VlVIENDA CANARIA
DATOS PARA SU ESTUDIO
P O R
JOSE PEBEZ VIDAL
Conservador del "Museo del Pueblo Español"
1. NOTAS PREVIAS
No existe un estudio general de la vivienda insular. Apenas si
se han publicado algunos apuntes sobre la casa regional urbana
del llamado estilo canario. De la vivienda rural sólo se han hecho,
de paso, ligeras referencias l.
Aquí, con estas notas, no se trata de remediar tan lamentable
falta : el propósito se limita a aportar un conjunio muy irregular y
desproporcionado de datos para el deseado estudio. Se reunieron
con otra finalidad, y ahora, ante el dilema de publicarlos en la
forma incompleta en que se encuentran o arrojarlos al cesto de los
papeles -para mí resulta ya difícil completarlos- opto por lo
primero. Cada día se desvanece y desdibuja un punto la cultura
1 La escasa biibliogmfía de una y otra vivienda se ira dando, páginas
adelante, en los lugares oportunos. Han pronunciado conferencias sobre al-gunos
aspectos del tema los profesores don Enrique Marco Dorta y don Do-miago
IZarünez cie ia Feña y Gon.zNez y ei arquitecto don Vicente Nacher
Hernández.
tradicional, que se va. Y dentro de poco, muchas de las informa-ciones
que aquí ofrezco ya no se podrán recoger.
En la primera impresión que la arquitectura canaria produce,
destacan dos notas: la variedad y la adaptación al medio. La va-riedad
refleja la concurrencia de muy diversas corrientes cultura-les;
la adaptación al medio, el extraordinario vigor que en las Is-las
tiene la geografía. Son los rasgos predominantes en toda la cul-tura
tradicional canaria; mas en la vivienda se muestran de modo
muy claro y expresivo. Nada revela mejor que la casa la interacción
entre la cultura y el contorno físico.
Estas influencias de las corrientes culturales y del medio geo-gráfico
no se aprecian, sin embargo, de igual modo, ni con la mis-ma
intensidad en la casa urbana y en la vivienda rural. La ciudad
se halla más abierta a las presiones extrañas y menos relacionada
con la naturaleza; la aldea, por el contrario, apenas se comunica
con el exterior y se halla fuertemente ligada a la tierra en que se
asienta.
Los factores que han actuado en las construcciones urbanas han
sido, en general, mucho más diversos, variables y complejos, que
los que han actuado en las construcciones rústicas. La casa urbana
se ha construido siempre con cierta sumisión a unas ordenanzas,
de acuerdo con un plano más o menos preciso y según las técnicas
de trabajadores de oficio. La casa rural, en cambio, se ha alzado
sin las trabas de reglamentaciones ni planos, y sin sujeción a las
exigencias de manos profesionales. En la edificación ciudadana se
han ido reflejando, con más o menos intensidad, la sucesión de es-tilos
arquitectónicos y los gustos y tendencias de las regiones con
que se ha mantenido una relación más estrecha. En la vivienda ver-daderamente
popular, es declr, en ia vivienda construida en ios
campos y en los pueblos por las gentes humildes -y para ellas
mismas-, se repiten tipos y procedimientos tradicionales que ape-nas
varían a través de las sucesivas generaciones. La auténtica casa
popular - lo mismo puede ser de un siglo antes que de un siglo
después.
42 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 3
La casa urbana se construye, en general, con materiales elabora-dos
y transformados; a veces, transportados desde lejos. La vivien-da
rústica, en cambio, se levanta con materiales brutos o apenas
trabajados; casi como los ofrece la naturaleza en torno.
La influencia de los materiales proporcionados por la natura-leza
insular fue muy importante y decisiva en los años en ,que,
terminada la conquista de las islas, cuajaba el pueblo hispano-canario.
Los nuevos pobladores tropezaron, como más adelante se
verá, con no pocas dificultades para implantar en Canarias los
modos y tipos constructivos de sus pueblos de origen. Fue necesa-rio
en más de un caso sustituir un material que escaseaba por
otro más abundante. Y como consecuencia, introducir en la cons-trucción
todas las alteraciones impuestas por el cambio. Cada ma-terial,
según todo el mundo sabe, tiene sus exigencias y, por así
decirlo, su genio; guía la mano del hombre de modo distinto 2.
Esta imposiciún de los materiales constructivos constituye una
de las causas del aspecto peculiar que presentan en las islas ciertos
tipos de vivienda introducidos desde la Península; contribuye
fuertemente'a ponerles sello canario.
La sumisión a los materiales nativos y el plegamiento al medio
físico han sido extremados en algunos pueblos distantes de los puer-tos.
El doble aislamiento -el propio de la isla y el derivado de la
incomunicación interior-, junto con otros factores, ha privado
hasta hace relativamente poco tiempo a esos pueblos, no sólo de
recursos modernos, sino de estímulos para desearlos e introducirlos.
En esos medios rústicos no es raro encontrar todavía representa-das
todas las etapas fundamentales de la evolución de la vivienda
humana: desde la cueva y la choza en las zonas más enriscadas y
pobres, hasta la casa de tipo más o menos urbano en el pequeño
núcleo que constituye el centro o cabecera del pueblo.
2 P. %Üai cie ia Biache- Pmrzcipes 6e Géograpizie hhumz*ne, Paris, i922,
página 149.
JOSÉ PÉREZ PiDAL
11. VIVIENDAS ELEMENTALES
LA CUEVA HABITACIÓN.
La cueva fue seguramente la primera habitación del hombre
allí donde la hubo. Y aumentó su carácter de alojamiento estable
a medida que se desarrolló el sedentarismo. Mas dependiendo la
cueva principalmente de condiciones geológicas y geográficas, no
puede vincularse su uso como habitación a una 6poca fija, ni a
determinadas etapas de evolución, ni a ciertas culturas 3.
En Canarias, la cueva natural abre su seno acogedor principal-mente
en los acantilados y en las márgenes de los barrancos. Abun-da
sobre todo en las zonas costeras de las islas occidentales, mu-cho
más montuosas. En las islas del grupo oriental no falta, pero
predomina en proporción altísima la cueva hbrada en la toba; en
Gran Canaria, mayormente, existe una extraordinaria cantidad
de estas cuevas excavadas.
Ambos tipos de cuevas ya fueron utilizados por los aborígenes
como habitación. Las naturales, sin casi ninguna labor de mejora-miento;
las excavadas, con divisiones y decoraciones que las ha-cían
bastante cómodas y agradables 4.
Las cuevas antiguas han sido, en general, aprovechadas moder-namente.
Sólo se encuentran abandonadas aquellas que se han
vuelto inaccesibles o peligrosas por cambios habidos en el terreno
o por otras causas. No todas las aprovechadas en los tiempos mo-dernos
se han utilizado, sin embargo, como habitación. Algunas
han servido como depósito, como aprisco o encerradero de ganado
o como fresco refugio en los días cálidos y resecos de tiempo
"levante" 5.
3 Giese, Los tzpos. , pág 568. (Se dan en forma abreviada las obras que
se citan con frecuencia Al fmal se desarrollan las abreviaturas )
4 Luis Diego Cuscoy, PaZetnoZogia de las IsZas Canarias, Santa Cruz de
Tenerife, 1963, págs. 19-24.
5 Luis Diego Cuscoy, Los grabados rupestres de TzgaZate Hondo, en "Re-vista
de Histona Canaria", La Laguna de Tenerife, XXIV (1958), págs 245-
248. Las cuevas naturales se emplean menos cada vez como habitación Ins-tituto
Nacional de Estadística, Estaüistzcn,. Tener~fe, pág. 43
44 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 5
Las cuevas excavadas de Gran Canaria se presentan, por lo co-mún,
en grandes agrupaciones; verdaderos barrios empotrados en
la roca, en los que se da una estrecha vida de relacih. En la Pen-ínsula
se encuentran agrupaciones análogas en Calatayud, Guadix
(barrio de Santiago), Almería (barrio de los Gitanos) 6. En Gran
Canaria son famosas las de La Atalaya, de conocidos productos
alfareros; las de las Cuevas Caídas, de Tejeda, en las que Pancho
Guerra sitúa uno de los más arriesgados y donosos lances del sin
par "Pepe Monagas" ; la del pago de Caserones y la de Siete Puer-tas,
en Telde; Hoya de Pineda y La Degollada, en Gáldar y Guía;
La Cañada, Hoya del Guanche y Anso, en el término de Guía; etc.
a m t o m n. .nTrnc. nnnn4no nrr-ri nn In r n n r ~ r r ~;I:n~ I r in ;Inl U r r w 4 u buuau b u ~ v a uL ariaIIam, ~ U L I L U GIL L a u L a y u ~ i aU G L a m UGL DUI
de la Península, se hace un verdadero derroche de cal. La entrada
principalmente es de una blancura ofensiva. Delante de la entrada
casi todas tienen un patio, más o menos grande, cerrado por un
muro y encendido de flores. Ekte patio o jardín llega a ostentar a
veces, como el de una cueva de Siete Puertas, una coquetona verja.
En el barrio de La Atalaya pueden observarse numerosas vivien-das
mixtas. Están constituídas por un par de habitaciones exterio-res,
de mampostería, el patio y la verdadera cueva, o parte empo-trada
de la vivienda.
De las cuevas del pago de Caserones se ocupó con algún deteni-miento
cierto curioso autor canario, en un librito ya muy raro No
estará por demás, pues, reproducir aquí algunos de los párrafos re-ferentes
a la situación, forma, divisiones y mobiliario de estas
cuevas.
"Caserones es un pago de la ciudad de Telde ... Forma sus vi-viendas
una infinidad de cuevas, escalonadas en la montaña, y se-paradas
entre sí por cadenas de tierra.. . e.
"A las cuevas se llega por veredas casi impracticables; y a de-
'6 Wrt Hielscher, La España trzcóg~ifaB, e rh, 1921, 1á.ms 9i2-99, da
ljuenas muestras de los barrios de cuevas de Almería y Guadix.
7 Memorms, págs. 375-412.
8 Rafael 'Ramirez y Doreste, Donde mi. (Cwadros cawrios), Barcelona,
1899, págs. 75-1M: La cuma de tiá. Pina.
9 Cadem 'tierra de laba312a, en general de forma alargada, que se le-vanta
sobre la base de una rústica pared de piedra'. Guerra Navarro, s v
Núm 13 11967) 45
6 JOSÉ PÉREZ VID.&
recha e izquierda de estos senderos verás, lector curioso, el tuneral?
cubierto de telarañas, que cuelga sobre el precipicio; el huerto de
tiá Pina, en donde transcurren los Últimos años de su burra ... ; el ban-do
de gaIlinas que comparten con la burra el puño de hierba y el
pisquito de m410 que aquella infeliz les echa ; y los jardines que cada
cueva tiene a su entrada, sobre antiquísimo muro, compuestos de ga-rrafones
cortados a la mitad, rellenos de tierra; tallas vueltas hacia
abajo, con el fondo quitado, y tostadores semirrotos, en donde luce
sus colores la clavellina, perfuma el aire la albahaca o azbejaca, como
ellos dicen, y se desarrolla la naciente higuera ...
"También hay sus categorías en Caserones. Mídese la importan-cia
de la vivienda por el número de cuevas que la constituyen, pu-diéndose
contar en algunas "la sala", "la alcoba", la cocina inmedia-ta,
en cuyas paredes ahumadas se sostiene el enorme tostador de
barro; el fétido chiquero, que consiste en una cueva bajo el piso,
y el tingladillo de las cabras, sobre el cual duerme el gato, pere-zosamente
estirado.
"Ya puedes penetrar en la cueva, por más que, si fueses nove-lero,
te agradaría fijarte en el pórtico que a su misma entrada se
halla unido, y que consiste en un techillo de cuatro palmos cuadra-dos,
en donde bullen, entre piedras toscas, retamas y hierbajos,
sostenido todo por una viga de tea, resquebrajada de puro antigua.
"Lo primero que despierta la atención en la cueva de la tiá Pina
es el tallero, así llamado por ser el sitio en que se colocan las taI1u-s.
Fórmalo un muro muy ancho y poco alto, que se sostiene entre dos
paredes esquinadas de la casa; sobre él se levantan otros que en
proporcional disminución van perdiendo espesor y altura, a medida
que se elevan.
"En el primer escalón, digámoslo así, de esta gradería apare-cen
dos tallas sobre una capa de arena, humedecida por los sobran-tes
del jarro ; entre las tallas, dos ñameras, y en los restantes pisos,
platos y bandejas de diferentes colores todos, por exigir el lujo tal
variedad. Abundan los ramilletes y festones azules, encarnados, ver-des
y amarillos; y si a esta profusión brillante de colores se une
la que resulta de una infinidad de tazas y jarros, también pintados,
qne oelgan de cañas y clavos, tendrás una rinconera alegre en que
la vista se pierde en medio de tan ruidoso colorido.
46 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 7
"La monumental caja de Indias, que cuesta un trabajo ímprobo
soliviarla el día en que la casa se dbea, y la sillería de palo, pesada
y toscamente hecha, completan el ajuar de la "sala", como le decía
tiá Pina a esta primera parte de su vivienda.
"Separa la sala de la "alcoba" una blanca cortina, que corre a
1s ancho de la cueva, sostenida por una caña muy larga. La cortina
se divide, delante de la puerta misma, en dos mitades, adornadas
con muchos pliegues estrechitos, divinamente planchados, y, a tre-chos,
ocultos por vistosos lazos azules, que resaltan sobre el fondo
blanco de la misma.
"Pero aún no has visto lo mejor; tiá Pina te tiene reservada
!u, pa:: seirpresa. Y r , h en !u 2kiha y fijate en aquella hermosa
barra de cama lo, digna de un cantor como Homero. ¿Qué pero pue-des
ponerle a los tres colchones, repletos de paja y lana, que quie-ren
escalar el techo de la cueva? ¿Ni a la sábana de lienzo, blanca
y picona9 ni a la colcha de colores, echadas en el país?"
Igual que en esta cueva que se acaba de ver, la elemental cocina
cie las cuevas canarias, tanto de las naturales como de las excava-das,
y tanto en los tiempos prehispánicos como en los modernos, ha
estado siempre situada en el exterior. La misma situación presenta
en las cuevas habitadas del vecino archipiélago de la Madera. Tal
vez, consecuencia del buen clima, que invita a hacer la vida al aire
libre. Por el contrario, en la Península es frecuente hallar la co-cina
dentro de la cueva, y no sólo en zonas de inviernos crudos,
como las de Madrid, Toledo, Alava, sino en áreas de clima templado,
como las de Granada, Almería, Valencia; algunas cuevas tienen
incluso una bonita chimenea que sobresale de la colina en que se
encuentran alojadas ll.
10 En Domingo J. Navarro, Recuerdos de un noventón. Memorzas de lo que
fue la ciudad de Las Palmas de Gran Caaaria GF przwipto de szgb g de los usos
y costumbres de sus habztantes, Las Paimas, 1895, pag. 121. "Las camas se
componían de dos banquillos y unas tablas, barrecama, con su colchón, almoha-da
y modesto cobertor"; en Lugo, pág. 67 barrecama 'tablado de cama' y
algunos datos más sobre esta palabra.
11 Torres Ballrás, págs. 203-215; Giese, Zoc. czt., págs. W4568; S. Gar-cía
Sam, Las cuevas de Twimes, en "Actas do Colóquio de Estudos Etnográ.-
ficos doctor José Leite de Vasconcelos", Porto, 1959, 1, pags. 133-139, y la
bibliografia citada en estos trabajos.
Al tratar de las cuevas labradas parece forzoso recordar las vi-viendas
excavadas a nivel más bajo del suelo, tal como ciertas cons-trucciones
todavía habitadas en zonas africanas fronteras a Cana-rias
y como los conocidos silos de Villacañas en la provincia de
Toledo12; pero este tipo de habitación subterránea sólo se halla
representado en las islas por restos correspondientes a la población
aborígen: los de las casas hondas de Fuerteventura o Lanzaro-te
13. Después de conquistado el archipiélago no se han excavado
ni utilizado.
LA CHOZA.
La cabaña ya era utilizada por los habitantes de la Islas como
habitación, además de la cueva, en la época prehispánica. Había
de varios tipos, y en no pocos lugares se hallaban agrupadas, for-mando
poblados. Todavía se conservan restos de estas agrupacio-nes
en La Palma, el Hierro, Lanzarote y Fuerteventura. En Gran
Canaria existían verdaderas casas, tal vez aportación de poblado-res
llegados en época más posterior que los demás l4 ; se construían
de diversa planta -oblonga, rectangular, cuadrada, cruciforme-y
estaban cubiertas de ramas y barro 15. Eb Fuerteventura se pue-den
ver ruinas de casas semejantes a éstas de Gran Canaria. Tene-rife,
en cambio, presenta una gran pobreza constructiva antes de
la conquista. A tono con los demás elementos culturales, que pa-recen
corresponder a una población más antigua, en vez de verda-deras
cabañas exentas, predominan los abrigos pastoriles: unos
refugios semic~struidosa,p rovechando accidentes naturales favo-
12 Joaquín Lorenzo Fernández, Los silos de Vzllacañus (Toledo), en "Re-msta
de Dialectología y Tradiciones Populares", V, Madrid, 1949, págs. 420-434
13 Diego Cuscoy, PaletmZogQ . , pág. 23. Autores del siglo pasado las
representaron erróneamente como galerías megalíticas; por ejemplo, Sabin
Eerthelot, Ant2qzités camriennes, París, 1879, pl. 3.
14 nse Sehwidetzky, La pobiTac26n prehiMdntca de las islas Camrzas, San-ta
Cruz de Tenerife, 1963, pág. 107
15 Diego Cuscoy, PaTetnologiu.. , pág. 23; Sebastián Junénez Bánchez,
ylt","hen>' de & - t í x C m g ~ d I,n. wzgy&y 5, A W z e H y y y x t ~ ~ ~eg=, < <Re~.<s&tQg-gráfica
Española", San Sebastián, núm. 8, sin año ni paginación.
48 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
1. Ciirvns dc Siete Puertns (Gran Canaria,. Fnt. Siemens
2. Ciicvas dc L;i Atalaya (Gran Canaria). Fnt. Siemenri
1. Clirii.:rs vn Kmlrjo Alto iTenrrifei
U VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 9
rables, en lugares de transhumancia; principalmente en los mon-tes,
a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar.
En los tiempos históricos, sin embargo, la cabaña no ha sido
rara en Tenerife. Todavía son frecuentes en la isla chozas de planta
rectangular. Se sostienen, por lo general, en una armadura de pa-los.
Un palo horizontal, puesto a cierta altura en el sentido de la
mayor dimensih y promediado el perlmetro, sirve de cumbrera de
la cubierta. Está sostenido, corrientemente, en tres verticales,
uno en el centro y dos en los extremos. Paralelos a hstos, otros, de
menos altura, señalan a una y otra parte, las líneas de las paredes
laterales. P de ellos a la cumbrera se alza, por último, otra doble
serie lfiarca las dos vei+ien&e de la c-u'Diei$a. Las piaedea,
sujeción a normas muy fijas, se forman de los materiales que se
encuentran más a mano, o que parecen, en cada caso, más conve-nientes
: piedra seca, mampostería de barro, ramas sujetas con lar-gas
varas horizontales a los postes laterales. A veces, varios de estos
elementos se utilizan en las paredes de una misma choza. La cu-bierta
es siempre de paja o de ramas sujetas en la forma indicada.
La puerta se halla siempre en la pared testera, una de las estre-chas,
y su marco o cerco suele estar formado por uno de los postes
esquineros, el central, que baja del extremo de la cumbrera, y dos
palos horizontales, que unen los extremos del poste esquinero al
central. El interior se halla dividido por meso de tabiques de saco
o cañizo. Este tipo de choza, con variantes de mayor o menor im-portancia,
se encuentra, por lo general, en las zonas altas de la faja
de los cultivos ordinarios, cerca de la linde del bosque: en 'Taco-ronte,
Sauzal, La Esperanza, Aguamansa (Orotava), Realejos. Y,
de modo permanente, se halla destinado a habitación 16.
Más arriba, en las cumbres de la misma isla, existen abrigos
pastodes, que ya no se hallan ~610s emiconstruidos al amparo de
un accidente favorable como los prehispánicos; estos de ahora son,
por lo connfin, exentos, de planta circular, paredes muy bajas -de
poco más de un metro- y techo de ramas. No faltan los de planta
e" -.... . . A - c.. ueuu esra mur-rrlacluri a mi buen amigo Luis alego Cuscoy, a quien
reitero aquí mi agradecimiento
rectangular. Y unos y otros se emplean solamente como albergue
nocturno.
Los abrigos pastoriles de planta circular tal vez representen
una supervivencia de las construcciones indígenas de igual planta,
aunque, según parece, no fue Tenerife la isla en que más abundaron.
Esta tradición prehispánica debió de ser reforzada notablemente,
sin embargo, por la cultura popular del occidente de la Península.
Sabido es que chozas de planta circular, de toscas piedras simple-mente
superpuestas y con cubierta vegetal (paja, retama, etc.) se
encuentran tanto en España (Asturias, Galicia, Sierra de Gredos,
Extremadura, Cádiz) como en Portugal (Tras-os-Montes, Beira
Alta, Alto Alentejo, montañas de los Algarbes) 17.
Una clara manifestación de esta influencia occidental en las
islas atlánticas son las chozas también circulares de un archipié-lago
como el de la Madera, que se hallaba deshabitado. La acción
que en 41 pudieron ejercer los pastores canarios llevados al mismo
muchos años después de ser poblado, debió de resultar débil y de
recaer sobre la tradición portuguesa ya establecida.
En La Palma han existido unos abri,gos empotrados, que no han
sido sino una versión elemental de cierto tipo de casa que se verá
en seguida. Para la construcción de este abrigo se ha elegido un
lugar en el que la pendiente del terreno fuese bastante pronunciada
y se ha practicado un desmonte o vaciado de las dimensiones que
se ha considerado conveniente. Ha resultado una semicueva arti-ficial,
una cueva sin techo, a la que se ha puesto de colmo una
cubierta de una sola agua, que, en general, ha tenido la misma m-clinación
que el terreno. Por el frente, la cabafia se ha cerrado con
17 Fritz 3(nigere Las Bruñas Ezn Beztrag xur Geschzchte der Rundbauten
zsn asturzsch-Portugzesischen Raum Congresso Nacional de Ciencias da popu-lag5to
(Porto, 11, 19401, págs 239 SS ; hay traducción española publicada en e1
"Boletín del Instituto de Estudios Asturianos", núm. 8, Oviedo, 1948, de cuya
separata debe verse la pág. 27, Giese. loc. czt., págs. 568-572; Jorge Dias
Constrqóes czrcuiares no Zztoral portugués, Porto 1946; Antonio Jorge Días
Las construcciones circulares del noroeste de la PenínsuZa Ibérzca y las cita-nzas,
en "Revista de Estudios Gallegos", IT (Santzago de Compostela, 1946-471,
p&ga=ss 173-194; A. Gurci-, se?!:&. s ~ 5 ~ 3e& 3+%sdn~ c h &~e 1l~ c Gsa ;-e-donda
en la Peninsula Ibérzca, en RDTP, XXIII, 1967, págs 41-54.
50 ANUARIO DE ESTUDIOS A!FLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 11
una armazón de palos, recubierta también de paja larga de centeno.
En esta armazón se ha dejado el hueco de una puerta, cuya hoja,
igualmente de palos y paja, se ha articulado al marco por medio
de unos goznes de raíces. En algunos casos, en lugar de puerta se
ha puesto simplemente una cancilla.
111. LA CASA: FENOMENOS DE INIPLANTACION
Desconozco la traza de las viviendas construidas por sus con-quistadores
en las islas del grupo oriental. Tampoco tengo noticias
sobre el tipo de las primeras casas levantadas por los espafioles
en la 'Gomera. Han quedado, en cambio, interesantes datos referen-tes
a las primitivas construcciones hispanas en Wnerife. Son, en
general, ordenaciones que, más 0 menos modificadas, debieron de
aplicarse asimismo a La. Palma ; fueron los mismos los conquista-dores
de una y otra isla. De la del Hierro, por último, no se han
conservado informaciones document.ales sobre este interesante
punto; mas, dada ¡a situación extremadamente occidental y poco
comunicada de la isla, puede suplirse, en gran parte, la falta de no-ticias
por la supervivencia de casas de tipo muy simple y prmitivo
en los campos herreños hasta tiempos bastante recientes.
Femández de Lugo, el conquistador de ha Palma y Tenerife,
así como no pocos de sus auxiliares, procedian de Andalucía. Y en
la regulación del pequeño nuevo mundo hispano-canario, el Adelan-tado
y sus colaboradores tomaron como modelo los usos y normas
de Sevilla, En lo tocante a la edificeci6n; que es el punto que ahora
nos interesa, expresamente lo manifiestan los capitulares de Te-nerife
en la sesión celebrada el 20 de noviembre de 1508: "Este día,
los dichos señores nombraron p r alarifes desta ysla a Diego ~ o r r e i
e a Diego Rodrigues, albanyres, para en lo de la albafiería, e a Juan
cfe &&ae::a, c¿ii@nt~eop, ara en & 1% caq$~t.&a, para
San cargo de faser todas las cosas, e las ver, tocantes al dicho su
12 Jo& &REZ VIDAL
oficio, segund e como en la cibdad de SevyZla b usan los dichos ala-rifes
de la dicha cibdad" IS.
No ha de extrañar, pues, la preferente atención que en este
orden de cosas se ve prestar entonces a la ordenación del 'ira-bajo
de tapiadores, ladrilleros y tejeros. El Cabildo de Tenerife
ordena, mediante pregón, el 30 de mayo de 1507: "Que 10s ta-piadores
que en esta ysla hizieren tapias a destajo, que la tie-rra
tengan mojada e aderescada quatro días antes que las dichas
tapias hagan" lg. Y el mismo año, el 12 de febrero, por el mismo
organismo se acuerda "... que ningund tejero de los que oy día estan
e biven en esta ysIa e de los que de aquí adelante vynieren a bevir e
morar a esta ysla, no fagan teja ni ladrillo alguno syn que primera-mente
paresca ante los señores del Cabildo para que le den la for-ma
e orden que han de tener en el faser de la dicha teja e ladrillo ..." ?O.
Y cuatro años después, en sesión del 11 de agosto de 1511, con oca-sión
del nombramiento de nuevo alarife, el Cabildo decide " ... que
los diputados vean la teja y ladrillos y lo que fuere malo lo quie-bren
y lo bueno lo aprueben y hagan su consejo con el alarife" "l.
Sin embargo, ni la tapia ni el ladrillo, tan usados en Andalucía,
habían de constituir elementos muy importantes de la vivienda ca-naria,
como vamos a ver. En los terrenos volcánicos, requemados,
de las islas, la arcilla no abunda, y la poca que hay no es de buena
calidad. Hasta para la fabricación de tejas, se va a tropezar con
serios inconvenientes. Los mismos terrenos volcánicos, en cambio,
han proporcionado piedras blandas y ligeras que han sustituido al
ladrillo en muchas de sus aplicaciones.
Otro material, el más visible de la casa andaluza, la cal, tam-bién
va a encontrar dificultades para difundirse en Canarias. Las
primeras noticias que se hallan sobre la misma en Tenerife ya
hablan de su escasez y carestía. Una de estas noticias se encuen-tra
en el acta de la sesión celebrada por el Cabildo de la isla el 16
18 Acuerdos, 1, 65.9; en Protocolos, 1 073 y 1 182, pueden verse dos con-tratos
celebrados en 1509 por Diego Rodríguez para la construcción de dos
casas.
1 9 Acuerdos, 1, 798.
20 Acuerdos, 1: $ 705.
21 Acuerdos, Ii, pág 119.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIOOS
LA VIVIEXDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTIJDIO 13
de diciembre de 1512: "Dijeron -se lee- que Pero Fernandes,
portugugis, había dado un aviso al Cabildo que dice que en esta
isla hay mengua de cal y que él había puesto diligencia en buscar
piedra de cal en un sitio que es en la parte de Ganana [T'aganana],
donde la había hallado y que por el provecho que ello es para la
isla, porque se puede ir, estar y venir en un día, lo que no puede
ser de las caleras del Realejo, pidió se le diese cierto tiempo que la
hiciese y por cierto precio el primer afio para suplir los costos y
luego a otro precio". Llamado el dicho Pero Fernandes, se accedió a
su solicitud, con la condición de que habia de dar el cahiz de cal, a
la boca del horno, al precio de 250 mrs. el primer año y al de 200
los otros dos años y demás tiempo que la hiciese 22- La otra noticia
nos la dan también las actas del Cabildo tinerfeño. Pocos meses
después, en la sesión del 22 de abril de 1513, "se platicó -así cons-ta-
sobre la cal que ha vendido y hace Diego Lopes de Godoy, que
dicen es muy damnificada la isla, así en la medida como en el pre-cio,
que es muy caro, dándola a dobla pÓr cahiz, y ahora diz que
pide 600 mrs. por cahiz y la da a la boca del horno y aun la da mez-clada,
la muerta con la viva, y él regándola o siendo llovida". Le
llamaron, platicaron y altercaron con él "y se obligó a dar en la
boca del horno el cahiz de cal bien medido la viva o regada a 200
maravedís ... y la que traiga a esta villa en sus bestias la d6 a 450
el cahiz, y que si él la regare y midiere se le den 500 mrs., siendo
a elección del comprador" 23.
Como se ve, unas técnicas de construcción son tomadas como
modelo por los rectores de la nueva sociedad hispano-canaria y otras,
bastante diferentes, según se observará, van a ir surgiendo, deter-minadas
en gran medida por las circunstancias geográficas. Sobre
todo se van imponiendo las derivadas de la supremacía de la piedra
y la madera, y dando lugar a una arquitectura diferenciada, más
que por Iza fnrmss y !a cnmpsiciSn, pc?r un xV,e Ue cmutnir
genuinamente isleño.
22 Acuerdos, 11, pág. 170.
23 Acuerdos, Ii, pág. 191. Después, en el siglo XVII, hubo horno de cal en
h mlsma ciudad de ¿a Laguna; pero para ei se traía p~edra de cal de Lan-zarote.
Tarquis, Dzcc, págs 144 y 163.
Núna 13 (1967) 53
NO conozco, como ya queda anotado, una información minuciosa
sobre las primeras casas hispano-canarias, en general. S610 se sabe
que muchas de las de Tenerife se hallaban cubiertas de paja y te-nían
muros de mampostería. La clase de cubierta era consecuen-cia
de la escasez de teja y la de los muros, de la abundancia de
piedra.
Sobre la cubierta de paja y sus peligros existe suficiente infor-mación.
El Vicario García, en el juicio de residencia seguido al
Adelantado por don Lope de Sosa. declaró. que cuando él llegó, hacia
once años (1497), no había en la villa de Szn Cristbbal más de dos
o tres casas pajizas Después hubo muchas mas, y de los incen-dios
que en ellas se produjeron se ocupó el Cabildo no pocas veces.
En la sesión celebrada el 5 de marzo de 1512 -una de esas ocasio-nes-
se platicí, ampliamente de los inconvenientes y daños que
resultaban de habitar en tales casas: "... son -dice el acta- que
los que viven en ellas pueden pelipar de muerte, como a acaescido,
quemándose las dichas casas e prenderse en una e quemarse otras
muchas que son comarcanas, e demás ciesto son muy costosas en
madera y paja y latas, y todo se pierde y no aprovecha" 2 í .
Se msnda, en consecuencia, "qw nmguno sea osado de hacer
casas cubiertas de paja". Mas la aplicación de este acuerdo tropie-za
con una grave dificultad: la tr2a es escasa, pequeña y muy cara
en la isla 26. Y para traerla de fuera es preciso, puesto que no hay
dinero, autorización pera dar trigo a camkio de ella. Este problema
se plantea en la sesibn celebrada por el Cabildo tinerfeño el 1 de
octubre de 1511:
"Se platicó sobre razón de la estrema nescesidad que los edefi-cios
desta isla tienen de teja con que las iglesias e monesterios y
casas se cobijan y por se traer teja e hacer tejado se escusan gran-des
daños, por ser como son las casas y edeficios cubiertos de paja,
2.4 Leopoldo de la Rosa Olivera y Elias Serra Ráfols, EZ Adelantado dow
AZonso de Lugo y xi restdencfa por Lope de Sosa, La Laguna de Tenerife, 1949,
páginas XXXV y 66.
25 AcuercZos.. pág. 146
26 Acuerdos, ii, pág. 37
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 15
e allende desta nescesidad, la isla se ennoblesce e no se queman
las casas e bienes que en ellas son. E a esta isla se traían navíos de
teja e como no ay dnnero quanto ex menester, los vezinos quieren
pagar en trigo a las personas que la tal teja traen. E para que se
aya de dar licencia para que se d4 trigo a trueco de teja e se pueda
sacar libremente se platicó, aviendo consideración qu ecada año se
queman muchas casas" 27.
Como consecuencia de esta deiiberación, se da "licencia de pan
y de otras cualesquier cosas a cualesquier personas que trajeren
cal y teja y ladrillo y yeso, para que las saquen de esta isla libre-mente
en aquella cantidad que rnontare, quedando primeramente
proveída la tierra"
De este modo se fue, poco a poco, sustituyendo la cubierta pa-jiza
por el tejado. La sustitución se efectuó primeramente, como
era natural, en la ciudad de San Cristóbal. En ella se sentía, más
que en ninguna otra parte de la isla, la necesidad de ennoblecimiento
de las casas, y, por hallarse éstas contiguas y armadas, era donde
mayor peligro y más funestas consecuencias ofrecían los incen-dios.
En los campos continuaron empleándose las cubiertas pajizas
hasta muy tarde.
Casas cort eubiertcc. de paja en el Hierro.
Desconozco si hubo un solo tipo de casa cubierta de paja o va-rios.
Y sería muy interesante, desde distintos puntos de vista, pre-cisar
este aspecto de la arquitectura popular canaria. Aquí, como
pequeña aportación a su conocimiento, recojo una informacibn bas-tante
minuciosa sobre las casas pajizas que hasta tiempos recien-tes
se han conservado en el Hierro 29. La situación extremadamente
-7 aA,, P,.,n ,,,-, ,E-vOo j 11, 95.g 2.24.
2.8 Aczcerdos, 11, pág. 125 Sobre el mismo asunto, véase &bid., pág. 81: se. da
licencia de sesenta fanegas de trigo para seis mil tejas; cbld., págs 101 y 10.2:
Diego Vetilo tiene un navío de teja, que la aa a trueque de trigo. Sobre tejares
en la isla, véase $bid., págs. 75, 81 y 191.
29 Debo esta laformación a m1 malogrado anugo y compañero don Valentín
Díaz Espinosa Y, mientras expresamente no conste otra cosa, el mismo origen
tendrán todas las que, páginas adelante, se refieran a la isla del Hierro.
16 JOSÉ a R E Z VIDAL
occidental y poco comunicada de esta isla, como ya se ha indicado,
ha mantenido en ella, no s6lo en este aspecto de la vivienda, sino en
otros muchos, un tesoro de tradiciones muy poco alterado.
Existían, más por las dimensiones y grado de perfección que por
las diferencias de traza, dos clases de casas herreñas de cubierta de
paja: una pequeña y construida con poco cuidado, que recibía el
nombre de pajero y otra más amplia y confortable, que mi infor-
~ a d olrla ma "antigua o tradicional". Las casas de una y otra clase
tenían Ia planta rectangular, y sus cuatro paredes, de piedra seca
o de mampostería de barro, constituían un cuerpo únlco, aislado
o independiente.
Las piedras se ponian en las paredes sin más labra que algún
golpe de martillo para eliminar partes puntiagudas o formar una
cara más o menos lisa que se colocaba hacia el extenor; a estos
mampuestos con cara se les daba en el Hierro el nombre de cabe-zas
31. Las piedras ,grandes se trababan y acuñaban con otras me-nudas,
principalmente con pequeñas lajas 'piedras llanas'. Los si-llares
se empleaban sólo en las cadenas esquineras y, algunas ve-ces,
en las jambas.
30 En la isla de La Palma, pajero ha sigmfxado también 'ed~ficiop equeño,
cubierto de paja de centeno', se,gÚn Antonino Pestana Rodríguez, en un Voca-bular<
o, inédito, de dicha isla. Pero, ademks, 'cuadra, establo'; ejernplo de este
sentido: "me meten en el pajero", en "Rev Dialect y Trad~c Populares", 111,
Madrid, 1947, pág 541. En Gran Canaria ha sido registrada la acepción más
directa y general de 'sitio donde se @arda la paja, forraje seco, etc', por
Guerra Navarro, s. v Estamos, según parece, ante uno de tantos ejemplos de
voces en que la forma castellana, de sernasia muy limitada -'vendedor de
paja', en este caso- aparece en Canarias con una mayor amplitud semántica,
por haber incorporado acepciones occidentales. Tienen el sentido de 'pajar' el
bable de Cabrales payem, Alvarez, Cabrales, 5 99; el de Slsterna, pachewu,
Fernández, Szsternu, pág. 101; en gail. pallebo; el leon. de Cabrera, payazro,
Alonso Garrote, s. v EX port paZhezro tiene, además de este sentido de 'pajar',
el de 'casa de madeira', en buena parte del litoral, Flgueiredo, Ihcc., s. v , y en
la Madera, los de 'casa de colmo' y 'estábulo', Marques Caldeira, Falares da
ilha, Funchal, 1961, s. v.
31 Este mismo nombre se le da a los mampuestos grandes, aunque no
tengan cara, en la isla de Fuerteventura, RDTP, XXII (1966), pág 137; en la
de La Palma. cabezote, igual que en Andalucía, Alcalá Venceslada, s. v.' y
en Cuba, Suárez, y que el port cabecote.
56 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIEXDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 17
En las casas edificadas con más esmero se hacía uso del barro
para asegurar mejor las piedras y rellenar huecos y juntas 32.
La cubierta presentaba una disposición muy tradicional y sen-cilla.
Constituía su fundamento la mayor elevación de los muros
más estrechos de la casa: el testero y trasero. Al liegar éstos a ni-vel
de la línea superior de los laterales, se prolongaban hacia arriba
en forma de triángulo. El hastial que cada uno ofrecía así, como
remate, era conocido con el nombre de mojinete 33. En el vértice su-perior
de uno y otro apoyaba sus extremos una viga de tea, la ex-celente
madera del pino canario, de diimetro conveniente. De esta
viga a las paredes laterales, se extendía la jubronada, serie de pie- --- &--L:z- 2- &-- 2- ----- d:!.--A-- T -- 2A.L--ae-- XA -- L-ll-Ln- &a3 L~ZIIIUIGLL ut: LCSULT,. I I L ~ L IUL - U ~ I I ~ ~ : L K ULW. U ;/U*VIW IWJ - - Z)G uauauau
colocados como los pares de una armadura: la cabeza sujeta a la
viga mediante ensamblajes y pasadores y el extremo inferior apo-yado
en la fábrica, sin necesidad de solera.
32 La importación de cal y tejas en la isla del Hierro, donde estos ele-mentos
de construcción no se han fabricado, debió de ser completamente nula
antes del siglo XIX. "Si exceptuamos la edificación de templos, de ermitas, del
viejo Convento, y de algún edificio público -las Casas del Cahldo, por ejem-plo-
la isla constituyó a estos y otros efectos, hasta comienzos de aquel siglo,
un enclave cerrado y autárquico"
33 mi Tenerge se halla documentado almoxznete en 1509: "una puerta
almonmete frente a la casa ., de canteria labrada, segtin es la puerta de la
tienda ", ProtocoZos, 3 1182. Tal vez fuese una puerta con albardilla Menos
probable es que fuese una puerta con cubierta voladiza triangular En Amé-rica,
mojinete se emplea con el mismo sentido que en el Hierro y con otros
semejantes. A. M. de Rodríguez Rojas, Aportes al estudw de Za culturu po-puiar
de Pun%lh, en "Anales del Insbtuto de Lmgiiística", tomo IX, Mendoza,
1965, págs 77-78.
34 Jubrón, también en La Palma, con el sentido de 'palo un poco más
grueso que el esteo', Lorenzo Rodríguez, en Lanzarote (71, jtbrón 'palo para en-madera?,
Alvarez Rixo; en Tenerife, también j3rbrones 'cada uno [ ? ] de los
macieros que forman ei cabrio" (lagananaj, 'cuaiquier ciase Ge madero' (Al-cal&),
'pino joven' (Icod), Alvar La voz se halla documentada en Tenerife a
principios del siglo x v I . " que se le dé licencia para sacar para Canaria dos
docenas de xebrones y tres docenas de tablas y cuatro palos", Acuerdos, 7 de
febrero 1511; ". que para su casa se le den 50 xebrones, para Canaria" zbid.
Aparece en catalán, mbrons 'les barres que sostenen el cape11 del moli de
vent', Griera, Tresor, s v., y en francés, chewron 'cabrio, Iist6n; madero de un
tejado'. Sobre esta voz, véase Meyer-Lublíe, REW, 1.650.
Se podía prescindir de tirantes, pero era mual colocar por lo
menos uno, en el centro. También solía llevar esta armadura un pen-dolón,
principalmente si se proyectaba construir tronja 'desván' 35.
Sobre los jubrones se extendía ya la cubierta de colmo 'paja de
centeno'. Y sobre ésta, una o varias hileras de tejas curvas a lo
largo de la mmbrera o 'caballete', en los lances o 'vertientes', en
los bordes u orillas. Con ellas se trataba de evltar los revobones del
viento en la paja.
Resultaba, de este modo, una casa con cubierta a dos aguas y con
fachada, estrecha, en uno de los muros con mojinete.
Algunas de estas casas, como se ha dicho, tenían tronja o des-ván:
un piso a la altura de las paredes laterales, para aprovechar el
ahado de la cubierta. Comúnmente se limitaba a una parte de la
casa y desde el interior de ésta se subía s él mediante una escalera
de mano. En los pocos casos en que la tronja se extendía a toda la
casa, tenía acceso, exteriormente, por la pared trasera o por la tes-tera,
es decir, por una de las que tenían mojinetes. La tronja ser-via,
por lo general, de despensa.
Como se supondrá, este tipo de casa no es peculiar de Canarias.
Casas de piedra seca, o reforzada con barro, y de cubierta vegetal
existen en muchas regiones: en algunos puntos de los montes de
Andalucía, en Le&, Galicia, Asturias, en los Altos Pirineos 36, en
Portugal -por ejemplo, la casa colrnada o casa de paZheiro de Mon-
35 Tronja 'desván' también en Taganaila (Tenerife), Alvar, S v Casa t6-
rrera y Tronja y 8 33; troja en La Laguna de Tenerife, i b 2 , S v La epénte-sis
de la nasal en tronja, tal vez por influencia de la voz, tambiSn de doble
forma, Zoja/lonja 'almac6n, por lo común en la planta baja de las casas, en que
so guarda corrientemente las mismas cosas que en la tronja', como luego se
verá La forma portuguesa loja subsiste en Fuerteventura, José Rial, Maiofz-czo,
Madrid-Las Palmas, 1928, págs 73, 97, 103, 115, 118; en las demás islas
ha sido desplazada por Tonla, que ha incorporado las acepciones portuguesas
de aquélla Troje tiene el sentido de desvdn en Cervera de los Montes (Toledo)
RDTP, XViI (19611, pág 186 Trop. en Ainérica, tiene tamb~éne n algunas
partes (por ej. en el Táchira, Venezuela) el sentido de 'desván o sohado',
pero mayormente s~gnifica un 'granero separado de la vivienda' Rodríguez
de Rojas, Zoc. czt, pkgs 134-136 Troja está docunientada en 1739, para Te-
---. A. --.. -... ucrl-r;. s a L y u r un , n,,,.- --.&- A Q A u w b , ps. rv7, u 1%
36 Giese, Los hpos, pág 587, Torres Balbás, loc czt, pág 167
5s ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 19
talegre 37-, en sus islas -las pazhoscas ou choupams de la Ma-dera
3S-, etc.; pero para establecer relaciones sería preciso reali-zar
un estudio muy minucioso y complejo, en el que intervendrían
varias ciencias.
IV. LA CASA RURAL
a) LA CASA TERRERA.
Notas generales.
La casa pajiza representa un tipo primitivo de vivienda. Perte-nece
a un estadio de cuitura muy subordinado a ia naturaieza cir-cundante.
Los ejemplares que a¿in se conservan en Canarias deben
su pervivencia a factores de muy diverso género: la fuerza de la
tradición en algunas áreas mal comunicadas del Archipiélago, la
gran rusticidad de ciertos ambientes agrícolas y pastoriles, la li-mitación
económica, etc.
Las casas populares correspondientes a la época que en plena vi-talidad
ha llegado a los umbrales de este siglo presentan diversos
tipos, pero con todos ellos pueden hacerse dos grupos : casas de una
sola planta y casas de dos. En un estudio tan somero conrio el pre-sente,
no se puede pasar a una clasificaci6n más minuciosa.
La casa que sólo tiene planta baja, tanto si es rural como si es
wbana, se conoce en Canarias con el nombre de casa terrera s. Ha
sido la clase de casa predomsnante.
3'7 J Leite de Vasconcelos, De terra em terra, vol 1 (Lisboa, 1927), pági-na
107
38 SL, XIX, pkg. 134 La VOZ chozcpana, que con i,qal sentido existe
en el portugués peninsular y en gallego, t:ene terminación masculina en Huel-va,
chupano 'choza de bancal o de pequeño huerto', Alcalá Venceslsda, S v, y
ec iga de La pa:rfia, pesiajj8, $ 0 c~ot
39 Esta denonunación de casa terrera es tan general en Canarias, que
escritores nacidos o criados en las islas la emplean sln conciencia de la Iimi-tación
de su área; por ejemplo, E Pérez GaSdós, Przm, Madrid, 1906, pág 27;
C Laforet, L a mkz y sus demontos, pág 14 Se usa también en Puerto Rico;
pero su origen parece gallego-portugués- gall casa terreu, Carré; terrenu, Vi-cente
Risco, en RDTP, IIT. ~ á 1g70 , port casa ter rel ra en las comarcas d
Entre Douro y Mlnho, Late de Vasconcelos, Opzisculos, 11 Dmlecto znte,.a,m-
20 JOSÉ PEREZ VIDAL
En las islas existían en 1950, según el censo, 117.040 casas te-rreras.
De dos pisos, en cambio, sólo se registraron 21.770.. Las ca-sas
de tres o más pisos pueden considerarse totalmente urbanas y
modernas
La casa terrera suele presentar en el campo la fachada muy
apaisada y extendida. La urbana, en cambio, es, por lo general,
más estrecha. En compensación, ésta tiene mucho más fondo que
aquélla. Aqui voy a tratar casi exclusivamente de la rural, que re-coge
mejor las tradiciones constructivas populares.
Uno de los tipos más corrientes de casa terrera campesina, al
menos en la isla de La Palma, es el formado por tres habitaciones
alineadas a todo lo ancho de la fachada. La habitación central suele
servir de comedor y sala; las laterales, de dormitorios. La sala tiene
la Única puerta y la única ventana verdadera de la casa; los dor-mitorios,
sendos ventanucos o marcos de luz, cerca del techo. Las
ventanas ofrecen, en casi todas las casas, los dos asientos fijos
tan corrientes en las ventanas canarias : asientos de mampostería
en forma de cuarto de cilindro puesto de cabeza, recubierto por
encima de recio tablón de madera, que sobresale un poco a modo
de bocel.
La puerta se fecha o cierra por fuera y por dentro con la fe-chudura
o fichadura 'cerradura' o tal cual cadenado; por dentro,
con algún fecho, fechilb o pasador ", y con la imponente tranca.
--
neme, Coimbra, 1928, pág. 260; RL, m, pág. 190; en La Madera, Pestana,
Madeba, pág. 325 Casa terrera se halla documentada en 1687, para Tene-rife.
Tarquis, Dzcc., pág. 169
40 Las Ordenanzas municipales prohiben hoy en las ciudades iinportantes
las edificaciones de una sola planta Estadktzca, Tewrzpe.
41 Fecho, fechadura, fechar, son voces generales en Canarias y aparecen
recogidas como canarismos en casi todos los vocabularios insulares. Lugo,
Galdós, Zerolo, Millares, Alvar Sin embargo, Galdós parece olvidarse después
de la limitada dxfusión geográfica de ellas y emplea fechadura -". . empu-rii-
n- ron ni i e r tns rnminieron fnr?h.nh~.rnn "-en 0'DoneZZ; cap. I Se hallan por el --- --.-,- ---- =--- -- , - - ----.---- --
occidente de la Península, de Norte a Sur, en Asturias, Rato; Galicia; Extre-madura,
Perera y Mértda; Sevilla, Alcalá Venceslada; Huelva, AL=&, lámina
617; RDTP, XVII, pág. 193, y sobie todo en Portugal Sobre su etimología
véase Gunnar Tilander, L'étyrnologze de portugazs 'fecho, fechar' eluczd& par
la comtructzon des serrures primzttves, en "Studia Neoghilologica", vol. XXII,
número i, i94Y ítrauuc eri ' ' ~ e v i s ~dae Foi.t.ügai", -.-7 """.'." ..- ,.*'
VUI AAiII, 11u111. IUl, OIlC~U
1958, págs 5-15
60 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
];A VIVIENDA CANARIA DATOS PAEA SU ESTUDIO 21
La ventana se fecha con la taramela o tarabilla y algún fecho.
Puertas y ventanas aparecen pintadas de encarnado en las ca-sas
más antiguas. EZn las más modernas se ha superado el primiti-vismo
de los colores vivos.
Los muros, según parece, fueron al principio como los de la
casa pajiza, esto es, de mampostería ordinaria: cabezotes o mam-puestos,
calzados con hjas u otras piedras menudas, y sillares ba-sálticos
en las cadenas esquineras y jamba^"^. El barro, en las
casas hechas con mayor esmero, acababa de afirmar las piedras Y
rellenar las juntas.
La. obtenci6n de cal presentó al principio, sobre todo en las
:,1, ,A :;1-,+,1..., m...-.L,-.r< :....-.fi-...,-;r\...+,..-. *-m, c.,, L.. rr:n+r\ Drirrn
L D L ~ B uljuuciibalcr3, ILLUWLUU ILI~UILVGL~LU~I IGIU~ UGL LIiaC ~v b,u ~ u .L CAU
este problema, uno de los muchos con que se tropezó al iniciarse la
constitución del nuevo pueblo hispano-canario, se fue, poco a poco,
venciendo. De las islas con buenas caleras, como Lanzarote, se em-pezó
a llevar piedra de cal a las que no las tenían. Se volvió más
asequible el blanco producto. Este debió de emplearse primero ex-clusivamente
en las viviendas urbanas; mas después, poco a poco,
empezó a usarse también en las campesinas. Llega un momento en
que la fachada de casi todas las casas rurales se encuentra reves-tida
de argamasa y mejor o peor enjalbegada. No se llega, sin em-bargo,
al derroche de cal que se da en Andalucía, en Levante, en
algunas partes de Castilla la Nueva y, dentro de Canarias, en las
islas orientales. Los muros laterales de las casas campesinas si-guen
dando muestras de la tradicional mengua; la mampostería
42 Taramela 'tarabilla' se encuentra registrada en casi todos los vocabu-larios
canarios: Lugo, Zerolo, Millares, Reyes, pág. 210, Picar, págs. 33, 68
y 90; Jordé., pág. 35; Galdós; Guerra Navarro, 'aldavilla', en Alvar. ca-rácter
de lusismo que tiene esta voz en Canarias, ya fue señalado por Wag-ner,
pBg. 83.
43 Piedras blandas y hvmnas se han empleado en la construcc~ó.n, además
del basalto, según queda dicho. Han sustituído en gran medida al ladrillo,
muy escaso, sobre todo en las elevaciones. Ya en 155'5, al tratar del mejor
modo de cubrir la Catedral de Ganarlas, se resuelve hacer la plementeria de
la piedra llamada malpaís. Tarquis, Dzcc., págs 98-99. En la vivienda popular
se han utiiizado siliares de pledra volcánica, o ptedra muerta, que se iabra
fAcilmente con escoda. Estaclistica Tenerife, pág 43.
continúa al descubierto, y, como única mejora, aparecen las juntas
de los mamp~estos cogidas con argamasa
E1 tejado del tipo 2e casa terrera que se está examinando cons-tituye,
como en general el de la mayoría de las casas canarias, una
de tantas manifestaciones de la riqueza maderera de las islas: es
de teja curva y cae con poca inclinación en dos anchas vertientes
y dos reducidos faldones laterales. El caballete corre paralelo a la
fachada. Y el alero, a pesar de la abundancia de madera, se lrmita
al vuelo de las tejas; esta cortedad se debe, más que a la escasez de
lluvias, a la frecuencia de los mentos.
La armadura del tejado está compuesta de vigas de tea bien
escuadradas 44. Consta de cuatro frechales o flechares 'soleras' ",
que, asentados horizontalmente sobre los muros forman un rectan-gulo,
del que se elevan las tiseras hasta la cumbrera. Desde las es-quinas
del rectángulo hasta los extremos de la cumbrera se alzan
los espigones, que marcan el límite. de los faldones laterales. Para
que el tejado no cargue hacia fuera, los frechales paralelos a la
fachada se hallan sujetos uno a otro en su punto medio por un
fuerte tirante, y todos enlazados en los ángulos por cuadrantes
muy firmes (fig. 1).
E1 forro de la cubierta está formado por tablas, también de tea,
paralelas a los frechales, y cada una de las cuales monta un poco
sobre la inmediata inferior. La armadura y el forro quedan ai des-cubierto
interiormente.
En algunas casas se aprovecha para desván el peralte de la
c~ibiertaa, unque, por lo común, s610 en la parte correspondiente a
uno de los faldones. A este desván, que en Mazo y las Breñas (La
Palma) recibe el nombre de grawero, se sube desde el interior de
ia casa, por medio de una escalera de mano.
44 Desde muy pronto aparecen muestras de este esmero en el labrado de
las vigas En un contrato en el que dos carpinteros se obligan en 1510 a en-maderar
y cubrir una casa en La Laguna, se dice "Pondrán los trrantes
blanqueados de plana, los cuales han de ir de esquina viva, y asimismo las
tijeras" ProtocoZos, S 1.309
.4j FrechaZ es voz que aparece usada también en Tenerife, desde muy pron-to
"Alonso Velhzquez pide diez tozas para tijeras, tirantes y freohales "
Acuerdos, 11, pág 101, del 28 de abril de 1511 Igual en gall. JI port.
62 A-VUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 29
Las tres habitaciones de la casa se hallan divididas por tabi-ques
de diversas clases: de entramado relleno de barro y piedras
menudas; de cañizo y yeso; de madera, de tela. Los tabiques de
las dos primeras clases suelen ser los construidos con la casa; la
madera y la tela se han empleado principalmente para divisiones
posteriores de los cuartos. Con frecuencia, los tabiques de toda
Fig 1 -Armadura de tejado* 1, rehaz o flechar; 2, cumbrera o hJera, 3, cuadrante,
4, espzgí5n o eswga; 5 tzsera, 6, tzrante, 7, oro o tzsera (La Palma)
clase, sobre todo en las casas con granero o tronja, sólo llegan
a la altura de los tirantes. Interiormente se aprecia por esto con
toda claridad d corte vertical de la casa.
En Gran Canaria, seguramente por la menor abundancia de
lluvia y de madera, en lugar de predominar la cubierta de tejado
en las casas terreras, predomina la de azotea. Un autor de la isla
Mine así la casa terrera: "Caea de una planta, compuesta de una. sa-lita
de entrada, una alcoba a un lado y un patiecillo trasero. Suelen
tener azotea, donde se coloca a la cabra familiar, conejos y pa-lomas"
46.
Las casas se suallaban 'entarimaban' con anchas tablas de tea;
46 Guerra Navarro, s. v , terrera.
Ntim 13 (19671
al piso de madera-se le llama suailado en La Palma 47 ; soZCadio, en
el Hierro.
Los cargaderos de los 'huecos -en la isla del Hierro, sobres-son
también de tea. Las puertas, en las casas más antiguas y más po-bres,
son de una hoja 4Y; en las más modernas, de dos. Las ventanas
también tienen dos hojas. Sobre las hojas de la ventana, una vi-driera
fija de una hilera o dos de cristales, constituye el único
marco de luz de la estancia.
La cocina
La cocina pocas veces se halla dentro de la casa. Esta situa-ción
es resultado, al parecer, de varios factores. En las cuevas con
señales de haber sido habitadas por los indígenas de las islas, ya
aparece la cocina en el exterior; por lo común, en alguna covacha
próxima. Las molestias del humo deben de haber constituido en-tonces
la principal causa de este alejamiento. Después, en la épo-ca
de las casas pajizas, fue, sin duda, el peligro de incendios el que
determinó la separación. Y más tarde, hasta nuestros días, a pesar
de la desaparicihn de las cubiertas de paja, el emplazamiento se
ha conservado por la fuerza de la costumbre ... Además, en todo tiem-po
ha influído en este punto, como en otros muchos, un factor muy
decisivo : la bondad del clima 49.
47 Suallar, del port soalhar, también assoalhar, suallado del port. soalha-do;
gall. soallo. Resulta extraño sollado 'cualquier pavimento doméstico que
no sea de tabla', en Alcalá (Tenerife), Alvar, s. v. Sollar está documentado
en 1697, para La Laguna de Tenerife: "Item, docientos veynte y ocho reales
y medio costó de sollar los quatro quartos de la torre ". Tarquis, D c c , pá-gina
203, nota 114. No se precisa qué material se empleó
48 He visto en Gran Canaria puertas de una sola hoja, con ésta divid~da
en dos partes. una inferior y otra superior que se podía abrir a modo de
ventana, como en los pueblos extremeños, gallegos, castellanos, etc. Pero no
sé si este tipo de puerta se halla o no muy difundido en la isla
49 La separación de la cocina se halla claramente reflejada en una es-critura
otorgada en La Palma por Francisco Hernández el año 1674; entre los
inmuebles que se dan en ella a tributo, figuran "una casa nueva de tea, cocina
y z!pende", !as tres partes fundamentales de buen número de viviendas ru-rales
canarias
64 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 25
Este aislamiento de la cocina, según es sabido, no es peculiar
de Canarias; se encuentra en otras muchas zonas en que, poco
más o menos, se dan las mismas causas. La influencia del clima es
la que se advierte sobre todo como más general e importante en la
situacih del hogar. Mientras, por ejemplo, este se emplaza como
defensa contra el frío en el centro de las pallams de la región del
Cebrero (Lugo), los hornillos se sitíaan, a veces, por temor a los
incendios, en una pequeña barraca, independiente de la que sirve de
habitación, en la teniplada huerta de Valencia. Ningún ejemplo más
elocuente, sin embargo, que el de las casas de los pueblecitos se-rranos
de Gredos ; tienen dos cocinas : la de invierno en el interior
de las LLIOFa&Y, y uru 'p^ru-v-i:--a:--w.-1 riai, u2,i.: vcranu, eii 1s ~ d k2,I e!
patio o en un porche prúximo, para librarse del calor y de las
moscas jO.
En la Península, la cocina separada de la casa se da, no sólo en
las zonas indicadas, sino en Andalucía. Una consecuencia aún más
extremada de Ia bondad del clima puede verse en el uso que existe
en varias regiones de la España levantina y meridional -sur de @a-taluña,
Murcia, Andalucía, La Mancha- de cocinar al aire libre 52.
Mas en este uso, que también es corriente en La Madera y Canarias,
influye, con el clima, la escasez de recursos.
En los campos isleños, la cocina se halla a uno de los lados de
la casa, en el más protegido del viento y, como se acaba de decir,
separada de ella. Su constieiacciCn se ofrece, por lo común, bastante
descuidada; paredes de piedra seca o mal revestidas de argamasa;
techumbre de teja vana y piso de tierra apisonada o de bosta. Carece
de chimenea. El humo escapa pos la puerta y por el hueco de tres
tejas levantadas en forma de pirámide.
50 Torres mblás, págs 174, 226 y 413; H. Thede, Die Albufera von Vn-l
e n h , sep. de VKR, VI, fase. 4, pág. 242.
51 Torres Balbác, págs 456-457. R Violant y Simorra, Caracte?%stzcast ra-dmonuZes
del hogar en Cataluña, en W P , V I , 1950, págs. 462-63
52 Con frecuencia, en el extremo sur Siendo muy corriente la orienlaci6n
de la cesa hahacia el E., los vientos predominantes, del N. y NE., empujan el
humo de la cocina hacia el S. y dejan así libre de él al resto de la casa Al
mismo lado, seguramente por idéntica razón, se halla la cocina muchas veces
en la casa rural de la Madera, Madeira, pág 79, y de las Azores, Giese, Faml,
pág-ina 215
Junto al muro del fondo, se levanta el poyo, de piedras y barro,
sobre el que se enciende el hogar. Este no puede ser más simple y
primitivo: tres piedras de tamaño conveniente, a las que se da
el nombre de teniques, tiniques, Cinquenes o chiniques j3.
La separación existente entre la casa y la cocina y la importan-cia
fundamental que en ésta tienen las tres piedras, compendio, re-sumen
y a veces única expresión de tan importante dependencia de
la vivienda, se ponen de manifiesto en las frases siguientes: 'l... sor-da
en medio de mi casa, sorda al pie de los tres teniques, sorda en
medio de las tierras..."; "La niña dejó Taidía, donde los suyos tu-vieron
la casa y los tres teniques...", de un escritor costumbrista de
(2raE Cazaria 54.
En las cocinas que tienen interiormente los mampuestos al des-cubierto,
los buracos j5 y rendijas que dejan entre sí las piedras se
aprovechan para colocar pequeñas cosas de uso frecuente.
En Tejeda (Gran Canaria) y sus pagos, la cocina ofrece unas
~ar iantesd ignas de ser notadas: el techo de torta, 'paja de trigo
y barro7, sobre una armadura formada con vigas de almendrero y
con cañizo, y los teniques, sin poyo, sobre el santo suelo. Para la
salida del humo, se abre un pequeño ventanillo cerca del techo ".
Esta cocina, a pesar de ser de hogar bajo, no constituye el am-plio
y cálido centro de la vida familiar, como en las regiones frías.
Igual que casi todas las cocinas rurales de las Islas, es pequeña; no
sriele tener más de dos o tres metros cuadrados. Por lo común, la
53 Tenzque es voz prehispámca Sobre sus formas y correspondiente lo-calizacrón,
véanse Alvarez, Mzsc., 168; WIlfel, Ezcráfr., p&g. 93, $ 17, Arrrias,
S v.; Alvar, s v , y §S 108-110, Pícar, págs 73 y 96; RHL, VII, pág 10; Mento-nas,
págs 86, 118,139, 182 Tentcaxo tiene el valor de 'pedrada'. Pérez Armas,
Esc , pág. 19
34 Memorias, págs. 86 y 118 Este hogar, formado por tres piedras, debe de
ser uno de los más antiguos y difundidos No es raro, pues, hallarlo en algunos
pueblos convertido en símbolo de gran carga expresiva Véase, por ejemplo,
Joaquim Martins, O simboZwmo entre os pretos do dzstrito de Cabznda, sep. del
"Boletim do Instituto de Angola", núm 15 (1961), Luanda, 1962, págs 5-10 y
Iámina 1.
5s Sobre buraco, vid. Garcia de Diego DEEX, S 1 090
5- Segiiz comÜüicaci6ii de ia profeso~a uoña Loia de ia Torre, a quien
debo otros datos sobre la cocina en Gran Canana
S6 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 27
cocina rural isleña tiene casi como única finalidad, ofrecer un re-cinto
en el que, al abrigo del viento y de la lluvia, se tenga instalado
el hogar.
En las casas más huniildes, la cocina no es, por esto, más que
un sencillo cobertizo, adosado a alguna pared próxima. Excepcio-nalmente
existen cocinas amplias, que también sirven de comedor.
En las cocinas en que existe horno, éste se halla, por lo ge-neral,
en la misma pared del fondo, con la boca abierta sobre
el poyo, y el cuerpo hacia el exterior de la casa (La Palma, Lanza-rote,
Gran Canaria). En Lanzarote, se compone de un cuerpo in-ferior,
de mampostería, macizo, sobre el que va el horno propia-mer,
te tal: xr,a Vb.j&u, de iiz cuwrt,~ de esfera aprcximada~ente,
adosada a la pared y construida de una piedra especial, piedra
kmera.
En Tafira (Gran Canaria), se le pone al horno una cama de are-na
de más de un cuarto de espesor, y encima de ella, kjas o ladrillos,
sobre los cuales se coloca ya la leña. Cuando el horno alcanza el
conveniente calor, se le barre la leña y ceniza, y se deja limpio para
poner el pan. El instrumento empleado en La Palma para barrer
el horno se lIarna hurgonero.
En Tejeda (también Gran Canaria) y en otras partes de las is-las.
el horno se halla, retirado de la casa, en algún rincón del pa-tio
... Se construye de piedra y barro y su Mveda sude tener un
metro de diámetro en la base y un poco menos de altura. Como en
Tafira, se coloca un piso de lajas sob,re una camada de arena, de
modo que llegue al nivel de la boca. Esta suele tener marco de pie-dra,
y se tapa con una tabla o lata, que se sostiene con la pala de
sacar el pan.
Por lo general, los hornos dle las casas de campo no se han en-cendido
sino "en días señalados", por fiestas patronales o familia-wno
nnr. lnn norinn~rolnn nfn úl~iiinorinmnntn nl nriwinnainn orinarin
I -O, ,+A IVU U U I L i U * UIUU, U.,". V I U L I A U I L UIA&VA* " " , UL "Ul&*,J".,-IA *V "U*--- A V
ha comido gofio en lugar de pan. Este se suele conservar bastante
tierno "durante una semana y más", envuelto en hojas de ñanzcra
(Te jeda ) .
Zi grano -trigo, maíz, cebada- para el gofio se tuesta en ei
tostador (Gran Canaria, La Palma) o tiesto (La Palma y Lanza-
rote), 'especie de plato de unos 60 6 70 centímetros de diámetro y
10 de alto, hecho en los alfares isleños, de barro muy basto' ", y
que se coloca sobre tres "teniques" un poco mayores que los or-dinarios
js (fig. 2 ) . Este hogar especial para el tueste se dispone en
invierno dentro de la cocina; en el resto del año, al aire libre, si
bien en este caso se busca algún rincón abrigado en el que el fuego
esté al soquito, 'al socaire'.
Para que todo el grano se tueste por igual, se revuelve con el
remiquero (La Laguna), remejedero (La Palma), remejiquero (Te-a)
Tostador b) Brasero
nerife) , rnegeriquero, rnejereque~.o.. 59, mfieador (Gran Canaria) "'
juercan (la Gomera) 61, 'palo con un envoltorio o estoperón de tra-po
en un extremo7.
57 Tzesto con el valor de 'tostador' se halla registrado por Pestana Y fi-gura
en este responder o estribillo de romance que recogí en Las Ledas, de
la misma isla de La Palma
Habiendo tzesto y molino,
pronto nay gofio, habiendo trigo
58 LOS "teniques" deben ser de medra muerta 'toba volcCinica', porque si
son de pedra viva, 'basáltica', se rajan y saltan
29 Sobre remejedero y demás formas de esta voz, vid Lugo, págs 150-151;
Alvar, s. v mejereco y S 155.
60 G g ~ ~Nr aav arri, z: v. tcst&j~?.
61 IXHL, VII (1940-19411, pálg. 11
68 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 29
La s~focanttea rea del tueste se ha procurado aliviar en La Pal-ma
con la siguiente oración:
Ayadame, San Pedro,
tú con la pala,
yo con el remejedero 62.
El fuego de la cocina se alimenta con leña, que varía de unas
zonas a otras, como la vegetación: de almendrero, vina,grera, reta-ma,
escobón, en Tejeda; de nogal, castaño, zarza, escoMn, en San
Mateo; de tabaibae3, beroZe4, aulaga, en Mogán; hoja de platane-ra,
en Guía y Gildar; todos, como ejemplo, en Gran Canaria. Como
compiemento de ia leña, se empiean cáscaras de almendras, carozos
de milío 65, piñas de pino, pencas o palas secas de tuneras, pite-
.ras 66, etc. Para encender el fuego, se usa el pinillo (La Palma) o
pirtocho (Gran Canaria), 'agujas secas del pino' ; cabacas o ccabmos
'pequeñas astillas' 'j7.
La 'ceniza en que arden brasas', 'el rescoldo' y aun la 'ceniza
apagada' reciben en Tenerife y La Palma el nombre de b o d b 6S.
EIn algunas cocinas, sobre el poyo, suele encontrarse el brasero,
'un anafe de barro que se alimenta con carlz6n vegetal'. Se utiliza
para cocer la leche - e n La Palma, guisar Za Zeche- y para los
guisos más delicados (fig. 2). Como con frecuencia es trasladado de
lugar y llevado hasta fuera de la cocina, no es raro encontrarlo meti-do
dentro de una lata como protección. Además de este tipo popular,
62 Pestana, S v. remejedero.
63 Tabaiba, 'arbusto de la familla de los euforbios'. Sobre esta voz véase
Lugo, S v., y Steffen, RHL, XIii, pág. 190, y XXII, págs. 79-80.
64 Berol y tambi6n berode, beroe, 'la Kleima nenifolia' y diferentes espe-cies
de crasuláceas. Steffen, FLEL, XXII, pags. 62-63.
65 Carozo de mdlo, 'raspa del maíz', Alvar.
6e p.&era, 'p&a, agave'.
67 Cabaca y cabaco, con el mismo sentldo en portugués, y, como portu-guesismo,
en Lubzcin y en el NO. de Huelva, ALEA. En la acepción de trozo
de madera sobrante, en gall y en el léxico de los carpinteros de ribera espa-ñoles
(ISalvat) .
6s Borralb en gall , port , en Luázán; borrayo en el Bierzo, García Rey,
borrayo al occidente de Andalucía, ALEA, 728, cast. borrajo Sobre esta voz
véase García de mego, Cruce, p&gs 125-127, y DEEH, 88 490 y 1 183
de barro, existe otro, de hierro, aunque de igual forma, introducido
en kpoca moderna. El cenicero o parte baja de uno y otro anafe don-de
cae la ceniza, recibe en Gran Canaria el nombre de bravora G9.
En Portugal, por lo menos en Coimbra y sus alrededores, se usan
anafes de barro muy semejantes a los canarios; se diferencian
principalmente. en que la parte superior tiene en los insulares la
forma de un tronco de cono invertido, y en los portugueses es
casi semiesférica; además, éstos presentan un mejor acabado. Para
sacar consecuencia de tal semejanza, es necesario, sin embargo,
precisar más la difusión de dicho utensilio. En la isla de la Madera,
se usa el mismo anafe moderno, de hierro, que en Canarias ' O . En
Cataluña han existido fogons de terra, también portátiles, que las
porteras encendían en plena calle; mas desconozco cuál era su tipo.
Un ah~nador O 'soplillo' 71, con el ruedo de pleita o empleita de
palma o paja cosida en espira! y el mango de madera, sirve para
abanar9 'avivar el fuego' 72.
La cocina, pequeña y negra, llena de hcllin, es la pieza menos
cuidada de la casa rural canaria.
El mobiliario de este tipo de casa terrera es, por lo común, muy
sencillo. En la sala-comedor se hallan empotradas una o dos ala-cenas
con la loza de más lujo, algún candelabro, tal cual figura de
yeso ... Junto a las paredes, se alinean las cajas y las sillas.
Las cajas o arcones sirven no sólo para guardar granos y las
ropas y enseres de la casa, sino como asientos; son lisas, general-mente,
sin tallas ni otro género de adornos, pero están sólidamen-te
hechas, con gruesas tablas bien enmdletadas o enlazadas en las
69 Picar, pág. 88.
70 Madeara, pág 85, fig. 3 c
71 Bob're aabanador véase J. Pérez Vidal, La cesterta en Canarias, en
RHL, núms. 135-136 (1961), págs. 245-250; tamblén ALEA, mapa 726
72 Abamr aparece regxtrada en casi todos los vocabulznos canarios: LUgO,
Zerolo, Millares Ha sido recogida en Andalucía, Alcal$ Venceslada, s v , y
725 pere iOpza,& se! p c r ~ w o s "1 esp2fic!. us&.-r er-sas
acepciones que tiene en Canarras no se encuentran smo en Portugal.
70 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLA-JTZCOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 31
esquinas 73; unas cajas guardan granos; otras, la ropa ; estas cajas
de la ropa suelen ofrecer interiormente un curioso compartimento :
el escadlo:, 'cajoncito adherido a uno de los lados, junto al borde,
y en el que se guardan joyas y otros objetos pequeños, que sin él
se hallarían siempre revueltos entre las enaguas, blusas y demás
piezas de vestir que la caja encierra' 74. Para que la ropa tenga
buen olor, suele guardarse con ella alguna que otra manzana.
Las sillas y, en Gran Canaria, los tabretes, 'taburetes', se en-cuentran
entre las cajas, arrimados, igual que éstas, a la pared. Las
sillas suelen ser grandes y de madera pesada y oscura, incluso el
asiento. No es necesario en el campo canario que la silla sea fácil-mente
transportable. Dentro de la casa, con las sillas y las cajas,
hay asientos por todas partes. 'Jí fuera de las casas, los poyos, el
muro del aljibe, las paredes bajas de piedra seca, las simples pie-dras,
más o menos acondicionadas, tal cual banquillo o cajoncito,
y, en último caso, el santo suelo, ponen asientos sobrados para quie-nes
se conforman con parvas comodidades.
Esta silla canaria, pesada, hecha totalmente de madera, cons-tituye,
con la de las Azores, de caracteristicas muy semejantes, un
caso excepcional en el sur de la Romania. Las sillas, en las regiones
de clima benigno, suelen ser ligeras, fácilmente transportables, y,
por la mala calidad de sus maderas, pintadas de vivos colores: ver-de,
azul, oro 75.
En el centro de la sala-comedor se encuentra una mesa, amplia,
fuerte, para todos los usos; en ella se come, se plancha, se limpian
legumbres ... Y, como el clima lo permite, no resulta raro que los
campesinos acomodados tengan fuera, en el terrero, una mesa fija,
de tablero circular de piedra y pie central de fuerte madero.
En las paredes se compensa y equilibra la chillona policromía
de las láminas religiosas con las fúnebres arnpZiachs de los an-tepasados
de la familia.
Por Último, en los dormitorios, se muestran acogedores los ca-
73 Enmalletar, del port emalhetar y malhetar de ~gual sentido
74 Escanilb, del port escaniwho, de igual sentido; Alto Mmho, escamlho
F. Kniger, El mobzlzarw pwzchr en los paises rorná?zzcos, Coirnbra, 1963, pá-gina
91.
73 Kruger, Hogar, pág 111
32 JOSÉ PfiRFZ VIDAL
tres de viento o tijeraj o, más modernamente, las camas de hierro;
catres y camas, con varios colchones rellenos de -aja o de camisas
-en Gran Canaria, garepas- de piña de milb.
El patio o terrero.
Delante de la casa, a todo lo largo de la fachada, se extiende
el terre~o',p atio de tierra apisonada o, en las casas más ricas, em-pedrado
de lajas o de cantos rodados' 76. Limitan el patio, un muro
de piedra seca, tal cual poyo de mampostería o algún estrecho
arriate, en que alternan los geranios con alguna planta medicinal.
Muchos de estos patios se hallan descuk,iertos, pero en no pocos
,se encuentra un emparrado, más o menos extenso? que unas veces
mstiene propiamente. una parra, pero otras sirve de soporte a tre-padoras
de diversas especies: chyoteras, madreselvas, etc. El em-parrado
recibe el nombre de Zata& -' y !os postes de madera que lo
sostienen, el de esteyos
De este patio se pasa directamente, a travos de la puerta, sin
atrio ni zaguán, a la sala.
EE este patio o terrero, al aire libre, gracias a la bondad del
clima, transcurre principalmente la vida familiar. Los hombres cons-truyen
o reparan sus instrumentos &e lzkor; preparan trampas para
cazar animales ; en el mejor de los casos, fuman y descansan. Las
mujeres repasan la ropa, bordan, preparan la comida. A la cocina
no se entra sino para poner el caldero al fuego. En muchos patios
hasta se friega la loza. Con este fin suele haber, empotrado en uno
de los muros, un amplio lebrillo.
Junto al límite del patio paralelo a la fachada suele encontrar-se,
un poco hacia un lado, el aljibe. Consiste éste en un depósito
7'6 En las casas en que no exste este patlo, la acepción de terrero es POCO
precisa 'la faja de terreno que rodea la casa, principalmente la situada frente
a la fachada, hasta el comienzo de la tierra de labor'
77 COMO en portu,més. Véase D. Alonso, Esp. "lata", "lafaxo", en "Bol
Real Acad. Esp ", -, págs. 531-38
?S Estoyo o r-lacinna o . r f m j gau. &e.^, lg~a! gentido So-bre
esta voz véase García de D~ego, DEEH, S 6 311
72 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
1. Intciior de una vivienda de campesinos (Trnrrifel. (P. Earkcr-Wehb rt Sabin
Rerthelot. H I R ~ O ~NTr <Pt ? ~ r e l If~l r ~I ~ F NC ( ~ ? I ~ T ~PCaN~.. is.3 836-41.)
2. Sala de iina rasa tt.rrri.;t. (Los Llanos (Ir Aridane. LIL Píilnia. t
1. Aljibe de secciiin rectangular pertcnccicnte a una casa con cscnlvrn c+.ti~rior
(Los Llanos de Aridane La Palma l . Fnt, Quintero
LA VNIENDA CANARIA. DATOS PAR.4 SU ESTUDIO 33
subterráneo de forma cúbica y de paredes y fondo de mampostería.
Por influencia de los pozos, la sección de algunos aljibes, al parecer
más modernos, presenta forma circular. Estos imprescindibles de-pósitos
de agua se hallan cerrados por una cubierta horizontal de
anchas tablas, casi al mismo nivel del piso del patio. Las paredes
se elevan un poco -0,50 ó 0,60 metros- sobre el nivel de la cu-bierta.
Y en el centro de esta se levanta el brocal, de madera tam-bién,
y casi cúbico. El brocal se puede cerrar de dos formas: con
tapa que corre horizontalmente y con tapa embisagrada al borde
del brocal, y que, mientras se saca agua del aljibe, se puede tener
levantada mediante un soporte de hierro.
En Laniarntei además de los aljibes inmediatos a las casas, hay
algunos independientes y distantes, que reciben el agua de un tro-zo
de terreno pavimentado al efecto, la acogida. Los aljibes muy
grandes reciben el nombre de rnaretas 79.
El desarrollo de los aljibes debe de haber estado subordinado a
la abundancia de la cal, y en algunas partes ha sido, al parecer, re-lativamente
tardío. Mi llorado amigo y compañero don Valentín
Diaz Espinosa me dijo, en su preciosa información sobre el Hierro,
que "la importación de la cal y de las tejas debit5 de ser antes del
siglo x x prácticamente nula", y que, cuando hubo cal, "ésta se ne-cesitaba
con más urgencia para la construcción de los aljibes con
paredes de mampostería". En la isla del Hierro y en la de La Fal-ma
debió de conservarse el agua de las lluvias en tanques de made-ra
hasta tiempos bastante modernos. Del empleo de esta clase de
depósitos en ambas islas a fines del siglo XVI, nos habla Torriani
Notas complernentarius y compceratzvas sobre Icl casa terrera
El emplazamiento de las casas es resultado de diversos factores
fxsicos y psicol6gicos. Podría hacerse un curioso estudio sobre las
motivaciones que más influyen en la determinación del solar para
79 Estos y otros muchos datos referentes a Lanzarote proceden de inte-resantes
informaciones que debo a la inteligencia y amabilidad de don LUIS
Fajardo HernAndez, muy conocedor de su isla, como ha demostrado en los es-tuciios
que le ha dedicado
80 Torriani, pág 222
edificar la propia casa. Pero, dadas las limitadas pretensiones de
este esquema etnográfico, será forzoso limitarse a decir que, en
general, se rehuye edificar en sitios llanos y desabrigados, expues-tos
a todos los tiempos, y que se prefiere abrir el solar al socaire
de algún desnivel del terreno.
Análoga complejidad de elementos interviene en la orientac~ón
de las casas: la situación del solar, las vistas, el viento reinante, el
sol . Abundan, principalmente, las casas que miran hacia el mar,
con mayor o menor inclinación hacia el sur, para defenderse de la
brisa. Por disfrutar de esta orientación llegan hasta dar la espalda
al camino. De este modo, las casas consiguen tener delante un te-rreno
descendente y un paisaje luminoso y despejado.
El tipo de casa que se acaba de describir, casa terrera con las
habitaciones en línea a lo largo de la fachada, es muy adecuado para
los pendientes terrenos de las Islas. No sólo resulta una casa bien
ventilada, sino que, dado su escaso fondo, ahorra costosos desmon-tes
o smibas
Las casas de planta baja abundan mucho en la Península, y sus
variedades son muy numerosas. No obstante, el profesor Giese,
forzando no poco la síntesis, ha tratado de reducirlas a dos
grandes grupos. En uno incluye las casas de un piso, originaria-mente
micelulares, que existen desde Galicia y el norte de Portu-gal
hasta los Pirineos. Son casas ocupadas casi totalmente por el
establo y la cocina, que al mismo tiempo que para cocinar sirve para
vivir y para dormir. Con este tipo de casa, que el profesor Giese
cree de origen celta, no puede relacionarse la casa canaria de un
piso, que, destinada de modo principal a dormitono, tiene tanto la
cocina como el establo, por lo común, separados. La casa terrera
cae, más bien, dentro del otro gran grupo, que se extiende, por
todo el sur, desde Valencia y Murcia hasta Andalucía y La Mancha,
y, más adelante, hasta el sur de Extremadura, el Algarbe, Alentejo,
Ribatejo y el territorio de los Saloios, en la Extremadura portu-guesa
81 Sorriba, 'acción y efecto de desmontar o rebajar un terreno', en Lugo
Zerolo, Millares; el port surrzba tiene el mismo sentido
-"-9 &e.;?, &Y -figny57 2 y 582 Esta st~tegAsw eae ucr,:pLrse
como somera ind~cación, muy general Su falta de ajuste a la realidad salta
74 AXUA RIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 35
Dentro de este grupo, resulta digno de ser notado que la varie-dad
de casa canaria que hemos descrito se encuentra, con casi todas
sus características, también en la isla de la Madera. La proximidad
de este archipiélago y el canario, la semejanza del suelo y del clima
de ambos y las estrechas relaciones que hubo entre ellos explican
de modo suficiente este parentesco de la vivienda y el de otras
muchas cosas.
El tipo de casa descrito recibe en la Madera, igual que en Ca-narias,
el nombre de casa terreira, como ya se ha apuntado. Estas
casas, según Pestana 83, "sáo as casas construidas com pedra e cal ...
Tem em regra tr6s quartos, dois de dormir, um de jantar e cozinha,
e "Lem só fim
Del mismo modo, en la Madera, este tipo de casa tiene delante
"um pequeno terreiro -terr&ro- de cerca de dois metros de largo,
circundado por bancos de pedra e coberto por urna latada" s4. Aun-que
no hubiesen existido las estrechas relaciones canario-maderen-ses,
la coincidencia no sería rara, porque este patio se halla muy
difundido. En la isla del Faial (Azores), también en una casa muy
parecida a la terrera canaria -paredes de piedra tosca sin arga-masa,
puerta en el centro con una ventana a cada lado, prateleim en
la pared trasera del cuarto, etc.- "em frente da fachada, a parede
mais comprida, encontra-se um te~reiroco m o poso ..." Incluso en
zonas menos templadas, poco propicias para la vida al aire libre,
aparece este patio. En el norte de Portugal, por ejemplo, existe en
Arcos de Valdévez, donde recibe, asimismo, el nombre de terreiro
En Galicia aparece delante del tipo de vivienda más característico
a la vlsta desde que se mtenta hacer un estudio preciso En el norte de Por-tugal
y en Galicia, rpor ejemplo, además de la casa umcelular, expresión de
la vimenda más humilde, han existido otras de vanas estancias y aposentos,
ii;&s~c on la. cvciriz sei;arzda, desde :os prJmerofj elasd e 1% ~ecurlqdists,
por lo menos M. Rubén Garcia Alvarez,, Awlecedentes altomedzevales del casal
gdazco-portugués, en "Aevista de Etnografía", vol. TX, tomo 1 (Oporto,
julio 1967), 'pág. 115
83 E A. Pestana, í7asa portuguesa, en RL, XIX, pág. 164.
84 Madezra, pág 78
8: Giese, FaiaZ, pág 215.
S6 ws, x, pág 114
36 JOSÉ =RE35 VIDAL
de la región. Por influencia gallega, se encuentra en la Cabrera
Baja 87.
La armadura del tejado maderense es también muy parecida a
la del canario; como la de éste, se eleva sobre cuatro vigas hori-zontales
: frechale da casa
La cocina, en cambio, difiere, aunque más por su situación que
por su disposición interior. La cocina construida aparte se da más
bien en las casas de una sola habitación. En las de dos o más
habitaciones, se halla, por lo general, bajo el mismo techo, a la
izquierda de la casa, y con salida directa al terreiro Pero esta
diferencia, si bien se mira, queda reducida s610 a una falta de coin-cidencia
en la proporción. En Canarias, aunque no falta la cocina
bajo el mismo techo y con puerta sólo al terrero en la casa de tres
habitaciones, principalmente en casas no muy antiguas, ha predo-minado
la cocina en cuerpo aparte; en la Madera, en cambio, si bien
en este tipo de casa predomina la cocina bajo el mismo techo, no
falta la cocina separada. La mayor frecuencia de este tipo de cocina
en las casas de una sola habitacihn también se da en Canarias, don-de
esta casa no falta. Es natural que si la cocina se aleja de las
casas de tres habitaciones, haya más razón para separarla de las
6e una sola habitación, que tienen menos espacio. En algunas de
estas casas, la cocina se reduce al brasero, el anafe de hierro o de
bhrro, que se enciende en el terrero.
Kate Brüdt explica la separacih de la cocina maderense por las
mismas causas que se han sefialado al tratar de la canana: la bon-dad
del clima, la facilidad de los incendios en las casas primitivas
cubiertas de paja, etc. 90.
Interiormente, la cocina maderense coincide con la canaria: el
poyo, el hogar formado sobre él con piedras, el anafe complemen-sí
Torres Balbás, págs 260 y 274
8s Maüezra, pág 82. En la isla Tercera, fechal, con la misma acepc~ón RL,
XxXrr, pág. 267.
39 En Canarlas la casa rural con coclna en el interior también suele tener
ésta a la izquierda, sobre todo si se halla orientada al naciente, de este nodo
los wentos reinantes no arrojan el humo de la cocina sobre el resto de la casa,
s:r,c ;u scbre e! campc !:Vre
90 Madewa, pág 77
76 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
V1VIWA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 37
tario y el horno con la boca sobre el poyo y el cuerpo al exterior
de la casa 91.
Otros tipos de casa terrera.
El tipo de casa terrera descrito es propio, como se habrá com-prendido,
de la vivienda dispersa en terrenos pendientes y quebra-dos,
y como tal abunda en la isla de La Palma. Pero existen otros
muchos tipos y variantes, determinados por muy distintos facto-res:
diversidad de influencias extrañas, mayor o menor modestia,
diferencias en los materiales naturales de construcción que ofrece
el terreno circundante, inclinación de éste, etc. Aquí resulta impo-siaie
examinarlos todos.
Para que se pueda apreciar la importancia de estas diferencias,
he aquí un bosquejo de una casa de labradores acomodados de la
isla de Lanzarote: un patio central, enmarcado por una galería
encristalada, que a su vez se halla ceñida por un amplio marco de
habitaciones. La parte de galería correspondiente al lado de la
fachada es más ancha y suele servir de antesala; comunica con el
exterior por el zaguán. En el centro del patio, se levanta el brocal
del aljibe. A veces, existe un patio trasero o traspatio para ani-males
domésticos.
Como se ve, se trata de una casa espaciosa, de cierta suntuosi-dad,
que exige, por su amplio solar, terrenos llanos o de suave pen-diente;
por esto se da muy bien en la isla de Lanzarote.
Pero de este tipo de casa existen numerosas variantes, casi to-das
más simples, rústicas y tradicionales. A veces las galerías ca-recen
de cristales y comunican libremente con el patio. A veces des-aparecen
las galerías laterales y la del fondo y se conserva sólo la
que sirve de antesala. A veces, no sólo desaparece ésta, sino todas
las habhciones correspondientes a la fachada; en este caso, se
entra ya directamente desde ei exterior ai patio ; ia fachada queda
reducida a un lienzo de pared, generalmente de altura menor que
los cuerpos laterales. Tiene así la casa, como se ve, cierto aire de
pequeño cortijo. Es un tipo de casa de origen claramente andaluz 02.
si TvIaÜewa, págs. 84-86.
02 Giese, Los ¡%pos, 1, pág. 583.
En la misma isla de Lanzarote, en la de Fuerteventura, y en al-gunos
lugares del sur de Gran Canaria existe un tipo de casa, cuya
planta no es tan amplia como la de la que acaba de describirse, ni
tan replegada como la de la primera que se presentó. Tiene forma
rectangular y se halla dividida, en el sentido longitudinal, en dos
franjas; la más ancha está subdividida a su vez en dos partes igua-les,
que se utilizan como dormitorios y cuarto de estar al mismo
tiempo. En un extremo de la otra franja, usada como cuadra, se
Fig 3 -Planta de la casa del Lomo, en Taganana (Tenerrfe)
construye la cocina. En la de los labradores más acomodados, se le
adosa un cuerpo también rectangular a uno de los extremos, de jando
un patio abierto en el ángulo que forman 93.
La cubierta de las casas antiguas de Lanzarote es de teja curva.
La de las casas modernas es de terrado o azotea. En esta evolu-ci6n
quizá haya influido la rigurosa sequedad del clima. Aparte de
ambos tipos de cubierta, existe un tercero muy curioso: es a una
o varias vertientes, pero en él las tejas aparecen sustituidas por
argamasa exteriormente enjalbegada.
Como remate de estos breves apuntes sobre la casa terrera ca-n2ri2,
rqmdiizcci aquí l ^ d~ o .nc~--l-n-- --n ns p e r ecoge -1 profesor Alvar
en su magnífico estudio sobre EZ es-pañol habZado en Tenerife 94.
Uno corresponde a la Casa del Lomo, de Taganana (Fig. 3) .Desde
la calle se entra directamente a la cocina (a), dotada de un anejo
93 Estadktica. Las Palmas, pág. 31
94 S v Casa terrera
78 AhTUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 39
(b) que hace las veces de despensa, aunque esta voz es desconocida ;
se le llama cuarto (como a los dormitorios). Tras la cocina se en-
Fig 4 -Ventana vista desde el interior
cuentra el comedor (con salida al corral) en el que se encuentra
una estrecha escaiera de madera, que sube al desvan, y el acceso
a la sala. Esta habitación puede ser franqueada desde la calle y
tiene dos cuartos o dormitorios. El desván ocupa sólo el cuerpo A
de la casa (a la derecha del gráfico) ; carece de compartimentos y
se halla ventilado por tres ventanas provistas de asientos de ma-dera,
como los de la figura 4. El otro plano corresponde a una casa
terrera de La Laguna. La entrada, estrecha y larga, se llama pa-sadizo,
en cuyos extremos están la sala (b), el comedor (e), y tras
éste, la cocina (d). Un cuarto de dormir (e) completa las habita-
- ---- -- - Sm ---------- -
Fig 5-Planta de casa terrera (La Laguna de Tenerife)
ciones (figura 5). Este m r t o , en la época en que fue hecho el pla-no,
apsrecía cubierto por un techo de tablas que IIegaba sólo hasea
*el filo del tabique que lo separa del pasadizo; de tal modo, que la
parte alta, troja, tenia su frente totalmente descubierto. Una cama
convertía en dormitorio el desván.
b) CASA DE DOS PLANTAS.
Existe otro tipo de casa, propio de los terrenos de mucha pen-diente.
Ofrece poco fondo y tiene dos pIantas. La primera de éstas
aparece, por lo general, alojada en el desnivel del terreno, previa-mente
vaciado en escuadra. La segunda resulta de continuar el
alzado de los muros y construir una cubierta a cuatro aguas, aná-loga
a la de la casa terrera que se ha descrito en primer término 95.
Una escalera, de mampostería como los muros, pone en comunica-ción
ambas plantas por uno de los lados.
Si por detrás de 1% ~ a ~az la, a1bro, de! se5UndG fiuc, pasv
95 Pestana recoa6 en La Palma altar, 'construir el piso alto de una casa'
80 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
1. Antigua y amplia 1-ivicnda cun escalera cxtcrior IRreñx Alta. La Palma)
LA VIVIENDA CANARIA DATOS PARA SU ESTUDI9 41
camino, en unos casos se abren puertas y ventanas a él y se le pre-senta
fachada; en otros casos, se le da la espalda ciega sin ningún
hueco.
El piso alto es el que verdaderamente sirve de vivienda; el bajo
se suele destinar a guardar aperos de labor, productos agrícolas,
etcétera; en Canarias, esta planta baja recibe, por lo comian, el
nombre de bn3a.
Las principales variantes de este tipo de casa se dan sobre todo
en la escalera. Esta puede ser de un tramo o de dos, y puede acabar
en una simple puerta o en un descansillo descubierto o cerrado ; en
el mejor de los casos, en una solana o g.a . lería de antepecho ciego, ,,,.,, +-..:a, 2,. ,.,+,,-,A, -,.ll-,, 2- -..-.-.m ,- Le--- mrn6, - ~ . l r i & ~
LWLIDLL ULUU UG CLILL a l L L a u u I GILCLLU uc ~ U L J C L D y u a L L u. U D L ~ E;as=r la,
sobre la cual se prolonga a veces el tejado, suele constituir el cen-tro
de reunión familiar.
Menos difundida, pero, en general, más noble, es la variante que
en lugar de tener escalera, de piedra, lateral, apoyada en el desnivel
del terreno, la tiene de madera en la fachada, hasta un balch, tam-bién
de madera, que corre por todo el frente de la casa. Más que
destinadas a verdaderos campesinos, las casas de este tipo parecen
construidas para residencia temporal, veraniega, de señores, dueños
de las fincas, residentes el resto del año en la capital.
Una casa de dos pisos, con la misma distribución de la canaria
y también con escalera exterior de piedra, aparece en varias partes
de Galicia (Finisterre, provincias de Pontevedra y Orense) y todo el
norte de Portugal, hasta e1 Tajo. P casas, poco más o menos, del
mismo patrón, se encuentran en la parte oriental de Asturias, en
el sur de la provincia de León y en el noroeste de la provincia de
Zamora. Todas estas casas han sido relacionadas con otras más
complicadas de la Nontaña de Santander, cle los Pirineos, del sud-este
montañoso de Francia y del centro de Italia 90.
El $res de esta casa de dos pisos más próxima a Canarias es ia
96 Giese, Los t%ps, págs. 576-579. F. Kri-uger, Géograpñie des tradzttons
goiguZdres en Frunce, Mendoza, 1950, pág. 197. Francesco mnasera, Dzn~ore
e abztatz r ~ r a Z 6c~ap . IV de IZ folklore, vol. XI (al cuidado de Paolo ~os chi )
de la Colec. Conosci I'ItaEa, Milán, 1967. En Rumania abunda tamhén la casa
con escalera exterior, pero representa una evoIuci6n de la antigua casa de
madera.
Núm 13 (1967) a
de la isla de la Madera. En ella la variante principal que se ofrece
consiste en un tercer piso, reducido casi siempre al peralte del te-jado.
No tiene ventanas, sino apenas un postigo, y su único acceso
es un escotillón, al que se llega por una escalera de mano. El piso
bajo, como en Canarias, sirve de Zoja o almacén 97.
En la isla del Hierro es bastante frecuente un tipo de casa de
dos pisos que requiere un solar más amplio. Es una casa a cuyo cuer-po
principal, rectangular, se le une otro por un extremo, de modo
que el conjunto forma una escuadra. En el ángulo interior se cons-truye
la escalera y la galería de acceso a la planta alta. Ea cubierta
del martillo o cuerpo adicional suele ser de una sola vertiente o
lance, como dicen en la isla.
Este tipo de casa, según parece, adquirió desarrollo en la isla
durante el siglo pasado, merced a la mayor abundancia de cal. La
cocina y el comedor suben en este casa al piso alto, antes reservado,
en las casas de dos plantas, a los dormitorios y al cuarto de estar.
El segundo piso de las pocas casas rurales de Lanzarote que lo
tienen se reduce a uno o dos cuartos o habitaciones, recibe el nom-bre
de sobrado y se emplea más como dormitorio que como granero.
Se sube a él por una escalera exterior.
Otros muchos tipos y variantes de casa rural existen en Cana-rias.
Mas describirlos todos, aunque s610 fuese someramente, des-bordaría
las comedidas intenciones de estos apuntes. Las casas ru-rales,
es verdad, no las han construido nunca arquitectos, según
gustos personales o tendemias de moda : las han edificado los mis-mos
campesinos conforme a viejas tradiciones ; pero en las Islas har!
confluido y se han entremezclado corrientes tradicionales de muy
diversas procedencias y todas ellas han experimentado modifica-ciones
más o menos importantes bajo la presión del nuevo medio
insular, como, de modo somero y general, he indicado al principio 9s.
97 Madeira, págs. 80-81
98 Sobre la coinfluencia de las trzdiciones importadas y del medio geográ-fico
en las viviendas de Lin nuevo pueblo, véase Juan Carandell, EL habztat en la
Sierra Neuada, en "Eol. Sociedad Geográfica", IXXIV, 1934, pág. 675, y re-cuérdese
lo que he dicho al comienzo, en las Observaciones generales.
82 ANUAEIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIViENDA CANARiA. DATOS PARA SU ESTUDIO 43
El resultado ha sido una gran diversidad de tipos. Quien reali-zase
un detenido estudio de todas estas formas y combinaciones
de la vivienda rural canaria, sería merecedor de los más encen-didos
plácemes. Si en ese estudio determinase e interpretase los
rasgos predominantes y más caracteristicos de la arquitectura po-pular
de las Islas, revelaría seguramente una de las manifestacio-nes
más puras y expresivas del genio islefio.
Como remate de estas ligeras notas, considero conveniente aña-dir
unas breves líneas sobre el diferente grado de agrupacih de
la vivienda en el campo. Por lo común, en los lugares abundantes
en agua, hubo cultivo de caña e ingenios azucareros en los momen-tos
decisivos de Ia formación del pueblo hispano-canario y, por
consiguiente, concentración de viviendas. Más tarde, siempre la
riqueza del terreno, base principal de otros cultivos intensivos, ha
seguido manteniendo e incrementando el núcleo primitivo, que, en
varios casos, ha llegado a constituir villas y ciudades. Desde estos
niúcleos y desde otros de diverso origen, las construcciones se han
ido alejando, cada vez más dispersas, en algunos casos en forma de
cortina, a lo largo de los caminos 99. Pero en las zonas de secano,
la'vivienda rural ha presentado, y sigue presentando, una gran di-seminación.
La propiedad se halla muy dividida, y el dueño de cada
parcela ha edificado, por lo general, su casa dentro de ella. El agua
indispensaMe para las necesidades de la casa se ha obtenido -y
sigue obteniendo- de la lluvia y se guarda en el aljibe. En los casos
de mucha sequía, se ha acudido a alguna fuente más o menos pró-xima.
Las situaciones extremas en que se ha llegado a dar vino
por agua, y a matar los animales y hasta emigrar por algún tiempo,
no han sido, por fortuna, frecuentes.
Estos pueblos de caserío diseminado ofrecen en las zonas de
gran desnivel muy diferente aspecto, segían de donde se les mire.
90 Por ejemplo, La Orotava (Tenenfe) tiene 3.209 viviendas compactas y
3.741 aiseminadas; los Llanos de Aridane (La Palma), 2219 compactas y
4 961 disemmadas. Estudktzca Tenerzfe, págs. 48-49.
Si se les contempla desde lo alto de los montes, como las casas se
hallan, por lo común, adosadas a los escalones del terreno, apenas
se les ve. Las casas de dos pisos sólo dejan ver la espalda del piso
alto, descuidada y terrosa, medio oculta muchas veces por árboles
y rocas; las de una planta, completamente agazapadas en el des-nivel,
apenas muestran al descubierto el tejado, que en muchas
partes se confunde, por el color, con las tierras circundantes. Pero
si estos mismos pagos y pueblos se contemplan desde un lugar
situado a más bajo nivel, la impresión es muy distinta: vemos una
arrie de casas de uno o dos pisos, blancas, soleadas y alegres, más
o menos diseminadas por todo el campo. Este mismo fenómeno,
aunque determinado por casas muy diferentes, ya fue advertido por
Torres Balbas en los pueblos de la montaña santanderina i".
Construcciones aneJas
Antes de poner punto final a estas consideraciones sobre la
vivienda rústica, resultará también oportuno dedicar unas some-ras
palabras a las construccwnes anejas. No me he ocupado de ellas
al tratar de los diferentes tipos de casas porque, en general, no son
peculiares de ninguno de éstos, sino comunes a todos.
Páginas atrás, ya se ha tratado de una : el aljibe. Es la construc-ción
gracias a la cual es posible la vida en las zonas de secano. A su
lado suele haber otras de menor importancia : la pileta para lavar la
ropa y el abrevadero de los animales.
Más visibles son las diversas clases de cobertizos que reciben el
nombre de alpende, azpendre o alprende. En La Palma se entiende
por tal la cubierta voladiza de una casa, especialmente la sostenida
por postes, a manera de pórtico. Este alpende se encuentra princi-palmente
a la puerta de comercios por los que pasa un camino. A
su sombra, amplios asientos laterales de mampostería ofrecen des-canso
a los caminantes. En Ia isia del Hierro, azpendre y aZpr-ende
era, y es, una construcción cuadrangular, destinada únicamente a
caballeriza o cuadra. En Gran Canaria y Lanzarote, tiene el mismo
sentido, si bien la construcción se reduce, por lo que se ve, a un co-
-
100 Torres Balbás, pág 298
84 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 45
bertizo, adosado a una pared y sostenido mediante postes. Se des-tina
a ganado mayor, principalmente vacuno. Por extensión, en
Cueva del Agua, lugar del término de Garafia, en La Palma, se da el
nombre de alpéndere a un casucho de poca importancia, lo mismo
para personas que para animales.
Por Último, estas casas pequeñas, unicelulares, de múltiple uso,
deben ser consideradas, cuando no constituyen vivienda por si so-las,
como construcciones anejas. Pueden servir de establo, de cua-dra,
de pajar; de almacén para guardar aperos, semillas, productos
de la cosecha; para tener instalados el telar, el molino de mano, la
tahona lol ; para dormitorio. d. e los hijos varones cuando, por incre- mento lIi fafiil;a, las hips uzpan tvdos !os cspnih!es
en los dormitorios de la vivienda. Usos tan diversos no es raro que
hayan determinado también nombres distintos : los de pajero y al-pende,
que ya se han visto ; el de casa de despejo, en La Palma lo2 ; el
de cam de despojos lo3.
El alumbrado en la vivienda rural
Antes de los aparatos de carburo, de los quinquk y de las velas
de sebo lM, el campesino canario, por lo menos el de La Palma,
empleaba para alumbrarse la tea, la resinosa madera del pino do
las Islas. Es noticia comunicada y confirmada por varios ancianos
de E-reña Baja. Uno de ellos recordaba que, cuando era chico, mien-tras
la madre y las hermanas bordaban alrededor de las llamas, 151
ponía rajitas de tea para mantener el fuego encendido.
Había varios tipos de tedero. El más sólido y rústico consistía
en una piedra alargada, de unos 80 centímetros de longitud, puesta
en pie en un rincCn de la cocina y con el extremo superior acanala-do.
Otro estaba formado por un tronco en su posición normal, le-vantado
del suelo por tres patas y con una escotadura en su parte
ijüperk; en esta especie de caria! se ase~tabs!.a. teja eil qüe ar-mor
Tahonas se conservan en casas antiguas de Lanzarote, donde son mo-vidas
por camellos.
102, Festana, s. v.
103 Nomencbtor oficzal. de Canarzas de 1887.
104 Además de las velas de sebo, parece que hubo en La Palma velas de
aceite de bagas de loro, 'bayas de leurel'. Viera, Dacc., 11, pág. 54, S v , Laurel
dían las teas. El tercer tipo parecía el precedente en posición inver-tida
; era un tronco con tres ramas naturales que servían para man-tener
la teja o la canal de hojalata en que ardia el fuego. Por úl-timo,
existía un tedero de pared: una canal de chapa de hierro, re-machada
en el extremo de un brazo delgado de! mismo metal, que
por e1 otro extremo se doblaba en kngulo recto para entrar y ase-gurarse
en una hembrilla clavada en el muro lo5.
NOTAS GENERALES E HISTÓRICAS.
A la aiq-citec~-u-a urbañLa se iia mayor
a la rural, pero todavía, como ya quedo dicho, no existen estudios
completos. Han interesado principalmente las casas llamadas de
estib canario, y de éstas, de modo especial, los elementos ~ ádess-tacados
y artísticos. Aquí no voy, ni rnuchEsimo menos, a suplir
esta falta. Quede esa labor para los arquitectos y para los profe-sores
y tratadistas de historia de! arte. Aquí, en forma somera, casi
de esquema, sólo quiero esbozar algunas de las corrientes cultu-rales
que desembocan e influyen en la edificación de las ciudades
isleñas. Puestas en relación con las que se aprecian en el estudio
de la casa rural, pueden servir para determinar mejor la sucesión o
estratificación de las influencias que han contribuido a la forma-ción
de la cultura tradicional canaria; la mayor o menor difusión
y aculturación de cada una; las alteraciones que unas han intro-ducido
en las otras. En la casa urbana, como he indicado al prin-cipio,
se hallan más patentes las influencias extrañas que en la casa
rural.
En las ciudades ha sido posible, dentro de ciertos límites, la edi-ficación
dirigida. Los Cabildos de !as islas adoptan desde los pri-
MIAMIII-).I+A- .-.-..--IJA- An :nC~nri;Xn ..-L.-.n:o+;nn T T n n o ~rrinno on
I ~ ~ C X UIUII UIIIGLILUD a b u c I u u ~U= I I ILGI I~IUIL UL w a u r u u k a . u r r a u v c b c u uu
proponen intensificar la edificacih en ciudades recién fundadas. E2
Cabildo de Tenerife, por ejemplo, ordena el 3 de febrero de 1498 que
todos los vecinos de la Isla vengan a edificar casas en la villa de
85 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
U VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTTJDIO 47
San Cristóbal. Se les da un plazo de quince días, a partir del primer
pregón, para comenzar las obras, bajo pena de 600 maravedis. Si
dejan transcurrir igual plazo del segundo pregón, 1.200 maravedís;
y si tampoco en los siguientes al tercer pregón se lleva a cabo la
obra, "saldrán de la tierra e perderán toda bien fechoría que ovie-sen
fecho" =O6. Muchos cumplen el pregón, pero otros lo desobede-cen
y el Cabildo, el 21 de julio de 1499, repite la orden y conmina a
los remisos con pena de 2.000 maravedís para las obras públicas "7.
Otras veces, las disposiciones tienden a señalar dentro de la ciudad
el emplazamiento preferible para Ias nuevas construcciones. Así
vemos que el mismo Cabildo tinerfeño, el 24 de ab,ril de 1500, man-da
"que ninguna persona de ninguna condición que sea osado de
hazer casa en la Vylla de Arriba, ni hagan ninguna cosa en las que
tyenen fechas en las adobar". Debía de estar desarrollándose Ia
naciente ciudad de modo espontáneo y anárquico en aquella parte,
y se ordenaba que las nuevas casas se hiciesen en el "Logar de
Abaxo" dispuesto según plan cuadricular del Adelantado, y donde
éste tenía sus casas. El trazado geométrico, que ya tenía anteceden-tes
espailoles notables, como el de Briviesca, había sido adoptado
por los Reyes Católicos, al favor de las corrientes renacentistas, y
desde la fundación de Santa Fe se estaba aplicando con insistencia
en Andalucia. Su aplicación en San Cristóbal de La Laguna tiene
el valor de un interesante ejemplo en el camino de América, pre-cursor
del gran desarrollo que el plan cuadricular iba a adquirir
en las nuevas tierras los.
Este género de plan ob,ligaba a otro cuidado, que se maniiiesta
repetidamente a través de los acuerdos y ordenanzas concejiles del
siglo XVI: el de la alineación de las casas. En sesión del 20 de no-viembre
de 1506, el Cabildo acuerda que se repartan solares a los
nuevos pobladores de La Laguna, pero dispone "que vayan las ca-
--
206 Acuerdos, 1, S S 30, 55 y 86
107 IbMem, 1, 5 114. Se repiten más tarde las conminaciones, 5 s 143 y 155
los Xcuerdos, 1, pág. XV y S 178. Sobre el remoto origen del plan cuadrlcu-lar,
sus antecedentes en España, su incorporación al s~stemad e urbanizaci6n
que adoptan los Reyes Catóhcos y su abundante aplicaci6n en Andalucía y
América, v&se Juho Caro Rarqa, Eoxas, pueblos y Zmanages, Madrid, 1957,
páigmas 192-195.
48 JOSR PÉREZ VIDAL
lles derechas e que sy alguno se oviere entrado en la calle que ge lo
Pagan derribar" lo@. Y disposiciones aniilogas se hallan en las M e -
nanxas de la bis dde Tenerife, reccpiladas por el licenciado don Juan
NÚñez de la Pefia en 1670, tomando como base las hechas por man-dato
real en 1540. En el título WI, dedicsdo totalmente al ornato
y policía de la ciudad, se repite "que ninguna persona sea osada de
hazer pared que salga a la calle, aunque sea otra vez hecha, si no
fuere cindelada y anivelada con las casas de 10s lados".
Este celo de los miembros del Cabildo se dirige, además, a pro-curar
el mejor aspecto de los nuevos edificios. En las mismas Or-demnxas
se aconseja "que las personas que tienen casas alrededor
de la placa, que las hagan las más altas y bien hechas que fuese
posible, y con muchas ventanas". Y, por el convencimiento de que
"una de las cosas que más adornan la ciudad son los edificios sump-tuosos
e Men hechos", se inclzyen otros acuerdos al respecto llO.
Las calles amplias y rectas y las casas abiertas al exterior con
muchos huecos, son las dos notas más sobresalientes del plan ur-kanístico
que en Andalucía se implanta para transformar las ciu-dades
medievales de acusada traza árabe -calles estrechas y sinuo-sas,
casas de escasísimos huecos y grandes saledizos- que los eris-tianos
conquistaron. Alonso de Morgado, el conocido historiador de
Sevilla, registra claramente, andando el siglo xm, la importante
transformación que se estaba efectuando en la ciudad. "Todos los
vecinos de Sevilla labran ya las casas a la calle, lo qual da mucho
lustiie a la ciudad. Porque en tiempos pasados todo el edificar era
dentro del cuerpo de las casas, sin curar de lo exterior, según que
hallaron a Sevilla de tiempos de moros". P añade: "Nas ya en este
[tiempo] hazen entretenimiento de autoridad tanto ventanaje con
rejas y gelosías de mil maneras, que salen a la calle" "l.
109 Ibúkm, 1, 3 660.
110 José Peraza de Ayala, Las antzgum ordenanzas de la zsla de Teaerzfe,
La Laguna de Tene?.de, 6935, págs. 00-42
111 Alonso Morgado, Hzstoria ck SevtZla, 1587, f. 47 v Véase tambi6n Mar-qués
de Lozoya, Histork del Arte HZspánzco, tomo IV, Earcelona, 1945, pág. 220
Merece observarse aquí que mientras las celosías adquieren en Canarias, por
12 &QE&~& &e m-~&~a$11, gran rf:f~c<?qau~e o-m-e$ si ve-, lac. ypjac:
apenas se emplean en las casas. Sólo se encuentran en algunos edificios de ma-
85 ANUAEIO DE ESTUDIOS ATLCNTICOS
LA VIVIENDA CANARIA DATOS PARA SU ESTUDIO 49
De las distintas variantes arquitecthicas a que da lugar esta
transformación en tierras andaluzas, la arquitectura canaria de la
primera época aparece relacionada principalmente con los modos
y trazas constructivas de la Baja Andalucía, desde Cádiz a Huelva,
todos bajo el influjo rector de Sevilla. Sin embargo, los modelos no
se adoptan y reproducen de manera exacta y servil. Desde muy
pronto adquieren características especiales por influjo del clima
y por imposición de los materiales; sobre todo por la abundancia
de la piedra y la excelencia de la madera.
"hs ejemplares más antiguos -de estos primeros tiempos, dice
el Marqués de Lozoya lI2- están en el barrio de la Vegueta en Las
Palmas de Gran Canaria, donde todavía quedan algunas casas gó-ticas
de comienzos del siglo xm, como la llamada de Col6n. A fines
de ese siglo se fija en este núcleo urbano, en torno de la catedral,
un tipo que persevera hasta los últimos años del siglo xvm: mo-radas
con patio central, cubiertas con terrazas que vierten aguas
por las baterías de gárgolas. Eioques rectangulares de sillería unen
en un mismo sistema los huecos (ingreso y ventanas) de la planta
yor importancia, como en la catedral de Las Palmas. Y lo mismo que las rejas,
faltan las cancelas y todas esas otras bellas labores de hierro -veletas, cruces,
aldabones, caballetes de pozos- que tanto abundan en Andalucía Han notado
ya esta ausencia, o al menos pobreza, de la artesanía del hierro en el Archi-piélago,
Fedenco García Sanckz, Nwevo descubrimzento de Canarzas, Madrid,
1910, pág. 103, y Secundino de Zuazo Ugalde, La arqwitectura en Cavaraas, en
"Indice de Artes y Letras", año 8, núm. 62 (Madrid, abnl 1953), pág. 13. Este
último autor echa también de menos la azulejería y el yeso, elementos muy
extendidos Igualmente en el sur de la Penhsula. Por lo que toca a las labores
Ue Eerru, convencirá mcurZar que su gran iiorecimiento en Anaaiucía parece
posterior a la época de la mayor influencia andaluza en Canarias. Durante la
dominación árabe no se trabajó el hierro en Andalucía con una preocupación
artística. Pedro M~guel de Artíñano, Los hierros, Barcelona, sin fecha ni folia-ción.
Disiente de esta opiniOn A Ruiz del Castillo, EZ arte del berro en Esp&,
Barcelona, s. a , pág. 13 De todos modos, el desarrollo del trabajo artístico del
hierro en Andalucía no se produce hasta el siglo XVII Ibúkrn, pág 134.
112 Marqués de Lozoya, loc. cit.
baja con los de la principal. Alguna vez aparecen los balcones de
madera, que es el detalle más característico de la arqu~tecturac ivil
canaria".
pn Tenerife y en La Palma no falta este tipo de casa con el
bloque rectangular de sillería, pero abunda menos. En cambio, se
desarrollan más los elementos de madera, tal vez, en parte, por la
mayor abundancia de arbolado. Además, la cubierta de teja curva,
que habla de mayores precipitaciones atmosféricas, predomina
igual que en las cassts terreras, sobre la terraza o azotea.
EL ESTILO CANATZIO.
De este mede van adquiriei,& cadu vez ~i?r -ymde se~vdvimien-to
los elementos fundamentales y más característicos del llamado
estdo canario: el patio porticado con pilares y galerías de madera;
los balcones muy volados con tejadillo sostenido por postes y an-tepecho
de tableros esculpidos y balaustres finamente labrados, y
las celosías, con su nota de sigilosa intimidad oriental, en los es-pacios
libres de balcones y ventanas.
EI patio es, de todos estos elementos, el más específico y pri-mordial
del tipo de casa canaria a que ahora me refiero. Sin em-bargo,
los más visibles son los balcmes y las wentanm de celosh.
Y a ellos es a los que de modo más general y superficial se atribuye
ia caracterización del estilo canario. Sus modelos se hallan en "tan-to
ventanaje con rejas y gelosías de mil maneras" con que entonces,
según se ha visto ya, se abren a la calle las casas de Sevilla y de
otras ciudades andaluzas. Y todos arrancan de la arquitectura ára-be,
tan cargada de primores de madera.
El baZcCn canario no es otro que el típico balc6n árabe, el rnu-in/
lfruiwmin uiahvnyrvnihv , ri- frnvmrnmrna . Au-a nb uqj u~rAr n17 nlnAn F l nmcrnn n i i n ~ t r i h i i x r o n2 v v ~ u u v . u r virarrr yuv wr+.-uuj ---
este balcó-n conspícuos historiadores de la cultura árabe conviene
ser recordado en el presente lugar. El mucharabyeh, al principio y
conforme asegura Prisse d'Avennes l l 3 , consistia simplemente en un
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 51
hueco abierto en la pared de la casa, que se destinaba a colocar va-sijas
de barro poroso llenas de agua ; al exterior, el hueco se hallaba
cerrado por una celosía fija de madera, que en algunos casos, según
Gayet Il4, sobresalía y presentaba la forma de torrecilla. El aire,
que circulaba libremente por esta especie de ventana, mantenía
fresca no s6lo el agua de las vasijas, sino la temperatura del am-biente
interior. El nzucharabyel% resultaba, pues, un lugar agrada-ble:
servía para matar la sed, tomar el fresco y, además, para ver
la calle sin temor a las miradas indiscretas. Al favor de toda,s estas
ventajas, tan práctico elemento de la vivienda árabe se Exe poco
a poco ensanchando y llegó a ser la pieza noble de la casa, es decir,
CLI mm-n h n l n A n nnmnioAn
\ 1. SI L l i l i ULI>IbVIL bIII VJC&UVi
Debieron de contribuir, asimismo, al desarrollo y a la difusión
del muchambyeh, sus óptimas condiciones como lugar para la me-ditación
y contemplacih, a las que los árabes han sido tan dados.
La luz ce,gadora de casi todos los paises que éstos dominaron, que-daba
rebajada, por efecto de la celosía, a una semipenumbra muy
buena para el recogimiento.
La etimología misma de nzucharabyeh confirma esta evolución.
Prisse d'Avemes dice115 que "moucharabyeh vient de charaba,
boire, et signifie place pour boire7'. Gayet es de igual opinión ll'@'Y. ,
por último, Guerrero Lobillo añade que efectivamente la palabra se
deriva de la raíz kb, 'beber', y que la voz árabe liza&-ahiyya, pl. ,ma-
5&ibi, correspondiente a dicha raíz, significa ventana saledi6- a en-rejada
10 cual concierta con las ventanas salientes o balcones que
se vienen describiendo.
Los más bellos mucizarabyeh del mundo árabe fueron los labra-dos
por los carpinteros egipcios. Ostentaban una celosía de balaus-tres
diagonales torneados, de gran valor decorativo. Todavía se pue-den
ver algunos en casas viejas del Cairo, especialmente alrededor
de la mezquita de Ibn Tulun.
Esta celosia de carrete se fue simplificando a medida que se di-
114 A Gayet, L'art arabe, París, s a , págs. 231-232.
1x5 Ob. cit., pág 154.
116 Ob. mt, pág 233
117 José Guerrero Lo-nllo, Las Cantzgas, Madr~d, 1949, píg 311, nota 1
fundía y alejaba de su principal foco. Los ejemplos que en Esparia
se conservan de ella son no sólo muy raros, sino más sencillos 11' b'3.
La simplificación debió de acentuarse en Andalucía cuando,
merced a las ordenanzas de los reconquistadores cristianos, se abrie-ron
más, como se ha visto, las casas al exterior, y proliferaron los
balcones. La celosia de varillas diagonales completamente lisas ter-mini
de imponerse.
A pesar de todas las transformaciones del mzccharabyeh, su
primitiva forma de ventanilla o torrecilla enrejada para refrescar
el agua, debió de conser-iiarse en Andalucía, junto a la forma am-plia,
noble y evolucionada de balcón. De la vitalidad de una y otra
forma en las casas andalixzas del siglo FJI constituye una indiscu-tible
prueba el fuerte arraigo de ambas en las casas canarias, a las
que en seguida pasaron y en las que todavía se conservan.
La forma primitiva recibe hoy en las islas los nombres de pQa
(.Gran Canaria, La Palma) y desi:iWera (Tenerife, Lanzarote). Y
presenta tres disposiciones fundamentales : una, como la originaria.
en un vano de la pared ; otra, volada en el antepecho de un corredor;
!a tercera, de mueble completamente exento. En el primer caso, no
es frecuente que se halle instalada en pared exterior y menos aún en
la fachada ; es más corriente encontrarla en una pared del comedor
que dé a un patio o a una galeria, con lo cual resulta practicable des-de
ambos lados. En su tercera disposición presenta la forma de un
pedestal o armario cuadrado, mucho más alto que ancho y con
todas sus paredes de celosía, reja o persiana.
Tanto en la primera como en esta última disposicibn, la pila o
destiladera suele constar de tres partes o compartimentos super-puestos.
En el superior se halla la piedra de destilar (Tenerife, La
Palma) o pila (Gran Canaria, Lanzarote), especie de semiesfera de
asperón achondada, con un reborde para apoyarse en un bastidor
que tiene la destiladera. En el departamento del medio se encuen-tra
el bernegal, vasija de barro, grande y de forma de tinaja acha-tada,
dispuesta er_ rin agujero redondo y de tamaño conveniente,
117 bis Por SU rareza, debo anotar a q ~qiu e ha sido observada la influencia
no~teafricana del mucharabyeh en Bretaña y en Provenza Musée h-auonal
aes e2' .Tr8&tiOnS popuiaireS, Ir"rs tapf 'e. Ari .. .-.. 7 m*, . A - - 7. ? -
~JUfJ'CúM6'lf-a. íVWWUJy'fWP/btG
régzonule París, 1951, págs. 54 y 59
92 AIVLTARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIENDA CANARIA. DATOS PARA SU ESTUDIO 53
que tiene la tabla o anaquel que divide la destiladera en dos partes
casi Iguales. La parte inferior se emplea en algunos casos como
fresquera para conservar en buen estado ciertos comestibles. El
agua que se pone en la piedra se filtra por ésta y va cayendo en el
bernegal a través de un agujero que presenta en el centro el plato
con que se le tapa para preservarlo de polvo e insectos. En la piedra
arraiga fscilmente el culantrillo, que cubre la parte inferior de ella
con su verdor perenne.
Las pilas o destiladeras resaltadas carecen, por lo común, de la
parte baja. En su lugar tienen, a causa de la necesidad de apeo, una
serie de tornapuntas concurrentes por su extremo inferior. Antaiio,
como el tiempo y el buen gusto sobmban, y no faltaba dinero, estas
tornapuntas se recubrian también de listoncillos de madera cruza-dos
en diagonal y su conjunto ofzecía el aspecto de una bella mén-sula
de celosía, en forma de semicono invertido, que sostenía la
destiladera.
Este es el tipo que mas debe de parecerse al rnuchrabyeh sa-liente,
a modo de torrecilla, de que habla Gayet, y que contribuyó
más a la transformación posterior.
La forma evolucionada del mucharabyeh es la que recibe en las
islas la denominación de baZc& canorb, y continúa pregonando su
origen islámico en dos de sus más característicos elementos: la
celosía, que cubre el antepecho, y los postigos muy bajos, por los
que las canarias, para haMar con el novio, tenían que estar sen-tadas
en el suelo, o sobre un cojín, como las orientales En los
11s En la Península, tanto en España como en Portugal, y en gran parte
de Hispanoamérica, las damas se sentaron de igual forma en los estrados
hasta el siglo XVIII. Condesa DIAulnoy, Un W j e por Esparia en 1679, Madnd,
pagina 173; J Deleito Puiuela, La mujer, la casa y Bu moda, Madrid, 1946, pá-gmas
90-gí; ;"resoiiero ~oiiialios, xe,muihdea . wri aeteiii&..i, ~ ~ f ~&iiJ92i6,,
pág. 21; Juan Zabaleta, EL dia de fhsta por Za ~ ñ u n ya p or Za tarde, Barcelona,
1885, pág. 305; Alberto Souza, O trajo popular em Portugal nos seculos XVIII
w XIX, Lisboa, 1924, pág. 41. La humilde gente de 10s pueblos se ha seguido
sentando en el suelo para comer y para realizar dwersas labores, tanto en
algunas regiones de España y Portugal como de otros países, principalmente
del. 'SE. de Europa, Fritz W g e r , El rnobilzario popukxr en bs patses romá-nico~
B, , sep. de "Anales del Instituto de Linguística", tomo ViI, Mendoza, 1959,
tiempos que corrzn, el balcón apenas se usa fuera de las graodes
ocasiones : paso de una procesih, desfile militar, batalla de flores.
La mujer, para hablar con el novlo, ha descendido del balcón, su
inisterioso trono, a la franca mternperie de la calle lag.
En Canarias, tanto la destiladera como el balcón han perdido a
través de los siglos no poco del carácter que dekian de tener a su
llegada. Estilos y gustos de diversas procedencias los han ido con-taminando
y alterando. Primeramente estos contactos determina-ron
un notable embeliecimlento. Tras la simplificación que habían
sufrido en su difusibn de Oriente a Occidente, cobraron en el Ar-chipiélago
nueva altura en categoría artística. De una parte, expe-rimentaron,
si bien casi sólo el balch, una clara influencia rena-centista.
De otra, se beneficiaron de la abundancia de buenos mate-riales.
A Semlla había que llevar la madera en rollo de las sierras de
Ucar y Segura; en tablas de Galicia 120. En las islas, en camblo, se
proveían de los propios montes. Y, por lo menos en los primeros
tiempos, abundó una de las más excelentes maderas de construc-ción:
la tea, de la cual se labraron, casi de modo exclusivo, tanto
las destiladeras como los balcones.
Pero en su propagaclh hacia Occidente, la destiladera y el
balcón no se detuvieron en Canarias. La apertura de las casas an-daluzas
hacia el exterior y, por tanto, el aumento de ventanas y bal-cones,
no coincidib solamente con los comienzos de la nueva pobla-ción
hispano-canaria, sino también con los principios del nuevo
mundo hispano-americano. Y ambos elementos arquitectónicos
-destiladera y balcón- continuaron su viaje y llegaron a América.
Con referencia al uso de la destiladera en América, dice Elias
Zerolo lZ1, buen conocedor de la misma por su condición de canario :
"En gran parte de América se usa este mueble, dándosele el mismo
nombre que en Canarias en el Perú y en Chile, y el de tizajero en
----
@,os 1-3 Pero en este fen6mcn0, más general, aunque en alpín raso pueda
haber influencia de Onente, debe apreciarse mejor una supervivencia de los
tiempos primitivos, en que se carecía de asiento
119 Giese, Notas sobre los balcones, págs 458-467, ha intentado señalar
los diferentes tipos de estos balcones Lo mismo ha tratado de hacer el arqui-tecto
don Eladio Laredo. Tarquis, Dzcc, pág 191, n 96
120 Morgauo, ob czt , pág. 57
121 Elías Zerolo, Legajo de vamos, París, 1897, págs. 165-166
94 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA VIVIGNDA CANARIA. DATOS PARA SU B&'üDIQ 56
Venezuela, y creemos que también en Cuba". Esta afirmación se
'halla confirmada en cierta medida por Malaret lZ2, según el cual,
en Centroamérica, Ecuador y Perú, tinajera es sinónimo de tinajero,
armario, y en Méjico tiene el mismo valor. Esta destiladera meji-cana
se encontraba, por lo común, instalada en un pasillo que solía
haber en las casas cerca de la cocina o del comedor, y sus tinajas
Fig 6 -Filtro para agua usado en el T&chira (Venezuela)
. p - 7 2 y z - *
ostentaban, a veces, las armas de los dueños 123. Marco Dorta lM, por
su parte, asegura que "en Cartagena de Indias hay tinajeros en
forma de alacena, con grandes vasijas de barro para refrescar el
agua".
E1 Ynico dato gráfico que puedo aducir sobre la destiladera
americana, y que corresponde a Venezuela lZ5, hace pensar que, por
lo menos en este país, el tipo de la mZsma debe de ser igual o muy
parecido al de Canarias. El dato demuestra únicamente la identidad
de la piedra de destilar (fig. 61, pero este elemento, tan caracte-
122 Malaret, S v.
123 Manuel Romero de Terreros y Vinent, Las artes %rtdustrtales en la
Nuwa Espaiza, M6pc0, 1923, pág 136.
.-. 1x4 Enrique iviarco Dorta, en "Ei iviuseo Canario!', Las Paimas de Gran
Canaria, núms 89-92, enero-diciembre, 1964, pág. 257
355 L i? Ramón y Rivera e Isabel Aretz, FoZklore tachzrerzse, Caracas,
1963, vol 111, pág 594, dibujo XXXViI.
ristico, es el que, de modo principal determina la forma de la des-tiladera
y establece la más notoria diferencia entre ésta y los tipos
corrientes y más difundidos de emplazamiento de los cántaros del
agua.
Respecto a la difusih del balch por tierras americanas, resu-me
Marco Dorta lZ6c, on SU reconocida autoridad: "También el bal-cón
pasó de las Islas a América. Frecuentemente con tejado, pero, a
veces, también sin él, es elemento esencial en las casas de La
Habana y en toda la costa del Caribe, desde Veracruz hasta Cuma-ná
y se pueden seguir los pasos de su introducción en América del
Sur, desde Cartagena de Indias hasta Santa Fe (Argentina) con
sus transformaciones y variantes. Como otras tantas formas ar-quitectonicas
de ori,gen peninsuiar arraigadas en ias Isias, el baicón
volado de madera vivió su más brillante capitulo al otro lado del
Atlántico".
Marco Doda, a pesar de tratar el tema en forma muy resumida,
no quiere dejar de consignar la introducción del balcón y de las
celosías en el Brasil, donde a éstas se las designa todavía con el
nombre de nzoxarabies. "Balcones con celosías o sin ellas y venta-nas
cerradas con esos entramados de origen morisco, se encuentran
desde el Marañón hasta Santos, así como en el interior, en Wnas
@erais7'.
Mas, en este punto de la introducción de las celosias y del bal-cón
en el Brasil, aunque la mediación de las islas Canarias deba
tenerse en cuenta, la influencia directa de la arquitectura portugue-sa
parece factor muy importante. La celosía alcanzó en Portugal,
como en las ciudades andaluzas, un vigoroso arraigo. "Da influéncia
mourisca -dice Raúl Lino- nos ficou para sempre tal ves... tam-bem
o emprago da rótula" 12'. Y no sólo en el Algarbe y el Alentejo,
también en las regiones del Norte
126 LOC. c2t. Sobre las posibles relaciones entre los balcones canarios y sus
equivalentes hispanoamericanos, véase, del mismo autor, Cartagena de Indzas
Puerto y Plaza; Fuerte, Cartagena (Colombia), 1960, p5gs 253-254, y el Mar-qués
de Lozoya, EZ arte peruano y sus poszbZes relceciones con Canamas, en
"Tagoro", La Laguna de Tenerife, 1944, pags. 190-195.
127 Raiil Lino, A casa portuguesa, lisboa, 1929, pág. 60
12.s Esta propagación septentrional la atribuye Raúl Lino a los conventos
y a las buenas maderas Giese, Apores, pág 9, disiente de esta opinión Admite
96 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LÁMINA XIII
Pih en un vano de una pared (Los Llanos de
Aridane. La Palmai. Fut. Quintero
2. Pila inodernizada con rejas, puertas de cristales
y ri-eipicntc vidriado y provisto de grifo (Santa Cruz
de la Palmal. Fot. Bcthcncuiirt
1. Casa con bateria rlt. ghrgolas. hliiqucs rlc si1lei.i~q itc iinrti en un mismo sistcma
las pucrtns y ventanas. v m el princip;~l (le ellos. balchn con antepecho de tablcro
\. celosía (Rarrii, de IR Vi.gi1et.a. Las Palmas <le Gran Canarial. Fot. Nnr;~njii
2. RalrOn de rrlosía con postigos v. R sil lailo. ventanas corrwlizas (Barrio de IR
Vrgi i i . t~.L as ' ~ u lma sil e Gran Cannriai
1. Balcbn de celosla con postigos y tejadillo (Rarrio de la 2. Balcón con tejadillo y con antepecho de tableros y ba-
Vegueta. Las Palmas clr Gran Canaria]. E'ot. Siemens Inustres; éstos sohrr fondo de celosía (Santa Cruz de la.
Palma)
LAMINAX VII
1 Bxlrnn con tejadllln y con xntcpccno de tableros y balaustres: éstos sobre fondo
d e celosia. que I ~ PPI PVB. formando postigos. has ta los dos tercios de las pilastras
(Santa CI-m < I r la Palma)
2. Solanas; la inferior cuhierta recientcrnente con ventanas corr~dixns (Santa Cruz
(le In P ~ l m1a
LA VIVIENDA CANARIA DATOS PARA SU ESTUDIO 57
Volviendo a la arquitectura canaria, bueno será anotar la su-posición
de que, por esta influencia morisca en Portugal, los pedre-ros
y carpinteros portugueses que pasaron a Canarias no debieron
de mostrar extrañeza ante los edificios que en las islas construían
los albañiles y carpinteros andaluces. Seguramente colaboraron
con ellos.
¿Existir& en los balcones canarios alguna variante o elemento
de origen portugués? Esto es muy difícil de determinar. El profesor
Giese, que ha intentado una clasificación de los diferentes tipos de
esos balcones y la determinación de la procedencia de cada uno, ha
observado el parecido de uno de ellos con otro de Tras-os-Uontes
y de las Azores: el balcón sin tejabiiio ni pilares, con antepecho
formado por tres filas de secciones enrejadas de listones oblicua-mente
cruzados12$M. as la determinaciípn de una re1ació.n de depen-dencia
entre estos balcones sólo será posible como resultado de un
estudio muy minucioso, que está por hacer.
Más fácil es la fijación y delimitacibn de la influencia portugue-sa
en casas construidas, según modelos de mayor arraigo y difusión
en Portugal. El mejor ejemplo se encuentra en Santa Cruz de La
que "as adufas do Algarve, do Baixo Alentejo e da Estremadura (regia0 dos
saldos) continuam a trad@o moura, o que se justif~ca também pela comer-va@
o do nome .árabe, mas nao cremos que as grades dos conventos, confessio-nários,
ete, se possam relacionar com as adufas mouras". Y lo mismo que estas
celosías, las celosías minhotas. ''0e,m prego dum gradeamento de réguas obli-quamente
cruzadas 6 uma forma t6cnica bastante fácil de inventar , que pode
construir-se independentemente em vários Iugares."
Giese, Nota sobre los balcomes, pág. 462, Eeite de Vasconcelos, en De
terra em terra, vol 2, p&gs. 68 y 69, recogió en sendos grabados dos balcones
con celosía y postigos de Chaves. Y, en efecto, el que reprodujo en la figura 20
presenta un gran parecido con algunos Mcones canarios. Sin embargo, si el
grabado no engaña, la canpintería en 61 no es tan fina como en los ejemplares
rsleños; las tiras de madera de la celosía son m&s anchas; y esta falta de gusto
y esmero se adtrlerte aún más en el balcón de la figura 19 de la misma obra.
Si estes ba!cines portugueses procedenj segfm se cree, del Sur: revelan que Ia
inñuencia morisca fue degenerando en estas como en otras muchas cosas a
medida que se extendió hacia el Norte.
Núm 12 (1967)
58 JOSÉ PÉREZ VIDAL
Palma. Las casas. de esta ciudad pertenecientes a la zona que sufrió
más intensamente a mediados del siglo m el saqueo e incendio
del pirata Pie de Palo -mitad sur de la ciudad; de la placeta de
Borrero al