EN TORNO A LA IMPORTANCIA
DE LA EMIGRACIÓN CLANDESTINA
EN CANARIAS DURANTE EL PRIMER TERCIO
DEL SIGLO XX
P O R
JULIO ANTONIO YANES MESA
Numerosos testimonios de los años colindantes a la guerra
europea, aunque carentes de respaldo en datos objetivos, nos
han legado una versión de la expatriación ilegal de los cana-rios
en términos sumamente alarmantes. En tal sentido apun-tan
las noticias de la época, que hablaban de una emigración
clandestina «superior a la oficial» ', algunas denuncias de los
coetáneos y, asimismo, los informes militares del momento
que, por lo demás, achacaban al servicio militar el origen del
masivo éxodo ilegal de los canarios 2. Se trata de estimaciones
vertidas en el pasado con tanta redundancia y con tan redun-dante
atribución a su origen que, con su eco en la memoria
colectiva isleña y su falta de verificación a posteriori, han
' Véase, por caso: La Prensa de Santa Cruz de Tenerife, 19-5-191 1.
En efecto, mientras un particular sospechaba que «en el "José Tayá",
fondeado en este puerto, marchan a Cuba más de la mitad del reemplazo
que entra en filas en enero», un informe militar recogía que «la (emigra-ción)
mayor en estas islas se realiza clandestinamente, donde participan
numerosos individuos sujetos ai servicio miiitarn [textos tomados de ia obra
de JOSÉ MANUELC ASTELLANGO IL: Quintas, prófugos y emigración. La Lagu-na
(1886-1935), Centro de la Cultura Popular Canaria y Ayuntamiento de
La Laguna, pp. 128-1331.
2 JULIO ANTONIO YANES MESA
impelido a varios historiadores canarios a magnificar la emi-gración
clandestina homologando el concepto «prófugo» al de
((emigrante ilegal» 3.
En los renglones que siguen, pretendemos revisar el apa-rente
consenso que parece reinar en este punto analizando, en
la medida de lo posible, la relación profuguismo/emigración
clandestina para, en última instancia, aproximar una cuantifi-cación
orientativa de ésta. A tal fin, hemos acotado, geográfi-ca
y cronológicamente, un ámbito de investigación muy con-creto
en el Archipiélago: el municipio tinerfeño de Güímar en
los años de la guerra y postguerra europeas. Los inconvenien-tes
inherentes a tal constricción espacio-temporal, estarán so-bradamente
compensadas con la precisión y exactitud que dis-tinguen
a las investigaciones centradas en microespacios.
1.1. Una fuente que justifica la delimitación
espacio-temporal adoptada
La elección de la demarcación territorial que comprende el
término municipal de Güímar y de los años inmediatos a la
guerra europea no responde, precisamente, a una arbitrarie-dad.
Una privilegiada fuente del archivo de este municipio
tinerfeño, que arrancando en noviembre de 1917 concluye en
el mismo mes pero de 1934 4, cuyos datos no admiten la asi-milación
con los de otras procedencias en las Islas nos re-
Incluso en trabajos de ámbito estatal y con proyección sobre varios
siglos, caso de la ponencia de ANTONIMO AC~AHSE RNÁNDE«ZL: a emigración
española a América (1500-1914)», en Emigración Española y Portuguesa a
América, coordinador: Antonio Eiras Roel, Instituto de Cultura Juan Gil-
Albert, Diputación de Alicante, 1991, p. 45.
LOS topes, empero, obedecen a circunstancias bien diferentes, pues
mientras el inicio de la serie, el 24 de noviembre de 1917, es producto de
la conservación ciei primer iibro, ei finai, ei 3 ciei mismo mes pero de i934,
es fruto del propio ocaso del éxodo.
j En efecto, la singularidad de esta fuente nos la confirmó quien me-jor
puede saberlo, el profesor de la Universidad de La Laguna Julio Her-
158 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EN TORNO A LA IMPORTANCIA DE LA EMICRACIÓN CLANDESTlNA EN CANARIAS ... 3
clama constreñir la investigación al marco espacio-temporal
mencionado 6. Se trata de un registro en base a cuatro suce-sivos
libros que, en asientos específicos, recogen a todos y
cada uno de los emigrantes que, evidentemente, por vía legal,
partieron del municipio en el período que media entre aque-llos
años. El nombre y apellidos, la edad, el estado civil, el
sexo, el domicilio, la fecha de la comparecencia al ayunta-miento
y, a partir de 1927, el destino ', son los datos más pre-cisos
y preciados que ofrece nuestra singular fuente de
los emigrantes. Como cada asiento, cumplimentado cuando los
candidatos a emigrar retiraban la preceptiva cartera de
identidad del ayuntamiento 8, corresponde a un viaje, de
nández, que para realizar su tesis doctoral deambuló por todos los archi-vos
municipales de ias islas en Güsca de registros similares y, 6stm si, ge-neralizados:
las comendaticias del siglo XIX.
Con esta excepcional fuente, además del volumen de la emigración
clandestina, a un mismo nivel de microespacio hemos estudiado las inte-rioridades
de la emigración «golondrina» del momento, las diferencias
migratorias en función de la difusión de los dos sectores de la economía
canaria y, finalmente, las consecuencias del éxodo en las Islas en sus ver-tientes
económica y social (véase todo ello en la obra de JuLro ANTONIO
YANES MESA: La emigración del municipio canario de Giiímar, 1917-1934,
Centro de la Cultura Popular Canaria y Ayuntamiento de Güimar, Santa
Cruz de Tenerife, 1993). ' Aunque las fuentes orales familiares nos confirmaron que la mayo-ría
de los emigrantes acudió a Cuba, pues así lo hizo el 92,61 por 100 de
aquellos cuya trayectoria rescatamos (un 67,86 % del contingente), indicios
más que suficientes nos hacen pensar que entre el 32,13 por 100 ilocalizado
figuraba un porcentaje más alto que recaló en las repúblicas continentales.
Extrapolando el mínimo conocido del municipio de Güímar, el 7,28 por 100,
al conjunto de la emigración canaria del momento, a la luz de las estima-ciones
más recatadas, tendríamos un contingente de isleños que por enton-ces
emigró a las repúblicas continentales superior a los dos millares de in-dividuos.
Y ello, sin contar con las presumibles reemigraciones desde Cuba
tras la crisis del sector azucarero, éstas imposibles de evaluar desde las Is-las.
Todo ello deja en evidencia la superficialidad de cierta visión de esta
etapa de la emigración canaria del siglo XX, interpretada por algunos en
base a una excluyente afluencia, en tropel, a Cuba, tal y como parece que
realmente ocurrió tras ia guerra civii con ia ciandesrina que recaió en tí¿-
nezuela.
La expedición de carteras de identidad a los emigrantes por los ayun-tamientos,
aprobada por Real Decreto de 23 de septiembre de 1916, entró
Núm. 41 (1995) 159
4 JULIO ANTONIO YANES MESA
cada individuo aparecen, sucesivamente, tantos como veces
emigró 9.
Por si fueran pocos los detalles mencionados, cada regis-tro
contiene una fotografía del emigrante y, a una o dos co-en
vigor a partir del 15 de mayo de 1917 (véase: Gaceta de Madrid, anun-cio
de 25 de abril de 1917). Si la elaboración de los libros data de enton-ces,
cosa que creemos posible pues coincide con la acentuación de la
crisis, y de la emigración, en el municipio a instancias de la guerra euro-pea,
sólo estaría perdido uno, el que inscribió a los que emigraron entre el
15 de mayo y el 24 de noviembre de 1917 que, a juzgar por los conserva-dos,
debe contener un centenar de registros. La expedición de esta do-cumentación,
por lo demás, estuvo vigente a lo largo de todo el periodo de
elaboración de los libros, pues no fue sustituida por un pasaporte de nue-va
creación hasta comienzos de 1935 (véase: Gaceta de Tenerife, 20-2-1935,
P. 5).
9 C- .A-=.. A- ar ~rard, pues, de una priviiegiada niente para esciarecer ei tan de-batido
carácter de la llamada emigración «golondrina» canaria del momen-to
(véase al respecto la obra de JULIO ANTONIO YANES MESA: La emigración
del municipio canario de Güímal; 1917-1934, op. cit., pp. 65-68).
160 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
lumnas, una detallada descripción fisiológica con referencias
cualitativas a estatura, corpulencia, color de los ojos y demás
señas de identidad. La impresión digital y la firma, del titular
o de un testaferro en el caso de los analfabetos, completa el
caudal de información que ofrece nuestra excepcional fuente.
En conjunto, los libros contienen 703 asientos que arrojan
un total de 778 emigrantes, fruto de la agrupación de las
emigraciones familiares en el registro del cabeza de familia.
Si valoramos que 53 inscripciones recogen por segunda, ter-cera
o cuarta vez a individuos registrados en años anteriores
por reincidir en la emigración, el número real de los emi-grantes,
si contamos una sola vez a los reincidentes, ascende-ría
a 731.
1.2. Evolución de la emigración legal en nuestros años
de estudio
Los libros evidencian la fuerte emigración que sobrellevó
el municipio durante la guerra y postguerra europeas recrean-do
y abriendo expectativas de investigación, con la pormeno-rización
del contingente emigrante, sobre las interioridades del
éxodo en su vertiente legal desde el 24 de noviembre de 1917.
Aunque carecemos de tan privilegiada información para el
período inmediatamente anterior al inicio de la serie, los da-tos
de los libros, a la luz de la evolución de las economías
canaria y cubana lo, nos permiten, al menos, aproximar una
cuantificación.
Dado que los primeros datos conocidos, los asientos de las
chco srmmas findes de 1917, u~c! janm t ~ t dde 32 emigran-tes,
sopesando los distintos factores de expulsión y atracción
en las zonas emisora y receptora que, al unísono, marcaban
el ritmo del movimiento migratorio, estimamos el contingente
emigrado de Güímar en aquel y en los tres años bélicos pre-vios
en unos respectivos doscientos y cuatrocientos individuos.
Para los años de anteguerra, todo apunta hacia cifras mucho
'O Véase al respecto la obra de JULIO ANTONIO YANES MESA: La emigra-cibn
del municipio canario de Güímau, 1917-1934, op. cit., pp. 79-102.
Núm. 41 (1995) 161
6 JULIO ANTONIO YANES MESA
más bajas, a veces inferiores a las antagónicas de los re-tornos
".
En los años de elaboración de los libros, las estimaciones
hipotéticas dan paso a la más absoluta de las certidumbres. A
grandes rasgos, nuestra singular fuente recrea como la emigra-ción
legal del municipio, tras sufi-ir desconcertantes altibajos,
alcanzó su cenit en plena postguerra para, a continuación,
experimentar una paulatina e inexorable contracción, no exen-ta
de algún que otro conato de reactivación, que culminó en
los años de la República. La inflexión de 1918, debida a cir-cunstancias
tan diversas como el cese de las hostilidades en
Europa, que a corto plazo abrió ciertas expectativas en las Is-las,
y los intermitentes vetos a la emigración por la epidemia
gripal, conllevó una reducción del contingente de emigrantes
hasta 51 individuos. Al año siguiente, empero, la prevista pero
frustrada reactivación de la economía canaria por el reajuste
de las relaciones exteriores de los países europeos y la inci-dencia
de una prolongada sequía sobre el policultivo de sub-sistencia,
disparó la diáspora, a pesar de la renovación de las
prohibiciones por los rebrotes de la epidemia gripal, hasta al-canzar
la cifra de 231 emigrantes 12. Por las mismas circuns-tancias,
el éxodo alcanzó en 1920 otros no menos espectacu-lares
174 individuos.
A partir de entonces, la emigración sufnó un frenazo en
seco para, a continuación, seguir un curso descendente, pues
quedó en cifras anuales siempre inferiores a la treintena, sal-
" A nivel regional, a la luz de los embarques de pasajeros nacionales
por los puertos isleños, Antonio Macías contrapone afios de emigración, que
explica en función de coyunturas específicas: 1899, 1900, 1905, 1910 y 191 1;
frente a los restantes, que considera de signo opuesto y, por tanto, positi-vos
en saldos migratorios para las Islas (véase el artículo de ANTONIO
MAC~AHSE RNÁNDEZ«:U n siglo de emigración canaria», en Españoles hacia
América. La emigración en masa, 1880-1930, Compilación de Nicolás
Sánchez-Albornoz, Alianza Editorial, Madrid, 1988, p. 188).
l2 La cifra era tan alta dentro de la tradición migratoria del municipio
que, desbordando todas las previsiones de la corporación, provocó el ago-tamiento
de las carteras de identidad de emi-g rantes en las oficinas munici-pales.
La momentánea ausencia de tan preciada credencial fue noticia en:
La Prensa de Santa Cruz de Tenerife, 13-9-1919, artículo: «De Güímar. La
emigración y las carteras de emigrantes».
162 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
vo en 1923 y 1924, cuando el número de emigrantes ascendió
a unos respectivos 103 y 58 individuos. La estrangulación del
proceso culminó en 1934, cuando partió el último y solitario
emigrante del municipio. La diáspora, pues, describió en su
transcurso oleadas decrecientes intercaladas entre otros tantos
reflujos. Porcentualmente, mientras el 62,72 por 100 de los
emigrantes partió durante los tres años iniciales de elabora-ción
de los libros, esto es, en los abatidos por la crisis de la
guerra europea, el 37,27 por 100 restante escalonó su partida,
desigual y decrecientemente, por los catorce años posteriores
sin causar repunte alguno el flujo en los años 30, cuando otra
crisis, ésta a instancias de la Gran Depresión, devolvió el de-sasosiego
al Archipiélago 13. Se trata de una cuantificación que,
evidentemente, obvia las salidas clandestinas, tan alarman-temente
estimadas por los coetáneos, cuya verificación desde
perspectivas actuales y científicas justifica la redacción de las
presentes líneas.
1.3. Fuentes compIementarias
Como complemento a nuestra singular fuente, para estu-diar
la emigración clandestina en el municipio recabamos da-tos
diversos en el Archivo Municipal. Los expedientes de quin-tas,
por caso, nos facilitaron los sucesivos listados, con nom-bre,
apellidos y edad, de los mozos declarados prófugos en los
llamamientos subsiguientes a los años de elaboración de los
libros. Asimismo, el censo del municipio de 1930 nos brindó,
también con nombre, apellidos y edad, a los 132 individuos
censados que figuraban ausentes por entonces en Sudamérica.
Las actas de los plenos de la corporación y otra documenta-ción
más diversa, nos suministraron datos puntuales para ope-rar
con garantías dentro de nuestro microespacio de estudio.
Luego, la prensa canaria y el informe del inspector de emigra-ción
coetáneo, Leopoldo D'ozouville, con datos de estimación
l3 Véase al respecto la obra de JULIOA NTONIOY ANESM ESA: La Gran
Depresidn en Canarias, Centro de la Cultura Popular Canana y Ayuntamien-to
de La Laguna, en prensa.
Núm. 41 (1995) 163
8 JULIO ANTONIO YANES MESA
muy desigual pero en nada desdeñable, completaron nuestro
caudal de fuentes complementarias.
1.4. Metodología
Nuestra investigación comenzó con la elaboración de una
ficha individual de los emigrantes varones comprendidos en-tre
los 15 y los 30 años, nada menos que un 46 por 100 del
contingente total 14, en la que recogimos todos los datos de
identificación personal presentes en los libros. A renglón se-guido,
completamos y verificamos la información de cada fi-cha,
auxiliados por las propias fotografías de los asientos, re-curriendo
a fuentes orales diversas dentro del municipio. En
totai detectamos a un 77 por 100 de los individuos seleccio-nados.
Siempre confirmamos la realización de cada emigra-ción,
careciendo de relevancia las posibles suplantaciones de
personalidad o la reconsideración de propósitos tras la reali-zación
de los trámites previos.
Una vez que apuramos al máximo la identificación de cada
emigrante y confirmamos su partida hacia América, procedi-mos
a la ordenación alfabética de las fichas seleccionadas. A
renglón seguido, y con el ánimo de calibrar la relación
profuguismo/emigración clandestina, procedimos a la detec-ción
de los mozos que, declarados prófugos en su momento,
estaban incluidos en los libros, esto es, habían emigrado le-galmente
en fechas previas a su llamamiento a filas 15. En el
sentido contrario, y para apurar con el máximo de fiabilidad
una estimación de la emigración clandestina, procedimos a la
detección de aquellos individuos que, estando censados en el
l4 Entre ellos, el quinquenio de edad previo al llamamiento a filas, los
15-20 años, contenía nada menos que 257 emigrantes varones, circunstan-cia
que nos hizo recelar, desde un principio, de la relación profuguismo/
emigración clandestina. Tal cifra, por lo demás, hace comprensible la con-tracción
a 82 emigrantes que presentan los dos quinquenios siguientes, 20-
36 años. A títdo orientativo, ei número de mujeres que emigró a taies ecia-des
no llegaba a 40.
j5 En el cotejo obtuvimos porcentajes mínimos, pues desechamos to-dos
los casos dudosos.
164 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
municipio y ausentes en América en 1930, habían emigrado
legalmente en su momento. Luego, con los resultados de nues-tra
labor de contraste en las manos, recurrimos a las restan-tes
fuentes para imprimir el máximo de rigor a nuestras con-clusiones.
Al final, los resultados de la investigación resulta-ron
sumamente esclarecedores.
2.1. La evidencia de la disociación de los conceptos prófugo/
emigrante ilegal
Dada la fecha inicial de los libros, finales de 191 7, y la evo-lución
del profuguismo en el municipio, en paulatina y titu-beante
regresión a partir de 1923 y en cotas bajas desde
1927 16, para analizar la relación profuguismo/emigración clan-destina,
decidimos operar con los años que median entre 1920
y 1927. Nada más comenzar nuestra labor, observarnos que
conforme avanzábamos en la detección de los sucesivos con-tingentes
de prófugos en los libros de emigrantes, en coheren-cia
con la mayor disponibilidad de años previos de emigra-ción,
el número de los que había emigrado legalmente antes
de su llamamiento a filas aumentaba con enorme consisten-cia.
Así, las 10 presencias en los libros entre los 54 prófugos
del reemplazo de 1920, subían a 24 entre los 43 prófugos de
1922. En los años posteriores, las detecciones superaban cla-ramente
el 50 por 100, alcanzando en 1924 el 100 por 100, si
l6 En efecto: tras alcanzar su cota más alta con 71 declaraciones de
prófugos entre los 91 mozos alistados, en años sucesivos y hasta 1923, el
profuguismo basculó en el municipio de Güímar entre los 40 y los 60 ca-sos
en alistamientos que iban desde los 60 a los 80 mozos. Luego, el
profuguismo inició una paulatina inflexión que culminó en 1927, cuando
quedó en cifras que rondaban la decena para alistamientos que tendían a
aproximarse al centenar de mozos (véanse detalles en el artículo de JULIO
ANTONIO YANES MESA: «Cuatro lecturas en los expedientes de quintas del
municipio canario de Güírnarn, en í'kbeto VI. Anuario del ~rch&o Insular
de Fuerteventura, Cabildo Insular de Fuerteventura, Puerto del Rosario,
1993, pp. 99-121).
Núm. 41 (1995) 165
10 JULIO ANTONIO YANES MESA
bien, en un singular reemplazo que había presenciado una
precoz contracción del profuguismo hasta dejarlo en media
docena de casos. En conjunto, el porcentaje mínimo de los
prófugos que emigraron dentro de la ley en aquellos años su-ponen,
según los libros de emigración, un 42,26 por 100. A
sabiendas que un sector muy notable de ellos, más robusto
conforme nos acercamos a los reemplazos más antiguos, pre-cisamente,
aquellos que tenían un mayor índice de profuguis-mo,
no aparece en los libros porque emigró legalmente antes
de noviembre de 1917 17, que otro, aunque mucho menor, que-dó
oculto en las Islas o en cualquier otro paradero y que más
de uno obviarnos en los libros por imprecisiones diversas,
creemos que queda más que clara la disociación de los con-ceptos
profuguismo/emigración clandestina. Otros argumentos
de índole cualitativa, aunque sin puntualizar el grado, insis-ten
en tal disociación.
En efecto, un mero repaso a la legislación emigratorial del
momento 18, al permitirnos constatar la innecesariedad de una
«huida» para eludir el servicio militar, deja en evidencia que
los conceptos profuguismo/emigración clandestina no tienen
por qué ser correlativos. Y es que el permisivo marco jurídico
de la época, al que daban cuerpo la Ley de emigración de 21
de diciembre de 1907 y el adicional reglamento de 30 de abril
de 1908, levemente enmendado por Real Decreto de 6 de no-viembre
de 1914, reconocía el derecho de emigrar a todos los
españoles con la única excepción de los soldados y los indivi-l7
Al respecto conviene valorar que dentro del quinquenio de edad pre-vio
al llamamiento a filas, los 15-20 años, el grueso de los emigrantes ten-día
a acercarse más al primero que al último año, lo que evidencia nuestro
desconocimiento de la trayectoria de buena parte de los prófugos de los
reemplazos de 1920, 1921, 1922 y 1923, pues carecemos de la relación de
los jóvenes que emigraron legalmente antes de noviembre de 1917.
l8 A tal fin, en la ((Gaceta de Madrid» y en el diccionario Aranzadi de
legislación, consultamos estas disposiciones: ley de emigración de 21 de
diciembre de 1907; reglamento de 30 de abril de 1908; reales decretos de
28 de julio de 1909, 20 de diciembre de 1912, 6 de noviembre de 1914, 23
de septiembre de 1916, 2 de marzo de 1917, 25 de abril de 1917, 6 de julio
de 1923 y 20 de diciembre de 1924; reales órdenes de 18 de septiembre de
1912, 17 de agosto de 1917, 7 de octubre de 191 8, 29 de noviembre de 191 8
y 12 de mayo de 1919; y anuncio de 25 de abril de 1917.
166 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
duos encausados por problemas judiciales. Hasta los jóvenes
que no habían recibido la licencia militar absoluta y, por lo
tanto, estaban en situación de primera o segunda reserva, po-dían
emigrar con una simple autorización del jefe del cuerpo
en el que habían servido, trámite que, por lo demás, conse-guían
con enorme diligencia 19. Las facilidades que otorgaba
el marco jurídico para la expatriación legal de los jóvenes,
pues, no podían ser mayores.
La ley de emigración, como no podía ser de otra manera,
facultaba al Gobierno para suspender, en circunstancias espe-ciales,
el derecho de emigrar a los menores de edad, a los
mayores de 15 años pendientes de alistar y a los reservistas.
Medidas restrictivas de tal índole, empero, sólo estuvieron en
vigor en un período de tres años y medio, el limitado por sen-dos
decretos de 28 de juiio de i9üY y LO de diciembre de i9i2
que, por lo demás, sólo incidieron en los mozos del reempla-zo
de 1910 a un año vista y en los soldados en' situación de
reserva. Al margen de este paréntesis restrictivo, sólo en se-cuencias
muy cortas del bienio 19 17-19 19 y a causa de la epi-demia
de gripe española, el Gobierno prohibió la emigración.
En definitiva, los mozos con ser simplemente previsores y
emigrar con dos o tres años de antelación al llamamiento a
filas, quedaban a cubierto del oneroso servicio militar.
La evolución introanual de la emigración legal en un año
tan crítico para la economía canaria como 1919 20, año en
cuyo primer tramo estuvo vigente una prolongada prohibición
por la epidemia gripal 21, más que insistir en la disociación de
los conceptos prófugolemigral ilegal, nos habla de la irrelevan-cia
de la emigración clandestina en su conjunto. En efecto, los
l9 Archivo Municipal de Gütmar, documentación judiciai diversa, ano
1919, sin catalogar. En efecto, los 27 resenristas que solicitaron la autoriza-ción
militar aquel año para trasladar su residencia a Cuba, recibieron res-puesta
en un plazo inferior a la semana.
'O Véanse detalles en la obra de JULIO ANTONIO YANES MESA: Leoncio
Rodríguez y "La Prensa": una página del periodismo canario, Cabildo Insular
de Tenerife, Caja Generai de Ahorros de Canarias y «'irrederos de Leva&
Rodríguez, S. A.», Santa Cruz de Tenerife, 1995, pp. 183-205.
Véase: La Prensa de Santa Cruz de Tenerife, 8-2-1919, 12-2-1919, 24-
3-1919, 17-7-191 9 y, en general, durante la primera mitad del año.
Núm. 41 (1995) 167
12 JULIO ANTONIO YANES MESA
datos de los libros indican que a un inicial frenazo en seco
siguió una espectacular aceleración del éxodo tras el levanta-miento
del veto, cuando el contingente de emigrantes se dis-paró
hasta cifras desconocidas en años previos y posteriores,
evidenciando que los güimareros, en vez de partir ilegalmen-te,
prefirieron esperar y actuar dentro de la ley. En números
concretos, a los escasos 19 emigrantes que partieron entre
enero y mayo sucedieron los 213 del resto del año. La estacio-nalidad
de la zafra cubana no basta para explicar la magni-tud
de tal disimetría introanual, pues los 174 emigrantes del
año siguiente, por caso, repartieron sus salidas en sendos y
respectivos contingentes de 66 y 108 emigrantes. a N
Redundando en nuestra argumentación, aunque invirtien- E
do los términos del razonamiento, la contracción del número O
n -
de prófugos en los períodos colindantes a1 espacio temporai =m
O
E de nuestra investigación, cuando la legislación emigratorial E
2 exigía una fiánza a todo emigrante que no había cumplido el =E servicio militar, insiste en la disociación de los conceptos
profuguismo/emigración ilegal. En efecto, tal requisito estuvo 3
-
en vigor en años previos, los comprendidos entre 1901 y 1907, -
0m
E cuando el montante de la fianza ascendía a 1.500 pesetas; y O en años posteriores, a partir de 1925, cuando el Gobierno res-tableció
las fianzas que había suprimido con la ley de 1907, n
E adoptando un abanico impositivo en función de la mayor o -
a
menor proximidad a la edad de reclutamiento 22. Pues bien, en 2
n
ambas épocas, aunque también es verdad que tanto en una 0
como en otra había menos razones para eludir el servicio mili- 3
O
tar e incluso para emigrar 23, el índice de profuguismo alcan-zó
cotas muy bajas en el municipio, como hemos indicado con
Véanse más detaiies en ia obra de JOSB MANUELC ASTELLANOG IL:
Quintas, prófugos y emigración. La Laguna (1886-19351, op. cit., pp. 125-128.
23 Aparte de razones estructurales, caso del prolongado servicio en fi-las
y de la precaria infraestructura higiénico-sanitaria de los cuarteles, la
guerra de Marruecos, sobre todo, en los períodos 1909-1912 y 1919-1923,
acentuó la tradicional desafección de los jóvenes por el servicio militar.
?m SU parte, !os añus idis propicios para emigi=ai=fu eron ios comprendi-dos
entre 1914 y 1920, cuando la crisis del sector frutero canario a resul-tas
de la guerra europea coincidió con el período más boyante del sector
azucarero cubano.
reiteración, porque los prófugos no hicieron uso de la emigra-ción
ilegal en el grado que aireaban los contemporáneos.
2.2. Otros argumentos que insisten en la irrelevancia de la
emigración clandestina del momento
Los 132 güimareros que estando censados en el municipio
en 1930 aún permanecían en Sudamérica 24, reafirman nues-tras
conjeturas sobre la irrelevancia de la emigración clandes-tina
del momento. En efecto, al menos 51 de ellos, descontan-do
como en el cotejo anterior las detecciones dudosas, partie-ron
legalmente de Güímar, pues figuraban en los libros de
emigrantes. El esclarecimiento de lo que hicieron los 81 res-tantes
para recalar en América, nos plantea ciertos problemas,
pues si bien es cierto que pudieron emigrar legalmente antes
de noviembre de 1917, lo que explicm'a su ausencia de los li-bros,
también es verdad que pudieron hacerlo ilegalmente en
fechas coincidentes, lo que tampoco contrariaría su omisión.
Un dato objetivo, empero, nos hace pensar más en la primera
que en la segunda alternativa. En efecto, si contrastamos la
edad media de los 51 detectados, los que figuran en los libros
posteriores a noviembre de 1917, con la de los 8 1 omitidos,
constatamos una mayor juventud en los primeros nada menos
que en cinco puntos y medio: 29,21 años frente a 34,66 años,
en consonancia con su emigración más tardía. En efecto, esa
inarmonía sólo resulta comprensible, a la vista de las edades
más proclives para emigrar, admitiendo que el grueso de los
emigrados excluidos de los libros partió hacia América con
anterioridad a noviembre de 191 7, lo que explica su exclusión
de los libros. Un dato muy puntual refuerza nuestra hipótesis:
entre los 81 omitidos sólo figuraban 3 que tenían menos de
25 años; cuando tal cifra ascendía a 7 entre los 51 incluidos.
Otros datos cuantitativos recabados en nuestro micro-espacio
de estudio, no hacen sino insistir en la misma direc-ción.
La consistencia ciei contingente de emigrantes iegai a ia
luz de los recursos poblacionales del municipio, por caso, evi-
24 Archivo Municipal de Güímar, censo de 1930, sin catalogar.
Núm. 41 (1995) 169
14 JULIO ANTONIO YANES MESA
dencia, una vez más, que la emigración clandestina tuvo que
arrojar, cuanto menos, cifras muy inferiores a la legal. En efec-to,
los varones del quinquenio de edad previo al llamamiento
a filas, el comprendido entre los 15-20 años, que emigraron
en aquellos años suponían nada menos que el 59,25 por 100
de los censados en 1930, aún cuando el municipio había acu-sado
una fuerte inmigración procedente de áreas tradiciona-les
del Archipiélago a lo largo de los años 20 al calor de la
expansión del cultivo del tomate 25.
Factores generales de indudable capacidad de persuasión
para todo emigrante, apuntan an el mismo sentido que los
datos recopilados en nuestro microespacio de referencia. Es el
caso del precio del pasaje para Cuba que, en 1910, costaba 110
pesetas a los emigrantes legales y nada menos que 185 a los
ilegales, sin contar otro recargo anejo, oscilante entre las 75 y
las 125 pesetas, que cobraban los que «arreglaban» la docu-mentación
adicional 26. Tales cifras a la luz del permisivo mar-co
jurídico de la época, evidencian que la opción ilegal era, a
todas luces, menos atractiva que la legal para cualquier ciu-dadano
de a pie que decidiera abandonar las Islas.
En definitiva, la emigración clandestina en los años anejos
a la guerra europea, no la estancia ilegal de muchos jóvenes
canarios en América por prolongar su estancia hasta edades
requeridas por el servicio militar, no alcanzó, ni mucho me-nos,
la importancia de la emigración legal. Los polizones que
siempre se infiltraban en los barcos 27, alguna suplantación de
25 Véase al respecto la obra de JULIOA NTONIOY ANES MESA: La emigra-ción
del municipio canario de Giiírnar, 1917-1934, op. cit., pp. 93-98; asi-mismo,
el artículo del mismo autor: «Venturas y desventuras de los
"jamaiquinos" (majoreros y conejeros) que recalaron en el municipio
tinerfeño de Güímar en los años de entreguerras)), en Tebeto. Anuario del
Archivo Insular de Fuerteventura, Cabildo Insular de Fuerteventura, Puerto
del Rosario, en prensa.
26 Véase reportaje al respecto en: La Prensa de Santa Cruz de Tenerife,
24-10-1910, artículo de «Acuario», donde se recogen los precios de los pa-sajes
legales e ilegales a La Habana y Buenos Aires, aunque trocados en
sus destinos.
27 Cuando en 1919 naufragó el «Valbanera» en aguas antillanas, «La
Prensa)) daba por descontado que entre sus víctimas figuraban los inevita-bles
polizones de las travesías a Cuba (véase: La Prensa, 23-9-1919). Por su
EN TORNO A LA IMPORTANCIA DE LA EMIGRACI~N CLANDESTINA EN CANARIAS ... 15
personalidad y los que pagaban, porque podían, el alto precio
de los billetes ilegales, apremiados por problemas judiciales di-versos
y, específicamente, militares por no haber emigrado con
la suficiente antelación, debieron facilitar el grueso del con-tingente.
Para valorar la incidencia de todo ello en las estadís-ticas
oficiales de la emigración, conviene tener presente que
los que optaron por una de las dos últimas opciones figuran
en los recuentos junto a los emigrantes legales. Otros procedi-mientos
para recalar ilegalmente en América, tales como
flotaduras expresas de barcos desde las Islas, si las hubo du-rante
aquellos años, lo cual no nos parece descabellado ante
la crisis y el colapso portuario a instancias de la guerra euro-pea,
no debieron alcanzar, ni mucho menos, las cotas que al-canzaron
durante el primer franquismo, pues no trascendie-ron
como entonces a las páginas de los periódicos coetáneos 28.
Tanto las fuentes de índole cuantitativa como cualitativa en un
estudio científico a posteriori, pues, redundan en la sobre-valoración
coetánea de la emigración, clandestina en Canarias
en los años anejos a la guerra europea.
La minuciosidad y pormenorización que nos ha permitido
adoptar el microespacio que conforma el término municipal
de Güímar, nos ha desvelado, de una parte, la disociación de
los conceptos profuguismo/emigración clandestina y, de otra,
la irrelevancia de esta última, al menos, en los años anejos a
parte, el celo de la tripulación de los vapores para evitar el acceso al barco
de un número corto de intrusos no debió ser excesivo, pues convenía des-cubrir
unos ocho o diez polizones entre su pasaje para reemplazar a los
emigrantes que, normalmente por horas, contrataban para atender las car-boneras
y las máquinas (véase en el Archivo del Ministerio del Trabajo de
Madrid el informe del inspector de emigración Leopoldo D'ozouville, p. 50).
28 En contraposición a los años del franquismo, cuando la información
que recogieron los periódicos de la época, junto a fuentes orales diversas,
han permitido su estudio (véase la obra de NÉSTOR RODR~GUMEZA RTÍNL:a
emigracidn clandestina de la provincia de Santa Cmz de Tenerife a Venezuela
en los años 40 y 50. La aventura de los barcos fantasmas, Cabildo Insular
de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1988).
Núm. 41 (1995) 171
16 JULIO ANTONIO YANES MESA
la guerra europea, precisamente, cuando el profuguismo alcan-zó
sus cotas más alarmantes en el municipio. Según nuestros
cálculos, la emigración clandestina de Güímar en todas sus
modalidades durante aquellos años no pudo representar si-quiera
la quinta parte de la legal, porcentaje que considera-mos
representativo de cara a una estimación en las áreas ru-rales
de todo el Archipiélago 29. A la hora de extrapolar el dato
a los principales puertos y núcleos urbanos de las islas, léase
Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, acaso debamos extremar
nuestras precauciones por las especificidades socioeconómicas
de ambos, aunque tampoco creemos que sus cifras difieran en
exceso. En todo caso, estudios similares al nuestro con fuen-tes
y metodologías renovadas deben ir, poco a poco, aportan-do
más luz sobre el problema, detectando matices a través del
tiempo y el espacio para, en Última instancia, conformar un
cuerpo de conclusiones con el rigor que nuestra disciplina de-manda.
Todo ello, evidentemente, al amparo de una concien-zuda
investigación en ámbito de macroespacio en Canarias
que, corrigiendo los errores por subregistro de las fuentes de-mográficas,
aclare de una vez por todas las cifras reales de la
emigración legal, del crecimiento vegetativo y, en definitiva, de
todas las vertientes de la dinámica de la población necesarias
para deducir, reduciendo al máximo el margen de errar, la
importancia de la emigración clandestina en Canarias, al me-nos,
a lo largo de su historia más reciente 30.
29 LOS resultados de nuestra investigación, que desmienten los alarmis-tas
testimonios de la época, ilustran magníficamente la necesidad de corro-borar
a posteriori toda estimación cuantitativa vertida desde dentro de la
propia coyuntura sin el oportuno respaldo estadístico fiable, mas aún cuan-do,
como en el caso que nos ocupa, en vez de cuantificar pretendían sensi-bilizar
a la sociedad del problema.
'O En principio, algunos indicios recabados por nosotros sobre espa-cios
temporales diferentes al de nuestra investigación, al margen de la eta-pa
de emigración clandestina por antonomasia (la destinada a Venezuela
durante el primer franquismo), apuntan también hacia cifras bajas. Una
inusual noticia referente a los años que median entre 1818 y 1836, por caso,
que en vez de denunciar ia emigración ciandestina en ios terminos subjeti-vos
de costumbre recogia una fría cuantificación del éxodo canario en aque-llos
años, estimaba las salidas clandestinas en tan solo un 5 por 100 de las
legales que, según «...los registros que hemos tenido a la vista...», habían
172 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Nuestro trabajo, pues, pretende reivindicar los análisis cen-trados
en microespacios, con frecuencia, tan denostados por
la burda creencia de que a mayor ámbito de estudio mayor
realce para la investigación. Y es que abordar ésta o cualquier
otra faceta de la emigración canaria desde parámetros globales
sin un conveniente respaldo en estudios locales previos, for-zando
explicaciones muy esquematizadas y asfixiando la rica
variedad de matices intrínseca al hecho migratorio, no cree-mos
que sea el camino más adecuado para conseguir una in-telección
cabal de ésta como de cualquier otra vertiente de la
Historia Canaria y Española en general. Al hilo de nuestra
exposición, inevitablemente, nuestro alegato conlleva la reivin-dicación
de los archivos locales, a menudo desdeñados por la
creencia de que las fuentes son más importantes conforme su
lejanía es mayor y su accesibilidad más dificultosa. En defini-tiva,
este modesto trabajo también pretende ser un canto al
debate intelectual y a la pluralidad de enfoques, donde la ar-gumentación
científica, limpia de todo atisbo de prepotencia,
debe primar sobre la de autoridad, y en cuyo seno debe jugar
un papel crucial, por el contrapeso a sus limitaciones recípro-cas,
el diálogo entre los micro y los macroespacios.
BURRIEDLE ORUETEAu, genio: Canarias: población y agricultura en una socie-dad
dependiente, Oikis-tau, Barcelona, 198 1.
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