D. AGUSTfN DE BETHANCOURT, EMPRESARIO
EN AVILA (1800-1807)
P O R
GONZALO MARTfN GARCÍA
La economía española experimenta, en la segunda mitad del
cielo XVIII, im mt ~ h í ey ~tr~1ctip-vro~c eso de ilesairdlu que se
manifiesta tanto en la expansión de la agricultura como en el
progreso de la industria, la revitalización del comercio o la me-jora
de las comunicaciones. Economistas, empresarios, intelec-tuales
y técnicos, apoyados muchas veces en las iniciativas y en
las inversiones estatales, desempeñaron en dicho proceso un
papel fundamental. Y también el propio Estado. Sus aportacio-nes,
importantes siempre en todos los ramos de la economía y
a todos los niveles -reformas administrativas, proteccionismo,
disponibilidad de capitales, creación y gestión de manufactu-ru's-,
resldtaror; particdamciiie decisivas en ei desarroiio y en
la evolución de la tecnología, factor indispensable para irnpul-sar
el crecimiento cuantitativo y cualitativo de la producción.
En efecto, la preocupación de los Gobiernos Ilustrados por el
atraso tecnológico de nuestro país se proyectó en una triple
lima Ue accidii püiiiica -atracción ae técnicos foráneos, impor-tación
de maquinaria, concesión de pensiones a españoles para
formarse en el extranjero- que no tardó en proporcionar resul-tados
satisfactorios. En las últimas décadas del siglo trabajaban
en España un buen número de empresarios y especialistas eu-
Núm. 34 (1988) 477
ropeos y se habían instalado en algunas fábricas máquinas in-glesas
de elevados rendimientos. Especialmente interesante fue,
en este sentido, la actuación de los pensionados enviados a Fran-cia
para completar su formación y adquirir técnicas y conoci-mientos
nuevos que pudieran servir después para aplicarlos y
difundirlos a su regreso en nuestro país.
Entre todos ellos destaca la figura de don Agustín de Be-thancourt,
ingeniero y maquinista canario que, superados los ob-jetivos
iniciales que le llevaron a la capital francesa, llegó a bri-llar
con luz propia en los ambientes científicos y técnicos más
avanzados de la Europa de la época. Su biografía -nacimiento
en la isla de Tenerife, estudios en Madrid, estancias en Francia y i,
en Inglaterra, regreso a España, marcha a Rusia- es suficien- g
temente conocida. Sus trabajos, sus escritos, sus inventos y sus
innovaciones técnicas, también l. Faltaba sólo, posiblemente, 5
para valorar mejor su importancia histórica, profundizar en el E I
1 Ver M. PÉREZ DURÁN: ((Noticias biográficas de D. Agustín de Be-thancourts,
en Revista peninsular-uit~amüriaii de mmlizvs de Merr~, te-légrufos,
navegacidn e industria, 11, Madrid, 1857, pp. 345-354; A. PÉREZ 1
-ORA: «Apuntes para la biografía de D. Agustín de Bethancourt y Mo-
-
lina)), en el Eco del Comercio, Santa Cruz de Tenerife, marzo de 1859;
P. ESTÉVANEZ«: D.A gustín de Bethoncourt y Molinan, en La Ilustracibn
de Canarias, 11, Santa Cruz de Tenerife, 1838, pp. 1WO; E. MAFF~I y RÚA
FIGUEROAA:p untes pura un biblioteca española de libros ... relativos al j
conocimiento y explotación de las riquezas minerales ..., 1, Madrid, 1871, j
pp. 80-82; S. PADR~ANC OSTAE: l ingeniero Agustin de Bethancourt y Mo-lina,
Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1958, pp. 17 y 18; P. GAR- e
CÍA ORMAECHE«AL:a partida de bautismo de Bethancourt)), en Revista de 2
Obras Públicas, junio de 1963, pp. 365-369; ((Bethancourt y la Academia
de Bellas Artes)), Idem, 1964, pp. 213-215, Y44945 y li8; A. CiGrn=cü:
Agustin de Bethancourt. Su obra técnica y cz'entifica, Instituto de Estu-dios
canarios, La Laguna, 1965, pp. 11-13; J. A. GARCÍADE DIEGO:( (Huellas
de Agustin de Bethancourt en los Archivos de Bréguetn, en ANUARIO DE
ESTUDIOSA TLBNTIcos, 21, 1975, PP. 186-187; F. SANZR IDRVETO((:B ethan-court
y el Canal Imperial», en Revista de Obras Públicas, 3.155, 1975, p. 215;
A. RUMEU DE ARMAS: Agustin de Bethancourt, Funaaüor üe ¿a Escueta 6s
Caminos y Canales, Colegio Oficial de Ingenieros de Caminos, Madrid,
1968, pp. 6-20; ctLeandro Femández de Moratín y Agustín de Bethancourt.
Testimonios de una entrañable amistad,, en ANUARIO DE ESTUDIOSA--
ncos, 20, 1974, p. 290; Ciencia y Temlogla en la España ilustrada, Madrid,
1980, pp. 30 y SS.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
conocimiento de su experiencia empresarial en Avila, al frente
de la Real Fábrica de Algodón, y de su contribución como ma-quinista
al desarrollo de la industria textil española en los pri-meros
años del siglo XIX.
Contamos para ello con una serie de documentos -cartas de
Bethancourt, respuestas de la Secretaría de Hacienda, informes
de Comisionados -que se encuentran repartidos en varios expe-dientes
del legajo 195 de la sección de Hacienda del Archivo
Histórico Nacional en el que se halla recopilada toda la infor-mación
referente-a la historia de la Real Fábrica de Algodón en
la etapa en que ésta estuvo en manos de empresarios particu-lares.
'
Dicha documentación nos ha permitido conocer los contac-tos
iniciales de don Agustín de Bethancourt con la fábrica de
Avila, las condiciones en que recibió la manufactura y los pro-blemas
empresariales que tuvo que resolver. Sus aportaciones
fundamentales se producen, como es lógico, en el campo de la
maquinaria y de la tecnología, pero, a pesar de las mejoras intro-ducidas
en el sistema de trabajo y en el proceso de producción,
no pudo vender los géneros manufacturados y la fábrica fracasó.
Tal fracaso se tradujo, sin embargo, en beneficio personal para
Bethancourt que obtuvo del ulterior traspaso de la manufactura
el dinero suficiente para salir de España, viajar por Europa y
establecerse en Rusia de forma definitiva. Veamos estas cues-tiones
con mayor detenimiento.
EL REGRESO DE BETHANCOURT
- En el mes de diciembre del año 1798 y tras un largo período
de formación en el extranjero, primero en Francia (1784-17911,
ciespil6s m Ing!uterrz !l?93-!?96? y &m vez de mevu e; Frm-cia
(1791-17981, regresa a España don Agustín de Bethancourt.
.Quedaban atrás sus estudios iniciales sobre minería; sus con-tactos
con L'Ecole des Ponts et Chausséss, de París; su merito-ria
labor en la organización y dirección de los españoles pensio-nados
en Francia para «la hidráulica, puentes y caminos)) y la
Núm. 34 (1988) 479
4 GONZALO MARTÍN GARCfA
formación en la capital francesa del llamado equipo hidráulico
español; la creación del Real Gabinete de Máquinas de Madrid;
sus relaciones, siempre intensas y fructíferas, con la industria y
los industriales ingleses y, en fin, una gran multiplicidad de ac-tividades
y proyectos relacionados con las máquinas y la tecno-logía
que le granjearon el respeto y la admiración de sus cola-boradores
y le proporcionaron un prestigio indiscutible en los
círculos ilustrados españoles y en los ambientes científicos eu-ropeos.
Su regreso a la patria, cuando ya contaba cuarenta años,
marca, pues, el inicio de una nueva etapa en la vida de Bethan-court,
una etapa que se prolongaría hasta el año 1807 en que
abandona de nuevo España y marcha definitivamente al extran-jero,
esta veg rumbo a Rusia, a la Corte de ios Zares.
Y a lo largo de estos años de estancia ininterrumpida en
nuestro país el genial ingeniero canario dio muestras, como
siempre, de una sorprendente actividad profesional e intelectual
y de una inusitada capacidad de trabajo. A su relevante actua-ción
al servicio de la Administración del Estado -comisiones,
encargos oficiales, cargos públicos- y a su colaboración conti-nua
y desinteresada en las tareas desarrolladas por la Real Aca-demia
de San Fernando, hay que añadir una larga serie de in-ventos
y de innovaciones técnicas en la industria y en la inge-niería
y sus iniciativas y su participación activa en empresas
económicas de índole privada.
Atraído por las actividades industriales, a las que, por otra
p-a rte, nunca había sido ajeno -vida en Londres, corresponsal ~ &-mL -~- X A-+~a ~ u,,ALn~l rAnAln~ie~rn A,,,, ,, Rrdmret- , B~thancourtq~u e fija SU re-sidencia
en la capital de España, muestra un profundo e inme-diato
interés por las fabricas textiles que habían surgido en
nuestro país en las últimas décadas del siglo XVIII. Y su'aten-ción
se centra muy especialmente en una fábrica de algodón es-
Lm-Lul--i:aAu- ua sii Avih e: 1788 pcr kiciutivu de íi. Secretarfa de Ha-cienda,
que era financiada con caudales del Estado y que habia
sido dirigida y gestionada en sus inicios por dos técnicos ingle
ses, Jhon Berry y Thomas Milne, afincados anteriormente en
Francia, a quienes los embajadores españoles en 'el país véciÍno
contrataron para que se instalaran en España con la obligación
480 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
D. AGUSTÍND E BETHANCOURT, EMPRESARIO EN ÁVILA (1800-1807) 5
expresa de transmitir sus conocimientos y enseñar a los natu-rales
el funcionamiento de sus máquinas '.
Las vicisitudes históricas de la Real Fábrica de Algodón de
Avila, su organización, sus instalaciones, sus máquinas y sus
posibilidades económicas eran suficientemente conocidas en Ma-drid
en los círculos políticos i financieros de la Corte.
El Estado había invertido más de doce millones de reales en
acondicionamiento de locales y en gastos de manufacturación.
El Intendente de la Provincia, en calidad de subdelegado de la
Secretaría de Hacienda, alquiló el palacio Núñez Vela -la. anti-gua
Casa de la Academia de Infantería de O'Reilly-, situado cer-ca
del Convento de Carmelitas Descalzos y perteneciente al con-de
de ia Roca; aiquiió ia Viiia de ia Serna, üistante una iegua
de la ciudad y vinculada al Mayorazgo de los Verdugo, en la que
se construyeron estanques, cañerías. oficinas para tintes y un
prado de blanqueo; y compró al Monasterio de la Antigua un
molino harinero en cuyo solar, después de-derruido, se levantó
un airoso eciificio de cuatro plantas que, aunque victima de un
reciente incendio, aún puede observarse en la ribera del Adaja,
junto al puente de la ciudad. En la Casa de la Academia se esta-bleció
la dirección de la manufactura, los almacenes; los telares
,para.la enseñanza de aprendices, el estampado y varios talleres
de madera y de hierro para construir y reparar mhquinas y te-lares;
en la Villa de la Serna, los tintes, el lavado y el blanqueo;
,y en la Casa del Puente se instalaron las máquinas de cardar e
hilar, que funcionaban merced a la energía hidráulica de una
presa que le6 daba movimiento a través de un sistema de ruedas
dentadas de hierro, de bronce y de madera, y que producían
hilazas para abastecer a más de un centenar de telares disemi-nados
por la ciudad.
- .Para poner en marcha el proceso de producción los directo-
, res de la fábrica emplearon a un buen número de abulenses, con-trataron
a técnicos de prestigio -tejedores suizos, especialistas
,británicos, estampadores catalanes- e instalaron máquinas -de
G. MARTÍN GARCÍA: Nacimiento de una industria tegil en AV& en
el siglo XVIIZ. La Real Fábrica de algodón (1787-1792), Avila,.1983, piigi-nas
39 y SS.
Núm. 34 (1988) 481
altos rendimientos para hilar y cardar el algodón. Pero la ma-nufactura
no pudo dar, a pesar de todos los esfuerzos, los resul-tados
esperados y el proyecto primitivo se malogró.
Hubo, posiblemente, demasiados factores negativos en su
concepción y en su evolución histórica. El transporte del algo-dón,
que venía de América, encarecía el precio de la materia
prima; el número de trabajadores resultó excesivo y su prepara-ción
técnica, insuficiente; los técnicos contratados, tanto los ca-talanes
como los extranjeros, no alcanzaron el éxito en los co-metidos
que se les encomendaron; y la gestión empresarial aca-bó
por fracasar: los primeros directores desaparecieron muy ;
pronto -Thomas Milne regresó a Francia y Jhon Berry murió- E
y la fábrica quedó, a partir de 1793, en manos de Carlos IvIílne, -:O
buena persona, buen maquinista, pero falto, al parecer, de las 2
dotes necesarias para dirigir una empresa de tal envergadura. E
E
2 En consecuencia, la producción, aunque variada, resultó ser de -E
escasa calidad y de costes elevados. Los tejidos abulenses de %
algodón no encontraron salida en el mercado, ni en Madrid ni a-en
Cádiz, las dos ciudades en que se establecieron almacenes de
venta, y la Secretaría de Hacienda decidió en 1798 privar a
Carlos Milne, acusado de fraude y malversación de fondos, de j
la gestión de la fábrica de Avila y ponerla en manos de directo-res
españoles -primero, Tomás Lloret y después Diego Ga- -
a
Ilard- con la esperanza de obtener mejores y mas provechosos
resultados '. En tales circunstancias, y de forma inesperada, apa- n
reció la interesante propuesta de don Agustín de, Bethancourt. O3
~fectiiamente,e n carta de 3 de marzo de 1799 dirigida a
Cayetano Soler, Secretario de Hacienda. Bethancourt solicita de
éste la cóncesión de los edificios que poseía el Estado en la
ciudad de Avila para establecer en ellos una fábrica de lanas que
G,. MARTÍN GARC~A: industria textil en Avila en la etapa final del
Antiguo -Régimen. La Real Fábrica de algodón, 2 vols., Tesis doctoral,
UNED, 1987 (inédita), pp. 530 y ss.
D. AGUST~N DE BETHANCOURT, EMPRESARIO EN AVILA (1800-1807) 7
sustituyera eficazmente a la manufactura de algodón 4. Y la pro-puesta
recibió una acogida inmejorable. Sobre todo, porque la
Secretaría de Hacienda veía en la cesión de los edificios a un
empresario particular el medio idóneo de acabar con los conti-nuos
desembolsos a que estaba obligado el Erario Público para
mantener a sus expensas y sin posibilidades de reintegro la fá-brica
de algodón, pero también, porque el Gobierno valoraba
sobre manera la idea de establecer en Avila una hilandería de
lana que pudiera poner fin en el futuro a la penuria de hilados
que padecían, por lo general, las manufacturas de paños esta-blecidas
en España 5.
De acuerdo con estos razonamientos, el Rey Carlos IV, por
Real Orden de 10 de abril de 1799, decidió ceder a Bethancourt
la Casa de Máquinas del Puente, perteneciente a la Corona, ((para
establecer en ella una filatura de lanas o la filatura que más útil
le pareciese)) en la forma y bajo las condiciones que habían esta-blecido
previamente los responsables de la Secretaría de Ha-cienda.
En concreto, el fabricante debería subrogar el alquiler
de la llamada Casa de la Academia, propiedad del conde de la
Roca, y pagar a justa tasación todas las máquinas o utensilios
que le pudieran interesar, excepción hecha de seis juegos de car-das,
seis máquinas de hilar, seis telares y seis devanadoras que
se le entregaban gratuitamente. Además, y con el fin de no per-judicar
a los trabajadores, se determinaba expresamente que la
entrega no sería efectiva hasta que el empresario no tuviera
prontas y dispuestas las máquinas de hilar lana que habían de
sustituir a las máquinas de algodón que estaban en funciona-miento
=.
La resolución regia tuvo la virtud de atraer la atención de
otros empresarios interesados aún en sacar provecho de la ma-nufactura
de algodón. Don Claudio Bodoy, industrial valencia-no,
encargado desde tiempo atrás del almacén de ventas de la
fábrica en Madrid, era, sin duda alguna, el más importante, in-
Archivo Histórico Nacional (A.H.N.), Hacienda, leg. 195.
Informe ck la Junta de Comercio a Cayetano Soler, 6 de abril de
1799, leg. cit.
A.H.N., Registro de Reales Ordenes, lib. 10.843, fol. 298.
fluyente y significativo. El día 7 de junio de 1799 solicitó a la
Secretaría de Hacienda que se le traspasara todo aquello que
no hubiera sido ya cedido a don Agustín de Bethancourt o, en
cualquier caso, que se le entregara a el la manufactura de algo-d6n
hasta que Bethancourt pudiera poner en funcionamiento la
fábrica de lanas. Pedía, en concreto, la Casa de Máquinas del
Puente, la Casa de estampados y las oficinas de blanqueo de la
Villa de la Serna; los enseres y máquinas, cuyo valor se compro-metía
a pagar a un medio por ciento de rédito anual; las telas,
drogas y materias primas existentes, a pagar en diez años a
plazos iguales o a censo redimible de un tres por ciento; y, final- a-mente,
la facultad de servirse del dinero de caja y cobrar los
créditos a favor de la faürica, qtie ieriitegi.2i.i~ a !a Paz1 Haziez- $
da al cabo de dos años '. n-- m
La propuesta de Bodoy, que, a pesar de algunas objeciones
lógicas8, mereció el informe favorable del director GallardB, S
E
sería finalmente rechazada, pero sirvió para que Bethancourt,
horrorizado ante ia idea de tener que compartir, aunque s61u {
fuera por algún tiempo, el destino de la empresa, pidiera que m se le entregara a él la fábrica por entero, con todas sus depen- E
dencias, máquinas, utensilios y existencias, de acuerdo con unas
condiciones que pretendían mejorar las presentadas anterior-
mente por Bodoy E 'O.
-
a
Su solicitud, apoyada en su indiscutible prestigio personal y
en su reconocida preparación técnica ", mereció de nuevo, aun- j
3
O
Archive Uur?em! de inmnrir (AGS 1, Secr~tnriu de Hacienda. le-gajo
758.
La petición de la Casa del Puente y de los utensilios y mitquinas
de la fabrica entraba claramente en contradicción con las concesiones 'he-chas
anteriormente a Bethancourt. Asimismo se consideraba que el dine-ro
de caja y los créditos podían ser cobrados directamente por la Real
qa&fi& y ,o ei,tregaUes u Ecrir\y. A.G.S., Smretnrln d~ Hnrienda, l e e
jo 758. Informe de Gailard de 14 de agosto de 1799.
IbZd. - . - . - -
lo Propuesta de Bethancourt de 12 de agosto de 1799, A.G.S., Secreta-ria
de Hacienda, leg. 758; A.H.N., Hacienda, leg. 195.
fl Informe del Comisionado para la entrega de la fabrica, de 19 de
marzo de 1801, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
484 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
que no sin reticencias, la aprobación del rey, y don Agustín de
Bethancourt se convirtió así, en virtud de una Real Orden de
r5 de abril de 1800 ", en dueño único y absoluto de la manu.
factura de algodón.
La entrega, que no debía efectuarse segtín contrato hasta
enero de 1801 13, ante las penurias económicas que padecía la
Real Hacienda y su creciente dificultad para librar los caudales
'que servían para mantener de su cuenta la manufactura, se ade-lantó
al día 15 de noviembre de 1800.
Bethancourt recibió gratuitamente de don Dámaso Castillo
Leroy, contador de la Casa de la Moneda de Segovia y comisio-nado
por el rey para el traspaso de la fábrica, la Casa del Puente
con ia rueda principal y las ruedas dentadas que transmitían el
movimiento a las máquinas, la Casa de la Academia y los edi-ficlos
de la Villa de la Serna. Se le entregaron, también gratui-tamente,
seis juegos de hilar, seis cardas y seis telares y se le
vendieron por la cuarta parte de su valor de tasación -79.854
reales, que debería pagar a plazos- el resto de las máquinas.
Además quedaban a su disposición, para que procediera a su
venta, todos los géneros existentes en oficinas y almacenes.
Tasados éstos por Castillo Leroy en 1.456.173 reales y 29 ma-ravedíes
14, el empresario se obligaba a reembolsar al Gobierno
dicha cantidad en ocho plazos iguales y anuales, a contar desde
el cuarto año de haber tomado posesión de la fábrica. Era, evi-dentemente,
yna oportupidad dptima para capitalizar la manu-factura
y hacer frente a las necesidades de inversión. Más aún
si tenemos en cuenta que, a cambio de adel-tar en mes y medio
su toma de posesión, la Secretaría de Hacienda le entregó .el
dinero existente en caja ,-109.615 reales, 7 maravedíes- todo lo
cual había de reembolsar igualmente en 1Ós plazos señalados. Si
a esto añadimos que, en compensación a las inversiones que
tuviera que efectuar en los momentos iniciales, se le desconta-rían
cien mil reales de la cantidad que debiera satisfacer en el
u A.H.N., Hacienda, leg. 195.
l3 fdem, articulo quinto de la contrata de cesión, A.G.S., Consejo Su-premo
de Hacienda, leg. 254, c. 1.
l4 A.H.N., Hacienda, leg. 195.
Núm.. 34 (1988) 485
10 GONZALO MART~N GARCÍA
primer reintegro y que se le concedía libertad de derechos para
la adquisición de materias primas y para la venta de los géneros
de la fábrica por un período de diez años, podemos llegar a la
conclusión de que la Secretaría de Hacienda entregó la manu-factura
en condiciones bastante ventajosas para el empresario.
Tal es así que Bethancourt, que ya había enviado a su amigo
Sureda a Francia en busca de máquinas para hilar lana y había
invertido más de ochenta mil reales en la operación 15, abandonó
su proyecto primitivo y decidió continuar la manufacturación
del algoddn. Contaba para ello con máquinas en funcionamiento
y con operarios instruidos en su manejo. Y parecía convencido a
N de que si mejoraba el rendimiento de la maquinaria y encon-traba
ia iórmuia de abaratar el coste de 10s irai i~po~kdse :a O
n materia prima, el algodón que se hilara en Avila podría competir -
=m
O en precio y calidad con los hiIados ingleses y él mismo podría
E obtener ganancias sustanciales si era capaz de colocar sus géne- S
E
ros en el mercado. =
- 0
LA DIRECCIÓN TÉCNICA DE LA EMPRESA
m
E
O
Pero, para conseguir dichos objetivos, además de inteligen- n
cia, preparación técnica y capacidad, virtudes de que había dado E
a pruebas en múltiples ocasiones, era preciso dedicación absoluta
n a la función de direcci6n y eso era algo que Bethancourt no podía n
ofrecer a la fábrica de Avila. 331 era, ante todo, un ingeniero y un 3 maquinista y, al hacerse cargo de la manufactura de algodón, es- o
L L- vaua e~~:rrr~e.iízelicil v4 est8bk&1ifmtG ei? Espcufia dd W6gr~fv"óp -
tico, era director del Real Gabinete de Máquinas y desempeñaba
el cargo de comisario y después, desde 1801, el cargo de inspector
general de Caminos y Canales 16. Desarrollaba, pues, una ingente
actividad 17, que llenaba sus viejas aspiraciones, aumentaba su
Bethancourt a Soler, 18 de abril de 1806, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
l6 A. RUMW DE ARMASS 01). cit., PP. 261 Y SS.
l7 En la propia ciudad de Avila, Bethancourt expresa .. haverse re-conocido
los caminos desde esta ciudad que se dirigen a la Corte y a Ex-tremadura,
Andalucia y Mancha por el Puerto del Pico ... y se le han
presentado los planos y exacta reguiacion del costo que podia tener la
486 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
D. AGUSTÍDNE BETHANCOURT, EMPRESARIO EN ÁVILA (1800-1807) 11
salario y le proporcionaba nuevos títulos honoríficos -Conseje-ro
de Hacienda, Intendente del Ejército la-, pero le obligaba a
residir en la Corte, lo que motivó, tras los momentos iniciales
que requirieron su presencia física para planificar la manufac-tura
le, que sólo durante los veranos en que se trasladaba a Avila
con su familia, pudiera el empresario disponer del tiempo nece-sario
para vigilar de cerca su negocio.
En su ausencia, y debido a la larga estancia en París de
don Bartolomé Sureda 'O, en quien había depositado su confianza
para desempeñar dicha función, entregó la direcci6n de la fá-brica
a su hermano Marcos, que estuvo durante cinco años al
frente de la manufactura. Ni era un experto ni se trataba, posi-blemente,
de la persona más adecuada para el cargo. A su muer-te,
de resultas de una enfermedad contraída en Avila, se hizo
cargo de la dirección un técnico inglés, Ingram Binns, protegido
de don Juan Dowling, el director hidráulico del Reino, que con
su actividad y diligencia trató de dar nuevo impulso a la pro-ducción
y conseguir los objetivos que se había propuesto Be-thancour
t.
havilitacion de los expresados caminos...)). Pide, en tal sentido, que se
nombre una Junta en la ciudad -don Santiago de Agüero sería su re-presentante-
para tratar sobre los medios de llevar a cabo dicho pro-yecto.
~rchivoH istórico Provincial de Avila (A.H.P.A.), Ayuntamiento, Ac-tas
Consistoriales, leg. 127, 9 de octubre de 1802.
'8 Por Real Orden de 11 de febrero de 1799 había recibido Bethan-court
el cargo honorifico de Intendente de Provincia. Ahora, por Real
Orden de 28 de octubre de 1802, es nombrado Consejero de Hacienda e
Intendente del Ejército. A.H.N., Hacienda, lib. 10.851, leg. 755.
l9 «.. . D. Agustín de Bethanmurt.. . sin peraonar quaiesquiera inco-modidades
vigila a todas horas sobre sus lucidos proyectos...)), decía don
Pedro de la Espina en el Ayuntamiento de Avila en 1803. A.H.P.A., Ayun-tamiento,
c. 119, leg. 42/5.
20 Bethancourt había enviado a Bartolomé Sureda a París para que
se instmyera en el ramo de hilados y pudiera hacerse cargo a su vuelta
de la üirección de la fábrica de Áviia. Sin embargo, ios encargos paraie-los
del rey para que se instruyera en la fabricación de porcelana retar-daron
su venida hasta septiembre de 1803 y, cuando regresó a España,
S.M. le nombró director de la Real Fábrica de China, con lo que se disi-paron
las posibilidades de que Sureda pudiera dirigir la fábrica de Be-thancourt.
A.H.N., Hacienda, leg. 195.
Núm. 34 (1988) 487
Pero, aunque no pudiera, por sus múltiples ocupaciones, asir-mir
personalmente la dirección técnica de la manufactura de
algodón, el ingeniero canario decidió reservarse para sí la res-ponsabilidad
directa de mejorar y perfeccionar las máquinas de
cardar y de hilar instaladas en la fábrica de Ávila. No en vano
Bethancourt había contribuido y seguía contribuyendo activa y
eficazmente con sus inventos, con sus memorias científicas y
con otras aportaciones de diversa índole al progreso tecnológico
de la Europa del momento. Recordemos que Jean Franqois
Bourgoing, ministro plenipotenciario de Francia en Madrid, de-cía
de él que era ((un des plus habiles machinistes de l'Europe,
de l'aveu des savants de France et de Anglaterre.. . » Testigos
de su capacidad de inventiva y buen hacer son las bombas de
desagüe para el Canal de Aragón, las máquinas de cortar cue-ros
para cardas, algunos telares para cintas anchas de rasolino,
un termómetro metálico, las exclusas de émbolo buzo, la cons-trucción
de maquetas de máquinas copiadoras en diversos paí-ses
europeos y, sobre todo, el redescubrimiento en Francia de la
denominada bomba de fuego -la máquina de vapor- e intero
cantes aportaciones en el campo de la telegrafíaz.
En Avila, como ya hemos señalado con anterioridad, el pro-yecto
primitivo de Bethancourt pretendía sustituir la fábrica de
algodón por una fábrica de lanas y sus objetivos se centraban
fundamentalmente en la completa mecanización de las operacio-nes
de hilar. condición ineludible para intentar satisfacer la de-manda
de hilados de las fábricas de paños, para lo que era no
cesario construir máquinas nuevas, acordes con las últimas in-novaciones
técnicas aparecidas en Europa. Y a tal fin, el em-presario
envio a Francia a don Bartolomé Sureda, su hombre
de confianza: quien por mediación de Mr. Bréguet y de Mr. Rou-geaumont
y tras el pago de 20.000 libras tornesas -80.000 rea-
21 J. F. BOURGOINGT: ableau de L'Espagne Moderne, LII, París, 1797,
p. 309. . .
" A. RUMW DE ARMAS: Op. cit., PP. 67 Y SS.
488 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
D. AGUSTÍN DE BETHANCOURT, EMPRESARIO EN ÁVILA (1800-1807) 13
-les de vellón-2s, pudo copiar los planos e instruirse en el ma-nejo
de unas máquinas de hilar que varios fabricantes ingleses
habían establecido en Caye y eran semejantes a las máquinas
que funcionaban en aquellos momentos en la industria pañera
de Inglaterra. Fruto de los estudios de Sureda y de los planos y
dibujos conseguidos fue la construcción algún tiempo después
-cuaiido ya Bethancourt se había decidido a continuar la ma-nufacturacidn
delf algodón- en los obradores del Buen Retiro,
entonces Real Gabiente de Máquinas, de una máquina de em-borrar
lana, una máquina de cardar, dos máquinas de carro para
hilar en gordo y otras dos para hilar en fino". Nunca llegaron a
funcionar, por lo que su rendimiento y su eficacia han sido una
inclcógnita para siempre.
Por tal motivo, hemos de centrar preferentemente nuestra
atención en las nuevas máquinas de algodón instaladas en la
fábrica de Avila. Porque Bethancourt no sólo reparó y rectificó
las máquinas construidas por ~ i l n qeu e había recibido gratuita-merte
de! Estridn, sino que mandd almacenar todas las que con-sideró
inservibles y las sustituyó por otras más modernas y de
más alto rendimiento que, basándose en las piezas de hierro y
, bronce que había diseñado Sureda durante su estancia en la ca-pital
francesa, se construyeron bajo la dirección del maquinista
canario en los obradores del Real Gabinete de Madrid.
Así en 1806, además de las máquinas antiguas, había en la
fábrica de Avila doce máquinas nuevas de emborrar y cardar
el algodónz5, dos máquinas -llamadas de botes- de doblar y
Bethancourt a Soler, 14 de febrero de 1800, A.H.N., Hacienda, le-gaja
195.
Las máquinas de cardar estaban compuestas de un cilindro de cua-tro
pies y medio de diámetro y de otros nueve cilindros más pequeños,
de diferentes diámetros. Las máquinas de hilar <ten gordo» tenían veinti-cuatro
husos y las de hilar «fino» cuarenta y ocho. Todas, en conjunto,
estaban valoradas en 175.179 reales. A.H.N., Hacienda, leg. 195. Inventa-rio
de 1807.
z5 De las doce máquinas citadas, cuatro eran de emborrar y ocho de
afinar. Las de emborrar o cardar en mantas se componían de un arma-zón
de nogal, dos cilindros de alimentación de hierro, tres cilindros de
madera forrados de perchas de carda, ocho cardas pasadas o sombreros,
Núm. 34 (1988) '489
afinar, con nueve sistemas de cilindros rayados, cada uno de
ellos con dos botes para recoger la mecha; dos máquinas llama-das
medios carros o mules, de cincuenta y cuatro husos cada
una, para estirar y dar el primer torcido a las mechas; seis tro-celes
de sesenta husos por banda -ciento veinte husos cada
uno- para hacer hilazas de piez6, y cuatro mules grandes para
hilar trama en fino 'l. Cada una de estas mules estaba compues-ta
de «un armazón de nogal de treinta pies de largo y ocho de
ancho, doscientos diecieséis husos de hierro torneados, tres filas
de cilindros de hierro canaleados, y sus correspondientes cilin-dros
de madera forrados de piel para apretar los hilos, ruedas
y piñones de bronce, cilindros y poleas de madera y cuerdas
para dar la proporcionada velocidad a cada movimiento.. .)) ".
Eran, sin duda alguna, las más llamativas y espectaculares.
Sus características las hacían merecedoras de todo tipo de
elogios, avalados por una indudable y sustancial mejora de los
rendimientos. Y es que, por ejemplo, mientras las máquinas de
Milne, que en la década de 1780 pasaban por lo mejor que había
en Europa, tenían noventa y tres ruedas y sus piñones corres-pondientes,
todo de latón, para cada sistema de cuarenta y ocho
husos, en los troceles de Bethancourt se necesitaban s61o veinte
ruedas para ciento veinte husos y en las mules catorce ruedas
para cada sistema de doscientos dieciséis husos. Las consecuen-un
peine para quitar el algodón y un cilindro de madera para recibirlo,
con sus ruedas de bronce, poleas y cuerdas para proporcionarles las ve-locidades
necesarias a cada cilindro.. .
Las de cardar en fino o en cintas se componían de las mismas piezas
que las antenores, pero no tenian más que Üos ciiinüros iorraaos ae car-das
y en lugar del cilindro grande recibidor tenía dos pequeños para
apretar el algodón ... Binns a Soler, 27 de mayo de 1807, A.H.N., Hacien-da,
leg. 195.
26 Tenían N,. . el armazón de nogal, tres filas de cilindros de hierro
canaleados y otros correspondientes forrados de piel para apretar los
hilos, ciento veinte usos de hierro torneados y sus espoletas, con todas
sus ruedas y piñones de bronce, linterna de madera, poleas y cuerdas
para proporcionar las diferentes velocidades.. . ». Zbid.
27 Comisionados a Soler, 30 de septiembre de 1806; Inventario de
1807; Informe de la Comisión Angulo-Leroy, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
Binns a Soler, 27 de mayo de 1807, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
490 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
cias eran evidentes: al disminuir el número de ruedas, dismi-nuían
los encuentros, los frotamientos y las desigualdades de las
piezas y había, por consiguiente, menos complicaciones y eran
menos las interrupciones del tiempo de trabajo.
Y no era ésta su única ventaja. Las máquinas de hilar aumen-taron
la productividad de la fábricaz9, abarataron los costos de
producción desde doce y catorce reales a cinco y seis reales cada
libra de algodón 30, reducían el espacio de colocación de los
husos, costaban menos, y necesitaban menos operarios para ser-virlas:
si en las máquinas antiguas cuarenta y ocho husos ne-cesitaban
la atención de dos muchachos, en los troceles bastaba
una muchacha para sesenta husos, y en las mules dos mucha-chos
y un hombre para cuatrocientos treinta y dos 31. Sobre
todo, lograron automatizar casi por completo la operación del
hilado de forma que podían evitarse los defectos y errores de los
operarios y asegurar la producción de hilos de idéntico grosor ".
Paralelamente, y como complemento, Bethancourt construyó
tas-bi& vgr i_l~~ f i q i ~ i nai~ixsili ares destinadas a preparar
piezas de las máquinas de cardar e hilar el algodón. Constituían
en conjunto una auténtica fábrica de cardas, orgullo del maqui-n
i ~ t a f~or~m,a da por una máquina para canalear cilindros de
2"«. . . el producto del hilado en tiempos y husos iguales en las má-quinas
de Milne, ya rectificadas, en los troceles de Bethancourt y mules
está entre sí como los números 41-56-65,e s decir, 1 -112- 1 314, debién-dose
añadir a estas ventajas las de la mejor disposición para aumentar
la finura de las hilezas sin necesidad de variar más que el grueso de las
mechas». Informe, sin fecha, de los comisionados Angulo-Leroy, A.H.N.,
Hacienda, leg. 195.
Los precios establecidos para los hilados llegaron a ser, según
Bethancourt, «... similares a los que tenían los ingleses, cosa que por pri-mera
vez creo que se ha conseguido en España...)). Bethancourt a Soler,
15 de diciembre de 1806, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
31 Comisionados Angulo y Leroy a don Cayetano Soler, 30 de sep
tiembre de 1806, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
Informe de Bethanmurt de 14 de mayo de 1806, A.H.N., Hacienda,
leg. 195.
La fábrica de cardas se componía toda de máquinas invencidn de
Bethancourt ((.. . por no haber podido verlas ni él ni Sweda en Inglate-rra
ni en Francia por ser la cosa que guardan con más secreto, habién-
Núm. 34 (1988) 491
16 GONZALO MARTíN GARCfA
hierro y bronce, seis máquinas para picar los parches y cintas
de las cardas34 y dos para doblar y cortar las puntas de alam-bre,
todas construidas de tal forma que «. . . en sus efectos de
celeridad y perfección no dejan nada que apetecer comparadas
con las nuevas que se hacen en Inglaterra.. . N 35. Eran máquinas
que algún tiempo después, cuando la manufactura de algodón
fue traspasada a Ingram Binns, sirvieron para constituir una
fdbrica autónoma en Madrid, bajo la dirección de José Sureda,
que tenía por objeto suministrar cardas a las fábricas textiles
que las demandasen.
También prestó atención Bethancourt a los telares de la ma-nufactura
de algodón y, en este aspecto, inventó un telar mecá-nAcn
que, mnvidn por agua; tejía con la mayor perfección sin
que fuera necesario tocarlo más que para poner el hilo en la
lanzadera y que se paraba por sí mismo cuando el hilo se rom-pía.
Era toda una innovación mecánica S, pero no llegó a ponerse
en funcionamiento en la fábrica de Avila y el empresario se lo
r%ga!6 despi?& s?! duqw del Infantado".
Como es lógico, las máquinas de Bethancourt, por sus ca-racterísticas,
no podían ni debían quedar para servicio exclu-sivo
de la fábrica de Avila y la Secretaría de Hacienda, por suge-rencia
del propio fabricante, procuró su difusión en diferentes
dole costado más de.dos años de trabajo y grandes gastos...)). Informe
de los Comisionados, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
c.. Aunque sólo hubiera hecho este establecimiento -decía Bethan-court-
podría darse por bien empleado el que hubiera gastado en ello
todos los fondos que se le confiaron...)) Representación de Bethancourt
de 30 de agosto de 1806, AH.N., Hacienda, leg. 195.
34 Inventario para la entrega a Ingram Binss, A.H.N., Hacienda, lega-jo
195.
35 Bethancourt a Soler, 15 de diciembre de 1806, A.H.N., Hacienda,
legajo 195.
S (L.. Trabajé en él -dice Bethancourt quatro meses de continuo,
con varios obreros ... y fue executado dos años antes que otro semejante
que han construido en Francia y cuyo .autor ha merecido premios y dis-tinciones
de aquel Gobierno...)) 3ethancourt a Soler, 15 de diciembre de
1806, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
3 El Corregidor de Avila a los Directores Generales de Rentas, 11 de
enero de 1817, A.H.N., Hacienda, Ieg. 195.
492 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
establecimientos industriales. Y así, cuando Bethancourt renun-ció
a su manufactura, sólo se entregó a Ingram Binns una parte
de las máquinas de hilar -las máquinas antiguas, seis máquinas
de cardar, una máquina de doblar y afinar, una de botes,, dos
mules y tres troceles- y el resto, como después veremos, se en-tregaron
posteriormente a varios fabricantes particulares.
Mientras tanto, mientras el empresario se dedicaba preferen-temente
a la construcción de nueva maquinaria, su fábrica mante-nía
en Avila una existencia no exenta de dificultades. Bethancourt,
una vez dedicido a continuar la manufacturación del algoddn, hac
bía pretendido sustancialmente sanear la fábrica y ponerla en dis-posición
de producir alguna rentabilidad. Pero no era una tarea
fácil. Había recibido una manufactura ya pertrechada y servida
por operarios instruidos, algunos de los cuales habían sido traí-dos
a un elevado costo del extranjero, pero, al mismo tiempo,
heredaba una larga serie de defectos, de problemas y de vicios
de funcionamiento difíciles de corregir: apenas había materias
primas, muchas máquinas estaban estropeadas, todas las opera-ciones
estaban excesivamente cargadas de brazos, se consumía
seis veces más de leña que lo necesario, el desperdicio de algo-dón
alcanzaba en ocasiones más del cuarenta por ciento, se pa-gaba
a los operarios a como ellos querían y hasta los robos de
materias primas estaban casi permitidos ante la práctica impo-sibilidad
de controlarlos 38.
Para empezar, Bethancourt hubiera querido reducir las ope-raciones
de manufacturación a hilar bien y barato y vender el
hilo a otras fábricas o a tejedores dispersos que quisieran em-plearlo.
Era buscar ganancias seguras. Y puso su empeño, como
ya hemos dstn, en p~rfwcinnarla s rn6qlkn~cd e czrdzr e LAsr
y en construir otras más modernas, pero el compromiso inelu-dible
de conservar por todos los medios el empleo de los tra-
38 Informe de los Comisionados Anguio y Castillo Leroy, A.H.N., Ha-cienda,
leg. 195.
Núm. 34 (1988) 493
bajadores y la necesidad de perfeccionar los géneros recibidos
para ponerlos en estado de venta le obligaron a mantener la
mayor parte de las maniobras.
No obstante, y a pesar de todos los condicionamientos exis-tentes,
una de las primeras providencias que tomó el fabricante
fue suprimir las oficinas o talleres que resultaban claramente
deficitarios. Y así, antes de acabar el año 1800, un mes después
de recibir la manufactura, habían dejado de funcionar una sala
de máquinas existente en la Casa de la Academia; otra sala de
máquinas que se había instalado poco tiempo antes en el antiguo
Hospital de Santa Escolástica, cercano a la Casa de la Academia, a
y que era movida por caballos; la oficina de estampados de doña N
E -n/llgdalena de Rnixz viuda del técnico catalán Ramón Igual. uue ;
trabajaba de forma autónoma en la ciudad a base de contratos n-- o> para la fábrica; y una oficina de medias. La decisión implicaba O
E
obvimente la necesidad de despedir a varios operarios, circuns- E
2
tancia que le acarreó la enemistad y la oposición de una buena -E
psrte de !a 2?ddzd q ~ see t ruc!~jerme n, rma !lrga serie de reyre- 2
sentaciones y quejas elevadas a S. M. por el Procurador Síndico O- -
del Común, por el intendente de Avila, por doña Magdalena de m
E
Boix y por algunos trabajadores de la fábrica. Se le acusaba en O
ellos de inexperiencia, de buscar sólo su propia ganancia e, in- n
cluso, de sustraer y enviar fuera de España los caudales que se E a-le
habían encomendado3'. La cuestión planteada era, pues, bas-tante
grave y, aunque inmediatamente se vio respaldado por la n
n
Secretaría de Hacienda, el empresario se quejaría después de 3
O que estas representaciones y los rumores que desencadenaron
no sólo habían mancillado su honor sino que habian puesto en
duda la validez de su contrato e introducido la desconfianza en
las personas dispuestas a invertir su capital en la fábrica, lo que
ocasionó sensibles perjuicios económicos tanto para él como
para la manufactura "O.
A.G.S:, Secretaria de Hacienda, leg. 758; A.H.P.A., Ayuntamiento,
Actas Consistoriales, leg. 189, sesiones del año 1801.
Bethancourt a Soler, 15 .ed.ic iembre de 1806, A.H.N., Hacienda,
leg. 195.
494 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
D. AGUST~N DE BETHANCOURT, EMPRESARIO EN ÁVILA (1800-1807) . 19
- ' Más grave aún fue, sin embargo, el problema de encontrar
Salida en el mercado para los géneros manufacturados en su fá-
-. brica. En una época en que el ,comercio había sufrido úna grave
recksión, provocada por la persistencia de la crisis .económica
que padecía el país desde los últimos años del siglo m111 y las
guerras contra Inglaterra, que interrumpían el tráfico colonial 41,
el empresario encontró serias dificultades para convertir en di-nero
las telas recibidas de la Real Hacienda en el trispaso de la
manufactura: rechazados tales géneros, de escasa calidad, por
los comerciantes mayoristas, el fabricante pud'o vender varias
piezas al por menor -algunas a un tercio de su valor de tasa-ción-,
pero tuvo que someter el resto a nuevas operaciones para
intentar mejorar su calidad y atraer ia atención de ios posibies
compradores. - No fue la solución idónea. La multiplicación de maniobras
-tan contraria a los propósitos iniciales de Bethancourt- no
sólo aumentaba el coste de los géneros sino que originaba gra-ves
desajustes y desequii~brios en el proceso de fabricación.
En efecto, las mesas instaladas en la fábrica no servían para
estampar en condiciones normales más de mil quinientas piezas
anuales. Pues bien, si a las dos mil qknientas piezas en blanco
que aproximadamente podían tejer cada año los telares exis-tentes
en la manufactura, se añadían las seis mil piezas, también
en blanco, que había recibido Bethancourt y que por su mala
calidad debían ser tintadas o estampadas para ponerlas en es-tado
de venta, se producía una acumulación de telas tal que poco
a Ver G. ANES ALVAREZ:L as crisis agrarias en Ea España moderna,
Madrid, 1970; ~ D E M : Economía e Ilustración en la España del siglo-XVIII,
Barcelona, 1972, p. 143; ÍDEM: «La economía española (1782-1829)n, en El
Banco de España: una historia econdmica, Madrid, 1970, pp. 239 y SS.;
A. GONZÁLEEZN CISOE: stado e Industria en el siglo XVZII: la jdbrica de
n...,a-~-~,.^.- ññ-a-:a innn
UuLGuU.~uJwIu, IYILLLILIU, LYOV, p. i26, A. GARCIA-EAQUERGOO NZÁLEZC: omer-cio
Colonial y Guerras Revolucionarius. La decadencia econdmica de Cá-diz
u raiz de la emancipación americana, Sevilla, 1972, pp. 133 y SS.;
ÍDEM: ((Comercio colonial y producción industrial en Cataluña a fines del
siglo XVIII)), en J. NADALy G. TORTELLAA: gricultura, Comercio Colonial y
Crecimiento Econdmico en la España Contemporánea, Barcelona, 1974,
pp. 268-294.
Núm. 34 (1988) 495
20 GONZALO MARTÍN GARC~A
podían hacer para tratarlas adecuadamente los esfuerzos de tin-toreros
y estampadores. El empresario hizo lo posible para salir
al paso de la situación -arregló calderas, construyó junto al río
una oficina de tintorería, compró la denominada Casa del es-quileou
y aumentó la extensión de la fábrica-, pero todo re-sultó
inútil: se calculaba que sdlo después de cinco años y con
esfuerzos crecientes podrían los tintoreros y estampadores po-nerse
al nivel de producción de los tejedores, máxime teniendo
en cuenta que a éstos sólo se les podía emplear en los telares
porque no sabían hacer otros menesteres.
Y, mientras tanto, la guerra hispano-inglesa, el mal gobierno, a
la bancarrota de la Hacienda, las crisis agrarias y la miseria ge-nerai
tenían paraibáUü el iiiereadu i~teriury e! ec=erci~m !~=
nial 43. En semejante situación, las telas manufacturadas se acu- n-- m
mulaban en los almacenes de la fábrica y se iban desvaneciendo
poco a poco, a pesar del buen funcionamiento técnico de la ma- 1
E nufactura, las esperanzas del fabricante de obtener algún tipo
de beneficios ae carácter ecünórIi'icó. 2
Las consecuencias fueron lamentables. El empresario no -
pudo hacer efectivo a finales de 1804 el pago del primer plazo $
de la deuda contraída con la Real Hacienda -156.061 reales u- n
ni tampoco el segundo -256.061 reales- de finales de 1805, y, n
ante las repetidas reclamaciones de la Tesorería Mayor de Ren- O
t ~ sB, ethancmrt, que no disponía; al parecer del dinero necesa-rio
para hacer frente al pago de tales cantidades 45, pide a la
* Representación de Bethancourt de 8 de noviembre de 1802, A.G.S.,
Consejo Supremo de Hacienda, leg. 254, c. 3.
Informe de los Comisionados Angulo y Castillo Leroy, A.H.N., Ha-denda,
ieg. íi5.
44 Resultaba dicha cantidad de restar del valor de lo establecido en
cada plazo los cien mil reales prometidos por la Real Hacienda por ha-cerse
cargo de la fábrica antes de finalizar el año 1800. A.H.N., Hacien-da,
leg. 195.
45 Bethancourt a Noriega, Tesorero General de Rentas, 18 de abril
de 1806, A.H.N., Hucienda, leg. 195.
496 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Secretaría de Hacienda que se le libere de la deuda o, en caso
contrario, que el Estado se haga de nuevo cargo de la fábrica
para venderla o cederla a quien tuviera a bien o para adrninis-trarla
de su cuenta con la condición de que se le reembolsara
cerca de medio millón de reales que tenía invertidos en la manu-factura
y que debía pagar a sus acreedores.
La Secretaría de Hacienda, sorprendida, responde primero
con dureza46, después, y teniendo en cuenta el buen funciona-miento
general de la manufactura, decide retrasar durante al-gún
tiempo los plazos de la deuda 47, y, por último, manda inves-tigar
detenidamente las existencias de la fábrica para estudiar
exintentar conocer a ciencia cierta sus posibilidades de futuro.
-pz r~&~ +rsru , !c. i~~~&,igacis&e c ~ ~ de ~zcei~= 8 i o ~ ~
Dámaso del Castillo Leroy, que ya estuvo en la fábrica cuando
el traspaso a Bethancourt, y a don Francisco Angulo, represen-
*tante de la Junta de Comercio a.
Los comisionados, en cumplimiento de la misión encomenda-da,
pusieron de mz;;ifiesto !os &fwtou estrUchrales de la f&3ri-ca,
las pérdidas de los momentos iniciales, mientras se corrigie-ron
los abusos heredados y se construyeron las máquinas nue-vas,
las deudas incobradas, los robos y la disminución del precio
a (c... Después de haberles entregado gratuitamente S.M. los edificios
y obras cuyo valor se suponía en dos millones ochocientos mil reales, la
rueda principal, compuertas, ruedas dentadas de madera, hierro y bron-ce
y seis juegos de las demás mfiquinas, solicita ahora que se le perdone
todo lo que debe a la Real Hacienda por cantidades efectivas y de las
aue según sus mismas palabras ha percibido ya en numerario unas dos
~ P ~ C P ~ EP IZ ~ ~ P S . I. .~~f ~ l r ndPP 11 %CZ'&ll%l Ck x8~k~d8A.,U .X.,
cienda, leg. 195.
47 K. .. Deseando S.M. que se sostuviera la fábrica de Avila para que
no faltara la ocupacidn a los abulenses y para que sirvieran las máqui-nas
que ha establecido y establezca Bethancourt de ejemplo y modelo
a las demás del Reino decide concederle la nueva gracia de que los pla-z^
r sefiu!zdcs p8r8 d puge eillpiecr?: 2 ccntor desde ee! Ea, en ci;e se pü-blique
la paz con Inglaterra con la precisa circunstancia de que Bethan-court
manifieste al Ministerio las condiciones y ventajas de sus nuevas
máquinas para el uso que estime conveniente el Estado...)) Resolución
de 18 de junio de 1806, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
48 Don Manuel del Burgo a don Francisco Angulo, 9 de julio de 1806,
A.G.S., Consejo Supremo de Hacienda, leg. 248, c. 8.
Núm. 34 (1988) 497
de los géneros por el estancamiento del comercio, pero, al mis-mo
tiempo, reconocían la perfección de los hilados, la rentabili-dad
de las máquinas, la disminución de los desperdicios y la
mejor administración económica de la fábrica. Denunciaban la
ausencia de tejedores y de tintoreros hábiles y la falta de mé-todos
modernos de blanqueo y de una máquina de quemar el
pelo 49.
En cuanto al estado económico de la manufactura, los inven-tarios
efectuados y las tasaciones correspondientes arrojaron un
resultado inesperado: el valor de las existencias de la fábrica
en 1806 superaba en 690.318 reales y 19 maravedíes el valor de
lo recibido en 1.800 por Bethancourt. El fabricante justificaba ? E
rifcho res-dtado poriji;e, segb él, se hzibla mrun,t,o~~deal n b d O
de producción, se había llevado a cabo una gestión positiva, ape- i
nas se había vendido y los almacenes estaban repletos de gé- O
neros 50. SU actitud posterior parece lógica: en diciembre de 1806
E Bethancourt, carente de fondos y decidido a abandonar una em- -
presa que ie res-üitab ggrvosa, po~ia f&brica a, &isp=si&pA 2
de S. M. con lo que no sólo pretendía verse liberado de la deuda
de 2.048.488 reales que se había comprometido a reintegrar a la
Real Hacienda, sino que podía reclamar de ésta el pago de 10s
690.313 reales que habían resultado a su favor en los inventarios. n
La decisión, claramente beneficiosa para el fabricante, no era
compartida, como es lógico, por la Secretaría de Hacienda que, l
n en caso de aceptar las pretensiones de Bethancourt, se encontra- n
n
ría de nuevo en sus manos con una fábrica con la que no sabía $
muy bien qué hacer ni qué destino dar a los edificios, a las má- O
quinas ni a los géneros manufacturaaos Sin embargo, eñ tales
circunstancias, y por fortuna para todos, Ingram Binns, direc-tor
de la fábrica desde el mes de noviembre de 1805 y la única
49 Informe de los Comisionados de 30 de septiembre de 1806, A.H.N.,
hr¿icierciEcl,:e a. 195.
50 Bethancourt a Soler, 15 de diciembre de 1806, A.H.N., Hacienda,
leg. 195.
51 Bethancourt a Soler, 15 de diciembre de 1806, A.H.N., Hacienda, le
gajo 195.
Informe de la Secretaria de Hacienda de 20 de enero de 1807, A.H.N.,
Hacienda, kg. 195.
498 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
'persona, al parecer, que aún confiaba en sus posibilidades, firma
el 30 de enero de 1807 una nueva propuesta en la que solicita
el traspaso de la manufactura de algodón para explotarla por
.su cuenta con la esperanza de obtener resultados provechosos ".
La propuesta parecía meditada, interesante y basada en el
conocimiento que le daba la experiencia de haber dirigido du-rante
más de un año la manufactura. Era, además, una solución
aceptable para todos: la Real Hacienda9 si hien renunciahe a
cobrar la deuda de Bethancourt, se libraba de la necesidad de
hacer nuevos desembolsos y aseguraba la continuidad de la ma-
.nufactura; Bethancourt cobraría de Ingram Binns el dinero que
-los inventarios realizados por la Comisión habían arrojado a su
sus propias palabras, podía aún proporcionar ganancias al pro-pietario;
Quizás por eso sólo algunos días después, el 4 de fe-
: brero, el rey admitía la renuncia de Bethancourt, daba por con-
53 «. .. habiéndome asegurado este s.eñor -decía Ingram Binss- que
está determinado a hacer dimisión de la fábrica, me parece de mi obli-gación
expresar a VE. (Soler) que habiendo meditado con madurez este
punto, considerando muy por menor los gastos de todas las operacio-nes,
compra de primeras materias, proüuctos de las máquinas, probabi-li&
d de ventas y de todc !e dern& nrresuric paya '!u continüaciós y
prosperidad de dicha fábrica, estoy persuadido de que atendiendo a ella
con la mayor aplicacidn y esmero sería provechosa al propietario. y al
mismo tiempo un verdadero asilo para los pobres jornaleros en el in-vierno
cuando no se pueden emplear en la agricultura. Por esos motiws
ofrezco tomarla de mi cuenta y continuar en todas sus operaciones de
dgc&jn y .idr y e!!% fjahra &e lana, p d r m& -iliü a Eeai
Hacienda que la continuación de privilegios y franquicias, siempre que
se me entreguen los edificios, obradores, máquinas y efectos en los mis-mos
términos que se concedieron a Bethancourt aunque con las modifi-caciones
que exige el presente tiempo de guerra y las circunstancias de
la fábrica ... » Certificado de la Contaduría de Rentas de Avila, 2 de oc-tubre
de 1815, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
Núm. 34 (1988) .499
cluida la comisión de Angulo y Castillo Leroy " y mandaba que
se formalizase la entrega de la fábrica a Ingram Binns.
Y, en efecto, por R. O. de 17 de marzo de 1807, el fabricante
inglés recibe gratuitamente el usufructo de todos los edificios
de la fábrica de algodón de Avila y la propiedad de las máquinas
existentes en ella a excepción de las máquinas de lana y los tres
juegos de hilar más recientes construidos por Bethancourt que
por decisión del rey deberían ser distribuidos entre los fabri-cantes
más destacados del país. Así, las máquinas de cardar y
emborrar lana fueron" entregadas a don Tomás Pérez, maquinista
de Segovia, yerno del fabricante de paños Laureano Ortiz de a
Paz y de las máquinas de algodón, se cedió un juego a la Com- N - - E páiiiá de F&i+cmtes de hi!sdos de P../Iszresu &re dnn Jacirit.0 O
Ramón, fabricante de Barcelonam y el tercero a la ciudad del n-- m Puerto de Santa María, a donde había trasladado una impor- O
E
tante fábrica de algodón D. N. Nena desde la ciudad E
S
de Lisboa 58. Las máquinas de hacer cardas fueron entregadas -E
a don $osé Sureda, Conserje de! Real Gzbinete de Máyuir~us, 2
para establecer una fábrica autónoma de cardas en Madrid -- 0
En cuanto a las existencias de la manufactura, se entregaron m
E
a Ingram Binns géneros, hilazas, algodón, maderas, drogas y O
utensilios por valor de 1.321.817 reales, con la única obligacidn :
por parte del fabricante de reembolsar a Bethancourt los 690.318 a-E
reales y 18 maravedíes que le debía la Real Hacienda y de en- l
n
n
Resolución de 4 de febrero de 1807, A.H.N., Hacienda, leg. 195. 3
55 R. O. de 12 de septiembre de 1807, A.H.N., Hacienda, leg. 195. O
Y! diz 25 de 2Ihli' de 18!?7 Simón Dalmau y Martín Codina, fabri-cantes
de hilados de algodón de Manresa, solicitzn a través de la Se-cretaría
de Hacienda, sean ellos los fabricantes preferidos por el rey
para el regalo del juego de máquinas inglesas de Bethancourt. Solicitud
firmada en Manresa el día 25 de abril de 1807, A.H.N., Hacienda. leg. 195.
57 M.. . Además de éste que se lleve a Manresa conviene también haya
otra q ~ see !leve I, Esrc~!may seguramente quien parece que se ha dis-tinguido
más entre los fabricantes de aquella ciudad es don Jacinto Ra-m6n,
que fue el que costeó la bomba de fuego que con el fin de desti-narla
a estas filaturas construyó don Francisco Sampons.. » Soler a
Binns, 14 de mayo de 1807, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
Ibid.
59 Real Cédula de 28 de julio de 1807, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
500 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
tregar 60.000 reales a don José Sureda para que éste pudiera
poner en marcha la fábrica de cardas 'O. Pero Binns, carente de
fondos en metálico para hacer efectivos los pagos, se vio obli-gado
a aceptar un acuerdo con Bethancourt por el que se com-prometía
a entregar al ingeniero los géneros y drogas para tin-tes,
evaluados en 1.132.817 reales, como medio de verificar el
pago y de liquidar la deudac1. Así se hizo. Bethancourt vendió
los géneros al por mayor a los señores Ingla y Montañés, co-merciantes
de Cádiz, con una rebaja del 43 por 100 y Binns
recibió a cambio sendos recibos, de fecha 27 y 28 de abril de
1807, firmados por Sureda y por Bethancourt por los que que-daba
constancia de haber saldado su deuda con el maquinista
canado. Éste, uña vez rec$i& anerode l tiraspaso&, Dandoña
la capital de España -mayo de 1807- y se dirige a Francia con
su familia. Un año después -octubre de 1808- se encuentra
ya establecido en Rusia, en la Corte de los Zares, donde per-manecería
hasta su muerte, acaecida el día 26 de julio de 1824.
CONSIDERACIONEFISN ALES
En el proceso de desarrollo que experimenta la industria es-pañola
en la segunda mitad del siglo XVIII y en los primeros
años del siglo XIX, los empresarios desempeñan, como hemos di-cho
anteriormente, un papel fundamental. Basta recordar el caso
de Cataluña, cuyos hombres de empresa -Gloria, Magarola, Ca-nals,
Soler, Pongcem, Seguí, Ramón, Ruil.. . lograron encum-
Certificado de la Contaduría de Hacienda de 2 de octubre de 1816,
A.H.N., Hacienda, leg. 195.
61 En un informe de don Francisco Angulo de 24 de abril de 1807,
aprobado por S.M. el día 9 de mayo, se establecía que sin embargo de
ser superior el importe de los géneros, hilazas y drogas del Inventario
y &e qúe se h b ~czr go 1fig;i.-B irfis a, los :JE.ME reales &te
obligó a reembolsar a Bethancourt y a Sureda, atendidas las circunstan-cias
de aquel tiempo, se podría compensar una con otra. Informe del
Corregidor a los Directores Generales de Rentas, 1 de noviembre de
1817, A.H.N., Hacienda, .leg. 195.
Ver J. VICÉNS VIVES: Catalujia en el siglo XIX, Madrid, 1961, pá-ginas
71 y SS.; J. MARTÍNEZ SHAW(:( LOS orígenes de la industria aigodo-
26 GONZALO MARTÍN GARCÍA
brar la industria algodonera a cotas cercanas a los niveles ca-racterísticos
de la Revolución I n d ~ s t r i a lY~ ~en. el resto de Es-paña,
aunque en merior cuantía y con menos intensidad y pres-tancia,
aparecen hombres -marqués de Sargadelos, Goyeneche,
Ortiz de Paz, Solernou, Aiguebelle, Montenegro.. . que, apro-vechando,
en muchos casos, las iniciativas de los organismos pú-blicos
o las estructuras empresariales creadas por el propio
Estado, contribuyeron con su dedicación y esfuerzo al creci-miento
cuantitativo y cualitativo de la producción. Agustín de
Bethancourt, hombre inquieto y comprometido con su tiempo,
aunque dedicado básicamente a la investigación, a la ciencia y
a la tecnología, no podía permanecer ajeno a semejante acti-vidad.
Su actuación como empresario, durante los siete años en que
estuvo al frente de la Real Fábrica de algodón de Avila, estuvo
caracterizada fundamentalmente por la eficacia desigual de su
gestión y por la inconstancia e inestabilidad de sus proyectos:
uD rr rstukrnanrnifbi -vr un tl - r r r t l rnA:n n r i C n h l n n n r r r n n P X k n ; n o rla lnmnn nnvn n n m n b ~ ~ ~ c b ~ r i uG ~iUl&rLa. J L G ~ G & u i r a r a u i rus UG iculau, yurw yvuw
tiempo después decidió mantener la manufactura de algodón;
quería sólo dedicarse a hilar bien y barato, pero las circunstan-cias
le empujaron a continuar realizando todas las operaciones
del proceso de producción, desde el cardado hasta el estampado.
Su objetivo prioritario, una vez decidido a continuar la ma-nufacturación
del algodón, era rentabilizar la empresa. Y consi-guió,
en tal sentido, abaratar los costes de producción, cerran-do
los talleres que resultaban deficitarios, reduciendo el núme-ro
de trabajadores y disminuyendo el precio de transporte de
nera catalana y el comercio colonial)>e, n J . NADALy G. TORTELL(A(A: gri-cultura..
N, op. cit., pp. 243-267; A. SÁNCHEZSU AREZL: OS fabricantes de
indianas de Barcelona a finales del siglo XVIII y principios del XZX:
la familia Rull, Barcelona, 1981.
G R.~rn-: Europa en el siglo XVIZI. La aristocracia y el desafío
burgués, Madrid, 1978, p. 68; P. VILLARL: a Catalufki industrial: Refle-xiones
acerca de un arranque y un destino, Barcelona, 1981, p. 182;
V. VAzgmz DE PRADA«:L as fábricas de indianas y estampados de Barce-lona
en el siglo XVIII~,en Troisieme Conference Internationale d'Histoi-re
Economique, París, 1974, pp. 272-292.
A. GONZALFEZN CISO(:( Estado e Industria...)), op. cit., pp. 157-159.
502 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
D. AGUST~N DE BETIWCOURT, EMPRESARIO EN ÁVILA (1800-1807) 27
la materia prima, que traía desde Portugal por Badajoz a prin-cipios
de verano aprovechando el regreso del ganado trashu-mante
que pasaba a invernar desde Castilla a E~tremadura~~.
Al mismo tiempo, puso orden en la fábrica, mejoró la calidad
de los tejidos y renovó la maquinaria de la manufactura.
Fue esta, sin duda, su principal aportación. Sus máquinas
-los medios carros, los troceles, las mules, las máquinas de
botes- alcanzaron elevados rendimientos tanto por su produc-tividad
y economía camo por la facilidad de su manejo o su
automatización. Su perfección era tal que, en opinión del propio
empresario, la industria textil española no tenía ya en los as-pectos
técnicos N. .. nada que desear de cuanto hay establecido
fuera de España en el ramo de hiladnc de z!g~C?S,n,.:.: .
Pero, junto a tales avances y mejoras, hubo un sinfín de
factores negativos que hicieron que con el tiempo fracasara su
gestión. Cabe citar, por su importancia, su falta de dedicación
personal a la empresa, su ausencia casi permanente de Avila, la
trascendencia de los pr~b!emus heredados de etapas anteriores,
la escasa preparación de los operarios y, sobre todo, las difi-cultades
de comercialización. Y es que las deficiencias estructu-rales
de la economía española, agravadas por la persistencia de
las crisis finiseculares, produjeron una grave y duradera rece-sión
de las actividades comerciales que impidió que Bethancourt
pudiera vender adecuadamente su producción y empujó al em-presario,
ante la imposibilidad de obtener los beneficios espe-rados,
a tomar la decisión de abandonar la manufactura.
Sin embargo, resulta sorprendente, conocida su personalidad
y su c~picidadd e isiciatrva, cjüe Beihancourt ciaudicara tan rapi-damente
ante el potencial fracaso de la fábrica. Es verdad que
la escasez de ventas y la falta de liquidez financiera eran pro-blemas
muy graves y difíciles de solucionar en las circunstan-cias
por las que atravesaba nuestra economía, pero esas circuns-tsnd8s
m era= muehu pzlres en i866, cuando aeciuid renun-ciar
a la manufactura, que en 1800, cuando se hizo cargo de ella,
65 Bethancourt a Soler, 15 de diciembre de 1806, A.H.N., Hacienda,
leg. 195.
66 Bethancourt a Soler, 18 de abril de 1806, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
Núm. 34 (1988) 503
porque ya entonces se dejaban sentir los efectos negativos de
la crisis, había dificultades de comercialización y existía la gue-rra
contra Inglaterra. Y más aún si tenemos en cuenta que en
1806 la Real Hacienda retrasó sustancialmente los plazos para
el reintegro de la deuda, de modo que no empezarían a contar
los cuatro años del primer plazo hasta que no se acabara la
contienda bélicae7, y que para entonces la manufactura había
mejorado de forma notable su funcionamiento. De hecho, Ingram
Binns, presumiblemente la persona que mejor conocía la fábrica
y sus posibilidades porque la dirigía desde dos años atrás, aspi-raba
a convertirse en dueño de ella y a obtener ganancias en el
futuro. Por eso, cabe sospechar que Bethancourt, movido por
intereses diferentes a los puramente económicos y empresaria-les,
renunciara a la fábrica porque hubiera decidido previamente
abandonar España y marchar de nuevo a Europa para fijar allí
su residencia. El abandono de la manufactura respondería, pues,
según esta hipótesis, no sólo al deseo lógico de desprenderse de
m negocio que no le reportaba beneficios inmediatos -tenta-ción
temprana-, sino también al intento de obtener de su tras-paso
el dinero que necesitaba para iniciar fuera de nuestro país
una nueva etapa de su vida.
Son sólo, es verdad, sospechas y suposiciones arriesgadas,
aunque existan datos documentados -traslado a Francia de su
familia en el verano de 1806 68- que parecen avalar su verosimi-litud.
En todo caso, lo que si es cierto es que don Agustín de
Bethancourt no pudo hacer frente al pago de la deuda que man-tenía
con la Real Hacienda ni en 1804 ni en 1805 y que,tuvo la
kabiiidad y 12 destreza suficiente par% ci-n-vencer a los Comisio-nados
nombrados por el Gobierno de que debían incluir en los
inventarios efectuados en 1806 facturas no documentadas por
valor de más de 700.000 reales y tener en cuenta pérdidas dudo-sas,
de difícil ju~tificación~T~al. es así que, en contra de lo
Resolucián de 18 de junio de 1806, A.H.N., Hacienda, leg. 195.
A. RUMEUDE ARMAS: 0 ~ci.t., P. 313.
69 Informe de los Comisionados de 30 de septiembre de 1806, A.H.N.,
Hacienda, leg. 195. , .
504 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
previsto y corrigiendo los balances iniciales 'O, resultó un saldo a
favor del fabricante de 690.318 reales, dinero que le sirvió para
marchar a Francia y viajar por el Continente.
Ahora bien, el modo en que Bethancourt verificó el cobro de
las cantidades que se le adeudaban -venta de los géneros cedi-dos
a Ingram Binns- tuvo consecuencias funestas para la fá-brica
e algodón de Avila, que quedó descapitalizada y privada
de toda posibilidad de autofinanciación. Era un problema de-masiado
grave que Ingram Binns en los años siguientes no po-dría
solucionar. En cuanto a sus máquinas, nada sabemos de los
juegos de cardar e hilar que se destinaron a Cataluña y al Puerto
de Santa María. Las que quedaron en Avila sirvieron para la fá-brica
de Binns, mientras estuvo en fui~cionamiento, y fixrnn
adaptadas para hilar lana en la etapa en que la fábrica se trans-formó
en manufactura de paños con Ortiz de Paz (1818-1823).
Después, ya deterioradas, fueron almacenadas en la fábrica de
lino de don Francisco Mazarredo, conservándose sólo a media-dos
del siglo XIX algunas piezas de hierro y de madersi. Rethm-court,
mientras tanto, establecido en Rusia, continuaría dando
muestras de su ingenio, de su capacidad de trabajo y de su
preparación científica y técnica, desarrollando hasta su muer-te
una continua e interesante actividad al servicio del Imperio
Moscovita.
Los valores de la fábrica, según el inventario inicial, antes de ser
admitidas las reclamaciones de Bethancourt, ascendían a 1.970.803 rea-les,
unos 309.041 reales menos del valor de lo recibido por el empresario
en 1800. Ibld.
Num. 34 (1988) 505