GLOSA A UN FRAGMENTO DE LOS «APUNTES»
DE DON JOSE DE ANCHIETA Y ALARCON
P O R
LUIS IEmm ~ U ~ O Y
Debo a la generosa amabilidad del doctor Leopoldo de la Rosa
0w1i:r .Av, c i a L,:, upia a, .., Pnod-,-,d.* Aa Inri A,,,-, Tne& An.. ur; uii s s a g i i i v i i ~u~r ; rvo w r ~ y u r r u b v r , u- uvrl vvuu ----
chieta y Alarcón, manuscrito que se conserva en la Biblioteca de la
Casa de Ossuna (leg. ms. 93), de la ciudad de La Laguna.
El fragmento entresacado por De la Rosa Olivera de dichos
«Apuntes» lleva como epígrafe o aviso introductorio al mismo, «Guan-
&es». Estimamos que su contenido aporta información suficiente
como para merecer una glosa. Por la fecha del documento -último
tercio del siglo XVIII-, por el tema en él tratado -ritual funerario
y momificación- y, sobretodo, por la aportación de noticias de pri-mera
mano, dicha información reclama ser atendida y actualizada.
El siglo XVIII, en las islas, se caracterizó, con respecto al mundo
aborigen, por su curiosidad hacia las momias. Esta curiosidad está
exenta, en el ilustrado, de una preocupación científica concreta. Pri-mordialmente
se ve en la momia la figura conservada y testimonial
de un hombre que vivió en estado de naturaleza y, por consiguiente,
sirve de instrumento evocador de una vida y un mundo llenos de
perfecc: lones.
Don José de Anchieta y Alarcón está libre de toda preocupación
filosófica y, naturalmente, científica. La forma en que nos comunica
sus minuciosas informaciones no le acreditan, es cierto, como un re-
2 LUIS DIEGO CUSCOY
finado cultivador de las letras, lo que no resta interés a sus noti-cias,
o acaso por eilo mismo sean más interesantes, ya que no es-tán
elaboradas. Cuenta lo que ve y cómo lo ve, lo que le confiere
más fiabilidad al dato. Por este motivo y por la fecha a que las
noticias se contraen, vale contrastar dicha información con las apor-taciones
que al mismo tema se pueden hacer más de dos siglos des-pués
de la redacción de los <Apuntes».
Va a continuación el fragmento, que se transcribe respetando fiel-mente
ortografía y puntuación. Le seguirá nuestra glosa, precedida
de un esquema elaborado sobre el texto del memoriaIista, esquema
en que se intenta ordenar el contenido de la información. Se pres-cinde
deliberadamente de todo aparato bibliográfico, obvio para el
lector avisado o familiarizado con los temas canarios en general y
de un modo particular con el de la momificación y el culto a los
muertos. Finalmente, se aporta una documentación gráfica en gran
parte inédita para que sirva de confirmación a las observaciones del
desmañado pero no infiel memorialista y de puntualización acerca de
detalles hasta ahora no vistos, no tomados en cuenta o más frecuen-temente
ignorados por los cultivadores del tema, en especial de cier-tos
aspectos del mirlado o momificado de los cuerpos entre los guan-ches
de Tenerife.
A esta isla se refieren los «Apuntes», y lo que sigue es el frag-mento
que será glosado:
&u a n c h e s. Ayer miércoles dies y siete de octubre de
mili setecientos sesenta y quatro años, estando en casa del
Corregidor D. Agustin de1 Castillo y allí D. Gabriel Román I
se ahlíi sobre ymnches y que en las cuebas de [en blanco]
en un risco muy alto está una cueba en la que abiendo ido
con otros de Güímar D. Luis Román entraron en una cueba
muy grande la que llenaron de hachos de tea o de fuego mas
de dosientos, para ber bien lo que estava dentro y hallaron
miichm oerpos de gtanches, que allí debía de ser el lugar
de entierro y que estava alrededor a los lados de la cueba
1 Teniente coronel del Regimiento de Güimar desde 1755. Nació en La
Laguna en 1720. Casd en 1750 con doña Constanza Machado. Murió en La
Laguna en 1783. (Nota de L. de la R. O.)
234 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N r I C O S
«APUNTES>> DE ANCHIETA Y ALARCON 5
nuchos como andamios, a modo de tiendas, de palos de sa-vina
y en aquellos andamios estavan los cuerpos de los guan-ches
tendidos, mirlados y para otro lado, como que se abía
caido un pedaso de cueba y entulado, muchos, que unos es-tavan
quasi todo en guesos, otros a medio cuerpo, descubier-tos
los guesos y lo otro aun entre lo mortaxa y algunos aun
enteros en su mortaxa y que sacaron algunos, que uno ha-llaron
enbuelto en nueve mortaxas, todas de cuero, los cue-ros
muy bien cosidos unos con otros, como una savana y allí
enbuelto el cuerpo y después la punta de fuera cosida por un
lado, de alto abaxo, como quando alguna cosa se embuelbe
en una toalla y después lo que queda congando se cuese con-
L-- *- -.AL --L--..lL- -..- 3.. +...J.. .... :-&- mi N que esla eriuuww y y u c W~U IJ JUJGW. Assi era !a CGS-tura
y quedaba el cuerpo allí sugeto dentro de la costrera,
Uno de estos cuerpos, el más perficionado que ni aun la
punta de la naris le faltava, lo mandaron a un caxón b i e ~
ajustado con lana a D. Francisco Machado, regidor, hijo de
&aro Yanes Maciia6o y cuñado del dicho E. Üabrid, qUe
está en la Corte, para que se bea como ay cuerpos conser-bados
al cabo de tantos años.
Era de la estatura de qualquier hombre y así disen que
eran los que están en dicha cueba, que son muschíssimos. Otro
con gran instancia llebó a Francia un capitán de navío fran-cés;
otro Ilebó a España D. Lorenso Vasques Mondragón, ad-ministrador
de los estancos y otro que dicho D. Gabriel Ro-mán
tiene en su casa, que dicho miércoles, ayer tarde a las
sinco me dixo que biniera con él y yo lo bería y abiendo be-nido
sacó de un caxón un cuerpo de un guanche mirlado, toda
el aun entero, que ni una uña le falta, con todo su cabelb
negro, como que lo tenía corto y su montera de pellexa, el
cuerpo para fuera; las manos abiertas, una ensima de otra,
puestas sobre el enpeine, bueltas adentro: los dedos muy es-tirados
y los de los pies tambuén y como que abían sido ata-dos
uno con otro y divididos y así pies y manos. El cuero toda
el aun en el cuerpo, sin faltarle nada y las carnes muy secas,
ni más ni menos que las carnes de un hombre muy biexo,
aunque estas mas pardas y secas. Lo mismo las espaldas, no
Núm. 22 (1976) 235
LUIS DIEGO CUSCOY
como esqueleto cubierto de piel, sino como una tosineta seca.
Así es todo el cuerpo del guanche y de la estatura de qual-quier
hombre y los nerbios aun fuertes, porque al tenderlo en
el caxón aun se hase fuerte el no poderlo doblegar. Estaba
este guanche amortaxado en unas pieles cosidas unas con
otras, no saleas, sino cuero curtido, como gamusas, no saleas
que se le cae el pelo, sino cueros ni mas ni menos que cur-tidos
y algo amarillos, muy ajustadamente cosidos y del ta-maño
de una sávana pequeña, como de poco más de dos
baras y de ancho poco menos de dos baras. Todas las cos-turas
muy unidas y bien cosidas con correidas muy fina a
N
costura y allí embuelto desde la cabesa a los pies y después E
1M.. -~--U-J.I- I L .C....L..d. ce LUCLCL a-d.-.a. . desde !a zabesa hasta !os pies, bien O
n
faxado y suxeto con que quedava enbuelto y allí dentro todo -- m
O
el cuerpo, cabesa y pies; los dedos de los pies desunidos y E
E
como que un pie sobre otro le ataron todos los dedos, uno 2
E
con otro. Los brasos aun tan fuertes en la postura que digo
-
de tener la paliiia de la el eiipziíie, y ~ ie;c; se 3
puede desapartar sin desguesarle el hombro, si no fuera que
- -
0
m
se le ben los miembros genitales tan descubiertos, paresie- E
ra que le abían puesto las manos así por ser muger, pero O
E
no es assí, aunque disen que unos tienen las manos así y n
otros tendidos los brasos al quadril y la mano abierta y -E
a
buelta al quadril y que así fue el que fue a España a Ma- l
n
chado, como digo. n
n
Díjome el Corregidor y lo dijo a D. Juan, el sacristán O3
mayor de la Consepsión y a D. Tomás de Sárate y a D. Fran-cisco
Uque, que el que fue a España tenía el miembro biril
del cumplido de mas de media quarta y del grueso de un
dedo pulgar de los más gruesos y los cornpañones aun col-gando
y como secos allí dentro.
Este que está y me mostró D. Gabriel Román se le mues-tran
por detrás, por entre las nalgas, aun tan grandes, col-gando,
mayor que una nues grande, sin abérsele consumido
ni encoxido como muertos. No se le diferensian los guesos
en el cuerpo, porque como digo este que beí no es como es-queleto
con piel, que a muchos y flacos les e bisto yo mas
'236 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
«APUNTES» DE ANCHIETA Y A L ~ R C ~ N 5
que lo este está mostrárseles las costillas y guesos de los
muslos y piernas, que está este, con que es como tosineta
seca.
En una cueba, en los riscos de Martianes, se descolgó con
una soga uno a una cueba del risco y entró en ella y dice
que están muchos guesos y cuerpos de guanches en la mis-ma
forma que aora se hallaron estos sacó uno entero, que
enseñó en el Puerto y traxeron a la Villa a enseñar y sa-caba
sus reales del que lo queria ber y dise que abía en
dicha cueba muchas leña de sabina y sacó porción. Esto
así me lo dixeron de público muchos de la Villa que lo
bieron.
En la cueba de donde sacaron el que tiene D. Gabriel
Román y fueron a España, me dixo D. Gabriel y el Corregi-dor
que se hallaron un cántaro con su asa de barro, muy
bien hecho y muy bruñido, a modo de quarterón y tanbién
me dixernn ihiz platos de barro y ot.ras cosas.
Dixo el Corregidor que en Canaria se halló sebada en su-rronitos
en una cueba. También se a dicho que se a hallado
sebada que sembrada a nasido. Y molinitos muy bien hechos,
chiquitos, no tan grandes como se usa aora en el campo.
Dise que la primera mortaxa era de estas pieles agamusa-das,
como digo, pero que los demás afuera eran pieles con
lana y otras de pelos y que la lana y pelos estaban buelta
adentro y fuertes, que aunque se halaran por ella no se
arrancaba, como si fuera y estubieran acabadas de quitar
de la E quei*i&-, apuritar esta Iiuticia para memGr;a de
lo que a bisto y e oido.»
Con los datos contenidos en el texto transcrito, complementados
*con los omitidos por Anchieta y Alarcon, por defectos de extension
-y profundidad en sus observaciones, se ha elaborado el cuadro que
sigue y a partir del cual se desarrollará nuestra glosa:
6 LUIS DIEGO CUSCOY
1 Localización y emplazamiento.
2. Expolio de las necrópolis. Salida de momias de la Isla.
1 a) Naturaleza de la cueva. i 6 ) Tipos de enterramiento.
C) Posición de los cuerpos
3. La cueva funeraria d ) [Orientación de los cuerpos] 2.
el Momficados v no momificados.
( fj Ajuar funerako.
Uñas.
\ Cabellos.
4 Momificados . . .
Piel a) Conservación , Carnes.
Nervios.
Sequedad. n-- m Endurecimiento y ri- O
b) Aspecto .. E
E Colornci6n. 2
( a ) Extremidades supenores . i1 Brazos. 3
5. Detalles posxxonales o pos- -
turales .. b) Extremidades inferiores . 1 ES"""- O- m
E
, C) [Cabezal. O
i a) [Oficio].
b) [Tecnicas de la operación]
6. [Momificación o mirladol c) [Oportunidad de la operación].
d) [mrlado correcto].
e) [Mirlado incorrecto].
. ) a) Matenal empleado. +
b) T6cnica de la envoltura.
a) Estatura.
8. Datos antropl6gicos . . á) Color del cabello.
C) [Color de los ojos].
[Momificador y sociedad].
[asr>&o s&eooohlca del midadoj-.
9. Datos etnológicos . . c) Discriminación sexual del mirlado
d) [El mirlado y la infancia].
e ) La cabellera [y el nivel social].
2 Entre corchetes, aspectos no recogidos ni comentados por Anchietgc
y Alarcón.
238 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N I I C O L
<UUNTES>> DE ANCHIETA Y ALARCON
La necrópolis está localizada en el término de Güímar, pero que-da
en blanco el lugar de su emplazamiento, no recogido por Anchieta
y Alarcón. Es seguro que la cueva no está sola, lo que supone la
existencia de un poblado del cual dicha necrópolis -es posible que
hubiese más- formaba parte.
El dato topográfico -«risco muy alto* sugiere la exclusión del
barranco y del acantilado. La apreciación de la altura del risco pue-de
depender, en este caso, de la posición del observador, que podría
encontrarse al pie de las laderas que por el Sur cierran el Valle de
.C,fiimar, y en puntn de Igs ci~al-s estaría emplazado el yacimien-to.
El paraje es, desde aritiguo, conocido como importante estación
arqueológica.
Desde antes de Anchieta y Alarcón, Güímar, El Escobonal, Fas-nia,
sobre todo el Barranco de Herques, se citan repetidamente como
centros arri,uenl@icos importantes; &p-ciialment.e snhre nrxrbpolis
se está en posesión de nutridas y seguras referencias sobre aquella
área geográfica, a la que hay que añadir ahora la aportada por An-chieta
y Alarcón.
A partir de la conquista de Tenerife la profanación y expolio de
las cuevas sepulcrales debió haber sido práctica corriente e incluso
podría decirse que natural. Pero no es necesario alejarse tanto. Hoy
mismo, toda necropolis fortuitamente descubierta por pastores o
campesinos -más por los primeros-, y sólo con raras excepciones,
es destruida en el acto: se desordena el esqueleto, se aplastan los
cráneos y se extraen las momias, que las más de las veces son des-peñadas
o lanzadas al mar (Cueva de Uchova, años 30; Cueva de Ta-bureo,
años 4U; Cueva de Roque Bianco, años 50; Cueva de El Sauzal,
años 60; Cueva de Tegueste, años 70, por poner sólo unos pocos
ejemplos) 3.
3 En los primeros días de enero de 1976, ya redactado este trabqo, se
destruyeron por el fuego, intencionadamente, más de cien piezas antropo-
8 LUIS DIEGO CUSCOY
A los expoliadores y destructores hay que añadir otro tipo: el que
guarda el secreto de su descubrimiento. Semejante conducta podría
obedecer a un doble motivo: sencillamente por poseer el secreto, por
respeto seguramente inconsciente a los antepasados o por motivos
religiosos de respeto a los muertos. El problema tiene sin duda va-rias
vertientes, principalmente culturales y psicológicas. Pero el
tema escapa a la intención y límites de esta glosa. Sin embargo, lo
cierto es que, por las causas que fuere, la isla posee escaso núme-ro
de momias. Las referencias de Anchieta y Alarcón, a este res-pecto,
son sobradamente elocuentes: nos hallamos ante un grupo de
expoliadores y exportadores de momias. Varia fue la suerte de las
que se extrajeron del yacimiento funerario de Guímar.
Una, en perfecto estado de conservación, convenientemente em-balada
con lana, salió para la Corte, consignada a don Francisco Ma-chado.
Un capitán de navío francés obtiene autorización para Ile-varse
una momia a Francia. Otra es sacada por don Lorenzo Váz-quez
Mondragón con destino «a España». Finalmente, don Gabriel
Román deposita otra momia en su casa. A esta momia es a la que
va a referirse Anchieta y Alarcón.
Sabíamos que en 1772 un inglés, capitán de navío, transportó a
Inglaterra la momia que todavía hoy se conserva en el Laboratorio
Duckworth, de Cambridge. Conocidas son las páginas de Viera y
Clavijo en que se refiere a momias depositadas en otros países: mo-mias
de Tenerife de que hablaron Daubenton y el Caballero Scory.
Al tiempo que Viera redactaba el tomo primero de su <SIistoria», se
descubre la gran necrópolis del Barranco de Herques, El Escobonal,
entre Fasnia y Güímar. Una de las momias procedente de esta ne-c,
rSpo!ir, a la ~ Z I P e! histnri~rlnr Llama <<precioso cadáver». se de-positó
en la Real Biblioteca de Madrid. Cuatro vitrinas con momias
de Tenerife se custodiaban hacia los años 20 en el Museo Antropo-lógico
de Madrid. En el actual Museo Nacional de Etnología, donde
fueron a parar aquellos fondos, solamente se conserva una momia,
tan?bién 4e Te~erife. Se ignora chmo salieron de la isla. pero se
sabe que en 1862 en los sótanos del Gobierno Civil de Santa Cruz de
lógicas que, en el curso de unos trabajos de recuperación de restos huma-nos,
se estaban realizando en una necrópolis sltuada en la costa Sur de
Santa Cruz de Tenerife, a seis kilómetros escasos de la capital.
240 A N U A R I O DE E S T U D I O S ATLANTICOS
«APUNTES>> DE ANCHIETA Y ALARCON 3,
Tenerife estaban almacenadas un número indeterminado de momias,
que se expidieron para la Corte, y hoy en ignorado paradero. Cua-tro
momias que se guardaban en el Museo Casilda, de Tacoronte
(Tenerife), se dice, sin que pueda documentarse el aserto, que fue-ron
vendidas, por un comerciante de Santa Cruz, a una Sociedad An-tropológica
de Chile. A estas momias no se les ha podido seguir la
pista, pero sí a una, acaso de Tenerife, que se 'encuentra conservada
con mucho esmero en el Museo de La Plata (Argentina).
Anchieta y Alarcón se mueve dentro de un ambiente social se-lecto
y al parecer letrado. Se ha visto cuál es el comportamiento
del grupo, en nada distinto al del rústico en cuanto al saqueo de ne-crópolis.
- - Una novedad ia constituye ia exhibición de ia momia de Martiá-nez
como fuente productora de <neales». Era una práctica que des-conocíamos,
y que no sería la primera vez que se hacía.
3. LA CUEVA FUNERARIA.
a) Naturaleza de la cueva.-Las estructuras geológicas -gene-ralmente
oquedades en formaciones basálticas- determinan la na-turaleza
y características de la cueva funeraria. Por consiguiente,
sería excesivo intentar una ordenación tipológica, pero sí cabe seña-lar
sus características más comunes.
Enterramientos en tubos volcánicos, «busios» o <ibuciosx
Cuevas de techo bajo y de superficie y profundidad variables.
Cuevas de techo alto y en galería más o menos sinuosa.
Necrópolis de entrada angosta y cuerpo interior en rotonda
de alto techo.
Cueva de grandes dimensiones con cubículos en su contorno,
repisas naturales en sus paredes y cárcavas también natura-les
en su piso (las cárcavas pueden encontrarse también en
el tipo 2).
Tubos estrechos y poco profundos con cabida para un solo en-terramiento
00s enterramientos individuales son raros).
De la naturaleza de la cueva dependen la disposición, distribución
Ndm 22 (1976) 243:
10 LUIS DIEGO CUSGOY
y, en algún caso, la posición de los cuerpos. Sobre este $timo punto
se hablará más adelante.
No son muchas las referencias de Anchieta y Alarcón, pero de
ellas puede deducirse que la necrópolis por 61 visitada tenía carac-terísticas
que se encuentran en los tipos 3 y 4, y presumiblemente
del 5. Se trataba de «una cueva muy grande». Si nos fijamos en el
generoso empleo de hachones de tea para alumbrarse, se deduce que
era una cueva oscura, por consiguiente profunda y carente de cla-ridad
llegada de la boca o entrada.
Se utilizaron más de doscientos hachones de tea. El dato es inte-resante,
porque hallazgos de este material, quemado, es hecho fre- a
cuente en cuevas sepulcrales. Consecuentemente, no todos los hacho-nes
de tea que se encuentran en las necrópolis hay que considerar- O
n
las como contemporáneas de los enterramientos. En el acto del ente- - m
O
rramiento los aborígenes emplearon el mismo material de ilumina- E
E
ción. ¿Cómo distinguir los antiguos de los más recientes? Yo admi- 2
E
tiría como antiguos los hallados en niveles sepulcrales profundos,
que sueien estar nincaüos en tierra. Desecharía los halhzgos eii sü- 3
perficie. De poder localizar la necrópolis visitada por h c h i e t a y Om-
Alarcón es seguro que hallaríamos a medio consumir parte de los E
hachones entonces utilizados. O
n
E b) Tipos de enterramiento.-A la elección de la cueva sigue el a
acondicionamiento de la misma para la práctica sepulcral. El acto n
n
de acondicionarla se hace cada vez que se practica un enterramiento. n
De ahí la variedad de formas observables, no siempre repetitivas, O3
incluso dentro del mismo yacimiento. Pueden darse las siguientes
formas :
1. El cadáver yace sobre lajas basálticas.
2. Yacija de ramas, yerbas y hojas entre las lajas y el cadáver.
3. El cadáver reposa sobre un entramado de astillas y troncos:
éstos suelen medir de 10 a 15 centímetros de grosor. Los ele-mentos
vegetales descansan generalmente sobre una capa de
conglomerado volcánico.
4. El cuerpo (momia, esqueleto) se tiende sobre tablones de tea.
5. Andamios a modo de catres con largueros soportados por hor-
242 ANUARIO DE E S T U D I O S ATLANTICOS
quillas. Entre los largueros, travesaños que soportan al cuer-po
(momia, esqueleto). Para los andamios se elige preferible-mente
la leña de sabina y también de pino y retama (el ele-mento
empleado queda condicionado al estrato vegetal domi-nado
por una especie determinada, lo mismo se trate de yer-ba,
arbusto o árbol).
6. Enterramientos aprovechando las cárcavas naturales, siem-pre
que el cuerpo pueda quedar en posición horizontal.
7. Variante de la forma 1. El cuerpo sobre lajas, es rodeado de
piedras que dibujan, con mayor o menor regularidad, la si-lueta
del yacente.
Las notas de Anchieta y Alarcón son, sobre este punto, vagas y
escasas. Pero ias mismas aseguran ia abundancia de andamios ado-sados
a la pared de la cueva y en todo su contorno. Queda también
claro en el texto que había cuerpos en el suelo, pero escapó al ob-servador
todo otro detalle.
Son raros los enterramientos del tipo 1. Sin embargo, en una
misma cueva funeraria pueden encontrarse asociados ei i y ei 2, ei
2 con el 3, el 2 con el 3 y con el 4, el 2 con el cinco, el 2 sólo con el
4 y el 2 con el 6 y con el 7. Los más frecuentes, el 2 y el 3 (fig. 1).
12 LUIS DIEGO CUSCOY
A partir de las referencias que poseemos, la necrópolis de Guí-mar
contenía enterramientos de los tipos 2 y 5, aunque sospechamos
fuese de mayor complejidad dada su misma importancia.
Según el memorialista, los andamios son de «palos de sabina». Los
tablones del enterramiento tipo 4 son siempre de tea, maderas in-corruptibles
ambas.
c) Posición de los cuerpos.-La cueva de que habla Anchieta y
Alarcón es, naturalmente, una necrópolis colectiva. Los cuerpos que
encuentra en ella aparecen en posición de decúbito supino. No se
encuentran en Tenerife cuerpos en pronación. Tampoco flexionados
y en decúbito lateral como, por ejemplo, hemos encontrado en La
Gomera.
El desorden en que Anchieta y AIarcón encuentra el yacimiento
- d o s cuerpos casi todos en huesos»- lo atribuye a derrumbamien-tos
habidos en el interior. (Son frecuentes los desprendimientos de las
estructuras rocosas del techo.) Y si no precisa la posición de los
cuerpos que cubren el suelo de la cueva, está claro que los coloca-dos
sobre los andamios estaban en posición horizontal normal.
Las referencias contenidas en las numerosas fuentes que tratan
este tema sólo hablan de dos posiciones: decúbito supino y erecta.
Para el primer caso, cualquier cueva es apropiada, ya que el factor
altura no es necesario. En el segundo caso, en que además los cuer-pos
quedaban apoyados en la pared de la cueva, sólo se podía prac-ticar
este enterramiento en cuevas de los tipos 3, 4 y 5, con una al-tu.
r a mínima, de piso a techo, de 2,50 metros. Cuerpos en esta posi- , cm:: se ha:: d c c * ~ ~ e r ? t asedg.~5::, riilmexsas y reiteradas citas, en
Gran Canaria y Tenerife.
No hemos tenido la fortuna de hallar ningún cuerpo en posición
erecta, pero no por ello creemos que deba ser excluida dicha posi-ción
ni atribuir a la fantasía las abundantes citas disponibles e in-c;
us" la biformaejón &fjca coii represer,taci~ii de cuerpos co$oc&
dos de pie 4. Como ahora Únicamente se trata de glosar las noticias
4 Sobre este punto, puede verse Nouveaw Docurnents des fles Cana-des,
por Luis Diego Cuscoy y Lionel Galand, aL'Anthropologie,, t. 79, nú-mero
1, París, 1975.
244 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANZZCOS
de Anchieta y Alarcón, aportaremos datos concretos: posición de
los cuerpos, aprovechamiento del espacio sepulcral y distribución en
el interior de la necrópolis, hechos que si por un lado están deter-minados
por la observancia del ritual funerario, generalmente vie-nen
condicionados por las características de la cueva utilizada como
necrópolis. La cuestión podría quedar resumida como sigue:
Cuerpos yuxtapuestos cubriendo todo el espacio sepulcral. Po-sición
decúbito supino.
Cuerpos yuxtapuestos en el espacio central y otros distribui-dos
junto a la pared y siguiendo el contorno, siempre irregu-lar,
de la cueva. Todos en la posición dicha.
Cuerpos superpuestos que guardan la misma distribución del
apartado anterior. La superposición da origen a la formación
de niveles sepulcrales.
Variante del número 2. Los cuerpos erectos ocupan el lugar
de los tendidos a lo largo de la pared de la cueva, pero sólo
puede practicarse cuando el yacimiento tiene suficiente altu-ra.
En todo caso, esta práctica está asociada a la corriente,
de depositar los cuerpos en el espacio sepulcral disponible.
Queremos insistir sobre el Último punto. Debe admitirse que hay
cuevas aptas para tal tipo de enterramiento, pero también que en
muchas cuevas donde pudo llevarse a cabo no se efectuó. Esto pue-de
significar que no era práctica corriente. Cabe la hipótesis de que
en tal posición serían colocados cadáveres no siempre momificados
o descuidadamente tratados en cuanto a asegurar su conservación.
Partiendo de esta hipótesis, al sufrir el cuerpo el natural proceso
de descomposición, el esqueleto se iría derrumbando paulatinamente
y de un modo desordenado.
Sin embargo, en algunos casos -cierto que no muy frecuentes-,
y c~ai,d=e ! e&,rat=s epulcra! es de ~"iciezte p&encia, h e r , ~51~1-
contrado indicios de cuerpos colocados de pie. Cuando esto se daba,
junto a las paredes se descubrieron los huesos de las piernas en po-sición
vertical, en orden la articulación tibio-peroneo-astragaliana,
si bien los huesos del tarso, los metatarsianos y los de los dedos no
siempre se encontraban ordenados anatómicamente.
14 LUIS DIEGO CUSCOY
Sólo la posición de decúbito supino permite agotar adecuadamente
el espacio sepulcral por yuxtaposición y facilitar la superposición. Los
cuerpos en posición erecta, además de exigir una cueva idónea, úni-
-camente podían colocarse junto a la pared de Ia cueva, que les ser-vía
de apoyo.
d) [Orientación de los cuerpos] .-El memorialista Anchieta y Alar-eón
no da la orientación de la cueva ni, como es obvio, la de 10s
cuerpos. Pero en esta glosa no se puede soslayar el dato. Si la cue-va
de Güímar está emplazada donde sospechamos, su orientación
sería aproximadamente hacia el N., acaso hacia el NE. y con me-nos
probabiiidades hacia el NO.
Los andamios adosados a la pared, seguirían el desarrollo de
Csta y los cuerpos tendidos en el suelo se colocarían como era prác-tica
común: aprovechar el espacio disponible, primero yuxtapuestos
y después superpuestos siempre, según exigencias de espacio. En
estas condiciones, guardar una orientación fija no siempre sería po-sible.
A pesar de lo que sobre este hecho se haya escrito o querido
ver, sin base en una documentación seria y en datos estadísticos vá-lidos,
puede asegwarse que los cadáveres nunca se orientaron ha-cia
un punto determinado. Lo normal era colocarlos en el sentido del
eje de la cueva, cualquiera que fuese la orientación de la misma.
Las cárcavas y repisas naturales, no siempre están dispuestas en
el sentido de la Síea axial del yacimiento. Por consiguiente, en este
caso concreto, no es posible guardar la regla. Lo que sí parece pro-bable
es que los cadáveres se introdujeron en la cueva con la ca-beza
por delante.
Unos pocos ejemplos, observados in situ y de forma repetida,
bastarán para reducir la cuestión a sus justos límites. En una cue-va
orientada de E. a O., había cadáveres con la misma orientación,
yerc tambiei, e:: d~ección x.-S. e iEdUso er, A;vonn;fi--e ;-+-*-a
UII L-d-dLVIIGiJ IIILiGI II1G-dias.
Una cueva orientada de N. a S. -el último punto corresponde
a la entrada o boca- contiene cuerpos en el sentido del eje, pero
también de E. a O., en líneas intermedias, en dirección O.-S. e in-cluso
E.-S. y N.-O. También de N. a E. cuando los cuerpos se ali-nean
siguiendo el contorno de la cueva.
246 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
<<APUNTES>>D E ANCHIETA Y ALARCON 1%
Entre otros factores, pueden ser determicantes los siguientes: el
emplazamiento y naturaleza de la cueva y su capacidad en relación
con el número de enterramientos que debe acoger. En el primer caso,
la cueva puede estar emplazada en un barranco o en un acantilado.
Un barranco de curso O.-E.,l a orientación de la cueva varía según
en qué margen se encuentre situada. La de la margen derecha se
abrirá al N., pero la de la margen opuesta lo hará hacia el S. Con-secuentemente,
los cadáveres de la primera estarán dispuestos de
S. a N. y los de la margen opuesta, en opuesta dirección. Las necró-polis
situadas en los acantilados presentan todavía más variantes,
Su orientación depende de las naturales sinuosidades del paraje.
Respecto a su capacidad, la necrópolis se condiciona a la mayor
o menor densidad del poblado -un poblado, según su demografía,
puede utilizar una o más necrópolis-. Agotada la capacidad de una,
se procede a la elección de otra, sin que la orientación sea factor
condicionante ni menos decisivo. Por consiguiente, está de más todz
argumentación a favor de la observancia de una regla fija con re-lación
a la orientación de los cadáveres.
e) Momificados y no momificados.-En el texto de Anchieta y
Alarcón se lee que unos cuerpos están a un lado mirlados, y a otro
lado todos en huesos, «otros a medio cuerpo, descubiertos los hue-sos
(...) y algunos aún enteros en su mortaja...».
Se sabe que la práctica de la momificación no era general y que
el motivo podría atribuirse a razones sociales y/o económicas. Des-de
el punto de vista religioso era preceptivo el tratamiento del ca-dáver,
a cuyo fin estaría ordenado y regulado el ritual. Dentro de
éste cabría incluir el capítulo de las ofrendas, unas de carácter uti-litario
y otras ornamentales. Si no está claro entre los guanches un
culto a los antepasados, está sobradamente demostrado una serie de
prácticas que aseguran un culto a los muertos, entre las cuales está
la de la momificación. Un ciclo vida-muerte-vida, cuya última etapa
significa la ifltegracion o vuelta al cosmos, de donde se procede y del
que se forma parte. Para ello es de rigor conservar la integridad
corporal, de donde el hecho de la momificación, o la operación en-caminada
a detener o retrasar la descomposición del cuerpo.
Entre los egipcios los embalsamientos completos se ha dicho que
16 LUIS DIEW CUSCOY
podían calificarse de «funerales de primera clase», para los econó-micamente
pudientes, y que para los menos dotados se empleaban
métodos más baratos. Lo mismo podría decirse para los guanches.
En las cuevas funerarias colectivas encontramos testimonios de ello.
Al parecer no hay cuevas destinadas para los menos dotados econó-micamente
o de menor rango social. La diferencia se patentiza pre-ferentemente
en la calidad de la momificación. En necrópolis cuan-titativamente
importantes encontramos:
1. Esqueletos. Cuerpos no momificados que han sufrido el pro-ceso
de descomposición.
2. Cuerpos de momificación imperfecta. El cráneo g el esquele-to
extracraneano conservan restos de momificacih.
3. Cuerpos momificados. Conservan la integridad corporal.
En el texto de Anchieta y Alarcón aparecen registrados los tres
casos, lo yue ril&s curlfirxla el L-al&cter cu~ectivo de Ia
crópolis.
f) Ajuar funerario.-Con independencia de los elementos que en-tran
en el acondicionamiento de la cueva, el ajuar funerario se pue-de
resumir en el cuadro que sigue:
Lascas de obsidiana.
Utilitario6 . . j Dedra Lascas de basalto.
Pulidores y machacadores de basalto.
/ Madera -+ bastones de mando, lanzas, astas.
, Hueso + punzones, puñales, cuchillos.
i Cerámica -+ cuentas de collar.
Hueso . ... / Cuentas de collar.
Ornamentales ... Colgantes. ! Concha ... . .. 1 Cuentas de collar.
Colgantes.
A N U A R I O DE E S T U D I O S ATLANZICOS
«APUNTES» DE ANCHIETA Y ALARCON
Leche
(indicios hallados en vasijas).
Manteca
Alimentos .. . . . . . . .
Carne de cabra
(determinada por los restos óseos).
Carne de cerdo
Dada la categoría de la necrópolis de Güímar, se puede asegu-rar
que la mayor parte del ajuar y de las ofrendas que figuran en
el cuadro anterior, estaban presentes en el yacimiento. Anchieta y
Narcón sólo hace referencia a la cerámica: un cántaro con asa de
pequeño tamaño -«a modo de quarteróm- en que se confundió el
mango macizo con un asa, y platos de barro, que serían cuencos de
pequeño fondo, tipo casquete. La referencia que le dan acerca de la
existencia de «otras cosas» confirma que la lista del ajuar y ofren-das
era más extensa. Consignemos que en una sola cueva funeraria
de Tenerife, de menor categoría que la de Güímar, se hallaron cerca
de seis mil cuentas de collar de cerámica.
Que sepamos, hasta ahora no se ha hecho ningún tipo de inves-tigación
fundada científicamente acerca de las momias guanches.
Las mismas noticias transmitidas en los más variados textos, nos
han llegado cargadas de contradicciones. Repetir el contenido de esos
textos es persistir tanto en la contradicción como en la confusión.
¿Los guanches embalsamaban o momificaban a sus muertos?
¿Está comprobada la infiltración al cadáver de bálsamos conserva-dores?
¿Se rellenaban las cavidades profundas con sustancias absor-
%entes y desecantes? ¿Se sumergía el cadáver en recipiente'Sl apro-piados
conteniendo líquidos destinados a detener la putrefacción?
iSe inyectaba en el aparato circulatorio alguna sustancia fijadora?
¿Se extraían las vísceras? ¿Se perforaba la bóveda nasal o se prac-ticaba
otra operación para la extracción del cerebro?
Gran parte de estas cuestiones están contestadas afirmativamen-te
-cabe sospechar que sin comprobación- en los textos. La simple
observación y examen de fragmentos o de momias enteras permite
hacer las siguientes precisiones.
Núm 22 (1976) 249
18 LUIS DIEGO CUSCOY
1. No se han encontrado incisiones en el abdomen ni dilataciones
en los canales anal y genital. Esto está en contradicción con el su-puesto
embutido de sustancias conservadoras. Existía instrumental
lítico que podría emplearse para la incisión, pero no se conoce nin-gún
instrumentos que sirviera para la inyección.
2. En momias bien conservadas, persisten las vísceras y e1 pa-quete
intestinal. Por consiguiente, no parece probable la práctica de
la evisceración Oám. VII). No se han encontrado pruebas de que se
perforara la bóveda nasal para la extracción del cerebro. Tampoco
se extrajo a través del foramen magnum, pues no hay señales en la
región cervical.
3. No se conoce la existencia de recipientes que diesen cabida al
curl,&xjer y 21 h ~ f cign~re rx~a&r. 'pudo pradicar 1av-do r~p&id@
y prolongado con salmuera, al aire y al sol, o el tratamiento con
otras sustancias, sal común o natrón. (La barrilla abunda en las is-las
y sus cenizas son ricas en carbonato sódico. Todavía hemos ha-llado
hornillos en que se quemaba la barrilla, que fue producto de
~ q g r t&S n . NQ p ~ d e m a~sseg urar que esto!: hnrnillos sean de &o-ca
prehispánica.) Pero el guanche pudo disponer de sal común y,
por la abundancia de materia prima, de natrón.
4. La técnica de inyectar líquidos en el aparato circulatorio hay
que desecharla por carencia de instrumental y de conocimientos quj-rúrgicos
y anatómicos.
Todo ello lleva a la conclusión de que en vez de un embalsamien-to
efectivo, entre los guanches lo que en realidad se practicó fue la
desecación del cadáver mediante técnicas muy toscas y primitivas:
detener la descomposición y al mismo tiempo proceder a la deseca-
&5n. «La adición de otros productos salinos3 y en concreto la sal m-mún
en grandes cantidades, tienden a la conservación a la par que
a la desecación y endurecimiento del cadáver.» «El lavado con sal
de natrón y el vendaje del cadáver era la última fase del embalsa-miento
y momificación entre los egipcios» s.
5 Sobre embalsamiento y momificación ver J. Escolar et al., Amtomia
Hwmanu (FumionaZ y Aplica&), Ed. Spaxs, Barcelona, 1973, vol. 1, ca-pftulo
21, pág 21.
Paul Ghalioungui: La medicina en eZ Egipto faraónico, en <Historia Uni-versal
de la Medicina», dirig por Pedro Lafn Entralgo, Salvat Ed, Bar-celona,
1912, vol. 1, págs. 95-127.
250 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
«APUNTES» DE ANCHIETA Y ALARCON 1%
Para nuestro memoralista los cuerpos están mzrlados. Según el
Diccionario de la Lengua Española (ed. 1970), miríar es verbo tr. ant.
que vale por «embalsamar cadáveres», momificar, «convertif en mo-mia
un cadáver», y momia «cadáver que naturalmente o por prepa-ración
artificial se deseca con el transcurso del tiempo sm entrar en.
putrefacción». La segunda acepción de momia es «persona muy seca.
y morena». Pero en el habla popular de Tenerife se dice mirlado a
quien presenta aquel aspecto.
El sentido que Anchieta y Alarcón parece darle a mzrlado es el'
de seco, lo que evidencia el correcto uso que hace del adjetivo. En
consecuencia, convendría reflexionar si no sería conveniente seguir
empleando en Canarias el verbo mirlar, a pesar de su escaso o nub
-~--S- Uen el czute1laí;o a&d, cada vez yUe ws refiriésezms u !u Per-ma
de conservación del cadáver entre los guanches: mirlado y no-embalsamado,
ya que el complejo proceso de embalsamiento no se
efectuaba en todas sus partes, pero sí se cuidaba la momiflcaaón.
Además, mirlar, en su recto sentido, es el término que se encuentra
en ki imyulia de !u3 t ext~sÜ E ~ ~ ~ JcOaiSia rias que hacen referenQu
al tema.
a) Conservaci6n.-La conservación del cuerpo mirlado es en la
mayoría de los casos debida a la concurrencia de tres circunstan-cias
favorables: La, que la momificación haya sido correcta; 2.", que*
las condiciones ambientales hayan sido idóneas, y 3.", que la acción
de los roedores no haya ocasionado deterioros en el cuerpo.
Como factor perturbador y en muchos casos destructor hay que
considerar, con posterioridad a la Conquista, y hasta hoy, la acción
de los cazadores de conejos y de pardelas. La introducción de hu-rones
y la entrada de perros han convertido en un caos e1 orden
anatómico de los esqueletos y momias. Los cazadores de pardelas.
han hecho el daño en los tubos volcánicos de los acantilados.
En cuanto a las condiciones ambientales, los cuerpos mirlados se-conservan
bien en ambiente seco y de alta montaña. También en las
necrópolis de los acantilados por el salitre levantado por el aire des-de
las rompientes. Las zonas del S. y SE. de la isla son particular-mente
favorables por su escasa pluviosidad y ambiente seco y cálido.
La momia de G. Román es un testimonio de calidad, aunque nos
Núm. 22 (1976) 251.
20 LUIS DIEGO CUSCOY
sólo contribuiría el factor ambiental, sino el correcto tratamiento de
momificación (ver apartado 6, Momificación o mirlado).
Los roedores son particularmente golosos de la piel y, sobre todo,
.de los órganos internos. Su acción ha sido doblemente dañadora:
primero, ha destruido gran parte del cuerpo, y al tiempo que ha
restado importantes datos a la paleopatología, ha dificultado el es-tudio
de las técnicas de momificación.
La momia descrita por Anchieta y Alarcón, de haberse conser-vado
hoy, hubiese aportado valiosos datos a la Medicina y a la An-tropología.
a
Uñas.-Siguiendo la descripción del memoralista, el aguanche E
mirlado» conservaba las uñas -que ninguna uña le faltaba*. Un O
dato más que confirma la perfecta conservación del cuerpo. n
=m
Por lo observado en manos y pies conservados, las uñas general- O
E
E mente se desprenden y dejan al descubierto la falange dista1 o ex- S
E *remidad ungueal. Sin embargo, se dan frecuentes casos en que se
conservan algunas: pero por el material examinado, nunca todas. 3
Tanto en manos como en pies las uñas dan la impresión de estar e-cortadas,
pero no se dispone de datos que autoricen a pensar que m
E
ello fue obra de los momificadores o consecuencia de un hábito en O
vida Oáms. I y II), n
Cabellos.-Una de las momias del Museo Casilda, ya citado, con-servaba
toda la cabellera. Por esta circunstancia se creyó que era
femenína. La que se custodia en el Museo Nacional de Etnología, de
Madrid, tiene una larga cabellera ondulada, y es varón Oám. IiI, 3).
Sin embargo, la del Museo de La Plata, parece estar despojada de
pelo, ya que no es visible entre la envoltura de piel que le cubre
parcialmente la cabeza.
El «guanche mirlado» de G. Román, «tenía todo su cabello ne-gro
», y para mayor precisión se añade «como que lo tenía corto».
+(Sobre el corte o conservación de la cabellera entre los aborígenes
véase apartado 9, Datos etnotógicos.)
Como resultado de nuestras observaciones sólo podemos aportar
escasa información, que quedaría resumida así: 1.O, hay cráneos con
restos de momificación que conservan cuero cabelludo con mecho-nes
de pelo; 2.O, cabezas momificadas con zonas depiladas y otras
252 ANUARIO DE ESTUDIOS RTLBNTICOJ
LAMINA 1
l y 2.-Manos momificadas. en las que se descubren las falanges distales y
las ufias. (Museo Arqueológico de Tenerife.)
LAMINA 11
l.-Manos momificadas, con la posici6n de los pulgares. 2.-Manos momifi-cadas,
vistas por su cara palmar. (Museo Arqueol6gico de Tenerife.)
LAMINA LU
l.-Posici6n del hombro derecho y la cabeza; pliegues de la piel en tdrax y abdomen. 2.-Posición de los pies,
con elevacibn de la pierna derecha. 3.-Cabeza de momia con cabellera larga. (Momia del Museo Nacional de Et-nología.
Reproducciones de una fotografia cedida por el citado Museo. Momia de Madrid.)
«APUNTES> DE ANCHIETA Y ALARCON 21
con cabello corto (como en el caso de la momia de Güímar), y
XO, cabezas momificadas sin pelo (lám. IV).
Aparte de los factores que favorecen la conservación de la mo-mia,
deben concurrir otros -hasta ahora no precisados- que de-terminen
la caída del cabello post mortem. El factor temporal no es
suficiente para explicar el hecho, ya que cuerpos más o menos con-temporáneos,
unos conservan el pelo y otros no.
Piel.-En el texto que glosamos son varias las citas concreta-mente
referidas a la conservación de la piel. «El cuero todo aún en
el cuerpo.» Son escasas las momias en tal grado de conservación.
Posiblemente sea la de Madrid la única que se conserva en ese
estad6 (!hV.) .
Las que conocemos están muy deterioradas. Conservan extensas
zonas de piel, pero en ningún caso como la descrita por Anchieta y
Alarcón y la de Madrid. Uno de los cuerpos vistos en la cueva de
Güímar «ni aun la punta de la nariz le faltaba».
Turr,bié:: ha:: sido grundes !es detrrferm en !us carus de 12s me-mias,
pero algunas conservan, a pesar de la sequedad de los tejidos,
rasgos bien marcados (lám. IV, 4 y 6). En este caso hay que seguir
destacando la de Madrid. En el Museo Arqueológico de Tenerife una
momia conserva, además de los labios, la nariz, pero abatida, aca-so
por consunción o retracción del cartílago.
La piel presenta siempre un aspecto rugoso, con grandes plie-gues,
sobre todo en la región abdominal. Y en la gráfica expresión
de Anchieta y Alarcón, como perteneciente a «un hombre muy bie-xo
» (Iám. 111, 1).
Carnes.-La momia vista por Anchieta y Alarcón, aparte del as-pecto
de hombre viejo que le dan las arrugas de la piel, se distin-gue
por conservar señales de una sólida constitución y robustez: «no
como esqueleto cubierto de piel, sino como tocineta seca»... «No es
como esqueleto con piel -repite en otro lugar- que a muchos y
flacos he visto yo más que lo que éste está mostrárseles las costi-llas
y huesos de los muslos y piernas ... »
Podría deducirse que, al destacarse más la musculatura inter-
6sea que el esqueleto, se trataba de un individuo muerto no por en-fermedad
consuntiva. Por las escasas momias conservadas y frag-
22 LUIS DIEGO CUSCOY
mentos, la mejor definición que de ellas podría hacerse es la de es-tar
en la piel y los huesos Oám. V, 2).
Nervios.-Anatómicamente, lo que el memoralista señala como
nervios son en realidad los ligamentos musculares o tendones, que se
adivinan bajo la piel. Algunas piezas examinadas a las que les ha
desaparecido la piel en ciertas zonas -cara, tórax, extremidades-presentan
el aspecto de piezas anatómicamente preparadas, pues de-jan
al descubierto, a veces con gran limpieza, los músculos y los
manojos ligamentosos (lárns. IV, 5, y VI, 2).
~ ~ ~ 1 e s . - i o dcoue rpo bien mirlado y conservado, es natural
que conserve también los genitales. Incluso en momias incompletas
y muy deterioradas suíi Ui~il v i s ~ b k!=~S gen:tu!es (!&m. VE, I y 2).
Dejemos al lector que vuelva a la curiosa y detallista descripción
de Anchieta y Alarcón sobre el particular, pero para que a aquel
testimonio se le dé la mayor credibilidad, es de rigor dejar constan-cia
que, de las momias de Tenerife que conocemos, una del Museo
&yueoi&ico de T2:ier-f~ a j ~ & a las ca,ra&r&tfcus S&&&-
para la de G. Román; y la de Madrid, a la que alli le fue enviada
a don Francisco Machado (lám. V).
Hasta ahora, que sepamos, no ha sido registrado ningún caso fe-menino,
es decir, no disponemos de ninguna descripción fiable re-ferida
a una momia femenina. Particularmente para Tenerife se ca-rece
de piezas anatómicas con la región pubiana y sexo femenino.
Sólo como suposición se puede aventurar que un tórax femenino
perteneciente a un cuerpo mirlado podría conservar la señal de los
pechos, la zona pectoral más destacada que la del varón, incluso a
pesar del mirlaUtl. Ter6 20 se comes r,ir,&:: cavg que !e uv&. c.Ter
el apartado 9, Datos etnológicos, c), unas reflexiones sobre este par-ticular).
b) Aspecto.-El aspecto que presenta el cguanche mirlado» de
Anchieta y MarcSn concuerda con el común a toda momia. Anote-mos
las tres características más significativas:
Bequedad.-En todos los cuerpos mirlados la piel tiene el aspec-to
de pergamino extremadamente seco, al que sin duda ha contri-buido
el paso del tiempo y la acción del ambiente.
254 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
«APUNTES>> DE ANCHIETA Y ALARCON 23
Endpñrtximienh-fragiIádd.- Como consecuencia de la sequedad
se produce un endurecimiento de piel y tejidos que se traduce en
una marcada fragilidad de los mismos. Duros al tacto, pero frági-les
a toda acción tendente a la modificación posicional de los miem-bros:
«no se le pueden desapartar los brazos sin deshuesarle el
hombro».
Esto sirve de aviso para el tratamiento de todo cuerpo rnirlado,
pues una manipulación incorrecta puede producir roturas en la piel
y desprendimiento, o mejor resquebrajamiento, de los miembros, in-cluso
separación de la cabeza.
b?dmación.-Según Anchieta y Alarcón, las carnes son de color
pardo. Generalmente ésta es la coloración que presentan todas las
momias. Todavía no estamos en disposición de afirmar que dicho
color sea consecuencia del tratamiento del rnirlado o se haya modi-ficado
por la acción de agentes propios del medio donde el cadáver
fue &p&tg&: ~ Q ~ V Qde, rprendimi~nt~dsp la C ~ Q V ~sa,l itrej hiime-dad,
etc. Partes del cuerpo momificado que han quedado protegidas
por la envoltura, presentan una coloración más clara, en algunos
casos amarillenta.
Pero por lo general el color es de un gris sucio y terroso. Sin
embargo, tenemos que referirnos de nuevo a la momia de Madrid,
cuyo color es de canela oscuro, casi achocolatado. La impresión que
s e deduce de su examen es que pudo haber recibido un tratamiento
de limpieza, quizá usando productos químicos idóneos para la me-jor
protección del cuerpo. En todo caso, la manipulación tuvo que
ser realizada por manos expertas.
Las referencias suministradas por Anchieta y Alarcón acerca de
la posición de los cuerpos son escasas, pero de un valor indudable.
'De un modo particular, una sola afecta a la posición del cuerpo en
la necrópolis y otras a las extremidades superiores e inferiores.
En la necrópolis, Anchieta y Alarcón sólo ve guanches «tendidos».
De esto puede deducirse con cierta seguridad que la posición del
cuerpo era decúbito supino. Pero el contenido y alcance de la refe-
24 LUIS DIEGO CUSCOS
rencia son en sí mismos muy limitados. El examen del cuerpo de
una momia, para que tenga verdadera dimensión científxa, debiera
ser tarea de anatomistas. Sólo así podría llegarse a conciusiones que
revelaran algunas <reglas o normas» observadas, puestas en prác-tica
y repetidas por el momificador, cuyo era su oficio. Las frecuen-tes
hipostasis cadavéricas, evidentes en la mayoría de las momias,
pueden ser consecuencia tanto de la posición como de las técnicas
empleadas e incluso deberse a circunstancias ambientales.
Lo que importaría esclarecer es la razón de la posición misma,
en conjunto y en detalle, y los conocimientos primitivos acerca de la
organización para la estática o la marcha en el cuerpo humano. Con-cretándonos
a las extremidades inferiores se requiriría un estudisi
anaitiiiicfou ricioriadie l pie, iobmo, pieriia, ru&i:la, iiiüsio y
las «zonas más dinámicas a destacar en la extremidad» (Escolar,
op. cit., 1, pág. 165). Como ejemplo serviría la posición de la cadera,
que en la momia de Madrid se matiza en la subida del hombro de-recho
y, consecuentemente, en la subida del nivel de la mano del
mism" lado Tv', 3, i&i-ñ. y). E; misiiio heello se repite
en la momia del Museo Arqueológico de Tenerife, pero se da justa-mente
en el lado opuesto.
Esto no autoriza a pensar que el momificador conociera la uni-dad
funcional de la extremidad inferior, el eje de equilibrio, etc,
Pero siempre quedaría abierto el interrogante acerca de la «regla
o norma» causante de una posición que se repite.
En esta glosa sólo se pretende dejar constancia de unos hechos
que concurren en la operación de mirlar. Su dimensión científica,
desde el más riguroso plano anatómico, queda para el deseable que-hacer
de ios especiaiistas.
a) Extremidades superiores.
Brazos.-Los brazos de un mirlado están colocados a lo largs
del cuerpo, en contacto con las paredes torácicas, la cadera y el'
muslo. Aun coincidiendo con la posición fisiológica de las extremida-des
superiores, dicha posición, que se repite en la mayoría de las
momias, supone, por un lado, la existencia de una <-egla o norma%
y por otro la probable manipulación del cadáver para fijar dicha
posición (lám. V).
256 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAMINA VI. 1
l.-Piernas mal conservadas de una momia y, al lado, piernas con restos de
la envoltura exterior o mortaja. en que se aprecia el cosido axial de la misma,
LAMINA VI, 2
2.-Pies de momias, enteros o con deterioros, y en el de la izquierda, al descubierto, los músculos y manojos li-g
ament o s ~ ~(M. useo Arqueológico de Tenerife.)
(APUNTES, DE ANCHIETA. Y ALARC~N 25u
Lo que de momento no podemos esclarecer es por qué uno de los
hombros está a mayor altura que el otro, pero no siempre el del.
mismo lado, como ya se indicó.
Pero curiosamente la momia de G. Román altera la norma, y los
brazos no se encuentran en posición fisiológica, según se desprende
de la de las manos, deducida de la referencia de Anchieta y Alarcón,
Manos-Del hombro a las manos toda la operación parece ha-ber
estado encaminada a que aquéllas q&den con la palma pegada
al muslo, por lo tanto abiertas y los dedos juntos, incluso el pulgar,
que es llevado hasta establecer contacto con el índice. Así se ob-serva
en la momia de Madrid (en la mano izquierda el pulgar for-ma
un ángulo con ei ínciicej, en ia ciei Tvíuseo Arqueoiógico de lene-rife
y en manos aisladas del brazo (láms. V, 1 y 2, 1, 1 y 2, 11, V,
vm, i y 2, y IX, 2).
La momia de G. Román, a pesar de tener las manos abiertas, ne
están en contacto con el muslo, sino que descansan sobre el empei-ne.
Pero Anchieta y Alarcón, aunque no lo está observando en aque-iia
momia, sí ha oído decir «que unos tienen las manos así [sobre el'
empeine] y otros tendidos los brazos al cuadril y la mano abierta y
vuelta al cuadril, y que así fue el que fue a España a Machado» (...)-
Deducción: en unas momias se respetaba la posición fisiológica
de las extremidades superiores mientras que en otras se alteraba.
En el caso anotado por Anchieta y Alarcón se supone una acción.
mecánica sobre el antebrazo y la consecuente movilización de la ar-ticulación
hiímero-cubital radial o del codo. Sólo así pudo llevarse la
mano sobre el empeine. (Desde otro punto de vista, se tratará l a
cuestión en el apartado 9, Discriminación sexual del mirlado.)
b) Extremidades inferiores.
Piemas.-A pesar de la vaguedad de la nota de Anchieta y Alar-cón,
la posición de las extremidades inferiores de la momia de
G. Román parece alterar la norma observada en todo cuerpo mir-lado.
La anotación específica que los pies no estaban yuxtapuestos,
sino uno sobre el otro. Lo normal es que las extremidades inferiores
se encuentren también en posición fisiológica, de modo que el eje
del cuerpo pase entre los muslos y termine en un punto situado en-
16 LUIS DIEGO CUSCOY
tre ambos pies. En esta posición, las rodillas se unen, así como los
tobillos y generalmente los pies por los pulgares. (láminas 111, 1,
Y VI, 1).
En la momia de G. Román hubo necesidad de forzar las articula-ciones
sacro-coxa1 y coxo-femoral, además de la de las rodillas y
probablemente de los pies.
En una momia incompleta del Museo Arqueológico de Tenerife
puede verse repetido el ejemplo de la momia de Güímar: el fémur
.derecho se superpone al %zzquierdo para formar, con vértice en las
rodillas, un ángulo de aproximadamente 30°, con lo cual la pierna
'derecha se cruzaría sobre la izquierda en X muy ce~rada, determi-nando
la posición de los pies: el borde derecho del pie del mismo
lade, e2 cer?t~ctuc m el hvrrie i z q ~ i e r dd~el de el lado OP I I P I S ~fl~á mi-na
VII, 1 y 2).
Pies.-Es posible aue a esa posición aludiera Anchieta y Alarcón
cuando dice: «como que un pie sobre otro le ataron todos los dedos,
UEG ce:: &re::. Defectos de reduccih pueden ccinfundirj ya que por
un lado dice que los dedos de los pies aparecen desunidos y por otro
lado que estaban atados.
Dos posiciones se repiten invariablemente: una con el pie en la
misma posición que presentaría estando el cuerpo erguido con las
extremidades inferiores juntas y el punto de apoyo sobre la cara
plantar de ambos pies. En la segunda posición, la cara dorsal del
pie está forzada hacia abajo, forzando a su vez la articulación del
tobillo y trasladando los puntos de apoyo al metatarso y a las falan-ges,
lo que también fuerza las articulaciones del puente plantar (lá-minas
III, Y, V, 3, y VI, 1 y 2).
En cuanto a los dedos, tanto en un caso como en otro, conservan
s u posición fisiológica, a veces unidos y otras ligeramente separados.
'[Ver apartados 6, d) y e), y 7, Envoltura o mortaja.]
c) !Cabezal.-El autor de los <Apuntes» se fija en la conserva-cí6n
de la cara de la momia y en otros detalles de la cabeza, pero
no alude concretamente a la posición de ésta. Desgraciadamente no
disponemos de datos estadísticos suficientes que permitan asegurar
si para fijar la cabeza en una determinada posición se atuvieron
también a la «regla o norma» del mirlado.
258 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N i I C O S
«APUNTES>> DE ANCHIETA. Y ALARC~N 27
Se ha aludido a la mayor elevación de un hombro con relación al
otro. Después se ha comprobado que la posición de la cabeza está
en relación con la altura del hombro. En la momia de Madrid, la
cabeza se apoya sobre el hombro derecho, que es el que está levan-tado,
mientras que en la del Museo Arqueológico de Tenerife el hom-bro
levantado es el izquierdo, y precisamente sobre el mismo des-cansa
la cabeza. Podría corresponder a la posición de descanso.
En dos casos puede registrarse este hecho. Sin duda los especia-listas
podrán encontrar la razón a esta característica posicional des-de
el punto de vista anatómico y funcional.
a) [Oficio].-Las fuentes histórico-literarias coinciden en desta-car
que el momificador realizaba su trabajo corno un experto, es de-cir,
que lo tenía como oficio. Dado que no se trataba de una opera-ción
a realizar por los familiares del muerto, es de suponer que las
técnicas o secretos -si los había- del mirlado, eran del exclusivo
conocimiento del que realizaba dicho trabajo. consecuentemente: co-nocería
el efecto de determinadas manipulaciones sobre el cadáver,
especialmente de aquellas que podrían provocar aIteraciones del or-den
anatómico capaces de trastornar la aegla o la norma».
Que existían expertos mirladores lo corroboran los hechos repeti-tivos,
comprobados en las momias o en sus fragmentos. Esto no po-día
producirse por vía de la improvisación ni por manos inexpertas.
La existencia de momificadores de oficio queda asimismo compro-bada
por el examen del material humano momificado.
b) [Técnicas de la operación].-Queda admitido el empleo de sus-
¿w.-.u...Alouna a u~,r.;no~cx. .,na.r.iCt,r~;on -2 !as yUe se &.id% 3 5 s a ~ h i -y :¿? xi~ o s ~ -
ción del cuerpo al aire y al sol. Pero esto seria sólo una parte del
proceso de mirlado. Los hechos observados parecen aconsejar la ad-misión
de otras técnicas que podríamos llamar mecánicas o activas,
sin duda asociadas a las pasivas, primeramente citadas.
Las activas consistirían en una serie de manipulaciones que que-daban
reflejadas en ciertos detalles posicionales de la momia. En
principio no parece admisible que el difunto, durante la agonía y en
28 LUIS DIEGO CUSCOY
el momento de la muerte quedase en la posición en que después se
le halló en estado momificado.
Mientras investigaciones más profundas no aporten la suma de
datos de que hoy carecemos, las técnicas empleadas podrían quedar
resumidas así: conservadoras o desecadoras (empleo de sustanci~s
químicas, vegetales, etc.); acentuación de la desecación por el apro-vechamiento
de factores ambientales (sol, aire) y manipulación ac-tiva
(acción mecánica) determmante, esta Ultima, de la posición del
cuerpo, cabeza y extremidades de la momia.
c) [Oportunidad de la operaczón1.-No parece probable que para
realizar las ~n.nipdacf~nes de car5cter activo se espera^- al &ado,
de rigidez definitiva y menos al momento en que se iniciaba la des-composición
cadavérica. No sabemos si el momificador conocía el
proceso de rigidez-flacidez-rigidez para acometer la operación com
la debida oportunidad. Ignoramos asimismo en qué momento de este
proreso, q ~ PeL~ & p r g d ~ ~ i r seent re des y ~ i n h~crnar . despues la-muerte,
daba principio la acción mecánica sobre el cadáver. Cabe
pensar que la misma precediese lógicamente a la de los lavados a
baños deshidratantes y posterior desecado, pues en caso contraria
no parece probable el éxito de la operación, preferentemente en
aquellos detalles posicionales, sobre todo de las extremidades.
Al margen de estas consideraciones se presenta otra cuestión
¿Conocían algún procedimiento eficaz que retrasara el proceso de
rigidez cadavérica y al mismo tiempo el de descomposición? Si efec-tivamente
lo conocían, el momificador dispondría discrecionalmente
Uel fzctur tiempv, a c ~ aryiqü~ro po&-t-ia efectUar c m tcdu ccmc-didad
y con seguridad de éxito las operaciones específicamente me-cánicas
o activas del mirlado.
La concurrencia de todas esas circunstancias vendría a corrobo--
rar la existencia y el ejercicio del oficio de momificador.
d) [Mirlado correcto].-La aplicación de las técnicas apuntadas
y la oportunidad de la operación lievarían indefectiblemente a la
obra bien realizada, lo que vamos a llamar mirlado correcto, y que
6 Agradezco al anatomista doctor Carlos Mesa Pedrero sus valiosas in-dicacrones
sobre este punto.
260 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L P N i I C O S
«APUNTES» DE ANCHIETA Y ALARCON 29
en resumen consistiría en: detalles posicionales fijos, ligadura de la
mandíbula (no dejar la boca abierta) Oám. IV, 1-5), abatimiento for-zado
de los párpados (cerrar los ojos) (iám. XV, 4-5), distensión de
las falanges y probable ligamento de las mismas (láms. 1, 11 y VIII,
1-2), conservar la imagen del cuerpo erecto (imagen de vida), tanto
en el caso en que la momia se colocara de pie como tendida @mi-na
V, 2). El proceso, más o menos prolongado, de la desecación po-dría
tener lugar después dé poner en práctica las operaciones se-ñaladamente
posicionales.
Del meticuloso y ordenado cumplimiento de todas y cada una de
las fases de la operación se obtendría un mirlado correcto: integri-dad
somática, posición fija y conservación indefinida.
e) [Mirlado incorrecto].-Por lo observado en algunas piezas se
puede deducir que no todos los cadáveres eran sometidos al mismc~
cuidadoso tratamiento. Signos advertidos: defectos en las operacio-nes
conservadoras y desecadoras (evidentes pruebas de descomposi-p
~ , ~ des fa~Ui~ia e~adaivér~iea) , posible recl;zei6n de! tiempo
de exposición al aire y al sol, descuidada manipulación del cadáver
(posición fisiológica alterada) y acentuadas retracciones de pies y
manos, sobre todo en las falanges (Iáms. VIII, 3 y IX, 1 y 4). Entre
otros, estos podrían ser los signos más visibles de un mirlado in-correcto.
(Ver otros aspectos del mismo en el apartado 9, b.)
La información de Anchieta y Alarcón sobre esta práctica, es de
primera mano, y los distintos aspectos recogidos pueden agruparse
en los apartados: a) Material empleado, y b) Técnica de la envoltura,
a) Material empleado.-Este punto puede resumirse así:
1. El material de la «mortaxa» es de «cuero».
2. El cuero está cosido para formar un lienzo o «sábana».
3. Las uniones de los lienzos de piel era labor de «fina costura».
obtenida con correíllas.
4. Los cueros no eran zaleas, sino pieles curtidas y gamuzadas,,
de color amarillento.
.30 LUIS DIEGO CUSCOY
5. La longitud de la «mortaxa» o sábana envolvente medía más
de dos varas (-. 1,85 m.).
En efecto, las pieles para envolver las momias estaban fmamen-te
agamuzadas y en algunos casos tefiidas. La de Anchieta y Mar-cón
es de color amarillento. Nosotros las hemos encontrado teñidas
de marrón y amarillo canario.
Para que la envoltura tuviera las dimensiones requeridas era ne-cesario
disponer de varias pieles de cabra, únlco material hasta aho-ra
identificado. De ahí la necesidad de las uniones y empates. Es a
estas uniones a las que se presta mayor atención por la finura de a
la costura, efectuada con hilo de tendón, de dos cabos Oám. X, 1). E
O Para el cosido axial -«bordes cosidos de alto abajo»- de la en- - =
voltura externa se empleaba una correílla muy estrecha y se cosía m
O
E
con la técnica del hilván, al contrario de la de espiga o de espiral, SE
más frecuente en los empates. Se deduce que Anchieta y Alarcón E
observó ambas labores: la «fina costura» se refería al empate con
3
hilo de tendón; el empleo de correíllas sería para la envoltura ex- - -
terna Oám. X, 2). 0m
E
La zalea era frecuente en la indumentaria del vivo -incluso pren- O
das de uso reversible-, pero no la hemos visto emplear en la en- - voltura, En un solo caso, entre restos de momias, hemos encontra-do
fragmentos de zalea. Lo mismo podían pertenecer a trozos con- a
servados del vestido de la momia que a parte de las pieles de en- -
voltura interior.
Las dimensiones de la mortaja - e n el sentido de envoltura exte- 3
O
rior- (+ 1,85 x 1,50 m.) concuerdan - e 1 largo bien holgado- con
la estatura de la momia, y el ancho, con lo necesario para envolverla.
b) Técnica de la enuoltura.-Del texto de Anchieta y Alarcón so-bre
este punto se obtienen las siguientes conclusiones:
1. El cuerpo entero está envuelto ea «su mortaxax
2. El cuerpo está fajado y sujeto dentro de la «costrera»- (¿por
«costra» o envoltura externa o en sentido más amplio referido
a las envolturas interiores junto con la exterior?).
3. La momia está envuelta en <ameve mortaxasx
262 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LAMLNA VI11
1 y 2.-Dorso y palma de mano de momia correctamente momificada, ejemplo de perfecta colocación de los dedos.
3.-Mano de momia incorrectamente tratada. (Museo Arqueológico de Tenerife.1
LAMINA XI
l.-Crgneo que conserva la envoltura de pieles en la cabeza. 2 y 3.-Cráneo del Barranco del Pil6n con restos del
saco de envoltura, en que puede verse la «atadura de talego» por encima de la cabeza. (Museo Arqueológico de Te-nerife.)
<<APUNTES>>D E ANCHIETA Y ALARCON 31
El primer punto es objeto de matizaciones por el.nernorialista. AY
reiterar lo de «bien fajado y sujeto» que está el cuerpo, específica
que éste «está envuelto de la cabeza a los pies», todo el cuerpo den-tro
de la mortaja, «cabeza y pies». Tantas precisiones no dejan lu-gar
a duda. Pero hay otra anotación que puede ser discutible, y que
afecta a la técnica de envoltura. Es cuando dice que la momia lleva
«su montera de pellexa, el cuero para fuera». Podría entenderse que
la momia llevaba monterz, que era pieza independiente de la en-voltura
y que podría conservar el pelo, lo que parece estar implíci-to
en «el cuero para fuera».
Veamos: si el cuerpo está todo entero envuelto en la mortaja y
si ésta va de la cabeza a los pies, cubriéndolos, no parece admisible
el 11so de la montera como pieza independiede. Está cowprobado q~ze
la envoltura de la momia es total Oám. X, 2). No hemos encontrado
pruebas de nueve mortajas -que admitimos, incluso de más-, pero
sí de ocho, siete interiores y la exterior. Las envolturas interiores
no siempre están cosidas, sino más comfinmente arrolladas en torno
al cuerpo y s11j&s por tiras de piel, Q I I ~ es e1 fajado a qiip &be
referirse Anchieta y Alarcón, sin olvidar que también hay fajado
externo. Algunas pieles de las envolturas interiores conservan el
pelo, aun sin pertenecer a la indumentaria del mirlado, y sobresalir
en algún punto, que es lo que pudo ver Anchieta y Alarcón. La cos-tura
de la mortaja se inicia a la altura de la cabeza o cuello. y a
veces se ciñe a éste para sujetar el trozo de piel finamente cosida
que envuelve la cabeza, donde nunca se encuentra el número de
mo r t a x a s ~q ue en el resto del cuerpo, sino generalmente dos o una
sola (%m. XI, 3). Otras veces la envoltura exterior es un verdadero
saco en que se introduce el c11erp0 mirlado Y como se hace con 1.0-
sacos llenos, se ataba la boca en forma que podemos llamar «ata-dura
de talego» @m. XI, 2-3). Para ello se empleaban unas co*&r eas
de unos 2 centímetros de ancho. Hemos hallado, en necrópolis con
restos de momias, trozos de correas, que lo mismo pudieron servir
para el fajado interior que para el exterior, mando esto se re-lizQj
que no era siempre. Las correas son generalmente simples -las de
la anchura indicada- y otras veces, por su mayor anchura y con e1
fin de hacerlas más resistentes, se'doblan, por lo que aparecen do-bles,
pero sin cosido. En raros casos se encuentran correas de tres
y más tiras, con cosido grueso por ambos bordes. En este caso puede
32 LUIS DIEGO CUSCOY
relacionarse más con la indumentaria -cinturón- que con la prác-tica
de fajado.
Por dos veces se refiere Anchieta y Alarcón a la estatura del
cguanche mirlado», y una vez al color del cabello: «todo su cabello
negro».
a) Estatura.-Para un hombre del siglo XVIII, que estaría inevi-tableaente
influido por tradiciones y lecturas m5s o menos reales
sobre la población aborigen, se sorprendería al encontrarse frente a
un hombre de estatura normal, y iio ante uno de aspecto gigantesco.
La repeticibn del dato es ya de por sí significativo. Y la exactitud
del mismo, un argrxmento más a favor de la fiabdidad de la mfor-mación.
El largo del <cguznche malzdo» era «de más de dos varas»
(+ 1,70-1,85 m.). Esta viene a ser la estatura media que ios antro-pólogos
han hallado para el hombre canario prehispánico. (Schwi-detzky,
1,70 m.).
b) Color del cabello.-También el color del cabello de la momia
de Güímar sorprendería al memoralista, que tanto habría oído ha-blar
del guanche rubio. Pero la anotación de Anchieta y Alarcón, no
ofrece dudas: «con todo si cabello negro».
Los más recientes estudios antropológicos se inclinan por admi-tir
entre la pob2aciÓn canaria una proporción de rubios acaso stlpe-rior
que la que se daba entre las poblaciones sureuropeas y medite-rráneas
e incluso entre la canaria actual. Pero en ningún caso el
rubio como característica dominante.
Las muestras de cabello que conocemos, y más que han sido ob-jeto
de análisis, van del color negro al castaño claro. En la gama
de tonos oscuros la de Güímar lo tenía negro, la de Madrid castaño
y dos del Museo Arqueológico de Tenerife castaño oscuro.
c) [Color de los ojos].-La correlación entre color del cabello y
de los ojos se ha establecido mediante el análisis de: material co-
264 ANUARIO DE E S T U D I O S ATLANTICOS
rrespondiente obtenido en el Museo Arqueológico de Tenerife. A ojos
negros, ha correspondido siempre cabello negro u oscuro. Analiza-dos
los ojos de seis momias, en todos ellos se ha observado la «in-tensa
pigmentación del epitelio de la retina, del iris y del cuerpo ci-liar
» (Rohen). Los últimos estudios de Schwidetzky confirman esta-dísticamente
esta característica.
Anchieta y Alarcón no pudo precisar el dato, sencillamente por-que
el cguanche mirlado» tendría los ojos cerrados, según la norma.
Aparte del contenido religioso que encierra el ritual funerario,
zspezialrnente e! mir!a&, y de cuy= a!cunce m pedemes e c u p u n , ~ ~
en esta glosa, las notas de Anchieta y Alarcón invitan al análisis de
algunos aspectos que alcanzan a la estructura social de aquel gru-po
humano. Veamos algunos:
2) [?vf~-$:f-lctl&Ty 30C~c&d],-LG~ 2 sabemes 2 tra-& & fuer,-
tes histórico-literarias es que el momificador era poco menos que
repudiado por la comunidad, pues tal oficio se tenía por bajo y de-nigrante.
Como en otros aspectos, existen ciertos paralelismos con
Egipto. También cabe suponer que sobre el embalsamiento y momi-ficación
practicados por los egipcios tuviesen información los auto-res
de textos canarios, y que a través del ritual egipcio conocido por
lecturas tratasen de explicar el ritual funerario guanche. Y esto po-dría
alcanzar también al mirlador, a su oficio vil y a su repudio
o marginación por la sociedad a la que servía.
b) [Aspecto socioeconómico del mirlado].-Al hablar del mirlado
correcto y del incorrecto soslayamos deliberadamente la significa-ción
socieconórnica que tales prácticas comportan. Para Egipto se
ha dicho que el embalsamiento completo podía calificarse como «fu-nr
rnLvs o l A n n&mn v o nlocn\ \ ln n r r n ncfo&* v n c o r r r ~ A nQ n n r c n n l c dn n l f n ur u,, pr LrriLs u brrro,,,,, sv yu,, L.ururru r -un r u u w u prl vwrruu ur urvw
rango social o de fuerte poder económico. Para los de categoría so-cial
inferior o menos dotados económicamente, las operaciones se-rían
más simples y, consiguientemente, los métodos menos costosos
(Ghalioungui, cit.).
34 LUIS DIEGO CUSCOY
Hemos tratzdo de exponer, a la vista de materiales de gran fuer-za
probatoria, la existencia de cuerpos mirlados correctamente y de
otros que recibieron menos atención. Incluso de cuerpos que no re-cibieron
ninguna.
Como entre los egipcios, este hecho comprobado entre los guan-ches,
tiene un destacado valor etnológico en cuanto que alcanza a la
estructura social y a su misma jerarquización. Es decir, que una
clase superior, ya por su rango o por sus bienes, estaba en condi-ciones
de dedicar a sus muertos unas honras fúnebres que les eran
vedadas a los menos pudientes o de nivel social inferior. Y en el
ritual funerario podríamos encontrar la razón de la estratificación
social que sabemos existía: nivel superior, momificación correcta;
nivel medio, momificación incorrecta; nivel inferior, no momifica-ción.
La momia de Giiímar y la de igual procedencia enviada a la
Corte, a la atención de don Francisco Machado, pertenecían sin duda
a la clase social alta o acomodada. El ejemplar más representativo
hoy conservado sigue siendo la momia de Madrid.
7. - 7-T--.. La lauor de rnodicar exigía tiempo y maieriai y esto supondría
beneficios para el que lo hacia por oficio. El pago lo recibiría
siempre en especies. El mayor beneficio lo obtendría de la clase no-ble
o pudiente.
No sabemos si además de la manipulación del cadáver aportaba
los materiales necesarios, envolturas y mortaja, que suponía la uti-lización,
adobzdo y cosido de varias pieles. Si tenemos en cuenta
la finura de las labores, especialmente el cosido con hilo de tendón,
cabe la sospecha de la intervención de la mujer como colaboradora
en la fase final, es decir, en la de envoltura y cosido del sudario.
A pesar de estar escrito, no es posil~ie confirmar si ias mujeres ma-nipulaban
los cadáveres femeninos y los hombres los masculinos.
Desde el punto de vista socioantropológico se acentúa la duda.
c) [Descriminación sexual del mirlado] .-Tampoco disponemos de
testimonios que prueben iehacientemenie que la mujer reclwía 'los
mismos cuidados que el varón en el ritual funerario. Deducidas de
las fuentes histórico-literarias, las referencias a manejar son esca-sas:
que las mujeres momificaban a cadáveres femeninos; que la
momia femenina se distinguía de la masculina en un detalle posi-
266 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
<APUNTES» DE ANCHIETA Y ALARCON 35
cional de las extremidades superiores, que no están en posición fi-siológica,
que los antebrazos se flexionan sobre el vientre y que las
manos abiertas cubren el empeine.
Hoy podemos dudar, si no desmentir, esta información que tan1
difundida ha sido y tantos adeptos ha tenido. La momia de Guímar
es un buen testimonio. Tiene las manos sobre el empeine, pero a
través de ellas son bien visibles los órganos genitales de varón.
También en este punto Anchieta y Alarcón está influido por tex-tos
muy difundidos, los que afirmaban que únicamente las mujeres
tenían los brazos sobre el vientre: ccpareciera que le habían puesta
las manos así por ser mujer».
La craneometría ha identificado y descrito numerosísimos crá-
---- e----:--- -m: e, ,",..,l,+,, D,,, Le,+, ,&,,, ,, ,, IlCUB ltfliltflllllub, 4.31 LUIIIU CJ~UCICLUU. I CIU i r a a b a a r - u ~ a uv ~ w i v ~ r ; -
mos en Tenerife momias o fragmentos de momias que prueben sin
lugar a dudas que se trata de cuerpos femeninos. Considerado el he-cho
desde el punto de vista socioantropológico vendría a demostrar
la inferior condición de la mujer dentro de la estructura de la so-
, . ejedad abrigeii. Fero tam=iéfi coiie~e+&i evn e! orUzn ezonoixzu.
La familia nuclear está organizada dentro de una sociedad patriar-cal
donde los bienes pertenecen al varón. Si el mirlado supone una
distinción jerárquica y una ostentación de bienes, la mujer parece
que debe quedar al margen de tales consideraciones.
Una necrópolis puede ser una valiosa fuente de documentación
socioantropológica, especialmente en lo que atañe a la estructura
social y a la marginación de la mujer, partiendo de la práctica de
la momificación y, en genei%al, del ritual funerario.
dj [E¿ miriado g ¿a infancia].-hchieta y &arcón no consigna
que viera cuerpos momificados de niño. iMomificaban los guanckes
a los niños?
En las necrópolis, normalmente se encuentran cráneos infantiles
y restos del esqueleto extracraneano pertenecientes a niños. Las eda-des
están comprendidas entre uno y siete años, si excluimos a los
adolescentes, que también se encuentran, y de menos de un año-
Ninguno conserva restos de momificación.
Solamente en dos ocasiones hemos dado con el testimonio de que
en determinados casos, y por motivos y circunstancias que ignora-
-36 LUIS DIEGO CUSCOY
mos, también los niños eran momificados, pero incorrectamente. Uno,
en la necrópohs de Roque Blanco (Valle de la Orotava), junto a dos
momias de adultos. Se trataba de un varón de siete a ocho años, cuyo
cuerpo destrozaron los descubridores del enterramiento. No estaba
envuelto en pieles; tampoco los adultos.
La otra momia infantd se halló en un pequeño tubo vo!cánico. Era
un enterramiento individual. El cadáver pertenecía a un varón de
unos cuatro años de edad. Se halló metido dentro de un saco de piel,
fajado exteriormente y la boca de1 saco cerrada en la forma ya di-cha.
de <<atadara de talego» (lám. XI, 1-2). El yacimiento estaba en
el Barranco del Pilón, término de San Miguel, Tenerife.
a
En estos dos casos, hasta hoy conocidos por nosotros, el mirlado N
E se practicó de modo incorrecto, pero estaban mejor conservados los O
de Roque Blanco que el del Barranco del Pilón. Esto puede ser atri- --: m buido a condiciones ambientales: Roque Blanco se encuentra a 2.000 O E
metros de altitud, y el de San Miguel a unos 500 metros. En ambos E
2
casos, las manos de las momias presentaban manifiestas retraccio- -E
nes (iám. IX, 3). 3
Dadas las características de la necrópolis de Güímar, es obvio -- 0 admitir la presencia de enterramientos infantiles. m
E
e) La cabellera.-Además del color del cabello, Anchieta y Alar-eón
suministra otro dato de contenido etnológico. Dice del cabello:
«como que lo tenía corto».
Se conservan cráneos con cabello corto, con aspecto de haber sido
cortado intencionadamente (%m. m, 1-4). Por Eugenio de Sainte-
Marie, catalogador del Museo Casilda, sabemos que se custodiaba
ayA una rnuiiiia ahl&nte y sedusa ca~&era.>.D e aI;si e de&jG,
sin más comprobación, que se trataba de una <¿reina». Probablemen-te
era la momia de un varón, y en apoyo de estz fundada sospecha
contamos con el testimonio de la momia de Madrid, que también con-serva
una hermosa cabellera y cuyo sexo de varón nadie se atre-
- - -- - - vería a poner en &da Oáms. III, 2, y V, 1-2).
La cabellera larga o corta puede tener -y es posible que lo ten-ga-
un contenido de alcance socioantropológico: podría servir para
identificar la jerarquía social del individuo. En Gran Canaria, por
ejemplo, el status social masculino, el rito de integración en la so-
255 ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
«APUNTES» DE ANCHIETA Y ALARGÓN 37
ciedad o de crisis de la vida, está estrechamente ligado a la ton-sura.
El neófito que supera las pruebas de iniciación, adquiere la
condición de «noble» -por emplear la terminología al uso- cuyo
carácter se materializa cortándole el cabello en redondo por debajo
de las orejas. En caso contrario, se trasquilaba.
Respecto a Tenerife tendríamos que preguntarnos: jcabellera lar-ga
para los integrados en la clase social elevada y cabello corto para
los carentes de bienes y de baja categoría social?
Sobre este punto: la anotación de Anchieta y Alarcón no es ter-minante,
además de ser confusa: «como que lo tenía corto» podría
interpretarse como que así le pareció, pero no que la cortedad de la
cabellera fuese tal que diese la impresión de trasquilado. De ser así,
creemos que lo habría consignado, como fino observador que era.
Podemos aportar alguna información que apoye nuestras refle-xiones
sobre este punto. Todas las pruebas parecen estar a favor de
la momia de Güímar como pertececiente a un individuo social y eco-nómicamente
bien situado (mirlado perfecto y envoltura de pieles
de «rico» o pudiente). La necrópolis de Güímar está emplazada en
zona óptima para la ganadería menor, en paraje con abundantes
cuevas, lo cual facilita la formación de una agrupación de densidad
demográfica alta. Las características de la cueva sepulcral y su
acondicionamiento en cierto modo ostentoso, se correlacionan con
las favorables condiciones del habitat, de donde cabe deducir la pre-sencia
de un grupo dominante (¿de base familiar o parenteral? ¿Por
razones de nivel social y económico?).
En Roque Blanco las momias están trasquiladas. La necrópolis
-angosta grieta en un dique basáltico- está lejos de todo poblado
de cuevas, en la rasa cima de la cordillera. Su acondicionamiento in-terior
no puede ser más pobre: piso de lajas y yacija de hojas de pino.
Los que allí murieron, los sorprendió la muerte en plena actividad
pastoril. Roque Blanco es término de una ruta de trashumancia cuyo
arranque está precisamente en la parte oriental del Valle de Güímar.
Las momias estaban desnudas, y acaso ni siquiera fueron momifi-cadas
conforme al método habitual, sino que el mirlado se confiaría
al sol y al seco aire de la montaña. (¿Pastores al servicio -«sier-vos
»- de dueños de grandes rebaños?). La condición social de las
momias de Roque Blanco -además de su oficio- parece quedar
identificada por el medio en que se hallaron, por la pobreza de la
38 LUIS DIEGO CUSCOY
necrópolis, por la patente incorrección del mirlado y como signo ex-terno,
el aparecer con el pelo corto.
Las conclusiones que podrían extraerse de esta glosa están im-plícitamente
contenidas en la sinopsis elaborada para organizar un
texto en sí desordenado y gi-amaticalmente incorrecto. pero fiable en
todos sus puntos. Glosar tal texto oblrgaba, al mismo tiempo, a ac-tualizar
e! tema de la momificación y situarlo entre unas coordena-das
culturales y antropológicas qUe nos hagan más inteligible la es-tructura,
los hábitos y el comportamiento de un grupo humano en-
+e..a:,q,. -,.-- "*,.:,.sea o.... -..---a -4.. --- 2 l----Ll
LCIIUIUV LUIIIU OVLICUQU. UU&&CI UQW? pul ue~ealaule que a prime-ra
vista parezca, puede ser útil a tal fin. El texto de Anchieta y
Alarcón lo ha sido y ciertamente no en pequeiía medida.
ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S