LA PREHISTORIA DE LANZAROTE
(UN ESTUDIO ETNOHISTóRIiCO)
P O R
JOSE CARLOS CABRERA PEREZ
El presente trabajo tiene como objetivo ofrecer una inter-pretación
del mundo aborigen de Lanzarote, tomando como
base la información contenida en los documentos escritos. Sin
embargo, el recurso de la disciplina etnohistórica no ha de ser
exclusivo y se debe orientar hacia una lectura cruzada de dife-rentes
ciencias, esenciales para cualquier estudio de prehisto-ria:
la arqueología, la ecdogía cultural y la información antro-pológica
cross-cultural (R. González y A. Tejera, 1981: 19).
Este planteamiento metodológico aplicado a la isla de Lan-zarote,
pretende abordar su prehistoria proponiendo un con-junto
de hipótesis de trabajo, articuladas en unos modelos de
organización y comportamiento teóricos' que habrán de ser
verificados por las futuras investigaciones arqueológicas.
1 .l. Etnohistoria. Su aplicación en Canarias
La disciplina etnohistórica parte de una premisa fundamen-tal:
el aporte de documentación, que permita un conocimiento
previo de la realidad prehistórica, posteriormente analizada
mediante el principio básico del estudio interdisciplinar. En él,
la arqueología desempeña un papel fundamental, al proporcio-nar
una información desprovista de tesituras literarias y de
adornos y apreciaciones subjetivas.
Los documentos escritos representan un punto de partida
para la reconstmcción de las formas de vida aborígenes, aun-que
generalmente no han sido valorados suficientemente y sólo
se han usado para apoyar aspectos derivados de la información
arqueológica.
((Rara vez el arqueólogo cuenta con la posibilidad de dis-poner
de un repertorio de fuentes escritas sobre las culturas
ágrafas que investiga; pero cuando esta posibilidad se diera,
ha de valorarse la excepción y aprovecharse al máximo tan va-lioso
y útil apoyo)) (C. Martín, 1977: 83). Para el Archipiélago
canario se dispone de un conjunto de crónicas y textos, algunos
anteriores a la conquista, otros sincrónicos a ella y, finalmente,
obras que recogen tradiciones mantenidas entre los descendien-tes
de los aborígenes canarios.
{(El valor de estas fuentes etnohistóricas será tanto mayor
cuanto más se aproximen a la veracidad documental y objetiva,
más que a la narrativa motivante de situaciones, circunstancias
y personalidades. Tanto más válidas cuanto más abunden en
la descripción de la cultura material de los aborígenes canarios.
Montar toda una hipótesis de trabajo sobre pretendidas fuen-tes
escritas es, desde el criterio científico de la arqueología,
una falacia metodológica» (C. Martín, 1977: 83). Esta sentencia
ha de matizarse e indicar que determinados aspectos de la cul-tura
aborigen: la organización social y política, el mundo espi-ritual,
las relaciones sociales de producción, los sistemas de
parentesco y matrimonio, entre otros; necesitan de las crónicas
y demás fuentes etnohistóricas como instrumento fundamental,
pues la investigación arqueológica por sí sola, difícilmente po-dría
llegar a la reconstrucción de estos capítulos esenciales de
la sociedad canaria prehispánica (Tejera, A. Jiménez, J. J. Ca-brera,
J. C. 1988).
La elaboración de hipótesis de trabajo y la obtención de
conclusiones, partiendo exclusivamente de los textos, entraña
un gran riesgo; no así la lectura interdisciplinar ya reseñada,
474 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 3
que permitirá desarrollar una auténtica Prehistoria de-Canarias
e ir superando el nivel estrictamente arqueográfico en qué se
encontraba sumida.
1.2. Las fuentes etnohistóricas
En este intento de aproximación al mundo aborigen de Lan-zarote,
se ha realizado un profundo análisis de la documenta-ción
escrita sobre la isla, utilizando como fuentes casi exclusivas
el texto de Le Canarien, la Descripción de las Islas Canarias
de L. Torriani y La Conquista de las Siete Islas de Canaria de
J. de Abreu Galindo, junto con referencias aisladas de otros
nirinroe W U V V * "U.
La crónica normanda aparece como un documento esencial
para el estudio de la prehistoria lanzaroteña, al ser una de las
escasas obras que aluden a esta isla y, sobre todo, porque sus
autores entran en contacto directo con la sociedad descrita,
constituyendo una información de primera mano, difícilmente
tergiversada por la tradición oral y el paso del tiempo. Las no-ticias
relativas a los primitivos lanzaroteños son muy parcas
y, a menudo, muestran gran ambigüedad, como corresponde
a una obra cuyo fin residía en la narración de las peripecias de
los conquistadores normandos, ensalzando sus hazañas y des-preciando
las costumbres y formas de vida de la población
indígena, que con frecuencia no comprendían.
La utilización de este texto conlleva una limitación impor-tante:
la carencia de una perspectiva diacrónica de la sociedad
aborigen en estudio. Su información corresponde a los años del
primer contacto, 1402 y siguientes, resultando imposible dedu-cir
la articulación del mundo prehispánico en fechas anteriores,
ante la inexistencia de datos escritos que se remonten a ese
período.
Las obras de L. Torriani y Abreu Galindo contienen también ..-- ---1:- /l~.-...---+--:x- --l..-- 1- -.:A- -'Le-:--- -- 'r..-----L- uua alllpua UUCILUIIC~LL>ULLUIUI UUI e la v l u a ~ V U LI ~ G I LG IL Li a l lLa l ULC.
Sin embargo, presentan el agravante de haber sido elaboradas
muy tardíamente, casi doscientos años después de finalizada la
conquista, recogiendo la información pro~orcionada por los
Núm. 35 (1989) 475
descendientes de los aborígenes insulares. En sus textos encon-tramos
serias contradicciones con Le Canarien, motivadas, bien
por una deformación de la realidad, al haberse producido el
((olvido))o la mitificación de esta cultura completamente desapa-recida;
bien, porque las noticias recogidas por ambos autores
estén aludiendo a una época muy anterior al proceso conquis-tador,
donde las formas de organización fuesen radicalmente
distintas. En cualquier caso, constituyen documentos esenciales
para nuestro estudio, en función de su interesante información.
1.3. La arqueologia
La investigación arqueológica nos proporciona el dato obje-tivo
sobre la cultura material, con el que se logra la ratifica-ción
o el rechazo de cualquier modelo teórico. En este terreno,
la isla de Lanzarote se enfrenta con una serie de problemas de
difícil solución. Por un lado, el expolio, mal extendido al con-junto
del Archipiélago, que ha signifcado, junto a aquellas ex-cavaciones
emprendidas sin ningún rigor científico, la pérdida
de un material muy valioso, apareciendo en la actualidad abso-lutamente
descontextuaiizado.
Por otro lado, se debe señalar la falta definitiva de una parte
importante del patrimonio arqueológico insular a raíz de las
erupciones volcánicas, que entre 1730 y 1736 sepultaron una
de las zonas en las que se supone la existencia de un notable
poblamiento aborigen. En ocasiones, los primitivos asentamien-tos
pueden estar ocultos bajo construcciones más modernas.
Tal es el caso de la Gran Aldea, preeuropea, ubicada bajo la actual
'aFGnSmL.II;UriGa. i7n rV\+LrinLca nn"U n-LnVmA; rA\Gn na ,n hd!~il sep'dtad~sP Or f~i?i"ia.-
ciones sedimentarias de carácter eólico, como ocurre en el sec-tor
de El Jable, en el caso de F'iquinineo.
Otro grave problema viene dado por la falta de una data-ción
absoluta de los restos arqueológicos, provocando la obten-ción
de unas conclusionesi posiblemente erriineas, ya qi-?e se
parte de un falso conjunto sincrónico de los distintos hallazgos.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAR OTE
1.4. Ecologia cultural
El estudio de una población comporta la investigación pre-via
del nicho ecológico donde se desarrolla, permitiendo alcan-zar
las respuestas de dicha sociedad al reto del determinismo
geográfico, y el nivel sociocultural de la misma. Su utilización
para la comprensión de la demografía del mundo aborigen y
de su sistema económico es fundamental, pese a las importan-tes
lagunas existentes en relación a sus peculiaridades ecológicas.
En los últimos seis siglos la isla ha sufrido un proceso de deser-tización
progresivo, motivado entre otras razones, por el pas-toreo
intensivo padecido a lo largo de su historia.
1 5. Perspectiva antropológica cross-cultural
Este campo de estudio representa uno de los recursos meto-dológicos
más atrayentes y viables dentro de la investigación
prehistórica canaria. «Su defecto más destacado es que parte
del supuesto uniformista, en cuanto que presupone que las ma-terias
primas y la conducta humana en el pasado son directa-mente
comparables al presente; sin embargo, la consideramos
necesaria en el estudio de las sociedades desaparecidas)) (R. Gon-zález
y T. Tejera, 1981: 28).
El conocimiento de la Prehistoria de Canarias exige el esta-blecimiento
de paralelismos entre el modelo de vida de las
sociedades preeuropeas y el de otros grupos primitivos, espe-cialmente
poblaciones pastoriles, que desarrollan un tipo de
aciivi&des ecoiifinicas seiiiejanies a 1% pleseltes erl el rl-iu-Ido
canario en general, y lanzaroteño en particular.
Igualmente se hace necesaria la comparación con grupos
humanos asentados en territorios insulares, que constreñidos
por las limitaciones que impone el medio físico, necesitan un
tipe ds selcci~fiecy r ~ q x&u r ~ 1 ~~~ 7 2& ~Q,m~iLcp,~ l& -&i a ~~
hacerlas paralelizables a las adoptadas por las poblaciones del
Archipiélago.
Por último, el origen norteafricano de nuestros ancestros
'Núm. 35 (1989) 477
nos empuja a confrontar su modus vivendi con las caracterís-ticas
culturales del mundo bereber mogrebí. Si bien los primi-tivos
habitantes de Canarias evolucionan aisladamente en sus
respectivos nichos insulares, no es menos cierto que el carácter
fuertemente tradicional y conservador de estas tribus bereberes
ha supuesto la pervivencia de prácticas muy antiguas. Estas son
equiparables en ambos ámbitos culturales como prolongación
en las islas de los viejos modelos de sociedad norteafricanos.
El presente trabajo se estructura en diversos apartados, que
pretenden ir englobando sucesivamente los diferentes niveles
de organización ofrecidos por la sociedad aborigen lanzaroteña.
Como paso previo, es necesario mostrar las supuestas caracte-rísticas
ecológicas del territorio sobre el que se asienta esta
población.
E
=
La reconstrucción del medio ecológico de la isla es funda- $
mental para conocer el sistema de vida de sus primitivos habi-
0 tantes, especialmente en este tipo de sociedades donde las con-diciones
tecnológicas se hallan poco desarrolladas y la influen-cia
del medio es determinante para la supervivencia del grupo.
Más aún, al tratarse de territorios insulares lirnitaido~s, donde %
no se han documentado sistemas de navegación que les permi-tiese
trasladarse a otros lugares. n
0
La información disponible sobre la paleoecología de Lan-
3 zarote es muy escasa, al no haberse realizado estudios paleo- o
botánicos o paleoclimáticos, que proporcionen datos fiables
acerca de la distribución de la vegetación natural, de las dispo-fiihsi&&
c & ~g-& de 1s i& y & 18 f ~ ~ t g i&d d
Las noticias contenidas en las crónicas son muy parcas, redu-ciéndose
a descripciones muy superficiales o referidas a aspec-tos
concretos, que salvo el caso de Le Canarien, corresponden
a períodos tardíos, cuando el medio isleño había sufrido ya una
seria transformación, tras algunos siglos de dominio castellano.
A pesar de estas limitaciones, es posible ofrecer algunas
sugerencias relacionadas con la naturaleza del espacio físico
lanzaroteño.
478 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PRMISTORIA DE .LANZAROTE
2.1. Vegetación
La isla de Lanzarote se ha caracterizado por poseer una
cubierta vegetal muy poco densa, wn un carácter abierto y ccms-tituida
por especies vegetales de porte arbustivo de escaso desa-rrollo
en altura. Estas condiciones parecen haberse mantenido
desde la época de la conquista normanda en 1402. La crónica
Le Canarien hace alusión a la débil cobertera de la superficie
insular:
«No hay ningún árbol, sino pequeños matorrales para que-mar,
salvo una clase de leña que se llaman higueras, de
las cuales todo el país está lleno y que produce leche medi-cinal
y no de nirigr_ins manera, iiasia que
seca y podrida, y tarda muy largo tiempo antes de secar.))
(Le Canarien, 1959: 138-140)
Este pasaje hace referencia a un especimen, aún muy fre-cuente
en la isla, que en el pasado debió ocupar amplias superfi-cies
de la misma. Se trata de la tabaiba, perteneciente a la familia
de las euforbiáceas con sus dos variedades: la tabaiba dulce
(Euphorbia balsamifera) y la tabaiba amarga (Euphorbiu obtu-sifolia).
La primera segrega un látex de aspecto lechoso con
carácter balsámico, que al poco tiempo de estar en contacto
con el aire se va solidificando y adquiere una apariencia de
goma de mascar de color amarillento. Esta sustancia tuvo una
finalidad medicinal y fue utilizada para el fortalecimiento de
las encías y la dentadura, e incluso, para la cauterización de
empeines y otras tiñas (A. de la Hoz, 1965: 17). También se em-iJ:
eab.& rara L ?irre@ las .dbres de las y fzciEtar as;
el destete de los cabritos. La segunda especie segrega un látex
de aspecto similar pero con propiedades venenosas.
Ambas son muy difíciles de diferenciar para los profanos,
pues sólo se distinguen por el tipo de inflorescencia. Crecen
por debajo de la. cota be 300 metros de altitud. La variedad bal-samífera
aparece en zonas cercanas al mar, ya que al ser una
especie halófila, necesita la sal para su crecimiento, escaseando
en los sectores del interior de la isla. La variedad obtusifolia,
Núm. 35 (1989) 4'79
por el contrario, rechaza el aire marino, que no favorece su cre-cimiento
y germina en zonas alejadas de la costa. En cualquier
caso, ambas comunidades vegetales pudieron haber cubierto,
en el pasado, la mayor parte del territorio insular, como afirma
Le Canarien. La noticia es corroborada posteriormente por
Abreu Galindo:
((Carece esta isla de Lanzarote de árboles, que no hay sino
matas pequeñas, que dicen tabaibas, que, aunque su natu-raleza
sea crecer poco, en esta isla se esparraman por el
suelo.. . »
(ABREU GALIND1O9,77 : 58)
En la actualidad los tabaibales sólo aparecen localizados con
profusión en el Malpaís de la Corona, en zonas aisladas de las
llsiniiroa mnriilinnolnc rln lo icln Tr on nl C n n A n rla l n c . k o r r n m ~ i . r ;
r r - r - - ~ rrrurr-vaaruruu u- rw rvra y b r r GA AUAAUU UG rvu u a ~ r a u i y u i -
110s. Las causas de su desaparición habría que buscarlas en una
acentuación de la sequía, en el papel desecante del viento, que
sopla con relativa fuerza y constancia y, sobre todo, por la
acción antrópica, pues el hombre ha utilizado estas especies
como combustible y para alimentación del ganado caprino. Ello
ha originado una vegetación de sustitución en la que predomi-nan
los aulagares, hoy muy extendidos por toda la superficie
de Lanzarote (M. Luis y F. Quirantes, 1984: 113).
2.1 .l. ¿Bosques en Lanzarote?
Todos los cronistas coinciden en afirmar la casi inexistencia
de árboles en la isla y, por tanto, la ausencia de las formaciones
boscosas típicas de otras islas más occidentales.
Hoy en_ da, calw Ia palmera c.nariz (Phneniz ~nnm-jle*~sjl!
o la palmera datilera ( P h o e n i x dactylifera), que aparecen en los
puntos más húmedos de la isla, especialmente en el valle de
Haría, no existe en Lanzarote vegetación arbórea espontánea,
aunque tal situación puede haber sido diferente en épocas ante
riores. Según T. Bravo, «en la zona comprendida entre las Peñas
del Chache y Montaña Aganada debió existir un área de brezales
y otras plantas de hoja dura que constituían una cubierta vegetal
más o menos tupida)) (T. Bravo, 1964: 411-414).
480 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 9
El botánico austríaco G. Kunkel (1982: 11) llega más lejos
en sus aseveraciones. Considera que investigadores del siglo
pasado como Webb, Berthelot o Bolle aceptaron la existencia
de vestigios de laurisilva en las zonas más elevadas del Macizo
de Farnara-Guatifay (650 metros). Especies como el laurel, faya,
brezo, exterminados hace poco más de un siglo, crecerían en
este sector montañoso al amparo de las brumas y neblinas
generadas en los períodos dominados por el régimen de ali-sios,
que en contacto con los lugares de relieve, originaría un
ambiente relativamente húmedo, favoreciendo el crecimiento de
estas plantas.
Las causas de la desaparición de esta formación vegetal
habría que buscarlas en la actividad económica predominante
cm !u i s ! ~e ! psistorm intensivo. En 1402 el bosque de laurisilva
ya debía tener un carácter residual, muy degradado, y no atrae-ría
la atención de los cronistas normandos.
Junto a las palmeras, de las que desconocemos si se practi-caría
su cultivo, como sucede entre muchos pueblos norteafri-canos
donde la arboricultura se halla muy desarrollada, po-dríamos
destacar determinadas especies arbóreas de naturaleza
termófila en zonas ligeramente elevadas y con cierto grado de
humedad. El lentisco (Pistacia lentiscus), el almácigo (Pistacia
atlántica), cuya madera se aprovecha para combustible e in-cluso
el acebuche u olivo salvaje (Olea europaea), documenta-das
para la isla de Fuerteventura, es probable que formasen
parte de la flora autócimna de Lanzarote, dadas las afinidades
ecdógicas entre ambos medios físicos.
Como resumen, se podría sugerir la presencia en la isla de
una cubierta vegetal, cuyo carácter esencialmente xerófilo ape-nas
aifería dei actual, oc-üpmdv üiiz süpeñicie mmho mqer
y destacando determinadas comunidades florísticas de porte
arbóreo, hoy desaparecidas tras el proceso de degradación an-trópica.
El estudio de las disponibilidades hídricas es muy impor-tante
dentro del capítulo de la ecología insular, pues los asen-
Núm. 35 (1989) 481
tamientos estarían condiciomdos por la existencia o no de agua
potable en sus proximidades, no sólo para el consumo humano,
sino para el abastecimiento de sus rebafios.
El clima de la isla apenas parece haber sufrido variaciones
brusoas en los últimos quinientos años. Una vegetación natural
dominada por las especies xerófilas y las propias noticias de
los cronistas, que describen unos sistemas de captación de agua
entre los aborígenes -demostrativos de su escases conducen
a la conclusión de que el clima seco cm pocas precipitaciones
ha dominado en la isla desde épocas bastante rematas. Las
lluvias suelen caer en forma de chubascos torrenciales de gran
intensidad y corta duración horaria, produciéndose en los me-ses
de invierno, cuando el Archipiélago se ve afectado por los $
frentes asociados a borrascas atlánticas y por hc mas rzrm a
procesos de gota fría, con precipitaciones muy violentas. El
resto del año se caracteriza por el dominio de la sequía, salvo 2
E en las catas más altas, donde pueden producirse fenómenos de
nieblas bajo el régimen del alisio. 3
- -
0m
2.2.1. Sistemas de captación de aguas
g
Maretas E
a
2 En líneas generales, la mayoría de los cronistas informa que ;
el agua consumida en la isla se obtenía directamente de la lluvia, 1
recogiéndola en un tipo de charcos o receptáculos artificiales O
denominados «maretas» .
((La isla de Lanzarote es falta de agua, que no hay otra
siiiü la que llueve, ia cual recogen en maretas o charcos
grandes hechos a mano, de piedras.))
(ABREUG ALINDO19,7 7: 58)
L. Torriani supone que la isla de Lamarote coincide con la
Pluvialia de los clásicos,
((porque ... en aquélla no hay agua, más de la que llueve)).
(L. TORRIAN1I9,7 8: 10)
482 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE '1 1
Un fragmento del manuscrito de Valentim Fernandes apor-ta
más detalles sobre este peculiar sistema de recogida del
agua de lluvia:
«Y así los moradores de ella hicieron como caños, entre
las sierras, para dirigir toda el agua para abajo, a un lugar
como un estanque, en el que se recoge toda el agua de
aquellas sierras. Este lugar donde recogen estas aguas
lo llaman maretas.))
(M. SANTIAG1O94, 6-47: 345)
Estos depósitos, algunos de grandes dimensiones, hasta 30
metros de diámetro, se siguieron utilizando en la isla como prin-cipal
sistema de aprovisionamiento de agua. Hasta fechas reda-tivamente
recientes existía una mareta en Teguise? 1a mtigim
Gran Aldea, con capacidad para 3.000 metros cúbicos. Es des-crita
por R. Verneau como «una amplia charca, rodeada de al-tos
taludes de tierra, donde se lleva, cuando llueve, el agua de
los alrededores y también donde la gente va a buscar su ración
de agua» (R. Verneau, 1981: 117).
Al pie del poblado de Zonzamas se ubicaban dos de estas
construcciones, una desaparecida con las erupciones del si-glo
m111 y la otra totalmente colmatada por derrubios y arenas
negras, que no impiden que se detecte aún una ligera depresión
en el suelo, así como la silueta del antiguo depósito.
Se han documentado otras maretas en diversos sectores de
la isla, siempre próximas a zonas de asentarnientos prehistóricos
importantes, dado el decisivo papel que estos sistemas de capta-cidn
de aguas desempeñarían en el conjunto de la sociedad.
K.. . que de la que llueve en ymbierno la rrecogen en char-cos
grandes, para bever el berano ellos y sus ganados.))
(Matritense (F. MORALES)1,9 78: 232)
En los meses de verano, los recursos hídricos de la isla sufri-rían
una merma importante, planteándose, con seguridad, difi-cultades
de abastecimiento ante la desecación general del entor-
Núm. 35 (1989) 483
no insular. Estm reservclrios artificiales serían insuficientes
durante los años secos.
E. Serra sugiere la presencia en Lanzarote de otro tipo de
recintos recolectores de agua, situados en las propias viviendas
o junto a ellas. ((Pendientes o llanadas cercanas a las casas que
se han alisado y aún empedrado con cuidado y se les ha dado
un desagüe a una poceta o aljibe, donde se recoge el agua de
lluvia)) (Le Canarien, 1965: 241 ).
Fuentes naturales
2
w
En todas las crónicas se repite la alusión al bajo número de
fuentes existentes en la isla, así como su escaso caudal. La ma- -
yoría de ellas se concentran en la mitad septentrional, especial- 2
mente en el Macizo de Famara. Suelen proporcionar poca agua, Z
B salvo excepciones, y la mayor parte se seca durante la temporada -
estival. 5
Otra zona de concentración de manantiales es la región cono- - :
cida como El Volcán. En los «islotes» o ,afloramientos de terreno
no cubiertos por las erupciones históricas son frecuentes los
veneros de agua dulce, que demuestran la riqueza acuífera de 2
uno de los sectores más fértiles de la isla. Sin embargo, en la co-marca
de El Jable, donde se concentran los principales núcleos $
de poblamiento aborígenes, las fuentes parecen haber estado
ausentes, lo que explica e1 recurso de las mareta para el abaste- 5E cimiento de sus habitantes. O
La apertura de pozos por parte de los primitivos pobladores
de la isla no se halla documentada ni por los restos arqueológicos
ni por los datos contenidos en los textos. Parece, pues, que los
antiguos lanzaroteños no aprovechaban el agua del subsuelo.
En todo el mundo norteafricano es conocida la costumbre de
abrir agujeros en el fondo arenoso de los cauces secos de los
ríos, que por filtraciones terminan llenándose de agua. Estos
484 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 13
depósitos, denominados eres (fuente, en bereber), se forman a
partir de la lluvia caída en la estación húmeda y almacenada bajo
las capas de arena. Con la apertura del ere, la presión capilar
empuja el agua hacia el hueco, que en un corto período de
tiempo queda lleno.
Esta técnica no ha sido documentada para la isla de Lanza-rote,
aunque sí para otras, como Tenerife. Sin embargo, los
Pmos de San Marcial, construidos por los normandos junto
al ({castillo del Rubicónn en el cauce de un barranco, se basan
en dicho sistema, pudiendo ser resultado del conocimiento ad-quirido
por los conquistadores en contacto con la sociedad
aborigen de la isla.
Como conclusión al capítulo dedicado al territorio, pode-mos
apuntar la precariedad del equilibrio población-recursos,
en una isla con graves problemas vinculados a las disponibili-dades
hídricas. Se trata de un medio pobre, con suelos relativa-mente
fértiles, condicionado por las sequías prolongadas que
afectaban a los meses de verano. Ello obligará a la población
aborigen lanzaroteña a un estricto control sobre el tamaño de
los rebaños, así como sobre el crecimiento demográfico, para
evitar la ruputura del equilibrio ecológico y la aparición de
hambres y situaciones de crisis de subsistencia, que pondrían
en peligro la propia supervivencia del grupo.
TTnc de 10s aspectm =rúa LTr:crtstes y 21 misnio timipu
más complejos que ofrece el estudio del mundo prehispánico
de Lanzarote es la determinación del número de sus poblado
res, no sólo en el momento de la llegada de los normandos, sino
remontándonos a períodos anteriores. En definitiva, se trataría
de conocer la cantidad de poblacicín ql?e pndriz albergar !a i u k
en función de las posibilidades brindadas por el medio ecológico.
3.1. Totales demográficos
La única información utilizable para el conocimiento de los
contingentes demográficos de la isla de Lamarote se encuentra
contenida en las crónicas y otros documentos, en su mayoría
posteriores a la conquista. Existen otras alternativas que con-tribuirían
a completar estas cifras, pero, a menudo, resultan
inviables. El tamaño y número de viviendas que componen los
poblados preeuropeos, podrían conducirnos a una valoración
aproximada de los contingentes poblacionales. La dificultad de
este planteamieno metodológico reside en el escaso número de
excavaciones científicas realizadas en la isla y en la ausencia
de series cronológicas que nos indiquen la ocupación sincrónica
Me estos z s e n t~~i e n t c xd,e r c a r tml ~p rocesos de ahandnno de
los mismos. También ha influido la pérdida definitiva para la
arqueología de los abundantes yacimientos sepultados por la lava.
La crónica Le Canarien arroja una cifra de pobladores anor-malmente
baja:
a... en lo que toca a la isla de Lanzarote, en la cual había
más de 200 hombres de defensa cuando llegamos.. . » l.
(Le Canarien, 1965: 78)
Se trata de un número excesivamente reducido de habitan-tes
comparado con la extensión superficial y las características
del entorno lanzaroteño, pues, a lo sumo, y usando coeficien-tes
multiplicadores elevados, no superarían las 800 personas.
Sin embargo, la propia crónica normanda nos aclara las causas
de este escaso contingente poblacional.
((. . . estaba muy poblada de gentes; pero los españoles y
aragoneses y otros corsarios del mar los han cogido varias
1 Otra versión de Le Canarien señala un contingente de población
aún menor:
(L.. cuando llegó Mons. de Bethencourt, sólo había unas 300 per-sonas..
. »
(Le Canarien, 1959: 252)
486 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 15
veces y llevado en cautiverio, hasta que quedaron pocas
gentes.. . ))
(Le Canarien, 1965 : 138)
La isla de Lanzarste sufrió a lo largo ad siglo XIV el acoso
constante de navegantes europeos, que acudían al Archipiélago
para capturar esclavos con que alimentar los mercados escla-vistas
del Viejo Continente. Desde la llegada, a principios del
siglo, de mercaderes genoveses encabezados por Lancelotto Ma-locello,
continuando con las sucesivas incursiones de portugue
ses, mallorquines, catalanes y castellanos, la población insular
fue diezmada sistemáticamente. A ello favoreció la suave oro-grafía
de la isla, la accesibilidad de sus costas y la escasa capa-cidad
defensiva de sus habitantes, que nunca llegaron a alcan-zar
una cifra muy elevaaa.
3.2. Capacidad del territorio
Otro aspecto importante referente a la demografía aborigen
de Lanzarote sería la determinación de la población óptima que
la isla podría sustentar al margen de factores exógenos, como
las mencionadas incursiones europeas. Ella depende del grado
de desarrollo tecnológico alcanzado por dicha sociedad y de las
condiciones ambientales de la isla.
El óptimo de población insular se deduce mediante el cálculo
de la capacidad sustentadora (carrying capacity), concqto alu-sivo
a la «masa de población que puede alimentarse de forma
permanente en un territorio a partir del entorno)) (D. L. Har-desty,
1979: 197). Este valor está en función de muchos factores:
la climatología y las posibilidades de agua ofrecidas por el me-dio,
condicionantes de los volúmenes de producción agrícola o
de recolección de especies silvestres; la superficie y fertilidad
de suelos disponibles para el cultivo; número de especies sus-ceptibles
de servir de alimento para el ganado y abundancia de
las mismas; necesidades individuales en suelo cultivable, que
están en función de las exigencias alimenticias y d-e crecimiento
del individuo; el rendimiento de la tierra y frecuencia del la-
Núm. 35 (1989) 487
boreo, y todo un conjunto de variables que influyen en el desa-rrollo
de las culturas insulares. Entre ellas, la organización
política, ya que el grado de jerarquizacón redunda en una mejor
ordenación de la producción, a través de procesos redistri.
buidores.
Estos factores se hallan sin estudiar en la totalidad del Ar-chipiélago,
derivando en una gran dificultad para cualquier in-vesigación
de carácter demográfico en Lanzarote. Sin ellos,
sólo obtendríamos cifras de pobladores aproximadas y muy
discutibles.
A. Tejera y R. González (1987: 140) proponen un cálculo
aproximado de la pob1ación aborigen de Fuerteventura, em-pleando
coeficientes de densidades medias correspondientes a
zonas desérticas o subdesérticas. Dichos valores oscilaban entre
un minimo de 0,38 hab/km2 y un máximo de 133 hab/kmi, que
aplicados a la superficie insular lanzarateña con unos 860 km2,
arrojan una población media entre 300 y 1.500 personas. Resulta
muy discutible aplicar el calificativo de desértico o subdesér-tico
al medio de Lamarote, especialmente si se considera la
posible existencia de bosques de laurisilva o termófilus en sus
zonas más elevadas. Sin embargo, la ecasez de precipitaciones y
el tipo de vegetación natural son peculiaridades no demasiado
alejadas de las propias de climas secos, por lo que podríamos
aceptar los resul~bdm obtenidos mediante el empleo de dichos
coeficientes.
3.3. Equilibrio población-recursos
A. P. Vayda y R. A. Rappaport (1963: 5-12) han realizado un
estudio sobre los problemas de adaptación de las poblaciones
humanas a los medios insulares y el precario equilibrio que
se establece entre ellos y las disponibilidades de recursos.
Llegan a la conclusión de que las sociedades insulares con
técnicas hortícolas simples deben doblar su número de habi-tantes
en cada generación. Si mantienen constante esta tasa de
crecimiento, tras un intervalo de tiempo relativamente corto,
se alcanzará una situación en la que no exista más tierra apro-
488 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 17
vechable sin explotar y los recursos no sean suficientes para
mantener a toda la población. Este fenómeno obliga a dichas
culturas insulares a adoptar medidas tendentes a limitar el
crecimiento demográfico. Paralelamente se produce un proceso
de utilización plena de los recursos aprovechables en su terri-torio
restringido.
Los esfuerzos en esta dirección se orientan, por un lado,
hacia la mejora técnica y la mejor organización de la produc-ción
de alimentos, desarrollando sistemas de irrigación, espe-cialización
por oficios, o estableciendo cuotas de producción.
Por otro, facilitar la distribución de alimentos mediante el esta-blecimiento
de una jerarquía social estratificada.
En la isla de Lanzarote encontramos un nicho que no ofrece
muchas posibilidades para cubrir las necesidades de una p@
blación importante. Las principales actividades económicas de
los antiguos lanzaroteños serían la horticultura y la ganadería.
La superficie cultivada, como se verá en el apartado correspon-diente,
nunca debió ser muy extensa, concentrándose en la zona
central de la isla. Se trataría de cultivm de secano, de bajo ren-dimiento,
desechando cualquier técnica de regadío.
En lo referente a la ganadería, el número de cabezas estaría
condicionado por las características del medio ecológico, exento
de una vegetación natural exuberante que permitiera la alimen-tación
de unos rebaños muy cuantiosos, especialmente de la
especie caprina, con una capacidad de asolamiento del manto
vegetal superior al de otras especies domesticables. Por todo
ello, aunque se debe considerar la existencia de un aprovecha-miento
máximo de los recursos, las restricciones son muy nu-merosas
y la población aborigen se vería abocada a la puesta
en práctica de mecmismos reg~Isdcmsd. el crecLn&ntn d am~ -
gráfico.
Según M. Harris (1981: 202), si se mantiene constante el
factor tecnoambiental, en el sentido de que no mejora la tecno-logía
productiva, fenómeno propio de la sociedad aborigen
lanzaroteña, el aumento productivo se sostiene incrementando
la superficie cultivada, lo cual tiene un límite en ámbitos insu-lares.
Ello empujaría a la intensificación de la producción sin
extc~deer l área trabajada, alcanzándose con más o menos rapi-
Núm. 35 (1989) 489
dez el punto de los rendimientos decrecientes. A partir de aquí,
la producción puede mantenerse estable, aunque para ello sea
necesario trabajar más, lo que se consigue mediante un sistema
de jefatura semejante al que pudo haber existido en Lanzarote.
Paralelamente a este proceso aparecen en las islas vías que
permiten equilibrar la situación, interrumpiendo el crecimiento
demográfico. ((Teóricamente, el camino más fácil para alcanzar
una nutrición de alta calidad y una vida prolongada y vigorosa,
libre de fatigzs y trabajos penosos, no consiste en aumentar la
producción, sino en reducir la población)) (M. Harris, 1985: 3-4).
3.3.1. Mdtodos de control del crecimiento demográfico
A. P. Vayda y R. A. Rappaport (1963: 9-10) consideran que
las culturas insulares tienden a desarrollar tipos de organiza-ción
social que conceden menos énfasis a la alta fertilidad.
Entre las prácticas lirnitantes del crecimiento poblacional,
M. Harris (1981: 216-218), destaca el aborto, mediante la acción
de hierbas, masajes, movimientos violentos, que ponen en peli-gro
la vida de la madre; el celibato femenino, y las prácticas
de coitus interruptus, tanto para casados como para solteros. La
guerra, en muchos casos, puede ser conceptuada como una acti-vidad
reductora de los totales demográficos. Finalmente, el in-fanticidio,
especialmente femenino, muy habitual en las socie-dades
insulares.
((De hecho, el método de control de población más arnplia-mente
utilizado durante la mayor parte de la historia humana
fue, probablemente, alguna forma de infanticidio femenino))
(M. Harris, 1985: 4). Las distintas fórmulas que adopta esta
práctica abarcan desde la matanza consciente y deliberada hasta
la mera negligencia: destete prematuro de la criatura, sin pro-porcionarle
alimentos apropiados para el período de ablacta-ción;
privación de alimentos a los niños enfermos o la caída
accidental de los brazos.
El método óptimo de control consistiría en descuidar única-mente
a las niñas, dado que la tasa de crecimiento de la pobla-ción
está determinada casi enteramente por el número de hem-bras
que llegan a la edad de reproducción.
490 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLmTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE
3.4. ¿Infanticidio femenino en Lanxarote?
En este apartado proponemos la hipótesis de la práctica del
infanticidio femenino en la isla de Lamarote, que pese a no
haber sido documentado por ningún cronista, ofrece pruebas
indirectas que podrían demostrarlo. Entre ellas, la alusión por
parte de Le Canarien al tipo de matrimonio dominante en la
sociedad lanzaroteña:
«La mayor parte de ellas tienen tres maridos.. .
(Le Canarien, 1965: 140)
C.-. trntn A- r.- n:ntc.-.-. m.-.+,i:mrr-:nl ,---,:A- -A-- --1:--
U G l r i alra UG uu n ~ n l r r s ~ r rrar i abr u i i v r u a i ~ v i l u b r u uL uiiiu ~+~l I t t l l -
dria, que exige un predominio de hombres sobre mujeres. Este
desequilibrio se suele alcanzar en la mayoría de las culturas a
través del infanticidio femenino. Ambas costumbres son fre.
cuentes entre las comunidades esquimales, entre los Toda de la
India (R. Lowie, 1947: 40-41) y entre los habitantes de las Islas
~ a r q u e k(K .F . Otberbein, 1968: 287-296). En todas ellas la
práctica de la poliandria aparece estrechamente ligada a la
muerte previa de las niñas recién nacidas.
Para el conjunto del Archipiélago canario encontramos refe-rencias
en algunos autores, que aluden a supuestos usos infan-ticidas,
especialmente para Gran Canaria y La Palma.
((Había en esta isla (Gran Canaria) muchos hombres, y
muchas más mujeres, que se dice juntarse 14 mil hombres.
Y, viendo como iban en crecimiento, y los mantenimientos
ies iaiiaban y no se cogían frutos que bastasen a su sus-tento,
por no vivir en estrechura, . . . acordaron y hicieron
un estatuto que matasen todas las hembras que de allí
adelante naciesen, con tal que no fuesen los primeros par-tos
que las mujeres hacían -porque tales vientres reser-vaban
para su conservación- y así supliesen los frutos
yc?e !s tierrs prxbtjese, y m !es fa!tusm, cmm h,ia swe-dido
los años atrás.))
(ABREU GALINDO1,9 77: 169)
Núm. 35 (1989)
Escribiendo sobre La Palma prehispánica, el navegante por-tugués
Diogo Gomes recogió la siguiente información:
((calculaban entre sí cuántos se pueden alimentar en toda
la isla, y no consienten que ni sus hijos vivan si pasan de
aquel número. Y si nacen más hijos de los que correspon-den
a su número, el padre y la madre toman al hijo, y
ponen su cabeza sobre una piedra.. . rompiéndosela, y así
los matan.. . »
(B.B ONNE(TD iogo Gomes da Cintra), 1940: 99-100)
Se trata de dos documentos excepcionales que revelan la
necesidad de preservar el equilibrio entre la población y los
recursos por parte de los antiguos habitantes del Archipiélago.
En la isla de La Palma, la eliminación de infantes parece indis-criminada,
mientras que en Gran Canaria se alude explícita-mente
al infanticidio femenino. Si consideramos las referencias
para Gran Canaria relativas a la práctica de la poliandria, entre
sus pobladores, no deja de ser un claro paralelismo con la situa-ción
de Lanzarote, dentro del propio Archipiélago.
Los das grandes inconvenientes que presenta esta hipótesis
son: por un lado, la ausencia de testimonios arqueológicos que
documenten esta costumbre. En Gran Canaria se han hallado
restos humanos correspondientes a recién nacidos en el yaci-miento
de Cendro. Desconocemos las causas de estos óbitos,
pero entre multitud de posibilidades, se podrían admitir como
resultado de métodos infanticidas. En Lanzarote no se han loca-lizado
hallazgos similares, pudiendo justificarnos en el retraso
de la investigación arqueológica en la isla.
En segundo lugar, la objeción que supone la ausencia de nut&&s 1 ~ csi.o <i-jf.iea s es eiíljlicat;!e 2: zst-b!ecer pErale!ism~s
con otras regiones donde ocurre lo mismo: según K. F. Otter-bein
(1968: 287-296), en las Islas Marquesas el infanticidio femo
nino era practicado en secreto por las madres, que se retiraban
a «casas de nacimiento)), donde lo llevaban a efecto. Ello pro-we
1 ~ spr imeros viajerrr-, nccidentales desconocieran el
fenómeno y no lo recogieran en sus trabajos. El mismo proceso
se pudo haber dado cm la llegada de los normandos a Lanza-rote
que, además, acuden como enemigos y, por tanto, no desa-
492 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAR OTE 21
rrollarían una convivencia pacífica que permitiese un conoci-miento
profundo de los mecanismos sociales aborígenes.
Otra posibilidad radica en el carácter coyuntural de esta prác-tica.
A. P. Vayda y R. A. Rappaport (1963: 5-12) afirman que el
infanticidio femenino se efectúa en las islas del Pacífico sólo
en aquellos períodos de crisis de subsistencia aguda, desapare-ciendo
posteriormente. En 1402 esta costumbre podía no exis-tir
ya en la isla y sólo se conservaba la poliandria como recuerdo
de aquélla. Un proceso similar al de Gran Canaria, donde Abreu
Galindo nos informa claramente de la coyunturalidad del fe-nómeno.
Profundizando más en la hipótesis propuesta, aparece en
Le Canarien un fragmento sorprendente, que en última instan-cia
podris rdacionarse con la r,osir.-mmhre que estamos estudiando:
das mujeres crían muchos hijos y no tienen leche en sus
tetas y amamantan a sus niños con la boca, por cuya razón
tienen el bezo inferior más largo que el de arriba ... Y en
cuanto a los de las otras islas, no lo hacen así, sino que
amamantan a sus niños al pecho.. . »
(Le Canarien, 1965: 140)
Desde el punto de vista de la medicina, no se conoce nin-gún
fenómeno colectivo de ausencia de producción de leche ma-terna,
como aparentemente ocurre en Lanzarote. Además, resulta
inexplicable que sea exclusivamente en esta isla donde se dé esta
situación, mientras que en el resto del Archipiélago, incluida
Fuerteventura, con unas condiciones ecológicas similares, apa-rezca
la práctica usual del amamantamiento. También hay que
pensar si en el caso de falta de leche materna, no se recurriría
a la leche animal, especialmente caprina; aunque, como afirma
J. Álvarez (1981: 65) esta última es muy pesada e indigesta para
los recién nacidos. Dicho autor considera que el pasaje del
texto normando está aludiendo a un tipo de alimentación simi-lar
a los aguamanes o guamanes de la isla del Hierro, citados
por Abreu Galindo:
«En pariendo las mujeres, antes que el pecho, daban a sus
hijos raíces de helechos asadas y majadas, con manteca,
que llamaban aguamanes.. . »
(ABREUG ALINDO19, 77: 87)
Núm. 35 (1989) 493
Según J. Alvarez (1981: 64-65), la costumbre de emplear
guamanes para alimentar a los hijos antes de comenzar a ama-matarlos
o alternándolos con leche materna, sería muy fre
cuente en todas las islas, incluso en épocas posteriores a la
conquista, como fórmula para mejorar la calidad de la alimen-tación.
1
F. Pérez Saavedra (1984: 42) considera que las razones de
este tipo de. crianza obedecen a la ausencia de leohe en las ma-dres,
por embarazos repetidos o por un exceso de trabajo físico
rudo; por inversión de la división del trabajo entre sexos, que
virilizaría el cuerpo de la mujer; así como por una alimenta-ción
frugal y pobre en proteínas. La no ingestión de leche ani-mal
por parte de los recién nacidos lo atribuye a creencias y
tabúes alimenticios, por el carácter benéfico que muchas snck-dades
primitivas confieren a determinados alimentos y a cier-tas
formas de confeccionarlos e ingerirlos.
Sin embargo, se ha de insistir en la inexistencia de explica-ciones
médicas para la falta de producción de leche materna.
No se conocen enfermedades epidémicas con esta sintomatolo-gía;
tampoco la alimentación es determinante en los mecanis-mos
de producción láctea, ya que actualmente, en zonas muy
deprimidas y de hambre endémica, las abuelas son capaces de
estimular la secreción láctea y amamantar a sus nietos. El tra-bajo
duro en exceso no induce este fenómeno colectivo de alac-tasia,
ni el hecho de tener muchos hijos agota a las mujeres.
En estas circunstancias, podría admitirse la sugerencia de
la posible práctica de infanticidio a través de negligencia, por
destete prematuro o por negación de la leche a sus hijos, abste-niéndose
de proporcionarles alimentos adecuados a su edad y
&scIica&rLan&a -~iLIai lay'ul &bikidad 2rI s-us urga-lisiiius
facilita su muerte. Esta práctica puede camuflarse tras un su-puesto
tabú alimenticio.
Como conclusión a este apartado, queremos recordar el ca-rácter
puramente teórico de nuestra hipótesis de trabajo, dada
12 mcefiril C1,e t ~ r t im- om~~r~q; i ~ e ~ l S gyi ce ~- ~r r i t ~qure !E CQE-firmen.
A pesar de ello, lo sugestivo de la misma y el apoyo
de pruebas indirectas que podrían confirmala, obligan a insistir
en un estudio más detallado y profundo del fenómeno.
494 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRWSTORIA DE LANZAROTE
3.5. Distribución de la población
Dentro del apartado relativo a la paleodemografía de Lan+
zarote, merece atención la distribución espacial de la población
prehistórica sobre la superficie de la isla. Para ello, se inten-tará
fijar la ubicación de los poblados y núcleos de asenta-miento
más importantes en función de la arqueología, como
instrumento básico para conocer las zonas de ocupación pre-ferente
en Lanzarote.
D. Martín y M. D. Camalich (1971: 307-3081 afirman que el
tipo ,de hábitat característico de la isla es la vivienda de super-ficie,
agrupada en poblados o aldeas. El texto normando así lo
'confirma al igual que los restos arqueológicos:
«Tiene gran cantidad de aldeas.. . »
(Le Canarien, 1959: 252)
Los hallazgos de supuestos poblados aborígenes se repartirán
por casi toda la superficie insular.
3.5.1. Llanura Central
Es la prncipal zona de asentamiento aborigen en Lanzarote.
En ella los núcleos de población aparecen 1ocaliz.ados en puntos
elevados con una finalidad estratégico-defensiva.
Zonxamas: Por las noticias de las crónicas, este poblado en
lo alto de un promontorio, que domina una extensa llanura,
cultivada en el pasado por los aborígenes, fue la residencia del
«rey» de Lanzarote.
El topónimo aparece recogido en el mapa de L. Torriani
de 1591, demostrando una continuidad de habitación en este
lugar en tiempos posteriores a la conquista. La excavación de
este yacimiento ha sido parcialmente realizada por 1. Dug (1975-
1976: 191-1941, habiendo aportado cuatro niveles de ocupación
superpuestos. S610 en el primero se encontraron materiales emiu-sivamente
preeuropeos.
Núm. 35 (1989) 495
Las viviendas aparecen semienterradas en el suelo, con la
cara externa de sus muros apoyada, bien en la roca natural,
bien en un relleno de tierra roja con restos de cerámica abo-rigen.
La parte interna de los muros y el piso se hallan revesti-dos
de «tegue», una arcilla irnpermeabilizante, que retiene el
calor y protege del viento y la humedad. Estas construcciones
son las llamadas ({casas hondas)), mencionadas por los distintos
autores para Lanzarote. Además, en Zonzamas se encuentra una
gran caverna, conocida como ({el palacio)), situada en el punto
culminante del poblado y rodeada de una gran muralla. Al pie
del yacimiento existían dos maretas.
D*
N La Gran Aldea: Es el otro gran poblado lanzaroteño, hoy
desaparecido. Se identifica con la actual Teguise, villa que en el $
sigio xv mantuvo su denominación origiriaria ai esLta"ulecersee ii
ella la residencia de 108 señores de la isla, la familia Peraza- E
Herrera. Algunos autores también le asignaron el nombre de
Acatife. Este núcleo aborigen ofrece serias dificultades para su
excavación, pues sus restos se hallan bajo el casco urbano de $
la ciudad. - -
0m
Otros núcleos de poblamiento importante en la zona serían:
el poblado de la Quesera de Zonzamas, próximo al primero; el
poblado de Ajei, en los alrededores de San Bartolomé, conside
rado como1 uno de los más antiguos de la isla y desaparecido k
en nuestros días; el Lomo de San Andrés, aún sin excavar; y,
más al norte, se documentan restos de poblados en Tiagua (J. de
León, 1980-81: 129-136), Muñique, Las Cruces y Fiquinineo. 3
O
3.5.2. Zona Sur
Lais llanuras meridionales de Lanzarote no han ofrecido ha-llazgos
de interés en relación cm el poblamiento aborigen y sólo
existen referencias muy dudosas de R. Verneau (1981: 135),
alusivas a cuevas naturales de habitación en la Degollada de
Femés.
496 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTlCOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE
3.5.3. Malpaíses
El Malpaís de La Corona es otro de los sectores que presenta
bastantes restos de construcciones aborígenes conformadas por
cuevas y tubos lávicos, que se agrupan formando «poblados)).
Destacan el de Tornajos, Usaje, o las Tegalas, próximo a La
Cueva de los Verdes. Estos agrupamientos de tubos lavicos o
cuevas hondas, escasamente acondicionadas como viviendas y
muy difíciles de descubrir en el agreste paisaje, no deben ser
entendidas como zonas de asentamiento permanente. Se trataría
de refugios temporales relacionados con actividades pastoriles,
muy importantes en los viejos rnalpaíses, o como zonas de es-condite
frente a las numerosas incursiones europeas del si-gio
XIV. En este sentido, no se debe olvidar el importante papel
que siguió desempeñando el Malpaís de la Corona y La Cueva
de los Verdes, como lugares de refugio de la población lanzaro-teña,
ante las' entradas de piratas berberiscos en los siglos pos-teriores
a la conquista.
3.5.4. El Volcán
Esta gran comarca o d t a por las erupciones de 1730-1736
constituyó una zona de poblamiento importante, como lo de-muestran
las Sinodales del Obispo Dávila (E. Hernández, 1960:
242-243). En ellas se documenta la existencia de una veinkna de
caseríos con una población numerosa. Algunos de ellos reciben
nombres de clara ascendencia aborigen: Tingafa, Testeyna, Ti-rnsnfzyu.,
,R.IImhtafs v Mofzga, qüe permiten concluir que esta
zona formaría una gran unidad de poblamiento con la llanura
central de la isla, dadas las afinidades ecológicas que se supo
nen entre ambas.
Las bases económicas de la sociedad prehispánica lanzare
teña son las actividades agrícolas y ganaderas, complementadas
Núm. 35 (1989) 437
. JOSÉ CARLOS 'CABRERA PÉREZ
con labores de recolección de especies silvestres, pesca y, quizá,
alguna forma de caza menor, que completaría la dieta alimen-ticia
de sus pobladores. Estas actividades son comunes al resto
del Archipiélago; sin embargo, las particularidades ecológicas
'de.'Lanzarote le confieren unos matices propios diferenciadores
de :esta isla.
4.1. Agricultura
4.1.1. Tipos de cultivo
La mayoría de los cronistas hacen alusión al tipo de cultivo
dominante en Lamarote:
! ! H Bh~w ~ a tsie rras para cultivos, y crece gran cantidad
de cebada. . . ))
(Le Canarien, 1959: 254)
Las investigaciones arqueológicas no han aportado hasta la
fecha restos de esta especie, pero la coincidencia de los distintos
autores y el paralelismo con otras islas, inducen a aceptar las
noticias de los textos escritos. Se desconoce la variedad de ce-bada
cultivada, aunque no debió diferir de las conocidas en el
resto del Archipiélago. Según R. González y A. Tejera (1981: 901,
correspondían al Hordeum distichum o variedad de dos hileras
y al Hordeum Polystycum, de seis hileras, originaria de Pales-tina
y extendida por todo el Próximo Oriente y Norte de Africa.
L. Diego Cuscoy (1968: 110) considera que la primera sería más
abundante en los diversos campos de cultivo de las islas.
, Por otro lado, por la información de los cronistas se llega
a 1i c.nnr,lusión de que la población aborigen lanzaroteña des-conocía
o no practicaba el cultivo de otras especies cerealísticas
como el trigo, del que tampoco se han hallado restos, estando
documentado para la isla de Gran Canaria.
K.. . por su alimento tenían cebada.))
(L.T ORRIANiIW,6 -78: 41)
- N. .. manteníanse de harina de cebada tostada y molida.))
. .. (ABREU GALIND1O9,77 : 58)
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PREHISTORIA DE LANZAR.OTE
4.1.2. Zonas de cultivo
La delimitación de las zonas de cultivo cerealístico repre-senta
uno de los aspectos más importantes para el estudio del
sistema económico aborigen. Conocemos las referencias de los
cronistas normandos sobre la existencia de buenas tierras para
las labores agrícolas, pero la fijación de las mismas sobre la
superficie insular se convierte en una tarea difícil, al ignorarse
tanto las características paleoclimáticas de Lanzarote, como
el grado de transformación sufrido por los suelos de la isla. Una
zona muy amplia, de gran fertilidad, fue sepultada por las erup-ciones
históricas.
Sin embargo y pese a estas dificultades, podemos considerar
a la llanura central de Lanzarote como principal zona cerealista,
no sólo por sus características edáficas, sino también por en-contrarse
en ella los principales yacimientos y poblados pre-europeos.
En este conjunto habría que incluir las tierras oculias
por el paroxismo volcánico de 1730-36, ya que los ((islotes))q ue
afloran en esta comarca demuestran la feracidad de las tierras.
Los suelos de esta zona son resultado de la descomposición
de rocas basálticas y sus tobas, procedentes de antiguas ernisio-nes
volcánicas, más una cierta proporción de polvo africano
traído por los vientos del Sahara, depositándose hasta 2 Kgs/m2
anuales (T. Bravo, 1954: 339). Constituyen las tierras o suelos
marrones predominantes en el centro de la isla.
Un factor fundamental para la fertilidad de estos terrenos
viene representado por la capa de arena que los recubre. Las
arenas voladoras están formadas por pequeños granos calizos
y caparazones de foraminíferos arrojados yor las -_r^Iasa 1- cnctn_
en el sector de Soo y Bahía de Penedo, en el litoral septentrional.
Posteriormente son arrastradas por los vientos dominantes hacia
el interior.
La cubierta arenosa desempeña un papel esencial en el creci-miento
de los cultivos al absorber la humedad atmosférica y el
agua de lluvia, impidiendo la posibilidad de ascensión capilar
de la misma al no existir microporosidad (C. Marcos, 1986:
89-90). La arena sirve de self-mulching, es decir, retiene el agua,
Núm. 35 (1989) 499
manteniendo húmedo el suelo durante todo el año, pese a la
falta de precipitaciones y la sequía característica del clima lan-zaroteño.
Además, obstaculiza la erosión pluvial y el lavado
de los suelos, redundando positivamente en la productividad
agrícola.
Este fenómeno, que se da en la actualidad, es bastante anti-guo
y a pesar de que en época aborigen la capa superficial de
arena debió ser menos potente, alcanzaría un grosor suficiente
para aumentar la fertilidad de los suelos de la zona.
Los restos arqueológicos, con la ubicación de los principales
poblados prehispánicos: Zonzamas, Teguise, Lomo de San An-drés,
etc., apoyan la hipótesis que considera a El Jable como la
principal área cerealística en Lanzarote.
Sin embargo. se han de establecer matizaciones, señalando
que la superficie cultivada tuvo que ser muy reducida por la
mínima población existente en la isla en 1402. Ello imposibili-taría
contar con la mano de obra suficiente para cultivar am-plias
extensiones de terreno. Se trataría, en definitiva, de peque-ños
huertos emplazados cerca de los núcleos de poblamiento.
4.1.3. Productividad
A pesar de las noticias recogidas en el texto normando sobre
la abundancia de cebada en la isla, la realidad tuvo que ser muy
distinta, pues ya en época histórica los rendimientos eran bajos
en razón de la sequía. Los períodos de hambre se sucedieron
en Lamarote en los siglos posteriores a la conquista.
Además, en Le Canarien surgen flagrantes mntradiociones,
-. . - .- 3 - . - - --- - 2 -Le 3 --e - c: cuariuw rus r;u~rqur~cauv~-at1.1*1- iiií u-i y-.u. c- ..
a . . . desde cerca de Navidad de 1402 hasta pasado el día de
San Juan Bautista de 1403 no hemos comido pan ni bebido
vino y hemos vivido de carne.. .N
(Le Canarien, 1965: 34)
La ausencia de grano durante los meses de invierno y pri-mavera
no sólo sería consecuencia de la baja productividad de
No ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 29
los cultivos aborígenes sino también de la crisis bélica que pa-dece
la isla, desarticulando los mecanismos que regulaban la
vida cotidiana en estas poblaciones y afectando a las labores
diarias de cultivo. Pese a todo, la cebada era de mala calidad,
lo que unido a la debilidad demográfica de la isla, explicaría
los bajos rendimientos de esta especie, al tratarse de pequeñas
parcelas adaptadas a la cantidad de mano de obra que pudieran
emplearse en ellas.
4.1.4. Sistema de cultivo
Según R. González y A. Tejera (1981 : 851, el cultivo cerealís-tic0
comporta el mnncLmient.o de una serie de fsictores inrlc
pensables, unas técnicas agrícolas, rudimentarias en Lanzarote,
que permiten al productor cubrir dos necesidades mínimas:
mantenimiento y reproducción de sus miembros y la repetición
del ciclo agrícola, para lo que deberá guardar una cierta canti-dad
de grano y cubrir, de este modo, el período que va de una
cosecha a otra, y haciendo frente a posibles calamidades, sequías,
plagas de langosta, como las que asolaron las islas orientales
desde el siglo XVII. Esta práctica se documenta en el texto nor-mando:
«.. . y hemos vivido con un poco de cebada que hemos en-contrado
en el país, que los canarios habían reservado para
sembrar.. . »
(Le Canarien, 1965: 66)
Ningún cronista describe el proceso de cultivo de la cebada
en la isla de Lanzarote. Sin embargo, éste no debió variar res-pecto
a otras del Archipiélago, como Gran Canaria o Tenerife,
para las que se conoce con cierto detalle.
Se iniciaría con las tareas de limpieza de la huerta, que en el
caso de Lanzarote se convierte en una labor sencilla, dada la
Núm. 35 (1989) 501
escasa pro13emci6n de malas hierbas, por la sequedaid del
clima y las característiw de los suelos s. Antes de la siembra y
después de terminado el ciclo agrícola, los rebaños eran intro-ducidos
en los campos de cultivo para alimentarse de los ras-trojos
de la cosecha, remover y ventilar los suelos, así como
reponer su riqueza mediante el abono natural.
Es muy probable que las huertas estuviesen cercadas por
muros de piedra con la finalidad de proteger las plantaciones
contra la acción eólica, que a través del transporte de las arenas
voladoras terminaría por enterrarlas. Este procedimiento con-tinúa
vigente en la actualidad entre los agricultores lanzarote-ños.
Otra razón del cercamiento de los campos sería la protec-ción
de los cultivos ante la posible penetración de los animales
domésticos en las huertas. El elevado número de cabezas de
ganado y la voracidad de la especie caprina empujaría a los
aborígenes a la protección de sus escasas reservas de alimento
de procedencia vegetal.
Siembra
La plantación de la cebada debía realizarse inmediatamente
antes del inicio de las lluvias invernales. Este cereal es más
resistente a la sequía que el trigo y sólo exige una moderada
cantidad de agua al principio de su desarrollo y mucho menos
al final. Por ello, la siembra tendría lugar en los últimos meses
del año, quizá noviembre, como estiman R. González y A. Tejera
(1981: 91) para las islas de Tenerife y Gran Canaria. Es enton-ces
cuando comienzan las primeras precipitaciones en el Ar-
,.h;,-.;&mrw.
b i U p A G A ~ ~ W .
La cebada es una especie que tolera muy bien los suelos de
escasa calidad, poco profundos y pedregosos, siempre que no
falte agua al inicio de su crecimiento. Se adapta bien al exceso
de salinidad, así como a los suelos muy calizos, características
edzifica frw?ientes en L&nzarote. Sobre todo, exige suelos per-meables
al poseer unas raíces con una actividad extraordinaria,
necesitando terrenos con gran espacio poroso para la circula-ción
del aire. La resistencia a la seqzúa se explica en relación
M2 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 31
con el tipo de suelos que demanda, donde el agua se absorbe
sin producirse pérdidas por evaporación. Es el fenómeno de
self-mulching ya citado, que produce la capa arenosa en los
suelos lanzaroteños, demostrando una vez más, que la llanura
central de la isla debía ser la zona de cultivo por excelencia.
El proicedimiento de la siembra aparece recogido en el texto
de Abreu Galindo:
a .. . sembraban la tierra de cebada, rompiéndola con cuer-nos
de cabrón a mano.. .N
(ABREUG ALINDO19,7 7: 58)
Se trata de una técnica similar a la empleada en otras islas,
recurriendo a instrumentos rudimentarios, como los cuernos de
cabra o los palos cavadores. Con estos útiles abrían agujeros
donde depositaban el grano, taponándolos posteriormente con
tierra. Según C. S. Lancaster (1983: 74-75), este sistema de cultivo
no correspondería a prácticas agrícolas, sino hortícolas. Se carac-terizan
por el empleo de herramientas manuales en parcelas rela-tivamente
pequeñas, con ausencia de arado, elemento definidor
de la agricultura.
Recoleccidn
Tendría lugar en primavera, al ser la cebada una especie de
ciclo vegetativo corto. Las fechas son difíciles de precisar, aun-que
J. Glas informa que en el siglo XVIII los lanzaroteños recogían
el cereal ((unos catorce o veinte días después de las últimas llu-vias,
hacia fines de abril)) (J. Glas, 1982: 31).
Abreu Galindo describe el sistema de recolección en la isla
de Gran Canaria, que no tuvo que diferir demasiado respecto al
de Lanzarote.
«Cuando estaban en sazón las sementeras, las mujeres las
.-.n.,.:.?,* 1la~~.-,nAn ,.n "..-A- nnl#.."Am m1 h.. -11.. -. h.....:.-.- --l..
- u g i u u + r i G v a . u u u uii uulr urr bulgauu LGL ~UGLIW y bupau aula-mente
las espigas, que después apaleaban o pisaban con
los pies y con las manos aventaban.))
(ABREUG ALINDO19, 77: 160)
Núm. 35 (1989)
Es posible que con motivo de la recolección se celebrase al-gún
tipo de festividad, como es común m casi todas las sacie-dades
primitivas, entre ellas, los guanches de Tenerife con la
fiesta del Beñesmen. En dichas celebraciones se procedería a la
concentración de la cosecha y al proceso de redistribución de
la misma, dirigidos por el jefe de la isla.
Medios de trabajo
No se conocen instrumentos de trabajo específicos para las
labores agrícolas, salvo las características lascas de basalto, tan
abundantes en los yacimientos de la isla, especialmente en el
poblado de Zonzamas. No tienen una funcionalidad concreta y
se emplean en diversas labores, la mayoría de las veces sin reto-ques,
sino tal y como se encuentran en la naturaleza. También
merece destacarse el uso del palo cavador y los cuernos de
ganado citados por Abreu Galindo con la finalidad ya reseñada.
La cerámica, destinada al traslado y conservación del grano,
entre otras funciones, se realiza a mano y se caracteriza por su
regular tamaño. Se han hallado grandes vasijas, probablemente
relacionadas con el almacenamiento de algún líquido, agua,
leche, u otro tipo de comida.
Los molinos de mano, utilizados para la molienda del grano,
cebada o especies silvestres, son muy frecuentes en las vivien-das
aborígenes lanzaroteñas. Están hechos en piedra vdccinica
porosa. Los hay de forma circular y a.barquillados de tipología
similar a los del resto del Archipiélago.
Consumo de la cebada
La forma del consumo de cebada parece común a todas las
islas. El grano era triturado y tostado como paso previo a su
molturación, convirtiéndolo en un tipo de harina, conocida
como gofio.
504 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRMISTORIA DE LANZAROTE 33
((La tostavan y molían, lo qual arnasavan con leche y co-sina
y otras con agua y sal, y este era su pan cotidiano,
la qual harina llarnavan gofio.))
(F. MORALE(OS vetense), 1978: 110)
R. González y A. Tejera (1981: 90) consideran que la opera-ción
de tostado previa a la molienda respondía más a una nece-sidad
que a un gusto culinario, ya que la cascarilla del grano
es muy dura, por lo que resulta difícil eliminarla, aunque al
mismo tiempo le permitiría una mayor resistencia hasta la 11o
gada de unas condiciones aptas para la germinación.
Alimentos similares al gofio aparecen documentados en el
norte de Africa. El xembo o bsilla del Ahaggar está constituido
por cebada tostada y molida, consumiéndolo mezclado con lo
che y, en ocasiones, cm agua y sal (M. Gast, 1968: 104).
La otra actividad económica básica del mundo aborigen de
Lanzarote, es la ganadería, que desempeña un papel más deter-minante
que los cultivos, dada la reducida productividad de la
cebada. Los cuidados exigidos por el ganado y los productos
derivados de éste, constituirían elementos importantes en el
modo de vida de los primitivos lanzaroteños, erigiéndose en
componentes esenciales de su dieta alimenticia.
4.2.1. Especies domesticadas
-0- riife~ntesa. u-0r-s q~l-&. sr.rih-n la vida &nri_gen no se
ponen de acuerdo en señalar el tipo de animal que sirvió de
unidad fundamental de los rebaños. La crónica Le Canarien y
Abreu Galindo aluden al ganado caprino:
((Manteníanse... con carne de cabra cocida y asada... »
(ABREU GALINDO19,7 7: 58)
L. Torriani coincide con los anteriores, pero introduce una
nueva especie.
Núm. 35 (1989) 565
«Por su alimento tením ..c.a rne de oveja y de cabra.))
(L. TORRIAN1I9, 78: 41)
El pastoreo ovino es conocido en otras islas del Archipiélago
antes de la llegada de los europeos, como Gran Canaria o Tene-rife.
E. Serra (Le Canarien, 1959: 250) (en nota) esgrime la po~i-bilidad
de que los animales domesticados en Lanzarote y Fuerte-ventura
no fuesen cabras sino ovejas, en su mayoría. Corres-ponderían
a las ovejas sin lana, descritas por A. Cedeño para
Gran Canaria, hoy desaparecidas del Archipiélago. Su caracte
rística principal sería la ausencia de lana, salvo en el rabo, y el
pelo liso, pudiendo haber confundido a los cronistas, que las
identificarían como cabras. El principal motivo señalado por
E. Serra para desechar la hipótesis del ganado caprino reside
e n !sic ulil'uionec de! t e x t ~n nrmz~rie2 11 gnrd-wa y calidad de
la carne de estos animales, impropias de dicha especie. Sin em-bargo,
J. Glas infosrma que ((en Lanzarote en primavera, sus
ganados están gruesos y bien: en esa época están bastante gor-dos,
aseados y brillan como si estuvieran frotados con aceiten
(J. Glas, 1982: 34).
La arqueología ha aportado pruebas valiosas en relación con
un predominio del ganado caprino, al hallarse con frecuencia
restos de cuernos y osarnentas de cabras en los yacimientos de
la isla, por lo que constituirían el porcentaje principal de los
rebaños prehispánicos. Desconocemos, por otro lado, si la oveja
existiría en Lanzarote antes de la llegada de los conquistadores,
o si su introducción sería posterior, bajo el dominio europeo
de la isla.
Algunos autores aluden a otro tipo de animales:
«. . . sus ganados, que son puercos y cabras, que es la carne
con que se mantienen.. .
(F. MORALES(O vetense), 1978: 110) ,,
En general, la cabra es la especie que mejor se adapta a
climas áridos o con ligeras precipitaciones y es menos exigente
en vegetación que el ganado ovino y porcino. Estos requerimien-tos
son importantes en islas de escasa variedad fIorística y so-metidas
a frmentes períoldos de sequía como Lamarote y
Fuerteventura.
506 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PRMISTORIA DE LANZAROTE 35
4.2.2. Zonas de pastoreo
Malpaises
Una de las zonas de pastoreo de primer orden son los mal-países
viejos, especialmente d Malpaís de la Corona. Esta uni-dad
ecológica cuenta con una flora natural en la que se incluyen
numerosas especies forrajeras: tabaibas ,espino (Lycium intrin-catum),
saladillo (Atriplex glauca), cosco (Mesembryanthemurn
nodiflorum), &c. Su aprovechamiento principal tendría lugar
en los meses de invierno, cuando las irregulares lluvias permiten
un mayor desarrollo del manto vegetal. Al mismo tiempo, la
concentración de los rebaños en las zonas de malpaís preser-vaba
ios cuiiivos ae ceba& de ia voracidad de los cápridos,
señalándose la presencia de un muro de piedras, cuya filiación
aborigen nos es desconocida. Este muro tiene la finalidad de
evitar la dispersión del ganado y su salida del territorio asig-nado
para pasto. Probablemente se tnta de una tradición que
arranca de época preeuropea.
Por otro lado, la presencia de las llamadas ((cuevas hondas»
en los bordes del sector de La Corona, pone de manifiesto la
ocupación humana de estos terrenos escabrosos, no con carác-ter
permanente, dadas las dificultades que ofrece la lava esco-riácea
a la vida cotidiana, pero sí como refugio pastoril tem-poral.
El interior de los malpaíses no ha dado muestra de una
ocupación tempolral intensa.
El territorio oculto por las erupciones del siglo XVIII rewiiría,
aparentemente, unas peculiaridades ecológicas semejantes, pues
E. Hernández (1860: 242) estima que en él existirían algunos
malpaíses viejos, invadidos por líquenes, euforbias y especies
similares a las presentes en La Corona. Bajo tales condiciones,
es obvio su aprovechamiento como área de pastoreo.
También merecen destacarse dentro de este capítulo las zo-nas
de relieve, especialmente el Macizo de Fmara. La irnpor-
Núm. 35 (1989) 507
36 JOSÉ CARLOS CABRERA PÉREZ
tante cobertera vegetal y el gran número de variedades florís-ticas
con valor forrajero obliga a considerarlo como lugar pro
dilecto por los pastores y sus rebaños. En la actualidad, según
T. Bravo (1954: 352-358), continúa siendo recorrido por los ga-naderos,
aprovechando una flora que ha sobrevivido a tantos
siglos continuados de pastoreo intensivo.
Llanuras meridionales
Finalmente, ha de citarse toda la región meridional de la
isla, utilizada como dehesa en épocas históricas. Su gran ex-tensión
superficial la convierten en un sector de un gran interés
pastoril, especialmente orientado hacia el ganado de suelta.
4.2.3. Número de cabezas de ganado
En una sociedad pastoril el tamaño de la manada está deter-minado
por varios factores. Existe un mínimo, condicionado
por la necesidad de mantener el rebaño, asegurando su repro-ducción
biológica y permitiendo la subsistencia del grupo hu.
mano propietario del mismo. En el otro extremo, las dimensio-nes
máximas de la manada están en función de las posibilidades
ecológicas y de la mano de obra disponible para hacerse cargo
de ella. Un grupo familiar sólo puede cuidar un determinado
número de animales, dependiendo de la extensión de la familia
y de las necesidades individuales y colectivas (P. Bonte, 1973:
6-22). M. J. Lorenzo (1983: 1301, estudiando la isla de El Hierro,
establece la cifra máxima de 150 cabras como capaces de ser
cuidadas por el pastor y su familia.
Para Lamarote carecemos de datos cuantitativos relativos
al tamaño de los rebaños aborígenes. Su número debía ser abun-dante,
ya que si atendemos a las noticias de autores que eiycri-ben
tras la conquista, se constatan los problemas de compatibi-lidad
entre agricultura y ganadería.
«Es tierra para plantar viña e árboles, salvo que no los
ponen por el mucho ganado.. . »
(A. Bernáldez) (F. MORALES1,9 78: 507)
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
". . PREHISTORIA DE LANZAROTE 37
S610 disponemos de cifras concretas solbre la cantidad de
ganado para períodos muy tardíos, que pueden servir como ni-vel
de referencia respecto al mundo prehistórico. A. Rumeu
(1981: 431-438) informa que en 1770, un año catalogado como
discreto en Lanzarote, desde el punto de vista ganadero, convi-vían
en la isla trece mil cabras y 9.400 ovejas. Por esas fechas
el nicho ecológico lanzaroteño ya había sufrido un duro castigo
y habían tenido lugar las erupciones de 1730-1736, ocultando
una gran superficie de terreno útil.
Podríamos sugerir, a modo de conclusión, una cifra de va-rios
miles de cabezas de ganado, teniendo en cuenta la baja
densidad de población de la isla; aunque el número podría verse
incrementado por el sistema de pastoreo practicado en Lan-zarote.
4.2.4. Sistemas de pastoreo
La crónica Le Canarien alude a dos tipos de ganado con
características somaticas y formas de pastoreo diferentes.
N... y ahora había en él (se refiere a la isla) tanto ganado,
tanto doméstico como salvaje.. .N
(Le Canarzen, 1959: 264)
La división entre ambas variedades de animales no aparece
muy clara. La cabra doméstica sería aquella sobre la que los
pastores ejercerían un control permanente, estando habitual-mente
en contacto con las mismas. Se recogerían en corrales
de piedra situados en los poblados o en las cercanías de la vi-vienda
del pastor, proporcionándole el alimento cotidiano: leche,
queso, manteca, así como la carne de los cabritos, principal-mente.
Unos pocos animales permanecerían en los alrededores de
los asentamientos, mientras que el gran rebaño sería diaria-mente
conducido a pastar, regresando al atardecer. El ordeño
se efectuaría en la mañana, antes de la partida. Sus dimensiones
no pudieron ser demasiado grandes, pues el exceso de trabajo
haría imposible a la familia poder afrontar su cuidado.
Por otro lado, existe un segunido sistema de pastoreo ooncl
cid0 como pastoreo de suelta, muy característico en las dos islas
orientales. Los animales vagan libremente durante todo el día
a la búsqueda de alimento, sin ninguna vigilancia, o con ;una
guarda a distancia. Al atardecer es recogido y llevado a los co-rrales.
En ocasiones, la manada se mantiene suelta durante
varios días, al cabo de los cuales es agrupado para proceder
a las tareas de ordeño. Esta práctica pastoril ha sido muy fre-cuente
en islas como El Hierro, Fuerteventura y, con seguridad,
Lanzarote.
Desconocemos si la denominación de ganado salvaje viene
referida a los rebaños en régimen de suelta o si, por el contra-rio,
alude a otra fórmula de pastoreo. Algunos autores le asig-nan
el término guanil, cuyo sentido es difícil de determinar.
J. Alvarez (1942: 10) recogió este vocablo en Lanzarote, seña-lando
que los cronistas lo equiparan a cabra salvaje, aunque
entendido como simple adjetivo, equivalente a libre, sin dueño,
o no marcado, que en muchos casos no son sinónimos. Es po-sible
que el ganado salvaje pastase libremente por toda la isla,
siendo recogido cada cierto período de tiempo con la finalidad
de retirar los cabritos recién nacidos, marcar las cabras y se-leccionar
los animales destinados a la producción de leche,
reponiendo las pérdidas de los rebaños domésticos.
Las zonas de pastoreo más importantes en Lanzarote, los
malpaíses o las llanuras meridionales, con carácter de nichos
ecológicos cerrados, se prestan a esta fórmula, que permite al
ganado pastar libremente o con una vigilancia muy superficial,
demandando poca mano de obra para su cuidado.
4.2.5. Derivados ganaderos
La práctica pastoril está orientada hacia la consecución de
una serie de productos derivados de los animales, indispensa-bles
para la subsistencia de sus propietarios.
La alimentación de los primitivos habitantes del Archipiélago
no debió variar excesivamente en relación a los productos gana-deros.
Destacan, entre otros, la leche, que podía ser tomada
PREHISTORIA DE LANZAROTE '39
sola o, mas comúnmente, mezclada con gofio y a veces acom-pañados
de manteca.
(t.. . esta harina mezclaban con leche y manteca.»
(ABREWG ALIND1O9,7 7: 58)
La provisión de leche de los antiguos lanzaroteños variaría
a lo largo del año, pues las cabras producen mayor cantidad
después del alumbramiento, para ir disminuyendo hasta casi
un mes antes de parir de nuevo, aunque al tercer mes «se les
mengua la leche» (M. J. Lorenzo, 1983: 69).
La cubrición de las hembras se realiza en verano y tras casi
cinco meses de gestación, el parto sobreviene en la época de
lluvias, disponiendo de mayor abundancia de pasto para el in-cremento
de la produccirín lechera. Est.8 prBdk8, vigente
en el Archipiélago, permitiría cerrar el ciclo dietético de la po-blación
aborigen, al ser la época de menor aprovisionamiento
láoteo la que coincide con la cosecha. A continuación la cantidad
de grano va disminuyendo, mientras que la producción láctea
y cárnica va en aumento, al disponer de buen número de baifos
destinados al sacrificio. También cabe la posibilidad de que
los habitantes de la isla repartiesen la temporada de partos a
lo largo del año, garantizando los derivados ganaderos durante
todo el ciclo.
Otros productos alimenticios de origen animal serían: el
queso, componente fundamental de la dieta aborigen, obtenido
de la mezcla de la leche y cuajo de cabrito, y la manteca, de
alto valor calórico, fabricada entre agosto y septiembre, cuando
la leche es más pesada a causa del pasto. Sería reunida y con-servada
en vasijas.
E! c c z ~ ~ mde~ com ~ em SG& ser muy' e:eiado eii el %fiu
de sociedades pastoriles, soliéndose aprovechar los animales
muertos y enfermos, así como una parte de las crías, no desti-nadas
a sementales o a la producción de leche. El sacrificio de
animales adultos, especialmente cabras lecheras, no es corriente
en estos grupos humanos. salvo que tal fuese el destino de1
ganado salvaje documentado en Lanzarote.
Núm. 35 (1989)
4.3. Recolección
La recolección de especies vegetales silvestres constituyó un
complemento importante de la dieta aborigen.
La isla de Lanzarote se puede considerar como un nicho
ecológico caracterizado por una vegetación natural pobre y poco
variada, con gran cantidad de especies de carácter xerofilo. Por
esta razón, no debería haber aportado demasiadas plantas que
diversificasen una dieta compuesta por derivados agrícolas y
ganaderos.
Sin embargo, las poblaciones asentadas en medios áridos,
como el Macizo de Ahaggar, obtienen alimentos de una cubierta
vegetal muy débil, mediante la explotación intensa de la misma,
especialmente en los meses de hambre, consecuencia de pérdi-das
de cosechas o ganados (M. Gast, 1968: 204-245). Si estos
grupos cuentan con la ayuda inestimable del abastecimiento de
grano por caravana y conceden tanta importancia a la recolec-ción,
en un medio cerrado como Lanzarote, sus habitantes ten-drían
un conocimiento exhaustivo de las especies vegetales
aprovechables, consumiéndolas de forma habitual.
Uno de estos productos recolectados serían los dátiles:
((Comían sus dátiles y los frutos del país.. . »
(Le Canarien, 1959: 254)
Es posible que los primitivos lanzaroteños cultivasen las
palmeras, canaria y datilera, con el fin de obtener reservas de
dátiles. Se trata de un fruto de alto contenido calórico, por la
gran cantidad de azúcares que aporta al organismo, junto con
elementos minerales. Ello lo convierte en un complemento ideal
para una dieta rica en proteínas animales. Su período de reco-lección
tiene lugar a finales de verano y en otoño, en los meses
de septiembre y octubre. Es difícil precisar si este cultivo exis-tió
o, si por el contrario, la población lanzaroteña aprovecharía
los dátiles de palmeras silvestres, ya que desconocemos ei graao
de extensión de este tipo de palmeral sobre la superficie de
la isla.
512 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRFXISTORIA DE LANZAROTE 41
Dentro del capítulo de la recolección, también debemos in-c
l un~a se rie de plantas adecuadas al consumo humano -lo
son en la actualidad-, desconociendo su valor nutritivo, la po-sible
superficie de ocupación, su mayor o menor abundancia
en época prehistórica y el grado de aprovechamiento entre las
poblaciones aborígenes. Entre ellas: la patilla (Aixoon cana-riensis),
el cebollino gato (Asphodelus tenuifolius), la avena
silvestre (Avena canariensis), la vinagrera (Rúmex vasicarius),
diversas variedades de espárragos silvestres, el cosco (Mesem-bryanthemum
nodiflorum) y el fruto de los fayales, que en el
pasado ocuparon la zona alta de Famara.
Su empleo como alimento de consumo humano habrá de ser
corroborado por las investigaciones arqueológicas, el análisis
de los contenidos intestinales de los restos humanos hailados,
o en los restos de vasijas, graneros u hogares de los distintos
yacimientos de la isla.
4.4. Pesca
Fue otra de las actividades importantes dentro de la socie-dad
aborigen de Lamarote, especialmente el marisqueo. Su re -
flejo arqueológico se halla representado en los potentes con-cheros
de Zonzarnas, F'iquinineo o en el poblado de Las Tegalas,
dentro del Malpaís de la Corona. Las variedades encontradas
incluyen desde los burgados (Monodonta crassa), distintos ;tipos
de lapas o patellas, de las que se desconoce su género, muy
abundantes en las costas insulares. Destaca la Patella candei,
casi agotada, o el burgado macho (Thais hemastoma). Abreu
Gaiindo completa la relación de los mariscos:
((Tienen gran abundancia de marisco en la costa, y muy
bueno, de burgaos, percebes y clacas.. . »
(ABREUG ALINDO19, 77: 56)
Los peces capturados no están documentados arqueológic~ir
mente, salvo la vértebra de un gran pez hallada en Zonzarnas,
Núm. 35 (1989) 513
en el interior de una de las construcciones. Abreu Galindo es
cribe sobre el sistema de pesca:
«Eran grandes nadadores, y a palos mataban los peces.))
4.5. Caza
Dentro de esta actividad, no documentada por ningún cro-nista,
hay que considerar el aprovechamiento de animales de
pequeño tamaño, como lagartos e insectos, práctica común en
todas las sociedades tribales del mundo. Entre los primeros,
merece citarse para Lanzarote a los perenquenes (Lacerta
atlántica).
También podrían capturarse aquellas aves nidificantes en
la isla o las que sólo están de paso: pardelas, garzas, avutardas,
codornices y gangas, de las que se aprovecharía su carne y
huevos. L. Torriani relata el modo de captura de las pardelas
entre los lanzaroteños:
N.. . llevan consigo manojos de varillas delgadas y ponen'una
en el hoyo en que están las pardelas, y dándoles vueltas
con mucha rapidez, el pájaro se envuelve en ellas ... de
modo que, sacando después las varillas, lo sacan fuera.
Así cogen gran número de ellos.))
(L. TORRIANI1, 978: 35)
4.6. Organización de la economia
Es éste uno de ios aspectos esenciales para enteñder ei mü-delo
de sociedad aborigen lanzaroteño. Sin embargo, los cronis-tas
no aportan ninguna información acerca de la organización
de la producción, la división del trabajo, las formas de propie-dad
y tenencia de tierras y ganados y todo el conjunto de facto-res
que com"oeman ei sistema prodüciivü preiiisp&iiico de La?-
zarote.
Las ascasas citas y el empleo de la información antrop016-
514 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 43
gica permiten deducir algunas conclusiones relativas a dicho
tema.
La familia es el núcleo básico de las formas de producción
y de la organización social. Los bienes producidos y la asigna-ción
del trabajo son, en su mayor parte, estipulaciones domés-ticas,
que se estructuran de acuerdo con las propias demandas
familiares. Según M. Sahlins (1976: 233-235), los grupos domés-ticos
no son autárquicos, pese a producir la mayor parte de las
cosas que consumen, y en ocasiones han de recurrir al trueque.
En el caso lanzaroteño se pudo haber dado alguna actividad
de intercambio, de manera que los grupos localizados en la
costa habrían trocado recursos marinos con las unidades do-mésticas
del interior de la isla. Esta circulación económica no
&a deci~~-ef i t~rdii - .a r q ~ ~ !@i cme n t eni a trav& & lm cri-nicas,
siendo imposible su verificación. En caso contrario, cada
familia sería autosuficiente, cubriendo todas sus necesidades
por medio de la mano de obra familiar repartida en las distin-tas
actividades.
Es importante precisar el tipo de familia dominante en la
sociedad lanzaroteña: el modelo nuclear o el modelo extenso.
La primera, constituida por los cónyuges y sus hijos no casados,
está presente en la mayoría de las culturas, pero su importan-cia
relativa es variable frente a la familia extendida. Esta agrupa
a los hermanos carnales de uno u otro sexo, sus correspondien-tes
cónyuges, los hijos solteros y, quizá, algunos de éstos que
hubiesen contraído matrimonio (M. Harris, 1981: 262-264).
En Lamarote debió predominar este último tipo familiar,
pues proporciona un contingente superior de mano de obra y
puede afrontar simultáneamente las distintas actividades de
su.nsisieñc&. R. Goiiz&iez -y fi. " - 2 ---- " nni - 0" lejara ( l u o l . 0%-"o"a i aaagularl la
existencia de grupos domésticos amplios, por el propio carác-ter
diversificado de la economía aborigen: pastoreo, agricultura,
recolección, rnarisqueo, cuidado de los niños, etc. Sin embargo,
el mundo prehispánico lanzaroteño presenta un factor diferen-cid
representade pnr e! tipn de m~trLmnnAo, pnliknilrico, que
también puede entenderse como una fórmula de concentracidn
de mano de obra (R. Linton, 1942: 186).
Núm. 35 (1989) 515
4.6.1. División del trabajo
Dentro del esquema de funcionamiento de la economía
familiar en las sociedades tribales, podemos distinguir una di-visión
del trabajo por sexos y otra en función de la edad.
Tradicionalmente, en estas sociedades en las que el pastoreo
se combina con la agricultura, las funciones de los varones y
de las mujeres aparecen claramente separadas. Las responsa-bilidades
del cuidado de los hijos sólo son compatibles con
actividades que no requieren frecuentes ausencias prolongadas
D del hogar y con un trabajo sin peligro, realizable en presencia
de los nirios. En este sentido, las tareas hortícolas serían asig-nadas
a las hembras del grupo: junto a labores hogareñas y la
fabricación de la cerámica. Los trabajos relacionados con el
cuidado del ganado, el ordeño y demás prácticas pastoriles so
E rían responsabilidad de los varones, así como la pesca. La re- ;
colección de especies silvestres estaría compartida. 3
Sin embargo, la sociedad de Lanzarote muestra peculiari-dades
que podrían llevar a desviaciones respecto a este modelo
general de las sociedades tribales: la baja población de la isla f
y el tipo de matrimonio predominante, reflejan un desequilibrio d
entre el número de hombres respecto al de mujeres, presentes
en una cantidad muy escasa. En tal caso, los varones serían res-ponsables
de la mayor parte de las actividades económicas,
reservándose el sexo opuesto el conjunto de las tareas domésti-cas
y colaborando en las labores de cultivo y ordeño. O
Además, podemos señalar una división del trabajo entre los
hombres en función de la edad. Los niños y adolescentes son
ios encargados 6e ia guarcia de los rebaños, recillienüo un apren-dizaje
progresivo y completo de las múltiples tareas relaciona-das
con el pastoreo y adquiriendo los conocimientos necesarios
sobre el rebaño, los cuidados exigidos, pastos, etc. (P. Bonte,
1973: 17-20).
.. . ocurrió que los niños que guardaban el ganado.. . »
(Le Canarien, 1959: 270)
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 45
Esta cita del texto normando confirma el trabajo infantil,
también documentado entre los bereberes marroquíes, donde
los niños son responsables de la guarda de los rebaños, bajo la
vigilancia común de un hombre. Mientras, el resto de los varo-nes
adultos participarían en la búsqueda de pastos, conducción
de manadas, ordeño y en las actividades agrícolas. El jefe de
familia, si ésta es extendida, se encarga de las tareas de gestión
de la economía doméstica y no suele acompañar a los rebaños
cuando parten a pastar.
4.6.2. Propiedad de los medios de producción
En las sociedades tribales, según M. Sahlins (1976: 2351, las
tierras de cultivo no pertenecen a ninguna familia y lo mismo
es aplicable a los terrenos de pasto. Lo más frecuente es que
éstas sean del dominio de grupos corporativos más amplios,
como linajes o pueblos, donde los derechos de la familia se
fundamentan en su condición de miembros del grupo propie-tario.
Se goza de un privilegio usufructuario. El conferir la pro-piedad
a grupos mayores, da a las familias-miembros una espe-cie
de garantía inalienable de subsistencia, pues ningún hogar
está excluido del acceso directo a los medios de su propia su-pervivencia.
En el caso de Lanzarote, se indica la existencia de tierras
dedicadas al cultivo de la cebada, que en función de la escasa
población, no dbberían ser muy extensas, reduciéndose a peque-ños
huertos localizados en los alrededores dei pobiacio. Las par-celas
pertenecerían a toda la comunidad, quizá compuesta por
los miembros de un mismo linaje. En caso contrario, la pro-piedad
sería comunal y se establecería m reparto entre los
diferentes grupos domésticos, que sólo gozarían del usufnicto
A#. l "..,m...."..+:
U G LQiD IAGL L 4 r 3 .
En la crónica Le Canarien se describen las características de
los terrenos que recibe el ((rey» de Lanzarote tras la conquista:
. .
Núm. 35 (1989) . . 517
c.. . una casa que se hallaba en el centro de la isla, y le dio
también unos 300 acres de tierra y bosques alrededor de
su morada.. . tuvo las mejores tierras para labrar de cuan-tas
había en él, pero también conocía bien los lugares que
solicitaba.))
(Le Canurien, 1959: 326-328)
El «rey» lanzaroteño recibirá las tierras que poseía antes
de la llegada de los normandos, catalogadas como las más ricas
de la isla.
Por un lado, es posible que la preeminencia social y política
de este personaje se basase en la posesión por parte de su fami-lia
de la mejor zona de la isla, riqueza que le conferiría m
status de rango y poder en el seno de la sociedad isleña.
Ot;ra p~i;fii!i&d r^.~.!!s v?g& u. f l ~ asi waciGfi &~Jar d
mundo aborigen de Tenerife, donde toda la tierra pertenecía al
mencey, por ser descendiente del antepasado fundador de la
tribu y cabeza del linaje más importante de la isla (R. González
y A. Tejera, 1981: 67-68). El «rey» lanzaroteño repartiría las
parcelas entre los distintos grupos familiares, que sólo goza-rían
de su usufructo, reservando para su familia las tierras de
mejor calidad. Sin embargo, esta última situación corresponde
a un tipo de jefatura mucho más evolucionada de la que, apa-rentemente,
existió en Lanzarote.
Tierras de pasto
Según R. Lowie (1947 : 152-153), las tierras de pastoreo sue-len
ser comunes, conduciendo los pastores sus rebaños a cual-qüier
parte del ierfitorio fijado como zona de pasto. La apro-piación
individual de estas áreas no se da entre las sociedades
tribales, salvo que exista más de una unidad política o un frac-cionamiento
de la tribu, poseyendo cada fracción su respectivo
territorio bien diferenciado. Esta situación no es aplicable a
Lanzarote, donde s610 ex&IIó 111151 jefztcr~ ~ E I - 5 3 teda !u, id&, u!
menos en el momento de la conquista.
518 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 47
Ganado
Los rebaños domésticos son de propeidad familiar, obte-niendo
de ellos el sustento diario. En su seno se producen asig-naciones
de ganado a las distintas familias nucleares. Cada fu-turo
pastor recibe m cierto número de cabezas de ganado. Esta
transmisión puede comenzar bastante pronto y se manifiesta
en circunstancias variables correspondientes a diversas épocas
de la evolución del status del individuo, siendo el principal, el
momento del matrimonio y el nacimiento de los hijos. Sin em-bargo,
bajo una sociedad con una fuerte organización en linajes,
la propiedad individual del ganado se integra en la gran pro-piedad
familiar y sus miembros colaboran conjuntamente en
las tareas de cuidado del rebaño.
Otra solución diferente plantearía la propiedad del ganado
salvaje. Desconocemos si existiría una apropiación del mismo
o si pertenecería a toda la población de la isla. En el primer
caso, tampoco podemos determinar la fórmula de reconoci-miento
de dicha propiedad, ya fuera por medio de marcas, o
por las características somáticas de los animales, aunque no
se debe olvidar que una de las acepciones del término guanil
es la de ganado sin marca.
Antes de adentrarnos en este capítulo, es necesario realizar
una matización importante. Este trabajo se ha estructurado en
cuatro grandes niveles de organización. Sin embargo, el estudio
de 1% orga,rdza~en;G &l y pvpitiza de -~-ias oeie&d irjasi,
las aborígenes de Canarias, no puede realizarse sin una rela-ción
estrecha entre ellas y con la forma de organización eco-nómica.
Estos niveles organizativos estarían condicionados, a
su vez, por las características ecológicas de Lamarote, y por el
propio bagaje cultural que traen consigo los grupos hwimnnos
procedentes del Norte de Africa. Pese a ello, y a riesgo de caer
en una excesiva compartimentación temática, pero en aras de
una, mayor clarificación, se han analizado separadamente.
Núm. 35 (1989) 519
También nos ha mediatizado la escasa información dispo-nible,
tanto en lo que se refiere a la documentación escrita,
como a la arqueológica, haciendo difícil la elaboración de un
modelo global de funcionamiento interno de esta cultura.
5.1. La sociedad aborigen lanxaroteña
Ya se ha señalado al grupo familiar extendido como unidad
básica de la organización social. Podría tratarse de varias fa-milias
nucleares corresidentes, relacionadas entre sí por víncu-los
de parentesco, constituyendo linajes o grandes familias. Es
probable que las aldeas lanzaroteñas estuviesen habitadas por
miemhrm de un mismo linaje o indusn, m los poblados de
mayor tamaño, varios linajes cooperando en las distintas acti-vidades
económicas y conectados entre sí por intercambios ma-trimoniales.
Sin embargo, el predominio de la familia extensa en una isla
poco poblada a finales del siglo xrv, después de haber sufrido
un serio dislocamiento en su estructura social, consecuencia de
las capturas de esclavos, habría provocado la ruptura de nume
rosos linajes y su degradación como unidades de producción
y consumo.
La unidad familiar extendida puede aparecer documentada
en la crónica Le Canarien:
N.. . y después, en víspera de Cuaresma, nos pidió el rey que
le bautizaran a él y a toda su casa.»
(Le Canarien, 1965: 84)
5.1.1. ¿Un sistema de filiación matrilineal?
En la obra de Abreu Galindo y en el propio texto normando
p^isten ~ ~ c wi prmca d e "_n_ sistema de filiación matrilineal,
en el que todos los miembros de un grupo doméstico estarán
emparentados entre sí, exclusivameizte, a través de las hembras.
Sería un sistema de filiación unilineal, aquél que restringe los
520 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 49
lazos parentales, bien a los varones, bien a las mujeres (M. Ha-rris,
1981: 284). Así se originan linajes descendientes de un
antepasado común por línea femenina llamados matrilinajes.
Desde el punto de vista del individuo, sus parientes más próxi-mos
serán sus hermanos, su madre y los hermanos de ésta; el
pariente varón de más edad, el hermano mayor de la madre.
Los maridos no pertenecen al matrilinaje.
La forma de organización de estos grupos familiares puede
presentar diversas variantes en función de las pautas de resi-dencia:
Una primera solución reduce el papel del esposo a compa.
ñero sexual; fecundan a las mujeres pero no viven con ellas ni
se benefician de sus servicios domésticos. Las varones del matri-linaje
controlan los servicios reproductores de 1% mujeres. man-teniendo
relaciones sexuales con hembras de otro grupo similar,
pero permaneciendo ligados al suyo propio (R. Fox, 1980: 92-93).
Una segunda solución, mucho más común, consiste en man-tener
a las mujeres reunidas y a los hombres dispersos, corres-pondiendo
a la regla de residencia matrilocal. Los esposos van
a vivir junto a la madre de sus esposas (R. Fox, 1980: 96-97).
Normalmente la jefatura de los matrilinajes no corresponde
a las mujeres 2, sino al hermano mayor, que rige y toma las
decisiones en el grupo familiar. Esta situación se denomina
avunculado (avunculus=tío). Al tío materno le sutxderá en la
jefatura de la familia el hijo de su hermana, transmitiéndose
el poder de tíos a sobrinos.
En muchas sociedades matrilineales, sin embargo, los ma-ridos
desempeñan un papel importante en la familia de su es-posa
y tienden a equipararse en poder al hermano materno.
E!!u GCGrre e~ dgGiiaUti"i" U-= selari*iaras y, aGerl&, aplU-xima
al modelo de sociedad aborigen de Gran Canaria.
La existencia de un sistema avuncular en Lanzarote puede
estar en la base del llamado Episodio de Avendaño, recogido
en el texto de Abreu Galindo (1977: 61-62) y estudiado en pro-fundidad
por J. Alvarez (1957). Las muchas h t ~ r p o l s c i o nq~ue
2 La idea del matriarcado o gobierno de las mujeres es desechada por
t d o s los antropblogos moüemos.
Núm. 35 (1989) 52 1
ha sufrido lo convierten en un fragmento muy oscuro y de muy
difícil interpretación. En la crónica Le Canarien encontramos
un párrafo con una alusión a una relación parental de tío-sobrino,
en una obra que no menciona ningún otro tipo de
grado de parentesco.
.. . después se fue Afche, y algunos días más tarde envió
a su sobrino Alfonso, a quién Bethencourt había traído de
Francia para que fuese su lengua.»
(Le Canurien, 1959: 114)
((. . . determinar, traicionar a Gadifer por consejo de su so-brino
Alfonso . . . »
(Le Canarien, 1959: 116)
Es evidente, que puede tratarse de una simple anécdota o
casualidad, pero debe tenerse en cuenta por los antecedentes y
paralelismos que encontramos en otros textos, así como en
otras islas del Archipiélago.
Finalmente, F. Pérez Saavedra (1984: 45-46) explica que Ma-ciot
de Bethencourt se une en matrimonio a Teguise, hija del
«rey)) de la isla, para legitimar su dominio sobre Lanzarote.
Para A. Cubillo la etimología de Teguise se entronca con la voz
tuareg tegexe, que significa ((La que tiene derecho a suceder por
línea materna)). Encontrarnos otro factor que refuerza la hipó-tesis
de una descendencia matrilineal entre los aborígenes lan-zaroteñoc,
aunque el ejemplo es confuso, pues el poder no de-bería
ser transmitido por la hija de Guadarfía, sino por su so-brina.
Existen otros paralelismos en el resto del Archipiélago, ya
~ U ePn Gran Canaria e han dnc~mentadnr eminiscencias rna-trilineales
y avunculares en los grupos familiares gobernantes.
Entre los tuaregs, también está presente la filiación uterina;
habiendo indicios en otras tribus bereberes de Marruecos.
Este sistema social pudo haber formado parte del bagaje
cultural de los primeros pobladores que se asentaron en Ca-narias,
perviviendo hasta la llegada de los normandos. Si, por
el contrario, se trata de un fenómeno de evolución interna, las
razones del mismo nos son absolutamente desconocidas.
522 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE
Los cronistas normandos aportan una información muy es-cueta
relativa al sistema matrimonial de los aborígenes de Lan-zarote.
Esta noticia, importante para el conocimiento de la so-ciedad
prehispánica, nos indica un tipo de matrimonio de ca-rácter
plural conocido por poliandria, triandría según F. Pérez
Saavedra (1984: 68),
{da mayor parte de ellas tienen tres maridos y sirven por
mes, y el que deba tenerla después, los sirve todo el mes
que el otro la tiene, y siempre hacen así, cada uno a su
turno)).
(Le Camrien, 1965: 140)
Esta información, que podría ser interpretada como una
interpolación fantástica de los autores, es corroborada en otro
fragmento que describe la iniciación a 'ct religión cristiana y
el proceso de evangelizaciór, 3e Ics antigu~sl anzaroteños.
«E hizo un lugar muy agradable llamado Paraíso Terrenal,
donde colo~có al hombre y a la mujer. Y allí hubo al prin-cipio
una sola mujer reunida con un solo hombre, y quien
cree de otra manera peca.))
(Le Canarien, 1959: 168)
Los clérigos de la conquista intentan erradicar una práctica
común en Lanzarote que chocaba con la mentalidad cristiana,
insistiendo en la obligación de convivir en pareja, condenando
cua!qiier vtra tipo de zgrupciSn mrttrimmial.
La existencia de poliandria en la isla no aparece docurnen-tada
en ningún otro texto de los siglos xv y xvr. L. Torriani des-cribe
otra modalidad de matrimonio:
(( ... casaban con cuantas mujeres querían: y no' tenían res-peto
más que a las hermanas.))
(L. TORRIAN1I9, 78: 41)
Núm. 35 (19891 .523
Si se descarta la posibilidad de confusión con otra isla, así
como de considerarla una descripción imaginada por el autor
cremonéis, este fragmento relativo a la poliginia entre los an-tiguos
lamaroteños sólo puede entenderse como correspon-diente
a un período muy anterior a la llegada de los normandos
en 1402. La poliandria y su probable factor causal, el infanti-cidio
femenino, son fenómenos coyunturales, que desaparecen
cuando se restablece el equilibrio entre población y recursos
alimenticios y entre el número de pobladores de ambos sexos.
Podrían adoptarse, entonces, otra~sm odalidades matrimoniales.
Sin embargo, resulta muy aventurado emitir una hipótesis ex- *
plicativa en un sentido o en otro. D
N
La poliandria también está documentada para otras islas del 1
Ard-JpiPIiago, cnncretam-ente Gran Canaria: =
m
O
«Los canarios no casaban más que con una mujer, y esa
sola sustentaban hasta la muerte, ni ella más que con un
hombre. Lo cual es contrario de lo que Pedro de Luján dice
en sus Diálogos Matrimoniales, que una mujer casaba con
cinco canarios y no con menos.))
(ABREUG ALINDO1,9 77: 153-154)
La negación de la práctica poliándrica en Gran Canaria por
el autor es calificada con acierto por F. Pérez Saavedra (1984:
68), ((como puros argumentos especulativos inspirados en la
moral religiosa de la época y tan pueril que no puede ser to
mada en consideración)), al basarse en los celos suscitados entre 2
los maridos, como principal razón que haría inviable este tipo
de matrimonio.
Causas de la poliandria
Como ya se estableció en el apartado sobre la población
lanzaroteña, las causas de este fenómeno residen, al igual que
en muchas sociedades insulares de Polinesia e Islas Marquesas,
tribus esquimales y los Toda de la India, en el infanticidio fe-menino
como método de regulación del crecimiento poblacional.
524 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PRMISTORIA DE LANZAROTE 53
Ello provoca un desequilibrio entre sexos, obligando a la insti-tucionalización
de una relación matrimonial que facilite el acceso
sexual de varios hombres a una mujer y evitar las luchas por
ellas.
La práctica del infanticidio femenino no estaría reñida con
una sociedad de carácter matrilineal, pues ésta no implica una
superioridad de las mujeres. En Gran Canaria, según el frag-mento
ya referido de Abreu Galindo, respetan a la primera re-cién
nacida, asegurando así la transmisión de los derechos y
propiedades familiares por línea femenina, aunque este modelo
no sea aplicable a Lanzarote al carecer de información al res-pecto.
J. Alvarez (1981: 62-63) defiende otra posible razón que ex-plique
la presencia de la poliandria en la primitiva sociedad
lanzaroteña. Responsabiliza a las numerosas capturas de es-clavos
durante el siglo XIV del bajo porcentaje de mujeres en
la isla. Los marinos europeos seleccionarían las mujeres abo-rígenes
por su mayor valor en los mercados esclavistas, obviando
a los varones. Sin embargo, esta situación resultaría novedosa,
pues no se conoce ningún fenómeno similar en otros pueblos
que hayan sufrido los efectos de la esclavización. Además una
sociedad que resiste con las armas en la mano a los conquista-dores
normandos, también defendería sus mujeres, siendo cap-turados
los varones, a su vez, o muriendo en combate.
Modalidad y funcionamiento interno
Este tipo de matrimonio es muy poco frecuente entre las
distintas sociedades tribales del mundo. En muchas ocasiones
en que, aparentemente, se presenta esta modalidad matrimonial,
como Tahití y otras islas del Pacífico, existe un único marido,
padre social de todos los hijos y otros varones jóvenes que
tienen acceso sexual a su mujer (K. Dittmer, 1960: 66). Es el
fenómeno denominado policoitia. Resulta difícil especificar el
carácter de los tres maridos citados por la crónica normanda,
pudiendo tratarse de una situación semejante a la reseñada,
aunque su equivalencia funcional nos aleja de ella.
Núm. 35 (1989) 525
Otro tema derivado de la práctica de la poliandria sena el
de la paternidad. En las sociedades matrilineales, teóricamente,
este dilema no es trascendente, pues el factor determinante de
pertenencia a una familia y de legitimidad de los hijos vendría
dado por la maternidad. Sin embargo, existen sociedades como
los trobriandeses matrilineales, cuyos hijos deben parecerse
a los maridos. Es la denominada paternidad sociológica (F. Pérez
Saavedra, 1984: 39). Según J. Álvarez (1981: 631, el turno por
mes de los tres maridos en Lanzarote tiene como objeto la ne
cesidad de reconocer a la prole. En el Tibet, la paternidad se
establece con facilidad asignando los hijos a los distintos hom-bres
sucesivamente. Desde nuestro punto de vista, no estamos
capacitados para emitir conclusión alguna ante la ausencia de
documentación.
Dentro de las modalidades de este tipo de matrimonio dis-tinguimos
por un lado, la variedad adélfica o fraternal, en la
que varios hermanos comparten la misma mujer. Sus causas
explicativas son diversas: el interés por preservar el patrimonio
familiar, que no se reparte entre las distintas familias formadas
por los hijos, y evitar la dispersión de mano de obra, con la
posibilidad, a cambio, de maximizar los ingresos del grupo.
En este caso, todos los hermanos viven juntos bajo el mismo
techo y no se fijan turnos de acceso sexual a la esposa, siendo
el primogénito el organizador de la vida doméstica. Este factor
parece diferenciarlo de la costumbre lanzarotefia.
La variedad de poliandria no adélfica implica a varios ma-ridos
que no guardan ningún lazo de parentesco entre sí. En
esta situación la poliandria siempre viene acompañada de infan-ticidio
femenino, al contrario de la modalidad anterior, donde
esa relación no se da, al ser menos frecuente este matrimonio
múltiple. Entre los Toda de las montañas Nilgiri de la India,
cuando una mujer se desposa con varios hombres sin paren-tesco
común, es habitual que viva un mes con cada marido
(R. Lowie, 1947: 41). Ello nos aproxima al sistema matrimonial
lanzaroteño, aunque no estemos en condiciones de confirmar
un tipo de organización interna como la descrita.
Finalmente, es importante hacer referencia al «servicio» que
prestan los maridos alternativamente. En las sociedades matri-
526 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PRWSTORIA DE LANZAROTE 55
lineales con pautas de residencia matrilocal, los esposos pagan
el precio de la novia a la familia de ésta. El pago se suele reali-zar
en f o m de trabajos gratuitos en la casa de los suegros.
En función de ello, se podría emitir la hipótesis explicativa de
la poliandria, no sólo como consecuencia de la práctica del in-fanticidio
femenino, sino por la necesidad de concentración
de mano de obra en las familias. Cada marido debería trabajar
para el grupo familiar de la esposa durante el mes en que tenía
acceso sexual a ella y el anterior, retornando a la residencia
de su grupo de parentesco para colaborar en las distintas la-bores.
Así, las familias garantizaban una mano de obra adicio-nal
en una isla escasamente poblada y con problemas en este
sentido.
Desconocemos el grado de extensión de esta costumbre
entre la población aborigen y si abarcaría todas las categorías
sociales, incluida la jefatura. Probablemente existiría una com-binación
con otras fórmulas matrimoniales.
5.2. Organización politica
Los cronistas normandos señalan repetidas veces en Le Ca-narien
la existencia de un «rey» o personaje principal, deten-tador
del poder político sobre todo el terreno insular. Abm
Galindo lo identifica con el nombre de Guadarfía o Guarfía.
((Cuando Juan de Betancor vino a Lamzarote, tenían po,r
su rey un gentil que llamaban Guarfía.. . »
(ABREU GALINDO1,9 77: 57)
Precisar las atribuciones, las características de su autoridad
y la determinación del poder político; cuya cúspide estaría re-presentada
por esta figura, así como el proceso de evolución
que culmina en este sistema, es una tarea muy compleja que
intentaremos afrontar en las siguientes líneas.
De antemano se debe descartar que nos encontremos ante
una sociedad de tipo estatal o centrahada. Zstas se caracterizan
por la aparición de una fuerte estratificación social, destacando
una mayoría que no detenta los medios de producción, traba-jando
para una minoría, propietaria de los mismos y controla-
Núm. 35 (1989) 527
dora de los mecanismos del poder (L. Krader e 1. Rossi, 1982:
12-15). La población está obligada a realizar una serie de con-tribuciones
en forma de tributos obligatorios. El sistema cul-mina
en la figura de un rey o autoridad centralizada que posee
el derecho a ejercer el mando y a respaldarlo con el uso de la
fuerza. Para ello necesita un aparato coercitivo, de carácter
burocrático, militar y religioso, con una organización del poder
montada sobre una base muy distinta al parentesco.
El alto grado de complejidad mostrado por este tipo de so-ciedades
no se corresponde con las noticias que poseemos para
la isla de Lanzarote. Está auisente toda referencia a un cuerpo
permanente de guerreros, a una clase saice~dotayl a una divisi6n
del trabajo por grupos especializados. Tampoco se habla de cate-gorías
smiailes: nobles y villanos. Además, los sistemas estatales
o cuasiestaiaies son propios de souiedade con fuerte derdbd pv
blacional, tesitura que nos aleja definitivamente de la isla en
estudio.
Por las noticias de la crónica normanda podemos proponer
dos modelos teóricos acerca de la organización política en el
mundo prekpánico lanzaroteño.
5.2.1. Un sistema de jefatura
Como se ha señalado con anterioridad, la sociedad aborigen
de Lanzarate se organizaba basándose en un conjunto de fa-milias
extensas o linajes que, inicialmente, se distinguen por su
carácter más o menos igualitario y por la equivalencia estruc-tural
de todos los grupos familiares.
Sin embargo, en este tipo de sociedades tribales, la igualdad
es más teórica que real, dándose con frecuencia relaciones de
preeminencia y subordinación entre los linajes. Así se originan
los sistemas de jefatura redistribuidora. En ellos, el poder polí-tico
está asociado a un linaje principal, normalmente el posee-dor
de mayores riquezas, que legitima su autoridad declarán-dose
descendiente del antepasado fundador del grupo tribal,
lo sea efectivamente o no. La sucesión nereaihria ae es@ jefa-turas
está basada en la creencia de la transmisión de la fuerza
y el carácter de padres a hijos.
528 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
El título de jefe le corresponde al cabeza del linaje, debiendo
reunir una serie de cualidades personales, íntimamente ligadas
a su cargo: valentía, fuerza, habilidad personal, capacidad ora
toria y, especialmente, la generosidad, que le confiere la fun-ción
redistribuidora.
Los jefes logran una intensificación de la producción con
la colaboración de todas las unidades familiares de su tribu o
fracción, concentrando los excedentes temporales cosechados
y repartiéndolos posteriormente en elaborados festines, en los
que el jefe revalida su posición, o durante los períodos de es-casez
(M. Harris, 1981: 323). A pesar de que la autoridad deten-tada
le sea transmitida por vía hereditaria, la ausencia de alguna
de estas cualidades personales, especialmente la generosidad en
la función redistribuidora, es, con frecuencia, motivo suficiente
para su destitución o para el desencadenamiento de rebeliones.
Si comparamos este modelo de jefatura con la información
de Le Camrien, se desprenden una serie de concornitancias entre
las cualidades y características exigidas a los jefes hereditarios
y las propias de Guadarfía.
«Cuando el rey se vio en tal punto (hace referencia al mo-mento
de su captura por los normandos) como hombre in-trépido,
fuerte y poderoso rompió sus ligaduras y se liberó.))
(Le Canarien, 1959: 62)
Por otro lado, el carácter redistribuidor del «rey» lamaro-teño
podría manifestarse de forma indirecta en el siguiente
fragmento:
«Y el dicho rey fue preso con otros dieciocho.. . con motivo
de sü captura se lidiaron muchas provisiones, gran canti-dad
de cebada y muchas otras cosas.))
(Le Canarien, 1959: 164)
En una isla dominada por la escasez de alimentos durante
la conquista, hasta el punto de obligar a los nommdoc a S&
sistir exclusivamente con carne, se halla un gran depósito de
provisiones en el lugar de residencia real. En todos los siste
mas de jefatura redistribuidora suele existir un granero colee
Núm. 35 (1989) 529
tivo, al que recurrir en caso de pérdida de las cosechas, y con
motivo de festines ceremoniales. Este silo está administrado
por el jefe tribal, que ejerce funciones de tesorero público.
M. Harris (1981: 324) apunta sobre la tribu cherokee: ((Existía
un granero, en el que cada familia depositaba cierta cantidad
según su capacidad o su inclinación. Los graneros del jefe
hacían las veces de tesoro público al que recurrir en caso de
calamidades, para festines ceremoniales o como almacén mi-litar.))
Entre las tribus bereberes encontramos los agadires o silos
colectivos que actúan como almacén tribal, administrados por
el jefe o amghar y localizados en lugares elevados, fuertemente
protegidos por sistemas defensivos.
Podemx suponer 12 presencia en Lanzarot~ de un granero,
en el que se almacenaría la cosecha anual excedentaria para su
reparto posterior entre la población, siempre bajo control de
la jefatura. En este sentido, contamos con el apoyo de las in-vestigaciones
arqueológicas en la isla. Abreu Galindo indica en
su obra el enclave de la residencia del «rey»:
u.. . el primero que recibió el bautismo fue el rey Guadarfía
y el capitán Juan de Betancur le dio el término y casa de
Zonzarnas . »
(ABREU GALIND1O9,7 7: 64)
Este poblado cuenta coa un recinto amurallado que rodea
la boca de una gran caverna, conocida como Cueva de los Ma-jos
o ((palacio de Zonzarnas)). En ella, según 1. Dug (1975: 191-
194), se hallaron restos de vasijas de gran tamaño probable-mente
destinadas al acopio de alimentos.
El significado de la estructura amurallada presente en Zon-zarnas
puede obedecer a tres interpretaciones. Por un lado,
habría que entenderlo como símbolo del núcleo político al que
rodea y de su carácter como lugar de centralización del poder
en la isla, al estar emplazada allí la residencia del máximo dig-natario
aborigen.
En segundo lugar, pudo haber sido erigida como elemento
defensivo del poblado durantie iuna de las coyunturas de crisis
530 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 59
vividas por la isla desde principios del siglo XIV, con motivo de
las repetida incursiones europeas.
Por último, la construcción de este recinto amurallado res-pondería
a la necesidad de defender el almacén de la comuni-dad,
equiparándose así a los agadires descritos por G. Marcy
(1942: 108-125) para las poblaciones bereberes marroquíes.
Otro fragmento probatorio de esta función de concentra-ción
de la riqueza y producció-n de la economía insular para su
posterior reparto entre los grupos domésticos de la isla, podría
venir recogido en Le Canurien:
« .. . significa cuando se postran que se meten del todo bajo
el amparo de aquel ante quien lo hacen.. . significaban cuan-do
se postraban que sus cuerpos y sus haciendais le perb
necían.))
(Le Canarien, 1959: 162-164)
Aunque de modo oscuro, el texto parece reflejar un carácter
diferenciador para el jefe de la isla, que gozaría de un cierto
control sobre las propiedades familiares de la población abo-rigen.
También destacan los cronistas el atuendo característico
que vestía el «rey» lanzaroteño, significándole como máxima
autoridad de la tribu.
({El rey tenía por diadema o corona una mitra como de
obispo, hecha de cuero de cabrón, sembrada por ella con-chas
de la mar.»
(ABREUG ALIND1O9,77 : 57)
Los jefes redistribuidores hereditarios se distinguen del res-to
de la tribu por lucir determinados ornamentos, plumajes y
ropajes propios üe su status y otros adornos de la función.
Como complemento del dato anterior es importante la apor-tación
de Le Canurien:
Ello permite deducir la institucionalización del cargo de jefe
en el seno de la organización política de la isla, siendo ocupado
Núm. 35 (1989) 531
por el individuo que reúna las cualidades exigidas y diferencián-dose
de otras sociedades con un nivel de organización más sim-ple,
en las que el cargo surge con figuras de condiciones excep-cionales,
desapareciendo con ellas. Son los líderes o pequeños
cabecillas alejados de los verdaderos sistemas de jefatura.
Finalmente, se debe hacer referencia a la información de
Abreu Galindo, que sitúa a Guadarfía en la línea de descenden-cia
de jefes anteriores, como Zonzamas o Guanarame. En el
episodio de Avendaño e Ico parece existir una compleja rela-ción
de parentesco y transmisión del poder en el seno de un
linaje que dominaba la población insular. Ya se ha señalado
la cautela con que se debe valorar este relato, por las interpola- a=
ciones sufridas y por las contradicciones de orden cronológico
que dificultan su comprensión. Sin embargo, podría represa- !
tar un dato que apoye el carácter hereditario de la jefatura
E lanzaroteña. E 2
Existe un segundo modelo de sistema político aplicable, desde ;
un punto de vista teórico, al caso de Lanzarote. Correspondería E 3 a un nivel de organización tribal más elemental y menos com- ;
plejo. En este tipo de jefatura, sus titulares han de reunir una B
E serie de cualidades personales similares a las del ejemplo ante-rior,
con la diferencia de que el título no se hereda, ni reside
permanentemente en el mismo grupo familiar. Existe una cons- -
tante rivalidad entre los líderes de cada linaje por ocupar el $
cargo de jefe, para lo cual han de extremar su generosidad y ;
distribuir su riqueza entre sus partidarios. 0
Estos personajes, perfectamente estudiados en el Archipié- O
lago de Melanesia, donde son conocidos como Big Men (grandes
hombres), también aparecen en el mundo bereber con carácter
electivo. Conquistan la obediencia por la explotación de sus
bienes, a través de la generosidad. Para este proceso cuentan
con la colaboración inicial de sus propios familiares y parientes
próximos, creándose poco a poco un grupo de leales que ponen
lo que producen a su disposición. La clave es reunir un partido
que, al irse ampliando, les permitirá ascender hasta lo más alto
del escalafón tribal.
Sin embargo, el vínculo con sus súbditos es frágil, siendo
frecuente la defección, la muerte del líder, o la aparición de
532 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
PRMISTORIA DE LANZAROTE 61
otra figura más poderosa, con mayor capacidad de producción,
que sustituya al jefe anterior (M. Sahlins, 1984: 141).
Con la información disponible en la actualidad, resulta difí-cil
precisar el modelo aplicable a la sociedad de Lanzarote, pues
ambos sistemas están separados por una frontera muy permea-ble,
en el sentido de que los jefes que reciben el poder por
herencia, han de demostrar su capacidad para desempeñar tal
cargo. En el segundo caso, a menudo el hijo de un jefe está
más predispuesto a recibir un mejor aprendizaje y goza de
mayores posibilidades y oportunidades para alcanzar posiciones
de liderazgo y poder.
En el mundo bereber, la herencia del título se solapa con
situaciones en que éste es electivo, o se produce una sucesión
de jefes e x t r ~ dd~e )I~~ Q PSQ CIL; Ikajes, 10s rngs ri_cn-. y pocb
rosos de la tribu, que se van alternando en el poder. Ch. de
Foucauld (1984: 96) describe grupos tribales marroquíes en
los que una familia detentaba la autoridad, transmitiéndose por
línea sucesoria.
Sin embargo, el poder de estos líderes se basa en el apoyo
de unos partidarios, cuyo mantenimiento exige serle generoso.
Según A. Koller (1952: 73-74) los jefes o amhgar aparecen como
los hombres más hábiles y astutos, sabiendo imponerse y ejer-ciendo
funciones de vigilancia y conservación de los bienes de
la colectividad, dirección de las prestaciones vecinales y repre-sentación
de la tribu en sus relaciones con otras vecinas o con
extranjeros, siendo juez en última instancia. En definitiva, go-zan
de unas prerrogativas y responsabilidades que les confieren
una equivalencia a los jefes redistribuidores, con claros para-lelismos
con el tipo de jefatura lanzaroteña.
II muestra de rivaii&,d linajes por el --ALe , pVU114
corresponder al episodio de la traición de Afche, aborigen lan-zaroteño
que pacta con Juan de Bethencourt porque quería
ser «rey» de la isla. Este hecho vilene a corroborar la frecuente
inestabilidad existente en las sociedades de jefatura, motivada
p ~ r c~nffictn en_tre cucec;icjn hereditaria y i~ijqa-~fin.
Según A. Koller (1952: 194) en las tribus bereberes existen
dos grupos, aunados en torno a las dos personalidades más
importantes, empeñados en matarse entre sí y prefiriendo
Núm. 35 (1989) 533
aliarse con el extranjero antes que reconciliarse. Se trata de
una lucha por el poder en la que con el apoyo de su fracción,
intentan asentarse en el liderazgo tribal.
El episodio de Afche ofrece varias interpretaciones posibles,
desde la perspectiva de nuestro trabajo. Por un lado, en el
marco de un sistema no hereditario, este personaje aparece
como un líder, que ha ido ganando prestigio y ha conseguido
crearse un grupo de seguidores:
« . . . establecieron que Afche sería rey y que haría bautizar
a todos sus partidarios)) (en la otra versión se lee «a todos
los de su fracción))).
(Le Canarien, 1965: 60)
vn....T..:.-L-. "...A-'.-. :-t--...-.+*--.-. ..-u- ..-- A- 1-- *---..--A--
I CU11ULG11 pUU1 LCL UIVF;l pI GbLIil DG L i U l l l U LUlU UC: l W 3 Il GLiUGllWb
casos de intento de usurpación del poder, al considerarse con
derechos para ocupar el cargo, bien por ser descendiente del
antepasado fundador de la tribu, y perteneciente al mismo
linaje de Guadarfía (F. Pérez Saavedra, 1984: 431, bien porque
algún antecesor suyo hubiese alcanzado la máxima dignidad y
se considerase con derecho a detentar el poder en la isla.
5.2.2. Consejo
Los cronistas normandos aluden a un Consejo o asamblea
compuesta por 50 ó 60 hombres, que se reúnen con el «rey» de
la isla para tomar decisiones de responsabilidad para la comu-nidad
isleña.
El Consejo constituye el órgano de poder más importante
en toda(; 1a.s snciedades trih&sj ya sean & jefgt-~lrhge reditaria
o no. La autoridad de los jefes se encuentra muy mediatizada
por la asamblea tribal, aunque existen diferencias en función
de la capacidad de maniobra y grado de influencia de aquéllos.
Normalmente, aparece compuesta por las personas más pres-tigiosas
y de mayor status en la tribu; esto es, los líderes de los
linajes más ricos y de posición holgada, así como aquellos va-rones
que destaquen por sus cualidades personales de fuerza y
valor en la guerra. También ocupan un puesto privilegiado los
534 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PREHISTORIA DE LANZAROTE 63
ancianos del grupo tribal, que en todas 'las sociedades primitivas
asesoran al jefe y dirigen el Consejo.
Entre los pueblos bereberes, el nivel de influencia de los
miembros de la asamblea viene determinado por su riqueza
y generosidad, que les permite crear un grupo de partidarios
más numeroso 3.
Las funciones de este órgano, como ya se han señalado,
afectan a bs asuntos de mayor trascendencia de la comunidad.
Decide las declaraciones de guerra contra otras tribus o extran-jeros,
y las firmas de paz. También constituye el máximo tri-bunal
de justicia, aunque a veces es el jefe el que juzga en últi-ma
instancia. Estas funciones aparecen recogidas por los cro-nistas:
R.. . habían tenido consejo contra nosotros.))
(Le Canarien, 1959: 118)
La capacidad como juez, del «reya de Lanzarote, se demues-tra
en el siguiente párrafo:
(c.. . mandó prender al dicho Afche, que se había hecho rey
y lo habfa traicionado, y lo hizo lapidar y quemar.»
(Le Canarien, 1959: 62)
El lugar de reunión del Consejo entre los grupos marroquíes
suele ser la propia casa del amhgar.
«El rey estaba en una de sus casas en una aldea cerca del
Arrecife y traía consigo 40 de sus hombres y habían tenido
consejo contra nosotros.))
(Le Cmmien, 1959: 118)
3 La asamblea tribal, documentada para la sociedad aborigen lanzaro-teña,
ofrece dificultades para establecer el carácter de sus componentes.
Desconocemos el grado de estratificación social existente en Lanzarote,
y, por tanto, si estarían representados Mos ios gnipos famil-ares de la
isla o, por el contrario, sólo los jefes de los linajes más ricos y poderosos.
Este úitimo caso, implicaría una población demasiado elevada, que se
contradice con los datos demográficos de que disponemos.
Núm. 35 (1989) 535
5.2.3. Otros modelos de organización política
Hasta ahora se ha utilizado preferentemente la información
contenida en Le Canarien para interpretar la forma de organi-zación
política entre los aborígenes de Lanzarote. Sin embargo,
existen otros autores, como Abreu Galindo o L. Torriani, que
aportan noticias relativas al mismo tema, mostrando importan-tes
contradicciones con el texto normando.
((Estas dos islas y todas las demás, se regían por señores,
capitanes o reyes, en cuadrillas, y se dividían en partes,
con paredes de piedra seca que atravesaban la isla; y cada ;
una de estas partes gobernaba un rey o capitán, y todos $
!es hshitadorvs y m~ryr l~redse siqi"e1l~st érminos le @be- 2
decían y servían por señor.)) a
(ABREUG ALINDO19,7 7: 55) BE
-
((Estos vivían divididos en dos bandos, cada uno con su 8 jefe o rey. En tiempos de Juan de Betacurt el uno se lla- g
maba Teguise, y el otro, Bristol.))
- -
m0
(L. TORRIAN1I97,8 : 40)
Incluso se documentan textos sorprendentes:
«... en Lanzarote, escrive Quintana que, cuando se ganó
la isla era Reyna una mujer tan varonil que, asistiendo a la
vatalla, puso en duda la victoria, siendo de tales fuerzas
que entre los naturales vasallos suyos, no había quien le
pudiere sujetar el brazo por la muñeca, por lo que nunca
se quiso casar disiendo que no se sujetaría a ombre a
quien no reconociese ventaja en el valor.))
íIví. SANTIAGi9O6U,; 3273
A. Tejera y R. González (1987: 134) interpretan este pasaje
como una posible confusión de su autor con otras islas como
Fuerteventura o La Palma, por lo extraño y contradictorio del
mismo respecto a Le Canarien.
Las noticias de Abreu Galindo también son muy ambiguas,
ai generalizarlas para todas las islas. Ciertamente, Fuerteven-twa,
Gran Canaria, Tenerife, La Gomera y La Palma, estaban
536 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRWSTORIA DE LANZAROTE 65
divididas en demarcaciones territoriales, pero no así Lanzarote,
al menos en el momento de la conquista. Además, el propio
Abreu Gaiindo se contradice al señalar más adelante, en el
texto, la presencia de un solo («rey», Zonzarnas y posterior-mente,
en 1402, Guadarfía.
El fragmento de L. Torriani podría considerarse como una
extrapolación del modelo de organización política de Fuerte-ventura,
donde se documenta la existencia de dos demarcacio-nes
territoriales con dos «reyes» a su frente: Ayose y Guise.
Sin embargo, la información de estos dos autores puede ser
analizada desde una óptica diferente y rechazar la posibilidad
de confusión con otras islas. Se trataría de textos alusivos a un
período muy anterior a la conquista. En las sociedades tribales,
especialmente en las bereberes, son frecuentes los procesos de
fraccionamiento de las tribus en distintas unidades políticas,
que más adelante vuelven a reunificarse.
En este sentido, es importante resaltar la tradición presente
en Lanzarote relativa a una pared de piedra, que en época pre-histórica
dividía la isla en dos fracciones. A. de la Hoz explica
que en documentos del siglo XVI, se menciona una muralla de
tiempos antiguos que separaba la isla de naciente a poniente.
«Una finca de Mozaga limita con dicha muralla de los tiempos
antiguos y otros informes de 1523 que dicen haber tierras fér-tiles
que limitan con el término de Tinajo y con la muralla de
tiempos