NAVEGANTES EUROPEOS
EN SAETA CRUZ DE TENERIFE.
EL CAPITÁN JAMES COOK
P O R
ENRIQUE ROMEU PALAZüELOS
En 1723 se c~ns&&j p] hecho qup dio a Santa Cn-12 la mz-yoría
de edad, y confirmó la importancia de su situación.
Algunos viajeros y dos excelentes cronistas de la vida ti-nerfeña,
Lope de la Guerra, entristecido y pitagórico, y su her-mano
Fernando, marqués de San Andrés, melancólico y so-crático,
han dejado testimonio de hechos que dieron a Santa
Cruz las connotaciones que lo habían de hacer en pocos años
sede virtual hegemónica de todo el comercio y de toda la po-lítica,
no sólo de Tenerife, sino de otras islas del archipiélago.
Pienso que ni aun en la clase dominante de Madrid, me-
- n o n7 m q ~ ~ ' h l nhn 'h<n nn-nn; - ;nm+n An l ~ 7 n l n v A n ln
~ 4 w 3GL A GA ~ U G U L W ,u a u L a ; ~ , U L I U ~ L ~ I . I A G I LW UGL vaAv&, u= LW YUG G L ~ U
y de cómo eran, qué significaban las Islas; de tal ignorancia
infiero como intentó Viera y Clavijo que se enteraran de ello
los políticos y los nobles madrileños, por eso les regaló ejem-plares
de la Historia de Canarias. Las relaciones, que guardó
,b-.c..;l.r-.v,-x#i-,-u...i.t&z-r rbc, !S) emf i r nm. Qüki IGS framesw y 193 LifitAi-d-cos
las conocían mejor. Grande debió de ser la sorpresa que
causó en Madrid, en Valencia, etc., conocer que el famoso al-mirante
Nelson, vencedor en los mares, se había rendido a
los tinerfeños. Tuvo que ser a más de un orgullo, una reve-lación.
Núm. 33 (1987) 335
2 ERRIQUE ROXEC PALAZUELOS
Y sin embargo, Santa Cruz existía desde 1494, aunque sólo
como modesto conjunto de cabañas, desparramadas por unos
terrenos, cuya configuración moldeó desde el principio la for-ma
de la población.
En 1590 vivían en «ei lugar)) de Mazo unas mil personas,
que doscientos años más adelante fueron sobre las seis mil
quinientas. Pero la actividad con que se movieron unos y otros,
originó en frase feIiz de Elías Serra Rafols, «la gran ciudad
espontánea)), que se constituyó racionalmente alrededor de
dos ejes; uno de norte a sur, hacia La Laguna, y otro de este
a oeste, por el borde del mar. A los pobladores iniciales, pes-cadores
y marineros, se unieron comerciantes, militares y fun- 2
cionarios, y todos dieron a Santa Cruz una lógica estructura
mcicy&%iczl. U
El poblado se fue integrando idealmente en dos triángulos; u--
0"
los vértices de uno eran San Francisco, la iglesia de La Con- I
cepción y el castillo de San Cristóbal. Los del otro, el castillo f
de San Juan y, siguiendo la costa, el de Paso Alto; el vértice -
9
superior se sltmria a! fk& de la calle del Castillo, q~-1- ncaba- 5
ba en un amplio solar, vendido en 1776 para el Ejército, al - -
m0
militar Cayetano Hoyos, g que se unía tirando a un lado con
el camino de La Laguna, al final de cuyo primer tramo llega- U
d ba lo que se llamaría paseo de ronda y camino de los coches. u
Es lógico imaginar la inquieta faena de los vecinos, cuyas c1
labores principales se centraban en el comercio y la navegación.
A u
En 1724, poco después de que Lorenzo Fernández de Villa- u
2
vicencio, marqués de Valhermoso, bajara a residir en Santa 9
5
Cruz, se inició la última escalada en el desarrollo de la po-h!
aciSn.
Por ello, antes de entrar con el capitán Cook y su navío
<tResolution))e n la rada tinerfeña, voy a esbozar una compo-sión
de lugar, unos apuntes de lo que ofrecía Santa Cruz de
Tenerife en los años medios y finales del siglo XVIII ... antici-ps?
ciSn de! espect&wlo con e1 que se iba a encontrar el mari-no
inglés tras varios días de navegación.
¿Cómo era, qué era, cómo y quiénes vivían en Santa Cruz
por los años 1750-1800?
Un corto espacio habitado, que estaba formado por casas
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NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 3
bajas, terreras, en su mayoría, muchas aún con techos de tor-ta,
barro y paja, algunas con tejas y solamente unas pocas con
mas de una planta. Las casas quedaban aisladas entre peque-ñas
huertas, en las que había pozos de agua. El terreno estaba
dividido por barrancos y barranquillos, por los que corrían a
veces los torrentes sucios de las avenidas, o estaban llenos de
basura. Sobre las viviendas sobresalía la torre del convento de
San Francisco, pues la de la iglesia de La Concepción estaba
juntamente con su iglesia en obras y se iba a situar en lugar
distinto al que tuvo cuando el incendio de 1652. Había además
un curioso pleito entre La Concepción y San Francisco sobre
el número de campanas; el beneficiado servidor del templo
en 1776 trataba de obtener que su iglesia tuviera más campa-nas,
lo que no conse,guiría. «En 22 de marzo (1778), por la no-che,
se subió a la Torre del Convento de San Francisco de San-ta
Cruz, una campana de la Tercera Orden, de las que había
mandado bajar el Ilustre Obispo Servera, y se dice han alcan-zado
facultad para poner en su Torre las campanas que quie-ran
» (L. Guerra, Diario). El convento de franciscanos, cuya igle-sia
y torre estabm naciendo bajo la dirección y entusiasmo de
fray Jacobo Antonio Sol, quedaba por las afueras del poblado,
y tenía en la trasera una muy extensa huerta. Lo primero que
tiraba de los ojos del viajero luego de atisbar la torre francis-cana,
era el conjunto terroso chato y compacto del castillo
principal de San Cristóbal, que metía sus muros en el agua ver-dinegra.
El castillo era la prueba de que Santa Cruz tenía un
valor propio. Para conservarlo se habían trasladado los coman-dantes
generales desde La Laguna. Quien gobernaba aquellos
años era el marqués de Tabalosos, Eugenio Fernández de Al-varado.
del cual conocemos notas curiosas por los relatos que
de sus garrebuncias hicieron Fernando y Lope de la Guerra.
Los comandantes generales eran virreyes. Tabalosos como
sus antecesores Vallehermoso, Urbina, Bonito y los que le
sucedieron, el marqués de La Cañada, el de Branciforte...
deseaban ser más virreyes aun, pero los tiempos trastocaban
los órdenes establecidos. Cagigal lo había de experimentar
en 1808 ... A la vista de m plano del castillo, hecho en 1773
por el ingeniero militar José Ruiz, se aprecia que de los
Núm. 33 (1987) 337
4 E-URIQUE ROMEU PALAZUELOS
veinte locales que tenía, añadidos unos a otros al paso de
los años, más de la mitad eran vivienda accidental, y salas
de respeto y de audiencia de Tabalosos, en la que «llevaba tres
reales (por los papeles) y daba carnpunilíaxos» (F. Guerra, No-ticias).
En 1776 era alcalde real Santiago Clemente del Cam-po;
juez de Indias, Bartolomé de Casabuena y Mesa; alcaide
de San Cristóbal, Alonso Chirino de Sandoval, marqués de la
Fuente de Las Palmas; vacaba el alcaidazgo de San Juan y el
de Paso Alto lo era el recién nombrado teniente coronel Ma-tías
de Gálvez, que sería más adelante auténtico virrey de
México.
Los médicos fueron varios; en 1775 falleció Domingo Ma-dan
y Grant, irlandés emigrado, que dejó numerosa familia y
estimadc de sus c=pI;'vecjnGs; tüv= casz la plaza
la Pila. Manuel de Ossma, del cual no estuvieron muy satis-fechos
en Santa Cruz, se trasladó a La Laguna en 1783. Otros
fueron Juan Vlllasseca, Nicolás de Salas, Diego Armstrong,
también irlandés, especialista en cirugía, Falso médico fue Ba-chiare!!
i, que recetaba para que 1% mfemou cvrxpraran en lw
botica de su padre, que sí que era cabal farmacéutico. Éstos
tenían que luchar con la competencia que les hacían los cu-randeros
y sanadores, vendedores de hierbas y ungüentos má-gicos.
Tuvieron botica Thomas Macaughlin, Antonio de la Peña,
Solano, Antonio Sarmiento y otros.
Para los seis mil y pico de vecinos había m escribano, Do-mingo
Rodríguez Velasco, natural de La Orotava. Y se dispo-nía
a Fin de siglos de dos hospitales, el fundado por los her-manos
Logrnann al lado del barranco y el militar, al final de
!u. va!!~ del C~stil!~e,n el gran selar qxe exirti6 21!i entnnces.
Las enfermedades más frecuentes eran los flatos y los tabar-dillo~;
t ambién la sarna, motivada por el consumo de pesca-do
seco.
La población era animada, ruidosa y etiquetera. El compás
de caca Miu. se alteraha c m la llegada y marcha de Inc nmin
y con algún hecho no corriente ... que un fraile paseara por la
alameda con un puro en la boca, espada enganchada en el
cíngulo y guitarra en bandolera.. . o que se comentara que el
recaudador de Rentas del Estado, Joseph Carta, había sido
338 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 5
procesado, lo fue en 1788, a causa de faltas en las arcas públi-cas.
La población se movía al son del puerto, que era preferido
al de Funchal. Lo aseguran Glas, La Billardiere, Cook y el em-bajador
Macartney. ({Tenerife es el centro del comercio con
España y las Colonias Británicas en América; unos cuantos
barcos de estas partes del mundo recalan en Canaria y La Pal-ma,
pero no puede compararse con el número de los que 116
gan a Tenerife ... (Glas, Descripción). «Esta de Tenerife es
casi la única donde atracan los barcos extranjeros y no es sino
en Santa Cruz de Tenerife donde se cargan los productos del
país» (Macartney, Viaje).
La Billardiere anotó qLie Santa Cruz era muy ruidosa y que
las olas batiendo contra la escollera hacian un estruendo in-soportable.
El viajero trances se asombro de ia alegría áe a
vida santacrucera y de que las mujeres fáciles que pululaban
en gran número fueran delante de los marineros requiriéndo-les,
y aseguró que más de uno se arrepintió de haber cedido
a sus invitaciones. Es sugestivo añadir s este comentario, en el
que coinciden otros viajeros, ia mención de La Capitana, que
era por 1788 la jefa absoluta de la gente brava del muelle y
que Bory de Saint-Vincent citó con su libro sobre Tenerife.
Lope de la Guerra dedicó un largo párrafo a la noticia de
la llegada de la flota que el 21 de mayo de 1788 arribó al puer-to
de Santa Cruz y «que venía de las Indias a cargo del Jefe
de Escuadra Antonio de Ulloa ... (Ulloa fue uno de los que
marcharon con La Ccndomina en 1737 a Perú a hacer inves-tigaciones
astronómicas. Con él fue el también celebre Jorge
Juan) ... «traía dicha Flota falta de agua y comestibles de que
se proveyó con faciiidad en esta isia, como también de aiguna
jarcia, y los marineros y otras gentes de mar, que vinieron a
tierra se entregaron tanto al vino y a las mujeres, que fue ne-cesario
trabajo para volverlos a juntar a bordo ... » (L. Guerra,
Diario).
Había una regulación metódica y pormenorizada con nu-merosas
órdenes, algunas quizá contradictorias, que organiza-ban
la vida de Santa Cruz; estaban marcadas eon precisión las
horas de cierre de los comercios y garitos; los lugares de es-pera
de los borriqueros, que transitaban con cargas o basuras;
Núm. 33 (1987) 339
6 ENRIQUE ROMEU PAUZUELOS
los sitios donde se habían de colocar los puestos de venta de
los panaderos, los vendedores de hielo y de pescado. Las ca-lles
eran casi todas de tierra y solamente algunas tenían pavi-mento
de cascajo. Las casas, con muros de adobe, aunque bas-tantes
estaban encaladas en blanco. No todas tenían cristales
en las ventanas y las tapaban con papeles engrasados. Los mar-cos
ae ventanas y puertas se pintaban de verde. Se estaban
comenzando a hacer fosas sépticas, y el arrojar inmundicias
a la calle tenía SUS horas y su canon municipal. López de Here-dia
había ordensdo que los vecinos pusieran faroles de aceite
en las fachadas. Algunos balcones de madera quebraban con
su elegancia la monotonía de las paredes planas. Casas bue-nas
que se destacaban en las calles de La Marina, La Cruz Ver-de
y !a plaza de La Pila, füeron !as de Boza de Liiim, Tolosa,
Villanueva, Casalón, de La Hanty y Hamilton.
Hacía n o s años que se habían levantado dos monumen-tos,
mbos costeados por el opulento comerciante Montañés;
la C m de mármol y el Triunfo de la Candelaria: ((A la devo-niAn
~r nvnnncoc AA Tinn R n v t r r l n m A A n + r \ n ; n ñ K X n A r \ - YñnmtoñÁr.
brur r y cnycri>ja>u~= u w l r ciar LULULLLG n L i L u L u u LV~CLAUGLI -uuubauGr3,
Capitán de Forasteros y Síndico Personero de este Puerto.
1759)). Las dos en la plaza de la Pila, entre el castillo y la casa
que por el lado superior sirvió de residencia a algunos coman-dantes
generales.
En 1734 se cubrió el barranco de Santos con un puente, el
de Zurita y los barranquillos; los de Cagaceite o del Aceite, de
San Anro~io, del Ahorcado, tenían pasarelas hechas con tron-cos
de arboles y tablones. Las calles ostentaban nombres de-terminantes
y calificadores: de los Moriscos, de las Lonjas,
del Chmr ~d, e las Tiendas, de! Y ~ q ü e r 6 ~za, l lej6~d e! %di=,
de la Uarina, de los Malteses.. .
Mandaban muchos y chocaban entre ellos.. . El virrey Ta-
Salosos, los inquisidores, sus comisarios que sospesaban los
hechos g los dichos con extremada minuciosidad y con el de-con
do nn~nnfrar hnrnaí~c e lihrnc nrnhihiiinc TI falto & T~S- UUV -U " A 1 " V L A V L -IL A A V I UbLUU L I U I VU V*AIU*L%V,J, J &-AV-peto
a dogmas y santos. Ledru se horrorizó con exclamaciones
muy francesas: ((En la mayoría de las iglesias se leen catálo-gos
impresos de libros prohibidos por su odioso tribunal))
A. P. Ledru, Viaje...). Aún se tenía algo de miedo a la Inquisi-
340 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE Th'NERIFE 7
ción; Fernando de la Guerra refiere en las Noticias de dos co-mandantes
generales: «En primero de agosto de 1773, llegó a
Santa Cmz un Navío de Guerra. Se creyó en Santa Cruz que
conducía al nuevo Comandante General Alvarado. Se mataron
aves, se formó la tropa, se rebulló el pueblo y se comunicó la
noticia a la Ciudad. (La Ciudad, con mayúscula, fue por anto-nomasia
La Laguna.) Salió ser un navío francés que dicen ve-nía
de La Martinica. Cuando se fue se llevó a su bordo a un
francés que vendía cosas en la casa de un portugués botillero
y mesonero. Peleó con 81 portugués el francés, y el portugués
lo delató a la Inquisición por Judío, Hereje, Hugonote, etc., por-que
decía que no traía rosario y que comía carne en viernes.
Luego previno al francés diciéndole que sabía que lo habían
delatado a la Inquisición y que si no se ponía a salvo, lo que-marían
y a su hija. Que él lo acompañaría al Puerto con tra-bucos
y le recogería sus mercancías y créditos. El francés em-paquetó
lo que tenía y se salvó en el navío francés. Los oficia-les
de este navío decían muchas cosas del Santo Tribunal. El
vulgo dice que el francés se desapareció de repente y que era
brujo. El Portugués insiste en persuadir que es Brujo, Hugo-note
y Judío y todo menos cristiano...)) (F. Guerra, Noticias).
La desconfianza hacia los extranjeros fue normal. Había
por entonces en Santa Cruz menos de urm centenar. Para unos
los foráneos impulsaban el comercio, para otros eran herejes
y gabachos. Procedían de Irlanda, Portugal, Holanda, Inglate-rra,
Francia y Malta principalmente.
Los pretextos para encontrar diversión fueron constantes.
Cuando llegaba un comandante general, o los días de las ver-benas
de San Juan y del Cristo de los Dolores en las cuales
las tapadas y los emboxados ponían su misteriosa desenvoltia-ra.
Mucho sermón y mucha novena: «No faltan a maitines, a
misa y a vísperas. Las mujeres de calidad no salen casi nunca
de la casa sino para ir a la iglesia...)) (Macartney, Viaje).
Funciones de teatro, primero en casas particulares y por ri-gurosa
invitación, y a fin de siglo en el teatro que levantó Do-menichini.
«Esta ciudad posee un teatro muy frecuentado, en
donde se encuentra a veces una sociedad interesante.. . Los pa-peles
de mujeres eran representados por hombres disfraza-
Núm. 33 (19871 34 1
dos.. .» (A. P. Ledru, Viaje). También ocurrían a veces volatines
o el concierto extraordinario e improvisado de un muchacho
violinista que llegó de paso en m barco de América del Norte.
Se bailaba el zapateado y el fandango, y según cuentan baila-ban
mal y 10,s músicos tocaban de oído; las orquestas estuvie-ron
compuestas por violines, flautas y guitarras.. . Mucho jue-go
de naipes, en casas particulares y en timbas. Se había pro-hibido
jugar en éstas después de las nueve de la noche por las
peleas y ruidos. Por septiembre de 1775 se estaba realizando
la complicada operación del cambio de las monedas: dos Rea-les
wambas, medios y tostones portugueses, y que corra la
nueva moneda con el mismo valor que corre por España)) a
N
(F. Guerra, Noticias). Tabalosos trajo de ocuítis, lo que le cos- E
í-ó un con del buq-üe, au0.'&íj piezas & iTiüii&a O
d peninsular. Encargó a los Cólogan la operación de trueque,
-
Oo>
E que fue lenta por la picardía e ignorancia del pueblo. Una gan- E
2 gochera de La Laguna no quiso admitir en pago de su mercan- -E
tía las wambas del comprador. Las wambas procedían del
tierripo de ios Eeyes Católicos, estaban desga;t-das .y r,yur- 3 -
tadas. El comprador se quejó al corregidor, quien impuso a -
0
m
E la mujer una multa, pero que no aceptó las monedas, wambas,
O desde luego, con que ella le quiso pagar (M. Sánchez, Semihis-toria).
Hasta eritonces corría el dolar mexicano que equivalía n
E a diez reales plata: diez cuartos hacían un real de plata. -
a
Las fiestas que se organizaban a la llegada de un coman- 2
d
n
dante general tenían un protocolo riguroso. «Se mataron aves. .. n
se rebulló el pueblo...)), lo hemos sabido, pero había ademá,s o3
cañonazos y refrescos con saraos para algunos, y en ocasio-
.--- ---- i".--J0L,. ries CUIL urla ~ Z L W L L ~ L U de üino psrd, tedos.. . c d h r ; Carlos Po~fa,
un embustero y hablante infinito ... se comió los mil pesos ha-blándole
de hacer una krentita ... que estuviera manando pon-che
tantas horas.. . » (E. Guerra, Noticias).
Las fiestas que se hacían cuando se marchaba un coman-dante
gofierzl erBrI rl-es ---- , cnnrntn-rrntn nlnrrvfici L v a a r s g s ~ a .
Se pensaba: quién venga lo hará mejor.. . Algunos acudían al
muelle a ver cómo se embarcaban las cajas con el dinero y
los regalos que llevaban.
Anecdóticas y con incidentes fueron las revistas militares,
342 AVUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 9
a las que asistían muchos espectadores curiosos que se diver-tían
con la escasa marcialidad de la tropa. Los uniformes co-loridos
de los oficiales de los regimientos de las Milicias de
Canarias o del de Ultonia, que estuvo a fin de siglo de guar-nición
en Santa Cruz, contrastaban con la vestimenta de los
soldados. Se comentaban las graciosas intervenciones de je-fes
y oficiales, que se olvidaban ante los refrescos de dos cla-ses
que hacia con nieve del Teide Francesco Chiaro, dueño del
Águila itaíiam, en la plaza, donde despachaba aquéllos y otras
golosinas.
Los viajes se hacían a caballo. La anchura del camino de
La Laguna no admitía coches de cuatro ruedas y sólo los bir-lochos
de dos. Branciforte solía utilizar uno. Las damas mon-taban
en burras con jamugas adecuadas. Esto fue corriente.
Viera tiene en una de sus cartas al marqués de San Andrés un
gracioso comentario sobre 10 caras que se habían puesto las
burras en San Ildefonso, desde que un médico aragonés re-comendó
a la princesa de Asturias, María Luisa de Parrna, los
paseos en burra. Para cualquier viaje largo se ponían velos y
guardapolvos, se dejaban las burras y se usaban carretelas y
sillas de mano.
La esposa del comandante general López de Heredia había
traíd la moda de salir a la calle con manteleta y aun sin nada
a la cabeza, pero a finales de los 1700 ya se usaban los som-brerete~
de copa alta ... Se acudía al paseo: «Santa Cruz tiene
dos paseos bonitos.. . La gran plaza.. . adornada con unas fuen-tes
de piedra de lava negra ... el otro, la Alameda, que está de-corada
con fuentes de mármol blanco y plantaciones agrada-bles
... » (A. P. Ledru, Viaje). La Almeyda, la Alameda, fue cons-truida
en 1782 por orden de Branciforte, en la llanada que se
abría entre los castillos de San Cristdbal y Paso Alto. Al paseo
vespertino iban además de los galanes y las damiselas, bajo la
vigilancia de las madres, les viejos de coleta y peluquín. Unos
y otros obsequiaban con helados comprados en Ei Águiia ita-liana..
.
Había naturalmente amoríos.. . «Se trata de galanteos con
motivo de los Ponte padre e hijo que están en Santa Cruz, de
un oficial de Artillería su apellido Arce, a quien mandó el Co-
Núm. 33 (1987) 343
10 ENRIQCE ROMEU PALhZUELOS
mandante a las islas de Lanzarote y Fuerteventura con una co-misión
de revistas y el motivo es un galanteo.)) Fernando de la
Guerra que anotó estos datos puso al margen y con letras del
aIfabeto griego «La mujer de don Josef Carta», y siguió: «Otro
Ayudante está en Santa Cruz det,enido y malas interpretacio-nes
comentan que por un cortejo que ya fue un poco ruidoso
en otro tiempo.)) Y al margen y también con letras griegas:
«Murga, cort.ejo de Doña María Núñez de Grimaldi.)) Sucesos
normales, pues la belleza de las hembras santacruceras exci-taba
a los jóvenes oficiales de la guarnición. La llegada de fo-rasteros
animaba a los vecinos, como ocurrió cuando en 1780
desembarcó la esposa del comandante general marqués de La
Cañada, Rafaela de Baquedano, no una amazona con bigote, y su
cocinera, «que venía dispuesta a vender su doncellez o lo que
fuera...)) (G. Guerra, Cartas a Viera y Cíavijo). Los cortejos,
galanteos o sigisbeos tenían escenario propicio en el Campo
de las Cruces, por las cercanías de la ermita de Regla, camino
del castillo de San Juan.
El de Sa.n Cristóbal fue el centro oficial de la población.
Según un viajero del siglo anterior, era lóbrego, oscuro, algu-nos
salones no tenían más luz que las que recibían de las cla-raboyas.
No fue residencia oficial de los comandantes genera-les
que pasaban unos días en él, hasta su acomodo en la casa
que alquilaban. Sin embargo? Tabalosos se encontró tan a gus-to
en la fortaleza cuando llegó en 1776, que se quedó a vivir
en ella durante los años de su mando, y utilizó la mayor parte
de las habitaciones con disgusto del castellano. Frontera al
castillo estaba la plaza de la Pila, que fue el agora y el menti-dero
de las reuniones del pueblo. Cerca de ella, por la playa
de la Caleta y el charco de la Cazona, estuvo la Casa de la
Aduana, órgano de la vida del muelle. En la esquina de la pla-za,
pegada a la casa de Carta, funcionó la Administración de
Correos.
A pesar de la suciedad y el desorden, la población ofrecía
m aspecto agradable, que acentuaba la poca altura de las ca-sas
y los espacios de las huertas. Así lo reconocieron los via-jeros
comentaristas, quienes al mismo tiempo hacían resaltar
el triste espectáculo de La Laguna con calles largas y solita-
344 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 11
rias ... «La Ciudad aparece para un extranjero que pase por
ella como desolada y casi deshabitada, pues apenas puede ver-se
a nadie por las calles, en la mayor parte de las cuales se
puede ver cómo crece la hierba)) (Glas, Descripción). «En esta
isla la época de la vendimia es la de la alegría y la de la activi-dad.
Los habitantes de la ciudad. (La Laguna) parecían enton-ces
mas animados que de costumbre» (Macartney, Viaje).
El clima favorecía la crianza de parásitos. La falta de agua
facilitaba la suciedad. Se hacían redadas de los mendigos. Se
perseguía a las prostitutas: «Las cárceles de esta capital no
son generalmente pobladas sino por jóvenes de la última cla-se
social)) (Macartney, Viaje). Con unas y con otros se relacio-n
n h a 18 ~ h ~ ~ ~mr nsirsiin ~ra La--- -.
La clase media se mostraba reticente ante las nuevas ideas
filosóficas que se conocían por los libros extranjeros que en-traban
fácilmente en la isla. Hubo algunas buenas bibliotecas.
Los diferentes grupos sociales: comandante general, ayudan-
LA- T-I--..- Las, Lglesla, -.'- u.Jo,.-P,,- ~ d h i t ed el ubispac.1~d e Vmsrias, Ii,c@-
sición, los frailes, la Milicia, se iban conformando en capas
que querían ser independientes y resultaban con frecuencia
hostiles. Los pleitos eran frecuentes: ({La gente acomodada es
extremadamente litigiosa y se encuentra generalmente enreda-da
en complicadisimos e interminables pleitos)) (Glas, Descrip-ción).
La Aduana, el estanco del tabaco, la Administración del
Correo, el Juzgado de Indias, el Consulado de Comercio, el
Auditor de Guerra, los castellanos, el alcalde, los síndicos mu-nicipales,
así como los mandos militares inferiores, constitían
con los c?íis-uies y los agerltes navales e: cariJ:ziito &.zet;vo.
Más abajo los comerciantes, modestos mercaderes, mesoneros
y, más aún, los vendedores callejeros de pan, pescado fresco
y verduras o hielo.
Hasta el siglo XIX no hubo fondas que se pudieran llamar
tales. Crasas donde daban cama y comida existieron una o dos.
Cuatro vendedores de libros. Ledru señaló el deseo de cultura
de los isleños. EI negocio de las tabernas estaba en manos de
mujeres que, además de vender vino, celestineaban; estos des-pachos
de vino y de Eros estuvieron por la trasera de la plaza
12 ESRIQUE ROMEU PALAZUELOS
de la PiIa, ha.cia la iglesia. Las otras mercancías se mostraban
en tenderetes improvisados o en el suelo; las principales eran:
quesos frescos, bujías de sebo, arenques, tabaco en rama y en
polvo, ferretería menuda, clavos, cacao cuando llegaba barco,
telas, gofio, pescado salpreso ... Su olor invadía la población.
Los vendedores de pan que venían de La Laguna debían de co-loczrse
en la trasera del castillo, por las tapias de su huerta
hasta la plaza. En Santa Cruz se hacía poco pan, para ahorrar
leña.. Se comía a veces un pan de papas. Los socios de la recién
creada Real Sociedad. Económica de Amigos del País de La
Laguna ensayaban las recetas ((para hacer un pan de papas)),
pero informaban «que sabía demasiado a papa.s» (R. Sociedad,
Actas). Los vendedores de nieve del Teide se situaban en la
T,,Tai.;na. Las czliy&.tíall efi pescadu saypreso, tocino
fruta, pan duro y vino no muy bueno. ((La gente no se alimen-ta
sino de patatas y bacalao que pescan en la costa de Africa
o que traen de América del Norte)) (Macartney, Viaje). La re-lación
de platos que puso Glas en su libro, ((sopa hecha con
-.vm#a,eb a, L-*..AU,.-* IUGIU---,A - &A-:-,. ----.L..-:- - --.L..- -..-&-A-- L C ~ U U , LULLI~U, L ~ U ~ I I U I I ~ >I ,I ~ U Upa~m,c as, gti-santer,
cebollas, azafrán, etc., cocido todo junto; cuando se
echa la sopa en el plato se ponen en éste finas rebanadas de
pan. E! segundo plato ccnsiste en carne asada, etc. El tercero
es el aceite y los ingredientes que sirvieron para la sopa, des-pués
de lo cual viene e1 postre que comprende frutas y dul-ces.
..a debía de ser un festín de Baltnasar, reservado para po-cas
familias y aun en éstas cuando repicaban gordo. En las
casas de más acomodo era costumbre obsequiar a las visitas
mañaneras con chocolate y d.ulces. Seguía la fiesta de enramar
1"- ~ 4 1 1 0A~o 7-c m, -n n n l n L 7 n h n - nl A;n A n - 7 - PO-+-
LUiJ D A l l L I L 2 Ub A V 1 3 YUG bC7lGUlaUall Gl UL(I< UG i3U DallbU...
Los toques de oración y de cubrefuego marcaban el fin de
las actividades de cada día. Había miedo al rebato, a las seña-les
de alarma y se mirabar, las banderas de Anaga para cono-cer
si los que se avistaban eran buques amigos o enemigos.
Per ese eutade nemul de sebreua!te, estaba p r ~ ~ b cicdrta~r
los cardones que crecían por la. costa de la Marina, entre los
castillos, que luego de secos utilizaban como leña, pero que
servían para que los tiradores se apostaran tras ellos en caso
d.e ataque. Por Paso Alto y la huerta de los Melones estaban
346 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 13
los lavaderos, y se prohibía a los hombres acercarse, pues las
las mujeres se quitaban las sayas y los corpiños para trabajar.
Ante este conjunto de edificaciones y de seres humanos, vi-vos
y en constante crecimiento, fondeó en la mañana del día 31
de julio de 1776 el barco del capitán Cook.
Las notas que hizo sobre su viaje, en el cual había de per-der
la vida, fueron recopiladas y se publicaron en 1874. El re-lato
es en general como un diario de a bordo, sencillo, con-creto
y sin literatura.
EL TEIDEL, A GUERRA DE LS RELOJES, LOS VIAJEROS
El Teide, el Pico de Tenerife fue un lugar que atraía a los
sabios y a los curiosos. Al estudioso, lo mismo que al viaje-ro.
Conocer la montaña se deslizaba en dos vertientes: la que
atendía solamente a su grandiosidad y a la belleza de sus pai-sajes,
y la que pretendáa estudiarla y conocerla. kie un pano-rama
y un problema.
Unos querían verlo, subir a él, atraídos por la majestuosi-dad
de sus cumbres; otros lo hicieron preocupados por acla-rar
los enigmas que ofrecía. Su altura, dimensiones, clima,
geología, situación exacta, etc. Estos datos fueron expuestos
de modo diverso. Para unos fue asombro y para otros distrac-ción.
José de Viera tiene en las Noticias de la historia de Ca-narias
una detallada noticia, en la qxe incluyó muchos de
aquellos datos y una mención de quienes hasta 1770 habían
subido a la cima.
Un viajero distinguido fue el capitán general Andrés Bonito
y Pignatelli, que según Viera recorrió curioso las islas, lo vio
todo y subió al Teide en 1743. No fue el primero. El Pico, que
según Cadamosto ardía continuamente y por el cual juraban
los guanches, hubo de ser visitado desde las primeras épocas
prehistóricas. Thomas Nichols, agente comercial inglés, que
residió en Tenerife por 1583, hizo una descripción de la mon-taña.
Sin embargo, las ascensiones realizadas antes de 1700 si
bien no debieron ser muchas, sí que han permanecido ignora-
Núm. 33 (1987) 347
14 ENRIQVE ROMEC PALAZUELOS
das. Viera citó a unos mercaderes que la hicieron en 1656.
En 1704 ocurrió la erupción que asoló Garachico. En 1715 su-bió
el doctor Edens; en 1743 lo hizo Andrés Bonito; tras ellos
fueron el ingeniero español Manuel Hernández y el sabio fran-cés,
capuchino mínimo, Luis Feuillée, que subió dos veces, la
primera en 1707 y la segunda en 1724, cuando la Academia
francesa lo envió a Canarias para que dictaminase sobre la po-sición
exacta de la isla de El Hierro. La fecha de esta segunda
ascensión es la de 28 de agosto de 1724. Después la harán Le-berden,
Claret de Fleurieu, éste con el abate Pringle, La Billar-diere,
Borda, Joung, Monneron, etc.
Venir a Tenerife y subir al Teide constituyó un asunto de
interés para los sabios que estaban realizando durante el siglo
& las luces -fina levcii-ucióri cientifií-a tan &staca& c o m ~1%
social cultural.
Desde tiempos anteriores, los científicos intentaban aclarar
un punto que consideraban capital para el conocimiento de la
geografía de la Tierra. Se trataba de precisar la situación exac-ta
de c~--a- 1 ~ u i t i.ülg ar del m'ündo.
En el siglo xv, Hernando Colón y Alonso de Santa Cruz in-tentaron
establecer la longitud del meridiano por la medición
con relojes, que entonces eran imperfectos. En el siglo XVIII
se comenzaron a fabricar cronjmetros de mayor precisión.
Antes, Luis XIV había establecido premios para quienes cons-truyeran
buenos relojes. Él fue además quien ordenó que se
tomara como medida de los meridianos el que coincidía con
la Punto de Orchiila, en la isla de El Hierro, que se sustituyó
posteriormente por el de Greenwich, en Inglaterra.
E: g:an+-i~;zto eie;;tific= 1~ yid!gariza e! u s c r i l , ~f~r& q&e
Julio Verne en el libro Los grandes navegantes del siglo XVIII,
y lo hace del siguiente modo:
«Para determinar la posición de un punto en el globo, es
preciso obtener primero la latitud, es decir, su distancia des-de
el Emador hasta e! Pde Nmte e hustu e! Pele Slx, y des-pués
su. longitud, o en otras términos, su distancia hacia el
Este o hacia el Oeste de algún meridiano ... Si se conoce la
hora de a bordo, es decir, la hora verdadera que se debe de
contar por el meridiano del buque en el instante de una ob-
248 AXUARIO DE ZSTUDIOS ATLANTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TEKERIFE 15
servación cualquiera, y si al mismo tiempo se sabe la hora del
puerto de donde se ha salido o la de un meridiano conocido,
la diferencia de las horas dará evidentemente la de los meri-dianos
a razón de 15" por hora o de 1" por cuatro minutos de
tiempo. De aquí se sigue que el problema de las longitudes
puede reducirse a determinar en un instante dado la hora de
un meridiano conocido cualquiera.))
«Para esto era preciso tener un cronómetro o un reloj que
conservara un isocronismo perfecto a pesar del estado del
mar y las diferencias de temperatura.))
{{En este sentido se hicieron algunas investigaciones. Bes-son
en el siglo XVI, Huygens en el XVII, y después Sully, Harri-son,
Dutertre, Gallon de Rivas, Le Roy y Fernando Berthoud
habían buscado o estaban buscando todavía la solución de este
problema. »
{(Además, los gobiernos ingles y francés, penetrados de los
servicios que prestaría un instrumento perfecto, habían pro-metido
grandes recompensas al que lo inventara, y la Acade-mia
de Ciencias había abierto para ello un concurso solemne.
En 1765 Le Roy presento dos relojes a este concurso, mientras
que Berthoud, que trabajaba para palacio, se vio obligado a
abstenerse de concurrir. Los relojes de Le Roy salieron victo-riosos
de las pruebas a que fueron sometidos en tierra, pero
era preciso ver si resistían las pruebas en el mar.»
José de Viera y Clavijo, que aprovechó bien el tiempo de
estancia en París en 1777, anotó en el Diario de Viaje, con fe-cha
21 de julio de aquel año: {{Después fuimos a casa de Julián
Le Roy, célebre artífice de relojes, quien me explicó con toda
claridad los principios mecánicos de su reloj marino, de que
era inventor, desmontándolo y montándolo a nuestra presencia.»
Debió de referirse a Pedro Julián Le Roy (1717-1785), hijo
de Julián Le Roy (1686-1759), que fue el fundador del impor-tante
taller de relojería. Las pruebas que se hicieron con los
relojes marinos de Le Roy resultaron buenas, y la Academia
le dio el premio; pero como sabia que otros relojeros estaban
trabajando en el asunto dobló el premio para la convocatoria
del año 1773, y a ella se presentó Fernando Berthoud (1727-
1807). «Para probar la eficacia de sus relojes, se armó en Ro-
Núm. 33 (1987) 349
46 ENRIQUE ROMEU PL4ZUELOS
chefort, en los últimos meses de 1768 -dice Verne-, una fra-gata
de diez cañones llamada "La Isis", cuyo mando se con-fió
al caballero D'Evreu de Fleurieu)) (Carlos iedro Claret
d'Evreux, 1738-1810, conocido como Claret de Fleurieu, al cual
nombró N;?poleón, en 1808, conde de Fleurieu). «La Isis)) estu-vo
en Tenerife en dos ocasiones: al comienzo del viaje, a fines
de 1768, y cuando finalizado volvía a Francia, a mediados de
1769.
Viera hizo otra anotación en el Diario: «El bibliotecario,
Mr. E'Abbé Pringle, canónigo de Santa Genoveva (el ayo del
marqués del Viso, estaba visitando la famosa iglesia de París),
nos lo describió todo y hablaba un poco el español, por haber
estado dos veces en Tenerife, durante los viajes astronómicos
n--+-fi-A;Anc (-1 - ; l t 4 - n nn 1VCCl ) nn 7 7 - n o ~ 4 nda 1- 7 i / T ~ ~ ?i nno1~
c i u y L c L r u l u u D \GL UILIIILIU GIL I I wd 1, GIL LUL L I ~ Y I V ub L- LVI(UI LAICA I ~UI,
para probar el nuevo reloj marino. Era profesor de Astrono-mía
y de la Academia de la Ciencia de París. Yo le dije que con
efecto hacía memoria de haberle visto dicho año en la ciudad
de La Laguna, con otros franceses.)) El abate francés vino pues
a 'Pnnn&fn nnn Plovot Fleuriec, en las deu 9casiep,es de la 1 G1LG1ILK7 ,,VIL "IUI DLi
fondeadtira de «La Bis».
Lope de la Guerra no hizo mención de Pringle paseando
{{con otros franceses)) por La Laama, pero la indicación de
Viera confirma, por un lado, la casi constante presencia de sa-bios
extranjeros en Tenerife y, por otro, e! hecho de la Ilama-da
ducha o guerra de los relojes)), a que se refería Julio Verne.
Asimismo testifica la estadía de Claret en Santa Cruz en aque-llos
años.
«H¿?s~esnIt onces -escribió Verne- los relojes habían sido
exarxii,ados separwdumente y pvr diverszs cumiciunes. Ees-sués
se trató de someterlos al mismo tiempo a las mismas
pruebas para ver los que salían victoriosos; y con este objeto
se armo !a fragata "Flora", en Brest, y se dio el mando a tm
oficia1 muy distinguido, Verdun de la Crene, que debía ser
n~rrbrude jefe de escxadra en 1?86. LES etxpa de esta cam-paña
fueron: Cádiz, la isla de la Madera, las Salvajes, Teneri-fe..
.» La relación del viaje de Verdun de la Crhe forma un
voluminoso libro, en el cual hay observaciones sobre Canarias.
Es interesante el comentario relativo al meridiano de El Hierro.
350 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE T E ~ R I F E 17
«Es el meridiano más occidental de estas islas -apuntó
Verdun- y el que Rolomeo eligió para primer meridiano ...
Le era fácil, sin duda, elegir para primer meridiano el de Ale-jandría;
pero aquel grande hombre comprendió que semejan-te
elección no había ningún honor a su patria; que Eoma y
otras ciudades ambicionarían quizá aquel honor imaginario y
que eligiendo cada geógrafo y cada autor de viajes arbitraria-mente
su primer meridiano, podría engendrarse confusión, o
a lo menos dudas en el ánimo del lector...))
El 19 de agosto de 1785 atracaron en el puerto tinerfeño los
navíos franceses «La Boussoule y «L7Astrolabe». Mandaba el
primero Juan Francisco Galaup de La Perouse, conde de La
Perouse (1741-1788), y el segundo el capitán Delangle. En la
expedición que estuvo muy bien organizada y con afán de emu-lación
de las hazañas de los marineros ingleses, iban los sabios
Monneron, ingeniero; Barbizet, geógrafo; Rollin, cirujano; el
físico Lemannon y el relojero Guruy. En el barco de Delangle
viajaba «el ilustre Monge que por fortuna para la ciencia des-embarcó
en Tenerife el 29 de agosto de 1785)). Julio Verne alu-de
con esta observación al desdichado fin que tuvo la empresa
de La Perouse. En relación con los relojes, el marino escribió:
«Las diferentes observaciones de los señores Fleurieu, VerdurL
y Borda no dejan nada que desear respecto a las islas de Ma-dera,
Salvajes y Tenerife. Así las nuestras no han tenido por
objeto más que la prueba de nuestros instrumentos.»
Julio Verne añade: ({Mientras los astrónomos se ocupaban
en determinar la marcha de los relojes astronómicos, los na-turalistas,
con muchos oficiales, hacían una ascensión al Pico
de Tenerife y recogían aigunas piantas curiosas. Monneron ha-bía
llegado a medir la altura de aquel monte con más exacti-tud
que sus antecesores Heberdeen, Feuillée, Bouguer, Verdun
y Borda, que le atribuían respectivamente 2.409, 2.213, 2.100
y 1.904 toesas. Por desgracia, aquel trabajo que hubiera puesto
fin a toaas ias disputas no iiegó nunca a FranciaJ í¿a toesa es
una medida antigua utilizada en Francia y que equivalía a un
metro con 946 milímetros.) De La Perouse y sus compañeros
no se tuvieron noticias. En febrero de 1788 habían sido ataca-dos
por los naturales de Nauna en la isla de Vanikoro, cerca
Núm. 33 (19871 351
18 ENRIQUE ROMEC PALAZUELOS
de Bontany Bay, que los asesinaron. Francia organizó en 1791
una expedición que buscase a La.perouse y los suyos. La for-maron
las urcas, navíos de pequeño tonelaje de navegar lento
y seguro, ((L'Investigation)) y «LYEspoir»; a su mando iba el
contralmirante Bruny d'Entrecasteaux (1739-1793), ilustre ma-rino
que había luchado a favor de España en el sitio de Me-norca
de 1756. ((Se dio el mando de la escuadra -escribe Ver-ne-
al contralmirante Bruny d'Entrecasteaux, que había Ila-mado
la atención del ministro por su campaña en la India na-vegando
con monzón contraria.. . Entre los hombres cient,ífi-cos
que se embarcaron estaban el naturalista La Billardiere,
los astrónomos Bertrana y Pierson, los naturalistas Ventenat
y Riche, el hidrógrafo Beautemps-Beaupré y el ingeniero Jou-vency
.n
«Los dos buques llevaban m rico surtido de objetos de cam-bio
y víveres para dieciocho meses. El 28 de septiembre sal5
ron de Brest, y llegaron a Tenerife el 13 de octubre. En aque-lla
época una ascensión al famoso Pico era de rigor.))
«La Billardiere fue al11 testigo de un fenómeno que ñabía
observado ya en el Asia Menor: su cuerpo se dibujaba con los
hermosos colores del arco iris en las nubes situadas debajo de
él al lado opuesto del Sol.»
El viaje de La Billardiere está descrito en la Relación de
viajes en busca de La Perouse. En él hay curiosas observacio-nes
relacionadas con su estancia en Tenerife.
Por el mes de octubre de 1796 arribó a Santa Cruz de Te-nerife
la urca «La Belle Angelique)); llegaba en un estado de-plorable,
y como después se vio, incapaz para seguir viaje. La
había sorprendido una tempestad que la aniquiló. Estaba al
mando del capitán Baudin, que ya había realizado otros via-jes,
y que intentaba llegar a las Antillas holandesas para recu-perar
muestras botánicas y zoológicas obtenidas en anterior
expedición y que los ingleses retenían. El viaje había sido or-ganizado
por el famoso científico Jussieu y en él iba en calidad
de botánico André Pierre Ledru. Como las notas que figuran
en la traducción que se ha hecho recientemente del viaje de
Ledru no dan una idea clara del personaje, he de añadir que
fue un individuo de cierta importancia, aunque a nivel provin-
352 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 19
cial. Su vida está indicada en la Biographie des hommnes cele-bres
que s'ont fait distinguer par ses faits et actions (Bib. Real
Sociedad, sig. 28, 41).
Ledru nació en Chantenay (Le Mans), en el seno de familia
acomodada. Estudió para sacerdote y fue párroco en el depar-tamento
de La Sarthe. En 1796, cuando arreció allá el movi-miento
revolucionario, huyó a París y fue mo de los clérigos
que juró la Constitución. Colgó los hábitos y como era conoce-dor
de Botánica fue enrolado en la expedición de Baudin. Como
la ttBella Angeliquen no servía, el capitán gestionó con el cón-sul
de Francia Clerguet la compra de otra embarcación, pero
esto le llevó un tiempo, durante el cual Ledru recorrió la isla.
Hombre sin duda afable y ameno debió de pasarlo muy bien
en Tenerife, donde hizo buenas amistades: Bernardo Cologan,
Cambreleng, el sexto marqués de Villanueva del Prado, etc.
Durante los seis meses que estuvieron en Tenerife, Ledru no
dejó de tomar notas, que completó en París y Le Mans con la
lectura de obras sobre Canarias, la historia de Viera entre
otras. Publicó su libro en 1813, o sea, que tuvo una elaboración
de cerca de quince años. En él hay unas cien páginas dedica-das
a Tenerife, todas escritas con cierto grado de afecto y
buen recuerdo, pues le debió de quedar agradable memoria
de los días que pasó en la isla. Al extremo que anotó esta fra-se:
{(Si tuviera que abandonar los lugares que me vieron na-cer
y buscar otra patria, sería en La Orotava adonde iría a
terminar el curso de mi vida.»
El viaje a las Indias se reanudó en 1797, pocos meses an-tes
de que Nelson atacara Santa Cruz, y Ledru, de vuelta a
Francia, elaboró su obra aprovechando noticias y lecturas que
hizo entonces. Se residenció en Le Mans, donde se casó y se
dedicó a la enseñanza. Entre sus obras se cita una sobre cos-tumbres
de los guanches, que se desconoce.
En 1800 se preparó en Francia una nueva expedición. Julio
Verne en la obra citada escribio: «El Instituto fue entonces el
órgano de la opinión pública y reclamó del gobierno una ex-pedición
a las tierras australes, recomendando veinticuatro
hombres de ciencia, que fueron designados por el gobierno
para tomar parte en el viaje.))
Núm. 33 (1987) 353
20 ENRIQUE ROMEU PALAZUELOS
«En este Estado mayor científico iban Leschenaut de La
Tour, Francisco Perón y Bory de Saint-Vincent. Los oficiales y
los marineros habían sido escogidos entre los más hábiles.
Entre los primeros debemos citar a Francisco Andrés Baudin,
Peureux de Melay, Duval de Ailly, Jacinto de Bougainville ,Car-los
Baudin, Manuel Kamelin, Pedro Millius, Mangin, Enrique
de Frecynet, que todos llegaron al grado de contralmirante o
de almirante; La Bas Saint-Groix, Pedro Guillermo Gicquet,
Jacobo Felipe Montgery, Jacobo de Saint-Cryck y Luis de Fre-cynet,
futuros capitanes de navío.))
((Para ella se armaron en El Havre una corbeta de treinta
cañones llamada el "Geógrafo" y una gabarra bastante grande
titulada el "Naturalista" ... El 19 de octubre de 1800 los dos
'h.rn,-nc< rinlin*rnv, r7nl T.Tn.rrrn c<nlr,Aorlnc nnr 1-c n ~ l n m o r i i n n n c dy U U ~ U G D DaucL ULL UGL LACA v L \r OUIUUWUUU PUL LUU WUAWIAACUVIV~~VU
una multitud inmensa. Los navegantes se detuvieron al@ tiem-po
en el puerto de Santa Cruz de Tenerife.. .»
El relato de la estancia de los viajeros en Tenerife se halla
en la obra que escribió Bory de Saint-Vincent, con el título de
V o c n i n w r . r F o r t ~ ~ &eS, 170nt i4~Aet lanti&, 9 Pyvpci~ L Y U U W U O "'m,
de l'historie generales de 17Archipiel des Canaries, 1802, en 4:.
Las notas de Bory de Saint-Vincent no favorecen mucho a
Tenerife. Este naturalista y militar nació en Agen hacia el
año 1773. Debió de ser hombre violento. De vuelta de su viaje
se inscribió en la milicia y estuvo en España, durante la guerra
de la Independencia, en el estado mayor del mariscal Soult.
Recorrió Andalucía con la misión de requisa de contribucio-nes,
y actuó con dureza, siendo, según lo que dice de él la Bio-grafía
de hombres célebres, ((un garnissaire de ce malhereux
puys». Se hize celebre en Pzrir en 1815 p r si" ferviente 2dhe-sión
a Napoleón. En una proclama que leyó como diputado en
junio de aquel año volvió a recordar su estancia en Andalucía:
«iAh!, señores, aquellos que por su condición han sido como
yo los jenízaros de España, saben que la presencia de los me-i
n r ~ c~ i P r r i f n c in~idi~ientpea r2 d~minzrs l~fpi i iphl~. . .~ JVZ."" " J V L V I V V U
Bory de Saint-Vincent salió expulsado de Francia en 1816 y
residió en Bruselas.
El libro que sobre las islas canarias hizo Bory de Saint-
Vincent es extenso y documentado. El autor, «J. R. G. M. Bory
354 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 21
de Saint-Vincent, oficial francés)), conocía o conoció los libros
que se habían escrito anteriormente sobre el archipiélago. En
Tenerife tuvo relaciones amistosas con Bernardo Cologan y
Fallón. Aquí se dedicó a recorrer la isla y a refutar o aclarar
los comentarios de alguno de los autores de aquellos relatos.
Así dijo que la relación de Macartney «es falsa y desnaturali-zada)).
Leyó con Cologan las obras que se habían escrito rela-tivas
a Canarias. Estuvo en contacto con el cónsul Broussonet
con el cual herborizó y que le consiguió una momia guanche.
No estuvo conforme con algunas ideas de Scory y de Sprats.
Aunque hizo asjjavientos -como otros- ante las pinturas
que mostraban sangrientos episodios inquisitoriales, aseguró
que «el despotismo monacal y la Inquisición no pesan sobre
el pueblo)). Se admiró también de las listas de libros prohibi-dos
que se ponían a la entrada de las iglesias, algunos sin más
razón que in odium autoris, por odio al autor. Además de Co-logan
y Broussonet, Bory conoció a los Murphy, «destacados
comerciantes de Santa Cruz)). Aseguró que el desembarcadero
era peligroso y que había que tomar precauciones al desem-barcar
de las lanchas. Le sorprendió la entrada a la ciudad
«por una mala puerta de madera)), en cuyos alrededores olía
muy mal, porque los viandantes hacían por allí sus necesida-des
menores. Vio muchos frailes y curas con hábito, lo cual
no era corriente entonces en Francia; también muchos mendi-gos
que solicitaban una pecete y bastantes mujeres pobres y
malolientes. Encontró a las cantacruceras de clase acomoda-da,
de buen tipo, de bellos ojos, delgadas y morenas, cca la por-tuguesa)),
pero con nariz grande y dientes estropeados. Colo-gan
ie hizo el relato de la erupción del Chaorra, en 1798. Dedicó
bastantes páginas a detallar plantas y especies biológicas de
Tenerife y estudió la historia de los naturales de las siete is-las,
costumbres, creencias, momificación, etc. El libro acaba
con una teoría sobre el emplazamiento de la antigua Atlántida.
Lieva varios excelentes grabados de dibujos hechos por él mis-mo,
de mapas, el Teide y algunas flores o plantas curiosas. Es
un libro indudablemente de bastante interés, honesto, y se
puede poner al lado del de Ledru, tanto por su erudición como
por el afecto con que estudió las islas.
Núm. 33 (1987) 355
22 ENRIQCE ROMEC PALAZUELOS
A estos viajeros franceses de nación, huéspedes de Teneri-fe,
hay que añadir otros ingleses, que también vinieron por
aquí. Así el comandante Joung-, que en 1772 sacó de la isla una
momia; James Cook, sujeto principal de este trabajo, con Bligh
y los demás, y muy principalmente al embajador lord Macart-ney,
que estuvo en Santa Cruz de Tenerife el año 1792 cuando
hacía viaje a la China y Tartaria para posesionarse de su car-go.
Macartney es personaje de interés y el relato que hizo de
su estancia en la isla ofrece aspectos que hacen pensar que
fue tan inglés como diplomático y tan diplomático como espía.
Se puede sospechar que sus detalles sobre los castillos, fuer-tes,
baterías, etc., que defendían la plaza y que incluyó en su
libro Viaje en e2 interior de la China y de Tartaria reaíixado
du te loas T179I2,O 2793S y 19 74, a iiustrar a Cual-quier
posible atacante de Santa Cruz. En este punto su narra-ción
contrasta con la de Cook, que omitió cualquier dato de
tal índole. En todo caso el espionaje diplomático no es cosa de
hoy, aunque lo apuntado por el embajador, no muy amplio,
peizo si coiici;eto, es y es iiui-rfia~ que hacia
uso de lo que iba conociendo si esto podía favorecer a su país.
Por eso es curiosa la interpretación que da del ataque que
en 1657 hizo Johw Blake contra la flota hispana anclada en la
rada de Santa Cruz: «. . . el peligro a que se exponen los navíos
que la pudieran atacar. El viento no sopla casi nunca del lado
de tierra y si fracasaran en su empresa, les sería imposible es-capar
al fuego de las baterías que bordean la ribera)).
«El va,liente almirante Blake -siguió Macartney- desafid
sin embargo este peligro, cuando en 1657 Inglaterra estuvo en
4 .
g----u-mt x~aU..J .LeL- vfi.a-p.-a-u=a-. TL IlLnG-#L. IV UJ.. G a..-Al,.-u ul Ge-I L ~",.-*G..".mVLL U U UAGe Dm.U. -p,.:ma lo, -4-n a b a -
có en la bahía a una flota de galeones tan numerosa como su
escuadra, y a pesar de las baterías costeras, hundió todos los
barcos españoles. El viento que cambió de pronto, como por
milagro, le permitió retirarse.. Es imposible contemplar el si- , :A,. ..#.-A#. -e .-lAme-nllA l n n*rmnm o;%.. ",-,Gn,. 1-c ~ , 3 l < m w n e,-,,,m
1 1 i u UULLUG ac u c u a ~ ~ u Ll ~a ua b C i L w u , o111 ~ W I K U GLA AWD ~ G Z L S I U D YU-lo
rodean y experimentar algo del temor que implica un peli-gro
que nos amenaza todavía.))
Palabras de indudable prevención y aviso a un potencial
atacante. De sobra es sabido que Blake no hundió los barcos
356 SNUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 23
de Diego de Eguez; la flota española fue hundida por sus tri-pulantes
una vez que sus riquezas fueron trasladadas a tierra.
Prescindiendo del invencible proselitismo que debe desarro-llar
un diplomático, los comentarios de Macartney parecen cal-cados
de los de Cook. Clima, vino, agricultura, precios, cos-tumbres,
etc. La duración de la estancia permitió a los pasa-jeros
de los navíos «Lion» y «L'Industan», que acompañaban
al embajador, intentar la ascensión al Teide, pero el mal tiem-po
debido a la época (fue en el mes de octubre) les impidió
alcanzar la cima. Unos se quedaron frente al Pan de Azúcar y
otros en la Montaña Verde. Macartney salió de Santa Cruz el
27 de octubre de 1792.
Cinco años después llegaría Horacio Nelson, pero al gran
marino ingles no lo podemos considerar como un visitante.
Tampoco está dentro de la cronología que me he impuesto, la
estancia en la Isla de otro ilustre viajero, Alejandro de Hum-boldt,
que pisó en Tenerife los umbrales del siglo XIX.
El capitán James Cook
James, Jacobo o Jacques Cook nació el 27 de octubre de
1728 en Matton, en el condado de York; fue el noveno hijo de
un modesto labrador y a los ocho años ayudaba al padre en el
campo; el granjero de Airy Holme, la finca donde trabajaba,
le enseñó a leer. A los trece años era ayudante o aprendiz en
una mercería del pueblecito costero de Staith, y allí comenzó
a entusiasmarse por el mar. Los señores Jhon y Harry Waíker,
que tenían barcos que llevaban carbh a IriariUa, lo contraba-ron,
y de grumete fue ascendiendo hasta patrón de barco.
En 1755 Francia y Gran Bretaña estaban en guerra y la Ma-rina
inglesa realizaba levas forzosas, al principio Cook se es-condió,
pero más tarde se presentó voluntario en el buque
{(Eagie)), Iiian&a'Da Hugo Paiiiser. Eii iiaviu llegó
a contramaestre. El 15 de mayo de 1759 pasó al «Mercure»,
que iba a Canadá para coadyuvar en el sitio de Québec. Al16
fue encargado de sondear el río San Lorenzo, y levantó un
mapa que le valió la felicitación del almirantazgo. Embarcó
Núm. 33 (1987) 357
24 ENRIQUE ROXEU PALAZWLOS
luego en el «Northmberland», estudió astronomía y levantó
planos de las islas San Pedro g Miquelón. Había logrado la
confianza de los altos jefes de la Marina, que en 1769 le dieron
el mando del ((Endeavourn con la misión de explorar los mares
de la Antártida. Éste fue el primer viaje, en el cual descubrió
las islas de la Sociedad, Tubai y Nueva Zelanda. En el segun-do,
em~rendido en 1772, descubrió Nueva Caledonia y recorrió
el Antártico. F,n 1776 emprendió el tercero, en el cual recaló en
Tenerife. Descubrió las islas Sandwich o Hawai. El 14 de fe-brero
de 1799 y estando en la bahía de Karakakua, en Haw-ai,
los indígenas lo atacaron y aunque se defendió con un fusil,
lo asesinaron.
De James Cook se ha dicho que es «uno de os más famosos
navegantes de que puede gioriarse Inglaterra».
Estancia del capitán Cook en Tenerife
El viaje de James Cook a que me estoy refiriendo originó
una obra que se editó en Dublín en 1784. Su título, en caste-llano,
es: Un viaje al océano Pacifico por orden de Su Majes-tad,
para realixar descubrimientos en el hemisferio norte _u de-terminar
la posición del oeste de América, su distancia de Asia
y la posibilidad de un paso a Europa por el nordeste, hecho
bajo la dirección de íos capitanes Cook, Cle'rke y Gore en los
naz-ios de S. M. "Resolution" y "Discouery", en los años 1776,
1777, 1778, 1779 y 1780. En tres voízimenes. Los volúmenes I
y II escritos por el capitán Cook. miembro de la Real Sociedad
Publicado por orden del comisionado del Almirantaxgo. Du-blin,
1784.
Comienza con un emocionado elogio del ilustre viajero, al
que siguen las instrucciones dadas a los expedicionarios, y la
lista de quienes tripulaban las naves.
Cook menciona en el preámbulo a un científico que le ayu-dó
bastante: {(El señor Anderson, mi cirujano, que une a su
pericia en la profesión, un buen conocimiento de la Historia
Natural, estaba tanto como es posible, bien calificado, para
358 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
El capithn James Cwk.
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TEITERIFE 23
describir cada detalle de esta rama de la ciencia, que fuera
digno de ser tenido en consideración. Como había estado an-tes
en las islas del Sur y me había sido de singular mérito con
las varias noticias utilizables sobre hombres y cosas, para en-riquecer
mi relación de aquel viaje, espero razonablemente
que su ayuda me sirva para anotar nuestros nuevos adelantos.))
En efecto, Cook incluyó en varias ocasiones los pgrrafos no-ticiosos
que le proporcionó el cirujano Anderson. En el capí-tulo
11, que corresponde íntegro a Tenerife, más de la mitad
de su contenido procede del médico inglés, y considero que en
sus notas no detalla las andanzas y las opiniones personales de
Cook. Aparece, por tanto, el recuerdo de una noticia que ase-gura
que el navegante inglés residió en la fincz, conocida como
«Casa Mackayn, que está en la carretera vieja a La Laguna, a
la altura de Gracia, y desde la cual se dice que veía en el mar
los barcos de la expedición. Habremos de tener en cuenta dos
consideraciones: una, que no es lógico que un hombre tan cui-dadoso
de la preparación de un viaje abandonara sus barcos
para irse varios kilómetros tierra adentro; la segunda, que ía
idea falla desde el momento en que tenemos la seguridad de
que desde la citada finca, ni aún desde sus ventanas altas, se
puede ver la rada de Santa Cruz. Tal vez Cook se acercara en
alguna corta ocasión a la casa. También se ha dicho que estu-vo
en la de los Cólogan; ha de entenderse siempre que hubo de
ser -si fue- en la que estos opulentos comerciantes tenían en
Santa Cruz de Tenerife y nunca la del Puerto, entonces de La
Orotava.
Otro de los hombres embarcados en la ctResolution» fue
Omal; era un nativo de las isias dei Sur, de Oteneite, en ias de
12 Sociedad; había sido llevado a Inglaterra en el viaje ante-rior,
pues subió a bordo del navío «Adventure», del capitán
Tobias Furneaux, y se quedó en él. Ya en la metrópoli, el con-de
de Sandwich, lord primero del Almirantazgo, lo presentó
al rey Jorge 111 y ios sefiores BanKs y Soianaer, que habían
viajado con Cook, lo llevaron a las casas más distinguidas de
Londres, en la que lo mostraron como curiosidad. Ante el nue-vo
viaje se pensó en retornarlo a su patria con la idea de que
hiciera propaganda de las excelencias de la civilización; Cook
Núm. 33 (1987) 339
26 ENRIQUE ROWEG PAL4ZUELOS
apuntó: {{Como en nuestro camino al escenario de las nuevas
operaciones teníamos que tocar en las islas de la Sociedad, se
determinó no perder la oportunidad (la única verdaderamente
posible) de llevar a Omai de vuelta a su país. De acuerdo con
esta idea, y estando todo preparado para nuestra marcha, él y
yo salimos de Londres a las cinco de la mañana del día 24 (ju-nio).
Omai dejó Londres con una mezcla de pena y satisfac-ción..
.» Lope de Guerra hace mención «de un indio que habían
traido a la Europa...)). Se puede suponer Ia admiración de los
tinerfeños ante Omai.
Los tripulantes del navío de Cook fueron ciento doce y el
master o patrón se llamaba William Bligh, célebre como ma-rino
y famoso por su genio atrabiliario y dominante. BIigh
zaciS ea T7ata.n 2:: 1754. T T i n n rino nrimnrn
v UAU -U p A u u , , w U. S22t2 C3.l~
de Tenerife en el viaje de Cook que estoy relacionando; en 1787
fue designado para mandar la nave «Bowity», con la misión
de llevar el árbol del pan, desde Otaiti a América e Indias oc-cidentales.
Fue entonces cuando recaló por segunda vez en
Santa cr-& & Tenerife. Desc!&riS islss 81 ne& Nce-va
Zelanda que llamó islas Bounty y en el viaje parte de la tri-pulación
incitada por el contramaestre Fletcher Christian se
amoticó. El episodio ha sido llevado al cine y ha dado lugar
a narraciones como Rebelión a bordo, de Mordhoff y Hall, y
Los amotinados de la Bounty, de Julio Verne. Christian obligó
a Bligh y dieciocho de sus partidarios a meterse en una lan-cha,
con pocas provisiones y sin armas, pero Bligh consiguió
llegar con dieciséis de sus compañeros a Batavia. En 1803 fue
nombrado gobernador de Nueva Gales y también tuvo encon-trmams
c m m c ~ub~r&ii,adosY!. teniente cvrenel Jehnsten
lo depuso en 1808; estuvo preso cinco años. Vuelto a Inglate-rra
se defendió con eficacia, y en 1814 fue nombrado vicealmi-rante.
Murió en Londres en 1817.
Los que se encargaron de ordenar las notas de Cook tuvie-mn
a =me, eritre &res libres qtle &m, e! de Jorge GIm The
History of the Discovery of the Canary Islands, editada por
primera vez en Londres en 1764 y por segunda en 1787, mu-chos
años después de que el comerciante, médico y viajero ir-landés,
su mujer y su hija fueran asesinados por ((cuatro mal-
360 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS E~ S. C. DE TENERIFE 27
vados convictos)), marinos amotinados del buque «Conde de
Sandwich)), en que volvían de Canarias a Inglaterra. Las notas
de los editores llevarán la indicación oportuna. El libro de Glas
ha sido traducido en 1976 por Constantino Aznar de Acevedo
y editado por el Instituto de Estudios Canarios. Me sirvo de
esta edición para corroborar las noticias de Cook-Anderson,
que son las que siguen:
({Capítulo 11. Estancia de la "Resolution" en Tenerife. Re-cepción.
Descripción de la rada de Santa Cruz de Tenerife.
Provisiones que se pueden adquirir allí. Observaciones para
fijar la longitud de Tenerife. Algunas noticias de la isla. Ob-servaciones
botánicas. Las ciudades de Santa Cruz y La Lagu-na.
Agricultura. Aire y Clima. Habitantes.))
«. . . habiendo observado que no teníamos heno ni trigo su-ficiente
para la subsistencia de los animales a bordo hasta
nuestra llegada al cabo de Buena Esperanza, he determinado
tocar en Tenerife para proveernos de varios alimentos frescos
para nosotros y para aquellos; pienso que esta isla se halla
mejor preparada que la de Madera por varias razones.)) (Cook
estuvo en Madera. en Funchal, en un viaje anterior, por esto
muchas de sus indicaciones resultan comparativas entre Tene-rife
y aquella isla.) «A las cuatro de la tarde del viernes treinta
y uno de julio, vimos Tenerife, y abarloamos cerca de la isla
y durante la noche nos mantuvimos a distancia.))
«En la mañana del uno de agosto, al amanecer, volvimos a
navegar, rodeando la punta Este de la isla, y cerca de las ocho
anclamos en el lado Sudeste, en la rada de Santa Cruz de Te-nerife,
a treinta y tres brazas de profundidad; el fondo es de
arena y iodo. La Punta de Naga (Anagaj se haiia ai Este de ia
rada y señala 64" Norte a Oeste; la iglesia de San Francisco
se destaca por su alto campanario al Oeste Sudeste; el Pico
da 39" Sur Oeste. En tal situación, amarré dos cables por cada
lado, uno al N.E. y el otro al S.O., y nos quedamos a media
miiia ae ia costa.))
{{Encontramos fondeados en este puerto "La Boussole", fra-gata
francesa comandada por el caballero de Borda; dos ber-gantines
de la misma nación; un bergantín inglés, de Londres,
en ruta al Senegal, y catorce velas de barcos españoles.))
28 ENRIQUE ROMEU PALAZUELOS
((No habíamos acabado de anclar, cuando nos visitó el ca-pitán
del puerto, que quedó satisfecho sólo con preguntarnos
el nombre del barco. Con esto nos dejó. Envié a tierra un ofi-cial
para que presentara mis respetos al gobernador, y pedirle
permiso para que nos dejase tomar agua y adquirir varios ar-tícillos
que necesitábamos. Nos lo concedió con la mayor cor-tesía.
Poco después vino a bordo un oficial para c~amplimentar-nos
por nuestra llegada. Visité personalmente al gobernador
con algunos de mis oficiales al atardecer, y antes de volver al
barco, contraté grano y paja para el ganado; encargué algo de
v i ~ oa Mr. Garrick, el proveedor, y realicé un arreglo con el
dueño de una barca española para que nos trajese agua, pues wa
constaté que nosotros no podíamos hacerlo.))
(El? 1776 I"la=im en m---- -1- .--o A-*,..Cn.. ,,c,--..n:ni,, s G L ~ G LL AG a l g u l l w ~~ ~ G ~ L L G~ DU L ~ I G Ib lalGrJ
U
a -
extranjeros y entre ellos fi,wó un Mr. Garrick, que ha de ser 0"
el que trató con Cook.) E
«El puerto de Santa Cruz está situado ante la ciudad del I
mismo nombre, en el S.E. de la isla: es, como he dicho, el prin-cipal
& Tefierife, por situaziSn, eapsci&d y h,=r,dad de 5
B
fondo. Está abierto enteramente a los vientos del S.E. y del S., mo-pero
éstos no son de larga duración, y dicen que no son obs-
U táculo para que un barco navegue con ellos y pueda anclar 5
frente a la costa. Esto puede ser debido, en parte, al gran cui- a
dado que en amarrarse toman los navíos. Por lo que observé, a
C
todos los barcos que encontramos allí tenían tendidas cuatro 2
d
anclas; dos al N.E. y otras dos al S.O., y sujetaban los cables '
a los cascos con boyas. Kosotros sufrimos un poco al no to-mar
esta última precauci6n.))
E! -rwsnn;inAr\, An 7ncl nntnc
IGbVrllauuI UC, IIVUí*a de C m t aiiadió: «Almqze estu.
circunstancia era conocida por quien fzcilitó el informe al ca-pitán
Cook, sabemos por Glas que "algunos años antes, estan-do
él en Tenerife, casi todos los barcos que estaban en la rada
fueron empujados a tierra". Ver Glas, Nistoriu de las Islas
Ccmrias, yag. 235. Fedemes slqxmer qw !ES precsriidmec te
madas ahora han prevenido el que ocurran tales accidentes.»
En efecto, Glas escribió: «Hace unos años casi todos los
barcos que navegaban por esta ruta fueron lanzados hacia la
costa por uno de estos temporales; algunos barcos ingleses se
362 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 29
encontraban en aquel momento en la bahía, pero sus tripula-ciones
cortaron prudentemente las amarras, y así salieron del
temporal con seguridad. En aquella ocasión algunos marine-ros
españoles declararon allí públicamente que habían visto al
diablo en lo más alto de la tormenta muy atareado en ayudar
los heréticos)) (pág. 68 de la edición de 1976).
KA la parte S.O. del puerto sale desde la ciudad hacia el
mar un muelle de piedra, que es conveniente para la carga y
descarga de mercancías. El agua que se facilita a los barcos se
trae por este muelle. Es también la que utilizan los habitantes
de Santa Cruz, y procede de un riachuelo que corre desde las
colinas; su mayor parte llega a la población por canales de
madera o pilones que están sostenidos sobre postes ligeros, y
el resto se pierde en el mar. Pienso que esto es normal dado
el tamaño de los canales por la que corren a veces torrentes
muy abundantes .»
((Ahora están reparando estos pilones y por eso escasea el
agua fresca, que aquí es muy buena. Si juzgamos por la apa-riencia
del campo de los alrededores de Santa C m , habremos
de pensar que Tenerife es lugar estéril, insuficiente para man-tener
normalmente a sus habitantes. Sin embargo, los copio-sos
víveres que recibimos nos convencen de que producen bas-tante
para cederlos a quienes los visitas. Además del vino que
es el principal producto de la isla, se puede encontrar carne
por un precio módico. Los bueyes son pequeños y huesudos,
y un cuarto de ellos pesa alrededor de noventa libras. La car-ne
es desde luego limpia, y se vende ahora por medio bit (tres
peniques de libra esterlina) la onza. Compré inadvertidamen-te
terneros vivos por lo que pague considerablemente más.
Los cerdos, ovejas, cabras y pollería se compran igualmente a
precios baratos, y las frutas son abundantes. Hay ahora uvas,
higos, peras, moras, plátanos y melones moscados. Aquí se
producen otras variedades, aunque ésta no es la época. Las
calabazas, cebollas y patatas son extraordinariamente de cali-dad
y se conservan en el mar, mejor que otras que yo haya
conocido antes.))
«El maíz que también se produce aquá me costó sobre tres
chelines y seis peniques una fanega.)) (Cook anotó bushell que
Núm. 33 (1987) 363
30 ENRIQUE ROhlEC PALAZUELOS
es medida inglesa de unos 35 litros.) «Las frutas y tubérculos
son en general muy baratas. No hay variedad de pescados, pero
traen considerables cantidades desde Berbería en sus barcos,
y los venden a precios razonables. En resumen, encuentro esta
plaza más conveniente que Madera para escala de los navíos
que se empeñan en largas travesías. Pienso que el vino de esta
ultima es, según mi gusto, muy superior al de la primera, y
que la cerveza es algo floja. En comparación es considerable
la diferencia de los precios, porque el mejor vino de Tenerife
se vende ahora a doce libras la pipa en tanto que la del mejor
Madera costaría sensiblemente más del doble.))
a El anotador inserta la siguiente observación: ({Anteriormen- N
te se hacía en Tenerife gran cantidad de Canarias seco, que los E
O franceses llaman vino de Malvasía, y que nosotros, siguiéndo- n -
=
los incorrectamente, decimos Malmsey (de Malvesia, ciudad m
O
E
en La Morea, célebre por su sabroso vino). En el último siglo SE
y aun después se traía mucho a Inglaterra; pero ahora se hace =E
poco vino aunque sí de la calidad que indica el capitán Cook. 3
En tiempo de Glas se hacían cada año unas unoventa pipas de - -
rico Canarias, y él dice que ahora cosechan las uvas aún ver- 0m
E
des y con ellas hacen un vino seco y fuerte, conveniente para O
climas cálidos)) (pág. 262). 5
n
La mención de lo escrito por Glass es ésta: {{Recogen las -E
a uvas cu2ndo están verdes y hacen con ellas un fuerte vino, l
seco, el cual, cuando tiene dos o tres años, apenas puede dis- n
0
tinguirse del vino de La Madera, pero después de cuatro años 3
se hace tan meloso y dulce, que parece el vino de Málaga en O
España)) (pág. 91 de la edición de 1976).
«El caballero de Borda, comandante de la fragata francesa
anclada en la rada, está encargado, en unión del caballero es-pañol
señor Varila (Varela), de hacer observaciones astrono-micas
para averiguar la marcha de dos relojes que tienen a
h n r d ~d e $11 bi~qiue.P ara este trabajo han colocado a la cabe-cera
del muelle una tienda en la que hacen sus experimentos,
y comparan sus señales cada día con un reloj en tierra. El ca-ballero
nos facilitó cortésmente estas señales por lo cual po-díamos
comparar al mismo tiempo nuestro reloj, pero nues-
364 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
SAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TEXERIFE 31
tra estancia fue demasiado corta para que pudiéramos apro-vechar
su amabilidad.))
{{Las comparaciones que hicimos los tres días nos asegura-ron
que, salvo pocos segundos, el reloj no había alterado su
ritmo de marcha y nos daba la misma longitud que nosotros
obteníamos hallando el tiempo en las observaciones de la al-tura
del sol en el horizonte del mar. El reloj dio los días uno,
dos y tres de agosto, la misma longitud, 16" 30' Oeste; y en la
misma manera se encontró la latitud, que fue de 20" 30' 11"
Norte.))
«El señor Varela nos informó que la longitud verdadera
desde París es 18" 35' 30' y que desde Greenwich es sólo de
3 C O 9fi' i A 0 9" -,-A- n r v r i 1- m-rn Jnhn ri.rnr+-rir\ *nlr\; Dnvn 1n;n.z
AV r>U , . L I 0 l L l G A l U 3 Y U G .La Y L I G UC&*lC& l l U G > J C I U L C I W J + l. G I W I G J V D
de ver esto como un error de cronómetro, pienso mejor que
es la confirmación de que marcha bien, y que la longitud que
marcó está tan cerca de la verdad como la de cualquier otro.
Lo que se confirmó posteriormente con las observaciones lu-llares
qGe hicimas el pü3+bo y dieron16 0 37' 10": las
realizadas antes de nuestra llegada y reducidas a nuestro reloj
dieron 16" 33' 30" y las que hicimos al marcharnos, reducidas
luego del mismo modo, dieron 16" 28'. La media entre las tres
resulta 16" 30' 40".»
«El Pico de Tenerife es uno de los lugares más señalados
de la Tierra para que los geógrafos puedan reducir estas diver-sas
longitudes y la la laitud. (Yo me metí en una discusión par-ticular
con objeto de obtener la situación verdadera.) He re-currido
a hacer medidas y cuando dejamos la rada de Santa
Cruz de lenerife, a ias pocas horas de ia marcha dei buque,
la hallé que era de 12' 11" al Sur de la isla, y 29" 30" de longi-tud
Oeste. Como la base que nos ayudó a determinarlas fue
estimada en parte, es posible que haya error; pienso que la
equivocación no puede ser mucha. El señor Maskelyne, en la
Britisá Marine Guicie, sitúa ei Pico en ia iatituu 28" í2; 5 V Este;
la medición hecha en la rada nos dará 43' de diferencia en ia
longitud, lo cual excede considerablemente en la distancia que
estiman hay desde el Pico a Santa Cruz. Yo calculé la latitud
del Pico en 28" 18' Norte. Según esta suposición su longitud
será la siguiente:
Núm. 33 (1987) 365
32 ENRIQUE R O ~ PUAL AZUELOS
Por cronómetro . . . . . . . . . . . . . . . 17" 0' 30" Norte Oeste
Observación directa . . . . . . . . . 16" 33' 20" Norte Oeste
Según Varela . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16" 46' 0" Norte Oeste
Yero si la latitud del Pico es de 28" 12' N", como indica la
British Marine Guide, la longitud habrá de ser 13' 30" más al
Oeste.))
«La medición que hicimos cuando el barco estaba anclado
en el puerto, utilizando nuestros compases, resultó ser 14" 41' 12"
Oeste. La inclinación de la aguja hacia el Norte fue de 61" 52' 30".»
En esta ocasión es cuando Cook deja de consignar sus pro-pias
observaciones y cede la pluma al cirujano Anderson.
((Ahora -avisa el capitán- siguen, según sus mismas pa-labras,
algunas de las notas que sobre las circunstancias de la
naturaleza en Tenerife y sus productos hizo Mr. Anderson, tal
como el mismo observó o conoció por informes acerca de la
situación general de la isla, las cuales serán útiles para seña-lar
de un modo particular las variaciones que han ocurrido
desde que Glas las visitó.))
((Mientras esperabarnos para ir s tierra, y como el tiempo
era perfectamente claro, tuvimos la oportunidad de ver el ce-lebrado
Pico de Tenerife. Pero reconozco que quedé desilusio-nado
con respecto a lo qce esperaba de su imagen. Ciertamen-te
las alturas que he visto de las islas de Occidente están lejos
de igualar la del Pico, aunque su altura perpendicular puede
ser mayor. Esta circunstancia se puede originar quizá porque
aquéllas están rodeadas de otras montañas muy altas, en tanto
que el Wco se asiente sin rivales.))
«Desde la ciudad de Santa Cruz la campiña asciende gra-dualmente
y es de moderada altura; mas adelante y hacia el 23.0.
va siendo más alta y sigue ascendiendo hasta el Pico, que apa-rece
desde la rada solo un poco más alto que las cumbres que
!n rndean. Desde alli crece aunque no de repente ni tan rápido
como puede apreciar la vista. Como no podíamos estar en la
cima en un día, tuve que contratar una excursion por el campo;
de otra manera hubiera querido poder visitar lo alto de esta
famosa montaña.))
El recopilador añadió esta nota: «Ver un relato de la ex-
366 ANU.4RIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NAVEG.4NTES EUROPEOS EX' S. C. DE TENERIFE 33
cursión a las cumbres del Pico de Tenerife en Sprats, History
of the Roya1 Society, págs. 200 y sgs. Glas también subió a la
cima, Historia de las Islas Canarias, págs. 250 a 259. En las
Philosophical Transactions, vol. XV, vii, págs. 353, 356, tene-mos
"Observations rnade in going up te Pico of Tenerife",
Dr. Heberden. El doctor halló que su altura es de 2.566 fathoms
desde el nivel del mar, o sea, 15.395 pies ingleses; dice que esto
le confirma dos subsiguientes observaciones: una, que él mis-mo
hizo, y otra, que realizó el cónsul Mr. Crosse. Supo además
que el caballero Borda, que midió la altura de la montaña en
agosto de 1776, le dio solamente 1.931 toesas francesas, o sea,
12.340 pies ingleses. Ver las Observations During a Voyage
Round the World, pág. 32.8
«Por la parte este de Santa Cruz, la isla aparece completa-mente
árida. Las líneas escalonadas de las colinas se dirigen
hacia el mar, y entre ellas hay valles profundos encauzados
entre las montañas y las alturas que se amontonan y son cada
una más altas que las anteriores. Las que se encuentran más
cerca del mar están marcadas por grietas enormes que hacen
que en sus acantilados aparezcan series de elevaciones cónicas
con las cimas muy abruptas. Las más elevadas tienen un as-pecto
más uniforme.))
«La mañana del uno de agosto, después de haber andado
en la rada, fui a tierra, y me encaminé hacia uno de esos valles,
con la intención de alcanzar las cumbres de las colinas lejanas,
que aparecen desnudas de arbolado, pero el tiempo no me per-mitió
ir tan deprisa como querían mis pies.»
«Tras caminar cerca de tres millas, no encontré variación
en el aspecto de las montañas más bajas; producen gran can-tidad
de euphorbia canariensis. Es sorprendente que esta plan-ta
grande y pulposa pueda medrar en un suelo tan caliente.
Cuando se parte, lo que se hace con facilidad, suelta gran can-tidad
de jugo y aunque se puede suponer que cuando se seca
no va a servir para nada, es fácil pensar que su madera blanda
y ligera es utilizable. La gente de aquí cree que su jugo es tan
cáustico que daña la piel. Pero les convencí de lo contrario,
aunque con dificultad, cuando metí un dedo en la planta, sin
limpiarlo luego. Aquí arrancan los troncos de euphorbia, los
Núm. 33 (1987) 367
34 ENRIQUE ROMEU P U Z U E L O S
dejan secar y los llevan a casa para usarlos como combusti-ble.
Ko encontré por allí nada que creciera sino dos o tres pe-queños
arbustos y en el fondo del valle, unas pocas higueras.))
Nota del editor: ((Glas (página 251) al referirse a esta plan-ta
dice que "no puedo imaginar por qué los nativos de Cana-rias
no sacan el jugo y lo usan para los fondos de los barcos
en vez de la brea". Ahora conocemos por M. Anderson sus ra-zones
para no usarlo.))
Pienso que Anderson cuando metió el dedo en la euphorbia
camriensis o cardón no tenía ras,.;urío ni herida en él. En caso
de haberlo tenido habría experimentado los efectos cáusticos
del jugo. Un dedo untado del líquido y restregado en los ojos
puede causar graves trastornos.
<<¿as colinas están formadas en su base por una piedra azu-lada,
pesada g compacta, mezclada con algunas partículas bri-llantes,
y presentan en la superficie grandes masas de tierra
arenisca o piedrecillas esparcidas alrededor. Con frecuencia
hallé esta misma sustancia dispuesta en apretados estratos, y
las pieareciiias ayui =y aiii fon1y.7DaIi rnoi&
negruzco. De cuando en cuando había trozos de basalto, uno
de ellos parecía enteramente metálico, por el peso y la superfi-cie
pulida.))
«La forma de estas montañas se debe, sin duda, a la acción
perpetua del sol que calcina sus superficies. Estas formas se
pulimentan por las lluvias y es quizá la causa de que sean tan
incómodas. Porque como las diferentes substancias que las com-ponen
están afectadas más o menos por el calor solar, resul-tan
arrastradas en las mismas proporciones. De aquí, tal vez,
i. Ue las i3io~aflas se iiianiengaii por ser & loca
dura, en tanto que la parte de sus laderas resultan destruidas.
Como casualmente he observado que las cumbres de muchas
montafias que están cubiertas con árboles tienen un aspecto
más uniforme, me inclino a creer que esto es debido a la som-
Lu-l.-a de
«La ciudad de Santa Cruz está construida razonablemente,
aunque no es grande. Las iglesias no son magníficas, sin em-bargo
son decentes y están adornados con gusto vario. Son in-feriores
a algunas de las de Madera, pero imagino que esto
368 A.%'UARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
NAVEGANTES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 35
nace de la diferente disposición de la gente, tanto como de su
incapacidad para hacerlo mejor. En cuanto a las viviendas pri-vadas
y el vestido de los españoles, habitantes de Santa Cruz,
son preferibles con mucho a los de los portugueses de Madera,
que son quizá más capaces de desnudarse para poder adornar
sus iglesias.))
((Enfrente y cerca del muelle de piedra en el atracadero hay
una hermosa columna de mármol, colocada allí recientemente
y adornada con algunas figuras humanas, que no desmerecen
el crédito del artista, y con una inscripción en español que con-memora
el hecho de la inauguración y la fecha.))
((Viernes, 2. En la tarde del día 2, cuatro de nosotros alqui-lamos
unos mulos para ir a la ciudad de La Laguna.))
Nota del editor: «Su nombre completo es San Cristóbal de
la Laguna, y se la conoce usualmente como capital de la isla.
La nobleza y los letrados viven allí; aunque el gobernador ge-neral
de las islas Canarias reside en Santa Cruz, que es el cen-tro
de su comercio entre Europa y América. Ver Glas, Hist.,
pag. 248.))
«La Laguna se llama así por un lago cercano; está a unas
cuatro leguas de Santa Cruz. Llegamos allá entre las cinco o
las seis del atardecer, pero fue un viaje no fácil que no nos
compensó de nuestras molestias, porque la carretera era mala
y las mulas indiferentes. La población es desde luego espacio-sa
y hermosa, pero difícilmente se puede calificar con el nom-bre
de ciudad; la disposición de las calles es muy irregular,
aunque algunas de ellas son de tolerable anchura, y tienen
algunos buenos edificios. En todo caso y en general, La Laguna
es de inferior apariencia que Santa Cruz, aunque esta es mas
pequeña si se la compara con aquélla. Nos informaron que La
Laguna está decayendo rápidamente, y donde antes había ca-sas
hay ahora algunas viñas, mientras que Santa Cruz crece
cada día.))
«¿a carretera que desae Santa Cruz conduce a La Laguna
trepa por una colina escalonada que es muy estéril, aunque
más abajo vimos unas higueras y algunos campos de trigo.
Éstos son sin embargo pequeños y no están situados entre
surcos como es corriente en Inglaterra. Parece que no consi-
Núm. 33 (1987) 369
guen el grano sino con gran trabajo, pues el campo se halla
tan lleno de piedras, que están obligados a recogerlas y api-larlas
en largas hileras o muros, en lugares cercanos. Las am-plias
colinas que vienen desde ei S.E. me parece que están ador-nadas
bellamente con árboles. Nada más digno de noticia se
presentó durante la excursión excepto mas cuantas plantas de
áloe en flor, cerca del camirio, y la chocante alegría de nues-tros
guías que con sus cantos nos divirtieron durante el viaje.))
«Gran parte de1 arduo trabajo que se realiza en esta isla se
hace con mulos; los caballos son de escasa apariencia y están
reservados principalmente para uso de los oficiales. Son de
tamaño pequeño, pero están bien formados y son fogosos. Los
bueyes también se emplean para arrastrar los toneles que co-locan
sobre unos largos travesaños de madera, hasta y unen
a la cabeza por otra larga y tosca pieza, aunque me parece que
esto no tiene ninguna ventaja part.icular sobre nuestro método
de fijar los arreos a la espalda. Durante mis paseos y excur-siones,
en la isla, vi algunos halcones y loros, que son corrien-tes
en la isla; las golondrinas de mar, gaviotas, perdicesi agu-zanieves,
gorriones, vencejos, mirlos y canarios forman gran-des
bandadas; hay también lagartos comunes y otros menos
corrientes; algunos insectos, como langostas y tres o cuatro
clases de mosca dragón.»
«Tuve la oportunidad de conversar con un sensible y bien
informado caballero residente aquí y de cuya veracidad no
tengo e! menor motivo de duda.» (Sugiero la posibilidad de
que este «bien informad-o caballeron pudiera ser Bernardo Co-logan
y Fallón. Así como Ledru no omitió en su relato los
nombres de las personas con las cuales trabó amistad o cono-cimiento,
Anderson no dejó pista alguna.) «Por él conocí al-gunos
detalles, que durante nuestra corta estancia de tres días
no podía obtener con mis propias observaciones. Me informó
que aquí es corriente un arbusto que confirma la descripción
dada por Tournefot y Linneo acerca del árbol del té que crece
en China y Japón. Es una especie de cizaiía, cuyos miles de
raíces se enredan cada año en las viñas. Los españoles de la
isla la usan sin embargo a veces como bebida y le aplican las
cualidades del té importado de la China. Le dan asimismo el
370 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
NAVEGANl'ES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 37
nombre de té, pero lo que es curioso de señalar es que dicen
que ya se encontraba aquí cuando el primer descubrimiento
de las islas.))
«Otra curiosidad botánica que me mencionó es lo que Ila-man
"limón preñado". Es un limón perfecto y singular metido
dentro de otro distinto de él, solo que un poco mas globular.
Las hojas Ciei árbol que produce esta especie son mucho más
largas que las del común, y me fue presentado como una per-versión
de la naturaleza, y de menos belleza.))
PTota del editor: ((El autor de las Relutions of Teneriffe en
Sprats History, pág. 207, da noticias de este limón que se pro-duce
normalmente aquí y lo llama "preñadoJ'. Posiblemente
empreñzd~,p s?!~hr~e spafi~1zp m Lm-pregnach, si aceptamos
así la definición.))
c(Supe tambien por él que cierta clase de uva que se cría
aquí está reconocida como excelente remedio contra las enfer-medades,
y que el aire y el clima son en general señaladamen-
+ A " .Fnrrhn,.'Gile.n nrrrn nl.nn,.-,.n,.
bc: a a u u D Y L a v v r a u r G D yala y r v b u r a r !a me j~r 8d e cüa!@eEL
clase de dolencias. Citó en wi intento de justificar su juicio,
el que se podía contar siempre con grados de distinta tempe-ratura
en el aire que se situaba en las diversas alturas de la
isla, y expresó su sorpresa porque los médicos ingleses no hu-bieran
pensado en enviar a sus enfermos de consunción a Te-nerife,
en lugar de mandarlos a Niza y Lisboa. Yo pude expe-rirnentar
cómo varía la temperatura del aire sólo con caminar
desde Santa Cruz a La Laguna y se puede seguir ascendiendo
hasta que resulte intolerable. Se me aseguró que nadie puede
vivir- ~úrn-~2u uariicriUt~e i~tmd e üiia rilk alrededm de 1% per-pendicular
de la cima del Teide después del mes de agosto.»
Nota del editor: «Esto coincide con los cálculos del doctor
T. Heberden, que dice que en el Pan de AzUcar, de la monta-ña,
o la Pericosa (como se le llama), la octava parte de una le-gua
ío 1.980 piesi, aireaedor de ia cima, está cubierta de nieve
en la mayor parte del año. Ver Phisical trunsactions, como se
indicó antes.))
«Aunque cerca de la cima sale constantemente humo, no
ha habido desde 1704 erupción o terremoto, entonces fue des-
Núm. 33 (1987) 371
truido el puerto de Garrachica (Garachico), donde se realizaba
desde antes mucho comercio.))
Nota: «Este puerto quedó entonces cubierto de ríos de lava
ardiente que manaban del volcán, de modo que se han cons-truido
casas donde antes anclaban los barcos. Ver Glas, Des-cripción,
pág. 244. Sin embargo, su comercio debe considerar-se
muy importante, pues calculan que en la actualidad hay una
producción de 40.000 pipas de vino. Su mayor parte se consu-me
desde luego en la isla, o se convierte en aguardiente y se
envía a las Indias occidentales españolas.))
Otra nota: ctGlas, pág. 342, dice que exportan no menos de
15.000 pipas de vino y aguardiente. En otro lugar indica, pá-gina
252, que el número de habitantes de Tenerife era de no
A,. nc nnn ,..,,A, ,, L;,,
l l L G l l L J 3 3u.UUu Luauuv i3c J U Ú V e: ültiiii~ eeiiszl. Suponemos
con fundamento que ha habido un considerable aumento de
población desde que Glas visitó la isla que fue hace unos trein-ta
años. La cantidad de vino que se consume como bebida
anualmente por cerca de cien mil personas debe de alcanzar
r r n 4 n ~- 4 1 ~ A~- n ; n n n vrr,nn nnnr r r r4: - -1 - 4 - r r v a r r v 3 liliLGo plpao, y para ~ U L A V G ~ L L L ~ 1 V A L ~ U SE agüardiente
hay que hacer un gran gasto. Para obtener una pipa de aquél
han de destilarse cinco o seis pipas de vino. El examen de es-tos
detalles será bueno para aceptar que la suma que da mís-ter
Anderson de una producción anual de 40.000 pipas de vino
tiene fundamento de veracidad.))
«Cerca de seis mil pipas se exportaban cada año a Améri-ca
del Norte, aunque el comercio con este país se halIa al pre-sente
interrumpido y creen que hoy no llega a la mitad de
aquéllas. El maíz que cosechan es en general insuficiente para
e! mantenimient~ de !es hzbitantes, pera sx carencia se cam-pensa
corrientemente con la importación de maíz americano,
que tmecan por vino.»
«Producen algo de seda; pero aunque tengamos en cuenta
las piedras para destilar traídas en gran número de Gran Ca-mris,
e! virio es solamente e! artic~!o mis cmsiderdde del m=
mercio exterior de Tenerife.))
«Nadie de los habitantes que se hallaban aquí cuando los
españoles descubrieron las Canarias, queda ahora como dis-tinto,
por haber intermatrimoniado con los pobladores espa-
372 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NAVEGANTES ECROPEOS EN S. C. DE TEXERIFE 39
ñoles, pero sus descendientes son conocidos por ser marcada-mente
altos, de huesos largos y fuertes. (Nota del editor.) Por
otra parte sí lo fueron en tiempos de Glas, cuando unas pocas
familias de los guanches (así los llamaban) permanecían tran-quilas
sin mezclarse con los españoles. Glas, pág. 240.))
«Los hombres son en general de color atezado, y las muje-res
tienen una complexión pálida, enteramente desprovista de
la frescura que distingue a nuestras bellezas del Norte. La cos-tumbre
española de vestir ropas negras continúa entre ellos,
pero los hombres parecen más indiferentes, y en alguna me-dida
visten como los franceses. En algunos aspectos hemos
hallado a los habitantes de Tenerife como un pueblo decente
y muy civilizado, que conservan el aspecto grave que distingue
a los de su país con los de las naciones europeas. Aunque no
creemos que haya gran similitud entre nuestras costumbres
y la de los españoles, es de valor observar que Omai piensa
que no hay mucha diferencia. Él dice solamente que no pare-cen
tan amistosos como los ingleses, y que en sus personas, se
acercan a las de sus paisanos.))
Las observaciones de Cook-Anderson ilustran a su modo
el conocimiento de cómo vieron la isla de Tenerife. Ahora bien:
¿Qué significó para las autoridades y el pueblo la arribada de
los viajeros? ¿Supieron valorar al marino inglés?
Para muestra una sola: Lope de la Guerra, puntual y metó-dico,
curioso a&mAs, estuvo ai tanto de 1" ocui-ridLi, en
Diario consiguió lo que supo.. .
Por aquellos días tuvieron cierta importancia algunos su-cesos
que él consideró dignos de anotar; el comandante gene-ral
Tabalosos, recién llegado a su mando, había salido en un
i*iiCiidii engaiaiiado iiacia Cai1&iaria pV-ista i;e-gimiento
de Güimar; el día 1 de agosto se supo en La Laguna
que Carlos 111 había concedido el título de marques de Guisla-
Guiselín a Domingo de Guisla-Boot ... además: «llegó a Santa
Cruz una nave francesa en la que venía el caballero Borda a
40 ENRIQUE ROMEU PXLAZUELOS
determinar por medio de observaciones astronómicas, con el
auxilio de reloxes marítimos, la verdadera situación de esta
isla ... Pusieron en el muelle una tienda de campaña con los
instrumentos para sus obsen7aciones ... n. Esto coincide con lo
que sabemos por Cook. Lope siguió: «llegó al mismo puerto
una embarcación de guerra inglesa que iba para las Indias
Orientales, cuyo capitán se dijo había navegado mucho y dado
la vuelta al mundo en dos ocasiones, y descubierto dos islas
en la India. .. y llevaba consigo un Indio, que habían traído a
la Europa para instruirlo: que una de las principales señori-tas
de aquellas islas había sentido notablemente que lo traje-raF,
y esperaban aue sirviese de intérprete y para la instruc- -&Y-ción
de aquellos Indios: vi a dicho capitán en 3 de agosto,
que esw~ree n suntz C r ~ ay, e! 4 su!iG certir,uar y i ~ j v . ,
¿Lo vio? ¿.Dónde lo vio?. . . ¿Por la plaza? ¿En el castillo.. .
en la marina?,.. Lo cierto es que lo vio. Habrá que imaginar
los comentarios y la admiración de los vendedores de pan y
pescado. .. Le dijeron quién era, pero Lope supo después algu-nes
detw!les m& de 12 vida de! g a n vizjer~y, cer?lc! fw hm-bre
cuidadoso, buscó la página correspondiente de sus rnemo-rias
y le añadió una nota: ((Este capitán era el célebre Cook,
que mataron los indios en,.. (dejó un espacio en blanco, por-que
no sabía dónde, nosotros sí lo sabemos, fue en Karakua),
cuyos viajes se han impreso en Londres, con láminas finas.. .»
En efecto, el capitán James Cook murió con un fusil en las
manos el día 14 de febrero de 1779. Quizá el ejemplar que es-tuvo
en 12 biblioteca del marqués Nava no lo llegara a cono-cer
Lope de la Guerra, pero sí que había leído la Gaceta del
Y2 de msye de 1781, dende se mencien-h~E ilIo dichn c~pit6no.. .
Por eso corrigió su olvido, añadiendo la aclaración ... Y si él,
hombre curioso, supo tan poco, ¿,qué ocurriría con los demás
tinerfeños?
A través de estas noticias resalta cómo se fue situando San-ta
Crtrz de Teneri-fe en el lugar que le mrresynndía, y para el
que estuvo hscie~do méritos desde que Fernandez de Lugo
bajó de un barco, «pájaro negro con alas blancas», en la frase
poética de Lope de Vega en la comedia de Los guanches en Te-nerife.
y puso pies en la playa de Añazo. Los episodios que
37.1 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NAVEG~TES EUROPEOS EN S. C. DE TENERIFE 41
ocurrieron hasta 10s años del siglo XVIII, a que me he referido,
fueron los peldaños de una gran escalada, y forman una anto-logía
que han referido detalladamente José de Viera, los Gue-rra,
Ledru, Juan Primo de la Guerra, Bory de Saint-Vincent,
La Billardiere, Cook, Macartney, Humboldt, etc. Entre aquel
pasado y el futuro está válida y presente la entidad urbana
espIéndida que es Santa Cruz de Tenerife.
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Núm. 33 (1987) 375
42 ENRIQUE ROMEU PALAZCELOS
SANCHEZP,. MAT~ASS: emihistoria de las fundaciones. residencias o cole-gios
que tiene la religión de la Compañia de Jesús en las Islas Canarias ...
Manuscrito en la biblioteca de la Real Sociedad Económica de La La-guna
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