PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE
LA CANDELARIA VENERADA POR
LOS GUANCHES DE TENERIFE
Desaparecida en el aluvión de 31826 la imagen de la Virgen de
Candelaria que ios guanches de Tenerife veneraron, sóio podemos
hacernos una idea de cómo era la primitiva escultura a través de
los diversos testimonios m& tardios que la describen o, la repre-sentan,
la mayoria de las veces sin propósito de hacer una repro-ducción
exacta aun teniendo a la vista el original, como no pudo
ya hacerlo -ni lo pretendió- el escultor Fernando Estévez para
sustituir la pérdida con la imagen actual - d e candelero, Uinica-mente
tallada 1% cabeza y las manos de la Virgen y el cuerpo
del Niño-, que sólo muy lejanamente, y con el aditamento de
lujosas vestiduras y joyas superpuestas traduce su aspecto tal
como se la presentaba a los peregrinos de su santuario en los
siglos xvn y xvm.
De los no escasos testimonios que se han conservado de cómo
era la imagen primitiva, los más antiguos parecen ser los litesa-rios,
ya que la mayoria de los historiadores de las &las no de-jaron
de mencionar la aparición del icono mariano a los indíge-nas,
pero no tenemos ninguno que se remonte al siglo xv; sólo
abundan a partir de la segunda mitad del siglo xvr. No faltan,
felizmente, reproducciones o interpretaciones plásticas, tanto en
escultura como en pintura, medallas y grabados, si bien casi to-das
pareeen más recientes, de fines del xvr las más remotas, que
2 JESflS HERNÁNDEZ PERERA
junto con las descripciones de los textos pueden ayudar a com-pletar
nuestro conocimiento del icono desaparecido bajo las aguas
del mar de la playa de Candelaria.
Entre ellos habrá que demorar el análisis en los que, con-fesadamente,
se pretendib transcribir un doble, una copia del
original, aunque esta reduplicación conlleve lógicamente varian-tes
e interpretaciones acordes con el estilo y la época del escri-tor
o del artista, y delimitar luego a través de un cotejo de las
constantes descriptivas la más próxima silueta de la Candelaria
de los guanches. Me ocuparé en primer lugar de las descripciones
escritas, para pasar revista luego a las versiones plásticas.
No aparece ninguna mención de la imagen, ni de hallarse en
manos de los indígenas de las Islas una escultura cristiana con
anterioridad a la expedición de Juan de Bethencourt, en el viejo
texto de «Le Canariem, autenticado como de Pierre Boutier, el
fraile franciscano capellán, testigo e historiador de la empresa
betancuriana, que escribía en 1402 l.
2.1. Será en una obra histórica de mediados del siglo XVI donde
se consignará una primera referencia a una ianagen antigua en
poder de los indígenas de Canarias. En su famosa «Historia ge-neral
de las Indias», tras aludir a las incursiones de los mallorqui-nes
por el Archipiélago, Francisco López de Gómara se refiere
a la presencia de «una Imagen antigua» que tenían los canarios.
Merece la pena destacar que este testimonio de López de Gómara,
que daba a luz su obra histórica en 1552 2, es la más remota cita,
al parecer, de la existencia en las Islas de una escultura antigua
en poder de los indígenas.
No es tan preciso, sin embargo, el informe de López de Gó-
1 Elías Serra Ráfols y Alejandro Cioranescu Le Ganarten, Crónwas
francesas de b conqukta de Canamas, La Laguna-Las Palmas, Instituto de
Estudios Canarios y El Museo Canario, 1959-1965, 31 vols.
2 Francisco López de Gómara: Historia general de las Indtas, Zarago-za,
1555, cap. 223, fol 283.
14 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
PRECiSIONES SOBRE1 LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA.. 8
mara en la localización de esa imagen, ni si era una escultura @
una pintura, aunque por entonces podría entenderse más lo pri-mero.
Puesto que la menciona al hablar de las empresas del Prín-cipe
de la Fortuna don Luis de la Cerda, y supone que por en-tonces
se movían los mallorquines en Canaria, isla a la que con
preferencia a todas las demás llegaron las incursiones baleares,
a ésta también podría aplicarse mejor la presencia de una ima-gen
antigua. En todo caso, queda la duda de si la referencia pu-diera
incluir la isla de Tenerife, donde fue encontrada la imagen
de la Candelaria, y que precisamente fuera una escultura de la
Virgen, pues el texto de Gómara no es tan explícito.
Viera y Clavijo es el que, sin plantearse esta duda, zanjaba la
cuestión apiicando la de Lápez & G6illarii, pr&sdrl.e"
a la Candelaria: «Francisco Uipez de Gómara creyó que la ima-gen
de Nuestra Señora de Candelaria, que se dice veneraron mu-cho
los habitantes de Tenerife, la adquirieron por este mismo
tiempo por mano de los cristianos que corrían nuestras costas» 3.
Fero, apadede que Giirara no se iveferia exiirreaa~e~t- a
Tenerife ni a la Virgen de Candelaria, hay noticias de historiado--
res canarios posteriores s tener en cuenta sobre las huellas reli-giosas
dejadas por los mallorquines. Entre estas noticias, reco--
gidas por el propio Viera y reconsideradas por Rumeu de Armas
en su luminosa reconstrucción del Obispado de Telde 4, y extraí-das
de Abreu Galindo y Sedefio, Torriani y Marín y Cubas, sí
hay constancia de que una imagen de la Virgen con el Niño era
venerada en la primitiva capilla o ermita de Santa Catalina, eri-gida
por los mallorquines a media legua de la ciudad de Las
Paimas, imagen que se sabe subsistió, b mismo que otras de San
Juan Evangelista y de la Magdalena, hasta 1590, fecha en que
por ser las tres de tosca factura fueron enterradas y sustituidas,
Y que también edificaron otra segunda ermita en San Nicolás,
no lejos de Agaete, colocando en ella otra imagen del santo obis-po,
patrono de ia actuai iocaiicia6 de San lu'icoiás de Ibieniiao.
8 José de Viera y C-lavijo: Notzczas de la Historza Gerzeral de las Islas
Canarias, edición definitiva, Santa Cruz de Tenerife, Goya Ediciones, 1950,
tomo 1, pág. 246.
4 Antonio Rumeu de Armas. El Obispado de Telde, Madrid-las Palmas,
Patronato de la Casa de Colón, 1960, pág. 20-21.
4 JESOS HERNANDEZ PERERA
El aserto de López de Gómara, diluido además en un párrafo
que empieza diciendo: «F'uede ser que fuesen entonces a Canaria
los mallorquines ... y que hubiesen allí una Imagen antigua que
tienen» los canarios, es posible aplicarlo a una escultura, pero
de ser de la Madre de Dios, más me inclino a pensar que se rc-fería
a la colocada en Gran Canaria a iniciativa de los mallor-quines
de1 siglo xrv, que a la Virgen de Candelaria en Tenerife,
si bien el renombre que ésta tenía en los días en que Gómara
escribía conllevara e1 énfasis con que recoge la existencia de un
icono cristiano entre los indígenas. No resulita su testimonio tan
contundente como para dar por seguro que citaba en concreto
a la Virgen un día aparecida en Tenerife.
2.2. Fray Martin dgn&.
Más preciso y concreto sobre la Virgen aparecida en Tenerife
es el testimonio del franciscano Fray Martín Ignacio, que estuvo
las islas 1rKvQuv" . 2u7c- ; -U7,U- U LnLnVCGPbnLiLoL.c3 UoVnWh-Lni I Llao. CVLo<n. I IAU.adlCalr&LIUn, nYrU,Uo
cronológicamente son tal vez las más antiguas que poseemos, sal-vo
si se refieren a ella los párrafos anteriores de k6pez de G6-
mara, se aprovecharon luego el agustino P. h a n Gonzákz de
Mendoza, autor de una «Historia de las cosas ... del gran reino
de la China», Roma, 15% 5, y el dominico portugués Frei Joao
dos Santos, en su «Etibpia Oriental», Lisboa, 1609 6.
Aunque no aportan una descripción de la escultura, tienen in-terés
por dar la versión de1 hallazgo de la imagen por un pastor
guanche en el interior de la cueva donde guardaba sus cabras
de 1% c~e%-uz +-j!izz&e,n e! si,-!~x ; ~co mo Pa-oq~ia, es
decir, la cueva hoy llamada de San Blas, localización que no coin-cide
con el descubrimiento por dos pastores en la playa del So-corro
de Giiímar dado por otras versiones posteriores:
«En esta dicha Isla de Tenerife hai una Imagen de Nuestra
Señora, que ha hecho i haze muchos milagros, i se llama ella i
5 Emilio Hardisson P. Juan González de Mendoza, Hzstorzcr, de las co-sas
más notables, ritos y costumbres del gran Reina de la Chzna, Madrid,
Aguilar, 1944, en «Revista de Historia», 73 (1946), 92-99
6 Luis Diego Cuscoy La apa~món de la Vzrgan de Gandelarm en
libro portuguh del szglo XVZI, «Revista de Historia», 65 (1944), 81-82
16 .4ATL;ARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CAMI,ELARIA . 5
la Iglesia a donde es&, Nuestra Señora de Candelaria; i es Mo-nasterio
de Religiosos de Sto. Domingo. Está como cinco leguas
de la Cnudad de San Cristobal. Esta santissima Imagen apareció
en aquella Isla en tiempos que era de Gentiles, i mucho antes
que los cristianos fuesen a ella; cuya invención i aparecimiento
fue de la manera siguiente:
»En una cueva, que el dia de hoi es Parroquia, donde acos-tumbravan
los pastores guarecerse de las aguas i otras incle-mencias
del cielo, i meter sus cabras (que era el ganado que en
aquel tiempo- havía en aquellas Islas, de lo v a l hasta el día de
hoi ha quedado mucha abundancia), yendo un dia un pastor de-llas
a meterlas en la dicha cueva.. . » 7.
Lejos de la escasea e imprecisión de estos primeros testimo-nios,
la más antigua descripción de la imagen y documento de pri-mer
orden al respecto, es el texto incluido por Fray Alonso de
Espinosa en su obra «Del origen y milagros de la Santa Imagen
de Nuestra Señora de Candelaria.. . », publicada en Sevilla en 1594,
pero que estaba redactada en 1581 s. Entresacamos del capítulo
trece las frases referentes a la escultura:
«Esta imagen es de mazoneráa hecha, perfecta y acabada ...
Es de estatura de casi cinco palmos, con la peana en que tiene
los pies, que tendrá dos dedos de grueso. Es de una madera co-lorada,
no muy pesada, maciza, y no se sabe cuál sea.
»El rostro tiene, seg6n la proporción del cuerpo, muy per-fecto,
un tanto largo, los ojos grandes y rasgados, que a cual-quiera
parte que ono se ponga, parece que los tiene enclavados
en él; y tanta gravedad y majestad representa en ellos y en e1
rostro, que ninguno la mira de hito que no se le ericen los ca-bellos
y encoja los hombros.
»El color es algo moreno, con unas rosas muy hermosas en
las mejillas, aunque en esto del color no hay entenderlo, por-
7 La repite casi literalmente en versión castellana Diego Pérez Mesa'
Grandedas y cosas wtabZes de Espa.ka, 1590 Cf. Buenaventura Bonnet: La
Virgen de Candezarza, {El Día», Santa Cruz de Tenerife, 14 agosto 1941.
8 Fray Alonso de Espinosa: Del orzgen y mzlagros de la Santa Imagen
de Nuestra Señora de Candelaria, que apareció en la Isla de Telzerife, colz
la descrzpczóm de esta Isla, Sevllla, Juan de León, 1594, edición de Santa
Cruz de Tenerife, Goya Ediciones, 1952, pág. 51.
6 JESfIS HERNKNDEZ PERERA
que es cosa muy ordinaria (como adelante se verá) mudar colores
en el rostro y parecer, ya de uno, ya de otro color.
»Está en cabellos, sin toca ni manto, y es todo el cabello do-rado,
con muy lindo orden compuesto y en seis ramales trenza-do
y por las espaldas tendido. Tiene un lindo niño al diestro
lado, desnudo y con ambas manos asido de un pajarito dorado.
Este niño está sentado sobre el brazo derecho de la imagen, y en
ella lo tiene con la mano. En la otra mano izquierda tiene un
pedazo de vela verde de la misma madera, del tamaño de un jeme,
y un agujero encima para poder añadir más vela.
»Está vestida a lo antiguo, con una ropa toda dorada desde
la garganta hasta los pies, entera sin abertura alguna, y en el
collar, que es bajo, sobre el oro tiene este letrero de letras la-tinas
coloradas : . . .
»Está el oro tan perfecto, tan bien asentado y bni-ñido, que
ningún oficial lo hará tan bien, y atrévome a decirlo porque lo
entiendo.
»... para dar reliquias creo le han quitado un pedazo desta
falda con la peana.
»Asoma también un poquito del pie izquierdo fuera de la
faída, con mucha gracia caizado con xerviiia colorada.
»... Tiene ceñida esta ropa por debajo de los pechos (los
cuales a un lado y otro hacen muy gracioso bulto, y se mues-tran),
con una cinta azul, y con letras de oro en ella.. .
»El manto tiene caído sobre los hombros y asido por los pe-chos
con un cordón colorado largo como un xeme, y su lazada
en la mano izquierda. ES el manto azul perfectisimo, sembrado
de florones de oro por delante- y por detrás.
»La orla es de oro bruñido con letras latinas antiguas colo-radas..
. >
Interesa recoger el casi coetáneo párrafo de Leonardo Torria-ni,
escrito en 1590, aunque no conocida hasta su publicacih por-
Wéjlfel en 1940 y la traducción española de A. Ciormescu en
1959 9, bien escueto en sus noticias de la imagen:
«Esta isla se halla ilustrada por la devotísima imagen de
Nuestra Señora de la Candelaria, que apareció en ella, noventa
años antes de que fuera de cristianos.. . >
9 Leonardo Torriani: Descripnón e h6storza del reino de Zas Islas Ca-narias,
traducción del italiano, con introducción y notas por Alejandro Cio-ranescu,
Santa Cruz de Tenerife, Goya Ediciones, 1959, pág. 172.
18 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA '&
Aunque basado en la obra del P. Alonso de Espinosa, no deja
de tener inter6s el testimonio literario del Bachiller Antonio de
Viana, pese a quedar envuelto en el ropaje poético de su «Con-quista
de Tenerife y Aparescimiento de la Ymagen de Candela-r
i a ~ d, ado a la luz en Sevilla en 1604 lo, porque de sus versos se
deduce además de una ceñida fidelidad a la versión del dominico,
un coteja directo con la propia imagen aparecida y las tradicio-nes
locales. Entresacamos del. Canto Sexta los versos que des-criben
la escultura de la Candelaria, puestos en boca de Antón
Guanche que ante el rey de Güímar cuenta en Anaga a los caste-llanos
<el origen, aparecimiento y partes de 1%) santa Imagen».
a A d ciento y tres apios que se ooia
en la playa de GüPmar, donde agora
está la santa imagen, cada día
míasica acordadísima y sonora.. .
Es de mazoneria bien labrada,
pues otra tal no entiendo hallar se pueda,
de mazil;a madera colorada,
y quál es no se entiende, antes se veda:
y es de estatura bien proporcionada,
de cinco palmos, y de pano, o seda,
rebestida no está, porque su ornato,
de lo mismo, le sirve de aparato.
Su rostro es largo, en proporción perfecto,
los ojos grandes, negros y rasgados,
de tanta gravedad que con aspecto
a qualquier parte siempre están clavados;
su perfecto color es imperfecto,
pues unos y otros muestra variados,
y sus rnexillas son purpúreas rosas,
con el color rosado, más que hermosas.
10 Antonio de Viana: Obras, 1, Conquista de Tewrzfe, edición de Ale-jandro
Cioranescu, Santa Cruz, de Tenerife, Aula de Cultura de Tenerife,
1968, págs 156-157 Cf. también Emilio Hardisson, loc. cit en nota 5
En cabolbs está, sin toca o manto,
que es más bello que el sol, rubio y dorado,
aunque de oscura toca en al@n tanto
y en cinco lazos puesto está trancado
tendido atrás, y tiene un niño santo,
desnudo, bello y lindo al diestro lado,
que en ambas manos prende un paxanllo,
que qual canario toma de amarillo.
Sentado e: niño sohe el diestro braco,
la madre con la manc le sustenta,
y de una bela berde un gran pedaco
tiene en la otra, que el misterio augmenta,
y siendo bien considelado, acaso
7 - r,--?,?2. - la ruriucaeión rivs repáesenia,
y así es justo se llame Cande!aria
patrona de las islas de Ca~aíia.
Larga y dorada ropa la rebiste
por los pechos coa cinta azul ceñida,
y el manto no !a cubre porque assiste
sólo en los onnkiros, y assi está esparcida
color de azul el manto, assi consiste,
y de florones de oro guarnecida
la ropa, p s !a~ f alda a ma r adl a
descubre del pie izquierdo !a gervilla
La graciosa gencilla es colorada
y de siete 1etrez.o~q ue no entimdo
está tcda compuesta y adornada,
algún misterio en ella plrornetiendo:
el. oro fino de que está dorada
aunque es antipo, nada desdleie~do
cadz. pxto parece re?ovado,
día.! g . e fue por áolgeks labrado.»
Es de advertir, c o m ~va riantes de 10 dicho por el P. Espinosa.
q-de Vizzz =.anta cinyc noo s,e is, L--enzaS el
que era rubio y dorado. Y el pajarilla qae er? ambas manos pren-de
el Niño, dice es amarillo y lo compara con m canario. La ropa
o túnica es larga y dorada, y el cinturón de color azul. El calzado
del pie izquierdo, que asoma bajo el borde de la tílnica, M colorado
o rojo. Insiste Viana en lo alargado del rostro, los ojcs pandes,
20 Ahi'lvARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA 8
negros y rasgados, y la carnaci6n rosada, con ~puqUreasr osas».
en las mejillas.
2.6. Eopa de Vega.
Aunque tambih pueda tildárselo de poético y poco exacto, y
en definitiva tributario del Poema de Antonio de Viana, su amigo
y fuente indudable, el testimonio poético de Lope de Vega no'
deja de reafirmar una descripción, si bien sumaria, acorde con
los datos iconográficos de la Virgen de Candelaria. Así queda
descrita en el diálogo que sostienen los pastores guanches Manil
y Firán, cuando descubren la imagen en el interior de una
cueva, en el acto tercera de la comedia que Lope dedicó a «Los
Guanches de Tenerife o La Conquista de Canarias» 11:
«-Una mujer me parece.
-¿Una mujer?
-7r3 -7U..L -n1-u bLrLna~.,J C
parece de otro linaje.
-;Y cuánta hermosura ofrece!
¿Se la dejadan aquí
los españoles ?
-No sé.
- . Un Niño tiene en los brama,
y el Niño un pájaro tiene.
--Una candela sostiene.
Da a1 Niño t i e r n~sa brazos.»
«El Templo Wilitante>~d,e Bartolomé Cayrasco de Figueroa l2
(Lisboa, 16151, que sigue sobre el hallazgo de la imagen de la
Candelaria la versión más antigua de Fray Martin Ignacio, en
11 Lope de Vega Los Guanches de Tenerzfe y conquista de Canarzas,
Real Academia Española, 1900 Se citan también en la versión libre de Clau-dio
de la Torre: Los Guanches de Tenmife o la conquzsta de Canarzas, de
Lope de Vega, Madrid, Ediciones Alfil, 1963.
12 Bartolomé Cayrasco de Figueroa: Templo Mzlztante, FZos Sa?zctorum,
y triumplhos de sus wz~udes, Lisboa, Pedro Crasbeeck, 1615, p8gs. 1313-134.
ef. E. Hardisson, Zoc cct, en nota 5
10 JESVS HERNÁNDEZ PERERA
Jugar de la del Padre Espinosa, contiene de la escultura la si-guiente
identificación :
«Do vieron de madera bien tallada
la imagen de la Reyna esclarecida,
que le fue luego de todos venerada,
puesto que de ninguno conocida;
de oso y azul la ropa era labrada,
y de Góticas letras guarnecida,
hermosa, honesta, graue y muy contenta
como quien tal Señora representa.»
Que no es descripción hecha a la vista de la imagen lo prueba
la afirmacihn de que la adornaban letras q6tiam (aunque puede
entenderse correspondían a época y mano góticas). ES coinciden-te
con el testimonio de Espinosa en el colorido oro y azul de la
indumentaria.
Diferente de la de b p e de Vega antes citada, «Los Guanches
de Tenerife», y también del siglo xvn: algunas fechas posterior a
aquélla, es otra comedia anónima, obra tal vez de un fraile seis-centista
del Convento de Candelaria, dada a conocer en memora-ble
edición en 1944 por mi entrañable profesora María Rosa
Alonso 13. La por ella bautizada como «Comedia de Nuestra Seño-ra
de Candelaria» contiene una amplia descripción de la imagen
primitiva en versos correspondientes a las dos escenas en que se
descubre la escultura al entreabrirse una peña, una vez en boca
del pastor Doristo:
«;Qué rostro tiene tan llndo,
qué serena está y qué queda,
qué muchacho tan bonlto,
desnudo, y un pajarito
tiene en las manos, dorado !»
Y más tarde, tras el drsembslrco en la isla Ge Diego de Herrera
13 María Rosa Alonso: Comedia de Muestra Señora de Candelama, edi-ción,
prólogo y notas de , Madrid, (7 S 1. C., Instituto «NicoIás Antonio»,
1943, «Revista de Bibl~ografía Nacional», anejo m.
22 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRF, LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA . 11
y su hijo Sancho, que en estos versos la describen cuando al des-correrse
una cortina vuelve a hacerse visible en escena:
«-Mira, señor, la manera
del vestido, a lo romano,
y una vela de madera
verde y pequeña en la mano,
hueca, para añadir cera;
mira al niño desnudito
y el dorado pajarito
como que a volar lo envía.
-Toda es de mazonería
y todo el vestido escrito
de ünaa letras eo!~?naduu
por collar, mangas, cintura,
por cimbria y manos sembradas.
-Latinas son y de hechura
tan ricas y bien talladas,
que mano humana no pudo
2 L-, Lwuar LEU.
-;Qué dicen?
-Dudo
que nadie acierte a leerlas.
-Algiin misterio hay en ellas.. . »
Como ya dedujo María Rosa Alonso 14, la fuente principal de
la <Comedia», aunque suponga conocimiento de la de Lope de
Vega y del «Poema» de Viana, es más bien el libro del P. Alon-so
de Espinosa.
Otro testimonio de principios del siglo XVII es la descripción
de Fray Juan de Abreu Galindo (1632), quien entre otras cosas
dice :
14 Idem, zbbdem, págs. 15-16.
1s Fr Juan de Abreu Galindo: Piistorza de la Conqutsta de las Siete
islas de Gran Canaria (1632), Santa Cruz de Tenerife, Biblioteca Canaria,
Sociedad Anónima, pág. 225. Otro testimonio incluye Fr. José de Sosa: To-pograpáa
de la 1sJa Afortmda Gran. Camrm, Santa Cruz de Tenerife, 1849.
12 JEWS HERNAIVDEZ PERERA
«Intitularon los cristianos esta imagen Nuestra Señora de
Candelaria por lo dicho, y porque tiene una como candela verde
en una mano, y en la otra mano tiene un Niño Jes-las con un ave
dorada en entrambas manos que debe ser la paloma de la Puri-ficación
de Nuesera Señora la Virgen María; estuvo en poder de
los infieles más de noventa años.»
La descripción que de la imagen de la Virgen de Candelaria,
a la que dedica devotamente su libro, incluye PJíEñez de la Peña l6
en su Historia es otro de los textos literarios más pormenoraza-dos
que poseemos acerca de las características de la escultura
que los guanches adoraron, pero en líneas generales, y pese a que
el historiador tinerfeño tuvo posibilidad de examinar de cerca la
talla original, sus aseveraciones y hasta sus errores -la grafía
de las leyendas que aparecían en e1 manto y túnica presenta las
mismas ausencias, como ya advirtió Rodríguez Moure- son idén-ticos,
y confirman el retrato que nos transmite el P. Alonso de
Espinosa. El propio Moure ya anotó que N.úITiez de la Peña y Es-pinosa
coincidían, por ejemplo, en dar cinco palmos como altura
de la imagen, contando la peana en que apoya los pies.
2.11. Fernando de San José Fuentes.
Un texto del siglo xvm (1772) debido a- P. Fernando de San
José Fuentes1', que demuestra haber conocido y estudiado de
cerca la escultura de la Candelaria, aporta una aclaración q~le
también importa recoger :
«Venero el dictamen del erudito Padre Atanasio, que dize ser
la Ssma. Imagen de la popa de algirn navio que la 'Lraeria por Pa-trona,
y permitaseme.. . poner algunas justas contradicciones . .
De ninguna manera puede ser lo que dice dicho Padre, porque la
Ssma. Imagen no tiene instrumento (ni señal de averlo tenido)
16 Juan Núñez de la Peña Conquzsta .y Antzgz~edades de las Islas de
la Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1847
17 Incluido en Noticzas de b exeriplar vzda de el IíZust&mo Sr Dr D.
Bartholomé Garcia Xzmenes, por don Juan García Ximenez, edición de Je-sús
Hernández Perera, «Revista de Historia», XIX (1953), pág 232.
24 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A I V ' T I C O S
PRECISIOKES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA 13
por donde pudnera venir asegurada, pues de ningún modo la avian
de traer suelta, expuesta a perdérseles con el mínimo valaze del
navíe). . . B
Del gran historiador de las Islas, el neoclásico poligrafo ti-nerfeño
José de Viera y Clavijo, hubiéramos querido extraer tam-bién
una detallada descripción de la primitiva Candelaria, pero
si sus páginas, a través de los varios capitulas l8 en que se ocupa
de la presencia de la imagen entre los indígenas, contienen datos,
apreciaciones y juicios muy estimables que tendré oportunidad de
aprovechar más adelante, acerca de la posible fecha y hasta de
SU pmbkx&tic~p.m vdenc i~,m pies ~f r e c e~e?in, czmbi~,i? n rnp-r--
fil de la escultura comparable al que, especialmente, nos han de-jado
el P. Espinosa o Núñez de la Peña.
3.1. Zgl& ds Santa Ursub de Ad0j0.
Rodriguez Moure recoge lg la existencia de una reproducción
de la Virgen de Candelaria en la Parroquia de Adeje al referir
los sucesos inmediatos a la pérdida de la imagen primitiva en el
aluvión de 1826. Al aproximarse la fiesta del 2 de febrero de
1827 y recordando los frailes dominicos del convento de Cande-laria
que en Adeje habia un facsímil de iguales proporciones que
la perdida escultura, mandado a esculpir por los piadosos Con-des
de ia Gomera y Karqueses de Adeje, <<obra que hizo ei es-cultor
con el original a la vista -por favor que no les pudo ne-gar
por ser dichos personajes bienhechores del Santuario y Pa-tronos
generales de la dicha Orden en Canamas-, pidieron al
Prelado se les facilitara ínterin apareciera la perdida o el San-tuario
se proveyerra 6e otra».
El mismo Rodriguez Moure la reproduce en fotograbado, por el
18 Viera y Clavija, ob. czt, pág 254
19 José Rodríguez Moure. Histoma de la devocwn de1 pueblo canarlo a
Nuestra SeFiora de Candelama, Santa Cruz de Tenerife, 1913, págs. 239-240,
anverso y reverso? declarando en el pie del grabado su opinión
de que se trata de «El mayor y mejor facsímil de la primitiva
imagen de Ntra. Sra. de Candelaria, que perteneció- a 10s Con-des
de la Gomera y se venera hoy en la Villa de Adeje» 20.
En efecto, presidiendo el retablo renacentista adosado al muro
de la nave lateral de la iglesia de Santa Ursula de Adeje, puede
verse esta escultura policromada de la Candelaria (láms. I y 11,
y fig. 1). Figuró en la Exposición iconográfica de la Candelaria
reunida en el Circulo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife
en 1963, donde se la clasificó como obra del siglo XVI 21. Mide de
alto exactamente 1 metro; con la peana incluida, 1,20 metros.
Ha sido objeto posteriormente de una restauración, restablecién-d
~ s per imip-?lrriente al cn!nrlrJ~ moran del r ~ c t r ob astante Me-riorado,
restauración llevada a cabo por los pintores Jdiu Moisés
y Pilar Leal por iniciativa del Aula de Cultura del Cabildo Hn-sular
de Tenerife, en cuyo salón de exposiciones fue nuevamente
exhibida 22.
Ev:rJefitem_ente, & tc&s las mrsinfies p l á s t i ~ a~~~ & ~ & p ~ t p ~ ,
es tal vez la que ha sido tallada con el más ceñido propósito de
copiar la estatura primitiva. Las medidas actuales, eliminada la
peana moldurada sobre la que se asienta, coinciden con el ta-maño
de casi cinco palmos que le asigna el P. Espinosa: el pal-mo,
como cuarta parte de la vara, mide alrededor de 21 centí-metros,
y los cinco palmos supondrían una altura de unos 105
centímetros; como Espinosa habla de casi cinco, no hay incon-veniente
en admitir la coincidencia con los 100 de altura de la Vir-gen
de Adeje. Por otro lado, han quedado algunas cintas de seda,
& c&r verde er, dgfm ejeqdw de l!a c&cciSz de dnn Czyatme
Gómez Felipe, en La Laguna, que como recuerdo del Santuario
pudo haberse llevado algún devoto en fechas anteriores al alu-vión,
y llevan como leyenda «Medida de N"* de Candelaria».
Su longitud es de 80 cm., cifra que no coincide con la altura de
20 Zdem, zbidem, págs. 210-211
21 Jesús Hernández Perera: EzposiczBn iconográfica de la Vzrgen de
Gmzdeiaria, Catálogo, Santa Cruz de Tenerife, Circulo de Bellas Artes, ene-ro
21-febrero 2 de 1963, pág 4, núm 1
22 EzposiciÓn Restauraczones en Tenerzfe, Santa Cruz de Tenerife, Aula
de Cultura del Cabildo Insular, 1968.
26 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAMINA 1
Lrx Virgen de Cnndslarin (fines s. XVI). Iglesia parroquia1 de Santa Ursula
(Adeje)
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA 15
1 metro de la Virgen de Adeje, pero sí con el alto de su túnica,
medido desde el borde del cuello a la cenefa de los pies 23. 'Fbmb'ién
el alto de la base elíptica en que asienta los pies, 44 milímetros,
Frg. 1 -La Vwgen. de Cande-laria.
Iglesia parroquia1 de
Santa Ursula, Adeje (Drbujo
a e Vktorro Roaríguez C a -
brera. )
parece coincidir con los dos dedos de grueso que media el P. Es-pinosa,
aunque no muy exactamente (dos dedos X 18 mm. = 36
-:l:-~&--"\
11LllllL1~UU D J .
23 Hern&ndez Perera: Exposzez6n. , cit., pág. 16.
El propósito de ajustarse a repetir la estatua original no es
tan evidente como en las medidas de la altura en la interpretación
plástica ni en la policromía, como se advierte comparaílclo la
Virgen de Adeje con los testimonios escritos antes citados, en
especial con la descripción del P. Espinosa. El rostro lo hallaba
el dominico un tanto largo, lo que no puede predicarse del de
Adeje, y lo mismo puede advertirse en los ojos', que descrlbe
como grandes y rasgados, y en la escultura aparecen m&s bien
pequeños, y no sólo por efecto de la restauración, pues !as foto-grafías
ante-riores a ella también lo confirman (lám. W). Por
otras copias pictóricas qEe luego comentaremos y algunos re-tratos
de la imagen actigua vest~da, ojos grandes y almendrados
parecen bien_ ca.racterisiicns & la mira<da> soh~ecogedom,
que resalta en su texto el P. Espicosa. Otra diferencia b'r en os-tensiMe
es la diskibución del cabello, que, en efecto, ese& dorado
y tendido por la espalda, paro no dividido en seis ramales, sino
en cinco (Iám. =l. El pajarilla que el Niño lleva cogido de ambas
manos no dorin~.a~deon la ima.gi~.n& A&jei corno refieren Es-pinosa
y otros historiadores, y el color verde de la candela ori-ginaria
acjui es azul, casi del mismo tono del manto. E1 P. Espi-nosa
dice también era azul el cinturón que, por bajo de los pe-chos
-bien ostensibles en su volumen, pues recalca que dos
cuales a un lado y a otro hacen muy gracioso bulto, y se mues-tran
», volumen que en la versión de Adeje se ha soslayado-ceñía
la ropa o túnica, y qce las letras que decoraban dicho cin-turón
eran doradas: las letras son aquí rojas y dorado el cin-turón,
unificándose en colorido con las demás leyendas de la
vestimenta. Tamhi611 Espinosa anota q x e l inanto, d d o sobre
los hombros, estaba asido por los pechos con un cordón colorado
de un jeme de largo (unos 10 cm. aproximadamente), que termi-naba
en una lazada al lado izquierdo: el cordón aparece en la
Virgen de Adeje, pero no es rojo (colorado) sino dorado, y no
r ~ ~ ~ g yind o lazg 2 la i~qcipy&. ngto-la i~n:a&e
presentan los adornos del manto «azul per£ectísimo», que Espi-nosa
describe como florones de oro por delante y por detrás:
los florones son en Adeje estrellas doradas de ocho puntas igua-les.
En cambio, las pecpeñas estrellas que separan las letras en
las leyendas transcritas por Espinosa y otros autores de las ce-
28 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA 17
nefas del manto y bode inferior de la túnica, no se han incluido
en el lugar correspondiente de la Candelaria de Adeje. Y como
diferencia la más ostensible, la policromía de la tímica de Adeje,
predominantemente en rojo con diversas flores en azul, no trans-cribe
el colorido tan elogiado por Espinosa: «está vestida a lo
antiguo, con una ropa toda dorada desde la garganta hasta los
pies ... Está el oro tan perfecto, tan bien asentado y brufiido,
(que ningún oficial lo hará tan bien, y atrévome a decirlo porque
lo entiendo», afirma el dominico.
Todo ello evidencia que, aunque el autor de la Virgen de Ade-je
pudo tener a la vista la imagen primitiva, sin las vestiduras
con que la piedad y la costumbre la envolvían hasta no dejar
visibles más que el rostro y las manos de la Virgen, y se ciñó
indudablemente a copiarla, no dejó de sentirse influido por las
modalidades de estilo y factura de su propia trayectoria artís-tica
y de su época; como también alteró la policromía, los mo-tivos
floraks y las mismas leyendas, llenas de variantes, el pin-tor
dsrador que completaría el aspecto externo de la escultura.
De aquí que también se adviertan diferentes tratamientos de los
paños y del plegado, de la misma complexión y proporcionalidad
de la figura, que se aparta del cierto alargamiento vertical que
otras interpretaciones dan del original y desdibuja el carácter
gótico que indudablemente tuvo, haciéndola más clásica y ci-líndrica.
Hay que tomar, pues, la imagen en Adeje como un tra-sunto
de la Candelaria original, el mayor y mejor facsámil co-nocido
en talla como quiere Rodriguez Moure, pero no una copia
literal y exacta de la iconografía recibida por los yuanches.
Por SUS características de estilo, los motivos florales de la
tiinica, la volumetría de la estatua y el tratamiento del cabello,
especialnente del Niño, parece obra de a l e n escultor manieris-ta
de fines del siglo xv1, si no ya de la primera mitad del XVII.
Si, &~&ivamente,f lle P C C I ~ ~Q& l ( / o&q ~ _ ~de~_ A &~ J' io2 4 CczE-do
ya haMan asumido el Patronato de Ba Provincia dominicana
de Canarias, puesta precisamente bajo la advocación de Nuestra
Señora de Candelaria, y esto ocurrió, segh Viera y Clavijo, no
antes de que se le concediera el título de primer Marqués de
24 Rodríguez Moure- 06. czt, pág. 240
Adeje en 1666 a don Bautista de Ponte y Fonte Pagés, primero
de la familia Ponte que se titula Patrono general de la Provincia
de la Candelaria del Orden de Predicadores en las islas, la fecha
de la escultura de Adeje habría que retrasarla hasta el tercer
cuarto del siglo xvn (don Juan Bautista de Ponte murió el
1680) 25. Pero no es necesario entender la referencia a esta épo-ca
ya que, antes de la concesión del título de Marqués de Adeje,
ya los Ponte tenían el señorío de la Villa y sus dádivas a la pa-rroquial
de Santa Ursula se sucedieron desde el siglo xvr, y bien
podía ser la imagen de la Candelaria la que reclamaría la cons-trucción
del retablo en cuya hornacina centrai siempre se ha ve-nerado,
y este retablo, de línea y decoración manieristas, lo mis-mo
que las pinturas que lo adornan, puede fecharse en la década
final del xvr, unos años antes de 1600 sin duda, lo c ~ a clo mobo-raria
la datación arriba indicada de fines del siglo mi.
3.2. Iglesia ParroípiaZ de la; Cmcepción, Realejo Bajo, Los
Rkxk jm.
Sin ajustarse tanto a la imagen primitiva, como pese a las
diferencias, es sensible en la de Adeje, otra interpretación pos-terior
pero no lejana en fecha, y artísticamente mucho más va-liosa,
es la que se venera en una capilla lateral de la iglesia de la
Concepción del Realejo Bajo, en Los Realejos (lám. m), y he-también
expuesta en la galería iconográfica reunida en el Círculo
de Bellas Artes de Santa C m de Tenerife en 1!%3 26, y más
tarde en la Exposición conmemorativa del centenario de Marti-nez
&nt&és en i$$C>O, pes se ha re]la&r,udo ten el grln P_~CIJ!-
tor andaluz 27. De 95 centímetros de alto, coincide en las carac-terísticas
iconográficas de Ia Candelaria, tal como la describe
el P. Espinosa, en algunos detalles que descuida la de Adeje,
25 Frmasm Fernaodez de Bethencourt Nobzlzario de Canarzm, La
Laguna de Tenerife, J. Regulo Editor, 1959, 111, págs. 37-38.
26 Hernández Perera: Exposzdó?z , cit., pág. 4, núm. 2 Reproducida
en Guillemo Camacho y Perez Galdós. La Parroquia de Nuestra Señora
de la Concep&n del Realejo de Aba~o, «Hcmecaje a Elfas Serra Ráfols>>,
Universidad de La Laguna, vol 11, pág 15 y lám. V.
27 Exposición Homenaje a Monta%%, Catálogo, Santa Cruz de Tenerife,
Aula de Cultura de Tenerife, 1968
30 A.NUARI0 DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA . 19
como el lazo que al lado izquierdo sujeta el cordón que ata el
manto a la altura del pecho, pero en líneas generaIes el artista
sólo pretende mantener constantes la postura, la colocación del
Rg. 2 -La Vergen de
Candelarta. Ig 1 e si a
del Pilar, Santa Cniz
de Tenerife
Niño en el brazo derecho, el pajarilla (o pichón) entre las ma-nos
de Jesús, y la candela en la izquierda, sin olvidar hacer aso-mar
bajo el borde de la túnica el zapato izquierdo de María. Do-nación
al tempo del Realejo de don Martín Ruiz de C'hábarri,
que fue administrador de la Hacienda de los Príncipes entre
6589 y 1600 2s, podría fecharse, a juzgar por la evolución cono-cida
del estilo montañesino, hacia 1610, quizá sólo posterior en
unos quince años a la Candelwia de Adeje.
Compárese con la interpretación dieciochesca, en mármol, del
genovés Pasquale Bocciardo en el «Triunfe de la Candelaria»
(1778), en Santa Cruz de Tenerife (lám. m).
En la citada Exposición iconográfica de la Candelaria de 1963
se dieron a conocer tres versiones existentes en colecciones de a
La Laguna, Santa Cruz de Tenerife e iglesia del Rlar (fig. 2) de
esta ciudad, de ia Virgen de Caiideialia adorada por- los indlge- O
nas (Iáms. HV, V y VI ) , dos de ellas con la imagen en una gruta =m
O
rocosa alusiva a la Cueva de Achbinico o de San Blas, y acom- E
E
pañada en los tres casos por los dos pastores y el mencey de 2
E
Giifnnar 29. Aunque a escala mucho menor, no deja de tener iin-terés
la forma en que se iranscribe el bulto de la Virgeii, iiidu- 3
so en mantener el color de oro en la túnica, a diferencia del rojo em-que
ofrece la de Adeje, fiel a la descripción del P. Espinosa. La E
de la colección Ruiz Benítez de Lugo, en Ea Laguna, incluso O
aporta las epigrafías de las orlas del manto, si bien no con pro- -
E pósito de reproducirlas exactamente (lám. Wb. a
4. PAPTURAS.
3
4.1. Convento de CmdeZarica;. O
Posee el Convento dominico, además de varios lienzos repre-sentativos
de la Virgen revestida con trajes barrocos que ocul-tan
casi por entero la escultura original, otros en que se efigia
a la Candelaria, sin tales aditamentos textiles, en compañía de los
guanches 30.
2s Guillermo Camacho y Pérez Galdós La Haczenda de los Prhcipes,
La Laguna, Instituto de Estud~os Canarios, 1943, pág. 66
29 Hernández Ferera: Expostczón , cit, pág. 5, ním 4, de don Juan
Ruiz Benítez de Lugo, La Laguna; núm 5, doña Margarita del Castillo, viu-da
de Arozena, y núm 7, Iglesia del Pilar, Santa Cruz de Tenerife.
30 Ibadem, pág. 7, núms. 14 y 15.
32 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
LAMINA 111
¡Juan Martínez Montafiés?: La Virgen. de Crrnüeluria (hacia 1610). Iglesia
parroquia1 de la Concepción en Realejo Bajo (Los Realejos).
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA . 21
HrCG Virgen & Oa&h&? .d mmtj d0 Güimr y d8S picaste
rm guatnoheis, conservado en la Cueva de San Blas, parece obra
de principios del siglo xvm (160 X 117 cm.), de escuela tinerfe-ña
no lejana de la influencia del pintor Cristóbal Hernández de
Quintana (-1- 1725, en La Laguna), pero de escasa calidad artís-tica,
y no bien conservado. La túnica de la Virgen es de color
amarillo, azul el manto, los ojos grandes, la mirada frontal, y la
candela, encendida, y un poco más larga que en las versiones es-cultóricas,
como si se la hubiera prolongado con un trozo de
vela de cera. Las leyendas de cinturón y orlas, con pretensiones
de fidelidad (lám. VD).
La Virgm de Ga~uk1aria m dos M e n c e , en otra depen-dencia
del aaverituG oillinicu, y de &imelr&Ciiiesw e el
anterior (160 X 11 7 cm.), parece asimismo de escuela tinerfeña
en tomo al círculo de Quintana (principios del xvm) y apenas
difiere en lo que al icono mariano se refiere en las flores del
manto, doradas sobre el fondo azul, con aspecto de estrellas de
p¿a&as, cercan= a las de la viwn de Adeje ?,,-).
La Virgw da @dh& cm Zm gbsw de$ Obispo GaroiGa Ji.-
mkwz, es otro lienzo, de gran tamaño (lám. X), ahora colgado
en el claustro alto del Convento dominico de Candelaria, a es-paldas
del actual camarín de la Patrona del Archipiélago en la
nueva Basílica, que también perpetúa al óleo, pese a su mal es-tado
de conservación, el anverso de la imagen primitiva, alojada
en una hornacina de arco de medio punto en torno al cual se
recogen en siete recuadros las «glosas» que redactó el Obispo
don Bartolomé García Jiménez -prelado de Canarias entre 1666
y iSY(j, sepuyza&, en Can&garia- y consiiiu3ren "ir¿, testb-rlVT1ió
importante para reconstruir, como ya hizo Rodríguez Wouresl,
31 Rodríguez Moure, ob czt, pág. 240 al no poder contar los frailes
dominicos con la escultura existente en Adeje «-obra que hizo el escuItor
con 21 ofi~Liia! a 12 vista+-, su!icit&a. 2 trav&, de! obispado a. los CGE&~
de la Gomera y Marqueses de Ade-je, tuvieron <que traer un retrato al 61eo
que de la desaparecida Imagen tenían en el osatono de la finca de la Granja
que poseía el Convento, con que celebraron la fiesta en la Cueva de San
Blas, por estar aún ruinosa la Capilla a causa del pasado desastre».
En otro lugar (pág 64), Rodríguez Moure confronta la exactitud de las
inscripciones, «confirmando su fidelidad un gran cuadro del siglo XVII que se
22 JESílS HERNÁNDEZ PERERA
las epigrafías de la imagen. De este cuadro había hecho ya refe-rencia
Rodríguez Moure, creyendo fue el que seguramente sirvió
a los frailes para celebrar la fiesta de la Purificación de febrero
de 1827 tras ,la desaparición de la escultura en el aluvión de no-viembre
anterior, y que no pereció en el temporal porque la co-munidad
lo conservaba en el oratorio de la finca de La Granja.
No bien conservado el colorido, que ha sufrido repintes en
varios lugares de la tíinica -indudablemente de tonos amari-llos-,
y algo menos en el manto, en azul oscuro con estrellas
de veinte radios, coincide también con otros retratos en dar como
altura de la efigie un metro, presenta enteramente al Niño des-nudo
sin que se pueda determinar el color del pajarillo que lleva
cogido entre las manos. ¿as epigrafías del cuello, mangas, cín-gulo
y orlas del manto han sido recogidas fielmente y coinciden,
además, con las iniciales en rojo de las glosas del Obispo Gar-cia
Jiménez, que, como és sabido, completh -en letras capitales
negras- su particular interpretación de las leyendas tomando
como acrósüco ias ieiras latinas de la imagen. En el recuadro
superior derecho se dice: «ESTAS LFTRAS LB PUSO EL YLLMO. SR.
D. BARTHOLOME GARCIA X I M E i ' l n DIGNIS~O OBISPO ~m FUE DE ESTAS
YSLAS F3DIFICADO.R DEL ANTIGUO TEMPLO. LAS LETRAS NEGRAS Q. HA-BLAN
-CON I k 3 ROJAS SON LA ESFQSICION>>.
La leyénda c6n que ocupa el recuadro superior izquierdo nos
aporta un testimonib crónológico de interés sobre la data de la
aparición, que convendrá confrontar con los datos aportados por
los historiadores y debe recoger la opinión de los conventuales
cuando se pintaría e1 lienzo, seguramente a fines del XVII ya
muerto ei preiado -«que fue- de estas Mas>> se 'dice en ia ins-cripción
antes transcrita- o &S bien a principios del siglo xvm,
a juzgar por la cartela barroca en que se incluye la glosa de las
orlas del manto en la parte baja del cuadro, y vale, por ello, la
pena de transcribirse: «WN E~TML ETRAS Q. SE VEN ~ J A ESST AN
&serva en el santuario, en el que están dmhas letras pintadas al óleo con
la interpretación que de ellas hizo el Ilmo. Sr. Jiménem.
Para las epigraffas de la imagen primitiva, además de Rodríguez Moure,
paginas 49-85, vease también mi edición de la biografía del Obispo Garcfa
Jimenez por su secretario don Juan García Jiménez, «Revista de Historia»,
XM (1953), págs. 229-234 y 238-239.
34 ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
LAMiNA VXII
La Virgen de Candelaria, el mencay !I los dos pastores La Virgen de Candelaria, el rneneey ;y los dos pastores
guanches. Oleo sohre lienzo (s. xvrrr). Col. dona Elena Fer- gztanches. Oleo sobre tabla (s. xvI11). Monasterio de Santa
naud (Santa Cruz de Tenerife). Clara (La Laguna).
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA 23
ORLADOS LA TUNICA 1 MANTO .DE ESTA SS[ANT] A MVIAGEN AFAARESIDA
E5J ESTA YSLA EN TIEMPO DEI LA GENTILIDAD 105 A[ ~ ~ o sA]N TES DEL
DE 1496 EN QUE FUEi CONQUISTADA>>.
Si bien su mal estado de conservación no permite filiarlo con
alguna aproximación, tal vez no esté lejos del «verdadero retra-to
» de la Candelaria propiedad de mi buen amigo el doctor Pe-raza
de Ayala, del que me ocupo a continuación, relacimable con
ei taller del pintor l a p e r o Rodríguez de la Oliva. En todo caso,
no hay que olvidar que el pintor Cristóbal Hernández de Quin-tana
(fallecido en La Laguna en ,1725) 32 trabajó para el Con-vento
de Candelaria en sus 6ltimos años y allí doró el retablo
mayor costeado por el Obispo Garcia Jiménez, desgraciadarnen-te
también desaparecido.
Don J0s6~Pe~azdae Ayala y Rodrigo de Vallabriga posee en
su casa íie ¿%'Laguna una interpretación pictórica de la primi-tiva
Virgen de más fiel que las anteriores, y digna
de ponerse al -lado de la escultórica de Adeje para deducir de un
cotejo de ambas, especialmente, una reconstrucción más cercana
del icono venerado por los indígenas.
La V+gm déi- C - I ~ T ~m ~nc i~ngda!p, intada sobre lienzo
(118 X 94), representa a la Virgen entre ocho angelitos (lámi-na
IX), que sostienén en sus manos atributos diversos de la Le-tanía
Lauretana. y' lleva alp pie, arrollada a los cuernos de la
media Luna, una filacteria con esta leyenda, en letras capita-les
iatinas:
BERDADERO TAMAÑo U'~[h%.k] TO / DE LO INTERTOR / DEL SA/GMDQ
BULTO DE LA iMAGE3-7 DE 7 -N? Saa DE / CANDELARIA APA[RECID]A EL
aÑo DE 1388.105 f-i os- --- - DE LA CONQUISTA / QUE FUE EL DE 1493.
Por su estilo, tal vez obra del pintor y escultor tinerxeño José
Rodríguez de la Oliva, nacido y muerto en La Laguna (1695-
82 Juan José Martín González: EZ pintor canario Cristóbal Hernández
de Quintana, Valladolid, 1958.
33 Hernández Perera, Exposiczón , pág. 10, núm 28
24 JESOS H E R N A ~ ~ ~PEEZRE RA
P7'77), que pintó otros retratos de la Candelaria revestida con
telas barrocas, pero que acaso sólo ha dejado este único facsímil
de la escuitura origirial.
Las pretensiones de fidelidad al modelo son aquí bastante
notorias. Se nos dice, en consciente caligrafáa, es «verdadera re-trato
» «de lo interior», es decir, de la escultura despojada del
aparato textil externo con que se la presentaba a la veneración
de los fieles y peregrinos. P también «verdadco tamaño»: efec-tivamente,
mide la Vhgen, no incluyendo la peana, 100 centíme-tros
(como la imagen esculpida de Adeje). Las epigrafias parecen
recogidas con cierto rigor y dan las presuntas palabras sepa-radas
por florecitas de ocho pétalos. La túnica es de color ama-
AUu chw; ei niaiito y el cintur.óii, azul; las flores dei manto,
doradas, adoptan aspecto cruciforme, en disposición de cruz
griega de brazos trebolados, con rayos delgados en las bisectri-ces
de los ángulos, lo que difiere de las estrellas de ocho puntas
de Adeje. El zapato del pie izquierdo, único visible, es puntiagu-do;
loa pliegues de ia túnica, profundos, caen obiicuamente en
tres surcos paralelos a la inclinación de !a pierna izquierda. El
rostro es elíptico, un tanto rectangular y alargado; la boca, pe-queña,
pero los ojos grandes y oscuros. Es evidente la lazada del
cordón azul que recoge el manto a la altura de! pecho, que no
aparece en Adeje, pero sí la describe el P. Espinosa. El color
de la tez es sonrosado, no muy moreno, con dos círculos rosa
más intenso en las mejillas. El pelo del Niño es dorado, y ama-rillo
el pajarito que coge por las alas con ambw manos. La bo-camanga
derecha de la túnica de la Virgen forma un triángulo,
más flexible que en la talla de Adeje, y deja asomar la mano en
posición vertical algo forzada, tocando con la pmta de los de-dos
el muslo del Niño. La candela, encendida, es de mayor lon-gitud
que el jeme (medio palmo, lat. «semis») asignado por Es-pinosa,
como si se le hubiera aEadido m cabo de vela.
Con el acompañamiento de dos o tres pastores guanches y del
rnencq amcd31ah hay otras interpretaciones en varias colec-ciones
particula~es tinerfeñas, que se dieron a conocer en la Ex-
36 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Fig 3 -La Vzrgen de Candelaria adorada por los guanches Grabado de <La
Aurora)), Santa Cruz de Tenerife
26 JEMS HERNÁ~W PERERA
, . l . ' :'.
posición iconográfica de la Candelaria 34 en el Círculo de Bellas
Artes de Santa Cruz d6,'I"en&i£eL(enero-febrero 1963), más o me-nos
tributarias del m~delo~quintanescsoe guido por las dos telas
citadas en la Cueva de San Blas y Convento de Candelaria, mo-delo
que contribuiria a divulgar algún grabado barroco (del xvn
y del xvn~q uedan varias láminas, que todavía se copiarían en el
xx, como el grabado en madera (fig. 3), del periódico «La Aure
ra», de Santa C%uz de Tenerife, 1847-1848) 35. En estas versio-nes,
el icono mariano, aunque sin vestimentas adicionales, no
suele estar tan fielmente transcrito, pero en e1 coIorido, amarillo
para la túnica, y azul para el manto, sí son constantes (coleccio-nes
de doña Elena Fernaud de Hernández y doña Teresa Cullen,
viuda de Fuentes, en Santa Cruz de Tenerife; Monasterio de
Santa Clara, de La Laguna) (lám. W).
En la escalera principal del Ayuntamiento de La Laguna,
sobre el rellano del fondo frente al zaguán, está representada al
fresco, con retoques al óleo, la escena de Lce V i r v Cde%a-ria
&& pm d mmcmy y los p&olrus guanchea. Repite a es-cala
mayor del natural la figura de la Virgen, cdocada en una
gruta,-ante la cual se arrodilla el mencey y pastores indígenas
con si;s cabras, siguiendo el esquema de las versiones pictóricas
antes. citadas. La escena no resulta muy diferente de la que po-see
-en Santa Cruz de Tenerife sobre tabla doña Teresa Cullen,
viuda de Fuentes (mediados del xvm). Forma tríptico con otros
,dos frescos pintados en las paredes laterales del buque de la
escalera, representando uno a los indígenas antes de la conquis-ta;
y el otro al Adelantado presentando a los menceyes vencidos
ante los Reyes Católicos.
Está fechada toda esta obra en 1764 36, y por el «Diario» del
34 IMdem, págs 7 y 10-11, núms. 13, 29 y 30.
35 Lo reproduce A. J Benítez: Zzstorza de Zas 1sZa.s Calzarms (ediczón
ilustrada), Santa Cruz de Tenerife, s a., pág. 483.
36 Jos6 Rodríguez Moure: Guia hñstórica de La Laguna, La Laguna,
Instituto Oe Estudios Canarios, 1835, pág. 229 También A. Cioranescu:
Guia histórica y momumental de La Laguna. Santa Cruz de Tene~ife, 1965.
38 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRn LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA.. 27
Regidor Anchieta está documentada como pintada por Carlos
de Acosta.
En cuanto al icono original, si bien se ha intentado reflejarlo
con alguna exactitud, no parece haber preocupado al artista
transcribir10 con tanta fidelidad en pormenores y epigrafías como
en el lienzo propiedad del señor Peraza de Ayala, tal vez de unos
veinte años antes. Anotemos una vez más el color amarillo, algo
tostado por los barnices y el tiempo, con que ha sido traducido
e1 cromatismo de la tiinica.
La pintura al óleo que en esta ermita -edificada sobre el
lugar de la cueva habitación en que el mencey de Güímar colocó
la imagen aparecida en la playa del Socorro o de Chimisay (se-gún
la versión del P. Espinosa)- representaba el momento en
que Acaymo mostraba la escultura al joven Antón Guanche; ha
sufrido repintes que desfigran considerablemente la versión ori-ginal,
tal como la reprodujo en 1913 en su obra Rodríguez
Moure 37.
Desgraciadamente, todas las figuras, el mencey, los dos pas-tores
y la pastora, así como Antón arrodillado, aparecen hoy des-virtuados,
pero aún más la Virgen y el Niño, que ya no respon-den
a las interpretaciones anteriormente citadas. A juzgar por el
grabado reproducido por Rodríguez Moure, se trataba de una pin-tura
de mediados del siglo xm, de mano anónima no lejana de
Carlos de Acosta, el pintor de la escalera del Ayuntamiento de
La La-euna.
Son bastante numerosas en las islas y también en América,
y algunas han pasado a la P e n í ~ u l a C~o~m.o no dejan visibles
más que las manos y el rostro de la Virgen, y éste enmarcado
por el rostrillo de oro y pedrería, no nos valen para identificar
37 Rodriguez Moure: Hzstoria de Candelaria, pág. 27.
3s Jesús Hernández Perera: La Vzrgen de Candelaria en el Arte, «El
Dfa», Santa Cruz de Tenerife, 12 diciembre 1966.
el aspecto de la escultura original. Pero anotemos que algunas
interpretaciones -colección de don José Martínez de la Peña, en
Icd, de Cristóbal H. de Quintana, autor también de la del San-tuario
del Cristo de La Laguna ( l b . XII) ; otras de estilo quin-tanesco
en la iglesia de San Pedro de El Sauzal, o en el refecto-rio
del Convento dominico de Candelaria; la excelente de la igle-sia
de Santo Domingo de La Orotava, quizEa. de José Rodriguez
de la Oliva, segundo cuarto del siglo xvm (lám. W) , entre otras 39-
reiteran los ojos grandes y almendrados coincidentes con el texto
del P. Espinosa, en todos ellos más acusados que en la imagen
esculpida de Adeje.
5.1. Virgen dei pie.
Recuerda Réau 40 que entre las innumerables representaciones
de ia Virgen madre, no son las ri& fre~iieritesa qS!!as ex
da el pecho al Niño (o! Vírgenes de la Leche), sino las que pre-sentan
al Niño en sus brazos, acariciándolo tiernamente o jugan-do
con él. Pero incluso de éstas, no son mayores en número aqué-llas
que efigian a la Madre sonriente, sino las que la presentan
con expresión grave, incluso preocupada, como) si previera los
dolores que le esperan. A menudo no mira al Niño que lleva en
sus brazos, y pocas veces participa en sus juegos, antes al con-trario,
es el Niño el que la acaricia y le tiende los brazos, como
si quisiera apartarla de sus sombríos pensamientos. También
anota Réau que ias frutas, los pájaros que s imn de JUg~stea ?
Niño, tenían, al menos en su origen, una significación simbólica,
que explica esta expresión de gravedad inquieta de la Virgen.
Bajo estas consideraciones es necesario analizar la iconografía
Se 1: Sandelaria.
- -- --
-9 Nemández Perera: Exposzczón , cit, núms 9, 10, 11, 12, 16, 17,
21 y 27. Otra en la colección Lecuona Prat se reproduce y estudia en Juan
Jos6 Martín González: El pzntor canarzo Crzstóbab Nernándex de Quintana,
Valladolid, 1958, pág. 18 y fig 28.
40 Uuis Réau: Icomgraphze de ZYArt Qhrétien, tomo 2, Iconopraphie
de la BzbZe, 11, París, P U. F, pág. 99-100
40 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
LAMINA IX
iJosC Rodriguez de la Oliva?: Verdadero retrato de Ea Virgen de Cande-
Zarin. Oleo sobre lienzo (s. XVIIi ). Col. don José Peraza de Ayala y Rodrigo
Vallabriga (La Laguna ).
LAMINA XI
i Jos6 Rodriguez de la Oliva ? : La Virgen de C m d e l a ~ aO. leo sobre lienzo
(S. XVIII). Iglesia de Santo Dominffo (La Orotava).
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA . 29
De las versiones de la Virgen madre que cultivó la Edad Me-dia,
parece fueron más antiguas (desde las Catacumbas al siglo.
x v~)l as representaciones de María sentada, con el Niño sobre
sus rodillas. Desde e! sigio xm en adelante, fueron ya más fre-cuentes
las Vírgenes de pie, primero con el Niño en el brazo iz-quierdo;
posteriormente, en el derecho'. De las interpretaciones-del
siglo xm, y por influencia de las esculturas en marfil, en es-pecial
las de la llamada Escuela de París, las estatuas marianas
de pie, tanto en madera como, en piedra, presentan una larga
curva sigmoidea caracteristica, que flexiona el talle en arco ten-sado
como si siguiera el perfil del colmillo de elefante aunque n@
esté tallada en este material. Esta postura es constante a lo larga
de todo ei sigio XIV y no, desaparece con ia escueia borgoiíona
todavía m las primeras décadas del xv, hasta que la influencia
flamenca, con la supresión del dinamismo trecentista y la ins-tauración
de una tipología de movimiento paralizado, impone un.
modelo más estático y vertical 41.
Por lo general, la Virgen, de pie, suele llevar al Niño sobre
su brazo izquierdo, de acuerdo con el instinto maternal, según
dice Trens 42, pero también para valerse mejor de la mano de-recha,
que queda así libre tanto para acariciar al Niño, coma
para emplearla en otras tareas. Es tan regular esta postura, que
Trens considera raros los casos en que María lleva al Niño en
el brazo derecho.
(?^E t ~&e,n !a rnAi-nAtwiCiYrUg AA- nrx gy e b s e p ~t~g.c tz gnife-i&d, ~r
menos aúin si se trata de imágenes sentadas. En especial, estoa
se hace frecuente si la postura sentada de la Virgen deriva o se
incluye dentro de la escena de la Adoración de los Pastores o de
los Reyes: Melchor se arrodilla al lado derecho de María, en
C I ~CW Q -m s i e~~pr e -e ! N i ñ ~se ntzdo U. ese !zdc &m& d v .
cerca del rey oferente.
41 Juan José Martín González: Hastoria de la Escultura, Madrid, Edi-torial
Gredos, 1964, pág. 62 y figs. 126, 129 y 134.
42 Manuel Trens:MarZa, Iconografia de la Virgen. en el Arte EspaFiol,
Madrid, Plus-Ultra, 1946, págs. 610-612.
Pero si en Vírgenes sentadas los ejemplos del siglo xrv pue-den
abundar, son escasas las versiones pictóricas de Naría de pie
con el Niño en el brazo derecho, a veces tnbutarias de la escuela
trecentista sienesa; resultando más habitual esta postura en las
pinturas del siglo xv, posiblemente bajo sugestión flamenca. Re-cordemos
que en la &bita sevillana apenas puede citarse otro
ejenplo que la llamada Virpm del Cura1 (iglesia de San Hdefon-so,
Sevilla), casi la única imagen pintada de gran devoción en
Andalucia de estilo trecentista que aparece con el Niño en el
brazo derecho 43. SU fecha, de fines del m (hacia 1375 para Post
y Guerrero Lovillo), hay quien la retrasa (como hace Gudiol)
hasta 1425, aunque su dinamismo y arcuación sigmoidea rubrican
su pare~tescho-e ceoGst;ta f~a~Ug~tieG,
En esculturas del siglo xm, de pie, apenas puede citarse en
Espaiia un ejemplar que presente el Niño al lado derecho. To-das
las que conozco son del siglo xv o del xvr. En la órbita de
la iconografía medieval sevillana, Hernández Diaz 44 sólo ha in-ciufdo
esCuituraad e pie, c o e~l N ifive a el brazv &srmhu,
únicamente: la Virgen &Z Xubiterr6n;eol, de la parroquia hispalen-se
de San Nicolás, que fecha a principios del siglo XVI, todo lo
más hacia 1490-1510; la Virgo? del Stvcmo, alabastrina, del con-vento
de religiosas Franciscanas Concepcionistas de Santa Ma-ria
del Socorro, también de Sevilla, que cree florentina y cuatro-centrista,
legada por el Cardenal Cervantes (/ 8458), cuya so-brina,
doña Juana de Ayala, fundó el convento en 1522; y el
portapaz de oro y pedrería que como legado del Cardenal don
Pedro González de Mendoza integra el tesoro de la Catedral de
Seviiia, también de fines del siglo XV. . . .
De otras regiones, anotaré como de mayor devoción, la Vir-gen
de la PuevnclsZa 45, patrona de Segovia, imagen de vestir que
43 José Guerrero Lovillo: Gdas Art&stzcas de EspaGa, SevzZZa, Barce-
7.... lora, Aries, 1952, p&g 135. TEiiS, &, fig. 158 .?os6 Güd:~!. ,Dzizt.&~~
gótica, «Ars Hispaniae», M, Madrid, Plus-Ultra, 1955.
44 José Hernitndez Díaz. Iconografi'a medieval de la Madre de Dzos en
eZ antzguo rezno de Seuzlla, Discurso, Madrid, Real Academia de Bellas Ar-tes
de San Fernando, 1971, págs. 28 y 30, figs. 36 y 38
45 Santiago Alcolea. Was Artisticas de Espafia, Segovia y su Pro-vincza,
Barcelona, Aries, 1958, págs. 102-103.
42 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA 31
lleva el Niño, sobre el brazo derecho, y se considera obra del si-glo
xv 46.
Dentro del influjo flamenco, tendencia que fomentó más rei-teradamente
el paso del Niño a la diestra como ocurre en el
tímpano del conocido Pórtico de los Leones de la Catedral de
Toledo, en que Juan Alemán dispuso como remate del árbol de
Jess6 una efigie -sedente- de la Virgen con el Niño al lado
derecho; recordaré la titular del retablo de Santa Naría o de
Todos los Santos en la Catedral de Cuenca (segunda mitad del
XV) 4T, y la Virgen flamenca del Museo del Prado, también de
este momento. En la Catedral de Cuenca hay también otra Vir-gen
que además de sostener el Niño en Ia diestra y una pera en
la mano izquierda, lleva tunica dorada y manto ami; ei Niño
retiene, por cierto, en su mano derecha, un pájaro dorado; es
obra de finales del siglo mas.
En el excelente estudio iconográfico que en las paginas del
«Anuario de Estszdios Atlánticos» ha consagrado mi ilustre ami-go
y compañero el profesor Hern6adez Diaz a la Vlrgen del Rno,
de Teror (Gran Canaria), en el que con wgumentos muy con-vincentes
acerca esta devotisima imagen al círculo sevillano de
Jorge Fernández, reproduce como obras influidas por d gusto
flamenco a comienzos del siglo xm a la Virgen & las Ni=
(destruida), que estuvo en Alanís (Sevilla), adscribiéndola al ci-tado
escultor con al@ recuerdo de Pedro Millh hacia 1500 o
primera decena del xm, y también la imagen de Santa Marh de
las Hwirtais, de Puebla de los Infantes (Sevilla), mutilada en
6936, y que cree igualmente del circulo de Fernández 49. Ambas
46 Carmen Bern~s, entre las numerosas imágenes marianas que repro-duce
en su estudio de La moda Z2as idgenes de la Virgm, «Archivo Es-pañol
de Arte», XLIII, 107 (1970), 193-218, únicamente incluye (Iám Vm,
3), dentro del siglo xv, una Virgen con el Niño al lado derecho; por su in-dumentaria
y especialmente por su escote deduce que data de hacia 1420-30
{-Madnd, coíecci6n Ruiz).
47 A Durán Sanpere y J. Ainaud de Lasarte: Esculturra gótica, CArs
Hispaniae», WI, fig. 302 y 362
48 D Angulo, C Bernis y J. Hernández Perera. Catálogo de la Ex-poszción
de Arte Antiguo, Museo de Cuenca, 1956, p8gs. 33-34, núms 44 y
47 y Iám. 14
49 José Hernández Díaz: Estudio iconográfico-artL;stzco de la Vzrgen del
llevan el Niño sobre el brazo derecho, pero, como se ve, son
bastante avanzadas de fecha.
Trens anota siempre como hispanoflamencas las imágenes
marianas, de pie, que suelen infringir la que él considera regla
de llevar el Niño en el brazo izquierdo, y presentan una indumen-taria
similar, cabello suelto sobre los hombros y a veces un
tocado en forma de turbante (repraId-xe una del w en colección
particdar, otra del x v ~en la colección Ricart, Barcelona; otra,
del xv, en el Museo de San Marcos de León) 50. TamLién lo lle-van
al lado derecho otras imágenes devotas del xv, como la Vir-gen
del Puig, en Valencia, que es sedente, o las de Guadalupe y
Montserrat, esculpidas por Andrés de Nájera (entre 1525 y 1528)
c u i z ~ de San Bel?itu í&pfi3e0 pJaCialra: U, EscU!eaa de Ya-lladolid),
aunque estos últimos ejemplos, incluida la Virgen del
Puig, son relieves.
Se inclina a creer Trens en que estas Vírgenes con el Niño
a la diestra imitan algún original de gran veneración piadosa o
pi=estigio aL%jsAdco, Fiero no Perisa.~a qie la tiaerfeTfVTiizean
de la Candelaria les precedia.
Es uno de los atributos más frecuentes en las imágenes ma-rianas,
aunque su significado no siempre resulta claro. Tanto
Trens como RéauS1 lo identifican como shbolo del alma cris-tiana
salvada. Es el alma del pecador, dice el primero s2, que rom-piendo
los Iazos de su cautiverio, se refugia en manos de Jesús
y A$ayí& p,rr, escqar de p e r _ ~ e p i &y~ ~2 ,& e p r ~ p (&~
recuerda el Salmo CXXIII, 7: «Escapó nuestra alma, como una
avecilla, al lazo de los cazadores; rompióse el lazo y fuimos li-berados~.
Pero caben también otras explicaciones, una de ellas la del
or \ ;nr iA;n norrsroAn nnv lnn Vrmn c r ~ l i n~~n h n r i f nn~n nnr~tam~nfea] GyZuvuL" AZUL I LCUV YVI IVU Y II U L L b u r l V U uyV..-u.VY, -VA--.. -vW---..--IV
PZW, Patrona de Gran Canaria, «Anuario de Estudros Atlánticos», 19 (1973),
155-177, figs 7 y 8.
50 Trens, ob. cit, pág 610, y figs 28, 155, 29-2, 314, 335, 344 y 360
51 Réau, 06. czt., pág. 100.
52 Trens, ob. czt , pág 545-551
44 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA. 33
Pseudo-Evangelio de San Mateo, en que el Niño Jesús aparece
modelando ante la admiración de otros niños doce pájaros de
barro, a los que hizo volar, episodio que, segiin apunta "rens,
pasó al mismo Curh, donde Jesús dice: «Haré un pájaro de
barro, y soplando sobre él, le dar6 vida)).
También puede verse en el ave una representación de la pa-loma
del Espíritu Santo, pues ya en iconos bizantinos puede dar-s
e en manos del Niño una verdadera paloma. Es digna de recor-darse
por llevar el Niño en su brazo derecho la miniatura ro-mánica
de la Virgen (Biblioteca de Dijon), reproducida por Dens
(figura 321) y anterior a 1134, que lleva una paloma posada so-bre
el nimbo que rodea la cabeza de María.
Pero desde estos ejemplos pregóticos, la paloma va perdien-do
su forma hasta quedar en simple pájaro y despojándose de su
ísimbolismo para convertirse en el gótico avanzado en juguete
del Niño Jesk. El pájaro atado por una pata a un hilo es re-curso
de movimiento que utilizan pintores tan distantes como
Ferrer Bassa en Pedralbes !siglo xrv); Rafael de Urbino (lbfadon-m
del Cardellino o jilguero) o Luis de Morales (Virgen del Pá-jaro,
San Agustín de Madrid), escena que daría tema en el si-glo
XVII a la llamada Virgen Libertadora 53.
Eki escultura no parece haberse cultivado tampoco el tema
del pájaro en las manos del Niño hasta pleno siglo xv. Sólo pue-
*do citar algún precedente pictórico de la centuria anterior, como
la Mdomra c m el W W , llamada «delle Serre di Rapolano», que
se atribuye al gran maestro sienés Ambrosio Lorenzetti y se
fecha después de 1342 54, CUYO Infante, sujetando ei pájaro con
la.m ar,= izquie,Ua pr Un da,m p=sa t-&yia. er, e! f;razoiz yUier-
53 Trens, 05. czt., fig 322
54 Cf. Eve Borsook: Ambrogzo Lore%xett.i, Barcelona, Ediciones Toray,
1967, pág. 37 y 18ms. 72-73. También en la «Naestá» de Ambrosio Loren-zetti,
en San Agustín de Siena, algo anterior (hacia 1335, según Borsook,
iihidem, pág. 33), el pintor sienés pone en manos de la Virgen un pájaro que
muestra al Niño Jesús, pero &te, asustado del pico abierto del ave, se niega
a cogerlo Al menos en la iconografía del pintor, en la cuarta década del
mglo XIV aún el pájaro no pasa a desempeñar el papel de juguete en las
manos del Niño, lo que en cambio ya tiene en la Madonna de la década
siguiente.
34 JESOS HERNANDEZ PERERA
do de la Virgen, o como el antes indicado de la Virgen ded Co-ral,
de Sevilla, fechada por Post hacia 1375 pero retrasada por.
Gudiol hasta 1425, pese a su indudable filiación sienesa 55. Obra
eseultórica de fines del siglo xv es la Virgen de la Catedral de
Cuenca, antes indicada, cuyo Niño al lado derecho de su Madre,
lleva un pájara dorado en la diestra 5" Con todo, Hernández
Díaz considera obra del xm la Virgen de Vahe, Dos Hermanas,
Sevilla, cuyo Niño lleva un pájaro, pero hay que advertir que
la imagen fue trastocada en época barroca para vestirla y aun-que
restaurada en 1894, no es segura su integridad 57.
En el caso de nuestra Virgen de Candelaria hay que pensar
también en su indudable vinculación a la historia y liturgia de la.
Presentación del Niño en el Templo y Purificación de María. A
esta luz el pájaro podría entenderse como una paloma o un pi-chón,
la ofrenda lustral que había de entregarse a los sacerdo-tes.
Según el rito judío, los pobres habían de ofrecer un par de
tórtolas, mientras que los ricos habían de entregar como ofrenda
de purificación un cordero, precisamente cuarenta dias después
del alumbramiento. Las representaciones de la Purificación sue--
len poner las dos palomas o pichones (tres en algún ejemplo ruso)
en manos de San José, que las transporta en un cesto o una jaula,,
o también en manos de alguna criada o acompañante, pero no en
manos de la Virgen, y menos en las del Niños8. Hay ejemplos
desde vidrieras y miniaturas del xn: en adelante, pero si en Ia
escena está toda la Sagrada Familia con o sin acompañantes, no
aparece el pichón en las manos del Niño Jesús.
Con todo, esa explicación, si bien tardía, parece válida, como
ya indicó en el xvn Fray Juan de Abreu Galindo 59, reputando el
ave como la paloma de la Presentación en el caso de la Virgem
de Candelaria. Pero la iconografía anterior al siglo PV no pare-ce
haberla recogido con ese significado, por lo que quizá deba.
55 V6ase nota 39.
56 D. Angulo, C. Bernis y J. Hernández Perera. Catalogo, cit., pág 34.
57 J. Hernández Diaz: Zconografia , cit., pág 17 y nota 23.
58 F. J. Sánchez Cantón: Los grandes temas del Arte Cristbno en
España, I, Naci.mimto e Infanna de Crksto, Madrid, B. A. C., 1948, pági-nas
85 y siguientes.
59 Abreu Galindo, ob. nt., pág. 225.
46 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
PRECiSIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA.. . 358
entenderse como una inserción tardía, justificable además en la
imagen tinerfeiía por la presencia de otro ingrediente vinculado
claramente a la liturgia de la Presentación: la candela.
Las candelas de la fiesta de la Presentm3ón no derivan del
texto evang6lico (San Lucas, único relato de la Purificación de
María en los Evangelios), sino que constituyen una aportación
de origen diferente, seguramente de raigambre pagana
En las versiones habituales de esta iconografía, suele llevar
las candelas San José (que ya sostiene una vela encendida en la.
noche de la Navidad, como en el triptico de Mernling en el Nu-seo
del Prado), también la Virgen, o sus acompañantes, alguna
vez incluso algún ángel o un grupo de niños de coro variantes
que se escalonan por lo menos desde el siglo XII (vidriera de
Chartres, segUn Réau).
De aquí se desgajó el tema de la Virgen portadora de la can-dela
o Candelaria, pero es curioso observar que, aun confundién-dose
también con la advocación, frecuente en España, de la Vir-gen
de la Luz, los ejemplos escultóricos no abundan: un solo
ejemplo gótico en Trens, la Virgen de la Luz (siglo xv), de la
Catedral de Manresa, que lleva una candela en la mano derecha,
con el Niño aún en la izquierda 62.
Más raro es que la candela sea precisamente de color verde
como es el color de la que lleva la Virgen de Tenerife, conforme
al texto del P. Espinosa. Habrá que entender el color verde como
símh61icoj en al11si6n a la esperanza. Todavía en pleno siglo xvm
una Cofradía de Plateros de Madrid se intitula de <<LaC era Ver-de
», por declarar obligatorio ese color para las hachas de cera
que habían de llevar sus socios en las procesiones, entierros y
rogativas de carácter votivo 63.
velas de tal color se ofrendaban antipa8mente por 10s nere- L. -- ~
60 Réau, 05. cit, págs. 261-264
61 Sánchez Cantón, ob cit., pág 89.
62 Trens, ob. cit, págs 352-355 y fig 217.
63 Jesús Hernandez Perera' Los plateros madrileiios de la <Cera Ver-de
», <Archivo Español de Arte», XXV (1952), 87-89
36 JESOS HERNANDEZ PERERA
ginos a Candelaria, pero la costibmbre no se mantiene actual-mente.
Como también ha ido desapareciendo el ((hábito de Can-delaria
», que vestían las mujeres durante el tiempo que ofre-cían
cumplir como promesa a la Virgen, habito que tenía el co-lor
amarillo canario similar a la vestidura original de la imagen
gótica, ceñido por un cinturón, también amanllo gualda, si bien
el P. Fernando de San José F'uentes advierte 64 que los cíngulos
de la Virgen de Candelaria que los devotos solicitaban podan
ser en la segunida mitad del x m de cualquier color, aunque re-comendable
el blanco, color de pureza.
Nu es frecueiite que a ia Virgen se ia represente hasta ei si-glo
xv sin velo o toca en la cabeza, y San Pablo impuso a las
mujeres la obligación de acudir al templo con el cabello cubierto.
De aquí que, salvo excepciones, la estatuaria románica y gbtica
-re. cataban siempre el peinado, nada ostensible, en las imágenes de w maría, iodo 10 más recogido en trenzas, pero Únicamente visiMe
en la parte que el velo, el tocado, la corona o el propio manto
dejaban libre. Y de esta regla no parece haberse apartado el arte
italiano, pues hasta el mismo Botticelli, que es capaz de soltar
al viento la cabellera rubia de su Venus o su Minerva, nunca
dejó de recoger cm un velo el cabello de sus Madonnas.
Sólo desde el arte flamenco, concretamente a partir de las
Vírgenes de larga cabellera cayendo por la espalda pintadas por
Juan Van Eyck, es dable encontrar figuras de María con el pelo
suelto. En las esculturas, casi siempre a partir de 1440-50. La
disposición de1 cabeiio de ia Virgen de Canaelaria, con las cin-co
trenzas de la escultura de Adeje y del Pilar de Santa C m de
Tenerife 65 (O las seis que contaba el P. Espinosa), no tiene pre-cedentes
conocidos en figuras de María que se remonten a fines
del siglo xrv, acaso sólo en alguna efigie de la Magdalena o San-
-i;a 3íaría Egipcíaca. Si no iievan tocado o corona, el pelo io tienen
recogido sobre la nuca, pero no cayendo por la espalda.
En cuanto a la indumentaria de la Virgen de Candelaria, y
64 N O ~ Z C Zde~ lSa ezernpZar , cit , p��g. 227.
6s Rodríguez Moure: Rbtoria , figs 82 y 210-211
48 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T Z C O S
PRECISIONES SOBRE) LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA .. 37
de conformidad con la descripción del P. Alonso de Espinosa y
el «verdadero retrato» de la colección Peraza de Ayala, es de in-terés
hacer notar cómo lleva recogido el manto azul a la altura
del pecho: un cordón azul es anudado, después de pasar un ojal
seguramente, por fuera, al lado izquierdo. El cordón figura en
casi todas las esculturas y pinturas que retratan a la Candelaria,
pero el nudo no siempre se incluyó, si bien el texto de Espinosa
y el cuadro de Peraza de Ayala son irrecusables. Pues bien, ese
detalle de indumentaria no lo he encontrado en ninguna escul-tura
del siglo xm ni de principios del xv, pues no es la cadena
O collar metálico, sin tensar, que lleva la figura yacente de doña
Teresa de Montcada en su sepulcro de la Catedral Vieja de
L4rida (mediudcs de! x s ) .
Carmen Bernis 67 puntualiza que tal cordón, anudado por fue-ra,
se llamaba trma, nombre de la cinta con que se abrochaba
la saya, y el ejemplo con que lo ilustra es el relieve de la Mag-dalena
en la sillería del coro de la Catedral de León, obra em-pezada
en 148'7 por ei escultor flamenco Juan Ge Maiinas y a611
no concluida en 1481. Es curioso también que esta Magdalena
del coro de León sea uno de los primeros ejemplos que conozco
de peinado suelto, sin toca ni velo cubri6ndole la cabeza, cayendo
la cabellera en trenzas sobre los hombros y la espalda, de manera
no muy diferente a como iba peinada la primitiva Candelaria.
La cronología defendida por los testimonios escritos, más o
menos reiterativos de la datación formulada por el P. Espinosa,
sitúa la escultura de la Candelaria entre los años 1390 l a fe cha
más remota- y 1406 -la m k cercana-, descontando de la fe-cha
de la conquista definitiva de la isla de Tenerife -hoy fijada
en 1496- los ciento cinco a noventa años en que su hallazgo se
dice precedió a la dominación por el ejército castellano al mando --
66 Durán y Ainaud, 06. czt., fig. 191 y pág. 198; C. Bernis, art. cit., 1á-mina
XII, 1, y pág. 217
67 Carmen Bernis Madrazo: I~dummtar%ma edieval española, Madrid,
Instituto Diego Velázquez, 1956, pág. 80 y fig. 156.
38 JESOS HERNÁNDEZ PERERA
del Adelantado Alonso Fernández de Lxgo, en nombre de Ics
Reyes Católicos.
En esa década final del siglo xrv y primeros años del siglo xv,
las esculturas de la Virgen con el Niño mantenían en España,
como en Francia e Italia, el tipo de Madonna con e1 Hijo en el
brazo izquierdo, cuerpo esbelto en curvilínea tensión sigmoidea
derivada de los marfiles franceses, especialmente de la escuela
de París, cuya influencia sintieron hasta los mármoles trecen-tistas
de Giovanni Pisano y sus seguidores toscanos.
En la Península, la escultura mariana de bulto redondo pre-senta
ejemplos que van desde la bellísima Virgem Blanca del coro
de la Catedral de Toledo (primera mitad del xrv) a las titulares
dz !os rsti-clldou cat&mu 6e PeUm G!!w eli Vlch (l020) J de
Pedro Johan en Tamagona (1426-33). De las Vírgenes catalamio-levantinas,
la aproximación más cercana a la Virgen de Can-delaria
tal vez la encontraráamos en la Virgen dd BZm, que se
dice documentada del escultor catalán Guillermo Solivella, en la
ful .a-~w4-x~.u2-a. -r1 TT:Ln<c.-j a í le L-rd ma (S%)c, pe yresenta, psi" c k ~el ~tem, a
de la paloma, mostrada al Niño por su Madre que la sostiene con.
su mano derecha. No obstante, su estilo borgoñón bastante avan-zado
ha suscitado dudas sobre su fecha y paternidad, y Durb
y Ainaud piensan debe adscribirse a otra mano, tal vez la de
Jorge Safont, medio siglo más tarde (hacia 1440) 69.
Una de las escuelas escultóricas que ilustran bien el tipo de
Madonna característico de la segunda mitad del siglo xrv es la
de Mallorca. Todas sus versiones de la Madre de Dios, en ejem-plares
señeros y venerados, se arquean en alargada ese que pue-cimipararse
c m famosa T.%ger, de Jwmc, de Eweux en el
Museo del Louvre. De las mallorquinas, tanto la Virgen del Lt~7.c
(siglo m) como la Virgen com el Niño de la sacristía del mismo>
68 Durán y Ainaud, ob czt., págs 243-244 y fig. 236
69 Carmen RIPT>IS, en SE !EEXTIQS~ trabajo sohre Ln moda y las z d -
genes de Za Virgen, antes citado, «Archivo Español de Arte», 197@, p&g. 213,
considera, por la indumentaria de esta Virgen del Blau, que «es una buena
ilustración de la moda femenina al mediar el siglo Xv: escote en pico hasta
la cintura, taIIe marcado en su sitio natural, pliegues todo alrededor, nu-merosos
y menudos»; «tam&én el tocado y el peinado relacionan esta ima-gen
con obras de mediados de siglo».
50 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRD LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA . 3 94
monasterio 70, de proporciones aún más alargadas, puede dedu-cirse
el auge de este prototipo escultórico en el gótico trecentista.
balear. Su cotejo con el bulto más rígido y vertical, con ausencia
total de la doble arcuación en curva-contracurva tan notoria de
estas estatuas, aparte la desigual proporción canónica entre ca-beza/
altura total, de la Virgen de Candelaria, hace descartar ab-solutamente
la posible filiación trecentista y menos a h mallor-quina
de la imagen tinerfeña.
En los primeros años del siglo xv, vigente la escuela borgo-ñona
instaurada en Dijon por Clainx Sluter y sus seguidores, la.
arcuación sigmoidea de la escultura de la Virgen no sólo no
desaparece, sino que el dinamismo y tensi6n barroca con que-miieven
pzfies y &it~&s fdkr-r: & Bnqyña, a h remarca.
más la movilidad de las imágenes marianas. La Viryen de Za Por-tada
de la Cartuja de Champmol nos da, en una obra capital de
Claus Sluter, el paradigma borgoñón al que imatan en España-sus
seguidores de Pamplona (Janin de Lomme) o de Sigiienza.
(sqfilrro de! CarrJ-nzJ San El s tmpi~)T. a q ~ c opm -w- -'m-parable
con estos prototipos la inmovilidad y verticalismo de la.
Candelaria, si bien la mayor profundidad de los paños en la tú--
nica -más sensible en la pintura de la colección Peraza de Aya-la
que en la talla de Adeje- no deja ya de presentar la dicción
más pictórica y claroscurista de la primera mitad del siglo m,
incluso ya con cierto inicio de plegado anguloso no ajeno al in--
flujo flamenco eyckiano.
Si proseguimos la comparación con las esculturas de la Vir--
gen producidas en la escuela mallorquina, y dentro de la primera
-:+...a 2-1 --7 +-1 -e.-. -.ea ..-- c. ..-m -:n..+.. .-.,...."--:A- A,. -%..A
u u L a u ut;l AV, LSLI VGP uub p u u u ~ auu a r ; iw La b a w a G r u l r UG p w -
ximidad la Virgm m el Niño ds la Portada de11 Mirdw 71, des
la Catedral de Palma de Mallorca, entre las famosas de San Pe-dro
y San PablZo que sabemos contrata en 1422 el gran escultor
y arquitecto Guillermo Sagrera, a quien se atribuye también
&-La TvEzdOiina de iii&l-iIllul 1% o,tr'&ieibn 2 Fe-dro
Morey, muerto en 1394), pero si bien en el ropaje, por loa
plegados y el ritmo curvilineo con que derrama las mangas y eF
70 Trens, ob. cit, flg. 358 Dur8n y Ainaud, 06. czt, pág. 265 y fig 260..
71 Durán y Ainaud, ob. cit, p8g 265 y fig 260
Núm 21 (1975) 52
40 JESiJS HERNÁNDEZ PERERA
manto, hay algunos puntos de parentesco, todavía el Niño va
al lado izquierdo y no deja de acusar el perfil sigrnoideo, y en
conjunto ofrece cierta idealización ajena al frontalismo y rigidez
de la Candelaria.
Con la llegada del realismo flamenco, presente en Castilla la
Nueva a partir de Hanequin de Bruselas, que desde 1448 era
maes'íro de la obra de la Catedral de Toiedo, y que empieza a
desarrollar su hermano Egas Cueman, y la obra esculpida por
Juan Alemán en la Portada de los Leones, hacia 1450, el estilo
anguloso y quebrado de pliegues y vestimentas se instawa, sir-viendo
a un pictoricismo minucioso de inspiración eyckiana. El
modelo de Virgen se inmoviliza, encerrada entre el laminado me-
-Mico y aristado del ropaje; y la decoración se prodiga en mmu-cias
y motivos en relieve, como bordados y pedrerías, entre los
que no dejarán de aparecer epigrafías en letras góticas, incorpo-sadas
por los artistas venidos del Norte, especialmente alenanes,
franceses y flamencos.
No !a TvTirgen de C;Uu&lafia eFl,rufias gbticas, sine
sus características y enigmáticas cenefas de letras latinas, y no
.hay que llevar el parangón hasta las esculturas, de estilo decidi-damente
flamenco, de un Pedro Millán en Sevilla, que acostumbra
a firmar e ilustrar sus barros con letreros góticos 72. Pero si esa
epigx-afía del flamígero avanzado -pensemos tambibn en Juan
Guas en Toledo- nos hace detener el análisls al comienzo de la
influencia flamenca, no puede dejar de advertirse junto al ple-
-gado algo anguloso de la tianica, otros ingredientes avanzados
scomo son, evidentemente, la disposición del Niño al lado dere-
.L n , -
GLIV, con el paj- asid=. er,h sxis manecitas, e! cabelb Ue !I
Virgen suelto y partido en ramales, y la presencia de la -¿re%@
en el pecho recogiendo el manto, entre otros detalles icono&-
ficos m8s tardíos. En este sentido, la comparación con las dos
Vrgenes de la Catedral de Cuenca, que llevan el Niño a la dies-
*Um*- , üna de ellas c m e: pajari2v en !a mam d d ??%e, y q ~ see
72 Florentmo PBrez Embid: Pedro mZián y íos origenes de la esczcltura
gótzca en SeuZla, Discurso, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando, 1972, pág 43 y figs 2, 3, 10-11. La Virgen de Alanís, del círculo
de Pedro Millán, lleva, por cierto, el Niiío en el lado derecho
32 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRECISIONES SOBRD LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA .. 41
fechan a fines del siglo xv 73, nos darían ya un término ante
quem hemos de detener el análisis.
Por todo lo dicho, y sin que quepa dar un dictamen definitivo
ante la inseguridad de datos acarreados en este análisis, moti-vada
por la escasez de imágenes rnarianas puntualmente fecka-das,
no parece sostenible una datación de la Virgen de Cande-laria
en la última década del siglo xrv como pretenden los his-toriadores
locales desde el P. Espinosa, ni tan siquiera dentro
del primer tercio del xv, por oponerse a ello no sólo las carade-risticas
de estilo que han sido esbozadas, sino los ingredientes
iconográficos comentados, todos ellos sólo rastreables en el Quat-trocento
avanzado. Si los contactos de la imagen con la factura.
eyckiana en piegaaos no iiegan, sin embargo, hasta ia moda de
la aparición de epigrafáas en caracteres góticos, tal vez no haya
que retrasar su datación a los años de la segunda mitad del xv.
Por consiguiente, parece prudente situar estilisticamente la Vir-gen
canaria hacia el centro del siglo, al finalizar la primera mi-taci,
quizá por ia décaQa 1446-1450, o con alguna eiasticidaG
dentro del segundo cuarto de la centuria, aunque por tratarse
de una obra de un cierto sincretismo que no habla de un escultor
innovador de vanguardia, la balanza habría que inclinarla del
lado de la menor precocidad.
Ello supone una reducción de medio siglo en el tiempo (de no-venta
a ciento cinco años) que los cronistas intercalan entre la
aparición de la imagen a los guanches y la conquista de Tene-rife
por !as tropas castellanas, pero esas cifras, de por si impre-cisas
(hasta quince años de diferencia entre una y otra fuente),
no son tan consistentes que haya de admitirse ese cómputo ab-solutamente.
Los testimonios escritos dan una cronología basada en un
número de años anterior a la conquista de Tenerife, número que
oscila entre:
73 D. Angulo, C. Bernis y J Hernández Perera: Cat610goo, cit., pá-gnas
33 y 34.
-22 JESOS HERNANDEZ PERERA
.Fr Martín Ignacio . . .
_Fr. Alonso de Espinosa .
Leonardo Torriani
Antonio de Viana .
Bartolomd Cayrasco
Fr Juan de Abreu Galindo
Cuadro (s. xvm) (lám. X) en el Claus-tro
de Candelaria .
:<Retrato», Peraza de Ayala (lám M).
Viera y Clavi~o
inscripción (1803) en el convento de
Candelaria . ... .
«Salve de los Mareantes»
Rodríguez Moure
Muchos años .. .
190 años antes del 25 de oc-tubre
de 1590
SO años antes de que fuera
de cristianos .
133 aíos antes del desem-barco
de los castellanos.
En tiempo de los g~ailches
Xás de 90 afios en poder de
los iofieles .
105 a50s antes de 1496, en
que fue conquistada
105 aiios antes de la Con-quista
54 años en Chinguaro y 50
en la Cueva de Achbinico.
Antes de un siglo que hubie-se
luz de la fe y cristian-dad
. .
Deducción. propia .. .
Se ob Ya en este cuad TsTsO, no preteiide es¿a&+
ticamente la ambigüedad, el deseo, a medida que se alejan en el
tiempo, de aumentar el plazo de permanencia de la estatua entre
los indígenas: los noventa años asignados por Tomiani, por ejem-plo,
a fines del siglo xvr, son ya ciento tres en el verso de Viana
en el siglo xvrr, ciento cinco en el lienzo del claustro de Candela-ria
y er, el cuadro de la colección Peraza de Ayala (XVIII), ciento
seis en Rodríguez Moure (1913). En todo caso, el cómputo se da
siempre en «cuenta atrás», y arranca sobre la tradición trans-mitida
oralmente desde los guanches, hasta que Espinosa fija el
afia de ia aparición al comenzar el Quattrocento 74.
Que este cómputo presenta sus dificultades se patentiza con
sólo intentas situar la aparición de la imagen e?& las escasas
noticias históricas conocidas de los indigenas. Viera y Clavijo,
siguiendo al P. Espinosa -al que, sin embargo, hace bastantes
-
74 El propio Espinosa resulta confuso en la determinación de la fecha'
en un pasaje dice que la lmagen se aparecó «el a60 de mil cuatrocientos
de nuestra redención» y, a continuación, «ciento cinco afíos antes que la
isla fuera de cristianos», lo cual daría el año 1391, ESPINOSA, OO. CZ~, pB-gina
51 Cf además, Alelandro C1oraaesi.u. El Poema de Antonzo de Via'na,
«Anuario de Estudios Atlánticos», 16 (1070), pág. 93
54 A N U A R I O DE E S T I J D I O S A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA 43
reparos y reservas, por no disponer en 8590 sino de datos de la
tradición- dice 75 que e1 hallazgo por los dos pastores debe si-tuarse
en los tiltimos años del reinado de Acaymo, mencey de
Güímar. Este misma mencey Acaymo es el que en 1464 firma
con los otros mencsyes de Tenerife, el curioso y sorprendente tra-tado
de paz con Diego García de Hemra 76, en d que adopta el
título de «rey de las Lanzadas» (?). Y ese mismo año, o el si-guiente
1465, es en el que Sancho de Werrera, hijo tercero de
Diego Garcia de Herrera, roba a los guanches con nocturnidad
la imagen de la Candelaria y la transporta a Fuerteventura (a
Lamarote no parece, conforme ya advirtió Sema Ráfols 77, ha-berse
llevado la Virgen por no ser entonces dominio de los Pe-
-.,..-... 1 y Ssa seria, de ser cierta 1% historia de! mph, la pri-mera
fecha en que los castellanos tuvieron noticia del icono en
poder de los indfgenas. Al mencey Acaymo le sucedió en el reino
de Gibar su hijo Ailaterve, soberano todavía a la hora de la
conquista (treinta años después del episodio atribuido a Sancho
de Hzrrera), y Ue-vado er, 1499 pm e! A6ek,tzdc A!mw Fer-nández
de Lugo a la corte de los Reyes Católicos en Almazán 78.
Si en 1464 era Acaymo el mencey de Güímar y, aun suponiendo
que en ese año hubiera muerta después de un reinado prolonga-do
79, difícilmente hubiera podido ocurrir la aparición de la ima-gen
hacia 1391-4, si el hecho1 tuvo lugar en los Últimos años del
reinado, todo lo más una veintena antes de aquella fecha, alre-dedor
de la década 1440-50, o incluso más tarde.
Por otra parte, si tomamos la inscripción (de 1803) existente
en la antigua iglesia de la Virgen de Candelaria, la construida
a principios dei sigio xrx tras ei incendio del sai i iuai~d e! m=,
75 Viera y Clavijo, ob. cit., págs. 252-254.
76 Iclern, ibidem, págs. 400-402.
77 Nota de E. Serra en Viera, edic. cit, pág 372, 2, y pág. 401, 1,
Cf. twmbf6o E. Ecinnet: loyoi.ln e hntortn,. Ln, %'irgen de Ca.ade!ar?.a y
Ant6n eZ manche, «La Tarde», Santa Cruz de Tenerife, 14 agosto 1930.
78 Antonio Rumeu de Amas: Alomo de Lwgo en Za Corte de los Reyes
Católzcos, Madrid, Instituto Zurita, 1952, págs 51-2.
79 TambiBn duda de la duración de este reinado, a Juzgar por las no-ticias
de Vlana, A Cioranescu, art cid., «Anuario de Estudios Atlánticos»,
página 98.
y que aún subsiste junto a la actual Basílica edificada por el
Obispo Pérez Cáceres, vemos en ella que el cómputo de los años
de estancia de la imagen entre los guanches del menceyato de
Güímar se descompbne en dos etapas: la más reciente, en la cue-va
de Achbinico o de San Blas, se cifra en cincuenta años (nú-mero
demasiado redondo), y la anterior, en la cueva del ba-rranco
de Chinguaro, de cincuenta y cuatro años, que podria ser
menos segura por ser más remota y forzosamente transmitida
oralmente por indígenas que a la hora de la conquista (y me-nos
en 1590, cuando escribía el P. Espinosa s') ya no podfan ser
testigos directos del hallazgo si ocurrió un siglo antes.
Si la versión dada por Fray Martín Ignacio, al que siguen
Frly $ 2 2 ~& ~ ~ &de~ ~~ e y~ ~ FQreIi I ~ , SantQs TJ 7 p--5Jl T 7 -
rasco, coloca la aparición de la Candelaria en la cueva de Achbi-nico,
y por tanto el episodio de la playa de Chirnisay narrado por
Espinosa y sus seguidores no se dio en primer lugar 82, acaso
el cómputo de cincuenta años que da la citada inscripción del
cenw?lt= Uvri.,i~ice sea =&S aprc?ximads a! cpe efeutivamerite
permaneció la imagen en la cueva de San Blas, y eso daría tam-bién,
descontándolos desde 1496, año de la conquista, la fecha
de 1446, coincidente con la década 1440-50 antes deducida por
el análisis formal de la escultura.
Pero entiendo, como ya argumentaba don Juan Alvarez Del-gado
83, que la aparición en la playa de Güímar y el alojamiento
de la «Extranjera» en la cueva de Chinguaro, antepuestos por
Espinosa a la colocación de la imagen en la cueva de San Blas,
no deben desecharse del conjunto de la tradición recogida por el
a n ~ : fin~- ;nl ~m;~nm n nrr;iJfin+n afór. A n r~n. irsn; i In; l n r r n o* Ana-
U W U A I L L I b V b V A L G L L l l L U l L L V ~ V L U ~ U L'&,G.'&U Ub V b & L L b I U U U YUb UCI U---
prende de toda su obra, fuente de primer orden para la protohis-toria
de 1% Islas. La que no parece compaginable con el final
80 La transcribe Rodríguez Moure, Hzstoria , cit
81 Dentro de las imprecisiones cronológxas del P. Espinosa, conviene
r^cnr&r 111~en otro pasaje & sg nhra $&g. 60 de 1% edic cit.), &ce <<qi~e
más de treinta o cuarenta años estuvo la santa reliquia en poder de m-fieles
».
82 Nota de E Serra en Viera, edc mt., pág. 254.
8s Juan AIvarez Delgado: Tezde. Ensayo de Fzlologia Tznerfeña, La
Laguna, 1945, pág 25; fdem, La conquista de Tenerzfe. Un. reajuste de datos
hasta 1496, R. H., 1959.
56 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
PRECISIONES SOBRE LA ESCULTURA DE LA CANDELARIA. . 45
del reinado de Acaymo y con las pr-ecisiones que da el anhlisis
estilístico e iconográfico de la escultura, es que el trecho de un
siglo más o menos largo que se quiere intercalar entre la apa-ricibn
y la conquista sea tan dilatado, y que además haya es-tado
depositada la imagen medio siglo en cada una de las cuevas
de Güimar y Candelaria. Pudo estar en Chinguaro desde 1440-50
hasta poco antes de 1464-5 en que la rapta y devuelve Sancho
de Nerrera, cuando sabemos ya estaba en Achbinico, y en esta
cueva la encontrarían los conquistadores treinta años después al
terminarse en 14% la anexión de Tenerife a Castilla, es decir,
unos cincuenta años en total.
Buenaventura Bonnet, en los artículos que dedicó a la es-nirltrrmo
ririrniti~mr ln !& Plona~loSo8 4, t rm e! ~&l ; ! j&fe -zl bL'A*UA',, y A A * L . % a r l . , ~ U" v U - - " L W i1W
icono a través del facsímil de Adeje, rechazaba las fechas fina-les
del siglo xrv dadas por los cronistas y trasladaba la data
hacia los años 1450.
P todavía más, Dacio V. Darias y Padrón, en las notas que
añnAiX al nofnnntn da1 tnvtn dn XKniirn nn 12 ,,Wia+nrici de 12 Re- ',,AL-Ul" '&., I I A W W U * " WUL * " C I C V U- *.IVUIIU -. . . A I L * U " V i i W
ligión en Canarias» aún retrasa la fecha de 1450 que dednjo
Bonnet para el año en que pudo ser esculpida la imagen, hacién-dola
coincidir con el año 1464, data en la que, afirma, la trajo
a Tenerife Diego García de Herrera cuando su desembarco en
la isla y posterior tratado con los guanches a que antes hice re-ferencia.
Creo, sin embargo, que la presencia de la Candelaria
entre los indígenas, pese a lo argumentado por Darias y también
por hnnet, debió darse antes de 1464, pues el mismo D. Dacio
anota que, de conformidad con la información de Cahitos, está
prebada !a exi&n& en '&~erife ;w en tiemyn"un ~dU -a ATAT- -AovArLv" nr~
una iglesia cristiana, servida por frailes y naturales bautizados,
y es esta primera cristiandad tinerfeña la que podría explicar, por
84 Buenaventura Bonnet De nuestro tesoro artistzco Tres zmágenes
do Po y do P?.odn$ «Amanecer», Santa Cruz de Tenerife: 14 abril 1938;
y art. cit. en la nota 7. Tambien Pedro Tarquis Rodríguez: Rzguexa ar-thtzca
de los paoblos de Tenerzfe, si$ hzstorza y fiestas, Santa Cruz de Te-nenfe,
1966-1967, pág 70.
85 Dacio V. Darias y PadrBn, José Rodríguez Moure (t) y Luis Be-nítez
Inglott: Historia de la Religión en Ca.zamas, 1, Santa Cruz de Tenerife,
Editorial Cervantes, 1957, pág. 301, nota 1.
46 JESOS HEZNÁNDEZ PERERA
haberle precehdo a su desembarco, el tan discutido tratado de
1464 que, aparte de su mayor o menor credibilidad, siempre ha
sido tachado al menos de sorprendente, pero que en todo caso
supone un terreno apto para el pacto, como luego volverá a ocu-rrir
en la definitiva conquista de la isla por Alonso Fernández
de Lugo, quien también podría pactar con los «bandos de paz»
de los menceyatos sureños ya evangelizados por los misioneros
franciscanos.
Por los datos sugeridos m& arriba, teniendo en cuenta el aná-lisis
artistico, la iconogafía, la indumentaria y el estilo, no sólo
a través de la talla de Adeje, sino también de todo el conjunto a
de fuentes literarias y retratos arriba comentados, especialmente N
E
el werdadero retraten de la celecci6n P-raza de Ayalij hay que O
retrasar la fecha sn que se esculpió la Virgen de Candelaria y se n-- m
encontró en la costa sureña de Tenerife, por lo menos, hasta la O
E
E quinta década del siglo xv. S
E Esta década de 1440-50 coincide, si no con las expediciones -
m~lerqi?inas s i g l ~a nt~fin_ry la &ispaan de 3
'Telde, sí con las predicaciones de los primeros franciscanos en O--
Canarias, antes y después de aquella primera expedición de tres m
E
bajeles salidos del puerto de Sadficar que Viera sitúa en 1446. O
Entre los años 1441 y 1449 se supone residía en el convento fran- n
ciscano de Betancuria San Diego de Alcalá, antes de acudir a -E
a Roma por el año santo de 1450 s6. Quizá el afán misionero de l
los franciscanos andaluces, del que los biógrafos de San Diego n
n
hablan con énfasis hasta hacerle llegar a las costas de Gran Ca-naria
y de Tenerife, sea el responsable de la aparición en esta 3
O
ixtims i y ] ~ , p l.p~ic.g~-p~t_p ~q i j&~c2. 5 p~n ~ m itgd CJ^1 si-glo
xv, de la imagen de la Candelaria. También las tradiciones
del hallazgo de la Virgen de la Peña de Fuerteventura están li-gadas
a San Diego de Alcalá.
86 Nota de E Serra en Viera, eche c%t, pág 382, 3; Rumeu de Ar-mas
EZ Obzspado de Telde, pág. 128.
58 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S