L I T E R A T U R A
AVATARES DE GÓNGORA IMITADO
(ANTONIO BARBOSA BACELAR Y
CRISTÓBAL DEL HOYO) *
POR
ANDRES SÁNCHEZ ROBAYNA
A Manuel González Sosa
UNA FUGA Y SUS ALREDEDORES
Escena: una noche tempestuosa de diciembre. Corre el año
de 1732. Un hombre desquicia las puertas de la que ha sido
su prisión durante más de siete años y huye con dos pistolas
en medio de la noche. A caballo, abandona el lugar de Santa
Cruz de Tenerife y se dirige a La Laguna. Allí tropieza con la
ronda: a la que burla: «Me llamo Luis Crotha. Soy de La Palma
y voy al Puerto.» (El hombre, en verdad, no ha mentido.) Ya
* El presente articulo constituye una versión enteramente revisada, y
en buena parte reescrita, de un trabajo mío anterior: la edición, en forma
de cuaderno (La Laguna, 1985), de la ((Soledad.. .» de Cristóbal del Hoyo,
acompaña& & una «Intr~dlic&n»( pp. 7-23) cuyas ~onc!usi~fihp- 2 &-
b i d ~v ariar necesariamente, tras el hallazgo de las «Saudade~d e Aoniob
de Antonio Barbosa Bacelar. No vana, sin embargo (o casi, pues es ahora
aún más negativa), la valoración o estimación critica del texto de Cristóbal
del Hoyo.
se oyen en Santa Cruz los bandos y tambores, las amenazas
del comandante general. Don Cristóbal del Hoyo se ha fugado.
He aquí un biografema (Barthes), una «inflexión» biográfica
que viene en cierto modo a resumir y simbolizar la vida y la
obra de un raro. Don Cristóbal del Hoyo Solórzano y Sotoma-yor,
marqués de San Andrés y vizconde de Buen Paso, tuvo
ciertamente una vida «novelesca». Nació en la isla de La Palma
en 1677 (tiene en la escena descrita, así pues, más de cincuenta
años). Pasó su infancia en su isla natal, donde comenzaron sus
escándalos, y también sus problemas (los tuvo a lo largo de
toda su vida, desde los dieciséis años) con la Inquisición. Dos
estancias en Europa (1703- 1706 y 17 14- 17 16) alimentaron su sen-tido
de la aventura. Volvió luego a Tenerife: peluca, ademanes
de «bello ayre francés)), correrías, mujeres (siempre). Una de
éstas h e sü sobr'ka Leonor (hija de sü hermana hana Isabel),
a quien hizo promesa de matrimonio, una promesa que el viz-conde
incumplió. El pleito matrimonial le llevó a la prisión en
abril de 1725. El encierro durará hasta diciembre de 1732, en
que ocurre la escena referida, contada, no sin gracia, por él -,'--,. 11113111U.
Desde el Puerto de la Orotava embarcó para la isla de Ma-deira,
en donde vivió hasta junio de 1733. Pasó más tarde a
Lisboa y, ya casado, a Madrid. Aquí publicó -«a sus expensas
y en número muy limitado de ejemplares)), afirma Ciora-nescul-
dos raros volúmenes de Cartas, el primero (¿1740?)
de carácter esencialmente autobiográfico, y el segundo (¿1747?)
acerca de «lo que siente de la Corte de Madrid)) el autor2.
' A. CIORANESCU«:I ntroducción» a CRIST~BADLEL HOYO:M adrid por den-tro,
Santa Cruz de Tenerife, 1983, p. 19.
Ei problema de ias ediciones, ciertamente compiejo, sigue hoy por
hoy sin resolverse del todo, como si la ((clandestinidad)) de los dos volú-menes
se hubiera logrado por completo en lo que toca a la materialidad
misma de las ediciones. Aludo a ello más abajo, y de paso; es bien sabido
que las dificultades se refieren a los años y al lugar de publicación de
ambos libros, a las imprentas utilizadas, a la paginación, a los ejemplares,
muy escasos y no coincidentes, etcétera. Véase, amén de lo que escribe
Cioranescu en la edición citada, pp. 18-27, la descripción bibliográfica de
A. MILLARESC ARLOy M. HERNÁNDESZU ÁREBZi:o bibliografía de escritores ca-narios,
Las Palmas de Gran Canaria, 1979, pp. 245-280, así como las muy
380 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
En 1750 Cristóbal del Hoyo decidió regresar a Canarias, y en
Tenerife pasó sus últimos años, aún ajetreados: todavía hubo
de explicarse (lo hizo con ironía) ante el Santo Oficio. Murió
en 1762. José de Viera y Clavijo escribió su epitafio:
Perdió la poesía su acrimonia,
su pimienta, su sal y su hablar claro;
el cuento sus afeites y hermosura,
el juego su bullicio y su regaño. [...]
Perdieron las Canarias con perderlo
su historia de dos siglos. Ya, paisano,
no sabrás el carácter ni los hechos
de cuantos nuestras Islas habitaron. [...]
Porque al fin ya murió quien tantas veces
vio mudar pei-soiiajt.~ iedtlOS
y con alma filósofa y risueña
aprendió en cada escena un desengaño 3.
LA LEYENDA DESVELADA
Durante largos años, Cristóbal del Hoyo fue, por encima de
todo, un personaje de leyenda, un aristócrata cuyas bromas y
aventuras, con su no sé qué de atrevidas y pintorescas, iban
de boca a oído de sus coterráneos. Escribe Cioranescu:
El marqués de San Andrés es uno de los personajes más
célebres del pasado canario: esta verdad sólo sirve para
probar cuán poco vale la celebridad. [...] En cierto modo,
para la posteridad el Marqués vive hasta ahora a fuerza
de srS&ito, gracias a la fuma y u! Yn iie -- 19 hln
rodeado durante la vida: hasta hace poco, todo lo demás
ha sido incógnita4.
pertinentes observaciones de J. ÁLVAREZ BARRENTOeSn su artículo: «El Mar-qués
de la Villa de San Andrés. A propósito de la edición de su Carta),
Dicendíí. cefi&idnew f& lggk ~ i ~ r /&i ~1c9a8,5 , -- i 1 1 1 7 * pp. 11'-141.
J. DE VIERAY CLAVUOP:o esías (Selección y nota de M. R. Alonso),
suplemento de la Revista de Historia (Universidad de La Laguna), núm. 74
(1946), pp. 14 y 15.
CIORANES«CIUnt:r oducción» citada, p. 9.
4 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
Casi todo lo demás: inseparable de su leyenda, en efecto,
Cristóbal del Hoyo era, para muchos y durante muchos años,
solamente el autor del célebre soneto «Al Pico de Teide ... », una
pieza poética, en verdad, descontextualizada y como suspendida
en el tiempo, aislada de toda referencia histórica y literaria;
una composición esencialmente enigmática. Cierto es que es-critores
contemporáneos del vizconde hablaron del personaje y
de su obra, aunque de esta última nunca lo hicieran por ex-tenso;
así Viera y Clavijo en su {(Biblioteca de los autores ca-narios)),
complemento de su magna Historia:
Oíanse las historias del vizconde en nuestras islas como
las de un hombre extraordinario de otro siglo remoto. Sus
viajes, sus poesías, sus libros recogidos, sus chistes, todo
conspiraba a hacer a nuestro marques, para con ei vuigo,
un segundo marqués de Villena'.
Nada, sin embargo, dijo Viera y Clavijo acerca de los libros
escritos por el vizconde más allá de la mera enunciación de
los títulos y de la referencia expresa (lo cual explica, al menos
en parte, el silencio guardado por el gran polígrafo) de que
eran obras {(prohibidas))T. al prohibición, y la irregularidad de
las mismas ediciones de los dos volúmenes de Cartas -publi-cados
sin el dato de año de impresión, sin los privilegios y li-cencias
de rigor y, además, como ya se ha dicho, en muy re-ducida
tirada6-, convirtieron al vizconde en un autor poco me-nos
que invisible. De eso, naturalmente, se trataba: de escapar
a toda censura y de rehuir las obligadas aprobaciones oficiales
(incluidas las eclesiásticas). No habría ello de evitarle, de todas
formas, los enfrentamientos con el Santo Oficio; no le evitó,
J. DE VIERA Y CLAVUO((:B iblioteca de los autores canarios)), en sus
Noticias de la Historia General de las Islas Canarias (Introducción y notas
de A. Cioranescu), vol. 11, Santa Cruz de Tenerife, 1971 (6: ed.), p. 895.
De una de las cartas del primer volumen, la «Carta de Lisboa, existe
edición exenta, preparada por M. Pérez Corrales (La Laguna, 1986); véase
también la descripción de ese primer volumen en otro trabajo de PÉREZ
CORRALE«SL: as 'Cartas diferentes' del Marqués de San Andrés)), en In me-moriam
Inmaculada Corrales, vol. II, La Laguna, 1987, pp. 225-261.
382 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
de hecho, esa clandestinidad los juicios «por delito de proposi-ciones
heréticas y escandalosas)) 7.
Pero el vizconde seguía siendo, pese a todo, un autor secreto
o invisible. La esencial invisibilidad del «escritor» Cristóbal del
Hoyo estaba en completa contraposición con el «escandaloso»
vizconde. Muy pocos, en realidad, habían leído sus escritos; muy
poca cosa se sabía de éstos, salvo que el personaje y sus obras
tenían exacta correspondencia en osadía, rebeldía, heterodoxia.
Esa situación ha continuado prácticamente hasta hace muy po-cos
años, en que distintos críticos e investigadores han empe-zado
a abordar una obra que durante más de dos siglos ha
permanecido en un secreto cargado de leyenda. Sólo en 1983
se reedita parcialmente el sector más importante de esa obra,
esto esi la producción en prosa del vizconde, de cuya edición
primera se conservan sólo contadísimos ejemplares. Son varias,
actualmente, las ediciones disponibles de Cristóbal del Hoyo8.
La leyenda comienza a diluirse al mismo tiempo que el escritov
sale a la superficie 9.
Cfr. J. GONZÁLEDZE CHÁVEZ«: El proceso inquisitorial del vizconde de
Buen Paso», Trienio, núm. 5 (1985), pp. 53-81.
Ya citadas en las notas 1 y 6; véase, además, Testamento (1731) (edi-ción,
introducción y notas de A. Cioranescu), La Laguna, 1988, y Carta de Ma-drid
(edición de M. 4. Hernández González), Santa Cruz de Tenerife, 1988.
Además de los trabajos que cito en las otras notas, sobre la obra
del vizconde se han publicado en los últimos años los siguientes estudios:
A. DOM~NGUOERZT IZ:« Una visión crítica del Madrid del siglo xvm» (1973)
y ((Reminiscencias canarias en la obra del Marqués de la Villa de San
Andrés» (1978), ambos recogidos en el libro del autor Hechos y figuras
ciei siglo xvm español, ivíacirici, i9tX (2.. eij; iiüs iví. ZAVALA: «Un iibertino
erudito: don Cristóbal del Hoyo Sotomayor», en su libro Clandestinidad y
libertinaje erudito en los albores del siglo XVIII, Barcelona, 1978, y M. A.
HERNÁNDEGZO NZÁLEBZi:o grafía del vizconde de Buen Paso, Santa Cruz de
Tenenfe, 1989. Para la bibliografía anterior, cfr., además de la Biobiblio-grafía..
de MILLARECS ARLOla, edición citada en nota 1, p. 10. En prensa
se fiafiari, seg-hr, mis r,o~cias, irabajos de xClisióbd de! Hoyo.
Biobibliografía pasiva (hasta 1990))); C. DÍAZ ALAYON: «El vocabulario de dos
autores canarios del Siglo de las Luces: Cristóbal del Hoyo y José de Viera
y Clavija)), y M. A. HERNÁNDUG ONZÁLEZ((:C rítica y costumbrismo en la
obra del vizconde de Buen Paso».
Núm 38 (1992) 383
6 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
LA POESÍA «SERIA» DEL VIZCONDE
Afirmar que las Cartas del marqués de San Andrés consti-tuyen
el sector más importante de su obra es inexacto: las Car-tas
son, en realidad, su única obra. Sin embargo, tanto para
la mayoría de los contemporáneos del vizconde -de quien co-nocían
casi exclusivamente sus osadas, irreverentes décimas-como
para los siglos posteriores -en los que Cristóbal del
Hoyo era, sobre todo, el autor del soneto «Al Pico de Teide ... »
y de una ((Paráfrasis del Psalmo Miserere»-, la poesía era, de
hecho, el género con el que más se le identificaba; dicho de
otro modo: el genero que, en la escritura, le deparaba alguna
notoriedad. Sin embargo, ni por el número de poemas ni por
la significación de éstos puede decirse que la poesía ocupe un
lugar importante en la producción del autor, quien, sobre no
tenerlos en mucha estima (en «no mucha satisfacción)), declara
el propio autor a través del falso prologuista de la Carta del
Marqués de la Villa de San Andrés), publicó casi todos sus poe-mas
como mero complemento anecdótico de sus epístolas, en
la tercera y última parte de la citada Carta
Con toda seguridad, Cristóbal del Hoyo escribió muchos
más poemas de los que conocemos hoy (tanto los publicados
por él como los indirectamente conservados); sólo unos pocos,
sin embargo, pasaron a la imprenta. La mayor parte de esos
poemas tuvo que pertenecer, sin duda, al género satírico: poe-mas
de circunstancias acerca de personajes y acontecimientos
de su época. Así lo afirma Viera y Clavijo: «Era poeta, y,
aunque mediocre en otros géneros, sobresalía en lo salado de
la sátira y género jocoso; así compuso tantos versos que casi
no pasó ningún día sin que templase el plectro»l: Entre los
lo VIERA Y CLAVUO: Noticias ..., ed. cit., p. 893. Es evidente que las
palabras de Viera parten de otras de Fernando de la Guerra, yerno del
vizconde: «Fue un Poeta regular en los más géneros de Poesía; pero
sobresaliente en lo festivo con algo de sátira; ... Los versos que compuso
fueron infinitos, pues no se pasaba día sin que hiciese algunos)); véase
F. DE LA GUERRA«:D on Cristóbal del Hoyo-Solórzano y Sotomayor, Marqués
de San Andrés y Vizconde de Buen Paso», con una introducción de
E. ROMÉUP ALAZUELORSev: ista de Historia Canaria, XXX (1965), p. 51.
384 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
poemas que hoy conocemos, un buen número de ellos perte-nece,
en efecto, al «género jocoso)); la proporción de poemas
«serios» es, por el contrario, muy reducida. ¿Debe juzgarse la
obra poética de Cristóbal del Hoyo a partir de estos últimos
poemas? ¿No sena ello una injusticia o una parcialidad? Las
líneas que siguen intentarán presentar la obra «seria» del viz-conde
sin perder de vista en ningún momento el hecho de
que estamos ante un poeta episódico y anecdótico que, pese a
su escasa importancia como tal Cjustamente al contrario de lo
que ocurre con su obra en prosa), puede resultar algo más
que una simple curiosidad en el panorama de la poesía es-pañola
del siglo XVIII, al menos en lo que atañe al sugestivo
capítulo de Ia pervivencia del gongorismo en esa centuria. Por
!o demás, e! ::casm peétice F e aqui se presenta da pie, C G ~ G
se verá, al comentario de otras sugerentes cuestiones de ca-suística
literaria.
Casi todos los estudios recientemente dedicados a la obra
del vizconde se refieren a su prosa. La excepción es un exce-
!er,te er,sq= de! p e t u y & ~ c eM ~ u P ,G! Gnz&z s ~ c zn,i ip pus-
1"- ---
mina el conocido «Al Pico de Teide ... » l l ; un ensayo que viene
a confirmar el dictamen de Viera según el cual fue Cristóbal -
del Hoyo un poeta mediocre, salvo en el «género» satírico. «De
todas las composiciones publicadas por el vizconde de Buen
Paso (cuarenta y cuatro, según mi recuento, entre serias y bur-lescas),
solamente dos nos dan base para reconocerle la condi-ción
de poeta de veras: la 'Paráfrasis del Psalmo Miserere' y
el 'Soneto al Teidel)), escribe González Sosa. Si dejamos aparte
la primera de ellas (que es, a la postre, una traducción, notable
como tal, perv sobre !a qüe pesz !u sespechz de haber side
realizada a la vista de otra traducción del mismo salmo por
l' M. GONZÁLEZ SOSA: «¿Un plagio secreto del vizconde de Buen Paso?»,
en A. MILLARETSO RRESB: iografías de canarios célebres, vol. Ii, Las Palmas
de Gran Canaria, 1982, pp. 131-146. (Una primera versión de este estudio
se pu'oicó en Eí Eco de L"nu&, Las Palriias de Gimii Cdiidiia, li: y 17 de
diciembre de 1977.) Sobre este trabajo, véase A. SÁNCHERZO BAYNA«E: l viz-conde
de Buen Paso: una notan, Aguayro, núm. 119 (enero 1980), p. 28; y
M. R. ALONSO: «El Teide del vizconde)), El Día, Santa Cruz de Tenerife,
29 de marzo de 1987.
Núm 38 (1 992) 385
8 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
su amigo fray Marcos Alayónl2, la segunda es, según una ca-pital
revelación de González Sosa -y para decirlo con las mis-mas
palabras de éste-, «una contrahechura de un soneto
portugués del siglo xvm, el «Soneto al Tajo», atribuido (entre
otros) a Francisco Rodrigues Lobo (i 1573?-i l622?) 13.
Volveré sobre ello más tarde. Presentemos ya, sin más de-mora,
el «caso» objeto de estas líneas. Hasta la publicación de
mi Museo Atlánticoi4, un poema de Cristóbal del Hoyo había
escapado a todo comentario; me refiero al titulado «Soledad
escrita en la isla de la Madera)), que fue publicado, junto al
soneto al Teide y otros poemas, en la citada Carta del Marqués
de la Villa de San Andrés. El silencio que ha rodeado a este a
texto tiene acaso una doble motivación inicial (luego se verán E
otras causas, más decisivas aún): de una parte. la ya aludida O
n
rareza de las publicaciones del marqués, que, como se ha visto, - m
O
ha sido, por esta razón, un escritor prácticamente desconocido EE
hasta fechas recientes; de otra parte, el hecho de que -como 2
E
igualmente se ha visto- es la prosa del marqués la que ha
despertado. et pour cause. el interés de estudiosos y rritiros. 3
Y, sin embargo, la «Soledad ... » de Cristóbal del Hoyo, aun den-
- -
0
m
tro de la «mediocridad» a que Viera aludía, merece ser abor- E
dada no ya solamente por ser pieza que, inserta en el planeta- O
rium gongorino, enriquece de algún modo nuestro conocimiento
E de la persistencia de la lengua poética del cordobés en el siglo -
a
l2 Para la redacción de esta ((Paráfrasis))e, n efecto, el marqués -afir-ma
A. de Lorenzo-Cáceres-, «dicho sea de paso y sin mengua del piadoso
ejercicio que su reelaboración supone, tuvo a la vista la traducción que
del mismo salmo había hecho fray Marcos de Alayón)); apud A. MILLARES
CARLOB: iobibliografía.., cit., p. 252. Subraya este dato M. Gnhi-ZALEZS OSA
en su trabajo citado (p. 132). Sin embargo, FERNANDDEO L A GUERRAe,n la
biografía de su suegro (véase la nota lo), afirma, al hablar de esa «Pará-frasis)),
que «algunos» la «han confundido con otra que para una Señora
Monja hizo en cuartetas el padre Alayón agustiniano, Poeta contemporáneo
y corresponsal del Marqués» (p. 60).
l3 Fechas inciertas, como se ve, y que tomo del minucioso Diccionário
cronológico de autores portugueses, vol. 1 (Organizado pelo Instituto Por-tugues
do Livro; coordenaqao de E. Lisboa), Mem Martins, 1985, p. 282.
l4 A. SÁNCHERZ OBAYNMAu, seo Atlántico, Santa Cruz de Tenerife, 1983,
pp. 21 y 73-75.
386 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
de la Ilustración, sino también porque constituye, a mi ver, la
definitiva prueba de un comportamiento «creador» que viene
a ponerse ahora en evidencia tras muchos años de casi mítica
oscuridad. Sólo desde esta doble perspectiva, en efecto -esto
es, como texto hasta hoy no analizado ni mencionado dentro
de la significativa historia de la huella de Góngora en el si-glo
X V ~ c, a pítulo decisivo de una historia mayor: la apasionante
historia de la posteridad gongorina; y como peculiar «caso» li-terario,
en fin-, cabe detenerse hoy en un poema que no ofre-ce,
más allá de estos datos, prácticamente ninguna otra signi-ficación,
pues ni siquiera ilustra desde el ángulo de lo poético,
como en seguida se verá, la legendaria biografía del vizconde
de Buen Paso; sí lo hace, en cambio -y hasta demasiado, in-
A- lnn,, LAL:+n".. -,.A+:,.-" A-1 -..+A- L~UDU-, UG IUJ muauILuw IJUGLILUJ UGL QULUI.
LAS CONTRADICCIONES DE UN POEMA «GONGORINO»
Da+*m~mnc nrrr i r n mnmdntn ,,o h;,,",nFCn C, ln ,,,L, A-1
I\LLUIIILIIIUJ, PUL UII IIIUIIILIILU, b a a V I U ~ I ~ L I ~ ~. 3 la L I U L L ~G UGL
4 al 5 de diciembre de 1732. El marqués ha burlado la guardia
y se refugia durante diez días en La Laguna, al cabo de los
cuales marcha al Puerto de La Orotava, desde donde embarca
con destino a la isla de Madeira:
[...] ya en la noche tempestuosa de mi alegre esclavitud
miro los astros con ardiente resplandor; ya descubro el
iris; ya el abril produce flores; y ya, en fin, amigo, dueño
y señor mío, me salió brillante el sol en la Madera, a vista
de cuyas verdes montañas, que con frondoso pincel en su
seguiid" caiiio dibujó .Camoes, y sobre cuyas oslas, desde
las playas del Teide en siete auroras hermosas, bebiendo
poco viento y vomitando tanta espuma que hacía lo ce-rúleo
cano, medio mortal, medio vivo, sin soltar sus uñas
de hierro ni coger sus alas de lino, me arrojó un halcón
breado, que a todo el placer mío del faro injusto me robó,
no es paloma iIi"ceri~e, mi tormento; y
pisando sin grillos sus arenas, cual otro paralítico, sin ma-les,
porque es la tragedia mía piscina y milagro a un tiem-po,
mi par de Sanchos y yo llegamos a dichoso albergue.
¡Gracias a Dios que he llegado, noble libertad, a verte!
Núm. 38 (1 992) 387
1 0 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
Así describe Cristóbal del Hoyo su llegada a la isla. El lector
piensa en seguida que fue acaso en este momento cuando se
redactó la «Soledad». Nada se dice de esto último, sin embargo,
ni en esta ni en las restantes cartas. Hombre de su siglo en
cuanto a las ideas (tuvo siempre en Feijoo su paradigma ideo-lógico),
fue el vizconde, sin embargo, un escritor fuertemente
apegado a las formas barrocas, como lo revelan su prosa y
sus pocos poemas. En la misma «Carta» en que relata su lle-gada
a la isla y las impresiones que de ella recibe durante los
seis meses de su estancia, el nombre de Góngora (como el de
Villamediana) aparece sólo en una ocasión, sin aludir a las So-ledades
y sin, de hecho, mayor significación. Habla el vizconde
acerca de su prisión en Tenerife, relajada al principio y refor-
-z -a.d- .a. . -l i-i - e- go:
[...] El que vence sin contrario no puede decirse que ven-ce.
Salirme de un castillo abierto y donde se me daba
tanta libertad ... ni era loable ni pundonoroso en mi genio
delicado, que lleva a todo reventar mis atenciones; pero
1-.-1--- 2- 1- --:- 2- L: ---- m..- -,... AA ,,,,--1 P ,,,,, 1
UUI I ~ I I I IC uc id icja uc i~ici iuq u i~iia ~iuup ui ic~c l uci ic~ai
en una sola ventanilla que había en mi prisión, de dos
gruesos cerrojos en la puerta, de sus sargentos, cabos, ron-das
y dos centinelas continuamente a mi vista, pedestales
de mi encierro, era airoso, y fue dar a mis travesuras li-bertad
para argentar de plata (traslado a Góngora)'j sus
yerros y los míos sin vulnerar la confianza. [...]
Más numerosas, sin embargo, son las citas de Góngora en
los otros escritos del vizconde. Un rápido repaso de la carta
sobre Madrid (Madrid por dentro) arroja tres citas del poeta
cerdebés: de! re=mre &u ciudd de Rahi!~niao, de !a letrilla
«Que pida a un galán Minguilla)) y de la Fcibula de Polifemo y
Galatea16. El vizconde cita los versos de memoria, como lo prue-l5
Alusión al verso gongorino «el pie argenta de plata al Lilibeon
(PoZifemo, 26).
Iú Edición citada en nota 1, pp. 113 ((Apiauso popuiar quiero, [sic] /
perdónenme los tribunos))); 169 (((Que junte el rico avariento [sic] / los
doblones ciento a ciento, / bien puede ser; / mas que el sucesor gentil /
no los gaste mil a mil, / no puede ser») y 206 (((pisando la dudosa luz
del día))).
ba el hecho de que equivoque alguna palabra o de que invierta
el orden de otras. De memoria sabría, sin duda, muchos versos
del poeta de las Soledades, acaso especialmente el de las letri-
Ilas satíricas (género -el de la sátira- en el que Cristóbal del
Hoyo, según Viera, «sobresalía»).
En principio (y salvo en lo que respecta a la irónica condi-ción
que se verá en seguida), nada nos impediría pensar que
el marqués había recordado las Soledades del poeta sabido de
memoria hallándose en situación apropiada para ello: la situa-ción
del «amante» que llega a extraña tierra. La ironía de ese
«amante» (que, a1 contrario del protagonista del poema gongo-rino,
no es exactamente un núufrago) reside en que tampoco
es exactamente un ((peregrino de amor)), sino más bien lo con-trario,
pese a lo que dice en el verso 41 de su «Soledad».
¿Por qué no hallarnos ninguna referencia a su poema ma-deirense
en la carta que describe su llegada a la isla y su es-tancia
de seis meses en ella? Resulta extraño, por lo demás,
que no haya nexo alguno entre las descripciones de la isla en
la Carta y las que hallamos en el poema. Antes al revés: mien-tras
que en ia Carta de Madera afirma que en ia isia no ha
conseguido ver aves de pluma («En cuatro meses que en esta
isla estoy y siendo la primavera, no he visto ninguna ave, ni
en el asador ni volando))), en el poema, por el contrario, abun-dan
las ((venturosas aves)). Por otra parte, en la epístola declara
que la nave que le trasladó a la Madera lo hizo ((bebiendo poco
viento)), mientras que en el poema se habla de ((varios tempo-rales))..
. Cabe aquí aducir que el poema puede nacer en lo pu-ramente
imaginario, sin anclajes obligados en la realidad de la
experiencia. Pero es lo cierto que sí que hay, cuando menos,
dos datos «reaies». De una parte, ios siete días del viaje de le-nerife
hasta Madeira, lo que fuerza a pensar en la conexión
entre realidad y poesía: «siete auroras hermosas...)), se lee en la
carta, según se vio arriba 17; «Las lágrimas no bien de siete auro-ras...)),
dice el verso 63 del poema; por otra parte, éste nos re-cuerda
la «alegre fuga» (v. 46) y la deseada «libertad» (v. i64j
de las que tan elocuentemente se nos hablaba en la «Carta».
l7 «En siete soles hermosos ... llegamos)), dice en otro lugar de la carta.
Núm. 38 (1 992) 389
12 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
El vizconde nos da aquí, así pues, algunas pistas para pensar
en la estrecha coherencia entre «realidad» y «poesía» (vale decir,
entre experiencia e imaginación), que un lector atento de las
Cartas todas no podía menos que notar. En virtud de los datos
citados, menos aún era posible, para ese lector atento, dudar
acerca de la «autenticidad» poética de la «Soledad...», fuera de
las generales convenciones líricas y de los clichés de la llamada
((poesía de la soledad)), cuyo modelo ibérico fue, desde 1613,
el magno poema del cordobés.
EL ORIGINAL OCULTADO: LAS ((SAUDADDEES A ONIO>>
DE ANTONIO BARBOSBAA CELAR
La verdad era muy distinta. A excepción de un número muy
reducido de versos, la «Soledad escrita en la isla de la Madera»
de Cristóbal del Hoyo era una traducción «adaptada» -y en
ningún momento confesada- del poema ((Saudades de Aonio))
de Antonio Barbosa Bacelar (1610-1663), uno de los poetas más
y mejor representados en la antología de poesía barroca por-tuguesa
A Fénix Renascida, editada por M. Pereira da Silva en
cinco volúmenes entre 1716 y 1728j8, y reeditada en 1746. El
vizconde, además, no se limitó a traducir las ((Saudades de
Aonio)), sino que también tomó prestados casi una veintena de
versos del poema con el que se abre la Fénix, la muy gongo-rina
dntroduc~iio poetica~, que en la recopilación de Pereira
da Silva aparece sin firma, pero que ha sido atribuida al padre
Antonio dos Reis (1690- 1738) 19.
l8 El poema de Bacelar se halla en el vol. 1, pp. 188-214. ¿Había re-cordado
el vizconde que el nombre de 'Aonio' era, precisamente, pseudó-nirno
del poeta madeirense del siglo xvm Antonio de Carvalhal Esmeraldo?
l9 La «Introduc@io poética)) se encuentra en las pp. 1-31. Tanto Diego
Barbosa Machado en su Biblioteca Lusitana como el Diccionario biblio-graphico
portuguez de Inocencio Francisco da Silva y Pedro Wenceslau
de Bnto Aranha afirman que ia «Int roduc~~poé tica)) fue escrita por ei
padre Antonio dos Reis, una autona que, según señala J. ARES MONTES
(Góngora y la poesía portuguesa del siglo XVII, Madrid, 1956, p. 244), no
es del todo segura.
390 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Muy normal habría sido que se nos ofreciera una traducción
de un poema portugués. Pero es el caso que la ((Soledad.. .» de
Cristóbal del Hoyo no sólo no se presentaba como traducción,
sino que lo hacía como poema original o propio, pues que ve-nía
«certificado» -digámoslo así- por algunas referencias «rea-les)),
según se ha visto: las jornadas de la travesía entre Tene-rife
y Madeira, la «alegre fuga» de la prisión de Paso Alto y la
«libertad» así alcanzada. Volveré luego sobre estos aspectos. De
momento, ofrezco aquí, interlineados, los textos del marqués y
de Bacelar (de este último, sólo los versos traducidos), así como
las líneas correspondientes de la dntroducc50 poética»20. Dadas
las características del presente trabajo (que no ofrece el poema,
en esta ocasión, al common reader actual), y con la idea de
que se advierta más claramente la proximidad de los poemas,
transcribo los textos tal y como aparecen en las respectivas edi-ciones
originales (salvo las erratas evidentes, que aquí subsano).
Hasta el verso «As lagrymas da Aurora mais lustrosas)) (corres-pondiente
al verso 63 de la ((Soledad...)): «Las lagrimas no bien
de siete Auroras))), todos los versos portugueses pertenecen a
la «Introduc@o poeticm; ei resto, desde «Nesta dura montanha))
(correspondiente al verso 97 del poema español: «en cuya, pues,
Montaña))) hasta el final, son de las ((Saudades de Aonio)) de
Bacelar.
SOLEDAEDSC RITA EN LA ISLA DE LA MADERA
Era del año la Estacion primera
Era do anno a Esta@o primeyra,
en qce e! de C~CGrSin,i md !r?cid~,
Em que de Colchos o Animal luzido
20 Si se tratara de comparar ambos poemas, sena obligado ofrecer los
dos textos íntegros. Mi propósito, sin embargo, es solamente mostrar el
«proceder» poético del vizconde, no el de realizar un cerrado estudio com-parativo
de ambos poemas; La extensión de las «Sa~~daddees Aonio)), así
como el hecho de que el vizconde no traduce ordenadamente el poema
portugués, sino que, a veces, opera mediante retornos y remisiones a ver-sos
anteriores del texto de Bacelar, son razones que recomendaban la pre-sentación
que aquí ofrezco.
14 ~ D R É SSÁ NCHEZ ROBAYNA
acaba en el Zodiaco su carrera,
Acaba no Zodiaco a carreyra
y empieza presumido
a ensangrentar las flores
con golpes de marfil, y con ardores,
cuyas puntas, en campo de azul fino,
abriendo van camino
a el año, fértil passo,
con que Ceres adorna su regazo,
y su madeja elada sacudiendo,
E o dourado vello sacodindo
bello signo dorado, presuntuoso,
por renacer venciendo
Invierno riguroso,
Das geadas do Inverno rigoroso,
donde pisando altivo, las Estrellas,
Pizando ayroso lucidas estrellas
quitar la luz pretende a todas eiias,
Mais rico de esplendor, que todas ellas.
y de la de Citherea acompañado,
Da Estrella de Cythira acompanhado,
encanto que el Tonante passa a nado,
Aquelle, em que Tonante disfracando
A Magestade, o mar passou a nado,
y a la Doncella de Agenor engaña
Quando a filha de Agenor Rey furtando,
con flores, que ya viste, y despues vaña,
gala, aora, en sus armas floreciente,
que armas serán, después, seguramente,
y a quien el hijo de Climente sigue,
o con Flepon, y Perithoe persigue,
ossada bizarria,
Menos com rayos, mais co a bizarria,
que en sangrienta porfia,
con garrochas de fuego, y puntas de oro,
Com garrochiies de luz sortes fazia,
suertes le viene haciendo como a Toro.
Sortes lhe vem fazendo, como a touro.
Quando, tambien, respira ambar la Rosa,
Ambares no jardim respira a rosa,
a qUien sirven de g~ardanü merosa
Servindolhe de guarda numerosa
Exercito de espinas,
Os espin hos [...]
y en trono de Esmeraldas sublimada,
Em throno de esmeraldas sublimada,
las Aromas vecinas,
y Azuzena plateada,
sin temor del Estio 35
le dan holores, pompa, gala, y brio.
Perdeu de fermosura, gala, & brio.
En esta, pues, hermosa Primavera,
Estacion en que Flora
de plata el Prado, y de Ruvies dora,
pisa la fértil Playa en la Madera,
amante Peregrino,
a quien la fuerza cruel de su destino
oy conduce, ignorando lo que intenta,
porque es mayor tormenta,
derrota, y no victoria,
sü alegre fuga, S triste vanag!oria,
contra quien la sobervia de Neptuno,
Gigante ya de sal, Etna de zelos,
pretendiendo subir hasta los Cielos,
campo de Thetis fue, nada importuno,
porque bien se percibe
si aborrecido viene
Titon del Alva, en otro tiempo amado,
que en tumulo de plata sepultado,
piedad amante fuera de los Mares,
acabar de una vez con sus pesares,
pues desde fiel partida
tanto aborrece, la que amaba, vida,
que transformada en triste suerte,
solo será la muerte,
a tan mísero estado,
Oroscopo feliz, dichoso Ado.
Las lagrimas no bien de siete Aworas,
As Zagrymas da Aurora mais iustrosas.
miró correr, adonde Thetis reyna,
y si crystdes peyna 65
suabes las voces de Aquilón sonoras,
mejor del Austro aleve,
bronces de espuma en pielagos de nieve,
le divierten sañudo
quando chocar con las Estrellas pudo,
pues bagando entre varios temporales,
no ya Mar de crystales,
16 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
Occeano fué de llamas,
bagel con plumas, Aguila de escamas
en que se vido, sin remedio alguno
de Eolo burlado, y de Neptuno.
De esta nadante Pyra,
funesto alvergue donde mal respira
su Pecho, todo fuego,
Etna apacible, feliz dessassossiego,
y en la mas alta cumbre
de un Cerro, ó Monte vario,
donde apenas se mira el Orizonte,
si ya del Cielo no es Atlante Monte,
ó piedra sobre piedra,
adorno tosco de Ciprés, y Yedra,
a llorar solitario
alegre asciende, injusta pesadumbre.
Los secos troncos, ó verdes Gigantes,
que centinelas son siempre constantes,
ó Atalayas robustas de esta Roca,
qual con la frente las Estrellas toca,
y qual, con ramas bellas
la mejor luz le quita a todas ellas,
compañia :e ofrecen,
como Lecho las matas que no crecen,
en cuya, pues, Montaña,
Nesta dura mo~tanha
farol de la Campaña,
Farol era do dia,
sino monstruosa sierra,
Nesta robusta serra,
terror del Prado, assombro de la tierra,
Terror do campo, credito da terra,
pesares, y suspiros daba a el viento,
Suspiros dava ao ar, queyxas ao vento,
c~idadosa e! tormeiitq
Cuydados ao tormento,
y con mudo exercicio
E em saudoso exercicio
festejaba gustoso un precipicio.
Passos ao precipicio
Fatal engaño de una ir~gratab ella, iU5
Que ausente firme de huma ingrata bella
de quien mira el retrato en cada Estrella!
Seu retrato buscava em cada estrella;
394 ANUARIO DE ESTUDIOS AT~NTICOS
Esta en el Cielo errante,
aquella, entre firmezas, inconstante.
Mas trayendo consigo
E fazendo comigo
su mayor enemigo,
ó memoria alhagueña
sus desdichas contaba a cada peña,
Seus desgostos contava a cada penha:
y aunque ninguna, ingrata, respondia,
Porque, inda que nenhuma respondia,
el desden no sentia,
que esse desprecio, afecto mal pagado,
lo tienen del Amor desengañado.
Observando aquel Astro, luz primera;
Presidido da estrella, que primeyra
que dispierta la Aurora,
Annuncios dava a Aurora
de la Estacion del dia Embaxadora,
Das estacoes do dia embayxadora,
ó del brillante Carro mensagera,
Dos crepusculos ambos mensageyra,
Phenix del Glovo ardiente,
Fenis ern fogo ardente,
reparó, que a las puertas del Oriente
Batia o Sol &S portas do Oriente,
no baten Rayos, ni en el Orizonte
E assomando seus rayos ao Horizonte,
recordó roxa el Alva,
ni las aves, a el dia, hicieron salva,
siendo esta la vez solo
que no rayó la luz, ni encendió Apolo
con sus llamas el Monte,
y es que el Dios compassivo,
memoria haciendo del desdén altivo
que en Dafne padeció, mudanza aleve,
por continas de nieve,
ardiente compañero,
sus tiernos ojos alumbró primero:
Que os olhos do Pastor topou primeyro:
quien suspirando ausente,
a el Astro, Embaxador resplandeciente,
de la Mañana ornato,
como del mal que adora fiel retrato,
suspenso le decia:
O, adorada mía!
Ay adorada min ha!
Si bien mia no ya, solo adorada;
Bem que minha náo ja, mas adorada,
ingrata, y falsa, tanto como amada,
Mudavel bella, mais que bella amada,
quien a mi me diria, ó tormento!
en otro tiempo, lo que aora siento!
Ni quien lo que aora miro,
que padezco, que callo, y que suspiro!
Nace, eterno Rubí, de cuyo Imperio
Nasce, eterno rubim, de cujo imperio
depende, y vive, toda Monarquia,
Pende toda a estrellada Monarquia,
progenitor del dia,
Progenitor do dia,
de uno, y otro Emispherio
De Mum, & ourro hemisferio
fecundo Presidente,
Eterno Presidente,
que alternando influencias igualmente
Que exercitas constante alternamente,
desde la quinta Esphera
todo viviente espera
el ser que lloran con su ardor ausente: 155
a el Prado, Rio, Selva, Bosque, ó Fuente
O campo, o prado, o rio, o bosque, a fonte,
a todos satisface,
Que se nascendo a todos satisfazes,
y solo para mi, terrible nace.
Só para mim náo nasces.
O ruda Filomena!
A rude Filomena
O simples Gilguerillos!
O simples Pinta f ilgo,
Mas que yo triste, venturosas aves,
pues con requiebros suaves
Em requebros suaves
gozais en paz serena
la libertad, que, descalzando grillos,
quise perder violento,
ligando a dulce mal, amargo intento,
de una amable locura,
que me dobla el rigor con la soltura,
3 96 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
cuyo systema impio
nace oblacion, y muere desvario.
Retozando gustoso el Cabritillo,
Retoca o bezerrinho
nadando el pez, gorgeando el Pajarillo,
se alegran a su modo
sobre la yerva, en matas, y en el lodo.
Mormura el Rio, callase la fuente,
Vay murmurando o rio docemente,
aquel se rie, y esta nada siente.
Aja altivo las Rosas, 6 travieso
el arroyuelo corre, ó queda preso,
Aqui foge velos, preso alli fica)
las Azucenas pisa,
del Clavel hace risa,
y sin aigun desvelo
desnuda, y viste flores, con su yelo.
El Leon mas arrogante,
Ao Leáo mais arrogante,
magestad de las fieras, imperiosa,
Magestade das feras imperiosa,
la Selva hueiia, hermosa,
Alegra a Zus fermosa,
y aspero el semblante,
con fuertes garras, toscamente armado,
Das fortes garras toscamente armado,
menosprecia el cuidado,
pues forjando un espejo en cada Peña,
Consultando hum espelho em cada penha,
su enmarañada greña 190
Touca a encrespada grenha,
consulta, de que veo,
tosca la urbanidad, fuerte el asseo.
Que nao implica ao forte o asseado.
Prosigue su camino
Repete o seu caminho
el passagero ufano,
O passageyro alegre,
porque el Leon cortesano
ia senda ie franquea a su destino,
y en seguro exercicio
E em seguro exercicio
acaba el Labrador su noble oficio.
Acorda o lavrador ao tosco officio.
20 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
Todo se alegra, todo en fin, descansa,
Tudo descanca em fim, tudo se alegra;
y solo en mi fortuna no hai mudanza. 200
Só eu sem ter descanco
Nace contento el Sol, pues resplandece:
Nasce contente, pois que bern parece
para todo amanece.
Mas hai, que la memoria cruel ahora
Pois bern me lembro agora
a vista de la Aurora
Quantas vezes a Aurora
trae a mi fantasía,
lo que lloraba el Sol, lo que sentia,
quando la causa de mi triste ausencia
amanecia con él en competencia,
mirando deslucidos sus fulgores
a ei desperdicio infiel cie tantas flores,
y viendo ser abrojos
los Rayos de la Aurora con sus ojos!
sin que implique lo hermoso
con lo cruel, lo tyrano, lo alevoso,
que una cosa es la zaña,
y otra ia urbanidad de la CampaMa
antes, que guerras hacen imagino
la piedad, y el candor con lo divino.
Apolo, en fin, temiendo competencias,
Temendo competencias
ostentaba en su luz, intercadencias; 220
Ostentavas a lus a intercadencias,
salia magestuoso,
Ou menos magestoso,
cubriase medroso,
Ou de puro medroso ...
lim vez paz&, otras faltaba,
Huma vez apparecia, outra faltava
ya detenia a Ethonte, o lo azotaba.
Prosigue el curso ardiente a mi deseo, 225
Detem os rayos; porque meu desejo,
pues cada vez que dispertarte veo,
Por cada ves, que despertarte vejo,
aunque tu luz me ordena
Bem sey ja que me ordena
un dia mas de pena,
398 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Hum dia rnais de pena;
espero, si es que la vida me alcanza,
Mas se 6s voltas da pena, que me aZcanca,
feliz, en muchos gyros, la mudanza. 230
No te detengas, corre, que te ofrezco,
Náo te detenhas; nasce, & se mereco
si tu favor merezco,
AZgum favor de preco,
si logro en tal borrasca tu piedad
sacrificar la tabla a tu Deydad.
Vate el Carro abrasado,
Insta o carro apressado,
corra ligero el circulo dorado,
Ligeyro roda o circulo dourado;
que si en la lid de Idolatra Amorreo,
E se la na batalha
Que deu ao Povo idolatra Amorrheo
a el valeroso Hebreo,
O capitáo Hebreo,
cortesano assistente
Cortesáo assistente
te paraste, espectaculo valiente,
Te paraste ao espectaculo valente,
y el orgullo tuviste a fiel Cochero,
por dar mas dia a el Capitan Guerrero,
Na máo a tocha ao Capitáo guerreyro,
propicio ahora, a mis suspiros graves
Propicio agora a meus suspiros graves
sabe moverte, pues pararte sabes.
Sabe moverte, pois que pararte sabes.
Acabó este discurso,
Acabou cum suspiro
., O dZrcurso. .. Y ,.,:-,A, A0,.+: ,,,-1 U L U L L L L I L U U 4 L L J L L L L L U U
tumultuoso concurso
de males, melancolico, y rendido,
sin saber lo que hacia,
Sem ver o que fazia,
solo arrastrado de su fantasia,
T~,Av, u uu,,.,r" ,r+.w,"Ar ,r u u v u" pm,, u u~" 4 "."+,,i" )U~ELUJLU
pisa suspenso el Prado,
Foy descendo confuso a hum verde prado,
atento a su cuidado,
y en un vergel sombrio,
Núm 38 (1992)
Que nurn vergel sombrio
que astuta esconde Flora del Estio,
Flora escondera ao Estio,
donde el cuerno Amalthea derramaba, 255
Onde o corno ArnaZthea derramava,
y el suelo de jazmines alfombraba,
Corn que as fraldas do monte alcatifaba;
triste, con cada flor soliloqueando,
Aqui corn cada flor filosofando,
llorando a ratos, y a otros suspirando,
porque en todas atento,
E a cada flor attento
retratado miraba su tormento,
Sequelas inferia ao seu tormento.
a una Rosa encarnada,
Hurna Rosa encarnada
magestad' de las selvas! venerada.
con melindres de bella,
Corn rnelindres de bella,
con presuncion de Estrella,
Corn presurnpcóes de estrella,
y haciendo a lo galante, 265
Fazia aqui galante
ostentacion de Purpura brillante,
Ostentaqiío de purpura brilhante;
de su ser condolido,
Aonio cornrnovido
le dice enternecido:
Lhe disse enternecido:
Hai hermosura leve,
Ay ferrnosura aleve,
retrato de una fiera 270
Retrato de hurna gloria,
por quien el alma vive, y nada espera!
Nube a el Sol, humo a el ayre, a el viento nieve,
Nevoa ao Sol, fumo ao ar, ao vento neve,
infeliz por hermosa,
Mal lograda ferrnosa,
Rosa difunta, uando apenas Rosa,
Rosa dePunta, quando apenas Rosa,
no a tu hermosura creas, 275
pues antes que otra luz de Apolo veas,
qual la fortuna mia
suspirando en la noche, y en el dia,
por mas que estés lozana,
desprecio del Amor serás mañana, 280
pues son sus ansias, cariños inciertos,
de Niño ardores, y de ciego aciertos.
En una mata verde,
Em huma mata verde
para que mas se acuerde
de mentidos favores,
de afectos mal pagados,
y de ardientes cariños afectados,
un jazmin abrasandose nevaba,
Hum Jasmim odorifero nevava,
que derramando olores
E derramando cheyro
el viento suavizaba,
Ao vento suavizaba,
por adonde passando?
Quando Aonio passando,
tiernos los ojos, y consigo hablando,
assi decia: Ay triste!
Disse comsigo: Ah triste!
quan otro oy eres de lo ue ayer fuiste!
Quanto hay ya, que te fa9 t a el blando aliento 295
Quanto ha ja que me falta o brando alento
de aquella dulce voz, ó tierno acento,
Daquella doce voz, do doce acento,
que alegre a los sentidos respiraba,
Que alegre a meus ouvidos respirava,
y la vida animaba
Com que a vida animava,
haciendo verdaderas, dulcemente,
Fazendo verdadeyras docemente
mentiras del Oriente,
Mentiras do Oriente.
y con amable encanto
la risa plata, aljofares el llanto!
A una Clycie amorosa, en otro lado,
Huma Rosa do Sol em outra parte
hermosura del Prado,
sequaz, y firme amante
UcGnrYiV.,iInIW'. , W2- I4L;"I,, ImI LnG Un,rnl nL ,UtnI b L G
del Zagal mas brillante,
que con rayos adorna su cabeza
Adornava os trancados da cabeca,
quando otra vida empieza,
Núm 38 (1992)
24 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
tierna flor renacida
E outra ves renacida
del dolor que le tuvo amortecida
Vestia a gala quasi amortecida,
su confusa esperanza,
Ou que a morta esperanp. ..
la ausencia de su bien, su desconfianza,
que con vivos colores se adornaba,
ó para recibirlo se afeytaba,
mirando ya a sus ojos
los Rayos ciertos, falsos los enojos,
ardiente, o embidioso
... de invejoso:
le dice tierno, sino es ya celoso:
Lhe disse ...
Dichosa tu, pues gozas
Ditosa tu, que logras
con abrasado, y verdadero afecto
las caricias mimosas
de tu adorado objeto,
A teu querido objeyto,
y en gustosos, reciprocos ardores,
te arroja luces, y le tiras flores,
y triste de quien pena
E triste d i quem pena
tan fuera de bonanza,
Tiio fora de bonanca,
que ni alivio le queda en la esperanza,
Que inda lhe nega alivios a esperansa,
ó será tan agena
de gusto, a un Pecho, que suspira, y arde,
que llegará tormento, ó vendrá tarde. 330
Logra en Amor dichoso tu sossiego
Logra ditosa o fim do teu emprego,
en quanto vivo ciego,
Em quanto eu vivo cego,
que entre infortunios tales
juzgo vivir eterno con mis males,
y si la obscura ausencia,
Se des horas de ausencia
en que tu vago amante,
Em que teu vago amante
por alternar constante
en otro Polo opuesto, su influencia,
Alterna noutro polo a presidencia,
402 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
vañada tuvo, tu hermosura en llanto,
Te tinham jd defunta em luto, & pranto,
qué no hará triste, quien padece tanto! 340
Que fara triste quem padece tanto?
Havrá, Clycie, algún día
Havera inda hum dia,
que tenga yo alegría?
Que veja esta alegria?
Mas, ó cruel pensamiento,
Mas oh váo pensamento,
aun piensas tu, que has de vivir contento!
Inda eu cuydo que ha ahi contentamento?
En alfombra de flores,
que alegre sombra, verde fresno daba,
Alegre copa dava hum verde freyxo
y ferti! cembidaba
a passar los rigores
de una fatiga intensa,
dogal a el cuello, a la memoria prensa,
se acostó sin aliento,
treguas dando a el tormento,
n - 3 - m - ~ e t n c nla n h l 4 m o
YUb fjUJLVJV IL V L J L I S U
a rendir el aliento a la fatiga,
cuyo lecho de avetos coronado,
le fue recuerdo infiel a su cuidado,
E embebido todo em seu cuydado
que mudo, y discursivo
Suspenso, & discursivo
retrataba en su pecho el genio esquivo
Retrataba comsigo o gesto altivo
de su mentido dueño
De seu querido empenho;
con pincel alhagueño,
A!!i o plnee! & e;2&zo,
y con dulce memoria,
haciendo de su ruina vanagloria.
Ya altiva la retrata,
Hora esquiva a retrata,
ya amorosa, ya ingrata;
A "-". +..->"A"..--+.. n. >ou L V I ~ ~ L G ~ I L VL I I ~ I U L U ,
con cuya copia hablando
fueron, si bien a un tiempo recelando
de sus ojos los tiros,
lengua el silencio, voces los suspiros;
26 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
y negando a sus ojos,
que Rosas pierden recaudando abrojos,
el crystalino censo,
turbado se quedó, se eló suspenso.
Quando con quiebros graves,
Quando com quebros graves
la profanaron el silencio blando
Lhe profanaram o silencio brando
dos Ruyseñores suabes, 375
Dous rouxinois suaves,
las voces alternando
con falsas, y motetes,
Que a falsas, & a motetes,
alados ramilletes,
Dos pardos ramalhetes,
que a cadencias, y a quiebros
A*," n Irnrln,/,Ir;nc 2- n rr,,nLvnc VMG U L U U G I L L L L W , CIL LL YMGU, VJ
encendian finezas con requiebros,
Alternavam cuydados, & requebros,
y pico en pico suavemente ricos,
E pico a pico docemente attentos
se trocaban las Almas por los picos,
Co f u n I r n r , n - n c nl-nc wnr nlowtnr. VD L I V I I u V U l r ' LW U C , , ' C W l'VJ U L C - I ' L V J .
cuyo Amor abrasado
lo encendio ilucinado,
y a interrumpir ligero
A interromper ligeyro
los amantes, inquietos gorgeadores,
Dos amantes cantores
quiso salir guerrero,
Aquiles transformado por amores.
Pero despues que la Ira
Porém depois que a ira
dio lugar a el afecto que delira,
no,, 17'gnr nu dkCL!No", 7 1 0 ~ ~ 1 ; ~ ~ -"v. '1 ""- ---- ->
quedando sossegado,
Deyxando socegado
el corazón elado,
O peyto magoado
la boca infeliz fragua,
e! b!mi incendim, y !m o j ~ isg lia,
Cos olhos cheyos d hgoa
les habla de esta suerte: 395
Lhes falou desta sorte:
Dichosos pajarillos que en cadencias
404 ANUARIO DE ESTUDIOS A TLÁNTICOS
Ditosos vos, que em musicas cadencias
no padeceis ausencias,
Náo padeceis ausencias;
derrota, en triste calma,
tyrano Buytre a el Pecho, Infierno a el Alma,
dichosos soys, que en quiebros dilatados 400
Ditosos vos, que em quebros dillatados
lograis favores, y perdeis cuidados!
Lograis favores, & alcancais cuydados;
Pero si en vuestro pecho hay cortesia
Porém se a cortesia
suspended por un poco, essa armonia,
Suspendey por hum pouco a melodia,
que mi passion traydora
Que a memoria traidora
no sé que glorias me figura ahora
p g ,I GriGs -e LiffirMm u g ~ m
gustosas, pero aleves,
Gostosas, mas aleves,
perdidas largas, y gozadas breves;
Perdidas largas, & gozadas breves.
mas no qui:e?raoG i mpediros embidio.s o, . peYGi;7Z yne&1Lv~OS i ~ y e ; ~ ~ ~
un bien de tanto precio,
Hum bem de tanto preco,
un bien que pierdo, y aun perdido aprecio;
Hum be m...
proseguid vuestro estado venturoso,
Prosegui vosso estado venturoso,
que tambien algun dia
Que tambem algum dia
embidiabais vosotros mi alegria.
Podereis invejarme a compan hia.
Mas hai, que ya essas prendas adoradas
Astros c&dos son, flores ajadas!
Parece que advertidos,
Parece que advertidos
los dos tiernos amantes,
Os dous amantes brutos,
Aguilas ya volantes,
de justas quexas, ansias, y gemidos,
A 'as queyxas, Q gemidos
suspendieron el talamo amoroso,
Suspenderam no thalamo amoroso,
el estasis dichoso,
y dexando la mata, que el destino,
E deyxando o raminho,
treguas dando a el camino,
Em que fizeram tregoas ao caminho,
les puso para el canto,
ardor a el Pecho, incitación a el llanto, 425
alas dieron a el viento
Asas deram ao vento
en dulce compañia,
Ambos táo igualmente em companhia,
sin que juzgar pudiera el más atento,
Que julgar náo podia o pensamento
qual era el que seguia,
Qual era o que seguia;
ni qual el que guiaba, 430
porque si uno corria? otro volaba.
Vendo que hum seguia, otro voava;
a cuyo encanto dixo su tristeza,
Dizendo com tristesa
culpando altivo la naturaleza:
Comecou a queyxarse a naturesa,
O quien alas tuviera
Oh quem azas tivera
para volar contento 43 5
Para voar contente
donde el Alma me lleva el pensamiento!
Qué poco la fortuna en mi pudiera!
Que pouco que a fortuna em mim pudera!
O tyranía grave,
Oh tyrannia grave!
que falte a un hombre lo que sobra a un ave!
Que falte a um triste o que sobeja a huma ave!
Qué propio del cuidado es el desvelo! 440
Que proprio do cuydado he o desvelo!'
pues apenas el Monte le aborrece,
Pois a penas o monte Ihe aborrece,
llorando flores, y besando el suelo,
dexa el Monte, y le ofrece
por tan heroyco Ospicio,
O ízberaí hospicio
y en memoria cortés del beneficio, 445
Em memoria cortes do beneficio
lo que mas quiere quanto mas le mata.
406 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
A cousa, que mais quero,
El nombre de una ingrata,
O doce nome da querida ingrata,
con el noble dolor que le penetra
Coa magoa, que a lembmnca lhe penetra,
un hidalgo suspiro en cada letra.
Hum suspiro fivmou en cada letra:
Anarda en fin escribe,
Lysis em fim escreve,
fiando a un tronco toscamente bronco
Fiando a hum tronco toscamente bronco
el nombre de otro tronco,
O nome doutro tronco,
y mas abaxo puso ingenuamente
Acrescentando abayxo tristemente:
muy mal te busca, quien te llora auserzte.
Em váo te busca quem te chora ausente.
Dexa en fin, el alvergue que le esconde, 455
y sin saber adonde,
E sem saber aonde
la planta fatigada
Gztin n pI/iuzta cnnsnda.
sigue confuso, y triste la jornada,
Deyxou ao caso o acerto da jornada,
pues por su gusto solamente fuera
Que por gosto sómente
donde a la causa de sus males viera.
Assi camina, quando,
Triste camina quando
parando un poco planta mal segura,
Parando hum pouco a planta mal segura,
mira una cueba obscura,
Vio huma cova escura,
que u ruinu u=vnuzund~
se ven por sus resquicios
Que entre abertos resquicios
horrores, penas, males, precipicios;
Convidava sómente a precipicios,
y tambien se percibe
ser e! cu!ubezG adGnde Eco vixv~e;
De Eco palreyra, onde occulta vive
prision de Diana, justa, y merecida
por repetir la locución partida,
Repetindo sómente a voz partida
Núm. 38 (1 9%)
30 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
porque a Ninfa que falta a la verdad,
de su Templo la arroja su Deydad,
quando el discurso entero
Do acento m i s inteyro,
se debe dar a el triste passagero,
Só se por dita escuta ao passageyro
y solo el de tu amante, infiel parlera, 475
no dexa salir fuera,
Ou o nao torna fóra,
ó si sale es preciso
oír entero el nombre de Narciso.
Repete inteyro o nome de Narciso.
Viendo, del tiempo, concaba la Cueba
confuso assi se expressa: 480
que en fin tanta dureza
Em fim tanta duresa
a,Lul,,rrlaor l u a -L1I +c :r-~mini ni y u ,1r- a Lr .un rnica. u. , lmi laL , XyT i1i1~a.v7c~r1 .
Minar o ternpo pode!
Pues en qué me detengo, si algun dia
E lembrandolhe a gloria dálgum dia,
podrá llevarse la tristeza mia?
Esta rninha tristeza,
>rA; al +;nmnn n i i a A a t ~ n t n bl LIbIIIyV y-bUb CUIICV, 485
Porém em firn, se o tempo póde tanto,
que muda en risa el llanto,
Que muda o riso em pranto,
y el duro bronce, a su dureza cede
por qué no puede? Respondió Eco: PUEDE.
Porque nao póde? disíhe o Eco: Póde.
Esta respuesta leve,
Esta reposta o teve
lo tuvo un poco atento, no sabiendo 490
Hum pouco suspendido, & náo sabendo
a qué Deydad la debe,
A quem o aizvzo deve,
y en tanta duda ardiendo,
la pena haciendo pausa,
Fas a seus males pausa,
y el gusto, en él, estraño,
examina la causa,
Se que attentendo a causa,
y se dexa engañar del desengaño.
Pouém virando a rosto ao desengano,
Otra vez dice ardiente:
408 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
en essa dicha, que mi pecho alcanza,
Nessa promessu, que meu peyto alcanca,
es cierta la esperanza?
Náo póde achar entrada a esperansa,
Que em fim Lyse inclemente
Anarda siente verme ausente? SIENTE.
Nao sente o mal de ausente: Sente.
O Oraculo dichoso!
Oh oraculo ditoso,
Grande aplauso mereces
Grande applauso mereces
de un pecho receloso,
Dum peyto receoso,
pues tanto bien, a tanto mal ofreces!
Sin que lo falso frustre la alegria
Porque ind. a .qu. e me enganes na alegria
q,..u, c 3,: 1,,~,,1, 11pG~ an '.si-iia .,vr.rir,-v. i u -i i; i ~TL ,u-lnvlQr +urr;cA, i u ,
y solo fueron ecos
los que entonces ceñí, Laureles secos:
y assi te buelve a preguntar el alma
si Anarda me aborrece, o ama? AMA.
Bem sey que Lyses me desama Ama.
Eteriia +ve, ei; essa gi-üta a dmde
Eterna vive nessa gruta, aonde
el Ado cruel te esconde,
Cruel fado te esconde,
Oraculo en los Bosques,
Oraculo dos montes
ser de las peñas, y Alma de los Montes.
Alma da penha, cortesan dos bosques:
Vive en ese cuviculo secreto,
Vive nesse cubiculo secreto,
que a ley de agradecido te prometo
Que a ley de agradecido te prometo
que a bello &r&u,
O teu bello Narciso
de tu Deydad hechizo,
con mas abrazos, y con menos voces,
Com mais abracos, & com menos vozes
en flor alegre, quando menos, goces.
Crr¿f 20i- üo i.i.ie?ios tiürzsf~li-iiüdo~ g vzes.
Assí decia, quando
Assim dizia quando
la planta mal enjuta,
A planta mal enxuta
assaltada se halló de arroyo herrante,
Salteada se achou de arroyo errante,
que baxa de una gruta,
Que desce de huma gruta,
despeños en aljofares pagando,
Ruinas ern aljofares pagando:
y ruinas padeciendo de inconstante.
A ver su origen parte,
A ver a origem parte
que en varios gyros, bueltas, caracoles,
Que entre travessos gyros
la senda miente el arte,
Mente su nacirnento com tal arte,
y engaños juzga, los que da clamores.
Callando aqui, gritando más allá,
AquS nasce, alli f ica, a c o l ~co rre,
cruza ia seiva inquieto, y se detiene,
aja flores astuto, y las enciende,
para, y minando por debaxo va,
con cuyas variaciones
cautela passos, mide precauciones.
O mentidos crystales!
quien beber puede con engaños tales!
halló en fin, aunque tarde, el nacimiento,
que el ardid, la insolencia 540
la astucia, el fingimiento,
por ultimo se rinde a la prudencia.
Nace vistosa fuente,
Nasce pequena fonte
nevado ardor luciente,
en brazos de un Peñasco inquieto, y rudo, 545
Ern bracos de hurna penha pouco culta
con Morfeo hablador, con Phevo mudo;
cercada de Lai- rel lec,
verdes aduladores, siempre infieles,
que con frondosos encarecimientos
el Aura soplan, que arde desaciertos.
Corre arroyo pequeño
Nasce pequena fonte
sangria tierna de escabroso ivíonte,
Tenra sangria do escabroso monte,
pasto infeliz de un leño,
que a el Mar camina, y nada a el Orizonte,
bagel de hundosa plata, 555
Sendo en priscies de prata
crystalino retrato de una ingrata,
Lisonja branca de huma rocha ingrata.
rica de perlas, y de arroyos pobre,
Rica de aljofar, se de arroyos pobre,
que ilusa se despeña,
dexandoencadapeña,
para que la ambicion mejor zozobre,
aljofares brillantes
quaxados en los cerros, ó diamantes.
Adonde vas? detente,
A donde vas? detem-te,
pára, le dice, enfrena essa corriente,
Para, enfrea a corrente:
que si codicia hundosa,
Se a cobia de undosa
descontenta, por poco caudalosa,
Descontente por menos caudalosa,
de tu ser te destierra
Da patria te desterra
por valle estraño, por inculta sierra,
Em fim por valle, & serra
mira que es ageno de tu ser; pára,
que aunque pobre nacistes, corres clara.
Sera mais alta, por6m menos clara;
Mira que te despeñas,
no fies de las señas
que la passion figura,
que la lisonja incita,
pues caerás de tu altura
en el engaño que te precipita
la adulación infame.
Poco es esto, no sé como la llame!
Que si de plata, pielagos procura,
el mar de tu hermosura,
dexando essos abrojos,
Por táo duros abrolhos,
Occeanos de fuego te darán mis ojos.
Que mares de agoa te daráo meus olhos,
Mira que en cada passo de tu empeño
Que em cada passo de teu louco empenho
vas dando un passo mas a tu despeño.
Vas dando mais hum passo em teu despenho.
Núm 38 (1 992) 411
3 4 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
Suspende pues la vena crystalina,
Suspende pois a vea crystallina,
corriente desahogo en plata fina,
E nessa prata fina
porque si corres ciego,
lograrás nunca, lo que lloras luego.
No juzgues mis consejos amenazas,
Esta minha ameaGa,
ni corones tus iras de esperanzas,
que esto en mi no es baxeza,
ardor amable sí, de mi tristeza.
Mas prosiguiera, si, cubriendo cerros
Mais proseguira quando
no le huviera el dolor, interrumpido
Lhe parou o discurso interrompido
de Galgos, y de Perros, 595
@!~GS, & de pelTGS
estruendoso alarido;
Estrondoso alarido:
de cazadora, errante compañia,
De cacadora errante cornpan hia
montaraz vozeria,
MOE hes v~zeria,
que no solo a ocultarse le incitaba,
Que náo sómente a presa os incitaba,
mas los cerros, tambien, precipitaba. 600
Mas parece que as serras despenhava:
Atento, y mudo oía
el confuso rumor, la montería,
Ao confuso rumor da montaria,
quando despeñada
Quando precipitada
Cierva fugaz, de flechas emplumada
Cerva fug& de frechas emplumada
daba carrera, 605
Dava velos carreyra;
mas que el arco ligera,
Mas a setta correra mais ligeyra,
o por huir de la Pluma la destreza
Ou por fugir da frecha a ligeyresa,
Oz; & í7a&o sag$r$eí~c R desiresa;
fatigaba su ser, su ligereza,
y atravesando el valle, Rayo ardiente,
Errava o valle, atravessava o monte,
412 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
buscaba mansa fuente, 610
Te que attendendo a fonte,
adonde sed, y herida
Ja sede da ferida
matar pudiera, y animar la vida.
Busca na agua os alivios para a vida
Ay cobarde engañada,
Ay cobarde enganada!
memoria de mi daño,
Memoria de meu dano!
entonces dice, con dolor estraño,
aliento mudo, y voz inanimada!
Qué importa, que desesperada ahora,
Que importa, dize, agora
de la mano traydora,
'l& "'~6L&' w wn -I " -.cfl in Cfv. LnC;CAUnV .r InI )
te apartes, que te inquieta, *
Que tanto te inquieta,
si tu en el alma llevas la saeta?
Se vem comtigo a setta?
Agora de que serve
A n r a va ni16 ~ 1 i ~ t - t ~ "VI U J U U' y"' """ '-
Fugir o arco forte,
podrás librarte de la muerte?
Se em ti ja trases escondida a morte?
E que importa a meufeyto
Qué me importa, que Anar a viva ausente,
Que em fim Lysis se ausente,
si el Etna que me abrasa está presente?
Se o fogo do meu peyto esta presente?
Qué importa que me aparte 625
Que importa que se aparte
en esta, u otra parte,
-N m--t.n.;. ou naqueíía l r t e
si el fuego que me inflama
A causa, que me infíamma,
está en el corazon, y siempre en llama?
Se vem comigo a chamma?
Menos tardó la Cierva fugitiva
Menos tardou a Cerva fugiiiva
de vañarse en la fuente, 630
Em banharse na fonte
rindiendo en sangre lo que bebió en agua,
Pagando em sangue o que ¡he bebe em agoa
Núm 38 (1 992) 413
36 ANDRESÁ~N CHEZ ROBAYNA
que de su pecho ardiente
... que no peyto
soplarse incitativa,
la siempre en asqua, intensa, viva Fragua,
... fragoa
que le mata, y consume,
y ser fineza, ó compassion, presume.
Bebe sedienta, y aunque el agua agota,
Bebe sedenta, & quando as ondas mede,
en sangre, gota, a gota
la fuente inunda, y se postró rendida,
Att? que em fim de todo a dor rendida
pagando lo que bebe con la vida; 640
Igualmente co a sede larga a vida:
en donde compassivo,
Aonio compassivo
temiendo discursivo
temiendo discursivo
algún presagio triste,
Que annuncio triste seja
le dice: O cierva, que dichosa fuiste!
Ya no padecerás ningun despego!
Diste la vida a el precio de un sossiego!
Deyxaste a vida a troco do socego:
Quien tuviera tal suerte,
Oh venturosa sorte
que rescatara el mio con la muerte!
Ao passo da desgra~aa char a morte!
O caso nunca oído,
Oh caso nunca ouvido
encontrar con la muerte un afligido! 650
Topar Iogo co a morte hum afligido!
Triste de quien muriendo,
Triste de quem vivendo
amando; padeciendo,
y del bien descontento
Da vida descontente
halla su alivio solo en el tormento!
A medida da vida a pena sente!
Assí acabo, y en tanto
que paran los suspiros, corre el iianto,
cubriendose, a el mirar tanta fineza,
de luto el Cielo, el campo de tristeza,
y el corazón, que en dulce parasismo
414 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
tormenta fue, y bonanza de sí mismo, 660
muerta llama, Etna vivo, Eco animado,
haciendo en Fuentes, Rio, Selva, y Prado,
Que registrando o monte, o valle, o prado
mar el llanto, ansia el gusto, y nieve el fuego,
pasmó triste, sintió mudo, y quedó ciego.
[E mudo Aonio em tanto
Descancaba do pvanto pava o pmnto] 21.
La gran antología de poesía portuguesa A Fénix Renascida
ha sido hasta hace no muchos años ((geralmente depreciada
com o atestado de gongorizante)), escribe Natália Correiau,
*' Ya se dijo arriba que los ejemplares conocidos de la Carta (A:
BIBLIOTECNAA CIONADEL MADRIDB;: BIBLIOTECUANI VERSITARIAD E EA LAGUNA)
no son coincidentes. El texto de la ((Soledad...)) figura en A en las pp. 555-
573; en B, en las pp. 565-583. He ofrecido el texto de A. El B, aparente-mente
mejor, corrige erratas y faltas, pero no sólo no las corrige todas
sino que introduce otras nuevas, entre las cuales citaré sólo el v. 599, que
en B se vuelve hipométrico («que no solo a ocultar le incitaba))). Las dos
ediciones, como afirma CIORANESC«Uso, n igualmente malas)) (Madrid por
dentro, ed. cit., p. 47). Doy aquí, sin embargo, las variantes más significa-tivas:
«encanto» (v. 18) es, en B, «en tanto)); «la mejor)) (v. 94), da menor));
«mimosas» (V. 321), mimiosas)); «assí» (v. 480), «a sí»; «pasto» (v. 553), «par-to
», entre otras. Por lo demás, el nombre de «Anarda» aparece en B en
cursiva cada vez que se cita (VV. 450, 500, 510 y 623), mientras que en A
sólo lo está en el v. 450 (en el que se justifica por tratarse de una ins-cripción
en un árbol, que continúa y concluye en el v. 454). El poema de
Bacelar (681 VV.), ligeramente más extenso que la «Soledad», fue casi ín-tegramente
calcado por el vizconde. Aunque la fecha del calco es cosa
relativamente secundaria (he considerado siempre, aquí, a otros efectos,
ran sóio ia fecha aproximada de pubiicaciónj, hay daros para pensar que
pudo ser en el año 1746: en éste, como queda dicho, se reedita la Fénix,
cuyo vol. 1 contiene el soneto al Tajo atribuido a Rodrigues Lobo y la
glosa a este soneto por Barbosa Bacelar, textos, ambos, también calcados
en traducción adaptada por Cristóbal del Hoyo (vid. infra).
22 N. CORREIAA:n tologia da poesia do periodo barroco, Lisboa, 1982,
p. 26. Dasie citar üii ejenip!o bieii cori~cido eii Espafia (e! libro h e tra-ducido
en la colección Austral): la Historia literaria de Portugal, de F. DE
FIGUEIREDBOu, enos Aires, 1948, que no dedica a la Fénix más que media
docena de líneas, en las que se habla de la antología como «el más im-portante
repertorio de la poesía gongorina en Portugal)) (vol. LI, p. 122).
Núm 38 (1992) 415
38 ANDRÉS SANCHEZ ROBAYNA
quien añade: ((estranhável seria que ... escapassem os poetas por-tugueses
a poderosa irradiaciio gongórica, precisamente numa
época em que a vida e a cultura portuguesas estavam
directamente sujeitas ao influxo e~panhol»*E~l .m ás extenso es-tudio
de la Fénix -y del muy posterior «retoño fenixiano)) Pos-tilháo
de Apolo (1761-1762)- que hoy poseemos en español es,
que yo sepa, el volumen, ya citado, Góngora y la poesía portu-guesa
del siglo XVII, de J. Ares Montes, quien se propuso exa-minar
«uno de los períodos de más alta calidad poética)) de la
literatura portuguesa, así como «mostrar cómo esos poetas han
tomado como modelo a Góngora y lo han imitado)) 24.
Superados esos prejuicios de carácter «nacionalista», la des-atención
de la crítica y de la historiografía portuguesas hacia
A Fénix Renascida y, en general, hacia la historia de su poesía
barroca se ha transformado en los últimos años en un vivo
interés. No sólo contamos hoy con importantes estudios sobre
algunos de los líricos portugueses del siglo XVII, sino que se
reeditan (o se editan por vez primera, en muchos casos) libros
y textos diversos de ese rico periodo.
Uno de los más interesantes autores del Barroco literario
portugués es sin duda el lisboeta António Barbosa Bacelar, de
quien N. Correia afirmaba en 1982 que «No cenário híbrido da
Fénix a sua personalidade recorta-se, pedindo-nos uma recu-pera~
ao que o reintegre na escolhida família poética a que le-gitimamente
pertence)), porque se trata de una de las wozes
que aguardam ser requisitadas por estudos individualizantes que
salvem a sua personalidade poética da vaga seiscentista que co-bre
o que de inferior e superior a poesia barroca prod~ziu))~~;
un poeta, en fin, que se halla ampliamente representado en la
Antologia de la propia Correia. Excelente sonetista, Bacelar -na-
23 CORREIAop: . cit., PP. 20-21.
24 J. ARESM ONTESo:p . cit., pp. 12-13.
25 CORREIAo:p . cit, pp. 11 1 y 29-30. La antóloga recoge catorce poemas
de Bacelar. (Acabado el presente trabajo ha aparecido, en edición de
A. Hatherly, la única novela en portugués -inédita- hasta hoy conocida
de Bacelar, Desafio venturoso [Lisboa, 19911, «novela sentimental)) de quien
es considerado por Hatherly «talvez um dos melhores poetas portugueses
de seiscentos)); véase A Phala, 24 [1991], p. 35.)
416 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
cid0 en 1610- se formó con los jesuitas y fue profesor en
Coimbra hasta que las intrigas académicas le obligaron a aban-donar
su trabajo universitario; pasó a ocupar entonces cargos
administrativos, en Lisboa primero y más tarde en Évora. Es-cribió
poesía «seria» y festiva y satírica tanto en portugués
como en castellano. Murió en 1663. Sus poemas se recogen en
cuatro de los cinco volúmenes de la Fénix. Considerado como
el introductor del «género» de la «soledad» en Portugal, escribió
no menos de cuatro poemas de este tipo, tres de los cuales se
incluyen en la antología de Pereira da Silva: dos ((Saudades de
Aonio» (vols. 1 y V), la primera en silva y la segunda en octa-vas,
y unas «Saudades de Lysis na ausencia de Aonio» (vol. II),
en silva 26.
nA u..,,.u., quL -1 ;,,,,,l.1, ,,a,1, a , a13,,,1,, ,, ,-,:, -1 A, 1, LL umlcsaulc LLLUUGJU UG uaLcia1 ~ L G L L L ~ L G uc la
lengua poética gongorina, y aunque del cordobés tome ciertos
giros sintácticos y otras fórmulas de construcción y de léxico,
las «saudades» del poeta portugués, como tal «género» poético,
no constituyen en modo alguno una fácil imitación del poeta
,,,,,,1 TP:,,, ,A, c;apal;ul. Ilr;llr; la&u, a mi ver, Ares Muiites cüaiido sefida que
no cabe sostener que «las Saudades sean un calco ni una imi-tación
total del poema de Góngora», puesto que «Hay en ellas
demasiados elementos de la tradición pastoril para que pense-mos
sólo en el poeta español»27. Conviene subrayar, así pues,
que las «Saudades» bacelarianas, aun saliendo claramente de
la «matriz» gongorina, parecen más una derivación o una me-tamorfosis
«pastoralizante» de las Soledades que una simple va-riación
sobre este poema. En cualquier caso, constituyen, a mi
juicio, un excelente ejemplo de lo que es el principio de la imi-i
d o (de un «ciásico» reciente, en este casoj, pues, sobre no
seguir servilmente a su modelo, percibimos con claridad que
sólo arrancan de él para crear un poema netarnente diferenciado.
Los versos de las «Saudades de Aonio)) que he transcrito arri-ba
entre los de Cristóbal del Hoyo dan, aunque de manera in-
26 Para estos datos de Bacelar me sirvo de los libros citados de ARES
MONTES (pp. 107-109 y 396 y SS.) y CORREIA (p. 111), además del Diccioná-rio
cronológico ... (p. 246).
27 ARES MONTES: op. cit., p. 396.
suficiente, cierta idea de lo dicho. Observamos de inmediato
inconfundibles rasgos de la lengua poética gongorina: ausencia
de «actualizadores» (Lapesa), metáforas, oxímoros, hipérbatos,
etcétera. En su conjunto, se trata, sin embargo, de un poema
bien distinto de las Soledades, no sólo en razón del ya señalado
acendramiento de lo puramente pastoril, sino también a causa
de una evidente fluidez o sencillez narrativa que distingue en
todo momento al poema de Bacelar.
¿Puede decirse lo mismo del texto español respecto a las
((Saudades de Aonio)), al que sin duda sigue -como el poema
portugués lo hace respecto a Góngora-, pero al que se liga,
en cambio, mediante un procedimiento diferente: el procedimien- a
to de la traducción? N
E
Veamos ambos textos de más cerca. Aunque la «Soledad» O
de Cristóbal del Hoyo es, de hecho -al menos en sus dos ter- --- m
ceras partes-, una traducción, amén de no presentarse como O
E
E
tal, hace poca justicia a las «Saudades» bacelarianas. Si, por S
E
una parte, el vizconde opera con frecuencia por «adaptación» -
y sustitución (el nombre convencional de la amada «Lysi» o 3
«Lysis» es sustituido por el no menos convencional «Anarda»28), - -
0
m por otra parte se dan pasajes enteros de traducción pura y sim- E
ple. Pero la calidad de esta traducción parcial, en efecto, deja O
con frecuencia mucho que desear: la fluidez del original se ve -
E entrecortada una y otra vez en el texto español por versos de -
a
acentuación irregular o por endecasílabos hipermétricos (((Etna l -
apacible, feliz dessassossiego», 80; «Los secos troncos, ó verdes --
Gigantes)), 89; «pues son sus armas, cariños inciertos)), 281; «es- =
pero, si es que la vida me alcanza)), 239; «ser el calabozo adon- O
de Eco vive», 468; «mira que es ajeno de tu ser: para», 569:
((Occeanos de fuego te darán mis ojos», 582; «pasmó triste, sin-tió
mudo, y quedó ciego», 664), además de otras irregularidades,
como la aparición de un eneasílabo donde esperamos un hep-tasílabo
(«podrás librarte de la muerte?)), 622). Por otra parte,
28 Sobre la convencionalidad del nombre «Anarda», muy común, y que
aparece en La Arcadia de Lope o en el Quijote, véase H. IVENTOSLCoHs :
nombres bucólicos en Sannazaro y la pastoral espa+iola, Valencia, 1975,
pp. 18 y 98.
418 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
se dan en el texto de Cristóbal del Hoyo muchos casos de ver-sos
agudos:
si logro en tal borrasca tu piedad
sacrificar la tabla a tu Deidad. (233-234)
porque a Ninfa que falta a la verdad,
de su Templo la arroja su Deydad, (47 1-472)
Callando aquí, gritando más allá, (531)
para, y minando por debaxo va, (534)
versos que contrastan visiblemente con la perfecta regularidad
de los endecasílabos graves de Bacelar, cuyo poema no ofrece
ningún caso de verso agudo. Sobrados ejemplos hay, por lo de-más,
de evidente impericia en la traslación de numerosas líneas
portuguesas: en el episodio de los ecos, el vizconde vierte la
rima original c h a m - ama en la caprichosa alma - ama, No otra
cosa que torpeza muestra la cacofónica versión («y pico en pico
suavemente ricos, / se trocaban las Almas por los picos))) de
los versos portugueses en que los pájaros ((Alternavam cuyda-dos,
& requebros, / E pico a pico docemente attentos / Se
trocavam as almas nos alentos)). La filomena es «ruda» (v. 159),
pero también un peñasco (v. 543) que en Bacelar es una «pen-ha
pouco culta)).. . Los ejemplos podrían multiplicarse.
En cuanto a los rasgos estilísticos gongorinos, éstos aparecen
claramente -como arriba se dijo- en el poema de Bacelar,
rasgos que la traducción recoge e incluso aumenta. También
de este aspecto pueden citarse numerosos ejemplos. Bastaría
un solo verso -«Hum Jasmin odorifero nevava»- para obser-var
hasta qué punto el vizconde «gongorizó» todavía más en
la traducción: «un jazmin abrasandose nevaba)). Este verso nos
sirve igualmente para ejemplificar otro rasgo gongorino muy
presente en el poema de Bacelar y en la traducción-adaptación
española: la tendencia a situar un esdrújulo en posición acen-tual
privilegiada; un rasgo que el «traductor» mantiene y que
incluso inserta en los escasos versos «originales» de su parcial
versión (((bronces de espuma en piélagos de nieve))). Nada puede
extrañar esa inclinación natural del vizconde, pues este, sin
Núm. 38 (1992) 419
42 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
duda, ((gongorizaba todo cuanto tocaba»29. Un gongorismo, en
fin, que aparece reforzado por el «préstamo» -para los versos
iniciales del poema- de un buen puñado de líneas de la
dntroducciio poética)), texto cuya filiación gongorina, más acu-sada
aún que la del poema de Bacelar, se pone de manifiesto
ya desde sus palabras iniciales 30.
He hablado hasta el momento del texto de Cristóbal del
Hoyo como de una traducción parcial Se trataba, hasta aquí,
de presentar el caso planteado por este poema en su nivel, por
así decirlo, más evidente o primario. Hora es ya, sin embargo,
de pasar al verdadero núcleo de la cuestión y, así, al único
plano en el que, en rigor, debiera, a mi ver, discutirse este cu-rioso
caso literario. ¿Podemos seguir hablando de traducción en
un poema que en todo momento se ofrece como «propio» y
que es, en realidad, un inconfesado calco parcial de un texto
portugués deliberadamente traicionado y manipulado? ¿Pueden
los conceptos de traducción y de imitación que eran válidos
para el vizconde -según se verá en seguida- aplicarse a un
texto que no traduce la totalidad del poema original, que vierte
algunos fragmentos de manera caprichosa y que, por si fuera
poco, se sirve -también secretamente- de numerosos versos
de un segundo poema (la «Introduc@ío poética)))?
29 La frase es de M. R. ALONSO en su artículo citado (nota 11). Otras
observaciones de interés sobre el gongorismo de la «Soleda&) pueden leerse
en el trabajo de M. A. HERNÁNDEGZO NIÁLEZ:( (Télcnicas gongorinal; en el
poema 'Soledad escrita en la isla de la Madera' de Cristóbal del Hoyo)),
Ycoden, 1 (1986), pp. 51-55.
30 Sobre «Era del año la estación florida)) y sus fuentes y derivaciones,
vid. D. MCGRADY«L: os primeros versos de las 'Soledades')), Hispanic Review,
54, 3 (1986), pp. 287-296; para todo el fragmento inicial, D. ALONSO«:G óngora
y el toro celeste. Las constelaciones y la designación del tiempo del año en la
poesía gongonnan (1968), en las Obras completas del autor, vol. VI, Madrid,
1982, pp. 289-301. En la «Introducc%o»a tribuida al Padre dos Reis hay otros
versos directamente tomados de Góngora, como el famoso ((Gimiendo tristes
y volando graves)) (((Gemeram tristes, & voaram graves))).
420 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Ha quedado dicho más arriba que, por más que fuera
hombre de ideas ilustradas, Cristóbal del Hoyo estuvo siempre
fuertemente apegado a la poética barroca, en la que se formó,
y dentro de la cual se inscriben, en lo estético, todos sus es-critos.
Conviene repasar aquí, por consiguiente, los fundamentos
seiscentistas de algunos conceptos implicados en la práctica poé-tica
del vizconde, conceptos por los que, en pura coherencia,
no tenía Cristóbal del Hoyo más remedio que guiarse.
El principio de la imitación de los autores antiguos tuvo,
como es sabido, una completa imposición en toda la poesía del
período áureo. Desde los primeros poetas renacentistas (en re-lación
con los cuales formuló el Brocense el conocido dictum
«no tengo por buen poeta a aquel que no imita a los excelentes
antiguos))) hasta los últimos brotes de gongorismo en el si-glo
XVDI, la poesía de los Siglos de Oro vio en la imitatio un
modo de comportamiento creador que aseguraba la continuidad
de la philosophia perennis y de la sapientia v e t e r u ~ 2 ~N~o . es
menos sabido que, junto a la imitatio -y, a veces, derivadas
de ella-, abundaron las modalidades poéticas que se servían
de un texto original antiguo o reciente para alterarlo o modi-ficarlo
a gusto mediante los contrafactu, las glosas, los centones
o la muy personal imitación vía t raduc~ión~Es~ta. mos -no será
3' Vid. D. H. DARST: Zmitatio (Polémicas sobre la imitación en el Siglo
de Oro), Madrid, 1985, especialmente la introducción («El proceso imitativo
en el Siglo de Oro», pp. 7-15), además del imprescindible estudio de F.
LÁZAROC ARRETE(R(I: mitación compuesta y diseño retórico en la oda a Juan
de Grial)), en Anuario de Estudios Filológicos (Universidad de Extremadura),
11 (1979), pp. 89-119. Véase, también, J. A. MARAVALALn:t iguos y modernos,
Madrid, 1966. Para la contextualización del principio de la imitatio en los
trzt.&tls á ~ ~ r e+cJ. ~ ,A . ~ J ~ ~ L :;;P=rJec~ep~:k:a~ españ&.s de los sidos mi
y xvnn, en G. DfAz PLAJA (ed.), Historia general de las literaturas hispánicas,
Barcelona, 1953, pp. 265-692. '* Cabe citar aquí, a manera de ejemplo, unos versos de Quevedo. En
uno de los textos («Al excelentísimo señor Conde Duque») que figuran al
frente de las obras de fray Luis de León editadas por Quevedo en 1631,
transcribe éste algimor versos de P r ~ = e r c (iL~ib . 1, de& 9), y añade: ííYo
con alguna licencia lo imité en estos versos, que pueden pasar por tra-ducción...));
vid. A. MARTÍNEAZR ANCÓN (ed.): La batalla en torno a Góngora,
Barcelona, 1978, pp. 102-103. Véase también el poema de Quevedo aducido
por A. BLECUAM: anual de crítica textual Madrid, 1983, p. 212.
Núm 38 (1 992) 42 1
44 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
inútil recordarlo- en una sociedad que ((todavía siente la obra
literaria como un bien común que puede modificarse al cam-biar
las circunstancias de tiempo y lugar»33. NO eran
infrecuentes, por ello, las refundiciones (tanto de textos españo-les
como de textos extranjeros), que llegaron a cultivar en al-gún
momento poetas como Qtievedo o el mismo Góngora. Se
distinguían esas refundiciones casi siempre, sin embargo (jcon-viene
aclararlo?), no sólo por el público conocimiento del texto
original, sino también por la dignidad del texto resultante de
la refundición con respecto al poema-matriz.
No faltaron, en este sentido, las llamadas de atención y aun
las sabrosas (por irónicas) observaciones acerca de las excesivas a
licencias tomadas por algunos poetas que, en muy relajadas in- N
E terpretaciones de aquella libertad, llegaban a poner bajo sos- -
pecha tan amplia concepción del texto como «bien común». Una - n
m de las más conocidas «advertencias» fue la de Cervantes, que O E
no admitía sino la inclusión de un solo verso ajeno entre los E
S
propios: dtem se advierte que no ha de ser tenido por ladrón E
el poeta que hurtare algún verso ajeno y le encajare entre los 5
suyos, como no sea todo el concepto y toda la copia entera; -
que en tal caso tal ladrón es como Caco»34E. s obvio que, para 0
m
E
Cervantes, las múltiples modalidades de uso de un texto ajeno O
necesitaban algún tipo de limitación ante los reiterados casos E
de puro y no siempre secreto «latrocinio». E
No menos interés tienen las observaciones de Juan de la a
Cueva en su Exemplar poético (1606) acerca de los límites de n
n
la imitación y la traducción. También aquí parece el autor lle-vado
por la necesidad de poner un poco de orden y de llamar
5
O
a las cosas por su nombre cuando los modos de proceder, tan-to
en la imitación como en la traducción, no se ajustaban en
puridad a un comportamiento justo y decoroso en punto a con-venciones
y licencias sobre el «uso» de las ({agenas obras)). Veá-moslo:
33 A. BLECUAo:p . cit., p. 2 11 .
34 Adjunta del Parnaso, en Viaje del Parnaso, ed. de M. Herrero García,
Madrid, 1983, p. 320; en la ed. de F. Rodríguez Mann (Madrid, 1935,
p. 122) se lee «copla» en lugar de «copia».
422 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
El propio nombre inoro que se deve
a 'que1 que agenas obras conocidas
de otros aueres aplicar se atreve,
i con dos o tres sílabas movidas
i una dición de su lugar trocada,
las da en su nombre para ser leydas. [...]
Assí, el que hurta del ageno escrito,
aunque luego le agrada i le recrea,
le ofende al noble onor tan vil delito.
Haze qu'el vulgo libremente vea
su cortedad de ingenio i manifieste
por suya aquella obcenidad tan fea,
i justamente haze que le cueste
las plumas que le quitan i la fama,
,:, ,.., ,,,,A:, -11, ,+A r i
3111 que 1 caucu~a 1 Gral alla G ~ L G . L. ..j
Tres modos ay por donde son regidos
los qu'en agenas obras ponen mano
i son con fuertes leyes compelidos:
unos imitan del sermón romano,
,+,,-.e L.,,+ ,,, , ,+, : a+,,,,,.,,
U L A U J LAUL L a i i L U L L va y u U~AIIL ILLL
traduzen de otra lengua en castellano.
La imitación en tiempo conveniente
es lícita i licencia permitida
al de ingenio más alto i ecelente.
Si es de idioma ageno deduzida
en el nuestro, o imitándola en conceto,
o siendo a su propósito vestida,
puede el más doto i puede el más discreto
en sus obras usar de imitaciones,
entre sabios tenidas por preceto.
Del hurtar sin que usemos de razones
que de nuevo lo aclaren, están claras
del uso dé1 las baxas condiciones,
i si tú, que lo sigues i lo amparas
con adotiva musa que alimenta
ia vana ostentación con que i'aciaras,
mira qu'esse furor icáreo intenta
en esse buelo tu mortal rüyna
i abatimiento en vez de onrosa cuenta.
46 ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA
Es el modo tercero la divina
tradución, tan difícil cuan gloriosa
al que observa el decoro a su dotrina.
Su ley es inviolable i religiosa,
tratada con lealtad i verdad pura,
que ni pueden quitar ni añadir cosa.
Y aclara en seguida -cosa muy importante- que el tra-ductor
está obligado «a conservar i aun mejorar con arte / la
grandeza, primor i la ecelencia 1 original sin offender la par-te
»35. La clasificación y los distingos que acabamos de leer de-jan
fuera de toda duda el que, por mucho que las cosas se
confundieran con frecuencia en la época, no podía haber am-bigüedad
alguna en cuanto a las malas interpretaciones de las
ideas de imitación y traducción; en los casos en los -,-LE éstas
eran malamente comprendidas, o interpretadas de manera equí-voca,
sólo podía hablarse de hurto.
Muy útil es también, en este sentido, el testimonio de Luis
Alfonso de Carballo en su Cisne de Apolo (1602):
Cama-Y tomar vna copla entera, o más, o vn exordio, O- romance ageno, y encaxarlo en mis obras vendiendolo por m
E
propio mio, aprouechandome del trabajo ageno, seria per- o
mitido?
Lect.-En ninguna manera, porque esso es hurtar. -
Zoy2o.-Pues no se suele vsar poco. a
Lect-No al menos de los buenos Poetas, que estos se af- n
frentarian mucho de querer honrarse con agenos trabajos. n
Mas los que no lo son y quieren parecerlo, hazenlo con tan 3
poco respecto, que deuerian ser castigados como robadores O
de la hazienda y honra agena. Qui enim alienis pro suis vti-tur
fur est. Y estos tales tienen la pena de su merecido,
quando se viene a conocer su ladrocinio, pues ansi como
deuen ser loados y regraciados los que escriuen alguna
cosa, ansi deuen ser affrentados y vituperados los que hur-tan
lo que otros escriuen y lo publican por propio suyo...36
" JUAND E LA CUEVA:E xernpiar poético, ed. de J. M. Reyes Cano, Sevilla,
1986, PP. 72-74.
36 Cisne de Apolo, ed. de A. Porqueras, Madrid, 1958, vol. 11,
pp. 177-178.
424 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Este rápido examen de algunos pareceres sobre la cuestión
que ahora nos ocupa no pueden, sin embargo, hacernos olvidar
que es cada caso, en última instancia, el que vendría a reor-denar
los datos del problema. Intrincadísimo asunto, por otra
parte, el de la traducción, en una época en la que ésta era
más bien entendida y practicada como ~ecreación'~E.n cuanto
a lo primero: «reordenación» de los datos del problema habría,
ciertamente, si aceptamos, con la misma ironía de Eliot, que
los malos poetas imitan y los buenos roban. ((Claro está -apos-tilla
Claudio Guillén después de mencionar la reflexión eliotia-na-
que el hurto, admirativo o afectuoso, se efectúa en plena
IUZ))~D~i.c)h o de otro modo: todo dependerá de los resultados
concretos de la traducción, la imitación e incluso el hurto (con
todos los matices necesarios en cuanto a su magnitud y a su
naturaleza). S6i0 obtenemos, en este ámbito, una idea dara y
válida sobre aquellas licencias si juzgamos cada caso en su par-ticularidad
y en su fenomenología (jno se ha hecho así con el
Quevedo de «¡Ay! Floralba, soñé que te ... (Dirélo?)) y con el Gón-gora
de «La dulce boca que a gustar convida))?) y a la luz,
por io demás, de io que se ha Ilamado la aiatriz a';ierta:: de!
Barroco, el ((diálogo textual)) mantenido por distintos autores de
los Siglos de Oro39 con textos de muy diversas lenguas y épo-cas
(y dentro de la propia lengua castellana, como es el caso
del citado soneto de Quevedo), licencias que tan excelentes re-sultados
dieron en los casos de algunos de nuestros poetas ma-yores
de ese período.
Aun con la notable distancia que, en cuanto a los procedi-mientos,
separa al texto del Cristóbal del Hoyo de estos casos
de excelencia (sobre todo en lo que respecta a la ((visibilidad))
o el general conozimient~d e! texte primurh), p~r'll'z~llmcm -
ceder, pues, ese último beneficio a la «Soledad», y ver el poema
en su concreción o su particularidad, más allá o más acá de
convenciones, libertades e inevitables ((advertencias)) contempo-
37 Véanse los ejemplos recogidos por J. L. SANTOYTOe:o ría y práctica
de la traducción: anto2ogui, Bellaterra, 1987.
C. GUILLÉN: Entre lo uno y lo diverso, Barcelona, 1985, p. 319.
39 Vid. H. DE CAMPOS: «Texto e Historia)), en su libro A operacao do
texto, S. Paulo, 1976, pp. 13-22; cfr. mi comentario citado en n. 11.
Núm 38 (1992) 425
ráneas. Tampoco con esta óptica, sin embargo, ganaremos mu-cho:
ya se vio arriba que la «Soledad», como traducción, es de-ficiente
y mediocre (además de torpemente manipuladora);
abundan en el poema los versos irregulares; no se respeta la
integridad del texto original ni se declara en ningún momento
la existencia de ese otro texto. Por otra parte, el vizconde «pone
mano» en un segundo poema, la dntroducciio poética)), de la
que se sirve aleatoriamente en cuanto a ciertos-versos, y tam-bién
de manera secreta. Los resultados, sobre ser mediocres,
no pueden justificar ni siquiera de este modo (sin duda injusto
para el vizconde) los procedimientos «creadores» seguidos por
Cristóbal del Hoyo. Habrá que concluir que se trata del hurto
de un ((ageno trabajo)) con el que su autor quiso «honrarse» y
que hoy tiene «la pena de su merecido, quando se viene a co-nocer
su ladrocinio)). Por otra parte, y pese a las sutiles trans-formaciones
de la idea de la imitatio a lo largo del siglo ~~111~0,
tampoco esas transformaciones podían amparar un proceder
poético fundado en la irrespetuosa manipulación de un texto
ajeno (las «Saudades» de Bacelar) y en la caprichosa extracción
de versos de otro poema (la «Introduc$io poética))). Incluso los
centones se regían por unas curiosas reglas4'.
No era, en fin, la primera vez que el vizconde «hurtaba»,
por más que en el caso de su «Soneto al Teide)) -traducción
adaptada del soneto al Tajo atribuido a Rodrigues Lobo- los
resultados no fueran, con serlo, tan visiblemente penosos; hurto
este, por cierto, acerca del cual su descubridor, Manuel Gon-zález
Sosa, no puede dejar de afirmar que se trata, en verdad,
de un plagio: ((Porque lo es, con casi todas sus agravantes~~~.
40 Ch. 5. ALVEZ BAKKIENTO(<SD: eip asado ai presente. Sobre el cambio
dei concepto de imitación en el siglo XVIII español)), Nueva Revista de Fi-lología
Hispá~icaX XXVIIi, 1 (1990), pp. 219-245.
41 Véanse las palabras al respecto de L. A. DE CARBALLOen su Cisne
de Apolo, ed. cit., vol. 11, pp. 178 y SS. Es inequívoca, en cuanto a la ne-cesidad
de que el texto objeto de imitación sea conocido (puesto que, de
=tre mado, !a imitacióii es sospechosaj, ia octava que cierra ei capitulo
aludido (5 VEk «De la immitación, del contrahacer y hurtar agenas poesias,
y del ceton))).
42 M. GONZÁLEZS OSA«:¿ Un plagio secreto...?)),c it., p. 132.
426 ANUARIO DE ESTUDIOS A TLÁNTICOS
Por otra parte, tampoco era la primera vez que el vizconde
«ponía mano» (para seguir usando la gráfica expresión de Juan
de la Cueva) en textos de Barbosa Bacelar, pues había copiado
también muchos versos de la glosa que éste había realizado
del soneto al Tajo en su propia «glosa» del soneto al Teide
Si a ello se añade la sospecha de hurto que pesa, como ya
apunté, sobre otro poema del vizconde, la ((Paráfrasis del Psal-mo
Miserere)), tendremos así claramente explicadas las razones
del más bien generoso silencio -al que aludí al principio de
estas líneas- acerca de los hábitos líricos del vizconde de Buen
Paso, sobre cuya poesía «seria» fueron, sin embargo, tan explí-citos
Fernando de la Guerra y don José de Viera y Clavijo. El
interés que con razón suscita la obra en prosa de Cristóbal del
Hoyo? que nos ha llevado a examinar también su poesía, no
puede decirse -a la vista está- que sea extensibie a su pro-ducción
lírica ((seria)). El desvelamiento de la leyenda que du-rante
décadas envolvió a nuestro autor ha acabado por favo-recerle
muy poco en cuanto a este aspecto de su obra.
Un aspecto mencionado arriba debe aún retenernos: el gon-gorismo
de la «Soledad» (que es el gongorismo de las (tSauda-des
» y de la «Introducq50 poética))). El vizconde daba a conocer
su poema pretendidamente original como un muy tardío reflejo
del considerable, dilatado influjo de la poética gongorina, un
influjo que alcanza, como es sabido, hasta los primeros decenios
del xvm. i;Qué representaba este brote tardío de gongorismo
(siquiera fuese calcado y traducido) a mediados de la centuria
dieciochesca? Cristóbal del Hoyo daba a conocer, en efecto, su
fervor gongorino con un completo anacronismo, y no sólo con
respecto al momento más vivo de la gravitación de la lengua
poética del cordobés, sino también con respecto a los últimos
y ya muy pálidos efectos de esa gravitación en ei siglo ilus-
43 Ambas glosas se recogen en el 'Apéndice documental' del citado tra-bajo
de GONZÁLEZS OSAp,p . 142-1 45.
trado. Publicar un poema de estirpe gongorina -del Góngora
de los poemas extensos- hacia 1747 no podía sino resultar una
curiosa extemporaneidad. Y es que, aunque se publicara
en 1716 y se reeditara en 1746, el poema del que se había ser-vido
Cristóbal del Hoyo había sido escrito hacía ya más de
ochenta años (Bacelar, recuérdese, muere en 1663).
Al contrario de lo que ocurre con las imitaciones de las Soleda-des
en la segunda mitad del siglo xvn (la ((Soledad a imitación de
las de don Luis de Góngora)), de Salazar y Torres, es un buen
ejemplo"), las realizadas en el siglo XVIII ofrecen, sin duda, un in-terés
especial; y ello, naturalmente, no por la calidad o los méritos
de esos poemas en sí mismos, sino por el hecho de que permiten
conocer con mayor exactitud el proceso de las ideas estéticas: el
paso de la poética barroca a la neoclásica. Permiten, en efecto,
una!izar !a progresiva decadencia ciei gongorismo en esa centuria
hasta, cuando menos, el «hito» antigongorino que representan las
opiniones vertidas por Luzán en su Poética (1 737).
En la primera mitad del xvm, poetas como Gerardo Lobo
o José Antonio Porcel se muestran aún afectos a la lengua gon-gorina;
en la segunda mitad, las huellas, muy escasas, se redu-cen
al Góngora de romances y letrillas. En 1718 se imprime
en Córdoba la ((Soledad tercera)) de José de León y Mansilla,
una imitación en la que el autor llega a captar, se ha dicho,
((casi todos los elementos de la técnica y de las ideas de Gón-gora,
aunque nunca alcanzó a relacionarlos con completa co-herencia
»45;p ara Gerardo Diego, que recogió un fragmento del
poema en su Antología poética en honor de Góngora (1927),
se trata de una ((imitación infortunada del modelo»46; Dámaso
* Sobre %!azar y Turres cuiriu poetd inscriro en ia Órbita del gongorismo
tardío, vid. J. ARES MONTES«:D el otoño del gongorismo: Agustín de Salazar y To-rres)),
Revista de Filología Española, XLIV (1961), pp. 281-321.
45 N. GLENDINMN«GLa: fortuna de Góngora en el siglo XVIIB, Revista de
Filología Española, XLIV (1961) p. 326. Véase, igualmente, J. ARCE: La poesía
del siglo ilustrado, Madrid, 1981, especialmente «El Siglo de Oro y la perviven-cia
de Górigorw, pp. 105-114; cf., ahvra, el n ü y recienre artícuio de GLEN-DINNING
«La Soledad tercera de José de León y Mansilla (1718)», Bulletin of
Hispanic Studies, LXVIII, 1 (1 99 l), pp. 13-24.
46 Cito la Antología.. de Diego por la reedición de Madrid, 1979, p. 49.
428 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Alonso fue todavía más severo: «lo mejor que se puede hacer es
olvidarla))4'.
Nigel Glendinning, autor de un amplio estudio sobre la pervi-vencia
del gongorismo en el siglo x v m , afirma, a propósito del
poema de León y Mansilla, que la imitación del estilo gongorino
«a través de todo un poema largo ... era, ya de por sí, algo excep-cional
a principios del siglo XVI I ID~~M. ás excepcional aún venía a
serlo hacia mediados de la centuria, época en la que se publica la
Carta del vizconde que recoge su «Soledad». Afirma el hispanista
inglés que, a pesar de las reticencias de un Mayans y Siscar y de
los editores del Diario de los literatos, Góngora gozaba (no así sus
imitadores) de un amplio prestigio en el primer tercio del siglo,
hasta el punto de que hasta 1737 no se ha podido encontrar «nin-guna
c13ica tajante de Góiigora en Espafia en e! si& ?(k7=n 49. Las
críticas, en efecto, del Diario de los literatos y la Poética de Luzán
constituyen el primer brote de la condena de Góngora en el si-glo
XVID, contra la cual reacciona Juan de Iriarte (escritor, como
el vizconde, natural de Canarias) con una clara reivindicación de
l1a oD1 ra a1ei1 c ordobés. ii-iarie modific-izi, en !a década sig~iente,
sus opiniones; venía a sumarse así no sólo a Luzán, sino también
a Luis José Velázquez (1753), Burriel (1757) y Mayans (también
en este último año) en el ya generalizado rechazo de una obra
que en la segunda mitad del siglo apenas habría de dejar huella.
El Góngora de las Soledades y el Polifemo entraba en una larga
noche de condena y olvido.
¿Qué papel desempeña, en este panorama sucintamente des-crito,
nuestro poema? El ya citado carácter anacrónico de una
imitación gongorina (que era, en realidad, una secreta traduc-cion
de una imitación) publicada en un momento en que apa-rece
como prácticamente generalizada la condena de Góngora
no debe hacernos olvidar el hecho de que el autor, como he
reiterado líneas atrás, estuvo muy cerca siempre de la estética
barroca, aun cuando su modelo ideológico fuera Feijoo. ¿Debe
47 D. ALONSO: Góngora y el %Zifemo: vol. 1, Madrid, 1974 (6: ed.),
p. 243.
48 GLENDINNINGar: t. cit., p. 327.
49 Ibíd, p. 333.
esto entenderse, según ha sido puesto de relieve por algunos
críticos e investigadores del siglo xvm español, como una prue-ba
más de las profundas diferencias entre «ideología» y «formas
literarias)) en los escritores españoles de este siglo?50 NO haría
falta ir tan lejos: la «Soledad» es un caso ya absolutamente anó-malo
en las expresiones del gongorismo dieciochesco. Conviene,
de todas formas, recordar que Cristóbal del Hoyo nació
en 1677 (Bances Candamo, y Alvarez de Toledo, en 1662; Ge-rardo
Lobo, en 1679); esto es: que había recibido su educación,
y había formado sus gustos, en un período en el que la obra
de Góngora y la de los poetas gongorinos ocupaban el centro
de la escena. Al pretender, sin embargo, mostrar un gongorismo
(incluso a furto) en las fechas en que lo hizo, el vizconde -can-sado
septuagenario- ni siquiera había advertido que sus fer-
-v* -u-r-c-3 g--u-~--l g-u---r iri~csh ocaban con los nuevos gustos; que esos fer-vores
eran ya sólo cosa de otro tiempo, el tiempo de su pri-merísima
juventud, aquel en que saber de memoria los poemas
de Góngora era parttcipar en el espíritu de una época. Al calcar
un poema portugués de la centuria barroca que imitaba las
Soledada, y d tiornar un puiiado de versos de otro poema por-tugués
no menos deudor de Góngora -al «devolver» de ese
modo, así pues, a Góngora a la lengua misma de las Soleda-des-,
Cristóbal del Hoyo convertía en anacrónica y burda ca-ricatura
una pasión que, por mucho que siguiera siendo la
suya, ya no era la de su tiempo.
J. ARCE: op. cit., p. 105: «El influjo extranjero fue, sobre todo, ideo-lógico.
Cierto que las transformaciones lingüísticas son también muy no-tables.
... El caso es que ni siquiera en las décadas centrales del Setecientos
se desconexionan [nuestros dieciochistas] de lo que era por entonces la
ligazón más inmediata, es decir, la de los poetas barrocos)).
430 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS