LOS OFICIOS Y EL MUNDO DE TRABAJO EN GRAN
CANARIA. 1695-1710
P O R
ELISA TORRES SAEiTAlVA
El tema del presente trabajo, dentro de la historiografía de
Canarias, no ha tenido hasta ahora un tratamiento demasiado
extenso. Solamente poseemos algunas referencias que nos apor-tan
Viera y Clavijo l y el profesor Cioranescu 2.
Trabajos de mayor profundidad sobre la citada cuestión son
los de Lobo Cabrera y el de Coello Gómez 4 ; ambos añaden un
estudio sobre el trabajo asalariado. Ahora bien, estos dos últimos
se refieren a una época bastante alejada a la nuestra, el siglo XVI,
sin que posteriormente se sepa si la situación permaneció inal-terable
o si bien se había producido algún cambio.
Asimismo es de obligada consulta la obra del profesor Rumeu
de Armas que si bien no profundiza en el caso canario nos ofre-
1 J. VIERAY CLAVIJO:N oticias de E a Historia general de las islas Cana-rias.
Sta. C m de Tenerife, 1967.
2 A. CIORANESCUH: istoria de Sta. Cruz de Tenerife. Sta. C m d e Te-nerife,
1977.
3 M. LOBOC ABRERAE: l trabajo asalaWo en Gran Canaria. 1522-1536.
{(Rvta. Museo Canario», núms. XXXVI-XXXVII, 1975-76, págs. 37-62.
4 Mas 1. COELLOM MEyZ o tros: Protocolos de Almo Gutiérrez. 1522-25.
Santa C m de Tenerife, 1980.
5 A. R ~ E DUE A RMAS:H istoria de Ea previsi6n social en España, Ma-drid,
1944.
Núm. 28 (1982) 397
2 ELiSA TORRES SANTANA
ce un amplio estudio referente al conjunto del territorio español,
distinguiendo entre la corona castellana y la aragonesa, de las
cuales, sobre todo la primera, tan amplia vinculación tuvo con
Canarias en los momentos inmediatos a la conquista.
Las fuentes utilizadas para la realización del presente tra-bajo,
además de las bibliográficas ya reseñadas, han sido básica-mente
los protocolos notariales. Fuentes auxiliares que nos po-drían
haber sido de la máxima utilidad -las Ordenanzas de la
isla de Gran Canaria- no existen para esas fechas.
Con respecto a los móviles u objetivos que nos indujeron a
efectuar el presente estudio, podemos decir que fueron funda-mentalmente
dos: primero, comprobar si la situación descrita
por los profesores Lobo Cabrera y Coello Gómez se mantenía
impertlurhaMe ccr, e! cmrer de 19s siglos, cnncretamente en el
tránsito del siglo XVII al XVIII, o si, por el contrario, se había mo-dificado;
y en segundo lugar nos parecería interesante comprobar
si los esquemas canarios se correspondían rígidamente con los
propuestos por el profesor Rumeu de Armas para la Península
o si, por el contrario, como tantas veces se ha afirmado con res-pecto
a otras cuestiones canarias -Gran Canaria en particdar-,
ofrecía alguna particularidad.
No vamos a entrar en una consideración detallada del funcio-namiento
de los gremios, cosa que ya está hecha 9. Ahora bien,
lo que si haremos será marcar una serie de características que
éstos nos ofrecen en la isla de Gran Canaria.
Es válido afirmar que los gremios surgieron por condiciona-mientos
econ6micos y que son propios de unas economías con
deficiencias en comunicaciones, numerario, etc. lo. Condiciones es-tas
que se dan ampliamente en las islas Canarias y que incluso se
6 M. LOBO CABRERAO: p. Cit.
7 COELU) G 6 m y otros: 0p. cit.
8 A. RUMEU DE ARMAS: Op cit.
9 A. RUMEU DE ARMAS: Ibiciem.
10 A. R- DE ARMAS: Ibidem, pág. 182.
398 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS OFICIOS Y EL MUNDO DE TRABAJO EN GRAN CANARIA 3
ven acentuadas por un factor muy importante para ellas, como
es la insularidad.
El primitivo carácter de protección con que surgieron las aso-ciaciones
gremiales se fue reforzando con el tiempo, Hegando de
esta forma a convertirse en auténticas estructuras cerradas, con
muy poca permeabilidad, en las cuales, para poder acceder, ha-cían
falta una serie de condiciones económicas y sociales. Es sig-nificativo,
a modo de ejemplo, el caso castellano, según el cual
para poder entrar en el gremio se tenía que acreditar la limpieza
de sangre ll. No sucederá lo mismo en Gran Canaria, puesto que
por su condición de plaza comercial. abierta a las más variadas
influencias, tanto de gentes como de costumbres, se establecerá
en las islas una sociedad mucho más permisiva y con un mayor
grado de movilidad social. Asimismo, un factor importante que
actuará en ese sentido será la necesidad de un personal cualifi-cado
que padeció siempre el archipiélago. Por consiguiente, en-contraremos
cantidad de casos en que los esclavos son colocados
como aprendices por sus amos 13.
Con respecto a la existencia de los gremios, son varias las con-sideraciones
que se pueden hacer. Es interesante destacar cómo
Viera y Clavijo alude a ellos al referirse a la llegada del capitán
general don Luis de Córdoba a Tenerife.
«Cuando se acercó a La Laguna, a fines de noviembre,
le sal.ió al encuentro media ciudad. Encendiéronse aquella
noche luminarias, hubo mogigangas y máscaras en que se
distinguieron los principales caballeros. Los mercaderes y
11 A. RlMFXJ DE ARMAS: IbZdem, pág. 191.
12 M. Lo~oC ABRFRA: Grupos humanos en Ea sociedad canaria del si-glo
XVI, Las PaImas, 1979.
13 A. H. P. L. P., Calá Valdés, Diego, núm. 1.491, f. 570 rto-vto. ((María de
la Cruz, mercadera, como dueña de Felipe Santiago, mulato, su esclavo,
de catorce o quince años, dice que siempre ha sido su ánimo que sus es-clavos
se obliguen y aprendan oficio, para en adelante, por los casos for-tuitos
que puedan suceder, se puedan alimentar, y no usen de malos ofi-cios
como otros. Ha concertado con AIvaro de Jesús y Silva, vecino de
esta ciudad, maestro del oficio de zapatero, el que reciba de aprendiz, a
Felipe Santiago durante dos años.))
Núm. 28 (1982) 399
4 ELISA TORRES SANTANA
gremios de artesanos tomaron por su cuenta las fiestas de
la segunda noche))
Si bien en una sola ocasión y de una forma tangencia1 y super-ficial,
hecho éste que no deja de extrañarnos que un tema de tan-ta
importancia fuese tratado de esa forma por un escritor tan mi-nucioso
y prolijo.
También el profesor Cioranescu, en su ((Historia de Santa
Cruz)), nos dice que en Canarias los oficios estaban reglamenta-dos
por gremios 15. Sin embargo, ambas son alusiones muy impre-cisas
que no denotan ni detallan cuál era el funcionamiento exac-to
de tal institución.
Lo que sí podemos determinar a través de la documentación
N a
consultada, es que en Canarias ciertos presupuestos de la ordena- E
ción gremial se dieron de forma similar al territorio español, pero
O n
en otras ocasiones el. funcionamiento fue diferente. -
=m
O
E
E
11.1. El aprendizaje 2
E
=
Podemos afirmar que el grado de aprendizaje existió en Gran
3 Canaria, con unas características similares a las de la Penín- -
sula. -
0m
E El aprendiz abría un contrato con el maestro por un período O
de tiempo y en unas condiciones que ambos libremente estipu- 5
laban. Ahora bien, dada la escasez de referencias que tenemos, n
-E a excepción de los trabajos ya reseñados, seguiremos para el. es- a
tudio de este apartado los documentos notariales. 2
n
En primer lugar hemos de destacar que el período de tiempo 0
que duraba el aprendizaje variaba considerablemente. Según O3
Lobo Cabrera, oscilaba de dos a cuatro años 16. No podemos nos-otros
afirmar lo mismo, pues si bien el tope mínimo de los con-tratos
examinados es de dos años, el máximo se estira hasta diez 17.
Esta circunstancia podría explicarse quizá por la dificultad del
oficio a aprender, el de sillero en este caso, que quizá implicaría
1". VIERAY CLAVIJO:U p. cit., t. 11, pág. 204.
15 A. CIORANESCUO: p. cit., t. 1, pág. 292.
16 M. LOBOC ABRERAE: l trabajo asalariado. .., pág. 41.
'7 A. H. P. L. P., Pedro de Medina, Alejanüro, número 1.506, f. 224 vto.-
225 vto.
400 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS OFICIOS Y EL MUNDO DE .TRABAJO EN GRAN CANARIA 5
un mayor esfuerzo que el de zapatero 18, O lanero 19, .o bien porque
para las familias suponía un alivio el tiempo que duraba el
aprendizaje de uno de sus miembros, ya que tenían una boca
menos que alimentar. Y de todos es conocido con qué frecuencia
se daban las crisis carenciales en el archipiélago.
CUADRO 1
Relacidn de la duración del periodo de aprendizaje en los diferentes
oficio de 1695 a 1710
Zapatero
Carpintero de r i i i
Lanero
Carpintero
Platero
Sombrerero
Pintor
Siilero
Número de aeos,
2 y l / 2 , 2 , 2 , 3 , 3 y 1 / 2 , 5 , 5 , 5 , 5 , 5 , 5 , 4 , 3
3
2 y 1/2, 6, 6, 2 y 9 meses
4, 3, 1/2
3
73
6
10
mientes: Protocolos notariales. Elaboración propia.
También es interesante comprobar la edad de entrada en el
aprendizaje, puesto que, al igual que en la duración del contrato,
también variará y no está de acuerdo con las cifras dadas para
el siglo XVI ". Así, encontramos aprendices que entran en ese es-calafón
con nueve años once = e incluso diecinueve 23. En este
úItimo caso sucede que es un contrato de aprendizaje de una du-ración
de tres años y media, con lo cual. quiere decir que rebasa
18 A. H. P. L. P., Cal& Valdés, D., núm. 1.492, f. 178 vto.-180 rto.
19 A. H. P. L. P., Suárez de Medina, Cristóbal, núm. 2.383, f, 245 vta-
247 vto.
ZJ I M. LOBOC ABRERAE:l trabajo asalariado ..., ptig. 41.
21 A. H. P. L. P., Pedro de Medina, Alejandro, núm. 1.506, f. 224 vto-
225 vto.
A. H. P. L. P., Lópm de Salmar, G.; núm. 1.498, f. 45 rto.46 rto.
a A. H. P. L. P., Perdamo Castellano, Esteban, núm. 1.472 s/f. ((Felipe
Báez, vecino de la Vega, coloca al oficio. de carpintería a su hijo Manuel
Lbpez, de diecinueve años, por un perfodo de tres años y medio.»
6 ELISA TORRES SANTANA
también la edad apuntada por el profesor Rumeu de Armas de
salida del citado escalafón, los veinte años ".
O sea, que con respecto a la edad de entrada, duración del
aprendizaje y su culminación, las cifras aportadas por los doeu-mentos
de finales del siglo m11 y comienzos del XVIII varían con
respecto a las castellanas y a las del siglo xvr, presentando ge-neralmente
unos topes más amplios.
A veces, cuando el aspirante a ingresar era huérfano, existía
una institución, la del padre de huérfanos, ejercida normalmente
por un escribano público 25, que en nombre de la madre, en caso
de falta del padre, o en el de ambos si faltaban los dos, actuaba
como tutor del muchacho. Establecía el contrato y estipulaba sus
condiciones con el maestro. Es interesante reseñar cómo el nom- ;
bramiento dei padre de huérfanos no partía ciei gremio, sino que
era efectuado por los señores de Justicia, Regimiento y Cabildo
de la isla 26.
-- m
O
De la misma forma, es curioso el caso de Marcos Alonso, un E
vecino de la villa de Santa María de Guía, que se coloca él mis-mo
de aprendiz de lanero, ya que afirma que aprendiendo se
podrá sustentar y alimentar, al tiempo que escapa de los traba- $
jos del campo, que son muy duros y grandesn. O sea, que no
solamente eran los mozos los que iban a aprender un oficio, sino
incluso personas adultas, buscando en el escalafón artesanal un
medio de vida más seguro y elevado que el de las tareas agrí-
colas. E a-
El maestro, por su parte, se convertía en una especie de tutor
de su alumno mientras duraba el contrato, además con unas obli- ;
gaciones muy específicas, que no consistían solamente en ense- $
ñarle los secretos del oficio, sino que, además, habían de trans- "
mitir a sus pupilos una serie de normas relacionadas con la mo-ral
y la religión cristiana que les iban a ser muy útiles para des-envoIverse
luego en Ia vida. De esta forma el maestro plenamen-z4
A. RYMEu DE ARMAS: Historia de la ..., pág. 191.
25 A. H. P. L. P., Roteta Crist6bal de, núm. 1.487, f. 119 vto-121 vto.
26 A. H. P. L. P., Pedro de Medina, Alejandro, núm. 1.505, f. 32 rto-
33 rto.
n A. H. P. L. P., Suárez de Medina, Cristóbal, núm. 2.383, f. 245 vto-
247 do.
402 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS OFICIOS Y EL MUNDO DE TRABAJO EN GRAN CANARIA 7
te ejercía de tal enseñando unos conocimientos que muchos de
aquellos muchachos, por su procedencia, jamás iban a poder ad-quirir
de otra forma.
d veces, la manutención, vestimenta y calzado de los pupilos
corría a cargo del maestro durante el período que duraba el con-trato.
En estos casos parece que el grado de sometimiento del
aprendiz era mucho mayor, probablemente porque este último
procediese de un escalafón social bajo. Se convertía no sólo en
un discípulo, sino, además, en un sirviente a las órdenes de su
profesor. De ahí que cuando una persona de mayor condición
social, por ejemplo, Felipe Báez, labrador de la Vega, ponga a su
hijo a aprender el oficio de carpintero especifique en el contrato
que éste, Manuel López, sólo tiene obligación de asistir a la tien-da
y no I-rl&sA. S-a vez, CUILer5 si eor1 iodos los de susien-to,
vestimenta y calzado de su hijo. Es más, cuando termina el
período estipulado se obliga a entregar cincuenta reales al maes-tro
por sus enseñanzas
Lo normal, no obstante, en la mayoría de los casos es que los
alumnos queden a entera disposición dei maestro, inciuso en caso
de enfermedad, debiendo curarlos por un espacio prudencial de
tirmpo, que giraba en torno a los quince días, y al no sanar, de-volvérselos
a sus padres o tutores. Se demuestra de esta forma
que existía una previsión social para el cuidado del aprendiz,
como asimismo una cierta reglamentación de Ias obligaciones l a
borales, puesto que siempre se estipulaba en los contratos que
quienes por alguna circunstancia hiciesen «fallas» en el trabajo
debían recuperar ese tiempo perdido al finalizar el período acor-dado
a.
"7 t.2 .-- larriulerrl en estos casos es ei maestro quien ai terminar ei pe-ríodo
le paga al. alumno una cantidad que oscila entre cincuenta
A. H. P. L. P., Perdomo Castellano, Esteban, núm. 1.472 s/f.
29 A. H. P. L. P., Ortega, Francisco de, núm. 1.413, f. 216 rta.217 rta
crGaspar Lópm Marrero, vecino de Moya, pone a su hijo con Salvaüor Lo
renzo, maestro del oficio de lanero por seis años. Lo enseñará, sustentar6
y vestirá. En caso de caer enfermo lo curará a su costa. Asimismo no sal-drá
de noche, a no ser que su maestro lo mandase. Las fallas las pagar6
una vez cumplidos los seis años. Terminado el plazo le üar¿í cien redes o
un vestido que los valga.»
-8 ELISA TORRES SANTANA
reales o un vestido que los valga 30, o cien reales o un vestido
equivalente a esa cantidadx. Incluso en algunos casos el maes-tro
se compromete a entregar al aprendiz la herramienta nece-saria
para ejercer el oficio j2.
La situación contraria sería la de un maestre escuela, dig-nidad
de la santa iglesia catedral, juez del tribunal de la Santa
Cruzada, que pone a un mulato criado suyo a aprender el oficio
de zapatero, con la condición de que vendría todos los días a su
casa a dormir. Le entrega al maestro cien realesU. O el caso de1
Licenciado Juan Naranjo, nuncio del tribunal de la Inquisición,
que pone a su criado a aprender, pagando al final ochenta rea-les
"l O sea, que reforzando la idea anterior podemos afirmar
que dentro del escalafón de los aprendices había categorías.
Es interesante Iesta-~r camn de ntras isbs del zrchi,ni&g~
uenían a Gran Canaria a aprender; por ejemplo, el caso de dos
huérfanos, uno de la isla de Tenerife 35 y. otro de Lanzarote 36.
CUADRO 11
Relación de las cartas de aprendizaje desde 1695 a 1710
Zapateros: 12.
Laneros: 4.
Siliero: l.
Sombrereros: 2.
Carpinteros: 2.
Pintor: l.
Platero: 1.
C. @? la ribera: 1.
Platero: 1.
Fundidor y estañeria: 1.
Total: 26.
Fuente: ProtocoIos notarides. Elaboración propia.
30 A. H. P. L. P., Roteta, Crist6bal de, núm. 1.487, f. 119 vto-121 vto.
31 A. H. P: L. P.; Betancurt Cabrera, Lucas, núm. 1.477, f. 180 rto-183 rto.
-72 A. H. P. L. P., Pedro de Medina, Alejandro, niun. 1.506, f. 224 vto-
225 vto.
33 A. H. P. L. P., López Salmar, Gabriel, núm. 1.498, f. 45 rto-46 rto.
34 A. H. P. L. P., Caiá Valüés, Diego, núm. 1.492, f. 178 vto-180 rto.
35 A. H. P. L. P., Betancurt Cabrera, Lucas, núm. 1.477, f. 82 vto;84 rto.
3-5 A. H. P. L; P., Betancurt Cabrera, Lucas, núm. 1.477, f. 180 rto-183
vuelto.
404 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS OFICIOS Y EL MUNDO DE TRABAJO EN GRAN CANARIA 9
El aprendiz, al entrar en ese estadio, no buscaba sólo apren-der
un oficio, cosa necesaria para él y para la sociedad isleña,
sino que, además, se convertía en un asalariado, puesto que por
un trabajo desempleado iba a percibir un sueldo.
El citado cuadro nos permite hacernos una idea de cuáles
eran las profesiones más solicitadas en la época, lo cual estaria,
sin duda, en relación con la demanda más frecuente de la pobla-ción
isleña.
11.2. El oficialazgo
Una vez que los aprendices habían cumplido el plazo de apren-dizaje
se entendía que eran oficiales. Aiiura bieii, la desci-ipciún
que hace el profesor Rumeu de Armas 37 para los oficiales no ve-mos
que se cumpla íntegramente en Gran Canaria. al menos en
o1 período enunciado. No quiere esto decir que realmente no fue-
:e así, sino que nosotros, con los datos que hemos manejado y a
' - l ~ . . 3- -L..,.- -1 *-,. A- :..:-;- -,.m* l,,- nwA,,n"n"o" -,,,,-
dlLd U[: U L lU D GlClllClILUD U[: J UlLlv, ~ a 3 uuc lan UL ucuauaao r ~ l u i ~ l -
cipales y gremiales para esta isla, no podemos afirmar que las
condiciones del oficialazgo se cumplieran íntegramente o estric-tamente.
Sin embargo, tanto Lobo Cabrera %, como Cioranescu 39, si bien
para una fecha más tardía, comienzos del siglo xnr. señalan la
existencia de oficiales. Tampoco la profesora CoelIo Gómez hace
alusion en SU trabajo al estadio del ofirialazgo.
Nosotros, en los datos que poseemos, hemos encontrado sola-mente
en los contratos de obligación una referencia a un oficial
!unere 41. Y ~ t m d e ~p~e cs,, y iie e1 periniio de 11 nfjrialia era mi-] J
corto, poco relevante o que se convertía sólo en un puro trámite
para acceder al de maestro. Es más, en algunos contratos de
aprendizaje se nos dice que una vez terminado el tiempo estipu-lado
el aprendiz debía saber su oficio para poder comer de él
3 A. R m u DE ARMAS: Historia de la ..., pág. 192.
3 M. LOBOC ABI~ERAE:l trabajo. .., pág. 41.
39 A. CIORANESCU: Historia .de ..., t. 1, pág. 443, nota 143.
40 M . 1. Conro Gómz y otros: op. cit.
41 A. H. P. L. P., Mpez de Salazar, Gabriel, núm. 1.498, f. 76 rto-77 vto.
10 ELISA TORRES SATSTANA
y ejercerlo ", cuando es bien sabido que en la Península para
poder ejercer, tener tienda y aprendices era necesario el título
de maestro 43.
Interesa destacar cómo en las ordenanzas de la isla de Tene-rife
se seiíala que se debe reglamentar el trabajo de los oficiales:
«por que en todo aia buena orden y concierto, po ende or-denamos
que en cada un oficio haya dos veedores, que sea
de los mismos oficiales examinados y que estos aian de exa-minar
a los otros, ver, visitar si hacen bien sus oficios...)) 44.
Si nos fijamos, los veedores son elegidos entre personas ya
examinadas -por consiguiente, en el grado de maestros-, con lo a
mal aparentemente se incwre en rtna contradicciSn. Esta circü~s- E
tancia nos hace reafirmarnos más en la idea de que el oficialazgo O
n
era algo poco definido, transitorio o en todo caso que no se ajus-
- m
O
E taba estrictamente en su tratamiento a la rígida verticalidad del E
2 gremio peninsular. E
Asimismo, en todas ias cartas de exámenes que hemos bara-jado
para nuestro estudio sólo en una se nos hace referencia a 3
dos oficiales de carpintería, Pedro Romero y José Ortiz, que quie- -
0
m
ren alcanzar el grado de maestros 45. En las demás cartas de exá- E
menes, hasta un total de diecinueve, no especifica si son oficiales
o no los aspirantes, aunque es indudable que deberían serlo. n
E
a
11.3. Maestros
O Para alcanzar el último escalafón de la jerarquía gremial ha-bía
que superar un examen satisfactoriamente. Entonces se en-tendía
que el aspirante era una persona capacitada y apta no
só1.o para ejercer el oficio, sino para abrir tienda y tener a su
cargo discípulos
42 A. H. P. L. P., Betancurt Cabrera, Lum, núm. 1.477, f. 82 vto-84 rto.
43 A. RU~MEDUE ARMAS: HiStCV% de ..., pág. 193.
4 J. PERAZA DE AYALA: Las ordenanzas de Tenerife y otros estudios para
la hZstoria municipal de Canarias, pág. 154, Sta. C m de Tenerife, 1976.
45 A. H. P. L. P., Figueroa Vargas, Lázaro, núm. 1.425, f. 288 rto-289 vto.
406 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
LOS OFICIOS Y EL MUNDO DE TRABAJO EN GRAN CANARIA 11
Ahora bien, en el resto del territorio español los maestros exa-minadores
eran nombrados por los gremios&. En Gran Canaria
no ocurría exactamente lo mismo, ya que el tribunal examinador
era designado por el Cabildo de la isla Sucedía también que po-dían
examinar en determinadas circunstancias los oficiales. Es el
caso de Francisco de Quesada, oficial de fundidor, alcalde veedor
y examinador del citado oficio, que examina a Juan Ruiz Espejo,
vecino de los reinos de España y estante en la isla de Gran Cana-ria
&. Quizá la anomalía se permitiese porque al ser una actividad
poco frecuente no existiese en ese momento un maestro exami-nador,
o tal vez porque el aspirante no era vecino de fa isla.
El que examinasen los oficiales era una circunstancia poco
freci-lente, ya qiw 10 corriente era que lo hiciesen los maestros
examinadores ; pero, eso sí, designados por el Cabildo 49.
Tenemos que destacar que en la Península, una vez superado
el examen, se estaba capacitado para ser maestro mientras que
en la isla de Gran Canaria la aprobación del examen tenía que ser
ratificada por los señores jueces y diputados del Cabildo O sea,
que por encima de la autoridad del gremio estaba la del Cabildo
de la isla.
Tampoco se cumplía exactamente el precepto de que sólo se
podían examinar los vecinos, ya que encontramos cantidad de car-tas
de examen de personas procedentes de otras islas del archipié-lago
j2, de los reinos de España 53 e inciuso extranjeros, como An-gel
Guivono de Conde, natural de la ciudad de Génova y vecino
de la isla de Tenerife Esta situación es propia del archipiélago
44 A. RUMEU DE ARMAS: Historia de la. .., pág. 193.
47 A. R. P. L. P., Toro y Noble, Jerdnimo, núm. 1.444, f. 411 rto-vto.
48 A. R. P. L. P., Toro y Noble, Jerónimo, núm.' 1.444, f. 312 rto-vto.
49 A. H. P. L. P., F'igueroa Vargas, Lázaro, núm. 1.425, f. 288 rto-289 vto.
3 A. RUMEUD E AWS : Historia de ..., ]pág. 193.
51 A. H. p. pmcja l&y Val&i, ni@^,n i h . 1&.S9 f. 3.69 r-n-vt.~; * A. H. P. L. P., Toro y Noble, Jerónimo, núm. 1.444, f. 220 rto-221 vto.
({Jacinto Estacio, vecino de Tenerife, en el lugar de Taganana.~
53 A. H. P. L. P., Toro y Noble, Jerónimo, núm. 1.444, f. 411 rto-vto.
A. H. P. L. P., Caiá y Valdés, Diego, núm. 1.495, f. 269-rto-vto. ((Angel
Cairasco y Juan Sánchez Ramos, de Las Palmas,. alcaldes veedores. y exa-minadores
del oficio de sombrerero, cumpliendo con las ordenanzas de la
12 ELISA TORRES SANTAKA
canario, dándose ya en los momentos inmediatamente posteriores
a la conquista Seguramente respondiendo a la necesidad de per-sonal
cualificado que existió siempre en las islas Canarias.
Es curioso el hecho de que los aspirantes a maestros pasasen
por toda una identificación, ya que en todas las ocasiones se de-tallan
los caracteres físicos más sobresalientes de cada uno de
ellos. Por ejemplo, cuando se examina a Domingo Pérez, de Telde,
se especifica que tiene treinta y seis años de edad, que era me-diano
de cuerpo, pelicastaño, la nariz baja y de color blanco. Se-ñales
todas ellas que se hacen constar para la identificación de
su personas. Esta medida respondía sin duda a la preocupación
por el posible fraude existente si una persona se examinaba por
untuvar.. AArUlnmCXLo LLurl1n~í Qncoa,na Cr \mmo r\nn+nrr<nn mn;r\n l f i r ;n+nnnnnn A-1 L U L L L L ~ r 3 ~~ L U L C ~ L L~LIL~JULL L U ~LL LLCLC~ ~CQ UCL
gremio, controlando más de cerca el acceso a él, pues no cabe
duda que el grado de maestro otorgaba una preeminencia so-cial.
Una vez cumplidos los requisitos, e! maestro ya consagrado
como tal podía establecer su propia
y un título que le capacitaba para
de España
tienda, tener sus aprendices
trabajar en todos los reinos
ASALARIADO
Ya hemos indicado cómo en muchos casos el período de apren-dizaje
suponía una forma de trabajo remunerado, ya que en casi
todas las ocasiones el maestro no sólo se limitaba a vestir, ali-mentar
y calzar a su alumno, sino que incluso cuando acababa
el tiempo convenido le entregaba un salario, que oscilaba entre
cincuenta y cien reales.
ci&&, y ~ ~ p m - lChQ~d_1 1 &Ega~i& & a&^ nf;&, h&n yi.r-0 nhrir
y examinado a Angel Guinovo de Conde, natural de Génova y vecino de
Tenerife. Mediano de cuerpo, pelilacio, picado de viruelas, de veinticinco
años de edad.))
M. MBOC ABRERAE:L trabajo ..., pág. 42.
56 A. H. P. L. P., Toro y Noble, Jerónimo, núm. 1.441, f. 412 vto-414 rto.
n A. H. P. L. P., Bethencourt Herrera, José, núm. 1.336, f. 154 rto-vto.
408 ANUARIO DE ESTUDIOS -4TLAnlTICOS
MS OFICIOS Y EL MU~?X) DE TRABATO EN GRAN CANAE~IA 13
No cabe duda de que la asociación aprendiz-maestro es de las
que se pueden llamar simbióticas, pues si bien el alumno apren-día
y ganaba algo, el maestro tenía bajo sus órdenes una serie de
obreros que le trabajaban para su tienda. Por otra parte, el alum-no
se entrega totalmente al. maestro, viviendo incluso en su pro-pia
casa, con lo cual es probable que su cometido no se limitase
a las labores propias del oficio, sino que excediera esos límites.
En lo que se refiere al trabajo asalariado, en el. período com-prendido
en nuestro estudio poco podemos decir, ya que de todos
es conocido que los documentos notariales de estas fechas no tie-nen
la minuciosidad y precisión de su primera época, el siglo XVI,
en Canarias. Asimismo, a fines del siglo XVII el Estado español
ha ce~evide lm iriciemente de p&lzciS~ y, por conriguiente, de
la oferta y de la demanda, lo cual hace que el tipo de contrato
privado, propio de sociedades pequeñas y cerradas, tienda a es-paciarse
cada vez más. No obstante, algún contrato de soldada
encontramos. Por ejemplo, el de un labrador que pone a soldada
a sii hijo de veinte años con el licenciado Cristóbal de Montes-deoca,
capellán de su Majestad y notario del Santo Oficio. La
obligación es para que le sirva, tanto en la ciudad como en el
campo, por la cantidad de ocho reales al mes y el sustento. Espe-cifica
que hace el contrato para poder sacar de la leva a su hijos.
Sin embargo, es algo poco frecuente, ya que este tipo de liga-zones
comienzan a establecerse de palabra y el documento deja
de ser necesario. Cuando éste se hace más preciso es cuando el
trabajo a acometer es una tarea de mayor envergadura. De ahí
que entre los contratos del trabajo estudiado predomina el de los
albañiles, carpinteros y canteros.
Es obvio que una persona que necesita un calzado estipulase
directamente con el zapatero el salario o precio del artículo. No
se le ocurría acudir al escribano a formalizar la operación, 10 cual
significaría un encarecimiento del producto.
58 A: H. P. L. P., Alvarez -de Silva, Andrés, núm. .1.456, f. 39 rto-40 vto.
&%m. 28 (1982) 409
ELISA TORRES SANTANA
CUADRO 111
Relación de las obras contratadas entre 1695-1710
Maestro Obra Precio
Aibañii y cantero
AibM y cantero
Albañil y cantero
Piloto
Carnicero
Médico
El puente y murallas de Las Palmas
Pozo para el lcdo. José de Berrera
Cuarto en la casa del racionero Ja-cinto
Mendoza
Viaje a La Guayra
Arrienda su oficio
Por atender un año a los miembros
del Cabildo Catedral
Por atender al Hospital de S. abartín
sz!prii. ~ 9 h~z j9~de xtp-. sy~.
de la Concepción de S. Bernardo
1.156 reales
800 »
10.000 »
3.300 »
145 »
anuales
1.100 reales
500 »
&?.Zks
6.160 reales
Nota: El médico es el mismo en las dos ocasiones.
Fuente: Protocolos notariales. Elaboración propia.
Si repasamos el cuadro 11 encontramos que el mayor número
de aprendices corresponde a los zapateros. Ahora bien, tras el
análisis del cuadro anterior se okerva cómo el predominio de
los contratos es para los albañiles y canteros. Evidentemente,
porque son obras de mayor envergadura, más riesgo y deben de
quedar bien concertadas Es más. algunas obras de gran impor-tancia,
que excedían el nivel privado y afectaban a la colectivi-dad,
pasaban a información pública mediante pregón. Así sucede
con unas obras que se acometen en el puente y murallas de Las
Palmas y que por su interés reproducimos íntegramentes9.
" A. H. P. L. P., Toro y Noble, Jerónimo, núm. 1.444, f. 418 vto-422 rto.
«El dieciocho de mayo de mil seiscientos noventa y ocho, Cristóbal
Ramírez, maestro del oficio de albañilería y cantería, como principal obli-gado,
y Antonio Espino y Gaspar de Castro, maestros del oficio de zapa-teros,
vecinos todos de Las Palmas, afirman que por acuerdo de la
Real Audiencia, los Sres. Justicia y Regimiento, se puso en pregón la fábri-ca
&l y X~-&-~-A&1 aanailco 65 la, que fiiZbfmc e&doc url
las grandes crecidas. Se apreció por los maestros la obra en: las tapias,
a 24 reales cada una, a veinte otras y las demás a 16. Se señala en la mu-ralla
detrás de cada una de ellas el precio y todo lo necesario.
Para la fábrica del puente, de cantería, se hicieron varios aprecios, en
cada tapia, a cuatro reales y medio y el precio total del puente en 1.156 rea-
410 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS OFICIOS Y EL MUhm DE TRABAJO EN GRAN CANARIA 15
El citado documento es ilustrativo, ya que resulta clarifica-dor
de cómo se establecía este tipo de contratos, al tiempo que se
refiere a unas crecidas del Barranco Guiniguada que no se reco-gen
hasta ahora, ya que las que tuvieron lugar con anterioridad
fueron a principios del siglo XVII, concretamente 1615, y están
fichadas por Viera y Clavijo @.
También la construcción y ampliación de una vivienda impli-caba
un gran esfuerzo económico, .así como la movilización de
una serie de recursos y fuerzas de trabajo.' De ahí.que sean va-rios
los documentos que poseemos en este sentido. Hay que des-tacar
el hecho de que no por casualidad las que encargan las
obras sean personas vinculadas a la Iglesia, racioneros de la ca-tedral
de Las Palmas, ya que eran los que realmente disponían
de capitaI. Uno de ellos encarga la construcción de una casa en
diez mil reales y el otro de un pozo en ochocientos 62.
Asimismo, consideramos interesante reseñar. el costo de una
compleja obra de carpintería, la del coro bajo de Nuestra Señora
de la Concepción, en la Orden de San Bernardo, rematada en el
maestro Francisco de Quesada en tres mii ochenta reaiesb3, do-les.
Por esa cantidad se remató la obra en Cristóbal Ramírez. Por su cuenta
tenía que poner todos los materiales: madera, cantería, cal, empedrado,
clavazón. El día primero de junio debían de comenzar los cimientos, pro-fundizando
lo necesario y con la condición de que el estribo del medio
del barranco, que se llama bastión, y sobre el que se funda el puente,
debe de estar vara y media más alto que ahora, y los de los lados, urisr
vera más. Terminadas las obras del puente recibirá los 1.156 reales. Las
murallas se le pagarán según el precio del remate, las del Torii, donde
está el portillo abierto, a diecinueve' reales y medio, por ser dobles, y las
aemás muraiias que se han de acrecentar, a once reaies y meüio, con ia
condición de que le irán socorriendo con el dinero necesario para la pre-visión
de los materiales y coste de la fábrica.
60 J. VIERAY CLAVIJOo: p. cit., t. 11, pág. 176, nota núm. 2.
61 A. H. P. L. P., Toro y Noble, Jerónimo, núm. 1.444, f. 403 rto-405 vto.
62 A. H. P. L. P., Alvarez de Silva, Andrés, núm. 1.457, f. 283 rto-284 vto.
L, - N. E. F. L. F., Figueroa Vargas, ¿&aro, núm. i.Gi, f. 3a3 riü-384 vto.
«Francisco de Quesada y Antonio Acosta Narváez, maestros carpin-teros,
vecinos de Las Palmas, después de haber sido pregonada la obra
de sillería del coro bajo de Ntra. Sra. de la Concepción, orden de S. Ber-nardo,
y después de litigar con el Sr. Obispo, no conforme con el precio
inicial de seis mil ciento sesenta reales, acuerdan rebajarlo a la mitad,
16 ELISA TORRES SANTANA
cumento que también reproducimos íntegramente por su inte-rés.
No obstante, hay que tener en cuenta que el salario podía ser
importante. pero que el trabajo iba a durar ocho meses y que era
necesario para realizarlo una alta cualificación.
Destaca también, dentro de la relación contenida en el cua-dro
111, la contratación de un piloto para efectuar un viaje a La
Guayra, trabajo por el que percibirá trescientos pesos, o sea, tres
mil trescientos realesH, con lo cual llegamos a la conclusión de
que esta actividad estaba bastante mejor remunerada que la de
carpintero. aunque, como en el caso anterior, se le exigiesen
a éste dotes de artista. Nos parece interesante también reseñar
l-a- contratación que se establece entre el médico escocés Guiller- m,.-..& ---,..-- DuieL, VCL~IIU de Las Palmas, y ei Cabildo catedraliciv para
cuidar de sus miembros 65, y, por otra parte, con el obispo Ber-nardo
de Vicuña, para cuidar de los enfermos del hospital de San
Martín y suministrarle medicinas
A su vez, los maestros de las diferentes especialidades se abas-tecían
de la materia prima necesaria para su trabajo mediante
concierto con los t,rabajadores. Así, Cristóbal Ramírez, el mismo
que trabajaba en la muralla de la ciudad de Las Palmas, se apro-visionará
para una de sus obras mediante concierto con Sebastián
Barrera, también vecino, que se compromete a entregarle un
horno de cal de buena calidad a diecinueve reales el cahíz 6i. O en
el caso del-maestro lanero Nanuel de Salas, a quien muchas ve-y
les es adjudicada. Por lo tanto, se obligan a hacerla en madera de
viñatigo de la Palma, y las tarimas y escaleras de tea.
Cada silla tendrá 2/3 de ancho de brazo a brazo, y el respaldo sin
ningunz labor. S610 en las sillas altas se verá remate. Todas serán igua-les,
excepto la abadid, prioral y subprioral; la abadial llevar& una ima-gen
de Ntra. Sra. de media talia, y las otras dos, la de San Benito
y S. Bernardo, también de media talh. A1 cargo de los maestros irán la
madera necesaria. Se adjudica Ia obra el cuatro de diciembre de mil seis-ci~
int.nsn oventa y -&, ~nmpinm-&f&dn-~!z tm-minsrl~e l 11710 &
de mil seiscientos noventa y siete.))
A. H. P. L. P. Betancurt Cabrera, Lucas, núm. 1.477, f. 192 rto-193 rto.
6 A. H. P. L. P., Figueroa Vargas, Lázaro, niun. 1.431, f. 9rto-10 rto.
66 A, H. P. L. P., Figueroa Vargas, Lázaro, núm. 1.431, f. 360 vto-361 vto.
67 A. H. P. L. P., Roteta, Cristóbal de, núm. 1.487, f. 82 rto-83 vto.
412 ANVARXO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LOS OFICIOS Y EL -DO DE TR.BAT0 EN GRAN CANARIA 17
ces vemos tomando aprendices se abastece de lanas con un vecino
de Téror, Bartolomé Pérez Lorenzo, que se obliga a entregarle
tantos quintales de lana larga, a cuarenta reales el quintal, y de
la corta a treinta, como le hiciesen falta para su trabajo
De esta forma quedaba el mundo del trabajo reglamentado:
los maestros que estaban capacitados ejecutaban las obras y di-rigían
a sus aprendices, mientras que les daban trabajo también
a otros vecinos de la isla, que de esa.fornia quedaban converti-dos
en abastecedores de materias primas, útiles de trabajo en
los casos en que era posible. Cuando no, los materiales provenían
de la Península o el continente europeo, hecho éste que forta-lecía
a6n más la actividad mercantil del archipiélago.
En las islas Canarias, concretamente en Gran Canaria, existió
la estructura gremial, si bien no fue un esquema rígido y cerra-d=,
ceme eil e! reste de! t e r r l t ~ r íe~sp añd. lur,cimar=n !=S ,re=
mios de una forma mucho más permeable, permitiendo el acceso
a su seno de todas las personas, independientemente de su posi-ción
social, puesto que hasta los esclavos, negros o mulatos tu-vieron
posibilidad de entrar en ellos.
Tampoco los límites de edades, al entrar o salir de un esca-fón,
se cumplían de forma estricta en Gran Canaria. Sucedía más
bien que los márgenes eran mucho más amplios que en el resto
de España.
El estadio del oficiaIazgo se presenta, además, de una forma
confusa. Sacamos la impresidn de que era un puro trámite para
poder ingresar en el magisterio, puesto que las referencias son
siempre vagas y se le concede en los documentos un tratamiento
muy inferior al de los aprendices y maestros.
La entrada en el gremio era para muchos la forma de asegu-rarse
un sustento diario, además de la posibilidad de aprender al
mismo tiempo un oficio que permitiese ascender en el escalafón
social.
66 A. H. P. L. P., L&pez de Salazar, Gabriel, niim. 1.498, f. 76 rt0-77 vto.
Núm. 28 (1982) 413
18 ELISA TORRES SA~~TANA
En el caso de Gran Canaria se aprecia que por encima de las
propias autoridades gremiales, incluso para los asuntos relativos
al gremio, se encontraban las autoridades locales, el Cabildo, que
con el control sobre los examinadores y los exámenes tenía ase-gurada
su preeminencia.
Asimismo debemos destacar que Gran Canaria, al igual que
el. resto del archipiélago, por su situación de encrucijada marí-tima,
enclave comercial y, por consiguiente, punto de conver-gencia
de gentes de la más variada índole, gozó de una mayor
permisividad no sólo con respecto a las estructuras gremiales,
sino que la moviIidad social fue también mayor. Así, cualquier
vecino o persona que lo sol.icitase, independientemente de su ve-cindad,
podía ingresar en el escalafón más alto del gremio, siem-pre
que probara públicamente su destreza.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS