LA CUESTION CANARIA A PRINCIPIOS
DEL SIGLO XX: PUBLICISTICA
E INTERESES ECONOMHCOS
POR
JUAN SñSñNKO PEBEZ GARZON
Los problemas de la organización de los pueblos del Estado es-pañol
están pendientes desde que en 1808 se establecieron a nivel
local las Juntas revolucionarias y comenzó la hegemonía histórica
de la clase soc~aib urguesa. Esta, en un intrincado proceso revoiu-cionario
(de 1808 a 1874), estructuró de modo rígidamente centralis-t.
¿( el espacio nacional-español l. Las intermitentes eclosiones junte-ras,
la continua lucha popular por la elección de los alcaldes, el
acervo federal de las fuerzas democráticas y hasta los reiterados
1 Sobre la formación del Estado nacional-español, vld. M. González Por-tilla,
Los oragenes de Za sonedad cafitalzsta en el P& Vasco Tramforma-czones
económicas y sociales en Vixcaga, en «SAIOAK. Revista de Estudios
Vascos», núm. 1, San Sebastign, 1977, págs. 67-70. A su vez, este autor se
basa en las hipótes~s de J Fontana, Reflexwm, elements i preuies, sobre ta
uwciai ciek Plwzsos Caiaiarzs (copia cici~siiiaciaj.
En general, sobre el proceso revolucionario de la burguesfa española,
vid. Enrique Sebastiá Domingo, í7risk de los factores mediatixantes del
régznzen feudub. Feudal km y guerra campesina e?%Za VaZenciu de 1835, en
WAA, La cuestzón agraria en b España contemporhnea. VI Coloquio de
Pau, Madrid, Edicusa, 1976. Josd Acosta Sánchez, Desarrollo capitalista y
&inocra@¿i E*,@&,, BarceIuiia, iJ75. ~ ~ e i i i d&e la pi+oducc~úidi e 5.
tana, E Fernández de Pinedo y Bartolomd Clavero, destacamos por re-ciente
e innovadora en el planteamiento metodológico la amplia introduc-ción
de Alfonso Ortí al libro Oligarquia y CaciqzGismo como b forma actual
de gobierno en EspaFm. urgencia y modo de cambiarla, Madrid, Ediciones
de la Revista del Trabajo, 1975.
Núm 24 (1978) 229
proyectos, que -bajo la mixtificación de reordenar la admznistración
bcal- ha elaborado la clase dominante, desde las Cortes de Cádiz
hasta nuestros días, no hacen sino exhumar de un modo u otro el
problema nacional vigente '.
Hechos que para el Archipiélago Canario se plasman en la histo-ria
de lo que Marcos Guimerá ha denominado el pleito insular en una
obra y en una problemática que significativamente arrancan de
1808 3. Por supuesto, detrás de semejante litigio y condicionando sus
vaivenes jurídico-políticos. se pulsa la contienda de unas fuerzas so-ciales
en rivalidad por el dominio de los respectivos ámbitos geo-gráficos.
Está por desvelar en futuras investigaciones la convergencia en-tre
intereses económicos y grupos políticos canarios a lo largo de
los siglos XIX y xx 4. Por nuestra parte, esbozamos en una primera
aproximación las relaciones entre el divisionismo administrativo y
2 Explicitamos: las Juntas locales brotan como fuerzas dirimentes del
camblo en las ocasiones en que se cuestiona el sistema de gobierno y se
espera una nueva estructuración del ámbito nacional Así, en 1808, 1820,
1835 y 1836, 1800, 1843, 1854 y 1868. Práctica juntera sin la cual no puede
comprenderse la explos~ón federal y cantonal de 1869 y 1873 respectiva-mente,
ni el resurgir de las autonomías en 1931. La elección de los alcaldes,
por otra parte, ha servido de detonante en el enfrentamiento del poder mu-nicipal
o local contrz el poder central del Estado No olvidemos que sobre
tal punto se discernían de modo determinante las diferencias entre mode-rantismo
y progresismo en el siglo XIX, y que el golpe de Espartero en 1840
no fue tal sino la victoria de los Ayuntamientos, del poder local progresista,
aunque luego el partido progresista cabalgara en una práctica contradicto-na
con tendencias centralistas.
Por supuesto, son aspectos que requieren trabajos en profundidad y que
sólo esbozamos a nivel de hipótesis para comprender las raíces de las ideo-logías
nacionales.
8 Estudio exhaustivo a niveles jurídicos y político-administrativos, el
de Marcos Guimerá Peraza, El Plezto Insular (1808-1936), Madrid, 1976.
4 Para un sugerente planteamiento de la historia económica canaria,
vid Víctor Morales Lezcano, Sinteszs de la hhistorza económzca de Canamar,
Auid cie Zukir& de Ieneiife, iYÜ6 Xuesiro estudio se inserta en io que ei
autor llama período de los Puertos Francos, iniciado con las franquicias
aduaneras concedidas por la Ley de 1852. Se caracteriza por el crecimiento
demográfico, el auge comercial y el régimen de monocultivos (plátanos y
tomates), elementos que incluyen a las Canarias en los sectores económi-cos
nacionales y extranjeros
ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
los intereses anclados en el Puerto de La Luz a principios del si-glo
xx. El motivo, la obra de Luis Morote, diputado que fue por Las
Palmas de 1910 a 1913, y que escribiera en defensa del proyecto di-visionista
grancanario. A través de ella se reflejan diversos factores
condicionantes del pleito en tales fechas.
1. LOS INTERESES DEL DIVISIONISMO
Si la crisis de 1898 desencadenó la exteriorización de las contra-dicciones
de las burguesías periféricas frente al Estado central, tam-bién,
pero con formas específicas, se manifestó en el Archipiélago
Canario. No por azar se creaba en 1903 en Las Palmas el Partido local
canario, aglutinando el descontento contra el sistema administrativo
imperante. Defensor de la división provinciaI, en su primera junta
se congregaban las personalidades más representativas de la Gran
Canaria.
Presidía el nuevo partido Carlos Navarro, médico afamado y en
otra ocasión presidente de la «Comunidad de regantes de la Vega
mayor de Telde». El vicepresidente, Salvador Manrique de Lara y
Massieu, revelaba por sus apellidos la ligazón de dos potentadas fa-milias
políticas insulares, y él mismo ocuparía la alcaldía de Las
Palmas en 1927 cuando se lograra la división. Por su parte, las fa-milias
Curbelo y Cuyás, engarzadas con los intereses extranjeros en
la isla, situaban los correspondientes vocales en la junta fundacio-na1
5. Aunque en un principio el personaje dirimente de la política
canaria, Fernando León y Castillo, no participó, pronto pasaría. a
protagonizar y orquestar la reivindicación divisionista.
En definitiva, los intereses divisionistas respondían al crecimien-to
económico operado en Las Palmas durante las décadas finales del
siglo xrx; marcado además por una estrecha. dependencia del capital
extranjero, que inicia ahora su fase imperialista y en cuyas rutas
comerciales se incluye precisamente como puerto inevitable el de
Las Palmas-La Luz.
5 Marcos Guimerá. op. cit., págs 226-27. Sobre los intereses de Curbelo
y de Cuyds, vid. Baldomero Donnet y Pareja, Los puertos de España, Ma-drid,
1910, págs. 391-92 El nuevo partido public6 desde el l de julio de
1903 el peri6dico La Defensa. Más datos sobre este partido, en M Guime-rá:
op. cit, supra, pdgs 227 y sigs
Y una vez más el papel del individuo en el proceso histórico.
Cierto que las rutas del comercio internacional determinaron el auge
portuario del Archipiélago, pero no menos evidente que en la hege-monía
de Las Palmas-La Luz entre otros factores decidió la activi-dad
política de los León y Castillo, representantes de los intereses
económicas dominantes en la isla. En 1863, veinte años antes de
que el Estado asumiera la construcción del puerto de La Luz, Fer-nando
León y Castillo escribía :
c... se verá nacer en el Puerto de la Luz, cuyas playas habitan
hoy humildes pescadores, un nuevo pueblo, hijo del comercio,
que será por su proximidad a Las Palmas, parte de esta ciudad.
(...) La agricultura de esta isla bastante adelantada hoy. .
lo estará mucho más mañana, en que sus frutos tengan en el
Puerto de la Luz una salida natural ...
Cuando se terminen las obras proyectadas, el día en que se
vean en aquel dormido mar, ondulando al viento cien banderas,
representando otras tantas naciones ... ese día s e r á un día
grande, el más grande quizá para la Gran Canaria.. >>
En el texto aparecen reflejadas las ambiciones de propietarios ex-portadores
y burguesía comercial, las dos fuerzas sociales que pro-pulsaron
la construcción del más importante puerto franco insular.
Pero con semejante tarea tuvo que cargar el Estado, tal como exigía
la lógica subsidiaria del capitalismo. Así, cuando en 1881 F. León y
Castillo formó parte del gabinete Sagasta como ministro de Ultra-mar,
«hizo cuestión de Gobierno y pesó sobre el ánimo de su amigo
fraternal Albareda, ministro de Fomento, para que éste dictase la re-solución
que proclamaba obra de utilidad pública el Puerto de la
Luz>>
El hecho es que hasta 1880 había imperado cerca del gobierno
conservador el criterio de Pérez Zamora, representante por La Oro-s
rn--.L- laxw de un arücub escrito por 7 cie León y Casuiio, siendo estu-diante
en 1863, en «Las Canarias», revista editada en Madrid Se reproduce
en parte en F. León y Castillo, Mis ttempos, Madrid, 1921, vol 11, pág 274
Y también en Morote, La Tierra de los Guanartemes, París (1910), pági-nas
37-38
7 Morote: o?, cit, pág 38
232 ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
LA CUESTI~N CANARIA. PUBLIC~STICA Y ECONOMÍA 5
tava en las Cortes durante más de cuarenta años s. Por su gestión
se clasificó el puerto de Santa Cruz de interés general y de segundo
orden, cuando se promulgó la Ley de Puertos en mayo de 1880 9.
Pero desde que en febrero de 1881 formara gobierno Sagasta por
primera vez en el sistema alternativo de la Restauración, en los te-mas
referentes a las Canarias se impuso de modo progresivo y cre-ciente
el criterio de F. León y Castillo; o más bien de los intereses
que representaba. Desde ahora comienza el auge del puerto de La
Luz y arranca el inicio de su hegemonía comercial en el Archipiéla-go.
Se ha visto cómo F. León y Castillo logró que el Estado procla-mara
de utilidad pública el puerto de La Luz y acometiese su cons-trucción.
Otro ejemplo de sus maniobras políticas: por un Real De-crete
& ag&e & 1881 se &&lecfa en La Luz !a escala de los bu-ques
y vapores correos a las Antillas lo.
Por lo demás, Fernando León y Castillo no desaprovechó su es-tancia
en el Ministerio y controló también las actividades portuarias
de Tenerife. A los dos meses de entrar en el Gobierno, por Real Or-den
se nomhraha a w hermann Juan Ingeniero Jefe del Puerto de
La Luz ll; y en otra Real Orden de diciembre de 1881 se aproba-ba
el proyecto de obras que este ingeniero había elaborado para el
puerto de Santa Cruz 12.
Con tales acciones y desde ahora se revitalizó la pugna interin-sular
entre Santa Cruz y Las Palmas. No cesaría hasta el logro de
la división provincia1 en 1927. Y con motivo de dicha rivalidad, pro-liferaron
los folletos y las obras que de un bando u otro defendían
la primacía histórica, económica o política de un puerto o de otro. Por-que,
en definitiva, la rivalidad Tenerife-Gran Canaria se centraba
8 M. Gulmerá Peraza. op. Cit., pág. 93, nota 113, esboza la biografía
política de Pfirez Zamora.
9 B. Donnet Pareja, Los puertos de España, Madrid, 1910, pág. 371
10 En esta medida gubernativa desempeñó un papel determinante el in-forme
de la Compaííía Transatlántica, dominada por el Marqués de Comi-
Has, quien estaba en estrecha. relación con F. Le6n y Castillo. Vid. M Eui-merá.
Peraza: op. Cit., pág. 139, en que comenta el Real Decreto de 26 de
agosto de 1881, y en páginas siguientes se reseñan los argumentos de la
ciudad de Las Palmas.
11 M. Guimerá.: op. cit., pág. 136: Real Orden de 25 de abril de 1881.
12 B. Donnet y Pareja: op czt, pág. 372: Real Orden de 17 de diciem-bre
de 1881.
en los intereses portuarios. En la obra de M. Guimerá se pueden
seguir con detalle las referencias a lo más relevante de tan cuan-tiosa
publicística, en la cual se inserta la obra que en 1909 escribiera
Morote y que más adelante analizamos 13.
Por Ley de abril de 1882 se había declarado puerto de refugio, o
lo que es lo mismo, de znterés general, el de La Luz; y en 1883 co-menzaron
las obras, a cargo de Juan León y Castillo que las ejecutó
c... en plazo muy breve y -como escribió Morote- eso en condicio-nes
económicas de increíble baratura y eso forzando la máquina has-ta
lograr allanar todas las dificultades de reunir capital, de cons-tituir
la sociedad que se quedase con la subasta» 14.
La increible baratura y la rapidez en la ejecución estuvieron fa- a
N
vorecidas sin duda por la abundante mano de obra -producto del
crecimiento demográfico -y por la superexplotación a que se le
O n
sometía, como sabemos por datos referentes a años posteriores l5
-- m
O
De 1883 a 1903 la contienda se polariza de modo especial en la EE
consecución de la hegemonía económica. Después de dos décadas S
E
quedó en Las Palmas En 1883 se abria el puerto de La Luz y en 1903 -
se había adquirido tal conciencia de poderío económico que se fun- 3
daba e1 mencionado Partido local canario y se reclamaba con más - -
0
m
ahinco que nunca la división administrativa Comenzó así un nuevo E
período del pleito .insulcxr, caracterizado por el resurgir del divisio- O
nismo, la celebración de Asambleas en Las Palmas y en Tenerife, y n
la creación, por fin, de los Cabildos Insulares por Ley del Gobierno E a-de
Canalejas en 1912 16.
nl
Las cifras corroboran el crecimiento económico de Las Palmas. n
n
El movimiento marítimo habido en tal ciudad de 1883 a 1909 ofrece 3
el siguiente resultado 17:
O
13 M Guimerá op czt, págs 139 y sigs
14 L Morote: op. czt., pág 39
15 Sobre los salarios en la primera década de la Restauración, señala
Tuñón de Lara para la Península que da impresión dominante es de un
estancam~ento de los saiarios üescie ei decenio precedente». En generai, ios
peones no ganan más de 7 reales diarios. Vid Tuñón de Lara, E1 movi-miento
obrero en la historza de España, Madrid, 1973, pág. 263
16 En general, vid M. Guimerá op cit, cuarta parte, <El divisionis-mo,
las Asambleas y los Cabildos (1901-1917)», págs 221-367
17 Luis Morote, La Twrra de los Guamrtemes, París (1910), pág 41
LA CUESTION CANARIA: FUBLICÍSTICA Y ECOP;OMÍA 7
A ñ o s V a p o r e s A í í o 5 --V-a p-o r e-s
1883 236 1896 2 032
1884 238 1897 2 036
1885 336 1898 1.902
1886 522 1899 2 282
1887 660 1900 2 258
1888 964 1901 2 202
1889 1.180 1902 2.351
1890 1.441 1903 2.340
1891 1.558 1904 2.569
1892 1 562 1905 2 767
1893 1.710 1906 2.772
1894 1.842 1907 3 020
1895 1.873 1908 2.841
La comparación con Santa Cruz era inevitable. En este período, el
movimiento anual de vapores arroja las siguientes cifras compara-tivas
18:
A ñ o s
1883
1884
1885
1886
1887
1888
1889
1890
1891
1892
1893
1894
1 QOK
A-""
1896
1897
1898
1899
1900
1901
1902
1903
1904
1905
19Oü
1907
V a p o r e s
Santa Cruz Las Palmas
-
438 236
430 238
464 336
553 522
620 660
752 964
912 1.180
961 1.441
962 1 558
961 1 562
948 1.719
984 1.842
1.058 1.873
1.321 2 032
1.375 2.036
1.277 1.902
1 685 2.282
1.814 2 258
1 789 2.202
1.720 2.351
1 875 2 340
2 063 2 569
2 322 2 767
2.427 2.772
2.494 3 020
Diferencias en más y menos
Santa Cruz Las Palmas
-
-
-
+ 40 + 192 + 268
i- 480 + 596
-t 591 + 771 + 858
1 Qnfi
T U"" + 711 + 661 + 625 + 597 + 444 + 513 + 631 + 465 + 506 + 445 + 345 + 526
18 Ibidem, págs 44-45
Niínt 21 (1978)
En 1910, cuando el Gobierno Canalejas decidió asumir la cuestión
canaria de modo frontal, y cuando arreciaba la campaña divis~o-nista
en Las Palmas -al socaire de los sucesivos intentos guberna-mentales
de reforma de la administración local- la competencia eco-nómica
entre ambos puertos se había decantado ya en favor del de
La Luz. En este año los datos del tráfico portuario son:
1) PUERTO DE SANTA CRUZ DE TENERIFE, 1910 1s
Mercancías (Tm)
Navegaczón de 1.o clase cabotaje intermsular, pemnsular y con
puerto.s nacionales de Africa (comercio nacionaI) . xr-".--"n"-"" < 2- 0 a -7°C.- ........+ ,." .--+-".-.--" --J.+ ,."z
43 003
Lv ruvuyruvbvrrwru - UYwu. pUcIL V.3 -LlallJcIUU IIIculLcLlaLlcVU y de
costa africana hasta Cabo Bojador, y resto de Europa 253 051
Navegaczón de 8.e clase. con puertos de los demás países 9.329
Navegación de l.* clase
Navegación de 2.8 clase .
Navegación de 3* clase . .
2) PUERTO DE LA LUZ, 1910 20
Mercancías (Tm)
Navegación de altura 746 742
buques de vapor 1 2% 70837
Carbón 350
General 24225
Navegación de altura c o n Carbón 619
buques de vela 1 General 60
De America / Carbón 61 General 1627
19 B. Donnet y Pareja, Los pwerfos de España, Madnd, 1910, pági-nas
377-78.
20 IbZdem, pág 396 El movimiento de via3eros en La Luz fue en 1910
de 433.132 personas que entraron y salieron 210 919 tripulantes, 207297
viajeros de tránsito, 6 693 embarcados y 8 223 desembarcados
236 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
LA CUESTISCNA NARIA' PUBLICÍSTICAY ECONOMÍA 9
Mercancías (Tm)
De cabotaje
Carbón . En buques de vapor
1 50 General. 12 141
En buques de vela Carbón. 1.031 ) General 7 928
Frutos 56.686
Navegación de altura y 1 General 45
buques de vapor Para América y otros Frutos . 622 países ..
( General 1685
Frutos - Navegación de altura c o n ( Para Europa ..
3 j y ~ u rU e V ~ ~ I.P. ! Y . 1 General 8
Para AmBrica y otros
países .. 1 50 General 8
De cabotaje
1 En buques de vapor . 1 Frutos General 1.110
5.323 1 En buques de vela 1 FGreunteorsa l. 3.99803
El puerto de La Luz superaba a todos los de la Península en el
movimiento total de navegación. Bilbao, Barcelona y Valencia arro-jaban
una entrada y salida de buques de todas clases, por término
medio al año, de 4.200, 3.700 y 3.000, respectivamente; el de La Luz
consignaba en 1910 más de 6.000 buques 21. Con respecto al puerto de
Santa Cruz, el de Las Palmas importaba tres veces más y también
lo superaba en la exportación.
Eusándcse e : e s t ~uu premuciu económica, !=u purt:dur:cs de !u
división provincial argumentaban con énfasis:
<¡Y esa diferencia es en contra de la capital oficial de la pro-vincia!
¿No está eso proclamando que la Ley no da la capita-lidad,
sino que ésta es producto de los victoriosos intereses eco-nomicos
que aqud se aunan con los derechos históricosi A los
pueblos los unge superiores la naturaleza y el trabajo de los
hombres, no el capricho de los gobernantes» 22.
21 Ibaaem, pág. 397.
22 Morote: op. c i t , pág. 46
Así razonaba el periodista republicano Morote en el otoño de 1909,
cara a la inmediata legislatura en que se debatiría la cuestión, sin-tetizando
los sentires y los intereses grancanarios. A los pocos me-ses,
el embajador F. León y Castillo, desde París, le daba el visto
bueno para un acta de diputado en la mayoría canalejista. Morote
que, ese mismo año, en un acto de honradez idealista se había se-parado
de la minoría republicana al defender la Eegalzdad formal
cm que el gabinete Maura había llevado a cabo la concesión de la cons-trucción
de la escuadra a una multinacional inglesa, reincidía en un
nuevo análisis formal en lo concerniente al problema canario. De este
modo brindaba un espléndido servicio a las conexiones de intereses
canarios y extranjeros 23.
Porque extranjero e imperialista era el capital predominante en - .-.
Las Palmas-La Luz, escrupulosamente representado y defendido por
la burguesía local. Aquí habían establecido las compañías europeas
sus casas consignatarias, varaderos, carboneras, cámaras frigorífi-cas
e incluso sus propias industrias. A su alrededor crecía el co-mercio
local y la industria complementaria. Pero lo que trascendía
es que se habían trabado de tal modo los grupos dominantes gran-canarios
con las compañías europeas, que sus respectivos intereses
se identificaron.
Destacaba la casa The Gran Canarg, con talleres de herrería y
fundición para la reparación de buques, astilleros y varaderos, cuya
gestión corría a cargo de los León, los Macías o los Curbelo ... El
primer varadero del puerto de La Luz era el de Blandy, Brothers
and CO. La casa Miller y Ca -estrechamente aliada con el marqués
de Comillas y la Transatlántica- también había construido sus pro-pios
varaderos, almacenes y muelles desde 1883, despachando de
90.000 a 100.000 Tm. de carbón al año.. A partir de estos datos se
puede comprender el inmediato auge comercial de La Luz desde el
primer día en que oficialmente el Estado lo declarase de interés
general.
rAl ini itre. l1u0o- frnnnirioinc onnonrlrrlnr nr\r 1 9 T n x r rln Piiortnr ~rriidinrnn r r u r i y u r b i u * b v i i b b u r u u u y v a i u u b y ub r u r ~ u v u , u r u u x r ~ v r i
93 Sobre el asunto de la escuadra, las conexiones del capital espafíol
e inglés, y en general sobre la personalidad de Luis Morote, vid Juan Si-sinio
Wrez Garzón, bis Morote La p?obbrn&tzca de u.n repubZ&mo (1862-
1915), Madrid, ed Castalia, 1976
23g A.4JLrARIO DE ESTUDIOS A T L A N I l C O J
LA CUESTION CANARIA. PUBLICÍSTICA Y ECONOM~A ff
otras compañias. La alemana Woermann Linie, establecida en 1906,
era consignataria de siete importantes líneas que iban de Hamburgo
a América, Africa y Pacífico. La casa Wilson abarcaba en su red
comercial del carbón desde Cardiff y Barry a Sao Paulo y Buenos
Aires, pasando por Madeira, Las Palmas y Cabo Verde.
No podían faltar los almacenes propiedad de Juan León y Casti-llo,
Ingeniero-Jefe de las obras del puerto, ni por supuesto los va-raderos
y muelles de la mencionada Compañía Transatlántica de Na-vegación,
compañía omnipresente en todos los negocios navales de
la Restauración. También se habían instalado industrias frigoríficas,
entre ellas las del portugués Francisco Goncalves y las de la com-pañía
francesa de pescados en conserva 24.
Er; cGyzhsi6n, 133 &ras de prepledud prix~..ru& se h,.run ~ 2 s ~ -
ñoreado del puerto de La Luz. Las rutas entre la metrópoli imperia-lista
y la periferia dependiente habían fijado allí su escala técnica
y sus intereses económicos. Se verificaba la profecía de León y Cas-tillo:
cien banderas ondeaban al viento en Las Palmas y había na-cide
un nuew pueble, hije de! r cme r c i.~.. 25.
En efecto, las circunstancias económicas habían transformado las
condiciones del pueblo grancanario. Pero había otro pueblo que no
entraba en la óptica de León y Castillo. El de quienes descargaban
el carbón a 0,50 pesetas la tonelada, o lo embarcaban a destajo, a
0,45 pesetas la tonelada. En 1910, por ejemplo, se despacharon por
el puerto de La Luz 750.000 toneladas de carbón, cantidad sobre la
que un ingeniero del momento calculaba que se «habrían gastado»
unos dos millones de pesetas en jornales 26.
24 LOS datos sobre las Compañías extranjeras y sus conexiones con las
familias polítilcas de la Gran Canaria están deducidos de Morote: op. czt,
páginas 52-54, y de Donnet y Pareja' op czt., págs 390-392
25 Vi&. cita de nota 6, supra.
2% Donnet y Pareja: op cit, págs 392-93 Los datos sobre analfabetis-mo
en todo el Archipiélago que proporciona el Arzzcario Estadbtaco para
1900, nos permiten deducir de modo indirecto las condiciones de vida de la
masa trabajadora canaria.
En 1900, sólo el 21 por 100 de la población canaria sabia leer y escribir,
cuando la media nacional era de un 33,43 por 100 En el censo de 1900
también se cuantifican los habitantes extranjeros, siendo entre éstos ma-yoritarios
en números absolutos los ingleses Vid Anuario Estadbtzco de
Esp&a. 1918, Madrid, 1913, págs. 120, 123 y 126.
12 JUAK S PEREZ GARZON
Este mismo ingeniero, Donnet y Pareja, concluía que la mitad de
dicho gasto» se podría haber economizado modernizando los medios
auxiliares de embarque del carbón ... Y en esa dirección actuaban el
interés capitalista y los avances técnicos: la Woermann Linie había
instalado en 1909 una máquina eléctrica para transportar unas 3.500
toneladas diarias de carbón; y la Blundg, Brothers and Co contaba,
entre otras mecanizaciones, con una máquina de aire comprimido
para cortar, colocar y remachar unos 600 clavos diarios 17.
2. «LAT IERRADE LOS GUANARTEMEENWTR: E EL FEDERALISMO,
EL DIVISIONISMO Y EL CACIQUISMO
Iniciado el siglo xx y superada la baja comercial provocada por
la guerra del 98, la hegemonía económica de la Gran Canaria se
impuso como realidad insoslayable que de inmediato se reflejó en las
instancias políticas. Primero fue la ya mencionada creación del Par-tido
local canario en 1903; y a continuación, con motivo del proyecto
de ley de Maura sobre la administración local, una nueva y ya de-finitiva
eclosión del plezto insular que alcanzó su cénit en 1910 bajo
Canalejas. Con la Ley de Cabildos Insulares quedó el litigio en ta-blas
a nivel político, hasta que en 1927 y bajo el patrocinio directo
de Martínez Anido, ministro de Gobernación, Las Palmas obtuvo la
división.
En las dos décadas que van del proyecto de Maura a la división
provincial de M. Anido, contienden tres designios sobre la estructura
organizativa del Archipiélago Canario. La isla de Tenerife defiende
en las conclusiones de la Asamblea celebrada en 1908 la unidad pro-vincial
con capitalidad en Santa Cruz y una doble descentralización;
descentralización interna mediante los Cabildos insulares, y otra glo-bal,
de todo el Archipiélago, con respecto al gobierno central, me-diante
la creación de la Asamblea autónoma compuesta por todas
las islas 28. Ramón Gil-Roldán y Martín se constituyó en el paladín
de la idea autonomista.
27 Morote op. czt, p5gs 53-54, quien además lo narra con la admi-ración
ingenua del que descubre los progresos de la técnica.
2s Vid. Leopoldo de la Rosa Olivera, Evolzcc26n. de3 régzmen local elt las
Islas Canarias, Madrid, 1946, p8g. 123, y M Guimerá op nt, págs 255-58
240 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
EA CUESTI~N CANARIA. PUBLIC~STICA Y ECONOM~A 13
Manuel Velázquez Cabrera propugnaba la segunda idea en cues-tión
sobre el régimen canario. Conocedor de la realidad de las islas
pequeñas, sometidas a los intereses de las dos mayores (Tenerife y
Gran Canaria), y olvidadas en el pleito por la capitalidad, defendía
la organización por Cabildos Insulares, en base a que la isla es la
realidad imperante y sobre ella debía montarse su propio gobierno
y administración 29.
Y, por fin, la idea divisionista, protagonizada por Las Palmas y
con un valedor eficaz en la persona de F. León y Castillo, hasta su
muerte en 1918.
En definitiva estas tres aspiraciones -unidad d e 1 Archipiélago
con atisbos autonomistas, cabildos insulares y división provincial-p-&,~
gor.iu~r!uc np $Emicz & c ~ r t e sy h cinriguiefite pghl&-
tica que se imprimió en apoyo de una u otra tesis. Circularon otros
proyectos, entre los que cabe destacar el republicano federal, sos-tenido
en Gran Canaria por F'ranchy y Roca, y que mantenía la tra-dición
democrática de autogobierno. De momento, las tres tesis ci-tzdzs
demhzrm pn!íticzme^nte y entremoc!rrrin S u S arggme_nlns.
Ahora nos ceñimos al análisis de los argumentos divisionistas, y, en
concreto, a la exposición que de los mismos realizó Morote en 1909.
Por estas fechas la pluma de Morote ejercia una influencia re-conocida
en el ámbito político y periodístico. Se encontraba en plena
madurez, pues acumulaba sobre sí una avezada práctica en la con-junción
de ambos campos: en el denominado periodismo polftico. Dos
décadas en los dos diarios madrileños de mayor peso en los medios
29 Vid. Manuel Velázquez Cabrera, Resumen h.istórico documentado de
la AutonomZa de Canarias, Sevilla, 1974, 3.Vd. (1.E ed en 1912). El autor
luchó contra el caciquismo que la Gran Canaria -personificado en F. León
y Castillo- ejercia sobre Lanzarote y Fuerteventura. En 1900 renunció a
su acta de diputado provincial por el arrinconamiento que se ejercía en la
Diputación sobre las islas menores. Las políticos de Las Palmas utilizaron
todos los medios a su alcance -narrados por el propio Cabrera en la obra
mencionada- para obstaculizar las ldeas autonómicas y para impedir el
plebiscito que en 1910 organiz6 Cabrera sobre un escrito redactado por 61
y que firmaron más de tres mil ciudadanos de Lanzarote, Fuerteventura,
Gomera e Hierro, las islas menores Con e1 apoyo de Pí y Arsuaga llegó
al Congreso el plebiscito en noviembre de 1910, al que se opuso precisa-mente
Luis Morote, ya diputado por Las Palmas La Ley de Canalejas asu-miría
parte de las peticiones de Cabrera al potenciar los Cabildos.
Núm 24 (1978)
16
14 JUAN S. PÉREZ GARZ~N
democráticos, El Liberal y el Heraldo de Madrid, lo habían encum-brado
... ao.
Justo hacía unos meses que había renunciado a su escaño repu-blicano
y a su puesto de redactor del Heraldo. Esta situación de
indec~sión política y de disponibilidad profesional, junto a su reco-nocida
maestría periodística y a su vinculación con el que se pre-veía
inmediato jefe del Gobierno, Canalejas, determinaron la invi-tación
que A. Hurtado de Mendoza, ex-alcalde de Las Palmas, hizo
a Morote para visitar las islas orientales. Las fuerzas locales de la
Gran Canaria necesitaban una personalidad de peso nacional que sus-tituyera
a J. Perojo, que había fallecido en su escaño parlamentario
defendiendo precisamente los intereses grancanarios.
Perojo había presentado numerosas enmiendas en la anterior le-gislatura
al proyecto de ley sobre administración local del Gobierno
Maura. Todas ellas directa y previamente aprobadas desde París por
el embajador F. León y Castillo. Hasta qué punto se imponía el cri-terio
de éste en los asuntos concernientes al Archipiélago, lo corro-bora
su correspondencia con el propio Maura 31.
Algunas de las enmiendas promovidas por Perojo ya habían en-contrado
el apoyo de Morote, diputado republicano por Madrid 32. L2
identificación de Morote con los proyectos divisionistas grancana-rios
se produjo durante su estancia en las islas orientales desde fi-nes
de agosto hasta noviembre de 1909. Y ello sin abjurar, en teoría,
de los principios autonomistas y federales de sus ex-correligionarios
republicanos, y sabiendo compaginar la exaltación del todopoderoso
León y Castillo con la tradicional enemiga democrática contra tan
poderoso cacique ... 3s. Por eso, éste no tuvo inconveniente en dar el
30 En general, para lo concerniente a la actividad politica p periodís-tica
de Morote, vid Juan S. Pérez Garzón- op. ctt supra nota 23
31 LOS manejos del proceso electoral canario por Fernando León y
Castillo quedan al descubierto en tal correspondencia, reproducida en parte
por M Guimerá: op czt., págs. 223, 224, 246, 258-59, y en general de la
imposición de su crrterio ante el gobierno para lo referente al Archipiélago.
59 -~-o r o i ep resentó una enmieWs que otorgaba Pacuiiades a iao man-comunidades
de municipios para obras públicas, y la firmó, entre otros,
con P Galdós, tambih diputado republicano por Madrid como él. Vid. DSC
(Diario de Sesiones del Congreso), 13 de mayo de 1908, págs 6433 y 6436
33 En un mitín que narra Carlos Navarro, supo Morote compaginar el
autonomismo y antidrvisionismo del republicano canario Franchy y Roca
242 ANL'ARIO DE E S T U D I O S A T L A N I ICOS
LA CUESTION CANARIA : PuBLIcÍSTICA Y ECONOMÍA 15
pwe para que las fuerzas locales le obtuvieran a Morote un acta de
diputado por Las Palmas s4.
Así, en mayo de 1910 se encontraba ocupando un escaño en la ma-yoría
canalejista. Sin embargo, los republicanos Franchy y Roca y
Pérez Galdós resultaron derrotados en la Gran Canaria: no conta-ban
con el beneplácito caciquil. En efecto, Morote defendió con ahin-co
las aspiraciones divisionistas en el Congreso. El Gobierno de Ca-nalejas
presentó un proyecto divisionista en mayo de 1911, tras su-cesivas
demoras por otros tantos cambios en el Ministerio de Go-bernación.
En la Comisión del Congreso que había de dictaminar sobre el
proyecto figuraban junto a Morote, Argente y Domínguez Alfonso;
o sea, dos diputados por Las Palmas y el tercero por Tenerife. En
Santa Cruz surgieron de inmediato las protestas. Advirtamos que
Ruiz Valarino, ministro de Gobernación y por consiguiente respon-sable
del proyecto, era amigo de la infancia de Luis Morote. Como
era de esperar, la Comisión dictaminó a favor del proyecto divisio-nista,
que defendieron con derroche de voluntad y de argumentos
históricos Morote y Argente.
Ante la oleada de protestas, dentro y fuera del Congreso, la Co-misión
tuvo que dictaminar de nuevo y mantener la unidad provincial,
potenciando, a cambio, los Cabildos Insulares como órganos de base.
Ahora las protestas vinieron de Las Palmas. Pero cambiaron otra
vez de signo al dictarse el Reglamento provisional de 1912 para apli-car
la Ley. En la elaboración del Reglamento habían presionado tan-to
Morote como Ratos y León y Castillo cerca del Gobierno para que el
Cabildo tuviera amplias facultades 35.
c e e~! & !=Y ~ a ~ : y p!sxa !eu, o la, vez q ~ ce41 m6 la eiieiiijga
de parte del público contra León y Castillo. Vid. Guimerá Peraza: op. cit.,
página 272
34 Así lo testimonia Agustin Millares Cubas, Dtario, cltado por GuimerS
Peraza: op. czt, pág 273, n. 82. Sin duda, las propuestas de Morote desde
la minoría repubiicana contra el proyecto de Maura provocaron en un prin-
--c-- -"--w- rinin reoelnr en Lubn Ti. my~!!y= ea loa & , -,-.,a,., - -Y- - : - - r w ~AUF IYCI~U \ ~ U I I U G L V ~ U U I ~ ~ c aua a l a z I .
Morote había luchado por la electividad de los alcaldes, por la autonomia
regional y contra el sufragio corporativo que intentaba implantar Maura.
Vid sus intervenciones en DSC, núm. 192, 22-IV-1908, págs. 5965 y sigs.;
DSC, núm 4, 15-X-1908, pág 53, y DSC, núm. 166, 12-III-1908, páginas
5127-33, respectivamente
16 JUAN S P~REZ G A R ~ N
No estaba en el error el diputado tinerfeño Domínguez Alfonso,
cuando afirmaba en el Congreso que la trinidad que quería la divi-sión
la constituían León y Castillo, Morote y el obispo de Canarias,
que se encontraba en Madrid «en contra de los cánones» 36. Alianza
paradójica la de un eclesiástico y un cacique conservador con un
furibundo anticlerical. Y es que los elementos que de modo contradic-torio
integraban la ideología de un intelectual demócrata como Mo-rote,
sólo se comprenden a partir de su inserción en las capas so-ciales
medias, que justo en estas décadas experimentan el doble im-pacto
del creciente antagonismo burguesía-proletariado
Buen ejemplo de ello, su obra La Tierra de los Guanartemes, es-crita
tras su estancia en las islas orientales canarias. Dentro de la a
N producción intelectual de Morote, se encuentra a caballo entre su E
originario federalismo republicano y la defensa de un divisionismo O
n exclusivista, e incluso pecando de adulación hacia uno de los per- -
=m
sonajes-tipo del régimen de la Restauración, contra el que tanto ha- O
E
E bía luchado el propio autor. Además, una significativa ausencia: en S
E este libro no aparece el proletariado ni la cuestión social que tanto =
preocupaba a Morote en otras obras suyas y en su misma práctica poli- =
tica, pues él fue uno de los fundadores del Instituto de Reformas - - 0
Sociales. Por el contrario, en esta ocasión se limita a enaltecer el m
E
ímpetu desarrollista de la burguesía grancanaria y el espíritu inver- O
sor del capital extranjero. 5
n
Sobre este eje -la apología del crecimiento capitalista de la Gran E a-
Canaria- articula Morote su obra. De modo significativo, durante l
n su estancia, sus relaciones se circunscribieron a los Hurtados de Men- n
0
doza, los Morales, los Ponce, los Armas, los Tejera, los Bethencourt, 3
30s Millares ... El resultado fue un libro moderado, en el que las be- O
35 El proyecto originario en DSC, ap 29 del núm 29, 8-V-1911, pá-gina
694 E1 proyecto definitivo como ley en <Gaceta de Madrrd», 13 de
julio de 1912 Un análisis detallado del debate en M Guimerá Peraza:
op. cit., pags 308 a 348.
36 M c-ufAr,er5 per~za: @, p5g 315.
37 En general, sobre Ia mentdidad de la pequeña burguesía espaiíola
en esta coyuntura, vid estudio mtroductorio citado de Alfonso Ortí a OZi-garquia
g Caczquismo , Madrid, 1975 El crecimiento capitalista en direc-ción
monopolista durante este período así como el desarrollo del movimiento
obrero, en Tuñón de Lara, La España del siglo XX, Barcelona, 1974
244 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
LA CUESTI~NC ANARIA. PUBLIC~ST~CAY ECOXOMÍA 17
llas descripciones geográficas camuflan su ideología democrática y
federal. Moderado en contraposición al radicalismo de que hacía
gala en política. Claro que, en esta ocasión, Morote fue radical en la
defensa del divisionismo.
Morote recorrió en el verano-otoño de 1909 las islas orientales,
ámbito territorial sobre el que aspiraba Las Palmas a ejercer la
capitalidad de la nueva provincia que reclamaba. Tomó notas e im-presiones
y a la vuelta publicó un libro periodístico, habitual en su
trayectoria, La Tierra de los Guanartemes.
En el prólogo explicita el carácter de «investigación de la reali-dad
» que pretende darle a la obra. Niega que sea un libro de bata-
112. Pern de imediatn dedica el libro por entero a convencer al go-bierno
próximo a constituirse, de la importancia del proyecto divi-sionista
para toda España. Por eso se dirige a todo el pueblo espa-ñol,
representado en las Cortes, para que haga suya la reivindica-ción.
El procedimiento es ya habitual en Morote. Confía en el poder de
la opinión pública, en la capacidad del periodista para crear opinión
y en las posibilidades de ésta para mover unas Cortes. En definiti-va,
el autor-periodista se convierte en reflejo y reflector simultáneo
que asume un problema y lo proyecta a mayor escala, transformán-dolo
en cuestión de gobierno ... Por eso, las fuerzas de la Gran Ca-naria
eligieron a Morote. Conocían el empeño con que tomaba en
sus manos una misión y sabían su confianza en la opinión pública.
Una pluma como la de Morote actuando en Madrid era necesaria
para el divisionismo.
El libro citado tiene un carácter coyuntural y periodístico; quizá
sea la obra de Morote con mayor dosis de fugacidad. Sin embargo,
sigue conservando valor como documento histórico en cuanto relata
el estado del problema canario a principios del siglo xx y el proceso
socio-histórico que desembocó en la situación de 1910. Contiene abun-dantes
datos sobre la estructura economica, ios antecedentes hIstó-ricos
y las personalidades que protagonizaron las ideas reivindicati-vas
de Las Palmas
as Luis Morote, La Tierra de Zos Czcanartemes, París (1910). El libro
consta de las siguientes partes.
En última instancia, en la obra de Morote quedan al descubierto
las relaciones de producción dominantes en las Canarias. Todo ello
en un estilo ágil, conclusivo, directo, en lógica relación con el propó-sito
del libro de llegar a la opinión pública concretizada en los dipu-tados
de las Cortes. Destaca la primacía concedida en la obra a Las
Palmas, así como al pleito divisionista por cuanto en una y otro se
plasmaban de modo coyuntural las pretensiones y la realidad del
desarrollo burgués alrededor del puerto de La Luz.
Morote se propone reivindicar lo que él denomina la autonomía
regeneradora para las dos zonas canarias, la oriental y la occiden-tal.
La primera consigna que lanzó y difundió desde el periódico La
Mañana expresaba bien las intenciones: Diferenciarse es vivir S9. No
oividemos que Ivlorote había ciesi;acacio en la literatura regeneracio-nista
del cambio de siglo por una obra de carácter democrático y
federalista 40.
El punto de partida es un federalismo moderado. A lo largo de
todos los relatos -ya geográfico-descriptivos, ya económicos, ya his-tóricos-
incrusta adecuadamente aquellas observaciones que le per-mitan
concluir sobre la necesidad de una autonomía económica y
administrativa. La finalidad del libro se evidencia en un argumento
común y reiterado: la necesidad de la división de las Canarias en
a) Descripción de la Gran Canaria
b) Idem de Lanzarote.
c) Idem de Fuerteventura Siempre alabando las excelencias de cada
isla como inmejorables en su agricultura y en las posibilidades eco-ndmicas
que encerraban, si no fuera por el centralismo
d) La cuarta parte se dedica al problema provincial que analiza con
las siguxentes premisas. Diferenciarse es vivir El verdadero ene-migo
es el unitarxsmo (<autonomía salvadora y funesto regimen na-poleónico
»). Los liberales continuaron con el Decreto de 1822 la
obra de los reyes absolutos de matar las libertades Iocales La di-visión
primera de Ia provincia en 1852; de nuevo en 1858. Y por
fin, pasa a narrar la historia más reciente con las etapas que Mo-rote
denomina dirreinato y capitalidad alternativas» y la fase de
las <Asambleas canarias»
as Xorote: op. cit., pag. iX del prólogo.
40 Vid Juan Sisinio Pérez Gamón. LZGk Morote Regeneracionismo y
democracia, ~Hispania Revista Española de Historia», núm 128 (Madrid,
Instituto J. Zurita), 1974
246 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
LA CCTESTI~S CANARIA : PUELIC~STICA Y ECONOM~A 19
dos provincias como paso previo; y luego, la autonomía como medio
regenerador para todo el Archipiélago.
Así intentaba Morote compaginar las pretensiones e intereses de
Las Palmas --ciudad que estaba subvencionando su viaje- con los
principios democráticos. Estos quedaban formulados de modo explí-cito
en una frase que sintetizaba la tradición federal de las fuerzas
republicanas españolas :
«Habrá despotismo o habrá libertad según se acate o no la
verdadera ley natural de las autonomías, desde el individuo a
la Nación, pasando por el Municipio, la Región, &c.» 41.
Morote considera una calumnia la acusación de que e1 federalis-mo
es !B antesala de! separatiamx Pnr el contrarioj revierte la acu-sación
demostrando que el federalismo no sólo soluciona todos los
problemas de organización de un pueblo sino que además constitu-ye
la fórmula de la potencia y la riqueza de las naciones. Dos ejem-plos
trae a colación: Suiza, la República más feliz por ser federal;
y ,v, - + ~ ~ nT,IT.@LnUir 7,,n, c !E %&S piderosa. Por e1 contrario; Córcega. de
isla floreciente ha venido a ser un «cadáver que flota sobre el mar
azul», por mor del centralismo a ultranza 42.
Su admiración por el ideario de Pí y Marga11 había quedado pa-tente
en un artículo que había escrito cuando el desastre de Cuba
y en el que profetizaba el triunfo del pensamiento federal en los
pueblos españoles. «Inconscientemente, sin saberlo, todo el mundo,
incluso reaccionarios como Maura, tratan de inspirarse en las auto-nomías
para leyes como la del Régimen Local», escribía en 1909 el
mismo Morote
Criticandi el Decreto de 1822 que calificaba de «infausto». Moro-te
no deducía animadversión hacia el régimen constitucional. Radi-cal
defensor de los principios liberales, sabía distinguir entre éstos
y su aplicación al sistema organizativo provincial. Escribía:
«No; la uniformidad y la simetría no son españolas, no son de
la verdadera historia de España. La verdadera historia creó
una Nación federal, tan adelantada en su tiempo, antes del si-
41 Morote. op. cit., págs 328-29
42 Ibidem, piigs 330-335, passim
43 Ibidem., pág. 331
niestro rég~men centralizador de los Austrias y de los Borbo-nes,
que, de haber seguido su evolución natural, de no haber
sido castrada, hoy sería España una República semejante a los
Estados Unidos» 44.
Propio de Morote su análisis de idealista, otorgando a las formas
politicas la primacía en el proceso histórico. Sin embargo, destaca
su clarividencia para apreciar los factores distorsionantes de una
realidad plurinacional, aunque no profundice en la causa del pre-dominio
de tales factores:
«¡Las provincias! Esa es una creación de marca francesa y aún
mejor dicho de marca napoleónica. Nuestros constitucionales,
siguiendo la escondida senda por donde fueron nuestros reyes
absolutos, concluyeron la obra nefasta de uniformarlo todo, de
hacerlo todo con tiralíneas. (...) El sistema napoleónico ha traí-do
otro mal más grave y es que en unas partes dividieron mu-cho
y en otras agruparon mucho. Cuarenta y nueve provincias
por un lado y por otro una sola de todo un Archipiélago» 45.
Morote escalona su razonamiento, de los grandes principios fe-derales
que eleva a categoría de universales, al sistema concreto
español, y, más aún. al probIema canario que lo reduce a la mera
división provincial del Archipiélago:
«iLa isla de Tenerife y la isla de Gran Canaria, casadas a per-petuidad,
en vínculo indisoluble, aunque se las convierta la vida
en un infierno, y en cambio las Vascongadas que son una uni-
44 ibúiem, pág. 334 Sin entrar en los elementos de la interpretación
que Morote realiza del proceso histórico español, si destacamos que sus
ideas forman parte de una corriente de pensamiento liberal que desde las
Cortes de Cádiz, y con base en la práctica juntera del siglo XIx, reivindicó
tanto a los Comuneros de Castilla como a Lanuza, por defensores de las
libertades locales Es un aspecto del liberalismo constreñido siempre por las
exigencias de una burguesía que necesitaba wificar el espacio nacwnal-estatal
para su desarrollo económico y para su implantación como clase
dominante en ei ambito peninsuiar De modo concreto, las ideas hist6ricas
de Luis Morote pueden analizarse en su obra Sagasta, Melzlla y Cuba, Pa-rís,
1908. Su biografia sobre Sagasta resulta modélica por cuanto compa-gina
las relaciones que traban los sucesos de una época con el individuo
más representativo de la misma
45 ZbMem, pág 333
A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N I ' I C O S
LA CUESTI6N CANARIA : PUBLICÍSTICA Y ECONOM~A 21
dad natural, geográfica e históricamente, separadas, divididas
en tres provincias !» 46.
Eso sí, nunca ataca Morote -como buen pragmático- a Tenerife:
«no se trata de disputar a nadie el derecho de primogenitura; se
trata de que no se prive a la Gran Canaria del derecho de vivir» 4T.
No había que provocar rivalidades fraticidas. No culpa a Tenerife
sino al «rasero uniformista~ del modelo jacobino con que concibie-ron
la administración los liberales españoles 48.
Palpable la distorsxón en los argumentos de Morote. Porque tenía
una necesidad: defender el divisionismo, de momento. Por eso, si
exigía autonomía regeneradora a nivel de principio político, ésta la
detenía a nivel provincial para satisfacer las exigencias de Las Pal-mas,
y aplazaba sine die la autonomía para todo el Archipiélago. Si
está criticando la división provincial decimonónica, él también uti-liza
el mismo tiralíneas arbitrario para dividir en dos el Archipiéla-go,
desconociendo la realidad más básica de cada isla.
$.$~r&, ggnygp prificjpjcc & anterior tray&oria
republicana, estaba rindiendo, en definitiva, un importante servicio
al divisionismo de la burguesía grancanaria. Su libro no está escrito
sino para demostrar la supremacía del puerto de La Luz, a pesar de
su corta historia. Sobre todo, su hegemonía sobre el de Santa Cruz.
Se ha hecho el portavoz de unas fuerzas sociales que devienen
divisionistas frente a Madrid y segregacionistas frente a Tenerife,
y eso para mejor depender de Londres, Colonia o París ... Alrededor
de La Luz se aúnan los intereses divisionistas de los grupos burgue-ses
agrícolas y mercantiles, vinculados a los intereses imperialistas
de 16s más dzsarro2ados ixheleus mropeos.
La mitad del libro de Morote, La Tierra de los Guanartemes, se
dedica a los problemas que tiene Las Palmas derivados del creci-miento
económico y de la ineficacia centralista de la administración,
cuyo brazo reside en Santa Cruz de Tenerife. Compara los puertos
de ambas ciudades con estadísticas y desde esa base justifica e! di-visionismo
en tres argumentos imbricados entre sí:
46 I b d b , pág. 333.
47 Ibiüem, pág. 323.
48 Ibidkm, p5g. 334
a) Es innegable la hegemonía económica del puerto de La Luz.
b) Tal predominio y desarrollo se debe, sin duda, al capital ex-tranjero.
c) No importa, porque lo que debe contar es la competencia téc-nica
y el crecimiento económico -ambos inseparables, por lo
demás- del capital extranjero:
«Y no se alegue -escribía Morote- el argumento vulgarísimo
de decir que siendo extranjeras sus industrias, el puerto de La
Luz es como una sucursal de Inglaterra o de Alemania o de
otras naciones, aunque la inglesa sea la predominante. Al cabo
eso pasa en todas partes ... El dinero no tiene patria» 49.
Paradojas de un intelectual. Clarividente al barruntar !a nueva
fase de carácter imperialista que se iniciaba en el mundo de la pro-ducción.
Pero idealista al obviar las consecuencias de dependencia
que tales relaciones generaban para España. Y a pesar de que las
redes monopolistas imponían su dominio, seguía mitificando el li-brecambismo
-que sólo existía en teoría- y sus efectos civiliza-dores
:
<&a libre Inglaterra, escuela de democracia en el mundo, maes-tra
de derecho, madre de libertad, empuja a su raza trabaja-dora
e inteligente por todos los continentes ... Y los empuja y
disemina felizmente para la civilización. Si todo se contagia,
no hay mejor contagio que ese de la raza anglosajona ... Afor-tunadamente
los canarios viven muy contentos en esa convi-vencia
... » 50.
Llega Morote a reducir al absurdo los argumentos de las voces
nacionalistas: de acuerdo -razona-, a nacionalizarlo todo, pero a
arrancar también <dos rieles del tren en toda España ... que no son
obra del capital español. ¿Y las minas? ¿Y los saltos de agua? ¿Y
las fábricas de electricidad? ¿Y los tranvías? ¿Y los automóviles?» 51.
Y esto no son las paradojas de un intelectual aislado, sino el fiel
exponente de ias contradicciones en que se debatían ciertos grupos
radicales del liberalismo español que desde el siglo XIX abrieron las
49 Ibtdem, pág 51
50 I b ú f m , pág. 52.
5 1 IbZcZem, pág 51
250 A N U A R I O DE ESTUDIOS ATLANTICOS
puertas a la rnversión extranjera. Origen de una temprana depen-dencia,
fue con certeza uno de los factores yugulantes de los aspec-tos
democráticos del proceso revolucionario de la burguesía penin-sular
Morote desea, ante todo, capitalismo desarrollado y maduro en
España. Y para eso no piensa en nacionalista. Se siente cosmopo-lita,
cuando en realidad el dinero no deja nunca de tener patria, por-que
siempre tiene dueño. Y en este caso concreto estaban claros los
grupos con intereses en la división. Sin embargo, el autor sólo ve
rendimiento técnico y auge económico, aislando tales fenómenos de
su relación social y mitificando sus efectos. Así, llega a pedir en sus
mitines por la Gran Canaria la unzón de todas las clases sociales y
partidos pozticos para lograr la divisibn provinciai, C"iliü Si
fuera cuestión que afectase por igual a unos y otros.
Morote hace de la reivindicación específica de los grupos domi-nantes
grancanarios una cuestión de interés común para toda la po-blación
de las islas orientales. A este respecto hay que reiterar la
eri S-u iilüro iii-aii(j" irabajador y-, el cor,-
trario, la apología de la persona de León y Castillo, manifiesta con-cesión
de un ex-republicano al máximo representante del sistema ca-novista
en el Archipiélago Canario. Sistema contra el que el perio-dista
valenciano había gastado sus energías regeneracionistas en la
crisis del 98. Sin embargo, ahora escribía: c.. Gran Canaria tuvo en
don Fernando de León y Castillo su Providencia» 53.
Después de escribir La Tierra de los Guanartemes, Morote obtuvo
un acta de diputado por Las Palmas en 1910. Le sobrevino la muerte
en 1913, después de haber sido uno de los protagonistas de la elabo-ración
de la Ley de Cabildos y de su Reglamento. Más tarde, Las
Palmas le dedicaría una caiie en el puerto de La Luz, la que enton-ces
tenía el rótulo de «Calle WB
52 Vid. Sebastiá Domingo: op. cit., y Acosta Sánchez. op. cit., en nota 1,
supra
58 Morote: op. cit., pág. 38.
54 Guimerá Peraza op. cit, pág 273, n. 82.
Núm 24 (1978)