DIEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO
DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS
POR
ANTONIO RUMEU DE ARMAS
Hace cuatro décadas largas se publicó, por quien suscribe es-tas
páginas, una extensa monografía coincidente, en sustancia,
con el título del presente trabajo. Dicho estudio apareció inserto
en una obra de gran volumen titulada Piraterías y ataques nava-les
contra las Islas Canarias (reimpresa en fecha reciente con el
título de Canarias y el Atlántico). .
En el tomo DI, primera parte, de la mencionada publicación
cubre las páginas 307-346. ,
¿Por qué nos decidimos a reproducirla ahora casi literalmen-te?
Las razones son múltiples, y por lo mismo conviene especi-ficarlas
con el máximo rigor.
En primer lugar, el relieve adquirido en los últimos tiempos
por Diego Nicolás Eduardo y la importancia que nadie discute a
su obra cumbre arquitectónica, la Catedral de Las Palmas.
En segundo término, el haber. pasado el estudio inadvertido
para muchos por su caracter accesorio a una obra pniicipai, que
ha sido hasta ahora de difícil consulta.
Un tercer motivo contribuye a despertar el interés. El carác-ter
singular de la fuente primordial, pues su autor no es otro
que el propio Diego Nicolás Eduardo. Cuanto aquí se relaciona
está destilado de los escritos, planos y dibujos del insigne arqui-
Núm 39 (1993) 29 1
2 ANTOMO RUMEU DE ARMAS
tecto, incluyendo su propia autobiografh Además, este artista
vino a revelarnos, de paso, a otros prestigiosos maestros de obra,
tales como Antonio José Eduardo, constructor de la iglesia de
Santiago de Gáldar, y Patricio García, constructor de la iglesia
de la Concepción de La Orotava, hoy integrados en el acervo ar-tístico
del archipiélago, como bajados del cielo, ocultando la vía
de reintegración de sus nombres.
La parte gráfica de la monografía aludida no se pudo dar a
la publicidad sino en tamaño reducido, lo que dificulta la iden-tificación
de la obra antigua (siglo XVI) y la moderna (siglo XVIII).
En cambio, ahora se conceden a las reproducciones las máximas
dimensiones posibles. El primoroso dibujo en colores de Diego Ni-colás
Eduardo aparece suscrito en la ((Ciudad de Gran Canaria,
a 21 de junio de 1784)). Las dimensiones de este plano entelado
son de 1,11 m. de ancho por 73,s cm. de alto, circunstancia que
impide la publicación íntegra en una sola pieza. En vista de ello,
se ha optado por dividirlo en tres partes, que se relacionan a
continuación:
1. Plano central En él se dibuja la cimentación y muros de
la obra de Eduardo, que comprende el crucero, cimborrio, bóve-das
circundantes, capilla mayor, capillas laterales, dependencias
diversas para el culto, reuniones canónicas, administración exter-na,
etc. l .
2. Plano general En él se incluye la iglesia Catedral entera,
desde los pies a la cabeza, incluyendo la obra antigua coloreada
de rojo y la obra moderna pintada en amarillo. Se completa el
dibujo con todos los contornos urbanos 2.
3. Parroquia del Sagrario. El plano de esta iglesia auxiliar
quedaba dibujado con vistas al futuro
Como se acaba de referir, el plano diseñado por Diego Nico-iás
Muarcio integra dibujos y expiicaciones en una soia pieza. ¿a
parte derecha del plano, en toda su integridad, lo llena la iglesia
' Véanse los Planos 1 y 11.
Ibíd, 1, y IV. ' Ibíd, 1, III, IV y V.
ANUAIUO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DIECO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 3
Catedral. En cambio, la porción izquierda aparece dividida en
dos mitades, la superior reservada para el Plano central
(cimientos y muros) y la inferior para las Explicaciones '.
Estas últimas, que son de imprescindible consulta para iden-tificar
cada una de las piezas arquitectónicas del diseño, se pu-blican
como Apéndice de este trabajo. Las explicaciones se sub-dividen
en cuatro apartados:
1. Explicación del Plano central.
2. Explicación del Plano general.
3. Parroquia del Sagrario.
4. Contorno y accesorias de la santa iglesia.
Como no se puede abordar el estudio minucioso de la obra
arquitectónica de Diego Nicolás Eduardo sin un punto previo de
partida, dedicamos la Primera parte del presente trabajo a estu-diar,
de manera somera, el proceso de construcción de la Cate-dral
de Las Palmas en los dos primeros tercios del siglo XVI.
Para ello utilizaremos aportaciones de carácter personal, cuando
proceda, y la más reciente bibliografía relacionada con el singu-lar
monumento.
lbíd, 1.
Núm 39 (1993)
ANTONIO RUMEU DE ARMAS
PRIMERA PARTE
LAC ONSTRUCCIÓN DE LA CATEDRADEL L ASP ALMAS
ENTRE 1504-1570
1. Cuestiones previas
1. Disposiciones regias en favor de la iglesia Catedral
La etapa inicial de la construcción de la Catedral de Las Pal-mas
de Gran Canaria es extremadamente confusa, por haberse
perdido la documentación de la época.
De todos es sabido que la desgracia se ha cebado de manera
particular con la capital y la isla en cuanto a la conservación de
su tesoro documental, diezmado por invasiones exteriores, incen-dios,
robos y hasta por la propia polilla. De ahí la perentoria ne-cesidad
de rebuscar e investigar en los archivos nacionales o re-gionales
para aclarar muchos enigmas.
El Archivo de Simancas viene hoy en nuestra ayuda para
aportar un rayo de luz sobre los orígenes del edificio catedrali-cio.
Este depósito impar, de tanta importancia para Canarias, con-serva
(por desgracia muy dispersa) una documentación conside-rable
sobre la diócesis de Rubicón-Canaria. Una revisión de este
fondo nos ha permitido localizar tres documentos reales, que sir-ven
para e! &mita& nhjetivn propuesto; Pasamos pnr & a en"-
merarlos, advirtiendo que pertenecen a la década 1505- 15 15, en
que la sede canariense se afanó por contar con un digno edificio
(tercero y último de la serie):
1.0 cedU!a de FernandG e! cató!icG cGnce&endG su! &An
Cabildo de la Yglesia catedral de la ysla de la Grand Canaria))
294 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DIEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 5
un donativo de cien mil maravedíes para la edificación de la mis-ma.
Aparece despachada en Segovia el 29 de agosto de 1505 s.
2: Escrito de súplica remitido por el obispo de Canaria don
Fernando de Arce, en unión del Cabildo catedralicio, solicitando
del Rey Católico un incremento en la «renta de fábrica)), o, en
otro caso, una importante «limosna», para cubrir los gastos cuan-tiosos
de la construcción del templo. Al mismo tiempo demanda-ban
la oportuna licencia con objeto de extraer madera de los
bosques de Tenerife para ayuda de la edificación. El escrito
debió ser redactado en Las Palmas en los días finales de 1514,
pues tuvo entrada en la Cámara de Castilla el 12 de enero
de 1515 6.
3-0 Provisión de la reina titular doña Juana concediendo, a
petición del obispo, deán y Cabildo de Canarias, autorización
para extraer de la isla de Tenerife cuanta madera fuese precisa
para las obras de la catedral. Aparece suscrita en Valladolid el
26 de enero de 1515 '.
Antes se ha calificado a la actual Catedral de Las Palmas de
tercer edificio. Para orientación del lector parece obligado pun-tualizar
algunos pormenores sobre los dos primeros, de los que
no queda hoy el menor rastro.
El traslado de la diócesis desde Lanzarote a Gran Canaria,
desde Rubicón a Las Palmas, se efectuó en las postrimerías del
siglo xv. Una bula del papa Eugenio IV de 1435 había autoriza-do
el cambio de ubicación y residencia. Sin embargo, la decisión
pontificia no pudo llevarse a cabo hasta 1483, cuando la ciudad
de Las Palmas, culminado el proceso de la conquista, se vio libre
de toda amenaza y peligro. La ermita de Santa Ana fue habili-tada
como Catedral, estableciendo en ella su solio el primer obis-po
de Canaria, fray Juan de Frías (1470-1485). Este prelado su-cumbió
en Sevilla en la última de las fechas indicadas
ARCHIVO DE S ~ANC(AenS a delante A . S.): Libros de cédulas, núm. 10,
fol. 187 v.
A. S:: Cámara de Castilla Pueblos, leg. 5, doc. 11 7. ' A. S.: Registro del Sello.
S ANTONIO RUMEU DE ARMAS: ((Escultura funeraria episcopal canariense~,
en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 26 (1980), p. 176.
6 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
En tiempos del segundo obispo, fray Miguel López de la
Serna (1486-1490), se comenzó a edificar la segunda Catedral, la
llamada iglesia vieja de Santa Ana, emplazada donde se asienta
la cabecera del actual templo gótico. Esta edificación fue conti-nuada
y abierta al culto por el Cabildo durante el largo período
de sede vacante (1490-1496). Podemos imaginarla, en su fisono-mía,
como cualquiera de las modestas parroquias que embelle-cen
hoy los más agrestes pueblos de nuestra geografía urbana.
Fue derruida por completo en 178 1 '.
En cuanto a la tercera Catedral, honra y prez de la ciudad
de Las Palmas, se comenzó a cimentar durante el gobierno del
obispo don Diego de Muros (1496-1506), para ser continuada a
todo lo largo del siglo XVI, verse paralizada por espacin de dm
centurias y conseguir, al fin, digno remate en las postrimerías
del siglo XVIII.
2. Inicio, en 1504, de las obras de la Catedral Pedro de Llerena,
primer arquitecto. Diego Alonso Motaude, relegado al olvido
El año 1504 puede considerarse como fecha exacta del inicio
de las obras de la Catedral de Las Palmas. Nos basamos para to-mar
esta decisión en dos documentos que enlazan perfectamente
entre sí, y que conviene ahora presentar al lector.
El primer documento es el contrato convenido en Sevilla, el
30 de mayo de 1504, entre el «deán e Cabildo e fábrica de la
Yglesia de Grand Canaria)) y ((Pedro de Lerena, maestro de can-tería)),
con objeto de que éste asumiese el importante papel de
((maestro e asentador e hedificadon) de la Catedral.
Parece deducirse de este escrito que los primeros contactos
con el maestro constructor se debieron a la gestión personal del
canónigo del Cabildo de Gran Canaria Diego de Troya, quien
convino un primer «asiento» o contrato privado.
Este convenio seria elevado a escritura pública, en la fecha in-dicada,
en presencia del escribano de Sevilla Fernán Ruiz de Po-rras.
Segunda parte, cap. 1, epig. 2.
296 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL~NTICOS
DIEGO NICOLAS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 7.
La representación del Cabildo catedralicio de Gran Canaria
fue asumida, en esta ocasión, por los racioneros de la Iglesia me-tropolitana
bética Juan de Medina y Juan de Millares.
El maestro Pedro de Llerena recibiría como estipendio diez
mil maravedíes anuales con un jornal diario, añadido, de tres re-ales
de plata. Se comprometía a traer consigo a Las Palmas «dos
oficiales canteros)) y un mozo auxiliar, los primeros con un jor-nal
de cien maravedíes diarios lo.
La presencia del maestro cantero Pedro de Llerena en Las
Palmas está probada con reiteración, como se verá más adelante,
sin que sea aventurado presumir el traslado desde Sevilla y el es-tablecimiento
en la capital en el propio año 1504.
fl segundo ducumen~ue s de imliui?ancia capit$ pala plG-blema
debatido de los inicios de las obras de la Catedral. En
1505, es decir, un año después del contrato, se persona en la cor-te
de Castilla, residente por entonces en Segovia, un mensajero
del «deán e Cabildo de la Yglesia catedral de la ysla de la Grand
Canaria)) y solicita, como gracia particular, de Fernando el Cató-lico,
gobernador del reino por fallecimiento de su esposa la reina
Isabel e invalidez psíquica de su hija la soberana titular doña
Juana, la concesión de los quintos de las famosas cabalgadas por
tierras de Berbería, para con su importe cubrir los cuantiosos
gastos que ocasionaban la construcción de la catedral.
El monarca aragonés accedió a lo solicitado por provisión de
29 de agosto de 1505, aunque poniendo límites a la cuantía de
la gracia, que en ningún caso podría superar los cien mil mara-vedíes.
Véase el párrafo más sustancial «Por haser bien e limos-na
a la dicha Yglesia, tóvelo por bien; e por la presente hago
merced a la dicha Yglesia de cient mill maravedíes de lo que va-lieren
e montaren e se ovieren de los dichos quintos)..
Pero el documento que estudiamos formula, en cabeza, una
&C!zrzCj,", de! - c~~&IiqQ? py&, pfi la nile reciime lI eynreca rnn-
Y-- ------- ---r--- - ----
fesión del Cabildo en el memorial presentado con objeto de ob-tener
el privilegio: «Por parte de vos el deán e Cabildo de la
Yglesia de la ysla de la Grand Canaria me es fecha relación que
vosotros, por servy~iod e Dios, nuestro señor, e por que1 tenplo
'O Primera parte, cap. 11, epig. 1.
8 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
e culto devino sea más honrrado, avéys comengado a labrar e he-deficar
la YgIesia) ".
Los documentos reseñados nos conducen a dos importantes
conclusiones:
1: Si en el contrato de 1504 se declara a Pedro de Llerena
«maestro e asentador e hedificador)), no se puede poner en duda
que fue el primer arquitecto de la Catedral, autor de los planos
para el proyecto y ejecutor inicial de los trabajos.
2.0 Si el Rey Católico, en el privilegio de 1505, se hace intér-prete
de la voz del Cabildo confesando ((avéys comencado a la-brar
e hedeficar la Yglesia)), tampoco se puede dudar de que las
a obra tuvieron inicio pin piI propio año 1504, N
E
c
Estas dos conclusiones nos arrastran a una tercera: que a par-
"
n -
tir de ahora se impone olvidar para siempre al supuesto primer m
O
E
arquitecto de la Catedral de Las Palmas, Diego Alonso Motaude, SE
por carencia del más mínimo respaldo documental. E
El primero en dar vida al maestro cantero Diego Alonso fue
el prestigioso historiador grancanario Pedro Agustín del Castillo,
3
en la tardía fecha de 1737 12. De este autor heredó la paternidad -
0
m
E
catedralicia el insigne Viera y Clavijo 13. Y en su famosa Histo-ria
... se han inspirado todos los autores, posteriores, mereciendo
destacarse Juan Agustín Ceán Bermúdez, quien lo puso definiti- n
-E
vamente en órbita 14.
a
Aunque la isla de Gran Canaria haya perdido buena parte de n
su documentación histórica, se conservan fondos valiosos en la n
Catedral, parroquia del Sagrario (partidas sacramentales), proto- 3
O
Primera parte, cap. 1, epígs. 1 y 2.
Descripción histórica y geográfica de las islas Canarias, ed. de M. San-tiago,
Madrid, 1948-1950, t. 1, p. 443.
En esta misma edición se da a la publicidad el texto inédito de SIMÓN
BEMTEZP ADILLtAitu lado Datos sobre la catedral de Las Palmas de Gran Ca-naria
recopilados por. .. (1946), pp. 444-449. '' Noticias de la historia general de las islas de Canaria, Madrid, 1783,
t. IV, p. 285.
l4 EUGENILOL AGUNYO A MÍROLAN:o ticias de los arquitectos y arquitectura
de E~paña desde su restauración; con adiciones de Juan Agustín Ceán Ber-múdez,
Imprenta Real, Madrid, 1829, t. 1, pp. 138 y 225.
colos notariales, Inquisición, etc. 15, ¿no es extraño que entre mi-les
de documentos no haya aparecido nunca, como actor o
testigo, nuestro protagonista?
Pedro Agustín del Castillo no era ni por asomo experto en pa-leografía,
y pudo muy bien equivocarse en la lectura.
Cabría sostener, en última instancia, que Diego Alonso hubie-se
sido contratado por el Cabildo para dirigir las obras de la Ca-tedral
de Santa Ana, conocida posteriormente como iglesia vieja
de Santa Ana o iglesia vieja del Sagrario.
Otro extremo llama poderosamente la atención: la incompare-cencia
personal en la negociación del templo catedralicio del obis-po
de la diócesis de Rubicón-Canaria don Diego de Muros, pese
a SU permanencia ininterrümpidu en el archipié!uge y su i~dis-cutible
relevancia como prelado, gobernante y escritor 16.
En diversos documentos de la época, relacionados con el mis-mo
asunto, comparecen al unísono el obispo, el deán y el Cabil-do
". Por el contrario, en la contratación del maestro Pedro de
Llerena y en la solicitud al Rey de los quintos de las cabalgadas
contra Berbería comparecen en solitario el deán y el Cabildo la.
Las preguntas saltan a la pluma, ante la evidente anomalía,
son contestación posible. ¿Se desentendió Muros de la construc-ción
de la Catedral por obligaciones perentorias de otra índole?
(Quiso delegar expresamente en el Cabildo la tarea? ¿Le pareció
un gasto innecesario, dada la pobreza del archipiélago, aunque
careció de fuerzas para oponerse al empeño?
El obispo Muros falleció en el verano de 1506, cuando se de-jaba
oír en el núcleo fundacional de la ciudad el monótono y
acompasado tallar de los canteros 19.
l5 La documentación del Cabildo de Gran Canaria fue transportada a
Holanda, en 1599, por el almirante Peter van der Does' después de avode-rarse,
por espacio de breves días, de la ciudad. Los importantes fondos pos-teriores
a esa fecha desaparecieron en el incendio de 1842.
l6 JosÉ LUISG ONZÁLEZN OVAL~N«D: on Diego de Muros 11, obispo de Ca-narias)),
en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 20 (1974), pp. 13-107.
l7 Primera parte, cap. II, epíg. 1.
I B L%d.
l9 GONZÁLEZN OVALÍNa: rt. cit., pp. 60-6 1.
Núm 39 (1993)
1 0 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
11. Los arquitectos catedralicios del siglo XVI
1. Los maestros mayores de la Catedral de Las Palmas
en el siglo m: Pedro de Llerena, Juan de Palacios,
Martín de Narea y Pedro de Narea
Reservamos para este epígrafe dar a conocer los escasos da-tos
biográficos y cronológicos que han pervivido sobre los cuatro
arquitectos mencionados, dejando para el siguiente el estudio,
poco menos que laberíntico, de la obra ejecutada por cada uno
en el recinto de la Catedral.
h ~ r l &C!2r2r q ~ IeLi ~ y&eficia & !a vokres&fite rn er- --
sonalidad del maestro de cantería Pedro de Llerena la debemos
por entero al prestigioso y admirado colega Enrique Marco Dor-ta,
quien, en la lejana fecha de 1958, encontró el contrato de tra-bajo
en el Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, apresurán-dose
a darlo a la publicidad en Revista de Historia Canaria, con
otros pormenores biográficos dignos de particular consideración.
Recordemos que dicho contrato aparece suscrito en Sevilla el 30
de mayo de 1504 20.
También se impone destacar por sus aportaciones al tema
concreto que nos ocupa, el valioso estudio de otro admirado y
sobresaliente colega, Jesús Hernández Perera, que lleva por título
«Sobre los arquitectos de la Catedral de Las Palmas, 1500-1570»,
repleto de erudición, en verdadero alarde de sagacidad y agude-za
crítica 21. En el haber de este autor hay que señalar los párra-fos
que dedica a la Catedral, con puntos de vista renovadores,
en el tomo titulado Canarias de la importante serie «Tierras de
España)), editado por la Fundación March 22.
El primer arquitecto Pedro de Llerena, cabe señalar, por el
apellido, que podía ser nativo u oriundo del pueblo de su gen-
20 Núm. 121-122 (1958), pp. 123-127. El artículo se titula «Pedro delle-rena,
arquitecto de la catedral de Las Palmas)).
El contrato se registra en los protocolos de Femán Ruiz de Porras, oficio
VII, libro 1: de 1504, fol. 248 v. (ARCHIVO NOTARIADLE SEVILLA).
2' En la revista El Museo Canario, núm. 73-74 (1960), pp. 255-304.
22 Madrid, Editorial Noguer, 1984, pp. 194- 197 y 2 10-2 1 1.
300 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DIEGO NICOLÁS EDUARDO. ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 11
tilicio. Existe prueba plena de que era vecino de Sevilla, donde
residía en el momento de ser contratado para trasladarse a
Canarias. Estuvo casado con la sevillana Ana Rodríguez, la que
actúa como fiadora en el contrato suscrito por su marido. No es-tará
demás añadir que nuestro principal protagonista recibió con
carácter de anticipo weynte ducados de oro)), entregados en
mano por el célebre mercader genovés Francisco de Riverolz3.
En cuanto a su formación artística puede darse como se-guro
que la escuela de aprendizaje fue la Catedral de Sevilla,
bajo la sombra protectora del maestro mayor Alonso Rodnguez,
el celebérrimo constructor del espléndido y esbeltísimo cim-borrio.
CGXQ ya es Pc&c & Uprpfiz lp &&]&S Pd-mas
en 1504, ciudad en la que va a residir hasta 1519. De acuer-do
con las estipulaciones del contrato venía acompañado de dos
oficiales canteros.
Uno de los auxiliares es persona conocida. Se llamaba Pedro
de Carmona; quien testifica en 1551 «que vino de Castilia con el
maestro mayor de Sevilla, que vino a trazar esta Catedral, y vio
cómo se comenzó a labrar y edificar)) 24.
La fama de Llerena se extendió a otras islas del archipiélago,
en particular Tenerife. Sabemos que en 1506. recabó sus servi-cios
el adelantado de Canarias don Alonso Fernández de Lugo,
con objeto de que construyese la iglesia de San Miguel. En el
contrato pertinente aparece titulado ((cantero, maestro mayor de
la obra de la Iglesia catedral de la ysla de Grand Canaria)). El
compromiso adquirido le obligaba a inspeccionar la edificación
cuatro veces por anualidad
Sobreviene después la contratación por el Cabildo de otro
23 Hubo en Tenerife y Gran Canaria una familia de estirpe judaica y
apeilido González. natural de Llerena (Badajod. que adoptó la denominación
gentilicia. iTendria parentesco con ellos el cantero Pedro?
Véase la nota 20.
24 HERNÁNDU PERERA:c Sobre los arquitectos...»,p . 268. Está tomado del
Archivo Secreto de la Catedral de Las Palmas, leg. 61.
Ibíd, p. 266. La noticia está tomada del manuscrito de AGUSTÍN
n n i i o a ~T~na p-~sti tila& P _ E & ~ & !QS &&E Ccznczrim. Siglo m, r~nswvadn
en la biblioteca del Museo Canario de Las Palmas.
12 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
prestigioso cantero, Juan Valenciano, vecino de Sevilla, que apa-rece
trabajando en Las Palmas a finales de 1512 o principios de
1513, y que había estado hasta entonces vinculado al círculo del
gran maestro Alonso Rodríguez. El último destino conocido había
sido la capital de la Española, Santo Domingo, al servicio del se-gundo
almirante de las Indias, don Diego Colón (1 5 1 O- 15 12) 26.
Mención particular merece la gestión mancomunada, en favor
del templo catedralicio, por parte del obispo de Rubicón-Canaria
don Fenando Vázquez de Arce (1513-1522) y el Cabildo diocesa-no.
Destaquemos que el prelado había sido en su juventud cape-llán
real con entrada libre en la corte, circunstancia que hacía
presumir una cierta benevolencia 17. El escrito o memorial de la
Iglesia Gran Canaria datado en 1515 es digno de ser transcrito
en los párrafos que a£ ectan a la misma.
En la primera petición se entremezclan las detracciones en los
diezmos, con la solicitud de limosnas o mercedes:
Otrosí, dize que la dicha su Yglesia se labra agora, y se
hazen muy grandes gastos y que no basta la renta de la fá-brica.
Suplican a Vuestra Alteza,
hazer limosna o merced a la dicha
po limitado para que la arte de la la dicha Yglesia se aya 'f e sacar de todo el montón de los
diezmos antes que las tercias, ni parte para obispo ni Cabil-
26 ANTONIO RUMEUDE ARMAS:( (Nuevos pormenores sobre la construcción
de la Catedral de Las Palmas (1504-1525))).E ste artículo ha sido entregado
para su publicación, hace un par de años, a la revista El Museo Canario.
Juan Valenciano otorgó un poder en Las Palmas el 12 de septiembre de
1513 a favor de Juan Alemán, para la percepción de su sueldo durante la
estancia en Santo Domingo, que había de efectuarse en Sevilla. Autoriza el
poder el escribano Pedro Ortiz.
No se puede precisar el tiempo de residencia en Las Palmas.
Sabemos, eso sí, que se hallaba en La Laguna de Tenerife el 14 de sep-tiembre
de 1515, fecha en que se concertó con el cantero portugués Miguel
Alonso para colaborar en la construcción de la parroquia de Nuestra Señora
de los Remedios.
MGUETLA RQUIyS A NTONIO VIZCAYDAo: cumentos para la historia del arte
en las islas Canarias, Instituto de Estudios Canarios, Santa Cruz de Tenerife,
1959, p. 13.
27 RUMEUDE ARMAS, aut. cit. («La escultura funeraria...))),p . 189. Además,
pp. 188-198.
302 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DIEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 13
do, y de esta manera contribuyrán todos en la fábrica. Lo
que no se hace hasta agora, que se saca a la postre.
A renglón seguido prosiguen:
Y si desto Vuestra Alteza no es servido, suplicamos a
Vuestra Alteza mande hazer alguna limosna o merced, para
que, juntamente con cierta ayuda que el obispo y Cabildo
de Canaria harán, se pueda labrar la dicha Yglesia, porque
se labra en la dicha ysla de Canaria a muy grand costa, do-bladamente
y más que en Castila.
Las tercias reales eran la tercera parte de los diezmos, que co-rrespmdian
a la Corona o Estado; Sería exagerado calificar la
propuesta de altruista, aunque sí considerarla generosa. No cabe
duda que, si prosperaba, disminuían los ingresos del Estado, obis-po
y Cabildo en beneficio de la renta de la fábrica.
¿Cuál fue la resolución del monarca, a través de la Cámara
de Castilla? Al margen del documento, se lee: ((Fábrica, no puede
ser)), lo que traduce una resolución negativa.
En cuanto a la merced o limosna solicitada, no hay constan-cia
en pro ni en contra de la generosidad regia.
En el memorial de 1515 hay otra cláusula que afecta a la Ca-tedral
directamente. Veámosla:
Otrosí, suplican a Vuestra Alteza, porque en la dicha
ysla de Gran Canaria ay falta de madera; que mande que
de la ysla de Tenerife les dexen sacar toda la madera que
ovieren menester para la dicha obra, sin les llevar por ello
cosa alguna, por que se pueda traer de la dicha ysla, syn
perjuizio de la edificación della.
La resolución de la Cámara de Castilla figura, por segunda
vez. en los márgenes: «Que de Tenerife le dexen sacar madera
para Canaria, sin llevarles nada.-Fecho 28.
En efecto, la Cancillería procedió a preparar la Real provisión
de 26 de enero de 1515, por medio de la cual procuró dar satis-facción
a la sede episcopal canariense.
Primera parte, cap. 1, epig. 1.
Núm 39 (1 993)
14 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
El objeto de la provisión, aunque ya conocido, conviene
reiterarlo: «Me fue fecha relación por su petición diciendo que la
dicha Yglesia se labra agora, e que para la dicha labor tiene fal-ta
de madera; por ende, que me suplicavan, cerca dello, les man-dase
proveer, mándovos que les déxedes e consintásedes sacar
de esa dicha ysla toda la madera que ovieren menester para Ir$
lavor de la dicha Yglesia)).
La orden va dirigida a muestro corregidor o juez de residen-cia
de la ysla de Tenenfe)) 29, y el mandato es conminatorio: «Vos
mando, que dexéys e consintáys sacar libremente ... desa dicha
ysla, a la persona que1 dicho obispo e Cabildo enbiaren, toda la
madera que ovieren menester para lavor de la dicha Yglesia, sin
les pedir ni llevar por ello derechos ni otra cosa alguna)) jO.
.Y volviendo ahora a nuestro protagonista, destaquemos que, en
1518, el maestro Llerena se hallaba en plenitud de facultades, di-rigiendo
las obras de la Catedral y aceptando encargos particu-lares.
Valga, como ejemplo, el contrato que suscribió en Las Pal-mas,
el 10 de abril de 1518, con el comisario del convento de
San Francisco comprometiéndose a dirigir las obras de fábrica
de su iglesia y capilla mayor. Por otra escritura posterior, aun-que
del mismo año, los mercaderes genoveses, estantes en Gran
Canaria, concertaron con los frailes que, subvencionando la fá-brica
de la capilla mayor, se les garantizase enterramiento en la
nave del templo ".
La presencia de Pedro de Llerena en Las Palmas se interrum-pe
en 1519, sin que sea posible penetrar en las causas. Un poder
suscrito por Álvaro Guillén el 19 de marzo, ante el escribano
Cristóbal de San Clemente, le otorga su representación en S e d a
en defensa de intereses particulares j2. Este documento induce a
29 En Canarias no hubo por esta época corregidores, sino gobernadores.
Se trata de un despiste rutinario de la Cancillena regia.
El cargo de gobernador era desempeñado por el adelantado de las islas
Canarias don Alonso de Lugo.
Primera parte, cap. 1, epíg. 1. '' HERNÁNDEPZE RERAa,r t. cit., pp. 266-267. Tomado de los Anales ... de
MILLAREST ORRES.
j2 PEDROT ARQUIRSO DRÍGUEZar, tículo publicado en El Eco de Canarias
el 4 de enero de 1976.
Guillén era yerno de Llerena, pues había contraído matrimonio con su
hija Beatriz.
DIEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 15
sospechar una inminente partida para afincarse de nuevo en la
capital bética.
En efecto, desde esa fecha se borran para siempre las huellas
del primer maestro de la Catedral.
Por espacio de tres lustros el templo canariense, sin arquitec-to
conocido, interrumpe los trabajos mayores, limitándose los
canteros a la elevación de los muros con sillares labrados dentro
de las pautas establecidas.
Una segunda etapa, de intensa actividad, se inaugura en 1533
cuando el Cabildo contrató los servicios del arquitecto Juan de
Palacios. Su nombre no pasó inadvertido para los historiadores
locales, pues dan fe de su existencia y trabajos Castillo y Viera
y C!wCJ; l;,j 3. De este ~ U P V I mzestre mayer de obras apenas si co-nocemos
su patria, Galizano, en Cantabria (Trasmiera). Sus pa-dres
se llamaban García de Palacios y Elvira González. Las pe-ripecias
de su existencia con anterioridad al arribo a Gran Ca-naria
son desconocidas por completo, aunque venía respaldado
por una competencia indiscutible.
Palacios va a estar al frente de las obras de la sede catedra-licia
por espacio de dieciocho años, 1533-1551. El contrato se fir-mó
ante el escribano Cristóbal de San Clemente, tomando pose-sión
del cargo, en presencia del Cabildo en pleno, el 17 de febre-ro
del primer año señalado. Su sueldo quedó fijado en cincuenta
doblas de oro y veinticuatro fanegas de trigo anuales más un
aditamento de tres reales nuevos por jornada de trabajo '*.
Con independencia de las obras de la Catedral, el maestro
Juan de Palacios se concertó alrededor los primeros meses de
1534 para ((fazer y labrar la dicha yglesia de señor San Juan de
Telde ..., por precio de quinientas e cinquenta doblas de oro» 35.
33 PEDROA GUST~ND EL CASTILLDOe:s cripción histórica y geográfica de las
islas Canarias, ed. de M. Santiago, Madrid, 1948-1950, t. 1, p. 443.
JosÉ DE VIERAY CLAVUON:o ticias de la Hktoria general de las islas de Ca-naria,
Madrid, 1783, t. IV, p. 285.
34 .Archivo Secreto de la Catedral de Las Palmas, libro 4 de actas, fol.
23 v. (En adelante será citado con las siglas A. S. C.).
BEN~TEPZA DILLDAa:t os sobre la catedral.. (véase la nota 12), p. 446.
M ~ LOB-O CA~BRER~AA~: p~e c toa~~rt ístic os de Gran Canaria en el siglo
XV~L, as Palmas, 1981, pp. 55-57.
Núm 39 (1 993) 305
16 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
La fama del maestro traspasó los umbrales de la isla de su
residencia, pues fue llamado a asesorar sobre el planteamiento y
desarrollo de otras construcciones civiles y religiosas.
La presencia en Tenerife en 1542 de un Juan de Palacios,
maestro mayor de la obra de cantería, ofreciéndose al Cabildo
secular como constructor de molinos, mueve a proponer la iden-tificación
36.
En unas Diligencias llevadas a cabo en 1551 por el comisio-nado
Francisco de Herrera, con participación de diversos testi-gos,
sobre el estado de las obras de la Catedral aparece decla-rando
Juan de Palacios (25 de mayo), como se verá más adelan-te
". Pero interesa señalar, según testimonio fehaciente, su par-ticipiciófi,
más Q mpf i~s& r ~ ~ tein, l a c~fistruccibfid p la i-wo-b --
sias del Salvador de Santa Cruz de la Palma y la de Santa Ma-ría
de Betancuria
Después de la fecha indicada, 1551, nuestro protagonista se
sume en el silencio.
El retorno del arquitecto montañés a Castilla debió producirse
poco tiempo después.
Unos datos más se pueden añadir a la biografía. Se trata de
la presencia en Cuenca del maestro cantero hasta el mismo día
de su muerte, sobrevenida en 1571. Juan de Palacios otorgó sen-dos
testamentos en 1557 y 157 1. Fue sepultado en la parroquia
de San Pedro 39.
Los últimos arquitectos de la Catedral se llamaron Martín de
Narea y Pedro de Narea. Eran respectivamente tío y sobrino. El
primero venía en calidad de maestro principal y el segundo de
aparejador.
Ambos eran naturales de Vizcaya, siendo nativos de Puebla
de Aulestia.
De la etapa anterior a su presencia en el archipiélago cono-cemos
la vecindad en Sevilla en el momento de ser contratados.
-- -
36 LEOPOLDDOE LA ROSAY OLIVERA«:C atálogo del Archivo Municipal de
La Laguna)), en Revista de Historia Canaria, núms. 121-122 (1958), p. 155.
37 A. S. C., leg. 61.
Zbíd Interrogatorio de preguntas y declaración de Juan de Palacios.
También se hace mención de la iglesia de San Juan de Telde.
39 JESÚS HERNÁNDEPZE RERAC: anarias, Madrid, 1984, p. 210.
306 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DIEGO NICOLAS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 17
Una carta de Martín al Cabildo recibida en Las Palmas en torno
al 9 de octubre de 1553 anuncia la inminente partida @. Por
tanto, el contrato tiene que ser anterior a esta última fecha.
De la vida familiar del maestro vizcaíno lo único que es dable
consignar es el matrimonio que contrajo con la vecina de Las
Palmas Ana de Escalona. De esta unión había nacido un hijo, lla-mado
Juan, que sucumbió el año 1576 "'.
Entre los proyectos que dirigió Narea en Gran Canaria merece
particular mención la planificación de una capilla «de mampuesto y
cantería ... en la yglesia de señor Santiago de la villa de Gáldart)
La muerte del artista sobrevino en Las Palmas en el mes de
diciembre de 1562 43.
La designación del nuevo maestro mayor de la Catedral fue
cuestión trabajosa, porque los cabilderos se dividieron en opuestos
pareceres en torno al nombramiento del aparejador de la obra Pe-dro
de Narea, por considerarlo de discutible competencia. Siete reu-niones
tuvo el Cabildo entre diciembre y enero de 1562-1563 para
oír los pareceres favorables o adversos de diversos oficiales. En la
última, después de implorar el auxilio divino asistiendo a una misa
del Espíritu Santo, quedó finalmente nombrado Pedro de Narea
«maestro mayor de la dicha obra de la Iglesia catedral, con ciertas
condiciones que el señor racionero Martel leyó en el dicho Cabildo,
las quales se pornar en la escritura que con él se hicieren.
Hubo, sin embargo, una contradicción. El arcediano don Juan
Salvago se opuso a la resolución de sus colegas. A su juicio de-bería
procurarse el dictamen de otro maestro peninsular, porque
le parecía que, si bien Pedro Narea era hábil en su oficio, no
daba la talla para ser maestro mayor 44.
40 A. S. C., libro 4 de actas, fol. 27 v.
41 MANUEL LOBOC ABRER«AP:e dro de Narea, arquitecto de la Catedral de
Canarias, en Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 32 (1986). p. 541.
42 LOBOA: spectos artísticos. .., p. 47.
43 El fallecimiento se deduce de la subsiguiente reunión del Cabildo el
8 de enero de 1563 para designar al maestro de obras sustituto (libro 5 de
actas, fol. 274). " JESÚS HERNÁNDEZP ERERA«:S obre los arquitectos de la catedral de Ca-narias)).
pp. 298-299.
A. S. C., libro 5 de actas.
Núm 39 (1 993) 307
18 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
Prevaleció el criterio de la mayoría, asumiendo el aparejador
vizcaíno el cargo de maestro mayor con todas sus consecuencias.
Nuestro nuevo protagonista cumplió, por tanto, la tarea de
concluir el medio templo, que pudo al fin inaugurarse el 24 de
mayo de 1570, víspera de la festividad del Corpus Christi.
Pedro de Narea contrajo matrimonio con una isleña, Catalina
Ramírez, natural de Telde, unión que se tradujo en diversos vás-tagos
arraigados en la tierra adoptiva. El óbito del maestro se
produjo en 1585 45.
2. La construcción de la Catedral en la primera mitad
del sigb XVI
La Catedral de Las Palmas, conforme ya sabemos, se comen-zó
a construir en 1504, dándose por conclusas las obras del me-dio
templo en 1570. Conocemos los nombres y la personalidad
de los maestros mayores que en ella trabajaron, y nos correspon-de
ahora señalar lo que, en buena lógica, cabe atribuir a cada
uno de los técnicos, con la brevedad que las circunstancias im-ponen.
Recordamos que este trabajo se propone como objetivo prin-cipal
la terminación de la Catedral, por lo. que la primera fase
de la construcción tiene un mero valor de precedente introduc-tono.
Antes se ha calificado de laberíntico el propósito de recons-truir
el proceso de edificación de la basílica, y ahora nos ratifi-camos
en el juicio emitido. Los planos primitivos han desapare-cido,
y la reconstrucción de los proyectos basados en elementos
supervivientes, intuiciones e hipótesis si por algo se caracterizan
es por su fragilidad.
Antes de emitir parecer, resulta obiigado describir ei escena-rio,
distinguiendo la iglesia vieja y la iglesia nueva de Santa Ana.
Ambas quedaron emplazadas en un amplio solar del barrio de
Vegueta que se extendía entre las plazuelas llamadas de Pilar
45 LOBO: «Pedro de Narea ... », pp. 540-542.
308 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DIEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 19
Nuevo y San Martín y la plaza mayor de Santa Ana, esta última
en plena fase de formación.
La orientación de los dos templos era la habitual, es decir,
con el altar mayor emplazado en el Este, mirando a Jerusalén.
Estaba prevista una travesía de separación entre los pies de la
iglesia vieja y la cabecera de la nueva. Por la diferencia en al-titud
del terreno la basílica primitiva será conocida como la igle-sia
baja.
La iglesia vieja de Santa Ana es calificada por los testigos de
la época de ((estrecha y pequeña)) 46. Era de tres naves, más alta
la central, con cubierta de artesonado. Posteriormente se le
añadiría la capilla mayor y una serie de capilas colaterales, tres
en el lado del Evangelio y otras tres en la Epístola.
Aunque la orientación era la misma para la iglesia vieja y la
Catedral nueva, la alineación hay que calificarla de similar, pues
formaban un ángulo de 50.
Cuando en 1570 se cerró el medio templo de la Catedral gó-tica
de Santa Ana los dos edificios quedaron unidos por un es-pacio
o galería cubierta, por donde se establecía la comunica-ción.
La iglesia vieja se convirtió entonces en iglesia del Sagrario.
Parece ser que la primitiva Catedral estaba planificada por Pe-dro
de Llerena como una basílica corrida, sin crucero, cuya ca-pilla
mayor y capillas de las naves laterales quedarían en línea
con lo que actualmente es el final del cimborrio.
Las cosas cambiaron por completo cuando el penúltimo maes-tro
mayor Martín de Narea proyectó el crucero con cimborrio,
los tramos de nave antepuesta y pospuesta (con crucería estre-ilado
y pluralidad de nervios combados), capilla mayor y depen-dencias.
Ello tenía que traer aparejado la demolición de la iglesia
del Sagrario para aprovechar la integridad del solar.
Ésta es precisamente la tarea que veremos emprender, en
1781, con singular espíritu de anticipación, al Cabildo catedrali-cio
47.
Volviendo ahora al año 1570, el mandato conminatorio del Ca-
A. S. C., leg. 61. Interrogatorio de preguntas y contestación de Juan
de Palacios.
47 Segunda parte, cap. 1, epig. 2.
Núm 39 (1 993) 309
20 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
bildo para que el maestro mayor Pedro de Narea procediera al
cerramiento del medio templo, con la mayor celeridad posible,
obligó a éste a acometer un conjunto de obras que pasamos a
enumerar:
1: Clausura de la nave central, para formar en ella el pres-biterio
y el altar mayor. Con tal fin se adhirieron a los pilares
del futuro cimborrio unos muros de escasa consistencia y pro-fundidad
enlazados con un lienzo de pared a todo lo alto y an-cho.
El altar se asentó sobre una plataforma elevada, a la que se
accedía por una escalera de cinco tramos de traza quebrada.
2: Cierre simultáneo de las naves laterales con lienzos de pa-red
c~~.,p!etos, deJ;u nde ~ k i e r t a ss endus puertas paru csm~nica=
ción con la iglesia del Sagrario a través de escaleras para salvar
el desnivel.
3.0 Utilización del tramo último de la nave central, con cu-bierta
de crucería estrellada, como capilla mayor. Dos filas de
bancos laterales estaban reservados para autoridades y corpora-ciones.
4.0 Construcción de una sacristía, en alto, sobre la galería de
enlace y comunicación entre las dos iglesias. Puertas a los lados
del altar mayor permitían el acceso a la misma.
5: Corredores para que el público pudiera penetrar por la
cabecera de la Catedral y para el tránsito entre los edificios *.
El retablo del altar mayor parece compuesto por cuadros de
pinturas, sin que se pueda precisar el estilo ni la temática por es-tar
cubierto con cortinajes ".
En cuanto al coro, se llevó a efecto el traslado desde la igle-sia
vieja, reduciéndose a adaptarlo al espacio comprendido por
los cuatro pilares de los pies de la basílica ".
Con las líneas coordenadas acabadas de establecer; los indi-
48 Véanse las láminas 11, IiI y IV.
49 Lámina 11.
La ejecución del coro hay que apuntarla en el haber del maestro en-tallador
flamenco Roberto, afincado en Las Palmas en 1519. Tardó un trie-nio
en cumplimentar la tarea.
Véanse las láminas 111 y IV.
310 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Dibujo de la cabecera de la Catedral en 1581. Se identifica fácilmente el altar mayor,
capilla mayor, asientos de autoridades, púlpito y columnas iniciales del coro. Fue
dibujado en virtud de los pleitos de precedencia en los asientos entablados por auto-ridades
e instituciones. (Archivo de Simancas: Patronato Real, núm. 2.923).
catafalco y túmulon erigido en la Catedral, en 1581, con motivo de las exequias por
el alma de Ana de Austria, cuarta esposa del rev Felipe 11 (Archivo de Simancas:
Patronato Real, núm. 2.923).
DIEGO NICOLÁS EDUARDO. ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 2 1
cios descubiertos por Diego Nicolás Eduardo, en el punto en el
que las obras de la ,Catedral nueva de Santa Ana quedaron
interrumpidas; los cimientos alumbrados por el propio arquitecto
en el derribo $e la iglesia del Sagrario, y las aportaciones de los
especialistas en la materia, creemos que hay base suficiente para
la apretada síntesis que intentamos hacer sobre el desarrollo de
las obras de la Catedral, y la parte que tuvo en ella cada uno de
los cuatro arquitectos enumerados en el anterior epígrafe.
A Pedro de Llerena se debió el primer proyecto de Catedral,
llamado a sufrir, con el correr del tiempo, importantes mutacio-nes.
Este artista concibió el templo como una basílica de tres an-chas
naves, con capillas hornacinas, previstas para ser construi-das
en e! f ~ t ~ m .
Las naves, a juzgar por las estrechas ventanas saeteras situa-das
encima de los arcos de las capillas hornacinas, cegadas en la
actualidad? debieron ser de distinta altura: las dos laterales mas
bajas que la central, circunstancia que daba al templo una .es-tructura
acomodada a los gustos de aquel tiempo.
Los muros eran de sillares, extrayéndose la piedra de las can-teras
de la Isleta y San Lorenzo. Los pilares adosados a los muros
soñ3e estructura fasciculada y capiteles decorados con cardinas.
En cada tramo de las paredes laterales se abren, con pilares tam-bién
acodillados, arcos apuntados para dar acceso a las capillas ".
Cuando habían corrido tres años de trabajo, es decir, en
1507, debió plantearse algún serio problema o discrepancia en
las obras de la Catedral, por cuanto el Cabildo recabó la presen-cia
del maestro mayor de Iglesia metropolitana de Sevilla Alonso
Rodríguez. Pero a última hora los canónigos hispalenses denega-ron
la licencia, por necesidades del servicio, frustrándose el viaje
Las tareas constructivas de Pedro de Llerena debieron redu-cirse
(por el corto espacio de tiempo que estuvo al frente de las
obras -1504-1519-) a la cimentación total de la Catedral y a la
construcción de los muros y pilares hasta una altura de una vara.
JESÚS HERNÁNDEEP ERERA(:( Sobre los arquitectos de la Catedral de Ca-narias...*,
pp. 269-270, y Canarias, p. 196.
52 TOSF GESTOSO PÉREZ: Sevilla monumental y artística. Sevilla, 1890, t.
11, p. 45.
22 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
A Llerena hay que atribuir, sin duda, los cimientos de la
capilla mayor, que Diego Nicolás Eduardo descubrió, más allá
del arco toral del futuro cimborrio, en el momento del derribo
de la galería de enlace entre la Catedral y el Sagrario.
Nuestro mentor, aludiendo, sin saberlo, a Martín de Narea, se
expresa en estos términos: «Se ha dicho su último arquitecto, por-que
examinada bien la estructura del templo se conoce, por pun-tos
claros y demostrables, que a la primera planta se añadieron
posteriormente las capillas colaterlaes y la formación del crucero
que nos quedó principiado)). Y añade un poco más adelante «que
dicha fábrica de ampliación a la primitiva iglesia vieja del Sagra-rio
[se ve que] precedió al pensamiento del segundo arquitecto
de la Catedrd, que dejó comenzado crucero q~landn se sus-pendió
la obra» ".
El párrafo del arquitecto Eduardo es de por sí bastante con-fuso.
Por tal circunstancia requiere una aclaración. Hela aquí:
1. El proyecto del primer arquitecto era construir para cate-dral
una iglesia más amplia, pero dejando subsistente el templo
antiguo.
2. En cambio, el último maestro, constructor del arco toral,
condenaba a desaparecer el viejo edificio por requerir su so-lar
para edificar el crucero, cimborrio, capilla mayor y depen-dencias.
Por las razones apuntadas, Diego Nicolás Eduardo descubrió
al derruir la galena de acceso los cimientos de la cabecera de la
Catedral en el proyecto inicial de Llerena. Véanse sus exactas pa-labras:
«Que las paredes, distribución de capillas, con arranques
de pilastras de obra gótica, todo elevado hasta la altura de poco
más de una vara sobre el piso, que estaba en parte embebido y
en parte descubierto dentro de las otras capillas añadidas a la
iglesia vieja, no pudo ser dispuesto por el segundo arquitecto,
53 El párrafo inserto y los que le siguen, en páginas inmediatas, están
tomados del escrito de Diego Nicolás Eduardo titulado Informe.. sobre la em-presa,
progresos, presente estado e incidencias de la nueva obra para concluir
su templo catedral..
Véase segunda parte, cap. 1, epíg. 2.
DIEGO NICOLAS EDUARDO. ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 23
autor del crucero, sino acaso por el primero que planteó la cate-dral
o por otro intermedio a los dos, puesto que nada de ello
guardaba proporción ni relación con la planta y dimensiones de
dicho crucero)).
Parece muy probable que Pedro de Llerena planease e inicia-se
la construcción del hastial principal, con las dos torres de los
«caracoles)), con baquetones horizontales, interrumpiendo el pris-ma
poligonal de sus cubos 54.
Las obras de la Catedral, paralizadas virtualmente con la
ausencia del primer arquitecto, van a experimentar un notorio
impulso al ser contratado, en 1533, el maestro Juan de Palacios
para la dirección de las mismas.
U 9 . r niia rlcart~~rnr ucUerdc tGmadG e:: 1536 para qGe las A&-J YUb U b L I C U G C A I
muros se construyesen de mampostería y cal en lugar de silla-res,
reservando la piedra para arcos y columnas, y con posterio-ridad
para las crucerías de las bóvedas
Esta medida aceleró el ritmo de la construcción, en medio de
la sorpresa general.
El nuevo maestro mayor dio un giro importante a los planes
originales. Hernández Perera registra el cambio con puntualidad
y precisión: «La transformación del templo catedralicio cana-riense,
concebido, como antes se dijo, por Pedro de Llerena
como una basílica de tres naves de desigual altura, con capillas
hornacinas, en una iglesia columnaria al modo de las hallen-kirchen
alemanas ... También son de su mano las ventanas abo-cinadas,
superpuestas sobre las estrechas saeteras, que Pedro
de Llerena dispuso sobre los arcos de las capillas hornacinas
anejas a las naves laterales; con lo cual se elevan los muros
laterales a la misma altura de los pilares separadores de las
tres naves)).
Los pilares han llamado y seguirán llamando poderosamente
la atención: ((Éstos no son fasciculados, como los soportes ado-sados
a los muros laterales, sino cilíndricos, que dan a la cate-
54 JESÚS HERNÁNDEZP ERERA«:S obre los arquitectos de la Catedral de
Las Palmas, 1500-1570», en la revista El Museo Canario, núms. 73-74 (1960),
p. 269. L h i x 1.
A. S. C., libro 4, fol. 84.
24 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
&al su actual y esbelto aspecto de iglesia colurnnarim. Es de des-tacar
el empleo de arandelas interrumpiendo el fuste 56.
Los muros de la basilica alcanzaron la máxima altitud prevista.
Se debe asimismo a Juan de Palacios la construcción, con bó-vedas
estrelladas, de las dos capillas cuyos muros se habían em-pezado
a alzar junto a la nave del evangelio, llamadas de San
Gregorio y San Fernando. Emplea en ellas nervaduras de cante-ría,
pero las plementerias las hace, por economía, en yeso, solu- .
ción que luego se aplicana a todas las bóvedas de la catedral. Es
de advertir que en una etapa anterior estas mismas capillas se
habían cubierto por razones económicas con simple bóveda de
yeso 57.
En !as Diligencis de 1551 sebre el estade de 1,s dxas de la
Catedral fue llamado a declarar el maestro Palacios. El represen-tante
del Cabildo le formuló la siguiente pregunta: «Si sabe el tes-tigo,
si el edificio y cuerpo del templo de la dicha Iglesia cate-dral
es surnptuoso y va muy bien comenzado y edificado, de mu-chas
naves altas y anchas, y en tal manera que, acabado de
hacer, será templo sumptuoso y muy bueno y grande, donde se
celebre y sirva muy bien el culto divinon.
La respuesta de Juan de Palacios (25 de mayo de 1551) es
bastante anodina, si partimos de la base de lo mucho que tenía
que saber: «A la tercera pregunta dixo: que la sabe como en ella
se contiene, porque la vee y ha visto y tiene la t r a~ad ella; e vee
los hedeficios que van comentados para ser yglesia y templo
muy sunptuoso y grande, de donde Nuestro Señor será servido
en esta Cibdad Real de Las Palmas, donde está muy honrrado a
cabsa de la sunptuosidad desta dicha Yglesia)).
Más expresivas resultan las declaraciones de otros testigos
como Agustín Gutiérrez y Francisco Vélez. El primero confiesa:
que ((de cuarenta y cinco años a esta parte ha visto labrar esta
Iglesia ...; y que, poco o mucho, siempre ha visto labrar ...; [y] aca-bado,
según lleva los principios, porque tiene paredes altas y ar-cos
hechos, lleva comienzos de templo muy suntuoso; valdrá
HERNÁNDEPZE RERA«: Sobre los arquitectos...»,p p. 280-293, especialmen-te
!a 291, y Cmrrks, p. 210.
57 Zbíd (((Sobre los arquitectos...))), pp. 282-283.
314 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLJ~NTICOS
DIEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQU~TECTOD E LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 25
para mayor tiezra que Canaria)). El segundo reitera anteriores
puntos de vista con algún detalle sabroso: «el demás edifi~ioe stá
comenzado y van labrando, y no de muy continuo por falta de
dinero ...; el edificio está trazado por e1 cuerpo de la ígIesía, es-pecialmente
las tres naves; va edificádose suntuosamente, según
la cualidad de la iglesia; si se acaba será tenido por muy buen
templo)) 58.
La documentación de la época silencia quién, cuándo y cómo
se culminó la construcción del hastial. Ahora bien, si Juan de Pala-cios
asumió la coronación de los muros catedralicios, parece lógico
asignarle la tarea paralela de completar y cerrar el monumento.
La fachada de la Catedral fue concebida con una extremada
y ramplona sencillez, en desacuerdo total con la relativa magni-ficencia
del interior del templo. El frontis resultante, que mira a
poniente y encuadra por uno de sus lados a la plaza de Santa
Ana, estaba compuesto por tres cuerpos de sillería sin más ador-nos
que algunas cornisas. Estos tres cuerpos, en piedra de are-nisca
amarilla, cada uno de ellos correspondiendo a las naves res-pectivas,
estaban rematados en ángulo y coronados por sendas
cruces de piedra. En los cuerpos laterales se abnan dos óculos,
uno de ellos, el de la derecha, ocupado por el reloj, y en el cen-tral
un enorme rosetón de piedra para iluminación de las naves.
Completaban la fachada dos torres de piedra de planta poligonal,
emplazadas en la conjunción de las naves, que aparecían rema-tadas
por chapiteles de pizarra y demostraban bien a las claras
la disimetría que había presidido en su ejecución.
El mismo Diego Nicolás Eduardo no puede menos de comen-tar
la pobreza de la vieja fachada de la catedral, pues declara
que fue hecha «con extremada econorníaa.
3. Se suspenden las obras de la catedral, una vez alcanzado
el "medio templo" (1 570)
El traslado de Juan de Palacios a Cuenca debió producirse en
1552, pües a! afio sigüiente encontramm estub!ecidc en Las ?u!=
58 A. S. C., leg. 61.
26 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
mas al maestro de obras Martín de Narea, contratado por el Ca-bildo
para la prosecución del templo catedralicio. Se trataba de
un experimentado arquitecto con ideas demasiado innovadoras.
De primera entrada declaró: «que la obra de esta Santa igle-sia
estaba errada)), recusando el proyecto de su inmediato ante-cesor,
con el pretexto de tomar como modelo a la catedral de
León, para retroceder a un patrón tres siglos anterior *'.
Convencido fácilmente de su error, puso su experiencia al ser-vicio
del templo catedralicio con auténtica dedicación y celo. A
Narea se van a deber el primer arco toral del cimborrio y el
plan de cubiertas de la basilica. Estudiemos por separado cada
uno de estos objetivos. a
r\m*;am -a;-- nnc ;nfn~m- rla 1- onmrtriiriAXn rl-1 Qrrg tnr-1 or
1 1 J 1 1 1 L 1 1 L A rviur r u
N
su sucesor, Diego Nicolás Eduardo. En primer término reconoce
O su extrordinaria competencia: ((arquitecto [que] poseía el verda- n--
dero conocimiento y práctica de la facultad según el grado de m
O
E
perfección a que llegaba en su tiempo el estilo gótico)). Líneas SE
adelante expone su autorizado parecer sobre las obras acometi- -E
das en el tercio medio del siglo XVI: ((Dicho maestro parece que, 3
para precaver las contingencias a que quedaban expuestos sus - -
planos y alzados, tuvo cuidado de dejar patentes en la misma 0
m
E
obra los principales arranques del crucero y de ¿a decoración de O
su contorno en los techos, con indicantes del número y figura de
sus ventanas en el cimborrio y en sus brazos, y otros para de- n
-E
notar las pilastras que deben corresponder a los cuatro pilares a
2
en que descansa dicho cimborrio, de los cuales dos quedaron he- -
chos y reforzados en su base y espesor, cuanto se juzgó suficien- n
te para sostener la elevación en plomo del cimborrio)). Todavía 3
O
añade más sobre los planes del último arquitecto, pues asegura
«que las quatro bóvedas que circunrodean al cimborrio del nues-tro
-se refiere al templo catedral- se deben distinguir de los
restantes por un doble enlace en sus ramales, más compuesto
que el de aquéllas -las restantes bóvedas- según se dejó indi-cado.
También los quatro arcos en que descansa dicho cimborrio
59 A. S. C., libro 5 de actas, fol. 39 v., sesión del 10 de julio de 1554.
EU~$TEPZA EILLA:D ~?ussn hrr a! CnteArd.. (véase nQta 121, p. 446.
HERNÁNDEZ PERERA«:S obre los arquitectos...»p, p. 294-295.
316 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DIEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 27
se han de diferenciar de los otros por su mayor refuerzo en el
espesor y por el adorno de unas azucenas talladas y distribuidas
en línea recta a lo largo de su fondo, como lo manifiesta el úni-co
arco [toral] del crucero que nos quedó hecho)).
En el punto concreto de las bóvedas el Cabildo en su sesión
del 14 de marzo de 1555 tomó un acuerdo definitivo. Dice así:
«Se volvió a tratar de las obras de la Santa iglesia si se hará de
yeso o de cantería; y fue llamado el maestro mayor de la dicha
obra Martín de Narea, el cual dijo y dio a entender que era me-jor
y más perpetuo que los arcos y cruceros se hagan de cante-ría
... y fue acordado y determinado que se haga la obra de la di-cha
iglesia de cantería, conforme a como el dicho maestro ma-
.,-- l- +:--o
lv Llr;llL trziz~do y denare: !es rriirerm de cmteria y !e
demás de malpaís y cal...)) *O.
De acuerdo con estas directrices señaladas, Martín de Narea
llevó a cabo la mayor parte de las cubiertas del templo según el
sistema de labrar en cantería sólo las nervaduras y cerrar los
témpanos con malpaís y yeso.
Todas las bóvedas son de terceletes, menos la de la nave cen-tral
anterior al crucero, que se hizo estrellada con abundancia
de nervios combados, soportada por el arco toral acabado de
describir.
En el haber del maestro vizcaíno hay que apuntar asimismo
el inicio de las obras de las capillas de San Jerónimo, Santa Ca-talina
Mártir, San Pedro y San Francisco de Paula.
Martín de Narea sucumbió en Las Palmas, conforme sabe-mos,
en 1562, siendo reemplazado en la dirección de las obras
por su sobrino Pedro de Narea.
Desde la fecha acabada de indicar parece ser que el nuevo
maestro asumió la conclusión de las bóvedas de crucería de la
nave de la epístola, contruyendo de paso la capilla de Nuestra
Señora de la Antigua.
Diego Nicolás Eduardo no regatea los elogios para la obra ar-
60 A. S. C., libro 5, fol. 53 v., sesiones de 11 y 14 de marzo de 1555.
HERNÁNDEZ PERERA, art. cit., pp. 296-297.
E ac~er& r&&&r,i~ viene 2 priblr qgp !a has;lica estaha todavía sin
cubrir.
Núm 3 9 (1 993) 317
28 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
quitectónica colectiva de la catedral de Las Palmas: ((Las tres na-ves
del templo que nos quedaron construidas demuestran en su
estructura el estilo gótico, según su Última perfección, exceptuan-do
los pilares en claro que dividen dichas naves, como la más
propia para no impedir a la vista la correspondencia de unas par-tes
a otras, atendiendo, como se apuntó arriba, al poco ancho de
las naves y a la corta longitud entre pilares. Las ramolas o ner-vios
que adornan y sostienen sus bóvedas son por el mismo es-tilo
de los templos que hay en España)).
En 1536 el Cabildo eclesiástico se había planteado por prime-ra
vez la posibilidad de suspender las obras de construcción
para dejar reducida la Catedral a medio templo 61. En 1570, pese
a la espléndida panorámica que ofrecía el edificio, la corporación
reincidió en la suspensión de los trabajos.
Esta ingrata tarea le fue encomendada a Pedro de Narea,
para su ejecución con la máxima celeridad.
Páginas atrás se ha puntualizado en qué consistieron las
obras: cerramiento de las naves, habilitación de la capilla ma-yor,
construcción de dependencias, apertura de puertas de acce-
SO, etc. 62.
El 24 de mayo de 1570, víspera del Corpus Christi, era con-sagrada
y abierta al público la Catedral de Santa Ana "'.
Una vez consumado el perentorio encargo del Cabildo, Pedro
de Narea acometió la construcción de la capilla de Nuestra Seño-ra
de la Antigua, donde se reveló como un consumado maestro.
Quiso dar a esta obra un toque clasicista, aunque la cubierta
continuase con bóvedas de crucería con terceletes. Los nervios
gravitan en sosportes clásicos, y los arcos y apoyos de separa-ción
son ejecutados a la manera renacentista con capitel, arqui-trabe,
friso y cornisa ".
Al finalizar la centuria XVI, la nueva Catedral de Santa Ana
contaba con tres capillas hornacinas construidas; en el lado del
61 A. S. C., libro 4, fol. 84, sesión del 10 de enero.
HERNÁNDEPZE RERAp,p . 283-284.
62 Parte primera, cap. 11, epíg. 2. Láminas 11, III y IV.
63 PEDROA GUSTÍN DE CASTILLOD:e scripción histórica y geográfica de las
islas Canarias, Madrid, 1948-1950, t. 1, p. 445. l " LOBO«: Pedro de Narea ...» , pp. 543-544.
318 ANUAlUO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Evangelio, las de San Gregorio y San Fernando, y en el lado de
la Epístola, la de Nuestra Señora de la Antigua. Las restantes
contaban nada más que con arcos de cantería y tapias provisio-nales
de ladrillo encalado.
Será a lo largo de la primera mitad del XVII cuando se cons-truyan
las restantes capillas hornacinas. En el lado del Evangelio,
las de San Jerónimo y Santa Catalina Mártir, y en la Epístola,
las de Nuestra Señora de Belén, San Pedro y San Francisco de
Paula. Esta última capilla fue rematada por el cantero Juan Lu-cero
65.
El patronato.de las mismas recayó en las más sobresalientes
dignidades eclesiásticas.
Hay que destacar, por último, la construcción en 1589 de la
puerta principal de la fachada. Dibujó el proyecto el ingeniero
Próspero Casola y se encargó de la ejecución el cantero Barto-lomé
Díaz ".
65 A. S. C., libro de actas, 18 de junio de 1635.
66 BEN~TEPZAD ILLDA:at os sobre Ia catedral.. (véase la nota 12), pp. 447-448.
A. S. C., libro de actas, 28 de noviembre de 1588, 17 de abril, 10 y 13 de
noviembre de 1589.
La iniciativa del encargo a Casola partió del obispo Suárez de Figueroa.
ANTONIO RUMEU DE ARMAS
SEGUNDA PARTE
LAD IÓCESIS DE CANARIAPRSO MUEVE LAS OBRAS
PARA LA TERMINACIÓN DE LA CATEDRAL
1. Proyectos y decisiones episcopales
a
i . iniciativas tomadas por los obispos Servera, Zerrera E
y Martínez de la Plaza. Primeras aportaciones de fondos. O
La protección real n-- m
O
E
E
2
La Catedral de Las Palmas, paralizada en su construcción du- E
rante dos centurias, va a experimentar una profunda transforma- =
ción en el último tercio del siglo XVIII.
Se habían perdido en tan largo plazo hasta los planos de la
-
0
m
E
misma, sin duda destruidos por el holandés Van der Does, por O
lo que nadie se sentía con fuerzas y arrestos para emprender g
tan difícil y costosa construcción. n
E
La esperanza de los moradores de la ciudad de ver algún día a
en pie, acabada y completa, la primera basílica del archipiélago n
n
había decaído tanto que en Las Palmas era un dicho corriente
entre la población, cuando se quería aludir a algo irrealizable, ex- 3
O
presarse con los términos de «Ésa es la obra de Santa Ana» 67.
El impulso inicial, aunque sin consecuencias, justo es consig-nar
que debióse al obispo don Francisco Xavier Delgado y Ve-negas,
quien en 1765 ofreció con el mayor entusiasmo (cconcunir
a la construcción» y movió al Cabildo a librar importantes sumas
de sus arcas con el mismo fin. La estrechez del templo, con par-ticularidad
en las grandes solemnidades religiosas, creaba insolu-
--
67 El testimonio es del propio arquitecto de la Catedral, Diego Nicolás
Eduardo.
320 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DIEGO MCOLÁS EDUARDO. ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 3 1
bles problemas que afectaban al culto, al buen orden y aun a la
misma moral. El Cabildo, el 7 de mayo del año indicado, libró
de sus fondos 10.000 pesos y se comprometió a entregar otros
10.000 por suscripción-entre los canónigos para que se pudiesen
iniciar las obras, al mismo tiempo que otorgaba un voto de con-fianza
al obispo para la dirección y planteamiento de éstas. El 27
de mayo de 1765 se hizo un llamamiento a la población para
que contribuyese a los gastos que ocasionaría la terminación de
la basílica; más adelante se acumularon materiales para dar co-mienzo
a las obras, pero tan buenos propósitos quedaron malo-grados
cuando el Cabildo se dio cuenta del coste total del pro-yecto
y cuando el mismo cuerpo hubo de convencerse de la im-posibilidad
de dar remate al templo sin la colaboración,
extremadamente costosa, de arquitectos y artífices forasteros. El
7 de junio de 1766 el Cabildo suspendió los acopios de materia-les
y dio al público la noticia de la paralización de la fábrica,
aunque sólo a título de «por ahora» 68.
Seis años más tarde, en 1772, la idea de concluir la Catedral
adquirió nuevos bríos, en tiempos del episcopado de fray Juan
Bautista Servera. Este celoso pastor comprendió, sin embargo,
que no contaba la isla con medios económicos necesarios para
tan vasta obra y acudió a la munificencia real en solicitud de
ayuda. El obispo y el Cabildo se dirigieron al rey Carlos 111 con
una representación, que tiene fecha de 21 de noviembre del año
expresado, y en ella pedían autorización «de cinco o seis registros
supernumerarios para Caracas, con facultad de pasar uno de
ellos a Veracruz)). Esta demanda fue remitida, por resolución del
Consejo de Indias, a informe del comandante general don Miguel
68 Estas noticias y cuantas se insertan a continuación -menos cuando
se hace mención expresa de otras fuentes- están tomadas del Expediente
formado en virtud de Real Orden de S. M remitiendo a consulta del Consejo
una representación de don Miguei Hermosiíía, zngenzero ordinario, hecha a
S. M. sobre que se suspendiese la obra de la Iglesia Catedral de Canaria,
como contraria a las Reales Órdenes y únicamente para eternizar el mal gus-to,
acompañando también los informes que sobre este asunto hicieron el Co-mandante
general de aquellas I s h y el Rudo. Obispo.
ARCHIVOH IST~RICNOA CIONA(Le n adelante A . H. N.): Consejos suprimidos,
leg. 1012, exp. 26.
Núm. 3 9 (1 993) 321
32 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
López Fernández de Heredia, quien a su vez delegó en el fiscal
de la Real Audiencia la averiguación de los extremos que
interesaban a aquel alto organismo.
De esta manera, vemos reunido al Cabildo Catedral en los
días 11 y 19 de juiio de 1774 para conocer el texto de una carta
del comandante general, de 25 de junio, en la que pedía desig-nasen
asesor técnico para el estudio del plan de remate de la ba-sílica
y evaluación del coste de las obras. El Cabildo designó
como técnico al coronel de milicias don Antonio Lorenzo de la
Rocha, muy estimado en la isla como arquitecto director de al-gunos
templos del interior y edificios de la capital, al mismo
tiempo que elegía para asesorarle con respecto a las necesidades
de la futura Catedral al deán Domínguez, arcediano Verdugo, te-sorero
Lugo, canónigos Huerta y Maldonado y secretario Toledo.
Estos capitulares expusieron a Rocha que el proyecto había
de estar concebido en su remate de acuerdo con las proporcio-nes
y grandiosidad de lo construido, o sea, que la cabecera del
templo había de absorber a la iglesia aneja del Sagrario, situada
a su espalda, al mismo tiempo que se edificaba otra parroquia
en lugar adecuado, de acuerdo con la posibilidad del lugar, que
reemplazase la que debía ser derruida. En presencia del fiscal de
la Audiencia, don Antonio Lorenzo de la Rocha hizo un esbozo
de lo que pudiera ser en su día la obra y evaluó su coste en
165.000 pesos. Planos, dictámenes e informes pasaron al Consejo
de Indias para resolución definitiva.
La demanda del obispo de Canarias y Cabildo eclesiástico
coincidió con otras análogas de los beneficiados de la parroquia
de Nuestra Señora de la Concepción, de La Laguna, interesados
en la conclusión de este importante templo matriz, y de las islas
de El Hierro, La Gomera, Lanzarote y Fuerteventura, ansiosas de
extender en su propio beneficio el privilegio para comerciar con
América, que sólo disfrutaban hasta entonces las islas mayores:
Tenerife, La Palma y Gran Canaria. Ello expiica que estas ciiver-sas
peticiones y demandas aparezcan involucradas en la Real cé-dula
despachada en El Escorial el 28 de octubre de 1776, que
agració colectivamente a todos los peticionarios.
Además aparece mencionado en la Real cédula un nuevo de-mandante,
ei vecino de Santa Cruz de Tenerife Domingo Pérez
322 ANUARIO DE ESTUDIOS A TLÁNTICOS
Perdomo, que haciendo valer sus anteriores servicios como pro-pietario
y capitán de un navío en América y la imposibilidad de
los anteriores peticionarios de navegar los frutos del país por ca-recer
de buques, pedía para sí la concesión, con diversas reser-vas,'
en beneficio de la fábrica de ambas iglesias y del comercio
de exportación de las islas menores. Pérez Perdomo sólo solici-taba
la revalidación en el disfrute de las 200 toneladas rezagadas
-es decir, no utilizadas- que por ruina del comercio canario no
habían sido embarcadas entre los años 1760-1776 a los puertos
de Santo Domingo, Puerto Rico, Cumaná y Maracaibo, de acuer-do
con lo establecido en el Reglamento de 1718, que reguló de
manera definitiva el comercio canario-americano. Perdomo sólo
quería alterar el punto de destino, ya que se proponía conducir
las mercancías a los puertos de Caracas, Cumaná y Maracaibo,
a razón de 100 toneladas al primero y otras 100 repartidas entre
los dos últimos.
La Real cédula de 28 de octubre de 1776 aceptaba estas pre-misas
y no ponía como condición al beneficiario más que dejar
libre la mitad de su buque a las cuatro islas de Lanzarote, La
Gomera, Fuerteventura y El Hierro «para que le ocupen con sus
propios frutos, embarcándolos de su cuenta o vendiéndolos a los
precios a que se convengan con el comprador)), y la otra mitad
de dicho buque a las dos iglesias catedral de Santa Ana, de Ca-naria,
y parroquia1 de la Concepción, de La Laguna, «para que
usen de él como les convenga destinando su producto a sus fá-bricas)).
Una Real cédula aclaratoria de 9 de marzo de 1777 estableció
que, caso de no usar por sí de las iglesias beneficiadas de estas
licencias, debía indemnizar Pérez Perdomo a ambas con la can-tidad
de 72.000 pesos, que se distribuirían a razón de 54.000 pe-sos
a la Catedral y 18.000 a la parroquia de la Concepción, de
La Laguna. El rey Carlos 111 ofrecía en la misma Real cédula
contribuir con más fondos a la obra de la catedral cuando se
agotara la cuenta, «baxo el encargo de que no saliera la obra
muy costosa y que se arreglara en todo a
El obispo fray Juan Bautista Servera
la antiguan 69.
y el Cabildo eclesiástico
69 Expediente ... citado.
Núm 39 (1 993)
34 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
no quedaron muy satisfechos de los términos de ambas Reales
cédulas, ya que comprendieron, ((después de haver tomado
informes de varios sugetos inteligentes y prácticos ... que Perdomo
además de haver confundido en su pretensión la gracia de Re-gistros
que esta Santa Iglesia suplicó a su Real Patrono, con la
facultad de buque para navegar, que es cosa muy diversa, afian-zaría
a su favor un lucro exorvitante, respecto de los 54.000 pe-sos
que sólo devena exhibir para la continuación de esta Cate-dral...)).
En su consecuencia, obispo y Cabildo interpusieron recur-so
ante el Consejo de Indias, recurso que debió quedar
sobreseído y archivado cuando al año siguiente de 1778 se pu-blicó,
el 12 de octubre, el «Reglamento y Aranceles para el co-me~&
libre de España e Indias)), que abrió veinticuatro puertos
americanos a las Canarias, como una de las provincias beneficia-das,
y que acabó para siempre con la política comercial mono-polizada.
Ello produjo una nueva demora en la realización del proyec-to,
que hizo imposible que la empresa se iniciara en tiempos del
obispo Servera.
No obstante esto, quedó bien firme en el ánimo de todos el
convencimiento de que el rey Carlos III ayudaría espléndidamen-te
a la obra, y quedó abierta al público el arca de 2a fábrica, que
vio engrosados sus fondos con importantes donativos, entre ellos
uno cuantioso del obispo fray Valentín de Morán, que había ocu-pado
la silla de Canarias y se había retirado por enfermedad a
Avilés, su villa natal.
El tercero y definitivo empuje para dar remate a las obras de
la Catedral debióse al obispo don Joaquín de Herrera. Diego Ni-colás
Eduardo no oculta el influjo que en esta determinación tu-vieron
diversos capitulares, que asegura se dedicaron durante
muchos días «a contemplar su extmctura y a fervorizarse mutua-mente
a la empresa)). Entre estos capitulares hay que incluir al
mismo Eduardo, su arquitecto futuro, nombrado racionero de ia
Catedral de Santa Ana en 1777, después de una ausencia de die-ciséis
años de su región natal. Diego Nicolás Eduardo no oculta
la triste impresión que le produjo la contemplación de las naves
de Santa Ana, truncadas por un frío lienzo de pared cuando sólo
se acercaban al crucero. ((Desde luego que vi su templo -dice
324 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLA'NTICOS
DIEGO NICOLAS EDUARDO. ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 35
el racionero- entré en vivos deseos de que se promoviese su
conclusión, pero jamás me pasó por el pensamiento el reputarme
capaz para dirigir semejante empresa...)).
El obispo don Joaquín de Herrera puso a disposición del Ca-bildo
para las obras 20.000 pesos de su peculio particular, y ade-más
movió a este organismo a imitarle en rumbo y decisión, gas-tando
sus ahorros en empresa de tanta importancia 7O.
2. Encargo del proyecto arquitectónico al ingeniero
Hermosilla
Otra favorable circunstancia que influyó en esta resolución
fue la residencia entonces en Las Palmas del ingeniero militar
don Miguel de Hermosilla y Vizcarrondo, caballero de la Orden
de Santiago, que gozaba de extraordinario crédito en la ciudad
(a la que había llegado en octubre de 1779 para estudiar su
defensa con motivo de la guerra contra Inglaterra) por sus
excepcionales conocimientos técnicos, su amor al saber, su
diligencia, sus escritos y sus planes de defensa de la isla.
Además, Hermosilla había adquirido también fama de consu-mado
arquitecto, pues a todas las personas de más relieve de
la capital había impresionado su bello proyecto neoclásico para
construir una iglesia en el Puerto de la Luz que reemplazase
a la vieja ermita, arruinada en 1599 y reedificada en años
posteriores ".
La opinión de Hermosilla fue decisiva para resolver al Cabil-do
a iniciar el estudio de planes y proyectos, ya que declaró el
ingeniero, a una consulta de éste, que las obras para la conclu-
70 Don AGUST~NM ILLAREST ORRESe,n sus Biografías de canarios célebres,
Las Palmas, 1878, t. 1, p. 235, asegura que el Cabildo fluctuaba por aquella
época en emplear sus ahorros en la repoblación de los distritos del sur de
las islas de Gran Canaria y Tenerife o en el aumento del número de parro-quias
en ambas.
No nos parece admisible la noticia.
71 Este =!me se cenrerva ~rigina! en e! Servicio Histbrico Militar de
Madrid.
Núm 39 (1993) 325
36 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
sión del templo «eran cosa fácil y no muy costosa)). Tras de di-versas
deliberaciones y discusiones, el Cabildo se inclinó
abiertamente por la solución apuntada, y todos los capitulares es-timaron,
sin excepción, que ninguno con más méritos y conoci-mientos
podía proyectar la obra que el ingeniero Hermosilla. Na-die
se acordó por entonces de Diego Nicolás Eduardo, pese a
que muchos, por no decir todos, conocían sus aficiones y habi-lidad,
conforme revelaban las obras de la iglesia de Santiago, de
Gáldar, que por esta fecha dirigía el racionero de la catedral de
Las Palmas.
El acuerdo del Cabildo con el encargo oficial a Hermosilla
de proyectar las obras para la conclusión del templo catedra-lirin
es de ! & diciembre de 178'. I;Uer=i, &!egadGs para ce- ..w.w
municárselo el arcediano de Tenerife Bignoni y el racionero
Eduardo. El acuerdo del Cabildo invitaba al ingeniero a «que
quiera hacer a esta Santa Iglesia el obsequio de emplear su
habilidad en levantar el plano de todo el templo, así de lo edi-ficado,
como de lo que haya de construirse sobre los cimientos
y paredes indicadas, con las oficinas correspondientes, regulando
por una prudente calculación el costo total de la nueva obra,
cuyo diseño se remitirá a la aprobación de la Real Academia
de San Fernando, por mano del señor canónigo Madan, nuestro
diputado en la corte)).
Mientras don Miguel de Hermosilla y Vizcarrondo realizaba el
estudio minucioso de la obra vieja de la Catedral, siempre ase-sorado,
espontánea y humildemente, por el racionero Eduardo, di-putado
para la obra, y mientras el ingeniero planeaba las cons-trucciones
nuevas a ejecutar, el Cabildo eclesiástico pasaba de
los propósitos y las palabras a los hechos, como lo revelan una
serie de acuerdos de esta fecha para el derribo de la iglesia vieja
del Sagrario, para el acarreo de materiales y para la recluta del
personal auxiliar idóneo.
Por el primer acuerdo, de 7 de diciembre de 1780, se aprobó
el derribo de la iglesia vieja de Santa Ana o parroquia del Sagra-rio,
situada a espalda de la catedral, en la cabecera de la misma,
para poder mejor estudiar los cimientos de la obra vieja y ver
de orientarse sobre los proyectos de sus primeros arquitectos. El
7 de enero de 1781 se inició el derribo, tras de haber habilitado
ANUARIO DE ESTUDIOS A TLANTICOS
DlECO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 37
como parroquia del Sagrario de la Catedral la pequeña capilla
frontera del hospital de San Martín 72.
A partir de la misma fecha, el Cabildo procuró acumular la
piedra, madera y cal necesaria, así como reclutar entre las tres
islas mayores cuantos artífices, canteros y oficiales de albañilería
gozaban de algún crédito y fama, con objeto de que se prepara-sen
a colaborar en las obras proyectadas.
En estas tareas transcurrieron varios meses en que los capi-tulares
permanecieron en constante espera, ansiosos por conocer
el proyecto que preparaba el ingeniero Hermosilla para remate
de las obras del templo catedralicio. Seis meses tardó este ilustre
ingeniero en estudiar la obra y dibujar los planos, pues hasta el
9 de mayo de 1781 no S~ZGen trega de !es mismes d obispo fray
Joaquín de Herrera y al Cabildo eclesiástico.
La obra debía estar concebida con singular belleza y los pla-nos
ejecutados con el mayor primor, pues según consta en acta
mereció el ({elogio universal)) de cuantos contemplaron el proyec-to;
pero también es verdad que contentó a muy pocos, ya que
por sus proporciones, coste y en particular porque rompía la uni-formidad
del templo con distintos cuerpos renacentistas, teniendo
por base una catedral gótica, no fue considerado como muy
acertado el plan.
Como el proyecto de Hermosilla no se ha conservado, tene-mos
que acudir a los escritos de Diego Nicolás Eduardo para de-ducir,
por indicios y noticias dispersas, algunos particulares del
mismo. Parece probable que entraba en los cálculos de Hermo-silla
revestir a la vieja iglesia gótica de una ornamentación rena-centista,
como se había hecho en el siglo XVI con las catedrales
72 El ingeniero Hermosiiia no juzgó imprescindible, como era natural, el
derribo de la iglesia vieja para el levantamiento del plano; mas el Cabildo,
2rmvtrdn p r e! inf!'?;in de! racionero Eduardo, que hizo ver que sena más
fácil y segura la evaluación del coste, y dando por inevitable un derribo que
sólo podría aplazarse unos meses, aceptó esta fórmula después de una larga
y minuciosa discusión.
Así consta en el acta de 4 de diciembre de 1780.
El derribo de la iglesia vieja se inició simbólicamente el 7 de enero de
1781 por mano de! propio pr:re!udo Errrerq 2 qiiien sig~iernn!o s derri_& m-pitulares
en la tarea.
Núm 39 (1 993) 327
38 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
de Granada, Málaga y Jaén; en prosecución de esta idea alteraba
la fisonomía del crucero y capilla mayor, pues hacía caso omiso
de los indicantes de su último arquitecto, que había dejado ini-ciado
el cimborrio en cuadro para reemplazarlo con una gran cú-pula.
La capilla mayor, lo mismo que los brazos del crucero, es-taban
concebidos con arreglo a idénticos patrones, apareciendo
aquélla rematada por un ábside con semicúpula y éstos en figu-ra
circular con la misma cubierta.
Si esta decisión de Hermosilla, opuesta a la debida uniformi-dad
del templo, por seguir los gustos del siglo, contrario al Ca-bildo,
no menos le preocupó el coste de la obra, al derribar par-tes
ya semiconstruidas como el cimborrio, y las deficiencias que
p&a-rn~-r -p -r-ia-r = ~ ~ os.srr.~& qdu,i~sq,i le &ect&zq a la c~f i s -
trucción, pero si al culto y buen orden dentro de la iglesia. Ha-bía
hecho hincapié el Cabildo en su deseo de que la capilía ane-ja
a la basílica, para dedicación a la imagen de Nuestra Señora
de la Antigua, tuviese una amplia comunicación con aquélla;
pues bien, Hermosilla no halló otro lugar para situarla que ctfue-ra
del recinto regular de todo el templo, sin más comunicación
con él que el de una puerta o arco sesgado)).
También se puede señalar como defecto notorio el afán de
Hermosilla por encuadrar la fachada de la Catedral con el mar-co
de la plaza de Santa Ana. Con este fin ({recogía la extensión
que pide este templo -dice Eduardo- según la anchura de sus
naves y capillas en muy cerca de quatro varas castellanas, acia
su lado derecho, para acomodarle al claro que dejan las casas
de la plaza por el lado opuesto, a fin de dejar la fachada proyec-tada
toda de manifiesto, sesgando a este intento notablemente la
entrada principal...)).
Estas observaciones y defectos salieron a relucir en el Cabildo
extraordinario de 10 de mayo de 1781, y aparecen reflejados en
el acta de la sesión del día 16 del mismo mes y año. Alguno de
los párrafos de este acuerdo merecen ser señalados porque re-flejan
la opinión unánime del Cabildo, su línea y directriz. Reco-mienda
«que se procure ceñir la conclusión de este Santo Tem-plo
a lo indispensable según su planta y... a los vivos deseos del
Cabildo de que se concluya lo más presto sea dable y permita el
arte, y que esto sea con la mayor cabalidad y uniformidad, vajo
328 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DlEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 39
el mismo estilo de arquitectura y dimensiones que se manifiestan
en la parte que está hecha, y siguiendo los indicantes que para
gobierno en su continuación dejó patentes el maestro que la di-rigía
quando se mandó suspender y se conservan aún». Luego re-coge
el acta los defectos arriba señalados y encarga al canónigo
don Jerónimo de Róo y al secretario don Diego Nicolás Eduardo,
diputados para la obra, de darlos a conocer al ingeniero don Mi-guel
Hermosilla, de quien esperaba el Cabildo -según declara-,
«no llevaría con disgusto ni como ofensivas de su notaría y con-sumada
inteligencia en' su profesión, las modificaciones que juzga
indispensables)).
3. Incidentes entre el Cabildo eclesiástico y el ingeniero
Mas se equivocó el Cabildo por completo. De justicia es, no
obstante, reconocer que las observaciones y acuerdos del mismo
echaban por tierra la totalidad del proyecto del ingeniero Hermo-silla,
y que éste no podía contemplar con agrado el escaso mar-gen
de libertad que el Cabildo ahora le otorgaba, cuando no lo
hizo constar así -aunque lo pensase- en el momento del encar-go,
amplio y sin cortapisas. El enojo de Hermosilla no tardaría
en hacerse público.
Mientras el plano del ingeniero pasaba de mano en mano y
era expuesto a título de curiosidad en el Aula Capitular, Hermo-silla
redactaba una carta, comedida pero dura en extremo, que
puso en manos del deán y Cabildo, a través de su secretario, y
que aparece redactada en Las Palmas el 21 de mayo de 1781.
Antes de entregar la carta, y con achaques «de necesitarlo para
la prosecución en dicho encargo», recogió el plano el ingeniero,
sin que por ello despertase la más leve sospecha de enojo.
La carta está escrita en un tono de insoportable superioridad
y orgullo de cuerpo, y por medio de ella Hermosilla -después
de ridiculizar por lo alto las ideas del Cabildo- se desentendía
por completo del encargo. Es más, hacía entrega a este organis-mo
del ((plano de como está en el día la cathedral, que compre-hende
!as cdes y cusus de sii alrrdrder, ron e! burro (sic,!, c!2-
ro, que ocupaba el antiguo Sagrario, a fin de que puedan deli-
40 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
near en él -añadía Hermosilla con soma- las ideas que conci-ban
ejecutar la obra al gusto que solicitan, y a mí me concedan
el particular favor de exonerarme de tal encargo, así porque no
me encuentro capaz para elio ... como porque mi facultad, mi em-pleo,
la ciencia y todo el Real Cuerpo en que sirvo no puede per-mitir
no parecerle bien tome yo otros preceptos para las obras
más que los que el arte pide y el rey nos manda, pero no los
que se me impongan por otra alguna)). Todavía añadía algo más
para molestar a Eduardo, pues declaraba que estaba firmemente
convencido de que el Cabildo contaba «entre sus individuos su-jetos
capaces de entender las ideas del Cuerpo entero, seguirlas
y detallarlas)).
n:--- IT:..-I:- 1-2 2 - --A -iii.i2L-1 -.i-i-
U I C ~ U1 wiLuiab LUU~LLu ~ CI a ~ I I L U I I L C~~C LeIL ar iu uci LUCI pu ~ a -
pitular, así es que a él tocó leer antes que nadie la misiva de
Hermosilla y disfrutar de sus exabruptos. Sin embargo, aceptó
humildemente el desafío, y en su carta respuesta del día siguien-te,
22, decía al ingeniero: «Por lo que mira a mí en particular, es-timo
el concepto con que ... se sirve honrarme, tan sobre mi mé-rito
y sobre mi conocimiento propio, y puedo asegurar que nada
me sería más censible que el verme en precición de condescen-der
a la insignuación; que me hace interponga mis oficios para
destruir un pensamiento, en que entre por mi parte con la ma-yor
complasencia y con las más bien fundadas esperanzas; y
creo que ni el Cabildo ni yo hayamos adoptado ideas ni desig-nios
que puedan juzgarse capazes de dar disgusto)).
La carta de Hermosilla fue examinada por encima en el Ca-bildo
extraordinario del propio día 22 de mayo, aunque por ca-rencia
de tiempo se aplazó su discusión para el del 29 siguiente.
En esta sesión estimó el cuerpo capitular «que el autor debía de
estar influido por ageno impulso contra las rectas y sencillas in-tenciones
del Cabildo)), y pasó a darle todo género de explicacio-nes
y satisfacciones. Para ello nombró una nueva diputación. de
la que no formasen parte los dos diputados para la obra, canó-nigo
don Jerónimo de Róo y racionero don Diego Nicolás Eduar-do,
y eligió de su seno a los dos que eran particulares amigos
de Hermosilla, al prior de la Santa Iglesia don Lorenzo de Lugo
y Viña y a! arcediano titular de Tenerife don Domingo Rignony
y Logman.
330 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
DIEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 41
Estos dos diputados se entrevistaron con Hermosilla, y des-pués
de colmarle de elogios y atenciones y ofrecerle «que si con-sideraba
no podría llevar buena armonía con los primeros dipu-tados
nombrados para la intervención de la obra, que el Cabildo
nombraría a otros)), trataron de convencerle de las razones justas
que asistían al cuerpo capitular para pedirle las modificaciones
hasta entonces señaladas de palabra, motivo por el cual pusieron
en sus manos una certificación del acta de la sesión del 16 de
mayo de 1781, no sin antes significarle el propósito del Cabildo
de dirigirse, previa su aquiescencia, al rey para que autorizase po-ner
;<a su cuidado el conocimiento, establecimiento y dirección
del trabajo)) conducente a la conclusión de la inacabada catedral.
Don ivíiguei Eermosiiia se desentendit de este ofrceimieiito
con achaques de salud, ya que declaró que no le probaba el cli-ma
de Gran Canaria; se mostró quejoso de que no se habían se-guido
sus instrucciones sobre los acopios para principiar la obra,
y, por último, accedió a responder por escrito en lo referente a
las modificaciones propuestas por el Cabildo en la sesión de 16
de mayo.
Como prueba del carácter susceptible y esquinado de Hermo-silla
y su poca inclinación por la convivencia y la concordia, bas-te
declarar que la lectura del acuerdo le irritó aún más que las
palabras de los anteriores diputados, por el motivo baladí de que
los canónigos figuraban en el acta con el tratamiento de señores
y a él se le daba tan sólo el de don.
Después de pasados unos días, el 3 de junio, respondió Her-mosilla
a los extremos indicados por medio de un largo escrito
que puso, con una breve carta, en manos del prior, don Lorenzo
de Lugo y Viña. Este escrito, que lleva el título de Respuesta, es
una farragosa, pedante e indigesta disertación reducida a estable-cer
nueve principios abstractos sobre Estética y Arquitectura, de
los cuales deducía otras nueve inapelables consecuencias para ri-diculizar
y deshacer las juiciosas propuestas del Cabildo Catedral
y para insistir una a una, con carácter de determinación irrevo-cable,
en todas sus primeras decisiones.
Ello equivalía a una ruptura definitiva, y así lo entendió el Ca-bd&
'cuan& apr&ó, ^&m&, n , ~ e2 la ifitranigenda m& ahn-luta
unía el escrito otras impertinentes exigencias de absoluta li-
42 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
bertad de acción y hasta imposiciones inadmisibles para que se
suspendiese todo acopio de materiales y toda labor preliminar.
1.. Encargo del proyecto al racionero
Diego Nicolás Eduardo
1. El obispo Herrera propone a Eduardo como técnico director
de las obras. Protesta airada de ~errnosilla
Los canónigos de Las Palmas quedaron sorprendidos ante
esta irrevocable y altanera decisión, que hacía imposible todo diá-
1nun rnn a q i ~ ? e c ty~ , -las pr!2hr2c sQn de Ediiar- --o- --"
do- «que no era justo ni conveniente dar al pueblo un sinsabor
indecible con la repentina suspensión de un proyecto que le te-nía
tan gozoso, por haber consentido en que esta vez iba de ve-ras
la empresa más grata a los vivos deseos de sus mayores)); es-timaron
también los capitulares «que tampoco era prudente ma-lograr
los preparativos y acopios hechos para la construcción, y
más estando ya convocados en esta ciudad el maestro de obras
y los mejores oficiales da cantería y masonería de las tres prin-cipales
islas)), y en vista de todo ello decidieron convocar a Ca-bildo
extraordinario para resolver en consecuencia.
El cuerpo capitular se reunió, en efecto, el 9 de junio de
1781, y aunque no pudo acudir a aquella sesión el obispo fray
Joaquín de Herrera, como era su propósito, envió como emisario
suyo al canónigo don José Massieu, provisor y vicario general
del obispado, para que si se presentaba la ocasión expusiese al
Cabildo cuál era su pensamiento y opinión con respecto a la di-rección
de las obras de la Catedral. En esta reunión volvió a ser
leída la carta del ingeniero Hermosilla y los capitulares convinie-ron
unánimes en que debía cortarse toda comunicación con el
intemperante arquitecto, que sólo conduciría a ((disputas intermi-nables,
con peligro de retardar su designio y deseos de que se
siga sin nuevas demoras la obra que ha emprendido». Luego se
pasó a tratar de qué medios se valdría el Cabildo para salvar
este contratiempo de no contar la obra de la Catedral con el téc-nico
que la dirigiese, y cuando ya estaban decididos los canóni-
332 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DIEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 43
gos a otorgar un voto ilimitado de confianza al obispo Herrera
para que como árbitro dictase las medidas pertinentes, pidió la
palabra el canónigo don José Massieu y dio a conocer cuál era
sobre el particular la opinión meditada y serena del obispo y pas-tor
de todos.
El texto de la sesión de 9 de junio, que refleja las palabras
del canónigo Massieu, merece ser reproducido literalmente. De-claró
«que venía a Cabildo para decir en nombre de Su Ilustrí-sima
que noticioso de la situación en que se halla el Cabildo con
motivo de las dificultades que sostiene el capitán de ingenieros
don Miguel Hermosilla para no asentir a las propuestas que se
le han hecho por parte de este cuerpo, juzgaba ... que no conve-
~ 3 nqq iie !e c ~ ~ t i n u ~nluseevo s nficin~p nrque ya no podían ade-quar
a su circunspección y decoro ni al designio con que le hiso
el encargo de delinear el consabido plano; y que pues la obra de
que se trata parece que no puede errarse una ves de comprehen-didos
los indicantes que se dejaron para su continuación además
de que ella misma con lo que esta construido lleva como por la
mano para levantar lo que falta, supuesto que el Cabildo tiene
en su mismo cuerpo un individuo, que es su actual y presente
secretario, el qual aunque no sea profesor de arquitectura, por
genio, por natural inclinación y por las observaciones que ha he-cho
en muchos de los buenos edificios de España, ha dado mues-tras
de alguna inteligencia en esta meteria ..., siendo una prueba
práctica en abono suyo el templo que se está construyendo en
la villa de Gáldar, de esta misma isla, con la advocación del
Apóstol de las Españas, por los planos y alzados que delineó
para él, el qual vio por sí mismos Su Ilustrísima, con mucha
complasencia, quando pasó a dicha villa en su santa y general vi-sita,
podía el Cabildo confiar a su cuidado el que dispusiese, con
la pronta brevedad, el plano, para tender los cimientos con la so-lidez
y distribución que pide dicha obra, a fin de que se cornien-ce
a trabajar prontamente...)). Proponía asimismo el obispo que
los planos, una vez dibujados, pasasen a la aprobación y correc-ción
en su caso del comandante del Real Cuerpo de Ingenieros
en Canarias don Andrés Amat de Tortosa y de la Real Academia
de las Tres Nobles Artes de Madrid.
El Cabildo, nemine discrepante, suscribió el dictamen de su sa-
Núm 39 (1993) 333
44 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
bio prelado, y en consecuencia tocó responder a la invitación al
racionero don Diego Nicolás Eduardo, que se encontraba
presente. Éste, «después de haber dado las correspondientes gra-cias
por el honor y concepto con que se le favorecía y honraba,
expuso: que sin embargo de confiar muy poco de sí mismo y de
sus luces, no podía dejar de animarse a aceptar un encargo tan
apreciable para un capitular, pues ... confiaba que el Señor le fa-vorecería
para el acierto...)).
Desde este día, el racionero Diego Nicolás Eduardo fue el nue-vo
arquitecto de la Catedral de Santa Ana.
La noticia de esta resolución del Cabildo eclesiástico sorpren-dió
sobremanera al ingeniero Hermosilla, pues como dice muy
bien el obispo Herrera había formado «un plan muy lisonjero de
que siendo el único inteligente de architectura en estas islas dis-pondría
de la obra a su advitrio, formaría las líneas a su gusto,
y negando a todos la facultad de razonar sobre ello, esperava
que cada uno con un silencio respetuoso y de admiración le mi-rase
obran). Su indignación no tuvo límites y comenzó a levantar
bandera de partido y de disidencia contra las obras de la cate-dral,
zahiriendo sin descanso al canónigo don Jerónimo de Róo,
a quien consideraba inductor y responsable de la determinación
del obispo, y a su sobrino el racionero Diego Nicolás Eduardo,
como rival que le pisaba el terreno y le superaba en dotes y ta-lento,
aunque su extremada modestia aparentase otra cosa.
Don Miguel Hermosilla sostenía entonces relaciones amorosas
con la que más tarde había de ser su esposa, doña María Anto-nia
Burriel de Montemayor y Sandoval, hija del regente de la
Real Audiencia, don Pedro Andrés Burriel, y en seguida atrajo,
como era lógico, a su causa a este magistrado, que, como era
también natural, influyó sobre los demás oidores para formar un
partido en Las Palmas contrario a las obras y enemigo de
Eduardo.
Todos los medios ios encontraron iícitos los enemigos de
Eduardo para atacarle y zaherirle. Así, por ejemplo, con ocasión
de haber remitido el Consejo de Castilla, con fecha 5 de febrero
de 1781, una orden circular a todas las Audiencias solicitando in-formes
en cada región sobre el número de Academias o Escue-las
de Bellas Artes que en la misma radicaban, con objeto de
334 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
DIEGO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 45
atender a su fomento, desarrollo o creación donde no existiesen,
halló el regente Burriel un arma formidable para atacar las
obras apenas iniciadas de la Catedral.
Lo primero que hizo fue solicitar informe minucioso y deta-llado
sobre el particular de su futuro yerno, el ingeniero don Mi-guel
Hermosilla. Éste quiso contar con el permiso o licencia para
evacuarlo de su superior jerárquico, el comandante del Real
Cuerpo de Ingenieros de Canarias don Andrés Amat de Tortosa,
y le provocó a que, además, expresase su autorizada opinión so-bre
el estado de las artes en el archipiélago. Amat de Tortosa le
respondió en oficio de 15 de agosto de 1781, y después de pintar
el estado calamitoso de las artes, no obstante «el sobresaliente in-
-g enio de sus naturales, que a muy poco trabajo aventaiarían a
qualquiera otra nación)), arremetia -sabiendo de qué herida san-graba
Hermosilla- contra las obras de la catedral de Las Pal-mas
y la iglesia de la Concepción, de La Laguna. Se pidió tam-bién
informe a las Reales Sociedades Económicas de Amigos del
País de Gran Canaria y Tenerife, quienes lo evacuaron, respec-tivamente,
con fecha 25 de agosto y 28 de septiembre del año
expresado, en el sentido de reconocer el escaso, por no decir
nulo, desarrollo que las Bellas Artes tenían en las Islas Canarias.
Y, por último, evacuó el suyo el capitán Hermosilla, que era en
sustancia todo él una constante diatriba contra el racionero Die-go
Nicolás Eduardo y el maestro cantero Patricio García, por el
imperdonable delito de dirigir, contra su parecer y a despecho
suyo, las obras de la Catedral.
Hermosilla califica en este escrito a Eduardo de ((prebendado
ignorante)), y al maestro Patricio García de inexperto e inhábil.
Ni que decir tiene que el regente de la Audiencia, don Pedro
Andrés Burriel, hilvanó estos oficios e informes y los remitió con
uno suyo, no menos apasionado, de 12 de noviembre de 1781, a
la corte, esperando de un momento a otro una resolución fulmi-nante.
Don Miguel Hermosilla no se dio por satisfecho con ello, y el
21 de agosto entregó al regente de la Audiencia un larguísimo
memorial, con titulo de Manifiesto, donde explicaba todas las in-cidencias
de su frustrada comisión, para que éste lo hiciese lle-gar,
por su conducto, al poderoso Consejo de Castilla o Real.
Núm 39 (1 993) 335
46 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
Como ya conoce el lector los incidentes, sólo nos detendre-mos
en registrar una vez más el juicio, lleno de pasión, que
Eduardo le8merece a Hermosilla. Se han dado atodas las dispo-siciones
para executar la obra por el plano que dicen ha forma-do
el racionero Eduardo, secretario del Cabildo, quien fue cape-llán
de la compañía de caballeros cadetes en el Real Cuerpo de
Artillería del Alcázar de Segovia, en la Academia del qual apren-dió
a dibuxar; que si bien en esta isla corre un plano hecho por
él para una iglesia que se está executando en el lugar de Gáldar,
el tal plano ha enseñado lo poco que será capaz el citado Eduar-do
para formar el de la cathedral, sus alzados, ni cortes de fá-brica,
y mucho menos el executar la obra el maestro ... Patricio
García)).
Luego, a sabiendas de que faltaba a la verdad, añade: «Tam-bién
he sabido ... que el racionero Eduardo picó el plano para co-piarlo
en los días que lo tuvo el Cabildo para verlo; pero como
el dicho plano está desnudo de los alzados, y lo que está hecho
de la catedral tiene defectos notables de proporción, que el in-geniero
[HermosiUa] procurava corregir (pero que no pueden co-nocer
los intrusos arquitectos), es regular que para ser autores
desfiguren el plano picado, y multipliquen los herrores, llenando
de fealdades un edificio, que entre su misma belleza se hallan
faltas de proporción y de buen gusto...)).
En otro escrito suyo algo posterior, Hermosilla vuelve a la car-ga
contra Diego Nicolás Eduardo, a quien enjuicia «de poca o ni-guna
inteligencia para maestro y de sólo algún gusto para puro
aficionado, sin contar -añade- con sus indisposiciones de cabe-za,
que le imposibilitan hasta decir misa)).
2. Biografía del arquitecto Eduardo
¿Merecía Yiego Nicolás Eduardo esie severo juicio? ¿¿a pos-teridad
puede hacer suyo un dictamen sin más apoyo moral que
la pasión y el encono? ¿Quién era Diego Nicolás Eduardo?
Había nacido Diego Nicolás en La Laguna de Tenerife el 12
de noviembre de 1733, en el seno de una familia acomodada de
origen irlandés, pues su verdadero apeiiido, Edwards, fue caste-
336 ANUARIO DE ESTUDIOS A TLÁNTICOS
llanizado (por los antepasados inmediatos del futuro arquitecto.
Sus padres se llamaron Santiago Eduardo y Ana María de Róo,
y Diego Nicolás fue el tercer vástago de este matrimonio. El re-cién
nacido fue bautizado en la parroquia de la Concepción, de
La Laguna, el 18 de noviembre de 1733, actuando de padrino su
hermano primogénito, Antonio José, que con el tiempo mostraría
también inclinación por las Bellas Artes.
La infancia de Diego Nicolás Eduardo transcurrió en La La-guna
y en ella hizo sus primeros estudios en la naciente Univer-sidad
de San Agustín, a cuyo cuadro de alumnos habrá que in-corporarlo
como uno de los más destacados y preclaros discípu-los.
((Haviendo ,tenido desde la infancia -dice Eduardo
refiriéndose a sí mismo- nat'1r-l inclina&n a1 dih~do,lo gré en
mis primeros años oportunidad para aprender todos los tratados
de Aritmética, Uso del compás y Principios elementales de Geo-metría,
en la clase de Matemáticas de la Universidad que se eri-gió
en la ciudad de La Laguna, mi patria». Como la Universidad
de San Agustín abrió sus clases el 25 de octubre de 1744, siendo
clausurada el 4 de diciembre de 1747, resulta patente que Eduar-do
sólo cursó en ella sus estudios durante el breve plazo de tres
años, de los once a los catorce, de donde cabe deducir lo poco
que debieron influir estas enseñanzas en su posterior formación
científica.
Los biógrafos de Diego Nicolás Eduardo, y su propia auto-biografía
(escrita con motivo del pleito catedralicio para de-mostrar
su pericia arquitectónica), nos ilustran sobre los pri-meros
pasos juveniles del futuro arquitecto en Canarias y sobre
sus andanzas posteriores por la península. Se admite corrien-temente
que fray Juan Iriarte, dominico, fue su maestro de
humanidades cuando por su vocación religiosa abandonó sus
primeros estudios para seguir la carrera eclesiástica. Ello nos
inclina razonablemente a admitir que Eduardo debió cursar
teología y cánones en el Colegio doméstico de Santo Tomás
de la misma ciudad de La Laguna, centro de enseñanza de
gran prestigio en el archipiélago y rival de la Universidad agus-tiniana.
Agustín Millares Torres, en su Biografías de canarios célebres,
afirma que Eduardo desempeñó en Tenerife, durante algún tiem-
Núm 39 (1993) 337
48 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
po, un modesto empleo en la Real Hacienda ". Afírmase, por
otros, que más adelante se trasladó a Las Palmas para proseguir
sus estudios; pero como nada dice sobre el particular el propio
Eduardo en su expresada autobiografía, quedan tales afirmacio-nes
en el terreno de la duda y quizá hayan nacido de la confu-sión
de su persona con la de su hermano Antonio José.
El año 1761 es el de la fecha exacta de su partida para la
península, cuando contaba veintiocho años de edad, y donde
había de permanecer hasta el año 1777, en que, nombrado
racionero de la Catedral de Las Palmas por merced regia, se
estableció de manera definitiva en esta ciudad. Estos dieciséis
años de ausencia de su tierra se dividen de la siguiente ma-nera:
los tres primeros, desde 1761 a 1764, de posible perma-nencia
en Granada, pues Eduardo silencia en su autobiografía
el lugar de su morada; los cinco años siguientes, que corren
entre 1764 y 1769, los pasó el futuro arquitecto en Madrid en
el desempeño de un destino eclesiástico de escaso relieve, y
los ocho últimos, de 1769 a 1777, fueron de constante perma-nencia
en Segovia, como capellán de la recién fundada Acade-mia
Militar de Artillería.
Los biógrafos de Eduardo aseguran que éste, llegada la época
en que debía recibir las órdenes sagradas, se trasladó a la penín-sula
y se especializó en cánones en el Colegio del Sacro Monte,
de Granada, donde permaneció hasta la conclusión de sus estu-dios.
Hemos de confesar que nuestras indagaciones para compro-bar
este pormenor han fracasado hasta ahora; pero aun así, ad-mitimos
que entre los años 1761 y 1764 residiese el futuro arqui-tecto
en la ciudad de Darro. Rodnguez Moure va aún más lejos,
llegando a afirmar que Eduardo desempeñó la cátedra de cáno-nes
en aquel Colegio 74.
De la estancia en Madrid tenernos; por el contrario, la más
rica información en cuanto nos orienta sobre su formación ar-tística,
actividad que aiternaba con otros deberes y obligaciones
de índole religiosa en el desempeño del cargo de fiscal de la
73 Las Palmas, 1 8 7 8 , t. 1, p. 2 3 7 .
74 Historia de la parroquia matriz de Nuestra Señora de la Concepción,
La Laguna, 1915, p. 250.
DIEGO NICOLÁS EDUARDO. ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 49
Real Academia de Cánones 75. He aquí las propias palabras de
Eduardo:
«Sin embargo de que ... en Madrid ... tenía ocupaciones serias a
que atender para desempeño de mi destino, frecuenté por algún
tiempo la Real Academia de San Fernando, antes que se mudase
a la calle de Alcalá, concurriendo diariamente a la Sala de Dibu-jo
que entonces había en ella para toda clase de personas distin-guidas,
en cuyo tiempo debí a don Andrés de la Calleja y a don
Antonio González, pintores de S. M. y ambos Directores de dicha
Real Academia, un particular aprecio. Entretanto, mi misma afi-ción
me llevaba a observar, por alivio y recreo del espíritu, las
mejores fábricas que se levantaban a la sazón, atendiendo de
-p--l-u--:pc- uUlru -1 - -A- a-- ,..A ,, -L,,L, ,, -11,- GL IUUUU LUU ~ U GUG uvlaua GII Gilaa. La ~6!e?Xe casa
para la Administración General de Aduanas, las puertas de Alcalá
y San Vicente, las decoraciones del Prado y la Florida, con otras
muchas obras públicas de aquel tiempo, dieron a mi genial incli-nación
no pocas luces y algunos conocimientos del verdadero y
preferente modo de asentar la cantería y masonar con firmeza,
sin perder de vista el sobresaliente estilo y noble simplicidad a
que ha llegado la arquitectura en España, por la solicitud de la
misma Real Academia y por el infatigable desvelo con que Nues-tro
Católico Monarca actual ha ordenado y protege la decora-ción
de su corte y de sus Reinos)).
Tras estos cinco fructíferos y provechosos años de estancia
en Madrid, Diego Nicolás Eduardo se trasladó a Segovia por ha-ber
obtenido la plaza de director espiritual de la Academia de Ar-tillería.
Sobre sus estudios en esta ciudad, preferimos a todo co-mentario
reproducir por segunda vez sus palabras:
-
75 A. H. N.: Sala de Gobierno, leg. 483, exp. 7. Lista de clérigos residen-tes
en Madrid fuera de sus destinos, realizada por los alcaldes de Casa y Corte.
En dicha relacibn se lee: «Don Nicolás Eduardo es fiscal de la Real Aca-demia
de Cánones, sita en el Salvador del Mundo de esta corte; con conti-núe
del vicario» (1 766- 1767).
Eduardo estaba domiciliado en la calle del Prado (entrando por la pla-zuela
del Ángel), casa segunda, número 21. La medida se tomó a raíz del
motín de Esquilache, en el que aparecieron implicados diversos clérigos. El
r~,,,,n,ñ,~, nnr EA...-.vA, ,.-.rapn tnnn,. n ~ t ; c~. . Fn; . -~; , ~ + ~ n~h:" LUISV ULiLIIIyCIIuu" p,1 YUUUlU" A,,, y L 1 L C - C L L I I L I C , . L ' U U U . , U l . C l r l l C C . YCYI'.
residir como ((paseante en corte» en busca de más provechosa ocupación.
50 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
«En Segovia -dice-, con la proporción de vivir dentro del
mismo Real Colegio, entre cuyas clases de floreciente Academia
hay una destinada al Dibujo, bajo la dirección de su habilísimo
profesor don Pedro Chenard, capitán del mismo Real Cuerpo de
Artilleria, no dejé de tomar nuevas ideas de la delineación, más
bien por efecto de mi inclinación genial, que no por particular es-tudio
que hiciese de ello, puesto que las ocupaciones de mi des-tino
me prohibieron asentir de propósito a las repetidas instan-cias
de algunos profesores de dicha Academia para que me de-dicase
al cultivo de aquellas Ciencias Matemáticas que allí se
estudian, suponiendo que había en mí aptitud para hacer progre-so
en esta línea. Vi formar planos interiores y superiores de
a#.-q..-1u ci Dn-c-a1 l Al,.&-#... m,. A:".,:,:A, Aal nn..cl- A 0 P-,-."nlv, r uLaLa i , pwi u i ~ p . ~ ~ ~UiGuI..i. iL WIIUG UG UaLiula, ... y Vi
también muchas veces las operaciones prácticas de dimensiones
de terrenos y cuerpos que se hacen en aquella escuela para la
completa instrucción de los Caballeros Cadetes de artiüeria, aun-que
siempre como mero aficionado y sin más designio que apro-vechar
la oportunidad de tomar algunos conocimientos, que tal
vez pudieran servirme a lo menos en mi Patria)).
De la estancia de Diego Nicolás Eduardo en Segovia no tene-mos
más noticia, fuera de las antedichas, que de una enferme-dad
que padeció en la primavera de 1774, motivo por el cual, y
previa recomendación del facultativo don José Carrera, solicitó
y obtuvo del director de la Academia, conde de Gazola, un per-miso
de tres meses ((para salir algunos días a despejar el áni-mo
» 76. Durante su estancia en esta histórica ciudad castellana,
Diego Nicolás Eduardo se ocupó también de vigilar los estudios
de su sobrino el cadete del Real Cuerpo de Artilleria Antonio
Eduardo Wading, nombrado capitán por Real despacho de 14 de
76 En el Archivo Militar de Segovia se cOnservan tan sólo dos documen-to-
referente- a Diego Nicolas Eduardo.
El primero es la licencia mencionada. Está expedida en Segovia el 11 de
junio de 1774.
El segundo es una instancia de Eduardo pidiendo desde Las Palmas, en
1786, una certificación de sus servicios. El director de la Academia, conde
de Lacy, así lo acordó el 14 de octubre de 1786.
UGnstc, qUe se ex$i&S !u cer~ficacióf-i yue fie aparece- 21 de
bre del año mencionado.
DIEGO NICOLAS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 5 1
octubre de 1786, defensor de Santa Cruz de Tenerife contra Nel-son,
y que más tarde había de lucir los entorchados del generala-to
en su bocamanga.
Después de ocho años de residencia fija en Segovia, y muy
posiblemente por motivos de salud, Diego Nicolás Eduardo obtu-vo
del rey Carlos 111 la gracia de una plaza de racionero en la
catedral de Santa Ana, de Las Palmas, y de esta manera le ve-mos
en 1777 abandonar la vieja ciudad castellana para incorpo-rarse
a su nuevo destino. Tenía Eduardo entonces cuarenta y
cuatro años.
Desde el arribo de Diego Nicolás Eduardo a Las Palmas co-menzó
a correr por la ciudad la fama de su experiencia y cono-cimientos
en materia artística; pero él, con su natural modestia,
no daba oídos a las proposiciones que se le hacían, y sólo acce-dió
a retocar el plano y dirigir las obras de la iglesia parroquia1
de Gáldar, cuyo proyecto había delineado su hermano, el sargen-to
mayor de milicias Antonio José Eduardo, mero aficionado en
estas lides.
En efecto, no bien había recibido éste el encargo, supo el arri-bo
de su hermano y ahijado a Las Palmas, y como conocía so-bradamente
los superiores méritos y conocimientos de Diego, se
empeñó en que éste modificase sus planos para la construcción
de la parroquia de Santiago de Gáldar, cosa que al fin consiguió,
no sin tener antes que vencer la obstinada resistencia del racio-nero
de la catedral. «Sólo por congratularle -dice Eduardo en
su autobiografía-, cediendo a su dictamen y contra mi conoci-miento
propio, emprendí la modificación de su plano, aunque no
en puntos suhstanciales, y dispuse y delinee los Alzados con cú-pula
rotunda en su crucero. Remitiéronse los diseños al Excmo.
señor Marqués de la Cañada, Comandante general de estas islas,
residente en la misma de Tenerife, para que se sirviese hacerlos
examinar por don Andrés Amat de Tortosa, jefe provincial del
Red cuerpe de Inge~ierss en estu prmrincia, quien habiénddss
tenido en su poder los examinó y aprobó en todas sus partes)).
Núm 39 (1 993)
52 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
De esta manera, Diego Nicolás Eduardo se encargó a partir
de este momento de la construcción de la iglesia de Santiago, de
Gáldar, contando como auxiliar con el maestro y cantero Patri-cio
García, que ya había tomado parte en la construcción de dos
templos en La Orotava y en la reconstrucción de la iglesia pa-rroquial
de la Concepción, de La Laguna. Diego Nicolás Eduardo
lo primero que hizo fue aleccionar a Patricio García sobre el
«modo de cortar y ausentar la cantería, limpieza y sencillez de
sus adornos y demás conducentes al verdadero método de fabri-car
con hermosura y limpieza, pudiendo así de esta manera dar
comienzo sin ningún tropiezo a las obras.
Esta fue la primera y única construcción que dirigió Diego Ni-coiás
Eduardo de iecibk e] oficia: de proyeciail-a
catedral de Las Palmas. La obra fue con tanta celeridad levan-tada
que en 1783, fecha en que escribe Eduardo su autobiogra-fía,
se ((hallaba ya muy adelantada y subida por su contorno has-ta
la altura de todo el primer cuerpo de su fachada y por lo in-terior
hasta las ventanas principales)). La iglesia de Santiago, de
Gáldar, cabe considerarla como la obra cumbre de Diego Nicolás
Eduardo, arquitecto formado en el neoclasicisrno, que pudo dar
en este templo rienda suelta a sus preferencias artísticas, marca-das
por el gusto de la época.
Como puede apreciar el lector, Diego Nicolás Eduardo no era
ni un indocumentado ni un mero aficionado, como se empeña
en afirmar Hermosilla, y gozaba de una sólida base, preparación,
conocimientos técnicos y prestigio que le hacían acreedor a la
confianza del obispo y del Cabildo eclesiástico ''.
ANTONIO RUMEU DE ARMAS: «El arquitecto canario Diego Nicolás Eduar-do
» y «La obra arquitectónica de Diego Nicolás Eduardo y la de su herma-no
Antonio José)), artículos publicados en el diario La Tarde, de Santa Cruz
de Tenerife, c~rresp~ndienteus !S S dias 26 y 3C! de Jiibs de 1946.
SEBASTIÁNP ADR~ACNO STA: «El arquitecto lagunero Antonio José Eduardo))
(artículo publicado en el mismo diario correspondiente al 9 de noviembre de
1946); ((Diego Nicolás Eduardo y la catedral de Las Palmas» (La Tarde, no-viembre
de 1946); «La muerte del arquitecto. Diego Nicolás Eduardo)) (La Tar-de,
23 de septiembre de 1947).
AGUSfiN lvíILMRs TORRES; &ogiüj~cw de eünu,i¿is Las
1878, t. 1, pp. 231-244.
342 ANUARIO DE ESTUDIOS A TLÁNTICOS
Fachada y cúpula de la iglesia parroquia1 de Santiago, en Gáldar. Es obra de Diego
Nicolás Eduardo, sobre la base de un provecto anterior de su hermano Antonio José.
DIEGO NICOLÁS EDUARDO. ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 53
111. Inicio de las obras para la terminación
de la Catedral
1. Trabajos de cimentación. La cabecera de la basílica
Desde que en la sesión del día 9 de junio de 1781 el Cabildo
resolvió con energía romper relaciones con el ingeniero Hermo-silla
y designar arquitecto, aceptando la indicación de su propio
obispo, al racionero Eduardo, aquel organismo desplegó una ac-tividad
inusitada para que no se malograse el firme propósito de
dar remate a las obras de la inacabada Catedral.
Sabían los canónigos que el obispo Herrera se preparaba
para hacer una larga visita pastoral por las demás islas y esti-maron
conveniente que con su presencia personal diese brillo
y esplendor a la ceremonia simbólica de poner la primera pie-dra
en las obras para la terminación del templo catedralicio.
Esta ceremonia tuvo lugar el martes 12 de junio de 1781. Pre-vio
un repique general de campanas para aviso del público, el
obispo fue recibido solemnemente por el Cabildo en pleno y
procedióse a este simbólico acto, colocándose una segunda pie-dra
(diose por sentado que análoga ceremonia se verificaría a
principios del siglo XVI) en la cabecera futura del templo, donde
se calculaba que estaría emplazada la capilla mayor.
Desde esta última fecha, Diego Nicolás Eduardo se dedicó
con fiebre inusitada y tesón sin igual al estudio de la obra vieja
de la Catedral y de los cimientos extendidos por el solar de la
derruida iglesia del Sagrario, con el fin de captar las ideas y pro-yectos
de los arquitectos sus predecesores y poder combinar el
plano futuro de acuerdo con estos principios básicos de continui-dad
y uniformidad. Un mes largo le llevó dicha tarea, plazo en
apariencia corto, si no se tiene en cuenta que el racionero lleva-ba
ya varios meses dedicado a este desinteresado estudio, sin
otro fin que satisfacer su curiosidad y ayudar a Hermosilla en
su proyecto.
De esta manera, preparado el plano, acumulados los materia-
54 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
les precisos e instruidos convenientemente por Eduardo el maes-tro
Patricio García y los demás oficiales canteros, se pudieron
iniciar las obras de cimentación en la fecha, simbólicamente es-cogida,
del 26 de julio de 1781, día de Santa Ana.
Los descubrimientos que Diego Nicolás Eduardo hizo al estu-diar
minuciosamente la obra vieja con todos sus indicantes, ya
han sido puntualizados cuando estudiamos la construcción de la
catedral de Santa Ana, de Las Palmas, en el siglo XVI 78. Convie-ne,
no obstante, resumirlos para la debida inteligencia del proyec-to
de Eduardo.
Recordará el lector que el templo había sido concebido por
el primer arquitecto, Pedro de Llerena, como una basílica com-puesta
de tres naves, más alta la central, y con unas dimen-siones
moderadas, pues la capilla mayor venía a coincidir con
los inicios del futuro cimborrio. Más adelante, el Cabildo Cate-dral,
bajo la experta dirección del tercer arquitecto, Martin de
Narea, cambió de idea, respaldando la construcción de un tem-plo
mucho más amplio, invadiendo el solar de la iglesia vieja
de Santa Ana ".
Esta fue la obra que Eduardo atribuyó al segundo o tercer
arquitecto.
Los indicantes que encontró este artista tinerfeño en el arran-que
del crucero y tramos de bóveda inmediatos fueron tan
claros y precisos que ello le permitió rematar la obra de la
basílica con escasas innovaciones por su parte. Dejó el tercer
arquitecto finalizada una de las bóvedas de complicada crucena
-«doble enlace en sus ramales»- que habían de preceder al
crucero y rodear al mismo, formando con él una verdadera
cruz griega; dejó iniciado el crucero, con cimborrio, con indi-cantes
claros para su terminación, ya que dos de las cuatro
columnas que habían de sostenerlo, reforzadas en su base y
espesor, quedaron terminadas y dispuestas, así como también
uno de ios cuatro arcos toraies sobre ei que ei cimborrio
había de descansar
78 Primera parte, cap. 11, epígs. 2 y 3.
79 Ibíd., epíg. 2.
Ibíd.
DIECO NICOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 55
De acuerdo con estos indicantes, Diego Nicolás Eduardo
planeó la conclusión del templo, sin que tuviese que hacer
uso de su ingenio hasta llegar al mismo presbiterio. Dibujó el
crucero sobre la base del cimborrio anteriormente proyectado,
adosó a ambos lados del mismo dos bóvedas de complicada
crucería, reproducción exacta de la que ya estaba construida
entre el coro y cimborrio, y lo amplió con otras dos bóvedas
de crucería sencilla idénticas a las del resto de la iglesia.
Luego reprodujo, con la misma exactitud, en la cabecera los
tramos de bóveda precedentes al crucero y se encontró con
la basílica perfectamente encuadrada en la misma línea del
presbiterio.
Aquí fue donde Eduardo, ya sin ninguna orientación, brilló
como genial arquitecto. Contando con un espacio reducido, y
en la precisión de arbitrar para la Catedral las sacristías y
dependencias necesarias, quiso aprovechar en su favor el mar-cado
desnivel del terreno en la plazuela del Pilar Nuevo para
acentuarlo más con un suave graderío que situase a la capilla
mayor en lugar elevado y preeminente. De esta manera ganó
altura y espacio suficiente para planear la sacristía y camarín
de la Virgen de la Antigua, en el lado del Evangelio; otra
pieza análoga en la capilla opuesta reservada en el proyecto
para San José, y diversas sacristías con dependencias altas y
bajas, así como una cripta para enterramientos a espaldas de
la capilla mayor.
Las puertas de entrada al crucero estaban proyectadas por
Eduardo mirando a levante. El acceso a ellas había de efec-tuarse
por unas suaves gradas en comunicación con dos am-plios
atrios que a su vez enlazaban con las alas del transepto.
Estos atrios tenían, además, por objeto «dar mayor apoyo a
lnc ~ m n n l i a cA 0 1 rimhnrr;n\r
&Vi> Cllly CIJ-0 U-& -IIIIVVI I S U T I .
Claro está que el planteamiento de estas obras no tenía posi-ble
desarrollo en el estrecho m,arco de la vieja iglesia del Sagra-rio;
de aquí que el Cabildo tuviese que adquirir en propiedad
por el lado derecho una casa llamada de Cigala, emplazada entre
el callejón del Estudio, calle de Cigala y calle del Agua o de
Núm 39 (1 993) 345
56 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
Nuestra Señora de los Reyes ", y por el lado izquierdo el viejo
hospital de San Martín, parcialmente derruido con este fin y
luego totalmente derribado al planear la parroquia aneja del Sa-grario,
con una calle nueva adyacente, que recibió este nombre "'.
Asimismo tuvo el Cabildo que preocuparse de establecer una
vía de comunicación o enlace entre las dos plazuelas, muy redu-cidas
en su extensión con las obras, de San Martín y Pilar Nue-vo.
Para ello compró y derribó parte de la casa llamada de Ma-chado,
emplazada en el ángulo donde estas dos plazuelas se
unían Así quedana despejado el frontis posterior de la catedral.
En el proyecto de Diego Nicolás Eduardo entraba también el
traslado más a levante de la fuente conocida con el nombre de
?yar Nuex:~ para que r e~t l r ex ristnridad 2 12 fachlda peste-rior
de la Catedral 84. El pilar, sin embargo, no se movió jamás
de su emplazamiento hasta que un malhadado día los ediles de
Las Palmas decidieron su destrucción.
Aprobados estos planes por el Cabildo, diose comienzo a las
obras, como hemos referido, el día 26 de julio de 1781. Estas
obras consistieron, de primer momento, en el tendido de los só-lidos
cimientos de la cabecera de la Catedral, empresa en la que
dio muestras Eduardo de un extraordinario sentido previsor. El
plano 11 de este estudio refleja bien a las claras cómo se ejecutó
la cimentación, aunque no estará de más reproducir algunos jui-cios
del arquitecto sobre cómo y por qué hizo así la obra indicada
«Como la parte del templo que íbamos a edificar es la de
más gravitación -dice Eduardo- y de mayor altura por razón
del declive del terreno, como se ha dicho, y por la elevación del
cimborrio; atendiendo yo a esto y también a que en nuestras is-
Además tuvo que permutar el Cabildo, para alinear debidamente las gra-das
de acceso a la nave de la Epístola, un trozo de solar resultante del derribo de
la casa de Cigala por otro que era propiedad de doña Clara Romero Ximénez de
Embún. Véase el plano de la Catedral, dibujado por Eduardo (ID y IV), núm. 5, le-tras
a y ¿. Las gradas están señaladas con el núm. 7.
Las principales dependencias con que contó el templo fueron la sacristía
mayor (letra D), dos piezas accesorias a la sacristía (G), escaleras interiores
(H), etc.
82 Calle nueva del Sagrario, hoy San Marcial.
83 P!mo de Eduardo (ITT y Iv, nfim. 3).
84 Ibíd, núm. 1, letras A. A. A.
DIEGO NICOLAS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 57
las se han padecido varias erupciones de bolcanes, sacudiendo y
estremeciendo su suelo, para proceder con la posible y debida
precaución a favor de la mayor seguridad y permanencia de
nuestra obra, dispuse todos sus nuevos cimientos unidos con mu-tuo
enlace por los ángulos rectos de sus correspondencias, ha-ciendo
profundizar la escabación para ellos, hasta haver encon-trado
a quatro varas, el firme más apetecible, compuesto de pie-dras
grandes y muy sólidas unidas y encastradas todas en una
especie de tosca quasi de igual firmeza, y con la particularidad
de haverse hallado este suelo todo unido sin la más leve quiebra
ni interposición de otra materia menos segura y bajo un mismo
nivel)) 85.
Después de la cimentación, procediese sin perdida de momen-to
a la edificación de la cabecera de la Catedral, levantándose
muros, pilares y columnas que habían de sustentar las bóvedas
85 Estas explicaciones las da Eduardo para deshacer los torpes manejos
de sus enemigos contra su persona.
Más adelante añade:
~Disputábase y sosteníase, hasta en algunos estrados, que el cimiento he-cho,
de piedras pequeñas era preferible al que se dispuso de piedras muy
grandes, porque éstas, por su mismo peso, podían rodarse con el tiempo y
falsear la obra, semejante proposición, sin respecto a la naturaleza y firmeza
del solar ni a la calidad de los materiales, es incierta, como se evidenciará
por la exacta narración de lo que se practicó, a saber: Después de limpio el
suelo firme de almendrado, que encontramos a un mismo nivel, se tendió,
lo primero, una igualada de cal y arena con ripio muy menudo de piedra
viva; después se fueron poniendo por hiladas, asentadas con argamasa de la
misma cal y piconcillo, las piedras grandes, cuyo tamaño vendna a ser en
su mayor espesor desde una vara hasta vara y media castellana y su cali-dad
en igual en todas, de más firmeza que la cárdena y berroqueña y muy
semejante al pedernal ... Así, por hiladas encascadas e iguales a nivel se fue
subiendo todo el cimiento encajonado en sus zanjas, cortadas en un terreno
bastante firme para servirle de apoyo por sus costados internos y externos)).
1L U C ~ Vs e alarga e1ogiaí;do d a sUma su!idez de !as piedras grandes y de!
ripio)), el inmejorable ((encastre mutuo que se dio a dichas piedras en cada
una de las hiladas)), «la bondad de nuestra cal, especialmente para las obras
subterráneas, la de la arena y piconcillo», etc.
Plano 11: Letras: a, cimientos 11 b, sala de remate de rentas 11 c, archivo
11 d, panteón 11 e, altar 11 f, ornamentos 11 g, pieza de comunicación 11 h, alo-jamiento
ciei sacristán ii y, osario ii i, sumidero 11 m, piezas bajo el piesbi-terio.
58 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
y cimborrio. En estas tareas contó Eduardo como valioso auxi-liar
al maestro Patricio García, cuya muerte, sobrevenida en octu-bre
de 1782, no fue una pérdida irreparable, pues quedaban ya
diversos discípulos suyos perfectamente instruidos en el corte y
tallado de las piedras. En el mes de junio de 1783 las obras se
encontraban ya bastante avanzadas dentro de esta fase inicial, y
el mismo Eduardo no regatea los elogios para aquellos que te-nían
una participación directa en las mismas, «pues por su lim-pieza
en las uniones de la cantería de todos sus paramentos,
igualdad y firmeza del mampuesto, aventaja a lo que quedó fa-bricado
desde lo antiguo...)).
2. Denuncias del ingeniero Hermosilla al primer secretario
de Estado, conde de Floridablanca
Sin embargo, este asiduo trabajo de Diego Nicolás Eduardo
viose perturbado por esta fecha, ya que el ingeniero don' Miguel
Hermosilla, cada vez más cegado por la indignación y la cólera
al ver cómo se levantaba una obra que había condenado de an-temano
al fracaso, no tuvo mejor ocurrencia que acudir con sus
quejas casi a los mismos pies del trono, pues fue a importunar
con ellas nada menos que al primer secretario de Estado, conde
de Floridablanca.
El lector recordará cómo en la sesión del Cabildo de 9 de ju-nio
de 1781, en la que se hizo encargo al racionero Eduardo de
la dirección de las obras de la Catedral de Santa Ana, habíase re-suelto
también que sus planos pasasen a la inspección y aproba-ción
de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de
Madrid, de acuerdo con una disposición regia de diciembre del
año 1777, que así lo exigía cuando las autoridades eclesiásticas
acordasen y planeasen una nueva construcción «de alguna enti-dad)).
Sin embargo, las circunstancias de aislamiento porque pa-saba
el Archipiélago en 1781, debido a la guerra declarada con-tra
Inglaterra, con el consiguiente riesgo que sufría toda la co-rrespondencia
con la metrópoli, y sobre todo el hecho de
juzgarse que las obras de continuación de la basílica. siguiendo '
exactamente los indicantes de su último arquitecto, no estaban
348 ANUARIO DE ES TUDIOS A TLÁNTICOS
DlEGO NIcOLÁS EDUARDO, ARQUITECTO DE LA CATEDRAL DE LAS PALMAS 59
afectadas por semejante disposición, fueron motivos determinan-tes
de la resolución del Cabildo de no acudir a la Academia de
Bellas Artes en demanda de aprobación o por lo menos demorar
esta solicitud hasta que viniesen m