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HAMBRE Y EPIDEMIAS EN UNA COMUNIDAD RURAL DE GRAN CANARIA: EL MUNICIPIO DE FIRGAS A MEDIADOS DEL SIGLO XIX P O R RAMON F. DfAZ HERNANDEZ Los escasos 25 kilómetros que separan a esta municipalidad del Norte de Gran Canaria, con un espacio geográfico de tan sólo unos 16,5 Km?, de la capital de la isla, unido a su constitu-ción con un relieve intrincado, podrían ser (de suyo los condi-cionantes naturales que ayuden a explicar el porqué los miem-bros que componían esta comunidad de Firgas fuesen propen-sos a reducir su horizonte social, al menos a mediados del siglo XIX. Pero este aserto no sería más que una explicación reduc-cionista de un fenómeno mucho más profundo y complejo. Porque, sin duda, son múltiples las razones que empujan al aislamiento de las cuales nosotros conocemos sólo algunas pwas. De ski cyde er, e! yresente tr&zje ?10s zprexL11m U. resaltar aquellas que mejor se manifiestan. Quizá coincidan éstas con las más significativas, así al menos nos lo parecen y de ahí nuestro intento. Núm. 35 (1989) 103 Aunque resulte reiterativo aludir al pésimo estado de las comunicaciones por tierra en el interior de la isla ya muy en-trado el siglo XIX, es obligado hacer una breve referencia acerca de ello por la importancia que reúne este rubro para la vida de una comunidad. En una visita que realizó René Verneau en 1876 por esta zona dejó escrito lo siguiente: «A cuatro kilómetros de Arucas, en medio de las montañas, existe uno de los pueblos m8s encantadores de la isla. Quiero hablar de Firgas. Para llegar hay que dejar la carretera e internarse por un camino de cabras, cuyo solo aspecto da vértigo. Construido cerca de un barranco profundo, el llamado de La Virgen, que lo separa de Moya.. . » l. Ya desde mediados de la pasada centuria estaba trazada la carretera general del Norte -conocida también por la vía de Agaete- que era el mejor enlace junto a los viejos ((caminos reales)) con que contaban los municipios de barlovento de Gran Canaria. A Firgas llegaba un ramal de la expresada carretera que terminaba en el pago de Buenlugar 2. El estado de esta carretera no debió ser demasiado bueno a juzgar por la apreciación que de ella hiciera el diputado valen-ciano Luis Morote que la recorrió a finales de la primavera de 1908; es decir, unos 60 años después del período acotado por nuestro estudio. En efecto, en una visita que aquél cursó al municipio de Arucas a su paso para el Norte grancanario, la mencionada vía mereció al estadista levantino el poco elogioso comentario que reproducimos a continuación: ((Otra vez (. . .), por los baches, por los altos y bajos, por el infinito desperfecto de la carretera. Esta va siendo mala, de veras mala, infame, horrenda, a punto de molernos los huesos, de dolernos todo el cuerpo (. . .). Pasamos un túnel y nos encontramos en el pue-b!= de Te==.;% ( .. . ). T h ~ s p ~ t oc s%?~~e t e r!!se@ u? C G ! ~ Gd e ?o 1 R& VERNEAUC: inco años de estancia en las Islas Canarias, 2: edi-ción en castellano, La Orotava, 1982, p. 166. 2 JosÉ MIGUEALL ZOLAe n su libro titulado La rueda en Gran Canaria (Ed. El Museo Canario, Las Palmas, 19681, en la página 35 dice lo siguiente: ((Hasta mediados del siglo XIX la ciudad de Las Palmas y cada imn de 10s pueblos de Gran Canaria, se encontraban totalmente incomunicados entre sí; no existían carreteras, y los caminos eran s610 aptos para el triimite de las caballerías. El transporte de las personas y de las productos de la tierra se hacia a lomos de bestias.)) 104 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMERE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 3 malo. En un certamen de desastrados caminos, se llevaría la palma)) 3. Pues bien, si hacemos caso a estos argumentos y tenemos presente de que el tramo citado por Morote llevaba a Arucas, que ya por entonces era la localidad más importante de la co-marca septentrional de la isla, nos podemos imaginar cómo sería de intransitable el resto del trayecto hacia Firgas, cuya cabecera municipal se alza por encima de los 400 metros de altura. Evidentemente las pésimas comunicaciones con el exterior a la par que las mismas dificultades de interrelacionar las enti-dades menores de población por lo quebrado del relieve y la ausencia de caminos accesibles debieron contribuir poderosa-mente a confinar la comunidad rural de F'irgas con su entorno geográfico. Esta cerrazón -fenómeno extensible a otras juris-dicciones rurales de la isla- se vio acentuada durante la pri-mera mitad del siglo XIX por la reivindicación y consecución de tres aspectos decisivos: 1. La conquista de la independencia municipal frente al hegemonismo de Arucas, con quien libró un ruidoso conten-cioso, que finalmente se resolvió satisfactoriamente para las aspiraciones firguenses. 2. El poder contar con parroquia propia. 3. Y la posibilidad de obtener paridad en los órganos de gobierno de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas. En suma, lo que pretendían los vecinos de Firgas no era otra cosa que la de dejar de ser un apéndice de Arucas y tener su propia y autónoma personalidad. El proceso reivindicativo y e ! eni tcs~!q rrc t&a!iA&d de aqlLe!!or. ~ b j&j \ rfin~ ~re si~lt' nada fácil a los lugareños que debieron entablar pleitos largos y enrevesados. Sin duda alguna una dinámica así tiene por fuerza que generar una conciencia comunitaria y una cohesión pode- 3 LUISM OROTEL: a tierra de los Guanartemes (Canarias Orientales), Ed. Sociedad de Ediciones Literarias y Artísticas, París, sin fecha. Por otra parte, en la Historia General de las Islas Canarias de Agustín Millares Torres, en el tomo V, p. 161 (Las Palmas, 19771, se habla de Firgas como que «su terreno es quebrado y de difícil trayecto». Núm. 35 (1989) 105 rosa en cualquier grupo social, a la vez que se consigue templar una filiación hiperlocalista a ultranza. Por si eso fuese poco, el carácter agrario de esta jurisdicción refuerza como en casi todas partes un cierto arrinconamiento social, económico y cultural. Máxime cuando los aspectos eco-nómicos son los propios de sociedades tradicionales que fun-cionan sólo para satisfacer sus necesidades elementales a par-tir de lo que les proporciona la naturaleza, sometiéndolos única-mente a un mínimo de transformaciones como tendremos oca-sión de ver al referirnos a1 sector secundario. Por lo general, en todo el período de referencia, la subsis-tencia de los miembros de esta colectividad agrícola dependía de recursos tales como el cultivo extensivo del campo, cría de ganado, recolección de frutos y otras tareas afines 4. Un indicador que revela hasta qué punto el aislamiento era una constante nos lo proporcionan los propios recuentos pobla-cionales del período señalada en donde no encontramos ningún extranjero domiciliado en el término de Firgas. Hecho este últi-mo que no deja de ser sorprendente por cuanto que las propie-dades minero-medicinales del manantial de Azuaje le convir-tieron en un poderoso atractivo para propios y extraños, que se les veía pernoctar en sus alrededores acampando en barracas y tiendas de campaña6. Como también causa extrañeza el que 4 PEDRO DE OLIVE: Diccionario estadístico-administrativo de las Isla Canarias. Pero esta cuestión se puede aquilatar aún mejor en el vaiio-sísimo «Padrón General del municipio de habitantes que hay en este pue blo en 1861», Archivo Municipal de Firgas. En relación con este aspecto es justo recordar que hasta no hace mucho tiempo existían pequeñas co-munidades rurales en el interior de la Isla con un alto índice de autarquía. A titulo de ejemalo remito a los interesados a leer el excelente trabajo de J. F. Naranjo Macías titulado «El suicidio en una comunidad de nuestras medianías)), publicado por el diario de la mañana La Provincia (Las Pal-mas, 12-VIII-1980), centrado en la localidad de Arbejales, en el municipio de Teror. Pero, sin duda, el mejor trabajo de antropología social en Ca-narias se debe al profesor Galvhn Tudela (Taganana. Un estudio antro-poldgico- social), Aula de Cultura del C. 1. de Tenerife, Santa Cruz de Te nerife, 1980. 5 ((Padrón General del municipio de habitantes que hay en este pueblo en 1861», Archivo Municipal de Firgas. 6 UWE RIEDEL: ((Las iíneas de desarrollo del turismo en las Islas C& 106 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 5 en los mencionados recuentos poblacionales aparezcan tan sola mente reseñadas una decena escasa de transeúntes y no se con-signe la presencia en Firgas de nacidos en otras provincias. En otro orden de cosas, al estudiar los registros parroquiales pudimos ver en los libros de defunciones que el número de fa-llecidos provenientes de otros municipios era verdaderamente irrelevante a juzgar por lo que indican las siguientes cifras: un 5,65 por 100 de las defunciones totales contabilizadas desde 1845 a 1860 correspondían a personas provenientes de otros munici-pios pero establecidas y empadronadas en Firgas. De estos pocos, la inmensa mayoría procedía de los térrni-nos municipales cercanos que, hasta en algunos casos, cuentan con aldeas y caseríos cuya jurisdicción es compartida con Fir-gas. Así, el 66.6 por 100 de los óbitos oriundos de otras munici-palidades correspondían a Ancas, Teror, Valleseco, Moya y Guía. Los pocos restantes eran individuos que llegaron desde Fuerteventura, Tafira, Gáldar, Las Palmas, Agüimes, San Lo-renzo y Lanzarote. Por consiguiente, cabe concluir este apartado señalando que los indicios de aislamieno, autarquía e irnperrneabilización del grupo social bajo examen dejan poco espacio a la duda. Un hacinamiento humano sobrecogedor es quizá el aspecto que más llama la atención a la hora de estudiar la situación social de Firgas entre 1845 y 1861. La sobreocupación de detes-tables alojamientos se producía como resultado del escaso nú-mere & ihi e~da sa, g r a ~ r &t~~&r~&, ~ sm~& 12 cl~&iSfi ucte el hecho de ,que un 30,7 por 100 de los habitáculos no merecían - narias~,A NUARIOD E ESTUDIOAST LÁNTICOS,n úm. 18, Madrid-Las Palmas, 1972. Sobre los manantiales de Firgas (Las Madres y Azuaje) dice Millares Torres, en el tomo V (p. 161, de su ya citada Historia General...), qm dade la celebridad de las aguas termales, cobre todo en el de Azuaje, es donde se construyó el balneario, que «En estos últimos años ha acudido un gran número de enfermos, que en la estación de verano buscan alivio a sus dolencias en los baiíos.. .» Núm. 35 (1989) 107 a los censos oficiales de edificios ni siquiera el calificativo de hogar familiar, sino antes bien el de chozas, chabolas, barracas, cuevas y similares '. El que en estos años nos encontremos ante la paradoja de pocas viviendas para muchos vecinos -dicho en otros térmi-nos, habitantes sin casas, casas sin ocupantes- ayuda en parte a entender el porqué se transmitieron con tanta facilidad con-tagios epidémicos como los de fiebre amarilla y cólera morbo en 1847 y 1851 en una población eminentemente dispersa. Es conocido que cuando un poblarniento adopta fórmulas disemi-nadas en períodos preindustriales la acción mortífera de las enfermedades epidémicas se ven ubstaculizadas y sus efectos atenuados NO parece haberse constatado ese hecho en nues-tra localidad en donde su núcleo urbano más consistente lo constituía la Villa capital que sólo contaba con 62 viviendas concentradas. Como puede apreciarse en todo este periodo las condiciones básicas de los lugareños de esta localidad estaban a mucha &- tancia de ser mínimamente halagüeñas. Ahora bien, la división de esta comunidad en clases sociales distantes entre sí agravaba necesariamente el panorama por las contradicciones que se introducen. Por ejemplo, mientras que más de un tercio de la población residía en alojamientos infames, el 19 por 100 de los edificios útiles estaban ocupados sólo con carácter transitorio o inhabitados indefinidamente 9. En cuanto a la percepción de rentas salariales se refiere lo debe consignarse en primer lugar de que éstas eran bajas y rematadamente insuficientes. A su vez las contribuciones alcan-zaban cifras onerosas que suscitaron en más de una ocasión ruidosas quejas ante el Ayuntamiento. 7 Censo oficial de 1857 y el citado Padrón General de 1861. Lo bueno de esta úitima fuente es el rigor y cuidado con que se detalla la encuesta a los vecinos, así como la esmerada tabulación de los resultados. 8 Censo Oficial de 1857, y P. ROMERSOO LÍSL: a poblacidn española en los siglos XVIIZ y XZX, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1973. 9 Censo Oficial de 1857. Instituto Geográfico Nacional. 10 R. DÍAZH ERNÁNDyE ZJ . DOM~NGUMEÚZJ ICA:« Hambre y epiciemias entre 1844 y 1852 en el norte de Gran Canaria)}, V Coloquio de Historia Canario-Americana, Las Palmas de Gran Canaria, octubre de 1982. 108 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 7 Asimismo, la emigración, sobre todo de varones, privaba al municipio de un poderoso capital de efectivos laborales. Olive cuenta l1 que tan sólo entre 1857 y 1861 salieron de Firgas unos 32 emigrantes, cifra a todas luces subestimada dada la prover-bial imposibilidad de controlar plenamente las salidas hacia América. La supremacía del elemento masculino sobre las hem-bras l2 elimina toda posibilidad de iniciativas renovadoras en el punto de emisión migratoria, pero también genera una situación deficitaria de mano de obra para las tareas del campo 13. Y lo que es más grave aún: la emigración de varones jóvenes no hace sino entorpecer el equilibrio entre los sexos como se de-muestra en el cuadro siguiente: CUADR1O LA «SEX RATIO)) DE LA POBLACIdN DE FIRGAS EN 1861 N . O de orden Localidad «Sex Ratio)) 1 Firgas-casco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9220 2 Buenlugar-Casablanca ........................ 98,06 3 Repartimientos-Lomitos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84,87 4 Rosales ....................................... 65,68 5 Trapiche Alto ................................. 87,21 6 Total municipal .............................. -- 88,46 Fuente: ((Padrón General del municipio de habitantes que hay en este pueblo en 1861)). Archivo Municipal de Firgas. Elaboración propia. Los mendigos e imposibilitados llegaban a contabilizar en estos años casi un 1 por 100 de la población total. El nivel de instrucción era francamente inexistente. Nada menos que un 83,84 por 100 de los fir-menses carecía de los conocimientos elle-mentales e imprescindibles como son el sabe1 leer y escribir. El 9,58 por 100 sabía leer y, finalmente, el restante 7,48 por 100 conocía la lectura y la escritura. 11 PEDRODE OLIVE:D iccionario estadístico. .. a JULIOH ERNANDEGZA RCIAL: a emzgraczdn de las Islas Canarias en el siglo XIX, Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1981. * Catastro de Francisco María de León (1-VIII-1849), Archivo del Museo Canario. Núm. 35 (1989) 1 09 A las diferencias reseñadas se añade otra bastante significa-tiva: el 90,5 por 100 de los que saben leer y escribir son varo-nes, en tanto que las hembras con cierta instrucción sólo llegan a sumar un escuálido 9,5 por 100 integradas en esa selecta y reducidísima (célite)) que posee una determinada capacidad cul-tural. Este último aspecto no deja de ser ilustrativo teniéndose en cuenta de que se trata de una sociedad en donde el número de mujeres es muy superior al de los hombres. Está claro de que para la mentalidad económica y social de la época la labranza era una actividad que no requería grandes conocimientos culturales. LAS CONDICIONES SOCIO-LABORALES : IMPORTANCIA DEL MINIFUNDISMO . El rasgo más llamativo de esta municipalidad a comienzos de la segunda mitad del XIX es, sin duda, su carácter eminen-temente agrario de acuerdo con el volumen de personas que viven única y exclusivamente del cultivo de la tierra. Así, pues, el censo de 1857 establece una clasificación muy elemental pero esclarecedora de la distribución de los activos #de F'irgas en la que tan sólo los dos subgrupos del sector primario -cons-tituido por jornaleros y labradores de la tierra suman un total de 231 efectivos- vienen a suponer la casi totalidad de las ocupaciones remuneradas con un porcentaje de 98,29 por 100. Dentro del primario predominan los jornaleros de la tierra con un alto porcentaje de 53,61 por 100 de los efectivos totales. Los labradores, es decir, propietarios y arrendatarios, cuentan con 105 miembros que suponen un relevante porcentaje de 44,68 por 100. El sector terciario o bien no existía por entonces o bien no aparece recogido en el censo. En cambio, el secundario signi-fica en la economía de Firgas un escuálido 1,71 por 100, que le viene de cuatro trabajadores empleados en la industria. La insignificancia de estos últimos sectores de la economía no hacen sino denotar el exiguo desarrollo urbano y la fuerte de-pendencia de la agricultura de los habitantes del lugar. 110 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDENIIAS EN FIRGAS 9 De cualquier forma, la población activa censada en 1857 representa una cifra muy baja respecto al total. Este hecho revela, entre otros aspectos, inexactitudes sin duda derivadas de no contemplar la participación laboral de las mujeres y niños en las faenas agrícolas. A la vista de todo ello queda bien patente el carácter rural de esta municipalidad en Ia que los jornaleros sin tierra y los labradores representan la base económica fundamental como exclusivos creadores de riqueza. La irrelevancia de los demás sectores tipifica al municipio de Firgas en 1857 como básica-mente rural, con una zona baja dedicada a los cultivos de ex-portación y otra de medianías orientadas a los cultivos de sub-sistencia y ganadería extensiva. POBLACIdN XTIVA DE FIRGAS EN 1857 .- Sector primario Sector secundario Total general Total En % Total En 010 Total En % Fuente: Censo oficial de 1857. Elaboración propia. En 1861 l4 la población estimada como activa se eleva en este intervalo a;l 34 por 100 del total. De ésta la mayoría se compone de elementos relacionados con las faenas agrarias en donde juega un importante papel la mujer que ve aumentada su cuota de participación laboral en más de un tercio en rubros tales zmio propie4dlils, arrendatai-ia y, particuiarmente, como jorna-lera de la tierra. En general, las comunidades agrarias tradicionales reservan un fuerte protagonismo a la mujer trabajadora si bien a veces se suele encubrir su verdadera importancia. En el caso de Fir-gas e1 traba.jo femenln_o nr! es SS!^ ~^yw?t~sriUm' "yUe des-- .2 peña un rol relevante ya que las féminas deben cubrir el vacío 14 «Padrón General.. .» Núm. 35 (1989) 111 de brazos masculinos que la emigración secular se ha llevado hacia otros lugares. A continuación pasaremos a describir los sectores de la pro-ducción empezando por el más importante: el primario. En el primario predominan los propietarios agrícolas que suman m total de 142. De éstos, 31 son mujeres. Ahora bien, el término propietario se utiliza de una forma un tanto gené-rica puesto que sirve para denominar cosas muy difusas. Por ejemplo, un arrendatario que explota la finca de otro a cambio de una renta aparece como propietario de la misma en vez de aparcero o arrendatario como sería más correcto. Es por lo que al contrastar los datos que consigna el vaciado-resumen con la encuesta original realizada en 1861 pudimos apreciar que en puridad el sustantivo propietario agrícola era privativo única-mente en 65 casos sobre los 142 que cita ei censo. Suponemos que estos 65 propietarios estaban en posesión de abundantes tierras toda vez que vivían exclusivamente de la explotación de las mismas. Es decir, no tenían necesidad de practicar ninguna otra actividad complementaria. Es por lo que cabe corresponderles una condición social más bien acomo-dada. En ellos se da también la circunstancia de que eran los únicos que contaban con una cierta instrucción, o sea, sabían leer y escribir en su mayoría. Los restantes, que se encuentran integrados en la rúbrica de propietarios agrícolas, combinan la explotación de sus parcelas -es de suponer que fueran raquíticas- con otras actividades tales como: arriero, servicio doméstico, albañilería, acequiero, jornalero de la tierra, maestro, secretario del Ayuntamiento, etc. De lo que se deduce, que tratándose de propietarios con parce-las de escasa extensión, se buscasen otros ingresos que añadir a la renta familiar ocupándose también de aquellas profesimes. Los arrendatarios no son más que veinticinco. Algunos de éstos son a la vez propietarios o jornaleros de la tierra. Los peones a jornal constituyen la capa social mqs deprimida y más numerosa compuesta por 65 hombres y 51 mujeres. Sus sala-rios son realmente bajos 's y su cuaiiiicación profesionai exigua. . - 15 Catastro de Francisco María de León. .112 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMlAS EN FIRGAS 11 En general carecen de la más leve instrucción y la única forma de promoción social la consiguen a título individual en la erni-gración hacia América o trabajando de menesterales en Las Palmas. Los componentes de este subsector laboral es sin duda el más explotado y marginal de la comunidad de referencia. En el secundario aparecen tres oficiales de molino -recuér-dese a este respecto la importancia del «gofio» de millo en la dieta alimentaria de los canarios-, un sombrerero, un labrante, un esterero, un mampostero, dos albañiles, dos industriales, un zapatero, un cabrestero y un carpintero. Como puede verse no son muchas las profesiones que transforman las materias pri-mas. Apréciese la ausencia de aotividades como herrero, barbero o sastre tan interesantes para el abastecimiento local, por lo que d&e-mn. pensar i i n , ~ t ~ z ~ ~ y + ~f&~?~*ii&r, ~ yi _ C C Z= rencia en la división del trabajo. Con este cuadro no es difícil prever que la significación so-cial y econ6mica del secundario local sea smamente deba e in-capaz de configurar a su amparo un proletariado moderno y mucho menos una burguesía emprendedora. La venta de la producción se hacía de forma directa, es decir, sin comercio especializado. De otra parte la calidad de las mer-cancías tampoco era excesiva a tenor de lo expuesto. Se fabri-caban las cosas por encargo. De ahí que la producción fuese las más de las veces meramente ocasional aprovechándose las jor-nadas muertas de las faenas agrícolas y ganaderas. El sector terciario es, como el secundario, realmente prirni-tivo puesto que lo componen en su mayoría sirvientes y domés-ticas en un total de 44 miembros. Con lo que queda de manifiesto claramente la presencia de una clase alta reducida pero acomo-dada que entiende que el servicio doméstico, su mayor o menor volumen, es además de una actividad profesional un símbolo de poder social. Lo singular de este subgrupo es que los varones constituyen una cifra estimable de casi más del 50 por 100, hecho que no encaja en líneas' generales con la tradicional preferencia de los dueños por contratar los servicios femeninos en este oficio. Núm. 35 (1989) 113 El resto del terciario lo componen siete arrieros, un maes-tro (que a la vez es propietario agrícola y Secretario accidental del Ayuntamiento por fallecer el titular durante la epidemia de cólera morbo durante el verano de 18511, un fosero, un cura párroco, un cirujano, dos empleados y 28 miembros de las mi-licias. En síntesis, la condición socio-laboral de Firgas en estos años se caracteriza por la existencia de unos pocos propietarios acomodados, una fuerte cantidad de pequeños propietarios que no pueden sobrevivir tan sólo con la explotación de sus rni-núsculos predios, un voluminoso peonaje que trabaja a jornal; un secundario carente de interjs y un terciario primitivo e in-flado por el servicio doméstico y las milicias. Por consiguiente, lo que prima en Firgas durante mediados del siglo XIX es la riqueza agropecuaria detentada por unos pocos. Estamos, pues, ante una situación en la que el latifun-dismo y el minfundismo se dan Ia mano en la proverbial para-doja de hombres sin tierras, tierras sin hombres 16. EVOLUCIÓDENM OGRÁFICA DE FIRGASEN TRE 1835 Y 1861 Entre estos años la población de Firgas va a experimentar un importante descenso en el número de habitantes a conse-cuencia del bajón que se produce en los índices brutos de nata-lidad y, particularmente, en el ascenso de la mortalidad entre 1845 y 1851. Las tasas por debajo de cuarenta puntos en los años obser-vados constituyen un hecho verdaderamente insólito en una sociedad agraria que necesita funcionalmente de una alta nata-lidad para obtener de ella suficientes aportaciones de fuerza de trabajo que las huertas familiares demandaban. Se asiste en 16 En Canarias el término latifundista o gran propietario es relativo en comparación con la península. En efecto, cuando hablamos de grandes finqueros queremos decir exactamente lo siguiente: propietarios que &S ponen de buenas tierras, generalmente destinadas a la producción para la exportación, y de las cuales obtienen rentas altas que permiten un nivel de vi& privilegiado. 114 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS A . i n + z u . u ~ ~ L,V LVCGIAL~UA~U Y NUf i l f i IDAD POR MESES DEL MUNICIPIO DE FIRGAS ENTRE 1845-1860 NATALIDAD - . - . - . - . NUPCIALIDAD ............. ........... MORTALIDAD estos años a una crisis económica con sus lógicas repercusiones demográficas que afectan a la nupcialldad, provocando oscila& nes violentísimas, y también a $lam ortalidad con altibajos que van desde el mínimo de 20,3 por 1.000 al máximo de 116,15 por 1.000. Estamos, pues, dentro de un ciclo adverso a la población en que la conjunción de las crisis alimentarias, enfermedades y, sobre todo, las epidemias de 1847 y 1851, hacen auténticos es-tragos consiguiendo no solamente detener el crecimieilo demo-gráfico, sino incluso contraerlo seriamente. Así, pues, en estos años se obtiene un total de 272 nacimien-tos que no logran enjugar las 294 defunciones que determinan un saldo vegetativo manifiestamente deficitario. Eso hace que con la emigración constante la población de Firgas pase de i.003 ha,bit=tes er, 1845 u. 990 en 1857, con un fuerte bajón en el medio: 918 habitantes en 1849. En efecto, nos encontramos ante un período difícil en que la diferencia entre nacimientos y defunciones favorece a estas úitimas en 1847, 1848 y 1851. En las restantes anualidades se logra a duras penas obtener saldos positivos, siendo el de 1846, con 25 firguenses más, el año más beneficioso para el creci-miento demográf ico . Por lo tanto cabe establecer los mismos intervalos según la tasa bruta de mortalidad, a saber: a) Entre 1845 y 1846 se aprecian tasas muy bajas y por la propia estructura interna de la mortalidad se puede advertir los síntomas que preceden a las anualídades mortíferas pos-teriores. h) Las tasas correspondientes a 1847 y 1848 superan los treinta puntos a causa de la incidencia del hambre y la epide-mia de fiebre amarilla. C) Pasado el ciclo adverso, las tasas brutas vuelven de nuevo a bajar en los años 1849 y 1850, pero sin alcanzar las cifras de 1845 y 1846, preludiando en cierta medida la catástrofe demográfica de 1851. d) En 1851, la epidemia de cólera morbo asiático es la res-ponsable de los índices brutos de mortalidad y la recuperacidn 116 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS H A ~ R EY EPIDEMIAS m FIRGAS 15 se produce en 1852. Lo que demuestra el carácter episódico de la epidemia, cerrándose con el análisis de esta anualidad nues-tro estudio sobre la mortalidad catastrófica de Firgas. . . ~NDICES DE MORTALIDAD BAJOS EN 1845 Y 1846 En 1845 se registra en Firgas la tasa bruta de mortalidad más baja de todo el período estudiado, con tan sólo 20,3 por 1.000. Quizás se explique en parte por las subinscripciones que pudieron producirse al tratarse de ser el primer a50 en que la parroquia de San Roque empieza a funcionar independiente-mente de la de Arucas y se mantuviese la rutina de inscribirse en el municipio vecino, en especial, entre los lugareños de los caseríos colindantes. Por edades, la mortalidad de ese año afectó mucho más a los menores de 20 años (en un 40,94 por 1001, ensañándose en con los párvulos que registran una elevada contribu-ción, de hasta un 27 por 100 del total de occisos. Los restantes grupos de edades son algo menos abatidos, con cifras que van desde 31,81 a 27,25 por 100 para los adultos y viejos, respec-tivamente. A pesar de que la composición de la población favorece cuantitativamente a las mujeres -la «Sex Ratio» en este año fue de 84,49 por 100-, los varones,se sintieron más afectados con un porcentaje llamativode 72,72 por 100 de las defunciones totales. Por consiguiente, los fallecimientos de este año diez-man a los hombres en un 3,2 por 100 del total; en tanto que a las hembras afecta en tan sólo un 1,02 por 100 del conjunto de 1-s férninac. El descenso de las temperaturas parece tener alguna respon-sabilidad en los fallecimientos de Firgas al menos en esta anua-lidad concreta puesto que el 50 por 100 mueren c~incidiendo~con los meses fríos de septiembre a diciembre. " Pese a que la población estaba dispersa, las defunciones fuera del casco urbano son mínimas. Sólo tres residíq en la parte del Trapiche que pertenece a la jurisdicción de Firgas jr otros dos vivían en Casablanca. A ¡éstos conviene agregar el Núm. 35 (1989) 117 fallecimiento de un transeúnte que venia mendigmdo desde el Palmita1 (Guía de Gran Canaria) pero que procedía de Lan-zarote 17. En cuanto a las repercusiones sociales de la mortalidad, cabe resaltar el hecho de que ninguno de los óbitos testaron o dejaron bienes, uno de ellos era pobre de solemnidad y otro vino a la Villa en calidad de expósito. El índice de mortalidad sube en 1846 en casi dos puntos para quedarse en 22,13 por 1.000 exactamente. Este aumento de los enterramientos guarda una cierta relación con la carestía que se padece en toda la isla. Es por ello que las edades primeras de la vida sean las más afectadas por las enfermedades que en-cuentran el camino expedito ante la desnutrición en el período g&aciSn y !wt&",~is. Sin lo expuesto no podría explicarse el que nada menos que un 50,04 por 100 de los óbitos sean precisamente menores de 20 años y, sobre todo, que esa cifra se nutra de menores de un año, que contribuyen con el 33,38 por 100. Los demás gru-pos de edades, incluido el de los ancianos, resisten un poco mejor los efectos de la escasez a tenor de las cifras obtenidas que, pese a todo, alivian algo a las del año precedente. En cuanto a la incidencia sobre los sexos se repite otra vez la sobremortalidad masculina, hecho que no deja de ser sor-prendente toda vez que el número de mujeres es bastante su-perior. Más de la mitad de las defunciones se siguen produ-ciendo entre los meses de septiembre a diciembre, con una cima secundaria localizada entre los meses de abril y mayo. En cambio, los calores estivales parecen como más respetuosos con la población en tanto en cuanto no conocemos ningún ente-rramiento en dicha estación. 17 Libro Primero de Fallecimientos. Archivo Parroquia1 de San Roque de Firgas. Como es sabido, se le atribuye a este santo cualidades milagre-ras en la curación de enfermedades epidémicas. Hecho que no podemos pasar desapercibido por cuanto que el anterior patrono üei Convento W c o que precedi6 a la moderna erección de la parroquia fue San Juan de Ortega. ¿Responde el cambio de santo protector con un recrude cimiento de las epidemias locales? 118 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 17 La mayoría de los difuntos son naturales de Firgas y tan sólo tres de ellos habían llegado desde Galdar, Valleseco y Ta-fira (localidad perteneciente al municipio de Las Palmas). Conforme se avanza en la crisis apreciamos un incremento en el número de fallecidos pobres de solemnidad o que no tes-taban, por carecer de bienes, que alcanza la cifra de 33,33 por 100 de los finados totales. Tan sólo aparece uno de ellos que testd y «dejó bienes e hijos)) según consta en la correspondiente ins-cripción. Por lo tanto, con la adversidad de la escasez, la muerte se torna cada vez más selectiva quizás anunciando los calamitosos años siguientes para los habitantes de esta localidad. HAMBREY FIEBRE AMARILLA EN LA SQE3EFMQETALIDAE DE 1847 Y 1848 Las tasas brutas de mortalidad experimentaron un alza im-portante entre los años 1847 y 1848, ascendiendo a 39,59 y 30,93 por 1.000, respectivamente. Por su parte, los índices de nata-lidad correspondientes a estas dos anualidades sufren a su vez igual descalabro reduciéndose a 26,7 y 29,9 por 1.000, lo que origina sendos saldos negativos. Por lo que concierne a la nupcialidad se aprecia allí también una caída vertiginosa en 1847 que logra recuperarse en parte al año siguiente. Todo lo expuesto hasta aquí trasluce por sí solo la presencia de una fuerte crisis social y económica sobre la cual cabalgan las enfermedades infecto-contagiosas -en par-ticular, la temida fiebre amarilla responsable de la alta mor-talidad de estos dos años. V- 1% primera aii-üaiidad, ios firguenses comprenciidos entre los O y 20 años de edad siguen siendo los más expuestos a las enfermedades fatales y los que padecen más acentuadarnente los efectos de la carestía. Dentro de éstos, los pertenecientes a la cohorte 0-5 años son los que aportan -en un 37,21 por 100 del total de finadoL- la mqwria de !es f~llecidwU d coi~jüiit de la mortalidad general. Por su parte, los adultos y ancianos contribuyen con coeficientes modestos de 34,88 y 20,94 por 100 al total de la mortalidad de 1847. Num. 35 (1989) 119 Como sucedía anteriormente, los varones persisten como sexo más diezmado en casi cuatro puntos por encima del total de mujeres, pese a que la población de aquel año, debido a la fuerte emigración masculina, favoreciera a éstas en la estruc-tura de la población de Firgas. Con la epidemia de ((vómito negro)) surge un cambio estacio-nal en relación con el calendario de las defunciones, notándose ahora un desplazamiento relevante hacia los meses que van desde enero hasta abril, con 41,6 por 100 de las defunciones. Pero es sobre todo con los calores de junio y julio cuando la incidencia del llamado «morbo amarillo)) se hizo perceptible responsabilizándose del 27,9 por 100 de las muertes. Final-mente vemos surgir una nueva cresta en los meses comprendi-dos entre octubre y diciembre que obtiene un porcentaje de 18,5 por 100. En el reparto de la mortalidad por meses, mayo, agosto y septiembre fueron los más sobresalientes por su bo-nanza ya que durante ese tiempo no se vieron cortejos fúnebres en la Villa con tanta frecuencia como en los intervalos anteriores. Salvo dos difuntos naturales de los municipios de Gáldar y Vallesco, todos los demás eran vecinos de la Villa. Entre los fallecidos había un transeúnte, quizás se tratase de un men-digo o vagabundo, hecho frecuente en una época difícil como la de referencia. La selectividad de la muerte en esta anualidad crítica llegó al extremo de no contar entre sus víctimas con ningún propie tario. Eh cambio, el 46,86 por 100 de los occisos eran pobres de solemnidad y otro llamativo 16,27 por 100 falleció sin testar ni dejar bienes. Lo que pone de manifiesto una vez más la total indefensión médico-sanitaria así como la desnutrición de las tra~ajad~ras, Eln 1848 la situación apenas había variado, apreciándose tan sólo una leve mejoría que se refleja en el descenso de la tasa bruta de mortalidad. Debemos suponer por lo tanto que el desabastecimiento de las mercancías y la letalidad de la epide-mir. de fiebre sirnarilla persistieron durante esta anualidad. Lo primero que salta a la vista en este año es la elevadísima participación de los que aún no habían cumplido un año en la mortalidad general: 22,59 por 100 del total de fallecidos. En 120 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 19 general, los más asolados por las enfermedades irremediables son básicamente jóvenes comprendidos entre O y 20 años. Por el contrario los adultos y viejos ya sea porque o bien fueron diezmados por el hambre y la epidemia del año anterior, ya sea porque su número es irrelevante en relación a los jóvenes, obtienen unos porcentajes relativamente apacibles. Constrastando bruscamente con las anteriores anualidades, las hembras, con un 61,29 por 100 de los fallecidos, pasan a ser las más quebrantadas lo que constituye una novedad. Quizás se explique por el tremendo descenso de la población mascu-lina que reduce la relación entre los sexos a la cifra de 70,63 favorable a las mujeres. Por lo que se establece una relación simple: a más número mayor riesgo, lo que daría una cierta verosimilitud a nuestra sugerencia. En cuanto a la distribución de los fallecimientos por meses, entre septiembre y diciembre se encuentran las mensualidades más peligrosas por el descenso de las temperaturas que facilitan los contagios que afectan al aparato respiratorio. La segunda punta se localiza en los meses de junio y julio en que, sin duda, los calores faci1,itan las afeociones de tipo estomacal o diges-tivo. Marzo y abril, con un 19,38 por 100, se convierte en el tercero de los períodos estacionales con mayor peligro para los habitantes de Firgas. Tan sólo uno de los finados testó y dejó bienes, otro falle-cido no redactó testamento alguno según consta en la partida correspondiente y de los restantes -excluyendo a los párvu-los- un 25,8 por 100 eran pobres. Después de los dos años adversos para la población de Fir-gas, se abre un corto bienio más apacible en consideración a la caída de las tasas de mortalidad que se quedan por debajo de los 24 por 1.000. El saldo veget.atiw arrijz esta vez svr,des mi-meros positivos gracias a la simultánea recuperación de la natalidad y de la nupcialidad de 1849 y 1850. En 1849 la tasa bruta de la mortalidad general se suaviza Núm. 35 (1989) 121 alcanzando tan sólo un 23,96 por 1.000 que, al ser inferior a la tasa de natalidad, permite un superávit anual de 15 firguenses más, situándose en el segundo puesto por detrás de 1846 en cuanto a crecimiento vegetativo se refiere a lo largo de nuestro trabajo. Por su parte la nupcialidad también registra una cierta re-cuperación, desapareciendo rasgos de la sobremortalidad de los años críticos anteriores. En efecto, un 30 por 100 de los con-trayentes correseponden a segundas nupcias de parejas que, con toda seguridad, se rompieron con la epidemia, las enfer-medades inexorables y el hambre aumentando el volumen de viudos. Entre septiembre y diciembre se registra el mayor número de óbitos (45,4 por 100) tal vez como consecuencia del descenso de las temperaturas. Los meses de marzo y abril contemplan el fallecimiento del 27,27 por 100 de los acontecidos aquel año. Prescindiendo de los párvulos que contribuyen grandemente a la mortalidad total de Firgas, las personas que murieron sin testar constituyen el 18,8 por 100 que, sumado a los pobres, supone casi la mitad del conjunto de las defunciones de nuestro municipio. Con io que se evidencia una vez más que, aunque la sobremortalidad de los años adversos tienda a remitir mo-mentáneamente, los desheredados continúan siendo el sector social más expuesto a las enfermedades y a la muerte. Con un índice de mortalidad parecido, en 1850 surge una serie de elementos que de alguna manera señalan el comienzo de un nuevo ciclo trágico. En efecto, la nupcialidad que se había recuperado algo en 1819 obtiene ahora la cifra m6s baja del período delimitado. A su vez, la natalidad desciende unos cinco m".tos cieter=i~mdom s~l!de fm~- lh!ep,e ro al mismo tiempo irrelevante. En cuanto a la incidencia de la mortalidad entre los grupos de edades, se observa esta vez una mayor contribución de los jóvenes a la mortalidad general en comparación con los ai'ios precedentes; pero a la vez se aprecia una mayor mortalidad in-fantil t a l vez la más alta de estos afios- con un elevadísimo porcentaje de 31,82 por 100. En consecuencia, los tramos 1-5; 6-10; 11-15 y 16-20 no registran ni una sola defunción. Por el 122 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 21 contrario, los adultos aumentan su participación como jamá.s lo habían hecho, con un 40,9 por 100 y los viejos casi doblan la cifra de 1848, con 27,28 por 100. Mientras que en 1849 se obtuvo una distribución paritaria en la incidencia de la mortalidad sobre los sexos, en 1849, por el contrario, las mujeres sufren en más del doble que los hom-bres las repercusiones de las afecciones fatales. El acontecimiento más relevante de mediados del siglo XIX, a nivel demográfico se entiende, fue sin la menor duda la epide-mia de cólem morbo que asoló a toda la isla de Gran Canaria! provocando una elevadísima mortandad que llega a 5.599 de-funciones. Para estudiar exhaustivamente los efectos del infernal azote sobre la sociedad de nuestra Villa -cuyos estragos sólo supo-nen el 1,4 por 100 del conjunto insular- hemos procedido al examen de todas las actas de enterramiento que se insertaron en las páginas 18 y 25 del Libro Primero de Enterrarnientos de la Parroquia de San Roque 18, que en este año era la única con que contaba el vecindario desde su fundación en 1845. Las expresadas actas, todas asentadas y firmadas por el párroco de entonces, Rvdo. don José Quintana, tal vez por el desconcierto normal en un evento de estas características o también por los inevitables apresuramientos al sobrevenir ines-peradamente el fatal siniestro, descubren alguna que otra omi-sión a tenor de los aspectos que más adelante enumeraremos l9. En primer tém-im dvida expres~r !m diferentes tires de oficios litúrgicos al uso que nos permitiría aquilatar mejor la 18 Véase ((Afurgad. Notas históricas)) de S. García López en la revista Aguayro, núms. 139 y 140. 19 Por estos años perece haberse perdido la costumbre de consignar aspectos tales como si el finado testó, si era o no pobre, si contribuían sus familiares y deudos en' el mantenimiento del Santo Sepulcro, los tipos de oficios fúnebres (revestimiento del sacerdote y ayudantes, «media cera» o tcera entera)), calidad de los candelabros, etc.). Núm. 35 (19891 123 categoría social y económica de cada feligrés finado. Esta invo-luntaria (?) ausencia impide lógicamente la posibilidad de ana-lizar con más rigor estadístico las pérdidas que cada clase social sufrió durante el desastre epidémico. Y es que en las sociedades tradicionales se ponía, en general, bastante cuidado en subrayar las diferencias sociales a través de la pompa en los enterramientos por parte de los privilegiados a base de utilizar en las ceremonias objetos como candelabros de plata, cirios de lujo, muchas velas y flores, así como revistiendo al cura, rnona-guillo, sacristán y sorchantre de atuendos y aliños fuera de lo habitual por su lujo. Por el contrario, entre los pertenecientes a las clases menos favorecidas por la fortuna los enterramientos g eran por fuerza austeros en extremo. E En segundo lugar, se suele pasar por alto en casi todas las inscripciones el origen o procedencia geográfica de los ínfortu- - m O E nados que perecieron en Firgas, con lo cual siempre nos queda- £ S remos con la duda de si nuestra Villa refugió durante los meses - que duró el daño a gente venida desde otros pueblos ya conta-giados, o de si el estrago asolaba por igual tanto a las pobla- - cienes concentradas como a las diseminadas en los numerosos B E caseríos, aldeas y pagos de esta misma jurisdicción municipal 20. O En tercer lugar, salvo unas pocas excepciones, la inmensa mayoría de las actas eluden el hecho de si los óbitos testaron - o dejaron de hacerJo antes de fallecer. Cierto es que muohas $ veces era imposible hacer un documento de última voluntad ; por impedirlo la misma enfermedad cuyos efectos ocasionaban 1 trastornos y dolores tan agudos que privaban a sus víctimas de 2 la lucidez requerida para este tipo de actos. Otro dato de interés es que, pese al alto número de enterra-rnieni; os, ei caiificailvü de po"ure +¡e se~&, catre o t r s mes-tiones, para exonerar a la familia del finado del pago de las exequias fúnebres- se prodiga inexplicablemente bien poco en comparacidn con las anualidades anexas a 1851. Tanto en este caso como en el anterior entendemos que existen omisiones de m E. WRIGLEYy W. KULA,e ntre otros, sugieren que tmto en la dise-minación como en la concentración del hábitat encuentran las epidemias facilidades en unas ocasiones. obstáculos en otras. 124 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y E P I D ~ I A SEN FIRGAS 23 cierta importancia sin duda por la premura con que se hicieron las inscripciones en los libros. Y en cuarto lugar se advierte, hasta con cierta reiteración, como las edades de los decesos se redondean circunscribiéndolas en torno a los años terminados en cero. Hecho éste que contri-buye a distorsionar un tanto las repercusiones reales de la en-fermedad sobre los grupos de edades. De cualquier forma, y aun admitiendo posibles errores, estas fuentes constituyen empero la mejor referencia para el estudio del desdichado contratiempo sobre este municipio rural de las medianías del Norte de Gran Canaria. Eso se constata mejor si tenemos presente que tres años antes en un viaje que el obispo don Buenaventura Codina realiza a Firgas obtiene muy buena impresión de la labor del cura y resalta. cómn Inr libres estaban perfectamente cumplimentados exhortándole a seguir haciéndolo tan bien como hasta la fecha de la Santa y General Visita del 18 de octubre de 1848 21. El cólera morbo asiático se extendió por toda Gran Canaria como una mancha de aceite en un papel ante la impotencia de las autoridades civiles y sanitarias que nada o muy poco pu-dieron hacer por contenerlo. Desde que corrieron los primeros rumores del fallecimiento en Las Palmas a finales del mes de 21 Extractamos a continuación el texto del viaje del obispo Codina a Firgas que dice así: «Santa y General Visita de la Parroquia de Firgas a los 18 de octubre de 1948. El Iltmo. Sr. D. Buenaventura Codina dignísimo Obispo d~ Canarias del Consejo de S.M. y de mi Señor: Habiendo visto y examinado todas y cada una de las partidas de difuntos que se entierran en el Cementerio de esta Parroquia escritas en el presente Libro Primero de Finados que comienza con la de María Medina adulta y concluye con la que precede, &o es de Bsrt~!mx5 uU-dtc pc??xe Di= 1 1 &GS las zpro-baba y aprobó todas y caüa una de ellas y mandó que tanto a las partidas como a los testimonios de ellas legítimamente autorizados se las diese entera fe y crédito tanto en juicio como fuera de él y cuanto ha lugar en derecho; para cuyo fin interponía e interpuso su autoridad y decreto or-dinario. A más dixo, que en adelante no se usara más de abreviaturas de ninguna clase en el asiento de las partidas. mandando se excriban todas las ietras que las componen: Así mismo dixo, que siguiera en adelante escribiendo las partidas de entierro con toda claridad y limpieza como hasta el presente. Así lo proveyó y firmó. SSJ el Obispo mi Señor de que doy f en. Núm. 35 (1989) 125 mayo de 1851 de una persona en circunstancias muy extrañas hasta que el 5 de junio se confirmó facultativamente la exis-tencia de-una epidemia de cólera ya declarada y localizada, de momento, en el barrio capitalino de San José, la alarma se di-fundió enseguida como un reguero de pólvora, llegando la noti-cia hasta los rincones más rec6nditos de la islaD. EL CONTAGIO LLEGA A FIRGAS Como en los demás pueblos de Gran Canaria el morbo asiá-tico también se trasladó a esta Villa cobrándose entre los habi-tantes con que contaba en 1851 -apenas un millar- un número relativamente alto de víctimas. Tan pronto como las autoridades locales fueron advertidas de la irrupción del mal en la capital de la isla se tomaron me-didas inmediatas como toda una serie de precauciones para irn-pedir la penetración del contagio en el municipio. Pese a lo cual, la eficacia de las mismas fueron completamente inocuas a juz-gar por los efectos aterradores provocados por el contagio. Una de las ideas ejecutadas consistía en establecer controles en las entradas de la jurisdicción de Firgas no dejando franquearlo a nadie que viniese de otros términos municipales hasta tanto se comprobara si el estado de salud de los transeúntes era satisfactorio. Asimismo se prohibió expresamente albergar familiares o conocidos provenientes de zonas ya apestadas, como Las Pal-mas, San Lorenzo o Arucas, e inclusive de cualquier otro sitio de la isla sin el preceptivo reconocimiento de las autoridades municipales. Por otro lado, el Ayuntamiento, principales contribuyentes e instituciones como la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas acuerdan socorrer con dinero y vituallas a los más necesitados. 2 Sobre la expansión de la epidemia consúltense los trabajos 6e Juiio Vera Trujillo, Bosch Millares, José A. Alemán, R. Díaz y J. Domínguez Mújica, CarmeIo Ojeda, Millares Torres, Ojeda Quintana y Juan F. Martín Ruiz. 126 ANUARIO DE ESTULlIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 25 En la práctica los controles no sirvieron para evitar la pro-pagación de la enfermedad e, incluso, iueron nefastos por cuan-to que obstruyeron en parte la llegada de víveres, medicamen-tos y otras mercancías básicas para el consumo de la población contribuyendo al desabastecimiento general. Con lo que, ade-más del infortunio que se les venía encima, el vecindario de esta localidad tuvo que soportar con impotencia los graves efectos derivados de la carestía, insuficiencia de víveres más imprescindibles y, por consiguiente, el hambre generalizada que afectó fundamentalmente a las capas empobrecidas de la población. En medio de esta crítica situación, no se sabe exactamente cómo, el vibrion scholerae penetró en el municipio al propio tiempo que lo hacía en los restantes términos municipales de Gran Canaria con efectos dantescos similares. El incurable contagio hizo su aparición e infringió su pri-mera víctima en el pueblo de Firgas exactamente el día 5 de junio del expresado año. El mismo alcalde de entonces lo narra en una comunicación oficial al Gobernador de la provincia de esta forma: (c.. . se comprobó que se presentó una enferma que aunque no llamó ia atención por no tener los síntomas marcados se cree fuese la enfermedad reinante. Ésta siguió desarrollán-dose paulatinamente hasta el 28 del mismo en que se prendió en casi toda la jurisdicción; continuando su ascenso hasta el seis de julio en que ya no invadía sino a uno o dos por día.. . » 23. La primera desafortunada fue una mujer casada ya muy mayor, como de unos ochenta años, a la que no le quedó tiempo ni fuerza siquiera para redactar testamento o dictar sus últimas voluntades ante la rapidez del fatal desenlace. A partir Ue er;tarrczs, todos los dias del mes de junio y du-rante una buena parte de julio, el cólera morbo asiático horro-rizó literalmente a los vecinos de esta Villa cobrándose una estimable cantidad de vidas humanas. Culmina su labor diez-madora, al menos oficialmente y de acuerdo con las partidas u «Libro copiador de esta Secretaría de mi cargo & las oorrespon-dencias con todas las autoridades)), Archivo Municipal de Firgas, legajo sin codificar. Num. 35 (1989) 127 INCIDENCIA DEL CdLiERA MORBO EN FIRGAS Mes de junio Ddas Varones Hembras Total 5 - 1 1 6 1 - 1 22 - 1 1 25 1 1 2 26 3 1 4 27 1 - 1 28 5 3 8 29 1 3 4 30 2 3 5 Total del mes ...... 14 13 27 -. -- - Mes de julio Dfas Varones Hembras Total Total del mes ...... Total general ...... - Fuente: Archivo de la Parroquia de San Roque de Firgas. Elaboración propia. 128 ANUARIO DE ESTUDIOS .ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 27 del Libro Primero de Enterramientos, página 28, con el falleci-miento de un hombre casado de unos setenta años el 28 de julio. No obstante, la enfermedad produjo nuevas víctimas como se desprende de la correspondencia del alcalde constitucional con las autoridades provinciales. Por ejemplo, el 2 de agosto se informa al Gobernador sobre dos defunciones adaecidas el 29 de julio. Poco después, el 19 de agosto, ((se dió parte de no haber defunciones y menos atacados de nuevo desde el ocho (de agosto) hasta esta fechan z4. Más tarde, el 30 de agosto, se vuelve a indicar en una carta el fallecimiento de don Francisco Guerra, suponemos que tarn-bién aquejado del contagio bajo examen. Finalmente, el 20 de septiembre, se comunica un nuevo fallecimiento durante la jornada del día 15 de este mismo mes. En términos generaies, al finalizar el mes de julio se puede cerrar la relación nominal de las víctimas de tan mortífero contagio con el tenebroso saldo de 81 defunciones totales. Es decir, que de cada cien lugareños 8,8 pasaron a mejor vida ful-minados por la enfermedad de referencia. Esto supone asimismo una tasa bruta anormalmente alta de 116,l por 1.000, cuando anualidades como 1850 o 1852 -es decir, la anterior y siguiente a la tragedia- obtenían índices de sólo un 23,7 y 22,l por 1.000 respectivamente. Evidentemente conocemos las pérdidas de vidas humanas por las actas de enterramienos, pero no así el número de los que padecieron la dolencia y sobrevivieron a ella. La impresión que tenemos, porque más o menos así ocurrió también en otras localidades afectadas de la islaZ5e, s que fueron muchísimas las personas contagiadas que no perecieron inmediatamente, si bien quedaron marcadas por sus secuelas 26. Otras incluso fallecieron con posterioridad por lo que no se les contabiliza dentro de la citada relación. Tan sólo con acudir a las cifras nos es fácil colegir los es-tragos de todo tipo -sobretodo psicológicos- que debieron impregnar acendradamente a los habitantes de nuestra villa. 24 Idem. 25 R. DÍAZH ERNKNDFyZ J. DOMÍNGUEMZÚ JICA: Op. &t. 26 «Libro copiador... » y P. ROMEROSO LÍS:O p. &t. Núm. 35 (1989) El simple hecho de que el cementerio ordinario, que era pro-piedad de la Iglesia, se hiciese pequeño e incapaz de ofrecer la última morada a los fallecidos ante la sobremortalidad de la Villa es ya de suyo suficientemente significativo. Tanto que las autoridades locales tuvieron que habilitar uno nuevo con carác-ter provisional que todavía los actuales firguenses mantienen fresco en el recuerdo después de haber transcurrido 142 añw del infausto evento. Dicho cementerio se ubicó en una expla-nada conocida con el topónimo de Los Llanos de la Majada, próximo a la bellísima montaña de Firgas. Existía ciertamente wia situación propicia para que la epi-demia se cebara de la forma tan brutal con que se produjo en esta localidad. En efecto, la ausencia de remedios científicos, la desatención médica, la indigencia generalizada de la pobla-ción, el arraigo üei curancierismo y ia absoiuta carencia ae hábitos en la higiene y aseo personal, coincidiendo con unos calores insoportables que indujeron a los incautos vecinos a ingerir cantidades de agua contaminada por el temible vibrion schollerae se aliaron en una especie de fatal confabulación. Sobre la señalada desatención médica se puede leer en un oficio del alcalde remitido al Gobernados el 26 de junio que decía: N... En su consecuencia participo a V. S. como desde el día 26 de junio ppdo. se está padeciendo aquí el cólera morbo, en cuya época ha habido 43 defunciones, y se hallan en la actua-lidad 62 atacadas (al parecer) de la enfermeaad epidémica, según los síntomas con que se ha presentado, sin embargo de que en unos se han notado más marcados que en otros, por tanto no me es posible dar a V. S. una noticia exacta en esta parte por no haber en el pueblo persona que pueda examinarlo.)) Y continúa el mencionado alcalde: «Por lo que respecta a los atacados, si bien hay algunos que estén un poco aliviados, no se halla ninguno que esté enteramente restablecido. El método de medidas que se ha adoptado para dicho mal ha sido flota-ciones de vinagre tivio por todo el cuerpo, botellas o botijas de 27 G. HERN~DERZO DRÍGUEZE:s tadistfcas de las Islas Canarias, 1793- 1806, de Francisco Escolar Serrano, Caja Insular de Ahorros, 3 tomos, Las Palmas, 1983. 130 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 29 agua en los pies, cataplasmas de linasa en el vientre y bien abrigados para sudar)) 28. Si bien no existía médico en la Villa si había un cirujano. Se trataba de un tal Antonio Reyes Déniz, casado, de 63 años, que no sabía leer ni escribir 29. La cuestión alimentaria en un pueblo agrícola predominante-mente minifundista siempre estuvo al límite de la subsisten-cia30. En una comunicación del alcalde de Firgas al Ayunta-miento de Las Palmas con fecha de 4 de agosto de 1851 se in-forma que la producción de cereales, papas y otros frutos fue ((cortan, por lo que los sobrantes resultaron exiguos y en su consecuencia solicita que los agricultores de la Villa quedasen exentos de participar en las exportaciones 31. En medio de este panorama lo verdaderamente cierto fue qiie e1 cmtagis SOS~JVZ, SÜ acciuii exterminadora durante unos 55 días en total. Al principio sus estragos sobrevenían un tanto esbozados para, a continuación, acentuar su virulencia. Así, durante el mes de junio, se produjeron tan sólo unas 27 defun-ciones -de las que catorce correspondían a varones y las trece restantes a mujeres-, destacando por su incidencia los días 26, 28, 29 y 30 con veintinún enterramientos. Ahora bien, sin la menor duda, el día más mortífero fue el 28 de junio durante el cual fallecieron nada menos que ocho personas. Mayor fue, en cambio, la mortandad a lo largo del mes si-guiente. En efecto, en el registro parroquia1 se puede ver cómo en los primeros veintiocho días de julio murieron cincuenta y cuatro personas de cólera, de las cuales veintitrés eran varones y el resto, constituyendo una amplia mayoría, eran hembras. Las jornadas mas críticas por la cuantía de las pérdidas hurna-nas fueron las del cuatro, seis y doce con un volumen de veinti-cu&, ro cadáveres. Es decir, casi la mitad de los occisos acaecidos en dicho mes. El día 6 debió ser el más luctuoso de todas las jornadas a juzgar por los diez enterrarnienos que tuvieron lugar en nuestra Villa. 28 «Libro copiador.. .N. 29 «Censo de 1860», Archivo Ayuntamiento de Firgas. 30 Idem. 31 «Libro copiador.. .N Núm. 35 (1989) LASV ÍCTIMADSE L COLERA SEGÚN SEXO, ESTADO CIVIL Y GRUPOS DE EDADES En conjunto, el cólera morbo provocó más estragos entre las hembras del municipio -exactamente el 54,3 por 100 del total de los finados- que entre los varones, sin que eso signi-fique tampoco diferencias desmedidas. Sin duda, las pérdidas superiores entre las féminas son el correlato lógico a la exis-tencia de una población en cuya estructura por edades, sexo y estado dvil las mujeres se encuentran en manifiesta mayoría. O lo que es lo mismo, fallecieron más hembras por tratarse del grupo mayoritario del conjunto de la población. De acuerdo con lo dicho veamos a continuación cómo se expresa la inciüencia ciei azote epid&ix&m de acirerdn c m la composición demográfica del término municipal de Firgas. Así, pues, por lo que toca al grupo de los menores de veinte años éste era -realizando una extrapolación de las cifras apor-tadas por el censo oficial de 1857- el tramo preeminente por su volumen, por lo que al incluir en su seno los débiles orga-nismos de los infantes de O a 5 años, se sentiría diezmado entre un 6 ó 7 por 100 del total de la población joven. En el cómputo total de las víctimas del azote epidémico, la participación del sector 0-20 años fue significativa con 34,56 por 100 de los finados totales. Aunque es bien cierto que no fueron efectivamente los más siniestrados. En realidad la in-flación de las cifras de este grupo se nutre de la fuerte mortan-dad secularrnente existente en los párvulos, o sea, de los niños comprendidos en edades que van desde cero a siete años, que soportaron la embestida mortal contribuyendo ellos solos con un 27,16 por 100 de los valores totales. El grupo de jóvenes mujeres resultó bastante más quebran-tado, como puede inferirse de la interpretación de las siguientes estimaciones: 18,5 y 16,O por 100 para ambos sexos respecti-vamente. En lo que se refiere a la bcMenzia. de Ir, futd de!encia entre los adultos (21 a 60 años) apreciamos una mayor relevancia en cuanto a volumen atañe. Nada menos que un 7,4 por 100 de los 132 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 31 componentes de este grupo fallecen víctimas de la epidemia; hecho que supone nada menos que un 40,7 por 100 del total de las pérdidas humanas ocasionadas por el inexorable contagio. En este sector se advierte ya un ligero desequilibrio entre los sexos saliendo levemente más perjudicadas las hembras por cuanto que los porcentajes obtenidos se elevan al 20,98 por 100 para los valores y reduce la participacicin femenina a un 19,75 por 100. LA MORTALIDAD POR EDADES Varones Edades - -Total -En % 0.1 2 12 1-7 8 8 P 0L20 15 16,M 21-60 18 21,O 61- 4 493 --- Hembras Total -Total -En % 2 2,47 10 14,81 13 18,41 16 19',7,5 16 20,W -Total -En % 4 317 18 23,45 28 34,56 34 40,74 20 25,92 Fuente: Archivo Parroquia1 de San Roque de Firgas. Elaboración propia. Las actas omiten la edad de los finados en algunos casos. CUADRVO LA MORTALIDAD SEGÚN ESTADO CIVIL Estado ciml -- Sol- Casa- Viu-- teros E-n % -dos -En % -dos -En % -Total -En % Varones . . . . . . . . . 14 17,3 13 16,O 10 12,3 37 45,7 Hembras . . . . . . . . . -17 -20,98 -13 -16,O -14 -17,3 -44 -54,3 Total ......... 31 38,28 26 32,O 24 29,6 81 100,O Fuente: Archivo Parroquiai de San Roque de F'irgas. Elaboración propia. Núm. 35 (1989) 133 El grupo de los viejos se vio igualmente desrastado por el azote epidémico en un 33,8 por 100 de sus efectivos totales, lo que viene a suponer un 26 por 100 de los sepultados de esta Villa. Obviamente, al contar la población de Firgas con L I ~ grupo minoritario de personas que sobreviven a los 61 años, compuesto en su inmensa mayoría por mujeres, es lógico ex-plicarse el porqué sus miembros fueron intensamente abatidos. Ya es un lugar común ver en la senectud la decrepitud fisioló-gica por lo que es de suponer que sus componentes ofrezcan una de%il resistencia al morbo asiático; de ahí quizás las fuertes repercusiones del daño colérico sobre este sector. En cuanto a la irradiación de la epidemia sobre los solteros, casados y viudos, todos los grupos se verán por igual afecta-dos y sobrellevarán una mayor o menor incidencia dependiendo de su volumen de exposición a los riesgos y de que contengan un amplio o mermado número de niños y viejos. Así, pues, el grupo de los solteros, compuesto en su mayoría por niños, fue el más castigado de todos por el cólera que lo desmantela en un 5,19 por 100; cifra que supone un 38,7 por 100 del estrago epidémico en el municipio bajo examen. Por su parte, las hembras solteras con unos valores de 20,98 por 100 resultaron ser las más abatidas, lo que supone un evi-dente obstáculo en orden al mantenimiento de las tasas de natalidad y en la formación de nuevas parejas. Entre los casados las repercusiones de la enfermedad tam-bién fue notorio, diezmándolo en un 8,15 por 100, que viene a resultar el 32,21 por 100 del total de los enterrados, quedán-dose un poco por debajo de las cifras obtenidas por el grupo precedente. E l l ~sl ~pene,& em$% dc U I I ~t r8ge6!;sa ii.i.s~di&%, una clara ruptura de nwnerolsos matrimonios y un alza del vo-lumen del grupo de viudos que de alguna manera tuvo que afectar a la nupcialidad de entonces así como a las tasas brutas de natalidad, contribuyendo a una reducción de los coeficientes. En las actas de enterramiento-: se repite ~ a r i ~vlesc es !QS casos de parejas en que mueren ambos cónyuges, incluso fami-lias enteras o amputadas gravemente por fallecimiento de varios componentes. 134 RNUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 33 Entre los casados no se producen desequilibrios remarcables entre los sexos. Finalmente, el grupo de los viudos -muchos de los cuales deben su estado civil precisamente al propio cólera morbo- registra una apreciable mortalidad que eleva a 32,43 por 100 de sus efectivos totales, lo que viene a suponer wi 29,62 por 100 de las víctimas. Si en algo se destaca el grupo de los viudos es porque los miembros varones que lo componen salen más ilesos del desastre general; en tanto que las viudas se verán más alcanzadas por el contagio, llevándose a la otra vida a una buena porción de ellas. En las sociedades preindustriales los azotes epidémicos sue-len actuar selectivamente. En otros términos, mientras que los pertenecientes a las clases acomodadas, mejor alimentadas y con capacidad para adquirir los servicios médicos, salen lógica-mente inmunes de estas tragedias, los jornaleros y sus familias -que componen el grueso de la población- resultan en cambio más quebrantados, aportando siempre la mayoría de las pér-didas. Firgas en este sentido es una constatación más de este fenómeno tan generalizado a través de la historia. El censo oficial de 1857 toma buena nota de la presencia en la Villa de trece pobres de solemnidad y de dos personas que no contribuyen. Poco más tarde el censo de 1860 32 señala también la existencia de unos cuatro pobres y cuatro ciegos e imposibilitados. Pero, es notorio que la indigencia, esté o no censada, constituye uno de los aditamentos seculares consustan-ciales de la sociedad tradicional-agraria. Las actas de defunción, con los sesgos que ya se indicó al principio, indican que tan sólo tres de los contagiados falle-cieron después de haber hecho testamento de sus bienes. A cua-tro de los enterrados o no les dio tiempo de hacer la transmi- 32 Archivo Municipal de Firgas. Núm. 35 (1989) sión de propiedades a sus herederos o carecían de bienes rna-teriales para legar a sus descendientes. Precisamente sobre este hecho se suscitaron numerosos problemas. Por ejemplo, fueron muchos los menores que quedaron huérfanos, en otros casos los fallecidos tenían sus correspondientes herederos en ultramar. En determinadas ocasiones los bienes de las víctimas carecían de herederos por lo que los jueces debieron actuar enérgicamente realizando inventarios de bienes e impidiendo con diferente fortuna contener el movimiento de apropiaciones indebidas 33. S610 tres de los fallecidos tienen anotados expresamente su condición de pobres de solemnidad y otros dos más son seña-lados en las inscripciones en su calidad de expósitos. Restablecida la calma en la Villa, el 11 de octubre de 1851 el Ayuntamiento de Firgas reclama a las autoridades sanitarias de la provincia ingredientes para fumigar las casas de los apes-tados. En ese mismo día fue informado el Corregidor de que se había puesto a cada sepultura donde fueron enterrados los epidémicos media vara de tierra. Ya el 19 de octubre se proco di6 al blanqueamiento de las casas del puebrlo así como a su fumigación. De todo lo relatado hasta aquí no se pueden sacar oonclu-siones categóricas, pero no obstante se puede colegir que esta-mos ante una crisis demográfica, como accidente coyuntural y por su tremenda gravedad. Fa consecuencia, el impacto de esta epidemia colérica así como las anteriores de fiebre amarilla in-dica también la calidad de rasgo estructural características /- una demografía de tipo antiguo como es nuestro caso. 33 Archivo Municipal de Firgas. 136 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS ESTRUCTURA SOCIOPROFESIONAL DE FIRGAS EN 1857 - -- - -- Total En % 1." Primario: Jonialeros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126 53,61 Labradores ............................... 105 44,68 Total ......................... 231 98,29 2." Secundario: Industria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 1.71 Total general . . . . . . . . . . . . . . . 235 100,OO Fuente: Archivo del Ayuntamiento de Firgas. En la relación que consul-tamos no aparecía nadie encuadrado en el terciario, pero sí añadía a trece pobres de solemnidad y dos no contribuyentes. Núm. 35 (1989) CUADROV I1 ESTRUCTURA SOCIOPROFESIONAL DE LA VILLA DE FIRGAS EN 1860 1: Primario: Propietarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 Arrendatarios .............................. 25 Jornaleros ................................. 68 Total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218 2 Secunciaréo; Industriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 Artesanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 - -- Total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 3.0 Terciario: Cura ....................................... Médico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Maestro .................................... Empleados ................................. Ej6rcito .................................... Sirvientes: V. .............................. Sirvientes: H. .............................. Total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fuente: Archivo del Ayuntamiento de Firgas. Entre las cifras concer-nientes a la estructura socioprofesional se incluyen datos de cierto interés como la existencia de tres mujeres y un hombre calificados de pobres de solemnidad; cuatro ciegos e imposibilitados y veintirés niños que van a la escuela. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS TABLA DE DEFUNCIONES ACAECIDAS EN FTRGAS DESDE 1845 A 1860 ' Años " Varones Hembras Total 1860 9 24 33 Total ... 215 2# 478 Fuente: Archivo Parroquia1 de la Iglesia de San Roque de Firgas. Elaboración propia. Núm. 35 (1989) MORTALIDAD DE LA VILLA DE FIRGAS SEGON GRUPOS DE EDADES (18451860) Gmpos Mortalidal de edades en % 1 ........................... 17,Ol 1-5 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16,67 6-10 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3,06 11-15 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 , n 16-20 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3,06 21-25 ........................... 1,37 26-30 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3,M 31-35 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . - 36-40 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3,74 41-45 ........................... 4,76 46-50 ........................... 6,80 51-55 ........................... 4,08 56-60 ........................... 7,82 61-65 ........................... 6,80 66-70 ........................... 8,16 71-75 ........................... 3,40 76-80 ........................... 3,74 81-85 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2,04 o"ue -y . -i Kr rma a . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1,3? Total ........................... 100,oo Fuente: Archivo de la Parroquia de San Roque de Firgas. .Las cifras expuestas son las medias anuales de todo el período. Elaboracidn propia. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLAh'TICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS WNDICIÓN SOCIOECONdMICA DE LOS DIFUNTOS DE FIRGAS ENTRE 1845-1860 Testaron Años Pobres o dejaron No testaron Transezlntes Exp6s2tos * bienes 1845 1 - 5 1 1 1846 5 1 3 1 3 1847 18 - 7 1 - 1848 8 1 1 - - 1849 7 1 4 - - 1850 3 - 2 - - 1851 3 3 4 - 2 1852 - 3 3 - 1 ,1853 1 1 5 - - 1854 1 1 1 - - 1855 - 6 4 - 1 1856 8 4 3 - 1 1857 7 1 - - 4 1858 5 - - - - 1859 4 1 2 - 5 1860 ' 4 - 1 - 5 Total . .. ... 75 23 46 3 23 Fuente: Archivo de la Parroquia de San Roque de Firgas. Elaboración propia. El término expósitos incluye tarnbi6n a los llamados usantanerosn, expdsitos de la Casa de Cuna de San Martín y a los hijos naturales e hijos de pdre^s *onn^M_d~s. Núm. 35 (1989) EVOLUCIdN DE LA POBLACIdM DE FIRGAS ENTRE 1835 Y 1860 Fuentes: FRANCISCNOIA RÍA DE LEÓN: Historia de las Islas Canarias 3 (1776-1868), Santa C m de Tenerife, 1966. Recuentos nominales realizados i por el Ayuntamiento de Firgas en los d o s 1845, 1847, 1849, 1857 y 1860 que se pueden consultar en el Archivo del expresado Ayuntamiento. E O o n ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS CUADRO XII JA MORTALIDAD POR MESES DE LA VILLA DE FIRGAS, DESDE 1845 A 1860 - - Mestls 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 185,3 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 Total En % _ - - _ --___----- -- E. - 2 5 1 - - 3 - 3 1 2 1 2 5 1 2 28 5,86 a F. 2 1 2 1 2 1 4 2 - 2 2 - 4 26 5,,44 3 - - N E M. - 2 6 3 1 3 2 1 4 - 1 - - 1 - 2 26 5,,M O n A. 2 4 7 3 4 - 2 - 2 - 3 3 - 2 1 7 40 8,37 -- m O 3 1 1 1 1 2 1 1 2 5 29 6,M E M. 1 - - 7 2 1 - E 2 J. - 6 2 1 1 27 2 2 2 2 - 1 - 4 - 50 10,46 E - - JL. 3 - 6 3 1 4 54 - - - 1 5 2 - 1 1 81 16,94 3 A. 1 1 1 2 1 2 3 - - 1 1 - 1 2 5 8 29 6,07 - - 0 3 28 5,86 m s. 3 4 1 4 1 1 2 - 1 1 1 - 2 4 - E 2 2 4 2 2 1 3 1 3 2 3 3 32 6,69 O 0. 2 2 - N. 4 4 2 5 4 6 1 11 5 2 1 1 1 5 9 1 62 12,97 n -E D. 2 3 2 4 4 3 3 3 1 4 1 4 5 1 7 - 47 9,83 a 2 - - - - - - - - __ - - - - - - -- n n Total 22 24 43 31 22 22 109 21 23 14 16 17 20 24 37 33 478 100,00 3 - - - O Fuente: Libros de Difuntos de la Parroquia de San Roque de ]?irgas. Elaboración propia. CUADRO XIII LA MORTALIDAD DE FIRGAS POR SEXO ENTRE 1845 Y 1852 Afios Varones Hembras Total 1845 16 6 22 i85Z 11 , n A V 0Y A-Total ...... 141 153 294 Fuente: Archivo Parroquia1 de San Roque de Firgas. ElaboraciOn propia. CUADRO XIV LA MORTALIDAD DE FIRGAS POR SEXO Y ESTADO CIVIL ENTRE 1845 Y 1852 Solteros Casados Viudos Total general -V .-H .-T . -V . H-. T-. V-. H-. T-. V-. H-. T-. 1845 ............ 9 1 1 0 6 2 8 1 3 4 1 6 6 2 2 1852 ............ 9 7 16 2 2 4 - 1 1 11 10 21 ------------ Total . . . . . . 71 68 139 57 39 96 13 46 59 143 151 294 Fuente: Archivo Parroquia1 de San Roque de Firgas. Elaboración propia. 144 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS LA MORTALIDAD DE FIRGAS COMPARADA CON LA DE MOYA Años Firgas Moya Fuentes: Archivo de la Parroquia de San Roque de Firgas. S. F. Eüiz MART~NEi: N. W.d e Gran Canaria: Un estudio de demogmIfa histdrica, Excma. Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas, 1978. Núm. 35 (1989) 10 CUADRO X V I LA NATALIDAD POR NIESES DE LA VILLA DE FIRGAS DESDE 1845 A 186b -- - - - - - - - - -- - -- - Meses 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 Total En % JL. - 2 3 2 2 - - - 2 2 8 5 3 2 2 4 37 B,78 - ------------ ------- Total 30 49 29 30 37 33 33 31 49 37 39 52 40 51 52 48 640 100,00 P -- - - Fueate: Libros de nacimientos ds la Parroquia de San Roque de F'irgas. Elaboración propia. HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS NATALIDAD DE FIRGAS ENTRE 1805 Y 1852 Años - Varones 16 17 13 18 15, 15 a0 16 Hembras Total Fuente: Archivo Parroquid de San Roque de Firgas. Elaboración propia. CUADROXV III LA ESTACIONALIDAD DE LA NATALIDAD DE FIRGAS ENTRE 1845 Y 1852 - -- Meses Enero ............... Febrero . . . . . . . . . . . . Marzo ............... Abril .........'...... Mayo ............... Junio ............... - - - 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 Total Julio ............. - 2 3 2 2 - - = 9 3,3? Agosto . . . . . . . . . . . . - 5 1 4 2 2 3 2 19 6,98 Septimbre . . . . . . . . . 1 2 3 2 3 2 5 2 20 7,35 Octubre . . . . . . . . . . . . 2 4 2 1 1 2 2 1 15 5,52 Noviembre ......... 6 2 1 3 3 2 - 2 19 6,98 Diciembre . . . . . . . . . -2 -5 -- -1 - 3 -1 -3 -4 -19 - 6,98 Total ............ 30 49 29 30 37 33 33 31 272 100,OO Fuente: Archivo Parroquid de San Roque de Firgas. Elaboraci6n propia. Núm. 35 (1989) 147 CUADRO XIX LA ESTACIONALIDAD DE LA NUPCIALIDAD DE FIRGAS ENTRE 1845 Y 1852 - Meses 1-845 1846 1847 1848 1-849 1-850 1-851 1-852 - Tota-l En- % O rden Enero . . . . . . - - 1 - 1 1 - - 3 3,95 10 Febrero ...... - 1 - - 1 - - 2 4 5,26 8: Marzo . . . . . . 2 1 - - - - - - 3 3,95 11 Abril . . . . . . . . . 1 - 1 1 1 2 2 8 10,53 3." Mayo ......... 1 - - - 1 1 2 1 6 7,89 6: Junio ......... 1 - 1 - 1 - 1 2 6 7,89 :7 Julio . . . . . . . . . - - 1 - 1 1 - 1 4 5,26 7: Agosto ...... 2 - - 2 - 1 1 1 7 9,21 4." Septiembre ... - i i 2 1 . - 1 1 7 9,21 5: Octubre ...... 2 1 1 2 - - 4 2 12 15,79 :2 Noviembre ... 2 1 - - - - - - 3 3,95 12 Diciembre ... -2 1 1 3 3 - 2 -1 -13 -17,ll - :1 Total ...... 12 7 6 10 10 5 13 13 76 100,OO LA NUPCIALIDAD DE FIRGAS SEGdN LOS CONTRAYENTES ENTRE 1845 Y 1852 Viudo/ Viuda/ Años Solteros Soltera Soltero 1845 7 4 - 1846 7 - - 1847 5 1 - ,1848 9 1 - 1849 7 2 - 1850 5 - 1851 6 4 2 1852 12 - - 1853 6 6 - Viudos Total Total ... 64 18 2 5 80 Fuente. Archivo Parroquia1 de San Roque de Firgas. EIaboraci6n propia. 148 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
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Título y subtítulo | Hambre y epidemias en una comunidad rural de Gran Canaria : el municipio de Firgas a mediados del siglo XIX (homenaje a la Villa de Firgas en el V centenario de su fundación) |
Autor principal | Díaz Hernández, Ramón F. |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 35 |
Sección | Historia |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1989 |
Páginas | p. 103-148 |
Materias | Historia ; Firgas ; Gran Canaria |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 2237425 Bytes |
Texto | HAMBRE Y EPIDEMIAS EN UNA COMUNIDAD RURAL DE GRAN CANARIA: EL MUNICIPIO DE FIRGAS A MEDIADOS DEL SIGLO XIX P O R RAMON F. DfAZ HERNANDEZ Los escasos 25 kilómetros que separan a esta municipalidad del Norte de Gran Canaria, con un espacio geográfico de tan sólo unos 16,5 Km?, de la capital de la isla, unido a su constitu-ción con un relieve intrincado, podrían ser (de suyo los condi-cionantes naturales que ayuden a explicar el porqué los miem-bros que componían esta comunidad de Firgas fuesen propen-sos a reducir su horizonte social, al menos a mediados del siglo XIX. Pero este aserto no sería más que una explicación reduc-cionista de un fenómeno mucho más profundo y complejo. Porque, sin duda, son múltiples las razones que empujan al aislamiento de las cuales nosotros conocemos sólo algunas pwas. De ski cyde er, e! yresente tr&zje ?10s zprexL11m U. resaltar aquellas que mejor se manifiestan. Quizá coincidan éstas con las más significativas, así al menos nos lo parecen y de ahí nuestro intento. Núm. 35 (1989) 103 Aunque resulte reiterativo aludir al pésimo estado de las comunicaciones por tierra en el interior de la isla ya muy en-trado el siglo XIX, es obligado hacer una breve referencia acerca de ello por la importancia que reúne este rubro para la vida de una comunidad. En una visita que realizó René Verneau en 1876 por esta zona dejó escrito lo siguiente: «A cuatro kilómetros de Arucas, en medio de las montañas, existe uno de los pueblos m8s encantadores de la isla. Quiero hablar de Firgas. Para llegar hay que dejar la carretera e internarse por un camino de cabras, cuyo solo aspecto da vértigo. Construido cerca de un barranco profundo, el llamado de La Virgen, que lo separa de Moya.. . » l. Ya desde mediados de la pasada centuria estaba trazada la carretera general del Norte -conocida también por la vía de Agaete- que era el mejor enlace junto a los viejos ((caminos reales)) con que contaban los municipios de barlovento de Gran Canaria. A Firgas llegaba un ramal de la expresada carretera que terminaba en el pago de Buenlugar 2. El estado de esta carretera no debió ser demasiado bueno a juzgar por la apreciación que de ella hiciera el diputado valen-ciano Luis Morote que la recorrió a finales de la primavera de 1908; es decir, unos 60 años después del período acotado por nuestro estudio. En efecto, en una visita que aquél cursó al municipio de Arucas a su paso para el Norte grancanario, la mencionada vía mereció al estadista levantino el poco elogioso comentario que reproducimos a continuación: ((Otra vez (. . .), por los baches, por los altos y bajos, por el infinito desperfecto de la carretera. Esta va siendo mala, de veras mala, infame, horrenda, a punto de molernos los huesos, de dolernos todo el cuerpo (. . .). Pasamos un túnel y nos encontramos en el pue-b!= de Te==.;% ( .. . ). T h ~ s p ~ t oc s%?~~e t e r!!se@ u? C G ! ~ Gd e ?o 1 R& VERNEAUC: inco años de estancia en las Islas Canarias, 2: edi-ción en castellano, La Orotava, 1982, p. 166. 2 JosÉ MIGUEALL ZOLAe n su libro titulado La rueda en Gran Canaria (Ed. El Museo Canario, Las Palmas, 19681, en la página 35 dice lo siguiente: ((Hasta mediados del siglo XIX la ciudad de Las Palmas y cada imn de 10s pueblos de Gran Canaria, se encontraban totalmente incomunicados entre sí; no existían carreteras, y los caminos eran s610 aptos para el triimite de las caballerías. El transporte de las personas y de las productos de la tierra se hacia a lomos de bestias.)) 104 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMERE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 3 malo. En un certamen de desastrados caminos, se llevaría la palma)) 3. Pues bien, si hacemos caso a estos argumentos y tenemos presente de que el tramo citado por Morote llevaba a Arucas, que ya por entonces era la localidad más importante de la co-marca septentrional de la isla, nos podemos imaginar cómo sería de intransitable el resto del trayecto hacia Firgas, cuya cabecera municipal se alza por encima de los 400 metros de altura. Evidentemente las pésimas comunicaciones con el exterior a la par que las mismas dificultades de interrelacionar las enti-dades menores de población por lo quebrado del relieve y la ausencia de caminos accesibles debieron contribuir poderosa-mente a confinar la comunidad rural de F'irgas con su entorno geográfico. Esta cerrazón -fenómeno extensible a otras juris-dicciones rurales de la isla- se vio acentuada durante la pri-mera mitad del siglo XIX por la reivindicación y consecución de tres aspectos decisivos: 1. La conquista de la independencia municipal frente al hegemonismo de Arucas, con quien libró un ruidoso conten-cioso, que finalmente se resolvió satisfactoriamente para las aspiraciones firguenses. 2. El poder contar con parroquia propia. 3. Y la posibilidad de obtener paridad en los órganos de gobierno de la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas. En suma, lo que pretendían los vecinos de Firgas no era otra cosa que la de dejar de ser un apéndice de Arucas y tener su propia y autónoma personalidad. El proceso reivindicativo y e ! eni tcs~!q rrc t&a!iA&d de aqlLe!!or. ~ b j&j \ rfin~ ~re si~lt' nada fácil a los lugareños que debieron entablar pleitos largos y enrevesados. Sin duda alguna una dinámica así tiene por fuerza que generar una conciencia comunitaria y una cohesión pode- 3 LUISM OROTEL: a tierra de los Guanartemes (Canarias Orientales), Ed. Sociedad de Ediciones Literarias y Artísticas, París, sin fecha. Por otra parte, en la Historia General de las Islas Canarias de Agustín Millares Torres, en el tomo V, p. 161 (Las Palmas, 19771, se habla de Firgas como que «su terreno es quebrado y de difícil trayecto». Núm. 35 (1989) 105 rosa en cualquier grupo social, a la vez que se consigue templar una filiación hiperlocalista a ultranza. Por si eso fuese poco, el carácter agrario de esta jurisdicción refuerza como en casi todas partes un cierto arrinconamiento social, económico y cultural. Máxime cuando los aspectos eco-nómicos son los propios de sociedades tradicionales que fun-cionan sólo para satisfacer sus necesidades elementales a par-tir de lo que les proporciona la naturaleza, sometiéndolos única-mente a un mínimo de transformaciones como tendremos oca-sión de ver al referirnos a1 sector secundario. Por lo general, en todo el período de referencia, la subsis-tencia de los miembros de esta colectividad agrícola dependía de recursos tales como el cultivo extensivo del campo, cría de ganado, recolección de frutos y otras tareas afines 4. Un indicador que revela hasta qué punto el aislamiento era una constante nos lo proporcionan los propios recuentos pobla-cionales del período señalada en donde no encontramos ningún extranjero domiciliado en el término de Firgas. Hecho este últi-mo que no deja de ser sorprendente por cuanto que las propie-dades minero-medicinales del manantial de Azuaje le convir-tieron en un poderoso atractivo para propios y extraños, que se les veía pernoctar en sus alrededores acampando en barracas y tiendas de campaña6. Como también causa extrañeza el que 4 PEDRO DE OLIVE: Diccionario estadístico-administrativo de las Isla Canarias. Pero esta cuestión se puede aquilatar aún mejor en el vaiio-sísimo «Padrón General del municipio de habitantes que hay en este pue blo en 1861», Archivo Municipal de Firgas. En relación con este aspecto es justo recordar que hasta no hace mucho tiempo existían pequeñas co-munidades rurales en el interior de la Isla con un alto índice de autarquía. A titulo de ejemalo remito a los interesados a leer el excelente trabajo de J. F. Naranjo Macías titulado «El suicidio en una comunidad de nuestras medianías)), publicado por el diario de la mañana La Provincia (Las Pal-mas, 12-VIII-1980), centrado en la localidad de Arbejales, en el municipio de Teror. Pero, sin duda, el mejor trabajo de antropología social en Ca-narias se debe al profesor Galvhn Tudela (Taganana. Un estudio antro-poldgico- social), Aula de Cultura del C. 1. de Tenerife, Santa Cruz de Te nerife, 1980. 5 ((Padrón General del municipio de habitantes que hay en este pueblo en 1861», Archivo Municipal de Firgas. 6 UWE RIEDEL: ((Las iíneas de desarrollo del turismo en las Islas C& 106 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 5 en los mencionados recuentos poblacionales aparezcan tan sola mente reseñadas una decena escasa de transeúntes y no se con-signe la presencia en Firgas de nacidos en otras provincias. En otro orden de cosas, al estudiar los registros parroquiales pudimos ver en los libros de defunciones que el número de fa-llecidos provenientes de otros municipios era verdaderamente irrelevante a juzgar por lo que indican las siguientes cifras: un 5,65 por 100 de las defunciones totales contabilizadas desde 1845 a 1860 correspondían a personas provenientes de otros munici-pios pero establecidas y empadronadas en Firgas. De estos pocos, la inmensa mayoría procedía de los térrni-nos municipales cercanos que, hasta en algunos casos, cuentan con aldeas y caseríos cuya jurisdicción es compartida con Fir-gas. Así, el 66.6 por 100 de los óbitos oriundos de otras munici-palidades correspondían a Ancas, Teror, Valleseco, Moya y Guía. Los pocos restantes eran individuos que llegaron desde Fuerteventura, Tafira, Gáldar, Las Palmas, Agüimes, San Lo-renzo y Lanzarote. Por consiguiente, cabe concluir este apartado señalando que los indicios de aislamieno, autarquía e irnperrneabilización del grupo social bajo examen dejan poco espacio a la duda. Un hacinamiento humano sobrecogedor es quizá el aspecto que más llama la atención a la hora de estudiar la situación social de Firgas entre 1845 y 1861. La sobreocupación de detes-tables alojamientos se producía como resultado del escaso nú-mere & ihi e~da sa, g r a ~ r &t~~&r~&, ~ sm~& 12 cl~&iSfi ucte el hecho de ,que un 30,7 por 100 de los habitáculos no merecían - narias~,A NUARIOD E ESTUDIOAST LÁNTICOS,n úm. 18, Madrid-Las Palmas, 1972. Sobre los manantiales de Firgas (Las Madres y Azuaje) dice Millares Torres, en el tomo V (p. 161, de su ya citada Historia General...), qm dade la celebridad de las aguas termales, cobre todo en el de Azuaje, es donde se construyó el balneario, que «En estos últimos años ha acudido un gran número de enfermos, que en la estación de verano buscan alivio a sus dolencias en los baiíos.. .» Núm. 35 (1989) 107 a los censos oficiales de edificios ni siquiera el calificativo de hogar familiar, sino antes bien el de chozas, chabolas, barracas, cuevas y similares '. El que en estos años nos encontremos ante la paradoja de pocas viviendas para muchos vecinos -dicho en otros térmi-nos, habitantes sin casas, casas sin ocupantes- ayuda en parte a entender el porqué se transmitieron con tanta facilidad con-tagios epidémicos como los de fiebre amarilla y cólera morbo en 1847 y 1851 en una población eminentemente dispersa. Es conocido que cuando un poblarniento adopta fórmulas disemi-nadas en períodos preindustriales la acción mortífera de las enfermedades epidémicas se ven ubstaculizadas y sus efectos atenuados NO parece haberse constatado ese hecho en nues-tra localidad en donde su núcleo urbano más consistente lo constituía la Villa capital que sólo contaba con 62 viviendas concentradas. Como puede apreciarse en todo este periodo las condiciones básicas de los lugareños de esta localidad estaban a mucha &- tancia de ser mínimamente halagüeñas. Ahora bien, la división de esta comunidad en clases sociales distantes entre sí agravaba necesariamente el panorama por las contradicciones que se introducen. Por ejemplo, mientras que más de un tercio de la población residía en alojamientos infames, el 19 por 100 de los edificios útiles estaban ocupados sólo con carácter transitorio o inhabitados indefinidamente 9. En cuanto a la percepción de rentas salariales se refiere lo debe consignarse en primer lugar de que éstas eran bajas y rematadamente insuficientes. A su vez las contribuciones alcan-zaban cifras onerosas que suscitaron en más de una ocasión ruidosas quejas ante el Ayuntamiento. 7 Censo oficial de 1857 y el citado Padrón General de 1861. Lo bueno de esta úitima fuente es el rigor y cuidado con que se detalla la encuesta a los vecinos, así como la esmerada tabulación de los resultados. 8 Censo Oficial de 1857, y P. ROMERSOO LÍSL: a poblacidn española en los siglos XVIIZ y XZX, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1973. 9 Censo Oficial de 1857. Instituto Geográfico Nacional. 10 R. DÍAZH ERNÁNDyE ZJ . DOM~NGUMEÚZJ ICA:« Hambre y epiciemias entre 1844 y 1852 en el norte de Gran Canaria)}, V Coloquio de Historia Canario-Americana, Las Palmas de Gran Canaria, octubre de 1982. 108 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 7 Asimismo, la emigración, sobre todo de varones, privaba al municipio de un poderoso capital de efectivos laborales. Olive cuenta l1 que tan sólo entre 1857 y 1861 salieron de Firgas unos 32 emigrantes, cifra a todas luces subestimada dada la prover-bial imposibilidad de controlar plenamente las salidas hacia América. La supremacía del elemento masculino sobre las hem-bras l2 elimina toda posibilidad de iniciativas renovadoras en el punto de emisión migratoria, pero también genera una situación deficitaria de mano de obra para las tareas del campo 13. Y lo que es más grave aún: la emigración de varones jóvenes no hace sino entorpecer el equilibrio entre los sexos como se de-muestra en el cuadro siguiente: CUADR1O LA «SEX RATIO)) DE LA POBLACIdN DE FIRGAS EN 1861 N . O de orden Localidad «Sex Ratio)) 1 Firgas-casco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9220 2 Buenlugar-Casablanca ........................ 98,06 3 Repartimientos-Lomitos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84,87 4 Rosales ....................................... 65,68 5 Trapiche Alto ................................. 87,21 6 Total municipal .............................. -- 88,46 Fuente: ((Padrón General del municipio de habitantes que hay en este pueblo en 1861)). Archivo Municipal de Firgas. Elaboración propia. Los mendigos e imposibilitados llegaban a contabilizar en estos años casi un 1 por 100 de la población total. El nivel de instrucción era francamente inexistente. Nada menos que un 83,84 por 100 de los fir-menses carecía de los conocimientos elle-mentales e imprescindibles como son el sabe1 leer y escribir. El 9,58 por 100 sabía leer y, finalmente, el restante 7,48 por 100 conocía la lectura y la escritura. 11 PEDRODE OLIVE:D iccionario estadístico. .. a JULIOH ERNANDEGZA RCIAL: a emzgraczdn de las Islas Canarias en el siglo XIX, Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1981. * Catastro de Francisco María de León (1-VIII-1849), Archivo del Museo Canario. Núm. 35 (1989) 1 09 A las diferencias reseñadas se añade otra bastante significa-tiva: el 90,5 por 100 de los que saben leer y escribir son varo-nes, en tanto que las hembras con cierta instrucción sólo llegan a sumar un escuálido 9,5 por 100 integradas en esa selecta y reducidísima (célite)) que posee una determinada capacidad cul-tural. Este último aspecto no deja de ser ilustrativo teniéndose en cuenta de que se trata de una sociedad en donde el número de mujeres es muy superior al de los hombres. Está claro de que para la mentalidad económica y social de la época la labranza era una actividad que no requería grandes conocimientos culturales. LAS CONDICIONES SOCIO-LABORALES : IMPORTANCIA DEL MINIFUNDISMO . El rasgo más llamativo de esta municipalidad a comienzos de la segunda mitad del XIX es, sin duda, su carácter eminen-temente agrario de acuerdo con el volumen de personas que viven única y exclusivamente del cultivo de la tierra. Así, pues, el censo de 1857 establece una clasificación muy elemental pero esclarecedora de la distribución de los activos #de F'irgas en la que tan sólo los dos subgrupos del sector primario -cons-tituido por jornaleros y labradores de la tierra suman un total de 231 efectivos- vienen a suponer la casi totalidad de las ocupaciones remuneradas con un porcentaje de 98,29 por 100. Dentro del primario predominan los jornaleros de la tierra con un alto porcentaje de 53,61 por 100 de los efectivos totales. Los labradores, es decir, propietarios y arrendatarios, cuentan con 105 miembros que suponen un relevante porcentaje de 44,68 por 100. El sector terciario o bien no existía por entonces o bien no aparece recogido en el censo. En cambio, el secundario signi-fica en la economía de Firgas un escuálido 1,71 por 100, que le viene de cuatro trabajadores empleados en la industria. La insignificancia de estos últimos sectores de la economía no hacen sino denotar el exiguo desarrollo urbano y la fuerte de-pendencia de la agricultura de los habitantes del lugar. 110 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDENIIAS EN FIRGAS 9 De cualquier forma, la población activa censada en 1857 representa una cifra muy baja respecto al total. Este hecho revela, entre otros aspectos, inexactitudes sin duda derivadas de no contemplar la participación laboral de las mujeres y niños en las faenas agrícolas. A la vista de todo ello queda bien patente el carácter rural de esta municipalidad en Ia que los jornaleros sin tierra y los labradores representan la base económica fundamental como exclusivos creadores de riqueza. La irrelevancia de los demás sectores tipifica al municipio de Firgas en 1857 como básica-mente rural, con una zona baja dedicada a los cultivos de ex-portación y otra de medianías orientadas a los cultivos de sub-sistencia y ganadería extensiva. POBLACIdN XTIVA DE FIRGAS EN 1857 .- Sector primario Sector secundario Total general Total En % Total En 010 Total En % Fuente: Censo oficial de 1857. Elaboración propia. En 1861 l4 la población estimada como activa se eleva en este intervalo a;l 34 por 100 del total. De ésta la mayoría se compone de elementos relacionados con las faenas agrarias en donde juega un importante papel la mujer que ve aumentada su cuota de participación laboral en más de un tercio en rubros tales zmio propie4dlils, arrendatai-ia y, particuiarmente, como jorna-lera de la tierra. En general, las comunidades agrarias tradicionales reservan un fuerte protagonismo a la mujer trabajadora si bien a veces se suele encubrir su verdadera importancia. En el caso de Fir-gas e1 traba.jo femenln_o nr! es SS!^ ~^yw?t~sriUm' "yUe des-- .2 peña un rol relevante ya que las féminas deben cubrir el vacío 14 «Padrón General.. .» Núm. 35 (1989) 111 de brazos masculinos que la emigración secular se ha llevado hacia otros lugares. A continuación pasaremos a describir los sectores de la pro-ducción empezando por el más importante: el primario. En el primario predominan los propietarios agrícolas que suman m total de 142. De éstos, 31 son mujeres. Ahora bien, el término propietario se utiliza de una forma un tanto gené-rica puesto que sirve para denominar cosas muy difusas. Por ejemplo, un arrendatario que explota la finca de otro a cambio de una renta aparece como propietario de la misma en vez de aparcero o arrendatario como sería más correcto. Es por lo que al contrastar los datos que consigna el vaciado-resumen con la encuesta original realizada en 1861 pudimos apreciar que en puridad el sustantivo propietario agrícola era privativo única-mente en 65 casos sobre los 142 que cita ei censo. Suponemos que estos 65 propietarios estaban en posesión de abundantes tierras toda vez que vivían exclusivamente de la explotación de las mismas. Es decir, no tenían necesidad de practicar ninguna otra actividad complementaria. Es por lo que cabe corresponderles una condición social más bien acomo-dada. En ellos se da también la circunstancia de que eran los únicos que contaban con una cierta instrucción, o sea, sabían leer y escribir en su mayoría. Los restantes, que se encuentran integrados en la rúbrica de propietarios agrícolas, combinan la explotación de sus parcelas -es de suponer que fueran raquíticas- con otras actividades tales como: arriero, servicio doméstico, albañilería, acequiero, jornalero de la tierra, maestro, secretario del Ayuntamiento, etc. De lo que se deduce, que tratándose de propietarios con parce-las de escasa extensión, se buscasen otros ingresos que añadir a la renta familiar ocupándose también de aquellas profesimes. Los arrendatarios no son más que veinticinco. Algunos de éstos son a la vez propietarios o jornaleros de la tierra. Los peones a jornal constituyen la capa social mqs deprimida y más numerosa compuesta por 65 hombres y 51 mujeres. Sus sala-rios son realmente bajos 's y su cuaiiiicación profesionai exigua. . - 15 Catastro de Francisco María de León. .112 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMlAS EN FIRGAS 11 En general carecen de la más leve instrucción y la única forma de promoción social la consiguen a título individual en la erni-gración hacia América o trabajando de menesterales en Las Palmas. Los componentes de este subsector laboral es sin duda el más explotado y marginal de la comunidad de referencia. En el secundario aparecen tres oficiales de molino -recuér-dese a este respecto la importancia del «gofio» de millo en la dieta alimentaria de los canarios-, un sombrerero, un labrante, un esterero, un mampostero, dos albañiles, dos industriales, un zapatero, un cabrestero y un carpintero. Como puede verse no son muchas las profesiones que transforman las materias pri-mas. Apréciese la ausencia de aotividades como herrero, barbero o sastre tan interesantes para el abastecimiento local, por lo que d&e-mn. pensar i i n , ~ t ~ z ~ ~ y + ~f&~?~*ii&r, ~ yi _ C C Z= rencia en la división del trabajo. Con este cuadro no es difícil prever que la significación so-cial y econ6mica del secundario local sea smamente deba e in-capaz de configurar a su amparo un proletariado moderno y mucho menos una burguesía emprendedora. La venta de la producción se hacía de forma directa, es decir, sin comercio especializado. De otra parte la calidad de las mer-cancías tampoco era excesiva a tenor de lo expuesto. Se fabri-caban las cosas por encargo. De ahí que la producción fuese las más de las veces meramente ocasional aprovechándose las jor-nadas muertas de las faenas agrícolas y ganaderas. El sector terciario es, como el secundario, realmente prirni-tivo puesto que lo componen en su mayoría sirvientes y domés-ticas en un total de 44 miembros. Con lo que queda de manifiesto claramente la presencia de una clase alta reducida pero acomo-dada que entiende que el servicio doméstico, su mayor o menor volumen, es además de una actividad profesional un símbolo de poder social. Lo singular de este subgrupo es que los varones constituyen una cifra estimable de casi más del 50 por 100, hecho que no encaja en líneas' generales con la tradicional preferencia de los dueños por contratar los servicios femeninos en este oficio. Núm. 35 (1989) 113 El resto del terciario lo componen siete arrieros, un maes-tro (que a la vez es propietario agrícola y Secretario accidental del Ayuntamiento por fallecer el titular durante la epidemia de cólera morbo durante el verano de 18511, un fosero, un cura párroco, un cirujano, dos empleados y 28 miembros de las mi-licias. En síntesis, la condición socio-laboral de Firgas en estos años se caracteriza por la existencia de unos pocos propietarios acomodados, una fuerte cantidad de pequeños propietarios que no pueden sobrevivir tan sólo con la explotación de sus rni-núsculos predios, un voluminoso peonaje que trabaja a jornal; un secundario carente de interjs y un terciario primitivo e in-flado por el servicio doméstico y las milicias. Por consiguiente, lo que prima en Firgas durante mediados del siglo XIX es la riqueza agropecuaria detentada por unos pocos. Estamos, pues, ante una situación en la que el latifun-dismo y el minfundismo se dan Ia mano en la proverbial para-doja de hombres sin tierras, tierras sin hombres 16. EVOLUCIÓDENM OGRÁFICA DE FIRGASEN TRE 1835 Y 1861 Entre estos años la población de Firgas va a experimentar un importante descenso en el número de habitantes a conse-cuencia del bajón que se produce en los índices brutos de nata-lidad y, particularmente, en el ascenso de la mortalidad entre 1845 y 1851. Las tasas por debajo de cuarenta puntos en los años obser-vados constituyen un hecho verdaderamente insólito en una sociedad agraria que necesita funcionalmente de una alta nata-lidad para obtener de ella suficientes aportaciones de fuerza de trabajo que las huertas familiares demandaban. Se asiste en 16 En Canarias el término latifundista o gran propietario es relativo en comparación con la península. En efecto, cuando hablamos de grandes finqueros queremos decir exactamente lo siguiente: propietarios que &S ponen de buenas tierras, generalmente destinadas a la producción para la exportación, y de las cuales obtienen rentas altas que permiten un nivel de vi& privilegiado. 114 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS A . i n + z u . u ~ ~ L,V LVCGIAL~UA~U Y NUf i l f i IDAD POR MESES DEL MUNICIPIO DE FIRGAS ENTRE 1845-1860 NATALIDAD - . - . - . - . NUPCIALIDAD ............. ........... MORTALIDAD estos años a una crisis económica con sus lógicas repercusiones demográficas que afectan a la nupcialldad, provocando oscila& nes violentísimas, y también a $lam ortalidad con altibajos que van desde el mínimo de 20,3 por 1.000 al máximo de 116,15 por 1.000. Estamos, pues, dentro de un ciclo adverso a la población en que la conjunción de las crisis alimentarias, enfermedades y, sobre todo, las epidemias de 1847 y 1851, hacen auténticos es-tragos consiguiendo no solamente detener el crecimieilo demo-gráfico, sino incluso contraerlo seriamente. Así, pues, en estos años se obtiene un total de 272 nacimien-tos que no logran enjugar las 294 defunciones que determinan un saldo vegetativo manifiestamente deficitario. Eso hace que con la emigración constante la población de Firgas pase de i.003 ha,bit=tes er, 1845 u. 990 en 1857, con un fuerte bajón en el medio: 918 habitantes en 1849. En efecto, nos encontramos ante un período difícil en que la diferencia entre nacimientos y defunciones favorece a estas úitimas en 1847, 1848 y 1851. En las restantes anualidades se logra a duras penas obtener saldos positivos, siendo el de 1846, con 25 firguenses más, el año más beneficioso para el creci-miento demográf ico . Por lo tanto cabe establecer los mismos intervalos según la tasa bruta de mortalidad, a saber: a) Entre 1845 y 1846 se aprecian tasas muy bajas y por la propia estructura interna de la mortalidad se puede advertir los síntomas que preceden a las anualídades mortíferas pos-teriores. h) Las tasas correspondientes a 1847 y 1848 superan los treinta puntos a causa de la incidencia del hambre y la epide-mia de fiebre amarilla. C) Pasado el ciclo adverso, las tasas brutas vuelven de nuevo a bajar en los años 1849 y 1850, pero sin alcanzar las cifras de 1845 y 1846, preludiando en cierta medida la catástrofe demográfica de 1851. d) En 1851, la epidemia de cólera morbo asiático es la res-ponsable de los índices brutos de mortalidad y la recuperacidn 116 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS H A ~ R EY EPIDEMIAS m FIRGAS 15 se produce en 1852. Lo que demuestra el carácter episódico de la epidemia, cerrándose con el análisis de esta anualidad nues-tro estudio sobre la mortalidad catastrófica de Firgas. . . ~NDICES DE MORTALIDAD BAJOS EN 1845 Y 1846 En 1845 se registra en Firgas la tasa bruta de mortalidad más baja de todo el período estudiado, con tan sólo 20,3 por 1.000. Quizás se explique en parte por las subinscripciones que pudieron producirse al tratarse de ser el primer a50 en que la parroquia de San Roque empieza a funcionar independiente-mente de la de Arucas y se mantuviese la rutina de inscribirse en el municipio vecino, en especial, entre los lugareños de los caseríos colindantes. Por edades, la mortalidad de ese año afectó mucho más a los menores de 20 años (en un 40,94 por 1001, ensañándose en con los párvulos que registran una elevada contribu-ción, de hasta un 27 por 100 del total de occisos. Los restantes grupos de edades son algo menos abatidos, con cifras que van desde 31,81 a 27,25 por 100 para los adultos y viejos, respec-tivamente. A pesar de que la composición de la población favorece cuantitativamente a las mujeres -la «Sex Ratio» en este año fue de 84,49 por 100-, los varones,se sintieron más afectados con un porcentaje llamativode 72,72 por 100 de las defunciones totales. Por consiguiente, los fallecimientos de este año diez-man a los hombres en un 3,2 por 100 del total; en tanto que a las hembras afecta en tan sólo un 1,02 por 100 del conjunto de 1-s férninac. El descenso de las temperaturas parece tener alguna respon-sabilidad en los fallecimientos de Firgas al menos en esta anua-lidad concreta puesto que el 50 por 100 mueren c~incidiendo~con los meses fríos de septiembre a diciembre. " Pese a que la población estaba dispersa, las defunciones fuera del casco urbano son mínimas. Sólo tres residíq en la parte del Trapiche que pertenece a la jurisdicción de Firgas jr otros dos vivían en Casablanca. A ¡éstos conviene agregar el Núm. 35 (1989) 117 fallecimiento de un transeúnte que venia mendigmdo desde el Palmita1 (Guía de Gran Canaria) pero que procedía de Lan-zarote 17. En cuanto a las repercusiones sociales de la mortalidad, cabe resaltar el hecho de que ninguno de los óbitos testaron o dejaron bienes, uno de ellos era pobre de solemnidad y otro vino a la Villa en calidad de expósito. El índice de mortalidad sube en 1846 en casi dos puntos para quedarse en 22,13 por 1.000 exactamente. Este aumento de los enterramientos guarda una cierta relación con la carestía que se padece en toda la isla. Es por ello que las edades primeras de la vida sean las más afectadas por las enfermedades que en-cuentran el camino expedito ante la desnutrición en el período g&aciSn y !wt&",~is. Sin lo expuesto no podría explicarse el que nada menos que un 50,04 por 100 de los óbitos sean precisamente menores de 20 años y, sobre todo, que esa cifra se nutra de menores de un año, que contribuyen con el 33,38 por 100. Los demás gru-pos de edades, incluido el de los ancianos, resisten un poco mejor los efectos de la escasez a tenor de las cifras obtenidas que, pese a todo, alivian algo a las del año precedente. En cuanto a la incidencia sobre los sexos se repite otra vez la sobremortalidad masculina, hecho que no deja de ser sor-prendente toda vez que el número de mujeres es bastante su-perior. Más de la mitad de las defunciones se siguen produ-ciendo entre los meses de septiembre a diciembre, con una cima secundaria localizada entre los meses de abril y mayo. En cambio, los calores estivales parecen como más respetuosos con la población en tanto en cuanto no conocemos ningún ente-rramiento en dicha estación. 17 Libro Primero de Fallecimientos. Archivo Parroquia1 de San Roque de Firgas. Como es sabido, se le atribuye a este santo cualidades milagre-ras en la curación de enfermedades epidémicas. Hecho que no podemos pasar desapercibido por cuanto que el anterior patrono üei Convento W c o que precedi6 a la moderna erección de la parroquia fue San Juan de Ortega. ¿Responde el cambio de santo protector con un recrude cimiento de las epidemias locales? 118 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 17 La mayoría de los difuntos son naturales de Firgas y tan sólo tres de ellos habían llegado desde Galdar, Valleseco y Ta-fira (localidad perteneciente al municipio de Las Palmas). Conforme se avanza en la crisis apreciamos un incremento en el número de fallecidos pobres de solemnidad o que no tes-taban, por carecer de bienes, que alcanza la cifra de 33,33 por 100 de los finados totales. Tan sólo aparece uno de ellos que testd y «dejó bienes e hijos)) según consta en la correspondiente ins-cripción. Por lo tanto, con la adversidad de la escasez, la muerte se torna cada vez más selectiva quizás anunciando los calamitosos años siguientes para los habitantes de esta localidad. HAMBREY FIEBRE AMARILLA EN LA SQE3EFMQETALIDAE DE 1847 Y 1848 Las tasas brutas de mortalidad experimentaron un alza im-portante entre los años 1847 y 1848, ascendiendo a 39,59 y 30,93 por 1.000, respectivamente. Por su parte, los índices de nata-lidad correspondientes a estas dos anualidades sufren a su vez igual descalabro reduciéndose a 26,7 y 29,9 por 1.000, lo que origina sendos saldos negativos. Por lo que concierne a la nupcialidad se aprecia allí también una caída vertiginosa en 1847 que logra recuperarse en parte al año siguiente. Todo lo expuesto hasta aquí trasluce por sí solo la presencia de una fuerte crisis social y económica sobre la cual cabalgan las enfermedades infecto-contagiosas -en par-ticular, la temida fiebre amarilla responsable de la alta mor-talidad de estos dos años. V- 1% primera aii-üaiidad, ios firguenses comprenciidos entre los O y 20 años de edad siguen siendo los más expuestos a las enfermedades fatales y los que padecen más acentuadarnente los efectos de la carestía. Dentro de éstos, los pertenecientes a la cohorte 0-5 años son los que aportan -en un 37,21 por 100 del total de finadoL- la mqwria de !es f~llecidwU d coi~jüiit de la mortalidad general. Por su parte, los adultos y ancianos contribuyen con coeficientes modestos de 34,88 y 20,94 por 100 al total de la mortalidad de 1847. Num. 35 (1989) 119 Como sucedía anteriormente, los varones persisten como sexo más diezmado en casi cuatro puntos por encima del total de mujeres, pese a que la población de aquel año, debido a la fuerte emigración masculina, favoreciera a éstas en la estruc-tura de la población de Firgas. Con la epidemia de ((vómito negro)) surge un cambio estacio-nal en relación con el calendario de las defunciones, notándose ahora un desplazamiento relevante hacia los meses que van desde enero hasta abril, con 41,6 por 100 de las defunciones. Pero es sobre todo con los calores de junio y julio cuando la incidencia del llamado «morbo amarillo)) se hizo perceptible responsabilizándose del 27,9 por 100 de las muertes. Final-mente vemos surgir una nueva cresta en los meses comprendi-dos entre octubre y diciembre que obtiene un porcentaje de 18,5 por 100. En el reparto de la mortalidad por meses, mayo, agosto y septiembre fueron los más sobresalientes por su bo-nanza ya que durante ese tiempo no se vieron cortejos fúnebres en la Villa con tanta frecuencia como en los intervalos anteriores. Salvo dos difuntos naturales de los municipios de Gáldar y Vallesco, todos los demás eran vecinos de la Villa. Entre los fallecidos había un transeúnte, quizás se tratase de un men-digo o vagabundo, hecho frecuente en una época difícil como la de referencia. La selectividad de la muerte en esta anualidad crítica llegó al extremo de no contar entre sus víctimas con ningún propie tario. Eh cambio, el 46,86 por 100 de los occisos eran pobres de solemnidad y otro llamativo 16,27 por 100 falleció sin testar ni dejar bienes. Lo que pone de manifiesto una vez más la total indefensión médico-sanitaria así como la desnutrición de las tra~ajad~ras, Eln 1848 la situación apenas había variado, apreciándose tan sólo una leve mejoría que se refleja en el descenso de la tasa bruta de mortalidad. Debemos suponer por lo tanto que el desabastecimiento de las mercancías y la letalidad de la epide-mir. de fiebre sirnarilla persistieron durante esta anualidad. Lo primero que salta a la vista en este año es la elevadísima participación de los que aún no habían cumplido un año en la mortalidad general: 22,59 por 100 del total de fallecidos. En 120 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 19 general, los más asolados por las enfermedades irremediables son básicamente jóvenes comprendidos entre O y 20 años. Por el contrario los adultos y viejos ya sea porque o bien fueron diezmados por el hambre y la epidemia del año anterior, ya sea porque su número es irrelevante en relación a los jóvenes, obtienen unos porcentajes relativamente apacibles. Constrastando bruscamente con las anteriores anualidades, las hembras, con un 61,29 por 100 de los fallecidos, pasan a ser las más quebrantadas lo que constituye una novedad. Quizás se explique por el tremendo descenso de la población mascu-lina que reduce la relación entre los sexos a la cifra de 70,63 favorable a las mujeres. Por lo que se establece una relación simple: a más número mayor riesgo, lo que daría una cierta verosimilitud a nuestra sugerencia. En cuanto a la distribución de los fallecimientos por meses, entre septiembre y diciembre se encuentran las mensualidades más peligrosas por el descenso de las temperaturas que facilitan los contagios que afectan al aparato respiratorio. La segunda punta se localiza en los meses de junio y julio en que, sin duda, los calores faci1,itan las afeociones de tipo estomacal o diges-tivo. Marzo y abril, con un 19,38 por 100, se convierte en el tercero de los períodos estacionales con mayor peligro para los habitantes de Firgas. Tan sólo uno de los finados testó y dejó bienes, otro falle-cido no redactó testamento alguno según consta en la partida correspondiente y de los restantes -excluyendo a los párvu-los- un 25,8 por 100 eran pobres. Después de los dos años adversos para la población de Fir-gas, se abre un corto bienio más apacible en consideración a la caída de las tasas de mortalidad que se quedan por debajo de los 24 por 1.000. El saldo veget.atiw arrijz esta vez svr,des mi-meros positivos gracias a la simultánea recuperación de la natalidad y de la nupcialidad de 1849 y 1850. En 1849 la tasa bruta de la mortalidad general se suaviza Núm. 35 (1989) 121 alcanzando tan sólo un 23,96 por 1.000 que, al ser inferior a la tasa de natalidad, permite un superávit anual de 15 firguenses más, situándose en el segundo puesto por detrás de 1846 en cuanto a crecimiento vegetativo se refiere a lo largo de nuestro trabajo. Por su parte la nupcialidad también registra una cierta re-cuperación, desapareciendo rasgos de la sobremortalidad de los años críticos anteriores. En efecto, un 30 por 100 de los con-trayentes correseponden a segundas nupcias de parejas que, con toda seguridad, se rompieron con la epidemia, las enfer-medades inexorables y el hambre aumentando el volumen de viudos. Entre septiembre y diciembre se registra el mayor número de óbitos (45,4 por 100) tal vez como consecuencia del descenso de las temperaturas. Los meses de marzo y abril contemplan el fallecimiento del 27,27 por 100 de los acontecidos aquel año. Prescindiendo de los párvulos que contribuyen grandemente a la mortalidad total de Firgas, las personas que murieron sin testar constituyen el 18,8 por 100 que, sumado a los pobres, supone casi la mitad del conjunto de las defunciones de nuestro municipio. Con io que se evidencia una vez más que, aunque la sobremortalidad de los años adversos tienda a remitir mo-mentáneamente, los desheredados continúan siendo el sector social más expuesto a las enfermedades y a la muerte. Con un índice de mortalidad parecido, en 1850 surge una serie de elementos que de alguna manera señalan el comienzo de un nuevo ciclo trágico. En efecto, la nupcialidad que se había recuperado algo en 1819 obtiene ahora la cifra m6s baja del período delimitado. A su vez, la natalidad desciende unos cinco m".tos cieter=i~mdom s~l!de fm~- lh!ep,e ro al mismo tiempo irrelevante. En cuanto a la incidencia de la mortalidad entre los grupos de edades, se observa esta vez una mayor contribución de los jóvenes a la mortalidad general en comparación con los ai'ios precedentes; pero a la vez se aprecia una mayor mortalidad in-fantil t a l vez la más alta de estos afios- con un elevadísimo porcentaje de 31,82 por 100. En consecuencia, los tramos 1-5; 6-10; 11-15 y 16-20 no registran ni una sola defunción. Por el 122 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 21 contrario, los adultos aumentan su participación como jamá.s lo habían hecho, con un 40,9 por 100 y los viejos casi doblan la cifra de 1848, con 27,28 por 100. Mientras que en 1849 se obtuvo una distribución paritaria en la incidencia de la mortalidad sobre los sexos, en 1849, por el contrario, las mujeres sufren en más del doble que los hom-bres las repercusiones de las afecciones fatales. El acontecimiento más relevante de mediados del siglo XIX, a nivel demográfico se entiende, fue sin la menor duda la epide-mia de cólem morbo que asoló a toda la isla de Gran Canaria! provocando una elevadísima mortandad que llega a 5.599 de-funciones. Para estudiar exhaustivamente los efectos del infernal azote sobre la sociedad de nuestra Villa -cuyos estragos sólo supo-nen el 1,4 por 100 del conjunto insular- hemos procedido al examen de todas las actas de enterramiento que se insertaron en las páginas 18 y 25 del Libro Primero de Enterrarnientos de la Parroquia de San Roque 18, que en este año era la única con que contaba el vecindario desde su fundación en 1845. Las expresadas actas, todas asentadas y firmadas por el párroco de entonces, Rvdo. don José Quintana, tal vez por el desconcierto normal en un evento de estas características o también por los inevitables apresuramientos al sobrevenir ines-peradamente el fatal siniestro, descubren alguna que otra omi-sión a tenor de los aspectos que más adelante enumeraremos l9. En primer tém-im dvida expres~r !m diferentes tires de oficios litúrgicos al uso que nos permitiría aquilatar mejor la 18 Véase ((Afurgad. Notas históricas)) de S. García López en la revista Aguayro, núms. 139 y 140. 19 Por estos años perece haberse perdido la costumbre de consignar aspectos tales como si el finado testó, si era o no pobre, si contribuían sus familiares y deudos en' el mantenimiento del Santo Sepulcro, los tipos de oficios fúnebres (revestimiento del sacerdote y ayudantes, «media cera» o tcera entera)), calidad de los candelabros, etc.). Núm. 35 (19891 123 categoría social y económica de cada feligrés finado. Esta invo-luntaria (?) ausencia impide lógicamente la posibilidad de ana-lizar con más rigor estadístico las pérdidas que cada clase social sufrió durante el desastre epidémico. Y es que en las sociedades tradicionales se ponía, en general, bastante cuidado en subrayar las diferencias sociales a través de la pompa en los enterramientos por parte de los privilegiados a base de utilizar en las ceremonias objetos como candelabros de plata, cirios de lujo, muchas velas y flores, así como revistiendo al cura, rnona-guillo, sacristán y sorchantre de atuendos y aliños fuera de lo habitual por su lujo. Por el contrario, entre los pertenecientes a las clases menos favorecidas por la fortuna los enterramientos g eran por fuerza austeros en extremo. E En segundo lugar, se suele pasar por alto en casi todas las inscripciones el origen o procedencia geográfica de los ínfortu- - m O E nados que perecieron en Firgas, con lo cual siempre nos queda- £ S remos con la duda de si nuestra Villa refugió durante los meses - que duró el daño a gente venida desde otros pueblos ya conta-giados, o de si el estrago asolaba por igual tanto a las pobla- - cienes concentradas como a las diseminadas en los numerosos B E caseríos, aldeas y pagos de esta misma jurisdicción municipal 20. O En tercer lugar, salvo unas pocas excepciones, la inmensa mayoría de las actas eluden el hecho de si los óbitos testaron - o dejaron de hacerJo antes de fallecer. Cierto es que muohas $ veces era imposible hacer un documento de última voluntad ; por impedirlo la misma enfermedad cuyos efectos ocasionaban 1 trastornos y dolores tan agudos que privaban a sus víctimas de 2 la lucidez requerida para este tipo de actos. Otro dato de interés es que, pese al alto número de enterra-rnieni; os, ei caiificailvü de po"ure +¡e se~&, catre o t r s mes-tiones, para exonerar a la familia del finado del pago de las exequias fúnebres- se prodiga inexplicablemente bien poco en comparacidn con las anualidades anexas a 1851. Tanto en este caso como en el anterior entendemos que existen omisiones de m E. WRIGLEYy W. KULA,e ntre otros, sugieren que tmto en la dise-minación como en la concentración del hábitat encuentran las epidemias facilidades en unas ocasiones. obstáculos en otras. 124 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y E P I D ~ I A SEN FIRGAS 23 cierta importancia sin duda por la premura con que se hicieron las inscripciones en los libros. Y en cuarto lugar se advierte, hasta con cierta reiteración, como las edades de los decesos se redondean circunscribiéndolas en torno a los años terminados en cero. Hecho éste que contri-buye a distorsionar un tanto las repercusiones reales de la en-fermedad sobre los grupos de edades. De cualquier forma, y aun admitiendo posibles errores, estas fuentes constituyen empero la mejor referencia para el estudio del desdichado contratiempo sobre este municipio rural de las medianías del Norte de Gran Canaria. Eso se constata mejor si tenemos presente que tres años antes en un viaje que el obispo don Buenaventura Codina realiza a Firgas obtiene muy buena impresión de la labor del cura y resalta. cómn Inr libres estaban perfectamente cumplimentados exhortándole a seguir haciéndolo tan bien como hasta la fecha de la Santa y General Visita del 18 de octubre de 1848 21. El cólera morbo asiático se extendió por toda Gran Canaria como una mancha de aceite en un papel ante la impotencia de las autoridades civiles y sanitarias que nada o muy poco pu-dieron hacer por contenerlo. Desde que corrieron los primeros rumores del fallecimiento en Las Palmas a finales del mes de 21 Extractamos a continuación el texto del viaje del obispo Codina a Firgas que dice así: «Santa y General Visita de la Parroquia de Firgas a los 18 de octubre de 1948. El Iltmo. Sr. D. Buenaventura Codina dignísimo Obispo d~ Canarias del Consejo de S.M. y de mi Señor: Habiendo visto y examinado todas y cada una de las partidas de difuntos que se entierran en el Cementerio de esta Parroquia escritas en el presente Libro Primero de Finados que comienza con la de María Medina adulta y concluye con la que precede, &o es de Bsrt~!mx5 uU-dtc pc??xe Di= 1 1 &GS las zpro-baba y aprobó todas y caüa una de ellas y mandó que tanto a las partidas como a los testimonios de ellas legítimamente autorizados se las diese entera fe y crédito tanto en juicio como fuera de él y cuanto ha lugar en derecho; para cuyo fin interponía e interpuso su autoridad y decreto or-dinario. A más dixo, que en adelante no se usara más de abreviaturas de ninguna clase en el asiento de las partidas. mandando se excriban todas las ietras que las componen: Así mismo dixo, que siguiera en adelante escribiendo las partidas de entierro con toda claridad y limpieza como hasta el presente. Así lo proveyó y firmó. SSJ el Obispo mi Señor de que doy f en. Núm. 35 (1989) 125 mayo de 1851 de una persona en circunstancias muy extrañas hasta que el 5 de junio se confirmó facultativamente la exis-tencia de-una epidemia de cólera ya declarada y localizada, de momento, en el barrio capitalino de San José, la alarma se di-fundió enseguida como un reguero de pólvora, llegando la noti-cia hasta los rincones más rec6nditos de la islaD. EL CONTAGIO LLEGA A FIRGAS Como en los demás pueblos de Gran Canaria el morbo asiá-tico también se trasladó a esta Villa cobrándose entre los habi-tantes con que contaba en 1851 -apenas un millar- un número relativamente alto de víctimas. Tan pronto como las autoridades locales fueron advertidas de la irrupción del mal en la capital de la isla se tomaron me-didas inmediatas como toda una serie de precauciones para irn-pedir la penetración del contagio en el municipio. Pese a lo cual, la eficacia de las mismas fueron completamente inocuas a juz-gar por los efectos aterradores provocados por el contagio. Una de las ideas ejecutadas consistía en establecer controles en las entradas de la jurisdicción de Firgas no dejando franquearlo a nadie que viniese de otros términos municipales hasta tanto se comprobara si el estado de salud de los transeúntes era satisfactorio. Asimismo se prohibió expresamente albergar familiares o conocidos provenientes de zonas ya apestadas, como Las Pal-mas, San Lorenzo o Arucas, e inclusive de cualquier otro sitio de la isla sin el preceptivo reconocimiento de las autoridades municipales. Por otro lado, el Ayuntamiento, principales contribuyentes e instituciones como la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas acuerdan socorrer con dinero y vituallas a los más necesitados. 2 Sobre la expansión de la epidemia consúltense los trabajos 6e Juiio Vera Trujillo, Bosch Millares, José A. Alemán, R. Díaz y J. Domínguez Mújica, CarmeIo Ojeda, Millares Torres, Ojeda Quintana y Juan F. Martín Ruiz. 126 ANUARIO DE ESTULlIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 25 En la práctica los controles no sirvieron para evitar la pro-pagación de la enfermedad e, incluso, iueron nefastos por cuan-to que obstruyeron en parte la llegada de víveres, medicamen-tos y otras mercancías básicas para el consumo de la población contribuyendo al desabastecimiento general. Con lo que, ade-más del infortunio que se les venía encima, el vecindario de esta localidad tuvo que soportar con impotencia los graves efectos derivados de la carestía, insuficiencia de víveres más imprescindibles y, por consiguiente, el hambre generalizada que afectó fundamentalmente a las capas empobrecidas de la población. En medio de esta crítica situación, no se sabe exactamente cómo, el vibrion scholerae penetró en el municipio al propio tiempo que lo hacía en los restantes términos municipales de Gran Canaria con efectos dantescos similares. El incurable contagio hizo su aparición e infringió su pri-mera víctima en el pueblo de Firgas exactamente el día 5 de junio del expresado año. El mismo alcalde de entonces lo narra en una comunicación oficial al Gobernador de la provincia de esta forma: (c.. . se comprobó que se presentó una enferma que aunque no llamó ia atención por no tener los síntomas marcados se cree fuese la enfermedad reinante. Ésta siguió desarrollán-dose paulatinamente hasta el 28 del mismo en que se prendió en casi toda la jurisdicción; continuando su ascenso hasta el seis de julio en que ya no invadía sino a uno o dos por día.. . » 23. La primera desafortunada fue una mujer casada ya muy mayor, como de unos ochenta años, a la que no le quedó tiempo ni fuerza siquiera para redactar testamento o dictar sus últimas voluntades ante la rapidez del fatal desenlace. A partir Ue er;tarrczs, todos los dias del mes de junio y du-rante una buena parte de julio, el cólera morbo asiático horro-rizó literalmente a los vecinos de esta Villa cobrándose una estimable cantidad de vidas humanas. Culmina su labor diez-madora, al menos oficialmente y de acuerdo con las partidas u «Libro copiador de esta Secretaría de mi cargo & las oorrespon-dencias con todas las autoridades)), Archivo Municipal de Firgas, legajo sin codificar. Num. 35 (1989) 127 INCIDENCIA DEL CdLiERA MORBO EN FIRGAS Mes de junio Ddas Varones Hembras Total 5 - 1 1 6 1 - 1 22 - 1 1 25 1 1 2 26 3 1 4 27 1 - 1 28 5 3 8 29 1 3 4 30 2 3 5 Total del mes ...... 14 13 27 -. -- - Mes de julio Dfas Varones Hembras Total Total del mes ...... Total general ...... - Fuente: Archivo de la Parroquia de San Roque de Firgas. Elaboración propia. 128 ANUARIO DE ESTUDIOS .ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 27 del Libro Primero de Enterramientos, página 28, con el falleci-miento de un hombre casado de unos setenta años el 28 de julio. No obstante, la enfermedad produjo nuevas víctimas como se desprende de la correspondencia del alcalde constitucional con las autoridades provinciales. Por ejemplo, el 2 de agosto se informa al Gobernador sobre dos defunciones adaecidas el 29 de julio. Poco después, el 19 de agosto, ((se dió parte de no haber defunciones y menos atacados de nuevo desde el ocho (de agosto) hasta esta fechan z4. Más tarde, el 30 de agosto, se vuelve a indicar en una carta el fallecimiento de don Francisco Guerra, suponemos que tarn-bién aquejado del contagio bajo examen. Finalmente, el 20 de septiembre, se comunica un nuevo fallecimiento durante la jornada del día 15 de este mismo mes. En términos generaies, al finalizar el mes de julio se puede cerrar la relación nominal de las víctimas de tan mortífero contagio con el tenebroso saldo de 81 defunciones totales. Es decir, que de cada cien lugareños 8,8 pasaron a mejor vida ful-minados por la enfermedad de referencia. Esto supone asimismo una tasa bruta anormalmente alta de 116,l por 1.000, cuando anualidades como 1850 o 1852 -es decir, la anterior y siguiente a la tragedia- obtenían índices de sólo un 23,7 y 22,l por 1.000 respectivamente. Evidentemente conocemos las pérdidas de vidas humanas por las actas de enterramienos, pero no así el número de los que padecieron la dolencia y sobrevivieron a ella. La impresión que tenemos, porque más o menos así ocurrió también en otras localidades afectadas de la islaZ5e, s que fueron muchísimas las personas contagiadas que no perecieron inmediatamente, si bien quedaron marcadas por sus secuelas 26. Otras incluso fallecieron con posterioridad por lo que no se les contabiliza dentro de la citada relación. Tan sólo con acudir a las cifras nos es fácil colegir los es-tragos de todo tipo -sobretodo psicológicos- que debieron impregnar acendradamente a los habitantes de nuestra villa. 24 Idem. 25 R. DÍAZH ERNKNDFyZ J. DOMÍNGUEMZÚ JICA: Op. &t. 26 «Libro copiador... » y P. ROMEROSO LÍS:O p. &t. Núm. 35 (1989) El simple hecho de que el cementerio ordinario, que era pro-piedad de la Iglesia, se hiciese pequeño e incapaz de ofrecer la última morada a los fallecidos ante la sobremortalidad de la Villa es ya de suyo suficientemente significativo. Tanto que las autoridades locales tuvieron que habilitar uno nuevo con carác-ter provisional que todavía los actuales firguenses mantienen fresco en el recuerdo después de haber transcurrido 142 añw del infausto evento. Dicho cementerio se ubicó en una expla-nada conocida con el topónimo de Los Llanos de la Majada, próximo a la bellísima montaña de Firgas. Existía ciertamente wia situación propicia para que la epi-demia se cebara de la forma tan brutal con que se produjo en esta localidad. En efecto, la ausencia de remedios científicos, la desatención médica, la indigencia generalizada de la pobla-ción, el arraigo üei curancierismo y ia absoiuta carencia ae hábitos en la higiene y aseo personal, coincidiendo con unos calores insoportables que indujeron a los incautos vecinos a ingerir cantidades de agua contaminada por el temible vibrion schollerae se aliaron en una especie de fatal confabulación. Sobre la señalada desatención médica se puede leer en un oficio del alcalde remitido al Gobernados el 26 de junio que decía: N... En su consecuencia participo a V. S. como desde el día 26 de junio ppdo. se está padeciendo aquí el cólera morbo, en cuya época ha habido 43 defunciones, y se hallan en la actua-lidad 62 atacadas (al parecer) de la enfermeaad epidémica, según los síntomas con que se ha presentado, sin embargo de que en unos se han notado más marcados que en otros, por tanto no me es posible dar a V. S. una noticia exacta en esta parte por no haber en el pueblo persona que pueda examinarlo.)) Y continúa el mencionado alcalde: «Por lo que respecta a los atacados, si bien hay algunos que estén un poco aliviados, no se halla ninguno que esté enteramente restablecido. El método de medidas que se ha adoptado para dicho mal ha sido flota-ciones de vinagre tivio por todo el cuerpo, botellas o botijas de 27 G. HERN~DERZO DRÍGUEZE:s tadistfcas de las Islas Canarias, 1793- 1806, de Francisco Escolar Serrano, Caja Insular de Ahorros, 3 tomos, Las Palmas, 1983. 130 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 29 agua en los pies, cataplasmas de linasa en el vientre y bien abrigados para sudar)) 28. Si bien no existía médico en la Villa si había un cirujano. Se trataba de un tal Antonio Reyes Déniz, casado, de 63 años, que no sabía leer ni escribir 29. La cuestión alimentaria en un pueblo agrícola predominante-mente minifundista siempre estuvo al límite de la subsisten-cia30. En una comunicación del alcalde de Firgas al Ayunta-miento de Las Palmas con fecha de 4 de agosto de 1851 se in-forma que la producción de cereales, papas y otros frutos fue ((cortan, por lo que los sobrantes resultaron exiguos y en su consecuencia solicita que los agricultores de la Villa quedasen exentos de participar en las exportaciones 31. En medio de este panorama lo verdaderamente cierto fue qiie e1 cmtagis SOS~JVZ, SÜ acciuii exterminadora durante unos 55 días en total. Al principio sus estragos sobrevenían un tanto esbozados para, a continuación, acentuar su virulencia. Así, durante el mes de junio, se produjeron tan sólo unas 27 defun-ciones -de las que catorce correspondían a varones y las trece restantes a mujeres-, destacando por su incidencia los días 26, 28, 29 y 30 con veintinún enterramientos. Ahora bien, sin la menor duda, el día más mortífero fue el 28 de junio durante el cual fallecieron nada menos que ocho personas. Mayor fue, en cambio, la mortandad a lo largo del mes si-guiente. En efecto, en el registro parroquia1 se puede ver cómo en los primeros veintiocho días de julio murieron cincuenta y cuatro personas de cólera, de las cuales veintitrés eran varones y el resto, constituyendo una amplia mayoría, eran hembras. Las jornadas mas críticas por la cuantía de las pérdidas hurna-nas fueron las del cuatro, seis y doce con un volumen de veinti-cu&, ro cadáveres. Es decir, casi la mitad de los occisos acaecidos en dicho mes. El día 6 debió ser el más luctuoso de todas las jornadas a juzgar por los diez enterrarnienos que tuvieron lugar en nuestra Villa. 28 «Libro copiador.. .N. 29 «Censo de 1860», Archivo Ayuntamiento de Firgas. 30 Idem. 31 «Libro copiador.. .N Núm. 35 (1989) LASV ÍCTIMADSE L COLERA SEGÚN SEXO, ESTADO CIVIL Y GRUPOS DE EDADES En conjunto, el cólera morbo provocó más estragos entre las hembras del municipio -exactamente el 54,3 por 100 del total de los finados- que entre los varones, sin que eso signi-fique tampoco diferencias desmedidas. Sin duda, las pérdidas superiores entre las féminas son el correlato lógico a la exis-tencia de una población en cuya estructura por edades, sexo y estado dvil las mujeres se encuentran en manifiesta mayoría. O lo que es lo mismo, fallecieron más hembras por tratarse del grupo mayoritario del conjunto de la población. De acuerdo con lo dicho veamos a continuación cómo se expresa la inciüencia ciei azote epid&ix&m de acirerdn c m la composición demográfica del término municipal de Firgas. Así, pues, por lo que toca al grupo de los menores de veinte años éste era -realizando una extrapolación de las cifras apor-tadas por el censo oficial de 1857- el tramo preeminente por su volumen, por lo que al incluir en su seno los débiles orga-nismos de los infantes de O a 5 años, se sentiría diezmado entre un 6 ó 7 por 100 del total de la población joven. En el cómputo total de las víctimas del azote epidémico, la participación del sector 0-20 años fue significativa con 34,56 por 100 de los finados totales. Aunque es bien cierto que no fueron efectivamente los más siniestrados. En realidad la in-flación de las cifras de este grupo se nutre de la fuerte mortan-dad secularrnente existente en los párvulos, o sea, de los niños comprendidos en edades que van desde cero a siete años, que soportaron la embestida mortal contribuyendo ellos solos con un 27,16 por 100 de los valores totales. El grupo de jóvenes mujeres resultó bastante más quebran-tado, como puede inferirse de la interpretación de las siguientes estimaciones: 18,5 y 16,O por 100 para ambos sexos respecti-vamente. En lo que se refiere a la bcMenzia. de Ir, futd de!encia entre los adultos (21 a 60 años) apreciamos una mayor relevancia en cuanto a volumen atañe. Nada menos que un 7,4 por 100 de los 132 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 31 componentes de este grupo fallecen víctimas de la epidemia; hecho que supone nada menos que un 40,7 por 100 del total de las pérdidas humanas ocasionadas por el inexorable contagio. En este sector se advierte ya un ligero desequilibrio entre los sexos saliendo levemente más perjudicadas las hembras por cuanto que los porcentajes obtenidos se elevan al 20,98 por 100 para los valores y reduce la participacicin femenina a un 19,75 por 100. LA MORTALIDAD POR EDADES Varones Edades - -Total -En % 0.1 2 12 1-7 8 8 P 0L20 15 16,M 21-60 18 21,O 61- 4 493 --- Hembras Total -Total -En % 2 2,47 10 14,81 13 18,41 16 19',7,5 16 20,W -Total -En % 4 317 18 23,45 28 34,56 34 40,74 20 25,92 Fuente: Archivo Parroquia1 de San Roque de Firgas. Elaboración propia. Las actas omiten la edad de los finados en algunos casos. CUADRVO LA MORTALIDAD SEGÚN ESTADO CIVIL Estado ciml -- Sol- Casa- Viu-- teros E-n % -dos -En % -dos -En % -Total -En % Varones . . . . . . . . . 14 17,3 13 16,O 10 12,3 37 45,7 Hembras . . . . . . . . . -17 -20,98 -13 -16,O -14 -17,3 -44 -54,3 Total ......... 31 38,28 26 32,O 24 29,6 81 100,O Fuente: Archivo Parroquiai de San Roque de F'irgas. Elaboración propia. Núm. 35 (1989) 133 El grupo de los viejos se vio igualmente desrastado por el azote epidémico en un 33,8 por 100 de sus efectivos totales, lo que viene a suponer un 26 por 100 de los sepultados de esta Villa. Obviamente, al contar la población de Firgas con L I ~ grupo minoritario de personas que sobreviven a los 61 años, compuesto en su inmensa mayoría por mujeres, es lógico ex-plicarse el porqué sus miembros fueron intensamente abatidos. Ya es un lugar común ver en la senectud la decrepitud fisioló-gica por lo que es de suponer que sus componentes ofrezcan una de%il resistencia al morbo asiático; de ahí quizás las fuertes repercusiones del daño colérico sobre este sector. En cuanto a la irradiación de la epidemia sobre los solteros, casados y viudos, todos los grupos se verán por igual afecta-dos y sobrellevarán una mayor o menor incidencia dependiendo de su volumen de exposición a los riesgos y de que contengan un amplio o mermado número de niños y viejos. Así, pues, el grupo de los solteros, compuesto en su mayoría por niños, fue el más castigado de todos por el cólera que lo desmantela en un 5,19 por 100; cifra que supone un 38,7 por 100 del estrago epidémico en el municipio bajo examen. Por su parte, las hembras solteras con unos valores de 20,98 por 100 resultaron ser las más abatidas, lo que supone un evi-dente obstáculo en orden al mantenimiento de las tasas de natalidad y en la formación de nuevas parejas. Entre los casados las repercusiones de la enfermedad tam-bién fue notorio, diezmándolo en un 8,15 por 100, que viene a resultar el 32,21 por 100 del total de los enterrados, quedán-dose un poco por debajo de las cifras obtenidas por el grupo precedente. E l l ~sl ~pene,& em$% dc U I I ~t r8ge6!;sa ii.i.s~di&%, una clara ruptura de nwnerolsos matrimonios y un alza del vo-lumen del grupo de viudos que de alguna manera tuvo que afectar a la nupcialidad de entonces así como a las tasas brutas de natalidad, contribuyendo a una reducción de los coeficientes. En las actas de enterramiento-: se repite ~ a r i ~vlesc es !QS casos de parejas en que mueren ambos cónyuges, incluso fami-lias enteras o amputadas gravemente por fallecimiento de varios componentes. 134 RNUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS 33 Entre los casados no se producen desequilibrios remarcables entre los sexos. Finalmente, el grupo de los viudos -muchos de los cuales deben su estado civil precisamente al propio cólera morbo- registra una apreciable mortalidad que eleva a 32,43 por 100 de sus efectivos totales, lo que viene a suponer wi 29,62 por 100 de las víctimas. Si en algo se destaca el grupo de los viudos es porque los miembros varones que lo componen salen más ilesos del desastre general; en tanto que las viudas se verán más alcanzadas por el contagio, llevándose a la otra vida a una buena porción de ellas. En las sociedades preindustriales los azotes epidémicos sue-len actuar selectivamente. En otros términos, mientras que los pertenecientes a las clases acomodadas, mejor alimentadas y con capacidad para adquirir los servicios médicos, salen lógica-mente inmunes de estas tragedias, los jornaleros y sus familias -que componen el grueso de la población- resultan en cambio más quebrantados, aportando siempre la mayoría de las pér-didas. Firgas en este sentido es una constatación más de este fenómeno tan generalizado a través de la historia. El censo oficial de 1857 toma buena nota de la presencia en la Villa de trece pobres de solemnidad y de dos personas que no contribuyen. Poco más tarde el censo de 1860 32 señala también la existencia de unos cuatro pobres y cuatro ciegos e imposibilitados. Pero, es notorio que la indigencia, esté o no censada, constituye uno de los aditamentos seculares consustan-ciales de la sociedad tradicional-agraria. Las actas de defunción, con los sesgos que ya se indicó al principio, indican que tan sólo tres de los contagiados falle-cieron después de haber hecho testamento de sus bienes. A cua-tro de los enterrados o no les dio tiempo de hacer la transmi- 32 Archivo Municipal de Firgas. Núm. 35 (1989) sión de propiedades a sus herederos o carecían de bienes rna-teriales para legar a sus descendientes. Precisamente sobre este hecho se suscitaron numerosos problemas. Por ejemplo, fueron muchos los menores que quedaron huérfanos, en otros casos los fallecidos tenían sus correspondientes herederos en ultramar. En determinadas ocasiones los bienes de las víctimas carecían de herederos por lo que los jueces debieron actuar enérgicamente realizando inventarios de bienes e impidiendo con diferente fortuna contener el movimiento de apropiaciones indebidas 33. S610 tres de los fallecidos tienen anotados expresamente su condición de pobres de solemnidad y otros dos más son seña-lados en las inscripciones en su calidad de expósitos. Restablecida la calma en la Villa, el 11 de octubre de 1851 el Ayuntamiento de Firgas reclama a las autoridades sanitarias de la provincia ingredientes para fumigar las casas de los apes-tados. En ese mismo día fue informado el Corregidor de que se había puesto a cada sepultura donde fueron enterrados los epidémicos media vara de tierra. Ya el 19 de octubre se proco di6 al blanqueamiento de las casas del puebrlo así como a su fumigación. De todo lo relatado hasta aquí no se pueden sacar oonclu-siones categóricas, pero no obstante se puede colegir que esta-mos ante una crisis demográfica, como accidente coyuntural y por su tremenda gravedad. Fa consecuencia, el impacto de esta epidemia colérica así como las anteriores de fiebre amarilla in-dica también la calidad de rasgo estructural características /- una demografía de tipo antiguo como es nuestro caso. 33 Archivo Municipal de Firgas. 136 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS ESTRUCTURA SOCIOPROFESIONAL DE FIRGAS EN 1857 - -- - -- Total En % 1." Primario: Jonialeros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126 53,61 Labradores ............................... 105 44,68 Total ......................... 231 98,29 2." Secundario: Industria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 1.71 Total general . . . . . . . . . . . . . . . 235 100,OO Fuente: Archivo del Ayuntamiento de Firgas. En la relación que consul-tamos no aparecía nadie encuadrado en el terciario, pero sí añadía a trece pobres de solemnidad y dos no contribuyentes. Núm. 35 (1989) CUADROV I1 ESTRUCTURA SOCIOPROFESIONAL DE LA VILLA DE FIRGAS EN 1860 1: Primario: Propietarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 Arrendatarios .............................. 25 Jornaleros ................................. 68 Total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218 2 Secunciaréo; Industriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 Artesanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 - -- Total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 3.0 Terciario: Cura ....................................... Médico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Maestro .................................... Empleados ................................. Ej6rcito .................................... Sirvientes: V. .............................. Sirvientes: H. .............................. Total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fuente: Archivo del Ayuntamiento de Firgas. Entre las cifras concer-nientes a la estructura socioprofesional se incluyen datos de cierto interés como la existencia de tres mujeres y un hombre calificados de pobres de solemnidad; cuatro ciegos e imposibilitados y veintirés niños que van a la escuela. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS TABLA DE DEFUNCIONES ACAECIDAS EN FTRGAS DESDE 1845 A 1860 ' Años " Varones Hembras Total 1860 9 24 33 Total ... 215 2# 478 Fuente: Archivo Parroquia1 de la Iglesia de San Roque de Firgas. Elaboración propia. Núm. 35 (1989) MORTALIDAD DE LA VILLA DE FIRGAS SEGON GRUPOS DE EDADES (18451860) Gmpos Mortalidal de edades en % 1 ........................... 17,Ol 1-5 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16,67 6-10 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3,06 11-15 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 , n 16-20 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3,06 21-25 ........................... 1,37 26-30 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3,M 31-35 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . - 36-40 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3,74 41-45 ........................... 4,76 46-50 ........................... 6,80 51-55 ........................... 4,08 56-60 ........................... 7,82 61-65 ........................... 6,80 66-70 ........................... 8,16 71-75 ........................... 3,40 76-80 ........................... 3,74 81-85 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2,04 o"ue -y . -i Kr rma a . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1,3? Total ........................... 100,oo Fuente: Archivo de la Parroquia de San Roque de Firgas. .Las cifras expuestas son las medias anuales de todo el período. Elaboracidn propia. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLAh'TICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS WNDICIÓN SOCIOECONdMICA DE LOS DIFUNTOS DE FIRGAS ENTRE 1845-1860 Testaron Años Pobres o dejaron No testaron Transezlntes Exp6s2tos * bienes 1845 1 - 5 1 1 1846 5 1 3 1 3 1847 18 - 7 1 - 1848 8 1 1 - - 1849 7 1 4 - - 1850 3 - 2 - - 1851 3 3 4 - 2 1852 - 3 3 - 1 ,1853 1 1 5 - - 1854 1 1 1 - - 1855 - 6 4 - 1 1856 8 4 3 - 1 1857 7 1 - - 4 1858 5 - - - - 1859 4 1 2 - 5 1860 ' 4 - 1 - 5 Total . .. ... 75 23 46 3 23 Fuente: Archivo de la Parroquia de San Roque de Firgas. Elaboración propia. El término expósitos incluye tarnbi6n a los llamados usantanerosn, expdsitos de la Casa de Cuna de San Martín y a los hijos naturales e hijos de pdre^s *onn^M_d~s. Núm. 35 (1989) EVOLUCIdN DE LA POBLACIdM DE FIRGAS ENTRE 1835 Y 1860 Fuentes: FRANCISCNOIA RÍA DE LEÓN: Historia de las Islas Canarias 3 (1776-1868), Santa C m de Tenerife, 1966. Recuentos nominales realizados i por el Ayuntamiento de Firgas en los d o s 1845, 1847, 1849, 1857 y 1860 que se pueden consultar en el Archivo del expresado Ayuntamiento. E O o n ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS CUADRO XII JA MORTALIDAD POR MESES DE LA VILLA DE FIRGAS, DESDE 1845 A 1860 - - Mestls 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 185,3 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 Total En % _ - - _ --___----- -- E. - 2 5 1 - - 3 - 3 1 2 1 2 5 1 2 28 5,86 a F. 2 1 2 1 2 1 4 2 - 2 2 - 4 26 5,,44 3 - - N E M. - 2 6 3 1 3 2 1 4 - 1 - - 1 - 2 26 5,,M O n A. 2 4 7 3 4 - 2 - 2 - 3 3 - 2 1 7 40 8,37 -- m O 3 1 1 1 1 2 1 1 2 5 29 6,M E M. 1 - - 7 2 1 - E 2 J. - 6 2 1 1 27 2 2 2 2 - 1 - 4 - 50 10,46 E - - JL. 3 - 6 3 1 4 54 - - - 1 5 2 - 1 1 81 16,94 3 A. 1 1 1 2 1 2 3 - - 1 1 - 1 2 5 8 29 6,07 - - 0 3 28 5,86 m s. 3 4 1 4 1 1 2 - 1 1 1 - 2 4 - E 2 2 4 2 2 1 3 1 3 2 3 3 32 6,69 O 0. 2 2 - N. 4 4 2 5 4 6 1 11 5 2 1 1 1 5 9 1 62 12,97 n -E D. 2 3 2 4 4 3 3 3 1 4 1 4 5 1 7 - 47 9,83 a 2 - - - - - - - - __ - - - - - - -- n n Total 22 24 43 31 22 22 109 21 23 14 16 17 20 24 37 33 478 100,00 3 - - - O Fuente: Libros de Difuntos de la Parroquia de San Roque de ]?irgas. Elaboración propia. CUADRO XIII LA MORTALIDAD DE FIRGAS POR SEXO ENTRE 1845 Y 1852 Afios Varones Hembras Total 1845 16 6 22 i85Z 11 , n A V 0Y A-Total ...... 141 153 294 Fuente: Archivo Parroquia1 de San Roque de Firgas. ElaboraciOn propia. CUADRO XIV LA MORTALIDAD DE FIRGAS POR SEXO Y ESTADO CIVIL ENTRE 1845 Y 1852 Solteros Casados Viudos Total general -V .-H .-T . -V . H-. T-. V-. H-. T-. V-. H-. T-. 1845 ............ 9 1 1 0 6 2 8 1 3 4 1 6 6 2 2 1852 ............ 9 7 16 2 2 4 - 1 1 11 10 21 ------------ Total . . . . . . 71 68 139 57 39 96 13 46 59 143 151 294 Fuente: Archivo Parroquia1 de San Roque de Firgas. Elaboración propia. 144 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS LA MORTALIDAD DE FIRGAS COMPARADA CON LA DE MOYA Años Firgas Moya Fuentes: Archivo de la Parroquia de San Roque de Firgas. S. F. Eüiz MART~NEi: N. W.d e Gran Canaria: Un estudio de demogmIfa histdrica, Excma. Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas, 1978. Núm. 35 (1989) 10 CUADRO X V I LA NATALIDAD POR NIESES DE LA VILLA DE FIRGAS DESDE 1845 A 186b -- - - - - - - - - -- - -- - Meses 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 1853 1854 1855 1856 1857 1858 1859 1860 Total En % JL. - 2 3 2 2 - - - 2 2 8 5 3 2 2 4 37 B,78 - ------------ ------- Total 30 49 29 30 37 33 33 31 49 37 39 52 40 51 52 48 640 100,00 P -- - - Fueate: Libros de nacimientos ds la Parroquia de San Roque de F'irgas. Elaboración propia. HAMBRE Y EPIDEMIAS EN FIRGAS NATALIDAD DE FIRGAS ENTRE 1805 Y 1852 Años - Varones 16 17 13 18 15, 15 a0 16 Hembras Total Fuente: Archivo Parroquid de San Roque de Firgas. Elaboración propia. CUADROXV III LA ESTACIONALIDAD DE LA NATALIDAD DE FIRGAS ENTRE 1845 Y 1852 - -- Meses Enero ............... Febrero . . . . . . . . . . . . Marzo ............... Abril .........'...... Mayo ............... Junio ............... - - - 1845 1846 1847 1848 1849 1850 1851 1852 Total Julio ............. - 2 3 2 2 - - = 9 3,3? Agosto . . . . . . . . . . . . - 5 1 4 2 2 3 2 19 6,98 Septimbre . . . . . . . . . 1 2 3 2 3 2 5 2 20 7,35 Octubre . . . . . . . . . . . . 2 4 2 1 1 2 2 1 15 5,52 Noviembre ......... 6 2 1 3 3 2 - 2 19 6,98 Diciembre . . . . . . . . . -2 -5 -- -1 - 3 -1 -3 -4 -19 - 6,98 Total ............ 30 49 29 30 37 33 33 31 272 100,OO Fuente: Archivo Parroquid de San Roque de Firgas. Elaboraci6n propia. Núm. 35 (1989) 147 CUADRO XIX LA ESTACIONALIDAD DE LA NUPCIALIDAD DE FIRGAS ENTRE 1845 Y 1852 - Meses 1-845 1846 1847 1848 1-849 1-850 1-851 1-852 - Tota-l En- % O rden Enero . . . . . . - - 1 - 1 1 - - 3 3,95 10 Febrero ...... - 1 - - 1 - - 2 4 5,26 8: Marzo . . . . . . 2 1 - - - - - - 3 3,95 11 Abril . . . . . . . . . 1 - 1 1 1 2 2 8 10,53 3." Mayo ......... 1 - - - 1 1 2 1 6 7,89 6: Junio ......... 1 - 1 - 1 - 1 2 6 7,89 :7 Julio . . . . . . . . . - - 1 - 1 1 - 1 4 5,26 7: Agosto ...... 2 - - 2 - 1 1 1 7 9,21 4." Septiembre ... - i i 2 1 . - 1 1 7 9,21 5: Octubre ...... 2 1 1 2 - - 4 2 12 15,79 :2 Noviembre ... 2 1 - - - - - - 3 3,95 12 Diciembre ... -2 1 1 3 3 - 2 -1 -13 -17,ll - :1 Total ...... 12 7 6 10 10 5 13 13 76 100,OO LA NUPCIALIDAD DE FIRGAS SEGdN LOS CONTRAYENTES ENTRE 1845 Y 1852 Viudo/ Viuda/ Años Solteros Soltera Soltero 1845 7 4 - 1846 7 - - 1847 5 1 - ,1848 9 1 - 1849 7 2 - 1850 5 - 1851 6 4 2 1852 12 - - 1853 6 6 - Viudos Total Total ... 64 18 2 5 80 Fuente. Archivo Parroquia1 de San Roque de Firgas. EIaboraci6n propia. 148 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS |
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