CANARIAS Y AFRICA
EN LOS TIEMPOS PREHISTORICOS Y PROTO-HISTORICOS
POR
LIONEL BALOUT
Durante el Symposium Internacional reunido en febrero de
1969 para conmemorar el centenario del descubrimiento del Hon-bre
de Cro-Magnon, presenté una comunicación titulada Reflexio-nes
sobre el problema de poblamiento prehistórico del Archi-piéiago
Canano. Era ei miércoles i9 de febrero, y voivíarnos de
una excursión a las Cañadas del Teide, y nuestra sesión de tra-bajo
se desarrolló en uno de esos hoteles de lujo que tan rá-pidamente
han crecido alrededor de las playas del Puerto de la
Cruz l. En lo alto, el paisaje primitivo de las islas que la Natura-leza
hizo Afortunadas; a nuestros pies, el resultado del trabajo
del hombre que conquista la fortuna. ¿Cómo llegó el hombre
al Archipiélago Canario? ¿De dónde venía? ¿Quién era? ¿Cuán-do
llegó? Estos eran los problemas que traté en aquella ocasión.
Mi colega y amigo el profesor Antonio Beltrán me informa que
acaban de aparecer ias Actas idel Symposium be 1969 '. Por esta
razón trataré sólo de precisar algunos datos esenciales a los
problemas ya expuestos el año pasado; primero los antropoló-gicos,
después los paletnológicos, y por último los arqueológicos.
1 A. Beltrán- Szrnposzo Internaczonal conmemovativo del Centena-no
del descubrzmzento del przrner Hombre de Cro-Magnon. Islas Cana-rzas
1969, págs 32-33.
«Anuario de Estudios Atlánticos», núm. 15, 1969, cfr. págs. 133-145.
2 LIONEL BAMUT
A partir de R. Verneau, los antropólogos han venido confir-mando,
especialmente el malogrado profesor Miguel Fusté y la
señora Ilse Schwidetzky3, que el poblamiento humano del ar-chipiélago
canario estaba formado por dos grandes grupos: los
Cromañozdes, representados por los Guanches de Tenerife, y los
Medzterráneos.
Los hombres de Cro-Magnon vivieron en Europa Occidental
durante el Paleolítico Superior, la «Edad del Reno», al menos
desde el 30.000 a. C., y perduraron después del Paleolítico hasta
las supervivencias actuales que podemos encontrar en la misma
Francia. Millones de hombres del tipo Cro-Magnon han vivido en
a Europa, incluida la Península Ibérica. Este dato no nos permte
excluir a priori la posibilidad del origen europeo de los Guanches E
a partir del Paleolítico. O
n
Desde que se estudió el osario de Afalou-bou-Rhummel (Arge-
- m
O
E
lia), y, siguiendo a R. Verneau, se ha atribuido el origen de los SE
canarios más bien a los cromañoides del Magreb, los hombres E
del tipo Mechta-el-Arbi (o de Mechta-Afalou) 4. Se trata de los
portadores de la erróneamente llamada cultura «iberomauritá-nica
», cuya presencia es segura en Argelia en el 13.000, y en el -
0
m
E
11.000 en Marruecos Durante el Neolítico representan la base O
esencial del poblamiento troglodítico de Orán, y persisten al
menos en el oeste Magrebí. Conocemos supervivencias, en épo- n
E
cas protohistóricas, del tipo cromañoide de Mechta-Afalou. a
n
n
3 Ilse Schwidetzky: La poblaczón prehzspánzca de las Islas Canarras.
Publicaciones del Museo Arq~eológi~coS, anta Cruz de Tenerife, 1963. 3
O
218 págs., 16 figs., 75 tablas, XVI pl. Miguel Fusté. Apergu sur Z'Anthro-poiogie
des popuiatzons prehzstoriques des Zles Canarzes, «Actas del
V" Congreso Panafricano de Prehistoria y de estudio del Cuaternario».
Ibíd., t. 11, 1966, págs 69-80 Id Nuevas aportaciones a la Antropología
de Canarzas. Ibíd, págs. 81-90.
4 C. Arambourg, M. Boule, H. Vallois, R. Verneau: Les grottes pa-leolzthrques
des Benz-Ségoual, Algerie, «Archives de 1'Institut de Paleon-toiogie
humaine~, Me. núm. 13, 1934.
5 G. Camps, G Delibrias, J. Thommeret: Chronologze absolue et
successzon des czvzlisatzons prehistoriques dans le Nord de I'Afrzque. Liby-ca,
t. XVI, 1968, págs 9-28.
96 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
CANARIAS Y &RICA EN LOS TIEMPOS PREHIS~~RICOS 3
Hay, por tanto, un cierto paralelismo entre los datos euro-peos
y africanos. R. Verneau, al identificar los guanches con el
tipo Cro-Magnon, se ha inclinado por su origen africano, porque
G. Marcy encontraba ciertas semejanzas bereberes en la civili-zación
de los guanches y, sobre todo, porque el estudio de
acerca de dos mil cráneos antiguos» le obligaba a concluir que
«los mismos elementos étnicos han tomado parte en la forma-ción
de la población iberomauritánica de Afalou y la más re-ciente
de las Islas Canarias» (1934, pag. 137).
Debemos señalar que la publicación colectiva (C. Arambourg,
M. Boule, H. Vallois, R. Verneau) en los «Archivos del Instituto
de Paleontología Humana* precisaba en su título: Las cuevas
paleolíticas tde los Benz-SegouaI (Argelta). De hecho, los croma-ñoides
del Magreb pertenecen al Epipaleolítico y al Neolítico.
Yo he sido de los que han defendido que los últimos ds ellos
se han refugiado en el Archipiélago Canario al tener lugar la in-vasión
del Magreb por los capsienses mediterráneos 6. Este pun-to
de vista era demasiado simplista. Menos creo todavía que el
epíteto «paleolítico», utilizado en tiempos de Verneau, pueda
justificar, aun en grado mínimo, el poblamiento pre-neolítico
del Archipiélago.
En el norte de Africa, los «Mediterráneos» son los portadores
de la civilización capsiense, que se extenderán por todo el país
durante el Neolítico; los bereberes actuales parecen ser sus des-cendientes.
La impresión de la cronología absoluta, por lo que
se refiere a los primeros establecimientos capsienses, autoriza
sólo a situarlos, lo más tarde, en el 7.000 a. C. Creo que habrá que
subir esta fecha; pero, en todo caso, dado que el poblamiento
mediterráneo del Magreb fue extendiéndose desde el Epipaleo-lítico
a la época histórica, incluyendo el Sahara, quedan abier-tas
todas las posibilidades para que esta parte de Africa sea la
cuna del segundo elemento de la población del Archipiélago Ca-nano,
que parece llegado más tardíamente.
Así, la Antropología nos abre amplias posibilidades crono-lógicas,
desde treinta mil años para los cromañoides y el séptimo
6 L Balout Prehrstozre de l'dfrzque du Nord Essar de chronologze.
París, 1955.
Núm. 17 (1971)
7
4 LIONE& BAMUT
milenio para los mediterráneos, hasta el fin de los tiempos pre-históricos
cuando menos. En cuanto al doble origen africano,
que es el más probable, no elimina totalmente un posible papel
de la Península Ibérica, comprobado, por otra parte, Dor la Ar-queología.
En mi comunicación de 1969 insistí en el hecho de que no
había encontrado en las Canarias algunos rasgos característicos
de las etnias prehistóricas del Magreb y del Sahara (cromañoides
iberomauritánicos y luego neolíticos, mediterráneos capsienses
y luego neolíticos). Entonces escribía: «Más todavía que su nivel
de civilización material, los hombres llevan consigo sus caracte-res
Ct ~ i c ~qsU, e tienei., una p r e f ~ ~ ?si2gn ificaci6n en el mundo
' de los vivos, y más todavía en el de los muertos» 7.
Observaba, en primer lugar, la ausencia de la avulsión den-tal,
mutilación de carácter étnico para los iberomauritánicos,
sexual para los capsienses, ligada al Neolítico, y que desaparece
+C"rLL\L+III~lbIlILmL. nm+ ne n e! nmerste de Mricu en !es t i e ~ n n cn rntnhictíi-
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ricos. Esta observación ha sido confirmada durante este mismo
Symposium por mi colega y amigo el profesor Carnps a. Además
llegaba a la conclusión de que si los primeros canarios proce-den
del Africa, ello no pudo ocurrir antes del momento final
del Neolítico.
Insistía luego en los modos de inhumación, en decúbito la-teral
encogido hasta la protohistoria e incluso en época púnica,
en decúbito dorsal con Roma y luego el Islam. Un caso único
de decúbito latera.l se conoce en las Canarias, en la isla de la , Gcmera, infurmacmr; cpe debe a mi umi g ~h i s Eiege CUscey,
al que nada de lo canario le es extraño.
Por e1 contrario, la momificación, difundida entre los guan-ches,
es desconocida en el Magreb e incluso en el Sahara, si se
7 L. Edout: ~ef!e.xlonr sztr !e prnh!erne dzl peuplement p~ehrstorique
de Z'Archtpel Canayten, «Anuario de Estudios Atlánticos», núm. 15, 1969,
página 137.
8 G. Camps: L'Hornme de Mechta-el Arbi et sa civduation. Contri-bution
a I'etude des origines Guanches. Zbíd, pág. 264.
98 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
CANARIAS Y AFRICA EN LOS TIEMPOS PREHIST~RICOS 5
exceptúa el secado del cadáver descubierto por Mori en el
Tadrat Akakus, fechado a mediados del cuarto milenio antes
de Jesucristo 9.
Si bien el color rojo ha sido ampliamente utilizado para la pin-tura
corporal, no veo que los ritos norteafricanos, en lo que
afecta a la sepultura e incluso a la industria lítica, hayan sido
practicados.
Por último, aunque no hay duda de que existen concheros
en algunos puntos del litoral canario, en ningún caso pueden com-pararse
con los depósitos de cenizas o caracoleras del ibero-mauritánico,
del capsiense y del neolítico magrebí; más bien ha-rían
pensar en los del Marruecos atlántico, de una extraordina-ria
pobreza en datos arqueológicos, y con frecuencia muy re-cientes.
En resumen, las afinidades antropológicas indiscutcbbies entre
los hombres prehistóricos del Magreb y de las Canarias no se
hallan confirmadas por datos ,étnicos anteriores al Neolítico.
Estos datos serán también en su mayoría negativos.
La industrza litica que podemos estudiar en los museos cana-rios
decepciona totalmente, a pesar de que su autor disponía
de una primera materia rarísima en el Magreb, la obsidiana, que
permite las técnicas más preciosas.
La preparación del núcleo por uno de sus extremos existiría
ya, aunque no he podido comprobarlo; pero, ¿dónde están los
núcleos en forma de mitra? ¿Sus hojas crestadas? ¿Dónde apa-rece
el debitaje indirecto (au chasse-lame) que asegura la regu-laridad
perfecta de los desprendimientos? ¿Existen huellas de
la técnica del microburil? La técnica y la morfología tan varia-das
del dorso rebajado no se encuentran, mientras son abun-dantísimas
en el Magreb. No he visto verdaderos microlitos
"~ eométricoso btenidos por medio de la técnica del microburil.
¿Dónde encontrar las series de buriles? Por último, no se ha
9 F. Mor1 Tadrat Acacus. Arte rupestre e culture del Salzara prezs-tomo
Turin, 1965, 257 págs, ill
Núm 17 (1971) 99
6 LIONEL BAMUT
recogido ni una sola punta de flecha, mientras se han encontrado
más de doscientas variedades de tales piezas en el Neolíticc del
Sahara.
Lo que observamos en las Canarias es una industria lítica
decadente y heterogénea, que, a lo sumo, puede compararse con
un Neolítico empobrecido, a la manera de las cuevas del litoral
magrebí.
La rndustria ósea no es menos decepcionante que la de piedra.
La señora Camps-Fabrer ha establecido para el Epipaleolítico y
el Neolítico del Sahara una lista tipológica que debe servir de
base para toda comparación. Incluye cincuenta y cinco tipos 'O,
y puede todavía enriquecerse con las investigaciones de la se-ñora
C. Roubet sobre el Neolítico de tradición capsiense. En la
arqueología canaria, la pieza ósea más característica es e1 punzón
en hueso de cabra; corresponde a los números i9 y 20 de ia lista
de la señora Camps, pero también al número 423 de la obra
Le Musée Préhzstorique, de G. y A. de Mortillet. Tenemos así
una elección difícil entre el capsiense superior del Magreb orien-tal,
el Neolítico de Africa del Norte y los palafitos suizos. Los
documentos canarios no nos aportan ninguna indicación crono-lógica
precisa.
En cambio, la cerámica nos da orientaciones interesantes:
fondos cónicos cuyo origen mediterráneo se admite por lo gene-ral,
decoraciones comunes en Tenerife y en el litoral magrebino
-pico vertedero llegado tal vez de la Península Ibérica a través
de Marruecos-, lámparas perfectamente comparables a ia «taza»
de la cueva de La Fovet (Orán). Un final canario de la cerámica
neolítica del Oeste magrebmo e influencias europeas no es in-concebible.
Los objetos reiacionados, por io menos hipoteticamente, con
el adorno, nos enseñan muy poco. Las cuentas de barro coctdo
pueden equivaler, sin duda, a los discos de huevo de avestruz
tan abundantes en el Neolítico de tradición capsiense. Las cé-lebres
pintaderas, de las que algunas muestran todavía huellas
de colorante, se relacionan tai vez, por io menos en parte, con
10 H. Camps-Fabrer. Matzere et Art mobzlzer dans la Prehistoire nord-afncaine
et saharienne 1966, págs. 166-170
100 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
CANARIAS Y ÁFRICA EN LOS TIEMPOS PREHISr6RICOS 7
el mundo berebere; G. Marcy ha querido ver en ellas sellos de
«Agadir». En realidad no se encuentran más que en Gran Cana-ria,
la única donde conocemos los .graneros» colectivos con
compartimientos. Y, sin duda, es un error el considerar que las
pintaderas, cuya posición cronológica es muy vaga, tenían un
solo uso. Estas «marcas» pueden imprimirse sobre la piel, el te-jido,
un recipiente de barro, la galleta o el pan; y la tradición
de ello perdura todavía.
IV. CONCLUSIONES
Aunque las relaciones entre el Archipiélago Canario y el
Africa magrebí y sahariana parecen indiscutibles, hay que con-siderarlas
como muy tandías y fuagmentarias; tardías, puesto
que no se refieren ni al Epipaleolítico del Magreb, al Neolítico
de tradición capsiense, ni al de El Kiffen (Marruecos atlántico),
fechado en el tercer milenio; fragmentarlas, pues no tenemos,
ni siquiera con posterioridad al Neolítico, huellas del paso de
los primeros navegantes del Occidente, que parecen haber sido
los difusores de la cerámica campaniforme. En cambio, los
treinta y siete ídolos del Museo Canario de Las Palmas nos lle-van,
sin duda posible, al Mediterráneo a mediados del segundo mi-lenio.
Nos hallamos, pues, en presencia de soluczones de continui-dad
en la secuencia arqueológica; se dan los cromañoides, pero
sin relación con la etnia iberomauritánica; los mediterráneos,
pero sin Neolítico de tradición capsiense, ni siquiera Neolítico
sahariano; las influencias mediterráneas protohistóricas en el
arte, pero sin campaniforme; y, por último, un contacto con el
mundo bereber.
¿Cómo explicar que el Archipiélago Canario, como un Finis-terre
prehistórico, no se haya integrado realmente en una civi-lización
exterior antes de ser absorbido por la de los conquis-tadores
cristianos?
En un artículo reciente, Manuel Pellicer plantea los proble-mas
de la arqueología canaria 11: «Todavía no existe una pieza
11 Manuel Pellicer. Panorama y perspectrvas de la arqueología ca-
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8 LIONEL BALOUT
fechada; ni el más eximio especialista seria capaz de fechar nin-gún
gánigo guanche, a no ser con un margen de unos tres mil
años de error. ¿No es esto lamentable?)) 12.
Ninguna de las diez fechas radiométricas obtenidas hasta el
presente es anterior a la era cristiana; y, sin embargo, hemos de
suponer que el Archipiélago ha sido frecuentado, de manera ac-cidental,
episódica, acaso a partir del tercer milenio.
Todo el problema se basa en las dificultades y medios de na-vegación
entre el continente africano y las Islas; lo he discutido
en mi comunicación al Symposium de 1969. Hemos de admitir
que no hubo jamás, antes de los tiempos históricos, otra cosa
que la posibilidad de una navegación de fortuna, con frecuen-cia
sin retorno. Las Islas Canarias fueron un archipiélago sin
marinos. No hubo nunca una ctalasocracia canaria» que uniera
unas islas a la vez tan próximas y tan lejanas entre sí. Carecen
de tradición marítima, de modos de navegación, de construcción
naval. A pesar de que, por su posición geográfica, las Islas Afor-tunadas
debían convertirse en una base de partida ideal para
el descubrimiento de América, ni los canarios mismos ni los
extranjeros que llegaron a sus orillas antes de Cristóbal Colón
contaron con las condiciones humanas ni con los medios téc-nicos
para realizarlo.
narza, «Revista de Historia canaria», t. XXXII, 1968-69 (1970). páginas
291-302.
12 Ibíd., pág. 297.
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