INDUSTRIAS OSEAS DEL HOIMBRE
DE CR,O-MAGNON
SOBRE SU GÉNESIS Y DINÁMTCA
POR
IGNACIO BARANDIARAN
Una gran revolución cultural -al menos en el terreno de lo
industrial o tecnológico- tuvo lugar coincidiendo con la multipli-cación,
en una amplia superficie de la Europa urürmiense, de los
gmipx de h n d r e s d~!ic~céfz!ns inc!iiMes en !a llamada raza de
Cro-Magnon.
Este fenómeno se da más o menos durante las dos fases climá-ticas
superiores de esa glaciación (Würm 111 y WGrm IV), ya qui-zá
desde el interstadio WSirm 11-111, y cubre el desarrollo de las
culturas del Paleolítico Superior a partir del Perigordiense Infe-rior,
o 1. Indudablemente que otros factores de orden anímico, que
ni son directamente apreciables en una estratigrafia ni se reco-gen
en una excavación, acompañan esa revolución tecnológica de
lo material; sus tres esenciales campos de desarrollo comprenden:
n\ WI nnm;,-m+n an mnm;footon;nnn- rin artn n ~ r i o t o l xr mg~h]~. a) UL ~UIIJULIC~U U= ILKULAL~UI~~IVIICL~ U- ~ I C U yw~rvru- J
b) Las industrias leptolíticas.
C) Las técnicas de trabajo de instrumentos especializados de
cuerno y hueso.
André Cheynier, con su siempre apasionada visión de la Pre-hi&
ii*ia, ha ~ i - i i i a d uq üe gistoszzente desigr,aria. z! Paleditice
Superior como "Edad del Hueso", por el uso intensivo que ahora
se hace de esa materia prima l. Sin embargo, y aunque se hayan
1 A. Cheynier: Comment vivait PHomme des Cavernes 6 PAge du Renlze.
P&, 1965, p. 85.
Núm. 15 (1969) 147
estudiado ya los aspectos generales de nacimiento, desarrollo y ex-pansión
(llegándose incluso a minuciosas observaciones de tipolo-gía)
de lo referente al arte parietal y a las industrias líticas, se
ha prestado aún muy poca atención a los temas de las industrias
Óseas contemporáneas. Examinaremos, pues, en sus líneas esen-ciales
lo tocante a la génesis y dinámica de tales conjuntos instru-mentales
que usara, y acaso creó, el propio Hombre de Cro-
Magnon.
1. PIANTEAMIENTO GENERAL Y L~MITES.
a) En manto a las industrias óseas. a
N
E
Con este nombre incluimos los objetos (armas, utensilios e ins- O
tmmentos, piezas de adorno) fabricados a partir de materias or- n - m
gánicas de origen animal, como componentes de su esqueleto exter- O E
no o interno: así el hueso, el marfil, el cuerno y la concha funda- E
2
mentalmente. El tema no ha sido aún estudiado con la debida aten- E
ción: al menos con la cohesión e intensidad que los paleolitistas
vienen dedicando al conocimiento y discusión de los complejos lí- -
0 ticos. Ultimamente he realizado algunos ensayos parciales en ese E
sentido, que deseo ampliar 2. O
Es cierto que "por razones de conservación puramente mate- n
rial, el utillaje litico paleolítico es el Único que proporciona una to- E
talidad de información y el Único plenamente justificable de un
tratamiento estadístico y -por ese concepto- es totalmente sig- n
n
nificativo" 3. Sin embargo, debe notarse que las industrias óseas
3
fueron valoradas (acaso excesivamente) por el propio Abate "
Breuil en sus peculiares calidades de "f6si!es-directnr~s" para !a
determinación de la personalidad cultural de los estratos del Paleo-
2 1. Barandiarán: El PaleomesoUtico del Pidneo Occidental. Bases para
una sistemat.kzaoión Oipo16g%ca del instrzcmental óseo paZeol$t.iCo. Zaragoza,
1967; y Sobre ticpologia y tecmlogia del instncmental óseo paleolitico, en
pagirias 7 a 7$j & "beae Uaraug--u-s- L'a- , "'ro m o 29-Su, Zaragoza, i967.
3 D. de Sonneville-Bordes: L'&oZutwn du PaZéoZithique supérieur en
Europe occidental et su, significatton, tomo 63 del "Bulletin de la Societe
Préhistorique l?rancaiseW. París, 1M6, p. 6.
4 H. Breuil: IJes Subdimkions du PaléolQEJvique SupWur et Zeur signifi-camn,
2." d.,Pa rís, 1937.
148 ANUARIO DE E8TUDZOS ATLANTZCOS
INDUSTRIAS ÓSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 3
lítico Superior: sobre todo del Auriñaciense "típico" y del Mag-daleniense.
Pero, al extenderse las prácticas de contabilización nu-mérica
y estadística, sólo se aplicaron éstas al instrumental en
sílex, adquiriendo las industrias líticas categoría de preeminencia
sobre las óseas.
Ello se debe, sobre todo, a lo fragmentario y escaso -en gene-ral-
de los testimonios de tecnología del hueso. Por un lado, es
mala su conservación, ya que depende inmediatamente (y en modo
fatal) del grado de alcalinidad del suelo o medio estrati,gráfica, y
no siempre presenta éste la mínima densidad precisa para asegu-rar
una regular conservación. Más aún, es real la escasez (acaso
genérica) de sus testimonios en determinados ámbitos geográfi-co-
cuituraies : así en el Ardeche, recientemente estudiado por Jean
Combier, en el mismo Levante hispánico (el Parpalló, "colonia"
del Sudoeste francés, es la única excepción) o en el italiano, etc. Por
fin, debemos tener! en cuenta la fragmentación extrema con que
llegan a nuestro poder muchos de esos utensilios, ya que será co-rrecto
pensar que las "armatures" de armas arrojadizas o punzan-tes
se rompieran o perdieran durante las faenas venatorias, fuera
de la cueva o abrigo donde se habitaba, de tal modo que sólo las
extremidades inferiores o "bases" (aún ensambladas en sus ásti-les
o mangos) habrían de volver a esos lugares en que se vivía,
que son los que nosotros ahora podemos excavar normalmente (y
esto sucede, sobre todo, para los punzones, azagayas, arpones, pro-pulsores,
etc.). Así estamos seguros de que, en el mejor de los
casos, sólo poseemos para nuestra consideración algunos restos par-ciales
del total de los ajuares de aquellas gentes paleolíticas 5.
Parece que hoy el interés de los especialistas en Paleolítico Su-perior
queda centrado casi siempre - e n lo que se refiere a instru-mental
óseo- en aquellos objetos que poseen, como soportes, ma-nifestaciones
de arte figurativo o "abstracto". Pero aún hemos de
r r ~ ~ ~q~~ ec!,zr mref itzh!em~~t~Yn, -o-s-a-r ~QSPPL.SP!m enos cnn-juntos
de esas representaciones de arte mueble, muchas de ellas
5 Véanse, así, en La Cueva del ParpZZó. Candia (Madrid, 1942, p. 371, de
L. Pericot, su queja rigurosamente razonable ante la penuria de conserva-ción
de las industrias bseas: y ello en yacimiento tan rico por tantos con-ceptos.
-y de las más características- proceden de recogidas antiguas,
de modo que "los métodos de las excavaciones del siglo pasado.. .
no nos autorizan la posibilidad de llevar el estudio de este aspecto
de la Prehistoria hasta los análisis estadísticos" 6.
Con todo, y a pesar de la actual crisis del concepto, creo que
puede mantenerse (aunque fuera con carácter relativo y condicio-nado
a sus propios contextos culturales regionales* o "provincia-les")
el valor de muchos elementos de industria ósea como "fó-siles-
directores" bastante seguros. Subrayando que hoy, en Arqueo-logía
prehistórica, se piensa que esos documentos-guía pueden ser
plenamente significativos no considerados en su sola individuali- a
dad aislada, sino dentro del contexto instrumental o biolhgico del N
E
qrie fwman parte integrante ?. Pm e ! ! ~de herzi realizarse un estu- O
dio minucioso, tanto de aquellas piezas óseas más llamativas (bas- n-- m
tones, propulsores, arpones, agujas ...) como de las más numerosas O
E
(azagayas-punzones, varillas : que habrán de considerarse con aten- E
2
E ción en cuanto a su materia, dimensiones relativas y absolutas, en- -
*~:.-u- a3 uy forma de las bases, seeeiones ...) G de ay~e!!as otras, p r 2
fin, más burdas y despreciadas en las descripciones de los ajuares O--
(todo tipo de esquirlas acomodadas) m
E
Por otra parte, las variedades regionales y temporales pueden O
ser Útiles, enfocando tal estudio del instrumental óseo según la n
metodología general de los sistemas históricoculturales, para de- a-£
terminar relaciones en el espacio y los modos mismos de tras- l
n
misión de la Cultura g.
n
n
6 M. Chollot: Musée des Antiquités Natbmles. "Collection Piette". Pa-rís,
1964, p. 33.
7 F. Bordes: A propos d'une u.ieille querelb: peut-on utiliser les sibs
taiJ16s comme fossiles directeurs?, en pp. 242 a 246 del tomo 47 del "Bulle-tin
de la Societé Pr6historique Francaise". París, 1950. Y lo que se adirma para
el instrumental lítico debe aplicarse en general, igualmente, para el óseo.
8 Entre los estudios monográficos sobre estos últimos materiales desta-co
el poco conocido de F. C. E. Octobon: Out$ZZage paléolzthúque banai m os
(p. 33 ... de "Actas del XII Congreso de Prehistoria Francesa". Perigueux, 1936).
'9 Así los estudios de G. Malvesin Fabre, L. R. Nougier, R. Robert: Le
.P?bto-Ax&n de la Grotte de la Vache [AriEge) et la géwkse du harpon
az42len (pp. 35 a 47 del tomo 5 del "Bulletin de la Societk de Prehistoire de
i'Airi6gemT, arascon, 1951), y de M.W . Thompson: Aziiikn Harpoons (en pp. 193
150 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS ÓSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON
b) En cuanto al término "Hombre de Cro-Magnon".
El Paleolítico Superior coincide con la presencia sobre suelo
europeo de grupos del Homo sapiens fmsiZis, pareciendo que su in-migración
-o ,génesis- masiva aquí debe relacionarse intimamen-te
con los inicios mismos, y la expansión asombrosa, de unas con-cretas
culturas superopaleolíticas. Sin entrar ahora en el tema
antropológico, que debe ser desarrollado por los correspondientes
especialistas, habré de hacer algunas reflexiones que centren este
traba jolo.
Es posible que ese Homo sap- forme, a pesar de la diversi-aria
AA ni,-.--m A,. ".." --------A-- --ALA:-- LL-I-,,
uau u= aisuriao uc 3ua L a l l l a a GU~U~UI IGu11L ~~LLUL~~SI I L, I GU bwv n
cromañense. Evidentemente, esta raza de 100-Magnon es "sensu
stricto" muy heterogénea. Tanto que a sus principales variedades
habremos de designarlas -no se est�� aún demasiado seguros-de
subrazas o subtipos ll. La mayor divergencia con respecto al
,,,.C.ñI,, ,..-- " 1 " - ~VL ~p~uLlU~lLa ~p resentan ias gentes de Tredmüsi, Combe-
Capelle u Obercassel, "como siendo la más distinta variedad, o "sub-tipo".
Esas variaciones pueden deberse a distintos motivos: la in-fluencia
de los diversos medios biotópicos, quizá, y, acaso, también
la existencia de cruces o mestizajes difícilmente controlables ahora.
En su postura conciliadora, M. Boule y H. V. Vallois preten-den,
frente a todas las discusiones sobre la validez del término
a 121 de los "Proceediligs M the Prehistoric Society for 1954", tomo 20. Lon-dres,
1955) o el nuestro en vias de publicacibn sobre los rodetes paleolíti-cos
de hueso (en "Aqurias", Barcelona).
10 Entre muchas obras que pueden servir de orientación sobre tales
cuestiones indico aquí las de tipo general comprensivo más manejables:
M. Boule, H. V. Vallois: Les H o m e s F'ossiZes. Elements de Poléontologie
Hwnmhe, 4. ed. París, 1952; H. V. Vallois: Catalogue des Homms Fossiks,
fasc. 5 del "XIX Congreso Geológico Internacional". Argel 1952-53, pp. 122 a
167; D. de Sonneville-Bordes: PosiCEon stratigraphique et Chronologk ré-lative
des restes humins du Paléoaithique supérkur entre Loire et Pyré-d
e s , en tomo 45 de "Annales de Paléontologie", pp. 15 a 51, París, 1959;
R. Jullien: Les Homms FosossiSes de b Pierre Taiilée. París, 1965; M. F'us-té:
Estado actua del la antropologia prehistórica de la Península, en pp. 363
a 382 del tomo del "1 Symposium de Prehistoria Peninsular", Pamplona, 1960.
u Boule-Vallois, op cit., p. 313.
Núm. 15 (1969) 151
6 IGNACIO BARAXDIARAN
"raza" aplicado a la de Cro-Magnon y a los otros hombres contem-poráneos,
que quizá deba pensarse en variedades de una misma
raza, la del Hom sapliens, que ofrecería varios tipos particulares
o especímenes: el de Grimaldi (de tipo "negroide", y de mayor
antigüedad en cuanto a su origen), el de Chancelade (sobre todo
frecuente en el Magdaleniense), y el propiamente de Cro-Mqgnon
(que comenzaría, al menos, en el Auriñaciense Antiguo típico y
perduraría en todo el Paleolítico Superior) ; quedando a discutir
la exacta posición del grupo de Predmost.
En una visión más concreta, R. Jullien establece esta clasifi-cación
:
1. La raza de 00-Magnon, comprendiendo la variedad de
"1(7r~-&~mi_p^=n_ rn9' (Tr e~d e C,r~-&&,gnq R ~ ~ ~ ~ Roussé, Abri Pataud, Solutré, Mas d'Azil, Cap Blanc,
Abri des Hoteaux, Placard, Sain-Gemain-la-Riviem.. . ) ;
la del "Cro-Magnon oriental" o de Predmost (con los res-tos
-además- de Combe-Capdle, Brno, Lautsch, Pod-
A&I~?,, Zlzt;. - PaU!9y, cieEGria, &r=mv&u?u
stoianka.. . 1 , siendo lugar aparte, "acaso como resulta-do
de un mestizaje", el grupo de Obercassel.. .
II. La raza de Chancelade (Roc-de-Sers, Laugerie Basse ... .
III. La raza de Grimaldi '(que ocupa buena parte de los yaci-mientos
de la llamada Provincia mediterránea).
En resumen, que los hombres de Cro-Magnon, en su sentido
propio, habitan a todo lo largo del Paleolítico Superior, especial-mente
las tierras de Francia y zonas adyacentes (Pirineos, Costa
Cantábrica, con una variedad "oriental" sobre suelo de Bohemia
Y Muravia y ea ~ u : u ~ aE) .Ii tafite q i ~ Chanee!ade
aparecerían ya muy avanzado ese Paleolítico Superior (entre el So-lutrense
F'inal y' el Magdaleniense 111 deben datarse sus restos epó-nimo~)
s,i endo posible que tengan algo que ver con el desarrollo
del utillaje y las culturas magdalenienses. Pero siendo sus mesti-
-- 2-- --u 1- >-, A- nn 1- ---A?:-:--& L. :..&,-...m-" .-.A-,-. zajes CUIL la raza uu ~ro-lv~agriuiroi aurlr;icuLcuicuLC: IIILGIIUUU C.ULAW
para que no se puedan delimitar con exactitud sus áreas respec-tivas
de expansión 13. Es, en este mismo sentido, interesante des-
12 R. Jullien, op cit.,, p. 208.
IS I w , p. 226.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS ÓSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 7
tacar que representantes tanto de la raza Cro-Magnon más pura
como de las de CombeGpelle o de Chancelade han solido ser re-cogidos
indistintamente por las mismas épocas en suelo perigor-dino.
Por otro lado puede asegurarse que "la brusca y considera-ble
expansión humana que marca en el Sudoeste de Francia el
último periodo del Paleolítico debe, sin duda, ponerse en relación
con alguna explosión demográfica general" 14.
Estas cuestiones de antropo10,gía física, para poder ser tra-tadas
adecuadamente, tropiezan con los factores de indetermina-ción
que provienen tanto de la mala conservación en si de esos
huesos humanos como de la escasa atención a la estratigrafia ar-queológica
con que se recogieron algunos de sus más importan-tes
testimonios: y ello es muy notable en los más famosos restos
hallados en el pasado siglo. Indudablemente, la conservación de
tales restos humanos dependerá, tanto de unas apropiadas condi-ciones
climáticas y estratigráficas como de la fortuna en su des-cubrimiento,
o de la existencia en aquellos antiguos grupos hu-manos
de costumbres extendidas de enterramiento (que no deben
generalizarse, al parecer, sino a partir del Magdaleniense 111-N).
También pudo ser muy distinta la densidad de ocupación de la
Europa libre de hielos en el iWkirmiense superior, y ello, como
es lógico, repercute en la diversa concentración de hallazgos de
unos lugares a otros. Entre todos, son hoy de extraordinario in-ter&
(por su buena conservación y concreta cronología) los es-queletos
de la Roc de Combe-Capelle (del Perigordiense Antiguo),
del Trou de Cro-Magnon (para el Auriñaciense típico) o del Abri
Pataud (para una fase avanzada del Wlürm 111) ; no poseyendo aún
demasiada seguridad sobre los caracteres físicos del Hombre del
Solutrense (Roc-de-Sers es imposible de tiatar), aclarándose sólo
su problemática en sus estadios finales.
No creo fuera de lugar insistir aquí en las precisiones hoy po-sibles
sobre atribución cronológica de esos restos de la zona más
característica, o "clásica", del Paleolítico Superior europeo: Dor-dogne,
Charente, Pirineos y Cantabria. Para ello nos servirán de
14 D. de Sonneville-Bordes: Le PaZéol4th.lqwe supérieur en Suisae, en
tomo 67 de "L'Anthropologie", París, 1963, pág. 261.
Núm. 15 (1969) 153
guía las obras ya citadas de H. V. Vallois (1953), D. de Sonne-ville-
Bordes (1959) y M. Fusté (1960).
Al Chatelperroniense, o Perigordiense Antiguo 1, se deben atri-buir
los restos de la Roc de Combe-Capelle, únicos hoy conserva-dos
de ese período, pues parece que el desarrollo de esa cultura
coincide con el de una intensísima accihn climática rigurosa, pro-ducida
en los inicios mismos del tercer período W'Lirmiense 15. Del
Perigordiense 111-IV serían algunos restos parciales de Pair-non-
Pair e Isturitz. Al Perigordiense V corresponden los del Abri des
Vachons (nivel 31, Isturitz (nivel IV, en excavaciones de los Saint-
Périer; que extrañaron a Vallois por su extrema robustez), mien- a
tras que en el Epigravetiense hay restos en el Barranc Blanc (Ró- N
E
tova) que plantean en toda su agudeza ia probiemáiica de sü afri- O
canismol o -cuando menos- de su pertenencia al tipo medite- n-- m
rráneo como los de Arene Candide. O
E
E
El "phylum" Auriñaciense posee abundantes testimonios del SE
esqueleto humano. En el contexto de utillaje que acompañaba los -
restos del hombre de Cro-Magnon se cita una punta de hueso de 3
base hendida que sirve bien para definir su personalidad cultu-
- -
0
m
raI, en el Auriñaciense típico, hasta quizá algo avanzado. Por lo
demás pudieran citarse aquí, como de ese complejo cultural, los O
restos humanos de: La Combe, Abri Blanchard, Fontéchevade, n
E Abri de la Rochette, La Chaise, La Quina Z, Abri des Vachons, -
a
Grotte des Rois y de La Roche, Courbon (de no demasiado se- 2
n
gura crono10,gía) lG, los distintos restos de Aurignac, Grotte des n
Cottés, Abri des Roches, y Téoulé, Grotte de Tarté, Isturitz (Gran 3
O
Sala) y los dudosos de la Cueva inf'erior de Gourdan; en la Pen-ínsula
Ibérica podrán datarse por estos momentos los fragmen-tos
recogidos en la Cueva de Carigüela (Granada) y los de Canta-bria
(calota femenina de Camargo -de discutida interpretación
15 ¿iSe hallaría aquí el origen dd "tipo mediterráneo", como se pregunta
M. Fustt5 (op. cit., pág. 371) y observa S. Sergi al estudiar el esqueleto ju-venil
del "Auriñaciense Antiguo" de Arene-Candide, que habría de corres-ponder
al tipo de Combe-Capelle ?
16 Duda H. V. Vallois (NouuelTies découvertes d'Hommes fosdles, en
páginas 154 a 156 del tomo 61 de "h'Anthopologie", 1957) de que se trate
de una sepultura neolítica o ha* más reciente.
154 ANUARIO DE ESTUDIOS.ATLANTICOS
como de Cro-Magnon, Chancelade o Predmost- y la mandíbula
infantil de la Cueva del Castillo).
Señalamos la penuria de la antropología física del Solutrense:
sus testigos son nulos en el Inferior, y fragmentados y poco se-guros
en estadios más recientes. Entre los más importantes des-tacaremos
los recogidos en Laugerie-Haute, Badegoule l7 y El Par-palló
(cráneo juvenil femenino típicamente cromañense) . Al Solu-trense
Medio se adscribe el contenido antropológico del Abri La-battut;
al Superior los del Fourneau du Diable, Grottes du Placard
y de La Tannerie; y al Final los restos de la Grotte de Roset. Qui-zá
sean hasta más recientes que el Solutrense Final los individuos
contenidos en la sepultura colectiva de Roc-de-Sers.
En el "Protomagdaleniense" se posee el importante esqueleto
del Abri Pataud, bien estudiado.
Del Magdaleniense 1 serían (o del 11) : Badegoule, Abri La-chaud
y los varios cráneos de la Grotte du Placard. En los perio-dos
111 y IV se hace común la costumbre de enterrar los caaáve-res
; al 111 corresponden con seguridad los restos humanos del Abri .
de Montconfort, Chancelade, Cap Blanc, la sepultura de Saint-
Germain-la-Riviere, y de las Grottes de la Marche y des Fadets;
encajando en el IV los de La Madeleine, el famoso "homme écrasé"
de Laugerie-Basse (acaso fuera del Mqgdaleniense 111) y los indi-viduos
enterrados en las Grottes des Fées (quizá del IV) y de La-faye;
en. Isturitz se hallan fragmentos óseos humanos, tanto en
los niveles del Magdaleniense IV, como en los del V y VI. La pre-sencia
del hombre de Cro-MWon en la Costa Cantábrica queda
asegurada por los dos frontales del Magdaleniense III de la Cue-va
del Castillo y los distintos restos de las de Cobalejos y Morín.
En el Magdaleniense Final, o VI, se pueden estudiar los frag-mentos
óseos de hombres que vivieron en la Grotte des Eyzies,
Limeuil, Gr. de Rochereil, La Pique (acaso del V)* Gr. des Forges
(idemj, Abri Duruthy [según D. de Sonneviiie-Eordes que justi-fica
esta datación frente a la más tradicional que pensaba que
ese enterramiento se produjo en el Magdaleniense IV), Cueva in-ferior
de Aurensan (de algo dudosa cronología), Abri Dufaur y
1'7 EL V. Vallois, Catalogue des Hommes Fossiies, cit.
cuevas de Gourdan y Massat (iMagdaleniense V?) ; aquí se sitúa
el cráneo masculino de Urtiaga (en GuipUzcoa).
C) En cuanto aZ Paleol'itico Superior y sus grmpos cuZturales.
Es preciso insistir, ahora, en la dificultad de partir de secuen-cias
teóricas perfectas que se elaboraron conforme a módulos ra-cionales
-y muy particulares-, por el ensamblaje de las super-posiciones
parciales de contados yacimientos (que suelen ser anor-males,
por excepcionalidad) , debiéndose admitir las dificultades
de plantear secuencias culturales del Paleolítico Superior cuando
er? redidad m se presentan cemp!etau en niqgiina parte @! ~ e -
nos en un solo yacimiento), si bien en Dordogne y @harente (más
algo en el Pirineo francés) fuera posible paradigmarlas adecua-damente.
En cualquier caso, las culturas del Paleolítico Superior ofre-cen¡
üiia doble paradoja :
- La de presentar, por un lado, una notable homogeneidad
general (en cuanto que difieren como bloque de todo lo an-terior),
lo que es muy posible que deba atribuirse en bue-na
parte a la arribada de esos elementos antropológicos
nuevos que incluimos bajo la denominación de hombre de
Cm-Magnon.
- Y, por otra parte, la de poseer facies locales o regionales
de gran interés.
De todos modos, y a pesar de esas diferencias que pudieran
fundamentar cuantas subdivisiones se hagan, "ia Edad de: R~iiu
presenta un conjunto de caracteres que le imprimen una, gran uni-dad,
marcando un considerable progreso sobre el mundo muste-riense"
18. Y ello, tanto en antropología física como en tecnología
lítica u ósea, ya que, frente al carácter único e individualizante
de cada una de sus cuituras concretas, existen "un cierto niimei%
de aspectos comunes que unen entre sí las diferentes industrias
del Paleolítico Superior de Europa occidental" lQ.
1s Boule-Vallaois, op. cit., phg. 271.
1'9 Ph. E. L. Smith: Le 8oZutréen en France, Burdeos, 1966, p. 388.
156 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS 6SEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 11
Entre esos factores de unificación cultural destacamos: el em-pleo
común del hueso, cuerno, marfil y otras materias de origen
animal para la fabricación de instrumentos; la posesión y proli-feración
de los elementos de ornamento personal; y la eclosión
de las formas artísticas parietales o aplicadas. Este largo período
que se abre, en general, con las culturas chatelperronienses y aca-ba
con la liquidación del 'Wiirm IV señala la máxima expansión
del instrumental óseo en la cultura material de la Humanidad.
El marfil de los grandes vertebrados, los cuernos de Cérvidos y
Cápridos, diversos huesos de los animales mayores, las conchas
de moluscos, etc., van a ser utilizados en forma abrumadora como
materia prima por los viejos habitantes de Europa. Con lo que
parece plenamente justificada la tradicional denominación de
"Edad del Reno" que se aplicaba antaño para designar a este con-junta
de culturas.
A partir, por ello, de un germen o familia polim6rñca (el lla-mado
Protoauriñaciense por al,gunos), .y durante toda la evolución
del Paleolítico Superior, "se irán afirmando particularidades re-gionales,
revelándose a través de continuidades morfológicas y es-tadísticas
una relativa permanencia del poblamiento y una frag-mentación
de esta poderosa civilización que conservará, incluso
hasta su fin, una profunda homogeneidad y un cierto monolitis-mo"
20. En este mismo sentido, distingue G. Laplace varios gru-pos
o centros secundarios superopaleolíticos: el atlántico o fran-co-
cantábrico, el mediterréneo central o itálico, el mediterráneo
Oriental o del Oriente Próximo, el de la cuenca carpática o de Euro-pa
Central, el de la estepa rusa o de la Europa Oriental. Grupos és-tes
c m !es que PPI concretan y amplían las dos zonas o "provin-cias"
francocantábrica y mediterránea que ya sugiriera H. Breuil
y ha adoptado -para las manifestaciones artísticas cuaterna-rias-
P. Graziosi en nuestros días.
Debiendo ceñirnos en este estudio al núcleo más caracterizado
de las culturas &sarroiidas por ei hombre de Ci-G-MZPGZ, CGE=
cretaremos nuestras observaciones a los yacimientos de la región
o "provincia" francocantábrica y a aquellos otros
30 G. Laplace: Recherches sur Porigime et Zyévolution
leptotitiuiques, París, 1966, p. 240.
que más in-des
complexes
mediatamente se les asemejan, coincidiendo todo ello, con bastan-te
exactitud, con el área establecida para el arte rupestre del. Sud-oeste
francés y Cantabria. Por eso serán convenientes algunas
observaciones sobre otros núcleos periféricos del Paleolítico Su-perior
occidental. En Bélgica 21 del "Perigordiense" Superior se
pasa a un Magdaleniense avanzado, sin aparente interposición se-gura
de lo Solutrense o Magdaleniense antiguo, debiendo subra-yarse
que los fósiles-directores más acreditados del Magdalenien-se
Superior-Final apenas existen; de forma que pueden quedar
justificadas las definidas culturas locales del Creswilliense anglo-belga.
Otras facies muy particulares dentro de la "normal" evo-lución
y caracteres del conjunto de culturas del 'Wurm 111-IV, con-temporáneas
la mayoría del Magdaleniense muy avanzadoj se de-signan
en centroeuropa occidental con los nombres de Hambur-piense,
Ahrensburguiense, etc., y darán origen -en su evolu-ción-
a un haz muy complejo de culturas mesolíticas; aquí tam-poco
es frecuente el instrumental óseo (frente a, por ejemplo, la
admirable variedad y riqueza de 1- motivnc. decnrativns sobre
placa de pizarra de Petersfels). También adquiere su expansión en
los momentos finales del Paleolítico Superior el complejo cultu-ral
Magdaleniense suizo 22: con la excepción de a1,gunas obras
maestras de Kesslerloch o Schweizersbild son prácticamente nu-las
en industrias óseas el resto de las estaciones helvéticas. Bajo
21 La bibliografía fundamental sobre el Paleolítico Superior belga en:
M. H. Angelroth, Le Périgordien et 1'Aurignaciien. Essai d'introduction d'in-dustries
des stations belges dans les stades périgordien etl aurignacie,n (en
páginas 163 a 183 del "Bulletin de la Societé Royale Belge d'Anthropologie et
de Prénistoire", tomo 64, Bruseias, í953j; F. Twiesseimann, Zeigiq,ue ei ¿.u-xenzbourg
(en fasc. 5 del "Catalogue des Hommes Fossiles", pp. 93 a 101,
Argel, 1952-53), y D. de Sonneville-Bordes, Le Paléolithique supérieur en
Belgique (pp. 421 a 443 del tomo 65 de "L'Anthropologie", 1961).
22 Sus publicaciones esenciales: H. G. Bandi, Die Schwek zur Rentier-xeit,
Kulturgeschichtle der Rent'terjager am Ende der Eisxeit (Frauenfeld,
1947); M. Sauter, La place de ia Buisse üans les civiiZsations paiéoiitítiques
(páginas 22 a 30 del tomo del "Congreso Internacional de Ciencias Prehistó-ricas".
Zürich, 1950); R. Feustel, Remarques sur le Magdalénien de la Xui-sse
(en pp. 29 a 40 del tomo 26 de "Archives suisses dtAnthropologie géné-rale",
19611, y D. de Sonneville-Bordes, lk Paléolithique sWérieur en Xuisse,
citado.
158 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
INDUSTRIAS SEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 13
el nombre de Szeletiense se compregde en Bohemia y Moravia una
cultura de antigua raigambre en el comienzo del Würm 111 sobre
la que incidirían elementos asociabdes a lo Auriñacense típico de
la Dordogne, y que formara un poco como el sustrato de toda la
secuencia superopaleolítica checa : donde hasta se podrán distinguir
facies más Iocalizadas, como la llamada Olchewiense (con las dis-cutidas
puntas de Mladec) o el Pauloviense, que se asemejaría más
a las escuelas gravetienses (así en Dolni Vestonice, Paulov, Brno ... ).
Indudablemente, las explicaciones por Laplace de los procesos
culturales han intentado - e n fechas muy recientes- profun-dizar
metódica y racionalmente en unos sistemas de contabilidad
estadística (como los utilizados por J. Perrot-D. de Sonneville Bor-des),
pero a la vez pretenden la explicación de los mecanismos de
difusión cultural que servirían para distigguir, además: un Auri-ñaciense
"oriental" (Potocka, Mokrska, Istallosko) y un importan-tisimo
grupo mediterráneo o levantino, de tendencia microlítica,
con seguras variedades regionales (llámense Grimaldiense, Roma-nelliense,
Rodaniense, Salpetriense, etc.) . Y aquí, en el Levante
mediterráneo, la gravetización de toda la secuencia paleolítica su-perior
será un hecho constante, tanto que deberá mantenerse esa
personalidad peculiarisima del w~urmiense italiano, lo mismo en el
terreno de la tecnología litica u ósea (ésta escasisima) como en
las formas del arte rupestre: como sugirió H. Breuil en 1912, ha
definido correctamente en sus líneas generales R. Vauffrey y pre-cisado
posteriormente A. C. Blanc, P. Graziosi, L. Cardini o G.
Laplace 23.
Por todo ello, dejarnos a un lado tanto las industrias epigra-vetienses
del Levante 24, con SU escaso instrumental "magdale-niense"
en materias Óseas (el Parpalló, como "colonia", es excep-ción
notabilísima) , como las italianas.
Quizá sea el Ardeche -en la zona de contacto espacial de los
D i r ; n a f i o nnn -1 ñKaA;+ri-rhmnn nnr?+rnl nl n.in+n Anmilr, nnmflr.xram
IL I A I V U U bUII Sil A V L C i U I - A L aIIF.U \ r F . l l L L al- GI pLUIbU UUIIUG bUIUIUJ -LA
ambas corrientes, dominando ya la una (atlántica u occidental),
23 Especialmente, R. Vauffrey, Le PaZéoZithique italien. París, 1928.
24 L. Pericot, UAur2glzacien et b Périgordien en Espagne (pp. 85 a 92
del vol. 6-9 del "Bulletin de la Societé Méridionale de Spéléologie et de Préhis-taire",
Toulouse, 1959).
ya la otra (levantina). Si bien, se puede uno inclinar -con J. Com-bier-
a ver a todo ese país más en relación general (por sus for-mas
de arte mueble y parietal; por sus tipos Iíticos) con Péri-gord
y Firineos, como su provincia derivada; y no aislado frente
al poderoso conjunto de las culturas mediterráneas 25.
En resumen final: nuestro planteamiento del tema eludirá las
variedades regionales concretas y, sobre todo, el planteamiento
de las tesis generales que se refieren a la génesis, relaciones y des-arrollo
de las culturas del Hombre de Cro-Magnon; ello debería
abordarse desde un ángulo más amplio de comprensión, dentro de
la consideración general de la Prehistoria superopaleolítica. a
N - Partimos uei principio, pues, de que ei área ocupada por O
el Hombre de Cro-Magnon corresponde -ampliamente- a la mis- -- m ma zona libre de hielos del Occidente de Europa en el Wkmien- O E
se medio y superior; y en un sentido estricto a las tierras franco- E
2
cantábricas. E
- Sugerimos, con muchas dudas, la posibilidad de existencia 3
de dos provincias generales, correspondientes a distinto sustrato -
0 racial, y con distintos conceptos y expresiones artísticas, y se- m
E
cuencias arqueológicas diversas. Siendo el Solutrense piedra de O
toque para aclarar la "pureza" de alguno de los conjuntos indus-triales
de esa zona. -E
a - De tal modo que nuestra consideración se ceñirá especial-mente
a las tierras de Périgord-Dordo,gne-Pyrénées, Cantabria y
Ard&che, y, menos, Europa central. En ellas estudiaremos, del 3
instrumental óseo, los problemas generales de génesis y diná- O
mica, trazando su esquema evolutivo y sugiriendo, al final, algu-nos
temas de mayor interés.
Las cuestiones de génesis de estas industrias óseas pueden
plantearse desde dos distintas perspectivas :
a) Ampliamente, considerando los precedentes globales de
26 J. Combier, Le PaléoZiDJGique de Z'Ardeche dccns son c d r e paléocli-matique.
Burdeos, 1967, p. 380.
160 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOI
INbUSTRIAS SEAS DEL HOMERE DE CRO-MAGNON 15
toda una modalidad (de una "industria" especializada) tecnológi-ca:
la del trabajo cuidadoso y estandardizado de esquirlas o va-rillas
de cuerno y hueso para la obtención de muy concretos ti-pos.
Lo que caracteriza al Paleolítico Superior.
b) En concreto, estudiando el origen de cada uno de los ti-pos
óseos particulares, de sus procedimientos de fabricación o
de sus modos decorativos.
Con respecto a la génesis general del conjunto de las indus-tria;
óseas del Hombre de Cro-Magnon, he insistido en otras oca- -
siones en buscarles raíces inferopaleolíticas (quizá deban admi-tirse
en cuanto a lo tecnológico genérico, mas no en cuanto a la
producción de tipos concretos en los que viéramos los precedentes
segircis de lGS del T,777~:~iii?iense avanzadu) y en sUbrayai. 1% p;v-gresiva
especialización (que es tanto como decir la multiplica-ción
de los tipos concretos) de algunos rudimentarios utensilios
óseos del Musteriense occidental 26.
El hueso, en su más amplia acepción, constituye una abun-dante
y esencial materia prima ai aicance de ios más viejos gru-pos
humanos con vistas a la c~eaciónd e un utillaje. En tal modo
que, frente a ideas que han estado vi,gentes hasta hace poco, el
instrumental realizado en hueso no es algo que, ya a lo más, deba
remontarse a un estadio medio del Musteriense, llegando a su
máxima expensión en el Paleolítico Superior. Ya el Abate Breuil
había venido manteniendo que "el hueso debió formar parte de
todo utillaje primitivo y ello desde sus orígenes", en'forma que
este trabajo antiquísimo fue el que preparara la gbnesis de más
refinadas técnicas que estudiamos asociadas a la raza de Cro-
Magnon. Por lo que, en recentísima visión de los más antiguos
restos de la industria humana del Paleolítico antiguo, E. Agui-me
ha debido dedicar una especial atención a "instrumentos", tan-to
líticos, como de madera, hueso, marfil y asta de cuerno 27.
216 1, Barandiarán! El Paleomesolit.lco de2 Pirineo Occidental ..., cit., pági-nas
239 a 242, y Sobre tipolog h..., cit., pp. 32 a 34 y 79. Véanse desarrollar
algunas reflexiones sobre el tema en las pp. 15 a 20 del excelente libro de
H.. Camps-Fabrer MatiBre et art mobilier dam b Préhistoire Nord-africai-ne
et saharienne. París, 1966.
27 H. Breuil-R. Lantier, Les Hommes de la Beme Ancienw. París, 1959,
páginas 35 y 38; H. Breuil, Les Procesm de Phminisacion, en "Colloques
16 IGNACIO BARANDIARAN
Lo cierto es que la precariedad misma de la materia prima
utilizada ha eliminado en un elevadísimo porcentaje toda posi-bilidad
de conocimiento de las viejas técnicas de las industrias
humanas: hecho que también sucede en el Wkmiense. Por otra
parte, la enconada polémica en torno al contenido y alcances del
concepto "tipo instrumental" encuentra amplio campo al estu-diar
esos arcaicos utensilios fabricados en sustancias óseas : j es
"tipo" sólo el instrumento realizado conforme a unos módulos
preestablecidos y que se mantienen con uniformidad, estandar-dizados,
o en un más amplio sentido (con la apertura que suponen
las observaciones de S. A. Semenov) 28 toda pieza que ha sido uti- a
h a d a a partir de una elemental -a veces difícilmente precisa- N
E
ble- acomodacion? Desde luego que no parece posible, por hoy, O
hablar de "tipos" en aquel primer sentido en el PaleoZitico In- n -
=m
ferior. Si, sin embargo, de "industrias óseas", si consideramos O
E
los fragmentos de hueso o cuerno que han sido recogidos, esquir- E
2
E lados, simplemente aguzados e intensificados en una de sus natu- =
rales posibilidades de utilización (una punta de defensa de Pro- =
boscídeo, un filo de fragmento de gran costilla, etc.), y -por - - 0
ello- empleados en una función particular propia. En otros ca- m
E
sos, también importantes, parece que se intenta reproducir en O
hueso o cuerno algunos tipos instrumentales netamente definidos n
en los ajuares líticos: utilizando incluso métodos de lascado y re- E a-toque
que se pueden estudiar con toda precisión en la tipologia
de la piedra. Como es lógico, la intensidad de hallazgos de in- n
0
dustrias óseas inferopaleolíticas es diversa en el espacio, tanto 3
O
Internationales du C. N. de la R. S.", París, 1958, pp. 126; un informe muy
completo de todos estos hallazgos dieron H. Breuil y L. Barra1 en Bois de
Cervidés et azctres os travcvillés sommnkrentent au Poi:éolithique ancien du
Vieux Monde et du Moustérien des Grottes de Gri-maldi et de PObservatoire
de Monaco, en "Bull. du Musée d'Anthropologie Pr6historique de Monaco",
tasc. 2, pp. 3 a 32. Mónaco, 1955, refMénÜose a buen número de ios dei Asia
Oriental (mukutien, Nihowan; Ordos) y a la mayoría de los de Europa occi-dental
(así al Castillo, La Quina, Monti&es, Montmaurin, Caours, Font-chevade
...)
28 S. A. Semenov, Prehkturic Techmlogy an Experimental S t d y of the
olüest Toob and Artifacts from traces of Manufacture anü Wear, Londres,
1964
162 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
por el diferente nivel técnico poseído como por la muy desigual
conservación de tales materiales. Aun así será posible aducir unos
cuantos ejemplos. R. A. Dart ha determinado en Makapansgat
(Transvaal) una sistemática utilización de los huesos de animales,
tan decisiva, a su parecer, que hasta ha propuesto el nombre de
"Osteodontocerática" para designar a esa "facies" cultural. Res-tos
semejantes se pueden citar entre los descritos por Nicolaescu-
Plopsor en Buculesti (Rumania) ; o los relacionados con los Aus-tralopitécidos
que J. T. Robinson halló en 1958 en Sterkfontein
(Transvaal) o Leakey en el estrato F'LdKNN 1 de Olduvai Gorge
CTanganika), y P. Biberson en un conjunto achelense del Anya-tiense.
Muy abundantes son, asimismo, los tipos hallados en aso-ciación
a los pitecantrópidos del lejano Okiente : los recogidos por
E. Licent y P. Teilhard de Chardin en Chukutien, los de Nihowan
junto a Tien-Tsin, los de D. Black y Pei Wan Chuqg en Kotze-tang,
y otros semejantes dispersos por Indonesia, la India y Bir-mania.
En Europa y Próximo Oriente citaremos restos de indus-trias
óseas pertenecientes al complejo Achelense en: Torralba y
Ambrona, Mealhada Cjunto a Coimbra), Terra Amata (en Niza),
Mauer (acompañando a los restos del Homo heidelbergensis) , Grot-te
du Lazaret (Niza), Gesher B'noth Ya'aov en Israel, Cueva de los
Osos (Casablanca) 29, etc. (lám. 1).
29 Se hallará correcta referencia a todas esas citas en: R. A. Dart, espe-cialmente
The predatory Implement Technique of Austrabpithecus Prome-theus,
en "American Journal of Physical Anthropology", Vol. VII, Filadel-fia,
1949; y The Makapansgat AustraZoPithecine Osteodontokeratic Culture,
en 'Tí Congreso Panafricano de Prehistoria". Londres, 1957.
C. E. IYicoiaescu-Tiopsor, LB p~.4~i&i i%iquci,a plus u n c i ~ r ~&n@e~ drc
procem de travail comcient de Z'homme, Comunicación al "W Congr. In-ternat.
des S. Preh. et Protohist", Praga, sesión de 22 de agosto de 1966.
J. T. Robinson, A bone implement from Sterkfontein, en "Nature", 184,
22 de agosto de 1959, pp. 583 a 585.
Recogidos, como la mayoría de estos hallazgos, por E. Aguirre, en Las
primeras ñueiias de lo humano, en "U Evolución" (B. A. C.). Madnd, 1966,
páginas 617 a 675.
E. Aguirre, Evolucidn, humana y desarrollo culturaZ, pág. 82, Bilbao, 1961
(en "El Hombre en la cumbre del proceso evolutivo"), citando a H. Breuil;
H. Breuil-R. Lantier, Les Hommes de h Pierre ..., p. 45; M. Boule-H. Breuil-
E. Licent-P. Teilhard de Chardin, Le PaléoEthique de h Cñkne, Mem. 4.' del
Núm. 15 (1969) 163
Lámina l.--Piezas talladas por percusión sobre lamas de hueso; al estilo de la tecnología lítica contemporánea.
Achelense de Ambrona. (De P. Biberson, 1964.) La a, como bifaz.
INDUSTRIAS OSEAS DEL HOivíJ3RE DE CRO-MAGNON 19
Con todo, es en el Paleolitico Mledio - e n torno a unos momen-tos
avanzados del Musteriense- cuando el reconocimient<s de abun-dantes
fragmentos Óseos trabajados ha hecho colocar el inicio de
una amplia gama tecnaltvgica de esos materiales. Si la conside-ración
de los precedentes del Paleolítico Inferior nos llevase a re-trotraer
su origen, no es menos cierto que su expansiva difusión
debe de situarse plenamente en estos estadios del Paleolítico Me-dio;
admitiendo (si pensamos en lo que un instrumento de hueso
de esta época tiene de burdo, de no estandardizado) con J. Vé-zian,
que acaso el término "industria" ósea sea aún "un poco
"Arch. de 1'Inst. de Paléontol. Humaine", 1928; H. Breuil, Le feu et Pinüus-trie
(ER pierra et d'os dans le gisement clu "Sinanthrorpus" d Choukoutien,
en "L'Anthropologie", XLII, págs. 1 a 17, Paris 1932; F. M. Bergounioux,
La Préhistotre et ses problemes, París, 1958, pp. 172i y 173.
M. Nestourk, L'Origine de Z'Homme, Moscú, 1960, pp. 236 y 237, y fig. 173.
P. Goessler, Iher Urmensch, in Mitteleuropa, Stuttgart, 1924, p. 8 y 1á-mina
1, 7.
F. C. Howell-E. Aguirre-K. W. Butzer, Noticia preliminar sobre eZ em-plazamiento
achebnse de Torralba (Soda), núm. 10 de "Excavaciones Ar-queológicas
en Espaiía", Madrid, 1962, p. 34; P. Biberson, Torralba et Am-brona.
Notes sur deux statwns acheueuléennes de chasseurs d'élephants de la
Vieille CastiZZe, en Vol. 1 del "Homenaje al Abate H. Breuil". Barcelona, 1964,
especialmente en las ~ á g s2. 2 0 a 224; P. Biberson, Les gisements acheuléens
de Torralba et Ambrona (Espugne). Nozcveíles précWns, pp. 241 a 278 del
tomo 72 de "L'Anthropologie", 1968.
F. C. E. Octobon, Grotte dzc Ldzaret (A. M.). Troisi&me étude sur Zes
fouilles effectzcées dans Se locua VI11 de cette grottd (tomo 4 del "Bull. du
Musée d'Anthrop. Préhist. de Monaco", 1957); H. de Lumley, Gisement de
Twm-Am~tcc [cvmünicaci6n m: a: "'III C!oüF. iüt&iüX. de C f e l i c k ~
y Protohist6ricas". Praga, 1966); M. Stekelis, Un lissoir en os du PZéisto-c&
w Moyen de la Val16e dzc Jourdaim (en pp. 339 a 343 de "In Memoriam
do Abadc Henri Breuil", tomo 11, Lisboa, 1965).
P. Biberson, Décomerte d'os travaillés dans Pacheuléen moyen du Maroc
atlantiquq p. 476 de "Actas del V Congreso del INQUA", ,Madrid-Barcelona,
i957. Procedentes dei estrato 4 de Meaihada conserva ei IvIuseo de ios Ser-vicios
Geológicos de Portugal, en Lisboa, varias esquirlas de hueso de
Elephas y de Equus o Cervus, con trabajo de retoquei al estilo de puntas
o raederas líticas. Es calificado ese nivel en un "Achelense" con elementos
musteroides. Su estudio nos ha sido posible merced a las atenciones de los
doctores G. Zbyszewski y O. da Veiga Ferreira.
pretencioso para el Musteriense" 30. Las técnicas que en esta épo-ca
se ponen en práctica muchas veces -como en el Paleolítico
Inferior- sólo adecúan una forma natural (un corte o una punta)
o bien intentan reproducir en hueso tipos que ya se consiguen
normalmente en materias líticas (raspadores o raederas, cuñas, cin-celes...,).
Por otro lado, sin embargo, comienzan a surgir instru-mentos
originales, que pueden denominarse ya, en todo su sen-tido,
"tipos": falanges perforadas, compresores o retocadores,
punzones toscos que conservan la natural articulación de la pieza
ósea para su mejor agarre, etc. Ha sido mérito del Abate Breuil
el de haber centrado la atención de los especialistas sobre ese tipo
de esquirlas trasformadas que, "siendo a menudo bastante nume- -r--"-a-a -s err e; ?vn;uUierierise, casi nlmca se nabian reco@d"; sus
ñales de uso, poco visibles, no atraían la observación del excava-dor
y como, por otro lado, no eran sino difícilmente o nunca iden-tificable~
por paleontólogos, se dejaban perder en las escombre-
.31 . En ese sentido, los hallazgos del doctor Henri-Martin, en
La Quina, supusieron los primeros datos positivos hacla un cono-cimiento
y estructuración de las,, hasta entonces, más antiguas
formas del instrumental óseo 3'2.
Es poco amplia la gama de variedades de tipos óseos del Mus-teriense.
En su obra fundamental sobre las industrias del Paleo-lítico
Inferior y Medio, F. Bordes sólo alude a "compresores-re-tocadores",
a huesos apuntados, a una "raedera cóncava tallada
por percusión sobre esquirla de hueso" de La Ferrassie, y a al-an
T. vrni~",,/ 7ah~??x?~&~ . ? & & - i p i ~ & ?n. &-&te &. Pnyte2; & Louhens
(Ariege), p. 216 del "Bulletin de la Societé Méridional de Sip6leologie et de
PrBhistoire", Toulouse, 19855.
al F. Bordes, TgpoZogie du Paléolithiique Amien et Moyen. Burdeos,
1960, p. 73.
32 H. H. Martin, Ossements utizisés par l'homme moustérien de b sta-u-..
2- r n,.;.., +a\ lia,;lrn+~ ,.. ,,M,.70,nnoo .,,,, ,qD T . ~ [ ~ h , ~ -
C'bVIb WG UIÚ WWCIUA \ V I C r L I i I V r Y * U ) , LrzU.YUYLiIiO YW Y # V V Y L Y ~ ~ V Y U V#V vu w u- wwviw \u*-
rente), B. 8. P. F., 1906, pp. 155 y 189, y Eecherclues sur Z'évoZution du
Moustérien dans le gisernent de, La Quina (Charente), Paris, 1910. Además,
deben verse las obras de H. Breuil y L. Barra1 (citadas en la nota 27) y la
reciente de J. W. Kitching Bone and Horn Tools of Paiaeoli,thZc Man (Man-chester,
1963).
166 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS ÓSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 21
guna otra burda pieza del Combe-Grenal 33. Parece bastante se-guro
que la tecnología del hueso no es anterior en el Musteriense
a lo que -en una división tripartita de ese complejo cultural-denominaríamos
su estadio "medio", ya con fauna fría. Así re-sulta
si~gnificativo observar la secuencia del Musteriense en la
Cueva de Isturitz, cuyo estrato inferior carece de todo rastro de
industria ósea, en tanto que ella se muestra en relativa abundan-cia
en el superior. A este período avanzado mismo pertenecen los
materiales del estrato VI de Le Moustier, recogidos por M. Eour-
Ion.
El tipo más abundante es, sin duda, el llamado "compresor"
o "retocador", comprendiendo su difusión toda la Europa central
-y nnn;An-+-l- des& las del i?,,? de ,KiiK &-,Va U ~ ~ L U G A A L ~ I .
(U. R. S. S.) o las de la polaca de Pieczara Ciemna o la checa de
Prepotská, al denso grupo alemán de las estaciones de Vogel-herd
VII, Bocksteinschmiede, Weinberg Hohler Stein B, Sirgens-tein
y Heidenschmiede, o las, francesas de La Baume Flandin, En-lene,
La Cfiapeiie-aux-Saints ... Las esquirias aguzadas con mejor
o peor fortuna se hallan, entre otras, en Geula (Israel), y yaci-mientos
centroeuropeos de Drachenloch, región de Saint-Gall (ex-cavaciones
antiguas de Baechler), Schalberg, o Le Porte1 en Fran-cia;
tipos que pueden ser considerados como espátulas o alisado-res
de distinta especie son los recogidos en Isturitz, Lezetxiki
(Guipúzcoa), o en las cuevas levantinas del Cochino y Cova Ne-gra
34. Otros objetos menos frecuentes de industrias óseas, pero
33 F. Bordes, Typologie du Paleolithaque Awien ..., cit., p. 74 y fig. 108, 6. -- -
54 veanse, respectivamente: G. Bonc-Osmoiowskij, Paleoizt. Km~ma, 1,
Grot E&-Koba, Moscú-Leningrado, 1940, p. 200 y lám. 18, 11; S. Knikowski,
PaleoZit. in Prehistoria ziem Polskich, Vol. 1, Krakau, 1939, lám. 14, 7; m.
Prosek-V. Lozk, Stratigraphische Uhersicht des tsckechoslonoakischen Quar-tars,
en "Eiszeitalter und Gegenwart", 8, 1957, fig. 19, 6.
W. Taute, Retoucheure aus Knochen, Zahnbein und Stein vom MitteZpalÜo-
Zztimkum lns xzcm Neolirtlzikum, en "Fundberichte aus Schwaben", Neue Folge
17, págs. 76 a 102, 1965, en la p. 96; -re la Cueva de Sirgenstein, R. R.
Schmidt, Die diluviale Vorxeit Deutschlands, Stuttgart, 1912, p. 24 y lám. 3,2,
sobre Heidenschmiede, E. Peters, Dre Heidenschmiede in Heidenheim an
der Brenz, en ''Fundberichte aus Schwaben", Neue Folge 6, 1931, Iámi-naa
4,4 y 5.
Núm. 15 (1969) 167
que amplían en modo notable el repertorio de tipos diversos: fa-langes
perforadas y espátulas sobre caninos de Ursus en Lezetxi-ki;
calotas animales preparadas a modo de "copas" en el Casti-llo
(Santander), o Achenheim (Alto Rhin) ; aretes recortados obli-cuamente
de peronés, como en la Petershohle alemana, Trou de
la Naulette o Grotta d'Equi (Alpes Apuanos) ; precedentes de las
varillas de sección redondeada en la Cueva del Ermitage (Vienne
francesa) ; en tanto que distintos tipos líticos son reproducidos
en esquirlas de hueso en Lezetxiki, Morin o Columbeira (Portu-gal),
etc. (lám. 2).
La llegada de los grupos de cromañones coincide -en sus 1í- A
neas generales- con una asombrosa proliferación no sólo de los ?- E tipos individuales, sino (lo que es más importante) de una nueva
tecnología que incluye complejas operaciones de recorte, alisado,
o>.
S. Gagniere-C. Hugues, Le Mousterieñ de Ea Baume Flandin a Orgnac- E
I'Aven (Araeche), "XC Congres de Prehistoire de Francev. París, 1957, p. 505 y
figura 10,l; los materiales de la Grotte de EnliEsne están en los fondos del
Musée d'Histoire Na.tiirelle .de Toijl'i~se; P. C,oessler, Der llrnzensch in Mit- $
teleuropa, Stuttgart, 1924, p. 18 y fig. VI$ - -
E. Wreschner, The Geula Zndustries in the Context of the Moustevian of B
E Mount Carmel and other Relmant Sites, comunicación al Vii Congres Interna-des
Sciences Prehistoriques et Protohist Foriques". Praga, sesión de 23 de :
agosto 1966; los materiales de Schalberg, hoy en el Naturhistorisches Museum s
de Basel (Suiza) ; J. Vezian Gisement Moustéden de la Grotte du Portel, a Lou- -E
bem ,(Ar%ge), en "Bull. de la Soc. Mérid. de Spéleo. et Préhist." Toulouse,
a
2
1955, p. 216. . n
J. M." Soler, El yacimiento musteriense de la cueva del Cochino (Villem, n
Alicante), S. 1. P.. núm. 19. Valencia 1956, pp. 14 y 15. 3 O
F. Jordá, Cosa negra & Bellus. 11. Nuevos aspectos paletnológicos de
Qova Negra (J&biij, ri"uiii. 6 de; $. 1. p., '",a;eiicia, 1947, 25 26, y p'--
vos hallazgos en Cova Negra (Játiua), En "Arch. de Prehist. Levantina",
iV, 1953, pág. 10. En El Solutrense en Espafia y sus problemas, Oviedo, 1955,
phgina 32, atempera un tanto sus anteriores afirmaciones de un origen le-vantino
de algunas formas del instrumental &e0 en el Musteriense.
135 Tomados de los tratados generales de F. M. Bergounioux (La Prehis-toria
y sus probiemas, Madrid, igoíi, p. 239); R. Furon (Municei de Fréhk
toire Génerale, París, 1939, pp. 98-99), y M. Almagro (Prehistoria, Madrid,
1960, p. 114). Debo a los doctores L. F'reeman y O. da Veiga Ferreira el
haber estudiado directamente los materiales de Morín y Coiumbeira (hoy
en los Museos de Prehistoria de Santander y de los Servicios Geológicos en
Esboa).
168 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS OSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 23
pulimento, grabado, perforación ... : en cuya intima relación debe
hallarse un también especializado instrumental lítico. Ahora la
complejidad y variedad (mayores, sin duda, que las de industrias
líticas) de las formas del instrumental óseo obedecen, sin duda,
a un avanzado grado de especialización de estas culturas supero-paleolíticas.
Lámina 2.-Compresores-retocadores sobre esquirla, del Musteriense de Sirgens-tein
VI1 y de Vogelherd VI1 (a y b: de W. Taute, 1965); y sobre un canino de
Felis spelaea del Auriñaciense de ,,Vogelherd V ( c : de W. Taute, 1965). El objeto d
es una extremidad de punta de lanza" trabajada a partir de una esquirla ósea
de Elephas, del Musteriense de la Cueva del Castillo (de H. Breuil-L. Barral, 1955).
Si quisiéramos llegar a rastrear los impulsos de generación,
sus vías, e influjos, habría que comenzar por poder diferenciar los
materiales óseos según su propia y particular entidad funcional.
Así suponemos que unos constituirían ya utensilios en sí comple-tos,
mientras que otros serían "armatures" de otros instrumen-tos,
o bien elementos compositivos de ingenios más complejos.
Por otro lado, en esos períodos indudablemente existe una multi-valencia
instrumental: ;servían para lo mismo las varillas es-pléndidamente
decoradas de ~s tur i t zq ue las más pobres lisas de
cualquier yacimiento vecino de la Costa Cantábrica?
Frente al concepto de "Fósil-director" se plantea un cúmulo
tal de excepciones que llegan a anular la,regla misma de su va-
lidez; así, hablando en términos de Antropología cultural, ya no
sólo hemos de pensar en fenómenos de "supervivencia", sino tam-bién
en cuanto suponen (y en ello ha insistido Laplace) las for-mas
"predecesoras", las "retardatarias" o las "de resurgencia".
En el tema de la funcionalidad de los instrumentos óseos nos
enfrentamos con importantes implicaciones que repercuten en
otras esferas del Paleolitico Superior y sus culturas: así, por
ejemplo, la invención y generalización del arco, los sistemas de
caza, la funcionalidad de los llamados "bastones", el carácter de
amuleto de diversos colgantes, las mutuas relaciones entre ti-pos
liticos y óseos, etc. Por esto, frente a criterios funcionalistas
antiguos, parece que hoy habremos de decidirnos por las puras
observaciones de tecnomorfoiogía. En cuaiquier caso, "ei examen
del instrumental sugiere que el artesano se preocupaba más de
la eficacia funcional que de la consecución de esquemas forma-les
rígidos. Los tipos no aparecen claramente definidos. Hay "va-riedad
de formas de transición entre unos y otros", según J. M.
Merino, comentando a G. Laplace.
Más aún, para comprender la génesis de muchos tipos óseos
habrá -de prestarse atención a los condicionamientos impuestos
por la materia prima de que se dispone, que marcará -en la ma-yoría
de las ocasiones- el grosor y la loqgitud -y por ello la resis-tencia,
y flexibilidad- del instrumento que se haya de fabricar.
Insistiendo todavía más: los tipos no se suelen dar simple-mente
como invenciones que se reciben limpias de contagio y se
mantienen intactas en su entidad ori,ginaria, sino que sobre ellos
inciden una abigarrada serie de factores determinantes que iiü
podemos olvidar. Todo un complejo de acciones de selección so-cial
o cultural se ponen en juego en torno a: las tradiciones po-seídas
(o sea, las actitudes persistentes o conservadoras), las ne-cesidades
técnicas o sociales de la comunidad que acoge al arte-sano
y a su producción, ia materia prima ciisponibie, ei nivei mis-mo
de habilidad artesanal, el grado de familiaridad del opera-rio
con las aportaciones culturales y tecnológicas (la mayor o me-nor
plasticidad en las cualidades de receptibilidad) de otros gru-pos
vecinos, y las interacciones incluso con otros tipos del mismo
170 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS OSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 25
utillaje o contexto de cultura material 3G. ~ormalmented, ebieron
de existir haces de condicionamientos que se imponen, ora unos,
ora otros, a los grupos humanos del Paleolítico Superior. Ante
ellos hay siempre varias posibles soluciones o actitudes: se adop-ta,
se conserva, se adapta o se abandona "por motivos que no es-tán
exclusivamente ligados a la presión ecológica. Tal elección
personal, propia de los grupos, ha podido ser más o menos jui-ciosa
o eficaz, facilitar o dificultar su desarrollo en el tiempo, y
su extensión en el espacio, pero las razones profundas de ella
son probablemente complejas y, por el momento -si no para
siempre-,. se nos escapan" 37.
El problema de la génesis y desarrollo, o dinámica, del instru-iiieiitü
Óseo r e s~ksei i sss limas ge~erdriss omeja~tea i e," se
plantea sobre la formación y entidad difusiva de las culturas del
wfürmiense.
a) ;En qué relación se hallan con respecto a sus inmedia-tas
precedentes del Paleolitico Medio?
b) ¿Cómo pueden explicarse la categoría -y la misma me-cánica
de relación- entre las distintas facies, especialmente en
lo referente a los dos supuestos "phyla" Auriñaciense y Perigor-diense?
Para responder a tales cuestiones deben tenerse en cuenta, sin
duda, datos de estratigrafía y de precisa tipo10,gia. Por desgra-cia,
en cuanto a las superposiciones estratigráficas, no se poseen
hoy secuencias completas ni seguras que puedan imponerse en
forma general a los distintos grupos culturales del Paleolítico
S~perinr. Pnr ntm Isirlq para estudiar cada uno de los elemen-tos
-o tipos- de la cultura material en el momento preciso en
que se ori,ginan hemos de recordar la aguda observación de Teil-hard
de Chardin de que "se trate de un individuo o de todo un
grupo, de una idea simple o de una civilización, nunca se fosili-lnn
~mhrinnea". Y '"U Y&*'-- -.,*--.,
En cuanto a la mecánica teórica de esa génesis, indudable-
316 Ph. E. L. Emith, Le Solutréen en Frunce, cit., pp. 27-28.
37 D. de Sonneville-Bordes, LJEv oZu tw~d u Paléolithique ..., 1966, p. 30.
Núm. 15 (1969) 171
mente se trataría de discutir una abigarrada serie de conceptos
de Etnología. En su más simplicisimo planteamiento, los comu-nes
estilos industriales, ¿se producen por auténticos contactos fí-sicos
entre los grupos humanos (por migración de las gentes) o
hemos de pensar más bien en una difusión secundaria sólo de las
ideas y conocimientos tecnológicos; o hasta en una evolución "in
situ" de algunos elementos preexistentes anteriores?
Dado que los elementos de cultura no suponen entidades ais-ladas
(y menos dentro del campo concreto de las industrias ma-teriales
básicas) se puede pensar -con S. A. Semenov- que uno
de los catalizadores de orden tecnológico que pudo desatar, en ;
cierto modo, el amplio haz de las industrias óseas del Hombre
g
de Cro-Magnnn fi~.era la apRdSn de! Ui-ri! líticc 38. Ap&e de 5
ello deberán valorarse adecuadamente, para explicar la génesis B-
5
ó" del instrumental óseo superopaleolítico, tanto los precedentes se- $
ñalados antes del Musteriense como una muy posible tecnología S
g
paralela (totalmente aniquilada por la corrosión del tiempo) de
12 nladerz. I
;Cuál es el origen real del Paleolítico Superior y de sus in- 5
0 m
dustrias? Durante bastante tiempo se ha negado que pudiera for- g
U marse por una evolución local de las culturas y utillajes del Mus- 6
teriense avanzado. H. Breuil y R. Lantier pretendían la existen- B
E
cia de dos cunas distintas, "mientras que la del Auriñaciense debe a
ser buscada en Oriente, en las estepas del norte de China, pare- 9
B
m
ce haber sido la del Gravetiense las tierras del Asia Menor, de B
donde paralelamente han partido las ramas africanas y europeas, J
o
por evoluciones más o menos paralelas, pero no sincrónicas 39.
Mientras que D. Peyrony40 cree en la existencia de inmigracio-nes
procedentes de Oriente, siendo los hombres de Combe-Capelle
quienes aportarían el phylum perigordiense, y, tras ellos, Ilegan-
" O m A m - - - - - - - - n.--,...x m--,. - - T . ---
0- u. A. ooriiaiiuv, r r ~ r&~ u r%cia,t irvIuwuyy ..., p. i47.
39 H. Breuil-R. Lantier, Les fiommes de Ja PPierre Ancienne, París, 1959,
página 190.
40 D. Peyrony, Le Périgordien, Z'Aurignacien et le Solutréen en Eura-sie
dJavprés les derniBres fouilks, en pp. 305 a 328 del "Bulletin de la Societé
Prmstorique Franpise", 1948.
172 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
~N~USTRIAOSSE AS DEL HOMBRE DE C R O - b G h T 6 ~ 37
do los de Cro-Magnon como vectores del Auriñaciense típico. Esta
tendencia a asociar un tipo de cultura material a un concreto
grupo racial humano -siempre tan peligrosa- ha sido adoptada
luego por G. Poisson y por L. Pradel. Ello, que acaso sólo fuera
aceptable en los mismos orígenes de la cultura superopaleolítica,
no lo es en sus perduraciones, debiéndose admitir -como más
realista y adecuada- la idea de R. Jullien de existencia de un
"stock" cromañense a cuyo saldo deban liquidarse cada una de
esas aportaciones que podemos aislar en lo tecnológico mas no
en cuanto a su paternidad. Así, subrayaremos que aquí "una vez
más se muestra vano y sujeto a error el hecho de querer aso-ciar
un utilillaje dado a una determinada raza humana; los in-
+LPr.;.l.LP.a,.l-l~l u:nl uPU. entre pubkicimes &biei"ii sez-, eii efecto, io suficien-temente
numerosos y frecuentes como para producir mestizajes
y dar lugar a cambios y aportes industriales" 41.
Más aún, con ello Peyrony supuso un "hiatus" o ruptura en-tre
Musteriense y Paleolítico Superior, que sólo habría de cubrir-se
con ia invasión raciai y cuituraimente renovadora de los hom-bres
de Combe-Capelle y de Cro-Magnon. Sin embargo, hoy no
es nada seguro afirmar tal existencia de hiatus. El Perigordiense
Antiguo, más bien, parece extraer su origen del mismo Muste-riense
de tradición a c h e l e n ~ e ~co~m,o se puede comprobar en el
conjunto de instrumental lítico que acompañaba al esqueleto de
Combe-Capelle; y ello sucede también en elevados porcentajes de
útiles de sílex recogidos en estratos del Perigordiense Antiguo en
estaciones del Périgord. Yo creo que, del mismo modo, sería po-sible
aún ver los precedentes de varios instrumentos óseos del in-terstadio
Würm 11-111 e inicios del 111 en aquellos que señalé an-tes
del Musteriense avanzado; topando con la dificultad -para
demostrar la idea- de que son escasos los yacimientos del Cha-telperroniense
debidamente excavados y -además- ni se pres-tó
la debida atención a estos "prototipos" del instrumental óseo
ni son 1m mejores las condiciones climáticas -rigurosamente
41 R. Juiiien, Les Hommes Foss4les da la m r r e Taillée, cit., p. 226.
F. Bordes, Le passage du Paléolithique moyen azc Paléoli'tbique su-
Périeur, en ,pp. 175 a 181 de "NeanderthaJ Centenary", Utrecht, 1958.
28 IGNACIO BARANDIARÁN
frías- de este momento para una adecuada conservación del hue-so
trabajado.
La transición del Paleolítico Medio al Superior, y la génesis
misma del instrumental que aquí estudiamos, puede señalarse en
ese estrato que llamaríamos "Protoperigordiense", del yacimien-to
de Abri Audi, con tosquísimas formas de puntas aguzadas en
esquirlas de hueso. En general, hoy se insiste en negar toda rup-tura
en lo tecnológico (lítico desde luego y, posiblemente, óseo)
del Paleolítico Medio al Superior, e incluso se "puede plantear el
problema de la existencia, en un medio Perigordiense Antiguo,
de formas humanas que no son forzosamente de "Horno sapiens" 43:
así el tipo de Arcy-sur-Cure.
ITIIUUU~I-UL-C4I- I L -~1 ;Lmr~rmLeCn,+ ri + . . n n r . r i n ~ n n + n ~ a r . - A ~ a~01 ~DO_ ; ~ GI LLIUILIGIILV L L ~ ~ ~ L G I L U G L I L ~UI G ~GL LGDIGJ U ~ LL a-leolítico
Superior debe corresponder al Chatelperroniense. Fren-te
a quienes siguen insistiendo en la radical independencia recí-proca
entre Perigordiense y Auriñaciense, G. Laplace ha presen-tado
muy recientemente una hipótesis explicativa que debe ser
corisidei-ada con la niz,y l.n ia ateliCiSli. E: pu:iMOr"fisii"iu qUe &e
autor observa en los conjuntos instrumentales del momento se ex-plica"
como el final de un largo e insensible proceso de enrique-cimiento
en formas nuevas durante todo el Paleolitico Antiguo y
sobre todo el Medio, que se acelera singularmente en el Chatel-perroniense
antiguo" Así, en ese estadio polimórfico global se
incluirían los gérmenes esenciales, de los que irán surgiendo las
culturas más conocidas del Paleolitico Superior, bastante homo-géneas
y especializadas, pero con escasas variaciones fundamen-tales
en su evolución. Es esta la teoría que los biólogos denomi-nan
dei aSin¿etotipo" (que adopta Lapiacej y A. C. Bianc iiamara
de la "cosmolisis".
Asimismo, aunque la aceleración expansiva de los utillajes
óseos se retrasa hasta los inicios mismos del Auriñaciense típico
43 Según A. Leroi-Gourhan (cita de R. Jullien, Les Hommes ..., p. 227).
44 Mantenía la independencia entre los dos "phyla", D. de Sonneville-
Bordes (A propos du Périgordien, pp. 597 a 601 y 633 a 665 del "Bulletin de
la Société Préhistori~que Francaise", 1955). La postura de G. Laplace se halla
suficientemente expuesta en su última publicación, ya citada, Recherches
sur POrigine ..., de 1966.
174 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
(donde -de aceptar la tesis de Laplace- colocaríamos con más
seguridad el correspondiente sintetotipo tecnológico), creo que sus
gérmenes polimórficos deben buscarse a partir del mismo Mus-teriense,
en unos estadios ya mediados.
Más aún, para Laplace 45," la teoría de la pluralidad de los
centros genéticos y la teoría de la formación de los complejos
auriñacoides en cada uno de esos centros conforme al proceso del
sintetotipo aportarían, en el estado actual de nuestros conoci-mientos,
una concepci6n más realista, susceptible de rendir cuen-ta
de la complejidad del viejo Leptolítico y de resolver la con-tradicción
sugerida por la coexistencia, por un lado, de complejos
más o menos diferenciados unos de otros, según la supervivencia
de elementos de diversas tradiciones musterienses, y, por otra
parte, de complejos auriñacoides ampliamente extendidos en una
capa uniforme sobre el área de extensión del conjunto de los cen-tros
genéticos". Por todo ello se sugiere que los complejos Peri-gordiense
y Auriñaciense no sean en realidad sino facies distin-tas
de un, solo grupo, o germen sintetotípico anterior no diferen-ciado,
tratándose eiias mas bien de simpies formas especiaiiza-das.
Ello no es tan descabellado de suponer cuando los análisis
estadísticos de los ajuares líticos de esas dos facies muestran (a
menudo, incluso, con asombrosas coincidencias) la presencia de
buen número de Utiles comunes en ambos conjuntos 466. O a partir
de las observaciones de Hallam L. Movius en el Abri Pataud.
Para terminar, insistamos en la idea de Laplace de ver como
raíces explicativas de la impresionante eclosión de la cultura ma-terial
(lítica y ósea) y artística los complejos estructurales y mor-fológicos
("polimorfismo de base") que "culminarían un largo e
insensible proceso de enriquecimiento en formas nuevas... con la
45 G. Laplace, Recherches sur Z'Origiffle.. ., p. 288.
46 G, Laplace, Recherches sur Z'origilze et Z'évolution des complezes
Ze p t o l i f i~ue sL. e probleme du Périgordien I et ZI et Z'hypothese d u Synthé-
-a.m.."-"-- m..--: *".--T..-:- -""-,".*:-".- i w í y p u WWi l y r u r * i / u - y , u v G ú C O G r b . D u U W G ¿18 L Y p V I V Y C O C ú I b V i C Y L U ~ U . G (PP. 153 a 240
del tomo 5 de "Quaternaria", Roma, 1958). Las ideas de F. Bordes y D. de
Sonneville-Bordes pueden verse, sobre todo, en las páginas, respectivamen-te,
347 a 360 del tomo 67 de "L'Anthropologie" (1963) y las 536, y 537 del
tomo 57 del "BLilletin de la Société Pr6historique Francalse7? (1960).
Núm. 15 (1969) 175
aceleración singular del Chatelperroniense". En el concreto te-rreno
del instrumental Óseo, pueden verse ya elementos que se
consideraban tradicionalmente de aportación auriñaciense en esos
estadios tan antiguos del Paleolítico Superior: así algunas pun-tas
sublosángicas, de sección circular o cuadrangular, con base
a veces cónica y hasta en bisel simple (la cita viene de Laplace),
o los dientes perforados como colgantes.
Génesis, diferenciación, especialización y multiplicación : he
ahí los mecanismos teóricos de toda dinámica biológica y tam- a
bién de tipos industriales. En el Paleolítico Superior todo ello, E
además, está circunstanciado por la existencia "sobre un mismo O
lugar de cierta continuidad de tradiciones técnicas a través de - m
O
períodos hasta muy largos" 47. Continuidad industrial que cuando E
E
se da en grupos espacialmente aislados puede producir fenóme- 2 E
nos de "inflación de las formas especializadas" (¿qué sucede con
el arpón del Magdaieniense Superior-Final de Cantabria ? ; ; o con
el Solutrense avanzado aquí?), o "hiperespecializaciones" como -
0
m
las ha definido Laplace. E
O
Utilizando términos de este mismo prehistoriador, en cualquie-ra
de los complejos industriales óseos del Paleolítico Superior pu- -E
diéramos distinguir "sustratos" (o formas arcaicas técnicamente a
elementales) y "formas elaboradas". Lo que llevaría esta ponen- -
tia a minuciosas precisiones -siempre discutibles- sobre las re-laciones
del instrumental óseo con el lítico (con los contextos ge- 3
O
nerales de su propia cultura y particulares de la tecnología ma-terial,
con sus precedentes, etc.) y sobre los posibles momentos de
"inflación del sustrato", de su regresión ...
Algunos han insistido (acaso exageradamente) en el valor de
los procesos de evolución "in situ" para explicar la dinámica de
10s romplejos mlti~ra1es; hace hoy crisis la tendencia a supnner
por sistema la existencia de migraciones masivas como argumen-
47 P. Mouton-R. Joffroy, Le gisement aurignacien des Rois d Mouthiers
(Ol~arente)P,a rís, 1958, pág. 96.
176 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INüUSTRIAS ~ S E A SD EL HOMBRE DE CRO-MAGNON 31
to aclaratorio de las rupturas de las normales secuencias de Cul-tura.
Otra tesis distinta presupondría la presencia de potenciali-dades
de tipo inicial en las que se hallaran implícitos, al menos
virtualmente, los elementos diferenciados que surgirán, "por evo-lución":
adaptación, en parte, de la vieja teoría de las "Elemen-targedanke"
de los antropólogos del siglo pasado. Indudablemen-te
que la contemporaneidad de unos grupos con otros debe jus-tificar
todo tipo de relaciones y préstamos, de forma que hasta
se puede pensar en una transmisión como por herencia o patri-monio
que se cede, entre las culturas sincrónicas, "antes de que
las más antiguas desapareciesen o se transformasen por com-pleto"
as.
Si se nos permitiera un planteamiento concreto de esos pro-blemas
de génesis y dinámica pensaríamos en el Solutrense. Sobre
el tema las más graves cuestiones a disputar serían:
a) La propia evolución interna del "complejo cultural", pues-
+, ,.., ,-:,+,, ,., r ,. ,,+,-,1 ,.., ,.,+"a:,." :-C....:....
L u que caluLci1 txauLaa cu el, c u L o a ua CDLaUlUDi 1 1 ~ ~ c y~ liiule~di o
(desde un punto de vista, tanto tipolÓ,gico como técnico) que ni
siquiera han podido llenar las minuciosas y afortunadas excava-ciones
recientes de Ph. E. L. Smith en Laugerie-Haute (entre sus
estratos 11 A y 11) 49.
b) Su origen: ¿se trata de formas procedentes en su mayo-ría
del Perigordiense Superior-Final, del "Protomagdaleniense" ? ;
en tal sentido se pretende (así antes H. Breuil, luego D. Peyrony,
J. Combier o G. Laplace) ver en "el Perigordiense Superior el ger-men
mismo de la técnica solutrense" 50. Mientras que, frente a
ellos, debe subrayarse ia observación de Pn. E. L. Smitn de des-tacar
en el Auriñaciense típico otros posibles precedentes al Solu-trense
(y hasta verlos en el Musteriense) : así el nivel Solutrense
Inferior de la Grotte Chabot (en excavaciones de P. Huchard)
contiene hasta un 10,6 por 100 de Útiles líticos de indudable fa-
88 D. Peyrony, Etu& des formes iddites ou tres peu connues du Mous-térien:
leur évolutwn dam le PaZéolitKque superieur, p. 19 del tomo 35 de
la "Reme Anthropologique", París, 1925.
49 J. Combier, Le PaZéolith@ue de PArd2ch.e ..., p. 258.
60 D. Peyrony, Le PérigmCEien, PAu7Tignu&en.,, p. 327.
32 IGNACIO 'BARANDIARAN
cies musteriense. En cualquier caso, deberán realizarse aún ex-cavaciones
minuciosas en las zonas del valle inferior del Róda-no
o del Périgord, donde, acaso, se halle la respuesta a estas in-cógnitas
de dinámica cultural jl.
En el tema concreto de las industrias óseas del Hombre de
Cro-Magnon pudiéramos parafrasear (aplicando la cita, tanto al
instrumental en hueso, como al lítico) la expresión de H. L. Mo-vius,
sobre el peligro que corremos al utilizar rígidos esquemas
evolutivos de las culturas prehistóricas, hacia los que nos senti-mos
muy inclinados, porque como pensamos que "el esquema esen-cial
se repite muchas veces, nos vemos tentados a aceptarlo como
A noma" 52.
D
pareceo ~se~-vai+üuen a cierta incornpai=biii&d las i i iha- E
O
trias de hueso y de piedra a lo largo de los estadios culturales del n-- m Hombre de Cro-Magnon: la abundancia o proliferación de una O E
de ellas viene condicionada (como efecto o/y causa) por la dismi- E
2
nución o reducción de la otra. "El examen de las industrias pe- -E
rigordienses y auriñacienses lo demuestra. Más tarde los solutren- 3
ses fabrican pocos objetos de hueso, pero trabajan admirable- --
mente el sílex. Los magdalenienses tienen un utillaje lítico po- 0
m
E
bre, pero confeccionan -en hueso y en cuerno de reno- una O
multitud de útiles y de armas de formas variadas y elegantes" 53.
n
Pues ya que el fin que el Hombre primitivo debe perseguir al rea- -E
lizar un tipo no es el mismo objeto en si, sino la consecución de
a
2
las posibilidades de trabajo que ese objeto implica (lo que, tam- n
n
bién, condiciona la técnica a desarrollar para una mejor utiliza- =
ción o provecho de la materia prima de que se dispone), se es- o
cogen los tipos exclusivamente por un criterio de mayor y mejor
servicio a concretas necesidades de índole -casi siempre- ma-terial.
De tal modo que, así, por peculiaridades propias tecnomor-fológicas,
parecen excluirse mutuamente los realizados en sus-tancias
óseas o en liticas; de modo que una mayor pericia arte-
61 Ph. E. L. Smith, Le Solutréen en Frunce, p. 395.
5.2 H. L. MOV~USE,l arte mobiliar del Perigordiense superior de La Co-
EombiGre (Ain) y su relación con el desarrollo contemporáneo en la región
Francocantábrica, en tomo 14 de "Ampurias", Barcelona, 1952, p. 25.
53 M. H. Angelroth, Le Périgordim ..., pág. 166.
178 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTBIAS OSEAS 'DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 33
sana1 en el trabajo de un grupo de esas materias se refleja in-mediatamente
en el aumento del correspondiente ajuar que pue-de
suplir (en bastantes cometidos) al que antes o más tarde se
realice en las otras. De todos modos se precisa tener en cuenta
que no siempre se producirá este tipo de suplencia, porque algu-nos
de los tipos (líticos u óseos) pueden aplicarse precisamente a
la tecnología de objetos de la otra materia. Ese sería el caso de
los buriles, algunos raspadores o piezas líticas con escotaduras
que servirían para el trabajo del cuerno y del hueso; o el de los
llamados compresores o retocadores óseos que se suponen utili-zados
para el tallado de la piedra. En este orden de cosas, to-mando
el ejemplo del tipo funcional "punta" [(tanto en sílex como
en iluesoj se pucliera pensar que a las i i i i T i I W O 8 y variadas eíi
hueso del Auriñaciense corresponden los distintos subtipos 1%
cos del Perigordiense en sílex, según cree A. Cheynier 54; siendo
este eclipse de lo óseo frente a lo líticcs disuelto nuevamente a la
arribada de los complejos culturales magdalenienses.
Por otra parte, insistiremos en que los cambios de clima pue-den
decidir en forma notable la dinámica de los conjuntos ins-trumentales
óseos, toda vez que esas oscilaciones de temperatu-ra
condicionan la presencia de determinadas especies animales
que proporcionan las materias primas insustituibles para esas
artesanias. En este sentido me parece interesante observar que
la progresiva oscilación del Wiürm 111 se hace particularmente ex-tremada
en cuanto a frío en el Auriñaciense típico 1 (correspon-diente
a los estratos 13 y 14 del Trou de la Chevre) en lo que
-por la aparición de los grandes cérvidos del Paleolítico Supe-rior
en este momento- veríamos una sqgestiva posibilidad de re-lación
de causalidad entre esa abundancia de materia prima ósea
y córnea y la multiplicación aceleradísima de toda suerte de ti-pos
instrumentales con ella fabricados. En el otro extremo del
54 A. Cheynier, CommRnt vivait ..., pp. 62-63.
55 H. Laville, Recherches sédimentologiques sur la paiéocZimatoZogie du
Wurmien récent en Périgord, en tomo 69 de "L'Anbhropologie" (pp. 1 a 48,
220i a 2521, 1964.
Núm. 15 (1969) 179
34 IGNACIO BARANDIARAN
Wkmiense la desaparición del reno implica -según ideas muy
enraizadas en los paleolitistas- la sustitución de sus sustancias
córneas por las de otros Cérvidos de menor envergadura y corna-menta,
que no producen ni el espesor ni la resistencia de mate-ria
prima que la del Rangifer tarandus. Desde luego que unos
cambios de mucha mayor profundidad y hondas consecuencias en
lo tocante a la existencia de aquellos grupos humanos se produ-cirían
por las alteraciones de la circunstancia biotópica de pai-saje
vegetal y zoológico, con los intentos de adaptación a ella.
Hechas estas sugerencias sobre posibles motivaciones diversas
que justificasen la dinámica general de las industrias del hue-
80 reccnocemoa q ~ rpps ~!ta - ~QT I . J Ln--n- r hoy- mucho más difícil
marcar las motivaciones de orden tecnológico que incitan la evo-lución
ornamental. L. Tchikalenko, a este respecto, hizo algunas
muy ingeniosas observaciones que pueden servirnos de guía, aun-que
no podamos suscribirlas en general. La decoración geométri-ca,
rama muy particular de las formas dei arte piásiico, parece
venir condicionada en su opinión por un sentido del ritmo que, al
principio, al realizarse el trabajo de grabación del motivo con una
sola mano (supone el investigador checo que con la derecha) y al
desconocerse un eje central de simetría, produce unos modos de-corativos
más arcaicos, que se reducen a teorías de lineas rectas
o curvas simples, mas no aún a las compuestas por varios trazos
en distintas orientaciones. Según Tchikalenko, en el momento en
que el artesano del Paleolítico Superior se decida a girar la pieza
en 18021 se apercibirá de ias posibiiidades del eje así descubierto
(un "eje de simetría de se,gundo orden"), apareciendo los motivos
más complejos como pueden ser los zigzags, las líneas de ángu-los
o en "V", las grecas angulares de más complejo desarrollo
(con los ejemplares de Mezine, en Ucrania, como modelo más di-vulgado).
En cualquier caso, esa diferenciación entre unos motivos sim-ples
y otros complejos puede servir de base para una comprensión
global de la dinámica general de los motivos decorativos del ins-
180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS OSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MACNON 35
trumental óseo en las culturas desarrolladas por el Hombre de
Cro-Magnon 56.
Para el conocimiento del complejo de industrias auriñacope-rigordienses
es preciso acudir, sobre todo, tanto a las obras ge-nerales
de H. Breuil como a las detallistas observaciones comple-mentarias
de D. Peyrony, aunque se nos antojan demasiado con-cretas
si pretendemos aplicarlas a regiones alejadas de los cen-tres
en qUe se ccncibierGn 57.
Los materiales recogidos por Peyrony en La Ferrassie y Lau-gerie-
Haute (aquí, luego, por F. Bordes) y por E. Passemard y
R. y S. de Saint-Périer en Isturitz, constituyen, a no dudar, hoy
por hoy, los más preciosos ejemplos para ilustrar la dinámica evo-lutiva
de las industrias óseas del Auriñaciense y Perigordiense.
En ese "complejo cultural" se da ya un conjunto de instrumen-tos
o tipos que servirán -en algunos casos concretos- como bue-nos
definidores de alguno de sus estadios o períodos, continuan-do
en general en épocas más avanzadas del Paleolítico Superior:
así, diversos tipos de punta$ o azagayas de hueso, de alfileres o
punzones de base abultada, de alisadores, de tubos y varillas o pla-quetas
finas de hueso adornadas con trazos paralelos sobre los bor-des,
de numerosas especies de colgantes (así, formaban brazale-tes
con conchas perforadas en Grimaldi ; o eran trabajados, como
56 L. Tchikalenko, Etude sur l'évolution de Z'oraement géometrique d
Z'épque paZéouitMque, Praga, 1923: de él seguimos especialmente las pa-ginas
45 e 48. Además, es obra hoy ya clásica y muy aprovechable en lo
referente a arte mueble la de G. H. Luquet, L'Art et la Rdligion des Hommes
Fos.viZes~ París, 1926; en páginas 56 a 60 Los trabajos que M. Chollot ha
publicado recientemente en la Revista "Antiquités Nationales et Interna-tionales"
no han aportado nada nuevo al tema de la: dinámica de los mo-tivos
decorativos: son sólo intentos de elaborar una tipología o lista or-denada
de los mismos más que de establecer unos cuantos "fósiles directo-res"
seguros en la evolución cultural del Paleolitico Superior.
57 A$ las obras clásicas de H. Breuil y D. Peyrony que hemos citado
anteriormente.
Núm. 15 (1969) 181
perlas, en marfil, en el Abri Blanchard; o - e n fin- con -dientes
de cérvido y carnívoro perforados en su base...), etc. De todos
modos, parece que los supuestos "phyla" que más o menos mar-
Lámina 8.-Cuadro esquemático de la sucesión cronológica de los principales tipos
de punzones-azagayas del Paleolitico Superior (de A. Leroi-Gourhan, 1965). a, aza-gaya
de sección circular y base apuntada del Chatelperroniense; b, azagaya de
base hendida del Auriñaciense 1; c azagaya losángica del Auriñaciense 11; d, aza-gaya
de sección ovalada del ~uriñkciense 111; e, azagaya o punzón de base bise-lada
lisa del Auriñaciense V: f. azaeava o vunzón de bse en monobisel estriado
del ~rotosolutrense; g y h, 'aiágaygs "o puñzones de base monobiselada (lisa o
con estrías) del Solutrense; i, azagaya o punzón con base monobiselada con estrias
en a h z ~ i ~ 6n-,l Maurialenienao 1; j, azagaya fina con -LIITO hngit~dinrr!~de l Mng-daleniense
11. k {=6;--&to con base monobiselada y surco longitudinal del
&lagdaleniense I ~ I ; 1, azagaya o punzón delgado con base biselada y surco' lon-gitudinal
de1 Magdaleniense 111-IV; m y n, azagayas de base en doble bisel y
de base ahorquillada, del Magdaleniense V-VI.
182 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS ÓSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 37
chan paralelos (en la mayoría central de sus estadios) muestran
caracteres distintivos: mientras que en el Auriñaciense el ins-trumental
óseo incluye formas claramente definidoras elabora-das
con todo cuidado y detalle, en el Perigordiense se da una in-dustria
poco desarrollada y no demasiado característica (a ve-ces
con "préstamos" seguros de lo auriñaciense) frente a formas
tecnológicas líticas muy peculiares.
Del valor concedido a las industrias óseas auriñacienses es
claro exponente el hecho de que las subdivisiones del período tra-dicionalmente
admitidas (según los arreglos de D. Peyrony al pri-mitivo
esquema de H. Breuil) tienen exclusivamente en cuenta
-como "f&i!~-di-rp&~rp>>- 2 12s fermls & 151 8zlg$y$'-; h ~ e -
so; así el Auriñaciense 1 o Inferior, caracterizado por las puntas
de base hendida (nivel E' de La Ferrassie) ; el II por las puntas
losángicas de sección aplanada (H de La Ferrassie) ; el 111 por las
puntas de sección ovalada tendiendo a la circular (H' de La Fe-rrassie)
; el IV por las puntas bicónicas (que mejor denominaría-mos
azagayas biapuntadas; representado en el estrato H de La
Ferrassie) y el V poseedor ya de puntas con su base trabajada
en bisel simple (nivel D de Eaugerie-Haute) (l��m. 3). Sobre la
actual discusión en torno al complejo "auriñacoperigordiense" nos
hemos referido a las ideas de G. Laplace. Las dataciones abso-lutas,
hoy manejables, sobre los primeros estadios de la tecno-logía
ósea deben partir de las fechas obtenidas por C14 en el
Abri Pataud por H. L. Movius 59.
58 D. Peyrony, Les industries Aurignaciennes dans le bassin de La Vé-
&re. Aurignacien et Périgordien, en p.. 543 a 559 del "Bulletin de la Societé
Pr6historique F'rancaise", 1933. Insisto, de nuevo, en lo relativo de estas
apreciaciones, que se hallan hoy en vías de muy pr6xima revisión. Según
informe oral, de los profesores L. Balout y H. L. Movius, el "refrescado"
del corte estratigráfico de La Ferrassie, por Henri Delporte, ha pUeSt0
en evidencia una docena larga de microestratos que permitirán dividir hasta
en 7 u 8 estadios el Auriñaciense "típico" de Peyrony.
59 H. L. Movius, Radiocarbon Dates and Uwer Palaelithic Archaeology
in Centra3 and Westem Europe (pp. 355 a 391 de "Current Anthropology",
Chicago, 1960) ; L'Age du périgordien, de Z'Aurignucien et du Proto-Mag-
& W e n erai Frunce sur la base des datations .au Carbone 14 (en pp. 131 a
142 del "Bulletin de la Societé Méridional de Spéleólogie et de Préhistoire",
38 IGNACIO BARANDIAR~N
Para la exposición descriptiva o secuencia1 de la dinámica del
instrumental óseo partiremos de la ordenación general de este
complejo auriñacoperi,gordiense hecha por D. Peyrony Go. Lo he-mos
expuesto ya en lo referente al Auriñaciense. El Perigordien-se
lo dividió en cinco tipos diferenciables: el 1 o de Chatelperron,
el 11 o tipo Bos del Ser, el 11 tipo Laugerie Haute, el IV o de La
Gravette y el V o de La Font-Robert.
Somos conscientes de la actual situación de crisis de los sis-temas
de subdivisión cultural del Paleolítico Superior. Prometen
una adecuada solución al problema los resultados de excavacio-nes
muy recientes, aún no todas suficientemente divulgadas : así
los trabajos de A. Leroi-Gourhan en la Grotte du Renne, de F.
Bordes y Ph. E. L. Smith en Laugerie-Haute, de H. L. Movius en
el Abri Pataud, o en el corte aún inédito de H. Delporte en La
Ferrassie.
De todos modos, y en tanto no se presente un nuevo esquema
cohesivo, habremos de mantener -con todas sus reservas- el ya
existente.
Sólo en este sentido condicional adopto en estas líneas la cla-sificación
de D. Peyrony para lo auriñaco-perigordiense. Y la di-visión
clásica del Magdaleniense por H. Breuil.
El Pmigo~diense1 , Inferior o Chatelperroniense, ha sido data-do
abmlutamente en torno al 31.550-31.690 a. de C. en Arcy-sur-
Cure. Las más antiguas industrias óseas de ese estadio pueden es-tudiarse
tanto en el nivel E de La Ferrasie como en los estratos
correspondientes de las Cuevas de Arcy-sur-Cure, Roc de Combe-
&,@e, Le X'latier (nilíe! L,), a%te!perra~ y Yu Chhre YIE,
Toulouse, 1963), y la importante comunicación a este Symposio Interna-cional
del Hombre de Cro-Magnon, 1969.
60 En, sobre todo, Le PMqordien et lJAuriglzacien (Nouvelks observa-twns)
(tomo 11 del "Bulletin de la Societe PrCihistorique Franmse", 1936).
La cuestión acaba de ser revisada, entre otros, por F. Bordes (La questzon
Péfigordiznne, en pp. 59 a 70 de "La PrPhistoire. Probli&mes et Tendances",
París, 1968).
(61 Además de las repetidas publicaciones de D. Peyrony, debe consul-tarse
a A. Leroi-Gourhan en Ohatelpierronien et Aurigwcien dans Ze Nord-
Est dt? la Brame (cl'apr&s ia stratigraphie d'Arcy-sur-Cure, Yonw) (en pá-
184 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ciertamente, escasos, y aún no demasiado especializados, los ins-trumentos
en hueso o en asta que nos han llegado ; pensemos, por
otra parte, que ese periodo sólo existe con seguridad en eli Centro-
Sur de Rancia. Ya, frente a las esquirlas que normalmente en el
Musteriense se obtenían por hendiduras trasversales, comienzan a
hendirse las diáfisis 6seas y los cuernos en un sentido longitudi-nal;
usando un buril como punta cortante o incisiva y obteniendo
así (por cada dos surcos paralelos convergentes en sus extremos)
sendas varillas que serían luego alisadas y pulidas como puntas de
azagayas o punzones 62. Dentro de este común Perigordiense Infe-rior
(incluyéndose a menudo junto a él el período 11, también) llega
G. Laplace a distiqguir hasta cuatro grupos regionales relativa-mente
autónomos: el central o del Périgord, el septentrional con
los yacimientos comprendidos entre Poitou y el Morvan, el meri-dional
o de la vertiente pirenaica francesa, y el oriental o itálico
(instalado en la región de los prealpes vénetos y en Terra de Otran-to).
Eh cualquier caso es preciso señalar la limitada localización
de este Chatelperroniense.
Para poder presentar un Corpus algo comprensivo de la tipolo-gía
ósea en dicho estadio cultural se necesita ir espigando en cada
una de las estaciones excavadas, con lo que resultan conjuntos evi-dentemente
"polimó~cos", pero' de muy escaso número de testimo-nios.
Eh torno a tres categorías instrumentales básicas: las aza-gayas,
los punzones (o piezas aguzadas que conservan un talón in-completamente
desbastado) y los alisadores. Insistiremos ahora en
el hecho de la presencia de algunos testimonios instrumentales que
se han considerado de aparición más reciente, y proceden de es-tratigrafías
perfectamente estudiadas, en las que no cabe el soco-rrido
recurso de suposición de cualquier modo de remoción de tie-rras.
Así, junto a los normales huesos apuntados (testimonios de
Fontenioux, Gargas, Cotth, de la italiana cueva del Cavallo) po-seemos
los siguientes seguros elementos que alteran su estricta
ginas 75 a 84 del "Bulletin de la Societé Méridional de Spéléologie et de
Préhistoire", Toulouse, 1963) y a R. Arambourou-P. E. Jude en Le gisement
de La Chhre tl Bourdeilbs (Dordogne) (Périgueux, 1964).
'e2 A. Cheynier, Comment wivait ..., p. 139; y, en general, para el tema
intkresdo, las pp. 115 y 139 a 144.
concepción como irreprochables "fósiles-directores" G3 : puntas de
sección cuadrada o circular con base biselada (ejemplares indivi-duales
en La' Chevre, Laussel, La Ferrassie, en el yacimiento de
la Roche au Loup) ; ejemplares fragmentados de azagayas o pun-tas
de sección circular u ovalada (en Belleroche, Gargas, nivel H
de Broiu y Ponte di Veia A, en Italia) ; diversas azagayas biapun-tadas
gruesas en marfil (de la Grotte du Renne, en Arcy-sur-Cure) ,
y hasta una pieza segura de las de base hendida (en Chktelperron ;
hay un fragmento dista1 en Gargas que Breuil describió como "du
type d7Aurignac, probablément base non fendue"); y además
otros elementos que serán más característicos en estadios poste- - *
riores (así algunos tipos decorativos geométricos en Fontenioux y N
E
Gargas, caninos de cérvido, de féiido y de zorro pei-furados en O
Chiitelperron, etc.) . n-- m
O Insistamos, finalmente, en la escasez de estas industrias en los E
E
niveles inferiores del Perigordiense. S
E
En el Perigordiense 11 (nivel E' de La Ferrassie) se mantienen
las formas y elementos óseos generales del estadio inmediato pre-
-
cedente. 0
m
E
El Pwigordiense IZZ de Peyrony parece que, tras las dudas de O
H. Breuil y F. Bordes, deba ahora, por las observaciones de Mo- n
vius en el Abri Pataud 64, situarse al final de su Perigordiense V; E
constituyendo el estadio inmediato anterior al llamado Protomag- a
daleniense (un Perigordiense VI). n
n
No resultan aún demasiado claros los ensamblajes cronológi- 3
cos y las secuencias del Perigordiense Superior (111, IV y V de O
mrey.-r onyj o GrLiv&,iense: aunyUe e: Abfi PataUd y LaUgeri+
Haute hayan aportado muy importantes precisiones. Por otra par-te,
parece que la transición del Perigordiense Inferior a1 Auriña-ciense
típico se puede reflejar bien en la mitad inferior del es-
G. Laplace, Recherches ..., 1966, pp. 197, 202 y 203; además, el im-portante
estudio de H. Breuil, Etudes de morphologie paZdoZithique. II. L'in-dustrie
de la Grotte de Chatelperron (AZZier) et d'autres gisements similai-res
(en pp. 29 a 40 y 66 a 77 de la "Revue de 1'Ecolei d'Anthropologie", 19111,
64 H. L. MOV~US-HV.. VaIIois, Crane proto-magdaíéden et Vé'értus du Pé-rigordien
final trouvés dans Z'Abri Pataud, Les Eyzies (Dordogne) (en pá-ginas
213 a: 232 del tomo 63 de "L'Anthropologie", 1959).
186 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS ÓSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 41
trato SI11 de la Salle de Saint-Martin, en Isturitz. Aquí aparecen
mezclados elementos de clara tradición musteriense (alguna rae-dera,
puntas espesas.sobre hojas y lascas Levallois y de talón face-tado),
junto a otros del Perigordiense inferior (pocos buriles, cu-chillitos
"a dos", algunas truncaduras, pero ninguna punta de Cha-telperron)
y a los que se consideran característicost del Auriñacien-se
típico (así, una punta de hueso de base hendida). Esta observa-ción
no escapó a R. de Saint-Périer que, en un tiempo en que era
aceptada por todos la dualidad excluyente Perigordiense-Auriña-ciense,
llegó a afirmar que ese esquema de Peyrony "puede estar
fundamentado para el Périgord, pero se aplica mal más allá de
sus fronteras": trayendo como otros ejemplos, junto al de Istu-ritz,
las observaciones de Chgtelperron, Gargas o Germoles.
En estas culturas se nota una continuada evolución de los ti-pos
óseos, a pesar del desarrollo y proliferación de las puntas 1í-ticas.
Sin embargo, resulta muy dificil, para las industrias que
aquí nos interesan, señalar las más características del momento.
Las azagayas (más o menos contemporáneas de las del Auriña-ciense
típico) son en el Gravetiense normalmente sustituidas por
más de\gados y burdos punzones que, como los de Isturitz, con-sisten
muchas veces en simples esquirlas de hueso aguzadas. Los
llamados "anzuelos" (pequeñas piezas biapuntadas) suelen llevar
con frecuencia un aplanamiento en su zona central; son ahora
abundantísimas las esquirlas óseas decoradas con "marcas de
caza" (más numerosas incluso en este estadio del Perigordiense
Superior que en el Auriñaciense típico, cronológicamente prece-dente,
del nivel 1st. N y del F'III, de Isturitz).
En esta famosa cueva de Basses-Pyrénées pueden estudiarse,
a mi parecer, los conjuntos más ricos en instrumental óseo del
complejo Gravetiense en los señalados estratos 1st. IV, V y 5'111.
Pasan de trescientos los huesos apuntados que conservan -como
enmarqgue- su cabeza articular, y de un centenar las espátulas
algo burdas; son abundantísirnos los cinceles (o piezas gruesas de
cuerno con un corte en bisel angular en un extremo; casi tres-cientas)
; resultan típicas unas grandes azagayas biapuntadas, de
ancha sección, con abundantes teorías de "marcas de caza" agru-padas
en el tercio final de su extremo proximal (creo que el tipo
es más frecuente en un Gravetiense avanzado o Superior) ; es rico
el repertorio de pequeños "anzuelos", de dientes perforados (la
mayoría de zorro) y de Littorinas con agujero de suspensión; ci-temos
-por fin- hasta tres sencillos ejemplares de bastón per-forado,
casi una decena de tubos de hueso de ave con perfora-ciones
longitudinales al modo de "flautas", las piezas gruesas de
cuerno que algún especialista francés ha desi,gnado como "navet-tes"
o "bobines" (muy inhabituales) . . . Es aquí cuando aparecen en
Isturitz las más antiguas manifestaciones de arte mueble de cier-ta
calidad: abundan los haces de rayas al modo de las llamadas
"touffes de poils" y las "marcas de caza". Frente a Isturitz des- a N
tacc. !a pebre= e~ Lfiinrtriimentu! Suee de! yuvimie~te ephirile de! E
Gravetiense, donde F. Lacorre apenas recogió algunas sencillas O
n -
aza,gayas de sección ovalada y distintas esquirlas deformes reali- =m
O
E zadas a partir de costillas de mamut (Iám. 4). E
2
En estos momentos surgen ya las formas bien determinadas =E
del arte mueble (correspondientes al Estilo 11 de A. Leroi-Gourhan :
3
en que deben colocarse las "venus auriñacienses" más caracterís- - - ticas), cuando comienza ya a poseer entidad el llamado Santua- 0m
E
rio paleolítico en arte parietal; y son frecuentes unos tipos ins- O
trumentales gruesos (cinceles, cuñas, sectores de cuerno estran-n
gulados, bastones ..., presentando alguno de estos últimos su ex- -£
tremidad dista1 trabajada como en forma de falo). a
2
Si fuera posible presentar una evolución más pormenorizada, n
0
consideraríamos el Perigordiense ZV del Abri Pataud, Roque Saint-
Cristophe Laussel, Abri des Vachons.. ., con industrias bastante 3
O
pobres. Ahí poseemos, entre otros materiales: piezas biapunta-das
de sección gruesa tendiente a la circular y base monobiselada
y hasta en doble bisel (Combe-Capelle), numerosas conchas per-foradas
(Arcy-sur-Cure), un bastón con decoración compleja "abs-tracta"
(ahí mismo), etc. El nivel correspondiente de La Gravet-te
sirve de paradigma de las industrias óseas del momento: son
toscas (y extremadamente fragmentadas) las azagayas y las va-rillas
de sección circular o aplanada, hay sencillos compresores
de hueso, algunas esquirlas recortadas como alisadores o apla-
65 F. Lacorre, La Gravett,e, Laval, 1960, pp. 305 a 326.
188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOB
Lámina 4.-Perigordiense superior de Isturitz: a, azagaya-puñal de sección apla-nada
con doble punta y marcas erpendiculares en el tercio inferior; b, bastón
perforado; c y d, finas esquirlas fiapuntadas ("anzuelos"); e, fragmento de cos-tilla
con "marcas de caza". (De R. y S. de Saint-Périer, 1952.)
Núm. 16 (1969) 189
nadores, unos peculiarísimos anzuelos (me parece que se trata
de tipos Únicos) trabajados aprovechando las bifurcaciones de
las cuernas de los Cérvidos (aguzándoles dos extremidades dia-metrales
y destacando un saliente o tope perpendicular en el mis-mo
centro de la pieza), y es importantísima la colección de bas-tones
perforados* carentes de decoración y con su cabeza en for-ma
de "T". Entre los dientes y conchas perforados la mayoría de
aquéllos pertenecen a Bóvidos (son 12 incisivos; más un par de
Ursus arctos; otros tantos de Cérvido; tres caninos de zorro po-lar;
y otros ejemplares únicos), mientras que de éstas la ma-yoría
corresponden a la especie de la Littorina (además, Purpura
lapillus, Turritella turris, Pecten, Ostrea, Sismondia) .
E1 llamado Perigmdiense V (elementos en la Ferrassie, Abri
Pataud, des Vachons, Fourneau du Diable, Grotte de Gavaudun,
nivel 5 de Laraux) comprende materiales óseos ni numerosos ni
característicos : seguimos observando las azagayas biapuntadas
al estilo del estadio anterior.
E! Grn.vetiimse Fi.??d y Bp@rnvet?:en.se m-u&ra una detención
en las formas instrumentales precedentes. Se nota que, en gene-ral,
las industrias óseas (como las liticas) disminuyen de tamaño.
Continúan existiendo los bastones perforados, las puntas en ex-tremo
de hueso y algunas azagayas poco características (de Lau-gerie-
Haute proceden varias puntas fusiformes con su base apun-tada)
; siendo de destacar la aparición de varillas de cuerno de
sección semicilíndrica que parecen pr,enunciar lo magdalenien-se,
según las dxervaciones de Isturitz, Grotte du Trilobite, Lau-gerie-
Haute, Abri Pataud ... No son demasiado frecuentes -pero
+L: lt;,l-l.c-l,l- .- imprtaíicia como tipos exeepeior,a!es- a!pnas uuaguyuu
de sección circular y base ocupada por un monobisel bastante
largo. El estrato correspondientes de Isturitz (&t. III y C) pro-porcionó,
sólo en las excavaciones de los Saint-Périer, casi no-venta
azagayas de sección circular y base biselada con estrías o -- a--.
11" 'yrray LLUGVG de ellss q ~ pem een esas estriau "Ue enmang~r"
sobre la zona central de su eje), una quincena de varillas plano-convexas
lisas, casi doscientas esquirlas apuntadas, numerosas
otras preparadas como alisadores o espátulas, algunos gruesos
cinceles de cuerno, medio centenar de diáfisis (trabajadas) como
190 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS SEAS DF& HOMBRE DE CRO-MAGNON 45
compresores-retocadores, cinco bastones perforados, algunos tu-bos
como "flautas", colgantes sobre falanges, dientes y conchas
perforados ... Y una nutrida representación de "marcas de caza"
sobre los bordes de muchos de esos instrumentos (lám. 5).
En el "phylum" Auriñ&nse los caracteres generales de las
industrias líticas se mantienen bastante constantemente: me refie-ro
a las líneas maestras de proporciones entre los distintos Indices
Tipológicos. Mientras que parece ser el instrumental óseo el que
mejor refleja su evolución cultural.
Frente a las subdivisiones de D. Peyrony, G. Laplace en 1966
cree que acaso fuera más seguro optar sólo por un agrupamiento
de todos los subperíodos auriñacienses en una organización tri-partita
:
- El Auriñaciense "antiguo", comprensivo de los niveles con
puntas de hueso de base hendida (coincide con el 1 de Pey-rony)
.
- El Auriñaciense "medio" o "évolué", poseedor de las pun-
A-- l - - L - - - : - - -
Las lusdriglcas que, durante su transcurso, van pasando a
fusiformes (e1 11, IIí y IV de Peyrony).
- El Auriñaciense "final", con piezas ya de sección circular
y base monobiselada (es el V de Peyrony).
Las precisiones de Laplace pretenden salvar las excepciones
que se dan a la rigurosa esquematización lineal propuesta por
Peyrony: así -y sólo como un ejemplo-, las puntas de base hen-dida
(que éste1 consideraba esencialmente del Auriñaciense 1) apa-recen
acompañando a las losángicas (que pertenecen, en su esque-ma,
rigurosamente al II) en La Ferrassie F, Castanet A, La Qui-na
iii, isturits Siii, Gatzarria cbf, des Cottés E, Fosselone 21, La
Ferrassie H, Vachons número 1.. . 66. Con estas salvedades, segui-remos
el mismo esquema de D. Peyrony por ser aún más habi-tualmente
aceptado.
Existe un estadio ProtoauriWense (;el Auriñaciense 0, des-cubierto
recientemente por González Echegaray en la cueva de
Morín?) , anterior en algunos yacimientos al Auriñaciense, posee-dor
normal de las puntas de base hendida (definido por el mismo
G. Laplace, Recherches ..., 1966, p. 233.
Núm. 15 (19691
Lámina 5.-Perigordiense final de Isturitz: a y b, puntas en extremo de huesos;
c, cincel en cuerno de Cérvido; d, varilla de bisel lateral. (De R. y S. de Saint-
Périer, 1952.)
192 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
INDUSTRIAS ÓSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 47
Laplace) y conteniendo conjuntos industriales óseos realmente ex-traños
en cuanto a su heterogénea composición : azagayas sublosán-gicas
ya (de sección aplanada u ovalada), alguna punta, incluso
de sección circular (o con base en doble bisel), puntas de sección
triangular aplanada y algunos dientes perforados. Indudablemen-te
que buena parte de las dificultades de comprensión de estos com-plejos
culturales se debe a los prejuicios de simplicismos estructu-rales
que impregnan la mayoría de los esquemas cerebrales en uso
en Prehistoria: cuando es muy otra, y más compleja, la realidad
de los fríos datos estratigráñcos.
Frente a los conjuntos perigordienses, los niveles del Auriñu-ciense
Antiguo o Inferior (1 y II de Peyrony : coincidiendo con
10s niveles F y H L.E Fprm~~ipm)ij p&.rsrn osr;-gd~2 -Jiar
óseo. Procedentes de-los hogares H e I de la Grotte des Enfants
(Mónaco-Grimaldi) hemos estudiado (en el Musée d'Antropologie
Préhistorique del Principado) un conjunto de materiales óseos
muy importantes para comprender los procesos de génesis y des-arrollo
de esta wltUra: son pnzones & abG!tada, conser-vando
su articulacih, azagayas o punzones de base hendida, al-gunos
cinceles, dientes de cérvido y conchas con perforación ...
Si consideramos la evolución del tipo más característico del
Auriñaciense, la azagaya, en el 1 (o "de Aurignac") prolifera la
pieza de base hendida (por ejemplo, las que Peyrony recogió en
los niveles inferiores de los Abrigos Cellier y Castanet, en el co-razón
del Périgord) ; su estudio más importante ha sido realiza-do
por Henri Delporte en 1958 67, habiendo, por su parte, señala-do
J. Combier 68 algunas azagayas perigordienses del mismo tipo.
En cuaiqüier foriiiia, admiiieiido que ia invención de ese instru-mento
pueda no ser rigurosamente auriñaciense, debe seguirse
manteniendo que, por lo habitual, constituye un "documento-guía"
bastante seguro de este estadio antiguo. Que, por cierto, se
extiende asombrosamente por toda la Europa libre de hielos: des-
67 H. Delporte, Notes de geographie préñdstorique. 1: Les Pwintes d'Au-rignac
cpp. 11 a 20 del tomo VII, fasc. 4, de "Annales", de la Facultad de
Letras de Toulouse, 1958).
68 Gisement paléolithique de Roclainze & Roma~che-Thorins (Saone-et-
Loire) @p. 27 a 39 de la "Rerue d'Archéologie de 1'Est et du Centre-Est").
4
48 IGNACIO BARANDIARAN
de Rumania, Hungría y la Baja Austria e Italia hasta la Alema-nia
meridional, Bélgica, Francia y Cantabria. Y ello en unas con-diciones
climáticas, al parecer, muy rigurosas, como parecen con-firmar
los intensos fenómenos de cryoclastia observados en la ma-yoría
de los abrigos excavados en la región des Eyzies. Así, como
ejemplos salteados de puntas-azagayas de base hendida, citemos
los belgas de Spy y del Trou-Magrite (aquí con algunos "silba-tos",
con punzones sobre esquirla ósea y dientes perforados), las
del yacimiento alemán de V~ g e l h e r d ' l~a~s ,d el estrato F del ita-liano
Riparo Micho (en Balzi Rossi de Grimaldi) o las del nivel
inferior del checo Istallosko. Mientras que, curiosamente, esta uni- a
formación cultural, que parecen marcar tales instrumentos comu- N
Iies, pl*oIitu se ~ivei-~ificare&n facies o ~- ; i ;osr egi=na!es c e f~er - O
mas muy peculiares de tecnología ósea o de arte mueble y deco- - -- m
rativo: sirve aqui muy bien de ejemplo la mitad superior de la O
estratigrafía del propio ~stallosko,d onde se dan unas formas pe- E
2
E culiares (las llamadas puntas de Laustch o de Mladéc, de la cul- -
tura "Oichewiense" j de puntas ios8ngicas de seccih aplanada ova- 3
lada, cual sucede en las cercanas cuevas de Potocka Zijalka y de - -
0
Mokriska Jama. m
E
Es importante testimonio del período interesado el contenido O
del estrato 15a de La Salpetr2re. Sobre otras ricas estaciones del -
Auriñaciense típico antiguo francés, D. de Sonneville-Bordes pre- a-E
tende una subdivisión de esa cultura en dos subperíodos o grupos : l -
a) El de Castanet, más antiguo, que se representa en los es- --
tratos inferiores de dicho yacimiento, y en el Abrigo número 2 des 3
Vachons, en Blanchard y en Patary. O
bj Ei tipo de La Ferrassie, que es mucho m& frecu9iite (zi-ve1
F de La Ferrassie, Abrigos de Lartet, du Poisson, Cellier, Bel-cayre,
Caminade o Cottés).
Un buen paradigma del período general que describimos es el
proporcionado por los estratos SI11 y A de Isturitz. Recogieron los
6Q Véase, a este respecto, la excelente memoria de G. Riek, Db Ebzeit
jagerstat6o.n am Vogelherd im Lonetal. 1. Die Kulturen, Tiibingen, 1934.
70 D. de Someville-Bordes, ProbEems généraux dzc Paléolithique Swpé-rieur
&m Te Sud-Ouest de la Frunce (tomo 62 de "L'Anthropologie", pá-gina$
426 a 428, 1958).
194 ANUARIO DE E8TUDZOS ATLANTICOS
Condes de Saint-Périer aquí un largo centenar de puntas-azaga-yas
de hueso de base hendida (con algunas excepcionalmente ela-boradas
en asta de cáprido), de longitudes varias entre las extre-mas
de 4 a 16 cm. Casi llegan a cien los compresores-retocadores
(con las marcas de su uso en la misma dirección del eje de la pie-za)
; son varias las espátulas, los gruesos cinceles (muy cortos y
fuertes), los puñales, los punzones pequeños y biapuntados, los
llamados "brunissoirs" en cuerno... ; hay numerosos colgantes (en
dientes de reno o conchas perforados), hasta una veintena de
representaciones de "marcas de caza" y fue precisamente en este
medio estratigráfico donde Passemard había hallado la famosa
"flauta" en diáfisis de pájaro perforada por tres agujeros, en 1921.
De hdns mndns, dehe hacerse rnnstar que este nivel (aunque esen-cialmente
se ha de atribuir al Auriñaciense típico antiguo) posee
algunos elementos adscribibles al "phylum" perigordiense (como
el 11-111 de la Dordogne) .
Los modos decorativos más simples, según G. H. Luquet y
T m-l^:'l--l--l-- .-.L.--- -- 1- C - - u - r r . i d : u r \ - + . i n : r i An o,-.-
11. 1 C I l l K a l G l l K U , ara1 GLGll aiiul a GLL la 1u1 llla 1 u u 1 l l i r ; i i L a r la UG uclr-cillas
muescas o incisiones sobre los bordes o sobre la superficie
de distintos tipos óseos, en agrupaciones que lentamente van adop-tando
formas más regulares : series paralelas, continuas y organi-zadas
en grupos a intervalos fijos (de dos en dos o de tres en tres).
En su más antigua disposición suelen estar en dirección trans-versal
al eje mayor de la pieza y se pudiera sospechar si sólo, como
algunos pretenden, han sido concebidos para evitar el deslizamien-to
del instrumento y su mejor sujeción, o comienzan ya a obede-cer
a impulsos de sentido decorativo que se yuxtapone al mera-
-L,I-.I-G+I-L LG p a L-+u:.-.- L u U .u.+:u1:u+-L a I..l :u-. LU de& es qUe, Niih ¿~ Ui S&, h -
rán valorarse los ya señalados -como "marcas de caza"- en el
"phylum" perigordiense.
En el Auriñucieme tipico II (o tipo Bouitou) suelen tener esas
azagayas de hueso -manteniendo su sección transversal aplana-da-
su base no ya hendida, sino apuntada, adoptando ia pieza
en su conjunto una forma romboidal alargada o losángica. Junto a
ellas son frecuentes todo tipo de colgantes, algunas especies de
huesos o cuernos que debieron ser empleados como mangos de uten-silios
líticos, y comienzan a presentarse (muy rudimentarios) los
50 IGNACIO BARANDIARAN
bastones perforados. Continúan, aunque en escaso número, las pun-tas
de base hendida que se consideraban en el estadio inmediato
anterior (caso de La Ferrassie H, precisamente; donde -además-se
dan azagayas fusiformes que se consideran más recientes que
el Auriñaciense 11 de Peyrony), ofreciéndo sl'e otras asociaciones
"extemporáneas", que alteran las visiones simplistas de evolución
radical: así en Roisaz son las puntas de sección circular las que
aparecen en el Auriñaciense 11, junto a otras de base hendida; en
el estrato C del Abri Ceillier las de aspecto fusiforme; en La Fau-rélie
las hay de sección circular y ovalada ...
Son buenos estratos para estudiar este período los correspon- a
dientes de La Ferrassie, Castanet, Caminade-Ouest, Vachons, La N
E Faurélie [excavaciones de Hauser), Cellier. A tal momento corres- "
ponde el hallazgo en Isturitz de algunos restos Óseos humanos (fa- - -=
lange, maxilar inferior) de un tipo de aire neanderthaloide. Oo>
E
Durante el Aufiñaciense tipico 111, o Medio (estilo La Ferra- 2E
ssie), las azagayas, que eran de base hendida o apuntada (y de una 1
forma generalmente losángica), van pasando de una sección apla-
2
nada a otra sensiblemente oval y hasta circular; siendo al mismo -
tiempo más estrechas de aspecto, porque su proporción lo~gitudi- 0m
E
nal total es ahora más larga. En otros tipos, se dan las azagayas
de sección circular y base apuntada. Además, variados instrumen-tos
óseos ofrecen un cada vez más complejo despliegue evolutivo: -
-E
punzones finos en cuerno de reno o en marfil, espátulas, peque-ños
y afilados punzones dobles (a veces con estrangulamiento en
0
su parte central: son los llamados "anzuelos", como en el Perigor-diense
superior), variilas delgadas con perforación en un extremo, 3
O
costillas y otros tipos de diáfisis planas y delgadas con marcas y
hendiduras sobre sus bordes, cinceles con un extremo trabajado
en bisel y el talón machacado, los llamados puñales ... Coexisten en
este Auriñaciense 111 formas variadas de azagayas (de sección
circular, ovalada y hasta cuadrangular; con distintos tipos de
base), sugiriéndose los modos fusiformes claros. El único proce-dimiento
algo seguro para llegar a diferenciar los estadios 11 y 111
del Auriñaciense típico (dada la similitud de los tipos líticos indi-viduales
e incluso de los porcentajes de sus índices comprensivos)
71 G. Laplace, Rmherches ..., p. 234.
196 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
en La Ferrassie reside en los aspectos ya indicados del utillaje
óseo: es decir, en lo referente a transición de la azagaya losángi-ca
a la fusiforme. En ese mismo sentido no es muy fácil deterrni-nar
el contenido exclusivo de los estratos de Isturitz: sobre todo
los que estudiara Passemard, cuando la ordenación de Peyrony
no era siquiera sospechada.
Las líneas decorativas comienzan a disponerse en series para-lelas
orientadas en sentido oblicuo al del eje longitudinal del ins-trumento;
aparecen ahora esporádicamente series de puntuacio-nes
alineadas.
El Auriiñaoiense Superior comprende los períodos IV y V, mos-trando
en los yacimientos clásicos franceses una evolución de las
az-gayas & ~ I J P ~qIu e ~2 2 llnm t ips de ~ C C ~cSircDil lzr y fcr-ma
alargada y fina (plenamente fusiforme) apuntada o bicónica
(acompañado todo ello por abundantes alisadores y perforadores
o puntas finas en extremo de esquirla ósea) y, luego, a tipos bas-tante
largos y algunos de base biselada 72. En el estrato SII, C y. A , de Istiiritz ccinciden nur??emsoa tipes de auagayas de secemn
circular, ovalada o cuadrangular, de base monobiselada o apunta-da,
más algunos objetos perforados o con "marcas de caza". Pa-rece
ser este el momento en que los bastones perforados adquie-ren
-en general- sus complejos sistemas de decoración: pueden
estudiarse ejemplares de Isturitz, La Quina o los de los Abrigos
Castanet, Blanchard y du Poisson.
Para el Auriñaeiense V o Final resultan buenos "fósiles-direc-tores"
las robustas puntas o azagayas de base preparada en bisel
simple: así las del nivel D de Laugerie-Haute Ouest, el único ejem-=
n-la--r de! nive! B & "~t r f i i=~qe 183 de &,tUritz es&!tas, &S-de
luego). Las industrias óseas de este Auriñaciense Final pre-sentan
como una recopilación comprensiva de la mayoría de los
elementos anteriores: son ricas tanto en cantidad absoluta como
en la variedad de sus tipos. Sin embargo no son demasiado nu-mercucs
!es eut rat~aq Ue pzdzi i servir para &finir fietaiiieiite el
estadio, con la limpieza de contenido en que lo imaginara Peyrony:
la realidad de los hechos no corresponde demasiado a esos esque-
72 Véase en M. Almagro (Prehistoria) un esquema de la evolución de
alguno de estos tipos óseos en el auriñacoperigordiense.
Núm. 15 (19691 197
mas teóricos, son demasiados los "mestizajes" que se pudieran
colacionar.
El conjunto más típicamente Auriñaciense Final es el estudia-do
en Laugerie, minuciosamente, por D. de Sonneville y F. Bor-des
73. En cuanto a los modos decorativos, se observan, sobre aza-gayas
y varillas, grupos de líneas oblicuas pareadas, dispuestas en
sentido inverso formando ángulos o dientes de lobo (en forma de
"V") ; en tanto que los ricos yacimientos centroeuropeos (encaja-bles
en un englobador Auriñaciense "avanzado"), así Predmost,
ofrecen unos complejisimos sistemas de decoración geométrica
rectilínea que la Europa francocantábrica no conocerá, o sólo en
a
épocas avanzadas en el Magdaleniense. N
E
Se ha definido como Protornag~bniense un estadio que prece- n -
de a las culturas solutrenses, poco anterior a la liquidación del Oo>
q ü m 1 11, datado absolutamente por Movius -a partir de estra- SE
tos del Abri Pataud- en 18050 a 18650 ó 19785 a. de C. 74. El ni- E
YP! 5' de Lziugerie-Haute Est 75 pertenece a este Protomagdalenien-se,
acaso inmediatamente anterior al llamado Auriñaciense Final : -
presenta un rico ajuar óseo de punzones, azagayas, varillas de sec- 0
m
E
ción planoconvexa asurcadas ..., y un famoso bastón perforado de U
cuerno de reno con representaciones -en bajorrelieve- de un par
de mamuts afrontados y de un bisonte. Sobre él habremos de in- n
E
sistir, con D. de Sonneville-Bordes, en la semejanza de estilo con
los cantos grabados de La ColombiBre, de tal modo que hubiéra- n
n mos de pensar "que la industria del Protomagdaleniense de Lau-gerie
Haute y de1 Abri Pataud representaría, en este mundo del 3
O
Würn? ID fina!, la rama más rica del porvenir" 76. Aunque debe re-conocerse
que tal Protomagdaleniense no es, por ahora, ejemplari-zable
ampliamente, sino en los yacimientos colacionados.
No podemos discutir ahora los mecanismos (y Ia propia enti-
T3 En Position stratigraphiqzue de 1'Aurignacien V cl Laugerie-Haute
Est, p. 378 del tomo 62 de "L'Anthropologie", 1958.
74 Véanse las obras de Movius citadas en la precedente nota núm. 59.
75 F. Bordes, Nouvelles fouilles d Lazcgerie-Haute Est. Premiers ré-sultats
(en pp. 205 a 244 del tomo 62 de "L'Anthropologie", 1958).
76 D. de Sonneville-Bordes, Probi2mes généraux du Paléobithique ..., pá-gina
451.
198 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
dad) de formación y evolución del Soíutrense; lo han hecho, desde
distintos puntos de vista, H. Breuil, F. Jordá, G. Laplace y Ph. E.
L. Smith sobre todos. Las cinco distintas hipótesis sobre su gé-las
más divulgadas, adoptan estas premisas 77 :
No es una cultura realmente el Solutrense, sino sólo unos
modos propios, o técnica, en el trabajo del instrumental
lítico.
Deriva del Ateriense norteafricano, o del Esbaikiense, pa-sando
a Europa a través de la Península Ibérica.
Procede del Este, acaso originado lejanamente en el Esze-letiense,
o de más lejos al Oriente.
Se desarrolla en el mismo suelo francés, a partir de cul-turas
locales precedentes; hallándose sus raíces en el mis-mo
Auriñaciense, en el Perigordiense o en el Musteriense.
Hay pluralidad de "hogares" solutrenses: uno húngaro-balcánico,
otro madrileño, otro sudrodaniano, otro franco-cantábrico
"con infiltración de Cataluña a Almeria" y dos
africanos, según Breuil 78.
Reduciendo nuestra consideración a la zona francocantábrica
e inmediatas, habremos de descartar los dudosos focos de Bélgica
e Inglaterra (quizá adscribibles a un Protosolutrense o al Solu-trense
antiguo). En tanto que en los Pirineos y Cantabria el Solu-trense
se acantona o remansa durante muchos cientos de años más
que en Dordogne. Especialmente, el S o l u t ~ n s ehi spano (como de-mostró
sobradamente B. Jordá en su fundamental obra) se des-arrolló
según distinhs modalidades industriales, que pueden coin-cidir
con diversas áreas regionales ("cantábrico" e "ibérico" en
general), que lo harán diferir del francés y, también, de lo que es
norma frecuente en el Occidental.
En lo referente al instrumental óseo, frente a la idea de los
Mortillet que pensaban qhe se daba en el Solutrense un "eclipse
tntol,, a,i + m n k n i n ,401 h v - o o n vr n m t n A P h r i - m ; n m ;*ro;ntX fin o.- ;m
ivcar usz~ u awajv u b r ~iubov y aubai, A, vu-zyiu-zr ribxuiru CLL uu rui-portancia,
sobre todo en Badegoule. Incluso H. Breuil miró con es-caso
interés las industrias óseas solutrenses, aunque reafirmara
73 Ph. E. L. Smith, Le Xoiutréen en France, pp. 341 ...
78 H. Breuil, A propos de l'inüustrie atérienne, en pp. 56 a 61 del
tomo 52 del "Bulletin de la SociBté Préhistorique Francaise", 1955.
Núm. 15 (1969) 199
54 IGNACIO BARANDIARAN
con seguridad que no se hallaban ausentes de ninguno de los pe-riodos
en que se subdivide 79. Realmente es poco numeroso este
campo de la tecnología en el Solutrense. Y no se puede pensar que
ello se deba a malas condiciones de conservación producidas por
adversas circunstancias de clima o de medio estratigráfico, pues-to
que se conocen niveles riquísimos en cuanto a restos osteológi-cos
de fauna, pero carentes casi por completo de instrumental óseo
(así, por no multiplicar los ejemplos, sirve el nivel 1, del Solutren-se
Inferior, de la Grotte de Chabot, o el 3 de la del Figuier, re-cientemente
estudiados por J. Combier en su obra comprensiva del
Paleolítico del Ardeche). Del mismo modo debe quedar claro que a
no son frecuentes (con la excepcionalidad asombrosa del Parpa- N
E
116) !as obms de arte müebk en e! Sd~trvriae. O
En este período cultural, las formas instrumentales en mate- n-- m
rias óseas, que conviven con un utillaje lítico de sorprendente ri- O
E
queza de trabajo y variedad, mantienen simplemente Los tipos he- E
2
E redados de épocas precedentes, sin que -en un sentido muy es- -
iricio- podai-íiios hablar de novedades. Loa itlstxmentm Sams 3
del Solutrense tienden a ser restringidos, tanto en cantidad abso- O- -
luta como en el número de variedades de tipos utilizados, "pare- m
E
ciendo poseer los tipos de azagayas, de puntas o punzones, de agu- O
jas, de alisadores, etc, que se encuentran en las otras industrias a
n
del Paleolítico Superior" =O. La afirmación de Ph. E. L. Smith se a-E
nos antoja, con todo, demasiado rigurosa: no es sólo la aguja, l
n
inventada por las gentes solutrenses, sino que en la Costa Cantá- n
n
brica (como señaló F. Jordá) algunos tipos óseos muestran pecu- 3
liaridades de estas industrias. Así, dentro del grupo de las aza- O
gayas (de sección ovaiaüa o circuiarj, muchas veces con su base
monobiselada o simplemente redondeada, H. Obermaier y el Conde
de la Vega del Sella habían presentado, como solutrense, "el tipo
de azagaya ligeramente arqueada con aplanamiento central para
el enmangado" (si bien Smith cree que les existe un precedente en
79 H. Breuil, Les Subdivauiisiom du PaZ6oZithique supérieur ..., p. 38.
80 Ph. E. L. Smith, Le Bolutrden en France, p. 56.
81 F. Jordá, El Solutreltsis en Españta y sus problenuzs, Oviedo, 1955,
página 93; D. y E. Peyrony, Lawgerie-Haute, pres des Eyxies (Dordognej,
París, 1938, p. 39.
200 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS OSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 55
ejemplar individual de Laugerie-Haute) muy frecuente en los
estadios superiores del Solutrense cantábrico. O bien algunas aza-gayas
finas (mejor las llamaríamos punzones) de sección delgada y
punta muy aguda, o espátulas con su extremidad redondeada.. . más
los conocidos colgantes en concha (Jordá cataloga en Cantabria:
Dentalium, Turritella, Nassa, Littorina, Pecten, Cardium ...) o en
dientes de animal (Capra, Cervus, Vulpes, Canis lupus, etc.).
De todos modos es preciso reconocer que el instrumental óseo
solutrense ha sido con frecuencia subestimado ante la habilidad
artesanal del trabajo del silex, lo que parece explicar -en opi-nión
de A. Cheynier- el descuido de los anti,guos excavadores en
recoger los tipos (tan "pequeños y frágiles"), "interesados como
estaban por ias magníficas reaiizaciones en piedra" ".
F. Jordá, en su estudio del Solutrense hispánico, establece en
su evolución dos facies distintas (la cantábrica y la ibérica) que
se escalonan en cuatro períodos sucesivos. La línea dinámica del
instrumental óseo, en la facies cantábrica (en la ibérica apenas
existe tecnología del hueso: si no es en el Parpalló) sería: pre-sencia
ya de las azagayas de aplanamiento central en la fase 11,
continuando -aunque en menor número- en la 111; mientras que
la facies ibérica del Solutrense español ofrece en el 11 unos pun-zones
bicónicos, que alternarán en el 111 con otros de sección circu-lar
y base redondeada y darán paso, en el IV, a pequeñas aza-gayas
de base monobiselada 83.
Una visión más amplia de la evolución del instrumental Óseo
en el Solutrense puede plantearse a partir de la consideración de
sus testimonios en tres importantes yacimientos franceses: Ba-degoule
para los estadios Inferior y Medio, Le Placard y Le Four-neau-
du-Diable para los Superior y Fina1 84.
-
82 A. Cheynier, Comment vivait ..., pp. 144 y 146.
83 F. Jordh, El Solutrense en España ..., p. 183.
84 Publicadas, respectivamente, por: A. Cheynier, Badegoule. Statwn
solutréenne et protomagdulénienne, París, 1949; A. de Mortillet, La grotte
du Plucard et les diverses industries qu'elle a livrées, en las pp. 241 a 267
de "Actas del 11 Congreso Prehistórico de Francia", Vannes, 1906; Ph. E. L.
Smith presenta un estudio completo de Fourneau-du-Diable en su obra Le
SoZutréen en France (en pp. 236...) .
56 IGNACIO BARANDIARAN
En el Solutrense "inferior", de Badegoule, A. Cheynier encon-tró
una industria integrada fundamentalmente por puñales fabri-cados
en cuerno de ciervo, por punzones trabajados en la extre-midad
de una esquirla ósea y por alisadores, retocadores, varillas
con muescas a los lados, y hasta algunos "mangos" y "cucharas"
(tipos excepcionales). El repertorio tipológico de este estadio cul-tural
puede completarse con el grupo de cinceles en cuerno de
reno, no decorados, del nivel 3 de la Grotte du Fi,guier, o los de
Chabot y Oullins (las tres en el Ardkche) ; con los materiales de-corados
(de hueso, marfil o cuerno) de Laugerie-Waute (así el es-bozo
de escultura de un felino que aquí recogió Ph. E. L. Smith) ;
o con las diversas piezas del yacimiento de Ruth.
ui%&-vr c nrn unanu- ur<cnrn r;criuc< A n r - ~ r oA no onhvn lno hionlno An nna r r n r r n~ x r nlrn- ub r ay a u w u uvur b i w u w i u b i b u u- c u r w é u j uu J yuii
zones parece que, aun manteniendo una finalidad práctica de ase-gurar
su más firme sujeción a un astil o mango, van agrupán-dose
en conjuntos simétricamente dispuestos en haces paralelos.
Las líneas (organizadas) en sentido oblicuo al del eje de la pieza
riiaiitieiieii la tSnica (noríiia! a !a largo de todu e! Paleolitieo SU-perior,
según las sugerencias de Tchikalenko) de orientación diri-gida
del ángulo superior izquierdo al inferior derecho (colocada
la pieza con su extremidad proximal abajo).
Los niveles correspondientes al Sotutrense Medio en Badegou-le
presentan algunas puntas de hueso que intentan reproducir (sólo
en forma general, no en cuanto a técnica de elaboración) los ti-pos
líticos contemporáneos (como hojas de laurel, de sauce, de
muesca, algunos dudosos buriles: hecho que parece que se deba
mantener -aunque con precaución-, a pesar de la crítica en-frentada
por Ph. E. L. Smithj ; y, además, puntas robustas de
azagaya, alfileres (o puntas finas largas con abultamiento -como
cabeza- en su extremo proximal) , varillas redondeadas en ambas
puntas, y unos peculiares cuernos gruesos trabajados en forma
como de tapones (los "bouchons d'outre"). El estrato IIIb y FII de
Isturitz pudiera asimismo corresponder a este momento (o 11 de la
clasificación de Jordá) . Se presentan en el importante yacimiento
vasco-francés diversas azqgayas de base monobiselada (algunas
poseyendo sobre su cuerpo ranuras o surcos longitudinales) y bas-tantes
biapuntadas (de sección circular), varillas simples y hasta
202 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
INDUSTRIAS OSEAS DEL HOMBRE DE CRO-MAGNON 57
alguna posible punta de aplanamiento central (que serán caracte-rísticas
de los estadios centrales del Solutrense cantábrico; reco-gida
la de Isturitz por E. Passemard), no dándose aún ni, una sola
aguja.
Subrayamos como peculiares del Solutrense 11 cantábrico las
azagayas o punzones de aplanamiento -o "bisel"- central, ele-mentos
bien estudiados por F. Jordá s5, que pueden singularizar-se
en los concretos del Cuete de la Mina.
En lo tocante a representaciones decorativas, este estadio me-dio
del Solutrense hace general el empleo de dos hileras de líneas
oblicuas que, conjugadas, forman series de "V": pero notándose
que los conjuntos de rayos en dirección ángulo superior izquier-d~-
inferlnr dereche sen más regdares qUe !os qUe o i g ~ e n Una,
orientación superior derecho-inferior izquierdo. Además de las
estaciones ya citadas, poseen manifestaciones interesantes de arte
mueble las cuevas del Parpalló, La Baume-Latrone y Ebbou: un
tanto en la "periferia" del núcleo más característico del Solu-trense.
El Solutrense Superior ve el advenimiento de la aguja de ca-beza
perforada. Sus testimonios son seguros ((fabricados en hue-so)
en este estadio en Laugerie-Haute, Badegoule, Abri Lachaud,
Pech de la Boissiere y Ruth; y probables en Lacave, Les Jean-
Blancs, Abri Itagout y Roc-de-Sers, llamando, en cualquier caso,
la atención el que se concentran muy concretamente en una di-mensión
espacio-temporal, el Solutrense Superior antiguo de la
Dordogne.
Surgen ahora, acaso, los primeros propulsores (cuyas citas no
son demasiado seguras; en cuaiquier caso su reaparición se pro-duciría
en el Magdaleniense 111) y conjuntos de azagayas de pe-queño
tamaño (como el grupo de monobiseladaq del Parpalló). Del
rico ajuar de la Grotte du Placard proceden, en excavaciones de
A. de Mortillet, más de trescientas piezas óseas: entre ellas des-tacan
los tipos ,gruesos como puiíales, retocadores-compresores,
mangos, yunques, etc. Con todo, el más importante yacimiento
para el estudio del utillaje óseo en esta etapa es el del Fourneau-
--
85 F. Jordá, El. SoZutrense en España ..., pp. 177 a 180.
du-Diable (Dordogne) ; su conjunto nos muestra que el avance en
la secuencia del Solutrense parece, también, subrayado por unas
mayores abundancia total y variedad de esos instrumentos. El ni-vel
inferior del Fourneau (clasificado por Smith como de "Solu-trense
superior 1") ha proporcionado largas azagayas normal-mente
bicónicas (o sea, biapuntadas) de sección algo aplanada
(siendo, a veces, su base no apuntada, sino redondeada) y cince-les
de cuerno de reno, huesos apuntados, alisadores y variados
huesecillos y dientes con muescas. El niv