P R E H I S T O R I A
TRABAJOS EN EL PARQUE ARQUEOLÓGICO
DE LA CUEVA PINTADA
DE GÁLDAR, GRAN CANARIA.
AVANCE DE LAS INTERVENCIONES
RFALWADAS EN 1993
POR
CELSO MART~N DE GUZMAN
JORGE ONRUBIA PINTADO
JOSÉ IGNACIO S ~ N SZAG ASTI
Con la colaboración de:
Almudena García Bartual, Concepción García Guerra, Sergio Olmo Ca-nales,
Francisco M. Mireles Betancor, María A d a d o r a García Sánchez,
José María Domínguez Peña, Consuelo Marrero Quevedo y Valentin
Barroso Cruz.
1. EXCAVACIONES
A lo largo del año 1993 se ha desarrollado, en el recinto
del Parque Arqueológico Cueva Pintada de Gáldar, toda una
serie de trabajos correspondientes a la décima campaña de
excavaciones arqueológicas. Junto a las labores de campo, con
una duración aproximada de unos diez meses, se han ido rea-lizando
las habituales tareas de laboratorio y documentación
gráfica (planimetrías, dibujos de materiales y fotografías), así
como la consolidación y restauración tanto de algunas de las
estructuras ya exhumadas, como de los materiales arqueológi-
Núm. 42 (1 996) 17
PARQL'E ARQUEOLÓGICO CUEVA PPrNTADA DE CALDAR. GRAK CANARIA 3
cos asociados a las mismas. Por otro lado, y como comple-mento
a estas tareas, se ha avanzado, a lo largo de todo el
año, en el registro y tratamiento automático de los datos me-diante
el correspondiente sistema inforrnático.
La ejecución de todos estos trabajos fue posible gracias a una
subvención de la Comunidad Autónoma de Canarias, que a tra-vés
de la Dirección General de Patrimonio Histórico, del Plan
Canario de Empleo y del Excelentísimo Ayuntamiento de Gál-dar,
dotaron al yacimiento de un equipo de personal, compues-to
por doce licenciados en Historia y una veintena de obreros.
El objetivo principal de esta campaña era doble. Por una
parte, se contemplaba la excavación completa de varias de las
estructuras de habitación que habían sido ya parcialmente
exhumadas en años anteriores. Por otra, y como se expiicara
más adelante, se pretendía documentar, de manera rigurosa,
toda la zona norte del yacimiento (bancal O y bancal 01, pla-no
l), donde el Proyecto de Arquitectura del Parque Arqueo-lógico
ha sido el futuro Antiquarium, laboratorio y almacenes.
La exposición de las tareas de campo va a ser abordada de
acuerdo con las intervenciones realizadas en los diferentes sec-tores.
Como en anteriores trabajos, su desarrollo va a dirigir-se
de norte a sur, siguiendo un recorrido a través de los ban-cales
agrícolas que condicionan la topografía del yacimiento.
2.1. Bancal O, bancal 01
Una de las áreas del yacimiento donde se ha llevado a cabo
una actuación más intensa es el límite N del mismo, donde a
!e !agu de !=Y primems meses de! a f i ~se cmc h qw-m !OS ex-pedientes
de expropiación y ocupación inmediata de dos fin-cas
que sumaban una extensión aproximada de unos 800 me-tros
cuadrados, y que contenían huertos y alpendes, propiedad
de las casas vecinas (foto 1).
Núm. 42 (1996) 19
4 c. MART~ND E GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. S ~ E N ZS AGASTI
Una vez terminadas las labores de limpieza, se topografió
toda la extensión, colocando los vértices de los nuevos secto-res
que, continuando con la misma orientación del resto del
yacimiento, ordenan todo el espacio sobre el que se ha actua-do
(plano l). En concreto, se intervino sobre los siguientes
sectores: 4, 5, 6, 7, 104, 105, 106, 107, 110, 111, 112, 113, 114
y 115.
2.1.1. Sectores: 105 a 115
Se comenzó planteando varios sondeos que ocupaban dife-rentes
z.o, nas. de la superficie total, intentando determinar si la r,,..,n.,,..r,n inrl:nan, L.- +,n :-+-no, ,r,m- en 1,'. -A-,.. -7, vLupabivii IliulgLila LUL r a u i i i r c i i a a ~villv ci1 i a a Luiia3 ya
excavadas del centro y sur del yacimiento.
En el bancal O solamente se definió el lienzo de un murete
de opus irregular construido con piedras de basalto, orienta-do
de N a S y que queda interrumpido por ambos lados sin
conectar con ningún otro recinto. La mitad norte de este ban-cal
presenta una explanación artificial, relacionada sin duda
con los trabajos de construcción de los bancales agrícolas o,
más probablemente en este caso, con los edificios colindates
a las fincas.
En el bancal 01 ocurre algo similar, también en su mi-tad
N la toba aparece explanada y conserva varias calicatas y
escarpes, así como un gran escalón sobre el que apoyaba el
muro del bancal O. En la mitad S, sin embargo, .se pudieron
distinguir al menos tres espacios de diferentes características
constructivas que, a continuación, se pasa a describir detalla-damente.
2.1.2. Sectores: 5, 6, 105, 106
A _ 1 - - - _ 1 - - 1 - - - -1 1- - r ..-._-.._1 .-..:-:..__-_1-_ .__1-. . - - - - -:!-- nuvsaua a~ escalcm LmIlsvcIsal v1-lgmauv~ V I r'a explanacion
de la toba en la mitad 4 se descubre una fosa circular, de
unos dos metros y medio de ancho por dos de largo, col-matada
por un paquete sedimentario de tierra fina y arena,
20 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE 4RQUEOL6GICO CUEVA PINTADA DE GALDAR. GRAN CANARIA 5
conformado por pequeños niveles que buzan en sentido N-S y
SN. Da la sensación que esta poceta se fue rellenando, de
forma natural, por escorrentías de agua que transportaban
sedimentos finos. El hecho de que en la base se documente
una toba duramente encalichada y poco porosa, debió facili-tar
la acumulación de agua durante períodos prolongados de
tiempo. Nos falta por definir una interpretación exacta sobre
su funcionalidad y la relación que pudiera tener con otras es-tructuras
próximas.
A unos cuatro metros al sur de este recinto, se evidencia-ron
los restos de lo que, sin duda, era un espacio habitacional
orientado en sentido NE-SO. Éste presenta una planta cua-drangular
con dos alcobas laterales tallada en la roca madre
n i i ~rc csepa testero, a n n x nAn c c n h r ~pc tp r a i ~ a m i ~ n t n YUG UyVJ U-"" U./^ -. --J-l--- ^ ----- >
una decena de sillares de toba perfectamente escuadrados. El
resto de los muros que debieron revestir el entalle en la toba
se ha perdido. Por eso es dificil confirmar si se trata de para-mentos
construidos exclusivamente con sillares o si, por el
contrario, contenían también piedras de basalto. Algunos de
los sillares, en particular los que forman la esquina de una de
las alcobas laterales, conservan restos de un enjalbegado de
rojo almagre, al igual que ocurre en la mayor parte de las
casas excavadas en el yacimiento. La estructura no conserva
un nivel claro de ocupación, llegando los niveles de arrastre
hasta el piso de la misma. Una Fina capa de tierra cubre par-cialmente
este suelo basal, en el que se han excavado varios
hoyos circulares que interpretamos como agujeros de poste.
2.1.3. Sectores: 6 y 7
Al E de esta estructura anteriormente descrita se documenta-ron
los restos de otra fabrica de la que sólo se conserva la mitad
O y parte del testero N. La casa mantiene los paramentos cons-truidos
con mampuestos de basalto dispuestos a seco y apoya-dos
sobre un previo cajeamiento dela toba. Colmatado su inte-rior
por los típicos niveles de arrastreldermmbe, conserva un
piso de ocupación donde se recuperaron, en posición primaria,
6 C. MARTfN DE GUZMAN - J. ONRUBlA PI-VADO - J. l. SAENZ SAGASTI
al menos tres recipientes cerámicos fracturados in situ, asi
como numerosos restos de fauna y malacofauna. Pero lo más
interesante de este conjunto son, sin lugar a dudas, dos de sus
recipientes: una forma azucarera elaborada a tomo y una cerá-mica
globular a mano (foto 2), muy similar a las formas docu-mentadas
como de transición entre los repertorios prehis-pánicos
y la que se ha dado en llamar cerámica de tradición po-pulay
(tipo alfar de Hoya de Pineda). En este mismo contexto se
descubrieron dos fragmentos de pintaderas así como un clavo
de hierro. Estos materiales se asientan sobre un nivel de sedi-mento
endurecido que recubre la toba y que, en la zona central,
tiene un rebaje artificial donde se descubrieron dos manchas de
ceniza y carbón asociadas a numeroso material arqueológico.
P Qd~eh + de ellas, y 311 qmyand~rn hre e! s i ? h s ~ z~tG~C GSG,s e
identificó un sedimento de color claro que contiene una peque-ña
acumulación de piedras con abundante fauna.
Este espacio habitacional se encuentra atravesado, de nor-te
a sur, por un paramento de bolos de basalto que no apoya
en la toba, sino sobre un nivel de sedimento muy compacto
que cubre el piso de ocupación más moderno de la vivienda,
dividiendo lo que debió ser el espacio central de la misma
(foto 3). La cara oriental de dicho muro presenta un llagueado
constituido por un mortero de cal. Al E de este paramento, y
ya por debajo del nivel de tierra endurecida (donde se halla-ron
cerámicas a mano y a torno, junto a numerosas piezas
metálicas), queda un gran espacio donde la toba, artificial-mente
explanada, conserva algunas perforaciones circulares
que se interpretan como agujeros para encajar postes en los
que apoyaba la techumbre, así como un pequeño pozo de
unos 60 cm. de diámetro y 50 cm. de profundidad, acaso re-lacionado
con una eventual función de almacenamiento.
Parece evidente que estamos ante dos momentos de ocu-pación,
histórica y culturalmente diferentes. Resulta razonable
pensar que algunas de las piedras que faltan en la zona orien-tal
de ia casa de consicrucción más aniigua puedan haber sido
utilizadas para construir el muro superpuesto. Se evidencia,
pues, un cambio en la organización del espacio doméstico,
donde el modelo cruciforme de la vivienda prehispánica es
22 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL.ANTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE CALDAR, GRAN CANARIA 7
suplantado por la planta rectangular, propia de las crujías cas-tellanas.
Incluso, a dos metros escasos hacia el este, y ocupan-do
parte de este espacio central, se ha conservado un piso
compuesto por pequeños guijarros de basalto, formando un
pavimento que recuerda los pisos de los patios andaluces, o los
empedrados de las calles castellanas. Asociados a este empe-drado,
se han descubierto numerosos fragmentos de tejas, ado-bes,
cerámicas a torno, elementos metálicos y restos de un
mortero de cal similar al que se aparece en el muro que atra-viesa
la vivienda de norte a sur.
Al suroeste de esta estructura está situado un recinto tallado
en la toba, con casi un metro de altura de sus paredes, de plan-ta
rectangular no cerrado por su lado meridional. Orientado en
sentido -N--, no ronsema muros & piedras, ~stancl_eol piso &
toba cubierto por un nivel de tierra con abundantes restos de
ceniza y cal. Sobre este nivel se recuperó material arqueológico
muy diverso, en posición secundaria, junto a una acumulación
de cal, cerámica a torno y a mano, elementos metálicos de hierro
y bronce, fauna, etc. Restos de un muro de basalto, orientado de
O a E, recubren este nivel. La función de este espacio no ha
podido ser definida satisfactoriamente.
2.1.4. Sector: 17
Todo este conjunto de estructuras se halla precedido por
otra gran fosa de similares características a la descrita antes
(ver sectores 5, 6, 105, 106). De unos dos metros de diámetro
y casi uno de profundidad, está igualmente colmatada por se-dimentos
que buzan en sentido O-E, la mayoría estériles des-de
el punto de vista arqueológico, que testimonian un proce-so
natural de relleno a partir de escorrentías superficiales (foto
4). La base está formada por un gran costrón calcáreo que
recubre el substrato rocoso. Al sur de esta fosa se descubre un
-:-.-1 1- 1-:-- 1- L - - - l L - C % - ---1---_1-
IIIVC~ uc lajas ut: uasaiw yut: luriiiaii u11 pryucriu crilusauu pul
encima del cual se documentan restos de un muro de basalto,
con una orientación de N-S, que podría conectar con el para-mento
del sector 7.
Núm. 42 (1996) 23
8 c. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. SAENZ SAGASTI
2.1.5. Sectores: 4 y 5
En la zona occidental de este gran bancal, entre los secto-res
4 y 5, se descubrieron dos entalles artificiales de diseño
semicircular practicados en la toba, que contenían, en su in-terior,
varias perforaciones circulares. Estos canales recuerdan
otros recortes muy similares que se descubrieron en los tra-bajos
de 1990 (Martín de Guzmán et al., 1992, p. 187) y que,
por su posición, próximos a los escalones en la toba, sugieren
una técnica muy particular de ataque y transformación del
soporte tobáceo.
La conexión de todos estos elementos estructurales no que-da
suficientemente clara por ahora. Entre otras razones, por-que
Ior trabajos de constnicción de los bancales agrícolas afec-taron
de manera importante a todo este sector del yacimiento.
2.2. Bancal 1
2.2.1. Sectores: 15, 16, 25 y 26
En este área se desmontaron varios testigos para documen-tar
por completo el conjunto habitacional, formado por dos
recintos de planta central, descubierto parcialmente en la cam-paña
del año 1990:
- Sector 15: Corte F/J-2/10.
- Sector 16: Corte A/H-1/10.
- Sector 25: Corte F/J-116.
- Sector 26: Corte AIH-119.
De sur a norte, ei primero de ios espacios esta formado por
una cámara de planta cuadrangular, con dos alcobas laterales,
que no tiene diferenciada su cabecera. En su lugar se abre un
corredor de acceso a la segunda estructura que presenta dos
sillares de toba que apoyan sobre el suelo y que deben
iiiteip-etai-se, más como üii eseal6n de cleeeso a! recirito rioi-te
que como la base de un muro que separase ambos espacios.
Esta casa no tiene, por tanto, la característica planta de dise-ño
cruclforme que se certifica en otras estructuras del yaci-
24 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARCIUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE GALDAR, GWLN CANARU 9
miento. Apoyados en el cajeamiento previo de la toba, se le-vantan
los paramentos, dispuestos a seco y aparejados con
mampuestos de basalto y apenas dos o tres sillares de' toba,
que conservan restos de pintura en las alcobas laterales. En el
corredor de acceso se disponen grandes piedras de basalto
colocadas de canto, que conectan con los muros que confor-man
el paramento exterior, de claro diseño curvo. El interior
de la vivienda no ha conservado el pavimento, comprobándo-se,
en el nivel basal, la existencia de una capa de tierra de
espesor variable que recubre la toba parcialmente. Sobre ella
se recuperó material arqueológico muy diverso, en el que co- a
existen la cerámica indígena junto a la cerámica a tomo, una N
E moneda y restos de un clavo de hierro. El substrato rocoso, O
sobre el que se apoyaba un molino de basaiio, tiene vanas --
perforaciones circulares, a modo de agujeros de poste. m
O
E
El paramento exterior de esta estructura conecta, al este, E
2
E con los muros de un nuevo espacio de clara funcionalidad -
doméstica. Sólo se conserva la mitad norte de la misma, que 3
una posi'Die uria aieoloa iaieiTaI - -
0
abierta en su paramento norte, que rompe, mediante una 1í- m
E
nea de diseño curvo, la traza ortogonal de los muros O y N O
de dicha habitación. Las paredes descansan sobre el típico n
cajeamiento de la toba que presenta, en el lado E, una orien- -E
tación distinta a la que siguen los muros. En el interior de esta a
2
estructura se documentó un nivel de ocupación, en parte afec- n
n
tado por derrumbes y arrastres, donde se pudieron recuperar 3
numerosos restos de fauna y malacofauna asociados a cerá- O
micas indígenas muy fragmentadas (foto 5). Por detrás del
muro que cierra el lado E se descubrió un recipiente casi en-tero
de tipo troncocónico (cazuela baja), almagrado y fractu-d
o in situ. Este recinto muy bien podría estar relacionado
con el nivel basal del sector 36 (corte B/H-1,2) excavado en la
campaña de 1991, donde se localizaron, en el interior de un
rebaje artificialmente acondicionado en la toba, al menos dos
recipientes casi enteros y fracturados también in situ.
La otra estructura arqueológica que forma este singular
complejo habitacional comunica con la primera casa de basal-to
descrita mediante un corredor excavado en la toba (foto 6)
Núm. 42 (19961 25
10 C. MART~ND E G U Z M -~ J . ONRUBIA PINTADO - J. 1. SAENZ SAGASTI
que presenta, en sus paredes, varias oquedades intencionales
donde presumiblemente se encastraría un elemento del siste-ma
de cierre de acceso al recinto. Conforma un espacio cen-tral
excavado artificialmente en el substrato rocoso con dos
alcobas laterales y una cabecera muy desarrollada. Esta espe-cie
de ábside es el único alzado del cajeamiento de la toba que
conserva paramentos adosados, construidos con mampuestos
de basalto en los muros laterales y con sillares tallados en la
toba en la pared norte. Este último muro tiene un desarrollo
en altura de alrededor de 248 cm. (foto 7), con un fuerte
extraplomo, y está construido con una técnica muy particular a
ya que los sillares, que conservan huellas de las herramientas N
E
con las que se trabajaron los materiales, aparecen rodeados de O
pequeñas lajas de basalto para garantizar su ajuste, La pared n-- m
acaba cimentada sobre un escalón de toba situado a una cota O
E
más alta que el suelo de la habitación. Se pueden intuir pe- E
2
E queñas reformas de este muro en su esquina oeste, donde las -
tres hiladas superiores están aparejadas con bolos de basalto. 3
El interior de esta estructura se encuentra colmatado por - -
0
episodios de arruinamiento y arrastre; con numerosas piedras m
E
de basalto y sillares de toba. Estos depósitos están relaciona- O
6 dos con los derrumbes de los paramentos de la propia casa, o n
de casas situadas en cotas superiores del yacimiento, sobre los E a-que
cimentaba el muro de contención del bancal 01 sellando ln los niveles más antiguos de la estructura. Estos registraron un n
n
piso de ocupación formado por un pavimento, parcialmente 3
almagrado, que alterna con importantes manchas de combus- O
tión a las que se encuentran asociados abundantes restos de
fauna (malacofauna, ictiofauna y especies terrestres) y un nu-iilerosu
iiiaieiid al-qüewl6gico localizado in siru, en su mayor
parte cerámicas (algunas de ellas casi completas, como por
ejemplo dos platos y una cazuela troncocónica baja). Desta-can,
por su ausencia, las cerámicas de importación a torno,
así como todo tipo de elemento metálico (éstos sí se documen-taron
en la cara que antecede a este recint~).
Bajo este pavimento, la roca soporte presenta posibles agu-jeros
de poste, que se distribuyen en el ámbito más septentrio-nal
en dos filas paralelas, junto a un gran hoyo, en el centro,
26 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
destinado a albergar, posiblemente, una placa de hogar que se
halla cubierta por un compacto sedimento de tipo ceniciento
del que se recogieron muestras para su análisis. Por debajo de
éste aparece una fina capa de sedimento de color claro y de
aspecto arenoso que debió .servir de preparación para dicha
placa de hogar (foto 8).
A pesar de todo, falta por determinar si la ocupación de
este complejo habitacional fue única y simultánea en el tiem-po
o si, por el contrario, como parecen indicar los restos ar-queológicos,
hubo distintos momentos de utilización separa-dos
por un lapso de tiempo que se ignora, a la espera de po-der
concluir los trabajos de documentación y estudio comple-to
del material arqueológico.
2.2.2. Sector 25
En la zona noroeste de este sector se excavó un testigo, que
& - . - - &- 1 . . . 1 .l - - 1 1 ^- ..- LuiiLciiia uii at;giricíiiLu ucl ycquciiu iriuiu uci uaiiLai 1, cii uii
intento de documentar parte de la planta que se descubrió en el
año 1990 en el sector 15. Se definió así la mitad norte de una
habitación, probablemente con dos alcobas laterales, en la que,
sobre un previo cajeamiento de la toba, se han levantado para-mentos
construidos con sillares de toba dispuestos a seco. Los
muros de la alcoba oriental, que conservan restos de un enjal-begado
de almagre, presentan varios rodados de basalto. Sin
embargo, no puede decirse aún si los muros están constituidos
por un aparejo mixto, o si, en realidad, el alineamiento descu-bierto
corresponde a la hilada basa1 de cimentación. En esta
estructura no se llegó a alcanzar el piso de ocupación.
2.3. Bancal 2
2.3.1. Sectores: 34 y 35
Las primeras evidencias apuntan a la aparición de restos
de una estructura arqueológica que datan de la campaña de
Núm. 42 (1996) 2 7
12 C. MARTfN DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. 1. SAENZ SAGASTI
1990, cuando se descubrió una alineación de sillares de toba
(Martín de Guzmán et al., 1994, p. 29). Ampliado el sondeo
se desmontaron los siguientes cortes:
- Sector 34: Corte NJ-114.
- Sector 24: Corte EIJ-10.
- Sector 35: Corte AID-114.
En primer lugar, las labores de desmonte han permitido
encontrar, bajo el relleno artificial del actual bancal agrícola,
el paramento de lo que se interpretó como un muro de ban-cal
histórico. Éste está construido a base de bolos de basalto,
aparejados sin ningún tipo de argamasa, con una orientación a
E-O y con un buzamiento hacia poniente. Podría ponerse en N
E
relación con otros similares descubiertos, por ejemplo, en el O
seetur 22 y eii !os eíii-tes 7 y 8 del Cien-e Sür. Auñque se ioca- n-- m
lizó dentro del estrato 1 nivel 4, se pudo observar claramente O
E
que, en realidad, apoya sobre un nivel de sedimento muy en- E
2
E durecido, parcialmente cubierto por costrones calcáreos. Este -
depósito arcilloso, que ya habíamos identificado en años an- 3
tenores entre los sectores 23 y 24 como un lecho de acumula- n--
ción endorreica de aguas de escorrentía, parece fosilizar el m
E
nivel de ocupación de la estructura de habitación que se ha O
documentado justo inmediatamente debajo de la misma. n
En efecto, en una cota inferior a este nivel tan característi- -E
co, se identificó un recinto de opus constructivo mixto, con a
2
muros dispuestos a seco que se sustentan sobre entalles prac- n
n
ticados en el substrato rocoso, a excepción de la mitad norte, 3 donde la orientación de las paredes y del cajeamiento es muy O
diferente, apareciendo colmatado el espacio entre ambos por
un ripio de mediano tamaño. Todo esto forrna una caracterís-tica
planta cuadrangular con dos alcobas laterales (foto 9), en
este caso no del todo simétrica, ya que algunos muros presen-tan
una cierta desviación y el paramento del testero no es rec-to,
sino que describe un arco. Por otro lado, el pequeño co-rredor
de acceso, del que se conservan muy pocas piedras pro-babiemente
afectado por la construcción de la exedra de hor-migón
que rodeaba por el N el complejo troglodita, se encuen-tra
limitado por una línea de pequeños sillares de toba que
hay que interpretar como un escalón de acceso al espacio
2 8 ANUARiO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICOC UEVA PINTADA DE CALDAR, GRAN CANARIA 13
habitacional. El grado de deterioro de alguno de los sillares
obligó a su tratamiento con consolidantes.
Como nota singular, cabe reseñar el hecho de que los pa-ramentos
del testero de esta fábrica se encuentren decorados
mediante puntos de almagre, dispuestos irregularmente en las
piedras y calzos de los muros. Este tipo de decoración es muy
diferente de la que se observa en otras casas, donde, por lo
general, la pintura cubre zonas continuas de Ias-paredes. En
el interior de la estructura, se documentó un piso de ocupa-ción,
compuesto por un nivel de tierra batida con abundante
ceniza, que llega a formar localmente manchas, sobre el que
se ha recogido un numeroso material cerárnico junto a restos
de fauna y de industria Iítica. Estos repertorios forman una
xiimulacih de riert~ inlpnrtancia en 1a dcohír oriental- Por
debajo de este suelo de ocupación la toba se encuentra expla-nada
y presenta una serie de perforaciones circulares que de-ben
interpretarse como agujeros de poste y que conservan, en
algunos casos, los calzos de basalto. Atendiendo a la planta,
la forma constructiva, la orientación de los muros y los
cajeamientos, parece que se pueden deducir dos momentos di-ferentes
de ocupación para el funcionamiento de esta estruc-tura.
2.3.2. Sectores: 36 y 37
Al norte de la estructura de basalto del sector 37 se des-montaron
dos pequeños testigos descubriendo, a poca pro-fundidad,
el substrato tobáceo que presenta indicios de estar
traba~ado artificiaimente. En concreto se identificaron varios
«canales)) de trazado semicircular que contienen en su inte-rior
pequeños hoyos circulares. Curiosamente este tipo de ra-nuras,
en todo similares a las documentadas junto a otros
recintos de ocupación, aparecen siempre cercanas a los mu-r"~.
Esta I"calizacii>n pii&era reiaei"narfas c"ri -un
eventual sistema de anclaje de la superestructura aérea de las
viviendas.
14 c. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. SAENZ SAGASTI
2.4. Bancal 3
2.4.2. Sectores: 32, 22
En este sector del yacimiento se procedió al desmonte de
varios cortes, intentando documentar el límite meridional de
la cantera histórica. Se excavaron los siguientes cortes:
- Sector 32: Corte F, G, H-1,2.
Corte 1, J-1.
- Sector 22: Corte F, G, H, 1, J-6, 7, 8, 9, 10.
Por debajo de los rellenos de la bancalización, se descubrió,
a poca profundidad, la matriz tobácea que presenta claras evi-dencias
de haber sido trabajada. Se identifican hasta tres 1í-neas
con entalles, formando varios escalones que acaban co-nectando
con el escalón del sector 22 (descubierto en la cam-paña
de 1991), donde se conservan claramente las huellas de
extracción de bloques y de explanación de la toba, o las mar-cas
de cuñas y herramientas. Este gran banco de extracción
obligó en su día a rellenar toda esta parte con una gran canti-dad
de ripio para poder construir el muro del bancal 2. Este
es el único sitio, hasta la fecha documentado, donde dicho
muro de contención no cimenta directamente sobre el cajea-miento
de la toba, apoyando la idea de la diacronía entre es-tos
dos momentos históricos. Los entalles más pequeños del
sector 22 y 32, con un desnivel de más de 25 cm., están orien-tados
de NE a SO y acaban perdiéndose bajo el perfil O. El
límite sur de este punto de extracción no llega a afectar a una
estructura de sillares de toba descubierta en el sector 33 en la
campaña de 1990. De esta manera se pudo confirmar el lími-te
sureste de la cantera histórica que se puede situar; ya con
más precisión, entre los siguientes sectores: 1, 2, 11, 12, 13,
22, 21, 23 y 32.
2.4.1. Sector 40
En este sector se terminaron de excavar dos cortes que
habían quedado pendientes de finalización la campaña ante-
3 0 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLJ~NTZCOS
PARQUE ARQUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE GALDAR, GRAN CANARIA 15
rior. No se ha llegado a precisar, en su totalidad, la planta de
la estructura conocida, ya que ésta se pierde bajo el muro de
otra casa situada en un cota superior.
Se puede observar, sin embargo, una habitación de planta
interior cuadrangular con una alcoba lateral oriental. Su orien-tación
es N-S, y no hay evidencias claras de su acceso, ya que
los muros están muy arruinados o no existen. Los paramen-tos,
a excepción del testero, aún por exhumar bajo el perfil N,
son en su mayoría de mampuestos de basalto, aunque no es-tán
ausentes, concretamente en la hilada superior de los mu-ros
del ángulo NE, los sillares de toba. Donde mejor se ha
conservado el alzado de los paramentos interiores ha sido en
la dependencia lateral adosada a un cajeamiento del substrato,
constituido aquí por un relleno de sedimento arcilloso y
piroclastos procedentes de la propia toba degradada. En el
flanco occidental del corte se ha sacado a la luz un paramen-to
en dirección N-SO, totalmente arruinado y discontinuo, que,
en su parte más septentrional, sigue el tiro del entalle tobáceo
que marca el límite oeste de la estructura. Los muros del án-gulo
SE no se han conservado, posiblemente al encontrarse
menos protegidos y haber sido afectados, en consecuencia, por
los arrastres de niveles superiores.
El interior de la estructura aparece muy erosionado, y
apenas se registra el nivel de ocupación inicial de la mis-ma.
En algunos sectores se observa un lecho de tierra algo
más compacta, que alterna con zonas de combustión, donde
se recogieron numerosos materiales arqueológicos fragmenta-dos
en posición secundaria. No parece que se esté ante un
piso de ocupación bien individualizado. Este nivel se halla-
Lv.a-. n-ll.-.A- --- ..-- r. , . . , , - , , I~~;An rla l m i m c rln ffim,-,l;t9 acilauu PUL uiia aLuiiiuiubiusi u~ L U J U ~ U- LVAAVAAC-, 2CUSO
procedentes del derrumbe parcial de la posible cubierta de la
habitación. Son significativos los costrones calcáreos visibles
en la parte más meridional de la estructura, que parecen de-nunciar
una exposición continuada a la intemperie de esta
zona.
Finalmente, en el piso de toba, se observa un escarpe a
modo de escalón, que describe un espacio rectangular, donde
se localizan varias perforaciones intencionales (foto 10).
Núm. 42 (1996) 3 1
16 c. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. S~ENZ SAGASTI
2.5. Bancal 4
2.5.5. Sectores: 46 y 47
En esta zona se excavaron dos pequeños testigos, todavía
conservados entre varios de los cortes abiertos en campañas
pasadas. Se abrió así una gran trinchera en sentido O-E
que corre paralela a la antigua cimentación del muro del ban-cal
2.
Como ya se observó en años anteriores, en todos estos sec-tores
se documenta un trabajo de explanación del substrato
rocoso, como testimonian los restos de antiguas calicatas y
1íneas.de.eptalles de pequeño tamaño, en las que todavia que-dan
huellas de las marcas de las herramientas con las que se
intervino. El objeto úitimo de este rebaje de ia toba, que co-necta
con el que se puede apreciar en el propio techo de la
Cueva Pintada, está relacionado con la propia construcción de
los bancales agrícolas, y el incremento de la superficie útil de
aterrazamiento.
2.5.1. Sectores: 55, 56, 69 y 70
En este Brea se han desmontado varios testigos con objeto
de poner al descubierto la planta de una estructura en parte
ya documentada durante la campaña de 1990.
En concreto la actuación se ha llevado a cabo en los si-guientes
cortes:
- Sector 55: Corte H, 1, J-8, 9, 10.
Cm?e G-8, 9, 10.
- Sector 56: Corte A, B, C-8, 9, 10.
- Sector 69: Corte H, 1, J-1, 2, 3.
Corte G-1, 2, 3.
- Sector 70: Corte A, B, C-1, 2, 3, 4.
Corte D, E, F, G, H, 1, 5-4, 5, 6, 7.
Esta fábrica habitacional se encuentra muy próxima al muro
meridional de contención de este bancal, y dista dos metros es-casos
del flanco oeste del complejo troglodita que antecede a la
3 2 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICOC UEVA PINTADA DE G~LDARG, RAN CANARIA 17
Cueva Pintada. Se trata de una construcción orientada en sen-tido
N-S, con paramento interior de planta cruciforme, consti-tuido
por un aparejo mixto que incluye grandes rodados de ba-salto
y sillares de toba perfectamente encuadrados, dispuestos
siguiendo la técnica de piedra seca. En su interior, los muros de
las dos alcobas laterales presentan, en algunas zonas, aplicacio-nes
directas de pintura de rojo almagre. En la cara interna de
uno de los sillares de toba almagrados que conforman la esqui-na
NE de la estancia occidental, se encuentra tallada, de mane-ra
claramente intencional, una oquedad de forma circular, de
unos 16 cm. de diámetro y una profundidad aproximada de 10
cm., en cuyo interior pudo ir embutido algún travesaño destina-do
a sustentar, con toda probabilidad, una estructura ligera de
madera (camastro, repisa.. .).
El diseño de la planta se conserva casi completo, a excep-ción
de la entrada y el corredor de acceso que acompaña
sistemáticamente a otras estructuras cuadrangulares con alco-bas
laterales presentes en el yacimiento (foto 11). Esta ausen-cia
podría estar en conexión con la construcción, a escasos
dos metros de dicha habitación, del antiguo muro de conten-ción
del bancal 4. Del paramento del testero sólo ha llegado
hasta el presente la línea de pequeños calzos de basalto sobre
los que debió apoyar la hilada basal de dicha pared, afectada,
sin duda, por las labores de explanación y construcción de
bancales que se detectaron, a escasa distancia, al N y O de
esta estructura. Hacia el suroeste la vivienda se encuentra li-mitada,
al exterior, por una alineación, en dirección NO-SE,
de piedras de basalto, posiblemente correspondientes a la hi-lada
inferior del muro que constituiría el paramento externo
que suele completar este tipo de construcciones.
El piso de ocupación que encierra esta estructura se carac-teriza
por un sedimento de tierra, muy consolidada por la ac-ción
del hombre, de potencia irregular, extendido en todo el
interior de la misma a una cota superior a los calzos de ci-mentación
de ios muros, salvo en ei testero N, donde ia igua-la.
Sólo en las alcobas laterales, especialmente en la occiden-tal,
este suelo apareció parcialmente revestido por una fina
capa, a modo de pavimento, formada por una mezcla de ceni-
Núm. 42 (1996) 33
18 C. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. 1. SAENZ SAGASTI
za compactada y toba degradada (piroclastos) que a veces pre-senta
trazas de almagre. Sobre este suelo no se localizaron
vestigios arqueológicos en posición primaria, pero sí se han
certificado numerosos fragmentos cerámicos indígenas, así
como tres pintaderas, una de ellas casi completa, junto a res-tos
de fauna y malacofauna.
En el área septentrional, la escasa potencia de dicho piso
dejó al descubierto la roca soporte. Ésta presenta tres perfo-raciones
de forma más o menos circular, que interpretamos
como posibles agujeros destinados a sujetar los postes sobre
los que descansaría la estructura aérea de la casa, y un enta-lle
en dirección NO-SE que confluye, en ángulo recto, con otro a
N
en dirección NE-SO. En dicha esquina, la agrupación circular E
de unos rodados de basalto, podría considerarse como un O - hoyo más, análogo en función a los otros tres.
-
m
O
E
La búsqueda, en el resto de la estructura, del substrato SE
tobáceo permitió la sorprendente aparición, sin precedente -E
hasta ahora, de un lecho, constituido por piedras de basalto y 3
algún sillar de toba que aumentan en tamaño de N y S, que -
se hallaba bajo el piso de ocupación. Formando parte de él, -
0
m
E
se recogieron algunos útiles líticos así como fragmentos de O
molinos y morteros. Este empedrado, que se distribuye por casi
todo el interior de la planta, y que suponemos también se ex- -
-E
tiende a las dos alcobas laterales (éstas se dejaron como testi- a
2
gos del pavimento) presenta, en su parte central, un espacio -
circular de un metro de diámetro, desprovisto de piedras, re- -
lleno con un sedimento arcilloso y estéril de difícil interpreta- 3
O
ción (foto 12).
El intento de formular una posible explicación a este lecho
de piedras, y al entalle realizado en la toba al *e se him re-ferencia
anteriormente, llevó a efectuar un pequeño sondeo en
el interior de la estructura, de 1 metro cuadrado, colindante
con el lienzo oeste del muro de la cabecera. Bajo las piedras
exhumadas apareció un sedimento granuloso, con material
muy fragmentado, que a su vez se superponía a un piso de
tierra batida, posiblemente correspondiente a un momento de
ocupación anterior al relleno de piedras, sobre el que no se
halló ningún resto arqueológico.
34 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOL6GICO CUEVA PINTADA DE GhLDAR, GRAN CANARIA 19
Excavadas en la toba sobre la que se extendía este suelo,
se encontraron dos oquedades artificiales con piedras en su
interior, que parecían corresponder a hoyos de poste. La exis-tencia
de estos agujeros y el hecho de que sobre parte de uno
de ellos descansara uno de los muros de la habitación, permi-tían
interpretar el entalle de la toba como un segmento de un
cajeamiento, atribuible a otra posible estructura.
La ampliación de un corte en el límite occidental de la
casa, dejó al descubierto otro entalle en dirección NE-SO que
se unía en ángulo a otros dos en dirección O-SE, y que venía
a confirmar la hipótesis anteriormente planteada. Efectivamen-te,
bajo la estructura de muros de piedra seca existía otra,
anterior cronológicamente, excavada en la toba, cuyo trazado,
que se pierde hajo d empedrado. parece corresponder a una
planta central con una alcoba abierta al oeste. Ésta presenta
una orientación NE-SO, que no coincide con la de la planta
de la casa que soporta, y un espacio habitacional de dimen-siones
más reducidas. En el interior de la alcoba lateral se
documentó un piso, compuesto por una fina capa de tierra
que recubre la toba, sobre el que se recuperaron pequeños
fragmentos de cerámica indígena y de fauna, sin llegar a for-mar
un claro nivel de ocupación. Bajo éste, el substrato
tobáceo contenía tres perforaciones circulares, posiblemente
también agujeros de poste, dos de las cuales podrían estar re-lacionadas
con otras dos practicadas en la pared oriental, aca-so
relacionadas con la colocación de entablados.
Esta nueva estructura quizá explique la existencia del gran
lecho de piedras como una solución al desnivel natural que
presenta el substrato de norte a sur, sin duda acentuado tras
su excavación. Esto justificaría la distribución de las piedras
de menor a mayor tamaño según aumenta el desnivel hacia
el sur.
Por último, cabe mencionar que al noroeste de ambas es-tructuras
se descubrió un recorte realizado en la toba que se
pierde bajo ios pediies norte y oeste, y que pocirla estar reia-cionado
con actividades extractivas de cantería o con el acon-dicionamiento
previo a la construcción de los muros de con-tención
de los bancales agrícolas.
Núm. 42 (1996) 3 5
2 0 C. MARTfN DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. 1. s ~ E N Z SAGASTI
2.5.2. Sectores: 72, 73 y 82
En esta zona .se desmontaron los siguientes testigos:
- Sector 82: Corte NJ-114.
- Sector 72, 73:Corte AIG-9110.
Las estructuras excavadas, localizadas ya en campañas ante-riores
se sitúan inmediatamente al E del complejo troglodita, y
conectan con el mismo a través de un corredor practicado en el
substrato tobáceo. Se trata de un recinto de planta central, prác-ticamente
arruinado, excavado en la toba que conserva, por un
lado, parte de un muro aparejado con bolos de basalto, que de-bió
formar parte del testero, y por otro, dos líneas de muros que *
0
parecen pertenecer al corredor de acceso de dicha estructura. Al e
oeste de estos muros, y conectando con ellos, apareció una zan- U
u -
ja realizada en la toba, de diseño semicircular que contenía en e
ó"
su interior algunas perforaciones circulares. Dada su proximi-
2 dad al muro de basalto, tal vez pudiera interpretarse como la g
base de un paraviento relacionado con la entrada a la casa. En el e
g
interior de la estructura se descubrió un pequeño nivel de tierra B
batida, que cubría parcialmente las irregularidades de la toba, -
0m
sobre el que se recogieron pequeños fragmentos de cerámica g U
indígena, restos óseos y malacofauna, en posición secundaria. Al 5
SE se abren unos canales artificiales excavados en la toba, que u
comunican ya con los del sector 83. Estos muy bien podrían es- a
tar en relación con posibles desagües adosados a las partes su- 2
u
periores de las casas, o con zanjas en las que apoyaría la te- 0
chumbre de estructuras situadas en cotas inferiores. g
O
Una pequeña línea de bolos de basalto bien aparejados que
se pierde bajo el perfil N del sector 83, recuerda las alinea-ziones
de baíides histSr"i~d~us z~meniaduse fi 10s curtes del
Cierre Sur, muy próximos en distancia (Martín de Guzmán et
al., 1992, pp. 183-189).
2.5.3. Sectores: 83 y 84
Ya en los trabajos de excavación del Cierre Sur en el año
1990 se identificaron, entre los cortes 7 y 8, varias lineas de
3 6 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE GALDAR. GRAN CANARIA 2 1
muros que no pudieron relacionarse con ninguna estructura
próxima. Por ello, se decidió ampliar la zona excavada des-montando
varios testigos, en concreto los cortes siguientes:
- Sector 83: Corte H, 1, 5-118.
- Sector 84: Corte AJE-419.
La nueva estructura habitacional, de planta cuadrangular
con dos alcobas laterales, está formada por paramentos mixtos,
dispuestos a seco, de rodados de basalto y sillares de toba bien
escuadrados en ambas alcobas este y oeste, y totalmente apare-jados
con mampuestos de basalto en la cabecera. En la alcoba
oriental se han perdido varias hiladas restando, de este alzado,
tan sólo el cajeamiento artificial de la toba. Algunas de las pie-dras
que conforman el paramento de la alcoba oeste conservan
restos de un enjai'oegado de rojo dmagre. Parte de esta estruc-tura,
en concreto el acceso, ha quedado afectada por la cons-trucción
de lo que se interpretó como un antiguo muro de ban-cal
agrícola documentado ya en la campaña de 1990 (Martín de
Guzmán et al., 1992, pp. 184-187). Un tramo del tiro de este
-*-vn A;vacc;Am E-n - n f i x r ~ -vnc~~-ihln-on+a efihvn ln n 7 1 a
L l L U L u, L U A L ULL L L b A W L L u-V, UYVJ U Y A b 0 U I A I L " I b L I I b I A C b 0""L C A" YUb
serían los paramentos meridionales de la casa y el corredor de
acceso. Los muros se encuentran en parte adosados al cajea-miento
del substrato rocoso; sin embargo, el frontal no coinci-de
exactamente con la orientación de esta caja labrada en la
toba. ~ u e d dae esta manera un espacio entre el muro y el enta-lle
de la toba que es ocupado por un relleno de piedras de me-diano
tamaño y tierra, así como por una alineación de bolos de
basalto que podemos interpretar como un paramento exterior
semicircular. Por todo ello, y a pesar de no estar totalmente
documentada la parte meridional, puede apreciarse su clara
orientación N-S, en consonancia, aunque con alguna ligera va-riación,
con las demás viviendas del Cierre Sur. Hay que desta-car,
sin embargo, en cuanto a su posición dentro de la trama
del yacimiento, que esta casa se encuentra en una cota muy
superior (unos 70 cm.), sobre la estructura próxima de los cor-tes
7 y 8 excavada en la campaña de 1990 (Martín de Guzmán
et al., 1992, pp. 187-188). La cercanía de estas dos habitaciones
es tal que los paramentos de ambas pudieron estar en su mo-mento
unidos, formando una especie de viviendas adosadas.
22 C. MART~N DE GuZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. 1. SAENZ SAGASTI
Aunque no se culminó la excavación de esta casa, resaltan
los episodios de arruinamiento y arrastre caracterizados por
la presencia de grandes piedras de basalto (foto 13). Entre
estas piedras quedó atrapada, en el interior de la vivienda, una
gran cantidad de material arqueológico, de muy diverso ori-gen
y de diferentes asignaciones culturales, entre el que des-tacan
los fragmentos de cerámicas a torno (algunas de ellas
vidriadas), y las cerámicas modeladas, así como metal, mone-das
y elementos de adorno en vidrio. Todos estos objetos y las
propias piedras de basalto proceden, en su mayoría y con toda
seguridad, de arrastres cuyo origen ha de situarse en cotas
más altas del propio yacimiento. No se pudo concluir de ex-cavar
esta estructura, pero sí se identificó parte del piso de
toba, sobre el cual se siguen recolectando cerámicas a tomo
junto a cerámicas indígenas.
2.5.4. Sectores: 92 y 93
Con objeto de completar la documentación arqueológica de =
0
5 g
la estructura parcialmente exhumada entre los cortes 12 y 13 U
del denominado Cierre Sur, se amplió esta zona hacia el nor- 5
te, desmontando dos nuevos testigos que comprenden las B
cuadrículas siguientes: a9 - Sector 92: Corte H, 1, J-1, 2, 3, 4. DB - Sector 93: Corte A, B, C, D, E-1, 2, 3, 4. B
g
Se descubre ahora la planta completa de la estructura de o
la que sólo se conocía su mitad meridional. Se trata de otra
nueva casa cuadrangular con dos alcobas laterales, excavada
en el subsu-ato tobáceo y revestida parcialmente por muros
dispuestos a seco donde alternan los mampuestos de basalto
junto a los sillares de toba (foto 14). Su orientación es NO-SE,
con un corredor que se abre al sur.
En cuanto al alzado de los paramentos, éstos han sufrido
Uemmbes y arrastres pmzedeiiies de niveles superiores. A
pesar de que el recorte norte de la toba es elevado y podría
haber protegido los muros originalmente existentes, solamen-te
han llegado hasta el presente las hiladas inferiores y, en al-
3 8 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE GALDAR. GRAN CANARIA 23
gunos casos, únicamente la alineación basal. En el interior de
la habitación han aparecido numerosos cantos de basalto y
sillares de toba enjalbegados de pintura roja, así como abun-dantes
guijarros rodados, pequeños núcleos de basalto y lascas
de fonolita, en su mayoría pintados, utilizados como calzos, y,
posiblemente, provenientes del desplome de los propios para-mentos
de la estructura. Las alcobas laterales, sin embargo,
sólo conservan los muros N y S mientras que sus paredes E
y la O aparecen conformados por el propio recorte tobáceo.
Se confirma, como en otras estructuras del asentamiento
prehispánico, el enjalbegado de almagre en estas dependencias.
Todos estos episodios de arrastre y derrumbe sellaban un
piso de ocupación individualizado en la mitad occidental del
interior de la casa y constituido por un lecho de tie1r.a. batida,
en parte compactada y rubefactada por la acción del hombre.
Sobre este suelo se recuperó abundante material arqueológico
en posición secundaria, entre el que destacan al menos dos
recipientes cerámicos fracturados in situ, y se documentó una
mancha de ceniza, probablemente de un vaciado de hogar.
El soporte rocoso ha sido explanado artificialmente. En
dicho substrato han sido excavados, intencionalmente, una se-rie
de hoyos circulares que interpretamos como agujeros de
poste, algunos de los cuales conservan todavía los calzos de
piedra. Como dato importante, hay que destacar que una de
estas oquedades aparece sellada por la hilada basal del teste-m
N. Ésta se había rellenado con tierra y encima se coloca-ron
dos lajas de fonolita que calzaban las primeras piedras del
muro. Por tanto, parece fuera de toda duda que la estructura
de paramentos de piedra seca se superpone a otra excavada
en la propia roca soporte. El cajeamiento de la toba no se eje-cutó
específicamente para adosar a él los paramentos de pie-dra,
sino que se reocupó un espacio habitacional ya existente.
De ahí que las orientaciones de los muros y de los entalles no
coincidan totalmente. La ocupación diacrónica de ambas es-tructuras
semeja, pues, evidente.
Núm. 42 (1996)
24 C. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. SAENZ SAGASTI
3. EL REGISTRO ESTRATIGRAFICO
En líneas generales, los conjuntos estratigráficos documen-tados
en los nuevos sectores excavados, siguen, a excepción de
pequeñas variaciones observadas en el interior de algunas es-tructuras,
la sucesión ya identificada desde las primeras cam-pañas.
Esta diferencia es más significativa en los dos nuevos
bancales estudiados. En efecto, en los bancales O y 01, en el
estrato 1, los niveles 1 y 2 tienen mayor espesor del habitual
(fig. l), más de 60 cm. (en estas huertas había numerosos ár-boles
frutales), y el nivel 4 del mismo estrato solamente apa-a
rece en el interior de las dos estructuras de ocupación. Aquí, N
E tanto su potencia como los materiales arqueológicos asociados
O son también singulares. Otra característica digna de destacar,
n-= es que no aparece tanta malacofauna y abunda más la cerá- m
O
E
mica a torno lisa y vidriada. Se pasa ahora a describir, breve- s£
mente, estos depósitos arqueológicos a partir de su agrupación =E
en conjuntos estratigráficos, razonadamente definidos en an- 3 teriores trabajos. --
0m
Conjunto estratigráfico 1
-E
Éste se corresponde con el relleno artificial de los banca- a
les agrícolas, que recubren las estructuras arqueológicas n
excavadas. Se han identificado los siguientes depósitos:
3
O
1. Estrato 1
Nivel 1.-De color marrón R70 l. Está constituido
por tierra vegetal y abundante materia orgánic~,p rndiic-to
del propio cultivo de plataneras. El material arqueo-lógico
recuperado tiene una atribución cronológica re-ciente.
Nivel 2.-De color marrón rojo claro N55. Nivel de
lapilli volcánico («picón»), localmente muy utilizado en
las explotaciones agrícolas por sus propiedades higro-reguladoras.
' Para determinar la coloración de los sedimentos, se ha utilizado el
código de colores de suelos de A. Cailleu.
40 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
C. PG.-93 ~ o r n l e a
SECiOR S ~ocofauna
C.R E.F G.H - 1.2 m Cma mas arciiiasa
Nivel 3.-Sedimento de color gris rosa N70. Se trata
de un importante paquete de relleno artificial destinado
a colmatar el bancal. En él se recoge abundante material
arqueológico sin contexto alguno, entre el que destacan
las cerámicas indígenas pintadas. Sin duda, parte de esta
sedimentación proviene de la destrucción de acimientos
arqueológicos próximos, cuando no del lava 6' o y acarreo
de sedimentos procedentes de la propia ocupación pre-hispánica
de Gáldar.
Nivel 3b.-Se trata de un relleno de lapilli casca o
de diversos tamaños, que suele estar relaciona a o con 1 a
construcción de los muros de los bancales agrícolas y con
las zonas donde se localizan las canteras. Su composición
es diferente, dependiendo del lugar donde se encuentre. a
N
En las zonas de cantera, el relleno tiene una mayor can- E
tidad de fragmentos de toba degradada, dando la impre- O
sión de que las propias escombreras de ia cantera fueron n-- m utilizadas para rellenarla, una vez abandonada la explo- O
E
tación. No obstante, en los lul i ares próximos a los ban- E
2
cales, predominan los bolos e basalto mezclados con -E
grava y picón.
El material que se recoge en este nivel está muy frag- 3
mentado y rodado. En su mayoría es moderno, abundan- - -
0 do, sobre todo, la cerámica de tradición popular, restos de m
E
tejas, fragmentos de vidrio y numerosas piezas metálicas. O
Conjunto estratigráfico 2
n
n
Se corresponde con las etapas de abandono y erosión de
los suelos del asentamiento. En el mismo, sin embargo, se ha 3
O
podido distinguir una serie sucesiva de niveles que certifican
este hiatus en la ocupación del yacimiento. Este paquete
sedimentario se inicia con los lechos que se identificaron
como nivel 4 y nivel 4b del estrato 1. Los niveles numerados
como 1 y 2 del estrato 11, cierran esta fase intermedia que
separa dos momentos claramente diferentes (prehispánico lato
senstl y subactual) del funcionamiento del sitio.
1. Estrato 1
Nivel 4.-Se trata de un nivel de color rosa M49,
profundamente removido, que aparece localizado en zo-
42 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE GALDAR, GRAN CANARIA 27
nas muy concretas, reposando sobre las estructuras ar-queológicas,
y cuya base constituye el límite superior de
los derrumbes de los muros de las mismas. Aquí se han
recuperado grandes cantidades de material de diversas
características y épocas, muy fragmentado, rodado y sin
un contexto concreto.
Nivel 4b.-Documentado en el sector 17, donde se
identifico un sedimento de tierra suelta que contiene gran
cantidad de restos de mortero de cal, fragmentos de te-jas
y. adobes.
2. Estrato 11
Este paquete se relaciona con los niveles originados en
distintos momentos de fosilización y derrumbe que relle-nan
las estructuras arqueológ.icas.
Nivel 1.-Tierra de color gris rosa M53. Se trata de
un nivel muy alterado, producto de los últimos derrum-bes
que sufrieron las estructuras, así como de la caída de
materiales arrastrados desde recintos habitacionales pro-cedentes
de cotas superiores del yacimiento.
Nivel 2.-En las viviendas de los sectores 15-16-25-
26; 40; y 83-84, está compuesto por una tierra de color
gris rosa M53. Se trata, en realidad, de un episodio más
de arrastrelderrumbe. La única diferencia que aporta es
la presencia de un menor número de piedras, ya que en
cuanto al material arqueológico que se recoge, y a la
composición del sedimento, las diferencias son mínimas.
Conjunto estratigráfico 3
Este conjunto contiene algunas de las facies del nivel 2 y
la ioi&&d de los lechos IiUmerados eoiilz, x&e! 3 Y Ii)te] 4
del estrato 11, y expresa la plenitud arqueológica con pisos de
ocupación, tanto de fases prehispánicas, estricto sensu, como
del momento del contacto y repoblación histórica del asenta-miento.
Su secuencia cronológica va, en cifras globales corre-d
A a c &CAP 17 d sig];!^ b'-...V, --u--
1. Estrato 11
Nivel 2.-Sedimento de color marrón rojo claro N50,
que en las estructuras de los sectores 34-35; 55-56-69-70;
Núm. 42 (1996) 43
28 c. M A R ~ ~DNE GUZMAN - J . ONRUBIA PINTADO - J. I. SAENZ SAGASTI
y 92-93, se corresponde ya con el piso de ocupación, pre-sentándose
en ocasiones este avimento, bien con un
tono ceniciento, bien con un co or roi o almagre. Nivel 3.-Se documentó en las abitaciones de los
sectores 15-16-25-26 identificándose con un sedimento de
color marrón rojo claro N50 que debió servir para regu-larizar
el substrato rocoso. Se trata del piso de ocupación
de la estructura, mu compacto, que conserva parcial-mente
evidencias de { atido, presentando, en algunos lu-gares,
un revoco de rojo almagre y, en otros, restos de
cenizas de tono muy pálido relacionadas con áreas de
combustión. En el sector 7 se corresponde con una tie-rra
de color claro que contiene dos manchas de ceniza. a En las restantes estructuras se identifica con el relle- N
no de los agujeros de poste de color marrón P69. E
Nivel 4.-Sedimento de color marrón P69. Se asimi- O-
1ó con el relleno de los hoyos de poste del complejo -
=m
habitacional de los sectores 15- 16-25-26. O
E
Excepcionalmente, en la estructura del sector 7, apa- E
2
rece una capa de tierra anaranjada situada entre las man- =E
chas de ceniza del nivel anterior y el substrato rocoso que
podría interpretarse como un primer momento de ocupa- 3
ción, o como un relleno que sirviera de base al nivel 3. - -
0m
E
O
Substrato rocoso n
-E
a
Conformado por toba volcánica, bastante alterada y expla-nada
de forma artificial que soporta diversas perforaciones, n
que se han interpretado como agujeros de poste. Un hoyo más 3
grande del sector 7 pudo servir, sin embargo, de estructura de O
almacenamiento.
Del conjunto de las excavaciones realizadas se pueden ex-traer
algunas conclusiones que confirman, en su mayoría, las
hipótesis ya adelantadas en anteriores campañas de investiga-ción
pero que, por otro lado, aportan nuevas ideas y matizan
propuestas ya planteadas en orden a la compresión del asen-tamiento
arqueológico en esta parte de la colina de Gáldar.
4 4 ANUARIO DE ESTL~DlOS ATLANTICOS
1. En primer lugar, se puede afirmar que la ocupación del
área norte del yacimiento parece mucho menos intensa que la
correspondiente a los bancales principales en torno a la pro-pia
Cueva Pintada y Cierre Sur (plano 2), documentándose tan
sólo dos nuevos espacios de habitación. Aunque se puede adu-cir
que, en los bancales O y 01 el substrato rocoso está más
alto, y las actividades relacionadas con la construcción de
huertas agrícolas han podido borrar las huellas de esta ocu-pación,
lo cierto es que, en las zonas donde la toba está in-tacta,
no quedan tampoco restos de ningún tipo de estructura
arqueológica.
2. Con los nuevos datos sacados a la luz, se certifica que
e! ylrimient~ hl sqmrtadn vírriac nrupacinnes humanas con
asentamientos, histórica y culturalmente diferentes, que se es-calonan
desde mediados del primer milenio de la era hasta la
actualidad. En este ámbito destaca sobre todo la convivencia,
dentro de los mismos pisos de ocupación (por ejemplo de la
estructura del sector 7), de cerámicas a torno, modeladas y de
elementos del mundo indígena grancanario que dibujan los
grandes ejes que vertebran toda una interesante arqueología de
contacto.
3. En cuanto al tipo constructivo de las viviendas, se ob-serva
claramente lo siguiente. Primero, hay una serie de vi-viendas
construidas bien con mampuestos de basalto o silla-res
de toba, que en el sector del flanco superior de la ladera
de la colina invaden, ocupan o se superponen parcialmente a
otras más antiguas estructuras excavadas en la roca, de las
cuales no se conserva ningún tipo de paramento, sino las hue-llas
de la cimentación. Segundo, estas dependencias más anti-guas
ofrecen una orientación claramente diferente a las atras
viviendas de muros de basaltos y sillares de toba, cuya cons-trucción,
lógicamente, debe ser posterior, pudiéndose postular
-1 r ~ - r \ r n xm~ h ~mi ~AnP t~nA Cm c l t ~ 1 ; 1 1 ~ c~ r r ~ c a c l n c l a c x A x < p n -
Ci I G U p L " V C ~ I I U I I I A b L I L i VU C AV., I L I U C b I L U l b . 3 U L L U UUUVU U I IUU " l " l"ll
das más antiguas. La composición de los muros sigue siendo
muy variable, predominando cada vez más el opus mixto, don-de
se alternan y complementan los bolos de basalto y los si-
Núm. 42 (1996) 45
CUEVA PINTADA
32 c. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. SAENZ SAGASTI
llares de toba. En algunos casos, los paramentos de varias es-tructuras
han sido objeto de pequeñas reformas y reconstruc-ciones,
verosímilmente originadas por la propia fatiga de los
materiales.
4. Dentro de la gran variedad de objetos arqueológicos
recuperados, son cada vez más frecuentes los elementos metú-
Zicos que se presentan constituyendo una muy diversa pano-plia
de instrumentos. Lo mismo puede decirse de las series
cerámicas a tomo (blanca y naranja) que abren un nuevo ca-pítulo
en el marco de los intercambios culturales, en particu-lar
en la Baja Edad Media (Prehispánico).
5. La denominada cantera histórica, se sitúa en la esqui-na
N-O del yacimiento ocupando los sectores 1, 2, 1 1, 12, 13,
21, 22, 23 y 32, y su origen, que quizá pudiera remontarse a
extracciones propiamente indígenas (prehispánicas e indígenas
medievales), denuncia una evidente conexión con el acondicio-namiento
de las explotaciones agrícolas que se reactivan a
mediados del siglo m. Ofrece, además, toda una amplia gama
de huellas de herramientas cuyo estudio habría que abordar
con más detalle. Estos trabajos habría que diferenciarlos de
otros que explanan la toba, en un intento de ganar superficie
útil de aterrazamiento, practicando grandes cortes en sentido
O-E sobre los que apoyan las cimentaciones de los bancales
agrícolas.
11. TRABAJOS COMPLEMENTARIOS
1 .l. Registro y tratamiento automático de la documentación
D,,,l,l,-dm+a n Inri +r-Lc,;*r rln ,..c,m*,-, En ,-a31;-,Q,-F\n tc,,.ngc
1 a i c u b r a i i l L u r L u IUD CL UUUJVJ UL. LUIII~V L -.UIICUL VII CUL uuu
complementarias de laboratorio, consistentes en documentar
los materiales exhumados mediante su clasificación e inventa-riado.
PARQUE ARQuEOL~GICO CUEVA PINTADA DE CALDAR, GRAN CANARIA 3 3
Con el fin de garantizar una buena gestión de toda la do-cumentación
arqueológica procesada hasta el momento, se ha
continuado con las tareas, comenzadas en 1992, en orden a la
informatización y tratamiento automático del inventario gene-ral
de materiales. El registro se ha visto considerablemente
ampliado y comprende la introducción de todos los datos re-ferentes
a los sectores 4, 15, 25, 26, 35, 36, 37 y Cierre Sur
corte O, excavados hasta la presente campaña. En total, el vo-lumen
de números de inventario registrados es de 8.973. Ade-más,
se han creado cuatro bases de datos independientes para
el tratamiento individualizado de las pintaderas, los Ídolos, los
planos del yacimiento y la situación de las cajas de materiales
de cada campaña dentro de los almacenes.
Simdtáneumente, se h2n diseiii_lCl,n cuatro modelos de fi-chas:
dos para el estudio de las piezas líticas (por un lado úti-les,
y por otro restos de talla), la tercera para el levantamien-to
de los materiales encontrados en el interior de las estructu-ras
arqueológicas, y la cuarta para el estudio de recipientes
cerámicos.
La necesidad de un mejor equipo informático se ha visto
resuelta respetando el tipo de base de datos, de carácter limita-do,
y el diseño creado en un principio, que aún encaja con las
necesidades que actualmente demanda el yacimiento. No obs-tante,
la rigidez de estructura que presenta un programa in-formático
como el utilizado limita el rendimiento absoluto. La
elección, entre los paquetes comercializados en el mercado
informático, de uno que se adecúe correctamente a los métodos
de investigación arqueológica, y que con el tiempo pueda ser
depurado y perfeccionado en sus funcionalidades, es quizá el
paso más difícii en ia constitución de un sistema automatizado
de información arqueológica. En este caso, la elección vino de-terminada
por razones presupuestarias. Sin embargo, este mis-mo
programa con ciertas modificaciones, u otro adaptado al
volumen de información que constantemente genera una exca-
-v--a c i h , qüe pemiiieia !a ifiti-ouUeeión y !a 20;;~;;0.i ?, u~t~i r ,át i=
ca entre distintos datos de tipo gráfico (como planos de disper-sión
de los materiales, dibujos de estructuras y restos, fotogra-fías,
etc.) y los de piezas concretas, facilitaría una gestión mu-
Núm. 42 (1996) 49
34 C. MARTfN DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. 1. SAENZ SAGASTI
cho más rápida, flexible, completa y en línea con la actividad
investigadora que se sigue en ésta y otras excavaciones. La
interacción de las distintas disciplinas que abarca esta investi-gación
en un mismo programa, daría unos resultados sorpren-dentes,
acordes con la magnitud y relevancia, desde el punto de
vista arqueológico, que posee este yacimiento.
Por otro lado, la idea de crear una red a nivel multi-usua-rio
que permita a varias personas acceder simultáneamente al
registro o búsqueda de datos, no es nada despreciable si se
tiene en cuenta la importancia de este proyecto a largo plazo
que es el Parque Arqueológico Cueva Pintada. Al fin y al cabo,
garantizar la comunicación de los datos de una intervención
arqueológica, debe ser básico, tanto para el responsable de la
operación como para las autoridades encargadas de su gestión.
1.2. Estudios de ictiofauna
Los abundantes restos de fauna marina, en particular de
peces, está siendo objeto, desde las campañas anteriores, de
un estudio de investigación realizado por la Dra. Carmen Glo-ria
Rodríguez Santana. Para este trabajo se utilizaron tres cri-bas
con mallas de distintos tamaños, de 0,5 mm., de 2,s mm.
y de 5 mm., lo que ha permitido la incorporación al panora-ma
íctico grancanario, de especies importantes, tanto desde un
punto de vista cuantitativo como cualitativo. Se han estudia-do
1.005 restos de peces, procedentes del cribado del sedimen-to
de la casa de sillares del sector 36 y de la estructura de
bolos de basalto del sector 37. Las familias presentes en este
conjunto de restos son:
Muraenidae, Clupeidae, Sewanidae, Engraulidae, Sparidae,
Labridae, Scaridae, Bleniidae y Scombridae.
Hay que destacar la presencia del género Clupeidae (sardi-nas),
y p a pf l3 n ~ p y ~ a~ ]a hcr2 de Un,&zr la iqc@m-cia
de los recursos pesqueros dentro de la dieta de los habitan-tes
de la isla, y las estrategias de pesca puestas en práctica para
su explotación. Todos los indicios apuntan a establecer la exis-
50 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOLÓGICO CUEVA PINTADA DE G~LDAR, GRAN CANARIA 35
tencia de unos hábitos alimentarios relacionados con el bioma
del litoral norte de la isla, así como con unas actividades de
captura y pesca de especies seleccionadas según ritmos estacio-nales.
La arqueología apoya esta tesis al certificar la presencia
de anzuelos y elementos propios de las artes de pesca documen-tados
en el mundo prehispánico. Por otra parte, la masiva pre-sencia
de patellas y otras especies de malacofauna local, en di-versos
estratos del yacimiento, que pertenecen a episodios tan-to
de arrastre como de ocupación del sitio, vuelve a reforzar los
argumentos en favor de una dieta alimentaria con una decisiva
presencia de proteinas de origen marino.
1-1; Estudios de microfauna
La visita, en 1993, de los profesores Dra. Nieves López-
Martínez, de la Universidad Complutense de Madrid, y del Dr.
Jacques Micheaux, sirvió para corroborar la abundancia de
restos de microfauna e ictiofauna, localizados en tres puntos
seleccionados del yacimiento, a saber:
- Sector 26. Corte AM-119, interior de estructura prehis-pánica:
- Un hueso del pie (primera falange) de un posible
Canariomys.
- Tres restos de ratón (Mus musculus).
- Erizos de mar (¿Diadema?), púas y placas.
- Sector 26. Corte AIH-119; Nivel 3, Perfil E:
- Restos de conejos (Oryetolagus cuniculus).
- Un resto único de rata (Rattus sp.). - de
- Cierre Sur. Terreras y derrubios aislados con pequeños
montones de microfauna:
- Restos de ratón (Mus musculus).
- Lagartos (Gallotia sp.) grandes y pequeños Gekkos
(%re~tn!n sp), perenquén.
- Piezas de erizos de mar (¿Diadema?).
Núm. 42 (1996)
36 C. MARTfN DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. 1. SAENZ SAGASTI
1.4. Documentación gráfica
Los planos de las plantas y perfiles, así como los dibujos
de las piezas cerámicas y otros materiales arqueológicos, fue-ron
objeto de una selección, en virtud de aquellos elementos,
instrumentos y objetos más relevantes y denotativos. En fun-ción
de esta categorización, se procedió a dibujar el covpus
de pintaderas e ídolos, con un registro de piezas para los
sellos de arcilla que alcanza las 146, y para los ídolos los 121.
Recipientes cerárnicos, metales, soportes óseos, líticos, vítreos,
etc., conforman el repertorio ergológico descubierto y que se
documentó de acuerdo a los códigos de dibujo arqueológico.
Vicente Mendoza Saavedra y José Luis Hernández Hanna,
bajo la dirección del Área de Arqueología, realizaron la ma-yor
parte de los trabajos correspondientes a esta campaña de
1993.
Se dispone, por otro lado, de un sistemático registro £oto-gráfico
de todos y cada uno de los momentos y procesos de
la excavación, donde, en orden secuencia1 y diacrónico, se
han documentado los detalles concernientes al orden y crite-rios
empleados en las tareas de exhumación y levantamiento
de los sucesivos niveles y pisos de ocupación de los distintos
módulos habitacionales. Esta misma información fotográfica
se extiende a otras intervenciones como el proceso construc-tivo
de la muralla del Cierre Sur o la extracción controlada
de la exedra, o dique de hormigón que atenazaba el períme-tro
del complejo troglodita. Por otra parte, las piezas someti-das
a restauración han sido igualmente £otografiadas con sus
correspondientes protocolos de intervención y resultados ob-tenidos.
1 .S. Gabinete Pedagógico
Diirmte 1993 fimcinnS, cm carácter experimentu! pem cm
unos resultados sorprendentes, una unidad didáctica, dirigida
desde el propio Parque Arqueológico y coordinada por los li-cenciados
don Pedro Albarracín Durán y doña Josefa López
5 2 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PARQUE ARQUEOLdGICO CUEVA PINTADA DE GALDAR, GRAN CANARIA 37
Ojeda. Las propias restricciones impuestas por las excava-ciones
arqueológicas y los controles microclimáticos del inte-rior
de la Cueva Pintada, impidieron la realización de visitas
al Parque. Sin embargo, esta ausencia se vio compensada con
la apertura y acondicionamiento de la Zona Arqueológica de
Costa de Gáldar (Agujero, La Guancha), con el apoyo de la
Dirección General de Patrimonio Histórico, que la abrió al
público y editó una guía didáctica. La masiva respuesta popu-lar,
en particular las visitas guiadas de escolares, estudiantes,
grupos organizados, tercera edad, colectivos sociales y cultu-rales,
asociaciones de vecinos, etc., dieron unos resultados que
han sido objeto de un estudio pormenorizado por grupos de
edad, procedencia, horarios, etc. Varios miles de visitantes
p d i e r o n disfriitrrr de las ~xpl irarinn~hre chas en el propio
yacimiento por los arqueólogos y pedagogos, entonces adscri-tos
al Parque Arqueológico Cueva Pintada. Esta positiva expe-riencia,
interrumpida por falta de previsión presupuestaria, a
pesar de ser un hecho único y primero en toda la Comunidad
Autónoma de Canarias, tuvo una gran repercusión social, cul-tural
y educativa.
En coordinación con el Instituto de Conservación y Restau-ración
de Bienes Culturales, la restauradora doña Fátima
Ripoll dio por concluidos sus trabajos en febrero de 1993, tra-bajos
realizados en los propios laboratorios del Parque a lo
largo de 1992. Entre las piezas más destacadas, y que en su
momento pasarán a las salas del proyectado Antiquariurn, hay
que consignar una serie de monedas tardomedievales descu-biertas,
en distintos puntos del yacimiento, en relación direc-ta
con los contactos de los indígenas canarios con los prime-ros
europeos. Igual novedad representan varios instrumentos
de metal, en particular hierro y cobre, como lo son algüiieis
cuchillos, clavos, placas y recortes metálicos que vienen a su-marse
a la espada de hierro, descubierta en el interior de una
vivienda prehispánica en asociación a cerámicas de importa-
Núm. 42 (1996) 5 3
3 8 C. MART~N DE CUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. SAENZ SAGASTI
ción, denominadas serie de pasta blanca. Recipientes cerámicos
indígenas, ídolos, pintaderas y otras piezas arqueológicas so-bre
soportes óseos, fueron convenientemente tratadas en el la-boratorio
para su correcta conservación, y dispuestas ya para
formar parte de las colecciones que se custodian e investigan
en el propio Centro.
En relación con el seguimiento de los índices microcli-máticos
de la Cueva Pintada, los trabajos y procedimientos de
control que dirige el profesor de la Universidad Autónoma de
Madrid, Dr. Felipe Fernández, desde que se instalaron las son-das
automatizadas, permite disponer de un exacto y puntual
registro cronometrado de la temperatura y humedad, no sólo
del espacio interior del recinto con pinturas, sino de una se-rie
de p~ntesc ritic~sd e !a roca soporte. Los &tos obtenido;
son periódicamente analizados pudiéndose advertir que las
condiciones actuales que concurren en el interior de la cáma-ra
decorada se han estabilizado en unos niveles aceptables de
temperatura y humedad relativa, pudiéndose asegurar que el
deterioro de los pigmentos y la velocidad de desprendimiento
de las partículas de toba volcánica se han reducido considera-blemente.
Los cómputos obtenidos durante 1992 y 1993 llevan
a la conclusión de que fueron oportunas las intervenciones
realizadas con anterioridad. En primer lugar, liquidar los fo-cos
responsables de las patologías exógenas, como lo eran las
filtraciones de las aguas y abonos corrosivos procedentes del
riego a manta de las fincas de plataneras situadas en las co-tas
superiores de la Cueva. En igual sentido, la anulación y
canalización de los pozos negros y desagües de las viviendas
colindantes al Parque Arqueológico, que drenaban directamen-te
sobre ei sueio sin red de aicantariiiado. El desmonte de los
bancales agrícolas por exigencias de la excavación, y la recu-peración
de los suelos geológicos e históricos, más o menos
originales, ha servido para reconducir parte de los problemas
heredados por la altera. ció. n agrícola del asentamiento. Conse- :-" A--.---A-- ------- l---*- 2- 1- : - . - - - : E - - - : L - 3 - 1-
L U C I I L I ~u~c ~lvauao,~ I ~ I ILI ~ ~ ~ IuIttI Cla I1I1LiLCeli,s iricaciori utt r a
explotación del suelo hacia mediados del siglo m, con reban-calizaciones
posteriores que van desde el cultivo de cereales y
frutos ordinarios hasta la más reciente, ya en el siglo xx, in-
5 4 ANUARIO DE ESTUDIOS ATUNTICOS
PARQUE ARQUEOL~CICO CUEVA PINTADA DE CALDAR, GRAN CANARIA 3 9
troducción de la platanera. Este último cultivo, por sus exigen-cias
hídricas, es el que más negativamente incidió en el pro-ceso
degenerativo de los pigmentos.
Todos estos items microclimáticos en relación con las pin-turas
y la roca soporte, han sido estimados, en distintas visi-tas
al yacimiento, por especialistas adscritos al Instituto de
Conservación y Restauración de Bienes Culturales o al Conse-jo
Superior de Investigaciones Científicas. Las primeras valo-raciones
del Dr. Manuel Hoyos, investigador del Museo Nacio-nal
de Ciencias Naturales, han precisado la existencia de
paleocanales y antiguas escorrentías en el piso del asentamien-to,
relacionadas con los distintos episodios climáticos y
geológicos, estos últimos generados con las pautas erosivas y
emptivas del Volcán de Gáldar. El estudio de la composición
de los almagres, de los costrones encalichados, así como de
los revocos del interior de algunas casas, ya ha sido realizado
en laboratorios, propocionando una serie de nuevas perspecti-vas
que ayudan a un mejor entendimiento de las problemáti-cas
interconectadas de este Proyecto multidisciplinar.
En función de estos datos, precisados y calibrados entre
elaño 1992 y 1993, se pudo disponer de los parámetros nece-sarios
para acometer el proyecto arquitectónico del espacio
Cueva Pintada, y del denominado complejo troglodita. La Di-rección
del Proyecto y el propio I.C.R.B.C. evaluaron el esta-do
de la cuestión, disponiendo de un registro que se remonta
a 1987, y decidieron encargar el proyecto arquitectónico a D.
Javier Feduchi, según acuerdo unánime de la Comisión de
Seguimiento, previa la prsentación de una terna de prestigio-sos
arquitectos españoles. En consecuencia, se abrió un nue-vu
kmte discip!inac cuyo objetive último es la puesta en uso
cultural de este recinto arqueológico, a partir de un riguroso
control escénico, científico y didáctico, preservando el prin-cipal
capital que es el propio patrimonio arqueológico del
Parque.
Núm. 42 (1 996)
40 c. MART~ND E G U Z M ~ N- J . ONRUBIA PINTADO - J. I. SAENZ SAGASTI
3. &A DE ARQUITECTURA
Encargado el proyecto arquitectónico, a lo largo del año
1993, sobrevinieron nuevas situaciones topográficas derivadas
de las propias investigaciones, con particular incidencia de los
hallazgos del sector E del bancal 01, donde la sorprendente
existencia de un episodio de transición cultural (estructuras
prehispánicas y castellanas en relación con la repoblación del
siglo xv y m), obligaron a corregir el impacto de este área de
las instalaciones del Antiquavium. Esta perfecta sintonía entre
arquitectura y arqueología, y la filosofía de que se trata de un
proyecto abierto, ha sido una experiencia creativa sorprenden-te,
donde tanto el arqueólogo como el arquitecto, a pie de
exravarih, hm teriid~q m. resdwr cmjüfit~rientee ~esiiofies
no definidas desde un principio. Indudablemente estas circuns-tancias
son las responsables del ritmo de la redacción del pro-yecto,
sujeto en todo momento a las exigencias impuestas des-de
la prioridad del hecho supremo que es el hallazgo arqueo-lógico,
su correcta preservación e incorporación al circuito
museográfico, in situ, sin ningún tipo de alteración o adulte-ración.
Con fortuna, y en un debate permanente, analítico y
crítico, el propio programa museístico y, en definitiva, la
reconversión del yacimiento en Parque Arqueológico visitable,
ha servido de vademecum, más bien orientativo que impositi-vo,
para solucionar y redefinir cada uno de los cuestionarios
que se abren al investigador y al arquitecto, según se avanza-ba
en el programa de excavaciones. En cualquiera de las op-ciones,
la conclusión de esta primera etapa de la última fase
de excavaciones inicialmente prevista sirvió para despejar aún
rriás el espacio y escenario donde, a partir de entonces, ia
proyectística arquitectónica tomaba la palabra (cf. Martín de
Guzmán et al., 1993, pp. 23-43).
Otra de las intervenciones de envergadura que continuaron
paralelamente a las excavaciones, fue el cierre sur del yaci-miento,
iniciíidn en 1991. Eri rfectc, se ucornetkrcm dvs tra-mos
importantes de la muralla, de acuerdo con el proyecto de
los arquitectos D. Ángel Melián y D. Miguel Saavedra. El pri-mero
de los tramos, de 35 metros, hacia la carretera general
PARQUE ARQUEOL~GICOC UEVA PINTADA DE CALDAR, GRAN CANARIA 41
(calle Bajada de las Guayarminas), sirvió para rematar aquel
flanco (foto 15). En él se dispone un friso mural en cantería
azul de Anucas, con el anagrama de la Cueva Pintada. La ci-mentación
de la muralla en este sector, por respeto a las es-tructuras
arqueológicas descubiertas en su línea, obligó a re-cuperar
el frente del rebaje de la toba y situar el trazado del
muro en la parte baja del cajeamiento antiguo, con lo cual se
ocupó parte del arcén, con previa autorización del Servicio de
Carreteras de Obras Públicas. Esta operación garantizó la con-servación
de los vestigios arqueológicos y la solución del tra-zado
sin incidir en ninguna de las viviendas prehispánicas que
se sucedían, en la práctica, bajo el viejo muro del abanca-lamiento.
En este mismo cerramiento sur se logr6 ejecutar el
sector SO que se corresponde con el ángulo de la muralla si-tuado
en las calles Cueva Pintada y Bentejuí, adyacente a los
almacenes y laboratorios de arqueología del yacimiento (foto
16). Esta parte de la muralla, de 43 metros, dispone de una
escalera de bajada e inicio de un túnel con portada, que en
su día, previa la ocupación de las fincas anexas, y perforando
la toba volcánica, comunicará a través de un pasadizo subte-rráneo
el Parque Arqueológico con su ámbito natural más
próximo. Esta operación, recogida en el Plan Especial, permi-tirá
una circulación complementaria y una visita hasta las
Huertas del Rey y los ámbitos arqueológicos contiguos, como
lo son las Cuevas de Facaracas, lo que repercutirá positiva-mente
en la ampliación del espacio natural abierto hacia el
Barranco y la Vega de Gáldar.
El Proyecto interdisciplinar que ha sido la reconversión de
este yacimiento en Parque Arqueológico, se ofrece como una
experiencia -y un reto, tanto para las administraciones públi-cas
implicda como para e1 equipo técnico y científico que
lo desarrolla. En el caso concreto de Cueva Pintada, los recur-sos
y dificultades se han ido alternando a lo largo de los últi-mos
siete años, con la complementarieda,d de las tres áreas
Núm. 42 (1996) 5 7
42 C. MART~ND E GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. S ~ N SZAG ASTI
principales de intervención: Conservación, Arqueología y Ar-quitectura.
Sin lugar a dudas, el hecho singular que es el des-cubrimiento
arqueológico y la valoración científica de los ha-llazgos,
ha sido el eje principal sobre el que ha girado el resto
de la maquinaria de las actuaciones. Después de diez campa-ñas
consecutivas y sistemáticas, parece obligado hacer referen-cia
a aquellos primeros logros y valoraciones, que han deriva-do
de un programa con múltiples frentes y no menos cuestio-nes
y problemas por resolver.
En estos momentos el panorama teórico y práctico no es,
como cabía esperar, el mismo que el de abril de 1987 cuando
se iniciaron los sondeos y calicatas geofísicas. La praxis y el
empirismo de los trabajos han definido un nuevo marco de
referencias que ha contribuido no sólo al rescate patrimonial
de este espacio, sino que, paralelamente, ha activado una se-rie
de cuestiones que hacen al estado presente de la investi-gación
arqueológica de Gran Canaria y al proyecto y filosofía
de los Parques Arqueológicos (cf. Martín de Guzmán, 1993,
pp. 191-120).
La oportuna y obligada reflexión, y la recapitulación en
orden a los trabajos realizados, más allá de la estrategia de las
excavaciones, tiene una implicación directa en la historiografía
insular. Como primera valoración hay que indicar que, en el
estado actual de los conocimientos, los estudios arqueológicos
grancanarios deben ser objeto de una parcial reorientación,
tanto en el marco cronológico y secuencia1 como en el de su
adscripción territorial más próxima. Para salir del ensimisma-miento
arqueográfico, y para incorporar modelos y resultados,
no hay otro camino que reconducir el proceso, y los objetivos
,-lo 1- :-T7ao+;me-4A- C<- ..-A ..-L...,.-,.:- ,.-.-lt-:+- -1 R K A J : 4 - - A
UG la 111 V G ~ L I ~ ~ L I U I L . o r u uua r GLGI cuua c n p i r ~rra cu ~ v ~~~cr aiu- i
neo Occidental y Fachada Atlántica (Península Ibérica y Nor-te
de Afnca), se corre el riesgo de volver sobre el aislamiento
e infertilidad de la arqueología insular. Porque, guste o no, y
sin renunciar a enfoques estructurales y antropológico-cultu-rales,
propios de la hermenéutica, la correlaciCin y el marcn
regional más próximo han de estar presentes en el discurso y
la discusión de los conocimientos arqueológicos aportados por
el investigador. De no ser así, sin traducción de estos datos, la
5 8 ANUARiO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOLÓGICO CUEVA PINTADA DE GALDAR, GRAN CANARIA 43
redundancia y la falta de relevancia, convertiría a la arqueo-logía
canaria en una misión sin futuro.
El propio registro arqueológico, la articulación y sucesión
de los episodios estratigráficos y, en particular, la determina-ción
de los pisos de ocupación o contextos culturales in situ,
han permitido definir muchos de los items culturales del asen-tamiento
y abrir el planteamiento de nuevas cuestiones. Sin
entrar todavía en la cuestión fundacional, en los primeros ve-cinos
de Cueva Pintada, lo cierto es que parece oportuno acep-tar
la presencia intensa, entre el siglo VII y el XI d.C., de un
grupo cultural perfectamente adaptado y arraigado en esta
falda de la colina, o «arrabal de la Audiencia».
1. COMUNIDAINDDE~GSE NAS E INTERCAMBIOS:
LAS CERAMICAS Y LOS METALES
El estudio arqueológico del espacio rural ha sido objeto en
los últimos años de un desarrollo teórico y práctico que ha ido
desde la arqueología del paisaje o landscape archaelogy al ya
célebre, entre los arqueólogos, site catchment analysis propues-to
por Vita-Finzi y Higgs en 1970. Esta nueva mirada sobre el
territorio con intenciones arqueológicas, ha servido para que
la propia arqueología emigrara de los grandes núcleos mo-numentales
y, al menos, sobrevolase una nueva dimensión
como lo es la génesis y transformación del territorio del mun-do
rural.
Para la Edad Media, Miquel Barceló (1988) ya ha insistido
en el análisis de cuestiones cruciales en el marco de lo que él
denorniña das afueras del rnzdizvdismon, y doiide e! método
arqueológico completa o, simplemente, reúne la información
disponible sobre temas tan determinados como la evolución del
pastoralismo, el nacimiento y reorganización de los asenta-mientos,
los sistemas hidráulicos y su repercusión económica y
socia!, e! cii!tivn de lns cereales y los espacios de secano, etc.
Todo un cuestionario que, desde la noción de periferia medieval,
está abriendo unas grandes y nuevas posibilidades a la investi-gación
histórica (cf. Barceló, 1988, pp. 195-274).
Núm. 42 (1996) 59
44 C. MART~ND E GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. 1. S ~ E N ZS AGASTI
Enfoques similares, pero a partir de información escrita,
han sido desarrollados en otros trabajos sobre el mundo rural
y aldeano de Castilla, con encuadres metodológicos y resulta-dos
muy positivos (cf. Ruiz Gómez, 1990).
Cuestiones más técnicas y especializadas, a partir del análi-sis
de la cerámica están, igualmente, despejando muchas anti-guas
incógnitas y planteando problemas de mayor calado. La
influencia, más que posible, de la cerámica beréber en la cerá-mica
valenciana de la Alta Edad Media, apunta hacia estos nue-vos
planteamientos (cf. Delaigue, 1983, pp. 493-521). Lo mismo
para la cerámica paleoandalusí, cuyas cronologías de los siglos a
VII al x, contienem los suficientes elementos de estudio, en N
E un momento en que, a ambas orillas del Estrecho, se están pro- O
duciendo importantes movimientos antropodinámicos (cf. Gu- n-- m tiérrez Lloret, 1993, pp. 39-65, y Malpica Cuello, ed., 1993). O E
La recuperación, vía arqueológica, en el asentamiento Cue- E
2
va Pintada de una serie de materiales de importación, en parti- -E
cular de cerámicas a torno y metales, obliga a reorientar par- =
te de las implicaciones en la órbita de los intercambios, espo- --
rádicos si se quiere, pero relevantes desde el punto de vista 0
m
E
arqueológico y, lo que es más importante, imprescindibles O
en el momento de establecer la secuencia cultural, dentro n
del marco del Mediterráneo Occidental (cf. Dadulatl, 1980, -E
pp. 197-201). a
2
En efecto, el relativo aislamiento de Canarias en relación a n
n
Occidente, parece paliado por una serie de intercambios inter-
3
mitentes, pero suficientemente significativos, patente en los O
ajuares procedentes del exterior de las islas, en concreto del
área o hinterland cultural del Mediterráneo Occidental y Fa-
& U ~ U Mhtica. Y s t s e!ement~s estiir: en rdacih, :a0 c m
el mundo cristiano tardomedieval como con los reflejos cultu-rales
procedentes del universo mudéjar o hispanomusulmán,
asentados en ambas orillas del Mediterráneo (cf. AA.VV.,
1980).
Un dato aún sin resolver: pero que puede tener un gran
valor en el cross dating y en la periodización de las distintas
fases de Cueva Pintada, es la presencia de cerámicas a torno,
serie roja y serie naranja, cuya raigambre, que si se quiere pue-
60 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICOC UEVA PINTADA DE G ~ D A R G, RAN CANARIA 45
'de retrotraerse a las tradiciones que conectan con el Imperio
romano, perdura en los círculos románicos y góticos cristia-nos,
así como en los repertorios islámicos de Andalucía, Le1
vante y Norte de Africa. No debe extrañar entonces algún tipo
de relaciones e intercambios, cronológicamente mucho más
profundos (como lo respalda la mayor parte de la treintena de
fechas de C-14). En esta dirección cronológica, éstos no se
reducen a los episodios epigonales de los contactos portugue-ses,
andaluces o castellanos, relacionados con la Conquista.
Por eso mismo, no hay que descartar nuevas implicaciones, a
partir del registro de la cultura material, que sirvan para esta-blecer
corologias o cronologías cruzadas, a partir de estos ele-mentos
exógenos o de importación. Es más, en el marco de
las cerámicas tenidas como de tradición tardorromana y di-fundidas
por todo el Mediterráneo, desde el siglo I al VII d.C.,
y que proceden de talleres norteafricanos, se podría postular
la perduración de técnicas alfareras que suceden a la terra
sigi21ata clara (cf. Jarrega, 1987, pp. 337-344). Estos estudios
que ya se han iniciado en la Península Ibérica y Norte de Afn-cal
sin lugar a dudas pueden, cuando de los indicios se pase
a la confirmación, arrojar luz sobre la arqueología insular, y
servirán para postular una red de intercambios, y lo que es
más importante, articular la secuencia cultural indígena (cf.
Delaigue, 1983, pp. 493-521). Se sabe igualmente que la pro-ducción
a torno, en particular la serie naranja, que perduró
tanto en los centros cristianos como andalusíes, se caracteri-za
por una masiva producción estandarizada, que es distribui-da
por Occidente sobre un sistema de redes comerciales, ma-rítimas
y terrestres que pueden alcanzar grandes distancias. De
cualquier manera, hahna que acudir al análisis de composi-ción
de las pastas, antes de proceder a determinar su lugar
geográfico exacto de procedencia.
Más evidentes resultan los contactos bajomedievales, a par-tir
de los repertorios mudéjares, de vajillas vidriadas y mayóli-cas,
de reflejos metálicos o con decoración de cuerda seca, ele-mentos
todos perfectamente documentados en el asentamien-to
Cueva Pintada, en contextos prehispánicos más tardíos que
se escalonarían entre el siglo m y el xv.
Núm. 42 (1996) 61
46 c. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. S&NZ SAGASTI
La presencia, más que significativa, de metales, monedas,
vidrios, etc., se suma también a esta visión pluridimensional
de la arqueología de Gran Canaria, que tiene en el asentamien-to
de Gáldar, uno de sus modelos culturales más representa-tivos.
Dentro del repertorio metálico hay que destacar el excep-cional
descubrimiento, en el interior de una vivienda prehispá-nica
(sector 37), de lo que tipológicamente se ha definido
como una hoja de una espada de hierro, de 63 cm. de larga,
por 3,s cm. de anchura en su extremo proximal y 1,3 cm. de
espesor máximo (fig. 2). La misma apareció sobre el suelo
barrido, prácticamente en contacto con el piso soporte, y
contextualizada con varios fragmentos correspondientes a la
casi totalidad de una pieza de cerámica de importación de la
serie bhnca, confeccionada a torno. Tipológicamente ha sido
clasificada como un arma, de origen cristiano-medieval, que
podría situarse entre los siglos m-xv. Una circunstancia que en
un principio no se valoró suficientemente fue el hecho de que
la pieza apareciese fracturada en partes, conservadas en su
totalidad, y que la minuciosa operación restauradora ha per-mitido
reintegrar completamente. Otro dato también significa-tivo
era la ausencia de empuñadura, justificada quizá por des-prendimiento
o extravío, o simplemente por tratarse de un
material perecedero como la madera o el hueso. En cuanto a
los filos del arma, tampoco pudo determinarse si estuvieron o
no activados debido a la erosión del material y a la costra de
oxidación.
Sin embargo, estas tres circunstancias negativas (fractura-ción
de la hoja, ausencia de empuñadura y filos. cortantes no
definidos) han servido para abrir una nueva hipótesis.de tra-
62 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE GhLDAR, GRAN CANARIA 47
bajo y considerar que tal vez no se trate de un arma propia-mente
dicha, sino de lo que desde la Antigüedad se conoce
como espada-lingote y cuya significación cultural y tecnológi-ca
es mucho más profunda en la red de intercambios cultura-les
y en la introducción de materia prima ya manufacturada
y tratada para poder ser transformada en otros instrumentos
(cuchillos, punzones, gubias, en definitiva hewamientas), en el
mismo lugar de su aplicación. Este tipo de espadas lingotes,
en el estricto sentido de su funcionalidad, tal y como ha sido
estudiado por ejemplo en Inglaterra, pueden aparecer remata-das
con una especie de lengüeta con unos bordes reentrantes.
Es decir, que la hoja carece de placa de enmangamiento, de
espiga de engaste, o de orificios para acoplar los remaches de
la guarnición o empuñadura. Todas estas evidencias negativas
coinciden también en la espada de Gáldar, cuya hoja es muy
próxima al denominado modelo inglés (cf. Champion et al.,
1988, fig. 10.1 1). Otro detalle es que la parte proximal de la
hoja de Gáldar se asemeja también al tipo de los cuwency bars,
de Sayland's Smithy, Islas Británicas (cf. Mohen, 1992, fig. 54,
p. 180). Ambas piezas, y con criterios estrictamente tipoló-gicos,
habría que adscribirlas al mundo Atlántico. En este sen-tido
cobra entonces otra dimensión la aparición de cuchillos
totalmente de hierro, como uno de los descubiertos en el in-terior
de una vivienda del Cierre Sur, así como la masiva pre-sencia
de clavos.
Pero para comprender la profundidad e importancia de la
metalurgia del hierro conviene hacer una rápida valoración de
los distintos factores implicados en su producción y comer-cialización.
La ext ;bG, +..c.+fi-:nv.+n -7 -n--v,. ;nl:"nAAm A-1 e,.,
LI a L a u u c u L V y LVLLLGL ~1au~aLluULuL LILLL I u LIL
la Antigüedad y Edad Media fue tanto o más importante que
el oro, por su aplicación, ductilidad y costosa tecnología me-talúrgica.
Ésta precisaba de un control pirotécnico y del do-minio
del horno y de la forja, hechos éstos muy complejos y
sofisticados. El objeto de hierro más antiguo, datado en el
5000 a.c., es de hierro meteórico y pertenece a la cultura
Samarra, Irak. Posteriormente se iniciará la metalurgia ex-tractiva,
el tostado de reducción, la reducción directa y el re-
Núm. 42 (1996) 63
48 c. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. SAENZ SAGASTI
finado. Todas estas manipulaciones pasan por una serie de
operaciones tecnológicas, como son la fusión del metal nati-vo,
el vertido en el molde, la fabricación de la aleación hasta
la obtención del útil, con procedimientos alternativos o com-plementarios
como son el forjado en frío o en caliente, plega-do,
recortado, torsión, recocido, temple, etc.
Toda esta complicada tecnología metalúrgica, además de la
red propia de los intercambios comerciales, explica la existen-cia
de los cuwency bars o barras de hierro, que incluso, como
sucedió en el mundo indígena de Gran Bretaña, fueron utili-zados
como medida de valor antes de la introducción de la
moneda, en categoría de lingote de hierro, con centros de dis-tribución
perfectamente conocidos como los de la cuenca del
río Severn o las localidades de Dorset y Cotswolds (Champion,
et d., 1988, pp. 401-402, y Mohen, 1992, pp. 179-180).
Las espadas lingote eran también conocidas en el mundo
celta desde el siglo v a.c. y reemplazan a los lingotes bipira-midales
de la época anterior. Más que una utilidad bélica, se
orienta a satisfacer otras necesidades relacionadas con la vida
cotidiana y el mundo agrícola y artesanal. Son la materia pre-parada
para obtener, a partir de otras operaciones de la cade-na
tecnológica metalúrgica, una serie de instrumentos como
adornos, bocados de caballos, rejas de arado, cinceles, cuchi-llos,
azuelas y gubias para trabajar la madera, etc. Toda esta
cadena tecnológica entre los lugares de extracción y prepara-ción
del hierro hasta los puntos de intercambio comercial es
muy fluida entre el centro y la periferia. Los fenicios, los ro-manos,
los celtas, los íberos, los norteafricanos, se van aco-giendo
al progreso que significa la utilización metalúrgica y
siderúrgica del hierro.
Sin embargo, se sabe también que el hierro se introduce
tardíamente en Africa del Norte. En Egipto empieza a docu-mentarse
a finales del segundo milenio, pero no será hasta el
siglo 111 a.c. cuando se generalice su utilización. Para el Africa
indígena hay que remitirse al apogeo de la metalurgia del hie-rro
en el Reino de Kush, cuya fase Napata (747-716 a.c.) po-see
los hierros más antiguos del oriente de Africa, con hachas,
cuchillos, pinzas, hojas triangulares, puntas de flecha, etc. La
64 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL~~NTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE GALDAR, GRAN CANARIA 49
fase Meroe (del siglo VI a.c. al 320 de la Era) reafirma este
papel preponderante de la metalurgia, con verdadero carácter
industrial y la incorporación de hornos de ladrillo con profu-sión
industrial de objetos pequeños.
La fundación de Utica, y la de Cartago en el año 814 a.c.,
está también relacionada con la difusión de las técnicas me-talúrgicas
mediterráneas que, progresivamente, alcanzan la
Fachada Atlántica hasta Mauritania, penetrando en el conti-nente
hasta Tombuctú, a través del Sahara. La mayoría de los
hierros africanos son dulces y la producción de acero es ex-cepcional,
documentándose sólo tardíamente a partir del siglo
xv de la era. Entre las regiones productoras más importantes
hay que citar Nigeria, Ghana, o el importante foco al norte del
Chad. la cultura Koro Toro», donde la intensa industria de
la metalurgia del hierro se desarrolla en el primer milenio de
la era y fuera definida como haddadiense, que en árabe signi-fica
«forjador» (Mohen, 1992, pp. 194-1 96).
Por lo tanto, la introducción del hierro en las comunidades
indígenas periféricas, carentes de esta materia prima, constitu-ye
siempre, a pesar de su carácter excepcional, un hecho cul-tural
relevante relacionado con el desarrollo y el progreso. Sin
necesidad de producir la metalurgia, se puede acceder al dis-frute
de la pieza ya sea por intercambio del producto total-mente
acabado, o por una operación intermedia en la cadena
productiva a partir de la instrumentalización de los lingotes
de hierro.
Para el caso de Canarias, la Crónica Azurara, en su capítu-lo
79, al referirse a Gran Canaria, ofrece una valiosa referen-cia
en relación al uso de los metales:
Aprecian mucho el hiewo ue trabajan con sus cuchillos
de piedra, y con el cual fab' rican anzuelos. ..
(cf. Berthelot, ed. 1977, t. 1, p. 72).
La frecuei,ria de !es interczmbin entre Ins indi'genas
grancanarios y los navegantes, que periódicamente llegan a las
islas en busca de sebo, pieles, orchilla y cautivos, está recogi-da
desde la temprana documentación de Da Recco (1341):
Todos estos insulares hacían entender or sus señas que
deseaban comerciar con la tripulación e los buques y en-trar
en relación con ella.
B
(cf. Berthelot, ed. 1977, t. 1, p. 36)
Mucho más explícito y abundante en detalles es el texto de
Le Canarien (1402), cuando Gadifer de la Salle intenta desem-barcar
en Gran Canaria: c.. en un gran puerto que está entre
Telde y Agüimes)) (posiblemente Melenara). Dice así:
Y allí en el uerto vinieron cerca de 500 canarios y ha- llaron con eR o s y venían a la barcaza 10 ó 12 todos jun-tos,
sin atreverse, des ués de haberles dado Gadifer se-gur
idad,~le s traían ab 'undantes higos. y sangre de drago
que cam zaban por anzuelos de pesca y viejas hewamien-tas
de hiewo y por agujas para coser; y obtuvieron sangre
de drago ue valía 200 doblas y todo cuanto les entrega-ron
no vJía dos francos.
(Le Canarien, ed. 1980, p. 40).
En el texto «B» de Le Canarien, además de los anzuelos,
herramientas y agujas, se mencionan ~cuchillitos~E~n .e l inte-rior
de una de las viviendas del Cierre Sur ha aparecido un
cuchillo fundido totalmente en hierro (cf. Le Canarien, ed.
1980, p. 127).
Estos intercambios, a todas luces ruinosos para los indíge-nas
canarios, tienen una explicación en la necesidad perento-ria
que supone la ausencia de metales en el subsuelo insular.
En el caso concreto del hierro y su alta estima y valoración
por los indígenas prehispánicos de Gran Canaria, no añade
nir?gum mtredac! u !u misma alta c~t i z a c i hd e este rilateria!
desde la Antigüedad.
Para calcular el valor del hierro, baste recordar que en la
Antigüedad su cotización llegó a ser cuarenta veces más alta
que la de la plata. De aquí que estos lingotes de hierro o es-padas
Zinpotes tengan un valor de auténtico «tesoro», en parti-cular
en aquellas regiones carentes de la materia prima y dis-tantes
de los centros de transformación primaria, como las
Islas Canarias. Su posesión, además de prestigio, supondría la
6 6 ANUARiO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE GALDAR, GRAN CANARIA 5 1
disponibilidad de un capital no despreciable, susceptible de
transformarse en instrumentos y herramientas, e imprescindi-ble
por su escasez y alto valor funcional.
Por lo tanto, la aparición de esta espada fracturada permi-te
plantear algunas hipótesis. Primero, si su presencia sólo tie-ne
un valor económico, como los cuwency bar británicos, tes-timonio
de unos compromisos e intercambios entre los indí-genas
de Gran Canaria y los centros culturales, en este caso
medievales, cristianos. Segundo, si, como parece lógico, y
como lo certifica la presencia de otros instrumentos derivados
en Cueva Pintada (recortes, cuchillos, y sobre todo las dece-nas
de clavos), en el propio asentamiento se procedía, perió-dica
o permanentemente por un especialista afincado en el si-tio,
a forjar y terminar las piezas. Es decir, la presencia
estaciona1 o fija de un amaestro forjador». Azurara alude a su
trabajo en frío, con martilleado de piedras. Los tratamientos
mecánicos pueden hacerse en frío, por debajo de los 500" C,
lo cual necesita de un calentamiento previo en horno. El for-jado
requiere, además, la intervención de un yunque y de
martillos o mazas pesadas, que en la técnica siderúrgica anti-gua
eran de piedra (cf. Mohen, 1992, p. 172).
La talla de la madera, abundante en los entablamentos y
forro de las viviendas, la excavación de cámaras y oquedades,
son indudablemente más fáciles de realizar con la utilización
de herramientas de hierro que con simples artefactos líticos.
No debe extrañar, pues, la presencia de una espada lingote
y de todas sus implicaciones, si se relaciona con los estímulos
y propuestas procedentes del exterior. Estos préstamos o in-tercambios
culturales vienen, por otra parte, perfectamente
reregidos para e! P ~ h i pBn i ~toan, to por las citas antes alu-didas
como por la historiografía tardorrenacentista, en parti-cular
Abreu y Torriani, cuando hacen referencia a la misión
mallovquina (1 342- 1386) (cf. Serra Ráfols, 1940-4 1).
Por otra parte, la arqueología grancanaria ha certificado el
uso de herramientas metálicas en algunas cuevas, como Cua-tro
Puertas, Telde, circunstancia que llevó a algunos investi-gadores
(Álvarez Delgado, Pellicer), a dudar de su propio ca-rácter
«prehistórico» o indígena. Una tecnología exclusivamen-
Núm. 42 (1996) 67
52 C. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. SAENZ SAGASTI
te lítica no parece la más adecuada para excavar las grandes
cámaras de Huertas del Rey, Hospital o Cuevas de Facaracas,
en Gáldar, muy próximas a Cueva Pintada. Lo mismo podría
postularse para la fábrica y labra de ¡a cámara decorada Cue-va
Pintada, cuya perfección y traza, cualquiera que fueran sus
herramientas, y su orientación en el eje exacto Norte-Sur, es-tán
apuntando a un dominio tecnológico y arquitectónico es-pecializado.
La presencia, pues, de metales en Cueva Pintada, sin en-trar
en su antigüedad y procedencia, inaugura un nuevo capí-tulo,
junto a las cerámicas a torno, que posibilita extraer co-rrelaciones
extrainsulares y, lo que es más oportuno, ir esca-lonando
la periodización interna de estos episodios, en rela-ción
directa con el proceso cultural indígena.
3
Los anteriores argumentos, rigurosamente registrados en --
el transcurso de un programa sistemático de excavaciones, 0
m
E
han obligado a los investigadores a desterrar ciertos aprio- O
rismos y a precisar conceptos y terminología. En este senti- g
do, resulta exagerado seguir utilizando la denominación de n
-E
«prehistórica» para lo que, en realidad, es una arqueología a
2
medieval periférica, cierto que sin catedrales, mezquitas, cas- n
tillos o alcazabas, pero cuyo hinterland cultural y cronológico n
no es otro que el registro histórico y cultural propio del 3
O
Mediterráneo Occidental, Africa del Norte y la Fachada At-lántica.
Una especie de etnoarqueología de occidente «extra
muros», atlántica. La arqueología de las comunidad~sow -n -t-i--
licias medievales de Canarias.
El asentamiento Cueva Pintada, en esta fase de las investi-gaciones,
y sin cerrar el tema, dispone ya de los datos sufi-cientes
en orden a la cronología y al registro material de la
cultura como para contribuir, en cierta medida, a la reubi-cación
de la Arqueología de Gran Canaria, más allá de los
estrictos procedimientos técnicos. Esta reorientación pasa ne-cesariamente
por la incorporación de estos hechos singulares
6 8 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOLÓGICO CUEVA PINTADA DE GALDAR. GRAN CANARIA 5 3
al marco regional, su hinterland cultural más próximo. Sin
embargo, y hay que exponerlo con rotundidad, este cambio de
signo no significa apostar por ningún modelo eurocentrista u
occidentalista, sino por una exigencialógica, en virtud de las
nuevas evidencias cronológicas y de su relación tanto con el
marco cultural norteafricano y Mediterráneo Occidental, como
con una serie de movimientos antropodinámicos y culturales
que repercuten, como una onda expansiva, en ciertos rasgos
detectados en el interior de la arqueología insular. Por ello, a
partir de la contundencia de las dataciones C-14, parece legí-timo
adelantar algunas perspectivas que contribuyan a liberar
a la arqueología canaria de cierto hermetismo que la ha ca-racterizado.
En el caso concreto de la historiografía referida a Canarias,
antes de la Edad Moderna, ésta registra dos grandes bloques:
- El primero, que se podría llamar Canarias en la Antigüe-dad,
arranca con el Periplo de Hannón (circa 500 a.c.),
continúa, dentro de los periplos atlánticos por el Mar
Exterior, con Pseudo-Scylax (350 a.c.), Polibio (post 146
a.c.), y culmina con la expedición científica al Archipié-lago
de Juba 11 (25 a.c.). Estas y otras expediciones so-bre
las islas, y en particular los viajes de navegantes y
pescadores del Círculo del Estrecho, generan una serie de
noticias que, en parte, serán recogidas por distintos au-tores
de la Antigüedad, muchas veces con tintes litera-rios
imprecisos (Cf. Schmitt, 1968, pp. 362-391).
- El segundo bloque, Canarias en la Edad Media, lo cons-tituyen
las fuentes etnohistóricas árabes y cristianas. Es-rL
CISü ' IuLu- -u- a3, lla- -3- L1- : - -~- A11- -~1&1p- -w3 L a ll~~s3e, iiia~güraii~ ~e! Bi - i
guroso reportaje etnográfico que es el Informe Da Recco
(1341)) pasa por la Documentación Vaticana (siglos m
y xv) y los Archivos y Protocolos del Reino de Castilla
(siglo xv). Mucha de esta preciosa documentación ha
sido dada a conocer por Wnlfel y M: Santiago. Las Cró-nicas
del Siglo de la Conquista o Guerra de Canarias
(1402-1496) contienen, a partir de una lectura critica,
mucha información que es retomada y alcanza a la
Núm. 42 (1996) 69
54 C. MARTfN DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. 1. SAENZ SAGASTI
historiografía tardorrenacentista y barroca con Torriani
(1592)) Abreu (1602) o Sosa (1678).
Edad Antigua y Prehispánico, stricto sensu, quedan, sin
embargo, desconectados por un gran hiatus (desde Sertorio 81-
82 d.c., hasta circa 1000 d.C.). Para la Alta Edad Media sólo
se conocen esporádicas citas como las de San Isidoro de Sevi-lla
(630), o las referencias a autores árabes como El Mas'udi
(circa 950)) Bekri (circa 1000), Al Biruni (1048).
Este gran hiatus o compás de espera, de casi 1000 largos
años de duración, significa que el tramo crucial de la arqueo-logía
medieval, ante-la carencia de documentación o fuentes
escritas, sólo podrá ser resuelto por la propia arqueología. La
parquedad de fuentes literarias para la Alta Edad Media con-trasta
con la profusión de datos escritos que se generan a par-tir
del redescubrimiento de las islas por las monarquías cris-tianas,
en particular, los relacionados con los hechos de gue-rra
que se provocan por Castilla en la conquista realenga
(1478-1496).
Si bien es cierto que los hallazgos de anforetas romanas en
aguas del Archipiélago (tipos 30 y 33 de Dressel y 47 de
Pelichet, fechados en los siglos 11 y IV d.C.), así como los más
recientes descubrimientos del profesor Pablo Atoche Peña en
Bebedero, Lanzarote, de una serie de materiales cerámicos a
torno, procedentes de su nivel IV, datados como del siglo I
d.C., han respaldado los relatos de Plinio o de Plutarco y tes-timonian
la presencia cierta, aunque esporádica, de los roma-nos
en Canarias, no es menos sorprendente la evidencia nega-tiva
de contactos o presencias en el largo segmento que va
desde el siglo v al siglo XI d.C.
2.1. La Fundación Roma
El asentamiento de Gáldar, cuya frecuentación humana, de
acuerdo a la cronología de las investigaciones arqueológicas,
se puede remontar al siglo VI d.C., dispone de una excepcio-nal
referencia historiográfica que, hasta ahora, no había podi-
70 ANUARIO DE ESTUDIOS A T ~ N T I C O S
PARQUE ARQUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE GALDAR, GRAN CANARIA 5 5
do ser valorada en sus justos términos y que gracias a esta
nueva articulación cronológica contiene un alto índice de pro-babilidad.
Con este episodio fundacional que es la Towe Roma,
se inaugura, precisamente, la Alta Edad Media y se inicia una
secuencia cultural que sucede a la Antigüedad y que precede
al Prehispánico (siglos XI al xv). Torriani (1592) y Sosa (1678)
son quizá los autores que con más precisión se refieren a esta
fábrica metropolitana, aportando datos y detalles de gran inte-rés.
El texto de Torriani, más conciso, contiene, sin embargo,
una información nada despreciable:
Además, por prohibición de Noé (sic) no podían fabricar
más de una sola torre, que entre ellos consideraban como
metrópoli; y de ellas se ven dos hoy día en estas islas, una
muy vieja en la ciudad de Gáldar, en Gran Canaria, y otra
en La Palma, que menciona Plinio.
(Torriani, ed. 1978, p. 19).
La información aportada por Sosa es más amplia, situan-do
con gran exactitud esta fundación:
Hubo otra casa fuerte que llamaban los gentiles canarios
Roma, de paredes tan gruesas e inexpugnables que sobre
ella fabricaron los españoles después un torreón en que
se hicieron fuertes, para de allí pelear y defenderse en
tiempo de la conquista, y quedóle el nombre de Roma a
esta casa, desde que los romanos señorearon todo el
mundo, que fue en el tiempo que estuvo en estas siete
islas Afortunadas, por espacio de siete años, el bienaven-turado
San Maclovio y su compañero Blandino, imperan-do
Justiniano en Roma ... (sic) le pusieron por ser mora-da
de su iegado, embajador o usticia Koma, cuyo nom-bre
se fue conservando entre e los hasta que se conquis-tó
la isla.
i
(Sosa, ed. 1849, p. 175).
En primer iugar se impone una precision iéxica. En ei cabo
de Aguer, el caballero portugués Diogo Lopes de Sequeira le-vanta
un castillo de madera que se denominó de Santa Cruz
(circa 1500). Sabemos que los indígenas del lugar llamaban a
Núm. 42 (1996) 71
5 6 c. MART~ND E GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. S ~ N SZAG ASTI
este tipo de construcciones o fortalezas Dar Rumia, que quie-re
decir en su lengua «casa cristiana» (cf. Alcalá Galiano, 1900,
nota 2, p. 70).
Fray José de Sosa, fraile franciscano, estuvo alojado en el
Convento de Gáldar y reconoció personalmente estas ruinas en
1675. El dato transmitido por Sosa hubo de obrar, posiblemen-te,
en alguna copia del desaparecido Códice de Santa Ana, que
se conservaba en la Catedral de Las Palmas. La precisión
cronológica es tal que parece impensable creer que se trate de
una mera elucubración literaria del ilustrado franciscano,
amante de las antigüedades. Una compulsa histórica de cada
uno de los términos verifica esta información.
Durante el reinado de Justiniano 1 (527-565) se intenta re-
Cnmnnnar al ~YJOnVuIr t;nrin ;-naAnl rrrn 1 9 r n r t 9 i i r 9 r ;An A- 1 9 CU111~U11C1 C L VI L(D,C U, LL'6.a" ',,'p., &U&, ..VIL 1U 1 ...,LUUI UbIVII Ub IU
tradición jurídica romana (promulgación y publicación de
Códice faciendo, De confimzatione digestomm, Instituta y Cor-pus
iuris civilis). Consecuencia de este ideario de restauración
del mundo antiguo es la reconquista de los territorios, tanto
en Oriente como en Occidente, que habían pertenecido al Im-perio.
En esta operación era imprescindible, para la seguri-dad
de la navegación en el Mediterráneo, la recuperación de
Africa del Norte, siguiendo el viejo aforismo: «Afvica capta,
mundus cum nato parebit». Esta política africanista de Justi-niano
se inaugura con el sometimiento de los vándalos, en el
535, por el general Belisario. No debe extrañar, entonces, que
se renueven los «Periplos Atlánticos», como en su época lo
fue el de Juba 11, y se intente, en esta visión estratégica del
Imperio, alcanzar el finis terrae del Sur, con el propósito de
llevar al Imperio hasta su antiguo y más lejano limes. Con la
ocupación de Zeuta (534) por ios bizantinos, de acuerdo a ios
planes del Emperador Justiniano, se aseguraba el control del
Estrecho y la expansión del cristianismo por el Norte de Afn-ca
y Sur de la Península Ibérica. Esta presencia e interven-ción
bizantina en Occidente toma como pretexto la guerra
A ~ 4 1- =+va -1 v 0 . r Ami19 - 7 nl mnhla Atcnm~milAn (<A01 n ~ r 9n 9-
C l Y l l C I I C I C C1 ICJ -611- J C1 A I V V l b - C U L I U O I I U V \J7/)) YLUU =U
sar a Andalucía, pero, en el fondo, responde a los planes de
restauración del Antiguo Imperio Romano. Los frecuentes
enfrentamientos entre los «reyes fugaces» visigodos, favorece
72
\
ANUARIO DE ESTUDIOS AT~NTICOS
PARQUE ARQUEOLÓGICO CUEVA PINTADA DE CALDAR. GRAN CANARIA 57
la presencia del imperio-oriental durante casi un siglo (del
552 al 624) en Occidente. Cádiz, en el Mar Exterior, es el
gran puerto desde el que se controla la Tingitana y la Facha-da
Atlántica, cuya exploración, como hicieran los antiguos,
llevaría a los bizantinos a conocer las Afortunadas. Pero será
Suintila quien, en el 624, termine con el dominio bizantino
en la Península. De cualquier modo, no debe hablarse de un
establecimiento sino de una presencia testimonial a efectos de
ocupación y posesión del territorio, con periódicos intercam-bios
de materias primas y manufacturas entre los navegantes
y los gentiles canarios, tal y como ha quedado perfectamente
documentado para otros contactos posteriores en la Baja
Edad Media, en los relatos de Da Recco (1341) y en Le
Cnnnrien (1402-1405).
Lo cierto es que la historiografía medieval, en un lenguaje
parabólico, da cuenta de la misión de San Maclovio y San
Brandano, quienes con diecisiete monjes visitan las islas de las
Cabras, de los Pájaros, y del Infierno. Más sorprendente, aun-que
tardío, resulta ser el texto de Sosa, que conoce a la per-fección
la cronología de estos hechos y relaciona la fundación
de la Torre Roma con San Maclovio y San Brandano. En efec-to,
San Brandano, monje escocés o irlandés según otros, nace
en 484, dos años después que Justiniano 1 (482 d.C.), siendo
ambos, por lo tanto, contemporáneos. Este exacto ajuste
cronológico respalda las posibilidades históricas de esta «mi-sión
atlántica», con la que se inaugurarían los periplos atlán-ticos
medievales.
2.2. ¿a Isíamización
La cuestión árabe en Canarias ya fue abordada por Ernest
Zyhlarz (1950), desde el punto de vista de la lingüística. El
erudito alemán veía en algunos términos indígenas canarios
iAces y eiimohgias daramefite semicas, !!egand~a. p&tu!ar
una «misión islámican entre el siglo XI al XII. Esta hipótesis
levantó una agria polémica en la que terció D. J. Wolfel, de-fensor
del origen camítico de las lenguas indígenas canarias.
Núm. 42 (1996) 73
5 8 C. MARTW DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. 1. S&NZ SAGASTI
Lo cierto es que sólo el 30 por 100 de los términos pueden
relacionarse con el conjunto de más de doce dialectos que
conforman el conglomerado lingüístico beréber actual y
subactual. Gran parte de estos dialectos están fuertemente
arabizados, lo que explicaría la contaminatio de muchos de sus
vocablos o prefijos, detectados también en el registro lingüís-tico
prehispánico canario (cf. Vycichl, 1952, pp. 198-204, y
Giese, 1949, pp. 188-202). Los componentes no beréberes al-canzan
el 60 por 100, y muchos investigadores, como el pro-pio
Wolfel, los han querido relacionar con un substrato lin-güístico
común emparentado con el hausa, desgajado del gran
a tronco común indoeuropeo (cf. Zyhlarz, 1950, pp. 403-460 y N
Wolfel, 1957, pp. 147-158). E
Con la dominación de la Fachada Atlántica y control del O
n -
Estrecho por el Islam, desde el 710, es lógico que desaparez- =m
O
E can los contactos y exploraciones cristianas, y se proceda por SE
parte musulmana, al conocimiento del Archipiélago, tal y =E
como queda certificado en las relaciones que van desde El
Mas'udi (950) a Bekri (circa 1000), Al Buruni (1048)) El Idrisi 3
-
(1154), Yaqut (1229), Ibn Said (circa 1250)) Al Qazwini (1283)) -
0m
E Ibn Batuta (1377), y concluyen con Ibn-Jaldún (1377). Estas O
exploraciones árabes, desde Lisboa (antes de su reconquista
por los cristianos en 1147), tienen su mejor expresión en el n
-E
Viaje de los rnaghruinos (circa 1100), que navegan durante va- a
2 rios días hasta alcanzar las islas: n O
... donde había hombres de alta estatura, de color more- 3
O
no y atezado, cabello largo y mujeres de extraordinaria
belleza.
(cf. El Idrisi, cit. en Berthelot, ed. 1977, T. Ij pp 24-
25, y en Millares Torres, ed. 1974, pp. 151-152).
Esta expedición transmitida por El Idrisi (1 100-1 169), el
mejor documentado geógrafo árabe de su tiempo, nacido en
Mála-a a, aporta noticias de sumo interés:
1. La isla tenía un rey.
2. Ocuparon una casa durante tres días.
3. Trataron con un lengua o traductor que hablaba el árabe.
74 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PARQUE ARQUEOL~GICO CUEVA PINTADA DE CALDAR, GRAN CANARIA 5 9
Paralelamente, la presencia almorávide en Marruecos des-de
1050, con el sometimiento de las regiones del Sus y del
Draa, ponen prácticamente frente a Canarias un movimiento
revolucionario, político y religioso, de gran combatividad. El
control de la frontera sur de Marruecos es de capital impor-tancia
estratégica y comercial en relación con las rutas
caravaneras subsaharianas y la defensa del territorio y de los
pasillos del Atlas, así como con las vías de penetración de los
oasis de Tafilalet (presunto territorio de los ~canarib)E. l Dr2a
y sobre todo el Sus se consolidan como una de las principales
zonas agrícolas y ganaderas con la implantación incluso, tem-pranamente,
de cultivos e ingenios azucareros. Simultánea-mente,
entre Tánger y Asilah, se establecen importantes asti-
11 - - - - ~ F a ~ h ~Atdláant icaconoceuna
11631'OS de L "lLl",,,,L,,l ,,.L ,! y L. L ."A- -------.-
intensa actividad comercial y marítima, que va desde el Estre-cho
hasta el Dr2a. En estas circunstancias, y en este escena-rio,
es muy difícil que los almorávides, como más tarde los
almohades, con una política expansionista sin cuartel, no tu-vieran
conocimiento de Canarias e intentasen, si no su ocupa-ción,
sí al menos contactos y relaciones con los indígenas is-leños
(Vernet, 1971, pp. 401-427).
Algo más tardío es el texto de Ibn Said (siglo XII), donde
se indica el número de siete islas y otros detalles:
Y en el Océano están las siete islas eternas, situadas al
Oeste de la ciudad de Salé. Aparecen visibles a simple
vista en un día claro, despejado de atmósfera y sin
calígene. En ella se encuentran siete ídolos con figura de
hombres que indican que más allá no hay ni rutas ni
caminos.
(cf. Martínez Hernández, 1992, p. 83).
En este marco cronolbgico, el Pseudo Ben Farruk (civca
999), aun cuando se acepte que se trata de una adulteración
literaria, esta apuntando a ios contactos y rekiciones entre !es
árabes y los habitantes de Gan Canaria. La fecha, siglo x-XI,
es coherente con el registro arqueológico del asentamiento de
Gáldar, donde el informe sitúa la corte y el rey de la isla. Sal-
Núm. 42 (1996) 75
vados algunos detalles, como el propio nombre del capitán
Ben F m k , en los que se ha centrado la crítica textual, y que
por otra parte puede corresponder a un hispano-catalán
islamizado (como otros tantos personajes en esta época que
navegan por el Mediterráneo y cruzan el Estrecho), los conte-nidos
esenciales del relato, como que se alojan en una casa,
que la isla tiene un rey y otros detalles, son ciertamente muy
semejantes a la expedición de los maghminos. De aquí que se
proponga una lectura menos hipercntica y más estructural de
este texto, misteriosamente desaparecido de la Biblioteca
Nacional de París, precisamente cuando se preparaba el re-parto
colonial de hfnca del Norte por parte de las potencias
europeas.
Por otro lado, el Atlántico no era un mar ni mucho me-nos
desconocido para los árabes como lo prueba Ferrand
(cf. Ferrand, 1935, pp. 81-84). Asimismo el texto que Casiri
atribuyó a Ibn Zayyat (n." 1636, 11, del siglo m, conservado en
la biblioteca de El Escorial), se refiere a antiguas navegacio-nes
árabes que alcanzan el golfo de Guinea, en la mejor tra-dición
de los grandes itinerarios marítimos de la Antigüedad.
Desde el centro operacional que siempre fue Cádiz, el jeque
de Kasjaf, entre los siglos IX-x (con anterioridad al 9.50)) pudo
muy bien recalar en el Archipiélago. De estas relaciones hay
numerosas fuentes, directas o diferidas, pero que en lo esen-cial
insisten en la existencia de unas islas «felices» o «eternas,,
(Al Halidat), que son frecuentadas y conocidas por los árabes.
La fuente más precisa es la que hace alusión a una misión
islámica, situada a finales del siglo XII o principios del XIII,
donde se dice que el santón Abu Yahya, personaje procedente
del sur de Marruecos, se instaló en el Archipiélago en 1208-9
(cf. Lewicki, 1983, pp. 19-20). El contenido del relato de Ben
Farruk podría, pues, interpretarse como un trasunto, o tvas-latio,
de estas exploraciones, que las hubo con total seguridad,
con lo que la manipulación atribuida a Osuna (1844)) como
ya escribía Francisco Mm'a Pinto, en 1879, carece de sentido.
Sin embargo, transcurrido más de un siglo de la polémica, la
investigación histórica, especialmente con Bonnet y Millares
Cantero, se reafirma en el carácter de «falsario» del texto de
76 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Osuna que no sería otra cosa que una burda recreación lite-raria
a partir del relato de los Maghruinos.
Este conocimiento de Canarias por los árabes perdura
hasta la Baja Edad Media y está recogido en distintas fuentes
que alcanzan a escritores como Ibn-Jaldún (1332-1406). El
breve texto, a pesar de lo muy apretado de la información,
aporta, sin embargo, datos etnográficos y culturales de gran
valor referencial. Sus contenidos principales quedan ordena-dos
así:
1. Unas naves de los francos asaltan las islas a mediados
del siglo m.
2. Capturan a algunos naturales que son vendidos al sul-tán
de Marruecos.
3. L=s nufir&s ~ a f i ~ r iC ~Z !~J ~ ~ ( P a~--r~n- Qr ~ n d ~e.1n á rabe
e informan al sultán de los usos, costumbres y características
de su país.
4. De esta información de los indígenas se sabe:
... que remueven la tierra para la sementera con cuernos,
or no existir hierro en el suelo; que se alimentan de ce-gada;
que pelean con piedras que tiran hacia atrás; que
su Culto consiste en postrarse hacia el Sol naciente, pues
no tienen otra religión ni ha llegado hasta ellos ninguna
misión profética.
(cf. Castro, 1983, p. 45; Millares Torres, ed. 1974, p.
151, y Lewicki, 1983, pp. 25-27).
El texto ha sido analizado in extenso por Lewicki, quien ha
abundado en múltiples perspectivas históricas y lingüísticas,
con gran rigor y conocimiento (cf. Lewicki, 1983, pp. 23-27). La
última afirmación de que N... no ha llegado hasta dios misión
alguna», contrasta con la fuente que atribuye al santón marro-quí
Abú Yahyá una prédica en las islas. Cierto es que, aunque
muy conciso y preciso, no deja ningún resquicio para identifi-car
qué isla o islas fueron visitadas, lo que le resta campo
situaciond.
En este ambiente de arabización puede cobrar sentido la
denominación hecha en Le Canarien a los reyes de Fuerte-ventura,
en el encabezado del cap. LXXIV
Núm. 42 (1996) 77
62 C. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. I. SAENZ SAGASTI
Como los dos re es sarracenos de la isla de Erbania
tratáronse en ren di:c ión y hacerse cristianos, porque veían
que no podían resistir más.
(Le Canarien, ed. 1980, p. 181).
Cierto que es una cita aislada y excepcional, y más adelan-te
se les denomina «reyes paganos» (Le Canarien, ed. 1980, p.
182)) pero da lugar a una reflexión.
Otro dato ilustrativo, dentro del ciclo tardío del mito del
Preste Juan, ahora situado en Occidente, es la existencia de los
farfcrnes, caballeros cristianos al servicio de los sultanes de
Marruecos, cuya organización quedó disuelta en el siglo XIV
(cf. Le Canarien, ed. 1980, p. 144). Todo este trasiego cultuval
explica muchos de ios sincretismos árabes y cristianos a fina-les
de la Edad Media. Sin embargo, con referencia a Canarias,
Le Canarien es taxativo:
... las islas de Canaria, habitadas por gentes infieles y de
diferentes lenguajes.. .
(Le Canarien, ed. 1980, p. 15).
Lo cierto es que a partir de la Baja Edad Media el Archi-piélago
queda dependiendo de las operaciones mercantiles im-pulsadas
desde los puertos de la Fachada Atlántica, como de
otros del Mediterráneo, en particular Valencia y Palma. La
costosa financiación de los viajes exploratorios y la falta de
materias primas valiosas (oro, maderas, marfiles, etc.) sólo
podía ser.sufragada por orchilla, sebos, quesos o cueros,
y sobre tubo por cautivos de «buena guerra» (cf. Serra
Ráfols, 1949, pp. 161-177). Es curioso el detalle, apuntado por
Torriani, de la existencia de ámbar en Canarias, y donde, ade-más
de las pesquerías, podía estar otra de las razones de estas
expediciones medievales:
Y or toda la orilla del mar se halla ámbar de excelente
ca? ! idad, y algunas veces en gran cantidad
(cf. Torriani, ed. 1978, p. 71).
78 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Con la conquista de Marraqués por los marinidas, en 1269,
se hunde el Imperio Almohade y se asiste a un cambio de
panorama y de protagonistas. El mundo árabe, fragmentado
internamente y presionado por el norte por las monarquías
cristianas y por el sur por ebullición indígena, empieza a dar
síntomas de descomposición. Por lo tanto, a partir de ahora,
no debe extrañar que dieciséis años después sean los geno-veses
quienes recorran toda la Fachada Atlántica, ya libres de
la presión naval de los almohades.
La reconquista cristiana de Lisboa (1 147), el asedio y ocupa-ción
de Palma de Mallorca (1229), la toma de Valencia (1238),
de Sevilla por Fernando 111 (1248)) y de Gibraltar (1309), supon-drán
un repliegue de los árabes y la recuperación de un nuevo
espacio mi r i t i ~ opa ra los reinos cristianos. Este nuevo ciclo,
de cambio de signo y reinauguración de los cperiplos atlánti-cos
», está documentado en los dos viajes de los Vivaldi (1285 y
1291). Recuperadas las llaves del Estrecho por los cristianos, se
explica mejor el asentamiento genovés de Lanzarote (circa
1312)) y la aparición de las islas en los portulanos bajome-dievales
como el Planisferio de Angelino Dulcert (Mallorca,
1339)) Atlas Laurentino (Florencia, 135 1)) Mapa Pizzigani
(1367) o el Atlas catalán de Abraham Cresques (1375).
En orden a las precisiones terminológicas que derivan de
esta nueva visión, no hay duda que ha llegado el momento de
amortizar algunos términos confusos como «aborigen», por
otra parte impropiamente tomado de la añtzopdogiii m g b -
sajona, y cuya aplicación no parece la más ajustada para re-ferirse
in extenso a las culturas arqueológicas canarias. Por lo
tanto, se propone Prehispánico, Edad Media y Edad Antigua, y
sus correspondientes gentilicios: canarios prehispánicos, cana-rios
medievales (o alto medievdes) y mtiglios canarios; al
igual que lo hacen, sin complejos, otras arqueologías regiona-les,
hasta tanto se disponga de una secuencia cultural que dé
cuenta de los al menos 2.000 años por los que transcurren las
Núm. 42 (1996) 79
64 C. MART~N DE GUZMAN - J. ONRUBIA PINTADO - J. 1. SAENZ SAGASTI
distintas Edades (Antigua y Media), períodos y fases cultura-les
de Gran Canaria. Pero también hay que reconocer que la
arqueología de Gran Canana, su explicación secuencial, escon-de
aún incógnitas que no han podido despejarse satisfactoria-mente.
El anacroniso de sus repertorios ergológicos, en par-ticular
la presencia desconcertante de ídolos y pintaderas, de
remotas resonancias que morfológicarnente se podrían remon-tar
nada menos que al Neolítico Antiguo (Danubiano e islas
del Egeo), ofrece un cúmulo de cuestionarios, propios de la
antropología cultural, que quizá deberían ser explicados razo-nablemente
a partir del empleo de los modelos de convergen- a
cia, difusión diferida, evoIuciones internas y sincretismo. N
E
La recuperación de un lenguaje y de unos referentes deci- O
didamente históricos, que libere a la ar~ueología canaria de n -
=
0, los excesos del ambientalismo geográfico, el cuaternarismo O
E
geológico, el uguanchismo cromañoidex, y otras tantas rémo- E
2
E ras pseudocientíficas, obliga a los investigadores, a par