LA POBUCIóN ESCLAVA DE LAS PALMAS
DURANTE EL SIGLO XVII "
A don Antonio de Bethencourt, maes-tro
T/ amigo.
POR
MANUEL LOBO CABREECA
Y
RAMON DPAZ HERNANDEZ
Los estudios de demografía histórica son cada vez más abun-dantes
en España, tal como lo demuestra la copiosa bibliogra-fía
publicada sobre el tema l . Estos trabajas se han centrado
generalmente en ejemplos urbanos, a este respecta son ilustra-tivas
los existentes para el siglo XVI de Vafiladolid, Cáceres, Cór-
* Queremos expresar nuestro agradecimiento al Archivo Diocesano
de Las Palmas sin cuya colaboración este trabajo nunca podría haberse
realizado. Así también, hacer nuestro reconocimiento al espléndido es-fuerzo
del dibujante don Miguel Rodríguez Santana, que lo ha hecho
absolutamente desinteresado.
l A. DOMÍNGUEOZR TIZ:L a d n a de la aldea castellana, ((Revista Inter-nacional
de Sociología», 1948, pp. 98-124; La sociedad española en el si-glo
XVII, 1, Madrid, 1963; La sociedad española en el siglo XVIII, Madrid,
1955. J. NADAOLL LFRy E. GIRALTR AVENT~ESn: sayo metodológico para el
estudio de la poblacidn catalana de 1553 a 1717, ((Estudios de Historia Mo-derna)),
111, 1953, pp. 239-284. J. NADALL: a población española (stglos XVI
a XX). Barcelona. 1966; Traveaux recents sur 17histoire de In po-mialion
espagnole (XVP-XIXe), ((Annales de Emographie Historiquew, 1965, pp. 241-
248. En este trabajo Nada1 recoge la bibliograffa sobre el tema en los
años anteriores. Para comprobar y conocer los estudios recientes nos
remitimos al artículo de M. MART~GNAL ÁN: Fuentes y métodos pura el es-tuüio
de Ea demografiu histórica castellana durante la Edad Moderna,
((Hispania)), 148, pp. 231-325.
Núm. 30 (1984) 157
doba y Murcia 2. Asimismo, las aportaciones sobre aspectos
configuradores de la sociedad españo:.a han sido realizadas con
esclarecedores resultados gracias a las investigaciones y sínte-sis
de autores como M. Fernández y Antonio Domínguez 0rti.z '.
Para el siglo xv11 también contamos con interesantes mono-grafía~
que hacen referencia a diferentes aspectos demográfi-cos,
ampliados a partir del siglo x v ~ ;si n embargo, son pocos
o muy raros los estudios elaborados en base a la población es-clava
en la expresada centuria. Obedece quizá a la creencia
bastante generalizada de que la trata tuvo escaso relieve en la
Península Ibérica. En este sentido, algunos tratadistas estiman
exigua la presencia de población cau;iva, lo que explica su ca- a
rácter residual hasta su completa enadicación ya entrado el N
siglo XIX. O
Es más, muchos historiadores al analizar la sociedad del An- n-- m
tiguo Régimen prestan muy poca atención, por no decir ningu- O
E
na, a este sector marginal de la poblxión, pese al hecho cons- E
2
tatado de representar un digno porcentaje en relacidn al total -E
de la población de la época. La historia de los cautivos, de he- =
cho, pasa así completamente desapercibida para los estudiosos --
0 de la modernidad que prefieren ocuparse y prestarle mayor m
E
atención al período de la trata con destino al Nuevo Mundo. O
En este sentido coincidimos con las acertadas apreciaciones n
que a este respecto hace Vicenta Cortés a los historiadores ". -E
Son contados los trabajos sobre el cautiverio en el siglo XVII,
a
2
pues el x v ~se ha ido completando con sólidas e interesantes n
n
monografías, y se deben principalmente a la mano de los ex-
3
O
B. BENNASSAR: Valladolid au Siecle d'Or. Une ville de Castille et sa
campagne au XVP, París-La Haya, 1967. A. RODRÍGUEZSÁ NCHEZ: Cáceres:
población y comportamientos demográficos en el siglo XVI, Cáceres, 1977.
J. 1. FORTEPAÉ REZ: Cdrdoba en el siglo XVI . Las bases demográficas y
económicas de una expansión urbana, Córdoba, 1981. F. CHAOÓN Jrmkmz:
Mur& en h Centuria del Quinientos, Murcia, 1979.
S A. DOM~GUEORZT IZ:O ps. cits. M. FERNÁNDEZ ALVAREZL: a sociedad
espuñoh del Renacimiento, Salamanca, 1977; EspaÍ3.a y los españoles en
Zos tiempos mderms, Salamacan, 1979.
V. CORTES ALONSO: Algunas ideas sobre Ea esclavitud y su investiga-d6n,
({Buiietin de L'Institus Historique Belge de Rome. Miscelanea Char-les
Verlinden)), XLIV, 1974, p. 130.
158 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PALMAS 3
tranjeros, más pre~cupados por este sector sumiso que los in-vestigadores
nacionales. A nivel de la Península Ibérica conta-mos
con los trabajos de Ndamba y Larquie5, referidos a Cór-doba
y Madrid, respectivamente. El primero abarca el período
1600-1621, y el segundo se limita a estudiar varias parroquias
madrileñas.
Si este es el panorama a nivel nacional, más pobre resulta
aún el panorama de las investigaciones insulares. En efecto,
en Canarias no contamos con estudios sobre esclavos para el
siglo xvn, salvo noticias sueltas y deshilvanadas, y algún que
otro comentario acerca de la labor pastoral de los obispos6.
En el campo de la demografía hist��rica sucede algo similar,
a excepción de al- que otro trabajo de extraordinario mé-rito
'.
Nosotros, siguiendo la lhea trazada en nuestras investiga-ciones
históricas y demográficas, nos hemos propuesto anali-zar
y estudiar la población esclava en el siglo XVII en un cen-tro
urbano como es Las Palmas. Las razones que nos conduje
ron a ello son obvias. En su día quedó demostrado para el si-glo
XVI cómo Gran Canaria y su capital se habían convertido
en centros esclavistas de primer orden en el Atlántico, aquí
intentamos comprobar si tal papel lo siguió ocupando todavía
en el siglo XVII, basándonos para ello en el estudio de la pobla-ción
general.
Otros de los objetivos propuestos fue estudiar si la institu-ción
era causa única y exclusiva de la industria azucarera, tal
como se ha repetido tantas veces, o por el contrario los escla-vos
eran un elemento de trabajo útil en cualquier sector eco-nómico,
en especial, en tareas serviles.
A. ND.WA RABONGOL: es esclaves a Cordove au debut du XVIIr
Siecle (1600-1621). Provenance et comiition sociale (Tesis doctoral inédita,
1975). CL. LARQUIE:L es esialaves a Madrid c? Z'epoque de Ea décadence
(lfl-?OO), <cRev!e Fistnriqm!?, 1Q?O, pp. 41-?o.
it S. PADRÓN ACOSTAL: a trata de negros en Tenerife en el siglo XVI I
y el obispo Bartolomé Garcia Jiménex, en «La Tarde)), 26-XI-1943.
J. F. MARTÍN RUIZ: EE N. W. de Gran Canaria: Un estudio de demo-grafiu
histdrica (1485-1860), Las Palmas, 1978.
M. LOBO CABRERA: La esclavitud en las Canarias Orientales en el si-glo
XVI (negros, moros y mariscos), Las Palmas, 1982.
4 NANUEL LOBO CBRER.4 Y RAMÓN DÍAZ HERN~DEZ
El hecho de estudiar un centro urbano se fundaxnenta en el
intento de romper el binomio anterior, esclavo-ingenio azuca-rero,
desde el momento que el cautivo se convierte en una pie-za
importante en la sociedad del XVII, pero más como un signo
de opulencia y distinción que de mano de obra útil en la pro-ducción.
Además, se apoya esta cuestión en el hecho de que la
capital de la isla era ya un centro administrativo, religioso y
militar consistente desde una perspectiva económica y demo-gráfica.
Buena parte de los habitantes de entonces estaban obliga-dos
a mantener intensas relaciones con el Gobierno de Gran Ca-naria
y con los tribunales de la Audiencia y de la Inquisición, a
N
y por supuesto con todo lo concerniente a la actividad religio- E
sa, en torno a los conventos y la cat.edra1. O
n--
Pero, además de lo expuesto, la ciudad de Las Palmas era E también un centro activo de comercio gracias a sus buenos
muelles hacia los cuales acudían :mercaderes extranjeros de E E
casi toda Europa. Por otra parte, fue una urbe privilegiada en
3 la ruta hacia las Indias Orientales y Occidentales, y sus puer- -
tos lógicamente estuvieron muy transitados por todo género B
E de navíos. Asimismo esta ciudad fue un lugar con abundante
población estante -lo que hoy denominamos población flotan-te
o transeúnte-, tanto de mercaderes como de vecinos de otras - islas que acudían a ella a tramar sils litigios. a
2
Frecuentemente los esclavos participaban de todo este mo- n
n vimiento, a la vez que eran el vehículo encargado de exhibir la
riqueza y prestancia de sus dueños. Estos se movían con eiios O
por las calles y plazas de la ciudad, mostrando un escenario
multicolor probablemente similar a.1 ambiente sevillano en es-tos
mismos aiiw '.
La documentación que eonsulta~mos nos pareció en todo
momento enormemente sugerente y completa para determinar
todos los aspectos de esta poblaciCn. Su estudio nos permitía
dar las cifras totales de nacidos, bautizados, confirmados y ca-
"M . moLa-r;jAa ób-mjI C oii&-&rfie z la EspGFfi& pJ, s.iglU Je
Barcelona, 1983, pp. 82-83.
160 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACIÓN ESCLAVA DE LAS PALMAS 5
sados, pudiendo estimar con todo rigor los porcentajes de re-lación
entre la población esclava y la libre, el número de los
llegados y los indims de aumento o de decrecimiento.
Los estudios de demografía histórica se apoyan en tres ti-pos
de fuentes principales: cexsos y recuentos generales, pa-drones
municipales o listas de vecinos y registros parroquiales.
De estas fuentes dos nos permitieron medir y establecer el
volumen de la población, y una ayuda para conocer los acon-
,.--:-2---L-- il^-^^--Ze:^^- L ~ : C ; ~ I I L L ~ XMU~IS LLIU~L~UIWS YuUii-C se pmLiüeeii ea los grcipou hi-manos1*.
Estos acontecimientos son los que en defintiva pre-tendemos
captar en el presente estudio.
No obstante, para poder profundizar en el análisis y desta-car
en el plano estimativo la relevancia de un ,mpo humano
tuvimos que recurrir al otro bloque para poder realizar un tra-bajo
más exhaustivo acerca de la verdadera dimensión de la
población esclava y su relación con la libre durante todo el si-glo
XVII.
En Canarias, y más concretamente en Gran Canaria, conta-mos
con algunos pocos recuentos poblacionales para el &eci-siete,
estimativos o aproximados, pero en definitiva recuentos
de indudable intergs. Las noticias aportadas por Torriani, Fruc-tuoso
y el tío del licenciado Valcárcel han permitido establecer
unos hitos poblacionales en la centuria del Quinientosll. Ahí
habría que incluir también el valioso censo del obispo don Fer-nando
Suárez de Figueroa, terminado en 1587, enviado a la
administración central; este censo hace un inventario del nfi-mero
de parroquias, pilas y vecindario, y es vital para conocer
10 Para ello nos han sido de utilidad los recuentos y censos pobla-cionales
realizados por obispos, inqiaisidores, viajeros e historiadores.
l1 L. TORRIANDI:e scripCi6n e historiu del reino de las Islas Canarias,
Santa Cruz de Tenerife, 1959. G. FRUCTUOSLOa:s Islas Cana?-ias (De «Sau-dades
tia terran), La Laguna, 1964. E. MARCOD ORTAD: escripción de las
-T-s-7-n-.~ C --n,n"-n.r"i-n-s mr - .r 1-M-.rf -?1-r7- do7 mnmdnfn AD Cqr IlKnioefnr7 m v 1 1 . n fin do7 -"" .. .-.v...--- ."u u.-, .i-wr""vww y", u<* u u v u""
cenciado Valcárcel, ({Revista de H,istoria», 63, La Laguna, 1943, pp. 197-204.
6 MANUEL LOBO CABRERA Y RAM~ND ÍAZH ERNÁNDEZ
la situación de la población a fines del siglo XVI 12. El mencio-nado
obispo hizo, en efecto, un recuento de todas las parroquias
del Archipiélago, con estimaciones que casi siempre terminan
en cero o en doble cero, según los casos, lo que hace un poco
sospechosas las cifras. Pero el redo:ndeamiento de los resulta-dos
-producto de la ausencia de meticulosidad en los recuen-tos-
no sólo no elimina las sospechas, sino que las aumenta
cuando no coinciden con las anotaciones de los p6rrocos de
Telde en los libros sacramentales 13. Este censo ostenta no obs-tante
el privilegio de ser el primer inventario de la poblacidn
realizado a nivel estatal en el que :;e incluyen a las Islas Ca-narias.
En el siglo XVII contamos con dos tipos de recuentos. El
primero elaborado por el tribunal de la Inquisición, parroquia
por parroquia y pueblo por pueblo, para indicar el número de
vecinos con que cuentan y con sus respectivos familiares 14.
El Obispo Murga en sus sinodales de 1629 hace también un
estudio de las distintas parroquias del Archipiélago, pero los
datos de población que ofrece son inc:ompIetos, pues no contem-pla
a la totalidad de pueblos y villas; entre los ausentes se en-cuentra
la población de Las Palmas "'.
Por último existe un recuento pormenorizado del siglo XVII,
custodiado en el Archivo Parroquia1 de la iglesia de la Concep-ción
de La Laguna, publicado por i3án~hez Herrero, quien lo
* L. FERNÁNDEz MARTÍK: Aspectos económicos, a;dministrativos y hu-manos
de la diócesis de Canarias en la segun& mitad del siglo XVI,
«Anuario de Estudios Atlánticos>), 21, Madrid-Las Palmas, 1975, p. 113.
T n r- ,,,,, u ,iornaA+-.. A- 7" nw, . n n i - n ~ ~ r~r ~ 7 ~ ~ .,, i n~~ l+; r in~ iof - i ~ ~ d . miuxknf i f i L I C I ~ ~ UZ L O. ~ O I ~ V O WC. LW V , Y UIWLU>C~~VvI~Ci.r vu-uu*uu y uuirrrivru
tran&n de ia didcesis de Canarias a finales del siglo XVI (1575-l585),
((Revista de Historia)), 170, La Laguna, 1973-:.976, pp. 74 y 81. M. DE SANTIAGO:
Compendio anónimo de Historia de Canarias compuesto en e1 pimer
cuarto del siglo XVIIZ, «El Museo Canario)), 8, Las Palmas, 1936, p. 98.
T. G o ~ z h z :C enso de la población de las Prowincias y Partidos de la
Umwz Wd Ccstak e% el si$= YW, XUIIIU, 1822, =p. 228 y SS.
l3 M. LOBOC ABRERAL: a población esclava de Telde en el siglo XVI,
wHispania», 150, 1982, pp. 47-89.
l4 Archivo Acialcázar. Legajo Epidemias. Las Paimas.
l5 Constituciones Sinodales del Obispu,ado de la Gran Cunarh ..p. r el
doctor don Cristdbal de la Camara y Murga ..., Madrid, 1634.
162 ANUAi3IO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
POBLACION DE LAS PALMAS DURANTE EL SIGLO XVII
Población total
Fuentes: Estimacidn que hace el Inquisidor en m informe a la Suprema
(Archivo Acialcázar, Legajo Epidemia, Las Palmas).
Para el año 1686 se cuenta también, además del Documento Base,
que suministra todas las demás anualidades, con la cifra de 7.225 habi-tantes,
que da PEDRO AGUSTÍN DEL CASTILLO: Descripción Histórica y
geogrdfica de las Islas Canarias (Ed. y notas de Miguel de Santiago),
Madrid, 1950. Varios autores, entre ellos Juan Francisco Martín Ruiz,
consideran poco fiable este recuento. El recuento poblacional de 1689
se lo debemos a J. NÚÑEz DE LA PENA: Noticia de la Pobiizci6n de Eas
siete idas Canarias de los años 1689, Legajo 90, núm. 1, 30 folios, Archi-vo
Osuna (La Laguna).
denomina ((Documento Basen. Es éste uno de los recuentos m&
importantes de los que se realizaron sobre la población canaria
del último cuarto de siglo. Su empleo en este trabajo nos ha
permitido extraer concIusiones de inestimable valor1% En este
orden no podemos excluir de ningún modo el interesante re-cuento
que hace Nwlez de la Peña para el año 1689 en el que
junto con la población del municipio de Las Palmas aparecen
los demás términos del Archipiélago 17.
l6 J. SANCHEZH ERRERLOa :po blación de las Islas Canarias en Za se-gunda
mitad del siglo XVII (1676-1688), «Anuario de Estudios Atlánti-cos~,
21, Madrid:Las Palmas, 1973, pp. 237-417.
l7 J. NÚÑEz DE LA PENA: Op. cit.
8 MANUELLO BO CABRERA Y RAiuÓiv DIAZ HERN~TIEZ
Para nuestro trabajo, las fuentes básicas han sido los re-gistros
parroq~~ialedse bautismos y matrimonios, además de
los libros-lista de confirrnaci~nesl8 ". Pese a nuestro interés por
analizar la duración media de la vida de los cautivos en com-paración
con la de la población libre -lo que pondría de relieve
todo aquello que hiciera referencia al trato concedido a los
cautivos y la dureza del trabajo realizado por éstos- no nos fue
posible consultar el libro de difuntos que existe en el Archivo
Diocesano de Las Palmas, lugar en donde se custodian los regis-tros
de la Iglesia del Sagrario, que abarca el último tercio del
siglo XVII y el primer cuarto del XVIII, dado el mal estado en que
se encuentra.
m s i rDruss acrariierLt&lesh acs;i S - , w a ea Cz~Eafias c~=rL ~ ~ ~ bastante precocidad; mucho antes de las disposiciones emana-das
del Concilio de Trento, iniciadas en 1563. Desde fines del
siglo xv existen en Gran Canaria libros de bautismos, ateni&-
dose los párrocos a las disposiciones del obispo don Diego de
Muros, incluidas en sus constituciones sinodales l8 b. Estas nor-mas
están en relación con la reforma emprendida por la Iglesia
castellana a iniciativa del cardenal Cisneros.
Las tres parroquias principales de Gran Canaria fueron la
del Sagrario de Las Palmas, San Juan de Telde y Apóstol San-tiago
de Gáldar. Todas ellas cuentas con sus correspondientes
libros bautismales, por lo menos desde 1499.
la" Los libros sacramentales pertenecientes a la antigua parroquia del
Sagrario, se custodian hoy en el Archivo Diocesano de Las Palmas. Los
consultados por nosotros para el siguiente estudio son los de:
E2autismos: Libro VI, 1-1-1588a 19-IX-1612.L ibro VII, 1-X-1612a 2O-VII-
1625. Libro VIII, 20-VIII-1625a 12-X-1643.L ibro IX, 18-11-1643a 19-IV-16%.
Libro X, 20-IV-1654a 12-1-1664L ibro XI, 15-1-1664a 16-VI-1674.L ibro XII,
16-VI-1674 a 27-XII-1682. Libro XIII, 27-XII-1682 a 11-IX-1689. Libro XIV,
13-IX-1689 a 961-1693.L ibro XV, 1-XII-1693a 2-V-1695.L ibro XVI, 3-V-1695
n 8-X-1703. Libro XVII, 10-X-1703 a 6-XI-1716. Libro XVIII. 18-XI-1716 a
16-1-1724.
Matrimonios: Libro 11, 18-X-1599a 8-V-1638.L ibro 111, 2-V-1638a 3x1-
1664. Libro IV, 3-XI-1664a 16-XI-1692.L ibro V, 3-X-1692a 23-111-1703.
Confirmaciones: Libro I (sic), 5-VII-1674 a 5-Iii-1683. Libro 11, s.d.-
s.mm.-1624 a 29.VI-1674. Libro 111, 14-XI-1683 a 4VIII-1718.
IBb 2. M. ZVPEXBVAR F~.B-NcI.&C:o mpey?&o de !o Historja fle Canurk-,
Madrid, 1816, pp. 70-71.
164 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACIÓN ESCLAVA DE LIS PALMAS 9
Los registros matrimoniales aparecen algo más tarde, desde
el momento en que son considerados obligatorios, a través de
los decretos de Trento, que en España tienen fuerza de Ley me-diante
cédula de 12 de julio de 1564 19.
La información dada por los libros de bautizos es suficiente
y rica para los objetivos del presente estudio, aun cuando siem-pre
deseamos más. Por ejemplo, nos hubiese interesado saber
además -de la fecha de los bautizos la de los nacimientos. Si el
esclavo era adulto siempre figura su edad.
La cristianización de los cautivos suponía un problema mas
complicado que para el caso de la población libre. En efecto,
para los neófitos el obispo Murga había establecido en sus Cons-tiki~
cinnps qije e! hu.ctkc c&$p,se si&
primeros días. Asimismo, no siempre los cautivos estaban dis-puestos
a que sus vástagos fuesen bautizados y se oponían ' O .
Por otra parte, los cautivos adultos, llamados también catecú-menos,
llegados de Africa, principalmente de Cabo Verde, Sene-gal,
Río de Guinea, Angola y Congo, aunque una buena parte
habían sido bautizados en su tierra o a bordo de los mismos
barcos, cuando eran desembarcados y vendidos, sus nuevos pro-pietarios
los presentan en el Sagrario para imponerles las aguas
del bautismo. E3 las partidas aparecen algunos casos de escla-vitos
que son bautizados en sus propias casas ante el peligro
de muerte.
Por lo general los asentarnientos son bastante meticulosos
y en las partidas aparecen siempre los datos del bautizado: sexo,
nombre, condición de esclavo y de ilegitimidad si la hubiese.
Los recién nacidos de matrimonios canónicos también se expli-citan,
pese a ser desde luego los menos.
De los padres y más especialmente de la madre sólo aparece
el nombre, aun cuando en ocasiones se menciona al menos un
apellido que corrientemente coincidía con el del duefio. El ape-
1rr1;7uAw,. Dm..,.l U G L ~rA ;--a=r--i- ~viírl~a- au-u- Fa venta del esciavo a otro propietario,
l9 M. MARTÍNG ALÁN: art. cit., p. 292.
20 CRIST~BADEL LA CÁMARAY MURGAC: onstituciones S.inodales del Obis-pado
de la Gran Canaria ... Constitución 11, Cap. 10, pp. 84 y 85, Madrid,
1634.
Núm. 30 (1984) 165
10 MANUEL LQBO CAERERA Y ~.4?i .16D~Í AZ HERNÁNDEZ
por donación o por herencia. La. condición de la persona sumisa
se solía consignar casi siempre con sir origen, color o desconoci-mientos
del castellano; así, por ejemplo, después de escribir el
nombre del cautivo se ponía luego si era de color negro, mulato,
moreno o de color de «fulos)).E l adjetivo <(bozal)s>e reservaba
para designar a los recién llegados de Africa que todavía no
habían aprendido nuestra lengua.
No obstante, la generalizada abundancia de negros en Ca-narias
hace que se asociara la imagen del esclavo con la del
negro, lo cual no era del todo correcto porque también existían
esclavos blancos, fundamentalmente berberiscos, así como al
hecho de que desde el siglo XTI habían ya negros libertos en
Las- -P almas. una cuestión que no podía Íaitar de ias partidas era la dei
nombre completo de los ((señores de esclavos)), sus títulos, con-dición
socioprofesional así como su naturaleza y vecindad. En
algunos casos se hace constar el parentesco del dueño con el
esclavito, naturalmente con el grado de padre. Sin embargo, la
en descoiiocimieilto & los Fad res,
hecho que por lo demás se correspondía con el continuo fomen-to
del amancebamiento de las esclavas con los cautivos varones,
con hombres libres e incluso con sus propios dueños.
Cuando la esclava o el esclavo estaban casados reglamenta-riamente
por la Iglesia, se reseñaba el nombre del cónyuge y
padre de la criatura, lo mismo que su condición de libre o es-clavo,
así como también el nombre de los dueños de cada uno
de los progenitores.
Finalmente concluyen las partidas con la relación nominal
& los pa&=illos, us-enta~arl, ccin&cióii cwial Y
vecindad. Los testigos podían ser personas libres, pero lo mas
frecuente era que fuesen cautivos de Ios mismos dueños o de
sus amigos los que se encargaran de tal misión.
Los nombres que se imponían a los esclavitos se escribían
-:..---a - 7 ----m- A- l.-.- -..-+:A-- e- -1 1-A,. :-,.Y.:e..#ln al t .rrlpi t : ai I U ~ L ~ G ULG ~ i a u p a r uuaa, c i z GL z a u u rLiyurciruu.
Lógicamente estas fuentes contienen algunos limitaciones
por el hecho de registrar los bautizos de recién nacidos y de
adultos aun cuando éstos no hayan nacido en el ámbito juris-diccional
de la parroquia. De ahí que las cifras estén un tanto
166 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLLVTICOS
LA POBLACIÓN ESCLAVA DE LAS P V A S 11
sobrevaloradas porque muchos propietarios con esclavos radi-cados
en zonas rurales del interior de la isla venían a la ciudad
a bautizar a sus hijos o a comunicar tales eventos a los curas
párrocos. Pero este posible exceso registra1 era enjugado con
creces porque los esclavos vendidos en los puertos de Las Pal-mas
por los negreros portugueses venían ya bautizados, y entre
éstos entraban lotes de familias enteras con muchos niños de
ambos sexos 'l.
A pesar de las posibles limitaciones de este tipo de docu-mentos:
ocultaciones, subinscripciones, olvidos, fallos.. . , las
cifras obtenidas pueden considerarse como representativas y
válidas, partiendo de un mínimo, y atendiendo a que ,la trata
había tenido su esplendor en Canarias en el siglo xm. Las defi-ciencias
relatadas tampoco estaba en nuestra mano poderlas
subsanar, máxime cuando no nos fue posible estudiar los libros
de defunciones que están en condición de arrojar abundante
1m sobre este particular.
Por su parte, los libros matrimoniales están completos para
todo el siglo XVII toda vez que desde 1559 ya se cumplimentaban
con cierto rigor por 10s sucesivos párrocos. En estas partidas
se registran siempre la fecha de los eventos, los nombres de
los dos contrayentes, su condición, vecidad, dueños y testigos.
Hemos de advertir que estos últimos a diferencia de los testigos
que apadrinaban a los recién nacidos eran casi siempre perso-nas
libres de sexo mayoritariamente varh y de condición socio-profesional
religiosa o militar.
Para las confirmaciones contamos con los libros-lista en los
cuales consta la fecha de la imposición del sacramento, el lugar
en donde se celebra: casas episcopales, iglesia dei Sagrario,
conventos de la ciudad; nombre del obispo, para a rengl6n se-guido
citar al esclavo, su dueño con señas tales como natura-leza
y oficio -esto Último no aparece siempre-, y, por último,
el padrino.
Generalmente aparecen agrupados los esciavos de un mis-mo
dueño, pero no es la norma habitual. A veces se produce
21 D. .P. MANNIX y M. COWLEY: Historia de la trata de aegí'os, Madrid,
1970, pp. 7, 12 y 21.
un cierto desorden en las relaciones que puede tener su justifi-cación
en las diversas edades de los cautivos.
En cuanto a la metodología, se ha considerado en primer
término verificar la validez y consistencia de las fuentes así
como su carácter representativo, hechos mínimos imprescindi-bles
para cualquier trabajo de demografía histórica, y sobre
todo para el análisis de la pob!a.ción esclava en cualguier zona
rural o urbana en relación con las personas de condición libre.
Así, por ejemplo, el recuento de bautizados se ha realizado
de acuerdo a lo común y usual en este tipo de estudios, es decir,
contando año por año el monto de cristianizados, casados y con-firmados.
Con esas cifras se hm elaborado series completas,
cuadros, tasas, gráficas.. ., a partir de las cuales se ha posibili-tado
el estudio de las tendencias .de ia pubiacihn efn sü conj-mto
y lo que ocurría en su seno para todo el siglo XVII.
Las gráficas, donde se incluyen las concepciones de libres y
esclavos, nos han permitido hallar los índices de relación entre
la población de ambas condiciones, así como el peso específico
.m.n i'isot .il el ccci~~ij~;jdueii tu soci&ad pa.ji- Lei-lse.
Pero, además, nos permite relacionar las concepciones con
las diferentes épocas del año, composición por sexo de los bauti-zados,
constatar como la preeminencia de m sexo LI otro obe-dece
a las nuevas aportaciones procedentes de Africa o, tam-bién,
por el fomento por parte de los duefios en hacer procrear
insistentemente a aquellas esclavas proclivas a parir hembras
o machos en función de la demanda de bra.zos para los cultivos
o para labores serviles. A veces, los aumentos que se producrn
en determinados años se explican por la arribada a puerto de
eiiiijai-caciurles rleprm, la I@.&& pl-eserl~ac~d~erl l os es&,v-us
por sus adquisidores en 12 Iglesia del Sagrario para proceder a
cristianizarlos.
Eshs fuentes, asimismo, nos han permitido reconstruir el
núcleo familiar de los esclavos en relación sólo al número de
escla5-~sp i'oz-rez~~pso r hembras ci-~ti5-zs lG lmg&o
período fértil, y sus relaciones matrimoniales con su propio
grupo o con los libres. Para lograr esto hemos elaborado cua-dros
y listas ateniéndonos al nombre de la sumisa y de sus
dueños, al no poderse contar con más datos que posibilitasen
168 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
semejante objetivo, puesto que existen cientos de esclavos con
el mismo nombre, siendo el más frecuente el de María. Este
complejo método también nos ha servido para examinar la fe-cundidad
de las esclavas ya que de esta forma se puede saber
cuantos hijos ha parido una mujer cautiva a lo largo de su vida
y dentro del siglo de referencia.
El vaciado de los libros de matrimonio nos ha sido igual-mente
útil por los mismos motivos. Medimos la cantidad de
uniones y las variables existentes. Así percibimos estos: uniones
formadas por contrayentes libres, por esclavos, ambos cónyu-ges,
por parejas constituidas por libres-esclava o esclava-libre,
por liberto-esclava y viceversa. Estas relaciones nos han posibi-litado
examinar los distintos grupos sociales dispuestos a fun-dir
su sangre con la de los esclavos y, especialmente, con los
negros. En esto último, las disparidades tan fuertes en la wex
ration de la sociedad de Las Palmas, caracterizadas por un tre-mendo
déficits de varones, unido a las frecuentes levas, moviliza-ciones
militares, torrente migratorio hacia América, sobremor-talidad
masculina y proliferación de vocaciones religiosas con
celibatario inherente, posibilitaron la creación de una mentalí-üad
hegemónicamente antiracista en lo que a uniones matrimo-niales
se refiere.
Los análisis operados sobre estas series estadísticas nos han
llevado a la observación de la evolución de la institución en
estas facetas, así como a la gran variedad de comportamientos
sociales de los esclavos dentro del conjunto de la población.
3. EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
En los países católicos los esclavos eran bautizados y parti-cipaban
en e1 conjunto de los sacramentos. Con respecto a su
bautizo no existía norma alguna de carácter singular, es decir,
este sacramento les era suministrado como a cualquier feligrés
libre.
En este caso cada vez cobraba más notoriedad el hecho de
que la Iglesia veía en ellos un alma a quien salvar. Por con-siguiente,
sin este sacramento nadie podía alcanzar la gloria
Núm. 30 (1984) 169
eterna. Hasta tal punto fue necesario su imposición que en caso
de extrema necesidad y no estando presto un cura, podían los
cautivos ser bautizados por otras personas, tanto en las casas
donde nacían como en los barcos en los que eran transportados
desde Africa, con la condición de que quien lo administrase su-piese
lo que se debía de hacer.
EL1 efecto del bautismo era el perdón de todo pecado, incluido
el original. Con la aplicación de este sacramento la Iglesia rom-pe
una lanza a favor de los cautivos demostrando que conside-raban
a los africanos como seres humanos, con almas que sal-var
en la otra vida. Con estimaciones similares se pretendía
derogar el concepto bíblico que sustentaba la validez moral de a
la esclavitud contenida en el pasaje aquel que dice: «De los N
herejes que os rodean obtendr6is vuestros siervos y siervas)) O
(Levítico XXV, 44). Así, una vez hermanados en ¡la cristiandad --- m
por el bautismo se estaba a un paso de facilitar la libertad per- o
E
sonal al ser todos iguales ante Dios. Mas esto ultimo no se con- E
2
E siguió tan fácilmente ni siquiera en el seno de la propia Iglesia -
que no sóio toieró ia trata sino que participó vivamente en eiia 5
perpetuando la condición de sumisión hasta muy entrado el O- -
siglo XIX en Las Palmas. m
E
En justicia cabe mencionar el interés de determinados obis- O
pos por aliviar las duras condiciones a los que eran sometidos -
los cautivos, tanto en el orden moral como material. Muchos -E
a obispos pusieron un cierto celo y cuidado en ello como lo prue- l - ban sus recomendaciones y sínodos. Un ejemplo de ello lo en- --
contramos en don Bartolomé García Jiménez que en su afár? 3
misional llegó incluso a ordenar que se averiguase a donde eran O
lievacios ios esciavos uespués de su iiegacia a puerto con ei obje-to
de conocer si eran bautizados o no.
Para saber todas estas cuestiones los párrocos debían llevar
un libro en donde constara quién los cristianizó, tanto en la
Iglesia, en casa del propietario o en la propia embarcación que
los condujo a esik Isia. Así, ~ambién, los curas debían asentar
en los libros sacramentales los casos de bautizos de vástagos
de esclavos como si de fieles libres se tratasen, de acuerdo con
las siguientes normas: nombre de la Iglesia, fecha, cura, sexo,
padres, oficio, nombre del neófito, padrinos y testigos. Si el
170 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTKCOS
bautizado no era hijo legítimo se debía consignar el nombre del
padre o madre según constara ser hijo. En este ultimo capí-tulo
entraban de lleno los descendientes de esclavos al ser en
su mayoría hijos naturales o ilegítimos.
El bautizo no se podía dilatar más allá del octavo día des-pués
de la concepción, salvo en el supuesto caso de necesidad.
Los adultos eran eximidos de esta regla y se cristianizaban fuera
del plazo estipulado.
Con respecto a los bautizados en las islas no existía diferen-cia
en relación con los libres, exigiéndoles el mismo plazo. A los
esclavos nacidos de relaciones extramatrimoniales, se les añade
el epíteto «sin padre», «sin padre o madre conocidos» o de
((ignoto padre)).
Los esclavos adultos se bautizaban muchas veces desde que
llegaban a puerto, y pasaban a través del mercado a poder de
sus futuros dueños. Estos últimos estaban obligados a presen-tarlos
en la Iglesia a recibir el agua del bautismo y así parece
que lo hacían. Los «señores de esclavos)) no siempre cumplían
estos preceptos y de ahí las recomendaciones y Sínodos amo-nestándoles
por desobedecerlas.
Pero no siempre el esclavo era totalmente catecúmeno, sino
que con anterioridad había entrado a formar parte de la co-munidad
cristiana mediante unos bautizos colectivos, siendo
aun c.tbozales», sin saber con exactitud lo que se les otorgaba
por los capellanes de los barcos negreros o por los curas estan-tes
en las factorías de las costas africanas.
Esto era práctica muy corriente en los puertos africanos y
a bordo de los navíos por los portugueses, fundamentalmente,
ya que franceses, ingleses y holandeses estimaban a los cauti-vos
como herramientas, carentes de toda espiritualidad.
Por ello es frecuente encontrar en las partidas alusiones
c m m éstas: !!-i!ec sit~quiea~poo r haber recibido el agua del
bautismo en Cabo Verde; recibió bendiciones y crismas por
ser bautizado ep su tierra.)) En casos como éstos también se
consigna la edad de estos adultos que, a veces, no lo eran tanto.
Por ejemplo, en 1652 se bautiza una niña de seis años, otra de
siete y otra de tres que se denominan adultas cuando en reali-
16 M . W L LOBO CABRERA Y RAMÓN DÍAZ H E R N ~ E Z
dad son párvulas. De al,guno ya mayor se dice que fue a la pila
por su propio pie, con veinte años.
cuando llegaban a los puertos locales, cargamentos con es-clavos
en mal estado, los vecinos acudían rápidamente a com-prarlos,
al descender sus precios por esta razón; luego los lle-vaban
a sus casas en donde eran bautzados por alguno de los
miembros de la familia que los adquirió. Con posterioridad
eran llevados a la Iglesia para recibir el óleo y crisma.
Otras veces justificaban el sacramento el capitán o el maes-tre
del navío o algún vecino que había ido a Africa a por la
mercancía. También se dieron casos en los cuales los cautivos
vuelven a ser bautizados por existir dudas acerca de la forma
D y fondo de la administración colectiva del expresado sacra-mento.
Era frecuente que cuando corrían peligro ias vidas de
estos infelices a bordo de los detestables navíos en los que, i
de un modo hacinados, hacían la travesía hasta estas islas -las
epidemias mortíferas a veces diezmaban a la mitad del carga-m-
ento humano- se les bautizaba apresuradamente a bordo. bnire otros ejemplos cüribar~iios Güii t.1 de íiegra qüe füe g
presentada por su dueño en el Sagrario allá por el año 1667 de %
la que se dice en la partida que recibió el agria consagrada en ;
el barco que la trajo de Africa. O
Las edades de estos cautivos oscilaban entre un año y cua-renta,
aun cuando su mayor número se concentra en aquellos %
comprendidos entre los quince y los treinta años, es decir, los
más rentables económica y laboralmente. Esto es lógico si se g
tiene en cuenta la demanda de mercancía humana útil en edad E 3 de trabajar. Aunque no siempre fue así, era más barato mm- o
Epi-aer sciav-oscr icllloUF. GTe so Talilias s3~pz r~-
naban ambas cosas: la cría y la compra para reponer las pér-didas.
De ahí que para criar contaban con su propio «ganado»,
obtenido a través de las cautivas. Los más viejos eran poco
solicitados al haber sobrepasado la edad productiva, por ello
sólo hemos eiimntrado la preseiicia de ü1i nzgro rz1atPv'mie~te
viejo, con cincuenta y cinco años, que fue bautizado en 1695.
Los casos de expósitos apenas existen entre los esclavos,
pues los dueños se cuidaban de controlar las crías que here-daban
la condición de sus madres. No obstante, hemos trope-
172 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PALMAS 17
zado con al@ caso esporádico de abandono de esclavitos. Asi
reza este curioso ejemplo de un niño echado en la cuna en 1698,
del que se dice literalmente que «el pelo que trajo es de negro)).
De aquí se pueden desprender algunas apreciaciones hipotéti-cas
como: pudiera ser que dicho niño fue arrojado a la cuna
de exp6sitos por una cautiva que no quería que su hijo si-hera
su misma condición; no es descartable tampoco la posibilidad
de que el niño en cuestión fuera el resultado de la relación
adulterina entre un negro y una mujer libre que ante el temor
a ser descubierta y estigmatizada por una sociedad intolerante
prefirió abandonarlo en el torno.
4. LOS BAUTIZOS DE LAS PALMASEN TRE 1600 Y 1725
4.1. Consideraciones preliminares y metodologh
Si en toda referencia sociodemográfica el estudio de la nata-lidad
como agente primordial en la dinámica interna de las
poblaciones se convierte en premisa de obligatoria consigna-ción,
en el presente trabajo sobre el cautiverio de la jurisdic-ción
de Las Palmas el examen de los nacimientos adquiere una
singular importancia toda vez que nos permite averiguar sus
lógicos avatares. Pero, aun mucho más, nos da a conocer la
distinción existente entre natalicios libres y esclavos, con dife-renciación
de sexos y valumen exacto que representan ambos
grupos, desde donde se puede inferir la importancia del sub-sector
de los cautivos respecto a los libres, así como seguir
anualidad por anualidad cual fue la contribución de aquellos
a los bautizos totales, recorriendo m intervalo de 125 años.
El estado actual de la ciencia demográfica nos revela la exis-tencia
de constantes conscientes o inconscientes que actúan en
la conducta individual y colectiva de toda comunidad como
factores que pueden de hecho estimular o desincentivar el ritmo
del proceso reproductivo. Pues bien, si estos aspectos funcionan
sobre el conjunto de los efectivos humanos de una sociedad
determinada, mucho más tendrán que repercutir sobre la po-blación
del período histórico enunciado desde el mismo mo-
mento en que allí se encuentran dos grupos en el que uno de
ellos -los engendrados por padres cautivos- constituyen ver-daderas
herramientas y sobre los cuales rige una regla de oro:
pérdidas y ganunczaS.
En consecuencia, las leyes de la oferta y de la demanda
incidirán marcando ritmos atenuados o acelerados en la evolu-ción
de los bautizos en general, pero sobre todo, en los pro-creados
por la población subyugada de acuerdo a cómo la co-yuntura
económica o los factores derivados del prestigio social
que da su posesión aconseje a los ((señores de esclavos». A nadie
se le esconde que, aparte del. trabajo gratuito en los cultivos,
los esclavos constiuyen un lujo doméstico de las personas ricas
& yuierres F-uspaban -por h-Iiitaries,
En efecto, cuando el mercado de sumisos se saturaba y sus
precios caían en picado, los compradores estimaban hacer mejor
negocio adquirirlos en estado adulto y prestos para la produc-ción
en vez de invertir en la crianza y mantenimiento de los
vástagos de cautivos que podría resultarles más gravoso. Y a la
inversa, desde el momento en que la escasez de esta mano de
obra supusiera una fuerte inversión inicial se prefería produ-cirlos,
mediante el fomento en la formación de nuevas parejas
cautivas o incluso con alguno de los dos cónyuges libre, esti-mulando
:la fertilidad y fecundidad de las hembras hasta límites
inconcebibles y a través de los más variados incentivos, llegan-dose
en más de una ocasión a emplear métodos infames que
merecieron la reprobación de determinados mandatarios ecle-siásticos
Ea disyuntiva comprar o criar se resolvió de forma ecléctica
desde que se impuso la costumbre de que los gastos de crianza
de los nuios se incluían en los precios de venta.
Como quiera que estas cuestiones no se pueden analizar a
través de fuentes directas no tuvimos otra opción que recurrir
al empleo de fuentes indirectas, es decir, de documentos que
no fueron concebidos originariamente con el fin de constatar
Las reprobaciones más explícitas provienen de las sinodales de los
obispos don Cristóbal de la Cámara y Murga, don Bartolomé Garcia Ji-ménez
y Cion Peciro ivianuei Dáviia y Caraenas.
174 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PALMAS 19
'la presencia de los cautivos y su importancia absoluta y relativa
en la capital de la Isla. Es por lo que hemos procedido al re-cuento
detallado de todas las partidas bautismales que fueron
sentadas con más o menos meticulosidadZ3 por los párrocos
que ejercieron su labor sacerdotal en el Sagrario de Las Pal-mas.
Estos libros sacramentales, en su mayoría en buen estado
y perfectamente legibles, se encuentran actualmente custodiados
en el Archivo Diocesano de Las Palmas.
No se nos esconden posibles imperfecciones nada descarta-
Mes por otra parte en este tipo de fuentes ya que nos encontra-mos
de lleno dentro de período preestadístico y, por lo tanto,
las series numéricas elaboradas a partir de los recuentos de las
partidas pueden quedar sesgadas -o sea, algo alejadas de la
realidad- a causa de probables subregistros; pese a que la
Iglesia siempre gozó de una reconocida reputación como buena
administradora, máxime aun cuando por medio intervienen
aspectos temporales de índole fiscal como era el «canon de
pila)), que se aplicaba en todas las parroquias en concepto de
servicio sacramental.
Cabe suponer que al tratarse de descendientes de un grupo
social inferior, concebidos básicamente a partir de relaciones
extramatrimoniales 24, se diese un alto número de ocultaciones
voluntarias, quizá superior al ya de por sí abultaüísimo sub-sector
libre de la población 25.
23 En el artículo de EMILISAÁ NCHEFZA LCÓN titulado Evolucidn demo-gráfica
de Las Palmas, «A.E.A.», 10, Madrid-Las Palmas, 1964, pp. 299-414,
puede leerse una interesante mención en la p. 103, tomada a su vez del
Ebro IV de Defuncimes, fol. 581, v., en donde el visitador se queja de
(L.. la falta de formalidad con que están extendidas sus partidas...)}. Asi-mismo
sobre anomalías registrales son de gran interés las cansideraciones
que hace JosÉ SÁNCHEZH ERREReOn su artículo, ya citado con anteriori-dad
por nosotros, en la p. 260.
24 Algunos propietarios mantenían relwlnnes ca.rn-Ies con m cniitivns.
De éstas obtuvieron hijos de los cuales pocos se presentaban en el Sagra-rio
consignando al dueño como padre de esclavitos, quizá por prejuicios
so5afes o ante la rígida desaprobación por parte de la Iglesia.
25 Don Bartolom6 García Jiménez da a entender de que existieron pro-pietarios
de esclavos que se resistfan a bautizar a sus esclavos ya fueran
éstos recién nacidos como adultos: c.. . e reconocido el grabe cuidado que
Núm. 30 (1984) 175
Zn las omisiones registrales, fenómeno que también afecta
a los nacidos en libertad, debe añadirse el hecho de que era
frecuente que los esclavitos recibiesen los primeros sacramen-tos
en las mismas casas de sus amos y que éstos no siempre
llegaron a ser inscritos por diversas razones: fallecimiento de
los recién nacidos (cuestión esta última muy frecuente dado
el deplorable estado sanitario y médico de la época); negligen-cia
de los propietarios que evitaban dar cuenta a los párrocos
de semejantes eventos por prejuicios ya que a la hora de reali-zarse
el registro se procedía al reconocimiento de los padres
y la legitimidad canóniga del matrimonio; y, finalmente, por
negarse los padres de estas criaturas a la imposición del sacra- a
mer?t~26. Debemos hc!r*ir eri este d sme ordm !os d e ~ ~ e ~ d i e ~ = N
E
tes de cautivos de propietarios extranjeros no adictos al cato- O
licismo romano, como era el caso de los ingleses, franceses, n -
= "m
se debe tener para remediar las almas de algunos destos a. aquí me azi- 2
guran an muerto con los trabajos del mar y sin recibir el Sto. Baptismo
que quisá si se les hubiese ocurrido con tiempo ubiera sido posible mo-berles
con ayuda y auxilio divino !as voluntades y aberles dispuesto a
rre3birle. Ruego por este encarecidamente y grabemente encargo a todos -
0m
los párrocos del Obispado en especial a los de los puertos de mar donde E
se presume que sera tan frec~entee ste trato y más con el mucho comer- O
cio de los Portugueses a bordo o en tierra. ya en poder de terceros dueños nS
a quien pasen procuren que en semejantes riesgos de muerte se les amda -E
con 12 exortación y remedios necesarios...». Texto tomado de S. PADRÓN a
ACOSTA: art. cit. n
n
26 La Constitución 11, cap. 10, pp. 84-83, del obispo doctor don Cristó-bal
de la Cámara y Murga (30-IV-1629),s e titula precisamente así: Que no
3 se baatisen niiios hijos de injieles sin voluntad de sus padres, cuyo tenor O
literario se expresa en estos términos: «No se pueden bautizar los hijos
de los infieles contra la voluntad de sus padres, fuera de la ofensa y agra-vio
que se les haría, y escándalos grandes, y quienes que se podrían se-
,%ir, g porque esto podría suceder con zelo y piedad, y en todo este nues-tro
Obispado de Canaria, por los muchos puertos de mar que en él ay, y
variación de gentes que en ellos están, e por cautiverios, o por sus aven-turas,
podría acaecer muchas vezes lo dicho, S.S.A. mandamos, que de
aquí en adelante ninguna persona, de ,cualquier estado y calidad que sea,
se atreva a bautizar hijo de infiel, sin licencia, o consentimiento de sus
padres. Y sucediendo algún caso, se dé noticia a nos, o a nuestro provisor,
para que ordenemos lo que fuere de mayor servicio a Dios, y provecho de
aquella alma.»
176 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PALMAS 21
judíos y flamentos afincados en nuestra ciudad, que por lo tanto
no sintieron excesivo entusiasmo por bautizarlos Puede que
se incluyeran también dentro de los libros de bautizos, niños
de fuera de la ciudad contabilizados a todos los efectos como
si de originarios de Las Palmas se tratara.
A todo esto se suma el que en las incursiones efectuadas a
las costas africanas para capturar nuevos esclavos, muchos eran
bautizados allí mismo antes de ser embarcados para Canarias
Tenemos mot.ivos para pensar que los registros de las hem-bras
esclavas en los libros bautismales fueron algo más rigu-rosos
que los correspondientes a varones. ¿Acaso porque la con-dición
de mujer cautiva legitimaba e1 carácter sumiso de su
descendencia, aunque sea a través de la unión con hombre
libre? Es difícil responder categóricamente en sentido afirma-tivo,
pero al mismo tiempo no resulta tampoco descabellado
admitir que algo de esto se debió dar en tanto en cuanto que
se nos hace inexplicable el neto predominio de esclavas frente
al número de varones cautivos 29.
27 c . . . para que nos le den de los esclavos y criados que ay en las ca-sas
de hombres extrangeros que por razon de su Nación en el foro exter-no
les presumimos hereges y que suelen ser tantm, y frequentes en es-pecial
en esta Isla, y principales lugares de ella, por el trato del Norte a
los vinos: si estos tales ingleses, olandeses o lo que fuesen dejan de per-mitir
que a ühos. esclabos y criados se les enseñe la doctrina xristiana
que los ühos. cumplan con los preceptos de la iglesia y en los ayunos,
abstinencia de carne, misa, confesión, comunión, etc., y en fin que no les
violenten ni indusqan a sentir contrario de ntra. verdadera fee y esta Re-ligi6n.
Si an comprado negros bozales que o los tengan que bautizar, o
los ayan ellos baptizado aquí con el rito de su zeta en sus casas, y en fin
todo aquello que combiene para que no nos llebe el Demonio sus almas
que Dios puso en ntras. manos Vmd ... ». Fragmento del prelado García Ji-rnc5nez
sacado del art. cit. de S. PADRÓNAC OSTA. Acerca de la numerosa
presencia de extranjeros en las Islas debe añadirse que se calcula que
entre ZEQD y 1730 fUerc,-,i & ~ t i ~ c a d~~ s~ 1563 csame rciastes ~ L ~ t ~ l ~ c o s ,
cifra a la que debe agregarse los correspondientes a holandeses, hambur-gueses,
italianos, franceses y portu,weses, de acuerdo con el artículo de
GEORGFE. STECKLEpYu blicado en la revista ctAquayro», noviembrediciem-brc,
1981, n��m. 138, Las Palmas.
28 D. P. WIXY M . COWLF~O':p . cit., pp. 7, 12 y 21.
29 ,-,--*A 7:. :-,--, JLXL mw q~uiitúlnus id. pusiriiuuau que no8 sugieren ivs ciiaCios auto-res
de la obra Historia de la trata de negros, en cuya p. 55 puede leerse
Núm. 30 (1984) 177
Por ello tenemos la obligación de asentir de que hubo en
general subregistro, pero las omisiones repercutieron bastante
más en los nacidos varones que en las féminas.
Asimismo, cuando procedimos a elaborm las series pudi-mos
notar anualidades anómalas por defecto o por exceso del
volumen registrado que en nada respetaban la evolución nor-mal
de los bautizos. En el primer caso y de modo declarado,
se incriben sólo los años 1648 y 1654, con totales anuales bají-simos
(94 y 98 unidades, incluyendo tanto libres como esclavi-tos)
que no se acomodan ni siquiera con las lógicas irregulari-dades
del período acotado. En el segundo caso, las anualidades
correspondientes a 1646, 1655 -esta Última va curiosament'e a
N
-nnn *a-n dnnn - n ~ n detrás dei bajón cle E%-, lom, looy, lo-rs, lora, 1010, loau, E
1708 y 1721, reflejan en el gráfico unas puntas preeminentes que O
tampoco encajan del todo con el estancamiento general que n-- m
preside todo periodo delimitado 30.
O
E
E Es posible que las expresadas anomalías provengan -ade- S
E más de los factores puramente demográficos-- de los propios -
métodos adoptados por los curas al sentar las partidas bautis- 3
males en los libros 31. Una costumbre, al parecer generalizada, - -
0
consistía en hacer un borrador en el cual se iban anotando los m
E
sacramentos administrados ,acumulándose sin distinción de O
anualidad y que ante el solo anuncio de visitas de inspecciún n
pastoral -efectuadas por obispos y vicarios con cierta perio- a-E
lo siguiente: R . . . se les marcaba en el pecho con un hierro candente que
les imprimía la señal de las respectivas compañías a que pertenecían, con 3
objeto de que cada naci6n pudiese distinguir a sus esclavos y evitar que w
los nativos cambiasen luego los mejores por los peores, como muchas
veces lo intentaron hacer. Se ponía cuidado en que las mujeres, por ser
más débiles de constituci6n, no resultasen quemadas en exceso)). Pues
bien, si la marca era tenue en las hembras o desaparecía en las hijas, la
mejm pnreba de su ~nnfici6~ísne ria ~ n n i e n bcn gran celo en oyktrsrlas
en todas partes como tales cautivas.
Disentimos de EMILIAS ANGHEZF ALCÓNy de JosÉ SA-YCHH~E RRERO
cuando en sus ya citados artículos hablan de sereno crecimiento durante
el sigIo XVII, cuando asistimos a una centuria atormentada por una serie
de adversidades de todo tipo que imponen un claro estancamiento demo-gr6ficc.
31 M. MART~GNA LÁN: Art. cit., pp. 231-325.
178 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
dicidad- obligaba a los párrocos a realizar con toda premura
los registros. Como quiera que tenían que cuadrar los bautis-mos
con la recaudación, dado el carácter fiscal de los mismos,
podían deslizarse errores ya sea por subinscripción, o ya fuera
por una incorrecta distribución de los recien nacidos de acuerdo
con los años en que tales eventos se produjeron.
Hasta aquí hemos aludido únicamente al sesgo introducido
en las series estadísticas por las omisiones cualquiera que sean
sus variantes; ahora bien, no podemos, en rigor, sustraernos
a un hecho incuestionable: por los muelles de Las Palmas en-traban
esclavos adquiridos en Africa a las compañías negreras
y, por consiguiente, esta ciudad era a la fuerza una atalaya de
este oprobioso mercado humano. Aceptado esto, es fácil colegir
que aqui mismo fuesen cristianizados muchos de éstos nada
más llegar, antes de que fuesen encaminados a su ulterior des-tino
hacia el interior de la Isla, bien continuando la ruta de las
Indias Occidentales o también para los mercados de las restan-tes
islas del Archipiélago 32. Lo que viene a significar que las
cantidacies aportadas por los bautizos- correspondientes a los
nacidos en cautiverio estén un tanto infladas hasta un límite
imposible de precisar.
Ahora bien, los problemas expuestos no consiguen en modo
alguno cuestionar la validez ni las conclusiones extraídas de la
interpretación del basamento estadístico de nuestro estudio,
sino al contrario, ya que en el peor de los casos las posibles
ocultaciones se contrapesarían con los bautizos de esclavos
-adultos o infantiles- que vivieron solo esportldicamente en
Las Palmas.
-Los probiernas más graves vinieron de la mano de los in-ventario~
poblacionaIes del siglo xvrr, escasos y poco fiables,
los cuaIes nos posibilitaron poner en relacic5n el número de
bautizos con la población total en torno a 1601, aprovechando
la estimación que hace el Inquisidor en un informe dirigido a
3 - m ia Duprema, y a partir de E67 hasta 1725, gracias a Ios recuen-tos
de finales de la centuria y principios de la siguiente. Para
el intervalo de tiempo que queda en medio no se pudo rela-
M M. LOBOC ABRERAO: p. cit., PP. 206-207.
€VOL UCION DE L0.5 BAUTIZOS TOTAi-ES DE LAS ?ALMAS 1 1 6 0 0 - 1 7 2 :
LA POBLACIÓN ESCLAVA DE LAS PALMAS 25
cionar la variable natalidad con la cantidad de habitantes de
Las Palmas porque los datos disponibles eran muy lej.anos en
el tiempo como para hacer una interpolación.
Una solución posible hubiera sido echar mano del m6todo
de la interpolación por progresión geométrica para calcular la
evolución de la variable población, pero con períodos tan dila-tados
los resultados así obtenidos no podrían ser mínimamente
aceptables.
4.2. Los cuatro grandes períodos de los bautixos de libres 5
esclavos de Las Palmas, entre 1601 y 1725
En el gráfico número 1, en donde se registra la evolución
ponderada de los bautizos generales, se evidencia claramente
cuatro grandes períodos que, dada su tendencia al alza o a la
baja, se delimitan y caracterizan perfectamente de la manera
siguiente:
a) Entre 1601 y 1640, la natalidad general sufre una fuerte
caída en la primera década de la que ya no se recuperará sino
al término de los años treinta. Esto nos induce a calificar el
tramo inicial de los primeros cuarenta años como de declive
momentáneo con posterior estancamiento en lo que a concep-ciones
totales se refiere. Por el contrario, los descendientes de
cautivos obtienen cifras de relevante significación.
b) A partir de los años cuarenta se advierte ya un claro
ascenso que se va reflejando en el tamaño de los escalones
pertenecientes a las décadas inscritas entre 1641-1680 (véase el
gráfico número 21, sobresaliendo de entre todas y de un modo
preeminente el peldaño correspondiente a los años 1671-1680.
Por lo tanto no nos equivocamos si a este trecho de cuarenta
años de duración lo adjetivamos de franca recuperación del
total de infantes cristiani2ados en términos relatiaos, con unn
cierta subida de los nacidos en cautiverio.
c) Una nueva recaida podemos avisorar entre 1681 y 1700,
que se hace mucho más acusada en la última década con la
que se pone punto final al siglo XVII. Quizá la principal novedad
en esta repetición del ciclo depresivo consista en que esta vez
- - l i b r e s
-- E s c l a v o s
EV0LUC:Oh DE LOS OAUTlZOS 3 E LAS PALMAS CON D l S i l N C l O N
DE LIBÑE!j Y ESCLAVOS.ENT,?E 1600 Y 1725
se trata a todas luces de una muesca más suave y de exigua
duración en comparación con la gravísima crisis de comienzos
del referido siglo, el cual cuenta con el segundo decenio con
mayor porcentaje de bautismos del sector marginal de la po-blación
palmeña.
d) Finalmente, el tramo con que se abre el primer cuarto
de siglo, a partir de 1701 hasta 1725, es de manifiesto ascenso
en la cantidad de nacimientos, obteniéndose a consecuencia de
ello las cimas más altas de todo el periodo considerado. Cifras,
por otra parte, inéditas en la centuria anterior, pero a1 mismo
tiempo parecidas a las del decenio ulterior del siglo XVI j3. Los
nacimientos de este postrer período entre los cautivos eran ya
ínfimos con tendencia al declive total.
A continuación pasaremos a estudiar al detalle cada uno de
estos cuatro grandes apartados con el objeto de analizar e in-terpretar
adecuadamente la desigual conducta concepcionista
por los individuos adultos que protagonizaron este período his-tórico,
así como su correlato en las pautas sociales y econ6micas
de la época. No se excluirá del presente análisis los avatares de
las concepciones pertenecierrtes a escIavos y los móviles que
indujeron a fomentarlos.
4.2.1. Cuatro décadas de declive moment.áneo con posterior
estancamiento de los bautizos de los libres y auge en la cristb
nización de cautivos ( 1601-1640 )
Entre 1601 y 1610 se produjo la caída más brusca y grave
en el ntlmero de alumbramientos de todo el período, producién-dose
en consecuencia. el decenio de más bajo índice de creci-miento.
Pero, a& más, en estos años se quiebra incluso hasta
la línea evolutiva de los años 1591-1600, inequívocamente satis-factoria,
que obtuvieron medias llamativass4, y que de ahora
en adelante no las volveremos a encontrar sino cuando nos aden-tremos
en el primer cuarto del siglo XVIII.
a 3dem pp. 206-207. " Ideem, pp. 206-207.
CUADRO NÚMERO 2
NACIMIENTOS DE LIBRES Y ESCLAVOS
Años
1601
1602
1603
1604
1605
1606
1607
1608
1609
1610
1611
1612
1613
1614
1615
1616
1617
1618
1619
1620
1621
1622
1623
1624
1625
1626
1627
1628
1629
1630
1631
1632
1633
1634
1635
1636
16%'
1638
1639
1640
1641
1642
1643
1644
1645
1646
1647
1648
1649
1650
Libres Esclavos Total
ANU-4RIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
9LZ
881
9 LZ
69Z
Z8Z
S61
99Z
L9Z
9 K
9'22
1PZ
PPZ
9 LZ
9PZ
8 LZ
G9Z
ZPZ
192
8%
W Z
ZTZ
8PZ
69Z
99Z
E62
6x2
99Z
Z&Z
1PZ
TTE
91%
1.6Z
682
892
69Z
PLZ
L8Z
142
9PZ
L9Z
61Z
Z9Z
LSZ
9%
681
LIZ
S9Z
89Z svz
*ZZ
192
66
9vz
622
8K
*9Z
8L1
L9Z
892
L9Z
181
1 GZ
Z K
E Z
LE2
XZ
9ZZ
8PZ
61Z
8PZ
TEZ
L1Z
6ZZ
EPZ
E%
6L1
L1Z
PEZ
8ZZ
9SZ
OLZ
1 1z
9 K
EZZ
Z8Z
06Z
LEZ
89Z
ZSZ
6EZ
PSZ
19Z
9ZZ
6ZZ
L1Z
96 1
9zz
90Z
9EZ
691
961
9PZ
0%
PZZ
90Z
LEC
9L
IZZ
1TZ
9ZZ
sa4Y7
SVWIVd SV? 3a V\ih?3SX N913V180d 81
Años LZbres Esclavos Total
1706 271 26 297
1707 269 11 280
1708 288 16 304
1709 233 10 243
1710 286 6 292
1711 269 3 272
1712 265 10 275
1713 263 10 273
1714 262 12 274
1'725 284 14 298
1716 275 8 283
1717 246 5 251
1718 302 12 314
1719 316 8 324
1720 275 5 280
1721 346 6 352 a
1722 236 3 239 N
i723 320 n 327
1724 329 7 336 o
1725 318 9 327 --- m
O Fuente: Libros de Bautismos de la Parroquia del Sagrario de Las Palmas. E
Elaboración propia. E
2
3
El declive de los bautismos en términos absolutos se debe - al manifiesto signo negativo -de menos 165 nacimientos, to- 0
m
E
mando como base cien los años 1591-1600- que resulta al com- o
parar el volumen de sacramentos impartidos, estimado para
este decenio con los anteriores 35. Por eso se explica el que can -E
tan pocos aportes provenientes de los alumbramientos la po- a
blación de Las Palmas, calculada por Torriani y por la Des- -
cripción del Tío de Licenciado Valcárcel en 3.600 almas, se
reduzca a unos tres mil después de transcurridos unos once 3
O
años, o sea, desde 1590 a 1601 36-
I d m , pp. 206-207.
Este descenso lo sacamos al comparar los valores que aportan To-rriani
y el Tío del Licenciado Valcárcel con el Auto proveído en diecisie-te
de agosto de 1601 para que se haga información de la enfermedad de
pestilencia, contagio que hay en esta Ysla de Canaria, por el Inquisidor
del Santo Oficio, que dice así: K... que por cuanto en esta ciudad con no
tener más de 600 vesinos ... » (Archivo Acialcázar, legajo Epiemia, Las Pal-mas).
Al multiplicar esa cifra por cinco nos da una población aproximada
de tres mil habitantes.
186 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Naturalmente esos valores nos conducen a una conclusión
contundente: el siglo XVII se abre en la ciudad de Las Palmas
en medio de una crisis espantosa que afectó sin duda alguna
a toda su población, y de la que parecen menos expuestos los
esclavos que allí coexistían a juzgar por su conducta clara-mente
pronatalista. Cierto que esa actitud estaba mediatizada
e inducida por los esclavistas, mercaderes mayoristas y a me-nudeo,
que a través de una política de fomento a la fecundidad
pretendían abastecer parte de la demanda local, produciéndolos
en sus propios viveros.
Como, además, los gastos de crianza se incluían luego en el
precio de ventra de cada pieza puesta en los mercados por los
propietarios, que obtenían cautivos por este procedimiento, ha-cían
también cuantiosos beneficios. Este recurso se solía emplear
sobre todo en períodos críticos.
El asalto pirático efectuado por eL holandés Van der Doez
a esta capital en 1599, con su estela de saqueos, incendios y
devastaciones, dejó tan maltrecha a la ciudad que se requirieron
en su restablecimiento del esfuerzo mancomunado de una buena
BAUTISMOS TOTALES POR PERIODOS DECENALES DE LAS PALMAS
ENTRE 1601 Y 1725, CON DISTINCION LIERE/ESCLAVO
Hijos de @res libres Hijos de *res cautivos
Decenios Total Total En % Total .En %
1601-1610 1.917 1.661
i ncn
86,s
00 C
256
no0
13,4
?5?l-1520 1.988 A.IW o o , ~ IIO 11,s
1621-1630 1.999 1 .y85 89,3 214 10,7
1631-1640 1.999 1.825 91,3 174
1641-1650 2.125 1.966 925 159
8,7
7 5
Fuentes: Libros de Bautismos de la Parroquia del Sagrario de Las Palmas.
Elaboración propia.
parte del siglo XVII 37. Pero en estos años las desgracias no vi-nieron
solas, ya que tanto o mas temibles que los corsarios
fueron también los contagios mortíferos de peste bubónica, casi
siempre precedidos de intensas hambrunas 38.
En suma, incursiones piraticas, hambre y enfermedades
inexorables se responsabilizaron por igual del incremento de
la mortalidad y, en particular, del sobrecogedor volumen de
defunciones infantiles. Pero su reconocimiento no debe inducir-nos
al ocultamiento de que la sobremortalidad también es res-ponsable
de la ruptura de parejas, de la obstrucción en la for-mación
de otras nuevas, del retraso en las nupcias y, en defini-tiva,
de la potenciación del celibatario definitivo, provocando a
períodos de desnatalidad que, luego, a partir de cierto espacio N
de tiempo, originaría cohortes hcecas o intensamente erosio- O
nadas de forma recurrente. n - m
En el orden económico la situación no podía ser más deso- O
E
E ladora. Si tomamos como argumento aspectos tales como: el S
E hundimiento del monocultivo de la caña azucarera a fines del
siglo x v ~l,a s interrupciones de ia actividad comercial por razo- 3
nes de inseguridad en las rutas marítimas y, por último, todo O-lo
concerniente a la pérdida de peso político, militar, económico m
E
y administrativo, veremos por qué Las Palmas siente extinguir O
parte de su antiguo esplendor al trasladarse algunas de estas n
funciones a las ciudades de Tenerife ". E
a
Todas estas razones justifican la reducción de la natalidad
en su conjunto a pesar de la existencia de alzas coyunturales n
n
levemente optimistas, como las de 1606 y 1610, que despuntan 3
entre las anualidades del decenio. Ahora bien, desde el momento O
Véase a este respecto las obras de 8. RUMEE DE ARMAS: Piraterias
y ataques navales contra las Islas Cammas, Madrid, 1947-1950; E. SÁNCHEZ
FALC~NA:r t. cit., y A. HERRERPAIQ UE: La ciudad de Las Palmas. Noticias
hlctdrlcns de su i~rhanizrurión, Las Palmas, 1978.
Entre 1601 y 1606 la ciudad de Las Palmas, según una reciente in-vestigación
reaiizada por ALBERTOA NAYS HERN~DyE AZU RORAA RROYOD O-RESTE,
se ve asolada por el temible concagio de peste bubónica en medio
de una espantosa carestía de los víveres más consumidos por las capas
populares.
S9 A. RUMEU DE ARMAS: Op. czt., t. 111, primera parte, p. 283.
188 ANUARIO DE ESTUDIOS BTLANTICOS
en que sometemos a examen la estructura de unos bautizos
como los citados, compuesta por dos sectores sociales -libres
y sumisos- saltan a la vista una serie de matices que no pueden
soslayarse aquí, sino al revés sobreestimarlos como hechos
distintivos fundamentales. Más aún cuando algunos de esos
rasgos difieren en parte con los prolegómenos ya detallados.
Lo primero que llama la atención es la espléndida propor-ción
de subyugados respecto al conjunto de los bautismos de
este mismo decenio. Constituye. en efecto, el volumen más im-portante
de todos los 125 años, con un irrepetible 13,4 por 100,
que sólo se ha podido superar en las pretéritas épocas del siglo
pasado. Sorprende, pues, que en plena crisis de las condiciones
de vida en Las Palmas fuesen llevados a la pila bautismal gran
número de cautivos a cristianizar. Lo que demuestra que en
los períodos difíciles la demanda de unidades de fuerza de tra-bajo
gratuito se acentúa considerablemente, motivando a los
dueños a incentivar la fertilidad y fecundidad de la población
sumisa a través de métodos ya tópicos en situaciones de sojuz-gamiento.
AUMENTO POR DECENIOS DE LOS BAUTISMOS TOTALES
DE LAS PALMAS ENTRE 1601 Y 1725, CON DISTINCION
LIBRE/ESCLAVO
Años Total Hijos de padres libres Hijos de padres cautivos
1581-1600 -
1601-1610 -765 - 804 39
1611-1620 71 99 - 28
1621-162G 11 25 - 14
1631-1640 O 40 - 40
1641-1650 126 141 - 15
11651-1660 161 115 46
1661-1670 181 128 53
1671-1680 365 299 66
Ifi814fiW -258 - 2& - 16
1691-1700 - 71 44 - 115
1701-1710 203 ni - 6%
1711-1720 138 176 - 38
Fuentes: Libros de Bautismo de la Parroquia del Sagrario de Las Palmas.
Elaboración propia.
Del total de cristianizados, la mayoría de éstos -un 533
por 100, para ser exactos- son esclavitas. Puede que fuesen
mayoría por el mayor rigor que existía en registrarlas toda vez
que los hijos heredaban la condición de sus madres y aquéllas
lo sedan al cabo de un cierto tiempo. Pero la producción de
féminas tenía un alto valor pues a su vez el número de pari-doras
de nueva prole garantizaban el suministro de brazos
ante una eventual persistencia de la inseguridad en esta parte
del Atlántico que hacían muy onerosas las reposiciones de es-clavos
mediante importaciones desde Africa. Impresiona el hecho
de que los dueños se percataran de qué esclavas eran más pro-clive~
a concebir hembras que varones, fomentando la fecun- a
didad de éstas en uno u otro sentido de acuerdo con la demanda. N
Esta conclusión se confirma a1 menos a la vista de las pro- O
pias series estadísticas, elaboradas con los recuentos de las n-- m
partidas bautismales. Así es, en efecto, ya que mientras las O
E
hembras eran hegemónicas entre los bautizados de aquel grupo, E
2
E los descendientes de padres libres eran abrumadoramente va- -
rones. 3
Quizá, las adquisiciones de los años precedentes e incluso - -
0
m las efectuadas hacía poco -entre 1601 y 1611 se contabiliza la E
entrada de unos 122 esclavos4o- tenían que intervenir como O
elementos dinamizadores, favoreciendo los alumbramientos de n
la población cautiva mediante diversas formas: por nuevos en- E a-laces,
por promover segundas nupcias o incluso potenciando
nl
aún más si cabe la importante natalidad ilegítima mediante el n
n
amancebamiento entre éstos. Recuérdese que también la canti- 3
dad de bautizos se podía incrementar tan pronto llegasen a Las O
Palmas navíos cargados de estos infelices y que, una vez ven-didos,
sus amos los hacían pasar por la iglesia para suminis-trarles
las aguas sacramentales.
En los diez años siguientes, es decir, entre 1611 y 1620, se
puede apreciar un ligerísimü iiuiT1E.niü de bis Cüricepcioiies iü-tales
inscritas. Se trata a todas luces de una recuperación tenue
que con todo no es suficiente para que la curva remonte con
40 E. SÁNCHEZ FALCÓN: Art. cit., p. 349.
190 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LBS PALMAS 35
decisión la otra orilla del valle anterior, debido a la depresión
provocada por los aciagos acontecimientos que ya fueron rela-tados
más atrás.
Todo lo cual viene a aseverar que es el ritmo lento el que
condiciona este sinuoso primer trecho, en el que la línea que-brada
se enseñorea dominando toda la evolución de la curva
de los bautizos.
La atonía en la tendencia da la impresión de que se trata
de un fenómeno privativo de la jurisdicción de Las Palmas
puesto que en la comarca del noroeste de Gran Canaria asisti-mos
a una recuperación en el número de bautizados, por lo
menos entre 1615 y 165041. Sin duda, los motivos que animan
la tonica alcista en los nacimientos de aqueiia zona obeuezcan
al carácter netamente agrario, en donde el viñedo y los cultivos
ordinarios impulsaron la expresada mejoría. En cambio, en la
capital de la Isla con una menor dependencia del campo y
mayor incidencia del comercio, la artesanía, las actividades
portuarias y la administración civil y religiosa, todas ellas toda-vía
inrnersas en una profunda postración, las posibilidades de
restablecerse eran aíin inciertas.
Eso determina que los 1.988 sacramentos administrados en
estos años supongan el primer aumento relativo en lo poco que
llevamos de siglo, con un modesto signo positivo. Incremento
que se hace más perceptible en el grupo de los libres que en el
de los procreados sin libertad, los cuales, por el contrario, ex.
perimentaron una evolución negativa con un déficit de 28 bau-tizados
menos en términos absolutos que en el decenio pre-cedente.
No se nos esconde el hecho de que las cifras medias siempre
ocultan algún que otro altibajo de consideración. Véanse a título
de ejemplo las muescas que registra la curva en 1615, 1617
lfi3e, se ~IJ&?E ca!jficar & hrwj!~res.p y r ~18 s acmg.
lías se ubican asimismo en los resaltes de la curva que tiene,
entre otras de menor entidad, una punta secundaria llamativa
en 1616.
41 J. F. NIARTÍN RUIZ: 0p. &t., pp. 60.65.
Núm. 30 (2984)
Ya se vio antes como la evolución de los alurnbramientos
de pacires cautivos retrocede un poco en estos diez años. Du-rante
este paréntesis se comprueba un suave retroceso de los
alurnbramientos del subgrupo sometido que solo contabiliza
un lf,5 por 100 en relación con los nacidos libres. Esta cifra,
así y todo, es todavía expresiva, máxime si recordamos que en
el transcurso del xvr, coincidiendo con el auge de la institución,
se calcularon promedios más o menos similares 42.
Entre otros aspectos, la caída de los bautismos cautivos
tiene algo que ver con la reducción de las entradas a sólo 37
en estos añosG3c, on sus secuelas en las nupcias y, por lo tanto,
en la desaceleración de la fecundidad de este grupo.
Con todo se observa en la curva algunas cimas de considera-ción
como, por citar sólo una representativa, la que registra
el fuerte aumento de los procreados en cautiverio en 1616, y que
alcanzan nada menos qce un coeficiente de 12,82 por 100 del
total. Al revés, el punto más hundido del decenio lo vemos en
el gráfico coincidiendo con 1617, con un magro 10 por 100 de
los bautizados.
Aunque algo más atenuadamente, se ve también en este es-pacio
de tiempo un ligero y casi imperceptible superávit de
alumbramientos femeninos que, otra vez, contrasta con los
libres en los que el sexo masculino sobresale sobre las hembras
con un 533 por 100.
De esto se deduce que se continua con la práctica de criar
cautivos. Si se reducen las nuevas adquisiciones en los merca-dos
negreros, se requieren madres cautivas que puedan satis-facer
la demanda local de brazos completamente gratuitos.
El siguiente decenio (1621-1630) se salda con unos resultados
que en muy poco van a diferir de los diez años pasados. La
natalidad durante estas anualidades, lejos de recuperarse, se
mantiene dentro de una opacidad que, por lo demás, parece
dominar toda la centuria. Por eso esta media decena1 apenas
consigue levantarse algo respecto a los años iniciales del dieci-siete
-precisamente los más críticos del siglo- para equipa-
M. LOBOC ABRERAO: p. cit.
43 E. SÁNCHEFZA L~~ArNt. :c it., p. 349.
192 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
rarse con el siguiente. Por lo tanto, en lo que concierne a los
bautismos, la mejoría que siempre suele acompañar a los pe-ríodos
depresivos hace su presentación en Las Palmas muy
tardíamente a causa de la fuerte crisis que la atenaza.
La más fiel expresión del estancamiento enumerado lo reco-gen
las cantidades del cuadro número 4 en donde se ve que el
aumento de los cristianizados consigui6 llegar a once, partici-pando
del mismo y con carácter mayoritario los correspondien-tes
al grupo de los nacidos libres, mientras que los alumbra-mientos
en cautividad evolucionaron con signo negativo.
Pero, ciertamente, los resultados globales no pueden impedir
que se produzcan ascensos significativos en algunas anualida-des
que se reflejan en ia curva de vez en cuando como, por
ejemplo, la señalada en el gráfico allá por 1624 -la que más
despunta de todo el decenio-, o la de 1621, con un total de
210 nacimientos.
Como podemos ver, a pesar del tiempo transcurrido, Las
Palmas sigue sumida aún en un hondo decaimiento. Los es-fuerzos
por restablecerse todavía no repercuten en los naci-mientos,
sobre todo cuando coyunturalmente se agregan nuevas
calamidades tales como las sequías de 1620, 1621, 1625, 1627
y 1629; la emigración secular hacia el continente americano y
la posible incidencia de la peste «milmesa» que tal vez sobre-vino
entre 1629 y 1631 44.
Todo lo cual, en buena medida, dificulta la natalidad ya sea
por el parón a la creación de nuevas parejas a tenor de los
evidentes desajustes de la wex ratio)), favorable a la acumula-ción
de «stocks» femeninos a causa de la ernigracih, alto índice
de solteros, sobremortalidad masculina y enrolamiento en las
milicias, que conducen hacia voluminosas sustracciones de
efectivos varones.
A su vez, el alejamiento de los hombres afecta también al
sistema productivo al contribuir a la desertización de zonas
agrarias imprescindibles para sustentar a la población. Por lo
que las frecuentes carestías de los artículos de primera nece-
44 J. F. M ~ ~ R TR~UINZ : Op. Cit., p. 41.
Núm. 30 (1984)
sidad y las consiguientes hambrianas no hacen sino abonar el
terreno al desencadenamiento de todo género de epidemias y
contagios de terruríficos resultados.
Lo que explica el ritmo difuminado de los bautizos en ge-neral.
Pero, ¿cómo entender la caída que se produce también
entre los nacidos en cautiverio? Ciertamente, también este seg-mento
de la comunidad palmefia sufre una leve contracción
que lo deja reducido a la cantidad de 10,7 por 100 sobre el total
de alumbramientos. En los últimos veinte años el número de
((unidades de trabajo)) incorporadas desde Africa ha descen-dido
a 43, lo que significa que los factores desestimuladores
de la fecundidad de las esclavas o de aquellas mujeres libres
qüe adiiiicSTL por a c a ~ ~ t ~ yvaGrcsp Lec se hi&r=n se"r
llamativamente
Piénsese, por otra parte, que este mercado humano suponía
una elección de tal modo que se ofertaban casi siempre varo-nes
jóvenes, fuertes y saludables; por lo que su llegada a la
Isla en mayor o menor volumen tendría necesariamente que
notarse.
De cualquier forma, advertimos en estos años recorridos
de hasta cinco puntos de diferencia entre las máximas anuali-dades
y las mínimas, que van desde la prominencia de 1624
-la cresta más sobresaliente del decenio- con un total de
31 nacimientos, que suponen nada (menos que un 14,1 por 100
del total de las concepciones, hasta la punta más baja, coinci-diendo
con 1622, en que tan solo se llega a 9,3 por 100, muy
por debajo de la media.
En el grupo de los concebidos en cautiverio apreciamos un
rasgo peculiar que contrasta con el decenio precedente, y es
que el porcentaje de hembras es ahora sustancialmente menor
que el de los varones. Si unimos este hecho con la casi nula
entrada de sumisos en estos años se podría inferir un cambio
en el fomento de los nacimientos de varones. Cambio que, por
otra parte, no parecería descabellado si lo unimos a los inten-tos
de reconstrucción del agro insular con la creación de nuevos
45 E. SÁNCHEFZA LC~NAr:t . cit., p. 349.
194 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PALMAS 39
mayorazgos y a partir de la revalorización de los vinos canarios
en los mercados internacionales, así como la necesidad de in-crementar
Ia fuerza de trabajo masculino. Esta preocupación se
advierte sobre todo en el grupo de los libres en que los varones
marchan siempre por delante numéricamente.
El decenio enmarcado por los años 1631-1640, con el que se
cierra este primer tramo, no ofrece ninguna novedad en rela-ción
con el anterior. El estancamiento sigue planeando sobre
los alumbramientos de este corto intervalo de tiempo en el que
el índice de crecimiento es de cero, escapando un poco los des-cendientes
de los libres que aumentan ligeramente, mientras
que en los bautismos de vástagos concebidos en cautividad se
recoge un saldo neyativo, que no hace sino continuar la ten-dencia
recesiva que ya se apuntó.
Las Palmas se mantiene todavía instalada dentro del período
recesivo que se agrava, de tiempo en tiempo, con el advenimiento
de alguna que otra desgracia.
Por estos mismos años se recluta precisamente la primera
leva que se lleva de Canarias a un millar largo de isleños en
1639. Los efectos negativos de esta contribución de sangre en
la economía y en la natalidad son incontables.
Pero en donde la incidencia de los enrolmientos y la emi-gración
transoceánica fueron temibles fue en los sectores de la
actividad productiva, puesto que se produjeron protestas como
la que dice: ((Siendo inútiles las súplicas que se dirigieron al
Rey para evitar, sobre todo, las levas que dejaban desiertos
los campos y en la miseria a muchas familias)) 40.
Pero la actividad agraria, además, sufrió los efectos de la
escasez de lluvias durante los azarosos años de 1631,1632 y 1635.
En este último la sequía vino acompañada de un visitante in-oportuno:
la langosta berberisca.
Estas adversidades se pueden seguir a lo largo del gráfico
aniial A l l í cn a r l ~ r i m r t o nr lnc ~ r o ~ l ilm~ ncn rtonfec: nl nvimorn cinin-
---U--- --*A* Y" -U. *V.. "VI- W V Y "--*"U ZL**pV* VWILYVY VI y., ILIIUI V ""A14
cidiendo con el año 1633, a continuación de una sequía bianual;
y, el segundo, en 1636 que, en sendos casos reducen las cifras
46 J. FRANCISCGOO NZÁLEZE:x tracto de Historia de Canarias, Barcelo-na,
1911, p. 153.
'Núm. 30 (19841 195
40 MANUEL LOBO CABRERA Y R~L'M~ND ~ A ZH ERNÁNDEZ
de bautismos, ante el alza del precio de los alimentos básicos
por la pésima cosecha recogida a causa de los daños provocados
por la sequía y la plaga de langosta.
Mientras tanto las cifras que determinan las crestas más
preeminentes no consiguen llegar más que a unos 229 y 228 con-cepciones
totales para 1635 y 1638.
Ahora bien, en donde distinguimos una importante novedad
es en la distribución porcentual de natalicios libres y cautivos.
Aquí se nota una caída de dos puntos en la media decena1 que
deja a estos últimos reducidos a solo 8,7 por 100 frente a los
nacimientos totales. Es decir, el descenso medio más significa-tivo
de este primer trecho, que no hace más que corroborar la ;
tendencia a la baja de este grupo desde que se inició el siglo XVII. E
Cuestión que, asimismo, el gráfico se encarga de reflejarlo fiel-mente,
determinando el peldaño más ínfimo de los cuatro pri-meros
decenios que engloban esta primera fase. EE
2 Pese a ello la fecundidad de las parejas cautivas todavía =mE conseguía incrementarse en alguna que otra anualidad. Así, por
ejemplo, en 1634 se obtenía un porcentaje de 11 por 100, quizás 5
-
a costa del bajón de los libres; en 1631 se alcanza una punta -
0m
llamativa en el gráfico gracias a1 elevado número de cristiani- E
zados de esta condición, con L3,2 por 100 sobre el total de
bautismos. n
-E Por debajo de Ia media del decenio, y señalando el descenso a
2 más grave, se sitúa el eximo porcentaje de 7,l por 100, obtenido
en 1636, coincidiendo con la caída en el grupo de los libres, 0
ante las pésimas cosechas de estos años. O3
La segunda novedad digna de rnencirín I s encnntramns en Ia
distinción por sexos en los alumbramientos de cautivos. Efec-tivamente,
en contraste con los años precedentes, ahora las
hembras pasan a ser de nuevo mayoritarias respecto a los va-rones
esclavos, con un promedio que las favorece: 52,2 por 100.
Mientras tanto en los nacidos de prosenitores libres Ins varones
y Ias hembras consiguen equiparar sus respectivos porcentajes.
De todo lo que llevamos descrito hasta aquí podemos con-cluir
indicando que durante estos primeros cuatro decenios
del XVII se produjeron un total de 7.903 inscripciones bautis-
196 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACIÓN ESCLAVA DE LAS PALMAS 41
males, de las cuales 6.981 eran descendientes de matrimonios
libres, y 922 correspondieron a hijos de parejas esclavas 47.
De acuerdo con esos totales, un 11,66 por 100 de las concep-ciones
registradas pertenecían al subgrupo de los cautivos;
hecho éste que pone de manifiesto la extraordinaria contribu-ción
de la población esclava dentro del conjunto de la sociedad
palrnense.
Pero además es en este preciso período en donde la aporta-ción
de los cautivos fue mayor. En efecto, en los 125 años que
comprende nuestro estudio de la natalidad de Las Palmas no
encontramos otra fase en que el promedio de recién nacidos
cautivos fuese más notorio. Sin embargo, la importancia de
este grupo se va aeciinanüo poco a poco, conforme transcurren
los años; tal es así que se puede incluso seguir un recorrido
perfectamente descendente de hasta casi cinco puntos que va
desde un máximo de 13,4 por 100 para el decenio 1601-1610,
hasta un mínimo de 8,7 por 100 correspondiente al intervalo de
tiempo comprendido entre 1631 y 1640.
Otro aspecto revelador que diferencia a los natalicios escla-vos
de los libres reside en el desigual reparto de los sexos al
nacer. Así, mientras que los índices se expresan a favor de las
hembras en el subgrupo de los esclavos, en el de los libres, en
cambio, los nacimientos de varones son siempre abiertamente
mayoritarios, con porcentajes de hasta 52,ll por 100. Evidente-mente,
las hembras esclavas debían ser más apetecidas por los
beneficios que a corto y medio plazo podían rendir a sus amos
en todo lo tocante a servicios personales, trabajo agrícola y
reproducción de nuevos esclavos que se podían vender o em-plear
a su vez en las mencionadas tareas.
47 Cifras que no coinciden con las aportadas por EMILIAS ÁNCHEZ,
aun empleando las mismas fuentes, quizá debido a que en el libro 11 de
M & ~ i m p i ~&s 11 i;;!&a S ~ ~ ; ? .e~f~ii~^~ ntr&mu-n~a-s p8fl.ifi.a~
correspondientes a nacimientos.
42 MANUEL LOBO CABRERA Y RAMÓN DÍAZ HERNÁNDEZ
4.2.2. Franca recuperación de la unatalidlad de Las Palmas, entre
1641 y 1680, que afecta un poco también a los cant2aros
Una vez cerrado ,en 1640, el primer tramo, que coincide con
una fuerte crisis, entramos en un segundo período compren-dido
entre 1641 y 1680, que desde un principio lo hemos defi-nido
como de espléndida recuperación de los bautizos gene-rales,
inclusive los del grupo sometido.
El despegue se inicia con una cierta lentitud -manifiesta
en el gráfico que registra los veinte años que van desde 1641
hasta 1680-, para después acelerarse entre 1661 y 1680 de
forma espectacular, sobre todo en la década de 1671-1680.
El primer decenio de este segundo trecho supone ya un
ligero aumento de 126 nuevos palmenses en la cantidad abso-luta,
del que el grupo de los libres resulta bastante más favo.
reciclo que el de los cautivos.
Los síntomas de recuperación son, pues, perceptibles toda
vez que la curva anual obtiene en el gráfico cotas hasta el mo-mento
inéditas, como las de los años 1645, 1646 y 1650, que se
producen por los totales calculados, todos por encima de los
230 nacimientos. Esas cifras nunca se producirían de no ser
por los años de calma en que las epidemias son menos vim-lentas
*" favoreciendo el aumento de alumbramientos. Hecho
que además coincide con la natalidad de la comarca noroeste
de Gran Canaria que durante estos años experimento también
un alza en este orden de cosas 49.
Así y todo, las caídas no desaparecen. Al contrario, se pro-ducen
de vez en cuando y tienen efectos graves sobre el con-junto
de la población. Así apreciamos la contracción inesperada
que se da en 1643 en el número de bautismos. Mas aquella es
secundaria puesto que la curva descimde m&s zdn er, 1648
-el segundo año mas peligroso de todo el período estudiado-como
consecuencia de las malas cosechas de estos años que
provocaron sin duda un desabastecimiento general de los ali-
198 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PALMAS 43
mentos básicos ante la invasión de langostas durante 1645 y
1646 50. De lo que se deduce que a pesar de la recuperación
iniciada por la ciudad de Las Palmas, sus habitantes todavía
no están a salvo de la irrupción de calamidades que sobrevienen
con cierta periodicidad, incidiendo negativamente sobre los fac-tores
que animan la evolución demográfica.
Uentras que la recuperación se abre paso, poco a poco, las
concepciones de las parejas cautivas reducen en buena parte
su contribución a las cifras totales, manteniendo la tendencia
a la baja hasta determinar el peldaño decenal más ínfimo de
los primeros nueve decenios del siglo DII. Hecho que además
refleja los efectos derivados de la obtención de la independen-cia
de Portugal que crea un contencioso de varios años de dura-ción.
Con la ruptura de relaciones hispanolusitanas no entran
nuevos cautivos en Las Palmas, ya que los portugueses tuvieron
la supremacía de la trata durante todo el siglo XVII 'l.
Así, Ia media de estos diez años registra una caída de 1,2 pun-tos
que, en comparación con los anteriores, es suficientemente
expresiva de la contracción experimentada por este grupo, que
se reduce a 7,5 en relación con las cifras totales.
No obstante, constatamos un hecho relevante y es que la
media decenal de los nacidos de padres cautivos es excedida
con amplitud al menos por tres anualidades: 1645, 1646 y 1649,
con promedios respectivos de 8,26, 9,2 y 9,O por 100. Apréciese
que das de estas tres inflexiones coinciden con las puntas más
preeminentes estimadas para el total de bautismos.
Pero también debemos hacer notar la presencia de dos des-plomes
importantes como el de 1642, con tan sólo 4,8 por 100;
y el de 1648, con 6,3 por 100. Este Último se corresponde con
la muesca más llamativa de la centuria, aunque afecta en mu-chísimo
menor medida al grupo de los nacidos en cautiverio.
En cuanto a la distinción por sexos, cabe observar como
tanto en los libres como en los sumisos los porcentajes esti-ma,
dos revelan una clara tendencia a la simetría, con diferencias
A. EERREPRIQAU E:L luvias, sequías ?/ plagas en la historia de Gran
Camriu, ((Revista Aguayro)), núm. 107, enero, Las Palmas, 1979..
51 D. P. MANNIX y M. COWLEY: 0p. cit., p. 38.
Núm. 30 (1984) 199
G r á f i c o n23
EVOLUCION D E LOS BAUTIZOS DE LAS PALMAS POR PKRIODOS
DECENALES Y CON DISTINCION,ENTRE LIBRES Y ESCLAVOS.
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PALMAS 45
inapreciables que ligerísimamente favorecen a los varones de
sendos grupos.
El decenio con el que proseguimos nuestro examen de la
natalidad (1651-1660) se mantiene dentro de las características
ya apuntadas para el precedente. Es decir, continuidad de la
recuperación con un aumento aiin más significativo en términos
generales. Tanto que la curva no hace sino cabalgar en estos
años con mucha mayor decisión por las crestas que por los
valles del gráfico. F,n efecto, las puntas empiezan a sobresalir
en número superior al de los anteriores años. Así, por ejemplo,
las correspondientes a 1653, 1635, 1657, 1658 y, singularmente,
la de 1659, que trasladan al díbupo la relevante cantidad de
bautismos que pocirla ser aún mayor üe no naberse proáucido
la plaga de langosta berberisca que asoló los cultivos de ía
isla entera allá por f 659 52.
Esta mejoría en la natalidad de Las Palmas no se corres-ponde
sin embargo con el noroeste que sufre en estos mismos
años una reducción del volumen de na~irnientos~~.
Conviene señselar que dentro de esta subida también surgen
sorpresas imprevistas, como la gravisima muesca de 1654 en
que sólo se calculan noventa y nueve cristianizados. Probable-mente
sea el resultado de la unión de dos hechos: primero, al-guna
adversidad de tipo local que repercutiría negativamente
en las concepciones; y, segundo, puede ser el resultado de omi-siones
en los libros que se iban acumulando para inscribirlas
al año siguiente, contabilizadas en 261 bautismos. En todo caso,
el resultado es igualmente importante, ya que en 1654 vemos
en plena recuperación la mayor contrariedad de toda la cen-turia.
Lo que nos demuestra que persisten los altibajos en la
curva.
La mejoría que estamos contemplando se sostiene sobre el
aumento de los grupos libre y esclavo en los cuales se aprecian
incrementos decenales altamente positivos. Lo que supone,
además, la obtención de sustanciosos promedios que dejan a
Núm. 30 (1984)
46 N.ANUEL LOBO CAERERA Y RAMON DÍAZ HERNÁNDEZ
los alumbramientos de progenitores libres en un 91 por 108,
en tanto que la descendencia de los sojuzgados aumenta tam-bién
al 9 por 100. Esto último quiere decir que el grupo de los
nacidos en cautiverio eleva su participación en un punto y
medio más con respecto al decenio de atrás.
En esta recuperación intervienen los 68 esclavos procedentes
de las costas africanas que son vendidos en Las Palmas por
traficantes portugueses, después que se restablecen las rela-ciones
entre España y Portugal.
La curva de este grupo marginal cuenta asimismo con ascen-sos
excepcionales que superan abiertamente la media decenal,
como sucede en 1653, 1654, 1655 y 1660. A veces estos incremen-tos
anuales coinciden con sendos desplomes del grupo libre;
tal es el caso de los años 1654 y 1660. En los restantes años, las
subidas de los bautismos del grupo de los cautivos se corres-ponden
con las mismas que se dan entre los libres la mayoría
de las veces.
Pero del mismo modo que se producen anualidades supe-riores
a la media decenal entre los vástagos de parejas cautivas,
también existen años con descensos que pueden ser a veces
hasta muy pronunciados. Tal es el caso de 1650 y 1651, que ob-tienen
sólo promedios de 6,83 y 6,99 por 100. Ambas recaídas,
curiosamente, no tienen parangón en el grupo de los libres, sino
al revés, allí se registran ascensos. Es por lo que a veces parece
existir entre ambos grupos comportamientos diferenciados en
lo que a concepciones se refiere.
El equilibrio entre los sexos que se vio en el paréntesis
anterior debió ser pasajero, como el que también se produjo
entre 1621-1630, toda vez que en estos diez años se aprecia de
nuevo una fuerte disimetría a favor de las hembras nacidas en
cautiverio, cuyo porcentaje se elevó a 54,71 por 100; mientras
tanto, en los iibres, los varones siguen sosteniendo su prover-bial
supremacía.
Produciéndose un número mayor de hembras -aparte de
la utilidad de los nEos en las labores agrarias y en 10s servicios
domésticos- la reproducción de este imprescindible grupo para
la sociedad de la época estaba garantizada. Máxime teniendb
202 BNUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
en cuenta que los propietarios de esclavos de esta parte del
siglo XVII no eran tan pudientes económicamente como en su
día lo fueron los potentados terratenientes que impulsaron las
plantaciones azucareras del siglo x v ~d, e ahí la apremiante nece-sidad
de procurárselos mediante el fomento de nuevas naci-mientos
54.
Entre 1661 y 1670, la natalidad de Las Palmas se inscribe
dentro de la fase de recuperación iniciada en 1641. Durante
estos diez años se constata un aumento decena1 de 181 efectivos
más en relación al decenio precedente. Lo que no exime a la
sociedad de entonces del advenimiento de azarosas recaidas
anuales que, sin embargo, cada vez son más espaciadas y menos
graves, registrándose tan solo dos dignos de mención: la de
1661 que se corresponde con un año de escasez de lluvias sin
que todavía la economía de base agraria se hubiera restable-cido
del azote que supuso la cigarra africana en 1659 en las
cosechas de la Isla. Superado esta bache, la curva de los bautis-mos
de Las Palmas sufre un nuevo quebranto en 1665, un poco
menos adverso pese a todo.
Por lo que respecta a las crestas, debe consignarse antes
que nada que éstas pugnan por sobresalir por encima de la
tendencia general, y se aprecian en esta dirección cimas verda-deramente
llamativas, como las pertenecientes a 1669 -la más
resaltada de todos estos anos- y de 1670, al conseguir adherir
cantidades satisfactorias.
En estos años se impone a las islas la obligación de embarcar
un determinado número de familias por tonelaje de mercancías
exportadas hacia el Nuevo Mundo56. E, igualmente, las levas
reclutaron en Canarias a varios centenares de soldados que
E. SÁNCHEFZwÓ N: A?-¿. cit.
A. HERRERPAI QUE:A rt. Cit.
5 O. BERGASyA A . GONZÁLEVZI EITEZ:D esarrollo y subdesarrollo en
la economkz canaria, .Madrid, 1969; J. BRADZE AAY ALA:E l régimen comer-
&E de Canarias con las Indias en los siglos XVI, XVII y XVIII, «Revista
de. Historia». núms. 90-9-' abril-septiembre, Universidad de La Laguna. Te-nerife,
1950, p. 210.
fueron conducidos a las campañas militares de la época entre
1662 y 1669 57.
Estas contrariedades y sus secuelas en el desequilibrio de
los sexos, en las nupcias y en la natalidad, tuvieron lógicamente
que afectar la evolución demográfica de Las Palmas en estos
años deteniendo su expansión. Con todo, se advierte un leve in-cremento
en los bautismos que no deja de ser sorprendente.
Como en decenios pasados, el alza en la cantidad de cristia-nizados
se sigue funaamentando en el aumento tanto de los
nacimientos de padres libres como en los descendientes de
progenitores cautivos, con cifras realmente abultadas de 128
y 53 en cada uno.
El porcentaje de alumbramientos libres es de 89,5 por 100,
en tanto que los nacidos en sumisión aumentan un punto y
medio más en comparación con los dos lustros anteriores al
elevarse ahora su participación a un destacado 10,5 por 100
del total.
Pero esta media se ve superada nada menos que por cuatro
anualidades: 1663, 1664 y 1669, con coeficientes de 10,31; 13,08
y 12,54 por 100, en relación con los libres. Como vemos se trata
de valores expresivos que dan idea de la importancia que tuvo
la población cautiva en la sociedad de entonces. Pero destaca
por encima de todas las anualidades la perteneciente a 1666 que,
con un 15,56 por 100, constituye la cima que más logra sobre-ponerse
en la curva de los sojuzgados. Otro hecho relevante
es que, salvo la subida de los nacimientos de este grupo en 1669,
las demás no se corresponden con las mismas alzas del grupo
libre.
En sentido opuesto, las caídas más notables las encontra-mos
situadas en 1620 y 1670, con promedios insignificantes res-pecto
al total de nacimientos, tocando fondo 1667, con un ínfi-mo
6,9 por 100.
gmerd, !es hmtisrms de e s t ~cu pu inferior de !u secie-dad
palmense se recupera en gran medida por los aportes que
57 J. VIERA Y CLAVIJON: oticia de Historia General de las Islas Cana-rias,
t. 11, p. 329; RUMEU DE ARMAS: 0p. cit., t. 111, segunda parte, p. 685.
204 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLmTZCOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PAf.MAS 49
viene recibiendo ante la liegada a Las Palmas de nuevos escla-vos
adultos provenientes de las costas africanas, en especial
entre 1664 y 1674 53, cuya influencia reproducirá sin duda alguna
los aspectos ya relatados anteriormente.
En lo concerniente a la distinción por sexos, vuelve a notarse
una vez más el mismo contraste que se ha venido reiterando
a lo largo del presente estudio: el porcentaje de hembras entre
los hijos de esclavos asciende wi. punto y medio más, dejándolo
en 56,2 por 100. En cambio, el subgrupo de los libres se inclina
por un acrecentamiento del coeficiente de los varones sobre las
fémuias. Este contraste, del que sólo se han escapado hasta
aquí dos decenios, parece constituir una constante, al menos en
los que llevamos estudiado. Sus irnpiicaciones en todos los
órdenes son fáciles de suponer y no las vamos a reiterar de
nuevo.
Por último y cerrando esta segunda parte viene el decenio
1671-1680. En estos postreros anos advertimos la mayor subida
de tudo el periodo estudiado con un impresionante aumento de
365 bautismos más, en los que tiene buena parte de ~esponsabi-lidad
los 84 esclavos adultos que fueron cristianizados en estos
años
Nos encontramos, por lo tanto, ante unas altas tasas de na-talidad
que se obtienen ahora y que en algunos casos llegan a
sobrepasar el límite de la fecundidad fisiológica. Hecho que no
nos debe causar la menor extrañeza toda vez que hemos verifi-cado
ejemplos de esclavas que parieron hasta dos veces al año.
Ante lo cual es natural que los índices se eleven con cantidades
del orden de 59,53, 45,87, 40,83 y 53,93 por 1.000 para los años
1676, 1678, 1679 y 1680. Como se ve, estamos ante coeficientes
impresionantes.
Todo lo mencionado hasta aquí es expresivo de la recupera-y
s~cisql de v k e Las ,P&~~sps r~v o c a dp~r 1 2
pujanza de su comercio 60. Más la recuperación, en contraposi-ción
a la de dos pasados, parece haber afectado a la Isla entera.
58 E. S ~ CHFEBZZC ÓNA:r t. cit., p. 349,
j9 i&m, p. 349.
60 Idem, p. 339.
50 MANUEL LOBO CABRERA Y RXXON D ~ HZER NÁNDEI.
LA POBLACION DE GRAN CANARIA Y DE LA CIUDAD DE LAS PALMAS
Años Gran Canaria Las Palmas En O;o
1680 . . . . . . . . . 20.163 5.916 29;34
Fuente: «Documento Base)) sacado del articulo de J. SÁNCHEHZE RRERtOi-tulado
Las Islas Canarias en la segunda mitad del siglo XVII, ((A. E. A)).,
pp. 282-283, Las Palmas-Madrid, 1975.
Así lo vio Núñez de la Peña al afirmar: ((Tiene la Isla mucha
gente nobiiísima y más de 150 mayorazgos de buena renta; es
abundante de ganados, de trigo y de todo género de frutos)>6' .
COMPARACION DE LOS BAUTISMOS DE SANTA CRUZ, TACORONTE
Y WS PALhiL4S CON DIFERENCIACION DE LIBRES Y ESCLAVOS,
EN TANTOS POR CIENTO
Santa C m
Libres Esclavos
87,68 13,32
94.74 5.26
Tacoronte Las Palmas
Libres Libres Esclavos
Fuentes: Para Las Palmas las actas de bautismo de la Parroquia del Sa-grario.
Para Santa Cruz de Tenerife y Tacoronte, hemos tomado las ci-fras
del estudio Las Islas Canarias en la segunda mitad del siglo XVII
de J. SÁNCHEZH EEREROp,u blicado en el {{A.E . A», pp. 273-274, Las Pal-mas-
Madrid, 1975, núm. 21.
E? '.?-'-=-- ~uuruaz.u- r-; LA -~--G. . ALnU I;I . ~ U ~A.. -S L ¿gL ~- - L -L ->L! ~ ~ ~ dUe ~iüsU IUs l a~ cSie la Gran
Canaria. ... 1676, Libro 1, p. 96.
206 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Eso explica la aparición de años verdaderamente beneficio-sos
en cuanto a la «cosecha» de bebés se refiere. Máximos de
300 bautizos sólo caben en este momento de optimismo coyun-tural.
Por su parte, las caídas se van haciendo infrecuentes y
hasta benévolas. Tanto que cualquier comparación con tiempos
anteriores parece carecer de todo sentido. En efecto, el único
bajón que merece este nombre es el de 1677 que tal vez se re-siente
a causa de las sequías de 1673, 1675 y 1677, así como de
la plaga de langosta berberisca que azotó a la Isla en 1676 @.
Pero ¿en qué medida la mejoría de los bautizos afectó al cre-cimiento
de la población de la capital grancanaria? Si hacemos
caso a los recuentos, en muy poco. Al ver las cifras del cuadro
número 11 comprobamos saldos vegetativos considerables, inclu-so
hasta desmesurados, como el de 1676 con casi cincuenta por
mil. Sin embargo, esas cantidades cuentan muy poco, ya que
Las Palmas no consigue empero despegar de un modo firme el
número de sus efectivos humanos totales. Al contrario, el estan-camiento,
no exento de vaivenes anuales, es muy remarcado
todavía en los inventaries de la población de fines del XVII.
La ausencia de incrementos se debe, sin la menor duda, a
las brechas que abren los factores negativos para la población,
tales como las levas y el secular torrente migratorio hacia las
Indias Occidentales. A esas adversidades debe añadírseles la
fuerte mortalidad de estos años y el contratiempo en las cose-chas
ante la llegada de langostas en 1680 ". La suma de todas
estas calamidades se manifestarán como las principales res-ponsables
de ralentizar el crecimiento demográfico de nuestra
ciudad. De ahí que el magnífico esfuerzo procreador de estos
años no ofrezca resultados alentadores, dada el pertinaz estan-camiento
de la población de la primera urbe insular durante
los últimos veinte años del siglo XVII.
Mientras tanto, en el sector de los cautivos se percibe en este
decenio un incremento sustancial de 1,5 puntos más en com-paración
con el anterior, arrojando un confortable porcentaje
Núm. 30 (1984) 207
52 MANUEL LOBO CABRERA Y RAMÓN DÍAZ H E R N ~ E Z
de 11,5 por 100 del total de bautizados, cifra todavía brillante
que expresa mejor que cualquier otro argumento el papel de
este grupo subyugado incrustado en la sociedad palmeña.
La iiamativa media decena1 no es suficientemente expresiva
por lo que conviene resaltar aquellas anualidades que despun-tan
en la gráfica por la parte superior. En particular sobresale
la cima de 1674 que, con un índice de 18,55 por 100, se coloca
a la cabeza del expresado decenio. Le siguen otras puntas se-cundarias,
como, por ejemplo, la de 1679, con un promedio ele-vadísimo
de 17,59 por 100, resultado de los 20 esclavos adultos
que fueron a recibir el sacramento tal vez a poco de llegar a
la Isla. 8
También se cuentan con coeficientes extraordinarios en 1678 N
y 1689. Corno se distiriguir la ahora tieji& a &bu- g
U
jar crestas con puntas de cierta notoriedad que no hacen sino d -
confirmar la mejoría experimentada por este gmpo. 8'
Es evidente que sin medidas tendentes a estimular la fecun- 8
I
didad de las parejas esclavas por parte de los propietarios, can- -e
tidades como las emera&as seriarl h-jrríaginah&. Los precios S
5
Y que habían alcanzado los esclavos robustos y saludables esta- =E
n ban por encima de lo que sus eventuales compradores podían 6
pagar. Ante lo cual se imponia como única disyuntiva la crian- U
E za a toda costaa. E
Eso explica el que las esclavas cristianizadas sean casi siem- I
pre superiores a los varones en estado de sumisión, obteniendo
hasta tres puntos de diferencia en períodos como el examinado.
Por el contrario, entre los alumbramientos de niños libres es 0i
común el neto predominio de los varones.
De todo io expuesto se pueae coiegir que este segundo tramo
es de signo opuesto al primero porque durante estos años se
produjeron aumentos de consideración en el número de bauti-
En sus sinodales, el prelado don Cristóbal de la Cámara y Murga
señalaba en tono adm~nitorioe l empleo de prhticas inmorales para ob-tener
nuevos cautivos por parte de los señores de esclavos: (L.. Grave de-
Iito y digno de exemplar castigo cometen los señores de esclavas, que
usando mal del dominio que en ellas tienen, no sdlo las consienten estar
amancebadas, pero las exponen a pecar.»
208 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PALMAS 53
zados. Esto se manifiesta por otra parte en los dos subgmpos,
ya que tanto en el libre como en el sojuzgado -con la salve-dad
de la década 1641-1650 en que este último sufrió un leve
decaimiento- la mejoría en la cantidad de cristianizados es-capa
a toda duda.
Pero todo ello se puede aquilatar mejor a la luz de las si-guientes
magnitudes: así, de un monto total de 9.710 bautizos
(es decir, 1.807 más que en el primer trecho), 8.764 pertenecían
a celebraciones de nacidos en libertad y los restantes 941 co-rrespondieron
a vástagos de padres esclavos, que arrojan por-centajes
de 90,31 y 9,69 por 100, respectivamente.
Es de resaltar, por úitimo, que de todos los cautivos que pa-saron
por la pila bautismal a cristianizarse una buena parte de
ellos recibieron el sacramento cuando ya eran mayores de edad.
Por consiguiente, y a la vista de estas cifras, apreciamos en
primer término un descenso relativo del monto de bautismos
correspondientes a catecúmenos cautivos de casi dos puntos
menos en comparación con los cuarenta años iniciales del si-glo
de referencia. Y, en segundo lugar, observamos un Ilamati-vo
aumento del grupo de nacidos libres, con un total de 1.783
unidades más, que le hacen pasar de un 88,34 por 100 para el
período 1601-1640 a 90,14 por 100, entre 1641 y 1680.
Lo sorprendente es que este aumento en términos absolu-tos
apenas repercute en la expansión poblacional de Las Pal-mas,
dado el hecho de tratarse de un intervalo de tiempo con-siderable
65.
Las tasas brutas de natalidad, que adjetivamos justamente
de sorprendentes; son capaces de contrarrestar lo años de fiuei
te mortalidad ocasionados por la yuxtaposición de adversida-des
inexorables, tales como las carestías de los alimentos im-prescindibles,
las sequías de los años 1661, 1668, 1673, 1675 y
1677; así como las plagas de langosta de 1645, 1646, 1659, 1666
y 1676, tan funestas para la agricultura y cuyas secuelas se h -
GS En efecto, en los setenta y cinco años que median entre la estima-ción
del inquisidor y las cifras aportadas por e1 «Documento basen, en 1676,
la pob:ación de Las Palmas ha subido en 2.224 habitantes más, que supo-nen
un promedio anual exiguo de tar. s610 29,65.
Núm. 30 (1984) 209
cen sentir en la población que sufre subalimentación y conta-gios
mortíferos de efectos a veces desvastadores.
A las contrariedades señaladas se vienen a sumar las sus-tracciones
periódicas de efectivos humanos que con la deno-minación
de levas supuso una onerosa contribución de hom-bres
para nutrir los ejércitos imperiales en sus campañas mi-litares
de Portugal, Flandes g Cataluña.
No desdeñamos la sangría humana que supone para esta
plaza el aluvión migratorio que en sus dos acepciones: secular
y forzosa alejó de la Isla a m buen número de personas, bási-camente
varones, destacando la aportación de palmenses en
esos desplazamientos.
Esto es toa0 cuanto pueae decirse de ios bautizos en gene-ral.
Pero en lo que concierne al grupo en estado de sumisión
debe apreciarse ante todo que su iIúmero había aumentado.
Ahora bien, al crecer el grupo de los libres es razonable que la
cifra media ensombrezca en parte su verdadera significación.
Dicho de otra forma: los bautizados con el apelativo de escla-vos
entre 1601 y 1640 fueron 922, que pasaron a ser 941 entre
1641 y 1680. .Con lo cual queda bien claro que, en términos ab-solutos,
los catecúmenos sumisos elevaron su participación en
21 bautizos de más. Lo que, por otra parte, indica la resaltada
contribución que las parejas privadas de libertad hicieron a la
demografía local, pese al receso porcentual es achacable tan
sólo a la magnificación del divisor.
En este segundo trecho se han estimado anualidades con
alta participación de los bautizados en cautiverio, coincidiendo
a veces con las muescas en la curva de los nacidos en libertad.
También se han producido ariualidades en que los ascensos en
el gráfico de los libres se dimon cuando las caídas de los ba.u-tizos
cautivos eran más notorias. En suma, hemos visto mu-chas
anualidades en que ambas tendencias coincidían tanto en
las subidas como en las caídas.
De ahí se infiere la existencia de determinadas épocas en
que la presencia de conductas diferenciadas son algo más a%
simples hipótesis. Ahí se nota, por ejemplo, los c0nstant.e~e s-t.
Lm-dos m la procreacirin de 1a.s parejas adu1t.a~N. o r>lvidemns
el valor que los esclavos alcanzaron en la segunda mitad del
210 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
siglo XVII; tanto que el comercio languidece cada vez más, ma-nifestándose
la crianza como el método más eficaz en la repo-sición
de las pérdidas por fallecimiento.
No deja de ser sorprendente el que entre los libres se sos-tenga
una natalidad con un grueso componente masculino,
mientras que las féminas del grupo cautivo se convierten en
el sexo más aventajado, a veces, con bastante diferencia de su
oponente masculino. Ya hemos insistido en la necesariedad de
las hembras para la producción y perpetuación de esta «sub-especie))
humana. No entramos en cómo se llegaba a lograr esta
descompensación favorable a las hembras, sólo constatamos la
tosudez de las cifras.
4.2.3. Nueva recaída del total de los bautizos, entre 1681 y 1700
Después de un segundo intervalo en general satisfactorio a
las concepciones, la evolución global de los bautizos se inte-rrumpe,
abriéndose paso 2 continuación una nueva fase de cla-ro
signo depresivo que afectará fundamentalmente al decenio
1681-1690 y un poco menos al de 1691-1700.
La curva de los cristianizados experimentará entre 1681 y
1690 una contracción general, con un crecimiento negativo de
menos de 258 nacimientos en relación con el anterior decenio.
Los subgrupos libre y esclavo también se resentirán igualmen-te.
Por consiguiente, en estos dos lustros sólo asistimos a una
anualidad de limitado interés que coincide con 1681. Esta mo-desta
punta refleja en la gráfica el resultado de los 293 bauti-zados
totales que se efectuaron en dicho año ,y que destaca
no tanto por si misma como por la insignificancia de las res-tantes
anualidades.
Es por lo que los años adversos a los bautismos son siem-pre
más grava, como puede apreciarse en í685 o en 1689 en
que se recogen cantidades escuálidades. Sin duda, las sequías
de 1684 y 1689, así como la plaga de cigarra africana de 1685 66,
A. HERRERPAI QUEA: rt. cit.
Núm. 30 (1981) 21 1
fueron las causantes de las hambrunas que padeció la pobla-ción
ante la ruina de las cosechas, provocando con ello sobre-mortalidad
y caída en 30s alumbramientos.
Nos encontramos, pues, en medio de un paréntesis desapa-cible
para la generalidad de la población de Las Palmas. Prue-ba
de ello es que las epidemias y sus correspondientes alzas
en los fallecimientos fueron un acontecimiento frecuente en
estos años, contribuyendo en el ascenso de las tasas de morta-lidad.
En efecto, coeficientes como los de 1681, 1685 y 1687 que
superan al 20 por 1.000 son verdaderamente llam3icivos al con-seguir
reducir el crecimiento vegetativo de estos años.
LA (&EX RATIO» DE LA POBLACION DE LAS PALMAS
ENTRE 1686 Y 1688
A50s Gran Canaria Las Palmas
1686 84,M 52,19
1687 92,38 72,13
1688 94,05 72 -95
Fuente: Documento Base.
La fuerte descompensación entre los sexos contribuye por
otra parte a frenar la expansión de 10s nacimientos. La honda
disimetría entre los sexos ensombrece por fuerza las expec-tativas
desincentivando las nupcias. También se explica el por
qué a lo largo de todo el período considerado nos encontramos
con un impresionante número de concepciones ilegítimas, o sea,
procreados al margen del matrimonio.
En estos años la población de esta capital fue pasto de las
nefastas secuelas de una coyuntura calamitosa en todos los ór-cienes.
Entre 1681 y i683 concurrieron una serie de fenómenos
propios de las crisis cíclicas en las sociedades preindustriales:
miseria generalizada, contagios mortíferos y encarecimiento de
los artícuIos de prímera necesidad ante las malas cosechas a
causa de las sequías. A estas contrariedades se añaden las de-rivadas
de la intensificación de la corriente migratoria en los
212 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PALMAS 57
veinte últimos años del XVII, con un incremento de las salidas
forzosas para las Indias 67.
Otro factor negativo más, vienen a ser las levas séptima y
octava, en especial la última, que reclutó en el Archipiélago
unas ocho compañías. Una severísima contribución de sangre
como la descrita afecta a los recursos humanos con que conta-ba
Las Palmas al privarle de una parte sustancial de la mano
de obra, con lo cual se prolonga su postración demográfica.
Por consiguiente, si hacemos caso al recuento poblacional
que hace el ((Documento Basen para los años que estamos es.
tudiando, comprobaríamos que la capital de Gran Canaria pa-dece
en este decenio el estancamiento m& absoluto, con ligera
tendemiu. u. !U,h ~ j"a. Así es, m efecto, pt?est~q) ze ds !m 6.?3?
habitantes que había en 1681, se pasa luego, en 1682, a 6.080,
para ascender un poco entre 1683 y 1686. Finalmente vuelve a
producirse una nueva reducción entre 1687 y 1688, que conta-bilizan
totaIes de 6.092 y 6.114 habitantes 69.
Apréciese en esas cantidades que la población adopta de
nuevo la línea quebrada como expresión dominante en la curva
ante las sucesivas adversidades. Con estas contrariedades se
restringe seriamente la efectividad de los alumbramientos en e1
crecimiento, máxime cuando se aprecian anualidades con sobre-defunciones.
Pero, mientras esto sucede en el conjunto de los bautismos
de Las Palmas, el subgrupo sometido parece diferenciarse un
poco de la dinámica general. Al menos en lo que toca al dece-nio
1681-1690. A1 contempIarse las cifras de nacimientos en cau-tividad
da la impresión que las calamidades de estos años no
les afect6 tanto como a los libres. Hecho que ya tuvimos opor-tunidad
de apreciar en otro decenio anterior.
En efecto, a pesar de que el aumento de los cristianizados
en estado de sumisión es de claro signo negativo, resalta el he-
E. SÁNCHEZ FALCÓN: Art. cit., p. 343.
Hecho que no coincide con las estimaciones realizadas para el N. W.
de Gran Canaria que en parecidos años aumentan los bautizos. J. F. RVIZ
MARTÍN: 0p. Cit., p. 63.
69 J. SÁNCHEHZ ERREROd:r t. cit.
Núm. 30 (1984) 213
cho mismo de su levísima gravedad en comparación con el ex-traordinario
descenso de los concebidos en libertad. Pero es
mas, en estos diez años se consigue adicionar 0,5 puntos más
al porcentaje de la pasada década, elevándolo al 12 por 100
sobre el total de bautizados; con lo cual este promedio se sitúa
en un lugar sobresaliente dentro del período de referencia, es
decir, inmediatamente detrás del mayor coeficiente alcanzado
por este grupo, entre 1601-1610, con 13,4 por 100.
Esta cifra quizás se deba al sostenimiento de la fuerte fe-cundidad
entre las cautivas que, por lo demás, ha sido una cons-tante
a lo largo de todo el período bajo examen. Tampoco po-demos
desdeñar la influencia que ejerce en el divisor la caída
de los nacidos libres, que tal como se ha señalado reducen su
participación en un 88 por 100 del totaI.
En este decenio se contabilizan 308 bautismos pertenecien-tes
a cautivos, que suponen un 12 por 100 de la natalidad total.
Pero la media se ve superada al menos por seis anualidades,
entre las cuales descuellan los porcentajes calculados para 1683
y 1685 con 13 y 15,56 por 100, respectivamente.
Las anualidades más adversas para este grupo inferior de la
sociedad palmense están representadas en 1687 y 1690, con can-tidades
que van desde 9,3 y 9,4 por 100, situándose en tres pun-tos
por debajo de Ia. media decenal.
Se nota aquí también una ausencia de sincronización en
cuanto a ritmo y pautas de los nacimientos se refiere, lo que
significa que ante la escasez de brazos por emigración, levas y
sobremortalidad, los propietarios reaccionaron alentado aún más
si cabe la fecundidad de sus esclavas para obtenerlos gratuita-mente.
Sabemos que en estos años los precios de estas unidades
de trabajo se habían elevado considerablemente no sólo en Ca-narias,
sino en los mercados internacionales lo, por lo que 12
crianza se manifiesta otra vez como la forma más asequible de
poseerlos.
Dicer, los autores MAN~IXy COWLEYe n la p. 40 de su ya citado li-hm
qiie en 1698 e conocen protesta de los plantadores de cana por los
altos pre-los de los esclavos en dmérica.
214 ANUAliIO DE ESTUDIOS dTL.INTICOS
LA POBLACION ESCLAVA DE LAS PALMAS 59
También en esta década se mantiene el superávit de naci-mientos
femeninos ya habitual entre cristianizados cautivos que,
con un coeficiente de 51 por 100, se imponen a los varones. En
cambio, en e1 grupo de los concebidos en libertad, la superio-ridad
de los varones escapa a toda duda.
Acabados los años ochenta con un balance tan poco halagüe-ño,
se llega al decenio 1691-1700, que en líneas generales no hace
sino expresar las consecuencias de las crisis que dominaron toda
esta tercera fase. Es de resaltar, no obstante, que los efectos
nocivos actuaron esta vez con mayor benevolencia afectando un
poco menos al conjunto de la población a juzgar por las cifras
registradas. Ello no quita para que el saldo en la evolución ge-neral
de !os hmt iz~sse -. negativo cor>?oe ! precV-ente.
Las anualidades casi siempre se manifiestan como más re-gularizadas
o por lo menos sus altibajos carecen de la espectacu-laridad
que ya vimos anteriormente a tenor de los cortos reco-rridos
que se establecen entre sus cimas y sus depresiones. Los
mcfmierites inscritm r , ~zon si,-;en, er; &&u, s-zrar !os 278
bautismos totales calculados para 1691, que despunta como la
máxima cantidad; pero tampoco proliferan depresiones que obli-guen
a descender tanto la curva por debajo de los 241 bautizos
estimados para el año 1695, que constituye por ello la cifra rní-nima,
ya que la caída de 1700 es tan anómala que nos resistimos
a considerarla normal de ninguna de las maneras.
Este último declive, así como la mediocridad de los restan-tes
años, aparte de las Iógicas irregularidades en el asentamien-to
de las partidas, se corresponden con un rosario de adversi-dades
para 1s I;&:&S~~ come: la escasez de Xuvias y subsi-guientes
hambrunas correspondientes a 1691 y 1692, agravadas
por las sucesivas plagas de langosta de los años 1693 y 1697 l1 y
la nueva leva de 1693 que recluta en el Archipiélago a unos mil
hombres para 1levárseIos hacia América ", con las consabidas
repercusimes en !a c~ntrazciSnd e !as mpzias y eii la mtalidad.
Pero en estos años las desgracias no vienen solas, ya que
A. HERRERPAI QUE:A rt. cit.
''RUqXE.C DE ARMAS: Op. cit., t. 111, segunda parte, pp. 685-688.
Num. 30 (1984) 215
en 1694 se detecta una epidemia de viruela en la Isla l3 y, ade-más,
se forma un nuevo tercio que extrae otra vez gran cantidad
de varones de estas Islas. Todavía entre 1699 y 1700 vuelven a
ser reclamados para las campañas de Flandes otros mil canarios
más '4. Con todas estas contrariedades es fácil colegir el tipo de
incidencia en una población tan pequeña en terminos relativos
en la que encima una constante e intensa emigración transocea-nica
amplificaba los desajustes en su estructura por sexo, eda-des
y estado civil.
Tasas de mortalidad como las de 1693, 1694 y 1695 del orden
de 25,4, 37,351 y 23,6 por 1.000 son propias de periodos críticos,
como el que estamos describiendo.
Dentro de la crisis general, el subgrupo más afectado fue el
de los nacidos en cautiverio a juzgar por su débil contribución
a la natalidad total. En el último decenio del XVII se redujo su
porcentaje a 7,7 por 100, que supone en relación con el anterior
un bajón de 4,4 puntos. Hasta este momento una cifra así sólo
se había producido entre 1641-1650, es decir, en los años en que
comprar esclavos era todavía más rentable que criarlos.
No obstante, aún nos encontramos con algunas anualidades
satisfactorias, como las de 1691, 1692 y 1693, con cifras franca-mente
relevantes, todas por encima de 9,8 por 100, que superar?
con creces la media decenal. Pero, en sentido opuesto, no olvi-demos
de que existen también años tenebrosos para la natali-dad
de este grupo, como el de 1697 que, con un insignificante
4,8 por 100, toca realmente fondo.
De todo lo enumerado hasta aquí se colige claramente los
siguientes rasgos distintivos que contribuyen a definir la fase
comprendida entre 1681 y 1700.
En estos veinte años que dura el tercer trecho se celebra-ron
unos 5.077 bautismos, de los cuales 4.576 y 501 correspon-dieron
a los subgrupos libres y esclavos, con promedios respec-tivos
de 90,14 y 9,86 por 100.
De acuerdo con estas estimaciones los nacimientos en cauti-
73 3. B o s c ~M ILLARES:H istoria de la medicina en Gran Canaria, Las
Palmas, 1967. '* A. Rmmu DE ARMAS: 01). cit., t. 111, seguna parte, pp. 685-688.
216 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANXICOS
LA POBLACI~N ESCLAVA DE LAS PALMAS 6 1
verio aumentan en 17 centésimas con relación al período ante-rior.
Este levísirno incremento no se reparte por igual entre las
anualidades que componen el intervalo de referencia, sino que
se concentra en el 12 por 100 del decenio 1681-1690.
En este estancamiento intervienenfactores como el progre-sivo
encarecimiento en los precios a que se cotizan los cautivos
importados de Africa, que casi ha provocado un colapso en las
importaciones. Si a esto unimos el hecho de que la mortalidad
registradaT5 en estos mismos años asciende a un 9,8 por 100
del total de la población de Las Palmas, es decir, cantidades
similares a las cifras de cristianizados del grupo de los cauti-vos,
comprob~remosq ue el saldo vegetativo empieza a hacerse
&fjdf-i_rinC. on In mal la pplrdjda de peso & 1' esclwns a fi-nes
del XVII se va haciendo más perceptible conforme avanzan
los años ante la imposibilidad de reponerlos bien por la vía de
nuevas compras, bien por nacimientos.
Persiste también en este tercer tramo las habituales dile-rencias
de los sexos a la hora de nacer. Diferencias que contra-d
i c e~el principio comúnmente aceptado de que los varones son
siempre mayoría respecto a las hembras a la hora de nacer,
pero luego la sobremortalidad masculina va equilibrando los
sexos e incluso inflexiona la «sex ratio» a favor de las féminas.
mies bien, esta norma ha sido quebrada también en este inter-valo
por las hembras nacidas en cautiverio que constituyen
clara mayoría. En cambio, entre los procreados por padres li-bres
se mantiene un escrupuloso respeto a la norma aludida.
Sospechamos que la profusión de hembras en la cosecha de
esclavitos formaba parte de la política de producir esclavos «in
situn, lo cual pasa inexorablemente por contar con un fuerte
número de cautivas.
75 A este respecto indica EMILIASA NCHEZe n su artículo ya citado que
entre 1667 y 1700 fallecierm unos 332 esclavos muIatos y negros.
62 MANUEL LOBO CABRERA Y RAMÓN DÍAZ HERNÁNDEZ
4.2.4. Despegue de la natalidad general con declive del subgrupo
de bautizos de esclavos (1 700-1 725)
Por último, finalizamos nuestro estudio de la natalidad de
Las Palmas con el cuarto y postrer intervalo de tiempo que se
inscribe entre los años 1701 y 1725. En líneas generales, hemos
calificado estos años como una fase de claro aumento en el
número de cristianizados al tiempo que nos percatamos tam-bién
del grave declive que experimenta el grupo de los natali-cios
esclavos.
Acaso acierte E. Sánchez Falcón cuando dice que: «En este
31gh mentari iiiiy PUCO 10s esciavos adultos, que pueaen con-siderarse
inexistentes, y los nacidos esclavos sólo tiene alguna
importancia en los primeros quince años» 16. Aun cuando glo-balmente
estimamos aceptable su enjuiciamiento, sin embargo
se debe admitir que la institución se prolonga todavía bastante
más por cuanto que hemos seguido encontrando partidas bau-tismales
pertenecientes a vástagos de cautivos ya muy entrado'
el siglo XVIII.
Entre 1701 y 1725 se aprecia una tendencia general clara-mente
expansiva. Esta mejoría de la natalidad general, la más
vigorosa de todo el período estudiado, sí tiene una innegable
incidencia en el crecimiento de la población, al revés de la acae-cida
entre 1641 y 1680: de 10s 6.011 habítantes con que contaba
el término de Las Palmas en 1689 se llega a 6.239 en 1706. Es
decir, diecisiete años después. Pero el incremento poblacional
se hace imparable por cuanto que unos treinta años después
los ocupantes de esta urbe se estimaban en 8.500, cifra que
en tan sólo cinco años más tarde, o sea, en 1742, asciende a 8.271.
Como se ve, la población de la capital grancanaria comien-za
el siglo m111 bajo el signo de la expansión demográfica, pese
a las adversidades iniciales.
Era usual en las sociedades preindustriales que el aumento
de sus efectivos siempre fuera el resultado de la mejoría en la
producción agraria, ya sea por expansión de los cultivos, ya
76 E. SÁNCHEZ FALCÓN: Art. cit.
218 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA POBLACI~X ESCLAVA DE LAS PALMAS 63
por intensificación de los mismos o, en suma, por ambas cosas
a la vez.
Las nuevas plantas importadas de América (millo y papas)
y su implantación en las Islas van a contribuir en la mitigación
de las carestías cíclicas. De otra parte, la desaparición de la
peste y sus adversas repercursiones en la población explican de
algún modo el alivio de este primer cuarto del siglo XVIII en la
evolución demográfica.
Por consiguiente, las crisis -que las hubo y muy severas-actúan
con menor rigor y duración, no hostilizando excesiva-mente
los alumbramientos. Esta es la causa del por qué aumen-taron
ininterrumpidamente la cantidad de bautismos en los
veinticinco primeros años del XVIII. Veamos a continuación los
detalles del cuarto trecho.
Empezaremos con la década de 1701-1711 en que lo primero
que contemplamos es una tendencia al aumento del volumen
de cristianizados, pese a los obstáculos determinados por sen-das
crisis de subsistencias que consiguieron reducir en 1704 y
1709 el total de bautizados
En el primer caso, las pésimas cosechas a causa de las se-quías
pertinaces de 1701-1703 y la epidemia de vómito negro
que acaecieron en los inicios del XVIII lograron horadar mues-cas
en la curva de estos años. En efecto, en el primer lustro de
la centuria la mortalidad producida por la fiebre amarilla T"
en 1703 fue realmente espantosa al sobrevenir esta vez prece-dida
de una carestía de los alimentos básicos y miseria gene-ralizada.
Los funestos efectos de semejantes contratiempos se
prolongaron recogiéndose dos anualidades con saldos vegetati-vos
desmedidamente deficitarios.
En las cifras recogidas por el cuadro 8 observamos un des-censo
momentáneo de la natalidad, perceptible sobre todo en
17 3. R.0-i~: E! hambre en. Ft&?rtet?en.tr~mS,a nf.-! & Tener&,
1968.
la A este respecto señalan los autores J. B o s c ~M ILLAREy SJ . BOSCH
HERNÁXDEZ en su obra tituiada La Nedicina en la Provincia de Las Pal-mas,
Las Palmas, 1981, p. 33, que en 1701 se padeció una epidemia de fie-bre
amarill3 que infectó a todas las Islas.
Núm. 30 (1984) 219
1704, unido a unas tasas de mortalidad increíblemente altas,
sólo explicables a partir de una verdadera invasión de incligen-tes
que llegaron a la capital desde el interior de la Isla, de Fuer-teventura
y Lamarote a consecuencia de la pérdida de las co-sechas
79.
TASAS DE NATALIDAD, MORTALIDAD Y SALDO VEGETATIVO
DE LAS PALMAS
Años Natalidad Mortalidad Saldo Vegetativo
1?&? -5,g- - 21,33 Yge
1704 30,26 77,75 - 47,49 %o
Con todo, estas adversidades no tuvieron la trascendencia
en el número de bautismos como en los años anteriores. Tam-poco
consiguieron quebrar un ápice en la marcha ascendente
de la población que sigue recuperándose normalmente a un rit-mo
anual de 13,41 habitantes entre 1706 y 1735.
El aumento medio decena1 es de los más sobresalientes, de-trás
del decenio 1671-1680. Hecho este último que se percibe me-jor
en el gráfico, ya que se logran allí crestas excelentes como
las de 1706 y 1708. Por lo tanto, la natalidad de estos años es
alta y se corresponde con la propia de los períodos expansivos.
Pese a todo lo cual de vez en cuando la población se verá sor-prendida
por súbitos sobresaltos. La duración de tales quebran-tos
no llegará más allá