UNAMUNO Y «FRAY LESCO» :
HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD
P O R
JUAN BODBIGUEZ DORESTE
Domingo Doreste Rodriguez (4868-1849), que popularizó en
~ ~ e & a iusl as aeudSaimn !iterafio de «Fray hs co», fue una
de las grandes figuras del periodismo canario en la primera mi-tad
de nuestro siglo. Cursó en Salamanca estudios de Derecho,
se doctor6 en la misma Universidad con una tesis que preparó
en la de Bolonia, donde pad un año becado por su propia Es-cuela,
ganó por oposición plaza de Secretario judicial y después
de servir varios destinos en Guadalajara y en la ciudad del Tomes,
se traslad6 por permuta a su isla natal, desempeñando hasta su
muerte la Secretaria del .Juzgado de 1." Instancia de Triana, en:
Las Palmas de Gran Canaria. Hombre de vasta cultura y de in-qüiet.
16 ~r,i.zersd, esvrihiS aN'u.nUunten?ente en !a prensa lmrrl, na-cional
y americana, fundó con otro periodista ilustre, Rafael Ra-mírez
Doreste, y dirigió el diario «La Mañana», que apareciera
desde enero de 1904 a maya de 1915, y desarrolló una intensa ac-tividad
cultural, de elevado contenido humanista y cívico, inclu-
SQ come precurucr de modernas tendencias scciu!-cri&iunm, a
largo de toda su afanada existencia, como escritor de limpio es-tilo
y como versado, hondo y elocuente conferenciante en múlti-ples
ocasiones. Creó, en 6918, y dirigió hasta su fallecimiento, la
Escuela de Artes Decorativas de Luján Pérez, que aún sigue im-padiendo
su libre enseñanza, y que ha sido sin disputa la insti-
2 ;UAX I~ODR~GUEZD ORESTE
tución de más fecundo y duradero magisterio de las artes plás-ticas
de todo el archipiélago canario.
El trabajo que se inserta seguidamente constituye uno de los
capítulos de un largo estudio del autor consagrado a la historia
de aquella prestigiosa Escuela y a la obra de sus fundadores,
suya primera parte -fundación, vida y métodos- se publicó en
la revista «El Museo Canario», número 75-76, del año 1960, «Wo-menaje
a Simón Benítez PadilIa».
Desandando el camino que nos ha IIevado hasta finalizar el
año 6905, volvamos a tomar el hilo existencia1 de «Fray Lesco»
en los días de su llegada a Salamanca, para encuadrar con juste-za
la narración de su amistad con don Miguel de Unamuno. Aun-que
fuera ésta tan dilatada como la vida de ambos, los episodios
más abundantes de su trato personal y de su relación epistolar
se concentran mayormente en el período que va desde íos anos
finales del siglo pasado hasta los comienzos de la s e p d a dé-cada
del presente. Son aquéllos en que Domingo Doreste termina
su carrera, hace el doctorado, marcha a Italia, después de hakr
ganado plaza de escribano judicial, regresa a Las Palmas y em-pieza
a alternar el intermitente desempeño activo de su escriba-nía,
haciendo viajes más o menos largos a la Península, con el
ejercicio continuo y remunerado del periodkmo en su ciudad na-tal.
Don Miguel era justamente tres años y medio m&s viejo que
Doreste, pues había nacido el 29 de septiembre de 1864, y llevaba
en Salamanca más de cuatro años de profesor cuando llegó allí el
estudiante canario. Habáa sido nombrado catedrático en el a50
1894, despzés de hacer cinco oposiciones (una a psicología, dos
a latín, una a metafísica y al fin la que ganó a la cátedra de ñen-gua
y literatura griegas en aquella universidad), segíin su propia
confesión l. «Fray Lesco», c ~moj7 a expliqué y por razones eco-
1 José Tarín Iglesias. Ulzamuno g sus amzgos catalanes Barcelona,
1966 Editorla1 Peñiscola. (Carta a don Santiago Valentí Camps, pág. 113 )
En mis bempos de ateneísta, allá entre los afios 23 y 25, oí contar una
ocurrencia de don Miguel, visitante ocasional de aquella casa, que no he
596 A N U A R I O DE E S T U D I O S ATLANTICOS
nómics, sólo pudo ir a estudiar y entró en el centro universitario
como alumno de primer a% de Derecho, en 1895, es decir, cuando
teniz, veinte y siete años cumplidos. No obstante la escasa dife-rencia
de edad y ser prácticamente de la misma generación, Do-reste
siempre trató a don Niguel, fiel a su doble magisterio ofi-cial
y real, como un devoto discípulo a su maestro respetado. Así
lo llama en el encabezamiento de todas las cartas que de él se
conservan, casi siempre con el doble calificativo de querido y
respetable, y en los Ultimos años el de inolvidable.
Domingo Doreste conoció a don Niguel a las pocas semanas
de haberse instalado en Salamanca, en cuya universidad el gran
profesor había conquistadc ya una verdadera rectoría espiritual
yue poeGs $ 9 ~& sp&, e! 31 & evtubr,~d e lX?Qh, &ria Ue cm-vertime
en Rectoría oficial. Había publicado algunos libros, co-laboraba
asiduamente en la mejor prensa nacional, y sus clases,
pespunteadas de hondas digresiones, así como sus tertulias ha-bituales,
agitaban ya la monótona y mansa vida salmantina con
]su iq$&&u & di.,.u,ue, fi!ou&icws, !itera~l.i;aw,l" i"na-a-i-i h,
ticas y políticas, que hasta las últimas horas de su existencia nu-trirían
su fecunda obra de educador, escritor y poeta. «Fray Les-co
» lo conoció precisamente en aquellos años que fueron decisivos
en la existencia del pensador vasco, cuando se le iba fraguando
y le sobrevino una de las crisis religiosas más turbadoras y dra-máticas
de las que habrían de ir marcando, con su entrañada an-gustia
existencid, con su desgarrador agonismo, el resto de sus
días y la porción más significativa de su enorme creación.
Domingo Doreste captb en seguida la atención de sus profe-
.-.,,-c. UuLGo. inte!@::eia .,nv7& y ag~, p,&pg y ajUs+,adq:
con el certero don de concisión expresiva que siempre tuvo, le
labraron prontamente en las aulas universitarias un prestigio y
una notoriedad que fueron acreciendo y afirmando sus estudios
fructuosos y sus pr.i m.er.os trabajos periodísticos. Don Miguel le mustr6 dede el p+mc;p;~ & gs trato eup&J %fectu. eJc!io;;.
visto recogida en ninguna parte Un miembro de uno de los tribunales da
sus oposiciones fallidas, tratabs un día de excusarse de no haberle votado
invocando la razón de que el contrincante elegido era padre de numerosos
hijos. A lo que Unamuno contestó.
-Esa no es razón, porque SI 61 tiene muchos hijos, yo aspiro a tenerlos..
versr en los paseos del profesor bqo los soportales de !a Plaza
Mayor, en las tertulias que en ocasiones tenían For incomparable
escenario los ciaustroa de San Esteban, donde, por cierto, lleg6
a internarse don Miguel en una de sus crism religiosas. Se trabó
entre los dos una duradera amis~ad, ctaltwada en los numerosos
años de residencia salmantina de «Fray Lesco», primero, como
estudiante, despds, desde 1906 hasta 1910, cuando ejercía de es-cribano
en Guadalajara y en la misma Salamanca. Esta larga re-lación
amistosa halla su mejor reflejo en la correspondencia que
se cmara entre ellos basta pocos meses antes de nuestra guerra
civil. En los comienzos, como veremos, f ~ me á s copiosa. «Fray
Lesco» lo tuvo como influyente valedor, por su cargo de Rector
y Presidente de la2 Junta del Colegio de Salamanca. Más tarde,
como siempre ocurre, la comunicación se fue espaciando, pero es
evidente que uno y otro seguían alimentando la mutua estima
que prendiera desde sus primeros encuentros. El escritor cana-rio
le habla de sus problemas personales, de sus viajes, y el vasco
ir?cigne, cnmo siempre hizo, volcaba en sus epístolas, con desnuda
espontaneidad y con la misma soltura y brillantez de estilo de
sus libros, las inquietudes o preocupaciones que en aquellos mo-mentos
le atosigaran.
<:Fray Leacoa gzsrdaba en su casa, como tesoro inapreciable,
todas las abundantes cartas que había recibido de Unamuno, casi
siempe extensas, escritas con letra anplosa y apretada que ape-nas
dejaba huecos ni márgenes. Tuve repetida ocasión de leerlas
y comentarlas. Por desventura, en los aíios posteriores a su muer-te,
su hijo Victor, tan generoso como irreflexivo, dispersó al azar
de mement8rie~s caprichos amistosos el rico fonele, epistolar. No
debió pensar nunca en el valor histórico, no digamos sentimental,
qire aquellos documentos encerraban, ni mucho menos, desde lue-go,
en su valoración crematistica. Como todas las numerosisimas
misivas que don Miguel escribiera, cada una de ellas era fiel y
clarc reflejo Ye 1 ~ t definida sit.-mci6n anínica del ilustre escri-tor
en el instante de redactarlas. Victor las fue regalando unz
tras otra a los amigos a quienes quería dktingnir con una prueba
de particular afección, y así hoy, tras innumerables e infructuo-sas
pesquisas, sólo han aparecido las dos que posee don Luis
Suárez Morales, viejo amigo de la familia, que tiene igualrnen-
598 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO Y <FRAY LESCO>>: HISTORU DE UNA LARGA AMISTAD 5
te otras tres del maestro salmantino dirigidas a Rafael Romero,
nuestro gran poeta «Alonso Quesada». Se guardan, en cambio,
en el Archivo de don Miguel de Unamuno en Salamanca, muchas
de las que Domingo Doreste le dirigiera, aunque no todas. Sus fo-tocopias
me han servido para ilustrar este interesante capitulo
de la vida de «Fray kesco», que, sin duda, no podrá reconstruirse
jamás en su deseable integridad.
LAS CARTAS DEL BWAKIO.
Se conservan en total treinta y tres cartas de Domingo Do-reste
cuyas fechas cubren desde diciembre del año 1900 a sep-tiembre
de 1934, pocos días antes de la jubilación oficial de don
Miguel. Además de este contacto epistolar, y ya con posterioridad
a la época estudiantil de «Fray LRsco» los dos hombres volvieron
a, verse y encontrarse en dos distintas temporadas: cuando el pe-riodista
canario viaj6 a la Península, por dos veces, en mayo de
1903 y en marzo de 1905, pues en ambas ocasiones recaló por
Salamanca, ciudad residencial de los familiares de su esposa, yen-do
o viniendo de Guadalajara, en cuyo lugar tenía su escribanía
encomendada a un sustitutc, y en la larga etapa que lo mantuvo
totalmente alejado de la isla, desde mediados de 1906 hasta prin-cipios
de 1910, en total unos cuatro años. Los dos primeros años,
hasta que obtuvo traslado a Salamanca, «Fray Lesco» vivió en
Guadalajara, y allí aparecen fechadas algunas de sus esquelas al
maestro salmantino. Los dos Gltimos, desde 1908 a 1910, los pasó
enteros en la ciudad del Tomes, donde, como ya dijimos, vio la
luz primera su hija Teresa. Pero incluso mientras residía en la
ciudad del Henares eran frecuentes sus escapadas a la urbe uni-versitaria,
pues llegó a abrigar el proyecto de establecerse de-finitivamente
en ella con la ilusión de ocupar un puesto- de auxi-liar
en la Facultad de Derecho, que le facilitaría el camino hacia
la cátedra, su sueño doradc en aquella sazón de su vida. Más tar-de,
en 1810, volvieron a reunirse el profesor y el alumno en nues-tra
misma isla, cuando don Miguel la visitó, en el curso del mes
de junio, como mantenedor de unos famosos Juegos Florales, que
éi, con su inflamado discurso, tornó igualmente ruidosos y me-morables.
También hubieron de encontrarse, aunque brevemente
6 JUAN RODRÍGUEZ DORESTE
como ya veremos, en los doce días que pasó don Miguel en Las
Palmas, acompañado de Wodrigo Soriano, en camino hacia su
destierro de Fuerteventura, durante el mes de marzo de 1924.
La primera larga carta de «Fray hsco» a Unamuno permite
esclarecer sus andanzas en aquellos años finales de su carrera,
cuando alcanza la beca universitaria para ampliar estudios en
Italia, distinción reservada a alumnos excepcionales. La natural
desmemoria de su esposa, mucho tiempo; después, cuando narraba
aquel episodio, confundía las fechas pero acertaba en lo esencial.
Refería que su marido, ya en el disfrute de la ayuda pecuniaria,
había ido dos veces a Italia, lo que no concordaba aparentemente
con la repetida manifestación de aquél de haber pasado un año
entero en el país latino. La carta de don Miguel lo aclara todo.
Una vez doctorado, «Fray IRSCO» abandonó su destino en Gua-dalajara
dejando un sustituto, y aprovechó las vacaciones para
hacer viaje a Canarias y presentarle la mujer a su madre. Pen-saba
luego seguir con ella a Italia, pero le sobreviene el emba-m-
en im estado especial de delicadeza por efecto de m aborto!
que logra detenerse pero que exige luego escrupulosos cuidados.
Debió pasar entonces por una gran zozobra. Dejemos que 61 mis-mo,
en carta fechada en LES Palmas a 14 de diciembre de 1900,
nos describa sus sentimientos :
«Con ello se uinieron n torcer mis pdanes, pwes ya no podia
realizar el &teje m mi mwjer y t ~ m p w om e &rev6a ai mprem-derlo
solo, dejchdola por tanto titwqo: Me vi cmbaitido cuq~ilos
&m por v e r ~ mtribl aiciones: no sabe V. qu.6 ?naiLoli ratos
pasé. M2~0ha;s veces me reso$vi a renwdar d viaje pro G& ma
qan;taba b tal idea. Me pare& que, de no h&erío, que&ba
c&encndo a se*. por ,siempre escribana: &e pansamiemto me ho-rrorixah.
»
Imaginó entonces pedir prórroga de su beca a la Junta de1
Colegio de la Universidad. Pero tanteó el terreno y alguien le
convenció de que era una pretensión imposible.
«En este estudo c o w b i un plan qua voy a d e s e i r l e con
toda h ingenuidad de mi corazón. Cmf- en lu pmvwbiaír iz-
600 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO Y <<FRAY LESCO>>: HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD T
«Fray Les-oo le explica; a. r.nnt.inuaci6n qim &~_ra.nt- su per--
manencia en Italia supo su nombramiento de Rector, que le pro-dujo
singular satisfacción por lo que podrá significar de renova-ción
y de progreso' «para esa viaja e s w l a , por la q.ue skntoi ver-chdera
ohifladurm. Supo también de una conferencia que el maes-tro
había dado en Madrid y añade:
Y después de expresarle que 1e hahla con llanoz q ~ yait izg
llegue a desenvoltura, pues no es al superior sino al maestro y
amigo a quien escribe, termina confiándole:
«Ahora bim, m pngo incondidowZww& m szss manos y
acepto cwnto gustoso V. haga, en mi fmm O m cmtra mia. 8z'
.8 JUAh RODR~GUEZ DORESTE
usted juega inevitablle que yo desista de reanudar el viaje, esioy
giiqmesio a devolvw las cantwkzdes reczbidas. 8610 le suplico cm
r-siie caso qu, me 10 avise y que oculte mmto Uwo dicho y yo gi-
./aria mseguidc: la suma y remitwia un oficio renucnciando al via-je,
por cualqwim rmstivoJ 2/. g. por razones de saJm.2. Si V., en
camóio, estima red.ZxaEa1~m i pensamiento y tolera que me quede
iqu.4 y emprenda el viaje para marzo, espero que también me b
c m m k p e . Cuente 8. en este caso con que no se sabrci nada de
mi estancia quk, pms he tomado m e d i h que me parecen efi-caces
para hgrmlo. Ni siquiera lo sabrá la familia de mi mujer.
Si V. preocwpcindcñse con extremada bmevolenoia m rPvi favor, en- a
contrase alguna otra souoión, quedo de mternano agradecido y N
espero con ansia saberla.» U
d
El resto de la carta, la más larga que nunca le escribiera, la 0"
consagra Doreste a contarle sus primeras impresiones de Italia, E
I
y sus vacilaciones en cuanto al plan de sus estudios, confesándole
su inclinación a las ciencias sociales y que su espíritu es algo 5
inquieto y se ve solicitado de opuestos estímulos. B
2
=
Es una verdadera lástima que se haya perdido la respuesta n
6
de Unamuno, que a juzgar por el aut6ntico m a mIpa que segui- U
damente, sin duda a vuelta de correo, pues aparece fechado el 24 5
de enero de 1901, le hace llegar <<FrayL esco», debió ser un ver-a
a
dadero sermón reprobador, muy al estilo de las catilinarias que C
2
a lo largo de toda su vida prodigó sin tasa aquel genial casca- -: a
rrabias. Doreste comienza diciéndole :
5
Ni nettu~d carencia de smtido pr&&co y el catolondrmiento
con que esc:*ibi mi anterior, fueron la: causa 6% que yo le clomw
xicara; mi situac*, pidiércdde a la vez su apoyo pma durle a&
-pna conveniente salida. Después, a sangre fria, he visto claro
qug nunca debi haber hecho tal cosa, atendiendo a la ob~ligaci6n
que le impone sul cargo1 de RectorJ y han &do bmtamtes bs -M-los
ratos que he sufrido pensando en e$ comrpromviso en que le
ponia. De% c m n M r s e b oficialmente para que V. obrase cm
libertad como Rector. Su grata última mi me lo revela. De día
802 A N U A R I O DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO Y «FRAY LESCO»: HlSTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 9
El correspondiente especifica a continuación lo que piensa ha-cer:
que su mujer se quede al lado de su madre hasta que pueda
emprendes viaje con persona conocida y en buenas condiciones
de saliid, y respecto a él está dispuesto a volver a Italia en cuanto
ella dé a luz, que será muy pronto. Sólo espera que don Miguel
le digzr si la Junta se ha enterado, y en ese caso qué. acuerdo ha
tomado. Esboza luego las razones por las que desea volver a
Italia, que constituyen un verdadero diagnóstico de un endémico
mal de estas islas, cuya nocividad ha llegado casi hasta nuestros
Kitirnos días:
k' por si el Rector quisiera obrar en su asunto sin tapujo8 ni
disimulo alguno, le envía un oficio dirigido a la Junta, explicám-dele
!e szcediri~ y apelando a s1.w generosos sentimientos. Pero,
añade, si la Junta <<Zleuiadad e szl celo por eil ma n t 0 n h imt o de la
&sciplina adoptasa acuerdo que 6% todo m todo contrarime mis
deseos, yo desde luego 20 acatarice do buen. grado, porl. wuk opuesto
que fume a mis aqiraczor/ces y ym grave q~lce resuiltase a mis po-bres
i3tereses».
JUAN RODR~GUEZ DORESTE
No debió ser necesaria la presentación de este oficio, pues que
hoy se halla en el Archivo de Unamuno y no en el de la Univer-sidad,
donde debió estar en caso contrario. De todos modos el
problema tuvo favorable solución y ya a fines de febrero «Fray
¿esto» le acusa recibo a don Evliguel de su respuesta y con ella
la orden de partir. Le comunica que adoptará Bolonia como re-sidencia,
porque tiene allí un amigo de Salamanca que le viene
proponiendo que se traslade y contándole maravillas del movi-miento
de aquella Universidad. Halagando la faceta de lingüista
de su maestro, le adjunta un pequeño vocabulario «de m e s
qwe el pwehlo %sal la diario», entre las que cree que hay algunas
supervivencias del antiguo idioma guanche y que van especial-mente
marcadas.
A principios de abril de 1901 está ya Doreste en Barcelona de
paso para Gnova. Don Miguel había tenido algunas cuestiones
con sus compañeros de claustro y «Fray Lesco» temió que fuera.
a dimitir, por suya razón retras6 su salida de Canarias. Ya tran-quilizado,
le comunica su viaje y con referencia a los conflictos
en que el Rector se ha visto envuelto le dice:
«Respecto de Zca pwsewczórz que V. ha sufrido, m soy yo cmv
petate ni pa7.a aplre&rla: ni para hablar de elh. Permita V. sin
m b a r p que le manifieste qu0, tras la obcemcwn de la qrinZon,
esyero que se: vea d fi.n h rectitud y dtexcri ds m i.nteno2cmes
de V. m ias que tengo fe ciega»2.
En Bolonia, como ya expliqué anteriormente, estuvo «Fray
Eesco» hasta fines de enem o principios de febrero de 1982. Des-de
allí escribe a Unimuno varias cartas, de las que se conservan
las fechadas en 24 de abril. 26 de julio y 29 de diciembre de 1901.
Le da cuenta de la marcha de sus estudios y de los profesores
2 La actitud de Unamuno respecto a la ~ublación de su antecesor en
el cargo produjo un movimiento en contra suya en Ia Universidad Vzd Jos6
Tarín Iglesias, obra citada, pág 127, que refiere a Emilio Salcedo: Vida
de don Mzguel. Salamanca, Anaya, 1964
604 A N U A R I O DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
UNAMUNO Y «FRAY LESCO». HISTORXA DE UNA LARGA AMISTAD 11
que más destacan en la Universidad: Costa y Brini, dos notabili-dades
en Derecho Romano, y otras verdackras eminencias en otras
ramas del Derecho. Confiesa, sin embargo, que los estudios li-terarios
y filosóficos son los de su mayor predilección y que en
ese campo si que hay donde escoger: Pllo Mario, que explica un
cwso libre de Estética; Carducci, el. gran poeta, profesor de li-teratura
italiana ... y tantos más. Le pide, aunque le sea enojoso,
que le libren la mitad de la pensión -que era de cuatro mil pe-setas
al año- antes de que se cierre el ejercicio económico, y por
Último le anuncia a su corresponsal que ya tiene preparado el
material para SU reglamentaria MonografPa, que habrá d,0 versar
sobre el estado actual de los estudios filosóficos del Derecho.
<Fray Lesr.n» t a d b alg,inos años en terminarla? pues en el cwso
-de la sucesiva correspondencia vuelve algunas veces sobre el tema,
.excusándose repetidamente de no haber podido darle fin.
Ya en Las Palmas, y con fecha 25 de marzo de 1902, Doreste
da cuenta al maestro de su repeso y le acusa recibo de una carta
suya de diciembre, que no pudo contestar a su debido tiempo por-que
se hallaba enfermo en Bolonia, donde por esta razón tuvo que
permanecer más tiempo de lo que pensaba.
Este verdadero desahogo cordial da idea de la confianza que
don Miguel llegó a inspiras a «Fray Lesco», de la que nos sumi-nistran
abundantes pruebas muchas de las cartas posteriores. Le
12 JUAN RODRÍGUEZ DORESTE
habla con frecuencia de sus problemas y de sus ilusiones. Asi en
una epístola datada el 22 de junio de 1902, le dice que acaba de
saber que su compañero Eusebio Díaz ha obtenido ciertos dere-chos
a desempeñar la primera auxiliaría que vaque en aquella Fa-cultad
de Derecho y aunque las probabilidades de alcanzar cáte-dra
por este medio son bastante lejanas, le lisonjearía mucho con-tar
con idéntico privilegio y poder realizar, aunque fuera a muy
largo plazo, su sueño dorado de siempre. Por ello le pide que lo
entere y le aconseje acerca de lo más prudente y eficaz que él de
su parte pudiera intentar tanto en Salamanca como en Madrid.
Sobre estos problemas le demanda igualmente consejo: el movi-miento
social obrero, que tantas horas de estudio y de labor
orientadora y divulgadora habrán de llenar en la futura existeri-cia
de «Fray Lesco». Anuncia que aprovechando las cuatro ideas
adquiridas en Italia, ha lanzado unos cuantos artículos en los pe-riódicos
y que, con espanto. se ve metido en esa corriente y casi
obligado a dirigirla. Como no está cerca del maestro y por carta
es largo y enojoso que le cxplique sus pareceres en estos proble-mas,
se contentaría con que él le indicase las obras que mSLs le
gustan y que mejor consuenen con su pensamiento.
Unos seis meses más tarde, el 8 de enero de 1903, Domingo
Doreste, con verdadera sencillez, en la que, sin embargo, trasluce
cierto fondo de imprimido desconsuelo, y para justificarse de
no haberle mandado todavía su Memoria sobre la crisis de la fi-losofía
del Derecho, le da a Unamuno una noticia que asumiría
relieve señalado, yo diría que hasta histórico, en el transcurso de
sus días futuros: se ha dedicado al periodismo. Veamos cómo él
-s-e 10 explica:
<ccipreciaido maestro:
Cada vez que tefigcp que escíribirls me asaltan d%das de s-i sil. es-tará
molesto conmigo por no h a h y~a rnamdado la mryuyrk; y
cerdadwmente no sé q;uR dismipas darle. Aqui m han dedicado
al pwkdimo, y como me retribuyen deceatemente y adem&és ne-cesito
de lo que gano, no he tenido &S remedio que apechugar
c m Za nueva p~ofeswn, que me quita tiempo, calma y, lo qw es.
peor7 hái5Yito de estudio. Siempre 7ae de vivir yo contrariado. Siw
606 A H U A R I Q DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
UNAMUNO Y «FRAY LESCO»: HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 13
embargo no io aba.rzdorzo y sieqre gnu;e pwdo me refugio en mis
iibms, tanto por cuwir con A s compromkos para c m esa Es-cuela9
como por el descmo que en ~ Z O S mcmtro. Asi es qm
h memoria ir6 wuís tarde de lo que creia7 pero no dude V. de
que ird.
Por aqwi se espera a Rmiro de Mmtu. No sé a pmtu f@cp
d n d o vendrá, ni qyé Za atrw a estms idas. Creo que es amigo
d0 V. Po, awnqwe no le conozco7 pieaso saltodarle.
He recibkio uma tarrje-ta de felicitación de V. p agradezco
cm toda mi alm. Simale la p~esmte pma mifestan;le mri M-cero
deseo qwe V. pwe wn año feliz y que esa Unive~sidads eñaZe
con piedra Manca e2 1903.
Xqo siempre ajfmu.,
Garcia; Tello, 4. Lm Pdmw. Enero 8/9113.»
Se produce a la sazón una ancha cisura, la primera, en el
mantenido flujo epistolar entre estos dos hombres. En 25 de abril
de 190.5, en carta fechada en la calle del Amparo de Guadalajara,
algo más de dos años de su carta anterior, «Fray hsco» vuelve
a corresponder con don Miguel. Le anuncia que metido, más bien
por la fuerza de las circunstancias que por afición, en el perio-dismo
desde hace años, ha fundado en Canarias, en unión de Ra-fael
Ramírez, un diario que ha logrado ser el primero de a~uella
provincia, «La Mañana», que pone a su disposición. En un rccien-te
&gq&e !u. RepAhli~&~. !gy !e.t_rlc de! qce h a s ! S *prisa
de la Corte, Unamuno había invitado a una general amen etida
contra los rotativos. Doreste le explica la semejanza de s71 mu-tua
actitud:
c.. y h a && t m g ~ n ~ && ~ ~ ~ &~&0 I f~3 ~ gz &c~&~fim' ,3:g.~
y desenmascarar a los grandes perió'dkos de Madrid7 hcuCvi&&~s
pwm- p o ~ur nas ymndes y aparatosas ñoñeceis, indignos ck ejercer
el monopo~lw del periodism. Al mimo tiempo he procwrado de-mstrar
qu.e ma de las cosas que mhs eifkmm,erzte crecur2an qri-nión
y a&Zantarian el pah, smia la creaci6n de um pTensa de
Núm. 21 (1975) 607
prawhcias Zrrzdependimte, bien hecha y que dejara de sep. urna
ylasa do la de Madrid. Todo esto, no par ~mciYZm de oficio; sino
por creerlo de buena fe.»
De nuevo en Las Palmas, al regreso de su segundo viaje a Ia
Peninsula, después de ser escribano con permiso 4 1 primero lo
efectuó en mayo de 19083- «Fray Lesco» escribe a Unamuno en
24 de diciembre de 1905 para felicitarle por sus trabajos en «La
Correspondencia», «agitándose y agitándonos saludablemente» y
por el año nuevo, pidiéndole de paso un autógrafo para un ami-go
coleccionista 3.
Al cabo de poco más de un mes, el 8 de febrero de 1906, «Fray
Lesco» envía a don Migrze! una nueva misiva para acusarle re-cibo
de un libro suyo dedicado que acaba de llegar a sus manos
y de cuarenta e~empiares del mismo que ha colocado en varias
librerías, segfin indican los recibos que le adjunta. Aunque no da
el titulo, sé que se trata de «La vida de Don Quijote y San-cho
» que a fines del año anterior había edltado la Librería de
Fernando Fe, Carrera de San Jerónimo, 2, de Madrid. Era la
primera obra de gran aliento que el escritor daba a las prensas.
Había publicado hasta entonces «En torno al casticismo», en 1895;
oPaz en la guerra», en 189'9; «Nicodemo el fariseo», en 1908;
<,Amor y pedagogía», en 1902; «Paisajes» y «De mi país», colec-ciones
de artkulos en 1902 y 1903 4. El ejemplar que recibió «Fray
Lesco venía dedicado así: «A D. Domiazgo Doreste, szc amigo B-Z-guel
de UnamuW». En la misma página de la dedicatoria, Do-
3 Se trataba de don Presentación Suárez, que llegó a reunir una nu-tridísima
y valiosa colección, avalorada con las firmas de los hombres
más eminentes de aquellos tiempos en todos los terrenos del arte y del sa-ber,
y que hoy forma parte de los ricos fondos que atesora la Casa-Museo
de Colón de esta ciudad.
4 Bernardo Villarrazo: i!!guel de Unamuno Glosa de una viala Bar-celona,
Editorial Aedos, 1959, pág. 265, donde se recoge la bibliografía una-muniana
ordenada por el profesor Luis S. Granjel, de la Universidad de
Salamanca
S09 AN(TARI0 DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO Y «FRAY LESCO»: HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 15
mingo Doreste puso sobre su firma, y de su puño y letra, la nota
siguiente :
<<Lacso rrecciones heohas m Epix en las d ~ g e n e sde lm h-jas,
son de ZCE mano del propio autor/; q n ~ ~ esii n dvhdu habk escogido
el presente ejemplar para anotar las erratas de Zu edicih.
El poseedor tiene a gran hmra esta cirmnstancia, que malJwtd
sxtruordima~iumendep~u ra él este ejeqlar.
En el acuse de recibo «Eray Eesco» le dice que no se haga
ilusiones respecto de la venta pues el público de aquí lee todavía
menos que ei de ia P'eninsuia, pero con todo hará cuanto pueda
y le dará publicidad a la cosa. Cumpliendo su promesa, el escri-tor
canario consagra al libro, efectivamente, dos largos artículos
que aparecen en el diario &a Mañana» de los días 7 y 8 de mar-zo
del mismo año 5, en los cuales glosa atinadamente y con justo
enfoque el contenido de ia obra que, como es Men sabido, ievanto
niuchos comentarios y hasta provocó la famosa frase del General
Primo de Rivera, sañudo enemigo de don Miguel, en la que afir-maba
que Unamuno trataba de negarle a Cerárantes la paternidad
del Quijote. «Fray Lesco» sintetiza el pensamiento del genial pen-sador
vasco en aquella conocida paradoja: «No en creer lo que
no vimios, sim euz crear lo que no vimos, ea eso está la fe>>.
En esta misma carta el periodista canario. le habla a Unamu-no
de un reciente articulo suyo, titulado «La crisis del patriotis-mo
», que ha saboreado con delicia pues es un semillero de ideas.
El se complacerfa en saquearlas, le dke, por esta razón:
«#m ideas de V. m pzknto a militmh y otras muchas co-sas,
conmerdm cm bas qwe hmos venido sos€enimdo a@, al-
5 En su doeum.enta.clo y hondo eft.1-1fli~Z ~B.C.~.~L.Be%.Q ClanmZns, mi-versidad
de La Laguna, 1964. que repetidamente volveremos a citar, el
erudito profesor don Sebastián de la Nuez sufre un error, posiblemente
tipográfico, al referirse al primero de estos dos artículos -pues fueron
dos sobre el mismo tema-, dando como fecha de insercidn el 7-VII-1906,
cuando en ngor es 7-111-1906 El 7 de julio «Fray Lesco» estaba ya en
Guadalajara.
;6 JUAK IZCDZ~GUEZ DORESTF
ganas veces con tim27&xJ porque rizos' falta la incitackín quei (pvdie-ra
ueni.rrizm de ahiJ si hubiese muchos que escribiesen con el des-enfado
que V. ASZ e~ que le repit:o las gracias porqiue el articulo
hdC z+idOl Para nosotros mca bandera. Espero cm amia: leer e2 q u ~
me anuncia s0 publicará en "Nuestro Tiempo?'.»
Y como una confirmación de las tesis unarnunianas el men-sajero
canario añade :
«Aqu4 estamos infestados de mditmes; y como ahi ha cwindido
la especie de que en Canarias no se necesitan, sitno soldados y ocxr a
gc*>"~~, y.?ig.yn.~cr'o^~ ?.-y @~.m,~g.._fy~ &&Q . fljeflg '?"I
convirtiendo para los golbiernos m m plantel de cohacianes; ni O n
m.& ni menos de lo que eran, antaficr hs colmias. Todo1 ello, cmo - m
O
V. adiwinarú, con m m a de2 patriotho, que aqwi ha sido skm- EE
ppe bastante pura.» 2
E
Este fenómeno que «Fray Lesco» denuncia con apropiado dic- 3
tamen, y del que tanto oímos hablar los hombres de mi genera-
- -
0
m
ción, llegó a tener tan alto bordo co-mo para crear una incómoda E
tensión y una sensible tirantez entre militares foráneos y paisa- , O
nos indígenas que en algunas ocasiones degeneraron en sangrien- n
tas reyertas. El histórico pliego acaba con una encarecida int-i- E a-tación,
reiteradamente formulalda después, que tardaría todavia n
algunos años en formalizarse : n
n
3
«;C&nto datia yo pwpe V. echase una escapada a estas Zs- O
las y 7m estdiase! Creo des& bego que 'Fr. entronco& esta alma
con la castellcma y andialwcc; pero qukh emm~trccr2c:d @.i.emias
y matices inter/.esantcls.»
Desde principios de junio de 1906 ya está «Fray Lesco» en 1%
Peninsula, que no abandonarfa dwante casi cuatro años. Antes
de partir tuvo ocasión de comentar en su periódico el viaje que
hizo a las islas el Rey Alfonso XII, que arribó al puerto de la
610 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
UNAMUNO Y <<FRAY LESCO». HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 17
Luz el 30 de marzo de 1806, y que en el contexto hrstóe.:co de
aquellos años constituyó un acontecimiento memorabilisimo, de
los que luego se imbrican en el recuerdo secular de las gentes
con perfiles que van trocándose paulatinamente en legendarios.
Los seis artículos que «Fray Lesco» dedica al viaje regio se ocu-pan
de aspectos adjetivos del suceso -la nota estética de1 ador-no
de las calles, la nota pintoresca de la presencia de muchos je-fes
moros, la nota amarga del mal gusto de cierta ornamentación,
las pequeñas leyendas del viaje, etc.- pues el diario formul6,
como todos, un solemne cuadro de aspiraciones y de demandas,
algunas de las cuales, al cabo de setenta años, siguen teniendo
acuciante vigencia.
Cercanos ya geográficamente uno y otro c~rresponsal, sabe-mos
que fueron bastantes frecuentes sus contactos personales. De
algunos de ellos queda incluso constancia escrita en los artáculos
en que «Fray Lesco» se ocupa de don Miguel en su periódico de
Las Palmas. Una primera larga visita en septiembre de aquel
mismo año, 1986, cristaliza en un espléndido artículo que publica
e! diario y que si no fuera porque alargaría desmesuradamente
este trabajo, valdría la pena reproducir íntegramente Sorpren-de
descubrir como son coincidentes los juicios de Unamuno con
los de su entrevistador, en especial los que atañen a problemas
religiosos para las que ambos se hallaban particularmente sensi-bilzzados.
El artículo comienza así :
«hTnarn~no haba c o m escribe y escrzbie como habsla. Natural-mente
y sin fatiga pure h e comepitos y loe eslaboaa c o m~ a M-gica
ewabmnda y flmible, casi sdtando de a olt~oL. a Qtim
um que ha% c m 61 fue hace poocrs dias en SaZammoa. Me! leyó
M% aurticwzo, cuyas cwartdlm, aún frescas sobre la! mesay se dk-pmia
a mandar a "El PmqarciaiZyJ. Lmenthbmei en él da esta in-dudable
muerte pior frb que piareca el paradevo de Espak.»
Añade que también la poiltica, a juicio de Unamuno, muere
de frío. Cada vez le entusiasmaban más sus paisanos, los bizcai-
6 </La Macanas, días 13, 21, 26 y 29 de marzo, 6 y 7 de abril de 1906.
7 Idem, 24 de septiembre de 1906. Se inbtula A2 &a De Politzca,
liablando con Unariuno.
18 JUAN RODRfGUEZ DORESTE
tarras, especialmente cuando andan a palo limpio. Este entusias-mo
se lo ilustró don Miguel con una anécdota reveladora:
«Tengol en Bilbao urpz amigo, me decía, hmrudote y liberal, que
m se mete con nadie, q.uie ns se las echa de Zibrepensachr, pero
quz tampoco va a misa. Solrpiir~&Gw mzccho saber que habia ido
de escapulario y cirio en una pzocesih, preckamente cuando és-tm
powrzcaban sendos cunflictos en la8 calles. Una vez qtm es-tuve
en Bilbao le pregwnté: pero h m b e , ~ e ómose explica. .. ?
-Nada, me contestó; yo no pcadia soportar que éstos qw se ¿la-man
1iberuZes estorbasen vioktamente wn acto de2 culto; y en-tre
liberales y católicos, opté por estos 6ltimos y mo a 6 de un
enorme escapulario por &fuera, y de un revólver, F e llevaba en
d Qoisiilo. Si en iugar de ser una procesión. hubiera sido wn en-tierro
ciwil y la perturb.acGn hubiera partido de Zm ca~tcZicosm,
hwhkrce ido con el cmtejo. No pude mmos de reirme y de d d e
la or.korabuena.»
'c-7 r apostifia, con el s ~ t i pdru~f66 ;;co pr;;inc; Ci;e se-nian
las palabras de aquel verdadero iluminado:
<x?ues bien, esta s2meridm-i CON este respeto de ha liblertad de
cada m5 es la qw se echa de mmos en la pdz'tica espa6ídame n
general. Estm virtudes cívicas no engendran conglictow, aa.nfes bien
íos previenevt y los evitan; y si el conflkta, a pesar de todo, se
viene encima, enas Zo resue2venq sin. bstirnar personas ni creen-cias.
»
También hablaron los dos amigos largamente de Canarias,
yero «Fray Lesco>> dice que debe callarse esta parte del coloquio
en la que él tuvo que hacer el gasto. Encontró en Unamuno una
gran curiosidad por conocer el estado social del país canario. A
propósito de la costumbre, e~tonces tan generalizada entre los
pueblos pobres, de asediar al extranjero pidiéndoles moneda, don
Miguel refirió a Doreste un sabroso mento de Carducci.
«Voi!via el psoata de Sukai a Zt~~liaen, coche, y ya cerca d!e la
fromtera acerc6rmsele umos alemanes y le pidieron la venia (para
conocerle y hablarle.
612 AKVARIO DE ESTUDIOS ATLANlZCOS
UNAMUNO Y «FRAY LESCO»: HISTORIA fiE UNA LARGA AMISTAD 19
-iSois por zrentwa poetas?, Jes plr0gmtó Gardmci.
-Siy mnte8tsvron. No hemos nunca compms t !v~e rsos; p r o $0-
dos los d e m e s S ~ O pSoe tas. Pmeba de ello es qwe deseamos
entrar m Italia estrechando la: mmo ds su primer vate.
Cardwci los hko mbir a2 carruaje. Llegando a la frontera, zkn
tropel ds ch@;urillos se abalamxó d coche, pidiendo "u% soldo, p e . ~
cwitciYy. Los extrawjeros les arrojaron m pru:ñado de monedas.
Pero Cardwci no pudo contener la indignad&. Orden6 parar al
cocheroy se ape6 de m sicuzto y con adem4n imip'onmte d$jo a sus
acompaGantes: Señwes d o s , esto es m insulto; abajo y Zejos
de aquh.
Los extranjeros b besav-0% la mano y se alejaroln cabkbajos
y camJ'wndidus.>
La pequeña distancia relativa que durante estos cuatro años
de estancia castellana de «Fray Lesco» lo separaba de su inter-locutor,
aclara que de todo aquel periodo nos hayan llegado so--
l n-- mente tres! ~ a d a gE. n 1% priipl-era, &&G ~gda!~+~rAao, + ~ ~e!Q J'Y' U'YVCII..AU
4 de diciembre de 1906, Doreste le habla de una recomendación
de Unamuno relacionada con una vacante que habrá de cubrirse
por antigüedad, y le agradece la eficacia de su gestión. Debe de
referirse a un puesto de escribano en un juzgado de Salamanca,
que él pasaría a ocupar a fines de 19017 o comienzos del 8. Lo fe-licita
por su renovada vena poética y le habla de su reciente dis-curso
en el Ateneo de Barcelona. Ese discurso del catedrático sal-mantino
fue pronunciado s. fines de octubre de 1906 y tuvo gran
resonancia, deiitro y fuera de Cataluña. El escritor estuvo siem-nre
muy vi r i c l ad~a !a ciudad c~r,&!. H&~u,n ,=piepa&c-j a e ~ ? a= r -
borar en periódicos catalanes muy prontamente. Por cierto que
uno de sus primeros artículos en revistas de aquella región, qui-zá
el primero, apareció en una de carácter ácrata, «Ciencia So-cial
», y se tituiaba: Lo dignidad hmana s. En Barcelona se editó
t6 «Amor y ped-?g~gia~, seg~rzdr,n e>re!a, s@r, refie- TarIn
Iglesias en su obra citada 9, por la firma Editorial Henrich y Com-
8 Pedro Corominas: La trúgzca fi de Miguel da Urzarntmzo, «Revis-ta
de @atalunya», núm. 83, febrero 1938; citado por José Tarín Iglesias:
Linammo y SZ~S arnzgos catalanes, pág 61.
9 José Tarín Iglesias: Obra atada, págs 100 a 105.
pañia, en una colección que se tituló «Biblioteca de Novelistas
del Siglo xx», y no en Madrid, como hemos leído en otras biblio-grafías.
El discurso de don Miguel discurrió como lema genérico
sobre E1 impe~iod e la menWa, y en él se ocupó de temas enton-ces
tan candentes como la cuestión agraria, el egoísmo nacional,
la Castilla dormida, lanzando además un furibundo ataque cont~a
la famosa Ley de Jurisdicciones, promotora de tantos conflictos
históricos. Para estar a la altura del tema, 'ünamuno, parodiando
el hábito de terminar con vivas las arengas pfáblicas, acabó la
suya dando un estentóreo ;Viva la verdad! *O.
-El segundo mensaje, bastante largo, fechado el 12 de enero
de 4907, se extiende en detalles sobre las ventas del libro «Vida
de don Quijote y Sancho» en las ii'lrerias de Las Paiinaa, pues
la poca seriedad de alguno de los libreros, elegidos por el propio
Doreste, le tenía preocupado. Vuelve a hablarle de la escribanía
de Salmanca y de su deseo de trasladarse a la ciudad del Tor-mes
por estimar que ésta va subiendo de nivel intelectual y está
en camino de constituir un centro iae irraaiación de cuitura. iii-siste
al final «Fray %esco» en celebrar que el maestro se haya
engolfado en la poesía, deseando leer pronto sus versos. Un libro
de poemas seria, en efecto, el primero que publicara don Miguel
en el curso de aquel mismo año 1907 en la ciudad de Bilbao. La
tercera carta, enviada desde Guadalajara el 18 de febrero siguien-te,
última de esta serie, vuelve a mostrar la contrariedad de «Fray
Lesco» por lo reacios que se muestran los libreros de Canarias a
entregar el dinero de los libros vendidos. El asunto, como se ve,
ha provocado ya varias puntualizaciones, pues sin duda don Mi-guei
apremiaba a Doreste. No tengo referencias dignas de crédi-to
de cuál fuera el talante de Unamuno frente al dinero, aunque
de antemano disculparía su actitud el hecho bien conocido de que
tenfa a su cargo una familia de ocho hijos. De «Fray Lesco» si sé
que siempre fue liberal, dadivoso. Bastarían para acreditarlo los
sacrificios pecuniarios que ie cosió aostener en muchas ocasiones
la Escuela de Luján P&ez y la ayuda generosa que hasta que
10 <La Mañana», 31 de octubre de 1906. La amplia reseña debió de
ser envlada por «Fray Lesco», que segcia siendo nommalmente director
del periódico.
614 A N U A R I O DE E S T L T D I L ) S A T L A N 7 1 C O S
UNAMUNO Y «FRAY LESCO>>: HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 21
mumó hubo de prestarle a su pan amigo y compdero el pintor
Juan Carlo. De1 profesor de Salamanca existe, en cambio, una le-yenda,
que más que nadie contribuyó a extender José Pia con su
famosa biografía de Santiago ksiñiol, que nos lo pinta bajo es-pecie
de tacañería. El gran escritor catalán ha sido siempre un
poco maldiciente, y como hombre de temperamento exuberante
bastante dado a recargar las tintas. De todos modos tiene mu-cha
gracia una anécdota que refiere Tarin Iglesias en su preci-tado
libro y qiw pone en boca de Eugenio Uontes. Dice que cuan-do
6on Manuel Amar se incorporó por segunda vez a la dirección
de «El M», solicitó de Unamuno que continuara su colaboración,
y que al preguntarle cuánto quería cobrar por artículo, don Mi-guel,
sin iii ril-ak arse, contcb&&: -TT-- ,,,, - A , ,".. uua. p~Bcta n nm4nrrn IILaa YU= u r LbSa.
La ocurrencia en rigor es más. expresiva de la vieja incom-patibilidad
de Unmuno con Ortega, que se remontaba a los tiem-pos
en que este quiso inútilmente afiliarlo a su «Liga de Eiduca-ción
Política Española», a comienzos de 1964, que de una verda-dera
cicateria
En esta misma carta caracense, Doreste le reitera sus deseos
de que visite su tierra, deteniéndose allí unos días, en el viaje que
el profesor proyectaba hacer a América del Sur.
«Creo que seria una v a t a fmtuosa para mcis pl&anos. Tie-nen
&tos hambre 6% ideas. Desearia que usted conociese aquel
pais y me ayudase a fom:w jUnc1Lio sobre 61 y pm elllo tal vez so-
&re mi mismo.»
11 Con el título de V%eja y Ruma politka dio don José Ortega y
Gasset una conferencia en el teatro de la Comedia de Madrid el 23 de
marzo de 1914. El acto se encaminaba a dar a conocer la «Liga de Edu-cación
Política Española», recién fundada por un grupo de escritores y
profesores, entre los cuales figuraban Azaña, Américo Castro, Salvador
de Madariaga, Ramiro de Maeztu, PBrez de Ayala, Fernando de los Rios,
etcétera Ortega viajó a Saiamanca para obtener la adhesión cie cion ivii-guel,
pero &te se la negó, fiel a su permanente actitud antipartidista, dí-ciendole
que 61 siempre sería en su propio partido el Padre, el Hijo y el
Xspíritu Santo, y que en cuanto otro se afiliase se daría de baja en él.
(Melchor Fernández Almagro: Rzstoria del reinado de Don Alfonso XIII,
Earcelona, Montaner y Simón, S A., 1934, págs. 246 y 247; y
E: 'Villamazo: Obra cztada, pág. 81 )
JUAN RODRiGUEZ DORESTE
Se abre después de esta misiva un segundo y más largo cor-te
en la relación epistolar de Unamuno y «Fray Lesco», al re-gresar
éste a Canarias, con permiso oficial, a comienzos del año
1910. Pero ya hemos visto que con anterioridad continuaban fre-cuentándose,
ya que no carteándose, puesto que los dos vivían
en Salamanca, adonde el escribano canario se trasladó a media-dos
de 1907. Nos da testimonio de esta frecuentación -aparte
de otro artículo aparecido en «La Mañana» de Las Palmas e1
31 de julio de ese mismo año 12- el banquete que en su ciudad
rectora1 le ofrecieron a Unamuno con motivo del estreno en Las
Palmas de su drama «La Esfinge». Esta pieza teatral fue pues-ta
en escena en el «Pérez Galdós», por la compañía de Federico
Oliver y Carmen Cobeña, el 24 de febrero de ñ90913. Era la
primera obra teatral del autor y un estreno nacional. Para cele-brar
el suceso los amigos de don MiWel se reunieron con él en
una comida homenaje. Entre los recortes que piadosamente fue
reuniendo toda su vida doña Paz Grande, esposa de «Fray Les-co
», figura uno con la reseña del acto. Domingo Doreste la ofre-ció
con las siguientes palabras:
«No sé por qué ley de gravitación dicen qm pesa sobre m; eJ
deber de hacer zcn brindis. Me lo apmtan los amigos de la d e
echa y de ia izquierda. Yo no me co.nsii&~l iniciador ni or-ganizador
6% este btt~nquiete intimo. Sin ofensa de nadie, p%ede
decirse q-le se ha ~~-g~,n. {~p,ozrm &h mil:rn-a Nos &emm rmy!,?:,d~
para celebrar el éxito 6% urza obra drcedtica, estrena'da lejos &
cqui. Qzcká la cirmnstcon& de haber sido estrenada en Za tierra
12 ES curioso que en este artículo «Fray Lesco» diga a propósito de
don Miguel: «Es del todo irregular su amistad y su comunicación. No sir-ve
para la tertulia, por más que sus amigos se empeñen en hacérsela» El
trabajo estudia la influencia personal del maestro en los jóvenes univer-sitanos,
pues aunque no hace discípulos a su imagen y semejanza, tiene
i;n sinnúmero de entusiastas aue no le pierden de vista. «Donde menos se
rree anda escondida su influencia.»
13 S de la Nuez: Unamuno en Canarzas, págs 17 a 23
616 ANUARIO DE ESTVDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO Y <FRAY LESCO»: HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 23.
dmak nm6, sea la t$nioa m& qw jmtifiqm d h&er tomado la
palabra. Pues biem, sieñor/.es, ya: qwe brindo pw el 6éx2to de b obra,
permitidme qwe desaho~gue los dos sentimientos que embarga% mi
aXw en este m.mwnto: el de la vieja adpuirczción que siempre kzsr
sentido por el señor eTrzammmy e3 del amor inestinguib'k a m%
tie;rraY perdida entre los m8w@s.»
En su improvisada respuesta don Miguel, entre otras cosas,
dijo lo siguiente:
«Cuando recib$ la primera noticia llegada de Canarias; no le
d6 méditoi. Aun m se 20 doyy sin que esto sea pmsar maZ de Zíz
cultura &e aquel plt;,'jl.iCo, de la qme ier~yad y. i~ma;I ~^~&Y@s.U .igü,
o peisar de cwanto me dicen, s6ntiendo verdadera mtiptia pocr el
teatqo y lamentar$a p esta ocasió~z fuera piara m4 una tenta-cGn
irresktible de re+ilm$dir. Cmste, E& emb8argo, p e So haria
cmtra mi voZmt@d. Es triste, muy tristey eZ papel del autor. EI
teatro no es d s que un espectdmio; ei autolr vale m 6l mwho
menos q-uie el uctor. Pwo es todavb wds trkta pemw que wn
h&re pmda ploner su alma en wn libra y no ser leido; que wn
escr&w haga m drama, y am sien40 él lo ÚJtimo del ewpe~tácm-
Jo, le retribugan su, trab8ajo espZndidammte. Podri reincidir por
mbviíes cmeros, piem siempr0 tendré en d s la is obras en Zm que
he dejado pedazos del mi alma e insomszios de rn4 inteligenclia qw
esa "Esifinge", a& m la ham hau<tixado, en la que sólo hay mio
algo de impMur y maoho de tedio.»
Debio de haber sido escrita también en esta etapa de la resi-dencia
peninsular de «Fray ¿esto» una carta sin fechar de Una-muno
a Doreste con la que le devuelve, dándole su conformidad
y añadiéndole unas notas, una entrevista que el escritor canario
le dedicó en una pubIicación profesional de Madrid. Don Miguel
pone en sus notas especial énfasis en que el entrevistador exalte
más la ignorancia en que se vivia entonces de las cosas de Ca-narias,
«acaso pWpe los ca'y1cariss viven con la vi&a mdts puesta:
en dP1PZérica qge ew la Peninsula», subrayando seguidamente:
« jCMntos peninmdares, m siendo empleados o &litares, van a
C¿cna;rias po7. cmocerlmy por pasar ma temrprada, por ~rZsmo,
etcéz'em?» 14. Tendrían que pasar muchos años para que se co-rrigiera
esta ignorancia, que ya bastante disipada en el conoei-miento
turistico, tiene todavía cierta nociva vigencia en el terre-no
ofmai en cuanto concierne a muchas especificas peeuliarida-des
de mestros problemas,
Doreste vuelve a su isla, para fijar en ella definitivamente su
casa y luego su oficio, a fines de enero de 1910. El primer pliego
que hace llegar a su maestro, apenas arribado, el 10-XE-10j18,s e
ahrn ~ n nin c f r i i r r inn~cp r a qije le ~scr1h-id isectrmente al libre- --* " -.,-- --- -wv------
ro, que había pasado a ser nuevo propietario de la tienda que aun
tenía pendientes ejemplares de la «Vida de don Qlíijote y San-cho
». Le explica seguidamente que al volver a su tierra después
de cuatro años de ausencia, ha recogido en unos artículos las im-pesioneu
qire le ha pr=duei& S-2 dudad r,atz!. & &QS finge
xna carta abierta a don Miguel, y para que la ficción no sea can-pfeta
le mmanda el recorte. Aborda en ella problemas cultuí.ales.
Las islas miran a E ~ r o p aen materia de cul'cura, pero se europei-zan
a la zmericana, es decir, la g e ~ t ese entera tarde y mal, por
t-ía de información, no de estudio. No se ha llegado a adquirir un
concepb europeo de la ciencia, del sabio, del progreso. El hombre
de ciencia es una perfecta inutilidad, en cambio el abogado viene
a representar la «enciclopedm>. Está esto saturado -+scrlbe
<Fray %esto»- de abogadismo insustancislb y campanudo. Por
fortuna existe una curiosidad rayana en infantilismo. «Hay zmo
juventud, toda loxa~ia, albor de ma generac%% nueva, toda es-yermxa.
Ea inswiabbe mrCosidad de estas mentes abiertas pu-dzera
ser el, punto de partida de su, renacin&mto.»
Este comunicado debió impresionar a Unamuno, porque ya en
su respuesta, una de ias dos suyas a «Fray Lesco» que se con-
14 Alfonso Amas Ayala. Textos zlzéditos de MzgueZ de Unamucno,
«Anuario de Estud~os Atlánticos», Madrid-las Palmas, número 9 (1963),
páginas 428 y 429. La carta de Unamuno, que todavía pudo copiar Armas,
cuando hizo este e s t~e io,e n el archivo faml l~s rd e «Fray Lesco», desapa-rec:
ó posteriomerle en ignoredo paraclero.
618 A N L A R I O DE E S T U D I O S A T L A N I I C O S
UNAMUNO Y «FRAY LESCO». HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 25
servan 15, le dice que ha de serle útil aquí y que en las notas que
está tomando para su próximo d~scusso,l a carta ab~er taf igura
a la cabeza del expediente. Y es que entre tanto se ha producido
una reiterada invitación a don Miguel para que actUe como man-tenedor
de unos Juegos Florales y por fin ha accedido a venir.
Su visita se convierte en el acontecimiento mayor del afío, uno
de los que hacen época, pues aparte la huella profunda que dejó
entre sus amigos la irradiante personalidad del gran conversa-dor,
quedó para siempre el manojo de prosas inmortales, swu-lentas,
que su visita suscitara: el prólogo al libro «El lino de los
sueños», de Alonso Quesada; sus artículos en «La Mañana»; las
páginas admirables, tantas veces citadas, que dedica a la isla en
su tomo «Por tiernas de Tortuga: y de E ~ p ~ a &i ,.,
Antes de salir para Gran Canaria recibe otras tres cartas de
Domingo Doreste, dos de abril, el 7 y el 30, y otra de1 10 de mayo.
En la primera le refiere el magno proyecto que había concebido
Rafael Ramírez, copropietario de «La Mañana», espíritu vehhe-menee,
inquieto y soñador, algo quijotesm de estaiqm y tape-ramento,
de fundar en Madrid un gran periódico de carácter na-cional
y de factura moderna. El periódico se habría de ocupar
preferentemente de las relaciones hispano-americanas, tendiendo
a estrecharlas. Le piden a don Miguel que recomiende a algún dia-rio
de Buenos Aires que acoja y comente el manifiesto que han
redactado, dirigido a las colonias españolas de América Latina,
pues confían en que cualquier indicacián suya será recibida en
aquel continente con singular respeto.
A esta carta responde Unamuno con la primera en fecha de
las dos suyas a Doreste a que ya nos hemos referido. La damos,
sin embargo, en facsímil fotográfico como muestra de la perso-nal
y caractsn-ística caligrafía del sabio profesor, porque aun sin
entrar en anhlisis grafológicos, no podrá negarse cómo cuadra y
conviene a un hombre de temple seco, aristado y a las veces a p -
sivo, la especial conIormaci6n de esa escritura nerviosa, tendida,
afilada, compacta, en la que curiosamente muchos acentos y mu-chos
puntos de las ies asumen el trazo del acento grave francés.
Don Miguel, como es bien sabido, se fabricaba sus plumas con
15 Sebaskán de la Nuez: Obra citada, págs. 35 y 36.
620 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
3-Carta del Rector de Salamanca, fechada 30-III-10, a «Fray Lescm
n
E trozos de caña en los que insertaba un plurnin fino y agudo. Nun- -
a
ca ha podido hablarse más propiamente de pluma bien tallada. 2
n
En la otra carta, contestación de la que transcribimos, «Fray n
n
Lesco» comenta la expectación que entre los jóvenes ha desper- 3
tado el anuncio de su viaje, y le pide una copia del segundo acto O
de «Ea Esfinge», o de alguna obrita inédita, para un grupo tea-tral
de aficionados que tiene el propósito de obsequiarle con una
velada. Aunque el «Teatrillo» de los Hermanos allares puso en
escena «La Venda», otra obra dramática en dos cuadros de don
XK;rrrrnl nn fnh~nrin A n lQll r>n.crc~ rnnia h a enviii 91 nrnnín niltnr, LVLLSUGL, =u r~usvsv uv AULA, UWJW vvriu ---.-- r--r-- -----
supongo que el grupo a que «Fray Lesco» se refiere fuera el de-nominado
«Los Doce», dirigido pos don José Rodríguez Iglesias,
que durante más de veinte años, hasta bien entrada la tercera
década de nuestro siglo, presentó en nuestra ciudad mucha y
buenas piezas de teatro nacional y extranjero. Con relación a po-
622 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N l I C O . 3
UNAMUNO Y «WAY LESGO>>. HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 29
sibles temas de conferencias en nuestra isla, el periodista cana-rio
sugiere al maestro que, dado el invencible pesimismo que aquí
reinaba acerca de las cosas de España -«nadie mes euz S% vitali-dad
"rz4 en ,m progreso, no $e conme sul vi& interior ni se time
idea de sus fuerxasi ZatenWs, Zo qae se tradwa en desprevio hada
lo español por parte de infezikes extrafijerizados qiue sieaztan plaza
& hombreis supwiOre.si»-, pudiera tomar como tema para una de
sus intervenciones «dar a esta gente um idea de Jce España @tuaZ».
Don Miguel aprovechó bien la sugestión de su amigo. En los
dos sonados discursos que pronunció' en Las Palmas -el de los
Juegos Florales el 25 de junio y en un mitin republicano, com-partiendo'
Ia tribuna con Guerra del Río y F'kanchy y Roca, el 6
de Juiio siguiente- aireó ei concepto de patria y el de patriotis-mo,
oponiendo su sentido integrador como programa de vida, como
ideal colectivo, como idea universal, histórica, eterna, como modo
de sentir la vida ante otros pueblos, frente a los localismos, a los
odios y luchas de localidades en que habíamos caído. Fueron sus
paiabras como recios aiüabonazos en ias conciencias canarias para
abrirlas a la comprensión e inteligencia de los grandes problemas
nacionales y mundiales. Hay que vencer el aislamiento, que puedle.
hacer nuestra fuerza, pero hace también nuestra debilidad.
d i os sentás enjauhdos, bmc& das que Zm barrotes cawcún
s m o plor ensalm. Ten& ciwdad: me dicm que de 50.000 almas.
jSi f w ~ a na lmas! NO sé si las hay en toda Eqia%a! gSi hiciémis
wna ciwdmd d& 6.000 almas, serz'a3s grawdes y triwnfarz'ais! Son
esas almas Eas me tenéis que hmer ...»16 .
Una última breve carta, casi postdata de la anterior, toma
ccmo motivo pedirle a don Miguel que le envíe unos versos iné-ditos
para puMicarlos en «La Mañana», pues así lo ha hecho
«Diario de Las Palmas», sugiriéndole la composición en que «re-mmda
¿a f i p a d& cwa & m parroqwia, que es u i ~ n a& Eaisi qw d
16 LOS dos discursos, reconstruidos a base de las reseñas de los dia-rios
canarios, figuran en los Ap6ndices de la obra del profesor De la Nuez,
quien dice no hallarse recogidos en las Obras Complletas, Ed Afrodisio
Aguado, 1958.
30 JUAN RODXíGtTEZ DORESTE
me conmovieron,», con lo que «Fray Lesco» da a entender que los
conocía por alguna lectura privada que le hiciera el propio poeta.
La historia de los legendarios Juegos Florales de 1910 y de la
detenida estancia de don Miguel en nuestra isla por aquellas ca-lendas
-negó al puerto de La Luz el 22 de junio, en el vapor
«Reina Victoria» y zarpó el día 19 de julio, rumbo a Oporto, en
el barco inglés «Romney»- se halla evocada en todos sus por-menores
en el libro del profesor Sebastián de la Nuez que repe-tidamente
he citado, y al cual remito al lector curioso. En las
páginas de este libro surge de vez en vez, justamente encuadrada
en el contexto del relato, la presencia de «Fray Lesco» que fue, a
además de fiel discípulo, el amigo más antiguo y el único que le N
E
sobrr.,;lviS de 10s que LTnam~mn supo hacerse y mantuvo en nues- O
tra tierra. Excepción hecha, claro es, de su gran amigo majorero, n - m don Ramón Castañeyra Schamann, a quien el catedrático salman- oE
tino conociera en más tardía ocasión cuando fue desterrado a E
.S
Puerteventura en 1924. Esto justifica que pasemos brevemente E
mbre esta iridvid~hk visitaj en el curso de ña cual, como era 3
,obligado, el discípulo se reunió y departió en varias ocasiones con -
el maestro, incluso invitándole a comer a su propia casa, donde 0
m
E
las dos mujeres que en ella había, su esposa doña Paz y su hijita O
Teresa, eran salmantinas de nacimiento. Doña Paz recordó siem-pre
con ternura que don Miguel, como solia hacer habitualmente, n
-E
deleitó a sus chiquillos con una magistral sesión de ctcocotolo-gía
», el gracioso arte que 4l divulgó literariamente en su segunda n
n novela «Amor y pedagogía» 17.
3
O
UNAS CARTAS QUE SON COMO NITOS HIST~RICOS.
Después de este viaje de Unamuno a Canarias, por unas cau-sas
u otras, la correspondencia entre los dos amigos se hace más
distanciada. Pero en cambio pasa a ser quizá más significativa.
Cada uno de los mensajes cobra un especiai relieve en ei contexto
de algún suceso histórico local o universal de los que en una u
17 Vid en <Revista de Occidente», octubre de 1964, número extraordi-nario
Homenaje a Miguel de Ummuno, el precioso trabajo de Emilio Sal-cedo
sobre sus pajaritas de papel, tituIado Cuando las pajaritas tienen alas.
624 A N G A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
UNAMUNO Y «FRAY LESCO»: HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 33.
otra forma venían a herir la viva sensibilidad cívica o humana
de «Fray Lesco» y son siempre como breves y certeras apostillas
de aquellos eventos. El corresponsal canario poseía, en fuerza de
su íntima asimilación del pensamiento unamuniano, tan coheren-te
en su medular esencia no obstante sus aparentes contradiccio-nes,
un sentido finamente captador de todo aquello que pud' + iera
incitar el interés o la curiosidad del genial pensador. «Fray Les-co
» le explica una y otra vez que si le escribe con menor frecuen-cia,
ello se debe, aparte un trabajo abrumador que le obliga has-ta
renunciar a sus lecturas, «devorando szc iwtile rcebbim, a no
encontrar «cosa que cvea pweCRCG interesarle». De aqui que las car-tas,
aunque más apartadas, no sean por ello menos reveladoras.
A los dos meses de marcharse don Miguel de la isla, el 15 de
septiembre, le envía la primera misiva. Le habla de que al fin le
concedieron prórroga de la licencia oficial por asuntos propios
que le había permitido volver a la ciudad. Hasta el mes de fe-brero
-fecha en que ya consigue su traslado definitivo- segui-r&
aqui «erztre_a& a Za consabidcG solñarrerm: palabra da cnño
muy unamunesco. A renglón seguido le da o le comenta la triste
noticia de la muerte de Manuel Macías Casanova, aquel malogra-do,
inteligentísimo escritor gomero, verdadero protagonista del
prólogo del «Lino de los sueños», a quien don Miguel había co-brado
un profundo afecto correspondiendo a la «adhesión ardo..
rQsa y taciturna» del muchacho, que le «cobr6 um ~fecto, dir6
más %en, m apego7 qw7 teniendo algo ultru-humano, tenia
iFambGn algo de canim» 18. «Fray Lesco» narra así su muerte
fulminante :
&mi6 eZ pobre Naclicos de m a manma infO./.tm&. Se ami-mó
a m a cozumna del alumbrado e;l&trico, pw dowde se habh
desvido mas; corrienta 6% alta tens2ón y qwdÓ mwerto si% pro-ferir
un ;ay! Vdadera cmwlrrgura nos ha prodwkXo a t o h eZ
swceso. Noches antes m habta comnunkadol su reso1ucYió.n de ir a
estudiar a SaZawnca. A pooo de V. mmohGcrse ideó mm cwnfe-
1s Alonso Quesada: F7 lmo de los sueños, Madrid, 1915, Prólogo,
página IX Tambien don PdT~gucl dedicó a este infortunado muchacho un
helIfsimo artículo en el diario «La Mañana», del 30 de septiembre de 1910.
32 JUAN RODRÍWEZ DORESTE
rencia cuyo programa gum-032 paro r ~ t i r l ao V~ . No llegó a dar-se
y yo lo sent;, pues esperaba quie nos fizcbiese servido de punto
& partida parra agitar zcn poco las aguas de esta cihcarca. Por aqwi
cont2nmms en plha tempestad poZBtzCa. En ,&zcbre se zFrataríi
en eZ Parlamentol de 213 cuestGn de Canarias. Si el Gobierno la
resuelve d~ una vez, m,a s6 en qué van mis paisanos a O ~ U ZTue-go
su pensamimtol.»
Un año largo, hasta el 25 de diciembre de 1961, habría
de transcurrir antes de la siguiente carta. Tras disculparse por
su largo silencio y explicarte que el trabajo lo condena de tal modo
que «en medio de: este aisZamknto Zocd que V. conoce, restito un
ser &?:oladod e los &&,. un emnituiío de oficina» - e c o anticipa-do
de aquella afirmación de Joaquín Artiles de que cada isleño es
una isla dentro de su propia isla- le refiere la indignación y el
dolor que embargan en aquellas fechas al pueblo canario:
«_A_@ 71,m.y sufrido una smdida que creo será sat&aMe. ka
salvaje acometida de 'la gzcardia civiZ delante 6% wn colegio elec-toral
el dia 25 d@l pasado mes que cost6 Ha vida a se+ infelices
obreros, ha dejado wn regwo de pasiones que creo na; ser& en
halde. Ella es lwgo de contar; pero cabe remmnib-20 dk5endo me
fue el última acto dlei violencia dk m c w u k m mrd que trclrta
de imponerse a ma oiudd como podrh hacerlo m m puebla de
cinco mil almas.»
El suceso, efectivamente, conmovió no sólo a la isla, sino a
todo el archipi6layo y hasta al gobierno de la nación, que enton-ces
prexi&a don Jos6 Canalejas. Se habian celebrado el domingo
anterior elecciones municipales para cubrir veinticinco puestos de
concejales. E1 partido leonista -partidario de don Fernando de
León y Castillo- se hallaba dividido en dos fracciones, siendo la
más fuerte la que dirigía don Felipe Massieu y Falcón, alcalde de
la ciudad. Presentaba candidatos en todos los distritos, excepto
en el de la Isleta, barrio predominantemente obrero, con objeto
de ir al copo, como se decía en jerga electoral. Sus rivales eran
los leonistas disidentes y los republicanos federales. La candida-tura
del alcalde, apoyada en todos los influyentes medios del po-
626 AA'UARIO DE ESTUDIOS A T L A N Z I C O S
UNAMUNO Y <FRAY LESCO>>' HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 33
der, triunM en los distritos del Teatro, Triana, San osé, TaEira
y Santa Catalina, pero perdió la mayoria en la Isleta, donde sa-lieron
elegidos dos republicanos, don José Franchy y Roca y un
obrero llamado José Montelongo Gutiérrez. Sin embargo, en e1 dis-trito
de Arenales, sobre todo en el Colegio de la calle Molino de
Viento, que consideraban afecto, como la elección se presentara
dudosa para los leonistas, decidieron éstos iimvalidarla haciendo
que un sujeto de turbios antecedentes rompiera la urna. Tendría
que repetirse el miércoles siguiente, día 15. Los secuaces del leo-nismo
la prepararon concienzudamente, instalaron su cuartel de
operaciones frente al colegio electoral y comenzaron a fabricar
«embuchados», falsos electores que votaban con el nombre de elec-
4rvrsu . -r.-.T c a~ ~ C 3 ~,M er,~ auu~ente u nnr ~ n f ~ v - e d apdo,r coacción o por
Y-- -*----
temor, bien sencillamente suplantados. Al medio día se propagó
por el puerto la infundada noticia de que manchy y Roca había
sido detenido en el colegio de Arenales. En un movimiento espon-táneo
de afecto al líder republicano, unos centenares de obreros
pcrtüam~s,a ccmpuñudos de milc ?nuJ+--w n -- y en alpnos casos has-ta
de sus hijos, se trasladaron hacia aquel punto. En sus inme-diaciones
se había apostado la guardia civil, que mantenía des-pejado
el centro de la calle. Disipado el falso rumor, la multitud
obrera se agolpó a uno y otro lado del local, presenciando tran-quila
el desfile de los votantes. De pronto, en el espacio claro
cayó una piedra que no alcanzó. a nadie. No se supo nunca quién
la arrojó, aunque hubo siempre fundadas sospechas de que saliera
de la azotea del local leonista, contrapuesto al colegio, en mani-fiesto
acto de provocación. Sin advertencia previa, sin toque de
atenvih, d teniente Bbe!!~? q ~ ren ~ n d z h1%~ faerq ~ r&n Sd i*
parar repetidamente. Tres hombres murieron en el acto y otros
tres después, a consecuencia de sus graves heridas. La autopsia
reveló que cinco de ellos habían recibido las balas por detrás. La
información oficial, contradictoria, sólo contribuyó a aumentar el
airado de !a protesta pqylar 19. E! episedic ccnstitzi'ye
hecho represivo más luctuoso que registra la historia de Gran
Canaria, Únicamente superado durante las trágicas jornadas de
--
19 «El Tribuno\>. de Las Palmas, 25 de noviembre de 1911. Vd. tam-kién
<La Mañana» del día 16.
34 JUAN RODRÍGUEDZO RESTE
nuestra guerra civil de 5936 a 1939. Uno de los primeros ayun-tamientos
sucesores del leonista impuso al escenario de los he-chos
el nombre de «Calle del 65 de Noviembre», histórica rotula-ción
que, por una transmutación curiosa del destino, se convirtió
.después de nuestra guerra en el de «Calle del 18 de Julio». Aun-que
el nombre se ha borrado, no así el recuerdo de la hazaña,
transmitido oralmente de generacisn en generación, como eco pro-longado
de lo que, más que un crimen, fuera una afrenta al ta-lante
secularmente sumiso y pacifico del pueblo insular.
Otro cariz político presenta la epístola que debió seguir, fe-chada
unos siete meses más tarde, el 28 de julio de 1812. Larga
carta, detenida, en la que una vez más el discípulo se complace
en 8hrirse al maestro can sincera intimidad, hablándole incluso
de lo que gana con su productiva secretaría judicial, y de las
clases que para «recreo y ~efrigerio»h a organizado con el objeto
de enseñar algo de estructura y manejo de periódicos y de litera-tura.
Pero los párrafos más sustanciosos del manuscrito se refie-ren
E! pIeite provbcial y a la reciente ley creando los Cabildos
Insulares. Retratan fielmente la inteligente y perspicaz actitud
de «Fray Lesco» ante la tan debatida cuestión divisionista, tram-pantojo
que el caciquismo local, en tácita o deliberada complici-dad
del poder central, al que mucho convenía mantener divididos
a los canarios, agitó tantos años ante el pueblo ingenuo para des-viar
su posible acción hacia problemas más graves y más acu-ciantes,
o distraer su atención de los turbios negocios y compo-nendas
de las camarillas de turno.
esfe fe pah se hazla en ucn estado que no sé c6m chírselo a m-tender:
no se & menta de lo que Ze pasa. Aqwi era verdadermn-te
popula~7 0, rivatidcxd con Temerife, r i , ~h ay q w negarlo; y, sin
embargo, el divisimismo, ya V. 50 vio, e% f w x a de traerlo y Zle-mrlo
y dejarlo y recogerlo estos politicos ama7iahs e insinceros,
llegó a ser objeto de cierta descmfianxa. La gente se pregmtaba:
ti& gato encerrado tmdrá esto de Za divisi& mando a 6ltimcc
hora tanto la defienden estas gentes? Porque a@ se pie~sa de
estos pditkos, fwj a h s en el c a ~ u i s n z od e Le& y Castillo, lo
qw ahi de los de Nacotera: mando h m n una cosa, su cumtc~le s
tend~á.»
628 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOJ
UNAMUNO Y «FRAY LESCO»: HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 35
Establece de seguida la acertada corroboración:
«Y efectivamente se ha vista p e lo que pvetendhn era m@
capitalidaá para Lm Palmas, mos centros oofioiales y, soare todo,
gobemdor a la miouno para &&poner mejor di31 orgartiZZo a&
min*rativ~. A& es p e m cksencanto ha sido grande a1 saber
qw Canalejas nos comedw los Cabildos insulares, m facuiltades
udmEzn2strativas paya m& hla. A pesar de que Ja nueva irtstitztr
ción m s garcmtiza Éa independevmia, ellos cozgarom de crespones
szcs casas, de manera qae lo qvl~e p~drO ser wna fiesta b conoirti&-
ron en m luto.
As2 es qw el pwbh anda s&n saber qué creer. Yo pw mi piar-te
he sido & los saitisJeicl72ss cow ¿a reforma. Las) CabGla*os tienen
dentro de cada ida las facdtades que tenia Za DQutacGn en cuam-to
a Bmefkewia, IInsm&óut @bGka, Caminos y no 86 qu6 otrw
cosas. jPma q& pedir di? Si se reglamen.tm sinceramente y
con arregb a la Ley, mela cpe estamos 6% enhorabuena. De todas
maneras tambS6n m8e la doy porque ya empezamos a aliviar no^
de la gran jaqueca diuisbnZsta» 20.
La enjudiosa misiva se remata con un juicio amargo sobre
sus compañeros de pluma, un poco cultivadores de un retraimien-to
que resulta, en cierto modo, altanero:
«Ya s.6 qi?ce Romro le manda versos. LOS M32wes han termi-nado
ums o dm dramas. Me duele de nuestros imtdectzcalesl sui ac-titud
respecto al pds. Su rebleZGn es demasiado solita&. Gonxá-iez
Di'-, pOii ejeii2.Fioíq @ ¿iF&Iii hii tsrriPiiii& .-GI&t cfiio & @?e-zo
Este pleito provincial, que tantas energías nos hizo gastar a !os
canarios de ambas provincias estérilmente, ha sido historiado con magis-tral
pencia, equilibrada objetividad y anchurosa erudición por el investi--
p ador tinerfeño Marcos Guimerá Peraza, en cinco amplios traha-jos p-blicados
en el «Anuano de Estudios Atl&nticos», Madrid-Las Palmas, b a p
el generico y más adecuado título de El plezto zmzl.lar, en los números 13,
14, 16, 18 y 20, correspondientes a los años 1967, 1968, 1970, 1972 y 1974.
La completa serie evoca episodios que se jalonan sin interrupción desde
1808 a 1936, y constituye, en vivo contrapunto, un compendiado cuadro de
la entera vlda política del Archipielago.
36 JUAK RCGZíGUEZ CCECSTE
timlos), d t i v a wnu deprimente Ziteratzcr:~d e abrrimiento y an-tipatia.
No hacen obra social.»
Dos meses más tarde «Fray Lesco» se dirige nuevamente a su
maestro, el 22 de septiembre, para recomendarle que atienda a su
entrañable amigo Juan Carlo. Fue éste un pintor de grandes fa-cultades,
verdadero autodidacta, aquejado de un mal corrosivo
para un artista: un excesivo, desmesurado sentido de autocritica,
de tal exigencia que las pocas obras que de 61 se han salvado -al-gunas
realmente magistrales- lo fueron porque, una vez aban-donadas
por el pintor, no volvieron a caer en sus manos. De este
hombre singular he de ocuparme, como compañero de «Fray Les-cm
er, !a fmdadSn de 1a Esmela de Liaján Férez, en otro lugar
de este mismo estudio. Acudía a Salamanca a tratar con don Mi-guel
de un proyecto que 61 le explicaría, y pedirle sus consejos.
El presentador puntualiza:
«Time Za ambicGn de comqdetccr s,a uwtoedtmación artktka?
9% por cie.rto iierva muy adelantada, y a este objeto ha encami-na&
todas los esfuerzos de su juwelztu,d en urna luc7tca larga y
heroica. Yo participo d.e sm entmiamnos y he contriMo a
echade de uqui para qw no se pudra en este ambiente.»
A la presentación del amigo añade el escritor una noticia in-teresante
:
<9arece que se trata de fuwtdar en La Laguna uriua e8mela de
Derecho. Tendremos peste de abogados, pero qzcilzci no venga md
a Za postre wn pvoletaricxdo de levitas ".
21 La ley de Cabildos de 11 de julio de 1912, artículo 8.0, autorizó al
Minlstro c!e Instrucción Pública y Bellas Artes «para fundar en La Laguna
Centros docentes en relación con las necesidades del ArchipirXago». El Real
Decreto de 11 de abnl de 1913 ordenó que desde el próximo curso acadé-mico
quedaran establecidas en el Instituto de Canarias las enseñanzas unl-versitarias
correspondientes a1 primer curso de la Facultad de Filosofía
y Letras y Preparatono de la de Derecho («Gaceta» del 12 y «Boletín Oii-cial
del Ministerio» del 15). La Real Orden de 7 de agosto de 1913 dis-pone
que cuando hubiese consignación, se completaran los estudios de la
Licenciatura en Derecho y la Sección Umversitaria actualmente estable-
630 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLAIV 1 i C OS
UNAMUNO Y «FRAY LESCO»: HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 37
Se conserva la contestación de Unamuno a esta carta, verda-dero
soliloquio, recogida en el libro del profesor De la Nuez, que
es realmente típica del estilo epistolar de don Miguel cuando se
encontraba en vena. Cuenta que desde que comenzó el curso -la
carta lleva fecha 14 de diciembre de 1912- anda en continuo tra-jín,
conferencias acá y allá, ayudado principalmente por Elorrie-ta.
La más resonante, dice, es la que pronunció. en el Círculo Mer-cantil,
en la que arremetió «contra todas h s wergüemas de este
pwb2~p~ar rte timba, parte hospkio y parte posada>>A. continua-ción
cuenta que Elorrieta le ha enseñado un artículo que le de-dicó
Rafael Rarnírez en «La Mañana». «Está %en y esa es e$ ca-mimo.
Hay qzle hacer partida Ziherd a buse de r&in&acrines
~cGI-&F&~Y - p - & y 8; t f ik~pcoJn ;Pp&'r?. f@pvgg& ~&imno0.7 1
.cosas de Ferrem. Termina aludiendo a sus aprensiones acerca de
que el tono lírico que ahora le domina, y con el que a las veces
hace hasta llorar al público, sea alga de origen cardíaco. Y a pro-pósito
de cardiopatías le dice a «Fray Lesco» que un amigo co-mLi.
n, d o C~e ei!iv, y e! O k s p 6e Sdmmc a , se hw!!stn, en_ p u k 7 i -
gimo estado 22.
GUERRA DEL 14 Y LA DESIXTLT~~ND EL ~ O R .
A fines de agosto de 1914, después de dos años, se reanuda la
correspondencia. Había estallado la primera guerra mundial, que
tan graves repercusiones tuvo para nuestras islas. Fue sin duda
este trascendental suceso el que lleva a «Ray Lesco» a tomar de
nueva su pluma.
«Ahora, la guerrat. He to'rtwa nuk que m apw-. Pm aqwi
se htt &ja& sentir desde los primeros m m t m , c m si siuce
cida se denominase Universidad de San Fernando, «en recuerdo de la que
con este nombre existió en la ciudad de La Laguna» («Gaceta» del 13 y
«Boletín Oficial del Ministerio» del 19).
José Escobedo G. Albexu: La Unvversadccd de Canarias. Apwntes para
su hzstoria desde su gmmera f t ~ ~ h c i 6e.n 1701 hasta el presente. Apertura
de curso de 1928 a 1929.
Madrid, Librería General de Victonano Suárez, 1928, págs. 4.6 y ssigs.
22 Sebastián de la Nuez: Obra edtaüa, pág. 129.
38 JUAN RODRrGUEZ DORESTE
diera a Zas puertas de casa. No se ven sz&s horrores, pero si SUS
efectos económicos. El pcuis está en suspensión de pagos. El lee-brador
no exprtct, el arrendcztario no paga, el plropietario des-
@& a sus trabajadores, e$ come~ciante no vende; las letras su
protestan.. . Ecm*míicamente wiuZmos en estado de sitw, mante-n2éndonos
con Zo que tenemos en casa.»
Considera luego la incertidumbre de nuestra situación:
«No deja de inqdetame la inseguridad de la merte de estas
&h.Ah ora se ha demiostrado su importancia estratégica y lo
beneficiosa qwe h~bkrasi i do para cu-aZqzliiera de las naciones be-ligerantes
.una mtac2ón naval en este archipiélago. iQ& extra60
es q.ue el dia de mañana entren en eZ piart de m tratado de paz?>>
La guerra, en efecto, torturó hondamente a «Fray Lesco». En
otro capítulo habremos de analizar los ecuánimes y ponderados
artículos que consagró al conflicto, considerándolo como el en-frentamiento
de unos imperiaiisrnos, el ruso, el germano y el in-glés,
y que el peligro estaba en que triunfara uno solo. Para él la
conflagración suponía un retroceso en la cultura, con la posible
pérdida para Europa de su hegemonía cultural. La interpretaba,
según fue en realidad, más que como una gigantesca colisibn de
ideales politicos, como el cruento desenlace de la incruenta guerra
diplomática y comercial entablada desde hacía bastantes años.
Unamuno tomó en cambio la causa de los aliados -Rancia,
Inglaterra y Rusia, después Italia- con el ardor apasionado que
ponía en la defensa de todas las que creía justas 23. Su beligeran-
2% Esta posición de Unamuno era compartida por un calificado plan-tel
de intelectuales. A primeros de julio de 1915, cuando se produjo la
entrada en Italia en la guerra, hecho ocurrido el 20 de mayo anterior, im
vibrante manifiesto de adhesijn a las naciones aliadas iba firmado, ent~e.
otros, por Azcárate, Américo Castro, Cossio, Medinaveitia, Marañón, Me-
Pi&Zirit,eg a y Gasset, pit'&Iuga, posa&a, peruaiido Ge los
Simarro, Turró, Unamuno, Zuloaga, Clará, Araquistain, Azaña, Azorín, Car-ner,
Antonio Machado, Amadeo Hurtado, Ramro de Maeztu, Martínez Sie-rra,
Enrique de Mesa, Pérez Galdós, Palacio Valdés, P'érez de Ayala y Valle
Inclán.
VZd. Manuel Tuñón de Lara: La España del siglo XX Barcelona, E&-
torial Laia, 1974, tomo 1, pág. 41.
632 AArú'ARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S -
Domingo Doreste y su familia, frente al edificio del Reichstag, en Berlfn.
Foto hecha en el curso de su viaje a Alemania en 1920, a que se refiere
una de sus cartas a Unamuno. De izquierda a derecha: <Fray Lesco», su
esposa doña Paz Grande, y sus hijos, Víctor, Teresa y Manuel.
UNAMUNO Y «FRAY LESCO)): HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 3%
te aliadofilia se manifestó de múltiples formas, artículos, confe-rencias,
asistencia a manifestaciones píablicas, hasta el extremo
de que el Gobierno, solicitado de un lado por gentes de izquierda.
y liberales, a la cabeza de las cuales se hallaba el conde de Roma-nones,
y del otro por las derechas más conservadoras, que veían
en Alemania el gendarme de Europa, quiso dar una muestra de
neutralidad activa castigando con la destitución de su rectorado.
al intelectual de más fuste, después de haber intentado vanamen-te
reducirlo a silencio.
La orden de destitución la firmó a fines de aquel agosto don
Francisco Bergamin, que era ministro de Instrucción Pública en
el Gabinete que presidía don Eduardo Dato. Era aquella la pri-mera
cartera ministerial de su carrera política. Bergamín fue
hombre de agudísimo espíritu, más bien de ánimo liberal, de quien
recuerdo sus clases como profesor de la Escuela Superior de Co-mercio
de Madrid, en los primeros años de la dictadura del Ge-neral
Primo de Rivera, en las cuales no desperdiciaba ocasión o
motivo, cuando no los buscaba exprofeso, para fustigar al dic-tador
con fina y ocurrente ironía. La destitución contrarió gran-demente
a don Miguel. Hubo éste de abandonar la casa rectoral
de la calle de los Libreros 24, con el enorme trastorno que ello su-ponía
para el traslado de sus libros y papeles especialmente.
«F'ray Lesco» le escribió a los pocos días de conocerse aquí la
noticia del cese. Le explica que pensó que se debiese a una min-dad
de políticos, que estuvo esperando a conocer qué pretexto te--
nía la medida, pero que no quiere dejar pasar más correos. Re-fiere
la impresión que la nueva ha causado entre cuantos en la,
isla lo recuerdan con aprecio, «que' so% .ntiás de los qw usted cree».
«Es ddoroso lo que ha koho con V. el rniaisitro y tal vez mcis
la; forma de hacerlo, p w time, todas las t ra~asd e wz deliberado
desprecio; con la agravaate de haherse~ atrevido en taZes circmns-taneias
cmocmñl,a s prlesemtes en que b preocwpa& de la guerra-i
q & a las gentes akar el grito contra el gobierna
No creo qw quedew a& las cosas y esyero que el tiempo lo
reha7I223tmá. Su ptrbtismo de V. tan amisolado ha surfrido de
24 Bernardo Villarrazo: Obra citada, pág. 80.
40 JUAN RODR~G~TEDZ ORESTE
csta vez una przceba dwrisim: pero un pweb20 no puede ccnsenlir
por mucho tiempio tal s~bueurswn da los valores s.
Eio svpongo amargado y entridecidu, pero no acobardado.»
No aparecen cartas de Domingo Doreste en el archivo de Una-muno
hasta las fechadas seis años más tarde. Debió existir al-guna,
hoy extraviada, porque me parece inexplicable y dilatado
tai silencio. La primera que se encuentra, fechada en una colonia
sanitaria en el pueblo de Uscio, de Génova, el 6 de octubre de
5920, comienza haciendo mención al remordimiento del firmante
por haber dejado transcurrir mucho tiempo sin escribirle, que a
justifica por no haber encontrado cosa que pudiera interesarle.
Doreste lleva dos meses de viaje por Alemania para dejar en Leip-
O zig a su segundo hijo, Víctor, que tiene excepcionales condiciones -
para la música. Le ha parecido Alemania un país resignado, con m
O
E
un orden instintivo en todo, aunque le dicen que la relajación es SE
notoria en relación a su estado anterior. Pero a Italia la ha en- E
contrado sacudida de teorías y odios. El país sufre una grave cri-
3 sis y es casi una reyerta de comadres lo que asemeja Mllán, don- -
de cada día amanece un manifiesto político en las paredes y al -
0
m
E día siguiente, pegado por debajo, la contestación del adversario. O
La masa socialista es imponente, aunque escindida en varias ra-mas.
Eenin es en cierta manera un papa al que se le consulta y E
obedece. La mentalidad obrera ha evolucionado mucho más que a
la de la burguesía, pero todo aparenta como si hubiera un aco-modamiento
práctico entre las dos clases. La brecha no es pro- -
piamente trágica. O3
<dP todas estas, "i fasciW, mes~vimi~up,~ viZe&mw&~bn w-g
w m que pretende representar eZ patriotismo, cmti'it26y~e l par-tido
de batalla de 1ai otra banda. Y s m frecuentes las choques, en
que *pre resultan heridos o mwrtos. De elbs d más repv-esen-tatiws
m D7Annww, que es% encastilZ& m Fizcme y apoyudo
por el mi¿iWismo.»
Le habla luego de aquel cenobio -«CoZoinia clella Sutute "Car-
Zo AmaZdi9' »- donde ha venido a desintoxicar su organismo, ex-hausto
de fuerzas, y se lo recomienda a don Miguel. Y acaba ex-presándole
:
*O 34 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO Y <<FRAY LESCO>>: HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 41
«Dentro de pocoa dias regreso a Las Palmas. Níe dard m ale-g~
6 nsi me escribe. Grachs a Dios que he salido de mi tacitwni-dcld.
Predscnne%te es este ano de los caracteres de mi enferme-dad
nerviosa.»
LAS T~TIMAS CARTAS.
El 21 de febrero de 1924, cuando hacia apenas cinco meses que
el General Primo de Rivera había daldo su golpe de Estado en
Barcelona,, se le comunicó a don Miguel la orden de destierro a
Fuerteventura. Desde el advenimiento de la dictadura, el profe-sor
saimantino exteriorizó una activa i ~ ~ ~ t i i i dIaledri,a de impre-caciones
y dicterios, contra el nuevo régimen. Recuerdo el reci-bimiento
que k hicimos los estudiantes del Ateneo en la estación
del Norte cuando llegó a Madrid camino de Cádiz. Alguno de nos-otros
conoció aquel día la prisión por primera vez. El café del
fiado, si.iiuaüo frente a ia docta casa7 se vació de dientes, csii-trándose
la expectación en saber si también detendrían al sabio
don Santiago Ramón y Cajal que acudía allí con frecuencia a to-mar
su café, pero la policía no se atrevió a tanto.
«Fray Lesco» le escribió a Salamanca el día primero de mar-zo,
pero la carta, que se halla hoy en aquel Archivo, debió co-gerlo
en el curso del viaje, pues Unamuno abandonó su casa el
26 de febrero 25. Se trata de un breve mensaje, rebosante de afec-ción
y respeto en su sobria Tomulación:
«B-z qwñdo mesdrol: es mi mcés vehemente deseo ir a bordo
del "Balmes" y ser el p~a'mro en abrccxmle. Pero no puede ser
porque estoy convale&ndo de ma enfermedad y apmm me se-paro
fodmvia & la cama.
Siento la necesidad de decirle que? no so.mie.nte existo, sino
que siento renovarse en mi .todo el antig~o ajeoto qwe wiempye
le tme.
Va V. a un pais s-inqdar, em qwe la Ma es lenta? mompiasada
25 Sebastián de la Nuez: Obra citada, da una exhaustiva información
de todos los episodios del destierro en Fuerteventura, que duró cuatro meses.
Núm 21 (1975) 635
42 JUAN RODR~GUEZ DORESTE
al paso del camlío. Espero, .izo obstante, que, el destierro le sea
leve y que stc esplritu fuerte enoontrarcé el m d o de no abatirse.
Si acaso cree que puedo servirle de algo en este intervalo tan
solemlne de su vida, no da& en ocupar a este su fiet amigo que le
abraza.»
Domingo Doreste sufría efectivamente en aquellos &as una de
las dolencias bronquiales que le aquejaban con frecuencia. Be conc-titución
asténica, inverosímilmente delgado, muy parco en la co-mida,
alto y esquemático como un personaje del Greco, frágil y
cimbreante como un tallo de gramínea, su asombrosa energia vi-tal
para el trabajo se nutrk menos de calorías orgánicas que del
hepJ=r & Ir, ~&~ t r , dp. ~ seie -~pre,~ e ~ yse~ deic e ten ~ v n r ~ a i A n ---r-----
popular, «una fnitita de aire». En sus cartas a Unamuno son
frecuentes las menciones a sus achaques. El que aquí se refiere
no impidió, sin embargo, que más tarde se reuniera con don Mi-guel,
pues éste permaneció en Las Palmas por espacio de unos
doce Gas, y =tres diez m&, de! 11 rt! 21 de ju!ic?, cumde Ye&,
evadido de Fuerteventura, a tornar el barco que lo llevaría a.
Cherburgo. Arribó a la ciudad el 4 de febrero en el vapor «Atlan-te
», y no en el «Balmes» como había supuesto Doreste, y salió en
el coreíllo interinsular «La Palma» para Puerto de Cabras e1
día 11 siguiente. «Fray Lesco» y Juan Carlo le hicieron visitar
la Escuela de Luján Pérez, instalada entonces en su primer do-micilio,
una deliciosa casona del barrio de Vegueta con un jardín
de agreste encanto, situada precisamente frente a la casa de la
calle de García Tello, 4, donde había vivido Doreste muchos años,
p , s ectcnceu habitaba en Ir, 6e Szr, Pedm, 3, y ~ yea m ma zbm-donaría
hasta su muerte.
La estancia de Unamuno en Fuerteventura, como es bien sa-bido,
no sólo le fue leve, sino entrañadamente fecunda. Entre los
muchos nutrimientos espirituales que la isla esquelética le depa-ram
no h e e! mezar, sin &da, e! Gesc~brLmimtc! Ue 1% tcm
admirablemente cantada en aquella joya lírica, «nzcevo rosario de
sanetos» como 41 la llama, titulada «De Fuerteventura a París».
<<QZi be dices, mar, c m tu szcszcrro? jDime!
8Rks o lloras? Pasando las cuentas
A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
UNAMUNO Y «FRAY LESCO>>: HISTORIA DE UNA LAZGA AMISTAD 43
del eterno romrio me asreckntas
e,l a&a de sofiar qae el pecho oprime.
ES tu orackk sin. fin cmto sublime,
me traes, trayendol fe, Zms horas lentas
que me trzlhn el dma y luego asientas
mi grano con tu brisa qme redime» 26.
Las dos postreras cartas dan un ancho salto, un abierto «caos»,
como Unamuno diría en su sentido griego de bostezo, sobre el
tiempo. La primera, del 13 de mayo de 1933, se resume así:
Un corto saludo; la expresión de la alegría de «Fray hsco»
cuando supo que se hallaba en Las Palmas, como Catedrático de
Matemáticas del Instituto "Pérez Galdós", uno de sus hijos, José
Unamuno Inizárraga, a quien ve con frecuencia; una recomenda-ción,
«anailgré l&», en favor de m estudiante canario, Santiago
Aranda, que quiere examinarse de dos cursos de Civil en una
convocatoria, en lo que no quiere transigir el profesor señor Ma-druga:
para acabar con una exclamación secretamente ansiosa:
« H m tiempo que no cae en mis mmos nada de V., jmhto
daria por o2rZe habSa~ de eista sitzcacGn de Eqaña, en. que se
.siente wo (yo por lo menos) tam cohiGd0 & espSritzc!»
Y la Última, patética, de sobria emotividad, expresada con
esa cuajada concisión de estilo, de la que siempre fue verdadero
- modelo la prosa del gran periodista canario. Está fechada el 25
de septiembre de 1934, cuatro días antes de que don Miguel cum-pliera
los setenta años y alcanzara con ello su jubilación oficial.
<Mi querido maestro: He Zoi imagino en es~tcus mmentois espe-rando
(tal vez cm angustia) el dia más gr&, pleroronl o e2 m&
dulce de su vida.
Dio, también de familia, de .m gra% descmdemia esp6ritualJ en
la que me mento, no por simple acto de eieccdóln, sino sencillamen-te
por haber naczdlo, o renacido, mtre &a.
26 Miguel de Unamuno: De Fuertevmtum a París. París, Editorial
Excelsior, 42, Boulevard Raspail, 1925, pág. 48.
44 JUAN RODBíGUEZ DORESTE
Me preparo devotccr~z~ntae celebrarlo y deseo que mepte e n
las m~men.íFoa que ya se acercm el abrazo1 f 2 1 W &I su affrm.,
Domingo Doreste ROdrigW.»
6.-La última carta de Doreste a Unamuno, que aparece en el Archivo de
Salamanca, escrita con motivo de la jubilación del sabio profesor.
El vicerrector salmmtino se jubiló. Al final de su vida, las
mismas gentes, la misma conocida cohorte, ahora disfrazada oca-
638 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANl I C O S
UNAMUNO Y «FRAY LESCO»' HISTORIA DE UNA LARGA AMISTAD 4.5
sionallmente de republicana, que lo destituyera del rectorado en
3914, lo tuviera alejado de España durante seis afios, de 1924 a
1930, no dejará jamás de zaherirle y no llegara nunca a compren-derle,
le cohó de honores: rector vitalicio de la Universidad, al-calde
perpetuo de Salamanca, primer ciudadano de honor de la
vetusta ciudad. Del rectorado le vuelven a desposeer dos años
más tarde, cuando en un solemne acto conmemorativcv del 12 de
octubre el anciano irrefrenable se desboca al oír a un conspicuo
personaje exclamar : «iMuera la inteligencia! ». Pasa los tres ú1-
timos meses de su vida sin salir de su casa, donde fallece el 31
de diciembre de 1936. Su muerte la provocó un &bit0 derrame
cerebral, pero en rigor murió de angustia. Uno de sus mejores
discípulos, el profesor Federico de Onís, en el prólogo de su bella
edición póstuma del «Cancionero», publicado en Buenos Aires en
1953, escribe a tal propósito: «Corrió un día la noticia de su
muerte. Preguntaban por qué se murió. Hay gentes que diceigue
le mataron, pero no es así: no le mataron. Sencillamente, Una-muno
tuvo que permanecer callado durante tres meses, g el hom-bre
que ya he descrito al principio tenía que morir por no poder
estar callado» 27.
En un curioso y misterioso paralelismo, los dos amigos pro-tagonistas
de este largo capítulo, mantuvieron entre las fechas
que enrnarcan el comienzo y el fin de sus días respectivos, casi la
misma distancia temporal: Unamuno nació en septiembre de 1864;
Doreste, en marzo de 1868: tres años y cinco meses de diferen~ia.
El maestro salmantino murió el 31 de diciembre de 1936; el dis-cípulo
canario, el 14 de febrero de 1940: tres años y un mes más
- 2 U - - 2 - ,A.CA .-., ,L,
L a l u c . ~ v ~ u ~cU lL ~L U ~ Ue: p t J 1 - vLc a u x - BVI JL~ : el dUiiino: müeho !!e--
ron ambos a empanentarse espiritualmente. Los dos fueron seres
estremecidos de inquietudes místicas, de anhelos de trascendencia
que nunca pugnaron con desveIados y cercanos ardores cávicos.
A los dos bien pudo acomodarles como lema o emblema de su an-vital
q ~ e : l af Taae latiza devaIIs en so!i!oel ciUio
protagonista de «Nieb,la», la famosa nivola de don Niguel: <<mi-
Zitia est vita homink super terrawm.
27 Eduardo Ortega y Gassrt' Monod2áZogos de don MigueZ de Una-
~nu.no. Nueva York, Ediciones Ibbrica, 1958, pág. 232.
Nám 21 (1975) 6?D