitudes
cautelosas en ella van labrando.
Prendióse, pues, el fuego, ¡qué desdicha!,
y empezó a arder la casa sobredicha.
Salen sus dueños llenos de terrores
salió la gente, que l3 ya con los temores
con sus respiraciones muy escasas;
todo es llanto, con oja y l4 sentimiento,
confusión, pasmo, gorror y desaliento.
El fuego que, mil furias arrojando,
deja la casa hecha un mongivelo 15,
En Pereira Pacheco y Millares Torres, por error, playas.
En Miiiares Torres, de campanas (las parece, en efecto, vicio de copia).
l3 Este que aparece en las dos copias que usamos, pero parece error
de transcripción.
l4 En la copia de Millares Torres; congoja; sentimiento.
l5 Millares Torres: deja hecha la casa Para mongivelo, véase nota 3.
Núm 39 (1 993) 57
ANDRÉS SANCHEI. ROBAYNA
por ir furioso l6 señas aumentando
en otra ceba su encendido anhelo,
donde, más sus crueldades practicando,
escupe fieras llamas contra el cielo,
pues a su cólera aliento allí le dan
pólvora, aguardientes l7 y alquitrán.
Ya despiden volcanes bramadores
prendiendo fuego de una en otra hilera,
creciendo tanto en todos los temores
cuanto más crece la borrasca fiera.
Derriban casas, cortan corredores,
arrojan agua, defienden esta acera.
Mas son en vano semejantes trazas,
porque de seis en seis tala las casas.
El céfiro soplaba diligente,
ue, inspirándole alientos al tirano,
10s largas calles que corre prontamente
devora y quema sin remedio humano;
era tal el conflicto, que presente
creían ya el Juicio soberano,
siendo la atribulación 2 la agonía imagen viva del tremen o día.
De las tristes mujeres asustadas
llegan al cielo voces repetidas;
las doncellas caminan descarriadas,
cuasi desnudas, solas y afligidas;
tiran de sus infantes las casadas,
por defender sus l9 inocentes vidas;
[desamparadas dejan las posadas.] 20
l6 En Millares Torres, furiosas sañas..
l7 En Millares Torres, aguardiente.
IB En la copia de Millares Torres, tribulación.
l9 En Millares Torres, «defender h.
20 P.+- vnrrri -rri.n rnmno 1- n r t r i r r t r > r ~ 1 3 n ~ t a x r s r - anarnre en am- wrc reiav -yue ,uiiiyc iu rrii ur%u.u u" i... u-.--- -F. "-- --- ---a
bas copias; véase la Introducción (nota 13).
58 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL,ÁNTICOS
*LA QUEMA DE GARACHICOD, DE FRAY MARCOS ALAY~N
siendo el lugar, se ún el fuego asoma,
pavoroso retrato f e Sodoma.
Aquí se escuchan voces y lamentos,
de lástimas allí las plazas llenas;
dejaban ya el jardín de sus conventos
de Cristo las hermosas azucenas;
lloran los niños, causan sentimientos
enfermos que hacen báculo de penas;
unos piden favor, otros ayuda,
huyen del fuego: no hay quien les acuda.
Había mercaderes de gran fama
en las dos calles que insinuadas llevo,
donde hallaba la soberbia llama
pólvora, aceite, brea, cera y cebo.
Tanto el coraje atrevido inflama
con este aliento que le prestan nuevo,
que presumía su ambición rapante 2'
saquear esos muros de diamante.
(Viste al 22 volcán furioso que con ira
arroja municiones de centellas?
¿Viste al Vesubio que iracundo tira
globos de fuego contra las estrellas?
¿Viste a la triste Troya, que res ira
horribles llamas por sus torres E ellas?
Pues así Garachico, ciertamente,
era volcán, Vesubio y Troya ardiente.
en cinc" lnoras, eieilto y ilueve
víctimas del incendio se lamentan;
un castillo 23 destruye en tiempo breve,
21 rapante: cque rapa o hurta# (Acad).
22 En la copia de Millares Torres, el.
23 Se refiere casidio de San ivzgurlm. pTG. u ~ z A aR E ~ A ~&D -~ :
tillo-fortaleza de San Miguel. reseña histórica, Garachico, 1985 (2.. ed.), p. 37.
Núm 39 (1 993) 59
embiste a un hospital 24 (así lo cuentan);
al templo parroquia1 también se atreve,
pero los fieles, que aplacar intentan
215 el irritado brazo soberano,
el santuario libraron del tirano.
xxvm
Después que aquel flamante torbellino
redujo tantas casas a pavesas,
contra el grande Colegio de Agustino 25
acometen al punto sus fierezas.
iAh, cruel, desaforado remolino!
Tente, aguarda, suspende tus bravezas,
repara que es de Dios templo B posada ese que vas a convertir en n a a
XXIX
225 No, tu impiedad no intente ni ejecute
tan sacrílega acción en mi convento,
sin que antes mi vida se repute
ascua abrasada de tu altivo aliento;
primero el corazón triste se enlute
230 con aquese que exhalas tan violento
humo, con que presumes temerario
reducir a pavesas el santuario.
XXX
Ángeles celestiales, que gloriosos
en el cielo gozáis sumo sosiego,
235 acudid, pues, con vuelos presurosos,
porque Jerusalén se prende fuego;
pero vosotros, santos religiosos,
defended vuestro templo luego, luego,
pues en él se veneran sacros bultos
240 y a Dios se rinden reverentes cultos.
24 Alude al Hospital de Nuestra Señora de la Concepción.
25 El Convento de San Agustin y Colegio de San Julián había sido fundado
en 162 1, pero no fue autorizado sino en 164 1. Vid M. DE LA TORRCEÁ CERES«:T ra-diciones
de Garachico. El Convento de San Agustin y Colegio de San Julián». Re-vista
de Historia, V, 39-40 (julio-diciembre 1933), pp. 232-238.
60 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Mas, jay, dolor!, que nadie de mis voces
oye el acento lamentable y triste;
nadie del fuego las iras atroces
detiene, ataja, aparta ni resiste.
Llegan al claustro llamas muy feroces
y a la Iglesia un volcán rabioso embiste;
y en un momento casi le aniquila
reduciéndola 26 en ascuas y favila.
xxxn
Al Sacramento augusto y celestial
lo fnmil;~ ariirtarla xr r a c i rn~~erta iu ruLLL.L&u, UUU.,LU"" J 11". 11.1". s...,
le saca con temor reverencial,
formando tem lo de una casa opuesta;
de Cristo en el !' a la presencia real
asiste entre candores encubierta,
a tan gran majestad un breve espacio
re sirve de santuario y real palacio.
La sacrosanta imagen de María,
la del gran Agustino 27 y san Julián,
a pesar de la ardiente tiranía
se salvaron con otras que allí están;
el adorable Niño que tenía
la soberana imagen, a quien dan
tierno abrigo sus brazos amorosos,
se quemó entre volcanes procelosos.
Estaba en árbol de la Cruz pendiente
la imagen de Jesús entre amarguras
muerto; del pecho dio perenne fuente
>---*--A- -.- --.. .,.*. ..,.". UCJ~L~IIUU JU Jallgl c pul I ULUL aa,
quemóse, en fin, la mística serpiente
que sanaba infernales mordeduras,
quizá porque hoy está habitüado
a pagar de los hombres el pecado.
26 ?o&ci~%h!e, en Mi!!ares T Q ~ ~ P S .
l7 En Millares Torres, grande Agustino.
Núm 39 (1 993)
ANDRÉS SANCHEZ ROBAYNA
Quemóse de mi amante Tolentino
la peregrina efigie milagrosa
275 permitiéndolo santo tan divino,
orque fuese su imagen prodigiosa
[rrne tutela y celestial padrino
que suspenda la mano poderosa,
pues a saben pagar por los mortales,
280 sus e l' igies y templos, en 28 casos tales.
XXXVI
Quemóse un templo, en fin, de los mayores
aue tenia Tenerife en su comarca,
donde remata el fuego los rigores
milagro cierto de mi gran patriarca;
285 pues a no detener el santo los ardores
que exhala el elementar monarca
hubiera su voraz crueldad y prisa
reducido el lugar todo en ceniza.
Quiso en un tiempo Dios con mano airada
290 castigar de los hombres la malicia,
y ya con tres saetas irritada
iba a lanzar el golpe su justicia;
pero medió con Dios nuestra abogada
(quien siempre a los mortales acaricia),
295 presentádole dos grandes f rotectores que a sus saetas quitaron os rigores.
De aquel patriarca serafín amante
y angelical Guzmán la penitencia,
detuvo por entonces el pujante
366 rigor de ia divina omnipotencia;
28 Millares Torres suprime este en.
29 En Millares Torres, este verso dice: pues si el santo no cesa los ar-dores,
que parece lección correcta. Véase la Introducción.
'O Como en el caso del verso anterior, la lectura de Millares Torres pa-rece
correcta: de aquel elemental fiero monarca.
62 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
.LA QUEMA DE GARACHICOr, DE FRAY MARCOS ALAY~N
mas el incienso y oración constante
que hasta el trono de Dios con reverencia
envió la santidad de estos varones,
sólo atajar pudieron dos harpones.
305 Quedó empuñado en la divina diestra
uno de estos harpones iracundo,
cuyo furor agudo se demuestra
siempre rayo minante contra " el mundo;
en Garachico uiso hacer alestra
310 de su rigor ar 3 iente y furi E undo,
porque obligan a Dios tantas injurias
a esgrimir rayos, llamas, fuego y furias.
Venid, amante Fénix africano,
y este rayo tercero, que furioso
315 a uedó blandiendo en la divina mano,
etenlo con tu corazón piadoso j2.
¿Querrás que el fuego voraz e inhumano,
que en tu casa causó tanto destrozo,
salga de aquí con nuevos incrementos
320 para destruir al 33 pueblo en dos momentos?
XLI
Extinguid, pues, la llama destructora,
y, semejante a Aarón en los desiertos
cuando vio la plaga fatal y vengadora,
poneos entre los vivos y los muertos;
quizá mirando Dios en esta hora
nuestros corazones de dolor cubiertos
y a ti por nosotros compungido,
quedará en su pueblo enternecido.
3' En Millares Torres, uminante con el mundo».
32 La lectura de este verso por Millares Torres parece la correcta: de-tenlo
tú con corazón piadoso.
33 En Millares Torres, «destruir el pueblo».
Núm 39 (1 993) 63
ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
XLII
Hacedlo pues así, grande Agustino:
330 sepúltese en tu casa este tercero
harpón furioso, que tiene por destino
ser del enojo eterno mensajero;
ofreced al rabioso torbellino
para templar el iracundo acero
335 tu templo respetable, tu convento,
y cese nuestro dolor y sufrimiento 34.
El pueblo, justamente agradecido,
dejará en sus anales consagrado
tu nombre, y en un caso tan sabido,
340 a sus nietos en el bronce bien grabado;
a tus hijos será reconocido,
dejando en su memoria conservado
este raro prodigio y bello ejemplo
para reparar las ruinas de tu templo.
XLIV
345 Así sucedió, pues. Este torrente
de fuego y llamas, con que amenazaba
exterminar el cielo a nuestra gente,
dentro el sagrado claustro donde estaba
gobernando del brazo omnipotente,
En Millares Torres. ((dolor y sentimiento).
Así en las dos copias, pero el parece vicio de transcripción. En el ver-so
anterior, nombre y un caso en Millares Torres.
64 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS