CRISTOBAL COLON, CRONISTA DE LAS
EXPEDICIONES ATLANTICAS
POR
ANTONIO RUMEU DE ARMAS
La preocupación y el despierto interés que sintió Cristóbal'
Colón por los viajes atlánticos y por la captación de pormenores
e indicios que pudieran probar la existencia de tierras, islas
y hasta tierra firme, navegando hacia Occidente, son el mejor
testimonio de que el plan del descubrimiento estuvo madurando,
durante largos años en su mente. Puede afirmarse que desde
el punto y hora en que arribó a Portugal, la luminosa idea em-pieza
a fraguar en su cerebro. Por esta circunstancia no puede
sorprender al lector que, habiendo llegado hasta nosotros el re-lato
pormenorizado de estas expediciones, registradas por la plu-ma
del Descubridor -aunque por transmisión indirecta-, nos
hayamos permitido calificar a Colón con el honroso título de
cronista.
El borrador donde el futuro almirante de las Indias registra-y
verifica este valioso conjunto de datos y pormenores son sus
Libros de Memo~iase, specie de cuadernos o apuntamientos don-de
iba anotando, con minucioso cuidado, cuanto podía interesar
a su magno proyecto. Uno de los escritos de esta índole era
la Memoria o anotación . mostrando ser habztables todas las
cinco zonas, de la cual han extraído los biógrafos los más sus-tanciosos
pormenores sobre los viajes y estancias de CristóbaF
Colón en Chío, Tule y Guinea.
2 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
Los Libros de Memorias le sirvieron de paso al Descubri-dor
para registrar un sinnúmero de testimonios sobre el ha-llazgo
de islas fantásticas en el Mar Océano, casi siempre iden-tificadas
con la isla Antilia o de las Siete Ciudades. Estas testifi-caciones
aparecen registradas, sin excepción, en el capítulo IX
,de la redacción actual de la Historia del Almzrante, entreveradas
con una copiosa información de mano ajena en la que abundan
las citas y alusiones a Aristóteles, Séneca, Plinio, Ptolomeo, et-cétera.
El problema de la paternidad de la Historia del Almzrante
no puede ser soslayado en este preciso momento, pues es punto
clave para la inteligencia de cuanto en este breve trabajo plan-a
teamos. N
Ceme es bier, subid=, er, 1571 se imprhiu en Ve~leciu en im E
tórculos de Francesco de Franceschi, en traducción al italiano o - de Alfonso de Ulloa, la obra más discutida de la historiografía
-
m
O
E moderna, la Hzstorie.. . dell'Amrniraglio D. Christoforo Colombo . SE
atribuida a su hijo, Hernando Colón. -E
Durante tres centurias la Historia tdel Almirante fue acogida
como fuente válida de primer orden, pese a los múltiples fallos 3
-
que en su texto se advierten. Será en las últimas décadas del -
0
m
E
siglo XIX y en las que han corrido del xx cuando el espíritu crí- o
tic0 de un compacto grupo de historiadores -Harrisse, Carbia,
Magnaghi, Imbrighi, Cioranescu- planteen con toda crudeza -
-E
el problema de la autenticidad de la sospechosa y al mismo a
tiempo incomparable fuente. 2-
No hace al caso, por razones de espacio, tiempo y tema, en- -
trar en el desarrollo de esta encarnizada polémica. Remitimos O3
al lector a una obra nuestra, recién aparecida, que lleva por tí-tulo
Hernando Colón, historiador del descubrimiento de América,
donde puede alcanzar cumplida información de todo ello l.
Interesa destacar, de paso, las conclusiones a que nos ha lle-vado
el análisis minucioso y pormenorizado de dicho texto.
La Historia del Aímirante, tai cuai hoy ia conocemos, se com-pone
de dos partes bien diferenciadas. La primera abarca Ios
capítulos 1 al XV, y polariza su atención en biografiar a Cris-
1 Ediciones Cultura Hispánica. Madrid, 1972. 454 páginas.
534 A N U A R I O DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
CRIST6BAL COLON, CRONISTA 3
tóbal Colón antes de acometer la gesta imperecedera del descu-brimiento.
La segunda comprende los capítulos XVI al CVIII,
y hace objeto de su estudio la descripción circunstanciada de las
cuatro inmortales navegaciones al Nuevo Mundo, que aparecen
enlazadas entre sí con relatos sucintos de los acontecimientos
intermedios.
Pues bien: la biografía es algo añadido y postizo, ajeno por
completo a la pluma de Hernando Colón. El engendro se debe
a un autor desconocido que buceó, sin embargo, en buenas fuen-tes
cuando la ocasión se lo deparó. Para entendernos la denomina-remos
la Biografia anónima. En cambio, los viajes pertenecen
.en su integridad a1 polígrafo cordobés. Es su gran aportación
a la Historia de América.
Estos dos textos, desiguales en mérito y valor, fueron en-samblados
en fecha tardía por un escritor venal, a instigaciones
seguramente de don Luis Colón, tercer almirante y primer duque
de Veragua. No teniendo a mano ningún nombre con que de-signarlo
lo bautizaremos con el epíteto de seudo-Hernando. Su
labor consistió en casar los respectivos manuscritos, interpo-lándolos
de paso con invenciones y supercherías de toda índole.
11. Los «LIBROSD E MEMORIASD»E CRIST~BALC OL~N
Los Libros de Memorias de Cristóbal Colón fueron descu-biertos
y extraídos del archivo familiar de los almirantes de In-dias
por el biógrafo anónimo. Como este último texto fue co-nocido
por fray Bartolomé de las Casas y aprovechado hasta
la saciedad, el dominico será nuestra segunda fuente de infor-
._.__:L._ m .._.r.- 2 1 - _ T I 7. ..- - -9- I I .. _ - ..--.._-*- mxwn. uwnw wIisqglan IUS Lzurus ue rnernurzas cori 1-especw
a las navegaciones precursoras atlánticas aparece materialmen-te
destilado en la Historia de las Indias.
No estará de más consignar en este instante que para des-cifrar
el enigma de la Historia del Almirante, Las Casas ha sido
nuestro mas firme y seguro puntai. Aigo así como ia piedra
de Roseta, portadora de la clave misteriosa. La Hzstoria de las
Indias del fraile dominico se compuso en su día teniendo a la vis-ta
la Biografia anónima y los Viajes de Hernando Colón. La dis-
4 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
tinta manera de reaccionar de este autor frente a ambas obras
nos ha servido de guía para denegar o probar, según los casos,
la autenticidad de la fuente.
Veamos ahora la dispar actitud ante el manuscrito de la
Biografía anónzma y el texto, asimismo manuscrito, de los Via-jes,
de Hernando Colón.
La Biografía anónima aparece íntegramente vertida en la Hzs-toria
de las Indias de Las Casas. El fraile dominico, con su escaso
espíritu crítico, va resumiendo cuanto en ella se decía, sin hacer
ninguna discriminación entre los pormenores y datos válidos y
las abundantes supercherías, invenciones, errores y anacronis-mos.
En diversas ocasiones procede a rectificar a su mentor,
pero guarda absoluto silencio en cuanto a la paternidad de la
obra, porque ignora simplemente quién era el autor de la misma.
Ni por asomo puede abrigar su mente la sospecha de tener ante
sus ojos un escrito del historiador cordobés.
Si fijamos ahora nuestra atención en los Vzajes de Hernando
Colón veremos que aparecen aprovechados y resumidos de idén-ticn
mnnem en 12 Histnritr de !as lurdias. Sin e=barge, !as rei=
teradas alusiones al hijo del descubridor, hasta con el ingenuo
prurito de rectificarle, son hoy la mejor prueba de la paternidad
del mismo sobre esta parte sustancial de la Hzstorra del AI-mirante.
Insistimos en que para nosotros los Lzbros de Memorias de
Cristóbal Colón han sido dados a conocer por la pluma del
biógrafo anónimo, con independencia absoluta de la de Her-nando
Colón. A ello hay que añadir que son auténticos de pies
a cabeza, como se comprobará al contrastar pormenores y no-
+u:-:.-.- ua> L--U-U 1la- U2U LUIIICIIL*~-C-I:UiI-I C--U-AI ~ L C I IL ~.-~-U-I q~uIe~ eCs ~p,re cisamente
uno de los objetos de este trabajo.
Para aquellos que pudieran aferrarse a la paternidad de Her-nando
Colón sobre el texto íntegro de la Historia de1 Almirante
no varían los términos de la cuestión, puesto que hemos de-clarado
de antemano ia autenticidad de ios Lzbros de Memo-rias
que nos van a servir de orientación y guía.
En cuanto al capítulo IX de la redacción actual de la Hzstorza
del Almirante, se titula así: La tercera causa y conjetura que
536 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
en algún modo incitó al Almirante a descubrir las Indias. Dicho
texto se inicia con este párrafo de cabecera:
«La tercera y última causa que movió al Almirante al des-cubrimiento
de las Indias fue la esperanza que tenía de encon-trar,
antes que llegase a aquéllas, alguna isla o tierra de gran
utilidad, desde la que pudiera continuar su principal intento.
Afirmábase en esta esperanza con la lección de algunos libros
de muchos sabios y filósofos, que decían, codo cosa sin duda,
que la mayor parte de nuestro globo estaba seca, por ser mayor
la superficie de la tierra que la del agua. Siendo esto así, ar-gumentaba
que entre el fin de España y los términos de la
India conocidos entonces habría muchas islas y tierras, como
la experiencia ha demostrado. A lo que daba más fácilmente
crédito, movido por algunas fábulas y novelas que oía contar
a diversas personas y a marineros que traficaban en las islas
y los mares occidentales de los Azores y de la Madera. Noticias
que, por cuadrar algo a su propósito, las retenía en su memoria.
No dejaré de contarlas, por satisfacer a los que gozan con estas
curiosidades» *.
Por lo que respecta a Las Casas, el capítulo XIII de la Hts-toria
de las Indias guarda una absoluta relación de parentesco
con el IX de la Historia del Almirante, acabado de citar. Su
título es bien expresivo: En el cual se contienen muchos y di-versos
indicios y señales que por diversas personas Crrstóhal
Colón era informado, que le hicieron certísimo de haber tierra
en aqueste Mar Océano hacia la parte del Poniente, y entre ellos
fue haber visto en los Azores algunos palos labrados y una
canoa y dos cuerpos de hombres que los traía la mar y viento
de hacia Poniente.
Dicho capítulo XIII tiene un comienzo muy similar al IX:
«De todas partes y por muchas maneras daba Dios motivos
y causas a Cristóbal Colón para que no dudase de acometer
tan grande hazaña . Dióle otras de experiencia más palpables,
~i s t o r z ad el Almirante don Crzstobai C'oíon, por su hrlo Hernando.
Traducción de Manuel Serrano y Sanz. Madrid (Victoriano Suárez), 1932,
tomo 1, págs. 67-68.
Advertimos al lector que, para mayor comodidad, esta obra será cita-da
a partir de ahora con el título más abreviado de Hrstorra del Almirante.
6 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
cuasi dándole a entender que si aquellas de tantos sabios no
le bastaban, las señales y experiencias vistas por los ojos de
los idiotas, como echándoselas delante para que con ellas tro-pezase,
bastasen a lo mover. Dice, pues, Cristóbal Colón, entre
otras cosas que puso en sus Lzbros por escrito, que hablando
con hombres de la mar, personas diversas que navegaban los
mares de Occidente, mayormente a las islas de los Azores y
de la Madera »'
Puesto a concretar con el máximo detalle la fuente de que
se valía para respaldar el cúmulo de noticias, no vacila en hacer
expresa declaración: «Y todo esto dice Cristóbal Colón en sus
Libros de Memorias . . » 3.
Cristóbal Colón, en los Libros (de Memorias, fue paciente-mente
registrando un valioso conjunto de pormenores relacio-nados
con la recogida de restos en el Atlántico o en las playas
que el océano bañaba con sus aguas.
Para establecer un cierto orden daremos inicio con los Les-timonios
anónimos, para luego entretenernos en examinar aque-llos
que tienen un respaldo de carácter personal.
Como ejemplo de lo primero, véase este sintomático caso:
«También algunos moradores de las islas de los Azores le con-taban
que cuando soplaban mucho tiempo vientos del Poniente
arrojaba el mar en sus orillas, especialmente en la isla Gra-ciosa
y el Fayal, algunos pinos, y se sabe que allí no había ni
en aquellos paises tales árboles». En la misma línea de capta-ción
se añade un suceso aún más curioso: «Añadían algunos
que en la isla de las Flores hallaron, en la orilla, dos hombres
muertos, cuya cara y traza eran diferentes de los de sus cos-tas
» 4.
3 Bartolomé de las Casas: Htstoria de las Indzas. Edición de Milla-res
Carlo. México (Fondo de Cultura Económica), 1951. tomo 1, págs. 66-69.
4 Hzstorta del Almzrante, tomo 1, págs. 69-70.
Las Casas: Hrstorza de las Indzas, tomo 1, pág. 67
538 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
Algo similar escuchó el Descubridor cuando una de sus arri-badas
en el cabo de la Verga o Virga, en la costa de Guinea,
a 10" de latitud Norte: supo también -1éese- de los mora-dores
del cabo de la Verga que habían visto almadías o barcas
cubiertas, de las que se creía que, yendo de una isla a otra,
por la fuerza del temporal, habían sido apartadas de su camino».
Fray Bartolome de las Casas, que ignoraba la auténtica ubi-cación
del promontorio africano, hace derivar las embarcacio-nes
hacia escenarios más próximos: «Otra vez, diz que en el
cabo de la Verga, que es en.. ., y por aquella comarca, se vieron
almadías o canoas con casa movediza, las cules por ventura,
pasando de una isla a otra o de un lugar a otro, la fuerza de
los vientos y mar las echó donde, no pudiendo tornar los que
las traían, perecieron, y ellas, como nunca jamás se hunden,
vinieron a parar por tiempo a los Azores»
Los testimonios individuales revisten mayor interés por lo
preciso de las observaciones: «Conviene a saberse que un Mar-tín
Vicente, piloto del Rey de Portugal, le dijo que hallándose
en un viaje a 450 leguas al Poniente del cabo de San Vicente,
había cogido del agua un madero ingeniosamente labrado, y no
con hierro; de lo cual, y por haber soplado muchos días viento
del Oeste, conoció que dicho leño venía de algunas islas que
estaban al Poniente» 6.
Sobre la personalidad de este piloto algo es dable averiguar.
Gomes Eanes de Zurara, en su Crónica de Guiné, hace mención
de un navegante luso, por nombre Martín Vicente, que se había
enrolado en las empresas descubridoras del príncipe don En-rique
el Navegante. Aunque Zurara no sobrepasa en su relato
el año 1448, nada se opone a que siendo el navegante de buena
edad por aquella fecha hiciese la revelación personal antedicha
un cuarto de siglo más tarde '.
Con respecto al viaje del piloto luso, el historiador Jaime
Hlstorla del Almzrante, tomo 1, pág 70.
Hzstoria de las Zndzas, tomo 1, pág. 67
6 Hlstorla del Almirante, tomo 1, pág. 68.
Las Casas. Hzstorza de las Zndzas, tomo 1, pág. 66
7 Crónlca dos feitos de Guazé Lisboa, 1949, tomo 11, págs 102-103
y 252
8 ANTONIO RUMEG' DE ARM-ZS
Cortesáo formula las siguientes preguntas: «¿Qué podía hacer
Martín Vicente a 450 leguas de la costa de Portugal, y, por lo
tanto, más allá de las Azores? ¿No se encontraría sencillamente
en uno de los puntos más remotos del arco de elipse que los
buques portugueses describían al regresar del Africa con di-rección
a Portugal y tanto más cuanto que atravesaba una zona
de vientos del Oeste?» s.
La segunda observación nos viene de la mano de un perso-naje
sumamente ligado a la familia del Descubridor: «Pedro
Correa [casado con una hermana de la mujer del Almirante]
le dijo que él había visto en la isla de Puerto Santo otro ma-dero,
llevado por los mismos vientos, bien labrado, como el an-terior,
y que igualmente habían llegado cañas tan gruesas que
de un nude a etre cahiun nueve gur raf~sde V ~ E QE!~ .t estimcmi~
de Cristóbal Colón se revaloriza con este segundo dato: «Dice
que afirmaba lo mismo el Rey de Portugal, y que hablando ron
éste de tales cosas se las mostró, y no habiendo en estas par-tes
dónde nazcan semejantes cañas, era cierto que los vientos
Ius h&íur! !!exíU& de x-rrci~~Qs U ~ U ~ Q !as In-dias
» 9.
El protagonista de este sucedido, Pedro Correa da Cunha,
estuvo casado, en efecto, con Hizeu Perestrello, hermana de
Felipa Moniz Perestrello -la esposa del Almirante-, e hijas
ambas del primer capitán donatario de la isla de Porto Santo
Bartolomé Perestrello, aunque nacidas de distintas esposas. Hi-zeu
había sido engendrada en doña Brites Furtado de Mendoga,
mientras que Felipa en la segunda consorte, Isabel Moniz.
El heredero del pequeño señorío de Porto Santo fue Barto-lomé
11 Perestrello; pero siendo éste aún niño, su madre, Isa-bel
Moniz, previas las oportunas autorizaciones, hizo traspaso,
en 1458, de la capitanía de Porto Santo en la persona de su
8 Génesis del Descubrzmrento. Los portugueses Barcelona (Salvat
Editores), 1947, pág. 618.
9 Hrstorra del Almirante, tomo 1, págs. 68-69.
Las Casas: Hrstorza de las Indias, tomo 1, págs 66-67.
540 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
C R I S ~ B A LC OLON, CRONISTA 9
pariente Pedro Correa da Cunha, que se convirtió, de esta ma-nera,
en tercer titular del señorío lo.
En cuanto al testimonio personal del monarca luso Juan 11
sobre el grosor de las cañas recogidas en las costas de Portugal
hay que datarlo bien hacia 1484, cuando negociaba Colón con
el mismo el viaje transoceánico, bien en torno a 1488, en el
momento en que el futuro Descubridor residió en Lisboa, en
una breve etapa de segundos tratos ".
IV. LOS FENÓMENOS DE ESPEJISMO Y LAS ISLAS IMAGINARIAS
DEL OCÉANOA TLANTICO
P.o r . todos es sabido que la reflexión se verifica cuando un movimieiiicoi iidu;ai"ijo se propaga en h"iiiog&ieo y
encuentra en su marcha otro medio elástico. Al llegar a la su-perficie
de separación en parte retrocede en el medio que se
propaga anteriormente, constituyendo esto propiamente la re-flexión,
y en parte penetra en el segundo medio y da lugar a
1- .I-c-rlr--a-c -c-i":z -r i. Las que i=eii=ocederis e coil. ;a
misma velocidad que las incidentes, pero parecen proceder de
un punto situado en el segundo medio, simétrico del primero
con respecto a la superficie de separación. Esta ley es general;
se aplica a toda clase de movimientos ondulatorios y aun en
*el choque.
Estas ligeras nociones son indispensables para el estudio del
espejismo, que es una ilusión óptica debida a la reflexión total
de la luz cuando atraviesa capas de aire de densidad distinta.
Este fenómeno hace que se formen imágenes de los objetos,
1-- ---- 1 _- A-.. -..-- ius cuales preserilan uria porcitn de anomalías en su forma,
posición y tamaño. Así, por ejemplo, se hacen visibles objetos
-que no debieran serlo, dada la curvatura de la Tierra; otras
veces aparecen los objetos a altura distinta de la que realmente
#ocupan; otras, corridos lateralmente y con forma unas veces
coiigruente u simétrica de lo real. "uiversos físicos y matemá-
10 A,ntonio Ballesteros Beretta. Cristóbal Colón y el descubrimiento
.de América. Barcelona (Salvat Editores), 1945, tomo 1, págs 283-287.
Ballesteros Crzstóbal Colón ..., tomo 1, págs. 373-383 y 474-478.
10 ANTONIO RLMEI, DE ARMAS
ticos estudiaron en su día el fenómeno, llegando a formular
como ley general que en todos los casos de espejismo la tem-peratura
del suelo es mayor que la del aire. En consecuencia,
para que el fenómeno se produzca es indispensable la existencia
de una disminución rápida de la densidad del aire en las
proximidades del suelo.
Estos fenómenos de espejismo se observan con particular
nitidez en la vecindad de las islas del Océano: Azores, Madeira
y Canarias. En este último arch~piélago existen dos islas, Hie-rro
y La Palma, en que las condiciones son tan óptimas para
el fenómeno que la imagen ha llegado a constituir un elemen-to
reiterado del paisaje, consiguiéndose incluso la reproducción
fotográfica.
Con estos antecedentes no puede sorprendernos que Cris-tóbal
Colón, en su recorrido por los archipiéiagos atiánticos,
fuese recogiendo aquí y allá un conjunto de pormenores sobre
las extrañas apariciones.
Véase como muestra este texto: «Por esta razón y otras
análogas puede ser que mucha gente de las islas del Hierro, de
la Gomera y las Azores asegurasen que veían todos ios años
algunas islas a la parte de Poniente; lo tenían por hecho cer-tísimo
y personas honorables juraban ser así la verdad» 12.
En el Diario de a bordo de la primera navegación, el Almi-rante
reitera similar información durante su escala en las islas
Canarias para el aprovisionamiento de las naos.
El testimonio de Colón se produce en las siguientes circuns-tancias:
Estaba el Almirante de las Indias en San Sebastián
de la Gomera entre los días 2 y 6 de septiembre de 1492, cílti-mando
los preparativos para hacerse a la mar hacia Occidente
rumbo a lo desconocido, cuando, queriendo convencerse a sí
mismo de la viabilidad del proyecto y tranquilizar su conciencia
por el riesgo a que sometía a aquel puñado de hombres, es-tampa
una serie de noticias por él recogidas en los Libros de
Memorias sobre la existencia de islas ignotas en las inmensida-des
del Atlántico. Se trata del desahogo de un aima atribuiada,
12 Historia del Almirante, tomo 1, págs. 71-72.
Las Casas. Hzstorza de las Indzas, tomo 1, pág 67.
542 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
sobrecogida por la magnitud de la empresa que en jornadas inme-diatas
acometería. En el texto del Diario nótase que es un claro
inciso del relato general de la expedición, escrito mirando al
pasado para dar pie al esperanzador presente. He aquí sus
palabras:
uDice el Almirante que juraban muchos hombres honrados
españoles que en la Gomera estaban con doña Inés Peraza .,
que eran vecinos de la isla del Hierro, que cada año veían tierra
al Oueste de las Canarias, que es al Poniente; y otros de la
Gomera afirman otro tanto con juramento)) 13.
A propósito de estas confesiones, ellas nos vienen a demos-trar,
de manera indirecta, la presencia de Cristóbal Colón en
la isla de la Gomera con anterioridad a 1484, etapa de su vida
en LE. recorre. incesante el Océano en tránsito hacia Guinea o
dedicado a empresas de carácter mercantil.
En 1492, quien recibe y acoge al Almirante en San Sebas-tián
de la Gomera es doña Beatriz de Bobadilla, la viuda del
señor titular Fernán Peraza. En cambio, doña Inés Peraza, ma-dre
de! ú!tim= y suegra de !a primera, memistada c m su ncera
(a quien había declarado una guerra sin tregua ni cuartel), se
hallaba, por imperativo de las dramáticas circunstancias, ausente
de la que otrora fuera pieza importante de su señorío jurisdic-cional
hereditario.
Ello viene a probar, de manera inconcusa, que el trato y la
amistad entre doña Inés Peraza y Cristóbal Colón tuvo que
forjarse en la Gomera en la etapa predescubridora, cuando el
inmortal nauta desenvolvía sus actividades en el seno de la
sociedad portuguesa 14.
13 Diarto de Colón. Ediciones Cultura Hispánica. Madrid, 1968, pá-ginas
5-6.
Del párrafo transcrito se ha sangrado lo que sigue: «doña Inés Peraza
(madre de Guillén Peraza, que después fue el primer conde de la Gomera)~.
Este anacronismo es una interpolación personal de fray Bartolomé de
las Casas
14 Para ampliación de detalles sobre los extremos tocados en los
párrafos antedichos, véase Antonio Rumeu de Armas: Cristóbal Colón
y doña Beatrzz de Bobadzlla en las antevísperas del Descubrimiento, en la
revista «El Museo Canario», núms. 75-76 (año 1960), págs. 255-279.
Núm. 17 (1971) 543
12 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
Un segundo texto del Descubridor se hace eco de otro fenó-meno
similar de espejismo. Dice así: «Añádese que en el año
de 1484 fue a Portugal un vecino de la isla de Madera a pedir
al Rey una carabela para descubrir un país que juraba lo veía
todos los años y siempre de igual manera, conformándose con
otros que decían haberlo visto desde las islas Azores» lS.
De este testimonio da fe por segunda vez el Descubridor
estando en septiembre de 1492 en la Gomera, bajo idéntico
impulso de tranquilizar su conciencia: «Dice aquí el Almirante
que se acuerda que, estando en Portugal, vino uno de la isla de
la Madera al Rey a le pedir una carabela para ir a esta tierra
que vía, el cual juraba que cada año la vía, y siempre de una
manera; y también dice que se acuerda que lo mismo decían
en las islas de los Azores, y todos estos en una derrota y en
una manera de señal, y en una grandeza» 16.
En cuanto a la personalidad del nauta, cabría identificarlo
con Fernáo Domingues do Arco, ya que en él se da la doble
circunstancia de ser «morador na ilha da Madeira» y haber
si& ugruciu& p ~ rJu aE 11, e! 3' de de 1484, 1,
pitanía de la cilha que ora vai buscar ..., depois de achada a
dita ilhan 17.
Si este viaje se llevó a efecto, tuvo que resultar la empresa
totalmente estéril.
V. MAS VIAJES EN BUSCA DE ISLAS LEGENDARIAS
Y FABULOSAS
Durante la Edad Media, el Océano se pobló de islas casi
mitológicas, tales como la encubierta o non trubada, por otro
15 Hzstorza del Almzrante, tomo 1, pág. 72.
Las Casas. Hzstorza de las Indzas, tomo 1, págs. 67-68.
Dzarzo áe Coión. Ediciones Cultura Eispánica. ivíadrici, i968, pág. 8.
17 José Ramos Coelho: AZguns documentos do Archivo Nacionai da
Torre do Tombo Lisboa, 1892, pág. 56.
Damiáo Peres- História dos descobrimentos portugueses. Oporto, 1943,
página 253.
544 NUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
nombre San Brandán o San Borondón. Otras ínsulas de frecuen-te
localización en pleno Atlántico fueron la Antilia y el Brasil.
A propósito del viaje y descubrimiento realizado por el na-vegante
lusitano Antonio Leme -al que aludiremos inmediata-mente-,
Cristóbal Colón, escéptico, explana en sus Libros de
Memorias diversas explicaciones con qué justificar las apari-ciones.
Los textos que se transcriben están inspirados en párra-fos
auténticos del inmortal nauta, aunque adornados con citas
clásicas y pormenores diversos por el autor de esta parte de
la Historia del Almirante.
Véase esta curiosa muestra de la literatura de viajes de
la época:
«El Almirante .. imaginaba también que éstas podían ser
!as islas moyib!cs, de qüe habh TEiiiu, cap. 97, libro 1: de sü
Historza natural, diciendo que en las regiones septentrionales,
el mar descubría algunas tierras cubiertas de árboles de muy
gruesas raíces entretejidas, que lleva el viento a diversas partes
del mar como islas o almadías; de las cuales, queriendo Séneca,
1:I i A, 1^^ kT-L- . - .^l^^ A^- 1- -^^íA-:^ - e--- ^^- A - -^:^A-- A^-
1 1 ~J. UG 1ua IYULMI uUdLl ~M, I~LUIUII,L G ~ U >Gu1 1 UG ~ I G U Ita~l1
fofa y ligera, que nadan en el agua las que se forman en la India».
Obsesionado por buscar una explicación al fenómeno, el Des-cubridor
se aferra a la argumentación antes señalada, razona-miento
que aprovecha para justificar la supuesta existencia de
la isla de San Brandán:
«Creía el Almirante que no podía ser otra que alguna de
las mencionadas, como se presume fueron aquellas denomina-das
de San Brandán, en las cuales se refiere haberse visto mu-chas
maravillas. Igualmente son mencionadas otras que están
L- - A - ^Le:- 2-1 &?--&--&-:A- T - - L : L . - L--- 11--
lllULllU lllda d U d J U UGl 3GpLt;llLllLJll. I ¿ l l l l U l ~ l l lldy pul ¿iyUeLldJ
regiones otras islas que están siempre ardiendo; Juvencio For-tunatola
narra que se mencionan otras dos islas, situadas al
Occidente y más australes que las de Cabo Verde, las cuales
van sobrenadando en el agua».
--
l8 El texto debe estar errado. Seguramente se refiere a la Invenfio
fortunata, del monje Nicholas de Lynn, hoy desaparecida.
Véase sobre el particular Antonio Rumeu de Armas. Hernando Colón,
historiador del descubrzrniento de América. Ediciones Cultura Hispánica.
Madrid, 1972, págs. 118 y 417-419.
Núm 17 (1971)
2s
14 ANTONIO RUMEU DE ARMA"^
Estas tierras fantásticas oceánicas dieron pie a la legendaria
existencia de la isla Antilia o de las Siete Ciudades, registrada
en diversos portulanos. La Historia del Almirante se expresa
en estos términos:
«Por cuyos indicios, en las cartas y mapamundis que anti-guamente
se hacían, ponían algunas islas por aquellos parajes,
y especialmente porque Aristóteles, en libro De las cosas natu-rales
maravillosas, afirma decirse que algunos mercaderes car-tagineses
habían navegado por el mar Atlántico a una isla fer-tilísima,
como adelante diremos más copiosamente, cuya isla
ponían algunos portugueses en sus cartas con nombre de Antilla,
aunque no se conformaba en el sitio con Aristóteles, pero ninguno
la colocaba más de doscientas leguas al Occidente frente a Ca-narias
y a !a isla de !m Aznres,,.
Dicha isla Antilia la identificaban los lusitanos con la le-yenda
de las Siete Ciudades:
«Han por hecho cierto que es la isla de las Siete Ciudades,
poblada por los portugueses al tiempo que los moros quitaron
España al rey don R ~ d r i g e~s,t e cs, en e! añc! 714 de! nucl-miento
de Cristo. Dicen que entonces se embarcaron siete obis-pos
y con su gente y naos fueron a esta isla, donde cada lino
de ellos fundó una ciudad, y a fin de que los suyos no pensaran
más en la vuelta a España, quemaron las naves, las jarcias y
todas las otras cosas necesarias para navegar*.
Sobre los supuestos viajes a las islas imaginarias del Océa~io,
Cristóbal Colón recogió una abundante información de viva voz:
((Razonando algunos portugueses acerca de dicha isla, hubo
quien afirmó que habían ido a ella muchos portugueses que
luego no mpler~n vo!wr».
Entre todas las navegaciones hubo una que le atrajo par-ticularmente
por los datos concretos que aportaba el relato en
confusa mezcla de apariencia real y fantasía:
«Especialmente dicen que viviendo el infante don Enrique
de Pnrti~gal,a rriba -. esta id2 de Anti!!~ i , ~ r die~! p ~ e r t ~
de Portugal, llevado por una tormenta, y desembarcada la
gente, fueron llevados por los habitantes de la isla a su templo,
para ver si eran cristianos y observaban las ceremonias roma-nas,
y visto que las guardaban, les rogaron que no se mar-
546 ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
chasen hasta que viniera su señor, que estaba ausente, el cual
los obsequiaría mucho y daría no pocos regalos, pues muy pron-to
le harían saber esto. Mas el patrón y los marineros, temero-sos
de que los retuvieran, pensando que aquella gente deseaba
no ser conocida, y para esto les quemara el navío, dieron la
vuelta a Portugal con esperanza de ser premiados por el In-fante,
el cual les reprendió severamente y les mandó que pronto
volviesen; mas el patrón, de miedo, huyó con el navío y con
su gente fuera de Portugal. Dícese que, mientras en dicha isla
estaban los marineros en la iglesia, los grumetes de la nave
cogieron arena para el fogón, y hallaron que la tercera parte
era de oro fino» 19.
Entre estos viajes a islas imaginarias o fantásticas, el tes-tirilc~
ie de =ayer uprienciz de veracidad 10 recogib Colón de
boca de un piloto de vinculación madeirense. He aquí sus
palabras a través de la pluma del autor de esta parte de la
Historia del Almirante:
«No sólo había entonces estos indicios, que en algún modo
~ I . P _ & Er ~ ~ ~ g z b !~ eP ~, s,. f.!tbz quien && haber visto
algunas islas, entre los cuales hubo un Antonio Leme, casado
en la isla de la Madera, quien le contó que habiendo navegado
muy adelante hacia Occidente, había visto tres islas. El Almi-rante
no se fió de lo que le decía, porque conoció, prosiguiendo
la conversación, haber navegado a lo más cien leguas al Po-niente,
y podía engañarse, teniendo por islas algunas grandes
rocas, que por estar muy lejos no pudo distinguir».
Líneas adelante, el Descubridor se ratifica en el dictamen
negativo:
<<De mede y e , uynqlie resdtzse verdad que e1 dicho An-tonio
de Leme había visto alguna isla, creía el Almirante que
no podía ser otra que alguna de las mencionadas, como se
presume fueron aquellas denominadas de San Brandán . S 20.
En cuanto al piloto que hizo la singular revelación, su iden-tificuciSn
r e s i r h perfectíl. d ~ l t ~ n idne Leme era hijn de -Martin
19 Historia del Almtrante, tomo 1, págs. 70-74.
Las Casas: Historia de las Indzas, tomo 1, págs. 67-68.
20 Ibid. Hzstorta, pág. 71. Las Casas, pág. 67.
16 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
lde Leme, gentilhombre flamenco, establecido en la isla de la
Madera después del año 1483. El viaje de Leme debió acontecer
.en los principios de 1484. Un hijo de Antonio de Leme, llamado
Ruy de Leme, formó parte de la comisión portuguesa que con-certó
en 1494 el Tratado de Tordesillas *'.
El predescubrimiento de América a todo lo largo de la cen-turia
XV es un hecho que tiene grandes visos de probabilidad.
Si en fecha posterior a 1492 se arribó, por causas fortuitas, al
Nuevo Mundo, arrastrados los navíos por los vientos favorables,
¿por qué no iba a sobrevenir lo mismo con carácter de prela-ción?
Lo difícil es rastrear el testimonio fehaciente que esta-blezca
la conexión de manera indubitable.
Esto viene a cuento de la serie de viajes registrados vaga-mente
en los Libros de Memorzas de Cristóbal Colón. ¿Hay en
alguno de ellos fundamento de certeza? Con los datos que de
momento se poseen es imposible aventurar una opinión.
VI. LAS EXPEDICIONES POR EL ATLANTICO NORTE
Entre los viajes por el Atlántico Norte, en busca de islas
y tierras occidentales, el Descubridor registra tres, cuyo esce-nario
gira en torno al espacio oceánico situado al occidente de
la isla de Irlanda. Sus protagonistas fueron Diego de Teive, un
marinero tuerto del Puerto de Santa María, y el nauta gallego Pe-dro
de Velasco. De estas tres expediciones tuvo puntual informa-ción
Cristóbal Colón, por boca de protagonistas o colaborado-res
durante su estancia en Castilla, negociando la empresa del
descubrimiento.
de Te)ce es Un personajede fácil ;denp;fieaeión. Sa-bemos
que fue escudero del infante don Enrique; que estaba
implicado en negocios de fabricación de azúcar en la isla de
Madeira, y que embarcaciones suyas se dedicaban al transporte
de cereales a Ceuta ".
21 Antonio Ballesteros Beretta: Cristóbal Colón y el descubrimien-to
de América Barcelona, 1945, tomo 1, págs. 349-350
22 Jaime Cortesáo: Génesis del Descubrimiento Los portugueses.
Barcelona, 1947, págs. 684-685.
348 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
CRIPI'ÓBAL COLÓN, CRONISTA 17
El segundo protagonista de la expedición, y al mismo tiem-po
informante personal de Colón, fue un piloto de la Baja An-dalucía,
Pedro Vázquez de la Frontera, cuya fama y prestigi~
están atestiguados en los famosos pleztos colombinos con un
sinnúmero de declaraciones a su favoru.
Precisa ahora señalar que la expedición que nos ocupa hay
que desglosarla en dos. Un primer itinerario que tuvo coma
objetivo la isla de Antilia-Siete Ciudades y como meta casual
la isla de las Flores, y una segunda etapa en que la embarcación
cambia de rumbo para aproar a la isla de Irlanda y explorar
los mares circunvecinos. Conviene, para mayor claridad, estu-diarlas
por separado.
Véase ahora lo que registra la Hzstorza del Almirante (ex-trqenc!~
lar noticia de !OS Y:bms de Mevvzm-ius de CRst6bal
Colón) sobre la primera parte de la expedición:
«Aún fue a buscar esta isla cierto Diego de Tiene (sic), cuyo
piloto, llamado Pedro de Velasco, natural de Palos de Moguer -
dijo al Almirante en Santa María de la Rábida, que salieron de
Fzyal y mvegzirm rr?ás de ciente c i x ~ e n t a!e g~zsa ! SUdoes:e,
y al tornar, descubrieron la isla de Flores, a la que fueron
guiados por muchas aves a las que veían seguir aquella ruta,
siendo tales aves terrestres, y no marinas, de donde se juzgci
que no podían ir a descansar más que en alguna tierran.
Aunque en este párrafo se afirma que Diego de Teive y
Pedro Vázquez de la Frontera «navegaron ciento cincuenta le-guas
al Sudoeste (per libecchio), debe entenderse que en un
principio tuvieron que surcar el mar con rumbos Este y Sur,
dando bordadas, pues encontrarían de cara vientos que soplarían
t-n&n& ocr-p-n-p-r-a-l -J- -d- oeste. Per este pmce&miento acaba-rían
entrando de lleno en la zona de los alisios favorecida al
cabo por los céfiros del Este.
Pedro Vázquez de la Frontera nos da a conocer cuál fue la
causa que motivó la suspensión del viaje en cuanto al itinerario
Sobre las actividades en negocios azucareros de nuestro personaje,
véase la nota 28.
3 Pleitos colombinos. Escuela de Estudios Hispano Ameficanos,
Sevilla, 1964, tomo VIII, págs. 258, 301, 339, 341, etc.
Jaime Cortesáo: Génesis , págs. 689-693.
18 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
original: la llegada al mar de los Sargazos, que les infundió
pavor y respeto. Este navegante llegó a afirmar «que por cor-tos
la habían errado y se habían engañado por las hierbas que
encontraban en el golfo» 24.
En cuanto a la particularidad que llevó al descubrimiento
de las Flores, es cierto que en las instrucciones náuticas del
siglo xvr daban a conocer la proximidad de aquellas islas por
la aparición de gaviotas grandes, calcamares, estapagados y ga-rajinhzas.
Por lo que respecta a la segunda etapa de la navegación, los
datos registrados son en extremo interesantes:
«Después, caminaron tanto al Nordeste, que llegaron al cabo
de Clara, en Irlanda, por el Este, en cuyo paraje hallaron recros
vientos del Poniente, sin que el a z r sc iürbara, !o qüe jüzgaban
podía suceder por alguna tierra que la abrigase hacia Occidente.
Mas, porque ya era entrado el mes de agosto, no quisieron
volver a la isla por miedo del invierno. Esto fue más de cua-renta
años antes que se descubriesen nuestras Indias 25.
En el párrafo que acabamos de transcribir hay, indiscuti-blemente,
una equivocación. El primitivo texto de Colón, en
lugar de Nordeste, debía decir Noroeste.
Los historiadores portugueses -y en primer término Jaime
Cortesao- dan por sentado que Diego de Teive llegó en sus
exploraciones hasta el banco de Terranova, en la vecindad de la
24 Pleitos colombinos. Sevilla, 1964, tomo VIII, pág. 258.
Jaime Cortesáo: Génesrs , pág 690.
As1 consta en ia aeciaración de Aionso V&iez.
«Que Martín Alonso llevó aviso de Pedro Vázquez de la Frontera, que
había ido a descubrir esta tierra con un Infante de Portugal; y decía que
por cortos la habían errado y se habían engañado por las hierbas que m-contraban
en el golfo, y dijo al dicho Martín Alonso que cuando llegasen
a las dichas hierbas y que el dicho Almirante quisiese volver de allí: que
e1 no lo consintiese, y que antes bien siguieseii derechos purqrie era iirií;G
sible no dar con la tierra y necesariamente lo habían de hacer, porque el
dicho Infante, por no haberlo hecho, erró la dicha tierra y no llegó allín.
25 Hzstorza del Almtrante, tomo 1, págs. 74-75.
Las Casas. Historia de las Indias, tomo 1, págs. 68-69.
550 ANUARIO DE EITUDZOS A T L A N T I C O S
CRIEITÓBAL COLÓN, CRONISTA 19
isla de este nombre. Aunque no hay una prueba convincente de
ello, puede darse la atribución como posible 26.
En cuanto a la fecha en que se llevó a cabo la expedición,
los testimonios no son coincidentes con todo rigor. La Historia
del Almirante puntualiza: «Esto fue más de cuarenta años antes
que se descubriesen nuestras Indias». Las Casas es más exacto:
«Esto diz que fue cuarenta años antes que Cristóbal Colón des-cubriese
nuestras Indias» ". En uno y otro caso: antes de 1452
o exactamente en esa fecha. Esto último parece lo auténtico,
habida cuenta que el infante don Enrique, el 5 de diciembre
de 1452, agraciaba a Diego de Teive con un privilegio para
montar un ingenio de azúcar en la isla de la Madera 28. Ello
hace sospechar que el retorno al Fayal se había producido con
un trimestre de anticipación, para dar tiempo a las diligencias
necesarias para la obtención. del priviiegio.
Un testimonio tardío de la expedición que estudiamos se
registra en 1474. Por una carta regia de 28 de enero nos ente-ramos
del traspaso en favor de Fernao Teles de la propiedad
de las xilhas chamadas Foreiras 29, que pouco ha que acharom
Diogo de Teive e Joáo be Teive, seu fiiho, e Gle, dito Fernáo
Teles, ora houve per um contrauto que fez com Joáo de Teive,
filho do dito Diogo de Teive, que as ditas ilhas achou e tinham M.
A viagem de Diogo de Teive e Pero Vázquez de la Frontera ao
Banco de Terranova em 1452, en la revista ~ArquivoH istórico da Mannhan,
número 1, año 1933.
z7 Hzstoria del Almirante, tomo 1, pág. 75. Historia de las Indias,
tomo 1, pág. 69.
El contrato está registrado en el Archivo Municipal de Funchal
(tomo 1, fol. 132).
Ha sido publicad' por A!wrn Rodr~~~i ideer Azrirdc e:: Saud~desd l:
Terra (edición de la conocida obra de Gaspar Fructuoso), nota a la pá-gina
665.
Damiáo Peres: Hrstória dos descobrimentos portugueses Oporto, 1943,
págma 69. " Hay que estimar el vocablo foreiras como una corrupción de
florerras. término equivalente a flores.
Damiáo Peres- Hzstória dos descobrimentos.. , pág. 70.
30 José Ramos-Coelho: AIguns documentos do Archlvo Nacional da
Torre do Tombo. Lisboa, 1892, págs. 38-40.
La frase epouco has debe interpretarse con un sentido laxo, pues la
20 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
Los otros dos protagonistas de los viajes por el Atlántico
Norte, el marinero del Puerto de Santa María y Pedro de Ve-lasco,
sus respectivos testimonios aparecen involucrados en la
Historia del Almirante, al mismo tiempo que adornados con
algún que otro comentario de actualidad:
«Luego se confirmó por la relación que hizo un marinero
tuerto, en Santa María, que en un viaje suyo a Irlanda, vio
dicha tierra, que entonces pensaba ser parte de Tartaria y se
extendía hacia el Poniente (la cual debe de ser la misma que
ahora llamamos tierra de Bacallaos), y que por el mal tiempo
no se pudieron acercar a ella. Con lo cual, dice que se confor-maba
un Pedro de Velasco, gallego, quien afirmó en la ciudad
de Murcia que yendo por aquel camino a Irlanda se aproxima-ron
tanto al Nordeste que vieron tierra al Occidente de Irlan-da
» '!.
VII. FERNAND OLMOSY LA EXPLORACI~N DEL OCÉANO
POR LA RUTA OCCIDENTAL
El último de los viajes que la Historia del Almirante registra,
el de Fernán Dolrnos por las aguas del Océano siguiendo la ruta
occidental, se halla adulterado e interpelado. Por esta circuns-tancia
su estudio requerirá particular circunspección y tino.
Recordemos, en primer término, al lector, nuestra firme
convicción de que la primera parte de la Historia de2 Almirante
(capítulos 1 al XV) no es debida a la pluma de Hernarido
Colón, sino a la de un biógrafo anónimo que manejó en diversas
ocasiones materiales históricos de excepcional valor. Sobre este
texto, avrovechado exhaustivamente por Las Casas, operó más
adelante un escritor venal, el seudo-Hernando, con arreglos e
interpolaciones de toda índole.
El viaje de Fernán Dolmos está destilado, como todos los
precedentes, de los Libros de Memorias de Cristóbal Colón. Por
isla de Flores ya hacía más de veinte años que había sido descubierta,
como hemos tenido ocasión de ver.
31 Historta del Almirante, tomo 1, págs. 75-76.
Historia de las Indias, tomo 1, pág. 69.
552 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
idéntica circunstancia aparece registrado en el capítulo IX de
la Historza del Almirante en su redacción actual.
Se está refiriendo el autor a los viajes por el Atlántico, y
de manera concreta al último testimonio recogido del piloto
gallego Pedro de Velasco, cuando a renglón seguido añade: «la
cual tierra creía ser aquella que un Fernán Dolmos intentó des-cubrir
del modo que narraré fielmente, como lo hallé en escri-tos
de mi padre». En realidad, la biografía anónima, seguida
con puntualidad por Las Casas, se limitaba a señalar como
fuente los Lzbros de Memorias del Almirante, por donde se des-cubre
la primera superchería.
El seudo-Hevnando quiere a toda costa desvirtuar la leyenda
del piloto anónimo descubridor de América, divulgada por el
cronista Oviedo, y arrebata para ello a Fernán Dolmos la gloria
de su viaje para justificar con sus peripecias oceánicas el escaso
fundamento de aquélla.
El procedimiento a seguir es tan simple como burdo. Inter-cala
dos párrafos, y desconecta a Fernán Dolmos del relato prin-cip!.
Per est-. circ~nstanria fndavia hoy diversos historiadores
descubren en el capítulo IX un inexplicable lapsus: la promesa
de describir el viaje de Dolmos por el Atlántico que queda por
completo incumplida.
Véase ahora el amaño tal cual figura hoy en la Historia del
Almirante: ala cual tierra creía ser aquella que un Fernán
Dolmos intentó descubrir del modo que narraré fielmente como
10 halIé en escritos de mi padre». Luego añade por su cuenta y
riesgo este otro párrafo: «para que se vea cómo un pequeño
asunto lo convierten algunos en fundamento de otro mayor..
Este es ei momento escogido para hacer 1a impugiiaciSii
del cronista madrileño: «Gonzalo de Oviedo refiere en su His-toria
que el Almirante tuvo en su poder una carta, en que halló
descritas las Indias, por uno que las descubrió antes, lo cual
fue, sucedió, en la forma siguiente: Un portugués llamado Vi-cente
Diaz, vecino de ia viiia de Tavira ... D.
De esta manera, Dolmos ha perdido su navegación, para ser
reemplazado por el piloto desconocido. Quien se entretenga
en repasar la Historia de las Indias de Las Casas podrá com-
Núm 17 (1971) 653
22 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
probar que la narración no se interrumpe, sino que la alusión
a Dolmos y a Vicente Díaz son inmediatas y continuadas.
El viaje que estudiamos tuvo un precursor: Vicente Díaz; un
promotor: Lucas de Cazzana, y un ejecutor: Fernán Dolmos.
Estos tres actores dan vida a fases distintas de la empresa,
que aparecen registradas en la Historm del Almzrante.
La primera fase es de información: «Un portugués, llamado
Vicente Díaz, vecino de la villa de Tavira, viniendo de Guinea
a la mencionada isla Tercera, y habiendo pasado la isla de
Madera, vio o imaginó ver una isla, la cual tuvo por cierto
que verdaderamente era tierra. Llegado, pues, a dicha isla Ter-cera,
se lo dijo a un mercader genovés llamado Lucas de Caz-zana,
persuadiéndole a armar un bajel para ir a conquistarla».
La segunda fase es de preparativos: «El mercader consintió
en eiio, aicanzó permiso del Rey de Portugal, y escribió a un
hermano suyo que se llamaba Francisco de Cazzana y vivía en
Sevilla, que con presteza armase una nave para el mencionado
piloto».
La tercera fase es de ejecución: «Mas haciendo burla Fran-cisco
de tal empresa, Lucas de Cazzana armó una nao en ia
isla Tercera, y el piloto [Fernán Dolmos] fue tres o cuatro
veces en busca de dicha isla, alejándose de 120 a 130 leguas,
pero se fatigó inútilmente, pues no halló tierra. Sin embargo,
ni él ni su compañero dejaron la empresa hasta su muerte,
teniendo siempre esperanza de encontrarla» 32.
El párrafo Últimamente transcrito es oscuro y confuso en
su redacción, hasta el punto de prestarse al equívoco. Por esta
circunstancia, Las Casas interpretó que era Vicente Díaz el ex-plorador
del Atlántico por la ruta occidental en busca de islas
y tierras imaginarias, cuando en realidad este navegante se
limitó a observar el fenómeno de espejismo, siendo Fernán Dol-mos
el ejecutor material de la empresa e~ploradora~~.
Como se ha dicho, Cristóbal Colón dejó constancia de esta
navegación en sus escritos. ¿Pero cuál fue su fuente? ¿Dónde
lo leyó o quién le informó de este conjunto de pormenores, de-
32 Hzstoria del Almzrante, tomo 1, págs. 76-77.
33 Historra de las Indras, tomo 1, pág. 69.
554 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
CRIST~BAL COL~PC~R.O NISTA 23
tallado en cuanto a las personas, aunque vago en lo referente
a hechos y fechas?
La respuesta de Las Casas es rotunda y precisa, dejándose
guiar por el biógrafo anónzmo: «Todo esto dice Cristóbal Co-lón
en sus Libros de Memorias que le dijo Francisco de Cazzana,
y añadió más, que había visto dos hijos del capitán que des-cubrió
la dicha isla Tercera, que se llamaban ~ i g u e yl Gaspar
Corte-Real ir en diversos tiempos a buscar aquella tierra y que
se perdieron en la demanda el uno en pos del otro, sin que se
supiese cosa dellos».
En cambio, el seudo-Hernando, que tuvo ante sus ojos un
texto similar, lo altera sustancialmente para fingir que la reve-lación
le fue hecha por Cazzana, no a don Cristóbal, sino a
su hijo Hernando Colón. He aquí el párrafo tal como aparece
en la Historia del Almirante: «Y me fue dicho y ajzrmado por
su hermano, más arriba mencionado -se refiere a Francis-co
34- que había conocido a dos hijos del capitán que descu-brió
la isla Tercera, llamados Miguel y Gaspar de Corte Rsal,
que en diversos tiempos fueron a descubrir aquella tierra y
perecieron en la empresa, uno después de otro, el año de 1502,
sin saber cuándo ni cómo, y esto lo sabían muchos» 35.
La superchería salta a la vista. El testimonio por conducto
filial es incompatible con la sustitución de personajes. Lo que
Cazzana le dijo a Colón, resulta inadmisible para Hernando,
pues hay que sospechar que cuando éste pudiera oírlo, el mer-cader
genovés había traspasado las fronteras de este mundo.
Sabemos que Lucas, el menor de los hermanos, comerciaba ya
en la isla de la Madera a mediados del siglo xv; por otra parte,
en un documento de 18 de septiembre de 1500 figuran conjun-tamente
los mercaderes genoveses, afincados en Lisboa, Fran-cisco
Cattaneo y Cazano de Nigro, hijos de los difuntos Fran-
- -
34 En este caso concreto hemos corregido la traducción de Serra-no
y Sanz, por no ser exacta. El texto en la edición italiana dice así: «E
mi f% dettc e affermat~ da! frute! siie seprxktfe, s e r c~msci'iti rltie fi-glioli
del capitano n El traductor citado da esta versión: ay me afirmó
el referido Francisco haber conocido dos hijos del Capitán »
35 Historia del Almzrante, tomo 1, pág. 77.
Las Casas: Historza de las Indzas, tomo 1, pág 69
24 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
cisco y Lucas, dedicados al tráfico de azúcares de la isla de
Madera. Ello hace imposible el contacto directo entre don Fer-nando,
nacido en 1488, y Francisco de Cazzana 36.
Un punto crítico nos queda por abordar. Según el btógrafo
anónimo, Francisco de Cazzana amplió la información suminis-trada
a Colón con estos datos: que había «conocido dos hijos
del capitán que descubrió la isla Tercera, llamados Miguel y
Gaspar de Corte Real, que en diversos tiempos fueron a descu-brir
aquella tierra y perecieron en la empresa, uno después.
de otro, el año de 1502, sin saber cuándo ni cómo, y que esto
lo sabían muchos».
En efecto, el capitán que descubrió la isla Tercera, Joáo
Vaz Corte-Real, tuvo, entre otros hijos, a Gaspar y Miguel, - e
quienes exploraron la isla de Terranova, alrededor de los E
años 1500-1502, sucumbiendo ambos en ia hazana. Ahora bien: no
la referencia a estos viajes es una interpelación del biógrafo O - m
anónimo, por poderosas razones que saltan simplemente a la vista. EE
La primera, el carácter retrospectivo de las noticias recogidas 2
E
por el futuro Almirante sobre la existencia de islas en el At-lántico
(todas las referencias son anteriores a 1492j. La segunda,
el largo período de tiempo que separa la expedición de Dolmos Om-de
los viajes de los hermanos Corte-Real; está hoy probado E
que en 1500 ya habían sucumbido Francisco y Lucas de Caz- o
zana, con lo que el falso testimonio se cae por su propio peso. n
E
a
VIII. NUEVASE MPRESAS DE FERNÁN DOLMOS n
n
Los Libros de Memorias de Cristóbal Colón no se limitan 3
O
a registrar e1 viaje de Fernán Dnlmos bajo los auspicios de
Lucas de Cazzana, en fecha indeterminada, sino que, además,
se hacen eco, casi imperceptible, de que la empresa descubri-dora
no se detuvo. Es decir, que el piloto prosiguió en la aven-
P~.I>spern PPragd!o. Crzctnfmw C'n!nmbn in hvtngalln. Gé*ovai
1882, pág. 239 Dom. Giofré Studz Colombinz Génova, 1952, tomo 111, pá-ginas
458-460. Cazano de Nigro estaba ya en 1478 en tratos mercantiles
con Cristóbal Colón. Ninguno de dichos mercaderes consta en documen-tos
posteriores a 1500.
556 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
CR1Sn)BAL COLON. CRONISTA 25
tura, aunque sin acompañamiento de éxito. Hay que pensar que
el informante del Descubridor fue el propio mercader genovés
afincado en Sevilla, Francisco de Cazzana, que le había reve-lado
los anteriores pormenores.
El párrafo es breve, pero sustancioso: «Sin embargo, nz él
nt su compañero dejaron la empresa hasta su muerte, teniendo
siempre esperanza de encontrarla». Se refiere a la tierra occi-dental.
Si esta circunstancia se demuestra documentalmente, la
personalidad de Dolmos saldrá reforzada de la prueba y el
testimonio colombino revalorizado de notoria manera. En efec-to,
fue así, aunque los hechos referidos hayan llegado hasta
nosotros de manera vaga e incoherente.
par-a u2 ar- rA t xrl<*Lt: a C-->AL- G su-a-Lu <-.*'-j u , UA: I,~,,,Q, I I L Ua,L, ~u ula OS PQ!Q?XZS
sobre el actor, la segunda empresa conocida, las causas del
fracaso y el trasfondo oculto que la misma revela.
De Fernán Dolmos no sabemos en realidad sino que se había
naturalizado portugués y que era acavaleiro e capitiio na ilha
Terceir3 >, " La cire-uiis~ar,cia de we las islas Azores es-tuviesen
radicados un número importante de flamencos, tales
como Jacques de Bruges y Joost de Hurtere, por citar los más
relevantes -recuérdese, asimismo, que por tal razón fueron
denominadas en el siglo xv las islas flamencas-, ha conducido
a más de un historiador a dar por sentado que nuestro prota-gonista
de este momento era de idéntica nacionalidad. En con-secuencia,
lo denominan Ferdinand van Olmen 38. No tenemos
argumentos sólidos para rebatir la atribución. Pero sí que-remos
puntualizar que no sería descabellado otorgarle natura-lle
.z-a -g ermánica, habida cueiiiaq ue los pro&actc>dse la c&dad
alemana de Ulm se denominaban en la terminología castellana
37 José Ramos Coelho: Alguns documentos do Archzvo Naczonal da
Torre do Tombo Lisboa, 1892, pág 58.
38 J. Mees: Htstozre de la découverte des ?les Acores et de I'orzgine
de leur dénomznatzon d'iles flamandes. Gante, 1901.
Charles Verlinden. Un précurseur de Colomb: Le flamand Ferdinand
van Olmen (1487), en «Revista Portuguesa de Historia», tomo X (año 1963).
El primero de los autores citados, J. Mees, prefiere traducir el apelli-do
del protagonista por van den Olm
26 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
de la época doímos 39. En este supuesto, Fernán Dolmos equi-valdría
a Fernán de Ulm o, en términos más precisos, Ferdinand
von Ulm.
En la Historia del Almirante se da por sentado «que ni él
(Fernán Dolmos) ni su compañero dejaron la empresa hasta su
muerte)), pero la realidad obliga a confesar que en alguna de
las posteriores navegaciones no fue Lucas de Cazzana su socio
colaborador, sino el navegante portugués Joáo Afonso do Es-treito,
avecindado en la isla de la Madera.
El viaje que en seguida nos va a ocupar tiene una extraordi-naria
similitud con el que condujo a Cristóbal Colón, en 1492,
al inesperado descubrimiento del Nuevo Mundo. Bastará re- a
cordar en esta ocasión que el plazo previsto para duración del N
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mismo se calculaba en seis frieses, es decir, e! tiempo aprmima- O
do que invirtió el Descubridor en su inmortal periplo por la n -
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misma ruta occidental. La leyenda del piloto anónzmo puede O
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tener en Fernán Dolmos una de sus fundamentales raíces. E
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E El proyectado viaje de Fernán Dolmos en 1486 nos es cono- =
cid0 por üa Uocüiiienio de enirzurdinafio vdor: !a carta regia 2
de 3 de marzo, expedida por el rey de Portugal Juan 11, otor- - - 0
gándole al navegante la autorización pertinente junto con di- m
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versos privilegios. O
Comienza ésta con la petición y demanda: ~Fernáo Dulmo, 5
n
cavaleiro e capitáo na ilha Terceira por o duque dom Manuel, a-E
meu muito precado e amado primo, veio ora a nós e nos disse. » l
n Después viene el objetivo de la expedición: &le nos queria dar n
0
achada tia grande ilha, ou ilhas, ou terra firme per costa, que 3
se presume ser a ilha das Sete Cidades, e esto todo a sua própria O
custa e despesa ». El müliarcz h a n 11, atendiziido !a mencio-nada
solicitud, le otorga al navegante la capitanía hereditaria
de todas las tierras que merced a su esfuerzo se descubriesen
con todas las rentas y derechos, incluyendo una amplia juris-dicción
militar «com alcada de poder enforcar, matar e de toda:
üüird pena,, '"'.
39 Luclano Serrano: Los conversos don Pablo de Santa María y dovt
Alfonso de Cartagena. Madrid, 1942, pág. 153.
40 Alguns documentos , págs. 58-59
558 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N 7 I C O S
CRImBAL COLON, CRONISTA 27
La carta de privilegio llama la atención por el escenario y
la meta: se hace mención de una o diversas islas, pero no se
descarta la posibilidad de arribar a la aterra firme per costa»,
es decir, a un supuesto continente que estuviese a espaldas de
éstas.
Fernán Dolmos se consideró impotente para llevar a cabo
por sí solo la empresa. De ahí que se asociase para la realización
de la misma con Joáo Afonso do Estreito, por contrato cele-brado
en Lisboa el 12 de julio de 1486. Por este pacto se repar-tían
gastos y beneficios, quedando fijada la fecha de partida
desde la isla Tercera (Azores) para el mes de marzo de 1487 41.
IX. OBSTACULOINSV ENCIBLES
¿Se llevó a efecto la segunda expedición de Fernán Dolmos?
No ha quedado el más leve indicio a favor o en contra. Sólo
podemos afirmar que en el supuesto afirmativo se demoró la
partida, pues su principal protagonista se hallaba residiendo en
la isla Tercera el 18 de junio de 1487 42.
Nuestro parecer es favorable a que la expedición proyecta-da
se llevó a efecto. No tenemos otra prueba que la tantas veces
reiterada afirmación de la Historia del Almirante: «ni él (Fernán --
4' Ibid., págs. 58-61.
Dicho contrato fue confirmado por el monarca Juan 11, por cédula
de 24 de julio.
Las cláusulas más importantes del convenio eran las siguientes.
1. Joáo Afonso do Estreito pagaría los fletes de las carabelas, y Fer-nán
Dolmos los sueldos de la tripulación.
2. De común acuerdo, se repartían para el futuro la capitanía de las
tierras halladas.
3. El mando de la expedición lo ejercería Dolmos durante los prime-ros
cuarenta días, y Afonso do Estreito durante el resto del viaje
Para mayor garantía, Joáo Afonso do Estreito obtuvo de Juan 11, el
4 de agosto, un nuevo privilegio, qiie le garantiaha la capitanía de las
tierras descubiertas durante la etapa de dirección personal de la expedi-ción
(AIguns documentos , págs. 62-63).
42 Damiáo Peres: Hzstória dos descobrzmentos portugueses. Opor-to,
1943, pág. 256 La noticia está tomada del Archlvo dos Atores, tomo XII,
folio 388.
28 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
Dolmos) ni su compañero dejaron la empresa hasta su muerte*.
Seguramente se lanzó al Océano como la vez o las veces
anteriores para tropezar con elementos adversos que obstacu-lizaron
su camino con implacable tenacidad. Saliendo Fernán
Dolmos de las Azores, con la pretensión de cruzar el Océano en
esta latitud, por fuerza se encontraría de frente con poderosos
vientos de tendencia general del Oeste que le impedirían un
positivo avance. Dichos vientos le forzarían a navegar ciñendo
o dando bordadas, en su intento de abrirse paso hacia Occi-dente.
Si a ello sumamos la dirección del mar, que normalmente
es la misma del viento, todo serían serios contratiempos para
el navegante. Lo poco que pudiera avanzar con su nave lo
perdería por causa del abatimiento.
Distinta hubiera sido por compieto ia suerte y el destino de
Fernán Dolmos si su punto de partida hubieran sido las islas
Canarias, pues entonces los vientos alisios, de componente Este,
le hubieran arrastrado insensiblemente hacia América. Ese fue
el talismán de Cristóbal Colón.
El viaje de Fernán Dolmos se presta a una última glosa. Se
suele afirmar que el monarca luso Juan 11 se desentendió de
los planes y proyectos de Colón por considerar inadecuada e
inviable la ruta occidental para arribar a Asia. De acuerdo ron
esta tesis, los portugueses, aferrados al itinerario del Atlántico
Sur, desoyeron las promesas del inmortal navegante. Ahora bien:
los viajes de Fernán Dolmos desmienten por completo este
aserto.
Para Portugal, ambas rutas eran compatibles y ambas ópti-mas.
La causa de la negativa, en el primer caso, y de la acalo-rada
aceptación, en el otro, habrán de tener distinta motivación.
Acaso la más razonable sea ésta: Fernán Dolmos ofrecía a
la Corona cubrir de su peculio todos los gastos de la expedición,
mientras que Cristóbal Colón sólo podía ofrecer una idea ob-sesionante
y fija . .
A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S