EL CANARIO FRAY AEONSO LEBRON Y EL MITO
DEL PAYZUIMÉ
En la nómina historiada de los conquistadores del Río de la Pla-ta.
que Lafuente Machain elaboró a base de la apasionada y contro-vertida
documentación paraguaya de los primeros tiempos l, figura
el franciscano Alonso Lebrón, natural de las Islas según Ortiz de
Vergara 2, de las Islas Canarias según Alvar Núñez Cabeza de
1 Los bandos de «leales» y «tumultuarios o comuneros», partidanos de
Cabeza de Vaca los primeros y de Irala los segundos, matizan con su visión
partidista los acontecimientos del Paraguay donde desarrolló su actividad
misionera fray Alonso Partidario de Irala escribió cartas él y su compa-ñero
Armenta, cartas que fueron interceptadas por Cabeza de Vaca; a te-nor
de lo que en ellas se decia debió redactar Alvar ATúñez su Rehcz6n Ge-neral
defendiéndose de las acusaciones de los franciscanos y a su vez cen-surándoles
para desautorizar su testimonio Ei mismo carácter tiene tanto
la IZeZacZón de las cosas swcedzdus en el Rio de la Plata, de Pero Hernán-dez,
como los @omentcerios de Alvar NúAez Cavem de Vaca, e incluso los
interrogatorios de las probanzas a su favor Por el contrario, las cartas,
relaciones y probanzas de Irala y los Oficiales Reales que depusierm a
Cabeza de Vaca ponderan la gran tarea evangelizadora de los frades. Pren-te
a tan ~vniroveriicios documenios coetáneos los &cantados por ei tiempo
o producidos lejos del lugar de la contienda nos proporcionan datos de la
tarea cristianizadora llevada a cabo por ambos franciscanos lejos de la ca-pital
del Paraguay
2 Relación de2 Tesorero Bra%asco Ortix üe Vergara al Presidente del
Consejo de Tndias, Don Juan de Ovando, sobre los acontecim$entos del R'io
2 LEANDRO TORMO
Vaca y de la Gran Canaria según Pero Hernández 4. Se trata de un
conquistador espiritual del que sólo conocemos su actuación en tie-rras
americanas, allí brilló tanto él y su compañero Armenta como
para que los indios en vida los convirtiesen en un mito cuyas prin-cipales
etapas voy a presentar en este trabajo
Por el momento desconocemos todo lo relativo a su farnllia, niñez
y juventud Tan sólo podemos suponer hipotétlcamente que pudo ser
hijo o pariente del licenciado Cristóbal del Lebrón que el 30 de oc-tubre
de 1511, en Tenerife, «fue recibido por teniente de gobernador
de esta ~s l a ,p or cédula de su Magestad» 5, que «fue después oidor
de la audiencia de Santo Domingo en la isla de la Española, donde
murió con gran reputación» e-
A principios de 1538 se embarca en calidad de agregado junto
con otros cuatro franciscanos más en la expedición de Veedor Alon-so
de Cabrera '. En noviembre llega al Río de la Plata y tras in-fructuosas
tentativas de entrar en él la nao «Marañosa», en la que
viaja, se ve obligada a refugiarse en el puerto de San Francisco,
denominado también de Don Rodrigo y de los Patos, lugar de reca-lada
obligado que ya había sido visitado por las expediciones de
Juan Díaz de Solis, Sebastián de Caboto y otras Desembarcado
üe la Plata, en los años 1540 a 1573, en Roberto Levillier Corresponüencza de
los Oficiales Reales de Hacienda del Rio de la Plata con los Reyes de Es-paña,
tomo 1, Madrid, 1915, pág 244
2. Relación general, en Relaczó.12 de los Naufragzos y Comentaraos de
AZvar Ntíñez Cabeza de Vaca, Adelantado y Goberlzador de$ Rio de la Pla-ta,
ilustrados con varios documentos inéditos, tomo 11, Madrid, 1906, pág 4
4 Comentnrzos de Alvar Núñez Cabeza de Vaca Xmptos por Pero Her-nández,
scrabano y secretarzo de ía promncia, cap 3
5 Juan Núñez de la Peña Conquista y ant%gt¿edades de las Islas de la
Gran Canarza, Santa Cruz de Tenerife, 1847, pág 343
6 Josk de V~ e r ay Clavijo: Notzcim de la Histoma Ge~eraZd e las Islas
Canaruzs, ed de Eiías Serra Ráfols, tomo 11, Santa Cruz de Tenerife, 1951,
pagina 238, nota 2
7 Andrés Mil16 Crónica de la Orden Franczscana en la conqutsta del
Pemi, Paraguay y el Twmán y su conve~to del nlztzgz~o Buenos Aares,
Buenos Aires, 1961, pág 92
3 Mi116 Crónica de la Orden B'ranczscana. 95
352 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N I I C O S
ALONSQ LEERON Y EL MITO DEL PAYZUME 3
allí con sus compañeros de hábito no pierde el tiempo y aprovechan-do
el encuentro de tres españoles de la expedición de Caboto que se
habían quedado en aquella costa, conocedores del idioma de los na-turales,
comienza el trabajo de evangelización 9.
Enardecido su jefe, fray Bernardo de Armenta, por el inesperado
éxito obtenido escribe al doctor Juan Berna1 Díaz de Luco el pri-mero
de mayo de 1538, entre otras cosas, lo siguiente:
«Son tan grandes maravillas las que Nuestro Señor obra en ellos,
que no las sabría decir, ni bastaría papel para las escribir. Por tanto,
por aquel amor que Jesucristo tuvo al género humano en querernos
redimir en el precioso árbol de la Cruz, pues todos sus trabajos fue-ron
por salvar y redimir las ánimas, y aquí hay tan gran tesoro de
ellas, que V. Mrd. tome esta empresa por suya y hable a S. M. y a
esos señores del Consejo para que favorezca tan santa obra, y el
favor ha de ser que nos envíen una docena de frailes de nuestra
orden de S. Francisco, que sean escogidos, y los pida S. M. a la
provincia del Andalucía y a la de los Angeles. Y encargue S. M. a
los provinciales de estas dos provincias, que envíen frailes que sean
como apóstoles. Y demás de esto, que S. M. envíe un factor suyo que
traiga labradores, que no sean menester conquistadores, lo.
Este entusiasmo hizo temer al jefe de la expedición que le aban-donasen
los frailes y llegó a prohibir su salida de la nao. No obs-tante
Lebrón y Armenta lo hicieron amenazando a Cabrera con la
excomunión por quebrantar la libertad eclesiástica, el derecho ca-nónico
y los privilegios franciscanos no teniendo sobre ellos mando
ni jurisdicción porque ni el Rey les envió, ni fueron socorridos de
su Hacienda ll. Así pues sucedió que al reanudar su viaje la expedi-ción
ambos frailes se quedaron cuidando aquella nueva cristiandad.
En este trabajo se encontraba cuando el 29 de mayo de 1541 llegó
a la isla de Santa Catalina ~zna nueva expedición -e socorro al Pa-raguay.
Su jefe era el Adelantado del Río de la Plata Alvar Núñez
Cabeza de Vaca. Por boca de los naturales supo de la existencia de
9 Con anterioridad habían quedado en aquella costa varios hombres de
la expedición de Solís, cuyos hijos fueron bautizados por el clérigo de una
nao rie ia expeciición 6e Los~ysa iiamada San Gabriei (Reiación üa Franczsco
Dáwila, en J T Medina: Colección de Documentos fnédttos para la Histo-ria
de (Thzle, 111, Santiago de Chile, 1889, pág 53).
l o Gerónimo de Mendieta. Historza Eclesmástica Ind'~ena, lib 49, capf-tul0
XLV
11 Millé- Cr&zca de la Orden Franc.tscana, 97-98
4 LEANDRO TORMO
Lebrón y Armenta a unas catorce leguas de la isla, en el paraje que
los naturales denominan Mbiaza y les IIamó para que le informasen
acerca de la situación de los españoles en el Río de la Plata y del
mejor modo que debía hacer para socorrerles. Su consejo fue que
en ninguna manera se metiese con los navíos en el estuario del Plata
porque Buenos Aires estaba abandonado y su población trasladada
a la Asunción, lo cual le determinó a dirigirse por tierra a ella 12.
12 En la Relación de las cosas sucedzdas en el RZo de la Plata que aca-bó
de escribir Pero Hernández a principios del año 1545 se lee «Al tiempo
que el gobernador llegó a la costa del Brasil halló allí dos frailes francis-canos
que se dlcen fray Bernardo de Armenta e fray Alonso [Lebrón], los
cuales truxo en su compañía a esta provincia» ( R e m ó n de b s Naufragios a
y Comentarzos, 11, 327) Al finalizar ese mismo año Cabeza de Vaca dejó N
escrita esta otra versión: «Luego como llegué.. dende a pocos dias ios
dichos frailes vinieron donde yo estaba, muy atemorizados y escandalizados O
n de los indios que los querían matar porque ellos mismos d~eron al dicho -
m
O
tiempo que les habían quemado a los dichos indios sus casas, y que por E
E esto se habían levantado y habían muerto dos cristianos, uno de los cuales 2
se llamaba Simón Perera» (Relación &e b s Naufragios y Comentarios, Ti, 4) . -E
Diez años después cuando aparecieron impresos los Comentarios, que entre
estos dos autores habían elaborado, aparece este último texto al que tan 3
-
s610 se le ha suprimido lo del alzamiento de los indios y el nombre del O-m
muerto (capitulo 3). Ese conquistador no aparece en la citada nómina de E
Lafuente Machain, pero sí uno de nombre muy parecido. Simón Pereyra, O
de que se dice: «Expedicionario con Cabeza de Vaca Murió durante la tra-vesía
desde Santa Catalina a Asunción, 1542» (Los Conqu2stadores del RZo n
-E
de la PZata, 2" ed, Buenos Aires, 1943, pág 500). Con anterioridad a esos a
escritos, hacia 1542, Pedro Dorantes en carta al Rey le dijo: aVolvf donde 2
n
el gobernador estaba LSanta Catalina] quería dejar allí poblado y el n
n
comisario se quería quedar allí que haría mucho al caso para
nuestro buen viaje que el comisario fuese con el gobernador porque los in- 3
O
dios del Campo le deseaban y yo Ies había dicho que luego había de ir, y
sobre ello encargue la conciencia del comisario [Armenta] el cual viendo
que convenía luego mudó el propósito» (Levillier. Correspolzdencia de los
Ofzczoles Reales, 1, 60) Por último tenemos el siguiente testimonio de los
propios franciscanos «Ansí estuvimos en la dicha costa hasta tanto que el
Gobernador Cabeza de Vaca vino a ella en nuestra demanda para se in-formar
de los cristianos ciei ñío cie ia Fla'b, y pard. +e :e &se ~ i i ip arecer
para mejor facer el socorro que venía a hacer, y visto era servicio de Dios
y de vuestra magestad dije al dicho Gobernador lo que sabía de los cris-t~
anosy tierra, y el consejo que le dí fue que en ninguna manera se me-tiese
por el Río los navfos y gente, por que tenía por cierto que en 61 no
había ningún cristiano, como lo fue de hecho, y que todos se habían subido
354 ANUARIO DE ESTUDIOS RTLANTICOS
ALONSO LEERON Y EL MITO DEL PAYZUME 5
El 24 de junio de 1541 salió de Santa Catalina para descubrir el
camino el Factor Pedro Dorantes con catorce españoles acompaña-dos
por los indios que habían cristianizado los frailes. Volvió al cabo
de tres meses y medio tras haber llegado a la región del Campo
donde tuvo noticia del camino seguido por Alejo García, que era el
más apropiado para la expedición, el cual comenzaba en la desem-bocadura
del río Itabucú. Fue a buscarlo Gonzalo de Acosta y des-cubierto
Lebrón y Armenta salieron con los expedicionarios el 18 de
octubre de aquel año. Durante el viaje tuvieron sus desaveniencias
con el Gobernador y llegaron a la Asunción después que él por dis-tinto
camino 13.
En Asunción intentaron hacer una casa de doctrina que no pu-dieron
acabar. Se trasladaron a dos leguas de ella y allí la levanta-ron
cultivando un campo a su airedeaor. Tenían junio a sí muchos
indios y entre ellos los que les habían acompañado durante el viaje.
El ambiente de la capital paraguaya no debió gustarles por conside-rarlo
perjudicial sobre todo para las indias, pws algunas se aficio-naron
a los españoles y Lebrón con una partesana en la mano cortó
AL alIee-s ---3 --i-" -l.le- e-l o q ~ l ele que un" de es"s gaiaries a ja
excomunión no había sido suficiente para alejarlo de la querencia,
lo procesara después 14.
El tal proceso tuvo como raíz el intento de retornar ambos fran-ciscanos
a la costa de donde habían venido de acuerdo con los Ofi-ciales
Reales y el bando adverso a Cabeza de Vaca en el que se
a este pueblo del Paraguay» (carta del P. Armenta al Rey, 10 de octubre
de 1544, en Atanasio Mpez. Fr. Bernardo Armenta en el Rio de ira Plata
(szgb XVI), «Archivo ibero-Americano», XXXIII, Madrid, 1930, pág 434)
13 RdaczÓn de las Naufragzos y Comentarios, 11, 7-8 y 22.
14 <Solamente traen, según Ios di&oo offci&s me- cli2erin znteo qse
parti6semos de la provincia, los procesos que contra ellos hizo Pedro Esto-piñán
Cabeza de Vaca sobre la da de los frailes a la costa del Brasil»
(Relación de los Nmfragios y Comentarios, 11, 83-84) El 29 de julio de
1546 Estopiñán declaró que tsabe y es público y notorio que el dicho fray
Alonso de Lebrdn, a quien venía a hablar a las dichas indias salía con una
partesana a reñir con quien les hablaba» (Rehczhm de Zns N n w f r q i ~y
Comentamos, 11, 148) Y el Tesorero Francisco Ortiz de Vergara dijo de
61: cporque un soldado que se llamaba Estopiííán, naturaI de Jerez, escon-d?
ó una moza dellas lo descomulgaron y proce&eron contra 61 y la cobra-ron
y llevaron consigo» (Levillier Correspondencia de los Ofictalss Reates,
1, 245)
6 LEANDRO TORMO
vieron metidos 15, para de este modo informar al Rey en contra de9
Gobernador. Pero esto último no fue más que un aditamento, no la
razón principal, porque una vez depuesto Cabeza de Vaca volvieron
a Mbiaza 16.
El padre Lebrón se encontraba por el año 1548 en aquella costa
1s Los Comentarios dicen al respecto que «los oficiales de Su Mages-tad
indujeron y levantaron al comisario fray Bernardo de Armenta y
fray Alonso Lebrón, su compañero, de la Orden de San F'rancisco, que se
fuesen por el camino que el gobernador descubrió dende la costa del Brasil,
por entre los lugares de los mdios, y que se volviesen a la costa y llevasen
ciertas cartas para Su Magestad dándole a entender por ellas que el go-bernador
usaba mal de la gobernación Y el secreto desto es que se que- a
rían ir los frailes. Y como esto supieron los inillos principales de la tierra, N
parescieron ante el gu'ue~-riadoiy- ie pid~eivíiq üe :es rnmllase dar sus h:- E
jas, las cuales ellos habían dado a los frailes para que se las industriasen O
n
en la doctrina cristiana, y que entonces habfan oído decir que los frailes se -- m
querían ir a la costa del Brasil y que les llevaban por fuerza a sus hijas O
E
Cuando el gobernador vmo a saber esto ya los frailes eran idos, y envió E
2
tras ellos y los alcanzaron dos leguas de ailf y los hizo volver al pueblo. -E
Las mozas que llevaban eran treinta y cinco; y ansí mismo envió tras de
otros cristianos que los frailes habían levantado, y los alcanzaron y traje- 3
ron . Y habida información contra los frailes y oficiales mandó prender a - -
0
los oficiales y mandó proceder contra ellos por el delito que contra Su Ma- m
E
gestad habían cometido» (cap. 43). Este intento de trasladar las indas que 0
educaban en la Asunción a la costa de Mbiaza fue motivo de graves acu-saciones
y obedeció al deseo de evitar que sus educandas pasasen a formar n
E parte del harem de algunos españoles, hecho que no repugnaba demasiado -
a
a determinadas indias ni a sus famihares En principio es posible que AI- A
var Núñez estuviese de acuerdo con este regreso de los franciscanos a su n
n
misión de Mbiaza, porque en el año 1552 el capitán Juan de Salazar dice
que encontró aill a <otro cristiano, Alonso Bellldo, vecino de Porcuna, per- O3
sona honrada que vino con Cabeza de Vaca y con su licencia vino con fray
Bernardo de &menta>> (Francisco del Paso y Troncoso: Elyistolario de la
Nueva España, tomo VI, págs. 114-U5).
16 «Paresciendo a los frailes fray Bernardo de Armenta que era buena
coyuntura y sazón para acabar de efectuar su propósito en quererse ir
(como otra vez lo habían intentado), hablaron sobre ello a los oficiales y
a D o m i ~ gde~ I rala para que les diese favor y ayuda para i r a la costa del
Brasil, los cuales por les dar contentamiento, y por ser como eran contra-rios
del gobernador por haberles impedido el camino que entonces querían
hacer, ellos les dieron licencia y ayudaron en lo que pudieron, y que se
fuesen a la costa del Brasil, y para ello llevaron consigo seis espaoles y
algunas indias de las que enseñaban doctrina>> (Comentados, cap. 79)
356 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ALONSO LEBR~K Y EL MITO DEL PAYXUME 7
con Ruaz Vellrdo lí, Alonso Benitez, Román Pérez, Antón Alvarez,
Pedro Beloque, Diego Durango y 50 ó 60 indlos amigos, cuando Ue-garon
dos buques portugueses de San Vicente, cuyos maestres les
invitaron a subir para visitar las naos, y una vez a bordo, fueron
apresados. Luego los portugueses bajaron a tierra en busca de los
que habían quedado allí y de los indios cristianos, llevándose a to-dos.
Blas de Cubas, gobernador de San Vicente, les soltó. Lebrón
depositó a los indios en poder de ciertos vecinos y siguió para Europa
con el propósito de presentar queja. Pero como a los dos años aún
no había llegado, se supuso que hubiera sido apresado por corsarios la.
El viaje de Alvar Núñez desde la isla de Santa Catalina hasta la
Asunción a través de un país que le era enteramente desconocido,
en el que empleó ciento treinta días, es según Millé, «una gesta tan
extraordinaria que causa asombro el comprobar los pocos comenta-rios
laudatorios que sobre él nos hacen los historiadores que de es-tas
cosas se han ocupado ..., triunfó totalmente en esta memorable
travesía por las mismas razones que en sentido contrario causaron
el fracaso de la expedición de Mendoza, a quien faltó previsión y
benevolencia con los indígenas» lg. Sin embargo, esa gloria, que es
cierta, debe compartirse con ciertos indios y españoles. Entre los
17 Alonso Ruiz Vellido era. «Expedicionario con Cabeza de Vaca. Al-ferez.
Hijo de Bartolomé Ruiz Vellido, vecino de Porcuna. Hermano de Pe-dro
de Morales. Nacido por 1508. Gozaba del concepto de "persona honra-da".
Quedó en Asunción el 43: cuando el Gobernador salió para el Norte.
Fue con el padre Annenta a Santa Catalina, y a su muerte, este le reco-mendó
a los indios. Estaba con el padre Lebrón, en un asiento de la pro-vincia
de San Luis, Brasil, cuando por engaño fueron apresados por los
portugueses y llevados a San Vicente, en 1548. Hernando de Salazar y doña
Mencfa Calderón le encontraron y les sirvió de "lengua". Salió con 50 hom-bres
con el Hernando de Salazar! en busca del camino para Asunci6n. 1552,
y pedir socorro para doña Mencfa. Se dirigió por el Itabucú y murieron 20
expedicionarios en la jornada» (Lafuente Machain: Los Conqui s ta~rescl el
Rw de Za PZata, 2.s ed., págs 583-584).
1s Lafuente Machain: El Gobernaüor Domingo Marthez de Irala, Bue-nos
Aires, 1939, págs. 238-239.
19 Mille: Crónica &e la Orden Franciscana, 108
Núm 24 (1978)
8 LEANDRO TORMO
primeros tenemos un nombre conocido, el de Miguel, y entre los se-gundos
los de Armenta y Lebrón.
Los croquis al uso representando el camino seguido por esta ex-pedición
trazan sobre el mapa una línea recta desde Santa Catalina
hasta e1 Iguazú, como pudo ser el camino seguido y deshechado por
Dorantes; luego sigue el curso de este río hasta su desembocadura
en el Paraná y de alli en línea recta hasta la Asunción. De esta
ruta se podría decir que no la había hollado hombre blanco alguno,
pero tal afirmación no se puede sostener rotundamente de la que
realmente siguió.
a) Ruta seguzda
n---:..-- 1.. -..A- --e...a- . .
r ~ c u a a lla L U ~ U ~ ~CSU~yU U1 0s iücidentes de la. eiípedici6ii rela-cionados
con Lebrón es tarea necesaria para establecer con éxito
la vinculación de este fraile y su compañero con el mito del Pay-zumé,
pues adelantando ideas diré que la ruta seguida fue la que
califica Enrique de Gandía el «célebre camino que, según la ima-ginación
de los jesuitas, había sido recorrido por Santo Tomás desde
la costa del Brasil hasta la provincia de Tayaoba, en el Guairá» 20,
y que «sólo fue conocido a los jesuitas que nunca lo recorrieron,
permaneciendo ignorado a todos los expedicionarios que siguieron
aquella ruta» 21.
El Factor del Río de la Plata, Dorantes, en carta al Rey dejó
escrito sobre este punto lo siguiente:
«Saltamos en esta isla y alli estaba un cristiano que se llamaba
Durango22 que quedó del navío de Don Rodrigo y él y fray Bernardo
zo Enrique de Gandía- Histoma wítica de los mtos de Za Conquista
Americana, Buenos Aires-Madrid, 1929, pág 230, nota 9
21 Gandía: Historia critica de los mztos, 233 Es curioso el modo que
tiene este autor de argumentar en el capítulo X de este libro, pues comienza
üiciéndonos: «La leyenda de los Apóstoles en América tiene un origen más
antiguo que el que se supuso originado por las invenciones de los jesuitas»
(página 2271, y en la página siguiente afirma- «La leyenda de Santo To-más
fue creada por los jesuitas»
22 Diego Durango estaba en Santa Catalina en 1541, quedado del na-vio
de don Rodrigo de Acuña, llevado allí por el padre Armenta. Fue apre-sado
con engaño por unos portugueses, junto con el padre Lebrón y otros
cristianos, y llevado a San Vicente, m&s o menos en 1548» (Lafuente Ma-chain:
Los Conquistadores del Ráo de kc PZata, 2 0 ed, pág 1%).
358 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLAA'TICOS
ALONSO LEBR6N Y FIL MITO DEL PAYZUME 9
de Armenta, Comisario de la Orden del Señor San Francisco, que alli
vino de el Viacon, donde residía, dieron relación como por XXV le-guas
más a la Cananea, habia entrado días habia un cristiano que
se llamaba Garcia. ..
»Mirando esto y que los indios decían que en cinco días se iría
por tierra al Campo, a do había mucho bastimento e tierra muy PO-blada,
e no sabiendo si era bueno o malo el camino por donde Gar-cia
entró dije al Gobernador que yo quería tomar la mano a ir a
descubrir aquel camino. .
»Escribí a1 Gobernador con un indio que era imposible ir por
alli por el camino largo y malo como por ser despoblado, que en-viase
a saber el camino de García ...
»De que volví.. el Gobernador quería entrar por alli por donde
se habia ido García, como yo le habia escrito. y envió a Gonzalo
de Acosta en un batel, el cual fue y supo el río y puerto ..
BCCXL hombres y XXIII yeguas y caballos se embarcó en la nao
qGe <i~eGb y !es !!ei6 u! rie Ytahi?an pnr donde Gareia había entrado
por el cual subió el Gobernador en canoas diez días» 2s.
Según esta carta, escrita alrededor del año 1542, el camino se-guido
por Cabeza de Vaca fue «por donde García habia entrado».
Los documentos de fechas posteriores al año siguiente en que se
agravó el conflicto entre Cabeza de Vaca y los Oficiales Reales ya
no citan a García. Así en distintas «probanzas» Alvar Núñez puso
la siguiente pregunta :
dten, si saben, etcétera, que visto y entendido por el dicho go-bernador
procuró con mucho trabajo de descubrir e calar por otra
parte la tierra para llegar donde estaban poblados los españoles» 24
De modo parecido Dorantes escamoteó el nombre de García en
sus «informaciones de méritos» haciendo preguntar a los testigos lo
siguiente:
dten, si saben, etcétera, que visto que el dicho camino era malo
para poder ir el dicho Cabeza de Vaca y su gente, por la informa-ción
de los indios que hallé, fice que fuese por el río Itabucfi por
e1 cual se llevó buen camino a salir a la dicha población» 25.
A tenor de estos interrogatorios contestan los testigos presentados
sin mencionar a Garclía, pero este olvido interesado no anula la
primera noticia, y van a ser otra vez los indios los guías de esta
2s Levillier. Correspondencia de los Oficiales Reales, 1, 58-61.
24 ReiSación de los Nmfragios 21 Comentarios, 11, 113-114.
25 Levillier. Corresponüencia de los Oficiales Reales, 1, 163.
10 LEAhBRO TORMO
expedicrón como lo habían sido del fabuloso Alejo conduciéndola por
un mismo camino que aun sin estar fijado por piedras, ni delimita-do
por distinta hierba como ingenuamente quiso ver o se lo dijeron
los indios a los jesuitas Cataldino y Ruiz de Montoya 26, era tran-sitado
por los pocos indígenas que desde Asunción iban a Santa Ca-talina
o viceversa. De haber sido solamente imaginación de jesuitas
y no poética explicación de indios a lo que para ellos era una ruta
extraordinaria, puesto que sus caminos ordinarios eran y son los
ríos y no los montes, no se hubiesen encontrado con el indio Miguel 27.
Por donde iba este camino nos lo dice Cabeza de Vaca, aunque
con grandes lagunas. Comenzaba en la desembocadura del Itabucú
cuyas aguas remontaron en canoa durante diez días, abandonadas
éstas estuvieron tres Gas subiendo ia Sierra ciei Xar y cuatro ba-
26 «Pero 200 leguas de esta costa la tierra adentro vimos mis compa-ñeros
y yo un camino que tiene ocho palmos de ancho, y en este espacio
nace una muy menuda yerba, y a los dos lados de este camino crece hasta
casi media vara, y aunque agostada la paja se quemen aquellos campos,
siempre nace la yerba a este modo. Corre este camino por toda aquella
tierra, y me han certificado algunos portugueses, que corre muy seguido
desde el Brasil, y que comúnmente le llaman el camino de Santo Tomé, y
nosotros hemos tenido la misma relación de los indios de nuestra espiritual
conquista» (Antonio Ruiz de Montoya: Conquwta espiritual hecha por los
~eligiosos de la CompaZa de Jesús, Bilbao, 1892, págs. 97-98) Rebatiendo
este texto Enrique de Gandía afirma que «ni Alvar Núñez, ni Ruy Díaz
Melgarejo, al ir desde Brasil a Paraguay, siguiendo la antigua ruta de
Alejo García, tuvieron la más mínima noticia de que en aquellos lugares
existiese un camno como el descrito por los jesuitas, y menos aún que por
aquellas partes hubiese andado Santo Tomás>> (Hwto.l.ia critica de los mitos,
página 233, nota 12). Lo que no ha reparado Gandía es que Alejo García o
cualquiera de sus acompañantes cristianos, fuesen los que divulgasen entre
los indios de las regiones que recorrieron la posible llegada de Santo To-más
a sus tierras y que después los indios convirtiesen en ese Payzumé o
Tome, como quería oír Montoya, a los frailes Armenta y Lebrón, que les
predicaron la misma doctrina que les había dicho predicó a sus abuelos
Santo Tomas.
27 «Este mismo día, estando cerca de otro lugar de indios que su prin-cipal
señor se dijo llamar Tapapiracú, llegó un indio natural de la costa
del Brasil, que se llamaba Miguel, nuevamente convertido, el cual venía de
la ciudad de la Ascensión, donde residtan los españoles que iban a socorrer,
el cual se venía a la costa de? Brasil porque había mucho tiempo que estaba
con los español es^ (Comentarios, cap 7 )
360 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
ALONSO LEBBON Y EL MITO DEL PAYZUME 11
jándola 28, dos días después llegan al primer pueblo de la región del
Campo, cuyo cacique principal se llamaba Tocanguazú y que podría-mos
situar en los alrededores de la actual ciudad de Campo Alegre.
Súbditos de él eran los caciques Añiriri, en cuyo pueblo entraron el
21 de noviembre de 1541, y Cipoyay, que encontraron al día siguiente.
De las tierras de Tocanguazú salieron el día 29 y el primero de di-ciembre
cruzan el Iguazú para alcanzar el río Tibaji dos días des-pués.
Los indios les traen bastimentos desde dos leguas. Les recibe
el cacique Tapapirazú y encuentran al indio Miguel que venía desde
la Asunción para «guiar la gente y avisar del camino por donde ha-bían
de ir» z$.
El hecho de este encuentro no casual es la clara confirmación que
Caloeza de vaca habia ~l icur l~ray~ yoU e czmiazba puL la =ta qiz
ya siguió Alejo García y que probablemente era la vía extraordina-ria
que siguieron las migraciones de los guaranies Entre el día
3 y el 7 llegan al pueblo de Pupebaje; el 7 al río Tacuarí, en cuya
ribera hallan el pueblo de Abangobi. Tras pasar varios pueblos el
a:- i n a, a:,:,,L,, ii,~,, ,,,:,ena, a;.rnnn;~nn ar+n_xTn,.nnp+o ula r l UG u r b r c u r u r c rrcÉ;crn b a u a r n u i i u v crr u r r b b b s v r l V \ ~ D U ~ - A I I V L V I ~ O U \ ~
cuarta Noroeste al pueblo de Tocangucir que los pilotos estiman ha-llarse
en 24 grados y medio Tras cinco días de abrirse camino
por despoblado llegan probablemente al pueblo de Tugui el día 19
y permanecen en él hasta pasar la Navidad. Salen de alií el día 28
y al siguiente llegan a un río muy ancho y caudaloso cuyo nombre
no nos dice Cabeza de Vaca pero que podría ser el Ubay 32. Pasan
por cinco lugares poblados que abandonan el día primero de 1542
para internarse por montes y cañaverales espesos hasta llegar el
día 5 a un poblado cuyo cacique no se especifica. E1 día 6 duermen
28 Comentarzos, cap 6; Levillier. Correspondencia de los Oficzales Rea-
Zes, 1, 61.
29 Comentarzos, caps 6 y 7.
30 Enrique de Gandía Hzstoma del Gran Chaco, Buenos Aires-Madr~d,
1929, pá.gs, 29-32.
31 í7oonzentarios, cap. 7.
$2 El Ubay lo cita Dorantes aunque por el contexto parece referirse
al Iguazú, pues dice así. «Habrá del río Ytanbuan hasta el Campo XL Le-guas
todo monte, tierra de muchas aves y puercos, lo cual fue abriendo ca-mino
Gonzalo de Acosta. Desde la salida del Campo al río Ubay habrá
LV leguas, raso y montes; por este río fuimos en canoa obra de XL leguas
s dar al Parar&, Levillier Cowespondencza de los Ofzciales Redes, 1, 61)
12 LEANDRO TORMO
a las orillas de un río caudaloso; el 7 comienzan a caminar por tie-rra
amena; hasta el día 10 pasan por muchos pueblos cuyos indios
les salen a recibir con bastimentos 33. Caminando en dirección Qes-te
el día 14 llegan a Iguatú, que también llaman Piquerí, desde don-de
escribe Cabeza de Vaca a los Oficiales Reales de Asunción para
que le envíen embarcaciones al Paraná para recogerlos. Aquí un
perro muerde a Francisco Orejón y quedan 14 enfermos 34.
La ruta que hasta este lugar han seguido coincide con la que los
indios dijeron en 1612 al P. Cataldino que siguió el Apóstol Santo
Tomás, pues «vino a sus tierras de hacia el Mar del Brasil, y atra-vesando
el Río de la Tibaxiva (asiento antiguo de sus antepasados,
3 de ellos) que entonces estaba cuajado de indios, fue por esos in-dios
del Campo al río Uybay, y de ahí atravesó hasta el río Piquirí,
de donde no saben adonde fue» 35.
3% El tema de los suministros indígenas de alimentos es conflictivo.
Cabeza de Vaca va repitiendo que se los ofrecieron pagándoles el precio
que valían (Comentamos, caps 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12 y 13)
34 Comentarzos, cap 10.
35 A continuación el P Cataldino nos da la primera noticia recogida
por los jesuitas acerca del camino de Santo Tomás. Lo hace con estas pa-labras.
«Al principio de este Río dicen los Indios, que e s t b las pisadas del
Glorioso Santo impresas en una peña, y que el camino por donde atravesó
estos campos, está todavía abierto, sin haberse cerrado jamás, ni haber
crecido Ia yerba de 61, con estar enmed~o del campo, y ser camino nunca
cursado, ni hollado de los indios» (Pedro Lozano Hzstoriu de la Compu%a
de JesGs de la Prouincza del Paraguay, Madrid, 1755, Iib VI, cap. XVI,
tomo 11, págs 387-388). Ruiz de Montoya añadió que 61 lo había visto
'cfs nota 26) No obstante de todo el contexto de la relación de Cataldino
se desprende que !os indios le informaron a tenor de sus propios deseos
con el fin de agradarle fundiendo en una tres fuentes de información* la
de los primeros cristianos, la de los primeros frailes y la de los propios
jesuitas a quienes informaban Sólo así se explica que «Santo Tomás» les
dijese: «Que habían de entrar sacerdotes en sus tierras, y que algunos en-trarían
sólo de paso, para volverse luego pero que otros sacerdotes, que
entrarían con cruces en las manos, esos serían sus verdaderos Padres, y
estarían siempre con ellos, y les enseñarían cómo se habían de salvar, y
servir a Dios, y que estos Padres los bajarían al Río del Paranapané, donde
harían dos poblaciones grandes, una la boca del Pirapó, y otra en Itama-racb,
justamente en el lugar que en aquel tiempo los jesuitas habían le-vantado
las reducciones de Loreto y San Ignacio
362 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N l I C O S
ALON50 LEBR6X Y EL MITO DEL PAYZUME 1?
1'3
b) Esciszón de los expedicionarios
En el Pequirí se dio una grave escisión entre los expedicionarios.
Lebrón y Armenta con un grupo numeroso de indios toman distinto
camino del que sigue el resto. De los primeros sólo sabemos que se
escinden y que llegan a 30 leguas al Norte de Asunción después que
había llegado a esta capital Cabeza de Vaca.
Respecto a los segundos los Comentarios nos dicen que salieron
del Pequirí el día 14 de enero caminando por entre pueblos guara-nies
hasta el día 23 en que se adentraron por tierra despoblada lle-gando
el 31 de enero al Iguazú que «es el primer río que pasaron al
principio de la jornada cuando salieron de la costa del Brasil». No
se nos dice en qué rumbo caminaron pero necesariamente hubo de
ser O.-SO., porque «tomose el altura en veinticinco grados y medio» 86;
es decir habían bajado un grado desde el último cálculo de la lati-tud.
Siguieron el curso del Iguazú hasta su desembocadura en el
Paraná pasando por su célebre salto. Cruzado el Paraná, Cabeza de
Vaca envió en balsas por él a los enfermos hasta su confluencia con
el Paraguay, cuyas aguas ascendieron en bergantines hasta la Asun-ción;
mientras el resto de la expedición a su mando seguía por tie-rra,
en cuyo camino encontraron un español enviado para guiarles
desde la capital del Paraguay a donde llegan el 11 de marzo de
1542 87.
En cuanto a la escisión del primer grupo los Comentarios nos
dicen, después del día 6 de enero de 1542, que dos frailes se fueron y
apartaron de la gente y contra la voluntad del gobernador echaron por
otro camino, y después desto los hizo recoger y traer de ciertos lugares
de indios donde se habían recogido, y es cierto que si no los man-dara
recoger y traer se vieran en muy grande trabajo» Las pa-labras
citadas literalmente dan la impresión de tratarse de una se-paración
momentánea, sin embargo, creo que no lo fue así. Estos
Com,entarzos ya no vuelven a referirse a los franciscanos en el resto
del viaje y la Relación General que escribió Cabeza de Vaca diez
años antes que se imprimiesen sus Comentarios nos presenta lo
acontecido con estas palabras:
8% Comentarios, cap. 11.
37 Comentarios, cap 12
38 Cap. 9.
14 LEANDRO TORMO
«Los frailes fray Bernaldo de Armenta y fray Alonso Lebrón des-pués
que se fueron y apartaron de mi compañía aportaron a unos
lugares de indios, treinta leguas arriba de la ciudad de la Asunción;
yo envié por ellos, en ciertas canoas, a un capitán con veinte cris-tianos,
y venidos les di donde hiciesen casa e iglesia, e muchos bas-timento~
para que comenzasen a doctrinar los naturales como lo ha-cían
los otros religiosos y clérigos que en la dicha tierra hallé» 39.
Estas palabras nos demuestran que la separación no fue momen-tánea
sino definitiva. En cuanto al lugar donde ocurrió considera
Lafuente Machain que Lebrón y Armenta «después de cruzar el Pa-raná,
se separaron del grueso de la expedición llevándose sus in-dios
y con ellos anduvieron recorriendo los montes» 40. NO obstante
sostengo que la escisión debió ocurrir en el Pequirí, porque al tiem-p
]lpgar 2 61 es c c a n d ~ta nto c ~ m ~ l g t g . r ic~om- o la R.&&5n
General nos cuentan las divergencias surgidas. Debieron tomar el
rumbo O.-NO., que les marcaban las aguas del Pequirí hasta su
confluencia con el Paraná; de allí a los yerbales de Mbaracayú para
alcanzar el curso alto del Ipané y siguiéndolo hasta su desemboca-dura
en el Paraguay quedar a las treinta leguas arriba de la Asun-ción
ya atadas. Esta ruta transitada por los indios debió ser la se-guida
por Alejo García tal como le informaron los naturales de la
región a Cabeza de Vaca 41.
c) Causas de la escisión
Ese primer enfrentamiento entre los franciscanos y Cabeza de
Vaca es fundamental para poder valorar las fuertes acusaciones
que mutuamente se lanzaron. Nos ayudará a esclarecerlas y pon-derarlas
tener presente las causas que ambos grupos alegaron. En
primer término tenemos las siguientes palabras escritas por Pero
Hernández en enero de 1545:
«Al tiempo que el gobernador llegó a la costa del Brasil halló allí
dos frailes franciscanos que se dicen fray Bernardo de Armenta e
fray Alonso. los cuales trujo en su compañía a esta provincia, e pa-
..nrnn " 7 7 0 n, nl nomi,- "o l o rln"rnomAorr\,. .r aoorrrrlo"nrrr, nnn 1 - r
i ,,.=-L. yuc. c.ir br ,,".IYIIIV .,b lb U b . , l l l a L A U a l " I A J U b U V I U C l l a l V I I b"1I AV.,
indios, y el gobernador les fue a la mano, de cuya cabsa los dichos
frailes vinieron mal con el gobernador y decían que les había hecho
39 Relación de los Nazcfragios y Comentarios, 11, 22.
40 Lafuente Machain: IraZa, 95
41 Comentarios, cap 50
ALONEO LRXRÚN Y 151; MiTO DEL PAYZUME 15
agravios en el camino; estos frailes son hombres de mal vivir, por-que
tienen más de treinta mancebas» 42.
Para este secretario de Alvar Núñez la causa fue la desobedien-cia
de los frailes, es decir no aceptar los mandatos y órdenes del
jefe de la expedición, la cual tiene toda la posibilidad de ser cierta,
sobre todo si tenemos en cuenta que con anterioridad tampoco ata-caron
la autoridad del Veedor Cabrera, pero es más, esos mandatos
los consideraron como agravios. Al considerarlos así tal vez no Ies
faltase razón y de ahí que para desautorizarla, Hernández hubo de
añadir la coletilla, probablemente calumniosa 43, de ser «hombres
de mal vivir» y tener «más de treinta mancebas~. Hernández no es-pecifica
las órdenes que desacataron, pero Cabeza de Vaca si lo
LL-I;-. LCa- 7l) .3-:-- ----e :A,- -:---:--A- = uejm ~YCLILU 10 S L ~ U L ~ I ~ L ~ .
«Otro si, los frailes fray Bernaldo de Armenta y fray Alonso cuan-do
caminaban por la dicha tierra se adelantaban y llegaban primero
que yo a los lugares de los indios y tomaban todos los bastimentos.
de manera que la gente padescía necesidad, porque los dichos frai-les
truiun, rnnsigc ciefi ifidios e inZiav qUr h=Maz recibido par e!
camino y la gente se quiso levantar contra ellos y derramarles los
indios, e yo no se lo consentí por lo que tocaba al servicio de Dios
y de su Magestad y mandé a los dichos frailes que no pasasen ade-lante
o despidiesen la gente, que traían demasiada, porque más valía
dar el pan a los cristianos que a los perros, de cuya causa se fueron
por otro camino» 44.
La orden que desacataron fue la de no pasar adelante o despedir
los indios que doctrinaban por el camino, indios que en concepto de
Lebrón y Armenta tenían las mismas necesidades vitales y los mis-mos
derechos que los españoles, a quienes no se les podía conside-rar
sin ~"nio <,perro>,, inssio que proh$i(io
42 RelaciBn de las cosas sucedidas en el R b de la Pclccta por Pero Her-nándex,
en Relación. de los Naufragios 'y Comentarios, 11, 327.
43 Sobre la probidad de Pero Hernández escribe Lafuente Machain:
«Durante esas actuaciones no mejor6 el concepto de honorabilidad que me-ie&
a süa ~~~~~~~~ÜS, pues se ie sindicó de asentar ias üeciaraciones de
acuerdo con las conveniencias del gobernante y las hacfa firmar sin de-jarlas
leer al declarante» (Los Conquistadores de2 Réo de la Plata, 2.s ed.,
página 309).
44 <Relación General», en Relaeidn & Zos Naufragios ?J Comentarios,
11, 13.
16 LEANDRO TORMO
los españoles a los indios desde 1512 por las Leyes de Burgos 45. Así
mismo era agravio despedir a quienes les acompañaban por escu-char
la palabra de Dios, de modo pareeldo al que con Cabeza de
Vaca emplearon los indios en su famosa peregrinac~ón de Tejas a
Sonora. En cuanto al adelantarse para tomar todos los bastimentos
he aquí la versión de Armenta:
«Así determinados por la necesidad que de nosotros había, en-tramos
por la tierra adentro, donde fuimos tan bien recibidos de los
indios, que nos salieron a recibir muchas jornadas antes de sus
pueblos con muchos mantenimientos, abriéndonos los caminos y
ofreciéndonos sus casas, los cuales mantenimientos nos ponáan de-lante,
y por nlngím interese que por ellos les daban los cristianos,
no los querían dar excepto traellos delante de mí para que dellos
dispusiese a mi voluntad, los cuales mantenimientos se repartían con
los enfermos y más necesitados que iban la jornada todo ei tiempo
que con ellos venimos, lo cual después de Dios fue muy gran parte
para venir todos muy buenos y muchos dellos restaurados de las
vidas, tanto que no faltó ningún cristiano hasta llegar a este Para-guay,
y la tierra quedó tan de paz y asegurados los indios, que un
solo cristiano que quedó más de doscientas leguas deste pueblo,
vino con decir ser nuestro hijo, 46
El Factor Pedro Dorantes nos confirma y amplía lo que se acaba
de copiar al dar al Rey la relación de lo ocurrido en la expedición
con estas palabras:
«Porque aunque el gobernador daba a los indios de lo que traía,
en parte hubo que no bastó, sino que se quería ir a ellos con mano
armada a traer bastimentos, y se lo contradije y hablé sobre ello al
Comisario el cual habló al gobernador, y fue a los indios e hizo traer
recaudo, y de contino los indios le tenían mucho respeto, y este in-dio
Miguel como conocía a los indios hacía que se sosegasen en sus
casas, y si algunos las desamparaban les hacía volver para que nos
sirviesen, que alguna vez convino al Padre Comisario quedarse atrás
con los enfermos dándoles de comer de lo que a él le traían de 1i-
45 <Ley veinte y cuatro. Otrosí, ordenamos que persona ni personas
algunas no sean osadas de dar palo, ni azote, nz llamar perro, ni otro nom-bre
I nmgt indm sino el suyo propio que tumere» (Richard Konetzke Co-lección
de documentos para Za Hzstorta de la formación soma1 de Hi-spano-amémca,
1, Madrid, 1953, pág. 52).
46 <Carta de Fr. Bernardo de Armenta a S. M., Paraguay, 10 octubre
1544>>, en Atanasio López: Fr. Bernardo de Armmta en e2 Réo de la Plata
(.v$g.lo XW), «A 1. h.», XXXlX, 435
366 '4 N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N I ' I C O S
ALONSO LE~RÓN Y EL MITO DEL PAYdUME 17
mosiia, que se lo daban inejüi que no venderlo a nosotros en lo ~u:il
fue gran reparo para algunos cristianos» 47.
La documentación coetánea presenta a nuestra consideración dos
versiones respecto a modo de abastecerse la expedición. Cabeza de
Vaca y los suyos sostuvieron haber obtenido los alimentos necesa-rios
de los indios mediante el pago justo, el buen trato y la benevo-lencia.
Los frailes y sus partidarios afirmaron que los indios ali-mentaron
graciosamente a los expedicionarios más por motivos re-ligiosos
que económicos. He aquí el dilema, ja quién creemos?, ¿a
quién damos la razón?
Es evidente que toda acción humana tiene varias causas y que
los dos estímulos pudieron actuar, pero al dictaminar si lo daban
nnejor que lo vendían, nosotros los europeos, inmersos en una cul-tura
materialista y mercantilista, damos primacía a la venta que a
la donación. Ahora bien, entre los indios, sin embargo, creo que en
este hecho y en otros muchos predominó la graciosa donación al in-terés
lucrativo, y la razón fundamental es para mí el profundo sen-tir
religioso de los indios que les hizo ver en los frailes a unos en-viados
de Dios y para ello mezclaron su actuación misionera con un
mito mestizo: el del Payzumé.
a) Primera fase
Cuando los españoles y portugueses se trasladaron al Nuevo Mun-do
trajeron consigo sus leyendas piadosas y éstas se insertaron en
el tronco legendario indígena. Cualquier hecho insólito de la natu-raleza
desarrolló en ellos, al igual que en los indios y en cualquier
hombre su sentido de lo religioso, sobre todo si se encontraban solos o
eri situación apurada, y ese borbotear su religiosidad se manifestó con
los elementos cristianos de su cultura, bien fuesen doctrinales, his-tóricos,
morales e incluso literarios. Una fuente que brota de peña
viva, una franja de arena a modo de camino en el mar, cuaIquier
impresión en piedra que parezca huella humana o que la imaginación
47 Levillier: Gorrespolzdencia de los OficiaZes Reales, 1, 60-61.
h'úm 24 (1978) 56 7
18 LEBNDRO TORMO
pueda ver en ella un objeto humano, son motivos suficientes para que
en las relaciones amistosas entre indios e hispanos, éstos den como
explicación de aquel fenómeno la intervención divina por medio de
alguno de sus enviados. Los indios abiertos al diálogo y amantes de
novedades, pues los había y los hay como en todas partes, aceptan
esos relatos y los incorporaron a su manera dentro de su mundo cul-tural.
De este modo, y creo que por obra de frailes aislados, seglares
desterrados, náufragos, prisioneros o prófugos procedentes de Euro-pa
surgen en la costa de Brasil unos puntos de piedad y devoción
cristiana e indígena a la vez, que principalmente toman la advoca-ción
de Santo Tomás, por la tradición no confirmada de ser el Após-tol
de la India. De estos lugares el P. Simón de Vasconcelos en su
Chronica de Companhza de Jesus do Estado do Brasd señala en pri-mer
término un arrecife al Norte de la Villa de San Vicente donde
cuando la marea baja se ven dos pisadas de un hombre descalzo,
derecha e izquierda, pisadas «que foram sempre dos Portuguezes,
desde sua primeira entrada no Brasil, havidas por cousa milagrosa,
e respeitadas por cousa santa, até o tempo em que isto eserevernos» 48.
Hay otra en Itapoa a dos leguas de Bahía fuera de su barra, y otras
dos dentro de la misma barra como a tres leguas de dzstancia en
un lugar que llaman Santo Tomás. Tenemos noticia de que en la pri-mera
década del siglo XVI varias expediciones portuguesas llegan al
Brasil (Cabral, Noroña, Coeiio) y quedan en sus costas parte de sus
hombres; hay frailes franciscanos en Porto Seguro desde 1503; Juan
Ramallo vivló en San Vicente desde 1508, y Rodrigo Alvarez, el Ca-ramurú,
habitó en Bahía desde 1509 Nada de extraño tlene pues que
estos cristianos, recogiendo las leyendas indígenas preanunciadoras
de la llegada a sus tierras de personas blancas, las identificasen con
la no menos legendaria arribada de Santo Tomás a la India, for-mándose
así la primera versión del mito que se conoce en Europa
desde 1515 por un folleto impreso titulado Newen Zeytung auss Pre-szilg
Land y que en la traducción castellana de Lag~arda Trías
leemos :
«En esta costa hay recuerdo de Santo Tomás o Santo Tomé. Qui-sieron
mostrar a los portugueses las pisadas o huellas de los pies de
4s Libro S 9, epígrafe 19; en la edición de Rio Janeiro de 1864, pág. 74
368 A N U A R I O DE E S T U D I O S 4 T L A N I f C O S
ALONSO LEBRÓN Y EL MITO DEL PAYZUME 19
Santo Tomás en el interior del país. Indican también que hay cruces
tierra adentro. Y cuando hablan de Santo Tomás le llaman el Dios
pequeño; luego hay otro Dios más grande. Es muy explicable que
guarden recuerdo de Santo Tomás, pues es sabido que Santo Tomás
está Csu cuerpo enterrado1 por detrás de Malaca, en la costa de Sira-maeI,
en el golfo de Celón En el país dan frecuentemente a sus hijos
el nombre de Tomás» 49.
Años después, con variantes propias del tiempo transcurrido y
de los informantes, recoge esta misma leyenda el P. Manuel de Nó-brega
y nos la transmite de este modo:
<Dicen ellos que Sancto Tomás, a quien llaman Zomé, passó por
aquí. Esto les quedó por dicho de sus antepasados. Y que sus pisadas
están señaladas cabo un río, las cuales yo fui a ver por más certeza
de la verdad, y vi con los propios ojos cuatro pisadas muy señaladas
con sus dedos, las cuales algunas veces cubre el río cuando hinche.
Dicen también que cuando dejó estas pisadas iba huyendo de los in-dios
que le querían flechar, y llegando allí se le abriera el río, y
pasara por medio de él sin se mejora a la otra parte; y de allí fue
para la India. Ansí mesmo cuentan que cuando le querían flechar
-l n- -c i-n- -d -i- n -c -, flpr_hzr yp v~!vt ia pzrz &QP, y mgtol: h z ~ f z ~
camino por do pasase. Otros cuenta esto como por escarnio. Dicen
también que les prometió que había de tornar otra vez a verlos, 50.
Los elementos que se le han añadido a la primera expresión del
mito, concretada en la impresión de las huellas, son así mismo cris-tianos.
Schaden considera que la vuelta de las flechas puede indicar
la existencia entre los tupis de alguna arma del tipo de Bumerang
pero opino que más bien procede de la leyenda de San Martín ca-zador
que la han incorporado, al igual que el relato del paso del
Mar Rojo por Moisés, en la narración de los hechos del Apóstol que
los cr&iiail"s &jerori haUia pasad" por tierras.
49 Rolando A. Laguarda Trías. EI: pre descubrimiento de$ Rw de la
PZata por la expedici6n portuguesa de 1511-1518, Lisboa, 1973, pág. 138.
50 Lo hizo en 1549 en una carta que comienza así: <La inforwiíin
que de aquesta parte del Brasil os puedo dar» y que pudo ser escrita en
Bahía por el mes de agosto (Leite: Mommenta BrasiZiae, 1, 153-154). La
conocid Bartolome de Las Casas reproduciendo el texto citado en su Hts-toma
de las Indias, lib. I, cap. CLXXIV
51 Cita tomada de la nota número 21 de Leite a la carta de N6brega
de 1549 (Monumenta Bra-siliae, 1, 154).
20 LEANDRO TORMO
b) Segunda fase
Moisés, Santo Tomás y San Martín eran para los indios que fun-dieron
sus hechos reales o fantásticos en los de una misma persona,
un mismo símbolo: el de enviado de Dios a los hombres. Nada les
importaba que sus existencias fuesen reales, fantásticas o distintas.
Lo verdaderamente importante para los indios era que el Dios de
los cristianos se había acordado de ellos, les había enviado sus bie-nes,
su doctrina, su esperanza de salvación. Y esto para unos fue
un hecho vital que asimilaron de golpe, mientras que otros no acep-taron
esa posibilidad de salvación nueva y tomaron a escarnio lo
que les contaron de que el Dios de los recién llegados por el mar
ya Ies había enviado un precursor.
Entre los primeros hubo quien de inmediato obró en consecuencia
y se lanzó a difundir las noticias recibidas. Ello dio lugar a la ver-sión
indígena de los conocimientos cristianos recibidos, cuya rnani-festación
externa era la predicación de el Pay Zomé o Zumé. Acerca
de este punto fueron nuestros franciscanos Lebrón y Armenta los
primeros en recoger datos de este hecho y transmitírnoslo. Lo hi-cieron
el año 1538 con estas palabras:
c. habrá cuatro años que se levantó un indio, que en más de
doscientas lenguas habló por espíritu de profecía, diciendo que ven-drían
presto verdaderos cristianos, hermanos de Santo Tomé, a los
bautizar. Y mandaba que no hiciesen mal a algún cristiano, mas que
les hiciesen mucho bien. Y tanto era el bien que hacían, que de los
hombres que escaparon huyendo del desbarato del Río de la Plata,
supe que les barrían el camino por do pasasen, y caminando, los
mandaban poner debajo de un árbol, hechas enramadas a do descan-sasen,
y les ofrecían muchas cosas de comer y muchos plumajes,
y se tenían por bienaventurados los indios que los tenían en sus
buhíos o chozas. Y Ilamábase este indio Etiguara, el cual ordenó mu-chos
cantares que ahora los indios cantan, en que hallo manda que
se guarden los mandamientos de Dios. Y más, que porque los indios
usaban tener muchas mujeres, y casaban con primas y hermanas in-diferentemente,
mandaba lo que en este caso ordenan los sacros cá-nones,
que no tuviesen más de una mujer, y no casasen con parien-tas
dentro del cuarto grado, de la misma manera que entre cristia-nos
se tiene. Este indio se fue de esta tierra, y dejó ciiscípuios. Y
como llegamos nosotros a esta sazón, fue tan grande el gozo que con
nuestra venida hobieron, que no nos dejan reposar, ni apenas comer.
de los muchos que vienen a recibir el baptismo, 52. ---
52 Jerónimo de Mendieta- Historia Eclesiástica Indiana, lib. TV, ca-pítulo
XLV
370 ANUARIO DE ESTUDIOS RTLANTlCOS
ALONSO LEBR~N Y EL MITO DEL PAYZUME 21
Uno de los indios que bautizaron llamado Domingo y su sobrino
Miguel marcharon con el buque de Alonso de Cabrera a la Asun-ción
y dice Irala que los envió por el camino de Alejo García para
«que fuesen a su tierra y llevasen mis cartas al dicho Comisario,
haciendo relación de las cosas desta tierra, y por algunas causas
el Domingo se volvió de la mitad del camino y embió a Miguel, su
sobrino, que fuese a la dicha isla, con el cual, según lo que paresce,
encontró junto a la mar Cabeza de Vaca y le guió hasta traelle
aquí» 53.
Nos encontramos pues que en menos de medio siglo la piadosa
leyenda cristiana de la predicación de Santo Tomás contada a los
indios junto con las verdades del cristianismo, e incluso con normas
can&izau, a&-&re *dna. entraor&~~zr~dai fUsihn eí;tre las indfgeEiias,
pues desde Bahía y San Vicente recorre todo el litoral atlántico has-ta
el estuario del Plata, penetra por el río Paraguay llegando hasta
la Asunción para retornar hasta la isla de Santa Catalina por un
camino ya trillado por indios, conocedores así mismo de estas tra-
&cienes cristiunus, y .~ec ayif~qea&s pcr Enos c~a~t?ír,,=hsf ,nag=s
portugueses y españoles atraviesan el Chaco y llegan al altiplano
andino años antes que los hombres de Pizarro se apoderen de él.
Nada extraño tiene pues que ese mito mestizo tenga su versión
en tierras hoy de Bolivia y Perú con aditamentos propios de aque-
-
5J «Carta de Domingo de Yrala a S M. dando extensa cuenta del es-tado
de las Provincias del Río de la Plata», en Naufragios y Comenta?.aos,
11, 387. De este mismo indio dice Cabeza de Vaca que «tuvo por bien vol-verse
[en] mi compañía para que me -lase y avisase del camino, y dende
aquf se volvieron los indios que salieron de la isla de Santa Catalina (Re-lación
General, en Nawfragios y Comentarios, 11, 14). Mi hipótesis acerca
de la desaveniencia entre Cabeza de Vaca y los franciscanos surgida a rafz
del camino a seguir es que fue Cabeza de Vaca el que impuso su criterio.
Estimo que había dos caminos, uno por el Iguazú y su salto y otro por el
Pequeri y el salto de las Siete Caídas, el primero más recto (casi siguiendo
el paralelo de la Asunción, pero más peligroso para los indios que acom-pañaban
a Lebrón y Armenta por cruzar tierras de sus enemigos, y el se-gundo
dando un rodeo pero mucho m& tranquilo y trillado pues era el que
pasaba por los yerbales de Mbaracayú. Es posible que Miguel indicase es-tas
dos opciones a Cabeza de Vaca y este optase por la más corta, ya que
contaba con fuerza para repeler cualquier agresión o para salir victorioso
si su propia expedición la provocase.
22 LEANDRO TORMO
110s lugares. Refiriéndose a Tupac Arnaru hermano de Tupac Yu-panqui
fray Martin de Murúa escribió en 1590 lo siguiente:
«Cuando este capitán estaba en la fortaleza de Tiaguanaco, dicen
que pasó un español en figura de pobre, predicando a los indios el
Evangelio, y bajando por el Collao, que venía a verse con el Inca,
llegó a un pueblo que se llamaba Cacha, en donde había mucha fiesta
y borrachera, y como el bienaventurado Santo les empezó a repren-der
sus vicios y borracheras, dieron en apedrearle como bárbaros
y gentiles haciendo burla de lo que les decía, y salido que salió este
bienaventurado pobre de dicho pueblo, cayó fuego del cielo y abrasó
toda la gente, y así se quedaron abrasados y quemados, como se pa-rece
en todos los edificios caídos y chamuscados» 54.
Este aditamento, probablemente explicación piadosa cristiana de
piedras chamuscadas, similar en su origen al provocado por impre-siones
de pie en piedra, se funde con la de Santo Tomás apareciendo
de este modo en palabras del P. Barzana:
c.. me lo dijo el primer guarani que en Lima estando en la muer-te
confesé por intérprete; que su nación nunca conoció sino! un
Dios, a quien llaman Tupá, criador de todas las cosas. De donde tu-vieron
noticias de Dios, no se sabe cosa cierta, y salvo que es voz
común por tradición de los viejos que vino en los tiempos pasados
a predicalles uno que ellos llaman Paizumé y cuentan que aquel les
enseñó que había Dios: y que los indios de un pueblo grandísimo don-de
predicaba le quisieron matar y súbitamente voló a la cumbre de
un alto monte y cubrió una laguna toda aquella ciudad» 55.
Esta fusión de ambas versiones hecha por un guaraní en tierras
peruanas fue escrita por el jesuita citado el 8 de septiembre de 1594,
cuando por ese mismo tiempo el franciscano Luis de Bolaños incluía
la palabra Tupá en el catecismo cristiano guaraní como equivalente
a nuestro concepto de Dios.
54 Fray Martín de Murúa, O. de M : Historia del origen y gmedogia
real üe los Incm &l Per&, Madrid, 1946, págs. 122-123.
55 «Carta del P. Alonso de Barzana, de la Compañía de Jesús, al
P. Juan Sebastián, su Provincial», en Relaciones Geográficas de Indzas,
reehtadas en Biblwteca Autores Españoles, tomo CLXXXIV1 Madrid, 1965,
página 85; también en Pablo Hernández: Organ&aci&n Social de las Doc-trinas
Guaranis, tomo 1, Barcelona, 1913, phg. 79 El P. Mateos considera
acertadamente que esta carta no es más que un fragmento de la corres-pondiente
Annua.
372 ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
m N S O LEBR6N Y EL MITO DEL PAYZUME 23
c) Tercera fase
El Santo Tomás indígena, o sea Payzumé, no es un personaje
histórico como el apóstol de Jesucristo que vivió y murió en un tiem-po
y espacio determinado; es un mito mestizo cristiano-guaraní in-temporal,
similar al San Pascual de los indios de Guatemala que
nada tiene que ver con San Pascual Bailón, porque su representa-ción
es un pedernal envuelto cuidadosamente que significa el paso
de Dios por entre los hombres, paso del que les queda como recuerdo
ei don celestial del «chay abaj», la piedra con que sacaron fuego y
alumbraron las tinieblas en la noche de los tiempos. Payzumé es el
paso del enviado de Dios que prepara su camino, que predica la
Buena Nueva, aue anuncia el establecimiento definitivo del Cristia-nismo.
En este sentido el Lebrón y Armenta andariegos por Mbiaca,
Santa Catalina, Itabucú, Campo, Ubay y Pequirí son un mismo mito,
mitad realidad mitad idealidad.
Este hecho no fácilmente explicable a tenor de nuestros concep-tos
y valores tiene su apoyatura histórica. Por un lado está la rela-ción
del P. Antonio Ruiz de Montoya y por otro la comprobación de
que a fray Bernardo Armenta los indios le llamaron Payzumé.
1) El Pay Z u d en Ruiz de Montoya
A la evangelización prehispánica dedicó varios capítulos el P. An-tonio
Ruiz de Montoya en la obra que de memoria escribió en la
corte madrileña mientras procuraba la obtención de armas de fuego
para que, con ellas en las manos, defendiesen los indios sus dere-chos
y su libertad. Publicada en Madrid el año 1639 llevó un inten-ci~
nada~ ~ J I cC:s ~yzci&ae spiritgal ho&c ~ Q Y n $ ~ g i ~&s ~?~Q
Compañ5a de Jesús m las provincias del Paraguay, Paraná, Uru-guay
y Tape, y es tal la intención de su texto que el historiador
Jaime Cortes50 lo calificó como el «evangelio del odio» 56, opinión
que no comparto porque sería achacar la odiosidad a toda defensa
de !es ~p r imi d~sE.n esta apasionada. nhraj desde el capítulo XXI
al XXVI, ambos inclusive, se desarrolla la supuesta predicación del
apóstol. No es difícil en eilos leer entre líneas una marcada fina-
55 Jaime Cortes50: Raposo Tavares e a formacüo territorid do BrasiZ,
Rfo de Janelro, 1958, pág. 137.
24 LEAKDRO TORMO
lidad: los mamelucos paulistas están combatiendo y destruyendo una
obra apostólica, una primitiva cristiandad. Y salvando la distancia
del tiempo no le faltaba razón, como veremos.
En el capítulo XXI, que lleva por título «Entrada que hicimos por
aquellas tierras y rastros que hallamos del Apóstol Santo Tomé»,
nos dice que entrando con el P. Cristóbal de Mendoza a la provincia
de Tayatí, a pie, porque en aquellas «conquistas que la Compañía
hizo» 57 por más de dieciocho años, carecían de cabalgaduras e iban
apoyados en unas cruces de dos varas de alto, les salleron a recibir
las mujeres con sus hijos en los brazos y les agasajaron tan de modo
inusitado que al preguntarles extrañados la causa de tan buen reci-bimiento,
les respondieron: «que, por tradición muy antigua y reci-bida
de sus antepasados tenían, que cuando Santo Tomé (a quien co-múnmente
en la provincia del Paraguay llaman Pay Zurné, y en las
del Perú Pay Turné) pasó por aquellas tierras les dijo estas pala-bras:
Esta doctrina que yo ahora os predico, con el tiempo la per-deréis;
pero cuando después de muchos tiempos vinieren unos sacer-dotes,
sucesores míos, que trajeren cruces como yo traigo, oirán
vuestros descendientes esta doctrina» 58.
El acontecimiento narrado tiene todos los visos de ser cierto. Da
el tiempo y lugar donde sucedió, señalando un testigo del recibi-miento
y la versión indígena recogida en e1 momento. Era lógica la
extrañeza del misionero ante tal acogida y así aceptaron de inme-diato
la explicación religiosa que les daban los propios indígenas,
sin crítica alguna, como evidente. Ellos sabían por harta experien-cia
que la toma de contacto con los indios no era tal y como aparece
en el primer acto de la obra teatral de Fritz Hochwalder, Das Heili-ge
Experimrnt, escrita y representada con éxito en nuestros días 59.
El propio Montoya expuso su vida tres veces y la perdieron algunos
acompañantes suyos antes de lograr e1 diálogo con el cacique Ta-yaoba.
El indio habitualmente huía ante los sacerdotes o los re-chazaba
a flechazos si osaban entrar en sus tierras sin haber ob-tenido
una previa invitación. De otro modo eran como monstruos
57 Antonio Ruiz de Montoya- Gompsta espzr?tual, Bilbao, 1892, pá-ginas
94-95, cap. XXT.
5s Ruiz de Montoya. Conquzsta espiritual, cap XXI, phg 95
59 Traducida al castellano con el título P-si en la tierra como en el
cielo, fue publicada por Emecé Editores en Buenos Aires el año 1956
374 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
ALONSO LEBRÓN Y EL MITO DEL PAYZUME 25
intrusos, negros y con una cabeza deforme, pues la teja no la con-sideraban
sombrero sino el cráneo mismo, a los cuales se les podía
cazar como alimañas. Lo que para la mentalidad europea suponía
ser paso inocuo no lo era para ellos, porque ese paso suponía pose-sión
de la tierra pisada con sus bienes si no se había reconocido
previamente la posesión de la tribu que cazaba o recogía los frutos
de ella desde tiempo inmemorial, es decir si no se cruzaba por in-vitación
o acompañado por parientes indios desarmados. La resis-tencia
a entrar en contacto con los frailes estaba fomentada por los
brujos y apoyada, en muchos casos, por innegables razones: dejar
entrar el misionero en sus tierras era dar paso libre a enfermedad
y muerte. Todo europeo era portador de gérmenes patógenos como
los de la gripe, el coriza, la tuberculosis o las fiebres eruptivas con-tra
los que no tenían defensas naturales los indígenas por ser nue-vas
en aquel continente tales dolencias.
Si todos estos obstáculos habían sido vencidos y les recibían las
mujeres con los niños alegremente, era poco menos que indiscutible
1o presencia anterior de otros blancos que, con su palabra y su vida,
hubiesen disipado los tan fundados recelos a perder hacienda y vida.
Ahora bien, el problema se plantea en precisar cuánto tiempo hacia
que por aquellos lugares les había precedido otro u otros cristianos.
Para Montoya, como se acaba de ver, la tradición era muy antigua
y la remonta hasta el primer siglo de nuestra era. De este modo
le era más fácil sensibilizar la opinión contra los paulistas y era tal
la pasión que en ello ponía que lo llegaba a creer con sinceridad.
Los puntos en que se apoya para demostrar la presencia apostólica
por tierras del Paraguay gigante son de dos tipos: lingüisticos y ar-queológicos.
Entre los primeros están los nombres de Pay Zumé y
Pay Abaré; entre los segundos ciertos grabados en peñas, que in-terpreta
como rastros o huellas del apóstol, y la existencia de un
camino entre San Vicente y la Asunción que los indios llamaban de
Santo Tomé 60.
Ambos argumentos son muy débiles pero no dejan de ser intere-santes
y significativos. Montoya, magnífico lingüista creador de sig-
60 Ruiz de Montoya: ConqzcZsta espiritual, cap. XXII, págs 97-98. Cor-tesao
considera que ese camino iba <para o Paran&, pelo Pequiri; ou seguia
para o sul, atravesando o Iguaqm (Raposo Tauares, 130)
26 LEANDRO TORMO
nos fhicos, no era en otras materias un científico ni un erudito. Las
necesidades misioneras habían acelerado su ordenación y aunque
despierto o inteligente no tenía la típica formación que la Compañía
de Jesús daba a sus miembros en Europa, la cual le hubiera hecho
rechazar la tesis en principio, como lo hizo el P. Acosta 61. El sin
embargo dejó escrito que la voz guaraní @ay» equivalía a la nues-tra
«Padre» y &bar& significaba: horno segregatus a venere, hom-bre
casto, por tanto Pay abaré quería decir Padre sacerdote. El
título de Pay también se lo atribuían en tiempos de Montoya los
magos y hechiceros, pero no el de Abaré que se lo aplicaban a los
misioneros cristianos, al principio por oprobio, pues lo era para los
indios el varón que no tenía relaciones sexuales con mujer. Así mis-mo
Santo Tomás era llamado en guaraní, según Ruiz de Montoya,
Pay Zumé, que equivaldría a Padre Zumé.
La atribución de esa paternidad espiritual al apóstol hace su ar-gumento
más bien negativo que positivo; demuestra más no ser San-to
Tomás, que serlo, el personaje que les predicó verdades cristia-nas.
La denominación de <Padre» no se la aplicaron los apóstoles y
sólo apareció en el cristianismo siglos después como calificación ad-quirida
por los superiores de las comunidades cenobíticas, de allí
pasó a las distintas órdenes religiosas y por último a los curas de
slmas y eclesiásticos en general. Dentro de este proceso de autori-tarismo
paternal religioso el hecho de autodenominarse y hacerse
llamar así mismos «Padres» los hechiceros demuestra un evidente
préstamo cultural cristiano pero que no se puede remontar más allá
de los siglos 111 o rv. El mito del Padre Zumé podría provenir, cuanto
más en profundidad temporal, a la posible expansión por el Atlán-tico
de los monjes irlandeses, pero no de antes.
La vinculación de determinadas huellas impresas en la peña don-de
oraba el santo es un fenómeno de la imaginación popular muy
corriente en las zonas rurales de la propia España y constituye la
base de lo que hemos denominado la primera fase del mito. Así mís-mo
respecto al camino ya se ha sostenido que lo afirmado por Ruiz
de Montoya responde a io recogido por Cataidino de boca indígena
61 <Los vestigios que dicen haber hallado en algunas partes de la fe
recibida en pasados tiempos, como cruces erigidas, y algunas otras señales,
no hacen argumento convincente» (De procuralzda indorum salzcte, lib. 1.9,
capítub 11).
376 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
ALOXSO LEBRÓN Y EL MITO DEL PAYZUME 27
y a la necesaria sensibilización de la mentalidad barroca cortesana
donde Montoya publicó su libro. Se trata del camino de las migra-ciones
guaraníes seguido por Alejo García con sus cuatro compa-ñeros
y las masas indígenas que les siguieron, entre las cuales pudo
circular la leyenda de la llegada de Santo Tomás en sus dos prime-ras
fases, convirtiéndose así en un camino de expectación de los
discípulos y seguidores del Santo Apóstol, que tuvo su confirmación
con el paso de Armenta y Lebrón acompañando a la expedición de
Cabeza de Vaca.
Los indios que se recogieron en las misiones jesuitas alzadas a lo
largo del río Tibaji, los que se ampararon en el pueblo de la En-carnación
a cargo del P. Cristóbal de Mendoza o en la reducción
puesta bajo el patrocinio de Santo Tomás. eran descendientes de
quienes recibieron directa o indirectamente la predicación que a vo-leo
hicieron los franciscanos, tarea evangelizadora que posiblemente
por retardar la marcha de toda la expedición pudo ser motivo del
enfrentamiento entre Cabeza de Vaca y estos frailes.
El método que se desprende tanto de lo escrito por Montoya corno
por Cataldino no es el que siguieron los apóstoles sino el propio de
la evangelización americana. Los apóstoles después de su predica-ción
bautizaban a los que creían en un solo Dios y en Jesucristo su
Hijo ordenando de entre los bautizados al que debía encargarse de
aquella comunidad cristiana. La demora del bautismo y del orden
sacerdotal; Ia creencia de ser necesaria la presencia constante del
misionero para que no se perdiese la doctrina predicada, el envío
constante de sacerdotes desde fuera y la reducción en poblados son
elementos propios de la experiencia indiana y de las bulas alejan-drinas
que configuraron la Iglesia en el Nuevo Mundo 62
62 Refiriéndose a los indios <que llamamos camperos, porque habitan
los Campos,, Ruiz de Montoya escribió por los años 1626-1627 <Refieren
que el S. Apóstol dijo a sus antepasados, y por tradición se ha derivado de
padres a hijos, en tiempos venideros llegaría a sus tierras unos padres
sacerdotes sucesores suyos a enseñarles la palabra de Dios, que 61 entonces
les predicaba, y que ellos les juntarían en poblaciones grandes, y les ha-rían
vivir con orden y policía cristiana enseñándoles a amarse unos a otros
y a que no tuviesen más que una mujer 10s cuales traerían (como él traía)
cruces en las manos, y que entonces Tupis (que son los indios que se co-munican
del Brasil a estas tierras) y Guaranís y todo genero de gente
(nombre general que comprende todas las naciones del Paraguay que son
28 LEANDRO TORMO
Si sabemos que Armenta y Lebrón habían pedido insistentemente
compañeros de apostolado y que incluso el Consejo de Indias auto-rizó
el envío de correligionarios suyos para que les ayudasen, es 16-
gico suponer que la predicación realizada durante el camino tuviese
carácter de preparación y esperanza en la llegada de sacerdotes que
les atendiesen definitivamente 63. Que existiendo en la Orden de San
Francisco la experiencia de evangelizar pueblos de distintos niveles
culturales y habiendo comprobado la eficacia de las reducciones nada
extraño es que fueran ellos quienes les anticiparan y previnieran que
por estos métodos se asentaría definitivamente el cristianismo en la
región.
A todas estas posibilidades se añade el hecho de que en la docu-mentación
coetánea se afirma que al Comisario de los franciscanos
le llamaban los indios Payzumé. Pedro Dorantes, tras señalar el
hambre padecida en su exploración previa al descubrimiento del ca-mino
que siguió Cabeza de Vaca, dice:
«Después en esta casa y las que más topé en seis jornadas que
anduve por el Campo, me hicieron buen recibimiento así por lo que
muchísimas) se amarían sin distinción de naciones y de emulaciones» («Car-ta
Annua do Padre Nicolau Duran», en Jaime Cortesao: Jesuitas e ban-deirantes
m Guairá (1549-1640), [Río Janeiro], 1951, págs. 233-234). Como
puede fácilmente comprobarse la región del Campo esta citada repet~das
veces en los Comentarios y demás documentos que tratan de Ia expedición
de Cabeza de Vaca, Armenta y Lebrón; así mismo la clara referencia al
sistema misionero de reducción a poblado, propio de la evangelización de
las Indias Occidentales, obliga a admitir que la tradición recogida por Mon-toya
procedía de los misioneros que ochenta y cuatro años antes habían
recorrido aquella región y predicado a los indios esas verdades.
63 «Hay ccdula del año 39 (Colección Pastells, 2 5 sene, 1, 38) sobre el
envío al Río de la Plata de seis franciscanos o dominicos, y, respondiendo
tal vez a ella, otra del mismo año, 8 de noviembre (Buenos Aires, 1, f. 113
y v ) en que concede matalotaje, y pasaje hasta el Río de la Plata a seis
franciscanos enviados por ei provinciai de hdaiucía "para que se junten
con fr. Bemardino de Arrnenta, vicario provincial que en aquella provincia
del Río de la Plata resider'» (Andrés Mille: Cr6nica de la Orden Francis-cana,
124; Josd Castro Seoane: Matdotaje, Pasaje y Cámaras a los Re-tigiosos
m&o?zeros en e2 siglo XVI, en «Missionalia Hispánica», M, nú-mero
25, pág 62).
A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
ALONSO LEERON Y EL MiTO DEL PAYZUME 29
les daba como porque los indios que iban conmigo decían que yo
era hijo del Comisario a quienes ellos dicen Paycauew 64.
Paycaue es evidentemente un error tipográfico, pues en otro tex-to,
en la dcusación del fiscal, Licenciado Villalobos, presentada al
Consejo de las Indias contra Cabeza de Vaca en Madrid el 20 de
enero de 1546», se lee:
«Durante el camino que hizo por tierra Alvar Núñez, dejó reza-gados
trece cristianos y murieron dos de ellos y los demás escaparon
diciendo que eran hijos de Payzumé, que es el Comisario fray Ber-naldo
de Armenta, fraile de la orden de San Francisco> 65.
Así mismo Lafuente Machain nos dice tanto en su biografía de
Irala 06, como en sus Conquistadores del Rio de la Platae7, basán-dose
en el manuscrito número 1.206 de la Biblioteca Nacional de Bue-nos
Aires que al tiempo de morir Armenta era muy querido por los
indios «que le llamaba Payzumé».
d) Ultima fase
El mito deja de ser religioso y se convierte en literario. La evan-gelización
se ha realizado y la cristiandad guaraní ha florecido du-rante
cerca de dos siglos. La esperanza es ya caridad y de aquel
tiempo desde que se anunció a los Indios la llegada del Evangelio
hasta que se hizo vida en ellos, sólo les queda el recuerdo, un re-cuerdo
querido, el de su fidelidad a la palabra recibida, el de su
deseo de perfección, de mejorar, de hermandad con los blancos sin
dejar por ello de ser indio y de apreciar su cultura y sus valores.
Todo eso profundamente bello pasa ahora al cuento, la leyenda y el
romance.
Ciro Bayo, en su Romancerillo del Plata, publicado en Madrid el
año 1913, nos da el romance de Santo Tomás que aprendió bajando
el río Paraguay desde Corumbá a Buenos Aires 68. Ambrosetti, en
su obra Supersticiones y Leyendas, nos ofrece dentro de las leyen-
64 Lemllier: CorrespomXencia de los Oficiales Reales, 1, 60.
65 Ganüía: Historia critica cZe los mitos, 236
66 Irala, 238
67 ConqubtacZores del Rio de la PZata, 67.
6s PAginas 73-74.
30 LEAXDRO TORMO
das de la región misionera, la de «Las piedras de Santo Pi-pó (manos
y pies de Santo») ligada «a la tan conocida de la predicación del
Evangelio en América en épocas precolombinas, por Santo Tomás»,
cuyo origen considera «debe ser jesuítico» 69. Por Úitimo, como cuen-to
mítico, lo encontramos en el Rio Lunado, de María Concepción L.
de Chaves, bajo el título <La gruta de Santo Tomás» ?O.
De la figura del canario fray Alonso Lebrón sólo tenemos, por el
momento, las noticias referentes a su actuación en la región del an-tiguo
Paraguay. Quien únicamente tomase las que de él nos ofrece
los conocidos Comentarios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca se for-maría
un concepto equivocado e imposible de compaginar con su
pervivencia oculta bajo el mito cristiano-guaraní del Paymmé, mito
a su vez que es de gran importancia para entender la evangelización
de los indios y la formación de América.
69 Página 65 de la edición Buenos Aires, 1947
70 Páginas 39-46.
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