P E R I O D I S M O
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO:
UNA VÍCTIMA INFORMATIVA
DEL «PLEITO INSULAR»
EN LOS AÑOS DE LA RESTAURACIÓN
P O R
JULIO ANTONIO YANES MESA
El lIFempo nació en Santa Cruz de Tenerife a mediados de
1903 como recambio al diario Unión Consewadora, órgano de
expresión del homónimo partido político de la Isla. Con más
cautela que su antecesor, intentó proseguir con su mismo pro-grama
abogando por un pacto regional de las formaciones
políticas de la Restauración a requerimiento del Partido Libe-ral
Canario o, como dijera Agustín Millares, Grancanario, de
Fernando León y Castillo, auténtico jerarca del sector oriental
del Archipiélago l. Con ello, por lo demás, entendía que crea-ba
el marco adecuado para desarrollar, íntegra y equilibra-damente,
a las siete islas, dejando a buen recaudo los intere-ses
de s~ ohgarqüia. El heite caciquismo que reinaba en to-das
ellas jugaba a su favor.
Sin embargo, pronto tropezó con la oposición de amplios
sectores de la clase dominante de Tenerife, sufriendo, desde
Véase la obra de MAR~ATE RESAN OREÑA SALTO: Canarias: Política y
Sociedad durante la Restauración, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1977,
tomo 1, pp. 81-101; y el trabajo de AGUST~NM ILLARESC ANTERO:( (La políti-ca
en Canarias durante el siglo XX», en Canarias, Siglo m, Edirca, Las Pal-mas
de Gran Canaria, 1983, pp. 21 y 28.
Núm. 40 (1994) 547
2 JULIO ANTONIO YANES MESA
periódicos de ideología muy diversa, una dura campaña de
desgaste que desembocó, inicialmente, en su marginación den-tro
de la prensa tinerfeña y, poco más tarde, en su defenestra-ción
a manos de las capas populares de Santa Cruz.
En los renglones que siguen, vamos a analizar los argu-mentos
que esgrimió y la respuesta que recibió de sus conciu-dadanos
al defender sus tesis pactistas. A tal fin, intentaremos
recrear el carácter del periodismo tinerfeño coetáneo para, con
un mínimo de rigor, resaltar un rasgo que singulariza al «Plei-to
Insular» en su mera consideración de enfrentamiento por
simple emulación vecinal: su poder persuasivo en la sociedad
isleña. En concreto, vamos a observar cómo por aquellos años
la secular pugna intracanaria tuvo capacidad para abrir bre-cha
en el opre.s i.v o cacicato de Tenerife mientras, a niveles popdares, movihzaba a! ; d g ~pa ra, er, espevtuculx- cenniven-cia,
opresores y oprimidos compartir recelos y «defender»,
instintiva y ardorosamente, su común terruño inmediato, su
isla. Y todo ello, orquestado por una prensa fuertemente
politizada que, normalmente, pasaba inadvertida al grueso de
la, por lo demás, iletrada población tinerfeña.
E
U
1. LAS CLAVES DEL CICLO VITAL DE EL TIEMPO n
E
1. UN CONTEXTO PERIODISTICO ENORMEMENTE POLITIZADO
a
n
n
n
El periodo existencia1 de El Eempo (1 903- 19 1 1) cae de lle-no
en la etapa ideológica de1 periodismo tinerfeño, previa a la 3
O
específicamente informativa que ya imperaba en las áreas pun-teras
del Estado 3. Razones socioeconómicas de índole tan di-
Véase su evolución a escala de alta política en la obra de MARCOS
GUIMERÁP ERAZAE:l Pleito Insulau, 1808-1936, Instituto de Estudios de Ad-ministración
Local, Madrid, 1987, pp. 239-3 16.
Jesús Timoteo Álvarez ha localizado hacia 1880 los primeros balbu-ceos
informativos de la prensa española, específicamente en Madrid, Bar-celona
y Bii'bao (véase su trabajo: «"vecadencia cid sistema y iiiovimieiitos
regeneracionistasn, en Historia de los Medios de Comunicación en España.
Periodismo, imagen y publicidad (1900-1990), Editorial Ariel, Barcelona,
1989, pp. 11-26).
548 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLhNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 3
versa como las altas tasas de analfabetismo, la precaria infra-estructura
de comunicaciones interiores y, en definitiva, el
subdesarrollo económico de la Región, subyacían en el rezago
informativo canario. Esos arcaísmos estructurales sólo permi-tían
los engendros periodísticos con un mínimo de garantías
en el seno de los grupos políticos más poderosos 4. Mantener
la cohesión de sus patrocinadores, ensanchar la siempre
desmirriada nómina de simpatizantes, enaltecer a sus candi-datos
y, en el sentido contrario, defenestrar a los adversarios,
eran los objetivos esenciales de los periódicos. A su vez, los
correligionarios garantizaban su pervivencia ofreciendo una
fiel clientela de suscriptores y, en menor medida, de anun-ciante~
p, ues la publicidad estaba aún en etapas embrionarias
en las Islas Como el propio diario que nos ocupa explicitara,
fuera de su cometido político C.. ia prensa pasacbaj inadverti-da;
algunas veces olvidada por completo ... » 6.
La endeblez de las formaciones políticas del Archipiélago,
con su elitismo, su inarticulación social y sus disidencias
Las tiradas ordinarias de los periódicos tinerfeños de la primera dé-cada
del siglo nunca debieron rebasar los mil ejemplares, si bien no pode-mos
entrar en detalles por carencia de fuentes. Atendiendo al alarde de
uperiódico de mayor circulación en Tenerifen que, simultáneamente, exhi-bían
El Tiempo y La Opinión, dedujimos que ambos, los principales diarios
de las formaciones políticas de la Restauración, debían ser los más impor-tantes
del momento (El liempo incluyó el párrafo en su cabecera el 3-11-
1904; La Opinión, para no ser menos, a los dos días). La escasa fiabilidad
de ese dato y, sobre todo, la modestia de las tiradas de entonces, quedaron
testimoniadas en el periódico coetáneo El País, que prometió: e... No
estamparse jamás en la cabecera de El País, que nuestro diario es el de
mayor circulación de Tenerife y sus islas. ¿Para qué anunciarlo con bombo
y platillos cuando el más candoroso lector sabe el alcance de tales arrogan-cias?
... » (véase El País, 1-5-1908, se trata del primer número).
Sólo con el incremento de los ingresos por publicidad, los periódi-cos
pudieron adquirir una estructura empresarial que les permitiera la
emancipación ideológica (véase la obra de MIGUELU RABAYEENs:t ructura de
la infomación periodística, Editorial Mitre, Barcelona, 1988, pp. 25 y 26).
El proceso en Canarias no cristalizó hasta avanzados los años veinte (véase
la obra de JULIO YANES: Leoncio Rodríguez y "La Prensa": una página del
periodismo canario, Cabildo Insular de Tenerife, Caja General de Ahorros
de Canarias y ((Herederos de Leoncio Rodríguez, S. A.», en prensa.
Véase El Tiempo, 8-7-1907.
Núm. 40 (1994) 549
4 JULIO AKTONIO YANES MESA
personalistas 7, sin olvidar la permisibilidad de la legislación
y la modestia y baratura de los propios periódicos 9, fueron los
detonantes de la proliferación de cabeceras. El rol comunica-tivo
que jugó en las Canarias de anteguerra esa efervescente y
versátil maraña de órganos de información partidaria quedó
lúcidamente testimoniado en un modesto bisemanario de La
Orotava:
... En los pequeños pueblos, y aun en muchos importan-tes,
la prensa política tiene cierto carácter personal que
hace de ella palenque de odios y rivalidades sin número:
esta prensa que no repara en ninguna clase de medios,
si éstos le llevan al fin apetecido, explota los defectos,
reales o inventados, de sus convecinos para que los ami-
' Según María Teresa Noreña Salto, estudiosa del período restau-racionista
en las Islas, los partidos políticos de la Gran Canaria de enton-ces,
isla sobre la que giró su investigación, eran agrupaciones de la alta
burguesía carentes de aglutinante ideológico cuya denominación estaba
orientada, exclusivamente, a conseguir apoyos en Madrid (véase la obra de
MAR~TAE RESAN ORENASA LTOC: anarias: Política y Sociedad durante la Res-tauración,
op. cit., tomo 1, pp. 81-101). Agustín Millares Cantero, aunque
comparte los rasgos de elitismo y volubilidad que apunta Noreña, disiente
del componente exclusivamente burgués que aquélla otorga a la clase do-minante
grancanaria de entonces (véase el trabajo de AGUST~N MILLARES
CANTERO«:L a política en Canarias durante el siglo XX», en Canarias, Si-glo
XX, op. cit., p. 8). De cualquier manera, las formaciones políticas
tinerfeñas debieron compartir los rasgos de sus convecinas insulares con-trastados
por ambos investigadores.
En nuestro período de estudio, la edición de publicaciones periódi-cas
estuvo regulada por la Ley de Policía e Imprenta de 1883, que para
fundar un periódico sólo exigía: una comunicación a las autoridades loca-les
con cuatro días de antelación a la aparición del primer número; una
declaración firmada por el propietario manifestando hallarse en pieno uso
de sus derechos y especificando los datos básicos del periódico (cabecera,
periodicidad de su edición, establecimiento tipográfico y nombre, apellidos
y domicilio del director); y, finalmente, el certificado de pago del último
recibo de la contribución de la imprenta.
Los periódicos más modestos aparecían una o dos veces por se-mana,
normalmente en formato pequeño. Sóio ios más importantes, caso
de El nempo, eran impresos a diario y en formato tabloide. Por lo demás,
las ediciones ordinarias de unos y otros nunca sobrepasaron las cuatro pá-ginas.
550 ANUARIO DE ESTUDIOS AT~NTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 5
gos se regocijen con esas descripciones mezquinas (. . .)
Por lo que atañe a las relaciones entre los pueblos veci-nos,
esta prensa las dificulta y entorpece creando rivali-dades
(...) fomentando odios africanos (...) el lector de
fuera, no conociendo al que se ataca, no puede encontrar
ningún atractivo en aquellas páginas y acaba por arrojar
el periódico lejos de sí con menoscabo del resto de lo
escrito ... lo.
Argumentalmente, pues, los periódicos más importantes
colmataban sus páginas con información enormemente ten-denciosa
en la que contrastaba, con análoga desmesura, los
halagos y las descalificaciones que, respectiva y reiteradamen-te,
recibían acólitos y adversarios. Una larga sección para pu-blicar
las réplicas que a diario dirigían a sus rivales, algunas
coronadas con mordaces coplas ", era tan preceptiva en todos
ellos como el editorial. El grueso de los contenidos procedía
de los cuadros redaccionales que, reclutados por los grupos
políticos en el raquítico sector letrado de las clases populares,
evidenciaban, además de una insatisfactoria formación intelec-tual,
una coartante dependencia económica. Ambas circuns-tancias
quizás expliquen el acompasado recurso del periodista
de antaño a las parrafadas en latín y a la poesía, ésta en su
dimensión lírica, la menos comprometedora, pues era la úni-ca
vertiente literaria que podía colmar su latente vocación de
escritor al encontrar vedados los otros géneros para la crea-ción.
El renovador periodista coetáneo Leoncio Rodríguez cen-suró
esta chocante dualidad de contenidos en los periódicos
tinerfeños de anteguerra, por su común impropiedad:
... Mucho lirismo, mucha rimbombancia, mucho divagar
por las etéreas regiones cuando de achaques literarios se
trataba, y una estridencia enorme cuando se abrían las
cajas de los truenos al impulso de las pasiones políti-cas...
12.
'O Véase El Defensor, editorial del 16-5-1906.
l1 Se trataba, por lo demás, de un procedimiento comunicativo muy
enraizado en las capas populares isleñas de entonces, sobre todo durante
los festejos cuando eran musicadas en isas y folías.
l2 Véase la obra de LEONCIORO DRIGUEZT:e nerife. Impresiones y comen-tarios,
«La Prensan, Santa Cruz de Tenerife, 1916, p. 200.
Núm. 40 (1994) 55 1
JULIO ASTOMO YANES MESA
Y es que sólo cuando amainaba la lucha política y, además,
en aquellos campos ajenos a los intereses de los partidos, caso
de los sucesos, alguna aspiración social generalizada, o algún
acontecimiento foráneo 13, los periodistas asumían, aunque con
evidente torpeza, su cometido estrictamente informativo. Sólo
entonces la raquítica intelectualidad isleña ajena a la política
aprovechaba para acceder a las páginas de aquellos periódi-cos
con trabajos de índole diversa. El propio El Eempo, en un
lapso reflexivo, lamentó su habitual inconcurrencia:
... es muy insignificante, muy pequeñísimo el número de
los elementos intelectuales de que dispone nuestra pren-sa
(...) por culpa de la prensa, que desde hace ya muchos
años a enas dedica un espacio en sus columnas que no
sea a f' a política mezquina y a los personalismos odio-cnc
14. u.,.
En aquel arcaico contexto, los escasos periódicos que na-cieron
con vocación resueltamente informativa l5 conocieron
una existencia fugaz y azarosa al carecer de un mercado de
l3 En esta vertiente informativa, por lo demás, la lejanía y margi-nalidad
de las Islas coartaba enormemente las posibilidades creativas de los
periodistas canarios. En los años de anteguerra, la actualidad extraisleña
llegaba a los periódicos más importantes resumida en el escueto telegrama
que, cuando lo permitía el cable, recibían del corresponsal que tenían en
Madrid. Lue.g, o,. los cuadros redaccionales clasificaban e «inflaban» los con-tenidos
para ofrecerlos en noticias diversas a los lectores. Alguna colabora-ción
enviada por correo desde Madrid o La Habana, aquellas a menudo
remitidas por la cúpula del partido político correspondiente, y la transcrip-ción
de noticias de diarios peninsulares afines, evidentemente desactua-lizadas,
completaban la información foránea de los periódicos canarios. Los
más modestos, por lo demás, ni siquiera podían permitirse el lujo de po-
---.- 1 -- , i K - ? l A J
YCCL LUL 1cspu11sa1C II wlaul~u.
l4 Véase El Eempo, editorial del 2-10-1903.
l5 Para detectar los periódicos de índole informativa en las Canarias
de anteg"u erra no basta con atender a los subtitulares v demás señas de
identidad anexas a las cabeceras, pues muchos periódicos, no sin cierta
ingenuidad, nacieron aparentemente informativos para bregar, subrepti-cia
y a c a s ~m ás eficazmente, er: favor de SUS correligienaries, si bien prin-to
eran descubiertos, tras lo cual perdían la compostura (véanse dos casos
de ideología diferente: La Luz, 23-7-1899, 28-1-1900 y 11-2- 1900; y Nivauia,
1-4- 19 10 y 3-5-1 9 10 fundamentalmente).
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 7
compradores y anunciantes mínimamente sólido. Con tales
bases, los periódicos de talante independiente estaban conde-nados,
irremisiblemente, al fracaso 16. Los que intentaban con-seguir
el máximo de clientela posible eludiendo las enemista-des
perdían lectores por la insulsez de su línea editorial ''; en
el sentido contrario, los pocos que informaban sin arre-dramiento~
li mitaban su potencial clientela y quedaban, a su
vez, expuestos a polémicas, cuando no a embestidas intimi-datorias
la, al salir en defensa de los denunciantes sus órganos
de prensa y sus acólitos. Ea penosa trayectoria de la «Asocia-ción
de la Prensa» que por entonces nació en la isla lg ilustra
magníficamente la precariedad del sector.
l6 Frente a la sólida existencia que conocieron los principales órganos
de expresiSn de !es prtides pe!iticns de !a Resta~~ació(lip r e j e i ~ p ! ~L,a
Opinión alcanzó los treinta y siete años de vida; Cronista de Tener-ife, diez;
y el propio El Tiempo, ocho) y, aunque más tardíamente, del republi-canismo,
ninguno de los diarios que nació con vocación informativa antes
de la guerra alcanzó los dos años de existencia. El más pretencioso de to-dos
ellos, El Independiente de Santa Cruz, que apareció a finales de 1903,
ni siquiera pudo celebrar su primer aniversario. Además, varios de estos
periódicos, caso de Noticiero Canario, El Imparcial de Canavias y El Archi-piélago,
sólo pudieron prolongar su penosa existencia adscribiéndose, en su
tramo final, a una facción política.
l7 Se trata de argumentos esgrimidos por un periodista coetáneo, Fran-cisco
Dorta y Jacinto del Castillo (~Alfredo Fuentes))), en las páginas del
periódico portuense Arautápala a poco de iniciar su andadura. El colum-nista,
específicamente, inquina: (L.. ¿Existe, acaso, la prensa independien-te?
... » (véase Arautápala, 22-5- 1909).
l8 Por ejemplo, Francisco González, director-propietario de E2 PZu-mero,
fue agredido por los hijos del contratista que remodelaba la Cate-dral
de La Laguna por criticar la evolución de las obras (véase El Plumero,
4-5-1912).
l9 La «Asociación de la Prensa de Tenerife)) nació el 4 de noviembre
de 1902 con el objetivo de aglutinar al periodismo tinerfeño en la defensa
de los intereses generales de la Isla. Su reglamento fue redactado por los
directores de los periódicos de Santa Cruz y La Laguna en sucesivas reunio-nes
previas que celebraron en los salones de la Cruz Roja de la capital de
la Isla. El articulado preveía la admisión como socios activos a quienes ejer-cieran,
de «manera notoria o indiscutible)), la profesión periodística, exi-giendo
cuotas de doce pesetas anuales; y como socios protectores a todos
aquellos que quisieran colaborar con una aportación económica doble. Ésta
fue la junta directiva fundacional: presidente, Patricio Estévanez; vicepre-
Núm. 40 (1994) 553
8 JULIO ANTOXIO YANES MESA
En definitiva, sin el arropamiento de una facción política,
en las Canarias de anteguerra estaba vedada la existencia a los
periódicos. Sólo los que nacían con adscripción ideológica
podían experimentar una prolongada existencia, por controver-tida
que fuera, defendiendo las tesis de sus patrocinadores
ante la indiferencia del grueso de la población isleña. La ex-cepción
fue El Tiempo, que, siendo portavoz de una de las fac-ciones
políticas más consistentes de Tenerife, fue acallado por
la turba de Santa Cruz por defender, exclusivamente, el posi-cionamiento
político de sus acólitos en una cuestión concre-ta.
Pero es que planteaba, ni más ni menos, la gobernabilidad
de las Islas, evidentemente, en procedimientos de la época, a
escala regional, lo que conllevaba un consenso con Gran Ca-naria.
Cualquier otra cuestión hubiese pasado inadvertida a la
szlcie&d tinerfefia, -l7l u7l-lPb- .c l 1 nan inonril efi 12 dekm2 de !u
Isla ante amenazas de la rival.
2. LOS PRECEDENTES MÁS INMEDIATOS AL NACIMIENTO
DE EL TIEMPO
Para esclarecer con un mínimo de rigor los orígenes de El
Tiempo debemos retrotraernos a las últimas elecciones a Cor-tes
del siglo anterior, y dentro de ellas, a la articulación del
«patriotismo» en la campaña electoral. Su insistente presen-cia
obedecía al acuerdo que estaba urdiendo el partido con-servador
tinerfeño con el liberal grancanario de Fernando
León y Castillo, en aras a la distribución del poder político en
el Archipiélago. Comoquiera que los liberales de Tenerife eran
contrarios al pacto, su órgano oficial, Cronista de Tenerife,
tildaba reiteradamente a sus rivales de ~acanar iados~«p, ac-sidente,
Mario Arozena; tesorero, Gundemaro Baudet; secretario, Esteban
Hernández Baños; vicesecretario, José Cabrera Díaz; y vocales, Juan Bonnet
Torres, Abelardo Bonnet Torrente, Fernando Suárez y González-Corvo y
-. &cardo Mora (véase Unión Consewaáoua, 5 y 6- i i - i 982). La asociación,
tras un esperanzador despliegue inicial, pronto quedó inmersa en un pro-fundo
letargo que, como testimonia toda la prensa coetánea, culminó a los
dos años con su práctica desaparición.
554 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 9
tistasx y «leoninos», mientras a su candidato, el marqués de
Villasegura, presentaba como tinerfeñista a ultranza y enemi-go
radical de la política leonina. En su empecinada campaña,
el órgano liberal tinerfeño incluso apeló al Gobernador Civil
para que desmantelara el acuerdo en ciernes porque, según
decía, tenía por finalidad exclusiva poner al Archipiélago a
disposición del marqués de Muni.
En vísperas de las elecciones, los acontecimientos tomaron
un rumbo imprevisto. Inicialmente, fue el propio Cronista de
Tenertfe quien sacó a la luz las fuertes disensiones que iban
minando al partido conservador de la Isla. Al parecer, en sus
filas habían emergido tres facciones muy desiguales y hete-rogéneas,
pero bifurcables en función de su postura ante el
«pacto»: la silvelista, que seguía las directrices de Madrid; y
la «patriota», que tenía como norte la «defensa» de la Isla
desdiciendo los reproches liberales. En tal tesitura, Cronista de
Tenertfe, en coherencia con su campaña electoral, no tuvo in-convenientes
para elogiar al sector «tinerfeñista» del partido
rival, mientras aguardaba al desenlace del conflicto y, más
específicamente, a la decantación de La Opinión, el órgano
oficial de los conservadores 20.
A los pocos días, La Opinión hizo pública su postura anun-ciando
que apoyaba la candidatura del marqués de Casa-
Laiglesia y Martín Rodríguez Peraza; el segundo, según decía,
elegido democráticamente por los conservadores tinerfeños
ante la renuncia del conde del Valle de Salazar. Del electo elo-giaba
su coherencia ideológica, pues lo catalogaba de conser-vador
de toda la vida»; pero, más aún, su radical «patriotis-mo
» que, según decía, hacía de él el candidato idóneo para
defender a TeneRfe en !a reestruztürazión administrativa qie
proyectaba Francisco Silvela. El otro sector conservador, inme-diatamente,
editó un periódico con cabecera homónima al
partido, Unión Conservadora, para presentar una candidatura
que de la anterior sólo difería en el número dos: Lorenzo
Yzrciz Re!trán en hgzr de Mzrtin P..~dri:guezP erazz 21.
Véase Cronista de Enerife, 15-3-1899 y 3-4-1899 fundamentalmente.
21 Véase La Opinión, 11 y 13-4-1899. El periódico Unión Conservadora
apareció el 14 de abril de 1899 promovido fundamentalmente por José
Núm. 40 (1994) 555
10 JULIO ANTONIO YANES MESA
A renglón seguido, La Opinión, tildada hasta entonces con
reiteración de «leonina», «pactista» y «acanariada» por su tra-dicional
rival, Cronista de Tenerife, empezó a dirigir los «doli-dos
» motes que había encajado de los liberales hacia el sector
de su partido que permaneció fiel a Madrid. Su contundente
denostación de Unión Conservadora le hizo olvidar por mo-mentos
a los liberales, pues llegó a decir que a las elecciones
concurrían ellos, los <c... conservadores tinerfeños, fieles y acé-rrimos
defensores de sacrosantos derechos...», frente a los
«pactistas-leoninos» sin diferenciar ideologías. Su trayectoria
posterior fue aún más desconcertante, pues a renglón seguido
presentó en el número tres de su lista al liberal sagastino
Domínguez Alfonso, al que no ahorró los elogios, decía, una
vez que Sagasta había dejado el poder. Remarcando aún más
ci i t i n ~Lr-AfAA~V-ñA-Vi, c mjnc ~ t j f i ~ l h l Ap ~ l f p ~ ~ ipSr f. i S q s a ~ t cl ofi
argumentos exclusivamente «patriotas», pues tan sólo le repro-chaba
haber sido << ... rémora para el progreso de esta Isla ... » 22.
Ante un panorama tan desconcertante, Cronista de Tenerife
reconsideró su campaña apelando a la cordura de los conser-vadores,
vertiendo alabanzas generalizadas sobre todos ellos,
y reclamando una sola candidatura. Sin darse cuenta, al justi-ficar
su planteamiento nos legaba un esclarecedor documento
de la dinámica política coetánea:
... el que salga vencido de las urnas es una nueva ene-mistad
que se ha echado encima el pobre y paciente país,
que en nada tiene culpa de la coacción que se ejerce so-bre
su libérrima voluntad ... 23.
Pero el deseado acuerdo de los conservadores nunca llegó.
-A -l finalj 10s tres escaños de1 distrito, ~ I - E por pntonr-S rom-
Mana Hernández Leal, Agustín Rodríguez Pérez y Antonino Yanes Volcán.
Inicialmente, su director fue Ulises Guimerá Castellano y su redactor-jefe
Patricio Perera Álvarez. Fue impreso, sucesivamente, en las imprentas de
Anselmo Benítez y Juan Bonnet. Hasta el 7 de noviembre de 1901 apareció
1-0 . , ., l..,a‘. .,,,,,, .mLL,Lo,,a!,a rpfi a'. jr viernes de cada semana; psterimmente, a di a r i~.
Desapareció a poco de nacer El liempo.
22 Ibídem, 14-4-1 899.
23 Véase Cronista de Tenerife, 14-4-1899, p. 2.
556 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 11
prendía a las islas de Tenerife, La Gomera y El Hierro, fueron
a parar al marqués de Villasegura y a los dos candidatos de
Unión Conservadora. Inmediatamente, La Opinión achacó los
resultados al marqués de Muni porque, según decía, había
vedado a Martín Rodríguez Peraza y a Domínguez Alfonso.
Luego, no sólo continuó dirigiendo los «temidos» motes anti-patriotas
a aquellos de sus correligionarios que permanecieron
fieles a Madrid, sino que empezó a devolverlos a los liberales
de Cronista de TenerZfe alegando que León y Castillo había ac-cedido
a la elección de su candidato. En medio de su dura
campaña post-electoral, un controvertido editorial titulado
«zona neutral» dejó en evidencia la naciente indeterminación
ideológica del periódico 24.
En días sucesivos, las dos facciones conservadoras prosi-guieron
con su intercambio de descalificaciones en intensidad
creciente desde sus respectivos órganos de expresión, sobre
todo tras la confirmación del pacto de los conservadores
tinerfeños con los liberales grancanarios 25. El proceso culmi-nó
con la agresión personal que, con resultados fatales, come-tió
el hermano de Pedro Schwartz, alcalde de Santa Cruz y
una de las cabezas visibles del sector disidente, en la persona
del redactor-jefe de Unión Conservadora, Patricio Perera
Álvarez. Sólo tras este penoso incidente la fuerte polémica
entre ambos inició, aunque transitoriamente, su inflexión 26.
En su transcurso, Cronista de TenerZfe había seguido fiel, ex-clusivamente,
al marqués de Villasegura, con lo que perdió su
carácter de portavoz principal de los liberales tinerfeños 27,
24 Véase La Opinión, 17-4-1899 y 10-8-1 899 fundamentalmente.
25 Véase Unión ConcervalJorn, 1-51 899.
26 Zbídem, 9-8-1 899 y 25-8- 1899 fundamentalmente.
27 Véase Cronista de Tenerife, 7-6-1899. La existencia de Cronista de
Tenerife databa del año 1894. Al menos en su tramo final, cambió vanas
veces de subtitular, en consonancia con el mote «diario de las lentejas)) que
le endosaron sus rivales por sus continuos cambios de patrocinador (véase
por caso: Tenerife, 23-1 1-1 901). Cuando anunciaba la esclsiin c o ~ s e n z h -
ra, llevaba el subtitular «Diario político literario y de intereses generales»;
luego, desde que dejó de ser órgano oficial del Partido Liberal de Tenerife,
«Diario democrático-liberal y de intereses generales)); y, finalmente, tras la
muerte de Sagasta, ((Diario de información y de intereses generales)). Edi-
Núm. 40 (1994) 557
12 JULIO ANTONIO YANES MESA
aunque no renunciara a su adscripción ideológica ni a su «pa-triotismo
».
En los meses posteriores, La Opinión y Cronista de Tenerife
fueron aproximando posiciones en un proceso que debió cul-minar
en la primavera de1901, cuando el otrora diario con-servador
celebró públicamente el acceso al poder de Sagasta
en detrimento de sus ya excorreligionarios 28. En su especta-cular
mutación había asumido el papel de primer portavoz del
partido liberal tinerfeño, relegando a su antecesor y ahora
cofrade, Cronista de Tenerife, a un lugar secundario. No obs-tante,
más que el emparejamiento ideológico de ambos fue el
tinerfeñismo a ultranza lo que propició tal afinidad. Probable-mente,
Cronista de Tenerife fue el que mejor recreó el común
trasfondo de uno y otro diario:
... No lo negamos: formamos en las filas de esos ciuda-danos
a quienes Unión Conservadora califica con el nom-bre
de «mentecatos patrioteros». A la sola indicación de
un despojo, a la ofensa más insignificante que al terruño
trate de infei-írsele, no podemos remediarlo, nuestra na-turaleza
se rebela y la indignación se apodera de noso-tros
... 29.
tado en el taller de su director, Juan Bonnet Torres, conoció una existencia
modesta como evidencia su propio formato y la inconstancia y anonimato
de su corresponsalía madrileña. El último número conservado data del 8
de octubre de 1904.
28 Ibídevlz, 9-3-1901, La Opinión, que databa de 1879, también procuró
adecuar sus señas de identidad a su mutación ideológica, cambiando, por
dos veces, su subtitular en el tramo final de 1899. Así, el 6 de septiembre,
el tradicional «Diario Liberal-Conservador» dio paso al indeterminado «Dia-rio
Político» para luego, desde el 4 de diciembre, quedar con el más des-concertante
aún de «Diario de la Mañana)). Finalmente, a partir del 4 de
noviembr-e de 1904 consideró más oportüno aparecer cmm <:Eecam de !a
Prensa de Canarias». Aun así, en su veinticinco aniversario tuvo arrestos
para reafirmar su programa fundacional echando mano de términos laxos:
monárquico, tinerfeñista y anticaciquil (véase La Opinión, editorial del 22-
1-1904). Desde su reconversión, Antonio Domínguez Alfonso, Martín
Rodríguez Peraza y, más tarde, Benito Pérez Armas, fueron sus principales
-v...I a ~Ae u-Ao-l.~ 3y , Matias M ~ l ~ ~ A~gmusytin, Herrer., Rimrdo Mora y Policaryo
Niebla, sus sucesivos directores. Siempre fue impreso en la tipografía de
Félix Molowny.
29 Ibídem, 26-9-1 902.
558 AA'UARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 13
Y, en efecto, ambos, más La Opinión que Cronista de
Tenerife, polemizaban en connivencia, y casi a diario, con
Unión Consemadora por cuestiones de índole muy diversa,
aunque siempre salpicadas por el «patriotismo» del que aqué-llos
decían monopolizar su expresión. El arriendo de los puer-tos
francos, disputado por sendas sociedades de conservado-res
y liberales; la posible supresión del obispado de Tenerife,
que los liberales tinerfeños atribuían a su denostado correli-gionario
de Gran Canaria, el aliado de sus rivales conservado-res,
León y Castillo; y los problemas de las obras del puerto
de Santa Cruz, cuyo contratista era el liberal Elicio Lecuona
Bello, fueron los temas que nuclearon las interminables dis-putas
que conservadores y liberales dirimieron al margen de
las elecciones. A la larga, el diario Unión Conservadora,
rriachaconamente tiidado de «acanariado» y «ieonino», sufrió
un indudable deterioro social que un nuevo problema, la po-sible
supresión de la Capitanía General de Santa Cruz por el
Gobierno que presidía su jefe de filas Francisco Silvela, ahon-dó
ya hasta cotas insostenibles. Fue entonces cuando los con-servadores
tinerfeños ensayaron un recambio a su anterior
órgano de prensa: El Tiempo.
11. EL TIEMPO: UNA CONTROVERTIDA TRAYECTORIA
CEGADA CON UN TRAUMÁTICO FINAL
El Eempo apareció en Santa Cruz de Tenerife el 17 de ju-lio
de 1903 con un prolongado subtitular que rebosaba de
ecuanimidad y tinerfeñismo: «Diario de Asuntos Generales e
Información, Defensor de los Intereses del País». El editorial
fundacional recalcaba hasta tal punto la vertiente «patriótica»
de su lema, que proclamaba una radical oposición al proyec-to
que causara el descrédito de Unión Conservadora 30: la mer-
30 Hasta tal punto que La Opinión atribuyó la desaparición del diario
conservador a su posicionamiento en la cuestión de Capitanía (véase La
Opinión, 18-4- 1906).
Núm. 40 (1994) 559
14 XLIO ANTONIO YANES MESA
ma en competencias militares de Tenerife que pretendía el
Ministro de la Guerra, su correligionario, Arsenio Linares
Pombo. Luego enaltecía su tinerfeñismo extrapolando su sen-timiento
a la restante problemática de la Isla: (c... Amamos a
Tenerife: he ahí todo un programa lleno de promesas y de
sacrificios (...) y por ella somos y seremos capaces de todo.. . ».
Precisando su nivel de compromiso, esbozaba una escala de
valores en la que su militancia en el partido conservador de
Francisco Silvela, (c... que para nosotros nada significa ante la
defensa de Tenerife ... », quedaba supeditada a los intereses de
la Isla. Para no dejar dudas de su determinación añadía que
si las Cortes no rechazaban el susodicho proyecto (c... sabre-mos
cumplir con nuestros deberes de patriotas fervorosos,
rompiendo con toda clase de compromisos y disciplinas, colo-cál,
d=noc dende intereses & TeE~fife e~iiíln nii~ctríl
J - - - ------- -
presencia y nuestro concurso.. . » . En definitiva, el naciente dia-rio
intentaba eludir los dos problemas que, concomitan-temente,
habían deteriorado la imagen de Unión Consewado-ra:
la pérdida de la compostura en la defensa de su programa
y, a su calor, la fuerte reprimenda que encajó del grueso de la
prensa tinerfeña por ((antipatriotismo))3 1.
31 A la hora de defender sus postulados pactistas, Unión Consewadora
contó con un escaso, aparte de tardío. apoyo en la prensa tinerfeña coetá-nea,
pues sólo en el tramo final de su existencia surgió algún modesto pe-riódico
para secundar, abierta o soterradamente, sus campañas: tres
bisemanarios que, sucesivamente, fueron impresos en el taller de la calle
Herradores de La Laguna; y un semanario que fue editado en la imprenta
de la calle Quintana del Puerto de la Cruz. De los laguneros, el primero en
nacer fue Tenerife, que, bajo la sucesiva dirección de Enrique Madán y
Eliseo Tarife, fue editado entre los veranos de 1901 y 1902 por los partida-nos
del iiberai Ricardo Kuiz Benítez de Lugo y del general Weyier (véase
Tenerife, 15-6-1901, 3-7-1901, 9-1 1-1901, 1-2-1902 y 4-8-1902 fundamental-mente).
Tras su desaparición, su puesto fue ocupado por E2 Imparcial de
Canarias, que, nacido como bisemanario informativo bajo la dirección del
abogado lagunero Fernando Suárez y González-Corvo (((Emilio Saavedra))),
fue adquirido por el partido conservador de La Laguna, encargando de su
dirección a Domingo GuiiCr~~eDz ello, si bien ni siquiera sobrei:ii.ió dos
meses (véase El Impavcial de Canarias, 1-9-1 902, 24-4-1903, 12-5-1 903 y 2-
6-1903 fundamentalmente). A continuación, ya en vísperas de la desapari-ción
de Unión Consewadora, sus acólitos fundaron Heraldo de La Laguna,
560 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 15
Sin embargo, desde que los liberales tinerfeños habían per-cibido
que sus rivales estaban gestando un nuevo periódico,
habían tildado al nonato con los clásicos motes que a diario
dirigían a Unión Conservadora. La Opinión acentuó su campa-ña
tras la aparición de aquél, aunque en vano, pues El lienz-po,
bien que sólo por momentos, en su tramo inicial nunca
perdió los papeles. Varias réplicas de entonces confirman esa
cordura fundacional. Así, para justificar la renuncia de sus
correligionarios, José María Hernández Leal y Antonino Yanes,
a integrar la comisión reivindicativa de Tenerife que, a pro-puesta
de La Opinión, debía acudir a Madrid para garantizar
la continuidad de la Capitanía, elogiaba la confianza de am-bos
en la representación parlamentaria del distrito, por lo de-más,
detentada por su partido, con lo que demostraban, aña-día,
una N. .. expiosión sincera de amor a Tenerife. .. » 32. Con no
menos cordura censuraba las críticas de La Opinión a su «ami-go
» Francisco Bethencourt Montesdeoca, por el mero hecho,
decía, de haber nacido en Las Palmas; mientras encubría sus
estrategias alegando que los aliados que decían tener los libe-rales
grancanarios en «las demás islas hermanas)), debían ser
sus afines de Fuerteventura y Lanzarote y no los conservado-res
de Tenerife. Esa prudencia fundacional explica el comedi-miento
de sus censuras a La Opinión por su injustificado
alarmismo, decía, en la cuestión de Capitanía, haciéndola res-ponsable
de los recientes desórdenes de Santa Cruz 33; y la
que, dirigido por Leoncio Rodríguez cuando apenas frisaba los veintidós
años, no tuvo tiempo para apoyar a Unión Conservadora, prosiguiendo lue-go
con una línea editorial poco guerrillera en sus cortos seis meses de exis-tencia
(véase Heraldo de La Laguna, 23-6-1903, 4-9-1903 y 15-12-1903 fun-damentalmente).
El semanario portuense, que llevaba por cabecera El Valle
y era órgano de Ricardo Ruiz Benítez de Lugo, coincidió en nacimiento,
no en desaparición, con Heraldo de La Laguna, pues sobrevivió, al menos,
hasta finales de 1905, secundando, más que a Unión Consewadora, a El
Eempo (véase El Valle, 5-4- 1905 y 1 1 - 10- 1905 fundamentalmente).
32 Véase El Tiempo, 18, 20 y 23-7-1903 fundamentalmente.
33 La Opinión dio cuenta a sus lectores de la supuesta supresión de
Capitanía, enlutando el editorial y anunciando la noticia con extremada
indignación: «No; no podemos escribir, nuestra mano tiembla ... » (véase La
Opinión, editorial del 20-6- 1903).
Núm. 40 (1994) 56 1
16 JULIO ANTONIO YANES MESA
defensa de su programa echando mano, no sin cierta lisura,
de la solidaridad regional. Así, inquiría:
... (qué se puede esperar de un periódico que sin tener
en cuenta que todos los canarios han nacido bajo un
mismo sol, aunque sus cunas se hayan mecido en distin-tas
islas, aconseje a los hijos de una de éstas a la rivali-dad,
al odio y hasta a la muerte, contra los de otra? ... 33.
Pero conforme decursaban los días y el proyecto de Arsenio
Linares seguía en el alero, La Opinión redoblaba sus criticas
a El Zempo. Simultánea a instintivamente, el diario conserva-dor
fue subiendo de tono sus contrarréplicas utilizando, ini-cialmente,
denuestos de índole insolidaria como ((Mercachifles
del amor patrio» o «Desunidores de las fuerzas vivas del país
en días aciagos para la pati"la»; para, iiiiiizdiatamefite, re%-
rrir con reiteración al ya clásico mote de «apostólicos» que,
con connotaciones clasistas y mercantiles, utilizara a menudo
Unión Consewadova. Paradójicamente, la polémica alcanzó su
cenit cuando el Gobierno reconsideró el proyecto, lo que El
Tiempo celebró, decía, por el disgusto que ocasionó a La Opi-nión:
K... Muerto el perro, se acabó la rabia (...) se les acabó
el asunto; asunto del cual ellos se prometían sacar tanto par-tido...))
35. En días sucesivos, el fuerte enfrentamiento entre
ambos periódicos estuvo a punto de derivar hacia el terreno
personal, intercediendo en la disputa Patricio Estévanez en
calidad de presidente de la precaria «Asociación de la Prensa
de Tenerife)). Luego, uno y otro periódico hizo historia de su
enemistad, lo que aprovechó El Tiempo para recordar la disi-dencia
conservadora de 1899 y el compartido pactismo previo
de los mentones de La Opinión. A continuación, recuperando
por momentos su fundacional cordura, justificaba el pacto en
las Islas con criterios políticos estrictamente pragmáticos, esto
es, por su capacidad para terminar con ( c . . . las persecuciones
y vejámenes de que se era objeto en cada cambio de situa-ción...)).
--
34 Véase El Tiempo, editorial del 23-7-1903.
35 Ibídem, editorial del 27-7-1 903.
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO.. . 17
Pronto la polémica comenzó a ceder, lo que permitió a
ambos diarios contrastar con cierto desapasionamiento sus
posturas. Por su parte, La Opinión alegaba que León y Casti-llo,
y la clase política grancanaria en general, en la cuestión
de Capitanía había faltado a la base primera del pacto, que
impedía a las islas causarse daños recíprocos. En contraposi-ción,
El Eempo, mientras no ahorraba elogios al «patriotismo»
grancanario de León y Castillo, encontraba viable una refor-ma
que beneficiara a Gran Canaria sin perjudicar a Tenerife.
El debate no desapareció hasta que quedó a salvo, definitiva-mente,
la Capitanía General, lo que El Eempo saludó con un
editorial que, lanzando un <(iViva la provincia de Canarias!
¡Viva Tenerife!~36 , reeditó en un suplemento a modo de pas-quín;
a lo que respondió La Opinión minimizando el acuerdo
del Gobierno que atribuyó a su presidente, Raimundo Fernán-dez
Villaverde 37. En números posteriores el diario conservador
continuó festejando lo que interpretaba como «fracaso» del
rival, pues, según decía, había intentado manipular la supues-ta
supresión en beneficio político propio. En todo caso, el suyo
sólo fue un triunfo desmirriado, pues en la batalla había per-dido
la más preciada de sus virtudes iniciales, su compostura.
2. DOS CUESTIONES ECON~MICAS QUE MARCARON
EL TRAMO INTERIOR DE SU EXISTENCIA
2.1. Las obras del puerto de Santa Cruz de Tenerife
Resuelta la cuestión de Capitanía, El Tiempo y La Opinión
GItTi&ron, sj!v tranciioriamenie, S-US ~i=a&CiOnd~ie- S
ferencias. Mientras duró la tregua, ambos conmemoraron el
primer centenario de la capitalidad de Santa Cruz con edicio-
36 Zbídem, editorial del 16-10-1903. A renglón seguido, El Tiempo
descargó su ira en el alcalde de La Orntava, _Nico!hr de Pmte y Ur-tusáustegui,
por suspender una espontánea manifestación de regocijo en la
villa, lo que redobló tras la querella que aquél interpuso (véase El Tiempo,
23-10-1903 y SS.).
37 Véase La Opinión, 16-10-1903.
Núm. 40 (1994)
18 JULIO ANTONIO YAKES MESA
nes especiales, si bien el diario conservador tuvo la picardía
de superar al rival editando un monográfico en papel satina-do,
descargado de política y repleto de tinerfeñismo 38. La bo-nancible
relación continuó durante el primer tercio del año
entrante acentuada, si cabe, por un «acuerdo monárquico»
fraguado por liberales y conservadores para impedir que la
alcaldía capitalina fuese a parar a manos republicanas 39. Por
entonces, El Eempo polemiza, fundamentalmente, con el pe-riódico
republicano El Ideal, lo que acentuó a raíz de la dimi-sión
del alcalde de Santa Cruz, el conservador Ulises Guimerá,
por su desacuerdo con el sistema de contratación de personal
que, adoptado en 1883 y defendido por los republicanos, con-sideraba
coartante para sus atribuciones 40.
A finales de marzo, cuando la distensión de El Eempo y La
OPiviióFei i-a más evidefite, Un met.21 proble,ila vil?o a en-turbiar
sus relaciones: la paralización de las obras del puerto
de Santa Cruz de Tenerife. Inicialmente, ambos diarios inter-cambiaron
amistosamente opiniones, llegando a decir el con-servador
de su rival: «... No dudamos de la sinceridad de las
palabras de La Opinión...». Ésta, sin embargo, estaba en una
situación sumamente embarazosa, pues el contratista de las
obras era su correligionario Elicio Lecuona. Del compromiso
salió airosa apelando al «patriotismo» de su acólito y, sublimi-nalmente,
recelando de León y Castillo, según decía, por su
afán de beneficiar al puerto de Las Palmas a toda costa. La
perentoriedad de su amistosa relación, empero, quedó en evi-dencia
cuando E1 Tiempo intentó demostrar la eficacia del
pactismo ofreciendo la mediación en Madrid de su correligio-nario
Francisco Bethencourt Montesdeoca, al que La Opinión
rechazó por su origen grancanario. Luego, cuando el diario
liberal reafirmó su recalcitrante odio a los «leoninos», El Eem-po
respondió que no odiaba a nadie, y menos a quien pudiese
beneficiar a Tenerife, aunque fuera el mismísimo Domínguez
38 Véanse El Tiempo y La Opinión, 7-12-1903.
j9 Ei acuerdo, empero, no fue entusiásticamente recibido por El Zem-po,
que nunca hizo referencia a él, lo que hizo suponer a su rival tensiones
en su seno entre «leoninos» y «patriotas» (véase La Opinión, 23-1-1904).
40 Véase El Tiempo, 18-3-1904.
564 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 19
Alfonso, con el que estaba dispuesto a zanjar diferencias. A
renglón seguido, insistía en la conveniencia del pacto para las
Islas proponiendo, incluso, la mediación de León y Castillo
con tal de sacar las obras adelante, máxime cuando, añadía
en tono conciliador y regionalista, era senador por las siete
Islas 41.
Con posterioridad, la disputa fue subiendo enteros hasta
que, súbitamente, quedó cercenada por nuevos rumores que
daban como inminente la supresión de la Capitanía de Santa
Cruz de Tenerife. La fulminante reacción de la sociedad
tinerfeña, a la que no fue ajena El Tiempo, dejó en el olvido
al problema portuario. Cuando llegaron los desmentidos ofi-ciales,
el «pactista» José María Hernández Leal contrastaba en
las páginas del diario conservador, con manifiesta desilusión,
ia desigual respuesta tinerfeña ante los problemas militar y
portuario, censurando la contundencia y apatía respectivas por
su común desmesura. Inmediatamente, El Tiempo inculpó del
bulo a dos periódicos madrileños, los liberales El Globo y Dia-no
Universal, intuyendo que estaban en connivencia con sus
correligionarios tinerfeños. En números sucesivos, el diario
conservador retomó sus tesis pactistas, si bien de La Opinión
obtuvo una respuesta contundente: «¿Qué es La Opinión? (...)
Pesadilla sangrienta de los leoninos (...) despiadada y cruel con
los pactistas (...) dócil y obediencia a los buenos tinerfeños ... ».
Luego, El Tiempo, asumiendo el mote que recibía de su rival,
replicó con argumentos semánticos sumamente esclarecedores:
<c... vale ser más "leonino", según se nos clasifica, que "apos-tólico",
según clasificamos nosotros...», pues, decía, con el pri-mer
término La Opinión llama a los partidarios de un pacto
con León y Castillo: y con el segundo, El Tiempo alude a una
minoría de comerciantes y políticos que, con el pretexto de
defender al terruño, medran en beneficio propio 42. Pero en La
Opinión no hizo mella la imaginativa argumentación lingüís-
4' Véanse El Eernpo, 28-3-1904, 30-3-1904 y 2-4-1904; y La Opinión, 18-
3-1 904 y 6-4-1 904 fundamentalmente.
42 Véanse E¡ Eernpo, 13-5-1904, 23-5-1904 y 9-8-1904; y La Opinión, 11-
5-1904, 27-5-1904 y 8-6-1904 fundamentalmente.
Núm. 40 (1994) 565
2 0 JCLIO ANTONIO YANES MESA
tica de sus rivales, pues siguió en sus trece: K... todo antes que
leoninos.. . » 43.
Cuando meses más tarde fueron trasladados algunos oficia-les
de Santa Cruz a Las Palmas por el definitivo reorde-namiento
militar de la Región, lo que El Tiempo reseñó publi-cando,
escuetamente, los nombramientos militares; Lcr Opinión
consideró que esa indiferencia confirmaba su <c... decadencia
moral y envilecimiento.. . », porque, según decía, Capitanía ha-bía
quedado reducida «... a la más mínima expresión...)). El
diario conservador justificó su concisión informativa alegan-do
que el ecuánime Diario de Tenerife 44 había hecho otro tan-to;
mientras retomaba su consabido pragmatismo para reafir-mar
que el traslado de la oficialía a Las Palmas perjudicaba
menos a Tenerife que la paralización de las obras del puerto.
Luego' cuando el Gobierno denegó la rescisión de las susodi-chas
obras, volvió a recuperar, acaso por última vez, su talan-te
dialogante para hacer un llamamiento a «todos» los tiner-feños
en pro de su culminación 45.
Pero con el decurso de los meses, el diario conservador
cedió en su empeño por reactivar las obras del puerto, sobre
todo tras el encontronazo de Elicio Lecuona con Antonio
43 Véase La Opinión, 10-8-1904.
Bajo la dirección de Patricio Estévanez, Diario de Tenerife siempre
observó una atípica cordura, a pesar de su latente republicanismo, fruto del
ideario de su director y propietario. Su reconocida sensatez, ilustrada con
su actitud informativa sobre Capitanía (véase Diario de Tenerife, 7-7-1903
fundamentalmente), le granjeó el respeto de toda la prensa tinerfeña coetá-nea,
lo que explica que El Tiempo justificara su información recurriendo a
la ofrecida por Diario de Tenerife. En raras ocasiones, como cuando El Tiem-p
arremetió contra el ingeniero jefe de montes de la provincia, que era
LA,-,-- .-.. rrnrAi.i+A T..-, nno4- R ~ ~ RL ~~ +wn~~v;,~, A row~ ov'o ?;r.~ ~
i i c - L i i i a i i " uL. .,u gclrliic-, d u u i l i.iuiiu u u i r r i > r r i L.rirl"li, u r u , r u ur r r i i r r r,r ur
tuó como órgano de partido (véase Diario de Tenerife, 26-7-1907, y El Tiem-
PO, 27-7-1907).
45 Véase El Zernpo, 29-10-1904. A continuación, el diario conservador
entró en su etapa más brillante ofertando a sus suscriptores, desde el 3-1 1-
1904 al 27-7-1905, dos ediciones sin alterar sus cuotas tradicionales, al tiem-po
q ~ re-fe rzó e! senicio tc+gráfi~o que rPCihja & Madrid de lar írg~nciar
«Mencheta» y aPerpen». También de entonces datan sus alardes de «perió-dico
de mayor circulación de la Isla)), inmediatamente contestados por La
Opinión.
566 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 2 1
Domínguez Alfonso por la ocupación interina del Gobierno
Civil de la provincia. En efecto, a partir de entonces, Elicio
Lecuona promovió el diario El Liberal 46 que, impreso en la
misma imprenta que El Tiempo, fue un duro valladar para el
«patriotismo» de La Opinión en su afán por unir y devolver a
la disciplina de Madrid a los liberales tinerfeños. Con tales
bases, fue aproximando posiciones al también liberal, y no
menos crítico de los «apóstoles», Félix Benítez de Lugo; y
ambos, a El Tiempo, con lo que el panorama político de la Isla
adquirió una espectacular y complejizada bifurcación. Como-quiera
que estas facciones, por lo demás, procuraron evitar
enfrentamientos entre sus órganos de prensa en pro de sus
comunes diferencias con los <<apóstoles4»7 ,e l diario conserva-dor
interrumpió su campaña. En definitiva, aunque E1 Tiempo
reiiunció a su argumentación pactista en el problema portua-rio
por estrategias políticas, conviene precisar que su cuestio-nado
<cpatriotismo» siempre le restó credibilidad.
2.2. EL ARRIENDO DE LOS PUERTOS FRANCOS
DEL ARCHIPIÉLAGO
Mientras tanto, en sendas cartas que elevaron al Presiden-te
del Gobierno 48, E1 Tiempo y La Opinión retornaban otra
46 El Liberal apareció en Santa Cruz de Tenerife haciendo gala de una
radical disciplina dentro de su partido, el 23 de abril de 1906. Hasta el 13
de julio siguiente llevó el subtitular ((Diario Moretista)), que suprimió des-de
que el general López Domínguez sustituyó a Segismundo Moret en la
presidencia del Gobierno y en la jefatura del partido liberal. Dirigido por
Agustín Díaz Hernández hasta el 12 de julio de 1907, centró su línea edito-rial
en la lucha contra los ((apóstoles)) de Tenerife y Las Palmas. Desapare-ció
el 18 de septiembre de 1907 (véase El Liberal, 23-4-1906, 12-6-1906, 19-
7-1906, 26-4-1907 y 27-6-1907 fundamentalmente).
47 Por ejemplo, cuando el posterior órgano de Félix Benítez de Lugo,
E1 País, arremetió contra el correligionario de El Tiempo, Luis Díaz
Rodríguez, provocando la represalia del diario conservador, aquél re-consideró
inmediatamente sus críticas y pidió disculpas a El Tiempo para
salvar sus excelentes relaciones, evitando, decía, regodeos a «otros diarios))
(véase El País, 29-4-1 909).
48 Véanse El Tiempo, 1-8-1904; y La Opinión, 2-8-1904.
Núm. 40 (1994) 567
22 JULIO ANTONIO YANES MESA
controvertida cuestión económica, dirimida con encono por
sus respectivos acólitos en tiempos no lejanos: la administra-ción
de los puertos francos de las. Islas. El detonante fue la
oferta de un millón ochocientas mil pesetas que por su arrien-do
ofreció al Gobierno el liberal Eulogio Gómez Tmjillo, al
tiempo que censuraba la fuerte presencia de capitales extran-jeros
en la arrendataria titular y los raquíticos beneficios que
obtenía el Estado por su exiguo canon de contratación. Inme-diatamente,
El 27ehpo solicitó la prórroga del contrato tal cual
estaba vigente.
Uno y otro periódico, evidentemente, con valoraciones en-caradas,
retrotraía el problema a comienzos de siglo, cuando
el Gobierno optó por subastar públicamente las franquicias
isleñas para relevar a la Diputación Provincial de su adminis-tracicín.
A la primera licitación acudieron dos asociaciones
particulares, una de comerciantes vinculada al partido liberal
tinerfeño, que el conservador llamó «apostólica» por su restric-ción;
y otra más heterogénea y numerosa aneja a éste y al li-beral
grancanario que, según decía El Tiempo, representaba
«las verdaderas fuerzas vivas del país». Al final, los conserva-dores
ganaron el concurso, aunque para ello tuvieron que do-blar
el millón de pesetas inicial que fijaba el pliego de con-diciones
tras enconada puja con su rival. Al año y medio es-caso,
la ruina de la arrendataria por su elevada contribución
y, según añadían los liberales, por las deserciones de sus ac-cionistas
menores, precipitó un pacto entre ambas sociedades
para unificar propuestas y repartir beneficios en el nuevo con-curso.
A tal fin, las dos acordaron licitar con una misma cuan-tía,
un millón dos mil pesetas, y recoger en escritura pública
que la beneficiaria incorporaría a los miembros de la rival y a
los comerciantes autónomos interesados. Ño obstante, desde
que supo que el arriendo había recaído nuevamente en la aso-ciación
conservadora, la liberal inició una demanda, según
decía La Opinión, por incumplimiento de los plazos y proce-dimientos
pactados para la admisión de los nuevos accionis-tas.
Posteriormente, el documento fue declarado nulo pm :a
Dirección de lo Contencioso 49, con lo que concluyó el pleito,
49 Véase Unión Consewadora, 18-8-1902, p. 2.
568 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 23
aunque no la controversia, entre ambas sociedades. Ahora vol-vía
a la actualidad por el vencimiento del arriendo.
Con su renovación, el problema quedó nuevamente relega-do
dentro de la variopinta problemática que enfrentaba a con-servadores
y liberales. Súbitamente, un año más tarde, la Sala
Contenciosa del Tribunal Supremo de Justicia suspendió
cautelamente a la arrendataria ante recurso interpuesto por
el propio Estado. A ello había contribuido la dura campaña
que, bajo el pseudónimo ((Juan de Aragónx y con el aplauso
de La Opinión, había dirigido contra aquella Leopoldo Romeo,
director del periódico madrileño La Correspondencia de Espa-ña,
en cuya plantilla había ingresado Manuel Delgado Barreto,
ex-redactor y, de momento, corresponsal de La Opinión en
Madrid La resolución judicial desencadenó una fuerte polé-mica
entre Ei Eernpo y ¿a Opinión que ios forcejeos caciquiles
en pueblos del interior de la Isla, con la confabulación del
Gobernador Civil, el liberal Juan Sáenz Marquina, agravaron
hasta cotas similares a las del verano de 1903 51. El enrareci-
Véase El Eempo, 15-7-1905. El nombre de Manuel Delgado Barreto
salió a relucir de la redacción de La Opinión, especialmente en agosto y
septiembre de 1905, por los ataques personales que recibió de El Porvenir,
órgano del también liberal Ricardo Ruiz Benítez de Lugo, que phblicamen-te
lo tildó con su apodo de ascendencia familiar, por su delgadez y encani-jamiento,
«Biscuit» (véase El Poweniu, 28-8-1905 y 27-9-1905). En mayo de
1906, tras su incorporación a la redacción de La Cowespondencia de Espa-ña,
asumió la corresponsalía de La Opinión en Madrid (véase La Opinión,
12-5-1906). En los meses siguientes, las excelentes relaciones de los libera-les
tinerfeños con el director del rotativo madrileño, Leopoldo Romeo, su-bieron
enteros (véase, por ejemplo, La Opinión, 27-8-1906, 10-10-1906, 8-2-
1907 y 28-2-1907), lo que El Eempo atribuyó al interés del periodista ma-drileño
por obtener un escaño en el Congreso por la circunscripción de
Tenerife (véase El Eempo, 15-7-1 905).
51 Véase El Siempo, 18-7-1905, 18-8-1905, 11-9-1905 y 18-9-1905 fun-damentalmente;
y La Opinión, 3-8-1905 y SS. Ilustrando magníficamente su
«diálogo entre sordos», la figura del Gobernador Civil recibió una valora-ción
tan desigual en ambos diarios que de «inmoral, corrupta y arbitraria»
en las páginas del órgano conservador pasó a ({pundonorosa, correcta e
indestructible)) en las del liberal (véase La Opinión, 2-3-1906). Adecuando,
como siempre, sus motes a las controversias coetáneas, el ahora preferido
por La Opinión para arremeter contra su rival era el de «órgano de la arren-dataria
de puertos francos».
Núm. 40 (1994) 569
24 JULIO ANTONIO YANES MESA
do clima culminó en las elecciones a Cortes de septiembre que
ganaron los liberales en medio de un espectacular escándalo
que trascendió a la prensa peninsular. SÓ¡O tras las elecciones
municipales subsiguientes las aguas volvieron a su cauce.
La espinosa cuestión de los puertos francos volvió a la pa-lestra
informativa en octubre de 1906, cuando en la sala ter-cera
del Tribunal Supremo de Justicia comenzaron las sesio-nes
del contencioso administrativo interpuesto por el Estado.
El Rempo dio cumplida información de su desarrollo celebran-do
tras su conclusión el fallo que beneficiaba a sus corre-ligionario~
52 . Sin embargo, apenas tuvo tiempo para saborear
el triunfo, pues a los pocos meses el Ministro de Hacienda,
Guillermo Osma Scull, presentaba un proyecto para que el
Estado asumiese el control de las franquicias canarias. La
am~ n 2 7 9r- p!dó !a argumentaci6n partista de El Eempo que, uxLL"A.--- A u-a
renglón seguido, consideró que sin la unión de «todas las
fuerzas vivas» de la provincia, la autonomía fiscal isleña tenía
sus días contados. Pero como tantas veces, La Opinión no sólo
desatendió los requerimientos de su rival, sino que respaldó
la radical oposición del Gobernador Civil, su correligionario
Joaquín Santos Ecay, a nuevas prórrogas, en prevención, se-gún
había comunicado al Gobierno, de graves desórdenes pú-blicos
en las Islas. Luego El Timpo encontró un inesperado
apoyo en el diario El Liberal, órgano del hasta poco atrás
«apostólico» Elicio Lecuona, que inculpó del problema a sus
antiguos correligionarios y solicitó la mediación de la Diputa-ción
Provincial para encontrar una salida al asunto 53. De in-mediato,
el diario conservador respaldó la propuesta con ar-gumentos
estrictamente pragmáticos y económicos, conside-rando
que sólo la intervención de todos los sectores mercanti-les
del Archipiélago en la gestión de ios arbitrios podría erra-dicar
las importaciones clandestinas ante el exceso de costas
y las precarias comunicaciones interiores de la Región. Pero
todo fue inútil.
Cuando el Estado, en palabras suyas, inauguró c... el régi-j2
Véanse El Eeinpo, 3/13-lO-l906; y La Opinióa, 1 1-1 0-1 906, informa-ción
servido por Manuel Delgado Barreto.
53 Véase El Liberal, 13-6-1907.
570 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 25
men aduanero, si bien, disfrazado con el nombre de adminis-tración
de puertos francos ... » 54, El Tiempo recibió a los nue-vos
gestores censurando su insensibilidad para con la proble-mática
isleña y, más específicamente, el rebaje en un 25 por
100 que a modo de cortesía inicial estableció a las tarifas del
azúcar, café y cacao, por su precipitación y perjuicio para la
producción azucarera isleña j5.
En fechas sucesivas, y cada vez que le dieron pie para ello,
El Tiempo abogó por la conveniencia de recuperar para las
Islas la gestión de sus franquicias. Ea primera vez que lo hizo
fue a raíz de la asamblea antidivisionista de mayo de 1908,
cuando asumió la propuesta de Francisco Trujillo que propug-naba
su adjudicación a la Diputación Provincial y su adminis-tración
a una sociedad plural que representara al comercio, la
industria y ia agricultura del Archipiélago 56. Pero La Opinión
reafirmó su radical oposición a nuevas arrendatarias propo-niendo,
en su lugar, que el Estado recaudase un millón y me-dio
de pesetas para, con el beneficio restante, desgravar las
tarifas de los artículos de primera necesidad importados por
las Islas 57. El País, otro periódico liberal, aunque de tenden-cia
pactista, medió por entonces para asumir la opción de
Francisco Tmjillo previendo un tercio de los beneficios para
la Diputación Provincial y el resto para los socios administra-dores
que, delatando la procedencia de su correligionariado,
reducía al comercio, en función de su contribucion al Esta-do
58. Pero de cualquier manera, el problema ya era marginal
54 Véase E2 Tiempo, 6-8-1907.
55 Ibídem, ll-6-l907, 11-7-1907, 12-7-1907, 16-7-1907, 18-7-1907, 6-8-
1907, 10-8-1907 y 12-8-1 907 fundamentalmente.
56 Ibídem, 5-6-1908.
Véase La Opinión, 13-6-1908.
Véase El País, 26-5-1908. E2 País apareció en Santa Cruz de Tenerife
el 1 de mayo de 1908 con el subtitular «Diario Liberal» como órgano de
Félix Benítez de Lugo. Editado en la Tipografía Isleña, asumieron su direc-ción,
sucesivamente, Benigno Varela, Agustín Díaz y Manuel García. Cen-trada
su línea editorial en la descalificación de La Opinión y de los secto-res
afines a «Unión Patriótica., a menudo compartió puntos de vista con
E2 Tiempo, con el que siempre sostuvo una excelente relación. Desapareció
a finales de 1909.
26 JULIO ANTOXIO YANES MESA
dentro de la formidable descrepancia de El Ilempo y La Opi-nión.
Meses más tarde, un artículo del ahora corresponsal de El
Ilempo en Madrid, Manuel Delgado Barreto 59, que auguraba
la inminente supresión de las franquicias isleñas porque, se-gún
decía, así lo maquinaba tanto la cúpula del partido libe-ral
como la del conservador, dio pie a El Ilempo para que vol-viera,
aunque ya con suma cautela, sobre el asunto solicitado,
exclusivamente, propuestas 60. Esta vez, el diario conservador
consiguió que la movilización de la prensa y de la sociedad
canaria fuera general, si bien, de La Opinión no arrancó nin-guna
esperanza de consenso, pues volvió a proponer que, si
no había más remedio, fueran administradas por las principa-les
instituciones de la Región porque, insistía, la sociedad ca-mr
i u e s t ~ ibnr~qm citarl-. para mtenderie 61. En definitiva, El
Eempo ni en cuestiones estrictamente económicas pudo impo-ner
sus tesis pactistas.
11.3. Dos CUESTIONES POLITICAS QUE MARCARON
SU TRAYECTORIA ULTERIOR
11.3.1. El Viweynato de Segismundo Moret
A los pocos días de concluir la visita de Alfonso XIII a
Canarias, Segismundo Moret, por entonces presidente del Con-sejo
de Ministros, anticipaba a la prensa isleña que pensaba
ampliar las competencias del Gobernador Civil de la provin-
59 Delgado Barreto asumió la corresponsalía de E2 Eempo en Madrid,
a ios pocos meses del encontronazo de Leopo:do Romco, sü Uirec:~r er, Lc
Cowespondencia de España y su ductor en la política, con Antonio Do-mínguez
Alfonso, cuando ambos concurrieron a las elecciones a Cortes por
el sector liberal anejo a La Opinión. Tras su inmediata renuncia a la
corresponsalía de La Opinión en Madrid, Delgado Barreto fue aproximan-do
posiciones a El liempo en un proceso que culminó a comienzos de 1908
con la asuiicióii de la correspor;sa!iu de! diarie c=nserrzdc?r en !a c.pita!
del Estado (véase La Opinión, 10 y 12-7-1907; y El Tiempo, 3-2-1908).
60 Véase El liempo, 7-10-1908.
61 Véase La Opinión, 9- 10- 1908.
572 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 2 7
cia. Nada más anunciar su proyecto, El Eempo y La Opinión,
en consonancia con su endémico desacuerdo, reaccionaron
con posturas encontradas. Así, mientras el diario conservador
consideraba que el decreto era un anacronismo que homo-logaría
a la Región con las antiguas colonias obviando sus
auténticos problemas que, insistía, eran de infraestructura 62,
La Opinión valoraba su articulado porque, según decía, daba
categoría al Gobierno Civil de la provincia. Del resto de la
prensa tinerfeña la postura más singular fue la de otro perió-dico
liberal específicamente moretista y adverso a La Opinión,
el promovido por Elicio Lecuona a raíz de su disidencia, que
intercedió para defender el proyecto alegando, exclusivamen-te,
que la «brillante» trayectoria de su jefe de filas era su me-jor
garante (j3. POCO después, cuando llegó a oídos de La Opi-nión
que ei diputado por Las Palmas, José del Perojo, era tam-bién
contrario al decreto, aunque por razones diferentes, pues
censuraba su carácter centralizador, volvió a tildar a El Eem-po
de «leonino» y «acanariado» alegando que secundaba pos-turas
antitinerfeñistas. Paradójicamente, el diario conservador
echó mano de argumentos liberales para replicar a su rival
diciendo que un gobernador civil como Juan Sáenz Marquina
a... no hubiese dejado en pie a ninguna corporación ... >> con las
atribuciones que confería el susodicho proyecto. La polémica
fue subiendo de tono 64 hasta que el atentado contra Alfon-
62 Véase El liempo, 18-5-1906 y 23-5-1906.
63 Véase El Liberal, 17-5-1906 y SS.
64 Como paradigna de la degeneración de las polémicas periodísticas
en enfrentamientos personales hasta su finalización, vamos a recrear algu-nos
incidentes subsiguientes a la que nos ocupa. A los pocos días, el te-niente
de milicias de adscripción liberal Tomás Sánchez Pérez presentdx
querella contra el juez municipal de Tacoronte, el conservador Antonio Fa-riña
Rodnguez. El Tiempo informó de los hechos hablando de ({testigos
comprados», ((venganzas políticas» y «odios personales». A continuación,
Sánchez Pérez solicitó a El Tiernwo la autoría de su información. la cual
ofreció sin oponer resistencia: Juan Fariña González y José Lemus Quesada.
Seguidamente aquél designó a Benito Pérez Armas y a Manuel María Pinto
como padrinos, a lo que respondieron los redactores nombrando a Wen-ceslao
Tabares García y a José Domínguez Ramos. Las conversaciones en-tre
unos y otros fueron farragosas, coi intercambios continuos de misivas
hasta que, finalmente, los padrinos de Tomás Sánchez Pérez acordaron
Núm. 40 (1994) 573
2 8 JLLIO ANTONIO YANES MESA
so XIII cuando contraía nupcias desvió la atención de los pe-riódicos
canarios hacia la información foránea. La inmediata
sustitución de Moret al frente del Gobierno dejó zanjado, aun-que
sólo momentáneamente, el asunto.
El problema reapareció tres años más tarde, esto es, a fi-nales
de 1909, con el regreso de Moret a la presidencia del
Gobierno. Nada más conocer La Opinión que el proyecto es-taba
nuevamente en el candelero, pidió al conglomerado
tinerfeñista «Unión Patriótica» y a los periódicos de Santa
Cruz apoyo para Moret porque sus intenciones, decía, eran
descentralizadoras para Canarias. En días sucesivos, el ya co-rreligionario
y corresponsal de El Eempo en Madrid, Delgado
Barreto, comenzó a sembrar el desconcierto entre sus antiguos
acólitos poniendo en entredicho, precisamente, lo único que
los amalgamaba: ia conservaciórl de las prei-i-ogativas de Sziii-ta
Cruz de Tenerife. Cuando el decreto salió a la luz pública
facultando al Gobernador Civil a residir seis meses en Santa
Cruz y otros tantos en Las Palmas, Delgado Barreto, movido
por su resentimiento, preguntó con sorna a «Unión Patrióti-ca
» a quién había que apedrear. La Opinión, convertida en su
principal órgano de expresión, recurrió a su argumentación
«patriótica» abogando por la desaparición de los periódicos
«leoninos» 65. Luego, El Tiempo retomó su argumentación libe-ral
para descalificar ( c . . . la política absorbente y caciquil de
"Unión Patriótica"...)) 66. Pero era inútil, porque por entonces
el prestigio social del diario conservador acusaba un deterio-ro
irreversible por su empecinamiento en la defensa del pacto
en Tenerife. Con el aplazamiento provisional del decreto, que
la dimisión de Moret elevó a definitivo, terminó la controver-sia
sobre el asunto. En definitiva, ni aun teniendo la razQn,
El Tiempo pudo hacer valer sus puntos de vista en Tenerife por
constituir un ((tribunal de honor» solicitando a los contrincantes la desig-nación
de dos miembros para evitar una resolución parcial. Comoquiera
que aquéllos desoyeron el requerimiento rival, el tribunal unilateralmente
dejó a saivo ia honorabiiiciaci de Tomás Sánchez Pérez, con lo que qued6
zanjado el espinoso asunto (véase El Tiempo, 30-5-1 90611 6-6-1906),
65 Véase La Opinión, 16-1 1-1909, 17-1 1-1909 y 25-1 1-1909.
66 Véase El liempo, 6-11-1909, 25-11-1909, 27-11-1909 y 1-12-1909.
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 29
un deterioro social que derivaba de su atribuido «antipa-triotismo
».
11.3.2. El "Pleito Insular"
11.3.2.1. El T-o contra el divisionismo grancanario
A poco de concluir el primer debate por la cuestión del
Virreynato, esto es, a mediados de 1906, El Tiempo volvía a la
palestra informativa para arremeter contra la reciente campa-ña
divisionista que, según decía, los «apóstoles» grancanarios,
encabezados por Vicente Ruano y apoyados por la Sociedad
Económica de Amigos del País de Las Palmas, habían desen-cadenado
tras ia reciente visita dei Rey. Con la fulminante re-nuncia
al acta de diputado provincial de su correligionario, el
denostado Francisco Bethencourt Montesdeoca, al que excu-saba
su inhibición de la causa tinerfeñista por su ascendencia
grancanaria, ilustraba la contundente postura del partido con-servador
tinerfeño en favor de una Región «unida y solidaria)).
En días sucesivos, mientras criticaba la desunión de Tenerife,
respaldaba los acuerdos que iban adoptando sus organismos
e instituciones para frustrar las pretensiones grancanarias.
Paralelamente, advertía a Diano de Las Palmas que la preten-sión
de los liberales grancanarios respondía a «un mezquino
interés político»; y no tenía rubor para voltear los argumen-tos
de La Opinión y devolverle sus motes divisionistas 67. POS-teriormente,
cuando la campaña grancanaria comenzó a ceder,
El Tiempo recuperó su proverbial pragmatismo para exponer
la raíz de su posti-ira lament,ndo !U ,hctraciór, de! pctismc;
en el Archipiélago por la injerencia de los «patriotas» de una
y otra isla en su dinámica sociopolítica:
... Aquí no se trabaja, no se lucha, no se brega por la
cultura y el adelanto en general (...) Hondas divisiones
separan a 10s periódicos y a ios hombres; dominan las
pequeñeces; privan los insultos (...) Eso sí, sobran los
67 Véase E2 Tiempo, 1, 2, 9, 17, 21 y 23-8-1906 fundamentalmente.
Ntím. 40 (19941 575
3 0 JULIO ANTONIO YANES MESA
patriotas (...) el día que nos decidamos a arrastrar y col-gar
de las esquinas a una docena de patriotas, ganaremos
mucho en moralidad y paz ... 'j8.
El Tiempo, pues, era un resuelto enemigo de la división
provincial, fundamentalmente, por su consabido pragmatismo,
pues consideraba que la bifurcación administrativa del Archi-piélago
y, lo que era peor, los resquemores que dejaría, serían
un valladar infranqueable para imponer su postulados pac-tistas.
Su antidivisionismo subió de tono a medida que las
campañas grancanarias hicieron lo propio, recurriendo en las
coyunturas más difíciles al contraste de guarismos entre San-ta
Cruz y Las Palmas para restar argumentos a los divi-sionistas
cuando, normalmente, censuraba toda comparación
alegando que fomentaban las rivalidades y la insolidaridad
entre las Islas 69. En esa línea informativa, ceiebró ia perspi-cacia
que había mostrado su correligionario, el marqués de
Casa-Laiglesia, al rechazar una enmienda de José del Perojo
sobre la creación de dos juntas electorales de escrutinios en
el Archipiélago, una para las islas occidentales y otra para las
orientales, pues, según decía, el diputado grancanario preten-día
c... plantar un jalón en el camino de la división de la pro-vincia
... » 70. En definitiva, El Ilempo siempre fue un resuelto
enemigo de la división provincial.
11.3.2.2. El Tiempo contra el antidivisionismo tinerfeño
Mientras tanto, Manuel Delgado Barreto había consumado
su espectacular pirueta ideológica al traspasar su corres-yonsdia
iiiadri!eí'la, en escüsm meses, de LG Gpinió~ a El
Tiempo. Su inopinada trayectoria, empero, pasó prácticamen-te
inadvertida a la prensa coetánea, tanto por el endémico
transfuguismo de la clase política isleña como por el receso
' O -- íbídem, 24-9-i90ó.
69 Al respecto, compárese la información del 14-6-1907 con otra ante-rior,
por ejemplo, la del 21-2-1905.
'O Ibídem, 23-7-1907.
576 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 3 1
que había experimentado, aunque sólo momentáneamente, el
«Pleito Insular».
En efecto, casi inmediatamente, una serie de medidas que
beneficiaban, exclusivamente, a la capital grancanaria, algunas
en detrimento de Tenerife, devolvieron la crispación a la so-ciedad
tinerfeña. Inicialmente, la ubicación en Las Palmas de
la recién creada Escuela Normal de Maestros de Canarias; lue-go,
la creación de una sección agronómica en aquella ciudad
con la paralela división del Consejo de Agricultura y Comer-cio
de Tenerife; y, finalmente, la supresión de la Comisaría de
Marina de Santa Cruz, caldearon, sucesiva y reiteradamente,
el ambiente de la política insular hasta generar las masivas
movilizaciones sociales de costumbre. Toda la prensa tiner-feña,
incluido El í'lempo, jaleó el descontento de sus paisanos
apeiando al «patriotismo» para cortar de raíz un proceso que
tenía como objetivo final, decían todos, la división de la pro-vincia
'l; y específicamente el diario conservador, el fomento
de la insolidaridad y la quiebra definitiva de la concordia en
el Archipiélago. Con la dimisión en pleno del Ayuntamiento de
Santa Cruz en medio de la aprobación general, la unánime
protesta tinerfeña alcanzó su cenit 72.
Mientras tanto, El Eempo debió observar con preocupación
la evolución de los acontecimientos en la Isla, sobre todo des-de
el momento en que la defensa de la unidad provincial daba
'' En estas coyunturas críticas, La Opinión siempre procuro sellar cual-quier
fisura que surgiera dentro del tinerfeñismo. Así, por entonces, llamó
al orden a los periódicos republicanos Diario de Tenerife y El Progveso por
culpar de aquellos «repetidos despojos)) al ((caciquismo leoninon que, según
decían, reinaba en las Islas por la inactividad del turno, alegando que en
aquellas circunstancias sólo cabía cerrar filas en torno al tinerfeñismo (vea-se
La Opinión, 24-3-1908). Y posteriormente, cuando Canarias aguardaba
la resolución de Canalejas, el diario liberal reclamó la unión en la defensa
de Tenerife intercediendo en un debate ideológico de La Prensa y Gaceta de
Tenerife con argumentos sumamente significativos: «... ni la República va a
salir de Canarias para Cádiz, ni don Jaime se sentará en el deseado solio,
por muy fuerte que sea el "yo te empujo" de Gaceta de Enerife (...) todos
nuestros furibundos artículos de "alta política" son inofensivas coplas de
Calaínos ... » (véase La Opinión, 15-12-1910).
72 Véanse El Tiempo, La Opinión y los restantes periódicos coetáneos,
10, 13 y 18-3-1908 fundamentalmente.
32 JULIO ANTONO YANES MESA
paso a la exaltación de la siempre latente fobia entre las islas,
lo cual era tan contraproducente para el pactismo, si no más,
que la propia división. Fue entonces cuando, súbitamente, el
diario conservador dejó de secundar la «patriótica» campaña
de la sociedad tinerfeña para retomar, hasta cotas inverosími-les,
sus postulados pragmáticos espoleado por sendas cartas
que recibió de su corresponsal en Madrid, Manuel Delgado
Barreto. En sus respuestas, el diario conservador comenzó
arremetiendo contra lo que ahora llamaba «alharacas patrio-teras
» que, según decía, eran los mítines de la Juventud Re-publicana,
la «conducta» de la prensa e, incluso, la dimisión
del Ayuntamiento de Santa Cruz; para añadir de la presunta
división provincial que « . . . tan inconscientes (eran) los de Las
Palmas en pedirla como los de Tenerife en rechazarla...». A
renglSn següido, insistia en dm- pRddac! a! decamllo mate-rial
de Santa Cruz sobre el representativo, minimizando la
acaparación de organismos y elogiando, para enfatizar más su
reprimenda, la unión de los grancanarios en favor de su isla,
lo cual ejemplificaba, decía, el espectacular desarrollo del
puerto de La Luz frente a la atonía del tinerfeño.
En la segunda respuesta que dirigió a Delgado Barreto de-saprobó
con más contundencia aún la protesta tinerfeña, pues
comenzó augurando su transformación en corriente indepen-dentista
para, a renglón seguido, considerar irrelevante, inclu-so,
que la capital fuera trasladada a Las Palmas con tal que
progresara materialmente Santa Cruz. De inmediato, la preca-ria
«Asociación de la Prensa de Tenerifea, que por entonces
intentaba salir de su aletargamiento, acordó por unanimidad
romper todo vínculo con El Eevrzpo 73. El diario conservador
respondió editando un pasquín con un manifiesto dirigido «al
pueblo» en el que rechazaba las acusaciones de «leonino»,
i3 La ([Asociación de Ia Prensa de Tenerife)) había sido noticia días
antes por su inminente reorganización. La reprobación pública que sufrió
El Tiempo a través de un documento que publicaron todos los periódicos
de ia isla h e su primera actuación. Estos hiero: !os firmantes: Patricie
Estévanez, Abelardo Bonnet, Santiago García Cruz, Policarpo Niebla, Diego
Crossa, Ramón Gil-Roldán, Pedro Martín, Julio Navarro Morín y Leoncio
Rodnguez.
578 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 3 3
«acanariado» y «traidor»; solicitaba la unión de «todos» los
habitantes del Archipiélago en favor de la concordia y el pro-greso;
alababa nuevamente la unión y el trabajo de los gran-canarios;
y elogiaba el «patriotismo» de los diputados tiner-feños
de entonces, los denostados marqués de Casa-Laiglesia
y Félix Benítez de Lugo 74. Las fuertes tensiones que surgieron
entre los mentores del periódico quedaron reflejadas en la di-misión
de su director, el por entonces concejal conservador de
ayuntamiento capitalino Juan Ramírez Filpes, y en el traspa-so
de la imprenta, hasta entonces a nombre de su correligio-nario
Camilo Guimerá Tejera, al periódico 75. A partir de en-tonces,
El Tiempo quedó marginado dentro de la prensa
tinerfeña, máxime cuando ya habían desaparecido los efíme-ros
periódicos que secundaron su audaz posicionamiento.
11.3.2.3. Al final, una lenta agonía apuntillada
por la propia sociedad tinerfeña
En fechas sucesivas, E2 Tiempo intentó desdramatizar su
comprometida situación echando mano del pasado para decir
que su papel, el del inevitable cabeza de turco, decía, de cada
«despojo», había sido desempeñado por algunos de los ((patrio-t
a s ~de entonces en la más reciente historia de la vieja pugna
intracanaria. A tal fin recordó el apedreamiento de los domi-cilios
de Emilio Sierra y Manuel de Cámara, liberal el uno,
republicano el otro, durante los sucesos de 1893; y más recien-temente
aún, la inculpación «leonina» que dirigió toda la pren-sa
tinerfeña a los periódicos Heraldo de Tenerife y El Ideal, asi-
74 Véase El Tiempo, 10, 11, 12, 13 y 14-4-1908. La Opinión tenía cata-logado
a Félix Benítez de Lugo como «un falso diputado liberal» (véase La
Opinión, 10-3-1 908).
75 A partir de entonces, El Tiempo perdió parte de su clientela de
anunciantes, tal y como evidencia su sección de publicidad, que, aunque
sin perder espacio, redujo notoriamente el número de anuncios, aumentan-do,
en compensación, sus tamaños. Paralelamente, la información del pe-riódico
sufrió un más que evidente empobrecimiento que fue incremen-tando
conforme llegó su final.
34 JULIO ANTONIO YANES MESA
mismo liberal y republicano respectivamente 76. Luego optó
por cuestionar la oportunidad de la «asamblea patriótica)) de
Layo de 1908, según decía, por su unilateralidad, pues sólo
tendría ámbito occidental, y redundancia al consistir en <c... un
mero cambio de impresiones sobre un asunto en el que reina
de antemano segura unanimidad. .. ». Aun así, tuvo la habilidad
de apoyar al evento publicando un llamamiento general a su
favor y anunciando la asistencia a las jornadas de su nuevo
director, José Cabrera Díaz 77.
En su afán por quitar hierro a la fuerte campaña tiner-feñista,
casi inmediatamente publicó un artículo de Delgado
Barreto que, bajo el titular «iCalma, señores, calma! La pro- B
vincia no se dividex 78, recapitulaba los acontecimientos más N
recientes sin alarmismo y con halagos hacia el «patriotismo» O
de !a representaciík par!amer,tuRu de Tenerife. E! articdicta n-- m
comenzaba ridiculizando la vieja pugna intracanaria para, de o
E
inmediato, ofrecer su típico alarde 79 de informador bien infor- E
2
mado citando, en esta ocasión, un apartado que, bajo el epí- -E
grafe «La guerra civil en Canarias», decía que había creado la 3
comisión parlamentaria de la administración local para apilar -- 0
m
76 Véase El Ideal, 3 1-3-1 904 y 6-4-1 904; y El Tiempo, 21 -4-1908 funda- E
mentalmente. El Ideal apareció en Santa Cruz de Tenerife, al quinto día, a O
partir del 8-4-1901. Editado, inicialmente, en el taller de Anselmo Benítez n
y, desde finales de 1903, en la Imprenta Isleña, siempre estuvo bajo la di- -E
rección del republicano Manuel de Cámara. Aunque La Opinión cuestionó :
su «patriotismo» en la primavera de 1904, siempre fue un declarado ene- 2
n
migo de El Tiempo. Sras sucesivos problemas con la censura, desapareció n
el 6-10-1904. 3
77 Ibídem, 1 y 2-5-1908. En su trayectoria anterior, José Cabrera Díaz O
había evidenciado una enorme versatilidad, si bien, nada inusual en el pe-riodismo
isleño del momento. Así, antes de ingresar en la plantilla del dia-rio
conservador, había creado y dirigido ei periódico proletario El Cibrerü,
con el que también sostuvo frecuentes altercados con las autoridades isle-ñas
(véase El Obrero, 20-10-1900 y 22-12-1900).
Ibídem, 7-5-1908.
79 En las crónicas que remitía desde Madrid, Manuel Delgado Barreto
siempre presumió de poseer excelentes fuentes de información. En una
ocasión, cuando aún era corresponsai de ú( Dpintóur, e: redactor de Eario
de Las Palmas, Alfredo Pérez, bromeó con su petulancia diciendo que era
informado por el propio Gobierno (véase La Opinión, 22-8-1906, carta diri-gida
por Delgado Barreto a Policarpo Niebla).
580 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 3 5
las continuas quejas y contraquejas que recibía del Archipié-lago.
Dejada clara la solvencia de sus fuentes, seguidamente
desvelaba que José del Perojo desde que había tenido noticias
de la supresión de la Comisaría de Marina había propuesto a
Benítez de Lugo su continuación con Capitanía y la creación
de una audiencia para las islas occidentales, a cambio de una
delegación de hacienda, una diputación provincial y un gobier-no
civil para las orientales. Luego añadía que la rotunda opo-sición
del marqués de Casa-Laiglesia a cualquier veleidad
divisionista, postura que Félix Benítez de Lugo en seguida
aclaró que compartió desde un primer momento 80, garantiza-ban
la unidad de la Región, pues el presidente del Gobierno,
Antonio Maura, había declarado que sólo aceptaría un acuer-do
consensuado por todos los diputados canarios. Finalmen-te,
restaba importancia a las presiones grancanarias anadien-do
que León y Castillo estaba más pendiente de su rival en la
diplomacia del Estado, Wenceslao Ramírez de Villaumtia, que
de los asuntos canarios. En artículos sucesivos, Delgado
Barreto defendió con reiteración la conveniencia de ignorar
tanto la campaña divisionista grancanaria como el Ilamamien-to
«patriótico» tinerfeño para salvaguardar la capitalidad úni-ca
en Santa Cruz de Tenerife.
Pero el movimiento tinerfeñista siguió su protesta de espal-das
a El Tiempo que, ante la postergación o, en palabras su-yas,
«risible excomunión)) que recibió de toda la prensa
tinerfeña, ni siquiera pudo continuar sus viejas polémicas con
La Opinión y El Progreso, por lo que limitó su línea editorial
a un ataque sistemático, aunque desasistido, contra «Unión
Patriótica». Por entonces, las pocas veces que recuperó el so-siego
fue para intentar resarcir a sus denostados ac61itm, m-bre
todo a Francisco Bethencourt Montesdeoca, que, por ha-ber
nacido en Gran Canaria y residido en Tenerife, decía, ha-bía
sufrido la reprobación de una y otra isla. Con la represen-tación
parlamentaria del distrito, que detentaban su correligio-
" Inicialmente, Delgado Barreto sólo mencionó la oposición de su co-rreligionario
el marqués de Casa-Laiglesia; Félix Benítez de Lugo dejó a
buen recaudo su «patriotismo» aclarando a los pocos días que su rechazo
fue igual de fulminante desde un principio (véase E2 Eempo, 27-5-1908).
Núm. 40 (1994) 58 1
36 JULIO ANTONIO YANES MESA
nario el marqués de Casa-Laiglesia y el liberal Félix Benítez
de Lugo, intentó hacer lo propio en una prolongada campaña
en vísperas de la asamblea de noviembre. Tras su conclu-sión,
el apedreamiento popular que, en medio de jmueras! y
jabajos!, recibió de un gentío, evidencia que la persistencia de
su rechazo social. Aun así, El Tiempo siguió en sus trece, pues
respondió tildando a la asamblea de «sediciosa» y, en el me-jor
de los casos, de ajena a los intereses de la Isla
Con posterioridad, conforme las provocaciones de El Tiem-po
surtían efecto, el panorama periodístico tinerfeño quedó
inmerso en una auténtica «caza de brujas», por las continuas
inculpaciones y exculpaciones de <deoninos» que salpicaban las
páginas de todos los periódicos merced a las acusaciones del
diario conservador que, aun así, siempre llevó la peor parte.
E! ferrejen di=l!éctici, por 10 demás, volvid a trascender al te-rreno
personal, siendo el episodio más penoso el zaran-deamiento
que sufrió el director de El Tiempo, José Cabrera
Díaz, a manos del por entonces presidente del Ateneo de La
Laguna, Rafael Calzadilla, en desagravio a su cuestionado «pa-triotismo))
82.
Con el cambio de año amainó la controversia. Mientras
tanto, El Eempo trasladó instalaciones a la calle de La Noria 83
y contrajo su mordacidad, aunque nunca dejó de embestir
contra «Unión Patriótica», sobre todo en coyunturas claves
como las electorales 84. Acontecimientos foráneos de primera
magnitud, como el fusilamiento de Ferrer y Guardia en Bar-
Véase El Tiempo, 3-9-1908, 23-9-1908 y noviembre, en general,
de 1908.
82 Ibídem, 10-12-1908. Poco después, José Cabrera Díaz emigró a Cuba,
desde donde envió continuas coiaboraciones a El Eerripo. A partir de eii-tonces,
la problemática dirección del periódico fue asumida por su ex-compañero
en El Obrero Manuel Santiago Espinosa.
83 Desde el 25 de febrero de 1909.
84 Aparte de los ya citados El Valle, El Liberal y El País, las campañas
de El Eempo encontraron apoyo en El Poweniv, Nivaria y El Teide. El Por-venir
apareció en Santa Cruz & Teiieefe e! ! & agosto & 1905 c=m= .&=
gano del Partido Liberal Democrático de Canarias». Dirigido por Eliseo
Tarife y editado, inicialmente, en la imprenta de Juan Bonnet, y desde di-ciembre,
en la de Camilo Guimerá, siempre permaneció fiel a las directri-
582 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 3 7
celona y, a renglón seguido, la guerra de Marruecos, acentua-ron
su despolitización precipitándolo en los meses estivales,
aunque por última vez, al típico lapso informativo que, sólo
ocasionalmente, paladearon los periódicos cimeros de las Ca-narias
de anteguerra. Con la reanudación de la campaña
divisionista en Las Palmas, el diario conservador volvió a las
andadas.
El Rempo afrontó el nuevo embate divisionista, arremetien-do
contra los ~patriotas»g rancanarios que, insistía, como los
tinerfeños, utilizaban su lucha en beneficio propio: N... Lo de
menos es la división. El mayor disgusto que pudiera darse a
esos patrioteros sena que León y Castillo y sus amigos abra-zasen
con entusiasmo, sincera y ardientemente, el ideal de la
división porque eso les quitaría el pretexto de la lucha ... » 85. A
renglón seguido, hizo io propio con los tinerfeños censurando
sus movilizaciones sociales y abogando por un consenso de
«todas» las fuerzas políticas de la Isla que, en un desesperado
ces de Madrid bajo la batuta de Ricardo Ruiz Benítez de Lugo. Sus durísi-mos
enfrentamientos con La Opinión y, especialmente, con su aún redactor
Delgado Barreto, indujeron a Policarpo Niebla, director de La Opinión, a
agredir a Isaac Viera, redactor de El Porvenir. El periódico desapareció el
30 de enero de 1906 (véase El Porvenir, 4-8-1905, 26-8-1905, 30-8-1905, 1-
9-1905, 27-9-1905 y 28-9-1905 fundamentalmente). El bisemanario Nivaria
apareció en La Laguna a comienzos de marzo de 1910 intentando pasar,
con evidente ingenuidad, por periódico independiente. Editado en la im-prenta
de Miguel Curbelo, desde que fue descubierto luchó sin tregua con-tra
«Unión Patriótica» en defensa del ahora conservador Delgado Barrero y
de Félix Benítez de Lugo. Desapareció el 6 de agosto de 1910 (véase Nivavia,
1-4-1 910, 3-5-1910 y 12-7-19 10 fundamentalmente). El también bisemanario
El Teide apareció a principios de septiembre de 1908 en el Puerto de la
Cruz, solapando, como el anterior, sus intenciones políticas. Dirigido, ini-cialmente,
por el que fuera redactor de El Tiempo, Manuel García, pronto
evidenció que era órgano de Félix Benítez de Lugo. En su tramo final,
atemperó notablemente su ímpetu. Fue el único periódico de los afines a
El Tiempo que lo sobrevivió, pues aún era impreso en abril de 1913 (véase
E2 Teide, 16-9-1908, 26-12-1908 y 2-1-1909 fundamentalmente).
Véase El Eempo, 8-10-1909. Quizás convenga recordar que los estu-diosos
de la Restauración, caso de María Teresa Noreña Salto, han detecta-do
que León y Castillo hasta entonces no había sido decididamente
divisionista (véase la obra de MAR~TAE RESAN OREÑAS ALTOC: anarias: Polí-tica
y Sociedad durante la Restauración, op. cit., tomo 11, pp. 36 y 90-92).
3 8 JULIO ANTONIO YAKES MESA
intento final, aceptaba incluso bajo el liderazgo de «Unión
Patriótica» para concurrir a las inminentes elecciones a Cor-tes
s6. En esa recuperada línea transaccional deben inter-pretarse
sus censuras a La Opinión por rechazar el ofrecimien-to
de La Cowespondencia de España, brindado por su director,
para defender las tesis tinerfeñas en Madrid; y, en el sentido
contrario, su insólita consideración con los «jóvenes redacto-res
republicanos» de El Progreso por aceptar, al menos inicial-mente,
la propuesta de Leopoldo Romeo 87. Pero desde que
observó que sus argumentaciones seguían siendo infructuosas,
El Eempo volvió a centrar su línea editorial en el desprestigio
de «Unión Patriótica». Circunstancias diversas, a saber: su vi-sita
a Las Palmas, que el diario conservador interpretó para
pactoar en secreto con el acólito de León y Castillo, Felipe
MI C S ~ PGS;I migen oriental, pues era de Lamarote; y; sobre
todo, su relevante posición dentro de «Unión Patriótica»; hi-cieron
de Benito Pérez Armas el blanco de la empecinada
campaña del diario conservador La respuesta que recibió El
Eempo de los periódicos anejos a «Unión Patriótica» no le fue
a zaga en virulencia 89.
El feroz enfrentamiento alcanzó su cenit durante las elec-ciones
de mayo de 1909, cuando «Unión Patriótica», que
aglutinaba a sectores tan desiguales como a los liberales
«dominguistas», a los republicanos y a los conservadores disi-dentes,
presentó la candidatura del liberal Antonio Domínguez
Alfonso y del republicano Juan Sol y Ortega, mientras los sec-tores
conservadores y liberales pactistas presentaban en coali-ción
a sus respectivos jefes de filas: Manuel Delgado Barreto
86 Ibídem, 10-1-1910.
-P.? íbíúem, 4-12 - i 969.
Sobre todo, a partir del 26-1-1910.
89 Por entonces, los principales baluartes periodísticos de «Unión Pa-triótica
» eran los órganos liberales La Opinión, El Defensor y Noticiero
Canario, éste desde el 22 de septiembre de 1905, cuando fue adquirido por
la facción de Domínguez Alfonso; y los periódicos republicanos El Progreso
y, en iiieiicir grado, unim-io de Tene@2. TumbiCr, !SS pri~cipales periSdims
tinerfeños de creación inmediata, el republicano La Prensa y el católico-conservador
Gaceta de Tenerife secundaron los puntos de vista de «Unión
Patriótica)).
584 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 39
y Félix Benítez de Lugo. La brutal porfía involucró incluso a
la Iglesia, que desde El Tiempo, con la firma del Obispo de
Tenerife, y desde los púlpitos de las iglesias rurales, con la
mediación de los curas párrocos, reclamó el voto para el sec-tor
pactista con su explícito rechazo del candidato republica-no.
Para calibrar la contundencia de la respuesta del sector
«patriota», basta con observar los calificativos que uno de sus
periódicos, El Pueblo Canario, dirigió a los candidatos rivales:
«criminales, traidores y cobardes)). Al final, el arrollador triun-fo
de «Unión Patriótica)) confirmó el más que irreversible des-crédito
del diario conservador y, por ende, la decantación «pa-triota))
de un sector notable del cacicato tinerfeño 90.
Tras la debacle electoral, El Tiempo perdió aún más los
papeles en la defensa de su programa, pues desde entonces
redujo su estrategia a ia descaiificación sistemática de sus
adversarios que, por entonces, ya eran el grueso de la clase
dominante tinerfeña. Colateralmente, procuraba crear la sen-sación
de indefensión de Tenerife en Madrid, reiterando
machaconamente que la gestación de «Unión Patriótica)) ha-bía
restado a la Isla el apoyo de las cúpulas de los principales
partidos políticos del Estado. Pero había perdido toda credi-bilidad.
El intempestivo recibimiento del General Eulate cuan-do
reasumió el Gobierno Civil de la provincia al por entonces
redactor-jefe de El Tiempo, Manuel García 91, ante la indiferen-cia
de la prensa tinerfeña, calibra hasta qué punto había lle-gado
la postergación social del diario conservador.
A comienzos de 191 1, El Tiempo volvió a trasladar sus ta-lleres,
esta vez, a la Plaza de la Iglesia 92. Desde entonces, en
su prolongada nómina de rivales, figuró el Gobernador Civil
de la provincia, al que prnvocahi 2 dixic! cm ur?a sección en
blanco irrespetuosa con la censura. Su histérica defensa del
pactismo cuando era más que evidente su inviabilidad le hizo
atacar hasta a periódicos de ideología política afín, caso del
recién gestado diario católico-conservador Gaceta de Tenerife,
90 Véase El Eempo, 12-4-1910, 13-4-1910, 21-4-1910, 2-5-1910 y 5-5-
19 10 fundamentalmente.
9' Zbídem, 17-8-1910.
92 Desde el 14 de enero de 191 1.
Núm. 40 (1994)
40 JULIO ANTONIO YANES MESA
cuando apoyó, con evidente prudencia, a «Unión Patriótica))
sin descriminar su componente anticlerical. En el tramo final
de su existencia, raramente volvió a exponer su programa con
un mínimo de cordura, mostrando, acaso, por última vez, su
pragmatismo cuando solicitó a la asamblea de febrero que
antepusiera la restauración de la Universidad de La Laguna a
la conservación de la capitalidad en Tenerife 93. Su sorda
denostación de «Unión Patriótica», a la que machaconamente
apodada «nefando conglomerado» y «unión pa.. . nosotros.,
cuando no personalizada en su cabecilla, Benito Pérez Armas;
y, en el sentido contrario, sus alabanzas a su más que men-guada
nómina de simpatizantes, imprimieron los rasgos domi- B
nantes de su información postrera. N
E
Cuando el primer aniversario del espectacular triunfo elec- o
1L u l a l Ub \A\U I I LVI i P~utrlrivi rrlívtui r s ~rv,nu iniipi-ir id~~ " COZ^ !os nmores divi- n-- m sionistas en sus cotas máximas, E1 Eempo tuvo la osadía de O
anunciar la desaparición del «contubernio» en una esquela E
2
inculpatoria del inminente «despojo» que iba a sufrir la Isla -E
por carecer, insistía, de representación parlamentaria 94. Fue su 3
última provocación, pues al día siguiente las clases populares --
de Santa Cruz, en sendos asaltos, procedieron a la defenestra- 0
m
E
ción del periódico conservador con el beneplácito de la socie- U
dad tinerfeña. El que fuera su mayor rival, La Opinión, comen-tó
el suceso con un encabezamiento que lo decía todo: «bien n
-E
hecho» 95. Pero es que también La Prensa, el periódico con a
2
vocación más ecuánime en la Isla, consideró que K... Nadie n
puede censurar lo ocurrido el martes en la redacción de El n
Eempo ... », pues el objetivo era « ... desagraviar a Tenerife ... » 96.
3
O
Incluso el diario afín, el católico-conservador Gaceta de
Tenerife, justificó el asalto por la K... indigna conducta de ese
diario ... » 97. Y es que El Eempo se había quedado soio en ia
defensa de su programa por minimizar el único acicate con
93 Véase El liempo, 3-1-1911, 31-1-1911, 6-2-1911 y 22-2-1911 funda-mentalmente.
*7A- jbíÚewz, g - j - i g i i , se traía de. úbiirio& mero,
95 Véase L.a Opinión, 10-5-191 1.
96 Véase La Prensa, editorial del 1 1-5-1 9 1 1.
97 Véase Gaceta de Tenerife, 10-5-191 1, p. 2.
586 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 4 1
capacidad persuasoria en la arcaica, apática y atenazada so-ciedad
canaria de entonces: la rivalidad entre las islas centra-les
del Archipiélago.
En la etapa postrera de El Tiempo, el sector antipactista del
partido conservador de Tenerife había ganado tantos enteros
que en connivencia con los círculos católicos de la Isla fue
capaz de editar el moderno y pretencioso diario Gaceta de
Tenerife. Pronto, desde que abordó la pugna que sostenían las
dos islas centrales del Archipiélago por la capitalidad de la
Región, ei periódico dejó bien claro su tinerfeñismo: «... el
pleito es una cuestión patriótica indiscutible y que en ella no
caben diferenciaciones políticas: todos los partidos convienen,
deben convenir, en el amor al terruño, que es su razón de
ser. ..» 98. Espoleada por su declarado «patriotismo», Gaceta de
Tenerife militó cómodamente en las filas de «Unión Patrióti-co
» a pesar del anticlericalismo de su sector republicano, al
que elogió por su apología en favor de la capitalidad única en
Santa Cruz: {c... Hombres de la izquierda propugnaron nues-tros
ideales (...) sus palabras sonaban en nuestros oídos muy
gratas ... >> 99. Gaceta de Tenerife, pues, con un ideario afín al de
El Tiempo, nació comprendiendo la inviabilidad de cualquier
tipo de acuerdo político a escala regional.
Casi simultáneamente, los sectores liberales desafectos a
«Unión Patriótica» estaban reconsiderando su posicionamien-to,
A_ tal f i ~ R, ic~rdgR ~ f sBe nitez de Lügu, bircciur de! pe-riódico
Las Canarias de Madrid y tradicional enemigo de La
Opinión reconoció por entonces el fracaso de sus allegados
proponiendo a Policarpo Niebla zanjar diferencias: <c... Recon-ciliémonos
todos, y reconciliémonos de corazón, bajo la pres-tigiosa
"Unión Patriótica" ... » 'O0.
98 Ibídem, editorial del 14- 1 - 19 1 1.
99 Ibídem, editorial del 25-2-1 91 1.
'O0 Véase La Opinión, 11-7- 1910.
42 JULIO AKTONIO Y.4XES MESA
Meses más tarde, el partido conservador de Tenerife, una
vez reorganizado tras la desaparición de El Tiempo, editó un
nuevo diario cuya cabecera, La Región, en nada barruntaba el
nuevo derrotero del partido. A los pocos días, el naciente por-tavoz
conservador confesaba que la operación, en efecto, ha-bía
conllevado la renuncia al pactismo a nivel regional: «... por
nuestro propio esfuerzo hemos extirpado de esta isla la plan-ta
venenosa que no ahogaba y la cual han cultivado todos los
políticos de Tenerife, con la sola diferencia que unos lo han
hecho en jardines con verjas a la calle y otros en macetas en
el interior de la casa...)) 'O'. A continuación reclamó con insis-tencia
una operación similar en el partido liberal, al tiempo B
que arremetía contra sus pactos con el republicano y, mas por c.
E ello que por otra cosa, contra su integración en «Unión Pa- O
:I;lóticu;;. P o c ~de spués, e! pr t ide editaba en La Lagiina El --: m Peviódico Lagunevo para secundar la línea editorial de La Re- o E
gión, esto es, para intentar abrir brecha en el consenso libe- E
2
ral/republicano, restándole argumentos con su recién adopta- -E
do tinerfeñismo. 3
En definitiva, la desaparición de toda veleidad pactista --
a escala regional había precedido a la muerte de El Eempo. 0
m
E
Por su parte, el partido conservador de Tenerife, el más O
empecinado defensor del pacto, redujo de escala su preten-sión,
en concreto, de nivel Archipiélago a nivel Isla, tras ex- -
-E
perimentar en carne propia la inviabilidad de su proyecto re- a
2
gional. Y ello, a pesar que había abogado por un acuerdo de : -
la clase dominante canaria para salvaguardar sus comunes -
intereses cuando tenía amordazada al grueso de la población 5
O
isleña.
Inevitablemente, y a modo de apostilla final, aunque no
ignoramos su inescrutabilidad, nos preguntamos: ¿De tener sus
intereses amenazados, la oligarquía tinerfeña hubiese reaccio-nado
del mismo modo?
'O1 Véase La Región, editorial del 28-7-1 9 1 1.
588 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO.
N. CONCLUSIONES
1. Los periódicos tinerfeños de anteguerra que, en conso-nancia
con los arcaísmos socioeconómicos de su entorno, aún
deambulaban por etapas típicamente ideológicas, esto es, me-draban
al amparo de facciones políticas de las que dependían
y a las que apoyaban, dudosamente admiten el calificativo de
órganos de información al constituir, en sí mismos, un fin. En
efecto, su función, más que difundir programas o aleccionar
al, por lo demás, amordazado electorado coetáneo, consistía,
simplemente, en evidenciar el poderío de sus patrocinadores
con su ruidosa presencia en la sociedad. La importancia de la
imagen pública, del qué dirán, en la escala de valores coetá-nea,
a lo que no fueron ajenos los «caciques», y los arcaísmos
contextuales, confirieron esa singular función a los periódicos.
La reducida circulación de todos ellos, que en ningún caso
rebasó el raquítico círculo del correligionario respectivo, no
restó eficacia al mecanismo, pues trascendían a la, por lo de-más,
iletrada población isleña vía oral sin que la desvirtuación
de los contenidos por el boca a boca fuera óbice al objetivo,
halagador o defenestrador, pretendido. Simultáneamente, las
campañas de alta política encontraban eco fuera de las Islas
por la confabulación de periódicos afines peninsulares. Con
uno y otro derrotero, la facción, camarilla o gmpo político que
conseguía sostener el mayor número de periódicos y, por ende,
ensalzar con más redundancia a sus acólitos y, en el sentido
contrario, defenestrar con mayor rotundidad a sus adversarios,
en esencia, no hacía otra cosa que revalidar la coyuntural pre-emi~
enciü de ws a!!egaclos para, a 6ii de cuentas, forzar sus
criterios. En definitiva, el periodismo tinerfeño de anteguerra,
más que información a los isleños, ofreció terreno a las fac-ciones
políticas locales para que «echaran un pulso» que no
sólo en las Islas, sino también en Madrid, encontraba el eco
apetecido.
En los periodos de recesión de la lucha política, estos pe-riódicos
adquirían un ramalazo informativo movidos por la
vocación periodística que, adormecida por la coerción ideoló-
Núm. 40 (1994) 589
44 JULIO ANTONIO YANES MESA
gica, subyacía en sus cuadros redaccionales, si bien, cuidando
muy mucho los intereses económicos de sus patrocinadores
que, al proceder, salvo contadísimos casos, de la clase domi-nante
isleña ' O 2 , eran redundantes. Entonces homologaban sus
páginas a aquellos otros que, con vocación informativa, peno-samente
intentaban subsistir al margen del tutelaje político.
En esas distensiones coyunturales, los órganos de partidos tes-timoniaban
su vasallaje salpicando la información de sus pá-ginas
con noticias sumamente delatoras: por un lado, procu-rando
demostrar que la actuación de sus representantes, bien
en el gobierno o en la oposición, y en contraposición a la de
sus rivales, era la más acertada; por otro, dando cuenta de las
actividades más triviales de sus allegados en las típicas notas
de sociedad. Limitaciones similares, por lo demás, aunque por
rn~ti~.~xie-necoensó micas o intimidatorias, también incidieron
en los periódicos que pomposamente nacían subtitulados
como independientes. En definitiva, el periodismo tinerfeño de
anteguerra aún no había atisbado, ni de lejos, el rol social de
la prensa contemporánea.
2. A comienzos de siglo, el «patriotismo insular» gozaba
de tal arraigo en Tenerife que fue capaz de escindir el férreo
caciquismo de la Isla y movilizar a los sectores sociales sojuz-gados
para, al unísono, abortar el reparto de prebendas que
un sector de la oligarquía grancanaria propuso a nivel Archi-piélago.
El detonante fue el consenso que el partido conserva-dor
tinerfeño urdió con el liberal grancanario de Fernando
' O 2 En efecto, cuando el diario republicano El Progreso perfiló la cús-pide
del caciquismo tinerfeño contemporáneo sacó a relucir nombres que
. 1 eviaenci. an que la clase doiniriarite de !a Isla no s ó h putrecinó los princi-pales
órganos de las facciones políticas del momento, sino que, a menudo,
asumió personalmente su liderazgo. Así, en el vértice de la pirámide caciquil
aparecían el «amigo» de E¿ Eempo Francisco Bethencourt Montesdeoca, que
controlaba el oeste de la Isla, y la arrendataria de los puertos francos;
Martín Rodríguez y Díaz-Llanos, también próximo a El Tiempo, aunque era
hijo de! (<apos:óIico;; Martír? Rodrigcez Prrzza, qile regía e! sudeste; y los
«apostólicos» Domínguez Alfonso y Pedro Schwartz, «dueños», respectiva-mente,
del sur y del este. Las ramificaciones inferiores de la pirámide pro-seguían
a la sombra de aquéllos (véase El Puogreso, 25-9-1905).
590 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL DIARIO CONSERVADOR EL TIEMPO ... 45
León y Castillo en aras a la distribución del poder político en
el Archipiélago. El recelo que había en Tenerife hacia cual-quier
propuesta de Las Palmas, acentuado por entonces con
la fuerte presencia en Madrid de León y Castillo, dio alas al
proceso. En su desarrollo, las siempre endebles diferencias
ideológicas de las formaciones políticas de la Isla en la Res-tauración
acentuaron su inconsistencia con bifurcaciones in-ternas
y, de inmediato, con el indiferenciado reagrupamiento
de efectivos en función, exclusivamente, de posturas persona-les
ante el pacto. Así surgió el bloque «patriota», cuyo com-ponente
liberal y, en menor medida, conservador extendió su
acuerdo a fuerzas políticas extrasistema; en el lado contrario,
los restos de los partidos del turno que, contra viento y ma-rea,
intentaban hacer valer sus criterios transaccionales. Un
evidente pragmatismo y un cierto romanticismo iatían bajo
una y otra postura sin más consideraciones, pues, a fin de
cuentas, ambas tenían sus valedores en la cúspide del cacicato
tinerfeño.
Remedando pautas de las formaciones políticas de la Isla,
los periódicos quedaron inmersos en una encarada e inasi-milable
bipolarización al margen de sus credos particulares:
el sector «patriota» frente al «leonino». Conforme decursaron
los años, el forcejeo entre unos y otros inclinó la balanza, con
rotundidad, en favor de los tinerfeñistas, evidentemente, por
el fuerte predicamento de su discurso en la Isla. En la con-frontación
dialéctica, la prensa «patriota» desempeñó un
protagonismo inusual, desconocido cuando informaba de otras
cuestiones políticas, por la reactivación del mecanismo oral de
transmisión de mensajes, que no por aumentos de tirada, ante
la avidez de informacih de la iletrada, peri cinfdxdada, PO-blación
isleña 'O3. La complicidad de los cuadros redaccionales,
'O3 Contra el parecer de María Teresa Noreña Salto, pensamos que
la espectacular movilización social experimentada en Tenerife y Gran
Canaria por la división provincial, más que a las campañas de prensa,
deben atribuirse a la sensibilidad preexistente en la población isleña
con todo lo relacionado con el ((Pleito Insular» (véase la obra de MARÍA TE-RESA
NORENAS ALTOC:a navias: Política y Sociedad durante la Restauración,
op. cit., tomo 11, p. 41). Al respecto, nos parece bastante atinado el informe
46 JULIO AXTOKIO YANES MESA
que también hicieron suya la postura «patriota», y la libertad
informativa que obtuvieron de sus patrocinadores, redundaron
en el proceso. En el bando contrario, El Tiempo, principal
abanderado de la opción pactista, perdió irreversiblemente cre-dibilidad
conforme vio cuestionado su «patriotismo» no pu-diendo,
siquiera, hacer valer sus tesis cuando abarcaban as-pectos
estrictamente económicos o, incluso, cuando iban a
favor de la preeminencia de su isla. Al final, las veleidades
pactistas en Tenerife no tuvieron otra opción que restringir su
ámbito a escala insular en detrimento, en cierta medida, de la
Región.
que, en vísperas de la guerra europea, elevó el cónsul británico John Croker
a su Gobierno, tras observar la escasa entidad de los periódicos y los
arcaísmos de la formación social isleña. Entre otras cosas decía que N... un
agitador encontraría poco estímulo entre las masas...)) a través de un pe-i-
i&&co la otjrP de F~&!JJc:sc= QUINTANA ?JATJARP\(): lIOfCliCncInSceI_S- .
res británicos sobre Canarias (1856-1914), Seminario de Estudios Históricos
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