FUENTES Y PRINCIPALES PROBLEMAS
METODOLOGICOS DE LA DEMOGRAFfA
HISTORICA DE CANARIAS
P O R
ANTONIO M. MACfAS HERNANDEZ
a.. . El numero de niños que mueren en esta ciu-dad
(Las Palmas de Gran Canaria) es a lo menos
doble de los que expresa este total, porque no se
toma razón en los libros parroquiales de ella de
los muchos de gente pobre principalmente, que
se depositan en los conventos y se entierran de
caridad)) (ESCOLAYR SERRANOF,. M.: Estadistica
de las Islas Canarias, Ed. Caja Insular de Aho-rros
de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Cana-ria,
1985, p. 314. El texto tiene fecha de 1802).
El interés por el conocimiento de la variable poblacional
surgió en Canarias en una temprana fecha. Recuérdese al res-pecto
la formulación populacionista desarrollada por J. de Vie-ra
y Clavijo y el informe sobre la emigración de A. de Nava Gri-món,
con un rigor analítico muy superior l, así como el padrón
y censo elaborados respectivamente por las Sociedades Econó-micas
de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria en 1779 (cf.
cuadro 11). Esta preocupación intelectual se prolongó luego,
aunque con desigual fortuna, a lo largo del siglo XIX, centrada
en el análisis del tema emigratorio y .de sus repercusiones so-bre
la economía y sociedad isleña-S *. No obstante, fue a partir
l A. NAVAG RIM~NO:b ras econdmicas, Ed. Fundación Insidec-Caja Ca-narias,
Santa Cruz de Tenerife, 1988, pp. 45-74.
J. HERNÁNDEGZA RCÍAL: a emigracidn canario-americana en Ea segun-da
mitad del siglo XZX, Ed. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1981.
Núm. 34 (1988) 51
2 ANTONIO M. MACÍAS HERNANDEZ
de la década de 1970 cuando la Demografía Histórica aparece
como área específica de investigación en Canarias 3, aplicándo-se
sus métodos y técnicas al estudio del comportamiento de
mográfico de determinadas comunidades y de un espacio co-marcal
concreto 4.
Y aunque sin dejar de reconocer de manera expresa el ca-rácter
insuficiente de los resultados obtenidos, J. F. Martín
Ruiz sugirió un modelo demográfico tipo antiguo definido por
los siguientes rasgos: a) «Un crecimiento acumulado basado en
una natalidad elevada que roza en sus valores medios de larga
duración los límites fisiológicos; b) una mortalidad ordinaria a
alta, propia de los regímenes demográficos primitivos, pero E
donde las grandes cathstrofes de mortalidad no parecen ser O
comparables ni en frecuencia ni en intensidad a las del occi- n
=m
dente europeo»; c) un saldo vegetativo del 1-1,5 por 100 anual. O
E
«Ello, obviamente, produce una expansión poblacional notable E
2
E a largo plazo que se contrarresta únicamente por la casi inin-terrumpida
emigración a América)) 3
Nuestra joven ciencia demográfica presentaba así, de la e-mano
de uno de sus primeros y más diligentes investigadores, m
E
la primera muestra de su madurez. Se trataba de una primera O
formulación que suscitase el debate y la continuidad en la labor n
-
a
2
En este sentido, debemos destacar la labor desarrollada en el De- n
partamento de Geografía de la Universidad de La Laguna por el doctor 0
don Eugenio Burriel de Orueta, quien dedicó buena parte de su magiste 3
rio y de su labor investigadora a impulsar los estudios demográficos. O
Los resultados de sus investigaciones han quedado recogidos en Cana-rias:
Pobladdn y agricultura en una sociedad dependiente, Oikos-Tau,
Barcelona, 1982.
E. SANCHEZFA LCÓN: «Evolucibn dernografica de Las Palmas)), AEA,
núm. 10 (1967), pp. 299416; M. GODERCFHIG UEROEAv:o lucidn de Ea pobla-d&
G_D Ln_ L ~ g g m 1759 y lafi', InstitUt~ de psh&=u Cunuri~s, >
Laguna, 1975; J. F. MARTÍN RUIZ: EL N.W. de Gran Canaria: un estudio
de demografía histórica (1485-1860), Ed. Cabildo Insular de Gran Cana-ria,
Las Palmas de Gran Canaria, 1978.
J. F. ~ X A R T ~ N RUIZ: «El desarrollo histórico de la población cana-ria:
la evolución del régimen demográfico antiguo (152&1940)», en Histo-ria
General de las Islas Canarias, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria,
1977, t. V, p. 205.
5i1 ANUARIO DE ESTUDIOS ATWTZCOS
PROBLEMAS METODOL~GICODSE ?A. DEMOGRAHFISÍTAÓ RICA DE CANARIAS 3
investigadora sobre uno de los aspectos mas importantes de
nuestra historia; y ello porque, a poco que se meditase sobre
la realidad sociohistórica que el citado modelo pretendía carac-terizar
a la luz de la moderna metodología y técnica demográ-ficas,
se advertían una serie de contradicciones; en sintesis, un
nivel de crecimiento del 1-1,5 por 100 anual acumulativo no
pudo ser alcanzado por la población isleña y por ninguna otra
regida por un modelo demográfico tipo antiguo y menos si
aquélla se vio afectada por «la casi ininterrumpida emigración
a América».
Por supuesto, una conclusión tan categórica exige de inme-diato
su correspondiente explicación y conlleva determinados
-m --a -t -. -i r- -~ s;p o r si, por parte, el m~Ci_e!e& me g r&f i~z~m fis
definido se desprendía de manera indubitable de la infonnacidn
estadística utilizada, tratada de manera correcta, es decir, de
acuerdo con la técnica demográfica más avanzada del momen-to
y aplicable en su caso, se hallaba a su vez vulnerado por el
disc~tihlen i~re! de fi&i!i&d del 'pa&rir;! ezp!eado 6-.1 esti-maciones
del saldo vegetativo anual están fuertemente influen-ciadas
por la existencia de un generalizado subregistro y por
las deficiencias de los cómputos poblacionales, deficiencias am-bas
reconocidas de manera expresa por el autor mencionado7.
¿Pero, entonces, la investigación demográfica en Canarias,
tan brillantemente iniciada, carece de perspectivas por la insu-ficiencia
de sus materiales? Una respuesta provisional puede
concretarse en los siguientes puntos, los cuales no pretenden
sino abrir nuevas perspectivas de investigación. Primero: es
pmim aplicar e! procedL~Ae:t~ agregativ.;= a! mayor mhero
de comunidades, asociado al método de reconstrucción familiar.
El modelo demográfico indicado se ha obtenido del análisis de
una muestra reducida de parroquias y se requiere ampliarla
cuando se reconoce, por un lado, que una de sus características
6 NO obstante, los citados autores abordan en sus respectivos traba-jos
el problema de la fiabilidad de las fuentes; pero se trata más de una
obligación académica y de una enumeración del material utilizado que
de una valoración pormenorizada y crítica, sin mostrar tampoco las po-sibles
soluciones a las deficiencias presentadas oor los citados materiales.
Art. cit., p. 212.
esenciales consiste en la elevada movilidad de sus efectivos, de
tal manera que su reducción pudo muy bien obedecer no sólo
a la emigración a Amdrica, sino también a reajustes en la dis-tribución
poblacional en el interior del Archipiélago; por otro
lado, tal modelo se ha definido a partir de un análisis de las
variables demográficas más elementales, estudiadas mediante el
procedimiento agregativo, planteándose la necesidad de exami-nar
aquellas otras que propone el moderno análisis demográfi-co,
tales como la fecundidad por edades, edad de nupcialidad,
mortalidad infantil, esperanza de vida, etc. Segundo: dado que
el principal problema es de tipo empírico, se requiere entonces a
contrastar los resultados con los modelos teóricos de poblacidn : E para verificar el grado de fiabilidad del material estadístico.
0 Por último, y aunque esta objeción no es en modo alguno
imputable a los citados trabajos, sus autores veían limitadas f
sus posibilidades de análisis por la carencia de una mínima-mente
sólida investigación sobre la evolución económica y so- 1
da! de las com~inidadese studiadas, aunque, evidentemente. esta
exigencia metodológica supone negar la independencia de la -
variable demográfica y el reconocimiento de las mutuas inte- f
rrelaciones existentes entre ésta y su entorno socioecondmico 8. O
Esta es, no obstante, la orientación predominante en los actua- !
les estudios demográficos, la cual tambien se ha visto refleja- E
da en las últimas investigaciones sobre nuestra evolución po-blacional
y demográfica. n
n
De esta breve y sin duda incompleta referencia al bagaje E
teórico-empírico sobre la historia demográfica del Archipiéla-ge,
se derll?ce m ehctmte iJn hecho de singular importancia:
la imperiosa necesidad de aclarar la problemática concernien-te
a sus fuentes con objeto de iniciar un debate que alumbre
nuevas lineas de investigación. Esta ha sido nuestra intención
a la hora de redactar el presente trabajo, consciente además de
qile c m é! m gi?.pc!s?r61t1 ~ ~ p n rceosi ieltc~m uchni problemas,
dado que la realidad demográfica y sus interrelaciones con su
E. A. WRIGLFY: «Las perspectivas de la Historia de la Poblaci6n en
la dbda de los 80n, en Boletin de la Asociacidn de Demografiu Histdri-ca,
núm. 2 (19851, pp. 4-31.
54 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PROBLEMAS METODOLÓCICOS DE LA DEMOCR&A HISTÓRICA DE CANARIAS 5
entorno socioeconómico y político son muy complejas, y quizás
sea esta complejidad la principal cuestión epistemológica que
convierte en apasionante toda investigación en Demografía His-tórica.
Una investigación que parte, además, del más riguroso tra-tamiento
crítico de sus materiales. Una prolija bibliografía so-bre
esta difícil problemática ', así como su referencia obligada
en los coloquios y congresos realizados a nivel internacional
sobre la citada disciplina, muestran, con un énfasis creciente
a medida que aumentan las exigencias de los estudiosos y sur-gen
nuevos enfoques, la importancia primordial del examen de-tenido
del material utilizado. Sin embargo, no existe aún una
metodología propia y depurada que ayude y oriente al investi-gador
con exactitud y solidez en la compleja tarea crítica, a
pesar del indudable esfuerzo realizado y de sus evidentes lo-gros.
Más bien, cada cual lucha en solitario con los obstáculos
de sus fuentes. Y ello porque las diversas propuestas metodo-lógicas
reflejan hechos concretos: en primer lugar, que cada
área analizada manifiesta muchas veces- unos problemas espe-cíficos
a la hora de examinar el comportamiento de su pobla-ción,
puesto ,que, en definitiva, cada realidad sociohistórica tie-ne
a menudo su propio ctego» poblacional y demográfico; y, en
Resulta excesiva una amplia nota bibliográfica sobre el conjunto
de trabajos sobre esta cuesti6n. No obstante, constituyen cita obligada
las obras de L. HENRY: Manual de demografia histdrica, Crítica, Barcelo-na,
1983; H. HOLLINGSWOR«ILTa: importancia de la calidad de los datos
en la demografia histórica)), en D. V. GLAS y R. REVELLE(e ds.): Pobla-cidn
y cambio social, Madrid, 1978, pp. 80-95; ibici., Historical Demogra-phi,
Undon, 1969; .E.A . WRIGLFIH: istoria y poblacidn. Introduccidn a
iu d h g r a f f a histdrica, Critica, Barcelona, 1985; Congresos como el de
Lieja '.en 1963, dedicado al análisis de las crisis de mortalidad (P. IHAR-
'SIN y E. F&m: Actes Wel C!ynllcg.de Izter~atimd #e De;7tepzphfe iUI;stci
rique, Lieja, 1963, primera parte); de Florenda en 1972, sobre técnicas y
métodos («Techniques et méthodes. Actes du Colloque de Fiorencen,
Annales de Démographie Historique, 1972); de Montreai en 1975, insis-tiendo'
de nuevo en el estudio de las crisis demogrdficas. Algunos de los
trabajas presentados han sido publicados por H. CHARBONNyE AAU. LA-ROSE:
Les grandes mortalités: etude méthoüologique des crises démogra-phiqzces
du passé, Lieja, 1979.
6 ANTONIO M. MAC~AS HERNÁNDEZ
segundo lugar, reflejan también una falta de homogeneización
de las .fuentes utilizadas, dado que una uniformidad legal o ju-rídica
y una misma denominación no implican necesariamente
una misma autoría.
1. LAS DIMENSIONES DE LA POBw16N
La formación de la base inicial de la población isleña, ocu-
-rrida a lo largo del siglo xv y primeras décadas del XVI, se ges-tó
mediante un dramático proceso transculturativo, resultado
de la simbiosis producida entre las diversas etnias que se die-ron
cita en e1 Archipi&g~. A sil pnhlación 8irtdctnn~id e origen
berber y con un estadio de desarrollo sociohistórico de carde
ter <tneolítico», sobrevalorada por unos y minusvalorada por
otros, obedeciendo en ambos casos a razones ajenas a la cien-cia
histórica, se le sumó grupos de repobladores europeos y
i~fmi evn ci-n,ti~gente& f;frican~i~ n,t;frid~icpi,gcr ~.&!enc,iu. 12-
teresa, por consiguiente, precisar, en la medida ofrecida por las
discutibles fuentes disponibles, la cuantía de la población in-dígena
con anterioridad a la ocupación castellana y los efectos
ocasionados por ésta sobre aquélla, primer hecho demográfico
de singular importancia en la historia del Archipiélago, repeti-do
luego al otro lado del Atlántico.
1. l. APROXIMACI~ANL CONTINGENTE POBLACIONAL ABORIGEN
Las estimaciones acerca de la población indígena son dispa-res
y enormemente discutibles. Se citan, en primer lugar, las
cifras aducidas por la crónica de la conquista normanda, según
la cual Lanzarote tenía 300 moradores; Fuerteventura se halb
ha mnnn mnk1mA.m W1 Uiorrn ea n n n C . . r n r r i m A l \ n . -A------ 10. -- rru pub" p V U A a U a , G A I Y A L A L G A L U r3G W p b U A C L L V I A 7UU p G L J U L L a i 3 , Y
para Gran Canaria da una primera cifra de {(seis mil hidalgosu,
indicando luego que los canarios ((pretenden ser diez mil hom-lo
Le Canarien. Crónicas francesas de la conquista de Canarias, Ins-tituto
de Estudios Canarios, La Laguna, 1960.
56 ANUARIO DE ESTUDIOS, ATLANTICOS
bres de guerra)) 'l. La siguiente información procede de dos na-vegantes
a1 servicio de la Corona portuguesa, E. de Zurara y
A. Cadamosto. El primero estimó la población de Gran Cana-ria
a mediados del siglo xv en 5.000 hombres de pelea, de Te-nerife
en 6.000, de La Palma en 500 y de La Gomera en 700; res-pecto
de las islas de señorío, sometidas ya por la conquista
normanda, señaló que habían 60 hombres en Lanzarote, 80 en
Fuerteventura, 12 en El Hierro, todos cristianos, sin que sepa-mos
a ciencia cierta si se trata de aborígenes o de la población
masculha total, incluyendo los europeos. Por su parte, A. Ca-damosto
precisó que por las mismas fechas la población indf-gena
de Gran Canaria era de 9.000 almas y de Tenerife entre
14-15.000 u.
Por su parte, los cronistas valoraron bajos estos efectivos y
realizaron sus propias estimaciones. Gran Canaria contaba en-tre
10.000 y 15.000 hombres de pelea 13, última cifra que permi-ti6
a L. Torriani estimar que dicha isla albergaba antes de su
conquista una población aproximada de 60.000 almas14. A. Ga-lindo
da la cifra de 6.000 ({hombres de pelea)) para el reino de
TaoroI5, mientras que para AIonso de Paiencia la población
aborigen de Tenerife ascendía a 60.000 almas 16. A. Bernáldez
alude a la captura por A. de Lugo de 1.200 personas en La Pal-ll
Ibid., t. 11, pp. 150 y 315.
* A:MILLARES TORRESH: istoria General de las Islas Canarias, Edir-ca,
Las Palmas de Gran Canaria, 1977, t. 11, pp. 111-112. No obstante, de-bemos
indicar que el manuscrito original alude a hombres y no a fami-lias,
como supone Millares.
'3 F. MORALEPSA DR~CNa:n arias. Crdnicus de su conquista, Ed. Cabil-do
Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1978, pp. 164,
375, y 441..
l4 Descripcidn e historia del reino de las Islas Canarias, antes Afor-tunadas,
con el parecer de sus jortificaciones, Ed. Goya, Santa Cmz de
Tenerife, 1959, p. 88.
l5 Historia de la conquista de las siete Islas de Canarias, Ed. Goya,
Santa C m de Tenerife, 1977;p. 293.
J. Mmz DE TORO(:( La conquista de Gran Canaria en la Cuarta Dé-cada
del cronista Alonso de Palencia (1478-1480)n, AEA, núm. 16 (1970),
PP. 325-394.
Núm. 34 (1988) 57
mal', y, por último, B. de las Casas estimó en 100.000 la pobla-ción
indígena de todo el Archipiélago, empleando como base
para su cálculo el contingente de guerreros, tomado esta vez de
la obra del cronista portugués J. de Barros7'.
¿Es posible, mediante la reducida información disponible,
aventurar un cómputo más verosímil de la población indígena
del Archipiélago con anterioridad a su incorporación a la Co-rona
de Castilla? La metodología desarrollada por S. F. Cook
y W. Borah para estimar la población precolombina no ha sido
todavía empleada para nuestro caso, puesto que, en primer lu-gar,
tropieza con una insuficiente información escrita sobre el
número y tamaño de los asentamientos aborígenes, así como
sobre la composición de la cédula familiar lg. La referencia de
L. Torriani, de que los «canarii» tenían ciudades de hasta 14.000
fuegos que equivaldría a una población de 70.000 habitantes,
consi,derando válido el coeficiente 5 como definidor de la célu-la
familiar, no posee ni'nguna fundamentación arqueológica.
Queda una segunda posibilidad: determinar el volumen de
población a partir del tamaño medio de los núcleos poblados
y de su número mediante la documentación arqueológica. Pero
tal posibilidad metodológica es limitada debido a la destruc-cidn
de una parte importante de los asentamientos indígenas
más destacados, ocasionado no solamente por la desidia y aban-dono
en que se han mantenido hasta hace pocos años, sino tam-bi6n
porque los repobladores europeos se ubicaron en la mayo-ría
de los casos en los propios espacios ocupados por la socie-dad
indígena, situados en las áreas más fértiles y de mayores
perspectivas económicas.
Debemos recurrir, por tanto, al empleo de la discutida M-l7
Memorias del reinado de los Reyes Catdlicos, Madrid, C.S.I.C., 1962,
p. 679.
18 !&pplq of iprp 11 rl i~hrE jrtcri-. p y t ~ ~ j oe: n , t nnzs 1 % s~c s_-
chas islas habría hasta trece o catorce mil hombres de pelea, y bien po-demos
creer que había por todos, chicos y grandes, cerca de cien mil
ánimas.)) Historia de las Indias, FCE, México, 1951, t. 1;p. 116.
l9 S. F. COOKy W. BORAHE: nsayos sobre historia de la poblaci6n:
México y. el Caribe, Siglo XXI, México, 1978, pp. 35-39.
20 Op. Cit., pp. 99 y 169.
O8 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
nica de la capacidad de sostenimiento icf. apéndice) 'l. Se trata
de relacionar la economía indígena con las dimensiones de su
población, existiendo fundadas razones para considerar la vali-dez
del método. En primer lugar, los caracteres claramente
malthusianos que presenta la economía y demografía aboríge-nes
en la etapa precedente a la ocupación castellana: infantici-dio,
limitación tecnológica insalvable debido al aislamiento ex-terior.
En segundo lugar, si bien es cierto .que la técnica sola-mente
tiene en cuenta la superficie cultivada, la unidad insular
resuelve el problema de la indeterminación de la cuantía del
factor tierra disponible para el colectivo humano asentado en
dicho territorio, quedando al margen por tanto el problema de
su movilidad. La cuestión de la dieta, basada de manera exclu-siva
en los cereales, es tambien criticable en el caso que nos
ocupa, al existir una abundante ganadería y el recurso pesque-ro
en su forma al menos más rudimentaria; sin embargo, la
información arqueológica insiste en la importancia de ,la citada
dieta y nuest.ra est.Lma.ciiin supone .que: 1- cebada aportaba en-tre
el 40 y el 60 por 100 del nivel calórico diario. Finalmente,
la crítica más fundamentada reside en el alcance teórico del
método; en nuestro caso, admitir la validez de su aplicación no
significa asumir el argumento de la presión demográfica como
elemento determinante de los niveles de población, por cuanto
puede ocurrir que sean realmente otros, propios de las estruc-turas
sociales y politicas del mundo indígena, los factores que
inciden en limitar el crecimiento demográfico, a pesar de la dis-ponibilidad
de recursosp.
El ciiadr~ I cim-para Is?s p~hlacinnec pntenci_alec. indigemc,
obtenidas mediante la aplicación de esta técnica -las cuales
cumplen una finalidad meramente indicativa, revisable por tan-to
a medida que avancemos en el conocimiento de la economía
indígena-, con los datos aportados por E. de Azurara sobre la
p ~ ~ ! ~pj~erire~raf &i jc!gc 11,e Te~ep:fe, Gran Cafiuria y
2l U. MART~NEZ VEICA: Antropología ecoldgica, La Coruña, 1978, pági-nas
194-202; D. L. HARDESTAYn: tropologia ecoiógtca, Barcelona, 1977, pá-ginas
201-212.
M. SAHLINESc:m omúz de la edad üe piedra, Akal, Madrid, 1977,
p. 63.
Núm. 34 (1988) 59
La Palma, transformada en habitantes a partir de la proporción
de aquel colectivo en la población total, estimada mediante la
distribución por edades de la población masculina de las tablas
tipos de mortalidad de A. Coale y P. Demeny. En conjunto, las
citadas islas tendrían una población real a mediados del xv
de 57.000 habitantes, cifra que difiere sensiblemente de la esti-mada
mediante el método de la capacidad de sostenimiento.
¿Qué cifras son las más correctas? La primera duda se re-fiere
a la base del cómputo de la población indígena. El eleva-do
número de ((guerreros)) aportado por E. de Azurara pudo
muy bien corresponder a la imagen que le interesaba presentar a
la sociedad ind��gena, que intentaría de este modo, teniendo en N
E
eden+~s~ baje r>;& defer,sPjo m~itgr,m tLyAidarc . tede p&h!p O
invasor, tal y como se desprende además del texto de la crónica n-- m
normanda, cuando se indica que los ~wanariin ({pretenden ser O
E
diez mil hombres de guerra)). En segundo lugar, los cronistas E
2
E reproducen y alteran uno tras otro el contingente militar indí- -
gma, e;; i ~ l ~ soi b6re ~ted c c m !u hws t e ~ c ~@s + ~ d !~e r c i , 2
cual debe interpretarse en el sentido de magnificar la irnpor- O--
tancia de la gesta. Los 5.000 «guerreros» de Gran Canaria de m
E
mediados del xv fueron mentados a 14.000 por la mayoría de O
los cronistas, alterándose incluso el original del mejor cronista E
n
de la conquista de esta isla, P. Gómez Escudero, pues según su a-E
transcriptor, la cifra de 14.000 hombres de pelea es añadida y l
rectificada por su c o p i ~ t ay~a ,q ue en el texto original se habla n
n
de 10.000 poblaciones o habitantes para toda la isla a princi- 3 pios del siglo xv, al tiempo que se perfila dramáticamente el O
pmcem & geiiuci&io ab~rig$fi mdrri& a raiz de kA,-,2=vG-ración
a Castilla:
((Hubo muchas poblaciones en Canarias, que hubo diez mil
según nos informaron a la primera venida de Vetencourt,
i r. !u. cazqlActa, ciiafidn vho Jmn R-;iCín, -,brfa seis mil;
después les fue dando a manera de peste, que por Último
había trescientos quando se acavó de sujetar la isla» 34.
F. MORALXPS ADR~NOp:. Cit., p. 441.
29 Ibíd., p. 433.
60 ANUARIO DE ESTUDIOS .ATLANTZCOS
PROBLEMAS METODOI~GICOS DE LA DEMOGRAFIA HISTÓRICA DE CANARIAS 11
En resumen, de aceptar la información de los cronistas, es
éste el que merece la mayor confianza y el que mejor percibió
el derrumbe demográfico de la población indígena de Gran Ca-naria.
A comienzos del siglo xv, es decir, a la llegada de Juan
de Bethencourt, la isla tenia diez mil habitantes, cifra que se
corresponde con el dato aportado por la crónica normanda y
recogido de los propios ctcanariia y que, por tanto, no merece
excesivo crédito. Los seis mil pobladores anteriores a la arri-bada
de Juan Rejón 11(478) se aproximan al guarismo dado en
1450 por E. de Azurara.
En definitiva, parece más apropiado sostener que el número
de guerreros se aproxima en realidad a la población real adul-t
, &~ ~zdi .A re. inc~!zr, sin inc!i& p&!xiKfi ipfi~ti! i c g ~
paz de tomar las armas y los ancianos 4 s decir, aquélla que
no podía ofrecerse a los ojos del invasor como contingente mi-litar-,
de tal manera que el conjunto poblacional de Tenerife,
La Palma y Gran Canaria rondaría la cifra de 19.200 habitantes,
mie,n,tras qide 1s psb!ucM~ teáfic:, & &,tru islas, e! m&
todo de la capacidad de sostenimiento, sena de 18.444 habitan-tes
en el caso de que el consumo de cebada represente el 40
por 100 de la dieta indígena ihipótesis A) y se cultive únicamen-te
el 2,5 por 100 de la superficie total de cada isla, o de 10.456
habitantes en el supuesto ahora de que dicho consumo sea del
60 por 100 (hipótesis B), manteniéndose en cultivo la misma
proporción de la superficie insular, dado que es muy poco pro-bable
un porcentaje superior. Y haciendo extensivo este plan-teamiento
al conjunto del país, puede resumirse que la pobla-ziSn
absrigen a ~ t e sd e !& presencia eaotel!a-r,a, a prLLelpius de:
siglo xv, oscilaría entre los 20.000-25.000 habitantes icf. cua-dro
1).
¿Cuál fue el destino posterior de este contingente humano?
Se hace preciso abordar una respuesta crítica y ponderada al
-nc-nn+n AnAn ln -V-IP.-A~A- fi-~m*m:--n -..m -- A G U ~ Gua~uoW ia, vcwvrcn,rwu L.-. ---+--J:A- A-- G A W Z U A V ~ y u o ws ua y~r;~,c~iuu~auru
al aporte indígena a la formación de la base poblacional del Ar-chipiélago
cuando, en realidad, el aspecto más importante fue
un continuado proceso transculturativo que revistió el carácter
de un auténtico genocidio para la sociedad indígena. A las pe-riódicas
entradas de los mercaderes de esclavos en los prole-
12 ANTONIO M. MACÍAHSE RNÁNDEZ
gómenos de la ccnquistaX5l,e s siguieron luego, una vez someti-da
cada isla, las deportaciones punitivas y Ia esclavitud, a pe-sar
de su conversión a la fe de los vencedores y de la vanguar-dista
defensa de su libertad por parte de la Corona y de los
propios indígenas a través de sus representantesx. La cruda
realidad fue una fuerte oposición a los designios regios y una
sistemática esclavización del indígena, tanto del de buena lid
como del de paces, motivada por la codicia de los conquistado-res
y para sufragar los gastos de la empresa".
La diferente cronología de la conquista realenga y del poste-rior
desarrollo colonizador motivó que no fuera homogénea en a
todas las islas la aportacidn de la esclavitud indígena a la nue- N
va sü&dad. La iLiLita& de mI&io de übro ex!&vz psr O
las economías insulares de las islas de señorío impidió la for- n-- m
mación de un mercado esclavista en el Archipiélago, originando O
el destino exterior del esclavo aborigen grancanario. Los pro- E
2
E pios cronistas y autores recientes conceden una valoración irn- -
portante a veMas de exlaves d e Gi-ai; c&~arhen mer= 2
cados de Andalucía y Valenciaza.P or el contrario, los indígenas O-- de las islas conquistadas posteriomente tuvieron mejor fortu- m
E
na; la colonización de Gran Canaria se basó en una economía O
azucarera, generadora de una fuerte demanda de fuerza de tra- n
bajo, lo cual posibilitó la formación de un mercado esclavista -E
a
2
n
25 A. RUMEUDE ARMAS<: tMallorquinese n el Atlántico)), en Homenaje n
a Serra Rafols, La Laguna, 1970, t. 11, pp. 261-276; CH. VERLINDEN: ({La 3
O esclavitud en Canarias)), en IVCHCA, Salamanca, 1982, t. 1, pp. 9-28. En
1407 se quejan ai Concejo de Seviiia ios arrenciadüies de ia renta sobre
el mercado de esclavos por las disposiciones reales limitando el tráfico
con los indigenas canarios. Cf. A. COLLANTEDSE TERÁNS: evilla en la Baja
Edad Media. La ciudad y sus hombres, Sevilla, 1977, p. 259.
A. RUMEUD E ARMASL: a política indigenista de Isabel Ea CatdZica,
Valladolid, 1969, pp. 320-336; M. MARREROR ODRÍGUE«ZL:O S procuradores
de los naturales canarios)), en ñ-omenaje a Serra Eajois, t. 1, pp. 349-367.
27 A. RUMEU DE ARMAS: La conquista de Tenerife, Santa Cruz de Te-nerife,
1976, pp. 107-113, 205-214 y 353-354.
V. CORTÉAS LONSO: «La conquista de las islas Canarias a través de
las ventas de esclavos de Valenciai), AEA. núm. 1 (1955), pp. 479-547;
A. FRANCSOIL VAL: a esclavitud en Sevilla y su tierra a fines de la Edad
Media, Sevilla, 1979, pp. 61 y 131-153.
62 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
interno, engrosado y alimentado en su primera época por con-tingentes
capturados en las islas todavía por conquistar.
Mayor gravedad para la demografía indígena revistieron la
llegada de agentes patógenos introducidos por los conquistado-res
y colonos, los cuales debieron producir enormes estragos en
una población con escasas o nulas defensas biológicas para
hacer frente a enfermedades desconocidas hasta ese momento
En este sentido, tenemos el dramático testimonio de los cronis-tas
sobre la peste desatada en Gran Canaria y Tenerife duran-te
su fase de conquista 30.
Sería preciso, por último, intentar cuantificar la cuantía del
contingente indígena que se incorporó a la nueva «colonia». En
este sefitidu, qmL LqLnlfome & 1% Ifiq&iciSl? (?e 1504 %hde a. 12
existencia en todo el Archipiélago de 1.200 familias, «fuera de
otras muchas que estaban mexturadas con ellas, pues con los
conquistadores vinieron muy pocas mujeres y éstas casadas)) 31.
Podemos entonces estimar que el grupo in. dígena integrado en , la rl.ieva soziedaíj i-esUlta-lie de ocUpaeioii ca;&llaiia rio K-peró
la cifra de 6.000-7.000 pobladores; pues bien, comparando
este cómputo con el calculado para esta etnia antes de la llegada
de los europeos, en torno a los 20.000-25.000 habitantes, y consi-derando
que con posterioridad a dicha arri'bada su propio cre-cimiento
demográfico fue poco significativo con motivo de las
continuas agresiones a su capacidad seproductora a lo largo del
siglo xv, afectando incluso a la fecundidad de las mujeres abo-rígenes
desposadas coi el invasor, se tiene que la darnentable
extinción de la población guanchinesca)) iJ. de Viera y Clavijo)
A ~ a - ~eüóa fidz, Eefios 76 166 de efectivos.
29 Esta escasa defensa del indígena isleño fue observada por el des-cubridor
indiano. Cf. A. CIOKANESCCUo:l ón y Canarias, La Laguna, 1959,
p. 20.
3o F. MORALEPSA DR~Nop:. cit., p. 28; A. RUMEUD E ARMAS: La con-ij%
kiü de Teiiertje, pp. 278-279. Estas epidemias tuvieron un origen pro-bablemente
andaluz, pues graves pestilencias azotaron Sevilla y su reino
en 1480-1481 y 1484-1488, coincidiendo con la conquista de Gran Canaria! y
en 1494, con la de Tenerife. Cf. A. COLLANTEDSE TERÁN:o p. cit., p. 139.
a E. AZNAR VALLEJOL:a organización económica de las Islas Canu-rias
después de la conquista (1478-1527), Las Palmas de Gran Canaria,
p. 152.
Núm. 34 (1988) 63
1.2. NUEVA SOCIEDAD, NUEVOS CÓMPUTOS POBLACIONALES
El cuadro 11 resume el conjunto de la información que por
el momento conocemos sobre la trayectoria poblacional del Ar-chipiélago
desde el siglo XVI hasta mediados del x~xY. , a pri-mera
vista, no puede decirse que el demógrafo carezca de un
abundante material sobre su objeto de estudio. Las Sinodales
del obispo Arce de 1515 ofrecen datos poblacionales en un m@
mento de singular importancia para la historia insular, como
fue su proceso colonizador y repoblador; y si bien no queáaron a incluidas las islas en los diversos vecindarios de carácter fiscal :
cmfeccimridm par-? la Corona de Castilla durante la centuria.
la oportuna consulta regia al prelado F. González de Heredia -:
en 1587 permite disponer de un cómputo estimable -aunque $
muy polémico, como veremos luego- para fines de siglo, jun-to
con otro vecindario solicitado también por la Corona, redac- 1
tsdo pm- e! regidar de! Concejo de Tenerife, F. Valcárcel y Lugo,
representante de los intereses de la isla ante la corte, y fechado -
entre 1584 y 1589 ". 0
m
E
Y acabóse la iniciativa regia por el conocimiento de la po-blacion
del Archipiélago hasta 1755. Su excepcionalidad fiscal
n desde los primeros decenios de su ~olonizaci6n~m,a ntenida
casi hasta la liquidación definitiva del sistema hacendísbico an-tiguorregimental,
hacía innecesaria la realización de un vecin-dario
o padrón cuya finalidad era en primer término impositi-va.
Pero frente a la ausencia prácticamente absoluta de infor-
32 Según opinión de A. CIORANESCU«:E l tio del licenciado ValcBr.
celn, RMC, núms. 73-74 (1960), pp. 147-152. No se dispone de otros recuen-tos
o vecindarios canarios con carácter general para el siglo XVI, a pe-sar
de que en el transcurso de la centuria abundan las noticias sobre la
población del reino, en contraste con el silencio del siglo siguiente. Cf. so-bre
este =unte R. C.ARINT)E Tnvnl: Carlos V g sus banqueros: Madrid'
1977, t. 1, pp. 14-25; F. RUIZ MARTÍN: «Movimientos demográficos y eco-nómicos
en el reino de Granada durante la segunda mitad del siglo XVI)),
Anuario de Historia Económica y Social, núm. 1 (1968), pp. 128-183;
M. ULLOAL: a Hacienda Real de CastiUa en el reino de Felipe 11, Madrid,
1977, pp. 1430.
33 E. AZNAR VALLEJOO:P . cit., pp. 8-11.
64 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
mación poblacional para el siglo XVII hispano, pues los pocos
vecindarios de origen fiscal hallados merecen poco crédito
como consecuencia de una carga fiscal cada vez más apremian-te,
la situación de Canarias al respecto y hasta 1755 es no obs-tante
sólo de escasez relativa. Si no hubo una preocupación
regia, ésta quedó subsanada y con mejores resultados por la
eclesiástica.
En efecto, los párrocos estaban obligados a la elaboración
de los llamados «status animarum)) o listas de comulgantes,
padrones o <tmatrículasb>c,o n el fin de conocer el número de
sus feligreses que practicaban el precepto pascual. Tales fuen-tes
han sido utiIizadas en algunos estudios'", pero no existe
cnnsefiss snhre sil & fi&aid&, pces ~ ~ C& g ~ q ~ ~
sos es superior a los vecindarios y recuentos oficiales en fun-ción
de su distinta finalidad, en otros y debido a ella no se
computaba la población no afectada por la obligatoriedad del
precepto pascua13'. En Canarias, la confección de los ((status
~nirn~rnrn* &&!wi' e! ppL~~esrL qg& & G&esis, -***-*AL+* .&.*,
realizado en 1497 por el prelado Muros3'. Por consiguiente, la
3 Para el caso castellano, aparecen citados por V. PÉREZ MOREDA:
«El estudio evolutivo de la mortalidad y problemas planteados por los
registros parroquiales del área rural segoviana)), en Actas de Metodologia
Aplicada, Universidad de Santiago, Santiago, 1915, p. 322; para otros paí-ses,
J. RUWET: L'Agriculture et les clases rurales en Pays de Heme sous
i'Ancien Régimen, París, 1943, p. 255; E. LE ROY LADURIEL: es Paysans
de Languedoc, París, 1966, pp. 541-545; M. AYMARD: ({Relations ad limina
et etat des ames: i'exemple de i'Italie méridionale)), en Melanges de
E'ri.rele .Frcl?@ss de R~lme, n*&m. 84 !!9?4), PP. 379418; M. P. GÜT~ZA;;;;:
«The impact of war our populations in the 17th century)), en Anmles de
Demographie Historique, 1977, pp. 104-105.
35 A. DOMÍNGUOERZT IZ:L a sociedad española en el siglo XVII, Ma-drid,
1963, pp. 59-60.
((Otrosí por quanto fasta agora los curas que han tenido cargo de
d~iiimm,h ~i1se y& negligentes m f x e r cmfssol- z c~i l i 'dgi ia , si i
Perrochianos, e los perrochianos en lo complir contra el estatuto e
mandamiento de la madre Santa Iglesia, por ende nos, proveyendo para
adelante, mandamos que desde el Domingo de la Setuagesima hasta el
primero Domingo de Quaresma en cada año, cada uno de los Curas faga
un Padrón de todas las personas de su Collación, ami varones como mu-jeres
e mozos de año de discreción, e después ... vayan señalando los
Núm. 34 (19889 65
16 ANTONIO M. MAC~AS IIERNÁNDEZ
iniciativa en su redacción sería anterior a las disposiciones tri-destinassi,
al menos por lo que respecta a la diócesis canaria.
En las siguientes Constituciones Sinodales, de 1629 y 1733, se
ratifica su normativa, enriqueciéndose su contenidoa.
Pero la existencia de un marco legal no implica su cumpli-miento.
A pesar de una labor sistemática, no se han encontrado
matrículas o padrones para nuestro período de estudio en nin-guna
de las parroquias del Archipiélago, ni tampoco en el Ar-chivo
Diocesano, y en el Catedralicio únicamente hemos halla-do
noticias aisladas para la primera mitad del siglo xrx. Las
únicas excepciones para el siglo XVII son el vecindario de 1629, a
incluido en las Sinodales del obispo C. de la Cámara y Murga N
E
y sobre toa0 ias amatrícuiasn cie su homónimo B. Garcia Jim6 O
nez para los años 1676-1688, el cómputo poblacional de origen n-= m eclesiástico más importante con que cuenta por ahora la Demo- O E
grafía Histórica insular, y desde este punto de vista un mérito E
2
más que añadir a la labor del citarlo prelado, uno de los más =E
significativos que ocuparon la mitra canaria. Agreguemos que en 3
el conjunto de sus órdenes pastorales, las dedicadas a la elabo -- 0
ración adecuada de los padrones y a la obligatoriedad de su m
E
realización y envío anual constituyen un importante capítulo 39. O
n
que recibieren los dichos Sacramentos. .. e esto sea fasta el Domjngo de -E
Cuasirnodo, e Iuego aquel día pasado nos presenten el padrón de todos, a
porque veamos los que han obedescido la Santa madre Iglesia.)) Consta- 2
n
tudones Sinodales del obispo Muros en 1497. Transcripción de J. M. ZUAZ- o
NAVAR Y FRANCIACo: mpendio de la Historia de Canarias, Msdrid, 1816, 3
reimpreso en Santa Cruz de Tenerife, 1863, p. 116. O
37 P. GOUBERT(:(H istoire demographiquen, en Actas de Metodología
Aplicada, Universidad de Santiago, Santiago, 1975, p. 261.
En efecto, mientras que las anteriores constituciones reseñaban la
exigencia del padrón, en la de 1735 se especifica el formulario que debe
seguirse en su redacción: ({En la calle de tal parte, en el puesto, ingenio
o caserío de tal parte. vive don Fulano. tiene de edad cinquenta años;
su muger, hijos y criados, diez y ocho, veinte y cinco, treinta, un hijo
de los menores catorce; doña Fulana, su hija nueve, Juan Pérez, su cria-do,
natural de Lisboa, diez y ocho, Catalina Sánchez, su criada, de veinte
g dos años, Fulano, su pago, de diez y seis años ...» P. DAVILAY CARDE-NAS:
OZ). &., P. 91.
AD. Disposiciones pastorales y mandatos del obispo Bartolamé
Garcia Jiménez. Legajo sin clasificar.
66 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PROBLEMAS METODOLÓGICOS DE LA DEMOGRAFÍA HISTÓRICA DE CANARIAS 17
Quizás sea este celo en su realización la causa principal de que
se disponga de esta fuente, mientras que el ((absentismo ecle-siástico))
que caracterizó la diócesis durante el siglo XVI y bue-na
parte del XVII contribuye también a explicar la ausencia de
la misma para este período, pues, como veremos más adelante,
dicho «absentismo)>a fectó a la vida parroquia1 y explica la ca-rencia
de registros tempranas de mortalidad. En cierto senti-do,
formaba parte de su documentación personal, puesto que
debía serle enviada directamente; en consecuencia, el contar
con elia podría estar motivada porque B. Garcia Jirnénez falle-ció
en Santa Cruz de Tenerife, donde quedó su documentación
privada y donde se hallaron dichos recuentos. Esta hipótesis
&re posiRiiidaa & encuiitr*r pa&-ürls ~rlai j í jae ~ t i e15 de-curnentación
particular de aquellos prelados que regentaron
durante cierto tiempo de su etapa pastoral la diócesis canaria.
Finalmente, el recuento de 1688 citado por J. Viera y Clavijo
en su magistral obra no es otro que la ((matrícula)) referida a
este mismo año 40.
Nada menos que diez referencia, entre vecindarios, recuen-tos
y censos, ilustran la trayectoria poblacional de Canarias
durante el siglo XVIII. Antes de la preocupación estadística de
la minoría ilustrada, los datos disponibles tienen un origen y
finalidad exclusivamente religiosa, pues en las cifras publicadas
del padrón de Campoflorido no constan las islas *l. Al vecinda-rio
de 1705-1706, debido a la Inquisición, le siguió el incluido
en las Sinodales del obispo P. Dávila y Cárdenas, de 1733 y,
s&re tcdo, el rec~&= mL yeciqcs y d m a sighpnt-p y 2~t.i-vo
prelado F. Guillén, referido al período 1742-1747, durante el
cual realizó su visita pastoral a todo el ámbito insular. Inüi-quemos
además que el vecindario recogido por P. A. del Cas-
40 J. VIERAY CLAVIJO:o p. cit., t. 11, pp. 391404.
No obstante, sabemos que se realizaron recuentos en dicha etapa,
puesto que el párroco de Tejeda, localidad de Gran Canaria, anotó al
margen del libro de bautismos correspondientes al año de 1717 que en
dicha fecha se confeccionó el padrón. Cf. AP. de Tejeda, Libro segundo
de Bautismos, fol. 145 v.
tilio y fechado en 1735 reproduce para la mayoría de las loca-lidades
el anterior cómputo, de 1733".
Canarias no formó parte del Catastro de Ensenada, en fun-ción
de su especial régimen fiscal. No obstante, ello no es obs-táculo
para el conocimiento de sus efectivos poblacionales, gra-cias
a un curioso vecindario -«Compendio de las ciudades,
villas.. . y otras poblaciones que tocan a Canarias»-, realizado
en 1755 por orden regia y con unas motivaciones no definidas ",
y para dos años después se cuenta además con un nuevo re-cuento
y vecindario de origen y finalidad confesional, debido
al visitador fray J. de Medinilla. a
Como es sabido, la realización de los censos ilustrados de
1768 -1769 por2 C a ~ a + ' l a1~78, 7 y 1797 fUe e: resulta& & E
O la preocupación por conocer la población del reino en función :
de la teoría populacionista, suscrita por la corriente ilustrada. f
Pero es interesante señalar que la minoría intelectual canaria,
núcleo fundacional de las Sociedades Ekonómicas de Amigos 1
del País, también participó de esta preocupacián y de ahí que $
dispongamos de tres recuentos y censos para los primeros años -
de mayor actividad üe las Ekonómicas insulares: al recuento a f
nivel insular del comandante general Eugenio Fernández de Al- S
varado de 1776 le siguieron el censo de 1779, referido a la isla !
de Gran Canaria, y el padrón de este mismo año, relativo a la %
mayor parte de las localidades de Tenerife44. a
2
La centuria estadística propiamente dicha se inició con buen I
pie en el caso de Canarias. El comisionado regio F. de Escolar E
y Serrano recogió y elaboró una buena parte de las respuestas
al interrogatorio de 1802, base estadística sucesivamente em-pleada
por S. Muiano, A. Moreau de Jonnés y P. Madoz e in-
"-P . -A. DEL CASTILLOY RUIZ DE VERGARA-:D escripcidn HistdtSca y
-Geogrcbfica de-. las Isla- Canarias. -Manuscrito acabado en 1737. Edición. y
notas de Miguel de S atiago, Madrid, 1948-1960, t. 1, pp. 324-325. El autor
también menciona ' matrícula de 1686 del obispo Bartolomé García Ji-ménez.
43 Cf. las nota! al respecto de su editor, F. JIMÉNEz DE GREGORIO:
op. cit., pp. 5-6.
44 Faltan los 11 :ares más importantes, como. La Laguna, Santa . C m
de. Tenerife,. Tegueste y Tejina, La Orotava, Icod de los Vinos, .Garachi-co,
Güimar y parte del Puerto de la Cm.
68 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PROBLEMAS METODOLÓGICOS DE LA DEMOGRAFÍHAIS TÓRICA DE CANARIAS '19
clusive para la derrama de las contribuciones. No obstante, el
período comprendido entre 1802 y 1857, año de la realkación
del primer censo moderno de España, se caracteriza por su
abundancia de cifras poblacionales. Junto a los padrones mu-nicipales,
muchos de ellos inéditos en aquellos arclhivos locales
que no han sucumbido aún por la incuria burocrática o por 'la
quema de sus fondos 45, contamos con numerosos cómputos re
lativos al total poblacional de2 Archipiélago y en 1835 y 1846
para cada comunidad insular; sin embargo, la mayor parte de
esta información es de dudosa procedencia y en ella se deja
ver, como veremos, la estimación ctmotu propio» de cada autor.
Finalmente, el primer censo moderno de 1857 cierra nuestro
p&~& & &u&^ 46.
En definitiva, no cabe duda de que Canarias cuenta con una
relativamente prolija documentación poblacional, sobre todo a
partir del último tercio del siglo ~ I I P.o r tanto es preciso una
rigurosa selección de la misma, pues su utilización indiscrimi-ila&
cenGme a -!!mL mi g e ~tu talmx te U i s t ~ r ~ i ~Ce~! ~z-dürasc
poblacional del Archipiélago, salpicado de bruscos sobresaltos,
consecuencia de su escasa fiabilidad, como puede observarse
en el cuadro 111, dificultando todo conocimiento de su ten-dencia.
A) Una primera -selección: el test geográfico
Se han propuesto varios test de verificación de los ,datos
pohlacinnales 47, Iniciemos m s h se!eccirin mediante e! test
45 Cf. la introduccián a esta sección. El padrón municipal de Las
Palmas de Gran Canaria de 1835 ha sido elaborado por J. F. MARTÍN
RUIZ: ((La estructura demogrirfica de una población preindustrial: Las
Palmas en la primera mitad del siglo x~xs, en IIZ CHCA, Salamanca,
!S%, t. II, pp. 513-548; puro, 1% !~ca!idades de! ?.TW & esta ir&iii~ bis,
J. F. M-RTIN RUIZ: OP. cit., PP. 147-148; finalmente, para la ciudad de
La Laguna por M. GODERCFIHG UEROoAp:. cit., pp. 113-126.
Nomenclátor de los pueblos de Espaiía. formado por la Comisión
de Estadistica general del Reino, Madrid, 1858.
47 J. DUPAQUIE«RP:r oblémes de contrale des denombrements)), en
Annales de Dkmographie Histonque, 1972, pp. 203-214.
Núm. 34 (1988;) 69
20 ANTONIO M. NLACHÍEARNSÁN' DEZ
geográfico, indicado por P. Vilar ", y consistente en comprobar
si el total poblaicional de un espacio dado incluye a todas sus
comunidades. En caso manifiestamente negativo, puede com-probarse
un muy probable escaso rigor en su elaboración. Y,
en este sentido, nosotros hemos rechazado a «priori» todo ve-cindario,
recuento o censo que no aporte la información rela-tiva
a todas las localidades insulares en el momento de su re-dacción,
cuestión que no hemos seguido con respecto al siglo xv~,
utilizándose algunos vecindarios locales -citados en su lugar
oportuno-, dada la insuficiente información para la mencio-nada
centuria.
Las observaciones contenidas en el cuadro IV se basan en
la aplicacibn del citado test, permitiéndonos con ello eliminar
los vecindarios de 1590, 1629, 1706, 1775; los censos de 1779
para Tenerife y Gran Canaria y el de 1797, además de la ma-yor
parte de la información relativa a la primera mitad del si-glo
XIX: de 1822, 1824, 1829, 1833 y 1836. Agreguemos que in-cluso
los censos ilustrados no están exentos de esta omisión:
en 1769 no aparecen reseñados los datos de la parroquia de
San Juan Bautista de ia Orotava (Tenerife), puesto que sólo
constan los de la feligresía de Nuestra Señora de la Concep-ción,
iglesia matriz, y en 1787 los de La Victoria (Tenerife); asi-mismo,
resulta improbable que la población de Los Llanos de
Aridane (La Palma), que en 1769 era de 4.194 almas, descienda
en 1787 a 4.093 y se convierta en 8.254 en 1802.
En segundo lugar, la relativa proximidad temporal entre re-cuento
y censos conduce a la repetitividad de las cifras pobla-cionales,
sobre todo en las localidades que por su localización
se encuentran alejadas de los centros administrativos y fre-cuentemente
marginadas. Así, el vecindario de 1706 reproduce
para los pueblos que integran el fértil valle de Taoro (Teneri-fe)
los datos del recuento de 1688; igualmente sucede con e1 de
1757 y con respeoto a la isla de El Hierro, repitiendo los datos
de 1745. Pero los ejemplos más graves de esta repetitividad de
las cifras poblacionales, sin ninguna escusa posible, se refie
48 P. VILAR«: Essai d'un bilan dérnographique de la període 1787-1814
en Catalognen, en Annales de Démographie Historique, 1965, pp. 53-54.
70 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ren al siglo XIX, aparte de los anteriormente mencionados: los
datos de la matrícula catastral de 1846, citados por P. Madoz,
de las islas de Lanzarote, F'uerteventura, La Gomera y El Hie-rro
son una copia exacta de los de 1835 (cf. cuadro IV).
Por último, si los dos criterios seleccionadores adoptados
fueran insuficientes, se puede recurrir al empleo del test de
distribución de las cifras poblacionales. Según J. Dupaquier,
las cifras acabadas en cero deben aproximarse al 10 por 100,
las impares al 50 por 100 y las pares al 40 por 100 ". Aplicando
este test a los vecindarios y recuentos citados, debe conduirse
que solamente los recuentos o «matrículas» de 1676, 1680, 1688
y 1742-1745, presentan una distribución relativamente aproxi-mada
a la estadística (cf. cuadro VI.
Pero una selección tan estricta de la información poblacio-nal
supone rechazar el vecindario de 1587 d a d a la errónea
distribuci6n de sus cifras-, la única fuente disponible por el
momento para conocer los efectivos del Archipiélago en el a.m-plio
periodo anterior a las ((matrículas)) del prelado B. García
JimGnez, de 1676-1688, de tal manera que desconoceríamos las
tendencias y tamaño de la población del país en su etapa de
mayor esplendor económico.
Es preciso, por consiguiente, obviar este rigor selectivo con
respecto a las cifras del enunciado vecindario, efectuando una
serie de estimaciones aproximativas al cómputo real de la po-blación
para fines del siglo XVI. Tales estimaciones se basan en
dos criterios: primero, los datos del vecindario son erróneos
por defecto y, segundo, que la economía del país conoce una
etapa de expansióní con det-minados reajustes en la distribu-ción
,de sus efectivos poblacionales, derivados, por un lado, de
la definitiva regresión del cultivo azucarero y, por otro, del pa-ralelo
desarrollo de la viticultura y de las sementeras, genera-do
éste tanto por la reconversión provocada por la ruina de los
49 J. DUPAQUIERa:r t. cit., p. 207.
Núm. 34 (1988)
cañaverales como por la especialización vitícola y mercado in-ferior.
En definitiva, frente a la tesis tradicional, de emigra-ción
hacia America a raíz de la crisis azucarera, debe insistirse
en los reajustes poblacionales internos, resultado de nuevas es-trategias
en la asignaci6n de los factores productivos 5Q.
La opinión de que el vecindario es erróneo por defecto no
es nuestra. R. Carande, basándose en este supuesto, le aplicó
el coeficiente 5 a sus 7.741 vecinos, lo cual arroja una pobla-ción
de 38.705 habitantes para el conjunto del país51. Por su
parte, A. D ~ ~ n g u Oe rzti z fue más lejos; consideró que el ve-cindario
no incluía da gente de guerra, los extranjeros y el cle- a
ro y los numerosos esclavos infieles», por lo que llevó aquella N
cyya a los su.u^eu^ bbfianies z, ',o cirai wepiari& & E
O
tado coeficiente, un nivel de ocultación del orden del 22,6 por n-- m 100. ¿Es éste el nivel de ocultacidn correcto? O
E
Es imposible precisar el contingente formado por la gente E
2
de guerra, extranjeros, clero y esclavos. Ahora bien, que el v e -E
cindario no incluya a la gente de guerra es una cuestión menor 3
si consideramos que en Canarias no existió un contingente rni- --
litar permanente para su defensa, al basarse ésta en la aporta- 0
m
E
ción de sus Milicias Provinciales, compuestas fundamentalrnen- O
te por campesinos con obligaciones militares. Se podría pensar, n
no obstante, que los milicianos no fueron computados en dicho -E
vecindario, lo cual nos llevaría a un nivel de ocultación aproxi- a
2
mado al 8,3 por 100 si tenemos en cuenta que la proporción de n
n
los milicianos en la población total se aproximó a este porcen-taje,
al menos en el siglo XVIII. Más convincente es el hecho de 3
O
que no incluya al clero, a los extranjeros y a los esclavos, sien-do
este iiltimo segmento de poblaci6n el más significativo, aun-que
sin presentar, como veremos luego, un nivel uniforme en
todo el Archipiélago, dadas las diferencias existentes en las es-tructuras
socioeconómicas y en las relaciones swiales de pro-ducción
en el agro insular.
-
Ja A. M. MACÍASH ERN.~NDEEZc:o nomL g sociedad en Canarias du-rante
el Antiguo Régimen (c. 1500-1850), Ed. Fundaci6n Insides-Caja CÍ~-
narias, Santa ' Cruz de Tenerife, 1988.
51 R. CARANDEo: p. cit., p. 25.
52 A. DOM~NGUOERZT IZ:o p. Cit., p. 352.
72 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PROBLEMAS METODOL~GICOS DE LA DENIOGRAF~A HISTÓRICA DE CANARIAS 23
Una primera verificación de esta elevada ocultación queda
de relieve contrastando las cifras aportadas por este vecindario
con las de otros de fechas inmediatas (cf. cuadro VI). Así, to-mando
el vecindario de Valcárcel (15901 y aceptando las cifras
del de 1587 para aquellas localidades cuya información no cons-ta
en el primero, resultarían los siguientes niveles de ocultación
para cada área insular (porcentajes entre paréntesis): Gran
Canaria (17,2 por 1001, Tenerife (24,6 por 1001, La Palma (40,9
por 1001, La Gomera (49,9 por 1001, El Hierro (33,3 por 1001,
Lanzarote 160 por 1001, Fuerteventura 145,3 por 1001, Archipié-lago
129,3 por 100). Por consiguiente, parece más razonable uti-lizar
el vecindario de 1590, con las agregaciones indicadas del
de ? 5 N .
Solventemos ahora el problema del coeficiente vecino/habi-tantes.
Como es bien sabido, constituye uno de los escollos me-todológicos
más polémicos entre los historiadores demógrafos;
si F. Bustelo intentó dar una respuesta matemática al proble-iiia
53 , i1"a g-----cA iialai1l:ua-ua u ua,c. 1-m --.A ---- ----A-- L-1 ----1 ---e*-:-- LUB auwrau auq.marl bar O cual G U ~ L L U ~ I ~ -
te multiplicador sin detenerse en aducir razones que lo justifi-quen.
Por nuestra parte, hemos indicado que el principal seg-mento
de población no incluido en el vecindario está integrado
por la población esclava, la cual, caso de computarse, estaría
asociada a una unidad familiar cuyo cabeza o vecino sena el
propietario esclavista. Pero existen fundados indicios para sos-tener
que las dimensiones de las unidades familiares variaron
sensiblemente en la centuria que va de 1580 a 1680 por lo que
respecta a algunas áreas insulares. A fines del XVI en Las Pal-
---e 11ms de Gran Canaria, y Teide, áreas azucareras en regresión,
el porcentaje de esclavos con respecto a la población total ha
sido estimado en tomo a un 7 por 100 ", proporción consido
rablemente menor en aquellas otras áreas insulares donde no
se dio este cultivo, sino, por el contrario, una viticultura en
F. BUSTELOG ARCÍADE L REAL:« La transfonnacidn de vecinos en ha-bitantes.
El problema del coeficiente», en Estudios Geográficos, núm. 103
(19731, PP. 154-164.
M. LOBOC ABRERAh: esclavitud en las Canarias Orientales en el
siglo XVI (negros, moros y mariscos), Ed. Cabildo Insular de Gran Ca-naria,
Santa Cruz de Tenerife, 1982, pp. 212-213.
Núm. 34 (1988) 73
expansión desde 1550, protagonizada por un campesinado par-celario
y una fuerza de trabajo asalariada, al tiempo que se ini-cia
el cultivo del millo y la papa, lo cual supuso una mayor di-visión
del terrazgo, ante la mayor productividad de los cultivos
nuevos, favoreciendo la generalización de la familia nuclear.
Este proceso ocurrió con mayor o menor intensidad en las is-las
de Tenerife, Gran Canaria, La Palma, La Gomera y El Hie-rro,
de tal manera que parece razonable suponer que la célula
familiar no varió sensiblemente a lo largo de esta etapa, es de
cir, hasta fines del siglo XVII, con lo cual pueden admitirse sin
serias dudas los coeficientes obtenidos mediante los recuentos a
del último cuarto de esta centuria, que especifican conjunta- N
--- E i r u d e~l ximero de v z e i ~ ys habita~tesp ar, e d a - ! a c !e !as o
localidades insulares 55.
n-- m
Pero no ocurre lo mismo con los obtenidos para Lanzarote O
E
y Fuerteventura. Sus poblaciones contaban con un indetermi- E
2
E nado pero en todo caso importante contingente esclavo de ori- -
i-rl~r<scür,w hiadl, s&jies +&i-fito;*lges er; sds ccrL- 2
tinuas entradas en Berbería como consecuencia de la carencia O--
de fuerza de trabajo por la emigración de sus vasallos libres a m
E
las islas realengas ante la atraccidn conjunta de la presidn se- o
ñorial, los ataques de la piratería berberisca y las mejores po- n
sibilidades económicas de estas Ultimas. Hacia 1590, el ingenie
ro L. Torriani afirmaba que Lanzarote contaba con 1.000 almas, l
n
n
n
55 Incluso en el recuento del obispo F. Guillén de 17421747, donde 3
la población se indica en vecinos y habitantes, se obtiene un coeficiente O
mdh ir?&tice. Les sipAentPs cneflcienter. san del recuentn de 1688:
Islas Media Moda --
Tenerif e . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4,38 4 9
Gran Canaria . . . . . . . . . . . . . . . 4,42 4,41
T o Dolmn u- A . U I i . - - U . . . . . . . . . . . . . . . . , . OJ2 4J2
La Gomera . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4,47 4,53
EIHierro . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4,14 431
F'uerteventura . . . . . . . . . . . . . . . 444 4,55
Lanzarote . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4,33 4,44
FUENTE: J. SÁNCHEZH ERREROo:p . cit., pp. 292-2197'.
74 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PROBLEMAS METODOLÓGICOSD E LA DEMOGRAFÍAH IST~RICADE CANARIAS 25
de las que tres cuartas partes son moriscoss8. Un informe de
la Inquisición de 1595 alude a la existencia en F'uerteventura
de 307 moriscos, entre esclavos y libres; por su parte y en este
mismo documento, el capellán Ginés Cabrera de Betancor da
la cifra de 300 casas de moriscos libres (es decir, 1.500 habitan-tes,
admitiendo el coeficiente 51, para Fuerteventura y Lama-rote,
y computa la población total de esta última en 300 veci-nos,
la mayoría moriscos. También en 1595 el ingeniero militar
Próspero Cazorla considera que en ambas islas «hay 1~500 ca-bezas
de rnoriscos, hijos de moros)) 57, dato que puede interpre-tarse
como el resultado de la conversión en habitantes del nú-mero
de casas aportado por el capellán Ginés de Cabrera. Cabe
aamir, por tanto, -m si@ficabiv-o cuiltizgerIie esc&k-o for-maba
parte de la unidad familiar formada por los propietarios
de la tierra. Y dado que el vecindario no incluye los esclavos,
parece razonable subir a 5,5 e! coeficiente que debe aplicarse
al número de vecinos de ambas islas.
Así pues, los coeficientes más acertados son los siguientes:
Tenerife (4,401, Gran Canaria 14,5), La Palma (4,121, La Gomera
(4,501, E3 Hierro (4,211, Lanzarote (5,51 y Fuerteventura f5,5).
Y de su aplicación a los datos corregidos del vecindario resul-ta
que la población del país hacia 1590 ascendería ahora a 48.592
habitantes 4cf. cuadro VI), y de su comparación con el recuen-to
de 1680 se obtiene una tasa anual de crecimiento acumulati-vo
del 0,81 por 100. Un nive1 de incremento de este orden im-plica
la presencia de un modelo demográfico caracterizado por
un saldo vegetativo ampliamente superior al 1 por 100 anual,
lo cual significa a su vez que su tasa de natalidad estaría sos-tenida
en torno a un 42 por 1.000, la de mortalidad oscilaría
alrededor del 30 por 1.000, y total ausencia finalmente de crisis
de sobremortalidad y de emigración. Tal modelo es inaceptable
para una sociedad preindustrial, además de que no existe con-cordancia
alguna entre su supuesta tasa de crecimiento y la
distribución de su población real en 1686 con la de una pobla-
Op. cit., pp. 44 y 50.
57 M. LOBO CABRERA: op. cit., p. 217.
Núm. 34 (1988)
ción teórica estable". Por todo ello, es preciso concluir insis-tiendo
en la elevada ocultación del vecindario de 1587, pues
cabe pensar que el recuento de 1680, por su origen y finalidad
confesional, es mucho más fiable, como ha revelado el test de
verificación de la distribución de sus cifras (cf. cuadro VI.
Todavía puede mejorarse nuestra-labor crítica mediante la
aplicación del test de las tasas de natalidad y de nupcialidad,
propuesto por J. Nadal a aquellas localidades cuyo promedio
decena1 de bautismos y matrimonios, centrado en torno al año
del indicado vecindario, nos es conocido (cf. cuadro VII). Las
tasas obtenidas deben situarse alrededor del 42 por 1.000 para
la natalidad y del 8,5 por 1.000 para la nupcialidad. Podría ar-m
i m ~ n t a r sn-=~-i- i p i-i-n-n c t-a-n-a-c i n f ~ r i n r ~s?; s qnntada_s no im-plican
necesariamente que las cifras del vecindario son supe-riores
a las reales, dado que se discute la tesis de que la tasa
indicada exprese el nivel medio de la natalidad de las socieda-des
preindustrialeseo y, en el caso de la nupcialidad, puede ar-mímnntarco
!y inoidenoiri & 12 c,&enjds c ~ ~ i p , n et e ~ & ~ , t ~ ~ ~ b LC'&AV'.VWL Y" *.."LUI**V*UI
canario-americana, la cual enrarece el mercado matrimonial y
reduce el número de nupcias. No obstante, hay razones para
sostener que las tasas de los pueblos elegidos como muestra
deben ser similares al nivel apuntado, puesto que se continúa
aún en ellos -a excepción de Las Palmas de Gran Canaria- el
proceso de colonización y, sobre todo, se inicia la expansión de
1a.economía vitícola y que, en lugar de emigración, el modelo
migratorio de este período fue de signo contrario
El resultado de nuestra nueva verificación pone nuevamen-
+- drr n-1:nr.r. r i - q r i ;-.-ali.cn lo- n;fiiac rnn+ifinsdoci ñn lFQn rrrncinn- uc LGLLGVG yur, r i i b r u m u ~ 4 3uu r- LbuurLuuuuu ub r v v v pruuurr
tan algunas importantes deficiencias. Con respecto a Gran Ca-naria,
son totalmente inadmisibles las tasas de Gáldar y Santa
Brígida, consecuencia de un denominador erróneo por defecto.
B. Fil. X~ c i a sI J~t.xIt.rn~zo: p. di.,e ri =renra.
59 J. NADAL: «La Catalogne dans 1'~spagne modernes, chonique en
tude des et chronique de démographie historique, 1965, pp. 53-54.
60 J. ARANGO: «La teoría de la transición demográfica y la experien-cia
histbrican, en Revista Española de Investigaciones Socioldgicas, nú-mero
10 (19801, p. 176.
A. M. MACÍAHSE XNANDEZ: op: cit., kn prensa.
76 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Para alcamar el umbral del 42,O por 1.000 se requiere añadir
la cifra de 2.400 habitantes, lo cual significa que, haciendo ex-tensivo
este defectuoso denominador al conjunto regional, su-puesto
verosimil teniendo en cuenta que la población analizada
representa el 67,8 por 100 del total insular, que su primer
cómputo de 9.288 habitantes es en realidad sólo, el 72,4 por 100
de dicho total, el cual ascendería a 12.829 habitantes. Y com-parando
este nuevo resultado con la población del recuento de
1680, la tasa anual de crecimiento acurnulativo sería del 0,50
por 100, acorde con las propias de una poblacidn bajo un ré-gimen
demográfico tipo antiguo.
Un similar cálculo se ha realizado para las poblaciones de
r~ne--r-Lie,?r- -uey ¿a Pahia, arrüjandu cvm muy probable su esiima-ción
de 1590, dado que las tasas son algo inferiores al umbral
indicado de 42,O por 1.000, lo cual puede obedecer al subre-gistro
de los bautismos, cuestión que veremos más adelante.
La tasa de crecimiento anual acumulativo para Tenerife entre
1590 y 1680 es del 0,87 por 100, muy elevada pero explicable por
el hecho de que desde 1550 y hasta mediados del XVII la isla
conoce una importante corriente inmigratoria de procedencia
lusitana, atraída por la expansión vitícola. Para el resto de las
islas, los niveles de crecimiento estimados para el período 1590-
1680 fueron los siguientes (entre paréntesis): La Palma (0,52
por 100). La Gomera (0,76 por 100), El Hierro (1,05 por 1001,
Lanzarote (0,91 por 100) y Fuerteventura (0,63 por 100). Y con-siderando
la última rectificación realizada para Gran Canaria,
tendríamos que la población del conjunto del país a fines del
siglo xvx sería de 52.133 habitantes, con lo cual tendríamos una
tasa de crecimiento anual acumulativo para el período 1587-1 680
de 0,73 por 100, la cual, a pesar de todas nuestras estimaciones,
sigue siendo elevada si consideramos que las tasas calculadas
para La Gomera, Lanzarote y El Hierro son totalmente inadmi-sibles,
muy altas y sin causa alguna que las justifique -(cf. cua-dro
IV). Aquí, en espacios poco poblados y dilatadas jurisdic-ciones,
los datos poblacionales habrían sido dados como sim-ples
estimaciones y no como el resultado de una paciente visi-ta
y recuento local. Todo ello obligará en un futuro próximo a
continuar esta labor critica con objeto de precisar mejor el
contingente población del siglo de la colonización isleña.
Por último, una breve alusión a la posible causa de esta ele-vada
ocultación. La iniciativa regia de conocer el volumen po-blacional
corría paralela a una profunda revisión de la Hacien-da
castellana, al objeto de solucionar su grave crisis financie-ra6'.
Así, durante esta centuria, sobre todo en su segunda mi-tad,
se elaboraron varios recuentos referidos sólo a las comu-nidades
realengas de la Corona de Castilla, ofreciendo infor-mación
del número de vecinos y del valor de cada una de las
rentas percibidas por la Hacienda en cada demarcaciónm. Es
lógico pensar que las 'autoridades locales reducir��an los efecti-bién
su participación tributaria. Y aunque Canarias gozaba de
un tratamiento fiscal privilegiado, es posible que se intentara
salvaguardar ese régimen de excepcionalidad, máxime cuando
en etapas anteriores, cuando se realizaron recuentos generales
para toda CastiUa en 1528 y 1536 «para la equitativa Uerrama
de.. . los servicios)) 64, no fue incluido el Archipiélago, a pesar de
que hubo motivos para temer algún recorte de esa excepciona-lidad
fiscal en la década de 1580.
En efecto, la Corona solicitó del prelado F. G o d e z de He-redia
no sólo el cómputo de la población regional, sino también
un balance del volumen de las rentas de la mitra canaria, posi-blemente
para conocer el monto de la riqueza insular65A. de-más,
en la década de 1580 envió un comisionado con el fin de
aclarar supuestas irregularidades; posteriormente confirmadas,
en la administración concejilS, y desde 1569 hasta 1613 hubo
intentos, sucesivamente abortados por la oposición de la clase
M. ULLOAo:p . Cit., pp. 759-815.
F. RUIZ MARTÍN: art. cit., pp. 132-133.
Zbid., p. 133.
65 L. FERNÁNDEZ MARTÍN: art. cit., pp. 96-110.
68 A. m f ~ HsE RNÁNDEZa:A portaci6n al estudio de las haciendas lo-cales:
los presupuestos del Ayuntamiento de La Laguna (17721851)», en
RHC, núm. 37 (19831, pp. 118-119.
78 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
terrateniente insular, de revisar los títulos de propiedad como
consecuencia de las usurpaciones en el dominio realengo "".
En segundo lugar, se ha indicado la posibilidad de que la
población hidalga no esté incluida en los vecindarios que ten-gan
una finalidad impositiva, puesto que estaba exenta de pa-gar
pechos Pero esta argumentación no puede ser citada para
el caso que nos ocupa, dada la exepcionalidad fiscal del Ar-chipiélago
y sólo debe ser tenida en cuenta cuando se proceda
al examen de algunos vecindarios canarios de carácter local,
existiendo pruebas de una llamada a la hidalguía para eximirse
de determinadas cargas concejiles o trabajos de tipo comuni-tario
".
C) De las matricuh de B. GarcZa Jiménex
al recuento de F. Guillén
Tal como hemos indicado9 desde 1587 y hasta 1?51 el Archi-piélago
quedó al margen de las iniciativas oficiales encamina-das
al conocimiento de la población del reino. Falta de infor-mación
que queda felizmente subsanada gracias a las matrícu-las
del obispo B. García Jiménez y de su homónimo F. Guiilén,
puesto que los test de verificación de los datos censales em-pleados
hasta ahora han rechazado el resto de la información
concerniente a este período, a la par que han mostrado que las
citadas matrículas ofrecen unos datos bastante fiables.
A' M; MACÍASH ZRNA~NDEoZ?I. &., m prensz.
68 J. PÉREZ PUCHAL«:I ?uentes y métodos de la demografia histórica)),
en Estudios Geográficos, núm. 130 (1973). p. 12.
69 Un ejemplo de esta dificultad puede comprobarse en padrón reali-zado
por el Concejo de Tenerife con motivo de un repartimiento de tri-go.
Martín del Hoyo manifiesta públicamente su repulsa a ser empadro--
n-a--r-i n en 10- t&mLca: @nrqae e; ~-:er ~ i d =~ ~ A ~ & - o ~y a C : ~
repartiéndoseme la dicha fanega de trigo e sido notoriamente agraviado
y a sido el dicho repartimiento en gran daño y perjuicio mío y e sido
perturbado en la quieta y pacífica posesión en que estoy de no ser en-padronado
y de gozar de los dichos priviIegios y esenciones que los ca-balleros
hijosdalgos gozan de Casa y Sola. conocido.)) J. RÉGULO PÉREZ
(Ed.): Nobiliario de Canarias, La Laguna, 1955, t. 111, p. 905.
En realidad, no hemos hallado ningún reparo del tipo que
aquí hemos indicado sobre el grado de fiabilidad y representa-tividad
de estos recuentos. Sabido es que el clero rural es el
mejor conocedor de la realidad de cada comunidad en concre-to
-aunque en muchas ocasiones su nivel sociocultural plan-tee
dificultades insalvables-, y no cabe duda de que los pa-drones
eclesiásticos ofrecen una imagen del tamaño de la
población mucho más fidedigna que la obtenida de aquellos
otros de carácter oficial. Y aunque la mayoría de las veces
fueron los propios curas los lque enviaban los datos para la
confección de estos últimos recuentos, la finalidad perseguida
5 en su elaboración, hacendística o militar, originaría un cierto ;
av*rUa -d- n UP, c~~! tg~id=n~, ! i ~ l&p r e ! p&-r~cQ e! i&njc~p rB U! i
pósito de no granjearse la enemistad de sus feligresesTg. D--
No obstante, a propósito de estos recuentos de carácter con- o"
fesional, A. Domínguez Ortiz, además de indicar su mayor gra- I
i
do de fiabilidad con respecto al resto de la información pobla- -
9 bns;numrrnalr , rkinahr r.'sna nrnnicndn n i r n nn n n n t o h o n nnn 01 nlnrn rnmilar TT yruuwuuv yuu ILV VVILYUUU~A Y--I Y- VIUAV AV----- J
B secular y con la denominada población flotante 71. Puede aña- -- 0 dirse que al ser de tipo confesional y especificarse únicamente
aquellos feligreses que cumplen con el precepto pascual, los 5
párvulos, exentos de esta obligación, quedarían al margen del
cómputo, así como la minoría de diferente confesional religio- 1
C sa. Frente a estas objeciones, debemos indicar, en primer lugar 5
y por lo que se refiere a la población eclesiástica, que las ama-trículas))
de B. García Jirnénez no contabiiizaron la misma n,
1 f
mientras que las de F. Guillén tienen el inconveniente de que "
110 13 iiichye para cada ~ o c a ! i ds~h~o 21 de &e &-~d=,
dificultad que puede ser solucionada considerando que dicha po-blación
se localizaba sobre todo en cada una de las capitales de
las islas; y suponiendo que la proporción representada por la po-
7VP.ÉRE Z Pdcm: =?t. cit., p. 12.
A. DOMÍNGUEOZR TIZ: op. cit., p. 53.
72 J. ESCRIBANGOA RRIDOL:O S jesuitas y Canarias (1565-1767). Tesis
doctoral inédita. Universidad de La Laguna, 1982. Este autor cita dos.re-cuentos
del total poblacional de cada isla en 1719 y de 1729,. a excepción
de El Hierro en el primero. Por rigurosa aplicacion del test geográfico
no han sido empleados.
80 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PROBLEMAS MEXODOL~GICOSD E LA DEMOGRAF~AH' IST~RICAD E CANARIAS 31
blación religiosa en este último recuento, en torno al 1,8 por 100
del total poblacional, sea similar a la de las c(matrícu1as)) de
B. García Jiménez, puede estimarse la población total regional,
aunque el bajo porcentaje indicado no introduce ningim sesgo
significativo.
Por lo que respecta a la posible ausencia de la población in-fantil,
de menores de siete o doce años, debemos precisar que
Ia distribución por edades del grupo masculino en los recuen-tos
de 1686 a 1688 pone de manifiesto una proporción elevada
de individuos jóvenes, en torno al 40 por 100 de la poblacidn
total masculina, propia de una población sometida a un r6gi-men
demográfico de tipo antiguo; y con respecto al recuento
de F. Güjl&, el test de ver;f.icac~~dIie las de crech-I-je,io
y de la estructura por edades indicada con las de los modelos
de población estables permite insistir en la verosimilitud de las
cifras de ambos recuentos, además de reafirmar la escasa fia-bilidad
de algunos de los que con anterioridad hemos rechaza-do.
Por úitimo, ia minoría reiigiosa ue diferente confesionalidad
es poco significativa durante los años del recuento, al minorar-se
sus efectivos, integrados en su mayor parte por mercaderes
extranjeros, por la regresión vitícola, además de configurarse
ya por estas fechas una colonia mercantil irlandesa.
En el periodo 1680-1688, el nivel de incremento porcentual
anual es de 0,4 por 100 para el conjunto regional (cf. cuadro IV),
claramente más bajo en algunas islas, concretamente en La Go-mera
y Fuerteventura, y negativo en Tenenfe, mientras que
ofrece cotas muy elevadas para Gran Canaria y Lanzarote y
sobre todo para El Hierro. El método consistente en rechazar
aquellos recuentos cuyas tasas manifiesten niveles inalcanza-bles
por una población preindustrial permite considerar inacep-tables
los datos de 1680 relativos a estas tres islas, lo cual sig-nifica
de paso estimar válido el recuento de 1688 a nivel insu-lar,
cuestión más convincente que con respecto al anterior, pues
el test de distribución de las cifras pone de relieve una más
perfecta proporción de este último recuento {cf. cuadro VI. En
cualquier caso, si bien son rechazables los datos de El Hierro,
la manifiesta falta de homogeneización de las tasas del conjun-
Núm. 34 (1988) 81
to insular responden, como veremos más adelante, a una rees-tructuración
de la trayectoria poblacional del Archipiélago, con
desplazamientos de sus efectivos al interior del mismo7s y, en
,menor medida, al fenómeno migratorio.
En el periodo 1688/1742-1745 se mantiene una tendencia si-milar,
después de que eliminemos el vecindario de 1733 por dos
motivos: en primer lugar, aunque conocemos la coyuntura eco-nómica
favorable de Fuerteventura durante el setecientos, no
podemos sostener la cifra poblacional dada para esta isla (cf.
cuadro IV), pues da lugar a una tasa anormalmente elevada
para el período 1688-1733 y negativa para el inmediato siguien-te,
de 1733-1745. En segundo lugar, y con respecto a las islas de
ianzarote! La Gomera y El Hierro, sucede lo contrario: bajas
cifras de población en 1733 y, en consecuencia, unas altas tasas
para la etapa 1733-1745 y menores sensiblemente en el inrnedia-to
precedente, de 1688-1733. Por todo ello, parece más convin-cente
eliminar el recuento de 1733 y mantener los de 1688 y
1742-1745, en cuyo período la tasa de crecimiento insular y re-gional
no rompe la tendencia iniciada después de 1680, tenden-cia
que constituye un fiel reflejo de la coyuntura económica re-gional
74.
D) Los censos ilustrados
Se han esgrimido argumentos a favor o en contra de los tres
primeros censos, siendo algunos de la opinión de que todos son
defectuosos 15. En lo referente a Cataluña, P. Vilar sostuvo que
e1 de Aranda es deficiente por exceso, mientras que el más dig-no
de crédito es el de 1787 ", coincidiendo con la tesis general,
aunque se estima para este Último un grado de ocultación en-
" A. M. MACÍASH E R N ~ E oZp.: Cit., en prensa.
74 ZbZd.
73 A. DOM~NGUOERZT IZ:S ociedad y Estado en el siglo XVZZZ e s p
ñol, Barcelona, 1976, p. 415; C. Aras ALVAREZ: El Antiguo Régimen: tos
.Borbones, Madrid, 1975, p. 25.
P. VILAR: La Catalogne dans L'Espagne Moderne, París, 1962, t. 11,
.PP. 2940.
82 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
tre el 5 y el 10 por 100 a nivel de todo el reino Con respecto
al Archipiélago, suscribirnos la fiabilidad del censo de Florida-blanca,
puesto que no tenemos por el momento ninguna razón
en contra, pero sostenernos que el de 1769 y 1797 infravalora-ron
su población.
Es discutible, tal como señala E. Fernández de Pinedo, la
aplicación del test de masculinidad a todas las edades, consis-tente
en comparar las ratio obtenidas con las propias de una
población estable, es decir, de mortalidad constante y con una
esperanza de vida al nacimiento de unos treinta años, dada la
inexactitud en la declaración de la edadT8. Podrían resultar ta-sas
aberrantes y, sin embargo, correctas las dimensiones tota-les
de la población censada. Permitiría verificar sólo la validez
de los datos relativos a la estructura por edades y bajo este án-gulo
se ha utilizado este test, cuyos resultados examinaremos
más adelantegg,a sí como el indicado por P. Vilar, que trata de
hallar el grado de desviación de los tres grandes grupos de edad
de la población censada (cero-veinticinco, veinticinco-cincuenta
y cincuenta y más años) con el modelo teórico de población
establea0. Ahora bien, adelantamos que si el resultado de la
comparación en uno u otro test es de una total asimetría con
respecto a la distribución de la población del modelo, ello no
implica necesariamente una escasa fiabilidad de la estructura
poblacional se& el censo, sino un hecho concreto: la emigra-ción.
Una variante de este procedimiento, propuesta por F. Buste
lo, sería el test de masculinidad a la edad de cero a siete años ",
l7 F. BUSTELYO GARCÍDAE L REAL: ({La población española en la se-gunda
mitad del siglo XVIII)), en Moneda y Crddito, num. 123 (19721, pá-ginas
69-75.
E. F'ERN~NDEZD E PINEDOC: recimiento económico y t r ans f omc i o -
nes sociales en el Pais Vasco (1100-18.50!, -Madrid, 19?4, pp. !32-83.
79 A. M. MACÍAS HERNÁNDEoZp.: cit., en prensa.
80 P. VILAR: La Catalogne ..., t. 11, pp. 9697.
81 J. M. PÉREZ GARCÍAU:n modelo de sociedad rural de Antiguo Ré-gimen
en la Gaiicia costera: la Penfnsula del Salnds, Santiago de Com-postela,
1979, pp. 27-32; S. B. HANLEYy Y. KOZOE: conontic and Demo-graphie
Change in Preindustrial Japan, 1600-1868, Princenton, 1977, p8g-i-
Núm. 34 (1988) 83
empleado fructíferamente en otros trabajos Esta relación es
al nacer de 104,5 por 100 a favor de los varones y para las sil
guientes edades, hasta los siete años, se estima que oscila en
torno a este porcentaje, aunque tal estimación sea también
discutible, dada la progresiva sobremortalidad masculina des-de
la. edades tempranas. No obstante, su aplicación a los cen-sos
de 1769 y 1787 permite precisar algunas cuestiones (cf. cua-dro
VI11 y "mapas 1 y Si).
En primer lugar, una relación de masculinidad acorde o
próxima9 a la teórica, de 1045, sólo se constata y de forma muy
parcial a nivel insular y comarcal, es decir, de un volumen po-blacional
suficientemente elevado como para eliminar los efec-t
- 1 l n n r \ r r n w e c nnricoloe nnr nmi c i t í n 11 n ~ i j lnf~ i r i n
b u 3 LIilGLLbULlUD y IUU G A A V L G r J b u A W U A b r J p V A U I L Y V A Y ~ A U uv ~ u u u r v i i .
~enerife-ofrecelo s coeficientes mas adecuados, tanto en su con-junto
(104,5 y 108,4 en 1769 y 1787, respectivamente) como en
sus comarcas, a excepción de la 111 1(115,6), IV 195,6) y V 197,8)
en 1769 y esta Última en 1787 (93,5). Con respecto a Gran Ca-iiik.,
las ~efi~z;;ckals del censo de ??E! se aglLt'rrun, siefido m-lamente
aceptable la relación de masculinidad de la comarca VI
( 101,8), mientras que en 1787 parecen apropiadas a nivel insular
(105;7) y de las comarcas 11 (102,9), IV (103,3) y VI (108,8). Por
su parte, La Palma manifiesta también unos índices muy des-viados
del teórico, tanto por lo que se refiere a su ámbito insu-lar
h12,3 y 89,5 en 1769 y 1787, respectivamente) como carnar-cal,
salvo para la 1 1101,4) y 11 (107,3) en 1769. Finalmente, las
ratio relativas a las islas de señorío son defectuosas por exce-so
o por defecto, a excepción de La Gomera (100,O) y Fuerte-ventura
íiO7,3j en i787.
m segundo lugar, y a nivel local, los dos censos no resisten
la aplicación del test de masculinidad, sobre todo el de 1787.
Mientras que en el de Aranda más de la mitad de las localida-des
(51,6 por 100) tienen un coeficiente en el límite inferior
(173 por i X j o superior í34,4 por iGOi de süs frwüenclas
(cf. cuadro IX), en el de Floridablanca asciende al 67 por 100
nas 50-51; M. MORINEAU«:N ote sur le peuplement de la generalité de
Moulinsn, en Homenaje a M. Reinhart, p. 493.
F. BUSTELYO G ARCÍAD EL REAL: ((La transformaci6n ...» , p. 75.
:M ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIC'OS
de los pueblos, situándose en el nivel inferior el 40,2 por 100
.y en el superior el 26,8 por 100. Además, mientras que en el
primero la ratio del 7,8 por 100 de sus comunidades se en-cuadra
en torno al índice Mrico establecido en la frecuen-cia
102-106, oscilando las de un 25 por 100 alrededor de este
intervalo, en el de 1787 afecta solamente a un 4 por 100 y a un
8 .por 100, respectivamente.
¿Cuál es la explicación de esta defectuosa respuesta al test
de masculinidad? Sólo una y muy clara, aparte de una posible
ocultación u omisión: las crisis de sobremortalidadw3E. n efec-to,
el año agrícola 1768-1769 fue muy desfavorable, sobre todo
en~lasis las de Lamarote y Fuerteventura, aumentando la mor-talidad
ordinaria como C ~ E S P C d~e ~!$ Pim~ n~ i cih y de !U e ~ -
fermedad, repercutiendo mayoritariamente sobre la población
infantil. Pero los efectos de la sobremortalidad sobre la estruc-tura
por edades fue mucho más grave en 1787 -y de ahí ese
40,2 por 100 del intervalo inferior de las frecuencias en la re-
IsidSn de masciilinirl~rle n este cense==, dehid~!r . !U,e pidemi~
de viruelas de 1780, con nuevos brotes en 1784 y 1787 en La
Palma, explicándose con ello la baja ratio de esta isla, de 89,5
a nivel insular icf. cuadros VI11 y 1x1. Por todo ello, cabe con-cluir
que si bien el test de masculinidad a edades tempranas
nos parece apropiado, su aplicación a los censos de 1769 y 1787
no ofrece sólidas garantías de éxito en el caso de Canarias,
como consecuencia de una sobremortalidad en los años de su
realización, la cual afectó mayoritariamente a la población in-fantil,
distorsionando así Ia representatividad del citado test y
rinniln nnr.rmtor nn nhrtontn 1-E rlimnmri4nnnri An 1- n r r L l m ~ : A n
ULUIIUV VVI~UUULW, &*U VLIUUCWI~, ALIU UU~AGL~IUAAGU UG L a puuiabruir.
Sin embargo, mantenemos nuestra premisa inicial, de conside-rar
infravalorados los datos de los censos de 1769 y 1797.
Si bien es perfectamente válida para el siglo m111 una tasa
de crecimiento anual acumulativo de 0,4 por 100 entre 1742-
??45 y 1769 y de 0,s pm 100 pxa 1769-1787, nu s ~ e e d e:o misma
con las obtenidas en esta Última etapa con respecto a Gran Ca-naria
(1,O por 1001, La Palma (1,2 por 100), Lanzarote (1,6 por
100) y Fuerteventura t1,0 por 100), inapropiadas para una po-s
A. M. MACÍASH ERNÁNDEZo:p . .cit., en prensa.
blación preindustrial. En segundo lugar, las tasas brutas dece-nales
de nupcialidad y natalidad, elaboradas a partir de los da-tos
del citado censo, son mas elevadas en la mayoría de las
localidades que para la etapa anterior y posterior, consecuen-cia
lógica del defectuoso denominadors4. Por esta razón, esti-mamos
más acertado eliminar de nuestro análisis el censo de
1769 y de esta forma la trayectoria poblacional regional e in-sular
puesta de relieve por las tasas de crecimiento del perío-do
1742-1745 a 1787 es bastante convincente, y la distribución
por edades del censo de 1787 y dicha tasa, de 0,45 a nivel re-gional,
se aproximan a los niveles demográficos propios de una
población preindustrial de acuerdo con los modelos de pobla-
&iiG estables 8S.
Pero interesa también subrayar las razones de la infravalo-ración
del censo de 1769. Su primer redactor fue el clero rural
y no cabe argumentar para Canarias la no concordancia de las
circunscripciones religiosas con las territoriales -problema
-pl arltea&ú para otraa Srezi+, p & u es qze 1% isla
era una unidad geográfica-administrativa «motu propion. Los
datos eran luego enviados a los obispados, quienes a su vez los
trasladaron a los corregimientos, Audiencia o lCancilIerias del
reino, encargados de su definitivo envío al Consejo. Si supone-mos
que las cifras del censo son las de sus primeros redactores,
entonces es evidente que éstos falsearon la realidad poblacional
de sus respectivas feligresías.
Quizás uno de los motivos de esta ocultación sea la posibi-lidad
de una alteración en el régimen fiscal privilegiado que
gozaban las isiás ->a eñ~eriericia del Czhstro de Ensen8c!a
segufa aún viva-, y hubo muestras de cambio en el aparato
hacendístico canario, de celo y rigor en la recaudación de las
rentas reales, llevado a cabo en 1762 por su nuevo administra-dor,
Alonso de Narváez, repetición de la actitud adoptada por
ei intendente Zevaiios eñ i72C-i72i, de recwrdos; dra=&ticosB8,
" Ibid.
8". COALEy P. DEMENY:R egionaL Eife Tables and Stable Populations,
Prfnceton, 1966.
J. VIERA Y CLAVIJO: Op. cit., P. 328.
86 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PROBLEMAS METODOL~GICOSD E LA DEMOGRAF~AH ISTÓRICA DE CANARIAS 37
y frente a la cual volverían ahora a levantarse los ánimos, aun-que
de manera menos violentaa7.
En segundo lugar, podría argumentarse la duda de que la
población eclesiástica no estuviera censada en los datos gene
rales. Ahora bien, esta omisión s610 afectaría de forma relevan-te
a las localidades donde residían las comunidades religiosas
más importantes -las capitales de cada isla-, y no a la ma-yoría
de los pueblos; además, la población confesional no su-peraba
en conjunto la cifra de 2.750 personas, poco significa-tiva.
En tercer lugar, cabe reseñar la posible incidencia de la
crisis de 1768-1769 sobre el volumen poblacional. Los propios
redactores del censo precisaron que unos 1.200 habitantes de
las islas de Lanzarote y Fuerteventura se hallaban en Santa,
Cruz de Tenerife, ((obligados por el hambre)) Pero si agrega-mos
esta población al cómputo total de estas dos islas en 1769,
las tasas de crecimiento anual de ambas serían totalmente in-admisibles,
de 1,3 de 1742-1745 a 1769 y de 1,O de 1769 a 1787,
frente a 1,O y 1,3, respectivamente, en el caso de no realizar di-cho
surnatorio.
Por último, y con respecto al censo de 1797, la rigurosa
aplicación del test geográfico impide su utilización, dado que
s610 aporta los datos totales de la población del Archipiélago,
desconociéndose el paradero de las cifras insulares y locales.
Además, la tasa de crecimiento anual de 1787 a 1797 es dema-siado
baja, de 0,3 por 100 (cf. cuadro 111, mientras que la del
período siguiente, de 1797 a 1802, es anormalmente elevada, de
2,O por 100, consecuencia de la infravaloración del censo de
Godoy
Ibid., PP. 371-372.
F. JIMÉNEZ DE G R ~ O R I OOP: . dt . , p. 39.
89 Coincidiendo con la opinidn de M. ARTOLA': La burguesfa revolu-cionaria,
Madrid, 1975, pp. 6263, quien sostiene que habría que añadirle
un 10 por 100.
Núm. 34 (1988) 87
E) 1800-1860: numerosos y contradictorios datos
poblacionales
El período comprendido entre 1800 y 1857 es relativamente
abundante en cifras poblacionales; sin embargo, la realidad es
que no resisten la más mínima critica. El censo de F. de Esco-lar
de 1802, resultado de su comisión para la elaboración de
una estadística de la población y riqueza del Archipiélago, no
presenta una información homogénea para todas las lmalida-des,
faltando los datos relativos a la estructura por edades,
sexo y estado civil de importantes localidades de Tenerifem. a
Adem&, la tasa de crecimiento anual de 1787 a 1802 a nivel E
regional (0,9 por 100) y de determinadas islas es muy poco con- o
n
vincente, superior al 1 por 100 ~(cfc. uadro IV), lo cual exige su - m
O
E eliminación de nuestro análisis poblacional, máxime cuando E 2 empleando el siguiente recuento que ofrece cifras locales, de E
1835, las tasas de crecimiento obtenidas (periodo 1787-1835)
son aceptables y propias para el período, salvo el caso de La
Gomera, con una tasa de 1,l por 100 (cf. cuadro IV). -
0
m
E E1 resto de la información poblacional citada para la Últi- o
ma etapa de nuestro estudio, a excepción del recuento de 1835
y del primer censo moderno de población, no merece crddito n
E alguno ". En primer lugar, ha sido rechazada anteriormente al a
aceptar a ccpriorin la utilización del test geográfico. Pero es n
que también sus cómputos a nivel regional son insostenibles. n
El recuento de 1822 para la nueva división territorial infrava- o3
lora la población del Archipiélago en una quinta parte, según
declaración de la propia comisión encargada de su elabora-ción:
en vez de 215.106 habitantes, la cifra correcta serfa de
90 De la Orotava, Puerto de la Cruz, Realejo Alto y Bajo.
Para 1818 se dispone de un recuento de población elaborado por
21 iiüevU iiiteiiiillente de Cansrias; ~ e r c!u fhulidud que s ip~ec m ta! -re-cuento
y noticias sobre la situación económica insular es un intento de
modificar el sistema hacendístico, por lo que sus cifras no son dema-siado
fidedignas, ademas de que no conocemos el procedimiento seguido
para su obtención. Dicho recuento es citado por M. M O R ~AOLO NSO:
.aLa renta del excusado en Canarias)), en V CHCA, Sevilla, 1985, t. 11,
PP. 610-11.
88 ANUARIO DE ESTUDIOS, ,.ATLdNTICOS
158.127. Para dos años mas tarde, S. Berthelot estimó el total
poblacional en 200.534, sin especificar la procedencia de su ci-fra;
desaparecen, sin más explicación, 42.407 ó 14.572 habitan-tes,
aproximadamente, según coincidamos o no con el nivel de
ocultación del recuento de 1822.
El denominado censo de policía de 1826, facilitado por
P. Madoz, reproduce los 215.106 habitantes de 1822 y el Dic-cionario
de S. Miñano los del censo de 1802, copiados también
por J. Canga Argüelles y por A. Moreau de Jonnésm. El nuevo
proyecto de división territorial contabiliza la población del Ar-chipiélago
en 199.950 habitantes, cifra repetida en 1836 para
formar la guía electoral; en medio de ambos recuentos, el de
1835 c. r ? h ! de c s h cmmrii&~d e!evrt e! cSrriput~ 2 233.?89, !o
cual supone un margen de omisión muy alto, de 33.839 habi-tantes.
El siguiente dato poblacional se refiere a la matrícula
catastral de 1842 y aunque ofrece información de ámbito insu-lar,
es manifiestamente errónea, puesto que es imposible un
, L , , , A , , , , innramnritn de 15.604 habitates para. Grafi Canaria m s d ! ~
siete años y las elevadas pérdidas de Lanzarote y, sobre todo,
de Fuerteventura (menos de 2.119 y 4.097 personas, respectiva-mente)
(cf. cuadro IV). Finalmente, la matrícula catastral de
1846 tampoco merece excesivo crédito, dado que reproduce las
cifras de 1835 para las islas de Lanzarote, F'uerteventura, La
Gomera y El Hierro (cf. cuadro IV).
Los propios autores del censo moderno de 1857 realizaron
su crítica a la hora de su presentación: ocultación en las loca-lidades
medianas, sobre todo en aquellas de hhbitat disperso,
,,, ,,,, --.----e -----e -- --:&:---m PUL tclrrw a rrutwaa cxugaa Llguo~wvcw. Este argiieniu parece
del todo correcto para Canarias. Su poblamiento se caracteriza
por un predominio mayoritario del hábitat disperso, y si en
1845 se había alterado su régimen fiscal privilegiado, el esta-blecimiento
de los puertos francos en 1852 supuso un incre- -- rllerl&mc laru de la triUULfiria subie -U-~ C~i&iva cmpe-
. . .
.- 92 S; MIÉIANo BEDOYAD:i ccionario geográfico-estadistico de España y
Portugal, Madrid, 1826-1829; 3: CANGA ARGUELLES: Diccionario de Hacien-da
con aplicación a EspaAa, Madrid, 1833; A. MOREADUE JONNE.SSt:a dis-tique
de L'Espagne, París, 1834.
sino que hasta ese momento se halla relativamente alejado de
la actividad recaudatoria 93.
No obstante, el test de masculinidad a edades tempranas
(cf. cuadros VI11 y 1x1 demuestra la relativa bondad de este
censo, en comparación con los anteriores. Así, a nivel insular,
s61o la ratio de El Hierro (117,l) y de Lanzarote (93,O) se des-vían
excesivamente del umbral considerado como correcto; a
nivel local, el 21,8 por 100 de los pueblos tienen su ratio en el
intervalo 102-106, mientras que las de un porcentaje similar se
sitúan en torno al citado (cf. mapa 111). En definitiva, puede
afirmarse que mas de un 40 por 100 de las localidades censa-das
en 1857 lo fueron correctamente. Y si bien sus cifras po-nen
de relieve, en cnmpamicín con I-r tendencia poblacional
del Archipiélago, de signo claramente positivo hasta 1857, una
disminución de sus efectivos, la cual podría interpretarse como
una consecuencia del defectuso censo, la explicación es otra:
se trata del inicio del gran período emigratorio canarioM.
Lr. cfiticu, & fi~pfitecp &!aci~n&c h~i_ta~ ~ I~J qI ~ e ~ t a
es, sin duda alguna, todavía incompleta. Pero es evidente tam-bién
que la aceptación o el rechazo de uno u otro nivel de cre-cimiento
no puede ser definitivamente decidido sin haber con-siderado
de forma interdependiente las bases económicas so-bre
las que se apoya, cuesti6n que será analizada en el análisis
poblacional en concreto, volviendo de nuevo a plantear la vali-dez
de la información mediante la puesta en relacidn de sus
resultados con los obtenidos de las series de bautizados y de
los modelos de poblaciones estables.
2. LOS REX3ISTROS PARROQUIALES
Como es sabido, el Concilio de Trento estableció la obliga-toriedzd
de amlsir Isic; partidas de bautismos y casamientos
9s J. J. OJEDA QUINTANA: ((Hechos e ingresos de la Hacienda en Cana-rias
desde 1852-1936~e, n la reedición de la obra de A. MILLARETSO RRES:
Historia General de las Islas Canarias, Las Palmas de Gran Canaria,
1977, t. V, pp. 221-226.
M A. M. MACÍAHSE RNÁNDEZo:p . cit., en prensa.
90 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRO.BLENAS RIE"~ODOL~GICOS DE LA DEMOGRAF~A HISTÓRICA DE CANARIAS 41
con la doble finalidad, entre otras, de tener un claro conoci-miento
de la extracción social del clero y de reglamentar mo-ralmente
la célula familiar, medidas en consonancia con el es-píritu
de la'contrarreforma. Ahora bien, esta normativa fue,
lógicamente, el resultado de las nuevas corrientes innovadoras
que se habían ido gestando en el seno de la curia con anterio-ridad
al Concilio y, por ello, la disposición iridentina se vio
cumplimentada en algunas diócesis mucho antes de su estable-cimiento
definitivo. Con respecto a España, J. Nada1 ha indi-cado
la temprana fecha de confección de los libros sacramen-tales
citados, en virtud de la labor desplegada por el Cardenal
Cisneros, imponiendo su obligatoriedad en el Sínodo de Tala-
VPX d~ 1498 95. En Cignl;rias se ordenci su redacción un año an-tes,
según indican las Constituciones Sinodales de la didcesis
canariense, debidas al obispo D. Muros, lo cual evidencia la
existencia de disposiciones mucho mas tempranas m.
O5 J. NADAT: op rit, p 19
se {(Otrosí por cuanto hemos visto por experiencia que algunos se
creian sin padres e madres e parientes, e dudase algunas veces cuyos
hijos fueron, e si son bautizados, e aun muchas veces es necesario sa-ber
la edad e si son legítimos, mayormente cuando hai ser clerigos, e
para haberse de casar es necesario saber la edad necesaria para con-sentir,
e saber cuales fueron sus padrinos e madrinas por el impedimen-to
de la cognaci6n espiritual, e por otras muchas dubdas e daños que
de la ignorancia que de todo o de parte de lo susodicho se suelen se-guir,
por ende nos, por proveer cerca dello, ordenamos e mandamos
que el día que fuera promulgada esta ordenanza en treinta días todos
e cualesquier mayordomos de las iglesias sean obligados so pena de ex.
c = ~ Lfanar~ r;nl ~lihvn~ ~nnctci~
IU-A de !a fUbri,cz de I!u igIeriz dende
oviera pila, e este tengan los Curas en el Sagrario, en el cual queremos
e mandamos ... al Cura que bautizare que escriba su propio nombre, de-ciendo:
yo, fulano, Cura, e luego el día, mes e aiio, e nombre de la cria-tura
que bautiza, e de su padre e de su madre, e si no habidos por le-gítimos
marido e muger, e los nombres de los padrinos y de las madri-nnr
.. ririrrn+ifrininrrnn Qirrnñnln"
IIQU.ll b V I L i > C C C U b í V I b G Q ubIbVWCLIGo del Obispc ?.Purvs en 1427. Traznseri,pciU::
de J. M. ZUAZNAVYA FRR ANCIAo: p. cit., pp. 113-114. Además, es importan-te
hacer constar que los primeros estatutos de la diócesis canariense,
redactados en 1483, fueron copia de los vigentes en el arzobispado de
Sevilla, de cuyo metropolitano dependía la sede canaria, y probable-mente
aquí existía ya la costumbre, trasladada luego a las islas, de ano-tar
los bautismos y casamientos, aunque no tenemos noticia alguna al
Núm. 34 .(1988) 91
42 ANTONIO M. MAC~AS HERNANDEZ
No ocurre lo mismo con los libros de difuntos. La nomati-va
exigiendo su elaboración se debe al Ritual Romano de 1614
y en algunas parroquias encontramos anotaciones de entierros
de adultos desde fines del siglo XVI, puesto que, en sus inicios,
los libros de difuntos son propiamente cuadernos de sepultu-ras
o colecciones de aquellos testamentos cuyas clá,usulas inte-resaban
a la economía parroquia1 Pero la citada normativa
no fue cumplimentada en Canarias con excesivo celo. Así, las
primeras actas de entierros en la casi totalidad de las parro-quias
estudiadas tienen fecha posterior a 1650 e inclusive del
úItimo tercio del siglo (cf. gráfico 1).
Además, no eran únicamente libros de entierros. Durante
gran parte del período estudiado y en la mayoría de las pa-rroquias,
sus libros de difuntos incluían misas, honras fúne-bres,
oficios de ánimas, estipulados rigurosamente en el testa-mento
del finado o abonados por sus familiares. Se unía de
esta manera la naturaleza de la muerte con la economía de la
parroquia. Este era, evidentemente, el precio que hubo que pa-gar
por una excesiva y fragmentaria división de las jurisdic-ciones
parroquiales, como veremos luego, pues si bien estas se-gregaciones,
dado el carácter disperso del poblamiento insular,
repercutían favorablemente en una mejor asistencia pastoral
y, por ello, en la calidad de la información de los libros sacra-mentales,
ocasionaban una penuria de medios y una menor
necesidad de separar ambos testimonios, es decir, el económi-co
del estrictamente mortuorio. No obstante, a medida que
aumentaba el número de feligreses y, en consecuencia, el de
Shit~c, vpia la c ~ n v ~ n i ~&n ~~_b^ t a r iiltLm-ni p n lfirn
aparte, decisión que no fue tampoco regla general. Sucesivas
disposiciones, emanadas de los Sínodos celebrados en la di6
cesis - d e F. Vázquez de Arce en 1515, de C. de La Cámara y
Murga en 1630, de P. Dávila y Cárdenas en 1735, por citar los
respecto. Sobre el obispo citado, cf. L. DIEGQC USCOY((:N otas sobre don
Diego de Muros, obispo de Canarias», en RHC, n h . 9 (19431, pp. 54-61.
97 Al 'fundarse la parroquia de Buenavista en 1533, el prelado funda-
&r orden6 que «se llevara un libro donde se inscribir6 el nombre de los
bautizados y las sepulturas que se abrieran.)) J. TRUJILLCOA BRERAo:p . cit.,
p. 249.
92 ANUARIO DE ESTUDIOS AT4ANTICOS
publirados por el momento-, o (tmotu propio)) de los obis-pos,
como las promulgadas por B. García Jirnenez (1664-16901,
insistieron en la obligatoria redacción de los libros parroquia-les
y en su conservación, además de corregir algunos de sus
defectos, como indicaremos más adelante.
En lo referente a la actitud de los poderes públicos para
con el patrimonio documental parroquial, una despreocupa-ción
absoluta fue la nota dominante. Y no podía ser de otro
modo por cuanto el gobierno sólo se interesaba por sus recur-sos
humanos cuando mediaba una finalidad impositiva. Habrá
que esperar al siglo XVIII para hallar la primera muestra de
interés, motivada por la corriente populacionista ilustradag8,
y ri,ir,-,ntn ln m..; ,,,m ,;+,A Ami ,:,1, ..,,, 2:-4 --A- +--L:^'-
UUAOIAL~G r a ~ A A L L ~ Gl iLl r~ i a u UGL U L ~ L U A L A 3t: ULLMLULL i a u ~ u l t x ~
algunas normas al respecto. Sin embargo, existe general con-senso
acerca de que todas ellas tuvieron un escaso eco ".
Indiquemos, finalmente, que la sociedad canaria del Antiguo
Régimen fue cosmopolita, integrada por diversos grupos con
dzsi-euAe cUrifeUiUIiaii&& religiosa -jU&Us, prutestarltes y (<ber:
beriscos,) '"O-, permanentemente abierta a influencias foráneas
98 Real orden de 21-111-1749. Novzs. Recop., libro VII, tít. 22, ley 10,
nota 10.
ge V. P É m MOREDAL: as crisis de mortalzüud en la España interior,
Siglo XXI, Madrid, 1980, p. 29.
lCU Como ya hemos indicado, la población morisca de origen berber,
introducida en las islas por la fuerza -aunque constan algunos ejemplos
de arribadas voluntarias- ante la carencia relativa del factor trabajo en
la fase de colonización, constituía el mayor contingente poblaciona1 en
Lanzarote y Fuerteventura, representaba para L. Torriani (1590) el 75
por iGV de su pobiación a fines riel XVI, engiobando tanto esciavos como
campesinos libres; en otras áreas insulares dicha proporción fue mucho
menor e incluso meramente testimonial. El decreto de expulsión no afec-tó
a Canarias y, pese a que la Inquisición vigil6 muy de cerca esta po-blación
conversa, cabe pensar que sus orígenes confesionales incidieron
en una menor inclinación por cumplimentar la normativa cristiana, como
testifica inciuso ei autor inciicado, a io cuai contribuia ei eievaüo grado
de abandono pastoral a que estaban expuestos los habitantes de aquellas
dos islas. En este sentido, la insistencia del Cabildo de Fuerteventura
sobre la conveniencia del poblarniento concentrado obedecía a la nece-sidad
de vigilar la observancia del credo cristiano. Cf. al respecto J. PE-RAZA
DE AYALA: «LOS moriscos de Tenerife y acuerdo sobre su expulsi6n»,
en Homenaje a Serra Rafols, La Laguna, 1970, t. 111, pp. 107-127.
en función de la secular presencia de una relación mercantil en
su actividad económica y de la necesidad de fuerza de trabajo
para su proceso productivo, singularmente durante el siglo XVI
y principios del XVII lol. Por ello, y a pesar de la inexistencia
por el momento de estudios que cuantifiquen el volumen apro-ximado
de la extranjería de diferente confesionalidad religiosa
residente en Canariaslm, cabe pensar que sus registros parro-quiales
no recogen toda la dinámica demográfica de su pobla-ción.
Sin embargo, pueden aducirse varias razones para demos-trar
que sus efectos negativos sobre la representatividad de a
los registros no fueron relevantes. En primer lugar, fue siem- N
prz ma selecta rnkm5l'a rrivrcmfi! --e excepcián de !a pohla- O
ción berberisca de Lanzarote y Fuerteventura, cuantitativamen. n-- m te importante pero religiosamente asimilada en parte 'L y su O
conversión a la fe católica constituyó en algunos casos (crazón E
2
de comercio?)lW , además de que dicha conversión, en caso de -E
qüe füeru simüloda, debia u! ~ ~ c ceonsutu r e n !es !ihrns SE- =
cramentales; en segundo lugar, una proporción elevada de di- --
0 cha minoría mercantil extranjera estuvo integrada por católi- m
E
cos irlandeses, sobre todo a partir del último tercio del si- O
glo XVII 'O5. Por último, estaba ubicada preferentemente en los n
r'
a
lU1A . M. MACÍASH ERNÁNDEZo:p . cit., en prensa. n
n El análisis de esta problemática historiográfica se realiza funda n
mentalmente a través del estudio de las relaciones de estas minorías
con la Inquisición. Sin embargo, la única estimación indirecta sobre el O
A . , . . , , . rrnli,man de !a mimrii'u prctect;?nte !a qmrta !B Inquisición para media-dos
del XVII, al cifrar aquélla en 1.500 individuos. Esperamos que la te-sis
doctoral de L. A. haya Hernández, en preparación y sobre la mino-ría
judia fundamentalmente, permita avanzar en este sentido.
lo3 De todas formas, no se conservan registros parroquiales anterio-res
a 1628 en Lanzarote y a 1594 en Fuerteventura. Los abundantes tes-
&b:--u-.A-L LuA,Dde !a i~te.íez1ci6:: de! Smtn Gfkin CQE~ T Ie stm cristislnnc we-vos
confirman su parcial nivel de integración religiosa.
IM F. FAJARDSOP ~NOLRAed:u cciones de protestantes al catolicismo
en Canarias durante el siglo XVIII (1700-1812), Ed. Cabildo Insular de
Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, pp. 143-145.
lo5 A. GUIMERA RAVINA: Burguesía extranjera y comercio atlántico.
La empresa comercial irlandesa en Canarias (1703-17711, Ed. Consejería
94 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PROBLEMAS METODOLÓGICOS DE LA DEMOGRAFÍX HISTÓRICA DE CANARIAS 45
centros mercantiles de las islas, es decir, en aquellos puertos
insulares -Garachico, Puerto de la Cruz, Santa Cruz de Tene-rife-,
donde se centralizaba su comercio 'O6.
2.1. LAS TÉCNICAS DE EXPLOTACIÓN DE LOS REGISTROS
PARROQUIALES
La adecuada medición de las variables vitales de la historia
de la población ha sido uno de los problemas más complejos
de la Demografía Histórica, de tal manera que en la actualidad
dicha complejidad se ha traducido en una sistemática mode-lización
en la que intervienen la matemática, la estadística y
los medios infonnáticos. Dos técnicas, cuya aplicación depende
estrechamente de la riqueza del material disponible, se ofrecen
para la solución parcial de los citados problemas: la recons-trucción
familiar y el procedimiento agregativo, el cual ha vis-to
ampliadas sus posibilidades gracias a las nuevas mediciones
de la mortalidad y a la llamada proyección retrospectiva o
back proyection, cuestiones que examinaremos más adelante.
2.1 .l. El procedimiento agregativo
Los esfuerzos por mejorar la técnica de reconstrucción fa-miliar,
impulsados por sus amplias posibilidades para el co-nocimiento
de determinados componentes de las tasas vitales,
hicieron que la segunda técnica aplicada en la explotación de
los registros parroquiales, el procedimiento agregativo, fuera
relativamente relegada hasta mediados y, sobre todo, hasta
los años finales de la década de 1970, cuando la citada pro-yección
&rnsp&iva p-rmitii ampliar 1n.c. vp.nt.aja- & &e 61-
de Cultura del Gobierno de Canarias y C.S.I.C., Santa Cruz de Tenerife,
1985, PP. 46-54.
Agreguemos que estos puertos insulares se sucedieron uno tras
otro en el control del comercio canario, comenzando por Garachico; ello
significa que no hubo al mismo tiempo y en cada puerto citado una
numerosa colonia mercantil extranjera.
Núm. 34 (1988) 95
46 ANTONIO M. MACÍAS HERKÁ~TEZ
timo. De esta forma, en la investigación demográfica realizada
en la etapa anterior, después de aplicar .someramente el métc
do agregativo, se insistía en la reconstrucción familiar. Ahora
bien, diversas razones mostraron la conveniencia de la técnica
agregativa en el caso específi.co de la producción demográfica
isleña en esta materia, relegando para más adelante la aplica-ción
de la reconstrucción familiar.
A) La validez metodológica de su aplicación
a
Los primeros estudios explotaron los registros parroquiales ;
uAc- : -u.-.-u.ma a -..fi..n nnrrnri..;oc- mnríinntn ln pl i l r~r i ihnn clrrriol dn IB LLUGVG ya1 1 uyulaa ~ i i ~ ~ ~ r r iiui v yu r i u w u ~ v r r vrur -, O
técnica agregativa, consistente en cuantificar el número anual g
y en contados periodos mensual, de nupcias, defunciones y bau-
E tizados. Pero, como ya hemos indicado, las conclusiones obte- 2
E iiidas presentaban serias limitaciones, debidas en unos casos a
ia reciucicia representatividaa cie ias parroquias eiegidtas. Por
consiguiente, como el objetivo era cimentar y avanzar lo m& !
rápidamente posible en nuestro conocimiento de la historia de- E
mográfica del país, debía emplearse de manera parcial la téc-nica
agregativa, dada la relativa facilidad y la baja inversión ;
de tiempo requerida para la obtención de las principales tasas k
vitales, ampliando la muestra de parroquias mediante una ade- d n cuada selección. n
Pero los argumentos que a menudo se citan en los estudios 2
demográficos con la finalidad de discernir <{a priori)) los crite-rios
más adecuados para seleccionar una muestra más o me-nos
rigurosa y representativa de las diversas comunidades ob-jeto
de estudio suelen ser siempre discutibles y polémicos. En
síntesis, se aduce que la realidad poblacional y demográfica de
las poblaciones preindustriales es enormemente compleja y
sujeta a múltiples variaciones, debidas tanto a la incidencia de
patrones ideoldgicos como de su entorno socioeconómico so-bre
el comportamiento de sus variables demográficas. Además,
en muchas ocasiones no se especifican tales criterios metodo-lógicos,
de tal manera que cabe pensar que en la selección han
9s ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
intervenido razones derivadas de la mejor o peor fortuna para
acceder a la información.
Y si tal es la problemática metodológica a nivel general,
ésta se acrecienta en el caso concreto del Archipiélago, es de-cir,
en un espacio discontinuo, fragmentado espacialmente, dado
el carácter insular, perc, incluso, al interior de cada isla, y eco-nómicamente,
al contar con estructuras económicas relativa-mente
diferenciadas entre unas islas y otras y entre las áreas
de medianias y cumbres o de barlovento y sotavento de cada
isla. Surge así la hipótesis de que debieron existir claras di-vergencias
en el .comportamiento demográfico experimentado
por estas comunidades, sobre todo en lo referente a sus res-puestas
a las crisis d~rnqg-gficasy en sus detns.
De todo ello se deduce una concreta propuesta metodológi-ca:
la elaboración exhaustiva de todas las series de bautizados,
difuntos y matrimonios de la totalidad de las parroquias, em-pleando
para ello el método agregativo. Pero es que, además,
&a prnpiiesti_ m&~d~lS&i ,q,g e nh~:i-, tndg ~ r i thig~~g~dg
la representatividad de los datos obtenidos mediante la citada
técnica, se hallaba respaldada en nuestro caso por dos motivos
esenciales. El primero, de naturaIeza teórica; su aplicación am-pliaba
las posibilidaders interpretativas del material demográfi-co,
pues se contaba con las series de producción agraria de
todas las parroquias analizadas 'O7. De esta forma podía medir-se
el alcance de las mutuas interrelaciones existentes entre la
demografía y la economía de una sociedad preindustrial y en
un período de su historia caracterizado repetidas veces como
de t i p ml'thl~si~n.
El segundo motivo es de carácter documental, impuesto por
los propios registros. A lo largo de nuestra etapa de estudio,
las jurisdicciones parroquiales se ven sometidas a sucesivas di-visiones,
las cuales obviamente reducen las series anuales de
hairtismos, defmcimes y ri.,ztr;,molii~d e !as !=ea!Tdades afecto-das
a partir de dicho recorte jurisdiccional (cf. cuadro X). Es-tas
segregaciones de los antiguos entes parroquiales se produ-cen
por un fuerte crecimiento demográfico y por movimientos
lM A. M. MACiAs HERNÁNDEZo:p . cit., en prensa.
Núm. 34 (1988) 97
de población hacia determinadas áreas, atraída por la rotura-ción
de nuevas tierras o ,como resultado de la expansión en
ellas de una determinada estrategia de crecimiento económico.
Desde el punto de vista que aquí nos ocupa, estas divisiones
redundan en una mejor validez documental de los registros pa-rroquiales,
fruto de una mayor y más eficaz administrauión re-ligiosa
y pastoral a los feligreses.
B) Alteraciones en la geografía parroquia1
a Las primeras alteraciones en la geografía parroquia1 se pro-d-
ijceii ,aii los momentos iiiiciaies & la coiuñiaacióñ, proceso E
O que afectó por igual a las tres islas realengas. Este rápido pro- --
ceso fundacional, de creación de nuevos entes parroquiales, m
O
E
manifiesta la profunda vitalidad repobladora de la primera mi- s£
tad del siglo xv~, a impulsos de la agricultura azucarera. Las E
posteriores segregaciones de esta centuria obedecen ya a un 3 proceso de colonización mucho más lento, realizado a medida - que la demanda de productos de abastecimiento del mercado 0
m
E
interno fue en aumento, creándose las primeras parroquias de O
las medianías insulares, orientadas hacia esta producción.
La segunda gran reforma de las jurisdicciones parroquiales -E
se produce durante el siglo xvrr, sobre todo a comienzos de la a
centuria, afectando en su mayor parte a las situadas en la zona
de barlovento de la isla de Tenerife. La explicación radica en
el desarrollo de la viticultura en esta zona, que provocó des- 3
O
plazamientos de población, al propio tiempo que su fuerte vi-talidad
demográfica.
La última gran etapa de segregación parroquial se produjo
durante la segunda mitad del siglo XVIII y primera de la centu-rici.
siguiente. Pero ahora serían reformadas las áreas jurisdic-cionales
de Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura y el sur de
Tenerife. Nos encontramos en la gran fase de desarrollo de la
producción destinada al abastecimiento del mercado interno
-cultivos predominantes en las áreas indicadas-, como con-secuencia
del aumento de la demanda interna, resultado a su
vez del fuerte crecimiento demográfico.
98 AXUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNY'lCOS
Es evidente que sin tener en cuenta todos estos cambios en
la geografía parroquia1 resultarían inexplicables los bruscos
descensos en los valores anuales alcanzados por las series de
bautismos, defunciones y matrimonios de los pueblos afectados
por las sucesivas segregaciones, máxime cuando muy pocas ju-risdicciones
se mantienen sin sufrir alteraciones, al menos du-rante
los siglos XVII y XVIII El mapa IV muestra la distri-bución
geográfica de las localidades estudiadas y el gráfico 1 la
amplitud cronológica de cada serie local. Algunas de ellas es-tán
incompletas debido a la pérdida de algunos de sus corres-pondientes
libros, al deterioro y mal estado de parte de sus par-tidas
los, que convierten en imposible su anotación, y, finalmen-
'08 Quiero hacer constar aqui mi agradecimiento y deuda a todos
aquelios alumnos que colaboraron en la recogida de una parte de esta
información y, sobre todo, al profesor E. Burriel de Orueta, ron quien
recorrí algunas parroquias.
lo9 Debido tanto a factores externos o fortuitos como a la incuria de
sus responsables. Así, faltan los libros correspondientes al siglo xvr de
la parroquia de El Salvador, de Santa C m de La Palma, destruidos
por el saqueo francés de 1353, y los de Teguise, villa-capital de Lanzaro-te,
por la incursión berberisca de 1569 e incendio de 1840, así como los
de la parroquia de N. S. de la Concepción de La Laguna y de la mayo-ría
de las localidades fundadas con anterioridad a 1570. Un incendio des-truyó
los libros de Granadilla de Abona relativos al período 1710-1760,
de Guimar (1700-1755), Candelaria (1700-1770) y San Pedro de Daute (1600-
1758); una copiosa riada del barranco de San Juan de la Rambla se llevó
al mar los libros parroquiales de la localidad del mismo nombre, y la
humedad ha inutilizado los libros de matrimonios de Tijarafe posterio-res
a 1800; la muerte del párroco de Santa Brígida, victima de la epide-mia
de cólera de 1851, y su no inmediata sustitución, convirtieron en
inservibles por defecto sus datos de entierros en este año. Finalmente,
la disposición del Trienio liberal y de 1833 de anotar las partidas en pa-pel
sellado, condujeron a su desaparición en algunas parroquias duran-te
los cortos años de vigencia de dicha disposición. La despreocupación
del clero rural ocasiono también importantes lagunas en los libros. Asi,
se desconocen los matrimonios celebrados en la parroquia de Teror en
los años comprendidos entre 1631 y 1636, porque {(no se pudo averi-mar
donde se escribieron (las partidas) de estos seis años; así lo anoto para
que conste en todo tiempos. AP. de Teror, Libro primero de matrimo-nios,
fol. 32v. En algunas se intentaba resolver esta laguna cuando el
visitador se percataba de la misma y ordenaba realizar las necesarias
te, a la escasa cooperación de algunos de sus respectivos pá-rrocos
en la fecha de nuestra consulta, estableciendo horarios
inapropiados u otros impedimentos "O. Con respecto a la isla
de F'uerteventura, se ha tomado la serie de bautismos, defun-ciones
y matrimonios de la parroquia de Betancuria durante el
siglo xvrrr I1l; por demás, el estado de abandono pastoral y re-ligioso
a que estuvo sometida la isla durante casi todo el An-tiguo
Régimen1* no permite dar excesivo crédito a sus ,libros
parroquiales. De la isla de El Hierro no tenemos ninguna in-formación
como consecuencia de la quema sufrida en el archi-vo
de Valverde de buena parte de sus libros sacramentales. a
N
C) Otras posibilidades documentdes de la técnica -
m agegativa O E
E
2
El planteamiento metodológico inicial, de recogida de todos 1
los datos anuales de bautismos, defunciones y matrimonios de $
cada localidad, dispersos en otros tantos archivos locales por -
toda la geografía insular, unido a esa propia insuiaridad, ha f
impedido detenernos en la consulta de otras fuentes secunda-rias,
.tales como las listas de confirmados o 10s libros de cofra- n
averiguaciones, como ocurrió también en los matrimonios celebrados
en Tejeda en los años 1753-1757 y 1776-1717: ((Certifico yo. el infraescrito
notario público, como habiendo fallecido D. Juan Cabrera Umpiérrez,
cura que fue del lugar de Tejeda, sin haber dado asiento a las partidas
de diferentes casamientos que hizo en el tiempo de su curato y sabidose
esto por el.. . visitador general.. . , mandó a hacer las correspondientes
averiguaciones.. . y.. . que con arreglo a ellas.. . se extendiesen en este li-bro.
» AP. de Tejeda, Libro segundo de matrimonios, fol. 144v.
Nos hemos visto obligados a prescindir de la consulta de los li-bros
de matrimonios y difuntos de la parroquia de San Juan Bautista
de Telde (Gran Canaria), debido a la nula colaboración de su párroco,
Teodoro Rodríguez.
Publicada por V. MARTÍNEZE NCINASL:a endogamia en Fuerteven-tura,
Ed. Exma. Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas, Las Palmas
de Gran Canaria, 1980.
l* A. BETHENCOUMRMTS IEU: ((Evolución de las jurisdicciones parro-quiales
de Fuerteventura durante el siglo XVIIINe,n RHC, núm. 170 (19761,
PP. 1-65.
100 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
días. Estas fuentes ofrecen una información complementaria
que en ocasiones permite corregir la procedente de las series
anteriores, sobre todo por lo que respecta a las listas de con-firmados,
útiles para subsanar en parte las omisiones de los li-bros
de bautizados l13. No obstante, debemos indicar que en la
mayoría de los archivos parroquiales consultados no existen
tales libros o se trata de listas incompletas de confirmados,
dada la importancia secundaria de estos documentos para el
clero rural; por último, los métodos hasta el momento emplea-dos
para la explotación de estas listas no han dado aún resul-tados
prometedores Il4.
Ahora bien, con ello y con el examen interno de la informa-ci&
recogida y & sds i;;~mr;Ls -ítem&ei=nes caz & efit=mA=
socioeconómico, no quedan cerradas las posibilidades docu-mentales
abiertas por el procedimiento agregativo. Por una par-te,
debemos precisar la edad de los contrayentes, de los fina-dos
e incluso de los bautizados, pues, como más adelante ve-
TeiTn~i q el del ba-dtiUm ucdri-;a si; los &as
mediatamente posteriores al nacimiento, transcurriendo en oca-siones
varios días e incluso. meses entre dicho acto y la redac-ción
de la partida correspondiente. En segundo lugar, el origen
de los contrayentes, de los finados o de los padres del bautiza-do
pueden aportar noticias importantes a la hora de valorar
indirectamente los movimientos migratorios, sobre todo por lo
que respecta a la existencia de una corriente inrnigratoria, pro-cedente
tanto del exterior como 'nterinsular o en el interior de
un mismo espacio insular l15. Finalmente, la mayoría de las ve-
113 La información procedente de los libros de cofradías ha sido uti-lizada
por J. M. PÉREZ GARCÍAo: p. cit., p. 22, para la mrrecci6n de los
datos anuales de bautismos y defunciones.
Se supone que los libros de confirmación permiten evaluar la mor-
: : : , : + , a 1-" --.. Lauuau IIU¿ULLU, LIL~UIWIIC la GuiiipluuGluir CLIUG LUD u a u b u a u u u y rvu b u r r
firmados posteriormente. Sin embargo, varios factores, entre los que
destacan la movilidaü de la población, pueden alterar los resultados pre-vistos.
Cf. L. HENRY: Manuel de démographie historique, París, 1967,
pp. 21-22.
116 Este método fue primeramente empleado por J. Nadar para exa-minar
la inmigración francesa en Cataluña. En el caso isleño, se aplic6
Núm. 34 (1988) 101
ces queda constancia de la naturaleza socioeconómica de los
inscritos en las actas; el {(don» constituye un claro signo de
diferencia social en la comunidad campesina. Y, en este aspec-to,
las actas más ricas son las de difuntos, en las que tal natu-raleza
socioeconómica queda reflejada no solamente en el ctdonn,
sino sobre todo en el tipo de entierros, de coste variable en
función casi directa de la extracción social del finado, clara-mente
expuesto cuando consta que fue enterrado como «pobre
de solemnidad», en {{sepultura de pobres», {(enterróse de cari-dad))
o ({por caridad)), y otras tantas expresiones similares. Cla-ro
que todas estas posibilidades dependen de forma estrecha
de la riqueza del material parroquial; pero antes de responder
an octo nh;on;Xn a v o m : n a m n e . ln n t r o t&nn;no r lnrnnmr c í f ino rln nv.. G D U ~u u j ~ b s ur j A~ a~i i i r u G u r u o ia v u r u i ibbr r iur i i u c i r i i v 5 s u ~ r u c aU L. un
plotación de dicho material.
2.1.2. La reconstmcidn familiar
Desarrollada inicialmente por L. Henry con la finalidad de
resolver determinados componentes de la fecundidad marital,
esta técnica se ha convertido en una herramienta imprescindi-ble
en el análisis demográfico en la medida en que tales com-ponentes
y otros muchos no podían ser abordados sino me-diante
su aplicación. Se trata, en síntesis, de reconstruir la
historia demográfica de las famiIias integrantes de una deter-minada
comunidad. Por tanto, el primer problema a resolver
son los criterios que deben operar para la elección de una pa-r
r n n x l i ~n nc>r rnr i r i i . ic ~ o n v ~ c ~ n t a t i vrlaolc p n n i i ~ n t nn n h l a p i n n n l L s u y u l u " r u r r v y u r r v u r u y r u , d u i r u u v * . u u u../* uviiJ,-ivu
objeto de estudio. La dimensión mínima óptima de población
de la comunidad elegida no debe ser inferior a 100 vecinos, o
sea, unos 400-500 habitantes 116, aunque, claro está, los rendi-mientos
del procedimiento son mayores cuanto más grande sea
e! taz&qc & 12 pyh!z~i& _ ~ ! i z l & ~ ~J~1 ~.n - t ~a critelie
a los registros parroquiales de Fuerteventura por V. MART~NEZ ENCINAS:
op. cit.
I1" . GOUBERTL: e Beauvais ..., p. 27.
J. DCPAQUIER(~: Problemesd e representativité dans études fondees
sur la reconstitution des familles)), y R. S. SCHOFIELD«R: epresentative-
102 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
numérico, otros son de tanta o más importancia: inmutabili-dad
en la geografía parroquial y en las estructuras económicas
y escasa o nula movilidad de sus efectivos humanos.
¿Es viable la aplicación de esta técnica al análisis demográ-gico
de la población canaria? Evidentemente, una respuests?
adecuada exige su verificación empírica, máxime si considera-mos
que los estudios demográficos hasta ahora realizados no
habían recurrido a ella, desconociéndose por tanto aspectos
importantes de la demografía isleña. Teniendo pues en cuenta
los criterios de selección indicados, la técnica de reconstruc-ción
familiar se ha aplicado a una comunidad insular -Am-cas
(Gran Canaria)- y durante el período 1700-1779 'la.
-1 ---Ll--- J.-
JU ~ L L I L L G L pluulerrra culwiac~, yuca, eii diheid&- cü g i . ~ ~ d ~
de representatividad. Los efectivos humanos del municipio ele-gido
presentan una brillante trayectoria demográfica durante
el siglo XVIII, acorde con la tendencia genera1 de la población
canaria durante el Antiguo Régimen llg; pues si bien es discu-
L:L. -
LIUE que iüs i.326 aruqueiises computados eii ei recüeiit~ Uz:
1688 aumenten a 2.925 en 1742, a una tasa de crecimiento anual
acumulativa del 1,5 por 100, debido probablemente a errores
en el primer cómputo, no ocurre así con los 3.097 alcanzados
en 1787, a una tasa entre este año y 1742 de 0,6 por 100, eleva-da
pero aún dentro de los límites propios de una población
preindustrial *O.
Por lo que respecta a la geografía parroquial y economía
del municipio, digamos que no hubo alteración alguna en su
jurisdicción durante el período analizado -la feligresía de su
pago ae Firgas se independizó en 1846 íci. cuadro Ki-, siendo
el quehacer agrario la actividad dominante, al igual que en to-das
las comunidades insulares. Enclavado el núcleo principal
de población en mitad de lo que podríamos llamar zona de
transición entre la costa y la medianía habitada, g teniendo
ness and family reconstitution~, ambos en Annales de Démographie His-toripue
(1972), pp. 83-91 y 121-125, respectivamente.
l I 8 A. M. MAC~HAESRN ÁNDEZo: p. cit., en prensa.
119 A. M. MACÍAS HERNÁNDEZo: p. cit., en prensa.
Izo P. M. QUINTANAM IRANDA:Y istoria de Arucas, Las Palmas de Gran
Canaria, 1979, pp. 75-78.
Núm. 34 (1988) 103
por espacio principal de cultivo la f6rtil vega de su nombre,
el municipio participa de ambas consideraciones geoclimáticas
y engloba una estructura agraria articulada de grande y peque-ña
propiedad cuyo único denominador común es el policulti-vo:
viñedos, cereales, papas, millo, etc. El gran dominio está
representado por el mayorazgo fundado en 1579 por el enton-ces
gobernar de la isla, Pedro Cerón ul, el cual ocupaba las
mejores tierras de la vega amquense, y por otras grandes po-sesiones
de menor entidad, como la del marquesado del Buen
Suceso "'. Y junto a estas grandes propiedades coexistían otras
de tipo medio y minifundistas, sobre todo a mitad de camino
entre la costa y la medianía, porque aquí aparece otra gran te-nencio:
e! vortijr! de &cric, pertene~ie~tae lo Mrrnri_quem.
Así pues, factores demográficos, económicos y de estructu-ra
de la propiedad agraria nos inducen a dar cierta represen-tatividad
al municipio elegido u4. No obstante, digamos que se
trata de una representatividad limitada solamente a aquellas
e~mrnidadesh ,-,s~!ares- ,Ue durmte e! siglo -FJIII mzn_Yestar~n
una trayectoria demográfica similar, es decir, las localidades
dedicadas al policultivo. Porque aquellas otras dedicadas prio-ritariamente
a la viticultura, como era el caso de la mayoría
de las situadas en el área de barlovento de la isla de Tenerife,
presentaron una tendencia al estancamiento de sus efectivos *5;
he aquí pues una vía de investigación, la aplicación del método
de reconstrucción familiar a una comunidad vitícola con obje-to
de comprender las estrategias demográficas adoptadas por
dicha comunidad en las fases de expansidn y regresión de la
viiic-Uit-ará.
121 F. CABALLERMO ÚJICAP: edro Cerón y el mayorazgo de At-ucus, Las
Palmas de Gran Canaria, 1973.
1 " V. SUÁREZG RIMÓN:A proximaciones al régimen de propiedad de
Teror en el siglo XVIII (1700-1750). hxemoria de licenciatura inédita,
'ur?r-u-:v--m---a:r2u-aa u de La Lzgüiia, 1978.
'23 Agradezco al párroco don Lorenzo Molina las facilidades que me
otorgó en la consulta de los materiales. Tal agradecimiento hago exten-sivo
a todos aquellos que me ofrecieron su hospitalidad durante mi re-corrido
por las diversas parroquias.
lur A. M. MAcíns H E R N ~ EoZp.: dt., en prensa.
125 Zbid.
104 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
En tercer lugar, cabe plantear las razones de la elección
temporal si consideramos que la etapa de mayor esplendor en
la trayectoria poblacional de Canarias durante su historia anti-guorregimental
fue el siglo XVII y no el XVIII y, en todo caso,
era por ello más enriquecedor estudiar ambas centurias en la
comunidad selecionada o en otra, al objeto de visualizar los
cambios demográficos operados. Una Única explicación: la in-existencia
de registros de defunciones en la casi totalidad de
las parroquias con anterioridad a la segunda mitad del seis-cientos,
como se indicó más arriba, y, además, la escasa fia-bilidad
de los mismos, con un acusado subregistro en la mor-talidad
infantil antes de la centuria ilustrada, como tendremos
~casiSn de c~~pmbar.
La reconstrucción familiar se ha realizado de forma ma-nual;
debe suponerse, pues, la enorme inversión de tiempo
que ha absorbido el seguimiento de la historia demogrAfica de
una población media de unos 500-600 vecinos. Cierto que po-
A F nmn e kohnn n m n l a o A n -1 n r c i n n o r l r i r n a c n n l o a~n v i o ~A ifi'inirl-
U A C U A i U D A A C b U L A G A L L p Z G C b U U G A ULUUIAUUVA, p W C . Ui ILW i3UAICIiU -ILUUI-tades
que plantea esta opciónu6. Pero su resolución en aque-llos
momentos de nuestra investigación no era nuestra tarea
específica, concretada en reconstruir la historia demográfica
familiar de una sola comunidad y en breve período temporal;
además, el único trabajo que por entonces había utilizado en
España el ordenador no había logrado explotar todas las posi-bilidades
previstas en la actualidad
Los resultados de nuestro trabajo en esta parroquia han
sido, entre otros, los siguientes: conocemos para el período
i7Uc-i?7C~l a edad íIlatliilio~&r de 7