BASES PARA EL ESTUDIO CIENTIFICO
DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE
P O R
JOSÉ JUAN JIMÉNEZ GONZÁLEZ
La prolongada ausencia de arqueólogos profesionales en
Tenerife propició, desde antiguo, la reiterada actuación de in-dividuos
y grupos locales espontáneos de marcado carácter
erudito y coleccionista. Estos colectivos, carentes de cualifica-ción
científica, rastreaban el territorio insular sin más criterio
que el acopio de materiales, imbuidos por un romanticismo
altruista que perseguía incrementar sus colecciones particula-res.
La consecuencia más inmediata de estas actividades fue
el apogeo de prácticas clandestinas que redundaron en el sa-queo
sistemático de zonas y sitios arqueológicos, mayormente
vinculados a lugares de habitación y sepultura.
La. aI~ie-ulaeiódne la prehispánica insular pariien-do
de paradigmas difusionistas, evolucionistas unilineales,
empiristas y funcionalistas, embadurnados de raciología, aca-bó
por configurar una cultura arcaica y arcaizante, repetitiva
y frugal en sus manifestaciones socioculturales. Este marco
I - D Á P ~ C ~~ X T A P O TTI ~ ~ P T I1P-e , - I + P P ; ~ ~ P C - n c + ~ ~ qv, -q~A~Am ;nAc CbWI I b W C Y UbUUU Ubi)UL 1-0 U I L L I IUI L3 pUJ L U I UJ U L U U L L L L L L U J y
museísticas revirtió en los conocimientos de los grupos cita-dos
ut supra, que paliaban sus carencias científicas con los
marcos teóricos oficiales vigentes. En ese momento, el «ama-
Núm. 40 (1994) 117
teunsmo~s e autoconsideró reforzado en el desarrollo de unas
actividades que, formalmente y desde su punto de vista, no se
diferenciaban mucho de las incipientes actuaciones arqueoló-gicas
especializadas, signadas por la recolección de artefactos
y restos de especímenes humanos.
Pero no ocurrió lo mismo con las manifestaciones rupes-tres,
que fueron «afortunadamente» obviadas y desestimadas,
no sólo por el desconocimiento de su existencia, sino por con-siderar
que una cultura con un grado de evolución semejante
no podía tener este tipo de representaciones y que, por lo tan-to,
no había necesidad de buscar lo que se suponía no podía
existir. Es un hecho palpable que, con la excepción de las pre-suntas
inscripciones de Anaga debidas a Ossuna, poco más
sustancioso se encuentra en la bibliografía arqueológica de la
:-1- l - _ - r - 1 - A -.%-- - - 1 _ - . _ L- 2 - 1 L- -2-1-
lbl a 11abLa I V ~a u n vCIml L a UCI ~ I C ~ ~~ I L~ I CV .
No deja de ser significativo que el establecimiento de ana-logías
y comparaciones con las culturas de La Palma, Gran
Canaria o El Hierro, reafirmara la correspondencia entre la
ausencia de estaciones rupestres en Tenerife y el bagaje cultu-ral
pretérito de sus antiguos habitantes, lo que no parecía
obvio para las islas citadas en las que aquéllas se conocían
desde antiguo y a las que, hasta cierto punto, se atribuía un
grado más avanzado de evolución cultural por la presencia
mayoritaria de elementos «raciales» mediterranoides, frente a
los cromañoides tinerfeños.
Pero, igualmente, las analogías etnográficas planteadas des-de
el evolucionismo unilineal y su comparación con prácticas
de la sociedad tinerfeña tradicional, de cara a la confirmación
presencial del modo de vida rústico y pastoril de las socieda-des
actuales respecto al mundo «guanchinesco», determinaron
pervivencias culturales que reforzaban la unidireccionalidad
del hombre y la cultura en el pasado arqueológico y en el pre-sente
etnográfico.
En este marco de referencia teórico y conceptual puede
articularse y resumirse tanto el armazón crono-contextual tra-dicional
como sus explicaciones sustantivas. De esta forma, las
representaciones indígenas podían adscribirse a un ambiente
subactual tildadas de queseras (lugares presumiblemente uti-
118 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
lizados para realizar quesos), garabatos de niños y mayores,
pasatiempos o marcas de pastores practicadas con metal, pre-ferentemente
cuchillos que habrían de afilarse utilizando las
rocas próximas a los supuestos paraderos pastoriles cuya uti-lidad
pervivina desde época prehispánica.
El desconocimiento y la descontextualización de la arqueo-logía
tinerfeña, carente de bases científicas innovadoras en la
teoría general del conocimiento humano, promovieron la vi-sión
de los petroglifos como inscripciones etnográficas o
subhistóricas de la postconquista europea, descartando su va-lidación
prehistórica; cuando no -ya con posterioridad- de-teniendo
el reloj extenso de la cultura en un único segmento
de su devenir: el prehispánico. Desde una visión histórica ex-tensa
ésta es una buena razón para afrontar y establecer la
periodizacion y ~erarquizaciond e ias manifestaciones rupestres
de Tenerife.
No extraña que tampoco se dotaran los estudios de la cul-tura
indígena de las variables evolutivas secuenciales que
entrañaban su desarrollo, al postularse el estatismo y anquilo-samiento
de su trayectoria sociohistórica y, por tanto, la au-sencia
o carencia de dinamismo. La cultura guanche se con-templaba
fosilizada a tenor de las escasas innovaciones de su
registro ergológico, repetitivo, poco sustancioso y carente de
monumentalidad. Esta consideración lineal tiene también
mucho que ver con la desconfianza expuesta hacia sus mani-festaciones
rupestres.
Tal vez por estos motivos la arqueología prehistórica de
Tenerife continúa orbitando en un espectro cronocultural pla-no
y sin perspectivas para el estudio adaptativo-evolutivo del
rn~ndgin sular pprehispánic~.
Por todo ello fue en los años ochenta de la presente centu-ria
cuando algunos aficionados y arqueólogos profesionales
comunicaron y publicaron el descubrimiento de estaciones
rupestres en lugares concretos de Tenerife. No obstante, a te-r,
er de !es crit&e~ teSrires y IiletG&!SgicGs heredadas as:
como razones de localización y accesibilidad, fueron los moti-vos
figurativos de las estaciones de Santa María del Mar y
Aripe, los que merecieron la atención de las publicaciones en
4 JOSE JUAN JIMBNEZ GONZÁLEZ
revistas especializadas o en las páginas de los periódicos lo-cales.
Se trataba de motivos que llamaban la atención (barcos) y
permitían el establecimiento de analogías cognoscibles (guerre-ros,
caballos ...) relacionadas con el heterogéneo horizonte cul-tural
norteafkano. Mientras, los grabados Líbicos saltaban a
las páginas de los noticieros con apreciaciones descriptivas
comparadas. La unicidad de estos hallazgos provocó discre-pancias
respecto a su adscripción sociocultural entre algunos
investigadores que les adjudicaban parentescos ajenos a los
guanches.
Sin embargo, la amplia temática geométrica representada
en esas y otras estaciones rupestres de la isla no merecieron
la atención debida por la recurrencia del marco teórico here-dado
del evoliicionismo unidirecciond y la imposibilidad de
establecer comparaciones interculturales con motivos tan uni-versales
y «sencillos», como es el caso de los cruciformes y
reticulados.
Pero, además, el mimetismo interinsular vía-La Palma ha-cía
posible la aceptación o patente antigüedad de técnicas de
piqueteado frente al concurso de las incisiones, aparentemen-te
más modernas. Se sobreentendía, así, el criterio de antigüe-dadlmodernidad
en función de los motivos representados y las
técnicas de realización, dada la imposibibilidad de datar con
cronología absoluta los paneles objeto de curiosidad. En cual-quier
caso, el piqueteado no solía prodigarse en los sitios ar-'
queológicos tinerfeños, lo que reforzaba las opiniones domi-nantes.
Para los más entusiastas este rescate puntual posibilitó el
advenimiento de motivos hasta entonces desconocidos para la
mayoría del mundo arqueológico, celebrándose la incorpora-ción
de Tenerife a elementos culturales como la escritura
Líbica o la figuración zoomorfa, antropomorfa y de embarca-ciones,
en consonancia con lo ocurrido en otras islas del ar-chipiélago
Canario.
Pero si la presencia de un alfabeto indígena o las represen-taciones
humanas dejaron de permanecer tras una perceptible
cortina de olvido, el hallazgo de lugares asociados al culto
120 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
BASES PARA EL ESTUDIO CIENTÍFICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE 5
religioso pretérito se consideraba mayormente privativo de la
cultura de Gran Canaria, objeto de una complejidad socio-cultural
más tangible en sus repertorios ergológicos y monu-mentales.
O lo que es igual, el primitivismo prehistórico de
Tenerife difícilmente podría acceder a la elaboración de recin-tos
cultuales para unas actividades que el empirismo al uso
no le concedía ni reconocía a través del registro de su cultura
material. El tiempo y los hallazgos se han encargado de des-mentir
tal aserto.
Teniendo en cuenta estos antecedentes, la tendencia subsi-guiente
por nuestra parte es, como ya hemos señalado en otro
lugar, la articulación de explicaciones e interpretaciones
socioculturales relevantes partiendo de las estaciones rupestres
desde una perspectiva conductual, más allá del simbolismo
estético y enunciativo ai uso. Es evidente que las inscripcio-nes
rupestres deben reinterpretarse en la órbita del comporta-miento,
más que desde posicionamientos exclusivamente sim-bólicos
y mentales que dificultan su conocimiento o sólo ex-plican
algunas variables. Esto puede considerarse extensible a
su ambiente territorial, ecológico, histórico y cultural en co-nexión
con los modelos organizativos indígenas, procurándo-nos
una lectura contrastable e infiriendo un cuerpo de expli-caciones
causales. En el caso que nos ocupa, las relativas a
motivos geométricos, figurativos y alfabéticos.
Dados los condicionantes esbozados y la necesidad de
reenfocar los principios teóricos y metodológicos, entendemos
que el paso ineludible consiste en el establecimiento de una
orientación coherente para proceder a su localización, descrip-ción,
inventario, registro y selección, condición sine qua non
para zbntar ma actiixión ir,teqmtativa de !us expresimes
rupestres que posibilite la articulación de inferencias arqueo-lógicas
significativas y una política de protección y conserva-ción
patrimonial adecuada y científicamente fundamentada.
Un problema que también atañe al ámbito de las estacio-nes
n'ipertrer de Tener-fe ha sido c&nci~. Si!efi~ip~r z~ti-cado
por quienes, conociendo su existencia, no comunicaban
sus descubrimientos a los profesionales. Aunque es cierto que
muchos temores sobre su propagación llevaban apareado el
Núm. 40 (1994) 121
6 JOSÉ JUAN JIMÉNEZ GONZÁLEZ
intento de salvaguardarlas del alcance destructivo de personas
malintencionadas, entre otras razones, este silencioso proceder
ha llevado a la desaparición de sitios arqueológico rupestres
tan pronto se han afrontado obras e infraestructuras no pre-vistas
en otros momentos. Considerar que la reserva contribui-ría
a la preservación de los enclaves sin mediar el estudio y la
protección legal efectiva ha traído, por contra, las consecuen-cias
irreparables que se intentaba evitar.
A tenor de esta experiencia conocida, por reiterada, parece
hoy evidente que no se cuida y valora lo que se desconoce y,
por ende, que la carencia de cobertura legal impide afrontar
la conservación de estaciones rupestres cuando la actuación
humana ha sido irreparable. Por ello, sólo desde el conoci-miento
y divulgación de los elementos patrimoniales rupestres
de f ~ - 3 ~aijt-.y s&&va, podrá afrontarre el reto que si-?PO-ne
el respeto y la preservación de las estaciones frente a las
actitudes bandálicas.
A continuación pasaremos a enumerar aspectos relativos a
la actividad arqueológica de campo y a la vertiente de inter-pretación
antropológica.
En el primer grupo trataremos la problemática de los so-portes,
técnicas de ejecución, temática representada, encuadre
cronológico, pátina y liquenología, sistematización, seriación,
periodización, adscripción sociocultural, analogías compara-das,
protección y conservación patrimonial.
En un segundo orden, plantearemos una vertiente inter-pretativa
partiendo de la teoría de los patrones de asentamien-to
y las variables poblacionales, subsistenciales y adaptativas
de la sociedad guanche, esbozando un ejemplo apoyado en el
momento del contacto interétnico en el siglo xv, gracias a la
coincidencia de datos contrastados y enfoques arqueológicos,
etnohistóricos y antropológicos.
LOS SOPORTES DE LA PIEDRA
Los soportes donde se encuentran las representaciones son
fundamentalmente pétreos, próximos a lugares elevados y, en
122 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
BASES PARA EL ESTUDIO CIENTfFICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE 7
algunas ocasiones, coladas superficiales de diversa extensión.
En otros casos existen rocas aisladas de variado volumen o
formando parte de muros y estructuras rústicas que han
reutilizado piedras extraídas de estaciones actualmente desapa-recidas,
razón por la cual reciben la denominación de «pedre-ras
» en la toponomia popular, ejemplificadas en diversas zo-nas
de la isla. Los primeros son enclaves agrupados y contex-tualizados
idóneos para la investigación; los últimos carecen
del contexto arqueológico original y, por tanto, significan tes-timonios
para la contemplación museística.
A un nivel más concreto podemos hablar de soportes
basálticos y toba volcánica. A veces, en estos contextos toba-ceos
coinciden las manifestaciones rupestres con canalillos y
cazoletas talladas en la roca, de configuración morfotécnica
similar, aunque con una menor espectacularidad y extensión,
a los recintos que en Gran Canaria reciben la denominación
genérica de alrnogaren.
La agrupación original de los soportes referencia la existen-cia
de estaciones rupestres como conjuntos identificables e
individualizables sobre el territorio, validados por el contexto
arqueológico que lo acompaña. Atendiendo a su relevancia
científica trataremos los grupos contextualizables y no los ha-llazgos
trastocados o sin referencia probada.
La técnica de ejecución designa la impronta mediante la
cual se configuraron las inscripciones partiendo de métodos
diversos. Entre ellos podemos citar la práctica de incisiones,
finas y gruesas, con y sin abrasión, piqueteados, abrasiones y
rayados (Figura 1).
Hasta el momento se conocen grabados practicados con
técnica incisa fina y g-mesa refrendados en buena parte de las
: , ,+, , ,,,, ,., , , ,+ A, T:,C , ,,+,,,....,, ,,, ,,--1-1--
G ~ L ~ L I V L I GI U~ ~ G ~ L I UGG ~ I GIIGLILG yuc L u c l l L a l l ~ u l lp alaIclu>
reiterados y certeros. Si bien tradicionalmente se ha dudado
de su adscripción sociocultural prehispánica e histórica, en la
actualidad contamos con un registro cuantitativo de estacio-
Núm. 40 (1994) 123
8 JOSÉ JUAN JIMÉNEZ GONZ~LEZ
nes rupestres lo suficientemente holgado como para poder di-sipar
las dudas suscitadas por sus detractores.
La técnica de ejecución incisa fina y gruesa remarca una
sección en KV» cuya profundidad está en relación con su in-tensidad;
mientras en otros casos resulta menos apreciable por
el fino trazado de los grabados, siendo poco significativo el
registro de la sección que puede quedar oculta por la coloni-zación
de especies rupícolas. La abrasión que aparece con las
incisiones más gruesas no sólo contribuyó a su ensanchamien-to,
sino a remarcar una sección en forma de «U» fácilmente
apreciable.
La técnica del piqueteado no fue constatada en Tenerife
durante mucho tiempo, aunque en la actualidad comienza a
ofrecernos varios ejemplos, centrados en figuras geométricas
y figi-u-ativas. El piqneteado piede ser denso (cuando ocupa
ininterrumpidamente todo el trazado del motivo representado)
y alterno (si se halla salpicado intermitentemente). Es bastan-te
probable que en breve podamos ver aumentadas las expre-siones
de esta caracterización a pesar de su escasa prodigali-dad
hasta hoy.
La abrasión puede ser externa e interna, aportando altos y
bajos relieves en varios ejemplos notables, aunque no excesi-vamente
numerosos por el momento. Suele practicarse junto
a orificios, canalillos y cazoletas, o significando antropo-morfo~,
z oomorfos y símbolos geométricos catalogables como
astrales (soliformes, seleniformes...), que tienen su refrendo en
molinos circulares de basalto poroso depositados en el Museo
Arqueológico de Tenerife.
Los rayados ofrecen una caracterización irregular, fina,
mimética y superficial. En ocasiones son utilizados como ins-trumentos
de expolio, mientras en otras se ejecutan sobre su-perficies
vírgenes expresando haces de líneas geométricas
heterogéneas, nombres actuales de personas, fechas y núme-ros,
catalogables como «graffitis».
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
+ON ABRASION 1
HGRUESA . 4--lpj, INCISION FINA , qzLEq
ALTERNO
ABRAS ION
EXTERNA
ORIFICIOS
CAZOLETAS
FIGURA1. -Técnicas de ejecución de expresiones rupestres y elementos
asociados en Tenerife.
La temática engloba los item formales de las inscripciones
desde varias perspectivas estiiísticas (Figura 2).
La esquemática está representada por trazados geométricos
de líneas paralelas, trasversales, cruciformes, reticulares, cua-drangulares,
rectangulares, triangulares, trapezoidales, circula-res,
romboidales, ovales, angulares y segmentos que configu-ran
haces de líneas y trazados geométricos de la misma ca-racterización,
así como rectangulares con y sin aspas inscri-tas,
círculos con ejes radiales y círculos concéntricos entre
otros tantos. E, igualmente, por inscripciones esquemáticas
Núm. 40 (1994) 125
1 0 JOSÉ JUAN JIMENEZ GONZÁLEZ
figurativas (antropomorfos, zoomorfos, podomorfos y embar-caciones)
y naturalistas (abstractas de tipo geométrico y am-bientales
o de contexto eco-paisajístico).
La figurativa no-esquemática viene dada por la presencia
de antropomorfos, zoomorfos y embarcaciones, estas últimas
con diferente grado de adscripción sociocultural.
Un caso bastante específico por su propia naturaleza viene
dado por la representación del alfabeto Líbico-beréber, dado
que como podrá aceptarse no puede ser considerado una ma-nifestación
netamente artística. Hasta el momento sólo se co-noce
publicado un yacimiento arqueológico con motivos
alfabéticos, practicados mediante incisiones.
Hay una coincidencia unánime entre los arqueólogos en lo
que se refiere a la dificultad que implica la obtención de
dataciones absolutas a partir del arte rupestre por sí mismo,
en coincidencia con la ausencia de restos asociados suscepti-bles
de análisis químico o físico. Por esta razón, la datación
relativa de las estaciones rupestres y los motivos representa-dos
prevaleció durante algunos años. Esta unanimidad se es-tableció
en relación a la liquenología, a las características de
la pátina, su acromatismo, intensidad, densidad, volumen y ex-tensión,
atendiendo a la superposición de motivos y a las ana-logías
crono-culturales.
Sin embargo, dada la incidencia microambiental de aspec-tos
relativos a la orientación y exposición diferencial de las
diversas estaciones y también de cada soporte en particular,
la liquenología ha sido descartada reemplazándose -allí don-de
es posible- por la relación secuencia1 existente entre la
temática representada y la técnica de ejecución, mientras la
superposición de los motivos rupestres sujetos a análisis sin-crónico
o diacrónico puede facilitarnos el antequem o post-quem.
El fracaso de la datación relativa se hizo evidente desde la
confirmada certeza de que la deposición de líquenes sobre los
126 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
BASES PARA EL ESTUDIO CIENT~FICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE
PARALELAS
CRUCIFORMES
RETICULARES
CUADRANGULARES
TRAPEZOIDALES
GEOMETRICA
CIRCULARES
1 OVALES I
EMBARCACIONES,
ESQUEMATICA FIGU -
FIGURA2. -Temática estilística de las expresiones rupestres de Tenerife.
ANTROPOMORFOS
ZOOMORFOS
EMBARCACIONES
PODOMORFOS
Núm. 40 (1994)
ABSTRACTO
NATURALISTA
AMBIENTAL
ANTROPOMORFOS
FIGURATIVA ZOOMORFOS
soportes pétreos dependía de aspectos geográficos y ambien-tales
específicos y microespecíficos, que hacían improbable
discernir enfoques diacrónicos más allá de la más que recu-rrida
dualidad antigüedad/modernidad. Dado que estos crite-rios
tuvieron como elemento destacado la alteración superfi-cial
de los soportes y sus representaciones rupestres, nos de-tendremos
a continuación en algunos aspectos relativos a la
pátina.
Las inscripciones pueden presentar una pátina oscura simi-iar
o diferente a ia roca soporte, producida por la micro-colonización
y deposición de líquenes de cromatismo ocre-ro-jizo,
marrón, gris-negruzco y verde-parduzco, entre otros.
Aunque en ocasiones se ha procedido a la limpieza de esta
cubierta natural, dado que ofrecía dificultad para realizar el
calco y fotografía de los motivos, pensamos que con el fin de
continuar preservándolos en lo posible de la actuación diferen-cial
de los agentes meteóricos externos (pluviosidad, acción
eólica, humedad relativa, insolación, desecación, inversión tér-mica,
etc.), y hurtarlos de las miradas de desaprensivos que
pudieran proceder a su alteración y destrucción total o par-cial,
sería conveniente -cuando sea posible- evitar este la-vado
de la costra que supone la pátina.
Las características de la pátina hacen suponer una relativa
antigüedad a los motivos rupestres, aunque sin posibilidad de
ditación cronológira por el momento, de ahí que conservar la
pátina y su continuada deposición pueda ayudar a los méto-dos
analíticos en el futuro.
Diferentes autores han considerado las limitaciones inhe-rentes
a la utilización de la liquenología en la datación del arte
rupestre, dado que todo lo más que puede ofrecernos es su
relativa mayor o menor antigüedad, dependiendo además de
la presencia de factores específicos que incluso pueden afec-tar
a motivos situados sobre un mismo soporte y presu-
128 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
BASES PARA EL ESTUDIO CIENTfF'ICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE 13
miblemente realizados en idéntico momento. Ésta es la razón
por la que serán otros aspectos técnicos, temáticos y de su-perposición
los que -por el momento- nos ayuden a situar
su contexto crono-cultural aproximado.
A nivel cronológico, el criterio y la problemática de la uti-lización
de la pátina como instrqmento para la datación de las
inscripciones rupestres ya ha sido enunciada, dependiendo de
múltiples razones dictaminables en cada caso. En alguna oca-sión,
parece revelar una aparente mayor antigüedad de las in-cisiones
esquemáticas-geométricas frente a las figurativas y
alfabéticas, mientras en otras sucede lo contrario. Ello parece
atribuirse a diversos fenómenos:
1) Exposición y orientación diferencial, con gradientes de
insolación, temperatura, humedad y salinidad divergentes.
2) Si existe un predominio de orientación surhreste, por
lo general se acentuará el efecto desecante sobre las superfi-cies
ocupables por los líquenes. Pero, con orientaciones favo-rables
a los vientos alisios, nortehoreste, la microcolonización
será mayor de la misma forma que ocurrirá si el sitio se en-cuentra
asociado a elementos humídicos específicos. Los fac-tores
de altitud, localización geográfica (norte o sur de la dor-sal)
y deposición arqueológica específica influyen también en
dicha microcolonización.
3) Efectos de la meteorización por los factores anotados
y por los contextos arqueológicos de deposición (sepultados o
a la intemperie).
4) Actuación antrópica en diferentes momentos, que oca-sionaría
improntas con diverso grado de receptividad de
~?;icroorganismíx vegziales.
Aunque no podemos discernir de forma tajante la priori-dad
o posterioridad específica de la temática y la técnica, ni
su recíproca mayor o menor antigüedad, tampoco contamos
COii ai-gurnenios de peso para descartar una sincronía y coin-cidencia
más o menos laxa, a pesar de su seriación -aparen-te
e independiente- partiendo de los motivos y las técnicas
reproducidas en los agrupamientos considerados, que podrían
Núm. 40 (1994) 129
14 ~ o sÉJU AN J IM~NE ZG ONZÁLEZ
explicarse en función del dimorfismo de los elementos repre-sentados.
Dada la ausencia de una sistematización tecno-estilística,
parece obvio que la técnica, la temática y la superposición de
los motivos resulta válida aunque está condicionada por un
mayor aporte de descubrimientos y, en su caso, por los proce-dimientos
que en este sentido se estimen oportunos y puedan
desarrollarse en el futuro.
Hasta qué punto puede proponerse una seriación crono-estiiistica
ciei arte rupestre de lenerife constituye un elemento
para la discusión científica aunque, insistimos, tan sólo un
mayor número de descubrimientos recogidos con rigor profe-sional
permitirá discernir y estructurar la antigüedad, poste-rioridad
o contemporaneidad de los tipos enunciados con su
correspondiente adscripción sociocultural.
Con un mayor registro de datos, el panorama esquemáti-co,
geométrico, figurativo y naturalista, el figurativo no esque-mático,
el alfabético y los graffitis, podría ser periorizado y
diferenciado jerárquicamente mediante criterios cronológicos,
técnicos e iconográficos diáfanos. El problema y su solución
sigue radicando en la posibilidad de contar con futuras técni-cas
de campo y laboratorio para su datación cronológica pre-cisa.
A fin de concretar la secuencia de su realización, la técni-ca
empleada; los motivos de las diversas expresiones rupestres
y sus posibles superposiciones nos han permitido apreciar la
caracterización de grabados a lo largo del tiempo, proporcio-nando
su datación relativa, en algunos casos presumiblemente
sincrónica, y los «graffitis» realizados por aficionados y
expoliadores, que -en ocasiones- han dañado paneles ori-ginales
y, en otras, suponen un fondo moderno añadido con
una extensión considerable sobre superficies vírgenes del te-rreno.
130 AAIL'ARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
BASES PARA EL ESTUDIO CIENT~FICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE 15
Si la estimación cronológica constituye una ardua tarea, la
autoría o adscripción sociocultural no lo es menos. No obs-tante,
por el momento podemos clasificarla atendiendo a los
criterios citados. De esta forma, hemos determinado una se-riación
provisional que podrá alterarse a medida que los des-cubrimientos
aporten nuevos datos relevantes. En consonan-cia
con estos argumentos (técnica de ejecución, temática re-presentada
y superposición) podemos sintetizar las represen-taciones
atendiendo a sus posibles autorías. Esta adscripción
puede responder inicialmente a los siguientes momentos (Fi-gura
3):
Época prehispánica
Reciben esta denominación las expresiones rupestres inclui-das
en lo que constituye el mundo prehistórico de Tenerife,
guardando una similitud evidente con la decoración de vasos
cerámicos y otros elementos arqueológicos. No obstante, este
descriptor podrá subdividirse en diversas fases en el futuro, a
medida que la sistematización evolutiva y la periodización
seriada de los grabados o de otros elementos de la cultura
material (como la cerámica) contribuyan a clasificaciones
crono-culturales extensas.
Las inscripciones prehistóricas están representadas por
71, ,,,A, ' ' , . . .
u r r yl~uvmiliiGd e !a t e ~ r i i ~iiaie iszi gi-üesa, coii y sin abra-sión,
por el piqueteado y la abrasión. Los motivos dominan-tes
se refieren a inscripciones geométricas, figurativas y, en
menor medida, alfabéticas. A tenor de las características
topográficas y geomorfológicas de los diferentes microam-hientes
& la isla, nnJ~mncp reponer 12 p!asmuciSr, er, lc, roca r - --u--"
de inscripciones lineales que parecen coincidir con el trazado
de las montañas y barrancos visibles claramente desde los
emplazamientos rupestres, divisiones intertribales, áreas de
Núm. 40 (1994) 131
16 JOSÉ JUAN JIMÉNEZ GONZ~LEZ
pastoreo, puntos de agua, marcas de parentesco, recintos
cultuales, etc.
La filiación prehispánica para ellos parece indudable, como
lo refrendan muchas estaciones de la isla y la decoración de
algunos vasos cerámicos de Tenerife.
Entendemos este apartado en conexión con el proceso ini-ciado
tras el contacto de las poblaciones indígenas con los
navegantes y conquistadores europeos. Así, podríamos estable-cer
la siguientes subdivisión:
a) Momento del contacto interétnico (s. m-xv).
b) Proceso de conquista y postconquista (s. xv-m).
c) Colonización y postcolonización (s. XVI~XVII.. .).
Las inscripciones históricas presentan una técnica incisa
aunque más fina, menos profunda y sin abrasión. Se trata
de incisiones que, en algunos casos, revelan la presencia de
pátina. Los motivos dominantes son figurativos (barcos) y
un menor predominio geométrico (cruciformes dictaminados
por superposición). El apelativo ((históricas» puede entender-se
laxo, pues si algún caso aparenta ser de temática indígena,
en otros esta autoría debe desestimarse. Se aprecian motivos
ejecutados en el momento del contacto con los navegantes eu-ropeos
o en tiempos históricos próximos o contemporáneos
a la conquista de la isla. Esto puede afectar a la representa-ción
de algunas embarcaciones en diferente grado de ads-cripción.
No obstante, la recurrencia en la presencia de embarcacio-nes
a través del tiempo, a tenor de sus características forma-les,
sigue constituyendo un problema cultural a desvelar en
función de un mayor registro de descubrimientos. En este sen-tido,
descartarlas argumentando su pertenencia o no al mun-do
indígena contribuye a un reduccionismo en la interpreta-
132 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
BASES PARA EL ESTUDIO CIENT~FICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE 17
ción del arte rupestre de la isla. 0, si se prefiere, un estudio
integral de estas manifestaciones debe incluirlas en su conjun-to,
desde tiempos pretéritos hasta épocas históricas determi-nándolas
en cada caso por diversos caminos.
Constituiría la representación rupestre en épocas históricas
sin determinación cronológica exacta, presumiblemente cerca-nas
pero no actuales.
Las inscripciones subactuales suponen un fondo añadido
no catalogable en los grupos precedentes siendo su presencia
exigua en 10s soportes estudiados, pero abundante en otros
emplazamientos reiterándose la temática figurativa y geo-métrica
con carácter mimético aunque con técnica imprecisa,
mayormente rayada, con retazos incisos finos sin abrasión.
Épocas recientes
Este grupo vendría caracterizado por las expresiones mo-dernas
que se superponen a las precedentes, adjudicables
claramente a las actividades provocadas por actuaciones
espontáneas que buscan dejar constancia de nombres y fe-chas
particulares sin carácter destructivo para los paneles pre-cedentes.
Por contra, las actuaciones expoliadoras vienen da-das
por la alteración de tipos originales catalogables como pre-históricos
e históricos, contribuyendo a su alteración o des-trucción.
Por desgracia, este tipo de actuaciones voluntarias
está aumentando peligrosamente en algunas estaciones cono-cidas.
Núm. 40 (1994)
JOSÉ JUAN JIMÉNEZ GONZALEZ
ADSCRIPCION CULTURAL
PREHISTORICA P
CONTACTO ETNICO m
SUBACTUAL P
HISTORICA
RECIENTE 4--1
CONQUIST/POSTCONQ
FIGURA3. -Adscripción cultural de las expresiones rupestres n
y elementos asociados en Tenerife. E
a
n
Lzir ina!oae-í-~-q r-n-m--p- arativar podrán atender tres vertientes
concretas, una intrainsular; otra interinsular; y la tercera,
extrainsular. En todas ellas puede aplicarse el procedimiento
de la analogía histórica directa propuesto por Th. Charlton
con diferentes finalidades, de las que sólo destacaremos al-mnas.
u
El primer caso, puede constituir -entre otros tantos as-pectos-
un refrendo cuantitativo y cualitativo de las estacio-nes
rupestres de la isla, posibilitando un grado de con-
134 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
BASES PARA EL ESTUDIO CIENT~FICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE 19
trastación y verificabilidad empíricamente demostrable. En
otras palabras, lo que por cualquier motivo pudiera constituir
un rareza, podría ser aceptado o desestimado en lo que se
refiere a su autenticidad estilística, técnica, cultural e históri-ca,
delimitando su validación prehistórica, histórica, subactual
o reciente.
Los argumentos que adjudicaban estos motivos a caprichos
de niños o pasatiempos etnográficos de mayores carecen de
sentido, tanto por su etnocentrismo como por los postulados
episternológicos y metodológicos de donde proceden. Lo mis-mo
ocurre con el argumento de su pretendida adscripción a
un momento atemporal de la postconquista europea emplean-do
utensilios metálicos.
El segundo caso, ayuda a dictaminar y situar paralelismos
étnicos mas ampiios que el estricto ámbito insular tinerfeño
abarcando el resto de las Islas Canarias con implicaciones re-levantes
en los más variados aspectos, aunque limitados por
los condicionantes que citaremos a continuación.
Por último, las analogías socioculturales con la cercana
zona sahariana ya han sido propuestas por algunos autores,
dada la abundante bibliografía especializada de apoyo. Sin
embargo, habrá que tener en cuenta que, por el momento, las
analogías comparativas resultan viables en el caso canario-norteafricano
para referenciar grupos iconográficos de forma
aproximada, genérica e ilustrativa, pues no están exentas de
divergencias adaptativas, atemporalidad cronológica y dis-persión
geocultural. De todas formas, al menos sí podemos
continuar aceptando la presencia de elementos semejantes en
zonas extrainsulares, a la espera de que las comparacio-nes
étnicar, crinilógicas y tenritsRu!es pueda2 ser más prz-cisas.
La técnica empleada, los tipos representados, sus corres-pondencias
insulares, extrainsulares, cronológicas, analógicas
y comparativas abren un campo de estudio que continuará
posibilitando fructíferas perspectivas en un fi_iti-irn no mi~y!e -
jano.
20 JOSÉ JUAN JIMÉNEZ GONZÁLEZ
No podrá entenderse la realidad rupestre sin la investiga-ción
científica, pero tampoco ésta será viable sin la ejecución
de la normativa de actuaciones legales con todas las conse-cuencias
funcionales estimables. Deberá ser, si se quiere, un
modelo de refuerzo mutuo, un compromiso recíproco de ac-tuaciones
entre los ciudadanos, los investigadores y las instan-cias
públicas competentes. Por todo ello, dada la consideración
que tienen las manifestaciones rupestres como Bienes de In-terés
Cultural (artículo 40.2 de la Ley 1611985) por su espe- B
cialísima relevancia y la incertidumbre a que están sometidas, N
E habrían de ser incorporadas en el Inventario General de Bie-
=es de Iriterés Cldtm-ali
conservación, estudio, y
blico.
de cara a su adecuada protección, n -
futura puesta en uso y disfrute pú- m
O
E
2
PATRONDEES A SENTAMIENTO Y ARTE RUPESTRE -
0
m
E
El panorama rupestre actual es un retazo relicto, incom- U
pleto y parcial de lo que fue en su día. De ahí las limitaciones n
distributivas e interpretativas que puede suscitar su estudio. E
Hay un aspecto consustancial con la ocupación y reocu- a
pación humana de la isla que puede ayudarnos a entender n
n
tanto el análisis de la distribución de las estaciones rupestres,
como la milagrosa persistencia de algunos de sus elementos 3
O
representativos y la destrucción de otros exponentes pretéritos.
En este sentido la humanización del hábitat observa dos mo-mentos
definidores.
Según esta teoría los enclaves rupestres y su sustitución en
el espacio y en el tiempo deben entenderse en relación con los
patrones de asentamiento vigentes en dos momentos concre-tos:
el guanche y la postconquista. Es evidente que estas dos
fases no entienden de una excesiva pluralidad de fenómenos
subyacentes, ni mucho menos de fenómenos minimizados de
ocupación del hábitat, pero constituyen un primer paso para
BASES PARA EL ESTUDIO CIENT~FICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE 21
establecer un análisis dinámico e integrador de los sitios ru-pestres
y de las «secuelas» arqueológicas que hoy detectamos
sobre el territorio, expresadas en la destrucción de una parte
de los enclaves prehistóricos e históricos.
Los asentamientos guanches se hallaban preferentemente
en lugares con presencia de agua, recursos energéticos y cue-vas
que servían de habitáculo a la población. En la franja
norteña los asentamientos se distribuían bajo los límites del
bosque de laurisilva en la zona terrnófila, conformando agru-paciones
de cavernas, por demás abundantes y relativamente
cercanas a la costa, provistos de recursos acuíferos, botánicos
y edafológicos de elevada prodigalidad potencial. Motivos por
los que la zona fue objeto de la ocupación humana preferen-cial
tras la conquista europea, con las consiguientes impli-cacioiies
coridu~tudesd e los nuevos coiectivos humanos so-bre
el territorio y las huellas de sus antiguos ocupantes.
Los asentamientos sureños se encontraban limitados por la
presencia de agua, distantes de las llamadas de un litoral ex-tenso,
entrecortado, con fuertes vientos en algunos sectores,
baja pluviometría, temperaturas elevadas, poco munificente,
erosionado y por tanto desértico, desmereciendo la continua
presencia humana. La reocupación progresiva tradicional del
sur tinerfeño también siguió el modelo de asentamiento pre-existente,
próximo a las medianías. Con posterioridad, fue ex-tendiéndose
hacia zonas más bajas y litorales, cuando fue po-sible
trasladar el agua desde los puntos de emisión hasta las
nuevas explotaciones agrícolas, residenciales y turísticas, con
incidencias patrimoniales más retardatarias que el caso an-terior.
E! aproveuhumimt~ ganadera, base ds! sistema adapiaiivo
prehistórico en la isla, el limitado desarrollo tecnológico y las
actividades recolectoras rentabilizaron mayores garantías para
la subsistencia organizando una distribución costa-cumbre de
territorios tribales, subdivididos por los interfluvios de los ba-rrancos.
Y así; el dimorfismo erolSgic~ estriwtiird masion6
que algunos microambientes muy favorecidos capitalizaran la
mayor concentración de recursos y el prestigio de sus jefes
tribales, haciéndoles con un ascendiente sobre el resto de las
22 J O S ~JU AN JIMÉNEZ GO'IZÁLEZ
demarcaciones aunque no con la capacidad para subordinar-las
totalmente.
Por esta razón, la fragmentación del territorio en diversas
demarcaciones tribales coincidentes con la distribución de re-cursos
costakumbre nos brinda un protagonismo de dos blo-ques
reticente al norte y al sur separados por una dorsal
geológica, que con bastante frecuencia entraban en conflicto
armado. La competencia por los recursos, afrontada mayor-mente
por las demarcaciones sureñas presionadas por sus ve-cinos,
y la desventaja subsistencia1 ocasionó distintas respues-tas.
En el momento de la conquista de la isla les hizo augurar
la posibilidad de colaborar con los nuevos visitantes frente a
la manifiesta y compartida hostilidad interna, mientras ante-riormente
los segmentos de parentesco se confederaban y pug-
-nLrin ~ n n + r -~ + Y A C ~ r r ~ h ~ t 6 ndnJrnin~in~c t ~ r r i tnr i a l ~ s I l a u a u LVIILI LL VCI va, UILIIYUCUiiUVU- -------A---- .-
vinculados a puntos de agua y áreas de pasto. Esto explica el
discontinuo número de demarcaciones tribales que ofrece la
documentación etnohistórica en diversos momentos del si-glo
m.
Dada la vigencia de una estrategia ganadera, los conflictos
territoriales en relación a la disponibilidad de recursos se
circunscribían a divisiones físicas entre diferentes interfluvios.
En estas divisorias es donde muchas veces encontramos las
inscripciones rupestres, mientras en otros casos aparecen so-bre
coladas que descienden inclinadas hacia la costa o en
hitos reconocibles en el paisaje afectando a diferentes as-pectos:
- A nivel económico, zonas de pasto extra e intraterritorial,
fuentes, lugares de apañada, paraderos pastoriles, atalayas y
zonas de vigilancia del ganado, asociadas o no a la presencia
de Iitófonos.
- A nivel social, el calendario, ritos de pasaje, puntos de
segregación e integración tribal, grupos de edad y sexo, seña-les
o marcas de grupos de parentesco.
- A nivel político, la división territorial e intratemitorial.
- A nivel veligioso, los lugares cultuales asociados o no
al mundo funerario, con las antiguas prácticas de suicidio ri-
138 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
BASES PARA EL ESTUDIO CIENT~FICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE 2 3
- tual, revitalización o fertilidad (por ejemplo, ritos piaculares
acuíferos), y microespacios sacralizados (bosques, fuentes, la-gunas...).
El frágil equilibrio entre población y recursos que afecta-ba,
en distinto grado, al mundo prehispánico propició respues-tas
adaptativas de diversa índole. En Tenerife esto supuso el
predominio progresivo del pastoreo sobre la agricultura.
Las transformaciones productivas que afectaron a la sub-sistencia,
acabaron incidiendo sobre los modelos reproductivos
y éstos en las cotas demográficas de los diferentes grupos, de
ahí la belicosidad recurrente por los recursos y las prácticas
de infanticidio citadas por J. Bethencourt Afonso a través de
restos arqueológicos conocidos en su época, pues todo coefi-ciente
demográfico que sobrepasara la predictibilidad de recur-sos
disponibles conllevó la asumpción de medidas drásticas
que afectaban a la población infantil.
Ante esta situación de incertidumbre cíclica ocasionada por
factores endógenos del ecosistema insular como volcanismo,
sequía, aguaceros, dependencia tecnoambiental y tecnoeco-nómica,
la opción más habitual en último extremo se vio con-minada
a rituales y ceremonias de carácter adivinatorio, en
que los agüeros tendían a suplir lo que el medio, la tecnolo-gía
y sus sistemas productivos y reproductivos no posibilita-ban
o impedían.
La llegada de poblaciones europeas, entre los siglos XIV
y xv, constituyó un nuevo elemento añadido, impiicando ei
contacto intercultural con las poblaciones indígenas. Si, ini-cialmente,
se asistió a un proceso de integración pacífico ca-racterizado
por intercambios comerciales, pactos de alianza y
proselitis. mo religioso, con posterioridad asistimos a una trans- ,...l+..rQc.nr., rihm-i.lr:.ir,A , ,.,,A-+m- +-,..m-+:-- ?..r-r-- --r----r, ~ u i r ualL lvl r ~ul l ipuiavi a uc. bal a L L c x u auiiiauLu ~ u y u oG A~UIICLI-tes
más habituales fueron esclavitud, razias, saqueo, expolio,
guerra, alteración ecológica y extensión de factores bióticos
desconocidos. Los grupos supervivientes del choque interétnico
Núm. 40 (1994) 139
conformaron la nueva sociedad insular, fusionándose con los
nuevos pobladores y con los posteriores caudales humanos que
continuaron llegando a la isla en un segmento cronológico
dilatado configurando nuevas señas de identidad.
La llegada de las «gentes del mar» que las tradiciones ora-les
indígenas transmitieron a viajeros, cronistas e historiado-res
de los siglos xv y xm fueron recubiertas por un prisma
premonitorio, mítico o legendario por los indígenas, pero in-terpretado
desde el etnocentrismo y la confusa comprensión
de los europeos.
Como ocurrió en otros lugares del Archipiélago Canario y
del Nuevo Mundo, las poblaciones prehispánicas de Tenerife
acogieron la llegada de poblaciones foráneas de forma diversa
en sus relatos, en relación a prácticas adivinatorias, mitos de
revitalización, mitos de origen: culto u observación astral!
ideología religiosa y rituales de paso, a través de los cuales se
deja entrever el deseo de sobreponerse al «stress» de la sub-sistencia
o pretendiendo meramente la supervivencia de los
grupos humanos y sus sistemas socioculturales. Mientras en
algunas islas los viajeros fueron vistos como dioses que se
trasladaban en casas o pájaros que <wolabann por el mar o
representando a los espíritus y antepasados indígenas, en
Tenerife son navegantes extranjeros con claras intenciones de
dominio sobre los que practicar una atenta vigilancia por el
peligro que suponían para la supervivencia y continuidad
sociocultural autóctona. Ambos comportamientos explican, en
conjunción con factores endógenos, las actitudes de amistad
o resistencia que encontraron los europeos a su llegada a
Tenerife.
Fr. Alonso de Espinosa (1980) señala un comportamiento
cuiturai entre ios guanches en un momento próximo a ia con-quista
de la isla (1493-96):
y entre otras condiciones y leyes que tenían puestas, y
ellos prometidas, era una que le avisasen de las cosas
memorahler qi-1- en SUS reinos aconteciesen. Y la r a z h
de mandar aquesto era recelarse de gente extranjera. Por-que
había en este tiempo entre los gentiles un rofeta o adivino, que también decían ser zahori, al cual Pla maban
140 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
BASES PARA EL ESTUDIO CIENT~FICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE 25
Guañameñe, que profetizaba las cosas venideras, y éste
les había dicho que habían de venir dentro de unos pája-ros
grandes (que eran los navíos) unas gentes blancas por
el mar, y habían de enseñorear la isla.
El texto atribuido a Pedro Gómez Escudero (en: F. Mora-les
Padrón, 1978) recoge también un mensaje análogo al an-terior
con leves variantes:
traheron poco ganado de cabras i vna muxer de buena
apariencia, que daba mucha rasón de la gente enemiga,
de quantos i onde andaban, era pastora de las cabras,
traía un niño en los bracos i a las spaldas vn zurrón con
su alimento; decía de las profecías que en ellos hauía de
acabarse su dominio y que assi lo dexó dicho un Gua-fii,
lme 9 hriije, yur rrun jentes de ende msce e! se!
vendrian en pájaros negros sobre las aguas con alas blan-cas
i otras cosas a su modo.
Además de estos relatos en algunas estaciones rupestres
pueden contemplarse navíos y embarcaciones europeas reali-zadas
con técnica y estilo indígenas, síntoma inequívoco del
impacto ocasionado por la arribada de los navegantes euro-peos.
El continuo trasiego de embarcaciones por aguas cana-rias
y los sucesos que después tuvieron lugar conformaron,
desde la visión de los guanches, las tradiciones orales sobre
las «gentes del mar» formando parte indisociable de sus últi-mos
siglos de existencia, cuando el proceso de conquista re-sultaba
inminente. Los habitantes prehispánicos detectaron a
sus futuros conquistadores antes de que éstos pisaran sus pla-yas,
realizando premoniciones «adivinatorias» sobre ellos que
anunciaban lo evidente, e! ocaso sociocuiturai autóctono con
la llegada de «unos pájaros negros con alas blancas por el
mar.
La técnica de ejecución y la temática representada en al-gunas
embarcaciones posibilitan enunciar un caso particular
sUjeto a gener-!izaciSn iiiteTretatha i-especiz, 2 z,tias es;acio-nes
rupestres de Tenerife. La isla estuvo expuesta desde el bajo
medievo y con posterioridad a diversas situaciones, relaciona-das
con el medio insular y marino. Pero esto significa algo
2 6 JOSÉ JUAN JIMÉNEZ GONZÁLEZ
más: la presencia de fenómenos recurrentes durante una dila-tada
secuencia temporal que afectaron a poblaciones de dis-tinta
categorización sociocultural: sociedades indígenas y so-ciedades
posteriores a la conquista europea. La expresión de
algunos de esos fenómenos podemos encontrarla en las rocas
mediante un lenguaje ideográfico. Esto hace necesario, como
ya adelantamos, un cambio de enfoque hacia la interpretación
en la órbita conductual, más que desde posturas netamente
simbólicas que dificultan su conocimiento exhaustivo o sólo
explican algunas variables.
Así pues, estimamos la recurrencia de algunas representa-ciones
(geométricas y figurativas) a tenor de diferentes suce-sos
con un trasfondo común: el mar, cuyos elementos consus-tanciales
extensos pueden ser razias esclavistas, proselitismo
religioso, intercambios, conflictos en el momento de Ia pre-conquista,
guerra y ocupación europea, actos de piratería,
emigración, comercio ..., etc., que pudieron dar lugar en un
ecosistema frágil y circunscrito a movimientos de revitaliza-ción
en diferentes momentos históricos.
Desde esta nueva perspectiva las expresiones rupestres de-ben
abarcarse en una secuencia temporal extensa, sin descar-tar
aquellas cuya diagnosis no las considere de ámbito indí-gena.
Es muy posible, por ejemplo en el caso de los cru-ciformes,
que estemos ante la esquematización de los palos
mayores de embarcaciones con las velas plegadas o desple-gadas,
mientras en otros casos asistimos a una representación
minuciosa del símbolo cristiano. Otros tipos esquemáticos
encuentran un refrendo en diferentes estaciones de la isla y
deberán ser evaluados en un contexto mucho más amplio en
conexión directa con los asentamientos y su entorno más
próximo.
Si bien la autona indígena directa para el caso de alguna
de las naves puede ser propuesta para el debate, el argumen-to
historicista que la descarta no parece adecuado, teniendo
en cuenta que los guanches mantuvieron relaciones de diver-so
tipo en los siglos m-xv, en tiempos calificados linealmente
como no-prehistóricos. El permanente trasiego de barcos por
el litoral insular pudo ser objeto de representación por parte
142 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
BASES PARA EL ESTUDIO CIENTÍFICO DEL ARTE RUPESTRE DE TENERIFE 2 7
de una población que permanecía en «su)>p rehistoria, frente
al momento «histórico» en que se encontraban los navegan-tes.
Huelga decir que esta compartimentación estricta de la
historia se hace necesaria desde el nivel argumental que fo-mentan
los detractores de la autoría isleña, cuando la respues-ta
más plausible en realidad obedece a los criterios, técnicas,
modos de ejecución y a buena parte de la temática represen-tada,
siguiendo actuaciones adaptativas ante las nuevas cir-cunstancias
que afectaron al mundo insular antes y después
de las navegaciones europeas.
Este último aspecto conduce a otro de los argumentos ex-presados
para desconsiderar la adscripción indígena: las repre-sentaciones
habrían sido realizadas con instrumentos metáli-cos,
por tanto no serían prehispánicas y sí «históricas» o de-bidas
a actividades pastoriies actuales.
Sin que abundemos en exceso en la viabilidad de intercam-bios
o aprehensión de instrumentos y productos entre la po-blación
autóctona y foránea, probada documentalmente, he-mos
de señalar que en algunos emplazamientos detectamos la
presencia de pequeñas lascas de obsidiana junto a las repre-sentaciones
rupestres. A tenor de sus características es bastan-te
probable que la obsidiana fuese empleada para realizar las
incisiones, teniendo en cuenta el tipo de soporte al que hici-mos
mención y la escasa dificultad para practicarlas. Tanto
más si contemplamos que su extracción y procedencia es aje-na
al marco geográfico de muchos de los hallazgos rupestres
conocidos hasta hoy.
La caracterización histórica global del arte rupestre de
Tenerife ya ha sido suficientemente presentada y es ahora
cuando podemos cnmenzar a contrastar.
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