COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI
SOBRE EL NUEVO MUNDO
P O R
ANALOLA BORGES
PRIMERA PARTE
SUMARIO:1. El autor: datos personales.-2. Las contradicciones crono-lógicas.-
3. El autor a través de los textos sobre las Indias.4. El relato.-
5. Conclusiones sobre el autor.4. Los Vera, Muxica y Lezcano en las Indias.
EL AUTOR
Juan Ceverio de Vera había nacido en Vegueta, núcleo urba-no
de Las Palmas de Gran Canarias, el 9 de enero de 1550; pri-mera
fundación de las centenas de ciudades fundadas por los
españoles, en las dilatadas costas del Atlántico transversal y
Bongitudinal.
Vegueta, de trazado castellano, y Triana, conformaban los
grupos de población más importantes. Si bien el primero tuvo
el privilegio de ser sede de las Casas Oficiales, la catedral, el con-vento
de Santo Domingo, la plaza de Santa Ana, de San Antonio
Abad; asiento también de las casonas góticas de los conquista-dores
y de las autoridades insulares.
La ciudad se funda sobre el lugar que había servido de cam-pamento
a los conquistadores, el Real de Las Palmas, en el
año 1478. Las cailes de tierra, estrechas, corren paraieias o blen
perpendiculares al «río» Guiniguada, proclamando los sonoros
y expresivos nombres de calle de la Acequia, de la Carnicería,
de los Herreros, de los Portugueses, de la Mar; calle de la Man-
2 ANALOLA BORGES
cebía, de los Camelleros. En el núcleo de Triana las edifcacio-nes
se agrupan en torno a la plaza de San Bernardo y al Con-vento
de San Francisco, cruzada por la calle Real, abierta a la
zona de cultivos, con haciendas cuidadas y fértiles.
Nuestro personaje es el primero de doce hermanos, descen-dientes
de Pedro de Vera y de Juan de Ceverio Muxica-Lezcano,
conquistadores de la isla. A pesar de su prosapia familiar, Juan
Ceverio debió vivir en un hogar de modesta economía, causa
posible de su partida a América, quizá, a los diecisiete años,
como fue usual entre los jóvenes de todos los reinos de España.
Ceverio llega al Nuevo Mundo cuando ya habían pasado las gran-des
gestas; discurría -en expresión de Pierre Chaunu- el se-gundo
siglo XVI, en cuya etapa la meta de los jóvenes renacen-tlst~
s: fnrt~rra, f~rr,a y hmer h&fa Uejads PUS= U empresas
menos espectaculares, pero de inminente necesidad, como fue
la construcción de aquel inmenso territorio, después de las po16
micas teológico-jurídicas sobre la justificación o no de la pre-sencia
de los españoles en el dominio del mundo descubierto.
De su vida sólo se conoce los escasísimos datos que él mis-mo
nos proporciona y que transcribimos :
«Oh Divina Providencia, por cuán y no conocidos caminos
traes al miserable hombre al conocimiento de su bajeza, para
que desde allí mejor contemple y conozca las grandes miseri-cordias
que tú has usado con él. Yo nací en la Gran Canaria, la
cual Isla ganó mi bisabuelo el Gobernador Pedro de Vera, para
los Reyes Católicos. Y desde allí muy mozo pasé a las Indias,
de donde me sacó la Majestad de Dios nuestro Señor, y de innu-merables
peligros en que andan los soldados dellas y pasados
los cuarenta años de mi vida, trájome del secular estado indigno
a la dignidad de Sacerdote. Repartí mis pocos bienes con mis
muchos hermanos pobres; viví en España ocho años, y el cevs
general de pretensiones, pasados los cicuenta vine a Roma; ad-mitióme
por su Acólito la Santidad de Clemente VIII. Yo mal
contento de ver cómo pasaban ias cosas en aqueiia gran Corte,
determiné volverme a España y porque cansado deseaba quie-tud;
y pasado algunas horas en un libro italiano del viaje santo
de Jerusalem, en su lección espiritual tuve una buena inspira-
352 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 3
ción, y encomendándola a Dios, mucho más deseaba su buen
efecto. Y porque no me desviasen vanos consejos y temores, hice
voto. Pedí licencia al summo Pontífice, el cual encargándome,
que le encomendase a Dios en aquellos santos lugares, con ale-gie
rostro me la dio. Y por no hallar compañero, sólo con un
vestido pardo, dejando mi ropa en San Adriano, convento de
frailes espaiíoles, de nuestra Señora de la Merced, comencé mi
viaje '.m
Otros datos conocidos son la fecha de nacimiento y la de su
muerte, acaecida en Lisboa en el año 1.600, en opinión de san-tidad.
Además del hecho del viaje realizado a Tierra Santa en
donde inserta, memorizando, recuerdos de la anterior estancia
en el Nuevo Mundo. Estos últimos relatos, los referentes a las
Indias, son los que nos han movido a releer la obra del autor
y a intentar conocer su vida. Asimismo parece de interés siste-matizar
las noticias que expone como testigo personal, amplia-das
con notas alusivas al texto.
* JUANC E ~ DEO VE RA:V iaje de la Tierra Santa, cap. 1, phgs. 9-10.
Edición C. Martínez Figueroa y E. Sara Rafols. Biblioteca de Autores Ca-narios.
Aula de Cultura de Tenerife. La Laguna, 1964.
En esta obra se enumeran diez hijos del matrimonio comprendido por
Martín de Vera y Ginebra de Muxica-Lezcano, pero en otra fuente -No-biliario
de Canarias, Juan Régulo, Editor, 111, 351, La Laguna;Tenerife,
1959- cita doce hermanos que enumeramos:
Juan Ceverio de Vera n. 1550
Pedro de Vera Muxica
Martín de Vera n. 1557
Mateo de Vera n. 1559
Francisco de Vera n. 1561
Catalina de Vera n. 1564
Sebastián de Vera n. 1570 de la Orden de San Francisco, muerto en
1600, en el mismo año que su hermano Juan.
María de Vera, gemela del anterior, n. 1570
Garda de Vera n. 11571
Jerónima
Francisca de Muxica
Hernando de Vera Muxica
Si es cierto que Juan Ceverio lleg& a Indias en 1567 en esa fecha solo
habían nacido seis hijos del matrimonio.
Núm. 26 (1980)
23
4 ANALOLA BORGES
En la lectura de la autobiografía que se ha transcrito encon-tramos
lo que ya otros autores han admitido con anterioridad;
confusión de fechas y largos períodos de su vida en blanco.
Con el deseo de desentrañar alguna de estas contradicciones
enumeramos seguidamente aquellas fechas que conocemos, a tra-vés
de sí mismo, de los documentos, y de su primer biógrafo
Jorge Cardoso.
Nace el 9 de enero de 1S502.
Está en las Indias durante los años 1567, 1568 y 1569'.
Pasados los cuarenta años se ordena sacerdote.
Vivió en España ocho años.
El 13 de enero de 1590 está en Jerez 4.
A principios del año 1595 está en Roma '.
El 27 de febrero de 1595 sale de Roma con destino a
Tierra Santa '.
Regresa a Venecia el 10 de noviembre de 15957.
En 1596 publica su obra.
Muere en 1600, en Lisboa.
Evidentemente, desde el año 1569, cuando cuenta diecinueve
años hasta 1590, en el que aparece firmando un documento, a
los cuarenta años, se desconoce totalmente las actividades de
una etapa trascendental, la de la juventud y la del inicio de la
madurez, cuyo vacío se prolonga hasta 1595 en el que realiza
la expedición a Tierra Santa, a los cuarenta y cinco años. Desde
Transmita la partida de nacimiento en: AGUST~N,M ILLARESC ARLO y
MANUEHLE RN~NSDUEAZRE Z:B iobibliografia de Escritores Canarios (Siglos
XVI, XVII y XVIII), t. 11, pág. 258, El Museo Canario, Las Palmas de
Gran Canaria, 1977.
Fechs citadas por el autor en los relatos sobre el Nuevo Mundo,
en ob. cit. (1).
En ob. cit. (2), 11, pág. 258, se transcribe un documento con su firma.
Ob. cit. (1), pág. 10.
Ob. cit., (l), pág. 155.
Ob. cit. (l), pág. 152.
354 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 8
entonces hasta su muerte parece estar más clarificada, es decir,
conocemos aIgo de los últimos cinco años de su vida que los
cubre el citado viaje, regreso a España, peregrinación por los
monasterios marianos españoles y traslado definitivo a Lisboa ".
Intentamos analizar las fechas determinadas en los puntos 2,
3, 4 y 5 que consideramos de gran interés.
Punto 2:
Pensamos que el hecho de que Ceverio haya dejado anotadas
sólo estas fechas, a modo de citas, en el texto de su obra, no
puede significar que fueran los años 1567 a 1569 los únicos de
su permanencia en aquellos territorios, ni siquiera que fueran
precisamente éstos los años vividos en las Indias. El comentario
de los puntos siguientes coniirma ia desatención que dio a la
interpretación del tiempo, desconociendo incluso su propia edad.
De forma que la reducida etapa creo que debe tomarse con toda
reserva. Etapa -corta o larga- de un joven que marcha a la
aventura indiana, conoce extensos territorios, peligros de mar,
de dima, de eu-pcio~ies voicánicas, de embestidas indígenas ...,
pero que se ignora el objeto del viaje y también la causa del
regreso.
Suponemos que el objeto de su partida pudo haber tenido al
menos dos metas, ateniéndonos al contexto socio-político-econó-mico
de los reinos de España en general y al de las islas Canarias
en particular. Una de las metas sería, el haber obtenido la pro-mesa
de un cargo en la administración indiana, habida cuenta
al mérito de sus ascendientes, la afinidad sanguínea con el muy
ponderado señor Alvar Núñez Cabeza de Vaca, nieto del gober-mdm
y concpistadoí- de Gran Cai?a+ia, Pedro de Yem, qüieii a
su vez era bisabuelo de Ceverio. Cabeza de Vaca había sido
gobernador de las provincias del Río de la Plata; y de otros per-sonajes-
cargos presentes dentro y fuera de la metrópolis que
ayudarían a1 primogénito de la numerosa familia con escaso
patri;,mml~L. u &-a metü podria. ser, y es a 12 qüe nus iidiiisc-
JORGCEA RDOSAOg:i oíogio lusitano dos sonetos e varoes illustves en
virtude do reino de Portugal, 11, 649-50, Lisboa, 1652. Citado en obra (l),
página XIV. Ceverio conocería en Lisboa, un año antes de su muerte, el
saqueo a que fue sometida su ciudad natal por la armada holandesa.
4 ANALOW BORGES
mos,' el deseo del joven Ceverio por alcanzar fama, dinero y
h a ~ r aen las tieras indianas, enrolándose en algunas de las fre-cuentes
flotas que desde Sevilla llegaban a las islas, o bien en
algulio de los navíos sueltos que partieron desde el Puerto de
La Luz de Gran Canaria.
Pensamos en la segunda posibilidad cuando el mismo Ceve-rio
afirma c . . . pasé a las Indias de donde me sacó la Mejestad
de Dios nuestro Señor, y de innumerables peligros en que andan
lbs soldados dellas. ..» '. Dada la gran concisión del escrito auto-biográfico
valoro de forma especial y le doy significado personal
a'los «innumerabIes peligros en que andan los soldados dellas».
Esta frase me basta para adquirir la certeza de la razón de su
estancia.
Ahora bien, jen qué expedición, bajo qué capitán, cuáles fue-ron
los escenarios bélicos, en cuáles hechos intervino.. . ?, las
respuestas de estos interrogantes dará lugar a un nuevo trabajo
de investigación. Lo que si parece cierto es que Juan Ceverio
no adquirió fortuna; la honra y la fama, de haberla obtenido,
queda aún por investigar. Su silencio en ésta como en el de las
silcesivas etapas de su vida parece debido a la postura de una
personalidad que practica la rara virtud de la humildad.
Por otra parte, no ha dejado referencia de sucesos que posi-bilitara
conocer con exactitud o aproximación el tiempo de su
estancia. Las fechas citadas en el texto -sólo tres y referidas
a1 año- Ias memoriza pasados casi tres décadas, cuando redac-ta
la obra (año 1596). Es más, las referidas citas están subje-tivadas
por hechos que recuerda con temor. Así el viaje que
intenta reaIizar desde Cartagena de !ndias a Nombre de Dios lo,
en el que estuvieron navegando treinta y ocho días, a la de-riva,
hasta que llegan a la isla Española l', en 1567; otro re-
* €it:(l), pág. 7, ~Prirlogo del autor al lector».
Estando en prensa este trabajo he tropezado con la cita reveladora del
histoljador VIERAY CLAVIJOso bre Ceverio: «Habiendo pasado a la Arnéri-ca,
se hizo soldado, por no degenerar de sus mayores)?, en «Noticias de la
,Historia General de las Islas Canarias», 11, 879. Edición Goya. Santa Cmz
de;Tenerife. Año 1971 -
. lo Nombre que da Rodrigo de Bastida al Istmo de Panamá.
Ob. cit. (l), págs. 131-132.
356 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI ?
cuerdo que le causa profunda impresión -y lo consigna como
sucedido en 1568- está referido a un acto sacrílego, que presen-ció,
ocurrido en la villa de Rfo Bamba en el Nuevo lieho de
Granada. La última cita, la del año 1569, está en relación con su
estancia en Quito. El espectáculo del volcán en erupción -supo-nemos
el Pichincha- causó pavor al joven Ceverio. Pero tam-poco
esta última cita-año nos sirve de referencia, ya que $as
erupciones Ceron muy frecuentes «con cuya ceniza y humo se
ha visto muchas vezes ahogarse los hombres, como le sucedió a
Plinio yendo a contemplar los misterios del monte Etnan *.
Además, estas fechas no están sujetas a un orden cronold
gico,. en., cuanto el relato sobre las Indias no es más que Ia 9EAPl9PlAn u o v u ~ u \ r ~ vdxe~ ideas we le &,f!UYeil cdandu zccribe lo qa ha
visto en Tierra Santa, o en los países que visita en ruta.
Punto 3:
«. . . y pasados los cuarenta años de mi vida, trájome [el Se-ñor]
del secular estado indigno a la dignidad de Sacerdote;
repartí mis pocos bienes con mis ,muchos hermanos pobres.. . n
Esta frase va a continuación de la comentada anteriormente;
enlaza con los peligros de la función de soldado, por lo que los
interrogantes surgen de inmediato; ¿estuvo en Indias hasta 10s
cuarenta años?, ¿pasó de soldado a sacerdote como tantos otros?,
(dónde ocurrió su ordenación, en Indias, en España?, jcuándo
se ordenó?
Diremos que existe un documento sobre la dejación de bie-nes
que hace a sus hermanas, fechado el 13 de enero de 1590,
en el que firma como presbítero, contaba entonces cuarenta
años y cuatro días, no hay bastante espacio temporal para afir-mar
de sí mismo que había pasado los cuarenta años cuando
recibe las órdenes sacerdotales, en el caso, remoto, de que coin-cidiera
aquella celebración con la firma del documento. Con
todo, sus biógrafos ia hacen coíncidir sin atender que la deja-l2
Doctor JUAN DE CARDENASP: roblemas y secretos maraviZEosos de las
Indias, fok. 68 vto. y 69, México, 1591. Editado en Colección de Incunables
Americanos. Tipo Fascímil. Volumen IX Ediciones Cultura Hispánica, ha:
drid, 1945.
N Ú ~26 f1980) m
8 ANALOLA BORGES
ción de bienes no fue obligada a los presbíteros, pero dejemos
ahora el documento, al que volveremos. El problema sobre la
3 edad no tendría mayor incidencia si posteriormente, cuando
marcha a Roma, no asegurase que tenía pasados los cincuenta
años, teniendo solo cuarenta y cinco. Si pasamos estos cinco años
de diferencia al tiempo que dice se ordenó sacerdote, posible-mente
fuera a los treinta y cinco años, en el caso probable de
que creyera tener más edad de la que le correspondía.
Este «rejuvenecimiento» en años me ha llevado a considerar
la posibilidad de que se hubiera ordenado en el Nuevo Mundo,
es decir, estoy suponiendo que su estancia fue larga, no redu-cida
a los dos años que cita en su escrito.
Juan Ceverio pudo haber sentido la misteriosa llamada de
Dios en el territorio indiano; desengañado, como muchos otros
que también dejaron el mundo para entrar en religión, ante la
ambición, la rapiña, 12s injusticias; el desencanto de los hé-roes
empobrecidos, marginados ..., el deseo de servir a los hom-bres
en pobreza evangélica. Pudo haberse operado su trans-formación
espiritual allá, por medio de las propias vivencias:
millones de amerindios sometidos, escasos evangelizadores, qui-zá
las predicaciones y escritos de Bartolomé de Las Casas ...,
hasta llegar a c... repartir mis pocos bienes con mis muchos
hermanos pobres.. .D.
Para mí está perfectamente claro que el reparto de sus bie-nes
lo hizo no en beneficio de los hermanos de sangre, sino de
los hermanos por el Evangelio, es decir, de los pobres-pobres;
y esto según fue uso y costumbre, sin escritos, protocolos ni
notarios, simplemente repartiendo. Creo asimismo que los cpo-cos
bienes» fueron los adquiridos en las Indias de forma legí-tima
o no, esa es otra cuestión. Al parecer fue un acto simultáneo
a la entrada en «la dignidad de sacerdote» como él mismo afir-ma.
Cuyo acto no tiene que ver con la dejación de bienes que
comentaremos en el punto siguiente.
En síntesis la figura de hidalgo-soldado-clérigo parece ha-berla
asumido Juan Ceverio en un proceso de continuidad re-flejado
en e1 escrito autobiográfico al que venimos refiriéndonos.
No es posible que regresara de las Indias a los diecinueve años
358 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO & WN RELATO DFL SIGLO XVI 3
de edad -como se ha venido sosteniendo- y que no haya expre-sado
alguna situación o vivencia hasta veinte años más tarde
en el que firma como presbítero, ya que tanto por edad, como
por casta debió alcanzar -de haber regresado a España en la
fecha que se ha venido aceptando- una cierta notoriedad en
la vida civil o militar.
Ni compartimos lo que dicen los editores de la obra que
venimos comentando: «En su tardía entrega a la Iglesia, se
puede apreciar una de las facetas de la triple orientación de los
segundones de la aristocracia española: Iglesia, mar, o casa
real» 13.
Porque no era segundón, la propia obra lo sitúa el primero
de !os Gez hijm U d mxkirneni~"; y, p r o tra parte, si hi-&:ese
sido destinado a la Iglesia, como segundón, lo usual fue que en-trase
en ella durante los primeros años de juventud, e incluso
de la niñez. Pensamos que fue opción libre, reflexiva y .. . ma-durada
en los escenarios espléndidos del Nuevo Mundo.
Puntos 4 y S:
C... viví en España ocho años, y el cevo general de preten-siones,
pasados los cincuenta, vine a Roma» 15. Aquí de nuevo
el misterio, ¿dónde residió, qué actividad tuvo, cuáles fueron
esos ocho años? Los hemos calculado restando la fecha de su
partida a Roma en el año 1595, entonces viviría en España en
los años comprendidos entre 1587 y 1595.
Pero, ¿y los años anteriores a 1587? Presumo que los pasó
en los nuevos reinos indianos mientras no se compruebe lo
contrario. No hay duda de que recibió una adecuada formación
humanística, como lo atestigua su escrito, con gran espíritu de
observación, buen decir, conocimiento del latín y estilo espon-táneo
y cuidado.
La fecha, al parecer, única sobre este período de estancia
en España, es la de 13 de enero de 1590, en Jerez, cuando
l3 Ob. cit. (l), pág. XIV. Introducción a la obra por C. Martínez Figue
roa y E. Serra Rafols.
l4 Ob. cit. (l), págs. XII y XIII. Zdem.
l5 V. nota (9).
Núm 26 (1980) 359
10 ANALOLA BORGES
hace donación de su modesto patrimonio en favor de Catalina
y Mana de Vera, y Francisca de Muxica, sus hermanas '6. Como
dije anteriormente este documento nada tiene que ver con aquel
repartimiento de sus «pocos bienes a mis muchos hermanos po-bres
», porque, además, aquí se trata de hermanas; el patri-monio
que otorga ahora es el recibido de sus padres como he-rencia,
acto realizado voluntariamente y quizá más que por mo-tivos
de altruismo por el proceso de conversión que va desde la
toma de la tonsura al despojo de los propios bienes, en segui-miento
de la voluntaria pobreza evangélica.
Por último recordamos la estraña confusión de la propia edad
«pasados los cincuenta vine a Roma», reiterando lo que ya he
comentado sobre la decena anterior. Ambos equívocos han 11a-mado
la atención de los escritores contemporáneos que se han
ocupado de su persona, a quienes repetidamente citamos en notas
correspondientes.
EL AUTOR A TRAVES DEL RELATO SOBRE LAS INDIAS
He intentado conocer la personalidad del autor a través de
la única fuente que poseo, el relato sobre las Indias; dejando
aparte la totalidad de la obra, ya que, como historiadora ameri-canista,
me es relativamente fácil interpretar el contenido de1
escrito y a través de esta interpretación llegar al carácter del
autor, al menos en determinados rasgos que aparecen como
constantes en la parte de la obra objeto de este estudio.
Juan Ceverio escribe cuando ha cumplido cuarenta y cinco
años, es decir, con personalidad definida. Es hijo de su época,
con la carga de virtudes y debilidades propias del medio social,
político y religioso en el que se desenvuelve.
Se trata de un hombre que «ha vividos fuera del contorno
familiar y local-insular desde muy joven. La vivencia de los años
transcurridos en el Nuevo Mundo han marcado su personalidad;
le Ob. cit. (2), 11, pág. 258, transcribe el documento de donación. Debi6
haber muerto su otra hermana, Jerónima, las dos últimas nacidas después
de su partida ai Nuevo Mundo. Véase nota (1).
360 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 1 1
Se muestra valiente sin. temeridad; siente admiración por la
España de su tiempo; tiene fe profunda y consecuentemente
conforma su vida a los preceptos evangélicos. De temperamento.
equilibrado, pasa por los acontecimientos sin que le inquieten
ni le desborden, lo cual no es obstáculo para ser un gran obser-vador
de- personas, costumbres o sucesos que memoriza con
extrema fidelidad. Enjuicia con serenidad; en su escrito no se
halla ninguna discriminación o malquerencia hacia nadie ni
hacia aada, simplemente anota lo que observa. Extremadamente
discreto en todo cuanto se refiere a su persona, nos ha dejado
sin los datos necesarios que nos lleven a conocer su biografía,
Es veraz, cuanto escribe puede ser constatado en múltiples
cr61liras c~ntemp~rAsraSsU; es& es mes~mdo.A rntjcjs rasgos
contrastan con los escritos contemporáneos en los que abunda
el mito, la exaltación de riquezas, el concepto del buen salvaje
o el del indio-caníbal como generalización, la glorificación del
héroe o bien la exagerada valoración de lo espaiiol, y la misma:
exagerzci6n mlre !a m&kd de !e espafid asimlsm~ gecers-lizado.
Carente de todo protagonismo, en ocasiones dice «yo vi», «le
hablamos», «yo estuve», para luego expresarse sólo como obser-vador.
Ceverio ha querido quedar siempre al margen del relato;
incluso algunos hechos luctuosos y trágicos los describe con
naturalidad. Ni alude al cansancio físico de su andadura por
alturas superiores a tres o cuatro mil metros con nieves perpe-tuas,
o por los arenales desérticos de las costas, y por la sofo-cante
temperatura del trópico.. . Sólo parece recordar con horror
!a plaga de 10s iri~sqüiieis Ue la isla Española. Ci sentido rena-centista
de do maravilloso» ha pasado.
Esta misma ausencia de protagonismo la ha referido a otros
aspectos, silenciando hechos, personas, autoridades.. . locales o
provinciales; deja en la incógnita quienes fueron sus compañe-ros,
SUS jefes, sus conocidos a través de tan iarga y ancha anda-dura.
Sólo una cita de nombre persona1 en todo el relato, el de
un Padre Molina, franciscano. Ni siquiera el encuentro con jóve-nes
insulares, incluso con parientes o mandatarios paisanos
suyos.
12 ANAMLA BORGES
Todo ello nos conduce a suponer que Juan Ceverio, en la
madurez, cuando recuerda su estancia en Indias, tiene también
presente al salmista «Vanitas vanitatis et omnia vanitas»; deseó
permanecer en el anonimato, no habló de todo aquello que
pudiera enaltecer10 o sonrojarlo, y optó por la rara virtud de
pasar inadvertido tanto en los hechos propios como en las rela-ciones
personales que obviamente sostuvo en la compleja y mo-vida
sociedad indiana.
Sin embargo, y por simple deducción, parece que nuestro
personaje sostuvo amistad o bien conoció al arcediano de Tunja,
el viejo soldado-cronista Juan de Castellanos, quien recibe las ór-denes
sacerdotales después de muchos años de batallar por gran
parte de las provincias que hoy conforman Venezuela y Colom-bia
y a quien debemos una precisa fuente de hechos, episadios,
anécdotas, descripciones de hombres y tierras, de etnias y cul-turas,
realmente inapreciables. A este Juan de Castellanos dedica
Ceverio un soneto de estilo clásico en el que apunta elementos
barrocos, escrito, al parecer, cuando ya habían pasado los «años
mozos» 17.
El soneto aparece publicado en la obra de Juan de Castellanos Ele-gias
de varones ilustres de Indias, segunda parte. Biblioteca de autores
españoles, IV, 180. ~Rivadavia, Madrid, 1847. Citado por Agustín Millares
Carlo, cit. (2), 11, 257.
Valm de Castellanos ha triu~fado
de todm las indómitas naciones
y en cualquier honrosas ocasiones
su lanza satisfizo su cuidaúo.
Y Castellanos es quien ha cantado
sus proezas sin uso de ficciones.
Porque las flores de sus guarniciones
salieron de la tela del brocado.
Y mi, Zecto- veréis pura sustancia,
de verdades y cosas tan extrañas,
que ninguna merece más oído.
Pues demás del estilo y elegancia,
sus obras, son grandezas, son hasañas
indignas de la cárcel del olvido.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
COMENTARIO A UN RELATO EL SIGLO XVI 13
EL RELATO
El autor, en su crónica «Viaje de la Tierra Santa» '' Incluye
unas páginas sobre costumbres, hechos, sucesos vividos en la
aventura transatlántica; siempre relacionado con el presente que
.describe, es decir, la ruta desde Roma a los Santos Lugares. Son
Juan de Castellanos había nacido en 1522, en un sencillo hogar de cam.
pesinos en la villa de Alanís de la Sierra; marcha a las Indias hacia 1535,
a.iando apenas contaba trece años de edad y desde entonces se halla inter-viniendo
en numerosos hechos de guerra. En 1554 se ordena sacerdote, y
en '1562 desempeña su ministerio en Tunja durante cuarenta y cinco años,
hasta su muerte (1606).
Ceverio pudo haber conocido su vida, y, quizá, algún borrador de su
obra que contiene ciento cincuenta mii versos. Ei poema mas iargo en
lengua castellana. El Beneficiado de Tunja -como se le conoce- no vivid
en pobreza sino en muy desahogada economía, con gran prestigio personal
y estimacibn tanto del pueblo como de los obispos. Es curioso que la madre
de Castellanos dijese en una declaración que su hijo tendría cincuenta años,
cuando sólo tenía cuarenta; es el escaso significado que el factor tiempo
tenía en ia época. Así de escaso era también ia apreciación de Juan Ce-verio,
quien, a los dieciocho años - s i creemos en su cronología- cono-
.ceria al baquiano-soldado-presbítero-cronista en plena actividad como es-critor
y Beneficiado, en la villa de Tunja y en los desplazamientos fre-cuentes
que realizaba a causa de su ministerio. Para la biografía de Caste-llanos
son interesantes las obras: ULISES ROJAS: Juan de Castellanos, Tunja
{Colombia), 1958; y «Juan de Castellanos. Elegía de Varones Ilustres de
Indias*. Introducción y notas de Isaac J. Pardo. Biblioteca de la Acade-mia
Nacional de la Historia Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela.
Caracas, 1962.
Asimismo parece lógico que Juan de Castellanos mantuviera relaciones
amistosas con el sobrino de1 primer Adelantado de Santa Marta y segundo
Add&iisido de Canarias Pedro Fdez. cie Lugo. Xos rekrimos ai rinerfeño
Francisco Baharnón de Lugo, en la hueste del Adelantado en 1536, que fue
«vecino de Tunja», al menos en los años comprendidos entre 1550 y 1564,
en esta última fecha fue nombrado gobernador de Puerto Rico. En una re-ducida
sociedad es natural que tuvieran estrechas relaciones ya que ambos
pertenecieron al mismo estamento social aunque el origen de Bahamón
S .--- ^ '-- -1 2- -3 n- - - C Z - ' - 3-
1UGLa 1UUy bUpGlIU1 dl UC: Cl D~IlC11UiiUU.
Tunja y Santa Fe de Bogotá eran las regiones más pobladas del Nuevo
Reino; la primera tenía ciento cuarenta pueblos con unos ochenta mil
habitantes, de ellos veinte mil en encomiendas. Cuyas cifras damos con las
naturales reservas sobre las estadísticas de la época.
l8 Ob. cit. (1).
Núm 26 (1980)
14 ANALOLA BORGES
aquellas noticias las que comentamos, noticias a manera de pa-réntesis
en el contexto del relato principal; por ello mismo sin
cronología ni sucesión referente al tiempo o al territorio; noti-cias
también discontinuas en el esquema de la obra.
Nuestro intento fundamental es el de dar una más amplia
difusión del autor y de la obra, que obtuvo gran éxito en su
tiempolg, en tanto que las ediciones modernas parecen haber
quedado para e1 reducido campo de los especialistas. Por otra
parte, es un caso singular dentro de la historiogrdía de autores
canarios, ya que a pesar de la corriente emigratoria, de la pre-sencia
de autoridades y del poblamiento, desde fechas tempra-nas,
es el único relato cierto que tenemos sobre el temam; ten-drá
que llegar el siglo XVIII, bien avanzado, para encontrar
algo similar, si bien no comparable en cuanto a que los comen.
tarios posteriores se refieren a espacios territoriales más limi-tados.
2 E1 itinerario del que da cuenta en su escrito podría ser: Ca- E
nariasxartagena de Indias-Isla Española; es posible que inten-tara
luego llegar a Panamá como fue su deseo cuando partió de ?j
Cartagena (aunque no vuelve a citar esta región); y desde Pana- -
0
m
E má atravesar la sierra andina en sentido norte-sur, por el Nuevo
Reino de Granada, donde parece haber conocido las ciudades
de Cali y de Popayán; continúa descendiendo por el Virreinato n
E
del Pení hasta la costa de la ciudad-capital, los Reyes de Lima; a
desde aquí parece haber ascendido al Cuzco y a los desiertos de n
Arica; el itinerario se pierde, en el tornaviaje lo halIamos en la n
Audiencia de Quito; cita las ciudades de Loja y de Riobamba, O3
en la sierra, se dirige luego por el oeste a la costa, y desde e1
puerto de Guayaquil asciende de nuevo a la sierra, a la capital
de la Audiencia, Quito, quizá desde aquí, por la arteria del Mag-dalena..
.
m Ob. &t. (1). PrVIogu, págs. XXII a XXIV se i d ~ c i ~ i a!:ais ediciviies
de la obra.
20 V mis trabajos: La región Canaria en los orígenes americanos Y
Ap~oximacz~&al estudio de la emigración canaria en el siglo KVI. «Anuario
de Estudios Atlánticosa, núms. 18 y 23, respectivamente. Madrid, 1972
y 1977.
364 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 15
El escrito tiene en sí mismo el valor de todo relato-testimo-nio
con las caracteristicas citadas : veracidad, mesura, natura-lidad.
Pero también debe considerarse el hecho de que su apor-tación
es escasa, ya que la obra, publicada por vez primera en
el año 1596, está precedida de una abundante bibliografía reali-zada
por soldados-cronistas, misioneros-cronistas, cronistas ofi-ciales,
informes de viajes, cartas ... Si bien la objetividad de Juan
Ceverio tiene un valor especial.
El objeto principal de su relato lo expresa el mismo autor:
desechar el temor de los peligros a Tierra Santa a fin de que
los cristianos conozcan los Lugares Sagrados y ~Tambien quise,
rogado de mis amigos, escribir algunas maravillas, así de las
provincias de Levante, como de las Indias de Occidente, porque
viniendo a noticia de los hombres den la gloria al Señor» 21.
En realidad Ceverio no escribió ninguna «maravilla» de las
Indias de Occidente. Sus notas-recuerdos están referidas al- autóc-tono
zknerindio, pero en el estadio arcaico, a pesar de que reco-rrió
grandes regiones de las Altas Culturas como fueron el
mosaico cultural del noroeste andino y los territorios del incario.
Sus notas corresponden al indio rural-campesino, a la fauna, al-guna
breve descripción de escenarios geográficos, siempre en
función del clima o de las costumbres autóctonas. Todo descrito
en superficie, sin profundizar en ningún tema.
Es extraño el silencio sobre el cruel trato dado a los indios,
o bien sobre la defensa de1 Padre Las Casas, famosísimo en todo
el continente, o la empresa heróica protectora y evangelizadora
de las misiones. Es igualmente sorprendente el que estando en
el puerto negrero de Cartagena de Indias no recordase la escla-vítud
africana.
No parece haber tenido sensibilidad ante los impresionantes
paisajes de la cordillera andina, el espectáculo del río Magda-lena,
los desiertos peruanos o la inmensa sabana. Ni siente emo-
.ción por las ciudades y monumentos prehispánicos; o bien
siquiera curiosidad por los puertos y ciudades fundadas por
españoles, erguidas ya, con trazado castellano y arquitectura
renacentista; aunque sí describe las viviendas (barbacoas) de los
+
21 Ob. cit. (l), p&g. 8: «Pr&Iogo del autor a1 lector».
16 ANALOLA BORGES
indios huancavélicas, por citar un ejemplo. Así también se detie-ne
en la fauna hostil o de utilidad al hombre, pero no en la flora,
no cita más de dos o tres plantas y en sentido práctico, esto es
tanto más notable cuanto que en el recorrido debió pasar por las
extensas zonas de selva.
Evidentemente, tampoco refiere sobre riquezas, metales pre-ciosos,
tesoros ..., es decir, todo el relumbrón que supuso las
Indias, solo una brevísima alusión cuando se encuentra con unos
comerciantes turcos que preguntaban por la llegada de las flotas
a España.
Todo ello hace del relato un escrito singular en la historio-grafía
de la época.
Las citas sobre das maraviiias ... de las indias de üccidente»,
en expresión del autor, se han agrupado por temas, y cuando
fue posible, por áreas geográficas. Cada uno de los temas llevan
títulos y subtítulos, para una mayor comodidad del lector; a
veces se ha corregido la puntuación del texto sobre el cual he-mos
trabajado, si bien respetando la transcripción.
Los textos van ilustrados con notas, algunas de ellas pueden
parecer innecesarias al estudioso americanista, pero las he creí-do
útiles pensando en el lector no especializado en el hecho
americano; y también pensando en el Anuario en que se publica
-dedicado a temas canarios- he procurado hacer referencias,
cuando lo pide el texto, a todo aquello que pudiera estar rela-cionado
con el archipiélago.
CONCLUSIONES SOBRE EL AUTOR
Hemos hecho una incursión por la vida del autor con el
deseo de llegar a conocer algo de su personalidad y de sus acti--
vidades. Los escasísimos datos que poseemos nos han llevado
a repensarlos, e intentar desentrañar el cómo. el dónde, el cuán-do
de sus pinceladas, que él mismo ha oscurecido quedándose
al margen del episodio, de la aventura, del hecho concreto.
Sin embargo, pienso que Juan Ceverio de Vera, necesita ser
investigado en distintas fuentes para llegar hasta su perso-
366 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS"
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 17
na. Ahora sólo se contempla de forma borrosa sin dejar apre-hender
sus contornos; la misma niebla envuelve el entorno hu-mano,
social, político o cultural en el que transcurrió su vivir
y su andadura indianas, que es la que aquí nos interesa.
He dejado expuesto lo muy poco que se conoce y las suge-rencias
que me ha ofrecido su escrito. En el primer caso sólo
unas fechas, la mayor parte ambiguas o equívocas; en cuanto
a mis sugerencias, las consigno de nuevo en estas conclusiones,
si bien, repito, con toda reserva:
Juan Ceverio de Vera vive cincuenta años (1550-1600).
l? Su expresión «muy mozo pasé a las Indias» no supone
que fuera en el año 1567, primera fecha que él cita, cuando
contaba diecisiete años* Pudo haber partido desde los trece, s
aún antes como era frecuente en soldados y pobladores. Así Juan
de Castellanos, al que hacemos referencia en nota 17, llegó al
Nuevo Mundo a la temprana edad de trece años, y desde su
arribada se enroló en la hueste de conquista; éste no fue excep
ción, hay también capitanes de expedición con dieciséis años y
aun gobernadores.
2: Imaginamos que actuó, como soldado, en distintas re-giones;
que estuvo varias veces herido, una de ellas sería en
lucha contra los indios caníbales pijaos, de la familia de los
chibchas, en el Nuevo Reino de Granada (v. nota 26). En esta
ocasión fue salvado por el trato humano de los indios de la
región de Cali (v. nota 27). Es posible que, después de haber reci-bido
«grandes y casi mortales heridas» -la expresión es suya,
pero referida en tercera persona- (v. nota 26), haya decidido, u
obtenido la licencia de ",u-hacer militar, Por supuestoi este
episodio, en su especia1 cronología, está referido al año 1567,
es decir, la primera cita-año. Sin embargo, pienso que sus heri-das
«casi mortales» lo impidieron continuar sus andanzas como
guerrero.
3.0 P,css~, & s I l ~ dl e &!igó 2 ser ~ ~ ~ E d ~ j &
la ciudad de Los Reyes de Lima, capital del virreinato al que
pertenecía el Nuevo Reino de Granada, donde encontraría hos-pital
y médicos adecuados. Será esta la causa de que en este
largo recorrido hecho por caminos intransitables y por medio
Núm 26 (1980) 367
18 ANA- BORGES
de mulas y de indios cargueros en los pasos difíciles, con
una geografía espectacular y variada apenas escribe -o recuer-da-
alguna noticia sobre costumbres arnerindias.
4." ¿Fue entonces cuando se inició su vocación sacerdotal
que iría madurando durante algún tiempo? Juan Ceverio debió
recibir no solo su paga de soldado sino que también estaría en
el reparto de los expolios al vencido. Pienso que estos bienes,
más, quizá, algunos otros adquiridos, como también fue usual,
de forma violenta, ilegal o simplemente por robo, fueron los
que él, en un proceso de conversión, devolvió o, coma dice, re-partió
entre los «muchos hermanos pobres».
5P La fecha y el lugar de ordenación se desconoce. Podría
investigarse por medio del testamento de su madre -solo si
existiera- ya que el mayorazgo que ésta poseía, por herencia,
pasa no a Juan, el primero de los hijos, sino a Pedro (de Vera
Muxica), el segundo. ¿Renunció Juan a causa de haber sido ya
ordenado sacerdote y, voluntariamente, haber hecho voto de
pobreza?
6P No sabemos la fecha del regreso ni el lugar donde resi-dió
en la península. Lo que sí parece cierto es que no volvió
a las islas desde su partida a las Indias. Martín de Vera, su
padre, testa en 1580. Este documento, como el de su madre, sería
una fuente de excepción para conocer las circunstancias d6 Juan
en las fechas de estos escritos.
En cuanto a los recuerdos que pudo dejar en su obra sobre
la isla o el archipiélago natal es notorio que sólo hay tres citas
en todo el escrito: en el prólogo, para decir el lugar (de naci-miento,
otro recuerdo dedica a un animal, Pa cabra, muy abun-dantes
en las islas, dice que «es tan buena la carne de cabra en
la provincia de Palestina como en las islas Canarias donde es
muy gustosa», la carne y la leche debió ser alimento cotidiano
de su niñez y adolescencia. Y, por último, el tercer recuerdo pa-rece
haberlo conmovido, se trata del canto que oyó a una mujer
griega, una endecha, cuya entonación debió transportarlo a los
primeros años de su vida «las endechas griegas -dice- son de
tanto sentimiento como las de Canarias».
Aquí finaliza las citas referidas al archipiélago. Es de adver-
368 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 19
tir que ninguna está relacionada con las Indias, a pesar de que
pudo hallar muchas similitudes entre una y otra orilla del At-lántico.
Pero todo ello es consecuente con su estilo.
LOS VERA, MUXICA Y LEZCANO EN LAS INDIAS
Familiares de Juan Ceverio de Vera (y Muxica-Lezcano) se
establecieron en el territorio indiano desde el siglo XVI y con
mayor profusión en los siglos siguientes, casi todos procedentes
de Las Palmas de Gran Canaria.
Los apellidos cambian con frecuencia de grafía, asP los Mu-nicíi
tamloi&l Moxiea, LS/loiigia, MLIJ'jca, lvIojica; los Lezcmo;
Lazcano, Liscano, Lescano; Ceverio: Severio, Ciberio, Seberio.
La relación que anoto a continuación procede de mi fichero
particular que contiene fuentes varias. Por ser éste un punto
marginal del texto no cito las fuentes para evitar la proliferación
de yUe zu-ils;&ro, iiq-G i, 1 eS&-jiiS.
Los primeros familiares de Juan Ceverio (también Civerio,
Severio, Siverio) que me constan marcharon a las Indias, se
hallan entre las expediciones del siglo XV a la isla Española.
Así, Juan y Andrés de Vera viven en la ciudad de Santo Domingo
desde el año 1498; Diego de Vera, capitán, parte en 1525 con
una expedición a las MoIucas; años más tarde, en 1534, marchan
a Nombre de Dios (Istmo de Panamá) los hermanos Bartolomé
y García de Moxica, estos últimos son unos de los escasísimos
nombres de expedicionarios canarios que han quedado registra-dos
erl el Catálogo & pasajeros a xn;ias.
Juan de Lezcano parte a Nueva Granada con la expedición
del adelantado Alonso Luis de Lugo, y, quizá, estuvo en la jor-nada
de los marañones; un Gabriel Lascano desempeñó el
puesto de racionero en la recién fundada capilla de Asunción
del Paraguay hacia 1546; en el mismo año, el padre Juan áu
Lezcano entra en Santa Fe de Bogotá con la expedición del go-bernador
Francisco de Lebrón (quien también suponemos, es
nacido en Canarias). Todos ellos parientes próximos y ascen-dientes
por una u otra rama de nuestro protagonista.
Núm 26 (1980)
24
20 ANALOLA BORGES
Es evidente que las Indias tenían que serle conocidas a tra-vés
de sus familiares, muchos de ellos vivían en aquellos terri-torios
que visitó (Nuevo Reino, Virreinato del Perú y la isla
Española) y dejó descritos en su relato; otros se establecieron
en las Antillas, Nueva España y Río de Ea Plata.
Con posterioridad a su viaje desde Las Palmas, marchan tres
de sus hermanos: Garcia, Francisco y Pedro de Vera Muxica; y
sus sobrinos Sebastián y Martin de Vera. En cuanto a los her-manos
son, respectivamente, el noveno, quinto y segundo de los
hijos de Martin de Vera y de Ginebra de Muxica-Lazcano.
García, fue capitán, regidor y encomendero en Córdoba de Tu-cumán.
Su hija, Teresa de Vera, vivió en Perú, casada con
Luis Brdóñez, alguacil mayor de la Inquisición.
Francisco, marcha en ió09, suponemos que se establece en la
misma ciudad que sus hermanos.
Pedro, el segundo de los hermanos, había obtenido el mayo-razgo
a la muerte de su madre, fundado por el abuelo Juan
Ceberio Muxica, y por haber sido ya consagrado sacerdote
Juan Ceverio, nuestro personaje (cuya razón, suponemos).
Se establece en Mueva España hacia 1582.
Sus sobrinos:
Sebastián y Martin de Vera Muxica se instalan en la región
platense.
Sebastián, establecido en Santa Fe, ejerce los cargos de maestre
de campo, alférez real y regidor. De quien desciende el maes-tre
de campo Antonio de Vera Moxica, que reconquistó a los
portuguesse el territorio de Santa Fe y ejerció el cargo
de gobernador de la provincia de Tucumán en el último ter-cio
del siglo XVII. En el XVIII sus descendientes formaban
parte del sector de los grandes terratenientes de la provincia
de Entrerrios, atribuyéndose derechos en la mayor parte del
territorio. Esta familia alcanzó un gran relieve social y polí-tico,
el Virrey Joaquín del Pino casó con Rafaela de Vera
Mujica, nacida en ia provincia de Santa Fe.
Martin, vivió en Buenos Aires, donde ejerció el cargo de regidor
y capitán.
Domingo Vera, desconocemos su filiación, maestre de Campo,
370 ANUARIO DE ESTUDZOS ATLANTZCOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 21
fundó la ciudad de San José de Oruiía, capital de la isla de
Trinidad.
Francisco de Vera, desconocemos su filiación, ejerció como pre-sidente
de la Audiencia de Santo Domingo, y, posteriormente,
oidor en la de Charcas.
Juan de Vera, encomendero de los pueblos de Tunja y Bogotá,
con noventa y tres indios, en el Nuevo Reino.
Sebastián de Vera, escribano del Cabildo de Cuzco.
Aquí solo he querido proporcionar una muestra de la presen-cia
de los parientes de Juan Ceverio en Pas Indias. Posterior-mente,
en los siglos siguientes, la emigración de esta familia fue
niime~sisima.S in embirgn e1 m ~ t d~e! r r e!zfn nn cnncigmi ni
se refiere en absoluto a su prosapia familiar; parece razonable
suponer que convivió con alguno de sus parientes aquí citados
a con algunos otros que desconocemos.
Núm 26 (1980)
ANAMLA BORGES
SEGUNDA PARTE
SUMARIO1:. Prólogo del autor al lector.-2. Sobre usos y costumbres
de los amerzcanos: a) Nuevo Reino de Granada: Los Caníbales putumaes.
Resistencia a los españoles. Las Armas. Elección de guerreros. Temor de
los pueblos vecinos. UtrIidad de una piedra curativa. Los campesinos car-gueros
de Cali; b) Virreinato peruano: Los índigenas de la costa. Sentido
de orientación. La cría de caballos. Siembra original del maíz. Idolos y oro.
Construcciones en Huancavélica.-3. Incidencias de un naufragio: Arribada
a las costas de la isla Española. Peligros y calamidades en la andadura. Se
s&gzn nlannnc 4. k$rtim& & la i* &p&~": .A.bd&anciu &! g&yaU=;-- --13-----e
5. Clima y agricultura de las regiones de Trujillo y Lima: Comercio del tri-go.
Calidad de la vid. Peligrosidad de las zonas desérticas.-6. La fauna
autúctona: Tigres. Caimanes. Puercos saínos. Tortugas. Cóndores. Cule-bras
bobas. Lobos marinos. Llamas. Mosquitos.-7. Erupción del Volcán de
Quzto: Destrucción de los pueblos Yumbos. Quito se salva de ser destrui-da.
4. Valo3,ación de la moílreda española y acecho de las flotas de Indias
en el puerto de Tripol de Soria (Palestina).
PROLOGO DEL AUTOR AL LECTOR
«Todo ignorante es ciego, y todo ciego es temeroso, como
dice el proverbio, esta verdad por un símile se entender&. Cuán
fácil le es a un diestro y sabio piloto gobernar su nave en la
oscura y tenebrosa noche, cuando teme el corazón más gallardo
de los que en ella van, pues al timón cantando la gobierna, y
libra de los furiosos vientos, hinchadas ondas, ocultos y peli-grosos
escollos, y con la lumbre de ciencia contra el tempes-tuoso
mar y vientos la pone salva en seguro puerto.
Y por el contrario cuán confuso y temeroso navegaba por el
ancho y no conocido mar Océano aquel animosísirno Colón en
-1 2 L-:-:--a- J-1 XT ------ na---J- c-J-t;
l Ut;3LUUllllllt;llLV Ut;l I Y U C V U I~~WIUU, L L ~ U U en las remotas noti-cias,
que tuvo de aquel piloto muerto, y cuán desesperados iban
de jamás volver a España sus valientes marineros, pues dejando
descubiertas ya las Indias, saben todos cuán trabajosa les fue
la vuelta, por lo cual muy pocos se atrevían a pasar a ellas, y
372 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI ea
refrenaban la codicia del visible oro, con el temor del peligroso
viaje y bien sabida la vuelta, y perdido ya el temor, no sólo
hombres, pero delicadas mujeres van i vienen.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - * - - - - - - - - - - - . - - - . - --------------.--.---.---.-- -----..---..--..
También quise, rogado de amigos, escribir algunas maravi-llas,
así de las provincias de Levante, como de las Indias de
Occidente, porque viniendo a noticia de Pos hombres den la glo-ria
al Señor ".»
En el relato de Juan Ceverio se encuentra como una de sus
características la observación, 10 destacamos por no ser usual.
En los viajes por América «no se encuentra el interés del via-jero
sino del descubridor y colonizador» 23, en este caso «el inte-rés
del viajero» no lo ocupó ningún descubrimiento o coloni-zador,
es una de ias originaiidades que hemos hallado en ei
autor.
EL RELATO
2. SOBRE USOS Y COSTUMBRES DE LOS AMERINDIOS
a) EN EL NUEVOR EINOD E GRANADA'^
Los caníbales pururnaes (pp. 85-86) *
«los valientes indios que llaman Putimaes, pues también se
sustentaban de rapiña, y han destruído muchas provincias de
indios y algunas ciudades de españoles, como la ciudad de Ney-
027. cit. (l), págs. 7 y 8.
23 ,ENRIQUET IERNOG ALvAN: Acotaciones a la Historia de Za cultura
occidental en la Edaá Moderna, pág. 86. Madrid, 1963.
24 El primer mandatario del Nuevo Reino de Granada fue Almo Luis
Ferná7zdez de Lugo, Adelantado, Gobernador y Capitán General; quién como
su padre (v. nota 17) era también Adelantado de Canarias. Bartolomé de
las Casas le hace una aguda crítica, titulándolo el «Barba Roxa» de las
Indias,
La capital del Muevo Reino, Santa Fe de Bogotá, tuvo entre los regi-dores
de su primer cabildo a Eázaro Fonte, almirante de la flota que parte
desde Canarias con el Adelantado Pedro Fdez. de Lugo, quien nutrió su
hueste expedicionaria con numerosisimos soldados isleños de Canarias, e,
incluso, con mujeres pobladoras y familias. Otras varias expediciones se-
* Las páginas indicadas en paréntesis se refieren a las correspondien-tes
al texto que se cita en la obra cit. en nota (1).
24 ANALOLA BORGES
va, que con su fértil valle, poblado de muchos indios, la tienen
desierta, y en sus vientres sepultados los moradores della, por-que
comen carne humana, y della tienen públicas carnicerías
en su provincia; y escogen por mejor morir, en la guerra, co-miendo
carne humana, que vivir en paz y ayunos della.»
«Y cuando hacen alguna presa, escojen, de las mujeres, las
que son altas de cuerpo, y se casan con ellas, aunque sean espa-ñolas,
y a las pequeñas, matan, diciendo que la mujer de gran
cuerpo cría grandes hijos para la guerra.»
Resistencia a 10s esgaíhPes
«Y causa admiración que siendo aquellos valerosos indios
merlos de dos y provincia erlti-e. el ~~-üev--o
de Granada y la Gobernación de Popayán, tanto tiempo se sus-tenten
contra nuestros arcabuces, sin jamás querer Ia paz 25.»
«Y la causa es ser su provincia tan áspera que no la huellan
caballos, y no vivir en ciudades sino, por familias, en ]los más
altos collidos. Y cuando entran por Su tierra banderas espa-guirían
a esta primera. V. mi trabajo Notas pava un estudio sobre la pro-yección
de Canarias en la conquista de América, Separata del «Anuario de
Estudios Atlánticos),, núm. 20, págs. 148 a 190. Madrid-Las Palmas, 1974; y
GERMAN ARCIMEGASE: l Caballe~od e El Dorado, «Revista de Occidente»,
Madrid, 1969.
25 Opino, con los editores de la obra, que el autor ha tomado e1 nom-bre
de estos indios del no Putumayo, que recorre una amplia región desde
la selva, la Amazonía, atraviesa la meseta y la sierra para morir en el
Pacífico, en la bahía de Ancón -hoy territorio ecuatoriano-.
En cuanto a las tribus peajos -o pijaos según los documentos- lle-garon
a ser tan hostiles que bloquearon los caminos que unían la provin-cia
de Popayán, en el Nuevo Reino, con la capital del Virreinato. Hasta
entrado el siglo XVII no pudieron ser reducidos estos indios caníbales,
terror de los pueblos colindantes, después de una larga y costosa lucha.
En estos años era auditor de guerra del Nuevo Mundo el palmero
Lesmes de Espinosa. Un buen estudio sobre los indios pijaos, Los incon-yuiwrru^
vrG,a.. r1r,u. p,nx.c.nf ...ilr,í - n,? - ,:r., ,--,a -A-..,. n-,.-- D:--..,+, D,-,+A JU UG LUJ ,CJLJUU~, PUL U U I ~ U G VI Lega nILauI LG. U u S u L a .
Archivo Nacional. Año 1949.
En otro orden de cosas, como anécdota al margen de todo interés his-tbrico,
hago el comentario sobre que, cuando redacto esta nota, se en-cuentra
en el puerto de Santa C m de Tenerife, la nave colombiana
PIJAOS.
374 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 25
ñolas, aunque la provincia tiene ciento treinta legua de torno,
se avisa toda en tres horas, con ahumadas de día y de noche
grandes fuegos. Y juntos, con brevedad, resisten en malos pasos
a nuestros escuadrones, con tanto ánimo, que casi son los muer-tos
por parejo.>)
]Las armas
«Y es muy ordinario desafiar un bárbaro de aquéllos a un
español a singular batalla de lanza por lanza, porque son éstas
sus armas y están muy diestros en ellas. Y dicen que el arcabuz
y el arco son armas de cobardes, y por esta razón ellos no quie-ren;
como otros indios, valerse de flechas con mortífera hierba.»
Elección de guerreros
«Su cacique o rey señala, desde muy mozos, los que han de
ser labradores, y los que han de ser soldados; Y para mejor
conocer de cada cual su inclinación, hace cada tres años junta
de los mancebos, y en un general banquete manda mezclar con
el vino una hierba, cuyo efecto es dar lágrimas al cobarde y
furor al animoso.»
«Y el astuto cacique que, de secreto, los mira, ve a unos
llorar su futura perdición, y a los otros, furiosos, amenazar de
muerte a los barbudos, que así llaman a los españoles porque
generalmente los indios carecen de barbas.>>
«Aquella feroz nación asalta y destruye, en la oscura noche,
las descuidadas ciudades, y las fronteras de la obstinada pro-vincia
están en continua vela. Y porque en el camino que va del
Nuevo Reino a Popayán mataban a mucha gente, los pobres
caminantes lo han dejado, y caminan por una sierra nevada,
donde tienen por mejor la sepultura en la nieve, que en los
voraces vientres de los indios.»
26 ANALOLA BORGES
Ufiadón de una piedra curativa
«Y sucedió que uno de los muchos capitanes que han en-trado
al castigo de aquellos inhumanos indios, prendió en una
emboscada diez dellos, y por atemorizar la provincia, les mandó
cortar las narices y arrojarlas a los perros; y un indio, no pu-diendo
haber las suyas, cojió del suelo las narices de su csmpa-ñero;
y soltando los heridos, el animoso indio valiéndose de una
virtuosa piedra, que cada cual en la guerra trae consigo, para
curar grandes y casi mortales heridas, de la cual yo he hecho
muchas veces la experienciaz6, engirió en su rostro las ajenas
narices, siendo la mitad más grandes que las suyas.»
<<Yv olviéndole a coger los españoles, y reconociendo las dife-rpnter
c~rjce~q$~ e ~ i a ^d^&s~í> , esfe casai y deccub_ri<j la
virtud de su piedra.»
h s compasivos cargueros de Caii (pp. 87-88)
«Y es de considerar la4iereza de aquellos bárbaros y la ene-mistad
que con todo el mundo tienen, y por el contrario la natu-ral
mansedumbre de otros gallardos indios, sus vecinos, en las
montañas de Mi, que sólo hay un valle en medio, y la mucha
amistad que a los españoles tienen, pues dieron la paz, y la han
sustentado siempre. »
«Y pasan sobre sus hombros las mercaderías de España, que
entran a la Gobernación de Popayán, por el puerto que llaman
de la Buenaventura, en el mar del Sur; por ser tan ásperas
26 El subrayado es nuestro. En esta frase he querido interpretar qrie
el autor no sólo viajó a las Indias, sino que permaneció en ellas. Ya que
en un viaje de placer no es fácil obtener «grandes y casi mortales heni-das
» que le valieron la utilización de la piedra mágica «muchas veces»;
cuya piedra se conoce en un espacio de territorio concreto y entre unos
pobladores-cani'bales, los pijaos, a quienes se les hace la guerra, y a quie-nes
Ceverio parece conocer muy bien sus costumbres y organización. Es
razonable pensar que su conocimiento no le viene «de oídas» ni tampoco
por razones de amistad, sino, quizá, por haber formado parte de las expe-diciones
de castigo en cuyas acciones recibiría «grandes y casi mortales
heridas». Este es uno de los sucesos que me han hecho suponer la filia-ción
militar de Juan Ceverio.
376 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 27
aquellas altas montañas que no sólo caballos, más, un perro na
puede pasar.»
«Y cuando llega aquel puerto algún español enfermo, aque-llos
nobles Indios lo llevan sobre sus hombros, y en una ligera
silla, en que va sentado espaldas con espaldas, en cuatro días al
pueblo de Españoles; y pone temor mirar la profundidad de las
cortadas peñas por donde pasan.»
«Y en los peligrosos pasos el cargado Indio al enfermo en-carga
que cierre los ojos, porque mirándolos no se desvanezca,
y dé algún vaivén, con que el caballo y caballero se despeñen.
Y muchas veces viendo los Indios fatigados al enfermo, lo llevan
a sus pueblos, y curándolo con hierbas, le sirven con sus galli-nas,
y cobrada la salud, llevánlo a la ciudad de Cali, cuando 10
tenian por muerto, que es cierta prueba de amorx.»
b) EN EL VIRREINATDOE L PERO
Los indígenas de la costa
Sentido de orientación (pp. 103-104)
<(Y es grande el juicio de los indios que llaman pilotos de
aquellos peligrosos arenales. Pues, en la escura noche, sin cami-
27 NO creo sea aventurado pensar que «el Español» enfermo fuera el
mismo autor. Es ésta una página delicadísima sobre las cualidades ético-morales
de este grupo amerindio. Creo también sean estos párrafos los que
muestran una especial sensibilidad del autor, siempre taa concreto y cere-bral
y sobre todo comporta un fuerte contraste con el grupo pijao (v. nota
25). ¿Reconocimiento a la obra humanitaria para consigo?
Se trata de los indios cargueros. institucionalizados en el territorio,
sobre todo en el incano, dada la dureza arquitectónica de la orografía y
los escasos caminos transitables. Estos indios se ocupaban del transporte
humano y de el de mercancías, realizados con una seguridad y ligereza
de impresión, por sendas estrechísimas flanqueadas por abismos. Recor-demos
que las altas culturas amerindias no conocieron la rueda, ni por
consiguiente, la carreta, la polea ., ni otro medio de transporte. Esto pro-duce
la gran admiración de sus obras arquitectónicas y de urbanización,
monumentales, sin que se pueda conocer aún cómo pudieron realizarse..
Porque, además, tampoco tuvieron los amerindios animales de carga. Sólo
en el imperio incario utilizaban la llama, pero es un animal delicado, im-posibilitado
para e1 transporte de cargas excesivas (véase nota 52).
Núm 26 (1980) 377
28 ANALOLA BORGES
no ni ver sierra ni agua, gobernándose por las estrellas, salen
derechos al lugar que quierenz8.»
La cría de caballos
«Y es peregrino el modo que los indios tienen para criar
caballos que sufren tanta sed y hambre, por los enfadosos are-nales;
y para lo cual suben a la sierra y compran potros de m
año, y trayéndolos a sus secos pueblos, les dan de comer por
onzas, y beber al cuarto día, fatigándolos por el arena; y aun-que
se les mueren muchos, quedan los demás casi inmortales.»
«Y yo he visto quedar fuertes caballos, en el arena, muer- N::
tos: y salir, Ins criados en miseria, con cargas que pesaban más
que ellos, porque con la mucha dieta sólo tienen los huesos y U
el pellejo m.»
-
8'
8
I
Original siembra del maíz
e
«Y en el pueblo de Arica, donde falta regadío, siembran los 5Y
indios sus maíces en el arena, dentro de cabezas de sardinas, E
=n
6
porque con la humedad, nace el maíz y se arraigan 'O.
U
E
LOS indígenas del incario estuvieron familiarizados con la astrono-i
1
mía y también con la astrología, de forma que cualquier dteración visible a
en el firmamento era interpretado incluso por el pueblo llano. (Véase INCA 2
%
GARCILASDEO L A VEGAH: istoria del Perú, libro XI I , cap. IV, págs. 46 y SS., i Madrid, 1800.) Estos indios-pilotos a los que se refiere d autor, son los
guías nocturnos para los caminantes, en los arenales desérticos de las 0
costas del Pacífico, en la imposibilidad de viajar durante el día a causa
de las altas temperaturas y de la sofocante humedad. Con mucho menor
riesgo que los cargueros (v. nota anterior), era oficio de gran utilidad
ya que sin ellos quedaba imposibilitado el tránsito por estos lugares.
29 ES sabido que el caballo llegó a América con los conquistadores; se
reprodujeron muy pronto de forma espectacular. Es lógico que en el
escenario que cuenta ei autor, en ios ciesiertos arenales, ia crianza cki ga-nado
caballar necesitó de un gran esfuerzo, hasta lograr la aclimatación.
El maíz fue un producto americano, que cubría pyácticamente todo
el territorio. En los lugares inhóspitos de Florida, Texas y Nuevo México,
los conquistadores hambrientos encontraban al,+ alivio cuando halla-ban
granos en los maizales. La importación a Europa, sobre todo en
378 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 29
Molos y oro (p. 121)
«Muy diferentes de los santones Moros son los santones In-dios
de Occidente, pues huyendo la confusión de las ciudades,
se van a vivir en cuevas de las más ásperas sierras que saben:
y del oro que llevan de las ofrendas, hacen un venado o un
cabrón, a quien toda la provincia reconoce por su dios, y le
*ofrecen gran cantidad de oro, perlas y piedras preciosas.»
«Y es cierto que el demonio habla por aquel cabrón, y manda
a los Indios lo que hay que hacer. Y por su consejo han muerto
algunos sacerdotes que los dotrinaban. Porque teniendo noti-cias
de aquellos ricos santuarios caminaban con dos o tres
españoles, temerariamente, a castigarlos; y el maldito cabrón
avisaba a los indios que venían pocos cristianos, y saliendo al
camino, los mataban.»
«Y agora que van con buena guardia, avisa el demonio a los
el siglo XVII, palió muchas crisis agrícolas, especialmente en los largos
corrflictos internacionales.
El Popo1 Vuh, libro de Ias altas culturas mayas, dice que el hombre
fue hecho de maíz. Estos cultivos se extienden por toda la vertiente andina
Algunos estudiosos clasifican estas regiones bajo el epígrafe de Cultura
del Maíz, que servía también para la elaboración de la bebida sora pre-parada
con maíz masticado, de gran consumo también por españoles, aun-que
utilizaban otros medios más higiénicos en su elaboración: «Lo que
les permitía obtener una bebida más saludable, fresca, de buen gusto, in-cluso
de propiedades medicinales, recomendadas para la cura del mal y
retención de orina y contra las arenas y las piedras de los riñones y la
vejiga». RAÚL RIBERAS ERNAE:l cultivo de la vid, la pioducción del vino
y chibcha en Lima, en el siglo XVI, «Boletín del Instituto Riva Agüerou,
Pontificia Universidad Católica del ~Perh, pág. 175, Lima, 1975-1976.
Siempre me llarn6 la atención el hecho de que en Canarias, se le llame
millo al maíz; la explicación quizá esté en lo que nos cuenta el misionero
italiano Felipe Salvador Gilij: «además de las especies varias de maíz
que he enumerado, hay otra que los españoles del Orinoco llaman millo.
No da panochas como 10s otros maíces, sino una especie de racimos pri-vados
de hojas y llenos de granitos, unidos por un peciolo, semejante
a los del mijo de caña». (Ensayo de Historia americana, 1, 268.) Es posible
que la presencia continuada de los isleños canarios en aquellas regiones
que hoy conforman la nación venezolana, hayan importado el término local
millo, olvidando el de maíz.
Núm 26 (1980) 319
30 ANALOLA BORGES
indios que huyen con el cabrón y el tesoro, y pasada mala no-che,
cuando llega nuestra gente, halla la cueva vacía.»
«Algunos principales indios, criados con religiosos, conocido
el engaño en que el demonio ha traído a sus padres, van sacan-do
de aquellos santuarios mucho oro para sus gastos31.»
Conskuicciones de los iradios de P4euancaveEca (pp. 147-148)
«A la traza de aquellos pescadores albaneses tienen sus casas
los indios guancabélicos, de la provincia de Guayaquil, en uno
de los reinos del Perú, que, por ser tierra muy baja, deteniendo
el mar los caudalosos ríos que por ella pasan, está debajo del
agua los ochos meses del año.»
«Y en aquei tiempo viven sus moraaores en casas altas que
llaman barbacoas, fabricadas sobre tan fuertes y gruesas cañas,
que en sólo un cañuto cabe media arroba de agua; y a sus puer-tas
tienen muchas canoas, que son barcos hechos de un solo
palo ", en que andan por la ciudad anegada, y en ellos se acogen
a Ba sierra, cuando en algún lluvioso año llega el agua a cubrir
sus casas. 'ST aquellos fieros caimanes comen a las atrevidas mu-jeres
que por el calor se bañan.»
31 Fue difícil desarraigar la idolatría; los misioneros luchaban con
resultado vano, pero siempre brotaba entre algunas comunidades. En
fecha temprana, como lo era la estadía de Juan Ceverio, había mu-chos
santuarios idolátricos según nos cuentan los cronistas e historia-dores
posteriores. Un cronista mestizo, Padre Blas Varela. gran admi-rador
de sus antepasados aborígenes escribía: «No creo que ha habido
gentilidad tan dada a supersticiones como la peruana. D. Cit. por el malo-grado
americanista grancanario Fernando de Armas Mediwa, uno de los
historiadores que han realizado serios estudios sobre estos temas en La
Pervivencia de la idolatría y las Visitas para extirparla, «Boletín del Insti-tuto
Kvas Agüero», Pontificia Universidad Católica del Perú, pág. 7, Lima,
1966-1968.
32 Canoa, es vocablo arawac, grupo indígena antillano. Los españoles
conocían la canoa desde el primer Viaje del Descubrimiento, llamó la
atencih la simplicidad y la ligereza del navío o barca hecha de un solo
tronco. Ya viene incluida en la gramática de Nebrija. Quizá canoa sea el
primero de los centenares de vocablos procedentes de las culturas amerin-dias
que se incorporaron a la lengua española, le siguen de cerca: piragua,
hamaca, huracán, maíz, yuca, calabaza
380 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XYI 31
«Y en los cuatro meses que los ríos se recogen a sus madres,
siembran y recogen sus maíces y semillas con abundancia. Y
en tierra tan trabajosa y peligrosa viven aquellos hombres muy
contentos, tal es el amor de la patria.»
«Y pasando yo de Guayaquil a Quito, hice noche en uno de
aquellos pueblos, estando tan anegado, que llegaba el agua a las
más altas casas.»
INCIDENCIAS DE UN NAUFRAGIO (pp. 132-133)
«Y en el año de sesenta y siete, pasando yo en una fragata
de la ciudad de Cartagena al Nombre de Dios, con gran tormen-ta
perdimos ia tierra firme y a los treinta y ocho días arriba-mos
a aquella isla Española sin conocerla, habiendo atravesado
más de trescientas leguas de peligroso golfo. En el cual, con
grandes calmas, pereciéramos de hambre, aunque nos susten-taron
algunos días los gatos, perros y ratones de la pequeña
nave, sino vinieran a eiia muchos pájaros de los que iiaman
bobos, porque no huyen del hombre; y la causa es que, desde
muy pequeños, dejan la tierra y se van al mar para no volver
a ella, y durmiendo en el agua, se sustentan de su pesquería.»
«Y cuando ven algún navío, como si fuera escollo, se ponen
en su jarcía y si. el hombre se queda quedo, sobre su cabeza,
donde esperan que los cojan a manos; pero al cojerlos, muer-den
cruelmente.»
Amibada a las costas de ]la isla Espahiola
«La tarde que Ilegarnos a la gran isla y a su cabo, que llaman
del Tiburón, salimos diez y siete hombres a la tierra, y cuando
el barco volvía por los viejos y enfermos que en la fragata que-daban,
sopló el viento de tierra con tal fuerza, que faltando las
Cl - - - - A-3 ---:., . 1,. --+:A
Ll aLc r a cuuaLlaa u c a p ~ y ~ r ; fI Ii ~~V LIVC ,I IIGLIU eii &a Exir, siin
llevar ningún marinero, por quedar todos en tierra.»
«;buzgámoslos por muertos, y a nuestra suerte por buena, y
fue peor, porque a la desamparada nave sin vela ni gobierno
gobernó la Divina Providencia a la isla Jamaica, y de su puerto
Núm 26 (1980) 381
32 ANAMLA BORGES
salieron barcos que la metieron en él, y los vecinos en sus casas
a los pobres pasajeros, donde se remediaron todos.»
Peligros y calamidades en h andadura
«Nosotros caminamos por la no conocida costa sesenta y
tres días, deteniéndonos, por las grandes lluvias, las crecientes
de los ríos, donde había voraces tiburones; hallándonos cerca-dos
muchas veces de aquellos furiosos perros que llaman cima-rrones
y hambrientos puercos saynos, y hiriendo algunos de-llos,
se degollaban muchos y satisfacían a nuestra hambre.»
«También nos sustentaba el mar con sus tortugas, mayores
que grandes adargas, matando las que salían a tierra, por dejar
en e& sus muches ~ U P , \ ~ C S . ~ ~
«Y 1s más penoso era que habiendo caminado todo el día
pasábamos la triste noche sepultados en el arena, por la gran
plaga de mosquitos 33.»
«Y con grandes aplicaciones llegamos sólo once compañeros
a la ribera de un no que por su grandeza y nuestra flaqueza
no lo podimos pasar. Y al tercero día, gustando ya los jarabes
de la hambrienta muerte, vimos de la otra parte del río venir
huyendo un cansado jabalí, y arrojarse al agua; siguiéndole lle-garon
muchos perros, y luego cuatro vaqueros a caballo; los
cuales, imaginando que éramos ingleses de algunas naves, que,
por aquella costa, con h ~ r a c a n e s ~se~ ,p ierden, nos llamaron
herejes, diciendo que los crueles tiburones de aquel gran río.
Maymón, castigaban a los tales cuando se atrevían a pasarle 35.»
33 Las plagas de mosquitos fueron y aún continúan siendo uno de los
problemas con los que tuvieron que enfrentarse los conquistadores y po-bladores;
se encuentran en todo el Caribe y aún en las costas del Pa-cífico
y de la América Media. Sus picaduras producen hinchazón en la
piel que luego se convierten en llagas que provocan fiebre alta «todos
a una mano son malditos y ponzoñosos», dice el Dr. Cárdenas, cit. (12).
folio 231.
V. nota (3Zj.
La confusión con supuestos «herejes» está justificado en cuanto ya
se están acercando a las costas antillanas no sólo los piratas y filibusteros,
procedentes de distintas nacionalidades europeas, sino también navíos ex-tranjeros
con el intento de asiento en aquellas costas, de países que,
382 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI
Se salvan uaios pocos
«Pero, satisfechos de que éramos españoles, nos confortaron,
mandándonos caminar por la ribera del río cinco leguas hasta
un secreto paso, por donde, en sus caballos, lo vadeamos.»
aDijéronnos que por milagro habían bajado de sus casas
que estaban siete leguas de aquel río; porque saliendo con el
alba a matar un jabalí, dieron sus perros con aquél que delante
de nosotros se arrojó al agua, y cebáronse tanto en él que, aun-que
los llamaron, no volvieron; y por no perder sus domésticos
perros si se juntaran con los salvajes, a su pesar les siguieron
hasta el lugar donde nos vieron.»
«Lleváronnos a la Villa de la Yaguana, que está sesenta leguas
de aquél rio, donde murieron de mis compañeros otros cinco,
hinchados por la ponzoña de las culebras comidas» 36.
violentamente, han roto con la Iglesia Católica, cuyas violencias se lle-varon
al territorio hispano-indio. El establecimiento de los hugonotes en
Florida sería un expresivo ejemplo. Veintidós años antes que Juan Ceverio
había visitado la isla, Girolarno Benzoni (15441545) que da cumpiida re-lación
de los ataques piráticos por parte de los franceses. quienes -dice-
«han saqueado varios pueblos habitados por los españoles, primeramente
en la Española (Puerto Plata, Azua, Laiaquanna [debe entenderse Yaguana],
la IMaquanna), donde capturaron muchos barcos. Lo mismo querían hacer
también en la ciudad de Santo Domingo, pero no lograron llevarlo a cabo,.
Continúa el autor expresando que en el año 1543 «Yaguana fue saqueada
e incendiada por m bajel francés; y en alta mar sostienen gran bataIla
navíos españoles contra franceses piratas a quienes vencen . », La Hzstorza
del Mundo Nuevo, 1, 119-120.
36 El lugar de la Iaguana o Yaguana no me ha sido fácil localizarlo,
ya que el río Maymón, al que se refiere el autor, tampoco sé a cual puede
reterirse.
En cuanto a la «Villa de Ia Yaguanan es citada por Benzoni (v. nota 35)
entre los pueblos saqueados por piratas, con puerto de cierta importancia.
De esta forzada estancia de Juan Ceverio en Ia Española ya nada
más nos cuenta. ¿Visitaría la ciudad de Santo Domingo? Es más que pro-bable,
capital de la isla y capital de Ias Indias durante más de una veintena
de años. El autor italiano antes citado la visitó hacia 1543: «La cludad
está situada en una llanura cerca del mar ..., tenía quinientas moradas muy
buenas, parecidas a las de España ... La isla está cubierta por grandes
y espesos bosques .. y su forma recuerda la hoja del castañon. Cit. (39,
página 106.
Múm 26 (1980) 383
34 ANALOLA BORGES
«En aquellas islas, por falta de pan, comen casabe, que hacen
de unas raíces que llaman yucas las cuales, ralladas y sacada
el agua que es venenosa, hechas tortas, las cuecen en hornos. Y de
aquél agua ha acontecido beber caballos, bueyes y perros, y caer
luego muertos.»
FERTILIDAD DE LA ISLA ESPAÑOLA (p. 130)
«Y aunque el reino de Chipre y la provincia de Morea y ia fér-til
Italia son los jardines fértiles del mundo, y por tales los seña-lan
verdes en los mapas, fuera muy más fértil que todas tres la
isla Española de Santo Domingo, que tiene cuatrocientas leguas
de torno, si ie ayudara el cielo a madurar sus frutos, como los
cría. »
«Porque los trigos, cuanto más altos que un hombre, con el
mucho vicio se revuelcan sin poder granar; y sus fértiles viñas
criándo muchos racimos de agraz, cuando más gruesos se pudre j8.
37 « del cpmo de la yuca, que es una rayz de que hacen el pan del
cacabe, es cosa pública y notoria que si el dicho cumo se toma por la
boca, cnido, en qualquiera cantidad que se tome, mata; y si a este mismo
se le da un hervor o simple cozimiento, es sano y dá loable mantenimiento
al cuerpo» Dr. Cárdenas, cit. (12), folio 3. La raíz de la yuca es «del grueso
de un nabo, no produce ninguna semilla, sino unas cañas nudosas y ma-cizas;
las hojas son verdes y parecidas a las del cáñamo». Para hacer el
pan «las mondan [las raíces] y cortan con unas piedras afiladas que recogen
en la playa, las colocan en un trapo y exprimen de ellas el zumo. que pro-duciría
a quien lo tomara el efecto de un veneno; luego extienden la pasta
en forma de tortas sobre un gran tiesto, las mantienen al fuego hasta que
se endurecen, y por Último las hacen secar al sol ... pero a mi me parece
un alimento muy mísero» (M. GIROLAMBOE NZONLI:a Histovia del Mundo
Nuevo, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Fuentes para
la Historia colonial de Venezuela, págs. 101-102, 'Caracas, 1967).
38 El autor Pérez de Oliva, refiriéndose a la isla Española escribe:
«El trigo nace y crece con gran prometimiento, y secáse después con las =ip;5ai -u--a-n...a. i . U@GnU-L,.G:-J-+C~U-LnL.G..+IU- GLIL~; 11-4.. 3 -.Y:AInC.L. GJ, eri ~ i l ~ c h í x k ~ ~dcb rr¿eim us y
hojas consumen su virtud, y assí no esperan aver vino ni pan por la
mucha holganca de la tierra. .» (Histovia de la invención de las Indias, Es-tudio,
edición y notas de José Juan Arrom, págs. 68, Bogotá, 1965. Publi-cada
en 1586, pero redactada en 1528. Es el primer escrito en lengua cas-tellana
sobre la historia del Descubrimiento. Anteriormente, PEDRO MÁRTIR
384 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO .A UN RELATO DEL SIGLO XVI 35
De azúcar y de jengibre es abundante, y de cañafístola segura y
general purgas 39.
Abundancia del ganado
«También de vacas y yeguas, que por ser muchas sin marca ni
dueño, pacen a su albedrío; y el provecho que tienen de las vacas
sólo es el pellejo, porque cogiéndolas con la lana fuera de monta-ña,
las dejarretan en la veloz carrera de sus ligeras yeguas y qui-tándoles
el pellejo y sebo, dejan la carne a los perros ' O que lla-man
cimarrones o salvajes, que por las montañas se crían tan-tos
que andan en grandes cuadrillas, y son tan bravos que cuan-do
los aprieta el hambre, matan el ganado que encuentran.»
«Y porque de las yeguas no tienen los vecinos ex provecho
que de las vacas, y por criarse tantas que destruyen el pasto, las
matan por este modo: en las entradas de las fuentes o ríos
donde beben, que todas tienen montaña, hacen grandes y secre-tos
de a caballo, recogen muchas yeguas y, ocupadas las otras
y en ellas, escondidos algunos hombres para que, entrando ¡as
yeguas, les defiendan la salida; y corriendo Ia campaña doscien-tos
de a caballo, recogen muchas yeguas y, ocupadas las otras
sendas, las fuerzan a huir por las que van al corral, de donde al
DE ANGLERIA había escrito en latín De Orbe Novo décadas, Alcalá de Hena-res,
año 1516.)
3 No está fuera de lugar recordar que la caña de azúcar fue llevada
a las Antillas desde las islas Canarias, así como los especialistas en la fa-bricación
del azúcar y las técnicas del trapiche o ingenio, cuyos cultivos
llega- a la p ~ = ~ i i cp~apeilatt:~ de aiiiillana, Ill-ai-por
la corona. En cuanto a la cañafístola, sus árboles, en la Española,
eran «los mejores que jamás avian sido??.~ É R E ZD E OLIVAc, it. (38), pág. 67
40 Pérez de Oliva también se ocupa del ganado de la isla desde
fecha tan temprana como es el año 1528; «Vacas y carneros perdieron su
sabor -escribe- aunque cuanto más tarde nacían, eran mayores». A con-tinuaci6n
se rehere ai ganaüo porcino, iievaáo a ia Cspañoia üesáe ia isia
de la Gomera en el segundo Viaje colombino, según acredita Bartolomé
de las Casas. «Puercos, es la más preciosa carne que áy en la ysla, la
cual se mudó casi en otra manera con pastos diversos que allá tienen .»,
ob. cit. (38), pág. 67.
Núm. 26 (1980)
25
36 ANALOLA BORGES
salir las dejarretan, sin perdonar al bien señalado potro. Y cuan-do
hacen estos corrales, matan de ordinario cuatro y cinco mil
yeguas y caballos.»
CLIMA Y AGRICULTURA DE LAS REGIONES DE TRUJILLO
Y LIMA EN EL VIRREINATO PERUANO 41 (pp. 102-103)
«Porque los espaciosos llanos de Egipto, jamás ven agua de1
cielo, como los de Trujillo y Lima en el Perú, que, en trescien-tas
leguas de costa nunca llueve. Y de los caudalosos ríos que
bajan de las montañas al mar, sacan los españoles y indios, ase-quias
con que riegan sus campos.»
41 También en el Virreinato peruano habían intervenido insulares de
Canarias, no sóIo en la etapa de Conquista sino en las Guerras Civiles, par-ticipando
en uno u otro bando, por lo que sufrieron penas capitales. El
episodio más grave se sigui6 con el motín de Sebastián de Castilla, hijo
del conde de la Gomera a quien quisieron hacerlo «rey». Y, posteriormente,
en .la Jornada de los Marañones, hubo también participación insular. To-dos
ellos, sucesos de gran trascendencia que debieron estar presentes en los
habitantes del virreinato cuando lo visitaba Juan Ceverio. Sobre estos
temas ver INCA GARCILASOci, t. nota (28); y Notas para un estudio sobre la
proyección ... cit., nota (24), págs. 190 a 238.
Pero el autor «desconoce» estos largos y dramáticos hechos algunos de
ellos casi contemporános a su estancia. En cuanto a Lima, capital del in-menso
virreinato, veamos cómo la descubre el historiador peruano Carlos
Miró Quesada: «Lima tenía su Plaza Mayor, con dos Palacios y un Cabildo ...
Iglesias Conventos y Hospital. Era ciudad pequeña y escasamente pobla-da.
Tenía más de dos mil vecinos españoles, de ellos treinta encomen-deros
y el resto pobladores tratantes y oficiales. Había también algunos
miles de indios. Comenzaba a producirse el mestizaje ..., había dado el
ejemplo Pizarro, al amancebarse primero con doña Inés Huaylas Rusta,
hija del mismo Inca. Los Capitanes no tardaron en fusionar su sangre
con la de los aborígenes. Lo mismo había ocurrido en el Cuzco...».
«A falta de casas sólidas, Lima tendrá huertas en gran cantidad. Aroma
de flores y fragancia de frutos la envolvieron en tibia encarnación y poético
coioricio . Curioso aspecto debió presentar Lima con iaii abigarrado eii-jambre
de tan rudos combatientes, monjas rezadoras y bucólicos horte-lanos.
Era una Lima agrícola y mística, perfumada por los árboles y
salmodiada por la plegaria. .D De «Lima: ciudad de San Rosa» en Ensa-yo
1, Consejo provincial de Lima, págs. 14 y 15, Lima, 1959.
386 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 3'7
Slomercio del trigo
«Y es mucho y muy cierto el trigo que cojen en ellos, porque
no habiendo falta ni sobra de agua, grana maravillosamente.
Y hecho harina, proveen a muchas provincias estériles, mayor-mente
a las de Panamá y Nombre de Dios, llevándolo por el Mar
del Sur, que así se llama porque jamás se ha visto ventar en él
otro viento. Y si quisieran sembrar más, podrían proveer de
trigo a medio mundo» 42.
Calidad de la vid
«Tienen muchas viñas con buen vino, y se van poniendo fér-tiles
olivares. Es tierra caliente y nunca hace frío? que es una
de las maravillas del Nuevo Mundo, en el cual hay muchos valles
bajos muy calientes, y otros altos donde no hace frío ni calor,
otros más altos donde hace mucho frío; y lo muy alto, por Izr
continua nieve es inhabitable.»
«Y lo que más admira es que, en distancias de dos leguas se
vean tan diferentes temples. Y el temple que se le dió a cada
valle, sin ninguna mudanza, lo sustenta en los dos inviernos y
dos veranos que tiene el año. Y el verano grande, que llaman,
"2 Un gran contraste ofrece la producción triguera peruana con la de
la isla Española de las Antillas (v. nota 38). El primer trigo fue lkvado
a Perú, en una maceta, por la pobladora María Escobar que al notar que
granaba produjo gran alegría entre el reducido grupo de españoles, en los
primeros aiíos de la colonización. )Muy pronto pudo ser uno de 10s pro-ductos
de exportación, con lo cual se establece, desde fechas muy tem-pranas
el comercio interprovincial a través del Pacífico. en un largo reco-rrido
Sur-Norte hasta la Audiencia de Panamá, importante núcleo de co-municación
entre el Atlántico y el Pacífico, a donde llegaban también mer-cancías
transportadas por los galeones de Filipinas.
Es significativo el hecho de que en fecha tan temprana -si seguimos
la cronología de Ceverio- ya se exportase el trigo, cuya siembra se inicia-ría
hacia la década del cuarenta, en un país convulsionado por guerras ci-viles
que durar$ toda la década siguiente; habida cuenta también el pe-ríodo
de adaptación necesaria a todas las plantas europeas. ,Pensamos que
si Ceverio conoció este esplendor triguero del virreinato, es porque su
estancia fue muy prolongada, como venimos sosteniendo. Si lo comparamos
a la vid, no pudo exportar vino hasta principios del XVII (V. nota 43).
Núm 26 (1980) 387
empieza desde Navidad hasta marzo, por lo cual vienen a ma-durar
las uvas y todas las frutas de España y de las Indias por
I& Cúaresma; y así es la más regalada de todo el mundo» 43.
«También hay algunos arenosos despoblados, de a quince
y veinte leguas, sin ningún árbol ni agua, y se han de caminar
de noche con tanto cuidado, que a las ocho horas del día están
fuera dellos; porque a muchos descuidados caminantes, cogién-dolos
el sol en el arena, se han quedado en ella, ellos y sus ca-ballos,
para carne momia»%. - -
LA FAUNA AUTOCTONA
«Tan golosos de la carne humana son los trigres como los
voraces Indios 45, de los cuales hay muchos en las Indias, y tan
4" igual que el trigo, la vid y la producción vitícola tuvo gran im-portancia
en el virreinato. El Inca Garcilaso dice que los primeros viñedos
se llevaron desde las islas Canarias, cuya siembra se realizó por primera
yez en 1555, en el Cuzco. «El cultivo de la vid no sólo significó la intro-gucción
de una nueva planta industrial en el escenario peruano, sino que
tr.aja consigo la formación de la clase terrateniente ... creó un nuevo ren-glón
de ingresos económicos para e1 tesoro real provenientes de la comer-cializacii-.
interna o de la exportación». A fines del XVI se elaboraba vino
con abundancia en diferentes lugares del virreinato y ya, a comienzos
del XYII «la producción subió considerablemente, a tal punto que se per-mitió
su exportación a Quito, Nicaragua y Guatemala, a través de Puerto
Quemado, situado a seis leguas de Ica». En 1567 (año de estancia de Juan
Ceverio) el precio del vino «se había fijado en 9 y 10 pesos la arroba».
~ C RILVER AS ERNAcz,t . (30)
.La viña y el trigo contkrí.an siendo productos de comercialización im-portantes.
Fara la etapa que estudiamos es interesante conocer la obra
de P. BERNABÉC OBOH: lstorzu dei Nuevo Munáo, t. 1, iib. K, caps. Y ai XIV.
Biblioteca de Autores Españoles. Madrid.
. Se refiere a la costa del Pacífico del Virreinato del Perú.
45 «LOS voraces indios» que cita el autor pertenecen al pueblo pijaos
del que se ha hecho referencia en nota 25.
-388 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLAMTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 39
feroces y atrevidos que no sólo a infinitos Indios, pero a muchos
españoles han dado sepultura en sus insaciables vientres.=
«Y-son. tan fuertes y detwminadoc-que, retirándose un grueso
escuadrón por tierra de enemigos, llevaban en andas el cuerpo
de un soldado principal, por darle sepultura en sagrado, que es-taba
a tres jornadas. Y aquella noche, al olor del cuerpo muerto,
vino un Tigre, y arrojándose a él, le llevó las manos, porque se
lo quitaron los soldados de guardia que acudieron al ruido.
Y habiéndoles seguido todo el día aquel fiero animal, y otro m
menos animoso compañero, en la noche siguiente asaltaron e1
cuerpo de guardia, donde por más seguridad habían puesto
al difunto, y cargando los soldados sobre el primero tigre que se
&sClbrj,S, & ~ r _I Egscierp Ep&ara q ~ ee, ntra& Yn An.. r n- t-..r a -
parte, se cargase del cuerpo muerto, y se emboscase con é1.n
«Y el primero tigre, habiendo mal herido a dos soldados,
huyó con muchas heridas por la escuridad de la noche, y aunque
este animal muerde cruelmente, su fuerte arma es el bofetón,
PIJP.~ 61 rompe a-m-as y b-0, y ssi dicen: h^fptSn t&
gre »
Caimanes (pp. 104-105)
c.. .en el río Nilo se crían grandes lagartos que llaman coco-drilos,
de doce y quince pies de largo, que no hacen mal a la
gente ni al ganado que bebe en el río. Y me acordé del atrevii-miento
y fiereza de los propios lagartos de agua que en las Indias
llaman caimanes; de los cuaIes, saliendo la hembra del río, hace
un hoyo en la arena seca y puestos en él sus muchos huevos,
los cubre con la arena, y se vuelve al agua para no volver a ver-los.
Y animados con el calor del sol, salen del hoyo, y guiados
de naturaleza, van derechos al agua, donde se crían de quince
a veinte pies de largos».
«Y si no se comieran unos a otros; fueran tantos que no se
pudiera navegar 10s ríos. Y estos animales han muerto g comido
muchos hombres, cogiéndolos en el agua, y a muchos toros y
La descripción de este suceso, de gran realismo, nos hace pensar q&
fue presenciado por el autor.
Núm 26 pl98O) 389
"41) ANALOLA BORGES
vacas de las que se crían por la ribera del Rio grande del Mag-dalena,
que bebiendo a sus orillas, les hacen presa del hocico, y
Gen el gran dolor se dejan llevar al fondo, donde los ahogan
-y comen.»
Episodi~ de un religioso con un caimán:
«Y caminando por el Nuevo Reino de Granada, un padre de
San Francisco, llamado Molina, llegó a la orilla de aquél rio [el
Magdalena] por dar agua a su caballo, y haciéndole presa un
caimán del hocico, el pobre padre por no quedarse a pie, saltó
en el agua, y atreviéndose a sus fuerzas, abrazó al caimán por
el cuello, y viendo que no soltaba al caballo, puso tanta fuerza el
fraile, que sacó del río al caimán terrible, casi ahogado en sus
Fx.ort.nri Lr--rn, E1 0.r-1 rinn 1-r ~ n r i ; , c rln Ir, m r . a r + a +;rX r - n rrnlnn
L U L L CLJ U L UL.VJ. U L b U U L , bVll 1-3 UllJIL10 UC AL1 IllUbl Lb Lll V UII 5Vlrb
con la pesada cola, porque ésta es su fuerte arma cuando pelea
en tierra, y si no diera primero al caballo, pa-gara el atrevido
padre su temeridad con la vida.»
«Quedaron en la arena muertos el caimán y el caballo, y sin
sentido el fraile, echando sangre por las orejas y boca. Y por
la buena cura escapó de la muerte, pero tan sordo que le hablá-bamos
por señas.»
«Aquel animal fiero nos avisa que está cerca, por un natural
olor del almizque que tiene. Y son tan fríos, que siendo la tierra
donde se crian muy calientes, salen a dormir al sol en las anchas
playas de aquel gran río, de donde los despiertan, para la muer-te,
los arcabucesn 47.
47 Juan Ceverio tipifica la fiereza del caimán con el ejemplo de1 reli-gioso
franciscano Molina. Es lástima que del gran Río Magdalena s61o re-cuerde
al fiero caimán, en cuyas fauces murieron decenas de españoles.
Aquí recordamos que el citado río, fue recorrido, como es sabido, por
Jiménez de Quesada, quien tuvo entre su hueste a muchos isleños de Ca-narias
(véase nota 25).
Y e s ~ u m es! hechc) de yze estu victim~d.e ! rzimh, d p&e Mdh,
es el único nombre propio, la única cita personal que hace Juan Ceverio
en todo su relato.
Resta decir que el caimán o cocodrilo americano, se le llama también
yacaré, cuya piel es muy valiosa para objetos de vestir (bolsos, calzado,
etcétera).
390 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
COMENTARIO K UN RELATO DEL SIGLO XVI 41
«Y es muy de ver pelear un tigre con un caimán, valiéndose
el tigre de sus ligeros saltos y el caimán de la pesada cola.»
Puercos saínos (pp. 131-132)
«También hay [en la isla Española], un género de puercos
que llaman saínos que tienen el ombligo en medio del espinazo
y, en viendo al hombre, le procuran dar la muerte si no se sube
en algún árbol o peña; de donde hiriendo a uno dellos, en
viéndole los compañeros sangre, lo acaban de matar; y al que en-sangrentado
queda, entre todos los degüellan. Y de tal manera se
enciende el fuego, que muchas veces no queda ninguno vivo de
toba Ia gran manada, tanto aborrecen la sanye.»
«Y si, en muriendo este animal, no le cortan el ombligo, se
corrompe la carne dentro de una hora, la cual es buena pero
mucho mejor es la de jabalí, pues se da por sana, a los enfermos,
y en aquella isla hay muchos.»
«[Y] hallándonos cercados muchas veces de aquellos furio-sos
perros Cimarrones y hambrientos puercos saínos, y hiriendo
algunos dellos, se degollaban muchos y satisfacían a nuestra
hambre » 48.
Se refiere el autor al naufragio que sufrib con otros compañeros
hasta llegar a las costas de la isla Española, donde anduvieron hambrien-tos
durante unos sesenta días (ver notas 33, 34, 35, 36 y 37).
¿os «perros Cimarrones» son ios que se encuentran en estado saiva~e;
fueron llevados desde España, ya que no se les conocía en el continente,
y la proliferación de la especie hizo que huyeran a las selvas, criándose
salvajes y con mucha fiereza. El término cimarrón se aplicó asimismo al
ganado caballar y vacuno en circunstancias similares, y, por extensión al
esclavo negro huido de su amo.
«hercos sainosn o de monte, se haiian en ias sabanas, en ios prados y
en las riberas de los ríos; su carne es mejor alimento que la de jabalí se-gún
nos cuenta Gilij atienen en el lomo uca pequeña prominencia, que al-gunos
escritores creen que es su ombligo, . .éste se suele abrir enseguida,
para que el olor al almizcle que tiene, no infecte la carne del animal».
(FELIPES ALVADOGRI LIJ cit., (30), 1, 225-226.)
«También nos sustentaba el mar [Caribe] con sus tortugas,
mayores que grandes adargas, matando las que salían a tierra,
por dejar en ella sus muchos
Los eórndores (p. 103)
«Y en aquellos arenales [el desierto del Perú] hay unas aves
de rapiña que llaman cóndores, tan grandes, que yo vi a una
dellas alzar de tierra unas alforjas que pesaban dos arrobas,
y siguiéndola con los caballos media legua, el mucho peso la
trajo a tierra, donde se las quitamos» ".
Culebras bobas (p. 131)
«También hay [en la isla Española] culebras de doce y
quince pies de largo, que las llaman bobas, por ser tan amigas
del hombre que, si lo hallan durmiendo, duermen ellas junto a
él. Pero si les hacen un mal, lo hacen ellas mayor.»
49 Trata de la travesía que hizo desde Cartagena de Indias con destin~
a Panamá, pero un gran temporal los empujó a la isla Española.
50 «Aves de rapiña» que los indígenas del incario tenían como símbolo
de realeza. Habita en las altas sierras Sur-andinas, de plumaje negro azu-lado
que contrasta con el color rosa, rojo y blanco alrededor del cuello;
el vuelo es majestuoso, las alas desplegadas miden 2,75 metros. Se ali-menta
de cadáveres de animales y humanos.
El plumaje tuvo, como es sabido, una gran simboIogía en todo el pue-blo
amerindio, tanto el color como la procedencia de la pluma cumplían
una función importante en el lenguaje simbólico del mundo amerindio,
más complicado, como es lógico, en las altas culturas. El adorno (collares,
pectorales, pulseras, remates de diademas ) son signos jerárquico, político,
religioso, administrativo y militar.
Por otra parte los trabajos de artesanía plumífera eran magníficos
-como pueden apreciarse en ios extraordinarios museos arqueoi6gicos de
las capitales de los virreinatos (;México, Uma, Santa Fe de Bogotá) y de
las ciudades importantes-.
Los españoles promocionaron estos trabajos autóctonos que se agrupa-ron
en gremios, cuyos artesanos fueron los mismos indios y mestizos; e1
gremo en sí mismo suponía un escalón dentro de la sociedad estamental.
392 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RaLTQ DEL SIGLO XVI 43
«Y entre Lima y Trujillo hay una isla de Iobos marinos, don-de
se crían tantos, que hacen el rüido que una gran carnerada.
Es animal torpe en la tierra y matan muchos por el aceite que
dellos hacen, con que se alumbran en los ingenios de azúcar y
obrajes de pafios» 'l.
Las IIarnas (p. 104)
(Denominadas por el autor carneros)
«En aquellas provincias [del Perú] sirven de caballos sus.
grandes carneros, poque en uno de ellos va caballero un hom-bre
trescientas leguas, o lleva dos botijas de vino que pesan
seis arrobas. Y andan quinientos carneros en cada harria, y ca-
5% 3 f&jcrQie que nom*Dre caso a uno & los isíotes &i a=ch&f&ago.
canario' prbvmga de la existencia de lobos marinos, llamada también foca
del Mediterratneo.
Es interesante conocer la expansión de la industria azucarera en estas
feohas y en esta región, entre Lima y Trujillo, porque la situación de ines-tabilidad
y de luchas crueles duraron hasta la década del sesenta (ver no-tas
41 y 42).
Como es sabido; los primeros plantones de caña azucarera se llevaron
desde Canarias a las Antillas y desde aquí a Tierra Firme; la fertilidad
de la tierra hizo que la producción de azúcar fuera excepcional, también
en el Nuevo Reino de Granada y en Nueva España.
EI* cuanto a Ios «obrajes de paños» se refiere a una de las actividades
üe ia organización ciei trabajo que impiantan ios ecpañoies, aunque asimi-lando
e2 sistema habido ya en el incario. Los obrajes, o trabajos de paño
-manufacturas pañeras- tienen, en el virreinato peruano, el precedente
de las manufacturas textiles, en especial el algodón, de alta calidad, ela-borada
con gran delicadeza y armonía de estampados policromados. Tuvo
mucho interés los obrajes de Quito cuya producción se exportaba incluso
a ias regiones piatenses.
La otra vertiente de este trabajo artesano fueron las duras condiciones
a las que fueron sometidos los indios, cuya injusticia promueve muchas
reales cédulas regulando y humanizando. estos trabajos, hasta que la co-rona
prohibe la permanencia de los indios en los obrajes (año 1601), a
quienes sustituyeron los esclavos negros.
44 ANALOLA BORGES
minan cada día cuatro leguas. Y al carnero que se cansa, aunque
le quiten la carga y la vida, no dará un paso adelanten ".
Mosquitos (p. 132)
«Y lo más penoso era que, habiendo caminado todo el día,
pasábamos la triste noche sepultados en el arena, por la gran
plaga de mosquitos [en la isla Española] » j3.
ERUPCION DEL VOLCAN DE QUITO (pp. 148-149)
a.. . Y aunque noche temerosa, me fue más peligrosa aquella,
CA cuando sobre ia ciudad de Quito revento ei Voicán» ".
«Porque es de saber, que aquella noble ciudad tiene, sobre
una alta sierra, por padrastro un gran volcán o boca de infierno
52 Sobre las llamas, véase nota 27. Parece exagerado las trescientas
leguas en las que la llama puede transportar a un hombre. Otros animales
propios del Perú son la vicuña y la alpaca muy cotizados por la finura de
la lana. Estos vocablos y caimán, yacaré, cóndor ... proceden de las lenguas
amerindias.
Aún hoy los mosquitos son un verdadero azote en las zonas tropi-cales
y subtropicales: las picaduras producen hinchazón y fiebre alta
Surgen al atardecer en nubes compactas, difícil de exterminar, si bien a
los nativos apenas molestan -quizá por la costumbre- para el viajero
supone una dolorosa enfermedad.
«...con quanto mayor razón se deven admirar -dice el D. Cárde-nas-
quando vean un monte lancar de sí llamas de fuego y espessas nu-bes
de humo y ceniza, y esto a vezes con tanta furia e ímpetu que verda-deramente
parece estar demonios dentro del monte o bol h..P.u diera
a este propóxito hazer historia de algunos grandes y famosos bolcanes de
las Indias y de las maravillosas propiedades que ay en ellos, como se
hallan en aquel poderoso bolcán de Macayas en la provincia de Nicaragua,
dentro del qual se vee perpetuamente una gran laguna de fuego, que hier-ve
y haze ondas a modo de un profundo lago, y es tanto el fuego y res-
-T..->-- ---- 2- -: ---2- %-- piaiiuur yuc: uc si dLlUJa yuc iiiui;iia> Icgud:, a ia redonda se pude kei
carta a media noche con sólo su resplandor».
«Pudiera asi mesmo dezir de aquel inacabable e isigne bolcán que se
muestra entre Quito y la Ciudad de los Reyes en el Pini, con cuya ceniza
y humos se ha visto muchas vezes ahogarse los hombres.. ». Ob. cit. (12),
folios 67 vto. a 68 vto.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A UN RELATO DEL SIGLO XVI 45
que siempre arde y arroja de sí piedras y humo. Y aunque está
de la ciudad tres leguas, muchas veces que revienta, le cae
parte de la ceniza.»
Destrucción de 10s pueblos Yuimbos
«Y en el año de sesenta y nueve fué tanta la que con mucha
piedra cayó, que la mísera ciudad se vió perdida 55. Y abriendo
a medianoche los templos, toda la gente aflicta se acogió a ellos
con generales lágrimas y disciplina. Y fue tan larga la tempes-tuosa
noche, que era pasado del siguiente día casi medio, y no
amanecía. A este tiempo oyó la Majestad de Dios los clamores
,& p&yf s~e~ ~r_rCiSC 2~ 1 g~ z llsrd~l i imt~& L,evante,
arrojó la mucha ceniza y piedra que en el aire sobre la rnise-rable
ciudad estaba, a la provincia de los Yumbos, distante nue-ve
leguas, donde cayó tanto que la destruyó, sepultando muchas
ciudades con sus vecinos- Indios en ella; y cubrió dos ríos de
manera 1"- no han parecido m&»
«Y en las naves, que por el mar del Sur navegaban al Perú,
cayó mucha ceniza, pasando cincuenta leguas del volcán» ".
55 En la primera parte de este trabajo, hacíamos repetidas conjeturas
sobre la cronología que el autor da en sus notas memorizadas, las cuales
venimos teniendo como erróneas, e incluso he insistido en que no parece
aceptable seguir considerando que su estancia en las Indias sólo compren-cdió
los años que él mismo cita (1567, 1568, 1569). También se ha conside-rado
el equívoco de año y fechas. Aquí parece haber una evidencia, cuando
escribe: «Y en el año sesenta y nueve.. .» seguido del relato sobre la erupción
dei voicán. Esta descripción, inciuicia ei daño ocasionado a ios indios yum-bos
está escrita por el cronista peruano Toribio de Ortigueira, y ocurrida
en el año i1582 (citada por los editores de Ia obra que tratamos (1) en
nota pág. 201).
Esto confirma mi hipótesis, expuesta en la primera parte de este tra-bajo
(pág. 9, puntos 4 y S), en la que hago la conjetura de que la etapa
indiana cie han Leverio se proiongaría hasta ei año 1587.
El autor -parece haber quedado satisfecho por cuanto «el gallardo
viento de Levante» salvó la ciudad de Quito, aunque hubiesen perecido
las comunidades de 10s yumbos.
5-1 Había ya un tráfico regular interprovincial en las costas del Pa-cífico.
QuiW se salva de ser desízuda
KY íüé tan gran misericordia del Señor, porque si la ceniza
y piedra que estaba sobre la aflicta ciudad, cayera en ella, como
llegó a medio estados, pasara de cien estados. También nos
envió su Majestad mucha agua, que lavó las calles, casas y cam-pos;
y aunque fué gran beneficio, pereció mucho ganado de
hambre.»
«La Audiencia Real que está en aquella ciudad la quiso mudar
cincuenta leguas, y respetando a los sumptuosos templos y edi-ficios,
la han dejado. Y aunque hay pronóstico que será la per-dición
de aquella muy noble y abundante ciudad el temeroso g
volcán, se confía de la misericordia de Dios la librará en lo por
venir como en lo pasado » ". O n -
=m
O
E
VALORACION DE LA MONEDA ESPANOLA Y E
2
ACECHO DE LAS FLOTAS DE INDIAS EN EL PUERTO E
=
DE LA CIUDAD DE- TRIPOL DE SORIA (PALESTINA) 3
(pp. 110-11 1) --
0m
E
«Diónos posada en su casa el Cónsul Veneciano, que allí vive E
[en la ciudad de Tripol de Soria], pagándole cada uno por cada
día cuatro Reales Españoles.» n
-E
«Y los Turcos llaman Plastras a nuestros reales de a ocho, a
2
y son tan estimados dellos, que la paga de una gruesa partida
de seda y algodón que los Moros vendieron a los Ingleses, fué E
condición que había de ser en reales y oro de España. Y es- 3
O
tando recibiendo Ia moneda, diciendo que era la mejor del
mundo, un Turco mercader, preguntó al Cónsul si venía algún
Español entre los peregrinos, por saber dé1 si era venida a Es-
% Medida que comprendía la altura de un hombre. " Encontramos aquí, de hrma extremacidmente iacónica, iü ~su=p-tuoso
» de las manifestaciones artísticas en ciudades españoles. Es la Única
cita.
Varias ciudades indianas fueron desplazadas de su lugar originaria
por causas varias, tales como destrucción por la pirateria (Panamá), terre-motos
(Guatemala) o lugares vulnerables a las invasiones extranjeras.
3 s ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
COMENTARIO A -UN RELATO ~ B LSIG LO XVI 41
paca la flota de las Indias, y avisarlo a Constantinopla, a merca-deres
Turcos, sus amigos, que la estaban esperando con mucha
&cesidad.»
«Yo estaba presente y me admiré que goce toda Europa de
los mineros ricos de las Indias» ".
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48 ANALOLA BORGES
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