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JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS, LITERARIAS, ARTÍSTICAS O DE RECREO DE SU TIEMPO POR JUAN FRANCISCO MARTÍN DEL CASTILLO SUMARIO 1. ~NTRODUCCIÓN.E-2L. SIGLO XiX: LAS SOCIEDADYE LSA POL~TIC2A.1:. El ES-píritu Ilustrado: 'Liberales ilustrados': 2.2. Preocupación Social- Controversias. 2.3. Ciencia y Sociedad: Historia cultural-3. JUAND E LEÓN Y CASTILLYO LAS SOCIEDADDEES S U TIEMPO. 3.1. Reales Sociedades Económicas de Amigos del Pats: 3.1.1. Las Palmas de Gran Canaria. 3.1.2. Santa Cruz de Tenerife. 3.1.3. Sevilla. 3.2. El Museo Canario. 3.3. El Gabinete Literario. 3.4. Société Astronomique de Frunce 3.5. Otras Sociedades o Asociaciones.4. CONCLUSI~N. Abreviaturas AHPLP = Archivo Histórico Provincial de Las Palmas. JLC = [Fondo Documental] Juan de León y Castillo. FLC = Femande Le69 y C~sti!!~. F.D. = Fondo Documental. leg. = legajo. doc. = doc. CC. = cuartillas. JUAN FRANCISCO MARTÍN DEL CASTILLO Intentar hablar de las grandes personalidades de nuestras Islas, y además hacerlo con un mínimo celo histórico, y omitir los movimientos asociativos a los cuales, en algún momento de su vida, estuvieron ligadas es algo, de por cierto, extraño y casi, diríamos, irreconciliable con el moderno espíritu historiográfico. Tal vez, por ello, la moderna historia ha vuelto la mirada hacia aquellas instituciones que, con su acción diaria o el apoyo directo a la resolución de los problemas planteados en la región o comunidad de su ámbito, hicieron que el trasfondo social de la tarea política se mostrara a la generalidad. Desde esta óptica, a N por ende, resulta mucho más esclarecedora la visión sociopolí- E tica de unos tiempos que, sin la contribución de estas socie- o n dades y sus próceres, sería poco menos que incompleta. - m O E En el presente trabajo, pretendemos poner de manifiesto las E 2 ligazones que unieron a diversas sociedades o instituciones -E asamblearias con Juan de León y Castillo, alrededor de las ú1- timas décadas de la centuria pasada. Nos valdremos para este 3 . - examen de los documentos que se hallan conservados en el - 0 m E Fondo «Juan de León y Castillo)) del Archivo Histórico Provin- o cial de Las Palmas. No obstante, hay que referir que no todas las sociedades a n E las que estuvo ligado el Ingeniero fueron españolas: por ejem- - a plo, la Société Astronomique de París, de la que hablaremos 2 n más adelante. En definitiva, D. Juan, como hombre culto que n era (un ((liberal ilustrado)), en expresión que gozó de buena di- =o fusión en aquella época), sentía el prurito de pertenecer a ins-tituciones o, propiamente, clubs de alto prestigio, en aras a dig-nificar su posición social, cuanto más favoreciéndose con el tra-to de los talentos de otras naciones o regiones. 2. EL SIGLO XIX: LAS SOCIEDADES Y LA POLÍTICA Ya entrada ampliamente la Edad Contemporánea, asistimos a un exultante esplendor de las sociedades. Empero, las notas 402 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS, LITERARIAS. ARTÍSTICAS ... 3 importantes de este espectacular proceso las podemos resumir en dos avisos generales: 1.0 La cada vez mayor especialización temática de las so-ciedades', lo que ocasionara una selección fortísima de los miembros asociados y, por supuesto, la reforma estatutaria co-rrespondiente. 2: El aumento del ascendiente social y político de estas so-ciedades, llegando, incluso, a adoptar posturas criticas o elitistas (((tecnócratas)), si se prefiere) con respecto a las resoluciones gubernamentales o locales de turno. En cuanto al segundo de los aspectos, el aumento de la in-cidencia politicosocial de estas .s ociedades en el ambiente de , origen, p e d e pmerse e:: cmex:m c m e! mvvhirnto descen-tralizador que se intentó en la centuria. Este último, se funda-mentaba en el área cultural, ya que en las otras, por razones evidentes, no se podía. De esta forma, las sociedades locales de Gran Bretaña, repartidas por las comarcas de Manchester, Liverpool, Leeds, etc.', llegaron a sostener un pulso con las ins-tituciones capitalinas de Londres y, en algunos casos concretos, y ya para fines del siglo, se aprecia que, por ejemplo, la Royal' Society ve en las pequeñas localidades y sus movimientos aso-ciativo~ con fines científicos o literarios un serio peligro a su hegemonía, no solamente en las disputas eruditas, sino en el apartado crematístico, y, lo que es aun peor, en la filiación de futuros miembros. En verdad, se puede estimar que la llegada del 900 produce una suerte de paradoja inquietante en lo cultural: el movimien-to instituciond asociátivo pasa a incluir entre sus defensores o propagadores a personas de muy diferente condición y pre-paración, actuando en defensa de las nuevas corrientes ideoló-gicas o políticas que se van imponiendo; pero, por otra parte, las grandes sociedades de vitola centenaria (nacidas en el si- ' J. D. BERNALCi:e ncia e Industria en el siglo XIX, Tortosa, Martínez Roca, 1973, p. 27: «El siglo XIX fue para la ciencia el gran periodo de la especialización, como lo atestigua la creación de sociedades científicas separadas que vinieron a servir de complemento a las antiguas academias generales.» ' Cfr. STEPHFNF: MASONIE ktoria de las Ciencias. 4. La Ciencia del siglo XIX, Alianza, Madrid, 1986, p. 65. glo xvm), y refrendadas por la desahogada situación económica de sus participantes y unos más que severos reglamentos, cie-rran filas en torno a sus miembros y prerrogativas y buscan una especialización temática que las haga sobrevivir en este pe-ríodo de expansión descentralizadora. Así, la Academia de Cien-cias de París, urgentemente necesitada de una estabilidad cien-tífica en la Francia prerrevolucionaria, endiosará al ((oficialista)) Georges Cuvier (1769-1832) impulsor del modelo cataclísmico en la generación de la Tierra y sus especies animales, enfren-tado al innovador y transformista Geoffrey de Saint-Hilaire, an-tes de la sacudida darwiniana de 1859. En la década de los 30 a 40, por tanto, se gloriará los contradictorios principios de una tesis catastrofista con el fin de «salvar las apariencias)) en el terreno de la paleontología, es decir, explicar los cambios estructurales o funcionales de la secuencia evolutiva de los se-res vivos por medio de saltos bruscos y resolutivos. Si bien, Cuvier llegará todavía más lejos, al relacionar tales brusque-dades de la historia natural en una lista de ciclos catastróficos. En definitiva, el rumor de la ciencia se expandió por toda la Europa finisecular, promoviendo la creación de núcleos lo-cales de ((Amigos de las Ciencias y las Artes)), no menos que un elitismo selectivo de las grandes sociedades de prestigio. 2.1. El espíritu ilustrado: "liberales ilustrados" Una de las grandes claves de este tiempo -mediados del siglo pasado- es la toma de poder de los movimientos liberales o whig'. Estos movimientos propugnaban una visión de la vida y de sus diversos aspectos (Weltanschauung) tematizada por un claro optimismo en lo histórico y en lo social, y no digamos ya en io poiitico. En concreto, ia apoyatura icieoiógica inmediata hundía sus raíces en los imperativos utilitaristas de la Ilustra- ' Sobre las concepciones whig, véase H. BUTTERFIELTDh:e Whig Zn-terpretation of History, 1931; E. H. CARR: ¿Qué es la Historia?, Seix Barral, Rarrelona, 1978, 7: ed., pp. 26-27; FRANCOISB ÉDARIDAL:a era victoriana, Oikos-tau, Barcelona, 1988, pp. 60-70. 404 ANUARiO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENT~FICALSIT. ERARIAS, ART~STICA.S.. 5 ción; esto es, confianza absoluta en el poder omnímodo de las fuerzas tecnocientíficas de la sociedad (Horkheimer y Adorno) para solucionar las problemáticas planteadas, y, asimismo, re-creación de ese modelo a escala universal. Si tomamos a In-glaterra, «el taller del mundo»4, como ejemplo, comprenderemos en toda su dimensión tal afán universalista. En 1851, es inau-gurada en Londres la primera Exposición Universal de la his-torias; allí se hallan expuestas las modernas conquistas de la tecnología y, en general, de las diferentes ramas del saber hu-mano; sin embargo, la relevancia histórica del evento no está, como pudiera pensarse ingenuamente, en los insólitos objetos visualizados, sino en el mismo hecho, psicológico y filosófico, de montar una muestra de 10s ade!ai?tus iix:r~menta!es cm-seguidos. En este momento, no es dificil encontrar en el sus-trato social, la creencia en un predestinamiento histórico del ser humano, en una euforia generacional sin límites. Verbigracia: en el tardío 1898, A. R. Wallace, escribió una espléndida obra, The Wonderful Century, que daba un repaso crítico a todos los niveles de la sociedad ochocentista6. Sin em-bargo, dejando a un margen el contenido, lo sobresaliente del libro estriba en su propio título (El siglo maravilloso), que pone en evidencia cuál era el juicio de un inglés culto sobre la épo-ca que le tocó vivir. La interpretación whig, liberal y optimista de la historia fue BÉDARIDoAp, . cit., pp. 15 SS. Sobre esta Exposición en Londres, cfr. ASA BRIGGS«: Los estilos, la moral y los gustos. Alteración de valores en el arte y la sociedad)), en ASA BRIGGS(d ir.): Historia de las civilizaciones: 10. El siglo XIX, Alianza y Labor, Madrid, 1989, pp. 414-470, esp. 415 SS. Acerca de la participación española en estos eventos y su valoración critica por parte de algunos autores renombrados, véase JUANL UIS GUEREÑA((:G aldós en la Exposición Universal de París de 1867», en Actas del Tercer Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, Las Palmas, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1989, t. 1, pp. 37-52; NICOLÁS ESTÉVANEYZ M URPHY:M & Memorias, Ed. Giner, Madrid, 1975, pp. 312-313 (Exposición de 1878); PATRICIOE STÉVANEYZ MURPHY: ((Correspondencia de París. Los productos canarios en la Exposi-ción », Revista de Canarias, núm. 1 (1878). pp. 8-10. Cfr. ASA BRIGGS: ((Perspectivas. El siglo XIX ante el futuro)), en ASA BRIGGS(d ir.), op. cit., pp. 479-499, esp. 479-482. ~ ú 3m9 (1 9 93) 405 6 JUAN FRANCISCO MARTÍN DEL CASTILLO vehiculada a través de la obra de Macaulay, Historia de Ingla-terra (1849-S), que gozó de gran difusión. No obstante, la transmisión de estos postulados generacionales (Zeitgeist, en un término caro a los historiadores de la cultura), se llevó a cabo mediante el acicate de los movimientos liberales regionales y, principalmente, por aquellos que sentían la necesidad de de-nunciar el hecho diferencial de sus tradiciones populares: los llamados ((liberales ilustrados)). Salvado quedaba, empero, el argumento universalista de esta tendencia whig, porque el liberalismo como ideología propia, amén de pol��tica susceptible de aplicación económica, sólo re-conocía el principio irrenunciable de ciertos derechos funda- -m - -e - n- -t - a--l e- -s del individun, segfin expusiera Tnhn Stcart Mi!!, en el ensayo On Liberty (1859). 2.2. Preocupación social. controversias El siglo XR se distinguió por ser la culminación de unos pro-cesos anticipados con anterioridad en centurias pasadas. Como dice el historiador británico, J. D. Bernal, refiriéndose a la di-námica científica, da transición del sueño a la realidad se operó en el siglo XXD'. No obstante, esta culminación, o sentimiento de tal, no se limita a la esfera tecnocientífica, sino que llega a comprobarse en los movimientos sociales y en las aspiraciones de las capas dominantes. En general, prevalecía un feeling ge-neracional de auténtica efervescencia; además parecía que el ser humano sólo podía limitar sus capacidades en proporción a sus conocimientos y habilidades. Sin distinción de ideología o principio político alguno, todas las asociaciones se identifica-ban en el criterio del hombre como ser creador, inventiva, o activo; estas tesis, tanto las defendían, como digo, liberales a ultranza, o conservadores (tories) y, sin olvidarnos de la fuerza naciente, los socialistas. A tal punto que Karl Marx, en sus es-critos de juventud, los denominados Oekonomisch- philosophis-che Manuskripte (editados, por primera vez, en 1932) reconoce BERNALop, . cit., p. 26. 406 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS esta peculiaridad del ser humano en cuanto tala. También es cierto que esta idea no era nueva en absoluto, puesto que la puso en circulación Goethe a través de su famoso Faustg, al concebir el conocimiento (Kenntnis) como acción (Handlung). Por lo demás, sena un craso error argumentar que e1 «hombre fáustico)) fuera un freno al desarrollo industrial del período de-cimonono; al contrario, este proponerse del hombre ochocentista las cosas y realizarlas es una de las bases comportamentales (o conductuales) que explican la imbricación de la tecnología y la ciencia tanto en el siglo XIX como en el xx. Aparte esto, la famosa obra de Samuel Smiles, Self-Help (1859)1°, tuvo el acierto de servir de catecismo a los modernos hacedmes de !a sociedad industrial. Fue tal su éxito, que dis-frutó de varias ediciones, incluso algunas tan inimaginables como la rusa. Es decir, el epítome de Smiles resume en sus páginas el ímpetu de ideas que corría por la vieja Europa. Una de las consecuencias de la progresiva secularización de los modos de obrar y pensar en las conductas individuales y colectivas residió en los conflictos ocasionales al compás de la introducción de nuevas teorías que amenazaban chocar fron-talmente con el viejo more". Así, la perspectiva tradicionalista y el poder reaccionario de la mentalidad canonista hizo suya la bandera de la protesta contra el empeño de ensanchar las pseudoacabadas tesis biológicas. El debate entre el fijismo de aquellas concepciones (el clérigo Wilberforce) y el incipiente transformismo de perfil darwiniano (Th. H. Huxley, «el buldog de Darwin))) tuvo por escenario -y volvemos al hilo de nuestro asunto: las sociedades- las aulas de la Bristish Association for Cfr. JUAND AVIDG ARCÍAB ACCAH: umankmo teórico, práctico y positivo según Marx, F.C.E., Madrid, 1974, 2.8 ed., pp. 37 SS., 55 SS. Cfr. LUIS D~EDZE L CORRALE: l rapto de Europa, Madrid, Alianza, 1974, cap. 9 («Europa, aprendiz de brujo»), pp. 320-357; ASA BRIGGS«: LOSe stilos, la moral...», op. cit., p. 452; LELLANDJO SEPHRA THER«: Una crítica del hom-bre fáustico~D, iógenes, (1959), pp. 71-86. 'O Cfr. BÉDARIDoAp. , cit., p. 68; BERNALo, p. cit., p. 157; ASSA BRIGGS: «Los estilos, la moral ... N, op. cit., p. 414. l ' Sobre estas controversias y el debate entre la ciencia y la fe, véase BÉ-DARIDAop; . cit.. p. 60; ASA BRIGGS«: LOS estilos, la moral...», op. cit., pp. 462-3. 8 JUAN FRANCISCO MART~N DEL CASTILLO Advancement of Science, en el problemático 1859; el mismo año de la edición príncipe de la Evolución de las especieslz. Por lo regular, las discusiones más importantes y, quizá, de mayor en-jundia socioideológica o filosófica de la centuria las encontra-mos en las dependencias de las sociedades científicas o litera-rias; tal era su poder de convocatoria. Otro aspecto al que nos hemos de referir es, por supuesto, al de los ideales manifiestos del Ochocientos. Estos son, grosso modo, tres: Evolución, Progreso y Unidad de la Ciencia. La idea evolutiva, tan bien estudiida &r el profesor Lovejoy en el ya clásico, La Gran Cadena del Ser1', es, por otra parte, fruto del movimiento intelectual, nacido de las corrientes de cambio en e] campu de 1: @v16gia. VLyefl, fi'íiCiplh- &.-,&y, :834), que busca satisfacer la explicación científica por medios puramente experimentales, ajenos por completo a la tutela eclesiástica (Sa-gradas Escrituras). No obstante, este transformismo original y burdo recibió el apoyo de los ilustrados franceses (Lamarck, especialmente), que le dieron el formato teórico preciso. Danvin y ~ a l l a c feo rtalecieron empíricamente las tesis d e estos últimos. «La idea del Progreso)), en expresión de John B q I 4 , también reforzó las ideas evolucionistas, puesto que, de alguna manera, las comprendía y cimentaba. La interpretación whig de la his-toria mantenía la perfecta gradación de los objetivos de la so-ciedad y, por ende, hacía guiños benevolentes de bienvenida a los postulados darwinianos. Este es un ejemplo clásico en el - - que la ciencia se confunde con los presupuestos básicos de la sociedad: Evolución = Progreso. El tercero de los ideales, la Unidad de la CienciaIs, es pro-ducto de la Naturphilosophie alemana (Oken y Stahl), aunque, l2 Sobre el debate entre fijismo y transformismo, véase ETIENNGEI LSON: De Aristóteles a Darwin (y vuelta). Ensayo sobre algunas constantes de la biofilosofía, Pamplona, EUNSA, 1976; acerca de la Brirish Association y la fuerte disputa entre Wilberforce y Huxley, cfr. BERNALo, p. cit., pp. 130- 131. l3 La gran Cadena del Ser. Historia de una idea, Icaria, Barcelona, 1983 [Harvard: H.U.P., 19481. l4 JOHN BURYL: a idea del progreso Alianza, Madrid, 1971. l5 BERNALo, p. cit., p. 3 1 en nota. 408 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS. LITERARIAS, ARTÍSTICAS ... 9 claro está, es un principio del catecismo positivista, tanto fran-cés como vienés (((Círculo de Viena))). Su génesis partió de la teoría orgánica que tenían los filósofos de la naturaleza ger-manos; sin embargo, pronto se difundió merced al proceso de jerarquización académica que se propiciaba en las universidades. Se quería fundamentar bajo un mismo lenguaje (lingua u ~ i - versalis), los diversos cometidos y formas de la ciencia y, de acuerdo a ello, reglamentar un orden en su seno, buscando una óptima comprensión del hecho científico. Tal fue el dominio de esta idea, que, en breve plazo, las sociedades científicas se hi-cieron eco de semejante plan, distribuyendo su acción en com-partimentadas áreas de trabajo. 2.3. Ciencia y Sociedad: historia cultural A partir de ese momento [1822] empezaron a crearse so-ciedades literarias o científicas provinciales al ritmo de cin-co, diez, quince e incluso veinte por década, de modo que para finales de siglo se habían fundado más de un cen-tenar de dichas sociedades, y cada ciudad importante po-seía su propia institución científica. La mayor parte de di-chas sociedades era asociaciones de aficionados, industria-les y profesionales inclinados hacia el progreso del conocimiento y las aplicaciones de la ciencia y, más en general, a promover la economía y la cultura de su región j6. Estas palabras, dirigidas a la peculiar situación que se dio en la Gran Bretaña optimista de la era victoriana (mid- Victorian, en la periodización clásica)I7, pueden extenderse, con matices y algunas desviaciones típicas, a los demás lugares de la Europa de los Imperios finiseculares. Si bien, en Inglaterra o Escocia, las sociedades fueron muchas, y algo parecido se constata en la Alemania de la Siemens y los Krupp, las insti- MASONp,. cit., p. 65. l7 Una visión irónica de este periodo, la representa la obra de LYTTON STRACHEY:V ictorianos eminentes (1918); cfr. DÁ~nsoL ÓPEZ GARC~A~:L ytton Strachq, !a coficie~ciaI ,igóRcu d d g r ~ dpe E ! ~ ~ m s b q R~e?v?kt,u de a-cidente, 89 (octubre 1988), pp. 72-86. 10 JUAN FRANCISCO MART~N DEL CASTILLO tuciones asociativas en España no puede decirse que desoyeran estas tendencias supranacionales. Antes, al contrario, la comunidad española y, en especial, las capas dominantes del emergente liberalismo hispánico entendieron el importante reto de modernización, y también de autoconciencia colectiva, que suponía el desarrollo de las sociedades científicas o literarias. En más de un sentido, coincide el movimiento cultural de las publicaciones periódicas, como los diarios o las revistas (España Moderna, Revista Contemp~ránea)c~o~n , el afianzamiento de las posturas liberales en la política general. Además, las sociedades científicas o literarias ofertaban un marco de debate habitual, en el que, las más de las veces, eran discutidas cuestiones que atañían 8 aciintnc AP inrlnl~ narinnal. inrliicn PP I l ~ c r r í a n~ncar u.-.-. ..."-*L.," .." .-...-A- ----....L...-, ----...u.., u- "-o- r------ soterradamente, en que tales instituciones pudieran concebirse como establecimientos de enseñanza superior, paralelos a las propias dependencias universitarias 19; y ahí estaría el imparable fenómeno de los Ateneos o Cafés del viejo Madrid, verdaderos refugios para los (tintelectuales alerta» (Iris M. Zavala). El caso del Ateneo madrileño es diáfano a este respecto, pues, según el testimonio de nuestro Nobel, Santiago Ramón y Cajal, fue en esta institución donde primero se oyeron, por boca de Emi-lio Ca ~ t e l a rl~a~s ,p olémicas teorías evolucionistas de los explo-radores Charles Darwin y A. R. Wallace. Quiere decirse que las sociedades científicas o literarias de aquel tiempo impulsaron el encuentro y concurso de las acti-vidades culturales en cada una de las regiones de su ámbito. Por descontado, las de Madrid gozaron de una mayor acogida l 8 Sobre este movimiento publicista, véase MANUELTu RÓN DE LARA:M e-dio Siglo de Cultura Española (1885-1936), Tecnos, Madrid, 1970, p. 106; IRIS M. ZAVALA: Románticos y socialistas. (Prensa española del siglo XIX), Siglo XXI, Madrid, 1972, pp. 83-125 (apéndice de publicacions, 93 en total); PEDROG ÓMEZ APARICIOH: istoria del Periodismo EspañoL (De las guerras coloniales a la Dictadura), Ed. Nacional, Madrid, 1974, pp. 79 SS.; RAMÓN PAZ: Revista Contemporánea (Madrid, 1875-1 907), Madrid, 1950. l9 Cfr. mi trabajo de próxima aparición; «El tipo rezagado y la ciencia española. (Una lectura critica de El árbol de la ciencia de Pío Baraja))), Boletín Millares Carlo, en prensa. 20 SANTIAGOR AMÓNY CAJAL:M i infancia y iuventud, Espasa Calpe, Ma-drid, 1955, capítulos XIX-XXI y XXVI. 410 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE L E ~ NY CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENT~FICASL, ITERARIAS, ART~STICAS... 11 y la repercusión de sus debates era casi inmediata en la escasa opinión pública del momento; sin embargo, las de provincias, aun con ser menor su juego social, informaban de las inquie-tudes políticas y culturales de un sector importante de la po-blación, por lo regular el más favorecido y pudiente. La reali-dad última es que estas instituciones enviaban al exterior un retrato en positivo de lo más esmerado y consciente de la opi-nión de provincias. Un hecho más confirma esta hipótesis de trabajo: el bajo índice de lectura de la época y, el no menos preocupante, ín-dice de analfabetismo. Dos datos que nos ponen en la pista de una valoración historica más adecuada del brote institucional asedative: c!aro es que la sociedades eran la pasión de unos pocos y contados dilettanti; no obstante, sin la concurrencia de este impetuoso movimiento en la España contemporánea, hoy de muy poca cosa estaríamos satisfechos, cultural y política-mente hablando, de nuestro siglo diecinueve. 3. JUANDE LEÓNY CASTILLOY LAS SOCIEDADES DE S U TIEMPO En Canarias, la idea institucional disfrutó de un fuerte apoyo a partir de la llegada a la política local de ciertos nombres señeros para la historia del Archipiélago. Primeramente, la ge-neración de Antonio López Botas, de la cual formaban parte personajes tan destacados como Juan Evangelista Doreste, Fe-lipe y Miguel Massieu, Cristóbal del Castillo y Manrique de Lara, Manuel Ponce de León, etc. Todos, o casi todos ellos, con el común denominador de haber estudiado en las aulas de la universidad lagunera. De otro lado, estarían los prohombres de las Islas Occidentales: Miguel Villalba Hervás, Rafael Lorenzo, los hermanos Bartlett, etcétera. Sin embargo, es históricamente lícito plantearse la siguiente pregunta: ¿por qué hablamos de nombres propios cuando in-tentamos referirnos a la introducción del movimiento institu-cional asociativo en las Islas Canarias? La respuesta es sencilla: porque la misma fuerza histórica obliga a ello. Esto es, poco ha de entenderse de la creación y desarrollo de las sociedades 12 JUAN FRANCISCO MART~ND EL CASTILLO científicas o literarias, y las revistas o boletines anejos a ellas, si no se cita a las personas, con nombres y apellidos, que las favorecieron, ya fuera con su empeño intelectual, ya fuera con su peculio. Sabido esto, por ejemplo, se comprende mejor la fundación del Gabinete Literario y Artístico (1844), en las dependencias del antiguo Teatro Cairasco de esta capital, y bajo los auspicios del inefable López Botas. Tentados estamos, incluso, de inter-poner esta fecha entre lo estimado como una institución al modo ilustrado o estamental (las Reales Sociedades, aunque lue-go habrían de cambiar) y la moderna visión de una sociedad científica o literaria, no tan predispuesta a corsés canonistas, y, en fini modelada de acuerdo a una temática especializada (Literatura, Artes, Ciencias) ll. Las Sociedades de Amigos del País sufrieron muchos cam-bios debido a los nuevos aires que corrían. Así, pronto se hubo de atajar la solapada decadencia por medio del instrumento es-tatutario de la división en parcelas de conocimiento de las Co-misiones desgajadas de la Junta Directiva. Con esta renovación, las Sociedades de Amigos del País resplandecieron con gran vi-gor, logrando, como es el caso de la de Las Palmas, profundi-zar con éxito en la temática insular. Renglón aparte merecen aquellas instituciones que nacieron con un objetivo claramente definido desde su origen. Y, entre ellas, sobresale la Sociedad del Museo Canario (1879), que anhelaba dar pábulo a las pocas mentes científicas del Ar-chipiélago. En ¡o que sigue, haremos el recuerdo histórico de estas so-ciedades, o parte de ellas, y su relación, que, en algunos casos, asciende al peldaño de auténtica contribución, con el Ingeniero grancanario, D. Juan de León y Castillo (1834-1912)". 21 Un ejemplo de estas Comisiones, nos lo ofrece EL~AZSE ROLO en el «Boletín de Sociedades)), de la Revista de Canarias, núm. 6 (1879), pp. 93-94. l2 Acerca de la personalidad y, sobre todo, el pensamiento de este ilus-tre canario, véase mi Memoria de Licenciatura, Ciencia y Política en el Pensamiento de Juan de León y Castillo, de próxima publicación por el Cabildo Insular de Gran Canaria. 412 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 3.1. Reales Sociedades Eco~ómicasd e Amigos del País En líneas generales, la relación habida entre D. Juan y las Económicas de Amigos del País es de muy buen carácter. De-cimos esto, porque, cuando no contribuye de una manera de-cisiva a las tareas de las Comisiones especiales de aquéllas, me-diante la elaboración de memorias o informes de asunto muy concreto, le citan para nominarle socio de Mérito u Honorario; y no solamente las Sociedades del Archipiélago. En definitiva, y para no alargarnos innecesariamente, dos son los modos de relación con las de los Amigos del País: o bien de apoyo a la rcci6n sicia!, hte!er.tua! (sobre todo) y reivindicadora, o bien para recibir los honores de estas Reales Sociedades provinciales. De acuerdo con la propia documentación conservada por Juan de León y Castillo, tres son las Sociedades de las que guarda cartas u oficios: la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas de Gran Canaria, la de Santa Cruz de Tenerife y, finalmente, la Económica de Sevilla. 3.1 .l. Las Palmas de Gran Canaria El Ingeniero participó durante muchos años de la vida social y cultural de esta Sociedad. Presentó varios informes detallados; algunos de ellos, como el del estado de las obras del Puerto de la Luz, fueron incluso programáticos de lo que habría de ser el crecimiento de la ciudad y su infraestructura portuaria. Fue elegido para distintas Comisiones puntuales, de las que se tomaba mucho partido, haciendo correr un estado de la opi-nión, que luego llegaría a instancias superiores. En fin, su ac-titud y trabajo para con la de Amigos de Las Palmas pueden representarse por medio de una palabra: la seriedad; se c;ejró, a pies juntillas, la función pública de recogida de informaciones y denuncia social de ésta; pero es que, además, utilizó la tri-buna política que le deparaba la Sociedad para hacer patente a todos los grancanarios los buenos planes e intenciones que tenía para su engrandecimiento. Núm 3 9 (1 993) 413 .. 14 JUAN FRANCISCO MARTÍN DEL CASTILLO Siguiendo este patrón de relación, encontramos que la primera noticia de su acción en la Sociedad data del 25 de junio de 1870, en donde se le cita como componente de una Comisión ad hoc para analizar el asunto del ((ensanche de la población»23. Este problema se había acentuado tras el creci-miento demográfico y urbano de la ciudad en las décadas cen-trales del siglo pasado. Tanto fue el incremento, pese a las epi-demias acontecidas, que la urbe hubo de ser incluida entre las poblaciones que debían presentar un ((plano ge~métrico))p'~ar a verificar las posibilidades ciertas o irreales de un sensata pla-nificación de extensión urbana. No es de extrañar que llamaran a D. Juan con tal objeto, conocida su calidad de Ingeniero de Caminos. Canales y Euertos.. ' Sin embargo, esta actividad analista se verá enormemente reforzada entre 1874 y 1879, período en que serán presentados y debatidos los informes acerca de la construcción de un nuevo puerto en la Bahía de la Luz y la remodelación del viejo Mue-lle de las Palmas. En estos años febriles es cuando constatamos su personal e inquebrantable apoyo a las nuevas iniciativas en el sector de las Obras Públicasz. Sabía, perfectamente, que el atraso funcional (o estructural) de la España decimonónica se debía, entre varias concausas, a una deficiente red de infraes-tructuras primarias en el territorio; por tanto, él, como otros muchos ingenieros de su promoción o posteriores, vio la nece-sidad de paliar tal estado de cosas. Por de pronto, y ante la insistencia apremiante de las clases dominantes y en la bús-queda de una apertura comercial segura y fluida con los puer-tos europeos, que tantas décadas se había dilatado, se aprestó a dar solución a un problema del final del Antiguo Régimen: un puerto para la Luz, que ya el ingeniero Clavijo y Plo había diseñado en los albores del Ochocientos. Por otra parte, este proceso sumatorio de uno y más infor- AHPLP/JLC, leg. 22, doc. 15. 24 AHPLP, Sección Ayuntamiento de Las Palmas, Serie Policía y Or-nato, Expediente 12, año 1847 (aunque se extiende hasta 1853); núm. registro general 12. 25 Sobre la situación nacional de las obras públicas en la época, véase PABLOA LZOLYA M INONDOL:a s obras públicas en España, Bilbao, 1899. 414 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENT~FICAS. LITERARIAS. ARTÍSTICAS ... 1s mes sobre el asunto de las obras públicas en la isla de Gran Canaria puede ser apreciado en su amplitud, y no sin ciertas dosis de santa paciencia, en el Fondo Documental de Juan de León y Castillo. No obstante, uno de los primeros aldabonazos, reside en la Memoria presentada á la Sociedad.. acerca del es-tado en que se hallan las obras públicas de esta Isla en fin de 1874 por el Ingeniero. .., que fue publicada en los Anales de la Real Sociedad ese mismo año26, donde reitera sus útiles ideas acerca de la particular misión de las obras en el Muelle de Las Palmas y la futura construcción del Puerto de la Luz27. A todo esto, la polémica sobre quién fue el primero que dis-cernió la bonanza de un puerto para esta Bahía de las Isletas, Jv 1 en especia!, 2 q ~ i é nr' eheria atri_huire p-hhlicamente -1 éxito de semejante pensamiento, o sea, a D. Juan o a su hermano menor, D. Fernando León y Castillo, que ya en un veterano artículo de Las Canarias (1863) diera un primer aviso periodís-tico, también tiene su reflejo en la Económica de Las Palmas. Pero, de tal forma, que hoy podríamos concebirlo como toda una lección de compromiso histórico. Y si no, véase el presente texto de una carta de la Sociedad a D. Juan, fechada el 11 de abril de 1882: Esta Sociedad Económica de Amigos del País recuerda hoy con singular complacencia el informe que V. S. se sirvió darle y en el que, con la lucidez y penetracion que le distinguen, consignó V. S. dos pensamientos que actual-mente se hallan en via de realizacion, á saber; que las obras del Muelle de Las Palmas eran de suma importancia y convenia terminarlas con todos los recursos posibles para evitar las marejadas que interrumpian las faenas ma-rítimas, con notable perjuicio de los intereses comerciales; y que en el Muelle de la Luz se cifraba el porvenir de la Gran Canaria por que sólo aquel puerto tenia condiciones en el archipielago para ser declarado de Refugio en esta parte del Oceano Atlantico. Este feliz pronóstico, cuya realizacion solo odia vislum- brarse en lontananza, lo promovió V. S. en Pa Corte con su patriótica iniciativa y con la eficasisima cooperacion de 26 Páginas 65-73. 27 Ibid, pp. 80-2. 16 JUAN FRANCISCO M A R T D~E L CASTILLO su digno hermano el Excmo. Sr. Ministro de Ultramar; dan-do lugar, no sólo á que el Ministerio de Fomento af raciara al muelle de Las Palmas con doce mil duros y a de la Luz con cuarenta mil, sino á que se expidiera una R. O. para que V. S. misma estudiase y levantase los planos de las obras del Puerto de Refugio en el de la Luz ue, con una rapidez asombrosa, terminó V. S., merecien- 10 los placernes de las corporaciones facultativas del Reyno. Esta Sociedad Económica se congratula en consignar en su libro de Actas que los inmensos beneficios que ha-brá de reportar la Gran-Canaria con el Puerto de Refugio, se deben á la iniciativa y eficaz mediacion de V. S y á la poderosa influencia de nuestro benemérito Diputado el Excmo. Señor D. Fernando de Leon y Castillo. La misma Sociedad al dar á V. S. las mas expresivas a gracias, como lo hará tambien al Señor Ministro su digno N E hermano, se complace en confiar que ambos han de pro-seguir en su noble empeño hasta dejar realizadas aquellas O n importantisimas obras. - m O Lo que tenemos la honra de poner en conocimiento de E E V. S. por acuerdo de la Sociedad del dia diez del ~orriente'~. -SE A nuestro modesto entender, el texto no tiene desperdicio porque, de una parte, nos relata la pequeña historia de una gran consecución, y, por otra, viene a unirse a las modernas consideraciones de la historiografía reciente (Fernando Martín Galán) "'. Vemos, pues, que D. Juan contribuyó sobremanera al ascen-so de esta interesante institución grancanaria, dándole empuje y apoyatura con su calidad profesional y su arropamiento po-lítico. La anterior carta suma un éxito más a los que ya tiene, y es que estima la labor de los dos hermanos y, de un modo especial, la de D. Juan en un año, como el de 1882, que pre-senta la particularidad de ser el previo al inicio definitivo de las obras del Puerto de Refugio de la Luz (1883-1903). Como en justicia d&ia, la Real 30efedad reeOcocer efi los es-fuerzos del Ingeniero lo que de bueno y útil había en ellos. 28 AHPLP/JLC, leg. 25, doc. 2 (2). Hay respuesta, por lo menos en bo-rrador, de D. Juan, del día 25 de abril de 1882 [Ibid, leg. 25, doc. 2 (3)]. 29 FERNANDWO RT~NG ALÁN: ~1852-1883:A ntecedentes del Puerto de Re-fugio de la Luz», Aguayro, 146 (mayo-abril 1983), pp. 4-9. 416 ANUARIO DE ESTUDIOS A TLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENT~FICASL, ITERARIAS, ART~STICA.S.. 17 No obstante, el reconocimiento no se quedó ahí. A finales de 1882, precisamente el 10 de noviembre, la Económica le remite la siguiente comunicación, que firman D. Mariano Sancho y Chia (Director) y D. Juan Padilla (Secretario): Excmo. Señor, Esta patriótica Sociedad, en sesion de hoy ha acordado nombrar a V. E. socio de Mérito de la misma, por los beneficios que viene prestando al Pais, y especialmente por los muy importantes que se refieren al Puerto de Refugio en el de la Luz. En su virtud, tengo la honra y la profunda satisfaccion de remitir á V. E. el adjunto diploma correspondiente y de felicitar á V. E. con la mayor efusion por tan merecida cuanto distinguida recompensa ' O . Como queriendo cerrar un ciclo, el Ingeniero no dejó más documentación relativa a la Real Sociedad Económica de las Palmas de Gran Canaria en su Fondo Documental, después de esta última carta; excepción hecha de las distintos borradores que pergeñó con la intención de que no _cayeran en el olvido sus arduos trabajos para la construcción del Puerto de Refugio, y que tanto le hubieron de obsesionar tras la aparición del li-belo anónimo, El puerto de la Luz en Gran Canaria (Las Pal-mas: Tip. Diario, 1909)". 3.1.2. Santa Cruz de Tenerife Resulta paradójico que se elija a un grancanario como miem-bro de una institución tinerfeña en una época caracterizada por ' O AHPLPIJLC, leg. 25, doc 2 (9). '' Sobre estos borradores, y para no aburrir con la enumeración com-pleta, remitimos al más completo, Orígenes del Puerto de Refugio de la Luz en Las Pairnas de Gran Canaria (AHPLPIJLC, leg. 14, doc. l), escrito por D. Juan en 1909, pero que fue comenzado en 1891. En lo que se re-fiere a las disputas periodísticas, hubo artículos laudatorios de la persona de JLC; como, por ejemplo, el titulado, «Miserias Políticas. El folleto del Puerto». del diario El Cometa, núm. 12, del 13-VIII-1910, que venía a cri-ticar al folleto anónimo publicado el año anterior. Núm 39 (1993) 417 18 JUAN FRANCISCO MARTÍN DEL CAS~LLO la amplia y negativa contienda insular (el famoso «Pleito Insu-lar))); sin embargo, hay que hacer constar que la clase dominante -incluso desde una óptica intelectual o cultural como la que aquí se aborda- tiende a aglutinarse bajo unos mismos criterios o emblemas, de los cuales forman un patrón de identidad. Poco más o menos, eso es lo que pasa con D. Juan. Este, en los inicios de su actividad profesional (baste re-cordar que llegó al Archipiélago en 1858), a las órdenes del Ingeniero Jefe de la Provincia, tuvo que residir en Tenerife; ade-más, como hijo de propietario agrícola, disfrutaba de una des-ahogada posición. En resumidas cuentas, su pertenencia a una capa o clase a dominante -en este caso, a dos grupos socieconómicos: el de N los propietarios y el de los profesionales liberalesz-, y, de otro E lado, los primeros años de estancia en Tenerife como directo O n - colaborador del ingeniero Francisco Clavijo y Plo, le hicieron =m O E acreedor a las distinciones de la Sociedad Económica del Ami- £ 2 gos del País de Santa Cruz de Tenenfe, de la que era Director, =E D. José J. Monteverde. De esta forma, se le nombra socio el día 25 de abril de 1865; contestando el Ingeniero, obligado por 3 - el honor que se le hace, de esta manera: - 0m E recibí el diploma de Sócio, de la que V. tan dignamente preside y un ejemplar de los estatutos de la misma, por cuyo nombramiento doy á esa Corporacion las merecidas gracias 33. No hay ninguna otra alusión a esta Sociedad en la docu-mentación de D. Juan; lo cual evidencia, a nuestro parecer, el progresivo desapego del Ingeniero hacia esta institución por mo-tivos históricos y políticos claros. 32 Cfr. JosÉ MIGUEPLÉ REZ GARC~ALa: situación política y social en las Canarias Orientales durante la etapa zkabelina, Real Sociedad Económica de Las Palmas, Las Palmas, 1989, p. 46. 33 AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 15, carta del 9 de mayo de 1865. 418 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTZCOS JUAN DE LEON Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS, LITERARIAS, ART~TICA.S.. 19 3.1.3. Sevilla Con respecto a esta última Sociedad, hemos de hacer la si-guiente salvedad: como se verá en el texto que reproducimos de la misiva remitida al Ingeniero, la causa de su designación para el cargo de ((individuo honorario)), está directamente rela-cionada con los trabajos profesionales realizados por D. Juan, y no podía ser de otra forma porque todavía era un político en ascenso y, por supuesto, aun no gozaba de la influencia de un hermano ministro, como luego lo sería D. Fernando León y Castillo. Queremos entender que, en última instancia, la lla-mada o reqüerimieatu honuli'ficu se hace a1 ijmfesioíizil, a! iíi-geniero en una palabra. Lo cual debió producir gran regocijo interior al grancanario, y, quizá, sea ese uno de los motivos que han actuado para que esta carta se haya conservado en la actualidad. Atendiendo á las distinguidas circunstancias que en V..$. concurren, esta Comision ha acordado espresar á V. S. la especial satisfaccion con que veria se dignase admitir el nombramiento de individuo honorario á la misma 34. 3.2. El Museo Canario El día 24 de noviembre de 1879, varios amigos, influenciados por las ideas krausistas de algunos profesores peninsulares del Instituto de Segunda Enseñanza de Las Palmas (sobre todo, Sal-vador Calderón) se reúnen en la ciudad y fundan la Sociedad del Museo Canario. La Revista de Canarias, dirigida por Elías Zerolo, recibe con elogiosos comentarios el nacimiento de esta institución: Tócale hoy á Las Palmas de Gran Canaria, que no podía quedarse rezagada, el haber fundado un establecimiento 34 AHPIP!IIC, !eg. 33, doc. 15 [Sevi!!a, 15 de ahri! de 1874, Sociedad Económica de Amigos del País (Comisión General de la Exposición)]. 20 JUAN FRANCISCO MRTÍN DEL CASTILLO que, si no puramente científico, ha de dedicarse preferen-temente á aquella clase de indagaciones. El Museo Carzario, que así lo han llamado, nace bajo las más favorables aus-picios, y con vastísimo plan ... Mucho debe esperarse de la nueva sociedad, que ya ha merecido el apoyo del Ayun-tamiento, habiéndole facilitado éste habitaciones en la par-te alta del edificio que él mismo ocupa. Componen la Jun-ta Directiva personas de reconocida ilustracion que han de dar impulso á tan laudable instituto 35. Entre los selectos miembros de la Junta Directiva, y en un puesto de alta responsabilidad, como es el de primer Vice- Pre-sidente'" encontramos el nombre de D. Juan de León y Castillo. Te~lemss,p ues, u! h g e ~ i e r ee r, iin mer?.,errts c!uw de !u historia cultural de las Palmas de Gran Canaria, y me apresuro a decir, que del conjunto insular. Y ello tiene aun mayor importancia, si resaltamos que fue el único profesional asistente relacionado directamente con lo que hoy denominamos ((tecnología dura)) de aquella asamblea original, puesto que la gran mayoría eran personas de forma-ción médica y algún que otro propietario y la ((anecdótica))p re-sencia de un pintor. Es decir, el amplio espectro de preocupa-ciones e inquietudes de este hombre singular le lleva a dar cul-men a una idea que, por aquel entonces, parecía estar reservada a políticos o abogados y, en menor medida, a médi-cos. Este es otro rasgo más, y estamos por sentenciar que ca-balmente definitorio, del talante ilustrado («liberal ilustrado))) del impar Ingeniero grancanario: la búsqueda de iniciativas cultu-rales (o científicas) encaminadas al propósito de una satisfacción pública y general. Tal vez sea esta última particularidad, el servicio al bien pú- 35 EL~AZSE ROLO:« Boletín de Sociedades)), Revista de Canarias, núm. 22 (1879), p. 346. 36 Cfr. JUANR ODR~GUDEOZ RESTE:E l Museo Canario. Breve reseña his-tórica y descriptiva, El Museo Canario, Las Palmas, 1967, p. 10; JOSÉ MIGUEL ALZOLA; Víctor Grau-Bassas, primer conservador de El Museo Ca-nario, El Museo Canario, Madrid, 1980, p. 28. Para la fundación de la So-ciedad, @are ALFREDO HERRER-PAI QL J«~Ln s 110 años del Museo Canario», Canarias 7, 22-VI-1990. 420 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS blico, la que haya hecho que D. Juan no conservase mayor re-cuerdo del Museo Canario que una carta. Puesto que la obra de del Puerto de Refugio de la Luz, que se comenzó en el lejano 1883, y habría de terminarse con la entrega a la Áuto-ridad entre 1902 y 1903, obligó al Ingeniero a una constante tutela del proceso, así como a un ulterior desligarse de cual-quier otra empresa, fuera de la calidad que fuese, para no fa-tigar su atención principal: el Puerto. Amén de esto, la coinci-dente e inexcusable incorporación a la Comisión española de señalización del emplazamiento de Santa Cruz de la Mar Pe-queña (1883), en cumplimiento del artículo octavo del Tratado de paz y amistad hispano-marroquí (26 de abril de 1860), que !e fmz8 a estar en las cercanas costas africanas por espacio de un tercio de año, completado más tarde por la elaboración de un Informe para alzarlo al Ministro de Estado. En definitiva, muchos factores se coaligaron para que D. Juan faltase a los compromisos del Museo Canario; y que, finalmente, le disculpan de sus primeras ilusiones sobre la institución. Vayamos, entonces, con la carta. Esta tiene un gran valor histórico por dos motivos: primero, su contenido denuncia el grave estado de la Revista de la institución (iniciada en 1880), lo que significa que hay un bajón en la continuidad de las colaboraciones; y, asimismo, cabe suponer que en la preo-cupación general sobre las temáticas de fondo de esta publi-cación hay un cierto desinterés o abulia. Este, por ende, es un motivo científico y cultural. El segundo es de carácter po-lítico: en el texto de la carta, se alude a la ((Exposición uni-versal de París)), al ((patriotismo verdadero)), al ((patriótico em-peño », que vienen a convencernos del alto prestigio social al-canzado y, sobre todo, de las raíces políticas de una institución como la del Museo Canario, aglutinante de lo mejor de la co-munidad isleña. En otros términos, se intenta evitar, por todos ios medios, el final de la Sociedad, aunque, por contra, parezca mostrar los síntomas de un agotamiento temprano. En este sentido, hay un apunte histórico a resaltar: la carta es remitida a uno de los principales fundadores de la Sociedad, queriéndose expresar, tácitamente, que su apoyo sería de nuevo más que bienvenido. Núm. 39 (1 993) 42 1 El silencio que dio por respuesta D. Juan resulta, a todas luces, elocuente 37. Esta Junta Directiva de mi Presidencia se ha enterado por manifestacion del Señor Director de la Revista del Museo Ca-nario «de la imposibilidad de continuar la publicacion de la misma, si por parte de los Señores que componen el Cuerpo de Redaccion y el de Colaboracion no se procura darle va-riedad é importancia con sus trabajos y producciones)). Sensible seria que se suspendiese una publicacion que, por su carácter especial y asuntos de que trata llama la aten-cion de todos los Centros científicos, así nacionales como ex-tranjeros, Bu e reproducen en sus Revistas artículos por la nuestra pu licados y dignos de excepcional atencion, espe-cialmente en las actuales círcunstanciar en qiie, c m m~tivn de la Exposicion universal de Paris, se habrá de tratar en el Congreso internacional de antropologia y de arqueologia pre-histórica de asuntos de grande interés para nuestras islas. Por patriotismo verdadero, solo sea por restigio al pais, y toda vez que nuestra publicacion no só 7 o se ocupa de ciencias, sino tambien de literatura y arte, ha acordado esta Junta excitar los buenos deseos de V. S. á objeto de que preste su valioso concurso al sostenimiento de la Re-vista, organo de esta Sociedad favoreciendola con algunos de sus trabajos que habrán de darle interés y amenidad. La Junta se promete que V. S habrá de contribuir á nues-tro patriótico empeño consignando por ello expresion de nuestro particular agradecimiento Antes de dar por acabado este apartado, sólo referir que el Ingeniero publicó en su vida un único folleto y con un tema tan prosaico pero útil como son las acequias". Esto viene a 37 NO se conoce otro testimonio en el F. D. de Juan de León y Castiiio que haga esperar una subsecuente relación con la Sociedad del Museo Canario, a excepción del que reproducimos en el texto. AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 20, fechado en Las Palmas a 21 de mayo de i986, y firmado por leófiio Martinez de Escobar (Presidente) y Ama-ranto Martínez de Escobar (Secretario). 39 Abastecimiento de aguas de Las Palmas. Bases generales y antepro-yecto del acueducto de la Fuente de Morales (1901); cfr. AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 3. No obstante, y gracias a la información facilitada por el profesor Sebastián Hernández, sabemos hoy que editó alguna que otra obra relativa al cultivo del tabaco. cuento, una vez más, debido a la rareza y, quizá, hondo pesar que le hubo de ocasionar al Ingeniero la lectura de la anterior misiva. Y, por descontado, es un elemento adicional importante para poder razonar en todo su sentido el texto de la antedicha. 3.3. E2 Gabinete Literario En un interesante, por lo detallado y elaborado de la re-dacción, boceto curricular de D. Juan de León y Castillo, en el que, por desgracia, no consta fecha alguna, se puede leer lo siguiente: 14: Academias y Sociedades á que pertenece. Sociedad del Gabinete literario de las Palmas. Socio de mérito. Sociedad de Amigos del Pais de Las Palmas. Socio de mérito. Círculo Católico de Obreros de Las Palmas. Presidente Honorario. Asociación de Trabajadores de Las Palmas. Socio ho-norario N. Lo anterior, y, muy en especial, el nombrar en primer lugar al Gabinete Literario, pone de relieve el singular aprecio que sentía el Ingeniero por esta institución, nacida el día primero de marzo de 1844 con la denominación de Sociedad del Gabi-nete Literario, Artístico, de Fomento y Recreo4I. A su formación contribuyeron personajes muy significados de la cultura isleña, entre ellos, y como alma mater de casi todos los proyectos cul-turales de la segunda mitad del siglo XIX en la ciudad de Las Palmas, sobresale la figura de D. Antonio López Botasd2. Sobre AHPLP/JLC, leg. 22, doc. 37 (tres folios cuadriculados con la leyenda en la portadilla: «Don Juan de León y Castillo), folio 3.0. 41 Cfr. MANUEL ARANDA MENDÍAZ: El Gabinete Literario: Estudio histórico-Artistico, Cabildo Insular de Gran Canaria (Col. «La Guagua»), Las Palmas, 1985, p. 20. 42 Cfr. RENATOG ONZÁLEBZ:i ografía del Señor D. Antonio López Botas, Madrid, 1869 (en MANUEHL ERNÁNDESZU ÁREZln: dice de la colección de Do-cumentos de Agustín Millares Torres, Mancomunidad de Cabildos y Plan Cultural, Las Palmas, 1977, p. 57, tomo XVIII, doc. [15]). él y el grupo que le secundó en sus amplias iniciativas, dejó escritas unas brillantes palabras D. Juan: En 1842 principiaron á terminar en la universidad de la Laguna sus carreras algunos jovenes de esta Isla. Llegaron con la cabeza llena de las nuevas ideas y con el corazón henchido de entusiasmo por el progreso de su pais, su-mido hasta entonces en estado de soñolencia intelectual. Dn. Cristobal del Castillo, Dn. Anto. Lopez Botas, Dn. Es-teban Cambreleng, Dn. Franco. Peniche, Dn. Ignacio Diaz, Dn. Jeronimo del Rio y otros abogados procedentes de la universidad ... ligados con Dn. Juan E. Doreste, Dn. Domin-go José Navarro, Dn. Manuel de Leon pintor llegado de Madrid á la sazón y auxiliados por los miembros mas dis-tinguidos de 11 mh!ez~ como DR. Frunce. ?da de Lmn, Don Miguel Masieu, Dn. José del Castillo, el Conde de la Vega Grande, Dn. Rafael y Dn. Nicolás Masieu y otros por algunos representantes del comercio, Dn. Roberto Hought-hon, Dn. Diego Swanston, Dn. Alfonso Gourié, intentaron la regeneración de la patria, creandolo todo á la vez con el entusiasmo de los ueblos jovenes. Fundaron el Gabi-nete Literario, centro ‘f e instruccion, recreo y fomento, que ha llegado á ser en Las Palmas una verdadera institución4'. En resumen, la pléyade de próceres de esta ciudad capitalina se aglomeró en torno a un prometedor ideal, del cual fueron desgranando Frutos según iba haciéndose patente el motor del Progreso y el Bienestar para la isla de Gran Canaria. Y tanto fue así, que, precisamente, el nombramiento de ((socio de Mé-rito » a D. Juan por parte de la institución se justifica en ese ímpetu voluntarioso por sacar a la «patria» (Gran Canaria) de su inveterado sueño de generaciones, facilitándole obras públi-cas y otros ingredientes para su progresivo esplendor. En la sesion celebrada el 16 de Marzo anterior se dió cuenta de una proposición suscrita por casi todos ios miembros de1 ((Gabinete Literario)), pidiendo fuese nombra-da V. E. socio de mérito; habiendo acordado la Junta Di-rectiva que tengo la honra de presidir quedar enterado con el mayor agrado de la mencionada propuesta, que se " AHPLPIJLC, leg. 6, doc. 12. cc. 4-5. 424 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIÉDADES CIENT~FICASL, ITERARIAS, ART~STICA...S 25 ' dirige á conceder la preeminencia y los honores que le son debidos al ilustrado Ingeniero y entusiasta canario que ha puesto su poderosa inteligencia y voluntad firmisima al servicio de la Gran Canaria, para dotarla, como la ha dotado, de esas obras colosales, base segura del engran-decimiento de esta Isla y de su supremacía sobre las de-mas del Archipielago ... M. Concluimos este punto, haciéndonos partícipes de dos im-portantes noticias: una, la significativa influencia del ambiente del Gabinete Literario en los acontecimientos intelectuales de Juan de León y Castillo; y, segunda, el reconocimiento .de la institución a una figura señera de la cultura insular, a la que, c-arjosarileilie para la épuca, obvirU?U , Cüa~íiüi21 i"ib2ie íjvuieG -recuérdese que D. Juan fue el jefe local del partido leonino-; salvaguardándose lo que, en verdad y meritoriamente, fue: un Ingeniero. .3.4. Société Astronomique de France Nousavons l'honour de vous informer ques sur la propo-sition de M. M. A. G. Barba et Camille Saint-Saens la So-ciété Astronomique de France, dans sa séance du 6 avril, vous a admis au nombre de ses mernbre~~~. Así reza el contenido de la carta que le envió esta Société a Juan de León y Castillo. Sin embargo, aparte del honor de ser un miembro más de la institución, importa desvelar el he-cho notable de la propuesta de candidatura del Ingeniero por parte de los señores A. G. Barba y el músico Camille Saint- Saens. Nos detendremos, brevemente, a valorar la situación que plantean ambos personajes, y, en fin, el porqué de la proposi-ción de D. Juan a aquella sociedad. 44 AHPLPIJLC, leg. 25, doc. 2 (lo), oficio del 21 de abril de 1888, nu-merado con el 23 en el registro de salida; firmas de Juan M. de León (El Presidente) y Francisco Monzón y Castro (El Secretario). 45 AHPLP!".C, !pg; 22, do-; 19, fechado en Pak, le 11 avnl 1898, So-ciété Astronomique de France, Hotel des Sociétés Savantes, 28, Rue Serpente. En cuanto hace al primer individuo, suponemos se trate de Aquilino García Barba, que, según parece, tuvo bastante trato con el Ingeniero. Por lo menos, esta es la conclusión que se deduce de las observaciones realizadas por este señor sobre la posible no-minación de D. Juan para la Alcaldía de Las Palmas*. Además, quedan restos de correspondencia de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de esta ciudad, con ese asunto por tema prin-cipal, y de la cual fue miembro destacado D. Aq~ilino~d~iri'g, idas al Ingeniero en torno a 1901 48, lo que demuestra, otra vez aún, los fuertes lazos que le unieron con aquella Sociedad, y también la gran estima que se le profesaba. Así, pues, unas cosas y otras, entre el mérito del profesional y el afecto a la figura, se entiende AquiLno G. Barba prupUs;ese a E. para la eai?&;&~ra a miembro de la Société Astronomique. El caso del famoso músico Saint-Saens (1 8%- 192 1) 49 tiene además interesantes connotaciones. El compositor recaló en va-rias ocasiones en esta isla, bajo el pseudónimo de Mr. Charles Sannois. En todas ellas, hasta un total de siete, trabó amistad con las gentes y pulsó el ánimo cultural de la sociedad isleña. Según la documentadísima obra de Nicolás Díaz-Saavedra de Morales, Saint-Saens en Gran Canarias0, el músico galo llegó a sostener lazos de unión con las diferentes instituciones de la capital grancanaria: el Gabinete Literario fue una de ellasg; pero, sobre todo, la Sociedad Filarmónica", orillando la menos acusada con la Sociedad del Museo Canario5'. AHPLPIJLC, leg. 6, doc. 8. 47 Cfr. CRIST~BAGLAR C~DAE L ROSARIOH:i storia de la nómica de Amigos del País de Las Palmas (1776-1900), Cabildos y Plan Cultural, Las Palmas, 1981, pp. 94-5. 48 AHPLPIJLC, leg. 14, doc. 5. 49 Cfr. NEITZELC:a mille Saint-Saens, 1905. Real Sociedad Económica de Amigos del País, Las Real Sociedad Eco- Mancomunidad de Palmas, 1985. Ibi~!p, p. 53-4. 52 Ibid, p. 56 y passim Sobre las sociedades de aquel tiempo y su relación con la música, véase CARLOGS ~MEAZM ATH: istoria de la música española, Alianza, Madrid, 1984, t. 5 (siglo m), pp. 223 SS.; JOAQUINA LABAJO VALDÉS«: Las entidades musicales durante el periodo romántico en España, en Cuadernos de Música, año 1; núm. 2: pp. 27-35. esp. 30 SS. s3 Ibid., p. 85. 426 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS.L ITERARIAS. ART~STICA..S. 27 Fuera lo que fuese, lo cierto es que Saint-Saens tenía en esta isla mui buenos amigos, por no decir que cultivados com-pañeros (por ejemplo, el maestro Valle). Estas amistades son las que llevaron, en el fondo, a que el galo propusiera a D. Juan como candidato a la Société. Además, podemos verificar una relación entre Saint-Saens y el mismísimo Aquilino Barba, a través de una crónica de este último, aparecida en la revista El Museo Canario («La despedida de Saint-Saen~)))e~n~ e,l triste momento de la partida del músico a tierras lejanas. Por otra parte, cabe preguntarse que relación intelectual unía a la Société Astronomique con este hombre de sensibilidad tan extrema. La respuesta viene por mano del doctor José Ló-pez ivíartín que, en un artícuio pubiicado en ei diario España55, reconoce en el joven Saint-Saens a un gran amante de los ar-canos de la Astronomía, así como de otras artes. Esto es, no es espuria, como fácilmente pudiera pensarse, la relación entre este músico romántico y las ciencias exactas. Por último, el conocimiento de Saint-Saens de la persona y obras de Juan de León y Castillo debe encaminarse por los senderos de las sociedades científicas o literarias de esta ciudad; no es probable otra ligazón más que la dibujada. El Ingeniero y el músico, a buen seguro, se conocieron con motivo de algún acto o reunión patrocinado por las Sociedades. 3.5. Otras Sociedades o Asociaciones En este último apartado, ofreceremos aquellas noticias, cier-tas y constrastadas, acerca de la relación de Juan de León y Castillo con algunas otras Sociedades o Asociaciones, aparte de las ya descritas. D,,, ,m...filin, ,,+.-.r C,ri:erlnrl,r *... mnirr\.4r. nrr\ri:n 1 a1 a ~l l~p~1, icaa1La a ~>UC. IGU~UGJa uu, GIL JU lllayulla, aauua-ciones de corte asambleario, cuando no abiertamente especia-lizadas en una profesión o fin concreto. Sobre todas ellas, des-taca el Centro Archipiélago Canario, fundado el 29 de marzo 54 !bid, =p. ! 19-!2Q. 55 Ibid., p. 91. 28 JUAN FRANCISCO IMART~DNE L CASTILLO de 1903, allá en la Argentina (La Plata). Sabemos de su exis-tencia y actividades, precisamente, por la carta que le remiten al Ingeniero, con fecha del 1 de octubre de 1904: Distinguido comprovinciano: Por acuerdo de la Comisión Directiva de este Centro, que tengo el honor de presidir, me es grato dirigirme á Ud. solicitando la remisión de una fotografía suya para agregarla á nuestra galena-en-formación de Canarios ilustres. Este retrato nos servirá no tan solo para mantener vivo el sentimiento patrio en este pais, sino para recordar los méritos de cada uno de los hijos de ese Archipiélago y rendir tributo de respeto y gratitud á los patncios que han contribuido á sacar á nuestra isla del estado de postración en que se hallaba, dándole medios estables de riqueza y prosperidad ... 56 El contenido de la misiva, firmada por los señores M. Sal-vador Hernández (Secretario) y Juan Cerdeña Guzmán (Pro- Secretario), nos induce a pensar, no solamente en que el Inge-niero es una figura conocida por aquellas lejanas tierras, y que como tal es tratada, sino que el discurso, de perfil político y reivindicativo, que sirve de ((contraseña)) para un entendimiento rápido entre la institución y el individuo al que se le hace un honor, es idéntico al que cualquier patricio grancanario de la época pudiera haber utilizado. Esto es, el mínimo soporte ideo-lógico del liberalismo canario se difunde y repite, de una forma históricamente curiosa, por allá donde habitan individuos naci-dos en este rincón del Atlántico. Este fenómeno, que no ha me-recido toda la atención que debiera, nos pondna al alcance, si fuese analizado, de las apoyaturas y canales de comunicación interna y difusión externa de la ideología canaria reinante a finales del siglo pasado. No obstante, hubo otras asociaciones de las que D. Juan guardaría un gran recuerdo. Por ejemplo, la Asociación Católica de Trabajadores de Las Palmas, que, en 1890, distinguió como 56 AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 23. 428 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ((socio honorario)) tanto a él como a su hermano, Fernando León y Castillo s7. Todavía hay otra institución a la cual se ligó el Ingeniero, y es el llamado Congreso Social y Económico Hispano-Ame-ricano, que le honró con la notificación de una vocalía en el año de 1900"". Llegados a este punto, es menester hacer un somero repaso a lo visto hasta aquí. Sociedades de muy diferente tipo han deufilud~p Qr este breve T P C O T ~ ~ ~sGh ; e~mbargn,h ay una nota común a todas ellas: las ganas de trabajar por un mismo fin, con un aliento infatigable y, cómo no, el reconocimiento de una de las figuras históricas del Archipiélago, no regateando honores y parabienes. Esta figura, Juan de León y Castillo, al que hoy poco recordamos desgraciadamente, ha servido de hilo conduc-tor para dar cuenta del movimiento cultural asociativo, por lo menos, en esta isla de Gran Canaria y, concretando temporal-mente, durante las cuatro últimas décadas de la centuria ocho-centista. El resultado obtenido nos evidencia a las claras el alto concepto que tenía la élite de la época de la acción de aquel movimiento, tanto como el profuso nivel ideológico o político enquistado en las Sociedades a examen. En fin, la autoestima grupal, debida al fomento de intere-santes ,iniciativas para la localidad, y el espíritu proteccionista, motivado por intereses económicos soterrados, se alían para ha-cernos entender que las relaciones de grupo en la sociedad de-cimonónica canaria son más fuertes que cualquiera otra fuerza de índole social. 57 AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 38 (diploma a JLC); i b a , leg. 22, doc. 39 (dip!oma a FLC). 58 AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 21.
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Título y subtítulo | Juan de León y Castillo y las sociedades científicas, literarias, artísticas o de recreo de su tiempo |
Autor principal | Martín del Castillo, Juan Francisco |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 39 |
Sección | Historia |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1993 |
Páginas | p. 401-429 |
Materias | León y Castillo, Juan de ; Crítica e interpretación ; Sociedades Económicas de Amigos del País ; Sociedades doctas e institutos ; Canarias ; Historia ; Siglo 19 |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1638090 Bytes |
Texto | JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS, LITERARIAS, ARTÍSTICAS O DE RECREO DE SU TIEMPO POR JUAN FRANCISCO MARTÍN DEL CASTILLO SUMARIO 1. ~NTRODUCCIÓN.E-2L. SIGLO XiX: LAS SOCIEDADYE LSA POL~TIC2A.1:. El ES-píritu Ilustrado: 'Liberales ilustrados': 2.2. Preocupación Social- Controversias. 2.3. Ciencia y Sociedad: Historia cultural-3. JUAND E LEÓN Y CASTILLYO LAS SOCIEDADDEES S U TIEMPO. 3.1. Reales Sociedades Económicas de Amigos del Pats: 3.1.1. Las Palmas de Gran Canaria. 3.1.2. Santa Cruz de Tenerife. 3.1.3. Sevilla. 3.2. El Museo Canario. 3.3. El Gabinete Literario. 3.4. Société Astronomique de Frunce 3.5. Otras Sociedades o Asociaciones.4. CONCLUSI~N. Abreviaturas AHPLP = Archivo Histórico Provincial de Las Palmas. JLC = [Fondo Documental] Juan de León y Castillo. FLC = Femande Le69 y C~sti!!~. F.D. = Fondo Documental. leg. = legajo. doc. = doc. CC. = cuartillas. JUAN FRANCISCO MARTÍN DEL CASTILLO Intentar hablar de las grandes personalidades de nuestras Islas, y además hacerlo con un mínimo celo histórico, y omitir los movimientos asociativos a los cuales, en algún momento de su vida, estuvieron ligadas es algo, de por cierto, extraño y casi, diríamos, irreconciliable con el moderno espíritu historiográfico. Tal vez, por ello, la moderna historia ha vuelto la mirada hacia aquellas instituciones que, con su acción diaria o el apoyo directo a la resolución de los problemas planteados en la región o comunidad de su ámbito, hicieron que el trasfondo social de la tarea política se mostrara a la generalidad. Desde esta óptica, a N por ende, resulta mucho más esclarecedora la visión sociopolí- E tica de unos tiempos que, sin la contribución de estas socie- o n dades y sus próceres, sería poco menos que incompleta. - m O E En el presente trabajo, pretendemos poner de manifiesto las E 2 ligazones que unieron a diversas sociedades o instituciones -E asamblearias con Juan de León y Castillo, alrededor de las ú1- timas décadas de la centuria pasada. Nos valdremos para este 3 . - examen de los documentos que se hallan conservados en el - 0 m E Fondo «Juan de León y Castillo)) del Archivo Histórico Provin- o cial de Las Palmas. No obstante, hay que referir que no todas las sociedades a n E las que estuvo ligado el Ingeniero fueron españolas: por ejem- - a plo, la Société Astronomique de París, de la que hablaremos 2 n más adelante. En definitiva, D. Juan, como hombre culto que n era (un ((liberal ilustrado)), en expresión que gozó de buena di- =o fusión en aquella época), sentía el prurito de pertenecer a ins-tituciones o, propiamente, clubs de alto prestigio, en aras a dig-nificar su posición social, cuanto más favoreciéndose con el tra-to de los talentos de otras naciones o regiones. 2. EL SIGLO XIX: LAS SOCIEDADES Y LA POLÍTICA Ya entrada ampliamente la Edad Contemporánea, asistimos a un exultante esplendor de las sociedades. Empero, las notas 402 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS, LITERARIAS. ARTÍSTICAS ... 3 importantes de este espectacular proceso las podemos resumir en dos avisos generales: 1.0 La cada vez mayor especialización temática de las so-ciedades', lo que ocasionara una selección fortísima de los miembros asociados y, por supuesto, la reforma estatutaria co-rrespondiente. 2: El aumento del ascendiente social y político de estas so-ciedades, llegando, incluso, a adoptar posturas criticas o elitistas (((tecnócratas)), si se prefiere) con respecto a las resoluciones gubernamentales o locales de turno. En cuanto al segundo de los aspectos, el aumento de la in-cidencia politicosocial de estas .s ociedades en el ambiente de , origen, p e d e pmerse e:: cmex:m c m e! mvvhirnto descen-tralizador que se intentó en la centuria. Este último, se funda-mentaba en el área cultural, ya que en las otras, por razones evidentes, no se podía. De esta forma, las sociedades locales de Gran Bretaña, repartidas por las comarcas de Manchester, Liverpool, Leeds, etc.', llegaron a sostener un pulso con las ins-tituciones capitalinas de Londres y, en algunos casos concretos, y ya para fines del siglo, se aprecia que, por ejemplo, la Royal' Society ve en las pequeñas localidades y sus movimientos aso-ciativo~ con fines científicos o literarios un serio peligro a su hegemonía, no solamente en las disputas eruditas, sino en el apartado crematístico, y, lo que es aun peor, en la filiación de futuros miembros. En verdad, se puede estimar que la llegada del 900 produce una suerte de paradoja inquietante en lo cultural: el movimien-to instituciond asociátivo pasa a incluir entre sus defensores o propagadores a personas de muy diferente condición y pre-paración, actuando en defensa de las nuevas corrientes ideoló-gicas o políticas que se van imponiendo; pero, por otra parte, las grandes sociedades de vitola centenaria (nacidas en el si- ' J. D. BERNALCi:e ncia e Industria en el siglo XIX, Tortosa, Martínez Roca, 1973, p. 27: «El siglo XIX fue para la ciencia el gran periodo de la especialización, como lo atestigua la creación de sociedades científicas separadas que vinieron a servir de complemento a las antiguas academias generales.» ' Cfr. STEPHFNF: MASONIE ktoria de las Ciencias. 4. La Ciencia del siglo XIX, Alianza, Madrid, 1986, p. 65. glo xvm), y refrendadas por la desahogada situación económica de sus participantes y unos más que severos reglamentos, cie-rran filas en torno a sus miembros y prerrogativas y buscan una especialización temática que las haga sobrevivir en este pe-ríodo de expansión descentralizadora. Así, la Academia de Cien-cias de París, urgentemente necesitada de una estabilidad cien-tífica en la Francia prerrevolucionaria, endiosará al ((oficialista)) Georges Cuvier (1769-1832) impulsor del modelo cataclísmico en la generación de la Tierra y sus especies animales, enfren-tado al innovador y transformista Geoffrey de Saint-Hilaire, an-tes de la sacudida darwiniana de 1859. En la década de los 30 a 40, por tanto, se gloriará los contradictorios principios de una tesis catastrofista con el fin de «salvar las apariencias)) en el terreno de la paleontología, es decir, explicar los cambios estructurales o funcionales de la secuencia evolutiva de los se-res vivos por medio de saltos bruscos y resolutivos. Si bien, Cuvier llegará todavía más lejos, al relacionar tales brusque-dades de la historia natural en una lista de ciclos catastróficos. En definitiva, el rumor de la ciencia se expandió por toda la Europa finisecular, promoviendo la creación de núcleos lo-cales de ((Amigos de las Ciencias y las Artes)), no menos que un elitismo selectivo de las grandes sociedades de prestigio. 2.1. El espíritu ilustrado: "liberales ilustrados" Una de las grandes claves de este tiempo -mediados del siglo pasado- es la toma de poder de los movimientos liberales o whig'. Estos movimientos propugnaban una visión de la vida y de sus diversos aspectos (Weltanschauung) tematizada por un claro optimismo en lo histórico y en lo social, y no digamos ya en io poiitico. En concreto, ia apoyatura icieoiógica inmediata hundía sus raíces en los imperativos utilitaristas de la Ilustra- ' Sobre las concepciones whig, véase H. BUTTERFIELTDh:e Whig Zn-terpretation of History, 1931; E. H. CARR: ¿Qué es la Historia?, Seix Barral, Rarrelona, 1978, 7: ed., pp. 26-27; FRANCOISB ÉDARIDAL:a era victoriana, Oikos-tau, Barcelona, 1988, pp. 60-70. 404 ANUARiO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENT~FICALSIT. ERARIAS, ART~STICA.S.. 5 ción; esto es, confianza absoluta en el poder omnímodo de las fuerzas tecnocientíficas de la sociedad (Horkheimer y Adorno) para solucionar las problemáticas planteadas, y, asimismo, re-creación de ese modelo a escala universal. Si tomamos a In-glaterra, «el taller del mundo»4, como ejemplo, comprenderemos en toda su dimensión tal afán universalista. En 1851, es inau-gurada en Londres la primera Exposición Universal de la his-torias; allí se hallan expuestas las modernas conquistas de la tecnología y, en general, de las diferentes ramas del saber hu-mano; sin embargo, la relevancia histórica del evento no está, como pudiera pensarse ingenuamente, en los insólitos objetos visualizados, sino en el mismo hecho, psicológico y filosófico, de montar una muestra de 10s ade!ai?tus iix:r~menta!es cm-seguidos. En este momento, no es dificil encontrar en el sus-trato social, la creencia en un predestinamiento histórico del ser humano, en una euforia generacional sin límites. Verbigracia: en el tardío 1898, A. R. Wallace, escribió una espléndida obra, The Wonderful Century, que daba un repaso crítico a todos los niveles de la sociedad ochocentista6. Sin em-bargo, dejando a un margen el contenido, lo sobresaliente del libro estriba en su propio título (El siglo maravilloso), que pone en evidencia cuál era el juicio de un inglés culto sobre la épo-ca que le tocó vivir. La interpretación whig, liberal y optimista de la historia fue BÉDARIDoAp, . cit., pp. 15 SS. Sobre esta Exposición en Londres, cfr. ASA BRIGGS«: Los estilos, la moral y los gustos. Alteración de valores en el arte y la sociedad)), en ASA BRIGGS(d ir.): Historia de las civilizaciones: 10. El siglo XIX, Alianza y Labor, Madrid, 1989, pp. 414-470, esp. 415 SS. Acerca de la participación española en estos eventos y su valoración critica por parte de algunos autores renombrados, véase JUANL UIS GUEREÑA((:G aldós en la Exposición Universal de París de 1867», en Actas del Tercer Congreso Internacional de Estudios Galdosianos, Las Palmas, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1989, t. 1, pp. 37-52; NICOLÁS ESTÉVANEYZ M URPHY:M & Memorias, Ed. Giner, Madrid, 1975, pp. 312-313 (Exposición de 1878); PATRICIOE STÉVANEYZ MURPHY: ((Correspondencia de París. Los productos canarios en la Exposi-ción », Revista de Canarias, núm. 1 (1878). pp. 8-10. Cfr. ASA BRIGGS: ((Perspectivas. El siglo XIX ante el futuro)), en ASA BRIGGS(d ir.), op. cit., pp. 479-499, esp. 479-482. ~ ú 3m9 (1 9 93) 405 6 JUAN FRANCISCO MARTÍN DEL CASTILLO vehiculada a través de la obra de Macaulay, Historia de Ingla-terra (1849-S), que gozó de gran difusión. No obstante, la transmisión de estos postulados generacionales (Zeitgeist, en un término caro a los historiadores de la cultura), se llevó a cabo mediante el acicate de los movimientos liberales regionales y, principalmente, por aquellos que sentían la necesidad de de-nunciar el hecho diferencial de sus tradiciones populares: los llamados ((liberales ilustrados)). Salvado quedaba, empero, el argumento universalista de esta tendencia whig, porque el liberalismo como ideología propia, amén de pol��tica susceptible de aplicación económica, sólo re-conocía el principio irrenunciable de ciertos derechos funda- -m - -e - n- -t - a--l e- -s del individun, segfin expusiera Tnhn Stcart Mi!!, en el ensayo On Liberty (1859). 2.2. Preocupación social. controversias El siglo XR se distinguió por ser la culminación de unos pro-cesos anticipados con anterioridad en centurias pasadas. Como dice el historiador británico, J. D. Bernal, refiriéndose a la di-námica científica, da transición del sueño a la realidad se operó en el siglo XXD'. No obstante, esta culminación, o sentimiento de tal, no se limita a la esfera tecnocientífica, sino que llega a comprobarse en los movimientos sociales y en las aspiraciones de las capas dominantes. En general, prevalecía un feeling ge-neracional de auténtica efervescencia; además parecía que el ser humano sólo podía limitar sus capacidades en proporción a sus conocimientos y habilidades. Sin distinción de ideología o principio político alguno, todas las asociaciones se identifica-ban en el criterio del hombre como ser creador, inventiva, o activo; estas tesis, tanto las defendían, como digo, liberales a ultranza, o conservadores (tories) y, sin olvidarnos de la fuerza naciente, los socialistas. A tal punto que Karl Marx, en sus es-critos de juventud, los denominados Oekonomisch- philosophis-che Manuskripte (editados, por primera vez, en 1932) reconoce BERNALop, . cit., p. 26. 406 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS esta peculiaridad del ser humano en cuanto tala. También es cierto que esta idea no era nueva en absoluto, puesto que la puso en circulación Goethe a través de su famoso Faustg, al concebir el conocimiento (Kenntnis) como acción (Handlung). Por lo demás, sena un craso error argumentar que e1 «hombre fáustico)) fuera un freno al desarrollo industrial del período de-cimonono; al contrario, este proponerse del hombre ochocentista las cosas y realizarlas es una de las bases comportamentales (o conductuales) que explican la imbricación de la tecnología y la ciencia tanto en el siglo XIX como en el xx. Aparte esto, la famosa obra de Samuel Smiles, Self-Help (1859)1°, tuvo el acierto de servir de catecismo a los modernos hacedmes de !a sociedad industrial. Fue tal su éxito, que dis-frutó de varias ediciones, incluso algunas tan inimaginables como la rusa. Es decir, el epítome de Smiles resume en sus páginas el ímpetu de ideas que corría por la vieja Europa. Una de las consecuencias de la progresiva secularización de los modos de obrar y pensar en las conductas individuales y colectivas residió en los conflictos ocasionales al compás de la introducción de nuevas teorías que amenazaban chocar fron-talmente con el viejo more". Así, la perspectiva tradicionalista y el poder reaccionario de la mentalidad canonista hizo suya la bandera de la protesta contra el empeño de ensanchar las pseudoacabadas tesis biológicas. El debate entre el fijismo de aquellas concepciones (el clérigo Wilberforce) y el incipiente transformismo de perfil darwiniano (Th. H. Huxley, «el buldog de Darwin))) tuvo por escenario -y volvemos al hilo de nuestro asunto: las sociedades- las aulas de la Bristish Association for Cfr. JUAND AVIDG ARCÍAB ACCAH: umankmo teórico, práctico y positivo según Marx, F.C.E., Madrid, 1974, 2.8 ed., pp. 37 SS., 55 SS. Cfr. LUIS D~EDZE L CORRALE: l rapto de Europa, Madrid, Alianza, 1974, cap. 9 («Europa, aprendiz de brujo»), pp. 320-357; ASA BRIGGS«: LOSe stilos, la moral...», op. cit., p. 452; LELLANDJO SEPHRA THER«: Una crítica del hom-bre fáustico~D, iógenes, (1959), pp. 71-86. 'O Cfr. BÉDARIDoAp. , cit., p. 68; BERNALo, p. cit., p. 157; ASSA BRIGGS: «Los estilos, la moral ... N, op. cit., p. 414. l ' Sobre estas controversias y el debate entre la ciencia y la fe, véase BÉ-DARIDAop; . cit.. p. 60; ASA BRIGGS«: LOS estilos, la moral...», op. cit., pp. 462-3. 8 JUAN FRANCISCO MART~N DEL CASTILLO Advancement of Science, en el problemático 1859; el mismo año de la edición príncipe de la Evolución de las especieslz. Por lo regular, las discusiones más importantes y, quizá, de mayor en-jundia socioideológica o filosófica de la centuria las encontra-mos en las dependencias de las sociedades científicas o litera-rias; tal era su poder de convocatoria. Otro aspecto al que nos hemos de referir es, por supuesto, al de los ideales manifiestos del Ochocientos. Estos son, grosso modo, tres: Evolución, Progreso y Unidad de la Ciencia. La idea evolutiva, tan bien estudiida &r el profesor Lovejoy en el ya clásico, La Gran Cadena del Ser1', es, por otra parte, fruto del movimiento intelectual, nacido de las corrientes de cambio en e] campu de 1: @v16gia. VLyefl, fi'íiCiplh- &.-,&y, :834), que busca satisfacer la explicación científica por medios puramente experimentales, ajenos por completo a la tutela eclesiástica (Sa-gradas Escrituras). No obstante, este transformismo original y burdo recibió el apoyo de los ilustrados franceses (Lamarck, especialmente), que le dieron el formato teórico preciso. Danvin y ~ a l l a c feo rtalecieron empíricamente las tesis d e estos últimos. «La idea del Progreso)), en expresión de John B q I 4 , también reforzó las ideas evolucionistas, puesto que, de alguna manera, las comprendía y cimentaba. La interpretación whig de la his-toria mantenía la perfecta gradación de los objetivos de la so-ciedad y, por ende, hacía guiños benevolentes de bienvenida a los postulados darwinianos. Este es un ejemplo clásico en el - - que la ciencia se confunde con los presupuestos básicos de la sociedad: Evolución = Progreso. El tercero de los ideales, la Unidad de la CienciaIs, es pro-ducto de la Naturphilosophie alemana (Oken y Stahl), aunque, l2 Sobre el debate entre fijismo y transformismo, véase ETIENNGEI LSON: De Aristóteles a Darwin (y vuelta). Ensayo sobre algunas constantes de la biofilosofía, Pamplona, EUNSA, 1976; acerca de la Brirish Association y la fuerte disputa entre Wilberforce y Huxley, cfr. BERNALo, p. cit., pp. 130- 131. l3 La gran Cadena del Ser. Historia de una idea, Icaria, Barcelona, 1983 [Harvard: H.U.P., 19481. l4 JOHN BURYL: a idea del progreso Alianza, Madrid, 1971. l5 BERNALo, p. cit., p. 3 1 en nota. 408 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS. LITERARIAS, ARTÍSTICAS ... 9 claro está, es un principio del catecismo positivista, tanto fran-cés como vienés (((Círculo de Viena))). Su génesis partió de la teoría orgánica que tenían los filósofos de la naturaleza ger-manos; sin embargo, pronto se difundió merced al proceso de jerarquización académica que se propiciaba en las universidades. Se quería fundamentar bajo un mismo lenguaje (lingua u ~ i - versalis), los diversos cometidos y formas de la ciencia y, de acuerdo a ello, reglamentar un orden en su seno, buscando una óptima comprensión del hecho científico. Tal fue el dominio de esta idea, que, en breve plazo, las sociedades científicas se hi-cieron eco de semejante plan, distribuyendo su acción en com-partimentadas áreas de trabajo. 2.3. Ciencia y Sociedad: historia cultural A partir de ese momento [1822] empezaron a crearse so-ciedades literarias o científicas provinciales al ritmo de cin-co, diez, quince e incluso veinte por década, de modo que para finales de siglo se habían fundado más de un cen-tenar de dichas sociedades, y cada ciudad importante po-seía su propia institución científica. La mayor parte de di-chas sociedades era asociaciones de aficionados, industria-les y profesionales inclinados hacia el progreso del conocimiento y las aplicaciones de la ciencia y, más en general, a promover la economía y la cultura de su región j6. Estas palabras, dirigidas a la peculiar situación que se dio en la Gran Bretaña optimista de la era victoriana (mid- Victorian, en la periodización clásica)I7, pueden extenderse, con matices y algunas desviaciones típicas, a los demás lugares de la Europa de los Imperios finiseculares. Si bien, en Inglaterra o Escocia, las sociedades fueron muchas, y algo parecido se constata en la Alemania de la Siemens y los Krupp, las insti- MASONp,. cit., p. 65. l7 Una visión irónica de este periodo, la representa la obra de LYTTON STRACHEY:V ictorianos eminentes (1918); cfr. DÁ~nsoL ÓPEZ GARC~A~:L ytton Strachq, !a coficie~ciaI ,igóRcu d d g r ~ dpe E ! ~ ~ m s b q R~e?v?kt,u de a-cidente, 89 (octubre 1988), pp. 72-86. 10 JUAN FRANCISCO MART~N DEL CASTILLO tuciones asociativas en España no puede decirse que desoyeran estas tendencias supranacionales. Antes, al contrario, la comunidad española y, en especial, las capas dominantes del emergente liberalismo hispánico entendieron el importante reto de modernización, y también de autoconciencia colectiva, que suponía el desarrollo de las sociedades científicas o literarias. En más de un sentido, coincide el movimiento cultural de las publicaciones periódicas, como los diarios o las revistas (España Moderna, Revista Contemp~ránea)c~o~n , el afianzamiento de las posturas liberales en la política general. Además, las sociedades científicas o literarias ofertaban un marco de debate habitual, en el que, las más de las veces, eran discutidas cuestiones que atañían 8 aciintnc AP inrlnl~ narinnal. inrliicn PP I l ~ c r r í a n~ncar u.-.-. ..."-*L.," .." .-...-A- ----....L...-, ----...u.., u- "-o- r------ soterradamente, en que tales instituciones pudieran concebirse como establecimientos de enseñanza superior, paralelos a las propias dependencias universitarias 19; y ahí estaría el imparable fenómeno de los Ateneos o Cafés del viejo Madrid, verdaderos refugios para los (tintelectuales alerta» (Iris M. Zavala). El caso del Ateneo madrileño es diáfano a este respecto, pues, según el testimonio de nuestro Nobel, Santiago Ramón y Cajal, fue en esta institución donde primero se oyeron, por boca de Emi-lio Ca ~ t e l a rl~a~s ,p olémicas teorías evolucionistas de los explo-radores Charles Darwin y A. R. Wallace. Quiere decirse que las sociedades científicas o literarias de aquel tiempo impulsaron el encuentro y concurso de las acti-vidades culturales en cada una de las regiones de su ámbito. Por descontado, las de Madrid gozaron de una mayor acogida l 8 Sobre este movimiento publicista, véase MANUELTu RÓN DE LARA:M e-dio Siglo de Cultura Española (1885-1936), Tecnos, Madrid, 1970, p. 106; IRIS M. ZAVALA: Románticos y socialistas. (Prensa española del siglo XIX), Siglo XXI, Madrid, 1972, pp. 83-125 (apéndice de publicacions, 93 en total); PEDROG ÓMEZ APARICIOH: istoria del Periodismo EspañoL (De las guerras coloniales a la Dictadura), Ed. Nacional, Madrid, 1974, pp. 79 SS.; RAMÓN PAZ: Revista Contemporánea (Madrid, 1875-1 907), Madrid, 1950. l9 Cfr. mi trabajo de próxima aparición; «El tipo rezagado y la ciencia española. (Una lectura critica de El árbol de la ciencia de Pío Baraja))), Boletín Millares Carlo, en prensa. 20 SANTIAGOR AMÓNY CAJAL:M i infancia y iuventud, Espasa Calpe, Ma-drid, 1955, capítulos XIX-XXI y XXVI. 410 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE L E ~ NY CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENT~FICASL, ITERARIAS, ART~STICAS... 11 y la repercusión de sus debates era casi inmediata en la escasa opinión pública del momento; sin embargo, las de provincias, aun con ser menor su juego social, informaban de las inquie-tudes políticas y culturales de un sector importante de la po-blación, por lo regular el más favorecido y pudiente. La reali-dad última es que estas instituciones enviaban al exterior un retrato en positivo de lo más esmerado y consciente de la opi-nión de provincias. Un hecho más confirma esta hipótesis de trabajo: el bajo índice de lectura de la época y, el no menos preocupante, ín-dice de analfabetismo. Dos datos que nos ponen en la pista de una valoración historica más adecuada del brote institucional asedative: c!aro es que la sociedades eran la pasión de unos pocos y contados dilettanti; no obstante, sin la concurrencia de este impetuoso movimiento en la España contemporánea, hoy de muy poca cosa estaríamos satisfechos, cultural y política-mente hablando, de nuestro siglo diecinueve. 3. JUANDE LEÓNY CASTILLOY LAS SOCIEDADES DE S U TIEMPO En Canarias, la idea institucional disfrutó de un fuerte apoyo a partir de la llegada a la política local de ciertos nombres señeros para la historia del Archipiélago. Primeramente, la ge-neración de Antonio López Botas, de la cual formaban parte personajes tan destacados como Juan Evangelista Doreste, Fe-lipe y Miguel Massieu, Cristóbal del Castillo y Manrique de Lara, Manuel Ponce de León, etc. Todos, o casi todos ellos, con el común denominador de haber estudiado en las aulas de la universidad lagunera. De otro lado, estarían los prohombres de las Islas Occidentales: Miguel Villalba Hervás, Rafael Lorenzo, los hermanos Bartlett, etcétera. Sin embargo, es históricamente lícito plantearse la siguiente pregunta: ¿por qué hablamos de nombres propios cuando in-tentamos referirnos a la introducción del movimiento institu-cional asociativo en las Islas Canarias? La respuesta es sencilla: porque la misma fuerza histórica obliga a ello. Esto es, poco ha de entenderse de la creación y desarrollo de las sociedades 12 JUAN FRANCISCO MART~ND EL CASTILLO científicas o literarias, y las revistas o boletines anejos a ellas, si no se cita a las personas, con nombres y apellidos, que las favorecieron, ya fuera con su empeño intelectual, ya fuera con su peculio. Sabido esto, por ejemplo, se comprende mejor la fundación del Gabinete Literario y Artístico (1844), en las dependencias del antiguo Teatro Cairasco de esta capital, y bajo los auspicios del inefable López Botas. Tentados estamos, incluso, de inter-poner esta fecha entre lo estimado como una institución al modo ilustrado o estamental (las Reales Sociedades, aunque lue-go habrían de cambiar) y la moderna visión de una sociedad científica o literaria, no tan predispuesta a corsés canonistas, y, en fini modelada de acuerdo a una temática especializada (Literatura, Artes, Ciencias) ll. Las Sociedades de Amigos del País sufrieron muchos cam-bios debido a los nuevos aires que corrían. Así, pronto se hubo de atajar la solapada decadencia por medio del instrumento es-tatutario de la división en parcelas de conocimiento de las Co-misiones desgajadas de la Junta Directiva. Con esta renovación, las Sociedades de Amigos del País resplandecieron con gran vi-gor, logrando, como es el caso de la de Las Palmas, profundi-zar con éxito en la temática insular. Renglón aparte merecen aquellas instituciones que nacieron con un objetivo claramente definido desde su origen. Y, entre ellas, sobresale la Sociedad del Museo Canario (1879), que anhelaba dar pábulo a las pocas mentes científicas del Ar-chipiélago. En ¡o que sigue, haremos el recuerdo histórico de estas so-ciedades, o parte de ellas, y su relación, que, en algunos casos, asciende al peldaño de auténtica contribución, con el Ingeniero grancanario, D. Juan de León y Castillo (1834-1912)". 21 Un ejemplo de estas Comisiones, nos lo ofrece EL~AZSE ROLO en el «Boletín de Sociedades)), de la Revista de Canarias, núm. 6 (1879), pp. 93-94. l2 Acerca de la personalidad y, sobre todo, el pensamiento de este ilus-tre canario, véase mi Memoria de Licenciatura, Ciencia y Política en el Pensamiento de Juan de León y Castillo, de próxima publicación por el Cabildo Insular de Gran Canaria. 412 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 3.1. Reales Sociedades Eco~ómicasd e Amigos del País En líneas generales, la relación habida entre D. Juan y las Económicas de Amigos del País es de muy buen carácter. De-cimos esto, porque, cuando no contribuye de una manera de-cisiva a las tareas de las Comisiones especiales de aquéllas, me-diante la elaboración de memorias o informes de asunto muy concreto, le citan para nominarle socio de Mérito u Honorario; y no solamente las Sociedades del Archipiélago. En definitiva, y para no alargarnos innecesariamente, dos son los modos de relación con las de los Amigos del País: o bien de apoyo a la rcci6n sicia!, hte!er.tua! (sobre todo) y reivindicadora, o bien para recibir los honores de estas Reales Sociedades provinciales. De acuerdo con la propia documentación conservada por Juan de León y Castillo, tres son las Sociedades de las que guarda cartas u oficios: la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas de Gran Canaria, la de Santa Cruz de Tenerife y, finalmente, la Económica de Sevilla. 3.1 .l. Las Palmas de Gran Canaria El Ingeniero participó durante muchos años de la vida social y cultural de esta Sociedad. Presentó varios informes detallados; algunos de ellos, como el del estado de las obras del Puerto de la Luz, fueron incluso programáticos de lo que habría de ser el crecimiento de la ciudad y su infraestructura portuaria. Fue elegido para distintas Comisiones puntuales, de las que se tomaba mucho partido, haciendo correr un estado de la opi-nión, que luego llegaría a instancias superiores. En fin, su ac-titud y trabajo para con la de Amigos de Las Palmas pueden representarse por medio de una palabra: la seriedad; se c;ejró, a pies juntillas, la función pública de recogida de informaciones y denuncia social de ésta; pero es que, además, utilizó la tri-buna política que le deparaba la Sociedad para hacer patente a todos los grancanarios los buenos planes e intenciones que tenía para su engrandecimiento. Núm 3 9 (1 993) 413 .. 14 JUAN FRANCISCO MARTÍN DEL CASTILLO Siguiendo este patrón de relación, encontramos que la primera noticia de su acción en la Sociedad data del 25 de junio de 1870, en donde se le cita como componente de una Comisión ad hoc para analizar el asunto del ((ensanche de la población»23. Este problema se había acentuado tras el creci-miento demográfico y urbano de la ciudad en las décadas cen-trales del siglo pasado. Tanto fue el incremento, pese a las epi-demias acontecidas, que la urbe hubo de ser incluida entre las poblaciones que debían presentar un ((plano ge~métrico))p'~ar a verificar las posibilidades ciertas o irreales de un sensata pla-nificación de extensión urbana. No es de extrañar que llamaran a D. Juan con tal objeto, conocida su calidad de Ingeniero de Caminos. Canales y Euertos.. ' Sin embargo, esta actividad analista se verá enormemente reforzada entre 1874 y 1879, período en que serán presentados y debatidos los informes acerca de la construcción de un nuevo puerto en la Bahía de la Luz y la remodelación del viejo Mue-lle de las Palmas. En estos años febriles es cuando constatamos su personal e inquebrantable apoyo a las nuevas iniciativas en el sector de las Obras Públicasz. Sabía, perfectamente, que el atraso funcional (o estructural) de la España decimonónica se debía, entre varias concausas, a una deficiente red de infraes-tructuras primarias en el territorio; por tanto, él, como otros muchos ingenieros de su promoción o posteriores, vio la nece-sidad de paliar tal estado de cosas. Por de pronto, y ante la insistencia apremiante de las clases dominantes y en la bús-queda de una apertura comercial segura y fluida con los puer-tos europeos, que tantas décadas se había dilatado, se aprestó a dar solución a un problema del final del Antiguo Régimen: un puerto para la Luz, que ya el ingeniero Clavijo y Plo había diseñado en los albores del Ochocientos. Por otra parte, este proceso sumatorio de uno y más infor- AHPLP/JLC, leg. 22, doc. 15. 24 AHPLP, Sección Ayuntamiento de Las Palmas, Serie Policía y Or-nato, Expediente 12, año 1847 (aunque se extiende hasta 1853); núm. registro general 12. 25 Sobre la situación nacional de las obras públicas en la época, véase PABLOA LZOLYA M INONDOL:a s obras públicas en España, Bilbao, 1899. 414 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENT~FICAS. LITERARIAS. ARTÍSTICAS ... 1s mes sobre el asunto de las obras públicas en la isla de Gran Canaria puede ser apreciado en su amplitud, y no sin ciertas dosis de santa paciencia, en el Fondo Documental de Juan de León y Castillo. No obstante, uno de los primeros aldabonazos, reside en la Memoria presentada á la Sociedad.. acerca del es-tado en que se hallan las obras públicas de esta Isla en fin de 1874 por el Ingeniero. .., que fue publicada en los Anales de la Real Sociedad ese mismo año26, donde reitera sus útiles ideas acerca de la particular misión de las obras en el Muelle de Las Palmas y la futura construcción del Puerto de la Luz27. A todo esto, la polémica sobre quién fue el primero que dis-cernió la bonanza de un puerto para esta Bahía de las Isletas, Jv 1 en especia!, 2 q ~ i é nr' eheria atri_huire p-hhlicamente -1 éxito de semejante pensamiento, o sea, a D. Juan o a su hermano menor, D. Fernando León y Castillo, que ya en un veterano artículo de Las Canarias (1863) diera un primer aviso periodís-tico, también tiene su reflejo en la Económica de Las Palmas. Pero, de tal forma, que hoy podríamos concebirlo como toda una lección de compromiso histórico. Y si no, véase el presente texto de una carta de la Sociedad a D. Juan, fechada el 11 de abril de 1882: Esta Sociedad Económica de Amigos del País recuerda hoy con singular complacencia el informe que V. S. se sirvió darle y en el que, con la lucidez y penetracion que le distinguen, consignó V. S. dos pensamientos que actual-mente se hallan en via de realizacion, á saber; que las obras del Muelle de Las Palmas eran de suma importancia y convenia terminarlas con todos los recursos posibles para evitar las marejadas que interrumpian las faenas ma-rítimas, con notable perjuicio de los intereses comerciales; y que en el Muelle de la Luz se cifraba el porvenir de la Gran Canaria por que sólo aquel puerto tenia condiciones en el archipielago para ser declarado de Refugio en esta parte del Oceano Atlantico. Este feliz pronóstico, cuya realizacion solo odia vislum- brarse en lontananza, lo promovió V. S. en Pa Corte con su patriótica iniciativa y con la eficasisima cooperacion de 26 Páginas 65-73. 27 Ibid, pp. 80-2. 16 JUAN FRANCISCO M A R T D~E L CASTILLO su digno hermano el Excmo. Sr. Ministro de Ultramar; dan-do lugar, no sólo á que el Ministerio de Fomento af raciara al muelle de Las Palmas con doce mil duros y a de la Luz con cuarenta mil, sino á que se expidiera una R. O. para que V. S. misma estudiase y levantase los planos de las obras del Puerto de Refugio en el de la Luz ue, con una rapidez asombrosa, terminó V. S., merecien- 10 los placernes de las corporaciones facultativas del Reyno. Esta Sociedad Económica se congratula en consignar en su libro de Actas que los inmensos beneficios que ha-brá de reportar la Gran-Canaria con el Puerto de Refugio, se deben á la iniciativa y eficaz mediacion de V. S y á la poderosa influencia de nuestro benemérito Diputado el Excmo. Señor D. Fernando de Leon y Castillo. La misma Sociedad al dar á V. S. las mas expresivas a gracias, como lo hará tambien al Señor Ministro su digno N E hermano, se complace en confiar que ambos han de pro-seguir en su noble empeño hasta dejar realizadas aquellas O n importantisimas obras. - m O Lo que tenemos la honra de poner en conocimiento de E E V. S. por acuerdo de la Sociedad del dia diez del ~orriente'~. -SE A nuestro modesto entender, el texto no tiene desperdicio porque, de una parte, nos relata la pequeña historia de una gran consecución, y, por otra, viene a unirse a las modernas consideraciones de la historiografía reciente (Fernando Martín Galán) "'. Vemos, pues, que D. Juan contribuyó sobremanera al ascen-so de esta interesante institución grancanaria, dándole empuje y apoyatura con su calidad profesional y su arropamiento po-lítico. La anterior carta suma un éxito más a los que ya tiene, y es que estima la labor de los dos hermanos y, de un modo especial, la de D. Juan en un año, como el de 1882, que pre-senta la particularidad de ser el previo al inicio definitivo de las obras del Puerto de Refugio de la Luz (1883-1903). Como en justicia d&ia, la Real 30efedad reeOcocer efi los es-fuerzos del Ingeniero lo que de bueno y útil había en ellos. 28 AHPLP/JLC, leg. 25, doc. 2 (2). Hay respuesta, por lo menos en bo-rrador, de D. Juan, del día 25 de abril de 1882 [Ibid, leg. 25, doc. 2 (3)]. 29 FERNANDWO RT~NG ALÁN: ~1852-1883:A ntecedentes del Puerto de Re-fugio de la Luz», Aguayro, 146 (mayo-abril 1983), pp. 4-9. 416 ANUARIO DE ESTUDIOS A TLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENT~FICASL, ITERARIAS, ART~STICA.S.. 17 No obstante, el reconocimiento no se quedó ahí. A finales de 1882, precisamente el 10 de noviembre, la Económica le remite la siguiente comunicación, que firman D. Mariano Sancho y Chia (Director) y D. Juan Padilla (Secretario): Excmo. Señor, Esta patriótica Sociedad, en sesion de hoy ha acordado nombrar a V. E. socio de Mérito de la misma, por los beneficios que viene prestando al Pais, y especialmente por los muy importantes que se refieren al Puerto de Refugio en el de la Luz. En su virtud, tengo la honra y la profunda satisfaccion de remitir á V. E. el adjunto diploma correspondiente y de felicitar á V. E. con la mayor efusion por tan merecida cuanto distinguida recompensa ' O . Como queriendo cerrar un ciclo, el Ingeniero no dejó más documentación relativa a la Real Sociedad Económica de las Palmas de Gran Canaria en su Fondo Documental, después de esta última carta; excepción hecha de las distintos borradores que pergeñó con la intención de que no _cayeran en el olvido sus arduos trabajos para la construcción del Puerto de Refugio, y que tanto le hubieron de obsesionar tras la aparición del li-belo anónimo, El puerto de la Luz en Gran Canaria (Las Pal-mas: Tip. Diario, 1909)". 3.1.2. Santa Cruz de Tenerife Resulta paradójico que se elija a un grancanario como miem-bro de una institución tinerfeña en una época caracterizada por ' O AHPLPIJLC, leg. 25, doc 2 (9). '' Sobre estos borradores, y para no aburrir con la enumeración com-pleta, remitimos al más completo, Orígenes del Puerto de Refugio de la Luz en Las Pairnas de Gran Canaria (AHPLPIJLC, leg. 14, doc. l), escrito por D. Juan en 1909, pero que fue comenzado en 1891. En lo que se re-fiere a las disputas periodísticas, hubo artículos laudatorios de la persona de JLC; como, por ejemplo, el titulado, «Miserias Políticas. El folleto del Puerto». del diario El Cometa, núm. 12, del 13-VIII-1910, que venía a cri-ticar al folleto anónimo publicado el año anterior. Núm 39 (1993) 417 18 JUAN FRANCISCO MARTÍN DEL CAS~LLO la amplia y negativa contienda insular (el famoso «Pleito Insu-lar))); sin embargo, hay que hacer constar que la clase dominante -incluso desde una óptica intelectual o cultural como la que aquí se aborda- tiende a aglutinarse bajo unos mismos criterios o emblemas, de los cuales forman un patrón de identidad. Poco más o menos, eso es lo que pasa con D. Juan. Este, en los inicios de su actividad profesional (baste re-cordar que llegó al Archipiélago en 1858), a las órdenes del Ingeniero Jefe de la Provincia, tuvo que residir en Tenerife; ade-más, como hijo de propietario agrícola, disfrutaba de una des-ahogada posición. En resumidas cuentas, su pertenencia a una capa o clase a dominante -en este caso, a dos grupos socieconómicos: el de N los propietarios y el de los profesionales liberalesz-, y, de otro E lado, los primeros años de estancia en Tenerife como directo O n - colaborador del ingeniero Francisco Clavijo y Plo, le hicieron =m O E acreedor a las distinciones de la Sociedad Económica del Ami- £ 2 gos del País de Santa Cruz de Tenenfe, de la que era Director, =E D. José J. Monteverde. De esta forma, se le nombra socio el día 25 de abril de 1865; contestando el Ingeniero, obligado por 3 - el honor que se le hace, de esta manera: - 0m E recibí el diploma de Sócio, de la que V. tan dignamente preside y un ejemplar de los estatutos de la misma, por cuyo nombramiento doy á esa Corporacion las merecidas gracias 33. No hay ninguna otra alusión a esta Sociedad en la docu-mentación de D. Juan; lo cual evidencia, a nuestro parecer, el progresivo desapego del Ingeniero hacia esta institución por mo-tivos históricos y políticos claros. 32 Cfr. JosÉ MIGUEPLÉ REZ GARC~ALa: situación política y social en las Canarias Orientales durante la etapa zkabelina, Real Sociedad Económica de Las Palmas, Las Palmas, 1989, p. 46. 33 AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 15, carta del 9 de mayo de 1865. 418 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTZCOS JUAN DE LEON Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS, LITERARIAS, ART~TICA.S.. 19 3.1.3. Sevilla Con respecto a esta última Sociedad, hemos de hacer la si-guiente salvedad: como se verá en el texto que reproducimos de la misiva remitida al Ingeniero, la causa de su designación para el cargo de ((individuo honorario)), está directamente rela-cionada con los trabajos profesionales realizados por D. Juan, y no podía ser de otra forma porque todavía era un político en ascenso y, por supuesto, aun no gozaba de la influencia de un hermano ministro, como luego lo sería D. Fernando León y Castillo. Queremos entender que, en última instancia, la lla-mada o reqüerimieatu honuli'ficu se hace a1 ijmfesioíizil, a! iíi-geniero en una palabra. Lo cual debió producir gran regocijo interior al grancanario, y, quizá, sea ese uno de los motivos que han actuado para que esta carta se haya conservado en la actualidad. Atendiendo á las distinguidas circunstancias que en V..$. concurren, esta Comision ha acordado espresar á V. S. la especial satisfaccion con que veria se dignase admitir el nombramiento de individuo honorario á la misma 34. 3.2. El Museo Canario El día 24 de noviembre de 1879, varios amigos, influenciados por las ideas krausistas de algunos profesores peninsulares del Instituto de Segunda Enseñanza de Las Palmas (sobre todo, Sal-vador Calderón) se reúnen en la ciudad y fundan la Sociedad del Museo Canario. La Revista de Canarias, dirigida por Elías Zerolo, recibe con elogiosos comentarios el nacimiento de esta institución: Tócale hoy á Las Palmas de Gran Canaria, que no podía quedarse rezagada, el haber fundado un establecimiento 34 AHPIP!IIC, !eg. 33, doc. 15 [Sevi!!a, 15 de ahri! de 1874, Sociedad Económica de Amigos del País (Comisión General de la Exposición)]. 20 JUAN FRANCISCO MRTÍN DEL CASTILLO que, si no puramente científico, ha de dedicarse preferen-temente á aquella clase de indagaciones. El Museo Carzario, que así lo han llamado, nace bajo las más favorables aus-picios, y con vastísimo plan ... Mucho debe esperarse de la nueva sociedad, que ya ha merecido el apoyo del Ayun-tamiento, habiéndole facilitado éste habitaciones en la par-te alta del edificio que él mismo ocupa. Componen la Jun-ta Directiva personas de reconocida ilustracion que han de dar impulso á tan laudable instituto 35. Entre los selectos miembros de la Junta Directiva, y en un puesto de alta responsabilidad, como es el de primer Vice- Pre-sidente'" encontramos el nombre de D. Juan de León y Castillo. Te~lemss,p ues, u! h g e ~ i e r ee r, iin mer?.,errts c!uw de !u historia cultural de las Palmas de Gran Canaria, y me apresuro a decir, que del conjunto insular. Y ello tiene aun mayor importancia, si resaltamos que fue el único profesional asistente relacionado directamente con lo que hoy denominamos ((tecnología dura)) de aquella asamblea original, puesto que la gran mayoría eran personas de forma-ción médica y algún que otro propietario y la ((anecdótica))p re-sencia de un pintor. Es decir, el amplio espectro de preocupa-ciones e inquietudes de este hombre singular le lleva a dar cul-men a una idea que, por aquel entonces, parecía estar reservada a políticos o abogados y, en menor medida, a médi-cos. Este es otro rasgo más, y estamos por sentenciar que ca-balmente definitorio, del talante ilustrado («liberal ilustrado))) del impar Ingeniero grancanario: la búsqueda de iniciativas cultu-rales (o científicas) encaminadas al propósito de una satisfacción pública y general. Tal vez sea esta última particularidad, el servicio al bien pú- 35 EL~AZSE ROLO:« Boletín de Sociedades)), Revista de Canarias, núm. 22 (1879), p. 346. 36 Cfr. JUANR ODR~GUDEOZ RESTE:E l Museo Canario. Breve reseña his-tórica y descriptiva, El Museo Canario, Las Palmas, 1967, p. 10; JOSÉ MIGUEL ALZOLA; Víctor Grau-Bassas, primer conservador de El Museo Ca-nario, El Museo Canario, Madrid, 1980, p. 28. Para la fundación de la So-ciedad, @are ALFREDO HERRER-PAI QL J«~Ln s 110 años del Museo Canario», Canarias 7, 22-VI-1990. 420 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS blico, la que haya hecho que D. Juan no conservase mayor re-cuerdo del Museo Canario que una carta. Puesto que la obra de del Puerto de Refugio de la Luz, que se comenzó en el lejano 1883, y habría de terminarse con la entrega a la Áuto-ridad entre 1902 y 1903, obligó al Ingeniero a una constante tutela del proceso, así como a un ulterior desligarse de cual-quier otra empresa, fuera de la calidad que fuese, para no fa-tigar su atención principal: el Puerto. Amén de esto, la coinci-dente e inexcusable incorporación a la Comisión española de señalización del emplazamiento de Santa Cruz de la Mar Pe-queña (1883), en cumplimiento del artículo octavo del Tratado de paz y amistad hispano-marroquí (26 de abril de 1860), que !e fmz8 a estar en las cercanas costas africanas por espacio de un tercio de año, completado más tarde por la elaboración de un Informe para alzarlo al Ministro de Estado. En definitiva, muchos factores se coaligaron para que D. Juan faltase a los compromisos del Museo Canario; y que, finalmente, le disculpan de sus primeras ilusiones sobre la institución. Vayamos, entonces, con la carta. Esta tiene un gran valor histórico por dos motivos: primero, su contenido denuncia el grave estado de la Revista de la institución (iniciada en 1880), lo que significa que hay un bajón en la continuidad de las colaboraciones; y, asimismo, cabe suponer que en la preo-cupación general sobre las temáticas de fondo de esta publi-cación hay un cierto desinterés o abulia. Este, por ende, es un motivo científico y cultural. El segundo es de carácter po-lítico: en el texto de la carta, se alude a la ((Exposición uni-versal de París)), al ((patriotismo verdadero)), al ((patriótico em-peño », que vienen a convencernos del alto prestigio social al-canzado y, sobre todo, de las raíces políticas de una institución como la del Museo Canario, aglutinante de lo mejor de la co-munidad isleña. En otros términos, se intenta evitar, por todos ios medios, el final de la Sociedad, aunque, por contra, parezca mostrar los síntomas de un agotamiento temprano. En este sentido, hay un apunte histórico a resaltar: la carta es remitida a uno de los principales fundadores de la Sociedad, queriéndose expresar, tácitamente, que su apoyo sería de nuevo más que bienvenido. Núm. 39 (1 993) 42 1 El silencio que dio por respuesta D. Juan resulta, a todas luces, elocuente 37. Esta Junta Directiva de mi Presidencia se ha enterado por manifestacion del Señor Director de la Revista del Museo Ca-nario «de la imposibilidad de continuar la publicacion de la misma, si por parte de los Señores que componen el Cuerpo de Redaccion y el de Colaboracion no se procura darle va-riedad é importancia con sus trabajos y producciones)). Sensible seria que se suspendiese una publicacion que, por su carácter especial y asuntos de que trata llama la aten-cion de todos los Centros científicos, así nacionales como ex-tranjeros, Bu e reproducen en sus Revistas artículos por la nuestra pu licados y dignos de excepcional atencion, espe-cialmente en las actuales círcunstanciar en qiie, c m m~tivn de la Exposicion universal de Paris, se habrá de tratar en el Congreso internacional de antropologia y de arqueologia pre-histórica de asuntos de grande interés para nuestras islas. Por patriotismo verdadero, solo sea por restigio al pais, y toda vez que nuestra publicacion no só 7 o se ocupa de ciencias, sino tambien de literatura y arte, ha acordado esta Junta excitar los buenos deseos de V. S. á objeto de que preste su valioso concurso al sostenimiento de la Re-vista, organo de esta Sociedad favoreciendola con algunos de sus trabajos que habrán de darle interés y amenidad. La Junta se promete que V. S habrá de contribuir á nues-tro patriótico empeño consignando por ello expresion de nuestro particular agradecimiento Antes de dar por acabado este apartado, sólo referir que el Ingeniero publicó en su vida un único folleto y con un tema tan prosaico pero útil como son las acequias". Esto viene a 37 NO se conoce otro testimonio en el F. D. de Juan de León y Castiiio que haga esperar una subsecuente relación con la Sociedad del Museo Canario, a excepción del que reproducimos en el texto. AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 20, fechado en Las Palmas a 21 de mayo de i986, y firmado por leófiio Martinez de Escobar (Presidente) y Ama-ranto Martínez de Escobar (Secretario). 39 Abastecimiento de aguas de Las Palmas. Bases generales y antepro-yecto del acueducto de la Fuente de Morales (1901); cfr. AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 3. No obstante, y gracias a la información facilitada por el profesor Sebastián Hernández, sabemos hoy que editó alguna que otra obra relativa al cultivo del tabaco. cuento, una vez más, debido a la rareza y, quizá, hondo pesar que le hubo de ocasionar al Ingeniero la lectura de la anterior misiva. Y, por descontado, es un elemento adicional importante para poder razonar en todo su sentido el texto de la antedicha. 3.3. E2 Gabinete Literario En un interesante, por lo detallado y elaborado de la re-dacción, boceto curricular de D. Juan de León y Castillo, en el que, por desgracia, no consta fecha alguna, se puede leer lo siguiente: 14: Academias y Sociedades á que pertenece. Sociedad del Gabinete literario de las Palmas. Socio de mérito. Sociedad de Amigos del Pais de Las Palmas. Socio de mérito. Círculo Católico de Obreros de Las Palmas. Presidente Honorario. Asociación de Trabajadores de Las Palmas. Socio ho-norario N. Lo anterior, y, muy en especial, el nombrar en primer lugar al Gabinete Literario, pone de relieve el singular aprecio que sentía el Ingeniero por esta institución, nacida el día primero de marzo de 1844 con la denominación de Sociedad del Gabi-nete Literario, Artístico, de Fomento y Recreo4I. A su formación contribuyeron personajes muy significados de la cultura isleña, entre ellos, y como alma mater de casi todos los proyectos cul-turales de la segunda mitad del siglo XIX en la ciudad de Las Palmas, sobresale la figura de D. Antonio López Botasd2. Sobre AHPLP/JLC, leg. 22, doc. 37 (tres folios cuadriculados con la leyenda en la portadilla: «Don Juan de León y Castillo), folio 3.0. 41 Cfr. MANUEL ARANDA MENDÍAZ: El Gabinete Literario: Estudio histórico-Artistico, Cabildo Insular de Gran Canaria (Col. «La Guagua»), Las Palmas, 1985, p. 20. 42 Cfr. RENATOG ONZÁLEBZ:i ografía del Señor D. Antonio López Botas, Madrid, 1869 (en MANUEHL ERNÁNDESZU ÁREZln: dice de la colección de Do-cumentos de Agustín Millares Torres, Mancomunidad de Cabildos y Plan Cultural, Las Palmas, 1977, p. 57, tomo XVIII, doc. [15]). él y el grupo que le secundó en sus amplias iniciativas, dejó escritas unas brillantes palabras D. Juan: En 1842 principiaron á terminar en la universidad de la Laguna sus carreras algunos jovenes de esta Isla. Llegaron con la cabeza llena de las nuevas ideas y con el corazón henchido de entusiasmo por el progreso de su pais, su-mido hasta entonces en estado de soñolencia intelectual. Dn. Cristobal del Castillo, Dn. Anto. Lopez Botas, Dn. Es-teban Cambreleng, Dn. Franco. Peniche, Dn. Ignacio Diaz, Dn. Jeronimo del Rio y otros abogados procedentes de la universidad ... ligados con Dn. Juan E. Doreste, Dn. Domin-go José Navarro, Dn. Manuel de Leon pintor llegado de Madrid á la sazón y auxiliados por los miembros mas dis-tinguidos de 11 mh!ez~ como DR. Frunce. ?da de Lmn, Don Miguel Masieu, Dn. José del Castillo, el Conde de la Vega Grande, Dn. Rafael y Dn. Nicolás Masieu y otros por algunos representantes del comercio, Dn. Roberto Hought-hon, Dn. Diego Swanston, Dn. Alfonso Gourié, intentaron la regeneración de la patria, creandolo todo á la vez con el entusiasmo de los ueblos jovenes. Fundaron el Gabi-nete Literario, centro ‘f e instruccion, recreo y fomento, que ha llegado á ser en Las Palmas una verdadera institución4'. En resumen, la pléyade de próceres de esta ciudad capitalina se aglomeró en torno a un prometedor ideal, del cual fueron desgranando Frutos según iba haciéndose patente el motor del Progreso y el Bienestar para la isla de Gran Canaria. Y tanto fue así, que, precisamente, el nombramiento de ((socio de Mé-rito » a D. Juan por parte de la institución se justifica en ese ímpetu voluntarioso por sacar a la «patria» (Gran Canaria) de su inveterado sueño de generaciones, facilitándole obras públi-cas y otros ingredientes para su progresivo esplendor. En la sesion celebrada el 16 de Marzo anterior se dió cuenta de una proposición suscrita por casi todos ios miembros de1 ((Gabinete Literario)), pidiendo fuese nombra-da V. E. socio de mérito; habiendo acordado la Junta Di-rectiva que tengo la honra de presidir quedar enterado con el mayor agrado de la mencionada propuesta, que se " AHPLPIJLC, leg. 6, doc. 12. cc. 4-5. 424 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIÉDADES CIENT~FICASL, ITERARIAS, ART~STICA...S 25 ' dirige á conceder la preeminencia y los honores que le son debidos al ilustrado Ingeniero y entusiasta canario que ha puesto su poderosa inteligencia y voluntad firmisima al servicio de la Gran Canaria, para dotarla, como la ha dotado, de esas obras colosales, base segura del engran-decimiento de esta Isla y de su supremacía sobre las de-mas del Archipielago ... M. Concluimos este punto, haciéndonos partícipes de dos im-portantes noticias: una, la significativa influencia del ambiente del Gabinete Literario en los acontecimientos intelectuales de Juan de León y Castillo; y, segunda, el reconocimiento .de la institución a una figura señera de la cultura insular, a la que, c-arjosarileilie para la épuca, obvirU?U , Cüa~íiüi21 i"ib2ie íjvuieG -recuérdese que D. Juan fue el jefe local del partido leonino-; salvaguardándose lo que, en verdad y meritoriamente, fue: un Ingeniero. .3.4. Société Astronomique de France Nousavons l'honour de vous informer ques sur la propo-sition de M. M. A. G. Barba et Camille Saint-Saens la So-ciété Astronomique de France, dans sa séance du 6 avril, vous a admis au nombre de ses mernbre~~~. Así reza el contenido de la carta que le envió esta Société a Juan de León y Castillo. Sin embargo, aparte del honor de ser un miembro más de la institución, importa desvelar el he-cho notable de la propuesta de candidatura del Ingeniero por parte de los señores A. G. Barba y el músico Camille Saint- Saens. Nos detendremos, brevemente, a valorar la situación que plantean ambos personajes, y, en fin, el porqué de la proposi-ción de D. Juan a aquella sociedad. 44 AHPLPIJLC, leg. 25, doc. 2 (lo), oficio del 21 de abril de 1888, nu-merado con el 23 en el registro de salida; firmas de Juan M. de León (El Presidente) y Francisco Monzón y Castro (El Secretario). 45 AHPLP!".C, !pg; 22, do-; 19, fechado en Pak, le 11 avnl 1898, So-ciété Astronomique de France, Hotel des Sociétés Savantes, 28, Rue Serpente. En cuanto hace al primer individuo, suponemos se trate de Aquilino García Barba, que, según parece, tuvo bastante trato con el Ingeniero. Por lo menos, esta es la conclusión que se deduce de las observaciones realizadas por este señor sobre la posible no-minación de D. Juan para la Alcaldía de Las Palmas*. Además, quedan restos de correspondencia de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de esta ciudad, con ese asunto por tema prin-cipal, y de la cual fue miembro destacado D. Aq~ilino~d~iri'g, idas al Ingeniero en torno a 1901 48, lo que demuestra, otra vez aún, los fuertes lazos que le unieron con aquella Sociedad, y también la gran estima que se le profesaba. Así, pues, unas cosas y otras, entre el mérito del profesional y el afecto a la figura, se entiende AquiLno G. Barba prupUs;ese a E. para la eai?&;&~ra a miembro de la Société Astronomique. El caso del famoso músico Saint-Saens (1 8%- 192 1) 49 tiene además interesantes connotaciones. El compositor recaló en va-rias ocasiones en esta isla, bajo el pseudónimo de Mr. Charles Sannois. En todas ellas, hasta un total de siete, trabó amistad con las gentes y pulsó el ánimo cultural de la sociedad isleña. Según la documentadísima obra de Nicolás Díaz-Saavedra de Morales, Saint-Saens en Gran Canarias0, el músico galo llegó a sostener lazos de unión con las diferentes instituciones de la capital grancanaria: el Gabinete Literario fue una de ellasg; pero, sobre todo, la Sociedad Filarmónica", orillando la menos acusada con la Sociedad del Museo Canario5'. AHPLPIJLC, leg. 6, doc. 8. 47 Cfr. CRIST~BAGLAR C~DAE L ROSARIOH:i storia de la nómica de Amigos del País de Las Palmas (1776-1900), Cabildos y Plan Cultural, Las Palmas, 1981, pp. 94-5. 48 AHPLPIJLC, leg. 14, doc. 5. 49 Cfr. NEITZELC:a mille Saint-Saens, 1905. Real Sociedad Económica de Amigos del País, Las Real Sociedad Eco- Mancomunidad de Palmas, 1985. Ibi~!p, p. 53-4. 52 Ibid, p. 56 y passim Sobre las sociedades de aquel tiempo y su relación con la música, véase CARLOGS ~MEAZM ATH: istoria de la música española, Alianza, Madrid, 1984, t. 5 (siglo m), pp. 223 SS.; JOAQUINA LABAJO VALDÉS«: Las entidades musicales durante el periodo romántico en España, en Cuadernos de Música, año 1; núm. 2: pp. 27-35. esp. 30 SS. s3 Ibid., p. 85. 426 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS JUAN DE LEÓN Y CASTILLO Y LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS.L ITERARIAS. ART~STICA..S. 27 Fuera lo que fuese, lo cierto es que Saint-Saens tenía en esta isla mui buenos amigos, por no decir que cultivados com-pañeros (por ejemplo, el maestro Valle). Estas amistades son las que llevaron, en el fondo, a que el galo propusiera a D. Juan como candidato a la Société. Además, podemos verificar una relación entre Saint-Saens y el mismísimo Aquilino Barba, a través de una crónica de este último, aparecida en la revista El Museo Canario («La despedida de Saint-Saen~)))e~n~ e,l triste momento de la partida del músico a tierras lejanas. Por otra parte, cabe preguntarse que relación intelectual unía a la Société Astronomique con este hombre de sensibilidad tan extrema. La respuesta viene por mano del doctor José Ló-pez ivíartín que, en un artícuio pubiicado en ei diario España55, reconoce en el joven Saint-Saens a un gran amante de los ar-canos de la Astronomía, así como de otras artes. Esto es, no es espuria, como fácilmente pudiera pensarse, la relación entre este músico romántico y las ciencias exactas. Por último, el conocimiento de Saint-Saens de la persona y obras de Juan de León y Castillo debe encaminarse por los senderos de las sociedades científicas o literarias de esta ciudad; no es probable otra ligazón más que la dibujada. El Ingeniero y el músico, a buen seguro, se conocieron con motivo de algún acto o reunión patrocinado por las Sociedades. 3.5. Otras Sociedades o Asociaciones En este último apartado, ofreceremos aquellas noticias, cier-tas y constrastadas, acerca de la relación de Juan de León y Castillo con algunas otras Sociedades o Asociaciones, aparte de las ya descritas. D,,, ,m...filin, ,,+.-.r C,ri:erlnrl,r *... mnirr\.4r. nrr\ri:n 1 a1 a ~l l~p~1, icaa1La a ~>UC. IGU~UGJa uu, GIL JU lllayulla, aauua-ciones de corte asambleario, cuando no abiertamente especia-lizadas en una profesión o fin concreto. Sobre todas ellas, des-taca el Centro Archipiélago Canario, fundado el 29 de marzo 54 !bid, =p. ! 19-!2Q. 55 Ibid., p. 91. 28 JUAN FRANCISCO IMART~DNE L CASTILLO de 1903, allá en la Argentina (La Plata). Sabemos de su exis-tencia y actividades, precisamente, por la carta que le remiten al Ingeniero, con fecha del 1 de octubre de 1904: Distinguido comprovinciano: Por acuerdo de la Comisión Directiva de este Centro, que tengo el honor de presidir, me es grato dirigirme á Ud. solicitando la remisión de una fotografía suya para agregarla á nuestra galena-en-formación de Canarios ilustres. Este retrato nos servirá no tan solo para mantener vivo el sentimiento patrio en este pais, sino para recordar los méritos de cada uno de los hijos de ese Archipiélago y rendir tributo de respeto y gratitud á los patncios que han contribuido á sacar á nuestra isla del estado de postración en que se hallaba, dándole medios estables de riqueza y prosperidad ... 56 El contenido de la misiva, firmada por los señores M. Sal-vador Hernández (Secretario) y Juan Cerdeña Guzmán (Pro- Secretario), nos induce a pensar, no solamente en que el Inge-niero es una figura conocida por aquellas lejanas tierras, y que como tal es tratada, sino que el discurso, de perfil político y reivindicativo, que sirve de ((contraseña)) para un entendimiento rápido entre la institución y el individuo al que se le hace un honor, es idéntico al que cualquier patricio grancanario de la época pudiera haber utilizado. Esto es, el mínimo soporte ideo-lógico del liberalismo canario se difunde y repite, de una forma históricamente curiosa, por allá donde habitan individuos naci-dos en este rincón del Atlántico. Este fenómeno, que no ha me-recido toda la atención que debiera, nos pondna al alcance, si fuese analizado, de las apoyaturas y canales de comunicación interna y difusión externa de la ideología canaria reinante a finales del siglo pasado. No obstante, hubo otras asociaciones de las que D. Juan guardaría un gran recuerdo. Por ejemplo, la Asociación Católica de Trabajadores de Las Palmas, que, en 1890, distinguió como 56 AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 23. 428 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ((socio honorario)) tanto a él como a su hermano, Fernando León y Castillo s7. Todavía hay otra institución a la cual se ligó el Ingeniero, y es el llamado Congreso Social y Económico Hispano-Ame-ricano, que le honró con la notificación de una vocalía en el año de 1900"". Llegados a este punto, es menester hacer un somero repaso a lo visto hasta aquí. Sociedades de muy diferente tipo han deufilud~p Qr este breve T P C O T ~ ~ ~sGh ; e~mbargn,h ay una nota común a todas ellas: las ganas de trabajar por un mismo fin, con un aliento infatigable y, cómo no, el reconocimiento de una de las figuras históricas del Archipiélago, no regateando honores y parabienes. Esta figura, Juan de León y Castillo, al que hoy poco recordamos desgraciadamente, ha servido de hilo conduc-tor para dar cuenta del movimiento cultural asociativo, por lo menos, en esta isla de Gran Canaria y, concretando temporal-mente, durante las cuatro últimas décadas de la centuria ocho-centista. El resultado obtenido nos evidencia a las claras el alto concepto que tenía la élite de la época de la acción de aquel movimiento, tanto como el profuso nivel ideológico o político enquistado en las Sociedades a examen. En fin, la autoestima grupal, debida al fomento de intere-santes ,iniciativas para la localidad, y el espíritu proteccionista, motivado por intereses económicos soterrados, se alían para ha-cernos entender que las relaciones de grupo en la sociedad de-cimonónica canaria son más fuertes que cualquiera otra fuerza de índole social. 57 AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 38 (diploma a JLC); i b a , leg. 22, doc. 39 (dip!oma a FLC). 58 AHPLPIJLC, leg. 22, doc. 21. |
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