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ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QUÍMICOS DE RESTOS ÓSEOS DE LA POBLACIÓN CANARIA PREHISPÁNICA P O R E. GONZÁLEZ REIMERS Y M. ARNAY DE LA ROSA Las estructuras óseas del organismo humano, en virtud de su extraordinaria resistencia y dureza, constituyen a menudo el único vestigio que resta de lo que otrora fuera un ser pen-sante y animado. Las culturas prehistóricas han proporcionado, junto a otros restos arqueológicos, frecuentes enterramientos in-dividuales o colectivos, a veces con gran número de esqueletos, cuyo detenido estudio puede proporcionar valiosísima informa-ción acerca de multitud de aspectos de la vida y costumbres de los actores materiales de dichas culturas. El hueso, por ejem-plo, se ve afectado por numerosas entidades nosológicas que dejan una huella indeleble: algunas de estas huellas son ma-croscópicamente visibles y han permitido la identificación de muchas enfermedades padecidas por el hombre prehistórico; otras en cambio, más sutiles, permiten inferir otros aspectos de la vida de estos hombres, no necesariamente ligados a en-fermedades concretas: ei hueso, bajo su apariencia inerte y mi-neral, es una estructura metabólicamente activa, en constante equilibrio homeostático con el resto del medio interno y que por lo tanto se ve afectado también por las variaciones que Núm 36 (1 990) 535 éste experimenta, alterándose de esta forma bien su fina es-tructura histológica, bien su contenido mineral. Así, del estudio del hueso podemos informarnos acerca de costumbres dietéti-cas, e, integrando esta información con la derivada del análisis de otros vestigios arqueológicos, podemos inferir con alta pro-babilidad de certeza hábitos sociales y formas de vida. En el presente trabajo pretendemos actualizar los estudios que en este sentido se han realizado, comparando los llevados a cabo por diversos investigadores con los que hemos iniciado en los últi-mos años en restos óseos de habitantes prehispánicos de Ca-narias. Previamente haremos un sucinto repaso de la estructura y funciones del hueso, fundamentalmente dirigido al lector aje-no a la Biología o a la Medicina. 1. EL HUESO: CONCEPTOS BÁSICOS (1 -5) El tejido óseo contiene sustancias orgánicas (30-35 por 100) y sustancias minerales (65-70 por 100). A su vez, las sustancias orgánicas comprenden diversas es-tirpes celulares (osteocitos, osteoblastos, osteoclastos y células mesenquimales osteoprogenitoras), una matriz proteica (proteo-glicanos, mucoproteínas, osteocalcina), y fibras colágenas (95- 99 por 100 de la sustancia orgánica). Estas fibras colágenas son sintetizadas por los osteoblastos, y se disponen en haces, cuya estructura y tamaño tienen importancia en la textura final del hueso, que, como veremos después, es variable, tanto a lo largo de la vida de un individuo como en distintas áreas anatómicas de un mismo individuo. Las rriifielales cozsisten er; sa!2s de foJfato &Ici-co. Estas sales en un principio se depositan en forma amorfa y cristalizan posteriormente, formando cristales de hidroxiapatita. Como luego comentaremos, estas sales complejas de fosfato cál-cico pueden albergar otros iones, cuya cantidad y distribución variar, e: determifiudus circuilst~nci~s. Un hueso está constituido por tejido óseo y numerosos vasos que lo nutren. Son estructuras aparentemente compactas por su cara externa, que encierran en su interior una cavidad más 536 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QUÍMICOS DE RESTOS ÓSEOS 3 o menos pronunciada según el tipo de hueso. Esta cavidad (ca-vidad medular) alberga células hematopoyéticas y células adi-posas fundamentalmente, existiendo, tanto en el seno de las paredes del hueso como en la médula numerosos vasos san-guíneos encargados de la nutrición de estas esti-ucturas. Vemos, pues, que el hueso (entidad anatómica) contiene di-versos tipos de tejidos: óseo, hematopoyético, adiposo, endotelios vasculares, etc. Si cortamos longitudinal o transversalmente un hueso distinguimos a simple vista dos texturas anatómicas di-ferenciadas: una parte externa compacta (hueso compacto) y una interna esponjosa (hueso esponjoso o trabecular). Esta ú1- tima forma como una delicada red en cuya malla se alojan las células hematopoyéticas y adiposas antes mencionadas. En determinados huesos de carga, qm deue~llpefi~unn u prim~rdiu! función de sostén, las trabéculas se disponen de una manera precisa, formando arcos según la carga que soporta ese hueso. Así, una disminución de la actividad física o la ausencia de gra-vedad (como ocurre actualmente en los viajes espaciales) altera notablemente la disposición y tamaño de estas trabéculas. En el hueso compacto podemos distinguir una serie de es-tructuras denominadas osteonas, que son las unidades anato-mofuncionales del tejido óseo. Cada una de ellas está centrada por un espacio (de Havers) que encierra un vaso, y rodeada de laminillas óseas concéntricas entre las que se disponen los osteocitos. Estas osteonas constituyen las unidades de rernode-lado -como luego veremos- del hueso cortical. Entre las os-teonas existen laminillas intercalares irregularmente distribuidas. En el hueso trabecular hay numerosas laminillas óseas dis-puestas longitudinalmente con osteocitos adosados. Los osteo-citos se comunican unos con otros por medio de unas prolon-gaciones citoplasmáticas alojadas en unos espacios denominados conductos calcóforos. Como hemos dicho antes, el hueso no es una estructura iner-te. En primer lugar, el hueso cambia desde la edad fetal hasta la edad adulta, adoptando su forma característica: a este pro-ceso se le conoce con el nombre de MODELADO, y sus altera-ciones dan lugar a las denominadas displasias óseas. Durante el proceso de modelado, el hueso crece, bien por osificación 4 E. GONZÁLEZ REIMERS-M. ARNAY DE LA ROSA endocondral o intramembranosa (mecanismos cuyos detalles no interesan en la presente revisión); este fenómeno es el deno-minado CRECIMIENTO. Crecimiento y modelado implican procesos de síntesis ósea (OSTEOS~NTESeInS )u nas zonas y destrucción (RESORCI~eNn )o tras, predominando globalmente aquéllas sobre éstas. Este proceso de síntesis y resorción se da también en la edad adulta, no sólo en situaciones patológicas (fracturas, donde predomina la' primera sobre la segunda), sino también de modo continuo en situaciones fisiológicas, sin que. exista aquí predo-minio de una sobre otra. Este fenómeno se conoce con el nom-bre de REMODELADO, caracterizado por un equilibrio entre os-teosíntesis (promovida por los osteoblastos) y osteoresorción NB (promovida por los osteoclastos), equilibrio que se altera por E numerosas circunstancias patológicas y fisiológicas, cuyo cono- O n cimiento es de máximo interés para paieopatoiogos, arqueóiogos - m O y prehistoriadores. EE 2 11. REMODELAÓDSOEO (6, 7) 3 - 0 m El remodelado, como hemos visto, consiste en un continua E proceso de síntesis y destrucción ósea que tiene lugar a lo lar- O go de toda la vida Analizareamos por separado ambos fenómenos. n E 1. Estando constituido el hueso por una sustancia orgánica a (fibras de colágena embebidas en una matriz proteica) sobre n la que se depositan sales minerales, la síntesis de hueso incluirá n n la producción por una parte de dicha materia orgánica y la 3 posterior calcificación de la misma. O a) La síntesis de la matriz orgánica se realiza por parte de !es csteeblastm, qiiienes primerzxmente se encargan de la pro-ducción de haces de colágena, proceso que se conoce en sus íntimos detalles (6), pero cuya exposición excede de los límites del presente trabajo. Los osteoblastos se encargan asimismo de la síntesis de las otras proteínas de la matriz, entre ellas de la nrteo~alcinac~u yos niveles en sangre reflejan de modo bastante adecuado la cuantía del proceso osteosintético. Se produce asi una cierta cantidad de matriz proteica con haces de colágena ordenadamente dispuestos; este tipo de es- 538 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QuÍMICOS DE RESTOS ÓSEOS 5 tructura tisular aún no calcificada se denomina OSTEOIDE. Sobre ella van a depositarse las sales cálcicas, formándose así hueso mineralizado. Entre la producción de la matriz proteica y la mineralización de la misma existe normalmente un retraso de unos 8-10 días, por lo que normalmente existe una pequeña porción de tejido osteoide, perfectamente evidente en los cortes histológicos de hueso. La tasa de síntesis del osteoide depende, entre otros factores, del aporte nutricional. La calcificación del osteoide, de la dis-ponibilidad de calcio, fosfato y de una hormona, la 1,25 dihidroxi-vitamina D, sintetizada en el riñón a partir del 25 hidroxi-vitamina D, la cual a su vez se sintetiza en el hígado a partir de !a 'iiitamim D. E! ziprte exSgem de esta vitursina y su adecuada absorción tienen importancia en países donde la insolación es escasa, ya que normalmente se sintetiza en la piel bajo la influencia de la radiación ultravioleta. En nuestro medio, el aporte exógeno es de escasa importancia, de manera que aún incluso en situaciones que afectan a la absorción o a la síntesis de metabolitos activos de vitamina D, los valores de ésta en sangre son elevados, como ha sido demostrado en un estudio realizado por nuestro grupo (8). Por lo tanto, si bien la defectuosa síntesis de osteoide puede deberse a déficit nu-tricional, en nuestro medio, la etiología de la defectuosa mine-ralización del mismo hay que buscarla más en enfermedades concretas que en trastornos del aporte exógeno, si bien una baja ingesta de fosfato puede dar lugar a su aparición; pero este hecho es extraordinariamente raro, ya que el fósforo abun-da tanto en alimentos cárnicos como en vegetales, huevos, etc. Repetimos, esta afirmación es válida para el medio geográfico canario. En países donde la insolación es escasa [y, por consi-guiente, la síntesis endógena de vitamina D (9)], un déficit die-tético puede dar lugar a defectuosa mineralización del osteoide, y así se ha constatado en poblaciones europeas medievales o de la primera revolución industria1 (í Cij. La defectuosa mineralización del osteoide da lugar a un ((ablandamiento))d el hueso. Cuando tiene lugar en la edad adul-ta, una vez acabado el modelado, hablamos de osteomalacia. 6 E. GONZÁLEZ REIMERS-M. ARNAY DE LA ROSA Cuando tiene lugar durante el crecimiento se denomina raqui-tismo. Dado que la primera, en sus fases iniciales, sólo va a detectarse por un aumento del osteoide (hueso no calcificado), no la podremos diagnosticar precozmente en preparaciones his-tológicas de muestras óseas prehistóricas en las que los tejidos blandos se hayan destruido. Sin embargo, son características las alteraciones macroscópicas esqueléticas que pueden obser-varse tanto en casos de osteomalacia avanzada como en los de raquitismo. b) La destrucción (resorción) ósea se realiza por parte de los osteoclastos, merced a un proceso que conduce a la apari-ción de los denominados conos resortivos o a las lagunas de Howship. En 'el adulto joven, síntesis y resorción están equili-bradas; a partir de los 35-40 años comienza a predominar la resorción sobre la síntesis. De esta manera, la masa ósea varía según la edad, aunque tiende a mantenerse dentro de límites del rango de normalidad hasta la edad de 60-65 años, espe-cialmente en el hombre. A partir de esa edad, el descenso es acusado, por lo que en el anciano la masa ósea está franca-mente disminuida (1 1- 14). Una hormona, la secretada por las glándulas paratiroideas, denominada por ello parathormona (PTH), tiene un importante papel activador de los osteoclastos. Su exceso determina una mayor resorción ósea. Muchas otras sustancias (calcitonina, la propia vitamina D, hormonas sexuales, corticoides, hormonas ti-roideas, etc.) juegan un papel destacado en el remodelado óseo. Su detenido estudio no procede en la presente revisión. Globalmente considerado el proceso de remodelado óseo con-duce a un aumento discreto pero significativo del diámetro de !m h ü e s ~ s! a r g ~ s u medida qUe avanza !a edad. CuunUe b s procesos resortivos comienzan a predominar sobre los osteo-sintéticos va apareciendo un progresivo ensanchamiento de la cavidad medular el hueso y un descenso paulatino de la masa ósea. E.1 d~r r e n r od e la masa &ea define a una entidad denomi-nada OSTEOPOROSIS. Esta situación, por lo que acabamos de ex-poner, es fisiológica en el anciano, pero su detección en el adul-to joven y maduro implica la presencia de una alteración 540 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QUíMICOS DE RESTOS ÓSEOS CAUSAS DE OSTEOPOROSIS Primarias (Mecanismo de producción desconocido; no asociadas a otro pro-ceso) - Gsteoporosis senil (tipo Iij. - Osteoporosis postmenopáusica tipo 1. - Osteoporosis idiopática juvenil. Secundarias (Asociadas a otras enfermedades; mecanismos de producción conocidos en algunos casos) - Hipogonadismo. - Síndrome de Cushing (exceso de hormonas corticoideas). - Hipertiroidismo. - Déficit de calcio. - Malnutrición. - Descenso/ausencia de actividad física. - Artritis reumatoide. - Epilepsia. - Síndromes malabsortivos. - Diabetes. - Alcoholismo. - Enfermedad pulmonar obstructiva crónica. - Escorbuto. - Asociada a procesos muy poco frecuentes (síndrome de Mencke, hi-pofosfatasia, osteogénesis imperfecta, síndrome de Marfan, síndrome de Ehlers-Danloss, homocistinuria, mastocitosis sistémica). - Farmacológica (uso crónico de hepanna). Núm. 36 (1 990) patológica subyacente. En efecto, su etiología, expresada en la tabla 1, es múltiple. Es decir, una vez sentado el diagnóstico de esta entidad en una muestra concreta de hueso hay que plantearse que la causa que motivó su aparición puede ser cual-quiera de las entidades referidas en dicha tabla. Ahora bien, en un grupo poblacional no senil no seleccionado, la prevalencia de estas entidades es escasa. Por ejemplo la más frecuente de todas ellas, como es la diabetes, no presenta una prevalencia superior a 1-2 por 100, salvo en algún grupo racial determina-do, como es el caso de los indios Pima de Norteamérica (15). Por ello, una alta prevalencia de osteoporosis en un grupo po-blacional amplio (repetimos, no senil), ha de hacernos pensar que probablemente obedezca a una malnutrición calórico-proteica. Es por eiio por io que ei diagnóstico de esta entidad en muestras poblacionales prehistóricas puede proporcionar va-liosa información al arqueólogo. Brevemente expondremos a continuación algunos métodos por los cuales podemos establecer el diagnóstico de esta entidad. 111. OSTEOPOROSIS: MÉTODOS DE ESTUDIO 1. Radiología.-Es el método más accesible por su carácter no invasivo. No obstante son numerosas sus limitaciones. Los métodos radiológicos se basan en dos hechos: a) Por una parte, en la mayor radiotransparencia ósea de-bida a disminución de la masa ósea. Obviamente, este pará-es muy subjetivo, es apreciable sólo cuando el descenso de la masa ósea alcanza ya un 30 por 100, y depende además de las condiciones técnicas en las que se realice el estudio. b) Por otra parte, en el progresivo adelgazamiento de la cor-tical y ensanchamiento de la cavidad medular observables en la osteoporosis. Así se han establecido diversos índices córtico-medulares (a nivel de falanges, de fémur y de otros huesos largos) que fueron clásicos en el estudio de esta entidad (16). Actualmente están en desuso, ya que su correlación con técni-cas diagnósticas más fieles es escasa (17). 542 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QUÍMICOS DE RESTOS ÓSEOS 9 La pérdida de masa ósea y el adelgazamiento de las corticales predispone a la aparición de fracturas. Son especial-mente comunes las fracturas por aplastamiento de las vértebras, lo que da lugar a una alteración de su morfología, convirtién-dose en bicóncavas. 2. Densitometría ósea-Persigue objetivar las variaciones de la masa ósea trabecular, que como hemos visto, debido a su tasa más rápida de remodelado óseo, se altera más precozmen-te que el hueso compacto. Pueden realizarse estudios densito-métricos de la siguiente manera: a) Mediante tomografía axial computadorizada (TAC) de un cuerpo vertebral (18). b) Absorciometría fotónica monoenergética y absorciometría fotónica dual, esta última más reciente y perfeccionada que la primera. Los principales inconvenientes de estas técnicas, al aplicarlas «in vivo)) consisten en las modificaciones artefactuales que ejer-cen las partes blandas (hecho que se obvia notablemente con la absorciometría fotónica dual). En cambio, su aplicación a muestras prehistóricas es teóricamente muy útil, con el único inconveniente de la carestía que supone la adquisición del apa-rataje necesario. 3. Estudio histoíógico de muestras óseas.-Constituye obvia-mente un método de extraordinaria utilidad, ya que asociado a la histomorfometría permite cuantificar exactamente la masa ósea. Su principal inconveniente es que requiere una infraes-tructura y una técnica notablemente complejas, ya que es ne-cesario estudiar estas muestras óseas sin descalcificar, incluyén-dolas en plásticos como poiymaster o metacriiato y cortarías posteriormente con cuchillas especiales para sustancias duras. La información que proporciona este método al clínico es muy grande, ya que con técnicas adecuadas de tinción pueden ob-jetivarse tanto el hueso mineralizado como las sustancias or-gánicas (osieoidej y elementos celuiares. En esqueletos prehis-tóricos que han perdido la materia orgánica, no podremos diagnosticar la presencia de una osteomalacia incipiente, pero sí la de entidades como la osteitis fibrosa secundaria a un hi-perparatiroidismo), la osteosclerosis (definida por un aumento 10 E. GONZÁLEZ REIMERS-M. ARNAY DE LA ROSA de la masa ósea) y la osteoporosis, entidad que nos interesa especialmente aquí por su relevancia en la inferencia del estado nutricional, como antes hemos apuntado. ¿Qué muestras pueden estudiarse y cómo ha de hacerse el estudio? Teóricamente sería válida cualquier muestra que con-tuviera hueso trabecular (preferentemente) o hueso compacto. Hemos visto anteriormente que tanto en el primero (descenso del volumen trabecular) como en el segundo (adelgazamiento cortical y otras alteraciones que comentaremos a continuación) se manifiesta la osteoporosis, aunque los cambios son más pre-coces y marcados en el hueso trabecular. Es necesario, sin em-bargo, hacer una serie de consideraciones: en primer lugar, aun-que el estudio se haga en muestras prehistóricas, es conveniente tener un patrón comparativo. Éste, o io obtenemos de una po-blación viviente actualmente, o lo buscamos en restos óseos de individuos fallecidos por causas que no afecten a la masa ósea y que no sean seniles. Si elegimos para el estudio la extremidad de un hueso largo, como por ejemplo la cabeza del fémur (rica en hueso trabecular), veremos que ambas alternativas son di-fícilmente viables, la segunda por la escasez de muestras válidas obtenibles, y la primera porque, si bien podemos obtener mues-tras de individuos sanos fallecidos por traumatismos, la biopsia de fémur, tibia o húmero es un procedimiento excesivamente traumático para ser aplicado en pacientes, por lo que no es empleada en medicina. Por eso, en el caso de intentar la rea-lización de un estudio de este tipo nos veríamos obligados a buscar controles propios sólo para tal fin. Actualmente, en la clínica se emplea para el diagnóstico de-lar osteopatías el estudio de muestras de cresta iliaca. La cresta iliaca soporta escasa carga; es rica en hueso trabecular, pueden estudiarse además ambas corticales (la externa e interna), y su obtención en un enfermo no requiere incisiones amplias o anes-tesia general. Este método está ampliamente extendido, y exis-ten series notablemente cuantiosas tanto de individuos normales de sexos y grupos de edad diferentes, como de individuos afec-tos de osteoporosis y de otras patologías óseas. La muestra se obtiene mediante un trócar de Bordier, a 2-3 centímetros por detrás y por debajo de la cresta iliaca anterosuperior. Se ob- 544 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QU~MICOSD E RESTOS ÓSEOS 11 tiene así un cilindro que contiene ambas corticales y el hueso esponjoso en el centro, ideal para el estudio de las enferme-dades óseas difusas (1 9-22). Un segundo aspecto que hemos de considerar al analizar muestras prehistóricas es la posible alteración post-mortem su-frida por el hueso. Por ello es necesario, en primer lugar, ase-gurarse de que, macroscópicamente, el hueso esté bien conser-vado; en segundo lugar, de que la conservación de las tra-béculas es óptima. Ello puede hacerse mediante la observación con un microscopio de barrido electrónico. Este estudio preli-minar es conveniente realizarlo siempre, ya que aun cuando la corteza parezca indemne, es posible que sales minerales di-sueltas hayan penetrado a través de pequeñas soluciones de continuidad de la cortical y destruido la armazón trabecular. Así, en muestras de cresta iliaca podemos pues determinar fiel-mente el volumen óseo trabecular, y por lo tanto, sentar un correcto diagnóstico de osteoporosis, aún en sus fases precoces. También se han estudiado otras muestras óseas. Por ejemplo, diversos autores (23-27) han medido el grosor cortical en diá-fisis de huesos largos, comparándolo con el grosor total del hue-so, encontrando osteoporosis en adultos jóvenes y atribuyendo este hecho a déficit de ingesta cálcica (27). Otros han calculado el área cortical, recurriendo a histomorfometría (28). El estudio histológico del hueso trabecular ha sido también abordado por varios investigadores: así, Weinstein et al. (29) estudian el hueso trabecular de una momia peruana, encontrando datos sugestivos de ((hiperparatiroidismo secundario a déficit dietético)) (citamos textualmente); Mielke, por su parte, estudia el hueso trabecular de l8 b-.c.rLv-b-L- a fG--lu-u--in l y SÜ akeracióri en ia osteoporosis y con el incremento de edad (30). Otros autores han estudiado el hueso cortical (31), analizan-do osteonas esclerosadas (32) u osteonas con hipermineraliza-ción de sus laminillas (33). La hipermineralización sería debida a un retrase !a sintesis de oste&& qüe condfci~naria mayor mineralización de las laminillas ya formadas, retraso en la síntesis atribuíble a un trastorno nutricional. La mayor parte de los enterramientos prehispánicos de las islas Canarias han sido hallados en cuevas localizadas bien en 12 E. GONZÁLEZ REIMERS-M. ARNAY DE LA ROSA barrancos o acantilados, bien en el seno de las corrientes de lava. Los cadáveres, momificados o no, suelen aparecer en de-cúbito supino, descansando sobre yacijas de piedra o troncos; es decir, el contacto con la tierra es mínimo, habiéndose reco-gido en las fuentes etnohistóricas que los prehispánicos inten-taban evitar el contacto de sus muertos con el suelo, por ser éste impuro (34). Ello permite la realización de estudios histo-lógicos de estos restos humanos en condiciones óptimas, al ser mínima la exposición del hueso a la acción deletérea de las sales minerales. Nosotros hemos iniciado el estudio histológico del hueso tra- B becular de esqueletos prehispánicos, utilizando muestras de cres- c. E ta iliaca, determinando el volumen óseo mineralizado y com- o parándolo con un grupo «coii¿ro:» (figs. 1-2). Hemos encmtrade d-- m una alta prevalencia de osteoporosis (35, 36), especialmente en O E la isla de Gran Canaria la mejor y más completamente estu- E 2 E diada hasta el momento (37, 38), lo que plantea la hipótesis - -siguiendo, como hemos visto, a otros autores- de la exis- 3 tencia de importantes desequilibrios dietéticos que condujeron O- - a un déficit nutricional entre los canarios prehispánicos. m E O n IV. OLIGOELEMENTEONS H UESO -E a 2 Otro aspecto importante del hueso es su contenido en oli- d n n goelementos o elementos traza. Un elemento traza es una sustancia que se encuentra en el 5 O organismo humano en muy bajas concentraciones, pese a lo cual posee gran importancia fisiológica, aunque el mecanismo íntimo de acción de muchos de ellos aún no es bien conocido (39, 40). En el hueso, estos elementos traza se incorporan a la hidroxiapatita, bien sustituyendo a los átomos que normalmente componen la molécula, bien uniéndose a ella por fuerzas fisi-coquímicas de diversa naturaleza. La importancia que tienen estos oligoelementos en el estudio de la nutrición estriba en dos hechos: 1) Algunos de ellos pueden acumularse en concen-traciones variables en el hueso, dependiendo de la cantidad in-gerida; 2) Algunos oligoelementos se acumulan más en plantas, 546 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS mientras que otros lo hacen en tejidos animales (41). Estos dos hechos permiten que podamos inferir, basados en las concen-traciones en el hueso de estos oligoelementos, el tipo de dieta o, al menos, la cantidad relativa de dieta cárnica o vegetariana consumida (42). Así el hierro, zinc, molibdeno y selenio se asocian más a consumo de proteínas animales, mientras que estroncio, man-ganeso y magnesio se encuentran en concentraciones mayores en productos vegetales (43). Sin embargo, estos hechos no de-ben llevarnos a conclusiones erróneas, ya que: 1. Existen múltiples factores que dificultan o comprometen la absorción específica de algunos elementos, algunos de ellos cmocidns -amo es el caso del zinc (44) o del hierro (45)-, otros aún no totalmente elucidados. 2. Algunos oligoelementos, como el zinc y el cobre, compi-ten a nivel de su depósito en el hueso, de tal manera que con-centraciones elevadas de uno de ellos implican concentraciones bajas del otro (44). 3. La distribución de estos oligoelementos no es uniforme en todo el esqueleto. Así, los estudios de Tanaka y cols. (46), demuestran que en algunas zonas las concentraciones son hasta dos y tres veces mayores que en otras. 4. Existen además evidencias en favor de que, aún dentro del mismo hueso, las concentraciones pueden variar de un ex-tremo a otro, e, incluso, de cortical a trabecular. Lo que parece sin embargo claro es que en el adulto nor-mal actual, sometido a una dieta equilibrada, las variaciones de la concentración ósea de algunos oligoelementos, como es el 'caso del estroncio, no son io suficientemente importantes como para que los valores medios se alejen mucho de 100- 150 ppm. (39, 46). 5. Hay otro factor que debe ser tenido en cuenta, que es la diagénesis, es decir, las eventuales alteraciones postmortem de1 contenido en oiigoeiemenios. En efecto, esiá demostrado que el hueso puede enriquecerse en algunos de ellos y empo-brecerse en otros (47) siendo el estroncio -el mejor estudiado y más utilizado en análisis paleonutricionales- el que más es-tablemente se comporta (48). La mayor parte de estos estudios Núm 36 (1 990) 547 han sido llevados a cabo en muestras en las que cabe esperar cierto grado de fosilización en el sentido geológico del término. En nuestro medio no existen estudios acerca del grado de fosili-zación que han sufrido los esqueletos prehispánicos, aunque es de suponer que sea mínimo, dado lo reciente -en términos geológicos- del poblamiento prehistórico de las Islas Canarias. Es imprescindible, en cualquier caso, un análisis de las tierras de los yacimientos donde fue hallada la muestra ósea. En los estudios practicados por nosotros hemos encontra-do que estas tierras presentan contenidos muy bajos en estron-cio, mientras que los valores de manganeso en cambio son muy superiores a los de los huesos analizados; por lo tanto, si en-contramos concentraciones óseas elevadas de estroncio podemos realmente suponer que así estaban al fallecer el sujeto; en cam-bio, con respecto al manganeso no puede descartarse la even-tual contaminación (37). Estos resultados están de acuerdo con lo referido por otros autores en otros medios geográficos (49). Además de lo dicho es necesario hacer otras consideraciones acerca de las muestras que van a analizarse, así como de las técnicas que pueden emplearse. Los oligoelementos se encuen-tran, por definición, en muy bajas concentraciones, habitualmen-te expresadas en ppm (partes por millón) o ppb (partes por mil millones). Por ello es necesario determinar su concentración mediante espectrofotometría de absorción atómica, bien con Ila-ma, bien con cámara de grafito (la cual, por su mayor sensi-bilidad es útil para detectar concentraciones muy bajas); otro método alternativo es la activación neutrónica. En segundo lugar, hay que proceder con extremo cuidado en la elección de la muestra que se va a analizar. Cualquier contaminación externa puede artefactar los resultados, especial-mente si procedemos a determinar oligoelementos presentes en concentraciones a nivel de ppb. Por ello es necesario elegir pie-zas que presenten la menor cantidad posible de material ad-herido a su superficie, e incluso proceder a determinar con-centraciones en partes de hueso que no han estado en contacto con la tierra. De nuevo, en este sentido, la mayor parte de los enterrarnientos prehispánicos canarios ofrecen una gran ventaja, 548 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS al ser habitual que los huesos no estén bajo la tierra, sino so-bre una yacija. El hueso trabecular tiene un metabolismo más activo que el cortical. Por eso hay autores que analizan el contenido de estroncio en muestras de hueso cortical, dado que los valores obtenidos en estas muestras reflejarían de modo más fiel el aporte de este elemento durante períodos más largos. Por pro-blemas metodológicos, y a fin de poder obtener valores en con-troles, preferimos hacer las determinaciones en el hueso tra-becular de muestras de cresta ilíaca, procediendo a separar cuidadosamente ambas corticales. Así estamos en condiciones de obtener resultados sensiblemente fieles, y por otra parte nos es fácil tener resultados de controles actuales que por una u otra razón hayan sido sometidos a biopsia ósea. Los resultados obtenidos en muestras prehistóricas son va-riables. Así, Becker y cols. (50), en muestras peruanas y de in-dios de Pennsylvania encuentran valores del orden de 62-210 pprn en los primeros y de 375 en los segundos. Price y Kava-nagh (51), en indios de Wisconsin, valores oscilantes entre 91 y 380 ppm. Szpunar y cols. en Missisipi encuentran valores del orden de 170-180 pprn (52). Tooth y Voorhies, en carnívoros y herbívoros pliocénicos encuentra valores elevados (entre 477 y 636 ppm) (53). Sin embargo, los más elevados son los re-portados por Schoninger et al. en Chalcatzingo (54) (por en-cima de 1.000 pprn en casos individuales y valores medios de grupos humanos del orden de 500-700 ppm), encontrando ade-más que los esqueletos inhumados con distintos tipos de ajuar presentaban contenidos de estroncio diferentes, lo que sugiere la hipótesis de distinto acceso a las proteínas de origen ani-mal por parte de estos individuos. Los valores de Schonin-ger son los más parecidos a los encontrados por nosotros en Gran Canaria, donde en algunos esqueletos la concentración es extraordinariamente alta, situándose la media alrededor de 400-500 pprn (55). Es interesante hacer constar que estos va-lores son sensiblemente superiores a los de las muestras de Tenerife, en sugestiva coincidencia con un menor grado de osteoporosis en las muestras estudiadas de esta última isla. 16 E. GONZALEZ REIMERS-M. ARNAY DE LA ROSA Lo contrario ocurre con el zinc y el hierro (fig. 5). Los resultados obtenidos en muestras de Gran Canaria son sensi-blemente inferiores a las de Tenerife, y muy inferiores a las de los controles. En cambio, el magnesio óseo está de nuevo significativamente más elevado en las muestras de Gran Canaria que en las de Tenerife y las del grupo control. Todos estos datos apoyan fuertemente la existencia de diferencias dietéticas y nutricionales entre los habitantes de ambas islas; concreta-mente, la mayor prevalencia de osteoporosis en Gran Canaria apunta hacia un cierto grado de malnutrición por consumo in-suficiente de una dieta eminentemente vegetariana, tal como indican las determinaciones de oligoelementos. En Gran Canaria existen numerosos silos prehispánicos localizados en puntos di-fícilmente accesibles y, por tanto, fácilmente defendibles; la den-sidad de población era elevada [30-40 hablkm2 si nos atenemos a las fuentes etnohistóricas (56)l; además esas mismas fuentes nos hablan de infanticidio femenino, un hecho habitualmente practicado para controlar la presión demográfica; además, en la isla existen extensas áreas semidesérticas, y es probable que en el pasado -como ocurre aún hoy- plagas de langosta pro-venientes del vecino continente africano provocaran devastado-res efectos sobre la economía de la isla. Existe otro tipo de análisis químico de muestras óseas de interés en paleonutrición, y que estriba en el cálculo de la re-lación C-13/C-12 en el hueso (57). Su base teórica es la siguien-te: las plantas pueden clasificarse en base a las vías metabólicas que utilizan para su fotosíntesis en tres grupos: plantas C4, que forman primeramente el oxalacetato, un compuesto de cuatro átomos de carbono (caña de azúcar, otras especies herbáceas, maíz, sorgo y mijo), y las plantas C3, que forman fosfogiiceraio (leguminosas -habas, guisantes, judías, alfalfa, etc.-, algas, es-pinacas, cebada). El tercer grupo es el de las cactáceas, de me-nor interés en paleonutrición. Pues bien, las plantas C3 tienden a utilizar más el isótopo C-12 del carbono, por lo que en ellas 1, L,,,:&, P 12 /P 1-7 ,o ,A, nila a, lar -1-nt-, r A Cota la L L ~ L L L U U b - 1 2 1 b-ILc 3 l l l an vaja y u L~II la2 y ~ a i i r a--T~. u a r a relación no se altera en la cadena alimentaria; por ello, los ani-males consumidores de uno u otro tipo de especie vegetal ten-drán una fracción más o menos grande C13lC12. De hecho, 550 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QUíMICOS DE RESTOS ÓSEOS 17 el valor de la misma se ha utilizado para determinar el mo-mento del inicio del consumo del maíz por parte de grupos humanos. Sin embargo, es necesario ser extremadamente cautelosos en la interpretación de los resultados. Primero, por-que la fase ósea mineral se altera fácilmente por diagénesis en su contenido en C12 y C13; es mucho más estable la colágena ósea, pero, por desgracia, la disponibilidad de ésta es muy es-casa. Segundo, porque los organismos marinos poseen una con-centración de C13 parecida a la de las plantas C4, hecho a tener en cuenta en la interpretación de los resultados. El análisis de isótopos tiene también otra utilidad. Existen diferencias en el peso atómico entre el nitrógeno del suelo y el nitrógeno atmosférico. Por otra parte existen especies vege-tLQu lrnLra -!as kgül~iiiiu~as-q ue iieiieii capacidad para fijar el ni-trógeno atmosférico, mientras que otras sólo pueden utilizar el nitrógeno del suelo. Todas las leguminosas son plantas C3, mien-tras que ninguna planta C4 es capaz de fijar el nitrógeno at-mosférico. Así mediante el empleo mixto de los isótopos de ni-trógeno y de carbono podemos clasificar las especies vegetales consumidas en tres grupos: leguminosas (que son C3 y captan nitrógeno atmosférico), otras especies C3 no leguminosas (que no captan el nitrógeno atmosférico) y plantas C4. Esta concen-tración de isótopos distintos se conserva también durante el pro-ceso de fosilización y cuando una planta de éstas es sometida a cocción. De esta forma se puede estudiar el tipo de planta consumido en base al análisis del material encontrado en ya-cimientos arqueológicos o de los restos adheridos a vasos ce-rámicos, pudiendo inferirse de esa manera también qué función (almacenamiento, cocción, etc.) tenían dichos vasos (58). Vemos, pues, que la potencial utilidad de los análisis bio-médicos y químicos es muy grande; existen además otro tipo de análisis menos utilizados, y cuyo comentario excede los fines de ia presente revisión. En lo que respecta a nuestra experien-cia en Gran Canaria y Tenerife, los datos etnohistóricos coin-ciden con los obtenidos mediante el análisis biomédico de los restos óseos. Hemos pretendido, pues, en este trabajo, aportar un ejemplo de lo que este tipo de análisis puede suponer para el arqueólogo, ayudándole sin duda a la mejor interpretación de múltiples aspectos relativos a la estructura social y econó-mica de las sociedades prehistóricas. Figura 1.-Volumen óseo trabecular (TBM) de muestras prehispánicas de Gran Canana (O esqueletos femeninos, ídem masculinos) y controles (A). Figura 2.4ligoelementos en hueso y masa 6sea trabecular (TBM) de muestras óseas prehispánicas de Gran Canaria (GC), Terierife (T) y controles actuales (Ctrl). 1. HERNÁNDENZI ETO,L ., y TORRESR AMÍREZA,. : ((Enfermedades óseas)), en FARRERAPS.;, ROZMANC,. (ed.): Medicina interna, Ed. Doyma, Barcelona, 1987, 1005-1033. 2. KRANES, . M., y HOLICKM, . F.: ((Metabolic bone disease)), en HARRISON'S: Principies of Interna1 Medicine (2) (11 ed.), McGraw-Hill Book Co., New York, 1987, 1889- 1900. 3. BARGMANWN.:, Hktología y Anatomía microscópica humanas, Ed. La-bor, Barcelona, 1968. 4. 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Calificación | |
Título y subtítulo | Estudios biomédicos y químicos de restos óseos de la población canaria prehispánica |
Autor principal | González Reimers, Emilio |
Autores secundarios | Arnay de la Rosa, Matilde |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 36 |
Sección | Prehistoria |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1990 |
Páginas | p. 535-557 |
Materias | Antropología ; Época prehistórica ; Razas indígenas ; Canarias |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 3473292 Bytes |
Texto | ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QUÍMICOS DE RESTOS ÓSEOS DE LA POBLACIÓN CANARIA PREHISPÁNICA P O R E. GONZÁLEZ REIMERS Y M. ARNAY DE LA ROSA Las estructuras óseas del organismo humano, en virtud de su extraordinaria resistencia y dureza, constituyen a menudo el único vestigio que resta de lo que otrora fuera un ser pen-sante y animado. Las culturas prehistóricas han proporcionado, junto a otros restos arqueológicos, frecuentes enterramientos in-dividuales o colectivos, a veces con gran número de esqueletos, cuyo detenido estudio puede proporcionar valiosísima informa-ción acerca de multitud de aspectos de la vida y costumbres de los actores materiales de dichas culturas. El hueso, por ejem-plo, se ve afectado por numerosas entidades nosológicas que dejan una huella indeleble: algunas de estas huellas son ma-croscópicamente visibles y han permitido la identificación de muchas enfermedades padecidas por el hombre prehistórico; otras en cambio, más sutiles, permiten inferir otros aspectos de la vida de estos hombres, no necesariamente ligados a en-fermedades concretas: ei hueso, bajo su apariencia inerte y mi-neral, es una estructura metabólicamente activa, en constante equilibrio homeostático con el resto del medio interno y que por lo tanto se ve afectado también por las variaciones que Núm 36 (1 990) 535 éste experimenta, alterándose de esta forma bien su fina es-tructura histológica, bien su contenido mineral. Así, del estudio del hueso podemos informarnos acerca de costumbres dietéti-cas, e, integrando esta información con la derivada del análisis de otros vestigios arqueológicos, podemos inferir con alta pro-babilidad de certeza hábitos sociales y formas de vida. En el presente trabajo pretendemos actualizar los estudios que en este sentido se han realizado, comparando los llevados a cabo por diversos investigadores con los que hemos iniciado en los últi-mos años en restos óseos de habitantes prehispánicos de Ca-narias. Previamente haremos un sucinto repaso de la estructura y funciones del hueso, fundamentalmente dirigido al lector aje-no a la Biología o a la Medicina. 1. EL HUESO: CONCEPTOS BÁSICOS (1 -5) El tejido óseo contiene sustancias orgánicas (30-35 por 100) y sustancias minerales (65-70 por 100). A su vez, las sustancias orgánicas comprenden diversas es-tirpes celulares (osteocitos, osteoblastos, osteoclastos y células mesenquimales osteoprogenitoras), una matriz proteica (proteo-glicanos, mucoproteínas, osteocalcina), y fibras colágenas (95- 99 por 100 de la sustancia orgánica). Estas fibras colágenas son sintetizadas por los osteoblastos, y se disponen en haces, cuya estructura y tamaño tienen importancia en la textura final del hueso, que, como veremos después, es variable, tanto a lo largo de la vida de un individuo como en distintas áreas anatómicas de un mismo individuo. Las rriifielales cozsisten er; sa!2s de foJfato &Ici-co. Estas sales en un principio se depositan en forma amorfa y cristalizan posteriormente, formando cristales de hidroxiapatita. Como luego comentaremos, estas sales complejas de fosfato cál-cico pueden albergar otros iones, cuya cantidad y distribución variar, e: determifiudus circuilst~nci~s. Un hueso está constituido por tejido óseo y numerosos vasos que lo nutren. Son estructuras aparentemente compactas por su cara externa, que encierran en su interior una cavidad más 536 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QUÍMICOS DE RESTOS ÓSEOS 3 o menos pronunciada según el tipo de hueso. Esta cavidad (ca-vidad medular) alberga células hematopoyéticas y células adi-posas fundamentalmente, existiendo, tanto en el seno de las paredes del hueso como en la médula numerosos vasos san-guíneos encargados de la nutrición de estas esti-ucturas. Vemos, pues, que el hueso (entidad anatómica) contiene di-versos tipos de tejidos: óseo, hematopoyético, adiposo, endotelios vasculares, etc. Si cortamos longitudinal o transversalmente un hueso distinguimos a simple vista dos texturas anatómicas di-ferenciadas: una parte externa compacta (hueso compacto) y una interna esponjosa (hueso esponjoso o trabecular). Esta ú1- tima forma como una delicada red en cuya malla se alojan las células hematopoyéticas y adiposas antes mencionadas. En determinados huesos de carga, qm deue~llpefi~unn u prim~rdiu! función de sostén, las trabéculas se disponen de una manera precisa, formando arcos según la carga que soporta ese hueso. Así, una disminución de la actividad física o la ausencia de gra-vedad (como ocurre actualmente en los viajes espaciales) altera notablemente la disposición y tamaño de estas trabéculas. En el hueso compacto podemos distinguir una serie de es-tructuras denominadas osteonas, que son las unidades anato-mofuncionales del tejido óseo. Cada una de ellas está centrada por un espacio (de Havers) que encierra un vaso, y rodeada de laminillas óseas concéntricas entre las que se disponen los osteocitos. Estas osteonas constituyen las unidades de rernode-lado -como luego veremos- del hueso cortical. Entre las os-teonas existen laminillas intercalares irregularmente distribuidas. En el hueso trabecular hay numerosas laminillas óseas dis-puestas longitudinalmente con osteocitos adosados. Los osteo-citos se comunican unos con otros por medio de unas prolon-gaciones citoplasmáticas alojadas en unos espacios denominados conductos calcóforos. Como hemos dicho antes, el hueso no es una estructura iner-te. En primer lugar, el hueso cambia desde la edad fetal hasta la edad adulta, adoptando su forma característica: a este pro-ceso se le conoce con el nombre de MODELADO, y sus altera-ciones dan lugar a las denominadas displasias óseas. Durante el proceso de modelado, el hueso crece, bien por osificación 4 E. GONZÁLEZ REIMERS-M. ARNAY DE LA ROSA endocondral o intramembranosa (mecanismos cuyos detalles no interesan en la presente revisión); este fenómeno es el deno-minado CRECIMIENTO. Crecimiento y modelado implican procesos de síntesis ósea (OSTEOS~NTESeInS )u nas zonas y destrucción (RESORCI~eNn )o tras, predominando globalmente aquéllas sobre éstas. Este proceso de síntesis y resorción se da también en la edad adulta, no sólo en situaciones patológicas (fracturas, donde predomina la' primera sobre la segunda), sino también de modo continuo en situaciones fisiológicas, sin que. exista aquí predo-minio de una sobre otra. Este fenómeno se conoce con el nom-bre de REMODELADO, caracterizado por un equilibrio entre os-teosíntesis (promovida por los osteoblastos) y osteoresorción NB (promovida por los osteoclastos), equilibrio que se altera por E numerosas circunstancias patológicas y fisiológicas, cuyo cono- O n cimiento es de máximo interés para paieopatoiogos, arqueóiogos - m O y prehistoriadores. EE 2 11. REMODELAÓDSOEO (6, 7) 3 - 0 m El remodelado, como hemos visto, consiste en un continua E proceso de síntesis y destrucción ósea que tiene lugar a lo lar- O go de toda la vida Analizareamos por separado ambos fenómenos. n E 1. Estando constituido el hueso por una sustancia orgánica a (fibras de colágena embebidas en una matriz proteica) sobre n la que se depositan sales minerales, la síntesis de hueso incluirá n n la producción por una parte de dicha materia orgánica y la 3 posterior calcificación de la misma. O a) La síntesis de la matriz orgánica se realiza por parte de !es csteeblastm, qiiienes primerzxmente se encargan de la pro-ducción de haces de colágena, proceso que se conoce en sus íntimos detalles (6), pero cuya exposición excede de los límites del presente trabajo. Los osteoblastos se encargan asimismo de la síntesis de las otras proteínas de la matriz, entre ellas de la nrteo~alcinac~u yos niveles en sangre reflejan de modo bastante adecuado la cuantía del proceso osteosintético. Se produce asi una cierta cantidad de matriz proteica con haces de colágena ordenadamente dispuestos; este tipo de es- 538 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QuÍMICOS DE RESTOS ÓSEOS 5 tructura tisular aún no calcificada se denomina OSTEOIDE. Sobre ella van a depositarse las sales cálcicas, formándose así hueso mineralizado. Entre la producción de la matriz proteica y la mineralización de la misma existe normalmente un retraso de unos 8-10 días, por lo que normalmente existe una pequeña porción de tejido osteoide, perfectamente evidente en los cortes histológicos de hueso. La tasa de síntesis del osteoide depende, entre otros factores, del aporte nutricional. La calcificación del osteoide, de la dis-ponibilidad de calcio, fosfato y de una hormona, la 1,25 dihidroxi-vitamina D, sintetizada en el riñón a partir del 25 hidroxi-vitamina D, la cual a su vez se sintetiza en el hígado a partir de !a 'iiitamim D. E! ziprte exSgem de esta vitursina y su adecuada absorción tienen importancia en países donde la insolación es escasa, ya que normalmente se sintetiza en la piel bajo la influencia de la radiación ultravioleta. En nuestro medio, el aporte exógeno es de escasa importancia, de manera que aún incluso en situaciones que afectan a la absorción o a la síntesis de metabolitos activos de vitamina D, los valores de ésta en sangre son elevados, como ha sido demostrado en un estudio realizado por nuestro grupo (8). Por lo tanto, si bien la defectuosa síntesis de osteoide puede deberse a déficit nu-tricional, en nuestro medio, la etiología de la defectuosa mine-ralización del mismo hay que buscarla más en enfermedades concretas que en trastornos del aporte exógeno, si bien una baja ingesta de fosfato puede dar lugar a su aparición; pero este hecho es extraordinariamente raro, ya que el fósforo abun-da tanto en alimentos cárnicos como en vegetales, huevos, etc. Repetimos, esta afirmación es válida para el medio geográfico canario. En países donde la insolación es escasa [y, por consi-guiente, la síntesis endógena de vitamina D (9)], un déficit die-tético puede dar lugar a defectuosa mineralización del osteoide, y así se ha constatado en poblaciones europeas medievales o de la primera revolución industria1 (í Cij. La defectuosa mineralización del osteoide da lugar a un ((ablandamiento))d el hueso. Cuando tiene lugar en la edad adul-ta, una vez acabado el modelado, hablamos de osteomalacia. 6 E. GONZÁLEZ REIMERS-M. ARNAY DE LA ROSA Cuando tiene lugar durante el crecimiento se denomina raqui-tismo. Dado que la primera, en sus fases iniciales, sólo va a detectarse por un aumento del osteoide (hueso no calcificado), no la podremos diagnosticar precozmente en preparaciones his-tológicas de muestras óseas prehistóricas en las que los tejidos blandos se hayan destruido. Sin embargo, son características las alteraciones macroscópicas esqueléticas que pueden obser-varse tanto en casos de osteomalacia avanzada como en los de raquitismo. b) La destrucción (resorción) ósea se realiza por parte de los osteoclastos, merced a un proceso que conduce a la apari-ción de los denominados conos resortivos o a las lagunas de Howship. En 'el adulto joven, síntesis y resorción están equili-bradas; a partir de los 35-40 años comienza a predominar la resorción sobre la síntesis. De esta manera, la masa ósea varía según la edad, aunque tiende a mantenerse dentro de límites del rango de normalidad hasta la edad de 60-65 años, espe-cialmente en el hombre. A partir de esa edad, el descenso es acusado, por lo que en el anciano la masa ósea está franca-mente disminuida (1 1- 14). Una hormona, la secretada por las glándulas paratiroideas, denominada por ello parathormona (PTH), tiene un importante papel activador de los osteoclastos. Su exceso determina una mayor resorción ósea. Muchas otras sustancias (calcitonina, la propia vitamina D, hormonas sexuales, corticoides, hormonas ti-roideas, etc.) juegan un papel destacado en el remodelado óseo. Su detenido estudio no procede en la presente revisión. Globalmente considerado el proceso de remodelado óseo con-duce a un aumento discreto pero significativo del diámetro de !m h ü e s ~ s! a r g ~ s u medida qUe avanza !a edad. CuunUe b s procesos resortivos comienzan a predominar sobre los osteo-sintéticos va apareciendo un progresivo ensanchamiento de la cavidad medular el hueso y un descenso paulatino de la masa ósea. E.1 d~r r e n r od e la masa &ea define a una entidad denomi-nada OSTEOPOROSIS. Esta situación, por lo que acabamos de ex-poner, es fisiológica en el anciano, pero su detección en el adul-to joven y maduro implica la presencia de una alteración 540 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QUíMICOS DE RESTOS ÓSEOS CAUSAS DE OSTEOPOROSIS Primarias (Mecanismo de producción desconocido; no asociadas a otro pro-ceso) - Gsteoporosis senil (tipo Iij. - Osteoporosis postmenopáusica tipo 1. - Osteoporosis idiopática juvenil. Secundarias (Asociadas a otras enfermedades; mecanismos de producción conocidos en algunos casos) - Hipogonadismo. - Síndrome de Cushing (exceso de hormonas corticoideas). - Hipertiroidismo. - Déficit de calcio. - Malnutrición. - Descenso/ausencia de actividad física. - Artritis reumatoide. - Epilepsia. - Síndromes malabsortivos. - Diabetes. - Alcoholismo. - Enfermedad pulmonar obstructiva crónica. - Escorbuto. - Asociada a procesos muy poco frecuentes (síndrome de Mencke, hi-pofosfatasia, osteogénesis imperfecta, síndrome de Marfan, síndrome de Ehlers-Danloss, homocistinuria, mastocitosis sistémica). - Farmacológica (uso crónico de hepanna). Núm. 36 (1 990) patológica subyacente. En efecto, su etiología, expresada en la tabla 1, es múltiple. Es decir, una vez sentado el diagnóstico de esta entidad en una muestra concreta de hueso hay que plantearse que la causa que motivó su aparición puede ser cual-quiera de las entidades referidas en dicha tabla. Ahora bien, en un grupo poblacional no senil no seleccionado, la prevalencia de estas entidades es escasa. Por ejemplo la más frecuente de todas ellas, como es la diabetes, no presenta una prevalencia superior a 1-2 por 100, salvo en algún grupo racial determina-do, como es el caso de los indios Pima de Norteamérica (15). Por ello, una alta prevalencia de osteoporosis en un grupo po-blacional amplio (repetimos, no senil), ha de hacernos pensar que probablemente obedezca a una malnutrición calórico-proteica. Es por eiio por io que ei diagnóstico de esta entidad en muestras poblacionales prehistóricas puede proporcionar va-liosa información al arqueólogo. Brevemente expondremos a continuación algunos métodos por los cuales podemos establecer el diagnóstico de esta entidad. 111. OSTEOPOROSIS: MÉTODOS DE ESTUDIO 1. Radiología.-Es el método más accesible por su carácter no invasivo. No obstante son numerosas sus limitaciones. Los métodos radiológicos se basan en dos hechos: a) Por una parte, en la mayor radiotransparencia ósea de-bida a disminución de la masa ósea. Obviamente, este pará-es muy subjetivo, es apreciable sólo cuando el descenso de la masa ósea alcanza ya un 30 por 100, y depende además de las condiciones técnicas en las que se realice el estudio. b) Por otra parte, en el progresivo adelgazamiento de la cor-tical y ensanchamiento de la cavidad medular observables en la osteoporosis. Así se han establecido diversos índices córtico-medulares (a nivel de falanges, de fémur y de otros huesos largos) que fueron clásicos en el estudio de esta entidad (16). Actualmente están en desuso, ya que su correlación con técni-cas diagnósticas más fieles es escasa (17). 542 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QUÍMICOS DE RESTOS ÓSEOS 9 La pérdida de masa ósea y el adelgazamiento de las corticales predispone a la aparición de fracturas. Son especial-mente comunes las fracturas por aplastamiento de las vértebras, lo que da lugar a una alteración de su morfología, convirtién-dose en bicóncavas. 2. Densitometría ósea-Persigue objetivar las variaciones de la masa ósea trabecular, que como hemos visto, debido a su tasa más rápida de remodelado óseo, se altera más precozmen-te que el hueso compacto. Pueden realizarse estudios densito-métricos de la siguiente manera: a) Mediante tomografía axial computadorizada (TAC) de un cuerpo vertebral (18). b) Absorciometría fotónica monoenergética y absorciometría fotónica dual, esta última más reciente y perfeccionada que la primera. Los principales inconvenientes de estas técnicas, al aplicarlas «in vivo)) consisten en las modificaciones artefactuales que ejer-cen las partes blandas (hecho que se obvia notablemente con la absorciometría fotónica dual). En cambio, su aplicación a muestras prehistóricas es teóricamente muy útil, con el único inconveniente de la carestía que supone la adquisición del apa-rataje necesario. 3. Estudio histoíógico de muestras óseas.-Constituye obvia-mente un método de extraordinaria utilidad, ya que asociado a la histomorfometría permite cuantificar exactamente la masa ósea. Su principal inconveniente es que requiere una infraes-tructura y una técnica notablemente complejas, ya que es ne-cesario estudiar estas muestras óseas sin descalcificar, incluyén-dolas en plásticos como poiymaster o metacriiato y cortarías posteriormente con cuchillas especiales para sustancias duras. La información que proporciona este método al clínico es muy grande, ya que con técnicas adecuadas de tinción pueden ob-jetivarse tanto el hueso mineralizado como las sustancias or-gánicas (osieoidej y elementos celuiares. En esqueletos prehis-tóricos que han perdido la materia orgánica, no podremos diagnosticar la presencia de una osteomalacia incipiente, pero sí la de entidades como la osteitis fibrosa secundaria a un hi-perparatiroidismo), la osteosclerosis (definida por un aumento 10 E. GONZÁLEZ REIMERS-M. ARNAY DE LA ROSA de la masa ósea) y la osteoporosis, entidad que nos interesa especialmente aquí por su relevancia en la inferencia del estado nutricional, como antes hemos apuntado. ¿Qué muestras pueden estudiarse y cómo ha de hacerse el estudio? Teóricamente sería válida cualquier muestra que con-tuviera hueso trabecular (preferentemente) o hueso compacto. Hemos visto anteriormente que tanto en el primero (descenso del volumen trabecular) como en el segundo (adelgazamiento cortical y otras alteraciones que comentaremos a continuación) se manifiesta la osteoporosis, aunque los cambios son más pre-coces y marcados en el hueso trabecular. Es necesario, sin em-bargo, hacer una serie de consideraciones: en primer lugar, aun-que el estudio se haga en muestras prehistóricas, es conveniente tener un patrón comparativo. Éste, o io obtenemos de una po-blación viviente actualmente, o lo buscamos en restos óseos de individuos fallecidos por causas que no afecten a la masa ósea y que no sean seniles. Si elegimos para el estudio la extremidad de un hueso largo, como por ejemplo la cabeza del fémur (rica en hueso trabecular), veremos que ambas alternativas son di-fícilmente viables, la segunda por la escasez de muestras válidas obtenibles, y la primera porque, si bien podemos obtener mues-tras de individuos sanos fallecidos por traumatismos, la biopsia de fémur, tibia o húmero es un procedimiento excesivamente traumático para ser aplicado en pacientes, por lo que no es empleada en medicina. Por eso, en el caso de intentar la rea-lización de un estudio de este tipo nos veríamos obligados a buscar controles propios sólo para tal fin. Actualmente, en la clínica se emplea para el diagnóstico de-lar osteopatías el estudio de muestras de cresta iliaca. La cresta iliaca soporta escasa carga; es rica en hueso trabecular, pueden estudiarse además ambas corticales (la externa e interna), y su obtención en un enfermo no requiere incisiones amplias o anes-tesia general. Este método está ampliamente extendido, y exis-ten series notablemente cuantiosas tanto de individuos normales de sexos y grupos de edad diferentes, como de individuos afec-tos de osteoporosis y de otras patologías óseas. La muestra se obtiene mediante un trócar de Bordier, a 2-3 centímetros por detrás y por debajo de la cresta iliaca anterosuperior. Se ob- 544 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QU~MICOSD E RESTOS ÓSEOS 11 tiene así un cilindro que contiene ambas corticales y el hueso esponjoso en el centro, ideal para el estudio de las enferme-dades óseas difusas (1 9-22). Un segundo aspecto que hemos de considerar al analizar muestras prehistóricas es la posible alteración post-mortem su-frida por el hueso. Por ello es necesario, en primer lugar, ase-gurarse de que, macroscópicamente, el hueso esté bien conser-vado; en segundo lugar, de que la conservación de las tra-béculas es óptima. Ello puede hacerse mediante la observación con un microscopio de barrido electrónico. Este estudio preli-minar es conveniente realizarlo siempre, ya que aun cuando la corteza parezca indemne, es posible que sales minerales di-sueltas hayan penetrado a través de pequeñas soluciones de continuidad de la cortical y destruido la armazón trabecular. Así, en muestras de cresta iliaca podemos pues determinar fiel-mente el volumen óseo trabecular, y por lo tanto, sentar un correcto diagnóstico de osteoporosis, aún en sus fases precoces. También se han estudiado otras muestras óseas. Por ejemplo, diversos autores (23-27) han medido el grosor cortical en diá-fisis de huesos largos, comparándolo con el grosor total del hue-so, encontrando osteoporosis en adultos jóvenes y atribuyendo este hecho a déficit de ingesta cálcica (27). Otros han calculado el área cortical, recurriendo a histomorfometría (28). El estudio histológico del hueso trabecular ha sido también abordado por varios investigadores: así, Weinstein et al. (29) estudian el hueso trabecular de una momia peruana, encontrando datos sugestivos de ((hiperparatiroidismo secundario a déficit dietético)) (citamos textualmente); Mielke, por su parte, estudia el hueso trabecular de l8 b-.c.rLv-b-L- a fG--lu-u--in l y SÜ akeracióri en ia osteoporosis y con el incremento de edad (30). Otros autores han estudiado el hueso cortical (31), analizan-do osteonas esclerosadas (32) u osteonas con hipermineraliza-ción de sus laminillas (33). La hipermineralización sería debida a un retrase !a sintesis de oste&& qüe condfci~naria mayor mineralización de las laminillas ya formadas, retraso en la síntesis atribuíble a un trastorno nutricional. La mayor parte de los enterramientos prehispánicos de las islas Canarias han sido hallados en cuevas localizadas bien en 12 E. GONZÁLEZ REIMERS-M. ARNAY DE LA ROSA barrancos o acantilados, bien en el seno de las corrientes de lava. Los cadáveres, momificados o no, suelen aparecer en de-cúbito supino, descansando sobre yacijas de piedra o troncos; es decir, el contacto con la tierra es mínimo, habiéndose reco-gido en las fuentes etnohistóricas que los prehispánicos inten-taban evitar el contacto de sus muertos con el suelo, por ser éste impuro (34). Ello permite la realización de estudios histo-lógicos de estos restos humanos en condiciones óptimas, al ser mínima la exposición del hueso a la acción deletérea de las sales minerales. Nosotros hemos iniciado el estudio histológico del hueso tra- B becular de esqueletos prehispánicos, utilizando muestras de cres- c. E ta iliaca, determinando el volumen óseo mineralizado y com- o parándolo con un grupo «coii¿ro:» (figs. 1-2). Hemos encmtrade d-- m una alta prevalencia de osteoporosis (35, 36), especialmente en O E la isla de Gran Canaria la mejor y más completamente estu- E 2 E diada hasta el momento (37, 38), lo que plantea la hipótesis - -siguiendo, como hemos visto, a otros autores- de la exis- 3 tencia de importantes desequilibrios dietéticos que condujeron O- - a un déficit nutricional entre los canarios prehispánicos. m E O n IV. OLIGOELEMENTEONS H UESO -E a 2 Otro aspecto importante del hueso es su contenido en oli- d n n goelementos o elementos traza. Un elemento traza es una sustancia que se encuentra en el 5 O organismo humano en muy bajas concentraciones, pese a lo cual posee gran importancia fisiológica, aunque el mecanismo íntimo de acción de muchos de ellos aún no es bien conocido (39, 40). En el hueso, estos elementos traza se incorporan a la hidroxiapatita, bien sustituyendo a los átomos que normalmente componen la molécula, bien uniéndose a ella por fuerzas fisi-coquímicas de diversa naturaleza. La importancia que tienen estos oligoelementos en el estudio de la nutrición estriba en dos hechos: 1) Algunos de ellos pueden acumularse en concen-traciones variables en el hueso, dependiendo de la cantidad in-gerida; 2) Algunos oligoelementos se acumulan más en plantas, 546 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS mientras que otros lo hacen en tejidos animales (41). Estos dos hechos permiten que podamos inferir, basados en las concen-traciones en el hueso de estos oligoelementos, el tipo de dieta o, al menos, la cantidad relativa de dieta cárnica o vegetariana consumida (42). Así el hierro, zinc, molibdeno y selenio se asocian más a consumo de proteínas animales, mientras que estroncio, man-ganeso y magnesio se encuentran en concentraciones mayores en productos vegetales (43). Sin embargo, estos hechos no de-ben llevarnos a conclusiones erróneas, ya que: 1. Existen múltiples factores que dificultan o comprometen la absorción específica de algunos elementos, algunos de ellos cmocidns -amo es el caso del zinc (44) o del hierro (45)-, otros aún no totalmente elucidados. 2. Algunos oligoelementos, como el zinc y el cobre, compi-ten a nivel de su depósito en el hueso, de tal manera que con-centraciones elevadas de uno de ellos implican concentraciones bajas del otro (44). 3. La distribución de estos oligoelementos no es uniforme en todo el esqueleto. Así, los estudios de Tanaka y cols. (46), demuestran que en algunas zonas las concentraciones son hasta dos y tres veces mayores que en otras. 4. Existen además evidencias en favor de que, aún dentro del mismo hueso, las concentraciones pueden variar de un ex-tremo a otro, e, incluso, de cortical a trabecular. Lo que parece sin embargo claro es que en el adulto nor-mal actual, sometido a una dieta equilibrada, las variaciones de la concentración ósea de algunos oligoelementos, como es el 'caso del estroncio, no son io suficientemente importantes como para que los valores medios se alejen mucho de 100- 150 ppm. (39, 46). 5. Hay otro factor que debe ser tenido en cuenta, que es la diagénesis, es decir, las eventuales alteraciones postmortem de1 contenido en oiigoeiemenios. En efecto, esiá demostrado que el hueso puede enriquecerse en algunos de ellos y empo-brecerse en otros (47) siendo el estroncio -el mejor estudiado y más utilizado en análisis paleonutricionales- el que más es-tablemente se comporta (48). La mayor parte de estos estudios Núm 36 (1 990) 547 han sido llevados a cabo en muestras en las que cabe esperar cierto grado de fosilización en el sentido geológico del término. En nuestro medio no existen estudios acerca del grado de fosili-zación que han sufrido los esqueletos prehispánicos, aunque es de suponer que sea mínimo, dado lo reciente -en términos geológicos- del poblamiento prehistórico de las Islas Canarias. Es imprescindible, en cualquier caso, un análisis de las tierras de los yacimientos donde fue hallada la muestra ósea. En los estudios practicados por nosotros hemos encontra-do que estas tierras presentan contenidos muy bajos en estron-cio, mientras que los valores de manganeso en cambio son muy superiores a los de los huesos analizados; por lo tanto, si en-contramos concentraciones óseas elevadas de estroncio podemos realmente suponer que así estaban al fallecer el sujeto; en cam-bio, con respecto al manganeso no puede descartarse la even-tual contaminación (37). Estos resultados están de acuerdo con lo referido por otros autores en otros medios geográficos (49). Además de lo dicho es necesario hacer otras consideraciones acerca de las muestras que van a analizarse, así como de las técnicas que pueden emplearse. Los oligoelementos se encuen-tran, por definición, en muy bajas concentraciones, habitualmen-te expresadas en ppm (partes por millón) o ppb (partes por mil millones). Por ello es necesario determinar su concentración mediante espectrofotometría de absorción atómica, bien con Ila-ma, bien con cámara de grafito (la cual, por su mayor sensi-bilidad es útil para detectar concentraciones muy bajas); otro método alternativo es la activación neutrónica. En segundo lugar, hay que proceder con extremo cuidado en la elección de la muestra que se va a analizar. Cualquier contaminación externa puede artefactar los resultados, especial-mente si procedemos a determinar oligoelementos presentes en concentraciones a nivel de ppb. Por ello es necesario elegir pie-zas que presenten la menor cantidad posible de material ad-herido a su superficie, e incluso proceder a determinar con-centraciones en partes de hueso que no han estado en contacto con la tierra. De nuevo, en este sentido, la mayor parte de los enterrarnientos prehispánicos canarios ofrecen una gran ventaja, 548 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS al ser habitual que los huesos no estén bajo la tierra, sino so-bre una yacija. El hueso trabecular tiene un metabolismo más activo que el cortical. Por eso hay autores que analizan el contenido de estroncio en muestras de hueso cortical, dado que los valores obtenidos en estas muestras reflejarían de modo más fiel el aporte de este elemento durante períodos más largos. Por pro-blemas metodológicos, y a fin de poder obtener valores en con-troles, preferimos hacer las determinaciones en el hueso tra-becular de muestras de cresta ilíaca, procediendo a separar cuidadosamente ambas corticales. Así estamos en condiciones de obtener resultados sensiblemente fieles, y por otra parte nos es fácil tener resultados de controles actuales que por una u otra razón hayan sido sometidos a biopsia ósea. Los resultados obtenidos en muestras prehistóricas son va-riables. Así, Becker y cols. (50), en muestras peruanas y de in-dios de Pennsylvania encuentran valores del orden de 62-210 pprn en los primeros y de 375 en los segundos. Price y Kava-nagh (51), en indios de Wisconsin, valores oscilantes entre 91 y 380 ppm. Szpunar y cols. en Missisipi encuentran valores del orden de 170-180 pprn (52). Tooth y Voorhies, en carnívoros y herbívoros pliocénicos encuentra valores elevados (entre 477 y 636 ppm) (53). Sin embargo, los más elevados son los re-portados por Schoninger et al. en Chalcatzingo (54) (por en-cima de 1.000 pprn en casos individuales y valores medios de grupos humanos del orden de 500-700 ppm), encontrando ade-más que los esqueletos inhumados con distintos tipos de ajuar presentaban contenidos de estroncio diferentes, lo que sugiere la hipótesis de distinto acceso a las proteínas de origen ani-mal por parte de estos individuos. Los valores de Schonin-ger son los más parecidos a los encontrados por nosotros en Gran Canaria, donde en algunos esqueletos la concentración es extraordinariamente alta, situándose la media alrededor de 400-500 pprn (55). Es interesante hacer constar que estos va-lores son sensiblemente superiores a los de las muestras de Tenerife, en sugestiva coincidencia con un menor grado de osteoporosis en las muestras estudiadas de esta última isla. 16 E. GONZALEZ REIMERS-M. ARNAY DE LA ROSA Lo contrario ocurre con el zinc y el hierro (fig. 5). Los resultados obtenidos en muestras de Gran Canaria son sensi-blemente inferiores a las de Tenerife, y muy inferiores a las de los controles. En cambio, el magnesio óseo está de nuevo significativamente más elevado en las muestras de Gran Canaria que en las de Tenerife y las del grupo control. Todos estos datos apoyan fuertemente la existencia de diferencias dietéticas y nutricionales entre los habitantes de ambas islas; concreta-mente, la mayor prevalencia de osteoporosis en Gran Canaria apunta hacia un cierto grado de malnutrición por consumo in-suficiente de una dieta eminentemente vegetariana, tal como indican las determinaciones de oligoelementos. En Gran Canaria existen numerosos silos prehispánicos localizados en puntos di-fícilmente accesibles y, por tanto, fácilmente defendibles; la den-sidad de población era elevada [30-40 hablkm2 si nos atenemos a las fuentes etnohistóricas (56)l; además esas mismas fuentes nos hablan de infanticidio femenino, un hecho habitualmente practicado para controlar la presión demográfica; además, en la isla existen extensas áreas semidesérticas, y es probable que en el pasado -como ocurre aún hoy- plagas de langosta pro-venientes del vecino continente africano provocaran devastado-res efectos sobre la economía de la isla. Existe otro tipo de análisis químico de muestras óseas de interés en paleonutrición, y que estriba en el cálculo de la re-lación C-13/C-12 en el hueso (57). Su base teórica es la siguien-te: las plantas pueden clasificarse en base a las vías metabólicas que utilizan para su fotosíntesis en tres grupos: plantas C4, que forman primeramente el oxalacetato, un compuesto de cuatro átomos de carbono (caña de azúcar, otras especies herbáceas, maíz, sorgo y mijo), y las plantas C3, que forman fosfogiiceraio (leguminosas -habas, guisantes, judías, alfalfa, etc.-, algas, es-pinacas, cebada). El tercer grupo es el de las cactáceas, de me-nor interés en paleonutrición. Pues bien, las plantas C3 tienden a utilizar más el isótopo C-12 del carbono, por lo que en ellas 1, L,,,:&, P 12 /P 1-7 ,o ,A, nila a, lar -1-nt-, r A Cota la L L ~ L L L U U b - 1 2 1 b-ILc 3 l l l an vaja y u L~II la2 y ~ a i i r a--T~. u a r a relación no se altera en la cadena alimentaria; por ello, los ani-males consumidores de uno u otro tipo de especie vegetal ten-drán una fracción más o menos grande C13lC12. De hecho, 550 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ESTUDIOS BIOMÉDICOS Y QUíMICOS DE RESTOS ÓSEOS 17 el valor de la misma se ha utilizado para determinar el mo-mento del inicio del consumo del maíz por parte de grupos humanos. Sin embargo, es necesario ser extremadamente cautelosos en la interpretación de los resultados. Primero, por-que la fase ósea mineral se altera fácilmente por diagénesis en su contenido en C12 y C13; es mucho más estable la colágena ósea, pero, por desgracia, la disponibilidad de ésta es muy es-casa. Segundo, porque los organismos marinos poseen una con-centración de C13 parecida a la de las plantas C4, hecho a tener en cuenta en la interpretación de los resultados. El análisis de isótopos tiene también otra utilidad. Existen diferencias en el peso atómico entre el nitrógeno del suelo y el nitrógeno atmosférico. Por otra parte existen especies vege-tLQu lrnLra -!as kgül~iiiiu~as-q ue iieiieii capacidad para fijar el ni-trógeno atmosférico, mientras que otras sólo pueden utilizar el nitrógeno del suelo. Todas las leguminosas son plantas C3, mien-tras que ninguna planta C4 es capaz de fijar el nitrógeno at-mosférico. Así mediante el empleo mixto de los isótopos de ni-trógeno y de carbono podemos clasificar las especies vegetales consumidas en tres grupos: leguminosas (que son C3 y captan nitrógeno atmosférico), otras especies C3 no leguminosas (que no captan el nitrógeno atmosférico) y plantas C4. Esta concen-tración de isótopos distintos se conserva también durante el pro-ceso de fosilización y cuando una planta de éstas es sometida a cocción. De esta forma se puede estudiar el tipo de planta consumido en base al análisis del material encontrado en ya-cimientos arqueológicos o de los restos adheridos a vasos ce-rámicos, pudiendo inferirse de esa manera también qué función (almacenamiento, cocción, etc.) tenían dichos vasos (58). Vemos, pues, que la potencial utilidad de los análisis bio-médicos y químicos es muy grande; existen además otro tipo de análisis menos utilizados, y cuyo comentario excede los fines de ia presente revisión. En lo que respecta a nuestra experien-cia en Gran Canaria y Tenerife, los datos etnohistóricos coin-ciden con los obtenidos mediante el análisis biomédico de los restos óseos. Hemos pretendido, pues, en este trabajo, aportar un ejemplo de lo que este tipo de análisis puede suponer para el arqueólogo, ayudándole sin duda a la mejor interpretación de múltiples aspectos relativos a la estructura social y econó-mica de las sociedades prehistóricas. Figura 1.-Volumen óseo trabecular (TBM) de muestras prehispánicas de Gran Canana (O esqueletos femeninos, ídem masculinos) y controles (A). Figura 2.4ligoelementos en hueso y masa 6sea trabecular (TBM) de muestras óseas prehispánicas de Gran Canaria (GC), Terierife (T) y controles actuales (Ctrl). 1. HERNÁNDENZI ETO,L ., y TORRESR AMÍREZA,. : ((Enfermedades óseas)), en FARRERAPS.;, ROZMANC,. (ed.): Medicina interna, Ed. Doyma, Barcelona, 1987, 1005-1033. 2. KRANES, . M., y HOLICKM, . F.: ((Metabolic bone disease)), en HARRISON'S: Principies of Interna1 Medicine (2) (11 ed.), McGraw-Hill Book Co., New York, 1987, 1889- 1900. 3. BARGMANWN.:, Hktología y Anatomía microscópica humanas, Ed. La-bor, Barcelona, 1968. 4. 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