E T N O H I S T O R I A
LA ETNOHISTORIA Y SU APLICACIdN
EN CANARIAS: LOS MODELOS DE GRAN CANARIA,
LANZAROTE Y FUERTEVENTURA
ANTONIO TEJERA GASPAR
JOSE J. JIMÉNEZ GONZALEZ
JOSÉ C. CABRERA PÉREZ
La aplicación de la Etnohistoria a la reconstrucción de las
culturas prehistóricas de las Islas Canarias, es una estrategia
de investigación bien conocida en otros ámbitos culturales,
como el americano, para el estudio de las Culturas Precolom-binas,
y cuyos evidentes resultados son buena prueba de las
posibilidades que ofrece el método.
Las fuentes escritas fueron utilizadas desde las primeras
síntesis de la Historia de las islas y, de otra parte, como apoyo
compJementario a la información derivada de la Arqueología.
Y! emaya de este =&G~G rea!fzado por V. Martic de UUzm5ri
(1977) para el estudio de una comarca arqueológica de Gran
Canaria, el Valle de Guayedra (Agaete), marca un punto de in-flexión
que con posterioridad desarrollarían otros autores
(R. González Antón y A. Tejera Gaspar, Los aborigenes cana-rios
!?98?). Ystcs mismas atares e-, L=s mltums at;ur@enes
de las Islas Canarhs (19871, E. Martín Rodríguez en su estudio
sobre la isla de La Palma (1986) y J. J. Jiménez González en
su trabajo sobre la crónica de A. Sedeño (1986) y José Carlos
Cabrera, igualmente, en la crónica Le Canarien (1986).
2 A. TEJERA GASTAR, JOSÉ J. JIMÉNEZ GONZÁLEZ Y JOSÉ C. CABRERA PÉREZ
El uso de la Etnohistoria para el estudio de las culturas ca-narias
forma parte, asimismo, de un proyecto de investigación
en el que pensamos integrar todas y cada una de las manifes-taciones
de su cultura, puesto que en este modelo no cabe di-sociar
la informacicn arqueológica, de las diferentes fuentes
documentales, ya sean relatos de viajeros, crónicas de conquis-ta,
historias generales y, en algunas islas, Acuerdos del Cabil-do,
datas de repartimiento o protocolos notariales. Toda esta
información ha de ser necesariamente contrastada con disci-plinas
como la ecología cultural y, en otro sentido, aplicando
criterios metodologicos como el análisis comparativo con otras
culturas, con las que las canarias noseen afinidades al estar
emparentadas con las de los pueblos prerromanos del ámbito
&ricam: I i b i~sM, a~res,G éti*!~, Gurcma~tes..,. mti,muas p-blaciones
bereberes, así como a través de las manifestaciones
culturales que de ellas han sobrevivido en los diferentes gru-pos
que hoy se distribuyen en un espacio geográfico que abar-ca
desde el norte de África hasta el Sahara y el cinturón sub-uaharime.
EI análisis de las diferentes sociedades aborígenes, es un
punto de partida previo para la comprensión de todos y cada
uno de los fenómenos conocidos en las islas y para realizar,
asimismo, una lectura global de sus manifestaciones materiales.
LAS FUENTES ESCRITAS Y EL HISTORICISMO
Uuchas de las interpretaciones realizadas sobre estas cul-twas
m re han h e c h ~d esde el conocLrniento de la estrwt.iir8
de la sociedad (emic), sino desde fuera de ella (etic), aplican-do
criterios etnocentricos que, en muchos casos, ha contribui-do
a desvirtuar un correcto entendimiento de aquéllas. Como
paradigma de estos análisis haremos referencia al episodio de
Thn7ln <P~TPSVR ~ T T P ~1P4R85 \ 1 travbs del que se nos ha trans- A Y.""'"I .,.. .,- --- . -. -- -, - - -. - , , -- - . --
mitido cómo los gomeros se habían rebelado contra su Señor,
Hernán Peraza, y le habían dado muerte para reparar la ofen-sa
cometida contra ellos porque había ultrajado su honor, al
mantener relaciones amorosas con una joven gomera -Iba-
18 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA ETNb HISTORIA Y SU APLICACI~N El\' CANARIAS 3
lla- quien da nombre al citado Episodio. Se han introducido
aquí modelos de la sociedad europea bajomedieval, a seme-janza
de las formas caballerescas al uso en el último tercio del
siglo xv, cuando suceden aquellos acontecimientos. Esta inter-pretación
etnocéntrica contrasta, a nuestro juicio, con otra rea-lidad
muy diferente. Hernán Peraza, por pacto de colactación,
pertenecía a uno de los dos bandos -secciones- en que se
hallaba dividida la isla. El mecanismo social de estas comuni-dades
hace que por la celebración de dicho pacto fuera consi-derado
como uno más de su grupo, es decir, como un crhenna-non.
En sociedades de organización dual como ésta, la endoga-mia
está rigurosamente prohibida y forma parte de los tabúes
sociales. La infracción de esta norma lleva consigo la muerte
de quien la incumpla. Hernán Peraza mantuvo relaciones amo-rosas
con una mujer de su propio bando y, consecuentemente,
habría de repararse esta ofensa social, de concepción contraria
a la que se deduce de la tradición posterior, ya deformada, y
creada a partir de unos paradigmas y unos comportamientos
de la sociedad europea que nada tenían que ver con la primiti-va
sociedad gomera.
En este sentido se puede hacer referencia a la existencia de
supuestas premoniciones relativas a la llegada de unos hombres
por el mar, que posteriormente se reinterpretarían, desde la
óptica europea, como clara alusión a la presencia de los conquis-tadores,
utilizado como una forma de justificar su presencia y
su conquista.
«Fue preguntado a los ancianos de Gran Canaria si tenían
alguna memoria de su nacimiento, de quien los dexó allí,
y respondieron: Nuestros antepasados nos dixeron que
Dios nos puso e dexó aquí e olvidónos; e dixéronnos, que
por la vía de tal parte se nos abriría un ojo o luz por don-de
viésemos.
Y señalaban hacia España, que por allí avían de ver e
se les avía de abrir ojo por donde avían de ver» [A. Ber-náldez
(F. Morales Padrón), 1978: 510-5111,
Un texto i,gualmente vago haciendo referencia a situaciones
semejantes aparece en la obra de A. Espinosa, cuando relata
una de estas «premoniciones» debidas al adivino o santón
-Gua?'iameñe-
«éste les había dicho que habían de venir dentro de unos
pájaros grandes (que eran los navíos) unas gentes blan-cas
por la mar, y habían de enseñorear la isla» (A. Espi-nosa,
1980: 59).
En ambos casos, las confusas referencias a los barcos y al
mar han dado pie a pensar, sobre todo a través del texto de
A. Bernáldez, que los canarios podrían estar aludiendo a una
antigua tradición conservada entre los miembros de la comu-nidad
en la que se habría mantenido vivo el recuerdo de su
arribada a la isla. Con la ayuda de algunas frases complemen-tadas
con documentos de otras islas, proponemos una lectura
alternativa a lo que antecede. Abreu Galindo había recogido de
los antiguos majoreros, una leyenda en la que una mujer -Tu-monante-,
considerada como santona o adivina, les había
predicho
«que por la mar habria de venir cierta manera de gente:
que la recogiesen, que aquéllos les habían de decir lo que
habían de hacer. También dicen que muchas veces se les
aparecía una mujer muy hermosa, en sus necesidades; y
que por ella se convirtieron y hicieron cristianos todos))
(Abreu Galindo, 1977: 68).
Abreu Galindo, igualmente, utiliza la leyenda para hacer una
interpretación etnocéntrica, encontrando en ella la causa de la
rápida incorporación de la isla a las exigencias normandas,
unos doscientos años antes de que él recogiera esta informa.
ciSn eri P~e&ventUr,z.
De forma semejante es la que se conservó en El Hierro, re-lacionada
con el santón o adivino Yone en el sentido de que
«al tiempo de su muerte, llamó a todos los naturales y les
dijo cómo él se moría g les avisaba que, después de
él muerto y su carne consumida y hechos cenizas sus
huesos, había de venir por la mar Eraoranzan, que era el
que ellos habían de adorar (. . .) que les había dicho que
su dios había de venir por el mar en unas casas blancas))
(Abreu Galindo, 1977: 92-93).
20 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Ante todos estos relatos, bastante confusos y aún contradicto-rios,
hemos pensado que se esta haciendo referencia a la con-cepción
que las diferentes comunidades insulares tenían acer-ca
de los espíritus de sus antepasados, al lugar adonde acudi-rían
después de su muerte, las diferentes formas en que se les
aparecían y seguramente al viaje de las almas por el mar, con
el sol, etc. Un texto de Gomes Escudero podría resultar reve-lador
para entender la lectura que proponemos de los que an-teceden.
((Parece que por lo que los rnaxoreros i canarios creían,
admitían la inmortalidad de el alma, que no sabían luego
explicar. Tenían los de Lancjarote y Fuerteventura unos
lugares o cuebas a moüo Üe tempios, onue nacían sacrifi-cios
o agüeros (. . .), onde haciendo humo de ciertas cosas
de comer, que eran los diesmos, quemándolos tomaban
agüero en lo que hauían de emprender mirando a el jumo,
i dicen que llamaban a los Majos que eran los spíritus de
sus antepasados que andaban por los mares i venían allí
a ciaries auiso quando ios iiamaban, i estos i toCios ios is-leños
llamaban encantados, i dicen que los veían en for-ma
de nuuecitas a las orillas de el mar, los días maiores de
el año, quando hacían grandes fiestas 4.. .) veíanlos a la
madrugada el día de el maior apartamiento de el sol en
el signo de Cancer» [Gomes Escudero (F. Morales Pa-drón),
1978: 4391.
La constante referencia a seres que vienen por el mar pare-ce
posible interpretarla, a partir del texto señalado, como los
espíritus de los antepasados a quienes se les consulta todo lo
píritus de los antepasados se desprende también de la tradi-ción
atribuida a Yone, al relacionar su muerte con la venida
del dios en unas casas blancas, por el mar.
Esta lectura alternativa se ha hecho a partir de la propia
reaiidaü dei muncio aborigen, es decir, conociendo su cosmo-gonía,
sin aplicar concepciones de otras culturas para inter-pretar
estos fenómenos como premoniciones o mitos de revi-talización,
semejantes a los conocidos en algunas culturas de
pueblos primitivos del océano Pacífico, puesto que nos halla-
Núm. 33 (1987) 21
6 A. TEJERA GASPAR: JOSÉ J. JIMÉNEZ GO-IZÁLEZ Y JOSÉ C. CABRERA PÉREZ
mos en contextos culturales bien distintos, así como con fenó-menos
históricos que no parecen corresponderse con semejan-tes
mecanismos ( M. Eliade, 1985).
La aplicación de la Etnohistoria plantea una serie de pro-blemas,
algunos d.e los cuales tendremos ocasión de analizar,
aunque igualmente existen aspectos para los que puede tener
una validez permanente, como lo relativo a la reconstrucción
de las funciones de algunos instrumentos; para las técnicas y E
tratamiento del vestido, así como lo referente a la vivienda y E
ritual h n e r a r i ~yU e, Ius czsos como e1 -kl&o, ~ e g - z ; = ~ ~ O
n utilizando casi exclusivamente la información escrita como -
m
O
E Úriica fuente para su conocimiento. E
2 En lo que respecta a los problemas o límites de la Etnohis- -mE
toria como modelo para el estudio de las culturas canarias,
i i a~e i l i~i-se feroileia a Una de ejemplos IEII~' c ~ ~ c r e t o s . 3
-
Uno de ellos sería su validez para el conocimiento global de
una isla como La Palma o Gran Canaria, aunque quizá el pa-radigma
de La Palirna resulte más explícito. Los estudios ar-queológicos
de esta isla han revelado, al menos, dos tipos ce-rámicos
diferenciados en cuanto a formas, tratamiento en su
elaboración, así como en los motivos decorativos. La discusión 2
n
planteada y aún no resuelta, estriba en saber si los dos tipos
cerámicas son el resultado de dos grupos culturales bien di-ferenciados.
El estud.io analitico de los otros componentes de
la CU1hraif i ~pa rece ser --T., nn~ralrirlnr
lllCIY IFi VF(IF+UVI de estus diferencia
(M. Kernández Pérez, 1977). En el supuesto d.e que los tipos
ceramicos respondan a la presencia de dos grupos étnicos di-fererrciados
¿qué validez tendrían las fuentes escritas como
base para la reconstrucción de su organización social, de su
esti-;cydra politiza de mafiifesi~cienvs espiritid&s? En,
ese caso, la información que reflejan los textos sólo serviría
para entender la fase epigonal de una realidad ya homogénea,
de una sola cultura o, si se prefiere, de la ¿síntesis cultura1 de
las dos? En este caso, la aplicación del método tendría un in-
22 NVUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
terés muy mediatizado y difícilmente sería válido, no para ex-plicar
algún tipo de evolución o cmbio cultural en aquellos
aspectos, sino que su información quedaría inutilizada desde
esa perspectiva. Siguiendo con aquel supuesto, cabría otra po-sibilidad
para el tratamiento del problema. Que los dos grupos
étnicos -supuestamente emparentados con los tipos cerárni-cos-
se hubieran ido fusionando en un largo proceso históri-co-
cultural, produciéndose finalmente una síntesis reflejada con
posterioridad en las fuentes y, como hemos dicho, al tratarse
de una fase epigonal de la cultura, sólo serviría para obtener
una visión sincrónica de aquella realidad. Por el contrario, si
se confirmara que la dualidad material -tipos cerámicos-responde
a una dualidad cultural manifestada en otros com-ponentes
de su ergología, y que ambas coexistieron en la isla
hasta fines del siglo m, en ese caso creemos que las fuentes
escritas no podrían ser utilizadas con el mismo criterio que lo
hacemos para otras islas, en donde parece evidente la existen-cia
de un solo grupo étnicocultural. Este mismo problema se
puede hacer extensivo a otras islas como Fuerteventura donde
igualmente se hallan presentes dos tipos cerámicos, aparente-mente
diferenciados.
Como hemos indicado, la reconstrucción de las sociedades
aborígenes se establece a partir de una información múltiple:
de las fuentes escritas, de la arqueología, de la ecología cultu-ral
... y, en estos problemas, la investigación arqueológica y, de
manera especial, las series de materiales estratificados son la
base documental complementaria que puede indicar si los di-ferentes
materiales corresponden a otros tantos grupos cultu-raies
o, por el contrario, aquéiios son ei resuitado de un largo
proceso en el que una comunidad ha adoptado formas cultu-rales
diversas, que posteriormente conviven formando parte de
su identidad.
Dentro de lo que hemos planteado como límites de la Etno-ñistoria
o probiernas en su apiicación, se haiia también todo
lo referido a la reconstrucción, a partir de ella, de los modelos
de organización sociopolítica, puesto que las fuentes escritas
del siglo xv sólo reflejan un momento de la vida de esas comu-nidades,
imposibilitando conocer cuál o cuáles fueron los cam-
Núm. 33 (1987) 23
8 A. TEJERA GASPAR, JDSÉ J. JIMÉNEZ GONZIÚEZ Y JOSÉ C. CABRERA PÉREZ
bios o retrocesos producidos durante mi1 quinientos o dos mil
años desde la llegada a las islas hasta su desaparición a lo
largo de los siglos xv y XVI como grupos étnicos diferenciados.
Ciertamente ésta es una de las tantas lagunas que el méto-do
posee; la dificultad de conocer si se han producido trans-formaciones
importantes. Como toda forma de conocimiento
para la reconstrucción de una realidad histórica, tampoco ésta
puede conseguir una información total, como sucede con las
restantes disciplinas de las que hace uso el prehistoriador.
Pero aún así se puede ofrecer un acercamiento a esa realidad.
Si se establece una interrelación entre las fuentes escritas como
representativas de la sincronía cultural, frente a la Arqueolo-gía
como ciencia que aporta una visión diacrónica de esa mis-ma
realidad, es posible objetivar mejor lo que se quiere recons-truir,
puesto que si en los modelos de asentamiento, en las
transformaciones de los núcleos poblados, así como en la cul-tura
material, no se han producido cambios cualitativos im-portantes,
ello permitiría valorar hasta qué punto se han pro-ducido
grandes cambios en los núcleos sociales y económicos
que servirían como indicadores de aquéllos. Por otra parte, a
través de la propia documentación se pueden detectar posibles
estadios o transformaciones, aunque ello no deja de plantear
otro problema, como el de la correcta interpretación acerca de
la supuesta evolución en diferentes estadios de organizacion,
desde formas simples hasta modelos más complejos que pare-ce
desprenderse para Gran Canaria del episodio de Attidama-m,
recogido por Abreu Galindo y L. Torriani, al hacer referen-cia
a un «estadio primitivo de organización)) antes de alcanzar
formas más ({desarrolladas)).
({Antiguamente, los canarios llevaban vida errante y sin
jefe ni gobierno. Cada familia vivía independiente y obe-decía
al más importante de ella t.. .). Poco tiempo antes
de que empezuse U descTIhrirse iin mlmrln m~ew en este
hemisferio del océano, ocurrió que una mujer de noble
estirpe, llamada Attidamana, rica de los bienes que en-tonces
podría conceder la fortuna pastoril, fue insultada
por un jefe de familia, donde antes era acostumbrada a
ser honrada por todos y tenida en mucha consideración.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
Por cuya razón, enamorándose de un fuerte y valiente ca-pitán
dicho Gomidafe, se casó con él; y éste hizo después
tal guerra a todos los demás, que vino a ser el príncipe de
ellos y de la isla.
Gomidafe y Attidamana tuvieron dos hijos, Egonaiga
y Bentugoihe, .los cuales después de muerto el padre, di-vidieron
la isla entre sí, llamándose cada uno por su parte
Guanarteme. (.. .) Con la paz que después tuvieron los ca-narios
entre sí, debajo del gobierno de los reyes, empeza-ron
a fabricar juntos casas y poblaciones y a reunirse
para vivir urbanamente, abandonando la vida pastoril y
rustican (L. Torriani, 1978: 96, 97, 99).
Ante este texto caben varias lecturas. Puede ser entendido
como una referencia cierta a posibles estadios evolutivos por
los que pasaría la sociedad de Gran Canaria, desde su llegada
a la isla hasta fines del siglo xv. En éste, como en otros múlti-ples
ejemplos, la Arqueología es el argumento que sirve de con-traste.
De igual forma que en otras islas, no poseemos series
cronológicas de los diversos núcleos urbanos, ni se ha realiza-do
tampoco con las existentes, una secuencia de materiales y
su relación con los tipos de asentamientos para comprobar los
cambios producidos.
Esa lectura hecha desde una perspectiva histórica plantea,
asimismo, un problema, puesto que creemos que este episodio
hace referencia a un mito de origen relativo a la descendencia
del linaje que gobierna y se halla emparentado con un antece-sor
femenino. La denominada interpelación de Autindam «han
eres tu Utindanun que J. Álvarez (1960: 45), después de su es-tudio
lingüístico, traduce como « jeres acaso algún nobEe Utin-duna?)),
pudiendo ser uno de los tantos argumentos para su
aceptación en este sentido. La fracción de los Kel Rela de los
tuaregs se hacen descender, igualmente, de un antecesor feme-nino,
la reina Tin Hinan. Por otra parte, tanto en La Gomera
como en Tenerife, se conocen sendos mitos de origen referidos
a un personaje masculino, considerado el antecedente y el ori-gen
legendario de los linajes familiares que gobiernan cada
una de las islas, y a partir de quienes se crean los cuatro ban-dos
o secciones que dan origen a la sociedad dual de La Go-mera,
así como a los nueve menceyatos de Tenerife, resultado
de una organización de tribus segrnentarias. La creencia de
que se puede aplicar a estas sociedades una cronología histó-rica
-tiempo histórico- como si se tratara de una sociedad
europea, ha distorsionado, a nuestro juicio, una correcta intsr-pretación
de muchos aspectos del mundo aborigen. Por el con-trario,
pensamos que su a.nálisis habría de hacerse a partir del
concepto de (<historia» propio de estas comunidades, más em-parentado
con un tiempo mítico, que con una visión diacrónica
a la manera de la concepción occidental de la Historia.
Como consideración final, creemos que son muchas las po-sibilidades
que pueden obtenerse a partir de la aplicación de
este modelo de investigación del que sólo hemos presentado
algunos aspectos. Las futuras investigaciones, de seguro con-tribuirán
a crear un modelo para apIicarlo a las peculiares cul-turas
de las Islas Canarias.
En las páginas siguientes se proponen dos modelos etnohis-tóricos.
E1 estudio de Gran Canaria, realizado por José J. J h é -
nez González sobre un texto de la crónica de A. Sedeño, desde
el que reconstruye los distintos niveles de la estructura econó-mica,
social y política, así como todos los mecanismos que in-tervienen
en cada uno de los procesos. José Carlos Cabrera
Pérez, por su parte, lo hace a partir de la crónica Le Canarien
para reconstruir la Prehistoria de Lanzarote y Fuerteventura.
EL MODELO DE GRAN CANARIA
-A - -s e- -m - - e- janza de los habitantes de otras islas del Archipiéla-go
(La Palma, El Hierro, Fuerteventura, Lanzarote y Tenerife),
los de Gran Canaria poseían uno de los alfabetos del conjunto
líbiico-bereber, perteneciente al tronco lingüístico Camito-semí-tico,
que en el pasado se extendía por todo el Magreb, desde
!ES rriárgene-; del Nilo hasta 1s- Islas Canarias !Ge Camps, 1980:
16; P. Salama, 1983: 528). El alfabeto Tifinagh usado actual-mente
por las comunidades tuareg del Sahara, guarda irnpor-tantes
rasgos de similitud con aquél, aunque diferenciado en
ciertas variantes.
26 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA ETNOHISTORIA Y SU APLICACI~N EN CANARIAS 11
No hablamos, pues, de una cultura ágrafa, sino de un tipo
de escritura que «por su carácter pluridialectaln (P. Salama)
presenta serias dificultades para su transcripción, no pudiendo
ser una fuente textual directa de la que podamos obtener den-sos
contenidos. Por otro lado, el carácter socio-cultural de los
aborígenes les impelía a no tener en común uso la escritura,
cosa muy distinta a no poseerla. Ante la carencia de fuentes
escritas indígenas, podemos hacer uso de textos anteriores,
sincrónicos y posteriores a la Conquista; éstos abarcan un am-plio
espectro en el que se incluyen relatos, crónicas e historias,
que brindan interesantes datos etnográficos sobre el mundo in-dígena:
a) Anteriores a la Conquista. Se trata de descripciones so-meras
y parciales, aunque de indudable interés, por ser noti-cias
de {(primera mano)), a pesar de que algunas no aparecen
reflejadas en las crónicas posteriores y otras no han podido
ser contrastadas aún con los datos arqueológicos u otros docu-mentos.
Sin duda alguna, el relato más importante se debe al
piloto genovés Nicoloso da Recco, participante en la expedición
de Angiolino del Tegghia de 1341.
b) Sincrónicas a la Conquista. Constituyen una variada
gama de textos y relatos de obligada lectura, al poner en rela-ción
a los aborígenes con los europeos, suministrándoles aqué-llos
los testimonios directa e indirectamente. Las más destaca-das
son:
9 Le Canarien (1404-1408).
G. E. Azurara (1451).
Alvise da Ca da Mosto (1455).
9 Las crónicas de la Conquista (F. Morales Padrón, 1978).
A. Sedeño, G. Escudero, Matritense, Lacunense, Ovetense ...
C) Posteriores a la Conquista. A fines del siglo XVI y a lo
iargo Üel sigio XVII se sucede un tercer ciclo, más historiográ-fico
que documental, que recoge, sintetiza e interpreta la in-formación
anterior, incorporando en algunos casos, bien por
la vía de la tradición oral o por medio de testimonios escritos
y fuentes locales, nuevos detalles sobre los aborígenes, muchos
Núm. 33 (1987) 27
no contenidos en el núcleo de las crónicas primitivas. Destacan
entre ellos:
e Leonardo Torriani (1592).
@ Fr. J. Abreu Galindo (1602).
Q López de Ulloa (1646).
Q Fr. José de Sosa (1678).
Tomás A. Marín y Cubas (1687).
Las fuentes escritas poseen una serie de peculiaridades que
es preciso señalar. En primer lugar, al haber sido elaboradas
por personas extrañas a la realidad canaria, que poseían unas
categorías dispares o incluso contrapuestas a las existentes en
1- ---:-,J..,J :-A:---.. XTr. L A ,J- n-r+....z*..-*c. -1 e....A.-.tn* la auuouau n L u L s c i l a . ~ u Au l a UG r s ~ ~ . ~ a l r a ~GI~ l u n T,,- ..,. b c u a b b ~ l GULU-céntrico
de muchos de sus comentarios, cayendo en el lógico
error de traducir y adaptar instituciones a los esquemas men-tales
y culturales de los que proceden. Pero «es misión del his-toriador
el saber tamizar tales errores de las fuentes y poder
nr i r -Arn- A A ~ l l o c .t vnc ~ ~ mAornta A n n r ~ ~ o n i Ánnr í t ino cnhrn niqnc- a c 1 V L L U G UG Guao b ~ a uo r i a ~ A G A Uu~b y u r u h ~ v ~krl r b r u a O U * J I ~b ueu-tiones
de esta índole)) (C. Estepa Díez, 1982: 125-1281. En este
sentido, la arqueología científica puede desmitificar narracio-nes,
descubrir supercherías o disipar errores, pues el valor de
las fuentes etnohistóricas será tanto mayor cuanto más se apro-xima
a la veracidad documental objetiva más que a la narra-tiva,
motivante de situaciones, circunstancias y personalidades.
Teniendo en cuenta estos preceptos, podremos realizar una es-tricta
labor de selección y ordenación de la documentación es-crita,
evitando de esa manera, con un minucioso análisis, las
c~~tradiccieneys disparidades y%? se desprenden de ellas.
Nos queda por plantear un último problema, a la vez de ca-rácter
cuantitativo y cualitativo. Por lo común se ha generali-zado
-salvo excepciones- la opinión de que la pobreza es la
nota característica de nuestras fuentes y, consecuentemente, su
infermuviSn es escasa, en iinx lSgi~ci, amcpe desiyml mmpa-ración
con las que se disponen para el continente americano o
el ámbito australiano. Pero, aun contando con esas limitacio-nes
y, sin caer en el tópico de la engañosa abundancia, ambas
consideraciones merecen ser revisadas.
28 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLmTICOS
En el primer caso -el cuantitativo- está fuera de toda
duda que las crónicas y primeras historias representan un nú-mero
limitado, ya que apenas pasan de la veintena; contando
incluso que algunas son refundiciones y recopilaciones tardías,
entrelazadas de forma repetitiva, y en espera de «redescubrir»
nuevos documentos, habremos de ceñirnos a las pocas existen-cias.
Y en lugar de pretender una panacea prolífica de datos y
prebendas textuales, sería mejor, tal vez, intentar ser prolífi-cos
en su análisis. Esto nos conduce al segundo plano: la cali-dad
de la información que ofrecen. ¿Es tan pobre y escasa
como tradicionalmente se ha sostenido? Dejando atrás las lec-turas
apresuradas y superficiales que nada pueden aportar
por su mismo carácter, hemos de responder, por el contrario,
que las crónicas no son cualitativamente pobres sino, en todo
caso, relativamente abundantes en información. En dos tipos:
explícita (la que se lee en ellas directamente) e implícita, que
puede llegar a ser más rica que la anterior, Todo dependerá
de la metodología más o menos rigurosa que empleemos y del
aprovechamiento integral que estamos obiigados a realizar, iras
sucesivas y reiteradas lecturas, preguntas y cuestionamiento de
sus contenidos globales.
Nuestra propuesta metodológica la ejernplificaremos en un
fragmento de la crónica de A. Sedeño. La idea básica que he-mos
seleccionado radica en la construcción de casas por los
antiguos canarios. A partir de ella intentaremos esbozar un
campo algo más amplio de relaciones entre los modelos de
asentamiento horizontal y el resto de las manifestaciones in-dígenas.
((Tenían casas fabricadas de piedra solo, sin mescla de va-rro
que cal no conocieron. Las paredes eran anchas i mui
iguales i ajustadas que no hauían menester ripios. Húbo-la
de rnui grandes piedras que parece imposible que hom-bres
las pusiesen unas sobre otras t.. .). Levantaban las
paredes de 'U-üeii -üíiaS Y-ue i ei-lSiIL1a
atrauesaban maderos rnui gruesos de maderas incorrup-tibles
como tea, sabina, cedro, u otros; poníanlos mui
juntos, i ensima ponían un enlozado de pizarras o lajas
muy ajustadas, i encima otra camada de ieruas secas, i
después tierra mojada i pretábanla mui bien, que aunque
Núm. 33 (1987) 29
lleuen muchos días corre el agua por ensima sin detri-mento
alguno. Las entradas de estas casas es un callejón
angosto en algunos i después el cuerpo de la casa quadra-do
i con aposentos a los lados i enfrente a modo de capi-llas;
síguense a estas otras allí juntas entre aquellas caui-dades
i forman un lauerinto con sus lumbreras. En ellas
se reparten sus familias i lo que han de comer (. . .). Sola
una casa que fue la de Guanartheme se halló aforrada en
tablones de tea mui ajustados, que no se conocían las
junturas, ensirna estaban pintados de blanco (.. .) i de co-lorado
(. . .) i de negro (...l. Otras muchas casas tenían
pintadas, y cuebas con colores (. ..) y las ajumaban con
(. . . ) rajas de tea que encendían a prima noche en las puer-tas
de las casas.. .» [A. Sedeño (F. Morales Padrón), 1978:
375-3761.
Partiendo de esta información explicita podremos inferir
una serie de aspectos implicitos de suma importancia, que re-sumimos
y esquematizamos a continuación:
A) Materia prima
Tipos-subtipos (rnateria bruta).
Localización (:barrancos, playas, formaciones arbóreas,
pisos de ubicación.. . l .
Selección (motivación, ca.lidad, tamaño, peso.. . 1.
Extracción (recogida, tala, derribo.. . 1.
a.4.1. Tecnología aplicada (instrumentos, herramien-tas,
caracteres tipológicos, factura, materiales
empleados, lugares de procedencia, producto-res
de ellas...).
El «factor transporte)) (formas, elementos, tecnolo-gía...).
La transformación (talla, labores carpinteras, tecno-logía,.
. ).
Mano de obra (agentes directos, momento de realiza-ción,
duración del trabajo, coste de la labor.. .).
Antropodinamía indígena (relaciones - contactos - inter-cambios.
. . 1 .
Ah'U&?IO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Reglamentación para la explotación de los recursos
naturales.
B) Planificación
Agentes directos (quiénes pueden fabricar: familia ex-tensa,
el patriarca, jóvenes parejas, clase social a la
que pertenecen. . . ) .
Normativa para la construcción (consejo tribal, jefe
del poblado, de zona, de área.. .).
Sector/es reglamentado (señalización, delimitación, ta-maño...).
C) Construcción
Mano de obra (grupo social, existencia o no de {(espe-cialistas))..
.) .
Modo de producción (proceso productivo, ((reciproci-dad))...).
Vectores constructivos (muros, paredes, techumbre,
puerta...).
c.3.1. Características (grosor, altura, resistencia, as-pecto..
.).
c.3.2. Tecnología aplicada.
Características de la casa (aspecto interno, externo, al-turas,
medidas. . . ).
Modelos de asentamiento (influencia medioambiental,
motivaciones del tipo constructivo, dependencia o rela-ción
tecnoambiental, tecnoeconómica, proceso adapta-tivo).
Paralelismos culturales (convergencia.. . 1.
DI La casa
Distribución interior (zonas de dormitorio, comida, es-parcimiento..
. ).
Dependencias anexas a la casa (patio, huerta, corral.. . 1.
Enseres, alimentos, industrias presentes en la vivien-
Núm. 33 /1987) 31
16 A. TEJERA GASPAR, JOSÉ J. JIMÉNEZ GONZALEZ Y JOSÉ C. CABRERA PÉREZ
da (molinos, cerámica, esteras, lítica, palitos para la
obtención del fuego, cereales, frutos.. .).
d.2.1. Proceso de producción de los items.. .
d.4. Economía doméstica.
d.5. Relaciones humanas, de familia (lazos de parentesco,
linajes, clanes, el matrimonio, la exogamia., endoga-mia,
residencia postmarital, patrilocalidad, matriloca-lidad.
..l.
d.6. Relaciones sexuales (monógamas, poligínicas, polián-dricas,
la c(jus primae noctis)), la cthospitalidad del
lecho>)... ).
d.7. Prácticas religiosas (ritos hogareños, instrumentos, ex-votos,
ídolos, trascendencia, mundo funerario.. .).
d.8. Sistema de propiedad y tenencia.
d.9. Tipo de residencia (fija, estacional, intermitente, oca-sional,
las «casas de camino ». . . ).
d.lO. La familia extensa.
E) El poblado
e.1. Elementos constructivos (construcciones, tipos, carac-terísticas..
. ) .
e.2. La mano de obra (clase social a la que pertenece, tiem-po
empleado. . . .
e.3. Proceso productivo (las ((prestaciones colectivas», re-glamentación..
. ), medios de producción (vid. A, B, C.).
e.4. Presencia arqueológica (yacimientos y restos más sig-nificativos,
el mapa arqueológico.. . 1.
e.5. Demografía.
e.6. A nivel social
e.6.1. Grupos residentes (calidad de vida, aspecto ex-terno,
características formales, orden jerárqui-co,
status de clase, roles ... 1.
e.6.2. Estatuto de nobles y villanos (tabúes.. .).
e.6.3. Grupos específicos (verdugos, carniceros, em-balsamadores..
.l.
e.6.4. Estratificación y jerarquización.
32 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA ETNO HISTORIA Y SU APLICACI~N EN CANARIAS
e.?. A nivel económico
Sedentarismc, = Urbanismo.
Explotación ganadera (tipos, especies, pastos.. . ).
Explotación agrícola (modo de explotación, tec-nología,
infraestructura, cultivos, secano y rega-dío,
excedentes, acumulación, redistribución.. .).
Prácticas recolectoras (materias primas, reco-lección
vegetal, marina, pesca, prácticas cinegé-ticas..
. , tecnología aplicada).
Dieta y alimentación.
Trueque e intercambios (reciprocidad, redistri-hucidn.
. . !.
e.8. A nivel politico/administrativo.
Unificación territorial/centralización.
Superestructura (gobierno, sistema y funciones
políticas, élite gobernante, grupos sociales do-minantes
y dependientes, la nobleza, los jefes,
la sucesión y transmisión del poder, el cargo,
prerrogativas.. . ).
La justicia (jueces, castigos y sanciones, el De-recho
consuetudinario, su aplicaci6n.. . ).
Niveles irnpositivos y tributarios (recaudadores,
impuestos-tributos, la ((décima parten.. .l.
Aparato religioso (cultos, creencias, ritos, recin-tes
cu!tij&s, 1% di~~ifii&d, Fzj&, 1 %f~ih gri-maguadasn,
los «Almogarenes», fechas de cele-bración..
. ).
La enculturación («maestros/as», ritos de inicia-ción
y de pasaje, aprendizaje, materias, formas,
.a-----:K- \
UuLauuu.. . I .
Prácticas lúdicas y guerreras (juegos, combates,
torneos, armas, «cuadrillas)), ((gairesn, el «Su-bor
», la guerra tribal, motivos.. .).
Núm. 33 (1987)
3
El método etnohistórico para el estudio de las islas de Lan-zarote
y Fuerteventura, plantea un conjunto de dificultades
relacionadas con la ausencia de una información arqueológica
suficiente para contrastar las escasas noticias contenidas en
las crónicas, muchas de las cuales sólo alud.en marginalmente
a la sociedad aborigen de las dos islas orientales. Estos impe-dimentos,
sin embargo, no constituyen un obstáculo insalva-ble
para la elaboración de modelos teóricos e hipótesis de tra-bajo
relativas a los distintos aspectos del mundo preeuropeo
de Lanzarote y Fuerteventura, partiendo, para ello, del análi-sis
detu!!ud~ de !a crSnica Le C'wm?-ir%, cm~plementa& coz
el estudio de textos posteriores de Abreu Galindo y de L. To-rriani.
En el momento de la conquista betancuriana, a principios
del siglo xv, ambas islas presentarían un medio ecológico ca-racterizad~
por ura ccbiertu vegetd bastante m& densa qrie
la actual, compuesta por especies de carácter xerófilo entre
las que destacarían las tabaibas, los cardones y un conjunto
de pIantas herbáceas susceptibles de servir de alimento a los
importantes rebaños que poblaban los territorios insulares.
Junto a esta vegetación, los cronistas señalan palmerales y
otras especies de porte arbóreo como el acebuche, el almáci-go
y el lentisco, que aían se encuentran en determinados pun-tos
de Fuerteventura. Esta descripción debe completarse con
un dato ecológico esencial, como el hallazgo de restos de lauri-c
i l y r o on lcic mimhrac de 1 ~ ms a cjzm m& &vadns de e r a s is- UIllU UII I W U V M I L - Y A C I -
las, Famara (Lanzarote); Jandia y quizá Betancuria en F'uerte-ventura,
de lo que se deduciría que el medio de las dos islas
orientziles no sería tan desértico como el tradicionalmente atri-buido
a Lanzarote y especialmente a Fuerteventura. Se confir-m
~ s,? simism~p, ara esta iSiltirna isla la my n r abundancia de
recursos acuíferos disponibles en ella, tanto en lo referente al
agua de escorrentía, como a los manantiales naturales. En el
primer caso, el texto normando nenciona cinco cursos de agua
con caudal importante, así como una alusión al río Palmas,
34 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
topónimo que lleva implícito la existencia de un flujo impor-tante.
En relación con las fuentes naturales y con ayuda de la
toponimia, las noticias contenidas en los Acuerdos del Cabildo
de Fuerteventura y las fuentes actuales, se pueden contabilizar
mas de cien manantiales, que pudieron ser utilizados por los
aborígenes de la isla. Este medio ecológico diferente al actual,
permitiría sustentar una cabaña ganadera cuantiosa y, conse-cuentemente,
a la comunidad asentada allí.
Desde el punto de vista demográfico, a principios del si-glo
xv encontramos dos islas escasamente pobladas, especial-mente
Lanzarote. La causa de esta despoblación es explicada
por la crónica normanda cuando alude a las continuas expedi-ciones
de navegantes europeos a Canarias, cuyo objetivo fun-damental
sería la captura de esclavos. Esta situación que afec-tó
más a Lanzarote, se ha documentado en otros textos, así
como en los Archivos de la Corona de Aragón.
Sin embargo, ha de señalarse que los totales demográficos
en el período anterior a estos sucesos no debieron ser muy
elevados, ya que ambas islas no cuentan con una capacidad
de carga -carrying capacity- muy importante. Este equili-brio
precario entre población y recursos alimenticios obliga-ría,
como ocurre en todas las sociedades insulares, al empleo
de alguna fórmula de control del número de habitantes. En
Lanzarote existen indicios de la posible práctica de infantici-dio
femenino, costumbre muy común en los numerosos archi-piélagos
del Pacífico, donde aparece combinada con la polian-dria,
un tipo peculiar de matrimonio en el que una mujer es
compartida por varios hombres. Los cronistas P. Bontier y
J. Le Verrier afirman que en la antigua Titeroigatra cada mu-jer
convivía con tres varones, que se turnaban por mes; in-formación
que implica un desequilibrio entre la proporción de
ambos sexos en el seno de la sociedad lanzaroteña. Éste suele
ser artificialmente producido a través del infanticidio femeni-no.
Sin embargo, carecemos de una documentación arqueolo-gica
o literaria de esta práctica en Lanzarote, aunque Abreu
Galindo lo cita para Gran Canaria y Diogo Gomes de Sintra
para La Palma, pudiendo explicarse esta ausencia de informa-ción
por el carácter coyuntural de esta práctica o por su ca-
20 A. TEJERA GASPAR, JOSÉ J. JIIVIEEVEZ GOSZÁLEZ Y JOSÉ C. CABRER.4 PÉREZ
rácter secreto, como ocurre en muchas comunidades primi-tivas.
El caso de Fuerteventura plantea más dificultades, ya que
no existen noticias del tipo de matrimonio ni de posibles prác-ticas
limitantes del crecimiento poblacional, aunque es indu-dable
que las debieron utilizar. Entre ellas podría citarse la
prolongación de la lactancia, método muy frecuente que rela-ciona
dietas ricas en proteínas y pobres en hidratos de carbo-no
con baja fertilidad, permitiendo espaciar los hijos hasta
cuatro años o mas. La alimentación de los antiguos majoreros
se basaba en productos ricos en proteínas y bajo contenido
a glucídico como la carne, leche o queso. Pese a ello, sería nece- N
sario determinar la proporción proteica de las posibles espe- E
-- ---
O cies vegetales que servirían de alimento a los habitantes de --:
la isla. m
O
E
Por último, la guerra, documentada en Le Canarien y moti- E
2
vada por cuestiones relacionadas con el pastoreo, podría con- -E
+en nr\n r x - n r i n n r r c ~ c móc ~ \ ~ r i f ~ ~ n A o c
has burr uuaa bausao ruso pIu,.CUIULIU, cmectadas, a! Izm! que 5
en otras culturas insulares, con el deseo de controlar los tota- --
les demográficos. 0
m
E
A nivel económico, encontramos en Lanzarote un modelo O
caracterizado por las prácticas hortícolas basadas en el culti- n
vo de la cebada, realizando pequeñas parcelas de baja produc- -E
tividad, concentradas en la llanura central de la isla, así como a
2
en parte de los territorios hoy ocultos por las lavas emitidas d
n
n
en el siglo XVIII y consideradas como las más fértiles de la geo-
3 grafía conejera por la capacidad de retención de la humedad o
a través de la capa superficial de arena. En esta zona se con-centran
los asentamientos aborígenes más importantes de la
isla.
Como actividad complementaria aparece la ganadería ca-prina
en áreas de pastoreo, como los viejos malpaíses de La
Corona, con una flora adecuada a la alimentación de los reba-ños
de cabras; el Macizo de Famara y los Ajaches, así como las
amplias llanuras del sur de la isla, utilizadas hasta fechas re-cientes
como dehesa. Otras actividades complementarias serían
la recolección de especies silvestres comestibles, relativamente
36 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA m oHI STORIA Y SU APLICAC~ONE N CANARIAS 21
abundantes; la pesca, especialmente de mariscos, documentada
por los restos encontrados en los yacimientos isleños y posible-mente
la caza de aves y la recolección de sus huevos.
En Fuerteventura encontramos un sistema económico dife-rente
al del resto del Archipiélago, si hacemos excepciin de La
Palma. Según los cronistas, los majoreros no practicaban el
cultivo, al tiempo que disponían de una importante cabaña
ganadera constituida por sesenta mil cabras. En estos rebaños
existía una distinción entre el ganado doméstico, vigilado di-rectamente
por los pastores, propiedad de las distintas fami-lias
y destinado a la producción lechera, y un ganado salvaje
o guanil, que pastaba libremente por la isla, sin vigilancia,
con la finalidad de servir de reserva carnica y como elemento
de reposlc~on de los rebaños famiiiares. Desconocemos quién
pudo haber detentado el control y la propiedad de estos ani-males
que, probablemente, serían recogidos cada temporada a
través de una práctica cuyo eco ha pervivido en las costum-bres
de las apaiSadas.
La ausencia ue agricultura, si se confirman ios datos de ios
cronistas, podría tener varias explicaciones; entre ellas, la pre-sencia
en la isla de un gran número de especies vegetales co-mestibles,
de las que destacan dos variedades de avena y ce-bada
silvestre, así como otras utilizadas hoy como alimento,
tanto en Canarias como en determinadas zonas del norte de
África, que harían innecesarias las prácticas agrícolas. La ali-mentación
de los aborígenes majoreros estaría constituida por
carne, leche, queso y manteca, complementándola con produc-tos
recolectados y animales marinos, lo que supone un aporte
proteico excepcional que expiica el extraordinario desarroiio
físico de los habitantes de esta isla, apareciendo documentado
por los textos, así como por los restos humanos.
A nivel sociopoIítico, las crónicas son muy ambiguas y so-bre
todo muy pobres en información, aunque la comparación
con formas de organbstción en "iras socie&a&,s jpsu~ares,
especialmente en el mundo bereber norteafricano, permiten
aplicar modelos de estructura social a las dos islas orientales.
En Lanzarote existiría una sociedad integrada por un con-junto
de familias amplias o linajes articulados en una jefatura
Núm. 33 (1987) 37
22 A. TEJERA GASPAR, J O S J~. JIMÉNEZ GOXZÁLEZ Y JOSÉ C. CABRERA PÉRES
que abarcaba toda la isla. Al frente aparece un jefe que reúne
características propias de los sistemas de grandes hombres
-como los conocidos en Melanesia-, líderes que ascienden
en la escala social merced a sus cualidades personales como
valentía, fuerza, destreza y especialmente la generosidad, lo
que le permite ganarse partidarios, y ejercer su poder sobre
la comunidad. Un segundo modelo aplicable al sistema políti-co
de los antiguos lanzaroteños se corresponde con una jefa-tura
redistributiva de carácter hereditario, en la que el cargo
de jefe se mantiene en el seno del linaje principal, el más pres-tigioso
y rico de la isla. Este modelo es similar al que se halla
entre las tribus bereberes marroquíes, en las que el umghar C. a
detenta funciones semejantes a las descritas. Igualmente ha de E
señalarse las alusiones al consejo tribal compuesto de 40 hom- no
bres, equiparables a la jembah bereber, que agrupa a los cabezas -- m
O de los linajes mas importantes de 12 tribu. E E
krerteventurz muestra un modelo de organización diferen- 2E
te al anterior. Según las crónicas, se encontraba dividida en -
dos demarcaciones territoriales que se podría corresponder a 3
un sistema de linajes segmentarios. La antigua población abo- - -
0
m rigen se repartiría en segmentos primarios formados por lina- E
jes o grupos de linajes, caracterizados por su equivalencia es- o
tructural y social. Estos segmentos se unirían, basándose en n
el principio de la oposición complementaria y de la proximidad E a-de
parentesco, en segnentos mayores que a su vez volverian a nl
reagrcparse en estructuras más amplias bajo la dirección de n
n
un jefe temporal, elegido entre los cabezas de linaje más ricos, 3
generosos o valientes. Los motivos de este agrupamiento ha- O
bría que buscarlos en procesos bélicos que exigen un cuerpo
armado importante, o en actividades colectivas, como las apa-ñadas,
que demandan gran cantidad de mano de obra, recu-rriéndose
a aquellos linajes emgarentados entre sí. Bajo este
modelo, los «reyes» de Fi~erteventura vendrían a ser jefes tem-porales,
que dirigirían las dos mitades en que se dividía la isla,
desapareciendo su poder una vez finalizado el período bélico.
Este sistema de organización política es posible encontrarlo en
determinadas tribus bereberes, aonde aparece un linaje con
atribuciones religiosas que supedita toda la organización seg-
38 A.VLíARI0 DE ESTUDIOS ATLANTICOS
mentaria, velando por su mantenimiento, a través de su papel
de árbitro y moderador entre los distintos linajes. Ésta sería
la función de dos mujeres -TibZabin y Tamonante-, empa-rentadas
entre sí, con poderes adivinatorios y con capacidad
para influir en sus diferencias, impartiendo justicia en ambas
demarcaciones territoriales.
La segunda opción aplicable a la isla de Fuerteventura res-pondería
a un modelo de organización dualista, en el que la
isla aparecería dividida en dos jefaturas, cuyo carácter heredi-tario
o no, es imposible deducir, con unas interrelaciones que
van desde la güerra abierta, a una colaboración íntima en ce-lebraciones
de tipo religioso con prestaciones y csntrapresta-cienes
de tipn P C O ~ ~ ~ c~oCn Iim, posible intercambio de mu-jeres,
en función de la regla de la exogamia. Se trataría de un
modelo equiparable al existente en la isla de La Gomera.
La conclusión más importante que se puede obtener de la
aplicación de la etnohistoria al mundo aborigen de Lanzasote
y Puer tsei?tur~.u erk dvst~carh s gzndes pmihilidades y e
ofrece esta estrategia de investigación para una aproximación
a la prehistoria de ambas islas, desde una perspectiva diferen-te
a la tradicional, y con un carácter mucho más globalizador.
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