EL «BANOT» COMO ARMA DE GUERRA
ENTRE LOS ABORÍGENES CANARIOS
(Un testimonio anatómico)
1. NOTA PRELIMINAR
No es la primera vez .que nos ocupamos del empleo, por
parte de los antiguos habitantes de Canarias, de un conjunto
de elementos funcionales labrados en madera y denominados
genéricamente armas l. Varios, y en algunos casos poco satis-l
LUIS DIEGOC USCOY(1 947): Excavaciones arqueoMgicas en Teneri-fe
(Canarias), Plan Nacional 1944-1945, Ministerio de Educación Nacional,
Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, Informes y Memorias,
14, pp. 155-156, Madrid.
- (1954): PaEetnologZa de las islas Canarias, IV Congr. Intern. de
Cienc. Prehist. y Protohist., Madrid, 1954; ed. de Zaragoza, 1953, p. 20;
20 ed. de Santa Cruz de Tenerife, 1963, pp. 39 y SS., y fig. 17.
- (1961): «Armas de madera y vestido del aborigen de las islas Ca-narias)),
en ANUARIOD E ESTUDIOAST LÁNTICOnúS,m . 7, pp. 499-536,l ám. 111,
IV, VI y figs. 2 y 3, Madrid-Las Palmas.
- (1962): fdem, en Actes du IV' Congres Panafricain de Préhistoire et
de PÉtude du Quaternaire, Musée Roya1 de YAfrique Centrale, Tervuren:
Belgique, Annales, núm. 40, pp. 487-505, lárns. 11 y 111 y fig. 3.
- (1968a): «Armas de los primitivos canarios)), Enciclopedia Canariu,
8, Aula de Cultura de Tenerife, 47 pp., figs. 1 a 6, Santa C m de Te-nerife.
- (1968213: Los guanches. Vida y cultura del primitivo habitante de
Tenerife, Publ. del Museo Arqueológ. de Tenerife, 7, p. 37, lám. XII, 2 y 3,
y fig. 5, Santa Cruz de Tenerife.
2 LUIS DIEGO CUSCOY
factorios, fueron los resultados obtenidos, aunque se Ueg6 a la
conclusión de que algunas de las piezas citadas en fuentes es-critas
o estudiadas directamente se emplearon, sin duda, en
acciones ofensivas, como amas de ataque, mientras que otras
piezas estarían destinadas a una función distinta.
La falta de precisión se encuentra ya en la mayoría de las
fuentes etnohistóricas, aunque también ha contribuido a ello
el poco interés prestado a la documentación arqueológica, bien
por el escaso número de piezas conservadas, en algunos ca-sos
por el no fácil acceso a las mismas y en último término
por haber desaparecido de los yacimientos.
En cuanto a las fuentes etnohistóricas, nos encontramos:
a) que con el mismo nombre se desigruzn objetos distintos;
b) que objetos similares, de parecida estructura y función, se
citan con nombres distintos; c) que ciertas piezas consideradas
como armas se localizan en unas islas y en otras no; y d) que
un arma o elemento tenido como tal parece estar presente en
todas y cada una de las isles del archipiélago.
Por lo que a la documentación arqueológica se refiere, el
problema hay que plantearlo a partir de datos reales y de he-chos
comprobados. A tal fin, lo primero es asegurar una buena
información: identificación de los elementos arqueológicos de
que se dispone, ya se encuentren en los museos o formen parte
de colecciones privadas, y, finalmente, relacionar esta industria
mueble con el yacimiento de procedencia.
Por consiguiente, es de rigor proceder: l.", a la revisión de
las fuentes etnohistóricas; 2.", a un análisis estructural y fun-cional
de los materiales conocidos, y 3P, a la investigación de
las supervivencias entre los pastores modernos.
De lo que queda expuesto es fácil deducir que se trata de la
revisión de un tema de por sí complejo, y sin embargo la fina-lidad
del presente trabajo no apunta exclusivamente a la iden-tificación
y posible función de todas y cada una de las piezas,
- (1974): ((Escondrijo y ajuar del Risco de los Guanchesn, en El Mu-seo
Canario, XX-Nj pp 29-39, h s Palmas de Gon Canaria:
- (1979): El conjunto ceremonial de Guargacho, Publ. del Museo Ar-queológico
de Tenerife, núm. 11, Santa Cruz de Tenerife.
734 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL RBANOT)) COMO ARMA DE GUERRA 3
sino más bien a la capacidad ofensiva. de aquella o aquellas
tenidas como armas o empleadas en competiciones, escaramu-zas
o luchas incruentas. De tratarse del arma verdadera, al
uso que hace de ella el atacante y al efecto producido en el
atacado. Por primera vez se dispone de una pieza anatómica
que permite la identificación del arma empleada en el ataque
y de sus efectos.
Ya en el relato del navegante Nicolosso da Recco2 se en-ciientrun
refereccias a !as a,-uu de madera er?..p!mUs rcr 19s
antiguos canarios. También se alude a ellas en los textos de la
primera conquista de las islas a cargo de Juan de Béthencourt:
se dice que eran unas oaras tostadas, como dardos, y sin re-fuerzo
de hierro. En Gran Canaria un caudillo llamado Arternis
atuca a !ES h~mbresd e Béthenzmirt con -&m de esas varcts 3.
Gomes Eannes de Anirara4 (h. 1448-1453) cita a cuatro islas
donde se empleaban armas de madera: Gran Canaria emplea-ban
garrotes cortos y robustos, en Tenerse y La Palma usaban
hmas y en La Gomera combatían con dardos cortos cuya afi-lada
punta estaba endurecida al fuego.
Referencias de quien parece haber sido testigo de escaramu-zas
con los aborígenes se encuentran en las crónicas de la con-quista
de Canarias, publicadas por Morales Padrón '. En la
a GIo vmw BOCCACCI«OD:e insulis reliquis ultra Hispaniam in Oceano
noviter repertisn, publicado por S. CIAMPI: Monumenti d'un manuscrito
autografo di Messer Boccacci di Certaldo, Firenze, 1827; Milano, 1830.
(Ver S. BARTHELO18T6,2 , Ethnographie.)
P. BONTIERy J. LE VERRIERL: e Canarien. Livre de la conquete des
ZEes Canaries. Crdnica francesa de la conquista de Cma-rim, p?lh!ic.rii
con traducción española de E. Serra Ráfols y A. Cioranescu, t. 11, texto
de Juan V de Béthencourt, Instituto de Estudios Canarios, La Laguna-
Las Palmas, 1960.
G o w EANNESA ZURARAC:r dnica do descobrimento e conquista de
Guint?, París, 1841.
FRANCISCMOO RALEPSA DRÓN:C anarias. Crdnicas de su conquista,
Núm. 32 f1986) 735
4 LUIS DIEGO CUSCOY
Ovetense-Crónica de Jdimez (15041, de donde parece que arran-can
las copias de las otras crónicas, son frecuentes las citas
a las armas de madera, al modo de usarlas y a sus efectos:
Para Fuerteventura: «. .. y sus armas eran piedras y palos
tostados, los quales moradores llaman mahoreros)) (Morales,
op. cit., cap. I,p. 110).
Para La Gomera: ({. . . sus armas eran varas tostadas de pun-tas
agudas.. . » (Morales, op. cit., cap. 1, p. 111).
Para Gran Canaria: Cuando Ventagaire sale de Arganeguín
en busca del caudillo Doramas, (ctraya su quarta y tarja de
blanco y colorado)) (Morales, op. cit., cap. VII, p. 123). a
Los indígenas atacan a Juan Rejón, u.. . y en espacio de tres N
E
dfas estaban sobre el rreal con el rrey Guadarteme y el va- O
liente Doramas [Adargoma en las crdnicas Lacunense y Matri- n-- m tense] . . . con quinientos canarios de guerra armados de lan~as O
E
y espadas anchas de palo tostados [. . .] viendo pues el capiun E
2
Rejón a el Adargoma [Doramas] y el daño que avía hecho y asía -E
en los nuestros fuese para él [. . .] resguardándose quanto podía 3
de sus golpes que daba con u a e spada de palo mayor que un O-- montante y muy pesada con que derribaba y aun mataba qual- m
E
quier onbre que alcansaba y los caballos los mancaba y avn los O
dejarretaba.. . » (Morales, op. cit., cap. VIII, pp. 126-1271. n
Después de descender al valle de Tenoya y subir las lomadas a-E de Arucas, Pedro de Vera tiene un violento encuentro con los l
n canarios, dos quales, no con menos ánimo y brío les rressi- n
n
bieron, y defendían de los nuestros y los ofendían, y el Dora- =
mas señaló muchos con su espada de madera tostada mug pe- O
suda y grande C.. .] que el caballo que alcansaba lo desjarretaba,
y cortaba braso o pierna como si fuera de hierro)) (Morales,
op. cit., cap. XV, p. 145).
transcripción, estudio y notas de ..., Excmo. Ayuntamiento de Las Palrnas-
El Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria, 1978.
6 Cuarta: puede derivar de cuartdn = madero cortado a1 hilo. Tar-ja
= escudo de madera de drago (Dracaena draco) usado por los anti-guos
canarios para protegerse el cuerpo.
7 Montante: espadón de grandes gavilanes que es preciso esgrimir
con ambas manos.
736 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
EL ((BANOTI) COMO ARMA DE GUERRA 5
Además de las armas de piedra, a las que reiteradamente
alude la crónica Ovetense, añade este interesante dato: ({Tam-bién
tenían un sartal de palo tostado de hasta sinco o seis pal-mos,
agudas las puntas, que las tiraban como íancas y las cla-baban
a lo quiera que tiraban, y eran tan diestros en ellas que
a los nuestros con fasilidad rrebatían las lan~asy les quebran-taban
las espadas y entraban con ellosn (Morales, op. cit.,
cap. XXII, p. 162)
Para Tenerife: Los hombres de Alonso Fernández de Lugo
atacan a los naturales de la isla: ({Dieron con grande ynpeto
sobre los guanches, los quales de principio se defendieron ba-lerosamente
con sus lancas tostadas y mucha piedra. ..n (Mo-raies,
op. cit., cap. XXIII, p. 169).
La iaznense no aporta nada a lo recogido en la Ovetense,
ya que repite el uso del arma, ((eran baras tostcodas de puntas
agudas», y destaca lo certeros que eran los gomeros en el lan-zamiento
de piedras (Morales, op. cit.: m., cap. 1, p. 188). El
mismo texto emplea para referirse a los majoreros o naturales
de Fuerteventura. Igual si se compara con el texto de la Matri-tense
(Morales, op. cit., cap. 1, p. 232, y cap. XXIV, p. 252).
También la crónica de López de Ulloa CMorales, op. cit., cap. 1,
p. 263; cap. VII, p. 275; cap. VIII, p. 277; cap. XV, p. 297;
cap. XXII, p. 315, y cap. XXIII, p. 330) es fiel al texto de la
Ovetense. Más información se encuentra en la copia de Cedeño,
pero concretamente referida a Gran Canaria: alaba la destreza
con que manejaban un arma, «que era a modo de espada de
palo toxtado y de madera mui resiau, la cual ((tomaban por el
puño y algunos a dos manos, como montante E.. .] La espada
llamaban majido y al broquel tarja: las espadas eran delgadas
y puntiagudas 1.. .] Tenían otra arma a modo de chllso pequeño
cie tea toxtado y lo arrojaban a puño, sin herrar en el blanco
m la crOnica Lacunense (cap. XXII, p. .224), en vez de sartal, voz
que ofrece gran dificultad para relacionarla con un arma, se emplea el
término latas. Lata no es otra cosa que un madero por lo común en rollo
y sin pulir, de menor tamaño que el cuartón. En Canarias, con el nombre
de lata se designa a la vara empleada para levantar y sostener las matas
de tomateros (latas de tomateros), y suelen medir de dos a tres metros.
Núm. 32 (1986) 737
6 LUIS DIEGO CUSCOY
que apuntaban)} (Morales, op. cit., cap. XIV, p. 367). En el texto
de Pedro Gómez Scudero se encuentra una corta relación de
armas: (thnzas tostadas las puntas», {{dardos y palos muy grue-sos
», (ti espudas grandes como duelas)}. También da el nombre
de las maderas empleadas para la confección de las armas:
acebuche, sabina, palos de montaña (?) y tea (Morales, op. cit.:
Scu., cap. XIX, p. 432).
Gaspar Frutuoso (h. 15901, en su obra Saudades da Terra,
dedica una parte a Ias islas Canarias 9. El autor anota las fuen-tes
utilizadas para la redacción del texto: ((1, diversos cronistas
y autores; 2, algunas otras cosas que pude saber, leídas y oídas;
3, informaciones procedentes de nobles y antiguos isleños, y 4,
por testimonio de vista y oída)). Su aportación al capítulo de las
armas es escasa, pero por las fuentes utilizadas y por la fecha
de la redacción de la obra vale consignarla:
Para Gran Canaria: ((Usaban varas que afilaban con piedras
muy agudas que llamaban taboms y son negras como azaba-che
». Las armas de madera eran quemadas y tostadas y con
mucho artificio aguzadas (F'rutuoso, pp. 92 y 100).
Para Tenerife: Lanzas de tea con las puntas tostadas al fue-go,
«que usaban a manera de azagayas~( Frutuoso, p. 103).
Para La Palma: Lanza y dardo, que tiran certeramente, y
usan además «una lanza llevada a lo largo del cuerpo del hom-bre
» (Frutuoso, p. 109).
Para El Hierro: La referencia a un episodio bélico sirve para
poner de relieve la efectividad de las armas: ((Y diciendo esto
[los indígenas herreños] arrancaron contra Juan Machin y los
suyos a pedradas y con sus palos tostados tan duros como
hierro C...] e curaron de las descalabraduras que habían reci-bido
y heridas como si fuesen de dardos de hierro, como decía
Machín: bien parecían palos de hierro y no de madera)) (Fru-tuoso,
p. 133).
9 GASPARF RUTUOSO«L: as islas Canarias» (de Saudades da Terra),
rid:ow, tra&GcUi63, g:osario e iii&ices pul E. &-ira xafois, 3. mgd0 y
S. Pestana, {(Fontes Rerum Canariararurna. XII, Instituto de Est. Canarios,
Universidad de La Laguna, 1964.
738 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
Tres autores, que redactan sus obras por el mismo tiempo
que Gaspar Frutuoso (Leonardo Torriani, fray Alonso de Espi-nosa
y fray Juan Abreu Galindo), aportan noticia más extensa
con relación a las armas de los aborígenes, si bien los tres de-bieron
haberse documentado en la misma fuente. Sigue, en
primer lugar, la aportación de Torriani 'O.
Para Fuerteventura: Los habitantes de esta isla no tenían
«más armas que piedras y varas con que hacían sus peleasi}
(Torriani, XXI, p. 74).
Para Gran Canaria: Usaban los aborígenes como arma unos
bastones cortos a manera de maza de un hombre de armas.
También tenían otros «como espontones aguzados cuya punta
quemaban para hacerlos más resistentes y en ella ponían un
cuerno de cabra muy agudo» ll. En las competiciones o desafíos
que tenían lugar entre los canarios primero aprendían a es-quivar
piedras y después practicaban una especie de esgrima
con un «bastón llamado magrodo o amodegzlen [Torrinni, X-X-XV,
pp. 109-110). Un dibujo de este autor (ver lám. 1, 1) recoge el
momento en que dos indígenas se enfrentan en combate que
podríamos llamar deportivo. En lám. 11, 2, un grancanario pro-visto
de bordón.
Para Tenerife: En principio cita dos tipos de armas: lanzas
con la punta quemada y {{dardos largos como los pilos roma-nos
» (Torriani, LII, p. 186) la. También cita la anexpa (añepa),
pero como se verá se trata de una insignia, no de un arma.
Para La Gomera: También en esta isla se practicaba la es-grima
o ejercicios ue aüiestramlento, para lo cual se empleaban
dardos (Torriani, LIX, p. 201). Otro grabado del mismo autor
10 LGONARDO TORRIANDI:e scripción e historia del reino de las kias
Canarias, antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones, traduc-ción
aei itaiiano, introducci6n y notas de Alejandro Cioranescu. Goya
Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, 1978.
ll El espontdn viene a ser una especie de lanza con el hierro en forma
de hoja acorazonada. En el arma indígena, de madera, el cuerno sustituye
al hierro.
* Pilo: se trata de un arma arrojadiza a modo de lanza más bien corta
o dardo. La usaron los romanos.
Núm. 32 (1986) 739
8 LUIS DIEGO CUSCOY
representa a un indígena gomero provisto de una media lanza
o vara delgada (lám. 11, 1).
Para El Hierro: ({No llevaban otras armas que unas varas
pintadas de amarillo para descanso de su cuerpo)} (Torriani,
LXIII, p. 213). A la vista del testimonio gráfico de Torriani se
deduce que la vara empleada por el gomero podía ser lanzada,
no rebasaba la altura del hombro, mientras que la lanza del
indígena de El Hierro superaba la estatura del usuario. No es-taría
pintada de amarillo, sino que acaso el palo era de color
claro y además se engrasaba con grasa animal. ((Para descanso
de su cuerpo)) debe entenderse como instrumento Útil para g N moverse por terrenos accidentados y, sobre todo, para ernplear-la
en el descenso de pronunciadas pendientes (lám. 11, 3). O
n Para La Palma: Según la tradición, en esta isla las mujeres g
eran más valerosas que los hombres, y {{peleaban virilmente E
con piedras y varas largas» {Torriani, LXVII, p. 224). SE
Fray Alonso de Espinosa (h. 1591) tiene ocasión de conocer
a viejos guanches de Tenerife, de los que recoge información. 3
Esta circunstancia le da al testimonio que aporta una mayor ;
fiabilidad: «Las armas ofensivas con que peleaban, que defen- E
sivas, si no eran los tamarcos que rodeaban al brazo unas pe- O
queñas tarjas, no las tenían, eran unas varas tostadas y agu- n
E zadas, con ciertas muesquecitas a trechos y con dos mamanas -
a
en medio en que encajaban la mano para que no desdijese y d n para que fuese con más fuerza el golpe. Estas tales varas o n
lanzas llamaban banot: con estas peleaban a manteniente des- 3
O pués que habían cerrado los unos con los otros, y en dando el
golpe quebraban la muesquecita para que la punta quedara en
la herida)) *.
Como más adelante se verá, este texto de Espinosa es, entre
todos los conocidos, el único que permite la identificación de
conoc~ieni" de su estmciura, forma de mane
jarla y el nombre que se le daba. Piezas arqueológicas conser-vadas
confirman el fiel testimonio de Espinosa.
13 Fray ALONSODE ESPINOSAH:i storia de Nuestra Señora de Cande-lana,
introducción de Elias Serra RBfoIs, Buenaventura Bonnet Reverón
y Néstor Alamo, Goya Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, 1952, pp. 42-43.
740 ANUrlRZO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ({BANOT)) COMO ARMA DE GVERRA 9
Noticia más extensa sobre las armas de madera se encuentra
en la obra de fray Juan Abreu Galindo, redactada, como se dijo,
m& o menos en las mismas fechas que las de Torriani y Es-pinosa
14. Siguen, resumidas, las referencias contenidas en el
texto de Abreu:
Para Lanzarote y Fuerteventura: Texzeses, garrotes de ace-buche
de vara y media de largo (A. Galindo, lib. 1, cap. 10, p. 56).
Para La Gomera: Eran grandes tiradores de piedras y dardos
y {(peleaban con varas tostadas)) (A. Galindo, lib. 1, cap. 15, p. 74).
Para Gran Camriu: ({Garrotes con porras a los cabos, que lla-maban
magados, y varas puntiagudas tostadas que llamaban
amodagas)) (A. Galindo, lib. 11, cap. 2, p. 150).
n ' r 7 T - ,,,, ,.., ,,l,,l.,, ,.e. r. nnci n , n rufU . w ruu~u.« ha3 a1111a~UU IL ~ U ~CC L C ~ U ~ GL IL ~ Lui icizi uu;
ras tostadas, las que llamaban mocas, y no dejaban de tener
sus competencias y debates de que para ofender y defender usa-ban
» (A. Galindo, lib. 111, cap. 4, p. 271).
Para Tenerife: {(Y la lanza que el rey llevaba delante se decía
anepa)) (A. Galindo, lib. 111, cap. 11, p. 293). Pero más adelante
el autor convierte el símbolo jerárquico del rey en arma: {{Las
armas que usaban eran unas varas tostadas de tea y sabina,
muy agudas, que llamaban anepasn (lib. 111, cap. 12, p. 296).
Según Abreu Galindo, el mgado, para Gran Canaria, apa-rece
asociado a un rito de paso, pues s61o podían usarlo supe-radas
determinadas pruebas de destreza y agilidad, después
de lo cual {(el fuycag [oficiante] le cortaba el cabello redondo
por debajo de las orejas y le daba una vara que llamaban
magade, con que peleaban, que era cierta arma, y quedaba he-cho
noble, sent.ándose entre los nobles)) (op. y Eoc. cit.).
También, según el mismo autor, si «el difunto)) era dueño
de ganado numeroso, lo cual significaba ocupar un lugar des-tacado
en la escala social, esta circunstancia quedaba reflejada
en el ritual funerario practicado entre 10s abnrigenes de El
Hierro, en cuyo caso figura como ofrenda una lanza o bordón:
al muerto do metían con sus vestidos en una cueva y lo arri-l4
Fray JUAN ABREU GALINDOH: istofia de la conquista de las siete is-las
de Ca?uzria, ed. de A. Cioranescu, Santa C m de Tenerife, 1955.
10 LUIS DIEGO CUSCOY
maban a un lado, a los pies de un tablón, y su borddn arrimado
a un lado)) (A. Galindo, lib. 1, cap. 18, p. 89).
El texto aparece un tanto confuso, y puede interpretarse así:
el cadáver iba envuelto en pieles (vestidos), era colocado junto
a la pared de la cueva (lo arrimaban a un lado), no a los pies
de un tablón, sino encima (tablón funerario conocido en Te-nerife
como chajasco) 15. El bord6n iba colocado junto al ca-dáver.
Además de figurar el magado en un rito de paso de Gran Ca-naria
y como ofrenda funeraria en El Hierro, un arma, con el
nombre de moca, cita Abreu Galindo para la isla de La Palma,
y en este caso concreto como arma ofensiva. Conocidas las a
N luchas sostenidas entre los distintos bandos de la isla, las gen- E
tes de Echentive, jefe del clan o bando de Ahenguarerne, atacan O
n a Mayantigo, del bando de Aridane: «Le dieron batalla, de la -
=m
O cual salid herido Mayantigo en el brazo izquierdo con una EE
moca)) (lib. 111, cap. XII, p. 296). S
E
En el siglo XVII el poeta Antonio de Vianal' hace escasas =
aportaciones al capítulo de las armas y bastones entre los abo- 3
rígenes. Además de los nombres dados a las annas por otros - -
0m
autores, aporta uno nuevo, que sólo se encuentra en este autor, E
sunta: {{Todos armados con pesadas suntas, / macas muy grue- O
sas, de ñudosas porras)) (Viana, Canto 111, v. 157). Se repiten n
E las citas, siempre con el mismo nombre del ama: ((Dame una -
a
sunta y un banot)) (Viana, Canto V, v. 1204); diegad, llegad, que 2
n
entre los bracos / con esta sunta le haré pedacos~ (Viana, Can- o
to VIII, v. 320); «y al@ la sunh persiguiendo a golpes» (Viana, O3 Canto X, v. 118); ((Arrojan piedras y combaten suntas)) (Via-na,
Canto XII, v. 698). Banot, con el plural bunoes, se encuentra
en varios pasajes. Y aunque vagamente se puede deducir que la
sunta se emplea como arma contundente y sin soltar, un corto
'5 LUIS DIEGOC USCOYy L. GALAND:( (Nouveaux Docurnents des fles
Canaries. La nécropole ü'el Hoyo de los Muertos (Guarazoca, fle de Ferh,
L'dnthropologie, 79, París, 1975.
l6 ANTONIO DE VIANA: Conquista de Teneí-ife, introducción, notas e ín-dices
por Alejandro Cioranescu, Aula de Cultura de Tenerife, t. 1, 1968;
t. 11, 1971, Santa C m de Tenerife.
742 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL (IBANOT)) COMO ARMA DE GUERRA 11
pasaje permite entender que el banot es un arma arrojadiza:
((Mal saben que el banot que aquesta mano / cual furibundo
rayo al ayre arrojan (Viana, Canto V, v. 982). Para bamt pueden
verse, Cantos 1, w. 711 y 772, y V, w. 1164 y 1204).
Son escasas las noticias que contiene la obra de fray José
de Sosa, y las que inserta carecen de valor documental, a pesar
de dar el nombre de un arma: ((Eran diestros en la guerra con
las armas que tenian, que eran unos palos secos tan largos
como espadas, los cuales llamaban magados [...] daban con
ellos tan buenas cuchilladas y heridas como si fueran cimita-rras
de bien templado acero» 17.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX los textos de historia y
etn0graff-s qi~ee nopan & 18s vfeja- c~~]t,urad':e Canaria- se
limitan a recopilar todo cuanto sobre armas, bastones, astas,
cayados, etc., de los aborígenes se encuentra disperso en obras
anteriores, pero sin que se haga aportación alguna que ayude
a clarificar tema tan lleno de confusiones. Se ordenan vocabu-larios
y se trata de definir las piezas nombradas, pero de esos
intentos la conclusión que se saca es que nadie, como lo hizo
el padre Espinosa con el banot, da una definición satisfactoria
que permita identificar la pieza nombrada.
Veamos unos ejemplos entresacados de la obra de Pedro A.
del Castillo: ((Anepu: dardos de fina tea tostada, espadas largas
y anchas de acebuche [. . .] espadas de acebuche, lanzas largas o
dardos de tea, tostadas las puntas, o de otros fuertes ramos, que
llaman banotes n la.
El ilustrado Viera y Clavijo habla nada menos que de «una
sala de armas» donde se encuentran las siguientes piezas lg:
Texexes: Bastones de tres varas de largo.
l1 Fray JosÉ DE SOSA: Topografia de la Isla Fortunada Gran Cana-ria
(1678), Imprenta Isleña, Santa Cruz de Tenerife, 1849, lib. tercero,
c. I, p. 159.
PEDROA . DEL CASTILLOD:e scripCidn histdrica y geográfica de las is-las
Canarias (1739), Imp. Isleña, Santa Cruz de Tenerife, 1848, pp. 62-63.
lo JOSEPHVI ERAY CLAVIJO:N oticias de la Historia General de las islas
Canarias, ed. dirigida por Elias Serra Ráfols, 3 t., 1950. Citamos por la edi-ción
de A. Cioranescu, Goya Ediciones, t. 1, 1967; t. 11, 1971, Santa Cruz
de Tenerife.
12 LUIS DIEGO CUSCOY
Magados: Garrotes que usaban en Gran Canaria con bolas
en los extremos armados de tabonas (lascas de obsi-diana).
Mocas: Varas endurecidas al fuego y muy puntiagudas.
Banotes: Especie de dardo de sabina o tea.
Afiepa: Lanza de tea que usaban las personas reales (Vio
ra, t. 1, lib. 11, 20, p. 182).
«Los bárbaros [guanches] emplearon [en la batalla de Acen-tejo]
a satisfacción sus dardos y banotes de tea)) (Viera, t. 1,
lib. 11, p. 151).
Se- este autor, la distribución de dichas armas por islas a sena la siguiente: N
E Gran Canaria:
O Magado (como garrote de guerra). n--
Tenerife: m
O
E
Añepa (lanza que precedía al rey). SE
Banot (vara endurecida al fuego). -E
La Palma: 3
Moca (vara endurecida al fuego para la guerra). --
Lanzarote y Fuerteventura: 0
m
E
Texexes (varas de acebuche). O
El Hierro y La Gomera: n Banot (garrote de guerra). -E
Tamasaques (varas largas). a
2
Verdones (bordones) (varas largas) (Viera, t. 1, lib. 11, 5, n
n
pp. 132 a 134).
En el siglo xnr, Sabin BerthelotaO se limita a elaborar una 3
O
lista de las armas, a situarlas por islas siguiendo las fuentes y
autores consultados y a aventurar una definicidn tipoldgica poco
convincente. Sigue la distribución por islas según Berthelot:
Para Tenerife: amodagac, añepa, banot, sunta.
Para Gran Camria: magado, susmago.
Para Lanzarote y Fuerteventura: tezaes.
20 SABINBE RTHELOETt:n ograffa y anales de ,?a Conquista de las islas
Canarias, traducción de J. Arturo Malibrán í 18491, reimpresidn por Goya
Ediciones, Santa C m de Tenerife, 1978.
- Antiquités Canariennes, Ed. E. Plon, París, 1879.
744 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL MBANOT)) COMO ARMA DE GUERRA 13
Para La Palma: moca.
Para EL Hierro y La Gornera: tamasaques y verdones (Ber-thelot,
Etnografb, pp. 93, 121 y 153).
En otro lugar de la misma obra afirma que el banot era
arma ((empleada generalmente en todas las islas)) (p. 141). Pero
la identificación de dicha anna por parte de Berthelot tampoco
está clara, como se advierte en su obra Antiquités Canariennes
(Berthelot, 1879). En la lsim. 10, fig. 1, reproduce una añepa y
un banot con un pie que dice: ((Bastones de mando procedentes
de la Cueva de los Reyes (Orotava, Tenerifeh. Ambas piezas se
conservan en el Ayuntamiento de la villa de La Orotava, y, en
efecto, una es un bastón de mando, pero la otra pieza es un
banot al que le falta el tercio superior. y como tal banot es
arma arrojadiza, no bastón jerárquico.
Cada vez se encuentra una mayor confusión en los textos
que intentan acercarse a las antigüedades canarias y concreta-mente
al tema de las armas. Pizarroso y Belmonte puede servir
de ejemplo: para este autor la añepd, al mismo tiempo que
«enseña real)), es palo, asta o banot; los banodes (sic) eran
((bastones que usaban especialmente los herreñosn; el magado
era una vara o maza ((con que se armaban los nobles)); el uer-done,
un gran palo, y la sunta, que encontramos en Viana, es
para este autor un ejército, no un anna 'l.
Para René Verneauzz, que visita Canarias por primera vez
en el último cuarto del siglo XIX, el banot no sería otra cosa
que un venablo arrojadizo, y al parecer habr��a dos tipos: el
provisto de ensanchamiento en su tercio superior, tal como lo
describe e! padre E S ~ ~ E G S EY, n t r ~1i s0, COE !U pmt2 t~rnhie~l
aguzada. Para Verneau, el banot lo emplearían los aborígenes
de Tenerife y El Hierro; el texexe sería propio de Fuerteven-tura;
el amogadac, de Gran Canaria, y la moca, de La Palma.
21 CARLOSP IZARROSBOE L M O ~L:O S atrorigenes ü e Camrias, Im-prenta
Isleña, Santa Cruz de Tenerife, 1880. Ver Apéndice. «Vocabulario
Guanchinescon, pp. 151 a 164.
22 RENE VERNEAU: Cinq années de séjour aw fles Camries, Paris:
Cinco años de estancia en las islas Canarias, traducción de J. A. Delgado
Luis, La Orotava (Tenerife), 1981.
14 LUIS DIEGO CUSCOY
Define al amogadac y a los magados como mazas y a las demás
armas como lanzas (Verneau, op. cit., pp. 38-39). Llama la aten-ci6n
que en la lám. 1 haya reunido un banot, una añepu, una
lanza aguzada y un asta al parecer con regatón de cuerno.
De dicho grabado se infiere que Verneau tuvo a su alcance los
correspondientes ejemplares por lo menos para ser dibujados.
Este conjunto es un dato a tener en cuenta al hacer el estudio
arqueológico de las armas.
Tampoco Chil y Naranjo" se detiene en el capítulo de las
armas, hasta tal punto que las referencias que da proceden to-das
de fuentes etnohistóricas, que no han sido otras que las de
Abreu Galindo, Castillo, Sedeño, etc. Las armas que cita son: a
amodagas, barot (sic), majido y susmago, y la tarja como es-cudo.
Según este autor tanto dichas armas como el escudo per- o
n tenecerían a Gran Canaria.
-
m
O
E
Para los estudiosos de las antigüedades canarias el tema SE
de las armas poco a poco va perdiendo interés, y las citas a E
ellar referidas hay que entresacarlas de apretadas misceláneas
o de apresuradas síntesis. Tal es el caso de la Historia de Ca- -
mrias, editada por A. J. Benitez 24 a principios del presente si- 0
m
E
glo. El deterioro del tema se hace patente, tanto en la denomi- o
nación de las armas como en su distribución por islas. Veamos: n
Para Tenerife: añepa. E
a Para Gran Canaria: amodagas, magado, majido, susmago.
Para La Palma: moca. n
n
Para Lamarote y Fuerteventura: tezexes. 3
Para La Gomera: verdones y tamasaques. O
puíu 3; ííierrU.- ?jeTLo& y tU;7ii~s¿iq"dcs.
Para todas las islas: banot (pp. 273-2741.
* GREGORIOC HILY NARANJOE:st udios históricos, climatoldgicos y pa-toldgicos
de las islas Canarias, 1." parte, Las Palmas de Gran Canaria, 1871.
De 5% 8 555, iip&bias 9epberiecieaí! ;te&sIe ct= de GrmAC u=
narian, donde aparecen los nombres de las armas que cita.
z4 A. J. BEN~TE(eZd .): Historia de las islas Canarias (edición ilustra-da),
sin autor ni año: probable redactor, Miguel Maffiotte. Se trata de una
miscelánea donde se recoge la historia, la antropología, las ciencias natu-rales,
el vulcanismo. etc., de las islas.
746 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLdVTZCOS
EL UBANOT)) COMO ARMA DE GUERRA 15
Para la confección de esa lista autor y editor han consultado
desde la crónica de Sedeño a Chil y Naranjo. En la p. 258 se
reproducen la añepa y el banot del Ayuntamiento de La Orotava,
grabado que toman de Berthelot.
En el primer cuarto del presente siglo Hootona5 se ocupa
muy superficialmente de lo que llama lanzas y jabalinas, y de
un modo concreto sólo menciona el banot = lanza y la añe-pa
= a bastón de mando.
El capitulo de las armas y bastones, a pesar de su gran in-terés
desde el punto de vista de las culturas aborígenes. va su-friendo
un lento proceso de simplificación y en cierto modo de
desatención por parte de los antropólogos culturales. González
Antón y Tejera Gaspar, al referirse a las armas, se apoyan en
textos anteriores, recogen los nombres de majidos, mgados y
banot, con la definición de Espinosa para banot, y hacen cons-tar
que tales elementos están documentados por la arqueo-logía
26.
Biedermann, en su reciente síntesis; parece apoyarse sola-mente
en Torriani 27.
Para Gran Canaria, C. Martín de Guzmftn, en el capítulo de
armas y bastones, repasa tanto las viejas crónicas de la con-quista
de aquella isla como otros textos etnohistóricos. Con-cluye
afirmando ((que no se conoce ningún ejemplar [de arma]
para Gran Canaria))
25 EARNESAT. HOOTONT:h e ancient Inhabitants nf the Clznnrg _Islon&,
Peabody Museurn of Harvard University, Cambridge, Mass.. 1925, pp. 34
y 36 (reimpresión fotomecánica por Kraus Reprint Co., New York, 1970).
RAFAELG ONZÁLEZA NTÓN y ANTONIO TEJERA GASPAR:L OS aborígenes
canarios (Gran Canaria y Tenerife), Secretariado de hibl., Universidad
de La Laguna, 1981, pp. 225-228.
27 HKIS RIE!X!?~~A-W: Lz h?~e?Edne 1"s mt i pms C U ~ ~ ~ OU" S . i ztre-duccidn
a la Paletnologia de las islas Canarias, Hallein, Austria, 1984, p. 134.
CELSOM ART~ND E GuzMÁN: Las culturas prehistóricas de Gran Ca-naria,
ed. del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, Madrid-Las Pal-mas,
1984. (Ver p. 324, 9, <(La industria mueble}), y 9.1, «La madera. Bas-toncillos)).)
Núm. 32 (1986) 747
LUIS DIEGO CUSCOY
3. NOTAS LINGUÍSTICAS SOBRE ARMAS Y BASTONES
Tampoco la lingüística ha aportado datos con suficiente va.
lidez para esclarecer la relación entre voz, tipo de arma y fun-ción
de la misma. Juan Alvarez Delgado al estudio de la voz
suele agregar alguna referencia etnográfica que habrá que re-visar
en el apartado que se va a dedicar a las supenrivencias.
Un ejemplo: ((Los juegos con bunotes y mágodos [la acentua-ción
es del autor] de los indígenas, que en realidad eran com-peticiones
incruentas y ejercicios de destreza, vienen a ser en
a realidad los antecedentes del juego del palo, que todavía se N
practica en las islas. particularmente en Tenerifev ". E
O Para Alvarez Delgado, magado y arnodeghe son voces que se
n-= refieren a armas distintas: magado = bastón corto a manera m
O
E
de maza de armas; amodeghe = bastón largo, con punta que- S£
mada o con un cuerno (Alvarez Delgado, 1945, pp. 31 y 50). =e
Sin embar~o,e l bastón corto se identifica más con el banot, 3
pero no con una maza. Para dicho autor, S-&mago sería dardo - -
o lanza arrojadiza, característica, como ya se ha visto, del 0m
E
banot. ((Su primer componente -escribe Alvarez Delgado- O
sería a base de sunta = arma de guerra en Tenerife y a base nO
del final del tamasaque = largo bastón, lanza en La Gomera y -E
El Hierro)). Así, en las fiestas de pueblo, las contiendas entre a
2
mozos se dirirnían blandiendo macanas de brezo o bastones de n
0
mocanera (Alvarez Delgado, 1942, pp. 148-149).
3 El mismo autor admite que lo que en La Palma llamaban O
NYOL)C?q> ue \&me u vvr lmu lsnuu !zrabn- o v a n de m~derrre nrlii-recida
al fuego, es el mismo instrumento que en Tenerife se
denominaba banot, en Gran Canaria magado o magido y en La
Gomera y El Hierro tamasaques. ((Muchos arqueólogos -aña-de-
dan como bastones de mando lo que no son otra cosa que
-ri*no rr Lnrnfi+ C+n am+nrlne** l blrmrnn TklnoAn 1043 nn. 01-031
IIIVbW U VUiIIVI AA-~=U&~UQUVD~J \ I . A I U a U Y YUISLYUV, rVxY, va u-,.
JUAN ALVAREZD ELGADOM:is celánea guanche. 1, Benahoare, Inst. de
Estudios Canarios, Universidad de La Laguna, 1942.
- Teide. Ensayo de fitotogiu timrfeña, CSIC, Inst. de Est. Canar., La
Laguna de Tenerife, 1945.
748 ANUARIO DE ESTUDIOS ATWTZCOS
EL NBANOT)) COMO ARMA DE GUERRA 17
Un arqueólogo no puede confundir un banot con una añepa,
ya que se diferencian no sólo en su estructura, sino en tamaño.
Adelantando algún dato que será objeto de mayor atención en
el apartado arqueológico, el banot es corto (máx., 1,55 m.) y
tiene una protuberancia o engrosamiento hacia su tercio supe-rior,
el cual remata en punta muy aguzada y endurecida al
fuego. La añepa puede .alcanzar de 1,70 a 1,90 m., cilíndrica en
toda su longitud y remate generalmente en rodete de sección
lenticular o voluta (Alvarez Delgado, 1945, Iám. 111, donde se
siguen reproduciendo el banot incompleto y la añepa del Ayun-tamiento
de La Orotava, lo que quiere decir que desde el siglo
pasado eran las únicas piezas conocidas, reproducidas y cita-das,
aunque la realidad es que en la isla había algunos ejem-plares
accesibles en las colecciones reunidas por el Gabinete
Científico de Santa Cruz de Tenerife).
Con respecto al nombre verdón, plural verdones, arma que
se ha venido situando en las islas de La Gomera y El Hierro,
estima W. GieseN que se trataría de una de tantas voces es-pañolas
consideradas como guanches: ese «gran palo» de La
Gomera sería un bordón, es decir, una especie de lanza o cayado
superior a la estatura de un hombre. Modernamente llevan la
contera de hierro, pero entre los aborígenes la llevaban de
cuerno.
D. J. Wolfel, en su extenso trabajo sobre las lenguas aborí-genes
canarias 31, recopila las voces referidas a las armas y bas-tones,
consigna los textos de donde han sido extraídas, los
autores que las emplean y las islas en que se sitúan. Asimismo
recoge las variadas grafías en que aparecen en los distintos tex-tos
consultados, con su correspondiente definición.
Añepa, anepa, anapa, anxpa: asta real, varas tostadas de
tea y sabina, muy agudas, lanza que precedía al rey, lanza de tea,
fu;nuna , lnrnurui ..rrnn knr iAr \ r ; l lnn A- h r - n n n -1 m- i + n - u r . --&--A--&- ---> L U I ~ B ULLIIUGI ulan UG J LUILUB ai GAU ciuv, cabaiiual be i ea1
(Wolfel, cap. IV, 153a, pp. 477-478, y 297, p. 548).
WILHELMG IESE: «Acerca del caracter de la lengua guanchen, en Re-vista
de Historia, núrns. 86-87, La Laguna de Tenerife, 1942, pp. 148-149.
31 DOMINIKJO SEF WOLFEL: Monumenta linguae canaria?, Die Kanari-schen
Sprachdenkmaler, Graz, Austria, 1965.
Núm. 32 (1986) 749
18 LUIS DIECO CUSCOY
Banodes, banot, benotte, barot, vonode, bonot: arma, lanza,
varas con muesquecillas, lanzas largas o dardos, vara endure-cida
al fuego, garrote de guerra, lanza arrojadiza (Wolfel,
cap. IV, 295-299, p. 547).
Magodo, magado, magade, magote, mugido, magles: bastón,
vara, garrote, lanza, montante, jabalina, maza, palo, espada
(WoIfel, cap. IV, 292, p. 544).
Moca, mocas: vara tostada, jabalina, venablo, lanza (Wol-fel,
cap. IV, 293, p. 546).
Susmago, suxmago: jabalina, dardo (Wolfel, cap. IV, 294,
p. 546).
Tumasaque, tamasaques: bordones de tres dedos de grueso
y tres varas de cumplido, varas largas, lanza, asta (Wolfel,
cap. IV, 296, p. 547).
Teses, texexes, texeres, tezzexes, tececes, teseces: garrotes de
acebuche de vara y media de largo, grandes bastones de palo,
varas, bastón nudoso, garrote (Wolfel, cap. IV, 298, p. 548).
Verdones, verdone: bordones en Abreu Galindo; también
llamaban banodes y tamasaques; bordones que se untaban con
grasa (Wolfel, cap. TV, 278, p. 538).
Pareja confusión se advierte si se trata de establecer una
relación entre el objeto definido y las distintas voces que lo
amparan. Ejemplos:
JABALINsiArv:e para magado, moca, susmago.
ASTA, LANZA: sirve para magado, moca, tantusaque y banot.
BASTÓNV, ARA: sirve para magado, moca, tumasaque, tezeze
y banot.
VENABLOD,A RDO: sirve para moca y susmago.
GARROTEMA,Z A: sirve para banote, magado y tezeze.
Puede admitirse que un objeto arrojadizo, como el dardc,
la jabalina y el venablo, incluso dentro de la vaguedad que con-tienen,
pueden identificarse con el banot, en cuyo caso habría
que admitir que su uso estaría extendido a todo el archipi6-
lago
slb*s FRANCISCNOA VARRAOR TILES: NocabuIario del antiguo dialecto
isleño en cada una de las siete islas habitadas)), glosa, comentarios y no-
750 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Una vez más se hace evidente lo problemático que resulta
hacer coincidir denominación con tipo. Lo que sí puede admi-tirse
es que el aborigen, en cada isla, disponía de unos objetos
de madera empleados en una actividad determinada, como po-dría
ser el pastoreo, y también asociados al estamento social
o jerárquico del usuario, y, en úitimo extremo, como instru-mento
especializado empleado en episodios ofensivos o de com-bate.
Aunque en este caso lo mismo si se trata de una acción
ofensiva como defensiva cualquier objeto, asta, bastón, lanza,
bordón, etc., podían emplearse satisfactoriamente.
El problema queda planteado entre denominación, tipo y
i'sn n f~lncirin. A 10 largo & 10 we qlle& eqi~&o, ilnica
definición fiable es la de banot o benote, ya que se correspon-den
los términos denominación/tipo y la relación tipo/uso o
función. En el mismo orden de relación podría situarse la añepa.
Con respecto al banot, existe el testimonio arqueológico que
corrobora lo dicho en los textos y, además, como ya se anunció
al principio de este trabajo, la pieza anatómica que documenta
de un modo incontestable los efectos de esta verdadera arma
aborigen, si excluimos las piedras.
Poco esclarecedora resulta la aportación lingüística en lo
que respecta a la identificación de los objetos nombrados: en
algunos casos participa en la confusión y en otros acepta como
indigenismos lo que sólo constituye una prueba del hecho trans-cultural
que se produjo en el habla de las islas desde el primer
momento de su conquista. En este sentido acaso puedan ha-cerse
serios reparos a la voz banot para admitirla como guan-chismo.
Como tal aparece tarja en algunos repertorios de voces,
cuando es evidente que procede del francés targe = escudo.
Nuestro diccionario de la lengua, sub. ver. tarja, dice que se
trata de un escudo que cubría todo el cuerpo y también de una
pieza de la armadura que protegía el hombro izquierdo.
tas al vocabulario de Agustin Millares Torres por ..., en Historia General
de las islas Canarias, de A. M. T., Edit. Regional Canaria, Las Palmas de
Gran Canaria, 1977, t. V, pp. 300 y ss.
Núm. 32 (1986) 751
LUIS DIECO CUSCOY
a) Piezas conservadas en museos
En otros trabajos hemos aportado la documentacidn arqueo-
16gica que prueba en buena parte la existencia de armas, Ian-zas,
bordones, etc., entre los aborígenes conforme a lo que
consignan las fuente etnohistóricas consultadas (Diego Cuscoy,
1961, pp. 510 y SS., lbs. 1, 111, IV, VI y figs. 2 y 3; 1962, fig. 3;
1968, pp. 19 y SS., figs. 1, 2, 3, 4). Las piezas que han podido
ser estudiadas proceden de los antiguos fondos reunidos por
el Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife a finales del $
pasado siglo, y que hoy forman parte de las colecciones del Mu-seo
Arqueológico del Cabildo Insular de Tenerife. Se agrupan
en la vitrina mural V, números del 305 al 317, del 324 al 2
E
329 y 720. -
De este conjunto de diecinueve piezas sólo se han podido
identificar los banotes y las añepas, ya que la relación nombre/
m tipo no ofrece dudas. A las demás las designamos con nombres
castellanos atendiendo a su tipologia (tamaño, grosor, &c.). O
POR SU TAMANO se han clasificado en largas y cortas: n
E Lurgas: cayados, lanzas í1,80 m.), a 5 e p C1,39 a 1,70 m.), -
a
garrotes de tea (1,60 a 1,70 m.). 2
n
Cortas: banot {desde 0,91 a 1,70 m., con una media de
1,30 m.), medias lanzas, varas, bastoncillos (de 1,50 a 1,60 m.). O3
POR SU FUNCIÓN:
Amojadixas: banot (figs. 1 y 2 y lám. 111).
Para auxiliarse en la marcha: lanzas, cayados, medias lan-zas,
garrotes. También la añepa, pero con otra funci6n.
POR SUS EFECTOS:
Penetrantes: el bamt; tambien cualquier otra pieza terrni-nada
en punta, pero teniendo en cuenta que el bamt, aunque
puede usarse sin soltar de la mano -a ctmantenienten, decía
el padre Espinosa-, también es arrojadiza, a cuyo fin estaba
concebida su estructura.
Contundentes: en primer lugar el garrote de tamaño medio
752 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Fig. 1.: Cuatro tipos de ccbanotx 1 y 2, con asidero; 4, con engrosamiento
hacia su tercio superior.
Núm. 32 (1986)
48
LUIS DIEGO CUSCOY
Fig. 2.: Partes de que se compone un «banot» (tipos 1, 2 y 4 de la fig. 1)
(detalles del asidero en Iám. 111).
Ah'UARiO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
.EL «BAHOT» COMO ARMA DE GUERRA 23
con la parte superior (más o menos un palmo) más gruesa que
el resto. No obstante, todas las piezas pueden funcionar como
armas contundentes, excepto el banot.
De la variedad de denominaciones contenidas en los textos
que se han venido citando cabría deducir que cada individuo
poseía varias piezas y que las utilizaba. Viera y Clavijo (op. cit.,
t. 1, lib. 11, 20, pp. 167-1681 reduce a cinco el número de piezas:
texezes, magados, mocas, banotes y añepas. Sin embargo, este
mismo autor, al hacer ((un inventario de bienes)) poseídos y
usados por los aborígenes (lib. 11, 10, Sus muebles), los supone
poseedores de banotes y magados, es decir, dardos y lanzas con
10s extremos endurer.id0; al fuego y, ad-e-m-6~e~;p adm & tea,
clavas armadas de pedernales y rodelas de madera de drago.
Aparte de la imprecisión del ztinventarion, no es posible admi-tir
tal {(arsenal))e n manos de un solo usuario. Sobre este dato
se volverá más adelante.
De las piezas conservadas en museos, todas procedentes de
viejas colecciones, desgraciadamente sólo se conoce, y no en to-dos
los casos, la localidad de procedencia, pero no el tipo de
yacimiento y su ubicación. No sabemos las que proceden de
cuevas viviendas o de cuevas funerarias, ya que sabemos por
Abreu Galindo que formaban, en algunos casos, parte del ajuar
funerario. En un solo caso hemos tenido la fortuna de conocer
el yacimiento, el número de piezas con toda seguridad pertene
cientes a un solo individuo y el tipo y calidad de las mismas.
De ello se va a tratar en el apartado siguiente.
b) El conjunto de ((El Campanario»
Aunque ya nos hemos ocupado de este yacimiento, es nece-sario
resumirlo ahora con ocasión del replanteamiento del tema
(ver Diego Cuscoy, 1961, láms. V y VI, figs. 2 y 3, pp. 500 y SS.;
1968, fig. 3, núms. 1 a 5, y fig. 6, núms. 1 a 4, pp. 27 y SS.)
En el curso de unos desmontes practicados en una finca si-tuada
en la costa de Guía de Isora (suroeste de Tenerife), finca
conocida con el nombre de ((El Campanario)), se puso al descu-
Núm. 32 (1986) 755
24 LUIS DIECO CüSCOY
bierto una oquedad que daba la impresión de constituir los
restos de una cueva de mayores proporciones. Los desmontes
se practicaban para ensanchar el cauce de un barranquillo y
construir una pequefia presa para retener el agua.
En el interior de la oquedad puesta al descubierto de lo
que debió haber sido una cueva de habitación, y en una repisa
natural, aparecieron ordenadamente colocadas cinco piezas de
madera a las que por su aspecto uno de los obreros descubri-dares
calificó de ((bastones de los guanchesn. Veamos las carac-terísticas
de dichas piezas y examinemos el hecho desde el punto
de vista sociocultural:
Cayado nzím. 1.-Muy curvado debido al lugar en que per-maneció
colocado; extremo superior terminado en horquilla
de puntas ligeramente aguzadas: longitud total, 1,40 m.; altu-ra
de la horquilla, 6 cm.; separación de las ramas de la horqui-iia,
5 cm.; extremo inferior protegido con regatón de asta de
cabra de 12 cm. de longitud; diámetro medio del cayado,
2,5 cm.; del regatón, 3,2 cm.
Cayado ndm. 2.-Tipológicamente similar al anterior, aun-que
por su tamaño se aproxima más al bordón: longitud, 1,70 m.;
grosor, 3,5 cm.; regatón de asta de cabra de 3,5 cm. de grueso
y 22 cm. de longitud; horquilla de ramas sin aguzar, separadas
entre sí 8 cm. (lam. IV).
La primera pieza parece estar labrada en leña blanca (Neo-chamaelea
pulverulenta, Vent.) y la segunda en haya (Myrica
faya, Ait.).
Bastón de mando/af?epa núm. 1.-Extremo superior termi-nado
en rodete bicónico, muy aplastado, de sección lenticular,
el cual ha sido labrado en la misma pieza, y no labrado aparte
y después encajado, como el de un ejemplar del Museo Arqueo-lógico
de Tenerife. Entre el rodete y la vara, un surco inciso de
un milímetro de ancho, detalie que también se observa en el del
Museo Arqueológico. Extremo inferior aguzado, preparado para
implantar un regatdn de asta: longitud, 1,90 m.; diámetro me-dio,
2,8 cm.; diámetro del rodete, 4,6 cm.; grosor máximo del
mismo, 3,6 cm.
756 ANUARIO DE ESTUDIOS,ATLANTICOS
EL ((BANOTD COMO ARMA DE GUERRA 25
Bastón de mando/añepa núm. 2.-Ligeramente más corto
que el anterior, 1,70 m. de longitud. No termina en rodete, sino
en una especie de voluta que le da el aspecto de un báculo;
mide 8 cm. de longitud, 7 cm. de ancho y 2 cm. de grueso, el
mismo que el cuerpo de la pieza. Extremo inferior también
aguzado, pero sin regatón.
Fragmento.-Se trata de una vara de 1,10 m. de longitud y
un grosor de 2 cm., con la extremidad conservada bien aguzada.
Dada la longitud de la parte conservada, podría tratarse de un
banot, cuya longitud total alcanzaría aproximadamente 1,50 m.
Se descarta como vara empleada para el juego del palo por dos
razones, por su peso y grosor y por suponerla perteneciente
a un adulto, visto el conjunto de que formaba parte.
Este supuesto se basa en los siguientes puntos: l.", por el nú-mero
de piezas; 2?, por las características de las mismas, y 3.O,
por su función y significación.
1." Por el número de piexas.-Se trata de un descubri-miento
en un yacimiento que fue habitación de un grupo fami-lhr
regido por el cabeza de familia, usuario, por consiguiente,
de las piezas halladas. El supuesto parece quedar confirmado
por el hecho de que el conjunto apareciera reunido en el mis-mo
punto de la cueva. Dos cayados, dos supuestas añepas y lo
que parece ser el resto conservado de un banot sería algo nor-mal
en un adulto con cierta categoría social.
2.O Por las caracterz'sticas de las piems.-No hay duda en
la clasificación de las añepas y se estima aceptable denominar
cayados o bordones a los dos ejemplares rematados en horqui-llas.
Sin embargo, varían en sus tamaños tanto las añepas como
los bordones entre si. ¿El ocupante de lo que fue habitacidn de
«El Campanario)) podía hacer uso de la añepa? En caso afirma-tivo,
Lgnr q'i6 ~ G S ?D es s e t~um .bi6n !=u b~r&nes, & cgrac-terísticas
formales similares, excepto en el tamaño. Se podría
especular en el uso de dichas piezas, pero en circunstancias dis-tintas,
unas de relación intersocial dentro del ámbito del pobla-do
y otras en una mas extensa actividad ambulatoria, con uso
alternativo, según los casos, de la añepu o del bordón.
26 LUIS DIEGO CUSCOY
3.0 Por la función y significación.-Admitido que la añepa
va asociada a la categoría social del usuario, es posible que,
además del mencey, pudieran ostentar dicho signo aquellos que
por linaje o por riqueza -poseedores de ganado numeroso-ocuparan
un lugar relevante en la escala social. «Había entre
ellos hidalgos, escuderos y villanos, y cada cual era tenido se-gún
la caIidad de su persona C... ] El rey se llamaba mencey
[en Tenerife] y de aquí los hidalgos, como descendientes de
reyes, se llamaban achimencey.. . )) (Espinosa, op. cit., lib. 1,
cap. VIII, p. 42).
Sabido es que el mencey, provisto de la afiep, presidía el a
tagoror junto con un consejo de ancianos o notables: allí se N
reunían «en audiencia» o «tribunal de justicia)), según Viera y
Clavijo, ((lugar de cabildo, audiencia o ayuntamienton, según :
Abreu Galindo. De existir un tagoror por menceyato, reino o f
circunscripción, en Tenerife serían nueve, es decir, tantos como E
2
menceyatos. Pero la realidad es otra: en la toponimia de la =E
isla el término tagoror aparece repetido, en algunos casos más $
de LIIB vez, dentro de los limites de un menceyato, de donde se --
infiere que el mencey no era fácil que estuviese presente en to- 0m
E
das las asambleas. En otro lugar (Los Gmnches, cap. V, pp: 89 O
a 95, y caps. VI11 a XIII, pp. 119 a 180) nos hemos referido a
la subdivisión del menceyato en áreas o parcelas productivas -E
a de explotación pastoril. Estas reparticiones se extendían de mar l
a cumbre y es probable que cada una de ellas contara con un n
0
tagoror. De ser así, el mencey estaría representado por un de-
3 delegado, achimemey o ((hidalgo)).E sto podría explicar la pre- O
sencia de las dos a6epus en e1 conjunto de «El Campanarion
(Diego Cuscoy, 1968, pp. 89 y SS.).
En cuanto a la duplicidad de cayados o bordones parece se-gura
su relacidn con la actividad pastoril, naturalmente ambula-toria,
en itinerarios más o menos largos o más o menos acciden-tados.
El hecho parece confirmarlo la protección de la extre-midad
inferior con el regatón de asta, detalle del que carecen
las afiepas.
En el supuesto de que el fragmento hallado correspondiera
a un banot, vendría a confirmar la presencia de un arma en el
758 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ((BANOT)) COMO ARMA DE GUERRA 27
conjunto, al tiempo que aportaría un dato referido al número
de piezas pertenecientes a un individuo.
Sin embargo, en el conjunto de ((El Campanario)) falta el
asta o lanza, citada en todos los textos, la pieza mas especiali-zada
para la actividad pastoril cuando ésta se practica en te-rrenos
abruptos y de pronunciada pendiente, ya que se emplea
para los descensos. Su longitud suele alcanzar hasta los tres
metros, y su grosor excede de los tres centímetros. Se trata
de una pieza robusta y resistente labrada en madera de haya
(Myrica faya Ait.). Para el descenso, el pastor la toma por su
extremidad superior y se lanza al vacío de modo que e1 extremo
inferior quede bien afirmado, al caer, en un plano más bajo,
momento que aprovecha el pastor para deslizarse a todo lo lar-go
del fuste.
Este tipo de asta no aparece en el conjunto, probablemente
porque el habitante de la cueva de {(El Campanario)) no prac-ticaba
de un modo intenso y habitual el pastoreo, hecho que
vendrían a corroborar la función de las otras piezas y también
la categoría social del poseedor de las mismas (Diego Cus-coy,
1968, p. 99).
Finalmente, recordar que la lanza larga y sólida de pasto-reo
se la encuentra también asociada al rito en demanda de
lluvia o ((baladeron: ((Mas cuando los temporales no acudían,
y por falta de agua no había yerba para los ganados, juntaban
las ovejas en ciertos lugares que para eso estaban dedicados,
y que llamaban baladero de las ovejas, e hincando una vara o
lanza en el suelo, apartaban las crías de las ovejas y hacZan es-tar
las madres alrededor de In !.an.m, dando t-i~~lid~!Essop in~-
sa, op. cit., lib. 1, cap. IV, p. 34, y Diego Cuscoy, 1968, pp. 113
y siguientes).
Hallazgos en otros yacimientos carecen de valor por tra-tarse
de fragmentos de difícil identificación. Se debe hacer una
excepción de unas varas muy finas y cuidadosamente pulidas,
con ambos extremos aguzados. La Única pieza entera mide
Núm. 32 (1986) 759
28 LUIS DIEGO CUSCOY
85 cm. de largo y 1,5 cm. de grosor. En su extremidad dista1
tiene hecho un rebaje en todo su contorno, a partir del cual se
afiló la punta, de 14 cm., lo mismo que se hace con un 16piz.
Proceden de un yacimiento funerario del Barranco del Agua
de Dios, municipio de Tegueste (Tenerife). No puede tratarse
de armas, pero probablemente sirvieron para tocarle al ganado
y hacerlo entrar en el redil (Diego Cuscoy, 1968, Armas, p. 35,
figura 8).
En la colección de J. Mazuelas Pizarroso, hoy en el Museo
Arqueológico de Tenerife, se encuentra una pieza de unos
85 cm. de longitud, con ensanchamiento en su tercio superior, a
lo que lo aproxima tipológicamente al banot. Se descubrió den- N
E
tro de una grieta próxima a unas cuevas cie ñabitacian, en un O
barranco de La Centinela, del término de Arico (Tenerife). n -
=m
Con las referencias contenidas en los textos etnohistdricos
y con el seguro testimonio arqueológico, se puede especular
respecto al número de piezas que poseia un pastor aborigen.
Para ello es de rigor manejar unos datos cuyos puntos de apoyo
pueden ser las circunstancias personales, sociales y economicas
que afectaran a cada índividuo, y que podrían ser: a) pastor sin
rebaño propio, que presta servicio a dueño de ganado nume-roso;
b) pastor con rebaño propio, que puede pastorear perso-nalmente
por no ser excesivo el número de cabezas de ganado,
y C) persona dueña de un gran rebaño, lo que le obligaba a te-ner
pastores a su servicio; también que, debido a su categoria
social, no ejerciese de pastor.
En el primer caso es posible que sólo dispusiera de dos
piezas, la lanza larga o asta para los terrenos abruptos y la
corta para los parajes poco o nada accidentados. Dos piezas,
tres en el supuesto que también contara con un banot.
En el caso del pastor autónomo, poseería el mismo número
de piez# yLie e; anterior.
En el último caso, además de la añepa, poseería el báculo
o cayado y el banot, propablemente duplicados, como se ha vis-to
en el conjunto de ({El Campanario)).
Ya vimos en Verneau que en una lámina reúne cuatro pie-zas:
banot, añep, lanza aguzada y asta o bordón (op, cit.,
760 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
u «BANOT» COMO ARMA DE GVERRA 29
54 bis, lám. 1). Viene a ser un conjunto similar al descubierto
en «El Campanario)): el símbolo jerárquico, el cayado o báculo
propio para la marcha y el arma ofensiva o banot.
El análisis de factores referidos a las supervivencias de
detenninadas práct icas pastoriles antiguas entre los pastores
modernos puede aportar datos esclarecedores con relación al
tema que nos ocupa.
Hasta tanto no se produjo el cambio de estructuras econó-micas
como consecuencia de la conquista de las islas, el pas-toreo
fue la actividad productiva preferente, con el consiguiente
aprovechamiento de las mismas áreas de pastizal y la misma di-námica
estaciona1 motivada por la más racional explotación de
los pastos frescos. Es, por consiguiente, entre los pastores don-de
se han mantenido, en algunos casos sin solución de conti-nuidad,
prácticas de vieja tradición y el empleo de artefactos
y elementos funcionales propios de los aborígenes. Entre di-chos
elementos se encuentran las lanzas, cayados, varas, etc. 32.
'En algunas islas, como Fuerteventura y Lanzarote, dada su
topografía, no fue necesario el empleo de la lanza larga utili-zada
para salvar pendientes muy pronunciadas y abruptas, pero
su persistencia en las demás islas. está suficientemente docu-mentada.
El uso de la media lanza fue común para todo el
archipiélago, pues al tiempo que servía para hacer más des-cansada
la marcha valía para encaminar al ganado. Hay cons-tancia
arqueológica, por haberla hallado formando parte del
ajuar doméstico -con vasijas cerámicas y de madera- de un
pastor aborigen de la costa de Tacoronte, norte de Tenerife (ver
Diego Cuscoy, 1974, pp. 29-30). Se trata de un bastón más bien
corto, de unos 75 cm. de iargo, iabrado en una rama de brezo
Como supervivencias pueden considerarse el aprovechamiento de
las mismas áreas de pastoreo, seguir las mismas rutas de trashumancia,
utilizar los abrigos semiconstruidos, usar parecido ajuar doméstico, con-servar
el mismo regimen alimenticio, etc. (ver DIEGOC USCOY19, 68, Los
guunches, caps. VI, VIII, XV y XVI).
30 LUIS DIEGO CUSCOY
(Erica arborea, L.) y con el mango ligeramente curvado. Esta
pieza, dadas sus características, parece estar destinada a to-carle
al ganado para encaminar10 al redil. La hemos visto em-plear
más a los ovejeros que a los cabreros (lám. V, y lámi-na
VI, 2 y 3).
La larga pértiga, lanza o . bordón propiamente dicha, de
2,50 a 3 m. de largo y de hasta 5 cm. de grueso, labrada en
madera resistente, pero no muy pesada -aunque conocemos
un ejemplar de tea (duramen del Pinus canariensis, L.), la ma-dera
preferida era la de haya (Myrica faya, Ait.1-. Se pule
cuidadosamente y se engrasa con sebo de cabra u oveja. Se ha
a conservado en las islas de Tenerife, Gran Canaria, La Palma, N
,,,,,lf T i> ,. m1 u:---.. I1.c-- TTT E
ua u v i r r c l a y &L r i r e r L u ( i a r r i ~ .v L, 1, y VE, Ij.
O En El Hierro puede identificarse como el bordón o tama- n--
saque aborigen. Es frecuente que se labre en una rama gruesa m
O
E
de palo blanco (Picconia excelsa Ait.) y también en hayas3" 7 b. SE
En La Gomera a este tipo de lanza se la denomina «astia)), -E
y sus dimensiones son las ya conocidas, de 2,50 a 3 m. Las 3
maderas elegidas son el haya, acebiño (Ilex canariensis Poir.) --
y brezo. Entre los aborígenes llevaría regatón de asta, pero hoy 0
m
E
es de hierro. En el encuentro del regatón con la madera se co- O
loca una banda de cuero. Probablemente para enderezarla con- n venientemente se somete, tierna, a la acción del calor y del humo -E
y después se entierra para evitar que se tuerza o curve. Entre a
2
los cabreros y ovejeros de'Tenerife las varas se someten, fres- n
n
cas, también a la acción del fuego, y no para endurecerlas, sino
para enderezarlas. E1 sebo de carnero que se le da al ((astia)) en 3
O
La Gornera es para que, al mismo tiempo que ({toma color)), no
se abra y gane en suavidad para facilitar el deslizamiento del
cabrero
3% M: nE LA CRUZJ IMÉNEZG ~MEZA:p roximación a la Prehistoria de
El Hierro, Fundación Juan March, Serie üniversidaa, núm. i77, p. 22,
Madrid, 1982.
33b JUANA NTONIO URTUSAUSTEGDUiaIr:i o de viaje a la isla d e El Hie-rro
en 1779, La Laguna, 1983. Contiene noticias sobre prácticas pastoriles
en dicha isla.
Referencias sobre el ({astias gomera facilitadas por el etnógrafo
Virgilio Brito, de Hedgua, en dicha isla.
762 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL RBANOT)) COMO ARMA DE GUERRA 3 1
Las zonas de Tenerife donde ha persistido el uso de la larga
pértiga de pastoreo, exclusivamente empleada para el descen-so,
son los macizos de Anaga -en ambas vertientes- y Teno-
Masca, es decir, en los vértices NE y NO, respectivamente, los
más abruptos de la isla. En ambos puntos hemos tenido oca-sión
de obtener el documento gráfico (láms. VI, 1, Anaga;
VII, 1, Teno-Masca).
En algunos casos el pastor usa una lanza de 1,70 a 1,90 m.,
ligera y pulida, que no emplea para los parajes abruptos, sino
para el pastoreo en lugares llanos o de suave pendiente. Es
corriente que el pastor posea piezas duplicadas, en especial el
bordón y la media lanza delgada. Ninguno posee nada que se
parezca a un banot, ni siquiera sabe que existiera.
A pesar de ello, la mejor fuente de información suele en-contrarse
entre los viejos cabreros. A uno de El Escobonal
(Tenerife) debemos los datos que siguen sobre las lanzas y bas-tones
que usaba. Se transcribe literalmente la respuesta: ((La
Zama en primer lugar. Yo tenia tres clases de lanza: tenía ¿un-xa
de tres metros para los Riscos de Chdmoco; tenía otra lanza
del tamaño mio para andar por los pinares, y tenía una; de lujo,
atachada [decorada con clavos de cabeza dorada], lujo de ca-brero,
para cuando bajaba a la costa. Y los animales, tan pronto
me veían agarrar la lanza, sabían para dónde yo "día" (iba).
Usted clava la lanza en la tierra y el ganado se queda parado:
si usted no levanta la lanza, el ganado no camina detrás de
usted. También, si levanta la lanza corta, el ganado sabe que
vamos al corral))
De! t.&im-~ni~& &p viejo ~.&yeyo -e &&Jc~:
1.0 El uso de la lanza larga para los descensos por terrenos
accidentados (Riscos de Chamaco).
2? Coincidencia de tipos y tamaños con piezas descritas
en los textos etnohistóricos y con ejemplares antiguos con-rnnrorlnr
"VI . UULUU.
35 El fragmento transcrito está contenido en un trabajo titulado ((Con-versaciones
con Zacarias. Aportación a la Antropología del pastoreo en
Tenerife)}, en prensa para el vol. Homenaje a Jwln Alvarez Delgado, a pu-blicar
por la Univ. Intern. «Pérez Galdóss, de Las Palmas de Gran Ca-naria.
32 LUIS DIEGO CUSCOY
3 . O Sustitución de la lanza larga por el bordón para deam-bular
por parajes no accidentados ni en pendiente (lám. VII, 2).
4: Una tercera pieza ornamentada -«lujo de cabrero»-
más como señal externa y ostentosa del oficio que como instru-mento
utilitario.
En cuanto a las supervivencias es muy significativo el en-tendimiento
que existe entre el pastor y el ganado, precisa-mente
a través de las lanzas: si el cabrero muestra el bordón,
el ganado toma la direccidn de las tierras bajas, la del corral
si se trata de la vara de pastorear y sigue detrás del pastor si
éste levanta la lanza. a
N
Todavía llama más la atención el hecho de que el ganado E
se detenga -ase queda parado»- si el pastor clava la lanza O
n -
en .tierra, y que no le siga hasta que aquél no la desclave. =m
O
E En el rito en demanda de lluvia, que tenía lugar en los ((bala- £
2 deros)), también se clava la lanza en .la tierra, y en torno a ella =E
se agrupaba el ganado, que no se movía hasta tanto no se des-
3 clavara la lanza. -
-
También Zacarhs, el pastor de El Escobonal, poseía más 0m
E
de un ejemplar de la misma pieza, pero ninguna que recordara O
al banot. Las riñas y disputas entre los pastores se producían n por dos motivos, por mujeres o por robo de ganado, pero cuan- -£
do se llegaba a la agresión se empleaban las mismas lanzas y a
2
varas utilizadas en el pastoreo. n
0
La lanza llamada por dicho cabrero «lujo de pastor)) y la 3
media lama brillante y pulida pueden verse en las romerías con O
desfile de ganado y en las fiestas y ferias populares cuando se
viste la indumentaria típica. Son fiestas de carácter agrícola
y ganadero que suelen coincidir con el solsticio de verano (1á-mina
VI, 3).
El ;ijüegu del paloii es o h sü pen+~enzia. Contamos con sl
grabado y la descripción del mismo hechos por Torriani a fi-nales
del siglo XVI (Iám. 1, 1). Se trataba de un desafío o com-petición
que constaba de tres partes, pero de las cuales sólo se
ha conservado aquella en que se emplea el palo. Sigue el texto
de Torriani:
764 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL «BANOT» COMO ARMA DE GUERRA 33
((Cuando dos canarios [de Gran Canaria] se desafiaban a
duelo, iban al lugar señalado para ello, que era una plazoleta
alta, que en cada extremo tenía una piedra llana, grande tan
sólo cuanto podía mantenerse encima de ella un hombre de pie.
Primeramente cada uno de ellos se ponía encima de su piedra,
con tres piedras en la mano, para tirárselas, y con tres más de
las que servían para herirse, y con el bastón llamado magodo
o amodeghe. Primeramente se tiraban las piedras, que hurta-ban
con destreza, meneando el cuerpo, sin mover los pies.
Después bajaban en tierra y se enfrentaban con los magodos,
esgrimiendo y buscando cada uno su ventaja, como se acos-tumbra
entre nosotros; y con el furor, llegando a brazo par-
+ab.:n luv, se hzrhii c m :as tres piedras delgsdss [tcrbsms], qxe
llevaban entre los dedos de la mano izquierda. Y cuando uno
reconocía que había sido vencido por el otro, gritaba en voz
alta: "gamá, gama, que en nuestra lengua significa "basta,
basta". . . (cap. XXXV).
En el intento, por lo demás ioabie, cie actuaiizar este áe-porte
vernáculo se están cometiendo más errores de lo que el
respeto a la tradición puede permitir. Esta esgrima primitiva
no contaba con reglamentos, que ahora se están escribiendo y
divulgando, como la que se ha podido leer recientemente: «Bu-not
es una palabra guanche que significa "juego del palo': des-cubierto
en Tenerife en 1970 (sic) en un legado de los guan-ches
C...]. Se ha practicado en Gran Canaria, y en esta isla al
"juego del palo" se llama "garrote"))a .
El banot es el arma arrojadiza de la que repetidamente se
ha hablado aquí. Dadas las características formales del banot,
es el instrumento menos indicado para jugar al palo. Que se
sepa, ningún legado guanche se ha descubierto en Tenerife que
haga referencia a ese antiguo deporte, y aunque en Tenerife es
donde mejor se ha conservado, los textos más fidedignos -To-rriani,
Abreu Galindo-, se refieren a Gran Canaria, donde, en
efecto, se llamó garrote al palo, no al juego: ((garrotes cortos
se A. C.D.: «Tres deportes autóctonos: lucha, palo y vela latina)), en
ABC, Madrid, domingo 3 de noviembre de 1985, p. 76.
Núm. 32 (1986) 765
34 LUIS DIEGO CUSCOY
y robustos)), según Anirara; «lata» en Fuerteventura, y magodo
(magado), amodeghe (arnodegue) en Gran Canaria, según To-rriani.
Manuel Alvar, en su investigacidn lingüística y etnográfica,
al referirse al ((palo que lleva el pastorn, recoge las siguientes
formas: en Gran Canaria, garrote; en merteventura, garrote,
lata; en Lamarote, lata, garrote, lama, y dardo y pincho al re-gat��n;
en La Palma, lanza y garrote; en La Gomera, astia, lanza;
en El Hierro, asta, palo, y en Tenerife, bastón, lanza, y asth en
la región del NO de la isla, especialmente en Tagananas7.
La lista parece estar incompleta, pero vale destacar la super-vivencia
de la forma astia -que es gomera- en Taganana (Te-
--&O-\ A m-. -- -Al.-. Il-,,,,, ,,?,-,- 2- i+.nrtn..nri+r.rn
IICIUGJ. n a g a i i a r i a r l u auru ircgal u i ~~ u ~ u r r uuac r uc r i c v c r i b u r a
y La n z a r~t es~in~o, también gomeros, éstos con toda seguridad
dedicados al pastoreo: «Se pidieron prestaciones para la rna-tanza
de cuervos, asignando a los portugueses el número de 50
aves por persona, 30 a los guanches, gorneros y canarios y
demás.. .D ".
Hace años, y con anterioridad a este artificioso afán de ela-borar
reglamentos para un juego del cual se comienza por igno-rar
hasta el nombre del instrumento empleado, en Tenerife
había dos focos muy conservadores, uno en La Esperanza y
otro en María Jiménez o Bufadero; se empleaban dos palos,
uno más largo que otro, como si el más largo correspondiera al
atacante y el corto al que ha de defenderse de los ataques (1á-mina
1, 2, y lám. VIII).
Se ha visto en el curso de este trabajo que la madera em-pleada
por los pastores aborigenes para ia confección de sus
MANVEL ALVAR: Atlas lingüístico y etnogrdfico de las islas Cana-rias,
t. 1, lám. 347, mapa 331, C) Ganadería, Ediciones del Excmo. Cabildo
Insular de Gran Canaria, Las Pahas de Gran Canaria, 1975.
f i r d r ~ 18 citu& !&miqa reprerentg 2 i ~ qpi ftgr =grt.~nd^
una lanza, en realidad se trata de un bordón, ya que no supera la estatura
del portador.
ELÍAS SERRA RAFOLS: ~Taganana)), Revista de Historia, X, 1944,
PP. 317-325.
ALBERTGOA LVÁNT UDEWTLa: ganana. Un estudio antropoldgico so-cial,
Aula de Cultura del Cabildo Insular de Tenerife, 1980, p. 40.
766 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
EL f{BANOT» CORTO ARMA DE GUERRA 35
lanzas y bastones procedían de especies vegetales propias de
los bosques de laurisilva de Gran Canaria, Tenerife, La Gomera,
La Palma y E1 Hierro. Las varas preparadas para «el juego del
palo» se labran hoy con ramas de almendro y membrillo, es-pecies
frutales que no existían en tiempos prehispánicos (ver
en nota 51 información mas detallada).
7. PA~OPATOL&OEGA:~T RAA UMATISMOS Y FRACTURAS
Las investigaciones realizadas sobre la patología del cráneo
y del esqueleto extracraneano han aportado escasa información
con respecto a ios efectos producidos por agresiones con armas
de madera e incluso de piedra. Los más recientes trabajos apun-tan
mas a la patología que a las lesiones, traumatismos y frac-turas.
Un rápido repaso de los trabajos llevados a cabo lo pon-drá
de manifiesto.
En el curso de las primeras investigaciones arqueológicas,
iniciadas de un modo sistemático en la década de los cuarenta,
entre otros restos humanos muy maltratados en lo que fue una
importante cueva funeraria enclavada en el Barranco de Milán,
Tejina, del término municipal de La Laguna, se descubrió una
pieza anatómica que, según informe y diagnóstico del doctor
José Jerez Veguero, presentaba las siguientes características:
conjunto óseo constituido por las cinco vértebras finales del
raquis, el sacro y los dos coxales, todo ordenado anatórnica-mente,
e íntimamente soldado. Tenaz soldadura del sacro a los
coxales, que formaban una sola pieza. Diagnóstico: enferme-dad
de Bechterew, o mejor, su variedad de Pierre-Marie Strüm-pel:
reumatismo poliarticular agudo (Diego Cuscoy, 1947, pá-ginas
155-156).
Con anterioridad, el antropólogo Francisco de las Barras de
Aragón, en un estudio antropométrico sobre cráneos de Cana-rias
existentes en el Museo Antropológico Nacional, anotaba
algunos datos: dos cráneos de Guayadeque (nums. 27-1455)
presentan depresión frontal producida ai parecer por raspa-duras
o escarificaciones hechas en vida; otro (170) con depre-
36 LUIS DIEGO CUSCOY
sión en ambos parietales por la misma causa. Supuestos in-tentos
de trepanación advierte en tres cráneos de Guayadeque,
en uno de Tirajana -todos de Gran Canaria- y en dos de
Tegueste (Tenerife) 40.
Las investigaciones de Miguel Fusté se orientaron preferen-temente
al campo antropológico, aunque en algún caso encuen-tra
en restos humanos de Gran Canaria individuos afectados
de raquitismo u osteomalacia 41.
Tampoco Ilse Schwidetzky registra aspectos patológicos del
copioso material estudiado, si bien aportó datos serológicos re-feridos
a la población prehispánica y un breve ensayo sobre la a edad media de vida entre los guanches O. N
Recientes trabajos de M. García Sánchez aportan datos pa-
O tológicos muy concretos: trepanación por la técnica del ras- --= m pado, artritis reumatoide y deformante, sinusitis maxilar, es- o E
pina bifida, fractura de bóveda con hundimiento, fracturas
costales, matacarpo-falángicas y tibial, etc. a. =E
3
YJ FRANCISCO DE LAS BARRADSE ARAGÓN: uEstudios de los crhneos anti- --
guos de Canarias existentes en el Museo Antropológico Nacional)), en 0m
E
Bol. de la Soc. Esp. de Antropologáa, Etizografia y Prehistoria, Me
mona LXIX, pp. 3-152, Madrid, 1929.
41 MIGUEL FusTÉ: ((Lesiones maxilo-dentarias en cráneos prehispánicos
de Gran Canaria)), Z. Morph. Anthrop., Stuttgart, 1961, pp. 322-332. a-E - (Contribution a llAnthropologie de la Grande Canarieu, L'Anthropo- l
logie, t. 63, núms. 34, pp. 295318, Paris. - 0 - «Estudios antropológicos de los esqueletos inhumados en túmulos
de la región de Gáldar (Gran Canaria))), en El Museo Canario, Las Pal- O3
mas de Gran Canaria, 1961-1962.
ILSES CHWIDETZK«¿YA: qu6 edad morían los guanches?~,e n Tra-bajos
en torno a la Cueva de Roque Blanco, Publ. del Museo Arqueolo-gico
de Tenerife, 2, 1960, pp. 7580.
- La poblacidn prehispánica de las islas Canarias, Publ. del Museo Ar-queológico
de Tenerife, 4, Santa Cruz de Tenerife, 1963, S07 pp.
* M. GARCÍSAA NCHEZ((: Trepanación de un cráneo guanche consecuti-va
a una fractura con hundimiento», en ANUARIDOE ESTUDIOAST LANTIcos,
núm. 23, Madrid-Las Palmas, 1977, pp. 23-31.
- «Restos humanos del túmulo funerario en El Lomo de los Casero-nes
{Aldea de San Nicolás, Gran Canaria))), en El Museo Canario, Las Pal-mas
de Gran Canaria, 1977-1979, pp. 7-46.
- «Paleopatologia de la población aborigen de la cueva sepulcral de
768 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL NBANOTR COMO ARMA DE GUERRA 37
Ha sido el doctor Juan Bosch Millares quien, a sus investi-gaciones
de las poblaciones aborígenes canarias en el campo de
la etnohistoria, ha puesto a contribución su condición de mé-dico
para adentrarse en el campo de la paleopatología ósea y
relacionar traurnatismos, fracturas, etc., con los supuestos ins-trumentos
causantes de las lesiones 44.
Muy acertadamente estima que son cuatro los instrumentos
de madera manejados por los aborígenes: jabalina, maza, lanza
y espada, e identifica lanza con magado.
Intenta analizar las lesiones que dichas armas pueden pro-ducir,
y escribe: «Desde el punto de vista topográfico y clínico
&&un, 2 12 ~ & &~g~fi~ ~eyidyg d1 18 hsl-. 1 s pri-meras
al frontal y parietal, siguiendo en orden de frecuencia
decreciente el temporal)) (Bosch Millares, El Museo Canario,
V, núm. 9, p. 15).
Según dicho autor, las fracturas pueden producirse por ins-trumentos
cortantes, contundentes y punzantes: en el primer
caso, por piedras; en el segundo, por mazas, garrotes, piedras
redondeadas, etc., y en el tercero, por la acción de instrumentos
puntiagudos, incluso tabonas (lascas de obsidiana) (op. cit., pá-gina
27). En las fracturas penetrantes, la lesión ((se presenta
Pino Leris (La Orotava, Tenerifeh, en ANUARIO DE ESTUDIOAST LANTICOS,
n h . 25, Madrid-Las Palmas, 1979, pp. 567-584. - ({Paleopatología de enterrarnientos tumulares en San Nicolás de To-lentino,
Gran Canaria)), en ANUARIO DE ESTUDIOAST LÁNTICOS, 26, Madrid-
Las Palmas, 1980, pp. 111-132,
44 JUAN BOSCHM ILLARE<S&:a s armas y fracturas de cráneo de los
guanches~, en El Museo Canario, V, núm. 9, pp. 6.28.
- «La medicina canaria en la época prehispdnican, ANUARIO DE Es-
TUDIOS ATLÁNTICOS, núm. 7 (1961) y núm. 8 (1962), Madrid-- Palmas,
PP. 539-620. - Historia de la Medicim en Gran Canaria. t. 1 (359 pp.) y t. 11
(354 pp.), Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas
de Gran Canaria, 1967.
- aPaleopatología craneana de los primitivos pobladores de Canarias)),
en ANUARIOD E ESTUDIOAST LANTICOnSú, m. 15, Simposio del Hombre de
Cro-Magnon, Islas Canarias, Madrid-Las Palmas, 1969, pp. 69-77. - P&~,m&&g;k &ec & r ~ ~ ~&~h&r~e s t& Cfgmr~ i_, a~ .~
ción del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Ca-naria,
1975. pp. 159.
38 LUIS DIEGO CUSCOY
en forma de agujero, con un pequeño defecto de sustancia, que
ordinariamente se acompaña de un astillamiento más o menos
extenso en la parte contigua. La pérdida de sustancia puede ser
redonda, triangular o cuneiforme)>E. n este trabajo reproduce
un banot y una añepu (fig. 3), y en el Úitimo que se cita (1975,
p. 38, fig. 3) reproduce el conjunto de armas y bastones que
ilustra un trabajo nuestro sobre el tema (Diego Cuscoy, 1961,
lámina 1).
Cuando estas armas actúan sobre el cráneo, según Bosch
Millares, pueden producir fracturas completas e incompletas,
depende de que se interesen la lámina solamente o las dos. Un
instrumento agudo o cuerpo vulnerante dejaría una lesión se-gún
la sección de dicho instrumento y la fuerza de choque del
mismo contra el cráneo.
El hecho de haber prestado atención preferente y casi ex-clusiva
a la patología craneana -camino seguido, por lo gene-ral,
por antropólogos y paleopatólogos- ha dejado sin inves-tigar
de forma metódica y extensa lo acontecido en el esque-leto
extracraneano, a pesar de contar con un material extra-ordinariamente
rico. Por vía de ejemplo basta decir que el
Museo Arqueológico del Cabildo Insular de Tenerife cuenta en
sus fondos con unas seis mil piezas del esqueleto extracraneano.
En la actualidad trabajan con estos materiales biólogos, pa-leontdlogos,
patólogos y traumatólogos. Hay tesis doctorales
recientes que van desde la patología maxilo-dentaria a la cra-neana,
pdlvica, columna vertebral, extremidades inferiores, etc.
Pero en casos evidentes de lesiones traumáticas, lo primero
que se advierte es la falta de relación entre lesión e instnunen-to
causante de la misma o accidente que pudo producirla.
8. LA CUEVA SEPULCRAL DE MAJAGORA
A comienzos del verano de 1974, en el curso de unos des-montes
efectuados para la ampliación de una finca, se derrum-bó
el borde de una vieja corriente de lava y dejd al descubierto
la entrada de una cueva en el paraje denominado Majagora,
770 ANUARIO DE ESTUDlOS ATLANTICOS
EL ((BANOT)) COMO ARMA DE GUERRA 39
dentro del término municipal de Guía de Isora, de cuya pobla-ción
dista unos tres kilómetros. El yacimiento está situado
a unos 500 m. de la carretera, en dirección de la costa, y a unos
600 m. sobre el nivel del mar.
Majagora esta dentro de una extensa zona arqueológica que
queda definida como un ecosistema caracterizado por la pre-sencia
del malpais (campos o corrientes de lava), por consi-guiente
árido y pedregoso. Persisten raros testigos arbóreos,
como el pino y la sabina.
Dentro de ese ecosistema estárn los municipios de Guía de
Isora y Santiago del Teide, muy ricos en yacimientos arqueo-lógicos,
entre los que vale citar Barranco de Tejina, Hoyo Anil,
Chirche, El Campanario, etc., para Guía ,de Isora, y El Retamar,
Arguayo, Andén del Ramo, Llano Negro, etc., para Santiago
del Teide. El conjunto de yacimientos presenta una gran varie-dad:
cuevas de habitación y funerarias, abrigos, paraderos pas-toriles,
escondrijos de ajuar, etc., a la que se asocia una pobla-ción
dedicada a la actividad pastoril, muy dinámica, de trashu-mancia
estacional, en una extensa área del oeste de la isla
que iba desde la costa hasta las montañas, a más de 2.000 m.
sobre el nivel del mar, ya en la región del Teide. Las largas
rutas de trashumancia y los extensos espacios recorridos ex-plican
tanto el número como la variedad y dispersión de los
yacimientos (Diego Cuscoy, 1968, p. 168: Apéndice, 241-242).
Las características de la cueva sepulcral de Majagora son:
techo bajo (1,60 m.), planta irregular (3,50 m. de ancho por
4,45 m. de fondo). La boca de la cueva, de 1,90 m. de largo
por 1,50 m. de alto, se encontró obturada por una pared de pie-dra
seca, la cual se desmoronó como consecuencia de la obra
que en borde de lava Se estaba re&ba-,&j.
Al quedar descubierta parte de la entrada aparecieron res-tos
humanos que, al acceder al yacimiento, se vio que cubrían
de un modo desordenado la superficie de la cueva. El hecho es
muy frecuente y está ocasionado por la entrada de conejos y la
caza de éstos con hurón, lo que a la postre determina el total
desorden anatómico de los esqueletos.
40 LUIS DIEGO CUSCOY
En la cueva de Majagora se habían practicado once entena-mientos.
Los once cráneos, junto con el resto del material post-craneano,
se encuentra en la sección de Antropología del Museo
Arqueoldgico de Tenerife. Examinado con posterioridad este
material, se separó, para un posterior estudio, la vértebra dor-sal
núm. 3493.
Desde el punto de vista arqueológico, la cueva de Majagora
no contenía ningún elemento propio del ajuar funerario abori-gen,
como son los punzones de hueso, la cerámica, las cuentas
de collar, etc. Pero en cambio el acondicionamiento de la cueva
respondía a lo que fue práctica común entre los antiguos pobla- a N dores de Tenerife: piso cubierto con una somera capa de con- E
glomerado volc~nico y, sobre la misma, yacija vegetal, en este caso de sabina (Juniperus phoenicea L.), que sirve de cama al On-- m
O cadhver . EE
2 La sabina prospera dentro de la zona inferior, cálida y seca, -E
aunque por el sur y suroeste de la isla puede llegar hasta los
1,000 m. Ceballos y O r t ~ Í í oin~cl~uy en el sabinar dentro de los 3
-
campos de xerofilia acentuada. -
0
m
E
Con ramas de sabina se habia cubierto el piso de la cueva O
de Majagora. La degradación del sabinar en la zona es evidente,
pero todavía suelen descubrirse ejemplares dispersos por las n
-E
laderas cercanas al yacimiento. Por tratarse de una madera a
2 incorruptible, resiste bien el paso del tiempo, lo mismo al aire n
n libre que en el interior de las cuevas. En las zonas rurales se
ha utilizado como combustible. Al arder exhala un agrada- 3
O
ble olor.
La cueva de Majagora, desde el punto de vista arqueológico,
viene a ser un yacimiento pobre, como lo demuestra el no con-tener
ajuar funerario alguno. Pero a este dato hay que añadir
la falta de signos de rnomificaci6n en los restos humanos. Si se
45 L. CEBALLOyS F. ORTUÑO: Vegetaci6n y flora forestal de las Canarias
Occidentales, Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias, Ma-
&id, 1931, 465 pp. s&tt-&r, ppp2. 748j.
2.' ed.: Estudio sobre la vegetacidn y flora forestal de Eas Canarias
Occidentales, edita el ~xcmo. Cabildo Insular de Tenerife, Santa Cruz de
Tenerife, 1976. Impreso por H. Foumier, Vitoria, 433 pp.
772 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL NBANOTV COMO ARMA DE GUERRA 41
considera la cuestión desde un plano socioantropológico, todo
concuerda con las condiciones de vida de un grupo de pastores
de escasos recursos económicos que se movía dentro de un eco-sistema
caracterizado por secos campos de lava y en los que
la fuerte insolacidn, la escasez de lluvias y la pobreza de pastos
obligaban a una intensa trashumancia, a lo que en otro lugar
hemos denominado ((peinado de los campos de pastoreo)), una
forma de aprovechar los pastos en sentido horizontal primero
-zonas bajas en invierno- y vertical hasta alcanzar en verano
la vertiente occidental del Teide-Pico Viejo (3.000 m. s. m.).
La inmediata consecuencia de esta marcada antropodinamia
es la gran dispersión de los yacimientos arqueológicos. Maja-gora
viene a ser un yacimiento testigo de la permanencia de
los grupos de pastores en las estaciones otoño-invierno. Si,
además, admitimos que la zona pertenecía al menceyato de
Adeje, los campos de pastoreo se extenderían hacia el norte
y el sur, es decir, hacia el valle de Santiago y hacia el men-ceyato
de Abona, con el que limitaba el de Adeje.
9. ADEJE, ((REINO DE PACES))
Entre los nueve menceyatos o reinos en que estaba dividida
la isla de Tenerife a la hora de su conquista por Alonso Fer-nández
de Lugo, Anaga, Adeje, Abona, Güímar, Tacoronte, Tao-roro,
Tegueste, Icode y Daute, los cuatro primeros se declara-ron
«bandos o reinos de paces)). Ello quiere decir que no se
opusieron al Adelantado, sino todo lo contrario le ofrecieron,
según Rumeu de Armas, ((presencia y homenaje, ayuda militar,
protección, derecho de tránsito por sus territorios y entrega ,de
vituallas» 48. Los otros cinco menceyatos fueron considerados
«bandos de guerra)), y en ellos tuvieron lugar los enfrentamien-tos
b6licos y la rendición final.
ANTONIOR U MD~E A RMAS: a) La conquista de Tenerife (1494-1496),
Aula de Cultura del Cabildo insular de Tenerife, 1975, pp. 159 y 230;
b) La poMtica indigenista de Isabel la Catdlica, Inst. «Isabel la CatóIican
de Historia Eclesiástica, Valladolid, 1969, p. 89.
42 LUIS DIEGO CUSCOY
Los viejos reinos indígenas, con toda su estructura cultural
y socioeconómica, desaparecieron con la conquista. El último
rnencey de Adeje, bautizado con el nombre de Diego, en recorn-pensa
por su pasividad y apoyo a la empresa conquistadora
de Alonso Fernández de Lugo, recibió en repartimiento el hon-do
y fértil valle de Masca, «con todas sus tierras y aguas para
vuestros ganados y para que fagáis vuestras heredadesn. NIás
al norte recibid tierras en el valle de Santiago, en las estriba-ciones
de la Cumbre de Erjos, sobre dicho valle, y hacia el
sur, (ten el reino de Adexe, donde se parten los términos con
Abona, y agua de Chasna [Vilaflor] para su riego» 47.
Pero dada la condición del Adelantado, la realidad de este
en apariencia generoso repartimiento fue bien distinta. Ni si-quiera
los menceyes de los bandos de paces escaparon a las
vejaciones, oprobios y tropelías a que los sometió el conquis-tador.
Ya en los primeros años del siglo xvr don Diego de Adeje
se quejaba ante los Reyes Católicos de que el Adelantado le te-nía
ocupada ((toda su facienda por fuerqa, non aviendo cabsa
nin razón para ello». AdemAs, don Diego pedia libertad para sí,
para los suyos y para el cuidado de sus bienes: que se les per-mitiera
{{salir a 61 e a sus parientes con sus ganados e faciendas
adonde quesyesen, pues que eran sus vasallos; por manera qué1
fuese libre e esento de las prysiones que así le tenían)) 46 b.
Estas breves citas históricas referidas a la agonía, muerte
y posterior triste destino de los viejos menceyatos de la isla
sdlo quieren destacar que, dentro de los límites de los ({bandos
de paces)}, y en este caso concreto del de Adeje, no se produjo
ningún episodio bélico. El dato puede ser significativo a la hora
de investigar en el material antropológico conservado en aque-lla
zona, donde acaso no se encuentren huellas producidas por
nrmslc r--i h~ ip rrn r--i -f~-i.,io ~-. w n.S in .~,--m-...h--oa .-r.,w n-c -i _cp &,E~QEP iml
pieza anatómica que conserva la prueba del gran traumatismo
producido por un arma de madera, pieza sobre la que emitirán
47 Leo~omoD E LA ROSAO LIVERAE: l siglo de ¿a conquista, Aula de Cul-tura
de la Excma. Mancomunidad Interinsular de Tenerife, Santa Cruz
de Tenerife, 1978, p. 13.
774 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ((BANOT)) COMO ARMA DE GUERRA 43
su informe los especialistas. De momento importa puntualizar
lo siguiente:
1." Que la agresión se produjo con un arma de madera per-fectamente
identificada: el banot.
2.O Que atacante y atacado eran sin duda {{naturales guan-ches));
el atacante, por el arma utilizada, y el agredido, por re-cibir
sepultura en un enterramiento colectivo de indudables
características aborígenes.
3.0 Que el banot era un arma de accidn penetrante: podía
usarse lanzándola a modo de jabalina o sin soltar, como una
espada. Este parece ser el caso revelado por la pieza anatómica
procedente de la cueva de Majagora.
10. ESTUDIODE LA VÉRTEBRA DORSAL MA/3493
Y DEL KBANOT)) EMPLEADO
Es dv rigm eutwhlecer iinu relación, de czcsu z efectn en
la que pueda quedar esclarecida la acción del arma y la lesión
producida.
Los aspectos a considerar podían ser los siguientes:
A) Uso y características del ctbanot)) utilizado.
B) Madera empleada en la confección del «banot».
C) ~a lesión y consideraciones médico-legales.
Si recordamos el texto de Espinosa y examinamos el frag-mento
del {{banotn utilizado en Majagora, hallaremos seguras
correlaciones:
ai Se trataba cie varas tostadas y aguzauas, con ciertas
muesquecitas en la extremidad dista1 y con dos abultamientos
o protuberancias -a veces un simple engrosamiento- en su
tercio superior con el fin de tomar o asir el instrumento (16-
mina 111, 1 y 2, y fig. 2).
Num. 32 (1986) 775
44 LUIS DIEGO CUSCOY
b) Tal detalle técnico facilitaba el uso del arma a mnte-niente,
según correcta expresión del cronista.
C) Clavado el (tbanot)), se le imprimiría un movimiento de
arriba abajo o lateral para que la parte clavada quedara incnis-tada
en la herida.
En la pieza de Majagora no se aprecian restos de haber sido
quemada en su extremidad distal, pero sí puede asegurarse su
dureza por la lesión producida. Astilió al no poder profundizar
más, por ser el creciente grosor de la punta mayor que el ori-ficio
practicado en la vdrtebra (lám. IX, 1).
La parte por donde la extremidad distal quebró en sentido
transversal conserva en todo su contorno un rebaje curvo que
gxdierz correspnnder 2 !a I ~WC I prwt ic~lde~n e1 arma.
La extremidad distal de un ctbanot?? suele tener una media
de 25 cm. (fig. 2); la parte que se incrustó en la vértebra mide
aproximadamente 8 cm., lo que supone el 40 por 100 de la par-te
activa del arma.
B) Madera empleadu en la confección del abanot))
El fragmento incrustado en la vertebra parece proceder del
vi7zátigolviñátic0, {{elemento fundamental de la antigua lauri-silva
canaria ... Puede alcanzar alturas de 15 a 20 metros, y su
madera, muy dura, de color rojo pardo, fue muy apreciada))
(Ceballos y Ortuño, op. cit., pp. 94 y 345).
Max Steffen señala que en otros tiempos fue objeto de ex-portación
con el nombre de caoba de Canarias, y que la voz
vinátigo, nombre vulgar de la Persea indica L., es un portugue-sismo
4a. También lo admite Pérez Vida1 49: la forma portuguesa
48 ;>TEFFEN: «iexicoiogía canaria», en Eev. de Historia, =&E. 70,
XI, 1945, La Laguna de Tenerife, nota 22, p. 144.
49 SEBASTIKDNE LUGOC: oleccidn de voces y frases provinciales de Ca-narias,
edición, prólogo y notas de Jos6 P&ez Vidal, Facultad de Filoso-fía
y Letras de la Universidad de La Laguna, 1946. En la p. 23 el editor se
refiere al portuguesismo viñátigo .
776 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Lum. I.-1, escena aborigen del ((juego del palo)) (según grabado de To-rriani);
2, exhibición del ((juego del palo» en Tenerife (hacia los años 53).
Lám. VI.-1, ((Astia)) o lanza para el descenso (región de Anage, Tene-rife;
2, vara ae ovejero (La Esperanza); 3, vara de pastoreo exhibida en
una romería típica (Tegueste, Tenerife).
EL NBANOT» COMO ARMA DB GUERRA 45
es vinhático. En el diccionario de E. Pinheiro se cita como árbol
de las Azores, nombre que también se da a la maderam.
Para Ceballos y Ortuño se trata de un Brbol ({francamente
exigente en cuanto a humedad: se localiza siempre en umbrías
o fondos de barrancos)) (op. y Loc. cit.). Ahora bien, el ecosiste-ma
que comprendía el menceyato de Adeje, es decir, gran parte
del oeste de Tenerife, incluidos los modernos municipios de
Guía de Isora y Santiago del Teide carecen de esa formacidn
de lauritceas donde prospera el uiriátigo.
Sin embargo, en la parte oriental de tan dilatada zona se ex-tiende
el pinar {entre los 1.000 y los 2.000 m. s. m.), y por el
norte (entre ios 400 y ios í.üÜ0 m.), ias formaciones áe faya
(Myrica faya Ait.), brezo (Erica arborea L.) y el complejo de las
laurkeas. También por la parte septentrional del territorio se
encuentra, aunque muy disperso, el sabinar y en cotas más ba-jas
los arbustos leñosos propios de las xerofitas de la zona in-ferior
50 EDUARDPOI NHEIROD:i cciOndfio da Linguu Portuguesa, Porto, s. a.
Bajo la voz vinhatico se dice que es un árbol de las Azores; madera de
ese árbol. Pero se trata de la misma especie presente en la laurisilva ca-naria
y en general en la flora macaronésica.
51 Véase en la citada obra de Ceballos y OrtuEío la distribución de los
tipos de vegetación en la isla de Tenerife, mapa escala 1:200.000, a todo
color. Las formaciones de fayal brezal se encuentran, bien conservadas,
en las cuatro islas occidentales, El Hierro, La Gomera, La Palma y Tene-rife.
En Gran Canaria quedan importantes vestigios que están siendo
regenerados con el fin de recuperar tan hermosa reliquia forestal. No
existe en Lamarote y Fuerteventura, islas en las que tampoco se dan
las leguminosas de alta montaña íescob6n, Cytisus proliferus, L. fil.; re-tama,
Spartocytisus supranubium, L. fil., y codeso, Adenocarpus &sco-
Sus, W.-B.), pero disponen de1 acebuche (Olea europaea, L.) y de la leña
buena, leña santa, leña blanca, orejama en Gran Canaria, orijama en La
Gomera (Neochamaebea puZverulenta, Vent., sinonimia Cneorum ptdveru-lentum).
Viera y Clavijo, en el artículo dedicado al acebuche (Oleaster), entre
otras cosas, dice: «También se hacen unos bastones manuables, o bien
lisos o bien nudosos; de que hacen uso los petimet.res» !Diccionnrin de
Historia Natural de las Iskrs Canarias, t. 1, pp. 8-9, Las Palmas de Gran
Canaria, 1866).
El mismo autor al ocuparse de la leña buena Ulex angustifolio Lamark,
46 LUIS DIEGO CUSCOY
De ahí puede deducirse que el usuario del ttbanot)) de Ma-jagora
tuvo a su alcance la materia prima en los bosques de
laurisilva situados en la raya norte de su m e n c e y a t o , si bien
dichas masas boscosas quedaban dentro del reino de Daute,
con el que limitaba el de Adeje por aquel lado.
C) La lesión y consideradones médico-legales
La pieza anatómica -ficha MA/3493- corresponde a una
vértebra dorsal media que presenta una perforación de contor-nc
t r img~h ry lsdm opr~ximadmentei, muu!rs en !&mh~ve r=
según su nomenclatura) dice que dicho arbusto ase cría en los terrenos
yermos de Canarias, en las inmediaciones de las costas marítimas, for-mando
breñas bajas, y no deja de sentarle el nombre por lo incorruptible,
seco y combustible de su leña. Los pastores hacen de sus ramas agujas
d6ciles y fuertes para trabajar sus medias de lana. y las tejedoras, lan-zaderas
para los telares)) top. cit., t. 11, pp. 68-69, Las Palmas de Gran
Canaria, 1869). ,
En otro lugar (El conjunto ceremonial ..., pp. 98-99) recogemos datos
sobre la leña buena en el sur de Tenerife, donde, además de emplearla
como combustible, se confeccionaban varas y bordones. En otros tiem-pos,
según los pastores, crecían ejemplares de gran talia.
Las tierras áridas del sur de las islas parecen ser las más propicias
para este vegetal, y así lo destaca Kunkel para Gran Canaria (KUNKEL,
GÜNTER y MARY Ama: Flora de Gran Canaria, ed. del Cabildo Insular,
Las Palmas de Gran Canaria, t. 1, 1974; tt. 11 y 111, 1978; t. IV, 1979.
En el t. IV, apartado «Los subarbustos», la Iam. 163 está dedicada a la
leña blanca. Los autores añaden que «la especie ha tenido su impor-tancia
en la momificación de los guanchem. En efecto, en el hcíbitat propio
de dicho arbusto se recogen en las necrópolis aborígenes grandes canti-dades
de semillas del mismo. La explicación esta en que ramas de la
~eocI"L~mue&ii se e-karon par-a la &i ca&O-er, co~jerv&-~~oias e
semillas debido a su extremada dureza.
Probablemente con leña buena se confeccionaron las varas para el
juego del palo. El hecho de practicarse este deporte vernAculo en Fuerte-ventura
hace pensar que las varas las obtenían del citado arbusto.
Tea y madera de pino, barbusano, acebiño, vifiátigo, )aya, palo blanco,
brezo y retama del Teide sirvieron para confeccionar desde las grandes
lanzas o astias hasta las varas y bastones, comprendidas, naturalmente,
las armas. El fragmento de «banot» úIcrustado en la vértebra de Maja-gora
es un buen testimonio.
778 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL RBANOTN COMO AR-A DE GUERRA 47
tebral izquierda, a unos 9 rnm. de la apófisis posterior y prác-ticamente
medio1 en sentido vertical. Dicha perforación está
producida por un objeto puntiagudo de madera de unos 8 cm.
de longitud, de los cuales 3 cm. se hallan en el conducto me-dular
y 5 cm. por fuera de la lámina vertebral. En su despla-zamiento
hacia el interior del agujero vertebral arrastró peque-ños
fragmentos de sustancia ósea (Iám. IX, 1 y 2).
La vértebra corresponde a un adulto, y como detalle a des-tacar
que su apdfisis espinosa es de mayor tamaño que el
normal.
Colocada la vértebra en su posición anatómica, y conside-rando
una cifosis dorsal media, la dirección de la perforación
es prgcticamente perpendicular al eje longitudinal del cuerpo;
al mismo tiempo presenta una ligera oblicuidad de fuera a den-tro,
de izquierda a derecha y de atrás a delante en el plano ho-rizontal.
Del análisis que antecede se deduce que la herida ha sido
producida por un agente lesivo perforante, de madera, cuyo
extremo dista1 quedó impactado en la vértebra. Dicho agente
perforante penetró en el cuerpo de la víctima por la parte dor-sal
izquierda, a la altura media del tórax y próxima a la línea
media. El trayecto era casi perpendicular al cuerpo y ligera-mente
oblicuo hacia adentro.
Dicha lesión produjo afectación medular, con síndrome de
sección medular indudable, lo que ocasionó una inmediata
paraplejia. La muerte se produjo en un corto periodo de tiem-po,
de unos días a lo máximo. El estudio radiológico de la
vértebra así parece indicarlo, ya que en la misma no se ob-serva
reacción inflamatorio-cicatrizal (radiografías en lámi-na
X, 1 y 2).
En lo que se refiere a las posiciones de la víctima y del
agresor, si tenemos en cuenta la trayectoria descrita, caben las
siguientes posibilidades:
LUIS DIEGO CUSCOY
1. Posición de la víctima
a) Se descarta obviamente la posición de decúbito supino
y de decúbito lateral izquierdo.
b) Es sumamente improbable la producción en decúbito
lateral derecho y en decúbito prono por la dirección casi per-pendicular
del eje del cuerpo y la importancia de la lesión. En
efecto, la gran fuerza que revela el impacto y perforación a ni-vel
vertebral indica una fuerza de penetración importante. Esto
s61o se podía conseguir empuñando el objeto lesivo, es decir,
sujet6ndolo firmemente con la mano al tiempo de efectuar un
movimiento parabólico con el brazo, y no por un golpe seco y
directo.
c) La posicidn más verosímil de la víctima parece ser la
erecta, por la fuerza de la penetracidn y, sobre todo, por la
dirección de la misma.
2. Posición del agresor
Estaría también en posición erecta, extremo que parece
quedar demostrado por la gran fuerza con que utilizo el objeto
lesivo.
3. Situaciones respectivas de víctima y agresor
a) Situacidn de la víctima de espaldas al agresor, ya sea
nanr uAm;opnunorribArruinir uAcA rki.iu;rrluna rur Gnrrrr rw,.ni anbtnaryru-rrnj pmur isr veruirryr rrrrnjoasnl , .yr ~yu. rrj n-1 GL
atacante utilizara e1 arma con la mano izquierda.
b) Posición de la víctima dorso-lateral respecto del agresor
y utilización por éste del agente lesivo con la mano derecha.
Ello sería posible en el caso de un enfrentamiento o lucha entre
ambos o en un encuentro con varios agresores dispuestos en
semicírculo respecto a la víctima.
780 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
EL ((BANOT)) COMO ARMA DE GUERRA 49
A la vista de las consideraciones expuestas, lo más probable
es que se tratara de un encuentro entre dos individuos, que
uno de los contendientes, la víctima, tratara de huir y que el
agresor aprovechara el momento para atacar y herir *.
* Agradecemos a los doctores Leocadio Mpez, padre e hijo, las ra-diografías
de la vértebra y el dictamen patológico de la lesibn. El estudio
desde el punto de vista médico-legal es debido al doctor J. 'L. Gonzáiez
Iglesias. Con estas valiosas colaboraciones se enriquece el conocimiento
de la paleopatología del aborigen de Tenerife.
Ldm. X.-Dcs iiii5g~nes radingr:ificns cie la vertcbra de 1;i Cuera
jagcra. (Placas del doctor Leocadio López.)
e Ma-